[Desafío] El rugido de la Tundra
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[Desafío] El rugido de la Tundra
Un feroz rugido se hizo oír a través de las gélidas ventiscas del norte, tan potente y salvaje que logró zarandear a las grandes e imponentes montañas nevadas, intensificando la fuerza con que soplaban las indomables tormentas de nieve sobre los campos y escarpados de la tundra. Atemorizados, huyeron todas aquellas criaturas que fueron capaces de oírlo, en busca de un refugio que pudiera protegerles de la ira de aquella bestia.
¿De dónde había provenido aquel grito? ¿Qué clase de criatura podía provocar semejante retumbar? La respuesta se hallaba en lo alto de las laderas, en las irregulares aberturas que daban entrada a las frías cavernas de hielo.
Muchos eran los viajeros que, desafiando a los peligros de la nieve y el hielo al escalar las montañas, hallaban un respiro de esperanza al encontrarse ante la entrada de las cavernas, considerándolas un punto perfecto para descansar y calentarse antes de seguir su camino para conquistar a la tundra. Pocos eran los que veían el auténtico peligro: las enormes huellas en la nieve, el murmullo perdido cabalgando las ventiscas, los extraños dibujos que empezaban a plasmarse en las paredes a medida que se avanzaba al interior... dando finalmente con las inmensas criaturas que habitaban en lo profundo de la caverna. Los autores de los rugidos que congelaban de miedo a los exploradores, las inmensas bestias peludas que componían la tribu de hombres-bestia, los Colmillo Invernal.
Su asentamiento consistía en dos pisos de un inmenso santuario, el cual servía como punto de conexión entre los cubículos distribuidos a través del refugio. Entre las decoraciones se hallaban varios dibujos abstractos y rupestres plasmados en las paredes, principalmente peces, yaks, bestias y la aurora boreal, junto a varios huesos, tapetes de piel y cuernos adornando las entradas a las habitaciones. También podías observarse una entrada a un sótano, aquel que era conocido como las catacumbas de cristal, una serie de mazmorras para retener a los prisioneros.
Sus habitantes eran hombres-bestia con facultades propias de las morsas. Criaturas bípedas y de inmensa estatura, robustas y cubiertas de un denso pelaje que les protegía de las frías temperaturas de la tundra, con peligrosas fauces de intimidantes colmillos para destrozar a sus presas. Su líder yacía en la habitación ubicada en lo alto del santuario, aquella adornada con la cornamenta de un mamut que él mismo había cazado. Siendo la bestia más fuerte de la tribu, nacido con un raro pelaje blanquecino como el invierno, Ata'ikk fue elegido como el feroz líder de la tribu por los mismos espíritus de la montaña.
Aquel rugido feroz volvió a escucharse, acompañado de un pequeño retumbar que azotó el interior de la caverna y provocó que se desprendieran varias estalactitas del techo. Los habitantes de la tribu sabían muy bien lo que estaba pasando... y eso les aterraba. El jefe no debía estar de buen humor...
—¿¡QUÉ!? —rugió la bestia blanca en su cólera—. ¿¡Intrusos!? ¿¡Cómo que intrusos!? ¿¡Quién ha osado irrumpir en nuestros dominios!?
—S-Se tratan de viajeros... señor.
—L-Los hallamos en las c-cercanías, ¡les emboscamos e impedimos que perturbaran a los espíritus de la montaña, señor!
Aquel par de subordinados tembló de miedo, en el momento en que Ata'ikk golpeo con una fuerza descomunal aquella pared de hielo, abandonando su trono de pieles para hacer frente al dúo con aquella imponente figura gigantesca. Los hombres imaginaron lo peor...
—¡Buen trabajo, centinelas! —gritó el hombre-bestia en felicitación—. ¡Ahora id y traedlos ante mí! Serán juzgados por sus fechorías —dijo, volviendo a tomar asiento—. ¡¡HE DICHO AHORA!! —ordenó furioso, tras contemplar que sus hombres parecían no reaccionar aún.
Aquello fue más que suficiente, los hombres abandonaron la cámara del jefe de inmediato, en busca de los prisioneros...
Bienvenida, alma de voluntad imponente como los glaciares. Las frías tormentas de las montañas flaquean ante el feroz rugido de Ata'ikk, el líder de los Colmillo Invernal, una primitiva tribu de hombres-bestia guerreros que habitan en lo profundo de las cavernas de hielo.
Por si no lo has adivinado aún, eres uno de sus prisioneros. Los hombres de Ata'ikk te han emboscado y encerrado en las catacumbas de cristal, una mazmorra hecha de hielo puro donde retienen a los intrusos en celdas de estalagmitas. No demorarán en venir por ti, pues serás llevado a juicio ante Ata'ikk por entrar en su territorio sin permiso. Si deseas evitar esto, puedes intentar escapar, solo ten en cuenta que estas en una celda hecha de hielo, y si alguien te descubre, estoy seguro que Ata'ikk no estará nada feliz.
Los hombres de Ata'ikk no vendrán por ti hasta la siguiente ronda.
Por otro lado, puedes esperar pacientemente e intentar sobrevivir al frío hasta que vengan a buscarte... o mejor dicho, a buscarlos. No estás solo en la celda, te acompaña Augustus, el senil explorador. Es un hombre bastante pasado de edad para su oficio, pero igual que tú, será juzgado ante Ata'ikk. No estaría mal socializar un poco antes del juicio, quien sabe...
Lo dejo en tus manos. El explorador está a tu disposición.
¿De dónde había provenido aquel grito? ¿Qué clase de criatura podía provocar semejante retumbar? La respuesta se hallaba en lo alto de las laderas, en las irregulares aberturas que daban entrada a las frías cavernas de hielo.
Muchos eran los viajeros que, desafiando a los peligros de la nieve y el hielo al escalar las montañas, hallaban un respiro de esperanza al encontrarse ante la entrada de las cavernas, considerándolas un punto perfecto para descansar y calentarse antes de seguir su camino para conquistar a la tundra. Pocos eran los que veían el auténtico peligro: las enormes huellas en la nieve, el murmullo perdido cabalgando las ventiscas, los extraños dibujos que empezaban a plasmarse en las paredes a medida que se avanzaba al interior... dando finalmente con las inmensas criaturas que habitaban en lo profundo de la caverna. Los autores de los rugidos que congelaban de miedo a los exploradores, las inmensas bestias peludas que componían la tribu de hombres-bestia, los Colmillo Invernal.
Su asentamiento consistía en dos pisos de un inmenso santuario, el cual servía como punto de conexión entre los cubículos distribuidos a través del refugio. Entre las decoraciones se hallaban varios dibujos abstractos y rupestres plasmados en las paredes, principalmente peces, yaks, bestias y la aurora boreal, junto a varios huesos, tapetes de piel y cuernos adornando las entradas a las habitaciones. También podías observarse una entrada a un sótano, aquel que era conocido como las catacumbas de cristal, una serie de mazmorras para retener a los prisioneros.
Sus habitantes eran hombres-bestia con facultades propias de las morsas. Criaturas bípedas y de inmensa estatura, robustas y cubiertas de un denso pelaje que les protegía de las frías temperaturas de la tundra, con peligrosas fauces de intimidantes colmillos para destrozar a sus presas. Su líder yacía en la habitación ubicada en lo alto del santuario, aquella adornada con la cornamenta de un mamut que él mismo había cazado. Siendo la bestia más fuerte de la tribu, nacido con un raro pelaje blanquecino como el invierno, Ata'ikk fue elegido como el feroz líder de la tribu por los mismos espíritus de la montaña.
Aquel rugido feroz volvió a escucharse, acompañado de un pequeño retumbar que azotó el interior de la caverna y provocó que se desprendieran varias estalactitas del techo. Los habitantes de la tribu sabían muy bien lo que estaba pasando... y eso les aterraba. El jefe no debía estar de buen humor...
—¿¡QUÉ!? —rugió la bestia blanca en su cólera—. ¿¡Intrusos!? ¿¡Cómo que intrusos!? ¿¡Quién ha osado irrumpir en nuestros dominios!?
—S-Se tratan de viajeros... señor.
—L-Los hallamos en las c-cercanías, ¡les emboscamos e impedimos que perturbaran a los espíritus de la montaña, señor!
Aquel par de subordinados tembló de miedo, en el momento en que Ata'ikk golpeo con una fuerza descomunal aquella pared de hielo, abandonando su trono de pieles para hacer frente al dúo con aquella imponente figura gigantesca. Los hombres imaginaron lo peor...
—¡Buen trabajo, centinelas! —gritó el hombre-bestia en felicitación—. ¡Ahora id y traedlos ante mí! Serán juzgados por sus fechorías —dijo, volviendo a tomar asiento—. ¡¡HE DICHO AHORA!! —ordenó furioso, tras contemplar que sus hombres parecían no reaccionar aún.
Aquello fue más que suficiente, los hombres abandonaron la cámara del jefe de inmediato, en busca de los prisioneros...
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Bienvenida, alma de voluntad imponente como los glaciares. Las frías tormentas de las montañas flaquean ante el feroz rugido de Ata'ikk, el líder de los Colmillo Invernal, una primitiva tribu de hombres-bestia guerreros que habitan en lo profundo de las cavernas de hielo.
Por si no lo has adivinado aún, eres uno de sus prisioneros. Los hombres de Ata'ikk te han emboscado y encerrado en las catacumbas de cristal, una mazmorra hecha de hielo puro donde retienen a los intrusos en celdas de estalagmitas. No demorarán en venir por ti, pues serás llevado a juicio ante Ata'ikk por entrar en su territorio sin permiso. Si deseas evitar esto, puedes intentar escapar, solo ten en cuenta que estas en una celda hecha de hielo, y si alguien te descubre, estoy seguro que Ata'ikk no estará nada feliz.
Los hombres de Ata'ikk no vendrán por ti hasta la siguiente ronda.
Por otro lado, puedes esperar pacientemente e intentar sobrevivir al frío hasta que vengan a buscarte... o mejor dicho, a buscarlos. No estás solo en la celda, te acompaña Augustus, el senil explorador. Es un hombre bastante pasado de edad para su oficio, pero igual que tú, será juzgado ante Ata'ikk. No estaría mal socializar un poco antes del juicio, quien sabe...
Lo dejo en tus manos. El explorador está a tu disposición.
Thorn
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Re: [Desafío] El rugido de la Tundra
OFF: Aclaro que el Vestido del avatar es por otro tema en el que estoy participando y que en esta travesía estoy con mis atuendos normales XD
ON: ¿Qué se hace cuando sufres una crisis existencial y sientes que te vas a volver loco?, simplemente huye sin rumbo, esa era la ruta predeterminada que el buenZelas Hazel tomo desde que abandono su apariencia élfica al obtener orejas normales y su pelo se torno de un color rubio, había huido hacia muchos lugares, esta, sin embargo, era la primera vez que se iba a una montaña, en invierno, con ese atuendo que para nada era apropiado para el lugar donde se encontraba y al cual le había arrojado una capucha esperando cambiar algo, cargando una espada casi tan grande como el en su espalda la cual tampoco ayudaba mucho a la situación. "De acuerdo, lo reconozco, esta no ha sido de mis mejores ideas" pensó para si mismo al momento que temblaba por la fría ventisca que azotaba la montaña, la cual era su mejor opción para sobrevivir en ese momento. El golpe le tomo desprevenido y cayo a la nieve como un saco de papas -mucho... Frio- musito antes de perder el conocimiento.
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Irónicamente fue lo helado que estaba el piso lo que lo despertó, se puso de pie rápidamente mientras frotaba su pecho para generar mas calor, se movía de un lado a otro cuando entonces recordó la mejor herramienta que poseía, inhalo y exhalo profusamente, sintiendo el éter recorrer todo su cuerpo, esa sensación le ayudaría a no pensar en el frio por unos momentos, entonces presto mayor atención al lugar en el que estaba, era una jaula completamente hecha de hielo, todo el lugar parecía estar hecho de el y la sensación térmica del lugar que si bien era fría, no se parecía en nada a como estaba afuera en la montaña.
Tardo unos minutos en darse cuenta que no estaba solo en ese lugar, un balbuceo extraño llamo su atención, en la esquina de la celda de hielo yacía un bulto greñudo que balbuceaba unas cosas extrañas, el no-elfo como era de esperarse se acerco.
-Hey, ¿te encuentras bien?- pregunto el rubio.
-Yo he visto cosas...- respondió lo que parecía ser un hombre.
-Me imagino- dijo un poco preocupado por como se iba desarrollando esa conversación.
-Cosas que no te podrías imaginar- continuo el hombre sin mirar al rubio.
-De acuerdo creo que no necesito saber tanto- exclamo Hazel intentando esquivar lo que se venia, sin exito.
-cosas que solo dios sabe que existen, yo si se lo que es tener frio... Y también se lo que es mojarse hasta los huesos, yo se lo que es resfriarse, pero también se lo que es mejorarse, ¿no me cree?, pregúntele a tapsin caliente, tapsin caliente me despierta, me acuesta y me cuida....- sentencio el hombre greñudo.
-Eh?- confusión, pura y dura confusión.
-Yo he visto cosas..- comento de nuevo.
-Oh no- rebatió Hazel anteponiéndose a lo que venia
-cosas que no te podrias imaginar, cosas que solo dios sabe que existen, yo si se lo que es tener frio... Y también se lo que es mojarse hasta los huesos, yo se lo que es resfriarse, pero también se lo que es mejorarse, ¿no me cree?, pregúntele a tapsin caliente, tapsin caliente me despierta, me acuesta y me cuida....- volvio a despotricar el hombre greñudo.
Zelas se llevo la mano al rostro con el pesar de saber que estaba encerrado con alguien senil que repetía lo mismo una y otra vez, al cabo de un rato la mente del rubio quedo llena de dudas, ¿Qué habrá visto para quedar así?,¿Quién era tapsin caliente?,¿Cómo se llama el viejo?, ni siquiera le importaba ya donde estaban después de escuchar lo mismo tantas veces, así que decidió acercarse de nueva cuenta al hombre.
-Yo se lo que es resfriarse...- seguía repitiendo el viejo.
-¿Cómo te llamas?- pregunto de golpe.
-Augustus- replico bruscamente.
-Asi que si puedes decir otras cosas!, me llamo Hazel, ¿sabes donde estamos?- pregunto el rubio emocionado de que el viejo Augustus dijera otra cosa que no fuera eso que decía a cada rato.
-Pero también se lo que es mejorarse- respondió Augustus sepultando cualquier intento de conversación.
-Ah vamos, pensé que habíamos hecho un progreso- exclamo visiblemente decepcionado.
-¿no me cree?, pregúntele a tapsin caliente, tapsin caliente me despierta, me acuesta y me cuida....-
Zelas se alejo del lugar dejando salir un suspiro de resignación, en especial porque compartían una jaula no muy grande, así que podía escuchar como el viejo greñudo y senil de Augustus comenzaba su relato desde el principio.
-yo he visto cosas que no te podrías imaginar, cosas que solo dios sabe que existen, yo si se lo que es tener frio... Y también se lo que es mojarse hasta los huesos, yo se lo que es resfriarse, pero también se lo que es mejorarse, ¿no me cree?, pregúntele a tapsin caliente, tapsin caliente me despierta, me acuesta y me cuida....-
El rubio solo podía esperar que lo que sea que fuera a pasar, sucediera luego.
ON: ¿Qué se hace cuando sufres una crisis existencial y sientes que te vas a volver loco?, simplemente huye sin rumbo, esa era la ruta predeterminada que el buen
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Irónicamente fue lo helado que estaba el piso lo que lo despertó, se puso de pie rápidamente mientras frotaba su pecho para generar mas calor, se movía de un lado a otro cuando entonces recordó la mejor herramienta que poseía, inhalo y exhalo profusamente, sintiendo el éter recorrer todo su cuerpo, esa sensación le ayudaría a no pensar en el frio por unos momentos, entonces presto mayor atención al lugar en el que estaba, era una jaula completamente hecha de hielo, todo el lugar parecía estar hecho de el y la sensación térmica del lugar que si bien era fría, no se parecía en nada a como estaba afuera en la montaña.
Tardo unos minutos en darse cuenta que no estaba solo en ese lugar, un balbuceo extraño llamo su atención, en la esquina de la celda de hielo yacía un bulto greñudo que balbuceaba unas cosas extrañas, el no-elfo como era de esperarse se acerco.
-Hey, ¿te encuentras bien?- pregunto el rubio.
-Yo he visto cosas...- respondió lo que parecía ser un hombre.
-Me imagino- dijo un poco preocupado por como se iba desarrollando esa conversación.
-Cosas que no te podrías imaginar- continuo el hombre sin mirar al rubio.
-De acuerdo creo que no necesito saber tanto- exclamo Hazel intentando esquivar lo que se venia, sin exito.
-cosas que solo dios sabe que existen, yo si se lo que es tener frio... Y también se lo que es mojarse hasta los huesos, yo se lo que es resfriarse, pero también se lo que es mejorarse, ¿no me cree?, pregúntele a tapsin caliente, tapsin caliente me despierta, me acuesta y me cuida....- sentencio el hombre greñudo.
-Eh?- confusión, pura y dura confusión.
-Yo he visto cosas..- comento de nuevo.
-Oh no- rebatió Hazel anteponiéndose a lo que venia
-cosas que no te podrias imaginar, cosas que solo dios sabe que existen, yo si se lo que es tener frio... Y también se lo que es mojarse hasta los huesos, yo se lo que es resfriarse, pero también se lo que es mejorarse, ¿no me cree?, pregúntele a tapsin caliente, tapsin caliente me despierta, me acuesta y me cuida....- volvio a despotricar el hombre greñudo.
Zelas se llevo la mano al rostro con el pesar de saber que estaba encerrado con alguien senil que repetía lo mismo una y otra vez, al cabo de un rato la mente del rubio quedo llena de dudas, ¿Qué habrá visto para quedar así?,¿Quién era tapsin caliente?,¿Cómo se llama el viejo?, ni siquiera le importaba ya donde estaban después de escuchar lo mismo tantas veces, así que decidió acercarse de nueva cuenta al hombre.
-Yo se lo que es resfriarse...- seguía repitiendo el viejo.
-¿Cómo te llamas?- pregunto de golpe.
-Augustus- replico bruscamente.
-Asi que si puedes decir otras cosas!, me llamo Hazel, ¿sabes donde estamos?- pregunto el rubio emocionado de que el viejo Augustus dijera otra cosa que no fuera eso que decía a cada rato.
-Pero también se lo que es mejorarse- respondió Augustus sepultando cualquier intento de conversación.
-Ah vamos, pensé que habíamos hecho un progreso- exclamo visiblemente decepcionado.
-¿no me cree?, pregúntele a tapsin caliente, tapsin caliente me despierta, me acuesta y me cuida....-
Zelas se alejo del lugar dejando salir un suspiro de resignación, en especial porque compartían una jaula no muy grande, así que podía escuchar como el viejo greñudo y senil de Augustus comenzaba su relato desde el principio.
-yo he visto cosas que no te podrías imaginar, cosas que solo dios sabe que existen, yo si se lo que es tener frio... Y también se lo que es mojarse hasta los huesos, yo se lo que es resfriarse, pero también se lo que es mejorarse, ¿no me cree?, pregúntele a tapsin caliente, tapsin caliente me despierta, me acuesta y me cuida....-
El rubio solo podía esperar que lo que sea que fuera a pasar, sucediera luego.
Zelas Hazelmere
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Golpes secos comenzaron a hacerse oír en la lejanía. Retumbaban con fuerza, como ecos que se extendían a través de las congeladas paredes de las cavernas, como pequeñas magnitudes que estremecían las llanuras de aquella inmensa mazmorra de cristal.
La verborrea incesante del anciano explorador fue opacada, a medida que aquellos golpes comenzaron a adquirir cada vez más y más intensidad, indicando que estaba cerca... lo que fuera que produjera semejante fragor. ¿Acaso era aquello... el sonido de unas pisadas? Si... Cualquier criatura que tuviera la mínima capacidad de concentrarse, en definitiva podría llegar a la misma conclusión: aquel era el sonido de unas enormes pisadas.
El buen Hazelas no tuvo que esperar mucho más tiempo para conocer a las criaturas que anunciaban su llegada con su simple andar, las mismas que le habían capturado en medio de las nieves siendo un intruso en sus territorios. Aquel inmenso dúo de pelaje beige y grisáceo respectivamente, vistiendo nada más que metal, cadenas y pieles, exhibieron sus peligrosas fauces ante el no-elfo y el anciano explorador con un feroz rugido.
—¡Andando, par de canijos! —declaró uno de ellos, abriendo brutalmente la celda al destruir los barrotes de hielo con un golpe de su hacha vikinga—. ¡El jefe quiere verles ahora mismo!
—¡Y nada de intentar escapar! —advirtió el otro—. El jefe no está de buen humor. —añadió.
Apenas pusieron un pie en el interior de la celda, los hombres-morsa no dudaron en aprehender a los prisioneros, atrapándoles entre sus enormes manos como si fueran simples muñecos de felpa. La monstruosa fuerza que tenían bastaría para retenerles e impedir cualquier movimiento, así nadie empezaría a saltar cual gacela y se borraría a sí mismo de la línea temporal... de nuevo.
El par de centinelas no perdió más tiempo, partieron rumbo a la ceremonia para entregar a los prisioneros y dar inicio al juicio.
La llegada de los prisioneros fue recibida con cánticos y tambores de guerra, el crepitar de las llamas danzando al ritmo de cada golpe que recibían los instrumentos de percusión. Los miembros de aquella tribu de hombres-bestia se habían reunido en el área central de aquel refugio, a la expectativa del inicio del juicio de las nieves. Hazel y Augustus fueron dejados en medio de la ceremonia, a la vista de todos los presentes, expuestos sus pecados frente a los espíritus de la montaña. No había flancos que rodear, no había lugar a donde huir, su oportunidad de escapar se había erradicado por completo. El pobre anciano explorador se hallaba aterrado, contemplando a las cientos de bestias, idénticas a sus captores, que les rodeaban. Su recitación y repetición de las mismas palabras se había intensificado en un balbuceo inentendible, producto de un ataque de pánico.
Cuando aquella inmensa criatura de pelaje blancuzco emergió desde sus aposentos en el piso más alto del refugio, todos guardaron silencio en señal de respeto a su líder.
Ata'ikk observó a su tribu antes de levantar una breve oración a los espíritus de la montaña, rogando por su aprobación y su guía para proceder con aquella ceremonia. No fue hasta que aquel viento gélido surcó las frías cavernas, cuando el hombre-bestia recibió la señal que esperaba y descendió como una furiosa avalancha sobre sus prisioneros. La bestia blanca saltó desde lo alto de sus aposentos, estremeciendo el suelo que le recibió en su violento aterrizaje, alzándose imponente e ileso frente al viejo y el no-elfo.
La bestia les doblaba en tamaño, cubierta por aquella densa capa de pieles y armada con dos manguales, clavando su gélida mirada sobre aquel par como un predador insaciable.
Silencio, un frío y peligroso silencio invadió aquel salón, mientras el hombre-morsa no perdía de vista a los dos intrusos ni un solo segundo, a la espera de que alguno, fuera el no-elfo o el explorador, decidiera pronunciarse, para hacerle callar con un poderoso rugido.
—¡Forasteros! ¡Habéis profanado estas tierras benditas por los espíritus de la montaña! —gritó furioso—. ¡Os castigaremos! A menos que demuestren su fuerza... ¡En combate!
—¡En combate! —repitió la tribu a una sola voz.
Los tambores volvieron a sonar con fuerza, mientras Ata'ikk se despojaba de su capa y sus armas, preparándose para pelear en igual de condiciones que sus enemigos.
El viejo explorador retrocedió un par de pasos aterrado, aún repitiendo las mismas palabras una y otra vez, viéndose incapaz de asistir a Hazel en el combate. Por otro lado, el no-elfo no tardaría en descubrir que su ridículamente grande espada no reposaba en su espalda como le era usual, le había sido arrebatada.
Hazel Wind: El juicio ha comenzado, mi buen no-elfo. La tribu Colmillo Invernal juzga a sus prisioneros con severidad, pero creen fervientemente en el valor y la fuerza de un buen guerrero. Por ello, estarán dispuestos a eximirte de tus crímenes contra su comunidad, si logras derribar a su líder usando tu propia fuerza. Te enfrentarás a Ata'ikk en un combate mano a mano, sin armas. No te preocupes, me he tomado la molestia de tomar tu inmensa espada por ti un rato, así no te perturbará, no me lo agradezcas.
El hombre-bestia es inmenso y tiene una fuerza monstruosa, pero es lento. Si no te crees capaz de superarlo en fuerza, tal vez puedas evitarlo hasta que se canse... aunque no estoy seguro de cómo se tomarían una victoria así, considerando que detestan a los cobardes. Además, ten en cuenta que has tomado la pésima decisión de escalar la montaña sin venir bien abrigado. Yo tú, no me esforzaría demasiado. El frío no perdona.
Tal vez... podrías encontrar una forma alternativa de demostrar tu valor y hallar gracia ante los ojos de Ata'ikk. Estos hombres-bestia son criaturas bastante primitivas. Estoy seguro que un mortal tan colorido como tú podrá encontrar una forma de impresionarlos. Sorpréndeme.
Augustus no tiene nada nuevo que decir, y Ata'ikk no va a contestarte.
Estás por tu cuenta en esta ronda.
La verborrea incesante del anciano explorador fue opacada, a medida que aquellos golpes comenzaron a adquirir cada vez más y más intensidad, indicando que estaba cerca... lo que fuera que produjera semejante fragor. ¿Acaso era aquello... el sonido de unas pisadas? Si... Cualquier criatura que tuviera la mínima capacidad de concentrarse, en definitiva podría llegar a la misma conclusión: aquel era el sonido de unas enormes pisadas.
El buen Hazelas no tuvo que esperar mucho más tiempo para conocer a las criaturas que anunciaban su llegada con su simple andar, las mismas que le habían capturado en medio de las nieves siendo un intruso en sus territorios. Aquel inmenso dúo de pelaje beige y grisáceo respectivamente, vistiendo nada más que metal, cadenas y pieles, exhibieron sus peligrosas fauces ante el no-elfo y el anciano explorador con un feroz rugido.
—¡Andando, par de canijos! —declaró uno de ellos, abriendo brutalmente la celda al destruir los barrotes de hielo con un golpe de su hacha vikinga—. ¡El jefe quiere verles ahora mismo!
—¡Y nada de intentar escapar! —advirtió el otro—. El jefe no está de buen humor. —añadió.
Apenas pusieron un pie en el interior de la celda, los hombres-morsa no dudaron en aprehender a los prisioneros, atrapándoles entre sus enormes manos como si fueran simples muñecos de felpa. La monstruosa fuerza que tenían bastaría para retenerles e impedir cualquier movimiento, así nadie empezaría a saltar cual gacela y se borraría a sí mismo de la línea temporal... de nuevo.
El par de centinelas no perdió más tiempo, partieron rumbo a la ceremonia para entregar a los prisioneros y dar inicio al juicio.
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La llegada de los prisioneros fue recibida con cánticos y tambores de guerra, el crepitar de las llamas danzando al ritmo de cada golpe que recibían los instrumentos de percusión. Los miembros de aquella tribu de hombres-bestia se habían reunido en el área central de aquel refugio, a la expectativa del inicio del juicio de las nieves. Hazel y Augustus fueron dejados en medio de la ceremonia, a la vista de todos los presentes, expuestos sus pecados frente a los espíritus de la montaña. No había flancos que rodear, no había lugar a donde huir, su oportunidad de escapar se había erradicado por completo. El pobre anciano explorador se hallaba aterrado, contemplando a las cientos de bestias, idénticas a sus captores, que les rodeaban. Su recitación y repetición de las mismas palabras se había intensificado en un balbuceo inentendible, producto de un ataque de pánico.
Cuando aquella inmensa criatura de pelaje blancuzco emergió desde sus aposentos en el piso más alto del refugio, todos guardaron silencio en señal de respeto a su líder.
Ata'ikk observó a su tribu antes de levantar una breve oración a los espíritus de la montaña, rogando por su aprobación y su guía para proceder con aquella ceremonia. No fue hasta que aquel viento gélido surcó las frías cavernas, cuando el hombre-bestia recibió la señal que esperaba y descendió como una furiosa avalancha sobre sus prisioneros. La bestia blanca saltó desde lo alto de sus aposentos, estremeciendo el suelo que le recibió en su violento aterrizaje, alzándose imponente e ileso frente al viejo y el no-elfo.
- Ata'ikk:
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La bestia les doblaba en tamaño, cubierta por aquella densa capa de pieles y armada con dos manguales, clavando su gélida mirada sobre aquel par como un predador insaciable.
Silencio, un frío y peligroso silencio invadió aquel salón, mientras el hombre-morsa no perdía de vista a los dos intrusos ni un solo segundo, a la espera de que alguno, fuera el no-elfo o el explorador, decidiera pronunciarse, para hacerle callar con un poderoso rugido.
—¡Forasteros! ¡Habéis profanado estas tierras benditas por los espíritus de la montaña! —gritó furioso—. ¡Os castigaremos! A menos que demuestren su fuerza... ¡En combate!
—¡En combate! —repitió la tribu a una sola voz.
Los tambores volvieron a sonar con fuerza, mientras Ata'ikk se despojaba de su capa y sus armas, preparándose para pelear en igual de condiciones que sus enemigos.
El viejo explorador retrocedió un par de pasos aterrado, aún repitiendo las mismas palabras una y otra vez, viéndose incapaz de asistir a Hazel en el combate. Por otro lado, el no-elfo no tardaría en descubrir que su ridículamente grande espada no reposaba en su espalda como le era usual, le había sido arrebatada.
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Hazel Wind: El juicio ha comenzado, mi buen no-elfo. La tribu Colmillo Invernal juzga a sus prisioneros con severidad, pero creen fervientemente en el valor y la fuerza de un buen guerrero. Por ello, estarán dispuestos a eximirte de tus crímenes contra su comunidad, si logras derribar a su líder usando tu propia fuerza. Te enfrentarás a Ata'ikk en un combate mano a mano, sin armas. No te preocupes, me he tomado la molestia de tomar tu inmensa espada por ti un rato, así no te perturbará, no me lo agradezcas.
El hombre-bestia es inmenso y tiene una fuerza monstruosa, pero es lento. Si no te crees capaz de superarlo en fuerza, tal vez puedas evitarlo hasta que se canse... aunque no estoy seguro de cómo se tomarían una victoria así, considerando que detestan a los cobardes. Además, ten en cuenta que has tomado la pésima decisión de escalar la montaña sin venir bien abrigado. Yo tú, no me esforzaría demasiado. El frío no perdona.
Tal vez... podrías encontrar una forma alternativa de demostrar tu valor y hallar gracia ante los ojos de Ata'ikk. Estos hombres-bestia son criaturas bastante primitivas. Estoy seguro que un mortal tan colorido como tú podrá encontrar una forma de impresionarlos. Sorpréndeme.
Augustus no tiene nada nuevo que decir, y Ata'ikk no va a contestarte.
Estás por tu cuenta en esta ronda.
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Re: [Desafío] El rugido de la Tundra
-¿No me cree?, pregúntele a Tapsin caliente, tapsin caliente me despierta, me acuesta y me cuida....-
-Imbar ¿por qué me has abandonado?-
Se lamentaba el no-elfo, aquello era una tortura que parecía no tener fin, al menos eso parecía hasta que el piso comenzó a temblar, cuando los enormes guerreros aparecieron frente a la celda y la rompieron de un solo golpe, Hazel comprendió que una batalla no le sacaría de ese lugar, menos sin su espada.
-Gracias!, gracias, pensé que me volvería loco- Comento el rubio con verdadero agradecimiento mientras levantaba los brazos sin oponer resistencia, se sintió el doble de agradecido cuando los hombres morsa les levantaron sujetándolos de las axilas y llevándoles hasta donde serian juzgados sin la necesidad de caminar hasta allá.
-Psst, Augustus- intento llamar su atención.
-Yo he visto cosas que no te podrías imaginar- dijo de nueva cuenta mirando al rubio.
-Pase lo que pase déjame hablar a mi- resalto, confiando en sus habilidades oratorias.
-Cosas que solo dios sabe que existen, yo si se lo que es tener frio- repitió al momento que asentía.
-Bien, te sacare de acá para que vuelvas con tu tapsin... Lo que sea que eso signifique- exclamo Hazelas al momento que el ruido de canticos y tambores ensordecía el lugar.
El descenso de la enorme creatura blanca los enmudeció a todos, ni siquiera el pobre Augustus se animaba a romper el silencio que había impuesto el líder de aquella tribu, clavo su mirada en ambos como esperando que dijeran algo en su defensa, Hazel y Augustus se miraron el uno al otro y el rubio le dio una sonrisa para tranquilizar al anciano senil, el cual estaba visiblemente aterrado.
-Yo he visto cosas que no te podrías imaginar- exclamo Zelas, sin embargo, antes de siquiera empezar su defensa fue interrumpido por un enorme rugido, "no se porque en su momento me pareció una buena idea" pensó el rubio mientras escuchaba como tendría que probar su valía... En combate!, entonces Zelas comprendió que solo una batalla lo sacaría de ese lugar
Todo le jugaba en contra, su cuerpo ya no era tan ágil como antes, el frio podía pasarle la cuenta en cualquier momento, su enemigo parecía superior en muchos aspectos y su ridículamente grande espada estaba quien sabe donde, eso además de que su único aliado estaba aterrado a mas no poder, así que no podía contar con el.
"Bien Zelas, piensa.. ¿Qué harían tus amigos si estuvieran acá?" se pregunto el no-elfo a si mismo al momento que su rival, comenzaba a despojarse de sus armas y armaduras, entonces las voces algunos amigos resonaron en su cabeza.
"Recuerda Zelas, si tú lo deseas puedes volar" escucho que le decía una voz.
"¿Y eso de que me sirve en esta situación?" le replico a la voz de su cabeza.
"Piensa en algo que me dirías a mi" le aconsejo una voz femenina.
Sin mucho tiempo disponible, el rubio dijo lo primero que se le vino a la cabeza mientras levantaba los brazos, -Solamente quiero amarte...- acto seguido un potente golpe le hizo rebotar en el congelado piso del lugar. El líder de la tribu rugió mientras el resto le celebraba el golpe asestado, y el rubio se vio aturdido por unos segundos, otra vez su plan no había resultado, el enorme gigante blanco ahora observaba al viejo Augustus el cual repetía su mantra con mas fervor que nunca.
Zelas abrazo su cuerpo al momento que recitaba unas palabras en elfico -And all my warmth to offer you- exclamo al momento que su cuerpo emitía un brillo reparador, aliviando levemente sus dolencias(1) lo suficiente al menos para ponerse de pie, la sangre que le había salido de las narices se encontraba congelada y escupio un poco de sangre al piso, provocando que los tambores se detuvieran, el gigante blanco Ata'ikk estaba por atacar al senil Augustus cuando aquella situación con los tambores freno sus intenciones, se volteo para ver al rubio y esbozo una sonrisa, lo cual hizo que los tambores reanudaran su ritmo ceremonial.
Ambos se acercaron al centro del lugar, Hazel parecía como poseído con su rostro cubierto en parte de sangre seca y congelada, su mente le demandaba solo una cosa... Sobrevivir.
-Hay que dar el sentimiento!- exclamo al momento que le lanzaba un puñetazo al rostro del gigante, el cual ni se inmuto, estaba estoico y ahora Ata'ikk era quien se preparaba para dar un puñetazo, el rubio asustado al conocer la fuerza que había detrás de cada golpe se hizo a un lado rápidamente esquivando por los pelos un ataque que podría haber sido su final, aquella maniobra le hizo sentir como si miles de agujas se enterraran en su cuerpo al mismo tiempo, el frio comenzaba a pasar la cuenta. Se aferro con fuerza a una de las piernas peludas del gigante, y el calor que esta emitía le dio valor para continuar -Y cada momento vivirlo!- grito dándose ánimos a si mismo sujetándose con fuerza al pelaje de Ata'ikk el cual intento sacudírselo de encima con una patada, el tiempo invertido utilizando espadas finalmente le sirvió de algo que no fuera utilizar una espada ya que su agarre era firme, sin despegarse de esa fuente de calor, trepo por el gigante blanco hasta llegar a su espalda.
El gran Ata'ikk viendo que no podía librarse del extraño rubio cambio su centro de gravedad dejándose caer de espaldas en un intento de aplastar a Hazelas con el peso de su cuerpo, el rubio aun poseído por un fuerte sentido de supervivencia, sin aflojar su agarre libero una explosión de eter desde la planta de sus pies la cual le ayudo a impulsarse por sobre los hombros del gigante(2) evitando ser aplastado, rápidamente se posiciono sobre uno de los hombros de Ata'ikk y comenzó a golpear sin mucho éxito una zona en especifico del rostro del gigante, Ata'ikk en respuesta a la nueva arremetida del rubio, se levanto dejando al rubio colgado de un brazo, mostrándole a sus pares de la tribu como Zelas dejaba a un lado su ataque pero se rehusaba a soltarle.
Un rugido de victoria de Ata'ikk, los gritos de los otros hombres bestia y el sonido de los tambores, culmino con el líder de la tribu dándole otro potente puñetazo al rubio el cual le hizo ascender unos metros en el aire, otro rugido de parte de Ata'ikk silencio a todos en el lugar.
-¿No me cree?, pregúntele a tapsin caliente, tapsin caliente me despierta, me acuesta y me cuida....- las palabras del senil Augustus rompieron el silencio mientras todos veían como el gigante Ata'ikk se llevaba la mano al hombro del cual estaba aferrado el rubio unos momentos antes de recibir el golpe, -Si tu lo deseas puedes volar!- grito el rubio desde las alturas, el cual antes de recibir el golpe se aferro con ambas manos al pelaje del gigante al momento que cubría su cuerpo con parte de sus brazos y el pelaje de este, con lo cual arranco el parte de los cabellos blancos que cubrían el hombro del gran Ata'ikk. Aquello genero una considerable diferencia al momento de recibir el golpe en comparación con el primer puñetazo que recibió, además de incrementar levemente la altura que había alcanzado mediante otro par de explosiones provenientes de sus pies(2) lo cual daba la impresión a los demás de que en efecto podía volar.
-Solo tienes que confiar mucho en ti y seguir!- exclamo antes de caer con mucha rapidez con la ayuda de otro par de explosiones(2) culminando con un potente golpe, el cual finalmente movió la cabeza del gigante Ata'ikk, Zelas estaba por dárselas con todo contra el piso cuando una mano del gigante atrapo sus piernas, levantando al rubio a la altura de su cabeza. "Digimon Estoy jodido" pensó para si mismo estando de cabeza, mientras el silencio volvía a reinar el lugar, tanto así que ni siquiera el senil Augustus quería romper el silencio con su mantra ya sabido por todos a estas alturas, todos esperaban por lo que parecía ser la sentencia del poderoso Ata'ikk.
OFF: Habilidades usadas:
(1) Racial Imposición de Manos
(2) Vuelo Fúlgido
-Imbar ¿por qué me has abandonado?-
Se lamentaba el no-elfo, aquello era una tortura que parecía no tener fin, al menos eso parecía hasta que el piso comenzó a temblar, cuando los enormes guerreros aparecieron frente a la celda y la rompieron de un solo golpe, Hazel comprendió que una batalla no le sacaría de ese lugar, menos sin su espada.
-Gracias!, gracias, pensé que me volvería loco- Comento el rubio con verdadero agradecimiento mientras levantaba los brazos sin oponer resistencia, se sintió el doble de agradecido cuando los hombres morsa les levantaron sujetándolos de las axilas y llevándoles hasta donde serian juzgados sin la necesidad de caminar hasta allá.
-Psst, Augustus- intento llamar su atención.
-Yo he visto cosas que no te podrías imaginar- dijo de nueva cuenta mirando al rubio.
-Pase lo que pase déjame hablar a mi- resalto, confiando en sus habilidades oratorias.
-Cosas que solo dios sabe que existen, yo si se lo que es tener frio- repitió al momento que asentía.
-Bien, te sacare de acá para que vuelvas con tu tapsin... Lo que sea que eso signifique- exclamo Hazelas al momento que el ruido de canticos y tambores ensordecía el lugar.
El descenso de la enorme creatura blanca los enmudeció a todos, ni siquiera el pobre Augustus se animaba a romper el silencio que había impuesto el líder de aquella tribu, clavo su mirada en ambos como esperando que dijeran algo en su defensa, Hazel y Augustus se miraron el uno al otro y el rubio le dio una sonrisa para tranquilizar al anciano senil, el cual estaba visiblemente aterrado.
-Yo he visto cosas que no te podrías imaginar- exclamo Zelas, sin embargo, antes de siquiera empezar su defensa fue interrumpido por un enorme rugido, "no se porque en su momento me pareció una buena idea" pensó el rubio mientras escuchaba como tendría que probar su valía... En combate!, entonces Zelas comprendió que solo una batalla lo sacaría de ese lugar
Todo le jugaba en contra, su cuerpo ya no era tan ágil como antes, el frio podía pasarle la cuenta en cualquier momento, su enemigo parecía superior en muchos aspectos y su ridículamente grande espada estaba quien sabe donde, eso además de que su único aliado estaba aterrado a mas no poder, así que no podía contar con el.
"Bien Zelas, piensa.. ¿Qué harían tus amigos si estuvieran acá?" se pregunto el no-elfo a si mismo al momento que su rival, comenzaba a despojarse de sus armas y armaduras, entonces las voces algunos amigos resonaron en su cabeza.
"Recuerda Zelas, si tú lo deseas puedes volar" escucho que le decía una voz.
"¿Y eso de que me sirve en esta situación?" le replico a la voz de su cabeza.
"Piensa en algo que me dirías a mi" le aconsejo una voz femenina.
Sin mucho tiempo disponible, el rubio dijo lo primero que se le vino a la cabeza mientras levantaba los brazos, -Solamente quiero amarte...- acto seguido un potente golpe le hizo rebotar en el congelado piso del lugar. El líder de la tribu rugió mientras el resto le celebraba el golpe asestado, y el rubio se vio aturdido por unos segundos, otra vez su plan no había resultado, el enorme gigante blanco ahora observaba al viejo Augustus el cual repetía su mantra con mas fervor que nunca.
Zelas abrazo su cuerpo al momento que recitaba unas palabras en elfico -And all my warmth to offer you- exclamo al momento que su cuerpo emitía un brillo reparador, aliviando levemente sus dolencias(1) lo suficiente al menos para ponerse de pie, la sangre que le había salido de las narices se encontraba congelada y escupio un poco de sangre al piso, provocando que los tambores se detuvieran, el gigante blanco Ata'ikk estaba por atacar al senil Augustus cuando aquella situación con los tambores freno sus intenciones, se volteo para ver al rubio y esbozo una sonrisa, lo cual hizo que los tambores reanudaran su ritmo ceremonial.
Ambos se acercaron al centro del lugar, Hazel parecía como poseído con su rostro cubierto en parte de sangre seca y congelada, su mente le demandaba solo una cosa... Sobrevivir.
-Hay que dar el sentimiento!- exclamo al momento que le lanzaba un puñetazo al rostro del gigante, el cual ni se inmuto, estaba estoico y ahora Ata'ikk era quien se preparaba para dar un puñetazo, el rubio asustado al conocer la fuerza que había detrás de cada golpe se hizo a un lado rápidamente esquivando por los pelos un ataque que podría haber sido su final, aquella maniobra le hizo sentir como si miles de agujas se enterraran en su cuerpo al mismo tiempo, el frio comenzaba a pasar la cuenta. Se aferro con fuerza a una de las piernas peludas del gigante, y el calor que esta emitía le dio valor para continuar -Y cada momento vivirlo!- grito dándose ánimos a si mismo sujetándose con fuerza al pelaje de Ata'ikk el cual intento sacudírselo de encima con una patada, el tiempo invertido utilizando espadas finalmente le sirvió de algo que no fuera utilizar una espada ya que su agarre era firme, sin despegarse de esa fuente de calor, trepo por el gigante blanco hasta llegar a su espalda.
El gran Ata'ikk viendo que no podía librarse del extraño rubio cambio su centro de gravedad dejándose caer de espaldas en un intento de aplastar a Hazelas con el peso de su cuerpo, el rubio aun poseído por un fuerte sentido de supervivencia, sin aflojar su agarre libero una explosión de eter desde la planta de sus pies la cual le ayudo a impulsarse por sobre los hombros del gigante(2) evitando ser aplastado, rápidamente se posiciono sobre uno de los hombros de Ata'ikk y comenzó a golpear sin mucho éxito una zona en especifico del rostro del gigante, Ata'ikk en respuesta a la nueva arremetida del rubio, se levanto dejando al rubio colgado de un brazo, mostrándole a sus pares de la tribu como Zelas dejaba a un lado su ataque pero se rehusaba a soltarle.
Un rugido de victoria de Ata'ikk, los gritos de los otros hombres bestia y el sonido de los tambores, culmino con el líder de la tribu dándole otro potente puñetazo al rubio el cual le hizo ascender unos metros en el aire, otro rugido de parte de Ata'ikk silencio a todos en el lugar.
-¿No me cree?, pregúntele a tapsin caliente, tapsin caliente me despierta, me acuesta y me cuida....- las palabras del senil Augustus rompieron el silencio mientras todos veían como el gigante Ata'ikk se llevaba la mano al hombro del cual estaba aferrado el rubio unos momentos antes de recibir el golpe, -Si tu lo deseas puedes volar!- grito el rubio desde las alturas, el cual antes de recibir el golpe se aferro con ambas manos al pelaje del gigante al momento que cubría su cuerpo con parte de sus brazos y el pelaje de este, con lo cual arranco el parte de los cabellos blancos que cubrían el hombro del gran Ata'ikk. Aquello genero una considerable diferencia al momento de recibir el golpe en comparación con el primer puñetazo que recibió, además de incrementar levemente la altura que había alcanzado mediante otro par de explosiones provenientes de sus pies(2) lo cual daba la impresión a los demás de que en efecto podía volar.
-Solo tienes que confiar mucho en ti y seguir!- exclamo antes de caer con mucha rapidez con la ayuda de otro par de explosiones(2) culminando con un potente golpe, el cual finalmente movió la cabeza del gigante Ata'ikk, Zelas estaba por dárselas con todo contra el piso cuando una mano del gigante atrapo sus piernas, levantando al rubio a la altura de su cabeza. "
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Zelas Hazelmere
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Nivel de PJ : : 6
He oído que... las estrellas ocultan secretos...
—¡Hermanos míos! —rugió la inmensa bestia blanquecina, llamando la atención de todos los espectadores hacia el no-elfo que sostenía moribundo por una pierna, exhibiéndole como prueba de su clara y predecible victoria.
Los hombres-bestia se hallaban expectantes; curiosos y temerosos a la vez de la inminente sentencia de su poderoso líder, al proclamarse este como el vencedor. ¿Qué terrible condena recibirían los intrusos en esta ocasión? Los últimos habían sido severamente castigados y humillados, incluso después de su muerte.
En la tribu Colmillo Invernal, la honra de un guerrero trascendía la vida misma, siendo glorificado su espíritu de acuerdo a la forma en que eran usados los restos de su existencia carnal. Era esa la razón por la cual sus armas y armaduras se hallaban construidas con los huesos y pieles de sus hermanos caídos, pues no solo cargaban así con su fuerza y voluntad, también les rendían honor en la eternidad.
¿Qué podían aspirar entonces los rufianes y perpetradores de los territorios de la tribu? Como Gazelas y Tapsin. Muy sencillo... Su carne sería tratada como carroña, ¡inmundo aquel hombre que se atreviera a comer de ella! Su sangre sería considera impura, ¡inmundo aquel hombre que se atreviera de beber de ella! Sus huesos no serían mas que simples juguetes para distraer a sus monturas. ¡Sus espíritus no podrían recibir peor deshonra...!
Ata'ikk observaba al pálido y canijo no-elfo, dedicándole una mirada gélida y severa, preparada para desatar la furia de las nieves sobre aquellos que le habían irrespetado...
Un frío silencio se apoderó de aquel círculo en el cual se había librado el juicio por combate...
...
Hasta que cierto sonido rompió el hielo.
Una sonora risotada se hizo oír en medio del refugio. Ata'ikk... reía, y lo hacía con ganas.
La mirada del jefe de los hombres-bestia se había tornado mansa y amable como el calor de una dulce fogata. Su risa no demoró en contagiarse entre sus subordinados, hasta lograr extenderse por toda la tribu. El tumulto de carcajadas estremecía las cavernas, siendo emitidas con tanta potencia como el feroz rugido de la mismísima tundra.
—¡Nos hemos equivocado! —anunció Ata'ikk, risueño y lleno de gozo.
La inmensa bestia le dio vuelta al moribundo Hazel, mientras alcanzaba a Augustus con su otra mano. Ata'ikk levantó a ambos en el aire, exaltándoles frente a toda la tribu.
—¡Los intrusos no ser enemigos! ¡Los intrusos ser simples bufones! —declaró, provocando que los hombres-morsa celebraran contentos.
Aparentemente, el espectáculo de luces que había montado Hazel les había gustado...
Augustus, en medio de su confusión, volvió a recitar las mismas palabras que había estado repitiendo una y otra vez, ganándose una ronda de risas de los hombres-morsa.
—¡Su presencia no perturba a los espíritus de la montaña! Los intrusos... ¡¡ser hermanos!! —declaró finalmente Ata'ikk, presionando a Hazel y a Augustus contra su pecho en un excesivamente afectuoso y aplastante abrazo.
Por si fuera poca la fuerza que estaba usando, el resto de la tribu no demoró en arremolinarse alrededor de su líder y sumarse al abrazo. Con suerte, el no-elfo y el anciano conservarían un par de huesos no-triturados... Tal vez...
Aquella noche, ¡era una noche de celebración! La tribu Colmillo Invernal no cabía en si de gozo con la llegada de sus nuevos hermanos. Por ello, realizaron un enorme banquete en su honor, situándose alrededor de la luz y el calor de una inmensa fogata, encendida en el centro del refugio. Los tambores tocarían incesantes hasta que se desgastaran, todos bailarían al son de la música hasta no poder más, ¡habría tanta comida como para alimentar a más de diez ciudades por más de seis ciclos lunares!
Pero antes de dar inicio al festejo...
De acuerdo a las tradiciones de la tribu, era necesario realizar una ceremonia de iniciación, dirigida por el jefe de los hombres-bestia.
Hazel y Augustus, cubiertos en pieles, serían presentados ante los espíritus de la montaña, como acostumbraban a hacer con los recién nacidos. Serían entonces envueltos por su cálida luz ancestral, la cual les protegería y guiaría siempre, forjando su hermandad.
—¡Hermanos míos! ¡Esta noche les recibimos con mucho gozo y felicidad! A partir de ahora, nuestro hogar es su hogar. Sin importar que tan lejos partan, siempre serán bienvenidos en nuestras moradas. —declaró Ata'ikk, antes de bañar sus dedos en sangre ceremonial, y pintar con ellos el rostro de Hazel y el anciano—. Bajo la luz de los espíritus, os bautizo hoy como... ¡Hermano Canijo! ¡Y hermano Tapsin!
—¡¡¡Hermano Canijo!!! ¡¡¡Hermano Tapsin!!! —repitieron los hombres-morsa a una sola voz.
—¡Ahora, hermanos míos! ¡Comed y celebrad! ¡Que los espíritus os acompañarán!
Hazel Wind: ¡¡Bravo, Hazel!! Aún intento procesar lo que has hecho, pero es innegable que ha funcionado. Has conquistado los corazones de Ata'ikk y su tribu, has salvado tu pellejo y el de Augustus, y te has ganado un buen puñado de nuevos familiares. Que buen chico, Hazel, que buen chico...
Los hombres-bestia han hecho un gran festejo en tu honor. Agradéceles, pues te han salvado de morir de hipotermia cubriéndote de pieles. Que te sirva de lección para la próxima vez que te adentres en las nieves. Te han hecho también parte de su tribu y brindado un nuevo título, como nombres no te faltaban... Además, tras la ceremonia de iniciación, Ata'ikk te hará entrega de un arma de la tribu como prueba de su hermandad. ¿Una recomendación? Aunque no se supone que sea posible, no la pierdas.
Como miembro de su tribu, en temas futuros con los Colmillo Invernal, estos serán tus aliados. Si alguna vez te encuentras en la zona y quieres ver de nuevo a tus hermanos, no dudes en acudir a mí y encantado te visitaré.
...
Ah, por supuesto, tienen tu espada por ahí, no olvides recogerla al salir.
Recompensas
⭑ Búmeran de hueso
[Arma] Búmeran de calidad Normal hecho de huesos y adornado con plumas, símbolo de una eterna hermandad. Arrójalo las veces que quieras, siempre regresará a ti, de un modo u otro.
Agradezco mucho tu participación en mis desafíos, mi buen Hazel, me la he pasado muy bien. Te invito a que me indiques, si así deseas, lo que te ha gustado y lo que no, que piensas que podría hacer mejor y las cosas que te gustaría ver en futuros temas. La ayuda siempre es bien recibida.
Saludos. Atento a las estrellas, buen mortal.
Los hombres-bestia se hallaban expectantes; curiosos y temerosos a la vez de la inminente sentencia de su poderoso líder, al proclamarse este como el vencedor. ¿Qué terrible condena recibirían los intrusos en esta ocasión? Los últimos habían sido severamente castigados y humillados, incluso después de su muerte.
En la tribu Colmillo Invernal, la honra de un guerrero trascendía la vida misma, siendo glorificado su espíritu de acuerdo a la forma en que eran usados los restos de su existencia carnal. Era esa la razón por la cual sus armas y armaduras se hallaban construidas con los huesos y pieles de sus hermanos caídos, pues no solo cargaban así con su fuerza y voluntad, también les rendían honor en la eternidad.
¿Qué podían aspirar entonces los rufianes y perpetradores de los territorios de la tribu? Como Gazelas y Tapsin. Muy sencillo... Su carne sería tratada como carroña, ¡inmundo aquel hombre que se atreviera a comer de ella! Su sangre sería considera impura, ¡inmundo aquel hombre que se atreviera de beber de ella! Sus huesos no serían mas que simples juguetes para distraer a sus monturas. ¡Sus espíritus no podrían recibir peor deshonra...!
Ata'ikk observaba al pálido y canijo no-elfo, dedicándole una mirada gélida y severa, preparada para desatar la furia de las nieves sobre aquellos que le habían irrespetado...
Un frío silencio se apoderó de aquel círculo en el cual se había librado el juicio por combate...
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Hasta que cierto sonido rompió el hielo.
Una sonora risotada se hizo oír en medio del refugio. Ata'ikk... reía, y lo hacía con ganas.
La mirada del jefe de los hombres-bestia se había tornado mansa y amable como el calor de una dulce fogata. Su risa no demoró en contagiarse entre sus subordinados, hasta lograr extenderse por toda la tribu. El tumulto de carcajadas estremecía las cavernas, siendo emitidas con tanta potencia como el feroz rugido de la mismísima tundra.
—¡Nos hemos equivocado! —anunció Ata'ikk, risueño y lleno de gozo.
La inmensa bestia le dio vuelta al moribundo Hazel, mientras alcanzaba a Augustus con su otra mano. Ata'ikk levantó a ambos en el aire, exaltándoles frente a toda la tribu.
—¡Los intrusos no ser enemigos! ¡Los intrusos ser simples bufones! —declaró, provocando que los hombres-morsa celebraran contentos.
Aparentemente, el espectáculo de luces que había montado Hazel les había gustado...
Augustus, en medio de su confusión, volvió a recitar las mismas palabras que había estado repitiendo una y otra vez, ganándose una ronda de risas de los hombres-morsa.
—¡Su presencia no perturba a los espíritus de la montaña! Los intrusos... ¡¡ser hermanos!! —declaró finalmente Ata'ikk, presionando a Hazel y a Augustus contra su pecho en un excesivamente afectuoso y aplastante abrazo.
Por si fuera poca la fuerza que estaba usando, el resto de la tribu no demoró en arremolinarse alrededor de su líder y sumarse al abrazo. Con suerte, el no-elfo y el anciano conservarían un par de huesos no-triturados... Tal vez...
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Aquella noche, ¡era una noche de celebración! La tribu Colmillo Invernal no cabía en si de gozo con la llegada de sus nuevos hermanos. Por ello, realizaron un enorme banquete en su honor, situándose alrededor de la luz y el calor de una inmensa fogata, encendida en el centro del refugio. Los tambores tocarían incesantes hasta que se desgastaran, todos bailarían al son de la música hasta no poder más, ¡habría tanta comida como para alimentar a más de diez ciudades por más de seis ciclos lunares!
Pero antes de dar inicio al festejo...
De acuerdo a las tradiciones de la tribu, era necesario realizar una ceremonia de iniciación, dirigida por el jefe de los hombres-bestia.
Hazel y Augustus, cubiertos en pieles, serían presentados ante los espíritus de la montaña, como acostumbraban a hacer con los recién nacidos. Serían entonces envueltos por su cálida luz ancestral, la cual les protegería y guiaría siempre, forjando su hermandad.
—¡Hermanos míos! ¡Esta noche les recibimos con mucho gozo y felicidad! A partir de ahora, nuestro hogar es su hogar. Sin importar que tan lejos partan, siempre serán bienvenidos en nuestras moradas. —declaró Ata'ikk, antes de bañar sus dedos en sangre ceremonial, y pintar con ellos el rostro de Hazel y el anciano—. Bajo la luz de los espíritus, os bautizo hoy como... ¡Hermano Canijo! ¡Y hermano Tapsin!
—¡¡¡Hermano Canijo!!! ¡¡¡Hermano Tapsin!!! —repitieron los hombres-morsa a una sola voz.
—¡Ahora, hermanos míos! ¡Comed y celebrad! ¡Que los espíritus os acompañarán!
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Hazel Wind: ¡¡Bravo, Hazel!! Aún intento procesar lo que has hecho, pero es innegable que ha funcionado. Has conquistado los corazones de Ata'ikk y su tribu, has salvado tu pellejo y el de Augustus, y te has ganado un buen puñado de nuevos familiares. Que buen chico, Hazel, que buen chico...
Los hombres-bestia han hecho un gran festejo en tu honor. Agradéceles, pues te han salvado de morir de hipotermia cubriéndote de pieles. Que te sirva de lección para la próxima vez que te adentres en las nieves. Te han hecho también parte de su tribu y brindado un nuevo título, como nombres no te faltaban... Además, tras la ceremonia de iniciación, Ata'ikk te hará entrega de un arma de la tribu como prueba de su hermandad. ¿Una recomendación? Aunque no se supone que sea posible, no la pierdas.
Como miembro de su tribu, en temas futuros con los Colmillo Invernal, estos serán tus aliados. Si alguna vez te encuentras en la zona y quieres ver de nuevo a tus hermanos, no dudes en acudir a mí y encantado te visitaré.
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Ah, por supuesto, tienen tu espada por ahí, no olvides recogerla al salir.
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[Arma] Búmeran de calidad Normal hecho de huesos y adornado con plumas, símbolo de una eterna hermandad. Arrójalo las veces que quieras, siempre regresará a ti, de un modo u otro.
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Agradezco mucho tu participación en mis desafíos, mi buen Hazel, me la he pasado muy bien. Te invito a que me indiques, si así deseas, lo que te ha gustado y lo que no, que piensas que podría hacer mejor y las cosas que te gustaría ver en futuros temas. La ayuda siempre es bien recibida.
Saludos. Atento a las estrellas, buen mortal.
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