La Segunda Alice [Misión] [Eventos del HalloWyn]
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La Segunda Alice [Misión] [Eventos del HalloWyn]
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Tú, ¿qué tipo de sueños tienes?
Y, ¿durante cuanto tiempo crees que serás capaz de recordarlos?
Él deseaba ser ‘‘eso’’, ser ‘‘aquello’’…ser ‘‘todo’’. Creía que el mundo sería más divertido si las cosas fuesen de dicha manera, si las personas pudiesen recordarle para siempre dentro de sus mentes.
Esta historia es solo un fragmento de un sueño muy pequeño. El sueño no deseaba desaparecer, quería que nadie se olvidase de él; pero ¿cómo haría para ser recordado?
Pensó y pensó, hasta que finalmente llegó a una conclusión:
''-Si los humanos se perdieran en mí, estarían encerrados para siempre.''
Sentenció con una enorme sonrisa de victoria.
Tú, sí, tú, querido mortal que te encuentras leyendo esto, esta noche tendrás un sueño encantador…
☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀
Al parecer esta segunda oportunidad estaba tomando un curso interesante. La primera Alice había resultado ser…particular. No obstante, su meta de conseguir traer a los humanos a su mundo seguía siendo firme.
Su nueva victima fue un hombre a quien la vida parecía haberle aporreado demasiado. Bueno, no era un sueño exigente, así que lo dejaría pasar.
Se acercó a él y lo observó con detenimiento. ¿Podría sobrevivir en ese estado? Realmente le interesaba que durase lo suficiente como para cumplir su cometido.
-Veamos… -se llevó un dedo al mentón-. Me agradas -sonrió de forma ladina-. Hay algo que quiero hacer, pero mi última adquisición resultó ser tan inútil como la primera -chasqueó los dedos, volviendo a aparecer en ese escenario que había creado-. Ahora te encuentras en un sueño -hizo una pausa-, más específicamente te encuentras en mi mundo. Espero que eso te quede claro, pues no permitiré ningún tipo de daño a lo que es mío -enarcó una ceja-. Para poder salir de aquí tendrás que convertirte en Alice -masculló una maldición- y arreglar el desastre que la otra dejó -volvió a sonreír ladinamente-. No puedes ir por este mundo en esas condiciones, así que te ayudaré -cruzó los brazos-. Me desharé de tres de tus aflicciones…así que decide ahora.
No podía curarlo por completo, tampoco es que fuese un ente benévolo, solo quería un peón en condiciones de jugar su retorcido juego.
El sueño aguardó su respuesta. Si los cálculos no le fallaban la segunda Alice había tenido un destino muy diferente a la primera, por lo que esperaba no tener que pasar por lo mismo que le había ocurrido a la otra chica… ¿cómo se llamaba? ¡Bah! No importaba.
Le mostró la comarca de la aldea, dónde todo el caos se había desatado minutos antes. La sangre logró enloquecer a esa pobre muchacha, tal vez debió encerrarla en el mismo bosque que su encarnación…ya tendría tiempo para pensarlo.
- ¿Lo has decidido? -Volvió a apresurar.
Ese lugar no sería muy diferente de Lunargenta, pero algo en el ambiente y en los alrededores dictaría que, efectivamente, ya no se encontraba en el mundo real.
El cielo mostraría diversas tonalidades y ni un solo rayo del astro rey, entonces ¿cómo esa ciudad se encontraba iluminada? Esa sería la menor de sus preocupaciones, pues dentro de esta segunda Alice comenzaría a despertar una extraña sensación, misma que embargó a la primera desde el momento que pisó ese sitio.
Una sensación que vendría acompañada por una flor y por ajenos recuerdos zafiros….
Su nueva victima fue un hombre a quien la vida parecía haberle aporreado demasiado. Bueno, no era un sueño exigente, así que lo dejaría pasar.
Se acercó a él y lo observó con detenimiento. ¿Podría sobrevivir en ese estado? Realmente le interesaba que durase lo suficiente como para cumplir su cometido.
-Veamos… -se llevó un dedo al mentón-. Me agradas -sonrió de forma ladina-. Hay algo que quiero hacer, pero mi última adquisición resultó ser tan inútil como la primera -chasqueó los dedos, volviendo a aparecer en ese escenario que había creado-. Ahora te encuentras en un sueño -hizo una pausa-, más específicamente te encuentras en mi mundo. Espero que eso te quede claro, pues no permitiré ningún tipo de daño a lo que es mío -enarcó una ceja-. Para poder salir de aquí tendrás que convertirte en Alice -masculló una maldición- y arreglar el desastre que la otra dejó -volvió a sonreír ladinamente-. No puedes ir por este mundo en esas condiciones, así que te ayudaré -cruzó los brazos-. Me desharé de tres de tus aflicciones…así que decide ahora.
No podía curarlo por completo, tampoco es que fuese un ente benévolo, solo quería un peón en condiciones de jugar su retorcido juego.
El sueño aguardó su respuesta. Si los cálculos no le fallaban la segunda Alice había tenido un destino muy diferente a la primera, por lo que esperaba no tener que pasar por lo mismo que le había ocurrido a la otra chica… ¿cómo se llamaba? ¡Bah! No importaba.
Le mostró la comarca de la aldea, dónde todo el caos se había desatado minutos antes. La sangre logró enloquecer a esa pobre muchacha, tal vez debió encerrarla en el mismo bosque que su encarnación…ya tendría tiempo para pensarlo.
- ¿Lo has decidido? -Volvió a apresurar.
Ese lugar no sería muy diferente de Lunargenta, pero algo en el ambiente y en los alrededores dictaría que, efectivamente, ya no se encontraba en el mundo real.
El cielo mostraría diversas tonalidades y ni un solo rayo del astro rey, entonces ¿cómo esa ciudad se encontraba iluminada? Esa sería la menor de sus preocupaciones, pues dentro de esta segunda Alice comenzaría a despertar una extraña sensación, misma que embargó a la primera desde el momento que pisó ese sitio.
Una sensación que vendría acompañada por una flor y por ajenos recuerdos zafiros….
- Mundo:
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- Sueño:
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Gerrit Nephgerd: Te prometo que la espera valdrá la pena. Como compensación por tanto tiempo que has tenido que aguardar he decidido librarte de tres de tus maldiciones, las que sea que tu elijas (ya me encargaré de calmar a quienes te las hayan puesto). Decide sabiamente, pues eso podría ser la diferencia entre salir de aquí ileso o...peor de lo que has llegado. ¿Cómo has llegado hasta este sitio? La verdad no me interesa saberlo, no interferiré en tu cronología. En este primer post conocerás a mi otro yo y te adentrarás en un primer plano del mundo que he creado (MI mundo). Al ser la segunda parte de la saga de misiones te darás cuenta que tu avance será determinado no solo por la voluntad de los dioses, sino por los resultados de tu antecesora: Zöe. Si ella sigue fallando, tu dificultad aumentará, pues tu voluntad no será tan fuerte para hacer frente a la voluntad de la segunda Alice. Una presencia dentro de ti comenzará a hacer su aparición, y, podemos decir, que si te descuidas las cosas podrían ponerse feas. Al ser el primer turno apenas si la sentirás, no obstante, te insto a recordar quién eres...pues podrías terminar olvidándolo.
No habrá necesidad de que lances la voluntad de los Dioses...por ahora.
No habrá necesidad de que lances la voluntad de los Dioses...por ahora.
Wyn
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Re: La Segunda Alice [Misión] [Eventos del HalloWyn]
Al despertar, lo primero que pensé fue que otra vez volvió a pasar. La noche anterior debí haberme caído en el suelo y quedado allí a dormir. No sería la primera vez que me ocurría. Con mi aspecto actual, pocas eran las posadas que se ofrecían a arrenda me una habitación. Aunque tuviera un saco lleno de aeros, no se atrevían a abrir sus puertas a un asqueroso y viejo vagabundo por miedo a que contagiase a sus inquilinos. Idiotas, no estaba enfermo, sino cinco veces maldito. A la mínima protesta, me daban con la puerta en las narices. En aquel punto, tenía dos alternativas: buscar un edificio en el cual colarme, dormir entre los montones de paja de un establo sería lo más idóneo, o dejar que mi cuerpo cayese rendido al suelo. No recuerdo que fue lo que pasó la noche anterior, tampoco me hacía falta. Estaba en mitad de la calle, al lado de un montón de grava y piedra; era obvio lo que había pasado.
Me lleve la mano izquierda a la cabeza, era más fácil soportar la jaqueca que la voz irascible de la niña. Con la derecha tanteé el suelo buscando a Suuri. Lo que iba a hacer con el martillo era tan evidente como dónde había dormido aquella noche. Gran parte de la jaqueca era producida por mis intenciones de romperle cabeza a la cría, la otra parte por los extraños colores del cielo.
-¿Suuri?- pregunté embobado a la niña- ¿Dónde está?- me levanté de un sobresalto y agarré el cuello de la cría con las dos manos - ¡¿Dónde está Suuri?!-
-Eres tonto, no sabemos decidir-
Algo sorprendente: la voz de la niña sonaba igual que antes, como si mis dos enormes manazas no estuvieran apretándole la tráquea.
Lo que no me sorprendió fue que me doliese a mí el cuello. Una de las cinco maldiciones devolvía a mi cuerpo todo el daño que causaba. Otra Duna que usaba ilusiones en lugar de dar la cara. Si seguía apretando su cuello, sería yo quien moriría ahogado y no ella. La solté con fuerza, quería lanzarla varios metros de distancia. La chiquilla no se movió de encima de mí.
-Eres muy maleducado, deberías aprender de los errores de la primera Alice. Te voy a dar una última oportunidad, pero solo porque me has gustado – levantó el dedo índice como si fuera una madre enseñando a sus hijos – Sé mi segunda Alice o ahógate en tus maldiciones- dejó escapar una risa traviesa.
Tardé unos minutos en responder algo comprensible. El único sonido que salía de mi voz era el de una tos grave y manchada de sangre. Me dolía la garganta. Mientras la estrangulaba, no era consciente del daño que me estaba causando. Ahora que le había soltado, creí haber estado a punto de morir ahogado (ahógate en tus maldiciones). Las palabras de la niña fueron más lógicas después de aquel pensamiento.
-¿Puedes curarme?-
La niña levantó tres dedos de su mano derecha sin dejar de reír.
-Entonces, adelante-.
Me lleve la mano izquierda a la cabeza, era más fácil soportar la jaqueca que la voz irascible de la niña. Con la derecha tanteé el suelo buscando a Suuri. Lo que iba a hacer con el martillo era tan evidente como dónde había dormido aquella noche. Gran parte de la jaqueca era producida por mis intenciones de romperle cabeza a la cría, la otra parte por los extraños colores del cielo.
-¿Suuri?- pregunté embobado a la niña- ¿Dónde está?- me levanté de un sobresalto y agarré el cuello de la cría con las dos manos - ¡¿Dónde está Suuri?!-
-Eres tonto, no sabemos decidir-
Algo sorprendente: la voz de la niña sonaba igual que antes, como si mis dos enormes manazas no estuvieran apretándole la tráquea.
Lo que no me sorprendió fue que me doliese a mí el cuello. Una de las cinco maldiciones devolvía a mi cuerpo todo el daño que causaba. Otra Duna que usaba ilusiones en lugar de dar la cara. Si seguía apretando su cuello, sería yo quien moriría ahogado y no ella. La solté con fuerza, quería lanzarla varios metros de distancia. La chiquilla no se movió de encima de mí.
-Eres muy maleducado, deberías aprender de los errores de la primera Alice. Te voy a dar una última oportunidad, pero solo porque me has gustado – levantó el dedo índice como si fuera una madre enseñando a sus hijos – Sé mi segunda Alice o ahógate en tus maldiciones- dejó escapar una risa traviesa.
Tardé unos minutos en responder algo comprensible. El único sonido que salía de mi voz era el de una tos grave y manchada de sangre. Me dolía la garganta. Mientras la estrangulaba, no era consciente del daño que me estaba causando. Ahora que le había soltado, creí haber estado a punto de morir ahogado (ahógate en tus maldiciones). Las palabras de la niña fueron más lógicas después de aquel pensamiento.
-¿Puedes curarme?-
La niña levantó tres dedos de su mano derecha sin dejar de reír.
-Entonces, adelante-.
Gerrit Nephgerd
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Re: La Segunda Alice [Misión] [Eventos del HalloWyn]
La segunda Alicia tenía una hermosa voz
llenó con su dulce canto el extraño país....
llenó con su dulce canto el extraño país....
El pequeño sueño había creído que ese hombre sería más inteligente; sin embargo, tener que explicarle más de una vez que lo liberaría de su agonía le hizo reconsiderar su percepción inicial.
Con un gesto de fastidio el sueño chasqueó sus dedos, liberando al brujo de su tormento.
Si se equivocaba o no era pronto para saberlo.
-Ella hizo grandes destrozos -anunció-. No la tendrás fácil.
Decidió que no daría más información y permitiría que el hombre descubriese el caos suscitado tras los eventos de Zöe.
La plaza principal albergaría un grácil aire de terror, mientras la sangre adornaba el pintoresco paisaje de la aldea, aderezado con los rostros pálidos de los ciudadanos que con esfuerzos intentaban limpiar los cadáveres masacrados por aquella maliciosa mujer.
La cabeza del brujo comenzaría a dar vueltas, aunque no sabría discernir si era producto de lo que estaba viviendo o de la maldición restante. Sí, en su infinita benevolencia le había quitado cuatro de sus tormentos.
Una extraña ballesta aparecería en su espalda y las ganas de cantar le invadirían cada poro del cuerpo. ¿Por qué? No lo sabría. Aunado a eso, el miedo se desataría, recordándole la escena en donde esa guerrera atacó a todos los aldeanos, pintando todo con ese desagradable color carmesí.
Miedo, canto y suicidio. Todas esas emociones se arremolinaban en su interior, instándolo a pararse frente a todo el mundo y animarles con su preciosa voz, para después olvidar todo aquello…
El detalle para remarcar sería: que esos recuerdos no le pertenecían.
Gerrit sentiría en carne propia las memorias del trovador. ¿Qué trovador? Bueno, no es importante, ni siquiera el sueño era capaz de recordar su nombre. El problema venía a la hora de intentar discernir entre lo que era real y lo que no lo era.
Sí, la escena era la misma de aquellas memorias. ¿Entonces que estaba sucediendo? ¿Acaso se encontraba en una especie de déjà vu?
No, la realidad era mucho peor que eso, pues esto era un sueño inestable, forjado en el candor de una aterradora historia, cuyo desenlace había sido fatal para la primera Alice.
Una especie de aura espectral comenzaría a rondar alrededor del brujo. Invisible e intangible, buscaría volver a la vida a través del único cuerpo disponible para traspasar el portal.
Definitivamente la historia se estaba repitiendo y no tendría otra oportunidad.
Con un gesto de fastidio el sueño chasqueó sus dedos, liberando al brujo de su tormento.
Si se equivocaba o no era pronto para saberlo.
-Ella hizo grandes destrozos -anunció-. No la tendrás fácil.
Decidió que no daría más información y permitiría que el hombre descubriese el caos suscitado tras los eventos de Zöe.
La plaza principal albergaría un grácil aire de terror, mientras la sangre adornaba el pintoresco paisaje de la aldea, aderezado con los rostros pálidos de los ciudadanos que con esfuerzos intentaban limpiar los cadáveres masacrados por aquella maliciosa mujer.
La cabeza del brujo comenzaría a dar vueltas, aunque no sabría discernir si era producto de lo que estaba viviendo o de la maldición restante. Sí, en su infinita benevolencia le había quitado cuatro de sus tormentos.
Una extraña ballesta aparecería en su espalda y las ganas de cantar le invadirían cada poro del cuerpo. ¿Por qué? No lo sabría. Aunado a eso, el miedo se desataría, recordándole la escena en donde esa guerrera atacó a todos los aldeanos, pintando todo con ese desagradable color carmesí.
Miedo, canto y suicidio. Todas esas emociones se arremolinaban en su interior, instándolo a pararse frente a todo el mundo y animarles con su preciosa voz, para después olvidar todo aquello…
El detalle para remarcar sería: que esos recuerdos no le pertenecían.
Gerrit sentiría en carne propia las memorias del trovador. ¿Qué trovador? Bueno, no es importante, ni siquiera el sueño era capaz de recordar su nombre. El problema venía a la hora de intentar discernir entre lo que era real y lo que no lo era.
Sí, la escena era la misma de aquellas memorias. ¿Entonces que estaba sucediendo? ¿Acaso se encontraba en una especie de déjà vu?
No, la realidad era mucho peor que eso, pues esto era un sueño inestable, forjado en el candor de una aterradora historia, cuyo desenlace había sido fatal para la primera Alice.
Una especie de aura espectral comenzaría a rondar alrededor del brujo. Invisible e intangible, buscaría volver a la vida a través del único cuerpo disponible para traspasar el portal.
Definitivamente la historia se estaba repitiendo y no tendría otra oportunidad.
- La segunda Alice:
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Gerrit Nephgerd: Bien, la diversión comienza a partir de este post. Como podrás ver y, a modo de disculpa, en lugar de quitarte tres maldiciones me he deshecho de cuatro de ellas. ¿Cuáles? Las que quieras. No te acostumbres, mi benevolencia no estará presente en todos los post. En este turno pensarás que no tienes mucho que hacer, pero te dejaré narrar los efectos de librarte de tu agonía y las sensaciones que te dan los recuerdos de la segunda Alice. Podrás interactuar con los aldeanos, sin embargo, si te atreves a dañar a uno de ellos el sueño te sancionará, así que ve con cuidado. Desde este momento deberás lanzar la voluntad de los Dioses, pues es lo que determinará el proceder del mastereado. Debido a la mala suerte de Zöe, no tendrás suerte media, aumentando la dificultad significativamente. No olvides darle las gracias.
Suerte buena/muy buena: Tu voluntad será la que prevalezca. Podrás tomar tus propias decisiones y avanzar a tu conveniencia. Los primeros efectos del déjà vu no lograrán causar gran impacto en ti, por lo que seguirás siendo tú mismo (lo que no me brinda grandes esperanzas).
Suerte mala/muy mala: La voluntad de la segundaAlice tomará el control de ti. Avanzarás de la misma forma en que él lo hizo (lo cual no será nada bonito). Observarás todo como si fueses un espectador y las consecuencias serán terribles para tu cordura.
P.D: Recuerda que estás en MI mundo, piensa bien en lo que harás ahí, o las cuatro maldiciones no harán frente al castigo que te brindaré.
P.D 2: A partir de aquí y sin importar el resultado del mastereado tu personaje se quedará sólo con una maldición. Enjoy.
Suerte buena/muy buena: Tu voluntad será la que prevalezca. Podrás tomar tus propias decisiones y avanzar a tu conveniencia. Los primeros efectos del déjà vu no lograrán causar gran impacto en ti, por lo que seguirás siendo tú mismo (lo que no me brinda grandes esperanzas).
Suerte mala/muy mala: La voluntad de la segundaAlice tomará el control de ti. Avanzarás de la misma forma en que él lo hizo (lo cual no será nada bonito). Observarás todo como si fueses un espectador y las consecuencias serán terribles para tu cordura.
¡Que empiece el juego!
P.D: Recuerda que estás en MI mundo, piensa bien en lo que harás ahí, o las cuatro maldiciones no harán frente al castigo que te brindaré.
P.D 2: A partir de aquí y sin importar el resultado del mastereado tu personaje se quedará sólo con una maldición. Enjoy.
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Re: La Segunda Alice [Misión] [Eventos del HalloWyn]
¿Qué es lo primero que se siente al matar a una persona? El rechinar de los dientes a golpear con un arma de metal una masa blanda. Hacía tiempo que el malchiste dejó de hacerme gracia. No porque no la tuviera, sino que mis antiguos compañeros y yo nos acostumbramos al sonido de los huesos al crujir y los músculos reventar por la presión que ejercíamos por nuestras armas y nuestros hechizos. Nuestros oídos ignoraron los ruidos de la batalla: gritos de auxilio, llantos de dolor, golpes de metal y crujidos de hueso. Nuestros cerebros los desechaban para dar lugar a sonidos más importantes: unos pasos sigilosos acercándose por la espada, la voz de un compañero y el latido acelerado de nuestros corazones celebrando con antelación la victoria. ¿Y qué es lo segundo que se siente al matar a una persona? Una risa maligna que surgía de los ocultos remordimientos y del placer casi sexual que suponía matar a alguien.
A mis pies había un hombre que no conocía. Su brazo derecho era una colección de chispas que utilizaban su piel como pista de baile. No era necesario que nadie me explicase el sueño para que supiera que yo mismo había inutilizado su brazo con mi magia. Miré a los ojos del hombre. Dijo, más bien gritó, una llamada de auxilio que mi cerebro anuló. Me puse de cuclillas encima del pecho del futuro cadáver. Su cabello sudado le ocultaba el rostro. A mi espalda, quienes fueron mis compañeros, y volvieron a serlo en el onírico mundo, seguían con sus guerras. Solía confiar en ellos, no vi razón para no hacerlo en el sueño. Si alguien quisiera aprovechar la oportunidad para atacarme por la espalda, estaba seguro que quienes fueron mis amigos lo detendrían.
Centré mi atención en mi víctima. Con dos dedos, aparté los mechones de pelo grasiento que le tapaban la cara. Quería ver sus ojos, saber a quién iba a matar y a quién me olvidaría al cabo de unos segundos. Ojos claros, rudo mentón, cabello rubio y una piel grisácea debida a sus cinco maldiciones. Esa persona era yo, el yo del mundo de la liturgia. En el sueño, regresé a mis viejos tiempos, mis malos tiempos en el que seguía ciegamente las órdenes de Samhain y me reía de los chistes de mal gusto. ¿Qué es lo primero que sientes a matarte a ti mismo? Un hilo de sangre corría de la boca de mi yo de la liturgia y otro de su ojo izquierdo. Quizás, antes de despertar en la guerra por el embrujo de Alicia, le habría golpeado la cara con Suuri. Terminé el trabajo tal como me enseñó mi maestro: un golpe seco en la cabeza. No escuché el sonido de sus sesos (mis sesos) al ser aplastados por mi martillo y mis dientes no chirriaron porque no escuché los diminutos huesos de su cabeza (mi cabeza) crujir. Lo primero que sentí es un profundo odio hacia lo que me convertiría. Lo segundo, pena y compasión.
Me di la vuelta. El sueño había cambiado. Mis compañeros eran réplicas exactas de mí mismos, de mi yo onírico de veinte años. Perseguían a campesinos con la cara de mi yo por cinco veces maldito de la liturgia. Entraban a sus casas y los sacaban arrastras para luego asesinarlos en fuera, a la vista de todo quienes que pudieran o quisieran contemplaron. Apostaría mi recuperada vitalidad a que a mis yos de veinte años se les ponía dura ver y ejecutar a mis yos de treinta.
Entre mis dos copias, corrían aldeanos sin rostros como si fueran fantasmas que huían de sus terrenales cadáveres. Pensé en parar alguna y preguntarle quiénes eran y de qué escapaban. Moví la cabeza de lado a lado desechando la idea. Sería inútil. Ninguno de ellos era tan estúpido como para pararse a charlar con un asesino en mitad de una batalla. Sería más fácil preguntarles a mis yos de veinte años, pero los odiaba y no quería saber nada de ellos.
—Esta es la magia de Alicia: — dije a la vez que me levantaba del suelo — te sana tus maldiciones a la vez que te muestra quién eres — repetí en voz alta la lección que escuchaba en mi cabeza.
Offrol:Me libero de las maldiciones:
1 Marca del Ala Negra
2 Dentro de ti
3 Siervo de Duna
4 Aroma de la magia de la amistad
En este tema he querido darle un significado un poco más profundo para Gerrit. El mundo del sueño lo transporta en una de las guerras de su pasado, con todos los traumas que significa regresar a ese tiempo. Espero que no haya ningún problema respecto a su trama Diosa Wyn.
A mis pies había un hombre que no conocía. Su brazo derecho era una colección de chispas que utilizaban su piel como pista de baile. No era necesario que nadie me explicase el sueño para que supiera que yo mismo había inutilizado su brazo con mi magia. Miré a los ojos del hombre. Dijo, más bien gritó, una llamada de auxilio que mi cerebro anuló. Me puse de cuclillas encima del pecho del futuro cadáver. Su cabello sudado le ocultaba el rostro. A mi espalda, quienes fueron mis compañeros, y volvieron a serlo en el onírico mundo, seguían con sus guerras. Solía confiar en ellos, no vi razón para no hacerlo en el sueño. Si alguien quisiera aprovechar la oportunidad para atacarme por la espalda, estaba seguro que quienes fueron mis amigos lo detendrían.
Centré mi atención en mi víctima. Con dos dedos, aparté los mechones de pelo grasiento que le tapaban la cara. Quería ver sus ojos, saber a quién iba a matar y a quién me olvidaría al cabo de unos segundos. Ojos claros, rudo mentón, cabello rubio y una piel grisácea debida a sus cinco maldiciones. Esa persona era yo, el yo del mundo de la liturgia. En el sueño, regresé a mis viejos tiempos, mis malos tiempos en el que seguía ciegamente las órdenes de Samhain y me reía de los chistes de mal gusto. ¿Qué es lo primero que sientes a matarte a ti mismo? Un hilo de sangre corría de la boca de mi yo de la liturgia y otro de su ojo izquierdo. Quizás, antes de despertar en la guerra por el embrujo de Alicia, le habría golpeado la cara con Suuri. Terminé el trabajo tal como me enseñó mi maestro: un golpe seco en la cabeza. No escuché el sonido de sus sesos (mis sesos) al ser aplastados por mi martillo y mis dientes no chirriaron porque no escuché los diminutos huesos de su cabeza (mi cabeza) crujir. Lo primero que sentí es un profundo odio hacia lo que me convertiría. Lo segundo, pena y compasión.
Me di la vuelta. El sueño había cambiado. Mis compañeros eran réplicas exactas de mí mismos, de mi yo onírico de veinte años. Perseguían a campesinos con la cara de mi yo por cinco veces maldito de la liturgia. Entraban a sus casas y los sacaban arrastras para luego asesinarlos en fuera, a la vista de todo quienes que pudieran o quisieran contemplaron. Apostaría mi recuperada vitalidad a que a mis yos de veinte años se les ponía dura ver y ejecutar a mis yos de treinta.
Entre mis dos copias, corrían aldeanos sin rostros como si fueran fantasmas que huían de sus terrenales cadáveres. Pensé en parar alguna y preguntarle quiénes eran y de qué escapaban. Moví la cabeza de lado a lado desechando la idea. Sería inútil. Ninguno de ellos era tan estúpido como para pararse a charlar con un asesino en mitad de una batalla. Sería más fácil preguntarles a mis yos de veinte años, pero los odiaba y no quería saber nada de ellos.
—Esta es la magia de Alicia: — dije a la vez que me levantaba del suelo — te sana tus maldiciones a la vez que te muestra quién eres — repetí en voz alta la lección que escuchaba en mi cabeza.
Offrol:Me libero de las maldiciones:
1 Marca del Ala Negra
2 Dentro de ti
3 Siervo de Duna
4 Aroma de la magia de la amistad
En este tema he querido darle un significado un poco más profundo para Gerrit. El mundo del sueño lo transporta en una de las guerras de su pasado, con todos los traumas que significa regresar a ese tiempo. Espero que no haya ningún problema respecto a su trama Diosa Wyn.
Gerrit Nephgerd
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Re: La Segunda Alice [Misión] [Eventos del HalloWyn]
El miembro 'Gerrit Nephgerd' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
'Runas' :
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Re: La Segunda Alice [Misión] [Eventos del HalloWyn]
Tras las últimas palabras del brujo se escuchó un fuerte estallido que iba acompañado de una luz cegadora que lo engulló todo.
Los ojos de Gerrit se cerrarían instintivamente. Tardaría unos minutos en desaparecer aquella luz tan fuerte, haciendo que sus ojos se pudiesen acostumbrar de nuevo para volverlos a abrir.
Pero, ¿dónde estaba?
El brujo se encuentra bajo un árbol, tendido en el suelo. Hacía buen día, no había una sola nube que tapase el sol, aunque él se encontraba cobijado por la sombra del árbol, una leve brisa de aire movía las hojas al son del canto de los pájaros. No debía estar muy lejos de un rio, ya que se podía escuchar el agua correr. Todo en conjunto creaba una mañana perfecta.
En ese momento Gerrit dudaría de si lo que había experimentado se había tratado de un sueño o lo había vivido realmente.
Parecía que solo había un modo de saber si aquello era cierto: comprobado que sus maldiciones habían desaparecido.
Sentiría un leve dolor occipital en la cabeza, un dolor tenue pero constante.
No muy lejos de ahí, junto a unos arbustos, un conejo blanco meneaba el pompón que tenía por cola intentando meterse en una madriguera, que al parecer era muy pequeña para él.
Los ojos de Gerrit se cerrarían instintivamente. Tardaría unos minutos en desaparecer aquella luz tan fuerte, haciendo que sus ojos se pudiesen acostumbrar de nuevo para volverlos a abrir.
Pero, ¿dónde estaba?
El brujo se encuentra bajo un árbol, tendido en el suelo. Hacía buen día, no había una sola nube que tapase el sol, aunque él se encontraba cobijado por la sombra del árbol, una leve brisa de aire movía las hojas al son del canto de los pájaros. No debía estar muy lejos de un rio, ya que se podía escuchar el agua correr. Todo en conjunto creaba una mañana perfecta.
En ese momento Gerrit dudaría de si lo que había experimentado se había tratado de un sueño o lo había vivido realmente.
Parecía que solo había un modo de saber si aquello era cierto: comprobado que sus maldiciones habían desaparecido.
Sentiría un leve dolor occipital en la cabeza, un dolor tenue pero constante.
No muy lejos de ahí, junto a unos arbustos, un conejo blanco meneaba el pompón que tenía por cola intentando meterse en una madriguera, que al parecer era muy pequeña para él.
***
Bueno, Gerrit, vamos a darle caña a este tema que supongo que ya tienes ganas.
Has despertado del sueño. Los pájaros cantan y el día parece perfecto… quizás demasiado perfecto. No terminas de recordar lo que ha sucedido, pero poco a poco ira volviendo a tu mente aquel extraño sueño que has tenido, en el que se supone que te han liberado de tus maldiciones. ¿Qué mejor manera para saber si es cierto que haciendo un examen práctico?
A medida que vaya pasando el tiempo el dolor de cabeza irá aumentando, incluso puedes llegar a sentir algo de mareo o distorsión de las proporciones, quizás es solo un efecto de la fiebre… ¿Fiebre? No tienes fiebre. Bueno, quizás solo es que has dormido demasiado.
Has despertado del sueño. Los pájaros cantan y el día parece perfecto… quizás demasiado perfecto. No terminas de recordar lo que ha sucedido, pero poco a poco ira volviendo a tu mente aquel extraño sueño que has tenido, en el que se supone que te han liberado de tus maldiciones. ¿Qué mejor manera para saber si es cierto que haciendo un examen práctico?
A medida que vaya pasando el tiempo el dolor de cabeza irá aumentando, incluso puedes llegar a sentir algo de mareo o distorsión de las proporciones, quizás es solo un efecto de la fiebre… ¿Fiebre? No tienes fiebre. Bueno, quizás solo es que has dormido demasiado.
Thorn
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Re: La Segunda Alice [Misión] [Eventos del HalloWyn]
Desperté bajo apoyado en el tronco de un árbol, como lo haría un elfo cualquiera después de una larga noche de juerga. Dejé caer la cabeza sobre las palmas de las dos manos. Me dolía horrores la cabeza, pero no era un dolor penetrante que se incrementaba por los picotazos de los cuervos. Era una jaqueca a la que me podía acostumbrar con facilidad. Ni si quiera me sentía furioso ni molesto a causa del dolor. Los cuervos de Duna desaparecieron. ¿Dónde? No sería yo quien se preocupase por ellos.
La única risa que escuchaba era la mía. Los pájaros que piaban sobre mi cabeza, en las ramas del árbol al que estaba apoyado, eran simples gorriones y golondrinas. El pájaro más negro que veía era un mirlo que inflaba su pecho aprovechando que no había ningún cuervo a la vista.
Las punzadas de los picos de los cuervos oníricos arrancando mi piel como si fueran tiras de cuero desaparecieron. También lo hizo la incipiente necesidad de estar infligiéndome daño con tal de callar a los cuervos de Duna.
Libre. Alice me había liberado de mis maldiciones. Estiré el cuello y reí de buena gana. ¿Así de fácil? Después de meses soportando a unos cuervos que solo yo veía, haciéndome cortes en las piernas y brazos rebuscando con el cuchillo las heridas imaginarias que me hacían los cuervos y gritando como un poseso de dolor; resulta que era tan sencillo liberarse de las maldiciones de Duna como soñar en una chica que se llamaba Alice y pedirle que me curase. Me resultaba tremendamente gracioso. Como parecía estar solo en el bosque, no tuve inconveniente en reírme a viva voz. Nadie podía escucharme reír como un loco.
Sana las maldiciones, recordaba haber dicho a Alice en sueños, y muéstrate. Lo segundo fue una amenaza. Quería ver la cara de la muchacha. En caso de que me dijera la verdad, tendría un rostro al cual agradecer. Por el contrario, si me mentía, no dudaría un segundo en coger a Suuri por el mango y presentarla a la chica. Suuri es una buena amiga, su mayor defecto es que es demasiado cariñosa. Deja que te dé un par de besos, no te resistas o estarás faltando el respeto al martillo.
Alice no se mostró. Dejó que me despertase en un lugar desconocido. Tenía las pintas y el dolor de cabeza de un elfo que no estaba acostumbrado a beber alcohol. Sano, aquello era cierto, pero perdido. ¿Seguía en las islas o Alice me había llevado a la península? Si no fuera por la jaqueca, podría pensar que seguía soñando, un sueño dentro de un sueño. El dolor de cabeza era tan real que me resultaba difícil creer que soñaba.
Hice acopio para levantarme del suelo. Estaba bien, solo que un poco mareado. Pasé las manos por mis bolsillos y por las vainas de mis armas para comprobar que conservaba todas mis pertenencias. Alice solo me había robado las maldiciones. Las armas y la bolsa de aeros estaban en su sitio.
Vi un conejo blanco delante de mí. Él también me vio. Hasta entonces había estado retozando por el campo. Al verme, se quedó parado unos instantes (como si estuviera frente a los faros de un coche). Debió estar pensando en si era una amenaza o una zanahoria gigantesca. Decidió que era lo primero. Corrió tan deprisa que sus patas delanteras parecían tropezar con las traseras. Llegó a un agujero en el suelo hecho por otro animal, quizás una rata de campo por su tamaño. Intentó meterse en la madriguera, pero era demasiado grande para caber dentro. En lugar de meterse, se daba de golpes en la cabeza.
El conejo hizo gracia, no la suficiente para reírme, pero sí para esbozar una alegre sonrisa. Pobre animal, perdido y asustado. Me dije mentalmente con sorna. ¿Tenía razón para asustarse de mí? Un elfo sí las tendría.
Recogí mis cosas del suelo y me fui caminando, ignorando al conejo blanco. De estar sentir a los cuervos de Duna en mi piel, habría cogido al conejo del pescuezo y devuelto todo el daño que sentía con tal de desahogarme. No lo habría matado. Le habría hecho algo peor para luego, dejar que se muriera desangrado en medio del campo. Los depredadores no se acercarían al cadáver, huirían al ver la forma en el que había dejado al conejo. Me habría comportado de igual forma que los cuervos de Duna se comportaban conmigo.
Caminé dirección al sol. Por su posición en el cielo, bien podría ser mediodía, por lo que esa dirección me llevaría al norte. Siguiendo este camino, podía comprobar dónde estaba: ¿en las islas, en la península o en otro sueño? Pronto obtendría una respuesta.
La única risa que escuchaba era la mía. Los pájaros que piaban sobre mi cabeza, en las ramas del árbol al que estaba apoyado, eran simples gorriones y golondrinas. El pájaro más negro que veía era un mirlo que inflaba su pecho aprovechando que no había ningún cuervo a la vista.
Las punzadas de los picos de los cuervos oníricos arrancando mi piel como si fueran tiras de cuero desaparecieron. También lo hizo la incipiente necesidad de estar infligiéndome daño con tal de callar a los cuervos de Duna.
Libre. Alice me había liberado de mis maldiciones. Estiré el cuello y reí de buena gana. ¿Así de fácil? Después de meses soportando a unos cuervos que solo yo veía, haciéndome cortes en las piernas y brazos rebuscando con el cuchillo las heridas imaginarias que me hacían los cuervos y gritando como un poseso de dolor; resulta que era tan sencillo liberarse de las maldiciones de Duna como soñar en una chica que se llamaba Alice y pedirle que me curase. Me resultaba tremendamente gracioso. Como parecía estar solo en el bosque, no tuve inconveniente en reírme a viva voz. Nadie podía escucharme reír como un loco.
Sana las maldiciones, recordaba haber dicho a Alice en sueños, y muéstrate. Lo segundo fue una amenaza. Quería ver la cara de la muchacha. En caso de que me dijera la verdad, tendría un rostro al cual agradecer. Por el contrario, si me mentía, no dudaría un segundo en coger a Suuri por el mango y presentarla a la chica. Suuri es una buena amiga, su mayor defecto es que es demasiado cariñosa. Deja que te dé un par de besos, no te resistas o estarás faltando el respeto al martillo.
Alice no se mostró. Dejó que me despertase en un lugar desconocido. Tenía las pintas y el dolor de cabeza de un elfo que no estaba acostumbrado a beber alcohol. Sano, aquello era cierto, pero perdido. ¿Seguía en las islas o Alice me había llevado a la península? Si no fuera por la jaqueca, podría pensar que seguía soñando, un sueño dentro de un sueño. El dolor de cabeza era tan real que me resultaba difícil creer que soñaba.
Hice acopio para levantarme del suelo. Estaba bien, solo que un poco mareado. Pasé las manos por mis bolsillos y por las vainas de mis armas para comprobar que conservaba todas mis pertenencias. Alice solo me había robado las maldiciones. Las armas y la bolsa de aeros estaban en su sitio.
Vi un conejo blanco delante de mí. Él también me vio. Hasta entonces había estado retozando por el campo. Al verme, se quedó parado unos instantes (como si estuviera frente a los faros de un coche). Debió estar pensando en si era una amenaza o una zanahoria gigantesca. Decidió que era lo primero. Corrió tan deprisa que sus patas delanteras parecían tropezar con las traseras. Llegó a un agujero en el suelo hecho por otro animal, quizás una rata de campo por su tamaño. Intentó meterse en la madriguera, pero era demasiado grande para caber dentro. En lugar de meterse, se daba de golpes en la cabeza.
El conejo hizo gracia, no la suficiente para reírme, pero sí para esbozar una alegre sonrisa. Pobre animal, perdido y asustado. Me dije mentalmente con sorna. ¿Tenía razón para asustarse de mí? Un elfo sí las tendría.
Recogí mis cosas del suelo y me fui caminando, ignorando al conejo blanco. De estar sentir a los cuervos de Duna en mi piel, habría cogido al conejo del pescuezo y devuelto todo el daño que sentía con tal de desahogarme. No lo habría matado. Le habría hecho algo peor para luego, dejar que se muriera desangrado en medio del campo. Los depredadores no se acercarían al cadáver, huirían al ver la forma en el que había dejado al conejo. Me habría comportado de igual forma que los cuervos de Duna se comportaban conmigo.
Caminé dirección al sol. Por su posición en el cielo, bien podría ser mediodía, por lo que esa dirección me llevaría al norte. Siguiendo este camino, podía comprobar dónde estaba: ¿en las islas, en la península o en otro sueño? Pronto obtendría una respuesta.
Gerrit Nephgerd
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Re: La Segunda Alice [Misión] [Eventos del HalloWyn]
Daba igual cuanto tiempo andase el brujo o que dirección tomase, parecía estar en el claro de un bosque infinito. Siempre los frondosos y verdes arboles al fondo, la hierba a sus pies; con diminutas flores de color blanco, el sonido del rio, el árbol donde había despertado a sus espaldas… era como estar andando sobre una cinta y no pudiese avanzar.
El conejo desistió en su intento de entrar en aquella pequeña madriguera, dando pequeños y rápidos saltitos, llegó a su nuevo escondite: unos arbustos. Estos no eran muy altos, pero hacían su función.
Se escuchó un graznido, uno solo, que hizo eco en el claro. El cuervo se había posado en una de las ramas del árbol donde momentos antes se había despertado el brujo. Lo miraba fijamente, con las alas un poco desplegadas, como si fuese a echar el vuelo en cualquier momento. Volvió a graznar, parecía que lo estaba llamando, quería llamar su atención, quería que se acercase al árbol.
Pero aquello era una locura, era tan solo un pájaro.
El cielo estaba despejado y era de un precioso azul claro, sin nubes, perfecto, casi parecía un óleo. El sol brillaba con intensidad, haciendo que el ambiente fuese muy caluroso, tanto que incluso, si no te ponía a resguardo, con el paso de los minutos empezarías a notar como arde ligeramente la piel. Era ese tipo de calor asfixiante, seco, el que parece que te seca los pulmones.
Una sombra pasaría por los ojos del rubio, rápida, pero imposible de no ser percibida. De nuevo un graznido. Si el brujo se paraba a mirar a sus espaldas, podría comprobar que ahora había dos cuervos en la rama del árbol, uno con la cabeza ligeramente ladeada, observándole.
Podía ser a causa del sol o de la situación tan extraña, pero el brujo empezaría a sentirse fatigado, como si los ojos le quemasen por dentro. Su cuerpo empezaba a sentirse cansado.
Entonces se escuchó un grito que proveía de detrás de los arbustos, ahí donde se suponía que estaba el rio. Era un grito de mujer, sin lugar a dudas.
El conejo desistió en su intento de entrar en aquella pequeña madriguera, dando pequeños y rápidos saltitos, llegó a su nuevo escondite: unos arbustos. Estos no eran muy altos, pero hacían su función.
Se escuchó un graznido, uno solo, que hizo eco en el claro. El cuervo se había posado en una de las ramas del árbol donde momentos antes se había despertado el brujo. Lo miraba fijamente, con las alas un poco desplegadas, como si fuese a echar el vuelo en cualquier momento. Volvió a graznar, parecía que lo estaba llamando, quería llamar su atención, quería que se acercase al árbol.
Pero aquello era una locura, era tan solo un pájaro.
El cielo estaba despejado y era de un precioso azul claro, sin nubes, perfecto, casi parecía un óleo. El sol brillaba con intensidad, haciendo que el ambiente fuese muy caluroso, tanto que incluso, si no te ponía a resguardo, con el paso de los minutos empezarías a notar como arde ligeramente la piel. Era ese tipo de calor asfixiante, seco, el que parece que te seca los pulmones.
Una sombra pasaría por los ojos del rubio, rápida, pero imposible de no ser percibida. De nuevo un graznido. Si el brujo se paraba a mirar a sus espaldas, podría comprobar que ahora había dos cuervos en la rama del árbol, uno con la cabeza ligeramente ladeada, observándole.
Podía ser a causa del sol o de la situación tan extraña, pero el brujo empezaría a sentirse fatigado, como si los ojos le quemasen por dentro. Su cuerpo empezaba a sentirse cansado.
Entonces se escuchó un grito que proveía de detrás de los arbustos, ahí donde se suponía que estaba el rio. Era un grito de mujer, sin lugar a dudas.
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-Gerrit, tienes dos opciones:
· Averiguar que pasa tras los arbustos: Te encuentras una joven a orillas del rio, parece herida, si te ve, no dudará en pedirte ayuda.
· Pasar del grito y continuar tu camino. No avanzas, estas todo el tiempo en el mismo punto, y eso hace que desesperes poco a poco.
-Los cuervos no te atacaran, al no ser que lo hagas tu primero.
-Cada vez tienes más síntomas tales como debilidad, aumento de la temperatura, mareos… (leves)
Thorn
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Re: La Segunda Alice [Misión] [Eventos del HalloWyn]
Así que, ¿así se sentían los afeminados elfos cuando bebían alcohol? Repetí la broma en mi cabeza, distrayéndome de otros pensamientos menos cómicos y más nefastos. Un hechizo desconocido me había trasladado a un lugar inhóspito cuyo clima parecía haberse confabulado en mi contra. El fastidioso sol me quemaba la piel y el aire traía consigo una sensación de pesadez, haciéndome sentir más fatigado de lo que realmente estaba. Una persona normal, mentalmente sana, se habría decantado por echarse una siesta en un lugar mullido entre los arbustos y descansar la fatiga. Nunca me caractericé por ser una persona mentalmente sana. Combatí las acometidas climáticas con malas bromas con las que dejar de pasar la razón por la que me encontraba en el extraño lugar y quién era Alice. Menudas juergas se montan los elfos. Tan solo necesitan media copa del vino más suave para ver a los trolls como si fueran doncellas. Luego, lo pagan caro. Están dos días sin levantarse de la cama recuperándose de la resaca. ¡Ja! Así es cómo me encuentro: como un elfo con resaca que la noche anterior se folló a una trolla pensando que era una doncella.
Los cuervos se afanaban por seguir incordiando, fueran los reales o los de la mágica liturgia. Éste era real. Se posó en una rama por encima de mi cabeza y graznó a sabiendas que el sonido perforaría mis sienes como si las lustrasen a base de martillo y cincel. Apreté los dientes y me mantuve firme, desafiante. No estaba dispuesto a dejar que un pajarraco fuera me incordiase. Me agaché despacio como si fuera a apretarme los cordones de las grebas. Cogí un terrón de tierra húmeda y la lancé hacia el ave maldita. El animal dio un salto y salió volando, esquivando el proyectil terroso.
El aburrimiento y la sensación de desorientación, sumado a mi irritable carácter, eran alimentos de la malsana curiosidad. Cada sonido del bosque me llamaba la atención, levantaba la cabeza como un ciervo al escuchar las pisadas de un cazador. La mayoría de sonidos provenían de los árboles, eran aves que, como el cuervo maldito, se burlaban de mi maltrecha cordura con graznidos insultantes. Los otros sonidos los producía yo sin darme cuenta al pisar una rama seca o al traquetear mi armadura con un paso movimiento de torpeza.
Aquel sonido que vino detrás de la espesura no lo produje yo y, dada a su altura bajo los árboles, dudaba que se pudiera tratar de un pajarraco. Se trata de un grito de una persona normal tan agudo que, a primeras, era lógico que lo hubiera confundido con el graznido de un ave. Avancé apresuradamente hacia el lugar donde provenía el grito más con la intención de resolver mis incógnitas que la de ofrecer mi ayuda.
Aparté la espesa maleza descubriendo a una dama vestida con una túnica de seda blanca, sentada de rodillas en el suelo como aparecían en los poemas eróticos de los bardos. Caminé hacia ella con paso lento. La chica se giró hacia mí. Pude ver las manchas de sangre que se encontraban en la parte frontal de su vestido y las magulladuras de sus brazos y piernas.
—¡Un caballero! — dijo la mujer — ¡Oh, mi amado caballero que ha venido a salvarme! — su tono de voz reflejaba desespero. Cada vez, el parecido con los poemas eróticos era más evidentes.
Los cuervos se afanaban por seguir incordiando, fueran los reales o los de la mágica liturgia. Éste era real. Se posó en una rama por encima de mi cabeza y graznó a sabiendas que el sonido perforaría mis sienes como si las lustrasen a base de martillo y cincel. Apreté los dientes y me mantuve firme, desafiante. No estaba dispuesto a dejar que un pajarraco fuera me incordiase. Me agaché despacio como si fuera a apretarme los cordones de las grebas. Cogí un terrón de tierra húmeda y la lancé hacia el ave maldita. El animal dio un salto y salió volando, esquivando el proyectil terroso.
El aburrimiento y la sensación de desorientación, sumado a mi irritable carácter, eran alimentos de la malsana curiosidad. Cada sonido del bosque me llamaba la atención, levantaba la cabeza como un ciervo al escuchar las pisadas de un cazador. La mayoría de sonidos provenían de los árboles, eran aves que, como el cuervo maldito, se burlaban de mi maltrecha cordura con graznidos insultantes. Los otros sonidos los producía yo sin darme cuenta al pisar una rama seca o al traquetear mi armadura con un paso movimiento de torpeza.
Aquel sonido que vino detrás de la espesura no lo produje yo y, dada a su altura bajo los árboles, dudaba que se pudiera tratar de un pajarraco. Se trata de un grito de una persona normal tan agudo que, a primeras, era lógico que lo hubiera confundido con el graznido de un ave. Avancé apresuradamente hacia el lugar donde provenía el grito más con la intención de resolver mis incógnitas que la de ofrecer mi ayuda.
Aparté la espesa maleza descubriendo a una dama vestida con una túnica de seda blanca, sentada de rodillas en el suelo como aparecían en los poemas eróticos de los bardos. Caminé hacia ella con paso lento. La chica se giró hacia mí. Pude ver las manchas de sangre que se encontraban en la parte frontal de su vestido y las magulladuras de sus brazos y piernas.
—¡Un caballero! — dijo la mujer — ¡Oh, mi amado caballero que ha venido a salvarme! — su tono de voz reflejaba desespero. Cada vez, el parecido con los poemas eróticos era más evidentes.
Última edición por Gerrit Nephgerd el Miér Mayo 13 2020, 16:31, editado 1 vez
Gerrit Nephgerd
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Re: La Segunda Alice [Misión] [Eventos del HalloWyn]
La mujer se levantó con cuidado, como si las recientes heridas que poblaban sus extremidades aún la hiriese con el simple echo de moverse. Su vestido blanco, o al menos ese era su color original, ahora se veía marrón, causado por la mezcla de la sangre y el barro. La tela se le ceñía al cuerpo ahí donde había más mugre.
Su cabello era del color de la noche, lo llevaba despeinado en una cascada de rizos. Su oscuro cabello no hacía más que resaltar su pálida piel, tan clara que parecía hecha de cuarzo. Sus ojos de color gris estaban rojos e hinchados, claramente de llorar, cosa que no era difícil advertir, puesto que algunas lágrimas aún caían por su rostro cuando se acercó al brujo.
El murmullo del agua parecía ser el único ruido. Ahí, a los pies del río, no se veían animales, incluso parecía el que aire había dejado de soplar y mecer a los árboles. Todo el bosque estaba a la expectación con aquella curiosa pareja.
La joven se fue acercando al rubio, hasta que pudo posar sus manos sobre su pecho. Tenía los labios entreabiertos y sus ojos buscaban los de él. Un ligero rubor salpicó sus mejillas.
-¿Porque has venido a salvarme, no?- ahora su voz sonaba algo más relajada, como si la presencia del hombre la hubiese calmado.
Una de sus manos empezó a acariciar su pecho, moviéndose hacia el lado para terminar en su brazo, acariciando sus músculos. Su sonrojo se hizo más notorio. Su mano había llegado a la del hombre, y no se lo pensó dos veces al tomarla y apretarla con fuerza.
-Mi apuesto caballero…- se puso de puntillas para poder besar sus labios con cuidado, esperando ser correspondida.
La morena lo miraba, desafiante, parecía que ya no quedaba nada de aquella asustada jovencita, su actitud ahora era segura. Ayudándose de ambas manos, la joven apartó de un empujón al brujo, separando sus cuerpos.
-¿Esto es lo que quieres, Gerrit?- dijo tirando de los tirantes de su vestido, dejando su cuerpo desnudo.
Entonces empezaron a escucharse unos graznidos, como si los árboles que los rodean estuviesen infectados de cuervos. Aquel sonido se metería en su cabeza, retumbando, desorientando al hombre. Pero aun así, no se veía un solo pájaro.
La mujer empezó a reírse, cada vez más alto, haciendo que su pecho se moviese rítmicamente. Alzó los brazos, de los cuales empezaron a crecerle plumas del mismo color que el cabello. El cuerpo de la bella mujer empezó a deformarse, hasta que se transformó por completo en un enorme cuervo. El animal ladeó la cabeza, abriendo el pico, mirado de manera amenazadora al brujo.
Su cabello era del color de la noche, lo llevaba despeinado en una cascada de rizos. Su oscuro cabello no hacía más que resaltar su pálida piel, tan clara que parecía hecha de cuarzo. Sus ojos de color gris estaban rojos e hinchados, claramente de llorar, cosa que no era difícil advertir, puesto que algunas lágrimas aún caían por su rostro cuando se acercó al brujo.
El murmullo del agua parecía ser el único ruido. Ahí, a los pies del río, no se veían animales, incluso parecía el que aire había dejado de soplar y mecer a los árboles. Todo el bosque estaba a la expectación con aquella curiosa pareja.
La joven se fue acercando al rubio, hasta que pudo posar sus manos sobre su pecho. Tenía los labios entreabiertos y sus ojos buscaban los de él. Un ligero rubor salpicó sus mejillas.
-¿Porque has venido a salvarme, no?- ahora su voz sonaba algo más relajada, como si la presencia del hombre la hubiese calmado.
Una de sus manos empezó a acariciar su pecho, moviéndose hacia el lado para terminar en su brazo, acariciando sus músculos. Su sonrojo se hizo más notorio. Su mano había llegado a la del hombre, y no se lo pensó dos veces al tomarla y apretarla con fuerza.
-Mi apuesto caballero…- se puso de puntillas para poder besar sus labios con cuidado, esperando ser correspondida.
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La morena lo miraba, desafiante, parecía que ya no quedaba nada de aquella asustada jovencita, su actitud ahora era segura. Ayudándose de ambas manos, la joven apartó de un empujón al brujo, separando sus cuerpos.
-¿Esto es lo que quieres, Gerrit?- dijo tirando de los tirantes de su vestido, dejando su cuerpo desnudo.
Entonces empezaron a escucharse unos graznidos, como si los árboles que los rodean estuviesen infectados de cuervos. Aquel sonido se metería en su cabeza, retumbando, desorientando al hombre. Pero aun así, no se veía un solo pájaro.
La mujer empezó a reírse, cada vez más alto, haciendo que su pecho se moviese rítmicamente. Alzó los brazos, de los cuales empezaron a crecerle plumas del mismo color que el cabello. El cuerpo de la bella mujer empezó a deformarse, hasta que se transformó por completo en un enorme cuervo. El animal ladeó la cabeza, abriendo el pico, mirado de manera amenazadora al brujo.
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*** Gerrit, puesto que pasan varias cosas en este post, te lo he dividido en dos, para que así puedas dar rienda suelta a tu imaginación y alargar ambas partes lo que quieras o necesites. Tienes libertad para hacer lo que te plazca (incluso manejar a la mujer), siempre que la situación acabe acorde con la continuidad de la historia.
·Nuevamente, te encuentras con dos opciones, puedes enfrentarte al enorme cuervo o puedes intentar huir.
Thorn
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Re: La Segunda Alice [Misión] [Eventos del HalloWyn]
Ladeé la cabeza en un vago intento por el cual comprender a la chica desde otra perspectiva más allá de la tela mojada de su vestido (que dejaba ver más de lo socialmente permitido), el balanceo de las resultonas caderas al caminar y el más que generoso escote. Intenté analizar el comportamiento de la chica, averiguar las intenciones que escondía detrás de los ojos de doncella enamorada y de la locuaz palabrería de caballería. Quizás por culpa del cansancio o por la sensación de desorientación que me perseguía desde hacía horas (¿llevaba horas enteras en aquel bosque?), no pude encontrar una solución. Cuando me quise dar cuenta, la chica se encontraba delante de mí, se había levantado de su roca y abalanzado a mis brazos buscando al caballero que la salvaría de los peligros del bosque. Dejó caer las manos sobre mi pecho, descendiéndolas lentamente a la vez que desabrochaba los botones con los que se iba encontrando y repetía la dichosa frase.
Oh, mi valiente caballero que ha venido a rescatarme. No soy ningún caballero. Quise decir, pero antes de que pudiera pronunciar palabra alguna, me vi embriagado por el dulzor de su aroma. Empecé a creer que se trataba de una auténtica doncella, abandonada en el bosque por un dragón que intentó secuestrarla o que había logrado esconderse después de que unos bárbaros la persiguieran por el bosque. Era una doncella, una princesa. Su cabello desprendía el perfume de todas las chicas con las que había compartido cama, olía a todas esas cosas que un hombre no debe hacer solo y por las cuales mataría para volverlas a repetir. Olía a las largas noches estrelladas, al calor del verano y a las cosas buenas que se acaban.
Mis manos habían llegado a la cintura de la doncella, atrayéndola (aprisionándola) hacia mí sin darle opción a escapar. Ella esbozó una sonrisa de lasciva gratitud. Oh, mi valiente caballero que me está salvando. Se dejó caer sobre mí, devolviéndome el favor. Con un leve movimiento de cabeza, la doncella bajó la mirada en un gesto de sumisión. Acompañé a sus ojos encontrándome directamente con un generoso canalillo. La chica se asió el vestido sin intención de quitárselo, solo de bajarlo unos centímetros, los suficientes para que pudiera apreciar el volumen de sus senos y la nitidez de su piel. Nuestros pechos unidos eran lo que impedía que el vestido cayese por completo, permitiéndome así ver, además de notar, la belleza del cuerpo femenino.
La doncella levantó la cabeza y me besó a traición, mientras me encontraba distraído observando las voluptuosas curvas de su cuerpo. Fue un beso de princesa enamorada, un regalo fugaz por el que me hizo sentir el sabor de sus labios y darme una idea de la disposición de la chica.
La besé en el cuello con la misma intensidad que lo haría un vampiro hambriento. Ella dejaba caer hacia atrás cumpliendo con su papel de doncella sumisa y a sabiendas que no la dejaría caer; la apretaba hacia mí. Volví a probar sus brazos, estaba vez tomaba yo la iniciativa yendo más lejos de lo que fue la chica con su besó de princesa.
— En gesto de gratitud, permítame que le entregue mi flor — dijo la chica a la vez que se separaba de mí.
En algún momento se había desabrochado las cintas del vestido. Éste cayó al suelo en cuanto se separaron nuestros cuerpos. La chica se quedó completamente desnuda, desvelando las zonas de su cuerpo que (imaginaba) ningún otro hombre había visto. Di un paso hacia ella. La doncella, juguetona, retrocedió dos dando pequeños saltitos como los de una cervatilla inocente.
—¿Esto es lo que quieres, Gerrit? — preguntó la doncella.
Era la primera vez que se dirigía a mí por mi nombre. Yo no se lo había dicho.
Me quedé parado víctima de un halo de seminconsciencia, un pensamiento racional en un abismo de locuras variadas e impulsos primitivos. Me llevé una mano en la cabeza, de repente me dolía como si tuviera un millar de pájaros (de cuervos) revoloteando en su interior.
La doncella supo que su hechizo había fallado. Lo que fue un salto de cervatillo, pasó a ser un salto de cama. Se lanzó hacia mí, tirándome a tierra. En el momento en el que se encontraba en el aire, un par de alas negras emergieron de su espalda, sus manos cobraron el aspecto de dos garras deformes y los labios, los que antes había besado con pasión, en un afilado pico.
Emitió una serie de graznidos seguidas, sin pausa, que parecían la risa de la doncella traviesa. Oh, mi valiente caballero, ¿has venido a morir? Hizo además de golpearme con el pico, apuntaba en la cabeza seguramente con la intención de atravesarla. Otro de sus besos. Fui más rápido que ella. Por suerte, esta vez, iba a ser yo quien la besase primero. Realicé un conjuro de electricidad sobre mi cuerpo, el cuervo gigante sufrió la corriente. Antes de que el pico rasgase mi cara, saltó hacia atrás agitando las alas a gran velocidad, como si quisiera espantar la magia elemental. Mantuvo esa posición, a metro y medio por encima suficiente el tiempo suficiente para que pudiera recomponerme y levantarme del suelo. Ahora, la electricidad del hechizo se encontraba en la cabeza de Suuri.
—¿Por qué no vuelves a tu forma anterior? No lo pasaremos mejor.
Fueron las primeras frases que dirigía a la doncella-cuervo. Mi tono de voz era muy diferente del que cabría esperar de un honesto caballero. Con él, hacia entender a la doncella de los cuervos mis malvadas intenciones. Sabiendo quién era, no tendría las contemplaciones que tuviera con una chica enamorada de su caballero andante. La trataría como lo que me parecía: una puta, la puta de los cuervos. Sacaría a relucir mis instintos primarios, aquellos que la mujer recurrió para encandilarme. Me lo pasaría bien, tal como le prometí. Ella, sin embargo, desearía no haberme conocido. Desearía estar muerta, que terminarse por desangrar; si es que era cierto que no había entregado su flor hasta el momento, cosa que empezaba a dudar.
Con la mano libre me limpié el torso de plumas negras. La puta de los cuervos me miró con despreció, como si sus plumas fueran las caricias de la inocente doncella y que, al limpiarlas, estuvieran despreciando la ofrenda de su flor.
Graznó por segunda vez. Fue un graznido seco y malhumorado, del cuervo que va a morir.
Salté hacia la puta de los cuervos, martillo en mano. La cabeza de Suuri se encontró con el ala izquierda del curvo gigante, con el golpe condujo una importante cantidad de electricidad. El ave se desplomó inclinándose hacia la derecha. Los esfuerzos, los constantes aleteos del ala derecha, resultaron inútiles. El cuervo gigante cayó a mis pies. Movía su pico buscando mis pies, queriendo picarlos como si fueran grandes gusanos. Observé el ave desde una distancia prudencial, con la ventajosa posición que me daba el mantenerme en pie. Miraba los ojos opacos del cuervo (los de la doncella fueron de color miel) como si el ave estuviera atrapada en el interior de un pozo, pidiendo auxilio porque el agua le cubría el cuello y se ahogaría si nadie le ayudaba.
—Vuelve a convertirte — pisé con fuerza el ala sana del cuervo —, venga — animé riendo —. Sé una buena chica. Has intentado matarme, lo suyo es que ahora pidas perdón por lo que has hecho — dejé caer todo mi peso sobre el ala del cuervo —. Piensa que te estoy salvando la vida. Soy tu valiente caballero que ha venido a salvarte — la última frase la dije con total seriedad —. Quiero que me expliques quién eres y qué coño es este lugar. Luego, me darás las gracias por haberte salvado. Me lo dirás muy despacio y al oído, que para que pueda oírte bien.
Offrol: subrayo la habilidad de nivel 0 Talento Mágico
(Mantenida) Hace pasar una corriente eléctrica a su arma dándole un daño adicional por electricidad en función de la inteligencia de Gerrit.
Duración 2 turnos.
Enfriamiento 5. turnos
Oh, mi valiente caballero que ha venido a rescatarme. No soy ningún caballero. Quise decir, pero antes de que pudiera pronunciar palabra alguna, me vi embriagado por el dulzor de su aroma. Empecé a creer que se trataba de una auténtica doncella, abandonada en el bosque por un dragón que intentó secuestrarla o que había logrado esconderse después de que unos bárbaros la persiguieran por el bosque. Era una doncella, una princesa. Su cabello desprendía el perfume de todas las chicas con las que había compartido cama, olía a todas esas cosas que un hombre no debe hacer solo y por las cuales mataría para volverlas a repetir. Olía a las largas noches estrelladas, al calor del verano y a las cosas buenas que se acaban.
Mis manos habían llegado a la cintura de la doncella, atrayéndola (aprisionándola) hacia mí sin darle opción a escapar. Ella esbozó una sonrisa de lasciva gratitud. Oh, mi valiente caballero que me está salvando. Se dejó caer sobre mí, devolviéndome el favor. Con un leve movimiento de cabeza, la doncella bajó la mirada en un gesto de sumisión. Acompañé a sus ojos encontrándome directamente con un generoso canalillo. La chica se asió el vestido sin intención de quitárselo, solo de bajarlo unos centímetros, los suficientes para que pudiera apreciar el volumen de sus senos y la nitidez de su piel. Nuestros pechos unidos eran lo que impedía que el vestido cayese por completo, permitiéndome así ver, además de notar, la belleza del cuerpo femenino.
La doncella levantó la cabeza y me besó a traición, mientras me encontraba distraído observando las voluptuosas curvas de su cuerpo. Fue un beso de princesa enamorada, un regalo fugaz por el que me hizo sentir el sabor de sus labios y darme una idea de la disposición de la chica.
La besé en el cuello con la misma intensidad que lo haría un vampiro hambriento. Ella dejaba caer hacia atrás cumpliendo con su papel de doncella sumisa y a sabiendas que no la dejaría caer; la apretaba hacia mí. Volví a probar sus brazos, estaba vez tomaba yo la iniciativa yendo más lejos de lo que fue la chica con su besó de princesa.
— En gesto de gratitud, permítame que le entregue mi flor — dijo la chica a la vez que se separaba de mí.
En algún momento se había desabrochado las cintas del vestido. Éste cayó al suelo en cuanto se separaron nuestros cuerpos. La chica se quedó completamente desnuda, desvelando las zonas de su cuerpo que (imaginaba) ningún otro hombre había visto. Di un paso hacia ella. La doncella, juguetona, retrocedió dos dando pequeños saltitos como los de una cervatilla inocente.
—¿Esto es lo que quieres, Gerrit? — preguntó la doncella.
Era la primera vez que se dirigía a mí por mi nombre. Yo no se lo había dicho.
Me quedé parado víctima de un halo de seminconsciencia, un pensamiento racional en un abismo de locuras variadas e impulsos primitivos. Me llevé una mano en la cabeza, de repente me dolía como si tuviera un millar de pájaros (de cuervos) revoloteando en su interior.
La doncella supo que su hechizo había fallado. Lo que fue un salto de cervatillo, pasó a ser un salto de cama. Se lanzó hacia mí, tirándome a tierra. En el momento en el que se encontraba en el aire, un par de alas negras emergieron de su espalda, sus manos cobraron el aspecto de dos garras deformes y los labios, los que antes había besado con pasión, en un afilado pico.
Emitió una serie de graznidos seguidas, sin pausa, que parecían la risa de la doncella traviesa. Oh, mi valiente caballero, ¿has venido a morir? Hizo además de golpearme con el pico, apuntaba en la cabeza seguramente con la intención de atravesarla. Otro de sus besos. Fui más rápido que ella. Por suerte, esta vez, iba a ser yo quien la besase primero. Realicé un conjuro de electricidad sobre mi cuerpo, el cuervo gigante sufrió la corriente. Antes de que el pico rasgase mi cara, saltó hacia atrás agitando las alas a gran velocidad, como si quisiera espantar la magia elemental. Mantuvo esa posición, a metro y medio por encima suficiente el tiempo suficiente para que pudiera recomponerme y levantarme del suelo. Ahora, la electricidad del hechizo se encontraba en la cabeza de Suuri.
—¿Por qué no vuelves a tu forma anterior? No lo pasaremos mejor.
Fueron las primeras frases que dirigía a la doncella-cuervo. Mi tono de voz era muy diferente del que cabría esperar de un honesto caballero. Con él, hacia entender a la doncella de los cuervos mis malvadas intenciones. Sabiendo quién era, no tendría las contemplaciones que tuviera con una chica enamorada de su caballero andante. La trataría como lo que me parecía: una puta, la puta de los cuervos. Sacaría a relucir mis instintos primarios, aquellos que la mujer recurrió para encandilarme. Me lo pasaría bien, tal como le prometí. Ella, sin embargo, desearía no haberme conocido. Desearía estar muerta, que terminarse por desangrar; si es que era cierto que no había entregado su flor hasta el momento, cosa que empezaba a dudar.
Con la mano libre me limpié el torso de plumas negras. La puta de los cuervos me miró con despreció, como si sus plumas fueran las caricias de la inocente doncella y que, al limpiarlas, estuvieran despreciando la ofrenda de su flor.
Graznó por segunda vez. Fue un graznido seco y malhumorado, del cuervo que va a morir.
Salté hacia la puta de los cuervos, martillo en mano. La cabeza de Suuri se encontró con el ala izquierda del curvo gigante, con el golpe condujo una importante cantidad de electricidad. El ave se desplomó inclinándose hacia la derecha. Los esfuerzos, los constantes aleteos del ala derecha, resultaron inútiles. El cuervo gigante cayó a mis pies. Movía su pico buscando mis pies, queriendo picarlos como si fueran grandes gusanos. Observé el ave desde una distancia prudencial, con la ventajosa posición que me daba el mantenerme en pie. Miraba los ojos opacos del cuervo (los de la doncella fueron de color miel) como si el ave estuviera atrapada en el interior de un pozo, pidiendo auxilio porque el agua le cubría el cuello y se ahogaría si nadie le ayudaba.
—Vuelve a convertirte — pisé con fuerza el ala sana del cuervo —, venga — animé riendo —. Sé una buena chica. Has intentado matarme, lo suyo es que ahora pidas perdón por lo que has hecho — dejé caer todo mi peso sobre el ala del cuervo —. Piensa que te estoy salvando la vida. Soy tu valiente caballero que ha venido a salvarte — la última frase la dije con total seriedad —. Quiero que me expliques quién eres y qué coño es este lugar. Luego, me darás las gracias por haberte salvado. Me lo dirás muy despacio y al oído, que para que pueda oírte bien.
Offrol: subrayo la habilidad de nivel 0 Talento Mágico
(Mantenida) Hace pasar una corriente eléctrica a su arma dándole un daño adicional por electricidad en función de la inteligencia de Gerrit.
Duración 2 turnos.
Enfriamiento 5. turnos
Gerrit Nephgerd
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Re: La Segunda Alice [Misión] [Eventos del HalloWyn]
La mujer cuervo inclinó ligeramente la cabeza para poder ver al brujo, de pie frente a ella. La serenidad con la que hablaba podría helar la sangre de cualquier mortal, por suerte ella no lo era.
El brujo pisó su ala, y aunque se trataba de la sana, aquello provocó que el pico de la mujer cuervo se abriese, dejando escapar un largo y agudo chirrido de dolor. Se revolvía, arañado el suelo con las uñas y meneando el ala libre, intentando zafarse del hombre. El dolor no hacía más que intensificarse con cada una de las palabras que Gerrit pronunciaba, y cualquier intento de atacar o intentar sacárselo de encima estaba dando malos resultados. Lo había menospreciado, y ahora, retorciéndose bajo su peso como una simple golondrina herida, la vergüenza se apoderaba de ella.
El pico se volvió a abrir, pero esta vez no emitió un graznido de ave, sino que habló el mismo idioma que el brujo, aunque la voz no sonaba muy humana.
-Saca ese maloliente pie de encima de mí, estúpido mortal. - escupió cada una de las palabras, cargadas de rabia y odio. -¿Darte las gracias?- aquel sonido que se asemejaba a una risa volvió a salir de la garganta de la mujer cuervo, que parecía que había desistido en su intento de liberarse del peso de Gerrit.
''Si los humanos se perdieran en mí, estarían encerrados para siempre.''
Recordaba la sensación de victoria que sintió al llegar a aquella conclusión, encerrar a un mortal dentro de un sueño para nunca caer en el olvido… que equivocada estaba. Mortales, siempre tan luchadores e impredecibles. Debería haber pensado que la naturaleza de aquellos seres se interpondría a algo como una prisión, aunque esta estuviese en su cabeza.
-Te doy una última oportunidad para salir de aquí vivo. Tan solo tienes que atravesar la puerta…
Mientras la mujer cuervo hablaba, unas espesas y negras nubes cubrieron el cielo en su totalidad, asumiendo el bosque en una prematura y oscura noche. Las hojas de las plantas y árboles se iluminaron, como si el camino estuviese repleto de pequeños farolillos de luz verdosa. La tierra a sus pies empezó a estar resbaladiza, como lo estaría después de la estación de lluvias.
-Hora de correr, estúpido mortal. - dijo entre risas antes de emitir un fuerte chirrido que amenazaría con romper los tímpanos del brujo.
La mujer cuervo empezó a vomitar humo, un humo que saldría hasta de entre las plumas que cubrían todo su cuerpo, como si se estuviera quemando por dentro. Era una mezcla entre desagradable y aterrador. Dicho humo, a los pocos segundos de estar en el aire, empezó a adquirir la forma de centenares de cuervos, los cuales volaban alrededor del brujo, graznando con fuerza.
La cuervo desapareció, dejando un pequeño montículo de cenizas en la tierra. Sus pequeñas aves empezaban a atormentar al mortal, porque aunque los cuervos fuesen de humo, y todo esto se tratase de un sueño, esto no era una pesadilla cualquiera, era la pesadilla personal de Gerrit Nephgerd, y los cuervos arañaban y picoteaban como si fuesen reales.
__________________________________________________
Último post: hora de huir, Gerrit.
La mujer cuervo ha mencionado que hay una puerta por la que puedes salir del sueño. El bosque está sumido en la penumbra, además, que una nube de cuervos de humo te persigue y te ataca en tu carrera, por suerte las plantas iluminan lo justo para que puedas ver el camino.
Lanzarás una runa, está no afecta al éxito de la huida, solo al daño que le hacen los cuervos a Gerrit en el recorrido.
Lo prometido es deuda, una vez Gerrit traspasa la puerta, las tres maldiciones que hayas escogido desaparecen.
Una vez Gerrit atraviesa la puerta, sale del sueño en el que estaba preso y despierta, si no importaba cómo había llegado hasta ahí, tampoco importa donde termina. Este tema no afectaba a la cronología, por lo que puedes decir que Gerrit despierta donde más conveniente te sea colocar este tema.
No sabes cuanto tiempo has estado dentro del sueño, pero te despiertas con algunas consecuencias como dolor muscular, cefaleas y desorientación, pero poco a poco, y de manera natural, van desapareciendo.
Recompensas:
+20 puntos de experiencia
+200 aeros
- Carta naipe de Alice:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
[Consumible]
Utiliza esta carta contra un enemigo, este se dormirá al instante, entrado en las pesadillas de Alice por un turno entero.
Los puntos de experiencia y los aeros ya han sido sumados a tu perfil.
A pesar de los contratiempos, espero que hayas disfrutado el tema, y que disculpes la gran demora.
Suerte con el final de la aventura.
__________________________________________________
El brujo había huido, había conseguido desmontar el sueño que había creado para él. Lo había destruido y se había liberado.
Pero aquello no significaba una derrota, no, todo lo contrario. Ahora conocía más a los mortales.
Volvería más sabia y con las fuerzas renovadas, tan solo tenía que esperar a que el sol se escondiera y aquellos maravillosos y estúpidos humanos se fuesen a dormir. Entonces empezaría la diversión.
Dulces sueños, queridos mortales.
Thorn
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