La Tercera Alice [Misión] [Eventos del HalloWyn]
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La Tercera Alice [Misión] [Eventos del HalloWyn]
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Tú, ¿qué tipo de sueños tienes?
Y, ¿durante cuanto tiempo crees que serás capaz de recordarlos?
Él deseaba ser ‘‘eso’’, ser ‘‘aquello’’…ser ‘‘todo’’. Creía que el mundo sería más divertido si las cosas fuesen de dicha manera, si las personas pudiesen recordarle para siempre dentro de sus mentes.
Esta historia es solo un fragmento de un sueño muy pequeño. El sueño no deseaba desaparecer, quería que nadie se olvidase de él; pero ¿cómo haría para ser recordado?
Pensó y pensó, hasta que finalmente llegó a una conclusión:
''-Si los humanos se perdieran en mí, estarían encerrados para siempre.''
Sentenció con una enorme sonrisa de victoria.
Tú, sí, tú, querido mortal que te encuentras leyendo esto, esta noche tendrás un sueño encantador…
☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀ ☀
Nunca creyó que tendría que regresar a ese lugar. La tercera Alice no era, precisamente, su favorita. Claro que con el fallo de los últimos dos, no es como que tuviese otra opción.
Esta vez la elegida fue una joven hermosa y vivaz.
¿Eso importaba? Claro que no, para él todos eran igual de insignificantes, pero si quería conseguir su meta tendría que ocuparse hasta del mas mínimo detalle.
Tal vez esa personalidad pudiese evitar un trágico desenlace.
¿Quién sabe? Sería un riesgo que debería correr.
-Te pareces a ella -le dijo con algo de frustración-. Hay algo que quiero hacer. Lamentablemente tus antecesores resultaron ser basura igual que los otros -chasqueó los dedos-. Ahora te encuentras en el castillo de un sueño -frunció el ceño-. Este es mi mundo -rectificó-. ¿Te queda claro? -Su tono sería infantil, más no tendría ni un toque amable-. Recuérdalo bien, porque ella lo olvidó y el castigo que le impuse llevó todo al desastre -suspiró-. La única forma de salir de aquí será convirtiéndote en Alice -comenzó a desaparecer-. Esfuérzate. No me gustaría darte un castigo peor que a tu encarnación.
El sueño desapareció, dejando a Mina dentro de los muros de aquel inmenso castillo.
Tal vez se parecería al castillo de Lunargenta, o quizá sería más similar al Hekshold. Ciertamente no importaba, no había manera de escapar de ahí.
Los sirvientes se acercarían a ella pidiendo un millón de opiniones y llamándola ‘‘majestad’’.
El ambiente y los alrededores dictarían que, efectivamente, ya no se encontraba en el mundo real.
El cielo mostraría diversas tonalidades y ni un solo rayo del astro rey, entonces ¿cómo el castillo se encontraba iluminado? Esa sería la menor de sus preocupaciones, pues dentro de la nueva tercera Alice comenzaría a despertar una extraña sensación.
Una sensación que vendría acompañada por una corona y por ajenos recuerdos aguamarina...
Esta vez la elegida fue una joven hermosa y vivaz.
¿Eso importaba? Claro que no, para él todos eran igual de insignificantes, pero si quería conseguir su meta tendría que ocuparse hasta del mas mínimo detalle.
Tal vez esa personalidad pudiese evitar un trágico desenlace.
¿Quién sabe? Sería un riesgo que debería correr.
-Te pareces a ella -le dijo con algo de frustración-. Hay algo que quiero hacer. Lamentablemente tus antecesores resultaron ser basura igual que los otros -chasqueó los dedos-. Ahora te encuentras en el castillo de un sueño -frunció el ceño-. Este es mi mundo -rectificó-. ¿Te queda claro? -Su tono sería infantil, más no tendría ni un toque amable-. Recuérdalo bien, porque ella lo olvidó y el castigo que le impuse llevó todo al desastre -suspiró-. La única forma de salir de aquí será convirtiéndote en Alice -comenzó a desaparecer-. Esfuérzate. No me gustaría darte un castigo peor que a tu encarnación.
El sueño desapareció, dejando a Mina dentro de los muros de aquel inmenso castillo.
Tal vez se parecería al castillo de Lunargenta, o quizá sería más similar al Hekshold. Ciertamente no importaba, no había manera de escapar de ahí.
Los sirvientes se acercarían a ella pidiendo un millón de opiniones y llamándola ‘‘majestad’’.
El ambiente y los alrededores dictarían que, efectivamente, ya no se encontraba en el mundo real.
El cielo mostraría diversas tonalidades y ni un solo rayo del astro rey, entonces ¿cómo el castillo se encontraba iluminado? Esa sería la menor de sus preocupaciones, pues dentro de la nueva tercera Alice comenzaría a despertar una extraña sensación.
Una sensación que vendría acompañada por una corona y por ajenos recuerdos aguamarina...
- Castillo:
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- Sueño:
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Mina Harker: Finalmente he llegado a la esperada tercera ronda de esta saga. Tu misión será un tanto diferente a las de Zöe y Gerrit, especialmente porque en lugar de ser una simple pueblerina te adentrarás en MI mundo como la reina. Claro que eso no significa que vayas a tener más privilegios que tus compañeros, por el contrario, tienes una tarea muy difícil frente a ti. Más adelante comprenderás la enorme responsabilidad que ha caído sobre tus hombros. En este primer post te encontrarás con el sueño y te adentrarás en el castillo de este mundo que he creado solo para vosotros. Una vez que el sueño se marche serás libre de recorrer el castillo a voluntad, aunque te insto a mantenerte alerta y cuidar tu cordura, pues una presencia dentro de ti comenzará a hacer su aparición, y, podemos decir, que si te descuidas las cosas podrían ponerse feas. Al ser el primer turno apenas si la sentirás, no obstante, te insto a recordar quién eres...pues podrías terminar olvidándolo.
No habrá necesidad de que lances la voluntad de los Dioses...por ahora.
No habrá necesidad de que lances la voluntad de los Dioses...por ahora.
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Re: La Tercera Alice [Misión] [Eventos del HalloWyn]
Al abrir los ojos se encontró con una imagen muy distinta a de la que vio al cerrarlos la noche anterior. Aquella no era la diminuta habitación de la posada en Lunargenta. Aquello eran los aposentos de un gran señor en su palacio. Desde los pequeños detalles bordados en las sábanas hasta los frescos en el techo, todo desbordaba opulencia y majestuosidad. Mina se sentó lentamente en la cama, mirando a todos lados, confundida, extrañada y preocupada. ¿Cómo diablos había llegado allí? Se puso de pie evitando hacer ruido. Notó la exquisita seda de la camisola que llevaba puesta y se detuvo unos instantes para sentir su suavidad y el aroma florarl que despedía.
Avanzó por la habitación hasta el tocador y se miró en el espejo. Era ella, pero no era exactamente ella misma. Habían pequeños detalles que estaban diferentes. Su cabello se veía más largo, mucho más largo, igual que sus uñas. Su piel se veía más pálida -en Lunargenta se había asoleado un poco- y en general su cuerpo se sentía diferente. Algo no estaba bien. De repente, las puertas de la habitación se abrieron de par en par -¡Su Majestad! ¡Qué bueno que se ha levantado!- exclamó estrepitosamente la doncella, seguida de otras más, cada una cargando una parte de el traje que usaría ese día -Debemos asearla y vestirla, hoy tiene mucho que hacer- decía, acercándose a largos pasos. La doncella estiró los brazos e intentó sacarle la camisola a la ilusionista, quien en un reflejo le apartó las manos, mirándola con severidad -¡Yo puedo hacerlo!- reclamó con dureza.
Tragó en seco, desvistiéndose. Se acercaron las doncellas que traían los jarrones con agua tibia, los paños y los jabones, pusieron un trasto de cerámica bellamente decorado a los pies de la mujer y la ayudaron a entrar. Acto seguido, mojaron los paños y bañaron a Mina. Ella mantuvo una actitud altiva y arrogante. La habían llamado majestad, estaba en una alcoba digna de una reina... no haría preguntas por el momento y dejaría que las cosas fluyeran, ya averiguaría lo que estaba ocurriendo.
Al terminar el baño, la vistieron, perfumaron, peinaron y maquillaron. Se miró en el espejo y alzó una ceja, haciendo una expresión de desaprobación. Pero no hizo más que mirar a las doncellas con desdén. -Bueno, apurar el paso, que tengo mucho que hacer- dijo finalmente, saliendo de la habitación seguida de su séquito de doncellas.
Se abrieron las puertas de la habitación y afuera estaba de pie una niña que flotaba en el aire. Apenas la vio, el escenario cambió; las doncellas desaparecieron y estaban en un enorme salón, un salón que lucía exactamente igual al salón principal del Hekshold, pero con un trono solitario al fondo, frente al vitral.
-Esto es un sueño- dijo finalmente la ilusionista con una sonrisa ladeada. Te equivocas. Este es mi mundo. ¿Te queda claro?- fue la respuesta de aquella aparición. Mina no terminó de entender lo que pasaba. Apenas terminó de hablar, la niña se desvaneció en el aire -¿Castigo? ¡Espera! ¿Qué antecesores? ¿Quién es Alice? ¡Vuelve!- exclamó estirando un brazo al intentar agarrar a la niña, pero su mano se cerró en el vacío.
En un parpadeo, apareció toda la corte tras de ella. Claro, aquel era el salón del trono y los ministros estaban esperando para sus audiencias. Mina se volteó, aterrada. -Su Majestad, Lord Farquaad tiene la primera hora el día de hoy- susurró la doncella, la misma que intentó desvestirla antes. -De acuerdo, Marina... llámalo- dijo y se fue a sentar al trono. ¿Por qué había llamado Marina a la doncella?
Avanzó por la habitación hasta el tocador y se miró en el espejo. Era ella, pero no era exactamente ella misma. Habían pequeños detalles que estaban diferentes. Su cabello se veía más largo, mucho más largo, igual que sus uñas. Su piel se veía más pálida -en Lunargenta se había asoleado un poco- y en general su cuerpo se sentía diferente. Algo no estaba bien. De repente, las puertas de la habitación se abrieron de par en par -¡Su Majestad! ¡Qué bueno que se ha levantado!- exclamó estrepitosamente la doncella, seguida de otras más, cada una cargando una parte de el traje que usaría ese día -Debemos asearla y vestirla, hoy tiene mucho que hacer- decía, acercándose a largos pasos. La doncella estiró los brazos e intentó sacarle la camisola a la ilusionista, quien en un reflejo le apartó las manos, mirándola con severidad -¡Yo puedo hacerlo!- reclamó con dureza.
Tragó en seco, desvistiéndose. Se acercaron las doncellas que traían los jarrones con agua tibia, los paños y los jabones, pusieron un trasto de cerámica bellamente decorado a los pies de la mujer y la ayudaron a entrar. Acto seguido, mojaron los paños y bañaron a Mina. Ella mantuvo una actitud altiva y arrogante. La habían llamado majestad, estaba en una alcoba digna de una reina... no haría preguntas por el momento y dejaría que las cosas fluyeran, ya averiguaría lo que estaba ocurriendo.
Al terminar el baño, la vistieron, perfumaron, peinaron y maquillaron. Se miró en el espejo y alzó una ceja, haciendo una expresión de desaprobación. Pero no hizo más que mirar a las doncellas con desdén. -Bueno, apurar el paso, que tengo mucho que hacer- dijo finalmente, saliendo de la habitación seguida de su séquito de doncellas.
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Se abrieron las puertas de la habitación y afuera estaba de pie una niña que flotaba en el aire. Apenas la vio, el escenario cambió; las doncellas desaparecieron y estaban en un enorme salón, un salón que lucía exactamente igual al salón principal del Hekshold, pero con un trono solitario al fondo, frente al vitral.
-Esto es un sueño- dijo finalmente la ilusionista con una sonrisa ladeada. Te equivocas. Este es mi mundo. ¿Te queda claro?- fue la respuesta de aquella aparición. Mina no terminó de entender lo que pasaba. Apenas terminó de hablar, la niña se desvaneció en el aire -¿Castigo? ¡Espera! ¿Qué antecesores? ¿Quién es Alice? ¡Vuelve!- exclamó estirando un brazo al intentar agarrar a la niña, pero su mano se cerró en el vacío.
En un parpadeo, apareció toda la corte tras de ella. Claro, aquel era el salón del trono y los ministros estaban esperando para sus audiencias. Mina se volteó, aterrada. -Su Majestad, Lord Farquaad tiene la primera hora el día de hoy- susurró la doncella, la misma que intentó desvestirla antes. -De acuerdo, Marina... llámalo- dijo y se fue a sentar al trono. ¿Por qué había llamado Marina a la doncella?
Mina Harker
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