Master Exploder [Priv. Fredericksen y Rauko] [Beta] [Terminado]

　–Tranquilos, es normal en él –comenté sobre el estado Chucho–. De hecho, a veces directamente desaparece sin explicación alguna. –agregué mientras agitaba una mano frente su rostro; no conseguí alguna reacción suya, como era de esperarse–. ¿Ah…? –apenas logré articular por la absurda aparición de un ejército de copias de nosotros, todos luchando entre sí.

　Por fortuna, Zelas explicó lo que sucedía, trágicamente muriendo una vez en el proceso. Cuando mencionó lo de saturar la ilusión, pensé lo mismo que todas mis copias: alzamos una mano y disparamos al cielo un haz de luz cada uno. Cuando alcanzaron una altura elevada, la punta de cada haz se dividió en tres, convirtiéndose en cruces.

　Justo después, de pronto, todos nos derretimos, convirtiéndonos en un extraño líquido anaranjado. Ese, sin duda alguna, fue uno de los momentos más absurdos y raros de toda mi vida. Una lluvia de vacas que se convertían en una explosión de chocolate al caer, los lagartos que caían hacia el cielo al morir, los aldeanos Zoituano que compartían la misma apariencia de un anciano de ojos saltones… Nada de eso superaba a este último suceso.

　Abrí los ojos, lentamente. Tardé unos segundos en asimilar dónde demonios estaba ahora.

　–Bueno, ya no soy jugo –musité, muy consciente de mi cuerpo. Miré a los lados, aliviándome al ver que Chucho y Zelas estaban allí, vivos y sólidos. Eso fue suficiente para mí. Esbocé una leve sonrisa, que no tardó en desaparecer por percatarme de algo. Me levanté y cerré los ojos. Expulsé una onda de éter, más poderosa que las anteriores–. Zelas –dije, abriendo los ojos–. Parece que los pequeños demonios que nos metieron en esto están cerca. –Esbocé una media sonrisa, mirando al elfo mientras le señalaba dónde estaban los susodichos–. ¿Qué tal si les damos una lección como ángeles crueles? –Y esa fue mi referencia forzada a algo que no debería conocer.

　–Oh, sí. –Asentí con la cabeza, transformando mi sonrisa en una maliciosa. Si a alguien se le hubiera caído un jabón, mi expresión podría haberse malinterpretado. Justo después arrugué la nariz, contemplando al trío de pequeñas e irrisorias criaturas–. Ehm… –fue todo lo que dije mientras observaba el desenlace–. ¡¿Eh?! –exclamé cuando evolucionaron y se convirtieron en monstruos–. Vale… –Me puse en guardia, esta vez empuñando las espadas Retniw y Doppelsäbel–. Como sea –hablé con Zelas, sin apartar la vista de los enemigos–, ¿recuerdas la pócima verde que mencioné en mi tercer post? Es una poción salud. Si la necesitas, aprovecha y úsala antes de que actualice mi lista de tareas y entonces desaparezca de mi inventario.

　¿Qué demonios acaba de decirle a Zelas? Sin duda alguna, la simulación había dejado secuelas. Sacudí la cabeza.

　Las criaturas mamadísimas de azul y el de negro vinieron a por Zelas y por mí respectivamente.

　Cambié a una postura defensiva mientras estudiaba cada movimiento del negro. Predije su ataque y lo esperé con un plan en mente. Cuando comenzó el movimiento de su puñetazo, di un veloz paso al frente.

　Y luego sentí un doloroso golpe en el estómago. Fui impelido hacia atrás, dejando dos surcos trazados por mis pies, y terminé clavando una rodilla al suelo, perplejo. Pero fue después de todo aquello cuando finalmente el negro lanzó el puñetazo que yo ya había recibido.

　Rápidamente centré mi magia en mi abdomen para recuperarme y levantarme cuanto antes, a tiempo para el siguiente golpe. Esta vez me predije que me lanzaría una patada lateral a la altura de mis rodillas. Apreté los dientes y empecé un salto cuando él empezó su movimiento.

　De nuevo, recibí el golpe y caí antes de que él realizara su ataque.

　–Ya has perdido.

　Sus labios se movieron un instante después de que le escuché hablar. Eso no pasó desapercibido para mí. Me alejé con un salto propulsándome con éter y recuperé la postura defensiva.

　–No, al contrario –repliqué en un siseo–: eres tú el que ha ganado.

　Arrojé a Doppelsäbel directo a su pecho. Y lo atravesó, pero sin dañarlo. Luego fue cuando se movió a un lado para esquivar el ataque que ya había evadido, confirmándome la naturaleza pseudoilusoria de su imagen.

　Se abalanzó hacia mí. Una vez más, esperé que me atacara. Deduje que me lanzaría otro puñetazo.

　Esta vez sentí el roce del viento al lado de mi rostro solamente. Esta vez logré inclinarme a tiempo para evadirlo, dejando al negro perplejo. Sonreí y ejecuté un corte ascendente. Un instante después de acertar se dibujó la línea roja en su pecho.^[1]

　Desafortunadamente mi segundo ataque solo alcanzó a su imagen; para retroceder su velocidad fue mayor a la mía. Pero no importaba.

　–Si mi percepción visual sobre ti tiene un retraso de un segundo, basta con ajustar mi tiempo. –Ensanché mi sonrisa mientras tomaba una postura ofensiva–. Ahora que sé que debo luchar contra el tú de un segundo en el futuro, no puedes ganar. Eres predecible.

　Pero ya no sería predecible. Lo sabía. Mis palabras le harían cambiar y entonces de poco me serviría lo que aprendí de él. Así que ¿por qué decirle algo que no me beneficiaría? Simplemente quise regocijarme de la hazaña justo antes de derrotarle de una vez por todas.

　Doppelsäbel, gracias a su encantamiento, regresó hacia mí cuando lo deseé. El negro, para su desdicha, no fue consciente de que estaba en su camino, ni que el arma tenía un poco de mi éter. Poco pudo hacer para evitar que la espada le explotara en centímetros de su espalda, lanzándolo hacia adelante.^[2]

　Le arrojé una piedra rúnica que, cuando tocó el suelo justo debajo de él, liberó una onda expansiva que lo elevó un par de metros.^[3] Me impulsé con mi magia y al siguiente instante me encontré en el aire, sobre él, donde lo recibí golpeándolo con una onda de energía que le hizo salir disparado hacia el suelo.^[4]

　En vez de caer con él, di un salto aéreo para aterrizar sobre la punta de la piedra con forma de roca.^[5] Allí disparé un rayo de luz a la cabeza de la criatura roja, con suficiente intensidad para noquearlo.^[6]