[Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
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[Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
Vulwulfar. 18:00 de la tarde
Preludio…
- Vulwulfar. Plaza:
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No era un día cualquiera en Vulwulfar. Ninguno en el último mes lo había sido. No al menos hasta que consiguiesen desenmascarar a la peligrosa banda de asesinos mágicos que venían cometiendo una serie de crueles masacres. Todas a sangre fría y con abuso de magia. Las víctimas tenían un denominador común: Todas pertenecían a la nobleza humana de la ciudad. ¿Y quién eran los presuntos culpables? Los brujos y los elfos.
Ambos eran grupos muy minoritarios en la ciudad. Los brujos representaban un estatus social de clase elevada. Unos actuaban como representantes de la Logia de Hechicería, mientras que otros directamente a los altos estamentos de Beltrexus. Solían ser gente adinerada en la ciudad o de clase media con la vida resuelta que desempañaban cargos políticos o sociales influyentes.
Por el contrario, la presencia de los elfos, superior a la de brujos, se debía en gran medida a la proximidad de la ciudad al bosque de Sandorái. Apenas a un par de kilómetros al norte de sus murallas. Había representantes del bosque de la ciudad que ocupaban una fuerte posición en los estamentos de la misma, pero la mayoría de los orejas puntiagudas pertenecían a la clase humilde o pobre de la ciudad. Solían ser exiliados de Sandorái que vivían marginados en barrios marginales separados de la raza humana y bruja.
Unos por ansias de poder, otros por exclusión social. Desde dos sectores distintos de la sociedad había razones de sobra para acabar con la vida de los humanos más influyentes de la ciudad. Pero… ¿qué bando era el culpable? Elfos y brujos se recriminaban los asesinatos los unos a los otros. El racismo que ya existía entre ambas razas, en la ciudad se había incrementado hasta cotas inimaginables, hasta el punto de existir batallas entre unos y otros por las noches. No había un lugar tranquilo en la ciudad y, por todo lo sucedido, los nobles prohibieron el uso de la magia en la ciudad, siendo la pira el castigo para cualquiera que hiciese uso de la misma, así como también para los culpables de los asesinatos.
Bajo un cielo de color gris nublado, previo a una tormenta. Se comenzaban a instalar ramas secas en tres enormes piras. Situadas sobre un altar en la plaza central. La quema, esta vez de una familia de brujos, comenzaría de nuevo. En esta ocasión, el afectado era uno de los brujos más adinerados y poderosos de la ciudad: Giulio Lombardi. El veterano burgués, un reconocido adinerado de Beltrexus, había sido acusado de orquestar el asesinato del hijo del barón de la ciudad, y pronto sería quemado en vida junto a su esposa y su hijo menor, de quince años.
* * * * * * *
Barrio marginal élfico. Dos horas antes de la pira.
- Taberna:
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Por fortuna para él, su hija mayor, la joven y bella Francesca Lombardi, no se encontraba en la villa en el momento en que sufrieron el asalto de la guardia y, cuando supo el destino que les deparaba a su familia, comenzó a planear un intenso rescate. ¿Su mayor problema? Estaba sola, nadie se atrevía a involucrarse en ello por miedo a terminar en una pira.
Así, entró en una de las tabernas de uno de los barrios élficos de la ciudad. Destacaba por su aspecto adinerado y pulcro, por su pelo corto, así como por no tener “orejas puntiagudas”. La joven, al igual que su familia, era una racista consumada reconocida por todo el gremio. Rápidamente atrajo todas las miradas.
Evidentemente, su presencia allí no era casual. Se sentó en la barra, esperando no ser reconocida. Algo que, para alguien tan prestigiosa como ella, sería difícil. Pronto sería reconocida.
-¡Vaya, mirad a quién tenemos aquí! – gritó un elfo tuerto en la taberna, sentado en una de las mesas junto a una mujer, también elfa, de larga melena pelirroja. - ¡Francesca Lombardi! Excéntrica bruja millonaria. Tetracampeona del torneo de caza de elfos de Beltrexus. La hija del promotor de la deforestación de Beltrexus. Defensora de los barrios marginales de Vulwulfar. Y condecorada dos veces por promover la paz. – gritó a viva voz, para atraer la atención de la taberna sobre ella, a la vez que aplaudía. Todos comenzaron a tornarse hacia la adinerada que, dándose media vuelta, se dirigió tranquila a la mesa en la que se encontraba la pareja de elfos.
-¡Almereth y Farnasse! dos simples hijos de puta. – contestó con la misma ironía.
-Vatt’gherm, ta’ferm*. – insultó él. – Cuida tus palabras, bruja. No eres bienvenida aquí.
Al sentir la respiración de varios elfos a su espalda, la bruja sabía que tendría que tragarse su orgullo. No estaba en condiciones de pedir ni exigir nada fuera de los muros de su mansión y menos en su posición de desventaja y con su familia jugándose el cuello. Así, sin responder y tras intercambiar inevitables miradas de odio con Almereth y Farnasse, se retiró a una de las mesas que estaban libres en la mesa. Esperaba a alguien y el tiempo apremiaba. Sólo faltaban dos horas para la pira en la que, si no actuaba, ardería su familia.
- Francesca Lombardi:
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- Almereth:
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- Farnasse:
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*Escoria bruja
* * * * * * * * * * * * * *
¡Bienvenidos, Fredericksen y Helyare! Al maravilloso mundo de mis quests donde vuestras elecciones son lo primero, y donde los personajes viven o mueren dependiendo de vuestras acciones. No estaréis libres de heridas y maldiciones en una misión de brujería. Pero ante vosotros corre la difícil misión de desenmascarar al asesino de la nobleza humana.
Debo deciros que todos los NPC’s protagonistas (aquellos que tengan foto), son manejables por vosotros a menos que os indique lo contrario y siempre que no los uséis para revelar historia.
Vuestra andadura comienza en una de las tabernas del barrio élfico de Vulwulfar cuando veis entrar a una de las proscritas por la ley y contempláis la tensa escena entre bruja y elfos. Sois conscientes del caos y la tensión de la ciudad. Podéis explicar por qué estáis ahí e incluso podéis ser conocidos de alguno de los protagonistas, si lo deseáis. También podéis interactuar entre vosotros, podéis investigar juntos o separados. Tenéis libertad para ello.
Tres razas posibles para la misión, tres bandos. ¿Cuál será el correcto y cuál el malo? Aunque siempre estáis a tiempo de cambiar. Al final del turno, cada uno deberéis elegir si:
- Dirigiros a la mesa de Francesca y preguntarle lo que consideréis.
- Dirigiros a la mesa de Almereth y Farnasse y preguntarles lo que consideréis.
- Salir de la taberna y avisar a la guardia de la presencia de la fugitiva en la taberna.
Ger
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
Había pasado una semana desde que Kaeltha había sido ajusticiada por los miembros de su clan, siete días que había pasado sentada en una de las rocas más cercanas al mar de la Playa de los Ancestros, casi sin moverse, como si fuera un ser inerte. No paraba de pensar en todo lo que había pasado antes de esa semana, en todo el caos que había sucedido durante días y días: masacres, desapariciones y su expulsión irrevocable del clan. Ni siquiera podía pisar el bosque para resguardarse bajo los árboles.
Sólo le quedaba el mar, pero ni siquiera el ruido de las olas romper contra las rocas cercanas la despejaba. La única ventaja que le veía, en ocasiones, al mar era que podía ser una salida fácil para alguien que no quería vivir sin honra alguna. Los primeros días apenas se creía lo que había sucedido. Lo tomaba como una excursión, como si al anochecer pudiera volver a casa. Pero no. Ahí seguía, en la playa, mirando al infinito sin esperanza de que la perdonaran y que alguien volviera a buscarla. La rabia era tal que en algunos ataques de ira golpeaba sus puños contra el agua, aunque sólo conseguía un ligero picor en las manos, nada más. El mar no era sólido como para sentir el impacto. Y fue en uno de esos momentos de descontrol cuando vio su reflejo en el agua, distorsionado por el movimiento de las corrientes. En la parte izquierda de su cara todavía había sangre seca que dejaba marcas en su mejilla y el cuello y la hoja que cubría su oreja ya tenía un color muy oscuro por la absorción del líquido rojo. Se la quitó y la lanzó al agua. Aún no estaba del todo curada y el aspecto resultaba bastante desagradable. Todo lo contrario a lo que debía ser el aspecto de una elfa como ella.
Le dio tantísimo coraje verse así, cuando días antes disfrutaba de todas las ventajas de su status que, con su daga comenzó a cortarse mechones de pelo, cada vez más cortos. Sentía mucha rabia por lo sucedido y asco de su propio aspecto. Las lágrimas caían por sus mejillas y el pelo sobre la arena mojada, que después era arrastrado por las olas. Estaba de rodillas en la orilla, lanzando con fuerza los jirones de cabello que se quedaban en sus manos, hasta que ya fue imposible cortarse más, no entraba la hoja, que también fue arrojada al mar con desprecio. No odiaba el pequeño arma, realmente sólo lo había arrojado al agua por mera rabia.
Al instante, se dejó vencer hacia delante y cayó sobre el agua, bocabajo. El escozor en sus heridas por la sal era bastante grande, pero le daba igual. Al menos sentía algo más que no fuera rabia. Durante unos segundos permaneció ahí. Pero luego fue a sentarse en una roca. Donde estuvo hasta que pensó en buscar algún lugar hacia dónde ir. Además… A pesar de que ya no siguiera en su clan, quería buscar a Arzhak y a Aranarth. Si se habían encontrado pronto volverían a Sandorai y debía interceptarlos antes de su llegada al bosque. El primer sitio donde debía buscar era en Lunargenta, pero prefirió dirigirse a Vulwulfar. Era un pueblo más cercano y así podría comprase algunas cosas que necesitaba.
Sí, tenía miedo de encontrarse con los elfos pero necesitaba contarles lo que había sucedido y saber si estaban bien. Ya que no había podido cumplir su cometido, al menos quería asegurarse que ambos estaban sanos y salvos, no quería más pérdidas en el clan. Ni siquiera le hacía falta hablar con ellos, sólo ver su estado. Eran guerreros fuertes, se podían apañar solos pero la incertidumbre de no saber dónde estaban la superaba.
Tomó su arco y sus pocas pertenencias y marchó rumbo al pueblo fronterizo.
Tras varios días de viaje llegó a Vulwulfar, aunque no iba a dejarse aparecer mucho, no así con ese aspecto. De una de las casas más alejadas tomó una capa de color muy oscuro que había colgada en una valla y, después de ajustársela lo mejor posible para no dejarse ver la cara, empezó a caminar por las calles.
Esa ciudad se caracterizaba por tener algunas razas conviviendo juntas… Más o menos. Había pequeños grupos de elfos y brujos, separados, por supuesto.
Asqueada de estar con otras razas se fue al lugar donde vio más elfos, aunque tampoco le gustaba estar allí, ninguno era de su clan y le chocaba ver a sus congéneres en esos lugares tan… ¿De clase baja? Los elfos no merecían ese trato, debían poblar los bosques, no sucios barrios cochambrosos. Aunque por mucho que le asqueara el lugar y los elfos burdos que le parecía que habitaban allí, no le quedaba otra que pasar, al menos, un día en esa ciudad. No estaba en posición de elegir y, posiblemente se había dirigido allí con la esperanza remota de que los hermanos estuvieran por esa zona o que alguien los hubiese visto.
Entró en una taberna justo en el momento en que unos elfos estaban armando jaleo contra una bruja. Sí, algo había escuchado mientras paseaba por las calles del lugar: Estaba prohibida la magia. ¡Esos malditos! ¿Prohibirle la magia a los elfos? ¡Qué se creían! Era algo natural que desarrollaban los de su raza, un atisbo de su superioridad y les estaba prohibida. Nunca entendería la mentalidad humana pero tampoco podía hacer uso de ella, así que decidió seguir su camino. También escuchó por las calles el motivo de semejante aberración de ley: Estaban usando la magia para producir masacres.
Ahí estaba el punto que le costaba tanto entender de la mentalidad humana. Era tan sencillo como que la magia que usaban los brujos era destructiva, provocaba catástrofes allá donde fueran. Esos malditos cerdos estaban haciendo que los de su especie tuvieran que estar privados de algo tan esencial para ellos como la magia. Por suerte podían ser ajusticiados como era debido: Con piras.
Pero ahí estaba, plantada en la puerta mientras veía a los elfos gritarle a la bruja del pelo corto, que tomó la mejor decisión, sentarse y callarse la boca. Helyare, con cierta prisa y nerviosismo se sentó en la primera mesa que vio. Estaba cerca de los elfos que estaban metiendo bulla y, después de unos minutos manteniendo un perfil bajo se dirigió a ambos. –Disculpen mi atrevimiento al preguntar, pero no soy de la ciudad. ¿Qué ha pasado? He escuchado sobre unas piras... ¿Ella será ajusticiada? –Preguntó con curiosidad, apenas levantando el tono de voz, dejando su arco colgado a su lado. Si ese era el castigo para los brujos, ella estaba totalmente de acuerdo en acabar con esos seres.
Sólo le quedaba el mar, pero ni siquiera el ruido de las olas romper contra las rocas cercanas la despejaba. La única ventaja que le veía, en ocasiones, al mar era que podía ser una salida fácil para alguien que no quería vivir sin honra alguna. Los primeros días apenas se creía lo que había sucedido. Lo tomaba como una excursión, como si al anochecer pudiera volver a casa. Pero no. Ahí seguía, en la playa, mirando al infinito sin esperanza de que la perdonaran y que alguien volviera a buscarla. La rabia era tal que en algunos ataques de ira golpeaba sus puños contra el agua, aunque sólo conseguía un ligero picor en las manos, nada más. El mar no era sólido como para sentir el impacto. Y fue en uno de esos momentos de descontrol cuando vio su reflejo en el agua, distorsionado por el movimiento de las corrientes. En la parte izquierda de su cara todavía había sangre seca que dejaba marcas en su mejilla y el cuello y la hoja que cubría su oreja ya tenía un color muy oscuro por la absorción del líquido rojo. Se la quitó y la lanzó al agua. Aún no estaba del todo curada y el aspecto resultaba bastante desagradable. Todo lo contrario a lo que debía ser el aspecto de una elfa como ella.
Le dio tantísimo coraje verse así, cuando días antes disfrutaba de todas las ventajas de su status que, con su daga comenzó a cortarse mechones de pelo, cada vez más cortos. Sentía mucha rabia por lo sucedido y asco de su propio aspecto. Las lágrimas caían por sus mejillas y el pelo sobre la arena mojada, que después era arrastrado por las olas. Estaba de rodillas en la orilla, lanzando con fuerza los jirones de cabello que se quedaban en sus manos, hasta que ya fue imposible cortarse más, no entraba la hoja, que también fue arrojada al mar con desprecio. No odiaba el pequeño arma, realmente sólo lo había arrojado al agua por mera rabia.
Al instante, se dejó vencer hacia delante y cayó sobre el agua, bocabajo. El escozor en sus heridas por la sal era bastante grande, pero le daba igual. Al menos sentía algo más que no fuera rabia. Durante unos segundos permaneció ahí. Pero luego fue a sentarse en una roca. Donde estuvo hasta que pensó en buscar algún lugar hacia dónde ir. Además… A pesar de que ya no siguiera en su clan, quería buscar a Arzhak y a Aranarth. Si se habían encontrado pronto volverían a Sandorai y debía interceptarlos antes de su llegada al bosque. El primer sitio donde debía buscar era en Lunargenta, pero prefirió dirigirse a Vulwulfar. Era un pueblo más cercano y así podría comprase algunas cosas que necesitaba.
Sí, tenía miedo de encontrarse con los elfos pero necesitaba contarles lo que había sucedido y saber si estaban bien. Ya que no había podido cumplir su cometido, al menos quería asegurarse que ambos estaban sanos y salvos, no quería más pérdidas en el clan. Ni siquiera le hacía falta hablar con ellos, sólo ver su estado. Eran guerreros fuertes, se podían apañar solos pero la incertidumbre de no saber dónde estaban la superaba.
Tomó su arco y sus pocas pertenencias y marchó rumbo al pueblo fronterizo.
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Tras varios días de viaje llegó a Vulwulfar, aunque no iba a dejarse aparecer mucho, no así con ese aspecto. De una de las casas más alejadas tomó una capa de color muy oscuro que había colgada en una valla y, después de ajustársela lo mejor posible para no dejarse ver la cara, empezó a caminar por las calles.
Esa ciudad se caracterizaba por tener algunas razas conviviendo juntas… Más o menos. Había pequeños grupos de elfos y brujos, separados, por supuesto.
Asqueada de estar con otras razas se fue al lugar donde vio más elfos, aunque tampoco le gustaba estar allí, ninguno era de su clan y le chocaba ver a sus congéneres en esos lugares tan… ¿De clase baja? Los elfos no merecían ese trato, debían poblar los bosques, no sucios barrios cochambrosos. Aunque por mucho que le asqueara el lugar y los elfos burdos que le parecía que habitaban allí, no le quedaba otra que pasar, al menos, un día en esa ciudad. No estaba en posición de elegir y, posiblemente se había dirigido allí con la esperanza remota de que los hermanos estuvieran por esa zona o que alguien los hubiese visto.
Entró en una taberna justo en el momento en que unos elfos estaban armando jaleo contra una bruja. Sí, algo había escuchado mientras paseaba por las calles del lugar: Estaba prohibida la magia. ¡Esos malditos! ¿Prohibirle la magia a los elfos? ¡Qué se creían! Era algo natural que desarrollaban los de su raza, un atisbo de su superioridad y les estaba prohibida. Nunca entendería la mentalidad humana pero tampoco podía hacer uso de ella, así que decidió seguir su camino. También escuchó por las calles el motivo de semejante aberración de ley: Estaban usando la magia para producir masacres.
Ahí estaba el punto que le costaba tanto entender de la mentalidad humana. Era tan sencillo como que la magia que usaban los brujos era destructiva, provocaba catástrofes allá donde fueran. Esos malditos cerdos estaban haciendo que los de su especie tuvieran que estar privados de algo tan esencial para ellos como la magia. Por suerte podían ser ajusticiados como era debido: Con piras.
Pero ahí estaba, plantada en la puerta mientras veía a los elfos gritarle a la bruja del pelo corto, que tomó la mejor decisión, sentarse y callarse la boca. Helyare, con cierta prisa y nerviosismo se sentó en la primera mesa que vio. Estaba cerca de los elfos que estaban metiendo bulla y, después de unos minutos manteniendo un perfil bajo se dirigió a ambos. –Disculpen mi atrevimiento al preguntar, pero no soy de la ciudad. ¿Qué ha pasado? He escuchado sobre unas piras... ¿Ella será ajusticiada? –Preguntó con curiosidad, apenas levantando el tono de voz, dejando su arco colgado a su lado. Si ese era el castigo para los brujos, ella estaba totalmente de acuerdo en acabar con esos seres.
Helyare
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
Mientras iba de acá para allá comprando e intercambiando cosas para mí próximo viaje decidí que era buen momento de visitar Vulwulfar, tenía entendido que el comercio allí sería algo más extenso que el típico mercado de Lunargenta. Palpé mi bolsa escasa de suministros, nadie quería intercambiar mucho por un par de ardillas o conejos, así que terminaba usándolos como desayuno, almuerzo y cena.
No tenía prisa en mi viaje así que después del desayuno tomé un pequeño descanso para verificar mis pertenencias, las flechas debían estar afiladas para cuando las fuese a utilizar. Limpié con mi camisa la sangre seca que había en un par de ellas, algunos animalitos dejaban más de la necesaria en ellas, resultaba desagradable en el momento ver a un conejo sangrando a chorros.
Cuando llegué finalmente a Vulwulfar el ambiente se sentía extraño, como si algo malo estuviese ocurriendo en el momento, quizá había muerto el hijo de alguien muy conocido o se habían enterado de que el loco del pueblo mantenía relaciones con un animal. No le di mucha importancia y seguí caminando esperando conseguir a algún comerciante interesado en cambiar algo.
Caminé junto a la plaza cuando vi que estaban preparando una clase de espectáculo, ¿Iban a hacer una obra en medio de la plaza? Me acerqué a una de las personas que estaba mirando como montaban aquel escenario, parecía estar molesto por alguna razón, seguro le quitaron el papel principal y en ese momento rogaba a los dioses para que el protagonista se muriera o se partiera una pierna.
- ¿De qué va a ser la obra? – Dije con cierta curiosidad al espectador con mirada enojada.
- ¿Acaso te parecerá divertido ver esto? ¿Un espectáculo? La gente como tú me da asco. – Seguido de aquello el sujeto me empujó y se fue caminando a quien sabe dónde. Pobre hombre, se tomaba muy en serio su trabajo, era obvio que las obras son un espectáculo.
Recorrí la plaza hasta encontrarme con un viejo vendedor ambulante, aquel tipo de persona es la que mejor sabía hacer trueques o negocios, lo mejor sería hablarle y ver que tan lejos llegaba con las ofertas.
- Saludos buen hombre, ¿Le interesaría conseguir pieles a buen precio? – Dije con mi mejor voz de negocios llamando la atención del anciano. Este me observó por un momento seguramente analizando mi apariencia, no me parecía en nada a un vendedor, pero la verdad es que si tenía pieles que vender.
- Claro, no veo porque no. – Dijo el anciano frotándose su canosa y larga barba, parecía interesado en mi propuesta.
- Estupendo. – Aplaudí al saber que posiblemente lograría llegar a un acuerdo y comencé a buscar las pieles de ardillas y conejos en mi bolsa. – Por cierto, ¿Sabe que obra se va a interpretar en la plaza?
- ¿De qué obra estás hablando hijo? - El señor parecía confuso con aquello, resultaba raro que no supiera de la obra que estaban armando.
- Pues están armando un escenario con piras, debe ser para alguna obra que interpretaran. – Saqué un par de pieles de animalitos y se las mostré al viejo mercader que no se demoró en arrugar la nariz.
- Hijo, no es una obra, es una pira real. – Aquellas palabras me sorprendieron de cierto modo, ya entendía el porqué del que el otro sujeto se enojase, también en el raro ambiente en Vulwulfar. – En un par de horas quemaran al brujo Giulio Lombardi junto a su familia, lo acusan haber preparado el asesinato del barón, ya sabes, disputas de la nobleza. – Aquello sonaba fatal, iban a quemar públicamente a una familia, aunque fuese por asesinato aquel método de justicia no era el correcto.
El anciano tomó una piel de conejo y la examinó minuciosamente, al parecer lograría llegar a un buen acuerdo por fin. – Si, está me servirá. – Dijo por fin. – ¿Qué quieres a cambio? – Pensé bien que podría pedirle cuando mi estomago lo dejo claro, una buena comida bastaría.
- Un par de monedas para comer no estarían mal, ¿Qué dice? – El viejo mercader lo considero un par de segundos y luego sacó algunos aeros de su bolsillo para dármelos, al menos había llegado a algo. Antes de retirarme a buscar un sitio donde comer le agradecí al sujeto tanto por el dinero y la información, además le di otra piel gratis “Se agradecido y el mundo te dará sorpresas.” Aquello lo había aprendido de mi maestro.
Me había dirigido a una taberna a saciar mi apetito, con un sencillo plato de carne mi hambre acabaría y de igual manera mi paladar por fin probaría un sabor diferente después de tanto tiempo.
Mientras esperaba la comida logré capturar retazos de información de las otras personas que estaban comiendo, la mayoría era sobre las piras que se iban a efectuar. Afortunadamente una pareja estaba hablando de los sucesos pasados, al parecer estaban ocurriendo muchos asesinatos últimamente y en todos había pruebas de magia. “¿Así que todo el que use magia será quemado? Bien, eso suena mal.”
Cuando finalmente llegó mi comida dejé de prestarle atención al resto, debía concentrarme al máximo en disfrutar aquel platillo, no sabía bien cuando sería la próxima vez que comiera algo similar. Mientras comía una chica había entrado a la taberna y se había sentado un par de asientos cerca en la taberna, no es como si me hubiese llamado la atención o algo, simplemente logré notar que con su mera presencia ahora la taberna estaba diferente, eso siempre era una señal de mal augurio en aquellos sitios.
No pasó mucho a que alguien abriera la boca, parecía ser una presentación a la recién llegada, era sorprendente los títulos que le ponían, algunos no tan buenos como los otros, pero títulos a fin de cuentas. La joven se puso de pie y se acerco a sus presentadores, por lo visto la pelea estaba cerca, pero mi comida era más importante que girar a ver los sucesos.
Casi me atraganté cuando escuché que la joven se dirigió de una manera tranquila y a su vez con un insulto que le dolería a cualquiera, tuve que aguantar la risa por lo rara que resultaba la situación, simplemente eran palabras viniendo de aquí para allá y viceversa. Giré la cabeza finalmente para tener una mejor vista del conflicto, al parecer habían iniciado un par de elfos y ahora estaban ofendidos por aquel simple insulto. “No juegues con fuego si no quieres quemarte.”
De una manera inesperada dejaron a la chica en desventaja, era una bruja y ahora que me fijaba la mayoría en la taberna eran elfos… de cierto modo debía aplaudir el valor de la bruja para adentrarse en territorio hostil por así decirlo, la chica en notable desventaja se vio obligada a retirarse antes de que iniciara un conflicto que podía ponerse realmente serio.
Terminé mi comida calmadamente y sin que lo notaran guardé el cuchillo en uno de mis bolsillos, me iba a servir para después aunque fuese para picar frutas, un simple cubierto no les sería mucha perdida. Saqué una manzana de mi bolsa que ahora estaba casi totalmente vacía y me dirigí a la mesa a la cual se había retirado la joven bruja, tenía un par de preguntas que hacerle, simple curiosidad.
- ¿Está ocupado? – Dije mientras tomaba asiento en el otro extremo de la mesa, regla básica de charla en la taberna, tomar asiento aunque esté ocupado, así el otro participante sabría que la cosa iba en serio.
- ¿Quién eres tú? – Dijo la bruja mientras se inclinaba mirandome, seguramente un humano cerca no era buena señal.
- Me dicen Candau, soy un cazador. – Saqué el cuchillo que había hurtado y piqué con cuidado la manzana. - ¿Quieres? – Le dije mientras acercaba un poco una de las mitades, ella simplemente se limitó a mirarme de forma rara. Al no recibir respuesta guardé el trozo que le había ofrecido, mejor, más para después. – ¿Y yo puedo saber quién eres tú? – Ya había escuchado el nombre de la chica gracias a los elfos, pero quería estar seguro.
- Ya debiste escucharlo, soy Francesca, Francesca Lombardi. – Dijo con cierto orgullo en su voz.
- Oh, debes ser familia de los de la pira. – Mi tacto nunca había sido perfecto, más que nada porque no pensaba lo que decía, me fijé que mis palabras habían molestado a la bruja y tuve que hacer un movimiento con las manos para tratar de relajar la situación. – Perdón, fue sin querer, fue una leve suposición. – Mordí la manzana y pensé bien mis palabras, a este paso lo arruinaría antes de llegar a la pregunta importante así que debería hacerla de una vez. – Pero en caso de que mi suposición sea cierta... ¿Qué rayos haces aquí mientras tu familia está en peligro?
No tenía prisa en mi viaje así que después del desayuno tomé un pequeño descanso para verificar mis pertenencias, las flechas debían estar afiladas para cuando las fuese a utilizar. Limpié con mi camisa la sangre seca que había en un par de ellas, algunos animalitos dejaban más de la necesaria en ellas, resultaba desagradable en el momento ver a un conejo sangrando a chorros.
Cuando llegué finalmente a Vulwulfar el ambiente se sentía extraño, como si algo malo estuviese ocurriendo en el momento, quizá había muerto el hijo de alguien muy conocido o se habían enterado de que el loco del pueblo mantenía relaciones con un animal. No le di mucha importancia y seguí caminando esperando conseguir a algún comerciante interesado en cambiar algo.
Caminé junto a la plaza cuando vi que estaban preparando una clase de espectáculo, ¿Iban a hacer una obra en medio de la plaza? Me acerqué a una de las personas que estaba mirando como montaban aquel escenario, parecía estar molesto por alguna razón, seguro le quitaron el papel principal y en ese momento rogaba a los dioses para que el protagonista se muriera o se partiera una pierna.
- ¿De qué va a ser la obra? – Dije con cierta curiosidad al espectador con mirada enojada.
- ¿Acaso te parecerá divertido ver esto? ¿Un espectáculo? La gente como tú me da asco. – Seguido de aquello el sujeto me empujó y se fue caminando a quien sabe dónde. Pobre hombre, se tomaba muy en serio su trabajo, era obvio que las obras son un espectáculo.
Recorrí la plaza hasta encontrarme con un viejo vendedor ambulante, aquel tipo de persona es la que mejor sabía hacer trueques o negocios, lo mejor sería hablarle y ver que tan lejos llegaba con las ofertas.
- Saludos buen hombre, ¿Le interesaría conseguir pieles a buen precio? – Dije con mi mejor voz de negocios llamando la atención del anciano. Este me observó por un momento seguramente analizando mi apariencia, no me parecía en nada a un vendedor, pero la verdad es que si tenía pieles que vender.
- Claro, no veo porque no. – Dijo el anciano frotándose su canosa y larga barba, parecía interesado en mi propuesta.
- Estupendo. – Aplaudí al saber que posiblemente lograría llegar a un acuerdo y comencé a buscar las pieles de ardillas y conejos en mi bolsa. – Por cierto, ¿Sabe que obra se va a interpretar en la plaza?
- ¿De qué obra estás hablando hijo? - El señor parecía confuso con aquello, resultaba raro que no supiera de la obra que estaban armando.
- Pues están armando un escenario con piras, debe ser para alguna obra que interpretaran. – Saqué un par de pieles de animalitos y se las mostré al viejo mercader que no se demoró en arrugar la nariz.
- Hijo, no es una obra, es una pira real. – Aquellas palabras me sorprendieron de cierto modo, ya entendía el porqué del que el otro sujeto se enojase, también en el raro ambiente en Vulwulfar. – En un par de horas quemaran al brujo Giulio Lombardi junto a su familia, lo acusan haber preparado el asesinato del barón, ya sabes, disputas de la nobleza. – Aquello sonaba fatal, iban a quemar públicamente a una familia, aunque fuese por asesinato aquel método de justicia no era el correcto.
El anciano tomó una piel de conejo y la examinó minuciosamente, al parecer lograría llegar a un buen acuerdo por fin. – Si, está me servirá. – Dijo por fin. – ¿Qué quieres a cambio? – Pensé bien que podría pedirle cuando mi estomago lo dejo claro, una buena comida bastaría.
- Un par de monedas para comer no estarían mal, ¿Qué dice? – El viejo mercader lo considero un par de segundos y luego sacó algunos aeros de su bolsillo para dármelos, al menos había llegado a algo. Antes de retirarme a buscar un sitio donde comer le agradecí al sujeto tanto por el dinero y la información, además le di otra piel gratis “Se agradecido y el mundo te dará sorpresas.” Aquello lo había aprendido de mi maestro.
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Me había dirigido a una taberna a saciar mi apetito, con un sencillo plato de carne mi hambre acabaría y de igual manera mi paladar por fin probaría un sabor diferente después de tanto tiempo.
Mientras esperaba la comida logré capturar retazos de información de las otras personas que estaban comiendo, la mayoría era sobre las piras que se iban a efectuar. Afortunadamente una pareja estaba hablando de los sucesos pasados, al parecer estaban ocurriendo muchos asesinatos últimamente y en todos había pruebas de magia. “¿Así que todo el que use magia será quemado? Bien, eso suena mal.”
Cuando finalmente llegó mi comida dejé de prestarle atención al resto, debía concentrarme al máximo en disfrutar aquel platillo, no sabía bien cuando sería la próxima vez que comiera algo similar. Mientras comía una chica había entrado a la taberna y se había sentado un par de asientos cerca en la taberna, no es como si me hubiese llamado la atención o algo, simplemente logré notar que con su mera presencia ahora la taberna estaba diferente, eso siempre era una señal de mal augurio en aquellos sitios.
No pasó mucho a que alguien abriera la boca, parecía ser una presentación a la recién llegada, era sorprendente los títulos que le ponían, algunos no tan buenos como los otros, pero títulos a fin de cuentas. La joven se puso de pie y se acerco a sus presentadores, por lo visto la pelea estaba cerca, pero mi comida era más importante que girar a ver los sucesos.
Casi me atraganté cuando escuché que la joven se dirigió de una manera tranquila y a su vez con un insulto que le dolería a cualquiera, tuve que aguantar la risa por lo rara que resultaba la situación, simplemente eran palabras viniendo de aquí para allá y viceversa. Giré la cabeza finalmente para tener una mejor vista del conflicto, al parecer habían iniciado un par de elfos y ahora estaban ofendidos por aquel simple insulto. “No juegues con fuego si no quieres quemarte.”
De una manera inesperada dejaron a la chica en desventaja, era una bruja y ahora que me fijaba la mayoría en la taberna eran elfos… de cierto modo debía aplaudir el valor de la bruja para adentrarse en territorio hostil por así decirlo, la chica en notable desventaja se vio obligada a retirarse antes de que iniciara un conflicto que podía ponerse realmente serio.
Terminé mi comida calmadamente y sin que lo notaran guardé el cuchillo en uno de mis bolsillos, me iba a servir para después aunque fuese para picar frutas, un simple cubierto no les sería mucha perdida. Saqué una manzana de mi bolsa que ahora estaba casi totalmente vacía y me dirigí a la mesa a la cual se había retirado la joven bruja, tenía un par de preguntas que hacerle, simple curiosidad.
- ¿Está ocupado? – Dije mientras tomaba asiento en el otro extremo de la mesa, regla básica de charla en la taberna, tomar asiento aunque esté ocupado, así el otro participante sabría que la cosa iba en serio.
- ¿Quién eres tú? – Dijo la bruja mientras se inclinaba mirandome, seguramente un humano cerca no era buena señal.
- Me dicen Candau, soy un cazador. – Saqué el cuchillo que había hurtado y piqué con cuidado la manzana. - ¿Quieres? – Le dije mientras acercaba un poco una de las mitades, ella simplemente se limitó a mirarme de forma rara. Al no recibir respuesta guardé el trozo que le había ofrecido, mejor, más para después. – ¿Y yo puedo saber quién eres tú? – Ya había escuchado el nombre de la chica gracias a los elfos, pero quería estar seguro.
- Ya debiste escucharlo, soy Francesca, Francesca Lombardi. – Dijo con cierto orgullo en su voz.
- Oh, debes ser familia de los de la pira. – Mi tacto nunca había sido perfecto, más que nada porque no pensaba lo que decía, me fijé que mis palabras habían molestado a la bruja y tuve que hacer un movimiento con las manos para tratar de relajar la situación. – Perdón, fue sin querer, fue una leve suposición. – Mordí la manzana y pensé bien mis palabras, a este paso lo arruinaría antes de llegar a la pregunta importante así que debería hacerla de una vez. – Pero en caso de que mi suposición sea cierta... ¿Qué rayos haces aquí mientras tu familia está en peligro?
Fredericksen
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
Dos personas cualesquiera presentes en la taberna decidieron acercarse, tras ver la escena, a cada uno de los dos bandos. La bruja estaba claramente en desventaja en una taberna repleta de elfos de baja sociedad. Siendo su mesa claramente el foco de atención y el objetivo de todos los presentes. Un runrún por lo bajo comenzó a escucharse tras la tensa escena.
Aquel que decidió acercarse a una bruja millonaria perseguida por la ley tenía que ser o muy valiente o muy ignorante. Y por lo visto, parecía pertenecer a los segundos. Candau, como se presentó, empezó mal. Haciendo un comentario inocente pero que no gustaría nada a la mujer, aunque luego se dio cuenta de su error y lo rectificó, para hacerle una cuestión más importante.
-Es evidente que no he venido a tomar una alegre cerveza con estos apestosos y mundanos elfos. – indicó, fijando su vista en la tercera orejas puntiagudas que se había unido a la mesa rival y que comentaba algo mirando hacia su mesa. Helyare, a la que no conocía. – Estoy esperando a alguien que, por supuesto, no eres tú. – Pero la bruja rápidamente levantó la mano para tomarle del brazo por si éste hacía amagos de levantarse. – Tenemos más de veinte ojos sobre nosotros. Has cometido un error sentándote conmigo. Ahora no te puedes levantar. No te vayas ahora o todos sospecharán de ti. Disimulemos. – le susurró con tranquilidad – Bueno, ¿y qué tal tu madre? ¿Bien? – preguntó ya a viva voz, recostándose en su silla y esperando que la escucharan hablando de temas intrascendentes y se despreocuparan.
En la otra mesa, estaba la elfa que se había incorporado al silencio entre los elfos Almereth y Farnasse. La elfa pelirroja no dijo absolutamente nada, manteniéndose siempre con la boca cerrada.
-Eres una maleducada que pregunta sin presentarse. ¿Quién me asegura que no trabajas para la bruja? Esa zorra sería capaz de violar sus propios principios por liberar a su familia. – le preguntó desconfiado. Que temía que Helyare fuese una infiltrada de la bruja, aguardando su respuesta. - Francesca Lombardi es una rica de la ciudad. Ella y su familia siempre han cometido atrocidades contra nuestro pueblo. – explicó. – Ella incluso le ha arrancado la lengua a mi compañera, Farnasse, en un duelo. – dijo señalando a la joven a su lado. Seria. Ahora Helyare podría saber por qué no hablaba aquella chica. – Ahora, por lo visto, también se les relaciona con los asesinatos de la ciudad. Y por ello han sido condenados a ser quemados vivos en piras en la plaza central, dentro de un par de horas. – miró hacia la mesa de la bruja. – Pero ella ha escapado. Aunque no por mucho tiempo. Yo me encargaré de que así sea. – y arañó con su daga la mesa, en una clara expresión de rabia.
En ese momento, la puerta de la taberna volvió a abrirse y un hombre entró al interior, siendo el centro de atención. Almereth miró hacia sus dos compañeras. - ¿Es el camarlengo Pavel, Farnasse? – la muda hizo un gesto de afirmación con la cabeza. – Entonces no hay tiempo que perder. Tendámosles una emboscada, Farnasse. – le pidió a su compañera, que volvió a afirmar. – ¿Tú te quedas o te vienes con nosotros? – le preguntó a Helyare.
-Gírate despacio, ¿vale? – le pidió a Candau, no es que confiase en él pero no había mucha más gente en quien hacerlo. - Ese es el camarlengo Pavel. Un religioso amigo de los elfos. Quien ha mandado perseguir a mi familia y a mí. – le explicó entre susurros Francesca. Pero el clérigo no se acercó a su mesa, de hecho, ni siquiera se fijó en la bruja. Ella, simplemente sabía que iba a pasar por allí a beber. – Ven. Ayúdame. Ahora yo soy tu única opción para salir de aquí. – Le miró con malicia la joven de cabellos negros y cortos. Se puso un pañuelo en la cara para pasar inadvertida y le tomó de la mano levantándose.
Sin soltarle, pasó al lado del tipo que pedía algo en la barra del barrio élfico, como hacía de costumbre tras cada ejecución mientras esperaba la siguiente. - ¿Una copita de cognac? – preguntó alegre el camarero. En eso, Francesca tropezó con él, suficiente para introducir la mano en su bolsillo y extraer una pequeña llave. – Perdóneme. Misericorde. No le he visto. – se lamentó falsamente suplicando con los dos brazos, y volvió a tomar la mano de Fredericksen para abandonar el local como si fuesen una pareja. – Ahora a correr. ¡A la plaza! – indicó.
Justo cuando abandonaron la estancia, fue cuando el camarlengo se dio cuenta de que había sido atracado.
-¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡A la hoguera! – gritó el hombre.
Viendo vuestras "alineaciones" y que ninguno os habéis unido a los humanos, no podréis dialogar con el camarlengo. Vuestro primer objetivo en la misión será: Liberar a la familia de Francesca o terminar haciéndolos arder por sus crímenes. Esto tendrá consecuencias de cara a la segunda parte de la quest.
Helyare: ¿O debería decir Hitlyare? Tendrás la opción de quemar o gasear algunos con un poco de suerte. De momento, como te has unido a los elfos, tendrás que ir con ellos. Deberás tender una trampa a Francesca y a Candau en la calle, para lo que podrás manejar a Almereth y Farnasse para amenazarles o pedirles explicaciones, aunque podrás hacerlo tu misma si tantas ganas le tienes a la elfa. Recuerda que la elfa no habla.
Fredericksen: Te has arrimado a la mujer más buscada de la ciudad y ahora te relacionarán con ella. No te queda otra que apoyarla. Ella confía en ti. Francesca ha robado la llave para liberar a su familia de la caravana en la que están atrapados, en la plaza de la pira. Abandona la taberna y ve con tu compañera hacia la plaza. Sufrirás la emboscada de Almereth, Farnasse y Helyare. Tienes libertad para usar a Francesca en consecuencia.
No combatáis. Eso vendrá después..
Aquel que decidió acercarse a una bruja millonaria perseguida por la ley tenía que ser o muy valiente o muy ignorante. Y por lo visto, parecía pertenecer a los segundos. Candau, como se presentó, empezó mal. Haciendo un comentario inocente pero que no gustaría nada a la mujer, aunque luego se dio cuenta de su error y lo rectificó, para hacerle una cuestión más importante.
-Es evidente que no he venido a tomar una alegre cerveza con estos apestosos y mundanos elfos. – indicó, fijando su vista en la tercera orejas puntiagudas que se había unido a la mesa rival y que comentaba algo mirando hacia su mesa. Helyare, a la que no conocía. – Estoy esperando a alguien que, por supuesto, no eres tú. – Pero la bruja rápidamente levantó la mano para tomarle del brazo por si éste hacía amagos de levantarse. – Tenemos más de veinte ojos sobre nosotros. Has cometido un error sentándote conmigo. Ahora no te puedes levantar. No te vayas ahora o todos sospecharán de ti. Disimulemos. – le susurró con tranquilidad – Bueno, ¿y qué tal tu madre? ¿Bien? – preguntó ya a viva voz, recostándose en su silla y esperando que la escucharan hablando de temas intrascendentes y se despreocuparan.
En la otra mesa, estaba la elfa que se había incorporado al silencio entre los elfos Almereth y Farnasse. La elfa pelirroja no dijo absolutamente nada, manteniéndose siempre con la boca cerrada.
-Eres una maleducada que pregunta sin presentarse. ¿Quién me asegura que no trabajas para la bruja? Esa zorra sería capaz de violar sus propios principios por liberar a su familia. – le preguntó desconfiado. Que temía que Helyare fuese una infiltrada de la bruja, aguardando su respuesta. - Francesca Lombardi es una rica de la ciudad. Ella y su familia siempre han cometido atrocidades contra nuestro pueblo. – explicó. – Ella incluso le ha arrancado la lengua a mi compañera, Farnasse, en un duelo. – dijo señalando a la joven a su lado. Seria. Ahora Helyare podría saber por qué no hablaba aquella chica. – Ahora, por lo visto, también se les relaciona con los asesinatos de la ciudad. Y por ello han sido condenados a ser quemados vivos en piras en la plaza central, dentro de un par de horas. – miró hacia la mesa de la bruja. – Pero ella ha escapado. Aunque no por mucho tiempo. Yo me encargaré de que así sea. – y arañó con su daga la mesa, en una clara expresión de rabia.
En ese momento, la puerta de la taberna volvió a abrirse y un hombre entró al interior, siendo el centro de atención. Almereth miró hacia sus dos compañeras. - ¿Es el camarlengo Pavel, Farnasse? – la muda hizo un gesto de afirmación con la cabeza. – Entonces no hay tiempo que perder. Tendámosles una emboscada, Farnasse. – le pidió a su compañera, que volvió a afirmar. – ¿Tú te quedas o te vienes con nosotros? – le preguntó a Helyare.
-Gírate despacio, ¿vale? – le pidió a Candau, no es que confiase en él pero no había mucha más gente en quien hacerlo. - Ese es el camarlengo Pavel. Un religioso amigo de los elfos. Quien ha mandado perseguir a mi familia y a mí. – le explicó entre susurros Francesca. Pero el clérigo no se acercó a su mesa, de hecho, ni siquiera se fijó en la bruja. Ella, simplemente sabía que iba a pasar por allí a beber. – Ven. Ayúdame. Ahora yo soy tu única opción para salir de aquí. – Le miró con malicia la joven de cabellos negros y cortos. Se puso un pañuelo en la cara para pasar inadvertida y le tomó de la mano levantándose.
Sin soltarle, pasó al lado del tipo que pedía algo en la barra del barrio élfico, como hacía de costumbre tras cada ejecución mientras esperaba la siguiente. - ¿Una copita de cognac? – preguntó alegre el camarero. En eso, Francesca tropezó con él, suficiente para introducir la mano en su bolsillo y extraer una pequeña llave. – Perdóneme. Misericorde. No le he visto. – se lamentó falsamente suplicando con los dos brazos, y volvió a tomar la mano de Fredericksen para abandonar el local como si fuesen una pareja. – Ahora a correr. ¡A la plaza! – indicó.
Justo cuando abandonaron la estancia, fue cuando el camarlengo se dio cuenta de que había sido atracado.
-¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡A la hoguera! – gritó el hombre.
- Camarlengo Pavel:
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Viendo vuestras "alineaciones" y que ninguno os habéis unido a los humanos, no podréis dialogar con el camarlengo. Vuestro primer objetivo en la misión será: Liberar a la familia de Francesca o terminar haciéndolos arder por sus crímenes. Esto tendrá consecuencias de cara a la segunda parte de la quest.
Helyare: ¿O debería decir Hitlyare? Tendrás la opción de quemar o gasear algunos con un poco de suerte. De momento, como te has unido a los elfos, tendrás que ir con ellos. Deberás tender una trampa a Francesca y a Candau en la calle, para lo que podrás manejar a Almereth y Farnasse para amenazarles o pedirles explicaciones, aunque podrás hacerlo tu misma si tantas ganas le tienes a la elfa. Recuerda que la elfa no habla.
Fredericksen: Te has arrimado a la mujer más buscada de la ciudad y ahora te relacionarán con ella. No te queda otra que apoyarla. Ella confía en ti. Francesca ha robado la llave para liberar a su familia de la caravana en la que están atrapados, en la plaza de la pira. Abandona la taberna y ve con tu compañera hacia la plaza. Sufrirás la emboscada de Almereth, Farnasse y Helyare. Tienes libertad para usar a Francesca en consecuencia.
No combatáis. Eso vendrá después..
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
De haber seguido siendo representante de su pueblo habría respondido a ese elfo con un tono tajante, algo así como que ella no debería presentarse ante calaña de baja clase que manchaban el buen nombre de su raza. Pero ahora debía callarse, tragarse sus palabras en lugar de escupirlas porque ella ahora mismo estaba en una situación igual o peor. Todavía le resultaba imposible que alguien de su status hubiese acabado ahí, en un barrio bajo. Su excesivo clasismo tampoco ayudaba a hacer amigos con los de su propia raza. La elfa seguía pensando que no tendría que estar ahí pero, era eso o pasar las noches como en la Playa de los Ancestros. Y si tenía que elegir entre dos cosas malas, ahora mismo prefería hablar con alguien. Y para ello tenía que callarse muchas cosas, aquí no era líder de nada, ni la tratarían con el respeto que merecía. Lo más seguro es que ni supieran quién era. Así que a pesar de su malestar trató de contestar bien al elfo. –No he creído oportuno presentarme; el ambiente está tenso y no me fío tampoco de revelar mi identidad ante gente desconocida. –Hizo una mueca de repulsa y resopló con cierto asco. –¡Qué osadía! ¿Trabajar para una bruja? –Sus palabras sonaban como si las estuviera vomitando. Era uno de los peores insultos que podían decirle. ¿Trabajar para? ¿Quién se pensaba que era ella? ¡Y para una bruja! Ni más ni menos… Eso jamás podría pasar. –Te agradecería que retirases esa sugerencia. Jamás me acercaría a aquellos que tanto daño nos hicieron tiempo atrás. –Acabó de escuchar lo que dijo el elfo y su odio crecía más, pese a no conocer a la bruja.
Su capucha apenas dejaba ver su rostro y casi que lo agradecía porque su expresión era indescriptible, el odio y la rabia que sentía hacia esa bruja eran casi inexplicables. Ya de por sí sentía aberración contra esos hechiceros y más sabiendo los crímenes que habían cometido contra su raza. ¡Y actualmente lo seguían haciendo! Miró hacia donde estaba la muchacha pelirroja y se sintió bastante triste por ella, emergió una sensación de protección bastante grande. Y contra la bruja, justamente lo contrario. Por el hecho de haber tocado a una elfa merecía ser quemada viva. –Iré con vosotros. Quiero que, por una vez, se tome justicia real por los crímenes cometidos por los brujos.
Siempre había pensado que esos seres habían tenido demasiada suerte y que no eran ajusticiados como debían. Les habían destrozado los bosques en los que habitaban, exiliado de sus territorios, asesinado a sus hermanos… ¡Y nadie había hecho nada!
Tomó su arco de nuevo, mirando de reojo a la bruja y al hombre que estaba con ella y se fue junto a la pareja de elfos. Se sentía fuera de lugar, iba siguiendo a esos dos por la calle oscura cuando acostumbraba a ser ella la que diera las órdenes a sus guardias. Le costaría adaptarse a la situación, aunque por ahora no iba mal.
–Vamos, no podrá salir de aquí. Tú allí. –Dijo el elfo a Helyare, señalando una calle perpendicular a la que estaban. Apenas se habían movido de la calle de la taberna. Después de otra indicación, Farnasse se colocó en la salida de la calle de la taberna, cortando entre los tres las salidas hacia la plaza desde la misma calle. Como mucho podrían volver a entrar en la taberna. Hely cargó su arco por si hiciera falta. A pesar de todo su entrenamiento no había tenido la oportunidad de enfrentarse a un taar de verdad y sentía cierta adrenalina recorrer su cuerpo. A pesar de eso lo mantenía bajo, no apuntaba.
La intención de Almereth parecía ser la de esperar a que saliera la bruja y, por suerte, no tuvo que esperar mucho, ya que minutos después apareció acompañada de un hombre, con apariencia de llevar prisa. Se pudieron escuchar los gritos desde la taberna, estaban muy cerca del lugar. Una sonrisa ladina apareció en la cara del elfo. –¿Dónde vas con tanta prisa? ¿A ponerte en primer lugar para el ver el espectáculo de fuego? –Preguntó con cierto aire mezquino. Helyare se colocó en la bocacalle del callejón que custodiaba y Farnasse avanzó unos pasos, también con su arco cargado. –Te advierto que el fuego quema… Y hay una pira que lleva el nombre de tu casa.
Kae* no pudo evitar pensar si la caza de esta bruja le devolvería algo de la honra perdida, tal vez… Todavía le quedaba la esperanza, aunque fuera minúscula. Sonrió ligeramente al escuchar lo que Almereth decía, era de justicia que fuese quemada. Sus crímenes deberían ser pagados. El elfo había sido inteligente, si algo sucedía, al estar tan cerca de la taberna, lo más sencillo es que atrajera la ayuda de sus hermanos, quienes no tenían demasiado aprecio a la bruja. –¿Vas a la plaza? Te acompañaremos.
Sabían que no podían usar ningún tipo de magia y menos cuando se acercaba el momento del ajusticiamiento.
Helyare se mantenía en silencio mientras Almereth hablaba con la pareja, ya que no tenía mucho conocimiento de lo que había sucedido en la ciudad, sólo era guiada por su odio hacia los brujos. Pero se percató de algo y cuando el elfo acabó, tomó ella la palabra. –¿Y este quién es?
La heredera de los Lombardi era la mencionada todo el rato, pero a su lado había un hombre del que no sabía nada y si iba a ser o no ajusticiado en las piras.
–Alguien que no sabe elegir a sus amistades.
Y ahí estaban los elfos, rodeando a la bruja con ganas de vengarse por sus crímenes.
Su capucha apenas dejaba ver su rostro y casi que lo agradecía porque su expresión era indescriptible, el odio y la rabia que sentía hacia esa bruja eran casi inexplicables. Ya de por sí sentía aberración contra esos hechiceros y más sabiendo los crímenes que habían cometido contra su raza. ¡Y actualmente lo seguían haciendo! Miró hacia donde estaba la muchacha pelirroja y se sintió bastante triste por ella, emergió una sensación de protección bastante grande. Y contra la bruja, justamente lo contrario. Por el hecho de haber tocado a una elfa merecía ser quemada viva. –Iré con vosotros. Quiero que, por una vez, se tome justicia real por los crímenes cometidos por los brujos.
Siempre había pensado que esos seres habían tenido demasiada suerte y que no eran ajusticiados como debían. Les habían destrozado los bosques en los que habitaban, exiliado de sus territorios, asesinado a sus hermanos… ¡Y nadie había hecho nada!
Tomó su arco de nuevo, mirando de reojo a la bruja y al hombre que estaba con ella y se fue junto a la pareja de elfos. Se sentía fuera de lugar, iba siguiendo a esos dos por la calle oscura cuando acostumbraba a ser ella la que diera las órdenes a sus guardias. Le costaría adaptarse a la situación, aunque por ahora no iba mal.
–Vamos, no podrá salir de aquí. Tú allí. –Dijo el elfo a Helyare, señalando una calle perpendicular a la que estaban. Apenas se habían movido de la calle de la taberna. Después de otra indicación, Farnasse se colocó en la salida de la calle de la taberna, cortando entre los tres las salidas hacia la plaza desde la misma calle. Como mucho podrían volver a entrar en la taberna. Hely cargó su arco por si hiciera falta. A pesar de todo su entrenamiento no había tenido la oportunidad de enfrentarse a un taar de verdad y sentía cierta adrenalina recorrer su cuerpo. A pesar de eso lo mantenía bajo, no apuntaba.
La intención de Almereth parecía ser la de esperar a que saliera la bruja y, por suerte, no tuvo que esperar mucho, ya que minutos después apareció acompañada de un hombre, con apariencia de llevar prisa. Se pudieron escuchar los gritos desde la taberna, estaban muy cerca del lugar. Una sonrisa ladina apareció en la cara del elfo. –¿Dónde vas con tanta prisa? ¿A ponerte en primer lugar para el ver el espectáculo de fuego? –Preguntó con cierto aire mezquino. Helyare se colocó en la bocacalle del callejón que custodiaba y Farnasse avanzó unos pasos, también con su arco cargado. –Te advierto que el fuego quema… Y hay una pira que lleva el nombre de tu casa.
Kae* no pudo evitar pensar si la caza de esta bruja le devolvería algo de la honra perdida, tal vez… Todavía le quedaba la esperanza, aunque fuera minúscula. Sonrió ligeramente al escuchar lo que Almereth decía, era de justicia que fuese quemada. Sus crímenes deberían ser pagados. El elfo había sido inteligente, si algo sucedía, al estar tan cerca de la taberna, lo más sencillo es que atrajera la ayuda de sus hermanos, quienes no tenían demasiado aprecio a la bruja. –¿Vas a la plaza? Te acompañaremos.
Sabían que no podían usar ningún tipo de magia y menos cuando se acercaba el momento del ajusticiamiento.
Helyare se mantenía en silencio mientras Almereth hablaba con la pareja, ya que no tenía mucho conocimiento de lo que había sucedido en la ciudad, sólo era guiada por su odio hacia los brujos. Pero se percató de algo y cuando el elfo acabó, tomó ella la palabra. –¿Y este quién es?
La heredera de los Lombardi era la mencionada todo el rato, pero a su lado había un hombre del que no sabía nada y si iba a ser o no ajusticiado en las piras.
–Alguien que no sabe elegir a sus amistades.
Y ahí estaban los elfos, rodeando a la bruja con ganas de vengarse por sus crímenes.
- Aclaraciones:
Kae* : Diminutivo de Kaeltha, nombre real de Helyare.
taar: Forma despectiva de llamar a los brujos
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
Era notable el mal humor de la bruja, comencé a fijarme cuando hizo un comentario despectivo a los elfos… aunque eso era también algo típico entre aquellas dos razas. La respuesta fuera de sarcasmo era sencilla, estaba esperando a alguien más y por la forma en que lo dijo estaba claro que debía retirarme. Me hubiese levantado en aquel momento si la joven no me hubiese tomado del brazo, aquel gesto solo me hizo mirarla confundido ¿Era también ella una de esas mujeres agresivas en el exterior y amable por dentro? No otra así, todo menos eso.
Francesca por suerte explico el motivo por el cual no debía levantarme, ¿Tan grave había sido que me sentara allí? Solo quería despejar mis dudas, no que me asesinaran por mi curiosidad, solo había una acotación rara en las palabras de la bruja, no podían haber 20 ojos sobre nosotros, contando al tuerto que había discutido con ella debían de ser 19 ojos, seguramente ella hizo mal los cálculos.
El actual tema de conversación que buscó la chica era el que cualquier conocido tocaba en una conversación, aunque aquel era un tema algo incomodo para mi, después de todos mis verdaderos padres habían sido usados para alimentar el fuego de una fogata.
– Pues mi madre está muerta desde hace tiempo, así que no tengo idea si eso es bueno o malo para ella. – Dije para luego darme cuenta del error que había cometido, la idea era mentir, no salir con aquello. Francesca suspiró pesadamente con resignación mientras frotaba las sienes con sus manos, estaba claro que aquel gesto era a causa de mi tontería, no podía culparla.
- Bien, ahora solo déjame hablar a mí y tu solo limítate a asentir entusiasmado o a reír ¿Comprendes? - Dijo la bruja de nuevo en un tono más bajo, sabía bien que me estaba probando a ver si había entendido la idea así que simplemente hice lo que me había dicho, me reí con fuerza. – No era lo que esperaba, pero puede servir.
La conversación realmente no fue mucho, ella decía una que otra cosa mientras yo me limitaba a seguir la orden de tener la boca cerrada, por lo visto aquello funcionaba mucho mejor que lo que hacía habitualmente “Hablar y luego pensar”. Finalmente la bruja me había dicho algo en serio, debía girarme, me sentía mal siguiendo órdenes pero era mi única opción, me gire calmadamente pareciendo que buscase algo aunque mi atención estaba dirigida al sujeto que acababa de entrar.
Al parecer aquel sujeto había dado caza a la familia de la bruja ¿Ella pretendía asesinarlo allí mismo? Claro, luego yo era el de los planes fallidos y erráticos, todos sabían que aquello era una misión suicida. La bruja me tomó de la mano mientras se levantaba, aquello era incomodo y nada normal, pero tenía razón, ella era mi única oportunidad para salir ya sabiendo el problema en el que me había metido.
La joven Lombardi comenzó a acercarse hasta Pavel, demonios si planeaba matarlo ¿En qué me había metido ahora? Debía buscar la manera de detener aquello, ya cuando estábamos lo suficientemente cerca Francesca tropezó con él, seguramente lo había apuñalado. Cerré los ojos esperando lo peor pero la verdad es que no sucedió nada, ni un grito ni un llanto, debía de ser también una asesina profesional. Tuve que abrir los ojos cuando escuché a la bruja disculparse, no le había hecho nada… aquello resultaba raro e inquietante. Ella regresó a tomarme de la mano, no sé qué había pasado pero la nueva orden era ir a la plaza, por lo visto al fin se preocupaba por su familia.
Una vez afuera logré escuchar el grito de Pavel “¿Acaba de decir ladrones? No puede ser cierto.” Ahora todo cobraba sentido, Francesca le había robado algo, por eso había tropezado con él. La prisa lastimosamente no duró mucho, había tres elfos esperándonos fuera de la taberna, los mismos que habían discutido con la bruja y ahora había una nueva elfa acompañándolos. El elfo tuerto comenzó nuevamente con la discusión, vaya busca problemas era.
- Yo que tú, pensaría con cuidado lo que dices a menos que quieras acabar como tu querida Farnasse. - Y acto seguido sacó la lengua mientras sonreía, un gesto muy infantil pero pareció molestar a ambos elfos.
Mientras la situación se colocaba más tensa buscaba la forma de escapar, era obvio que yo solo no podría salir de allí y por el momento no pensaba dejar a la bruja. La taberna no era tan grande, solo tenía un piso de altura extra y su techo colindaba con el resto de la ciudad, solo tendríamos una oportunidad de escapar, si fallábamos deberíamos abrirnos paso de alguna otra manera entre los elfos.
- ¿Qué tan bien se te da escalar? – Dije lo suficientemente alto como para que solo la bruja me escuchara.
- No muy bien, pero tampoco tan mal ¿Por qué? – Por primera vez pude notar que la bruja tenía curiosidad.
- Te voy a hacer apoyo y te impulsaré a la taberna, lo suficiente para que te sujetes de alguna ventana o el balcón, debido al poco tiempo que tenemos necesitare que luego me des literalmente una mano para llegar hasta allí. El resto es sencillo. – Francesca asintió con cierta desconfianza y luego siguió en lo suyo.
Al parecer hasta ahora se habían dado cuenta de mi presencia o simplemente no era relativo en la situación, vaya elfos tan crueles ¿Cómo no me habían notado? Nadie pasa por alto el verde de mi ropa y ahora ellos lo hacían, me sentía ofendido, quizá si hubiese sido en el bosque se los dejaba pasar.
- Se elegir muy bien a mis amistades, por ejemplo a rocky la roca y también ramy la ramita… - Vaya, que triste y solitario había sonado eso, debía comenzar a salir del bosque más seguido. – Solo soy un joven que sabe hacer desaparecer a la gente.
Retrocedí un par de pasos mientras tomaba aire y hacía como si me concentraba, realmente estaba nervioso por si mi plan resultaría. Bajé las manos y las junte mientras me inclinaba un poco hacía adelante, todos los presentes parecían confundidos mientras me miraban, observé a Francesca y asentí con la cabeza, aquello debía bastar para que entendiera.
De un momento a otro la joven corrió hacía mi y colocó uno de sus pies en la base que había formado con mis manos, al sentir el peso de está no demoré en impulsarla hacia arriba, había funcionado, ahora ella estaba tratando de subir completamente al balcón. Debía ganar algo de tiempo y los elfos de la taberna estaban por salir, tomé una de los barriles apilados en la puerta y lo lancé al elfo que bloqueaba el paso, por lo visto era él quien daba las órdenes.
- ¡Apresúrate Candau, no tenemos todo el día! – Gritó Francesca desde el balcón, aquello significaba que ya había logrado escalar.
Me acerqué a una de las ventanas y la usé como punto de apoyo para saltar, justamente en el momento que salté al balcón escuché como la puerta de la taberna se abría. Francesca tenía la mano estirada preparada para ayudarme, como pude la tomé y con la otra me afiancé al bordé del balcón. Mientras la joven bruja me trataba de incorporar al Balcón uno de los elfos me había tomado del pie y estaba tratando de tirarme.
- ¡Jala con más fuerza! – Dije mientras trataba de liberarme del elfo que me tenía atrapado.
Comencé a sacudirme hasta sentir que algo se estaba soltando, repentinamente algo se desprendió de mi. Mi bota se había suelto y me había liberado del atacante, aproveché la oportunidad y subí rápidamente donde estaba Francesca.
- Probablemente están subiendo para atraparnos, démonos prisa. – Supuse que debía regresar a mi modo “cierra la boca y asiente” y eso fue lo que hice, la joven extrañada negó con la cabeza y me observó. – Mientras estés ayudando no te preocupes en hablar, ahora dame una mano.
La joven no era tan buena escalando como lo esperaba, al menos bastaba para lograr escapar de aquella situación. Tuve que volver a darle otro impulso para que llegara hasta el techo, luego para no esperar a que me ayudase usé una ventana como punto de apoyo y no demoré en acompañarla hasta el tejado.
- Supongo que no tendremos problemas aquí para llegar hasta la plaza. – Dije mientras sacaba mi arco y lo colocaba en mi hombro, la cosa se había complicado por lo visto. - ¿Y qué le robaste a Pavel?
- Fácil, fue esto. – Dijo Francesca mientras mostraba una llave en la palma de su mano y luego la volvía a guardar. – Con ella podré liberar a mi familia.
Francesca por suerte explico el motivo por el cual no debía levantarme, ¿Tan grave había sido que me sentara allí? Solo quería despejar mis dudas, no que me asesinaran por mi curiosidad, solo había una acotación rara en las palabras de la bruja, no podían haber 20 ojos sobre nosotros, contando al tuerto que había discutido con ella debían de ser 19 ojos, seguramente ella hizo mal los cálculos.
El actual tema de conversación que buscó la chica era el que cualquier conocido tocaba en una conversación, aunque aquel era un tema algo incomodo para mi, después de todos mis verdaderos padres habían sido usados para alimentar el fuego de una fogata.
– Pues mi madre está muerta desde hace tiempo, así que no tengo idea si eso es bueno o malo para ella. – Dije para luego darme cuenta del error que había cometido, la idea era mentir, no salir con aquello. Francesca suspiró pesadamente con resignación mientras frotaba las sienes con sus manos, estaba claro que aquel gesto era a causa de mi tontería, no podía culparla.
- Bien, ahora solo déjame hablar a mí y tu solo limítate a asentir entusiasmado o a reír ¿Comprendes? - Dijo la bruja de nuevo en un tono más bajo, sabía bien que me estaba probando a ver si había entendido la idea así que simplemente hice lo que me había dicho, me reí con fuerza. – No era lo que esperaba, pero puede servir.
La conversación realmente no fue mucho, ella decía una que otra cosa mientras yo me limitaba a seguir la orden de tener la boca cerrada, por lo visto aquello funcionaba mucho mejor que lo que hacía habitualmente “Hablar y luego pensar”. Finalmente la bruja me había dicho algo en serio, debía girarme, me sentía mal siguiendo órdenes pero era mi única opción, me gire calmadamente pareciendo que buscase algo aunque mi atención estaba dirigida al sujeto que acababa de entrar.
Al parecer aquel sujeto había dado caza a la familia de la bruja ¿Ella pretendía asesinarlo allí mismo? Claro, luego yo era el de los planes fallidos y erráticos, todos sabían que aquello era una misión suicida. La bruja me tomó de la mano mientras se levantaba, aquello era incomodo y nada normal, pero tenía razón, ella era mi única oportunidad para salir ya sabiendo el problema en el que me había metido.
La joven Lombardi comenzó a acercarse hasta Pavel, demonios si planeaba matarlo ¿En qué me había metido ahora? Debía buscar la manera de detener aquello, ya cuando estábamos lo suficientemente cerca Francesca tropezó con él, seguramente lo había apuñalado. Cerré los ojos esperando lo peor pero la verdad es que no sucedió nada, ni un grito ni un llanto, debía de ser también una asesina profesional. Tuve que abrir los ojos cuando escuché a la bruja disculparse, no le había hecho nada… aquello resultaba raro e inquietante. Ella regresó a tomarme de la mano, no sé qué había pasado pero la nueva orden era ir a la plaza, por lo visto al fin se preocupaba por su familia.
Una vez afuera logré escuchar el grito de Pavel “¿Acaba de decir ladrones? No puede ser cierto.” Ahora todo cobraba sentido, Francesca le había robado algo, por eso había tropezado con él. La prisa lastimosamente no duró mucho, había tres elfos esperándonos fuera de la taberna, los mismos que habían discutido con la bruja y ahora había una nueva elfa acompañándolos. El elfo tuerto comenzó nuevamente con la discusión, vaya busca problemas era.
- Yo que tú, pensaría con cuidado lo que dices a menos que quieras acabar como tu querida Farnasse. - Y acto seguido sacó la lengua mientras sonreía, un gesto muy infantil pero pareció molestar a ambos elfos.
Mientras la situación se colocaba más tensa buscaba la forma de escapar, era obvio que yo solo no podría salir de allí y por el momento no pensaba dejar a la bruja. La taberna no era tan grande, solo tenía un piso de altura extra y su techo colindaba con el resto de la ciudad, solo tendríamos una oportunidad de escapar, si fallábamos deberíamos abrirnos paso de alguna otra manera entre los elfos.
- ¿Qué tan bien se te da escalar? – Dije lo suficientemente alto como para que solo la bruja me escuchara.
- No muy bien, pero tampoco tan mal ¿Por qué? – Por primera vez pude notar que la bruja tenía curiosidad.
- Te voy a hacer apoyo y te impulsaré a la taberna, lo suficiente para que te sujetes de alguna ventana o el balcón, debido al poco tiempo que tenemos necesitare que luego me des literalmente una mano para llegar hasta allí. El resto es sencillo. – Francesca asintió con cierta desconfianza y luego siguió en lo suyo.
Al parecer hasta ahora se habían dado cuenta de mi presencia o simplemente no era relativo en la situación, vaya elfos tan crueles ¿Cómo no me habían notado? Nadie pasa por alto el verde de mi ropa y ahora ellos lo hacían, me sentía ofendido, quizá si hubiese sido en el bosque se los dejaba pasar.
- Se elegir muy bien a mis amistades, por ejemplo a rocky la roca y también ramy la ramita… - Vaya, que triste y solitario había sonado eso, debía comenzar a salir del bosque más seguido. – Solo soy un joven que sabe hacer desaparecer a la gente.
Retrocedí un par de pasos mientras tomaba aire y hacía como si me concentraba, realmente estaba nervioso por si mi plan resultaría. Bajé las manos y las junte mientras me inclinaba un poco hacía adelante, todos los presentes parecían confundidos mientras me miraban, observé a Francesca y asentí con la cabeza, aquello debía bastar para que entendiera.
De un momento a otro la joven corrió hacía mi y colocó uno de sus pies en la base que había formado con mis manos, al sentir el peso de está no demoré en impulsarla hacia arriba, había funcionado, ahora ella estaba tratando de subir completamente al balcón. Debía ganar algo de tiempo y los elfos de la taberna estaban por salir, tomé una de los barriles apilados en la puerta y lo lancé al elfo que bloqueaba el paso, por lo visto era él quien daba las órdenes.
- ¡Apresúrate Candau, no tenemos todo el día! – Gritó Francesca desde el balcón, aquello significaba que ya había logrado escalar.
Me acerqué a una de las ventanas y la usé como punto de apoyo para saltar, justamente en el momento que salté al balcón escuché como la puerta de la taberna se abría. Francesca tenía la mano estirada preparada para ayudarme, como pude la tomé y con la otra me afiancé al bordé del balcón. Mientras la joven bruja me trataba de incorporar al Balcón uno de los elfos me había tomado del pie y estaba tratando de tirarme.
- ¡Jala con más fuerza! – Dije mientras trataba de liberarme del elfo que me tenía atrapado.
Comencé a sacudirme hasta sentir que algo se estaba soltando, repentinamente algo se desprendió de mi. Mi bota se había suelto y me había liberado del atacante, aproveché la oportunidad y subí rápidamente donde estaba Francesca.
- Probablemente están subiendo para atraparnos, démonos prisa. – Supuse que debía regresar a mi modo “cierra la boca y asiente” y eso fue lo que hice, la joven extrañada negó con la cabeza y me observó. – Mientras estés ayudando no te preocupes en hablar, ahora dame una mano.
La joven no era tan buena escalando como lo esperaba, al menos bastaba para lograr escapar de aquella situación. Tuve que volver a darle otro impulso para que llegara hasta el techo, luego para no esperar a que me ayudase usé una ventana como punto de apoyo y no demoré en acompañarla hasta el tejado.
- Supongo que no tendremos problemas aquí para llegar hasta la plaza. – Dije mientras sacaba mi arco y lo colocaba en mi hombro, la cosa se había complicado por lo visto. - ¿Y qué le robaste a Pavel?
- Fácil, fue esto. – Dijo Francesca mientras mostraba una llave en la palma de su mano y luego la volvía a guardar. – Con ella podré liberar a mi familia.
Fredericksen
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
La bruja no parecía dispuesta a luchar, sino más bien a huir del entuerto. El tiempo apremiaba para ella y su familia. Ponerse a armar gresca, como diría ella, con unos “sucios” elfos no era la mejor manera de pasar desapercibida. Tras un breve intercambio de palabras y amenazas, realizó un rápido movimiento que despistó a los elfos y consiguió trepar hasta el edificio con ayuda de Candau. Farnasse trató de detener a éste, pero únicamente se ganó una patada en la cara y un barril de vino sobre ella.
-¡Se escapa! – gritó Almereth. – No podemos permitir que esa bruja huya. Es cómplice de asesinato. – comunicó a Helyare y Farnasse en idioma común, con premura. Lo cierto es que no conocía ninguna prueba para ello más que los meros testimonios y el boca a boca. Sucesos que habían sido suficientes para condenar a la familia de Francesca. - ¡No liberarás a tu familia! ¡Baja y lucha, taar! – gritó el elfo, persiguiéndola.
Así, bruja y humano corrieron por los tejados. – Tenemos que llegar a la plaza y abrir la carroza con la llave. – instó la joven. – ¡Ten cuidado! ¡No te caigas! – le dijo sujetándolo por el brazo en uno de los casos en los que Candau casi pierde el equilibrio y cae dos pisos hacia el suelo.
Miró abajo para comprobar si alguien los estaba persiguiendo. – ¡Malditos elfos! Nos están siguiendo. – advirtió a Candau, tras observar como sus tres perseguidores no les quitaban un ojo de encima. Los elfos, acostumbrados a correr por los bosques, se abrían paso entre gentío y obstáculos con mayor facilidad de la que se abrían humano y bruja por el tejado.
Tras varios minutos corriendo y brincando de tejado en tejado, terminaron llegando a una cornisa que no podrían superar de un simple salto y, ante una flecha de Almereth que por poco le alcanza, la bruja claudicó. – No podemos seguir corriendo. Alertarán a la guardia. Y la pira estará a punto de comenzar. - se lamentó, mirando al cielo, la luna llena ya lucía en lo más alto del cielo y aquellos elfos iban a chafar todo su plan. Buscando una alternativa, vio en el joven Candau su única opción. Así, disimuladamente, sacó la llave de su bolsillo y la puso en la mano del arquero. – Si crees en la justicia. Irás a la plaza y rescatarás a mi familia. Hazlo. Te lo ruego. – le indicó. – Yo los entretendré. Me desharé de esos orejudos y te veré allí. – sentenció.
La bruja se agarró a una cuerda que hacía de sistema de montacargas y la cortó con una pequeña daga que llevaba, dejándose caer hasta el suelo. Y postrándose frente a los tres elfos que la perseguían.
-¿Queríais detenerme? Pues aquí estoy. ¡Vamos! ¡Intentadlo, cobardes! – gritó, desafiante. Enviando una última mirada a Candau, que seguía en los tejados. Él era la esperanza para salvar a su familia, y ella confiaba plenamente en el humano. No tenía muchas más alternativas. Tras su mirada, volvió a centrarse en los elfos. – Ellos ya lo saben. Pero tú ahora sabrás por qué me llaman la exterminaelfos– sentenció hablándole a Helyare para causar el terror, y depositó su vista sobre los tres, uno a uno, mostrando odio. A continuación, tomó una espada corta desplegable que llevaba junto a su bolsillo.
-Muchísimo cuidado. Utilizará telequinesis. – advirtió Almereth a sus compañeras, que ya parecía conocerla.
De hecho,a la bruja no parecía importarle que la magia estuviese prohibida. A fin de cuentas, estaba siendo perseguida por la ley. Comenzó a dejar que un humo negro recorriese su brazo. Helyare y sus compañeros habían cometido un grave error haciéndola enfadar y ahora no tendrían otra que enfrentarse a ella.
Francesca estiró el brazo en dirección a Farnasse, que ya preparaba su arco, y utilizando sus poderes de telequinesis trató de generar tensión en el mismo para partirlo en dos, luego corrió hacia los otros dos jóvenes. Agarrotó los dedos de su otra mano en dirección a Helyare para ejercer fuerza sobre su cuello, tratando de asfixiarla sin tocarla. Y por último corrió hacia el que parecía el jefe del grupo, Almereth, para tratar de propinarle un tajo a la altura del abdomen con su espada.
* * * * * * * * *
Helyare: Te di las opciones de pedirle explicaciones a Francesca o amenazarla y elegiste la segunda. Me gustan los valientes, pero en las misiones master ir amenazando a la gente gratuitamente sin saber quiénes son tiene sus consecuencias. Ahora tendrás que enfrentarte a Francesca, una bruja telequinética de alto nivel. Por otro lado, te gusta matar brujos. Tienes la opción de matar a una muy reconocida y consagrarte. Aunque no te será fácil. Sois tres contra una. Podrás dirigir a Almereth y Farnasse. He tirado una runa. Éstos serán sus efectos:
Cuando contraataques, lanza una runa. Necesitarás dos turnos para derrotarla (o que ella os derrote a vosotros).
Fredericksen: Francesca te ha encomendado una tarea: Liberar a su familia. Ella te ha entregado la llave de la celda y se ha sacrificado para que tu puedas cumplir la tarea y demostrar la inocencia (o culpabilidad) de los Lombardi. Describe tu travesía por tejados o por donde desees hasta la plaza de las piras. Terminarás el turno ahí.
-¡Se escapa! – gritó Almereth. – No podemos permitir que esa bruja huya. Es cómplice de asesinato. – comunicó a Helyare y Farnasse en idioma común, con premura. Lo cierto es que no conocía ninguna prueba para ello más que los meros testimonios y el boca a boca. Sucesos que habían sido suficientes para condenar a la familia de Francesca. - ¡No liberarás a tu familia! ¡Baja y lucha, taar! – gritó el elfo, persiguiéndola.
Así, bruja y humano corrieron por los tejados. – Tenemos que llegar a la plaza y abrir la carroza con la llave. – instó la joven. – ¡Ten cuidado! ¡No te caigas! – le dijo sujetándolo por el brazo en uno de los casos en los que Candau casi pierde el equilibrio y cae dos pisos hacia el suelo.
Miró abajo para comprobar si alguien los estaba persiguiendo. – ¡Malditos elfos! Nos están siguiendo. – advirtió a Candau, tras observar como sus tres perseguidores no les quitaban un ojo de encima. Los elfos, acostumbrados a correr por los bosques, se abrían paso entre gentío y obstáculos con mayor facilidad de la que se abrían humano y bruja por el tejado.
Tras varios minutos corriendo y brincando de tejado en tejado, terminaron llegando a una cornisa que no podrían superar de un simple salto y, ante una flecha de Almereth que por poco le alcanza, la bruja claudicó. – No podemos seguir corriendo. Alertarán a la guardia. Y la pira estará a punto de comenzar. - se lamentó, mirando al cielo, la luna llena ya lucía en lo más alto del cielo y aquellos elfos iban a chafar todo su plan. Buscando una alternativa, vio en el joven Candau su única opción. Así, disimuladamente, sacó la llave de su bolsillo y la puso en la mano del arquero. – Si crees en la justicia. Irás a la plaza y rescatarás a mi familia. Hazlo. Te lo ruego. – le indicó. – Yo los entretendré. Me desharé de esos orejudos y te veré allí. – sentenció.
La bruja se agarró a una cuerda que hacía de sistema de montacargas y la cortó con una pequeña daga que llevaba, dejándose caer hasta el suelo. Y postrándose frente a los tres elfos que la perseguían.
-¿Queríais detenerme? Pues aquí estoy. ¡Vamos! ¡Intentadlo, cobardes! – gritó, desafiante. Enviando una última mirada a Candau, que seguía en los tejados. Él era la esperanza para salvar a su familia, y ella confiaba plenamente en el humano. No tenía muchas más alternativas. Tras su mirada, volvió a centrarse en los elfos. – Ellos ya lo saben. Pero tú ahora sabrás por qué me llaman la exterminaelfos– sentenció hablándole a Helyare para causar el terror, y depositó su vista sobre los tres, uno a uno, mostrando odio. A continuación, tomó una espada corta desplegable que llevaba junto a su bolsillo.
-Muchísimo cuidado. Utilizará telequinesis. – advirtió Almereth a sus compañeras, que ya parecía conocerla.
De hecho,a la bruja no parecía importarle que la magia estuviese prohibida. A fin de cuentas, estaba siendo perseguida por la ley. Comenzó a dejar que un humo negro recorriese su brazo. Helyare y sus compañeros habían cometido un grave error haciéndola enfadar y ahora no tendrían otra que enfrentarse a ella.
Francesca estiró el brazo en dirección a Farnasse, que ya preparaba su arco, y utilizando sus poderes de telequinesis trató de generar tensión en el mismo para partirlo en dos, luego corrió hacia los otros dos jóvenes. Agarrotó los dedos de su otra mano en dirección a Helyare para ejercer fuerza sobre su cuello, tratando de asfixiarla sin tocarla. Y por último corrió hacia el que parecía el jefe del grupo, Almereth, para tratar de propinarle un tajo a la altura del abdomen con su espada.
- Francesca preparándose para el combate:
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Helyare: Te di las opciones de pedirle explicaciones a Francesca o amenazarla y elegiste la segunda. Me gustan los valientes, pero en las misiones master ir amenazando a la gente gratuitamente sin saber quiénes son tiene sus consecuencias. Ahora tendrás que enfrentarte a Francesca, una bruja telequinética de alto nivel. Por otro lado, te gusta matar brujos. Tienes la opción de matar a una muy reconocida y consagrarte. Aunque no te será fácil. Sois tres contra una. Podrás dirigir a Almereth y Farnasse. He tirado una runa. Éstos serán sus efectos:
- Runa mala/muy mala: Los ataques te afectan por su alto nivel. Pero no os harán rasguño alguno.
- Runa media: Los ataques os dañarán. Pero podréis seguir combatiendo los tres.
- Runa buena/muy buena: Los ataques os harán daño crítico. Almereth quedará muy herido por el corte, Farnasse y tú podréis seguir combatiendo, aunque ella sin arco.
Cuando contraataques, lanza una runa. Necesitarás dos turnos para derrotarla (o que ella os derrote a vosotros).
Fredericksen: Francesca te ha encomendado una tarea: Liberar a su familia. Ella te ha entregado la llave de la celda y se ha sacrificado para que tu puedas cumplir la tarea y demostrar la inocencia (o culpabilidad) de los Lombardi. Describe tu travesía por tejados o por donde desees hasta la plaza de las piras. Terminarás el turno ahí.
- PD::
- Iba a darle otros poderes a Francesca, pero después de ver Rogue One necesitaba un pj que tuviera poderes de
la fuerzatelequinesia.
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
El miembro 'Ger' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
Helyare parecía ser ajena a todo lo que ocurría. Sí, estaba con el arco cargado por si necesitara usarlo, pero no se sentía parte de la lucha. Aún así quería matar a la bruja. Era para lo que había estado entrenando tanto. La pega de todo es que los Eytherzair combatían en equipo, los diferentes guardianes del poblado eran tan eficientes juntos que tenían hasta su propio código. Y, sin embargo, con esos dos elfos nada. Helyare no sabía qué hacer con ellos, cuándo atacar, y sabía de sobra que en caso de que las cosas se pusieran más complicadas no podría contar con ellos tal y como contaba con sus hermanos.
Se mantuvo al margen mientras Almereth se encargaba de protagonizar la charla con la bruja su amiguito. Ella se quedaría ahí, cubriendo la calle. Farnasse parecía enfadada con el gesto infantil de Francesca y por fin cayó en la cuenta de que la pelirroja no hablaba.
Todo sucedió muy rápido, un barril voló sobre mu acompañante, Almereth gritaba instrucciones e improperios y mientras, bruja y humano se escapaban por los tejados. ¿En serio eran tan inútiles? Helyare apuntó durante un par de segundos y lanzó una flecha en dirección al humano. Con rapidez volvió a coger otra del carcaj y apuntó, pero esta vez no disparó. Almereth la interrumpió para decirle que fueran detrás de la bruja.
Alguna que otra flecha de Farnasse sí voló por el tejado en dirección a los que huían, pero Hely, por su parte, se centraba en correr tras ellos. –¡Que no escape! –Gritaba el elfo, corriendo y con la vista puesta por los tejados.
A pesar de su entrenamiento se sentía muy desubicada, sólo corría tras los elfos.
De pronto, la bruja apareció delante de ellos. Helyare hizo una mueca de repulsa cuando escuchó el apodo por el que se la conocía. ¿Exterminaelfos? En ese momento se le vino en a la mente cómo Almereth se había referido a ella en la taberna, con sorna, pero no dejaba de causarle curiosidad eso de “tetra campeona”. No había tenido la oportunidad de enfrentarse jamás a un brujo de ese modo. Y menos, sin sus compañeros. Luchar junto a sus hermanos hacía todo más sencillo. Ahora estaba sola con esos dos que a saber cómo luchaban. –A veces el nombre no lo es todo. –Masculló sin que le afectara su intento de meterle miedo a la elfa. Era una bruja, un ser inferior.
Pronto pudo comprobar que no lo era tanto como ella pensaba. El arco de Farnasse se partió cuando la taar usó su poder contra ella. ¿¡Cómo se atrevía?! Sin poder evitarlo dirigió la mirada al suyo, si esa maldita osaba hacerle un solo rasguño a su preciado arco, le arrancaría la cabeza con sus manos. Era de lo poco que le quedaba de su clan, un regalo de sus padres que no quería que saliese mal parado.
Pero el poder de la bruja no fue contra su arma, sino contra ella. Notó una fuerte presión en el cuello que le hizo cerrar los ojos y llevarse una de las manos donde lo notaba, incapaz de respirar. Se retorció tratando de que la fuerza invisible que la asfixiaba la dejase. El sonido de la espada sonó al chocar contra el cuerpo de Almereth y Helyare abrió los ojos librándose de la presión para ver la sangre del elfo caer sobre el suelo.
Farnesse, presa de la rabia salió corriendo con una de sus flechas, lista para clavársela a la bruja a una distancia corta, como si de un cuchillo se tratase. No pensaba, realmente quería ayudar a su amigo.
El grito del elfo apenas se escuchó, pero estaba encogido agarrándose justo donde la espada había ahondado. –Hija de perra…
–Nuuta ittee… –Rara vez salían esas palabras tan malsonantes de la boca de Helyare, se consideraba con demasiada clase para usarlas contra alguien. Pero esa bruja se las merecía. Estaba provocándolos para el combate y había herido a un elfo. Tomó una flecha de su carcaj y con gran rapidez la lanzó contra la bruja, lo más directa posible para no fallar, con intención de vengarse por lo que le había hecho al hombre. Estaba a distancia de ella, no como Farnasse, que corría a clavarle la flecha de su propio arco, o Almereth, quien en esos momentos se incorporaba un poco tratando de recobrar el aliento que le había sido quitado con la espada.
Quería acabar con ella. Era para lo que había nacido… Acabar con los brujos que osaban perturbar a los de su especie. Instintivamente salió corriendo, pero no huía, sólo buscaba colocarse en otra posición y volver a efectuar el tiro lo más rápidamente posible, aprovechando que sus compañeros estaban haciendo algo más de lo que esperaba.
Se mantuvo al margen mientras Almereth se encargaba de protagonizar la charla con la bruja su amiguito. Ella se quedaría ahí, cubriendo la calle. Farnasse parecía enfadada con el gesto infantil de Francesca y por fin cayó en la cuenta de que la pelirroja no hablaba.
Todo sucedió muy rápido, un barril voló sobre mu acompañante, Almereth gritaba instrucciones e improperios y mientras, bruja y humano se escapaban por los tejados. ¿En serio eran tan inútiles? Helyare apuntó durante un par de segundos y lanzó una flecha en dirección al humano. Con rapidez volvió a coger otra del carcaj y apuntó, pero esta vez no disparó. Almereth la interrumpió para decirle que fueran detrás de la bruja.
Alguna que otra flecha de Farnasse sí voló por el tejado en dirección a los que huían, pero Hely, por su parte, se centraba en correr tras ellos. –¡Que no escape! –Gritaba el elfo, corriendo y con la vista puesta por los tejados.
A pesar de su entrenamiento se sentía muy desubicada, sólo corría tras los elfos.
De pronto, la bruja apareció delante de ellos. Helyare hizo una mueca de repulsa cuando escuchó el apodo por el que se la conocía. ¿Exterminaelfos? En ese momento se le vino en a la mente cómo Almereth se había referido a ella en la taberna, con sorna, pero no dejaba de causarle curiosidad eso de “tetra campeona”. No había tenido la oportunidad de enfrentarse jamás a un brujo de ese modo. Y menos, sin sus compañeros. Luchar junto a sus hermanos hacía todo más sencillo. Ahora estaba sola con esos dos que a saber cómo luchaban. –A veces el nombre no lo es todo. –Masculló sin que le afectara su intento de meterle miedo a la elfa. Era una bruja, un ser inferior.
Pronto pudo comprobar que no lo era tanto como ella pensaba. El arco de Farnasse se partió cuando la taar usó su poder contra ella. ¿¡Cómo se atrevía?! Sin poder evitarlo dirigió la mirada al suyo, si esa maldita osaba hacerle un solo rasguño a su preciado arco, le arrancaría la cabeza con sus manos. Era de lo poco que le quedaba de su clan, un regalo de sus padres que no quería que saliese mal parado.
Pero el poder de la bruja no fue contra su arma, sino contra ella. Notó una fuerte presión en el cuello que le hizo cerrar los ojos y llevarse una de las manos donde lo notaba, incapaz de respirar. Se retorció tratando de que la fuerza invisible que la asfixiaba la dejase. El sonido de la espada sonó al chocar contra el cuerpo de Almereth y Helyare abrió los ojos librándose de la presión para ver la sangre del elfo caer sobre el suelo.
Farnesse, presa de la rabia salió corriendo con una de sus flechas, lista para clavársela a la bruja a una distancia corta, como si de un cuchillo se tratase. No pensaba, realmente quería ayudar a su amigo.
El grito del elfo apenas se escuchó, pero estaba encogido agarrándose justo donde la espada había ahondado. –Hija de perra…
–Nuuta ittee… –Rara vez salían esas palabras tan malsonantes de la boca de Helyare, se consideraba con demasiada clase para usarlas contra alguien. Pero esa bruja se las merecía. Estaba provocándolos para el combate y había herido a un elfo. Tomó una flecha de su carcaj y con gran rapidez la lanzó contra la bruja, lo más directa posible para no fallar, con intención de vengarse por lo que le había hecho al hombre. Estaba a distancia de ella, no como Farnasse, que corría a clavarle la flecha de su propio arco, o Almereth, quien en esos momentos se incorporaba un poco tratando de recobrar el aliento que le había sido quitado con la espada.
Quería acabar con ella. Era para lo que había nacido… Acabar con los brujos que osaban perturbar a los de su especie. Instintivamente salió corriendo, pero no huía, sólo buscaba colocarse en otra posición y volver a efectuar el tiro lo más rápidamente posible, aprovechando que sus compañeros estaban haciendo algo más de lo que esperaba.
- Traducción:
Nuuta ittee: Maldita zorra
Última edición por Helyare el Sáb Dic 24 2016, 03:25, editado 2 veces
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
El miembro 'Helyare' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
La primer fase de escape de mi plan había salido a la perfección, los elfos ahora se encontraban desubicados sin orden alguno mientras la bruja y yo ganábamos tiempo, ahora solo me quedaba acompañar a la bruja a liberar a los suyos y lograría escapar de Vulwulfar sin ser tachado de delincuente. Una flecha voló junto a mi brazo, afortunadamente no lo suficiente para enterrarse pero si me había cortado la piel gravemente, un poco más y tuviese un agujero de lado a lado. Cubrí la herida con la mano para evitar que la sangre comenzara a fluir, no necesitaba desangrarme en aquel techo y menos comenzar una guerra de disparos cuando había prisa.
Comencé a correr junto a la bruja por los tejados, según lo que había dicho la cosa no parecía difícil, era solamente llegar a la plaza y liberar su familia, pan comido. Correr en los tejados resultaba más complicado que hacerlo en el bosque, si una rama se partía al menos la caída no dolería tanto o tendría otra de la cual afianzarme, tropezar en el techo era una posible muerte segura, por un momento casi caigo al final de mi historia, si no fuese porque la bruja me había agarrado todo ya sería oscuro para mí.
- Claramente no me caeré a propósito. – Dije mientras me reincorporaba, aunque contestar de aquella manera luego de que me habían salvado no era lo más apropiado.
Continué siguiendo a la bruja lo más rápido que pude, era interesante ver como alguien más podía correr a aquel ritmo en un tejado, según sabía los brujos eran más de sentarse y esperar a ver como el mundo ardía para luego interferir. Por acotación de la bruja pude enterarme que los 3 elfos aun nos seguían ¿Qué demonios les pasaba? ¿Tantas ganas tenían de ver a aquella bruja ajusticiada de mala manera? Resultaba asqueroso saber que las personas apoyaban las piras, existían métodos más justos y limpios para ejercer la ley.
Habíamos corrido hasta quedar en un sitio sin retorno, eso no era buena señal, quizá si le lanzábamos tejas a los elfos ganaríamos tiempos para escapar, no era tan mala idea. Me agaché a tomar algo que arrojar cuando la bruja, era un arduo trabajo conseguir algo del peso adecuado para abrirle el cráneo a alguien, no para matarlo pero si para dejarlo fuera de combate. Una vez conseguido mi proyectil me puse de pie dispuesto a disparar, apunté a uno de los elfos, estaba por arrojar el trozo de piedra cuando la bruja me interrumpió poniendo la llave que salvaría a su familia en mi mano libre.
Parpadeé confuso y la miré por un momento ¿Aquello significaba lo que creía? Por las palabras que ella dijo estaba claro, debía ser yo quien salvara a su familia, aquella tarea no se le podía encargar a cualquier persona, la bruja realmente confiaba en un desconocido.
- De acuerdo, haré todo lo que pueda para recatarlos. – Guardé la llave en la bolsa que llevaba todas mis pertenencias y la cerré con cuidado. – Pero espero realmente que vayas hasta allí, no que desaparezcas y dejes algún precio sobre mi cabeza. – Realmente dudaba que en aquel punto Francesca llegara a hacer eso, pero mejor prevenir.
La bruja bajó al enfrentamiento por una cuerda, una interesante entrada para un enfrentamiento, aunque resultaba preocupante el hecho que eran 3 contra 1, parecía decidida a luchar pasara lo que pasara, antes de que todo empezará pude fijarme que Francesca me volvía a dirigir la mirada. Sabía bien que ya debía irme, asentí y cubrí mi cabeza con la capucha del atuendo, la noche me beneficiaría a pasar en cubierto.
Corrí alejándome del conflicto, no perdería tiempo y necesitaba bajar de los tejados, sabía que la bruja quizá se las arreglara sola, tantos títulos y odio de los elfos debía significar algo. Llegué hasta el extremo del edificio y miré hacia abajo, era una calle con salidas y además había un toldo de algún vendedor, tomé aire y salté hacía el, si fallaba seguramente me partiría las piernas. Pude sentir como el toldo se caía bajo mi peso y escuche como el vendedor maldecía, al menos yo había salido a salvo y con los huesos de mis piernas intactos.
Me levanté y sacudí mi ropa mientras ignoraba los insultos del vendedor, ya se le pasaría el enojo después, caminé ignorando a la multitud y poco a poco me acerqué hasta la plaza, ya había más gente esperando a presenciar el acto. A simple vista podía distinguir que la mayoría eran elfos a causa de la forma de sus orejas, el resto podrían ser humanos o brujos, supuse que los brujos serían los que tenían cara de molestia y desagrado.
También había varios guardias caminando de un lado a otro, parecía que la seguridad estaba alerta por si había problemas, no me era de extrañar… aunque existía la posibilidad de que me buscasen a mí y a Francesca por el incidente del bar. Según recordaba la bruja había mencionado algo de una carroza, solo debía encontrarla y terminar aquello, me escondí entre la multitud y busqué poco a poco donde estaba encerrada la familia de Francesca, no me quedaba mucho tiempo.
Comencé a correr junto a la bruja por los tejados, según lo que había dicho la cosa no parecía difícil, era solamente llegar a la plaza y liberar su familia, pan comido. Correr en los tejados resultaba más complicado que hacerlo en el bosque, si una rama se partía al menos la caída no dolería tanto o tendría otra de la cual afianzarme, tropezar en el techo era una posible muerte segura, por un momento casi caigo al final de mi historia, si no fuese porque la bruja me había agarrado todo ya sería oscuro para mí.
- Claramente no me caeré a propósito. – Dije mientras me reincorporaba, aunque contestar de aquella manera luego de que me habían salvado no era lo más apropiado.
Continué siguiendo a la bruja lo más rápido que pude, era interesante ver como alguien más podía correr a aquel ritmo en un tejado, según sabía los brujos eran más de sentarse y esperar a ver como el mundo ardía para luego interferir. Por acotación de la bruja pude enterarme que los 3 elfos aun nos seguían ¿Qué demonios les pasaba? ¿Tantas ganas tenían de ver a aquella bruja ajusticiada de mala manera? Resultaba asqueroso saber que las personas apoyaban las piras, existían métodos más justos y limpios para ejercer la ley.
Habíamos corrido hasta quedar en un sitio sin retorno, eso no era buena señal, quizá si le lanzábamos tejas a los elfos ganaríamos tiempos para escapar, no era tan mala idea. Me agaché a tomar algo que arrojar cuando la bruja, era un arduo trabajo conseguir algo del peso adecuado para abrirle el cráneo a alguien, no para matarlo pero si para dejarlo fuera de combate. Una vez conseguido mi proyectil me puse de pie dispuesto a disparar, apunté a uno de los elfos, estaba por arrojar el trozo de piedra cuando la bruja me interrumpió poniendo la llave que salvaría a su familia en mi mano libre.
Parpadeé confuso y la miré por un momento ¿Aquello significaba lo que creía? Por las palabras que ella dijo estaba claro, debía ser yo quien salvara a su familia, aquella tarea no se le podía encargar a cualquier persona, la bruja realmente confiaba en un desconocido.
- De acuerdo, haré todo lo que pueda para recatarlos. – Guardé la llave en la bolsa que llevaba todas mis pertenencias y la cerré con cuidado. – Pero espero realmente que vayas hasta allí, no que desaparezcas y dejes algún precio sobre mi cabeza. – Realmente dudaba que en aquel punto Francesca llegara a hacer eso, pero mejor prevenir.
La bruja bajó al enfrentamiento por una cuerda, una interesante entrada para un enfrentamiento, aunque resultaba preocupante el hecho que eran 3 contra 1, parecía decidida a luchar pasara lo que pasara, antes de que todo empezará pude fijarme que Francesca me volvía a dirigir la mirada. Sabía bien que ya debía irme, asentí y cubrí mi cabeza con la capucha del atuendo, la noche me beneficiaría a pasar en cubierto.
Corrí alejándome del conflicto, no perdería tiempo y necesitaba bajar de los tejados, sabía que la bruja quizá se las arreglara sola, tantos títulos y odio de los elfos debía significar algo. Llegué hasta el extremo del edificio y miré hacia abajo, era una calle con salidas y además había un toldo de algún vendedor, tomé aire y salté hacía el, si fallaba seguramente me partiría las piernas. Pude sentir como el toldo se caía bajo mi peso y escuche como el vendedor maldecía, al menos yo había salido a salvo y con los huesos de mis piernas intactos.
Me levanté y sacudí mi ropa mientras ignoraba los insultos del vendedor, ya se le pasaría el enojo después, caminé ignorando a la multitud y poco a poco me acerqué hasta la plaza, ya había más gente esperando a presenciar el acto. A simple vista podía distinguir que la mayoría eran elfos a causa de la forma de sus orejas, el resto podrían ser humanos o brujos, supuse que los brujos serían los que tenían cara de molestia y desagrado.
También había varios guardias caminando de un lado a otro, parecía que la seguridad estaba alerta por si había problemas, no me era de extrañar… aunque existía la posibilidad de que me buscasen a mí y a Francesca por el incidente del bar. Según recordaba la bruja había mencionado algo de una carroza, solo debía encontrarla y terminar aquello, me escondí entre la multitud y busqué poco a poco donde estaba encerrada la familia de Francesca, no me quedaba mucho tiempo.
Fredericksen
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
Francesca se centró en Almereth. Ahora hizo que de su mano se produjeran sucesivas corrientes eléctricas que profirió contra el elfo, que agonizaba sobre el suelo. Con lo que no contaba la mayor de los Lombardi era con que Helyare y Farnasse se repondrína tan rápido del ataque que les hizo. Así, tras pillarla desprevenida, la elfa clavó con todas sus ganas la flecha en la espalda de la mujer, profiriéndole una dolorosa herida, emitiendo esta un quejido de dolor, y Helyare, casi de manera sincronizada le disparó una flecha, que por poco se clava en la cintura de la joven, haciéndole un desgarro en el abdomen. La bruja retrocedió y se llevó la mano a un lado.
Almereth, se irguió no sin dificultad y tomó su arco para dirigirse hacia la dolorida bruja, que se quejaba en el suelo mientras los tres elfos la arrinconaban contra una pared en aquel barrio bajo.
-¡Malnacidos! Vosotros no tenéis ninguna prueba contra mí ni contra mi familia. – se quejó ella. – Actuáis por rabia y por venganza. Aprovecháis vuestra oportunidad para salir como las ratas durante la noche, cuando no hay nadie. – se quejó ella. Apretando su puño con furia. Del mismo podía verse cómo comenzaba a brillar un enorme orbe luminiscente cuya luz cada vez era más intensa.
-Has acertado, escoria. – apuntó el elfo. – La razón por la que te daremos muerte ahora es por tus asesinatos de elfos inocentes en los últimos años. Un mero ajuste de cuentas. Al menos morirás sabiendo que, poco después, tu familia se reunirá contigo. Eso sí, tras una vergonzosa y dolorosa muerte. – sonrió. - ¿Qué te parece?
Francesca apretó el puño y los dientes. Estaba herida, pero también ellos. Se resignaba a morir ahí. No podía hacerlo, ni por ella, ni por sus familiares. Creó un orbe luminiscente que se extendió rápidamente por su brazo y lo lanzó contra los tres elfos, a los que esperaba deslumbrar por completo. Agitó sus manos con fuerza para crear una corriente de electricidad en cada brazo que profirió hacia los lados, en dirección a Farnasse y Helyare y, por último, tomó su espada para irse directamente a por Almereth, que esperaba que, al ser deslumbrado, no tuviese tiempo de defenderse de su próximo ataque: Un corte con la espada en el cuello.
Candau atravesó la ciudad y llegó a la plaza de las piras con premura. El humano tendría que darse prisa pues el sol no tardaría en ponerse por completo. El cielo ya brillaba en un intenso rojo atardecer. Sólo cuando la penumbra cubriese por completo el firmamento, daría lugar el inicio de la pira.
La plaza era grande y espaciosa lugar. Y estaba abarrotada de gente. Los transeúntes miraban con una mezcla de sorpresa y temor como muchos operarios se encontraban llenando de palos de madera seca las tres piras que tenían preparadas en el centro. Las destinadas a la familia Lombardi.
Candau tenía que moverse con velocidad, y no tardaría en notar un pequeño carruaje cerca del cadalso, protegido por un guardia que estaba echándose una siesta en una silla en vez de vigilar a los prisioneros. Aunque estos no podrían escapar pues, como era lógico, la puerta estaba cerrada.
Por fortuna, Candau tendría la llave. Aún así. El padre de familia, claramente preocupado, se dirigió a él, con resignación.
-Veo que ha llegado el momento.– aceptó con tristeza el patriarca brujo, cuando vio al joven arquero hurgar en la cerradura. Mas no tardaría en darse cuenta de que éste no llevaba el uniforme de la guardia de Vulwulfar y que insistía en abrir la cerradura de una manera apresurada, fue cuando pudo ver que se encontraba ante un rescatador, y no ante un verdugo. Sus ojos brillaron con ilusión. - ¡Loados sean los dioses! ¿Quién sois? ¿Quién os envía? – le preguntó entusiasmado el hombre. Agarrándose a los barrotes con fuerza. - ¿Sabéis dónde está mi hija? - el hombre no daba a basto a enlazar preguntas fruto de la tensión del momento y de la incertidumbre. Pero, tal vez por el instinto paternal, sentía que su hija estaba en peligro y fue por ello por lo que esta pregunta era la que más le apesadumbraba la mente ahora mismo.
Helyare: Un turno más de runas para cada uno.
Fredericksen: Deberás llegar hasta el carruaje y liberar a la familia. Y luego guiarlos con sigilo y sacarlos de la plaza, hacia un lugar seguro que consideres. Entonces, podrás hacerle las preguntas que quieras. Deberás lanzar una runa que determinará el éxito de tus acciones y si alguien os ve evacuando la zona.
Almereth, se irguió no sin dificultad y tomó su arco para dirigirse hacia la dolorida bruja, que se quejaba en el suelo mientras los tres elfos la arrinconaban contra una pared en aquel barrio bajo.
-¡Malnacidos! Vosotros no tenéis ninguna prueba contra mí ni contra mi familia. – se quejó ella. – Actuáis por rabia y por venganza. Aprovecháis vuestra oportunidad para salir como las ratas durante la noche, cuando no hay nadie. – se quejó ella. Apretando su puño con furia. Del mismo podía verse cómo comenzaba a brillar un enorme orbe luminiscente cuya luz cada vez era más intensa.
-Has acertado, escoria. – apuntó el elfo. – La razón por la que te daremos muerte ahora es por tus asesinatos de elfos inocentes en los últimos años. Un mero ajuste de cuentas. Al menos morirás sabiendo que, poco después, tu familia se reunirá contigo. Eso sí, tras una vergonzosa y dolorosa muerte. – sonrió. - ¿Qué te parece?
Francesca apretó el puño y los dientes. Estaba herida, pero también ellos. Se resignaba a morir ahí. No podía hacerlo, ni por ella, ni por sus familiares. Creó un orbe luminiscente que se extendió rápidamente por su brazo y lo lanzó contra los tres elfos, a los que esperaba deslumbrar por completo. Agitó sus manos con fuerza para crear una corriente de electricidad en cada brazo que profirió hacia los lados, en dirección a Farnasse y Helyare y, por último, tomó su espada para irse directamente a por Almereth, que esperaba que, al ser deslumbrado, no tuviese tiempo de defenderse de su próximo ataque: Un corte con la espada en el cuello.
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Candau atravesó la ciudad y llegó a la plaza de las piras con premura. El humano tendría que darse prisa pues el sol no tardaría en ponerse por completo. El cielo ya brillaba en un intenso rojo atardecer. Sólo cuando la penumbra cubriese por completo el firmamento, daría lugar el inicio de la pira.
La plaza era grande y espaciosa lugar. Y estaba abarrotada de gente. Los transeúntes miraban con una mezcla de sorpresa y temor como muchos operarios se encontraban llenando de palos de madera seca las tres piras que tenían preparadas en el centro. Las destinadas a la familia Lombardi.
Candau tenía que moverse con velocidad, y no tardaría en notar un pequeño carruaje cerca del cadalso, protegido por un guardia que estaba echándose una siesta en una silla en vez de vigilar a los prisioneros. Aunque estos no podrían escapar pues, como era lógico, la puerta estaba cerrada.
Por fortuna, Candau tendría la llave. Aún así. El padre de familia, claramente preocupado, se dirigió a él, con resignación.
-Veo que ha llegado el momento.– aceptó con tristeza el patriarca brujo, cuando vio al joven arquero hurgar en la cerradura. Mas no tardaría en darse cuenta de que éste no llevaba el uniforme de la guardia de Vulwulfar y que insistía en abrir la cerradura de una manera apresurada, fue cuando pudo ver que se encontraba ante un rescatador, y no ante un verdugo. Sus ojos brillaron con ilusión. - ¡Loados sean los dioses! ¿Quién sois? ¿Quién os envía? – le preguntó entusiasmado el hombre. Agarrándose a los barrotes con fuerza. - ¿Sabéis dónde está mi hija? - el hombre no daba a basto a enlazar preguntas fruto de la tensión del momento y de la incertidumbre. Pero, tal vez por el instinto paternal, sentía que su hija estaba en peligro y fue por ello por lo que esta pregunta era la que más le apesadumbraba la mente ahora mismo.
- Familia Lombardi:
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Helyare: Un turno más de runas para cada uno.
- Runas de nivel de suerte igual (sólo malas/medias): El combate acaba en tablas. Francesca escapará y Almereth sigue vivo.
- Runas de nivel de suerte distinto: Sólo muere un personaje, el de menor suerte.
- Si sale runa buena/muy buena: Mía Muere Almereth. Tú y Farnasse acabáis doloridas, pero vivas, y podéis contraatacar. Tuya Muere Francesca. Sólo pueden morir los dos personajes con esta condición.
Fredericksen: Deberás llegar hasta el carruaje y liberar a la familia. Y luego guiarlos con sigilo y sacarlos de la plaza, hacia un lugar seguro que consideres. Entonces, podrás hacerle las preguntas que quieras. Deberás lanzar una runa que determinará el éxito de tus acciones y si alguien os ve evacuando la zona.
Última edición por Ger el Miér Dic 28 2016, 10:45, editado 1 vez
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
Esa maldita osaba atacar al elfo cuando estaba en el suelo indefenso. ¡Era un acto intolerable! Si ella jugaba sucio, la elfa lo haría igual. No iba a tener reparos a la hora de enfrentarse a una taar como ella, sin el mísero conocimiento de lo que significaba la palabra “honor”. Desde su nueva posición cargó de nuevo su arco, con la intención de ayudar a Almereth. Pero la primera flecha que había lanzado había sido casi efectiva, y Farnasse también había hecho lo suyo clavándole uno de sus virotes en la espalda. Habían conseguido que dejase al elfo, que ahora se levantaba del suelo con dificultad.
Helyare estaba algo más lejos de la bruja que los demás, pero aun así pudo ver cómo de su puño salía una luz. Mas no le dio tiempo a alertar a sus compañeros. Una luz los cegó por unos instantes y lo siguiente que notó fueron los pinchazos de la electricidad pasando por su cuerpo.
La elfa movió su arco de forma extraña, por los espasmos que sufrieron sus músculos. E incluso, su flecha cayó al suelo. En cuando pasó miró a Farnesse, que estaba igual que ella. Cogió la flecha y apuntó a la bruja lo más rápido que pudo. Pero esa desalmada se dirigía con su espada a rematar al elfo. –Maldita… –Helyare lanzó una flecha en dirección a su abdomen, de nuevo, tratando de que esta vez fuera más certera y la diese de lleno. Farnasse, por su parte, se abalanzó contra ella tratando de proteger al arquero.
–¡No lo hagas! –Gritó Helyare, aunque de poco sirvió, ya que la elfa parecía cegada con matar a la bruja, mucho más que ella misma, que no podía albergar ya más odio por esos seres. No podía juzgar si el acto de la pelirroja era justificado o no, pero enfrentarse cuerpo a cuerpo contra una persona que llevaba una espada no le parecía buena idea. Pero entendía que ella quisiera defender a su amigo como fuera, aunque ese impulso la llevase a cometer un acto equívoco. ¿Ella lo haría? No, por supuesto que no se arriesgaría así a recibir un espadazo de lleno. Eso fue lo primero que pensó, cuando sentía rabia al ver cómo Farnesse se acercaba rápidamente a golpear a la bruja. Pero al instante pensó que tal vez sí lo haría, dependiendo de por quién. Si viese a Aran, Arzhak o Luinil en esa situación… Ese pensamiento la revolvió por dentro mientras veía cómo su compañera trataba de bloquear a la bruja. Sentía que le estrujaban el estómago y supo que sí. Sin duda cometería el fallo de Farnesse si en el suelo estuvieran sus personas más queridas.
Cargó el arco y se acercó más a la bruja para tener mejor ángulo de tiro. Tenía que hacerlo bien y no fallar por nada del mundo. Acostumbraba a apuntar muy rápido, confiaba muchísimo en su puntería y en ella misma. Pero esta vez se detuvo minuciosamente a pensar en la trayectoria que quería que la flecha tuviese, no quería dañar a Farnesse, quien estaba con la bruja.
Le encantaría dispararle a la cabeza, que una de sus flechas atravesase la sien de Francesca, que pagase por todos los crímenes contra los de su especie que había cometido. Helyare no lo sabía a ciencia cierta, pero cualquiera que hiciese derramar sangre élfica merecía, como castigo, la muerte. Correr la misma suerte que los que habían sufrido sus crímenes. Y si esa maldita taar había, siquiera, hecho que la sangre de los elfos corriese por la piel de estos a modo de herida, merecía pagar por ello. Merecía ser ajusticiada por usar su magia, que debería ser propia de seres como los hermanos de Helyare, de forma ofensiva.
Sin duda, le encantaría que una de sus flechas fuese la justiciera que hiciese pagar a esa mujer por las atrocidades que había cometido. Que su cuerpo pudiese ser quemado junto al de su familia en una de las piras de la plaza.
Aunque no conociera la historia completa de esa familia, sólo por haber atacado a Almereth, a un elfo, merecía ser castigada. Helyare volvió a repetir el proceso de cargar su arma y apuntar.
Helyare estaba algo más lejos de la bruja que los demás, pero aun así pudo ver cómo de su puño salía una luz. Mas no le dio tiempo a alertar a sus compañeros. Una luz los cegó por unos instantes y lo siguiente que notó fueron los pinchazos de la electricidad pasando por su cuerpo.
La elfa movió su arco de forma extraña, por los espasmos que sufrieron sus músculos. E incluso, su flecha cayó al suelo. En cuando pasó miró a Farnesse, que estaba igual que ella. Cogió la flecha y apuntó a la bruja lo más rápido que pudo. Pero esa desalmada se dirigía con su espada a rematar al elfo. –Maldita… –Helyare lanzó una flecha en dirección a su abdomen, de nuevo, tratando de que esta vez fuera más certera y la diese de lleno. Farnasse, por su parte, se abalanzó contra ella tratando de proteger al arquero.
–¡No lo hagas! –Gritó Helyare, aunque de poco sirvió, ya que la elfa parecía cegada con matar a la bruja, mucho más que ella misma, que no podía albergar ya más odio por esos seres. No podía juzgar si el acto de la pelirroja era justificado o no, pero enfrentarse cuerpo a cuerpo contra una persona que llevaba una espada no le parecía buena idea. Pero entendía que ella quisiera defender a su amigo como fuera, aunque ese impulso la llevase a cometer un acto equívoco. ¿Ella lo haría? No, por supuesto que no se arriesgaría así a recibir un espadazo de lleno. Eso fue lo primero que pensó, cuando sentía rabia al ver cómo Farnesse se acercaba rápidamente a golpear a la bruja. Pero al instante pensó que tal vez sí lo haría, dependiendo de por quién. Si viese a Aran, Arzhak o Luinil en esa situación… Ese pensamiento la revolvió por dentro mientras veía cómo su compañera trataba de bloquear a la bruja. Sentía que le estrujaban el estómago y supo que sí. Sin duda cometería el fallo de Farnesse si en el suelo estuvieran sus personas más queridas.
Cargó el arco y se acercó más a la bruja para tener mejor ángulo de tiro. Tenía que hacerlo bien y no fallar por nada del mundo. Acostumbraba a apuntar muy rápido, confiaba muchísimo en su puntería y en ella misma. Pero esta vez se detuvo minuciosamente a pensar en la trayectoria que quería que la flecha tuviese, no quería dañar a Farnesse, quien estaba con la bruja.
Le encantaría dispararle a la cabeza, que una de sus flechas atravesase la sien de Francesca, que pagase por todos los crímenes contra los de su especie que había cometido. Helyare no lo sabía a ciencia cierta, pero cualquiera que hiciese derramar sangre élfica merecía, como castigo, la muerte. Correr la misma suerte que los que habían sufrido sus crímenes. Y si esa maldita taar había, siquiera, hecho que la sangre de los elfos corriese por la piel de estos a modo de herida, merecía pagar por ello. Merecía ser ajusticiada por usar su magia, que debería ser propia de seres como los hermanos de Helyare, de forma ofensiva.
Sin duda, le encantaría que una de sus flechas fuese la justiciera que hiciese pagar a esa mujer por las atrocidades que había cometido. Que su cuerpo pudiese ser quemado junto al de su familia en una de las piras de la plaza.
Aunque no conociera la historia completa de esa familia, sólo por haber atacado a Almereth, a un elfo, merecía ser castigada. Helyare volvió a repetir el proceso de cargar su arma y apuntar.
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
Me estaba quedando sin tiempo y estaba claro, las preparaciones de las piras parecían estar casi listas y la gente no paraba de llegar para presenciar el acto que se iba a efectuar. Era tedioso caminar entre la multitud que comenzaba a cuchichear, principalmente porque estorbaban en el camino y no se dignaban a dar permiso, y segundo, resultaba molesto estar rodeado de murmullos negativos.
Tenía dos maneras de conseguir donde tenían encerrada a la familia de Francesca, preguntarle a un extraño o buscar como si no hubiese mañana… que era técnicamente lo que estaba haciendo. Preguntarle a algún extraño claramente me traería problemas, ya debería estar rondando la noticia de la llave robada y de la posible apariencia de los culpables, así que aquel comportamiento solo serviría para levantar sospechas.
Opté por buscar al carruaje como si mi vida dependiese de ello, aunque realmente las vidas que dependían de ello eran la de los brujos. Mi búsqueda afortunadamente dio frutos, pude observar el carruaje donde debían de estar encerrados los brujos, ahora solo me quedaba acercarme y abrir sacarlos de allí.
Mientras me acercaba me pregunté porque estaba haciendo aquello, simplemente podía irme y evitar cualquier problema como cualquier otra persona. Bueno, realmente si tenía razones para meterme en aquel problema, la manera en la que estaban ajusticiando a la gente no era la correcta y Francesca había confiado en mí para que su familia no sufriera aquel destino.
La vigilancia que tenían los prisioneros era mínima, resultaba raro pero ventajoso, el único guardia estaba durmiendo y quizá arriesgarme a dejarlo inconsciente de un golpe no era buena idea, solo sería sigiloso. Fui con cuidado hasta la puerta cerrada y saqué la llave de mi bolsa, tardé un momento en encajarla en la cerradura, ahora solo me faltaba abrir aquella cosa.
Uno de los prisioneros se acercó, al parecer pensaba que ya había llegado el momento final tanto para él como para su familia. Evité levantar la mirada por el momento y me concentré todo lo que pude en abrir la puerta, si quería hablar sería en otro momento, ahora solo importaba que nada saliera mal. El sujeto se percató de que yo no era un guardia y ahora sus palabras se tornaron el pregunta, estaba claro que cualquiera se emocionaría al saber que no iba a morir pero no era momento de jugar a preguntas y respuestas.
- Supongo que debes ser el padre de Francesca.– Dije cuando al fin logré abrir la puerta de aquella prisión. – Se donde estaba… pero en este momento no se si esté bien. - Guardé nuevamente la llave por si fuese a ser necesaria y observé los alrededores con cuidado. – Bien, parece que no hay nadie observando. Salgan rápido y con cuidado, debemos evitar la plaza, hay mucha seguridad por allí y la población seguramente ya conoce los rostros que deberían arder, deben buscar un sitio seguro… opino que lo mejor es usar los callejones y ocultarlos en un lugar de mala muerte. – Miré con cuidado la ropa que usaban aquellos brujos para luego dar un suspiro, las apariencias de gente rica podrían ser un problema . – Y también les recomiendo hacer algo con la apariencia, llénense de mugre y tierra, así podrían pasar algo desapercibidos.
Acomodé el arco en mi hombro y me erguí para parecer alguien relevante, no era para darle señal alguna a los brujos, simplemente que con un arma a la vista y una posición firme se lograba infundir respeto entre la población.
- No tenemos tiempo, a menos que quieran esperar a que los pasen buscando para que les den un baño caliente… síganme.- Caminé alejándome de la plaza en dirección a uno de los callejones cercanos, había visto que la gente circulaba por allí así que eso significaba que no debía de ser un camino sin salida.
Tenía dos maneras de conseguir donde tenían encerrada a la familia de Francesca, preguntarle a un extraño o buscar como si no hubiese mañana… que era técnicamente lo que estaba haciendo. Preguntarle a algún extraño claramente me traería problemas, ya debería estar rondando la noticia de la llave robada y de la posible apariencia de los culpables, así que aquel comportamiento solo serviría para levantar sospechas.
Opté por buscar al carruaje como si mi vida dependiese de ello, aunque realmente las vidas que dependían de ello eran la de los brujos. Mi búsqueda afortunadamente dio frutos, pude observar el carruaje donde debían de estar encerrados los brujos, ahora solo me quedaba acercarme y abrir sacarlos de allí.
Mientras me acercaba me pregunté porque estaba haciendo aquello, simplemente podía irme y evitar cualquier problema como cualquier otra persona. Bueno, realmente si tenía razones para meterme en aquel problema, la manera en la que estaban ajusticiando a la gente no era la correcta y Francesca había confiado en mí para que su familia no sufriera aquel destino.
La vigilancia que tenían los prisioneros era mínima, resultaba raro pero ventajoso, el único guardia estaba durmiendo y quizá arriesgarme a dejarlo inconsciente de un golpe no era buena idea, solo sería sigiloso. Fui con cuidado hasta la puerta cerrada y saqué la llave de mi bolsa, tardé un momento en encajarla en la cerradura, ahora solo me faltaba abrir aquella cosa.
Uno de los prisioneros se acercó, al parecer pensaba que ya había llegado el momento final tanto para él como para su familia. Evité levantar la mirada por el momento y me concentré todo lo que pude en abrir la puerta, si quería hablar sería en otro momento, ahora solo importaba que nada saliera mal. El sujeto se percató de que yo no era un guardia y ahora sus palabras se tornaron el pregunta, estaba claro que cualquiera se emocionaría al saber que no iba a morir pero no era momento de jugar a preguntas y respuestas.
- Supongo que debes ser el padre de Francesca.– Dije cuando al fin logré abrir la puerta de aquella prisión. – Se donde estaba… pero en este momento no se si esté bien. - Guardé nuevamente la llave por si fuese a ser necesaria y observé los alrededores con cuidado. – Bien, parece que no hay nadie observando. Salgan rápido y con cuidado, debemos evitar la plaza, hay mucha seguridad por allí y la población seguramente ya conoce los rostros que deberían arder, deben buscar un sitio seguro… opino que lo mejor es usar los callejones y ocultarlos en un lugar de mala muerte. – Miré con cuidado la ropa que usaban aquellos brujos para luego dar un suspiro, las apariencias de gente rica podrían ser un problema . – Y también les recomiendo hacer algo con la apariencia, llénense de mugre y tierra, así podrían pasar algo desapercibidos.
Acomodé el arco en mi hombro y me erguí para parecer alguien relevante, no era para darle señal alguna a los brujos, simplemente que con un arma a la vista y una posición firme se lograba infundir respeto entre la población.
- No tenemos tiempo, a menos que quieran esperar a que los pasen buscando para que les den un baño caliente… síganme.- Caminé alejándome de la plaza en dirección a uno de los callejones cercanos, había visto que la gente circulaba por allí así que eso significaba que no debía de ser un camino sin salida.
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
Farnasse, ignorando las advertencias de Helyare, volvió a lanzarse a por la bruja cuando ésta se disponía a rematar a Almereth con su espada corta. La tensión por salvar a su amigo o, tal vez, su amante, le hizo cometer el error de aproximarse a la bruja. Por fortuna, ésta estaba centrada en el elfo, por lo que consiguió derribarla y alejarla de él. Aunque Francesca se recompuso rápidamente y tensó sus dedos para generar energía eléctrica y propinar una descarga a su oponente.
Acto seguido de emprender esta acción, la bruja pudo ver como la otra elfa cargaba su arco. El problema es que no se encontraba en una buena postura para poder rectificar el movimiento y esquivar la flecha de la elfa. Aunque sí que pudo girarse lo suficiente como para evitar que ésta le impactara en la cabeza. - ¡Ah! – gritó, llevándose la mano al hombro donde la flecha de Helyare se había clavado finalmente. - ¡Puta! – insultó a Helyare, dolorida.
-Elfos cobardes. De uno en uno está claro que no podéis conmigo. – insinuó, y partió la flecha con un gran grito de sufrimiento, quedando la punta en su interior. Dolía mucho, pero debía actuar rápido si no quería que la elfa le disparase de nuevo. – Ya he ganado suficiente tiempo. – les dijo a los tres retrocediendo apretándose los dientes, herida, y contempló en el callejón un pequeño sistema de montacargas en el estrecho lugar, para transportar tejas a la parte superior del edificio. Cortó la cuerda con la espada y se sujetó a ésta, cayendo las tejas apiladas al suelo. En dirección a Almereth.
-¡Cuidado! – gritó el elfo, apartándose para evitar aplastado. Mientras veía como la silueta de Francesca se perdía de nuevo en lo alto del tejado. - ¡Agh! Maldita bruja cobarde. – dijo molestó después.
Almereth se giró hacia sus dos compañeras, que con tanta valentía y fe habían luchado. En primer lugar ayudó a Farnasse a incorporarse de la descarga recibida. Había perdido su arco, por lo que entregó a la joven un puñal. Finalmente se volvió hacia Helyare, a la que tomó por el hombro, hablándole con franqueza.
-Gracias por luchar con tanta valentía. Puedo jurar que esa bruja y todos sus congéneres pagarán la sangre que han derramado. – le dijo mirándola a los ojos con admiración. Luego volvió a mirar a ambas. – No tenemos tiempo que perder. Ha dicho que ha ganado tiempo, seguramente pretenda liberar a su familia. Debemos ir a la plaza y evitar el rescate, o tal vez debamos volver a la taberna al camarlengo Pavel. – concluyó, incitando a ambas a tomar una rápida decisión. El camarlengo era un humano, raza a la que el elfo también odiaba, pero no le importaría utilizarlo como aliado provisional si con ello conseguía acabar con los brujos de la ciudad. Ahora bien, ¿era aquel hombre una persona de fiar? No lo sabía. Y por ello decidió dejarlo en el buen criterio de Helyare, mirando para ella en busca de una respuesta.
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Por su parte, Candau logró cumplir el cometido que le había encargado Francesca. La familia siguió al pie de la letra los consejos del cazador y abandonaron así de la concurrida plaza.
Sin embargo, un dúo con atuendos de la guardia destartalado patrullaba la ciudad, y advirtió que aquel variopinto grupo de personas caminaba con evidentes gestos de incomodidad y un cierto nerviosismo.
-Eh, mira Barricus, ¿te has fijado en aquellos cuatro? – le preguntó a su compañero, un mastodonte de dos metros de alto con el triple de espalda que él.
-Sí, los he visto.– preguntó su bruto compañero, arrascándose la cabeza. Tenía uno aspecto poco inteligente, nada aseado y, sobre todo, muy fuerte. Tal vez la enorme cicatriz que tenía en su cara y que le había perforado parte del cráneo hubiese influido en su estado final. – No sé, Crane. Podemos echar un vistazo. – comentó hurgándose la nariz.
-Empieza hablando tú, que das más miedo. – instó el pequeño y rapado de los dos.
¿Era aquel dúo una pareja de guardias auténtica? De ser así, los cuatro estarían en un gran problema, pues no tardarían en alertar a más guardias. Se acercaron por la espalda al grupo en el que sólo estaban los fugitivos y ellos dos. No es que ninguno de los dos fuese especialmente avispado, pero al sacarle uno más de medio cuerpo formaban un grupo muy variopinto.
-¡Eh! ¡Vosotros! ¡Deteneos! ¡Guardia de Lunargenta! – comenzó diciendo el grandullón
-Que no, Barricus, que somos guardias de Vulwulfar. – hizo dándole un golpe en el hombre a su compañero.
-Perdona, Crane. – se lamentó el hombre. - ¡Vosotros! ¡Deteneos! ¡Guardia de Vulwulfar! - gritó, a pesar de que ya estaba a un escaso metro de ellos. No mostraba muchas luces.
-Ya habéis oído, chavalotes. – respondió Crane, detrás de su compañero, sujetándose con los pulgares los tirantes que cubrían su oxidadísima placa de guardia, entrecerrando un ojo y mirando a los fugitivos con cierta chulería. – Somos la guardia de Vulwulfar. ¿A dónde vais con tanta prisa? – aquel misterioso guardia, no parecía tener muy claro quiénes eran los fugitivos, a pesar de que los tenía tan cerca.
-Crane. – interrumpió, el más bruto y tonto de los dos miraba fijamente al hombre de la familia. Al que parecía reconocer.
-Ahora no, Barricus. – dijo sin mirarlo, estaba fijando la vista en Candau. –
-Pe… pero. – insistió.
-No me jodas, Barricus. Te he dicho que ahora no. – miró el pequeño alzando la cabeza para ver al gigante. Y volvió a mirar a Fredericksen. – No os conozco a ninguno. El rey reclama un diezmo de extranjería, así que ya podéis ir aligerando la cartera. 300 aeros o para la cárcel. - y se quedó mirando hacia Candau, con la palma extendida, esperando a que éste hiciera algo.
Helyare: Te ha salido runa media, por lo que el combate queda en tablas con Francesca, que huye hacia la plaza en busca. Almereth confía en ti para que decidas el próximo paso a dar. Volver a la taberna para informar al camarlengo Pavel acerca de los planes de Francesca o ir vosotros mismos a la plaza a tratar de atraparla o advertir a los guardias de allí.
Fredericksen: Te ha salido una mala runa, por lo que durante tu escape no pasas tan inadvertido como te gustaría. En el callejón te asaltan estos dos “guardias”, Crane y Barricus, vestidos con uniformes obsoletos y que no parecen tener mucha idea de qué está pasando en la ciudad. O al menos uno de ellos. Te exige un diezmo inexistente por extranjería. Puedes ofrecérselos (perderás 300 aeros y se marcharán y te librarás del combate), combatir (tirando runa) o tratar de dialogar con ellos y persuadirles para que te ayuden (invéntate una manera de convencerles lógica)
Personajes que podéis utilizar: Almereth, Farnasse y cualquier miembro de la familia Lombardi.
Acto seguido de emprender esta acción, la bruja pudo ver como la otra elfa cargaba su arco. El problema es que no se encontraba en una buena postura para poder rectificar el movimiento y esquivar la flecha de la elfa. Aunque sí que pudo girarse lo suficiente como para evitar que ésta le impactara en la cabeza. - ¡Ah! – gritó, llevándose la mano al hombro donde la flecha de Helyare se había clavado finalmente. - ¡Puta! – insultó a Helyare, dolorida.
-Elfos cobardes. De uno en uno está claro que no podéis conmigo. – insinuó, y partió la flecha con un gran grito de sufrimiento, quedando la punta en su interior. Dolía mucho, pero debía actuar rápido si no quería que la elfa le disparase de nuevo. – Ya he ganado suficiente tiempo. – les dijo a los tres retrocediendo apretándose los dientes, herida, y contempló en el callejón un pequeño sistema de montacargas en el estrecho lugar, para transportar tejas a la parte superior del edificio. Cortó la cuerda con la espada y se sujetó a ésta, cayendo las tejas apiladas al suelo. En dirección a Almereth.
-¡Cuidado! – gritó el elfo, apartándose para evitar aplastado. Mientras veía como la silueta de Francesca se perdía de nuevo en lo alto del tejado. - ¡Agh! Maldita bruja cobarde. – dijo molestó después.
Almereth se giró hacia sus dos compañeras, que con tanta valentía y fe habían luchado. En primer lugar ayudó a Farnasse a incorporarse de la descarga recibida. Había perdido su arco, por lo que entregó a la joven un puñal. Finalmente se volvió hacia Helyare, a la que tomó por el hombro, hablándole con franqueza.
-Gracias por luchar con tanta valentía. Puedo jurar que esa bruja y todos sus congéneres pagarán la sangre que han derramado. – le dijo mirándola a los ojos con admiración. Luego volvió a mirar a ambas. – No tenemos tiempo que perder. Ha dicho que ha ganado tiempo, seguramente pretenda liberar a su familia. Debemos ir a la plaza y evitar el rescate, o tal vez debamos volver a la taberna al camarlengo Pavel. – concluyó, incitando a ambas a tomar una rápida decisión. El camarlengo era un humano, raza a la que el elfo también odiaba, pero no le importaría utilizarlo como aliado provisional si con ello conseguía acabar con los brujos de la ciudad. Ahora bien, ¿era aquel hombre una persona de fiar? No lo sabía. Y por ello decidió dejarlo en el buen criterio de Helyare, mirando para ella en busca de una respuesta.
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Por su parte, Candau logró cumplir el cometido que le había encargado Francesca. La familia siguió al pie de la letra los consejos del cazador y abandonaron así de la concurrida plaza.
Sin embargo, un dúo con atuendos de la guardia destartalado patrullaba la ciudad, y advirtió que aquel variopinto grupo de personas caminaba con evidentes gestos de incomodidad y un cierto nerviosismo.
-Eh, mira Barricus, ¿te has fijado en aquellos cuatro? – le preguntó a su compañero, un mastodonte de dos metros de alto con el triple de espalda que él.
-Sí, los he visto.– preguntó su bruto compañero, arrascándose la cabeza. Tenía uno aspecto poco inteligente, nada aseado y, sobre todo, muy fuerte. Tal vez la enorme cicatriz que tenía en su cara y que le había perforado parte del cráneo hubiese influido en su estado final. – No sé, Crane. Podemos echar un vistazo. – comentó hurgándose la nariz.
-Empieza hablando tú, que das más miedo. – instó el pequeño y rapado de los dos.
¿Era aquel dúo una pareja de guardias auténtica? De ser así, los cuatro estarían en un gran problema, pues no tardarían en alertar a más guardias. Se acercaron por la espalda al grupo en el que sólo estaban los fugitivos y ellos dos. No es que ninguno de los dos fuese especialmente avispado, pero al sacarle uno más de medio cuerpo formaban un grupo muy variopinto.
-¡Eh! ¡Vosotros! ¡Deteneos! ¡Guardia de Lunargenta! – comenzó diciendo el grandullón
-Que no, Barricus, que somos guardias de Vulwulfar. – hizo dándole un golpe en el hombre a su compañero.
-Perdona, Crane. – se lamentó el hombre. - ¡Vosotros! ¡Deteneos! ¡Guardia de Vulwulfar! - gritó, a pesar de que ya estaba a un escaso metro de ellos. No mostraba muchas luces.
-Ya habéis oído, chavalotes. – respondió Crane, detrás de su compañero, sujetándose con los pulgares los tirantes que cubrían su oxidadísima placa de guardia, entrecerrando un ojo y mirando a los fugitivos con cierta chulería. – Somos la guardia de Vulwulfar. ¿A dónde vais con tanta prisa? – aquel misterioso guardia, no parecía tener muy claro quiénes eran los fugitivos, a pesar de que los tenía tan cerca.
-Crane. – interrumpió, el más bruto y tonto de los dos miraba fijamente al hombre de la familia. Al que parecía reconocer.
-Ahora no, Barricus. – dijo sin mirarlo, estaba fijando la vista en Candau. –
-Pe… pero. – insistió.
-No me jodas, Barricus. Te he dicho que ahora no. – miró el pequeño alzando la cabeza para ver al gigante. Y volvió a mirar a Fredericksen. – No os conozco a ninguno. El rey reclama un diezmo de extranjería, así que ya podéis ir aligerando la cartera. 300 aeros o para la cárcel. - y se quedó mirando hacia Candau, con la palma extendida, esperando a que éste hiciera algo.
- Crane:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
- Barricus:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
* * * * * * * * *
¡Queda una hora para la ejecución!Helyare: Te ha salido runa media, por lo que el combate queda en tablas con Francesca, que huye hacia la plaza en busca. Almereth confía en ti para que decidas el próximo paso a dar. Volver a la taberna para informar al camarlengo Pavel acerca de los planes de Francesca o ir vosotros mismos a la plaza a tratar de atraparla o advertir a los guardias de allí.
Fredericksen: Te ha salido una mala runa, por lo que durante tu escape no pasas tan inadvertido como te gustaría. En el callejón te asaltan estos dos “guardias”, Crane y Barricus, vestidos con uniformes obsoletos y que no parecen tener mucha idea de qué está pasando en la ciudad. O al menos uno de ellos. Te exige un diezmo inexistente por extranjería. Puedes ofrecérselos (perderás 300 aeros y se marcharán y te librarás del combate), combatir (tirando runa) o tratar de dialogar con ellos y persuadirles para que te ayuden (invéntate una manera de convencerles lógica)
Personajes que podéis utilizar: Almereth, Farnasse y cualquier miembro de la familia Lombardi.
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
Helyare volvió a respirar cuando vio que a Farnasse no le había pasado nada, la bruja había estado algo despistada y su compañera había salido ilesa del error que había cometido. Acercarse tanto al enemigo, sin armas ni nada era un suicidio, pero había salido bien y la muchacha estaba contenta abrazando al elfo. No pudo evitar pensar en Arzhak al verlos así. Echaba de menos a ese elfo pero… ¿Ya qué? Si aunque apareciera no podría hacer nada, nunca volverían a abrazarse como ellos dos. Le dio tanta ternura el momento que por un instante cometió un error parecido al de la elfa pelirroja: distraerse.
De nuevo apuntó con su arco a la bruja, puesta otra vez en la batalla. ¡No podía dispersarse así! Por suerte, la hechicera, lejos de atacar lo que hizo fue huir de nuevo. Helyare miró cómo se iba y le dieron impulsos de volver a disparar una flecha contra ella, pero el elfo la tomó por sorpresa para agradecerle por su valentía. Ella se apartó al notar que la tocaba en el hombro. No quería contacto con nadie, ni siquiera con alguien como ella, detestaba que la tocasen.
Él solo quería agradecer que la elfa se hubiese atrevido y hubiese luchado con ellos, pero a Helyare no le parecía que hubiese que agradecer nada. Había fallado, la bruja se estaba escapando. No podía ser así. A la chica le habían enseñado desde bien pequeña que no se podía fallar, pues cada fallo arrastraba, en cadena, a otras desgracias.
No fallos.
Cada fallo, aparte, tenía su consecuencia: Acción-Reacción. Y había que enseñar a todos a que los errores no pasaban desapercibidos. No. Todo tenía que tener su consecuencia. Y Helyare no había fallado nunca, no hasta la primera vez que lo hizo. Se consideraba infalible, pero ahora mismo estaba en una situación estresante, marcada de por vida, echada de su casa. Todo por un error. Y no podía permitirse fallar de nuevo. No otra vez. Sentía miedo de las represalias que pudiera tener el hecho de no perseguir a la bruja. ¿Y si hacía daño a más elfos? ¿Y si volvía con los miembros de su familia y se vengaba? –¡Tenemos que ir! ¡No puede escapar!
Sin darles mucho tiempo a reaccionar y, como si estuviera alterada, salió corriendo en dirección a la plaza. No esperó a los otros elfos, salió corriendo lo más rápido posible, esquivando a la gente que pasaba por allí y no eran capaces de percatarse de nada de lo que había sucedido minutos atrás.
Quería ajusticiarla o, al menos, ponerlo en sabiduría de alguien que pudiera hacer algo, tenía que enmendar el error de no haber podido darle caza. ¿Y Almereth lo agradecía? ¡Casi era una ofensa! Le pareció un gesto lastimero, algo así como agradecer el intento a alguien a quien sus habilidades no le permitían ir a más. Le pareció un gesto de pena, a pesar de que el elfo lo hizo con toda su buena intención. Pero, como bien se decía entre el resto de elfos, el orgullo era el castigo que arrastraban los Eytherzair. Y a ella le habían dañado esa parte tan importante. No había lugar para agradecimientos que no merecía. Esas palabras de gratitud sólo se le eran concedidas a quienes habían cumplido con su misión de forma satisfactoria.
Sin tardar mucho, llegó a la plaza, seguida de Almereth y Farnasse. –Tenemos que encontrarla, tenemos que encontrarla. –Repitió buscando entre la gente a la maldita bruja. Los ciudadanos se iban agolpando en la plaza con ganas de ver el ajusticiamiento. Esa gente quería sangre. ¿Tanto les gustaba? Ese tipo de destinos era mejor hacerlos en privado, pero las piras estaban en pleno centro y a los de Vulwulfar parecía divertirles. No querían magia y quien la usase tenía por futuro acabar quemado. Se lo tomaban al pie de la letra. Y querían ver que la ley se cumplía y ser ejemplo para cualquiera que fuera a usar la magia dentro del mismo pueblo.
Entre el barullo de la gente pudo ver a la hechicera que se iba escabullendo por ahí. El carro donde estaba la familia no se podía ver aún, así que la gente sólo estaba tratando de encontrar un buen sitio en torno a las piras, a pesar de que los guardias se negaban.
–Atrás, atrás. No se amontonen. ¡Atrás, he dicho! –Gritaban los miembros de la guardia una y otra vez cada vez que avanzaban un poco. Otros, simplemente estaban bebiendo a la espera del ajusticiamiento, que aún quedaba una hora para ello.
La elfa se escabulló por donde la bruja, seguida de sus dos nuevos compañeros. –No puede escapar. ¡No podemos fallar! ¡Almereth! –Le llamó, girándose de golpe. –Ve a llamar al camarlengo Pavel. Infórmale de lo ocurrido. Nosotras avisaremos a los guardias y la retendremos. No va a escapar. –Siguió su camino sin esperar reacciones de los elfos ni una discusión sobre qué hacer. Así que ambos se miraron con incertidumbre y decidieron hacerle caso a esa extraña muchacha.
Farnasse siguió a Helyare como pudo, pues se perdía entre la gente siguiendo a Francesca. Almereth desapareció de la plaza, deshaciendo el camino hacia la taberna para encontrar al camarlengo.
Por fin la vio bien. Le hubiese encantado sacar el arco y dispararle mientras corría pero podía dar a alguien y ser ajusticiada ella por atacar. Lo más inteligente era avisar a un guardia sobre la situación. La elfa se detuvo delante de uno de los guardias que encontró por ahí. Al instante, Farnasse se colocó a su altura. –¡Lelyaaccë! –Ordenó a su compañera.
El guardia las miró y una de las elfas, la del largo cabello rojizo salió corriendo de nuevo. Después pasó la vista por la que quedaba, sin comprender del todo qué pasaba. –¿Sucede algo?
–Sí, señor. La hija de los brujos que serán ajusticiados ha robado la llave del carro donde están. Pretende liberarlos y ha recurrido a la magia para atacarnos cuando tratábamos de retenerla.
De nuevo apuntó con su arco a la bruja, puesta otra vez en la batalla. ¡No podía dispersarse así! Por suerte, la hechicera, lejos de atacar lo que hizo fue huir de nuevo. Helyare miró cómo se iba y le dieron impulsos de volver a disparar una flecha contra ella, pero el elfo la tomó por sorpresa para agradecerle por su valentía. Ella se apartó al notar que la tocaba en el hombro. No quería contacto con nadie, ni siquiera con alguien como ella, detestaba que la tocasen.
Él solo quería agradecer que la elfa se hubiese atrevido y hubiese luchado con ellos, pero a Helyare no le parecía que hubiese que agradecer nada. Había fallado, la bruja se estaba escapando. No podía ser así. A la chica le habían enseñado desde bien pequeña que no se podía fallar, pues cada fallo arrastraba, en cadena, a otras desgracias.
No fallos.
Cada fallo, aparte, tenía su consecuencia: Acción-Reacción. Y había que enseñar a todos a que los errores no pasaban desapercibidos. No. Todo tenía que tener su consecuencia. Y Helyare no había fallado nunca, no hasta la primera vez que lo hizo. Se consideraba infalible, pero ahora mismo estaba en una situación estresante, marcada de por vida, echada de su casa. Todo por un error. Y no podía permitirse fallar de nuevo. No otra vez. Sentía miedo de las represalias que pudiera tener el hecho de no perseguir a la bruja. ¿Y si hacía daño a más elfos? ¿Y si volvía con los miembros de su familia y se vengaba? –¡Tenemos que ir! ¡No puede escapar!
Sin darles mucho tiempo a reaccionar y, como si estuviera alterada, salió corriendo en dirección a la plaza. No esperó a los otros elfos, salió corriendo lo más rápido posible, esquivando a la gente que pasaba por allí y no eran capaces de percatarse de nada de lo que había sucedido minutos atrás.
Quería ajusticiarla o, al menos, ponerlo en sabiduría de alguien que pudiera hacer algo, tenía que enmendar el error de no haber podido darle caza. ¿Y Almereth lo agradecía? ¡Casi era una ofensa! Le pareció un gesto lastimero, algo así como agradecer el intento a alguien a quien sus habilidades no le permitían ir a más. Le pareció un gesto de pena, a pesar de que el elfo lo hizo con toda su buena intención. Pero, como bien se decía entre el resto de elfos, el orgullo era el castigo que arrastraban los Eytherzair. Y a ella le habían dañado esa parte tan importante. No había lugar para agradecimientos que no merecía. Esas palabras de gratitud sólo se le eran concedidas a quienes habían cumplido con su misión de forma satisfactoria.
Sin tardar mucho, llegó a la plaza, seguida de Almereth y Farnasse. –Tenemos que encontrarla, tenemos que encontrarla. –Repitió buscando entre la gente a la maldita bruja. Los ciudadanos se iban agolpando en la plaza con ganas de ver el ajusticiamiento. Esa gente quería sangre. ¿Tanto les gustaba? Ese tipo de destinos era mejor hacerlos en privado, pero las piras estaban en pleno centro y a los de Vulwulfar parecía divertirles. No querían magia y quien la usase tenía por futuro acabar quemado. Se lo tomaban al pie de la letra. Y querían ver que la ley se cumplía y ser ejemplo para cualquiera que fuera a usar la magia dentro del mismo pueblo.
Entre el barullo de la gente pudo ver a la hechicera que se iba escabullendo por ahí. El carro donde estaba la familia no se podía ver aún, así que la gente sólo estaba tratando de encontrar un buen sitio en torno a las piras, a pesar de que los guardias se negaban.
–Atrás, atrás. No se amontonen. ¡Atrás, he dicho! –Gritaban los miembros de la guardia una y otra vez cada vez que avanzaban un poco. Otros, simplemente estaban bebiendo a la espera del ajusticiamiento, que aún quedaba una hora para ello.
La elfa se escabulló por donde la bruja, seguida de sus dos nuevos compañeros. –No puede escapar. ¡No podemos fallar! ¡Almereth! –Le llamó, girándose de golpe. –Ve a llamar al camarlengo Pavel. Infórmale de lo ocurrido. Nosotras avisaremos a los guardias y la retendremos. No va a escapar. –Siguió su camino sin esperar reacciones de los elfos ni una discusión sobre qué hacer. Así que ambos se miraron con incertidumbre y decidieron hacerle caso a esa extraña muchacha.
Farnasse siguió a Helyare como pudo, pues se perdía entre la gente siguiendo a Francesca. Almereth desapareció de la plaza, deshaciendo el camino hacia la taberna para encontrar al camarlengo.
Por fin la vio bien. Le hubiese encantado sacar el arco y dispararle mientras corría pero podía dar a alguien y ser ajusticiada ella por atacar. Lo más inteligente era avisar a un guardia sobre la situación. La elfa se detuvo delante de uno de los guardias que encontró por ahí. Al instante, Farnasse se colocó a su altura. –¡Lelyaaccë! –Ordenó a su compañera.
El guardia las miró y una de las elfas, la del largo cabello rojizo salió corriendo de nuevo. Después pasó la vista por la que quedaba, sin comprender del todo qué pasaba. –¿Sucede algo?
–Sí, señor. La hija de los brujos que serán ajusticiados ha robado la llave del carro donde están. Pretende liberarlos y ha recurrido a la magia para atacarnos cuando tratábamos de retenerla.
- Anotación:
- Lelyaaccë: ¡Ve!
Helyare
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
La primer parte de mi escape iba a la perfección, sin molestias y al parecer nadie se había percatado que ahora faltaba la familia de brujos. Por otro lados estos también se mostraban colaboradores, eso era bueno, lo que menos necesitaba era estar salvando a un grupo de tercos y malagradecidos.
Tenía una que otra preguntas que hacerles pero no era apropiado hacerlas aun, primero que nada porque si alguien escuchaba podría sospechar, debía evitar sospechas cercanas a toda costa, tampoco les hablaría aun para mantener una actitud que respetar… sabía que al acabar mi primera oración arrumaría todo, me creerían un idiota y allí mismo terminaría con más problemas de los que ya tenía.
Podría decirse que lo bueno de ser paranoico es que estaba alerta de todas las personas cercanas, algún acercamiento sorpresa no debería ser problema… pero si ya nos tenían localizados y nos disparaban con alguna ballesta, dudaba tener suficientes reflejos para eso.
Tristemente parecían empezar los inconvenientes, unos guardias nos habían divisado y mandado a detener. La familia de brujos se había puesto nerviosa y tensa, podía notarse, respiré tratando de calmarme e idear algo… aun no nos habían gritado “¡Atrapen a los prófugos!” así que quizá no todo estuviese perdido.
-¿Ahora qué hacemos? Debemos correr o nos encerraran a todos. – El joven de la familia Lombardi era el que parecía más exaltado.
- Dejen que yo hable, ustedes limítense a no temblar y a guardar silencio. – Era más sencillo que se escuchara una sola historia a que todos habláramos sin sentido, así no habrían confusiones.
Los dos guardias parecían no tener idea de que estaban haciendo, ni estaban seguros de la ciudad en la que estaban, como de costumbre los guardias preguntaban a dónde íbamos… como si algún culpable le fuese a responder con la verdad. El más alto de aquel duo parecía notar algo raro, su vista estaba fija en el señor Lombardi, aquello no era para nada bueno, trataba de advertirle a su compañero que para nuestro bien no le hacía nada de caso.
El pequeño que al parecer se llamaba Crane tenía la atención fija en mi, una gran ventaja, aunque sus palabras eran raras ¿Pretendía cóbranos 300 Aeros? Era casi todo lo que tenía de dinero ahorrado, no podía perderlo por culpa de aquel par... pero la cárcel tampoco sonaba muy apetitosa que digamos.
Debía idear algo rápido, algo convincente pero a su vez no tan atrofiado, definitivamente no volvería a mentir diciendo que perdí a mi hermanito ciego, aquella vez en el bosque no fue de mucha ayuda. Paseé la vista en ambos guardias, no parecían muy inteligentes, quizá si me aprovechaba de aquello algo saldría bien.
- Por supuesto que no me conoces para nada. – Dije mientras retiraba mi capucha y dejaba al descubierto mi rostro. – Así que es mejor que lo mires, vengo directo de Lunargenta bajo las mismas órdenes del rey, se supone que debo pasar inadvertido con este ridículo trajecito por todo este asunto de la magia… ¡Y ustedes par de idiotas lo están arruinando! – Me erguí tratando de imponer respeto. – Mientras ustedes están como animales caminando de acá para allá sin hacer nada, yo estoy tratando de ayudar todo lo que puedo. – Coloqué el dedo en el pecho de Crane y lo empuje mientras lo veía fijamente a los ojos. – Pero claro, vienen ustedes dos inútiles a pedirme que les de 300 mugrosos para gastarlos en bebida y mujeres, esperen que le notifiqué esto a la guardia. – Apunté con el dedo a los Lombardi sin apartar la vista de Crane. – Ellos están aquí conmigo por si también te lo preguntas, así como te atrevas a pedirles otros 300 aeros de “extranjería” juro que el mismo Rey se enterará de esto, ahora lárguense.
Qué bueno había sido poder ver una disputa de guardias en mi infancia, no recordaba exactamente cómo iba todo pero al menos lo básico me había funcionado. Escupí al suelo sin quitar la mirada de molestia de Crane y saqué una ardilla de mi bolsa, sabía que lo que iba hacer no sería nada saludable o higiénico, pero daría a entender mi punto. Hinqué los dientes en la piel de la ardilla y luego de un tirón arranqué lo que pude de piel, aquello era desagradable, me hubiese vomitado si no fuera porque debía mantener mi papel de guardia molesto.
- ¿Les quedó alguna duda?
Tenía una que otra preguntas que hacerles pero no era apropiado hacerlas aun, primero que nada porque si alguien escuchaba podría sospechar, debía evitar sospechas cercanas a toda costa, tampoco les hablaría aun para mantener una actitud que respetar… sabía que al acabar mi primera oración arrumaría todo, me creerían un idiota y allí mismo terminaría con más problemas de los que ya tenía.
Podría decirse que lo bueno de ser paranoico es que estaba alerta de todas las personas cercanas, algún acercamiento sorpresa no debería ser problema… pero si ya nos tenían localizados y nos disparaban con alguna ballesta, dudaba tener suficientes reflejos para eso.
Tristemente parecían empezar los inconvenientes, unos guardias nos habían divisado y mandado a detener. La familia de brujos se había puesto nerviosa y tensa, podía notarse, respiré tratando de calmarme e idear algo… aun no nos habían gritado “¡Atrapen a los prófugos!” así que quizá no todo estuviese perdido.
-¿Ahora qué hacemos? Debemos correr o nos encerraran a todos. – El joven de la familia Lombardi era el que parecía más exaltado.
- Dejen que yo hable, ustedes limítense a no temblar y a guardar silencio. – Era más sencillo que se escuchara una sola historia a que todos habláramos sin sentido, así no habrían confusiones.
Los dos guardias parecían no tener idea de que estaban haciendo, ni estaban seguros de la ciudad en la que estaban, como de costumbre los guardias preguntaban a dónde íbamos… como si algún culpable le fuese a responder con la verdad. El más alto de aquel duo parecía notar algo raro, su vista estaba fija en el señor Lombardi, aquello no era para nada bueno, trataba de advertirle a su compañero que para nuestro bien no le hacía nada de caso.
El pequeño que al parecer se llamaba Crane tenía la atención fija en mi, una gran ventaja, aunque sus palabras eran raras ¿Pretendía cóbranos 300 Aeros? Era casi todo lo que tenía de dinero ahorrado, no podía perderlo por culpa de aquel par... pero la cárcel tampoco sonaba muy apetitosa que digamos.
Debía idear algo rápido, algo convincente pero a su vez no tan atrofiado, definitivamente no volvería a mentir diciendo que perdí a mi hermanito ciego, aquella vez en el bosque no fue de mucha ayuda. Paseé la vista en ambos guardias, no parecían muy inteligentes, quizá si me aprovechaba de aquello algo saldría bien.
- Por supuesto que no me conoces para nada. – Dije mientras retiraba mi capucha y dejaba al descubierto mi rostro. – Así que es mejor que lo mires, vengo directo de Lunargenta bajo las mismas órdenes del rey, se supone que debo pasar inadvertido con este ridículo trajecito por todo este asunto de la magia… ¡Y ustedes par de idiotas lo están arruinando! – Me erguí tratando de imponer respeto. – Mientras ustedes están como animales caminando de acá para allá sin hacer nada, yo estoy tratando de ayudar todo lo que puedo. – Coloqué el dedo en el pecho de Crane y lo empuje mientras lo veía fijamente a los ojos. – Pero claro, vienen ustedes dos inútiles a pedirme que les de 300 mugrosos para gastarlos en bebida y mujeres, esperen que le notifiqué esto a la guardia. – Apunté con el dedo a los Lombardi sin apartar la vista de Crane. – Ellos están aquí conmigo por si también te lo preguntas, así como te atrevas a pedirles otros 300 aeros de “extranjería” juro que el mismo Rey se enterará de esto, ahora lárguense.
Qué bueno había sido poder ver una disputa de guardias en mi infancia, no recordaba exactamente cómo iba todo pero al menos lo básico me había funcionado. Escupí al suelo sin quitar la mirada de molestia de Crane y saqué una ardilla de mi bolsa, sabía que lo que iba hacer no sería nada saludable o higiénico, pero daría a entender mi punto. Hinqué los dientes en la piel de la ardilla y luego de un tirón arranqué lo que pude de piel, aquello era desagradable, me hubiese vomitado si no fuera porque debía mantener mi papel de guardia molesto.
- ¿Les quedó alguna duda?
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
Perspectiva de Francesca
Francesca llegó la primera a la plaza y observó desde lo alto de los tejados cómo la puerta del carruaje en la que aprensaban a su familia estaba abierta. – Lo ha conseguido. – se dijo a sí misma, tocándose todavía el hombro, dolorido por la flecha que Helyare acertó. Por si fuera poco, el inútil cuerpo de la guardia todavía no se había dado cuenta de la evasión y seguían recubriendo las piras de paja seca, sin darse cuenta de que no tendrían a quién quemar.Desde los tejados, la bruja vio dos figuras femeninas corriendo hacia la plaza, con prisa. Se movían tan rápido que destacaron entre la multitud. Eran Farnasse y Helyare. Rápidamente se escondió tras una de las chimeneas para que no la vieran. Tarde. Helyare la había visto, y señalándola, ordenó a la muda ir tras ella. – ¡Mierda! Me han visto. – protestó, y salió nuevamente corriendo por el tejado.
* * * * * * * * * *
Perspectiva de Almereth
-¡Camarlengo Pavel! – exclamó un fatigado Almereth a su llegada a la taberna en la que la bruja le había robado la llave. – La bruja ha escapado. Hemos luchado contra ella, pero no hemos podido vencerla. Tenía un compinche al que le entregó la llave.
El camarlengo se mostró tranquilo. Bebió de la copa y rió con ironía.
-O sea, que no sólo no la capturasteis, sino que encima va a liberar a su familia. – terminó la bebida y posó el vaso de cristal con fuerza sobre la mesa de la taberna. - Sabes que no me gusta que la gente me falle, Almereth. – el clérigo era uno de los hombres más poderosos de la ciudad. - Me has suplicado que os baje los impuestos, que os permita vivir en la ciudad como iguales. ¿Cómo voy a hacerlo si entre tres no sois capaces siquiera de traerme la cabeza de una simple bruja? ¿Era tan difícil lo que te he pedido? – le preguntó al elfo, cada vez alzando más el tono de voz. – Odio a los Lombardi tanto o más que tú. Son gente adinerada, y cada vez más influyente. Los Vulwulf los quieren muertos. – se acercó al elfo, a su puntiaguda oreja, para susurrarle un pequeño secreto que los dos conocían. – No quiero tener que seguir matando gente inocente en su nombre, ¿sabes? – Almereth no dijo nada, simplemente rió y se separó.
-Lo sé muy bien, camarlengo Pavel. – asintió. El camarlengo, contento y en estado ebrio, alzó la voz.
-Además he organizado un bonito espectáculo y no quiero cancelarlo porque se han escapado los presos. Eso no da buena reputación, ¿sabes? – se alejó del elfo, poco a poco. - ¡No te preocupes! ¡Te tenemos a ti de voluntario! ¿Verdad? – y reventó el vaso en el suelo de la taberna. - ¡Guardias! ¡Apresadlo!
-Pe… Pero señor. – insistió el elfo, sin saber bien qué decir.
No hubo marcha atrás por parte del sacerdote. Y varios guardias se abalanzaron sobre el elfo, que en aquella taberna no tuvo tiempo de reaccionar y fue reprendido y maniatado rápidamente.
-No me gusta que la gente que no es capaz de cumplir su palabra. – instó. Y se acercó a él para clavarle la rodilla en el estómago. - ¡Llevadlo a las piras! A falta de brujos, quemaremos elfos. ¡Y encontrad a las otras dos!– sentenció con una sonrisa malévola.
* * * * * * * * *
Perspectiva de Helyare
Helyare advirtió rápidamente a la guardia qué era lo que estaba pasando. Hasta allí todavía no habían llegado las noticias de apresar a la elfa. Rápidamente, teniendo en cuenta la advertencia de la elfa, corrieron hacia el carromato donde eran secuestrados, mostrando evidentes gestos de preocupación.
-¡Maldición! ¡Han escapado! ¿Cómo no hemos podido darnos cuenta? – se preocupó el guardia ante Helyare, llevándose las manos a la cabeza. – El camarlengo nos va a matar. – Tratando de reaccionar a tiempo, éste volvió su rostro hacia la plaza y bramó. - ¡Toda la guardia de la plaza! ¡Venid inmediatamente!
Diversos miembros del cuerpo de seguridad de la ciudad se congregaron en torno a la carroza, el guardia y la elfa y todos hicieron el mismo gesto cuando vieron que allí dentro no había nadie, que la familia Lombardi había desaparecido.
-Tenemos que movilizarnos rápido. Dividíos y, si los encontráis, dad la orden. ¡Cubrid todas las calles! No podemos dejar que escapen. – ordenó. Y, rápidamente, todos se fueron a buscar
* * * * * * * *
Perspectiva de Candau
Como en todo el día, Candau adoptó una postura más diplomática y menos agresiva que la elfa Helyare. Los dos “guardias” se miraron el uno al otro, confusos por la sutil amenaza que les había hecho el humano haciéndose pasar por aterrador mientras mordisqueaba una ardilla muerta de su bolsa. Pronto descubrieron que no era un tipo con el que deberían meterse, ¿y si en verdad era alguien importante y enviado por el rey? Habría muchos más tontos en la ciudad a los que estafar y seguramente no todos fuesen importantes.
-Vale, vale. Seguiremos nuestro camino. – respondió el pequeño, que parecía más listo de los dos y prosiguieron su camino. El grande, que no comenzó a andar, dijo por fin lo que llevaba pensando un tiempo.
-Pero Crane, los señores que acompañan al señor de la capucha son los señores que estaban en la celda de las piras. – declaró el tonto, arrascándose la cabeza y mirando a los brujos. – O al menos se parecen mucho.
En ese momento, en el estrecho callejón se podían escuchar voces provenientes de las calles mayores. Dos guardias más, de los nuevos, pasaron de largo, claramente alterados. - ¡Encontradlos! ¡No pueden haber huido de la ciudad! – gritaba este guardia. Aquello fue una mina para el bribón que, no dudó en aprovechar la oportunidad.
-¿Así que os busca la guardia? Escuchadme bien, pues. Poco me importa que escapéis o que os quemen en la hoguera. Ellos no me van a dar una recompensa por delataros. – explicó el tipo, dejando claro que las motivaciones de la guardia le importaban más bien poco. – Sin embargo, yo sí os puedo ayudar, y me recompensaréis por ello.
-¿Cómo vamos a ayudarles, Crane? – preguntó el grandullón del bigote.
-Muy fácil. Les daremos nuestros trajes robados a la guardia, y así podrán salir de la ciudad. ¡Venga! – apresuró, dejando claro que aquellos dos no eran guardias, sino unos meros estafadores a los que sólo les importaba el dinero.
-¡Mil millones de gracias! Prometo que os recompensaremos en cuanto podamos. – dijo el padre de la familia.
Pero, justo en ese momento, la acción no discurría simplemente en las calles, sino en los tejados. El padre de familia pudo ver una silueta femenina saltar de fachada a fachada, y ser perseguida por una mujer. Candau no sólo reconocería a la joven sino también a Farnasse. Helyare le había dado la orden de capturarla.
-¡Francesca! – gritó el padre, preocupado por su hija. Miró a su primogénito, el pequeño y le propuso una tarea. - ¡Hijo! Saca a mamá de aquí. El arquero y yo iremos a buscar a France.
* * * * * * * * *
Llegáis al cénit y punto álgido de la misión. Como veis, ahora es pura acción y cualquier personaje puede morir. Podéis salvarlos a todos, aunque será difícil. No queda mucho.
El camarlengo es en realidad el malo de la película y el que ha organizado todo esto de las piras a manos del malvado gobernador de la ciudad para deshacerse de la familia Lombardi. Pero esto no lo sabéis.
Helyare: Has hecho bien en no ir a ver al camarlengo Pavel, si no te hubiese pasado lo que le ocurrió a Almereth, que ahora será llevado a la pira a menos que lo liberéis, o encontréis a la bruja y/o su familia. De momento, no estás al tanto de esto. De nuevo, has mandado a Farnasse a por la bruja, por lo que en el siguiente turno las haré enfrentarse y ver si sobrevive alguna. Tú tendrás que perderte en las calles en busca de Candau y la familia Lombardi. He tirado una runa que decidirá con quién te encontrarás en este turno:
- Runa muy buena/buena: Te encontrarás con Candau, la familia y los falsos guardias. Podrás pedirle explicaciones, avisar a la guardia o lo cualquier otra cosa que consideres.
- Runa media: Te encontrarás a Almereth apresado por una guarnición de guardias, él te verá y gesticulará que te apartes, pero no te verán ni el camarlengo ni sus guardias, por lo que podrás seguirles por las calles en sigilo, irán al cuartel.
- Runa mala/muy mala: Te encontrarás con el grupo del camarlengo, te verán y el clérigo ordenará que te persigan. Tendrás que huir. Sólo en este caso tendrás que tirar una runa para ver si libras.
Fredericksen: Dos miembros de la familia podrán escapar de la ciudad gracias a tu actitud dialogante. Pero Francesca sigue en peligro. Tendrás que llamar la atención de la joven de alguna manera, que en el próximo turno combatirá a muerte contra Farnasse. Pero cuidado, pues si el resultado de la runa que acabo de lanzar es buena o muy buena, Helyare se topará con vosotros y no podréis realizar esta acción. Tendrás que luchar contra ella o llegar a un acuerdo.
*Off: Lo siento, Helyare, tengo muy mala suerte tirando runas.
Última edición por Ger el Sáb Ene 21 2017, 15:46, editado 1 vez
Ger
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
El miembro 'Ger' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
Los guardias parecieron hacer caso a la elfa y rápidamente se movilizaron por la plaza con intención de buscar a la bruja y a su familia de fugitivos. Así cubrirían más puntos del pueblo y sería más fácil encontrarlos y volverlos a apresar. Helyare también se puso a buscar junto a los guardias.
El lugar estaba cada vez más abarrotado de gente que estaban esperando, como si de un espectáculo se tratase, para ver a los brujos arder. Sí, iba a ser una buena función… Siempre y cuando encontrasen a esos malditos hechiceros. Farnasse había ido a por la bruja y Helyare salió corriendo en la misma dirección que había tomado su compañera minutos antes. Por ahí habían visto correr a Francesca, no tendría que estar muy lejos.
La elfa buscaba con afán a la bruja, pero sin embargo sólo veía a algunos rezagados que iban con ganas de ver el espectáculo del fuego. El tiempo corría en su contra, dentro de poco sería la hora estimada para ver la incineración. A pesar de todo la plaza seguía llena. No se había dado aviso de que se retrasaba la hora y eso era extraño, pero supuso que con la cantidad de guardias que había habrían capturado a los Lombardi.
Nada más lejos de la realidad, no era a los brujos a quienes buscaban en ese momento.
Helyare siguió corriendo tratando de averiguar dónde se habían metido Farnasse y Francesca, pero no veía nada. Miró para arriba, tratando de buscar algún lugar por el que subirse a los tejados, pero nada, las paredes eran lisas y no había ni cajas ni nada que sirviera para tomar impulso. Tenía que seguir por la calle.
Al doblar una esquina se encontró de frente con miembros de la guardia. Estos seguían al camarlengo que tenía una mirada extraña en su rostro, como enfadado. Ella sólo los miró, no le dio tiempo a hacer más cuando escuchó al religioso espetar que la atrapasen.
–¡Que no escape! –Bramó mientras algunos de los guardias se adelantaban corriendo, armas en mano, en dirección a la elfa que, sin mediar palabra, echó a correr por la calle por la que iba anteriormente. ¿¡Qué les pasaba a esos?! Helyare corría con todas sus fuerzas, escuchando a unos metros por detrás el sonido de las espadas y armaduras metálicas repiquetear por las calles.
Esa calle la llevaba de nuevo a la plaza, si esos guardias la perseguían e iba al centro de la ciudad iba a estar metida en una ratonera. Giró de golpe hacia una calle, a la izquierda. Era una callejuela más angosta que la que recorría, y de nuevo, giró hacia la izquierda en un callejón lleno de cajas, barriles y restos de basura. ¡Eso era lo que necesitaba! Saltó hacia el barril y se colgó de un barandal. De otro salto acabó en el tejado de la casa. Los guardias estaban desconcertados, se habían detenido unos pocos, que miraban por la primera callejuela, otros tantos habían seguido hacia la plaza y gritaban para avisar al resto de que a quien buscaban era a la elfa encapuchada.
–¡Que no escape! ¡No la dejéis huir! –Se oían los gritos de varios guardias. –¡Lleva una capa oscura, detenedla! ¡Iba hacia la plaza!
Mientras tanto, ella, se encontraba agazapada en un tejado, deslizándose sigilosamente y con sumo cuidado para no desprender ninguna teja. Quería escuchar lo que decían.
–El camarlengo nos matará si no la encontramos.
–¿Dónde se habrá metido? Ha ido hacia la plaza, ¿no?
–Malditos elfos… ¡Qué inútiles!
–Bueno, al menos van a quemar al tuerto… Algo es algo. Esperábamos a los Lombardi, pero… Meh. Se han escapado.
–No, los han ayudado a escapar.
–Seh, y tres elfos para capturar a una bruja. –Suspiró. –¿Y todavía se extrañan de haber perdido las guerras?
Las risas se hicieron eco por el callejón mientras que, por otro lado, a Helyare le hervía la sangre al notar el humor que tenían con el tema de las guerras. Por un momento deseó asomarse y convertirlos en coladores a flechazos. Pero era arriesgarse. ¿Qué habían dicho del “tuerto”? Estuvo más atenta, habían mencionado que iban a quemarlo. ¡Almereth! Abrió los ojos como platos al caer en la cuenta de que quien sería ajusticiado no era ninguno de la familia Lombardi, sino el elfo. ¿Y Farnasse? ¿Estaría bien? ¡Tenía que ir a la plaza ya!
Por un instante se le pasó por la cabeza huir, pero esa milésima de segundo salió de su cabeza en cuanto se puso en el lugar de la elfa pelirroja.
‹‹No abandonarás a un compañero.››
Era uno de los pilares de los Eytherzair. A pesar de que ahora no fuera una persona grata para su clan, sus valores aún guiaban a Helyare, era lo que había aprendido desde que tenía uso de razón y ese elfo que iba a ser ajusticiado la había ayudado, había contado con ella y no la había tratado como el resto de elfos de su clan, su familia, al enterarse de que iba a ser desterrada: a empujones, golpes, humillaciones y comentarios hirientes acerca de lo deshonrosa que era y cómo alguien así había podido estar al mando de un ejército como el Eytherzair. Todo eso le había dolido más, incluso, que el corte que le habían hecho.
Pero Almereth no se había comportado como el resto, como debían comportarse ante alguien sin honor. Y no iba a ser ella quien dejase allí, a su suerte, al elfo.
–Nada, aquí no está. Seguramente esté en la plaza, ya la habrán atrapado.
Los guardias desistieron, habían mirado en el callejón, posiblemente, para tener un descanso. De nuevo, volvieron sobre sus pasos y después se dirigieron a la plaza.
Otro sonido de metales chocando llamó la atención de Helyare. Sigilosa se movió sobre los tejados hasta llegar a una casa que daba a la calle que llevaba al centro de la ciudad. Agazapada pudo ver como otra horda de guardias, acompañada del camarlengo en cabeza, custodiaban a Almereth.
Por suerte no llevaban a la elfa… Todavía. ¿Cómo estaría Farnasse?
Vio que se dirigían a la plaza así que esperó un momento para saltar al otro lado y correr hacia una casa de la plaza que le diera buena visibilidad. Se quedó allí tumbada, viendo qué hacían con Almereth. Quería ayudarlo, estaba trazando un rápido plan para tratar de salvar al elfo. ¿Por qué ahora lo iban a quemar a él? ¿No era a los brujos a los que les esperaba ser prendidos vivos?
El arco lo tenía colocado en el suelo, con una flecha en su mano, lista para atacar si era necesario en cuestión de segundos, mientras su cabeza daba vueltas a cómo podía sacar de allí a su compañero, ileso.
El lugar estaba cada vez más abarrotado de gente que estaban esperando, como si de un espectáculo se tratase, para ver a los brujos arder. Sí, iba a ser una buena función… Siempre y cuando encontrasen a esos malditos hechiceros. Farnasse había ido a por la bruja y Helyare salió corriendo en la misma dirección que había tomado su compañera minutos antes. Por ahí habían visto correr a Francesca, no tendría que estar muy lejos.
La elfa buscaba con afán a la bruja, pero sin embargo sólo veía a algunos rezagados que iban con ganas de ver el espectáculo del fuego. El tiempo corría en su contra, dentro de poco sería la hora estimada para ver la incineración. A pesar de todo la plaza seguía llena. No se había dado aviso de que se retrasaba la hora y eso era extraño, pero supuso que con la cantidad de guardias que había habrían capturado a los Lombardi.
Nada más lejos de la realidad, no era a los brujos a quienes buscaban en ese momento.
Helyare siguió corriendo tratando de averiguar dónde se habían metido Farnasse y Francesca, pero no veía nada. Miró para arriba, tratando de buscar algún lugar por el que subirse a los tejados, pero nada, las paredes eran lisas y no había ni cajas ni nada que sirviera para tomar impulso. Tenía que seguir por la calle.
Al doblar una esquina se encontró de frente con miembros de la guardia. Estos seguían al camarlengo que tenía una mirada extraña en su rostro, como enfadado. Ella sólo los miró, no le dio tiempo a hacer más cuando escuchó al religioso espetar que la atrapasen.
–¡Que no escape! –Bramó mientras algunos de los guardias se adelantaban corriendo, armas en mano, en dirección a la elfa que, sin mediar palabra, echó a correr por la calle por la que iba anteriormente. ¿¡Qué les pasaba a esos?! Helyare corría con todas sus fuerzas, escuchando a unos metros por detrás el sonido de las espadas y armaduras metálicas repiquetear por las calles.
Esa calle la llevaba de nuevo a la plaza, si esos guardias la perseguían e iba al centro de la ciudad iba a estar metida en una ratonera. Giró de golpe hacia una calle, a la izquierda. Era una callejuela más angosta que la que recorría, y de nuevo, giró hacia la izquierda en un callejón lleno de cajas, barriles y restos de basura. ¡Eso era lo que necesitaba! Saltó hacia el barril y se colgó de un barandal. De otro salto acabó en el tejado de la casa. Los guardias estaban desconcertados, se habían detenido unos pocos, que miraban por la primera callejuela, otros tantos habían seguido hacia la plaza y gritaban para avisar al resto de que a quien buscaban era a la elfa encapuchada.
–¡Que no escape! ¡No la dejéis huir! –Se oían los gritos de varios guardias. –¡Lleva una capa oscura, detenedla! ¡Iba hacia la plaza!
Mientras tanto, ella, se encontraba agazapada en un tejado, deslizándose sigilosamente y con sumo cuidado para no desprender ninguna teja. Quería escuchar lo que decían.
–El camarlengo nos matará si no la encontramos.
–¿Dónde se habrá metido? Ha ido hacia la plaza, ¿no?
–Malditos elfos… ¡Qué inútiles!
–Bueno, al menos van a quemar al tuerto… Algo es algo. Esperábamos a los Lombardi, pero… Meh. Se han escapado.
–No, los han ayudado a escapar.
–Seh, y tres elfos para capturar a una bruja. –Suspiró. –¿Y todavía se extrañan de haber perdido las guerras?
Las risas se hicieron eco por el callejón mientras que, por otro lado, a Helyare le hervía la sangre al notar el humor que tenían con el tema de las guerras. Por un momento deseó asomarse y convertirlos en coladores a flechazos. Pero era arriesgarse. ¿Qué habían dicho del “tuerto”? Estuvo más atenta, habían mencionado que iban a quemarlo. ¡Almereth! Abrió los ojos como platos al caer en la cuenta de que quien sería ajusticiado no era ninguno de la familia Lombardi, sino el elfo. ¿Y Farnasse? ¿Estaría bien? ¡Tenía que ir a la plaza ya!
Por un instante se le pasó por la cabeza huir, pero esa milésima de segundo salió de su cabeza en cuanto se puso en el lugar de la elfa pelirroja.
‹‹No abandonarás a un compañero.››
Era uno de los pilares de los Eytherzair. A pesar de que ahora no fuera una persona grata para su clan, sus valores aún guiaban a Helyare, era lo que había aprendido desde que tenía uso de razón y ese elfo que iba a ser ajusticiado la había ayudado, había contado con ella y no la había tratado como el resto de elfos de su clan, su familia, al enterarse de que iba a ser desterrada: a empujones, golpes, humillaciones y comentarios hirientes acerca de lo deshonrosa que era y cómo alguien así había podido estar al mando de un ejército como el Eytherzair. Todo eso le había dolido más, incluso, que el corte que le habían hecho.
Pero Almereth no se había comportado como el resto, como debían comportarse ante alguien sin honor. Y no iba a ser ella quien dejase allí, a su suerte, al elfo.
–Nada, aquí no está. Seguramente esté en la plaza, ya la habrán atrapado.
Los guardias desistieron, habían mirado en el callejón, posiblemente, para tener un descanso. De nuevo, volvieron sobre sus pasos y después se dirigieron a la plaza.
Otro sonido de metales chocando llamó la atención de Helyare. Sigilosa se movió sobre los tejados hasta llegar a una casa que daba a la calle que llevaba al centro de la ciudad. Agazapada pudo ver como otra horda de guardias, acompañada del camarlengo en cabeza, custodiaban a Almereth.
Por suerte no llevaban a la elfa… Todavía. ¿Cómo estaría Farnasse?
Vio que se dirigían a la plaza así que esperó un momento para saltar al otro lado y correr hacia una casa de la plaza que le diera buena visibilidad. Se quedó allí tumbada, viendo qué hacían con Almereth. Quería ayudarlo, estaba trazando un rápido plan para tratar de salvar al elfo. ¿Por qué ahora lo iban a quemar a él? ¿No era a los brujos a los que les esperaba ser prendidos vivos?
El arco lo tenía colocado en el suelo, con una flecha en su mano, lista para atacar si era necesario en cuestión de segundos, mientras su cabeza daba vueltas a cómo podía sacar de allí a su compañero, ileso.
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
El miembro 'Helyare' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
Mi plan había salido a la perfección, seguramente la ardilla había sido la causante de causar tal conveniencia, aunque debía vomitarla cuando ya estuviese lo suficientemente alejado. El sabor del animal sin cocinarse era desagradable en mi paladar… sabía a ardilla muerta, aunque era más que obvio el porqué.
Ya uno de los dos guardias se estaba retirando, el problema era que el más grande de aquellos dos no parecía tener ganas de retirarse. La cosa había dado un giro que no esperaba, el guardia había reconocido a la familia Lombardi, sentí un vacío en el estomago por un momento, seguramente por temor a que nos quemasen a todos o quizá la ardilla comenzaba a hacer un efecto en mi estomago… ninguna de las dos opciones eran buenas aun así.
- Seguramente te confundes… o quizá si sean muy parecidos. – Respire calmadamente tratando de controlarme, si todo se ponía grave solamente debíamos huir.
La desgracia volvía a rodearme, otros dos guardias pasaron corriendo mientras buscaban a los Lombardi, lo bueno es que aun parecían desordenados y con suerte lograríamos escapar… si salíamos intactos de aquel encuentro con el par de guardias que nos había detenido. Estaba preparado para correr cuando Crane interfirió en el asunto, por lo visto le daba igual lo que nos sucediera y tampoco le interesaba mucho delatarnos con la guardia. Me relajé al escuchar aquello y vi con curiosidad al sujeto ¿Entonces que planeaba hacer? No parecía tener ganas de decir “Entonces váyanse y ya” no… claramente no.
Ya las cartas estaban sobre la mesa, aquellos “guardias” nos darían sus dos uniformes robados a cambio de alguna recompensa que supuse que le pedirían a los Lombardi, sonaba bien, no me involucraba mucho en la cosa y parte de la familia no correría peligro. En medio de todo aquel asuntó no evité molestarme, aquellos sujetos realmente eran estafadores y casi se habían agenciado parte de mi dinero.
El señor Lombardi parecía conforme con el trato y les agradeció a los estafadores, no veía realmente el porqué agradecerle a aquella gente, a fin de cuentas eran uniformes robados, pero lo mejor era no abrir nuevamente mi boca y arruinar las cosas. Mientras la negociación llegaba a su fin pude ver a unas personas moviéndose en los tejados, si mal no había visto era Francesca… debía de ser un error de mis ojos.
Enfoqué la mirada en la chica tratando de debatirme que tan real era, por suerte el grito del señor Lombardi fue lo suficiente para saber que no era un error, observé quien era la otra persona que corría en los tejados para llevarme la sorpresa de que era una de las elfas en la taberna ¿Acaso era la única que quedaba viva? ¿Dónde estaban los otros dos? El señor Lombardi repentinamente había ideado un plan de búsqueda por lo visto, había encargado a su hijo que pusiera en un sitio seguro a su madre, por lo visto serían ellos dos quienes usaran los uniformes.
- ¿Y que se supone que deba a hacer? - Pregunté con cierta curiosidad, no veía manera alguna de llamar la atención desde aquella distancia.
- Tenía pensado que dispararás en aquella dirección. – Dijo el señor Lombardi apuntando a una chimenea que estaba algunos metros frente a Francesca. – Y luego la llamáramos, además te advierto que tengas cuidado con darle a mi hija.
El plan no estaba tan mal, técnicamente era todo lo que cabía en nuestras posibilidades. Saqué una flecha de mi carcaj esperando que fuese útil, si tuviese algún mensaje para adjuntarle… un momento, si tenía algo. Saqué la media manzana que había guardado en la taberna y la incrusté en el proyectil, una vez listo tensé el arco y calmé mi respiración, aun faltaba un poco para que Francesca alcanzará la chimenea, los latidos de mi corazón comenzaron a desacelerar y me sentía más relajado, nuevamente podía sentir como mi corazón se detenía.
Aproveché aquel momento y disparé la flecha que no demoró en viajar hasta repiquetear contra la chimenea, no se había incrustado pero al menos había llegado hasta su objetivo. Sacudí mi cabeza recobrando la compostura, tome bocanadas de aire mientras volvía a recuperar la respiración, seguía sin acostumbrarme totalmente a aquello. Miré en dirección al señol Lombardi que parecía satisfecho con el disparo, supuse que eso estaba bien.
- Ahora solo falta llamarla, le recomiendo acercarse un poco antes de hacerlo, no necesitamos que todo Vulwulfar se entere de su ubicación actual. – Volví a cubrir mi cabeza con la capucha y caminé junto al señor Lombardi, tenía en mente subir también hasta los tejados y ayudar en lo que pudiese a la bruja pero dejar atrás al padre de la familia no era buena idea. – Muy bien, hagamos lo siguiente, trataré de llegar hasta allí arriba, si algo sucede no dudaré en bajar… y creo que eso de usar magia ya no está tan prohibido para usted, a fin de cuentas los iban a “ajusticiar”– dije aquella última palabra dudando de que fuese la correcta, en verdad querían hacer un espectáculo barato.
Comencé a trepar las cajas mientras el señor Lombardi llamaba a gritos a Francesca y movía los brazos en el aire, me pregunté si él aun seguía siendo precavido con el asunto de la magia, después de todo no dudaba que un brujo pudiese lanzar llamas al aire para atraer la atención de alguien… aunque las llamas eran algo peligroso realmente, yo lo sabía muy bien, mis cejas habían corrido peligro una vez por culpa de un brujo.
Ya uno de los dos guardias se estaba retirando, el problema era que el más grande de aquellos dos no parecía tener ganas de retirarse. La cosa había dado un giro que no esperaba, el guardia había reconocido a la familia Lombardi, sentí un vacío en el estomago por un momento, seguramente por temor a que nos quemasen a todos o quizá la ardilla comenzaba a hacer un efecto en mi estomago… ninguna de las dos opciones eran buenas aun así.
- Seguramente te confundes… o quizá si sean muy parecidos. – Respire calmadamente tratando de controlarme, si todo se ponía grave solamente debíamos huir.
La desgracia volvía a rodearme, otros dos guardias pasaron corriendo mientras buscaban a los Lombardi, lo bueno es que aun parecían desordenados y con suerte lograríamos escapar… si salíamos intactos de aquel encuentro con el par de guardias que nos había detenido. Estaba preparado para correr cuando Crane interfirió en el asunto, por lo visto le daba igual lo que nos sucediera y tampoco le interesaba mucho delatarnos con la guardia. Me relajé al escuchar aquello y vi con curiosidad al sujeto ¿Entonces que planeaba hacer? No parecía tener ganas de decir “Entonces váyanse y ya” no… claramente no.
Ya las cartas estaban sobre la mesa, aquellos “guardias” nos darían sus dos uniformes robados a cambio de alguna recompensa que supuse que le pedirían a los Lombardi, sonaba bien, no me involucraba mucho en la cosa y parte de la familia no correría peligro. En medio de todo aquel asuntó no evité molestarme, aquellos sujetos realmente eran estafadores y casi se habían agenciado parte de mi dinero.
El señor Lombardi parecía conforme con el trato y les agradeció a los estafadores, no veía realmente el porqué agradecerle a aquella gente, a fin de cuentas eran uniformes robados, pero lo mejor era no abrir nuevamente mi boca y arruinar las cosas. Mientras la negociación llegaba a su fin pude ver a unas personas moviéndose en los tejados, si mal no había visto era Francesca… debía de ser un error de mis ojos.
Enfoqué la mirada en la chica tratando de debatirme que tan real era, por suerte el grito del señor Lombardi fue lo suficiente para saber que no era un error, observé quien era la otra persona que corría en los tejados para llevarme la sorpresa de que era una de las elfas en la taberna ¿Acaso era la única que quedaba viva? ¿Dónde estaban los otros dos? El señor Lombardi repentinamente había ideado un plan de búsqueda por lo visto, había encargado a su hijo que pusiera en un sitio seguro a su madre, por lo visto serían ellos dos quienes usaran los uniformes.
- ¿Y que se supone que deba a hacer? - Pregunté con cierta curiosidad, no veía manera alguna de llamar la atención desde aquella distancia.
- Tenía pensado que dispararás en aquella dirección. – Dijo el señor Lombardi apuntando a una chimenea que estaba algunos metros frente a Francesca. – Y luego la llamáramos, además te advierto que tengas cuidado con darle a mi hija.
El plan no estaba tan mal, técnicamente era todo lo que cabía en nuestras posibilidades. Saqué una flecha de mi carcaj esperando que fuese útil, si tuviese algún mensaje para adjuntarle… un momento, si tenía algo. Saqué la media manzana que había guardado en la taberna y la incrusté en el proyectil, una vez listo tensé el arco y calmé mi respiración, aun faltaba un poco para que Francesca alcanzará la chimenea, los latidos de mi corazón comenzaron a desacelerar y me sentía más relajado, nuevamente podía sentir como mi corazón se detenía.
Aproveché aquel momento y disparé la flecha que no demoró en viajar hasta repiquetear contra la chimenea, no se había incrustado pero al menos había llegado hasta su objetivo. Sacudí mi cabeza recobrando la compostura, tome bocanadas de aire mientras volvía a recuperar la respiración, seguía sin acostumbrarme totalmente a aquello. Miré en dirección al señol Lombardi que parecía satisfecho con el disparo, supuse que eso estaba bien.
- Ahora solo falta llamarla, le recomiendo acercarse un poco antes de hacerlo, no necesitamos que todo Vulwulfar se entere de su ubicación actual. – Volví a cubrir mi cabeza con la capucha y caminé junto al señor Lombardi, tenía en mente subir también hasta los tejados y ayudar en lo que pudiese a la bruja pero dejar atrás al padre de la familia no era buena idea. – Muy bien, hagamos lo siguiente, trataré de llegar hasta allí arriba, si algo sucede no dudaré en bajar… y creo que eso de usar magia ya no está tan prohibido para usted, a fin de cuentas los iban a “ajusticiar”– dije aquella última palabra dudando de que fuese la correcta, en verdad querían hacer un espectáculo barato.
Comencé a trepar las cajas mientras el señor Lombardi llamaba a gritos a Francesca y movía los brazos en el aire, me pregunté si él aun seguía siendo precavido con el asunto de la magia, después de todo no dudaba que un brujo pudiese lanzar llamas al aire para atraer la atención de alguien… aunque las llamas eran algo peligroso realmente, yo lo sabía muy bien, mis cejas habían corrido peligro una vez por culpa de un brujo.
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