[Mastereado] Orbes de luz y oscuridad

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-¿No había un sitio mejor en el que parar?

Lavey dio una palmada al iré en un intento fallido por matar un mosquito.

-Claro que lo había, pero lo dejamos atrás hace tres horas porque cierta niña quería llegar pronto a casa.

Moví la ramita, con la que azuzaba el fuego, al rededor mío para espantar los bichos. Lavey y yo estábamos acampadas en una de las pocas zonas del pantano donde había suficiente terreno seco como para encender una pequeña hoguera.
La idea era descansar y salir de aquel hervidero de insectos con el despunte del alba, pero entre la agobiante humedad, el croar de los anfibios y los extraños chapuzones que sonaban de vez en cuando... la noche iba ser muy larga.

-¡Mami! -Jani apareció a mi lado y la rama que estaba usando le atravesó el estómago como si fuera aire. -¡Au!

-Jani... lo siento, no te había visto. -La jovencita fantasmal hizo un puchero y se sobó la tripa como si hubiera recibido un golpe. -¿Te encuentras bien? ¿Qué sucede?

-Si, no a sido nada, me encuentro bien. -La jovencita sonrió.- ¿Puedo ir con Doce Horas a cazar ranas? Nunca había estado en un pantano.

-Claro, cielo. Ve a pescar ranas y avísanos si ves algo raro.

-¿Cuánto tiempo vas a dejar que te diga Mami? -Preguntó mi hija al ver que la fantasma se perdía en la noche. -Ni siquiera sabemos que es. Te sigue como si fuera una mascota.

-Vey... Tiene ocho años y lo último que recuerda es estar en una casa ardiendo. -Ahora fui yo la que intentó espachurrar un mosquito. -Déjala que me llame como quiera, no le está haciendo ningún mal a nadie. A ti te considera una hermana.

-¿Y qué? -La rubia arrugó el morro. -Yo no pedí que lo fuera.

-Yo tampoco pedí que fueras mi hija y aquí estamos. -Sonreí con ternura azuzando el fuego con la ramita. -¿También te quejas así de mi cuando no estoy delante?

-No... -Lavey infló los mofletes por un segundo y bufó poniendo los ojos en blanco. -Lo tuyo es distinto. Me salvaste, me cuidaste y me enseñaste todo lo que mis padres no pudieron.

-Bueno, -Comenté mirando hacia la dirección por la que se había ido Jani- con ella estoy haciendo lo mismo.

-Pues no lo hagas. -La lagartija pateó un guijarro sin poder esconder los celos por más tiempo. -Eres mi madre, no la suya... no quiero más hermanas.

-Aag me tienen harta. -Lavey sacudió las manos en el aire alejando rápidamente a los bichos. -¿Porque no compraste repelente?

-Porque esta parada no estaba programada. -Levanté el culo de la piedra en la que estaba y di un manotazo rápido en el muslo de mi hija. -Uno menos. Oye, -volví a sentarme- ¿qué piensas hacer con Eristoff?

-¿A qué te refieres? -Levanté una ceja y en respuesta Lavey desvió la vista. -No sé... es gracioso, le gusta verme entrenar y me ayuda a recoger las flechas. -La adolescente comenzó a jugar con su pelo sin levantar la vista del fuego.- Es algo torpe, pero tiene el pelaje suave.

-Te gusta. -Sonreí de medio lado.

-¡¿Que?! No, no, claro que no... Bueno, puede que sí. ¡Es que es muy suave! y se ríe con las bromas que hago.

-Te gusta. -Afirmé, mientras veía como a la lagartija se le encendían las mejillas. -¿Porque no se lo dices? Está loco por ti. Sabes que Pulga me pidió que le diera trabajo para estar cerca de ti ¿verdad?

-E-Eso no es verdad. Si yo... él, Eristoff no... -Vey levantó la mirada un instante.- Realmente es pésimo con la carpintería. Entonces... ¿le gusto?

-Cariño, me la paso limpiando las babas de las ventanas que dan al jardín trasero. -Aquello le sacó una risita a mi hija. - Y como buena madre que soy voy a tener que esquilarlo y...

-Nooo -Interrumpió Lavey. -Su pelo no, déjalo tranquilo. -La adolescente infló las mejillas al tiempo que yo me reía. -No te metas con él, es mío. Yo no me meto con tus conquistas.

-Así que es tuyo, ¿eh? -Levanté nuevamente la ceja. -Oh, por favor. Solo te falta ladrar cuando se me acerca un hombre. -En ese momento se escuchó una rama quebrándose. -Parece que tenemos compañía. -Susurré, viendo como mi hija levantaba la vista del suelo.

-En este pantano hay ardillas muy gordas, ¿no crees? -La adolescente no cambió el tono de su voz, pero se llevó la mano a la daga de su cinto. -O puede que sea un lagarto que busca el calor del fuego.

-Una vez comí lagarto asado. Estaba rico -Comenté, como si no pasara nada. -La trampa para conejos llevaba días vacía y me encontré un lagarto sobre una piedra y... bueno, terminó siendo mi cena.

Nos miramos, miramos la dirección de la que venía el sonido y... Lavey fue la primera en ahogar una risa.

-Tenía entendido que la llamada de apareamiento de las ardillas era muy distinta. -Comentó la cazadora, aplastando un mosquito entre sus manos. -¡Ja! uno menos.

-¿No lo sabias? -Pregunté, siguiendo la broma.- Las ardillas gigantes de pantano han aprendido a usar la percusión. -Ahora fui yo la que aguantó la risa. -Crees que querrá comernos o nos la comeremos nosotras... Las ardillas están muy ricas.

-Para ti esta todo rico, Centella. -La adolescente miró hacia el pantano por unos segundos. -Si quisiera comernos no hubiera hecho tanto ruido.

La cacofonía cesó. Lavey y yo nos quedamos en silencio, haciendo apuestas mentales sobre cual sería el siguiente paso.
A los pocos minutos apareció un muchacho supuestamente agitado, pero sin sudor en la frente ni los pómulos enrojecidos por el esfuerzo de una supuesta carrera.

-Que educado para estar tan asustado. -Sonreí al desconocido. -Y cuantas preguntas para estar huyendo de algo aterrador, ¿no deberías estar temblando y pidiendo auxilio? -Miré de reojo a Lavey, levanté una ceja y señalé con la mano una piedra cercana al fuego. -Anda, siéntate junto al fuego, rapaz.

-Es muy tarde para estar dando vueltas por un pantano. -Dijo la rubia, ofreciendo un trozo de pan con queso. -Has tenido suerte de que estemos aquí, a menos de quince metros tienes una ciénaga. Si seguías corriendo de esa forma habrías acabado dentro. -La Lagartija esperó unos instantes, esperando escuchar la respuesta del desconocido, antes de reanudar la conversación anterior. -La madera de Ullme llega mañana, ¿cierto?

-Si, en teoría. -Respondí, rascándome la mejilla. -Pero también estaba esperando un pedido de roble y pino rojo para la semana pasada y todavía no han llegado... Gracias. -Cogí la cecina que me daba mi hija y proseguí. -La señora Cecilia ya se está poniendo pesada. Lo entiendo, quiere poner una puerta nueva en su cobertizo, pero yo no puedo hacer nada sin la madera.

-Ya... -Contestó Vey, poniendo los ojos en blanco. -La gente es muy impaciente.

-Sí, soy carpintera. -Levanté una ceja irónica al escuchar la segunda pregunta y conté mentalmente hasta cinco, mientras me decantaba por pensar que entre los elfos no era común que las mujeres trabajaran la madera. -Eso es, trabajo en Ulmer.

Miré fijamente al elfo, evitando, en la medida de lo posible, que Lavey entrara dentro de mi campo visual.

La idea de un arco plegable había salido muchas veces en las conversaciones rutinarias del taller. La lagartija insistía en un complejo aparejo con múltiples capas de madera y distintos mecanismos, había hecho bocetos de todo tipo, desde un simple palo cortado en dos hasta un arco que se plegaba sobre sí mismo hasta ser apenas una empuñadura.

Las conversaciones sobre aquellas ideas siempre quedaban en agua de borrajas, demasiado complicado y fantasioso, algunos planos eran simplemente incompresibles, mientras que otros requerían una madera muy exótica.

-Claro que se puede. -Contestó Lavey al muchacho. Mi cabeza se había distraído demasiado y la adolescente aprovechó la oportunidad. -No encontraras una carpintera mejor en toda Aerandir. De hecho tenemos algunos esquemas para hacer un arco plegable.

-Eso es... -Suspiré y miré de reojo a mi hija. Ya ajustaría cuentas con ella más tarde. -Es posible. Aunque me llevara tiempo conseguir la madera. Las que tengo en el taller no me sirven.

-Pero si la de ébano es una madera muy buena. -Interrumpió Vey.

-Y también muy rígida. El ébano no sirve. -Le dirigí una mirada a la rubia para que no interrumpiera de nuevo. -Y el pino carrasco es demasiado blando. Se deterioraría muy rápido. Necesitará una madera con propiedades magic...

-¡Mama! -Jani apareció a mi lado y tensé el cuerpo por instinto, ante la repentina materialización de la niña. -Mama hay un hombre que necesita ayuda.

-Por los dioses, Jani. Te he dicho mil veces que no hagas eso.

-Lo siento. -La traslucida niña agachó la cabeza apenada. -Es que un señor a venido corriendo al verme... y luego se fue corriendo más de prisa cuando me atravesó los hombros con las manos. -La pequeña levantó los ojos con tristeza, pero se recuperó al mirar a un hueco vacío entre el elfo y yo. -Tienes razón, Doce Horas. Mami, el señor tenía mucho miedo de los árboles. Mientras corría hacia mi, gritaba que a su amigo se lo había comido un árbol.

-¿Como un árbol? -Extrañada y con tono incrédulo, Lavey miró al resto de seres corpóreos de la hoguera, aunque al elfo lo vislumbró a través de Jani. -Los arboles no comen personas, ni siquiera se mueven.

-¡Este si se movía! -La niña fantasma, ofendida, se giró hacia Lavey. -El hombre dijo que su amigo quería salvar a una mujer atrapada en el tronco del árbol y que de repente la mujer se abalanzó hacia él y se lo tragó.

-Alto, alto. Parad las dos. -La riña de hermanas cesó al momento. -Es posible que... Una vez leí sobre unos árboles que crecen en los pantanos. Se llaman Devorantis, son unos árboles que se alimentan de la carne de los hombres. -Guardé silencio durante unos momentos, con la mano sobre el rostro y mordiendo de forma distraída la falange del dedo índice. -Elfo, -concluí poniéndome en pie- tenemos que rescatar a ese hombre. La madera de esos árboles será perfecta para tu arco.

Cogimos un par de antorchas y comenzamos a seguir las levitantes pisadas de Jani. A su vez Jani seguía las minúsculas patitas de Arancel, un perro del que Lavey y yo teníamos constancia, pero el cual no era visible para los mortales... al menos en este plano no era visible.


Los metros recorridos fueron cambiando, las grandes masas de agua ponzoñosa iban quedando atrás y el suelo se volvía más sólido, la humedad y los bichos seguían siendo igual de agobiantes y molestos, pero lentamente el aroma a agua estancada cambió hasta volverse un olor casi agradable, frutal.

-Arancel dice que ya hemos llegado. -Anunció Jani, mirando un punto vacío del suelo. -Hmm, sí, eso da bastante miedo. -La traslucida humana alzó la vista del suelo y nos miró a todos. -También dice que ser chico es muy peligroso aquí, que los arboles huelen a hombre y muerte.

-Está bien Jani, iremos con cuidado. -Levanté la antorcha tratando de ver algo diferente, pero tan solo se veían árboles. -Jamás lo hubiera creído pero entre tu perro, el hombre que salió corriendo y el que dices que se lo trago un árbol... Parece que las Banshee son reales. Rapaz, -Me giré a ver al elfo- ve con mucho cuidado y no toques nada, ni siquiera una raíz.

-Alto, callaros un segundo. -Lavey mandó llamar al silencio. -¿Oís eso? -En la quietud de la noche, si se prestaba atención, se podían oír los gritos de hombre. -Viene de allí, podría ser el hombre que vio Jani. Sera mejor que vallamos, ¿no? es por él que estamos aquí.

Asentí y, tras mirar a mí alrededor, avancé siguiendo el sonido.

-Vamos, Robín, sal de ahí. Déjate de bromas. -El hombre que Jani había ahuyentado se encontraba golpeando la corteza de un árbol. -¡Estúpido árbol del demonio! No vas a engañarme, yo vi cómo te lo tragabas. Deja de parecer una planta normal y muestra tu verdadera forma.

-¿De verdad es este el hombre? -Susurré al grupo cuando aún faltaban unos metros para llegar al desconocido. -A mí me parece un enajenado mental golpeando un árbol.

-Ese árbol... -Los ojos de Vey cambiaron de color y se volvieron grises como la ceniza.¹ -Hay una mancha de calor en el interior del árbol. El tipo decía la verdad, ahí dentro hay alguien.



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Off:
1- Habilidad huella de calor

Off: Uso de invocación de ent

Miré con curiosidad el ente arbóreo que acababa de surgir de la nada, era la primera vez que me topaba con un custodio. No así con un objeto inanimado con vida, pero la charla que tuve en su día con Anders me dejó claro que un animador y un custodio no son lo mismo.

-Jani, escóndete. -La jovencita hizo un mohín al oír mi voz. -Por favor, cielo. El hombre salió corriendo al verte, no quiero que lo haga de nuevo.

Jani asintió poco convencida y se disipó hasta no dejar ni rastro. Lavey tenía una flecha sujeta contra la empuñadura del arco. La adolescente pecaba demasiado de desconfianza, pero hay que decir que ese pecado nos había salvado ya unas cuantas veces.

-Buenas noches buen hombre. -Alcé la voz, anunciando mi presencia. -Hemos escuchado los gritos, ¿qué sucede?

El humano se giró con el pánico pintado en la cara, observándonos a todos hasta detenerse en el Ent.

-Estáis con ellas, tenéis a uno de sus lacayos. -Levantando una mano temblorosa señalo a la invocación del elfo. -¡No os acerquéis! soy una brujo muy poderoso, os quemare vivas como deis un paso.

-Cálmese. No somos lacayos de nadie. El ente no le hará daño, estamos aquí para ayudar. -Con calma di un par de pasos. -Yo me llamo Reivy y ella es Lavey, mi hija. Cuénteme que ha pasado.

-¡Atrás te digo! no me creo nada. -El hombre, histérico y asustado, se llevó una mano al bolsillo. -He visto como una de vosotras se tragaba a Robín, no me engañáis. ¡Largo de aquí monstruos!

-No sé qué cree que somos, pero no tenemos nada que ver con Robín. Él es un elfo y nosotras dragonas, por favor déjanos ayudar.

El desconocido no dijo nada más, apretó los dientes y sacó del bolsillo un objeto metálico. No le dio tiempo de hacer nada, apenas había levantado el brazo para lanzar el objeto cuando se escuchó el vuelo de una flecha.

-¡Lavey! -Me giré de inmediato hacia la rubia. El desconocido estaba tendido en el suelo con una saeta atravesándole el pecho. -Estaría bien que dejaras de matar a la gente. Se suponía que ibas a ayudarlo.

-Yo no tengo la culpa. -La muchacha se cruzó de brazos. -Fue él el primero en sacar el arma.

-¿Que arma? ya ves armas en... -Volteé hacia el hombre, en su mano relucía una esfera metálica. -¿De dónde sacó una bomba?

-Te lo dije. -Lavey se guardó el arco. -No ha sido muy acertado traer un roble animado. -La rubia miró al elfo. -Sabíamos que al tipo le habían atacado árboles. ¿No tenías otra cosa? No sé... un golem de piedra o algo así.

Deje de prestar atención a la conversación y me centre en aquel artefacto, que no me era desconocido. Seguía el mismo diseño de las trampas que fabricaba en el taller. Incluso diría que era mío... Cuando llegara al taller le preguntaría a Astra.