Adivina el peligro. [Trabajo]
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Adivina el peligro. [Trabajo]
El Beltanine había terminado sorpresivamente bien. El brujo estuvo impacientemente esperando el final que cabe destacar; lo pillo con una sorpresa agradable. Pensar que había sido una historia real y que Lisette sabía parte de esta...
Ahora estaban de vuelta en casa por fin. Había mucho que hacer, pero Lisette se mostró bastante interesada en su anillo incandescente, así como en otros objetos raros de Kendovlah. La curiosidad en ella llamaba el interés en Kendovlah. Esta vez la asesina se dedicaba más a leer los libros de encantamientos del brujo más que de beber. No había dejado la bebida del todo, pero al menos aparentaba ser más inteligente y estar sobria por más tiempo. La relación entre ambos mejoraba cada vez que Kendovlah se dedicaba más a su profesión de arcanos que al ajedrez o sus libros de guerras y bestias exóticas.
Ese día salió de cama con una sonrisa al ver a su compañera rodeada de libros y esos objetos que le llamaban la atención. Se le veía algo frustrada mientras leía y el joven pudo adivinar el motivo, pues él mismo había tratado de investigar en casa aquellos objetos sin mucho resultados.
—Conozco a cuatro personas que podrían ayudarnos con eso —Sugirió Kendovlah mientras desayunaba. Lisette algo desconfiada miro al brujo alzándose una ceja y asintió.
—Bien, no queremos arriesgarnos al usar estas cosas. El colgante te salió bien una vez, pero ¿y si ya no sirve? —Dijo en un tono pensativo que no le había escuchado antes. Kendovlah solo asintió y preparo sus cosas mientras dejaba que su amiga cargará dichos objetos.
—Será todo un fastidio —Respondió algo animado.
—Para ti casi todo es un fastidio, me sorprende que tu estudio no lo sea —Reprochó con tono serio. Tenía razón, Kendovlah no pudo hacer más que encogerse de hombros y partir con ella al Heckshold.
Caminaban por la planta inferior del castillo, aunque aún no habían entrado en las dependencias. Lisette no pudo evitar taparse el rostro con su capucha negra. Sabía que la iban a seguir mirando, pero prefería evitar molestarse más de la cuenta, ocultándose de las miradas de los hombres. Algunos no podían creerse la suerte de Kendovlah al viajar con ella, pero este como dictaba la costumbre simplemente caminaba con libro en mano.
Era la primera vez de la mujer en el castillo y por desgracia para el brujo, la humana ya deseaba largarse lo más pronto posible.
Llegaron en silencio hasta el patio de juegos, lugar en el cual Kendovlah buscó la zona dedicada al ajedrez y demás juegos de mesa. Curiosamente estaba más vacía de lo habitual, pero esto no le detuvo para tomar asiento frente a uno de los tableros.
Saco otro libro de su mochila que dejo a un costado del tablero y comenzó a mover piezas mientras memorizaba estrategias y se daba tiempo para estudiarlas mientras leía otro libro de estrategias. Pasaron unos minutos y el brujo por fin pudo darse cuenta de su incomodidad. Esto era debido a la mirada severa de su compañero y su postura de enfado con los brazos cruzados.
—No se como esperas descifrar estos objetos sentado ahí como si nada —Le reprochó con voz tranquila, pero detonaba cierto deje de molestia que le ponía los pelos de punta.
—Pensé que tu te encargarías de eso —Responde con cierto nerviosismo.
—¿En serio, genio? Es mi primera vez en este lugar, ¿cómo esperas que lo haga? ¿Adivinando? ¡Tienes un problema de atención muy severo, Kendovlah! —Reprocha Lisette con molestia evidente en una explosión de enfado que termino por dejar los artilugios sobre el tablero. Kendovlah suspira encogiéndose de hombros otra vez, sabía que su problema iba por otro lado, pero a la vez sabía que discutir con la rubia en esos momentos era algo suicida.
—Vale... Un fastidio a la vez —Vuelve a responder en un fallido intento por calmar el ambiente. Cierto escalofrío en su espalda le advertía que usar la palabra fastidio de nuevo le traería consecuencias poco agradables.
Ahora estaban de vuelta en casa por fin. Había mucho que hacer, pero Lisette se mostró bastante interesada en su anillo incandescente, así como en otros objetos raros de Kendovlah. La curiosidad en ella llamaba el interés en Kendovlah. Esta vez la asesina se dedicaba más a leer los libros de encantamientos del brujo más que de beber. No había dejado la bebida del todo, pero al menos aparentaba ser más inteligente y estar sobria por más tiempo. La relación entre ambos mejoraba cada vez que Kendovlah se dedicaba más a su profesión de arcanos que al ajedrez o sus libros de guerras y bestias exóticas.
Ese día salió de cama con una sonrisa al ver a su compañera rodeada de libros y esos objetos que le llamaban la atención. Se le veía algo frustrada mientras leía y el joven pudo adivinar el motivo, pues él mismo había tratado de investigar en casa aquellos objetos sin mucho resultados.
—Conozco a cuatro personas que podrían ayudarnos con eso —Sugirió Kendovlah mientras desayunaba. Lisette algo desconfiada miro al brujo alzándose una ceja y asintió.
—Bien, no queremos arriesgarnos al usar estas cosas. El colgante te salió bien una vez, pero ¿y si ya no sirve? —Dijo en un tono pensativo que no le había escuchado antes. Kendovlah solo asintió y preparo sus cosas mientras dejaba que su amiga cargará dichos objetos.
—Será todo un fastidio —Respondió algo animado.
—Para ti casi todo es un fastidio, me sorprende que tu estudio no lo sea —Reprochó con tono serio. Tenía razón, Kendovlah no pudo hacer más que encogerse de hombros y partir con ella al Heckshold.
(…)
Caminaban por la planta inferior del castillo, aunque aún no habían entrado en las dependencias. Lisette no pudo evitar taparse el rostro con su capucha negra. Sabía que la iban a seguir mirando, pero prefería evitar molestarse más de la cuenta, ocultándose de las miradas de los hombres. Algunos no podían creerse la suerte de Kendovlah al viajar con ella, pero este como dictaba la costumbre simplemente caminaba con libro en mano.
Era la primera vez de la mujer en el castillo y por desgracia para el brujo, la humana ya deseaba largarse lo más pronto posible.
Llegaron en silencio hasta el patio de juegos, lugar en el cual Kendovlah buscó la zona dedicada al ajedrez y demás juegos de mesa. Curiosamente estaba más vacía de lo habitual, pero esto no le detuvo para tomar asiento frente a uno de los tableros.
Saco otro libro de su mochila que dejo a un costado del tablero y comenzó a mover piezas mientras memorizaba estrategias y se daba tiempo para estudiarlas mientras leía otro libro de estrategias. Pasaron unos minutos y el brujo por fin pudo darse cuenta de su incomodidad. Esto era debido a la mirada severa de su compañero y su postura de enfado con los brazos cruzados.
—No se como esperas descifrar estos objetos sentado ahí como si nada —Le reprochó con voz tranquila, pero detonaba cierto deje de molestia que le ponía los pelos de punta.
—Pensé que tu te encargarías de eso —Responde con cierto nerviosismo.
—¿En serio, genio? Es mi primera vez en este lugar, ¿cómo esperas que lo haga? ¿Adivinando? ¡Tienes un problema de atención muy severo, Kendovlah! —Reprocha Lisette con molestia evidente en una explosión de enfado que termino por dejar los artilugios sobre el tablero. Kendovlah suspira encogiéndose de hombros otra vez, sabía que su problema iba por otro lado, pero a la vez sabía que discutir con la rubia en esos momentos era algo suicida.
—Vale... Un fastidio a la vez —Vuelve a responder en un fallido intento por calmar el ambiente. Cierto escalofrío en su espalda le advertía que usar la palabra fastidio de nuevo le traería consecuencias poco agradables.
Kendovlah
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Re: Adivina el peligro. [Trabajo]
El sol ya empezaba a colarse por la ventana, acariciando el rostro de la bruja que aún estaba tendida en la cama. Estaba despierta, sin hacer nada, mirando al techo. Llevaba mucho tiempo sin poder dormir varias horas seguidas, los pensamientos y recuerdos no la dejaban descansar. Las noches ahora parecían más largas y oscuras.
Esperaba a que su madre se despertase para bajar con ella a desayunar, así no tenía que confesarle que había pasado una noche más en vela. Aunque no era difícil ver que a la joven le sucedía algo. Al principio su madre intentaba hablar con ella, intentando que le contase que le había sucedido en el continente para estar tan cambiada, pero acabó desistiendo. No solo Nahir no le había hablado de su tiempo fuera, apenas hablaba con ella de nada. Lejos habían quedado aquellos días en que la risa y la alegría de su hija llenaba cada rincón de la casa. La rutina de Nahir se había limitado a un desayuno en silencio con su madre, después se iba al Hekshold, donde pasaba el día entero encerrada entre aquellas paredes y una cena donde la morena solo contestaba a las preguntas de su madre con monosílabos.
Y así día tras día.
Y aquella mañana no parecía que fuese a ser diferente.
Cuando Nahir bajó, el desayuno ya estaba en la mesa y Bessie estaba acabando de preparar el té. La bruja puso un par de vasos en la mesa y esperó paciente a que su madre se sentase también.
—¿Que vas a hacer hoy?— ahí el primer intento del día.
Nahir dejó escapar un largo suspiro.
—Voy al Hekshold.
—¿Vendrás a comer?— Bessie se sirvió un vaso de té y otro a su hija.
—No.
—Si vienes a comer podríamos hacer la crema mágica que tanto…
—Mamá, no voy a venir a comer.— le interrumpió.
—Pero hace mucho que no pasamos tiempo juntas. Vas todos los días a la academia, hoy te lo podrías saltar y nos vamos las dos a dar un paseo por el mercado, o podríamos acercarnos a la playa…— miraba a su hija, intentando descifrar algo en su cara que le diese alguna pista.
Nahir clavó la mirada en la mesa.
—Me tengo que ir ya. —se levantó, dejando su plato prácticamente intacto. No le hacía falta mirar a su madre para saber la cara que habría puesto, se odiaba a sí misma por hacerla sentir triste, así que añadió —Quizás otro día.
Bessie hizo un esfuerzo por sonreír, aquel “quizás” podría albergar esperanzas, pero a fin de cuentas no era ninguna garantía. No le gustaba, pero ya empezaba a conocer a la nueva Nahir.
Le gustaba llegar temprano al Hekshold, muchos de los alumnos aún tardarían en aparecer, así que se cruzaba con poca gente. Siempre había imaginado su estancia en la academia de manera muy diferente, rodeada de gente, aprendiendo y pasándolo bien… La realidad había terminado siendo una Nahir solitaria, apenas socializaba con nadie, al principio sus compañeros intentaron acercarse a ella, pero llegó un momento en que desistieron, la bruja no ponía de su parte, siempre se sentaba sola y rehuía a los demás.
Aquella mañana se dirigió directamente a la biblioteca, llevaba algunos días buscando un libro en concreto sobre plantas de Aerandir. Le tomó algún rato, pero encontró uno nuevo en una de las estanterías más altas, y a juzgar por el dedo de polvo que lo cubría, hacía un tiempo que nadie lo usaba.
Libro en mano, empezó a caminar por la academia, debían estar a punto de empezar algunas clases, así que decidió dirigirse al patio de juegos, nadie la molestaría allí por un buen rato. O casi nadie.
La morena caminó hasta el fondo, donde había una pequeña zona de césped. Se sentó en el suelo, con la espalda apoyada en la pared de piedra, abrió el libro y empezó a buscar.
No solía dejarse distraer en su lectura, pero una voz le hizo fruncir el ceño. Era una voz conocida, pero algo no encajaba, no era la voz de uno de los muchos alumnos con los que se había cruzados esos días. Bajó un poco el libro para asomar la cabeza por encima de él, cuando sus ojos lo encontraron. Era Kendo. Volvió a subir el libro, intentando que este le cubriera la cara lo suficiente como para no ser vista. Los recuerdos de aquella noche volvieron a ella.
—Lo siento… N-no puedo…
—Si puedes. Escúchame bien, nadie se queda atrás.
Aun podía sentir el calor de su mano entrelazándose con la de ella. Nahir recordó dar un paso atrás al sentir el contacto del brujo, intentando soltar su mano. Aquella cercanía tan repentina la aterrorizó.
—Fastidio o no, saltaremos. Una cerveza será poco después de esto.
Tiró de ella hasta que los dos se encontraron junto a la ventana. Sus piernas parecían pesar más que nunca, como ofreciendo resistencia a la idea de lanzarse por la ventana. Algo no iba bien, lo notó aquel día y lo volvía a notar ahora. Después de aquello los recuerdos están algo borrosos, quizás tenía algo que ver con que Nahir cerrase los ojos mientras caían la vacío. Recordaba sentir el cuerpo del hombre contra el de ella y la sensación de miedo que inundó todo su cuerpo hasta que cayeron sobre los cojines.
Nahir podía sentir como su corazón empezaba a latir más rápido, si se quedaba quieta, sin hacer el menor ruido, el brujo acabaría por irse, y ella podría escabullirse y acabar la lectura en su casa.
Esperaba a que su madre se despertase para bajar con ella a desayunar, así no tenía que confesarle que había pasado una noche más en vela. Aunque no era difícil ver que a la joven le sucedía algo. Al principio su madre intentaba hablar con ella, intentando que le contase que le había sucedido en el continente para estar tan cambiada, pero acabó desistiendo. No solo Nahir no le había hablado de su tiempo fuera, apenas hablaba con ella de nada. Lejos habían quedado aquellos días en que la risa y la alegría de su hija llenaba cada rincón de la casa. La rutina de Nahir se había limitado a un desayuno en silencio con su madre, después se iba al Hekshold, donde pasaba el día entero encerrada entre aquellas paredes y una cena donde la morena solo contestaba a las preguntas de su madre con monosílabos.
Y así día tras día.
Y aquella mañana no parecía que fuese a ser diferente.
Cuando Nahir bajó, el desayuno ya estaba en la mesa y Bessie estaba acabando de preparar el té. La bruja puso un par de vasos en la mesa y esperó paciente a que su madre se sentase también.
—¿Que vas a hacer hoy?— ahí el primer intento del día.
Nahir dejó escapar un largo suspiro.
—Voy al Hekshold.
—¿Vendrás a comer?— Bessie se sirvió un vaso de té y otro a su hija.
—No.
—Si vienes a comer podríamos hacer la crema mágica que tanto…
—Mamá, no voy a venir a comer.— le interrumpió.
—Pero hace mucho que no pasamos tiempo juntas. Vas todos los días a la academia, hoy te lo podrías saltar y nos vamos las dos a dar un paseo por el mercado, o podríamos acercarnos a la playa…— miraba a su hija, intentando descifrar algo en su cara que le diese alguna pista.
Nahir clavó la mirada en la mesa.
—Me tengo que ir ya. —se levantó, dejando su plato prácticamente intacto. No le hacía falta mirar a su madre para saber la cara que habría puesto, se odiaba a sí misma por hacerla sentir triste, así que añadió —Quizás otro día.
Bessie hizo un esfuerzo por sonreír, aquel “quizás” podría albergar esperanzas, pero a fin de cuentas no era ninguna garantía. No le gustaba, pero ya empezaba a conocer a la nueva Nahir.
Le gustaba llegar temprano al Hekshold, muchos de los alumnos aún tardarían en aparecer, así que se cruzaba con poca gente. Siempre había imaginado su estancia en la academia de manera muy diferente, rodeada de gente, aprendiendo y pasándolo bien… La realidad había terminado siendo una Nahir solitaria, apenas socializaba con nadie, al principio sus compañeros intentaron acercarse a ella, pero llegó un momento en que desistieron, la bruja no ponía de su parte, siempre se sentaba sola y rehuía a los demás.
Aquella mañana se dirigió directamente a la biblioteca, llevaba algunos días buscando un libro en concreto sobre plantas de Aerandir. Le tomó algún rato, pero encontró uno nuevo en una de las estanterías más altas, y a juzgar por el dedo de polvo que lo cubría, hacía un tiempo que nadie lo usaba.
Libro en mano, empezó a caminar por la academia, debían estar a punto de empezar algunas clases, así que decidió dirigirse al patio de juegos, nadie la molestaría allí por un buen rato. O casi nadie.
La morena caminó hasta el fondo, donde había una pequeña zona de césped. Se sentó en el suelo, con la espalda apoyada en la pared de piedra, abrió el libro y empezó a buscar.
No solía dejarse distraer en su lectura, pero una voz le hizo fruncir el ceño. Era una voz conocida, pero algo no encajaba, no era la voz de uno de los muchos alumnos con los que se había cruzados esos días. Bajó un poco el libro para asomar la cabeza por encima de él, cuando sus ojos lo encontraron. Era Kendo. Volvió a subir el libro, intentando que este le cubriera la cara lo suficiente como para no ser vista. Los recuerdos de aquella noche volvieron a ella.
—Lo siento… N-no puedo…
—Si puedes. Escúchame bien, nadie se queda atrás.
Aun podía sentir el calor de su mano entrelazándose con la de ella. Nahir recordó dar un paso atrás al sentir el contacto del brujo, intentando soltar su mano. Aquella cercanía tan repentina la aterrorizó.
—Fastidio o no, saltaremos. Una cerveza será poco después de esto.
Tiró de ella hasta que los dos se encontraron junto a la ventana. Sus piernas parecían pesar más que nunca, como ofreciendo resistencia a la idea de lanzarse por la ventana. Algo no iba bien, lo notó aquel día y lo volvía a notar ahora. Después de aquello los recuerdos están algo borrosos, quizás tenía algo que ver con que Nahir cerrase los ojos mientras caían la vacío. Recordaba sentir el cuerpo del hombre contra el de ella y la sensación de miedo que inundó todo su cuerpo hasta que cayeron sobre los cojines.
Nahir podía sentir como su corazón empezaba a latir más rápido, si se quedaba quieta, sin hacer el menor ruido, el brujo acabaría por irse, y ella podría escabullirse y acabar la lectura en su casa.
Nahir
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Re: Adivina el peligro. [Trabajo]
El brujo estaba en apuros, pero había algo más que comenzó a picar su curiosidad. Un ligero dolor en su brazo derecho, y en pleno patio de la academia. «Tendré que revisarme el brazo...» Pensó con cierta incomodidad, pero el gesto pensativo en el rostro del brujo hizo que la rubia terminará por exasperarse aún más.
—¡Olvidalo! Lo averiguare por mi cuenta —Bramó Lisette por última vez. Tomo los objetos y se largo hacía el interior del castillo.
Al darse cuenta, el brujo pensó en seguirla. Tomó sus cosas con celeridad, pero algo le hizo detenerse al observar el terreno. Había una chica que captó su atención, por alguna razón le pareció bastante familiar. No podía verle el rostro, pero el tono de piel que se dejaba ver entre sus ropas era casi inconfundible. Entonces recordó que hasta entonces solo había conocido a una mujer con ese característico tono de piel.
«Lisette...» Recordó con un escalofrío que recorrió su cuerpo de punta a punta. Negó con la cabeza, estaría bien, además en esos momentos podía adivinar que calmarla era misión suicida.
Volvió su foco de atención a la morena, sino se equivocaba podría apostar que se trataba de Nahir.
Recordando su anterior suerte con el sexo opuesto, volvió a una pose pensativa, esta vez mirando el tablero de ajedrez. Ahora que recordaba, sus padres nunca le dieron consejos en ese campo y claro, quizás no tenían pensado que el joven mago tuviese que asistir a la academia con ellos muertos. Sin embargo, algo se le ocurrió que podría funcionar.
Noto a la morena algo tensa cuando por fin estaba frente a ella, aunque desconocía las razones, esperaba que su plan sirviera de algo. —Hey, Nahir. Tiempo sin vernos. ¿Cómo has estado? —Dice tratando de ocultar cierto nerviosismo.
Se sienta frente a ella y pone el tablero con las piezas en su lugar entre ambos estudiantes. —¿Sabes jugar? Puedo enseñarte un par de trucos —Pregunta dando vuelta las blancas hacía su lado.
Toma un libro básico sobre las reglas del juego y lo extiende hacía ella, deslizándolo por sobre el césped. —Mi compañera decidió que investigar por su cuenta objetos encantados era menos fastidioso, pero bueno... Por cierto, blancas parten —Añade mientras abre las primeras páginas del libro por ella, en especifico la que indica como se mueve cada pieza.
—¡Olvidalo! Lo averiguare por mi cuenta —Bramó Lisette por última vez. Tomo los objetos y se largo hacía el interior del castillo.
Al darse cuenta, el brujo pensó en seguirla. Tomó sus cosas con celeridad, pero algo le hizo detenerse al observar el terreno. Había una chica que captó su atención, por alguna razón le pareció bastante familiar. No podía verle el rostro, pero el tono de piel que se dejaba ver entre sus ropas era casi inconfundible. Entonces recordó que hasta entonces solo había conocido a una mujer con ese característico tono de piel.
«Lisette...» Recordó con un escalofrío que recorrió su cuerpo de punta a punta. Negó con la cabeza, estaría bien, además en esos momentos podía adivinar que calmarla era misión suicida.
Volvió su foco de atención a la morena, sino se equivocaba podría apostar que se trataba de Nahir.
Recordando su anterior suerte con el sexo opuesto, volvió a una pose pensativa, esta vez mirando el tablero de ajedrez. Ahora que recordaba, sus padres nunca le dieron consejos en ese campo y claro, quizás no tenían pensado que el joven mago tuviese que asistir a la academia con ellos muertos. Sin embargo, algo se le ocurrió que podría funcionar.
Noto a la morena algo tensa cuando por fin estaba frente a ella, aunque desconocía las razones, esperaba que su plan sirviera de algo. —Hey, Nahir. Tiempo sin vernos. ¿Cómo has estado? —Dice tratando de ocultar cierto nerviosismo.
Se sienta frente a ella y pone el tablero con las piezas en su lugar entre ambos estudiantes. —¿Sabes jugar? Puedo enseñarte un par de trucos —Pregunta dando vuelta las blancas hacía su lado.
Toma un libro básico sobre las reglas del juego y lo extiende hacía ella, deslizándolo por sobre el césped. —Mi compañera decidió que investigar por su cuenta objetos encantados era menos fastidioso, pero bueno... Por cierto, blancas parten —Añade mientras abre las primeras páginas del libro por ella, en especifico la que indica como se mueve cada pieza.
Kendovlah
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Re: Adivina el peligro. [Trabajo]
Nahir miraba las letras de su libro, pero no estaba leyendo, se había puesto lo suficientemente nerviosa como para no poder estar pendiente de la lectura. ¿Le había visto Kendo?
Se puso tensa, esperando que los pasos que estaba escuchando se tratasen de los del brujo dirigiéndose a la salida del patio, lejos de ella. Pero no fue así, la suerte no estaba de su lado. Se sobresaltó visiblemente al escuchar su nombre. Se quedó un par de segundos sin hacer nada, inmóvil, después bajó el libro lentamente, para dejarlo apoyado en su regazo.
―Bien.― se limitó a decir, quizás un poco más seca hasta de lo que le hubiese gustado.
Carraspeó, cerrando el libro, no antes de doblar una de las puntas de la página por la que se había quedado.
Había visto a los alumnos de la academia jugar muchas veces, pero a decir verdad, ella nunca había jugado. Sentía que debía devolverle la pregunta “¿Y tu, como estas?” , pero no se sentía con ganas ni con fuerzas en entablar una conversación más extensa de lo necesario.
Ver a Kendo ya no solo le recordaba a aquella extraña noche que pasaron juntos, y lo estúpida que se sintió al final, también le recordaba sentimientos que había intentado esconder dentro de ella. Ahora estos empezaban a brotar por cada centímetro de su piel, todo el aire que respiraba no era suficiente, y su corazón amenazaba con un ritmo poco normal. Quizás distraerse un rato con aquel juego no era tan mala idea.
Quiso decirle que no, que no sabía jugar, que le enseñase, pero entonces abrió un libro ante ella, en este explicaba un poco sobre la mecánica del juego. Con esa pequeña ayuda y sabiendo que tenía que ir a matar a su rey, optó por no responder a esa pregunta. Se quedó quieta, lanzándole miradas de disimulo a las explicaciones.
“Blancas parten”
Se puso un poco nerviosa, no sabía ni por dónde empezar, pero al menos ya no estaba tan tensa de tener al brujo delante. Movió un peón y empezó la partida.
La falta de experiencia y la nula concentración hizo que perdiese la mitad de las piezas en los primeros movimientos. Suspiró, el silencio se le empezaba a hacer incómodo.
―¿Que objetos encantados estáis investigando?― preguntó sin levantar la vista del tablero.
No era un juego difícil de entender, tan solo había que aprenderse el movimiento de las diferentes figuras. La estrategia ya era otra cosa. El brujo no tardó mucho en dar el jaque mate, dejando a Nahir mirando las pocas piezas que le habían quedado en pie.
―¿Otra?― creía que en la siguiente partida lo haría mejor, se había fijado en algunas jugadas que había hecho su contrincante. Además, ahora estaba más cómoda y concentrada.
Se puso tensa, esperando que los pasos que estaba escuchando se tratasen de los del brujo dirigiéndose a la salida del patio, lejos de ella. Pero no fue así, la suerte no estaba de su lado. Se sobresaltó visiblemente al escuchar su nombre. Se quedó un par de segundos sin hacer nada, inmóvil, después bajó el libro lentamente, para dejarlo apoyado en su regazo.
―Bien.― se limitó a decir, quizás un poco más seca hasta de lo que le hubiese gustado.
Carraspeó, cerrando el libro, no antes de doblar una de las puntas de la página por la que se había quedado.
Había visto a los alumnos de la academia jugar muchas veces, pero a decir verdad, ella nunca había jugado. Sentía que debía devolverle la pregunta “¿Y tu, como estas?” , pero no se sentía con ganas ni con fuerzas en entablar una conversación más extensa de lo necesario.
Ver a Kendo ya no solo le recordaba a aquella extraña noche que pasaron juntos, y lo estúpida que se sintió al final, también le recordaba sentimientos que había intentado esconder dentro de ella. Ahora estos empezaban a brotar por cada centímetro de su piel, todo el aire que respiraba no era suficiente, y su corazón amenazaba con un ritmo poco normal. Quizás distraerse un rato con aquel juego no era tan mala idea.
Quiso decirle que no, que no sabía jugar, que le enseñase, pero entonces abrió un libro ante ella, en este explicaba un poco sobre la mecánica del juego. Con esa pequeña ayuda y sabiendo que tenía que ir a matar a su rey, optó por no responder a esa pregunta. Se quedó quieta, lanzándole miradas de disimulo a las explicaciones.
“Blancas parten”
Se puso un poco nerviosa, no sabía ni por dónde empezar, pero al menos ya no estaba tan tensa de tener al brujo delante. Movió un peón y empezó la partida.
La falta de experiencia y la nula concentración hizo que perdiese la mitad de las piezas en los primeros movimientos. Suspiró, el silencio se le empezaba a hacer incómodo.
―¿Que objetos encantados estáis investigando?― preguntó sin levantar la vista del tablero.
No era un juego difícil de entender, tan solo había que aprenderse el movimiento de las diferentes figuras. La estrategia ya era otra cosa. El brujo no tardó mucho en dar el jaque mate, dejando a Nahir mirando las pocas piezas que le habían quedado en pie.
―¿Otra?― creía que en la siguiente partida lo haría mejor, se había fijado en algunas jugadas que había hecho su contrincante. Además, ahora estaba más cómoda y concentrada.
Nahir
Honorable
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Re: Adivina el peligro. [Trabajo]
El brujo no puede evitar alzar una ceja ante la respuesta seca de Nahir. Algo le decía que no era la misma que había conocido aquella noche, pero no podía estar seguro de aquello ni mucho menos creía buena idea forzar a que se abriera.
Los segundos antes de la primera jugada fueron algo incómodos. Se estaba haciendo la idea de ser rechazado, por fortuna no sucedió así y se llevo una grata sorpresa. Nahir no solo era bonita, sino que además inteligente y aprendía rápido por lo que podía observar entre jugadas. «Será un fastidio concentrarse así» Pensó con una sonrisa leve y cierto rubor en sus mejillas.
—Recuerdos de algunos viajes que hemos ido coleccionando —Respondió tranquilo luego de haber hecho su jugada. Se le hacía difícil mantener los ojos fijos en el tablero, pero el plan había sido todo un éxito. La conversación nació de forma natural. —No es bruja, pero cree qué el último que consiguió tiene propiedades mágicas. Solo hemos podido comprobar uno —Siguió hablando cuando termino el primer juego.
Asintió ante la petición de su nuevo oponente. Le había parecido un juego interesante, pocos novatos habían mostrado cierto nivel de estrategia. En su corta experiencia había comprobado que la mayoría tenía más problemas aprendiendo como se movía cada pieza y las reglas mismas del juego.
—El que pudimos comprobar me permitió lanzar dos estacas de hielo —Añadió mientras colocaba cada pieza en su lugar. Esta vez dios vuelta el tablero y se quedo con las blancas como era usual en las repeticiones. —Imaginarás la sorpresa siendo que el fuego es mi elemento —Terminó con una sonrisa.
Movió la primera pieza y comenzó otra partida. Seguía igual de desconcentrado que en la anterior, pero suponía que no sería problema darle algo más de confianza. Además hacía tiempo ya que no se divertía en la academia, con sus constantes viajes desde Lunargenta, ciudad lagarto, Dundarak, entre otros.
Quizás era tiempo de relajarse por fin. Sin embargo, volvió a sentir ese característico dolor en su brazo derecho. Una mueca en su rostro se dejo ver antes de que este se mostrase serio. Por alguna razón volvía a preocuparse por la rubia. «No creo que la descubriesen. Entonces, ¿por qué?» Pensó para si mismo, ese cosquilleo natural al inicio de una aventura comenzaba a ser cada vez más latente.
Los segundos antes de la primera jugada fueron algo incómodos. Se estaba haciendo la idea de ser rechazado, por fortuna no sucedió así y se llevo una grata sorpresa. Nahir no solo era bonita, sino que además inteligente y aprendía rápido por lo que podía observar entre jugadas. «Será un fastidio concentrarse así» Pensó con una sonrisa leve y cierto rubor en sus mejillas.
—Recuerdos de algunos viajes que hemos ido coleccionando —Respondió tranquilo luego de haber hecho su jugada. Se le hacía difícil mantener los ojos fijos en el tablero, pero el plan había sido todo un éxito. La conversación nació de forma natural. —No es bruja, pero cree qué el último que consiguió tiene propiedades mágicas. Solo hemos podido comprobar uno —Siguió hablando cuando termino el primer juego.
Asintió ante la petición de su nuevo oponente. Le había parecido un juego interesante, pocos novatos habían mostrado cierto nivel de estrategia. En su corta experiencia había comprobado que la mayoría tenía más problemas aprendiendo como se movía cada pieza y las reglas mismas del juego.
—El que pudimos comprobar me permitió lanzar dos estacas de hielo —Añadió mientras colocaba cada pieza en su lugar. Esta vez dios vuelta el tablero y se quedo con las blancas como era usual en las repeticiones. —Imaginarás la sorpresa siendo que el fuego es mi elemento —Terminó con una sonrisa.
Movió la primera pieza y comenzó otra partida. Seguía igual de desconcentrado que en la anterior, pero suponía que no sería problema darle algo más de confianza. Además hacía tiempo ya que no se divertía en la academia, con sus constantes viajes desde Lunargenta, ciudad lagarto, Dundarak, entre otros.
Quizás era tiempo de relajarse por fin. Sin embargo, volvió a sentir ese característico dolor en su brazo derecho. Una mueca en su rostro se dejo ver antes de que este se mostrase serio. Por alguna razón volvía a preocuparse por la rubia. «No creo que la descubriesen. Entonces, ¿por qué?» Pensó para si mismo, ese cosquilleo natural al inicio de una aventura comenzaba a ser cada vez más latente.
Kendovlah
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Re: Adivina el peligro. [Trabajo]
Sentía curiosidad por aquellos objetos encantados y aún más por los lugares donde los debieron encontrar y las aventuras que todo aquello acarreaba. Le hubiese encantado ser aquella persona que era hace unos meses, preguntarle a Kendo miles de cosas en relación a aquel tema, incluso de pedirle formar parte de su siguiente viaje. Pero ahora todo había cambiado, así que se limitó a asentir con la cabeza, como para corroborar que seguía el hilo de la conversación, pero no dando pie a mucho más que eso. No es que le gustase comportarse de aquella manera tan distante, pero algo dentro de ella la detenía. No podía confiar en nadie, no podía confiar en aquel brujo. No volvería a cometer los mismos errores del pasado.
No pudo evitar mirar a Kendo a los ojos cuando mencionó lo de las estacas de hielo, percibiendo seguidamente su sonrisa. Bajó nuevamente la mirada al tablero, rápida, esperando que no se hubiese percatado. Recordó la emoción -y el miedo- cuando ella misma pudo lanzar un chispazo de electricidad. Era una sensación muy extraña poder experimentar con elementos que no eran los propios. No había hablado con nadie de eso.
¿Cómo sería dominar el fuego? ¿Notaría calor en las manos o se quemaría?
Seguro que se quemaría, Nahir era muy torpe con el fuego, casi era una bendición que su elemento fuese el agua.
―Blancas empiezan…― susurró cuando el brujo alargaba la mano para empezar la nueva partida.
¿Iba a volver a perder? Por supuesto, pero al menos ya no le comía las piezas tan rápido. Intentaba pensar una estrategia para vencer a Kendo y a la vez imaginar qué jugada haría él, para así anticiparse. Hizo un par de movimientos en falso para ver si podía encontrar algún patrón en su modo de juego, pero para eso harían falta muchas más partidas.
Al menos ya no se sentía incómoda con la presencia del brujo, incluso si estaban en silencio. Sonrió, abriendo la boca para hablar, pero se detuvo al ver el gesto de Kendo. Frunció el ceño.
―¿Todo bien?― dudó incluso de si debía preguntar.
Quizás había dicho algo fuera de lugar...No, eso no podía ser, apenas había hablado. Miró a su alrededor, por si había pasando algo.
Había estado tan absorta en la partida que no se había percatado de que habían entrado algunos alumnos más al patio, e iban en aumento, seguro que habría acabado algunas de las clases.
Nahir empezó a ponerse visiblemente nerviosa, intentaba estar concentrada en la partida, pero sus ojos miraban intermitente a los cada vez más numerosos jóvenes que aparecían por la puerta.
―Se ha hecho tarde, debería irme…― dijo intentando que su voz no temblara, debía salir de ahí.
Cogió el libro de plantas que había dejado a un lado cuando llegó el brujo y se levantó. Se sacudió la falda y dio un par de pasos, antes de detenerse frente al brujo.
―Me lo he pasado bien…― apretó los labios, haciéndolos más delgados por un momento y después los torció ligeramente hacia un lado, pensando si decir lo que estaba pensando. ―Podríamos… repetirlo otro día…― dijo finalmente, dejando escapar un suspiro. “No debería haberlo dicho”, pensó antes de continuar caminando.
No pudo evitar mirar a Kendo a los ojos cuando mencionó lo de las estacas de hielo, percibiendo seguidamente su sonrisa. Bajó nuevamente la mirada al tablero, rápida, esperando que no se hubiese percatado. Recordó la emoción -y el miedo- cuando ella misma pudo lanzar un chispazo de electricidad. Era una sensación muy extraña poder experimentar con elementos que no eran los propios. No había hablado con nadie de eso.
¿Cómo sería dominar el fuego? ¿Notaría calor en las manos o se quemaría?
Seguro que se quemaría, Nahir era muy torpe con el fuego, casi era una bendición que su elemento fuese el agua.
―Blancas empiezan…― susurró cuando el brujo alargaba la mano para empezar la nueva partida.
¿Iba a volver a perder? Por supuesto, pero al menos ya no le comía las piezas tan rápido. Intentaba pensar una estrategia para vencer a Kendo y a la vez imaginar qué jugada haría él, para así anticiparse. Hizo un par de movimientos en falso para ver si podía encontrar algún patrón en su modo de juego, pero para eso harían falta muchas más partidas.
Al menos ya no se sentía incómoda con la presencia del brujo, incluso si estaban en silencio. Sonrió, abriendo la boca para hablar, pero se detuvo al ver el gesto de Kendo. Frunció el ceño.
―¿Todo bien?― dudó incluso de si debía preguntar.
Quizás había dicho algo fuera de lugar...No, eso no podía ser, apenas había hablado. Miró a su alrededor, por si había pasando algo.
Había estado tan absorta en la partida que no se había percatado de que habían entrado algunos alumnos más al patio, e iban en aumento, seguro que habría acabado algunas de las clases.
Nahir empezó a ponerse visiblemente nerviosa, intentaba estar concentrada en la partida, pero sus ojos miraban intermitente a los cada vez más numerosos jóvenes que aparecían por la puerta.
―Se ha hecho tarde, debería irme…― dijo intentando que su voz no temblara, debía salir de ahí.
Cogió el libro de plantas que había dejado a un lado cuando llegó el brujo y se levantó. Se sacudió la falda y dio un par de pasos, antes de detenerse frente al brujo.
―Me lo he pasado bien…― apretó los labios, haciéndolos más delgados por un momento y después los torció ligeramente hacia un lado, pensando si decir lo que estaba pensando. ―Podríamos… repetirlo otro día…― dijo finalmente, dejando escapar un suspiro. “No debería haberlo dicho”, pensó antes de continuar caminando.
Nahir
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Re: Adivina el peligro. [Trabajo]
Se da cuenta del repentino ensimismamiento cuando escucha la pregunta de la morena y asiente algo más tranquilo mientras se lleva una mano al hombro y vuelve a centrarse en el juego. —Si, disculpa —Dice tranquilo volviendo a una postura más relajada.
—Antes de entrar en la academia, casi pierdo el brazo. Aún lo recuerda —Explicó, aunque seguía pareciendo extraño el patrón en que volvían los dolores. —Creo que lo debería revisar de nuevo —Terminó volviendo a sonreír cuando nota nuevamente el nerviosismo en la mujer.
Se acomodo un poco en el césped cuando ella estaba levantándose. Era cierto, seguramente se había perdido un par de clases por su culpa. Al estar constantemente viajando a penas se acordaba de que la mayoría seguía un horario. Sin embargo, recibe con cierta alegría la posible invitación por su parte.
Sonríe de oreja a oreja al escucharle y termina de levantarse. —Claro, cuando quieras —Respondió mientras miraba el libro que le había prestado para aprender. Entonces se le ocurre tomarlo y se lo extiende con una mano. —Nahir, espera —Se apresura un poco—. Puedes quedártelo si quieres, ya lo he leído muchas veces.
En realidad no sabía que estaba haciendo y parte de él decía que debía parar ahí. Después de la escena con Rauko había perdido cierta confianza en si mismo sobre esa área, pero de alguna forma sentía que Nahir se la devolvía. No solo eso, podía decir que su compañera también ha ayudado un poco.
—Lamento haberte retrasado, espero nos veamos... —No alcanza a terminar su frase cuando una colleja le cae duramente en la cabeza. Ni la había sentido acercarse, pero no le hacía falta ver para saber que la furia humana había vuelto. —Ouch... ¡¿Y ahora por qué?! —Exclamó algo confuso mientras se sobaba el lugar del golpe.
—Si tienes tiempo para capear clases, vamos a trabajar. ¡Ahora! —Bufó por quien sabe cuantas veces en lo que ya iban del día. Dejo un anunciado sobre el tablero y espero a que el brujo terminara de leerlo, consciente de la lectura rápida de este.
—Esos maestros tuyos prometieron ayudar si logramos dar con el mocoso y la madre ofrece dinero, así que nos vamos —Añadió la rubia mientras se cruzaba de brazos demandante, mientras observaba a la bruja morena.
—Vale ayudare, solo si prometes hacer la cena —Respondió algo fastidiado, aunque luego añade algo tímido—: Dejaré pasar la colleja si aceptas.
—Buen intento, debería darte otra, pero me forjas dagas nuevas y tenemos trato—.
Kendovlah suspiró resignado, conseguir que cocinará la cena dos veces ya era un logro. Vuelve a sonreír a la morena. —¿Qué dices, Nahir? No dejes que Lisette te intimide, seguro entre los tres terminamos el trabajo rápido. Puedes cenar con nosotros luego y terminamos esta partida, si quieres —Vuelve a su tono algo tímido. Quizás estaba pidiendo mucho y quitando más tiempo del que debía, pero esperaba que al menos así la rubia se controlase un poco.
Fue así, más o menos. La asesina en retiro empezó el camino hacía la granja indicada en el anuncio por cuenta propia. Aunque seguir su paso no debería ser gran cosa.
—Antes de entrar en la academia, casi pierdo el brazo. Aún lo recuerda —Explicó, aunque seguía pareciendo extraño el patrón en que volvían los dolores. —Creo que lo debería revisar de nuevo —Terminó volviendo a sonreír cuando nota nuevamente el nerviosismo en la mujer.
Se acomodo un poco en el césped cuando ella estaba levantándose. Era cierto, seguramente se había perdido un par de clases por su culpa. Al estar constantemente viajando a penas se acordaba de que la mayoría seguía un horario. Sin embargo, recibe con cierta alegría la posible invitación por su parte.
Sonríe de oreja a oreja al escucharle y termina de levantarse. —Claro, cuando quieras —Respondió mientras miraba el libro que le había prestado para aprender. Entonces se le ocurre tomarlo y se lo extiende con una mano. —Nahir, espera —Se apresura un poco—. Puedes quedártelo si quieres, ya lo he leído muchas veces.
En realidad no sabía que estaba haciendo y parte de él decía que debía parar ahí. Después de la escena con Rauko había perdido cierta confianza en si mismo sobre esa área, pero de alguna forma sentía que Nahir se la devolvía. No solo eso, podía decir que su compañera también ha ayudado un poco.
—Lamento haberte retrasado, espero nos veamos... —No alcanza a terminar su frase cuando una colleja le cae duramente en la cabeza. Ni la había sentido acercarse, pero no le hacía falta ver para saber que la furia humana había vuelto. —Ouch... ¡¿Y ahora por qué?! —Exclamó algo confuso mientras se sobaba el lugar del golpe.
—Si tienes tiempo para capear clases, vamos a trabajar. ¡Ahora! —Bufó por quien sabe cuantas veces en lo que ya iban del día. Dejo un anunciado sobre el tablero y espero a que el brujo terminara de leerlo, consciente de la lectura rápida de este.
—Esos maestros tuyos prometieron ayudar si logramos dar con el mocoso y la madre ofrece dinero, así que nos vamos —Añadió la rubia mientras se cruzaba de brazos demandante, mientras observaba a la bruja morena.
—Vale ayudare, solo si prometes hacer la cena —Respondió algo fastidiado, aunque luego añade algo tímido—: Dejaré pasar la colleja si aceptas.
—Buen intento, debería darte otra, pero me forjas dagas nuevas y tenemos trato—.
Kendovlah suspiró resignado, conseguir que cocinará la cena dos veces ya era un logro. Vuelve a sonreír a la morena. —¿Qué dices, Nahir? No dejes que Lisette te intimide, seguro entre los tres terminamos el trabajo rápido. Puedes cenar con nosotros luego y terminamos esta partida, si quieres —Vuelve a su tono algo tímido. Quizás estaba pidiendo mucho y quitando más tiempo del que debía, pero esperaba que al menos así la rubia se controlase un poco.
Fue así, más o menos. La asesina en retiro empezó el camino hacía la granja indicada en el anuncio por cuenta propia. Aunque seguir su paso no debería ser gran cosa.
Kendovlah
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Re: Adivina el peligro. [Trabajo]
Se detuvo al escuchar su nombre, aunque tardó un par de segundos en darse la vuelta hacia el brujo. Este le estaba tendiendo el libro que habían usado para jugar. Alargó la mano y lo aceptó. Separó los labios, sin saber muy bien qué decir, alzó la mirada en busca de los ojos de Kendo.
―Gracias...― colocó el libro encima del que ya llevaba en la manos, apoyándolos contra su pecho.
Sentía como que debía decir algo más, pero no sabía el que, así que agradeció que el brujo continuase hablando, dándole un poco más de tiempo en pensar la siguiente frase, posiblemente la de despedida, antes de desaparecer lo más deprisa de ahí.
Pero el brujo no terminó la frase antes de que le lloviese una colleja. Nahir se quedó parada, sorprendida por aquello. Pero sin saber por qué, quizás por la reacción del hombre o por los bufidos de la mujer, la bruja dejó escapar una sonrisilla.
“Esos maestros tuyos prometieron ayudar si…”
La morena frunció el ceño. Si ella también ayudaba en la búsqueda del niño, quizás los profesores también la ayudarían a ella dándole la información que necesitaba. Había perdido mucho tiempo leyendo y aún no había logrado encontrar las plantas que requería, y se le agotaba el tiempo.
La invitación del brujo la salvó de tener que pedirlo ella misma.
Observó a la rubia mientras el brujo intentaba regatear algunos términos y condiciones. Su cuerpo y actitud el imponían un poco, podía sentir como su mirada la recorría de arriba abajo, haciendo que su cuerpo se estremeciese. Se armó de valor y alzó un poco la cabeza para poder mirarla a los ojos, y por su mirada, Nahir dedujo que se trataba de una mujer fuerte y decidida. Sintió una mezcla entre admiración y envidia.
Según dijo Kendo, se llamaba Lisette.
Sus ojos abandonaron los de la rubia para mirar de nuevo al brujo. Necesitaba aeros, y si lo que habían dicho era cierto, la ayuda de los maestros le vendría muy bien. Se acercó al tablón y leyó el anuncio.
Al parecer un niño llamado Pedro había desaparecido la tarde anterior. Antes de desaparecer mencionó la presencia de un lobo. Nahir frunció el ceño. Nadie acudió en su ayuda, ya que desde que su padre los abandonó, hacía travesuras para llamar la atención de los adultos.
Que extraño...
La bruja empezó a sentir un dolor en la boca del estómago al pensar en la madre del crío, debería sentirse horrible.
Carraspeó, intentando aclararse la garganta.
Se guardó ambos libros y empezó a caminar en la misma dirección que lo estaba haciendo Lisette. Después de dar un par de pasos, volvió ligeramente la cabeza para mirar a Kendo de reojo.
―Vamos, será mejor que acabemos antes del anochecer….
Se dirigieron al sur, donde se había visto al niño por última vez.
Nahir no habló mucho durante el camino, se limitó a observar a aquella peculiar pareja, eran una mezcla entre un matrimonio y dos hermanos que no dejaban de chincharse el uno al otro.
Aquella tarde no había nadie por aquella zona, seguramente la posible presencia de un lobo, como había gritado el niño, había asustado a los vecino de alrededor.
―¿Por dónde empezamos?...― susurró prácticamente para si misma.
Si el niño había salido corriendo de algún peligro, lo más probable es que hubiese dejado algún rastro. Nahir no es que fuese especialmente buena buscando rastros, pero por algo había que empezar. Se agachó y empezó a mirar el suelo en busca de huellas, miró la plantas, esperando encontrarse algunas estropeadas.
Entonces las imágenes de su huída de ciudad Lagarto volvieron a su cabeza. Intentaba desechar aquellos pensamientos, pero estos se iban haciendo paso en su interior. Sus ojos se humedecieron, aquello no podía estar pasando, otra vez no. Se agachó y cerró los ojos, envolviendo sus piernas con los brazos. “Todo está bien…” pensaba mientras intentaba controlar su respiración, para que ésta volviese a la normalidad.
Tardó un poco más de lo que le hubiese gustado en recomponerse, se sentía avergonzada, solo esperaba que sus compañeros no se hubiesen percatado de nada.
―Gracias...― colocó el libro encima del que ya llevaba en la manos, apoyándolos contra su pecho.
Sentía como que debía decir algo más, pero no sabía el que, así que agradeció que el brujo continuase hablando, dándole un poco más de tiempo en pensar la siguiente frase, posiblemente la de despedida, antes de desaparecer lo más deprisa de ahí.
Pero el brujo no terminó la frase antes de que le lloviese una colleja. Nahir se quedó parada, sorprendida por aquello. Pero sin saber por qué, quizás por la reacción del hombre o por los bufidos de la mujer, la bruja dejó escapar una sonrisilla.
“Esos maestros tuyos prometieron ayudar si…”
La morena frunció el ceño. Si ella también ayudaba en la búsqueda del niño, quizás los profesores también la ayudarían a ella dándole la información que necesitaba. Había perdido mucho tiempo leyendo y aún no había logrado encontrar las plantas que requería, y se le agotaba el tiempo.
La invitación del brujo la salvó de tener que pedirlo ella misma.
Observó a la rubia mientras el brujo intentaba regatear algunos términos y condiciones. Su cuerpo y actitud el imponían un poco, podía sentir como su mirada la recorría de arriba abajo, haciendo que su cuerpo se estremeciese. Se armó de valor y alzó un poco la cabeza para poder mirarla a los ojos, y por su mirada, Nahir dedujo que se trataba de una mujer fuerte y decidida. Sintió una mezcla entre admiración y envidia.
Según dijo Kendo, se llamaba Lisette.
Sus ojos abandonaron los de la rubia para mirar de nuevo al brujo. Necesitaba aeros, y si lo que habían dicho era cierto, la ayuda de los maestros le vendría muy bien. Se acercó al tablón y leyó el anuncio.
Al parecer un niño llamado Pedro había desaparecido la tarde anterior. Antes de desaparecer mencionó la presencia de un lobo. Nahir frunció el ceño. Nadie acudió en su ayuda, ya que desde que su padre los abandonó, hacía travesuras para llamar la atención de los adultos.
Que extraño...
La bruja empezó a sentir un dolor en la boca del estómago al pensar en la madre del crío, debería sentirse horrible.
Carraspeó, intentando aclararse la garganta.
Se guardó ambos libros y empezó a caminar en la misma dirección que lo estaba haciendo Lisette. Después de dar un par de pasos, volvió ligeramente la cabeza para mirar a Kendo de reojo.
―Vamos, será mejor que acabemos antes del anochecer….
Se dirigieron al sur, donde se había visto al niño por última vez.
Nahir no habló mucho durante el camino, se limitó a observar a aquella peculiar pareja, eran una mezcla entre un matrimonio y dos hermanos que no dejaban de chincharse el uno al otro.
Aquella tarde no había nadie por aquella zona, seguramente la posible presencia de un lobo, como había gritado el niño, había asustado a los vecino de alrededor.
―¿Por dónde empezamos?...― susurró prácticamente para si misma.
Si el niño había salido corriendo de algún peligro, lo más probable es que hubiese dejado algún rastro. Nahir no es que fuese especialmente buena buscando rastros, pero por algo había que empezar. Se agachó y empezó a mirar el suelo en busca de huellas, miró la plantas, esperando encontrarse algunas estropeadas.
Entonces las imágenes de su huída de ciudad Lagarto volvieron a su cabeza. Intentaba desechar aquellos pensamientos, pero estos se iban haciendo paso en su interior. Sus ojos se humedecieron, aquello no podía estar pasando, otra vez no. Se agachó y cerró los ojos, envolviendo sus piernas con los brazos. “Todo está bien…” pensaba mientras intentaba controlar su respiración, para que ésta volviese a la normalidad.
Tardó un poco más de lo que le hubiese gustado en recomponerse, se sentía avergonzada, solo esperaba que sus compañeros no se hubiesen percatado de nada.
Nahir
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Re: Adivina el peligro. [Trabajo]
Sin duda la situación en la que se había presentado dicho trabajo, dejaba mucho para pensar. Por un lado, Lisette trataba de tomarse la compañía de Nahir de la mejor manera. Anteriormente con Fufu había mostrado mayor incordio, pero era justo destacar que en ese entonces la rubia no tenía meta alguna y seguía sumergida en un estado constante de ebriedad.
Si, las discusiones siguieron durante el camino, pero en más de una ocasión Kendovlah pudo prever una colleja que nunca llegó. Casi comenzaba a preocuparle, pero era mejor no decir nada.
—No se ustedes, pero que también se llevasen el ganado me preocupa un poco —Concluyó tras una serie de conjeturas sin mucho sentido. Según las palabras del chaval, aquello no pudo haber sido un lobo, o una mana. Se habrían hallado además los restos de la masacre.
La llanura al sur de Beltrexus parecía desolada, y ahora que lo pensaba mejor, el día anterior también lo había notado mientras trabajaba en la forja —Sí, el taller estaba cerca.
«Esto es aún peor para el negocio» Pensó mientras menguaba el paso, siendo alcanzado por la morena a tiempo para escucharle con algo de esfuerzo.
—Deberíamos revisar por los lindes del bosque, no veo que hayan dejado nada útil por estos lares —Sugiere la rubia mientras era nuevamente alcanzada por el de la túnica negra. Este asiente ligeramente. Primero debía ser encontrar pistas y luego sacar conclusiones, pero un buen estratega siempre tenía su mente varios pasos más adelante. Lisette comenzaba a percatarse de los gestos que hacía cuando calculaba de más, muchas veces irritándola, aunque por otro lado a esta le agradaba la idea de que su compañero no fuese un cabeza hueca puro musculo.
—¿Qué dices...? — Preguntó a medias, para sorpresa de joven, a la otra mujer. Al ver que no completó su pregunta, también se dio vuelta para observar la pose fetal de su amiga. Kendovlah naturalmente se preocupó y fue el primero en dar un paso hacía adelante, pero fue detenido por la rubia quien posaba su mano sobre el hombro ajeno.
Los rostros de ambos compañeros se encontraron y Kendovlah tuvo que esforzarse un poco por descifrar aquel rostro. Poseía matices de apatía con la escena, pero a la vez no quería intervenir ni tener nada que ver con ello. —Pero... —Murmuró el joven, quien recibe como respuesta una simple negación con la cabeza.
—Bien, me adelantare entonces —Termina una de esas extrañas discusiones que no tenía en años, algo decepcionado, pero no sin antes dibujar una mirada de advertencia para Lisette. Lo que más odiaba de una discusión con el sexo opuesto, sin duda era cuando tenían la razón y no necesitaban palabras para defender sus argumentos.
—El muchacho no es bueno con estas cosas, créeme —Dice la mujer tratando de sonar amable, aunque había cierto deje de desesperación en su tono debido al retraso—. Si vez que te dará de nuevo, mejor avisame. Se preocupa por ti y aunque no parezca yo de él.
Suspiro tratando de mostrarse algo más cordial. Lo cierto es que contadas habían sido las oportunidades que tuvo para conversar con otras chicas de su edad, pero suponía que ayudaría mejor que un joven virgen y con mala suerte. —Vamos, le he dicho que se adelante—.
Cerca de los lindes del bosque, Kendovlah se encontraba ya revisando los primeros árboles. Entre los caminos podía apreciar algunos rastros recientes, aunque no era acertado a la hora de identificar huellas. Lo había comprobado en varias ocasiones. Sin embargo, colgando de una de las ramas pudo encontrar restos de lana algo polvorientas ya. Habría sido difícil verlas de lejos, pero estaba seguro de lo que había pillado.
Avanzó un par de metros más y de casualidad encontró al menos dos más. Marco las ubicaciones raspando la madera del tronco con unas piedras y pensó que sería mejor volver a encontrarse con las chicas.
Cuando le pareció haberlas visto, levantó la mano moviéndola de lado a lado. —¡Eh! ¡Encontré algo por aquí! —Gritó a todo pulmón mientras esperaba para mostrar el descubrimiento. Al menos ya sabían hacía donde había ido el rebaño. Quizás y con algo de suerte también les llevaría hasta donde estaba el tal Pedro.
Si, las discusiones siguieron durante el camino, pero en más de una ocasión Kendovlah pudo prever una colleja que nunca llegó. Casi comenzaba a preocuparle, pero era mejor no decir nada.
—No se ustedes, pero que también se llevasen el ganado me preocupa un poco —Concluyó tras una serie de conjeturas sin mucho sentido. Según las palabras del chaval, aquello no pudo haber sido un lobo, o una mana. Se habrían hallado además los restos de la masacre.
La llanura al sur de Beltrexus parecía desolada, y ahora que lo pensaba mejor, el día anterior también lo había notado mientras trabajaba en la forja —Sí, el taller estaba cerca.
«Esto es aún peor para el negocio» Pensó mientras menguaba el paso, siendo alcanzado por la morena a tiempo para escucharle con algo de esfuerzo.
—Deberíamos revisar por los lindes del bosque, no veo que hayan dejado nada útil por estos lares —Sugiere la rubia mientras era nuevamente alcanzada por el de la túnica negra. Este asiente ligeramente. Primero debía ser encontrar pistas y luego sacar conclusiones, pero un buen estratega siempre tenía su mente varios pasos más adelante. Lisette comenzaba a percatarse de los gestos que hacía cuando calculaba de más, muchas veces irritándola, aunque por otro lado a esta le agradaba la idea de que su compañero no fuese un cabeza hueca puro musculo.
—¿Qué dices...? — Preguntó a medias, para sorpresa de joven, a la otra mujer. Al ver que no completó su pregunta, también se dio vuelta para observar la pose fetal de su amiga. Kendovlah naturalmente se preocupó y fue el primero en dar un paso hacía adelante, pero fue detenido por la rubia quien posaba su mano sobre el hombro ajeno.
Los rostros de ambos compañeros se encontraron y Kendovlah tuvo que esforzarse un poco por descifrar aquel rostro. Poseía matices de apatía con la escena, pero a la vez no quería intervenir ni tener nada que ver con ello. —Pero... —Murmuró el joven, quien recibe como respuesta una simple negación con la cabeza.
—Bien, me adelantare entonces —Termina una de esas extrañas discusiones que no tenía en años, algo decepcionado, pero no sin antes dibujar una mirada de advertencia para Lisette. Lo que más odiaba de una discusión con el sexo opuesto, sin duda era cuando tenían la razón y no necesitaban palabras para defender sus argumentos.
—El muchacho no es bueno con estas cosas, créeme —Dice la mujer tratando de sonar amable, aunque había cierto deje de desesperación en su tono debido al retraso—. Si vez que te dará de nuevo, mejor avisame. Se preocupa por ti y aunque no parezca yo de él.
Suspiro tratando de mostrarse algo más cordial. Lo cierto es que contadas habían sido las oportunidades que tuvo para conversar con otras chicas de su edad, pero suponía que ayudaría mejor que un joven virgen y con mala suerte. —Vamos, le he dicho que se adelante—.
(…)
Cerca de los lindes del bosque, Kendovlah se encontraba ya revisando los primeros árboles. Entre los caminos podía apreciar algunos rastros recientes, aunque no era acertado a la hora de identificar huellas. Lo había comprobado en varias ocasiones. Sin embargo, colgando de una de las ramas pudo encontrar restos de lana algo polvorientas ya. Habría sido difícil verlas de lejos, pero estaba seguro de lo que había pillado.
Avanzó un par de metros más y de casualidad encontró al menos dos más. Marco las ubicaciones raspando la madera del tronco con unas piedras y pensó que sería mejor volver a encontrarse con las chicas.
Cuando le pareció haberlas visto, levantó la mano moviéndola de lado a lado. —¡Eh! ¡Encontré algo por aquí! —Gritó a todo pulmón mientras esperaba para mostrar el descubrimiento. Al menos ya sabían hacía donde había ido el rebaño. Quizás y con algo de suerte también les llevaría hasta donde estaba el tal Pedro.
Kendovlah
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Re: Adivina el peligro. [Trabajo]
Las palabras de la mujer resonaron como un eco lejano en su cabeza. Se sentía idiota, impotente, tan solo quería que aquel miedo desapareciera para siempre, ¿aquello pasaría alguna vez?
Dejó escapar un largo suspiro, después se levantó, mirando al suelo, avergonzada. Asintió a la mujer, sintiendo sus mejillas ardiendo.
Quería disculparse, prometer que aquello no iba a pasar de nuevo, que sería de ayuda, que no volvería a molestar…pero no podía hacerlo.
Caminó justo detrás de la mujer, sin decir nada, empujando los malos recuerdo a una pequeña habitación de su cabeza, para después cerrar la puerta con llave. Ojalá pudiese tirar aquella llave ahí mismo, salir corriendo y no volver a verla nunca más.
La voz del hombre hizo a la bruja volver a la realidad, habían ido allí para encontrar al pequeño, y eso iban a hacer. Por un instante, miró de reojo a Lisette, intentando buscar algo, aunque no sabía exactamente qué. Quizás una mirada de complicidad, o simplemente poder agradecerle lo de antes. Miró a Kendo, ya habría tiempo para aquello más tarde.
Lana…
¿Qué posibilidades había de que el niño hubiese seguido rebaño si fueron atacados por un lobo? No sería lo más sensato. El lobo persigue al rebaño, donde hay un mayor número de presas, y el niño sale corriendo en la dirección opuesta para escapar del peligro… ¿no? Aunque en situaciones de peligro a veces no hacemos lo más sensato. O simplemente el lobo fue directo por Pedro...
Nahir miró las marcas que había hecho Kendo, trazando mentalmente una línea entre los árboles. Le sorprendió que a pesar de haberse salido del camino principal, entre árboles y arbustos, las ovejas hubiesen seguido un solo camino de huida, ordenadas, con un depredador pisándoles los talones. Se alejó un poco, buscando más señales por alrededor, al menos uno de los animales, en la persecución, se tendría que haber desviado un poco del resto.
Pero no encontró nada.
Casi parecía que las habían guiado, no que hubiesen salido corriendo para salvar sus vidas.
Volvió junto a Kendo y Lisette.
-Seguimos el rastro, a ver dónde nos lleva?- era lo único que tenían, así que no era tan mala idea agarrarse a ello.
La lana en las ramas y los excrementos les condujeron hasta un pequeño claro. Frente a ellos se levantaba una pared de piedra, con un profundo y oscuro agujero. O volvían por donde habían venido, o probaban suerte con la cueva.
Aquello empezaba a parecerse a las historias que le contaba su padre de pequeña: un bosque, una cueva, un monstruo…
Se le pusieron los pelos de punta al intentar entornar los ojos para ver en el interior de la oscura cueva. Era posible que el niño hubiese entrado en ella para esconderse del lobo, o aquella era la guarida de la manada y no encontrarían más que huesos en su interior. Huesos y muerte.
-Deberíamos entrar…- dijo apoyando la mano en la roca, justo en la boca de la cueva, volviendo la cabeza para mirar a la pareja.
Su cuerpo se estremeció, cada paso que daba, cuanto más se internaba en la cueva más podía sentirlo.
Eter.
Recorría todo su cuerpo, acariciándola, era tenue y suave. Cerró los ojos por un instante, disfrutando aquel cosquilleo que apareció en sus extremidades.
Pero un sonido interrumpió sus pasos, haciéndole abrir los ojos. Algo no iba bien, algo no cuadraba. Intentó enfocar la vista, pero con la poca luz que había era casi imposible ver a más de dos metros de distancia una vez habían dejado la entrada de la cueva atrás.
-Kendo, necesitamos luz…- susurró.
Fue entonces cuando lo vio, a punto de saltar sobre ellos, preparado para atacar. No era un ruido, se trataba de un gruñido. Habían encontrado al lobo.
-¡Cuidado!
La bruja alzó las manos y creó un muro de agua que congeló al momento, dejando al lobo al otro lado. El animal saltó contra ellos, chocando contra el hielo, haciendo que este se empezase a quebrar. Al menos habían podido evitar el primer ataque. -!Ahora! -le gritó al hombre, a sabiendas que ya estaría reparado para el ataque. El muro de hielo se rompió en mil pedazos que cayeron sobre el animal, dándole al brujo un segundo de ventaja.
Dejó escapar un largo suspiro, después se levantó, mirando al suelo, avergonzada. Asintió a la mujer, sintiendo sus mejillas ardiendo.
Quería disculparse, prometer que aquello no iba a pasar de nuevo, que sería de ayuda, que no volvería a molestar…pero no podía hacerlo.
Caminó justo detrás de la mujer, sin decir nada, empujando los malos recuerdo a una pequeña habitación de su cabeza, para después cerrar la puerta con llave. Ojalá pudiese tirar aquella llave ahí mismo, salir corriendo y no volver a verla nunca más.
La voz del hombre hizo a la bruja volver a la realidad, habían ido allí para encontrar al pequeño, y eso iban a hacer. Por un instante, miró de reojo a Lisette, intentando buscar algo, aunque no sabía exactamente qué. Quizás una mirada de complicidad, o simplemente poder agradecerle lo de antes. Miró a Kendo, ya habría tiempo para aquello más tarde.
Lana…
¿Qué posibilidades había de que el niño hubiese seguido rebaño si fueron atacados por un lobo? No sería lo más sensato. El lobo persigue al rebaño, donde hay un mayor número de presas, y el niño sale corriendo en la dirección opuesta para escapar del peligro… ¿no? Aunque en situaciones de peligro a veces no hacemos lo más sensato. O simplemente el lobo fue directo por Pedro...
Nahir miró las marcas que había hecho Kendo, trazando mentalmente una línea entre los árboles. Le sorprendió que a pesar de haberse salido del camino principal, entre árboles y arbustos, las ovejas hubiesen seguido un solo camino de huida, ordenadas, con un depredador pisándoles los talones. Se alejó un poco, buscando más señales por alrededor, al menos uno de los animales, en la persecución, se tendría que haber desviado un poco del resto.
Pero no encontró nada.
Casi parecía que las habían guiado, no que hubiesen salido corriendo para salvar sus vidas.
Volvió junto a Kendo y Lisette.
-Seguimos el rastro, a ver dónde nos lleva?- era lo único que tenían, así que no era tan mala idea agarrarse a ello.
La lana en las ramas y los excrementos les condujeron hasta un pequeño claro. Frente a ellos se levantaba una pared de piedra, con un profundo y oscuro agujero. O volvían por donde habían venido, o probaban suerte con la cueva.
Aquello empezaba a parecerse a las historias que le contaba su padre de pequeña: un bosque, una cueva, un monstruo…
Se le pusieron los pelos de punta al intentar entornar los ojos para ver en el interior de la oscura cueva. Era posible que el niño hubiese entrado en ella para esconderse del lobo, o aquella era la guarida de la manada y no encontrarían más que huesos en su interior. Huesos y muerte.
-Deberíamos entrar…- dijo apoyando la mano en la roca, justo en la boca de la cueva, volviendo la cabeza para mirar a la pareja.
Su cuerpo se estremeció, cada paso que daba, cuanto más se internaba en la cueva más podía sentirlo.
Eter.
Recorría todo su cuerpo, acariciándola, era tenue y suave. Cerró los ojos por un instante, disfrutando aquel cosquilleo que apareció en sus extremidades.
Pero un sonido interrumpió sus pasos, haciéndole abrir los ojos. Algo no iba bien, algo no cuadraba. Intentó enfocar la vista, pero con la poca luz que había era casi imposible ver a más de dos metros de distancia una vez habían dejado la entrada de la cueva atrás.
-Kendo, necesitamos luz…- susurró.
Fue entonces cuando lo vio, a punto de saltar sobre ellos, preparado para atacar. No era un ruido, se trataba de un gruñido. Habían encontrado al lobo.
-¡Cuidado!
La bruja alzó las manos y creó un muro de agua que congeló al momento, dejando al lobo al otro lado. El animal saltó contra ellos, chocando contra el hielo, haciendo que este se empezase a quebrar. Al menos habían podido evitar el primer ataque. -!Ahora! -le gritó al hombre, a sabiendas que ya estaría reparado para el ataque. El muro de hielo se rompió en mil pedazos que cayeron sobre el animal, dándole al brujo un segundo de ventaja.
*Primera complicación, un lobo nos quiere comer.
** Especialización: tensai de agua.
Última edición por Nahir el Vie Jul 10 2020, 11:45, editado 3 veces
Nahir
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Re: Adivina el peligro. [Trabajo]
Sonrió al ver llegar a Nahir junto a Lisette. No era bueno hablando de sentimentalismos, por lo que a la última simplemente le dedicó una sonrisa algo más agradecido, o eso creyó hacer. No podía negar que la actitud de la morena unos minutos atrás le había preocupado, aunque de algún modo se preocupó más por dejar a Lisette a cargo del asunto.
Ambos asintieron ante la sugerencia de la bruja de agua. Lisette por su parte se mantenía alerta por una posible repetición de la escena, mientras que Kendovlah apreciaba que buscase compartir más con ellos. De cierta forma sentía que volvía a ser la Nahir que había conocido aquella noche en el taller de su amigo.
Los rastros encontrados poco a poco fueron guiándolos hacía una gran cueva, cuyo exterior parecía extenderse mucho más de lo que decía a primeras la entrada. Observó como la de piel morena comenzó a dudar, pero ninguno de los dos se negó a que tomara la iniciativa de ir al frente.
Momentos antes de entrar, Kendovlah mira a Lisette y asiente con la cabeza. Era una señal clara para ambos y motivo suficiente para que la rubia fuese la última en entrar. Cuando los dos brujos comenzaron a avanzar, sin embargo, esta se mantuvo atrás.
Kendovlah por su parte también pudo sentir el éter que circulaba en la zona. Se le hacía bastante curioso, por lo que decidió no encender la luz de su espada ya desenvainada. Solo pronunció las palabras cuando Nahir sugirió.
«¡¿Pero cómo?!» Fue lo único que atinó a pensar el brujo tras ver la figura del animal. Casi se aventura a sacar conclusiones, cuando llega la advertencia de la bruja.
«Nada mal, ciertamente más efectivo que un muro de fuego» Pensó aunque no se dio el tiempo de decirlo, no era el momento de felicitar un buen hechizo.
—¡Atrás! —Gritó el de negro.
Corrió hacía el animal, sobrepasando la mujer que le acompañaba. Giró su mano y de esta salieron despedidas llamas en varias direcciones.¹ Gracias a que redujo las distancias, la mayoría lograron impactar con el animal haciéndolo retroceder.
Curiosamente, las llamas no surtieron efecto y solo chocaron contra las paredes. —Bien, ¿y esto de que va? —Dice algo confundido. Después de todo no se trataba de un lobo ordinario, de eso no cabía duda alguna.
¹: Kendovlah usa su habilidad de nivel 0: ascuas.
-Lisette de momento se mantiene escondida como factor sorpresa.
Ambos asintieron ante la sugerencia de la bruja de agua. Lisette por su parte se mantenía alerta por una posible repetición de la escena, mientras que Kendovlah apreciaba que buscase compartir más con ellos. De cierta forma sentía que volvía a ser la Nahir que había conocido aquella noche en el taller de su amigo.
Los rastros encontrados poco a poco fueron guiándolos hacía una gran cueva, cuyo exterior parecía extenderse mucho más de lo que decía a primeras la entrada. Observó como la de piel morena comenzó a dudar, pero ninguno de los dos se negó a que tomara la iniciativa de ir al frente.
Momentos antes de entrar, Kendovlah mira a Lisette y asiente con la cabeza. Era una señal clara para ambos y motivo suficiente para que la rubia fuese la última en entrar. Cuando los dos brujos comenzaron a avanzar, sin embargo, esta se mantuvo atrás.
Kendovlah por su parte también pudo sentir el éter que circulaba en la zona. Se le hacía bastante curioso, por lo que decidió no encender la luz de su espada ya desenvainada. Solo pronunció las palabras cuando Nahir sugirió.
«¡¿Pero cómo?!» Fue lo único que atinó a pensar el brujo tras ver la figura del animal. Casi se aventura a sacar conclusiones, cuando llega la advertencia de la bruja.
«Nada mal, ciertamente más efectivo que un muro de fuego» Pensó aunque no se dio el tiempo de decirlo, no era el momento de felicitar un buen hechizo.
—¡Atrás! —Gritó el de negro.
Corrió hacía el animal, sobrepasando la mujer que le acompañaba. Giró su mano y de esta salieron despedidas llamas en varias direcciones.¹ Gracias a que redujo las distancias, la mayoría lograron impactar con el animal haciéndolo retroceder.
Curiosamente, las llamas no surtieron efecto y solo chocaron contra las paredes. —Bien, ¿y esto de que va? —Dice algo confundido. Después de todo no se trataba de un lobo ordinario, de eso no cabía duda alguna.
Off:
¹: Kendovlah usa su habilidad de nivel 0: ascuas.
-Lisette de momento se mantiene escondida como factor sorpresa.
Kendovlah
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Re: Adivina el peligro. [Trabajo]
La bruja retrocedió un par de pasos cuando el hombre se lo indicó, hasta que su espalda topó contra la pared de roca. Entrecerró un poco los ojos cuando la luz del fuego iluminó el interior de la cueva. Kendo hizo manifiesta la confusión de todos cuando el fuego no lehizo nada al lobo.
¿Cómo podía ser ?
Y, iluminado por la luz anaranjada, a través del animal se podían ver las lenguas de fuego que lamían la pared. No era un lobo común o ordinario, era una ilusión. Aquello le recordó a Nahir a lo que le sucedió en Sandorai, pero en aquella ocasión recordaba poder tocar las ilusiones, quien estuviera detrás de aquello no debía ser tan peligroso.
―Kendo, es una ilusión...― susurró empezando a andar hasta colocarse al lado del hombre. ―Y si nosotros no le podemos atacar...― el animal volvió a adoptar la posición de ataque, enseñando sus largos y afilados dientes. Nahir colocó su mano sobre la muñeca del brujo, para que este no se moviese cuando el lobo saltó sobre ellos. El animal, como la bruja esperaba, los traspasó. ―Tan solo está aquí para evitar que alguien entre en la cueva, para asustar. Sigamos, a ver qué es lo que custodia.― soltó al brujo y continuó andando, pero esta vez con mayor cautela, quizás aquella ilusión era sólo el primer filtro.
El animal se lanzó contra ellos una vez más, como si quisiera mordisquearles las piernas e impedir que continuasen avanzando. Entonces el animal se paró y, alzando una de las patas delanteras, se puso a olfatear, captando el rastro de otra persona.
El lobo se lanzó contra Lisette, con la boca abierta y escupiendo babas.
La cueva parecía que se iba haciendo más y más pequeña a medida que iban avanzando, pero Nahir no fue realmente consciente de ello hasta que tuvo que encorvar la espalda para poder continuar. Casi parecía que iban a ser engullidos por las rocas sin encontrar nada cuando se empezaron a escuchar balidos.
Nahir se giró, buscando los ojos de Kendo.
―¿Lo escuchas? ― le susurró al brujo. Por su expresión, se podría decir que la morena parecía hasta emocionada de escuchar a las ovejas.
Y de golpe, la cueva se abrió en una gran sala. Nahir colocó sus manos en la parte baja de la espalda, estirándose un poco para romper la rigidez que se había apoderado de su cuerpo. Aquella caverna estaba bien iluminada, incluso desde ahí, a lo lejos, se podía intuir una hoguera. El humo del fuego ascendía hasta el techo de la cueva y se colaba por un agujero que daba al exterior, aunque este no era lo suficientemente grande, y una pequeña cantidad de humo se iba concentrando en el ambiente, dando una sensación de niebla en el interior de la cueva.
Desde donde se encontraban Kendo y Nahir, se podía ver una silueta, de espaldas. Por la altura podría ser Pedro perfectamente. El joven estaba frente al fuego, con los brazos en alto, diciendo algo, aunque el eco de la caverna y los balidos hacían que fuese imposible de entender palabra alguna.
Las ovejas estaban a un lado, con el espacio limitado por una verja improvisada con palos y rocas. A la bruja le sorprendió que los ovinos estuviesen esquilados, si bien ya empezaba a hacer calor, aún quedaba un poco para el verano. Al lado del corral habían unos cuatro sacos de arpillera, seguramente con toda la lana que habían recogido.
Pedro, o quien habían presupuesto que lo era, abrió el corral y sacó a uno de los animales, lo llevó a… se lo llevó a una zona de la caverna que no se podía ver desde donde estaban los dos brujos.
Nahir miró a Kendo, sin saber muy bien qué hacer, esperando que quizás el brujo hubiese pensado en algo.
Entonces se escuchó un chirrido agudo y desgarrador. La morena, con el gesto contraído, volvió la cabeza para ver como el suelo se teñía de rojo.
Nahir
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Re: Adivina el peligro. [Trabajo]
No pudo evitar golpearse la frente ante la conclusión de Nahir. —¡Duh! —Exclama ante lo obvio de la respuesta, pero más que nada molesto consigo mismo por haber tardado en darse cuenta. «Dar un rodeo entonces». Pensó tratando de encontrar la mejor forma de seguir con su camino, sin embargo, la morena nuevamente se le adelanta.
Volvió a sentir la suavidad de su mano, esta vez tomando la muñeca, pero el contacto fue suficiente para que se sonrojará como la primera vez que sintió la mano ajena. Tragó saliva y deseó cubrirse el rostro con la capucha, pero tenía ambas manos ocupadas, por lo que mira hacía un lado algo avergonzado. «¿Por qué siempre después de iluminar?». Pensó recordando la primera vez en la torre y la nalgada accidental que le dio a cierto elfo.
Sin duda Nahir tenía mucha más facilidad para romper el hielo, pero el estar en pleno trabajo y haber recordado el fracaso con el elfo, le sirve para suspirar hondo y recomponer la compostura. Aunque esta vez, era el brujo el que se mostraba tímido y se limitaba simplemente a escuchar. Tenía sentido y reafirmaba su conclusión inicial, era bonita e inteligente. Definitivamente algún día podría usar eso para ganarle en el tablero.
Lisette por su parte tuvo que armarse de paciencia con la ilusión luego de ver a la pareja ignorarlo. No tenía la misma comprensión que ellos sobre la magia, pero pensó que si a ellos le había funcionado, ella podía contar aún con el factor sorpresa.
Entonces el temblor característico de una sala abriéndose frente a ellos termina por espabilar al joven mago, quien tras escuchar a Nahir asiente y se pone en guardia antes de seguir avanzando. Esta vez con una mano en el bolsillo, agarrando un pergamino solo por si acaso. El humo sin duda le daba una idea que podrían utilizar, pero de momento dificultaba algo la visual y no podían permitirse avanzar a ciegas.
Observó al chaval cuando siente algo en su interior. Una especie de deja-vu, aunque nada de lo que recordaba tenía algo de sentido con la imagen actual. Hace una seña con los dedos para que Lisette saliera de su escondite. Al llegar pudo darse cuenta en el cambio de la mirada del hechicero. Esta era mucho más severa de la que había mostrado a Nahir algunas horas atrás.
—Ve primero, dinos que encuentras —Ordenó a secas, aferrando con aún más fuerza su espada—. No quiero seguir avanzando sin un plan, algo no huele bien aquí.
Por su parte la rubia no pudo evitar mirar a su amigo con preocupación. Ya había visto esa mirada antes, no se trataba de un Kendovlah cien por ciento racional. Se trataba más bien de un Kendovlah desesperado por resolver asuntos del pasado, aunque en esta ocasión ninguno de los dos podía comprender porque ahora tenían ese presentimiento.
—Solo no planees algo muy alocado —Susurró aunque sin mostrar la seguridad que había mostrado hasta ahora, el deje de angustia en su voz era clave, pero de momento pensó que obedecer era la mejor opción.
Avanzó por donde le indicaron con el sigilo innato de una asesina y espero a lo que fuese que tuviera que reportar.
Volvió a sentir la suavidad de su mano, esta vez tomando la muñeca, pero el contacto fue suficiente para que se sonrojará como la primera vez que sintió la mano ajena. Tragó saliva y deseó cubrirse el rostro con la capucha, pero tenía ambas manos ocupadas, por lo que mira hacía un lado algo avergonzado. «¿Por qué siempre después de iluminar?». Pensó recordando la primera vez en la torre y la nalgada accidental que le dio a cierto elfo.
Sin duda Nahir tenía mucha más facilidad para romper el hielo, pero el estar en pleno trabajo y haber recordado el fracaso con el elfo, le sirve para suspirar hondo y recomponer la compostura. Aunque esta vez, era el brujo el que se mostraba tímido y se limitaba simplemente a escuchar. Tenía sentido y reafirmaba su conclusión inicial, era bonita e inteligente. Definitivamente algún día podría usar eso para ganarle en el tablero.
Lisette por su parte tuvo que armarse de paciencia con la ilusión luego de ver a la pareja ignorarlo. No tenía la misma comprensión que ellos sobre la magia, pero pensó que si a ellos le había funcionado, ella podía contar aún con el factor sorpresa.
Entonces el temblor característico de una sala abriéndose frente a ellos termina por espabilar al joven mago, quien tras escuchar a Nahir asiente y se pone en guardia antes de seguir avanzando. Esta vez con una mano en el bolsillo, agarrando un pergamino solo por si acaso. El humo sin duda le daba una idea que podrían utilizar, pero de momento dificultaba algo la visual y no podían permitirse avanzar a ciegas.
Observó al chaval cuando siente algo en su interior. Una especie de deja-vu, aunque nada de lo que recordaba tenía algo de sentido con la imagen actual. Hace una seña con los dedos para que Lisette saliera de su escondite. Al llegar pudo darse cuenta en el cambio de la mirada del hechicero. Esta era mucho más severa de la que había mostrado a Nahir algunas horas atrás.
—Ve primero, dinos que encuentras —Ordenó a secas, aferrando con aún más fuerza su espada—. No quiero seguir avanzando sin un plan, algo no huele bien aquí.
Por su parte la rubia no pudo evitar mirar a su amigo con preocupación. Ya había visto esa mirada antes, no se trataba de un Kendovlah cien por ciento racional. Se trataba más bien de un Kendovlah desesperado por resolver asuntos del pasado, aunque en esta ocasión ninguno de los dos podía comprender porque ahora tenían ese presentimiento.
—Solo no planees algo muy alocado —Susurró aunque sin mostrar la seguridad que había mostrado hasta ahora, el deje de angustia en su voz era clave, pero de momento pensó que obedecer era la mejor opción.
Avanzó por donde le indicaron con el sigilo innato de una asesina y espero a lo que fuese que tuviera que reportar.
Kendovlah
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Re: Adivina el peligro. [Trabajo]
La bruja se encontraba observado a aquella extraña pareja con el ceño fruncido. No entendía muy bien lo que estaba sucediendo, aunque no era estrictamente necesario para continuar avanzando.
¿Algo alocado? ¿Por qué iba Kendo a planear algo alocado? A Nahir le daba la sensación de que había información que compartían aquellos dos, que para ella era desconocida. Incluso parecía como si todo aquello fuese algo personal.
Los miró a ambos, primero al brujo y después a la humana, como si pudiese escudriñar todas las respuestas en su mirada. Pero no fue así.
Y como le había ordenado Kendo, Lisette hizo de avanzadilla. Nahir se quedó quieta, a resguardo, sin saber que hacer llegados a aquel punto. Necesitaban planear alguna cosa, pero sin saber que estaba sucediendo en aquella cueva, era algo complicado, pero actuar a lo loco tampoco parecía la mejor opción.
Apoyó la espalda en la pared de roca y volvió a mirar a brujo. Podía sentir como un calor crecía en el interior de su pecho, expandiéndose hasta su cabeza y estómago. Sentía impotencia de estar allí escondida, sin hacer nada, dejando a Lisette sola ante lo que podía ser algo peligroso, necesitaba estar distraída si no quería ser ella la que hiciese una locura.
―¿Que me he perdido?― la verdad es que no se sentía tan diplomática como para andarse con rodeos. ―¿Qué está pasando allí?
El cuerpo sin vida del animal descansaba en una roca, con la cabeza colgando, convirtiendo su cuello en una fuente de sangre que terminaba en una cuenco de madera, ya casi lleno. El joven cambió el cuenco por una vació, haciendo que un poco de sangre se derramase por el suelo en el proceso, alimentando en pequeño y fino riachuelo que habían visto los brujos, y se dirigió con la sangre del ovino a la hoguera. Desde su nueva posición, Lisette podría ver que junto a la hoguera había una especie de altar, con más cuencos llenos de sangre, entre otras cosas como ramas y hojas secas, un par de libros, un plato con un trozo mordisqueado de pan y una botella de vino.
Nahir no escuchó nada, incluso la podrían haber sorprendido por la espalda sin escuchar un solo paso, por suerte, la persona que se acercaba por el mismo camino que hacía un momento ellos mismos habían recorrido llevaba una lámpara de aceite. La luz cálida les advirtió que alguien se aproximaba.
―Kendo...― susurró la morena empezando a moverse. Si se quedaban ahí, los pillarían con las manos en la masa, pero si avanzaban demasiado podrían ser vistos por el joven, incluso descubriendo también la posición de Lisette.
Hacía falta una distracción.
Alzó ambas manos y movió uno de los cuencos, haciendo que se volcase, derramando el contenido sobre la mesa, como si todo hubiese sido un fallo del joven, aquello les daría aunque fuese un segundo para poder cambiar de escondite antes de ser descubiertos.
¿Algo alocado? ¿Por qué iba Kendo a planear algo alocado? A Nahir le daba la sensación de que había información que compartían aquellos dos, que para ella era desconocida. Incluso parecía como si todo aquello fuese algo personal.
Los miró a ambos, primero al brujo y después a la humana, como si pudiese escudriñar todas las respuestas en su mirada. Pero no fue así.
Y como le había ordenado Kendo, Lisette hizo de avanzadilla. Nahir se quedó quieta, a resguardo, sin saber que hacer llegados a aquel punto. Necesitaban planear alguna cosa, pero sin saber que estaba sucediendo en aquella cueva, era algo complicado, pero actuar a lo loco tampoco parecía la mejor opción.
Apoyó la espalda en la pared de roca y volvió a mirar a brujo. Podía sentir como un calor crecía en el interior de su pecho, expandiéndose hasta su cabeza y estómago. Sentía impotencia de estar allí escondida, sin hacer nada, dejando a Lisette sola ante lo que podía ser algo peligroso, necesitaba estar distraída si no quería ser ella la que hiciese una locura.
―¿Que me he perdido?― la verdad es que no se sentía tan diplomática como para andarse con rodeos. ―¿Qué está pasando allí?
El cuerpo sin vida del animal descansaba en una roca, con la cabeza colgando, convirtiendo su cuello en una fuente de sangre que terminaba en una cuenco de madera, ya casi lleno. El joven cambió el cuenco por una vació, haciendo que un poco de sangre se derramase por el suelo en el proceso, alimentando en pequeño y fino riachuelo que habían visto los brujos, y se dirigió con la sangre del ovino a la hoguera. Desde su nueva posición, Lisette podría ver que junto a la hoguera había una especie de altar, con más cuencos llenos de sangre, entre otras cosas como ramas y hojas secas, un par de libros, un plato con un trozo mordisqueado de pan y una botella de vino.
Nahir no escuchó nada, incluso la podrían haber sorprendido por la espalda sin escuchar un solo paso, por suerte, la persona que se acercaba por el mismo camino que hacía un momento ellos mismos habían recorrido llevaba una lámpara de aceite. La luz cálida les advirtió que alguien se aproximaba.
―Kendo...― susurró la morena empezando a moverse. Si se quedaban ahí, los pillarían con las manos en la masa, pero si avanzaban demasiado podrían ser vistos por el joven, incluso descubriendo también la posición de Lisette.
Hacía falta una distracción.
Alzó ambas manos y movió uno de los cuencos, haciendo que se volcase, derramando el contenido sobre la mesa, como si todo hubiese sido un fallo del joven, aquello les daría aunque fuese un segundo para poder cambiar de escondite antes de ser descubiertos.
Nahir
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Re: Adivina el peligro. [Trabajo]
¿Por qué iría Kendovlah a planear algo alocado? Saltar de una torre en llamas, rescatar a una asesina fugitiva en Ciudad Lagarto, incendiar un barco de traficantes con él abordo; entre otras. Vale, después de todo la pregunta si tenía algo de fundamento. Empero esta vez no planeaba nada alocado, al menos no aún.
—Tranquila, hablamos de Lisette —Responde a las preguntas de la morena con cierto orgullo. Haberla rescatado de Ciudad Lagarto para que fuese su compañera de viajes, eso sí fue sin duda, algo alocado y peligroso. —Puede pasar días siguiéndote y no te enterarías —Añadió. No era necesario entrar en detalles de su antigua profesión, sin embargo en situaciones como esta resultaba ser bastante útil.
Ahora que se dibujaba un tablero de ajedrez en su mente, diría que la rubia era la reina en el tablero. Podía moverse en las lineas enemigas y volver, con cierta facilidad e información que resultaría crucial a la hora de atacar con todo. Ese era el plan, si alguien podía lanzarse a ciegas sin ser descubierta entre los tres: era ella.
Entonces una luz comienza a acercarse por la retaguardia. El paso de aquella persona era bastante sigiloso, al igual que Nahir, de no ser por la luz no se habría dado cuenta. Asiente ante el comentario de la morena. —Luz —Susurra para desactivar el encantamiento de su espada.
Observó la táctica de su compañera bruja y asintió en aprobación. A cuclillas se acerca a ella y le toma la mano. —Por aquí, vamos —Le dice guiándola por un hueco en la pared. No había donde más avanzar, pero al menos el hombre no les vería aún pasando al lado de ambos. Tendrían que esperar ahí hasta que la rubia volviera con información.
La asesina suspiró antes de separarse del grupo. Se sentía algo oxidada, desde que conoció al brujo había tenido pocas oportunidades para ocultarse. No sabía hasta que punto podría pasar sin practica, pero sabía que de entre los tres era la más adecuada para el trabajo. Para ella, el chico era algo torpe cuando debía depender de sus habilidades físicas y no confiaba mucho en la estabilidad emocional de la otra mujer.
«Tu puedes, fue solo un accidente» Pensó tratando de calmar las ansias. El fallo en Ciudad Lagarto que casi se cobra su vida y la de Kendovlah aún seguía latente. «El chico confía en ti, no seas tonta» Se dijo así misma y su semblante retrocedió varios meses. Volvió a hacer aquella asesina experimentada, aunque ahora sabía que solo necesitaba sacar información. Del resto se encargaría Kendovlah.
Una vez en posición pudo ver el altar al que rezaba el chico. La escena la recordó al túmulo donde encontraron al coloso arcano. La cueva no era muy grande, pudo comprobar rápidamente que estaba solo, eso hasta que la distracción por la bruja hizo que el niño se moviera.
La sombra seguía siendo suficiente para que no fuese delatada, a penas respiraba y su cuerpo estaba rígido. «No debes matarlo, centrate mujer» Volvió a pensar mientras sus manos por inercia se movieron a sus dagas y cuando el chico se volteo a mirar, pudo ver que alguien más se acercaba por donde habían venido.
«No lo arruinen» Rogó a los dioses. Sabía que no había entrenado al brujo en sus habilidades de sigilo, pero debía confiar en su inteligencia. «Vamos Kendo, mueve tus fichas...»
-Kendovlah desactiva el encantamiento de luz de su espada.
-Lisette usa su especialización de asesina silenciosa.
—Tranquila, hablamos de Lisette —Responde a las preguntas de la morena con cierto orgullo. Haberla rescatado de Ciudad Lagarto para que fuese su compañera de viajes, eso sí fue sin duda, algo alocado y peligroso. —Puede pasar días siguiéndote y no te enterarías —Añadió. No era necesario entrar en detalles de su antigua profesión, sin embargo en situaciones como esta resultaba ser bastante útil.
Ahora que se dibujaba un tablero de ajedrez en su mente, diría que la rubia era la reina en el tablero. Podía moverse en las lineas enemigas y volver, con cierta facilidad e información que resultaría crucial a la hora de atacar con todo. Ese era el plan, si alguien podía lanzarse a ciegas sin ser descubierta entre los tres: era ella.
Entonces una luz comienza a acercarse por la retaguardia. El paso de aquella persona era bastante sigiloso, al igual que Nahir, de no ser por la luz no se habría dado cuenta. Asiente ante el comentario de la morena. —Luz —Susurra para desactivar el encantamiento de su espada.
Observó la táctica de su compañera bruja y asintió en aprobación. A cuclillas se acerca a ella y le toma la mano. —Por aquí, vamos —Le dice guiándola por un hueco en la pared. No había donde más avanzar, pero al menos el hombre no les vería aún pasando al lado de ambos. Tendrían que esperar ahí hasta que la rubia volviera con información.
(…)
La asesina suspiró antes de separarse del grupo. Se sentía algo oxidada, desde que conoció al brujo había tenido pocas oportunidades para ocultarse. No sabía hasta que punto podría pasar sin practica, pero sabía que de entre los tres era la más adecuada para el trabajo. Para ella, el chico era algo torpe cuando debía depender de sus habilidades físicas y no confiaba mucho en la estabilidad emocional de la otra mujer.
«Tu puedes, fue solo un accidente» Pensó tratando de calmar las ansias. El fallo en Ciudad Lagarto que casi se cobra su vida y la de Kendovlah aún seguía latente. «El chico confía en ti, no seas tonta» Se dijo así misma y su semblante retrocedió varios meses. Volvió a hacer aquella asesina experimentada, aunque ahora sabía que solo necesitaba sacar información. Del resto se encargaría Kendovlah.
Una vez en posición pudo ver el altar al que rezaba el chico. La escena la recordó al túmulo donde encontraron al coloso arcano. La cueva no era muy grande, pudo comprobar rápidamente que estaba solo, eso hasta que la distracción por la bruja hizo que el niño se moviera.
La sombra seguía siendo suficiente para que no fuese delatada, a penas respiraba y su cuerpo estaba rígido. «No debes matarlo, centrate mujer» Volvió a pensar mientras sus manos por inercia se movieron a sus dagas y cuando el chico se volteo a mirar, pudo ver que alguien más se acercaba por donde habían venido.
«No lo arruinen» Rogó a los dioses. Sabía que no había entrenado al brujo en sus habilidades de sigilo, pero debía confiar en su inteligencia. «Vamos Kendo, mueve tus fichas...»
Off:
-Kendovlah desactiva el encantamiento de luz de su espada.
-Lisette usa su especialización de asesina silenciosa.
Kendovlah
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Re: Adivina el peligro. [Trabajo]
El contacto de su mano, cálida en comparación a la suya, la sobresaltó, haciendo aflorar una expresión de duda en su cara por un momento. A punto estuvo de apartar la mano con un movimiento brusco e, incluso para ella, exagerado, pero las palabras de Kendo la hicieron volver a la realidad.
“Nahir, solo te ha tomado de la mano, cálmate…” se decía a sí misma, siguiendo al joven por la cueva, acompañando cada uno de sus pasos con el ensordecedor sonido de su corazón. ¿Kendo también podría escucharlo? Era como si todo su cuerpo se estremeciera con cada uno de los latidos. Una sensación de frío se apoderó de su nuca, era algo extraño, ya que a pesar del calor que hacía en el interior de la cueva, la morena sentía escalofríos.
El hombre pasó por delante de ellos sin verlos, y continuó andando, dirigiéndose hacia donde estaba el joven.
―Pedro, veo que has estado trabajando en mi ausencia...― la voz del hombre iba menguando a medida que se alejaba de la pareja de brujos.
!Pedro! Entonces aquel era el chico que estaba buscando, o todo aquello se trataba de una extraña coincidencia…
Nahir volvió la cabeza para mirar a Kendo a los ojos, entusiasmada, no hacía falta que la joven dijera palabra alguna, su cara lo decía todo. "Pero, si ese es Pedro.... ¿Quién es ese hombre? ¿Y porqué Pedro no regresaba a casa?". El rostro de la morena cambió por completo. Si es verdad que la cueva quedaba un poco alejada de la ciudad, no era como para perderse. Todo aquello olía mal.
La bruja apretó un poco la mano del hombre, haciéndole entender que quería moverse. Quería acercarse un poco más, necesitaba saber que estaba pasando en aquella cueva. Sin esperar la respuesta del brujo, Nahir empezó a moverse, agazapada, tirando de él cuando sus brazos no daban para más extensión. Sin ninguna luz a sus espaldas, jugaban con la oscuridad para poder avanzar unos metros sin ser vistos, tan solo tenían que tener cuidado de no hacer ruido.
La morena intentó buscar a Lisette, como si saber la posición exacta de su compañera le ayudará a estar menos nerviosa. No lo consiguió.
―Padre, ya está todo listo.
La morena se detuvo en seco. ¿Había escuchado bien? Miró nuevamente a su compañero, esperando encontrar una respuesta a las miles de preguntas que rondaban su cabeza en aquel momento.
―Perfecto. Empecemos entonces con el ritual, no hay tiempo que perder.― el hombre se acercó al altar e introdujo ambas manos en uno de los cuencos de sangre que Pedro había preparado. Se acercó a su hijo y acarició su rostro, tiñiendolo de rojo, para después hacérselo a sí mismo. La imagen de aquellos dos hombres frente a la luz anaranjada del fuego y la cara manchada de sangre parecía sacada de las historias que usaban los ancianos para asustar a los más pequeños.
Pedro cogió una de las ramas secas y las lanzó a la hoguera, creando al momento una columna de humo blanco que ascendía hasta el hueco en las piedras del techo. Toda la estancia empezaba a oler a herbolario, un olor intenso y penetrante. Aquel olor… Nahir frunció el ceño, aquel olor le resultaba extrañamente familiar, pero no en el buen sentido.
Y los recuerdos estallaron en su cabeza.
―Kendo, tápate la nariz.― dijo con urgencia.
La bruja se quitó la chaqueta y se la apoyó en la boca, atando las mangas por la parte de detrás de la cabeza, de modo que toda la parte inferior de su cara quedase cubierta por la tela.
―Están quemando Belladonea, y tanta cantidad es peligroso. No lo entiendo…― hizo una leve pausa, como si intentase ordenar pensamientos. ―Kendo, Lisette está demasiado cerca, hay que hacer algo ya.
“Nahir, solo te ha tomado de la mano, cálmate…” se decía a sí misma, siguiendo al joven por la cueva, acompañando cada uno de sus pasos con el ensordecedor sonido de su corazón. ¿Kendo también podría escucharlo? Era como si todo su cuerpo se estremeciera con cada uno de los latidos. Una sensación de frío se apoderó de su nuca, era algo extraño, ya que a pesar del calor que hacía en el interior de la cueva, la morena sentía escalofríos.
El hombre pasó por delante de ellos sin verlos, y continuó andando, dirigiéndose hacia donde estaba el joven.
―Pedro, veo que has estado trabajando en mi ausencia...― la voz del hombre iba menguando a medida que se alejaba de la pareja de brujos.
!Pedro! Entonces aquel era el chico que estaba buscando, o todo aquello se trataba de una extraña coincidencia…
Nahir volvió la cabeza para mirar a Kendo a los ojos, entusiasmada, no hacía falta que la joven dijera palabra alguna, su cara lo decía todo. "Pero, si ese es Pedro.... ¿Quién es ese hombre? ¿Y porqué Pedro no regresaba a casa?". El rostro de la morena cambió por completo. Si es verdad que la cueva quedaba un poco alejada de la ciudad, no era como para perderse. Todo aquello olía mal.
La bruja apretó un poco la mano del hombre, haciéndole entender que quería moverse. Quería acercarse un poco más, necesitaba saber que estaba pasando en aquella cueva. Sin esperar la respuesta del brujo, Nahir empezó a moverse, agazapada, tirando de él cuando sus brazos no daban para más extensión. Sin ninguna luz a sus espaldas, jugaban con la oscuridad para poder avanzar unos metros sin ser vistos, tan solo tenían que tener cuidado de no hacer ruido.
La morena intentó buscar a Lisette, como si saber la posición exacta de su compañera le ayudará a estar menos nerviosa. No lo consiguió.
―Padre, ya está todo listo.
La morena se detuvo en seco. ¿Había escuchado bien? Miró nuevamente a su compañero, esperando encontrar una respuesta a las miles de preguntas que rondaban su cabeza en aquel momento.
―Perfecto. Empecemos entonces con el ritual, no hay tiempo que perder.― el hombre se acercó al altar e introdujo ambas manos en uno de los cuencos de sangre que Pedro había preparado. Se acercó a su hijo y acarició su rostro, tiñiendolo de rojo, para después hacérselo a sí mismo. La imagen de aquellos dos hombres frente a la luz anaranjada del fuego y la cara manchada de sangre parecía sacada de las historias que usaban los ancianos para asustar a los más pequeños.
Pedro cogió una de las ramas secas y las lanzó a la hoguera, creando al momento una columna de humo blanco que ascendía hasta el hueco en las piedras del techo. Toda la estancia empezaba a oler a herbolario, un olor intenso y penetrante. Aquel olor… Nahir frunció el ceño, aquel olor le resultaba extrañamente familiar, pero no en el buen sentido.
Y los recuerdos estallaron en su cabeza.
―Kendo, tápate la nariz.― dijo con urgencia.
La bruja se quitó la chaqueta y se la apoyó en la boca, atando las mangas por la parte de detrás de la cabeza, de modo que toda la parte inferior de su cara quedase cubierta por la tela.
―Están quemando Belladonea, y tanta cantidad es peligroso. No lo entiendo…― hizo una leve pausa, como si intentase ordenar pensamientos. ―Kendo, Lisette está demasiado cerca, hay que hacer algo ya.
_______________________________________
*segunda complicación: Queman Belladonea en la cueva.
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Nahir
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Re: Adivina el peligro. [Trabajo]
Lisette observó en silencio acercarse al hombre, aquello era señal de que los brujos supieron esconderse bien. Ella no podía ser menos, después de todo seguía contando con la fama de asesina aunque ya no dependiese del oficio para subsistir. Su trabajo ahí era conseguir información y tras muchas charlas estratégicas con su compañero, podía adivinar que este la había enviado a infiltrarse en el tablero enemigo.
Frunció el ceño al ver como se marcaban padre e hijo, y no pudo evitar hacer un gesto de disconformidad en silencio al comprender el tipo de planta que usaban. De los tres presentes era la más familiarizada con los efectos. Debía moverse mientras aún podía, pero algo no encajaba del todo. «El mayor debe tener un antídoto» Pensó con la cabeza fría. Algo estaba por salir realmente mal, pero aún no podía adivinar de que se trataba.
Kendovlah por su lado, se tapo la nariz ante la orden de Nahir. Confiaba en que Lisette pronto llegaría con ellos. Al igual que la rubia, el de cabello castaño oscuro retrocedió mentalmente en el tiempo. A su primera aventura para ser exactos, la imagen de aquel coloso de piedra dormido volvió con muchas dudas. Había estado antes en ese lugar, y por algún motivo sentía que había estado también en el lugar de Pedro.
—¿Qué diantres ocurre aquí? —Susurro con clara molestia. Con todo lo vivido, aquello resonaba en su mente como algo que Brinnah daría su vida por detenerlo.
—Sacrificio tal vez. Kendo... —De alguna forma solo vieron a Lisette acercarse cuando estaba subiendo de manera sigilosa. Fueron los únicos en verlos y oírla cuando ella quiso.
Kendovlah asintió, tenía sentido. El niño había desaparecido o mejor dicho estaba por hacerlo y curiosamente de forma voluntaria. —Aquel hombre es el padre, no se marcho muy lejos —Agrego la rubia a la ecuación.
Desde arriba, los tres pudieron ver al hombre mayor alzar las manos y hablar en otro lenguaje desconocido. En respuesta ante las palabras incomprensibles del hombre, el cuerpo de Pedro comenzó a brillar. Kendovlah reconoció de inmediato que era aquella luz que parecía desprenderse de su cuerpo. —Éter —Susurró con más enfado.
De la misma aventura que recordó, saco una vieja piedra. Esta brillaba de la misma forma que pedro, con mucha mayor intensidad que antes.
—Lo sabía. El éter fluye con fuerza en ti, mi querido hijo. Servirás aquel propósito mayor —Comenzó el hombre subiendo el tono lo suficiente para que hiciera eco incluso donde los tres intrusos estaban—. El de aquel niño arrebatado por la traidora de Brinnah no era comparable a esto. Si tan solo el circulo pudiera verlo.
La mente del brujo intruso se puso en blanco por segundos, su cuerpo reaccionó desenvainando su espada, pero la mano en el hombro de su compañera le hizo volver en sí. Siempre tenía que haber un arrebato cuando mencionaban a su madre y esta vez no era la excepción.
—Calmate genio. Si te acercas te harán lo mismo. Olvida a tu madre por ahora —Curiosamente esta vez Lisette hablaba con una calma que supo llegar al brujo. Era cierto, tenían que pensar alguna manera de detener la extracción de éter sin quedar paralizados en el proceso.
—Bien... —Respondió resignado, aunque no se olvidaría un segundo de Brinnah y ambos lo sabían—. Ustedes saben más de hierbas, ¿cómo sorteamos el efecto? Del éter me encargo yo.
Frunció el ceño al ver como se marcaban padre e hijo, y no pudo evitar hacer un gesto de disconformidad en silencio al comprender el tipo de planta que usaban. De los tres presentes era la más familiarizada con los efectos. Debía moverse mientras aún podía, pero algo no encajaba del todo. «El mayor debe tener un antídoto» Pensó con la cabeza fría. Algo estaba por salir realmente mal, pero aún no podía adivinar de que se trataba.
Kendovlah por su lado, se tapo la nariz ante la orden de Nahir. Confiaba en que Lisette pronto llegaría con ellos. Al igual que la rubia, el de cabello castaño oscuro retrocedió mentalmente en el tiempo. A su primera aventura para ser exactos, la imagen de aquel coloso de piedra dormido volvió con muchas dudas. Había estado antes en ese lugar, y por algún motivo sentía que había estado también en el lugar de Pedro.
—¿Qué diantres ocurre aquí? —Susurro con clara molestia. Con todo lo vivido, aquello resonaba en su mente como algo que Brinnah daría su vida por detenerlo.
—Sacrificio tal vez. Kendo... —De alguna forma solo vieron a Lisette acercarse cuando estaba subiendo de manera sigilosa. Fueron los únicos en verlos y oírla cuando ella quiso.
Kendovlah asintió, tenía sentido. El niño había desaparecido o mejor dicho estaba por hacerlo y curiosamente de forma voluntaria. —Aquel hombre es el padre, no se marcho muy lejos —Agrego la rubia a la ecuación.
Desde arriba, los tres pudieron ver al hombre mayor alzar las manos y hablar en otro lenguaje desconocido. En respuesta ante las palabras incomprensibles del hombre, el cuerpo de Pedro comenzó a brillar. Kendovlah reconoció de inmediato que era aquella luz que parecía desprenderse de su cuerpo. —Éter —Susurró con más enfado.
De la misma aventura que recordó, saco una vieja piedra. Esta brillaba de la misma forma que pedro, con mucha mayor intensidad que antes.
—Lo sabía. El éter fluye con fuerza en ti, mi querido hijo. Servirás aquel propósito mayor —Comenzó el hombre subiendo el tono lo suficiente para que hiciera eco incluso donde los tres intrusos estaban—. El de aquel niño arrebatado por la traidora de Brinnah no era comparable a esto. Si tan solo el circulo pudiera verlo.
La mente del brujo intruso se puso en blanco por segundos, su cuerpo reaccionó desenvainando su espada, pero la mano en el hombro de su compañera le hizo volver en sí. Siempre tenía que haber un arrebato cuando mencionaban a su madre y esta vez no era la excepción.
—Calmate genio. Si te acercas te harán lo mismo. Olvida a tu madre por ahora —Curiosamente esta vez Lisette hablaba con una calma que supo llegar al brujo. Era cierto, tenían que pensar alguna manera de detener la extracción de éter sin quedar paralizados en el proceso.
—Bien... —Respondió resignado, aunque no se olvidaría un segundo de Brinnah y ambos lo sabían—. Ustedes saben más de hierbas, ¿cómo sorteamos el efecto? Del éter me encargo yo.
Kendovlah
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