Guía Espiritual [Mastereado]
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David entró en la taberna durante su descanso, buscando algo más que comida. Pidió un poco de pan y el plato del día, una sopa, y se dirigió hacia una mesa vacía.
Lástima que un energúmeno tuviera otros planes, chocando contra su hombro y derramándole la mitad del plato sobre el uniforme sin siquiera girarse. –Disfruta de la sopa imbécil.- murmuró, mientras agitaba el dedo y pequeñas briznas de arena aterrizaban en el plato de su nuevo mejor amigo, volviendo su comida extra crujiente. Al parecer esa taberna no tenía el más mínimo respeto hacia la Guardia, pero no pasaba nada, no estaba allí en busca de palmaditas en la espalda.
Finalmente llego a la mesa que había escogido, dejo el plato, la hogaza de pan y se pasó la mano por su negro cabello, intentando peinarse el pelo alborotado después del choque. El pelo era demasiado corto para despeinarse ante algo menos que un cubo de agua, pero daba igual, una primera impresión era siempre importante. Había oído que un bardo frecuentaba la taberna a esa hora, y quería ver que tal era. Preferiblemente antes de que su descanso acabara.
Y es que tenía un problema. Le había prometido a su madre que pasaría el día siguiente, el de su cumpleaños, con ella. Todo el día. Y le había tocado turno doble, así que tendría suerte si llegaba para pasar la noche, pero tenia que aceptar, tales eran los sacrificios que uno debía hacer para conseguir el ascenso. Así que como todo adulto responsable, había escogido la opción adulta. Contratar a alguien para que pasara el día con ella y, con suerte, recibiera la mayor parte de la bronca. Pero no era un desalmado, también le daría un regalo para aligerar la furia. Seguro que su madre no le gritaría a un desconocido con un regalo, y saber que su hijo estaba indispuesto, pero se había acordado de ella aliviaría su propia bronca. Probablemente. Esperaba, más bien.
Y un bardo parecía la mejor opción, al fin y al cabo, estaba algo ciega, pero seguía oyendo perfectamente, y siempre le había gustado la música. –Oye, me gustaría contratarte para pasar unas horas con mi madre.- practicó. –Espera no, eso suena a otro tipo de entretenimiento. Mejor… Estoy buscando a alguien que toque algo para mi madre el día de su cumpleaños, y tome el té con ella y esas cosas. No te preocupes, ya tengo el regalo preparado.- pausó unos segundos. –Sí, mucho mejor. Pero con menos énfasis en el regalo, tampoco quiero que salga corriendo con el…- Movió la cajita entre los dedos, con un zorro de cristal. ¿Bonito? Sin duda, ¿valioso? No demasiado. El cristal era caro porque costaba de hacer, si el objeto en cuestión no tenía una utilidad práctica, perdía valor. Y con su ascenso inminente, nadie querría enemistar a un futuro capitán de la Guardia por unas míseras monedas. Otro de los motivos por los que quería un bardo. Eran figuras públicas, por lo que había menos posibilidades de que se arriesgaran.
Bienvenida Twistedtale. David, el Aún-no-capitán de la Guardia, está buscando un músico con el que entretener a su madre, Agnes durante… muchas más horas de las que va a decirte. Pero eso no importa, tocar unas canciones, beber el té, tomar pastel… es dinero fácil, ¿cierto? ¿Qué podría salir mal?
Tu objetivo es demostrarle a tu futuro contratista lo que vales. No le importara un poco de excentricidad, puesto que considera que eso te hará más interesante para su madre. Y la verdad, anda algo desesperado.
Ya que la historia gira alrededor de Agnes, si quieres puedes avanzar tu post hasta la mañana siguiente, hasta llegar al hogar de Agnes, una bonita casa en las afueras con un enorme jardín de variadas plantas.
Lástima que un energúmeno tuviera otros planes, chocando contra su hombro y derramándole la mitad del plato sobre el uniforme sin siquiera girarse. –Disfruta de la sopa imbécil.- murmuró, mientras agitaba el dedo y pequeñas briznas de arena aterrizaban en el plato de su nuevo mejor amigo, volviendo su comida extra crujiente. Al parecer esa taberna no tenía el más mínimo respeto hacia la Guardia, pero no pasaba nada, no estaba allí en busca de palmaditas en la espalda.
Finalmente llego a la mesa que había escogido, dejo el plato, la hogaza de pan y se pasó la mano por su negro cabello, intentando peinarse el pelo alborotado después del choque. El pelo era demasiado corto para despeinarse ante algo menos que un cubo de agua, pero daba igual, una primera impresión era siempre importante. Había oído que un bardo frecuentaba la taberna a esa hora, y quería ver que tal era. Preferiblemente antes de que su descanso acabara.
Y es que tenía un problema. Le había prometido a su madre que pasaría el día siguiente, el de su cumpleaños, con ella. Todo el día. Y le había tocado turno doble, así que tendría suerte si llegaba para pasar la noche, pero tenia que aceptar, tales eran los sacrificios que uno debía hacer para conseguir el ascenso. Así que como todo adulto responsable, había escogido la opción adulta. Contratar a alguien para que pasara el día con ella y, con suerte, recibiera la mayor parte de la bronca. Pero no era un desalmado, también le daría un regalo para aligerar la furia. Seguro que su madre no le gritaría a un desconocido con un regalo, y saber que su hijo estaba indispuesto, pero se había acordado de ella aliviaría su propia bronca. Probablemente. Esperaba, más bien.
Y un bardo parecía la mejor opción, al fin y al cabo, estaba algo ciega, pero seguía oyendo perfectamente, y siempre le había gustado la música. –Oye, me gustaría contratarte para pasar unas horas con mi madre.- practicó. –Espera no, eso suena a otro tipo de entretenimiento. Mejor… Estoy buscando a alguien que toque algo para mi madre el día de su cumpleaños, y tome el té con ella y esas cosas. No te preocupes, ya tengo el regalo preparado.- pausó unos segundos. –Sí, mucho mejor. Pero con menos énfasis en el regalo, tampoco quiero que salga corriendo con el…- Movió la cajita entre los dedos, con un zorro de cristal. ¿Bonito? Sin duda, ¿valioso? No demasiado. El cristal era caro porque costaba de hacer, si el objeto en cuestión no tenía una utilidad práctica, perdía valor. Y con su ascenso inminente, nadie querría enemistar a un futuro capitán de la Guardia por unas míseras monedas. Otro de los motivos por los que quería un bardo. Eran figuras públicas, por lo que había menos posibilidades de que se arriesgaran.
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Bienvenida Twistedtale. David, el Aún-no-capitán de la Guardia, está buscando un músico con el que entretener a su madre, Agnes durante… muchas más horas de las que va a decirte. Pero eso no importa, tocar unas canciones, beber el té, tomar pastel… es dinero fácil, ¿cierto? ¿Qué podría salir mal?
Tu objetivo es demostrarle a tu futuro contratista lo que vales. No le importara un poco de excentricidad, puesto que considera que eso te hará más interesante para su madre. Y la verdad, anda algo desesperado.
Ya que la historia gira alrededor de Agnes, si quieres puedes avanzar tu post hasta la mañana siguiente, hasta llegar al hogar de Agnes, una bonita casa en las afueras con un enorme jardín de variadas plantas.
Othel
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Re: Guía Espiritual [Mastereado]
-...y ahí fue cuando la condesa Lenofreda de Anís, primera de su nombre, única en su condición, declaró que había conquistado los marquesados de poniente y subyugado al noble Togo Shibari con su poderoso mazo castigador.
La carcajada general se convirtió en un estruendo de aullidos y golpetazos en las mesas cuando el humo de pipa formó las últimas escenas de la historia, bastante explícitas en cuanto a la naturaleza de dicho mazo y de dónde se escondía bajo las faldas de la protagonista.
Twistedtale disfrutó de la ovación de los parroquianos, satisfecha. Se echó hacia atrás en la silla mientras terminaba su pipa y esperaba la comida caliente y la cerveza llena que la habían prometido. Un par de hombres se acercaron e hicieron repiquetear algunas monedas sobre la mesa: propinas. La mujer sonrió. Si todo fuese tan fácil como contar un cuento vulgar, la vida sería mucho más sencilla.
-Jamás me habían contado así el Poema de la Leona, bardo.
-Es una versión totalmente nueva. Aún la estoy probando. -y se guardó la calderilla con la habilidad de un trilero.
-Al menos es divertida. La canción original es todo ñoñerías y duelos de caballeros. ¡Eso para la corte! Yo prefiero los datos jugosos.
-¡Toma jugoso, holgazán! -exclamó una camarera, golpeando al hombre con la barra de pan que traía para la pelirroja. Miró de reojo al bardo, sin mucho aprecio.- A mi me gusta el poema original, el romance no tiene nada de malo. Tu versión es fea.
Vaya. La bruja sonrió ampliamente, partiendo el pan y mojando una esquina en el guiso servido. Después de tragar apuntó a la muchacha con otra miga empapada en salsa.
-Te gusta el romance romántico, y no te juzgo. Es un género como cualquier otro por muy poco sentido que tenga. Pero el Cantar de Lenofreda se las da de crónica histórica que narra los hechos reales de la vida de la condesa y te puedo asegurar que no hubo romance, ni sonatas en los balcones, ni rosales en flor. -masticó mientras buscaba con la cuchara en la escudilla, aplaudiendo cuando le trajeron la cerveza. Varias personas se habían congregado a su alrededor.- Hubo sal en la tierra y sangre en los campos.
-¿Y sodomía?
-¡Y sodomía!
-¡Pero bueno! ¡Y tú que sabes, si la condesa vivió hace doscientos años! -exclamó con indignación.
El repentino graznido de un ganso los sobresaltó a todos, provocando que Twist se atragantase con un trozo bien gordo de patata. El rechoncho y blanco animal, al lado del bardo, revoloteó torpemente para subirse a la mesa y sentarse ahí como un señor con mucho derecho, graznando cual trompeta apocalíptica. Entre risas y quejas la gente tomó la interrupción como una señal para dispersarse, dejándola sola a merced de tan implacable tubérculo.
Merlot la miró con reproche de ganso, que lucía más o menos como un ganso normal entrecerrando los ojos. Cuando terminó de no morirse ahogada la mujer se echó hacia atrás en la silla, respirando hondo con una sonrisa pueril en el rostro. La irritaba terriblemente que el primer cantar famoso de la condesa fuese una falsa historia de amor insípido, y disfrutaba mucho torciendo los versos de la anciana poetisa Dorita Melbourne para meterles más verdad y menos ñoñería.
-No me mires así, Merl, odias su versión tanto como yo. ¿Quieres una patata? El guiso es de pollo.
Ambos se giraron a la vez ante el carraspeo de un hombre que los miraba de pie frente a la mesa, como si estuviese arrepintiéndose de varias decisiones en la vida. Tenía el pelo negro, corto e hirsuto, y una cajita pequeña en las manos que manoseaba pensativo. Llevaba el uniforme de la Guardia todo manchado de... esperaba que fuese comida.
-¿Quiere patatas, señor? Están ricas una vez que se obvian sus intenciones asesinas. -ofreció el bardo con despreocupación, esperando.
Resultó que no, que el guardia no quería tubérculos del demonio sino contratarla para que entretuviese a su madre el día de su cumpleaños. Interesante. Twistedtale y Merlot escucharon atentamente, una sorbiendo ruidosamente de la escudilla y el otro torciendo su cabecilla de ave.
-O sea que... fiesta del té con la señora madre del señor guardia. Demasiado ocupado con el trabajo como para prestarle atención el día de su cumpleaños, ¿hmm? No te preocupes. Yo sé que no lo parece -dijo, inclinándose hacia él para susurrar.-, pero soy un bardo excelente. No se lo digas a nadie. Shhh. Nos dedicaremos a ponerte verde, David, pero tú tranquilo que cuando vayas a visitarla de nuevo estará suave como la seda. Déjamelo a mi que lo vamos a pasar genial.
Y le guiñó un ojo cómplice, tendiendo las manos hacia el pequeño regalo que guardó en algún rincón de sus holgadas ropas, siempre llenas de bolsillos y recovecos. David el guardia le dio indicaciones de cómo llegar a la casa de su madre, llamada Agnes. La señora, no la casa. Tendría que madrugar mañana porque estaba a las afueras. Lo despidió con entusiasmo obviando el gesto dubitativo en el rostro del guardia.
Merlot suspiró y fue un sonido a mitad de camino entre la paciencia y la diversión.
-¿Crees que te ha visto contar la historia? -preguntó. Hacía apenas unos segundos que el sol se había puesto y sentado sobre la mesa ya no se relajaba un ganso, sino un atractivo vampiro.
-Obviamente. ¿Por qué crees que ha puesto esa carita si no?
-¿Y estás segura de que deberías hablarle así a tu contratador? -sonrió.
-No pasa nada, era un tipo majo, se le veía en los ojos. Y para andar buscando un bardo a estas horas y con tanta prisa, es que lo necesita realmente. ¡Bájate de la mesa, maleducado! ¿Quieres patatas o no?
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Twistedtale se ajustó la cincha de tela que aseguraba a Maullido, su guitarra, a la espalda. La flauta de bambú a la cadera, la petaca a mano por si había que darle vidilla al té, y un esponjoso ganso blanco bajo el brazo como quien lleva una hogaza de pan.
Y en algún lugar perdido de sus pantalones dormía el zorro de cristal, regalo del hijo. Por supuesto que había mirado en la caja. No puedes darle a un bardo una cosa y decirle que la cargue sin pretender que no la examine hasta la última esquina, que era lo que había hecho la pelirroja. La figurilla era linda pero no despertó en ella ningún interés después de haber saciado su curiosidad.
Hizo visera con la mano porque a las diez de la mañana el sol pegaba de lleno. La casa de Agnes era bonita y no tenía pérdida, con semejante jardín tan lleno de vegetación y flores daba la impresión de que uno se sumergía en un reino fae. Eso y que era la madre David, el que se rumoreaba sería pronto capitán de la Guardia lunargentiana. Aunque ese dato de momento a ella le daba bastante igual. Era un bardo, y sus historias estaban al servicio de la gente.
Inhaló hondo emprendiendo la marcha con su paso elástico, directa hacia la puerta. Ojalá el jardín tuviese piskies. Esos cabrones eran bien divertidos cuando decidían salir a jugar.
La carcajada general se convirtió en un estruendo de aullidos y golpetazos en las mesas cuando el humo de pipa formó las últimas escenas de la historia, bastante explícitas en cuanto a la naturaleza de dicho mazo y de dónde se escondía bajo las faldas de la protagonista.
Twistedtale disfrutó de la ovación de los parroquianos, satisfecha. Se echó hacia atrás en la silla mientras terminaba su pipa y esperaba la comida caliente y la cerveza llena que la habían prometido. Un par de hombres se acercaron e hicieron repiquetear algunas monedas sobre la mesa: propinas. La mujer sonrió. Si todo fuese tan fácil como contar un cuento vulgar, la vida sería mucho más sencilla.
-Jamás me habían contado así el Poema de la Leona, bardo.
-Es una versión totalmente nueva. Aún la estoy probando. -y se guardó la calderilla con la habilidad de un trilero.
-Al menos es divertida. La canción original es todo ñoñerías y duelos de caballeros. ¡Eso para la corte! Yo prefiero los datos jugosos.
-¡Toma jugoso, holgazán! -exclamó una camarera, golpeando al hombre con la barra de pan que traía para la pelirroja. Miró de reojo al bardo, sin mucho aprecio.- A mi me gusta el poema original, el romance no tiene nada de malo. Tu versión es fea.
Vaya. La bruja sonrió ampliamente, partiendo el pan y mojando una esquina en el guiso servido. Después de tragar apuntó a la muchacha con otra miga empapada en salsa.
-Te gusta el romance romántico, y no te juzgo. Es un género como cualquier otro por muy poco sentido que tenga. Pero el Cantar de Lenofreda se las da de crónica histórica que narra los hechos reales de la vida de la condesa y te puedo asegurar que no hubo romance, ni sonatas en los balcones, ni rosales en flor. -masticó mientras buscaba con la cuchara en la escudilla, aplaudiendo cuando le trajeron la cerveza. Varias personas se habían congregado a su alrededor.- Hubo sal en la tierra y sangre en los campos.
-¿Y sodomía?
-¡Y sodomía!
-¡Pero bueno! ¡Y tú que sabes, si la condesa vivió hace doscientos años! -exclamó con indignación.
El repentino graznido de un ganso los sobresaltó a todos, provocando que Twist se atragantase con un trozo bien gordo de patata. El rechoncho y blanco animal, al lado del bardo, revoloteó torpemente para subirse a la mesa y sentarse ahí como un señor con mucho derecho, graznando cual trompeta apocalíptica. Entre risas y quejas la gente tomó la interrupción como una señal para dispersarse, dejándola sola a merced de tan implacable tubérculo.
Merlot la miró con reproche de ganso, que lucía más o menos como un ganso normal entrecerrando los ojos. Cuando terminó de no morirse ahogada la mujer se echó hacia atrás en la silla, respirando hondo con una sonrisa pueril en el rostro. La irritaba terriblemente que el primer cantar famoso de la condesa fuese una falsa historia de amor insípido, y disfrutaba mucho torciendo los versos de la anciana poetisa Dorita Melbourne para meterles más verdad y menos ñoñería.
-No me mires así, Merl, odias su versión tanto como yo. ¿Quieres una patata? El guiso es de pollo.
Ambos se giraron a la vez ante el carraspeo de un hombre que los miraba de pie frente a la mesa, como si estuviese arrepintiéndose de varias decisiones en la vida. Tenía el pelo negro, corto e hirsuto, y una cajita pequeña en las manos que manoseaba pensativo. Llevaba el uniforme de la Guardia todo manchado de... esperaba que fuese comida.
-¿Quiere patatas, señor? Están ricas una vez que se obvian sus intenciones asesinas. -ofreció el bardo con despreocupación, esperando.
Resultó que no, que el guardia no quería tubérculos del demonio sino contratarla para que entretuviese a su madre el día de su cumpleaños. Interesante. Twistedtale y Merlot escucharon atentamente, una sorbiendo ruidosamente de la escudilla y el otro torciendo su cabecilla de ave.
-O sea que... fiesta del té con la señora madre del señor guardia. Demasiado ocupado con el trabajo como para prestarle atención el día de su cumpleaños, ¿hmm? No te preocupes. Yo sé que no lo parece -dijo, inclinándose hacia él para susurrar.-, pero soy un bardo excelente. No se lo digas a nadie. Shhh. Nos dedicaremos a ponerte verde, David, pero tú tranquilo que cuando vayas a visitarla de nuevo estará suave como la seda. Déjamelo a mi que lo vamos a pasar genial.
Y le guiñó un ojo cómplice, tendiendo las manos hacia el pequeño regalo que guardó en algún rincón de sus holgadas ropas, siempre llenas de bolsillos y recovecos. David el guardia le dio indicaciones de cómo llegar a la casa de su madre, llamada Agnes. La señora, no la casa. Tendría que madrugar mañana porque estaba a las afueras. Lo despidió con entusiasmo obviando el gesto dubitativo en el rostro del guardia.
Merlot suspiró y fue un sonido a mitad de camino entre la paciencia y la diversión.
-¿Crees que te ha visto contar la historia? -preguntó. Hacía apenas unos segundos que el sol se había puesto y sentado sobre la mesa ya no se relajaba un ganso, sino un atractivo vampiro.
-Obviamente. ¿Por qué crees que ha puesto esa carita si no?
-¿Y estás segura de que deberías hablarle así a tu contratador? -sonrió.
-No pasa nada, era un tipo majo, se le veía en los ojos. Y para andar buscando un bardo a estas horas y con tanta prisa, es que lo necesita realmente. ¡Bájate de la mesa, maleducado! ¿Quieres patatas o no?
Twistedtale se ajustó la cincha de tela que aseguraba a Maullido, su guitarra, a la espalda. La flauta de bambú a la cadera, la petaca a mano por si había que darle vidilla al té, y un esponjoso ganso blanco bajo el brazo como quien lleva una hogaza de pan.
Y en algún lugar perdido de sus pantalones dormía el zorro de cristal, regalo del hijo. Por supuesto que había mirado en la caja. No puedes darle a un bardo una cosa y decirle que la cargue sin pretender que no la examine hasta la última esquina, que era lo que había hecho la pelirroja. La figurilla era linda pero no despertó en ella ningún interés después de haber saciado su curiosidad.
Hizo visera con la mano porque a las diez de la mañana el sol pegaba de lleno. La casa de Agnes era bonita y no tenía pérdida, con semejante jardín tan lleno de vegetación y flores daba la impresión de que uno se sumergía en un reino fae. Eso y que era la madre David, el que se rumoreaba sería pronto capitán de la Guardia lunargentiana. Aunque ese dato de momento a ella le daba bastante igual. Era un bardo, y sus historias estaban al servicio de la gente.
Inhaló hondo emprendiendo la marcha con su paso elástico, directa hacia la puerta. Ojalá el jardín tuviese piskies. Esos cabrones eran bien divertidos cuando decidían salir a jugar.
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Re: Guía Espiritual [Mastereado]
Agnes abrió la puerta cuando alguien toco a ella. Obviamente seria su hijo, nadie más la visitaba esos días. Era lo que tenía hacerse mayor, tus amigos estaban muertos o con las rodillas desgastadas e ir a dar una vuelta para visitar a una vieja amiga era más una expedición que un paseo. Bueno, hacia unas semanas también podría haber sido ese predicador elfo tan majo, pero había ido a Sandorai en cuando había oído noticias de la guerra. ¿Puede que ya hubiera vuelto? ¡Y justo el día de su cumpleaños! Puede que ese extraño dios elfico suyo hubiera escuchado las plegarias del muchacho, aunque Agnes no recordaba bien el nombre. Anon. No, no era así. ¿Anor? La verdad, no se acordaba, cada vez que el hombre predicaba, ella estaba ocupada mirando... otras cosas.
Puede que a su edad le fallara algo la vista, pero quien esperaba ante su puerta no era su hijo. Ni ese apuesto elfico. Era una muchacha. La anciana se apoyó un poco en su bastón para mirar de puntillas, pero su hijo no estaba detrás para presentarle a una muchacha al fin. –Mmmmm.- empezó, considerando. Puede que no todo le funcionara completamente bien, pero la mente estaba perfecta, y había criado ese muchacho, así que no tardo en unir los puntos. –Mi hijo no va a venir aun, y envió a alguien para que sepa que no se ha olvidado…- y habría traído algo para intentar aplacarla. Miró a la muchacha de arriba abajo, al menos hasta llegar a la altura del ombligo, su mirada desviándose al ganso. –Ah, pato, se ha acordado de mi plato favorito. Y es fresco… aunque pretende que lo cocine yo misma…típico… para la cena puede, debería tener cítricos por aquí…. Y el horno esta ya caliente por los pasteles…- y solo entonces se dio cuenta que había tenido a la muchacha allí esperando en su puerta, a pleno sol, sin siquiera presentarse.
-Oh, donde están mis modales… Soy Agnes, la madre de ese zoquete, pasa pasa…- y la pequeña anciana de pelo blanco se giró, empezando a andar lentamente hacia dentro de la casa acompañada de su bastón. –Dime, ¿Cómo conociste a mi hijo? No esperaba que tuviera tiempo de perseguir faldas, mucho menos de conocer a una muchacha tan apuesta. Es muy como su padre ¿sabes? Tuve que sobornarlo con un ingrediente rarísimo para que tuviese una cita conmigo… Siéntate siéntate, traeré té mientras esperamos a que se acabe de cocer la comida.- era una casa sencilla, pero elegante, con mobiliario pasado de moda debido a sus años, pero bien cuidado y colocado con elegancia, con el comedor dando al jardín, visible por un gran ventanal, seguramente lo más caro de toda la casa, y diversas telas bordadas, por la anciana, seguramente, decoraban los sillones y la mesa.
Agnes volvió al poco con dos tazas de té. –Lo hice yo misma, con las hierbas del jardín. El jamón al horno estará hecho en media hora, y luego hay pastel de biusa.- El jamón con salsa de mostaza era el plato favorito de su hijo, pero ya había asumido que si había enviado a alguien, no llegaría para comer. Esperaba que la muchacha comiera tanto como su niño, porque desde luego no iba a dejarle ni una pizca. Tomó un sorbo de su taza y suspiró. –Siempre tan rígido, pero aún más desde que su padre murió. Da igual que tenga suficiente para vivir, quiere asegurarse de que tenga todo lo que necesite… O puede que quiera el puesto para tener suficiente dinero para hacer su propia familia. Una tiene derecho a soñar…- ojeó a la muchacha, buscando una reacción. Puede que no tuvieran se tipo de relación…bueno, para que engañarse, seguro, había criado a ese zoquete, pero eso no significaba que no fueran a tenerla…
Lo tantearía, con tacto, la chiquilla ya debía sentirse algo incomoda por haber sido arrastrada a esa situación, no hacía falta incomodarla.
Té, jamón, pastel. Casi todo lo que uno puede desear. Te han contratado para hacer un trabajo, así que tendrás que hacerlo, seguro que puedes hacer una entretenida fiesta de cumpleaños para una señora a la que no le importan las historias picantes y/o embarazosas, hasta has traído un regalo. Pero voy a tener piedad de ti, y solo tendrás que hacerlo hasta después de comer. No porque David vaya a volver, no.
¿Recuerdas cuando dije que Agnes tenía mala vista? Puede que haya metido una hierba que no debía en la comida o bebida caseras. Nada peligroso. Solo un potente alucinógeno, similar al peyote. No te preocupes, la señora se asegurara de que no te golpees la cabeza al caer al suelo. Puede que hasta te ponga una mantita. Ella en cambio parece estar bien, tomó cosas más duras en su juventud, puede que hasta siga haciéndolo, su marido era alquimista al fin y al cabo.
Dime, ¿con que sueña usualmente Twistedtale? ¿Verdes praderas, una bonita playa? Describe lo que te rodea en este nuevo paisaje onírico, puesto que influirá tu primera prueba. Espero que no suela tener pesadillas, eso seria... desafortunado.
Té, jamón, pastel e inofensivas drogas. Todo lo que uno podría desear en una fiesta de cumpleaños. Solo falta la diversión, pero siempre esta la siguiente ronda.
Puede que a su edad le fallara algo la vista, pero quien esperaba ante su puerta no era su hijo. Ni ese apuesto elfico. Era una muchacha. La anciana se apoyó un poco en su bastón para mirar de puntillas, pero su hijo no estaba detrás para presentarle a una muchacha al fin. –Mmmmm.- empezó, considerando. Puede que no todo le funcionara completamente bien, pero la mente estaba perfecta, y había criado ese muchacho, así que no tardo en unir los puntos. –Mi hijo no va a venir aun, y envió a alguien para que sepa que no se ha olvidado…- y habría traído algo para intentar aplacarla. Miró a la muchacha de arriba abajo, al menos hasta llegar a la altura del ombligo, su mirada desviándose al ganso. –Ah, pato, se ha acordado de mi plato favorito. Y es fresco… aunque pretende que lo cocine yo misma…típico… para la cena puede, debería tener cítricos por aquí…. Y el horno esta ya caliente por los pasteles…- y solo entonces se dio cuenta que había tenido a la muchacha allí esperando en su puerta, a pleno sol, sin siquiera presentarse.
-Oh, donde están mis modales… Soy Agnes, la madre de ese zoquete, pasa pasa…- y la pequeña anciana de pelo blanco se giró, empezando a andar lentamente hacia dentro de la casa acompañada de su bastón. –Dime, ¿Cómo conociste a mi hijo? No esperaba que tuviera tiempo de perseguir faldas, mucho menos de conocer a una muchacha tan apuesta. Es muy como su padre ¿sabes? Tuve que sobornarlo con un ingrediente rarísimo para que tuviese una cita conmigo… Siéntate siéntate, traeré té mientras esperamos a que se acabe de cocer la comida.- era una casa sencilla, pero elegante, con mobiliario pasado de moda debido a sus años, pero bien cuidado y colocado con elegancia, con el comedor dando al jardín, visible por un gran ventanal, seguramente lo más caro de toda la casa, y diversas telas bordadas, por la anciana, seguramente, decoraban los sillones y la mesa.
Agnes volvió al poco con dos tazas de té. –Lo hice yo misma, con las hierbas del jardín. El jamón al horno estará hecho en media hora, y luego hay pastel de biusa.- El jamón con salsa de mostaza era el plato favorito de su hijo, pero ya había asumido que si había enviado a alguien, no llegaría para comer. Esperaba que la muchacha comiera tanto como su niño, porque desde luego no iba a dejarle ni una pizca. Tomó un sorbo de su taza y suspiró. –Siempre tan rígido, pero aún más desde que su padre murió. Da igual que tenga suficiente para vivir, quiere asegurarse de que tenga todo lo que necesite… O puede que quiera el puesto para tener suficiente dinero para hacer su propia familia. Una tiene derecho a soñar…- ojeó a la muchacha, buscando una reacción. Puede que no tuvieran se tipo de relación…bueno, para que engañarse, seguro, había criado a ese zoquete, pero eso no significaba que no fueran a tenerla…
Lo tantearía, con tacto, la chiquilla ya debía sentirse algo incomoda por haber sido arrastrada a esa situación, no hacía falta incomodarla.
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Té, jamón, pastel. Casi todo lo que uno puede desear. Te han contratado para hacer un trabajo, así que tendrás que hacerlo, seguro que puedes hacer una entretenida fiesta de cumpleaños para una señora a la que no le importan las historias picantes y/o embarazosas, hasta has traído un regalo. Pero voy a tener piedad de ti, y solo tendrás que hacerlo hasta después de comer. No porque David vaya a volver, no.
¿Recuerdas cuando dije que Agnes tenía mala vista? Puede que haya metido una hierba que no debía en la comida o bebida caseras. Nada peligroso. Solo un potente alucinógeno, similar al peyote. No te preocupes, la señora se asegurara de que no te golpees la cabeza al caer al suelo. Puede que hasta te ponga una mantita. Ella en cambio parece estar bien, tomó cosas más duras en su juventud, puede que hasta siga haciéndolo, su marido era alquimista al fin y al cabo.
Dime, ¿con que sueña usualmente Twistedtale? ¿Verdes praderas, una bonita playa? Describe lo que te rodea en este nuevo paisaje onírico, puesto que influirá tu primera prueba. Espero que no suela tener pesadillas, eso seria... desafortunado.
Té, jamón, pastel e inofensivas drogas. Todo lo que uno podría desear en una fiesta de cumpleaños. Solo falta la diversión, pero siempre esta la siguiente ronda.
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Re: Guía Espiritual [Mastereado]
-¡Buenos días tenga, señora! Me llaman Twistedtale el bardo. -exclamó la pelirroja nada más se abrió la puerta, esgrimiendo su mejor sonrisa que, sinceramente, era encantadora porque le marcaba hoyuelos en las mejillas.
Sin embargo todo lo que recibió de la mujer fueron sonidos pensativos y una mirada escrutadora bastante intensa. Hizo un par de pequeños pucheritos cuando la observó con ligera decepción; sin duda la anciana madre esperaba algo más (o algo diferente) al bardo plantado en su puerta todo lleno de tatuajes y rastas.
Ante la mención de un posible ganso a la naranja Merlot soltó un lastimero sonido de ave resignada, rendido ante el hecho de ser tratado como un delicioso plato a devorar cada vez que alguien lo miraba. Por la noche lo trataban igual, pero al menos él lo disfrutaba también. La bruja lo apretó contra su costado, consolándolo con una sonrisa.
Twistedtale siguió a la anfitriona sin apresurarse, acompasando su elástico paso al rítmico golpeteo del bastón de Agnes mientras observaba los alrededores. Había cuadros en las paredes, telas bordadas enmarcadas, estanterías combadas que sostenían tomos gruesos, plantas en macetas. Pasaron junto a una cómoda toda llena de figurillas de animales y se entretuvo unos segundos en cambiarlas de sitio. ¿A quién se le ocurre poner una tortuga de porcelana junto a una ardilla de madera? Todo el mundo sabe que no se llevan bien.
-Hombres. -rió.- Cuando se centran en algo da igual que camines desnuda frente a ellos, no se enteran. Es hasta loable. ¿Con qué ingrediente le sobornó? ¿Era alquimista?
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]Sonrió ante la charla de la mujer. A pesar de la edad tenía una voz firme y grave, agradable de escuchar. La madre de David era una de esas señoras que no fueron la rosa más hermosa en su juventud, pero una vez pasados esos años, las arrugas y el brillo de la experiencia les conferían un temple digno y señorial que hacía que miraras dos veces.
-¿Dónde va a conocer uno a un bardo, si no es en una taberna, en la cama o huyendo de los problemas provocados? ¿O todo a la vez? -comentó con una sonrisa, sentándose cómodamente en un butacón cubierto de tapetes de crochet mientras dejaba su guitarra apoyada. Agarró uno para examinarlo más cerca y decidió que a Merl le quedaría divino. Anudó suavemente las puntas a su largo cuello y le puso el tapete aquel como una especie de capa que al animal no le hizo nada de gracia.- Perfecto. Por cierto, le presento a Merlot. Me gustaría que no se lo comiera, es mi amigo y lloraré si lo mete al horno.
El ganso graznó con indignación y saltó del regazo del bardo con su capita de crochet ondeante, ofendidísimo.
La anciana rehusó la ayuda de la joven cuando ésta se ofreció, mascullando cosas sobre que los invitados no tienen que hacer nada. Cuando regresó traía cosas ricas de comer y beber. Se inclinó y sopló sobre el té, paladeando en un sorbo su intensa fragancia. Hmmm. Y pastel de biusa...
-No se preocupe, Agnes. La última vez que vi a David las muchachas le miraban como yo miro este pastel de biusas. Pretendientas no le faltan; ni pretendientes, porque una se fija en todo. Atractivo, su muchacho, con ese culo prieto tan encantador... Ahem. Pero con lo poco que hablé con él me pareció muy centrado en lo que fuera que le preocupase. Una pena, no me hubiese importado... ¡AH! ¡Se me olvida! -dijo chupándose los dedos manchados de jamón con mostaza. Rebuscó entre su ropa mientras Merl fingía no robar pastel.- Parecía preocupado pero se le fue en cuanto me confió su regalo. ¡Feliz cumpleaños, Agnes!
Y le dejó la cajita encima de la mesa con mucho entusiasmo. Ésta desplegó sus mil patitas de bichito y corrió por toda la superficie hasta que la gigantesca mano huesuda de la anciana la atrapó en busca del premio en su interior. Sonó un pop como de confeti y aparecieron un montón de lucecitas brillantes que amenazaron con convertirse en caleidoscopio. La bruja soltó un silbido de admiración, las pupilas dilatadas, la mirada de repente perdida en los rincones más inesperados.
-Aaaagnes, pillina, creo que ya sé con qué sobornaste a tu marido. Me caes bieeeeen ~
Merlot se acercó a ella convirtiendo su patoso bamboleo en el movimiento más fascinantemente elegante que Twistedtale había visto nunca. Abrió el pico naranja, pero en vez de sonido salió de su boca un mar de pelargonios que cubrió todo el suelo como una magnífica alfombra. Todos los colores de repente reverberaron, brillantes, misteriosos, palpitantes.
La joven giró la cabeza hacia el maravilloso ventanal que dominaba la estancia, agarrada a los brazos del butacón como si estuviese montando en un carruaje a mucha velocidad. El cabrón de David debería haberle dicho algo antes, no es que fuese de muy buena educación drogar a la gente sin avisar primero.
Twistedtale no era ajena a los vicios de la vida que a veces hacían soportable los caminos. Cuando una va de un lado a otro conoce bastantes cosas y a una impresionante variedad de gente. Y por eso sabía que estaba a punto tener un viaje de cojones que todavía estaba por ver si acababa en blancazo o en maravilla.
De momento le cosquilleaban los dedos. Se miró las palmas de las manos, sintiendo cómo la música ansiaba por salir, burbujeando bajo su piel. Al mirar más de cerca vio cómo las notas musicales se abrían paso entre sus huellas dactilares como un goteo constante, libres de la prisión de sus venas. Eran tan bonitas... tenían tantos colores...
-Agnes. Creo que vamos a tener un concierto con DJ Merl a los tambores antes de acabarnos el pastel -dijo, los ojos muy abiertos, la guitarra bien afianzada con la seguridad que otorga la memoria muscular.
Twistedtale
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Re: Guía Espiritual [Mastereado]
-Bueno, veras, para ese tiempo, teníamos una mantícora cerca con la manía de comerse nuestras cabras, era cuestión de tiempo que se comiera a uno de los niños. Un bicho terrorífico, negro como la noche y grande como un caballo de guerra. Y resulta que mi aun no marido le estaba dando fuerte a la alquimia, experimentando, y no sabía muy bien donde colocar los… desechos de sus experimentos. Deja que te diga, las cabras son animales sorprendentemente tozudas, pero el esfuerzo valió la pena. Es decir, casi aplasta la casa del pobre Tomás al desplomarse contra el suelo, pero nadie tenía porque saber que había tenido nada que ver… Y luego mis excelentes dotes de jardinera acabaron convenciendo a ese hombre…- pero por más que le gustara rememorar el pasado, había hecho una pregunta acerca de su hija, y una madre siempre quería nietos, así que por supuesto que freno su charla para escuchar la respuesta de la bardo.
Bien, las mujeres le hacían caso, pero era demasiado zoquete para darse cuenta. Era exactamente lo que esperaba, pero estaba bien que alguien lo confirmara, tendría que tener una charla con su hijo. Cortó una pequeña porción de pastel y la puso en un plato, lejos de ambas y cerca del ganso que hacia todo lo posible para no mirar hacia el plato.
Y la anciana abrió la caja, observando el zorro de cristal que sin duda su hijo había hecho con su magia. Era muy bonito, sin imperfecciones que ella pudiera ver, por lo que le había dedicado mucho tiempo. Y entonces algo salió mal, moviendo su atención del regalo a la mujer. Pupilas dilatadas, verborrea de cosas sin sentido… -Uyuyuy.- conocía esos síntomas, pero ella estaba bien… olisqueo el té, dudando, para decidir que sería mejor asegurar a la chica primero. Se acercó a la mujer, empujándola suavemente para que se tumbara en el sofá. –No pasa nada, es normal, pasara… bueno, no enseguida, pero eventualmente.- ¿Se había equivocado de hierbas para el té? Su vista no era la de antes, pero hacía años que esas plantas no le hacían nada, habría pensado que no afectaban a nadie ya, que esa tierra de ciudad no era buena para esa especie en concreto. –No te preocupes, mi marido tenía algo para eso…- y con algo que hacer, se levantó, rebuscando entre varios cajones hasta encontrar un vial en concreto. Debía ser ese, a juzgar por el color y la etiqueta, ligeramente suelta.
Pero había otra debajo.
La despegó un poco, la cruz dejando paso a una calavera. –Uh…. ¿Por qué no podías hacer bien tus malditas etiquetas?- Mejor no arriesgarse, no sin probarlo en un conejo antes. Es decir, estaba el ganso, pero la chica parecía encariñada con el pajarraco… Y no quería dejarla sola y que se hiciera daño. Ya pensaría algo cuando viniera su hijo, si aún no había despertado.
Mientras tanto, en el borde de la realidad, el mundo ondulaba, cambiando poco a poco, como si una imagen se solapara poco a poco a la que cierta bardo drogada veía. Porque eso era exactamente lo que estaba pasando. El jardín de fuera se extendió por la habitación, un manto de verde cubriendo el suelo a medida que paredes y techo daban lugar a un cielo del más puro azul. Un paisaje plano, monótono, sin valles ni montañas, una pequeña ondulación en el aire cada pocos minutos el único indicativo de que no era exactamente real, dejando entrever un paisaje diferente, en llamas.
Y entonces un portal dorado se abrió en el cielo y un zorro de cristal se estampó contra el suelo, seguido de una corte de pequeños hombrecillos alados, como piskies, pero con alas emplumadas, de expresiones y cuerpos rígidos, como si estuvieran hechos de porcelana.
-‘Dita sea, ¿No hay nadie más?- Preguntó el zorro, aun con el hocico enterrado.
-¡Chip!- negó uno de los ángeles. Por fin la figura de cristal consiguió desenterrarse del suelo, levantándose en una pose firme y elegante, intentando recuperar su dignidad. Miró a la bruja, cierta parte de la bruja concretamente, y susurró bajito para no ser escuchado.
-Pensaba que mi división ya no tomaba a mujeres desde que Lupin le dijo a esa chiquilla “felicidades, ya eres una autentica zo"- -CHIP- interrumpió otro de los ángeles.
El zorro hizo un sonido similar a un suspiró y finalmente se dirigió a la invitada. –Bienvenida desconocida, tendrás muchas preguntas. Yo soy Renard, y seré tu guía en esta travesía. Usualmente tendrías a tu espíritu guía, pero estamos algo saturados, con todo eso de un montón de idiotas queriendo quemar un árbol, seguro que lo sabes. Con suerte, alcanzaras un nivel superior de sabiduría antes de que mueras por tus heridas.- hubo una pequeña pausa, mientras se daba cuenta que la bruja no presentaba ni una herida. –Pss pss, esa no parece una de los del árbol, pásame los registros.- un ángel aleteó disparado hacia un portal, y volvió con una tablilla de piedra. De las de verdad, el no usaba tonterías como arcilla o pergamino, él era un espíritu clásico, no como esos jovenzuelos sin respeto a los mayores. Los ojos bajaron por la lista de nombres hasta encontrar a la mujer que tenía delante. Viaje espiritual por drogas no era común, pero tampoco increíble. El problema residía en la localización. –Ah, Agnes… si… pensaba que habíamos arreglado eso…- al menos esa vez no eran un montón de conejos, conseguir que todos pasaran las pruebas había sido un infierno. O eso había oído, él tenía un cómodo trabajo de oficina.
El zorro miró la entrada marcada en la piedra, pensando la de horas que tendría que invertir en encontrar el error, informar de él y solucionarlo, rememorando todas las historias sobre esa inefable persona y tomó la firme decisión de mover la localización un par de kilómetros y dejar que otro se encargara del problema más adelante si volvía a pasar. –Ah, sí, perdona la espera. ¡La buena noticia es que no estas muriéndote! Y además podrás disfrutar de un profundo viaje de iluminación espiritual. Lo primero, tu espíritu guía, quien debería estar encargándose de esto, pero está demasiado ocupado. Es…huh… el megalodón. –
-Chip.- avisó uno de los ángeles.
-¿Cómo? ¿Extinguido? ¿El uninejo?-
-Chip.-
-‘Dita sea. Es el huh…. ganso. Exacto, toda queja de servicio o dudas posteriores debes dirigirlas a tu guía, Tom Honks. Jódete Tom.-
-¿Chip?-
-Ah, sí, yo soy Reginard, tu guía temporal, y supervisare las pruebas. Debes superarlas todas o no despertaras nunca, chan chan chan.- un sonido de truenos acompañó el final de la frase. –Pero no eres un conejo, así que en el peor de los casos serian un par de días, no pasa nada. ¿Preguntas? Hasta te dejare escoger el primer paisaje, salvo que quieras que giremos la rueda.-
__________
¿Recuerdas cuando dije que Agnes iba a ser la protagonista? Mentí. ¡Porque eres tú! Y el pobre Reginard te ayudara en esta dura travesía. Te pasas siglos esperando el ascenso para no tener que hacer trabajo de campo, y cuando finalmente te ascienden, se colapsan losservidores guías y te toca otra vez.
Iba a avanzar con la siguiente prueba, pero se alargó el post y me di cuenta de que seguramente tendrías preguntas. Y por supuesto, ya que has involucrado a tu madre en ello, escribirás esa prueba tu solita, ¿cómo podría resistirme a la tentación? Pero aun no, quiero que le cojas la practica primero, simplemente aviso para que estés preparada.
Bien, las mujeres le hacían caso, pero era demasiado zoquete para darse cuenta. Era exactamente lo que esperaba, pero estaba bien que alguien lo confirmara, tendría que tener una charla con su hijo. Cortó una pequeña porción de pastel y la puso en un plato, lejos de ambas y cerca del ganso que hacia todo lo posible para no mirar hacia el plato.
Y la anciana abrió la caja, observando el zorro de cristal que sin duda su hijo había hecho con su magia. Era muy bonito, sin imperfecciones que ella pudiera ver, por lo que le había dedicado mucho tiempo. Y entonces algo salió mal, moviendo su atención del regalo a la mujer. Pupilas dilatadas, verborrea de cosas sin sentido… -Uyuyuy.- conocía esos síntomas, pero ella estaba bien… olisqueo el té, dudando, para decidir que sería mejor asegurar a la chica primero. Se acercó a la mujer, empujándola suavemente para que se tumbara en el sofá. –No pasa nada, es normal, pasara… bueno, no enseguida, pero eventualmente.- ¿Se había equivocado de hierbas para el té? Su vista no era la de antes, pero hacía años que esas plantas no le hacían nada, habría pensado que no afectaban a nadie ya, que esa tierra de ciudad no era buena para esa especie en concreto. –No te preocupes, mi marido tenía algo para eso…- y con algo que hacer, se levantó, rebuscando entre varios cajones hasta encontrar un vial en concreto. Debía ser ese, a juzgar por el color y la etiqueta, ligeramente suelta.
Pero había otra debajo.
La despegó un poco, la cruz dejando paso a una calavera. –Uh…. ¿Por qué no podías hacer bien tus malditas etiquetas?- Mejor no arriesgarse, no sin probarlo en un conejo antes. Es decir, estaba el ganso, pero la chica parecía encariñada con el pajarraco… Y no quería dejarla sola y que se hiciera daño. Ya pensaría algo cuando viniera su hijo, si aún no había despertado.
Mientras tanto, en el borde de la realidad, el mundo ondulaba, cambiando poco a poco, como si una imagen se solapara poco a poco a la que cierta bardo drogada veía. Porque eso era exactamente lo que estaba pasando. El jardín de fuera se extendió por la habitación, un manto de verde cubriendo el suelo a medida que paredes y techo daban lugar a un cielo del más puro azul. Un paisaje plano, monótono, sin valles ni montañas, una pequeña ondulación en el aire cada pocos minutos el único indicativo de que no era exactamente real, dejando entrever un paisaje diferente, en llamas.
Y entonces un portal dorado se abrió en el cielo y un zorro de cristal se estampó contra el suelo, seguido de una corte de pequeños hombrecillos alados, como piskies, pero con alas emplumadas, de expresiones y cuerpos rígidos, como si estuvieran hechos de porcelana.
-‘Dita sea, ¿No hay nadie más?- Preguntó el zorro, aun con el hocico enterrado.
-¡Chip!- negó uno de los ángeles. Por fin la figura de cristal consiguió desenterrarse del suelo, levantándose en una pose firme y elegante, intentando recuperar su dignidad. Miró a la bruja, cierta parte de la bruja concretamente, y susurró bajito para no ser escuchado.
-Pensaba que mi división ya no tomaba a mujeres desde que Lupin le dijo a esa chiquilla “felicidades, ya eres una autentica zo"- -CHIP- interrumpió otro de los ángeles.
El zorro hizo un sonido similar a un suspiró y finalmente se dirigió a la invitada. –Bienvenida desconocida, tendrás muchas preguntas. Yo soy Renard, y seré tu guía en esta travesía. Usualmente tendrías a tu espíritu guía, pero estamos algo saturados, con todo eso de un montón de idiotas queriendo quemar un árbol, seguro que lo sabes. Con suerte, alcanzaras un nivel superior de sabiduría antes de que mueras por tus heridas.- hubo una pequeña pausa, mientras se daba cuenta que la bruja no presentaba ni una herida. –Pss pss, esa no parece una de los del árbol, pásame los registros.- un ángel aleteó disparado hacia un portal, y volvió con una tablilla de piedra. De las de verdad, el no usaba tonterías como arcilla o pergamino, él era un espíritu clásico, no como esos jovenzuelos sin respeto a los mayores. Los ojos bajaron por la lista de nombres hasta encontrar a la mujer que tenía delante. Viaje espiritual por drogas no era común, pero tampoco increíble. El problema residía en la localización. –Ah, Agnes… si… pensaba que habíamos arreglado eso…- al menos esa vez no eran un montón de conejos, conseguir que todos pasaran las pruebas había sido un infierno. O eso había oído, él tenía un cómodo trabajo de oficina.
El zorro miró la entrada marcada en la piedra, pensando la de horas que tendría que invertir en encontrar el error, informar de él y solucionarlo, rememorando todas las historias sobre esa inefable persona y tomó la firme decisión de mover la localización un par de kilómetros y dejar que otro se encargara del problema más adelante si volvía a pasar. –Ah, sí, perdona la espera. ¡La buena noticia es que no estas muriéndote! Y además podrás disfrutar de un profundo viaje de iluminación espiritual. Lo primero, tu espíritu guía, quien debería estar encargándose de esto, pero está demasiado ocupado. Es…huh… el megalodón. –
-Chip.- avisó uno de los ángeles.
-¿Cómo? ¿Extinguido? ¿El uninejo?-
-Chip.-
-‘Dita sea. Es el huh…. ganso. Exacto, toda queja de servicio o dudas posteriores debes dirigirlas a tu guía, Tom Honks. Jódete Tom.-
-¿Chip?-
-Ah, sí, yo soy Reginard, tu guía temporal, y supervisare las pruebas. Debes superarlas todas o no despertaras nunca, chan chan chan.- un sonido de truenos acompañó el final de la frase. –Pero no eres un conejo, así que en el peor de los casos serian un par de días, no pasa nada. ¿Preguntas? Hasta te dejare escoger el primer paisaje, salvo que quieras que giremos la rueda.-
__________
¿Recuerdas cuando dije que Agnes iba a ser la protagonista? Mentí. ¡Porque eres tú! Y el pobre Reginard te ayudara en esta dura travesía. Te pasas siglos esperando el ascenso para no tener que hacer trabajo de campo, y cuando finalmente te ascienden, se colapsan los
Iba a avanzar con la siguiente prueba, pero se alargó el post y me di cuenta de que seguramente tendrías preguntas. Y por supuesto, ya que has involucrado a tu madre en ello, escribirás esa prueba tu solita, ¿cómo podría resistirme a la tentación? Pero aun no, quiero que le cojas la practica primero, simplemente aviso para que estés preparada.
Othel
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Re: Guía Espiritual [Mastereado]
El confeti de colores giraba y hacía malabares, evolucionando en sus extravagantes formas de transporte por el aire con lentitud pero con belleza. La consciencia del bardo se distraía progresivamente, olvidándose de la anciana que la tumbaba en el sofá, de la tarta junto a un ganso ligeramente preocupado con el pico lleno de migas. De la angustiosa alfombra de pelargonios que amenazaba con tragarse toda la escena.
La taza de té se movió sola derramando el contenido engañosamente inocuo. El líquido flotó en esferas perfectas que fueron agrandándose hasta tragarlo todo y teñir la vista de un agradable color rooibos. Twistedtale extendió las manos hacia ningún lugar en particular porque no existían las direcciones, sonriendo grande.
Pop. Se rompió la burbuja. ¿Ya había acabado? De repente un cielo claro sobre ella. ¿Arriba? ¿Abajo? ¿A 75,3°? Dejó caer los brazos, que chocaron contra la superficie plana de lo que juzgó que sería el suelo. Giró la cabeza para divisar un infinito horizonte vertical, tumbada entre la inmensidad anodina de la tierra blanca y el cielo azul. No parecía muy... divertido.
Parpadeó, rascándose un ojo mientras suspiraba. A lo mejor el té no era de tan buena calidad como pensaba. Se encogió de hombros porque cuando uno viaja no se hace preguntas, ni busca la lógica, ni planea las cosas y aplica las leyes básicas del mundo real. Eso para después. Cuando uno viaja camina hasta regresar. No había más.
Se sentó de golpe cuando vio una ondulación en el aire que reveló, apenas por medio instante, un paisaje aterrador al otro lado. Fuego terrible, un incendio que le dio la sensación de sangre y dolor y peligro y oscuridad. Reverberó ominoso y se esfumó como si nunca hubiese pasado nada.
Siiiiiii.... esta jornada estaba siendo diferente, normalmente no conservaba tanta lucidez. Y solía haber muchas más cosas absurdas de colores flotando por ahí, incluyendo partituras inventadas y por alguna razón ranas hechas de bizcocho, extrañamente persistentes en la mayoría sus visiones. Giró la cabeza con brusquedad y alarma, hundiendo los dedos en la tierra blanca. No. Nada. El pulso que repentinamente se le había acelerado le golpeaba en las sienes ante la sensación de haber visto... No. Ella estaba lejos. En todos los sentidos, muy lejos. No había visto ninguna cabellera roja ya cana. Imposible. Alucinaciones dentro de alucinaciones.
Antes de que el bardo pudiera siquiera empezar a quejarse el cielo se abrió entre tonos dorados y escupió una serie de criaturas que aterrizaron como buenamente pudieron. Twistedtale torció la cabeza y rió. Los piskies revolotearon con... mucha más gracia que el zorro de cristal. Éste optó por estrellarse.
-Espera. Yo te he visto antes. -lo señaló entrecerrando los ojos.
La criatura la ignoró ampliamente, charloteando a veces para sí, a veces para sus acompañantes. Los cuales se mostraron mucho más curiosos, algunos de ellos acercándose con curiosidad. Parecían estar hechos de arcilla. ¿Cerámica? Sonaban como un juego muy caro de té siendo usado activamente en una reunión social. Extendió la mano y saludó cuando uno de ellos se posó en su palma para observarla más de cerca. ¿¡Cómo podían ser tan monos!?
-...tu guía...-decía el zorro. El bardo acercó un dedo al extraño piskie, que se dejó acariciar antes de soltar sonidillos de vajilla y sacudirle el dedo en un apretón de manos a su medida.- ...saturados, con todo eso de un montón de idiotas queriendo quemar... un nivel superior de sabiduría antes de...
La pelirroja se llevó las manos a las mejillas, maravillada ante las criaturas. Algunas más se reunieron frente a su rostro, intercambiando opiniones en su propio idioma de porcelana como un grupo de mujeres en día de mercado.
-¿Me puedo quedar con uno? ¿Porfa? Lo llamaré Meskalina. ¡SON TAN LINDOS! ¡Tú tienes muchos!
Asomó la cabeza por detrás de la nubecilla de piskies para encontrar al zorro, que había crecido hasta adoptar el tamaño de un pony. Miraba muy concentrado un trozo de piedra, pero Twistedtale dejó escapar un suspiro de admiración al observarle: las ondulaciones transparentes de su cuerpo cristalino atrapaban la luz y creaban en su interior toda una odisea de delicadas auroras boreales. Ah. Podría escribir dos epopeyas, siete canciones y medio poemario sólo con mirarle lo suficiente.
-Vale, tú también eres precioso. También te vienes. Os secuestro a todos.
La criatura la miró con elegante fastidio mientras seguía a lo suyo, hablando de Agnes y guías y conejos y megalodón... ¿qué rayos era un melagodón? A lo mejor otro tipo de sustancia divertida.
-¡Ah yo yo yo! -levantó la mano como una niña en la escuela, aún sentada en el suelo.- ¡Tengo una sugerencia! Si a Alicia no le quedan uninejos me han hablado muy bien de un hombre-bestia tortuga en Kame House. No dudo del señor Honks, pero dicen que hace crecer unas setas magníficas con forma de pene. Está en mi lista de visitas pendientes. ¿No? ¿No cuela?
No, no iba a colar. El hombre-bestia era famoso en todo el continente, pero al parecer no en sus propias alucinaciones. ¿Seguían... seguían siendo alucinaciones, verdad? Porque las cosas comenzaban a tomar un cariz inquietantemente real que jamás había experimentado.
-Ah, sí, yo soy Reginard, tu guía temporal, y supervisare las pruebas. -comentó la criatura. Unos truenos resonaron en la distancia del cielo limpio dando énfasis a las palabras. Twistedtale aplaudió con entusiasmo.
- ¡Magnífico! ¡Brillante, Regie! Una presentación maravillosa, se nota que sabes. Te nombro bardo honorífico de todos mis viajes.
Se levantó del suelo riendo, sacudiéndose el trasero de tierra blanca. Se estiró como un gato al sol, moviendo los brazos, las piernas, el cuello. Se palpó el cuerpo en busca de Maullido o la flauta, pero sólo encontró la petaca; a lo mejor los encontraba más tarde. Trató de meter uno de aquellos piskies en el bolsillo de su blusa, a ver qué pasaba.
Muy bien. Adelante con lo que fuera.
-No tengo muchas preguntas, Regie. En realidad sí las tengo, ¿pero cuántas de ellas responderías? -rió.- Mi regla general es dejar que las cosas fluyan, ya sabes, que todo tome un rumbo natural. Hazme caso, mi terreno son las ilusiones; cuanto más naturales más fácil es de asimilarlas incluso para el que menos quiere. Sin embargo confieso que te he ignorado desde que has entrado por el cielo, así que... ¿Sabes que tienes un error en la matriz que muestra otros paisajes? -comentó casual, señalando una de las ondulaciones en la distancia.- Pruebas de otra gente, supongo, ya que no paras de charlotear sobre eso. Debe de haber una rave en algún lado...
Se rascó el mentón, pensativa. Un piskie se posó en su hombro, imitándola. Preguntas. Preguntas de nivel prioritario. ¿Alguna?
-¿Si sufro daño aquí queda reflejado en mi alma o en mi cuerpo? O en mi mente... ¿A quién podría demandar en ese caso? ¿Y de cuántas pruebas hablamos? No quiero que me odies de repente y subas de tres a cincuenta. Ah. Sólo para confirmar: esto se trata de un viaje espiritual que debo superar y no solo una tarde al sol bien drogada, ¿verdad? No quiero saber qué pasa si no supero las pruebas, Regie, pero te adelanto que si me quedo aquí atascada tú y yo seremos los mejores amigos siempre. Te cantaré todos los días. -sonrió, muy, muy grande. Y si bien su sonrisa era alegre y despreocupada guardaba en el gesto un sutil toque inquietante. Se frotó las manos, ladina.- A trabajar, compañero. Quiero girar esa rueda.
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Si me das a elegir entre una opción sólida y hacer rodar los dados... me tientas.
¡Maravilloso! Me ha gustado muchísimo tu post, y me ha encantado todavía más Reginard el Zorro de Oficina. Por otro lado quiero una chapa cósmica o algo que acredite que Tom Honks es mi guía espiritual y que no me habla sólo a través de un ganso falso. Sólo lo quiero para fardar y que nadie me crea. (?)
Espero con entusiasmo lo que tenga que venir ^U^
No te preocupes por la longitud. Disfruto las buenas lecturas.
La taza de té se movió sola derramando el contenido engañosamente inocuo. El líquido flotó en esferas perfectas que fueron agrandándose hasta tragarlo todo y teñir la vista de un agradable color rooibos. Twistedtale extendió las manos hacia ningún lugar en particular porque no existían las direcciones, sonriendo grande.
Pop. Se rompió la burbuja. ¿Ya había acabado? De repente un cielo claro sobre ella. ¿Arriba? ¿Abajo? ¿A 75,3°? Dejó caer los brazos, que chocaron contra la superficie plana de lo que juzgó que sería el suelo. Giró la cabeza para divisar un infinito horizonte vertical, tumbada entre la inmensidad anodina de la tierra blanca y el cielo azul. No parecía muy... divertido.
Parpadeó, rascándose un ojo mientras suspiraba. A lo mejor el té no era de tan buena calidad como pensaba. Se encogió de hombros porque cuando uno viaja no se hace preguntas, ni busca la lógica, ni planea las cosas y aplica las leyes básicas del mundo real. Eso para después. Cuando uno viaja camina hasta regresar. No había más.
Se sentó de golpe cuando vio una ondulación en el aire que reveló, apenas por medio instante, un paisaje aterrador al otro lado. Fuego terrible, un incendio que le dio la sensación de sangre y dolor y peligro y oscuridad. Reverberó ominoso y se esfumó como si nunca hubiese pasado nada.
Siiiiiii.... esta jornada estaba siendo diferente, normalmente no conservaba tanta lucidez. Y solía haber muchas más cosas absurdas de colores flotando por ahí, incluyendo partituras inventadas y por alguna razón ranas hechas de bizcocho, extrañamente persistentes en la mayoría sus visiones. Giró la cabeza con brusquedad y alarma, hundiendo los dedos en la tierra blanca. No. Nada. El pulso que repentinamente se le había acelerado le golpeaba en las sienes ante la sensación de haber visto... No. Ella estaba lejos. En todos los sentidos, muy lejos. No había visto ninguna cabellera roja ya cana. Imposible. Alucinaciones dentro de alucinaciones.
Antes de que el bardo pudiera siquiera empezar a quejarse el cielo se abrió entre tonos dorados y escupió una serie de criaturas que aterrizaron como buenamente pudieron. Twistedtale torció la cabeza y rió. Los piskies revolotearon con... mucha más gracia que el zorro de cristal. Éste optó por estrellarse.
-Espera. Yo te he visto antes. -lo señaló entrecerrando los ojos.
La criatura la ignoró ampliamente, charloteando a veces para sí, a veces para sus acompañantes. Los cuales se mostraron mucho más curiosos, algunos de ellos acercándose con curiosidad. Parecían estar hechos de arcilla. ¿Cerámica? Sonaban como un juego muy caro de té siendo usado activamente en una reunión social. Extendió la mano y saludó cuando uno de ellos se posó en su palma para observarla más de cerca. ¿¡Cómo podían ser tan monos!?
-...tu guía...-decía el zorro. El bardo acercó un dedo al extraño piskie, que se dejó acariciar antes de soltar sonidillos de vajilla y sacudirle el dedo en un apretón de manos a su medida.- ...saturados, con todo eso de un montón de idiotas queriendo quemar... un nivel superior de sabiduría antes de...
La pelirroja se llevó las manos a las mejillas, maravillada ante las criaturas. Algunas más se reunieron frente a su rostro, intercambiando opiniones en su propio idioma de porcelana como un grupo de mujeres en día de mercado.
-¿Me puedo quedar con uno? ¿Porfa? Lo llamaré Meskalina. ¡SON TAN LINDOS! ¡Tú tienes muchos!
Asomó la cabeza por detrás de la nubecilla de piskies para encontrar al zorro, que había crecido hasta adoptar el tamaño de un pony. Miraba muy concentrado un trozo de piedra, pero Twistedtale dejó escapar un suspiro de admiración al observarle: las ondulaciones transparentes de su cuerpo cristalino atrapaban la luz y creaban en su interior toda una odisea de delicadas auroras boreales. Ah. Podría escribir dos epopeyas, siete canciones y medio poemario sólo con mirarle lo suficiente.
-Vale, tú también eres precioso. También te vienes. Os secuestro a todos.
La criatura la miró con elegante fastidio mientras seguía a lo suyo, hablando de Agnes y guías y conejos y megalodón... ¿qué rayos era un melagodón? A lo mejor otro tipo de sustancia divertida.
-¡Ah yo yo yo! -levantó la mano como una niña en la escuela, aún sentada en el suelo.- ¡Tengo una sugerencia! Si a Alicia no le quedan uninejos me han hablado muy bien de un hombre-bestia tortuga en Kame House. No dudo del señor Honks, pero dicen que hace crecer unas setas magníficas con forma de pene. Está en mi lista de visitas pendientes. ¿No? ¿No cuela?
No, no iba a colar. El hombre-bestia era famoso en todo el continente, pero al parecer no en sus propias alucinaciones. ¿Seguían... seguían siendo alucinaciones, verdad? Porque las cosas comenzaban a tomar un cariz inquietantemente real que jamás había experimentado.
-Ah, sí, yo soy Reginard, tu guía temporal, y supervisare las pruebas. -comentó la criatura. Unos truenos resonaron en la distancia del cielo limpio dando énfasis a las palabras. Twistedtale aplaudió con entusiasmo.
- ¡Magnífico! ¡Brillante, Regie! Una presentación maravillosa, se nota que sabes. Te nombro bardo honorífico de todos mis viajes.
Se levantó del suelo riendo, sacudiéndose el trasero de tierra blanca. Se estiró como un gato al sol, moviendo los brazos, las piernas, el cuello. Se palpó el cuerpo en busca de Maullido o la flauta, pero sólo encontró la petaca; a lo mejor los encontraba más tarde. Trató de meter uno de aquellos piskies en el bolsillo de su blusa, a ver qué pasaba.
Muy bien. Adelante con lo que fuera.
-No tengo muchas preguntas, Regie. En realidad sí las tengo, ¿pero cuántas de ellas responderías? -rió.- Mi regla general es dejar que las cosas fluyan, ya sabes, que todo tome un rumbo natural. Hazme caso, mi terreno son las ilusiones; cuanto más naturales más fácil es de asimilarlas incluso para el que menos quiere. Sin embargo confieso que te he ignorado desde que has entrado por el cielo, así que... ¿Sabes que tienes un error en la matriz que muestra otros paisajes? -comentó casual, señalando una de las ondulaciones en la distancia.- Pruebas de otra gente, supongo, ya que no paras de charlotear sobre eso. Debe de haber una rave en algún lado...
Se rascó el mentón, pensativa. Un piskie se posó en su hombro, imitándola. Preguntas. Preguntas de nivel prioritario. ¿Alguna?
-¿Si sufro daño aquí queda reflejado en mi alma o en mi cuerpo? O en mi mente... ¿A quién podría demandar en ese caso? ¿Y de cuántas pruebas hablamos? No quiero que me odies de repente y subas de tres a cincuenta. Ah. Sólo para confirmar: esto se trata de un viaje espiritual que debo superar y no solo una tarde al sol bien drogada, ¿verdad? No quiero saber qué pasa si no supero las pruebas, Regie, pero te adelanto que si me quedo aquí atascada tú y yo seremos los mejores amigos siempre. Te cantaré todos los días. -sonrió, muy, muy grande. Y si bien su sonrisa era alegre y despreocupada guardaba en el gesto un sutil toque inquietante. Se frotó las manos, ladina.- A trabajar, compañero. Quiero girar esa rueda.
Si me das a elegir entre una opción sólida y hacer rodar los dados... me tientas.
¡Maravilloso! Me ha gustado muchísimo tu post, y me ha encantado todavía más Reginard el Zorro de Oficina. Por otro lado quiero una chapa cósmica o algo que acredite que Tom Honks es mi guía espiritual y que no me habla sólo a través de un ganso falso. Sólo lo quiero para fardar y que nadie me crea. (?)
Espero con entusiasmo lo que tenga que venir ^U^
No te preocupes por la longitud. Disfruto las buenas lecturas.
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Re: Guía Espiritual [Mastereado]
-Por favor, no robes a mis ayudantes. Ni te los comas. No podrás llevártelos igualmente y me han dicho que causan indigestión. Y no son míos, tiene voluntad propia, trágicamente.-
-¡CHIP!-
-Es broma. Por motivos legales.- la cola cristalina se agitó en un ligero tic al ver el secuestro de uno de sus acompañantes, con la cabeza metida en la blusa mientras agitaba las alas y las patitas, intentando salir. Y luego otro al escuchar que había sido ignorado. Puede que los conejos hubieran sido más fáciles… -Hay… demasiados candidatos, tenemos que repartir los recursos.- la imagen volvió a cambiar brevemente en ese instante, con una gran bola de fuego acercándose al árbol en la lejanía. –Y también está el problemilla del árbol en sí. En fin…- agitó la cola a lado y lado, preparándose. ¿No había escuchado nada? Pues lo simplificaría, para que hasta un conejo lo entendiera. –Cinco pruebas. ¿No las pasas? Malo. ¿Las pasas? Bueno.- y allí se acababa la explicación. Alzó el pecho, orgulloso, hasta que un suave toquecito de uno de sus ayudantes le recordó que la mujer había hecho preguntas.
-Nada aquí debería provocar daño físico en tu cuerpo, ni ningún daño en tu forma astral debería reflejarse en tu cuerpo físico. Pero el tiempo sigue corriendo, así que si te mordisquea un lobo en el otro mundo, es tu problema. Y no nos hacemos responsables de cualquier posible trauma o cicatriz o herida o cualquier tipo de acto que pueda ser considerado dañino hacia tu psique.- y pausó unos segundos, como teniendo un flashback traumático. En realidad, estaba imaginando su existencia atrapado con esa mortal si se negaba a acabar las malditas pruebas que un maldito conejo había conseguido pasar. Es decir, era imposible… salvo que lo hiciera a propósito… Y eso parecía más probable por momentos.-Creo que los vuestros tienen que comer para vivir, así que supongo que no seria una colaboración muy duradera.- dijo con sinceridad. –Puesto que nuestro objetivo es ayudaros a alcanzar un mayor nivel de sabiduría, no que muráis.- salvó en el último momento, mientras uno de sus ayudantes le enseñaba un pulgar hacia arriba en gesto de aprobación.
-Bien bien, como se hacía eso…- agito la patita al aire unos segundos, hasta quedar satisfecho. –Has escogido LA RUEDA.-
-ueda ueda ueda eda….- susurró el mundo en todas las direcciones a la vez que ninguna, en una especie de eco a pesar de la total falta paredes o montañas. Una gigantesca rueda metálica cayó del cielo, frenando a unos pocos centímetros del suelo. Diversas separaciones de varios colorines marcaban su superficie, con dibujos para ayudar a determinar la conexión entre los colores. Había soles, gotas de agua, ondas, montañas, lunas, bolas negras, hasta cruces blancas que seguramente representaban luz, hojas de alguna planta y varias combinaciones de estos, creando nuevos símbolos con la mitad de dos. Un fino pilar de tierra, acabado en un triángulo dorado salió del suelo delante del aparato, marcando el color más cercano al suelo desde la posición de la bruja.
-Tu, el nuevo.- Dijo Reginard, y el ayudante secuestrado desapareció con un puff de la blusa y apareció encima de la rueda. –Dale.- El ángel miró a lado y lado, como para asegurarse de que le estaban hablando a él y dio una pirueta al aire de felicidad, antes de agarrar la rueda y empezar a aletear. –Más fuerte, va algo dura al principio.- y cuando un auténtico zumbido más propio de un enorme moscardón que de un ángel de porcelana apareció, la rueda empezó a girar, y girar y girar…-No tanto.- dijo el zorro, con mal fingida alarma, mientras el ángel dejaba de aletear y en vez de eso se agarraba como podía a la rueda, antes de que sus manos resbalaran y saliera disparado hacia el infinito y más allá. –Siempre pican, en realidad la muevo yo.-
Unos treinta segundos pasaron mientras la rueda paraba lentamente, el ángel disparado hacia la órbita reapareciendo por un portal con un vuelo errático, claramente mareado. Finalmente, la rueda paró en uno de los símbolos combinados. Mitad gota de agua, mitad hoja de planta.
Un pequeño terremoto sacudió el lugar, algunas plantas creciendo a pasos agigantados, mientras parte del suelo se hundía en una enorme grieta que separo el paisaje. Un torrente de agua apareció en el fondo de la grieta, levantando poco a poco una suave niebla, mientras las plantas se volvían una autentica jungla tropical. Pedazos de cuerda y madera empezaron a caer del cielo, colocándose telequinéticamente en orden hasta formar un puente colgante que cruzaba el abismo. Y de un portal, tal como lo había hecho Reginard antes, apareció un hombre sapo con dos remos llevando solo un taparrabos, aunque este aterrizó con mucha más elegancia.
-Croac.- dijo el sapo azul, flexionando sus enormes músculos intentando impresionar a los presentes.
-Sabes que los sapos de verdad no dicen croac, ¿cierto? Hacen el sonido pero no…- inquirió el zorro, solo para ser ignorado por el hombre sapo, que estaba mirando a la candidata.
-Ribbit.- volvió a decir, mientras su cuerpo se encogía, perdiendo musculo y encogiéndose hasta ser exactamente de la misma altura que la bruja. Y entonces le tiró el remo.
-Ah, sí, para la prueba del puente colgante debes superar a Todd y conseguir la… mmm, que podemos poner… A uno de mis ayudantes.- y un ángel soltó un alarmado Chip antes de ser teletransportado al centro del puente, encima de un poste que estaba creciendo por momentos a uno de los lados, lo suficientemente alto como para que hubiera que saltar o darle con el remo para conseguir alcanzarlo. Y ahora llevaba un vestido rosa y un ridículo sombrero de cono del mismo color. –Si cae al agua, vuelves a empezar, si caes al agua, vuelves a empezar, si tiras a Todd, pues no pasa nada, sigue a lo tuyo. Y no te preocupes por morir, mira mira.- Y Reginard se tiró con una voltereta hacia atrás al abismo.
Medio minuto más tarde, un portal se abrió verticalmente y Reginard cayó al suelo elegantemente. –TADA.- Mientras tanto, Todd se había colocado en el primer cuarto del puente, remo en mano.
La primera prueba. La buena noticia, es que esta escalada a tus habilidades físicas, por lo que Todd ha sufrido un nerfeo, para que sea difícil, pero no imposible. La mala, es que es una prueba física.
Salva a la princesa del malvadodragón sapo antes de que consiga un beso y se vuelva un príncipe. Tú decides si quieres intentar pasarlo de largo, o derribarlo primero, o engañarlo, lo que se te ocurra. Convénceme de que te mereces pasar a la siguiente prueba.
-¡CHIP!-
-Es broma. Por motivos legales.- la cola cristalina se agitó en un ligero tic al ver el secuestro de uno de sus acompañantes, con la cabeza metida en la blusa mientras agitaba las alas y las patitas, intentando salir. Y luego otro al escuchar que había sido ignorado. Puede que los conejos hubieran sido más fáciles… -Hay… demasiados candidatos, tenemos que repartir los recursos.- la imagen volvió a cambiar brevemente en ese instante, con una gran bola de fuego acercándose al árbol en la lejanía. –Y también está el problemilla del árbol en sí. En fin…- agitó la cola a lado y lado, preparándose. ¿No había escuchado nada? Pues lo simplificaría, para que hasta un conejo lo entendiera. –Cinco pruebas. ¿No las pasas? Malo. ¿Las pasas? Bueno.- y allí se acababa la explicación. Alzó el pecho, orgulloso, hasta que un suave toquecito de uno de sus ayudantes le recordó que la mujer había hecho preguntas.
-Nada aquí debería provocar daño físico en tu cuerpo, ni ningún daño en tu forma astral debería reflejarse en tu cuerpo físico. Pero el tiempo sigue corriendo, así que si te mordisquea un lobo en el otro mundo, es tu problema. Y no nos hacemos responsables de cualquier posible trauma o cicatriz o herida o cualquier tipo de acto que pueda ser considerado dañino hacia tu psique.- y pausó unos segundos, como teniendo un flashback traumático. En realidad, estaba imaginando su existencia atrapado con esa mortal si se negaba a acabar las malditas pruebas que un maldito conejo había conseguido pasar. Es decir, era imposible… salvo que lo hiciera a propósito… Y eso parecía más probable por momentos.-Creo que los vuestros tienen que comer para vivir, así que supongo que no seria una colaboración muy duradera.- dijo con sinceridad. –Puesto que nuestro objetivo es ayudaros a alcanzar un mayor nivel de sabiduría, no que muráis.- salvó en el último momento, mientras uno de sus ayudantes le enseñaba un pulgar hacia arriba en gesto de aprobación.
-Bien bien, como se hacía eso…- agito la patita al aire unos segundos, hasta quedar satisfecho. –Has escogido LA RUEDA.-
-ueda ueda ueda eda….- susurró el mundo en todas las direcciones a la vez que ninguna, en una especie de eco a pesar de la total falta paredes o montañas. Una gigantesca rueda metálica cayó del cielo, frenando a unos pocos centímetros del suelo. Diversas separaciones de varios colorines marcaban su superficie, con dibujos para ayudar a determinar la conexión entre los colores. Había soles, gotas de agua, ondas, montañas, lunas, bolas negras, hasta cruces blancas que seguramente representaban luz, hojas de alguna planta y varias combinaciones de estos, creando nuevos símbolos con la mitad de dos. Un fino pilar de tierra, acabado en un triángulo dorado salió del suelo delante del aparato, marcando el color más cercano al suelo desde la posición de la bruja.
-Tu, el nuevo.- Dijo Reginard, y el ayudante secuestrado desapareció con un puff de la blusa y apareció encima de la rueda. –Dale.- El ángel miró a lado y lado, como para asegurarse de que le estaban hablando a él y dio una pirueta al aire de felicidad, antes de agarrar la rueda y empezar a aletear. –Más fuerte, va algo dura al principio.- y cuando un auténtico zumbido más propio de un enorme moscardón que de un ángel de porcelana apareció, la rueda empezó a girar, y girar y girar…-No tanto.- dijo el zorro, con mal fingida alarma, mientras el ángel dejaba de aletear y en vez de eso se agarraba como podía a la rueda, antes de que sus manos resbalaran y saliera disparado hacia el infinito y más allá. –Siempre pican, en realidad la muevo yo.-
Unos treinta segundos pasaron mientras la rueda paraba lentamente, el ángel disparado hacia la órbita reapareciendo por un portal con un vuelo errático, claramente mareado. Finalmente, la rueda paró en uno de los símbolos combinados. Mitad gota de agua, mitad hoja de planta.
Un pequeño terremoto sacudió el lugar, algunas plantas creciendo a pasos agigantados, mientras parte del suelo se hundía en una enorme grieta que separo el paisaje. Un torrente de agua apareció en el fondo de la grieta, levantando poco a poco una suave niebla, mientras las plantas se volvían una autentica jungla tropical. Pedazos de cuerda y madera empezaron a caer del cielo, colocándose telequinéticamente en orden hasta formar un puente colgante que cruzaba el abismo. Y de un portal, tal como lo había hecho Reginard antes, apareció un hombre sapo con dos remos llevando solo un taparrabos, aunque este aterrizó con mucha más elegancia.
-Croac.- dijo el sapo azul, flexionando sus enormes músculos intentando impresionar a los presentes.
-Sabes que los sapos de verdad no dicen croac, ¿cierto? Hacen el sonido pero no…- inquirió el zorro, solo para ser ignorado por el hombre sapo, que estaba mirando a la candidata.
-Ribbit.- volvió a decir, mientras su cuerpo se encogía, perdiendo musculo y encogiéndose hasta ser exactamente de la misma altura que la bruja. Y entonces le tiró el remo.
-Ah, sí, para la prueba del puente colgante debes superar a Todd y conseguir la… mmm, que podemos poner… A uno de mis ayudantes.- y un ángel soltó un alarmado Chip antes de ser teletransportado al centro del puente, encima de un poste que estaba creciendo por momentos a uno de los lados, lo suficientemente alto como para que hubiera que saltar o darle con el remo para conseguir alcanzarlo. Y ahora llevaba un vestido rosa y un ridículo sombrero de cono del mismo color. –Si cae al agua, vuelves a empezar, si caes al agua, vuelves a empezar, si tiras a Todd, pues no pasa nada, sigue a lo tuyo. Y no te preocupes por morir, mira mira.- Y Reginard se tiró con una voltereta hacia atrás al abismo.
Medio minuto más tarde, un portal se abrió verticalmente y Reginard cayó al suelo elegantemente. –TADA.- Mientras tanto, Todd se había colocado en el primer cuarto del puente, remo en mano.
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La primera prueba. La buena noticia, es que esta escalada a tus habilidades físicas, por lo que Todd ha sufrido un nerfeo, para que sea difícil, pero no imposible. La mala, es que es una prueba física.
Salva a la princesa del malvado
Othel
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Re: Guía Espiritual [Mastereado]
La rana azul le lanzó un remo con muy mala leche, ahí con intención de darle en toda la geta. Lo esquivó por la simple razón de que era un remo y no gozaban de mucha aerodinamicidad.
-¡Hey oye! ¡Pero por qué tan resentido si aún no hemos empezado! ¡Regie! - pero Regie ya estaba a la suya, lanzándose al vacío como una preciosa cascada de auroras boreales a la que le importaba todo lo que viene siendo un pepino.- Joder. Yo de mayor quiero ser como él.
La vuelta a través de los portales perdía toda su gracia si una tenía que esperar treinta incómodos segundos a que el presentador del programa apareciese en escena de nuevo. Suspiró en silencio, acercándose al borde del puente.
-¿De verdad tenemos que darnos de hostias? -pateó un poquito el remo con la punta de la bota.- Es que no me gusta mucho eso. ¡Tengo alcohol! Diecisiete.... no, trece litros del mejor vodka norteño, invierno del 83. Así que, qué tal si nos sentamos y-...
-¡CROAC!
Y antes de que pudiera reaccionar, Todd le arreó al bardo con el palo aquel, en todo el muslo. La mujer dejó escapar un grito mezcla de sorpresa, dolor y traición, cayendo al suelo aparatosamente. Retrocedió hasta tierra firme frotándose la zona, maldiciendo por lo bajo.
-¡Pero no me des que me duele, imbécil! Ay joder... ay tu puta madre... No, espera, no duele... ¡AAAH SÍ QUE DUELE! -se giró en busca del zorro, pero éste estaba ocupado en sus cosas de administración, rodeado de piskies que sostenían piskies que sostenían tablas de piedra.
Se puso en pie sacudiéndose el culo. Quedaba claro que la prueba dependía sólo de ella, de modo que agarró su remo por si acaso y recorrió con ojos agudos toda la escena ante sí. El puente, el abismo, el agua, la jungla, el cielo. Tanteó el terreno aquí y allá, y después de otra tremenda hostia que la tiró de nuevo contra las tablas, llegó a la conclusión de que Todd la rana azul sólo tenía rango de acción en el puente.
"Piensa, Wen, piensa... no te vas a dar de palos con el batracio aunque no duela. Debe haber otro método, alguna circunvalación... Circunvalación, que palabra tan rimbombante, me la apunto. Echarse a nadar no sirve de nada porque te resetean de nuevo. Las lianas de los árboles no son lo suficientemente largas, pero no creo poder balancearme por los árboles como aquel hombre-bestia Tarzán de los monos... Piensa... La telekinesis tampoco me da para caminar por ningún lado..."
Inspiró hondo, un brazo en la cadera, el otro sosteniendo el remo sobre el hombro, una gran, gran sonrisa en el rostro al inicio del puente. Todd torció su cabecita azul y ligeramente babosa, expectante.
-Sabes, Todd. Hay un dicho por ahí que dice que, si no puedes vencer a tus enemigos, únete a ellos. Pero no me gusta mucho porque implicaría que tú y yo nos cagáramos a palos sin más, sin estar borrachos ni debernos dinero ni nada. Soy una mujer pacífica, la violencia vacía no tiene sentido y estoy segura de que tienes mejores cosas que hacer hoy. Vamos a hacerlo sencillo, ¿me dejas pasar?
-Ribbit. -dijo, cuadrándose y bloqueando el camino.
-Vale. Entiendo que es tu trabajo, y que lo tienes que hacer, p-...
-Croac.
El bardo suspiró con exasperación alzando las manos sobre la cabeza.
-Muy bien. ¿Por las malas? Pues por las malas.
-¿R-ribbit?
-Sí, Todd, eso mismo digo yo. No quería hacerlo, pero no tenía idea de que te gustaran esas cosas. ¿Lo sabe Regie? ¿Todo tu rollo rarito de... ésto? -preguntó, señalando la escena en general.- ¿Le has estado mintiendo todo el tiempo? Qué osado.
-¿Croa-... ribbi-... qué?
-Jamás pensé que podría encontrarme con semejante depravación vagando libre en un viaje astral. ¿Qué diría tu madre, Todd? Una aquí trata de hacer las cosas sencillas y llegas tú con tu... tu... eso... -señaló el taparrabos, fingiendo vergüenza.
-¡¿De qué charcos hablas, tía loca?! ¿Quieres agarrar el remo de una vez? ¡No tienes todo el día! -exclamó. Ver un sapo fruncir el ceño era una de las cosas más raras que Twistedtale había presenciado.
-Mira, ya sé que te pone mucho el rollo sadomaso, pero es que a mi no me va nada de nada.
-¡Reginaaaard! -rugió con ultraje.
-¡Regieeeee! ¡Mira que vicio tiene! ¡Mírale! -gritó, señalando el taparrabos de la rana azul.
El zorro se giró hacia ellos entre su nube de piskies, inclinando la cabeza como si les mirara con reproche sobre el borde de unas gafas imaginarias.
-¿Es eso una erección ilusoria, Twistedtale? -preguntó con el tono exacto de un padre paciente un poco hasta los huevos de lidiar con un hijo díscolo. Y apenas acababa de empezar la cosa.
-¿Qué? No, claro que no. -mintió sin pestañear.
Sin embargo el pánico de Todd al bajar la vista fue bastante real. La piel azul del hombre rana cobró un bonito tono purpurado cuanto más apurado se sentía.
-No me pagan lo suficiente... -murmuró de vuelta a sus tablillas, disipando la básica ilusión con un movimiento de la cola cristalina.
-¿Por qué eres tan mala conmigo? ¡Soy un sapo decente!
-¡Tú eres el malo aquí! ¡Me quieres pegar y no me dejas pasar!
-¡Claro que no, es una prueba! Jopé... es mi trabajo, ¿entiendes? No me peleo con la gente porque me guste. De hecho ni siquiera tendría que estar haciendo esto si no fuese por culpa de esos asquerosos gusanos, mi deber era pescar a los caídos, no ésto... Y que sepas que ni siquiera acertaste con el mío, no luce así. Ribbit.
Todd se sentó de golpe sobre el puente, rascándose la comisura de los ojos. Parecía molesto y mohíno y aquello pilló por sorpresa a la mujer. A lo mejor se había pasado. Despacito, tanteando con cada paso, se acercó hasta acuclillarse frente a él.
-¿Te he ofendido?
-Sí.
-¿Me perdonas?
-No.
Y la lanzó por la borda, directa al abismo. Treinta segundos después un bardo pelirrojo salía del portal dorado despotricando como el mejor marinero.
-¡Voy a hacer una canción sobre tí! ¡Serás el mayor pervertido de todos los multiver-...!
Todd la golpeó con la pierna, de vuelta al abismo y otra vez.
-¡Serás el dios fálico al que rece Nate Halliman!
Whoop. Doble tirabuzón con efecto de remo abismo abajo y de regreso.
-¡Mis canciones serán tan terribles que jamás encontrarás noviaaaaa!
Tod alargó su mano palmeada para agarrar a la bruja por el tobillo antes de que cayese de nuevo. La aupó hasta devolverla a la seguridad del puente sosteniéndola como una gallina: cabeza abajo.
-¿Repite eso?
Twistedtale jadeó toda roja, cabreada.
-Tienes... dos... opciones...
-Repite lo que has dicho. -y la meneó como un saco.
-Escucha... que me mareo... o llegamos a un... acuerdo y canto... cosas guays sobre ti... o te... dejo por los... suelos... Todd baja... que me mareoooo...
El sonido de la mujer golpeándose contra las tablas no fue muy digno, pero al menos recuperó el flujo normal de su circulación. Meneó una mano para que el hombre sapo se acercase a ella.
-¿Hay... trato? Te escribo una oda magnífica. O una epopeya, que son más caras... pero a tí te saldría gratis, amigo mío. -se apresuró a decir ante el gesto del hombre.- La puedo cantar hasta que seas famoso, o la entrego a domicilio de la persona que te interese. ¿Qué me dices? Suena bien.
-¿Cómo de buena eres en lo que haces?
-Sobresaliente. Pero la pregunta es, ¿cuánto caso te hace esa persona ahora? Salga como salga, ¡sabrá que estás aquí!
Todd el hombre sapo le tendió la mano para levantarla del suelo, estrechándosela con discreción. La bruja le guiñó un ojo sonriendo sincera antes de empujarlo sin miramientos fuera del puente, saludándolo con la mano mientras el batracio nadaba en la corriente infinita del abismo. ¿A dónde iría ahora? Guardó habilidosa el cuaderno de campo de vuelta al bolsillo, con todos los ensalzamientos necesarios.
Bueno, ahora sólo tenía que pensar en cómo hacerle llegar el asunto a Harley Queen, la preciosa rana arlequín que vivía en algún lugar indefinido del mundo astral al que ella había llegado por el honrado medio de las drogas alucinógenas. La parte buena es que Todd no le dio fecha límite, ni especificó que la entrega debiera hacerse en ningún plano en particular. Ventajas de ser inmortal y no tener apreciaciones de tiempo ni lugar, huh.
Puso los brazos en jarras y miró a su alrededor, esperando alguna señal de haber superado la prueba. Fanfarrias y flautines, tambores y platillos. Algo. ¿Confeti? ¿Un desfile de odaliscas?
-¿Dónde está mi piskie-princesa, Regie?
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
yyyyyy.... largo. Es largo. Lo sé. Pero me he divertido XD
Si hay que modificar cualquier cosa no dudes en comentarme
-¡Hey oye! ¡Pero por qué tan resentido si aún no hemos empezado! ¡Regie! - pero Regie ya estaba a la suya, lanzándose al vacío como una preciosa cascada de auroras boreales a la que le importaba todo lo que viene siendo un pepino.- Joder. Yo de mayor quiero ser como él.
La vuelta a través de los portales perdía toda su gracia si una tenía que esperar treinta incómodos segundos a que el presentador del programa apareciese en escena de nuevo. Suspiró en silencio, acercándose al borde del puente.
-¿De verdad tenemos que darnos de hostias? -pateó un poquito el remo con la punta de la bota.- Es que no me gusta mucho eso. ¡Tengo alcohol! Diecisiete.... no, trece litros del mejor vodka norteño, invierno del 83. Así que, qué tal si nos sentamos y-...
-¡CROAC!
Y antes de que pudiera reaccionar, Todd le arreó al bardo con el palo aquel, en todo el muslo. La mujer dejó escapar un grito mezcla de sorpresa, dolor y traición, cayendo al suelo aparatosamente. Retrocedió hasta tierra firme frotándose la zona, maldiciendo por lo bajo.
-¡Pero no me des que me duele, imbécil! Ay joder... ay tu puta madre... No, espera, no duele... ¡AAAH SÍ QUE DUELE! -se giró en busca del zorro, pero éste estaba ocupado en sus cosas de administración, rodeado de piskies que sostenían piskies que sostenían tablas de piedra.
Se puso en pie sacudiéndose el culo. Quedaba claro que la prueba dependía sólo de ella, de modo que agarró su remo por si acaso y recorrió con ojos agudos toda la escena ante sí. El puente, el abismo, el agua, la jungla, el cielo. Tanteó el terreno aquí y allá, y después de otra tremenda hostia que la tiró de nuevo contra las tablas, llegó a la conclusión de que Todd la rana azul sólo tenía rango de acción en el puente.
"Piensa, Wen, piensa... no te vas a dar de palos con el batracio aunque no duela. Debe haber otro método, alguna circunvalación... Circunvalación, que palabra tan rimbombante, me la apunto. Echarse a nadar no sirve de nada porque te resetean de nuevo. Las lianas de los árboles no son lo suficientemente largas, pero no creo poder balancearme por los árboles como aquel hombre-bestia Tarzán de los monos... Piensa... La telekinesis tampoco me da para caminar por ningún lado..."
Inspiró hondo, un brazo en la cadera, el otro sosteniendo el remo sobre el hombro, una gran, gran sonrisa en el rostro al inicio del puente. Todd torció su cabecita azul y ligeramente babosa, expectante.
-Sabes, Todd. Hay un dicho por ahí que dice que, si no puedes vencer a tus enemigos, únete a ellos. Pero no me gusta mucho porque implicaría que tú y yo nos cagáramos a palos sin más, sin estar borrachos ni debernos dinero ni nada. Soy una mujer pacífica, la violencia vacía no tiene sentido y estoy segura de que tienes mejores cosas que hacer hoy. Vamos a hacerlo sencillo, ¿me dejas pasar?
-Ribbit. -dijo, cuadrándose y bloqueando el camino.
-Vale. Entiendo que es tu trabajo, y que lo tienes que hacer, p-...
-Croac.
El bardo suspiró con exasperación alzando las manos sobre la cabeza.
-Muy bien. ¿Por las malas? Pues por las malas.
-¿R-ribbit?
-Sí, Todd, eso mismo digo yo. No quería hacerlo, pero no tenía idea de que te gustaran esas cosas. ¿Lo sabe Regie? ¿Todo tu rollo rarito de... ésto? -preguntó, señalando la escena en general.- ¿Le has estado mintiendo todo el tiempo? Qué osado.
-¿Croa-... ribbi-... qué?
-Jamás pensé que podría encontrarme con semejante depravación vagando libre en un viaje astral. ¿Qué diría tu madre, Todd? Una aquí trata de hacer las cosas sencillas y llegas tú con tu... tu... eso... -señaló el taparrabos, fingiendo vergüenza.
-¡¿De qué charcos hablas, tía loca?! ¿Quieres agarrar el remo de una vez? ¡No tienes todo el día! -exclamó. Ver un sapo fruncir el ceño era una de las cosas más raras que Twistedtale había presenciado.
-Mira, ya sé que te pone mucho el rollo sadomaso, pero es que a mi no me va nada de nada.
-¡Reginaaaard! -rugió con ultraje.
-¡Regieeeee! ¡Mira que vicio tiene! ¡Mírale! -gritó, señalando el taparrabos de la rana azul.
El zorro se giró hacia ellos entre su nube de piskies, inclinando la cabeza como si les mirara con reproche sobre el borde de unas gafas imaginarias.
-¿Es eso una erección ilusoria, Twistedtale? -preguntó con el tono exacto de un padre paciente un poco hasta los huevos de lidiar con un hijo díscolo. Y apenas acababa de empezar la cosa.
-¿Qué? No, claro que no. -mintió sin pestañear.
Sin embargo el pánico de Todd al bajar la vista fue bastante real. La piel azul del hombre rana cobró un bonito tono purpurado cuanto más apurado se sentía.
-No me pagan lo suficiente... -murmuró de vuelta a sus tablillas, disipando la básica ilusión con un movimiento de la cola cristalina.
-¿Por qué eres tan mala conmigo? ¡Soy un sapo decente!
-¡Tú eres el malo aquí! ¡Me quieres pegar y no me dejas pasar!
-¡Claro que no, es una prueba! Jopé... es mi trabajo, ¿entiendes? No me peleo con la gente porque me guste. De hecho ni siquiera tendría que estar haciendo esto si no fuese por culpa de esos asquerosos gusanos, mi deber era pescar a los caídos, no ésto... Y que sepas que ni siquiera acertaste con el mío, no luce así. Ribbit.
Todd se sentó de golpe sobre el puente, rascándose la comisura de los ojos. Parecía molesto y mohíno y aquello pilló por sorpresa a la mujer. A lo mejor se había pasado. Despacito, tanteando con cada paso, se acercó hasta acuclillarse frente a él.
-¿Te he ofendido?
-Sí.
-¿Me perdonas?
-No.
Y la lanzó por la borda, directa al abismo. Treinta segundos después un bardo pelirrojo salía del portal dorado despotricando como el mejor marinero.
-¡Voy a hacer una canción sobre tí! ¡Serás el mayor pervertido de todos los multiver-...!
Todd la golpeó con la pierna, de vuelta al abismo y otra vez.
-¡Serás el dios fálico al que rece Nate Halliman!
Whoop. Doble tirabuzón con efecto de remo abismo abajo y de regreso.
-¡Mis canciones serán tan terribles que jamás encontrarás noviaaaaa!
Tod alargó su mano palmeada para agarrar a la bruja por el tobillo antes de que cayese de nuevo. La aupó hasta devolverla a la seguridad del puente sosteniéndola como una gallina: cabeza abajo.
-¿Repite eso?
Twistedtale jadeó toda roja, cabreada.
-Tienes... dos... opciones...
-Repite lo que has dicho. -y la meneó como un saco.
-Escucha... que me mareo... o llegamos a un... acuerdo y canto... cosas guays sobre ti... o te... dejo por los... suelos... Todd baja... que me mareoooo...
El sonido de la mujer golpeándose contra las tablas no fue muy digno, pero al menos recuperó el flujo normal de su circulación. Meneó una mano para que el hombre sapo se acercase a ella.
-¿Hay... trato? Te escribo una oda magnífica. O una epopeya, que son más caras... pero a tí te saldría gratis, amigo mío. -se apresuró a decir ante el gesto del hombre.- La puedo cantar hasta que seas famoso, o la entrego a domicilio de la persona que te interese. ¿Qué me dices? Suena bien.
-¿Cómo de buena eres en lo que haces?
-Sobresaliente. Pero la pregunta es, ¿cuánto caso te hace esa persona ahora? Salga como salga, ¡sabrá que estás aquí!
Todd el hombre sapo le tendió la mano para levantarla del suelo, estrechándosela con discreción. La bruja le guiñó un ojo sonriendo sincera antes de empujarlo sin miramientos fuera del puente, saludándolo con la mano mientras el batracio nadaba en la corriente infinita del abismo. ¿A dónde iría ahora? Guardó habilidosa el cuaderno de campo de vuelta al bolsillo, con todos los ensalzamientos necesarios.
Bueno, ahora sólo tenía que pensar en cómo hacerle llegar el asunto a Harley Queen, la preciosa rana arlequín que vivía en algún lugar indefinido del mundo astral al que ella había llegado por el honrado medio de las drogas alucinógenas. La parte buena es que Todd no le dio fecha límite, ni especificó que la entrega debiera hacerse en ningún plano en particular. Ventajas de ser inmortal y no tener apreciaciones de tiempo ni lugar, huh.
Puso los brazos en jarras y miró a su alrededor, esperando alguna señal de haber superado la prueba. Fanfarrias y flautines, tambores y platillos. Algo. ¿Confeti? ¿Un desfile de odaliscas?
-¿Dónde está mi piskie-princesa, Regie?
yyyyyy.... largo. Es largo. Lo sé. Pero me he divertido XD
Si hay que modificar cualquier cosa no dudes en comentarme
Twistedtale
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Re: Guía Espiritual [Mastereado]
Reginard era un espíritu sabio. Y no solo porque encarnara un zorro con las connotaciones que eso implicaba, o porque fuera un espíritu milenario. No, era la sabiduría que se acumulaba con años de duro trabajo, la sabiduría que cristalizaba cuando veías algo claramente erróneo o sospechoso y tu primera reacción era pensar cuatro maravillosas palabras.
“No es mi problema.”
Así que lo puso en práctica, fingiendo que no veía nada. Tenían mucho trabajo, y si alguien superaba una prueba un poco más rápido de lo que debía, el desde luego no iba a hacérsela repetir, con todos los problemas que causaría para todos los involucrados. Y Todd parecía sorprendentemente… jovial. Eso era… no raro, pero inusual. Era una bardo, ¿cierto? Agitó las patitas al aire como si hiciera un truco de magia, y la quinta prueba cambio a algo vinculado a la música. No podía quitar completamente el azar al fin y al cabo, se notaría demasiado.
Y un suave golpecito de sus ayudantes le hizo recordar que tenía que ponerle una nueva prueba a la mujer. -Oh, sí, cierto.- La rueda reapareció, esta vez girando y parando más rápido ahora que sus maravillas ya habían sido reveladas, parando en un símbolo hibrido, Oscuridad y Planta. -Ah, la casa encantada, es uno de los mejores, mira mira.-
El mundo se agitó, volviendo a un simple campo verde, aunque un torbellino descendió del cielo, lleno de piedras, tablones y hasta espejos, estampándose contra una colina cercana y empezando a construir la casa encantada, piedras y tablones colocándose mágicamente en su sitio, la casa tomando forma poco a poco, creciendo hacia arriba. También hacia un sótano de alguna manera, pero uno no debía buscar demasiada lógica en esas cosas.
BUNG
Y tras ese sonido que hizo eco por todo el campo, la construcción de la mansión acabo de súbito…aunque era completamente azul y había texto muy muy pequeñito encima.
-Odio mi trabajo.- decretó el zorro, mientras buscaba en una tablilla de piedra algo, cualquier cosa. Vale, esa no, demasiado elaborada, iba a fallar también con su suerte, algo más cercano a la jungla de antes, sin repetirse.
Ah, por supuesto, ella estaría dispuesta a ayudar. -Vamos a visitar a su majestad Beelzebuzz en su palacio.- flotó un poco hasta colocarse al lado de la mujer y susurró. -En realidad se llama Beeyoncé, pero no le gusta el nombre, suena demasiado común.- El paisaje cambio a su alrededor, su perspectiva internándose en la jungla, con árboles rodeándolos por todos lados excepto en un claro justo frente a ellos. En vez de árboles, había una compleja estructura de cera, formando una pirámide de diques descendientes, cada uno de los superiores dando paso a otros dos inferiores, formando los pisos de una pirámide escalonada. Encima de todo, había una pequeña silla, con una enorme abeja del tamaño de un puño con una minúscula corona. Del bol superior, fluía miel, que derramaba a los boles del piso inferior, cambiando de color en cada uno, que a la vez derramaban al siguiente piso, volviendo a cambiar de color hasta llegar al sexto y último. Ya que cada bol media dos metros de altura, la que debía ser Beelzebuzz se encontraba a doce metros por encima de la plebe.
Pequeñas abejas, o del tamaño habitual, al menos, seguían a lo suyo, recolectando polen por los alrededores y trayéndolo a las fuentes. Reginard agitó la cola, y una llave descendió del cielo hasta situarse junto al trono. Entonces, el zorro saludo a la reina con una pata, y cuando esta respondió con un zumbido, se giró hacia la bardo. -Entonces, solo tienes que subir allí, recoger la llave de manera respetuosa y has ganado.- Agitó la cola otra vez. -Oh, y me olvidaba de la miel hasta arriba de narcóticos, hay flores muy interesantes en esta selva.- acabó, justo a tiempo de que una abeja hiciera un bucle en el aire y se sumergiera de una zambullida en una de las fuentes, violeta, para salir dando tumbos.
Ding ding ding.
Otro sonido volvió a recorrer la selva, como una campanilla de cristal, y la cola de Reginald se puso tiesa. Sabía que significaba eso, aunque hacerlo precisamente ahora era de mal gusto y suma incomp… si, debería habérselo esperado en retrospectiva. Flotó aún más en el aire, moviéndose de lado a lado, hasta finalmente pararse ante la cara de la bardo. -Viene un supervisor. Déjame bien y te daré…algo.- e inmediatamente se giró como si no hubiera pasado nada, mientras un águila sobrevolaba la zona. -Venga, tu puedes…-
_________
La siguiente (y segunda) prueba es más… emocionante. Como el teatro. Aunque estoy siendo literal. Seis pisos con diferentes mieles subministradas por el cartel de abejas. Y los recipientes son tan grandes que te mancharas si o si, si no te sumerges entera. Eso implica que sufrirás seis emociones diferentes producto de seis mieles-narcóticas
Y os están observando, así que si quieres un premio, más te vale que Reginard salga de tu pequeña aventura con una recomendación…
Othel
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Dejó escapar un silbido, impresionada. La construcción de piscinas descendentes era asombrosa además de bonita, con toda esa miel de colores desbordándose y brillando entre el vede follaje selvático. De haber sido otro día, en otra situación, hubiese desplegado un mantel de cuadros rojos y sacado de la cesta rebanadas pan para la merienda. Pero no tenía que quedarse abajo, sino subir, y resultaba obvio que sólo había dos maneras de llegar a la cima: o volar o escalar. Tristemente aún no sabía volar.
Sin prisa alguna recorrió el perímetro de los panales del primer nivel hasta llegar al principio, marcado por la figura flotante del zorro de cristal. El contenido de las piscinas no se derramaba como esperaba: parecía a punto de desbordarse pero ni una sola gota caía al suelo lleno de raíces y musgo.
Miel narcótica, ¿huh? ¿Podía una drogarse dentro de los sueños de la droga? Twisted no era nueva en estos asuntos. En busca de la mejor inspiración y, seamos sinceros, la mejor diversión, había probado unas cuantas cosas diferentes y no todas le sentaron bien. Una sonrisilla traviesa le asomó a los labios. ¡Bueno! Tendría que descubrirlo.
Saltó con ímpetu para auparse, ayudándose con un poco de telekinesis para hacerlo más fácil, y se puso en pie sobre el borde del primer nivel de panales: la miel se movía en olas espesas del color claro de la gelatina de naranja. Sin dejar de sonreír hundió un dedo en la sustancia, caminando por el borde como si no hubiese mayor problema. Sabía a... no sabía a qué sabía. A algo estupendo... un sabor... entusiasta.
Su plan era auparse por todos los niveles, caminar por los gruesos bordes rozando lo menos posible el contenido que desbordaba, y agarrar la llavecita. Las abejas tenían otro plan en mente. Puede que conservasen el tamaño normal al que ella estaba acostumbrada, pero desde luego no se comportaban como las que ya conocía. Miles de lindas abejitas se arremolinaron a su alrededor hasta que formaron una figura humanoide.
-TZZIBUZZZTTO.
Fue el sonido de incontables insectos vibrando al imitar el habla. Twistedtale parpadeó. La sensación correcta hubiese sido "confusión, perplejidad", pero no había espacio dentro de su pecho para nada que no fuese una creciente sensación de euforia que estiraba sin control la sonrisa en sus mejillas, ignorando el dolor.
Acto seguido la figura la empujó de cabeza a la piscina de miel.
La explosión en su interior fue abrumadora, barriendo durante unos segundos cualquier pensamiento de su mente.
-¡SÍÍÍ! ¡TRIBUTO! ¡ME PRESENTO VOLUNTARIA! -gritó cuando emergió.- ¡YO, HIJAS DE PUTA! ¿QUIÉN ME VA A DAR ESA MALDITA LLAVE? ¡LA VOY A CONSEGUIR SIN IMPORTAR QUÉ! ¡JAJAJAJAJAJA! ¡ESTA MIEL ES LA HOSTIAAAAA! ¡VOY A ESCALAR ESTA TORRE! ¡RAPUNZEL, DEJA CAER TU MIEEEEL!
La bruja nadó, encontrando la misma resistencia que el agua de un río pese a lucir espesa. No paró de vociferar, clamando a la selva que sería ella la que llegaría a la cima de la montaña dorada, que conseguiría pasar todas las pruebas y que acabaría robándole un piskie a Regie, uno que tuviera una pamela estilo Ascot aunque no supiera lo que era eso. Todo era éxito y entusiasmo desaforado en su cabeza.
Se aupó resollando al borde del segundo nivel. La miel que le pegaba la ropa a piel y la empapaba por completo empezó a despegarse lentamente en perfectas esferas redondas de un color naranja oscuro, dejándola limpia como si no hubiese pasado nada. Flotaron momentáneamente a su alrededor antes de precipitarse y fundirse en la inmensa sopa, intensificando el color general.
Con las manos apoyadas en las rodillas, tratando de recuperar el aliento, Twistedtale el bardo contemplaba la nada con ojos abiertos y ausentes. Aquello... aquello no era droga. Aquello era simple y llana manipulación emocional. A lo bestia, sin filtro. Mientras nadó no pudo sentir otra cosa que una horrenda euforia que se lo llevaba todo, pensamientos, sensaciones. La pilló tan desprevenida que ni siquiera supo cómo encauzó el curso de sus acciones para salir de ahí.
Alzó la vista ambarina y examinó con nueva perspectiva el resto de aquella gloriosa prueba. Por primera vez en demasiado tiempo contemplaba con seriedad lo que tenía por delante, porque tomárselo a la ligera tendría consecuencias. Era una mujer con férreo control sobre sus emociones porque lo necesitaba para llevar la vida que quería. Y un charco de miel mágica tiraba por la borda años de temple, así, sin más.
-Espero que sepas lo que estás haciendo, Reginard.
"Abandona, querida. No me avergüences más."
La cabeza de la bruja se movió tan rápido que las rastas se le enrollaron al cuello como serpientes decoradas.
-No tienes derecho a estar aquí. Fuera. -ordenó a la visión que, sentada elegantemente al borde de un panal, la observaba condescendiente.
"No seas maleducada."
-¡FUERA! -gritó, agarrándose al borde del siguiente nivel. Sin que se diera cuenta las puntas de sus dedos se hundieron en la miel de color azul grisáceo claro.
"Cielo Divino, Wen. Abandona este sinsentido y regresa de una vez."
-Lárgate de aquí... bruja... -murmuró.
Sentía cómo los brazos y las piernas, de repente, le pesaban mucho. La cabeza se le inclinó hacia delante. El humanoide de abejas se acercó zumbando a ella y la ayudó a subir a la siguiente piscina, con gentileza. Y ahí se quedó flotando, sin ganas de nada mientras miraba sin ver el cielo púrpura enmarcado por las ramas de aquella selva de fantasía. Apática.
Normalmente tenía fuerza suficiente para sacarla. Cada vez que hacía acto de presencia en sus ensoñaciones le solía bastar con ordenarla, y la visión de su madre se largaba con una sonrisa sardónica en su odiosa cara. Pero ahora... qué más daba. Ya nada tenía sentido. Ni escalar el panal, ni superar la prueba, ni salir de ahí. No tenían sentido los poemas sobre las galaxias infinitas en Regie, ni volver a cantar sobre las aventuras de Lenofreda, ni componer música para...
¿La música... no tenía importancia? Hmmm. Claro que tenía importancia, ¿no? ¿Si no para qué se había dedicado a ella siempre...? Pero pensar una partitura ahora era tan tedioso... Las notas eran grises en su cabeza, sin vida...
Twistedtale exhaló un grito ahogado, chapoteando letárgica. No. No podía dejarse llevar. No podía permitir que le quitasen la música. Aceptaría ver a la desagradable de su madre rondarla como un fantasma, pero no permitiría que la privasen de la música. Luchando contra el tirón interno de la apatía que reinaba en esa piscina, apretando los dientes ante la sensación de mover miembros de piedra, se acercó al borde de nuevo y consiguió auparse.
Otra vez la miel se despegó de ella, dejándola limpia y saliendo de un tono más oscuro que antes, amplificando el color del nivel.
"Admito que estoy impresionada. No pensé que una resistencia tan mediocre te sacara de ahí."
La pelirroja le dirigió una mirada de odio a la impronta de su madre, haciéndole un gesto muy poco educado. La mujer la miró de vuelta con la impasividad de siempre, altiva en su gesto adusto.
-He dicho que te largues.
Y la figura de su madre se desdibujó, siendo aquella sonrisa lo último que se fue.
Los siguientes niveles la hicieron pasar por la tristeza y la felicidad, siendo la siguiente, la de la ira, la más difícil de abandonar de todas. Permaneció allí mucho tiempo. No por la imposibilidad de sacudirse la emoción, sino porque se rebozaba en ella. Le gustó abrir la puerta a la ira fría encadenada y el sadismo que traía consigo. Disfrutó pensando, maquinando, urdiendo, imaginando. Una condena para Reginard, romperlo y dispersarlo por todos los planos para que nadie le encontrase, pero dejando sus bonitos ojos de cristal siempre apuntando al sitio exacto de todos sus trozos... y sin manera de reunirlos. Un castigo para Todd, obligándole a hacerse un remo de hueso forrado de piel de rana arlequín. La lista crecía en nombres y horrores, y la bruja echaba la cabeza hacia atrás apoyada en el borde de la piscina de miel carmesí, y sonreía con deleite.
En el último nivel le tocó la culpa. Lo primero que la golpeó fueron todas las cosas que pensó en el nivel anterior. En cada subida había tenido a su lado al humanoide de abejas, que la ayudaba sin más a pasar de un panal a otro. Lo dispersó con una furia culpable que cada vez tenía menos que ver con la miel de la ira, y más con las decisiones y acciones en su vida. Lamentó haber abandonado a sus hermanos bajo el puño de hierro de la mujer que se hacía llamar madre. Lamentó haber matado al compañero de Merlot tiempo atrás. Lamentó la soledad de su regazo que a veces inconsciente acunaba el aire.
Con los nudillos blancos de tanto apretar el borde del panal, ni siquiera nadó en este nivel. Se limitó a impulsarse, a arrastrarse penosamente hasta la solidez de la siguiente base, la cúspide de aquella pirámide horrenda. El enjambre disperso de abejas no volvió a tomar forma humanoide, pero flotaba sobre ella como un inmenso ojo observador.
Twistedtale se aupó al último nivel y se dejó caer sobre la superficie. No prestó atención a nada. Se contrajo sobre sí misma llorando en silencio y dejó pasar el tiempo sin contarlo.
Cuando se le secó la sal en las mejillas sacó la cabeza de entre las rodillas, la nariz roja y brillante como si hubiese pasado toda la noche bebiendo. Tendió una mano con la palma abierta y la sonrisa rota hacia la abeja reina, completamente exhausta.
-¿Por favor?
Sin prisa alguna recorrió el perímetro de los panales del primer nivel hasta llegar al principio, marcado por la figura flotante del zorro de cristal. El contenido de las piscinas no se derramaba como esperaba: parecía a punto de desbordarse pero ni una sola gota caía al suelo lleno de raíces y musgo.
Miel narcótica, ¿huh? ¿Podía una drogarse dentro de los sueños de la droga? Twisted no era nueva en estos asuntos. En busca de la mejor inspiración y, seamos sinceros, la mejor diversión, había probado unas cuantas cosas diferentes y no todas le sentaron bien. Una sonrisilla traviesa le asomó a los labios. ¡Bueno! Tendría que descubrirlo.
Saltó con ímpetu para auparse, ayudándose con un poco de telekinesis para hacerlo más fácil, y se puso en pie sobre el borde del primer nivel de panales: la miel se movía en olas espesas del color claro de la gelatina de naranja. Sin dejar de sonreír hundió un dedo en la sustancia, caminando por el borde como si no hubiese mayor problema. Sabía a... no sabía a qué sabía. A algo estupendo... un sabor... entusiasta.
Su plan era auparse por todos los niveles, caminar por los gruesos bordes rozando lo menos posible el contenido que desbordaba, y agarrar la llavecita. Las abejas tenían otro plan en mente. Puede que conservasen el tamaño normal al que ella estaba acostumbrada, pero desde luego no se comportaban como las que ya conocía. Miles de lindas abejitas se arremolinaron a su alrededor hasta que formaron una figura humanoide.
-TZZIBUZZZTTO.
Fue el sonido de incontables insectos vibrando al imitar el habla. Twistedtale parpadeó. La sensación correcta hubiese sido "confusión, perplejidad", pero no había espacio dentro de su pecho para nada que no fuese una creciente sensación de euforia que estiraba sin control la sonrisa en sus mejillas, ignorando el dolor.
Acto seguido la figura la empujó de cabeza a la piscina de miel.
La explosión en su interior fue abrumadora, barriendo durante unos segundos cualquier pensamiento de su mente.
-¡SÍÍÍ! ¡TRIBUTO! ¡ME PRESENTO VOLUNTARIA! -gritó cuando emergió.- ¡YO, HIJAS DE PUTA! ¿QUIÉN ME VA A DAR ESA MALDITA LLAVE? ¡LA VOY A CONSEGUIR SIN IMPORTAR QUÉ! ¡JAJAJAJAJAJA! ¡ESTA MIEL ES LA HOSTIAAAAA! ¡VOY A ESCALAR ESTA TORRE! ¡RAPUNZEL, DEJA CAER TU MIEEEEL!
La bruja nadó, encontrando la misma resistencia que el agua de un río pese a lucir espesa. No paró de vociferar, clamando a la selva que sería ella la que llegaría a la cima de la montaña dorada, que conseguiría pasar todas las pruebas y que acabaría robándole un piskie a Regie, uno que tuviera una pamela estilo Ascot aunque no supiera lo que era eso. Todo era éxito y entusiasmo desaforado en su cabeza.
Se aupó resollando al borde del segundo nivel. La miel que le pegaba la ropa a piel y la empapaba por completo empezó a despegarse lentamente en perfectas esferas redondas de un color naranja oscuro, dejándola limpia como si no hubiese pasado nada. Flotaron momentáneamente a su alrededor antes de precipitarse y fundirse en la inmensa sopa, intensificando el color general.
Con las manos apoyadas en las rodillas, tratando de recuperar el aliento, Twistedtale el bardo contemplaba la nada con ojos abiertos y ausentes. Aquello... aquello no era droga. Aquello era simple y llana manipulación emocional. A lo bestia, sin filtro. Mientras nadó no pudo sentir otra cosa que una horrenda euforia que se lo llevaba todo, pensamientos, sensaciones. La pilló tan desprevenida que ni siquiera supo cómo encauzó el curso de sus acciones para salir de ahí.
Alzó la vista ambarina y examinó con nueva perspectiva el resto de aquella gloriosa prueba. Por primera vez en demasiado tiempo contemplaba con seriedad lo que tenía por delante, porque tomárselo a la ligera tendría consecuencias. Era una mujer con férreo control sobre sus emociones porque lo necesitaba para llevar la vida que quería. Y un charco de miel mágica tiraba por la borda años de temple, así, sin más.
-Espero que sepas lo que estás haciendo, Reginard.
"Abandona, querida. No me avergüences más."
La cabeza de la bruja se movió tan rápido que las rastas se le enrollaron al cuello como serpientes decoradas.
-No tienes derecho a estar aquí. Fuera. -ordenó a la visión que, sentada elegantemente al borde de un panal, la observaba condescendiente.
"No seas maleducada."
-¡FUERA! -gritó, agarrándose al borde del siguiente nivel. Sin que se diera cuenta las puntas de sus dedos se hundieron en la miel de color azul grisáceo claro.
"Cielo Divino, Wen. Abandona este sinsentido y regresa de una vez."
-Lárgate de aquí... bruja... -murmuró.
Sentía cómo los brazos y las piernas, de repente, le pesaban mucho. La cabeza se le inclinó hacia delante. El humanoide de abejas se acercó zumbando a ella y la ayudó a subir a la siguiente piscina, con gentileza. Y ahí se quedó flotando, sin ganas de nada mientras miraba sin ver el cielo púrpura enmarcado por las ramas de aquella selva de fantasía. Apática.
Normalmente tenía fuerza suficiente para sacarla. Cada vez que hacía acto de presencia en sus ensoñaciones le solía bastar con ordenarla, y la visión de su madre se largaba con una sonrisa sardónica en su odiosa cara. Pero ahora... qué más daba. Ya nada tenía sentido. Ni escalar el panal, ni superar la prueba, ni salir de ahí. No tenían sentido los poemas sobre las galaxias infinitas en Regie, ni volver a cantar sobre las aventuras de Lenofreda, ni componer música para...
¿La música... no tenía importancia? Hmmm. Claro que tenía importancia, ¿no? ¿Si no para qué se había dedicado a ella siempre...? Pero pensar una partitura ahora era tan tedioso... Las notas eran grises en su cabeza, sin vida...
Twistedtale exhaló un grito ahogado, chapoteando letárgica. No. No podía dejarse llevar. No podía permitir que le quitasen la música. Aceptaría ver a la desagradable de su madre rondarla como un fantasma, pero no permitiría que la privasen de la música. Luchando contra el tirón interno de la apatía que reinaba en esa piscina, apretando los dientes ante la sensación de mover miembros de piedra, se acercó al borde de nuevo y consiguió auparse.
Otra vez la miel se despegó de ella, dejándola limpia y saliendo de un tono más oscuro que antes, amplificando el color del nivel.
"Admito que estoy impresionada. No pensé que una resistencia tan mediocre te sacara de ahí."
La pelirroja le dirigió una mirada de odio a la impronta de su madre, haciéndole un gesto muy poco educado. La mujer la miró de vuelta con la impasividad de siempre, altiva en su gesto adusto.
-He dicho que te largues.
Y la figura de su madre se desdibujó, siendo aquella sonrisa lo último que se fue.
Los siguientes niveles la hicieron pasar por la tristeza y la felicidad, siendo la siguiente, la de la ira, la más difícil de abandonar de todas. Permaneció allí mucho tiempo. No por la imposibilidad de sacudirse la emoción, sino porque se rebozaba en ella. Le gustó abrir la puerta a la ira fría encadenada y el sadismo que traía consigo. Disfrutó pensando, maquinando, urdiendo, imaginando. Una condena para Reginard, romperlo y dispersarlo por todos los planos para que nadie le encontrase, pero dejando sus bonitos ojos de cristal siempre apuntando al sitio exacto de todos sus trozos... y sin manera de reunirlos. Un castigo para Todd, obligándole a hacerse un remo de hueso forrado de piel de rana arlequín. La lista crecía en nombres y horrores, y la bruja echaba la cabeza hacia atrás apoyada en el borde de la piscina de miel carmesí, y sonreía con deleite.
En el último nivel le tocó la culpa. Lo primero que la golpeó fueron todas las cosas que pensó en el nivel anterior. En cada subida había tenido a su lado al humanoide de abejas, que la ayudaba sin más a pasar de un panal a otro. Lo dispersó con una furia culpable que cada vez tenía menos que ver con la miel de la ira, y más con las decisiones y acciones en su vida. Lamentó haber abandonado a sus hermanos bajo el puño de hierro de la mujer que se hacía llamar madre. Lamentó haber matado al compañero de Merlot tiempo atrás. Lamentó la soledad de su regazo que a veces inconsciente acunaba el aire.
Con los nudillos blancos de tanto apretar el borde del panal, ni siquiera nadó en este nivel. Se limitó a impulsarse, a arrastrarse penosamente hasta la solidez de la siguiente base, la cúspide de aquella pirámide horrenda. El enjambre disperso de abejas no volvió a tomar forma humanoide, pero flotaba sobre ella como un inmenso ojo observador.
Twistedtale se aupó al último nivel y se dejó caer sobre la superficie. No prestó atención a nada. Se contrajo sobre sí misma llorando en silencio y dejó pasar el tiempo sin contarlo.
Cuando se le secó la sal en las mejillas sacó la cabeza de entre las rodillas, la nariz roja y brillante como si hubiese pasado toda la noche bebiendo. Tendió una mano con la palma abierta y la sonrisa rota hacia la abeja reina, completamente exhausta.
-¿Por favor?
Twistedtale
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Re: Guía Espiritual [Mastereado]
Reginard alzó la mirada al cielo, en contemplación. En realidad estaba mirando de reojo al aguilucho, pues no habría sido educado mirarlo directamente, igual que no habría sido educado decir en voz lo que estaba pensando. Bajo la mirada otra vez, justo a tiempo de ver como las abejas empujaban a la mujer contra la miel. Sí, no les gustaba mucho que no cataran el producto completamente.
Estaría bien, nunca se había ahogado nadie… estaba casi seguro.
Aunque no era como si alguien que se autoproclamaba Beelzebuzz fuera a admitir si se le moría alguien…
Flotó cerca de la mujer, por si acaso, pero parecía estar bien, eufórica, ofreciéndose en sacrificio. A ver cuando duraba eso, el humor siempre decaía un poco, así que preparó su pose más regal para lo que sabía que venía si la bruja seguía esa ruta, esperando pacientemente a medida que pasaba por la apatía y la tristeza. Que hablara sola era un poco raro, pero solo si uno no sabía que metían esos insectos en la miel. No hizo nada, solo observar, apoyar con su presencia. Él era un espíritu ancestral, ascendido de tareas tan mundanas, por lo que miró, no solo porque no podía interferir. Finalmente, llego a la que había estado esperando, ira.
Lo había visto venir, esperado incluso, pero aun así, dolió un poco escuchar todo eso. Pero no dijo nada, ni mostro ninguna emoción, pues era un espíritu ancestral, maduro, y encima estaba siendo examinado, así que espero pacientemente…mucho, mucho rato, porque la mujer no parecía querer salir de la estúpida piscina, y luego por supuesto, vino el más peligroso, la culpa, que siempre le partía el corazón. Reginard aterrizó en la cúspide de la pirámide, con la reina, a medida que la mujer se las apañaba por escalar el último tramo.
Beeyoncé lo miró a él, luego a la bruja, con la palma extendida, y luego de vuelta a él. No dijo nada, agitando la cola una única vez, con lo más cercano a una sonrisa que podía conseguir un zorro, la perfecta muestra de un caballero zorril.
“Atrévete.”
Era casualidad que la sonrisa en un zorro luciera tan amenazante, con brillantes y afilados dientes cristalinos y que la reina tuviera el tamaño de un bocado.
Beelzebuzz se lo pensó mejor y voló hacia la palma de la mujer, depositando la llave, hasta le hizo pat pat en la cabeza de la única forma que una abeja sabia, estampándose cual abejorro contra una flor.
-FELICIDADEEEES.- Dijo, intentando animarla haciendo unas piruetas en el aire. -La siguiente fase siempre tiene agua para limpiarse el pringue, pero…¿Qué SERAAA?- La rueda apareció otra vez, y mientras giraba, Reginard le hizo un gesto a uno de sus ayudantes, que no lo entendió, porque todos esos malditos ayudantes eran zoquetes, así que tuvo que repetirlo otras tres veces hasta que el bichejo se acercó a la bruja con los brazos extendidos en gesto de abrazo.
Mientras tanto, la rueda se había parado en el símbolo del sol, lo que combinado con el agua, daba una prueba muy, muy específica. La jungla desapareció, y las colinas perdieron el verde, siendo sustituidas por un marrón cada vez más claro, hasta volverse casi blanco. Color de arena, concretamente. Bruja y Reginard, ahora en el aire con la desaparición de la pirámide de miel, flotaban, y cayeron lentamente al lado de un bonito oasis con palmeras, agua llena de pececitos e incluso una hamaca.
-Para esta prueba, debes encontrar un objeto en el desierto.- agitó la cola, y un anillo de cristal salió de ella, cayendo al suelo, donde uno de los piskies lo recogió, saliendo volando. -Se supone que una tarea aburrida y metódica facilita alcanzar la iluminación espiritual… Por eso no hay límite de tiempo.-
Mientras tanto, el supervisor había adoptado una forma más adecuada según la opinión del zorro, siendo un buitre apoyado precariamente en una de las palmeras, vigilante.
Otra prueba menos, una más delante de ti. Busca el anillo en el desierto, pero no te preocupes, no sería tan cruel de dejarlo allí.
Hay varias cosas que podrían ayudarte una vez te hayas recuperado de la última experiencia y hayas dejado de sobar al piskie. La primera es que, como bruja, percibes la magia, así que sabrías si estás muy cerca del anillo. La segunda, es que quedan unas tres horas de sol…y el anillo brilla en la oscuridad, por lo que se acerca más a una hora buscándolo hasta que se vuelve oscuro y lo ves, no veinte días pérdida en el desierto.
La siguiente prueba será más onírica, palabra.
Estaría bien, nunca se había ahogado nadie… estaba casi seguro.
Aunque no era como si alguien que se autoproclamaba Beelzebuzz fuera a admitir si se le moría alguien…
Flotó cerca de la mujer, por si acaso, pero parecía estar bien, eufórica, ofreciéndose en sacrificio. A ver cuando duraba eso, el humor siempre decaía un poco, así que preparó su pose más regal para lo que sabía que venía si la bruja seguía esa ruta, esperando pacientemente a medida que pasaba por la apatía y la tristeza. Que hablara sola era un poco raro, pero solo si uno no sabía que metían esos insectos en la miel. No hizo nada, solo observar, apoyar con su presencia. Él era un espíritu ancestral, ascendido de tareas tan mundanas, por lo que miró, no solo porque no podía interferir. Finalmente, llego a la que había estado esperando, ira.
Lo había visto venir, esperado incluso, pero aun así, dolió un poco escuchar todo eso. Pero no dijo nada, ni mostro ninguna emoción, pues era un espíritu ancestral, maduro, y encima estaba siendo examinado, así que espero pacientemente…mucho, mucho rato, porque la mujer no parecía querer salir de la estúpida piscina, y luego por supuesto, vino el más peligroso, la culpa, que siempre le partía el corazón. Reginard aterrizó en la cúspide de la pirámide, con la reina, a medida que la mujer se las apañaba por escalar el último tramo.
Beeyoncé lo miró a él, luego a la bruja, con la palma extendida, y luego de vuelta a él. No dijo nada, agitando la cola una única vez, con lo más cercano a una sonrisa que podía conseguir un zorro, la perfecta muestra de un caballero zorril.
“Atrévete.”
Era casualidad que la sonrisa en un zorro luciera tan amenazante, con brillantes y afilados dientes cristalinos y que la reina tuviera el tamaño de un bocado.
Beelzebuzz se lo pensó mejor y voló hacia la palma de la mujer, depositando la llave, hasta le hizo pat pat en la cabeza de la única forma que una abeja sabia, estampándose cual abejorro contra una flor.
-FELICIDADEEEES.- Dijo, intentando animarla haciendo unas piruetas en el aire. -La siguiente fase siempre tiene agua para limpiarse el pringue, pero…¿Qué SERAAA?- La rueda apareció otra vez, y mientras giraba, Reginard le hizo un gesto a uno de sus ayudantes, que no lo entendió, porque todos esos malditos ayudantes eran zoquetes, así que tuvo que repetirlo otras tres veces hasta que el bichejo se acercó a la bruja con los brazos extendidos en gesto de abrazo.
Mientras tanto, la rueda se había parado en el símbolo del sol, lo que combinado con el agua, daba una prueba muy, muy específica. La jungla desapareció, y las colinas perdieron el verde, siendo sustituidas por un marrón cada vez más claro, hasta volverse casi blanco. Color de arena, concretamente. Bruja y Reginard, ahora en el aire con la desaparición de la pirámide de miel, flotaban, y cayeron lentamente al lado de un bonito oasis con palmeras, agua llena de pececitos e incluso una hamaca.
-Para esta prueba, debes encontrar un objeto en el desierto.- agitó la cola, y un anillo de cristal salió de ella, cayendo al suelo, donde uno de los piskies lo recogió, saliendo volando. -Se supone que una tarea aburrida y metódica facilita alcanzar la iluminación espiritual… Por eso no hay límite de tiempo.-
Mientras tanto, el supervisor había adoptado una forma más adecuada según la opinión del zorro, siendo un buitre apoyado precariamente en una de las palmeras, vigilante.
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Otra prueba menos, una más delante de ti. Busca el anillo en el desierto, pero no te preocupes, no sería tan cruel de dejarlo allí.
Hay varias cosas que podrían ayudarte una vez te hayas recuperado de la última experiencia y hayas dejado de sobar al piskie. La primera es que, como bruja, percibes la magia, así que sabrías si estás muy cerca del anillo. La segunda, es que quedan unas tres horas de sol…y el anillo brilla en la oscuridad, por lo que se acerca más a una hora buscándolo hasta que se vuelve oscuro y lo ves, no veinte días pérdida en el desierto.
La siguiente prueba será más onírica, palabra.
Othel
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