El interrogatorio [Guardias - Ep. I] [Mastereado]
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El interrogatorio [Guardias - Ep. I] [Mastereado]
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Los calabozos de la prisión de Lunargenta estaban prácticamente abarrotados. Insultos, palabras malsonantes y otras lindezas concurrían por el calabozo tras los pasos de Lord Riward Tinegar y su séquito, formado por Héctor Loreley y Anovar vor Taor. Los tres pesos pesados de la guardia.
También iban los tres candidatos a guardia junto a ellos: Alanna Delteria, Eltrant Tale y Schott. No estaban demasiado convencidos de cómo habían llegado.
-¡Hijo de puta! ¡Tú me metiste aquí! – gritaba uno de los presos, tratando de sacar el brazo por la celda para alcanzar a Anovar.
-¡Muerte a la guardia! – bramaba a coro una cárcel abarrotada.
Pero los tres líderes avanzaban a paso seguro, de manera recta y firme sin dudar, hacia el fondo del largo pasillo, donde había una celda cerrada. Los tres nuevos, sin embargo, no inspiraban demasiada confianza al más grande y bruto de los capitanes: El mastodonte Héctor.
-¿Quiénes son estos mequetrefes? – preguntó Héctor detrás de su armadura pesada de placas. Le sacaba tres cabezas al mayor de los candidatos. Se fijó en el que tenía más próximo, Schott, fijamente.
-La guardia Alanna Delteria tiene una experiencia sobrada, ruego guardéis el respeto que merece. – indicó Lord Riward con gesto serio, sin dejar de andar - y sus acompañantes son gente de su confianza. La han ayudado en múltiples ocasiones. Si Alanna confía en ellos, yo también. – aclaró en defensa de los tres individuos.
Continuaron andando y se detuvieron frente a la celda del fondo, cerrada a cal y canto. Únicamente se podía observar el interior por un pequeño orificio rejado. En el interior había una pareja, un hombre y una mujer. Con tonalidades oscuras.
-Son Ambar y Gabret, reconocidos líderes del gremio de ladrones. – aclaró Riward. – Llevábamos años persiguiéndolos, pero les hemos tendido una emboscada en el puerto y por fin hemos conseguido capturarlos. – miró por la rejilla, viendo como ambos estaban sentados en sus celdas, riéndose. Como si la cosa no fuera con ellos. – Esos dos estaban buscando un peligroso artefacto élfico que podría ser muy dañino para la sociedad. Hemos intentado tirarles de la lengua, pero somos incapaces. No dicen nada y sólo se ríen de nosotros.
-Eso es porque no me habéis dejado entrar a mí. – replicó Héctor.
-¿Qué haríais, Héctor? – preguntó Anovar con elegancia, mirando hacia arriba para poder ver al coloso a los ojos.
-Les mostraría mi martillo y les preguntaría amablemente. – contestó. El elfo rió.
-¿Y si no os responde? – preguntó.
-Les aplastaré el cráneo. – sentenció Héctor, mostrando su enorme martillo de guerra a dos manos al más cercano de los que tenía, Schott. No como una amenaza, sino como ejemplo.
-En ese estado, no creo que nos fueran muy útiles. Eres poco temperamental. Por eso no se te ha permitido el acceso. – indicó Riward, y acto seguido se giró hacia los tres visitantes. – Bueno, vosotros tenéis dotes para sonsacar información a la gente. Sed persuasivos… ya me entendéis.
Y dicho esto, Lord Riward hizo un gesto al carcelero para que abriera la puerta de la habitación donde se encontraban los reclusos. Tendrían que entrevistarlos y tratar de sacarles la información sobre la ubicación del misterioso artefacto.
Vuestra misión es bien sencilla en principio, entrar a la celda y averiguar dónde se encuentra el artefacto. Tenéis permiso utilizar a ambos personajes como consideréis, pero sabed que en principio, no os darán la información por mucho que hagáis. Después del turno habrá una sorpresa preparada para vosotros, y a partir de ahí el tema será libre en principio. Comentad vuestras impresiones sobre la escena y como llegáis al sitio.
Este es un hilo mastereado. Lo que quiere decir que yo no intervendré a menos que lo considere necesario o para poneros alguna complicación. El orden de posteo me es indiferente. No tiene por qué ser un hilo demasiado extenso, 3 o 4 posts de cada uno deberían de bastar para cumplir la misión, pero podéis alargaros lo que consideréis.
Si en algún turno consideráis que no tenéis nada que escribir. Podéis pasar a vuestros compañeros. Se considerará que vais dentro del grupo. Pero indicádmelo en el hilo o a mí.
Daré hasta el viernes incluido para que entréis todos los inscritos. Si no lo han hecho todos, podréis continuar el resto.
Respetad los turnos de 48 horas, y de no ser posible avisad al siguiente para que os pase el turno. Una vez empecéis se considerará que formáis parte del grupo. Yo moderaré en este aspecto para que el hilo avance fluidamente. Seré muy estricto en este aspecto. El objetivo es que la historia no quede estancada.
Recompensas:
-Recompensa por completar la prueba: 1 pto de experiencia por post. Hasta un máximo de 5. Se debe completar la historia del hilo para obtener experiencia. Debe haber al menos un post de introducción y otro de conclusión.
-10 aeros por post, hasta un máximo de 50. Ídem con la experiencia.
Recompensas de Gremio:
-1000 aeros para el gremio.
-Desbloqueo de la tienda para el Gremio.
-5 ptos de influencia para el Gremio.
¡Suerte en vuestra carrera por ser el mejor gremio!
También iban los tres candidatos a guardia junto a ellos: Alanna Delteria, Eltrant Tale y Schott. No estaban demasiado convencidos de cómo habían llegado.
-¡Hijo de puta! ¡Tú me metiste aquí! – gritaba uno de los presos, tratando de sacar el brazo por la celda para alcanzar a Anovar.
-¡Muerte a la guardia! – bramaba a coro una cárcel abarrotada.
Pero los tres líderes avanzaban a paso seguro, de manera recta y firme sin dudar, hacia el fondo del largo pasillo, donde había una celda cerrada. Los tres nuevos, sin embargo, no inspiraban demasiada confianza al más grande y bruto de los capitanes: El mastodonte Héctor.
-¿Quiénes son estos mequetrefes? – preguntó Héctor detrás de su armadura pesada de placas. Le sacaba tres cabezas al mayor de los candidatos. Se fijó en el que tenía más próximo, Schott, fijamente.
-La guardia Alanna Delteria tiene una experiencia sobrada, ruego guardéis el respeto que merece. – indicó Lord Riward con gesto serio, sin dejar de andar - y sus acompañantes son gente de su confianza. La han ayudado en múltiples ocasiones. Si Alanna confía en ellos, yo también. – aclaró en defensa de los tres individuos.
Continuaron andando y se detuvieron frente a la celda del fondo, cerrada a cal y canto. Únicamente se podía observar el interior por un pequeño orificio rejado. En el interior había una pareja, un hombre y una mujer. Con tonalidades oscuras.
-Son Ambar y Gabret, reconocidos líderes del gremio de ladrones. – aclaró Riward. – Llevábamos años persiguiéndolos, pero les hemos tendido una emboscada en el puerto y por fin hemos conseguido capturarlos. – miró por la rejilla, viendo como ambos estaban sentados en sus celdas, riéndose. Como si la cosa no fuera con ellos. – Esos dos estaban buscando un peligroso artefacto élfico que podría ser muy dañino para la sociedad. Hemos intentado tirarles de la lengua, pero somos incapaces. No dicen nada y sólo se ríen de nosotros.
-Eso es porque no me habéis dejado entrar a mí. – replicó Héctor.
-¿Qué haríais, Héctor? – preguntó Anovar con elegancia, mirando hacia arriba para poder ver al coloso a los ojos.
-Les mostraría mi martillo y les preguntaría amablemente. – contestó. El elfo rió.
-¿Y si no os responde? – preguntó.
-Les aplastaré el cráneo. – sentenció Héctor, mostrando su enorme martillo de guerra a dos manos al más cercano de los que tenía, Schott. No como una amenaza, sino como ejemplo.
-En ese estado, no creo que nos fueran muy útiles. Eres poco temperamental. Por eso no se te ha permitido el acceso. – indicó Riward, y acto seguido se giró hacia los tres visitantes. – Bueno, vosotros tenéis dotes para sonsacar información a la gente. Sed persuasivos… ya me entendéis.
Y dicho esto, Lord Riward hizo un gesto al carcelero para que abriera la puerta de la habitación donde se encontraban los reclusos. Tendrían que entrevistarlos y tratar de sacarles la información sobre la ubicación del misterioso artefacto.
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Vuestra misión es bien sencilla en principio, entrar a la celda y averiguar dónde se encuentra el artefacto. Tenéis permiso utilizar a ambos personajes como consideréis, pero sabed que en principio, no os darán la información por mucho que hagáis. Después del turno habrá una sorpresa preparada para vosotros, y a partir de ahí el tema será libre en principio. Comentad vuestras impresiones sobre la escena y como llegáis al sitio.
Este es un hilo mastereado. Lo que quiere decir que yo no intervendré a menos que lo considere necesario o para poneros alguna complicación. El orden de posteo me es indiferente. No tiene por qué ser un hilo demasiado extenso, 3 o 4 posts de cada uno deberían de bastar para cumplir la misión, pero podéis alargaros lo que consideréis.
Si en algún turno consideráis que no tenéis nada que escribir. Podéis pasar a vuestros compañeros. Se considerará que vais dentro del grupo. Pero indicádmelo en el hilo o a mí.
Daré hasta el viernes incluido para que entréis todos los inscritos. Si no lo han hecho todos, podréis continuar el resto.
Respetad los turnos de 48 horas, y de no ser posible avisad al siguiente para que os pase el turno. Una vez empecéis se considerará que formáis parte del grupo. Yo moderaré en este aspecto para que el hilo avance fluidamente. Seré muy estricto en este aspecto. El objetivo es que la historia no quede estancada.
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-Recompensa por completar la prueba: 1 pto de experiencia por post. Hasta un máximo de 5. Se debe completar la historia del hilo para obtener experiencia. Debe haber al menos un post de introducción y otro de conclusión.
-10 aeros por post, hasta un máximo de 50. Ídem con la experiencia.
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Re: El interrogatorio [Guardias - Ep. I] [Mastereado]
Miró su reflejo en el agua, sonrió.
-Eltrant Tale – Dijo llevándose ambas manos hasta las caderas, sin dejar de observar al hombre ataviado con el uniforme de color azul que le miraba desde la fuente – ¡Guardián de la ciudadela! – Se atusó la barba, de buen humor, y tras varios segundos volvió a sonreír – No suena mal. – Sentenció.
Sin nada mejor que hacer, Eltrant se sentó en uno de los muchos bancos que había en aquel patio y, palpó, por décima vez, el emblema que tenía bordado en el pecho, en la camisa de color azul.
Al final, Alanna había conseguido convencerle, ahora era un guarda de Lunargenta. O al menos pretendía serlo, distaba mucho de ser igual que su amiga, la archiconocida gata, con experiencia suficiente como para ser una oficial, muchos de los peores hombres que había en las mazmorras de aquella fortaleza los había encerrado ella.
Mientras esperaba, se ajustó de nuevo la capa, así como el resto de su indumentaria, apenas habían pasado unos días desde que pasó el examen de admisión, el mismo que había suspendido años atrás, y ya le habían encomendado una tarea, la cual pronto no sabía, debía esperar en aquel patio hasta que un superior llegase, quien le indicaría que hacer.
- ¿Qué puede salir mal? – Se dijo en un susurro mientras acariciaba, otra vez, el emblema que estaba en su pecho. – Alanna ha hecho esto mil veces – Continuó tratando de tranquilizarse, no recordaba la última vez que estuvo tan nervioso – No será para tanto.
Los pesados pasos del individuo al que Eltrant esperaba llegaron hasta sus oídos – ¿Eltrant Tale? – La voz del hombre grave, decidida, hacía juego con su mirada, tan penetrante como la más afilada de las flechas, era evidente para el castaño que el recién llegado le estaba estudiando, analizando la clase de sujeto que había conseguido entrar a sus filas – Sí, soy yo – Dijo tras unos segundos, el hombre, entonces, ofreció su mano al mercenario y sonrió - Riward Tinegar – Dijo al mismo tiempo que el nuevo guarda le estrechaba la mano – Me alegra de tenerte a bordo Tale – Hizo un gesto a Eltrant para que le siguiese – Todos las manos son pocas en estos tiempos que corren.
Obedeciendo a la persona más importante en aquel lugar, Eltrant siguió de cerca a Tinegar a través de los pasillos de la fortaleza, al parecer no era un trabajo para él solo, pues pronto tanto Alanna, como Schott, un muchacho que curiosamente conocía, se unieron al grupo.
Le resultaba interesante que no hubiese perdido los recuerdos del herrero, seguía recordando con bastante claridad todo acerca del secuestro del crio al que ayudo a rescatar, lo único que se escapaba era la identidad de la otra persona con la que estuvieron aquel día, aunque, al fin y al cabo, solo coincidió con Schott una sola vez, quizás no había forjado con él una amistad lo suficientemente fuerte como para que el libro que el Libro del Sabio hubiese considerado arrebatársela.
Tras saludar a Alanna con una sonrisa y a Schott con un leve movimiento de cabeza, continuó tras Riward, por lo que pronto se encontraron bajo tierra, en las mazmorras, lugar dónde, acompañados por los dos restantes miembros de alto rango de la guardia y una sinfonía de insultos y amenazas por parte de los presos, llegarían hasta una celda cerrada a cal y canto, en lo más profundo de las mazmorras.
-Creo que aún soy muy nuevo para todo esto – Susurró para si cuando Tinegar explicó quiénes eran los dos individuos que estaban encerrados tras la pesada puerta de acero. – No me parece mala idea – Volvió a decir, en voz baja, cuando Héctor mencionó a su martillo y el arte de machacar cráneos del que presumía, nadie le escuchó.
El grupo de guardas se sumió en silencio, los gritos y aullidos de los presos era lo único que se podía oír - ¿Nadie va a entrar? – El guarda elfo, de aspecto más agradable que los otros dos se apoyó ligeramente en la pared - ¿Al final vamos a tener que dejar a Hector machacar cráneos? – El mencionado se carcajeó con ganas y zarandeó un poco a Schott.
-Voy a ver… si puedo conseguir algo – Afirmó Eltrant al final, aquel era su trabajo, había hecho un juramento, entrar en aquella celda era su deber. Tinegar asintió ante la proposición del novato y, tras tomar el llavero que pendía de su cinturón, abrió la puerta.
Allí estaban, los líderes del gremio de ladrones, les conocía, no personalmente, por supuesto, pero era muy habitual oír sus nombres en el barrio en el que tenía su oficina; muchos habían perdido la vida por aquellos dos, muchísimos más se habían quedado arruinado por su avaricia.
Sin intercambiar ninguna palabra con ellos, se sentó en la pequeña silla que había en el centro de la celda, los ladrones estallaron en carcajadas, Eltrant arqueó una ceja.
- ¿Por qué no sale Tinegar? – Preguntó Gabret, incapaz de aguantarse la risa - ¿Es que nos tiene miedo? – Añadió enseguida Ambar, de igual manera que su ayudante, el mercenario frunció el ceño – Lord Tinegar tiene mejores cosas que hacer que perder el tiempo con dos ladrones de poca monta – Aquello pareció ser la epitome del humor, por que hizo que las carcajadas de los ladrones opacaran los insultos que los demás presos lanzaban a los guardas que estaban en la entrada de la celda. - ¿Dónde está y qué es el artefacto tras el que andáis? – Inquirió ahora el séptimo de los Tale, Ambar se encogió de hombros - ¿De verdad esperas que te lo digamos? – Negó con la cabeza – No, muchacho, los ladrones tenemos honor – Grabret guiño un ojo a Eltrant - ¿Puedes decir tú lo mismo de los tuyos?
Apretó los dientes, y se giró a mirar la entrada, cerrada a cal y canto, si estuviese en la calle, si estuviese siguiendo una línea de investigación de las suyas ya habría conseguido la información, un par de dedos rotos y el honor se convierte en algo distante, en algo efímero, pero ahora no podía hacerlo, no, ahora debía de trabajar de otra forma.
– Podemos hacer un trato – Comenzó a decir lo primero que le venía a la cabeza – Vuestra estancia aquí puede ser de por vida o pueden ser solo años, todo depende de la ayuda que nos prestéis. - La celda se quedó en el más absoluto del silencio, ambos ladrones, miraron fijamente al guarda que tenían frente a ellos. – Piérdete. – Chasqueó la lengua - ¿Esa es vuestra última respuesta? – Los ladrones intercambiaron breves miradas y sonrieron – Piérdete.
Después de varios intentos, todos ellos sin ningún resultado, Eltrant abandonó la celda - ¡Eso! ¡Vete! – Oyó a sus espaldas según cerraba la puerta tras él.
-Al parecer no soy tan persuasivo como creía – Dijo como toda explicación.
La primera obligación que le encomendaban y no había sido capaz de llevarla a cabo, quizás Alanna o Schott tuviesen mejor suerte que él.
-Eltrant Tale – Dijo llevándose ambas manos hasta las caderas, sin dejar de observar al hombre ataviado con el uniforme de color azul que le miraba desde la fuente – ¡Guardián de la ciudadela! – Se atusó la barba, de buen humor, y tras varios segundos volvió a sonreír – No suena mal. – Sentenció.
Sin nada mejor que hacer, Eltrant se sentó en uno de los muchos bancos que había en aquel patio y, palpó, por décima vez, el emblema que tenía bordado en el pecho, en la camisa de color azul.
Al final, Alanna había conseguido convencerle, ahora era un guarda de Lunargenta. O al menos pretendía serlo, distaba mucho de ser igual que su amiga, la archiconocida gata, con experiencia suficiente como para ser una oficial, muchos de los peores hombres que había en las mazmorras de aquella fortaleza los había encerrado ella.
Mientras esperaba, se ajustó de nuevo la capa, así como el resto de su indumentaria, apenas habían pasado unos días desde que pasó el examen de admisión, el mismo que había suspendido años atrás, y ya le habían encomendado una tarea, la cual pronto no sabía, debía esperar en aquel patio hasta que un superior llegase, quien le indicaría que hacer.
- ¿Qué puede salir mal? – Se dijo en un susurro mientras acariciaba, otra vez, el emblema que estaba en su pecho. – Alanna ha hecho esto mil veces – Continuó tratando de tranquilizarse, no recordaba la última vez que estuvo tan nervioso – No será para tanto.
Los pesados pasos del individuo al que Eltrant esperaba llegaron hasta sus oídos – ¿Eltrant Tale? – La voz del hombre grave, decidida, hacía juego con su mirada, tan penetrante como la más afilada de las flechas, era evidente para el castaño que el recién llegado le estaba estudiando, analizando la clase de sujeto que había conseguido entrar a sus filas – Sí, soy yo – Dijo tras unos segundos, el hombre, entonces, ofreció su mano al mercenario y sonrió - Riward Tinegar – Dijo al mismo tiempo que el nuevo guarda le estrechaba la mano – Me alegra de tenerte a bordo Tale – Hizo un gesto a Eltrant para que le siguiese – Todos las manos son pocas en estos tiempos que corren.
Obedeciendo a la persona más importante en aquel lugar, Eltrant siguió de cerca a Tinegar a través de los pasillos de la fortaleza, al parecer no era un trabajo para él solo, pues pronto tanto Alanna, como Schott, un muchacho que curiosamente conocía, se unieron al grupo.
Le resultaba interesante que no hubiese perdido los recuerdos del herrero, seguía recordando con bastante claridad todo acerca del secuestro del crio al que ayudo a rescatar, lo único que se escapaba era la identidad de la otra persona con la que estuvieron aquel día, aunque, al fin y al cabo, solo coincidió con Schott una sola vez, quizás no había forjado con él una amistad lo suficientemente fuerte como para que el libro que el Libro del Sabio hubiese considerado arrebatársela.
Tras saludar a Alanna con una sonrisa y a Schott con un leve movimiento de cabeza, continuó tras Riward, por lo que pronto se encontraron bajo tierra, en las mazmorras, lugar dónde, acompañados por los dos restantes miembros de alto rango de la guardia y una sinfonía de insultos y amenazas por parte de los presos, llegarían hasta una celda cerrada a cal y canto, en lo más profundo de las mazmorras.
-Creo que aún soy muy nuevo para todo esto – Susurró para si cuando Tinegar explicó quiénes eran los dos individuos que estaban encerrados tras la pesada puerta de acero. – No me parece mala idea – Volvió a decir, en voz baja, cuando Héctor mencionó a su martillo y el arte de machacar cráneos del que presumía, nadie le escuchó.
El grupo de guardas se sumió en silencio, los gritos y aullidos de los presos era lo único que se podía oír - ¿Nadie va a entrar? – El guarda elfo, de aspecto más agradable que los otros dos se apoyó ligeramente en la pared - ¿Al final vamos a tener que dejar a Hector machacar cráneos? – El mencionado se carcajeó con ganas y zarandeó un poco a Schott.
-Voy a ver… si puedo conseguir algo – Afirmó Eltrant al final, aquel era su trabajo, había hecho un juramento, entrar en aquella celda era su deber. Tinegar asintió ante la proposición del novato y, tras tomar el llavero que pendía de su cinturón, abrió la puerta.
Allí estaban, los líderes del gremio de ladrones, les conocía, no personalmente, por supuesto, pero era muy habitual oír sus nombres en el barrio en el que tenía su oficina; muchos habían perdido la vida por aquellos dos, muchísimos más se habían quedado arruinado por su avaricia.
Sin intercambiar ninguna palabra con ellos, se sentó en la pequeña silla que había en el centro de la celda, los ladrones estallaron en carcajadas, Eltrant arqueó una ceja.
- ¿Por qué no sale Tinegar? – Preguntó Gabret, incapaz de aguantarse la risa - ¿Es que nos tiene miedo? – Añadió enseguida Ambar, de igual manera que su ayudante, el mercenario frunció el ceño – Lord Tinegar tiene mejores cosas que hacer que perder el tiempo con dos ladrones de poca monta – Aquello pareció ser la epitome del humor, por que hizo que las carcajadas de los ladrones opacaran los insultos que los demás presos lanzaban a los guardas que estaban en la entrada de la celda. - ¿Dónde está y qué es el artefacto tras el que andáis? – Inquirió ahora el séptimo de los Tale, Ambar se encogió de hombros - ¿De verdad esperas que te lo digamos? – Negó con la cabeza – No, muchacho, los ladrones tenemos honor – Grabret guiño un ojo a Eltrant - ¿Puedes decir tú lo mismo de los tuyos?
Apretó los dientes, y se giró a mirar la entrada, cerrada a cal y canto, si estuviese en la calle, si estuviese siguiendo una línea de investigación de las suyas ya habría conseguido la información, un par de dedos rotos y el honor se convierte en algo distante, en algo efímero, pero ahora no podía hacerlo, no, ahora debía de trabajar de otra forma.
– Podemos hacer un trato – Comenzó a decir lo primero que le venía a la cabeza – Vuestra estancia aquí puede ser de por vida o pueden ser solo años, todo depende de la ayuda que nos prestéis. - La celda se quedó en el más absoluto del silencio, ambos ladrones, miraron fijamente al guarda que tenían frente a ellos. – Piérdete. – Chasqueó la lengua - ¿Esa es vuestra última respuesta? – Los ladrones intercambiaron breves miradas y sonrieron – Piérdete.
Después de varios intentos, todos ellos sin ningún resultado, Eltrant abandonó la celda - ¡Eso! ¡Vete! – Oyó a sus espaldas según cerraba la puerta tras él.
-Al parecer no soy tan persuasivo como creía – Dijo como toda explicación.
La primera obligación que le encomendaban y no había sido capaz de llevarla a cabo, quizás Alanna o Schott tuviesen mejor suerte que él.
Eltrant Tale
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Re: El interrogatorio [Guardias - Ep. I] [Mastereado]
Andaba feliz y ufano por las calles de la ciudad, rumbo al castillo, luciendo su nuevo y radiante uniforme, Guardia de Lunargenta, sí señor, ahora podría ir callando muchas bocas que lo habrían considerado imposible a lo largo de estos años.
Sonreía y saludaba a los transeúntes con gestos de determinación, algún innecesario circulen y similar, hay quien diría que se me había subido a la cabeza, nada más lejos, después de los muchos intentos fallidos en los que prácticamente se mofase el de alistamiento había logrado entrar en la guardia, por lo visto era mucho más fácil si traías una carta de recomendación, en mi caso de mi amiga Alanna, o tal vez la guardia andaba tan escasa de hombres que tenía que recurrir a los últimos de la lista, en cualquier caso aquí estaba.
Me estiré un poco la camisa y revisé el emblema que había estado cosiendo anoche a altas horas, solo para darme cuenta de que lo había cosido al revés. -¿Qué? Oh venga ya- maldije, bueno, apenas se notaba y en cuanto tuviera un momento lo recolocaría, coser no era lo mío, y anoche no pude dormir de tanto nervio, por fin iba a conocer a las leyendas delas que hablan las canciones, Tinegar y su espada flamígera, Loreley con su enorme tamaño y Taor con su legendaria puntería, yo esperaba estar a la altura, o al menos hacerlo bien, o más bien no estorbar demasiado.
Casi me quedo sin palabras cuando finalmente estuve ante ellos, eran aún más imponentes que lo que decían las canciones.
-¿Te has perdido?- Me dijo el mismísimo Tinegar, debía de ser el, reconocí la empuñadura de su espada.
-Eh…ehh.no…no.no- masculle nervioso a punto de sufrir un infarto –Soy Schott, e..el nuevo-
-¿Estás seguro?- me dijo mirándome seriamente, no parecía demasiado convencido conmigo, no se lo reprocho –Si mire t..tengo una carta que dice que…- dije sacando el salvoconducto y tratando de que no se fijase en mi emblema mal cosido.
-Mmmm, está bien, bienvenido Schott, seguro que nos resultas de ayuda- Me dijo tendiéndome la mano.
-Ehhh.oo..si, si si, encantado si, si lo haré señor si- dije tardando unos instantes en estrecharle la mano fruto de la emoción.
Otras cuatro personas acompañaban a Lord Riward, el primero por su enorme tamaño debía de ser en efecto Héctor Loreley, que me miraba fijamente con un gento que podría derretir el hielo, el otro, un elfo, debía de ser Anovar, que creo ni siquiera me miraba.
Sin embargo la mayor sorpresa fue encontrar a un viejo conocido.
-E..¿Eltrant? ¿eres tú?, si, si Eltrant, cuanto tiempo- sonreí respondiendo a su saludo, me apresuré a situarme junto a el mientras avanzábamos. –Eltrant, uf, han pasado meses ¿no?, ¿qué tal te trata la vida?- sonreí amistoso mientras nos internábamos en las mazmorras del castillo.
El ultimo acompañante, pero no menos importante era Alanna, la razón principal de que estuviera metido en todo este lio, Alanna había depositado su confianza en mí con esto, y no debía, no podía defraudarla.
-¡Alanna! Que contento de verte de nuevo, he de agradecerte todo esto, el posadero no se lo creía cuando…- me callé cuando vi que no era el momento de efusivos reencuentros, había que andarse con ojo para que los presos no te agarrasen sacando la mano por los barrotes ni te escupieran.
Los gritos de los presos eran bastante intimidadores. -¡Asesinos!- -¡Bastardos!-
-¡Eh tú, a ti te conozco!- Me gritó un preso al pasar.
-No no, seguro que no- Dije apretando el paso.
-Sí, sí, me debes pasta, ¡ven aquí saco de mierda!-
-No, no, me…me ha confundido con otro- sonreí nervioso avanzando rápido dejando tierra de por medio con el tipo.
Finalmente llegamos a la celda del fondo, cerrada y con bisagras de seguridad.
Riward nos explicó quiénes eran sus encantadores huéspedes.
-Ah que bien- sonreí al saber de su captura.
Por lo visto los pájaros no cantaban, el coloso Héctor sugirió métodos bastante drásticos para tirarles de la lengua.
-Oh..oh..sí..sería bastante…. efectivo si- sonreí nervioso a Héctor que me mostraba su enorme martillo, una autentica obra maestra por otro lado, yo era alto, pero tenía que levantar al máximo la cabeza si quería mirarle a los ojos.
-Oh, sí persuasivos sí, lo lograremos, no lo dude señor- le dije a Riward pensando que tal vez Alanna hubiera exagerado en nuestras referencias.
Nadie parecía dispuesto a ser el primero, y con razón, casi me quedo tieso cuando Héctor me zarandeó entre risas.
-Jejeje…- sonreí pálido como una vela –Sisi por mi estupendo- estaba pensando si Héctor podría partirme en dos si tirase de mis piernas y brazos, seguramente.
Gracias a los cielos Eltrant se ofreció a entrar primero –Si, si animo- le dije cuando cruzó la puerta, nos quedamos fuera aguardando sus avances, Anovar parecía sereno y expectante pero Héctor parecía divertirle mirarme para ponerme nervioso, con un claro efecto.
Al poco salió Eltrant con cara de frustración, no lo había conseguido.
-Nada tranquilo, seguro que ya los has dejado blandos y ceden enseguida- sonreí armándome de valor y entrando en la celda el siguiente ¿Estarían atados en la celda no?.
Se me quedaron mirando al entrar, y no demasiado bien.
-¿Te has perdido?- Me inquirió Gabret.
-Sí, no, no no, he venido a interrogaros?- respondí tratando de afirmar seguridad
-¿Eres un guardia?- Pregunto Ambar que parecía divertida.
-Sí y…- Respondí
-¿Pero no tienes el escudo mal…?- Se fijó Gabret
-Chsss, calla, no he venido a hablar de eso, sino de un artefacto elfico que…-
-¿No llevas espada?- Rió Ambar
-Chsss, no, ha.habido un problema de logística, mi nombre en la lista estaba mal y el armero aun no…-
-¿Entonces no eres un guardia?-
-Que os calléis, aquí el que hace las preguntas soy yo- Dije enfadado.
-Bueno bueno señor guardia, a ver, pregunta- Sonrió Ambar tumbándose en el suelo.
-¿Dónde está el artefacto que buscáis?- pregunté con determinación.
-En Aerandir- sonrió ufano Gabret.
-Muy bien- dije mordiéndome la lengua –¿Y que hace ese artefacto?- volví a preguntar.
-Cosas malas- rio Ambar.
-Oye venga no estoy para juegos, es mi primer día y…-
-Y va a ser el último…- Sonrió Gabret.
-Se acabó, ya me he enfadado, decidme lo que quiero saber o…- clamé enfadado
-¿O que harás?- rio Ámbar.
-Os..os daré una paliza hasta que….-
-¿Quién tú?- sonrió Gabret divertido.
-Bueno si, o puedo decirle a Héctor que entre- Ya no se rieron tanto.
-Venga colaborad, será lo mejor para todos, si me decís lo que quiero saber os daré lo que escondo en esta mano, tal vez sea la llave de vuestra libertad- Dije sacando de la espalda mi puño cerrado guardando una moneda.
-Es una mísera moneda- dijo aburrido Gabret –Si, además es de cobre, te hemos visto cogerla- rio Ámbar.
-Mira iros al cuerno- maldije golpeando la puerta, señal de que quería salir –Ya deseareis haber cantado cuando teníais ocasión- maldije saliendo de la celda.
-Uf, son gente durísima, ni mis refinadas técnicas han logrado hacerlos hablar, esto va a ser sumamente difícil- comenté desanimado a los presentes, la cosa no pintaba nada bien ¿Qué narices les habría contado Alanna de mi para que me considerasen para esta misión?, aunque tal vez pudiera dar una grata sorpresa, espero.
***Off: He de salir esta tarde para un viaje de trabajo imprevisto,, llego el sábado por la noche, si posteais rápido y me pilla la regla de las 48h no os preocupeis, podeis saltarme y responderé en cuanto llegue, suerte***
Sonreía y saludaba a los transeúntes con gestos de determinación, algún innecesario circulen y similar, hay quien diría que se me había subido a la cabeza, nada más lejos, después de los muchos intentos fallidos en los que prácticamente se mofase el de alistamiento había logrado entrar en la guardia, por lo visto era mucho más fácil si traías una carta de recomendación, en mi caso de mi amiga Alanna, o tal vez la guardia andaba tan escasa de hombres que tenía que recurrir a los últimos de la lista, en cualquier caso aquí estaba.
Me estiré un poco la camisa y revisé el emblema que había estado cosiendo anoche a altas horas, solo para darme cuenta de que lo había cosido al revés. -¿Qué? Oh venga ya- maldije, bueno, apenas se notaba y en cuanto tuviera un momento lo recolocaría, coser no era lo mío, y anoche no pude dormir de tanto nervio, por fin iba a conocer a las leyendas delas que hablan las canciones, Tinegar y su espada flamígera, Loreley con su enorme tamaño y Taor con su legendaria puntería, yo esperaba estar a la altura, o al menos hacerlo bien, o más bien no estorbar demasiado.
Casi me quedo sin palabras cuando finalmente estuve ante ellos, eran aún más imponentes que lo que decían las canciones.
-¿Te has perdido?- Me dijo el mismísimo Tinegar, debía de ser el, reconocí la empuñadura de su espada.
-Eh…ehh.no…no.no- masculle nervioso a punto de sufrir un infarto –Soy Schott, e..el nuevo-
-¿Estás seguro?- me dijo mirándome seriamente, no parecía demasiado convencido conmigo, no se lo reprocho –Si mire t..tengo una carta que dice que…- dije sacando el salvoconducto y tratando de que no se fijase en mi emblema mal cosido.
-Mmmm, está bien, bienvenido Schott, seguro que nos resultas de ayuda- Me dijo tendiéndome la mano.
-Ehhh.oo..si, si si, encantado si, si lo haré señor si- dije tardando unos instantes en estrecharle la mano fruto de la emoción.
Otras cuatro personas acompañaban a Lord Riward, el primero por su enorme tamaño debía de ser en efecto Héctor Loreley, que me miraba fijamente con un gento que podría derretir el hielo, el otro, un elfo, debía de ser Anovar, que creo ni siquiera me miraba.
Sin embargo la mayor sorpresa fue encontrar a un viejo conocido.
-E..¿Eltrant? ¿eres tú?, si, si Eltrant, cuanto tiempo- sonreí respondiendo a su saludo, me apresuré a situarme junto a el mientras avanzábamos. –Eltrant, uf, han pasado meses ¿no?, ¿qué tal te trata la vida?- sonreí amistoso mientras nos internábamos en las mazmorras del castillo.
El ultimo acompañante, pero no menos importante era Alanna, la razón principal de que estuviera metido en todo este lio, Alanna había depositado su confianza en mí con esto, y no debía, no podía defraudarla.
-¡Alanna! Que contento de verte de nuevo, he de agradecerte todo esto, el posadero no se lo creía cuando…- me callé cuando vi que no era el momento de efusivos reencuentros, había que andarse con ojo para que los presos no te agarrasen sacando la mano por los barrotes ni te escupieran.
Los gritos de los presos eran bastante intimidadores. -¡Asesinos!- -¡Bastardos!-
-¡Eh tú, a ti te conozco!- Me gritó un preso al pasar.
-No no, seguro que no- Dije apretando el paso.
-Sí, sí, me debes pasta, ¡ven aquí saco de mierda!-
-No, no, me…me ha confundido con otro- sonreí nervioso avanzando rápido dejando tierra de por medio con el tipo.
Finalmente llegamos a la celda del fondo, cerrada y con bisagras de seguridad.
Riward nos explicó quiénes eran sus encantadores huéspedes.
-Ah que bien- sonreí al saber de su captura.
Por lo visto los pájaros no cantaban, el coloso Héctor sugirió métodos bastante drásticos para tirarles de la lengua.
-Oh..oh..sí..sería bastante…. efectivo si- sonreí nervioso a Héctor que me mostraba su enorme martillo, una autentica obra maestra por otro lado, yo era alto, pero tenía que levantar al máximo la cabeza si quería mirarle a los ojos.
-Oh, sí persuasivos sí, lo lograremos, no lo dude señor- le dije a Riward pensando que tal vez Alanna hubiera exagerado en nuestras referencias.
Nadie parecía dispuesto a ser el primero, y con razón, casi me quedo tieso cuando Héctor me zarandeó entre risas.
-Jejeje…- sonreí pálido como una vela –Sisi por mi estupendo- estaba pensando si Héctor podría partirme en dos si tirase de mis piernas y brazos, seguramente.
Gracias a los cielos Eltrant se ofreció a entrar primero –Si, si animo- le dije cuando cruzó la puerta, nos quedamos fuera aguardando sus avances, Anovar parecía sereno y expectante pero Héctor parecía divertirle mirarme para ponerme nervioso, con un claro efecto.
Al poco salió Eltrant con cara de frustración, no lo había conseguido.
-Nada tranquilo, seguro que ya los has dejado blandos y ceden enseguida- sonreí armándome de valor y entrando en la celda el siguiente ¿Estarían atados en la celda no?.
Se me quedaron mirando al entrar, y no demasiado bien.
-¿Te has perdido?- Me inquirió Gabret.
-Sí, no, no no, he venido a interrogaros?- respondí tratando de afirmar seguridad
-¿Eres un guardia?- Pregunto Ambar que parecía divertida.
-Sí y…- Respondí
-¿Pero no tienes el escudo mal…?- Se fijó Gabret
-Chsss, calla, no he venido a hablar de eso, sino de un artefacto elfico que…-
-¿No llevas espada?- Rió Ambar
-Chsss, no, ha.habido un problema de logística, mi nombre en la lista estaba mal y el armero aun no…-
-¿Entonces no eres un guardia?-
-Que os calléis, aquí el que hace las preguntas soy yo- Dije enfadado.
-Bueno bueno señor guardia, a ver, pregunta- Sonrió Ambar tumbándose en el suelo.
-¿Dónde está el artefacto que buscáis?- pregunté con determinación.
-En Aerandir- sonrió ufano Gabret.
-Muy bien- dije mordiéndome la lengua –¿Y que hace ese artefacto?- volví a preguntar.
-Cosas malas- rio Ambar.
-Oye venga no estoy para juegos, es mi primer día y…-
-Y va a ser el último…- Sonrió Gabret.
-Se acabó, ya me he enfadado, decidme lo que quiero saber o…- clamé enfadado
-¿O que harás?- rio Ámbar.
-Os..os daré una paliza hasta que….-
-¿Quién tú?- sonrió Gabret divertido.
-Bueno si, o puedo decirle a Héctor que entre- Ya no se rieron tanto.
-Venga colaborad, será lo mejor para todos, si me decís lo que quiero saber os daré lo que escondo en esta mano, tal vez sea la llave de vuestra libertad- Dije sacando de la espalda mi puño cerrado guardando una moneda.
-Es una mísera moneda- dijo aburrido Gabret –Si, además es de cobre, te hemos visto cogerla- rio Ámbar.
-Mira iros al cuerno- maldije golpeando la puerta, señal de que quería salir –Ya deseareis haber cantado cuando teníais ocasión- maldije saliendo de la celda.
-Uf, son gente durísima, ni mis refinadas técnicas han logrado hacerlos hablar, esto va a ser sumamente difícil- comenté desanimado a los presentes, la cosa no pintaba nada bien ¿Qué narices les habría contado Alanna de mi para que me considerasen para esta misión?, aunque tal vez pudiera dar una grata sorpresa, espero.
***Off: He de salir esta tarde para un viaje de trabajo imprevisto,, llego el sábado por la noche, si posteais rápido y me pilla la regla de las 48h no os preocupeis, podeis saltarme y responderé en cuanto llegue, suerte***
Schott
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Re: El interrogatorio [Guardias - Ep. I] [Mastereado]
Ese día el sol había salido pronto, ni una sola nube cubría el cielo, poco hacía que había vuelto de Vulwulfar, y por fin volvían a estar en esa época, a la entrada del otoño, cuando el verano comenzaba a llegar a su fin, se iniciaban las pruebas para la entrada de nuevos miembros de la guardia, había gente que pasaba media vida entrenando para ser capaces de entrar, otros lo hacían por medio de recomendaciones, fuera cual fuera su modo de entrar, aquel que lograba hacerse con un puesto, y colgar el blasón de la guardia sobre su pechera, era sin duda, merecedor de reconocimiento, no era sencillo ser parte de la guardia, y, mucho menos, ser un buen guardia.
Mientras atravesaba el patio de armas en dirección a la entrada de los calabozos, pudo ver corretear, felices, a varios nuevos guardias, los más jóvenes lucían sus insignias inflando pecho, los más adultos sonreían con orgullo, si, sin duda, era un honor ser parte de la Guardia de Lunargenta, aun recordaba la joven cuando empezó, su primer día, a sus 16 años. Las mejillas se le encendieron con el recuerdo.
Todo inició con un día de sol igual a ese, con un paseo similar por el mismo sitio, sus pasos, mucho más nerviosos, sus ojos, mucho más brillantes, y el uniforme, demasiado largo para su altura a las dieciséis primaveras. Era el día siguiente al haber pasado la prueba de acceso, su espada nueva, sus dagas, y su insignia brillaban, nuevas, en su uniforme, su porte orgulloso y su pelo recogido la hacían acelera el paso, Lord Treki la había llamado a su despacho.
Entró nerviosa recogiendo sus mangas, que se le caían, y pasó al despacho en cuanto se le permitió el acceso, junto a ella, otro chico, de su edad, o tal vez un año menor, igual de nervioso que ella, se balanceaba a la espera. El elfo, sentado en su sillón, les sonrió indulgente, intentando calmarles, y la presencia de Byron, su padrastro, que le sonreía con orgullo, terminó por relajar sus nervios. Ese fue el día que supo de la existencia de los Confidentes, y supo también que ella sería parte de esa rama de la guardia.
- No habéis entrado a la guardia por vuestra fuerza, si no por vuestra velocidad, y vuestra astucia.- fueron las palabras del capitán.
Desde ese día, Alanna comenzó a mejorar, perdió parte de su inocencia, y descubrió la parte más oscura de la guardia, la hicieron estudiar engaños, trampas y venenos varios, además de tácticas de interrogatorio y de tortura, sin embargo, nunca había logrado ser una erudita en las últimas, no le gustaba oír los gritos de la gente ni sentir el sufrimiento de estos, prefería metodos más sutiles, que no necesitaran derramar sangre, en parte, por eso le gustaban los venenos, silenciosos, limpios, y no dejaban rastro si sabían usarse, además, podían causar bastante dolor dependiendo del que se usara. También le gustaban la técnicas para sonsacar información, introducirse en la mente de cualquier persona y poder averiguar incluso su más oscuro secreto.
De nuevo en el presente, Alanna alzó la cabeza al notar la sombra que comenzaba a cubrirla al entrar en el pasillo que la llevaba hasta la entrada de las celdas. No pudo evitar sonreír al ver a Eltrant y Schott, ambos chicos lo habían logrado, era algo realmente bueno, la guardia necesitaba a más gente como ellos, puros, inocentes aun, y legales, dudaba mucho que ninguno de los dos fuera a dejarse tentar por las promesas de las bandas o el dinero fácil, y lo cierto era que la guardia necesitaba más gente justa y legal, ya demasiada corrupción había entre sus filas.
- Buenos días. - Sonrió contenta a Eltrant y a Schott cuando los vio, se alegraba sinceramente de tenerlos allí, no podría haber encontrado a mejores compañeros de armas.- Señores.- saludó algo más seria, con una inclinación de cabeza, a sus superiores.
Sin mostrar que las palabras de Hector le afectasen, agradeció en silencio lo dicho por Lord Tinegar usadas para defenderla. Era un orgullo que, con tantos guardias como había en los diferentes cuerpos que existían en la guardia, supiera de su nombre y su trayectoria que, al parecer, tenía bastante peso como para lograr que confiasen en Eltrant y en Schott tanto como en ella misma. Pronto pasó el momento tenso y abrieron la puerta para entrar a las mazmorras.
- No los miréis, mantened el silencio y la cabeza alta.- les susurró tomando ella misma la postura que les había dicho a sus dos amigos antes de dar un primer paso. y seguir a los altos cargos hacia el interior de las mazmorras.
Los insultos, improperios y amenazas volaban de un lado a otro mientras las manos salían de entre los barrotes, algunos, agotados por las torturas a las que, algunos, se veían sometidos a diario, no tenían fuerzas ni para alzar la cabeza, y Alanna tampoco las tenía para girarse a mirarlos, no le gustaban las técnicas que usaban, pero no podía, tampoco, permitirse que supieran que era débil ante la simple idea de herir a alguien indefenso, pensaba que luchar a alguien que no tiene armas con que defenderse era algo deleznable.
Llegaron al final del corredor en silencio, esquivando voces y miradas que hablaban de odio a gritos. Algunos de los presos, bien lo sabía ella, no se merecían estar allí, había reconocido a un padre de familia que ella misma había perdonado en una ocasión por robar pan para alimentar a sus hijos, ella pasaba por alto robos sencillos y, en ocasiones, hasta abonaba lo robado, pero había guardias que, con tal de aumentar su fama entre los guardias, poca importancia le daba a atemorizar al pueblo. Por eso necesitaban a gente como Schott y Eltrant, por eso ella había intercedido con tal de poder tenerlos con ella. Aunque por sus propios méritos habrían entrado sobradamente, no los habrían puesto con ella.
Llegados a las puertas, les dieron las instrucciones, habían conseguido coger a los lideres del gremio de ladrones y debían sonsacarles información acerca del paradero de un extraño instrumento, Eltrant y Schott fueron los primeros en entrar, sin demasiado resultado aparente, pero, al menos, sus usos habían sido mejores que los propuestos por Hector, ese hombre.... la ponía de los nervios, todo músculo y poco cerebro, mucho ruido y pocas nueces.
- Bien, visto que no funcionan los metodos usuales... tendré que entrar yo con mi martillo.- Sonrió el bestia con su manaza sobre el pomo de la puerta.
- Disculpe, pero... yo también estoy aquí para intentarlo.- interrumpió Alanna, algo molesta porque el tipo estuviera ignorándola a tal grado.
Hector le abrió la puerta con cierta sorna, dando a entender claramente lo que le pasaba por la cabeza, "¿qué podrá hacer una chiquilla que no hayan podido hacer dos hombres?" Pues ella le enseñaría que era capaz de hacer una chiquilla. Cerró la puerta a sus espaldas y sonrió con amabilidad a los dos ladrones sentados y atados con cadenas. Tomó también, asiento, frente a ellos.
- Buenos días.- les sonrió.- siento el trato, los guardias no están acostumbrados a ser amables. ¿Queréis agua, o algo de comer?- les preguntó con tranquilidad.
- No, gracias, ¿tu también nos vas a preguntar por dónde está el artefacto élfico?- Preguntó Gabret.
- Así es, y me gustaría que me lo dijerais.- Siguió con amabilidad.- Mirad, no voy a mentir ni a andarme con chiquitas, la guardia no es una organización benéfica, y por defender a los ciudadanos somos capaces de ensuciarnos de barro y sangre hasta ahogarnos a nosotros mismos.- aseguró.- De momento estáis teniendo suerte, ni mis dos compañeros ni yo tenemos intenciones de haceros daño, no somos torturadores, ni disfrutamos con el sufrimiento ajeno.
- Lo sabemos, esos se notaba que son nuevos, y tu... hemos oído hablar de ti, Gata, eres espía, no sueles mancharte las manos. Pero seguro que solo eres un perro más de presa.- Inquirió Ámbar.
- Si no me mancho las manos es porque no me gusta, no quiere decir que no sea capaz de hacerlo, simplemente, que no quiero, el día de mañana no me importarán las acusaciones, mientras yo no me pueda arrepentir de mis actos. Pero no todos somos aquí, vosotros mejor que nadie sabéis de la parte oscura de la guardia. Al entrar visteis a mucha gente, ¿verdad? Estoy segura de que os fijasteis en aquellos que no podían siquiera hablar.- Miró atentamente a los dos presos, a partir de ese momento, sería capaz de captar cualquier mentira que se atrevieran a contar.- ¿Escucháis desde aquí los gritos?- el silencio de la sala se vio, de pronto, interrumpido por un fuerte alarido de dolor.- lo peor que os puede pasar no es la muerte, aquí tenemos a gente que realmente disfruta de ver el sufrimiento de los demás, y son expertos en causarlo, pacientes, calculados, no desperdician un solo instante.- desvió un segundo la mirada, con aires de pesar.- no me gustan estas cosas, por eso intento evitarlas siempre a quienes se presentan frente a mi.- volvió a mirar hacia ellos con ojos serios.- mirad, aquí no se van a andar con tonterías, primero os dejarán sin comer, y con a penas agua para que aguantéis, el hambre y la sed comenzarán a consumiros poco a poco, después, dejaran que uno de los expertos, os azote con uno de esos látigos de seis cuerdas, y no lo harán rápido, no, no dejarán que se os adormezca, irán despacio, para que sintáis cada latigazo aun más que el primero; después, seguirán echándoos sal, o vinagre, para que el escozro sea aun mayor, el potro será lo siguiente, pero irán poco a poco, aumentando el dolor por días, puede que pasen años, incluso décadas, antes de que os permitan morir, porque creedme, suplicaréis porque os maten, si no dais la información ahora, por mucho que la deis después, no tendrán compasión alguna. Sed inteligentes, puede que no lo hagáis por vosotros mismos, pero, ¿y por el otro? ¿No vais a salvar a quien está a vuestro lado?- preguntó seria.
Los dos se miraron entre ellos y hablaron con la mirada, su aire serio, meditabundo y taciturno, con la cabeza gacha le dijo a Alanna que algo había logrado. Con seriedad, Ámbar alzó una mirada acuosa, y la miró con seriedad. Su voz, cuando habló por fin, sonó asustada pero decidida.
- Muy bien, pero necesitamos saber que no se nos hará nada malo.- Alanna asintió con seriedad y salió al pasillo cerrando la puerta tras de si.
- Será mejor que entremos, pero debemos mantener la calma y quieren una seguridad de que no se les torturará si nos dicen lo que queremos saber, si nos mienten, lo sabré, pero hasta entonces, debemos mantener nuestra palabra, no parecen muy dispuestos a hablar, pero tal vez si les damos algo de cuerda, tropiecen y nos digan algo.- pidió con la puerta cerrada a sus espaldas, a la espera de ordenes.
No sabía si les dirían todo lo que necesitaban saber, pero al menos habían dado un pequeño paso, parecía que estaban algo asustados y que, además, se fiaban de Eltrant, Schott y ella. En ese momento entendía porque habían mandado a un grupo compuesto casi en su totalidad por nuevos miembros, la inocencia que destilaban unido a los secretos que sabía Alanna eran la combinación perfecta para hacer hablar a los presos, el gancho estaba lanzado y parecían haber hecho una buena pesca.
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Off: Subrayada la activación de la habilidad pasiva; Mentiroso compulsivo.
Mientras atravesaba el patio de armas en dirección a la entrada de los calabozos, pudo ver corretear, felices, a varios nuevos guardias, los más jóvenes lucían sus insignias inflando pecho, los más adultos sonreían con orgullo, si, sin duda, era un honor ser parte de la Guardia de Lunargenta, aun recordaba la joven cuando empezó, su primer día, a sus 16 años. Las mejillas se le encendieron con el recuerdo.
Todo inició con un día de sol igual a ese, con un paseo similar por el mismo sitio, sus pasos, mucho más nerviosos, sus ojos, mucho más brillantes, y el uniforme, demasiado largo para su altura a las dieciséis primaveras. Era el día siguiente al haber pasado la prueba de acceso, su espada nueva, sus dagas, y su insignia brillaban, nuevas, en su uniforme, su porte orgulloso y su pelo recogido la hacían acelera el paso, Lord Treki la había llamado a su despacho.
Entró nerviosa recogiendo sus mangas, que se le caían, y pasó al despacho en cuanto se le permitió el acceso, junto a ella, otro chico, de su edad, o tal vez un año menor, igual de nervioso que ella, se balanceaba a la espera. El elfo, sentado en su sillón, les sonrió indulgente, intentando calmarles, y la presencia de Byron, su padrastro, que le sonreía con orgullo, terminó por relajar sus nervios. Ese fue el día que supo de la existencia de los Confidentes, y supo también que ella sería parte de esa rama de la guardia.
- No habéis entrado a la guardia por vuestra fuerza, si no por vuestra velocidad, y vuestra astucia.- fueron las palabras del capitán.
Desde ese día, Alanna comenzó a mejorar, perdió parte de su inocencia, y descubrió la parte más oscura de la guardia, la hicieron estudiar engaños, trampas y venenos varios, además de tácticas de interrogatorio y de tortura, sin embargo, nunca había logrado ser una erudita en las últimas, no le gustaba oír los gritos de la gente ni sentir el sufrimiento de estos, prefería metodos más sutiles, que no necesitaran derramar sangre, en parte, por eso le gustaban los venenos, silenciosos, limpios, y no dejaban rastro si sabían usarse, además, podían causar bastante dolor dependiendo del que se usara. También le gustaban la técnicas para sonsacar información, introducirse en la mente de cualquier persona y poder averiguar incluso su más oscuro secreto.
De nuevo en el presente, Alanna alzó la cabeza al notar la sombra que comenzaba a cubrirla al entrar en el pasillo que la llevaba hasta la entrada de las celdas. No pudo evitar sonreír al ver a Eltrant y Schott, ambos chicos lo habían logrado, era algo realmente bueno, la guardia necesitaba a más gente como ellos, puros, inocentes aun, y legales, dudaba mucho que ninguno de los dos fuera a dejarse tentar por las promesas de las bandas o el dinero fácil, y lo cierto era que la guardia necesitaba más gente justa y legal, ya demasiada corrupción había entre sus filas.
- Buenos días. - Sonrió contenta a Eltrant y a Schott cuando los vio, se alegraba sinceramente de tenerlos allí, no podría haber encontrado a mejores compañeros de armas.- Señores.- saludó algo más seria, con una inclinación de cabeza, a sus superiores.
Sin mostrar que las palabras de Hector le afectasen, agradeció en silencio lo dicho por Lord Tinegar usadas para defenderla. Era un orgullo que, con tantos guardias como había en los diferentes cuerpos que existían en la guardia, supiera de su nombre y su trayectoria que, al parecer, tenía bastante peso como para lograr que confiasen en Eltrant y en Schott tanto como en ella misma. Pronto pasó el momento tenso y abrieron la puerta para entrar a las mazmorras.
- No los miréis, mantened el silencio y la cabeza alta.- les susurró tomando ella misma la postura que les había dicho a sus dos amigos antes de dar un primer paso. y seguir a los altos cargos hacia el interior de las mazmorras.
Los insultos, improperios y amenazas volaban de un lado a otro mientras las manos salían de entre los barrotes, algunos, agotados por las torturas a las que, algunos, se veían sometidos a diario, no tenían fuerzas ni para alzar la cabeza, y Alanna tampoco las tenía para girarse a mirarlos, no le gustaban las técnicas que usaban, pero no podía, tampoco, permitirse que supieran que era débil ante la simple idea de herir a alguien indefenso, pensaba que luchar a alguien que no tiene armas con que defenderse era algo deleznable.
Llegaron al final del corredor en silencio, esquivando voces y miradas que hablaban de odio a gritos. Algunos de los presos, bien lo sabía ella, no se merecían estar allí, había reconocido a un padre de familia que ella misma había perdonado en una ocasión por robar pan para alimentar a sus hijos, ella pasaba por alto robos sencillos y, en ocasiones, hasta abonaba lo robado, pero había guardias que, con tal de aumentar su fama entre los guardias, poca importancia le daba a atemorizar al pueblo. Por eso necesitaban a gente como Schott y Eltrant, por eso ella había intercedido con tal de poder tenerlos con ella. Aunque por sus propios méritos habrían entrado sobradamente, no los habrían puesto con ella.
Llegados a las puertas, les dieron las instrucciones, habían conseguido coger a los lideres del gremio de ladrones y debían sonsacarles información acerca del paradero de un extraño instrumento, Eltrant y Schott fueron los primeros en entrar, sin demasiado resultado aparente, pero, al menos, sus usos habían sido mejores que los propuestos por Hector, ese hombre.... la ponía de los nervios, todo músculo y poco cerebro, mucho ruido y pocas nueces.
- Bien, visto que no funcionan los metodos usuales... tendré que entrar yo con mi martillo.- Sonrió el bestia con su manaza sobre el pomo de la puerta.
- Disculpe, pero... yo también estoy aquí para intentarlo.- interrumpió Alanna, algo molesta porque el tipo estuviera ignorándola a tal grado.
Hector le abrió la puerta con cierta sorna, dando a entender claramente lo que le pasaba por la cabeza, "¿qué podrá hacer una chiquilla que no hayan podido hacer dos hombres?" Pues ella le enseñaría que era capaz de hacer una chiquilla. Cerró la puerta a sus espaldas y sonrió con amabilidad a los dos ladrones sentados y atados con cadenas. Tomó también, asiento, frente a ellos.
- Buenos días.- les sonrió.- siento el trato, los guardias no están acostumbrados a ser amables. ¿Queréis agua, o algo de comer?- les preguntó con tranquilidad.
- No, gracias, ¿tu también nos vas a preguntar por dónde está el artefacto élfico?- Preguntó Gabret.
- Así es, y me gustaría que me lo dijerais.- Siguió con amabilidad.- Mirad, no voy a mentir ni a andarme con chiquitas, la guardia no es una organización benéfica, y por defender a los ciudadanos somos capaces de ensuciarnos de barro y sangre hasta ahogarnos a nosotros mismos.- aseguró.- De momento estáis teniendo suerte, ni mis dos compañeros ni yo tenemos intenciones de haceros daño, no somos torturadores, ni disfrutamos con el sufrimiento ajeno.
- Lo sabemos, esos se notaba que son nuevos, y tu... hemos oído hablar de ti, Gata, eres espía, no sueles mancharte las manos. Pero seguro que solo eres un perro más de presa.- Inquirió Ámbar.
- Si no me mancho las manos es porque no me gusta, no quiere decir que no sea capaz de hacerlo, simplemente, que no quiero, el día de mañana no me importarán las acusaciones, mientras yo no me pueda arrepentir de mis actos. Pero no todos somos aquí, vosotros mejor que nadie sabéis de la parte oscura de la guardia. Al entrar visteis a mucha gente, ¿verdad? Estoy segura de que os fijasteis en aquellos que no podían siquiera hablar.- Miró atentamente a los dos presos, a partir de ese momento, sería capaz de captar cualquier mentira que se atrevieran a contar.- ¿Escucháis desde aquí los gritos?- el silencio de la sala se vio, de pronto, interrumpido por un fuerte alarido de dolor.- lo peor que os puede pasar no es la muerte, aquí tenemos a gente que realmente disfruta de ver el sufrimiento de los demás, y son expertos en causarlo, pacientes, calculados, no desperdician un solo instante.- desvió un segundo la mirada, con aires de pesar.- no me gustan estas cosas, por eso intento evitarlas siempre a quienes se presentan frente a mi.- volvió a mirar hacia ellos con ojos serios.- mirad, aquí no se van a andar con tonterías, primero os dejarán sin comer, y con a penas agua para que aguantéis, el hambre y la sed comenzarán a consumiros poco a poco, después, dejaran que uno de los expertos, os azote con uno de esos látigos de seis cuerdas, y no lo harán rápido, no, no dejarán que se os adormezca, irán despacio, para que sintáis cada latigazo aun más que el primero; después, seguirán echándoos sal, o vinagre, para que el escozro sea aun mayor, el potro será lo siguiente, pero irán poco a poco, aumentando el dolor por días, puede que pasen años, incluso décadas, antes de que os permitan morir, porque creedme, suplicaréis porque os maten, si no dais la información ahora, por mucho que la deis después, no tendrán compasión alguna. Sed inteligentes, puede que no lo hagáis por vosotros mismos, pero, ¿y por el otro? ¿No vais a salvar a quien está a vuestro lado?- preguntó seria.
Los dos se miraron entre ellos y hablaron con la mirada, su aire serio, meditabundo y taciturno, con la cabeza gacha le dijo a Alanna que algo había logrado. Con seriedad, Ámbar alzó una mirada acuosa, y la miró con seriedad. Su voz, cuando habló por fin, sonó asustada pero decidida.
- Muy bien, pero necesitamos saber que no se nos hará nada malo.- Alanna asintió con seriedad y salió al pasillo cerrando la puerta tras de si.
- Será mejor que entremos, pero debemos mantener la calma y quieren una seguridad de que no se les torturará si nos dicen lo que queremos saber, si nos mienten, lo sabré, pero hasta entonces, debemos mantener nuestra palabra, no parecen muy dispuestos a hablar, pero tal vez si les damos algo de cuerda, tropiecen y nos digan algo.- pidió con la puerta cerrada a sus espaldas, a la espera de ordenes.
No sabía si les dirían todo lo que necesitaban saber, pero al menos habían dado un pequeño paso, parecía que estaban algo asustados y que, además, se fiaban de Eltrant, Schott y ella. En ese momento entendía porque habían mandado a un grupo compuesto casi en su totalidad por nuevos miembros, la inocencia que destilaban unido a los secretos que sabía Alanna eran la combinación perfecta para hacer hablar a los presos, el gancho estaba lanzado y parecían haber hecho una buena pesca.
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Alanna Delteria
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Re: El interrogatorio [Guardias - Ep. I] [Mastereado]
Tras los intentos fallidos de Schott y Eltrant, Alanna se mostró mucho más calmada y persuasiva. Y sus disfrazadas amenazas tras las que escondía el miedo parecía que hacía cambiar el rostro de los dos ladrones.
Tanto Ambar como Gabret parecía que iban a ceder. Se miraron y se enviaron una mirada compenetrada, que sirvió como primer indicio de que algo le escondían a la guardia. Fue entonces cuando Ambar aceptó la propuesta y Alanna salió y cerró la puerta tras de sí, para informar a sus compañeros de lo que había conseguido adelantar.
-¿Eso significa que ya no podré reventarles la cabeza? – se preguntó Héctor a sí mismo, claramente desconsolado.
-Buen trabajo, Alanna. – indicó Riward. – Pues entrad a la celda y hacedles cantar.
Ahora, los tres nuevos reclutas entran juntos a la celda, allí, en el centro de una de las mesas, estará Gabret, sentado en un taburete y de pie, junto a la ventana de la rejilla, se encontrará Ambar. Mirando por ésta al exterior. Han cambiado su actitud. Sus miradas indican que algo están a punto de realizar.
-La naturaleza de los humanos es curiosa, se preocupa demasiado por algo material como es un simple objeto mágico, el dinero, las posesiones de uno mismo. ¿No te parece curioso, Ambar? ¿Qué después de todo cuanto hemos… ejem, robado, lo que más les interese saber es la localización de un artefacto que ni siquiera poseemos?– preguntó el hombre, sentado en la silla, torciéndose para mirar a la mujer.
-Y tanto. – contestó ésta. – Pero así es la naturaleza humana. Ambiciosa y materialista, en la que todo vale para llegar al poder. – se giró – Dime, Gata, ¿quién se va a enriquecer cuando encontréis el artefacto? ¿El jefecillo ese de la puerta, o el grandullón del martillo? – rió - ¡Oh! Que digo… seguramente se maten por él. – y comenzó a reír al unísono junto a su pareja. - ¿Y ya no os preocupa los robos que hemos cometido a lo largo de nuestra vida? ¿Será que no soy tan peligrosa? ¿Soy yo más malvada que el torturador que mencionabas antes, que hace sufrir a la gente tan sólo por robar comida y objetos para entregarlos a la gente estigmatizada de los barrios pobres y catacumbas? Barrios que, por cierto, ha creado tu propio rey. – indicó señalándola, a la vez que se llevaba las manos a la espalda. Comenzaba a desviarse del tema. - ¿De verdad somos tan mala gente? – volvió a cuestionar. – Al menos cumplimos nuestra palabra, te diremos lo que sabemos.
Y es que las razones por las que ambos bandidos estaban en la cárcel, lejos de ser asesinatos, se debían en su mayoría a robos. Tanto de útiles como de materiales. Aunque de sobra era conocido que ellos repartían sus ganancias entre los pobres.
Ambar comenzó a caminar manteniendo el frente, y escondiendo algo tras sus manos, que mantenía a su espalda, sin mostrarlas. Algo introdujo en el pantalón, pero ninguno de los héroes se percataría de ello. Luego, volvería a adelantar sus manos al grupo.
-No sabemos qué hace el artefacto. Sólo que está en el océano. – dijo Gabret.
-En el largo y ancho océano. – enfatizó Ambar.
-Encontradlo. – retó el hombre entre sonrisas, mostrándose.
-O mutiladnos. – espetó la mujer.
-Pero si lo hacéis no os podremos llevar al lugar exacto. Es difícil orientarse en el mar si no estamos en posición.
-¿Les acompañamos? – preguntó ella.
-Les acompañamos. – sentenció él.
Aunque no iba a “spoilear” nada, las maneras de Alanna son tan buenas que me han convencido hasta a mí. Así que como recompensa, sois los primeros en averiguar la localización en general del artefacto, aunque de poco os servirá si no llegáis a saber específicamente donde se encuentra.
Alanna, tu habilidad te permite saber que están diciendo la verdad. El artefacto está en el océano, pero es muy difícil saber la ubicación exacta en todo un mar que, recordemos, es más del doble respecto a la superficie del continente. Podéis terminar el interrogatorio o preguntarles más cosas, aunque no os dirán mucho más por ahora. Se sienten en posición ventajosa en la negociación y cualquier cosa adicional que preguntéis, terminará haciendo que se rían de vosotros como pasó con Eltrant y Schott al principio. Podéis usar a los personajes.
Podéis sacarlos de la celda para que os guíen en barco hasta el artefacto (ya os adelanto que no será tan sencillo), o dejarlos dentro e informar de vuestros avances a Riward para que sea él quien decida.
Tanto Ambar como Gabret parecía que iban a ceder. Se miraron y se enviaron una mirada compenetrada, que sirvió como primer indicio de que algo le escondían a la guardia. Fue entonces cuando Ambar aceptó la propuesta y Alanna salió y cerró la puerta tras de sí, para informar a sus compañeros de lo que había conseguido adelantar.
-¿Eso significa que ya no podré reventarles la cabeza? – se preguntó Héctor a sí mismo, claramente desconsolado.
-Buen trabajo, Alanna. – indicó Riward. – Pues entrad a la celda y hacedles cantar.
Ahora, los tres nuevos reclutas entran juntos a la celda, allí, en el centro de una de las mesas, estará Gabret, sentado en un taburete y de pie, junto a la ventana de la rejilla, se encontrará Ambar. Mirando por ésta al exterior. Han cambiado su actitud. Sus miradas indican que algo están a punto de realizar.
-La naturaleza de los humanos es curiosa, se preocupa demasiado por algo material como es un simple objeto mágico, el dinero, las posesiones de uno mismo. ¿No te parece curioso, Ambar? ¿Qué después de todo cuanto hemos… ejem, robado, lo que más les interese saber es la localización de un artefacto que ni siquiera poseemos?– preguntó el hombre, sentado en la silla, torciéndose para mirar a la mujer.
-Y tanto. – contestó ésta. – Pero así es la naturaleza humana. Ambiciosa y materialista, en la que todo vale para llegar al poder. – se giró – Dime, Gata, ¿quién se va a enriquecer cuando encontréis el artefacto? ¿El jefecillo ese de la puerta, o el grandullón del martillo? – rió - ¡Oh! Que digo… seguramente se maten por él. – y comenzó a reír al unísono junto a su pareja. - ¿Y ya no os preocupa los robos que hemos cometido a lo largo de nuestra vida? ¿Será que no soy tan peligrosa? ¿Soy yo más malvada que el torturador que mencionabas antes, que hace sufrir a la gente tan sólo por robar comida y objetos para entregarlos a la gente estigmatizada de los barrios pobres y catacumbas? Barrios que, por cierto, ha creado tu propio rey. – indicó señalándola, a la vez que se llevaba las manos a la espalda. Comenzaba a desviarse del tema. - ¿De verdad somos tan mala gente? – volvió a cuestionar. – Al menos cumplimos nuestra palabra, te diremos lo que sabemos.
Y es que las razones por las que ambos bandidos estaban en la cárcel, lejos de ser asesinatos, se debían en su mayoría a robos. Tanto de útiles como de materiales. Aunque de sobra era conocido que ellos repartían sus ganancias entre los pobres.
Ambar comenzó a caminar manteniendo el frente, y escondiendo algo tras sus manos, que mantenía a su espalda, sin mostrarlas. Algo introdujo en el pantalón, pero ninguno de los héroes se percataría de ello. Luego, volvería a adelantar sus manos al grupo.
-No sabemos qué hace el artefacto. Sólo que está en el océano. – dijo Gabret.
-En el largo y ancho océano. – enfatizó Ambar.
-Encontradlo. – retó el hombre entre sonrisas, mostrándose.
-O mutiladnos. – espetó la mujer.
-Pero si lo hacéis no os podremos llevar al lugar exacto. Es difícil orientarse en el mar si no estamos en posición.
-¿Les acompañamos? – preguntó ella.
-Les acompañamos. – sentenció él.
* * * * * *
Aunque no iba a “spoilear” nada, las maneras de Alanna son tan buenas que me han convencido hasta a mí. Así que como recompensa, sois los primeros en averiguar la localización en general del artefacto, aunque de poco os servirá si no llegáis a saber específicamente donde se encuentra.
Alanna, tu habilidad te permite saber que están diciendo la verdad. El artefacto está en el océano, pero es muy difícil saber la ubicación exacta en todo un mar que, recordemos, es más del doble respecto a la superficie del continente. Podéis terminar el interrogatorio o preguntarles más cosas, aunque no os dirán mucho más por ahora. Se sienten en posición ventajosa en la negociación y cualquier cosa adicional que preguntéis, terminará haciendo que se rían de vosotros como pasó con Eltrant y Schott al principio. Podéis usar a los personajes.
Podéis sacarlos de la celda para que os guíen en barco hasta el artefacto (ya os adelanto que no será tan sencillo), o dejarlos dentro e informar de vuestros avances a Riward para que sea él quien decida.
Ger
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Re: El interrogatorio [Guardias - Ep. I] [Mastereado]
Sintió como si el mismo peso del mundo le cayese sobre los hombros – “El Océano” – Pensó, mirando fijamente a los ladrones – “De todos los lugares del maldito mundo, tiene que estar en el océano” – Que no se llevaba bien con las olas no era ningún secreto para Alanna, a quien le lanzó una mirada relativamente discreta ¿Cómo demonios podía estar él, de entre todos los guardas de la fortaleza, asignado a aquella misión?
No le sorprendió que Alanna hubiese hecho hablar a los líderes de los ladrones, después de todo, llevaba bastante tiempo dedicándose a aquello, la guarda siempre conseguía, de un modo u otro, convencer a cualquiera de lo que ella pensase.
- ¿Llevaros con nosotros? No soñéis con ello – Eltrant arqueó una ceja y habló sin ni siquiera pensar que no era él el que daba las órdenes en aquella habitación, Ambar sonrió – Sí que eres desconfiado… - El exmercenario sostuvo la mirada de la mujer – Debe estar bien mentirse a uno mismo, pensar que somos dueños de la verdad absoluta, que luchamos contra el corrupto poder superior – Contestó, haciendo referencia a las palabras que, minutos atrás, la mujer había dedicado a los presentes - ¿De verdad crees que queremos el artefacto por poder? ¿Por avaricia? – Preguntó, aunque sabía que la mujer no respondería – El problema, es la gente como vosotros – Sentenció levantándose del asiento. – Veré ese artefacto destruido antes que en las manos de alguien que no sepa controlarlo, por muy buenas… que sean las intenciones de estos – Asintiendo a sus compañeros se encaminó a la salida – Al fin y al cabo, ese es mi trabajo ¿No? – Mencionó antes de abandonar la habitación. – Proteger a los demás, sea cual sea el coste.
Sabía que la ladrona tenia una parte importante de razón, no lo iba a negar, había barrios empobrecidos en la ciudad, barrios en los cuales la vida de una persona no valía más de unos Aeros, barrios que estaban fuera de control, por mucho que la guarda los quisiese vigilar; lo sabía muy bien, después de todo, su pequeña oficina estaba en uno de esos barrios. Por eso también sabía que la actitud de aquellos ladrones, que el “negocio” que tenían montado con el eslogan de “Robar a los ricos para dar a los pobres” solo evitaba que negocios decentes se asentasen en esos lugares, impedían que los barrios creciesen, que prosperasen.
Puede que las ideas que tuviesen fuesen buenas, que no fuesen malas personas, pero, aunque se contradecía consigo mismo, aunque iba en contra de las acciones que había tomado como mercenario en más de una ocasión era consciente de que, el fin, no justifica los medios.
Cuando estuvo fuera de la habitación cerró la puerta de la celda tras de sí y se apoyó contra la pared, en cuanto le vieron, los prisioneros comenzaron lanzarle insultos y amenazas de nuevo – Sí, sí, yo también os quiero… - Murmuró esperando a que los demás abandonasen, a su vez, la celda.
Si bien era cierto que la “pista” que los ladrones habían dado era lo suficientemente vaga como para que no pudiese ser considerada como tal, no había que ser ningún genio para saber que, de ser posible, los subalternos de aquellos dos querían rescatarles, eran dos de las personas más importantes de los bajos fondos, en cierto modo, le extrañaba que aun estuviesen allí encerrados. Si algo había aprendido en sus años en la ciudad era que, los ladrones, podían ser increíblemente imaginativos, sitios tan fortificados como aquella fortaleza no eran nada para ellos, como si de espectros se tratasen, traspasaban los muros con auténtica soltura, no hay puerta que pueda detenerlos si de verdad se esfuerzan.
Por eso pensaba que sacar a aquellos sujetos de allí era dejárselos en bandeja a sus aliados, era básicamente, colocar un cartel gigante en la ciudad con la palabra “Rescate” escrita en él, desde su punto de vista estarían mejor en aquella celda, siempre podrían volver a por más información, y pondría los evidentes intentos de rescate más difícil.
– Si estuviese en mi mano me los llevaría aún más lejos – Suspiró y miró por la pequeña ventana que daba a la puerta, esperando que Alanna y Schott decidiesen que hacer, su palabra no era la definitiva, y era una obviedad que los ladrones iban a ser bastante más útiles fuera de la celda que dentro de ella.
- ¿Y bien? – Preguntó Tinegar, que, junto a los otros dos líderes de la guardia, esperaba fuera de la celda – Solo han dicho que está en el océano – Respondió – Nada más – El hombre asintió conforme y se giró hacia sus compañeros, con los que compartió algunas palabras que Eltrant no oyó – Se han ofrecido a “conducirnos” hasta el lugar en el que supuestamente está oculto el artefacto – Añadió el castaño, aquellas palabras atrajeron las miradas de sus superiores - ¿A que esperamos entonces? – Preguntó Héctor enarbolando, otra vez, su martillo – Pongámosles una correa y que nos lleven a dónde sea. – El mercenario arqueó una ceja, a punto de mostrar disconformidad con aquella idea, Tinegar alzó la mano haciendo que el gigante se callase de inmediato – ¿Tu qué opinas Tale? – Eltrant negó con la cabeza como toda respuesta, lo que hizo que notara la mirada de Héctor clavada en él, perfectamente visible aún detrás del pesado yelmo que vestía – Ya veo… - Dijo llevándose la mano derecha hasta la barbilla, pensativo – Esperemos a ver que tienen que decir los demás – Añadió el elfo, depositando una de sus manos en el hombro de Riward - Mejor asegurarse antes de tomar ninguna decisión precipitada. – El guarda de mayor rango asintió y volvió a hablar en un tono ligeramente más bajo con los demás oficiales, Eltrant por otro lado, cerró los ojos y esperó a que los demás abandonasen la celda de los ladrones.
No le sorprendió que Alanna hubiese hecho hablar a los líderes de los ladrones, después de todo, llevaba bastante tiempo dedicándose a aquello, la guarda siempre conseguía, de un modo u otro, convencer a cualquiera de lo que ella pensase.
- ¿Llevaros con nosotros? No soñéis con ello – Eltrant arqueó una ceja y habló sin ni siquiera pensar que no era él el que daba las órdenes en aquella habitación, Ambar sonrió – Sí que eres desconfiado… - El exmercenario sostuvo la mirada de la mujer – Debe estar bien mentirse a uno mismo, pensar que somos dueños de la verdad absoluta, que luchamos contra el corrupto poder superior – Contestó, haciendo referencia a las palabras que, minutos atrás, la mujer había dedicado a los presentes - ¿De verdad crees que queremos el artefacto por poder? ¿Por avaricia? – Preguntó, aunque sabía que la mujer no respondería – El problema, es la gente como vosotros – Sentenció levantándose del asiento. – Veré ese artefacto destruido antes que en las manos de alguien que no sepa controlarlo, por muy buenas… que sean las intenciones de estos – Asintiendo a sus compañeros se encaminó a la salida – Al fin y al cabo, ese es mi trabajo ¿No? – Mencionó antes de abandonar la habitación. – Proteger a los demás, sea cual sea el coste.
Sabía que la ladrona tenia una parte importante de razón, no lo iba a negar, había barrios empobrecidos en la ciudad, barrios en los cuales la vida de una persona no valía más de unos Aeros, barrios que estaban fuera de control, por mucho que la guarda los quisiese vigilar; lo sabía muy bien, después de todo, su pequeña oficina estaba en uno de esos barrios. Por eso también sabía que la actitud de aquellos ladrones, que el “negocio” que tenían montado con el eslogan de “Robar a los ricos para dar a los pobres” solo evitaba que negocios decentes se asentasen en esos lugares, impedían que los barrios creciesen, que prosperasen.
Puede que las ideas que tuviesen fuesen buenas, que no fuesen malas personas, pero, aunque se contradecía consigo mismo, aunque iba en contra de las acciones que había tomado como mercenario en más de una ocasión era consciente de que, el fin, no justifica los medios.
Cuando estuvo fuera de la habitación cerró la puerta de la celda tras de sí y se apoyó contra la pared, en cuanto le vieron, los prisioneros comenzaron lanzarle insultos y amenazas de nuevo – Sí, sí, yo también os quiero… - Murmuró esperando a que los demás abandonasen, a su vez, la celda.
Si bien era cierto que la “pista” que los ladrones habían dado era lo suficientemente vaga como para que no pudiese ser considerada como tal, no había que ser ningún genio para saber que, de ser posible, los subalternos de aquellos dos querían rescatarles, eran dos de las personas más importantes de los bajos fondos, en cierto modo, le extrañaba que aun estuviesen allí encerrados. Si algo había aprendido en sus años en la ciudad era que, los ladrones, podían ser increíblemente imaginativos, sitios tan fortificados como aquella fortaleza no eran nada para ellos, como si de espectros se tratasen, traspasaban los muros con auténtica soltura, no hay puerta que pueda detenerlos si de verdad se esfuerzan.
Por eso pensaba que sacar a aquellos sujetos de allí era dejárselos en bandeja a sus aliados, era básicamente, colocar un cartel gigante en la ciudad con la palabra “Rescate” escrita en él, desde su punto de vista estarían mejor en aquella celda, siempre podrían volver a por más información, y pondría los evidentes intentos de rescate más difícil.
– Si estuviese en mi mano me los llevaría aún más lejos – Suspiró y miró por la pequeña ventana que daba a la puerta, esperando que Alanna y Schott decidiesen que hacer, su palabra no era la definitiva, y era una obviedad que los ladrones iban a ser bastante más útiles fuera de la celda que dentro de ella.
- ¿Y bien? – Preguntó Tinegar, que, junto a los otros dos líderes de la guardia, esperaba fuera de la celda – Solo han dicho que está en el océano – Respondió – Nada más – El hombre asintió conforme y se giró hacia sus compañeros, con los que compartió algunas palabras que Eltrant no oyó – Se han ofrecido a “conducirnos” hasta el lugar en el que supuestamente está oculto el artefacto – Añadió el castaño, aquellas palabras atrajeron las miradas de sus superiores - ¿A que esperamos entonces? – Preguntó Héctor enarbolando, otra vez, su martillo – Pongámosles una correa y que nos lleven a dónde sea. – El mercenario arqueó una ceja, a punto de mostrar disconformidad con aquella idea, Tinegar alzó la mano haciendo que el gigante se callase de inmediato – ¿Tu qué opinas Tale? – Eltrant negó con la cabeza como toda respuesta, lo que hizo que notara la mirada de Héctor clavada en él, perfectamente visible aún detrás del pesado yelmo que vestía – Ya veo… - Dijo llevándose la mano derecha hasta la barbilla, pensativo – Esperemos a ver que tienen que decir los demás – Añadió el elfo, depositando una de sus manos en el hombro de Riward - Mejor asegurarse antes de tomar ninguna decisión precipitada. – El guarda de mayor rango asintió y volvió a hablar en un tono ligeramente más bajo con los demás oficiales, Eltrant por otro lado, cerró los ojos y esperó a que los demás abandonasen la celda de los ladrones.
Eltrant Tale
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Re: El interrogatorio [Guardias - Ep. I] [Mastereado]
Habíamos fracasado, al menos Eltrant y yo, pero puede que las legendarias dotes de Alanna nos sacasen del aprieto una vez más, sonreí cuando Alanna interrumpió a Héctor que iba a sonsacar algo con su grande y pesado…carisma, lo cierto es que tenía ciertas ganas de verlo en acción, pero sin duda los métodos de Alanna iban a ser más sutiles y efectivos.
Me mantuve serio y sereno como Alanna nos había indicado mientras esperábamos, con el rabillo del ojo podía ver la enorme espada de Tinegar, como si se fuese a prender fuego en cualquier momento, cosa que no hizo.
Después de un ratillo apareció Alanna y traía mejor cara que nosotros, parecía que había llegado a alguna clase de trato o acuerdo con ellos, mucho mejor, ya casi podía saborear la confesión, pero debíamos mantener la calma y no hacerles daño, por mi estupendo, pero no iba a responder por los otros tres mandamases.
Entramos en la celda y cerré la puerta tras de nosotros, seguramente apreciasen la intimidad, es posible que nos hubieran visto cara de novatos necios, que yo al menos tenía, y que por eso tratarían de liarnos, o tal vez éramos los únicos que no les habíamos gritado ni torturado y eso ayuda bastante a una relación.
Me apoyé en una pared dejando el centro para Alanna, quizás fuéramos a usar alguna técnica de las canciones como la del guardia bueno y guardia malo o la del testigo falso, pronto lo sabríamos.
Ambar y Gabret expusieron un monologo, que aunque no exento de razón, seguramente trataba de liarnos.
La verdad es que nadie me había comentado realmente que era ese artefacto que buscábamos, que hacía o como era, demonios ni siquiera le habían puesto nombre, además estaba al corriente de la pujante corrupción de la guardia y decaimiento de los barrios, yo mismo había sufrido esa corrupción en mazmorras similares y pillaje como el de esos dos en barrios como los que mencionaban.
Yo mantenía los brazos cruzados tratando de poner cara de duro pero sin apartar la vista de la pala, no me fiaba de ellos, eran ladrones, y me habían hecho el lío más veces en situaciones incluso más ventajosas para mí.
-¿El océano?- se me escapó incrédulo –Pero si es tan grande como…eeee…enorme, sería como buscar una aguja en un pajar- comenté consternado.
El vasto océano, que empezaba en la suave playa y se extendía hasta donde alcanzaba la vista, además su profundidad era prácticamente infinita, si estuviese en el fondo no había manera alguna de hallarlo, la cosa no pintaba bien, y si tal vez fuese todo un truco para despistarnos, el lugar más grande y apartado para despistar a la guardia era precisamente el mismo océano.
Para solventar esto se ofrecieron a servirnos de guía imagino que para pedir a cambio su posterior libertad, no me daba buena espina, y parecía que a Eltrant tampoco, el había estado callado antes, pero ahora expresaba claramente sus objeciones con este plan.
Yo asentí a los comentarios de Eltrant, él tenía razón, nuestro deber estaba claro, y era noble, no como el de nuestros huéspedes, su idea de destruir el aparato para que no cayese en malas manos era estupenda, pero no quería ser yo el quisquillosos que le recordase que por encima de eso teníamos ordenes, y por muy desacertadas que nos parecieran deberíamos cumplirlas, la guardia no tiene fama de ser indulgente con eso, torcí el gesto, parecía que las cosas no iban a ser tan blancas o negras como parecía en un principio.
Tras su intervención Eltrant abandonó la sala, nos quedamos pues yo y Alanna con los truhanes.
-Mi compañero tiene razón- intervine –Creé el ladrón que todos son de su condición- Dije serio a los dos prisioneros -Si ese artefacto es tan peligroso como todo el mundo dice deberías mostraros un poco más interesados en su búsqueda y puesta en buen recaudo- Afirmé –Ya sé que no somos muy de vuestro agrado –Dije palpando el emblema de la guardia del pecho y tratando de usar palabras suaves –Pero al menos tratamos de poner algo de orden en esos barrios que tanto os gustan y que por cierto frecuento- dije sincero hablando como si fuese ya un guardia de toda la vida –Y aunque ambos sabemos que vosotros estáis lejos de ser parte de la solución, ¿no sois lo peor que se cuece en esos barrios no?- sentencié –Así que si sabes algo más que “el océano”, tal vez debierais considerar compartirlo con nosotros-
-Ya nos hemos ofrecido a acompañaros ¿recuerdas?- comentó Ambar.
-Mmmmm- maldije sopesando las opciones, me incline sobre Alanna para susurrarle al oído.
-¿A ti que te parece?, estoy seguro de que traman algo, pero es que tampoco nos quedan muchas más cartas en la manga, podremos estar dando palos de ciego por el océano por toda la eternidad, no me gusta un pelo, pero tal vez que nos guíen, atados eso si como si fuesen ovillos, sea la única opción que tengamos- susurré a Alanna sin perder de vista a los dos facinerosos, que miraban divertidos.
Me mantuve serio y sereno como Alanna nos había indicado mientras esperábamos, con el rabillo del ojo podía ver la enorme espada de Tinegar, como si se fuese a prender fuego en cualquier momento, cosa que no hizo.
Después de un ratillo apareció Alanna y traía mejor cara que nosotros, parecía que había llegado a alguna clase de trato o acuerdo con ellos, mucho mejor, ya casi podía saborear la confesión, pero debíamos mantener la calma y no hacerles daño, por mi estupendo, pero no iba a responder por los otros tres mandamases.
Entramos en la celda y cerré la puerta tras de nosotros, seguramente apreciasen la intimidad, es posible que nos hubieran visto cara de novatos necios, que yo al menos tenía, y que por eso tratarían de liarnos, o tal vez éramos los únicos que no les habíamos gritado ni torturado y eso ayuda bastante a una relación.
Me apoyé en una pared dejando el centro para Alanna, quizás fuéramos a usar alguna técnica de las canciones como la del guardia bueno y guardia malo o la del testigo falso, pronto lo sabríamos.
Ambar y Gabret expusieron un monologo, que aunque no exento de razón, seguramente trataba de liarnos.
La verdad es que nadie me había comentado realmente que era ese artefacto que buscábamos, que hacía o como era, demonios ni siquiera le habían puesto nombre, además estaba al corriente de la pujante corrupción de la guardia y decaimiento de los barrios, yo mismo había sufrido esa corrupción en mazmorras similares y pillaje como el de esos dos en barrios como los que mencionaban.
Yo mantenía los brazos cruzados tratando de poner cara de duro pero sin apartar la vista de la pala, no me fiaba de ellos, eran ladrones, y me habían hecho el lío más veces en situaciones incluso más ventajosas para mí.
-¿El océano?- se me escapó incrédulo –Pero si es tan grande como…eeee…enorme, sería como buscar una aguja en un pajar- comenté consternado.
El vasto océano, que empezaba en la suave playa y se extendía hasta donde alcanzaba la vista, además su profundidad era prácticamente infinita, si estuviese en el fondo no había manera alguna de hallarlo, la cosa no pintaba bien, y si tal vez fuese todo un truco para despistarnos, el lugar más grande y apartado para despistar a la guardia era precisamente el mismo océano.
Para solventar esto se ofrecieron a servirnos de guía imagino que para pedir a cambio su posterior libertad, no me daba buena espina, y parecía que a Eltrant tampoco, el había estado callado antes, pero ahora expresaba claramente sus objeciones con este plan.
Yo asentí a los comentarios de Eltrant, él tenía razón, nuestro deber estaba claro, y era noble, no como el de nuestros huéspedes, su idea de destruir el aparato para que no cayese en malas manos era estupenda, pero no quería ser yo el quisquillosos que le recordase que por encima de eso teníamos ordenes, y por muy desacertadas que nos parecieran deberíamos cumplirlas, la guardia no tiene fama de ser indulgente con eso, torcí el gesto, parecía que las cosas no iban a ser tan blancas o negras como parecía en un principio.
Tras su intervención Eltrant abandonó la sala, nos quedamos pues yo y Alanna con los truhanes.
-Mi compañero tiene razón- intervine –Creé el ladrón que todos son de su condición- Dije serio a los dos prisioneros -Si ese artefacto es tan peligroso como todo el mundo dice deberías mostraros un poco más interesados en su búsqueda y puesta en buen recaudo- Afirmé –Ya sé que no somos muy de vuestro agrado –Dije palpando el emblema de la guardia del pecho y tratando de usar palabras suaves –Pero al menos tratamos de poner algo de orden en esos barrios que tanto os gustan y que por cierto frecuento- dije sincero hablando como si fuese ya un guardia de toda la vida –Y aunque ambos sabemos que vosotros estáis lejos de ser parte de la solución, ¿no sois lo peor que se cuece en esos barrios no?- sentencié –Así que si sabes algo más que “el océano”, tal vez debierais considerar compartirlo con nosotros-
-Ya nos hemos ofrecido a acompañaros ¿recuerdas?- comentó Ambar.
-Mmmmm- maldije sopesando las opciones, me incline sobre Alanna para susurrarle al oído.
-¿A ti que te parece?, estoy seguro de que traman algo, pero es que tampoco nos quedan muchas más cartas en la manga, podremos estar dando palos de ciego por el océano por toda la eternidad, no me gusta un pelo, pero tal vez que nos guíen, atados eso si como si fuesen ovillos, sea la única opción que tengamos- susurré a Alanna sin perder de vista a los dos facinerosos, que miraban divertidos.
Schott
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Re: El interrogatorio [Guardias - Ep. I] [Mastereado]
Entraron de nuevo a la celda bajo las ordenes de Lord Riward. ¿Sonsacarles, decía? Ni que fuera tan fácil, estaba segura de que iba a tener que ofrecer, al menos, otro trato, los ladrones no eran tontos, lo sabía, y si querían algo de ellos, iban a necesitar cubrirse las espaldas, y cubrirselas bien, necesitaban que confiasen, al menos, en uno de ellos, y era eso lo que necesitaban lograr, que confiasen en ellos y bajaran la guardia.
La Gata sabía perfectamente lo que pretendía el Lord, y la razón por la que había escogido a dos "novatos" Eltrant y Schott aun tenían las manos limpias y hacían pensar a los presos que estaban faltos de experiencia cuando no era así, ni mucho menos, tal vez no hubieran trabajado en la guardia, pero si con ella, y habían encerrado a una gran variedad de delincuentes bajo condiciones diferentes, pero eso era algo que ni Ámbar ni Gabret sabían. Ella, era, en cambio, la voz de la experiencia, una voz que contaba con fama de justa, aunque Alanna sabía que pocas semanas atrás, su justicia había sido tan sádica que incluso ella misma se temía. Cuando perdía los nervios, quien sabía que podía suceder.
Miró su mano verde, cubierta por un guante azul, antes de entrar a la celda, eso era su recordatorio, la voluntad puede más que la fuera, y Elise, con una marca parecida, seguía viva, mientras tuviera la certeza de eso, podría mantener la calma. Se mantuvo en silencio al entrar, sentándose frente a los ladrones. Parecía que tomaban posiciones ensayadas. Por desgracia, no tuvo tiempo de hablar cuando iniciaron las puyas.
La rabia le subía por la garganta, ¿cómo podían generalizar? Sin embargo, la rabia de Eltrant hizo que pudiera calmar los nervios, fue él quien respondió, airado, a los insultos poco velados, dándole la oportunidad de mantener su fachada calmada.
- Eltrant....- llamó en un murmullo algo preocupado, sabiendo que el chico se había enfadado de verdad, cuando lo vio salir de la sala.
Suspiró y Schott tomó la palabra. Tenía razón, el océano era demasiado grande como para ir en busca del artefacto solos, pero.... ¿llevarlos con ellos? Era una locura, Eltrant tenía también razón, parecía una tomadura de pelo. Nunca aceptarían un trato así, no podían, sería tenderles una alfombra roja para el escape. Ella sabía de muchas técnicas para comunicarse a distancia con otros, las había aprendido en sus años en el orfanato y perfeccionado en sus años como espía. Volvía a tensarse, no le hacía gracia que tratasen a sus compañeros como monos de feria y estaba claro que a Schott no parecían estar tomandolo todo lo enserio que deberían.
Cuando el chico la llevó a parte, solo negó con la cabeza, no, no podían llevarlos a ambos. Un nuevo intercambio de miradas entre los dos presos le dio la pista, separarlos, debían separarlos, juntos podrían con ellos, los ladrones eran inteligentes, y ellos no eran sus lideres por nada, pero si los separaban, no podrían huir sin saber como se encontraba el otro, al fin y al cabo, algo le decía a Alanna que esos tenían un lío, tantas miradas, el cambio de sus gestos cuando les dijo que pensaran en el otro, esa era la clave, y su punto débil, su relación. Una sonrisa de superioridad, cruzo, de repente, el rostro de Gabret, desatando la rabia que Alanna había estado guardando.
- Mirad, podéis creer lo que queráis de la guardia, pero no vamos a usar el artefacto para enriquecernos, no somos vosotros, no sois ningún Robin Hood ni vuestras gentes ayudan tanto como pensáis. ¿Creéis que sois los únicos que han crecido en las calles? Yo estuve en el orfanato, pasé hambre y frío, tanto que presumís de vuestro buen corazón, de que dáis de comer a los que no tienen nada, de que ayudáis a las gentes del barrio pobre, decidme, ¿dónde estabais cuando nos golpeaban, cuando pasábamos meses sin comer o moríamos de frío? No sois tan buenos como os creéis.- Se había molestado, la calma había fallado en cuanto había visto una sonrisa de superioridad. Alanna se quito la chaqueta la camisa, dejando su torso vendado desde las axilas hasta el ombligo, las heridas eran más que visibles, moretones, marcas de cuchillos, y de puñaladas.- Esta marca.- señaló su brazo derecho.- me la hice cuando detuve a uno de los vuestros que le robaba el suelo a un trabajador del astillero, el hombre necesitaba el dinero para su hijo enfermo, y vosotros intentasteis arrebatárselo. Esta.- Señaló una puñalada cerca del ombligo, que era ya una simple marca blanca.- me la hice cuando paré a un tipo que intentaba violar a una mujer, también en vuestro barrio. Aquí,- Se giró y señaló su muslo.- Tengo una herida que de poco no me cuesta la vida por una panda de ladrones que entró a robar a un espectáculo público, donde había ricos pobres, poco importó, casi los mata a todos. Esto,- se señaló el pecho vendado, con las costillas prácticamente curadas.- me lo hice por salvar una aldea entera de unos asaltantes, y esto.- se sacó el guante y mostró su mano verde.- Esto fue por acabar con una banda de ladrones que habían tomado una pequeña aldea y mataban a cualquiera que no les pagase un tributo.- apoyó sus dos manos sobre la mesa con un fuerte golpe.- podéis decir lo que queráis, pero yo también soy de barrio pobre, y cuido de quienes fueron, y aun son, los mío, aunque los únicos que me ayudaron fueron los guardias, vosotros no movisteis un dedo, y desde entonces yo he hecho lo mismo, patrullo por allí incluso cuando no tengo turno, si tan alta tenéis la moral, por qué no limpiáis primero vuestro propio bando antes de acusar a los demás.- les miró con seriedad para, cansada, suspirar y volver a tomar asiento.- Mirad, no quiero problemas, quiero solucionar esto, pero no os llevaremos a los dos, solo a uno, a cambio, firmaremos un pacto de no muerte, tenéis la promesa de que no os torturaran, pero eso no quiere decir que no puedan sacaron un día y colgaros, con lo que os propongo, si. Me gustaría llevarme a Ámbar, no quiero ser la única mujer en un barco, y por muy ladrona que seas, tendría a alguien con quien hablar, si aceptas doy mi palabra de honor de que no se te pondrá un dedo encima, no se para vosotros, pero para mi el honor aun vale, si lo preferís, os lo daré por escrito. Aceptad o no, pero os aseguro que es lo mejor que vais a poder conseguir, somos, posiblemente, los únicos tres guardias que os ofrecerían tratos en lugar de simples amenazas, pensadlo.- Se levantó y cogió su ropa, se puso el guante, asegurándose de que no se veía el tono verde de su piel, que, para más de uno, debía resultar más que desagradable, se puso la camisa y la chaqueta y abotonándose la primera llamó a su amigo.- Vamos fuera Schott, dejemosles pensar.
Salió fuera y respiró hondo, cansada, le agotaban los interrogatorios, no le gustaban nada, esas amenazas veladas, esas puyas. Miró a los hombres que había fuera, que la miraban extrañados por su aspecto y ni siquiera se molestó en sonrojarse o avergonzarse, se sentía demasiado cansada para ello, pero, si aceptaban, debían tener un plan para sacarlos de allí, así que comenzó a pensar, fuera cual fuera el plan, y se llevaran con ellos a quien se llevaran, no podían dejar que los de ahí dentro lo supieran, a ellos deberían darles información falsa.
- Eltrant tiene razón, no podemos sacarlos de aquí, no a los dos, al menos, debemos separarlos, no se irían sin el otro, o... eso intuyo, les he propuesto llevarnos solo a uno, a la chica, si es posible, necesitamos que confíen en nosotros, que confíen de verdad.- murmuró muy bajo para que no pudieran oírla desde dentro.- Les he dado un par de segundos para que se piensen la oferta, si uno viene con nosotros, no solo no se les torturará, si no que no se les matará, si tienen la relación que creo que tienen, es posible que acepten.- suspiró de nuevo, cansada, atándose la chaqueta para cubrir sus vendas.- Señor, no son hermanas de la caridad, pero tampoco creo que ellos dos tengan malas intenciones, me gustaría que se respetasen los pactos si es que aceptan lo que les he ofrecido.- pidió cuadrando los hombros, hablando esta vez, más alto, los de dentro debían saber que iban a cumplirse los tratados.
Era un paso necesario para confiar en ellos, si lograba hacerse con la amistad de Ámbar, lograría encontrar el artefacto, además, sería ladrona, pero no podía decir que le cayese mal, la chica tenía carácter, ánimo, valor, y bastante fuerza como para haberse hecho con el bando de uno de los gremios más famosos de la ciudad, probablemente, si se hubieran conocido en otras condiciones, se habrían llevado bien, por desgracia, no era el caso, pero haría lo que estuviera en su mano para cambiar eso, no solo por interés, si no porque realmente quería ser amiga de la mujer.
Puede que todos los guardias la considerasen rara por ese tipo de cosas, para ella, ser ladrón, asesino, mercenario o capitán de barco, no era impedimento para tener una amistad, la profesión no es quien eres, no te define, solo es a lo que te dedicas, las decisiones que tomas son lo que dice quien eres, es el como actúas, no por obligación, si no por decisión propia, siempre había pensado de ese modo, y no iba a cambiar su modo de pensar solo por tener que encontrar un aparato.
La Gata sabía perfectamente lo que pretendía el Lord, y la razón por la que había escogido a dos "novatos" Eltrant y Schott aun tenían las manos limpias y hacían pensar a los presos que estaban faltos de experiencia cuando no era así, ni mucho menos, tal vez no hubieran trabajado en la guardia, pero si con ella, y habían encerrado a una gran variedad de delincuentes bajo condiciones diferentes, pero eso era algo que ni Ámbar ni Gabret sabían. Ella, era, en cambio, la voz de la experiencia, una voz que contaba con fama de justa, aunque Alanna sabía que pocas semanas atrás, su justicia había sido tan sádica que incluso ella misma se temía. Cuando perdía los nervios, quien sabía que podía suceder.
Miró su mano verde, cubierta por un guante azul, antes de entrar a la celda, eso era su recordatorio, la voluntad puede más que la fuera, y Elise, con una marca parecida, seguía viva, mientras tuviera la certeza de eso, podría mantener la calma. Se mantuvo en silencio al entrar, sentándose frente a los ladrones. Parecía que tomaban posiciones ensayadas. Por desgracia, no tuvo tiempo de hablar cuando iniciaron las puyas.
La rabia le subía por la garganta, ¿cómo podían generalizar? Sin embargo, la rabia de Eltrant hizo que pudiera calmar los nervios, fue él quien respondió, airado, a los insultos poco velados, dándole la oportunidad de mantener su fachada calmada.
- Eltrant....- llamó en un murmullo algo preocupado, sabiendo que el chico se había enfadado de verdad, cuando lo vio salir de la sala.
Suspiró y Schott tomó la palabra. Tenía razón, el océano era demasiado grande como para ir en busca del artefacto solos, pero.... ¿llevarlos con ellos? Era una locura, Eltrant tenía también razón, parecía una tomadura de pelo. Nunca aceptarían un trato así, no podían, sería tenderles una alfombra roja para el escape. Ella sabía de muchas técnicas para comunicarse a distancia con otros, las había aprendido en sus años en el orfanato y perfeccionado en sus años como espía. Volvía a tensarse, no le hacía gracia que tratasen a sus compañeros como monos de feria y estaba claro que a Schott no parecían estar tomandolo todo lo enserio que deberían.
Cuando el chico la llevó a parte, solo negó con la cabeza, no, no podían llevarlos a ambos. Un nuevo intercambio de miradas entre los dos presos le dio la pista, separarlos, debían separarlos, juntos podrían con ellos, los ladrones eran inteligentes, y ellos no eran sus lideres por nada, pero si los separaban, no podrían huir sin saber como se encontraba el otro, al fin y al cabo, algo le decía a Alanna que esos tenían un lío, tantas miradas, el cambio de sus gestos cuando les dijo que pensaran en el otro, esa era la clave, y su punto débil, su relación. Una sonrisa de superioridad, cruzo, de repente, el rostro de Gabret, desatando la rabia que Alanna había estado guardando.
- Mirad, podéis creer lo que queráis de la guardia, pero no vamos a usar el artefacto para enriquecernos, no somos vosotros, no sois ningún Robin Hood ni vuestras gentes ayudan tanto como pensáis. ¿Creéis que sois los únicos que han crecido en las calles? Yo estuve en el orfanato, pasé hambre y frío, tanto que presumís de vuestro buen corazón, de que dáis de comer a los que no tienen nada, de que ayudáis a las gentes del barrio pobre, decidme, ¿dónde estabais cuando nos golpeaban, cuando pasábamos meses sin comer o moríamos de frío? No sois tan buenos como os creéis.- Se había molestado, la calma había fallado en cuanto había visto una sonrisa de superioridad. Alanna se quito la chaqueta la camisa, dejando su torso vendado desde las axilas hasta el ombligo, las heridas eran más que visibles, moretones, marcas de cuchillos, y de puñaladas.- Esta marca.- señaló su brazo derecho.- me la hice cuando detuve a uno de los vuestros que le robaba el suelo a un trabajador del astillero, el hombre necesitaba el dinero para su hijo enfermo, y vosotros intentasteis arrebatárselo. Esta.- Señaló una puñalada cerca del ombligo, que era ya una simple marca blanca.- me la hice cuando paré a un tipo que intentaba violar a una mujer, también en vuestro barrio. Aquí,- Se giró y señaló su muslo.- Tengo una herida que de poco no me cuesta la vida por una panda de ladrones que entró a robar a un espectáculo público, donde había ricos pobres, poco importó, casi los mata a todos. Esto,- se señaló el pecho vendado, con las costillas prácticamente curadas.- me lo hice por salvar una aldea entera de unos asaltantes, y esto.- se sacó el guante y mostró su mano verde.- Esto fue por acabar con una banda de ladrones que habían tomado una pequeña aldea y mataban a cualquiera que no les pagase un tributo.- apoyó sus dos manos sobre la mesa con un fuerte golpe.- podéis decir lo que queráis, pero yo también soy de barrio pobre, y cuido de quienes fueron, y aun son, los mío, aunque los únicos que me ayudaron fueron los guardias, vosotros no movisteis un dedo, y desde entonces yo he hecho lo mismo, patrullo por allí incluso cuando no tengo turno, si tan alta tenéis la moral, por qué no limpiáis primero vuestro propio bando antes de acusar a los demás.- les miró con seriedad para, cansada, suspirar y volver a tomar asiento.- Mirad, no quiero problemas, quiero solucionar esto, pero no os llevaremos a los dos, solo a uno, a cambio, firmaremos un pacto de no muerte, tenéis la promesa de que no os torturaran, pero eso no quiere decir que no puedan sacaron un día y colgaros, con lo que os propongo, si. Me gustaría llevarme a Ámbar, no quiero ser la única mujer en un barco, y por muy ladrona que seas, tendría a alguien con quien hablar, si aceptas doy mi palabra de honor de que no se te pondrá un dedo encima, no se para vosotros, pero para mi el honor aun vale, si lo preferís, os lo daré por escrito. Aceptad o no, pero os aseguro que es lo mejor que vais a poder conseguir, somos, posiblemente, los únicos tres guardias que os ofrecerían tratos en lugar de simples amenazas, pensadlo.- Se levantó y cogió su ropa, se puso el guante, asegurándose de que no se veía el tono verde de su piel, que, para más de uno, debía resultar más que desagradable, se puso la camisa y la chaqueta y abotonándose la primera llamó a su amigo.- Vamos fuera Schott, dejemosles pensar.
Salió fuera y respiró hondo, cansada, le agotaban los interrogatorios, no le gustaban nada, esas amenazas veladas, esas puyas. Miró a los hombres que había fuera, que la miraban extrañados por su aspecto y ni siquiera se molestó en sonrojarse o avergonzarse, se sentía demasiado cansada para ello, pero, si aceptaban, debían tener un plan para sacarlos de allí, así que comenzó a pensar, fuera cual fuera el plan, y se llevaran con ellos a quien se llevaran, no podían dejar que los de ahí dentro lo supieran, a ellos deberían darles información falsa.
- Eltrant tiene razón, no podemos sacarlos de aquí, no a los dos, al menos, debemos separarlos, no se irían sin el otro, o... eso intuyo, les he propuesto llevarnos solo a uno, a la chica, si es posible, necesitamos que confíen en nosotros, que confíen de verdad.- murmuró muy bajo para que no pudieran oírla desde dentro.- Les he dado un par de segundos para que se piensen la oferta, si uno viene con nosotros, no solo no se les torturará, si no que no se les matará, si tienen la relación que creo que tienen, es posible que acepten.- suspiró de nuevo, cansada, atándose la chaqueta para cubrir sus vendas.- Señor, no son hermanas de la caridad, pero tampoco creo que ellos dos tengan malas intenciones, me gustaría que se respetasen los pactos si es que aceptan lo que les he ofrecido.- pidió cuadrando los hombros, hablando esta vez, más alto, los de dentro debían saber que iban a cumplirse los tratados.
Era un paso necesario para confiar en ellos, si lograba hacerse con la amistad de Ámbar, lograría encontrar el artefacto, además, sería ladrona, pero no podía decir que le cayese mal, la chica tenía carácter, ánimo, valor, y bastante fuerza como para haberse hecho con el bando de uno de los gremios más famosos de la ciudad, probablemente, si se hubieran conocido en otras condiciones, se habrían llevado bien, por desgracia, no era el caso, pero haría lo que estuviera en su mano para cambiar eso, no solo por interés, si no porque realmente quería ser amiga de la mujer.
Puede que todos los guardias la considerasen rara por ese tipo de cosas, para ella, ser ladrón, asesino, mercenario o capitán de barco, no era impedimento para tener una amistad, la profesión no es quien eres, no te define, solo es a lo que te dedicas, las decisiones que tomas son lo que dice quien eres, es el como actúas, no por obligación, si no por decisión propia, siempre había pensado de ese modo, y no iba a cambiar su modo de pensar solo por tener que encontrar un aparato.
Alanna Delteria
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Re: El interrogatorio [Guardias - Ep. I] [Mastereado]
Tras varias amenazas enviadas por los tres nuevos guardias a la pareja de ladrones, estos se decidieron a decir de una manera vaga e imprecisa, dónde se localizaba el artefacto. El océano. Casi parecía que se estaban riendo del trío. Aquello llegó a frustrar a Eltrant y también a Schott, aunque Alanna, mucho más enfadada que antes, optó por proponerles que Ambar fuera con ellos mientras que Gabret se quedaría en el mar.
Ambos se miraron ante tal proposición y sonrieron. Pero decidieron tomarse un tiempo para reflexionar, momento en el que volvieron a salir de la celda.
Eltrant contó a Tinegar lo que había pasado en el interior, y que se encontraba en el océano, lo cual sorprendió al jefe de la guardia. – Ya es más de lo que sacamos nosotros. – indicó.
-Y menos de lo que les sacaría yo con el martillo. – insistió Héctor, volviendo a mostrar su arma con deseo de darle uso.
Alanna comentó también lo que les había propuesto. Llevarse a Ambar con ellos.
-Se están riendo de nosotros, ¿y si nos conduce a una trampa en el mar? – indicó acertadamente Anovar – Perderíamos recursos, tiempo y efectivos.
-Aún queriendo, si no nos acompaña alguno no creo que sean capaces de decirnos ellos y nosotros entender el lugar en el que se encuentra exactamente el artefacto. – aportó Tinegar a la conversación - Con una amenaza seria deberían ceder. No creo que ellos quieran morir. Lo dejaremos a él a buen recaudo aquí. – miró de nuevo al trío. – Volved a entrar y mirad a ver qué os dicen.
En su jaula se encontraban de nuevo Ambar y Gabret. Como antes, él sentado, y ella, en pie. Parecían haber dialogado también y dispuestos a dialogar con los guardias.
-Aquí están otra vez. La gata y los ratones. – rió Gabret en tono burlón haciendo un juego de palabras con el apodo de Alanna y un sobrenombre despreciativo para sus dos acompañantes. - ¿Se siente uno bien siendo el títere de un superior? ¿Qué os ha dicho el jefazo? ¿Unos cachetes en el trasero a estos perversos ladrones? – su aparente pareja, le siguió la gracia y puso las manos sobre la mesa, mirando fijamente a los guardias.
-A pesar de lo antipáticos que sois, aceptaremos vuestra propuesta. – miró a Alanna. – Iré contigo, gata, no sea que te caigas del barco. Tienes mi palabra de que os llevaré al lugar en el que creemos que está el artefacto... – continuó riéndose.
-… Aunque no te aseguramos que se encuentre ahí. Si hubiésemos ido, ya estaría en nuestras manos. – advirtió su compañero.
-Eso sí, te tomo la palabra. Procurad que no le pase nada a Gabret. – le advirtió, mirándolos fijamente a los ojos, como habían hecho con ellos antes. - Tengo ojos y seguidores en todas las partes de la ciudad. Si nos pasa algo. Procurad no salir mucho de casa. - indicó -No consideréis esto una amenaza, por favor. Tan sólo una recomendación. – dijo tratando de suavizar la situación, con una falsa sonrisa. Aunque era evidente que sí, se trataba de una amenaza, como otras tantas que enviaban los presos a los carceleros. Aunque viniendo de aquellos dos podría ser peor, había que tener en cuenta que no en vano eran los líderes del gremio de ladrones. – Y bien, ¿me pones las esposas, guapo? – dijo juntando sus manos al frente poniendo ojitos y mirada de chica mala a Schott, dispuesta a dejarse esposar y que la sacaran de allí.
Habéis conseguido separar a Ambar de Gabret, pero no podréis partir inmediatamente ya que se necesita tiempo para preparar el barco para zarpar. Lord Tinegar os preguntará donde puede pasar estos días. Deberéis debatir y llegar a un acuerdo. Las instalaciones disponibles son las siguientes, decididlo vosotros pues esto tendrá mucha influencia en la ubicación de la próxima misión:
Decidáis lo que decidáis, en mi próxima intervención estaréis de camino hacia el sitio que hayáis elegido.
Ambos se miraron ante tal proposición y sonrieron. Pero decidieron tomarse un tiempo para reflexionar, momento en el que volvieron a salir de la celda.
Eltrant contó a Tinegar lo que había pasado en el interior, y que se encontraba en el océano, lo cual sorprendió al jefe de la guardia. – Ya es más de lo que sacamos nosotros. – indicó.
-Y menos de lo que les sacaría yo con el martillo. – insistió Héctor, volviendo a mostrar su arma con deseo de darle uso.
Alanna comentó también lo que les había propuesto. Llevarse a Ambar con ellos.
-Se están riendo de nosotros, ¿y si nos conduce a una trampa en el mar? – indicó acertadamente Anovar – Perderíamos recursos, tiempo y efectivos.
-Aún queriendo, si no nos acompaña alguno no creo que sean capaces de decirnos ellos y nosotros entender el lugar en el que se encuentra exactamente el artefacto. – aportó Tinegar a la conversación - Con una amenaza seria deberían ceder. No creo que ellos quieran morir. Lo dejaremos a él a buen recaudo aquí. – miró de nuevo al trío. – Volved a entrar y mirad a ver qué os dicen.
En su jaula se encontraban de nuevo Ambar y Gabret. Como antes, él sentado, y ella, en pie. Parecían haber dialogado también y dispuestos a dialogar con los guardias.
-Aquí están otra vez. La gata y los ratones. – rió Gabret en tono burlón haciendo un juego de palabras con el apodo de Alanna y un sobrenombre despreciativo para sus dos acompañantes. - ¿Se siente uno bien siendo el títere de un superior? ¿Qué os ha dicho el jefazo? ¿Unos cachetes en el trasero a estos perversos ladrones? – su aparente pareja, le siguió la gracia y puso las manos sobre la mesa, mirando fijamente a los guardias.
-A pesar de lo antipáticos que sois, aceptaremos vuestra propuesta. – miró a Alanna. – Iré contigo, gata, no sea que te caigas del barco. Tienes mi palabra de que os llevaré al lugar en el que creemos que está el artefacto... – continuó riéndose.
-… Aunque no te aseguramos que se encuentre ahí. Si hubiésemos ido, ya estaría en nuestras manos. – advirtió su compañero.
-Eso sí, te tomo la palabra. Procurad que no le pase nada a Gabret. – le advirtió, mirándolos fijamente a los ojos, como habían hecho con ellos antes. - Tengo ojos y seguidores en todas las partes de la ciudad. Si nos pasa algo. Procurad no salir mucho de casa. - indicó -No consideréis esto una amenaza, por favor. Tan sólo una recomendación. – dijo tratando de suavizar la situación, con una falsa sonrisa. Aunque era evidente que sí, se trataba de una amenaza, como otras tantas que enviaban los presos a los carceleros. Aunque viniendo de aquellos dos podría ser peor, había que tener en cuenta que no en vano eran los líderes del gremio de ladrones. – Y bien, ¿me pones las esposas, guapo? – dijo juntando sus manos al frente poniendo ojitos y mirada de chica mala a Schott, dispuesta a dejarse esposar y que la sacaran de allí.
* * * * * * * *
Habéis conseguido separar a Ambar de Gabret, pero no podréis partir inmediatamente ya que se necesita tiempo para preparar el barco para zarpar. Lord Tinegar os preguntará donde puede pasar estos días. Deberéis debatir y llegar a un acuerdo. Las instalaciones disponibles son las siguientes, decididlo vosotros pues esto tendrá mucha influencia en la ubicación de la próxima misión:
- Calabozo en el galeón “Caminante del Crepúsculo”, muelles de Lunargenta.
- Prisión de máxima seguridad de reclusos extremadamente peligrosos, en los muelles de Lunargenta.
- En otra celda, en la misma prisión en la que os encontráis.
Decidáis lo que decidáis, en mi próxima intervención estaréis de camino hacia el sitio que hayáis elegido.
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Re: El interrogatorio [Guardias - Ep. I] [Mastereado]
La proposición de Alanna parecía el ser, desde el punto de vista de todos los presentes, el punto medio perfecto para la situación en la que se encontraban, se llevaban a uno de los ladrones y el otro se quedaba allí.
No le terminaba de gustar la idea, pero, al fin y al cabo, no podía decir que tuviesen alguna opción mejor, no tenían forma de saber cuántas personas sabían lo del océano, los lacayos de los ladrones podrían estar, en aquel mismo instante, preparando una embarcación, si querían llegar a tiempo debían actuar sin demora, no se podían permitir navegar a ciegas, necesitaban a la ladrona, tendrían que usar a Ambar.
Obedeciendo las ordenes de sus superiores y acompañado tanto por Alanna como por Schott, Eltrant se internó una vez más en la celda en la que ambos ladrones aguardaban su destino.
Sorpresivamente, Ambar accedió a la petición que le propusieron los guardas, indicaría al grupo el lugar dónde creían que estaba el artefacto. Eltrant, no obstante, frunció el ceño, había sido demasiado fácil, sin apenas oponer resistencia, sin tratar de renegociar, todos en aquella habitación eran consciente de que los ladrones pensaban, en aquel momento, que dominaban la situación, ¿Por qué iban a ayudar a su enemigo?
Sin desviar un ápice la mirada del rostro de la ladrona, escuchó la amenaza que esta les lanzó, sonrió - Te sorprenderías si supieses el número de personas que quiere verme muerto en este mismo momento, ladrona – Se encogió de hombros y observó cómo esposaban a la mujer, después de un leve forcejeó con los grilletes, estos se cerraron con un sonoro “click”, inmovilizando las manos de la ladrona.
Por muy líderes que fueran, por mucho que pensasen estar en la cumbre de la baja sociedad, ahora mismo no eran más que prisioneros, otro par de rateros encerrados en las mazmorras de la guardia, podían pensar que dominaban la situación, que el estar allí encerrados no era más que un ligero contratiempo en sus planes, pero el hecho de que Ambar hubiese decidido amenazarles en aquel instante, en el momento en el que le separaban de su compañero, demostraba que no controlaban todo como deseaban, que su plan tenía lagunas, aunque fuesen pequeñas.
Cruzado de brazos aguardó a que Ambar, Schott y Alanna, hubiesen salido de la habitación, para a continuación, tras respirar profundamente, girarse hacia Gabret – …Es evidente que tramáis algo – El ladrón, siempre sonriendo, enarcó una ceja, manteniendo aquella expresión divertida en su rostro, como si de alguna forma, ya supiese el devenir de los guardas que se llevaban a su compañera - Nos infravaloráis – Indicó el castaño mientras salía, cerrando la puerta tras de sí, dejando al malhechor a solas en aquella pequeña celda.
Una vez afuera, Tinegar, tan serio como de costumbre, felicitó a los guardas por haber conseguido la colaboración de la prisionera, a la que estudió detenidamente, en silencio, durante varios largos segundos hasta que finalmente asintió – Mandaré a preparar una embarcación – Sentenció, cruzándose de brazos – Tardará un par de días en estar todo listo, hasta entonces… - Se llevó la mano hasta la barbilla – Hay varios sitios en los que podríamos mantener a Ambar a buen recaudo. – La cautiva dejó escapar una risotada prácticamente inaudible por los presentes. - ¿Alanna? – Riward miró a la veterana - ¿Tú qué opinas?
Se atusó la barba mientras su comandante les enumeraba que opciones tenían, no eran muchas, pero todas parecían ser bastante equitativas.
La primera, y a simple vista, mejor de todas, era llevarla hasta una prisión de máxima seguridad en el muelle, un lugar construido expresamente para personas como Ambar, peligrosas, individuos expertos en fugarse de cualquier lugar, sujetos capaces de asesinar a otras personas por el mero placer de hacerlo, se decía, y no sin motivo que “Nadie que entraba allí, conseguía salir vivo”, y en muchas ocasiones, bastantes más de las que a los guardias les gustaba admitir, esto último se aplicaba también a los guardas que se encargaban de vigilarlos.
Otra opción era el mismo galeón en el que viajarían, el cual contaba con una celda en la bodega en la que Ambar esperaría hasta el día en el que zarpasen, y aunque en primera instancia pudiese parecer una imprudencia llevarla allí, lo cierto es que el galeón se encontraba fuertemente custodiado por un destacamento de la guarda de la ciudad, así como, de haber problemas en tierra, siempre podría levar anclas para alejarse de estos. Por último, Tinegar también dio como opción simplemente el trasladarla a otra celda de aquella misma prisión hasta que todo estuviese preparado.
La decisión tenía que ser estudiada con tiempo, con bastante más tiempo del que disponían, no era algo que se pudiese decidir en varios minutos, había demasiadas variables que estudiar y él no era lo que se decía un gran estratega.
-Creo… - La atención de todos los presentes se centró en él, que se llevó la mano hasta la nuca, levemente nervioso – Quizás deberíamos dejarla aquí hasta que terminemos los preparativos – Dijo al final, recobrando ligeramente la compostura – Ha estado aislada en este lugar desde que la apresamos, no… no veo necesidad de trasladarla sin necesidad.
Eltrant se quedó en silenció, si no hubiese sido por que los demás prisioneros seguían gritando consignas, algunas de ellas alabanza hacía Ambar, hubiese pensado que los demás se habían parado a pensar la idea. - ¿Y por qué no ves necesidad de trasladarla Tale? – Ambar sonrió – Bueno, podrían pasar infinidad de cosa en el trayecto desde aquí hasta su nueva celda – Expuso. Un gruñido de Hector mostró que él no parecía muy conforme con la lógica del exmercenario – Que la intenten rescatar es siempre una posibilidad Tale, no podemos amedrentarnos, tenemos que tener presente esa posibilidad siempre, ¿Qué cambia que este aquí a que este en otro lado al final?
– Sí, ya – Eltrant se pasó la mano por el pelo, tratando de buscar las palabras con las que explicar su idea – Si tratan de hacer algo según la llevamos al galeón, cuando esté preparado, solo tenemos que zarpar y alejarla de… - Miró a la ladrona - Sus aliados– Anovar avanzó un par de pasos, pero no dijo nada, con las manos entrelazadas en su espalda siguió escuchando lo que el castaño tenía que decir - … Y mientras este aquí, no solo está custodiada por, básicamente, todos los guardas de Lunargenta – Lanzó una rápida mirada a Schott y a Alanna y volvió a girarse hacia su superior - Sino que ustedes podéis estar personalmente a cargo de la seguridad de la prisionera sin necesidad de dejar el cuartel.
Tinegar cerró los ojos – Bien – Dijo dejando descansar, quizás de forma instintiva, su mano útil en el pomo de su espada, Eltrant, como todo el mundo en Aerandir, había oído hablar del arma que blandía aquel hombre, no pudo sino pensar que tendría que suceder para que aquel hombre se viese obligado a desenvainar su espada, y el estrago que este haría al esgrimirla.
- ¿Qué opináis los demás? – Preguntó al cabo de un rato – No os quedéis callados, vamos.
No le terminaba de gustar la idea, pero, al fin y al cabo, no podía decir que tuviesen alguna opción mejor, no tenían forma de saber cuántas personas sabían lo del océano, los lacayos de los ladrones podrían estar, en aquel mismo instante, preparando una embarcación, si querían llegar a tiempo debían actuar sin demora, no se podían permitir navegar a ciegas, necesitaban a la ladrona, tendrían que usar a Ambar.
Obedeciendo las ordenes de sus superiores y acompañado tanto por Alanna como por Schott, Eltrant se internó una vez más en la celda en la que ambos ladrones aguardaban su destino.
Sorpresivamente, Ambar accedió a la petición que le propusieron los guardas, indicaría al grupo el lugar dónde creían que estaba el artefacto. Eltrant, no obstante, frunció el ceño, había sido demasiado fácil, sin apenas oponer resistencia, sin tratar de renegociar, todos en aquella habitación eran consciente de que los ladrones pensaban, en aquel momento, que dominaban la situación, ¿Por qué iban a ayudar a su enemigo?
Sin desviar un ápice la mirada del rostro de la ladrona, escuchó la amenaza que esta les lanzó, sonrió - Te sorprenderías si supieses el número de personas que quiere verme muerto en este mismo momento, ladrona – Se encogió de hombros y observó cómo esposaban a la mujer, después de un leve forcejeó con los grilletes, estos se cerraron con un sonoro “click”, inmovilizando las manos de la ladrona.
Por muy líderes que fueran, por mucho que pensasen estar en la cumbre de la baja sociedad, ahora mismo no eran más que prisioneros, otro par de rateros encerrados en las mazmorras de la guardia, podían pensar que dominaban la situación, que el estar allí encerrados no era más que un ligero contratiempo en sus planes, pero el hecho de que Ambar hubiese decidido amenazarles en aquel instante, en el momento en el que le separaban de su compañero, demostraba que no controlaban todo como deseaban, que su plan tenía lagunas, aunque fuesen pequeñas.
Cruzado de brazos aguardó a que Ambar, Schott y Alanna, hubiesen salido de la habitación, para a continuación, tras respirar profundamente, girarse hacia Gabret – …Es evidente que tramáis algo – El ladrón, siempre sonriendo, enarcó una ceja, manteniendo aquella expresión divertida en su rostro, como si de alguna forma, ya supiese el devenir de los guardas que se llevaban a su compañera - Nos infravaloráis – Indicó el castaño mientras salía, cerrando la puerta tras de sí, dejando al malhechor a solas en aquella pequeña celda.
Una vez afuera, Tinegar, tan serio como de costumbre, felicitó a los guardas por haber conseguido la colaboración de la prisionera, a la que estudió detenidamente, en silencio, durante varios largos segundos hasta que finalmente asintió – Mandaré a preparar una embarcación – Sentenció, cruzándose de brazos – Tardará un par de días en estar todo listo, hasta entonces… - Se llevó la mano hasta la barbilla – Hay varios sitios en los que podríamos mantener a Ambar a buen recaudo. – La cautiva dejó escapar una risotada prácticamente inaudible por los presentes. - ¿Alanna? – Riward miró a la veterana - ¿Tú qué opinas?
Se atusó la barba mientras su comandante les enumeraba que opciones tenían, no eran muchas, pero todas parecían ser bastante equitativas.
La primera, y a simple vista, mejor de todas, era llevarla hasta una prisión de máxima seguridad en el muelle, un lugar construido expresamente para personas como Ambar, peligrosas, individuos expertos en fugarse de cualquier lugar, sujetos capaces de asesinar a otras personas por el mero placer de hacerlo, se decía, y no sin motivo que “Nadie que entraba allí, conseguía salir vivo”, y en muchas ocasiones, bastantes más de las que a los guardias les gustaba admitir, esto último se aplicaba también a los guardas que se encargaban de vigilarlos.
Otra opción era el mismo galeón en el que viajarían, el cual contaba con una celda en la bodega en la que Ambar esperaría hasta el día en el que zarpasen, y aunque en primera instancia pudiese parecer una imprudencia llevarla allí, lo cierto es que el galeón se encontraba fuertemente custodiado por un destacamento de la guarda de la ciudad, así como, de haber problemas en tierra, siempre podría levar anclas para alejarse de estos. Por último, Tinegar también dio como opción simplemente el trasladarla a otra celda de aquella misma prisión hasta que todo estuviese preparado.
La decisión tenía que ser estudiada con tiempo, con bastante más tiempo del que disponían, no era algo que se pudiese decidir en varios minutos, había demasiadas variables que estudiar y él no era lo que se decía un gran estratega.
-Creo… - La atención de todos los presentes se centró en él, que se llevó la mano hasta la nuca, levemente nervioso – Quizás deberíamos dejarla aquí hasta que terminemos los preparativos – Dijo al final, recobrando ligeramente la compostura – Ha estado aislada en este lugar desde que la apresamos, no… no veo necesidad de trasladarla sin necesidad.
Eltrant se quedó en silenció, si no hubiese sido por que los demás prisioneros seguían gritando consignas, algunas de ellas alabanza hacía Ambar, hubiese pensado que los demás se habían parado a pensar la idea. - ¿Y por qué no ves necesidad de trasladarla Tale? – Ambar sonrió – Bueno, podrían pasar infinidad de cosa en el trayecto desde aquí hasta su nueva celda – Expuso. Un gruñido de Hector mostró que él no parecía muy conforme con la lógica del exmercenario – Que la intenten rescatar es siempre una posibilidad Tale, no podemos amedrentarnos, tenemos que tener presente esa posibilidad siempre, ¿Qué cambia que este aquí a que este en otro lado al final?
– Sí, ya – Eltrant se pasó la mano por el pelo, tratando de buscar las palabras con las que explicar su idea – Si tratan de hacer algo según la llevamos al galeón, cuando esté preparado, solo tenemos que zarpar y alejarla de… - Miró a la ladrona - Sus aliados– Anovar avanzó un par de pasos, pero no dijo nada, con las manos entrelazadas en su espalda siguió escuchando lo que el castaño tenía que decir - … Y mientras este aquí, no solo está custodiada por, básicamente, todos los guardas de Lunargenta – Lanzó una rápida mirada a Schott y a Alanna y volvió a girarse hacia su superior - Sino que ustedes podéis estar personalmente a cargo de la seguridad de la prisionera sin necesidad de dejar el cuartel.
Tinegar cerró los ojos – Bien – Dijo dejando descansar, quizás de forma instintiva, su mano útil en el pomo de su espada, Eltrant, como todo el mundo en Aerandir, había oído hablar del arma que blandía aquel hombre, no pudo sino pensar que tendría que suceder para que aquel hombre se viese obligado a desenvainar su espada, y el estrago que este haría al esgrimirla.
- ¿Qué opináis los demás? – Preguntó al cabo de un rato – No os quedéis callados, vamos.
Eltrant Tale
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Re: El interrogatorio [Guardias - Ep. I] [Mastereado]
Asentí de entendimiento cuando Alanna negó con la cabeza la idea de llevárnoslos, ella era las más experimentada, seguro que se le había ocurrido algo mucho mejor.
Finalmente Alanna estalló ante la bravuconería de los ladrones, ellos no eran los únicos que lo habían pasado mal, ni mucho menos los que peor lo habían pasado, entonces ante mi asombro Alanna se quitó la chaqueta y la camisa descubriendo un torso cubierto de vendajes.
-Eee..ooo…no Alanna no.. oh- se me escapó por lo bajo cuando la vi desvestirse, pero entonces me di cuenta de que quería enseñarnos sus muchas heridas, me quede callado asombrado por la cantidad de ellas que presentaba, algunas prácticamente mortales, que había sufrido Alanna en el ejercicio del deber, ¿era ese el destino que nos aguardaba?
Miré a los ladrones a las caras cuando Alanna exponía la gran cantidad de casos en los que había salvado la situación, era de veras admirable, yo no tenía ni idea de que había sufrido tanto, ni hecho tanto bien, aunque debí suponerlo.
Tras aquello ofreció separarlos, llevarse solo a uno y dejar el otro en concepto de rehén, asentí durante su exposición, era una idea muy buena, solo tendríamos que vigilar a uno y no tramaría nada por la seguridad del otro, brillante.
Cuando finalizó me indicó que saliésemos para dejarles reflexionar, asentí y abrí la puerta dejando pasar a Alanna y cerrándola tras de nosotros lanzando una última mirada seria a los presos.
No traté de disimular mi satisfacción con el plan de Alanna y asentí feliz cuando lo expuso.
Lo cierto era que también tenía sus lagunas, tal vez fuera lo que ellos querían en un principio y todo fuese para un plan de fuga muy elaborado.
A Lord Tinegar le pareció un buen plan y nos dio permiso para ponernos a ello, entramos pues de nuevo en la celda, donde volvimos a gozar de las burlas de Gabret, yo no pude más que apretar los dientes.
Por lo visto habían aceptado nuestra propuesta, si era lo que en un principio querían no daban muestras de ello, sin embargo no nos garantizaban que allí donde nos llevasen se encontraría el artefacto, de ser así toda la misión haría sido una completa pérdida de tiempo.
Eso sí, ellos también sabían cuidarse y Ambar nos indicó que nos anduviésemos con cuidado si algo les pasaba.
-Amenazar a un guardia es un grave delito- respondí manteniéndola la mirada, aunque estaba claro que en su situación poco le importaba sumar otro más a su lista.
Su sonrisa solo me puso aún más nervioso, si alguien podía hacer llegar mensajes al exterior eran los ladrones, seguro que sus secuaces no tardarían ni medio día en estar al corriente del nuevo plan.
Tras aquello Ambar se me acercó para que la esposase poniéndome deliberadamente nervioso con una mirada bastante provocativa, luche con todas mis fuerzas para tratar de disimular y no perder posición delante de los ladrones.
-Ehh..oh..oh..si- maldije rebuscando las esposas en la parte de atrás de mi cinturón, con un rápido gesto que había estado practicando se las coloqué prietas pero sin llegar a hacer daño, que quizás debería, Ámbar me levantó divertida una ceja, hice como si no la había visto.
Cuando terminamos agarré con un brazo de el hombro a Ambar y la escolté fuera de la celda cerrando a Gabret tras de nosotros, ese al menos no se iba a mover de allí.
Lord Tinegar anunció que se podrían ya en marcha los preparativos del viaje y que habría que decidir donde custodiar a Ambar hasta entonces.
Eltrant sugirió dejarla aquí en otra celda, era un buen punto, si aún no se había escapado de aquí era razonable pensar que no iba a hacerlo.
Yo miraba serio a Ambar cada vez que sonreía, no sé si trataba de ponernos nerviosos o verdaderamente analizaba sus opciones de escapar en cada situación.
Lord Tinegar escucho atento y nos pidió nuestra opinión a los demás.
-Bueeno- dije atrayendo todas las miradas –Creo que Eltrant tiene razón, el lugar más propicio para un supuesto rescate sería sin duda el trayecto- Trague saliva cuando Héctor me miró -Y aquí si aún no se han escapado es seguramente porque no han podido- expuse.
Ambar soltó una risilla y la apreté el hombro para que se callase, me miró divertida –Sin embargo puede que la prisión de máxima seguridad de los muelles sea lo que necesitamos, no solo porque es efectivamente el lugar más seguro, o eso afirman, sino por que tendríamos que hacer el trayecto hasta los muelles tarde o temprano y esa prisión esta ya allí- Los demás me miraban serios sin decir nada, lo que me ponía bastante nervioso, la reputación de todos les precedía.
-¿Y el galeón?- preguntó Tinegar.
-Si bueno, sería la opción más fácil, solo habría que hacer un viaje, pero tampoco es bueno que se familiarice demasiado con su celda definitiva hasta que estemos lejos de tierra- Ambar me volvió a mirar sonriendo.
-Pero sea cual sea hay que hacerlo rápido, antes de que estos pajaritos canten a toda la ciudad- expuse.
-Es buena idea si- rio Ambar, tras lo que la volví a apretar para que se callase, lo que solo pareció divertirla.
Finalmente Alanna estalló ante la bravuconería de los ladrones, ellos no eran los únicos que lo habían pasado mal, ni mucho menos los que peor lo habían pasado, entonces ante mi asombro Alanna se quitó la chaqueta y la camisa descubriendo un torso cubierto de vendajes.
-Eee..ooo…no Alanna no.. oh- se me escapó por lo bajo cuando la vi desvestirse, pero entonces me di cuenta de que quería enseñarnos sus muchas heridas, me quede callado asombrado por la cantidad de ellas que presentaba, algunas prácticamente mortales, que había sufrido Alanna en el ejercicio del deber, ¿era ese el destino que nos aguardaba?
Miré a los ladrones a las caras cuando Alanna exponía la gran cantidad de casos en los que había salvado la situación, era de veras admirable, yo no tenía ni idea de que había sufrido tanto, ni hecho tanto bien, aunque debí suponerlo.
Tras aquello ofreció separarlos, llevarse solo a uno y dejar el otro en concepto de rehén, asentí durante su exposición, era una idea muy buena, solo tendríamos que vigilar a uno y no tramaría nada por la seguridad del otro, brillante.
Cuando finalizó me indicó que saliésemos para dejarles reflexionar, asentí y abrí la puerta dejando pasar a Alanna y cerrándola tras de nosotros lanzando una última mirada seria a los presos.
No traté de disimular mi satisfacción con el plan de Alanna y asentí feliz cuando lo expuso.
Lo cierto era que también tenía sus lagunas, tal vez fuera lo que ellos querían en un principio y todo fuese para un plan de fuga muy elaborado.
A Lord Tinegar le pareció un buen plan y nos dio permiso para ponernos a ello, entramos pues de nuevo en la celda, donde volvimos a gozar de las burlas de Gabret, yo no pude más que apretar los dientes.
Por lo visto habían aceptado nuestra propuesta, si era lo que en un principio querían no daban muestras de ello, sin embargo no nos garantizaban que allí donde nos llevasen se encontraría el artefacto, de ser así toda la misión haría sido una completa pérdida de tiempo.
Eso sí, ellos también sabían cuidarse y Ambar nos indicó que nos anduviésemos con cuidado si algo les pasaba.
-Amenazar a un guardia es un grave delito- respondí manteniéndola la mirada, aunque estaba claro que en su situación poco le importaba sumar otro más a su lista.
Su sonrisa solo me puso aún más nervioso, si alguien podía hacer llegar mensajes al exterior eran los ladrones, seguro que sus secuaces no tardarían ni medio día en estar al corriente del nuevo plan.
Tras aquello Ambar se me acercó para que la esposase poniéndome deliberadamente nervioso con una mirada bastante provocativa, luche con todas mis fuerzas para tratar de disimular y no perder posición delante de los ladrones.
-Ehh..oh..oh..si- maldije rebuscando las esposas en la parte de atrás de mi cinturón, con un rápido gesto que había estado practicando se las coloqué prietas pero sin llegar a hacer daño, que quizás debería, Ámbar me levantó divertida una ceja, hice como si no la había visto.
Cuando terminamos agarré con un brazo de el hombro a Ambar y la escolté fuera de la celda cerrando a Gabret tras de nosotros, ese al menos no se iba a mover de allí.
Lord Tinegar anunció que se podrían ya en marcha los preparativos del viaje y que habría que decidir donde custodiar a Ambar hasta entonces.
Eltrant sugirió dejarla aquí en otra celda, era un buen punto, si aún no se había escapado de aquí era razonable pensar que no iba a hacerlo.
Yo miraba serio a Ambar cada vez que sonreía, no sé si trataba de ponernos nerviosos o verdaderamente analizaba sus opciones de escapar en cada situación.
Lord Tinegar escucho atento y nos pidió nuestra opinión a los demás.
-Bueeno- dije atrayendo todas las miradas –Creo que Eltrant tiene razón, el lugar más propicio para un supuesto rescate sería sin duda el trayecto- Trague saliva cuando Héctor me miró -Y aquí si aún no se han escapado es seguramente porque no han podido- expuse.
Ambar soltó una risilla y la apreté el hombro para que se callase, me miró divertida –Sin embargo puede que la prisión de máxima seguridad de los muelles sea lo que necesitamos, no solo porque es efectivamente el lugar más seguro, o eso afirman, sino por que tendríamos que hacer el trayecto hasta los muelles tarde o temprano y esa prisión esta ya allí- Los demás me miraban serios sin decir nada, lo que me ponía bastante nervioso, la reputación de todos les precedía.
-¿Y el galeón?- preguntó Tinegar.
-Si bueno, sería la opción más fácil, solo habría que hacer un viaje, pero tampoco es bueno que se familiarice demasiado con su celda definitiva hasta que estemos lejos de tierra- Ambar me volvió a mirar sonriendo.
-Pero sea cual sea hay que hacerlo rápido, antes de que estos pajaritos canten a toda la ciudad- expuse.
-Es buena idea si- rio Ambar, tras lo que la volví a apretar para que se callase, lo que solo pareció divertirla.
Schott
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Re: El interrogatorio [Guardias - Ep. I] [Mastereado]
Cansada como estaba, Alanna se mantuvo en silencio, de verdad que esas cosas le agotaban, no porque se le dieran mal, si no porque no le gustaban esos metodos, las amenazas no eran su fuerte, las sabía hacer, por supuesto, y era capaz de asustar a hombres el doble de grandes y mucho más fuertes que ella con unas pocas palabras, pero ciertamente la dejaba agotada, por eso normalmente cuando salía de misión a infiltrarse pedía, después, un par de días libres, era su pequeño tiempo de desintoxicación.
Dejaba de lado su lado oscuro, esa parte que tanto había estado a flote durante ese invierno, al creer que Eli estaba muerta, y que solía ocultar en lo más hondo de su ser. No podía permitirse ser cruel, no podía permitirse ser malvada, no después de ver lo que la gente injusta hacía con las personas más indefensas, si dejaba que su yo más oscuro saliese a flote, debía tener la seguridad de que sabría quien era un enemigo y quien no, no podía dejar que volviera a suceder lo del pasado invierno.
Al entrar en la celda volvió a poner su cara de poker, y se preparó para las puyas, que, como había esperado, no tardaron en hacerse patentes. Se mantuvo de pie escuchando a la pareja de ladrones, no se había equivocado, su sentido femenino, de mujer o como quisiera llamarlo quien fuera había atinado, esos dos eran pareja, ya los tenía.
Evitó tener en cuenta las amenazas, sabía que eran ciertas, demasiado ciertas como para tomarlas a broma, pero ella conocía mejor que nadie los escondrijos de la ciudad y antes tendría encerrados a más de la mitad de la banda que la ataparían, la llamaban la gata, pero era camaleónica, y poco le costaría esconder con ella a sus dos compañeros, sin embargo, no debía preocuparse por nada, ella pensaba cumplir sus promesas, era una mujer de palabra.
No pudo evitar soltar una risilla al ver a Schott nervioso por las provocaciones de Ámbar, esa chica no podía caerle mal, tenía estilo. Y, por desgracia, Eltrant seguía teniendo razón, demasiada gente los quería muertos, pero no podían hacer nada, y le valía la pena si quienes la perseguían era por haber ayudado a otros.
Salió siguiendo a Ambar y Schott, dando un último vistazo al interior de la celda donde Eltrant, aun apoyado en la pared, parecía esperar la oportunidad de hablar a solas con Gabret, le lanzó una última mirada cómplice y salió tras los pasos de su pelirrojo amigo, guardando silencio observando con atención los movimientos de su prisionera. Era en ese momento cuando comenzaba el juego.
Cuando la celda estuvo nuevamente cerrada, y Eltrant se hubo reunido con ellos, se les dieron tres opciones de donde custodiar a la prisionera. Como pensaba Schott, la más razonable parecía ser la de máxima seguridad, pero tenía ella bastante experiencia como para decir que el puerto estaba infestado de gente de barrios bajos, trabajadores regulares y esporádicos, era fácil mezclarse entre la multitud de desconocidos, y, por lo tanto, infiltrarse en la prisión, por muy de alta seguridad que dijeran que era, el barco lo descartaba de plano, era sencillisimo escapar de un barco, solo se necesitaba crear una pequeña alarma y salir de allí, no, no se quedaría en el barco sin vigilancia y ellos necesitaban arreglar cosas para el viaje por su cuenta, por lo e no podrían quedarse a vigilarla las veinticuatro horas del día.
Al final, como decía Eltrant, la opción más razonable era dejarla en una celda allí mismo, vigilada con cautela, y, si era posible, alejada de los demás tanto como fuera posible. Su silenciosa reflexión no salió a flote hasta que no la nombraron directamente, al parecer solo quedaba ella por hablar.
- Si, creo que lo mejor sería dejarla aquí hasta que estemos preparados para zarpar. Mientras podemos organizar una buena forma de sacarla sin que todo su bando se nos tire al cuello, apuesto lo que sea a que ya los están buscando. ¿O no?- Me giré a Ámbar, que sonrió agachando los hombros.- No es seguro sacarla de aquí, pero tampoco podemos esperar mucho, tenemos que tener cuidado, si se organizan, nos pillarán infraganti. Así que mejor cuanto antes zarpemos. Pero, de momento, aquí estará bien, pongámosla en una celda de aislamiento. Será más fácil evitar que se comunique con el exterior así.- pidió decidida volviendo a guardar silencio mientras el plan para sacar a la chica de allí para trasladarla al barco poco antes de zarpar comenzaba a formarse en su mente.
Las piezas del tablero eran complejas, debían moverse con cuidado sumo si no querían que les matasen a la reina o peor, al rey. Los ladrones no eran asesinos, pero la codicia era uno de los puntos flacos del gremio, por mucho que los dos lideres fueran de almas caritativas, pocos de los suyos compartían esa visión que ni siquiera los dos jefazos podían cumplir a rajatabla. Temía que, si alguien más de su gremio supiera del paradero de ese aparato élfico, no quisieran recuperar a sus lideres para salvarlos, si no, más bien, para acabar con ellos, con la competencia, y poder alzarse nuevos lideres. A ninguno de los presentes les convenía eso, a los guardias porque no sabrían a que atenerse con los nuevos lideres, a los mandamases de los ladrones porque eso significaría dar su cuello o doblegarse ante alguien que, tal vez, no compartiera sus ideales.
Mientras los demás discutían aun, y ella volvía a quedarse algo retirada y retraida, junto a la prisionera, decidió exponer su duda al oir la voz de la mujer, su cara de preocupación parecía ser facilmente leible, cuando lo dijo no lo hizo a mal, no era una doble intención, ni siquiera intentaba sacarle más información, simplemente había decidido comentar algo en voz alta, algo que tal vez la chica no se hubiera planteado y fuera más preocupante que no su estancia en prisión.
-¿Que te pasa Gata?- preguntó en voz baja Ámbar.- ¿te hemos asustado con nuestras amenazas?- Alanna ignoró a la chica y la suave risa que siguió su pregunta.
- Ámbar, si os rescatan, ¿estás segura de que estaréis a salvo?.- cuaestiono la chica mirando a la otra mujer presente, casi como si hubieran quedado aisladas. La chica le devolvió una mirada dubitativa.- No me refiero a nosotros, ya sabes que siempre perseguiremos a ladrones y maleantes varios, es solo... ¿estaréis seguros de los que decís que son compañeros?.- Cuando se quiso dar cuenta de sus palabras, ya las había dicho.- ah... no, es igual, olvídate de lo que he dicho.- le sonrió, despistada y algo avergonzada, antes de volver a centrarse en sus compañeros y superiores.
Dejaba de lado su lado oscuro, esa parte que tanto había estado a flote durante ese invierno, al creer que Eli estaba muerta, y que solía ocultar en lo más hondo de su ser. No podía permitirse ser cruel, no podía permitirse ser malvada, no después de ver lo que la gente injusta hacía con las personas más indefensas, si dejaba que su yo más oscuro saliese a flote, debía tener la seguridad de que sabría quien era un enemigo y quien no, no podía dejar que volviera a suceder lo del pasado invierno.
Al entrar en la celda volvió a poner su cara de poker, y se preparó para las puyas, que, como había esperado, no tardaron en hacerse patentes. Se mantuvo de pie escuchando a la pareja de ladrones, no se había equivocado, su sentido femenino, de mujer o como quisiera llamarlo quien fuera había atinado, esos dos eran pareja, ya los tenía.
Evitó tener en cuenta las amenazas, sabía que eran ciertas, demasiado ciertas como para tomarlas a broma, pero ella conocía mejor que nadie los escondrijos de la ciudad y antes tendría encerrados a más de la mitad de la banda que la ataparían, la llamaban la gata, pero era camaleónica, y poco le costaría esconder con ella a sus dos compañeros, sin embargo, no debía preocuparse por nada, ella pensaba cumplir sus promesas, era una mujer de palabra.
No pudo evitar soltar una risilla al ver a Schott nervioso por las provocaciones de Ámbar, esa chica no podía caerle mal, tenía estilo. Y, por desgracia, Eltrant seguía teniendo razón, demasiada gente los quería muertos, pero no podían hacer nada, y le valía la pena si quienes la perseguían era por haber ayudado a otros.
Salió siguiendo a Ambar y Schott, dando un último vistazo al interior de la celda donde Eltrant, aun apoyado en la pared, parecía esperar la oportunidad de hablar a solas con Gabret, le lanzó una última mirada cómplice y salió tras los pasos de su pelirrojo amigo, guardando silencio observando con atención los movimientos de su prisionera. Era en ese momento cuando comenzaba el juego.
Cuando la celda estuvo nuevamente cerrada, y Eltrant se hubo reunido con ellos, se les dieron tres opciones de donde custodiar a la prisionera. Como pensaba Schott, la más razonable parecía ser la de máxima seguridad, pero tenía ella bastante experiencia como para decir que el puerto estaba infestado de gente de barrios bajos, trabajadores regulares y esporádicos, era fácil mezclarse entre la multitud de desconocidos, y, por lo tanto, infiltrarse en la prisión, por muy de alta seguridad que dijeran que era, el barco lo descartaba de plano, era sencillisimo escapar de un barco, solo se necesitaba crear una pequeña alarma y salir de allí, no, no se quedaría en el barco sin vigilancia y ellos necesitaban arreglar cosas para el viaje por su cuenta, por lo e no podrían quedarse a vigilarla las veinticuatro horas del día.
Al final, como decía Eltrant, la opción más razonable era dejarla en una celda allí mismo, vigilada con cautela, y, si era posible, alejada de los demás tanto como fuera posible. Su silenciosa reflexión no salió a flote hasta que no la nombraron directamente, al parecer solo quedaba ella por hablar.
- Si, creo que lo mejor sería dejarla aquí hasta que estemos preparados para zarpar. Mientras podemos organizar una buena forma de sacarla sin que todo su bando se nos tire al cuello, apuesto lo que sea a que ya los están buscando. ¿O no?- Me giré a Ámbar, que sonrió agachando los hombros.- No es seguro sacarla de aquí, pero tampoco podemos esperar mucho, tenemos que tener cuidado, si se organizan, nos pillarán infraganti. Así que mejor cuanto antes zarpemos. Pero, de momento, aquí estará bien, pongámosla en una celda de aislamiento. Será más fácil evitar que se comunique con el exterior así.- pidió decidida volviendo a guardar silencio mientras el plan para sacar a la chica de allí para trasladarla al barco poco antes de zarpar comenzaba a formarse en su mente.
Las piezas del tablero eran complejas, debían moverse con cuidado sumo si no querían que les matasen a la reina o peor, al rey. Los ladrones no eran asesinos, pero la codicia era uno de los puntos flacos del gremio, por mucho que los dos lideres fueran de almas caritativas, pocos de los suyos compartían esa visión que ni siquiera los dos jefazos podían cumplir a rajatabla. Temía que, si alguien más de su gremio supiera del paradero de ese aparato élfico, no quisieran recuperar a sus lideres para salvarlos, si no, más bien, para acabar con ellos, con la competencia, y poder alzarse nuevos lideres. A ninguno de los presentes les convenía eso, a los guardias porque no sabrían a que atenerse con los nuevos lideres, a los mandamases de los ladrones porque eso significaría dar su cuello o doblegarse ante alguien que, tal vez, no compartiera sus ideales.
Mientras los demás discutían aun, y ella volvía a quedarse algo retirada y retraida, junto a la prisionera, decidió exponer su duda al oir la voz de la mujer, su cara de preocupación parecía ser facilmente leible, cuando lo dijo no lo hizo a mal, no era una doble intención, ni siquiera intentaba sacarle más información, simplemente había decidido comentar algo en voz alta, algo que tal vez la chica no se hubiera planteado y fuera más preocupante que no su estancia en prisión.
-¿Que te pasa Gata?- preguntó en voz baja Ámbar.- ¿te hemos asustado con nuestras amenazas?- Alanna ignoró a la chica y la suave risa que siguió su pregunta.
- Ámbar, si os rescatan, ¿estás segura de que estaréis a salvo?.- cuaestiono la chica mirando a la otra mujer presente, casi como si hubieran quedado aisladas. La chica le devolvió una mirada dubitativa.- No me refiero a nosotros, ya sabes que siempre perseguiremos a ladrones y maleantes varios, es solo... ¿estaréis seguros de los que decís que son compañeros?.- Cuando se quiso dar cuenta de sus palabras, ya las había dicho.- ah... no, es igual, olvídate de lo que he dicho.- le sonrió, despistada y algo avergonzada, antes de volver a centrarse en sus compañeros y superiores.
Alanna Delteria
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Re: El interrogatorio [Guardias - Ep. I] [Mastereado]
La decisión de que la ladrona permaneciera allí fue unánime. Eltrant, Schott y Alanna aportaron sus diferentes puntos de vista para. Se trataba de una opción inteligente pues, si bien allí había muchos más presos, el hecho de transportarla podía traer más consecuencias positivas que negativas pues podrían iniciar un rescate sobre la marcha. Que quedara en una celda especial dos noches más no tendría por qué conllevar riesgos. Tinegar asintió con la cabeza.
-¡Quiero un acorazado, una carabela y un bergantín para pasado mañana! – gritó Lord Tinegar a uno de sus guardias tras conocer la decisión del grupo, dando las órdenes necesarias para comenzar la preparación del barco que los llevaría hasta el artefacto. La Guardia contaba con una espléndida flota. Mucho más poderosa que la de cualquier otro grupo colectivo y en el mar probablemente no tuviesen rival. Pero por si acaso, incluso ordenó la preparación de dos carabelas más para escoltar al principal, dada la gravedad de los acontecimientos.
-Metedla en la celda especial. – indicó Anovar al grupo para que procedieran a ello. Dejando a la ladrona en manos de Eltrant, Schott y Alanna.
Alanna y Ámbar mantuvieron un breve coloquio a escondidas del resto, que terminó con la pícara confusa con las palabras que le había dedicado la Gata. Lo cierto es que no se fiaba mucho de los ladrones, pero aquella era su única posibilidad y, si era cierto que ellos dos eran los únicos que sabían la localización del artefacto, podrían vender muy cara esa información.
Escoltaron a Ámbar hasta su nueva celda. Lejos de la localización de Gabret. De esta manera no podrían tramar nada por sí mismos. Su grado de complicidad comenzaba a molestar a los guardias.
-Lamentaréis esto. – dijo Ámbar por última vez antes de que la puerta de su calabozo fuera cerrado definitivamente.
Tinegar hizo caso omiso a los comentarios. Con tantos guardias era prácticamente imposible que ningún atrevido fuera allí.
-Gracias por el trabajo, guardias. No sé que haríamos sin vosotros. – dijo Tinegar mostrándose claramente agradecido. - ¿Por qué no ayudáis a acondicionar el acorazado? Dirigíos al puerto, cuantos más activos tengamos preparando el barco, antes podremos zarpar. – indicó, entregándoles una serie de monedas de oro para que dispusiesen y gastaran a su libre antojo. – Tened cuidado, es mucho dinero. – contestó el hombre, entregándole a Alanna un preciado cofre.
Alanna, te he entregado 10.000 aeros (en serio, echa un vistazo a tu perfil). Enhorabuena. Ahora eres la más rica de Aerandir. ¿Ves como apuntarse a los gremios tenía sus ventajas? Podéis repartiros los beneficios, ir a compraros una mansión o largaros, en serio, esto es un juego de rol, podéis hacerlo si queréis. Pero si no sois unos corruptos, también podéis ir por la ciudad a comprar todo cuanto necesitéis para los navíos. No tenéis por qué preparar 3 barcos, con que preparéis uno o dos basta, eso lo dejo a vuestro gusto. Pero las decisiones que toméis importarán en el futuro.
Hora de compras. Podéis ir a comprar donde queráis de Lunargenta, hacedlo en este mismo hilo. Tenéis los turnos que consideréis (mi última intervención en el hilo ya será para entregar los puntos).
Activos de la flota: 150 hombres (contando marineros corrientes y guardias)
Número mínimo de activos necesarios para mover barco: 50
Número de cañones por barco: 0. No existen. Estamos en la Edad Media, chicos.
Daños de barco Acorazado en buen estado. Bergantín y Carabela necesitan reparación.
Número de barcos con capacidad de abordaje: 1 barco de 3 disponibles.
Provisiones: 3 barcos con bodegas vacías.
Tiendas:
-Provisiones por día: 500 aeros por día y por barco. (Tenéis que llegar hasta las islas illidenses. 3 días)
-Reclutamiento de mercenarios: 1000 aeros/50 hombres. (Si crees que necesitas efectivos para el combate, cuidado, meter muchos puede ser contraproducente).
-Reclutamiento de hechiceros mercenarios: 1000 aeros/50 hombres (ídem al caso de arriba. ¿Harán falta magos?)
-Sistema de abordaje en barco: 1000 por barco.
-Reparación de barco: 1000 por barco para que esté a pleno rendimiento. Si no lo reparéis podréis utilizarlo pero podrá ser hundido a la mínima.
-Sistema acorazado de última generación: 1000 aeros (sólo para el acorazado).
Personajes (se entiende que por cada compra contraréis 3 capitanes, o 3 cocineros):
-Capitán de barco con experiencia: 1000 aeros
-Capitán traidor: 500 aeros (es más barato, sí, pero será por algo, ¿no?)
-Artillero: Que no existen los artilleros todavía, chicos, no insistáis.
-Cocinero: 500 aeros. (prepara la comida)
-Médico: 500 aeros. (cura enfermedades y heridos)
-Navegante: 500 aeros (se orienta en el mar y os llevará a vuestro destino directos)
-Carpintero: 500 aeros (repara el barco una vez en mar, a su ritmo, claro)
-Arqueólogo: 500 aeros (para desenmascarar el artefacto)
-Buzos mágicos: 500 aeros (porque nunca sabes si el artefacto está en las profundidades abisales)
-Bufones y cortesanas: 500 aeros (mantiene contenta a la población)
-Tipo de aspecto sospechoso: 300 aeros (un simple mendigo en los astilleros que augura vuestra perdición si no permitís que se una a vosotros por unas monedas. Quién sabe. Tal vez sea buena idea o sea mala)
-¡Quiero un acorazado, una carabela y un bergantín para pasado mañana! – gritó Lord Tinegar a uno de sus guardias tras conocer la decisión del grupo, dando las órdenes necesarias para comenzar la preparación del barco que los llevaría hasta el artefacto. La Guardia contaba con una espléndida flota. Mucho más poderosa que la de cualquier otro grupo colectivo y en el mar probablemente no tuviesen rival. Pero por si acaso, incluso ordenó la preparación de dos carabelas más para escoltar al principal, dada la gravedad de los acontecimientos.
-Metedla en la celda especial. – indicó Anovar al grupo para que procedieran a ello. Dejando a la ladrona en manos de Eltrant, Schott y Alanna.
Alanna y Ámbar mantuvieron un breve coloquio a escondidas del resto, que terminó con la pícara confusa con las palabras que le había dedicado la Gata. Lo cierto es que no se fiaba mucho de los ladrones, pero aquella era su única posibilidad y, si era cierto que ellos dos eran los únicos que sabían la localización del artefacto, podrían vender muy cara esa información.
Escoltaron a Ámbar hasta su nueva celda. Lejos de la localización de Gabret. De esta manera no podrían tramar nada por sí mismos. Su grado de complicidad comenzaba a molestar a los guardias.
-Lamentaréis esto. – dijo Ámbar por última vez antes de que la puerta de su calabozo fuera cerrado definitivamente.
Tinegar hizo caso omiso a los comentarios. Con tantos guardias era prácticamente imposible que ningún atrevido fuera allí.
-Gracias por el trabajo, guardias. No sé que haríamos sin vosotros. – dijo Tinegar mostrándose claramente agradecido. - ¿Por qué no ayudáis a acondicionar el acorazado? Dirigíos al puerto, cuantos más activos tengamos preparando el barco, antes podremos zarpar. – indicó, entregándoles una serie de monedas de oro para que dispusiesen y gastaran a su libre antojo. – Tened cuidado, es mucho dinero. – contestó el hombre, entregándole a Alanna un preciado cofre.
* * * * * * * * * *
Alanna, te he entregado 10.000 aeros (en serio, echa un vistazo a tu perfil). Enhorabuena. Ahora eres la más rica de Aerandir. ¿Ves como apuntarse a los gremios tenía sus ventajas? Podéis repartiros los beneficios, ir a compraros una mansión o largaros, en serio, esto es un juego de rol, podéis hacerlo si queréis. Pero si no sois unos corruptos, también podéis ir por la ciudad a comprar todo cuanto necesitéis para los navíos. No tenéis por qué preparar 3 barcos, con que preparéis uno o dos basta, eso lo dejo a vuestro gusto. Pero las decisiones que toméis importarán en el futuro.
Hora de compras. Podéis ir a comprar donde queráis de Lunargenta, hacedlo en este mismo hilo. Tenéis los turnos que consideréis (mi última intervención en el hilo ya será para entregar los puntos).
Activos de la flota: 150 hombres (contando marineros corrientes y guardias)
Número mínimo de activos necesarios para mover barco: 50
Número de cañones por barco: 0. No existen. Estamos en la Edad Media, chicos.
Daños de barco Acorazado en buen estado. Bergantín y Carabela necesitan reparación.
Número de barcos con capacidad de abordaje: 1 barco de 3 disponibles.
Provisiones: 3 barcos con bodegas vacías.
Tiendas:
-Provisiones por día: 500 aeros por día y por barco. (Tenéis que llegar hasta las islas illidenses. 3 días)
-Reclutamiento de mercenarios: 1000 aeros/50 hombres. (Si crees que necesitas efectivos para el combate, cuidado, meter muchos puede ser contraproducente).
-Reclutamiento de hechiceros mercenarios: 1000 aeros/50 hombres (ídem al caso de arriba. ¿Harán falta magos?)
-Sistema de abordaje en barco: 1000 por barco.
-Reparación de barco: 1000 por barco para que esté a pleno rendimiento. Si no lo reparéis podréis utilizarlo pero podrá ser hundido a la mínima.
-Sistema acorazado de última generación: 1000 aeros (sólo para el acorazado).
Personajes (se entiende que por cada compra contraréis 3 capitanes, o 3 cocineros):
-Capitán de barco con experiencia: 1000 aeros
-Capitán traidor: 500 aeros (es más barato, sí, pero será por algo, ¿no?)
-Artillero: Que no existen los artilleros todavía, chicos, no insistáis.
-Cocinero: 500 aeros. (prepara la comida)
-Médico: 500 aeros. (cura enfermedades y heridos)
-Navegante: 500 aeros (se orienta en el mar y os llevará a vuestro destino directos)
-Carpintero: 500 aeros (repara el barco una vez en mar, a su ritmo, claro)
-Arqueólogo: 500 aeros (para desenmascarar el artefacto)
-Buzos mágicos: 500 aeros (porque nunca sabes si el artefacto está en las profundidades abisales)
-Bufones y cortesanas: 500 aeros (mantiene contenta a la población)
-Tipo de aspecto sospechoso: 300 aeros (un simple mendigo en los astilleros que augura vuestra perdición si no permitís que se una a vosotros por unas monedas. Quién sabe. Tal vez sea buena idea o sea mala)
Ger
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Re: El interrogatorio [Guardias - Ep. I] [Mastereado]
El ajetreo que tenía en aquel instante a su alrededor nunca dejaba de sorprenderle, y no era para menos, después de todo los muelles de Lunargenta eran los más grandes de Aerandir, los que más embarcaciones recibían, lo que más Aeros generaban, y, por consiguiente, los que más problemas causaban.
Así como mercaderes de todas partes del globo se reunían en aquel puerto, también lo hacían gente cuya profesión estaba fuera del marco de lo legal, por lo que la existencia de ladrones, asesinos y esclavistas entre todas aquellas personas no era ningún secreto para él, las embarcaciones de estos se apilaban en los muelles por igual, algunas, repletas de exóticos productos, llenas de seda, de oro, o de joyas, otras atestadas de artículos robados, armas, o personas a las que les habían arrebatado la libertad.
Los marineros no se equivocaban al decir que el puerto de la ciudad de los humanos tenía dos caras, una esperanzadora, una que denostaba unidad entre las diferentes razas, que ambicionaba un mundo sin fronteras y otra fría y oscura, la que gritaba con fuerza que, por muy bien que fuesen las cosas, siempre habría alguien que trataría sacar partido a costa de los demás. Y es que, en aquel lugar, podías encontrar lo mejor y lo peor del mundo, y en mucho de aquellos barcos, ambas cosas al mismo tiempo.
Según caminaba por el puerto, Eltrant no pudo evitar estudiar cada navío con el que se cruzaba, tratando de discernir que había tras el casco de la embarcación, algunos de los marineros de estas embarcaciones le saludaban con entusiasmo al ver la insignia que el joven tenía en el pecho, otros en cambio, susurraban algo al que parecía ser su capitán y se perdían bajo la cubierta del barco.
Suspirando pesarosamente Eltrant continuó marchando en dirección al lugar al que le había enviado Alanna, no le gustaban los muelles, no le gustaba el mar, y, sin embargo, allí estaba, en el centro de un lugar en el que, si resbalaba y caía al agua, probablemente se hundiría como la más pesada de las piedras.
Finalmente, tras varias decenas de minutos esquivando a marineros transportando cajas, compañeros de la guarda siguiendo a ladronzuelos y algún que otro mendigo, llegó hasta el taller que Tinegar les había descrito a los guardias.
Lo primero que notó al entrar fue un fuerte olor a madera, que se mezclaba con el ya presenté olor a agua salada dándole al aire un toque especial, como si los propietarios de aquel edificio hubiesen plantado un bosque entre las paredes de su local, tras aquello, estuvo a punto de recibir un golpe en la cabeza por parte de un carpintero despistado que, sin mirar por donde iba, transportaba amplios tablones, probablemente parte de algún futuro navío.
- ¿Qué trae a uno de los vigilantes de Lunargenta hasta aquí? – Segundos despues de aceptar las disculpas del hombre que casi le golpea con una tabla, Eltrant oyó aquella voz, ajada, pero firme, casi como si el propietario tuviese problemas al hablar.
Instintivamente se giró sobre sí mismo, buscando el origen de aquella voz, encontrando tras él a un hombre de avanzada edad, con una espesa barba canosa, sonriendo. – Lord Tinegar me envía para… - El capataz ensanchó la sonrisa y se cruzó de brazos - ¡Ya recuerdo! ¡Ya recuerdo! – Asintió rápidamente y le pasó la mano al exmercenario por encima del hombro – Las embarcaciones que pidió ya están en el taller, ahora solo tienes que decirnos que hacer con ellas – Sin soltar al joven guarda en ningún momento, el anciano condujo a Eltrant a través del taller, del centenar de barcos a medio construir, hasta un pequeño puerto privado en el que los tres barcos aguardaban, rodeados de trabajadores.
Eltrant frunció el ceño y tragó saliva al ver los navíos - ¿Son fiables? – Preguntó, recordando la vez en la que, con un capitán pulpo y un joven elfo con apariencia humana, acabó varado en una playa en mitad de la nada – Eso depende de ti… - El capataz estudió el uniforme del séptimo de los Tale en busca de algún distintivo de alguna clase - …Soldado – Finalizó cuando no vio ningún tipo de galón, ni nada que le identificase como oficial.
El castaño, tras pasar varios minutos embobado con los barcos, pensado el extraordinariamente alto número de maneras en las que podía ahogarse de subirse en uno de esos, asintió y se giró hacia el hombre – Bien… esto es… - Sin poder hacer nada, Eltrant recibió una fuerte palmada en la espalda por parte del anciano encargado, que casi le dejó sin aire - ¿Dónde están mis modales? – Preguntó de buen humor, llevándose sus manos hasta la cintura – Mi nombre es Enrique Cuesta – Dijo sin perder un ápice de su buen humor – Capataz y encargado de esta, nuestra humilde comunidad de carpinteros – Expuso, ahora, colocándose correctamente el pañuelo que, atado sobre su cabeza, ocultaba la calvicie incipiente que le afligía. – Encantado de conocerle, yo soy Eltrant Tale – Respondió el exmercenario, estrechando la mano del carpintero – Muy bien, ahora si podemos hablar de negocios.
Sin más tiempo que perder, el carpintero condujo a Eltrant hasta los barcos, según Cuesta, algunos de ellos ya estaban recibiendo las reparaciones necesarias, sin embargo, solo estaban recibiendo lo necesario para flotar. – Tanto este Bergantín – Dijo señalando la embarcación que tenían justo al lado, el que estaba recibiendo en aquel instante la mayor parte de la atención de los carpinteros – Como aquella carabela de allí – Señaló ahora un distante barco al otro lado del almacén, flotando con suavidad sobre las aguas del muelle privado – Necesitan reparación – Eltrant se cruzó brazos y, después de pensarlo un poco, palpó la madera del casco del Bergantín - ¿Cómo de mal están? – Preguntó, Alanna era quien manejaba el dinero que les había dado Tinegar, debían pensar bien cómo gastarlo, no podían derrocharlo decidiendo precipitadamente – Bueno… - El señor Cuesta se quitó el pañuelo que rodeaba su cabeza y se pasó la mano por la calva – Si toso con fuerza junto a uno de estos barcos, probablemente se hunda – Eltrant trató de disimular el malestar que aquellas palabras le provocaron, y aunque lo consiguió en parte, no pudo ocultar la palidez que, de golpe, inundó su rostro – Repárenlos, completamente, quiero que sean insumergibles – La sonrisa del capataz se ensanchó – Muy bien, reparación general de estos dos entonces – Hizo unas señas a los carpinteros que, asintiendo, se pusieron manos a la obra.
Justo tras aquel primer paseo, Enrique mostró a Eltrant el acorazado con el que la guarda iba a contar para buscar el artefacto, una imponente obra de ingeniería que, debido a su tamaño, al castaño le costaba creer que aquello estuviese flotando en aquel instante. – Bonito ¿Verdad? – Dijo contemplando el barco, sin disimular un ápice el orgullo que sentía por buque – Puede ser aún mejor – Añadió, girándose hacía el guarda - Estamos fabricando piezas nuevas, si la guardia quiere algo insumergible de verdad, solo tiene que decirlo – El castaño tomó aire, dejó que el olor a madera y salitre llenase sus pulmones – Muy bien, hazlo – Como antes, Enrique sonrió con entusiasmo – ¡Se ve que entiendes de barcos señor Tale! - Volvió a darle una palmada en la espalda al exmercenario y se giró a observar, por última vez, el acorazado – Sígueme hasta mi despacho, aún quedan un par de cosas por resolver.
Obedeciendo aquellas palabras, Eltrant siguió a Cuesta hasta una pequeña habitación a uno de los costados del almacén, desordenada y polvorienta, repleta de serrín, aquella oficina no era muy diferente de la suya propia.
Tras una rápida disculpa por parte del capataz, debido al desorden general de la estancia, se dejó caer tras la única mesa de la habitación – Ha sido un placer hacer negocios con usted señor Tale, así como con la guardia – Eltrant sonrió, no tenía ni la más remota idea de navegación, pero parecía que las futuras embarcaciones que iban a tener estaban en buenas manos – Lo último que podemos añadir son… - Tras colocarse unas pequeñas gafas que extrajo de uno de sus bolsillos, leyó por encima un papel amarillento que descansaba sobre la mesa – Unos sistemas de abordajes – Enrique alzó la vista y clavó su mirada en el joven que tenía frente a él - …Bastante útiles si queréis hacerlos con algún barco en mitad del océano – Eltrant se atusó la barba, ¿De verdad era necesario? ¿Se iban a enfrentar con alguien? No podía descartar la idea de que les atacasen, pero tampoco podía seguir derrochando dinero de aquella forma. – ¿El acorazado ya lo tiene? – Preguntó tras meditarlo durante varios minutos, Cuesta asintió a la pregunta – En ese caso, incluyelo también en la carabela, creo que el bergantín es demasiado pequeño de todos modos para hacer ningún abordaje – Cuesta asintió conforme ante la conclusión del uniformado.
– Buena decisión – Dijo Enrique ofreciéndole la mano a Eltrant, el cual respondió inmediatamente a esto, cerrando el acuerdo en nombre de la guardia.
-----
Off:
Cosas compradas:
-Reparación Completa de las dos embarcaciones : 2000 Aeros.
-Sistema de Abordaje una embarcación (Carabela): 1000 Aeros. (No me habia dado cuenta de que el Acorazado ya contaba con el sistema de abordaje)
-Sistema acorazado de ultima generación: 1000 Aeros.
Aeros propocionados por la Guardia restantes: 6000 Aeros
Así como mercaderes de todas partes del globo se reunían en aquel puerto, también lo hacían gente cuya profesión estaba fuera del marco de lo legal, por lo que la existencia de ladrones, asesinos y esclavistas entre todas aquellas personas no era ningún secreto para él, las embarcaciones de estos se apilaban en los muelles por igual, algunas, repletas de exóticos productos, llenas de seda, de oro, o de joyas, otras atestadas de artículos robados, armas, o personas a las que les habían arrebatado la libertad.
Los marineros no se equivocaban al decir que el puerto de la ciudad de los humanos tenía dos caras, una esperanzadora, una que denostaba unidad entre las diferentes razas, que ambicionaba un mundo sin fronteras y otra fría y oscura, la que gritaba con fuerza que, por muy bien que fuesen las cosas, siempre habría alguien que trataría sacar partido a costa de los demás. Y es que, en aquel lugar, podías encontrar lo mejor y lo peor del mundo, y en mucho de aquellos barcos, ambas cosas al mismo tiempo.
Según caminaba por el puerto, Eltrant no pudo evitar estudiar cada navío con el que se cruzaba, tratando de discernir que había tras el casco de la embarcación, algunos de los marineros de estas embarcaciones le saludaban con entusiasmo al ver la insignia que el joven tenía en el pecho, otros en cambio, susurraban algo al que parecía ser su capitán y se perdían bajo la cubierta del barco.
Suspirando pesarosamente Eltrant continuó marchando en dirección al lugar al que le había enviado Alanna, no le gustaban los muelles, no le gustaba el mar, y, sin embargo, allí estaba, en el centro de un lugar en el que, si resbalaba y caía al agua, probablemente se hundiría como la más pesada de las piedras.
Finalmente, tras varias decenas de minutos esquivando a marineros transportando cajas, compañeros de la guarda siguiendo a ladronzuelos y algún que otro mendigo, llegó hasta el taller que Tinegar les había descrito a los guardias.
Lo primero que notó al entrar fue un fuerte olor a madera, que se mezclaba con el ya presenté olor a agua salada dándole al aire un toque especial, como si los propietarios de aquel edificio hubiesen plantado un bosque entre las paredes de su local, tras aquello, estuvo a punto de recibir un golpe en la cabeza por parte de un carpintero despistado que, sin mirar por donde iba, transportaba amplios tablones, probablemente parte de algún futuro navío.
- ¿Qué trae a uno de los vigilantes de Lunargenta hasta aquí? – Segundos despues de aceptar las disculpas del hombre que casi le golpea con una tabla, Eltrant oyó aquella voz, ajada, pero firme, casi como si el propietario tuviese problemas al hablar.
Instintivamente se giró sobre sí mismo, buscando el origen de aquella voz, encontrando tras él a un hombre de avanzada edad, con una espesa barba canosa, sonriendo. – Lord Tinegar me envía para… - El capataz ensanchó la sonrisa y se cruzó de brazos - ¡Ya recuerdo! ¡Ya recuerdo! – Asintió rápidamente y le pasó la mano al exmercenario por encima del hombro – Las embarcaciones que pidió ya están en el taller, ahora solo tienes que decirnos que hacer con ellas – Sin soltar al joven guarda en ningún momento, el anciano condujo a Eltrant a través del taller, del centenar de barcos a medio construir, hasta un pequeño puerto privado en el que los tres barcos aguardaban, rodeados de trabajadores.
Eltrant frunció el ceño y tragó saliva al ver los navíos - ¿Son fiables? – Preguntó, recordando la vez en la que, con un capitán pulpo y un joven elfo con apariencia humana, acabó varado en una playa en mitad de la nada – Eso depende de ti… - El capataz estudió el uniforme del séptimo de los Tale en busca de algún distintivo de alguna clase - …Soldado – Finalizó cuando no vio ningún tipo de galón, ni nada que le identificase como oficial.
El castaño, tras pasar varios minutos embobado con los barcos, pensado el extraordinariamente alto número de maneras en las que podía ahogarse de subirse en uno de esos, asintió y se giró hacia el hombre – Bien… esto es… - Sin poder hacer nada, Eltrant recibió una fuerte palmada en la espalda por parte del anciano encargado, que casi le dejó sin aire - ¿Dónde están mis modales? – Preguntó de buen humor, llevándose sus manos hasta la cintura – Mi nombre es Enrique Cuesta – Dijo sin perder un ápice de su buen humor – Capataz y encargado de esta, nuestra humilde comunidad de carpinteros – Expuso, ahora, colocándose correctamente el pañuelo que, atado sobre su cabeza, ocultaba la calvicie incipiente que le afligía. – Encantado de conocerle, yo soy Eltrant Tale – Respondió el exmercenario, estrechando la mano del carpintero – Muy bien, ahora si podemos hablar de negocios.
Sin más tiempo que perder, el carpintero condujo a Eltrant hasta los barcos, según Cuesta, algunos de ellos ya estaban recibiendo las reparaciones necesarias, sin embargo, solo estaban recibiendo lo necesario para flotar. – Tanto este Bergantín – Dijo señalando la embarcación que tenían justo al lado, el que estaba recibiendo en aquel instante la mayor parte de la atención de los carpinteros – Como aquella carabela de allí – Señaló ahora un distante barco al otro lado del almacén, flotando con suavidad sobre las aguas del muelle privado – Necesitan reparación – Eltrant se cruzó brazos y, después de pensarlo un poco, palpó la madera del casco del Bergantín - ¿Cómo de mal están? – Preguntó, Alanna era quien manejaba el dinero que les había dado Tinegar, debían pensar bien cómo gastarlo, no podían derrocharlo decidiendo precipitadamente – Bueno… - El señor Cuesta se quitó el pañuelo que rodeaba su cabeza y se pasó la mano por la calva – Si toso con fuerza junto a uno de estos barcos, probablemente se hunda – Eltrant trató de disimular el malestar que aquellas palabras le provocaron, y aunque lo consiguió en parte, no pudo ocultar la palidez que, de golpe, inundó su rostro – Repárenlos, completamente, quiero que sean insumergibles – La sonrisa del capataz se ensanchó – Muy bien, reparación general de estos dos entonces – Hizo unas señas a los carpinteros que, asintiendo, se pusieron manos a la obra.
Justo tras aquel primer paseo, Enrique mostró a Eltrant el acorazado con el que la guarda iba a contar para buscar el artefacto, una imponente obra de ingeniería que, debido a su tamaño, al castaño le costaba creer que aquello estuviese flotando en aquel instante. – Bonito ¿Verdad? – Dijo contemplando el barco, sin disimular un ápice el orgullo que sentía por buque – Puede ser aún mejor – Añadió, girándose hacía el guarda - Estamos fabricando piezas nuevas, si la guardia quiere algo insumergible de verdad, solo tiene que decirlo – El castaño tomó aire, dejó que el olor a madera y salitre llenase sus pulmones – Muy bien, hazlo – Como antes, Enrique sonrió con entusiasmo – ¡Se ve que entiendes de barcos señor Tale! - Volvió a darle una palmada en la espalda al exmercenario y se giró a observar, por última vez, el acorazado – Sígueme hasta mi despacho, aún quedan un par de cosas por resolver.
Obedeciendo aquellas palabras, Eltrant siguió a Cuesta hasta una pequeña habitación a uno de los costados del almacén, desordenada y polvorienta, repleta de serrín, aquella oficina no era muy diferente de la suya propia.
Tras una rápida disculpa por parte del capataz, debido al desorden general de la estancia, se dejó caer tras la única mesa de la habitación – Ha sido un placer hacer negocios con usted señor Tale, así como con la guardia – Eltrant sonrió, no tenía ni la más remota idea de navegación, pero parecía que las futuras embarcaciones que iban a tener estaban en buenas manos – Lo último que podemos añadir son… - Tras colocarse unas pequeñas gafas que extrajo de uno de sus bolsillos, leyó por encima un papel amarillento que descansaba sobre la mesa – Unos sistemas de abordajes – Enrique alzó la vista y clavó su mirada en el joven que tenía frente a él - …Bastante útiles si queréis hacerlos con algún barco en mitad del océano – Eltrant se atusó la barba, ¿De verdad era necesario? ¿Se iban a enfrentar con alguien? No podía descartar la idea de que les atacasen, pero tampoco podía seguir derrochando dinero de aquella forma. – ¿El acorazado ya lo tiene? – Preguntó tras meditarlo durante varios minutos, Cuesta asintió a la pregunta – En ese caso, incluyelo también en la carabela, creo que el bergantín es demasiado pequeño de todos modos para hacer ningún abordaje – Cuesta asintió conforme ante la conclusión del uniformado.
– Buena decisión – Dijo Enrique ofreciéndole la mano a Eltrant, el cual respondió inmediatamente a esto, cerrando el acuerdo en nombre de la guardia.
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Cosas compradas:
-Reparación Completa de las dos embarcaciones : 2000 Aeros.
-Sistema de Abordaje una embarcación (Carabela): 1000 Aeros. (No me habia dado cuenta de que el Acorazado ya contaba con el sistema de abordaje)
-Sistema acorazado de ultima generación: 1000 Aeros.
Aeros propocionados por la Guardia restantes: 6000 Aeros
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Re: El interrogatorio [Guardias - Ep. I] [Mastereado]
Finalmente elegimos la opción de dejarla en una celda de aislamiento de esta misma prisión, así nos ahorrábamos cualquier posible intento de fuga que pudiese haber en el camino y nos daba tiempo para preparar las embarcaciones.
Lord Tinegar anunció que tendríamos un acorazado un bergantín y una carabela, una flota más que respetable, lo que daba énfasis a la importancia de nuestra misión, yo estaba entusiasmado con la idea, una muestra del poderío de la guardia, aunque yo pensaba que con un barco de exploración valdría, ¿es que acaso iba a haber combate? ¿Había algo que me estaba perdiendo?
Escolté de nuevo a Ambar a su nueva celda, una de aislamiento sin ventanas ni huecos, no me gustaría estar en su pellejo.
La introduje dentro y la hice un gesto para que me tendiese las manos, le iba a quitar los grilletes, quizás fuera a ser demasiado cruel dejárselos, además ¿A dónde iba a escapar de esa celda?
Ambar volvió a hacer unos gestos insinuantes cuando le quite las esposas, estaba casi seguro de que analizaba mis puntos fuertes y flacos para tramar algo, y de estos últimos yo iba sobrado.
La lancé una última mirada antes de cerrar la pesada puerta de su celda, ¿amenaza denotaba algo especial o era la típica amenaza que suelta un preso encerrado?, seguro que era esto último.
-Sí señor- me planté firme ante la nueva orden de Tinegar, supervisaríamos el acondicionamiento de los barcos, una tarea importante, más aun cuando vi el inmenso tamaño del cofre de dinero que entregó a Alanna, menos mal que se lo dio a ella, me hubiese puesto tremendamente nervioso si me lo hubiese dado a mí y hubiese sospechado hasta de mi propia sombra.
-Madre mía Alanna, ve con mucho cuidado- la dije de camino al puerto mirando con temor en cada esquina, nunca había visto tanto dinero junto, excepto quizás aquella vez en la caja fuerte de Lord Tiwinn, pero esto era distinto, era nuestra responsabilidad, si lo perdíamos éramos hombres muertos seguro, pero en ese momento estaba casi seguro que éramos el trio más rico de la ciudad, que digo de la ciudad, del país, se me ocurrían muchas cosas divertidas que hacer con tanto dinero, pero ninguna era más seductora que la imagen de Tinegar persiguiéndome con su espada, o Héctor con su maza, no sé qué era peor.
Cuando avanzamos por el muelle pudimos admirar el puerto en todo su esplendor, el centro del comercio de Aerandir, era una auténtica maravilla, casi más aún que el hecho de que la gente se apartaba a nuestro paso con el nuevo uniforme, unos por respeto, otros por miedo o cautela, el hecho era que te hacía sentir algo importante.
Tras un largo trecho llegamos al dique que nos había señalado Lord Tinegar, allí nos aguardaban nuestras naves y nuestro futuro.
Eltrant parecía un entendido así que le dejamos hablar, yo me detenía admirando los barcos, no era carpintero, pero el proceso de su construcción me resultaba de los más interesante, hasta que finalmente mi vista cayó en los tres que nos habían encargado preparar, el acorazado estaba bien, pero tanto el bergantín como la carabela estaba claro que habían visto tiempos mejores, así que asentí decidido cuando Eltrant decidió repararlos de inmediato.
Dejé a Eltrant con el tema de las naves y me dirigí a los almacenes del puerto, donde se compraban y vendían las provisiones de toda la flota, un sinnúmero de olores invadían todo el mercado, desde especias elfica de lejanos lugares hasta los más ricos pescados de las islas, todo en un mismo lugar, me dirigí a la ventanilla principal donde una jovial señora me atendió.
-Ey que desea marinero, ¿planeas algún viaje? ¿A tierras exóticas quizás?- sonrió la señora.
Me situé mejor de forma que pudiese ver mi uniforme de la guardia.
-Oh oh..Disculpe señor ¿en qué puedo ayudarle?- dijo cambiando totalmente su actitud, yo sonreí.
-Si estamos preparando una misión y necesitaríamos provisiones- dije sin dar ningún detalle
-Oh si si claro, ¿de cuánto estaríamos hablando? ¿A dónde os dirigís?-
-Me temo que eso es secreto- dije disfrutando de decir la frase.
-Oh sisisi discúlpeme si- dijo visiblemente cortada.
-Necesitaré provisiones para tres barcos-
-Bien si- dijo sacando un cuaderno de notas -¿Para cuantos días de viaje?-
-Emmmm…pueees…..esto….- dudé, la mujer levantó las cejas
-¿Wulbufar?¿Beltrexus?, hasta las islas hay tres días de viaje con buena mar- preguntó la señora.
-Emmmm, no, no vamos a las islas, pero póngame para tres días los tres barcos- anuncié.
-Mmmm, ya…está bien- dijo la mujer tomando nota -¿Algo más?-
-No bueno….creo que con eso tengo suficiente-
-Aquí está la factura- me dijo tendiéndome un amarillento recibo.
Casi me ahogo al ver la cuantía, nada menos que 4500 aeros, casi la mitad de lo que teníamos.
-Uf…uf….bien si…-
-Tiene ya incluido el descuento habitual de la guardia- me indicó la señora.
-Oh…sí..Sí..ningún problema…pásese cuando lo tenga todo a cargar al muelle 12-
-Perfecto buen viaje-
-Si…viaje si…- dije aun en shock por el precio de la compra, seguro que mis compañeros no habían gastado tanto, me iban a matar cuando me vieran.
Estaba llegando al muelle a darles la noticia cuando un tipo me agarró de la pierna y casi me hace caer.
-Astupatametapotahita- me gritó, era un mendigo extraño, de los que daban mal rollo, que no hacía más que poner caras y gestos raros.
-¡Veo el futuro en ti, vuestra misión, será un fracaso, todos moriréis!-
-¿Qué dice?, no, cállese- dije enfadado tratando de sacudírmelo de la pierna, pero el tipo no se soltaba.
-¡Lo que buscáis, os destruirá, rallos y truenos se ciernen sobre vosotros, todos vas a morir al caer de la tercera campana, la luz del este purificara vuestras almas!- me decía a voz en grito, algunos transeúntes se paraban al ver el escándalo.
-Shhhh, no ¿está loco? Déjeme- dije tratando de quitármelo sin éxito.
-¡La mano de los siete alzará las aguas contra vosotros, será vuestra tumba, todos estaréis muertos al caer el sol dorado!-
-Déjeme en paz- dije con énfasis, lo cierto es que el tipo sospechoso me estaba poniendo cada vez más nervioso.
-Dejadme acompañaros, yo os salvaré, os defenderé de los espíritus místicos de Greyskul, yo aplacaré la ira de los mares, las centellas el los cielos, sin mi estaréis condenados, condenados, condenados- repetía una y otra vez sin soltarme.
-Ahh, ya vale, oiga que soy un guardia-
-¡Déjeme acompañaros, será vuestra tumba si no lo hacéis, todos muertos, muertos, muertos!- me gritaba cada vez más fuerte, un corro se había formado a nuestro alrededor.
-Vale, venga , está bien, puede acompañarnos- me rendí finalmente.
-Bien si, serán 500 aeros- dijo el tipo raro soltándome y poniéndose de pie.
-¿Cómo?, creía que nos salvaría gratis-
-Nooo, el dinero terrenal me ayuda a canalizar las energías del destino, 500 aeros-
-200- propuse
-400-
-300-
-Hecho- dijo el mendigo dándome la mano efusivamente.-No se arrepentirá, el destino es implacable, pero yo puedo canalizar su chi-
-Vale vale bien, está bien, muelle 12, pero si te preguntan eres uno de los marineros-
-Yo no soy marinero, soy un siervo de las fuerzas cósmicas, el universo se canaliza a través…-
Dejé de escucharle cuando doblé corriendo la esquina, el tipo era claramente sospechoso, pero todos sabes que es de mal agüero hablar mal antes de partir, de hecho casi todas las cosas en el mar eran de mal agüero.
-Bien chicos ya estoy de vuelta- dije tratando de disimular los nervios –Pero me temo que tras las provisiones no nos queda mucho más ya, 4800 han costado los víveres y demás- dije obviando al mendigo loco, aunque era cierto que las provisiones eran muy caras, seguro que se reían de mí en mi cara, como poco.
-Tendremos para tres días ¿será suficiente?- dije no muy seguro, el océano era muy grande, y no me gustaría estar en el caso de quedarme en medio sin comida, un escalofrío me recorrió la nuca, al menos se podría pescar ¿no?.
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Off
Cosas compradas:
-Provisiones para tres dias los tres barcos -- 4500 Aeros
-Los "servicios" del tipo sospechoso (lo siento, no pude resistirme ;)) -- 300 Aeros
Aeros de la guardia restantes --1200
Lord Tinegar anunció que tendríamos un acorazado un bergantín y una carabela, una flota más que respetable, lo que daba énfasis a la importancia de nuestra misión, yo estaba entusiasmado con la idea, una muestra del poderío de la guardia, aunque yo pensaba que con un barco de exploración valdría, ¿es que acaso iba a haber combate? ¿Había algo que me estaba perdiendo?
Escolté de nuevo a Ambar a su nueva celda, una de aislamiento sin ventanas ni huecos, no me gustaría estar en su pellejo.
La introduje dentro y la hice un gesto para que me tendiese las manos, le iba a quitar los grilletes, quizás fuera a ser demasiado cruel dejárselos, además ¿A dónde iba a escapar de esa celda?
Ambar volvió a hacer unos gestos insinuantes cuando le quite las esposas, estaba casi seguro de que analizaba mis puntos fuertes y flacos para tramar algo, y de estos últimos yo iba sobrado.
La lancé una última mirada antes de cerrar la pesada puerta de su celda, ¿amenaza denotaba algo especial o era la típica amenaza que suelta un preso encerrado?, seguro que era esto último.
-Sí señor- me planté firme ante la nueva orden de Tinegar, supervisaríamos el acondicionamiento de los barcos, una tarea importante, más aun cuando vi el inmenso tamaño del cofre de dinero que entregó a Alanna, menos mal que se lo dio a ella, me hubiese puesto tremendamente nervioso si me lo hubiese dado a mí y hubiese sospechado hasta de mi propia sombra.
-Madre mía Alanna, ve con mucho cuidado- la dije de camino al puerto mirando con temor en cada esquina, nunca había visto tanto dinero junto, excepto quizás aquella vez en la caja fuerte de Lord Tiwinn, pero esto era distinto, era nuestra responsabilidad, si lo perdíamos éramos hombres muertos seguro, pero en ese momento estaba casi seguro que éramos el trio más rico de la ciudad, que digo de la ciudad, del país, se me ocurrían muchas cosas divertidas que hacer con tanto dinero, pero ninguna era más seductora que la imagen de Tinegar persiguiéndome con su espada, o Héctor con su maza, no sé qué era peor.
Cuando avanzamos por el muelle pudimos admirar el puerto en todo su esplendor, el centro del comercio de Aerandir, era una auténtica maravilla, casi más aún que el hecho de que la gente se apartaba a nuestro paso con el nuevo uniforme, unos por respeto, otros por miedo o cautela, el hecho era que te hacía sentir algo importante.
Tras un largo trecho llegamos al dique que nos había señalado Lord Tinegar, allí nos aguardaban nuestras naves y nuestro futuro.
Eltrant parecía un entendido así que le dejamos hablar, yo me detenía admirando los barcos, no era carpintero, pero el proceso de su construcción me resultaba de los más interesante, hasta que finalmente mi vista cayó en los tres que nos habían encargado preparar, el acorazado estaba bien, pero tanto el bergantín como la carabela estaba claro que habían visto tiempos mejores, así que asentí decidido cuando Eltrant decidió repararlos de inmediato.
Dejé a Eltrant con el tema de las naves y me dirigí a los almacenes del puerto, donde se compraban y vendían las provisiones de toda la flota, un sinnúmero de olores invadían todo el mercado, desde especias elfica de lejanos lugares hasta los más ricos pescados de las islas, todo en un mismo lugar, me dirigí a la ventanilla principal donde una jovial señora me atendió.
-Ey que desea marinero, ¿planeas algún viaje? ¿A tierras exóticas quizás?- sonrió la señora.
Me situé mejor de forma que pudiese ver mi uniforme de la guardia.
-Oh oh..Disculpe señor ¿en qué puedo ayudarle?- dijo cambiando totalmente su actitud, yo sonreí.
-Si estamos preparando una misión y necesitaríamos provisiones- dije sin dar ningún detalle
-Oh si si claro, ¿de cuánto estaríamos hablando? ¿A dónde os dirigís?-
-Me temo que eso es secreto- dije disfrutando de decir la frase.
-Oh sisisi discúlpeme si- dijo visiblemente cortada.
-Necesitaré provisiones para tres barcos-
-Bien si- dijo sacando un cuaderno de notas -¿Para cuantos días de viaje?-
-Emmmm…pueees…..esto….- dudé, la mujer levantó las cejas
-¿Wulbufar?¿Beltrexus?, hasta las islas hay tres días de viaje con buena mar- preguntó la señora.
-Emmmm, no, no vamos a las islas, pero póngame para tres días los tres barcos- anuncié.
-Mmmm, ya…está bien- dijo la mujer tomando nota -¿Algo más?-
-No bueno….creo que con eso tengo suficiente-
-Aquí está la factura- me dijo tendiéndome un amarillento recibo.
Casi me ahogo al ver la cuantía, nada menos que 4500 aeros, casi la mitad de lo que teníamos.
-Uf…uf….bien si…-
-Tiene ya incluido el descuento habitual de la guardia- me indicó la señora.
-Oh…sí..Sí..ningún problema…pásese cuando lo tenga todo a cargar al muelle 12-
-Perfecto buen viaje-
-Si…viaje si…- dije aun en shock por el precio de la compra, seguro que mis compañeros no habían gastado tanto, me iban a matar cuando me vieran.
Estaba llegando al muelle a darles la noticia cuando un tipo me agarró de la pierna y casi me hace caer.
-Astupatametapotahita- me gritó, era un mendigo extraño, de los que daban mal rollo, que no hacía más que poner caras y gestos raros.
-¡Veo el futuro en ti, vuestra misión, será un fracaso, todos moriréis!-
-¿Qué dice?, no, cállese- dije enfadado tratando de sacudírmelo de la pierna, pero el tipo no se soltaba.
-¡Lo que buscáis, os destruirá, rallos y truenos se ciernen sobre vosotros, todos vas a morir al caer de la tercera campana, la luz del este purificara vuestras almas!- me decía a voz en grito, algunos transeúntes se paraban al ver el escándalo.
-Shhhh, no ¿está loco? Déjeme- dije tratando de quitármelo sin éxito.
-¡La mano de los siete alzará las aguas contra vosotros, será vuestra tumba, todos estaréis muertos al caer el sol dorado!-
-Déjeme en paz- dije con énfasis, lo cierto es que el tipo sospechoso me estaba poniendo cada vez más nervioso.
-Dejadme acompañaros, yo os salvaré, os defenderé de los espíritus místicos de Greyskul, yo aplacaré la ira de los mares, las centellas el los cielos, sin mi estaréis condenados, condenados, condenados- repetía una y otra vez sin soltarme.
-Ahh, ya vale, oiga que soy un guardia-
-¡Déjeme acompañaros, será vuestra tumba si no lo hacéis, todos muertos, muertos, muertos!- me gritaba cada vez más fuerte, un corro se había formado a nuestro alrededor.
-Vale, venga , está bien, puede acompañarnos- me rendí finalmente.
-Bien si, serán 500 aeros- dijo el tipo raro soltándome y poniéndose de pie.
-¿Cómo?, creía que nos salvaría gratis-
-Nooo, el dinero terrenal me ayuda a canalizar las energías del destino, 500 aeros-
-200- propuse
-400-
-300-
-Hecho- dijo el mendigo dándome la mano efusivamente.-No se arrepentirá, el destino es implacable, pero yo puedo canalizar su chi-
-Vale vale bien, está bien, muelle 12, pero si te preguntan eres uno de los marineros-
-Yo no soy marinero, soy un siervo de las fuerzas cósmicas, el universo se canaliza a través…-
Dejé de escucharle cuando doblé corriendo la esquina, el tipo era claramente sospechoso, pero todos sabes que es de mal agüero hablar mal antes de partir, de hecho casi todas las cosas en el mar eran de mal agüero.
-Bien chicos ya estoy de vuelta- dije tratando de disimular los nervios –Pero me temo que tras las provisiones no nos queda mucho más ya, 4800 han costado los víveres y demás- dije obviando al mendigo loco, aunque era cierto que las provisiones eran muy caras, seguro que se reían de mí en mi cara, como poco.
-Tendremos para tres días ¿será suficiente?- dije no muy seguro, el océano era muy grande, y no me gustaría estar en el caso de quedarme en medio sin comida, un escalofrío me recorrió la nuca, al menos se podría pescar ¿no?.
----
Off
Cosas compradas:
-Provisiones para tres dias los tres barcos -- 4500 Aeros
-Los "servicios" del tipo sospechoso (lo siento, no pude resistirme ;)) -- 300 Aeros
Aeros de la guardia restantes --1200
Schott
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Re: El interrogatorio [Guardias - Ep. I] [Mastereado]
Diez mil aeros, Alanna había pensado que diezmil aeros serian más que suficientes, ya tenían el acorazado, pero ELtrant había decidido reforzarlo, más, por lo que se añadía más peso a la nave, por lo que sus barcos serían más lentos, Y Schott, Schott había llevado con ellos a un loco de atar que amenazaba con venganzas de los dioses, vale, si, teóricamente las mujeres en los barcos daban mala suerte, pero eran absurdas supersticiones y supercherías, jamás pensó que ningunos de los dos chicos fuera a creer en esas cosas.
El resultado había sido que no les quedaba dinero más que para un capitán, y... ya, pero necesitaban más, necesitaban tres capitanes, tres cocineros y, al menos, un navegante, el tema de carpintería y herrería lo cubrían los chicos, Eltrant y ella podrían descifrar lo que fuera del artefacto, no por nada el chico tenía conocimientos en historia y ella sabia algo de lenguas antiguas, pero no podrían salir sin personal.
- Diez mil aeros.- repitió la chica por tercera vez levantándose de la silla en un reducido despacho de la guardia que le habían cedido por tres días, mientras hacía cuentas.- Os habéis gastado casi diez miel aeros en aprovisionar y mejorar los barcos, llenandolos de cosas que nos volverán lentos, y ahora no tenemos dinero para contratar a nadie.- les regaño cansada.- Por todos los....- dijo empezando a andar nerviosa por el cuarto.- a ver,- se giró a ellos haciendo gestos con las manos.- ¿en que momento os pareció que podríamos zarpar sin personal? Por favor, ninguno sabemos nada del mar, ¿y sabéis lo importante que es tener un cocineros en medio del oceano? Tanto como un médico, que, por cierto, tampoco podemos contratar porque... sorpresa sorpresa, no tenemos aeros. Ay madre...- comenzó a moverse hiperventilando, paseando por todo e cuarto.- salid de aquí anda, id a prepararos, ya se me ocurrirá algo.- les pidió aun dando vueltas.
No podía pedir más dinero a sus superiores, ni hablar, sería un locura, la encerrarían a ella en los calabozos por semejante desfachatez, o, peor aun, la degradarían, dejarían de confiar en ella, la tacharían de inútil. La cara de la Gata iba adquiriendo un preocupante color blanquecino a medida que sus pensamientos se desbordaban, tendría que poner su propio dinero para poder contraras a más gente, y ni siquiera eso sería bastante, tendría que venderse a si misma.
"Un momento" se detuvo de su paseo un instante, ese pensamiento fugaz le había dado una buena idea, tal vez no pudiera venderse como tal, pero si el trueque había funcionado durante tantísimo tiempo, tal vez podría seguir funcionando, podía cambiar servicios por servicios, aunque estos no fueran los suyos. Miró hacia la puerta por la que acababan de salir los chicos con una sonrisa en los labios, ya estaba.
El puerto era un hervidero de gente, habían hecho bien al no encerrar allí a Ámbar, podría haber sido un autentico desastre, con tanta gente, transportar a alguien a la prisión de máxima seguridad habría sido difícil. Lo que indicaba que no sería fácil, tampoco, llevarla a los barcos cuando estos salieran, y no debían meterla en el acorazado, sería lo primero que pensaría cualquier rival, que estaría en el barco más seguro, deberían ponerla en alguno de los pequeños.
Negó con la cabeza cuando sus pasos la llevaban ya al astillero, no era momento de pensar en esas cosas, no cuando no tenía dinero ni para contratar a un buen capitán o un navegante, no, primero necesitaba aclarar cuentas. Entró dando un ligero vistazo al inmenso taller donde ya se trabajaba en los barcos de la guardia, se notaba por las banderas, eso era algo que debían cambiar, llamarían demasiado la atención con las banderas de la guardia ondeando en lo alto, sabrían fácilmente de su planes, al fin y al cabo, si el rumor se había extendido, no serían los únicos en buscar el aparato, genial, más gastos.
Pero en ese momento, no importaba, los chicos cubrirían lo que faltase, y tal vez les pudieran devolver un par de miles a cambio. Se adentró en el aserradero y pidió al primero que vio hablar con el encargado de las reparaciones de los barcos de la guardia, su insignia le abrió la puerta, a que se lo dijeran, parecían estar trabajando con sumo sigilo, era bueno que se tomaran la confidencialidad tan en serio.
- Enrique Cuesta, bienvenida a esta, nuestra comunidad.- saludó con cierta pompa el que debía ser el capataz.
- Alanna Delteria, encantada.- sonrió ella tendiéndole la mano en un amistoso apretón.- Venía porque... bueno, antes ha venido un chico de la guardia a contratar sus servicios, ¿cierto? Verá, hay un ligero problema con el precio.
- ¿A qué se refiere?- preguntó con algo de temor el hombre.- nuestros servicios son de primera, el precio es el adecuado, incluso he aplicado el descuento de la guardia como....
- Lo se, lo se, no lo dudo.- le detuvo Alanna, lo último que necesitaba es que se pusiera a la defensiva.- pero verá, nos pusieron un presupuesto cerrado, teníamos cierta cantidad de aeros para preparar un viaje y... tanto el chico que vino como otro se han pasado gastando, ya se que han iniciado todo el proyecto, y probablemente no se pueda volver atrás.
- Exacto.- le cortó él.
- Pero vengo a proponerle un trato, el joven que vino tiene conocimientos en herrería y otro compañero en herrería y carpintería, son realmente buenos en ello.- comenzó a hablar.- Le propongo que ellos trabajen una... no, dos, dos semanas aquí sin cobrar, podrá mandarles todo lo que quiera, desde cargar cosas a hacer un baile ridículo, a cambio de... pongamos... un descuento de... ¿mil aeros?- Preguntó temerosa.
- ¿Qué?¿Me tomas por idiota?- pareció enfadarse el hombre.- ¡por buenos que sean eso es demasiado! ¡Entiendo que necesitáis el dinero, pero también nosotros! a cambio de cuatro semanas de trabajo, puedo darte... quinientos aeros, máximo. ¿Te vale?
Era un hombre razonable, para la suerte de Alanna, que asintió deshaciéndose en agradecimientos y salió de allí con mil setecientos aeros en las manos. Tenía para tres buenos capitanes y un navegante. Necesitaba, al menos, ochocientos más, aunque solo eso significaría salir de Lunargenta sin médico alguno, mantener a ciento cincuenta hombres, dado que no iba a poder contratar a ningún mercenario, en buen estado para la batalla, dentro de los barcos, podría ser una autentica locura. Por no hablar de que no iba a poder mantenerlos entretenidos, las cartas deberían bastarles, si no ya los pondría a trabajar ni que fuera a fregar el suelo con cepillos de pelo.
Suspiró en su camino, no, no podía arriesgarse a que alguien saliera herido y no tener, siquiera, un médico cerca. Necesitaría, al menos, mil setecientos aeros más. Resopló cambiando su dirección, tendría que ir a la tienda que había visitado Schott, a ella también le tocaba trabajar gratis, aun le pasaba poco por no dar instrucciones concretas, aunque ciertamente no esperaba semejante desmadre, lo entedía, ella también se había quedado sorprendida al ver esos diezmil aeros, nunca imaginó que fueran a volar de su bolsillo con tanta velocidad. Por no hablar del dinero que Schott había dado a ese loco, pero en medio de todo ese gentío, nunca lo encontraría para exigirle que los devolviera.
Llegó a la tienda donde una mujer descargaba cajas de pescado con aspecto pesado. Alanna se acercó a ella y la socorrió cogiendo el otro lado de la caja que la mujer intentaba sostener. Le sonrió por un lado de la caja, esperando que eso tendiera un puente, dudaba de tener la misma suerte que en el astillero.
- Buenos días.- saludó, aunque eran ya casi las doce del medio día y el sol quemaba, debía aguantar con buen humor, no necesitaba broncas, menos cuando iba a pedir devoluciones de dinero, agradecía no ser cobradora, no sabía como lo hacía esa gente, pero era, de verdad, una tortura.- ¿Le ha vendido antes provisiones de tres días a un joven pelirrojo de la guardia, cierto?- preguntó mientras dejaban la caja en el suelo.
- Si.... -murmuró la mujer con aires desconfiados.
- Verá, es compañero mio, pero se ha pasado con los gastos.- dijo mostrando su placa nuevamente, para confirmar que no mentía.- se que es extraño pedir esto pero... necesitamos ochocientos aeros para poder salir en el viaje, no le digo que me los de ni que no nos sirva la mercancía, pero.... me preguntaba si podría pagarle de otro modo, ¿tal vez... trabajando por una semana para usted? no cobraría nada esa semana, por supuesto, y haría el trabajo que me dijera.- parloteó nerviosa.
- M....- la mujer comenzó a dar vueltas alrededor de la chica mirándola de arriba a bajo.- a ver, ábrete la casaca.- pidió o, más bien, ordenó. Alanna cumplió la orden dejando a la vista su camisa.- bien.... vente cuando volváis del viaje, una semana, recuerda.
- Si señora- sonrió la guarda agradecida.- no conocerá algún cocinero, por casualidad.- preguntó, de paso, esperando no tentar a su suerte.
- Yo soy cocinera, chiquilla, llevo también la taberna de allí detrás, ¿es que buscáis cocineros?- cuestionó interesada.
- Así es, tres, y capitanes.- Dijo la Gata, desinflándose, aun tenía que buscar a toda esa gente.
- Yo puedo presentarte a otros dos cocineros, yo, por supuesto, seré la tercera.- comentó la mujer pavoneándose.- Pero más os vale pagar bien.
Tenía ya a los tres cocineros, le quedaban, por lo tanto, dos mil aeros, los justos para tres buenos capitanes, un navegante y un médico. Claramente el navegante tendría que ir en el barco que encabezase la partida de busqueda, y el médico, tendría que rodar hacia donde se le necesitara, pero saber que con eso podrían salir hacia las islas de los brujos la llenaba de alegría, nunca había pisado las islas, y tenía curiosidad por verlas, se sentía bastante emocionada, como una niña con una espada nueva, o, en realidad, como si a ella de niña le hubieran regalado una espada, Elise, y cualquier niña normal probablemente habría preferido un vestido.
- Bien.- murmuró colcando una caja de madera del revés frente a uno de los barcos y colgando un cartel que rezaba "reclutamiento de capitanes"
Varios fueron los que aparecieron por el lugar, pero pocos la convencieron, al final tenía los tres elegidos, lo que la dejaba con, únicamente, mil aeros, lo justo para el navegante y el médico, por lo que su próxima parada sería el hospital de Lunargenta. Llegó ya de tarde, cansada de dar vueltas y realmente agobiada, había sido un día duro y aun tenía que prepararse para el viaje, por no hablar de que sería mejor comentarles a los chicos sus nuevos empleos temporales, sin remuneración, antes de estar los tres encerrados en un barco, donde la chica tenía menos sitios para huir.
Saludó a las enfermeras al entrar y pronto encontró a la enfermera jefe, la había conocido, según Níniel, cuando había estado convertida en niña, e incluso le había pedido un autografo para su nieta, autografo que pudo firmar por fin, a cambio de ser conducida a un viejo médico que tenía experiencia en el mar, ese sería su doctor, le quedaban quinientos aeros, y ni idea de dónde encontrar un navegante, pero nuevamente, la anciana le tendió una mano.
Su sobrino era un navegante experimentado que, para la fortuna de la guarda, había decidido pasar por Lunargenta unos días antes de partir a las Islas Ilidienses, a cambio de unas monedas, y el transporte, les prestaría sus servicios. Ya estaba, tenía a todo el personal necesario, ya solo quedaba compartir las buenas nuevas con sus compañeros y pronto podrían partir.
- Bueno chicos.- los reunió ya tarde.- He conseguido a todo el personal.- sonrió comenzando por las buenas noticias.- Y tenéis que trabajar gratis en el astillero dos semanas cada uno. Hasta mañana.- finalizó la charla hablando a corre prisa y saliendo del despacho antes de que los chicos pudieran soltar ningún comentario al respecto, era tarde, tenía prisa, y no quería enfrentarse al enfado de los dos malgastadores culpables de que hubiera tenido que tomar esas decisiones...
*************
Off: Aeros recuperados: 500 en el astillero a cambio de mastereado sin recompensa alguna para los chicos (dos semanas de trabajo cada uno)
800 en la tienda de comida a cambio de mastereado sin recompensa alguna para mi en la tienda de comida y en el bar del puerto (Una semana de trabajo)
Total de aeros antes de las contrataciones: 1200+800+500= 2500
Aeros gastados:
- 1000 al contratar a los capitanes.
- 500 al contratar a los cocineros.
- 500 por el médico.
- 500 por el navegante.
Aeros restantes: 0 - 6 semanas de trabajo gratis entre todos.... por lo que estamos en números rojos, aunque nuestros jefes no se llegarán a enterar, que es... algo (Resumen. -1300 aeros...)
Aprovecho para pedir los mastereados sin recompensas que valdrán como pago por los aeros devueltos, perdón por el lío... T^T
El resultado había sido que no les quedaba dinero más que para un capitán, y... ya, pero necesitaban más, necesitaban tres capitanes, tres cocineros y, al menos, un navegante, el tema de carpintería y herrería lo cubrían los chicos, Eltrant y ella podrían descifrar lo que fuera del artefacto, no por nada el chico tenía conocimientos en historia y ella sabia algo de lenguas antiguas, pero no podrían salir sin personal.
- Diez mil aeros.- repitió la chica por tercera vez levantándose de la silla en un reducido despacho de la guardia que le habían cedido por tres días, mientras hacía cuentas.- Os habéis gastado casi diez miel aeros en aprovisionar y mejorar los barcos, llenandolos de cosas que nos volverán lentos, y ahora no tenemos dinero para contratar a nadie.- les regaño cansada.- Por todos los....- dijo empezando a andar nerviosa por el cuarto.- a ver,- se giró a ellos haciendo gestos con las manos.- ¿en que momento os pareció que podríamos zarpar sin personal? Por favor, ninguno sabemos nada del mar, ¿y sabéis lo importante que es tener un cocineros en medio del oceano? Tanto como un médico, que, por cierto, tampoco podemos contratar porque... sorpresa sorpresa, no tenemos aeros. Ay madre...- comenzó a moverse hiperventilando, paseando por todo e cuarto.- salid de aquí anda, id a prepararos, ya se me ocurrirá algo.- les pidió aun dando vueltas.
No podía pedir más dinero a sus superiores, ni hablar, sería un locura, la encerrarían a ella en los calabozos por semejante desfachatez, o, peor aun, la degradarían, dejarían de confiar en ella, la tacharían de inútil. La cara de la Gata iba adquiriendo un preocupante color blanquecino a medida que sus pensamientos se desbordaban, tendría que poner su propio dinero para poder contraras a más gente, y ni siquiera eso sería bastante, tendría que venderse a si misma.
"Un momento" se detuvo de su paseo un instante, ese pensamiento fugaz le había dado una buena idea, tal vez no pudiera venderse como tal, pero si el trueque había funcionado durante tantísimo tiempo, tal vez podría seguir funcionando, podía cambiar servicios por servicios, aunque estos no fueran los suyos. Miró hacia la puerta por la que acababan de salir los chicos con una sonrisa en los labios, ya estaba.
El puerto era un hervidero de gente, habían hecho bien al no encerrar allí a Ámbar, podría haber sido un autentico desastre, con tanta gente, transportar a alguien a la prisión de máxima seguridad habría sido difícil. Lo que indicaba que no sería fácil, tampoco, llevarla a los barcos cuando estos salieran, y no debían meterla en el acorazado, sería lo primero que pensaría cualquier rival, que estaría en el barco más seguro, deberían ponerla en alguno de los pequeños.
Negó con la cabeza cuando sus pasos la llevaban ya al astillero, no era momento de pensar en esas cosas, no cuando no tenía dinero ni para contratar a un buen capitán o un navegante, no, primero necesitaba aclarar cuentas. Entró dando un ligero vistazo al inmenso taller donde ya se trabajaba en los barcos de la guardia, se notaba por las banderas, eso era algo que debían cambiar, llamarían demasiado la atención con las banderas de la guardia ondeando en lo alto, sabrían fácilmente de su planes, al fin y al cabo, si el rumor se había extendido, no serían los únicos en buscar el aparato, genial, más gastos.
Pero en ese momento, no importaba, los chicos cubrirían lo que faltase, y tal vez les pudieran devolver un par de miles a cambio. Se adentró en el aserradero y pidió al primero que vio hablar con el encargado de las reparaciones de los barcos de la guardia, su insignia le abrió la puerta, a que se lo dijeran, parecían estar trabajando con sumo sigilo, era bueno que se tomaran la confidencialidad tan en serio.
- Enrique Cuesta, bienvenida a esta, nuestra comunidad.- saludó con cierta pompa el que debía ser el capataz.
- Alanna Delteria, encantada.- sonrió ella tendiéndole la mano en un amistoso apretón.- Venía porque... bueno, antes ha venido un chico de la guardia a contratar sus servicios, ¿cierto? Verá, hay un ligero problema con el precio.
- ¿A qué se refiere?- preguntó con algo de temor el hombre.- nuestros servicios son de primera, el precio es el adecuado, incluso he aplicado el descuento de la guardia como....
- Lo se, lo se, no lo dudo.- le detuvo Alanna, lo último que necesitaba es que se pusiera a la defensiva.- pero verá, nos pusieron un presupuesto cerrado, teníamos cierta cantidad de aeros para preparar un viaje y... tanto el chico que vino como otro se han pasado gastando, ya se que han iniciado todo el proyecto, y probablemente no se pueda volver atrás.
- Exacto.- le cortó él.
- Pero vengo a proponerle un trato, el joven que vino tiene conocimientos en herrería y otro compañero en herrería y carpintería, son realmente buenos en ello.- comenzó a hablar.- Le propongo que ellos trabajen una... no, dos, dos semanas aquí sin cobrar, podrá mandarles todo lo que quiera, desde cargar cosas a hacer un baile ridículo, a cambio de... pongamos... un descuento de... ¿mil aeros?- Preguntó temerosa.
- ¿Qué?¿Me tomas por idiota?- pareció enfadarse el hombre.- ¡por buenos que sean eso es demasiado! ¡Entiendo que necesitáis el dinero, pero también nosotros! a cambio de cuatro semanas de trabajo, puedo darte... quinientos aeros, máximo. ¿Te vale?
Era un hombre razonable, para la suerte de Alanna, que asintió deshaciéndose en agradecimientos y salió de allí con mil setecientos aeros en las manos. Tenía para tres buenos capitanes y un navegante. Necesitaba, al menos, ochocientos más, aunque solo eso significaría salir de Lunargenta sin médico alguno, mantener a ciento cincuenta hombres, dado que no iba a poder contratar a ningún mercenario, en buen estado para la batalla, dentro de los barcos, podría ser una autentica locura. Por no hablar de que no iba a poder mantenerlos entretenidos, las cartas deberían bastarles, si no ya los pondría a trabajar ni que fuera a fregar el suelo con cepillos de pelo.
Suspiró en su camino, no, no podía arriesgarse a que alguien saliera herido y no tener, siquiera, un médico cerca. Necesitaría, al menos, mil setecientos aeros más. Resopló cambiando su dirección, tendría que ir a la tienda que había visitado Schott, a ella también le tocaba trabajar gratis, aun le pasaba poco por no dar instrucciones concretas, aunque ciertamente no esperaba semejante desmadre, lo entedía, ella también se había quedado sorprendida al ver esos diezmil aeros, nunca imaginó que fueran a volar de su bolsillo con tanta velocidad. Por no hablar del dinero que Schott había dado a ese loco, pero en medio de todo ese gentío, nunca lo encontraría para exigirle que los devolviera.
Llegó a la tienda donde una mujer descargaba cajas de pescado con aspecto pesado. Alanna se acercó a ella y la socorrió cogiendo el otro lado de la caja que la mujer intentaba sostener. Le sonrió por un lado de la caja, esperando que eso tendiera un puente, dudaba de tener la misma suerte que en el astillero.
- Buenos días.- saludó, aunque eran ya casi las doce del medio día y el sol quemaba, debía aguantar con buen humor, no necesitaba broncas, menos cuando iba a pedir devoluciones de dinero, agradecía no ser cobradora, no sabía como lo hacía esa gente, pero era, de verdad, una tortura.- ¿Le ha vendido antes provisiones de tres días a un joven pelirrojo de la guardia, cierto?- preguntó mientras dejaban la caja en el suelo.
- Si.... -murmuró la mujer con aires desconfiados.
- Verá, es compañero mio, pero se ha pasado con los gastos.- dijo mostrando su placa nuevamente, para confirmar que no mentía.- se que es extraño pedir esto pero... necesitamos ochocientos aeros para poder salir en el viaje, no le digo que me los de ni que no nos sirva la mercancía, pero.... me preguntaba si podría pagarle de otro modo, ¿tal vez... trabajando por una semana para usted? no cobraría nada esa semana, por supuesto, y haría el trabajo que me dijera.- parloteó nerviosa.
- M....- la mujer comenzó a dar vueltas alrededor de la chica mirándola de arriba a bajo.- a ver, ábrete la casaca.- pidió o, más bien, ordenó. Alanna cumplió la orden dejando a la vista su camisa.- bien.... vente cuando volváis del viaje, una semana, recuerda.
- Si señora- sonrió la guarda agradecida.- no conocerá algún cocinero, por casualidad.- preguntó, de paso, esperando no tentar a su suerte.
- Yo soy cocinera, chiquilla, llevo también la taberna de allí detrás, ¿es que buscáis cocineros?- cuestionó interesada.
- Así es, tres, y capitanes.- Dijo la Gata, desinflándose, aun tenía que buscar a toda esa gente.
- Yo puedo presentarte a otros dos cocineros, yo, por supuesto, seré la tercera.- comentó la mujer pavoneándose.- Pero más os vale pagar bien.
Tenía ya a los tres cocineros, le quedaban, por lo tanto, dos mil aeros, los justos para tres buenos capitanes, un navegante y un médico. Claramente el navegante tendría que ir en el barco que encabezase la partida de busqueda, y el médico, tendría que rodar hacia donde se le necesitara, pero saber que con eso podrían salir hacia las islas de los brujos la llenaba de alegría, nunca había pisado las islas, y tenía curiosidad por verlas, se sentía bastante emocionada, como una niña con una espada nueva, o, en realidad, como si a ella de niña le hubieran regalado una espada, Elise, y cualquier niña normal probablemente habría preferido un vestido.
- Bien.- murmuró colcando una caja de madera del revés frente a uno de los barcos y colgando un cartel que rezaba "reclutamiento de capitanes"
Varios fueron los que aparecieron por el lugar, pero pocos la convencieron, al final tenía los tres elegidos, lo que la dejaba con, únicamente, mil aeros, lo justo para el navegante y el médico, por lo que su próxima parada sería el hospital de Lunargenta. Llegó ya de tarde, cansada de dar vueltas y realmente agobiada, había sido un día duro y aun tenía que prepararse para el viaje, por no hablar de que sería mejor comentarles a los chicos sus nuevos empleos temporales, sin remuneración, antes de estar los tres encerrados en un barco, donde la chica tenía menos sitios para huir.
Saludó a las enfermeras al entrar y pronto encontró a la enfermera jefe, la había conocido, según Níniel, cuando había estado convertida en niña, e incluso le había pedido un autografo para su nieta, autografo que pudo firmar por fin, a cambio de ser conducida a un viejo médico que tenía experiencia en el mar, ese sería su doctor, le quedaban quinientos aeros, y ni idea de dónde encontrar un navegante, pero nuevamente, la anciana le tendió una mano.
Su sobrino era un navegante experimentado que, para la fortuna de la guarda, había decidido pasar por Lunargenta unos días antes de partir a las Islas Ilidienses, a cambio de unas monedas, y el transporte, les prestaría sus servicios. Ya estaba, tenía a todo el personal necesario, ya solo quedaba compartir las buenas nuevas con sus compañeros y pronto podrían partir.
- Bueno chicos.- los reunió ya tarde.- He conseguido a todo el personal.- sonrió comenzando por las buenas noticias.- Y tenéis que trabajar gratis en el astillero dos semanas cada uno. Hasta mañana.- finalizó la charla hablando a corre prisa y saliendo del despacho antes de que los chicos pudieran soltar ningún comentario al respecto, era tarde, tenía prisa, y no quería enfrentarse al enfado de los dos malgastadores culpables de que hubiera tenido que tomar esas decisiones...
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Off: Aeros recuperados: 500 en el astillero a cambio de mastereado sin recompensa alguna para los chicos (dos semanas de trabajo cada uno)
800 en la tienda de comida a cambio de mastereado sin recompensa alguna para mi en la tienda de comida y en el bar del puerto (Una semana de trabajo)
Total de aeros antes de las contrataciones: 1200+800+500= 2500
Aeros gastados:
- 1000 al contratar a los capitanes.
- 500 al contratar a los cocineros.
- 500 por el médico.
- 500 por el navegante.
Aeros restantes: 0 - 6 semanas de trabajo gratis entre todos.... por lo que estamos en números rojos, aunque nuestros jefes no se llegarán a enterar, que es... algo (Resumen. -1300 aeros...)
Aprovecho para pedir los mastereados sin recompensas que valdrán como pago por los aeros devueltos, perdón por el lío... T^T
Alanna Delteria
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Re: El interrogatorio [Guardias - Ep. I] [Mastereado]
MISIÓN COMPLETADA
Vuestra compañera Alanna ha activo el “modo master” sin mi consentimiento y ha tomado estas decisiones por su propia cuenta.
La idea como alternativa y compensación económica es válida, pero si los usuarios no estáis dispuestos a ejecutarla no puede llevarse a cabo. De modo que queda en vuestras manos aceptar la propuesta de Alanna.
Eso sí, tenéis una flota que parece la Armada Invencible.
No obstante, debido a mi disponibilidad me resulta imposible llevar dos hilos mastereados más, pero he hablado con los masters Othel y Sigel y no tienen problema en llevaros los hilos, si lo deseáis.
Alanna, master Sigel me ha pedido personalmente que seas de nuevo su víctima. Desde luego, te ha salido caro el equipamiento.
Schott y Eltrant, si aceptáis la propuesta de Alanna, quedáis asignados al master Othel, más tranquilo y sereno. No me gustaría que os hicieseis daño.
* * * * * * * *
Dicho esto, procedo a entregar las recompensas. 4 posts por usuarios bien desarrollados y cumpliendo los objetivos de la historia:
- Obtenéis 4 puntos de experiencia
- 40 aeros para cada uno.
- 1000 aeros para el gremio
- 5 ptos de influencia de gremio
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Tendréis noticias de la guardia PRONTO. Permaneced atentos a vuestros correos.
La idea como alternativa y compensación económica es válida, pero si los usuarios no estáis dispuestos a ejecutarla no puede llevarse a cabo. De modo que queda en vuestras manos aceptar la propuesta de Alanna.
Eso sí, tenéis una flota que parece la Armada Invencible.
No obstante, debido a mi disponibilidad me resulta imposible llevar dos hilos mastereados más, pero he hablado con los masters Othel y Sigel y no tienen problema en llevaros los hilos, si lo deseáis.
Alanna, master Sigel me ha pedido personalmente que seas de nuevo su víctima. Desde luego, te ha salido caro el equipamiento.
Schott y Eltrant, si aceptáis la propuesta de Alanna, quedáis asignados al master Othel, más tranquilo y sereno. No me gustaría que os hicieseis daño.
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Ger
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