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Mensaje  Raymond Lorde Dom Sep 06 2020, 23:56

Un estruendoso impacto cerró de golpe las compuertas que brindaban acceso al público a mi establecimiento, producto de la brusquedad del movimiento automático realizado por los engranajes del sistema que había implementado para tal fin. No podía recordar —como de costumbre— cuando y como lo había instalado, ni estaba del todo seguro si mis deducciones sobre su funcionamiento eran correctas, mucho menos precisas... pero, ciertamente, era de mucha utilidad tenerlo; lo importante es que estaba ahí y funcionaba.

Liberé mi mano del mango de la palanca que activaba el mecanismo, desplazándome lentamente hasta el taburete más cercano para desplomarme sobre él, cediendo ante el cansancio de mi cuerpo. Bufé, mientras sucumbia al peso sobre mis huesos que no habían detenido su actividad desde hacia bastantes horas atrás; desde el almuerzo creía recordar... Ese día había estado trabajando sin paranza, atendiendo a cliente tras cliente sin descansar. Llegué a pensar que era... no sé, ¿el día de las tuercas en Lunargenta? No tenía idea de que la demanda de partes y piezas de ingeniería podría ser tan elevada alguna vez, considerando que la mayoría de la población le aterraba la simple idea de acercarse a uno de los aparatos que comerciaba; manipularlos era suplicar por una posesión demoníaca u otra de las invenciones raras de los mediocres lugareños. No me malinterpreten, no me quejaba de la situación, pues era mi bolsillo el que se beneficiaba con el movimiento. Es solo que... ¿No había forma de hacer el trabajo menos agotador? De por si, era frustrante trabajar en un área que requería suma concentración. Si añades el lidiar con la infinita estupidez de los clientes, y sazonas la mezcla con la ausencia de pausas para descansar y su adyacente agotamiento... He aquí, la fórmula perfecta para estar estresado.

Me llevé una mano al cuello, deslizándola y aplicando presión sobre todo el camino de piel que conducía hasta mi nuca, intentando aliviar la tensión almacenada en los músculos de esa zona. Me incliné hacia delante, apoyando mis codos sobre mis piernas, mientras realizaba una masajeo constante sobre el área antes mencionada. «Mierda, ¿no sé suponía que los biociberneticos no experimentaban cansancio ni ningún tipo de dolor?», pensé, irritado por la molestia que me generaba la atrofia muscular.

Tardé un par de segundos en entender la magnitud de lo que acababa de cruzar por mi mente. Sentí un pequeño escalofrío recorrer mi columna vertebral cuando lo hice, deteniendo mis movimientos en ese mismo instante. Permanecí en esa posición por un minuto entero... quieto, con la mente en blanco y solo sintiendo el palpitar de mi corazón contra mi pecho, con la mirada perdida e inmersa en algún punto indefinido del suelo. Mi mano descendió lentamente hasta mi espalda, una vez estuve listo y pude armarme de valor, deteniéndose temerosa cuando percibió la intercepción que dividía la calidez de la piel con la frialdad del metal. Mierda... Era real, no un sueño o una ilusión, me había convertido en un biocibernético.

Respiré profundo... Y luego liberé una pesada corriente de aire por mi boca, como si intentara vaciar mi interior de todos los problemas y preocupaciones que, aunque siempre intentaba mitigar su impacto y callar sus voces en el interior de mi cabeza, me atormentaban constantemente con preguntas que nunca conseguía responder. Sabía que no iba a funcionar lo que estaba haciendo, pero el simple hecho de intentarlo era... terapéutico. Recobrando la compostura, pude atreverme a continuar el camino a través de mi espalda, extendiéndome lo más que me permitió la flexibilidad de mi brazo. Pude sentir entre mis dedos la rigidez de aquella capa grisácea que cubría el segmento posterior de mi tronco, tenía una textura compuesta por varios segmentos de líneas paralelas y, si prestabas atención, podías percibir una especie de vibracion constante, como la de un motor. ¿Cúanto... cuánto tiempo había pasado desde que había despertado en ese estado? ¿Uno o dos meses tal vez? Había perdido la cuenta desde que cierto bufón hizo su aparición en mi vida un par de semanas atrás, colocándome en un constante estado de mal humor y estrés —si, más del habitual—. Me preguntaba dónde estaría... Probablemente, estaba entrenando en el bosque hasta desfallecer y metiendo sus narices donde nadie le había solicitado su intervención... Esperaba que estuviera bien, aunque me negaba rotundamente a aceptar que le tenía una mínima pizca de cariño.

Volviendo al tema principal... Era tan confusa mi situación. Despertar un día con la sensación de que algo no está bien en ti y sin tener ni la más mínima idea de por qué te sientes así. No podía recordar quién era, donde estaba o qué hacía, al menos no al instante; varias cosas venían a mi mente de forma espontánea y el resto eran meras especulaciones. Sin embargo, aquello siempre se sintió como algo ajeno, ese inmenso peso en mi espalda y la energía que emanaba y obtenía de él... siempre se sintió como una fuerza que no me pertenecía; eso siempre lo tuve claro desde un principio. Lo sabía, sabía que no había forma de que este fuera yo antes de perder todo rastro de mi identidad, debía ser alguien más antes de todo eso... Curioso, pues... tenía una solución y una forma de encontrar las respuestas. La imagen de mi habitación pasó por mi cabeza, mostrándome los libros que descansaban sobre una repisa... Mis diarios, los que escribí antes de los sucesos que me llevaron a convertirme en un biocibernético, los que siempre evitaba bajo la excusa de que "no tenía suficiente tiempo" o "estaba demasiado agotado para leerlos"; siendo la verdad que solo me aterraba lo que pudiera encontrar entre sus páginas.

Escuché un proverbio una vez: "Algunas cosas deben permanecer olvidadas... para siempre." Cada vez que intentaba acercarme a uno de esos cuadernos, inmediatamente se repetían esas palabras en mi cabeza, una y otra vez, hasta que terminaba por rendirme y cesar. Tenía miedo... miedo de que mi pasado escondiera una verdad que pudiera hacerme más daño del que pudiera soportar, aunque otra parte de mi ser anhelaba con todas sus fuerzas hallar respuestas. Sabía que no podía esconderme para siempre de los ecos que resonaban en el presente, pero intentaría evitarlos mientras pudiera; siempre me fue más fácil eludir la responsabilidad. Además, era consciente que las respuestas no cambiarían lo que era ahora. Esta era mi realidad, y debía vivir con ella hasta el final de mis días... ¿Por qué insistir entonces en una búsqueda sin recompensa? No lo sabía, solo sentía la necesidad, como una opresión punzante en mi pecho, como una herida sangrante bramando por asistencia.

Me puse en pié, dispuesto a no continuar inmerso en mis pensamientos. Lo había hecho miles de veces y nunca había obtenido nada bueno de ellos. Además, había sido un día muy largo y lo que menos necesitaba era quedar absorto en la melancolía; necesitaba descansar. Con un último suspiro, me dispuse a salir de ese polvoriento lugar y buscar un sitio donde pudiera darme un merecido baño. Quizás el agua aplacaría mis penas y me daría la fuerza que necesitaba para continuar.


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El vacío que llenar... [Solitario] Empty Re: El vacío que llenar... [Solitario]

Mensaje  Raymond Lorde Lun Sep 07 2020, 17:12

La puerta se cerró a mis espaldas, a la vez que dejaba escapar un suspiro resignado y satisfecho de finalmente hallarme en casa otra vez. Ciertamente, me sentía mucho más aliviado tras refrescarme con las aguas del lago que solía frecuentar todos los días, como si todas las asperezas de mi cuerpo se hubieran disuelto sobre su faz y arrastradas por sus corrientes. Si bien, mi camino de regreso había transcurrido en paz y en silencio, una minúscula parte de mi esperaba encontrarse con... algo o alguien en particular. Así había ocurrido en aquella oportunidad, quizás esperaba que se repitiera. Fue un pensamiento tonto, por supuesto que no había posibilidad de algo tan absurdo. No quise darle más vueltas al asunto, se suponía que no debía añadir más cargas al ya estresante día que había tenido. Me desplacé al salón principal, depositando las llaves de la puerta sobre una repisa en el camino a las escaleras que me llevarían hacia mi habitación. ¿Planes para esa noche? Encerrarme en la pieza hasta conciliar el sueño por exceso de aburrimiento. No es como que tuviera otra cosa que hacer... Aunque un buen trago podía ayudarme a callar mis preocupaciones hasta el amanecer, no me sentía realmente de ánimo para ir a una taberna; incluso tenía la sensación de que embriagarse solo haría todo mucho peor. De más estaba mencionar que no tenía nadie a quien visitar; no era una persona de muchos amigos... por no decir que no tenía ninguno.

Una vez dentro de la habitación, cerré la puerta antes de llevar mis manos hacia mí nuca, alcanzando el cuello de la camisa que utilizaba y tirando de él, logrando despojarme de la prenda que cubría mi torso y arrojándola hacia un cesto de paja que reposaba en una esquina de la habitación. Tenía suficientes mudas de ropa limpia para evitar tener que preocuparme por el lavado de mis prendas usadas hasta dentro de otro par de días; y tampoco era una actividad que me provocara realizar en ese momento. Me senté en la orilla de la cama para poder inclinarme y desatar los nudos que sostenían mis botas, retirándolas de mis pies junto a las calzas antes de tenderme finalmente entre las sábanas.

Crucé mis brazos detrás de mi cabeza y centré mi mirada en un punto al azar del techo, iluminado por la tenue luz inconstante de las antorchas. Por fin, el día había terminado... Me fue imposible el evitar que mi mente retomara mi última linea de pensamiento; ya me hallaba inmerso en la exploración de la idea antes que pudiera darme cuenta de que lo estaba haciendo. Era indudablemente curioso... ¿Por qué...? ¿Por qué nadie en aquella maldita ciudad parecía reconocerme? ¿En realidad era un patán tan pobre para no tener a absolutamente nadie con quien compartir una cerveza...? Podía entender que no tuviera a nadie a quien llamar amigo ¿de acuerdo?, era totalmente consciente de que no era un tipo con el que fuera fácil tratar o con el que se podría desear tener una amistad... pero aquello iba más allá de eso. Había intentado aproximarme a mis vecinos y a un par de mis clientes, pero ninguno me daba la impresión de que se sintiera realmente cómodo interactuando conmigo... ¿Quizás por eso deseaba encontrarme otra vez con aquel mastodonte del bosque? Supongo que, aunque su infinita estupidez me sacara de mis casillas, el que fuera la primera persona en mucho tiempo que realmente deseaba hablar conmigo le hizo ganarse mi simpatía. Que grandisimo idiota... Aún en su ausencia, se las arreglaba para ser una auténtica mierda en la suela de mis zapatos. El rechazo de las personas... era una de las razones por las que me atemorizaba tanto leer aquellos diarios. ¿Y si su comportamiento se debía a algún acto horrible que había hecho en mi vida anterior? Sabía que, cuando estaba enfadado, se me ocurrían las ideas más temerarias y desalmadas del mundo, pero no eran realmentes actos que yo terminaría cometiendo a la hora de la verdad; no sería capaz de asesinar a una persona a sangre fría como un monstruo sin corazón... al menos no la versión actual de mi. ¿Pero qué habia del yo anterior? ¿De qué era capaz él? No quería averiguarlo, no tenía el valor ni los testículos.

Suspiré y giré sobre mi torso para tenderme lateralmente, apoyando mi cabeza sobre uno de mis brazos y extendiendo el otro a través de las sábanas, buscando cambiar mi perspectiva y, con suerte, mis pensamientos en el proceso.

Fue entonces cuando comenzó, lo que parecía un pequeño golpe en el tejado de algún objeto pequeño no tardó en transformarse en una oleada incesante y constante; estaba... ¿lloviendo? Me puse en pié para descubrirlo, acercándome hacia el único ventanal de mi habitación. Así era, la lluvia arreciaba entre las penumbras de la noche; podía observar incluso a uno que otro transeúnte nocturno correr para resguardarse de la llovizna. Bufé, ahora si que no podría ir por un trago aunque quisiera. ¿Había mencionado antes que no me gustaba la lluvia? Si, era muy linda y relajante, pero siempre aparecía en el peor de los momentos; al menos desde mi experiencia. Cuando querías pasear y disfrutar de la calidez solar, lluvia. Cuando querías mantener tus botas lejos de cualquier tipo de fango, lluvia. Cuando querías evitar ponerte de ánimos para una lectura bajo el arrullo pacífico de las gotas... ¡correcto!, lluvia. Aparté mi mirada del ventanal para dirigirla hacia la repisa donde reposaba un conjunto de libros y, antes de que pudiera convencerme de que era una terrible idea, ya me hallaba caminando hacia ella.

Tomé uno de los libros entre mis manos, aquel que tenía ese bello encuadernado verde, deteniéndome en el acto cuando me disponía a revisar la primera página. ¿En serio... en serio ese sería el día en que me dispondría a leer los diarios de una vez por todas? Tragué saliva, haciendo mi mejor esfuerzo para mantener la compostura. Tras tomar una gran bocanada de aire, pude reunir la fuerza de voluntad para adentrarme en su contenido. La primera página se hallaba enteramente en blanco, lo cual fue bastante anticlimático cabe destacar, pero en la siguiente pude encontrar un pequeño mensaje, una poesía.

"Quien nunca se rinde y prospera, quien siempre sonríe y persevera. Aunque el destino haya nuestros caminos separado, cuento los días hasta que vuelvas a mi lado."  —cité entre susurros, arqueando una ceja. Pero que cursi... ¿Era una dedicatoria o algo así? Se hallaba firmada bajo una rubrica que, de ser mía, no recordaba como hacerla. Quise analizarla para intentar descifrarla... pero algo me lo impidió.

De pronto, una jaqueca me abatió con un poderoso impacto repentino. Mi visión se nubló y empecé a sentir escalofríos por todo mi cuerpo. Dejé caer el libro para apoyar mi antebrazo en la pared más cercana y evitar así caerme con el mareo que experimentaba; llevé mi otra mano hacia mi cabeza intentando mitigar su pesadez. Podía sentir como empezaba a sudar frío, mientras contemplaba imágenes elusivas que se presentaban ante mis ojos entre brillantes resplandores de luz. Ninguna permanecía en mi visión por demasiado tiempo, desaparecían cada vez que cerraba los ojos; lo cual no podía evitar con el dolor que consumía mis sienes.

Permanecí en aquel estado por un par de segundos, dejándome con una agitada respiración cuando decidió marcharse. ¿Qué... qué demonios había sido eso? ¿Visiones? ¿Recuerdos? Sabía que era una mala idea acercarme a esos malditos diarios, solo lograban atormentarme con una realidad que no estaba preparado para afrontar. Tomé el libro verde del suelo cuando pude recobrar la compostura, solo conservando pequeños rastros del dolor que generaban molestias en mi cráneo, y lo deposité violentamente en la repisa. Me eché en la cama sin pensarlo, quería olvidarme de todo asunto que tuviera que ver conmigo y mi identidad... Había sido suficiente por ese día. Solo quería descansar...


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El vacío que llenar... [Solitario] Empty Re: El vacío que llenar... [Solitario]

Mensaje  Raymond Lorde Miér Sep 09 2020, 23:26

El fulgor del sol del ocaso en el horizonte descendía con gracia y belleza sobre los campos primaverales, tiñiendo la esencia de cada objeto y criatura con un aura cobriza y hermosa, llenando las almas y corazones con la melancolía de su partida hasta el próximo amanecer. Con los ojos entrecerrados, intentaba ver más allá de las brumas grisáceas que se esparcían a mi alrededor, como una cortina de nubes misteriosas que envolvía y dividía el camino entre la realidad y el ensueño... ¿Estaba soñando...? No podía saberlo, todo se sentía tan efímero... pero real a la vez; sentía la nostalgia emanar de mi pecho como una oleada de energía a través de todo mi cuerpo. El viento soplaba con poca fuerza, como una caricia atenta y ejecutada con delicadeza. Aunque no podía oler nada y mi respiración era imperceptible, creía ser capaz de percibir el olor a avellanas y hojas secas, el olor a otoño y al rocío después de la llovizna. No sabía donde estaba, ni que hacía en ese lugar... pero no me importaba, no mientras me hallaba embriagado con la sensación de felicidad e ilusión que me hacía volar por los aires. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que había experimentado tanta... paz. Incluso, no podía asegurar que, la última vez que había sentido semejante tranquilidad, fuera durante mi vida como un biocibernético... o mucho antes de eso. Quizás... ¿quizás aquel sueño era un recuerdo lejano de aquella última vez?, ¿podía ser?

Miré a mi alrededor, intentando guardar la mayor cantidad de imágenes que pudiera en mi consciencia —aunque, en la mayoría de los casos, eran raras las ocasiones en que podía recordar mis sueños— para poder revisitarlas una vez estuviera despierto... La idea de despertar me impartía un profundo pesar, como si mi ser se negara a creer que aquello no era parte de la realidad. Era un panorama tan bello... Comenzó a llamar mi atención el hecho de que el mundo empezaba a difuminarse, me costaba mirar y distinguir los objetos ante la opacidad del ambiente, como si viera a través de un cristal empañado. Fue la misma razón que me impidió ver claramente a la figura que se hallaba sentada a mi lado y que ahora me observaba. Apenas entró en mi rango de visión, mi corazón dejó de latir por un breve momento; la sensación de calidez, alegría y... tristeza combinadas, como si fuera alguien a quien no veía desde hacía tanto tiempo...

Quería ser capaz de verle con mayor claridad, pero era imposible, la humedad en mis ojos impedía resaltar las facultades de aquel individuo. Creí verle mover los labios, hablaba... ¿Era eso? No estaba seguro, no podía escuchar ningún sonido aparte del suave arrullo del viento. Permanecí en aquella condición por lo que fue una eternidad, observando sus labios, su sonrisa, su rostro difuminado. No creía que podía estar más feliz de lo que estaba observando aquel paisaje... pero, en ese momento, lo estaba. Algo rozó mis dedos, e inmediatamente mis ojos descendieron hacia el objeto que había sido puesto en mis manos. Lo reconocí al instante: aquel libro de encuadernado verde que había utilizado para escribir uno de mis diarios. ¿Esta persona... me lo había regalado...?

Lo siguiente que aconteció fue... extraño. El sujeto se abalanzó sobre mi envolviéndome con sus brazos en un dulce gesto de afecto. En primera instancia, sentí mis mejillas arder con la potencia del sol que se escondía en la distancia... pero pronto me descubrí a mi mismo devolviendo el abrazo con la misma intensidad, sumergido en un mar de lágrimas. Mi cuerpo daba pequeños espasmos rápidos, sollozando sin cesar. ¿Qué... qué significaba todo aquello? ¿Por qué de pronto estaba tan triste...? ¿Por qué sentía aquel vacío punzante en mi corazón...? Quería despertar, aquel sueño ya no me transmitía la misma calma y belleza de hace un rato... ¡Quería despertar!

[...]

Cuando recobré la consciencia me levanté al instante, respirando agitada y violentamente. Tuve la necesidad de llevar ambas manos hacia mí pecho para intentar reprimir la intensidad del dolor que me consumía. Me hallaba cubierto de sudor de pies a cabeza, con el corazón listo para dispararse fuera de mi cuerpo con su acelerado palpitar, y sentía humedad cubriendo mis ojos y mis mejillas... Llevé una de mis manos hacia esta última área para comprobar lo que había deducido: había estado llorando mientras dormía... No sabía como sentirme al respecto, ni como debía reaccionar ante una situación así; no era muy bueno manejando asuntos que involucraran sentimientos... era más fácil mantenerse insensible e ignorar el dolor, pero no parecía que tuviera esa opción en ese momento. Solo... permanecí en aquella posición... en silencio, tratando de regular mi respiración, con la mente totalmente en blanco. En algún momento, llegué a observar por el ventanal desde mi cama, para comprobar que, efectivamente, había amanecido y los rayos del sol empezaban a filtrarse en la habitación. Lo que había soñado seguía en mi mente... pero hacía mi mayor esfuerzo por impedirle que se apoderara de mi perspectiva. Si se lo permitía, no había vuelta atrás. Mordí mi labio inferior, intentando mantenerme cuerdo y firme... hasta que no...

Antes que pudiera sucumbir ante las emociones que amenazaban con desbordarse a través de mi garganta, fui sacado de mi trance por una breve frecuencia de golpes secos que se hicieron escuchar desde afuera... Creí que había sido producto de mi imaginación, por lo que guardé silencio y presté atención durante unos segundos, siendo nuevamente alertado por otro par de golpes al poco tiempo. No me equivocaba, alguien estaba tocando la puerta principal. No pude evitar dejar escapar un suspiro aliviado. Aquello no podía presentarse en un mejor momento...


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El vacío que llenar... [Solitario] Empty Re: El vacío que llenar... [Solitario]

Mensaje  Raymond Lorde Miér Sep 16 2020, 21:46

Debía admitir que... me tomé más tiempo del necesario para disponerme a atender al individuo que se hallaba tocando mi puerta. En primer lugar, seguía un poco aturdido por todo lo que había ocurrido en mi subconsciente apenas unos segundos atrás... mi mente no estaba funcionando apropiadamente, en lo absoluto. Además, no noté hasta entonces el estado y la molestia que me causaba la tensión de los músculos de mi cuello. Se hallaban increíblemente tensos y contraídos, generándome una corriente de dolor cada vez que realizaba un mínimo intento de abducción. Tuve que hacer una breve sesión de rotaciones para intentar estirar y aliviar el área, mientras intentaba dar con alguna camisa al azar que sirviera para tapar la desnudez de mi torso. No es como que me importara dar una buena impresión; era mi casa y podía hacer lo que quisiera, ni siquiera llevaba calzado mientras descendía por las escaleras, pero... no me sentía cómodo con la sensación de estar demasiado expuesto, me ponía de los nervios. Llegué a pensar que mi invitado desconocido se había marchado cuando finalmente me aproximé a la entrada; no había continuado llamando a la puerta, así que podía perfectamente haberse rendido y marchado sin más... Sin embargo, pude comprobar que me hallaba en un error cuando me asomé por el ojo de la puerta, encontrándome con una figura humana esperando pacientemente.

—Pero claro... ¿quién más podía ser a estas horas...? —gruñí en voz baja, apenas me di cuenta de quien era el individuo que se hallaba ante mí puerta. Esa postura perfectamente alineada, esa armadura meticulosamente pulida y resplandeciente, esa persistencia irracional e irritante, esa cara de niño bonito, sin duda era un miembro de la Guardia de Lunargenta, mis personas favoritas en el mundo—. ¿¡Qué demonios quieres, estirado!? ¡Fui bastante claro cuando les dije que tú y todo tu grupito de buenos para nada no eran bienvenidos en mi casa! —grité mordaz y airado, retrocediendo y apoyando mi espalda contra la puerta, no mostrando respeto alguno por el hombre que se hallaba tras de ella.

—¿Señor Groord? ¿Es usted? —contestó el sujeto—. ¡Me alegra tanto escucharlo! Llegué a pensar honestamente que algo malo le había ocurrido y tendría que intervenir en su hogar para salvarle, ¡jajajaja! —soltó una carcajada, pasando claramente de mi obvia molestia con su presencia. Palmeé mi frente con frustración. No sabía si era que cada vez los fabricaban más torpes o... les estaban enseñando comedia para principiantes a sus reclutas en los cuarteles de la Guardia. Tenía tantas ganas de salir y romperle esa bella nariz... pero sabía que, como abriera la puerta, no habría forma de impedir que entrara; esos malditos podían llegar a ser tan molestos.

—Escucha, imbécil, solo voy a decirlo una vez más... —le advertí a aquel guardia, tratando de contener mi ira lo mejor posible—. Yo no voy a dejarles hurgar entre mis pertenencias ni firmar ninguno de sus malditos papeles para alimentar a su maldita e inservible burocracia. —como mencioné anteriormente, trataba—. ¿No tienen más responsabilidades o solo saben ser un verdadero dolor en el trasero?

¿De qué se trataba todo el conflicto al que me enfrentaba esa mañana? Antes que nada, debía mencionar que no era la primera vez que un miembro de la guardia venía a mi morada a fastidiarme la vida. Habían estado mandando a sus soldados desde hacía semanas, uno diferente en cada oportunidad, para solicitar mi firma en un aburrido e innecesario documento realizado con el único fin de regalarme un dolor de cabeza adicional, y tener excusas para no mantener a sus hombres apilados en el cuartel como vacas en corral. Aparentemente, cuando desapareces por un tiempo y todos te dan por muerto, tus posesiones pasan, por ley, a nombre del rey vigente. Ja, claro, como si no tuviera suficientes haciendas y terrenos con los que deleitarse con sus prostitutas, ¡denle más! Podían devolverme mi propiedad si realizaba el proceso necesario —mismo por el que me atosigaban desde hacía semanas— para confirmar que realmente nunca estuve muerto... ¿Por qué entonces me empeñaba tanto en hacer mi vida más difícil de lo que tenía que ser? Porque me valía un pimiento lo que dijera la ley. Aquel lugar era lo único que recordaba poseer. Me pertenecía y ya, fin de la discusión. A la mierda su maldita burocracia.

—Señor Groord, no tiene que reaccionar así. Trabajamos duro para mantener una sociedad justa y segura para todos los habitantes. —explicó él con voz calmada. Por supuesto, como no, y yo era amable y gentil con todo el mundo—. Si coopera, le prometo que no volveremos a perturbarle otra vez. —insistió, menguando un poco mi cólera al hacerme considerar su propuesta... hasta que mencionó lo siguiente—. De igual modo, nuestra jefa no piensa seguir siendo flexible con usted... Si continúa en esta posición, nos veremos obligados a... —intentó avisarme, pero no pudo continuar tras ser sorprendido por el fuerte azote de la puerta contra la pared, siendo abierta con violencia por mi. Se había atrevido a amenazarme y la pagaría caro.

—¡Escúchame, chupamedias! —me acerqué peligrosamente a él, hecho una furia, apuntándole con mi dedo justo en el punto donde planeaba golpear su nariz—. Primero, ¡me importa una mierda lo que diga tu jefa! Que tenga los huevos de venir ella misma y me saque de aquí si es que puede. —había escuchado hablar de esa supuesta jefa anteriormente; decían que era una mujer fría, pero a mi me importaba una mierda—. Y segundo, ¡el apellido es Lorde!, ¡no Groo...!

—Eres tú... —me interrumpió él, frenándome en seco a mitad de mi arrebato cuando su gesto de miedo se convirtió en uno de... ¿incredulidad? Sus ojos esmeralda abiertos de par en par, sus manos cubriendo su boca conteniendo su aliento. Arqueé una ceja confundido. ¿Qué acababa de decir...?

—¿Disculpa...? —pregunté extrañado. Comenzaba a sentirme algo incómodo... ¿Tenía algo en la cara o algo así? Estaba acostumbrado a que me vieran con ira, miedo o desprecio... Pero la mirada de aquel sujeto era diferente, era incómoda—. ¿T-Todo en orden? —tartamudeé, liberando lo primero que se me vino a la cabeza para intentar romper aquel silencio incómodo—. No esperaba que fueras tan sensible, yo solo estaba furioso por... —más no pude proceder pues, antes de que tuviera tiempo de reaccionar, aquel hombre ya había realizado su movimiento y me encontré a mi mismo... envuelto entre sus brazos. ¿¡Q-Q-Qué est-t-taba pasando...!?
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Mensaje  Raymond Lorde Miér Nov 04 2020, 00:55

Mi cuerpo estaba totalmente tenso, oprimido por los brazos de aquel completo desconocido que, sin duda, estaba aplicando demasiada fuerza y efusividad en aquel agarre. Un abrazo... maldita sea, ¡un abrazo! ¿¡Cómo demonios había terminado siendo abrazado por un miembro del cuartel de bobos de la Guardia esa mañana!? Aquello me había tomado totalmente desprevenido y no pude reaccionar a tiempo. Mi respiración se hallaba ahora obstruida y mi movilidad neutralizada; no importaba cuanto lo intentara, mis músculos no se movían más de un centímetro. Mi mente no reaccionó hasta pasados unos segundos, cuando noté el temblar de sus omóplatos ante su constante exhalar y el subir y bajar de su espalda. ¿Era mi imaginación o acaso él estaba... llorando...? Por amor a Odín...

—¡Basta! ¡Suéltame ya! —mascullaba mientras luchaba por liberarme de su agarre una vez más, pero no tenía caso, el bastardo no cedía. ¿¡Cómo diablos era tan fuerte!?—. ¡Suéltame en este mismo instante! —demandé airado.

—¡Eres tú...! ¡D-De verdad eres tú...! —sollozaba el sujeto entre respingos y resuellos; una mezcla inentendible que solo aumentaba mi incomodidad y ganas de soltarle un guantazo.

Para ese momento del día, las personas de la ciudad acostumbraban a ir rumbo a sus trabajos y a dar apertura a sus puestos y talleres en el mercado y sus alrededores, para una jornada laboral más. Por ende, la calle en la que se ubicaba mi taller, en beneficio de mi absurdamente mala fortuna, se hallaba bastante transitada mientras me encontraba en brazos de aquel soldado. Entre su —para nada controlado— lloriqueo y mi constante forcejeo, las miradas curiosas no tardaron en apuntar hacia el hombre de armadura resplandeciente que abrazaba al ermitaño del taller. Oh sí, ¡ya tenían el chisme de la mañana! Servidito en bandeja de plata. Me sentí increíblemente expuesto y avergonzado, mis mejillas ardiendo como el sol, ¡me sentía como un imbécil! ¡Tenía que hacer algo y rápido!

Como pude, cargue con el peso del sujeto que se negaba a soltarme, consiguiendo llevarlo conmigo al interior de la casa y cerrar la puerta de un golpe, alejando las miradas chismosas.

¡Que vergüenza! Ni Killian había llegado a avergonzarme tanto... ¡y eso era toda una hazaña!, considerando que el mastodonte era un especialista en avergonzarse a sí mismo. La ira que generaba mi oprobio me dio la fuerza necesaria para arremeter contra el soldado con ambas manos, hecho una furia, logrando hacer que me soltara con un buen empujón.

—¿¡Pero qué demonios fue eso!? —le reclamé al instante. Más le valía que tuviera una buena explicación, pues no sabía cuanto tiempo más podría usar la excusa de que era un guardia para evitar romperle un par de costillas.

—¡Sabía que estabas vivo, lo sabía! —exclamó él, no cabiendo en sí de emoción, ignorándome—. Tantas personas que intentaron decirme que no tenía ningún caso buscarte, que habías muerto... ¡Sabía que hacía bien al no prestarles atención! ¡Estás vivo! —celebró alegre.

—¿Qué...? —exclamé confuso, no entendiendo ni una mínima palabra de lo que decía—. ¿¡De qué diablos estás hablando, psicópata!? ¡No tengo la menor idea de quién eres! ¡Abandona mi casa en este mismo instante! —ordené.

—¡Jajaja! ¡Ya deja de jugar, Raymond!

Una sola palabra bastó para que un raudo escalofrío se desatara a través de mi espalda. ¿Qué... qué acababa de decir? Ray... ¡E-Ese hombre...! Ese hombre sabía mi nombre... ¿P-Pero cómo...? ¡No se lo había mencionado! Y en vista de su espectacular capacidad de leer mi apellido... no es como que esa fuera una explicación válida. Acaso él... ¿él me conocía antes de convertirme en biocibernético?

Él hombre seguía riendo sin parar, parecía estar feliz por alguna razón... ¿Era por mí...? Su risa no menguó hasta que sus ojos se pusieron sobre mi otra vez. Algo en mi rostro le hizo detenerse. Sentí una profunda opresión azotar todo mi cuerpo; remordimiento.

—Jajaja... Tú... —comenzó a decir, aún teniendo un atisbo de entusiasmo en su gesto—. Tú no... no lo estás diciendo en serio, ¿verdad...? —preguntó sonriente. Mi desasosiego arreciaba—. ¿Verdad? —insistió una vez más, para asegurarse de que no se lo estaba imaginando.

Sin embargo... Mi silencio era una respuesta fatal. No encontraba palabras para contestar. La curva que formaba su sonrisa... poco a poco comenzaba a desvanecerse.
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El vacío que llenar... [Solitario] Empty Re: El vacío que llenar... [Solitario]

Mensaje  Raymond Lorde Jue Nov 26 2020, 02:29

Aquella pequeña situación en la que me había metido, sin tener idea alguna de cómo y por qué, empezaba tornarse cada vez más y más incómoda. Aquel guardia de ojos verdes cual esmeraldas se empeñaba en clavar su mirada incrédula en mí, brillando con aquella conmoción que suplicaba desde su alma que, lo que acababa de comunicarle, fuera una mentira. Hacía lo posible por escapar de aquel par de destellos que demandaban una respuesta, retrocediendo sobre mis pasos, al punto de impactar mi espalda suavemente contra la madera de la puerta que marcaba el final del camino; estaba acorralado, no había escapatoria. Suspiré, aún intentando escapar de su mirada. No era capaz de observar por un tiempo prolongado aquel par de perlas verduzcas destellando ante el brillo del sol, pues aumentaban el tremor que me causaba el vacío que succionaba mi estómago y me hacía sentir extraño. ¿Es que acaso era aquello... remordimiento?, como si mi incapacidad de pronunciar las palabras que aquel guardia quería oír fuera algo por lo que debía sentirme culpable. Pero eso... no tenía, en lo absoluto, ningún sentido. Yo no tenía idea de quien era aquel hombre, ¿verdad? ¿Por qué entonces...?

Un breve murmullo me hizo capaz de regresar a observar el rostro de aquel desconocido, pues, siendo confirmado por la curvatura característica que se había dibujado entre sus mejillas, creía haberle escuchado reír. ¿Q-Qué...? ¿Cómo reía en un momento como ese?

—¿Perdona...? —demandé una explicación, comenzando a sentir algo de rabia desatarse—. ¿Qué te parece tan gracioso? Te acabo de solicitar que te largues... A tu cuartel, a tu casa, a la mierda, a donde quieras; pero largate ya, ¿no quedó claro? —gruñí, cada vez más irritado por el hecho de que aquel sujeto no paraba de continuar riendo a carcajadas, sin obedecer. Más le valía que no se estuviera riendo de mí...

—Jajaja... —el sujeto finalmente empezaba a recomponerse—. Eres un completo bufón, Raymond. No has cambiado nada. —declaró, haciéndome levantar una ceja en confusión—. Por poco me convenciste con todo ese numerito, pero no me creas tan estúpido. —siguió diciendo, dedicándome un guiño malicioso y arrogante. ¿De qué diablos estaba hablando?—. Ahora ven acá, estoy tan feliz de...

Lo siguiente que ocurrió fue un completo acto reflejo. En el momento en que le vi acercarse y extender sus brazos hacia mí, de inmediato me puse en movimiento. El impacto que generó la palma de mi mano contra el metálico peto de su armadura se dio a oír como un golpe seco, haciendo retroceder al guardia un par de pasos para evitar perder el equilibrio.

—¡Ya basta! ¡No te acerques a mí! —anuncié, descargando mi furia y frustración, harto del comportamiento extraño de aquel joven guardia—. ¿Cuántas veces tengo que repetirte que no tengo idea de qué demonios estás hablando? ¡No te conozco, imbecil! —grité.

A continuación, solo pude volver a hundirme en aquella sensación de culpa que me invadía al contemplar la sorpresa en los ojos de aquel desconocido, lentamente tornándose en una mirada perdida y entristecida, carente del brillo que había visto en ellos desde el comienzo de nuestra interacción. Mi ira, tan pronto como apareció, se había ido, reducida a un eco lejano que solo quería que aquel guardia se fuera del lugar cuanto antes. ¿Acaso... lo habría entendido finalmente...? ¿Podía irse ya...?

Era lo que debía hacer, ¿no? Marcharse. Eso era lo que quería que hiciera... ¿verdad... ? ¿Por qué entonces... seguía sintiendo aquella espina clavándose en mis costillas...? Era la verdad, no había nada que pudiera hacer para alterarla. No conocía a aquel hombre... ¿O es que acaso solo... no lo recordaba...? Después de todo yo...

—E-Escucha... —me acerqué a él, usando un tono solidario, siendo incapaz de soportar más aquella culpa que me agobiaba—. Yo... no soy idiota, ¿ok? Puedo perfectamente ver lo obvio. —mencioné entre suspiros, mientras intentaba dar con las palabras correctas—. Me conoces, ¿no es así? —pregunté finalmente, aunque ya conociera la respuesta—. O, al menos... lo hacias. —concluí con aquel triste comentario.

—... ¿Conocerte? —murmuró el guardia tras un breve silencio, terminando con una ligera risotada irónica—. Diría que el término se queda un poco corto. —explicó—. No hay un solo recuerdo de mi niñez o juventud en el que no te encuentre junto a mí. —me sonrió.

Aquello era tan... extraño. Apesar de que el hombre sonreía, su sonrisa transmitía un tipo diferente de alegría, una que se tornaba triste y melancólica a los pocos segundos de ser percibida; como un viejo recuerdo de un tiempo pasado al que se añora regresar...

Era la primera vez que conocía a alguien que fuera capaz de recordarme, recordar a la persona que fui antes de tener metal en vez de huesos. Era una experiencia... incómoda. Tenía razones para no indagar en mi pasado, y aquella era una de ellas. Yo estaba lejos de ser la persona que ellos recordaban, y dudaba que alguna vez fuera capaz de volver a serlo...

—Tú... Tú eras mi mejor amigo... —susurró entristecido—. No, tú eres mi mejor amigo. —replanteo tras un breve momento de espabila, adquiriendo decisión en su voz—. Estas aquí, así que no entiendo a qué te refieres cuando dices que "lo hacía". —finalizó, expresando su molestia ante mi último comentario.

Quise explicarlo con palabras, sin embargo, no encontraba una forma de hacer encajar las ideas en mi cabeza de una forma coherente. Finalmente, llegué a la conclusión de que era más sencillo demostrarle antes que explicarle.

Tomé una buena bocanada de aire, antes de disponerme a darle la espalda al guardia, quien se limitó a gesticular confusión ante mi acto. Me tomé un par de segundos para asegurarme de que hacía lo correcto, para luego llevar mis manos por encima de mi cabeza, hacia mi nuca, en un veloz movimiento. Mis dedos se deslizaron y, hábiles, atraparon el cuello de la camisa que cubría mi pecho, tirando de él para exponer el área que consideraba uno de los sitios más vulnerables de mi cuerpo; apesar de que se tratara del más resistente de todos: la placa de metal que cubría mi espalda y se manifestaba como el centro bionico de todos los mecanismos que ahora tenía mi cuerpo.

No necesitaba girarme para saber que aquel guardia se hallaba perplejo ante lo que sus ojos veían. Bufé, intentando mantener la calma, mientras sostenía la prenda de ropa entre mis codos, evitando liberarme de ella por completo y tener así mayor facilidad para poder volver a cubrirme con ella, una vez el humano terminara de... entender lo que estaba sucediendo.

—Lamento decirlo, viejo, pero... —comencé a murmurar, sintiéndome demasiado expuesto, no recibiendo más que un incómodo silencio por demasiado tiempo—. Ese... amigo que conociste hace tanto tiempo, ya no es lo que solía ser. —expliqué—. Yo soy lo último que queda de él. —culminé en un tono neutro.
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Mensaje  Raymond Lorde Vie Dic 04 2020, 20:13

—¡R-Raymond...! —se manifestó finalmente el soldado, llamando a mi nombre con aquella voz quebrada y presa del pánico—. Tú... tú... P-Pero... ¡pero...! —balbuceó, sus palabras siendo un completo desastre, como un remolino de pensamientos inconclusos que no llevaban a ninguna parte. Aquel hombre quería decir tantas cosas a la vez... Ni siquiera lograba expresar una de ellas correctamente. Verlo así, por alguna razón, aumentaba aún más el vacío de mi pecho; la culpa arreciando con fuerza sin ninguna explicación—. ¿Cómo...? ¿Cómo fue que ocurrió esto? —suplicó por una respuesta.

—Y-Yo... —quise apresurarme en contestar, solo para averiguar que... no tenía idea de qué debía decir. En realidad, no tenía nada que decir, pues mis recuerdos eran un segundo vacío que no otorgaba ninguna respuesta. Tragué saliva, intentando sacar finalmente las palabras de mi garganta—. A mi también me gustaría conocer la respuesta... de esa incógnita... —expliqué, intentando con todas mis fuerzas mantenerme sereno—. Solo desperté hace unos meses, en una facultad subterránea en medio del bosque. No tenía la menor idea de donde estaba o qué hacía en ese lugar. —revelé, tras pensarme bien si era apropiado o no compartir tal información—. Mi único instinto fue escapar de ahí cuanto antes, al bosque. Vagué por los campos un tiempo... —tragué saliva nuevamente—. Supe, desde el primer instante, que algo andaba mal en mi, que algo era diferente. Que no pudiera recordar nada, absolutamente nada, solo era una prueba más de aquel hecho. —aseguré tras liberar un pesado suspiro, aún intentando convencerme de aquello—. Y luego... noté que tenía esto pegado a la espalda... —culminé, levantando los hombros para atraer la atención hacia la placa de metal que cubría aquel área.

... Era la primera vez que compartía aquellos sucesos con alguien más. Aquel tema se había convertido en una especie de tabú para mí, aunque consideraba que realmente no tenía ninguna razón para serlo, ¿verdad? Debía ser normal hablar sobre eso... ¿Por qué entonces... me costaba tanto finalizar cada oración...?

Con un rápido movimiento, volví a cubrir mi torso con la camiseta que reposaba entre mis codos, considerando que ya había sido más que suficiente. Dudé en un principio, pero finalmente decidí girarme y enfrentar al sujeto.

Me arrepentí al instante, cruzándome de brazos, como si aquello fuera a protegerme de la oscuridad en la que me hundía al ver el gesto en el rostro de aquel hombre. Sus ojos, carentes de brillo, miraban perdidos un punto indefinido en los tablones de madera del suelo. En su superficie, una delgada línea de tristeza amenazando con derramarse a través de sus mejillas en cualquier instante. Sus dientes y puños apretados con tanta fuerza... Casi podía sentir en carne y metal el filo de sus uñas desgarrando la piel. ¿Por qué...? ¿Por qué lo hacía? ¿Realmente era tan importante para él...? Dicha idea, simplemente, no cabía en mi cabeza, no podía ser... no tenía sentido alguno.

—Esto... —volví a verle, al escucharle murmurar—. Es mi culpa... —dictó severo, su voz cargada de frustración, tomándome por sorpresa su alegato. ¿Pero qué...?—. ¡Santo cielo, esto es mi culpa! ¡Yo debía estar ahí! ¡Se suponía que yo iba a protegerte! —comenzó a reprocharse, incapaz de mantener la compostura. La escena era tan lamentable y patética... ¿Por qué se humillaba de esa manera...? ¿Lo hacía por mí?—. ¡Si tan solo no te hubiera abandonado en las islas esto no estaría pasando! ¡Si tan solo te hubiera dicho que yo...! —continuó su arrebato.

—¡Ya basta! —más no demoré en detenerlo, harto de aquella confusión, harto del dolor que seguía provocándome su presencia—. ¡No tengo ninguna razón para escuchar tus quejas! —dicté con severidad, haciéndole retroceder—. ¡Querías una respuesta! Pues ya la tienes, ¡ahora puedes largarte! —le ordené furioso. Me importaba una mierda que su tristeza me hiciera sentir peor; ya lo superaría—. ¿No te gustó lo que oíste? ¡Pues que lastima! Eso te ganas por indagar de más en el pasado. —añadí, como algo que me decía más a mí que a él en realidad—. Yo si que no pienso cometer el mismo error. —le aseguré mordaz y frío.

Aunque aquel comentario terminó quebrando el último cimiento de aquel sujeto, llevándole a las lágrimas, no podía dejar cabos sueltos. No quería darle esperanzas de algo que no iba a pasar. Mi deseo era avanzar; quería dejar mi pasado atrás, de una vez por todas...

Sin embargo, no podía hallar comodidad ante el guardia que sollozaba en silencio ante mi presencia. Por su parte, él tampoco parecía hallarse dispuesto a marcharse pronto, como si el mero acto de permanecer en aquella estancia fuera a evitar que mis palabras se convirtieran en la dolorosa realidad que eran. Quizás... lo hice por pena, pena de observar a alguien tan patético humillarse ante mí de esa manera. O tal vez... fue algo más, no lo sé. Lo único cierto fue que bastó para evitar que decidiera usar la fuerza para sacarle de mi hogar, y optara por dirigirme a él una vez más...

—Si te firmo esa maldita hoja con la que me han estado jodiendo por semanas... —comencé a hablar, cruzándome de brazos y evitando el contacto visual—. ¿Puedes por fin dejarme en paz...? —realicé aquella propuesta, mirándole finalmente, para dejarle en claro mi seriedad.
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