Golpe de realidad [Solitario]
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Golpe de realidad [Solitario]
La taberna "El Filósofo Ebrio". Un lugar poblado por sus parroquianos habituales y unos pocos viajeros que están de paso, siempre es así. Hogar de una supuesta red de mercenarios, no están a la sombra de la ley, pero tampoco existen con la total legalidad que se requiere. Es una situación en la que se cabalga entre la oficialidad y la ilegalidad.
Los mercenarios no gozan de buena presencia social y siempre se acude a ellos en situaciones de verdadera necesidad y como casi último recurso. Son personas que no dudarían un solo momento en acabar con la vida de quién sea que se interponga entre él/ella y su contrato. Fríos, sin sentimientos y totalmente ajenos a la realidad social y cultural.
Bueno, realmente no todos son así.
En esta taberna existe un grupo de mercenarios que intentan guiarse por un código ético, el cual es honroso, justo, que solo está para servir y proteger a los que más lo necesitan, y que nunca violará los derechos de ningún ser pensante de Aerandir. Al menos eso quieren lograr sus integrantes. Es casi un sueño utópico y en que poco o nada pueden cambiar el pensamiento de la sociedad, pero al menos ellos se sienten satisfechos con lo que hacen, aunque al menos contribuya un uno por ciento para que el mundo sea un lugar mejor; lleno de libertad.
Alward se disponía a bajar las escaleras de la taberna por la mañana, una vez más, cosa que llevaba haciendo cinco años. Iba a tomar su desayuno y ver si había un nuevo trabajo del que ocuparse.
En la barra, estaban sentados Ivens y Emmanuel, junto a Rischer, el cual les estaba atendiendo desde el otro lado, mientras limpiaba jarras de cerveza. Los dos primeros estaban desayunando y conversando con el nombrado elfo.
-¡Lo conozco!-Se llevó una cuchara a la boca con comida de su cuenco-¡Llegó hace poco a la ciudad, pero su nombre es bastante conocido en el mundillo!
Alward se acercó a sus amigos y se sentó al lado del arquero, el cual comía sin apartar la mirada de su cuenco, como ensimismado. El joven Sevna echó un rápido vistazo de reojo a lo que ambos mercenarios tenían en sus cuencos... No le agradó demasiado el menú.
-...¿Gachas?-Dijo desanimado
Rischer e Ivens le miraron, pausando su conversación
-Es lo que hay, si no te gusta prepárate el desayuno tú mismo y ve a comprar al mercado
-...Tampoco hace falta ser tan simpático...-Miró fugazmente con desdén al elfo, para luego buscar con la mirada algún plato-¿Me sirves?
-¡Comida de campeones!-Dijo Ivens con sarcasmo y riendo
-...Demasiado empalagoso-Contestó con desgana, seguido de un bostezo
Rischer entonces le sirvió el desayuno a Alward, en ese momento, Emmanuel terminó con el suyo.
-Me he quedado con hambre-Dijo el arquero mientras estiraba sus brazos y bostezaba, contagiado por Alward
-Pues tendrás que esperar hasta el almuerzo, animal
Todos acabaron riendo. Estaba siendo una mañana apacible, no parecía haber ningún contrato, ya que Rischer no mencionó nada, por lo consecuente, tenía toda la pinta de ser un día libre.
-¿Y de qué hablabais?-Preguntó mientras empezaba a desayunar
-Si miras disimuladamente hacia atrás, en una de las mesas verás a un tío solitario, con un aspecto que da miedo
Dicho esto, el joven Sevna empezó a disimular mientras miraba al resto de la taberna. Para ser temprano, había mucha gente allí, aunque el tipo que destacó Emmanuel bien se distinguía, pues era la única mesa vacía del local. Era un humano corpulento, pero sin pasarse, con un rostro serio y la mirada perdida en su mesa. Tenía barba recortada pero notable y el pelo negro, pero descolorido, con el toque de miles de canas haciéndose notar y abriendo paso en su rostro. Era un tipo bien entrado en edad, bastante maduro.
Alward volvió a girarse y centrarse en sus amigos
-¿Quién es?-Preguntó en voz baja
-Raven Mars, más conocido como "El Jefe"-Respondió en voz baja mientras miraba de reojo al nombrado
-Se rumorea que es un mercenario que viaja por todo el mundo cumpliendo cualquier clase de contrato. Hasta ahora se dice que los ha cumplido todos a la perfección, nunca falla y es implacable en combate-Siguió también en voz baja
-Y... Adivina qué-Le dijo a Alward esperándose unos segundos para continuar, dejando así momento para la expectación-¡Lleva dos espadas consigo!
-Armas duales...-Contestó sorprendido mientras miraba de reojo hacia atrás-Nunca he conocido a nadie que las use al mismo tiempo
-¿Qué tal si hablas con él y le dices que te de un par de clases? Podría serte de mucha ayuda
-...Hmmm...-Miró de nuevo hacia atrás con disimulo. Esta vez, la mirada del hombre y la suya se cruzaron, el joven Sevna entonces quitó la vista y volvió a girarse hacia adelante. Su mirada, aunque fuese por escasos segundos, era intensa, fría y... Daba miedo.
Los mercenarios no gozan de buena presencia social y siempre se acude a ellos en situaciones de verdadera necesidad y como casi último recurso. Son personas que no dudarían un solo momento en acabar con la vida de quién sea que se interponga entre él/ella y su contrato. Fríos, sin sentimientos y totalmente ajenos a la realidad social y cultural.
Bueno, realmente no todos son así.
En esta taberna existe un grupo de mercenarios que intentan guiarse por un código ético, el cual es honroso, justo, que solo está para servir y proteger a los que más lo necesitan, y que nunca violará los derechos de ningún ser pensante de Aerandir. Al menos eso quieren lograr sus integrantes. Es casi un sueño utópico y en que poco o nada pueden cambiar el pensamiento de la sociedad, pero al menos ellos se sienten satisfechos con lo que hacen, aunque al menos contribuya un uno por ciento para que el mundo sea un lugar mejor; lleno de libertad.
Alward se disponía a bajar las escaleras de la taberna por la mañana, una vez más, cosa que llevaba haciendo cinco años. Iba a tomar su desayuno y ver si había un nuevo trabajo del que ocuparse.
En la barra, estaban sentados Ivens y Emmanuel, junto a Rischer, el cual les estaba atendiendo desde el otro lado, mientras limpiaba jarras de cerveza. Los dos primeros estaban desayunando y conversando con el nombrado elfo.
-¡Lo conozco!-Se llevó una cuchara a la boca con comida de su cuenco-¡Llegó hace poco a la ciudad, pero su nombre es bastante conocido en el mundillo!
Alward se acercó a sus amigos y se sentó al lado del arquero, el cual comía sin apartar la mirada de su cuenco, como ensimismado. El joven Sevna echó un rápido vistazo de reojo a lo que ambos mercenarios tenían en sus cuencos... No le agradó demasiado el menú.
-...¿Gachas?-Dijo desanimado
Rischer e Ivens le miraron, pausando su conversación
-Es lo que hay, si no te gusta prepárate el desayuno tú mismo y ve a comprar al mercado
-...Tampoco hace falta ser tan simpático...-Miró fugazmente con desdén al elfo, para luego buscar con la mirada algún plato-¿Me sirves?
-¡Comida de campeones!-Dijo Ivens con sarcasmo y riendo
-...Demasiado empalagoso-Contestó con desgana, seguido de un bostezo
Rischer entonces le sirvió el desayuno a Alward, en ese momento, Emmanuel terminó con el suyo.
-Me he quedado con hambre-Dijo el arquero mientras estiraba sus brazos y bostezaba, contagiado por Alward
-Pues tendrás que esperar hasta el almuerzo, animal
Todos acabaron riendo. Estaba siendo una mañana apacible, no parecía haber ningún contrato, ya que Rischer no mencionó nada, por lo consecuente, tenía toda la pinta de ser un día libre.
-¿Y de qué hablabais?-Preguntó mientras empezaba a desayunar
-Si miras disimuladamente hacia atrás, en una de las mesas verás a un tío solitario, con un aspecto que da miedo
Dicho esto, el joven Sevna empezó a disimular mientras miraba al resto de la taberna. Para ser temprano, había mucha gente allí, aunque el tipo que destacó Emmanuel bien se distinguía, pues era la única mesa vacía del local. Era un humano corpulento, pero sin pasarse, con un rostro serio y la mirada perdida en su mesa. Tenía barba recortada pero notable y el pelo negro, pero descolorido, con el toque de miles de canas haciéndose notar y abriendo paso en su rostro. Era un tipo bien entrado en edad, bastante maduro.
Alward volvió a girarse y centrarse en sus amigos
-¿Quién es?-Preguntó en voz baja
-Raven Mars, más conocido como "El Jefe"-Respondió en voz baja mientras miraba de reojo al nombrado
-Se rumorea que es un mercenario que viaja por todo el mundo cumpliendo cualquier clase de contrato. Hasta ahora se dice que los ha cumplido todos a la perfección, nunca falla y es implacable en combate-Siguió también en voz baja
-Y... Adivina qué-Le dijo a Alward esperándose unos segundos para continuar, dejando así momento para la expectación-¡Lleva dos espadas consigo!
-Armas duales...-Contestó sorprendido mientras miraba de reojo hacia atrás-Nunca he conocido a nadie que las use al mismo tiempo
-¿Qué tal si hablas con él y le dices que te de un par de clases? Podría serte de mucha ayuda
-...Hmmm...-Miró de nuevo hacia atrás con disimulo. Esta vez, la mirada del hombre y la suya se cruzaron, el joven Sevna entonces quitó la vista y volvió a girarse hacia adelante. Su mirada, aunque fuese por escasos segundos, era intensa, fría y... Daba miedo.
Alward Sevna
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Re: Golpe de realidad [Solitario]
De pronto, entraron a la taberna tres tipos de aspecto poco amigable. Eran tres humanos; iban bien armados, con buenas armaduras, uno la llevaba pertrechada en cuero duro, otro con láminas de metal solapadas y el último, el cual parecía el jefe llevaba una armadura sencilla tapada por ropajes algo elegantes encima. Llevaban cascos, por lo que no se les podía ver el rostro.
-¿STELLIAZOS?-Gritó el que entró último, buscando una pronta respuesta y acallando a todo el local
Emmanuel, Ivens y Alward se giraron sobre su eje en la silla de la barra, mientras que Rischer salió de detrás de esta reclamando la pregunta de aquel tipo. Este último, acompañado de sus dos compañeros, se acercaron al elfo.
-¿Quién pregunta?
-Habéis cabreado bastante a alguien, y es hora de pagar
-¿Pagar?-Se acercó a la escena apoyando a Rischer, mirando desafiante a los visitantes. Alward pronto fue escudado por el arquero y el brujo.
En la escena entró Gertrude, la cual andaba por la taberna atendiendo a los parroquianos y viajeros que allí estaban.
-¿Qué ocurre?-Preguntó intentando calmar los repentinos ánimos caldeados
-El impuesto del miedo-Respondió otro de los tipejos-Si queréis seguir viviendo
-¡No vamos a pagar nada!
-¿Acaso todas las amenazas que habéis sufrido no han sido suficientes?
La gente empezaba a abandonar el local, temerosa y por supuesto nada predispuesta a meterse en aquel extraño lío que tenía pinta de no tener que acabar muy bien.
-Ah, genial, espantando a la clientela.-Puso los ojos en blanco-¡Justo lo que necesitábamos!-Dijo con sarcasmo
-¿...Amenazas?-Estaba claro, lo estaba viendo. Sabían quiénes eran o para quiénes trabajaban aquellos tipos. No tenía sus nombres ni el de su organización, ni siquiera sabía si realmente serían los mismos... Pero aquella amenaza no la olvidaría nunca, y por supuesto, las circunstancias que desencadenaron.
Fue hace un par de meses, cuando conoció a Loth y Matt en aquel pequeño pueblo perdido en mitad de la península. Un hombre y un elfo le habían amenazado antes, por suerte se libró de ellos. Pero parece que aquello no fue suficiente, y no calmó para nada la "furia" de su grupo.
En pocos minutos, la taberna quedó vacía, o casi. Aparte de los mencionados, había alguien que seguía sentado, observando la escena callado y acompañado de una buena jarra de cerveza a rebosar. Era el tipo del que hablaban anteriormente Emmanuel e Ivens; ese tal "Raven Mars".
-Si no vais a pagar por las molestias, me temo que los chicos y yo tendremos que saquear el lugar-Dijo sacando pecho y amenazante hacia Rischer-Y vendremos más veces-Inquirió-Y ese será nuestro "Impuesto del miedo" particular-Aclaró con un tono de satisfacción. No se le podía ver el rostro, pero seguramente tendría una sonrisa de oreja a oreja dibujada.
Uno de los tipejo agarró a Gertrude y la puso de espaldas suya, impidiéndole todo movimiento a la humana. Los Stelliazos presentes no pudieron hacer otra cosa que mirar impotentes y rabiosos. No tenían sus armas consigo en ese momento, así que de poco valdría enfrentarse desarmados y sin protección contra tipos con todo eso.
-Creo que uno de los pagos justos por ahora será llevarnos a esta mujer
Gertrude se resistía, se agitaba y alzó la voz para que la dejasen en paz, pero el hombre tenía más fuerza que él. Rischer no pudo contenerse y se encaró con el tipo, pero entonces, el que parecía el líder le propinó un fuerte puñetazo que impactó en la nariz del elfo. Este dio unos pasos hacia atrás, mareado y echando sangre por esta. Se iba a caer hacia atrás, pero Ivens le pudo sostener y se lo llevó más atrás aún para sentarlo en una silla y atenderle.
-¡Rischer!-Gritó de forma desgarradora
Todo quedó en silencio por unos instantes. El crujido típico del arrastrar de las sillas es lo único que lo rompió. Todos echaron la vista hacia atrás. El llamado "Jefe" se había levantado de su sitio, aún sostenía la jarra de cerveza casi vacía. Echó un barrido con su mirada y acto seguido se bebió de un trago lo que quedaba de cerveza. Dejó la jarra en la mesa con un golpe seco y se adelantó unos pasos para meterse de lleno en la escena.
-Creo que será mejor que os vayáis-Dijo refiriéndose a los tipejos que amenazaban a Alward y los suyos. Tenía un rostro frío y sin ningún atisbo de emoción, casi como un bio-cibernético. Pero era humano, se le notaba. Arrugó el ceño al para mostrar más superioridad mientras no apartaba la mirada de aquellos a quienes se había dirigido.
-¿STELLIAZOS?-Gritó el que entró último, buscando una pronta respuesta y acallando a todo el local
Emmanuel, Ivens y Alward se giraron sobre su eje en la silla de la barra, mientras que Rischer salió de detrás de esta reclamando la pregunta de aquel tipo. Este último, acompañado de sus dos compañeros, se acercaron al elfo.
-¿Quién pregunta?
-Habéis cabreado bastante a alguien, y es hora de pagar
-¿Pagar?-Se acercó a la escena apoyando a Rischer, mirando desafiante a los visitantes. Alward pronto fue escudado por el arquero y el brujo.
En la escena entró Gertrude, la cual andaba por la taberna atendiendo a los parroquianos y viajeros que allí estaban.
-¿Qué ocurre?-Preguntó intentando calmar los repentinos ánimos caldeados
-El impuesto del miedo-Respondió otro de los tipejos-Si queréis seguir viviendo
-¡No vamos a pagar nada!
-¿Acaso todas las amenazas que habéis sufrido no han sido suficientes?
La gente empezaba a abandonar el local, temerosa y por supuesto nada predispuesta a meterse en aquel extraño lío que tenía pinta de no tener que acabar muy bien.
-Ah, genial, espantando a la clientela.-Puso los ojos en blanco-¡Justo lo que necesitábamos!-Dijo con sarcasmo
-¿...Amenazas?-Estaba claro, lo estaba viendo. Sabían quiénes eran o para quiénes trabajaban aquellos tipos. No tenía sus nombres ni el de su organización, ni siquiera sabía si realmente serían los mismos... Pero aquella amenaza no la olvidaría nunca, y por supuesto, las circunstancias que desencadenaron.
Fue hace un par de meses, cuando conoció a Loth y Matt en aquel pequeño pueblo perdido en mitad de la península. Un hombre y un elfo le habían amenazado antes, por suerte se libró de ellos. Pero parece que aquello no fue suficiente, y no calmó para nada la "furia" de su grupo.
En pocos minutos, la taberna quedó vacía, o casi. Aparte de los mencionados, había alguien que seguía sentado, observando la escena callado y acompañado de una buena jarra de cerveza a rebosar. Era el tipo del que hablaban anteriormente Emmanuel e Ivens; ese tal "Raven Mars".
-Si no vais a pagar por las molestias, me temo que los chicos y yo tendremos que saquear el lugar-Dijo sacando pecho y amenazante hacia Rischer-Y vendremos más veces-Inquirió-Y ese será nuestro "Impuesto del miedo" particular-Aclaró con un tono de satisfacción. No se le podía ver el rostro, pero seguramente tendría una sonrisa de oreja a oreja dibujada.
Uno de los tipejo agarró a Gertrude y la puso de espaldas suya, impidiéndole todo movimiento a la humana. Los Stelliazos presentes no pudieron hacer otra cosa que mirar impotentes y rabiosos. No tenían sus armas consigo en ese momento, así que de poco valdría enfrentarse desarmados y sin protección contra tipos con todo eso.
-Creo que uno de los pagos justos por ahora será llevarnos a esta mujer
Gertrude se resistía, se agitaba y alzó la voz para que la dejasen en paz, pero el hombre tenía más fuerza que él. Rischer no pudo contenerse y se encaró con el tipo, pero entonces, el que parecía el líder le propinó un fuerte puñetazo que impactó en la nariz del elfo. Este dio unos pasos hacia atrás, mareado y echando sangre por esta. Se iba a caer hacia atrás, pero Ivens le pudo sostener y se lo llevó más atrás aún para sentarlo en una silla y atenderle.
-¡Rischer!-Gritó de forma desgarradora
Todo quedó en silencio por unos instantes. El crujido típico del arrastrar de las sillas es lo único que lo rompió. Todos echaron la vista hacia atrás. El llamado "Jefe" se había levantado de su sitio, aún sostenía la jarra de cerveza casi vacía. Echó un barrido con su mirada y acto seguido se bebió de un trago lo que quedaba de cerveza. Dejó la jarra en la mesa con un golpe seco y se adelantó unos pasos para meterse de lleno en la escena.
-Creo que será mejor que os vayáis-Dijo refiriéndose a los tipejos que amenazaban a Alward y los suyos. Tenía un rostro frío y sin ningún atisbo de emoción, casi como un bio-cibernético. Pero era humano, se le notaba. Arrugó el ceño al para mostrar más superioridad mientras no apartaba la mirada de aquellos a quienes se había dirigido.
Alward Sevna
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Re: Golpe de realidad [Solitario]
El hombre de mediana edad y apariencia polvorienta que había alzado la voz a favor de los Stelliazos miraba desafiante hacia los malhechores que habían irrumpido de forma tan poco correcta en la taberna, exigiendo un tributo y amenazando al grupo de Alward.
Los tres tipos no se achantaron ante tal reto. El que tenía sujeto a Gertrude optó por soltarla. La tabernera rápidamente se fue con sus amigos y esposo, en busca de resguardo. Realmente ellos estaban igual de indefensa que la susodicha, pero al menos podían hacer número.
Los combatientes desenvainaron sus armas. Todos llevaban espadas, incluido el misterioso Raven Mars, aunque este, a pesar de manejar dos espadas, solamente desenvainó una; la zurda. Como el espacio era reducido debido a la distribución de mesas y sillas de la taberna, solamente podrían enfrentarse en duelos individuales, aunque no era una cosa que preocupase de sobremanera al grupo de tres. Los Stelliazos únicamente miraban la escena atónitos, al único que se le ocurrió hacer algo fue a Emmanuel, el cual salió escabullido hacia las escaleras que daban al piso superior, donde estaban las habitaciones de todos los mercenarios, aunque nadie prestó atención en ese momento al arquero.
El primer contrincante del llamado "Jefe", le miró, a modo de advertencia, como si fuese alguna forma de advertir que iba a dar comienzo el duelo. Raven asintió levemente, con un una mirada fría que mostraba respeto por sus contrincantes.
El contrincante se lanzó al ataque, mientras que el Jefe no movió un músculo ni apartó la mirada, como si aún estuviese en mitad del proceso de análisis de su rival. Espada en alto y ante la inactividad de aquel hombre, optó por lanzar un tajo directo a su cráneo. Iba a matar, no tenía escrúpulos, y en ese momento, cuando iba a ocurrir lo inevitable, Raven hace un movimiento magistral, un solo paso hacia atrás y un rápido contragolpe hacia arriba para desviar la trayectoria de la hoja de su rival, para así dejarlo expuesto. Ese momento lo aprovechó para propinarle una patada en el estómago y un fuerte golpe con la empuñadura de su arma que lo dejó inconsciente y fuera de combate en cuestión de segundos. Ante todo esto, Alward no pudo tener sino signos de total admiración contra al que llamaban "Jefe".
Raven entonces bajó la mirada y se aseguró de que había inutilizado a su contrincante, una vez hecho eso, la levantó y se centró en los otros dos, los cuales también miraban la escena con incredulidad, pero a la vez con rabia y humillación por la actuación de su compañero.
-Aún estáis a tiempo de retiraros y no ir a casa con moratones innecesarios
Uno de los dos malhechores que quedaban en pie dio un paso al frente, retándolo.
-¡CÁLLATE VIEJO!-Escupió hacia un lado-¡AHORA VAS A VER!
En ese preciso instante llegó Emmanuel con su daga guardada en su cintura, su arco acomodado a su espalda y las dos espadas de Alward, las cuales entregó a su dueño. Ahora eran los incursores los que estaban en desventaja clara; un arquero, un mago y dos espadachines.
-Pete, creo que es mejor pirarse de aquí...
El nombrado miró a su alrededor y mordió su labio inferior. No quería dar su brazo a torcer, pero sabía que tenían todas las de perder, además de que uno de los suyos ya había caído.
-...Esto no quedará así-Envainó su arma muy a su pesar
-Marchaos antes de que cambie de opinión
El tipo recogió a su compañero tirado en el suelo, y junto al otro malhechor, se marchó de allí rabioso y humillado. Todos envainaron sus armas. Alward, al no tener las fundas en ese momento, optó por dejar sus espadas en la mesa más cercana. Acto seguido desvió la mirada hacia Mars y vio cómo dejó unas monedas sobre la mesa en la cual había estado.
-¡Tabernero!-Alzó la voz para llamar la atención de Rischer, el cual aún sangraba de la nariz, aunque estaba intentando cortar la hemorragia con un pañuelo que le había pasado Gertrude en el momento de más tensión.-Aquí tiene mi cuenta
Sin mucho más, optó por salir de la taberna como entró; en silencio, sin hacer ruido y completamente normal, como si nada de lo acontecido hace escasos minutos hubiese ocurrido.
Todo esto despertó interés en Alward, el cual no apartó su vista del espadachín de mediana edad hasta que cruzó el umbral de las puertas de la taberna. Claramente lo que contaban de "El Jefe" podría ser verdad, y si así era, no podía dejar pasar la oportunidad de hablar con él y quizás, si tenía suerte, que le diera un par de consejos de lucha, o quizás algo más... ¡Incluso unas clases particulares! Eso sí, tendría que buscarlo más tarde.
Por otro lado, le preocupaba la situación que se había desarrollado. Esta vez la amenaza había sido más seria. Los Stelliazos habían cabreado a alguien, alguien con cierta influencia que les podía hacer la vida imposible, alguien que ni siquiera sabían quién era o en qué círculos se movería.
Por el momento, tocaba reflexionar y asegurarse dónde se habían metido y qué movimientos hacer a partir de ahora.
Los tres tipos no se achantaron ante tal reto. El que tenía sujeto a Gertrude optó por soltarla. La tabernera rápidamente se fue con sus amigos y esposo, en busca de resguardo. Realmente ellos estaban igual de indefensa que la susodicha, pero al menos podían hacer número.
Los combatientes desenvainaron sus armas. Todos llevaban espadas, incluido el misterioso Raven Mars, aunque este, a pesar de manejar dos espadas, solamente desenvainó una; la zurda. Como el espacio era reducido debido a la distribución de mesas y sillas de la taberna, solamente podrían enfrentarse en duelos individuales, aunque no era una cosa que preocupase de sobremanera al grupo de tres. Los Stelliazos únicamente miraban la escena atónitos, al único que se le ocurrió hacer algo fue a Emmanuel, el cual salió escabullido hacia las escaleras que daban al piso superior, donde estaban las habitaciones de todos los mercenarios, aunque nadie prestó atención en ese momento al arquero.
El primer contrincante del llamado "Jefe", le miró, a modo de advertencia, como si fuese alguna forma de advertir que iba a dar comienzo el duelo. Raven asintió levemente, con un una mirada fría que mostraba respeto por sus contrincantes.
El contrincante se lanzó al ataque, mientras que el Jefe no movió un músculo ni apartó la mirada, como si aún estuviese en mitad del proceso de análisis de su rival. Espada en alto y ante la inactividad de aquel hombre, optó por lanzar un tajo directo a su cráneo. Iba a matar, no tenía escrúpulos, y en ese momento, cuando iba a ocurrir lo inevitable, Raven hace un movimiento magistral, un solo paso hacia atrás y un rápido contragolpe hacia arriba para desviar la trayectoria de la hoja de su rival, para así dejarlo expuesto. Ese momento lo aprovechó para propinarle una patada en el estómago y un fuerte golpe con la empuñadura de su arma que lo dejó inconsciente y fuera de combate en cuestión de segundos. Ante todo esto, Alward no pudo tener sino signos de total admiración contra al que llamaban "Jefe".
Raven entonces bajó la mirada y se aseguró de que había inutilizado a su contrincante, una vez hecho eso, la levantó y se centró en los otros dos, los cuales también miraban la escena con incredulidad, pero a la vez con rabia y humillación por la actuación de su compañero.
-Aún estáis a tiempo de retiraros y no ir a casa con moratones innecesarios
Uno de los dos malhechores que quedaban en pie dio un paso al frente, retándolo.
-¡CÁLLATE VIEJO!-Escupió hacia un lado-¡AHORA VAS A VER!
En ese preciso instante llegó Emmanuel con su daga guardada en su cintura, su arco acomodado a su espalda y las dos espadas de Alward, las cuales entregó a su dueño. Ahora eran los incursores los que estaban en desventaja clara; un arquero, un mago y dos espadachines.
-Pete, creo que es mejor pirarse de aquí...
El nombrado miró a su alrededor y mordió su labio inferior. No quería dar su brazo a torcer, pero sabía que tenían todas las de perder, además de que uno de los suyos ya había caído.
-...Esto no quedará así-Envainó su arma muy a su pesar
-Marchaos antes de que cambie de opinión
El tipo recogió a su compañero tirado en el suelo, y junto al otro malhechor, se marchó de allí rabioso y humillado. Todos envainaron sus armas. Alward, al no tener las fundas en ese momento, optó por dejar sus espadas en la mesa más cercana. Acto seguido desvió la mirada hacia Mars y vio cómo dejó unas monedas sobre la mesa en la cual había estado.
-¡Tabernero!-Alzó la voz para llamar la atención de Rischer, el cual aún sangraba de la nariz, aunque estaba intentando cortar la hemorragia con un pañuelo que le había pasado Gertrude en el momento de más tensión.-Aquí tiene mi cuenta
Sin mucho más, optó por salir de la taberna como entró; en silencio, sin hacer ruido y completamente normal, como si nada de lo acontecido hace escasos minutos hubiese ocurrido.
Todo esto despertó interés en Alward, el cual no apartó su vista del espadachín de mediana edad hasta que cruzó el umbral de las puertas de la taberna. Claramente lo que contaban de "El Jefe" podría ser verdad, y si así era, no podía dejar pasar la oportunidad de hablar con él y quizás, si tenía suerte, que le diera un par de consejos de lucha, o quizás algo más... ¡Incluso unas clases particulares! Eso sí, tendría que buscarlo más tarde.
Por otro lado, le preocupaba la situación que se había desarrollado. Esta vez la amenaza había sido más seria. Los Stelliazos habían cabreado a alguien, alguien con cierta influencia que les podía hacer la vida imposible, alguien que ni siquiera sabían quién era o en qué círculos se movería.
Por el momento, tocaba reflexionar y asegurarse dónde se habían metido y qué movimientos hacer a partir de ahora.
Alward Sevna
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