Juramentos [Libre] [3/3]
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Juramentos [Libre] [3/3]
Sus ojos se abrieron de repente. En ese momento, cualquier confusión o desorientación fue dejada de lado. Solo había una emoción en su mirada.
Un fuerte rugido acompañó su despertar, anunciándose por el bosque que le rodeaba. Se levantó, hundiendo sus garras en la tierra. No sabía donde estaba. Pero en ese momento, importaba más bien poco. Por algún motivo, estaba vivo, pese a todo lo que había ocurrido.
"¡LYSANDRA! ¡PRONTO ENVIDIARÁS A TU HIJO, POR MORIR ANTES DE NACER!" Maldijo el dragón. Quería gritar, pero las palabras no llegaban a su boca. Solo se quedaron en su mente, incapaces de salir. Aquello solo le enfureció aún más. "¡TODO TU LINAJE! ¡TODA TU HISTORIA! ¡TODO LO QUE AMAS, SERÁ HUESOS Y POLVO!" Días atrás, su voz habría hecho temblar la tierra a su alrededor. Habría derribado árboles y creado grietas. Ahora ni siquiera podía pronunciar sus juramentos.
Le llevó unos segundos asimilarlo. La mujer no podría oírle, incluso si llegase a hablar. Podía sentirlo. Su alcance se había vuelto una sombra de lo que era.
"Alegraos. Tendréis un festín cuando el cadáver de esa traicionera arpía alimente el suelo." pensó, esta vez para las plantas. "Y si muere antes de que la alcance, la devolveré a la vida solo para que sufra como es debido." El odio que irradiaba era casi palpable.
Buscó entre sus reservas mágicas, dispuesto a usar cualquier cosa que pudiese. Cualquier palabra. ¿Como podía haber olvidado un idioma que le era tan natural como respirar? Sus pensamientos seguían en aquella lengua humana, pero su boca era incapaz de pronunciar palabras que no fuesen en su verdadero idioma.
Finalmente, recordó algo que pudo usar. Su magia más básica, el elemento bajo el que había nacido.
-Faar.- pronunció, con una voz grave y profunda. Unas rocas cercanas temblaron ligeramente. -¡FAAR!- insistió, hundiendo la mirada en las mismas. Comenzaron a moverse, acercándose lentamente. -Dol Faar.- dijo. Las rocas cayeron sobre la tierra, y esta empezó a cubrirlas. Faltaba algo. No. Faltaban muchas cosas. Solo recordaba las cosas más básicas. Gruñó. El nombre de su mujer quedó grabado en su mente, lleno de furia y veneno. Lysandra.
Pero algo nubló aquella ira. Algo distinto, al notar lo mucho que había perdido. Su tamaño, su forma, su voz. Estaba de vuelta en un aspecto casi... juvenil. Todo aquel poder que había tenido en su momento, completamente desaparecido. Estaba casi indefenso.
Cualquier momento de tristeza solo duró un instante, antes de que su enfado y su odio volviesen a surgir.
-¡VAUN!- dijo, y una leve onda alejó las piedras de él, meciendo la hierba hasta disiparse. Recordó la violencia. Las armas. Medios para sus fines. -¡DRAIK FAAR VAUN!- [1] vociferó, tan fuerte como pudo. Un pedrusco del tamaño de su cabeza salió volando del suelo a una velocidad considerable, impactando contra un árbol y rompiendo una de sus ramas.
Observó la madera caída como si se tratase de su enemigo. Poco a poco, su mente comenzó a despejarse. Había perdido mucho. Pero no todo. Todavía tenía una ínfima parte de su magia. Le llevaría unos minutos acostumbrarse a aquel tamaño, desde luego, pero no duraría. Tarde o temprano, podría recuperarlo.
Paso por paso. ¿Que más tenía?
Desplegó sus alas. Parecían estar bien. De hecho, las heridas y cicatrices que había acumulado a lo largo de su vida habían desaparecido. Se impulsó con sus patas y saltó, alzándose tanto como pudo. Aleteó varias veces, tratando de comprender el equilibrio de nuevo. Podía mantenerse en el aire, y podía volar. Voló unos minutos por la zona antes de darse por satisfecho y aterrizar sobre un claro no muy lejano.
Sus garras y escamas no eran como las recordaba. Hasta el color de estas había cambiado. Un vago recuerdo a metal cruzó su mente. Cierto. Solía estar cubierto de acero, y burlarse de los humanos con sus burdas armaduras. Escamas mejores que cualquier escudo, garras mejores que cualquier espada.
Se quedó en el centro del claro. Quizás no pudiese hablar como solía. Pero haría que la tierra le recordase.
-Dol.- dijo, autoritario. Partes de la tierra se elevaron delante de él, dejando un mensaje.
Mi voz no ha muerto. Solo duerme. Y cuando despierte, el mundo temblará por sus pecados.
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[1] Habilidad: Ley de Bestias. (Proyectil, Fuerza, Roca)
Durvatyr
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Re: Juramentos [Libre] [3/3]
Una nueva escapada de Lunargenta, esta vez más tiempo que las anteriores. O al menos eso parecía mientras releía el contrato. Alguien necesitaba una bruja en las inmediaciones de Ulmer, en un principio no le había prestado mucha atención, pero tras releerlo varias veces le pareció extraño que pidiesen expresamente una bruja especializada en telequinesis.
Suspiró mientras enrollaba el pergamino y lo guardaba de nuevo en su bolso. Llevaba todo el día dándole vueltas a aquel contrato aún a sabiendas de que hasta que llegase a la ciudad no conseguiría información extra.
Absorta en sus planes de cómo conseguir los detalles del contrato sin contactar directamente con el empleador se internó en el bosque del este. Tras varias aventuras por lugares parecidos había aprendido a orientarse... Empleando un mapa al entrar. Frustrada, pensaba que estaba dando vueltas en círculos desde hacía varias horas.
Un rugido gutural cercano llamó su atención. Seguramente alguna bestia con la que no le convendría cruzarse. Dio unos pasos en la dirección contraria esperanzada con salir del bosque antes de encontrarse con aquello que había originado aquel sonido.
Sin embargo, lo siguiente que escuchó era más parecido a una palabra. No reconocía el idioma, pero si algún ser inteligente rondaba aquellas tierras valía la pena acercarse al menos. Sabía defenderse y era poco probable que un ser racional por muy enfadado que pareciese por el tono de aquellas palabras la atacase sin motivo. O eso quería creer.
Desde los árboles observó cómo un dragón se acercaba al centro del claro y, tras decir una palabra en tono autoritario, la tierra pareció responderle. "Por lo que he leído de dragones, suelen ser bastante honorables" pensó. Tras lo cual dio varios pasos para internarse en el claro.
En cuanto llegó a una distancia prudencial del ser, comenzó a hablar.
-Disculpe que le moleste. -Hizo una pequeña reverencia a modo de saludo y respeto. -¿Sería tan amable de indicarme la forma de salir del bosque? Debo llegar a Ulmer y... -Conforme se fue acercando vio el mensaje que el dragón había grabado sobre la tierra.
Lo miró a los ojos, la espada a su espalda salió unos milímetros de su funda, lista para volar lo más rápido posible en caso de ser necesario.
-¿Se encuentra bien? -Ni siquiera había pensado abrir nuevamente la boca, pero aquel mensaje sin duda era preocupante a varios niveles. Contenía una ira implícita en contra de algo o... en contra de todo. Tal vez el primer dragón que se encontraba no fuera tan honorable...
Suspiró mientras enrollaba el pergamino y lo guardaba de nuevo en su bolso. Llevaba todo el día dándole vueltas a aquel contrato aún a sabiendas de que hasta que llegase a la ciudad no conseguiría información extra.
Absorta en sus planes de cómo conseguir los detalles del contrato sin contactar directamente con el empleador se internó en el bosque del este. Tras varias aventuras por lugares parecidos había aprendido a orientarse... Empleando un mapa al entrar. Frustrada, pensaba que estaba dando vueltas en círculos desde hacía varias horas.
Un rugido gutural cercano llamó su atención. Seguramente alguna bestia con la que no le convendría cruzarse. Dio unos pasos en la dirección contraria esperanzada con salir del bosque antes de encontrarse con aquello que había originado aquel sonido.
Sin embargo, lo siguiente que escuchó era más parecido a una palabra. No reconocía el idioma, pero si algún ser inteligente rondaba aquellas tierras valía la pena acercarse al menos. Sabía defenderse y era poco probable que un ser racional por muy enfadado que pareciese por el tono de aquellas palabras la atacase sin motivo. O eso quería creer.
Desde los árboles observó cómo un dragón se acercaba al centro del claro y, tras decir una palabra en tono autoritario, la tierra pareció responderle. "Por lo que he leído de dragones, suelen ser bastante honorables" pensó. Tras lo cual dio varios pasos para internarse en el claro.
En cuanto llegó a una distancia prudencial del ser, comenzó a hablar.
-Disculpe que le moleste. -Hizo una pequeña reverencia a modo de saludo y respeto. -¿Sería tan amable de indicarme la forma de salir del bosque? Debo llegar a Ulmer y... -Conforme se fue acercando vio el mensaje que el dragón había grabado sobre la tierra.
Lo miró a los ojos, la espada a su espalda salió unos milímetros de su funda, lista para volar lo más rápido posible en caso de ser necesario.
-¿Se encuentra bien? -Ni siquiera había pensado abrir nuevamente la boca, pero aquel mensaje sin duda era preocupante a varios niveles. Contenía una ira implícita en contra de algo o... en contra de todo. Tal vez el primer dragón que se encontraba no fuera tan honorable...
Karen Engeld
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Re: Juramentos [Libre] [3/3]
—Y la cuerda por acá... el nudo... ahí... —musitaba el hombre oso, intentando descifrar el problema que se le presentaba—...Ahí... ¿...Ahí?
Chasqueó la lengua. Estaba en medio de una batalla de intelecto contra un nudo.
Y estaba perdiendo.
—...Malditos nudos... —rabió en voz baja, mientras forcejeaba con la estructura— Malditas tiendas diminutas...
Tras su estadía en el Templo, volver a viajar, y por ende, a acampar... Digamos que no estaba cerca de serle gustoso. Y en comparación con la cocina de Rakfyr, o la de Syl, sus recursos disponibles y dotes culinarios daban bastante por desear.
—¡POR FIN! —alzó un puño triunfante, que sujetaba la cuerdecilla— ¡Y ahora...!
Sus blancas orejas se movieron al percibir un rugido provenir del bosque, sorpresa que le hizo encogerse. Antes de darse cuenta, ya sentía en su otra mano el mango de su hacha. No era la primera vez que percibía señales de vida, pues era un bosque y evidentemente en él viven animales, pero el que produjo ese ruido se le antojaba... peculiar.
Circuló alrededor de lo que quedaba de tienda para no dar la espalda a la dirección del ruido, y apresuró su trabajo. A Naharu no le agradaba perder tiempo, pero en ese momento su atención estaba en aquél misterioso animal. Por una parte, quería desafiarse a sí mismo; Aumentar sus capacidades, mejorarse, para así tener potestad mayor al enfrentarse contra el Caos. La experiencia le sería de gran ayuda.
Por otro lado, y quizás con más importancia, sus reservas de comida empezaban a vaciarse. Juzgó por las cualidades del rugido que el animal sería grande, lo suficiente como para un día, quizás dos.
Y por último... simplemente tenía curiosidad.
Sus ojos saltaban de su tarea a lo profundo del bosque y de vuelta a su tarea, y así hasta que terminó de empacar y se encaminó en esa misma dirección, hacia el misterioso animal.
Había pasado poco tiempo desde que empezó a caminar. No había recorrido mucha distancia, pues iba con cautela y no a paso apurado. Entonces logró percibir algo en el cielo, un ave grande, quizás. Tras un instante logró observarlo claramente, por un espacio despejado entre el follaje: No había plumas, y tenía una larga cola. Aquello era un dragón.
Sumó dos y dos, y comprendió que era la fuente del rugido, así que cambió su rumbo y aceleró el paso, siguiéndolo. Mientras, cuestionaba si podría sacar carne de aquello. Sabía que había humanos que se convertían en dragón, y que aquél fuese uno de esos le parecía desafortunado, pues en caso de matarlo, le parecía poco ético comérselo. Tampoco tenía mucha experiencia comiendo reptiles...
¿...No sería bueno que dejase de pensar tanto en comida?
Ya la carrera empezaba a afectarle, cuando tuvo vista del claro donde aterrizó la bestia. Con hacha en mano y preparado para atacar en cualquier momento, se presentó.
—¡BESTIA! —su grave voz, teñida con la anticipación de un buen combate, sembraría miedo en los débiles— ¿Eres un hombre dragón, o un dragón dragón?
Al entrar al claro no tardó en darse cuenta de que había otra persona, una mujer humana. Parecía haber interrumpido una conversación. Si estaban hablando, debía ser un hombre dragón. Chasqueó la lengua mentalmente.
¡...Naharu, basta ya con lo de comerte al dragón!
El oso se dio cuenta de que había algo escrito en el suelo, pero sólo lo ojeó momentáneamente, para no perder de vista al par. Pudo ver que era una frase, y no runas, y logró comprender en particular las palabras "Voz", "despierte" y "pescado".
"¿...La mujer será la encargada de alimentarlo?" pensó, dándose cuenta de que quizás sus actos han estado muy fuera de lugar, pero sin bajar la guardia.
Chasqueó la lengua. Estaba en medio de una batalla de intelecto contra un nudo.
Y estaba perdiendo.
—...Malditos nudos... —rabió en voz baja, mientras forcejeaba con la estructura— Malditas tiendas diminutas...
Tras su estadía en el Templo, volver a viajar, y por ende, a acampar... Digamos que no estaba cerca de serle gustoso. Y en comparación con la cocina de Rakfyr, o la de Syl, sus recursos disponibles y dotes culinarios daban bastante por desear.
—¡POR FIN! —alzó un puño triunfante, que sujetaba la cuerdecilla— ¡Y ahora...!
Sus blancas orejas se movieron al percibir un rugido provenir del bosque, sorpresa que le hizo encogerse. Antes de darse cuenta, ya sentía en su otra mano el mango de su hacha. No era la primera vez que percibía señales de vida, pues era un bosque y evidentemente en él viven animales, pero el que produjo ese ruido se le antojaba... peculiar.
Circuló alrededor de lo que quedaba de tienda para no dar la espalda a la dirección del ruido, y apresuró su trabajo. A Naharu no le agradaba perder tiempo, pero en ese momento su atención estaba en aquél misterioso animal. Por una parte, quería desafiarse a sí mismo; Aumentar sus capacidades, mejorarse, para así tener potestad mayor al enfrentarse contra el Caos. La experiencia le sería de gran ayuda.
Por otro lado, y quizás con más importancia, sus reservas de comida empezaban a vaciarse. Juzgó por las cualidades del rugido que el animal sería grande, lo suficiente como para un día, quizás dos.
Y por último... simplemente tenía curiosidad.
Sus ojos saltaban de su tarea a lo profundo del bosque y de vuelta a su tarea, y así hasta que terminó de empacar y se encaminó en esa misma dirección, hacia el misterioso animal.
Había pasado poco tiempo desde que empezó a caminar. No había recorrido mucha distancia, pues iba con cautela y no a paso apurado. Entonces logró percibir algo en el cielo, un ave grande, quizás. Tras un instante logró observarlo claramente, por un espacio despejado entre el follaje: No había plumas, y tenía una larga cola. Aquello era un dragón.
Sumó dos y dos, y comprendió que era la fuente del rugido, así que cambió su rumbo y aceleró el paso, siguiéndolo. Mientras, cuestionaba si podría sacar carne de aquello. Sabía que había humanos que se convertían en dragón, y que aquél fuese uno de esos le parecía desafortunado, pues en caso de matarlo, le parecía poco ético comérselo. Tampoco tenía mucha experiencia comiendo reptiles...
¿...No sería bueno que dejase de pensar tanto en comida?
Ya la carrera empezaba a afectarle, cuando tuvo vista del claro donde aterrizó la bestia. Con hacha en mano y preparado para atacar en cualquier momento, se presentó.
—¡BESTIA! —su grave voz, teñida con la anticipación de un buen combate, sembraría miedo en los débiles— ¿Eres un hombre dragón, o un dragón dragón?
Al entrar al claro no tardó en darse cuenta de que había otra persona, una mujer humana. Parecía haber interrumpido una conversación. Si estaban hablando, debía ser un hombre dragón. Chasqueó la lengua mentalmente.
¡...Naharu, basta ya con lo de comerte al dragón!
El oso se dio cuenta de que había algo escrito en el suelo, pero sólo lo ojeó momentáneamente, para no perder de vista al par. Pudo ver que era una frase, y no runas, y logró comprender en particular las palabras "Voz", "despierte" y "pescado".
"¿...La mujer será la encargada de alimentarlo?" pensó, dándose cuenta de que quizás sus actos han estado muy fuera de lugar, pero sin bajar la guardia.
Naharu
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Re: Juramentos [Libre] [3/3]
El reptil escuchó algo. Una presencia. Giró la cabeza, observando como una mujer se acercaba. No. Más joven, una chica. Entrecerró los ojos. ¿Humana? ¿Dragona? ¿Bruja? Ya no podía decirlo con seguridad. Exhaló, casi en un suspiro. Lo que dijo casi le hizo reír. ¿Direcciones? ¿Le estaba preguntando por donde ir?
Se mantuvo erguido, rodeando a la chica sin decir nada aún. Solía ser él quien hablaba primero. Por supuesto, en ese caso no podía realmente mantener el protocolo.
-Dol.- No borró el mensaje que había dejado en la tierra, pero si escribió otro.
"Este bosque. ¿Es la arboleda del este?"
Pensó en preguntar por la distancia al Tymer, pero negó con la cabeza. Si había preguntado ella, estaba claro que no tenía mucha idea. La chica preguntó por él mismo. Notó como el arma de la chica se movía por si sola, y entrecerró los ojos con cierto resentimiento. Repitió la invocación a la tierra, borrando la anterior.
"Nunca he estado más cerca de la mortalidad."
Una verdad que bien podría enviar el mensaje equivocado. Aplastó el mensaje con una de sus garras, y escribió otro debajo.
"Mi nombre es Durvatyr. Me han despojado de mi voz, mi poder, mi fuerza y mi forma. Pero sigue siendo mi nombre."
No llegó a decir más antes de que notase como otro ser se acercaba. Uno de aquellos "hombres bestia". A diferencia de lo que opinaba cuando aparecieron por primera vez en Aerandir, habían durado más de unas décadas. Podían reproducirse, después de todo. Los encontraba curiosos. Algo alejados de los humanos, pero cometiendo los mismos errores en muchos casos. Ese en concreto parecía más primitivo aún.
Observó al intruso. A su parecer, un salvaje, con la suficiente osadía y la poca conciencia de sí mismo como para llamar "bestia" a alguien. Como buen bárbaro, tenía un hacha en las manos. El insulto era de poca importancia. No esperaba que los animales hubiesen aprendido mucho. Sin embargo, la amenaza implícita era molesta.
Si bien no se sentía con la energía o la capacidad para acabar con el intruso en esos momentos, no podía simplemente no responder al desafío del úrsido. Era un dragón, después de todo. Se consideraba por encima de toda su especie.
-Faar.- ordenó, sin desviar la mirada del oso. La roca bajo sus pies empezó a ascender con una serie de crujidos, tratando de ascender alrededor de sus patas. No un ataque, de por si. Con una sola palabra, la orden era vaga, y la respuesta, poco satisfactoria. No llegaría a cubrir más allá de las rodillas, y no dudaba de que no tendría la consistencia suficiente como para que el salvaje no pudiese liberarse. Simplemente se trataba de una respuesta. Una advertencia.
Dudó de si enviarle otro mensaje. Había mirado el primero que había escrito, quizás durante más tiempo del que uno esperaría. Si podía leer, quizás valiese la pena intentarlo. Con un resoplido, la tierra empezó a moverse, escribiendo otra frase. Se aseguró de hacerla simple.
"Aléjate."
Se mantuvo erguido, rodeando a la chica sin decir nada aún. Solía ser él quien hablaba primero. Por supuesto, en ese caso no podía realmente mantener el protocolo.
-Dol.- No borró el mensaje que había dejado en la tierra, pero si escribió otro.
"Este bosque. ¿Es la arboleda del este?"
Pensó en preguntar por la distancia al Tymer, pero negó con la cabeza. Si había preguntado ella, estaba claro que no tenía mucha idea. La chica preguntó por él mismo. Notó como el arma de la chica se movía por si sola, y entrecerró los ojos con cierto resentimiento. Repitió la invocación a la tierra, borrando la anterior.
"Nunca he estado más cerca de la mortalidad."
Una verdad que bien podría enviar el mensaje equivocado. Aplastó el mensaje con una de sus garras, y escribió otro debajo.
"Mi nombre es Durvatyr. Me han despojado de mi voz, mi poder, mi fuerza y mi forma. Pero sigue siendo mi nombre."
No llegó a decir más antes de que notase como otro ser se acercaba. Uno de aquellos "hombres bestia". A diferencia de lo que opinaba cuando aparecieron por primera vez en Aerandir, habían durado más de unas décadas. Podían reproducirse, después de todo. Los encontraba curiosos. Algo alejados de los humanos, pero cometiendo los mismos errores en muchos casos. Ese en concreto parecía más primitivo aún.
Observó al intruso. A su parecer, un salvaje, con la suficiente osadía y la poca conciencia de sí mismo como para llamar "bestia" a alguien. Como buen bárbaro, tenía un hacha en las manos. El insulto era de poca importancia. No esperaba que los animales hubiesen aprendido mucho. Sin embargo, la amenaza implícita era molesta.
Si bien no se sentía con la energía o la capacidad para acabar con el intruso en esos momentos, no podía simplemente no responder al desafío del úrsido. Era un dragón, después de todo. Se consideraba por encima de toda su especie.
-Faar.- ordenó, sin desviar la mirada del oso. La roca bajo sus pies empezó a ascender con una serie de crujidos, tratando de ascender alrededor de sus patas. No un ataque, de por si. Con una sola palabra, la orden era vaga, y la respuesta, poco satisfactoria. No llegaría a cubrir más allá de las rodillas, y no dudaba de que no tendría la consistencia suficiente como para que el salvaje no pudiese liberarse. Simplemente se trataba de una respuesta. Una advertencia.
Dudó de si enviarle otro mensaje. Había mirado el primero que había escrito, quizás durante más tiempo del que uno esperaría. Si podía leer, quizás valiese la pena intentarlo. Con un resoplido, la tierra empezó a moverse, escribiendo otra frase. Se aseguró de hacerla simple.
"Aléjate."
Durvatyr
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Re: Juramentos [Libre] [3/3]
La había rodeado, pero en lugar de sentir tensión por la cercanía del lagarto seguía estando relajada y tranquila. Tenía algo… Algo raro, pero no parecía ser violento, al menos por el momento. De todas formas solo quería indicaciones, a cualquier signo de molestia simplemente alzaría las manos y se iría por donde había venido. Para nada le interesaba enzarzarse en una pelea absurda en aquellos momentos.
Dejó que se moviese tranquilo, sin hacer movimientos bruscos o extraños. Volvieron a aparecer letras en el suelo, la bruja las observó desde donde estaba.
- En efecto, esa misma arboleda debería de ser, al menos es lo que supongo. -Se quedó pensativa. -Espero al menos no haberme desviado demasiado.
El siguiente mensaje era más críptico, no aparentaba estar en peligro ni herido de ninguna forma. Buscó alrededor cualquier rastro de sangre, pero todo aparentaba estar bien.
Se sobresaltó un poco con el zarpazo del dragón para borrar el mensaje, pero se acercó de nuevo a leer el siguiente.
- Es un honor conocerle, señor Durvatyr. -Hizo de nuevo una pequeña reverencia sin quitarle la vista de encima. No parecía tener intenciones hostiles, pero nunca se era lo suficientemente precavida. Tan solo un pequeño descuido y podrías decirle adiós a todo. - Lamento mucho lo que le ha…
No terminó la frase, otro ser entró en el claro, esta vez un oso con un hacha en la mano. Este sí parecía tener intención de utilizar el arma. Aunque parecía también perdido, pero perdido en su propia red de pensamientos erráticos. Debido al tiempo empleado en la lectura de un mensaje simple y su forma de moverse, la bruja pensó que no estaba precisamente bien de la cabeza.
La espada de su espalda terminó de salir de su funda para dar vueltas en círculos alrededor de la hechicera. Estaría presta para cuando fuese necesaria. Aquel nuevo individuo todavía estaba lejos como para presentar una amenaza. Lo único que podía hacer desde la distancia sería lanzar el hacha y, aparentemente, quedaría desprotegido una vez atacado. Un oso podía ser un enemigo formidable, toda aquella fuerza bruta lista para asestar un único golpe crítico.
Estaba rodeada de dos fuerzas bastante superiores a las suyas, pero intentó mantener la cabeza fría. El dragón tampoco parecía conforme con la nueva aparición, tal vez demasiado barbárica y amenazante como para poner en guardia a cualquiera. Había enviado una pequeña advertencia, desde donde se encontraba la joven parecía poner “Aléjate” sin duda una buena declaración de intenciones.
Intentó mediar entonces antes de que algo terminase en sangre. Las cosas podían ponerse muy feas de un segundo al siguiente.
- ¿Qué tal si antes de acercarte con un hacha en la mano y gritando de forma barbárica, te presentas y declaras tus intenciones? -Se acercó un par de pasos, decidida, con la espada danzando a su alrededor. -Tal vez comenzar un conflicto no se cuente entre tus intereses más cercanos. Si tienes hambre, seguro que podemos encontrar algo de comer para todos y tranquilizarnos al lado de una hoguera.
Miró al dragón, indecisa, desde luego no sabía si aquellos lagartos gigantes disfrutaban de una agradable conversación alrededor de un fuego, pero no tenía más remedio que al menos ofrecerlo. Cualquier movimiento extraño de aquel oso, terminaría en la espada volando en su dirección para ensartarlo en un punto vital. Mucha fuerza, sí, pero un objetivo grande y fácil de apuntar después de todo.
Dejó que se moviese tranquilo, sin hacer movimientos bruscos o extraños. Volvieron a aparecer letras en el suelo, la bruja las observó desde donde estaba.
- En efecto, esa misma arboleda debería de ser, al menos es lo que supongo. -Se quedó pensativa. -Espero al menos no haberme desviado demasiado.
El siguiente mensaje era más críptico, no aparentaba estar en peligro ni herido de ninguna forma. Buscó alrededor cualquier rastro de sangre, pero todo aparentaba estar bien.
Se sobresaltó un poco con el zarpazo del dragón para borrar el mensaje, pero se acercó de nuevo a leer el siguiente.
- Es un honor conocerle, señor Durvatyr. -Hizo de nuevo una pequeña reverencia sin quitarle la vista de encima. No parecía tener intenciones hostiles, pero nunca se era lo suficientemente precavida. Tan solo un pequeño descuido y podrías decirle adiós a todo. - Lamento mucho lo que le ha…
No terminó la frase, otro ser entró en el claro, esta vez un oso con un hacha en la mano. Este sí parecía tener intención de utilizar el arma. Aunque parecía también perdido, pero perdido en su propia red de pensamientos erráticos. Debido al tiempo empleado en la lectura de un mensaje simple y su forma de moverse, la bruja pensó que no estaba precisamente bien de la cabeza.
La espada de su espalda terminó de salir de su funda para dar vueltas en círculos alrededor de la hechicera. Estaría presta para cuando fuese necesaria. Aquel nuevo individuo todavía estaba lejos como para presentar una amenaza. Lo único que podía hacer desde la distancia sería lanzar el hacha y, aparentemente, quedaría desprotegido una vez atacado. Un oso podía ser un enemigo formidable, toda aquella fuerza bruta lista para asestar un único golpe crítico.
Estaba rodeada de dos fuerzas bastante superiores a las suyas, pero intentó mantener la cabeza fría. El dragón tampoco parecía conforme con la nueva aparición, tal vez demasiado barbárica y amenazante como para poner en guardia a cualquiera. Había enviado una pequeña advertencia, desde donde se encontraba la joven parecía poner “Aléjate” sin duda una buena declaración de intenciones.
Intentó mediar entonces antes de que algo terminase en sangre. Las cosas podían ponerse muy feas de un segundo al siguiente.
- ¿Qué tal si antes de acercarte con un hacha en la mano y gritando de forma barbárica, te presentas y declaras tus intenciones? -Se acercó un par de pasos, decidida, con la espada danzando a su alrededor. -Tal vez comenzar un conflicto no se cuente entre tus intereses más cercanos. Si tienes hambre, seguro que podemos encontrar algo de comer para todos y tranquilizarnos al lado de una hoguera.
Miró al dragón, indecisa, desde luego no sabía si aquellos lagartos gigantes disfrutaban de una agradable conversación alrededor de un fuego, pero no tenía más remedio que al menos ofrecerlo. Cualquier movimiento extraño de aquel oso, terminaría en la espada volando en su dirección para ensartarlo en un punto vital. Mucha fuerza, sí, pero un objetivo grande y fácil de apuntar después de todo.
Karen Engeld
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Re: Juramentos [Libre] [3/3]
Hubo movimiento a sus pies, y todo pensamiento de bajar la guardia abandonó su mente. Ofensiva, o del dragón o de la mujer. Instintivamente retrocedió, pero sus pies habían sido aprisionados. Perdió el equilibrio, pero con un certero golpe de hacha [1] logró romper la piedra que se había subido a sus piernas, entonces reajustando sus pies y afianzando su postura.
El enemigo utiliza magia. Y utiliza magia de tierra. Sus pisadas no estaban seguras, y estaba rodeado de ataques potenciales. Tenía que deshacerse de la fuente.
El dragón escribía en el suelo. Lo más probable es que fuese obra suya. Pero si la mujer era una bruja de tierra...
Estaba jodido. Eso supo cuando vio al arma de la mujer bailar en el aire. Si aquello tenía gran alcance, escapar no era una opción. Así que se dispuso a lanzarse a ofensiva máxima, apostando a deshacerse limpiamente de uno, y de que el otro no tuviese más trucos. Sus ojos brincaban de uno al otro, su boca casi mostraba sus dientes. Su mente y sus instintos de batalla trabajaban para sacarlo de ahí vivo, y si no le hacía mucho caso a la ética, con un par de días de alimento en la espalda.
Entonces percibió movimiento en el suelo. Un mensaje, no un ataque.
"Aléjate".
Volvió su vista al dragón, cuyo lenguaje corporal gritaba hostilidad. Hostilidad calculada, fría y virulenta, no la hostilidad primitiva de un animal en peligro. Exhaló.
Entonces se acercó a Naharu la mujer, un par de pasos, la espada dando vueltas, anunciando sus capacidades y el peligro que significaba. Clavó sus ojos negros en esta.
—Las bestias no buscan nombres —Ajustó el peso de su cuerpo, enderezando la espalda y abandonando una posición de combate. Las palabras de la mujer no traían amenazas— Pero veo que aquí no hay bestias. —ojeó al dragón.
"Tú sí que eres un bestia". Se le vino a la mente una idea de lo que el hombre perro diría si escuchara eso. Ante ese pensamiento suspiró. Bajó el arma, pero no la soltó.
Al escuchar las siguientes palabras de la bruja, le clavó una mirada cargada de duda, asombro y alguito de miedo. ¿Cómo habría sabido que Naharu venía por comida? "¿Leerá mentes?" pensó.
"¿...Estás leyendo mi mente ahora?" pensó.
..Eh, Naharu, n-
"Tomate. Patada. ¡Te voy a clavar el hacha en el cuello! Bosque. Pelo. Azul. Risa." pensó.
C-creo que Naharu intentaba confundirla pensando en cosas distintas.
No funcionó.
Obviamente.
—Venía en busca de alimento, sí. —afirmó con voz firme. Sus ojos brincaban de vez en cuando al dragón cercano, pues no le veía tanta hospitalidad como a la bruja— Aceptaré la propuesta, ya que todo está en orden. Soy Naharu. —Asintió.
...Naharu seguía decepcionado por no poder comerse al dragón.
[1] Uso de la habilidad "Desamparo".
El enemigo utiliza magia. Y utiliza magia de tierra. Sus pisadas no estaban seguras, y estaba rodeado de ataques potenciales. Tenía que deshacerse de la fuente.
El dragón escribía en el suelo. Lo más probable es que fuese obra suya. Pero si la mujer era una bruja de tierra...
Estaba jodido. Eso supo cuando vio al arma de la mujer bailar en el aire. Si aquello tenía gran alcance, escapar no era una opción. Así que se dispuso a lanzarse a ofensiva máxima, apostando a deshacerse limpiamente de uno, y de que el otro no tuviese más trucos. Sus ojos brincaban de uno al otro, su boca casi mostraba sus dientes. Su mente y sus instintos de batalla trabajaban para sacarlo de ahí vivo, y si no le hacía mucho caso a la ética, con un par de días de alimento en la espalda.
Entonces percibió movimiento en el suelo. Un mensaje, no un ataque.
"Aléjate".
Volvió su vista al dragón, cuyo lenguaje corporal gritaba hostilidad. Hostilidad calculada, fría y virulenta, no la hostilidad primitiva de un animal en peligro. Exhaló.
Entonces se acercó a Naharu la mujer, un par de pasos, la espada dando vueltas, anunciando sus capacidades y el peligro que significaba. Clavó sus ojos negros en esta.
—Las bestias no buscan nombres —Ajustó el peso de su cuerpo, enderezando la espalda y abandonando una posición de combate. Las palabras de la mujer no traían amenazas— Pero veo que aquí no hay bestias. —ojeó al dragón.
"Tú sí que eres un bestia". Se le vino a la mente una idea de lo que el hombre perro diría si escuchara eso. Ante ese pensamiento suspiró. Bajó el arma, pero no la soltó.
Al escuchar las siguientes palabras de la bruja, le clavó una mirada cargada de duda, asombro y alguito de miedo. ¿Cómo habría sabido que Naharu venía por comida? "¿Leerá mentes?" pensó.
"¿...Estás leyendo mi mente ahora?" pensó.
..Eh, Naharu, n-
"Tomate. Patada. ¡Te voy a clavar el hacha en el cuello! Bosque. Pelo. Azul. Risa." pensó.
C-creo que Naharu intentaba confundirla pensando en cosas distintas.
No funcionó.
Obviamente.
—Venía en busca de alimento, sí. —afirmó con voz firme. Sus ojos brincaban de vez en cuando al dragón cercano, pues no le veía tanta hospitalidad como a la bruja— Aceptaré la propuesta, ya que todo está en orden. Soy Naharu. —Asintió.
...Naharu seguía decepcionado por no poder comerse al dragón.
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[1] Uso de la habilidad "Desamparo".
Naharu
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La joven bruja era educada. Mostraba el debido respeto, o al menos, parecía intentarlo. Había cortesías que no había tomado, observó el dragón, como el presentarse después del otro. Sin embargo, la intención era evidente. Hacía lo suficiente para ls circunstancias en las que estaban.
Mucho más de lo que podía decirse del salvaje. Sin embargo, la joven pareció mantener la calma, para mayor interés del alado. Tenia sus armas, y hablaba con confianza, pese al peligro que el úrsido pudiese resultar. "Alguien civilizado." juzgó Durvatyr. "Pero con poca cautela." añadió a sus pensamientos. ¿Era algún tipo de costumbre suya el ofrecer comida a sus posibles enemigos? ¿A los que acababa de conocer?
Sin embargo, el salvaje aceptó la propuesta. Durvatyr resopló. Al parecer tenía nombre. Quizás significase algo en uno de los idiomas primitivos. Probablemente algo similar a "Cazador con hacha", a juzgar por todos los talentos que parecía tener. El dragón se reprimió mentalmente. ¿Estaba juzgando demasiado rápido? Se tranquilizó, observando a ambos. Su turno para hablar.
-Faar Lom.- gruñó, usando la roca de nuevo. Las piedras a su alrededor se movieron para formar un mensaje a la vista de los dos recién llegados.
"No voy a comer junto a desconocidos. La confianza es un lujo."
Uno que, viendo los acontecimientos recientes, tardaría en volver a permitirse. Pero podía conversar, incluso si tenía que recurrir a algo tan incómodo como era el escribir en tierra. O al menos, podía conversar con la bruja. "Naharu" parecía ser algo lento para leer. Miró a la joven.
-Dol.- dijo de nuevo.
"No lo entenderá todo. Sé mi voz y repite lo que lees, y te daré comida que ofrecerle."
No pensaba por un segundo que realmente planease comer con él. Era más similar a lanzarle un trozo de carne a un depredador para que no le atacase. Una forma de lidiar con criaturas que había resultado eficaz. El trato en si era justo. Comida y palabras, ambas formas de tratar con el úrsido. Lo encontró apropiado.
-Faar.- repitió. Y esta vez, las piedras del mensaje anterior se acercaron, formando un círculo de rocas. Una base para la hoguera de la joven. A continuación, escribió otro mensaje en la tierra.
"Esperad aquí."
Y con eso, alzó las alas y despegó. Había ahuyentado a toda criatura cercana, después de todo. Tendría que alejarse si quería encontrar algo.
Durante su vuelo, el dragón se cuestionó sus propias acciones. ¿Que estaba haciendo? Podía ir a cualquier parte. Quedarse a hablar con aquella pareja era perder el tiempo. Tenía otras cosas que hacer.
Pero la cuestión no era el qué, sino el como. Pensó una vez más. Quizás podía aprovechar lo que tenía a su alcance. Durvatyr conocía los juegos de estrategia humanos. Uno de sus favoritos era el ajedrez. Un tablero limitado, pero a su vez con infinitas posibilidades, con un concepto conocido para los hombres. Una guerra.
En cierto modo, estaba en una situación similar a ese mismo juego. El rey era una pieza vulnerable, como él lo estaba en esos momentos. Necesitaba manejar el resto de piezas para conseguir su objetivo. Los peones podían ser piezas débiles y limitadas, pero incluso un peón podía matar a una reina, si estaba en la posición adecuada.
La diferencia era que el juego no acababa matando al rey enemigo. No, aquello era más complejo. Si bien ese tipo de victoria era el primer objetivo, tendría que reconstruir después.
Estaba yendo demasiado lejos. Si quería jugar, lo primero era conseguir sus piezas. Podía obtenerlas allí. Tanto Naharu como la joven bruja eran buenos candidatos... Tenían puntos fuertes y débiles. Los del oso eran algo simples, pero aún así destacables: era fuerte. Lo suficiente como para romper piedra que había creado con un sólo golpe, y podía manejar el hacha lo suficiente como para no perder su pie en el proceso. Podía usar aquello. Por otra parte, la bruja parecía tener alcance. Usaba una forma más refinada de la telekinesis, incluso si la aplicaba a una herramienta tan mundana como lo eran las espadas.
Dos piezas a tener en cuenta, y lo suficiente como para querer mantenerlas de su lado.
Durvatyr notó algo de movimiento entre los árboles. Un ciervo. Lo suficientemente grande como para servir. Gritó las palabras más apropiadas en ese momento.
-¡Dol Vaun!-
La tierra que el ciervo pisaba se lanzó contra este, tomándolo por sorpresa. Intentó huir, pero la tierra frente a él también estaba afectada. No hizo mayor daño, pero el temblor consiguió que perdiese el equilibrio y se quedase en el suelo el tiempo suficiente, mientras el dragón se lanzaba en picado hacia él.
-¡Faar Quarn!- vociferó, y la roca bajo el ciervo se lanzó en forma de estacas. Atravesó su cuerpo sin dificultad en múltiples partes, matándolo casi al instante. El dragón lo tomó entre sus garras y lo alzó en su vuelo, llevándolo de vuelta al claro.
En cuestión de minutos, dejó el animal en el suelo. Con un último "Faar", los restos de roca salieron de sus heridas por completo, dejando una presa limpia... salvo por la sangre.
Mucho más de lo que podía decirse del salvaje. Sin embargo, la joven pareció mantener la calma, para mayor interés del alado. Tenia sus armas, y hablaba con confianza, pese al peligro que el úrsido pudiese resultar. "Alguien civilizado." juzgó Durvatyr. "Pero con poca cautela." añadió a sus pensamientos. ¿Era algún tipo de costumbre suya el ofrecer comida a sus posibles enemigos? ¿A los que acababa de conocer?
Sin embargo, el salvaje aceptó la propuesta. Durvatyr resopló. Al parecer tenía nombre. Quizás significase algo en uno de los idiomas primitivos. Probablemente algo similar a "Cazador con hacha", a juzgar por todos los talentos que parecía tener. El dragón se reprimió mentalmente. ¿Estaba juzgando demasiado rápido? Se tranquilizó, observando a ambos. Su turno para hablar.
-Faar Lom.- gruñó, usando la roca de nuevo. Las piedras a su alrededor se movieron para formar un mensaje a la vista de los dos recién llegados.
"No voy a comer junto a desconocidos. La confianza es un lujo."
Uno que, viendo los acontecimientos recientes, tardaría en volver a permitirse. Pero podía conversar, incluso si tenía que recurrir a algo tan incómodo como era el escribir en tierra. O al menos, podía conversar con la bruja. "Naharu" parecía ser algo lento para leer. Miró a la joven.
-Dol.- dijo de nuevo.
"No lo entenderá todo. Sé mi voz y repite lo que lees, y te daré comida que ofrecerle."
No pensaba por un segundo que realmente planease comer con él. Era más similar a lanzarle un trozo de carne a un depredador para que no le atacase. Una forma de lidiar con criaturas que había resultado eficaz. El trato en si era justo. Comida y palabras, ambas formas de tratar con el úrsido. Lo encontró apropiado.
-Faar.- repitió. Y esta vez, las piedras del mensaje anterior se acercaron, formando un círculo de rocas. Una base para la hoguera de la joven. A continuación, escribió otro mensaje en la tierra.
"Esperad aquí."
Y con eso, alzó las alas y despegó. Había ahuyentado a toda criatura cercana, después de todo. Tendría que alejarse si quería encontrar algo.
Durante su vuelo, el dragón se cuestionó sus propias acciones. ¿Que estaba haciendo? Podía ir a cualquier parte. Quedarse a hablar con aquella pareja era perder el tiempo. Tenía otras cosas que hacer.
Pero la cuestión no era el qué, sino el como. Pensó una vez más. Quizás podía aprovechar lo que tenía a su alcance. Durvatyr conocía los juegos de estrategia humanos. Uno de sus favoritos era el ajedrez. Un tablero limitado, pero a su vez con infinitas posibilidades, con un concepto conocido para los hombres. Una guerra.
En cierto modo, estaba en una situación similar a ese mismo juego. El rey era una pieza vulnerable, como él lo estaba en esos momentos. Necesitaba manejar el resto de piezas para conseguir su objetivo. Los peones podían ser piezas débiles y limitadas, pero incluso un peón podía matar a una reina, si estaba en la posición adecuada.
La diferencia era que el juego no acababa matando al rey enemigo. No, aquello era más complejo. Si bien ese tipo de victoria era el primer objetivo, tendría que reconstruir después.
Estaba yendo demasiado lejos. Si quería jugar, lo primero era conseguir sus piezas. Podía obtenerlas allí. Tanto Naharu como la joven bruja eran buenos candidatos... Tenían puntos fuertes y débiles. Los del oso eran algo simples, pero aún así destacables: era fuerte. Lo suficiente como para romper piedra que había creado con un sólo golpe, y podía manejar el hacha lo suficiente como para no perder su pie en el proceso. Podía usar aquello. Por otra parte, la bruja parecía tener alcance. Usaba una forma más refinada de la telekinesis, incluso si la aplicaba a una herramienta tan mundana como lo eran las espadas.
Dos piezas a tener en cuenta, y lo suficiente como para querer mantenerlas de su lado.
Durvatyr notó algo de movimiento entre los árboles. Un ciervo. Lo suficientemente grande como para servir. Gritó las palabras más apropiadas en ese momento.
-¡Dol Vaun!-
La tierra que el ciervo pisaba se lanzó contra este, tomándolo por sorpresa. Intentó huir, pero la tierra frente a él también estaba afectada. No hizo mayor daño, pero el temblor consiguió que perdiese el equilibrio y se quedase en el suelo el tiempo suficiente, mientras el dragón se lanzaba en picado hacia él.
-¡Faar Quarn!- vociferó, y la roca bajo el ciervo se lanzó en forma de estacas. Atravesó su cuerpo sin dificultad en múltiples partes, matándolo casi al instante. El dragón lo tomó entre sus garras y lo alzó en su vuelo, llevándolo de vuelta al claro.
En cuestión de minutos, dejó el animal en el suelo. Con un último "Faar", los restos de roca salieron de sus heridas por completo, dejando una presa limpia... salvo por la sangre.
Durvatyr
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La bruja respiró con alivio al escuchar que el oso venía en busca de alimento. Lo único que había pensado al ver un oso entrar en un claro es que buscaba comida ¿qué más buscaría un ser grande como aquel con un hacha si no era alimento? Que fuera lo suficientemente estúpido como para intentar comerse un dragón ya era otra historia, o tal vez tan solo estuviera de paso hacia algún lugar de caza y se topó con ellos por descuido. Se decidió por la última suposición, no quería subestimar a las personas que acababa de conocer, era un gran error de base.
Por su parte el dragón escribió en el suelo que no pensaba comer con desconocidos. Tenía bastante sentido ese tipo de desconfianza. Suspiró de nuevo “En buena compañía te has metido esta vez...” Un par de seres raritos, cada uno con sus propias peculiaridades, un oso barbárico y un dragón exquisito con las gentes que le rodean. Tal vez incluso odia a los humanos, o tal vez a todas las criaturas por igual.
La siguiente frase escrita sobre la tierra le decía que fuese su voz. “No soy la única que tiene dudas sobre las capacidades mentales de ese bruto.” Asintió con la cabeza. Tras dejar un nuevo mensaje sobre la tierra el dragón se esfumó de un salto.
- Ha dicho que esperemos aquí. Volverá con algo de comida. -Hizo una reverencia al oso y se dio media vuelta.
Karen se dedicó entonces a hacer volar las ramitas que encontraba por los alrededores y amontonándolas en círculo entre algunas piedras. No sabía si aquel oso comería carne cruda o asada, pero no estaba de más prepararse por si acaso. El dragón no tardó en volver con un ciervo entre las garras que posó en el suelo junto a la hoguera improvisada de la bruja.
Acercó entonces un tronco pequeño y se sentó sobre él, observando los movimientos del úrsido. No pensaba tomar parte en la forma que tendría aquel animal de comerse el venado. Abrió su propia bolsa y sacó un poco de pan y queso del interior que mordisqueaba distraída.
- Gracias por vuestra ayuda señor Durvatyr. Me fascina que no hayáis tardado en capturar esa presa. -Se giró hacia él. -Esperaba poder conversar tranquilamente antes de… Eso. -Señaló con la cabeza. Acto seguido sacó la pluma y se dispuso a escribir.
“Usualmente no suelo compartir ni hoguera ni comida con desconocidos, en cambio, parecía la única solución pacífica para todos. Tal vez se vaya después de comer o nos sorprenda con una inteligencia escondida tras sus actos. Igualmente tampoco os conozco a vos, por lo que si me disculpáis me guardaré cualquier tipo de información personal en estos momentos. De todas formas os agradezco el tiempo invertido en todo esto.
No puedo evitar pensar que estáis tan perdido como yo en estos parajes. Por esto os ofrezco una pequeña asociación en pos de encontrar un camino que nos lleve a ambos en las direcciones que requerimos para continuar nuestro viaje.”
Arrancó la hoja del cuaderno y mediante telekinesis la llevó revoloteando ante uno de los ojos de Durvatyr. Intentó escribir lo más grande posible, esperaba que pudiese leerlo sin mucho esfuerzo.
Mientras, se giró hacia el oso.
- Espero que la comida sea de tu agrado, Naharu. Siéntete libre de cocinarla en la hoguera si es de tu gusto. -Le sonrió, sabía que no estaba siendo completamente justa con él, pero tampoco podía hacer mucho más dada su forma agresiva de presentarse.
Sin duda estaba siendo uno de los días más raros que tuvo en los últimos tiempos.
Por su parte el dragón escribió en el suelo que no pensaba comer con desconocidos. Tenía bastante sentido ese tipo de desconfianza. Suspiró de nuevo “En buena compañía te has metido esta vez...” Un par de seres raritos, cada uno con sus propias peculiaridades, un oso barbárico y un dragón exquisito con las gentes que le rodean. Tal vez incluso odia a los humanos, o tal vez a todas las criaturas por igual.
La siguiente frase escrita sobre la tierra le decía que fuese su voz. “No soy la única que tiene dudas sobre las capacidades mentales de ese bruto.” Asintió con la cabeza. Tras dejar un nuevo mensaje sobre la tierra el dragón se esfumó de un salto.
- Ha dicho que esperemos aquí. Volverá con algo de comida. -Hizo una reverencia al oso y se dio media vuelta.
Karen se dedicó entonces a hacer volar las ramitas que encontraba por los alrededores y amontonándolas en círculo entre algunas piedras. No sabía si aquel oso comería carne cruda o asada, pero no estaba de más prepararse por si acaso. El dragón no tardó en volver con un ciervo entre las garras que posó en el suelo junto a la hoguera improvisada de la bruja.
Acercó entonces un tronco pequeño y se sentó sobre él, observando los movimientos del úrsido. No pensaba tomar parte en la forma que tendría aquel animal de comerse el venado. Abrió su propia bolsa y sacó un poco de pan y queso del interior que mordisqueaba distraída.
- Gracias por vuestra ayuda señor Durvatyr. Me fascina que no hayáis tardado en capturar esa presa. -Se giró hacia él. -Esperaba poder conversar tranquilamente antes de… Eso. -Señaló con la cabeza. Acto seguido sacó la pluma y se dispuso a escribir.
“Usualmente no suelo compartir ni hoguera ni comida con desconocidos, en cambio, parecía la única solución pacífica para todos. Tal vez se vaya después de comer o nos sorprenda con una inteligencia escondida tras sus actos. Igualmente tampoco os conozco a vos, por lo que si me disculpáis me guardaré cualquier tipo de información personal en estos momentos. De todas formas os agradezco el tiempo invertido en todo esto.
No puedo evitar pensar que estáis tan perdido como yo en estos parajes. Por esto os ofrezco una pequeña asociación en pos de encontrar un camino que nos lleve a ambos en las direcciones que requerimos para continuar nuestro viaje.”
Arrancó la hoja del cuaderno y mediante telekinesis la llevó revoloteando ante uno de los ojos de Durvatyr. Intentó escribir lo más grande posible, esperaba que pudiese leerlo sin mucho esfuerzo.
Mientras, se giró hacia el oso.
- Espero que la comida sea de tu agrado, Naharu. Siéntete libre de cocinarla en la hoguera si es de tu gusto. -Le sonrió, sabía que no estaba siendo completamente justa con él, pero tampoco podía hacer mucho más dada su forma agresiva de presentarse.
Sin duda estaba siendo uno de los días más raros que tuvo en los últimos tiempos.
Karen Engeld
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Re: Juramentos [Libre] [3/3]
Tras más tiempo de lo que debería tardar, Naharu leyó la primera mitad del mensaje que apareció en la tierra. El dragón se había negado a acompañarlos, pero sus razones eran comprensibles. El úrsido sabía lo poco práctico que es aceptar comida de extraños, mucho más aquellos con una primera impresión como la que tuvieron ellos.
Otro mensaje. De este, sólo logró leer las primeras palabras, pues seguidamente las piedras que lo conformaban se movieron, haciendo un círculo.
"No lo entenderá"
Naharu se hacía una idea general de lo que quería decir, pero un nuevo mensaje, y que el dragón alzara vuelo le hicieron poner a trabajar demás la cabeza, pero rápidamente fue contestado por la bruja, aún sin despegar sus ojos del ser alado.
Efectivamente, un intérprete haría la comunicación mucho más sencilla.
"...Debo practicar mi lectura." pensó, motivado y a la vez divertido por la situación en la que se encontraba, digna de un ejemplo poco creíble de "situación en la intemperie que requeriría de una buena capacidad de lectura".
Dudó un poco antes de asentir a las palabras de la bruja, poco acostumbrado a sus gestos de respeto, e inmediatamente después se encontró sin nada que hacer, mientras esperaba.
De vez en cuando lanzaba vistazos alrededor, intentando percibir señales del dragón, puede que algo impaciente. Entonces se dio cuenta de lo que hacía la bruja, y su atención se enfocó en las ramitas que flotaban por el aire. Su curiosidad por la magia había crecido con las explicaciones de Daregan, y empezó a buscar sentido a cada acción en que el éter estuviese involucrado.
Aquí, por ejemplo, pensó de qué forma interactuaría el éter con las ramitas, como para hacerlas flotar.
"¿La cubrirá, como una bolsa, o es algo distinto? ¿Aplicará presión a su alrededor, como una mano?" pensaba las posibilidades, y formulaba más preguntas que hacerle después al hombre perro. O, si esta reunión salía bien, a la misma bruja.
Sólo cuando dejó de moverse la madera se dio cuenta de que simplemente se había quedado ahí parado, observando todo el proceso.
—¿Qué fue a hacer el dragón? —preguntó simplemente.
Percibió entonces al mencionado dragón, que volvió al claro junto con el cuerpo de un ciervo. Su respuesta había sido respondida.
La mujer buscó un "asiento", y reaccionó haciendo lo mismo, recordaba haber visto un árbol caído a unos cuantos metros del claro.
Marchó hacia el lugar, y entonces un par de golpes secos resonaron por el área, tras los que el oso volvió con un tronco corto sobre el hombro. Lo dejó cerca de la fogata, con cuidado de no levantar polvo, y procedió a tomar asiento tras verificar que no rodaría al aplicarle peso.
Observó al animal. Sus heridas no eran aquellas de garras ni dientes, sino ataques punzantes, directos y eficaces. El dragón no usaba su cuerpo para cazar, sino su magia. Era un detalle a tener en cuenta.
Volvió su mirada al dragón... a Durvatyr, según lo había nombrado la bruja, y devolvió su mirada al ciervo. Entonces a la bruja, y al pan que comía. Se disponía a preguntar si ella también comería del ciervo, pero calló al escuchar sus palabras, y levantó una ceja en su lugar.
Vio entonces cómo la mujer sacó una pluma, y empezó a trazar con ella en un cuaderno que traía.
"¿Un dibujo, quizás?" pensó, al ver que pasó cierto tiempo en esa tarea.
Arrancó la hoja y la llevó a Durvatyr. Era entonces, presumiblemente, un mensaje que no quería que Naharu escuchara.
—Su privacidad no es mi asunto, y que vaya a comer por el esfuerzo de otros ya es suficiente para callar quejas. Pero la comida gratis dice algo distinto a los secretos no disimulados. "Eso" puede retirarse, si no es bienvenido. —Declaró con voz firme, pero sin hostilidad en su rostro.
Si interrumpió algo, pensaba que lo justo es dejar de importunar. Creyó que no era el caso, por las primeras palabras de la bruja, pero no terminaba de estar cómodo.
Puede que tuviese que ver con que Durvatyr pareciera querer lanzarlo por un acantilado, y que hasta hace un rato pensaba que se había metido en una situación de vida o muerte.
Otro mensaje. De este, sólo logró leer las primeras palabras, pues seguidamente las piedras que lo conformaban se movieron, haciendo un círculo.
"No lo entenderá"
Naharu se hacía una idea general de lo que quería decir, pero un nuevo mensaje, y que el dragón alzara vuelo le hicieron poner a trabajar demás la cabeza, pero rápidamente fue contestado por la bruja, aún sin despegar sus ojos del ser alado.
Efectivamente, un intérprete haría la comunicación mucho más sencilla.
"...Debo practicar mi lectura." pensó, motivado y a la vez divertido por la situación en la que se encontraba, digna de un ejemplo poco creíble de "situación en la intemperie que requeriría de una buena capacidad de lectura".
Dudó un poco antes de asentir a las palabras de la bruja, poco acostumbrado a sus gestos de respeto, e inmediatamente después se encontró sin nada que hacer, mientras esperaba.
De vez en cuando lanzaba vistazos alrededor, intentando percibir señales del dragón, puede que algo impaciente. Entonces se dio cuenta de lo que hacía la bruja, y su atención se enfocó en las ramitas que flotaban por el aire. Su curiosidad por la magia había crecido con las explicaciones de Daregan, y empezó a buscar sentido a cada acción en que el éter estuviese involucrado.
Aquí, por ejemplo, pensó de qué forma interactuaría el éter con las ramitas, como para hacerlas flotar.
"¿La cubrirá, como una bolsa, o es algo distinto? ¿Aplicará presión a su alrededor, como una mano?" pensaba las posibilidades, y formulaba más preguntas que hacerle después al hombre perro. O, si esta reunión salía bien, a la misma bruja.
Sólo cuando dejó de moverse la madera se dio cuenta de que simplemente se había quedado ahí parado, observando todo el proceso.
—¿Qué fue a hacer el dragón? —preguntó simplemente.
Percibió entonces al mencionado dragón, que volvió al claro junto con el cuerpo de un ciervo. Su respuesta había sido respondida.
La mujer buscó un "asiento", y reaccionó haciendo lo mismo, recordaba haber visto un árbol caído a unos cuantos metros del claro.
Marchó hacia el lugar, y entonces un par de golpes secos resonaron por el área, tras los que el oso volvió con un tronco corto sobre el hombro. Lo dejó cerca de la fogata, con cuidado de no levantar polvo, y procedió a tomar asiento tras verificar que no rodaría al aplicarle peso.
Observó al animal. Sus heridas no eran aquellas de garras ni dientes, sino ataques punzantes, directos y eficaces. El dragón no usaba su cuerpo para cazar, sino su magia. Era un detalle a tener en cuenta.
Volvió su mirada al dragón... a Durvatyr, según lo había nombrado la bruja, y devolvió su mirada al ciervo. Entonces a la bruja, y al pan que comía. Se disponía a preguntar si ella también comería del ciervo, pero calló al escuchar sus palabras, y levantó una ceja en su lugar.
Vio entonces cómo la mujer sacó una pluma, y empezó a trazar con ella en un cuaderno que traía.
"¿Un dibujo, quizás?" pensó, al ver que pasó cierto tiempo en esa tarea.
Arrancó la hoja y la llevó a Durvatyr. Era entonces, presumiblemente, un mensaje que no quería que Naharu escuchara.
—Su privacidad no es mi asunto, y que vaya a comer por el esfuerzo de otros ya es suficiente para callar quejas. Pero la comida gratis dice algo distinto a los secretos no disimulados. "Eso" puede retirarse, si no es bienvenido. —Declaró con voz firme, pero sin hostilidad en su rostro.
Si interrumpió algo, pensaba que lo justo es dejar de importunar. Creyó que no era el caso, por las primeras palabras de la bruja, pero no terminaba de estar cómodo.
Puede que tuviese que ver con que Durvatyr pareciera querer lanzarlo por un acantilado, y que hasta hace un rato pensaba que se había metido en una situación de vida o muerte.
Naharu
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Re: Juramentos [Libre] [3/3]
No respondió ante el agradecimiento de la bruja, más que con un ligero movimiento de cabeza. A juzgar por el mensaje que comenzó a escribir, parecía ser consciente del potencial peligro que representaba el úrsido. Proponía una alianza, temporalmente.
Un buen comienzo. En su estado, y por mucho que odiaba admitirlo, no tenía mucho.
Por otra parte, el oso pareció más inteligente de lo que había juzgado en un principio. Lo suficiente para darse cuenta del mensaje estaba hecho para que no lo leyese. El dragón exhaló, ligeramente más interesado. Con una de sus garras, atrapó el papel que le había entregado la chica, para después ponerlo al alcance del oso.
-Dol.- dijo. La tierra tembló ligeramente al moverse, formando otro mensaje a la vista de ambos. Más bien un símbolo: el oso tenía dificultades para leer, pero no parecía completamente incapaz de ello. Si quería, podría leerlo.
"Debo volver a Dundarak. Pero no puedo depender solo de volar."
No iba a admitirlo, pero su cuerpo estaba debilitado. Lo notaba. Sus alas se cansarían tras una hora de vuelo, quizás menos. Le habían despojado de más de lo que había pensado. En aquel estado, sobrevivir sería una preocupación.
Era casi como un mortal cualquiera.
No estaba seguro de que hacer al respecto. Con piezas o sin ellas, era vulnerable. Solo había algo que le hiciese moverse hacia Dundarak en esos momentos: la idea de que quizás hubiese alguien entre sus antiguos sirvientes que no fuese una rata traicionera.
No podía jugar sin saber de qué disponía primero, después de todo. Repitió su palabra de poder una vez más, grabando otro mensaje.
"Si puedes escoltarnos hasta un camino o una salida de este bosque, puedo ofrecerte más presas a cambio."
Salvaje o no, era posible que conociese aquel bosque más que el dragón o la joven bruja, lo que le recordó algo más. Escribió otro mensaje, esta vez dirigido a la última.
"Tanto yo como Naharu hemos compartido nuestros nombres. Si de verdad quieres un pacto, lo justo es ofrecer el tuyo."
Durvatyr se acomodó ligeramente, dándole tiempo al oso para leer todo lo que necesitase y devorar la comida que había traído. Podía permitirse algo de paciencia. Su cuerpo le pedía descanso, y su mente también. Hacía mucho que no notaba algo así.
Lo odiaba.
Por cansado que estuviese, el odio aún seguía firme en su corazón. Toda aquella situación era irreal. Impensable. Pero aquello no era ningún sueño. Aquella traición había sido tan verdadera como la misma tierra.
Iba a tener que pensar bien que iba a hacer. Se inspeccionó mentalmente. Incluso si la mayoría de su magia se había ido, quizás hubiese algo que desconociese. Se concentró, cerrando los ojos. Y notó algo. Algo que casi le hizo saltar. Esbozó una mueca de repugnancia.
Tenía una forma humana. Era casi un insulto. Jamás la había considerado, ni por un instante. Había desaparecido de su mente hacía más de un siglo, y ahora... tenía la posibilidad. Si se forzaba, estaba seguro de que podía adoptar aquel disfraz. Gruñó, aún asqueado. Ni siquiera sabía que aspecto tendría de hacerlo. No. Sacó la posibilidad de su mente, tratando de hacer como que jamás había tenido ese pensamiento en primer lugar. Jamás recurriría a aquello.
Un buen comienzo. En su estado, y por mucho que odiaba admitirlo, no tenía mucho.
Por otra parte, el oso pareció más inteligente de lo que había juzgado en un principio. Lo suficiente para darse cuenta del mensaje estaba hecho para que no lo leyese. El dragón exhaló, ligeramente más interesado. Con una de sus garras, atrapó el papel que le había entregado la chica, para después ponerlo al alcance del oso.
-Dol.- dijo. La tierra tembló ligeramente al moverse, formando otro mensaje a la vista de ambos. Más bien un símbolo: el oso tenía dificultades para leer, pero no parecía completamente incapaz de ello. Si quería, podría leerlo.
"Debo volver a Dundarak. Pero no puedo depender solo de volar."
No iba a admitirlo, pero su cuerpo estaba debilitado. Lo notaba. Sus alas se cansarían tras una hora de vuelo, quizás menos. Le habían despojado de más de lo que había pensado. En aquel estado, sobrevivir sería una preocupación.
Era casi como un mortal cualquiera.
No estaba seguro de que hacer al respecto. Con piezas o sin ellas, era vulnerable. Solo había algo que le hiciese moverse hacia Dundarak en esos momentos: la idea de que quizás hubiese alguien entre sus antiguos sirvientes que no fuese una rata traicionera.
No podía jugar sin saber de qué disponía primero, después de todo. Repitió su palabra de poder una vez más, grabando otro mensaje.
"Si puedes escoltarnos hasta un camino o una salida de este bosque, puedo ofrecerte más presas a cambio."
Salvaje o no, era posible que conociese aquel bosque más que el dragón o la joven bruja, lo que le recordó algo más. Escribió otro mensaje, esta vez dirigido a la última.
"Tanto yo como Naharu hemos compartido nuestros nombres. Si de verdad quieres un pacto, lo justo es ofrecer el tuyo."
Durvatyr se acomodó ligeramente, dándole tiempo al oso para leer todo lo que necesitase y devorar la comida que había traído. Podía permitirse algo de paciencia. Su cuerpo le pedía descanso, y su mente también. Hacía mucho que no notaba algo así.
Lo odiaba.
Por cansado que estuviese, el odio aún seguía firme en su corazón. Toda aquella situación era irreal. Impensable. Pero aquello no era ningún sueño. Aquella traición había sido tan verdadera como la misma tierra.
Iba a tener que pensar bien que iba a hacer. Se inspeccionó mentalmente. Incluso si la mayoría de su magia se había ido, quizás hubiese algo que desconociese. Se concentró, cerrando los ojos. Y notó algo. Algo que casi le hizo saltar. Esbozó una mueca de repugnancia.
Tenía una forma humana. Era casi un insulto. Jamás la había considerado, ni por un instante. Había desaparecido de su mente hacía más de un siglo, y ahora... tenía la posibilidad. Si se forzaba, estaba seguro de que podía adoptar aquel disfraz. Gruñó, aún asqueado. Ni siquiera sabía que aspecto tendría de hacerlo. No. Sacó la posibilidad de su mente, tratando de hacer como que jamás había tenido ese pensamiento en primer lugar. Jamás recurriría a aquello.
Durvatyr
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Re: Juramentos [Libre] [3/3]
Aquel oso parecía haberse percatado de que desconfiaban de él, puesto que intentaba marcharse pacíficamente. La joven bruja se relajó entonces. No solo era inteligente, si no que también parecía amable o al menos con un poco de sentido común para irse de un lugar en el que no era bienvenido y en el que a priori estaba en desventaja táctica. No obstante la bruja comenzó a desconfiar también del dragón, sobretodo cuando le tendió el mensaje que ella había escrito para él. Si bien es cierto que si quería una alianza la mejor forma de hacerlo era evitando tener secretos entre alguna de sus partes.
Repentinamente se sentía mal por Naharu, no es un sentimiento precisamente placentero el no sentirse bienvenido en un lugar. Sobretodo cuando todos parecíamos tener más o menos el mismo problema. Aunque tal como había dicho el dragón, era posible que aquel hombre-bestia conociese la salida del bosque, sería de gran ayuda. Asintió y se quedó un poco al margen. No sin antes disculparse con Naharu con un movimiento de la cabeza.
Por otro lado… Aparte de que todos compartían el mismo problema, nada parecía unirlos personalmente. No parecían malas personas, pero ofrecerles su nombre así como si nada sería arriesgado. No sabía qué clase de alianzas podían tener cada uno de ellos.
- Mi nombre es Helen Royland, encantada de conoceros. -Hizo una pequeña reverencia para que, en caso de que fuesen astutos, no leyesen la mentira en su rostro. -Espero que podamos llevar esta pequeña alianza lo más lejos posible de este sitio y encontrar la salida. - Miró hacia el oso. -Disculpa mis pobres modales de antes. Debo admitir que estaba asustada. Pareces tremendamente poderoso, no me gustaría tenerte como enemigo.
La joven bruja se acercó a él y le tendió la mano. - No volverá a ocurrir.
Se quedó finalmente a unos pasos de distancia, un poco apartada del dragón y el oso, consciente de que era la que menos tenía para aportar en aquellos momentos. Era la que estaba perdida y la que menos habilidades tenía para la caza. Básicamente estaba casi como la típica campesina en apuros que necesitaba ayuda y no tenía nada con qué compensar. Se sentía un poco fuera de lugar, pero intentó pensar que tras ayudar tanta gente en el mismo estado en que se encontraba ella ahora, podía permitirse ser rescatada alguna que otra vez por un grupo de desconocidos.
Suspiró y se volvió a acercar, no tenía muy claro si el hombre-bestia conseguiría leer por completo los mensajes del dragón sin confundir ninguna palabra y que terminaran todos en medio del bosque de Midgard por error.
Repentinamente se sentía mal por Naharu, no es un sentimiento precisamente placentero el no sentirse bienvenido en un lugar. Sobretodo cuando todos parecíamos tener más o menos el mismo problema. Aunque tal como había dicho el dragón, era posible que aquel hombre-bestia conociese la salida del bosque, sería de gran ayuda. Asintió y se quedó un poco al margen. No sin antes disculparse con Naharu con un movimiento de la cabeza.
Por otro lado… Aparte de que todos compartían el mismo problema, nada parecía unirlos personalmente. No parecían malas personas, pero ofrecerles su nombre así como si nada sería arriesgado. No sabía qué clase de alianzas podían tener cada uno de ellos.
- Mi nombre es Helen Royland, encantada de conoceros. -Hizo una pequeña reverencia para que, en caso de que fuesen astutos, no leyesen la mentira en su rostro. -Espero que podamos llevar esta pequeña alianza lo más lejos posible de este sitio y encontrar la salida. - Miró hacia el oso. -Disculpa mis pobres modales de antes. Debo admitir que estaba asustada. Pareces tremendamente poderoso, no me gustaría tenerte como enemigo.
La joven bruja se acercó a él y le tendió la mano. - No volverá a ocurrir.
Se quedó finalmente a unos pasos de distancia, un poco apartada del dragón y el oso, consciente de que era la que menos tenía para aportar en aquellos momentos. Era la que estaba perdida y la que menos habilidades tenía para la caza. Básicamente estaba casi como la típica campesina en apuros que necesitaba ayuda y no tenía nada con qué compensar. Se sentía un poco fuera de lugar, pero intentó pensar que tras ayudar tanta gente en el mismo estado en que se encontraba ella ahora, podía permitirse ser rescatada alguna que otra vez por un grupo de desconocidos.
Suspiró y se volvió a acercar, no tenía muy claro si el hombre-bestia conseguiría leer por completo los mensajes del dragón sin confundir ninguna palabra y que terminaran todos en medio del bosque de Midgard por error.
Karen Engeld
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Re: Juramentos [Libre] [3/3]
Naharu no supo identificar la respuesta del dragón como algo a favor o en contra. No estaba acostumbrado a situaciones así, a la diplomacia, a las apariencias. Y en este caso no disponía de la inconsciente ayuda del lenguaje corporal ni de la voz para saber a dónde se dirige la conversación.
Inclinó ligeramente la cabeza cuando el dragón le facilitó la hoja con el mensaje que la bruja quería ocultarle. ¿Un token de confianza?
Naharu tomó el mensaje, y tras echar un vistazo rápido a la mujer, ojeó el contenido.
"Esto es estúpido" pensó tras unos momentos.
Se sentía lento, y tonto. Su dificultad al leer era una tremenda molestia, y se planteó firmemente el practicar mucho más cuando saliera de ese bosque.
Bajó la hoja y sacudió la cabeza, como si el gesto disipara su inseguridad. El dragón hizo un nuevo mensaje en la tierra, y Naharu lo examinó sólo un momento, entendiendo la palabra más importante: "Dundarak". Ante la aparición de otro mensaje, entendió que seguir así sería un fastidio.
—¿Podrías leerlos en voz alta? —se dirigió a la bruja— Será más fácil para todos. —añadió.
A parte de hacerle el favor, la bruja procedió a presentarse, si bien algo tarde. Helen Royland.
Parecía vulnerable, más de lo que solían parecerlo los de su raza, pero el oso era consciente de que su fuerza no estaba en su cuerpo. Cuando hizo la reverencia, Naharu ojeó la espada que tenía encima, y la imagen de la espada flotando en el aire volvió a su mente.
"La magia es peligrosa, sin duda."
La muchacha lo sacó de sus pensamientos cuando se dirigió a él, disculpándose. Naharu se había conformado con asentir una vez, hasta que la bruja empezó a elogiarlo. Levantó una ceja, observando. ¿Acaso era una burla? No había dudado en comunicarse con el dragón mientras trataba a Naharu con amabilidad, y si bien no había leído los contenidos de la nota, ese simple acto decía cosas.
Respondió a su mano extendida tomándola con relativo cuidado, devolviéndole así el trozo de papel.
Pensó en lo pequeña que era su mano, y en lo fácil que sería halarle el brazo, y antes de que pudiese desenvainar esa espada flotante, romperle el cuello con la otra garra, como si de un cervatillo se tratase. Pensó en lo ruin que sería.
Le soltó la mano, y asintió otra vez, su mirada, si bien en la muchacha, algo distante.
No le agradaba mucho.
Estuvo aún más callado desde que encendió la fogata. Podría pensarse que era por el olor de la carne cocinándose, y en cierta forma, no estarían equivocados.
Sólo que no esta carne.
Suspiró, como liberando aquello. Volvió la vista al dragón, que se había acomodado, y respondió a su petición.
—También me dirijo a Dundarak. —No le parecía muy buena idea— Puedo acompañarte hasta entonces.
Quizás podría aprender un par de cosas del dragón. Pero la comunicación sería un problema.
Se levantó de su asiento improvisado, y volteó la carne.
Pero no tenían que comunicarse.
Inclinó ligeramente la cabeza cuando el dragón le facilitó la hoja con el mensaje que la bruja quería ocultarle. ¿Un token de confianza?
Naharu tomó el mensaje, y tras echar un vistazo rápido a la mujer, ojeó el contenido.
"Esto es estúpido" pensó tras unos momentos.
Se sentía lento, y tonto. Su dificultad al leer era una tremenda molestia, y se planteó firmemente el practicar mucho más cuando saliera de ese bosque.
Bajó la hoja y sacudió la cabeza, como si el gesto disipara su inseguridad. El dragón hizo un nuevo mensaje en la tierra, y Naharu lo examinó sólo un momento, entendiendo la palabra más importante: "Dundarak". Ante la aparición de otro mensaje, entendió que seguir así sería un fastidio.
—¿Podrías leerlos en voz alta? —se dirigió a la bruja— Será más fácil para todos. —añadió.
A parte de hacerle el favor, la bruja procedió a presentarse, si bien algo tarde. Helen Royland.
Parecía vulnerable, más de lo que solían parecerlo los de su raza, pero el oso era consciente de que su fuerza no estaba en su cuerpo. Cuando hizo la reverencia, Naharu ojeó la espada que tenía encima, y la imagen de la espada flotando en el aire volvió a su mente.
"La magia es peligrosa, sin duda."
La muchacha lo sacó de sus pensamientos cuando se dirigió a él, disculpándose. Naharu se había conformado con asentir una vez, hasta que la bruja empezó a elogiarlo. Levantó una ceja, observando. ¿Acaso era una burla? No había dudado en comunicarse con el dragón mientras trataba a Naharu con amabilidad, y si bien no había leído los contenidos de la nota, ese simple acto decía cosas.
Respondió a su mano extendida tomándola con relativo cuidado, devolviéndole así el trozo de papel.
Pensó en lo pequeña que era su mano, y en lo fácil que sería halarle el brazo, y antes de que pudiese desenvainar esa espada flotante, romperle el cuello con la otra garra, como si de un cervatillo se tratase. Pensó en lo ruin que sería.
Le soltó la mano, y asintió otra vez, su mirada, si bien en la muchacha, algo distante.
No le agradaba mucho.
...
Estuvo aún más callado desde que encendió la fogata. Podría pensarse que era por el olor de la carne cocinándose, y en cierta forma, no estarían equivocados.
Sólo que no esta carne.
Suspiró, como liberando aquello. Volvió la vista al dragón, que se había acomodado, y respondió a su petición.
—También me dirijo a Dundarak. —No le parecía muy buena idea— Puedo acompañarte hasta entonces.
Quizás podría aprender un par de cosas del dragón. Pero la comunicación sería un problema.
Se levantó de su asiento improvisado, y volteó la carne.
Pero no tenían que comunicarse.
Naharu
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Al parecer, tenían un acuerdo. La bruja le resultaba agradable. Había afrontado la situación de forma adecuada, y había mostrado la cortesía que esperaba. Como mínimo, mostraba inteligencia e ingenio.
Su raza tendía a serlo. También tendían a ser traicioneros. En aquel sentido, el ingenio podía ser peligroso, más que algo a halagar. Por el momento, no tenía motivos para sospechar, aparte del hecho de que había ofrecido la misma educación frente a el oso que con el propio Durvatyr.
El olor de la carne despertó cierto interés. Si bien no era el mejor momento, el dragón no había comido desde antes de la Traición. Y aun así, era extraño. Esa carne distaba mucho de ser lo que solía comer. Estaba siendo cocinada con un método bastante rudimentario, y carecía de las especias a las que acostumbraba. Por otra parte, tampoco era la carne aún tibia de una caza reciente. El cuerpo ya se había enfriado.
Y entonces, un sonido le sacó de sus pensamientos. El dragón se detuvo, alzando la cabeza. Sus ojos se contrajeron, y un leve murmuro escapó de su boca. La tierra se movió.
"Prepárate."
Una cortesía frente a lo que estaba por venir. Durvatyr rugió ferozmente, sacudiendo la tierra por apenas un instante. Los lobos salieron de su escondite, apenas iluminados por la hoguera. Licántropos, sin duda. El tamaño y comportamiento lo dejaban claro. Debían considerar aquel su territorio.
Pero si creían que podrían intimidarlos, se equivocaban. Un dragón no era acechado ni cazado. Los animales gruñeron, poniéndose en posición. No habría diplomacia tras aquel insulto.
-¡LOM FAR QUARN!- gritó. Y la tierra respondió. Varias lanzas de roca salieron del suelo frente a él, lanzándose directamente hacia el lobo más cercano. La bestia saltó demasiado tarde, y encontró partes de su torso y pata heridas. La sangre tocó el suelo, y el conflicto dio comienzo.
La manada a la que se enfrentaban no era muy grande, pero podía aprovechar la oscuridad de la noche a su favor. Durvatyr lanzó un coletazo al aire, manteniendo a raya a cualquiera que intentase atacar por la espalda, y tras un breve impulso, se alzó.
Se mantuvo a apenas unos metros del suelo. Desde allí, tenía la ventaja: los canes no podrían alcanzarlo, por mucho que saltasen. Por lo tanto, solo podrían centrarse en los otros dos.
-¡FAR QUARN!- repitió. Más lanzas de piedra aparecieron del suelo, aunque menos numerosas que antes. Uno de los lobos fue pillado de imprevisto. Si seguían así, era solo cuestión de tiempo que ganasen. Pero sería más conveniente si sus súbditos no morían en el proceso.
Habilidad: Ley de Bestias (Roca, area, filo)
Su raza tendía a serlo. También tendían a ser traicioneros. En aquel sentido, el ingenio podía ser peligroso, más que algo a halagar. Por el momento, no tenía motivos para sospechar, aparte del hecho de que había ofrecido la misma educación frente a el oso que con el propio Durvatyr.
El olor de la carne despertó cierto interés. Si bien no era el mejor momento, el dragón no había comido desde antes de la Traición. Y aun así, era extraño. Esa carne distaba mucho de ser lo que solía comer. Estaba siendo cocinada con un método bastante rudimentario, y carecía de las especias a las que acostumbraba. Por otra parte, tampoco era la carne aún tibia de una caza reciente. El cuerpo ya se había enfriado.
Y entonces, un sonido le sacó de sus pensamientos. El dragón se detuvo, alzando la cabeza. Sus ojos se contrajeron, y un leve murmuro escapó de su boca. La tierra se movió.
"Prepárate."
Una cortesía frente a lo que estaba por venir. Durvatyr rugió ferozmente, sacudiendo la tierra por apenas un instante. Los lobos salieron de su escondite, apenas iluminados por la hoguera. Licántropos, sin duda. El tamaño y comportamiento lo dejaban claro. Debían considerar aquel su territorio.
Pero si creían que podrían intimidarlos, se equivocaban. Un dragón no era acechado ni cazado. Los animales gruñeron, poniéndose en posición. No habría diplomacia tras aquel insulto.
-¡LOM FAR QUARN!- gritó. Y la tierra respondió. Varias lanzas de roca salieron del suelo frente a él, lanzándose directamente hacia el lobo más cercano. La bestia saltó demasiado tarde, y encontró partes de su torso y pata heridas. La sangre tocó el suelo, y el conflicto dio comienzo.
La manada a la que se enfrentaban no era muy grande, pero podía aprovechar la oscuridad de la noche a su favor. Durvatyr lanzó un coletazo al aire, manteniendo a raya a cualquiera que intentase atacar por la espalda, y tras un breve impulso, se alzó.
Se mantuvo a apenas unos metros del suelo. Desde allí, tenía la ventaja: los canes no podrían alcanzarlo, por mucho que saltasen. Por lo tanto, solo podrían centrarse en los otros dos.
-¡FAR QUARN!- repitió. Más lanzas de piedra aparecieron del suelo, aunque menos numerosas que antes. Uno de los lobos fue pillado de imprevisto. Si seguían así, era solo cuestión de tiempo que ganasen. Pero sería más conveniente si sus súbditos no morían en el proceso.
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Durvatyr
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Re: Juramentos [Libre] [3/3]
La bruja notaba cierta tensión en el ambiente. Tal vez fueran remordimientos por haber mentido sobre su nombre al oso, o tal vez fueran simplemente imaginaciones suyas. Pero desde luego había algo raro en el dragón, no es que hubiese conocido muchos a lo largo de los años, sin embargo se los había imaginado más… Inteligentes. Sí, desde luego no era una bestia absurda, sabía leer y eso, pero hablar ya era algo que se le escapaba al bicho. De todas formas era un oponente al que no se podía enfrentar, así que era mucho mejor tenerlo de aliado temporal que de verdugo. Estaba a punto de decir que Naharu podría tener alguna oportunidad contra él, cuando vio la forma en la que estaba observando la carne embobado y se le pasó al momento.
Un nuevo movimiento de tierra y el mensaje la sacó totalmente de sus pensamientos.
- ¿Prepárate? Qué quiere dec… -No pudo terminar la frase, una manada de lobos los estaban rodeando. -Lo que faltaba. -Suspiró. De lo que menos ganas tenía en aquellos momentos era de meterse en una trifulca como aquella.
El dragón había herido un par de aquellas criaturas. Eso era bueno. Lo que no era tan bueno es que se hubiera largado a su “lugar seguro” en el aire. La bruja sabía que aquel lagarto tenía algo raro, claro que tenía algo raro, estaba haciendo equipo con una gallina cobarde.
Atrajo uno de los palos ardientes de la hoguera con telekinesis justo a tiempo para que un lobo se los comiese en lugar de su garganta. Produjo el efecto deseado, el animal se había largado de la pelea. Probablemente no tuviera muchas ganas de comer nada ese día. Tras esa pequeña victoria bajó la guardia un segundo, lo suficiente para que un zarpazo le impactase en el hombro. Cayó al suelo y rodó sobre si misma.
Una nota al pie de página de algún libro sobre lucha seguramente pondría algo como “Recuerda desenfundar tus armas ANTES de empezar una pelea”. Pero nadie lee nunca las notas a los pies de página. Y seguramente aquella nota sería algo tan de sentido común que no haría falta remarcarlo, simplemente algo puesto ahí como momento jocoso de un libro serio. No obstante le habría sentado bien recordar eso a la bruja la próxima vez que se enfrentara a una jauría de licántropos. De un segundo al siguiente estaba tirada en el suelo, sangrando por un hombro y conteniendo con sus manos desnudas a un energúmeno rabioso que soltaba babas sobre ella sin ningún tipo de pudor.
Cansada ya del mal olor del aliento del animal decidió atraer una piedra cercana usando su magia. Si la piedra más cercana hubiera sido puntiaguda podría habérsela clavado en un ojo. Pero como hemos visto ya, la suerte no estaba de parte de la pelirroja. No era muy grande, y era más bien redonda. ¿Qué hacer con algo así? Pensaba la bruja mientras maldecía su mala suerte. Pues metérsela en uno de los orificios nasales y despistarle lo suficiente como para poder desenfundar una de las espadas.
Se quedó jadeando debajo del cuerpo sin vida del licántropo. Finalmente consiguió quitárselo de encima y se levantó, esta vez con las dos armas dispuestas. No volverían a tomarla desprevenida.
Un nuevo movimiento de tierra y el mensaje la sacó totalmente de sus pensamientos.
- ¿Prepárate? Qué quiere dec… -No pudo terminar la frase, una manada de lobos los estaban rodeando. -Lo que faltaba. -Suspiró. De lo que menos ganas tenía en aquellos momentos era de meterse en una trifulca como aquella.
El dragón había herido un par de aquellas criaturas. Eso era bueno. Lo que no era tan bueno es que se hubiera largado a su “lugar seguro” en el aire. La bruja sabía que aquel lagarto tenía algo raro, claro que tenía algo raro, estaba haciendo equipo con una gallina cobarde.
Atrajo uno de los palos ardientes de la hoguera con telekinesis justo a tiempo para que un lobo se los comiese en lugar de su garganta. Produjo el efecto deseado, el animal se había largado de la pelea. Probablemente no tuviera muchas ganas de comer nada ese día. Tras esa pequeña victoria bajó la guardia un segundo, lo suficiente para que un zarpazo le impactase en el hombro. Cayó al suelo y rodó sobre si misma.
Una nota al pie de página de algún libro sobre lucha seguramente pondría algo como “Recuerda desenfundar tus armas ANTES de empezar una pelea”. Pero nadie lee nunca las notas a los pies de página. Y seguramente aquella nota sería algo tan de sentido común que no haría falta remarcarlo, simplemente algo puesto ahí como momento jocoso de un libro serio. No obstante le habría sentado bien recordar eso a la bruja la próxima vez que se enfrentara a una jauría de licántropos. De un segundo al siguiente estaba tirada en el suelo, sangrando por un hombro y conteniendo con sus manos desnudas a un energúmeno rabioso que soltaba babas sobre ella sin ningún tipo de pudor.
Cansada ya del mal olor del aliento del animal decidió atraer una piedra cercana usando su magia. Si la piedra más cercana hubiera sido puntiaguda podría habérsela clavado en un ojo. Pero como hemos visto ya, la suerte no estaba de parte de la pelirroja. No era muy grande, y era más bien redonda. ¿Qué hacer con algo así? Pensaba la bruja mientras maldecía su mala suerte. Pues metérsela en uno de los orificios nasales y despistarle lo suficiente como para poder desenfundar una de las espadas.
Se quedó jadeando debajo del cuerpo sin vida del licántropo. Finalmente consiguió quitárselo de encima y se levantó, esta vez con las dos armas dispuestas. No volverían a tomarla desprevenida.
Karen Engeld
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Re: Juramentos [Libre] [3/3]
Naharu se encontraba pensativo, sumido en la imagen y sonido del fuego como si fuese una ventana a sus memorias. No notó antes los ruidos delatores de los intrusos. Tampoco identificó el olor de los lobos entre los de la carne asada y la madera encendida. Pero sus instintos eran confiables, y si bien él no era completamente consciente del peligro que se aproximaba, sólo necesitaba un pequeño empujón para reconocer la amenaza y entrar en acción.
El aviso del dragón lo hizo actuar rápidamente, sin siquiera tener que leer el mensaje grabado en la tierra. Buscó su hacha con agilidad entrenada, y en un instante se encontraba de pie y armado, encarando la manada que les acechaba. Inhaló profundamente, preparándose para recibir a las bestias. Conocía bien esa sensación.
Sus latidos y respiración se aceleraban, suministrando sus músculos con un subidón de energía. Sintió la tensión de sus brazos extenderse por su cuerpo, como la cuerda de un arco a punto de disparar. Sus sentidos se agudizaron, y tomó un instante para que su visión se adaptara a la oscuridad. Entonces los vio. Una docena de ojos justo al límite de la luz de la fogata, vigilándolo de vuelta.
Sabía bien lo que iba a pasar. Como la marea que retrocede antes de la ola más grande, esta tregua efímera que se forma entre dos enemigos mortales. Inundado el aire únicamente con el crepitar de las llamas, y los gruñidos de los lobos, era el momento de calma antes de la tormenta.
El murmuro fue quebrado por un grito grave y digno, en un lenguaje que Naharu no entendía pero ya había escuchado varias veces ese mismo día. La voz del dragón conquistó aquél claro del bosque como una ola conquista la playa, y la tierra no tardó en cumplir su voluntad. Lanzas de piedra se alzaron del suelo en un ataque súbito, buscando la carne de los intrusos. Con eso, la calma dio lugar a la guerra.
Naharu rugió poderosamente, y las bestias no tardaron en responder por su parte con un ataque feroz. La que fue herida por Durvatyr retrocedió un poco, y un par más se lanzaron hacia el oso. Bloqueó un mordisco con el mango del hacha, respondiendo con un potente puñetazo en el hocico del animal, haciéndolo retroceder tras un quejido. El oso no tuvo tiempo de recuperarse por completo, pues el segundo lobo ya estaba encima de él. Tuvo que defenderse con el brazo con que sujetaba el hacha, que no tardó en teñirse de rojo.
— ¡CARAJO! —gruñó, apretando los dientes en respuesta al dolor que le punzó a lo largo del antebrazo. El animal con el que forcejeaba hacía lo mismo, hincando con una mandíbula potente.
Estaba en una situación desfavorable, eso era obvio. Pero eran tres personas, seguro...
El segundo lobo con el que peleaba, al parecer, se decidió por un objetivo más fácil Lo vio alejarse rápidamente, presuntamente en la dirección de Helen. Naharu maldijo por lo bajo, apurándose a terminar con aquello rápidamente para brindarle ayuda a la bruja.
Haló a la bestia con el brazo herido, y en un rápido movimiento le sujetó la cabeza con su mano libre. El animal no hizo amago de soltarle. Naharu, perdiendo la paciencia, empezó a apretarle el cráneo, afincando una de sus garras en el ojo del animal, y atravesándolo. Soltó el brazo del oso con lloriqueos lastimosos, pero era muy tarde y no pudo zafarse del agarre pese a sus desesperados intentos.
Naharu lo sacudió como su fuese un saco, usándolo para golpear a un nuevo enemigo salido del bosque. Siguiendo el movimiento le propinó un hachazo certero, acabando con la vida del recién llegado. Apretó la mano aún más, y tras emitir un sonido escalofriante el segundo lobo dejó de moverse
— ¿Están bien? —gritó a sus aliados temporales, soltando el cadáver y girándose en dirección de la bruja para ayudarla. Tardó un momento en darse cuenta de que no era necesario, al verla dejar a un lado el cuerpo del lobo que la atacó y ponerse de pie. Naharu asintió viéndola a los ojos. Seguidamente dirigió su mirada al dragón, a quien creyó les estaba abandonando en medio de la batalla. Este asestó un golpe mortal a otra de las bestias, disipando las dudas del oso. Asintió otra vez.
Tenían apoyo aéreo, al parecer.
Volvió a encarar al bosque y liberó otro fiero rugido, desafiando a los animales a volver a atacar.
El aviso del dragón lo hizo actuar rápidamente, sin siquiera tener que leer el mensaje grabado en la tierra. Buscó su hacha con agilidad entrenada, y en un instante se encontraba de pie y armado, encarando la manada que les acechaba. Inhaló profundamente, preparándose para recibir a las bestias. Conocía bien esa sensación.
Sus latidos y respiración se aceleraban, suministrando sus músculos con un subidón de energía. Sintió la tensión de sus brazos extenderse por su cuerpo, como la cuerda de un arco a punto de disparar. Sus sentidos se agudizaron, y tomó un instante para que su visión se adaptara a la oscuridad. Entonces los vio. Una docena de ojos justo al límite de la luz de la fogata, vigilándolo de vuelta.
Sabía bien lo que iba a pasar. Como la marea que retrocede antes de la ola más grande, esta tregua efímera que se forma entre dos enemigos mortales. Inundado el aire únicamente con el crepitar de las llamas, y los gruñidos de los lobos, era el momento de calma antes de la tormenta.
El murmuro fue quebrado por un grito grave y digno, en un lenguaje que Naharu no entendía pero ya había escuchado varias veces ese mismo día. La voz del dragón conquistó aquél claro del bosque como una ola conquista la playa, y la tierra no tardó en cumplir su voluntad. Lanzas de piedra se alzaron del suelo en un ataque súbito, buscando la carne de los intrusos. Con eso, la calma dio lugar a la guerra.
Naharu rugió poderosamente, y las bestias no tardaron en responder por su parte con un ataque feroz. La que fue herida por Durvatyr retrocedió un poco, y un par más se lanzaron hacia el oso. Bloqueó un mordisco con el mango del hacha, respondiendo con un potente puñetazo en el hocico del animal, haciéndolo retroceder tras un quejido. El oso no tuvo tiempo de recuperarse por completo, pues el segundo lobo ya estaba encima de él. Tuvo que defenderse con el brazo con que sujetaba el hacha, que no tardó en teñirse de rojo.
— ¡CARAJO! —gruñó, apretando los dientes en respuesta al dolor que le punzó a lo largo del antebrazo. El animal con el que forcejeaba hacía lo mismo, hincando con una mandíbula potente.
Estaba en una situación desfavorable, eso era obvio. Pero eran tres personas, seguro...
El segundo lobo con el que peleaba, al parecer, se decidió por un objetivo más fácil Lo vio alejarse rápidamente, presuntamente en la dirección de Helen. Naharu maldijo por lo bajo, apurándose a terminar con aquello rápidamente para brindarle ayuda a la bruja.
Haló a la bestia con el brazo herido, y en un rápido movimiento le sujetó la cabeza con su mano libre. El animal no hizo amago de soltarle. Naharu, perdiendo la paciencia, empezó a apretarle el cráneo, afincando una de sus garras en el ojo del animal, y atravesándolo. Soltó el brazo del oso con lloriqueos lastimosos, pero era muy tarde y no pudo zafarse del agarre pese a sus desesperados intentos.
Naharu lo sacudió como su fuese un saco, usándolo para golpear a un nuevo enemigo salido del bosque. Siguiendo el movimiento le propinó un hachazo certero, acabando con la vida del recién llegado. Apretó la mano aún más, y tras emitir un sonido escalofriante el segundo lobo dejó de moverse
— ¿Están bien? —gritó a sus aliados temporales, soltando el cadáver y girándose en dirección de la bruja para ayudarla. Tardó un momento en darse cuenta de que no era necesario, al verla dejar a un lado el cuerpo del lobo que la atacó y ponerse de pie. Naharu asintió viéndola a los ojos. Seguidamente dirigió su mirada al dragón, a quien creyó les estaba abandonando en medio de la batalla. Este asestó un golpe mortal a otra de las bestias, disipando las dudas del oso. Asintió otra vez.
Tenían apoyo aéreo, al parecer.
Volvió a encarar al bosque y liberó otro fiero rugido, desafiando a los animales a volver a atacar.
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