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Mensaje  Wyn Sáb Jul 18 2020, 12:59

No hacía mucho que la lumbre de la  hoguera central había pasado a ser la única iluminación en el centro de Helmfirth.

La guardia había cambiado hacía poco y los nuevos soldados se acumulaban en los alrededores de las murallas fortificadas divagando de aquí allá con la dignidad que les daban las armaduras, escudos y armas con las que iban ataviados. De cuando en cuando, alguno de ellos se quedaba parado por un Segundo, perdiéndose en el horizonte que oteaban, y si algo en la vista de alguno de aquellos lobos les llamaba lo suficiente la atención como para parecer una posible amenaza, comenzaban a avisarse con aullidos sordos que se contagiaban aquí y allá alrededor de las murallas hasta componer el unísono que indicaba problemas.

Aquello era justo lo que les había enseñado Marlowe, era su palabra y como todos en aquella aldea sabían, todo lo que saliese de su lengua, era por lo tanto, ley.

Aquella, sin embargo, estaba siendo una noche tranquila. Tanto que Raikin, el hombre lobo en su forma humana líder de aquella tanda de soldados autoinstruidos, se dio el gusto de dejar sus funciones durante algunos segundos y acercarse a la cabaña de Marlowe a discutir ciertos temas que les habían quedado pendiente la noche anterior.

El hombre lobo tenía las arrugas en sus gestos que denotaban una vida de esfuerzo y la simplicidad de palabra que daba entender que era un hombre justo, quizás por eso Marlowe confiaba en él. Por eso y porque Raikin era autóctono de aquella aldea. Había estado allí mucho antes de que Marlowe apareciese. Había vivido la pesadumbre de la hambruna como cualquier vecino que ahora cantaba alrededor de la hoguera. Sus garras componían más de la mitad de las señales incrustadas en la arcilla que daba forma a la calzada que llevaba a Helmfirth, era sin duda, un aliado importante que significó buena parte de la confianza de los habitantes de la aldea en Marlowe.

Una gran ayuda, sin duda. a su bien entrenada lengua.

El jefe de los soldados caminaba tan aprisa como sus piernas de hombre le dejaban. En su cabeza repetía una y otra vez las palabras que mantuvo con el lobo de plata la noche anterior. Recordaba las ideas de Marlowe frescas en su cabeza. Su voz firme acerca de Fenrir, la manera justa en la que se había dirigido a los habitantes que hasta hacía poco no eran más que campesinos y la fiereza con la que el pueblo le había respondido al unísono acerca de la maldad de los vampiros y la importancia de traer de Vuelta a Fenrir. El mismo se había visto sumido en el calor del momento y aullado a su líder de manera profunda, como si aquello siempre hubiese tenido sentido en su cabeza.

Pero… como pasaba a menudo con todo lo que decía Gabriel Marlowe… nada era tan sencillo. Y Raikin no era un simple hombre lobo granjero con una armadura nueva. Las cicatrices de su cara y pecho daban fe de su experiencia en la batalla. Por lo mismo, sabía de los peligros de una lucha prematura.
Cuando llegó a la cabaña de Marlowe el lobo de pelaje rojizo se la encontró a medio abrir y dio unos toquecitos esperando la voz profunda de Gabriel antes de entrar.

El hombre lo esperaba sentado en una de sus sillas de madera, con una copa en la mano y otra vacía sobre la mesa central. Observó por un momento a Raikin y le dirigió una inclinación de cabeza solemne, invitándolo a sentarse frente a él.

-¿Sabías que iba a venir?- le dijo Raikin tomando asiento y alzando la copa vacía.

-Desde el momento mismo en el que ayer te vi dejar hoguera supe que tan solo tu tendrías preguntas acerca de todo lo que dije.- dijo el hombre sirviéndole un poco de vino dulce- No estaba muy seguro cuando ibas a aparecer, sin embargo… y ha sido un día duro.- añadió suspirando- Así que permíteme que te pida que lo que sea que vengas a preguntarme… lo hagas de manera concisa y directa. Llevo todo el día redactando cartas con las indicaciones directas  a La Manada sobre nuestros próximos movimientos…  Mi correspondencia, aunque fructífera… ha sido intensa- dijo el hombre alzando la copa.

-Tenemos el apoyo de La Manada, intuyo…- dijo Raikin alzando su copa casi brindando.

-La duda ofende- dijo Marlowe chocando su copa con la del lobo y sorbiendo de manera casi agónica el contenido de aquella copa y sonriendo con malicia a Raikin.

Hubo unos minutos de silencio en los que Raikin le devolvió la sonrisa a Marlowe.

Lo observó por un momento. Sus ropajes de buena calidad, su cara oculta por el gesto de autosuficiencia que le daba saber que todo lo que pudiese decir o escribir, iba simplemente a ser tomado como la certitud que era. La ley.

Suspiró. Recordándose a si mismo que por muy intrigante que fuese el ego de aquel hombre, los hechos hablaban más que la propia lengua del mismo: Hacía unos meses, Helmfirth no era nada. Hoy, era tan fructífero y conocido que Raikin a veces se preguntaba cómo no se daba cuenta La Manada que Marlowe estaba básicamente controlando Ulmer desde su asiento de piel donde descansaba su trasero plateado.

Marlowe lo miró insistente como si esperase que el hombre hablase.

-¿Por dónde vamos a empezar?- dijo el lobo- ¿Cuántos lobos nos asigna La Manada y como vamos a hacer para que los vampiros no nos ganen la Carrera en la obtención de los objetos que son más favorables a ellos.?- Preguntó Raikin, como si llevase todo el día repitiéndose aquellas preguntas en su mente- Esta muy bien dar confianza y seguridad a tus seguidores, pero necesitamos un plan práctico y básico que…- dijo el lobo.

-Y lo tenemos- mintió Marlowe- La Manada nos asignará todos los lobos que yo les pida. Los vampiros nos entregarán los objetos si yo se lo pido… por favor – rió el hombre- No necesitamos más plan que mi palabra… y por suerte, amigo, no soy un hombre de pocas- dijo Marlowe.

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Raikin asintió como si todo aquello no hubiese tenido sentido hasta ese preciso momento.  Dejó la copa a un lado y se inclinó frente a Marlowe.

-Cuenta con mis aullidos, entonces- dijo y salió de la sala de Vuelta a su ronda nocturna. La hoguera central seguía iluminando el centro de Helmfirth a medida que Raiki cruzaba el Puente que unía la aldea con la cabaña de Marlowe. como cada noche.

Pero las personas que habían estado cantando y bailando hasta hacía unos segundos habían ahora desaparecido, ajenas a las tramas que el lobo de plata confabulaba.
Dormidas en la quietud de aquella noche.


-----



El bosque, sin embargo, se despertaba.

Aïndor Sondve apremiaba a sus aliados a mezclarse con las sombras de los árboles que rodeaban Helmfirth.

Llevaban días caminando y la mayoría de los elfos habían aprovechado la noche anterior para descansar antes del momento culmen de su misión.

Aïndor se apresuró a indicar con gestos a uno o dos de sus compatriotas que se esparciesen de manera segura entre los árboles y los juncos altos. Lo hizo sin palabras.

Bien sabía que aquello hubiese sido poco práctico en una situación sigilosa como la que estaban llevando a cabo, pero el hecho de que sus orejas estuviesen selladas con cera era otro de los motivos por los que su voz pudiese haber hecho poco para ayudarlos en su misión.

No iba a mentir… El elfo compartía las quejas del resto de los que le habían seguido acerca de la desventaja que tenían al no poder oír. Por no hablar del atentado al ego de la raza hacienda que llenasen sus orejas de aquella cera casi translucida. Pero era estríctamente necesario.

La fama de las mentiras de las palabras de Marlowe no era ajena a aquel clan. Lo habían observado de manera cercana los tres últimos meses y el crecimiento de su red  mentiras tan solo había nutrido a Helmfirth, que era la prueba misma de que su pelaje plateado no era lo único por lo que aquel hombre era el  “Lobo de Plata”. Su lengua en si era una amenaza para todo ser que intentase si quiera llevarle la contraria.

Aïndor se acuclilló entre algunos árboles, ocultándose de la mirada de uno de los hombres lobo que guardaba la amurallada aldea.

Tenían un plan, y con suerte… La lengua estaría en su poder con el primer rayo de sol.



-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.
¡Saludos criaturas!

Como veis… Marlowe ha estado ocupado desde su última aventura.

El hombre lobo esta planeando robar los objetos del 19 y no duda en usar sus habilidades muy convincentes para ello. Vuestro objetivo es robar la lengua de Gabriel Marlowe mientras este duerme. Par ello os unís a parte del clan Sondve que de manera bastante ingeniosa ha tapado sus orejas con cera para ser immune a cualquier mentira o intento de convicción del lobo plateado.

No os va a resultar tan fácil, por supuesto.

Marlowe ha estado bastante ocupado entrenando a parte de los ciudadanos de Helmfirth y enseñándoles como luchar  y proteger a su líder y a su ciudad. Además el hombre ha estado en contacto directo con La Manada así que los que un día fueron campesinos son ahora guerreros hombre-lobo doctos en la lucha y con una conexión innata de grupo.

…Buena suerte en vuestra empresa, criaturas.

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Os leo.

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Mensaje  Nousis Indirel Jue Ago 06 2020, 01:23





Tal vez, de haber ocurrido todos apenas unos meses antes, hubiese pensado en ello como meros descarríos de un puro sinsentido. En esos momentos, tras los sucesos de la guerra y los posteriores meses donde había continuado con sus viajes al norte, Urd y Verisar, era el Elfo mucho más proclive a dar crédito a hechos en apariencia inverosímiles.

Había sido el último un año complejo, en una medida que superaba con mucho al resto de los que llevaba viajando. Todo cuanto había conocido, experimentado y descubierto había tenido por vez primera una duradera marca en los pensamientos del espadachín. La mayor parte de sus ideas continuaban con él, rígidas como la piedra, inalterables pese a cuanto había acontecido. Las restantes, desertoras o indecisas, remaban en una dirección extraña. Peligrosa.

No sólo las situaciones vividas le habían llevado a retornar a Sandorai, a volver a sus raíces, a la civilización y a la búsqueda primitiva. También las criaturas que había ido conociendo le habían empujado a ello. Volver a encontrar un punto de equilibrio, fuera de las pasiones y distracciones, disfrutar de la sencillez de los planes directos.

Todo lo sufrido acometió en él una sensación de felicidad que sólo hallaba donde residía su corazón. Se detuvo a unos cien pasos de la entrada de la comunidad, permitiendo que sus ojos grises se colmasen de dicha contemplando la delicada arquitectura de las tierras de su clan. Índirel, conjunción de familias tradicionalmente ligadas a la espada y al saber. Nousis sonrió, era difícil que él mismo hubiese podido ser de otra manera, en un lugar que atesoraba celosamente el conocimiento que sus integrantes habían ido recopilando con el paso de los siglos. Conocedores de la realidad del mundo, habían llegado a especializarse no en el arco, sino en la lucha mediante la espada. Eran ciento treinta y cuatro elfos y elfas, todos y cada uno conocidos por el viajero que acababa de retornar al hogar.

Por un momento, tembló. La guerra no parecía haber afectado a las edificaciones, pero el paso del ejército de Dundarak y todo lo ocurrido por parte de los Jinetes Negros eran noticias alarmantes que habrían llegado al clan rápidamente. Permaneció quieto, mirando unos segundos más. Luchaba para proteger a los suyos y al bosque sí. Pero fundamentalmente, buscaba preservar ese pedazo de mundo a toda costa.

Folnaien, hogar del clan Indirel:

Cruzó el pequeño puente, primero de los dos que atravesaban el río Kerenath, hasta llegar a la puerta norte de Folnaien. Los muros de madera, que delimitaban el perímetro, estaban jalonados de pequeñas torres también del mismo material, a fin de otear en lo posible el territorio cercano. Muchas veces en su infancia, el Elfo gustaba de acudir allí, imaginándose protagonista de leyendas, o como uno más, un guerrero de su pueblo, luchando junto a sus hermanos.

Dejó a su izquierda la vía principal, tras saludar a dos jóvenes que guarecían las puertas y charlar brevemente con ellos. Su ánimo se ensalzó aún más recorriendo la pequeña callejuela paralela a la empalizada, que llevaba al patio descubierto que servía para las reuniones de los cuatro líderes del clan, cuyas moradas eran las mayores y más cercanas al mismo.

Su madre, leyendo, disfrutaba de la agradable temperatura en un banco tallado apoyado en la pared de la vivienda. Los árboles del centro del patio se movían dulcemente, así como la parte inferior del vestido de la Elfa. Nadie podría expresar el cariño que sentía por ella, y encontrarse de nuevo allí, alivió casi todo lo sufrido en los meses anteriores. Al verle, dejó el libro sin miramientos, andando deprisa hacia él con los brazos extendidos.

-Hola, madre- sonrió Nou abrazándola.



[…]





-Estos dos últimos meses…
-comenzó su padre. Sentados a la mesa, apenas habían podido dirigirse la palabra. Había partido a Árbol Madre, y no había vuelto hasta ese mismo día. Casi sentían que su hijo había resucitado.

-Os pido perdón por no haber vuelto de inmediato- interrumpió su descendiente. Ni en sueños deseaba preocuparles más de lo que ya lo habían estado, por lo que se decidió por una mentira piadosa- Tuve que ocuparme de ayudar a gentes que conocí en mis viajes, retrasando el daros noticias.

Su madre colocó su mano sobre el brazo de su hijo con una sonrisa que sólo se conoce entre quienes han dado a luz.

-Y has vuelto con prendas nuevas-
señaló su progenitor. El caso, es que te encuentras bien, sólo deseábamos eso.

- ¿Qué ocurrió en Árbol Madre? -
preguntó la suya, preocupada- Han llegado rumores, y mensajes desde la tierra sagrada de victoria. Pero también heridos, muertos, temblores de tierra…

Nou tragó el pedazo de comida que masticaba, sopesando como contarles suficiente para tranquilizarlos, sin mentar en exceso su participación en todo aquello. Recordó la misma conversación con Aylizz, y posteriormente con Iori. No podía ser de nuevo tan explícito.

-Criaturas de otro mundo buscaban destruir Árbol Madre-
explicó- Eso fue lo que pude entender entre luchas y enemigos. Los dragones buscaron ayudarnos, pero cuando su rey murió, se enfrentaron a nosotros, hasta comprender que no éramos enemigos, yéndose del bosque. Aparentemente, existía una forma de evitar que esas criaturas volviesen a atacarnos, y era destruyendo un orbe mágico que detuvo todo el caos. Tuve mucha suerte lo sé, pero salí de todo ileso, debiendo ir a Lunargenta para pagar en cierta forma la ayuda de algunos Humanos en la lucha. Al término, regresé.

Miró a la mesa, antes de continuar. A ninguno de ellos le sorprendía tal actitud. Su hijo era terrible a la hora de no corresponder una deuda. Sobre todo, con una raza que considerase inferior. No obstante, los pensamientos siguientes expresados por el espadachín tomaron un rumbo del todo diferente.

-Sandorai es débil- anunció, clavando sus ojos en esos tan sumamente similares- Los Humanos tienen rey. Los dragones tienen rey. Y nosotros nos preocupamos más en deliberar y en tejer alianzas entre nuestro propio pueblo que en mostrar un frente común. Los más altos permitieron su presencia y acompañaron a brujos a Árbol Madre- casi escupió. Sus padres se miraron entre sí, serios.

-Siempre ha sido así para los Elfos-
argumentó su madre- Clanes, tribus. Es parte de la riqueza de nuestra cultura.

-Y es un poder demasiado dividido. Mirad lo que les ocurrió a los Sondve. O -y el rostro de la humana se le apareció- la muerte de Eithelen.

-Debemos centrarnos en nuestra gente-
replicó su padre.

-¿Cómo lo haremos si algunos clanes prefieren tratar con los forasteros, y otros aún prefieren las enseñanzas de los exiliados o los Nemaniel?

Todos permanecieron en silencio un breve lapso. No era una pregunta para la que en ese momento tuvieran respuesta.




[…]





Nou descansó como pocas otras veces en el último año. Levantarse y recorrer Folnaien con la calma de quien sabe que puede permitirse unos días de asueto resultó delicioso. Conversó con numerosos miembros de su clan, relatando historias, llevando las noticias de la guerra, interesándose por lo ocurrido allí en su ausencia. Una de las charlas más interesantes se la ofreció Daldiev, uno de los muy pocos Indirel que se había sumado a las huestes élficas siguiendo a los dragones, y el único que también había luchado frente a Árbol Madre. Curiosamente, le había visto utilizar el fertilizante para salvar a unos cuantos elfos. Nou se pasó una mano por el cabello, dividido entre la incomodidad de lo poco que había podido hacer y el hecho de verse reconocido.

-He estado unos días en tierra Sondve-
comentó, mientras paseaban por el poblado- aunque la guerra ha terminado, sus espías indican que Ulmer tiene problemas.

Nousis suspiró.

-Lunargenta, la peste, Sandorai… ¿Ahora Ulmer? Eso es territorio de los lobos. No tenemos problemas con ellos.

-Una buena amiga, Idike, que me acompañó a la guerra, es bastante cercana a Aïndor-
ante la inquisitiva mirada de su oyente, procedió a explicarse- Uno de los guerreros Sondve que dirige las patrullas de reconocimiento. Llegan noticias preocupantes de Hemfith. Alguien está reuniendo lobos, y -miró a Nou con toda la intención- hay rumores de un artefacto muy poderoso que está en ese lugar.

-¿Muy poderoso?-
repitió el espadachín. Todos en su clan conocían el motivo de sus viajes por Aerandir. Muchos lo consideraban un soñador, otros lo respetaban por considerarlos un sacrificio. Daldiev sencillamente buscaba ayudar a su viejo amigo en un meta que consideraba sin final. Asintió a sus palabras- Iré a las tierras de los Sondve- y el otro miembro de su clan sonrió. Le colocó una mano en el hombro.

-No tardes demasiado en volver-
pidió, separando sus caminos. Nou le miró alejarse, antes de regresar a la casa de sus padres. Era la señal que esperaba para partir.




[…]






Durante la última ocasión que se había acercado al territorio del clan del emblema solar, aún portaba la maldición de Tyrande. Giró la vista a un lado con ira. Le había costado salir entero de ese viaje, y ahora había decidido embarcarse en otro del que necesitaba una información mucho más completa, con dos cuestiones sobre todas las demás. ¿Qué ocurría en Ulmer? ¿Qué era ese objeto que había llegado incluso a oídos de los suyos?

Nousis, no obstante, no simpatizaba en exceso con las costumbres de quienes se dirigía a visitar. Más acordes a las tesis aperturistas de los Nemaniel que de los reticentes Neril, o los fieros OjosVerdes, prodigaban hospitalidad a los extranjeros y resultaba probable que fuesen parte de la conspiración que había pedido ayuda a lo largo y ancho de Aerandir durante la guerra. Ahora, en cambio, parecían tener entre manos algo que, tras la escisión, podría dejarles cortos de efectivos.

Mas eran Elfos. Merecían su ayuda si le era requerida, aún si su debilidad estaba perjudicando Sandorai, aceptando a las razas enemigas. No podía hacer nada por el momento. Tan sólo experimentar cierto malestar ante las contradicciones que nadaban entre sus creencias. Su falta de poder le obligaba a ver matices de gris. Y lo odiaba.

Recorrió el poblado, evidenciando que el número de elfos Sondve era incluso menor que el de los Indirel. Aquí y allá, resultaba patente el comienzo de algún tipo de incursión por el número de sus hermanos bien armados, que iban y venían entre órdenes y excesiva prisa. Ello inquietó al espadachín, el cual se apresuró, preguntando por todas partes con premura, por Idike.

Con una mayor tardanza de lo que le hubiera gustado, Nousis la encontró afilando unas espadas de buena hoja cerca de una forja de la cual llegaba sin pausa el golpeteo del metal. Extrañada, la guerrera miró al desconocido, quien no tardó apenas en colocarla en antecedentes de su estancia allí.

-Daldiev habla demasiado- comentó desdeñosa con un mohín de disgusto- Espero que no todos los tuyos sean igual de chismosos, o nuestro ataque llegará a la madriguera antes de la salida del sol.

Éste adoptó una actitud fría y altiva. No le gustaba discutir con miembros de su especie, aunque le resultaba aún menos tolerable que se mofasen de su clan.

-Daldiev quiso ayudarme. Como yo a vosotros cuando luché dentro de Árbol Madre-
contraatacó con dureza. Ella le miró, con un punto de curiosidad.

- ¿Estuviste allí?

-Sí. Y Ahora os acompañaré a Ulmer, si me aceptáis. Un problema para un clan es un problema para el bosque entero.

La guerrera sonrió por primera vez.

-La sacerdotisa está ocupada. Aïndor dirigirá la expedición. Él decidirá si contarte o no más de ella, o si te estará permitido venir con nosotros, Indirel.

El elfo asintió, aceptando la inexistencia de promesa alguna.



Caminaron juntos un corto espacio de tiempo, sin derrochar ni él ni ella palabras de más. El cobertizo donde el líder de las tropas que iban a encargarse del ataque estaba descubierto por uno de sus lados, a fin de que entrase más luz, y dispuestos en una mesa, un plano de un asentimiento y algunas pequeñas figuras sin demasiada forma. Cuatro miembros de su raza, dos hombres y dos mujeres atendían con expectación a las explicaciones de Aïndor, interviniendo un par de veces, al serles requeridos escuetos informes.

Cuando Nousis e Idike entraron en el lugar, fueron examinados nada más hacerlo de forma inquisitiva y no del todo amistosa. Las presentaciones fueron cortas y rápidas, antes de sucederse una inspección del Sondve al Indirel, con ambos quietos como estatuas.

-¿De modo que quieres venir a Hemfith?- repasó el primero- ¿Crees que nosotros no somos suficientes?

Nou no picó en el tono de su interlocutor. No buscaba confrontación alguna.

-Solo deseo ayudar- se explicó, en tono sereno, pero claro- ¿Qué ocurre entre los licántropos?

Aindor apoyó ambas manos en la mesa, y sus acólitos miraron al forastero cariacontecidos.

-Es complejo de explicar-
y se detuvo, ordenando sus pensamientos antes de explicarle al espadachín lo que sabía. Tal vez para comprobar como retiraba su intención de ayudar en la peligrosa empresa- Existen unos objetos tremendamente peligrosos… y tremendamente poderosos- sus ojos pasaron de la mesa a Nousis- Uno de ellos ha caído en manos del líder de los licántropos de Hemfith. O quizá sería más adecuado decir que por éste ha conseguido ese mismo puesto- suspiró- Se trata de una recreación en plata de una lengua, cuya magia permite a su usuario convencer de cualquier cosa a cualquier criatura. Puedes imaginar las implicaciones que ello conlleva.

El Indirel se pasó una mano por el cabello, estupefacto. ¿Existía realmente algo así? ¿Que impedía entonces a su portador…? La pregunta no llegó a formularse. Las posibilidades eran inimaginables. Y el propio elfo se imaginó a sí mismo con tal poder en sus manos. Podría resultar devastador para sus enemigos…

Su parte oscura rio de pura malicia, soñando gráficamente la destrucción del poder de los hechiceros, el suicidio de sus oponentes. Alguien con esa habilidad podría optar a la divinidad. Su rostro, sin embargo, no reveló sus ambiciones. La preocupación de algo así en él no dejaba de ser genuina.

-La guarida de los lobos se encuentra aquí-
señaló el mapa extendido- Nuestro objetivo se llama Gabriel Marlowe, y debemos arrancarle ese objeto ésta misma noche. No tenemos fuerzas suficientes para arrasar el emplazamiento por el día, y a eso se suma la capacidad de la lengua. Deberemos llevar los oídos cubiertos de cera.

Nousis comprendió la medida. Pero con poca luz y sin sonido… la desesperación por llevar todo a cabo resultaba cristalina. No le quedaba más remedio que poner su destino junto a ellos. No podría perdonarse no ayudarles ahora.

Quizá pudiera aportar algo a la operación. Las décadas de lectura y conocimiento debían llegar a servir por escasamente que fuera. Había perdido la cuenta del número de batallas antiguas y asedios que había leído y aprendido.

-Yo propondría dos distracciones para dividir a las fuerzas del lobo. Tres incluso, en diferentes puntos. Yo mismo entraré por uno de ellos cuando el enemigo haya sido diseminado- señaló varios lugares de los muros de Hemfith- Uno o dos de los vuestros podrían acompañarme a resolver el problema del tal Marlowe. Mejor si son diestros cuerpo a cuerpo. Dudo que haya espacio para asaetear al enemigo, y la fuerza enemiga será superior. Mi armadura no emite sonido alguno. Serviré para ello.

Su argumentación fue realizada con una seguridad tan apabullante como el ego del elfo le impedía no hacer cuanto estuviera en su mano.

Airan sonrió feroz.

-Traed la cera. Es momento de arrancarles los dientes a esos lobos.

Una flecha de fuego, añadió el líder al plan. Esa sería la señal para escapar si se hacían con el objeto. Nousis tomó su espada y le dio un giro sobre su muñeca. Respiró profundamente… y un punto de alegría tomó su semblante.

¿La lucha que de iba a desencadenar? ¿La sangre vertida? ¿Su auxilio a los suyos?

Quien podría decirlo exactamente.


La aldea que formaba el núcleo central del poder de Harlowe carecía de murallas. Ni siquiera una alta torre para divisar el territorio circundante. Nousis sonrió. Un problema menos. Ya tendrían bastante con lo que estaba por llegar.

Sin una palabra, inútil dada las circunstancias y las precauciones auditivas tomadas, la tropa élfica se fue disgregando y posicionando a una distancia prudencial de las primeras viviendas de la aldea, tomando yesca y pedernal y amontonando vegetación seca para hacer pequeños fuegos. Aquella seria una batalla de vista contra olfato, destreza contra fuerza bruta.

Aïndor se despidió del Indirel con un gesto. Había dejado con él a dos de lo suyos, armados con recios escudos de lágrima, yelmos y espadas bien afiladas. El resto fue tomando los lugares que les fueron siendo indicados por señas, y al tiempo que Nou y sus compañeros se escondían en los matorrales cercanos a las primeras casas, con la vista puesta en el puente que separaba la morada principal del resto de la aldea, los elfos alzaron sus arcos, y el canto de las cuerdas dio paso a lluvia de saetas de fuego que cayeron inmisericordes contra los tejados del objetivo.

-Vamos- indicó el de los ojos grises con la mano, y se pusieron en marcha entre un auténtico coro de ladridos y aullidos. Gritos indicando el fuego, voces airadas se sucedían en una cacofonía con la caída continua de flechas élficas como fondo… que no escucharon. El humo y lo improviso del ataque dio la razón a Aïran. Nadie había reparado en ellos. Un afortunado primer paso.

Desde su escondite, observaron como una cuadrilla de cuatro licántropos transformados atravesaban el puente directos a la aldea. El Elfo sintió la tensión del momento. Los arqueros podían hostigar a sus enemigos, vencerlos si eran capaces de mantenerlos a distancia. En cuerpo a cuerpo, la desventaja sería abrumadora. Debía actuar con la mayor rapidez posible para permitirles huir cuanto antes.

Corrieron como nunca antes en su vida, alcanzando la pasarela para llegar a la pequeña isla. Marlowe tenía que estar allí. Era la casa más grande con diferencia de toda la aldea. Era eso… o fracasar.

Sin embargo, no era estúpido. Y Nousis, pese a contar con la clara posibilidad de que hubiesen quedado algunos centinelas protegiendo a su líder, había confiado en que se hallasen en el interior. Los elfos que se acompañaban levantaron sus escudos y los golpearon con las espadas, en un claro desafío. Uno de los oponentes, iracundo, se lanzó sin más contra uno de ellos, con una velocidad que asombró al superviviente de la guerra. Es un movimiento grácil y entrenado, el elfo se giró, de tal forma que utilizó su broquel para el propio movimiento del lobo continuase sobre él y cayese por el barranco con un aullido lastimero. Ello tiró por tierra también al guerrero Sondve, quien no obstante se llevó la mejor parte. Su compañero hizo un gesto a Nousis con la cabeza, instándolo a continuar. El licántropo sonrió, como si supiese que nada tenía que hacer contra el lobo plateado, haciéndose incluso a un lado, para enfrentarse al elfo restante. Pero entonces, su sonrisa se borró al ver las orejas del Indirel, quien corrió al interior.

Cuando desenvainó, el elfo miró a todos lados. Como si a varios cientos de pasos no se estuviera desarrollando una dura pugna, como si a apenas cinco un seguidor de Marlowe y un Sondve no estuviesen luchando a muerte, avanzó lentamente, permitiéndose clavar su mirada gris en una silla más ornamentada que las demás.

¿Ese era Marlowe?

El espadachín trató de pensar con frialdad. Su apariencia no era más que algo superficial, y si lo subestimaba, pese a aparentar nada mejor que un anciano humano, aquella podría ser su última aventura.

Se fue acercando al hombre-lobo con cautela, ante una sonrisa plagada de sarcasmo con la que éste le contemplaba. Pocas cosas existían en el mundo que odiase tanto como que lo despreciasen. El líder de Hermfith se levantó, y aquella mirada disgustó profundamente al elfo, como si solo fuese parte de una partida en juego y supiera como neutralizarle. Como si jugara con él.
“Mátalo” le urgió con desesperación su voz interior, relamiéndose al pensar en su espada abriéndose paso por la carne de su objetivo.

Pero no estaban solos…

Una mujer surgió de las sombras y ante una palabra inaudible para Nousis, se transformó, yendo hacia él como una estampida de la que a duras penas consiguió esquivar. Su instinto y décadas de entrenamiento en cambio no pudieron igualar el segundo ataque, que lo envió con la pared de la vivienda. Pese al dolor, constató aliviado que tanto la armadura nueva como la capa reforzada habían servido a su propósito, y dio gracias a los dioses por haber adquirido todo lo que lo hizo antes de regresar a Sandorai.

No tuvo tiempo para palpar las posibles heridas del golpe recibido, pues su atacante no le dio un respiro, dispuesta a acabar con él en ese mismo momento. Sus garras hollaron la madera, haciéndola crujir, y el espadachín, ya prevenido, esquivó hacia un lado, buscando un corte horizontal que tan sólo consiguió una herida en el hombro de la bestia. Su espada parecía si no más ligera, sí más balanceada. Tan sólo había tenido que utilizarla en Lunargenta desde que fue reforjada tras la guerra. Si salía de allí con vida, tal vez debería darle un nombre.

La licántropo continuó el asedio, mordiendo y arañando con una fuerza superior a la que el elfo podría oponer. Alzando su espada, con el brazo restante tras ella, casi consiguió detener un zarpazo, rodando varios metros con el siguiente impacto de la cabeza del animal. Tomó la espada rápidamente, esperando que volviese a la carga, cuando se detuvo. Marlowe estaba diciendo algo… que Nou no podía escuchar, Se puso en pie, y ante el ceño fruncido del líder, y siendo incapaz de entender qué demonios querría transmitir su objetivo, el miembro de los Indirel realizó un gesto al anciano fruto del estrés y la tensión del momento, que universalmente era reconocido como un modo bastante grosero de mostrar un antipático desinterés por las palabras del viejo.
Irritado hasta el paroxismo, Marlowe ordenó a la loba volver a la carga.

El espadachín esquivó, fintó, y mostró un juego de pies digno de aquellos que le habían entrenado tantos años. Sus golpes no eran terribles como los de su rival, ni alocados. Sabía dónde dirigirlos, e iba cortando con maña y paciencia, reservando el aliento y el esfuerzo cuanto le era posible. Y un recio tajo en una de las patas delanteras fue su recompensa, antes de volver a volar contra la pared opuesta del lugar, en un golpe tal que el terror lo invadió por miedo a partirse la columna allí mismo. Se irguió, con un rápido suspiro, gracias a que los muros no eran de piedra. Sus protecciones definitivamente habían valido su oro.

La sangre de la licántropo salpicaba el suelo, y mantenía un ojo entrecerrado del dolor. Pero el elfo no estaba en mejores condiciones. Era más que probable que tuviese alguna costilla rota y agradecía haber desayunado poco, pues su estómago había acusado un poco los ataques recibidos aún con las defensas de la armadura.

Marlowe señaló al elfo, y su rostro continuaba mostrando ira, como si sus predicciones sobre el resultado estuviesen fallando por algún motivo.

Mas la mente de Nou se tornó en sangre. Eran esos los momentos donde su frialdad se empapaba con la lluvia del sadismo, del deseo de asesinar al enemigo. No era nada semejante a esa locura berserker irracional, sino que su parte más oscura tomaba posesión de su cerebro, alimentándose de sus deseos reales, rompiendo la cadena de su orden… y llegando a una diversión que sólo llegaba del sufrimiento. Él sabía lo que hacía, continuaba igual de diestro, solo sonreía. Y disfrutaba.

Se fue acercando a la loba en varios pasos rápidos, zigzagueando, y ella percibió la amenaza rugiendo y lanzando un zarpazo, que fue esquivado. Nou ni siquiera reparó en que alguien más había entrado en la casa, sólo los ojos del líder de Helmfith se distrajeron un instante. No le importaba. Hurtó el cuerpo y cortó el costado del animal. El golpe en el hombro, parado lo posible por la armadura le hizo caer de bruces al suelo, y tras rodar, saltó directamente contra su enemigo, ensartando su espada en el abdomen de la loba, quien cayó a tierra con el arma aún allí.

El elfo sintió que alguien le tocaba el hombro, no hizo el menor caso. Su rival había cerrado los ojos, respirando con dificultad. Y él tomó su espada, se acuclilló y abrió a la infeliz, desventrándola, tinto en sangre. En su mente solo residía buscar temor. Mutiló una zarpa de la licántropo, y dándose la vuelta, vio por vez primera a uno de los dos Sondve que habían llegado allí con él, enfrentado a Marlowe. No portaba escudo, perdido en la refriega.

Nousis tiró la garra a los pies del líder, quien tuvo el tiempo suficiente para componer una horrenda mueca que asemejaba a una sonrisa cuando los dos elfos cayeron sobre él con las últimas fuerzas que pudieron reunir.

Todo había terminado. O eso parecía, pues mientras su aliado tomaba de Marlowe aquello que había ido a buscar, y por lo que tanta sangre se había vertido, salieron de allí, sin siquiera comprobar si el licántropo había muerto.

Era el momento de huir.



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La lengua de plata [Evento Objetos del 19] Empty Re: La lengua de plata [Evento Objetos del 19]

Mensaje  Wyn Jue Ago 13 2020, 15:37

Los caminos del hombre muerto sin duda, son inesperados.

Marlowe despertó entre sudores, llevándose las manos primero a su corazón y luego a su boca. El sonido mismo de un gallo que parecía haberse prolongado desde su sueño a la realidad lo despertó. El hombre se levantó  de su cama, encendiendo una ténue vela como única iluminación en aquella sala. Por un segundo la calidez de aquel objeto fue lo que le hizo cerciorarse de que estaba de nuevo en la realidad de su vida y no en la profundidad de sus sueños.

Aquello, obviamente, no cambiaba nada. Marlowe conocía lo suficiente al hombre muerto como para saber que no era una coincidencia. Raikin entró jadeando seguido de dos de sus hombres.

-Emboscada, mi señor,- dijo el lobo siguiendo a Marlowe que había salido de su cabaña hasta su granero particular en la parte trasera para sorpresa de Raikin que lo miró con incertidumbre y confusión-Comenzaron las hogueras hará unos 10 minutos, señor, la ciudad esta dormida, tardaríamos al menos...- calculó mentalmente Raikin.

Marlowe le puso un dedo en las fauces y se acercó a uno de los gallos que había estado acariciando mientras oía el estresado discurso de su compañero.

-Canta- le susurró al gallo- CANTAD TODOS- dijo con mirada enloquecida oculta por la oscuridad cerrada de la noche.

Raikin miró a sus dos compañeros de manera significativa. El propio Marlowe sabía exactamente qué pasaba por las mentes de aquellos tres hombres lobo, y se sonrió a él y a ellos olvidando la necedad de quienes lo creían alguien sin recursos.

El gallo, sin embargo... comenzó a cantar un segundo después de que Marlowe lo ordenase. Tras el y en crescendo, los demás gallos de aquel pequeño corral lo hicieron y a lo lejos y como el mismo sol amaneciendo, los demás gallos que rodeaban la totalidad de aquella aldea comenzaron a cantar como sumidos en una ola silenciosa.

Raikin y los otros dos Hombres miraron entonces a Marlowe con los ojos muy abiertos, incrédulos. Aquí y allá se fueron viendo pequeñas luces señales de movimiento y despertar en las casas de aquella aldea. Los vecinos más intrépidos asomando la cabeza pero todos ellos seguros de qué significaba aquello. Iniciando ellos mismo la significativa ronda de aullidos que indicaba peligro. La noche, hasta entonces silenciosa, se había sumido ahora en un grito de guerra.

Raikin admitió mentalmente que le había parecido una consecuencia senil y rara de la edad de Marlowe el exigir un gallo en cada casa de la aldea pero casi podía imaginarse la satisfacción de Marlowe al ver como de cada una de las casas sus aliados salían listos para la batalla a la que se entregaron incluso antes de que todos los elfos comenzasen a adentrarse en las lindes de la aldea.


-Mi señor pero... son demasiado y no tenemos murallas y... y...- Raikin parecía un títere siguiendo a Marlowe de aquí a allá a medida que el hombre de nuevo entraba en sus aposentos.

Marlowe alzó un dedo mandando de nuevo a callar a Raikin, esta vez algo molesto. Agarró la ténue vela que iluminaba la habitación e hizo una runa sobre ella.  Salió entonces de nuevo de sus aposentos a prisa, dándose cuenta de la batalla que comenzaba a fraguarse al otro lado del puente. Los tres hombres atravesaron el puente tras el y cuando llegó a la linde del mismo, Marlowe se paró en un lugar concreto y prendió fuego a un reguero particular.

-Arde- dijo Marlowe cansado pero sin titubear- Eres el mismo infierno.-

Y las llamas se alzaron, casi a dos metros sobre él mientras comenzaban a propagarse sobre el reguero de protección perfectamente emplazado. Marlowe estaba seguro que su órden de dejar a un lado las murallas y reemplazarlas por materiales inflamables rúnicos no había sido muy popular en su momento, casi pensó que su lengua no iba a ser suficiente para convencer a los más quejosos de la aldea sobre la función de aquella estratagema.

Se sonrió viendo como el fuego había construido ahora las murallas que ellos tanto habían ansiado dejando entremedio del anillo de fuego que rodeaba a la aldea la torre desde la que los hombres de Marlowe vigilaban aquella emboscada. Impidiendo la entrada de los elfos que no habían sido lo suficientemente rápidos para entrar hasta ahora. Mermando así el número de asediadores.

-No se cuándo vas a entender que  la voz de los mayores... es siempre la voz de la experiencia- dijo Marlowe viendo como Raikin abría mucho los ojos ante aquel espectáculo que acababa de darles la ventaja del fuego y reducir enemigos.- Ahora ve, Raikin, lucha por tu gente, por mi y por el hombre muerto. No escuches a nadie más que a mi.- le puso una mano en el hombro y lo dejó marchar.

Agarró, sin embargo a los dos hombres que iban con Raikin. Se acercó al hombre lobo de pelaje más claro en aparencia más debilucha pero que Marlowe sabía, lo igualaba en destreza con su espada.

-Tú eres Gabriel Marlowe.- le dijo, con el mismo tono de voz monótono con el que había hablado al fuego y a los gallos- Lo eres por esta noche. Y si alguien decide molestarte esta noche, si alguien se acerca lo suficiente como para ponerte en peligro,  lo seguirás siendo. Aquí fuera no hay nada que ver.- Mientras decía aquello agarró  el candil de plata que había llevado para encender el fuego que ahora era muralla y lo acercó a las llamas. La plata comenzó a calentarse poco a poco- Ven. Abre tu boca- dijo Marlowe a modo de órden- el hombre lobo obedeció con lágrimas en los ojos.

Marlowe vertió el contenido plateado derretido y candente en la lengua del lobo que aulló de dolor

-Silencio- ordenó Marlowe. Y el lobo dejó de gemir.- Eres Marlowe y  tu y tu compañera no dudareis en matar a nadie que se ose aproximarse a mis estancias, donde ambos vais a quedarse. Ninguno de los dos desvelará que no es Marlowe. Porque lo es. .- Añadió- - dijo el hombre con la certitud de que desde ese momento eso era lo que aquellos dos hombres lobo creerían y sabían, porque él lo había dicho.

Dicho esto vio como ambos se alejaban hacia su habitación. Marlowe suspiró escondiéndose entre las sombras mientras veía como dos elfos se aproximaban al puente por el que él se acababa de esmfumar. Pensó por un momento mientras esquivaba cadáveres de sus aliados y elfos. Le llamó la atención las orejas de estos últimos. Se acercó a uno de ellos que acababa de ser tirado al suelo por uno de sus aliados.

-Espera- Ordenó Marlowe- y agarró al elfo antes de que el hombre bestia acabase con su vida.Le agarró las orejas y vió como estas estaban enfundadas en lo que parecía ser un tipo de resina... de un color casi blanquecino...- Interesante- dijo cuando se percató de lo que era.

Zarandeó al elfo que quería hablar pero estaba demasiado dolorido como para que sus palabras saliesen de su boca. Marlowe apartó la cera de su oido derecho, lo suficiente como para que el elfo pudiese oírle.

-¿Por qué te quejas?- le dijo- No estas herido; Levántate- le dijo mientras este cambiaba su expresión casi al momento a una tranquila que no reflejaba dolor alguno-

Lo ayudó a levantarse y una vez que lo hubo hecho le dijo:

-La cera no funciona.- le dijo con una sonrisa en los labios-  Házselo saber a tus compañeros. Si no te creen es porque ellos ya están bajo el embrujo de Marlowe. Si es así debes matarlos. Os han traicionado y deben morir- dijo el hombre- Asegúrate de que todos lo sepan. Especialmente a Aïndor.- dijo Marlowe finalmente.


El hombre se sumió en su capa y miró a su alrededor. Los elfos y los lobos estaban luchando de manera valerosa. Todo a su alrededor era destrucción y pérdida. Compuso un gesto serio y analizó con franqueza la situación. Por mucho que tuviesen la ventaja del fuego, el asedio estaba lo suficientemente avanzado como para ganarlo, y estaban perdiendo a demasiados. Buscó con la mirada a Raikin. Lo encontró cortándo las orejas de un elfo.

-Nos vamos- le dijo a Raikin quien pareció entenderlo y no lo cuestionó, compartiendo la mirada vacía que habían compuesto el resto de los que se habían visto bajo el influjo de la lengua de Marlowe aquella noche.- LUCHAD HASTA QUE NO QUEDE NI UN ELFO EN PIE- gritó a los demás lobos que aullaron con fiereza

Ambos se camuflaron en sombras y escaparon de aquella aldea de destrucción y  batalla aprovechando la vía de escape que había construido de manera estratégica Marlowe cuando comenzó a restaurar la aldea.  Ambos caminaron hacia la oscuridad del bosque, cerciorándose de rodear la aldea de manera que no se topasen con elfos por sorpresa.  Tan solo cuando ambos estuvieron lo suficientemente lejos como para parecer figuras en la distancia, Raikin se atrevió a preguntar:

-¿No crees que van a darse cuenta de que no estás ahí en algún momento?- dijo el hombre con la tristeza de saber que su aldea, sus compañeros, casi estaban aniquilados.

-¿Por qué iban a hacerlo? Sigo ahí- dijo guiñándole un ojo y apresurando su paso dejando atrás el humo y la visión consumida por el fuego de la aldea.


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-----------

Aïndor miró perplejo a Nousis mientras este tomaba aquella lengua plateada en su mano.  El elfo sintió una mezcla de alivio y tranquilidad en el momento justo en el que ambos acababan con Marlowe. Aquello no había sido tan complejo como creían y estaba seguro de que cuando lo contasen de vuelta en Sandorai tendrían que aderezar algunas escenas con lucha y destrucción.

Dejó que Nousis cargase con la lengua y se apresuró a salir de aquella cabaña sangrienta con el pecho hinchado de orgullo. La visión de fuego con la que se encontró lo paralizó. Estaban.... atrapados.

Murallas de fuego los rodeaban allá por donde el elfo intentaba otear por una salida. Uno de los suyos interrumpió su pensamiento mientras llegaba corriendo.

-Señor...- dijo el elfo.- Nos.... nos han tendido una trampa- dijo recuperando el aire. A él lo siguieron dos o tres elfos más heridos y con sangre. Entre ellos con el que Marlowe había hablado. Aïndor se percató de que ninguno llevaba la cera en sus oídos- El fuego apareció de la nada. Los lobos se despertaron, estaba claro que esto estaba perfectamente planeado. Como si supiesen desde el principio. ¿O esque acaso no nos pareció extraño que no hubiese murallas? -

Aïndor los miró con incredulidad primero y poco a poco fue atando cabos. Se llevó las manos a los oídos y se quitó el también la cera de los mismos, comprendiendo entonces. No era la primera batalla a la que se enfrentaba con aquellos elfos. Se cortaría un dedo de cada manos antes de desconfiar de los mismos. Habían visto morir juntos a muchos de los suyos... sin embargo.

Se giró hasta Nousis y la imagen del elfo cargando con aquella lengua le impactó de pronto.

Así que era aquello.  Se alzó hacia él con su espada en mano y los otros tres elfos hicieron lo mismo en un intento de apresarlo. Nousis no tuvo mucho margen de reacción así que se encontró de pronto con 3 elfos armados, furiosos y lo peor de todo... el orgullo herido.


-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.*.-.

Criatura narratochos :

¡Enhorabuena, ahora tienes dos lenguas! Podrías hacerte un collar con una de ellas, o algo por el estilo. No creo que la bañada en plata que acabas de conseguir te sirva de mucho más... Como ves Marlowe es un poco más escurridizo de lo que pensabas. Espero que hayas disfrutado peleando a muerte entre vísceras y descargando tu furia intentando asustar a alguien que...  bueno: No es Marlowe.

Pero claro,eso Nousis no lo sabe, Así que imagino que debemos dejar que se inunde en la sensación de falsa felicidad de un trabajo bien hecho. Al menos por un rato.

Mientras tanto... Marlowe ha sembrado la semilla de la duda entre los elfos,  que eventualmente ha alcanzado a Aïndor, gracias al elfo bajo el hechizo de la lengua. Ahora no confía en nadie y teme que todo sea una trampa. ¿Adivinas de quién va a sospechar primero? El elfo forastero, sin duda. No está de muy buen humor dadas las circunstancias, ni él ni el resto de los elfos que creen que los has traicionado y llevado hasta una trampa con la que intentas usar las habilidades de la lengua para desprestigiar a su clan y que el tuyo sea más conocido y honorable.

Además de eso... bueno. Tienes unos hombres lobo no muy amigables que han conseguido ventaja gracias al fuego y  con los que imagino deberías lidiar también. Estás rodeado de la "muralla" de fuego que te retiene en el lugar mismo al que tanto querías acceder. Ah... y Marlowe y su lengua se escapan.

Por si no te ha quedado claro... Estás en un aprieto y aún necesitas hacerte con la verdadera lengua de plata.

No veo la hora de leerte
.
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La lengua de plata [Evento Objetos del 19] Empty Re: La lengua de plata [Evento Objetos del 19]

Mensaje  Nousis Indirel Vie Ago 21 2020, 21:23





Todo había salido a la perfección, o casi, se dijo al toser a causa del dolor, al tiempo que una sonrisa de suficiencia escaló hasta sus labios. Un gesto de un trabajo llevado a cabo por los suyos, y pocas cosas en el mundo le provocaban una sensación mejor.
Marlowe estaba muerto y el objeto, en sus propias manos. Tras cinco años de viajes a lo largo del mundo, pese a las pequeñas victorias contra criminales, sectarios y monstruos, de su pequeña aportación a la defensa de Árbol Madre, por primera vez sentía que realmente había ayudado a su especie.

Aún sonreía, cuando al salir de la mansión comprendió rápidamente que los licántropos había logrado encerrarlos tras una bien calculada senda de fuego.

“Una buena jugada” expresó su propio pensamiento, apretando los dientes el espadachín, resuelto a no mostrar temor, buscando refugiarse en una conocida frialdad. El sonido de la voz de su congénere llegó hasta él muy amortiguado por las medidas auditivas tomadas como protección. Fue a quitarse los tapones como acto instintivo al haber llevado a cabo la misión, sintiendo su opresión como algo mucho más molesto con las llamas rodeándoles e impidiéndoles la escapatoria hacia la aldea. Mirando en lontananza, pudo comprobar que la trampa no se limitaba a ellos, y gimió interiormente angustiado. ¿Cuántos elfos morirían abrasados y por mor de las garras de los violentos híbridos de Marlowe?

Trampa.

Esa palabra sí llegó hasta Nousis. Trampa.

Giró la cabeza, volviendo su atención al pequeño grupúsculo de hijos de Sandorai. Él mismo había llegado a tal conclusión. No obstante, cuando Aindor se quitó de los oídos la cera y lo miró como si fuese un auténtico enemigo, el Indirel le dirigió unos ojos grises que casi gritaban que aquello no podía estar ocurriendo. Por supuesto, se equivocada por completo. Y con los tres elfos restantes dispuestos para una nueva batalla a fin de segar su vida, se pasó una mano por el cabello, y compuso otra sonrisa completamente distinta. En ella brillaban la tristeza, la resignación y un sarcarmo nacido de una afilada comprensión. Siempre había estado orgulloso de su inteligencia, superior a la media, y en ese instante, casi sintió ganas de reír a carcajadas. Había subestimado a su enemigo y estaba pagando claramente el precio.

Aquellos elfos no habían dado ninguna muestra de desconfianza hasta ahora. Habían luchado a su lado para llegar a asesinar al líder licántropo y hacerse con el objeto. Habían seguido tanto las indicaciones de Aindor como sus recomendaciones a la hora de infiltrarse. Podrían haberle matado en cualquier momento previo. ¿Por qué justamente ahí? La respuesta llegó como un auténtico destello. Sí, había subestimado a su enemigo y la jugada de su oponente había resultado contundente. Había conseguido poner en su contra a sus propios aliados.

Y eso no tenía ninguna otra explicación a la que le quemaba el razonamiento. Tiró al suelo el órgano que sujetaba, asqueado, y con la voz sonándole a sí mismo distorsionada por la cera, trató de expresarse con rapidez, con pasos lentos de nuevo al interior de la vivienda, y observando con presteza a todos lados. Entre los Sondve y el fuego, a Nou le costó recordar un momento en su vida aún más desesperado. Señaló a la lengua antes de hablar.

-Os ha engañado. No soy el enemigo. Marlowe continúa con vida.

Dio un paso más atrás.

-No voy a luchar con vosotros. No soy el enemigo- repitió. Deseó con desesperación ser capaz de contrarrestar su embrujo. Por supuesto, fracasó.

Las opciones eran escasas, y arriesgadas. Enfrentarse a cuatro elfos sin -si su teoría no erraba- ser plenamente conscientes de sus actos, o tratar de escapar de la mansión y de la aldea. Si todo se había venido abajo, sólo restaba salvar la vida.
Corrió. Corrió hasta la parte posterior de la edificación, seguido por lo que habían sido sus aliados hasta un par de minutos atrás. Maldijo su mala suerte y el odioso giro de los acontecimientos. Sólo confiaba en que el fuego no rodease por entero la mansión.

Un nuevo error. Desesperado, arrinconado como un zorro ante los perros. Sólo las espadas de los Sondve brillaban ante él. Dioses… estaba tan cansado…

Miró al otro lado, a la inmensidad del océano. Su armadura era de cuero, y su capa reforzada no le dejaría más que media oportunidad de sobrevivir si… Todo restaba en enfrentar el acero de cuatro guerreros o las aguas que rodeaban el peñón.
El espadachín exhaló aire. La altura era considerable, y el riesgo, brutalmente elevado. Y era su mejor baza, por lo que se cubrió el rostro con la capa y corriendo a través del fuego, Nou se lanzó al mar con un agónico grito, dejando a Aindor y a los suyos tras el muro de llamas.

La sensación del agua fue terrible. Cada fibra de su cuerpo chilló por la temperatura de la misma, y sus prendas tomaron al instante un peso insoportable. El dolor del pecho se intensificó con las brazadas hacia la superficie, mientras el peso que llevaba consigo lo arrastraba hacia abajo.

Nunca había sentido un pavor semejante. El aire de sus pulmones amenazaba con terminar, y sus pequeños avances hacia la superficie no eran suficientes. El cerebro amenazaba con imágenes dantescas y su rostro expresó un rictus de terror que ni la primera bocanada de aire pudo soslayar. Las pequeñas olas y las corrientes cerca de las rocas lo movían como un bote en una tormenta y varias veces, se vio impedido de respirar por tragar agua y pasarle además una ola por encima. Sólo cuando un afortunado golpe del océano le acercó lo suficiente, consiguió aferrarse a una de las piedras, alzándose con un esfuerzo que en otra ocasión no habría creído posible. Respiró, observando el humo de los diversos fuegos en la noche. Revisó sus pertenencias, con la espada en la vaina como eje fundamental, y sacudió los brazos, con los ojos puestos en la mansión. Aún debía escapar.

Fue trepando, a costa del peso de sus arreos y su entumecimiento. Apenas sentía los dedos, y el dolor del pecho había aumentado. Cada paso resultaba extenuante, procurando no pensar en lo que ocurriría con un resbalón. Continuó con las fuerzas del orgullo y la necesidad, hasta llegar arriba, donde el suelo por fin se niveló, y pudo caer de espaldas, ajeno a las luchas de la aldea, ajeno al fuego y a cuanto existía. Vomitó agua salada hacia un lado, antes de recuperarse momentáneamente.

Se obligó a levantarse. Quedarse allí aún suponía la muerte, y avanzó lo más deprisa que pudo con la ropa empapada y el cuerpo fatigado. No obstante, cada paso que lo alejaba de la aldea, de la lucha de elfos y licántropos, parecía darle una pequeña vitalidad, pese a su propia incredulidad de haber escapado de allí. Sólo se permitió un último vistazo al campo de batalla, del que apenas podía ver nada. El odio por Marlowe lo invadió, y la ira contra sí mismo al no haber podido prever todo lo ocurrido. Los elfos morían. Tal vez venciesen, pero mucha de su sangre se habría perdido en una lucha que no había logrado nada. Y Aindor lo creía un traidor.

Nousis miró al cielo, como si esperase algún tipo de milagro. Un traidor… era la peor estampa que podría sufrir su ego. Considerado así por los suyos… varios insultos en su idioma natal brotaron de sus labios. No era justo. Dioses… no merecía aquello.


Se permitió unos segundos para regodearse en la autocompasión, lo suficiente para tratar de curarse a sí mismo. No podía entretenerse, mas era algo irrenunciable. Se detuvo al tratarse un poco las heridas sufridas, comulgando con un sosiego desaparecido a través de los acontecimientos recientes. Cerró los ojos, encomendándose a los dioses, y su mente zigzagueó, abrazando la frialdad que precisaba. La llanura era una mala opción si algún licántropo le seguía, no los perdería por velocidad. En el bosque quizá podría encontrar un mejor refugio hasta recomponerse un poco más.

Se quitó los tapones de cera, tan sólo un instante, a fin de aliviar la presión que sentía en la cabeza, antes de volver a colocarlos. Eran molestos, y detestaba perder tan drásticamente el oído. El cambio de los Sondve le había provocado una leve paranoia. Ya había sufrido el hecho de perder su apariencia. No estaba dispuesto a perder su voluntad si podía evitarlo.

Al llegar a la foresta, apoyó su espalda contra un árbol de la segunda línea. Alzó una nueva plegaria a fin de recuperarse en mayor medida, esbozando una sonrisa nacida del dolor. El agua goteaba desde su cabello hasta sus botas, y los ríos por su espalda le helaban aquella sangrienta noche. No tenía en absoluto claro hacia donde dirigir sus pasos, cuando vio dos elfos tirados, muertos en el suelo. El odio agarrotó su garganta y miró alrededor, buscando probables culpables, y con presteza, desenvainó, acercándose a los cadáveres. Observándolos con atención, no vio señales de garras o dentelladas. Todas las heridas apuntaban a que se habían matado entre sí.

Sondve asesinando Sondve. Y como un perro de presa, alzó el rostro, como si esperase un rastro divino. Marlowe…

Pese a todo, la luz de luna le permitió notar un charco de sangre en los alrededores del duelo, demasiado forzado para pertenecer a la lucha que habían llevado a cabo. El frío, el dolor, el cansancio, la ira, la culpabilidad… todo sentimiento fue apretado hasta formar una masa oscura que le hizo componer una demoníaca sonrisa. Volvía a tener una oportunidad.

Siguió el rastro sin descanso, durante casi dos horas, deteniéndose para restablecerse lo mínimo exigible. Tenía que seguir.
Los árboles parecían temblar a causa del suave viento, y los arbustos no desear detenerle. Su paso era el más ligero que podía mantener. Tenía que seguir.

Velocidad contra cautela. Si no quería perderlo, confiando en llevar la razón en una apuesta sumamente arriesgada, no podía más que avanzar sin tener demasiado en cuenta cuanto le rodeaba. Y esa fue la razón por la que cayó en la emboscada, se dijo a sí mismo cuando esquivó por centímetros la arremetida del lobo que acompañaba a un hombre que, por segunda vez, coincidía con la descripción que los elfos habían hecho del líder licántropo.

Alzó su espada, y unos ojos grises que del odio por el enemigo habían pasado incluso a alguien más profundo. Analizó a su oponente más hostil, quien se había taponado con alguna clase de hierba la hemorragia, sin duda para consumar aquella emboscada. No obstante, uno de los Sondve asesinados había logrado abrirle un buen tajo a la altura del abdomen. Para él, era una carrera contra el tiempo. Tal vez Nou no estaba en su mejor momento, pero el lobo podría morir en minutos. Y con la desesperación de una infernal resolución se lanzó a masacrar al espadachín.

Todo, mientras Marlowe escapaba.

El elfo gritó de furia en su idioma natal, tratando de perseguirle, cuando fue derribado por la fuerza de su oponente. De nuevo en pie, vociferó el nombre el líder de la extinta Helmfith. Este se detuvo, molesto, y dijo algo que su enemigo no pudo escuchar. Su fracaso le hizo retomar su huida. No podía permitirlo.

El adlátere del portador del objeto de los 19 volvió a la carga, y Nou sintió un descorazonador dejà vù, respecto a lo ocurrido en la mansión. Esta vez se despojó de la húmeda capa, que le restaba movilidad y se limitó a correr entre los árboles, persiguiendo a su objetivo y esquivando los furiosos ataques del licántropo, que hacían fuerte mella en los troncos de los árboles. Varias veces tuve que echarse a tierra, y en todas ellas pensó que no sería capaz de volver a ponerse en pie. Sólo el instinto de supervivencia y el odio hacia quien le había querido dejar como un traidor tiraban de su maltrecho cuerpo.

Pero no podría conseguirlo.

Y en cuanto el hombre lobo cayó, por mor de la continua pérdida de sangre, el elfo también se dio de bruces con la hierba del bosque que coronaba el suelo. Uno de los tapones de sus oídos se desprendió con el impacto y el Indirel cerró sus ojos grises. Tal vez allí terminaría todo.

Marlowe dejó de escapar. Su único perseguidor había caído, y éste sintió como las pisadas volvían. Era natural asegurarse. El líder iba a matarlo.

-Parece que has logrado huir de los suyos y de las llamas. Pero esto termina aquí- comentó con una voz que erizó la piel del espadachín, quien no movió un músculo. El siseo metálico de una espada saliendo de la vaina fue acercando al veterano seguidor del Hombre Muerto al yaciente y golpeado hijo de Sandorai. Las palabras que llegasen a continuación podían ser las últimas que escuchase.

El golpe procedió a llegar.

Sólo para que su enemigo, confiando en su aptitud y décadas de experiencia en tales lances, rodase una vuelta hasta los pies de Marlowe y de una estocada lo más fuerte que fue capaz, atravesase la parte menos protegida de su torso, el estómago, hundiendo la punta de su espada hasta donde logró hacerlo, para tomar acto seguido el tapón de cera, y colocándoselo con rapidez.
Atónito, el licántropo dio dos pasos atrás, con el acero aun en él, alejado de la mano del elfo. Masculló unas palabras, que una vez más, Nousis no pudo escuchar. El elfo cayó de rodillas, agotado, con el cabello mojado a un lado del cuello y los ojos grises clavados en su rival. Apoyó una mano en el suelo, sintiendo en mayor medida el dolor de la costilla rota y su revuelto estómago por el agua salada.

No remató pronto al lobo. Lo observó morir con lentitud, mientras su mirada ardía en un regocijo que la frialdad de su semblante no permitía expresar. Sólo deseaba que con su desaparición, sus palabras se perdiesen en el olvido, así como los hechizos que estas habían traído.

Dioses… se dijo mirando al cielo.
Estaba tan cansado…
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Mensaje  Wyn Lun Sep 14 2020, 21:01

La sombra misma de los árboles que los rodeaban. El susurro de sus pasos y las pisadas casi parejas de aquel que se había aventurado a seguir a Marlowe y su aliado en la carrera intensa. El hombre lobo a su lado le hizo un gesto al viejo Gabriel abriendo los ojos e indicando un camino único a seguir en la abrumadora oscuridad que se bien podría haber sido las puertas mismas del infierno.

Marlowe lo miró por un segundo, y se percató de su mano rodeando una de sus costillas: Hasta ahora no se había dado cuenta que su aliado sangraba, pero Raikin desvió su mirada de la del anciano apresurándolo a avanzar mientras él le guardaba las espaldas. Marlowe se perdió entre las sombras y como conectado con su amigo por un hilo invisible notó como sus pisadas se aligeraban y reaccionó a ello apresurando las suyas propias en un intento mínimo de carrera al principio para después acabar en un trote que lo dejaba sin aliento.

No quería imaginar lo que estaba pasando a sus espaldas, pero los gruñidos de esfuerzo y dolor de Raikin le daban una idea lo suficientemente explícita como para imaginar que al lobo no le quedaba demasiado tiempo de vida, y con él moriría el último de sus refuerzos, la última esperanza de recobrar parte del esfuerzo puesto en aquella aldea en el medio de la nada y al fin ser alguien de importancia en la factoría.

Paró en seco sus pasos, como si el continuo tambor de adrenalina que había guiado sus pasos hasta entonces hubiese cesado en el momento justo en el que el ruido sordo de las rodillas de Raikín tocasen tierra por última vez.

¿De quién huía? Él era Gabriel Marlowe. Quien quiera que se dignase si quiera a cuestionar su poder de palabra merecía al menos mirarlo a los ojos la última vez que los mantuviese abiertos.


Y así fue: Ante él lo que quedaba de un elfo chamuscado y herido parecía tabalearse con una espada  que en aquel momento relucía dando luz a la estancia oscura en la que ambos se habían encontrado. El cabello de aquel elfo esparcido por su cara le daba un aspecto tétrico y sus ojos mantenidos en una mueca perenne que ansiaba un último aliento después de su carrera completaba aquella visión fantasmal como si sin quererlo, Nousis Indiriel ya estuviese muerto.

Gabriel sonrió. El elfo había caído sobre la hierba fresca de un claro a menos de dos metros de él mismo. Marlowe recorrió con sus pupilas inmensas la silueta del hombre que acababa de caer y sus reflejos de hombre anciano pero ileso captaron como por arte de magia el movimiento anejo a Nousis y que resultó en uno de los tapones de sus orejas sobre la hierba.

El anciano inspiró, saboreando la certeza de saberse vencedor y se acercó al hombre para hacer lo que mejor se le daba: Hablar.


-Parece que has logrado huir de los suyos y de las llamas. Pero esto termina aquí- dijo Marlowe vocalizando todas y cada una de sus palabras como si se tratase de una estrofa ensayada durante años.

Y así fue.

Porque así era siempre. Su palabra, como la ley, marcaba el sino de los acontecimientos a los que se dirigía el anciano. Aquello sin duda acabó allí. Como una órden sumisa, las palabras del anciano entraron por la oreja libre del elfo y se apoderaron de su mente. Aquello sin duda acababa allí.

Marlowe notó como la espada de Nousis se acercaba a su torso con el ímpetu mismo de quien sigue su coraje y en su camino, la misma espada camufló ese ímpetu tintándolo de la certitud concisa de quien recibe una orden. La espada se clavó en su estómago, sí, tal como el elfo lo había deseado. En SU propio estómago.

Marlowe dió dos pasos atrás y vio cómo el elfo sumido en los efectos de las palabras de la lengua se llevaba las manos a su propia espada, clavada en su propio abdomen con la mirada ingenua de quien no entiende qué pasaba. El elfo buscó a tientas la cera de su oído como si aquel intento estúpido de protegerse fuese a salvarlo de su propia espada clavada en su estómago.

Lo vio caminar sumido en su limbo y al rato desfallecer dejando un reguero de sangre sobre sus botas. Marlowe sonrió mientras veía cómo los ojos del elfo se cerraban mirando al cielo y no fue hasta que lo vió perderse en el cansancio y el dolor plausible de la muerte que se acercó a retirar la espada del espadachín del estómago del elfo.

Amarró las manos y los pies del elfo a una cuerda que le sirvió de correa improvisada mientras tiraba de él ladera abajo.

Encontró el lugar pseudo vacío. Aïndor parecía curarse las heridas junto al resto de los Sandove que habían conseguido sobrevivir a la batalla que no hacía mucho había terminado. La visión de Gabriel los pilló desprevenidos y Aïndor con el rostro cansado pero con furia en la mirada desenfundó la espada que aún mantenía el calor en  su empuñadura.

Marlowe podía ver como sus ojos lo analizaban y esperaban cualquier movimiento en falso para atacarlo. Se fijó en que ninguno de los presentes tenían ya cera en sus oídos, creyéndose a salvo tras los eventos de la guerra que acababan de ganar a medias.  Gabriel no perdió un momento y habló con su voz etérea de plata:

-Amigos...- dijo alzando su mano derecha en un gesto que indicaba pausa- y enemigo...- dijo, arrastrando la cuerda que llevaba a Nousis de manera en la que su cuerpo inerte girase y se posicionase en el centro de aquellos elfos.- Creo que estaréis de acuerdo conmigo si os digo que acabáis de entender que en el fulgor de la batalla nada es lo que parece-

La calma de sus palabras ejercía de somnífero acústico a los presentes que escuchaban al anciano con una curiosidad hasta entonces inexistente.

-Dejadme que os presente a la única certitud de la que se acompaña esta guerra...- Marlowe hinchó su pecho y guiado por la lengua fue ganando confianza en sus palabras y se fue regodeando entre los elfos que cada vez parecían más calmados como si todo lo que decía el hombre tuviese sentido- La victoria misma del hombre muerto- dijo.

Aïndor se removió un poco como si dudase por un segundo. Marlowe puso su mano libre sobre el hombro del elfo de manera paternal. Lo miró a los ojos con una sonrisa y volvió dirigirse a las masas de elfo que lo escuchaban- Con vuestra fiel ayuda entre sus tropas- añadió.

Los ojos de Aïndor se relajaron y su gesto hasta entonces tenso de destensó en una mueca de contención y sumisa.  Enfundó su arma y sus compañeros hicieron lo mismo, todos con la mirada perdida en la nada.

Marlowe suspiró dedicándole una última mirada al elfo que acababa de presentar como prueba de la nueva alianza entre el clan Sandove y el hombre muerto.  Se giró e hizo un gesto mudo a Aïndor que lo siguió con la misma fidelidad que lo había hecho Raikin horas antes.

El hombre muerto iba a estar bastante contento de sus avances. Pero el tiempo hasta su victoria no paraba, y junto a los Sandove y los que habían quedado de su querida aldea, tenían lo suficiente que preparar como para dejarlo pasar en vano.


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*.*.*.*.*,*.*.*.*.*.*



Querida criatura derrotada.

Lamentablemente tus habilidades casi heróicas no han servido para hacerte con la lengua de Marlowe. Una lástima porque a pesar de tus dotes de espadachín quizás tus errores han sido marcados por ti mismo. Siento que hayas acabado así.

El hombre muerto sin embargo, te da las gracias de manera encarecida. Gracias a ti ahora cuenta con el clan Sandove como aliados y mantiene a su compinche más cercano el gran Marlowe. Imagino que tú también debes de estarle agradecido. Te ha dejado vivir.  

Afortunadamente la muerte lenta y dolorosa que le vaticinabas a Marlowe y que ahora era la tuya ha sido parada por tus características innatas y sanadoras de elfo. No morirás, pues. Te despiertas sin embargo en el medio de la nada en un lugar que no conoces rodeado de lo que parece ser vegetación frondosa y muy muy lejos de Marlowe, su lengua, sus nuevos amigos elfos y el resto de la batalla del hombre muerto. Imagino que Nousis se cuestionará si lo que vivió es un sueño, y créeme, quizás sea mejor que piense que si. No puedo imaginar algo más poco honorable que liderar el orgullo élfico de uno de tus grupos hasta el lado oscuro de la batalla.

Antes de despedirme tan solo te quería dar un pequeño apunte para tramas master: Intenta no definir acciones que no dependen de tu personaje en tus posts. Siempre es mejor trazarlas de manera subjuntiva si quieres con repercusiones que podrían acarrear para devolver así la libertad de acciones que él te dio en tu turno al master.

No todo es malo: Recibes 50 Aeros y 5 puntos de XP.

Nos leemos.


Wyn
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