Mente Colmena [Evento Objetos del 19]
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Mente Colmena [Evento Objetos del 19]
Tres veces cantó el gallo en una ciudad muerta. Nadie negó a nadie, pero hubo quien se extrañó de oír cantar un gallo en medio de la noche en una ciudad en la que nada crecía.
En su posición privilegiada en la villa, el brazo metálico de IR-12 se agitó ligeramente. Las raíces que había hincado en tierra, emitieron un ligero pulso y se encogieron de nuevo, permitiendo que la mano se alzara y echara a andar por su propio pie. ¿Hacia dónde? Era difícil saberlo con exactitud, aunque en la mente de todo aquel con quien se cruzaba, aparecía siempre la misma idea: Allá donde esté el Virrey. No sabían que la mano había soltado a su presa.
En efecto, tras un tortuoso camino a través de las desordenadas calles, si podían llamársele calles, de aquel lugar, el brazo cercenado dejó atrás la última tienda para adentrarse en la oscuridad de la noche.
Una nube se apartó y un rayo de luna dejó ver que el brazo no estaba solo. Varias figuras caminaban o se arrastraban en la misma dirección. Algunos se veían como cuerpos completos, otros eran poco más que torsos o miembros sueltos, pero todos avanzaban sin detenerse, con el mismo aire de resolución.
Al frente de semejante comitiva, Adie, cibernético mensajero sin funciones, se erguía como un faro que, en lugar de alejar a los barcos, atraía la marea hacia sí. Caminaba a pasos lentos, pero su enorme altura hacía que avanzase grandes trechos cada vez. Con su límpida mirada clavada en un punto indeterminado del horizonte, daba la impresión de avanzar sin rumbo. Sin embargo, caminaba en una dirección fija; jamás se desviaba, jamás se detenía.
Ka-ING, ¿dónde has estado? ¡Mira lo que ha hecho APP-Bel en tu ausencia!
¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? ¿Es esa una de mis funciones?
Sabes bien lo que has de hacer.
Sí, lo sabía, ahora lo sabía. La nube de cimëxborg que volaba a su lado lo sabía, los bio-cibernéticos que caminaban tras él lo sabían, los proxies que se arrastraban junto a ellos lo sabían. Todos tenían la misma función, entre otras muchas: destruir el objeto maldito.
Camino de su destino, Adie, cibernético con una importante función y otras muchas secundarias, pasó junto a un arbusto de espino. Redujo el paso lo mínimo imprescindible para tomar una rama y llevársela a la boca y la masticó con su potente mandíbula mientras seguía caminando. Las púas pinchan, recordó.
Tres veces cantó el gallo en una ciudad viva. Nadie negó a nadie, pero hubo quien se extrañó de oír cantar un gallo en medio de la noche en una ciudad de metal.
APP-Bel se encontraba junto al Fruto cuando llegó la actualización. Era día (noche) de sacrificio y presidirlo era una de sus funciones. 53-T8 y 3N-05 tenían la función de traer el alimento para el Fruto.
Los dos bio-cibernéticos arrastraban a la elfa semi inconsciente hacia su destino en el momento en que llegó la actualización. Se detuvieron durante un instante, dudando. La mirada gris de su hermano les indicó que continuasen, aunque el propio APP-Bel sólo permaneció en la sala el tiempo que tardó la elfa en dejar de luchar contra la máquina que absorbía su preciado éter.
—Están aquí —dijo cuando salía de la sala. No se dirigía a los cibernéticos, todos habían recibido la misma información, todos al mismo tiempo, sino al humano y la mujer-bestia que esperaban respetuosamente para entrar a realizar su función de limpieza y masaje del Fruto—. Continuad con vuestras funciones.
Había cuatro vías de acceso a la gran sala en la que descansaba el Fruto. Tres de ellas estaban guardadas por el trío de luberus que habían despertado gracias a la energía del último brujo sacrificado. Los tres tenían clara su función. La cuarta entrada, una pesada puerta metálica de dos puños de ancho, la selló el propio APP-Bel cuando la mujer-bestia y el humano hubieron entrado en la sala. Tras esto, comenzó su andadura por los laberínticos pasillos que conducían al exterior.
Conocía bien el camino, ni siquiera tenía que pensar derecha, izquierda, izquierda, al frente... Era una suerte no tener que pensar en ello, porque era su ya cercano encuentro lo que ocupaba su mente. Aquella noche, se vería cara a cara con su hermano mayor, el mal hijo, el traidor. Una macabra sonrisa iluminó sus labios, sus ojos seguían igual de apagados.
Llegó a la última de las edificaciones, la más cercana al lugar por el que sabía que se acercaban Ka-ING y sus hijos. Y allí estaban. Los dos hermanos se miraron brevemente en la distancia. Por todo saludo, APP-Bel lanzó un puñetazo al frente, como si golpeara el aire. Una ráfaga de viento empujó unos palmos hacia atrás al enjambre de cimëxborg que volaba a la altura de Ka-ING, a pesar de que aleteaban a toda velocidad. El viento traía un mensaje: No pasaréis.
Ka-ING y sus hijos se detuvieron al unísono a poca distancia de las primeras edificaciones. APP-Bel y sus hijos los observaban inmóviles desde el extremo de su Edén. Un latido, dos latidos. Y, sin que nadie tuviera que dar la orden, comenzó la batalla.
Tres veces cantó el gallo por tercera vez aquella noche. Nadie negó a nadie, nadie se extrañó. Estaban todos demasiado ocupados cumpliendo su función.
Te doy la bienvenida, mortal, al Edén. ¿Lo imaginabas de otra forma? Qué se le va a hacer, es lo que hay. Dime, ¿qué te ha traído hasta aquí? ¿Has sentido en tus propias carnes (o tuercas) el llamado del Fruto o, quizá, te ha extrañado el flujo de bio-cibernéticos y proxies hacia esta zona y vienes a investigar lo que sucede? ¿Deseas destruir el objeto del 19 o, tal vez, adorarlo? Cualquiera que sean las respuestas a estas preguntas, lo que buscas, el Fruto del Edén, está en el interior del complejo. Tu misión para este turno será abrirte paso hasta allí.
¿Cómo? Tienes varias opciones. La más evidente sería peleando. El bando vencedor no debería tener problemas para acceder al Fruto. Claro, que quizá prefieras aprovechar el patético choque de tostadoras estropeadas para intentar colarte mientras están distraídos. En tal caso, deberás buscar la forma de lidiar con la seguridad descrita en el texto. ¡Cuidado, si uno sólo de los Hijos de APP-Bel llegara a verte, todos sabrán dónde te encuentras!
Tienes más información acerca del Edén (mapa incluido), el Fruto y los personajes que aparecen en la narración aquí: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
La información sobre las criaturas que aparecen la encontrarás en el bestiario: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
En su posición privilegiada en la villa, el brazo metálico de IR-12 se agitó ligeramente. Las raíces que había hincado en tierra, emitieron un ligero pulso y se encogieron de nuevo, permitiendo que la mano se alzara y echara a andar por su propio pie. ¿Hacia dónde? Era difícil saberlo con exactitud, aunque en la mente de todo aquel con quien se cruzaba, aparecía siempre la misma idea: Allá donde esté el Virrey. No sabían que la mano había soltado a su presa.
En efecto, tras un tortuoso camino a través de las desordenadas calles, si podían llamársele calles, de aquel lugar, el brazo cercenado dejó atrás la última tienda para adentrarse en la oscuridad de la noche.
Una nube se apartó y un rayo de luna dejó ver que el brazo no estaba solo. Varias figuras caminaban o se arrastraban en la misma dirección. Algunos se veían como cuerpos completos, otros eran poco más que torsos o miembros sueltos, pero todos avanzaban sin detenerse, con el mismo aire de resolución.
Al frente de semejante comitiva, Adie, cibernético mensajero sin funciones, se erguía como un faro que, en lugar de alejar a los barcos, atraía la marea hacia sí. Caminaba a pasos lentos, pero su enorme altura hacía que avanzase grandes trechos cada vez. Con su límpida mirada clavada en un punto indeterminado del horizonte, daba la impresión de avanzar sin rumbo. Sin embargo, caminaba en una dirección fija; jamás se desviaba, jamás se detenía.
Ka-ING, ¿dónde has estado? ¡Mira lo que ha hecho APP-Bel en tu ausencia!
¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? ¿Es esa una de mis funciones?
Sabes bien lo que has de hacer.
Sí, lo sabía, ahora lo sabía. La nube de cimëxborg que volaba a su lado lo sabía, los bio-cibernéticos que caminaban tras él lo sabían, los proxies que se arrastraban junto a ellos lo sabían. Todos tenían la misma función, entre otras muchas: destruir el objeto maldito.
Camino de su destino, Adie, cibernético con una importante función y otras muchas secundarias, pasó junto a un arbusto de espino. Redujo el paso lo mínimo imprescindible para tomar una rama y llevársela a la boca y la masticó con su potente mandíbula mientras seguía caminando. Las púas pinchan, recordó.
Tres veces cantó el gallo en una ciudad viva. Nadie negó a nadie, pero hubo quien se extrañó de oír cantar un gallo en medio de la noche en una ciudad de metal.
APP-Bel se encontraba junto al Fruto cuando llegó la actualización. Era día (noche) de sacrificio y presidirlo era una de sus funciones. 53-T8 y 3N-05 tenían la función de traer el alimento para el Fruto.
Los dos bio-cibernéticos arrastraban a la elfa semi inconsciente hacia su destino en el momento en que llegó la actualización. Se detuvieron durante un instante, dudando. La mirada gris de su hermano les indicó que continuasen, aunque el propio APP-Bel sólo permaneció en la sala el tiempo que tardó la elfa en dejar de luchar contra la máquina que absorbía su preciado éter.
—Están aquí —dijo cuando salía de la sala. No se dirigía a los cibernéticos, todos habían recibido la misma información, todos al mismo tiempo, sino al humano y la mujer-bestia que esperaban respetuosamente para entrar a realizar su función de limpieza y masaje del Fruto—. Continuad con vuestras funciones.
Había cuatro vías de acceso a la gran sala en la que descansaba el Fruto. Tres de ellas estaban guardadas por el trío de luberus que habían despertado gracias a la energía del último brujo sacrificado. Los tres tenían clara su función. La cuarta entrada, una pesada puerta metálica de dos puños de ancho, la selló el propio APP-Bel cuando la mujer-bestia y el humano hubieron entrado en la sala. Tras esto, comenzó su andadura por los laberínticos pasillos que conducían al exterior.
Conocía bien el camino, ni siquiera tenía que pensar derecha, izquierda, izquierda, al frente... Era una suerte no tener que pensar en ello, porque era su ya cercano encuentro lo que ocupaba su mente. Aquella noche, se vería cara a cara con su hermano mayor, el mal hijo, el traidor. Una macabra sonrisa iluminó sus labios, sus ojos seguían igual de apagados.
Llegó a la última de las edificaciones, la más cercana al lugar por el que sabía que se acercaban Ka-ING y sus hijos. Y allí estaban. Los dos hermanos se miraron brevemente en la distancia. Por todo saludo, APP-Bel lanzó un puñetazo al frente, como si golpeara el aire. Una ráfaga de viento empujó unos palmos hacia atrás al enjambre de cimëxborg que volaba a la altura de Ka-ING, a pesar de que aleteaban a toda velocidad. El viento traía un mensaje: No pasaréis.
Ka-ING y sus hijos se detuvieron al unísono a poca distancia de las primeras edificaciones. APP-Bel y sus hijos los observaban inmóviles desde el extremo de su Edén. Un latido, dos latidos. Y, sin que nadie tuviera que dar la orden, comenzó la batalla.
Tres veces cantó el gallo por tercera vez aquella noche. Nadie negó a nadie, nadie se extrañó. Estaban todos demasiado ocupados cumpliendo su función.
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Te doy la bienvenida, mortal, al Edén. ¿Lo imaginabas de otra forma? Qué se le va a hacer, es lo que hay. Dime, ¿qué te ha traído hasta aquí? ¿Has sentido en tus propias carnes (o tuercas) el llamado del Fruto o, quizá, te ha extrañado el flujo de bio-cibernéticos y proxies hacia esta zona y vienes a investigar lo que sucede? ¿Deseas destruir el objeto del 19 o, tal vez, adorarlo? Cualquiera que sean las respuestas a estas preguntas, lo que buscas, el Fruto del Edén, está en el interior del complejo. Tu misión para este turno será abrirte paso hasta allí.
¿Cómo? Tienes varias opciones. La más evidente sería peleando. El bando vencedor no debería tener problemas para acceder al Fruto. Claro, que quizá prefieras aprovechar el patético choque de tostadoras estropeadas para intentar colarte mientras están distraídos. En tal caso, deberás buscar la forma de lidiar con la seguridad descrita en el texto. ¡Cuidado, si uno sólo de los Hijos de APP-Bel llegara a verte, todos sabrán dónde te encuentras!
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Fehu
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Re: Mente Colmena [Evento Objetos del 19]
Había ocurrido de la noche a la mañana. Y luego otra vez de la mañana a la noche. Pero como todo círculo vicioso, tuvo un inicio lento y desapercibido que la mayoría de gente ignoró hasta que ya fue demasiado tarde. Hierba y tierra de colchón, y el cielo y las estrellas de sábanas. Así solía ser la cama que Amy usaba para dormir por las noches, aunque eso de dormir resultaba ser más fantasía que realidad, y no por los sueños de una noche de verano. Cualquiera que conociese a la muchacha de metal por un tiempo o que hubiese compartido una velada nocturna a su lado, se habría dado cuenta de una cosa: Amy nunca dormía. Cerraba los ojos y sufría. Hasta que los volvía a abrir en mitad de la noche, así una y otra vez hasta que llegaba la mañana anunciada por la primera luz del alba.
Aquella noche no fue diferente. O tal vez sí. Lo mismo, pero diferente. Había convulsiones, había quejidos ahogados, un estertor inaguantable y sudor frío. Luego todo el silencio que dejaba atrás una respiración pesada, discontinua y agitada. Amy estaba de pie en mitad de la noche, como tantas otras. Vadi hacía que dormía, pero, como siempre, la bio-cibernética la había despertado con su ritual de gemidos y movimientos espasmódicos. La joven roedora contaba ahora mentalmente los segundos que Amy tardaría en sumirse de nuevo en un sueño ligero, sólo para volver a despertarse a los pocos minutos. Sin embargo, esta vez no fue así.
Las pisadas caían sobre la tierra con la gravedad de un saco de patatas y el tempo marcado de un obrero golpeando rítmicamente un clavo con su fiel mazo. Se alejaban, y aquello fue lo que puso a la mujer-rata en un estado de alerta que le hizo olvidar de sopetón el sueño que llevaba encima, arrastrándola al ras del suelo sin dejarla levantarse. Desgraciadamente, debía hacerlo, como única responsable y habitante del mundo de los lúcidos. Primero se sentó sobre su trasero, sin erguirse del todo, bostezando y frotándose los ojos con una pachorra sin parangón. Sus temores fueron confirmados, todos y cada uno de ellos, por la silueta inconfundible que caminaba en la penumbra hasta casi perderse ya en el horizonte de tinieblas.
Vadi miró a su alrededor. Allí desperdigadas estaban casi todas las pertenencias de los presentes, incluidas las viejas y roídas botas de Amy. Había echado a andar descalza, aunque “descalza” era una mera formalidad para alguien cuyas piernas estaban fabricadas con metal. Casi se podría decir que sus extremidades eran ya de por sí unas largas botas metálicas con forma de piernas humanas. La mujer-bestia, por su parte, sí que recogió sus bártulos y se vistió como es debido antes de salir escopeteada al encuentro de su malograda compañera.
No le llevó más que una carrera final hasta la meta, un sprint corto que la situó a la vera de Amy, quien no es que pusiera mucho énfasis en la velocidad. Erraba a paso lento pero seguro. Estaba claro que aquello no se trataba de un caprichoso paseo nocturno, y definitivamente se dirigía hacia algún lugar perdido en la fronda peninsular, más concretamente en los alrededores no muy lejanos de la ciudad de los lagartos y sabandijas de sangre fría. No quedaba lejos ni cerca, y a esas horas también era difícil decir si se consideraba una ciudad muerta o viva. Tampoco es que importase, en aquel momento y lugar, más de lo que le importaba a Vadi el estado de piloto automático de la medio-robot que tenía al lado. La ratita soltó una pregunta al aire, y aunque le sorprendió obtener respuesta, no era ni mucho menos la que esperaba o quería oír.
— No puedo. La voz de Amy sonaba infinitamente más apagada de a lo que la tenía acostumbrada. Hablaba, pero no se dirigía a nadie en concreto, seguía con la vista al frente. También era un detalle sutil, pero resultaba raro que la bio-cibernética se negase a algo -en este caso, a volver con los demás- sin un buen motivo detrás. Tengo que ir. Era una respuesta pre-programada. Tenía que serlo por cómo pronunciaba cada sílaba. Me llama.
— Vale. Respondió la mujer-bestia, alargando en exceso las vocales, como quien da la razón a los locos. Ahora me estás asustando. Los sonidos de la fauna nocturna no ayudaban mucho a quitarle hierro al asunto, por lo que Vadi se vio obligada a fingir una carcajada escueta, falsa y exagerada para buscar un escape a la situación. No sabía que podías hacer bromas. Esperó unos largos segundos, aguardando por una contestación que nunca llegó. No ha estado mal, pero ya va siendo hora de volver. ¿No crees, amiga? De repente, Amy se había vuelto muda de pies hacia arriba. Sus huellas descalzas hablaban por ella. Se movía igual que una muñeca a la cual habían dado cuerda. Y Vadi, arrepintiéndose más y más a cada minuto que pasaba, la escoltaba hacia lo desconocido.
Animales muertos. Un paraje viciado, el cual pedía ayuda a gritos, pero cuya voz se disipaba y desaparecía sin piedad en los cuatro vientos. Un hedor insoportable a óxido que se pegaba a las fosas nasales igual que un catarro mal llevado, producto del extraño efluvio que rodeaba la zona. ¿Cuánto tiempo llevaba así aquel sitio, dejado de la mano de los dioses? Ni siquiera la naturaleza abandona a su suerte de manera tan atroz un lugar, y aun siendo abandonado, la vida siempre encuentra un camino por el que abrirse paso y florecer. Aquel no era el caso. Aquello era producto del hombre, o en la peor de las circunstancias, de algo mucho más retorcido.
Vadi y Amy llevaban horas siguiendo el cauce del rio… si es que se le podía continuar llamando rio, a aquella corriente de fluido putrefacto e insalubre, que alguna vez debió ser agua cristalina. La bio-cibernética, al contrario que su compañera roedora, no giraba el cuello para fijarse en cada pequeño detalle, el cual añadía un nuevo escalofrió a los tantos otros que recorrían la columna vertebral de la mujer-bestia. Amy se aferraba a la única ruta que conocía en aquel momento, la cual seguía religiosamente y sin detenerse. Ninguna expresión en su rostro podía dar pista alguna de en qué pensaba. ¿Usaba la cabeza siquiera? A los ojos de Vadi se comportaba como un pollo decapitado, como un zombi de esos de las historias que le contaban para no dormir.
La roedora, que no prestaba mucha atención a su delantera, se dio de bruces contra los gemelos metálicos de las piernas de Amy. La bio-cibernética se había detenido al fin, de golpe y porrazo, inerte cual espantapájaros de los que no ahuyentan ni a los cuervos. Enfrente de ellas, un conducto gigantesco de metal del que manaba un fino hilillo de humor verdoso. Más líquido elemento nocivo que sumar al de las aguas del río. Por el aspecto de la construcción, daba la impresión de ser una especia de cañería, desagüe de vertidos provenientes de Dios sabía dónde. ¿A lo mejor conectaba con la ciudad de los ladrones? Poco probable dada la distancia, o eso o la infraestructura chabolera de Lagarto engañaba a simple vista en cuestiones de extensión y magnitud.
La muchacha metálica se acercó hasta la entrada de la inmensa tubería. Tenía el diámetro suficiente para que cupiera una persona de altura media con tan solo encovarse un poco. Por tamaño, Amy cabía sin problemas y Vadi ya ni para que hablar… Bueno, un problema sí que había, y es que una verja de barrotes tapaba la abertura circular del maloliente conducto. Allí podía haber acabado la escapada trasnochadora, sin embargo, Amy parecía dispuesta a todo con tal de seguir adelante, atraída por una fuerza invisible como nunca antes había sentido.
La bio-cibernética se acercó a pasos lentos hasta la reja metálica y desenfundó las cuchillas de sus brazos. El filo de las mismas comenzó a girar, rompiendo el silencio nocturno con el ruido de un motor que se revoluciona. Las cuchillas hicieron su función de sierra y, tras varios segundos de chispas, cuya luz prendía la oscuridad y la convertía en día, dos de los barrotes fueron seccionados para dejar un hueco lo suficientemente ancho como para que ambas chicas encajasen sin mucho esfuerzo. La puerta estaba abierta, aunque no tenían invitación. Vadi miró a Amy, con la desconfianza escrita en su rostro.
— ¿De verdad tenemos que meternos por este agujero para ratas? Casi al mismo tiempo de pronunciar la frase, cayó en la amarga ironía. La dura vida de los hombres y mujeres bestia. Un solo comentario y te mato. Amenazó a su compañera levantando un solitario dedo índice, pero esta continuaba emperrada en su peregrinaje a lo ignoto. Amy ignoró a la roedora y se introdujo de lleno en la tubería, escurriéndose entre los barrotes de la verja, chapoteando con cada paso que daba sobre el reguero de aquel líquido mugroso. Vadi dudó, pero en el fondo sabía que no se perdonaría jamás el hecho de dejar escapar al primer bio-cibernético (funcional, más o menos) que había tenido la suerte de encontrarse. Eso sí, esquivaba el agua verdosa de aquella cañería como si de magma fundido se tratara.
Cuanto más avanzaban por el frío y húmedo interior del conducto, y más atrás dejaban la tenue y ahora añorada luz de la luna que bañaba la entrada del mismo, peor idea parecía la decisión de haber entrado. Ninguna de las dos muchachas se atrevió a decir nada en voz alta, más pendientes de guiarse a través de la oscuridad absoluta. La mayor parte del tramo era una línea recta, con alguna que otra curva enrevesando levemente el trayecto. Pero aquello no era lo peor. Lo peor era el [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] lejano que iba creciendo en intensidad pisada tras pisada. Una orquesta de metal la cual indicaba desgraciadamente que, fuera cual fuese su destino, no se antojaba abandonado.
De haber sido otra clase de suelo el que estaba bajo sus pies, Vadi lo habría besado sin pensárselo dos veces en el instante que sus ojos volvieron a percibir un atisbo de luz. El final de la tubería conducía a un lugar que desentonaba completamente con el interminable paisaje de campos, espesura y cultivos que habían dejado atrás. Y con cualquier cosa que hubiesen visto antes por Aerandir, también había que decirlo. ¿Dónde demonios estaban? ¿Todavía en Verisar? Costaba creerlo, aun teniendo la evidencia a un palmo de sus narices.
Muros de metal, acordes de plancha contra plancha, chirridos sintéticos resonando como eco por cada costanilla y el rechinar de engranajes y maquinaria pesada. Era como el interior de un gigantesco y retorcido taller construido a cielo abierto, sin planos, y en base a pura improvisación urbanística. Sólo metal amontonado sobre metal, carente de forma o función más allá de asemejarse a una especie de laberinto artificial. Allí donde estaban, el sinuoso camino se bifurcaba en dos más, que a su vez se convertían en otros cuatro. Un cruce de callejuelas sin señalización ni indicación alguna. Y la oscuridad de la noche tampoco acompañaba.
Vadi tenía la mandíbula desencajada por el asombro, más que pasmada ante la visión de una pseudociudad mecánica surgida de la nada. Normalmente, con Amy sería tres cuartos de lo mismo en cuestiones de quedarse fascinada por algo nuevo, pero esta vez no estaba por la labor de ser ella misma. Al menos, no al cien por cien. Echó a andar por enésima vez en lo que iba de noche, como si de forma subconsciente supiese perfectamente adónde se dirigía.
Además, el par de almas en pena no tardó en descubrir que aquel sitio no era la ciudad fantasma que aparentaba ser: unas figuras erráticas -metálicas también-, las cuales proyectaban una larga sombra en la pared a causa de un fuego controlado, doblaron una de las tantas esquinas que había a la vista. Señal inequívoca de tomar otra ruta, pues aquel lugar supuraba todas las acepciones posibles que se le podía dar… menos la de amigable.
— … Amy permanecía estática el tiempo que a su cerebro le costaba procesar la decisión de qué camino tomar. Eran unos segundos que se le hacían eternos a la chica rata, quien cada vez entendía menos y desesperaba más.
— Sí. Dijo por fin cuando Amy se movió. Vamos por aquí. Parece buena idea. Asintió con sorna, justo al mismo tiempo que un animal -presumiblemente de granja- cantaba en la distancia. Vadi miró extrañada en la dirección de donde provenía el sonido, sin embargo, volvió a fijar rápidamente la atención en su compañera de viaje. Si pasa algo, yo no te conozco. Que te quede claro. Es tu culpa por meterte donde no te llaman. Técnicamente, Amy dijo que la habían llamado, no obstante parecía demasiado ocupada en llegar a su destino como para responder al ultimátum dado por la mujer-bestia.
La bio-cibernética hacía su función de punta de lanza, de abrecaminos y cabecilla de la expedición. Avanzaba ahora con mucho más cuidado que antes. Puede que no tuviese la mente más brillante, pero en aquel momento su sentido del peligro era de los pocos que parecía funcionar con normalidad. Vadi, que no se despegaba de su lado, había aumentado el nivel de alerta de “mal presentimiento” a “cosquilleo en el trasero”, saltándose unos cuantos niveles intermedios que era mejor no escuchar. Fue entonces cuando ocurrió lo impensable.
De baldío metálico fantasma, aquel lugar dejado de la mano de la naturaleza pasó a baldío metálico sin ley en únicamente un puñetazo al aire. Malditos republicanos. Bastó aquel gesto para detener una marcha fúnebre y hacer estallar una tensión que probablemente venía acumulándose de mucho antes, a juzgar por las proporciones de la escaramuza. Incluso con la escasa luz, se podía distinguir claramente el choque de dos bandos diferenciados, cada uno con una efigie humanoide que destacaba sobre el resto.
Amy detuvo su búsqueda sin sentido para impregnarse del violento panorama y el llamativo evento con derramamiento de aceite que se producía no muy lejos de donde ella estaba, apoyada con sendas manos en la barandilla metálica de unas ruinas a medio construir. Vadi, que se encontraba sobre el hombro de la muchacha, iba cambiando su manera de ver y entender la situación: aquellos “soldados” que batallaban a lo lejos eran bio-cibernéticos. Todos ellos, bueno, y bichos voladores. Debían encontrarse en alguna especie de base de bios como la que se erguía al norte de su hogar en Verisar. Estaba claro: había dado con su El Dorado particular… bueno, más bien plateado teniendo en cuenta la gama de colores. Con suerte, conseguiría agenciarse algún pedazo de tecnología futurista que llevarse a casa para desmontar.
Sin mediar palabra, Amy no se dejó entretener por una contienda que no le incumbía en absoluto. Aunque había algo en uno de los bio-cibernéticos que también la atraía, la llamada que había sentido (y seguía sintiendo) horas atrás era mucho más fuerte. Y ahora, cercana. Su curiosidad innata se veía opacada por aquella sensación que le nublaba el juicio y tergiversaba su comportamiento hasta convertirla en un galgo de carreras jadeante que perseguía a una liebre mecánica.
A medida que progresaban en su travesía por el interior de aquella ciudadela de metal, a ambas muchachas les dio la impresión de que las edificaciones con las que se topaban, los pasillos y demás instalaciones, eran mucho más sofisticadas y complejas que las primeras que habían visto al salir de la tubería por la que entraron. Era como si estuvieran transitando de una zona en plena construcción a otra ya más asentada por el tiempo y la antigüedad. Y con más fauna, pues una suerte de lobo mecánico había obligado a las dos féminas a buscar la seguridad que venía de esconderse tras un montón de escombros, que después de una inspección más detallada parecían ser poco más que materiales apilados.
Sin quitarle ojo al insólito animalillo desde una distancia prudencial, lo cierto es que Amy estaba más preocupada por alcanzar la puerta que se encontraba detrás de este. Sentía en su falso corazón que allí se encontraba lo que buscaba con tanto ahínco, sin saber realmente por qué. Lo malo es que ya había tenido experiencias anteriores con lobos, salvajes y no tan salvajes. Y si ya dolía un mordisco con dientes normales, de metal ni te cuento. Vadi esperaba en secreto que aquello hiciese reaccionar a su compañera y le metiese algo de sentido común en su sesera. Todavía no era demasiado tarde para volver sobre sus pasos y salir de una pieza… Pero todas sus esperanzas se hicieron añicos cuando la bio-cibernética desenfundó las cuchillas que llevaba en los brazos. La sangre de la roedora se heló, pues sabía que intentar hacer entrar en razón a su “amiga” resultaba tan improbable como encontrar a un elfo que no fuera metrosexual. Estas últimas horas habían sido como hablarle a una tapia.
Para sorpresa de Vadi, la chica medio robot no se lanzó en acometida taurina hacia el peligro, sino que articuló una de las cuchillas hasta formar un gancho y se encaramó a un saliente irregular del muro metálico que tenía al lado. Así comenzó la sesión de escalada sin arnés de bien entrada la noche. La idea no era del todo descabellada; Amy contaba con el amparo de la oscuridad y, si lograba mantenerse a una altura considerable, al lobillo no se le ocurriría mirar para arriba, así conseguiría sortearlo. Los numerosos engranajes, juntas y fisuras, y la superposición de la chapa metálica que conformaban la pared, eran perfectos puntos de anclaje a los que ir sujetándose para avanzar poco a poco. El único problema podía ser el ruido que provocaba Amy al engancharse con sus cuchillas y pasar de agarre a agarre.
Afortunadamente, la mujer rata estuvo rápida en la materia y tuvo la ocurrencia de golpear con su herramienta tenaza un trozo de metal, como si fuera un tambor, cada vez que la bio-cibernética se impulsaba y clavaba sus cuchillas para sostenerse. Así camuflaba el estrépito que provenía de las alturas con otro más manejable a nivel del suelo. Pero claro, Amy no era aquí la hija de Sharma, y en el último momento, justo sobre la puerta, le vaciló el equilibrio y trastabilló hasta quedar suspendida de una de sus cuchillas, balanceándose de lado a lado cual péndulo de la casa del abuelo. ”TE VOY A MATAR.” Vadi la miró con los ojos abiertos como platos, gritando a pleno pulmón por dentro, pero manteniendo un silencio sepulcral por fuera. Buscó con la cabeza algo, cualquier cosa que le resultara útil, torciendo el pescuezo nerviosamente de izquierda a derecha, hasta que no le quedó más opción. Apuró hasta situarse a unos metros del lupino autómata.
— Eh… Se dirigió directamente al lobo guardián, mirando despreocupadamente a los lados como si la situación no fuera con ella. Esto no es el lavabo, ¿verdad? Se rascó la cabeza al mismo tiempo que una gota de sudor le caía por la sien. Aún así, sus palabras y expresión reflejaban una tranquilidad sin precedentes. Creo que me he perdido. Dicho esto, comenzó a correr en dirección contraria a la puerta lo más velozmente que pudo, a cuatro patas, levantando todas las sospechas que podía. Porque no había nada más sospechoso en el mundo que alguien corriendo sin motivo aparente.
Si tenía éxito, y aquello servía como distracción, Vadi se habría convertido en la mejor cirinea de la bio-cibernética, y Amy podría continuar sus accidentadas andanzas a través de la puerta desprotegida. Mientras tanto, la roedora esprintaba sin mirar atrás hacia la trampilla que había visto a los pies de uno de los muros, abierta probablemente por mantenimiento y con cables de todos los colores asomando como serpientes inmóviles. La rendija tenía el tamaño idóneo para que la mujer-bestia se colase sin problema y así hacerle imposible la persecución al lobo. El truco más viejo y fiable en el manual del gato y el ratón: huida a la ratonera. Lo malo es que ahora Amy y Vadi se habían separado, con impredecibles consecuencias. Ambas habían tirado la primera piedra, y ya se sabe el dicho: quien esté libre de pecado…
Aquella noche no fue diferente. O tal vez sí. Lo mismo, pero diferente. Había convulsiones, había quejidos ahogados, un estertor inaguantable y sudor frío. Luego todo el silencio que dejaba atrás una respiración pesada, discontinua y agitada. Amy estaba de pie en mitad de la noche, como tantas otras. Vadi hacía que dormía, pero, como siempre, la bio-cibernética la había despertado con su ritual de gemidos y movimientos espasmódicos. La joven roedora contaba ahora mentalmente los segundos que Amy tardaría en sumirse de nuevo en un sueño ligero, sólo para volver a despertarse a los pocos minutos. Sin embargo, esta vez no fue así.
Las pisadas caían sobre la tierra con la gravedad de un saco de patatas y el tempo marcado de un obrero golpeando rítmicamente un clavo con su fiel mazo. Se alejaban, y aquello fue lo que puso a la mujer-rata en un estado de alerta que le hizo olvidar de sopetón el sueño que llevaba encima, arrastrándola al ras del suelo sin dejarla levantarse. Desgraciadamente, debía hacerlo, como única responsable y habitante del mundo de los lúcidos. Primero se sentó sobre su trasero, sin erguirse del todo, bostezando y frotándose los ojos con una pachorra sin parangón. Sus temores fueron confirmados, todos y cada uno de ellos, por la silueta inconfundible que caminaba en la penumbra hasta casi perderse ya en el horizonte de tinieblas.
Vadi miró a su alrededor. Allí desperdigadas estaban casi todas las pertenencias de los presentes, incluidas las viejas y roídas botas de Amy. Había echado a andar descalza, aunque “descalza” era una mera formalidad para alguien cuyas piernas estaban fabricadas con metal. Casi se podría decir que sus extremidades eran ya de por sí unas largas botas metálicas con forma de piernas humanas. La mujer-bestia, por su parte, sí que recogió sus bártulos y se vistió como es debido antes de salir escopeteada al encuentro de su malograda compañera.
No le llevó más que una carrera final hasta la meta, un sprint corto que la situó a la vera de Amy, quien no es que pusiera mucho énfasis en la velocidad. Erraba a paso lento pero seguro. Estaba claro que aquello no se trataba de un caprichoso paseo nocturno, y definitivamente se dirigía hacia algún lugar perdido en la fronda peninsular, más concretamente en los alrededores no muy lejanos de la ciudad de los lagartos y sabandijas de sangre fría. No quedaba lejos ni cerca, y a esas horas también era difícil decir si se consideraba una ciudad muerta o viva. Tampoco es que importase, en aquel momento y lugar, más de lo que le importaba a Vadi el estado de piloto automático de la medio-robot que tenía al lado. La ratita soltó una pregunta al aire, y aunque le sorprendió obtener respuesta, no era ni mucho menos la que esperaba o quería oír.
— No puedo. La voz de Amy sonaba infinitamente más apagada de a lo que la tenía acostumbrada. Hablaba, pero no se dirigía a nadie en concreto, seguía con la vista al frente. También era un detalle sutil, pero resultaba raro que la bio-cibernética se negase a algo -en este caso, a volver con los demás- sin un buen motivo detrás. Tengo que ir. Era una respuesta pre-programada. Tenía que serlo por cómo pronunciaba cada sílaba. Me llama.
— Vale. Respondió la mujer-bestia, alargando en exceso las vocales, como quien da la razón a los locos. Ahora me estás asustando. Los sonidos de la fauna nocturna no ayudaban mucho a quitarle hierro al asunto, por lo que Vadi se vio obligada a fingir una carcajada escueta, falsa y exagerada para buscar un escape a la situación. No sabía que podías hacer bromas. Esperó unos largos segundos, aguardando por una contestación que nunca llegó. No ha estado mal, pero ya va siendo hora de volver. ¿No crees, amiga? De repente, Amy se había vuelto muda de pies hacia arriba. Sus huellas descalzas hablaban por ella. Se movía igual que una muñeca a la cual habían dado cuerda. Y Vadi, arrepintiéndose más y más a cada minuto que pasaba, la escoltaba hacia lo desconocido.
---*---
Animales muertos. Un paraje viciado, el cual pedía ayuda a gritos, pero cuya voz se disipaba y desaparecía sin piedad en los cuatro vientos. Un hedor insoportable a óxido que se pegaba a las fosas nasales igual que un catarro mal llevado, producto del extraño efluvio que rodeaba la zona. ¿Cuánto tiempo llevaba así aquel sitio, dejado de la mano de los dioses? Ni siquiera la naturaleza abandona a su suerte de manera tan atroz un lugar, y aun siendo abandonado, la vida siempre encuentra un camino por el que abrirse paso y florecer. Aquel no era el caso. Aquello era producto del hombre, o en la peor de las circunstancias, de algo mucho más retorcido.
Vadi y Amy llevaban horas siguiendo el cauce del rio… si es que se le podía continuar llamando rio, a aquella corriente de fluido putrefacto e insalubre, que alguna vez debió ser agua cristalina. La bio-cibernética, al contrario que su compañera roedora, no giraba el cuello para fijarse en cada pequeño detalle, el cual añadía un nuevo escalofrió a los tantos otros que recorrían la columna vertebral de la mujer-bestia. Amy se aferraba a la única ruta que conocía en aquel momento, la cual seguía religiosamente y sin detenerse. Ninguna expresión en su rostro podía dar pista alguna de en qué pensaba. ¿Usaba la cabeza siquiera? A los ojos de Vadi se comportaba como un pollo decapitado, como un zombi de esos de las historias que le contaban para no dormir.
La roedora, que no prestaba mucha atención a su delantera, se dio de bruces contra los gemelos metálicos de las piernas de Amy. La bio-cibernética se había detenido al fin, de golpe y porrazo, inerte cual espantapájaros de los que no ahuyentan ni a los cuervos. Enfrente de ellas, un conducto gigantesco de metal del que manaba un fino hilillo de humor verdoso. Más líquido elemento nocivo que sumar al de las aguas del río. Por el aspecto de la construcción, daba la impresión de ser una especia de cañería, desagüe de vertidos provenientes de Dios sabía dónde. ¿A lo mejor conectaba con la ciudad de los ladrones? Poco probable dada la distancia, o eso o la infraestructura chabolera de Lagarto engañaba a simple vista en cuestiones de extensión y magnitud.
La muchacha metálica se acercó hasta la entrada de la inmensa tubería. Tenía el diámetro suficiente para que cupiera una persona de altura media con tan solo encovarse un poco. Por tamaño, Amy cabía sin problemas y Vadi ya ni para que hablar… Bueno, un problema sí que había, y es que una verja de barrotes tapaba la abertura circular del maloliente conducto. Allí podía haber acabado la escapada trasnochadora, sin embargo, Amy parecía dispuesta a todo con tal de seguir adelante, atraída por una fuerza invisible como nunca antes había sentido.
La bio-cibernética se acercó a pasos lentos hasta la reja metálica y desenfundó las cuchillas de sus brazos. El filo de las mismas comenzó a girar, rompiendo el silencio nocturno con el ruido de un motor que se revoluciona. Las cuchillas hicieron su función de sierra y, tras varios segundos de chispas, cuya luz prendía la oscuridad y la convertía en día, dos de los barrotes fueron seccionados para dejar un hueco lo suficientemente ancho como para que ambas chicas encajasen sin mucho esfuerzo. La puerta estaba abierta, aunque no tenían invitación. Vadi miró a Amy, con la desconfianza escrita en su rostro.
— ¿De verdad tenemos que meternos por este agujero para ratas? Casi al mismo tiempo de pronunciar la frase, cayó en la amarga ironía. La dura vida de los hombres y mujeres bestia. Un solo comentario y te mato. Amenazó a su compañera levantando un solitario dedo índice, pero esta continuaba emperrada en su peregrinaje a lo ignoto. Amy ignoró a la roedora y se introdujo de lleno en la tubería, escurriéndose entre los barrotes de la verja, chapoteando con cada paso que daba sobre el reguero de aquel líquido mugroso. Vadi dudó, pero en el fondo sabía que no se perdonaría jamás el hecho de dejar escapar al primer bio-cibernético (funcional, más o menos) que había tenido la suerte de encontrarse. Eso sí, esquivaba el agua verdosa de aquella cañería como si de magma fundido se tratara.
Cuanto más avanzaban por el frío y húmedo interior del conducto, y más atrás dejaban la tenue y ahora añorada luz de la luna que bañaba la entrada del mismo, peor idea parecía la decisión de haber entrado. Ninguna de las dos muchachas se atrevió a decir nada en voz alta, más pendientes de guiarse a través de la oscuridad absoluta. La mayor parte del tramo era una línea recta, con alguna que otra curva enrevesando levemente el trayecto. Pero aquello no era lo peor. Lo peor era el [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] lejano que iba creciendo en intensidad pisada tras pisada. Una orquesta de metal la cual indicaba desgraciadamente que, fuera cual fuese su destino, no se antojaba abandonado.
De haber sido otra clase de suelo el que estaba bajo sus pies, Vadi lo habría besado sin pensárselo dos veces en el instante que sus ojos volvieron a percibir un atisbo de luz. El final de la tubería conducía a un lugar que desentonaba completamente con el interminable paisaje de campos, espesura y cultivos que habían dejado atrás. Y con cualquier cosa que hubiesen visto antes por Aerandir, también había que decirlo. ¿Dónde demonios estaban? ¿Todavía en Verisar? Costaba creerlo, aun teniendo la evidencia a un palmo de sus narices.
Muros de metal, acordes de plancha contra plancha, chirridos sintéticos resonando como eco por cada costanilla y el rechinar de engranajes y maquinaria pesada. Era como el interior de un gigantesco y retorcido taller construido a cielo abierto, sin planos, y en base a pura improvisación urbanística. Sólo metal amontonado sobre metal, carente de forma o función más allá de asemejarse a una especie de laberinto artificial. Allí donde estaban, el sinuoso camino se bifurcaba en dos más, que a su vez se convertían en otros cuatro. Un cruce de callejuelas sin señalización ni indicación alguna. Y la oscuridad de la noche tampoco acompañaba.
Vadi tenía la mandíbula desencajada por el asombro, más que pasmada ante la visión de una pseudociudad mecánica surgida de la nada. Normalmente, con Amy sería tres cuartos de lo mismo en cuestiones de quedarse fascinada por algo nuevo, pero esta vez no estaba por la labor de ser ella misma. Al menos, no al cien por cien. Echó a andar por enésima vez en lo que iba de noche, como si de forma subconsciente supiese perfectamente adónde se dirigía.
Además, el par de almas en pena no tardó en descubrir que aquel sitio no era la ciudad fantasma que aparentaba ser: unas figuras erráticas -metálicas también-, las cuales proyectaban una larga sombra en la pared a causa de un fuego controlado, doblaron una de las tantas esquinas que había a la vista. Señal inequívoca de tomar otra ruta, pues aquel lugar supuraba todas las acepciones posibles que se le podía dar… menos la de amigable.
— … Amy permanecía estática el tiempo que a su cerebro le costaba procesar la decisión de qué camino tomar. Eran unos segundos que se le hacían eternos a la chica rata, quien cada vez entendía menos y desesperaba más.
— Sí. Dijo por fin cuando Amy se movió. Vamos por aquí. Parece buena idea. Asintió con sorna, justo al mismo tiempo que un animal -presumiblemente de granja- cantaba en la distancia. Vadi miró extrañada en la dirección de donde provenía el sonido, sin embargo, volvió a fijar rápidamente la atención en su compañera de viaje. Si pasa algo, yo no te conozco. Que te quede claro. Es tu culpa por meterte donde no te llaman. Técnicamente, Amy dijo que la habían llamado, no obstante parecía demasiado ocupada en llegar a su destino como para responder al ultimátum dado por la mujer-bestia.
La bio-cibernética hacía su función de punta de lanza, de abrecaminos y cabecilla de la expedición. Avanzaba ahora con mucho más cuidado que antes. Puede que no tuviese la mente más brillante, pero en aquel momento su sentido del peligro era de los pocos que parecía funcionar con normalidad. Vadi, que no se despegaba de su lado, había aumentado el nivel de alerta de “mal presentimiento” a “cosquilleo en el trasero”, saltándose unos cuantos niveles intermedios que era mejor no escuchar. Fue entonces cuando ocurrió lo impensable.
De baldío metálico fantasma, aquel lugar dejado de la mano de la naturaleza pasó a baldío metálico sin ley en únicamente un puñetazo al aire. Malditos republicanos. Bastó aquel gesto para detener una marcha fúnebre y hacer estallar una tensión que probablemente venía acumulándose de mucho antes, a juzgar por las proporciones de la escaramuza. Incluso con la escasa luz, se podía distinguir claramente el choque de dos bandos diferenciados, cada uno con una efigie humanoide que destacaba sobre el resto.
Amy detuvo su búsqueda sin sentido para impregnarse del violento panorama y el llamativo evento con derramamiento de aceite que se producía no muy lejos de donde ella estaba, apoyada con sendas manos en la barandilla metálica de unas ruinas a medio construir. Vadi, que se encontraba sobre el hombro de la muchacha, iba cambiando su manera de ver y entender la situación: aquellos “soldados” que batallaban a lo lejos eran bio-cibernéticos. Todos ellos, bueno, y bichos voladores. Debían encontrarse en alguna especie de base de bios como la que se erguía al norte de su hogar en Verisar. Estaba claro: había dado con su El Dorado particular… bueno, más bien plateado teniendo en cuenta la gama de colores. Con suerte, conseguiría agenciarse algún pedazo de tecnología futurista que llevarse a casa para desmontar.
Sin mediar palabra, Amy no se dejó entretener por una contienda que no le incumbía en absoluto. Aunque había algo en uno de los bio-cibernéticos que también la atraía, la llamada que había sentido (y seguía sintiendo) horas atrás era mucho más fuerte. Y ahora, cercana. Su curiosidad innata se veía opacada por aquella sensación que le nublaba el juicio y tergiversaba su comportamiento hasta convertirla en un galgo de carreras jadeante que perseguía a una liebre mecánica.
A medida que progresaban en su travesía por el interior de aquella ciudadela de metal, a ambas muchachas les dio la impresión de que las edificaciones con las que se topaban, los pasillos y demás instalaciones, eran mucho más sofisticadas y complejas que las primeras que habían visto al salir de la tubería por la que entraron. Era como si estuvieran transitando de una zona en plena construcción a otra ya más asentada por el tiempo y la antigüedad. Y con más fauna, pues una suerte de lobo mecánico había obligado a las dos féminas a buscar la seguridad que venía de esconderse tras un montón de escombros, que después de una inspección más detallada parecían ser poco más que materiales apilados.
Sin quitarle ojo al insólito animalillo desde una distancia prudencial, lo cierto es que Amy estaba más preocupada por alcanzar la puerta que se encontraba detrás de este. Sentía en su falso corazón que allí se encontraba lo que buscaba con tanto ahínco, sin saber realmente por qué. Lo malo es que ya había tenido experiencias anteriores con lobos, salvajes y no tan salvajes. Y si ya dolía un mordisco con dientes normales, de metal ni te cuento. Vadi esperaba en secreto que aquello hiciese reaccionar a su compañera y le metiese algo de sentido común en su sesera. Todavía no era demasiado tarde para volver sobre sus pasos y salir de una pieza… Pero todas sus esperanzas se hicieron añicos cuando la bio-cibernética desenfundó las cuchillas que llevaba en los brazos. La sangre de la roedora se heló, pues sabía que intentar hacer entrar en razón a su “amiga” resultaba tan improbable como encontrar a un elfo que no fuera metrosexual. Estas últimas horas habían sido como hablarle a una tapia.
Para sorpresa de Vadi, la chica medio robot no se lanzó en acometida taurina hacia el peligro, sino que articuló una de las cuchillas hasta formar un gancho y se encaramó a un saliente irregular del muro metálico que tenía al lado. Así comenzó la sesión de escalada sin arnés de bien entrada la noche. La idea no era del todo descabellada; Amy contaba con el amparo de la oscuridad y, si lograba mantenerse a una altura considerable, al lobillo no se le ocurriría mirar para arriba, así conseguiría sortearlo. Los numerosos engranajes, juntas y fisuras, y la superposición de la chapa metálica que conformaban la pared, eran perfectos puntos de anclaje a los que ir sujetándose para avanzar poco a poco. El único problema podía ser el ruido que provocaba Amy al engancharse con sus cuchillas y pasar de agarre a agarre.
Afortunadamente, la mujer rata estuvo rápida en la materia y tuvo la ocurrencia de golpear con su herramienta tenaza un trozo de metal, como si fuera un tambor, cada vez que la bio-cibernética se impulsaba y clavaba sus cuchillas para sostenerse. Así camuflaba el estrépito que provenía de las alturas con otro más manejable a nivel del suelo. Pero claro, Amy no era aquí la hija de Sharma, y en el último momento, justo sobre la puerta, le vaciló el equilibrio y trastabilló hasta quedar suspendida de una de sus cuchillas, balanceándose de lado a lado cual péndulo de la casa del abuelo. ”TE VOY A MATAR.” Vadi la miró con los ojos abiertos como platos, gritando a pleno pulmón por dentro, pero manteniendo un silencio sepulcral por fuera. Buscó con la cabeza algo, cualquier cosa que le resultara útil, torciendo el pescuezo nerviosamente de izquierda a derecha, hasta que no le quedó más opción. Apuró hasta situarse a unos metros del lupino autómata.
— Eh… Se dirigió directamente al lobo guardián, mirando despreocupadamente a los lados como si la situación no fuera con ella. Esto no es el lavabo, ¿verdad? Se rascó la cabeza al mismo tiempo que una gota de sudor le caía por la sien. Aún así, sus palabras y expresión reflejaban una tranquilidad sin precedentes. Creo que me he perdido. Dicho esto, comenzó a correr en dirección contraria a la puerta lo más velozmente que pudo, a cuatro patas, levantando todas las sospechas que podía. Porque no había nada más sospechoso en el mundo que alguien corriendo sin motivo aparente.
Si tenía éxito, y aquello servía como distracción, Vadi se habría convertido en la mejor cirinea de la bio-cibernética, y Amy podría continuar sus accidentadas andanzas a través de la puerta desprotegida. Mientras tanto, la roedora esprintaba sin mirar atrás hacia la trampilla que había visto a los pies de uno de los muros, abierta probablemente por mantenimiento y con cables de todos los colores asomando como serpientes inmóviles. La rendija tenía el tamaño idóneo para que la mujer-bestia se colase sin problema y así hacerle imposible la persecución al lobo. El truco más viejo y fiable en el manual del gato y el ratón: huida a la ratonera. Lo malo es que ahora Amy y Vadi se habían separado, con impredecibles consecuencias. Ambas habían tirado la primera piedra, y ya se sabe el dicho: quien esté libre de pecado…
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Re: Mente Colmena [Evento Objetos del 19]
APP-Bel avanzaba tan deprisa como su cojera le permitía a través de los intrincados pasillos del centro del Edén. De alguna manera, su hermano se había abierto paso a través de los contendientes y se había internado en el laberinto. Sabía a dónde iba y, por la dirección desde la que había entrado, por dónde accedería. Debía llegar antes que él, impedirle el paso.
A mitad de camino, decidió que la pierna lo estaba ralentizando demasiado. En un único gesto rebosante de rabia, rasgó la tela de su pantalón para dejar al descubierto la herida. Un enorme desgarrón en la carne mostraba el esqueleto metálico en el interior. Sin dejar de caminar entre los pasillos, arrancó al paso una chapa de metal de la pared y le dio forma en torno a su muslo como si de un pedazo de tela se tratara. La carne es débil, el metal perdura. Unos rápidos ajustes y continuó su avance como si nada hubiera pasado. La cojera remitía a medida que se acercaba a su objetivo. No debía decaer.
Dio un giro y, unos pasos más adelante, vio a uno de los luberus abalanzarse contra una trampilla al pie de un muro. ¿Por qué no estaba en la puerta?, pensó alarmado. Su función era proteger la puerta.
El can percibió la muda demanda y se apresuró a retornar a su puesto, pero antes de que hubiera tomado el giro hacia la puerta, el muro de enfrente se vino abajo y el lobo acabó aplastado, amortiguando el impacto del gigante antropomorfo que emergió del orificio contra la pared de enfrente.
—¿Dónde están tus modales, Ka-ING? —dijo APP-Bel con sonrisa gélida y mirada llameante de odio—. ¿Es que quieres echarme la casa abajo?
—Vaya, lo siento —se disculpó el gigante en susurros, no con APP-Bel, sino con el amasijo inerte que hasta hacía un momento había sido un luberus. Al cabo de un segundo, pareció recordar para qué había ido allí y se volvió hacia el lugar por el que el cánido había estado a punto de retirarse.
—¿A dónde crees que vas? —gritó APP-Bel—. Ka-ING el Traidor, asesino de su propia sangre. ¡No me darás la espalda!
El enorme bio-cibernético se detuvo entonces y, despacio, como si luchara consigo mismo por encaminarse en una dirección o la otra, se volvió hacia quien le hablaba.
—Mi nombre es Adie —dijo—, cibernético mensajero y de muchas otras funciones. He venido a por el objeto que me robasteis y no saldré de aquí sin él.
—En tal caso —dijo APP-Bel con tono sombrío—, no saldrás de aquí.
Con un gesto de ambas manos, APP-Bel convocó de nuevo al viento y en un rápido movimiento, lanzó contra su hermano todo el odio que había estado guardando. El impacto fue suficiente para alzar a Adie del suelo y lanzarlo hacia el orificio por el que había entrado. Adie separó los brazos para sujetarse al borde del mismo y, con gran esfuerzo, logró sobreponerse a la corriente, clavó también sus piernas en los bordes del orificio y se impulsó hacia adelante con todas sus fuerzas, hacia APP-Bel, que recibió el cuerpo de su hermano casi como si se tratara de un abrazo antes de que ambos se estrellasen contra la pared.
Escondida en su pequeña abertura, justo bajo el lugar del impacto, Vadi no tendría problema en sentir la vibración metálica que acompañó al abombamiento del muro sobre ella.
Amy, por su parte, había llegado a una enorme sala desierta salvo por una esfera de carne del tamaño de un árbol adulto que parecía pulsar rebosante de vida. Con cada pulsación, un silencioso llamado resonaba en la mente de la pequeña bio-cibernética; un voto, una esperanza. El Fruto aseguraba conocerla, prometía respuestas y sólo una cosa pedía a cambio: Sírveme y volverás a estar completa, sírveme y recuperarás tu propósito, sírveme y se acabarán las pesadillas.
Amy: Antes de nada, te pido disculpas por la tardanza en responder. Espero no dejarte a la espera en lo que resta de desafío. Por lo que se refiere a tus objetivos para este turno, en primer lugar, deberás tomar una decisión: ¿servirás al Fruto y, por tanto, al Hombre Muerto, confiando en su promesa de sanación o, por el contrario, has venido a hacerte con la lámina de Adie?
Si eliges la primera opción, bastará con que toques levemente la inmensa estructura arbórea para adquirir las habilidades que el Fruto confiere a APP-Bel y sus hijos (puedes verlas en el informe enlazado al principio del desafío). Sal ahí fuera y protege el Fruto de aquellos que han venido a destruirlo hasta que no quede uno solo de ellos en pie.
Si eliges la segunda opción, deberás abrirte paso entre la maraña de carne que rodea a la lámina metálica y arrancarla del lugar en que reposa. Se dice pronto, pero no será tan fácil. Al sentirse atacado, el fruto se defenderá con ondas telepáticas, las mismas con las que te ha estado llamando, aunque dejo a tu creatividad el tipo de sufrimiento que éstas le causarán a tu personaje. Las ondas sólo afectan a bio-cibernéticos, en el caso de que Vadi encontrara la forma de llegar hasta aquí.
Y hablando de Vadi, su actual predicamento la ha convertido en un testigo de excepción en la particular disputa familiar de los hijos de E-VHA. Como objetivo opcional, te dejo la tarea de narrar esta pelea. Sólo puede vencer uno y en tus manos está inclinar las tornas en favor de uno u otro bando. Hasta puedes, si así lo deseas, hacer que Vadi participe de algún modo en la contienda. En el caso de que prefieras no inmiscuirte y dejar el resultado a la voluntad de los dioses, tira una runa, ella decidirá por ti. Antes de que tomes la decisión, sin embargo, déjame decirte que, en función de quién de los dos salga victorioso, las circunstancias de Amy al finalizar este turno pueden cambiar notablemente.
A mitad de camino, decidió que la pierna lo estaba ralentizando demasiado. En un único gesto rebosante de rabia, rasgó la tela de su pantalón para dejar al descubierto la herida. Un enorme desgarrón en la carne mostraba el esqueleto metálico en el interior. Sin dejar de caminar entre los pasillos, arrancó al paso una chapa de metal de la pared y le dio forma en torno a su muslo como si de un pedazo de tela se tratara. La carne es débil, el metal perdura. Unos rápidos ajustes y continuó su avance como si nada hubiera pasado. La cojera remitía a medida que se acercaba a su objetivo. No debía decaer.
Dio un giro y, unos pasos más adelante, vio a uno de los luberus abalanzarse contra una trampilla al pie de un muro. ¿Por qué no estaba en la puerta?, pensó alarmado. Su función era proteger la puerta.
El can percibió la muda demanda y se apresuró a retornar a su puesto, pero antes de que hubiera tomado el giro hacia la puerta, el muro de enfrente se vino abajo y el lobo acabó aplastado, amortiguando el impacto del gigante antropomorfo que emergió del orificio contra la pared de enfrente.
—¿Dónde están tus modales, Ka-ING? —dijo APP-Bel con sonrisa gélida y mirada llameante de odio—. ¿Es que quieres echarme la casa abajo?
—Vaya, lo siento —se disculpó el gigante en susurros, no con APP-Bel, sino con el amasijo inerte que hasta hacía un momento había sido un luberus. Al cabo de un segundo, pareció recordar para qué había ido allí y se volvió hacia el lugar por el que el cánido había estado a punto de retirarse.
—¿A dónde crees que vas? —gritó APP-Bel—. Ka-ING el Traidor, asesino de su propia sangre. ¡No me darás la espalda!
El enorme bio-cibernético se detuvo entonces y, despacio, como si luchara consigo mismo por encaminarse en una dirección o la otra, se volvió hacia quien le hablaba.
—Mi nombre es Adie —dijo—, cibernético mensajero y de muchas otras funciones. He venido a por el objeto que me robasteis y no saldré de aquí sin él.
—En tal caso —dijo APP-Bel con tono sombrío—, no saldrás de aquí.
Con un gesto de ambas manos, APP-Bel convocó de nuevo al viento y en un rápido movimiento, lanzó contra su hermano todo el odio que había estado guardando. El impacto fue suficiente para alzar a Adie del suelo y lanzarlo hacia el orificio por el que había entrado. Adie separó los brazos para sujetarse al borde del mismo y, con gran esfuerzo, logró sobreponerse a la corriente, clavó también sus piernas en los bordes del orificio y se impulsó hacia adelante con todas sus fuerzas, hacia APP-Bel, que recibió el cuerpo de su hermano casi como si se tratara de un abrazo antes de que ambos se estrellasen contra la pared.
Escondida en su pequeña abertura, justo bajo el lugar del impacto, Vadi no tendría problema en sentir la vibración metálica que acompañó al abombamiento del muro sobre ella.
Amy, por su parte, había llegado a una enorme sala desierta salvo por una esfera de carne del tamaño de un árbol adulto que parecía pulsar rebosante de vida. Con cada pulsación, un silencioso llamado resonaba en la mente de la pequeña bio-cibernética; un voto, una esperanza. El Fruto aseguraba conocerla, prometía respuestas y sólo una cosa pedía a cambio: Sírveme y volverás a estar completa, sírveme y recuperarás tu propósito, sírveme y se acabarán las pesadillas.
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Amy: Antes de nada, te pido disculpas por la tardanza en responder. Espero no dejarte a la espera en lo que resta de desafío. Por lo que se refiere a tus objetivos para este turno, en primer lugar, deberás tomar una decisión: ¿servirás al Fruto y, por tanto, al Hombre Muerto, confiando en su promesa de sanación o, por el contrario, has venido a hacerte con la lámina de Adie?
Si eliges la primera opción, bastará con que toques levemente la inmensa estructura arbórea para adquirir las habilidades que el Fruto confiere a APP-Bel y sus hijos (puedes verlas en el informe enlazado al principio del desafío). Sal ahí fuera y protege el Fruto de aquellos que han venido a destruirlo hasta que no quede uno solo de ellos en pie.
Si eliges la segunda opción, deberás abrirte paso entre la maraña de carne que rodea a la lámina metálica y arrancarla del lugar en que reposa. Se dice pronto, pero no será tan fácil. Al sentirse atacado, el fruto se defenderá con ondas telepáticas, las mismas con las que te ha estado llamando, aunque dejo a tu creatividad el tipo de sufrimiento que éstas le causarán a tu personaje. Las ondas sólo afectan a bio-cibernéticos, en el caso de que Vadi encontrara la forma de llegar hasta aquí.
Y hablando de Vadi, su actual predicamento la ha convertido en un testigo de excepción en la particular disputa familiar de los hijos de E-VHA. Como objetivo opcional, te dejo la tarea de narrar esta pelea. Sólo puede vencer uno y en tus manos está inclinar las tornas en favor de uno u otro bando. Hasta puedes, si así lo deseas, hacer que Vadi participe de algún modo en la contienda. En el caso de que prefieras no inmiscuirte y dejar el resultado a la voluntad de los dioses, tira una runa, ella decidirá por ti. Antes de que tomes la decisión, sin embargo, déjame decirte que, en función de quién de los dos salga victorioso, las circunstancias de Amy al finalizar este turno pueden cambiar notablemente.
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Re: Mente Colmena [Evento Objetos del 19]
Los escasos segundos que Amy había estado suspendida en aquel saliente metálico, sustentada tan solo por el reborde de una de sus cuchillas, se le habían antojado como eones. Se encontraba a merced de la gravedad, amante cruel y despiadada que no hacía distinciones a la hora de enviar a sus despechados al piso, no sin unas cuantas contusiones y huesos rotos de regalo de despedida. No fue el caso de Amy, quien aguantó la caída con toda la gracia y sutilidad de la que pudo hacer gala: ninguna. Un golpetazo aparatoso, pero sin consecuencias graves gracias a su increíble constitución de moza recia de granja, escondida en el interior de un menudo cuerpo de jovencita enclenque.
La muchacha se levantó al segundo de rozar el suelo, sin dejar tiempo de dispersarse al sonoro eco creado por la caída, un ruido sordo y metálico que se extendía por los corredores del centro urbano del Edén. Dicho así sonaba a que había salido bien parada, pero no dejaba de ser una caída bastante lamentable que podía haber puesto punto y final a su intrusión.
Amy ni siquiera dirigió una mirada a Vadi, antes de cruzar el umbral que conducía a un pasillo de muros altos e infranqueables, al final del cual se veía una luz pálida, que a simple vista se confundía con el brillo de la luna reverberando por la aleación pulida de las paredes colindantes. Era como la luz de una lámpara que la atraía igual que si fuera una polilla nocturna.
La bio-cibernética corría poniéndole todo el empeño que llevaba encima, haciendo que sus pasos resonasen con fuerza a cada zancada, llegando por fin a una gigantesca cámara circular con el techo elevado para poder contener en su interior lo que, a primera instancia, parecía ser una especie de inmenso conglomerado carnoso y rosado, expuesto en un pedestal. Casi tomaba forma de un gran árbol solitario, erguido en mitad de un triste y vasto jardín de metal.
Estaba claro que aquella estancia nada tenía que ver con la chatarrería de sitio por el que Amy y Vadi se habían colado al principio. Allí todo daba la impresión de ser nuevo; rebosaba de cables y circuitos, luces parpadeantes y placas y paneles de metal mucho más refinados que los del exterior. Amy ya no corría. Desde que entró a la sala por primera vez, había cambiado su trote de atleta profesional por unos pasos lentos y letárgicos. Seguía descalza, y aunque sus pies y piernas metálicos hacían a efectos prácticos de botas, sus pisadas de metal contra metal retumbaban rítmicamente, rompiendo el absoluto silencio que asolaba la gran sala, como si fuera una sinfonía de mal agüero.
En otras circunstancias, la muchacha cibernética se habría dejado maravillar por sus alrededores. Nunca había visto nada como aquello en sus andares por la Aerandir profunda, aunque también es verdad que no le había dado tiempo a ver mucho desde su “nacimiento”, como ella misma se refería al reinicio de su memoria, meses atrás. Pero ahora mismo, en aquel momento, sus ojos eran poco más que un adorno para evitar chocarse. Miraba sin ver realmente. Lo que guiaba los movimientos de Amy eran las voces en su cabeza. O la única voz en su cabeza. No estaba segura. Sólo sabía que necesitaba estar allí, justo donde estaba, y ahora que estaba allí, tenía claro una cosa: quien la había estado llamando era, sin lugar a dudas, la amalgama esférica y grotesca que tenía frente a sus narices, presidiendo la habitación desde su estático trono de metal.
Amy siguió avanzando con dilación, caminado en línea recta hacia aquella masa amorfa y embrollada que le prometía el oro y el moro. ¿Por qué le mentiría? No tenía ninguna razón para dudar de sus palabras, aunque tampoco la tenía para creerlas. La chica bio-cibernética no entendía de verdades o mentiras, tan solo entendía de amigos o enemigos. No obstante, no tuvo demasiado tiempo para pensar en el cómo y por qué.
Sin darse cuenta, se encontraba ya al lado de la esfera carnosa. De cerca se antojaba todavía más descomunal que cuando la vio por primera vez a la entrada de la habitación. La muchacha echó la vista hacia arriba y comenzó a trepar por la peana metálica hasta que casi pudo sentir la respiración de aquella suerte de árbol corrupto. Probablemente se trataba de su imaginación. O un mal funcionamiento de sus sistemas.
Lo que estaba segura de no estar imaginándose era la llamada, alta y clara, que había vuelto a escuchar justo en aquel instante. La pseudo esfera de enfrente suya clamaba su nombre, como si pudiera acceder a los lugares más recónditos de la psique de Amy, o quizás estuviera conectándose de manera remota con su chip de control. La llamó una vez más, invitándola, acogiéndola en su seno deformado, de un intenso color carne. ¿Un saludo? Pues un saludo.
Amy respondió saludando amablemente, esbozando una sonrisa inocua. Era una chica educada y de modales, ante todo. Acto seguido alargó la mano. El color carnoso de la esfera se reflejaba en sus ojos, como si estos fueran un espejo vidrioso. Su brazo por poco alcanzaba a tocar lo que otros llamaban “El Fruto”, pero se detuvo en seco.
La bio-cibernética frunció el ceño tanto como pudo, forzando al máximo los músculos de su frente. Por primera vez en mucho tiempo se extrañó al ver sus brazos metálicos. Creyó sentir en su cuerpo los brazos de otra persona. Por primera vez en mucho tiempo dudó de verdad. Amy agudizó la mirada y como si de una visión remota y lejana se tratase, consiguió vislumbrar algo entre la maraña de pulpa ramificada: una placa de metal retorciéndose en silencio, en mitad de aquel amasijo carnoso. Volvió a escuchar su nombre, acompañado de una petición que casi parecía un salmo de esperanza. Desenvainó una de sus cuchillas por puro instinto, con la vista fija en la plancha metálica que gobernaba la esfera rosácea.
Vadi no conocía suficientes dioses en la mitología para rezarles a todos ellos en pos de una salvación milagrosa. Continuaba ocultándose en el angosto conducto de entramado y cables que se abría en uno de los muros del lugar. Escuchaba con atención, recostada en la pared, los ruidos del exterior, esperando su oportunidad de oro para salir pitando de allí. Ya no oía los “gruñidos” del lobo cibernético que la perseguía, si es que se podían llamar gruñidos a aquel tañido gutural que parecía producirse haciendo chocar dos cacerolas en el fondo de un pozo.
A lo mejor ella también estaba empezando a perder la cabeza, porque juraría que, tras percibir un tremendo estruendo al lado suya que le había hecho dar un vuelco al corazón, ahora escuchaba voces ahogadas en el exterior. ¿Las mismas voces que Amy aseguraba escuchar? Maldita cabezahueca, si se hubiese quedado calladita y quietecita en la cama nada de aquello habría pasado. Todo era culpa suya… Que, por cierto, ¿dónde demonios se había metido? Justo cuando más la necesitaba, desapareció sin dejar rastro.
Vadi, aún en su forma ratuna, sacudió la cabeza. Si quería salvar el pellejo necesitaba pensar con la mente fría y el corazón en un puño, que es como lo tenía en aquel momento. Miró a izquierda y derecha. La suerte de conducto en el cual se encontraba no hacía más que estrecharse a medida que avanzaba, llenándose y atiborrándose de más y más cables que impedían moverse con soltura. Imposible avanzar. Estaba en un callejón sin salida, entre la espada y la pared. La única vía de escape era la trampilla por la que había entrado.
La chica roedora aguantó la respiración y guardó silencio, apoyando una de sus grandes y redondeadas orejas de rata en el muro. Solamente escuchaba los latidos de su acelerado corazón. Lo peor del temporal ya debía haber pasado, pensó. A lo mejor ya estaba por fin a salvo, fue el infundado razonamiento que se formó poco a poco en su cabeza, sólo para ser echado por tierra a causa del trastazo que alguien le propinó a la pared, con tal brusquedad que esta se combó hacia dentro, haciendo que Vadi despegase la oreja del muro como una lapa a la que habían hecho palanca a la fuerza.
Casi se muere del susto allí mismo, sin embargo, aquello no fue lo peor. Lo peor fue la sensación de mariposas en el estómago, acompañada de un escalofrío que tan bien conocía. “¡No, ahora no!” Fue lo que le pasó por la mente, acentuando todavía más si cabía su expresión de genuino pavor. Sabía perfectamente lo que significaba aquella sensación: la maldición se desharía, por lo menos por el momento, y volvería a su forma humana.
Normalmente serían buenas noticias… si no se diera el caso de estar atrapada en un conducto del tamaño adecuado para albergar a un gnomo con enanismo. A Vadi le dolía el pecho cada vez más. Por el maleficio, por la situación, por todo en general... Maldijo su estampa por haber decidido ayudar a la torpona de Amy. Respiró entrecortadamente, controlando la ansiedad que lentamente se iba apoderando de ella y corrió hacia la luz, saliendo por la trampilla de un salto, aterrizando sobre su vientre contra el suelo de metal de tierra. Ahí fue entonces cuando los vio.
Dos figuras antropomorfas, una claramente de más altura y con partes metálicas entremezcladas con la carne de su cuerpo. La otra mucho más esbelta, vestía de forma elegante y parecía humana completamente, con una media máscara blanquecina que cubría parte de su semblante, arrugado por una expresión de pura rabia.
Vadi abrió mucho los ojos, cuidándose de no abrir la boca ni emitir un solo quejido. Su cuerpo fue creciendo en tamaño a una velocidad constante, su cola ratonil desapareció como por arte de magia y sus facciones se fueron humanizando hasta dejar al descubierto a la verdadera Vadi Radke, una humana sureña hecha y derecha. Ni siquiera se molestó en cubrir sus partes pudendas, aunque la ropa que llevaba puesta se le había quedado tan pequeña que le resultaba inservible con su nueva estatura.
Por fortuna, los dos tipos que tenía delante no habían reparado en ella. Seguían enfrascados en su reyerta personal como si la vida les fuera en ello, ajenos a sus alrededores, más concretamente al ir y devenir de una muchachita pelirroja que buscaba con los siete sentidos una manera de salir airosa de allí.
Por mucho que quisiera seguir disfrutando de las bondades que aquella ciudad tecnológica tenía que ofrecer, o por mucho que a su voyeur interior le hubiera encantado ver hasta el final el desenlace de aquella riña, su instinto de prevalencia y sentido común la azuzaban para ponerse en cuclillas y escabullirse de allí lo más sigilosamente que le era posible, sin llamar la atención. Eso fue lo que hizo Vadi, no sin antes echar un último vistazo a los dos extravagantes luchadores que seguían zurrándose y calentándose la cara no muy lejos de ella.
Teniendo en cuenta la diferencia de tamaño entre sendos adversarios, la cosa estaba bastante igualada. Aquello hizo dudar un poco a Vadi de la humanidad del hombre que vestía impoluto. Este mantenía al gigantón acorazado a raya aprisionándolo por las muñecas, forcejeando en lo que parecía ser igualdad de condiciones. O eso parecía, pues el colosal bio-cibernético aprovechó que su rival tenía las manos ocupadas para propinarle tal cabezazo en la frente que le obligó a retroceder unos pasos, resquebrajándole ligeramente la máscara blanca que portaba, haciendo una hendidura a lo largo del orificio por donde asomaba uno de los ojos grises del hombre, quien montó en cólera y emitió un breve pero intenso gruñido.
Para Vadi, aquel cabezazo fue su pistoletazo de salida, el gong que se golpeaba para dar inicio a la carrera. Lista para poner pies en polvorosa, la chica notó como una de sus piernas se había quedado encallada en algo, parándola en seco, como si de un ancla fondeando un barco se tratara. Imaginándose que debía haberse enganchado en algún vestigio de escombro, la sorpresa de Vadi fue mayúscula al girar la cabeza y ver un torso humano, descompuesto en una mezcla de carne podrida y metal, agarrándola de la pierna con una fría mano metálica a la que le faltaban tres dedos.
Ambos, la chica desvestida y el proxy se miraron sin decir nada lo que pareció durar años. Hasta que la mirada muerta, desorbitada y sin vida de aquel ser hizo mella en la pelirroja, obligándola casi a pegar un alarido digno de protagonista adolescente de película de terror, tan agudo que habría sido capaz de romper varias copas de cristal de un plumazo, pasándose por el forro los fundamentos básicos de la frecuencia de resonancia.
Aquel berrido a todo volumen levantó el perfil de Vadi hasta convertirla en el foco de atención de cualquier mirada indeseada, en concreto la de Adie, que era quien tenía más cerca dándole la espalda. El bio-cibernético se giró extrañado, y no era para menos, cualquiera diría que estaban matando a alguien a sus espaldas. Sin embargo, esa milésima de segundo de despiste se convirtió en un error fatal y garrafal que el hombre enmascarado no dudo en aprovechar.
Hizo sus típicos aspavientos de maestro del aire con las manos, formando un vendaval que rivalizaba con la fuerza de un huracán en miniatura, enfocando la corriente de aire hacia su supuesto hermano de sangre, que salió despedido en dirección al montón de cascotes que había desperdigados por el piso, producto de haber echado el muro abajo minutos atrás. Para Adie, los restos de su entrada triunfal se habían transformado en su mortaja para cuerpo y alma.
La sonrisa de APP-Bel eral tal que daba la impresión de que su mandíbula fuese a desencajarse en cualquier momento. No prestaba atención a Vadi, la cual se había conseguido zafar de aquel desvencijado proxy y se frotaba la zona dolorida de su pierna, lamentando su terrible mala suerte. Más proxies habían comenzado a aparecer por los pasillos del Edén, probablemente llamados en busca de auxilio por el propio hijo predilecto de E-VHA. Algunos bamboleaban de lado a lado, otros directamente se arrastraban sobre sus estómagos abiertos y rebosantes de cableado.
Entre los cuerpos cadavéricos de los bio-cibernéticos, uno de ellos se situó a escasos centímetros de Adie, que luchaba contra la gravedad y los virotes clavados por todo su cuerpo con un afán admirable por levantarse del suelo, sin mucho éxito cabía decir. Vadi abrió la boca para decir algo, pero el sonido de una cuchilla siendo desenvainada por parte de la pequeña figura que se encontraba al lado de Ka-ING la dejó sin palabras. Enmudeció al ver a Amy dispuesta a acabar con la vida del enorme bio-cibernético si nadie se lo impedía.
APP-Bel continuaba con una sonrisa dibujada en el rostro, mientras se ajustaba la media máscara y se repeinaba con la mano hacia atrás los mechones de pelo sueltos que caían sobre su frente. Tenía un aspecto horrible, en su opinión, por culpa de aquella trifulca. No obstante, las cosas por fin parecían salirle como quería. Pasó los ojos de arriba abajo y de izquierda a derecha, empapándose de la magnífica escena que se reproducía frente a él. Sus fieles y seguidores reunidos; acólitos al servicio de un bien mayor, de un Dios, que aseguraba la prosperidad de la raza bio-cibernética. El diablo había entrado en casa sin llamar a la puerta y ellos lo recibían como era debido.
Ojeó una vez más el pordiosero aspecto que lucía Amy. Se alegraba de contar con nuevos adeptos entre sus filas, pero no les iría mal a la mayoría un cambio de muda y un baño… Y hablando de muchachas que necesitaban un cambio de muda, ¿qué es lo que iba a hacer con aquella pelirroja nudista?
La humana en paños menores (y tan menores) se había levantado y zarandeaba a Amy por los hombros, intentando hacerla entrar en razón. El hecho de que su amiga cibernética frunciese el ceño y aún no la hubiese rajado en canal la tranquilizaba, aunque seguía pensando que levantarse de la cama y seguirla hasta allí había sido la peor idea de la historia.
La muchacha se levantó al segundo de rozar el suelo, sin dejar tiempo de dispersarse al sonoro eco creado por la caída, un ruido sordo y metálico que se extendía por los corredores del centro urbano del Edén. Dicho así sonaba a que había salido bien parada, pero no dejaba de ser una caída bastante lamentable que podía haber puesto punto y final a su intrusión.
Amy ni siquiera dirigió una mirada a Vadi, antes de cruzar el umbral que conducía a un pasillo de muros altos e infranqueables, al final del cual se veía una luz pálida, que a simple vista se confundía con el brillo de la luna reverberando por la aleación pulida de las paredes colindantes. Era como la luz de una lámpara que la atraía igual que si fuera una polilla nocturna.
La bio-cibernética corría poniéndole todo el empeño que llevaba encima, haciendo que sus pasos resonasen con fuerza a cada zancada, llegando por fin a una gigantesca cámara circular con el techo elevado para poder contener en su interior lo que, a primera instancia, parecía ser una especie de inmenso conglomerado carnoso y rosado, expuesto en un pedestal. Casi tomaba forma de un gran árbol solitario, erguido en mitad de un triste y vasto jardín de metal.
Estaba claro que aquella estancia nada tenía que ver con la chatarrería de sitio por el que Amy y Vadi se habían colado al principio. Allí todo daba la impresión de ser nuevo; rebosaba de cables y circuitos, luces parpadeantes y placas y paneles de metal mucho más refinados que los del exterior. Amy ya no corría. Desde que entró a la sala por primera vez, había cambiado su trote de atleta profesional por unos pasos lentos y letárgicos. Seguía descalza, y aunque sus pies y piernas metálicos hacían a efectos prácticos de botas, sus pisadas de metal contra metal retumbaban rítmicamente, rompiendo el absoluto silencio que asolaba la gran sala, como si fuera una sinfonía de mal agüero.
En otras circunstancias, la muchacha cibernética se habría dejado maravillar por sus alrededores. Nunca había visto nada como aquello en sus andares por la Aerandir profunda, aunque también es verdad que no le había dado tiempo a ver mucho desde su “nacimiento”, como ella misma se refería al reinicio de su memoria, meses atrás. Pero ahora mismo, en aquel momento, sus ojos eran poco más que un adorno para evitar chocarse. Miraba sin ver realmente. Lo que guiaba los movimientos de Amy eran las voces en su cabeza. O la única voz en su cabeza. No estaba segura. Sólo sabía que necesitaba estar allí, justo donde estaba, y ahora que estaba allí, tenía claro una cosa: quien la había estado llamando era, sin lugar a dudas, la amalgama esférica y grotesca que tenía frente a sus narices, presidiendo la habitación desde su estático trono de metal.
Amy siguió avanzando con dilación, caminado en línea recta hacia aquella masa amorfa y embrollada que le prometía el oro y el moro. ¿Por qué le mentiría? No tenía ninguna razón para dudar de sus palabras, aunque tampoco la tenía para creerlas. La chica bio-cibernética no entendía de verdades o mentiras, tan solo entendía de amigos o enemigos. No obstante, no tuvo demasiado tiempo para pensar en el cómo y por qué.
Sin darse cuenta, se encontraba ya al lado de la esfera carnosa. De cerca se antojaba todavía más descomunal que cuando la vio por primera vez a la entrada de la habitación. La muchacha echó la vista hacia arriba y comenzó a trepar por la peana metálica hasta que casi pudo sentir la respiración de aquella suerte de árbol corrupto. Probablemente se trataba de su imaginación. O un mal funcionamiento de sus sistemas.
Lo que estaba segura de no estar imaginándose era la llamada, alta y clara, que había vuelto a escuchar justo en aquel instante. La pseudo esfera de enfrente suya clamaba su nombre, como si pudiera acceder a los lugares más recónditos de la psique de Amy, o quizás estuviera conectándose de manera remota con su chip de control. La llamó una vez más, invitándola, acogiéndola en su seno deformado, de un intenso color carne. ¿Un saludo? Pues un saludo.
Amy respondió saludando amablemente, esbozando una sonrisa inocua. Era una chica educada y de modales, ante todo. Acto seguido alargó la mano. El color carnoso de la esfera se reflejaba en sus ojos, como si estos fueran un espejo vidrioso. Su brazo por poco alcanzaba a tocar lo que otros llamaban “El Fruto”, pero se detuvo en seco.
La bio-cibernética frunció el ceño tanto como pudo, forzando al máximo los músculos de su frente. Por primera vez en mucho tiempo se extrañó al ver sus brazos metálicos. Creyó sentir en su cuerpo los brazos de otra persona. Por primera vez en mucho tiempo dudó de verdad. Amy agudizó la mirada y como si de una visión remota y lejana se tratase, consiguió vislumbrar algo entre la maraña de pulpa ramificada: una placa de metal retorciéndose en silencio, en mitad de aquel amasijo carnoso. Volvió a escuchar su nombre, acompañado de una petición que casi parecía un salmo de esperanza. Desenvainó una de sus cuchillas por puro instinto, con la vista fija en la plancha metálica que gobernaba la esfera rosácea.
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Vadi no conocía suficientes dioses en la mitología para rezarles a todos ellos en pos de una salvación milagrosa. Continuaba ocultándose en el angosto conducto de entramado y cables que se abría en uno de los muros del lugar. Escuchaba con atención, recostada en la pared, los ruidos del exterior, esperando su oportunidad de oro para salir pitando de allí. Ya no oía los “gruñidos” del lobo cibernético que la perseguía, si es que se podían llamar gruñidos a aquel tañido gutural que parecía producirse haciendo chocar dos cacerolas en el fondo de un pozo.
A lo mejor ella también estaba empezando a perder la cabeza, porque juraría que, tras percibir un tremendo estruendo al lado suya que le había hecho dar un vuelco al corazón, ahora escuchaba voces ahogadas en el exterior. ¿Las mismas voces que Amy aseguraba escuchar? Maldita cabezahueca, si se hubiese quedado calladita y quietecita en la cama nada de aquello habría pasado. Todo era culpa suya… Que, por cierto, ¿dónde demonios se había metido? Justo cuando más la necesitaba, desapareció sin dejar rastro.
Vadi, aún en su forma ratuna, sacudió la cabeza. Si quería salvar el pellejo necesitaba pensar con la mente fría y el corazón en un puño, que es como lo tenía en aquel momento. Miró a izquierda y derecha. La suerte de conducto en el cual se encontraba no hacía más que estrecharse a medida que avanzaba, llenándose y atiborrándose de más y más cables que impedían moverse con soltura. Imposible avanzar. Estaba en un callejón sin salida, entre la espada y la pared. La única vía de escape era la trampilla por la que había entrado.
La chica roedora aguantó la respiración y guardó silencio, apoyando una de sus grandes y redondeadas orejas de rata en el muro. Solamente escuchaba los latidos de su acelerado corazón. Lo peor del temporal ya debía haber pasado, pensó. A lo mejor ya estaba por fin a salvo, fue el infundado razonamiento que se formó poco a poco en su cabeza, sólo para ser echado por tierra a causa del trastazo que alguien le propinó a la pared, con tal brusquedad que esta se combó hacia dentro, haciendo que Vadi despegase la oreja del muro como una lapa a la que habían hecho palanca a la fuerza.
Casi se muere del susto allí mismo, sin embargo, aquello no fue lo peor. Lo peor fue la sensación de mariposas en el estómago, acompañada de un escalofrío que tan bien conocía. “¡No, ahora no!” Fue lo que le pasó por la mente, acentuando todavía más si cabía su expresión de genuino pavor. Sabía perfectamente lo que significaba aquella sensación: la maldición se desharía, por lo menos por el momento, y volvería a su forma humana.
Normalmente serían buenas noticias… si no se diera el caso de estar atrapada en un conducto del tamaño adecuado para albergar a un gnomo con enanismo. A Vadi le dolía el pecho cada vez más. Por el maleficio, por la situación, por todo en general... Maldijo su estampa por haber decidido ayudar a la torpona de Amy. Respiró entrecortadamente, controlando la ansiedad que lentamente se iba apoderando de ella y corrió hacia la luz, saliendo por la trampilla de un salto, aterrizando sobre su vientre contra el suelo de metal de tierra. Ahí fue entonces cuando los vio.
Dos figuras antropomorfas, una claramente de más altura y con partes metálicas entremezcladas con la carne de su cuerpo. La otra mucho más esbelta, vestía de forma elegante y parecía humana completamente, con una media máscara blanquecina que cubría parte de su semblante, arrugado por una expresión de pura rabia.
Vadi abrió mucho los ojos, cuidándose de no abrir la boca ni emitir un solo quejido. Su cuerpo fue creciendo en tamaño a una velocidad constante, su cola ratonil desapareció como por arte de magia y sus facciones se fueron humanizando hasta dejar al descubierto a la verdadera Vadi Radke, una humana sureña hecha y derecha. Ni siquiera se molestó en cubrir sus partes pudendas, aunque la ropa que llevaba puesta se le había quedado tan pequeña que le resultaba inservible con su nueva estatura.
Por fortuna, los dos tipos que tenía delante no habían reparado en ella. Seguían enfrascados en su reyerta personal como si la vida les fuera en ello, ajenos a sus alrededores, más concretamente al ir y devenir de una muchachita pelirroja que buscaba con los siete sentidos una manera de salir airosa de allí.
Por mucho que quisiera seguir disfrutando de las bondades que aquella ciudad tecnológica tenía que ofrecer, o por mucho que a su voyeur interior le hubiera encantado ver hasta el final el desenlace de aquella riña, su instinto de prevalencia y sentido común la azuzaban para ponerse en cuclillas y escabullirse de allí lo más sigilosamente que le era posible, sin llamar la atención. Eso fue lo que hizo Vadi, no sin antes echar un último vistazo a los dos extravagantes luchadores que seguían zurrándose y calentándose la cara no muy lejos de ella.
Teniendo en cuenta la diferencia de tamaño entre sendos adversarios, la cosa estaba bastante igualada. Aquello hizo dudar un poco a Vadi de la humanidad del hombre que vestía impoluto. Este mantenía al gigantón acorazado a raya aprisionándolo por las muñecas, forcejeando en lo que parecía ser igualdad de condiciones. O eso parecía, pues el colosal bio-cibernético aprovechó que su rival tenía las manos ocupadas para propinarle tal cabezazo en la frente que le obligó a retroceder unos pasos, resquebrajándole ligeramente la máscara blanca que portaba, haciendo una hendidura a lo largo del orificio por donde asomaba uno de los ojos grises del hombre, quien montó en cólera y emitió un breve pero intenso gruñido.
Para Vadi, aquel cabezazo fue su pistoletazo de salida, el gong que se golpeaba para dar inicio a la carrera. Lista para poner pies en polvorosa, la chica notó como una de sus piernas se había quedado encallada en algo, parándola en seco, como si de un ancla fondeando un barco se tratara. Imaginándose que debía haberse enganchado en algún vestigio de escombro, la sorpresa de Vadi fue mayúscula al girar la cabeza y ver un torso humano, descompuesto en una mezcla de carne podrida y metal, agarrándola de la pierna con una fría mano metálica a la que le faltaban tres dedos.
Ambos, la chica desvestida y el proxy se miraron sin decir nada lo que pareció durar años. Hasta que la mirada muerta, desorbitada y sin vida de aquel ser hizo mella en la pelirroja, obligándola casi a pegar un alarido digno de protagonista adolescente de película de terror, tan agudo que habría sido capaz de romper varias copas de cristal de un plumazo, pasándose por el forro los fundamentos básicos de la frecuencia de resonancia.
Aquel berrido a todo volumen levantó el perfil de Vadi hasta convertirla en el foco de atención de cualquier mirada indeseada, en concreto la de Adie, que era quien tenía más cerca dándole la espalda. El bio-cibernético se giró extrañado, y no era para menos, cualquiera diría que estaban matando a alguien a sus espaldas. Sin embargo, esa milésima de segundo de despiste se convirtió en un error fatal y garrafal que el hombre enmascarado no dudo en aprovechar.
Hizo sus típicos aspavientos de maestro del aire con las manos, formando un vendaval que rivalizaba con la fuerza de un huracán en miniatura, enfocando la corriente de aire hacia su supuesto hermano de sangre, que salió despedido en dirección al montón de cascotes que había desperdigados por el piso, producto de haber echado el muro abajo minutos atrás. Para Adie, los restos de su entrada triunfal se habían transformado en su mortaja para cuerpo y alma.
La sonrisa de APP-Bel eral tal que daba la impresión de que su mandíbula fuese a desencajarse en cualquier momento. No prestaba atención a Vadi, la cual se había conseguido zafar de aquel desvencijado proxy y se frotaba la zona dolorida de su pierna, lamentando su terrible mala suerte. Más proxies habían comenzado a aparecer por los pasillos del Edén, probablemente llamados en busca de auxilio por el propio hijo predilecto de E-VHA. Algunos bamboleaban de lado a lado, otros directamente se arrastraban sobre sus estómagos abiertos y rebosantes de cableado.
Entre los cuerpos cadavéricos de los bio-cibernéticos, uno de ellos se situó a escasos centímetros de Adie, que luchaba contra la gravedad y los virotes clavados por todo su cuerpo con un afán admirable por levantarse del suelo, sin mucho éxito cabía decir. Vadi abrió la boca para decir algo, pero el sonido de una cuchilla siendo desenvainada por parte de la pequeña figura que se encontraba al lado de Ka-ING la dejó sin palabras. Enmudeció al ver a Amy dispuesta a acabar con la vida del enorme bio-cibernético si nadie se lo impedía.
APP-Bel continuaba con una sonrisa dibujada en el rostro, mientras se ajustaba la media máscara y se repeinaba con la mano hacia atrás los mechones de pelo sueltos que caían sobre su frente. Tenía un aspecto horrible, en su opinión, por culpa de aquella trifulca. No obstante, las cosas por fin parecían salirle como quería. Pasó los ojos de arriba abajo y de izquierda a derecha, empapándose de la magnífica escena que se reproducía frente a él. Sus fieles y seguidores reunidos; acólitos al servicio de un bien mayor, de un Dios, que aseguraba la prosperidad de la raza bio-cibernética. El diablo había entrado en casa sin llamar a la puerta y ellos lo recibían como era debido.
Ojeó una vez más el pordiosero aspecto que lucía Amy. Se alegraba de contar con nuevos adeptos entre sus filas, pero no les iría mal a la mayoría un cambio de muda y un baño… Y hablando de muchachas que necesitaban un cambio de muda, ¿qué es lo que iba a hacer con aquella pelirroja nudista?
La humana en paños menores (y tan menores) se había levantado y zarandeaba a Amy por los hombros, intentando hacerla entrar en razón. El hecho de que su amiga cibernética frunciese el ceño y aún no la hubiese rajado en canal la tranquilizaba, aunque seguía pensando que levantarse de la cama y seguirla hasta allí había sido la peor idea de la historia.
Amy
Aprendiz
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Re: Mente Colmena [Evento Objetos del 19]
Informe de daños: Pérdida de 13.58 gr. de superficie cobertora en los nudillos de la mano derecha -LEVE- Pérdida de movilidad de la falange distal del dedo anular de la mano izquierda -LEVE- Torsión y abolladura en la parte posterior del hombro derecho con pérdida de movilidad. Función de ajuste en hombro derecho. Informe de resultados: Movilidad recuperada en un 94.8%. Abolladura en parte posterior del hombro derecho -LEVE-
PELIGRO: Puño acercándose por el lado izquierdo. Lugar de impacto previsto: 6ª, 7ª y 8ª costillas del lado izquierdo. Impacto en 1.97 segundos. Función de bloqueo; mano izquierda. Impacto interceptado. Función de sujección; mano izquierda.
Función de golpear; puño derecho. Impacto.
PELIGRO: Puño acercándose por el lado derecho. Lugar de impacto previsto: mandíbula inferior derecha. Impacto en 1.20 segundos. Función de bloqueo; brazo derecho. Impacto. Función de bloqueo interrumpida. Informe de daños: mandíbula inferior desviada 0.13 grados a la izquierda. Función de ajuste en mandíbula inferior. Posición de mandíbula reestablecida.
Función de golpear; puño derecho. Impacto interrumpido. Puño derecho bloqueado. Función de liberar; puño derecho. ERROR: puño derecho atrapado. Función de liberar; puño derecho. ERROR: puño derecho atrapado. Función de golpear; cabeza. ¿Cabeza? ¡Cabeza! Anotación: la cabeza también tiene función de golpear. Impacto. Función de liberar; puño derecho. Puño derecho liberado.
ALARMA: Biológico en peligro. Protocolo de auxilio activado. Impacto. Protocolo de auxilio interrumpido. Informe de daños: Fractura en parte posterior del cráneo -GRAVE- Conducto de líquido atemperante n.º de serie 00353A2 rasgado. Pérdida de líquido atemperante. Líquido atemperante penetrando en conducto de ingesta. Anotación: El líquido atemperante sabe a… dolor. Informe de daños; continuación: Abolladura con perdida de movilidad en hombro derecho. Función de ajuste en hombro derecho. Informe de resultados: Función de ajuste fallida. Informe de daños; continuación: ERROR: Datos no encontrados.
PELIGRO: Cuchilla acercándose desde arriba. Función de esquivar. ERROR: Datos no encontrados. Función de impulso: ERROR: Datos no encontrados. Función de bloqueo; brazo izquierdo. ERROR: Datos no encontrados. Función de bloqueo; brazo derecho. ERROR: Brazo derecho inutilizado. Función de… Función.........................................................................................
…………………………………………………………………..................................................................
Adie ha muerto a manos de Amy. Con la pérdida de su líder, los hijos de Ka-ING se sumen en el caos. Algunos logran huir en distintas direcciones. Otros continúan su lucha, pero son masacrados o capturados para cubrir las bajas producidas por el ataque entre los defensores. APP-Bel da la bienvenida a sus nuevas hijas. Está por ver si Vadi disfruta de las peculiaridades de su nuevo hogar.
El Fruto del Edén permanece bajo la custodia de los Hijos de APP-Bel, a la espera de que el Hombre Muerto decida hacer uso de él.
Enhorabuena, Amy. Ha sido un tema emocionante que bien merece la recompensa de 5 puntos de experiencia y 50 aeros.
PELIGRO: Puño acercándose por el lado izquierdo. Lugar de impacto previsto: 6ª, 7ª y 8ª costillas del lado izquierdo. Impacto en 1.97 segundos. Función de bloqueo; mano izquierda. Impacto interceptado. Función de sujección; mano izquierda.
Función de golpear; puño derecho. Impacto.
PELIGRO: Puño acercándose por el lado derecho. Lugar de impacto previsto: mandíbula inferior derecha. Impacto en 1.20 segundos. Función de bloqueo; brazo derecho. Impacto. Función de bloqueo interrumpida. Informe de daños: mandíbula inferior desviada 0.13 grados a la izquierda. Función de ajuste en mandíbula inferior. Posición de mandíbula reestablecida.
Función de golpear; puño derecho. Impacto interrumpido. Puño derecho bloqueado. Función de liberar; puño derecho. ERROR: puño derecho atrapado. Función de liberar; puño derecho. ERROR: puño derecho atrapado. Función de golpear; cabeza. ¿Cabeza? ¡Cabeza! Anotación: la cabeza también tiene función de golpear. Impacto. Función de liberar; puño derecho. Puño derecho liberado.
ALARMA: Biológico en peligro. Protocolo de auxilio activado. Impacto. Protocolo de auxilio interrumpido. Informe de daños: Fractura en parte posterior del cráneo -GRAVE- Conducto de líquido atemperante n.º de serie 00353A2 rasgado. Pérdida de líquido atemperante. Líquido atemperante penetrando en conducto de ingesta. Anotación: El líquido atemperante sabe a… dolor. Informe de daños; continuación: Abolladura con perdida de movilidad en hombro derecho. Función de ajuste en hombro derecho. Informe de resultados: Función de ajuste fallida. Informe de daños; continuación: ERROR: Datos no encontrados.
PELIGRO: Cuchilla acercándose desde arriba. Función de esquivar. ERROR: Datos no encontrados. Función de impulso: ERROR: Datos no encontrados. Función de bloqueo; brazo izquierdo. ERROR: Datos no encontrados. Función de bloqueo; brazo derecho. ERROR: Brazo derecho inutilizado. Función de… Función.........................................................................................
…………………………………………………………………..................................................................
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Adie ha muerto a manos de Amy. Con la pérdida de su líder, los hijos de Ka-ING se sumen en el caos. Algunos logran huir en distintas direcciones. Otros continúan su lucha, pero son masacrados o capturados para cubrir las bajas producidas por el ataque entre los defensores. APP-Bel da la bienvenida a sus nuevas hijas. Está por ver si Vadi disfruta de las peculiaridades de su nuevo hogar.
El Fruto del Edén permanece bajo la custodia de los Hijos de APP-Bel, a la espera de que el Hombre Muerto decida hacer uso de él.
Enhorabuena, Amy. Ha sido un tema emocionante que bien merece la recompensa de 5 puntos de experiencia y 50 aeros.
Fehu
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