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Mensaje  Anastasia Boisson Dom 7 Jun - 9:48

Habían pasado unos días desde que atravesé el portal del Oblivion y aparecí en aquella oscura calle de Lunargenta. Como estaba, con todo mi equipamiento de guerra, aunque la ballesta pesada con un misterioso aura negra. En principio, me sentía bien físicamente. A pesar de que el rubí había sido destruido, pocas cosas parecían haber cambiando a mí. Tampoco sabía si el tiempo había transcurrido de manera diferente en el Oblivion, pero sí parecía haber pasado un tiempo. Había carteles de la batalla de Árbol Madre por todas partes. Tomé uno de ellos y comprobé que la bruja rara de los cuervos no mentía. Habíamos ganado la guerra.

Sin embargo, la historia contada era muy diferente a como la había vivido yo. - Malditos perros embusteros… - fruncí el ceño. “Los héroes de Árbol Madre”. Así definían a los “estoicos campeones que habían sobrevivido el bombardeo de los jinetes oscuros y cerraron el portal del cielo”. Pero ni rastro de aquellos que nos habíamos desgañitado en ir al Oblivion. Ni una palabra de reconocimiento para los centinelas y otros valientes varios a los que nos había tocado hacer el trabajo sucio.

De mal humor, hice una bola de papel del cartel. Los ánimos no estaban para que nadie me molestara, pero una voz masculina lo hizo. - Disculpe, señora, ¿se encuentra bien?

¡Y encima señora! Me giré con una mirada sentenciante. Era un joven de aproximadamente mi edad. El hortero sombrero rojo que lucía hizo el amago de volar por una “fortuita” corriente, que había aparecido. - Métete en sus asuntos. – Respondí de manera antipática tirando la bola al suelo.

-Di-Discúlpeme, madame. No... No pretendía molestarla. Sólo quería incidir en que parece que tiene mal aspecto. ¿No haría falta que le viera un médico? – inquirió. Hice un gesto con la cabeza, resoplé y me fui.

¡Qué estupidez! ¿Un médico? Si estaba más fresca que una rosa. Continué mi camino y vi una taberna iluminada. Era un buen sitio en el que pasar la noche. Así al día siguiente sería un buen momento para tomar un barco y volver a Beltrexus, que a buen seguro me estarían echando en falta.

Sin embargo, algo cambió cuando miré a través de un cristal de la taberna y vi en él reflejado mi rostro. Fue entonces cuando me di cuenta de lo que había significado mi paso por el Oblivion y "el precio a pagar" que había descrito aquella bruja.

-¡Por todos los dioses! ¡NO! – exclamé llevándome las manos a la cara. Era cierto que mi bello rostro no tenía una arruga, se mantenía igual en forma y aparentaba la treintena que tenía. Pero ahora tenía una piel pálida y tenue como la de un vampiro encerrado en una cripta por siglos, el rímel con el que acudí a la batalla de Árbol Madre descorrido que se había quedado como tinte de piel, y un pelo rubio-blanquecino que se dejaba de ver en dos mechones alrededor de mi cuello, contrastando con mi larga melena castaña. Ahora sabía a qué se refería el chico de antes.

Tenía que poner solución a aquello. Seguro que en Beltrexus encontraría a algún compañero profesor del Hekshold o alquimista que podría arreglar aquel desperfecto. Por lo que todos los caminos llevaban al mismo lugar: Volver a Beltrexus para curar aquella maldición y para reencontrarme con mis seres queridos. Me subí la capucha y pasé la noche en aquel cuchitril sin que nadie viera mi rostro para, al día siguiente, tomar un barco para las islas.

- - - - - -

Hoy, el barco que tomé al día siguiente varaba en los muelles de Beltrexus. Me tomé unos segundos para respirar el aire del mar de la costa. De mi hogar. Había estado mucho tiempo fuera y, por momentos, creí que nunca lo volvería a ver durante mi estancia en el Oblivion. Para colmo llevaba dos días metida en mi camarote, sin relacionarme con nadie por supuesto. Y para una mujer activa como yo resultaba tremendamente aburrido deambular por las diferentes cubiertas de aquella embarcación, que llevaba multitud de viajeros de todas las partes del mundo a la ciudad de los brujos.

Aguardé mi turno para bajar del barco, encapuchada. Tratando de pasar lo más desapercibida posible dejando ver mis mechones, ahora rubio-blanquecinos, por debajo de ésta. Aunque no pasaría desapercibida para todos aquellos que me conocían. No todos los días veías una mujer alta y atlética con semejante armamento de guerra.

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-Beltrexus… Radiante y soleada. – observé. – Tal y como la recuerdo. – me dije a mí misma una vez habiendo pisado tierra de la ciudad entre la multitud. – Espero que los del gremio no me hayan enterrado sin cuerpo por segunda vez. – Sí. Aún recordaba cuando me enterraron la primera vez. Fue hace años. Cuando derrotamos a Mortagglia y todos me dieron por muerta. En aquella ocasión, Cassandra lo había aprovechado para hacerse con el control del gremio. Esperaba no hiciera lo mismo esta vez.

Esta salvadora de Aerandir aún tenía mucho que decir al respecto.


Última edición por Anastasia Boisson el Sáb 3 Oct - 11:46, editado 1 vez
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Mensaje  Eltrant Tale Dom 7 Jun - 13:50

El paseo en barco no le había entusiasmado.

Pero ya estaba en Beltrexus. Volver a aquella ciudad… a cualquier ciudad, en realidad, se le hacía raro. Pero era la única pista que tenía, una minúscula que era, en cierto modo, jugarse la localización de su compañera más al azar que al hecho de tener algo que rastrear en realidad.

Pero era mejor que nada.

Sin mirar directamente a nadie a la cara, Eltrant dirigió el carromato a través de las calles de la ciudad, atrayendo un par de miradas en el proceso, deteniéndose finalmente en lo que era una plaza relativamente central de la ciudad. Lo suficientemente cerca del puerto para ser concurrida, pero también algo alejada de toda la aglomeración que era el verdadero mercado de la ciudad.

Se bajó del carro de un salto, dejando escapar el aire que contenía sus pulmones, y tras darle una manzana a Mohr por el esfuerzo de llevarle hasta allí comenzó a montar su puesto.

No tardó demasiado, quizás una hora como máximo.

Bajó de un fuerte tirón uno de los paneles que cubrían el lateral del carro, dejando entrever el interior de su “taller” y desvelando el mostrador tras el que se colocó a atender a la posible clientela que podía sacar en aquel lugar.

Era temprano, el sol apenas había comenzado a alzarse, por lo que tenía aun tiempo antes de ir a dónde pretendía. Primero iba a tener que mentalizarse un poco antes de hacerlo; no era como si pudiese presentarse y hacer las preguntas que quisiese.

- ¿Y qué dices que vienes a buscar aquí, Mortal? – Lyn se colocó a su lado, imitando la postura que tenía sobre el mostrador. - ¿Pistas? ¿Rastros? – La vampiresa le dio un par de codazos al humano. - ¿Necesitas ayuda investigando? – Preguntó a continuación. – ¡Usa mi intelecto! Te lo presto por un módico precio. – Aseveró asintiendo para sí misma.

Ignoró a la vampiresa y atendió a los pocos transeúntes que se acercaron a su puesto. Lo hicieron de forma reticente en un principio, pero no tardaron en apreciar los objetos que el herrero tenía puesto a modo de exposición.

Una sartén, dos palas y una barra de metal para “cosas mágicas”.

Ningún arma.

No estaba mal, unos veinte Aeros bastante fáciles. La mayoría de aquellos objetos ya la tenía preparados de antemano, además.

- ¿Por qué me ignoras? – Lyn atravesó y mostrador y se posicionó delante de él. - ¡No es justo! – Protestó, bajando ambas manos hasta la cintura e inflando los mofletes. - ¿Es por qué técnicamente compartimos ese intelecto del que acabo de presumir? – La vampiresa estiró ambas manos por encima de su cabeza. – Sí, yo tampoco estoy entusiasmada con eso. – dijo, dejando escapar una risita.

- No estoy loco. – Respondió Eltrant, clavando su único cojo sano en los de la ojiazul.

- Oh. No creo que lo estés. – Lyn ladeó la cabeza, colocándose un dedo sobre los labios. – Bueno, quizás un poco. – dijo después, cruzándose de brazos y asintiendo, con una sonrisa.

Se le hacía raro ver a Lyn bajo… bajo la luz del sol. La figura de la vampiresa, no obstante, desapareció de la misma forma que había aparecido cuando Eltrant miró por encima del hombro de la señora de las sombras y se centró en las personas que acababa de vislumbrar al otro lado de la plaza.

Por el símbolo que portaban eran cazadores de vampiros. Realmente no podía saberlo con seguridad desde dónde estaba, pero el porte, los ropajes que vestían y… las ballestas. Tenían que ser ellos.

¿Qué mejor persona para explicarle como rastrear a Lyn que… uno de ellos?

Eran tres, los siguió con la mirada sin mover un musculo hasta que estos se internaron en un local, una taberna que acababa de abrir sus puertas a la clientela. En cualquier otro momento habría acudido directamente a Huracán… pero suponía que no estaría en una situación muy diferente a la suya propia.

Así que tenía que ir directamente a la fuente.

Dejando un cartel en su puesto que ponía “vuelvo en diez minutos”, salió tras el mostrador y se dirigió hacia la entrada del local en el que se habían internado los cazadores. Era consciente de que muy probablemente estos no solo no quisiesen explicarle nada, sino que le confundirían con un señor de la noche o algo por el estilo.

Pero no pasaba nada... podía ser muy persuasivo si se lo proponía.  



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Mensaje  Eilydh Dom 7 Jun - 18:37

"Vuelvo en 10 minutos"- Leyó Eilydh por quinta vez en su cabeza.-Quizás es que el tiempo aquí pasa de manera proporcional al ritmo de la mente de los brujos que componen esta ciudad...- pensó muy consciente de donde estaba y lo que era.

Reacia a ello,pues sabía que estaba en lo cierto,se aseguró de que su gramática en la lengua común no estaba errada. Pocas veces se equivocaba al leer en aquella lengua aunque el élfico seguía siendo su lengua natal, y había estado sometida a bastante más estrés que de costumbre en las últimas semanas.  Varios ancianos se habían parado frente aquel carromato varios de ellos cargando con alguna que otra azada y utensilios de metal esperando que el dueño de aquella tienda sobre ruedas acudiese a prestarles el servicio que prometía. Eilydh había tenido, por lo tanto, la oportunidad de comprobar que aquel símbolo antes de minutos no era un 100 sino un 10 y significaba justo lo que ella había pensado.

Tan solo... ella no tenía paciencia.

Estaba segura que iba a ser un buen gesto que calmaría los encontronazos que ambos habían tenido en las últimas semanas pero...pulir la recién estrenada armadura de Ash'alá no le corría tanta prisa. Así que tras varios minutos- más de 10- esperando y alguna que otra mirada lasciva de los brujos que hacían cola ante aquel carromato decidió abandonar aquella empresa y dirigirse a algún lugar... menos concurrido.

Sin duda la taberna no muy lejana de donde estaba llamó su atención. Cumplía exactamente los dos requisitos para los que estaba allí:conseguir cierta información acerca de las últimas rutas de comercio entre Beltrexus y Sandorai, y convencer... a quien llevaba un listado de los comerciantes desde Sandorai a que le mostrase la lista para ver si su padre aún seguía teniéndola entre sus más frecuentes puntos para repostar.

Al fin y al cabo era aún lo suficientemente temprano como para que los marineros que solían emborracharse en ella estuviesen aún durmiendo la resaca del día anterior, y  con suerte nadie la juzgaría si decidía pedirse un licor de canela. Bueno sí lo harían.
Pero en las últimas semanas el juicio de personas a las que no conocía le importaba menos que el suyo propio. Y eso, teniendo en cuenta que era Eilydh, era decir mucho. Además estaba empezando a criar una relación bastante tóxica con ese licor en cuestión. La culpa sin duda era de Matthew Owens.

Ash'alá la había acompañado de manera fiel durante las 3 primeras semanas desde que todo acabó en Sandorai. El tigre había tomado sus intentos autodestructivos como una fase consecuencia de lo vivido en árbol madre, y muy a su pesar, no había juzgado demasiado lo que la elfa hacía o dejaba de hacer. Había pasado casi dos semanas en aquella tribu aborigen perdida en los reinos del oeste y el animal parecía tener la certeza de que las habilidades que había aprendido allí iban a calmarla de... alguna manera. Ash'alá era, sin duda un iluso. Y Eilydh era una elfa de ideas fijas. Casi tan terca como las mulas que dejó atrás en la plaza de aquella ciudad conocida mientras avanzaba hasta la taberna/posada.

El animal se había quedado deambulando por la playa. No muy lejos de donde habían dejado el barco que habían remado hasta alcanzar la isla. Eilydh no podía pensar en alguna manera mejor para iniciar una pelea que incitar a gallitos de taberna a atreverse con una elfa, mujer tan solo porque llevaba un tigre. Pero por muy dolida que estuviese con ella misma, el tigre no estaba en juego en sus planes de autodestrucción, así que el pacto era: Él se quedaba entre las dunas de la playa, cazando algún que otra gaviota y ella... bueno.. estaba en ciudad de brujos y era una elfa en el exilio. No había  mucho más que explicar.

Sonrió.

Aquello no era necesariamente el trato que había hecho con Ash'alá, pero el tigre debía estar lo suficientemente loco como para pensar que Eilydh iba a estar más segura en ciudad lagarto. De todos los lugares del mundo. Ciudad lagarto.

La sala que la recibió sin duda era más elegante de lo que estaba esperando y se dejaba entrever en la fachada. Sin duda algún encantamiento de aquellos locos hacía que la habitación principal que hacía de recepción y bar  pareciese más amplia que las dimensiones a esperar según la antigüedad del edificio. De alguna manera habían conseguido que el olor a salitre y a algas que inundaba Beltrexus no se colase en aquella estancia, lo que la nariz bastante fina de Eilydh agradeció. Aquel ínfimo detalle le pareció un regalo de bienvenida más o menos digno, y dejó parte de su molestia y reticencia hacia aquel lugar en la puerta que acababa de cruzar, como si le hubiesen hecho un favor sin ni siquiera saberlo.

Eilydh se bajó la capucha en el preciso instante en el que estuvo al resguardo del sol exterior.  La sala no estaba vacía, muy a su pesar y varios encapuchados cargando ballestas y fornidos parecían agazaparse en una mesa cercana a la barra. La elfa ni siquiera se percató de cuántos eran o si había alguna mujer entre ellos. Tan solo notó que uno era barbudo y que parecían estar  envueltos en una conversación importante. De cuando en cuando, Eilydh los oía reir y un par de ellos le dedicaron una mirada cuando entró seguida de un codazo cómplice.  Lo normal al ver a alguien de orejas largas en una zona de brujos. Eilydh los ignoró y avanzó lo más lejos posible hasta una mesa donde dejó su capa. Se pensó por un minuto si dejar también a Karma en aquella silla. Estaba segura que aquella arma no iba a concordar muy bien con su técnica "Soy una elfa débil e indefensa y necesito un favor" si decidía usarla. Pero por todos era bien sabido que la mitad de los ladrones de ciudad lagarto eran brujos, y Eilydh le había cogido demasiado cariño a aquella arma como para perderla.

El tabernero enfocó su mirada en ella antes incluso de que Eilydh se decidiese a acercársele, como si la estuviese sopesando. Casi podía ver los engranajes del hombre preguntándose qué hacía una elfa..

-¿... sola y en tierra de brujos?- terminó el hombre  de manera directa, que aunque sonreía intentando darle conversación llevaba sobre sus ojos la inequívoca mirada de desconfianza típica de Beltrexus.

-Pues... para empezar pedir un licor de canela en una posada... demasiado bonita para cobrar unos precios tan bajos- Eilydh sonrió dando a entender que aquello era una broma y dejando sobre el mostrador dos monedas.

El hombre le devolvió la sonrisa casi por inercia y sacó de debajo de la barra una pequeña copa y una botella de color ámbar. La agitó un par de veces y comenzó a verter el contenido en su copa. Cuando acabó movió al lado las dos monedas que Eilydh le había dado en un intento de no cobrarle.

-Qué los motivos reales de tu visita sean tu pago por esta copa- dijo el hombre. Al parecer aquella era la razón por la que aquel tabernero no era rico. Era demasiado curioso, y sin duda aquello le habría funcionado un par de veces antes.

Eilydh aclaró su garganta e insistió en mover las dos monedas al centro de la barra, como pago por la copa, pero destensó los hombros en un intento de parecer sumida en el juego que aquel hombre estaba intentando llevar a cabo, como si su solo objetivo de sacarle información no hubiese sido el motivo principal por el que había acudido ahí.

-La tomo con dos hojas de menta- dijo, removiendo un poco el licor pidiendo eso exacto al hombre - Y... bueno. Me perdí.- dijo simplemente curvando su labio inferior en un intento de parecer triste- Ya sabes como ha estado el comercio desde Sandorai desde la guerra... Perdí el último barco de regreso al bosque...No te dejes engañar por la espada- dijo mordiendo la menta que le acababa de pasar y después vertiéndola en la copa- Medidas excepcionales desde los eventos... ni siquiera se empuñarla. - dijo-

-Tranquila, tranquila, chica. Aquí no te va a ser necesaria- rio el hombre, que parecía haber caído en la mentira- Mi taberna esta bien custodiada por hombres que por suerte saben luchar- y señaló al grupo de la entrada.

Eilydh redirigió la conversación antes de que el hombre volviese a hablarle de aquel grupo en cuestion.

-Necesito... - dijo aclarándose la garganta- Necesito un listado de los próximos barcos que zarpan de vuelta a Sandorai... estoy segura que usted custodiando una taberna tan popular... me extrañaría que no tuviese una lista con las horas y los barcos que zarpan desde...-

-Puedo decirte el siguiente que va a Roilkat, pero como bien sabrás el comercio desde y hasta Sandorai esta extremadamente bien custodiado y me temo que no puedo darte datos otros de los que ya sabes... Medidas.. excepcionales- dijo el hombre usando las mismas palabras que ella había usado minutos antes.

Intentó rellenar la copa de Eilydh y comenzó a preguntarle algo así como su nombre y a entablar conversación banal. Eilydh puso su mano sobre la copa en señal de que no quería que la rellenase de nuevo y cambió su gesto a uno más serio y menos meloso. Sorbió el licor para evitar tener que contestar las preguntas de aquel molesto tabernero.
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Mensaje  Anastasia Boisson Lun 8 Jun - 13:39

Aquel viaje en barco me había secado la garganta. Así que antes de dirigirme a la mansión Boisson, necesitaba mojar los labios. Aquella taberna portuaria no tenía mala fama. Y, sin duda, sería un buen sitio.

Irrumpí con fuerza en la taberna, propinando un fuerte empujón a la puerta. Encapuchada como iba y con mi equipamiento de guerra, sin duda atraería ojos sobre mí, pero tampoco me importaba demasiado. En cuanto al local, parecía bastante completo para ser tan tempranas horas de la mañana. Sin dar demasiado interés a quienes estaban dispuestos sobre las mesas, me dirigí al tabernero. Limpiaba una jarra con una cierta sonrisilla pícara con la que parecía tratar de atraer la atención de una aborrecida elfa cansada de su conversación trivial.

Apoyé la bota en el reposapiés y puse los codos sobre la mesa. - Ron. – Lo de siempre, vamos.

El camarero no tardó en fruncir el ceño por el corte y antipática actuación que acababa de tener. Evaluó mi aspecto, sobre todo mi cara como un cadáver y se quedó mirándome en una extraña mezcla entre miedo y admiración. - ¿Tengo monos en la cara, joder? ¿A qué esperas? – Y golpeé con la palma la mesa. El tipo dio un brinco y corrió a servir la bebida.

Encima había jurado escucharles conversar sobre Sandorái. ¿Qué otro tema de conversación podría tener una orejaspicudas? Suspiré mientras tragaba el contenido del vaso de un trago. – Sandorái… Maldito infierno. – Pensé en voz alta con la voz medio ronca, aún quemada por el alcohol. Llevaba un tiempo sin beber y, de repetir el gesto un par de veces, corría el riesgo de que mi lengua se volviera aún más viperina de lo que ya era cuando estaba sobria. Refugiarme en el alcohol no era nada inaudito para mí cuando me sentía sola o malhumorada. Golpeé la mesa con el vaso de chupito. Segunda ronda, por favor.

Al alzar el cuello para el nuevo trago, de reojo, tendí mi vista hacia la elfa de las hojas de menta. Me sonaba su rostro. - ¿Te conozco? – pregunté. Sí. La había visto hacía no demasiado tiempo. Me golpeé en el muslo al caer en el detalle. - ¡Oh, claro! Si eres la elfa que saqué del templo de Anar… – … y también la que me había sacado a mí del Oblivion. Pero ese dato se podía omitir. – Sí… La del tigre de las nieves. – Sí. La recordaba perfectamente. Puse los ojos en blanco y sorbí del vaso antes de soltar una frase falsa e irónica, gentileza de lo más profundo de mi alma. – No sabes cuánto me alegro de saber que no te ha aplastado un meteorito... “… Ojalá sí lo hubiera hecho, zorra”. Quizás si Eilydh se hubiese dignado a hablar de mi rescate, al menos habría una línea de mención en memoria de aquellos pringados que subimos al Oblivion, y que fuimos abandonados y olvidados como perros. Pero estaba claro que la historia sólo la escribían los vivos. – Buen día. – Concluí, ya sin mirar, posando el vaso, me di la vuelta. Dos rondas estaban bien. Tres ya implicaban mareos, y seguramente algún que otro puñetazo a alguien como abriera la boca demasiado.  Hora de volver al palacio a reencontrarme con los cazadores.

Y hablando de cazadores. ¿No pertenecían al gremio aquellos tres tipos que hablaban en la mesa con el hombre mayor de la barba? Sí. De hecho, el único que no llevaba barba me recordaba en su mirada a Tale, o mejor dicho, al abuelo de Tale.

Que bebieran no era algo malo teniendo en cuenta que estábamos por la mañana. Así que atraída por la curiosidad, no pude evitar entrometerme en la conversación que mantenían. No parecía ser demasiado jovial. Aunque tampoco me extrañaba tratándose de uno de ellos de Annelise Wilkins-Rotteler, la amiga predilecta de Cass. Los otros dos no los conocía, seguramente nuevos fichajes de Cass en mi ausencia a los que la superiora instruiría.

-¡Annelise! – exclamé con alegría y con los brazos abiertos, dispuesta a fundirme en un abrazo. La bruja me miró con la cara extrañada, dando un trago a su clásico de licor de avellana.
-¿Te conozco? – Annelise repitió la pregunta que apenas había hecho yo a la elfa instantes atrás. Pero ella lo hizo alzando una ceja, sin la emoción que esperaba. Lejos de ello, la bruja contempló mis ropajes y pronto hizo una pregunta muy sospechosa. - ¿Trabajas en el gremio? - Lógica cuestión. Por ir tapada y con las ropas.
-¿Tú qué crees? – Dije a medio camino entre la seriedad y la broma. Y me quité la capucha. Quizás un poco más pálida, pero era perfectamente reconocible, mostrando la que quizás fuera la primera sonrisa desde que salí del Oblivion. – Soy quien te paga.

Aquello no pareció convencer demasiado a los cazadores, que empezaron a mirarse los unos a los otros. Poniendo los ojos como platos.

-¿Creéis que es…? – cotilleó uno de ellos. Sentí una patada por debajo de la mesa.

-Claro. Es evidente. – Respondió la bruja de mi quinta, apretando los dientes. Con la mirada muy fija en mí. Lejos de lo que correspondería a un reencuentro después de tanto tiempo. Me miró a mí, y después al doble mendigo de Tale. – Bernard, ve a llamar a Cass y a los demás. Se alegrarán de verla. – El segundo asintió, se levantó y se dispuso a salir de la taberna. - Y también trae… - alzó sus cejas pelirrojas. - … Refuerzos. Para la tan dura misión de nuestro querido contratista, el acechador de vampiros, nos ha encomendado. – Giró la cabeza a un lado. Miró al tabernero y le hizo una extraña señal para que sirviera bebida a la vez que un gesto para que estuviera tranquilo.

Tragué saliva. De pronto, la tensión local había aumentado. Todo era, cuanto menos, extraño. Parecía que me reconocía pero, a la vez, desconfiaba. Entiendo que mi aspecto no fuera muy conmovedor. Miré con poco convencimiento a la gente, esperando que se relajase todo.

Se trataba de una extraña bienvenida. Supongo que se guardaba la emoción para cuando llegara Cass.

Annelise:
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Mensaje  Eltrant Tale Mar 9 Jun - 8:47

La taberna tenía más gente de la esperada. Intentó achacar la presencia de la clientela a que los marineros no tendrían demasiadas cosas que hacer a aquellas horas de la mañana y que, muy probablemente, tampoco tenían demasiadas cosas que hacer al anochecer.

Presumió que, salvando los breves periodos de tiempo en los que cargaban las mercancías en sus navíos, la mayoría de los tripulantes de las embarcaciones que estaban fondeadas no muy lejos de allí no tenían nada que hacer si no estaban en alta mar.

Pero eso no era lo que le importaba.

Los cazadores se habían reunido alrededor de una de las mesas del lugar. Ahora que los veía de cerca podía apreciar que se trataban de dos hombres y una mujer; todos con aquel porte y vanidad que parecía caracterizar al gremio, se atusó la barba unos segundos viéndolos conversar entre ellos, Huracán había estado condenada a tener… esa personalidad desde el mismo día que nació como una Boisson.

Sin muchos preámbulos, Eltrant atravesó la taberna y, tras tomar una silla aleatoria de otra mesa se sentó junto a los cazadores en la que ellos estaban. Estos se miraron los unos a los otros, algo confusos por el veterano que se acababa de sentar con ellos, y rieron en voz baja al unísono.  

- ¿Es que no tienes bien la vista, anciano? – El más joven del grupo sonrió arrogante y se inclinó hacia adelante. – Esta mesa está ocupada. – Advirtió, dando un pequeño toque con la jarra de metal sobre el mueble.

- Bernard, relájate un poco. – Comentó la pelirroja, mirando con cierta intensidad al recién llegado. - ¿Qué quieres? – Preguntó está directamente, frunciendo el ceño, demostrando que, aunque más predispuesta a escuchar al desconocido que su compañero seguía siendo parte del mismo gremio que Huracán.

- ¿Cómo rastreáis a un vampiro? – Inquirió el castaño de vuelta, colocando ambas manos sobre la mesa y cerrándolas una sobre la otra.

Como había sucedido cuando Eltrant se sentó junto a ellos, los presentes se miraron los unos a los otros para, después, volver a reír, esta vez con fuerza, como si el humano hubiese contado un chiste muy, muy gracioso.

- ¡Así que es eso! – dijo Bernard alzando su jarra. – ¡El vejestorio quiere cazar vampiros! ¿Te has mirado a un espejo? ¿No crees que puede ser demasiado para ti? – Chasqueó la lengua y negó con la cabeza con suavidad, lo que hizo que su amigo continuase riendo. – Pero estas de suerte, amigo. Podemos ayudar. – dijo extendiendo los brazos, dejando ver claramente el blasón de su gremio. – Por un precio, claro. – Aseguró. - ¿A quién quieres matar? – Preguntó, dándole un par de codazos a la mujer pelirroja.

- No juegues conmigo, cazador. – Gruñó Eltrant señalándole, inclinándose ligeramente hacia adelante. – No os he preguntado eso. - Justo en el momento en el que una voz conocida entró en escena y le hizo desviar su atención hacía la mujer que en la barra estaba montando un pequeño espectáculo.

¿Anar? ¿Sandorai?

¿Quién…?

La voz… le resultaba familiar, fuese quien fuese la mujer no se cortó y habló de cosas muy familiares para él, cosas que ahora eran tabú debido a la posición de “héroes” de la mayoría de los supervivientes de Sandorai y, por supuesto, también se encargó de hacerle ver a una elfa que no había notado en el local y que, a su vez, también era muy familiar para él.

Eilydh.

Estaba bien, sana, había sobrevivido a Sandorai. Por una parte, estaba aliviado de verla de una pieza, por otra… la conocía lo suficiente como para saber que no iba a dejar pasar aquellos comentarios.

Pero eso no era suficiente, la extraña, después de aquel exabrupto de sinceridad, se acercó hasta dónde estaban los cazadores y, con cada paso que esta daba, aumentaban más y más las sospechas de Eltrant acerca de su identidad.

Y, así, Huracán descubrió su rostro frente al de los cazadores, el rostro de otra de las personas que había tenido que pagar un precio para abandonar el Oblivion.

¿Cuánto tiempo llevaría despierta? ¿Sabría qué había pasado un mes desde que acabaron con el último jinete? Por sus palabras no parecía ser consciente de que la habían olvidado.

La tensión aumentó, los cazadores dejaron de jugar y uno de ellos abandonó el lugar.

Aquello era el taller de un alquimista a punto de estallar. Huracán, Eilydh y un grupo de cazadores de vampiros en una misma taberna. ¿Podía haber una mezcla más volátil? Probablemente si añadieses a Cassandra Harrowmont.

- ¿Sabéis qué? – Eltrant se levantó del asiento. – Retiro lo dicho. – Agregó – No parece que sepáis lo que estáis haciendo. – Mencionó girándose sobre sí mismo, disponiéndose a abandonar el lugar.

- No creo marcharse que sea una buena idea, anciano. – dijo Annelise. - ¿Seguro que no quieres… disfrutar de una copa con nosotros y… la persona que nos paga? – Sonrió mirando a Huracán, ladeando tímidamente la cabeza.

- ¿No es buena idea? – Preguntó, frunciendo el ceño, deteniéndose sobre sus pasos.

¿Acababan de amenazarle?

- Pruébame. – Respondió Tale, girándose de nuevo hacía la cazadora y descaminando los pasos que había dado. – Os doy ventaja. – Añadió, en el mismo tono de voz. – No veo nada con el ojo izquierdo, sacadle partido a eso. – Les dijo entre dientes.

Annelise le mantuvo la mirada durante varios segundos sin decir absolutamente nada, simplemente frunciendo el ceño y manteniendo sus labios en lo que solo podía ser descrito como “una sonrisa, pero al revés”.

Era curioso; si no era algo universal en aquel grupo era que, en ausencia de Huracán, otros cazadores tenían que heredar aquella expresión.

- Eso me parecía. – Le dijo antes de volverse de nuevo, esta vez sujetando a Huracán por la muñeca. – No te recuerdan Anastasia. – dijo tirando de ella hacía el exterior. – Déjalo estar. – dijo continuando su camino, haciendo caso omiso a cualquier queja de la antigua Maestra Cazadora.

Antes de abandonar el lugar intercambió una rápida mirada con Ellie, depositó su ojo sano en Karma, que descansaba junto a ella. No era… un reencuentro precisamente entrañable, pero quizás era lo mejor para la elfa.


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Mensaje  Eilydh Mar 9 Jun - 10:09

Se podría decir que un fantasma la salvó de aquella conversación estancada. Y Eilydh ni siquiera se hubiese quedado corta al pensar que era aquello justo lo que la había interrumpido. Sus ojos como cuencas ensartadas en una piel pálida y demacrada. Aquella mujer debería haber estado en las mismísimas entrañas de Aerandir para poder haber evitado a Anar de aquella manera.

Su aspecto, sin embargo no la hacía menos impaciente. Eilydh no pudo sino estartarse ante el golpe seco que aquella mujer dio en la mesa exigiendo a aquel posadero que le sirviese una copa. La elfa pensó que seguramente fuese una adicta a algún tipo de resina o quizás al polvo de la amapola. La observó con detenimiento por algunos segundos. Sin duda aquello explicaría la palidez de su cara y sus ansias. Casi se había olvidado que en ciudades grandes como Beltrexus no era poco común que los adictos funcionasen de manera más o menos productivas e incluso fuesen aceptados socialmente por aquellos a los que servían de moneda de cambio.

La miró con un gesto entre pena y curiosidad y la mujer interrumpió su ciclo de pensamientos para su sorpresa asegurando que la conocía.

El templo de Anar- pensó la elfa y volvió a mirarla de arriba a abajo, como si hasta ahora no la hubiese visto. Aquella armadura pesada, las botas no muy gastadas, la ballesta en su espalda, la capa sin remendar. -Y decía que la había salvado. Aquella mujer tenía suerte si acababa a salvo aquella noche en esta ciudad de brujos- volvió a pensar, sin poder evitar una sonrisa de incredulidad y condescendencia.

Sabía que cuando un adicto estaba atesorando su dosis o buscando la siguiente, de poco servía discutir con ella. No a menos que tuviese tiempo para iniciar un argumento interminable. Suspiró dispuesta a ignorarla. Casi se había arrepentido de que el tabernero se hubiese callado.

Sin embargo...¿Cómo sabía acerca de los meteoritos?No la malinterpretéis. TODOS sabían acerca de los meteoritos. Los llamados "héores" se habían asegurado de que su historia de victoria y luz llegaba a todos los rincones de Aernadir. Ella misma había sufrido los efectos de los ojos de verdad de Anders hacía no mucho. Pero aquella mujer sabía que ella había estado allí. Expuesta a los meteoritos.

Aquello era bastante particular y preciso.

Para cuando su cabeza procesó todo aquello, la curiosidad había hecho mella en el tiempo del que la elfa disponía. Miró al tabernero, sumido ahora en tareas que lo posicionaban lo más lejos posible del grupo cerca de la puerta. Aquella empresa estaba perdida, sin duda. Ese hombre requería un esfuerzo de... convicción que Eilydh no estaba dispuesta a ofrecerle. Sobre todo teniendo en cuenta que había otros métodos por los que sonsacar información a gente. No. Aquella mujer había captado su curiosidad.

Eilydh se levantó de la barra y se acercó a aquella mujer extraña. Para cuando lo hizo, ella parecía haberse unido a un amigo. Los cazadores de lo que al parecer parecía ser el gremio parecían también contrariados ante las palabras de aquella mujer y una de las mujeres de cabellos rojizos la analizaba de la misma forma que Eilydh había estado mirándola minutos antes. Casi podía ver la desconfianza en sus ojos.

Se disponía a salir de aquel lugar cuando su curiosidad... bueno. al fin y al cabo si se quedaba un poco Ash'alá no le recriminaría con mirada desentendida que  aquello había sido una perdida de tiempo. No si al menos podía enseñar a aquella adicta que no todas las mentiras son válidas.

Cuando se giró sobre si misma se dio de bruces con la mirada de aquel hombre que parecía acompañar a la mujer. Tan solo por un instante, el tiempo suficiente para confirmar a Eilydh que ambos eran el producto de una adicción profunda. Su piel pálida. Sus barbas poco cuidadas y pegadas a los huesos de quién no tiene la suficiente fuerza como para probar bocado. Sus pasos decididos sin embargo, demasiado para alguien de la edad que aparentaba tener. Y... al fin y al cabo la adrenalina de la próxima dosis sin duda le hacía estar más activo que lo que estaría de no ser por ello.

Tragó saliva. Como si aquella visión hubiese sido demasiado, por algún motivo.


-Si vas a decir injurias, espero que al menos tengas la decencia de constatar los datos de los que hablas...- miró sus ropajes. Reconoció la delicadeza de ropa para ricos, porque ella misma las había llevado de tal manera antes de exiliarse de Sandorai- My lady- dijo obviamente en tono jocoso- Evidentemente, lo que quiera que hayas tomado no te deja ver con claridad y no es que deba justificarme delante tuya y de tu...- pensó en como llamarlo- anciano amigoPero se ve que también estas hacIendo dudar a gente honrada y que tiene cosas mejores que hacer que pasear por la ciudad y exigir ron.  Te diré algo, señora... La luz de Anar me guió fuera del templo. Me agarré a la vida misma de las rocas para trepar mi salida.  Uno de los héroes me dio la mano al salir y cabalgué con el hasta el fuego del árbol y los peligros que le acechaban.Atravesé el portal en Anar a la nada que era el Oblivion para...- Eilydh paró en seco por un momento ¿Para qué lo atravesó? Estaba segura que había una razón una muy convincente. Un motivo de peso sin duda... pero por algún motivo se había esfumado de su mente- Para... recuperar a mi tigre de las nieves.- se inventó, pues no quería que aquella duda destrozase sus argumentos- Luché por mi árbol a sabiendas de que podría morir. Sin esperar recompensa alguna, tan solo porque... - Eilydh acalló la razón verdadera y usó la excusa de la moralidad aceptada por todos- era lo que estaba bien. Y aún así lloré la muerte de los que no corrieron mi buena fortuna con el estoicismo del... "bien mayor"- -dijo aquello como asqueada, pero lo intentó camuflar- Si yo no espero reconocimiento por lo que hice, a pesar de tener las cicatrices que lo corroboran... Tú...- la volvió a mirar como sopesándola- Créeme. Tienes seguro mejores cosas que hacer que mentirle a la cara a una desconocida- dijo y miró de nuevo a aquel viejo cerca de ella. Se puso de nuevo la capucha y dirigió una sonrisa que no llegó a sus ojos a todos los presentes antes de decir- Muy buen día.


Salió de la taberna molesta y decidida y suspiró cerrándo por un segundo los ojos para tranquilizarse. Conocía aquel sentimiento demasiado bien como para obviarlo. Llevaba tres semanas camuflándolo de otros muchos: autodestrucción, bebida, días de camino incesante, noches sin dormir. Pero todo era lo mismo: Ira.

Ni siquiera entendía el porqué. ¿Era por la osadez de aquella mujer de contrariar su propia experiencia en árbol madre? Estaba segura que la parte de ella que miraba con desdén a los héroes tenía un papel importante en aquello. Más que nada por la seguridad de aquella mujer demacrada como si esperase un... gracias de la boca de la elfa... Caminó intentando calmarse.

Ella misma había salido bien parada en Sandorai teniendo en cuenta la situación general del árbol madre. Algo en ella le decía que era porque  aún no había aprendido a entender que había perdido en la batalla interna y en su plan de venganza hacia todo lo que la había hecho daño en el pasado. Una herida abierta, sin duda.

Por mucho alcohol en el que intentase ahogarla.

Se dirigió al tablón de notas central de la plaza de Beltrexus. Con suerte había un horario exacto de los próximos navíos  de comercio público a Sandoria que zarpaban desde el puerto. Sabía que el comercio de su padre era lo suficientemente privado como para no aparecer en un lugar tan expuesto, pero con suerte... alguno de los marineros estaba lo suficientemente borracho como para darle alguna que otra información.

No sabía como lo seguía haciendo... Pero todos los jodidos caminos acababan llevándola de vuelta a Sandorai.
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Mensaje  Anastasia Boisson Mar 9 Jun - 14:23

Aquel hombre mayor tampoco parecía recibir un trato mejor por parte de mis compañeros cazadores. Finalmente, éste, que parecía querer localizar a un vampiro, desistió y tiró de mi muñeca, forzándome a salir amarrada a él de la taberna. Por su parte, Annelise y el segundo cazador se habían quedado con la palabra en la boca. Aunque la cazadora no dio demasiada importancia a aquello. Lejos de eso, negó un par de veces con la cabeza y adoptó una actitud calmada. - Qué parejita más maleducada. - opinó la bruja dando un último sorbo, pero dejándonos salir.

Después de ir juntas a clase al Hekshold desde chiquititas, conocía perfectamente a Annelise. La pelirroja siempre tuvo claro su rol de animadora segunda de equipo deportivo. La jefa de animadoras era Cass, por supuesto. Por tanto, su carácter no difería demasiado en cuanto a comentarios de la otra maestra cazadora. Sin embargo, sí que tenía un modus operandi bastante distinto. Básicamente, la diferencia entre la Harrowmont y Annelise, es que la primera probablemente haría una entrada triunfal dejando patente “su superioridad” moral, racial y por supuesto económica, lo cual históricamente dio a sus enemigos bastante margen a pensar una estrategia de defensa. Pero Annelise Wilkins-Rotteler simplemente desaparecería de nuestra vista y nos atravesaría con una flecha en la garganta cuando menos lo esperásemos.

Teniendo en cuenta que el anciano ya había cerrado la puerta y habíamos perdido el contacto visual con Annelise, empezábamos a movernos en el espectro del alto peligro.

Sin embargo, erróneamente me olvidé a mi compañera de trabajo para centrarme en lo verdaderamente importante.

-¡Eh, espera! – Cuando salimos por la puerta, le pegué manotazos suaves en su mano y le forcé a parar. - ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Y cómo sabes que no me recuerdan? – La primera pregunta quizás fue más sencilla de responder. Ahora que lo veía más de cerca. - ¿Eltrant Tale? – Palpé al humano para comprobar que, efectivamente, era él. - ¡Dios mío, Eltrant! ¿Qué te han hecho? ¡Si pareces mi padre! – exclamé en una mezcla de sentimientos entre susto y preocupación por el estado de mi amigo. – Bueno, no… - Me había excedido en la comparación. - … Mi padre se conserva mejor. – Asumí con crudeza y mi nula capacidad de empatía innata. Pero no mentía en alusión al vampiro Haytham.

Joder, y yo que creía que a mí me había sentado mal el paso por el Oblivion ¿Estaba en otro de esos universos paralelos? ¿Uno en el que Tale era un abuelo y Annelise no se acordaba ni de que existía? Tenía que conseguir respuestas. Y el bueno de Eltrant era el único que parecía poder dármelas.

-Está bien, Eltrant. Si sabes algo ya puedes comenzar a explicarme de qué va todo esto. – Dije rendida al humano, malhumorada pero, a la vez, calmada.

Aunque los ánimos no tardarían en calmarse pues pronto apareció la elfa mascamenta para, con unos aires de superioridad tremendos, tacharme primero de borracha y después de mentirosa. Pero lo que peor me sentó fue que contara su propia realidad, inventada por supuesto, de la historia del Templo de Anar. Aquello no hacía sino confirmar mis sospechas de que los elfos habían construido su propia versión de los hechos. A la que sin duda Eilydh, parte activa en todo eso, había contribuido.

Estaba atónita, con la boca abierta, mientras escuchaba su versión de la historia. Lo había inventado absolutamente todo. Desde la parte de la escalada, a que había cruzado el portal al Oblivion para rescatar a su tigre, la cual se tuvo que parar a pensar un segundo porque, claro, era inventada. Para colmo, también me había acusado de no haber participado en la batalla. Me giré indignadísima contra Eltrant. - ¿La has oído, Eltrant? ¡Ha negado toda ayuda de los que fuimos al Oblivion! – comenté muy indignada, cuando la tipa había concluido y se fue. – Maldita zorra embustera… Esto no va a quedar así.

Y acto seguido, me di un fuerte tirón para despegarme de Eltrant y taconeé con intensidad, sin llegar a correr. Meneando los brazos hacia delante y hacia atrás airosamente para perseguirla. Nadie tacha de mentirosa a Lady Anastasia María Boisson y di Miraclo de Beltrexus y escapa con todos los dientes puestos.

-¡Eh tú! – le insistí. Pero Eilydh ni siquiera pareció oírme o, si lo hizo, desde luego siguió a lo suyo hasta llegar una calle más abajo, a la plaza central del comercio, donde estaba el puerto. - ¡Mírame a los ojos cuando te hablo! – Insistí. Pero parecía embobada mirando los carteles. - ¿No quieres, eh?

De modo que sin dejar de taconear estiré el brazo contra el suelo, agarroté la mano y después lo desplacé con fuerza hacia delante, provocando una fuerte corriente-empujón en su dirección. Lo suficientemente fuerte de ser efectiva como para hacerla rodar unos metros y, con ella, partir el poste cuyo cartel estaba leyendo. No quería hacerle daño. Tan solo, asustarla un poquito. Y poco me importaba lo que Eltrant tuviera que decir al respecto.

-Te voy a hacer tragar todos tus embustes. – Sentencié, con los ojos en blanco, comenzando a levitar ligeramente sobre el suelo con ambos brazos agarrotados, dejando una estela de humo negro a mis pies. En ese momento, la gente de la plaza comenzó a escandalizarse por los sucesos y a arremolinarse alrededor de nosotros, con curiosidad. Y algunos objetos, principalmente las frutas de un puesto de fruta cercano.

-¡Pero madame! ¡Mis manzanas! ¡Mis sandías! – exclamó el hombre, viendo como toda su fruta orbitaba alrededor de mí como si fueran planetas orbitando alrededor de una estrella.
-No te preocupes. Compraré tu negocio al doble de precio si me permites el gusto de bañar en sandía a esta elfa mentirosa. – dije con soberbia y suficiencia, sonriendo con maldad. A lo que el tipo andrajoso se arrodilló y me dio las gracias. ¿Preparada, Eilydh? Hora de jugar al pilla pilla.

Pero todo cambió cuando vi una flecha dirigirse hacia mí como una exhalación. Una nueva variable entraba a formar parte de la ecuación. La olvidada Annelise me había disparado y tuve que interponer uno de las sandías delante para evitar el golpe. Perdí entonces la concentración y caí de rodillas al suelo, con todo el material.

Poco después, noté como unas raíces surgían del suelo y me retenían, de rodillas, por tobillos y muñecas, las cuales guiaron mis manos a mi espalda pese a mis intentos de resistir, haciendo un nudo alrededor. La rosa violácea que surgió a mi lado era un símbolo inequívoco de la responsable de aquello: Cassandra Harrowmont. Ella ocupaba el cargo de maestra cazadora conmigo, irrumpió en escena en uno de sus numeritos particulares con su magia de tierra. Justo a la altura de Eilydh.

-Vaya, vaya… Esto sí que es curioso. Dos chupasangres a plena testera de sol… - dijo la bruja tomando una manzana del suelo y mordisqueándola. Para posteriormente mirar a Eilydh con cierta altanería. - No te hará daño. Ya puedes volver a las ramas. - Le susurró sin mirarla, en cierta manera despectiva. Cass, hija de un magnate de servicios de residencias reconvertida en cazavampiros, resultaba pija, pedante y clasista.

-¡Cass!… ¡Cass, por favor... - dije con cierta alegría, pero por esfuerzo, por la tensión de las raíces en mi piel. - … Soy yo. Anastasia.

¿Quién? – preguntó con una sonrisa. – ¡Oh! Y sabes mi nombre. ¡A esta hay que interrogarla! – ordenó a Annelise, la cual asintió con la cabeza y repitió que el suyo también. - ¡Cazadores, prended también al anciano tuerto! Quién sabe, lo mismo es su adicción a las hierbas lo que le permite resistir el sol - rió por su aspecto, señalando al bueno de Tale.

Cassandra jamás cazaba sola. Su poca pericia en combate le hacía necesitar una cohorte de cazadores o "lacayos", como los llamaba, con ella. Así que Eltrant tendría que lidiar, si mis cálculos no fallaban, con quizás una decena de cazadores con ballestas esperándole en diversos puntos como tejados o ventanas. Y quién sabe, quizás también algún que otro miembro de la guardia.

-Eltrant, te lo suplico. No los mates, ¿vale?... - Rogué, atada y de rodillas, muy preocupada por lo que pudiera pasar. - ... que todos tienen un caro seguro de defunción.

*Off: Perdón por el tocho T_T. Me inspiré
*Off 2: Ataco a Eilydh con una corriente de aire y con la hab. de nivel 6 flotación aeroquinética (aunque no llego a descargarla en Eilydh)
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Mensaje  Eltrant Tale Mar 9 Jun - 16:39

Huracán le reconoció, aunque no de la forma que esperaba; no estaba teniendo ni un solo reencuentro que pudiese ser considerado como tal. Sí que, al menos, la bruja parecía genuinamente preocupada por su apariencia y lo que le habían hecho para acabar así.

- Parece un buen padre. – dijo entrecerrando los ojos como única respuesta al último comentario de la bruja. – Dejando al lado el precio evidente, lo otro que nos han arrebatado al escapar del Oblivion es era nuestra… presencia en el mundo. – Explicó cuando Anastasia le pidió saber todo lo que podía explicar el comportamiento de sus compañeros de gremio. – Nadie nos recuerda, como si no hubiésemos exist... – Se giró, a mitad de frase, cuando lo que se temía se hizo realidad.

Como había sospechado minutos atrás, Eildyh no tardó en acudir a responder con toda su fiereza las tres frases que Huracán le había dicho en la taberna. Y no parecía precisamente contenta.

No dijo nada, se limitó a mirar, inexorable, como la elfa soltaba todo lo que tenía en mente. No podía culparla del todo, no podía recordar a ninguno de los presentes, mucho menos su participación en todo lo sucedido en Sandorai.

Pero tampoco podía negar que tanta arrogancia junta en un mismo sitio empezaba a saturarle.

Sin embargo, podían salir de allí sin hacer ningún numerito. Huracán solo tenía que comportarse como la adulta que era y…

… se liberó de su agarre y salió tras Eilydh tan pronto como pudo.

- No es lo que piensas… - No había manera, ninguna atendería a razones, las conocía lo suficiente como para saber eso. – Muy bien. -  Se quedó dónde estaba, mirado como Huracán caminaba decidida hacía la nativa de Sandorai, dispuesta a hacerle pagar por todo lo que acababa de decir.

¿Y ahora qué?

Tenía todavía sitios que visitar en esa ciudad, no podía permitirse que toda la guardia fuese tras él porque nadie era capaz de pararse a pensar el precio de su arrogancia.

- No es mi problema. – dijo Eltrant girándose sobre sí mismo, caminando de vuelta a su carroza, escuchando como de fondo todo el altercado que estaba produciéndose a su espalda.

Lo único que tenía claro, al escuchar como Huracán destrozaba un puesto de fruta solo por darle una lección a Eilydh es que, si el orgullo fuese un elemento mágico, las dos mujeres serian tensais de esto último.

- ¿Vas a dejarlas hacer eso? – Lyn apareció andando a su lado, con ambas manos a la espalda. - ¿No se van a meter en muchos líos? – Preguntó a continuación, girándose sobre si misma a observar la situación.

- ¿Qué eres? ¿Mi conciencia? – Respondió Eltrant malhumorado, sin girarse a mirar a la ojiazul.

- No sé. – Lyn se encogió de hombros y ladeó después la cabeza. - ¿Lo soy? – Esbozó una sonrisa antes de desaparecer cuando Eltrant se volvió a ver cómo les iba a los problemas sapientes a los que llamaba amigas.

- Dioses. – Masculló para sí sacudiendo la cabeza y reemprendiendo el camino de vuelta a su taller.

¿Por qué siempre acababa cediendo?

Obviando la pequeña cola que se había formado en su comercio, una que deshizo cuando el herrero hizo patente que no aceptaba más pedido por el día, Eltrant se apoyó en el mostrador y agarró el martillo que estaba anclado a la pared.

Tras lo cual procedió a quitarse la chaqueta de piel que portaba y a remangarse la camisa hasta la altura de los codos, desvelando parte de sus brazos y el guantelete del que nunca se separaba. ¿Pensaban que era un viejo frágil? ¿No eran capaces de controlarse?

Iba a demostrarles lo mucho que se equivocaban.

Y a bajarles los humos en el proceso.

- ¡Perdone! ¡Perdone! – Eltrant se giró hacia la única persona que se había quedado, una mujer enjuta con un moño desproporcionado. - ¿Es usted el encargado? ¡Exijo hablar con el encargado! ¡Llevo más de diez minutos esperando! – Eltrant puso los ojos en blanco según tomaba el martillo.

- ¿Cómo se llama? – Inquirió rápidamente.

- ¡Karen! – Respondió esta, colocando los brazos en jarra.

- Muy bien Karen, toma esta sartén gratis. – dijo dándole una sartén aleatoria. – Ahora esfúmate. – Ordenó, encaminándose hacía donde ahora Huracán parecía… estar rodeada de sus compañeros de trabajo.

Cassandra había hecho su puesta en escena, tan dramática como de costumbre; por supuesto, también había hecho aparecer a todo su sequito de cazadores en el proceso. Asiendo el arma con su mano derecha, llegó frente a ellos justo en el momento en el que esta dijo “Prended también al anciano tuerto”.

Y, con Harrowmont allí, podía concluir que la trinidad de la vanidad estaba completa.

- ¿Por quién me tomas, Anastasia? – dijo cuándo Huracán le volvió a hablar. – Solo quiero hablar con ellos. – Aseguró a continuación, avanzando un par de pasos, deteniéndose solo cuando notó que había varias ballestas apuntando en su dirección.

Tejados, en la plaza… ojos prácticamente en todas partes.

Estaban rodeados y aquellos tipos se consideraban la “elite” a la hora de rastrear presas, así que estaba en su orgullo el no dejarles escapar. El problema de darle una insignia a alguien con un grabado que pusiese “especial” es que, más temprano que tarde, se acababa creyendo especial.

- Cassandra Harrowmont. – Asió el martillo con ambas manos. – Me alegro de que no me recuerdes. – dijo a continuación girando levemente el arma, momento en el que las runas carmesíes de la cabeza se encendieron y su guantelete comenzó a sisear y a dejar escapar éter blanquecino, similar al vapor. – Así esta paliza que te voy a dar va a ser tan especial como la primera. – dijo sonriente, antes de alzar el martillo.

Harrowmont se quedó a mitad de una orden señalando a Eltrant. Antes de que ninguno de los presentes pudiese actuar la cabeza del arma impactó contra el suelo, fracturándolo, creando una onda expansiva que lanzó al suelo a todas las personas más cercanas a él en aquel momento y, con un poco de suerte, liberaría a Huracán de aquellas enredaderas. [1]

Sin decir nada apoyó el martillo sobre su hombro izquierdo, observando a la pequeña brigada de cazadores en el suelo; Después de aquello los que estaban en los tejados no tardarían mucho en disparar en su dirección, pero la nube de polvo que había levantado ayudaría.

Igualmente Huracán era más que capaz de lidiar con unas ataduras hechas de... ¿raíces? después de lo que había hecho.

El suelo estaba destrozado desde luego, seguro que se había liberado.


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[1] Uso Objeto Limitado: Martillo Atronador.

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Mensaje  Eilydh Miér 10 Jun - 8:40

Eilydh había escuchado las palabras de aquella adicta, como una musiquilla en su mente molestando su concentración leyendo aquel trozo de papel. Tres veces tuvo que mirar el horario en el que el siguiente barco zarpaba de Beltrexus. Casi dos veces más para darse cuenta si quiera cuánto tiempo le quedaba que esperar. La voz de aquella mujer era demasiado aguda y cargada de molestia para ignorarla indefinidamente, así que puso los ojos en blanco antes de hacer un intento de girarse para contestarle cuando...

Una ráfaga de aire la hizo desplomarse llevándose el toco de madera que servía de cartel con ella. Sintió el golpe de manera súbdita y la cabeza comenzó a darle vueltas por algunos minutos. No lo suficiente sin embargo como para obviar lo que estaba pasando allí.  Otra mujer, con la misma expresión de tener algo bajo la nariz que olía mal de Anastassia apareció como de la nada y se tomó la pelea entre Eilydh y la drogadicta como suya propia. Sabía que Beltrexus estaba llena de insufribles ególatras pero no estaba segura que nadie le hubiese contado que todo el mundo que viviese allí lo era. Aquello sin duda iba a ser un problema.

La mujer comenzó a hablar mientras le daba la espalda a Eilydh en un intento de ¿Terminar la pelea? ¿Protegerla? Si era aquello último Eilydh no lo quiso pensar demasiado. Se conocía lo suficiente como para saber que aquello tan solo la molestaría más.
Escuchó a la mujer hablar con la altanería que casi copiaba de Anastassia. Nadie había reparado en la expresión de esta última. sin embargo. La ira en su cabeza había sido suplantada por...¿ miedo? No... no era miedo. Alguien como ella no debía darse el lujo de mostrar que lo tenía... precaución. Cautela.

Eilydh era lo suficientemente conocedora de aquellas emociones como para saber que no podían fingirse. No tan a la ligera. No de esa manera tan exitosa. La drogadicta conocía a la mujer que acababa de aparecer. La apreciaba. Compuso una mirada confusa y escuchó como esta suposición era confirmada por las palabras que esta le dedicó a su amigo barbudo.

-Interesante- pensó.- Una mentira compartida... se vuelve menos mentira y más verdad a medias - pensó la elfa.

Aquello unido al hecho de que la mujer de mirada cansada y gesto chupado parecía conocer demasiados detalles que no eran sabidos por la mayoría de la población...  Eilydh sonrió. Al fin y al cabo nadie ganaba historias si no arriesgaba en movimientos. Desenfundó a Karma y se  intentó poner en pie de manera cautelosa. Aquello sin embargo, no tuvo el efecto deseado pues el hombre barbudo había decidido que aquel era un buen momento para demostrar a todos que sabía usar una maza. No de la manera convencional, por supuesto,Nadie en Beltrexus era convencional en lo más mínimo. Y el resultado fue... que Eilydh, como el resto de la mayoría de los que la rodeaban volvió a caer al suelo.

Cuando se incorporó buscó a Karma con las manos hasta encontrarla. En su camino dio con el mango de una sartén. Lo asió con la mano libre y una mujer a su lado tiró del utensilio molesta.

-Me lo ha regala...- dijo la mujer.

-Cállese señora le prometo que cuando acabe le devolveré su jodida sartén como si estuviese nueva- dijo Eilydh y la mujer cedió.

La elfa fue rápida.  Aprovechó que la tal Cass estaba distraida intentando componerse y de espaldas a ella para levantarse de manera rápida. Alzó la sartén con todas sus fueras y le asestó un golpe en la cabeza a la mujer clasista. Como mínimo aquello la haría perder el equilibrio, aunque no la tiraría. Y por supuesto contaba con el factor sorpresa de atacarla por la espalda. La plaza estaba lo suficientemente sumida en gentío y alboroto debido a la acción del barbudo como para que ninguno de los hombres armados de aquella plaza, incluso los de los balcones reparase en una pobre y débil elfa.

El impacto hizo exáctamente lo que Eilydh quería y dejó expuesta a Cass. Eilydh se acercó por la espalda y la agarró posicionando a karma en su cuello expuesto usándola como escudo humano.

-La única cosa que odio más que una mentira... es que me roben el derecho de desmontarla por mi misma- dijo más para Cass que para nadie más. - Mejor que le digas a tus hombres que bajen las flechas. Tengo la voz de todos mis ancestros en mi oído urgiéndome que te degolle, por ímbar y por ísil, pero sobre todo, por satisfacción personal.- sonrió

Eilydh caminó unos pasos acercándose a una pared cercana, la propia de la taberna en la que había estado minutos antes. Vio como varios de los secuaces de Cass comenzaba a acercarse de manera sigilosa. Ella sin duda no iba a tomar nigún riesgo.

-Aiya- susurró en un élfico perfecto [1] Y de la nada, como si simplemente hubiese estado esperando aquella llamada, un tigre blanco saltó frente a ella con un rugido atronador y haciendo caer de nuevo a los secuaces de Cass que se habían levantado para intentar ayudarla.

Ash'alá guardaba el perímetro alrededor de Eilydh mientras esta mantenía a Karma a medio centímetro del cuello de Cass.

-Estos... dos... señores- dijo de manera que todos los oyesen- Son viejos conocidos mios-
mintiendo de manera descarada y refiriendose a Anastassia y a Eltrant- Tienen un... pequeño problema con según que sustancias- dijo sin entender en realidad el tipo de curiosidad que la urgía a hacer algo así.- ¿Pero quien no lo tiene? - algunos de la muchedumbre rieron nerviosos- Pero no son vampiros-Lo cierto es que Eilydh no estaba segura de aquello, pero necesitaba saber por qué aquella mujer conocía detalles específicos de la batalla  y a pesar de que seguía insistiendo en que conocía a todos, nadie parecía reconocerla. El uso de la maza del barbudo no era tampoco algo normal en alguien de apariencia tan frágil. A lo sumo serían simplemente brujos malditos por la codicia. Si era así sabía exactamente a qué ciudad enviarlos, y Owens se lo agradecería de buena gana.

Si verdaderamente había algo más bueno.... tan solo esperaba que no fuese alguno de los héroes encubiertos. Ya había lidiado con la luz divina de sus ojos y el golpe que le asestó Anastassia ya le había hecho tener dolor de cabeza. No creía poder soportar más.

-No se qué tipo de ciudad se congratula por atacar a ciudadanos que vienen de visita y prestan un servicio a la misma- señaló a la caravana de donde el hombre barbudo había sacado el martillo- Ni qué tipo de ciudadanos se acumula a ver como cazarecomoensas se burlan de los que están... pasando por un mal momento- dijo.- Pero estoy segura que no es lo que he escuchado de Beltrexus

No, había escuchado peor. Pero aquello no lo dijo. Necesitaba que el ambiente se calmase, quería hablar a solas con aquellos dos individuos.

Tenía la hoja de su espada aún en el cuello de Cass y continuaba moviéndose de aquí a allá para que ninguna flecha malintencionada la usase de diana. Si lo hacían, sin embargo, todos ganaban: Eilydh conseguiría al fin autodestruirse... y Ash'alá dormiría feliz con el estómago lleno de carne humana.

No quiso tampoco tentar su suerte.Estaba segura que había gastado la mayoría de su buena fortuna meses antes en Sandorai.

***Off:

[1] Rugido: Eilydh invoca a Ash'alá que aparece allá donde esté con un salto que tira a cualquier persona que se encuentre en un radio de unos 2 metros a donde aparezca.
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Mensaje  Anastasia Boisson Jue 11 Jun - 11:07

No hubiera apostado a que sería el bueno de Tale iba el que diera el primer golpe en todo aquello. Lo cierto es que Cassandra siempre invitaba a pegarle desde bien pequeñita. Con su martillo. Deshice mis piernas parcialmente para liberarme de las enredaderas y me volteé a un lado para evitar que la fisura que se había abierto en dirección a Eilydh y Cass me pillara a mí en el medio.

Tras ser liberada y acabé con una rodilla clavada en el suelo y la otra pierna flexionada. – Siempre tan oportuno, Tale. – Y me acaricié las muñecas. Estaba lista para convertirme en humo y desaparecer ante cualquier ataque. Y, como no me reconocían, tendría una gran ventaja en combate.

Pero entonces Eilydh pegó un sartenazo a Cass por la espalda y le puso una hoja al cuello. Para después llamar a su tigre. Más madera para el fuego. Más manos a la boca por parte del público.

Fruncí el entrecejo con cierta preocupación. Podía ponerme de mentirosa, pero no iba a negociar la vida de Cassandra ni de ninguno de mis chicos. Se acabó el tirar manzanas. Hasta ahora no me había puesto seria de verdad. La elfa había cruzado una peligrosa línea roja.

-Valió de bromas, Eilly. – dije ya sin contemplaciones. Desenfundé la ballesta y la alcé hasta mi mirada, manteniendo su entrecejo en línea con mi ojo y la mirilla. Además, recordaba perfectamente el nombre de la mujer que me había sacado del Oblivion. El mismo que había pronunciado Eleatril cuando se llevó su tigre.  – Quizás no me recuerdes, pero soy la mejor tiradora del planeta, así que tú verás. – La había retado con una sonrisa pícara. Si tenía un mínimo de ilusión por su vida sabría donde tenía que mantener la mano. - Puedo soportar tus mentiras, pero como le toques un pelo… – Guardé silencio para permitirle escuchar bien el click del martillo del arma que acababa de pulsar con el pulgar. - … te vuelo los sesos. – sentencié.

De pronto, todos nos apuntábamos a todos. Cualquier chispa que saltara en aquel momento desencadenaría una matanza. Miré al tigre que acabó de aparecer. Incluso dependíamos de la capacidad de calma de aquel bicho. Me ensimismé unos instantes para imaginar la escena en cámara lenta. Pongamos que el tigre níveo no se controla y le da por arrancarle de un mordisco el brazo a Annelise, a quien tenía más cerca. Los cazadores abatirían al animal a tiros sin problema. Pero entonces, Eilydh, en un ataque de rabia, rebanaría el cuello de Cass. Para instantes después acabar con sus sesos impregnando los adoquines por un virote de ballesta mío. Eltrant, que parecía más agresivo de costumbre y también conocía a Eilydh, probablemente no se controlase y me aplastase con su martillo atronador la cabeza, sin duda para acabar como una diana en el campo de tiro del Palacio por mis tiradores de élite.

Todo se iría a la mierda en apenas diez segundos. Semejante obra de teatro no la firmaría ni el famoso director Quintiniano Talentino.

Alguien tenía que poner un poco de orden en todo aquello. Incluso la que tenía una madre psicópata. Podía aprovecharme de algunas palabras de Eilydh para ello. Que en su defensa pareció decir que sólo quería evitar que los brujos nos atacaran.

-Está bien. Vamos a tranquilizarnos todos. – Pedí soltando el martillo y poniendo la ballesta en alto, en señal de paz. Le di una vuelta y la volví a meter en la funda. – Como dice Eilly, es evidente que Eltrant Tale y yo no somos vampiros por el tema del sol. – nos señalé a ambos y luego puse las manos en mi cuerpo. – Pero más allá de eso, mirad mi vestimenta. Soy parte de vosotros. No me recordáis por… - ¿Por qué? Me giré atrás para mirar a Eltrant, quizás tuviese respuesta para eso. Antes empezó a hablar, pero no pudo terminar de explicarse. - … No sé por qué. Pero, ¿en serio no os recuerdo a la mujer del retrato que está justo delante del vestíbulo del Palacio de los Vientos? – Puse las manos en la cadera. - ¿Alguno de vosotros sabe tocar un piano? – miré a Cassandra. - ¡¿Para qué quiere la maestra cazadora un piano de cola en su despacho si no sabe nada de solfeo!?
-¡Pues porque una gasta mucha clase! – Me llevé la mano a la cara y suspiré. Nunca decepcionas, Cass.
- ¡No, imbécil! ¡Porque yo soy la maestra cazadora, igual que tú! - grité.

Se escucharon exclamaciones de sorpresa. El retrato, el piano… El alto nivel de detalle en las descripciones. Todo les empezaba a cuajar. Algo tenía que ver con todo aquello y, aunque no recordaran nada, parecía ser que por fin me identificaban.

-¿”Huracán”? – preguntó Annelise, tratando de hacer memoria. Así era como firmaba el retrato. Yo sonreí fraternal. Ojalá pudiera hacerles recordar todo cuanto habíamos vivido juntos. – Sí. Eres la chica del retrato. Tienes las mismas facciones. – se preguntó Annelise tratando de acercarse a mí, si el tigre de las nieves se lo permitía, para mirarme bien. - Vale, vale. Nos queda claro. Bajad todos las armas. – Pidió Annelise. Los cazadores también relajaron sus ballestas y se miraron unos a otros incomprendidos. Y luego miró a Eilydh. – Por favor, suelta a Cassandra y controla a tu mascota. – pidió con cordialidad. Ash’alá no parecía entender bien la conversación y aún miraba a la pelirroja como un buen tentempié. Y luego se fijó en Eltrant. Al que pediría explicaciones por sus cuestiones. - ¿Y cómo podemos saber que tú no eres peligroso? Acudiste a nosotros para acechar, mas no cazar, a un vampiro. ¿A quién buscas?
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Mensaje  Eltrant Tale Jue 11 Jun - 12:57

Y entonces un tigre apareció comandando por Eilydh, y esta agarró a Cassandra y le puso a Karma en el cuello, y Huracán apuntó a la elfa, momento en el que todos los cazadores que se estaban empezando a incorporar apuntaron a los presentes al unísono.

Afortunadamente para todos, Huracán escogió el camino del dialogo.

Sí que dejó escapar una pequeña amenaza en un principio, pero teniendo en cuenta que Cassandra estaba a un ataque de hipo de Eilydh de acabar con un grueso corte en el cuello, supuso que era una reacción normal.

De todos modos, lo importante era que los cazadores comenzaron a “reconocer” a Huracán, o al menos a compararla con el retrato que la cazadora tenía en el Palacio de los Vientos. Eltrant lo había visto, había bromeado con Jules de que, como la Huracán de la vida real, la pintura te solía seguir con la mirada como juzgándote.

Le preocupaba la reacción de su amiga al reencontrarse con el cazador.

- Oh. Soy peligroso. – Respondió Eltrant a Annelise, con una mano en la cadera y la otra sujetando el martillo que descansaba sobre su hombro, agotado de la suficiencia con la que se llevaban dirigiendo a él desde que puso pie en la ciudad.

¿Acababa de abrir un pequeño cráter en el suelo y seguían sin tomarle en serio?

Y a quien busco no es de vuestra incumbencia. – Aseguró, frunciendo el ceño, dedicándole después una breve mirada, relajando su expresión, a Huracán, una que finalizó con un suspiro. –  … es una amiga. Ha desaparecido. – dijo al final, dejándolo lo suficientemente vago como para que entendiesen que eso era todo lo que planeaba decir.

No pensaba decirles que estaba intentando dar con Lyn. No a ellos, lo último que necesitaban saber era que la vampiresa siquiera existía ahora que estaban todos malditos, Huracán era la única que iba a saberlo, la única en la que podía confiar con aquello.

Si no hubiese estado tan desesperado desde el principio no habría acudido siquiera al gremio de cazadores. ¿Pero qué otra alternativa real tenía? Necesitaba ayuda.

Por supuesto, el hecho de que los cazadores se hubiesen relajado no quería decir que el resto de participantes en aquella especie de fiesta de la muerte estuviesen dispuestos a hacerlo. El gato sobredimensionado que había hecho aparecer Eilydh parecía querer zamparse a todo el que estuviese delante, y lo veía perfectamente capaz de hacerlo, conteniéndose solo porque ama no había dado la orden.

La miró durante unos instantes, tratando de intuir lo que podía pasarle por la cabeza en aquel momento, el motivo por el que quería salvarles de los cazadores.

- Una espada interesante esa que tienes ahí. No es la típica que ves en manos de una mercenaria cualquiera. – dijo a Eilydh, en referencia a Karma. - ¿Quién te la ha forjado? – Agregó a continuación, en voz algo más baja, desviando inconscientemente la mirada.

Por supuesto, no tendría ni idea de quien la había hecho.

Lo más probable es que hubiese rellenado aquel recuerdo con algún otro herrero para darle sentido. Era… comprensible.

- ¿Todo solucionado entonces? ¿Ya no hay más malentendidos? – Preguntó lo suficientemente alto como para que le escuchase cualquiera que pudiese estar prestándole atención. – Bien, bien. Es maravilloso ver a la diplomacia funcionar. – dijo, girándose sobre sí mismo y colocando una mano en el hombro de Huracán. – Antes de irte con el gremio pásate por mi taller. – dijo señalando con la cabeza dónde estaba el carromato. – Preferiría evitar ir al Palacio de los Vientos. – Le dijo ahora, en casi en un susurro. – Pero si necesitas ayuda… eso. Solo tienes que pedírmelo. – Tras inspirar por la nariz y asentir escuetamente, volvió a la herrería.

Imaginó que Huracán estaba en parte… como él.

Asher tenía a Syl y Elen a tenía a Alister; dentro de lo malo... no estaban completamente solos.

Pero Anastasia había dejado a Jules atrás al entrar en el Oblivion y en su caso… Lyn había desaparecido, una parte de él era capaz de entender lo que se iba a encontrar Anastasia al volver a su hogar.

Eltrant atravesó la plaza ignorando los ojos que seguían cada uno de sus movimientos y acabó colocándose tras el mostrador de su herrería, dónde volvió a colgar el martillo de la pared para después sentarse en el pequeño taburete que había dispuesto para atender a la clientela.

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Mensaje  Eilydh Jue 11 Jun - 17:23

Aquella era justo la reacción que esperaba. Sentía la respiración entre cortada de Cass bajo la hoja de su espada y no muy lejos de ella, la mujer a la que se habían referido como Anastassia, intentando defenderla de cualquier ataque. Sonrió.

Si aquella mujer hubiese sido una falsante hubiese aprovechado aquella distracción para desaparecer, al fin y al cabo la elfa era la que ahora estaba intentando matar a uno de los del tal gremio. No había mejor oportunidad. No iban a tener otra oportunidad.  Eilydh también sonrió ante el manejo del estrés de la tal Anastassia.  Se imaginó a aquella mujer pálida y carcomida como la mejor tiradora del planeta y por un momento comenzó a cuestionarse si verdaderamente tenía un problema con la mentira. Eso o no se había visto en un espejo.

Suspiró y cuando vio que el resto de arcos dejaba de apuntarla a ella y a su tigre, llamó al animal primero a acercarse a ella y cuando este estaba llegando, tiró a su improvisado rehén a un lado, no sin antes cerciorarse de que la tensión había menguado y la mayoría de personas parecía demasiado distraída con cierto retrato de cierta casa que a ella no le importaba un comino como para notar como ella guardaba a Karma.

La voz profunda del hombre barbudo la sorprendió y por vez primera lo miró directamente a los ojos. Frunció el ceño componiendo un gesto de interés incipiente, aquella confusión momentánea desapareció cuando el hombre le preguntó quién fue el forjador de aquella espada.

Eilydh abrió la boca para contestar como si fuese una pregunta obvia y... se sonrojó al no poder explicar exactamente aquella respuesta.

-La com... La for...Es una espada elf...¿Y qué te importa a tí quién la forjo? Ya veo que te manejas mejor con el mazo. No estoy segura, sin embargo que sea lo mejor para ti... si quieres mi opinión no sé cómo no te has quebrado la espalda...- dijo- A tu edad una rotura de huesos es de difícil curación y debes saber que no eres un elfo que...-Eilydh paró de hablar, dándose cuenta que por un segundo había olvidado que aquel era un desconocido y no apreciaría sus bromas  teniendo en cuenta que se acababan de conocer. Y que lo acababa de ver romper el suelo de Beltrexus con ese mazo con el que ahora se metía.

Además recordó el tono de tristeza con el que el hombre había hablado de su amiga y se calló.

Vio como  citaba a la tal huracán en su caravana y para entonces  la gente había comenzado a dispersarse.  Eilydh se alejó de manera momentánea algo molesta porque los papeles del tablón de anuncios donde había estado mirando los horarios de los navíos se había convertido en un amasijo desordenado en el suelo frente a ella.

-Genial- pensó.- Voy a tener que darte la razón en eso de que no puedes dejarme sola en ciudad de brujos, Ash'alá- dijo la elfa, acuclillándose y  buscando el papel en cuestión.Alzó las cejas pues no notó la cabeza de Ash'alá como hacía siempre que hablaba con él y miró a un lado. El tigre no estaba allí. - ¿Ash'alá?- lo llamó- ¡Ash'alá!- dijo la elfa viendo como el pelaje del tigre se perdía cerca de la caravana de el tal Tale siguiendo los pasos de Huracán.- Endemoniado tigre de las nieves... Por los poros de la nariz de Anar... ¿dónde carajos crees que...?.-

Se puso en pie. No podía simplemente seguir a Huracán camino a la caravana, ya se había librado de una pelea una vez. Dos era tentar a la suerte. Pero por otra parte... su tigre sabía que algo se tramaba y de la misma manera... ella sentía curiosidad por aquella mujer.

Se levantó y comenzó a buscar algo que llevar con la excusa de acercarse.

-Y... Es por eso que esta noche vamos a poder freir los huevos en vez de cocerlos,¡hija mía!- la mujer a la que le había robado la sartén caminaba con el utensilio algo deforme pero contenta.

Eilydh no perdió tiempo y se lo quitó de las manos, con un forcejeo.

-... Tan solo... quiero... que el ... herrero... te la repare- dijo Eilydh finalmente haciéndose con la sartén.- No te preocupes, te juro que cuando acabe con él estará como nuevo.. es más no hagas de cenar esta noche....- dijo Eilydh intentando que la mujer muy enfadada le dijese su nombre.

-Karen... me llamo Karen- dijo.- Y esta es mi hija...

-Karen.. si, por supuesto. No hagas de cenar... el tabernero os invita a una cena a ti y a tu hija... Tan solo diles que es... cortesía de...- Miró a la caravana por un momento- Del gremio. De Anastassia. Como pago al mal momento que os ha hecho sufrir en la plaza minutos antes- sonrió y le revolvió el pelo, bastante sucio a la niña.

Karen y su hija ambas se miraron con alegría y se dispusieron a entrar en la taberna.

Lidiaría con ello luego. Ahora debía recuperar a Ash'alá y ver qué se traían entre manos esos dos.  Se acercó por detrás de la caravana lo suficientemente cerca para escucharlos hablar. Agarró la sartén frente a ella por si la descubrían parecer lo menos sospechosa posible.

Al menos los primeros dos segundos.
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Mensaje  Anastasia Boisson Vie 12 Jun - 11:15

Todo se había calmado. Eilydh finalmente liberó a Cassandra y la bruja pudo separarse, enviándole una fría mirada de desprecio por haberla retenido. El tigre, por arte de magia, había desaparecido de nuestras vistas. Se había ido cerca de la caravana de Eltrant, aunque yo no lo había visto. Y Annelise y los cazadores pronto comenzaron a recoger sus armas y retirarse.

Cassandra Harrowmont tomó su arco y caminó hasta mí. Me tomó del hombro, por lo cual fruncí el ceño, y me comentó algo al oído. - Si verdaderamente eres Huracán, ven a verme al Palacio de los Vientos. Estaré en mi despacho. – inquirió Cassandra al oído. ¿Querría decir en el mí despacho?

¿Qué más daba? ¡Nadie me recordaba! No iban a saber cómo era, ni por qué luchar por mí. Jules ni siquiera sabría que existía. Llegaría y me dirían que qué bien que por fin descubren el tema del cuadro y que era un placer conocerme. Y, con suerte, quizás Cassandra me ofreciera un contrato miserable para novatos.

Poco después, vino Tale. El humano también le cogió el gusto a lo del hombro. Hecho por el cual volví a poner cara de incomodidad. ¡Con lo poco que me gustaba que nadie me tocara!

Sin embargo, sí asentí a su petición. Me parecía más lógico volver con Eltrant que al menos sabía quién era y, quién sabe, quizás hasta tuviera más información que me resultara interesante. Así que me dirigí a donde se encontraba. Ya olvidándome de Eilydh como de los demás por completo.

Llegué a la caravana y me apoyé en un estante, cruzada de brazos. Y miré hacia todo metal y herramientas que colgaban de los estantes. - Bonito taller. – dije con fina ironía, por llamarlo de alguna manera. Tendí la vista sobre todos los cachivaches que allí tenía acumulados. La mayoría parecían basura. Daba lástima ver en qué había terminado convertido Eltrant. De legendario héroe y salvador de Aerandir, a herrero ambulante, casi indigente. Pero no quise pasar demasiado por encima de sus miserias, que no eran precisamente pocas. Sino más bien en las  buenas nuevas. - Es por Lyn, ¿verdad? – alcé las cejas. - ¿Qué le has hecho, Eltrant? ¿Habéis roto? – Pregunté sin cortarme, a sabiendas de que aquella pregunta le incomodaría.

Lo cierto es que no sabía mucho de la relación de Eltrant y Lyn. Por momentos parecían dos buenos e inseparables amigos, aunque según el día también parecían un matrimonio que llevaba veinte años casado. Lyn era una chica demasiado guapa para alguien como Tale.

-Supongo que querrás que te ayude a encontrarla. - deduje por lo poco que había escuchado del humano cuando cesó la batalla. Finalmente dejé de apoyarme y me erguí. – Está bien. Pues llévame a donde la perdiste. Intentaré rastrearla. Pero no te prometo nada. Si verdaderamente se ha enfadado ahora podría estar en Lunargenta. – Fue una advertencia. Pero era una posibilidad real. – No llores por ello. Piensa en mí. – Abrí mis brazos y me golpeé los muslos, antes de darme la vuelta y caminar de espaldas a él. – Una afamada cazadora de vampiros. ¡Despojada de su fama por su histórico apellido! ¡De su gremio! ¡De su mansión y de sus riquezas! ¡De su familia! – Hice una pausa y agaché la cabeza. Demasiadas cosas para resumir en una sola palabra. - De su vida... – Me volví hacia el humano. Tenía toda mi rabia acumulada dentro por las injusticias, y necesitaba descargarla en alguien que todavía me recordaba. - ¿Qué cosa peor me puede pasar, Tale? Todo cuanto ansié en mi vida era trabajar para ser reconocida como una mujer trabajadora y respetable. ¡Y moriré sin que nadie sepa siquiera que he existido! – la última frase la dije exaltada y con el ceño fruncido, casi en un chillido. Normalmente no solía ponerme así, pero tenía en Eltrant alguien a quien apreciaba.

Me resultaba triste. Muy triste. Pensar que todo cuanto había hecho. Todo por lo que había luchado tantos años, se había diluido por una mala decisión de alguien ajeno a mí. Caminé hacia fuera. Tras darle tiempo a la réplica, le pregunté.

-¿Sabes algo de los demás desde que volvimos del otro universo? – pregunté en referencia a algunos de los que atravesaron el Oblivion. Asher, Elen… Me interesaba saber cómo les había ido a todos ellos.

Fue al alejarme cuando por la perspectiva vi una sombra tras la caravana revelando que había alguien cotilleando nuestra conversación. Me acerqué discreta de nuevo al interior y tiré fuerte de una sábana trasera de la caravana para pillar in fraganti a nuestra espía. Allí estaba Eilydh, con aquella sartén torcida por la cabeza Cass, a la que parecía haberle cogido el gusto. No me encontré con el tigre, por suerte.

-Otra vez ella. La amante despechada de Vincent Calhoun. – dije con una sonrisa maliciosa.Me gustaba jugar con ella. Cada frase que decía ponía a prueba la memoria de Eilydh. No sabía nada de mí. Pero yo sí sabía de la mayor parte de su papel en Árbol Madre. Por tanto, o me creía una diosa, o la terminaría volviendo loca. – ¿En los árboles no te enseñan que es de mal gusto espiar las conversaciones de los demás? – Puse los ojos en blanco. Aquella era una pregunta que no necesitaba respuesta. Incliné la cabeza hacia Eltrant. – ¿Qué me dices, Tale? ¿Crees que esta amnésica podría ayudarnos, o la dejamos ir? – pregunté al humano, aún sujetando la cortina

Quizás, incluso ella tuviera algo que preguntar. Aunque seguramente no recodaría nada.
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Mensaje  Eltrant Tale Dom 14 Jun - 11:12

Mantuvo la mirada de Huracán cuando esta apareció poco después de que la hubiese dejado a solas con los cazadores. “Bonito Taller” era evidente lo que pensaba verdaderamente la mujer del vehículo que, de alguna forma u otra, se había convertido en su hogar.

No sabía que tenía realmente de malo.

A decir verdad, dormía ahora más días seguidos bajo un techo que antes.

- Al menos yo tengo casa. – dijo de vuelta rascándose la barba, tratando de ignorar la forma con la que la cazadora estudiaba el taller y ordenando algunos de los objetos que tenía con el mostrador para distraerse un poco.

Entrecerró los ojos en cuanto la mujer pronunció el nombre de Lyn. Sabía que estaba pasándolo mal, era consciente de que la cabeza de Anastasia había estado tocada por las reliquias incluso antes de todo lo sucedido con el Oblivion.

- Me pregunto qué tal le iría a la mejor tiradora de Aerandir con los dos brazos rotos. – dijo inclinándose levemente hacia adelante en el taburete, apoyando ambos brazos en el mostrador.

Suspirando, volvió a reclinarse en el asiento y masajeó el entrecejo, por muy bien que se llevase con Anastasia cada palabra que decía le complicaba más y más el sentir empatía por ella. Al parecer lo más importante de todo aquello era que ella había perdido todos sus lujos, riquezas y, por supuesto, el renombre que se había ganado.

Pero… ¿Qué podía hacer? Comprendía perfectamente aquellos sentimientos, no podía recriminarle gran cosa, exceptuando las palabras que había dedicado a la vampiresa, por supuesto.

- La cosa es que estamos muy lejos del lugar en el que… desapareció. – dijo simplemente, cruzándose de brazos. – Pero creo que podría haberse pasado por aquí… - Bajó la mirada. – Creo. – Añadió volviendo a depositar el ojo sano en lo de Huracán. – Y sí, me cruce con Asher y Syl. – dijo a continuación. – Están… planean vengarse, reducir Sandorai a cenizas. – Se encogió de hombros, como quitándole importancia al asunto, y alargó la mano hasta una botella a medio terminar que había dejado en el suelo del taller, junto al taburete.

Tras descorchar la botella con la boca, le dio un rápido trago a la bebida.

- Podrías unirte a ellos para liberar toda esa… - Señaló a la cazadora con la botella. – …ira homicida que te consume. – dijo enseguida, sonriendo amargamente. – Seguro que agradecen la ayuda. – Ladeó la cabeza. – O no, parecían bastante dispuestos a lidiar con los que nos dejaron en el Oblivion por su cuenta. No son de compartir presas. – Agregó, haciendo algo de memoria.

Volvió a suspirar, dejando la botella esta vez sobre el mostrador, y entrelazó ambas manos.

Tras ordenar sus pensamientos se llevó la mano derecha a la nuca.

- Hablando de eso último… -

Relató a Huracán todo lo que había descubierto de Sandorai. Básicamente se encargó de contarle lo mismo que le había contado a él Anders; Los nombres de todos los presentes cuando se destruyó el orbe, las personas que participaron e intentaron acabar con la elfa del Oblivion, lo que hizo Anders antes de que Tyrie decidiese inmolarse…

Después Huracán se alejó de la carroza.

Probablemente era demasiada información de golpe, aunque no había acabado. Todavía quedaba el tema del “Polvo del Recuerdo”; Jules y Cassandra serían dos de las personas con las que la bruja los usaría prácticamente de inmediato.

El gremio de cazadores como tal seguirían sin recordarla, pero era un comienzo.

Pero no tuvo tiempo de explicar nada. Huracán descubrió a Eilydh curioseando tras la carroza, o cotilleando lo que habían estado hablando más bien. Cruzado de brazos, se levantó de su asiento y observó cómo Huracán la tomaba y la colocaba frente a ellos.

Sonrió y alzó la mirada, clavándola en el techo de su taller unos instantes.

Era incapaz de no meterse en aquellos embrollos.

- Siempre igual. – Le dijo aun cruzado de brazos. – Está bien, está bien. No serías tú si no hicieses estas cosas. – dijo antes de volverse, otra vez más, hacía Anastasia. – Suéltala, quería enseñarte esto de todas formas. – Le dijo tomando el saquito que pendía de la parte trasera de su cinturón y colocándolo en el mostrador. [1]

El Polvo de los Recuerdos.

No sabía cómo funcionaba, pero la explicación de Asher y el resultado que había tenido en Anders le bastaba. Curaba la amnesia mágica de todo lo relacionado con la persona que lo usase, o con la persona que la “Victima” viese por primera vez tras recibir un puñado de aquella arena blancuzca en la cara.

En el caso de Anders… había recordado a todos al momento exceptuando a Lyn, de quien había ido recordando cosas de forma progresiva, según hablaba con Eltrant y se esforzaba por rellenar el hueco que la ojiazul había dejado en sus recuerdos.

- ¿Quieres saber de qué va todo lo que has escuchado? – dijo a Eilydh. – Solo tienes que mirar dentro de la bolsa. – Agregó, haciendo un leve gesto en dirección al saquito. – Pero… - Cambió ligeramente su tono de voz. – Te lo advierto, quizás no te guste lo que veas. – dijo al final, en un tono de voz algo más bajo.

No iba a decidir por Eilydh, a veces el desconocer todo aquello era… mejor. Tendría menos problemas, menos drama por el que preocuparse.

Si decidía abrir la bolsa y mirar el interior Eltrant golpearía el saco de modo que el contenido saldría impulsado hacía la cara de la elfa con un sonoro “puf”. ¿Había formas más sencillas de hacer aquello? Sí. ¿Era aquella una especie de venganza por haber insinuado que era un drogadicto? También.

_______________________________________________________________________

[1] Uso: Polvo del Recuerdo.

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Mensaje  Eilydh Mar 16 Jun - 10:20

Ash'alá desapareció en el mismo momento en el que Eilydh se vio sumergida en la acción casi ilegal de escuchar conversaciones ajenas. Eilydh lo llamó con la mano y un gesto frustrado intentando no hacer ruido un par de veces. El tigre la ignoró deliberadamente y fue a beber agua de una fuente cercana.  

Tipico.

Eilydh puso los ojos en blanco y se agazapó un poco. Se acercó un poco y comenzó a escuchar palabras que no entendía. O si.. nombres. Eltrant, Lyn,  Asher... Syl. Oblivion.

Esa última palabra era la clave. Nadie que conociese el Oblivion iba por ahí alardeando de hacerlo. De hecho, nadie que lo hubiese conocido hubiese tenido lengua alguna para alardear de ese lugar. Recordó la conversación que tuvo con Anders semanas antes. Él también había mencionado a un tal Eltrant. Se ve que en aquel lugar de brujos, ese nombre era algo común, y ella sería demasiado ingenua como para pensar que aquello era una coincidencia.

No... Todo tenía que estar relacionado. Además aquel hombre sabía exactamente todo lo que había pasado en el árbol tan solo... aderezaba la verdad con una versión de la que Eilydh no tenía conocimiento. Pero que le resultaba extrañamente... cierta aunque difería mucho de todo lo que ella sabía que pasó.

Intentó agacharse un poco notando el movimiento de Anastassia cada vez más cerca.En cierto modo no tenía razón para hacerlo, aquello era una plaza pública. Aquella era una caravana itinerante que ofrecía servicios a gente.. Ella era gente. Estaba en todo su derecho de..

-Amante despechada de...Vin....- musitó como intentando dar sentido a aquellas palabras, molesta. Frunció su ceño y se levantó alta como era para acercarse a aquella mujer. Ésta caminó de nuevo hasta donde estaba el herrero e intentó provocarla con palabras vacías acerca de los árboles y los elfos. Eilydh sonrió

-Para odiar tanto a los elfos no puedes parar de hablar de ellos, lindura-le dijo como si no hubiese dicho nada más después de eso- ]No te culpo... somos difíciles de olvidar- dijo acercándose a la recepción de aquel improvisado taller sobre el que Eltrant se apoyaba.

Miró al hombre por un instante, intentando adivinar porqué aquella persona estaba en las conversaciones de Anders y de dónde había salido. Como ella buscaba a alguien, aunque no estaba segura de si de la misma manera. Eilydh no ansiaba reencontrarse con un ser amado, ella quería destruirlo.

El hombre hablaba como si la conociese. Daba permiso a Anastasia y creía saber como iba a actuar. Aquello sin duda le molestaba más que las provocaciones de la mujer. Ni ella misma se conocía lo suficiente como para atreverse a adelantarse a sus movimientos, mucho menos un desconocido.  

La elfa vio como puso la bolsita sobre el mostrador. La miró con ojos curiosos durante un segundo, sin acercarse demasiado. Luego miró a Anastassia, que a su vez la miraba expectante, como si todo aquello fuese parte de un experimento del que esperaban tener los resultados en el momento exacto en el que Eilydh mirase el contenido de aquella bolsa. La elfa se acercó un poco pero reculó antes siquiera de estar a un metro.

Aquellas dos personas eran drogadictos, los acababa de conocer, uno de ellos la había intentado herir hace media hora. Si aquello no formaba parte de "No aceptar drogas de desconocidos" No sabía qué más podría serlo.

Puso la sartén sobre aquella bolsita.

-Yo tan solo he venido a que arregles esto[/color]- dijo mirando a ambos.- Me parece que si vendes un utensilio deberías cerciorarte al menos de que la calidad es lo suficientemente buena como para usarla de arma. No todas las mujeres usan una sartén para lo mismo- se sonrojó.

-Con respecto a las mentiras que habéis estado diciendo... debo daros la razón en algo- tragó saliva y los miró a ambos.- La luz de los... héroes es lo suficientemente sospechosa como para hacerme querer cerrar mis ojos y no verlos nunca más. Nadie es tan perfecto como para... brillar.-miro a Anastassia- No me malinterpretes, tu lo estas intentando de manera muy muy cercana- dijo refiriéndose a la blancura enfermiza de la mujer- Pero... no parece algo que... no se. Ser héroes viene con una letra pequeña. Estoy segura que no toda la atención que despiertan es... necesariamente buena. Cuando la perfección es un don... es porque seguramente tras ella oculta algún defecto inmenso- dijo simplemente.


Durante toda aquella conversación había movió su mano de manera sigilosa bajo la sartén fingiendo que jugueteaba con el borde abollado por un instante. Agarró la bolsita de polvos sin que se diesen cuenta y se la metió en el bolsillo.

No todas las habilidades aprendidas en ciudad lagarto eran malas, al fin y al cabo.

Volvió a hablar, rompiendo por un momento aquel silencio.

-Me llamo Eille- dijo simplemente.-Se me da bien rastrear personas, así que quizás pueda ayudarte a encontrar a tu enamorada.- mintió de manera descarada- Se usar una variedad de armas, la mayoría poco ortodoxas, como ya habéis visto... Y... necesito descubrir porque todo lo que pasó en árbol madre me sigue oliendo a chamusquina, así que... contad con mis habilidades trepa árboles- dijo, dedicándole una media sonrisa a Anastassia.
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Mensaje  Anastasia Boisson Mar 16 Jun - 15:03

Eltrant estaba más ácido que de costumbre. Al punto de que incluso me resultaba incómodo verlo tan… poco Eltrant. Alcé las cejas con sorpresa y reí para mí cuando me amenazó con partirme los brazos. O cuando me llamó homicida. Qué decepción, Tale. ¿Te ofrezco mi sincera ayuda para encontrar a Lyn y me respondes así? Aquella frase podía firmarla cualquier matón de barrio. Pero esperaba más de un supuesto caballero como Eltrant.

El envejecido humano no pareció encontrarse con mucha gente más que con Asher. Esbocé una sonrisa cuando dijo que quemaría el bosque. Lo veía inservible, pero era esperable de él. Desde luego, no sería yo quien se lo impidiera. Si algo había aprendido de mi última batalla con los elfos, era que si alguien planeaba quemar el árbol o el bosque de nuevo, no debía unirme al bando de los defensores. No tropezaría dos veces en la misma piedra.

Pero lo cierto es que ahora misma estaba más preocupada en pensar cómo recuperar mi vida, que en tomar represalias contra los responsables. Y eso que lo que me contó a continuación no tenía desperdicio. Según sus palabras, Vincent y Níniel estaban directamente involucrados. También otros conocidos, como Reike, habían sido partícipes de todo aquello.* ¡Qué día de sorpresas y desengaños estaba teniendo! No había excusas. Níniel sabía que iba al Oblivion. Tenía a la elfa por una buena amiga y aquello había sido una traición en toda regla. Peor aún peor era el caso de Vincent, que había condenado a su propia hermana. Si volvía a encontrarme a algunos de ellos, tendrían tiempo para darme sus explicaciones. Asentí con la cabeza a todo lo que dijo, pero me guardé con cierto misticismo toda opinión al respecto.

Luego me contó todo lo relacionado con unos polvos que, casualmente, también habían aparecido en mi bolsillo. Solté a Eilydh para permitirle experimentar con ella y me mostré ensimismada en mis pensamientos. Efectivamente, la elfa ahora nos recordaba. De modo que esos Polvos del Recuerdo podían hacer recobrar los recuerdos de la gente en lo que a una respecta. Aquello podía ser una solución a mis problemas, pero sólo parcial, pues tras comprobar que sólo había cinco unidades en mi faltriquera, pronto descubrí que eso sería insuficiente para todos mis conocidos. Seguiría sin poder pasar por el Hekshold, y aún usándolos todos, la mitad del Palacio de los Vientos no me reconocería.

Debía de tener mucho cuidado cuando y con quién utilizarlos. Pues un uso inmediato sobre Jules o Cassandra haría que recuperaran la memoria, ¿pero abandonarían sus posiciones para ayudarme? ¿En qué posición quedarían con respecto al gremio? Por mucho que me doliera, debía de esperar el momento, y encargarme de algunos asuntos para los que me venía bien el anonimato. De hecho, si había alguien que podía ayudarme con mi situación era, sin duda… “Ella”. Pero llegar a ella sería complicado. Especialmente como parte del gremio. Mientras Eilydh se decidía, me dirigí a Eltrant.

-Así que el perro anda suelto y sin correa por Sandorái… - aseveré con rotundidad. – Quemar el bosque y acabar con vidas inocentes no le solucionará nada. Asher se comporta como un necio descerebrado. – Aunque tampoco se podía esperar mucho más de un hombre bestia. – Yo prefiero ser más pragmática e inteligente. Conozco a la persona que puede y va a ayudarme. – Dejé unos segundos de suspense. – Mi madre, Bella. Ha trabajado con muchas de estas maldiciones. – Tomé al humano por los brazos. - ¡Ella podría ayudarnos!

Después, Eilydh se pronunció. La elfa había evitado tragar el polvo de Eltrant, pero jugaba con fuego a cada frase que decía. Desde la bromita de mi piel, al enamoramiento de Lyn y Eltrant, al comentario acerca de la sartén rota por el golpe que le había dado a Cass. Luego pareció hacer una reflexión sobre los héroes que compartía en mayor medida y, tras ver nuestra cara por los comentarios, o la mía al menos, rebajó el tono de su discurso y expuso su predisposición para unirse a nosotros.

Tras describir sus habilidades, no pude evitar mirar a mi compañero con una sonrisa irónica. - ¿Has oído eso, Tale? ¡Sabe usar sartenes y además trepa árboles! – la miré a ella y le envié una media sonrisa viperina. – Con esas aptitudes, creo que podrías servir de cocinera y recolectora. - Ideal para recoger materias primas y cocinar. Luego, cambié de tema. – A ver si lo he entendido, nos espías y nos tachas de mentirosos. Pero te niegas a tomar el polvo que te hemos ofrecido para obtener respuestas sobre quiénes somos y por qué estamos así. – concluí. – Bien, señorita “rastreadora” – Carraspeé. – dejemos que lo descubras por ti misma.

A continuación, miré a Eltrant. Eilydh había ofrecido su ayuda. Pero el humano sabía bien quién era la auténtica maestra cazadora.

-Si Lyn está lejos, tengo algo en el Palacio de los Vientos que te resultará útil. – aseveré con seriedad. – Puedo acompañaros y deciros cómo entrar. Pero yo no voy a ir. Es mejor que en el gremio no me reconozcan por ahora. Soy famosa en todo Beltrexus y no puedo hacer que todos me recuerden a la vez. Y hacer que sólo unos pocos lo hagan sólo les causará trastornos y preocupaciones. – Luego me miré. – Y, aunque así fuera, este aspecto me avergüenza. ¡He perdido todo mi glamour de diva! – protesté en mi versión gruñona. - Debo poner solución a la maldición.

Definitivamente, dar con Bella era la mejor opción. Y para ello, también necesitaba pasar primero por el Palacio de los Vientos.

-Vayamos a mi mansión. Os diré lo que tenéis que coger y cómo hacerlo. Además, necesito que me cojáis unas cosas. Pero entraréis vosotros. – miré a Eilydh. – La trepa-árboles nos vendrá de lujo. Será súpersencillo. – y reí con cierta malicia. En realidad, no lo iba a ser.

Si aceptaban, podíamos ponernos en marcha.

*Off: Hago una transferencia de conocimiento que Eltrant consiguió en “Despertar”.
Podéis describir el viaje hasta el Palacio para empezar el próximo turno si os parece bien. Si no pues… tiramos por donde queráis

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Mensaje  Eltrant Tale Mar 16 Jun - 18:56

Esbozó una mueca que podría ser considerada una sonrisa ante la reacción de Eilydh.

La esperaba.

No le gustaba, pero la esperaba.

Tampoco tenía especial interés por tratar de convencer a la elfa de nada pues era bastante capaz de decidir en quien confiar o no por sí misma, por lo que se limitó a enarcar una ceja y a tomar la sartén que esta le había dejado en el mostrador, examinándola entre las manos.

El golpe parecía haber sido bastante fuerte si había conseguido doblarla.

- La calidad de mis productos es intachable. – dijo girando el cazo, pasando por alto el hecho de que el saquito de polvos del recuerdo había desaparecido de bajo la sartén. – Cada herramienta tiene un uso, una función. Y estas se crean expresamente con eso en mente. – Depositó el objeto de nuevo en el mostrador y suspiró. – En términos que una elfa beligerante pueda entender: no puedes pedirle a un arquero que haga de vanguardia. – Musitó, apoyando ambos codos sobre el mostrador.

Afortunadamente, dejando a un lado el hecho de que la rubia seguía pensando que todo lo que decían era mentira, había sido capaz de darse cuenta del inusual número de lagunas que todo Sandorai debía de tener.

Y parecía dispuestos a ayudarles de alguna forma u otra.

Aunque no le gustaba el comentario que había hecho.

No estaba especialmente molesto por haber hablado… así. La elfa no recordaba Lyn, era incapaz de saber a quién buscaba Eltrant realmente y que era lo que significaba para él. Por supuesto, que comprendiese su comportamiento no significaba que pensase dejar pasar aquellos comentarios por alto.

- Con cualquier otra persona te daría la razón. – Respondió el Herrero obviando unos instantes a Eilydh, haciendo referencia lo que Huracán había dicho respecto a Asher antes. – Pero… parece bastante decidido a convertir el árbol en una antorcha gigante, cosa que no me termina de parecer mal. Y ¿Sinceramente? Le veo capaz de hacerlo.  – Desvió, no obstante, la mirada al oír a Anastasia hablar de “vidas inocentes”.

Sabía a qué se refería la bruja.

Pero también sabía que Asher era consciente de que Aerandir estaba plagada de gente como los Nómadas, Sandorai incluido. Confiaba en él, sabía que no mataba porque sí.

Que le confundiesen con un monstruo no significaba fuese uno.

- ¿Bella? – Eltrant volvió a mirar a Huracán. - ¿No le lancé el libro del sabio? – Preguntó con curiosidad, atusándose la barba.

Aquella cosa te arrebataba lo que más “querías”, y normalmente lo hacía en forma de un pedazo de tu alma. No debía de encontrarse muy bien tras aquello.

- ¿Crees que podría ayudarnos? – Aun cuando no llegó a responder, la respuesta de la bruja parecía ser afirmativa. – No sé si le caigo especialmente bien después de lo que pasó. Aunque claro, también me ha olvidado. – Agregó al final encogiéndose de hombros.

Suspiró.

No es como si tuviese un plan mejor.

Además, Anastasia tenía razón. Si Lyn había pasado por las islas había muchas posibilidades de que algo en el Palacio de los Vientos le ayudase, como mínimo un rumor, alguna descripción vaga de una vampiresa de ojos azules…

… tenía que haber algo.

- Me parece bien. – dijo al final, un poco a regañadientes. – Y no estás tan... ya sabes. – Intentó consolar un poco a la mujer señalándose la cara, quizás estaba siendo demasiado hosco con ella. Su mayor pecado era… descubrir que estaba maldita y que nadie la recordaba. – Espero que esto no cuente como haber envejecido de verdad. – Añadió en apenas un murmullo apartando finalmente la sartén y colocándola en “La pila de cosas que reparar”.

Y por muy agotado que estuviese de… todo en general, Huracán seguía siendo su amiga. Aunque afirmaba no querer internarse en la mansión que había sido su hogar durante toda su vida no iba a serle fácil acercarse allí por su cuenta y riesgo, siempre cabía la posibilidad de que la viesen husmeando y se pensasen lo peor.

Sí que era cierto que Cassandra parecía haberse relajado.

Pero toda precaución era poca.

- Oh, y aquí Ellie sabe hacer bastante más que usar sarténes y trepar árboles. – dijo después, girándose hacía la elfa de nuevo, respondiendo a lo que había dicho la bruja no mucho antes. – No por nada tiene esa espada.  – dijo, sin apartar sus ojos de los de Eilydh, manteniéndole la mirada hasta que la bajó al arma que pendía de su cintura.

Aun sentado tras el mostrador, alargó la mano hasta el arma que mantenía oculta bajo el mismo y la colgó de su cinto antes de salir del interior del taller. Le había hecho una nueva vaina a Recuerdo acorde a su nuevo color.

Lo cierto es que no podía evitar encontrar cierta ironía en esto, Olvido era plateada, prácticamente emanaba luz al desenvainarla.  

Miró de nuevo a Eilydh.

Karma era igual.

- ¿Vamos? – Preguntó, según cerraba la carroza, dando a entender que no iba a aceptar más pedidos en lo que quedaba de día a todo aquel que quisiese acercarse. - Odio que tu casa esté encima de la colina, por cierto. - Agregó a continuación, colocándose junto a Huracán.

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Mensaje  Eilydh Sáb 27 Jun - 17:12

Eilydh comenzó a analizar las frases que entre ambos la mujer y el hombre se dedicaban acerca de un... ¿Objetivo? en común. Por algún motivo a Eilydh le parecía que más que hablar acerca de algo que conocían aquellos dos desconocidos hablaban en clave.

Escuchó al tal... Eltrant hablar de un "Perro' que quería destrozar un árbol. Eilydh compuso un gesto de molestia cuando Anastasia la tomó por una cocinera. Decidió tomárselo a broma y cuando se dispuso a contestar, de nuevo el tal Eltrant la sorprendió conociendo su nombre.  Lo miró por un segundo como cerciorándose de que ella no se había presentado antes. Por algún motivo y en cualquier otra situación las alarmas en su cabeza la hubiese alertado de no seguir el plan casi suicida de dos desconocidos adictos, pero... aquella mujer sabía algo que ella no. Y aquel hombre conocía exactamente su esencia además de su nombre y... era la segunda vez que mencionaba a Karma con familiaridad.

-Cocinera y... abrazaárboles... Desde luego no haces más que regalarme cumplidos.- La miró por un segundo y fingió un gesto de sorpresa- Oh... entiendo. Lo siento, bruja. Pero no estoy interesada en mujeres. Además... creo que eres un poco mayor para mi. le guiñó un ojo divertida y le dio un toquecito en el hombro a Anastassia a modo de broma.

Eilydh echó entonces a caminar siguiendo a Eltrant y a Anastasia que eran los que verdaderamente sabían donde iban. Dejaron atrás la plaza  y recorrieron ciertas callejuelas adoquinadas haciendo que las tres figuras se perdieran en la sutileza de los edificios inclinados de Beltrexus. Eilydh notó como ambos sus dos acompañantes acaparaban miradas curiosas allá donde iban. La mayoría de las personas que pasaban cerca de ellos se apartaban, molestas o atemorizados por sus aspectos más de personas enfermas que de vivos. Eilydh se apiadó un momento de ellos y dejó su rezagada caminata apresurándose un poco hasta alcanzar a Eltrant, que era el que dominaba la colina que llevaba a un castillo envuelto en nubes en su cima. Pensó en preguntarle directamente qué es lo que sabía sobre ella y su espada y zanjar las dudas que la molestaban por la familiaridad con la que aquel desconocido hablaba de ella.

Pero pensó en su último encuentro con Anders.  La promesa que se había hecho a medida que surcaba los trazos de tinta sobre la piel de aquel elfo y el efecto del te de aquella anciana en ella. Respiró hondo y cerró los ojos por un segundo, canalizando su ira.

-Vas a... encontrarla.- dijo dirigiéndose a él pero sin mirarlo directamente mientras caminaba a paso ligero-  Si algo he aprendido de la vida es... que tiene la curiosa y molesta habilidad de.. bueno, de devolvernos a todos al lugar en el que pertenecemos.-- compuso un gesto serio por un segundo- Por mucho que nos esforcemos en evitarlo- miró por un momento a la nada y después añadió- Y...  por lo que dices...parece que esa chica pertenece  justo donde tú estés.-

Apresuró su paso sin decir nada más. Sintiéndose orgullosa de su propio autocontrol y alcanzando a Anastasia momentos antes de alcanzar la cima de aquella montaña haciendo que el castillo que parecía diminuto minutos antes se emplazase frente a ellos imponente y elegante, como si su mera presencia fuese un grito imponente a todo aquel que se aventurase a alcanzarlo. Una advertencia.

-Vaya Anas...- le dijo Eilydh cuando la alcanzó usando aquel apelativo de manera juguetona pero no hiriente- Tu madre es una bruja que vive en un castillo...- miró a su alrededor- oscuro mugriento y ... tenebroso. Me pregunto si también tenéis repelentes de elfos en las esquinas- dijo haciendo uso de las historias que su abuela solía contarles a ella y sus hermanos sobre las tradiciones de los brujos.Se llevó un dedo a la barbilla fingiendo un gesto reflexivo- Ahora entiendo porque ese amor tuyo a  los tópicos de las razas. Si existiese una quiniela sobre los brujos... tu familia obtendría sin duda la máxima puntuación.- La miró con urgencia, dándose cuenta de lo que había dicho. No quería iniciar una pelea con Anastasia- Hey, hey... no me mires así. No lo digo a malas.Ya sabes... pureza de la magia y esas cosas- sonrió de manera torpe- supongo- susurró y la dejó avanzar a ella antes hasta alcanzar la entrada al castillo.

Eilydh se quedó pensativa durante un segundo. Recordó de nuevo las palabras de "perro" y  "árbol" por alguna razón. Esperaba que fuesen nombres en clave. Había perdido demasiado en el árbol madre como para arriesgar que alguien más intentase destrozarlo. No aún. No tan pronto. No ahora que casi, comenzaba a resurgir.
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Mensaje  Anastasia Boisson Miér 1 Jul - 14:57

Eltrant se mostró bien dispuesto a contar con el factor Bella. En efecto, mi madre era una experta en maldiciones. Sonreí a Eltrant cuando dijo lo del cumplido. Para mí era importante ser alguien. El humano, definitivamente era quien mejor comprendía después de Jules.

Por su parte, Eilydh continuaba igual de payasilla que de costumbre. Le gustaba picar al personal. Y lo cierto es que conmigo lo conseguía bastante bien. No dudaba en bajar al barro cuando alguien me reclamaba. La miré con una sonrisa cuando dijo lo de que parecía mayor. Me acerqué a ella. - ¡Oh, no querida, no te equivoque!  – Alcé su barbilla con el índice y examiné su cara. - Tú tendrás el doble de edad que yo. – Y la solté. Seguramente Eilydh tuviera unos cincuenta años. Recorrí con mi mirada sus pintas de pordiosera con evidentes aires de superioridad. La miré con lástima y me giré para empezar a caminar. – Y eres la única de los dos que aún no ha conseguido un castillo. – le dediqué una mirada de zorra malvada y me di la vuelta, para empezar a caminar.

Durante el camino, Eltrant parecía recordar la dura subida que había hasta la colina, a medida que caminábamos por la carretera de piedras a través del bosque. - ¿Cansado ya? ¿Qué hay del Tale que resistió un martillo del tamaño de un elefante? ¿La vejez también te ha afectado al cuerpo? – y le miré de reojo, para reflejar que había sido en broma.

Por su parte, Eilydh volvió a la carga con sus bromas, esta vez con lo de los tópicos de los brujos. – Eres corta de entendimiento, Eilly. Mi madre no vive en ningún castillo. Ni siquiera está ahí. – le dije señalando al palacio. – Vosotros vais a conseguir información para encontrar a Lyn. Y yo voy a presentarme tal y como le prometí a Cass en la plaza.

Una vez en la colina, guié al dúo a la parte trasera de la mansión. La finca de mi familia era lo suficientemente grande como para no encontrarnos a nadie aunque permaneciéramos dentro horas. Y, definitivamente, la parte del mausoleo familiar soterrado iba a estar totalmente abandonado. No es que ni Cass ni los cazadores estuviesen muy dispuestos a honrar a mis muertos. Mucho menos ahora que todos habían fallecido hacía años y que yo ni siquiera existía.

El imponente palacio se veía a lo lejos en la finca, por su parte trasera. En medio, una selva de árboles florados por el verano, pero retorcidos en su figura al gusto personal. Un pequeño capitolio de mármol se erguía ante nosotros a modo de mausoleo. La verja de reja no debería suponer más que un mero trámite para Eltrant y Eilly.

Los miré a ambos. Primero a Eltrant. – Bien, os explicaré como funciona esto. Si los cazadores saben algo de Lyn, tenemos dos opciones. – Alcé un dedo. – Lo bueno sería que los contratos no hayan pasado a la maestra cazadora. En ese lugar estarán en el escritorio de recepción de mi prima Natasha, que ahora mismo no debería estar trabajando, en la planta baja en aquella ventana. – Alcé otro dedo. – La otra opción es que ya hayan pasado a Cassandra, en cuyo caso, los tendrá en el despacho de la maestra cazadora, en el segundo piso.  Ella seguramente sí esté por ahí. – comenté. – Pero no tendréis que preocuparos, yo estaré con ella y la distraeré. – comuniqué. - Veréis dos armarios según entráis, el de la izquierda no lo miréis. Es el de contratos archivados. Si Lyn aún conserva la cabeza, no debería estar ahí. – comenté. – Buscad en el de la derecha. El de contratos activos. – informé. Luego miré a Eilydh. – Quizás haya algún “pequeño detalle” sin importancia, pero seguro que sabréis salir del paso. Intentad que no os descubran, mis chicos tienen buena puntería. – Hablaba en singular. Pues daba por hecho que Eltrant iba a dar la talla. – Bien, saltad después de cinco minutos. Cass ya debería estar dentro.

Y me alejé a acceder por la puerta principal.

A priori parecía tarea sencilla. Pero atravesar el jardín sin ser vistos por nadie podría resultar complicado. Subir una pared de bloques enormes y abrir una ventana sin ser vistos, aún más. Y una vez dentro, no había seguridad de que no hubiese alguna trampa activada. ¿Pero para qué se lo iba a decir y ponerlos nerviosos? Mejor que fueran relajaditos a la tarea.

Además, Cass no iba a estar en su despacho, pues yo la iba a distraer. Estaba delante de la enorme verja. Debía picar al timbre para que Lazarus me abriera la puerta… Pero entonces sonó una voz masculina tras de mí.

-¿Puedo ayudarle, milady? – preguntó cortésmente. Me giré rauda y le miré a los ojos. Verle allí, de cuerpo presente, después de más de un mes sin saber de él. Pudo ver mi rostro tras la capucha y, pese a que pareció sorprenderle. Mantuvo la calma, siempre. - ¿Le ocurre algo, milady? La noto algo rara. - Se acercó curioso. No solía permitir que nadie se acercara a mí. Pero era él.

-Jules… - dije con mi cara de fantasma más de cerca.

-¿Nos conocemos? - preguntó. Él dio unos pasos atrás, mosqueado. Ya me había visto bien. No podía culparle.  -No os avergoncéis, milady. Dejadme ver vuestras heridas. – preguntó elegante, con paciencia. Esperaba que me retirara la capucha. Él era el único de los cazadores que sabía no me dispararía antes de verme. Por eso, accedí a su petición y me descubrí el rostro.

El pareció sorprenderse. Pero se fijó bien en mí. Sabía por qué estaba allí. Hacía esfuerzos por recordarme, pero era incapaz de saber qué era todo cuanto habíamos vivido juntos. Yo miré al suelo, con añoranza. Pero él seguía empezado. - Esperad... os conozco. - le miré sorprendida, con los ojos abiertos como platos. - Sois... La chica del retrato. Nunca olvidaría unos... - ¿Unos qué, brujo? - ... Unos ojos tan vivos. - declaró.

Nos miramos con extrañeza. Era una situación incómoda para ambos. Para él porque no sabía muy bien a qué había ido ni por qué estaba así. Y para mí, por lo evidente.. Después de aquella declaración y por miedo a lo que pudiera decir. Me llevé la mano al frasco de los polvos. ¿Debía rociárselos para que recordase bien quién era? ¿O debería cumplir mi objetivo y reunirme con Cass?

Fuera como fuera, había pasado un tiempo. Me parece que lo de Cass iba a tener que esperar. ¿Pero qué más daba?

Tale improvisaría algo.
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Mensaje  Eltrant Tale Dom 19 Jul - 12:52

Escuchó atentamente, en primer lugar, a lo que Ellie dijo según se encaminaban en dirección a la vivienda de los Boisson.  No hizo nada, se detuvo un segundo a mirar la espalda de Huracán, y después continuó caminando esbozando lo que podría ser considerado el fantasma de una sonrisa.

- Sé que no te lo dicen mucho. – dijo reemprendiendo la marcha, sin mirar directamente a la elfa. – Pero puedes decir cosas muy sabias.  – Aseguró acelerando un poco la marcha. – De cuando en cuando. – Agregó en voz algo más baja, alcanzando a Anastasia.

- No estoy cansado. – Replicó este en cuanto se colocó junto a la bruja. – Es molesto. – Agregó, como toda explicación a su enemistad con la pendiente que conducía a la mansión Boisson.

Sin mencionar nada más, continuó tras la cazadora hasta que llegaron a su antiguo hogar y esta les condujo a la entrada trasera de la mansión. Había estado allí, pero siempre invitado; aunque nunca le habían dejado internarse en aquel jardín.

“Señor Tale, el ala de invitados está al otro lado de la mansión”

Tratando de obviar el recuerdo del mayordomo que le pilló buscando la cocina a mitad de la única noche que Anastasia le dejó dormir allí, Eltrant se cruzó de brazos y enarcó una ceja según la oía hablar.

- Lyn aún conserva la cabeza. – Corrigió inmediatamente, según la bruja comentaba toda la información que la pareja debía de saber cuándo se adentraran dentro. – Es bastante capaz de evitar a tus cazadores. – Aseveró a continuación, centrando su atención en el edificio.

Si lo había entendido bien… podían tener la información en dos sitios.

¿Se separaba con Eilydh o iban juntos?

Separados llamarían menos la atención, por supuesto… aunque por otro lado conocía lo suficientemente bien cómo funcionaba la ideología de los cazadores como para saber que no eran muy permisivos con las personas que trataban de allanar su propiedad.

- Muy bien. – Asintió. – Al despacho de la Maestra Cazadora entonces. – Afirmó inmediatamente tomando a la elfa del brazo. – No te separes. – Le dijo señalándole con el índice aun sabiendo que aquella orden podía tener justo el efecto contrario en la mujer.. – A esta gente no les entusiasman los elfos. – “Ni los viejos con aspecto de vampiro diurno” estuvo a punto de añadir.

La mansión no tenía guardias de por sí, la mayoría de las personas de aquel lugar eran perfectamente capaces de defenderse por sí solas y, por extensión, rechazar a los intrusos. Pero no por ello no había cazadores paseando por los jardines o, simplemente, descansando.

Además, la última vez que Huracán le arrastró hasta allí no tardó en presumir diciendo algo como: “No hay un lugar más seguro en todo Aerandir”. Era… curioso que no hubiese hecho mención a aquello en todo el trayecto que les había conducido hasta allí.

Respiró profundamente cuando se tropezaron con el primer contratiempo.

Dos cazadores, un hombre y una mujer, conversaban en mitad de los jardines, sentados en lo que parecía ser una fuente ornamentada que, probablemente, valía más que su carromato y todo lo que había en el interior del mismo.

- ¿Cómo pasamos? – Entrecerró los ojos ocultándose tras un seto.

No había muchas opciones, la fuente estaba colocada de forma que había bastante visibilidad de todo el jardín desde ahí; intentar rodearles tampoco parecía una opción realmente factible pues las únicas entradas que no tenían “vigilancia” eran las que estaban pasando dicha pareja.

Atusándose la barba, alternó frenéticamente entre todas las posibilidades que tenía en mente.

Las cuales, muy a su pesar, solían reducirse la mayoría de los casos a “Puedo golpearles con fuerza” o “Un soberbio empujón hará el trabajo”.

- Mírate, casi puedo ver el serrín que tienes por cerebro prendiendo. – Lyn apareció agazapada entre los arbustos, justo tras Eilydh. - Por cierto, ¿Cómo te has planteado darle “polvos mágicos” que “descubrirán todas tus dudas” a alguien que te cree un desconocido? – Lyn hizo como que le colocaba el flequillo bien a la elfa. – Si querías parecer un viejo raro solo tenías que haber dicho. “Oye niña tengo chuches en mi carromato.” – Murmuró levantándose a otear a la pareja que les cortaba el paso.

Eltrant no respondió, simplemente decidió imitar a Huracán y sonreír al revés según escuchaba a su acompañante continuar con su monologo.

- Parece que si no te ayudo no haces nada a derechas. ¿Eh? – Lyn señaló al pequeño carrito repleto de herramientas que había junto a un árbol que había florecido con un sinfín de flores rosadas.

Un tipo de árbol que ni Eltrant conocía.

Seguro que era caro.

- Ellie. – El hombre le hizo una seña para que le siguiese. – Tápate las orejas. – Le dijo a continuación, mirando el contenido del carrito y tomando un largo delantal de color verde. – Ponte esto. – Susurró tendiéndoselo a la mujer y tomando otro delantal más.

Los cazadores de vampiro eran, ante todo, nobles.

Estaba seguro de que no le prestarían siquiera atención a un par de jardineros que volvían a la vivienda principal. Pero, por si acaso, disimuló la espada con el delantal lo mejor que pudo.

- Sé natural. – Le dijo tomando el carro por las asas y conduciéndolo de vuelta al edificio. – No les mires a los ojos y, por lo que más quieras, no les contestes si te hablan mal. – Musitó a continuación, acercándose a la pareja con intención de pasar de largo.

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Mensaje  Eilydh Sáb 1 Ago - 16:22

La media sonrisa que se posó en la cara de Eilydh al escuchar las excusas de Anastasia casi se borró con la misma molestia de su cara cuando escuchó la voz de aquel tal Tale cuestionar su inteligencia. Para cuando pensó algo que sonase poco irritado que decirle el hombre ya había avanzado de manera apresurada cerca de la bruja y Eilydh no tuvo más remedio que apresurarse a su vez, si quería al menos escuchar los planes de ambos.

No iba a negar que intentó seguir el entresijo de palabras que la bruja comenzó a describir:

Primera planta. cajón derecho... segunda planta... sin cabeza... tercer cajón de...- pensó mentalmente a medida que seguía a Tale y dejaba a la bruja tras ellos.  Sin embargo, la adrenalina del momento mezclado con el hecho de que aún no confiaba del todo en aquellos desconocidos hizo que se olvidase de la mitad de la información.

Se giró parándose en seco para preguntarle por detalles directos a Anastasia, al fin y al cabo, no quería darle la razón y hacerlo mal. Pero cuando se giró, Eilydh se topó con la imagen sumisa de alguien a quien no había conocido hasta ahora, y un hombre con una capa oscura que parecía estar más confundido que obnubilada la mujer. Eilydh no tuvo mucho tiempo de observar el embelesamiento en la mirada de aquella mujer. Hacía poco que había entendido que la vulnerabilidad podía tomarse como fortaleza si se compartía con la persona adecuada y se mordió el labio ahogando la pregunta que tenía para Anastasia mientras..

Mientras sentía como alguien tiraba de su brazo con decisión. Lo suficientemente fuerte como para hacer que se moviese junto a él. Eilydh le dirigió una mirada incrédula y comenzó a formar palabras que implicaban alguna que otra blasfemia. Pero Tale estaba lo suficiente enfocado en caminar hacia su destino como para darse cuenta que el hombre casi pesaba el doble que ella y Eilydh casi iba en volandas guiada por su tirón.

Enarcó una ceja escuchándolo hablar. ¿Estaba dándole ordenes? ¿...Acababa de instarle a no separarse? ¿Quién diablos se creía que...? Frunció el ceño cuando su compañero le criticaba que no hacía nada a derechas. Eilydh notaba como la furia iba subiendo a medida que aquel hombre implicaba una serie de ordenes que incluía: Ocultar sus orejas,Ser natural, no mirar a los ojos y a... POR SUPUESTO.

... Le tendió un delantal.

¿Podía hacer algo más  ofensivo?

La elfa se escondió las orejas como pudo en el pelo mientras Eltrant maniobraba el carromato. Se apresuró a  ocultar su espada con el delantal que le había dado. Lo miró por un momento, agazapado y moviendose poco a poco a través de los dos hombres que charlaban de manera pacífica. Algo en ella le decía que iba a arrepentirse de lo que iba a hacer, pero... aquel hombre le había recordado a la clase de órdenes que su padre solía darle. Aludiendo a una Eilydh que creía olvidada.

Pero, bueno, un hombre de aquel tamaño con una chica joven en el medio de un jardín... Tan solo iba a actuar... como él le había pedido: Natural.

-¡AYUDA! ¡AYUUUUUUDAAA!- Gritó la elfa, esforzándose a romper la bajo camisa que llevaba escondida entre su capa que ocultaba su armadura y su delantal y que mostraba de manera inteligente. La rompió lo suficiente como para enseñar algo más abajo de sus clavículas y aprovechó el esfuerzo de sus propias uñas para arañar ahí donde rasgaba la tela -¡Por favor... señores... ayúdenme!

Sus gritos llamaron la atención de la pareja que se volvió hacia una triste y  envuelta en el drama y actuación Eilydh.

-Por favor... señores- La elfa se agarró a la mujer y la miró de manera cómplice..- Este hombre... yo tan solo...- se sonó la nariz de manera falsa y hundió su cabeza en  el hombro de la mujer- Oh Dios mío... Llevo semanas advirtiéndolo... y finalmente...- Eilydh fingió que sus ataque de ansiedad no la dejaba hablar.

-Pero... pero que te pasa chica que... ¿a qué tanto estruendo?- dijo el hombre mirándolo a ella primero y después al hombre sin entender.

La mujer que lo acompañaba clavó sus ojos en los de Eilydh y comenzó a entender la tristeza que la embriagaba.  Se posó frente a la elfa y le dirigió un gesto cómplice.

-¿Qué le has hecho, viejo?- dijo la mujer, mirando el estado de Eilydh y la cara confundida del hombre-

Eilydh dudó por un segundo si dejar al azar jugar aquella parte y hacer pensar a la pareja que Tale la había atacado... o algo peor. No se negó a si misma que aquella había sido su primera intención, de aquella manera ambos se entretendrían los suficiente con el hombre como para dejarla marchar libre a ella... pero... por otro lado. Ella no sabía nada de la acompañante de Tale. Y la rabia que inundó el vaso del que el delantal fue la última gota, estaba empezando a ahogarse, así que se apiadó de aquel anciano y dijo:

-Oh no... - sollozó sin lágrimas.- ¿Cómo creen? Este pobre hombre... este pobre jardinero... lleva enseñándome semanas el oficio. Pero llevamos tres días exactos avistando a... - tragó saliva fingiendo que se ahogaba- ¡SERES!- dijo nerviosa- Seres temibles. Horribles... seres que bueno... QUERÍAN MI SANGRE... ¡mi sangre! Se ocultaban en la sombra y no ha sido hasta hoy que se atrevieron a atacar aprovechándo la niebla del día... Le dije a padre Olivo que hoy sería la última vez que nos atemorizaban- continuó como si su voz se hubiese armado de valor- Agarré un rastrillo y...y... ¡Eran demasiados! Y en estas tierras... queríamos advertir al señor apuesto que recibe en la entrada.. pero no lo encontraron y,... cuando os vimos casi me alcanzan el cuello. ¡Mi cuello!- Eilydh ocultó su cara sollozando sin llorar y dedicándole ojitos vulnerables como los que solía usar para convencer a los negociantes de su padre al hombre-Yo quería reportarlos... quería avisaros de su existencia pero... Padre Olivo me advirtió que sin maestra cazadora... bueno... poco podíais hacer..-

-¿Como así?- dijo el hombre casi con los ojos desorbidados.- Criaturas... perversas.. ¿En estas tierras?- Observó a la mujer como isntándola a moverse rápido.- Esperabamos un ataque inminente.. teniendo en cuenta la pseudo paz desde sandorai pero... ¿En nuestras tierras? Estos son sin duda vampiros osados.Debemos avisar a Cassandra. Al menos necesitamos refuerzos que...

La mujer se deshizo del agarre de Eilydh y se apresuró a agarrar el brazo de su compañero.

-Tu... ¿no decías que necesitabas Aeros?- dijo con una sonrisa maliciosa en sus labios.
-Si pero...- contestó el hombre.

-¿Dices que se escondían en la maleza?- añadió la mujer.

-Entre los arboles altos que delimitan la linde de las tierras mi señora. Hay tres arboles como esos de rosas bajas y alguno que otro de azucenas, señorita... allá es donde los vimos la primera vez- añadió agarrándose ahora a Eltrant, fingiendo que necesitaba apoyo para andar y que estaba asustada-

-Pero... Aliss...- dijo el hombre.

-Imagina la sonrisa de Cassandra... cuando sepa que tan solo nosotros hemos matado a estas criaturas sin ayuda de los demás. Casi puedo notar el peso de mi bolsa de Aeros en la cintura. Claudin.- dijo la chica, haciendo a un lado algunos arbustos bajos que delimitaban las lindes del pasaje principal alrededor de la fuente y la maleza densa del bosque que rodeaba la casa. Se perdió entre los arbustos.

El hombre miró a Eilydh y a Tale sin saber muy bien que hacer. Abrió su boca un instante como para preguntar algo y finalmente, consternado, siguió a la mujer.

-Alisss.- dijo, y su voz se perdió entre la frondosidad, dejándo el camino libre a Eilydh y a Tale.

La elfa se desabrochó el delantal y se lo tiró a la cara a Eltrant.


-Se natural- le dijo, avanzando rápido a través del camino que ahora estaba libre sin perder tiempo y a sabiendas que el hombre lo seguía- No les mires a los ojos... Y por lo que más quieras... nunca, jamás asumas que voy a someterme a tus órdenes- dijo, y le agarró del codo, tirándo de él sin hacer que corriese en volandas por obvias razones, pero instándolo a buscar una manera por la que colarse a través de las ventanas a la planta baja que era su destino.

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Mensaje  Anastasia Boisson Mar 11 Ago - 5:43

Me quedé mirando al brujo a los ojos. Él contemplaba los míos. Durante unos segundos, observó  a la chica del retrato. Sí, era yo. Pero muy cambiada. Con las manos a la espalda y apartándole la mirada al suelo. No quería mirarlo. Por momentos pensé abrir la bolsita y verter los polvos del recuerdo en su rostro, pero resistí a la tentación. Lo haría cuando todo volviera a ser normal. No quería enrolar a Jules en una misión que era mía y sólo mía. De esta manera, él no sufriría, y para cuando se diera cuenta, todo volvería a ser como antes.

Fui yo la que rompió el silencio incómodo. Tras guardar la bolsita de nuevo en su bolsillo.

-Vengo a ver a Cassandra. Me lo pidió en el puerto. – musité con la cabeza hacia abajo.
-¡Claro! Ven conmigo, te acompañaré a su despacho. – Dijo con su clásica sonrisa, internándose hacia el jardín y acercándose a las escaleras que llevaban a la puerta del palacio.

Fui tras él, y giré la cabeza a mi derecha. En ese momento, vi corretear al bueno de Tale y a Eilydh campo a través por los jardines, rumbo a la mansión. “¡Por ahí no, estúpidos!”, pensé. Viendo la hora que era seguramente se encontrarían a alguien. Y si Cassandra estaba en su despacho, tendría muy difícil acceder.

Me detuve en seco y tiré del brazo de Jules.

-Ha-Hace un día estupendo. ¿No crees? Je… – pregunté con una sonrisita, cruzándome de brazos y haciéndome la interesante. - ¿Y si le dices que baje aquí? Así me da un poco el sol, que como ves, me hace falta.
Tenéis un humor muy peculiar, milady. – Rió, mirándome a los ojos con nuestra habitual complicidad. Como si nada hubiera cambiado entre nosotros. – ¿Sabes? Eso me parece una idea estupenda. – dijo con cierto enigma. Conocía a Jules, no sabía por qué, pero estaba interesado en que Cass también bajara aquí. – Sí. Iré a buscar a Cass. Esperad aquí.

El brujo se adentró en el palacio. Momento que yo aproveché para otear los alrededores y ver que no había nadie. Me aproximé a los setos, donde Eilydh parecía abroncar a Eltrant con un discurso reivindicativo femenino, y le tiraba un delantal a la cara. Si no estuviera en una situación de tensión, hasta me habría parecido gracioso.

-¡Parecéis dos críos pequeños! – exclamé en un susurro. Había llegado para poner paz. - ¡Eilly, deja de protestar y refunfuñar todo el rato! ¡Eltrant sólo quiere ayudar! – le dije con el ceño fruncido. Pero también tenía para Eltrant. – Pero anda, tú también deja de sembrar amor repartiendo mandiles entre las mujeres. – repliqué también en mi particular alegato feminista. – Cassandra va a bajar, así que subid al piso de arriba, que tenéis vía libre. Ya iréis luego a la planta baja. – Atraje con la telequinesis un carro lleno de floreros para repartir por el jardín, que les ayudaría a subir, acercándoselo a la cara avinagrada de Eilydh. – No pienses que te estoy llamando elfa florero. – advertí, por si las moscas. Escuché sus réplicas, pero pronto volví corriendo a donde me había separado del brujo para que no sospechara al llegar.

- - - - -

Jules tardaba bastante en bajar. Tras cinco minutos, picó a la puerta del despacho de la maestra cazadora, mi antiguo despacho. Por el camino, se había encontrado a Rachel. Algo habían hablado, así que le envió una mirada de cómplice a su hermana, que éste la devolvió, escondiéndose cerca, en el salón principal.

Jules entró solo al despacho. Allí estaba Cass, leyendo el periódico sentada en su mesa, como si fuera la reina del lugar. Lo era, sin duda. Pero no le duraría mucho la alegría.

-¿Trabajando duro, eh? – preguntó el irónico brujo, sujetando el pomo de la puerta.
-Hola, Jules. ¿Qué quieres? – preguntó sin mirarlo, pasando una página, ya sabes, con su particular gracia.
-Te está esperando una bruja un tanto… Peculiar. Está abajo. Dice que os encontrasteis en el puerto y que querías verla. – comunicó.

Cass cerró el periódico, pero no lo miró. – ¿Ya ha llegado? Perfecto. Allá voy. – se levantó de la mesa y se dispuso a bajar. Dijo lo mínimo que tenía que decir por compromiso.

Lo cierto es que la bruja nunca guardó una estrecha relación con los Roche, sobre todo por la afinidad de estos hacia mí. Conmigo en el gremio, sí que hablaban más. Ambos tenían alguien que les importaba. Pero sin mi presencia, es más, sin siquiera saber que existía, no había nexo de unión alguno. Nada que los forzara a llevarse bien y trabajar juntos. Jules detestaba la gente prepotente, como Cassandra, y ella sin duda detestaba a la gente humilde y sarcástica, como Jules. Seguramente ambos se estarían preguntando por qué narices estaban colaborando.

La sala de la maestra cazadora pronto quedaría vacía. ¿Del todo? No. La biocibernética Rachel irrumpió en la sala.

-¡Vale! ¡Esta es tu oportunidad, Rachel! Tú también quieres conocer a la chica del retrato, pero tienes que encontrar esos documentos. Sé que la maestra Harrowmont sabe algo de ti. – clamó Rach con alegría, comenzando a abrir todos los cajones, armarios, libros. No era poco el papel que había allí impreso. ¡Podría tardar horas en revolverlo todo! - ¡No hay tiempo! NIA, haz un escaneo rápido. Dime donde están los documentos del expediente de la chica del cuadro. ¡Rápido!

La presencia de Rach, un imprevisto, sin duda, para Eltrant y Eilydh.
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Mensaje  Eltrant Tale Mar 11 Ago - 12:18

Todo lo que decían los cazadores se fue distorsionando lentamente, también lo hizo el sonido de la fuente, el de la brisa que tenía a su alrededor, el de los pájaros que revoloteaban por el jardín.

Todo se convirtió en ruido blanco, en una especie de pitido agudo que se le antojaba incluso molesto.

Todo, excepto la voz de Eilydh Skye.

Eltrant la miró fijamente sin decir nada, sin hacer nada. Dejó que la situación se resolviese por si sola según observaba los movimientos de la elfa hasta que, finalmente, sintió el delantal de su compañera impactarle en la cara antes de caer a sus pies.

¿Es que no había comprendido que habían ido a hacer allí?

¿Es que no se había dignado siquiera a escuchar a Huracán?

Se giró levemente, sin apartar su ojo sano de la elfa, según esta pasaba por su lado haciendo gala de aquella vanidad que tanto la caracterizaba.  Casi parecía disfrutarlo, regocijarse en cada una de las palabras que le había dedicado al herrero y a los cazadores.

Aquello era un chiste para ella.

- ¿Te crees graciosa? ¿Esto es un pasatiempo para ti? ¿Una tontería con la que matar tiempo hasta que encuentres a la siguiente persona que menospreciar? – dijo liberándose del agarre de la mujer al mismo tiempo que se arrancaba el delantal que él también vestía y lo tiraba al suelo.

Se esforzó por hablar de forma calmada, por no alzar la voz; pero igualmente fue incapaz de disimular un ápice la rabia que había escondida debajo de aquellas palabras, una sensación que usualmente solo se apoderaba de él cuando blandía a Olvido.

- ¿Para qué se supone que has venido? ¿Te interesa lo más mínimo a quien tenemos que buscar? – Con el ceño fruncido la miró fijamente a los ojos, quedándose en silencio un instante. – Por supuesto que no. – dijo entrecerrando los ojos. - Estás aquí porque ganas algo. – Le dijo a continuación, adelantándose a lo que pudiese decir la elfa. – Al final del día Eilydh Skye solo se preocupa por una única persona: Eilydh Skye. – Arrastró en su boca cada una de las silabas del nombre de la elfa, viendo en la mujer al mismo tipo de persona que le había dejado encerrado en una dimensión paralela para hacer su propia existencia más sencilla.

Dicho esto, Eltrant tomó la daga Tornaluna que pendía de su cintura y se la entregó de vuelta a su legitima dueña prácticamente de un empujón. Aun si ahora sentía un cariño especial por la daga, conociéndola, Eilydh le tacharía de ladrón o algo por el estilo ya que un “sucio humano” no podría llevar armas de tal factura si no había mentido para hacerse con ella.

Por mucho que le doliese, era mejor quitarse los problemas de encima cuanto antes y siempre podría forjar una réplica a la daga más o menos similar, sabía que ya tenía la capacidad para hacerlo.

- De nada. – Afirmó en el mismo tono de voz. – Enhorabuena, ya tienes todo lo que puedes sacar de mí, puedes marcharte si quieres. Así seguro que no recibes ordenes de nadie. – dijo segundos antes de que llegase Huracán al lugar con sus propias opiniones de lo que había vislumbrado.

Suspiró al mismo tiempo que se masajeaba la sien; Le dolía la cabeza, lo suficiente como para no poder ignorarlo por completo. Por supuesto, sabía que el dolor estaba lejos de parar, pues le esperaba algún tipo de represalia verbal por parte de la elfa, pero se limitaría a obviarla como buenamente pudiese.

Si esta no quería escuchar su voz dándole ordenes no diría nada más.

Cómo sea. – Fue lo único que tuvo que decir a la intervención de Huracán cruzándose de brazos.

Aparentemente para aquellas dos personas la mayor afrenta posible era parecer de clase baja, incluso parecían haberse olvidado completamente de que él había sido el primero en ponerse aquella prenda tan similar a la que él mismo llevaba en la herrería.

Los dioses las librasen de hablar con algún pobre a solas.

Tras oír todo lo que la bruja tenía que decir, Eltrant asintió conformé y sujetó el carrito que les había traído, momento en el que comenzó a empujarlo en dirección a la mansión. No sabía si Eilydh le seguía o no, pero estaba demasiado agotado con todo aquello como para prestar atención a los sonidos que tenía a su alrededor.

Solo quería acabar rápido y salir de allí.

Para cuando llegó al segundo piso se encontró con que Huracán ya debía de haberse reunido con Cassandra, pues esta no estaba en su despacho. Aunque sí que estaba otra persona.

- ¿Ra… Rachel? – La cibernética estaba revisando todos los cajones del lugar de un modo no muy diferente al que él había esperado hacer antes de adentrarse en la habitación. - ¿Qué estás…? – Se detuvo cuando recordó que la hermana de Jules ya no le recordaba y probablemente estaba viendo a un viejo extraño parado en la puerta.

Sintió como se le hacía un nudo un tanto extraño en la garganta. ¿Cuánto tiempo hacía que no la veía? Meses, probablemente bastante más.  

… pero no importaba, para Rachel no había existido, no era ni un filamento en su memoria.

Se aclaró la garganta, haciendo desaparecer aquella sensación de impotencia que se había apoderado momentáneamente de él, y se alisó pobremente la indumentaria en un intento por disimular la espada que pendía de su cintura.

Lo siento, soy… parte del… servicio. – dijo con un tono de voz diametralmente opuesto al que había usado con Eilydh en el jardín, esbozando una sonrisa genuina.

Algo le decía, no obstante, que el selector de amenazas de NIA tendría algo muy distinto que decirle a la joven sobre quien era. ¿Se llamaba así? ¿Selector de amenazas? Había pasado tanto tiempo que apenas se acordaba.

- ¿Estás buscando algo? – Se acercó un par de pasos a Rachel - Sabes que a Harrowmont no le va a gustar, ¿No? – Miró rápidamente a su alrededor, casi temiendo que la cazadora apareciese dando una voltereta por la ventana o algo.

¿Cuánto tiempo tenían? No demasiado, Huracán no se caracterizaba por ser habladora.

- Vamos, rápido. – Le dijo. – Dime que es, te ayudo. – dijo comenzando a abrir cajones de forma aleatoria.




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Mensaje  Eilydh Dom 27 Sep - 19:02

La rabia que la había inundado desapreció en el momento justo en el que se dió de bruces con los ojos de aquel desconocido.  La elfa había estado preparada para la furia de alguien molesto. Ella era furia contenida, sabía lidiar entre las llamas del fuego que provocaba la ira.  En los escasos pasos que llegó a dar casi llevando a rastras a aquel desconocido, la elfa llegó a repasar una a una las posibilidades de su reacción.

No contaba con la necesidad de batirse en una pelea, pocas veces sus provocaciones tenían aquello como objetivo. No... Eilydh esperaba algo más. Era como si la reacción de aquel desconocido fuese a desvelarle algo sobre él. Sobre quién era y que podía esperar de él. Aquel sin duda era su objetivo.

Gracias a Ímbar no tuvo que esperar demasiado a la reacción del tal Eltrant.

El hombre se deshizo en una retaíla de frases que... para su sorpresa eran lejanas a una reacción poco personal... y demasiado cercanas. Demasiado específica. Eilydh se acercó a Eltrant con un gesto que mostraba una mezcla de sorpresa y enfado. ¿Quién era aquel desconocido? Sus sospechas se revelaron en el momento exacto en el que Eltrant pronunció su nombre. Completo.

Un sudor frío recorrió su nuca y por primera vez desde que se topó con aquellos desconocidos sintió miedo. ¿Acaso había cambiado tanto desde que dejó su tribu como para olvidarse que aún ponían precio a su cabeza? Titubeó, haciendo de todo el coraje e ira que había sentido, desconfianza  e incertidumbre. Haciéndose pequeña  y dándose cuenta por primera vez desde hacía varios ciclos que aquello era un juego de expertos, y ella era tan solo una principiante.

Agarró sin saber que decir la daga que le entregó Eltrant y sus manos temblaron.

¿Como había obtenido aquel desconocido aquella daga? Ella se la dio a ...- Intentó recordar y una sensación cálida se apoderó de ella el tiempo suficiente como para darse cuenta que... no sabía como había perdido aquella daga. Ni siquiera tenía constancia de que lo hubiese hecho.

Tragó saliva, apaciguada como estaba y dio gracias de manera silenciosa por la interrupción de Anastasia. Apenas prestó atención a las indicaciones de aquella mujer que parecía necesitar que se moviesen rápido.

Se mordió el labio inferior, indecisa, mientras miraba como Anastasia andaba de vuelta hasta donde había venido y Eltrant avanzaba en dirección opuesta siguiendo las indicaciones de Anastasia.

Sería tan fácil desaparecer.

Eilydh veía el final de los terrenos de aquella mansión el camino mismo por el que había correteado embriagada en la necesidad de aventura minutos antes. Tan solo una leve carrera y desaparecería de la vista de Anastasia, con los suficientes problemas como para percatarse de su huída. Pero sobre todo de aquel desconocido... que sin duda sabía demasiado de ella como para hacer que aquella opción fuese tentadoras.

Dio un golpecito con el pie derecho en el suelo y se guardó la daga que Eltrant acababa de darle dándose cuenta de otra acepción en particular de algo que acababa de pensar: Aquel hombre sabía demasiado de ella.  

Lo siguió, repasando mentalmente el objetivo final de aquella decisión que acababa de tomar. No sería fácil, pero  la ira de aquel hombre, la respuesta misma a la pregunta que ella había iniciado con su provocación había desvelado ciertamente que no le quedaba otra opción más que aquella, y que si quería hacerlo... bueno. Por ahora debería ayudarlo.

Por ahora.  

A Eilydh le sorprendió la gracilidad de los pasos ligeros de aquel hombre anciano, como si lo que hubiese visto hasta ahora de él no le hubiese sido lo suficientemente sospechoso como para adivinar que no era un anciano normal.  Cuando entró a la sala se dio de bruces con la visión de Eltrant  ayudando a buscar ciertos documentos a una desconocida.

Se aprovechó de su  factor sorpresa asomándose a la sala levemente pero quedándose en el marco de la puerta intentando pensar algo que hiciese que aquella desconocida les dejase via libre. No estaba segura de quién era, pero si estaba en el despacho de la tal maestra cazadora, seguramente no dudaría en alarmar a Casandra al descubrir a dos desconocidos rebuscando entre las pertenencias de sus compañeros.

Eilydh suspiró. Jamás pensó que sus dotes de actriz perfeccionadas por el tiempo en ciudad lagarto bajo el amparo de Matthew owens fuesen a serle tan útiles en  una situacion tan rocambolesca como aquella.  Resopló y se acomodó el vestido  además de una pequeña cofia que encontró en uno de los bolsillos del delantal que había tirado hacía poco a Eltrant y que había agarrado en el momento en el que decidió seguirlo. Agitó el pequeño collar que llevaba colgado en su cuello y avanzó.

-¡Los guardias..... LOS GUARDIAS!- Entró gritando finalmente Eilydh en la sala, exagerando una carrera desorbitada y la prontitud de una emergencia!- Dios mío... ¿Qué más nos puede pasar hoy?- se agarró al pomo de la puerta esperando la reacción de aquella... ¿Bio? Tragó saliva. Continuó [1]-Por favor... necesito ayu... me han herido... estoy... voy a...- Eilydh se llevó la mano al estómago del que en su ilusión brotaba la sangre a borbotones llenándole las manos del color rojizo- Nos atacan... Casandra  te necesita...  me ha mandado a...la desconocida era... era una tramp.... Ayuda- Eilydh intentó levantarse produciendo que más sangre se vertiese a su alrededor mientras intentaba no desfallecer en la esquina de aquella habitación.-

Esperaba que aquello apresurase a aquella desconocida fuera de la sala y diese a Eltrant la libertad necesaria  para buscar aquello que requería durante  los preciosos minutos  que durase el engaño... y tuviesen que huir de aquella sala antes de que los descubriesen.  No estaba muy entusiasmada con el pronóstico de aquella huída.

Pero esperaba que aquella preocupación fuese algo del futuro... Se llevó la mano a la ilusión de la herida falsa y a esta se unió  sangre brotando de su boca. Exageró un suspiro. Podría llamarse Owens de apellido.


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[1]Collar de clavos[1 carga].
El collar está confeccionado con los clavos usados para retener a los sacrificios. Al agitar el colgante, se crea una ilusión sobre el dueño en la cual parece estar herido y enfermo. Solamente afecta a personajes de nivel 4 e inferiores y criaturas de dificultad Media o inferior
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Mensaje  Anastasia Boisson Lun 28 Sep - 14:06

Jules y Cassandra aparecieron a las puertas del palacio. Y comenzó entonces el interrogatorio de la bruja a mi persona, preguntándome varias cuestiones acerca de mi verdadera identidad y hechos del gremio que, por supuesto, me sabía. Aquello molestó a Cassandra. Y el brujo lo mostró con gran interés. Por mucho que fuera a pillar, lo sabía todo.

-Traes una buena "chapada". Vale, basta ya de preguntas. Quizás te parezcas a ella, y quizás alguien te haya contado todo lo que sabes de mi gremio. Eso es obvio – comentó Cassandra, desconfiada. Empezaba a aburrirme con el mismo discursito del chivatazo.
-Oh, ¡claro que me lo han contado! Como también Bjorn Holdir, Jason Axhol, Raymond Lorde y Lucius Stoffel y paro ya... Todos ellos, también me han contado que han pasado por tu cama el último año. Seguro que no ha tenido nada que ver que tu cabecero esté muro a muro pegado con el mío- Enumeré gesticulando con los dedos. Jules rió. Y ella casi implosiona.

-¡VETE A LA MIERDA TÍA! Así de claro te lo digo. - No le gustaba nada que nadie reclamara su puesto y me veía como una amenaza. – Eres una impostora. Y ya que estás tan pocha, por lo menos maquíllate un poco antes de presentarte así, hija.

No sabía si tirarme a arrancarle los pelos. No había duda, Cass volvía a ser Cass. Bueno, nunca dejó de serlo. Una mujer repelente. Con sus riñas e insultos absurdos.

-¡Venga ya, Cass! ¡Es todo demasiada casualidad. ¿No podríamos darle una oportunidad? – observó Jules, enviándome una mirada invasiva. – Estoy seguro de que tienes informes de ella en tu despacho y de que sabes más que yo acera de la supuesta Anastasia. De hecho, si no fuera así no perderías un segundo de tu tiempo en esto. - Cassandra entrecerró los ojos. Jules empezó a partirse. - Insisto, que es ella. - Estaba en lo cierto pues la conocía tan bien como yo. Cass sólo trataba de desacreditar a la gente, como hacía siempre.

-Di lo que quieras, Jules pero esta mujer no es Anastasia Boisson. - zanjó en una renuncia definitiva que se antojaba definitiva, con el ceño fruncido.

Fue entonces cuando algo cambió. Un grito vino del despacho de la maestra cazadora.

-¡AYUDA, NOS ATACAN! ¡MUJER HERIDA, LLAMAD A UN MÉDICO!

- - - - -

-¡Ay! – La biocibernética se asustó en cuanto advirtió a Eltrant. Se llevó las manos al pecho en señal de protección y quedó parcialmente petrificada. - ¿Q-Quién eres? – y focalizó sus ojos con circulitos sobre Eltrant. Tratando de que NIA, su inteligencia artificial integrada, le proporcionara algún dato que no supiera. Algo de lo que fue incapaz. - ¿Y p-por qué me conoce, señor? – preguntó la tímida Rachel con una mirada de corderita asustada.

Rachel no se opuso a que aquel desconocido comenzara a hacer lo mismo que ella: Revolver cajones. Pero tenía claro que no era parte del personal. Rachel era analítica, maniática y trastornada compulsiva. Tenía una maldita ficha de cada empleado de aquel lugar. Todo lo que hacían quedaba registrado para la eternidad por NIA

-Usted no forma parte del servicio, señor. – recriminó la biocibernética. Pero tenía una misión que cumplir. Así que mientras se quedaba mirando perpleja, pronto continuó revolviendo. - Pero no pasa nada. Los dos hacemos ilegalidades. Yo busco información sobre la chica del retrato. – respondió a Eltrant con naturalidad con su voz de joven. Luego se debió dar cuenta de que no sabrían ni a quién se estaba refiriendo. – Bueno, ya lo sabrás, la dueña originaria de la casa. La maestra cazadora tiene que tener algo por aquí que hable de ella. Mi hermano cree que tiene unos ojitos muy bonitos. – Le pegó un codazo y se acercó al oído y le susurró. – Creo que le gusta… Pero tsss, ¡Es un secreto! ¿Eh?

Pero entonces, irrumpió por la ventana una mujer. Gritando herida, por el segundo piso. ¡Diablos! Para un día que Rachel se había propuesto revolver ocurría todo aquello. -¡Dios de los humanos! - Rach abandonó sus tareas y corrió a socorrer a Eilydh, a la cual tomó con los brazos con cuidado, sobre el suelo, dejándola hablar. - ¿Un… un ataque? ¿De vampiros? – Era la única posibilidad, pues el gremio no tenía otros enemigos naturales. Pero ahí venía la segunda incoherencia del plan. Algo de lo que incluso un ser estúpido e inocente como Rachel podía discurrir. - ¡¿En pleno día?! – Fuera como fuera, alguien había herido a la elfa, que le había insistido en avisar a Cassandra. – De ningún modo, la Maestra Harrowmont sabe defenderse y jamás va sola, ella no me perdonaría dejarte morir aquí.

Rachel podía cargar con Eilydh y con tres más como ella si hacía falta. Ahora mismo escupía sangre por la boca. Lo que no hizo sino poner aún más nerviosa a la inocente bio. - ¡Ay, no porfi, no te me mueras aquí! - Rachel aupó a Eilydh a su hombro con rudeza y una facilidad pasmosa, como si fuera un saco de patatas de su hombro. Tiró todos los papeles del escritorio de Cass y la estampó directamente contra el escritorio.

Si Eilydh estuviera a punto de morir de verdad, desde luego, ya lo habría hecho por la “delicadeza” de Rachel.

-¡AYUDA, NOS ATACAN! ¡MUJER HERIDA, LLAMAD A UN MÉDICO! – Bramó. Y miró a Eltrant, con cara de urgencia. – Ayúdame, aprieta la herida en el abdomen. Se va a ahogar con su propia sangre. – se dirigió a Eilydh y tomó un pequeño abrecartas que tenía Cass allí. Lo agarró como si fuera un puñal más que una herramienta de cirugía. - Te aplicaré una traqueostomía de urgencia. Duele un poquito, ¿vale? Pero yo sé que muy bien que tú eres fuerte. - Trató de inmovilizarla. - Necesito que estés tranquila, así que te voy a anestesiar un poquito. – Y la agarró por el brazo y empezó a propinarle pequeñas descargas en el cuerpo y atontarla para que no opusiera resistencia*. – Sonríe como hago yo y cuando te des cuenta ya habrá pasado todo. - Trató de calmarla con una sonrisa y manteniendo los ojos abiertos como platos.

Tranquila Eilly, todo saldrá bien:

¡Y tanto que habría pasado todo! Probablemente aquella sonrisa fuera lo último que viera si dejaban a la biocibernética actuar de improvisada cirujana.

- - - - - -

AYUDA, NOS ATACAN! ¡MUJER HERIDA, LLAMAD A UN MÉDICO! – Se escuchó del interior del palacio.

Era la voz de Rachel.

-¿Un ataque? ¿Aquí? ¿Y a estas horas? – preguntó desconcertado su hermano. Mirando a Cass.

-Es cuanto menos extraño. – Comentó mosqueada. - Ordena a los cazadores que vigilen el jardín y todas las salidas. Que abatan a todo aquel que intente huir. – Jules asintió y comenzó a llamar a todos los chicos disponibles por el jardín. – Huracán, ven conmigo. – Me pidió deslomando su arco y adentrándose en el interior.

Me quedé un poco desconcertada unos instantes. Yo ya sabía por dónde habían ido los tiros. - La madre que te parió, Tale… - me dije a mí misma instantes antes de correr tras Cassandra. Ya dando por hecho que había sido Eltrant el “iluminado” responsable de aquella idea. Finalmente entramos con las armas desenfundadas, yo haciendo el paripé, en la habitación.

-¡¿Qué ha pasado aquí?! – preguntó la maestra cazadora a quien quedara presente.


*Rach se traga la actuación de Eilydh y no sospecha nada. Utilizo también la habilidad de Rach, puños eléctricos, que dan pequeñas descarguitas a su objetivo.
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