Hasta que la muerte los separe [Libre][3/3]
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Hasta que la muerte los separe [Libre][3/3]
Las calles de Lunargenta cuentan muchas historias cuando te dedicas a navegar por sus laberintos. A veces puedes encontrar relatos de pobreza y necesidad, otras veces de derroche alcohólico y violencia, en ecos silenciosos del día que solo podían ser escuchados de noche, si prestabas la suficiente atención. Y quizás por la misma razón las historias más recordadas son las más alejadas e irregulares de su cotideanidad.
Todas las historias comienzan con un toque de realidad. Para algunos comienza las calles heladas del distrito comercial cuando se hace de noche mientras que otras comienzan en el refugio de cachorros (como toda buena historia debería). Esta comienza en la helada calle de uno de los distritos comerciales, a afueras del refugio de cachorros. Una pareja común y corriente camina tranquilamente, disfrutando de las pocas noches en que la luna puede asomarse en el cielo por culpa de las nubes. Es una pareja de enamorados jóvenes, no superando los 20 años cada uno, lejos de las preocupaciones del futuro.
Una historia común y corriente, con un montón de direcciones distintas que podría tomar: un asalto por parte de un desquiciado con resultado de muerte para alguno de los dos, un psicópata que podría estar esperando desde la oscuridad, un descubrimiento macabro y tétrico… esta historia tenía todo para la tragedia.
Pero algo distinto ocurrió… y quizás, mucho peor que las alternativas anteriores.
Como era usual en sus caminatas nocturnas, el tramo final de su recorrido los llevaba a un callejón usualmente oscuro pero que los dejaba a los pies del hogar de la mujer. Habían pasado por ahí cientos de veces, quizás miles. Por aquella sensación de seguridad es que no notaron que aquel callejón era más oscuro de lo normal, más largo, como nunca hubiera habido un fin para salir de ahí.
Eso pasa con los enamorados, no se dan cuenta su alrededor hasta cuando es demasiado tarde.
- Espera… ¿este callejón siempre fue tan largo y tan oscuro? - indicó el chico, repitiendo lo que dije.
- Es muy raro…
Ambos apuraron el paso, pasando por las paredes de ladrillos de la ciudad, unos tras otros, sin nunca acabar. Los pasos apurados se convirtieron en un trote para luego convertirse en una corrida que no llevaba a ningún destino. Lentamente el sudor de ambos enamorados ya no era de la agitación física, sino del miedo de aquel acontecimiento.
- Necesitamos escapar de…
No alcanzó a terminar su frase cuando notó que su mano, la que había cargado a su amada hace unos momentos y que soltó para limpiarse el sudor, ya no se encontraba a su lado. Su cuerpo se detuvo y buscó con su mirada a su alrededor, solo encontrando soledad y silencio. Solo había sido un segundo que sus pieles se separaron y solo eso bastó para no volver a encontrarla.
La oscuridad, sin embargo, se fue tan rápido y bruscamente como llegó gracias a una luz que encegueció el lugar y al joven enamorado, el cual tuvo que cerrar sus ojos para evitar quedarse ciego. Lentamente sus ojos se acomodaron ante tanta luz y su sorpresa le dejó completamente mudo: ya no se encontraba en el callejón sino en un edificio blanquecino, con distintas ornamentas lujosas y sillas largas para dar lugar a muchas personas, como si estuviera en una iglesia. Y no solo eso, frente a él su amada lo miraba con la misma mirada perdida de él, sobre todo por sus ropas.
- ¿Que estás…?
Y esa misma pregunta se hacía él sobre ella: ambos vestian atuendos de muy suave tela y muy elegantes, ella de colores pastel con bordes tallados a mano, él de azul y naranjo que denotaban gran porte. Y se dieron cuenta, aquellos eran trajes que los novios usaban el día de su matrimonio.
- … y por las leyes que me viste la autoridad de Lunargenta y por la autoridad de Dios, me complace en declararlos…
Una voz ajena, rasposa y anciana fue la que rompió el silencio que ambos amantes mantuvieron por su confusión. Al costado de los dos, un hombre de cabellos blancos, alto, con una mirada orgullosa y fija en ambos y una sonrisa en sus labios, cerró el libro que tenía en sus manos, completando aquella ceremonia.
- … marido y mujer.
Hay semanas en donde hay muchos casos, nos sustentamos económicamente y eso le permitía a Agatha comprarse nuevos atuendos, lo que la hacía bastante feliz. Y también hay semanas, como esta, en donde no había mucho que hacer y por desgracia Agatha tenía que usar algunas de sus ropas por segunda vez. Y ella se encargaba de hacermelo saber cada vez que podía.
- Hoots, estoy ocupando las mismas ropas de ayer.
- Y las ocuparás mañana también si no encontramos algún trabajo pronto.
La mañana era lenta y, además de rescatar gatos atrapados en los árboles o hacer de niñero matutino, no había mucho que hacer. Así que, para pasar las amarguras de la cesantía mientras buscabamos trabajo, con Agatha hacíamos lo único que era posible hacer en ese momento…
- Entonces digamos… si apareciera un ser mágico y te ofrece un millón de Aeros pero con la condición de que durante un año debes orinar y cagar por la nariz, ¿aceptarías ese trato?
- Hmm, ¿una vez al día?
- Ponle que si.
- .. si, lo haría, definitivamente.
- Oh, valiente de tu parte pensar que podrás aguantar el olor cada vez que cagues.
- Oh, valiente de tu parte pensar que podrás aguantar mi olor cada vez que quieras darme besitos de buenas noches.
Era un pasatiempo de ambos el preguntarnos sobre escenarios improbables con condiciones asquerosas, aunque la única condición de jugar este juego era la honestidad ya que era la mitad de la diversión. La otra mitad, por supuesto, era pensar en las preguntas y escenarios que tocaba responder al otro.
- Entonces digamos, si ese mismo ser mágico se te aparece a ti y te ofrece un millón de Aeros pero a cambio tienes que usar una máscara hecha de una cabeza de pescado enorme y que tape tu cabeza por completo y por seis meses, ¿lo harías?
Su mirada se cruzo con la mía por varios segundos, sin siquiera mostrarse pensativa ni nada. Era como si estuviera adentrándose en mi alma y mostrando compasión de lo inocente que era. Entonces, esbozó una sonrisa, una creída y divertida como siempre las hacía.
- Ay, mi amor… tan inocente que eres.
Con esas palabras, metió su mano en el pequeño bolso que llevaba consigo y, después de algunos segundos, sacó un pequeño papiro y me lo entregó. Cuando lo abrí, mi cara pasó de confusión a incredulidad para luego quedarme en blanco y finalmente querer hacer miles de preguntas al mismo tiempo.
- ¿Q-? ¿Cuan-? ¡¿CÓMO?!
- Creo que fue un año antes de conocerte – respondió para quitarme el papiro, que era en realidad un retrato pintado – fue por un… trabajo, se podría decir.
- ¿C… cuánto--?
- Tres meses de hecho, la mitad de tu apuesta.
… de verdad le hubiera preguntado más al respecto, pero mi mente estaba realmente ocupada tratando de asimilar lo que había visto, aunque pronto todo esto pasó al olvido cuando un ruido de vidrios quebrándose se escuchó al costado de la casa en donde pasábamos. Un jarrón salió volando, impactando al costado de nosotros, algunos tenedores y cuchillos que salieron volando hacia nosotros y que tuvimos que esquivar como pudimos, y finalmente una silla que salió disparada por encima mío.
[[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]]
Me giré para ver si Agatha estaba bien y me alivió saber que lo estaba, aunque por ello no pude esquivar el ramo de flores que me golpeó en la cara.
- ¡¿Acaso son esas las flores favoritas de “la otra”?!
- ¡Que vas a saber de flores tú si nunca en estos 20 años te dignaste a cuidar las que te regalaba!
Dentro del hogar habían griteríos y más objetos delicados siendo destruidos, muchos de ellos volando de un lado a otro. La situación al interior parecía bastante mala y solo porque hubo mucho movimiento es que notamos que habían guardias de la ciudad al interior intentando que la situación no pasara a mayores. La verdad es que los problemas maritales eran una fuente increíble de dinero para un detective, pero…
- … por favor, prefiero seguir jugando al caballo con un niño malcriado antes que atender problemas maritales.
- Y yo prefiero usar estas mismas ropas 5 días seguidos.
Cuando estabamos listos para escaparnos, el problema marital no se quedó en 4 paredes sino ahora se había tomado la calle, con frases como…
- ¡ERES UN GRANDISIMO HIJO DE...!
… y otras como…
- ¡QUIERO EL DIVORCIO BASTARDA Y LA QUE TE P…!
Con Agatha solo podíamos quedarnos estupefactos por el nivel de violencia, que no aumentaba gracias a que los guardias los agarraron e impidieron que se llegara a las manos. Y la situación se estaba saliendo de control, porque había mucha gente mirando el espectáculo que hacían en la calle (no es que fuera difícil tampoco). Pero entre tanto jaleo e insulto, notamos que eran una pareja muy joven, ambos no superaban los 20 años de edad.
- Cielos, otro caso más…
Una voz detrás de nosotros y la conmoción pudimos escuchar. La voz la conocía, se trataba del capitán Aldbert, un oficial de la ciudad que llevaba en servicio desde años, aunque pocas veces le tocaba lidiar con situaciones como esta.
- ¿Otro caso más? - le pregunté mientras nos girabamos.
- Saludos Hoots, dama Agatha – mi asistente hizo un gesto educado frente a sus palabras, y es que le encantaba en secreto que la trataran como “dama” – Si, cómo escuchan. Es el sexto caso en esta semana, de parejas jóvenes que pelean y actúan como si estuvieran casados por años.
Y la verdad es que actuaban como una pareja en sus 50 años de vida, peleando porque hubo infidelidad marital o algo así.
- Acaban de decir que llevan 20 años de casado, pero no parecen vampiros ni dragones.
- Oh no, son humanos, hijos de unos comerciantes o algo así – se notaba que esos detalles no le importaban – La última vez que se les vio anoche se les veía bien y normales mientras caminaban a su hogar. Hoy amanecieron de esta forma.
- Hmm… Entonces en el trascurso de ese tiempo, algo o alguien hizo que cambiaran sus formas de ser.
La verdad es que era raro, muy raro. ¿Habría sido la labor de alguien que les trajo una maldición así o sería un objeto que tenían desde hace poco? Eran comerciantes, así que era difícil descartar cualquiera de las dos.
Offtopic: La apariencia de Agatha es [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], aunque Hoots la ve [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Todas las historias comienzan con un toque de realidad. Para algunos comienza las calles heladas del distrito comercial cuando se hace de noche mientras que otras comienzan en el refugio de cachorros (como toda buena historia debería). Esta comienza en la helada calle de uno de los distritos comerciales, a afueras del refugio de cachorros. Una pareja común y corriente camina tranquilamente, disfrutando de las pocas noches en que la luna puede asomarse en el cielo por culpa de las nubes. Es una pareja de enamorados jóvenes, no superando los 20 años cada uno, lejos de las preocupaciones del futuro.
Una historia común y corriente, con un montón de direcciones distintas que podría tomar: un asalto por parte de un desquiciado con resultado de muerte para alguno de los dos, un psicópata que podría estar esperando desde la oscuridad, un descubrimiento macabro y tétrico… esta historia tenía todo para la tragedia.
Pero algo distinto ocurrió… y quizás, mucho peor que las alternativas anteriores.
Como era usual en sus caminatas nocturnas, el tramo final de su recorrido los llevaba a un callejón usualmente oscuro pero que los dejaba a los pies del hogar de la mujer. Habían pasado por ahí cientos de veces, quizás miles. Por aquella sensación de seguridad es que no notaron que aquel callejón era más oscuro de lo normal, más largo, como nunca hubiera habido un fin para salir de ahí.
Eso pasa con los enamorados, no se dan cuenta su alrededor hasta cuando es demasiado tarde.
- Espera… ¿este callejón siempre fue tan largo y tan oscuro? - indicó el chico, repitiendo lo que dije.
- Es muy raro…
Ambos apuraron el paso, pasando por las paredes de ladrillos de la ciudad, unos tras otros, sin nunca acabar. Los pasos apurados se convirtieron en un trote para luego convertirse en una corrida que no llevaba a ningún destino. Lentamente el sudor de ambos enamorados ya no era de la agitación física, sino del miedo de aquel acontecimiento.
- Necesitamos escapar de…
No alcanzó a terminar su frase cuando notó que su mano, la que había cargado a su amada hace unos momentos y que soltó para limpiarse el sudor, ya no se encontraba a su lado. Su cuerpo se detuvo y buscó con su mirada a su alrededor, solo encontrando soledad y silencio. Solo había sido un segundo que sus pieles se separaron y solo eso bastó para no volver a encontrarla.
La oscuridad, sin embargo, se fue tan rápido y bruscamente como llegó gracias a una luz que encegueció el lugar y al joven enamorado, el cual tuvo que cerrar sus ojos para evitar quedarse ciego. Lentamente sus ojos se acomodaron ante tanta luz y su sorpresa le dejó completamente mudo: ya no se encontraba en el callejón sino en un edificio blanquecino, con distintas ornamentas lujosas y sillas largas para dar lugar a muchas personas, como si estuviera en una iglesia. Y no solo eso, frente a él su amada lo miraba con la misma mirada perdida de él, sobre todo por sus ropas.
- ¿Que estás…?
Y esa misma pregunta se hacía él sobre ella: ambos vestian atuendos de muy suave tela y muy elegantes, ella de colores pastel con bordes tallados a mano, él de azul y naranjo que denotaban gran porte. Y se dieron cuenta, aquellos eran trajes que los novios usaban el día de su matrimonio.
- … y por las leyes que me viste la autoridad de Lunargenta y por la autoridad de Dios, me complace en declararlos…
Una voz ajena, rasposa y anciana fue la que rompió el silencio que ambos amantes mantuvieron por su confusión. Al costado de los dos, un hombre de cabellos blancos, alto, con una mirada orgullosa y fija en ambos y una sonrisa en sus labios, cerró el libro que tenía en sus manos, completando aquella ceremonia.
- … marido y mujer.
Expediente Detectivesco #2: Hasta que la muerte los separe
Hay semanas en donde hay muchos casos, nos sustentamos económicamente y eso le permitía a Agatha comprarse nuevos atuendos, lo que la hacía bastante feliz. Y también hay semanas, como esta, en donde no había mucho que hacer y por desgracia Agatha tenía que usar algunas de sus ropas por segunda vez. Y ella se encargaba de hacermelo saber cada vez que podía.
- Hoots, estoy ocupando las mismas ropas de ayer.
- Y las ocuparás mañana también si no encontramos algún trabajo pronto.
La mañana era lenta y, además de rescatar gatos atrapados en los árboles o hacer de niñero matutino, no había mucho que hacer. Así que, para pasar las amarguras de la cesantía mientras buscabamos trabajo, con Agatha hacíamos lo único que era posible hacer en ese momento…
- Entonces digamos… si apareciera un ser mágico y te ofrece un millón de Aeros pero con la condición de que durante un año debes orinar y cagar por la nariz, ¿aceptarías ese trato?
- Hmm, ¿una vez al día?
- Ponle que si.
- .. si, lo haría, definitivamente.
- Oh, valiente de tu parte pensar que podrás aguantar el olor cada vez que cagues.
- Oh, valiente de tu parte pensar que podrás aguantar mi olor cada vez que quieras darme besitos de buenas noches.
Era un pasatiempo de ambos el preguntarnos sobre escenarios improbables con condiciones asquerosas, aunque la única condición de jugar este juego era la honestidad ya que era la mitad de la diversión. La otra mitad, por supuesto, era pensar en las preguntas y escenarios que tocaba responder al otro.
- Entonces digamos, si ese mismo ser mágico se te aparece a ti y te ofrece un millón de Aeros pero a cambio tienes que usar una máscara hecha de una cabeza de pescado enorme y que tape tu cabeza por completo y por seis meses, ¿lo harías?
Su mirada se cruzo con la mía por varios segundos, sin siquiera mostrarse pensativa ni nada. Era como si estuviera adentrándose en mi alma y mostrando compasión de lo inocente que era. Entonces, esbozó una sonrisa, una creída y divertida como siempre las hacía.
- Ay, mi amor… tan inocente que eres.
Con esas palabras, metió su mano en el pequeño bolso que llevaba consigo y, después de algunos segundos, sacó un pequeño papiro y me lo entregó. Cuando lo abrí, mi cara pasó de confusión a incredulidad para luego quedarme en blanco y finalmente querer hacer miles de preguntas al mismo tiempo.
- ¿Q-? ¿Cuan-? ¡¿CÓMO?!
- Creo que fue un año antes de conocerte – respondió para quitarme el papiro, que era en realidad un retrato pintado – fue por un… trabajo, se podría decir.
- ¿C… cuánto--?
- Tres meses de hecho, la mitad de tu apuesta.
… de verdad le hubiera preguntado más al respecto, pero mi mente estaba realmente ocupada tratando de asimilar lo que había visto, aunque pronto todo esto pasó al olvido cuando un ruido de vidrios quebrándose se escuchó al costado de la casa en donde pasábamos. Un jarrón salió volando, impactando al costado de nosotros, algunos tenedores y cuchillos que salieron volando hacia nosotros y que tuvimos que esquivar como pudimos, y finalmente una silla que salió disparada por encima mío.
[[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]]
Me giré para ver si Agatha estaba bien y me alivió saber que lo estaba, aunque por ello no pude esquivar el ramo de flores que me golpeó en la cara.
- ¡¿Acaso son esas las flores favoritas de “la otra”?!
- ¡Que vas a saber de flores tú si nunca en estos 20 años te dignaste a cuidar las que te regalaba!
Dentro del hogar habían griteríos y más objetos delicados siendo destruidos, muchos de ellos volando de un lado a otro. La situación al interior parecía bastante mala y solo porque hubo mucho movimiento es que notamos que habían guardias de la ciudad al interior intentando que la situación no pasara a mayores. La verdad es que los problemas maritales eran una fuente increíble de dinero para un detective, pero…
- … por favor, prefiero seguir jugando al caballo con un niño malcriado antes que atender problemas maritales.
- Y yo prefiero usar estas mismas ropas 5 días seguidos.
Cuando estabamos listos para escaparnos, el problema marital no se quedó en 4 paredes sino ahora se había tomado la calle, con frases como…
- ¡ERES UN GRANDISIMO HIJO DE...!
… y otras como…
- ¡QUIERO EL DIVORCIO BASTARDA Y LA QUE TE P…!
Con Agatha solo podíamos quedarnos estupefactos por el nivel de violencia, que no aumentaba gracias a que los guardias los agarraron e impidieron que se llegara a las manos. Y la situación se estaba saliendo de control, porque había mucha gente mirando el espectáculo que hacían en la calle (no es que fuera difícil tampoco). Pero entre tanto jaleo e insulto, notamos que eran una pareja muy joven, ambos no superaban los 20 años de edad.
- Cielos, otro caso más…
Una voz detrás de nosotros y la conmoción pudimos escuchar. La voz la conocía, se trataba del capitán Aldbert, un oficial de la ciudad que llevaba en servicio desde años, aunque pocas veces le tocaba lidiar con situaciones como esta.
- ¿Otro caso más? - le pregunté mientras nos girabamos.
- Saludos Hoots, dama Agatha – mi asistente hizo un gesto educado frente a sus palabras, y es que le encantaba en secreto que la trataran como “dama” – Si, cómo escuchan. Es el sexto caso en esta semana, de parejas jóvenes que pelean y actúan como si estuvieran casados por años.
Y la verdad es que actuaban como una pareja en sus 50 años de vida, peleando porque hubo infidelidad marital o algo así.
- Acaban de decir que llevan 20 años de casado, pero no parecen vampiros ni dragones.
- Oh no, son humanos, hijos de unos comerciantes o algo así – se notaba que esos detalles no le importaban – La última vez que se les vio anoche se les veía bien y normales mientras caminaban a su hogar. Hoy amanecieron de esta forma.
- Hmm… Entonces en el trascurso de ese tiempo, algo o alguien hizo que cambiaran sus formas de ser.
La verdad es que era raro, muy raro. ¿Habría sido la labor de alguien que les trajo una maldición así o sería un objeto que tenían desde hace poco? Eran comerciantes, así que era difícil descartar cualquiera de las dos.
Offtopic: La apariencia de Agatha es [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], aunque Hoots la ve [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Última edición por Detective Hoots el Jue Nov 12 2020, 00:04, editado 1 vez
Detective Hoots
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Re: Hasta que la muerte los separe [Libre][3/3]
—¡Y fijate por donde caminas la próxima vez, imbecil! —se oyó mi voz furiosa en medio del usual ruido de las calles de la ciudad.
—¡A ver si aprendes a respetar a tus mayores, muchacho! ¡Tienes una boca enorme! —replicó otra voz masculina, igual de enfurecida.
—¡Que curioso! ¡Eso mismo le dije a tu madre anoche! —contesté mordaz. Ganas no me faltaban de llevar el conflicto a los golpes.
Entre insultos e insultos, todo el asunto surgía de un pequeño accidente ocurrido hacía pocos segundos atrás. Aquel torpe y apestoso sujeto, un marino barbudo y panzón, de cabellos castaños y ojos azulados, se había cruzado en mi camino entre la muchedumbre, provocando que ambos cayeramos al suelo, haciéndome soltar en el proceso los pergaminos que acababa de adquirir en el mercado.
Si bien, debía reconocer su cordialidad y, muy apenas, suficiente sobriedad para al menos ayudarme a recoger los pergaminos, eso no le salvaba de mi constante obstinación y corta paciencia con las personas.
¿¡Qué!? Ni se atrevan a juzgarme. Él se lo tenía merecido por ser un idiota. Además, desatar mi furia contra un objetivo específico era una de mis actividades favoritas; era terapéutico.
Como sea, al final del problema, tras un intenso intercambio de palabras groseras junto a la excitante tensión de no saber quién sería el que daría el primer golpe, terminamos por seguir nuestros caminos. Me aseguré de grabar el rostro del sujeto en mi memoria, por si quizás me lo topaba en alguna taberna y tenía entonces la oportunidad de cerrar el asunto apropiadamente con un buen guantazo.
Me puse de nuevo en marcha, quería regresar a la privacidad y comodidad de mi taller de una vez por todas; no me gustaba, para nada, estar cerca de las personas de la ciudad. Ruidosos, imbéciles, ¡y ni hablar de su aroma! Quizás eso justificaba el título de ermitaño que tenía, ¿pero cómo culparme? ¡Todos eran unos idiotas!
Y hablando de idiotas... En mi camino a casa, llamó mi atención un buen conglomerado de personas amontonadas en un punto en específico; parecían estar armando bastante jaleo. Al acercarme, pude percatarme de un par de guardias entre el montón. ¿Algo había acontecido? Al parecer, la respuesta era sí, pues dos soldados trataban de retener a una parejita que parecían tener más que solo problemas maritales; ¡estaban listos para derramar sangre! Eso sí era interesante...
Pero claro, cuando la idea pasó por mi cabeza, ya era demasiado tarde. Él también estaba ahí.
—¡Raymond! —escuché su voz perturbado, como si escuchara el molesto rechinar que tanto odiaba de un metal raspando a otro—. ¿Viniste a verme trabajar? ¡Pero que halago! —celebró él violando, como siempre, mi espacio personal y tomándome por los hombros.
—¡Demonios, Erwin! ¿Qué acaso no tienen más soldados en La Guardia? ¿Sólo a ti? —me quejé, huyendo de su abrazo con un empujón. Odiaba que siempre fuera tan físico y cariñoso.
—Pues, en serio estaba pensando el otro día en ser, oficialmente, el nuevo rostro del pelotón. ¿Qué dices? —rió malicioso, codeándome.
—Perfecto. El más grande ñoño que conozco, representando a todos los ñoños de la ciudad. —solté irritado, intentando insultarle, pero solo provocando que el guardia riera a carcajadas. Otro punto que odiaba de él: el muy malnacido sabía como vencerme en mi propio juego—. ¡Como sea! ¿Qué demonios les pasa a esos dos? —cambié el tema de conversación—. No les vendría mal un poco de terapia de pareja... —comenté irónico, arqueando una ceja.
—Así es... Es el sexto caso de esta semana. —suspiró Erwin, llamando mi atención—. La verdad, ya no tenemos idea de qué o quién les está haciendo actuar así. —anunció exhausto—. Un día están normales... Y al siguiente actúan como un tóxico matrimonio de años de antigüedad que ya no se soportan. —culminó.
—¿Hierbas alucinógenas? ¿Algún ilusionista?
—No tenemos evidencia. No encontramos nada particular en las escenas. —se encogió de hombros. No creí ver el día en que Erwin actuaría tan derrotista y no tendría el control de la situación—. ¿Qué? ¿Quieres ayudarme? —sonrió malicioso. Por supuesto, no podía durar.
—¡Ni lo pienses! —me apresuré en negar—. Solo me quedaré cerca para poder ver si te acierta un golpe perdido de una de esas parejas.
—¡Genial! ¡Más tiempo de calidad juntos, amigo mío! —celebró alegre, no dejándome escapar esta vez de su efusivo y absurdo abrazo.
Claro, como si no fuera suficiente el tener que verlo cada mañana en mi puerta y tenerlo metido en mi casa cada anochecer. Hurra...
Intentaba hacer un buen uso de la cantidad de oxígeno que aún conservaba mientras la exagerada fuerza de Erwin me impedía respirar, cuando mis ojos se situaron sobre una figura peculiar: Era una especie de mota marrón emplumada con alas y un pico, como un búho gigante y con... ¿lentes? Tuve que parpadear un par de veces para asegurarme de que la insuficiencia de aire no me estaba haciendo alucinar, pero al final resultó ser cierto...
Estaba contemplando a un búho gigante.
—¡A ver si aprendes a respetar a tus mayores, muchacho! ¡Tienes una boca enorme! —replicó otra voz masculina, igual de enfurecida.
—¡Que curioso! ¡Eso mismo le dije a tu madre anoche! —contesté mordaz. Ganas no me faltaban de llevar el conflicto a los golpes.
Entre insultos e insultos, todo el asunto surgía de un pequeño accidente ocurrido hacía pocos segundos atrás. Aquel torpe y apestoso sujeto, un marino barbudo y panzón, de cabellos castaños y ojos azulados, se había cruzado en mi camino entre la muchedumbre, provocando que ambos cayeramos al suelo, haciéndome soltar en el proceso los pergaminos que acababa de adquirir en el mercado.
Si bien, debía reconocer su cordialidad y, muy apenas, suficiente sobriedad para al menos ayudarme a recoger los pergaminos, eso no le salvaba de mi constante obstinación y corta paciencia con las personas.
¿¡Qué!? Ni se atrevan a juzgarme. Él se lo tenía merecido por ser un idiota. Además, desatar mi furia contra un objetivo específico era una de mis actividades favoritas; era terapéutico.
Como sea, al final del problema, tras un intenso intercambio de palabras groseras junto a la excitante tensión de no saber quién sería el que daría el primer golpe, terminamos por seguir nuestros caminos. Me aseguré de grabar el rostro del sujeto en mi memoria, por si quizás me lo topaba en alguna taberna y tenía entonces la oportunidad de cerrar el asunto apropiadamente con un buen guantazo.
Me puse de nuevo en marcha, quería regresar a la privacidad y comodidad de mi taller de una vez por todas; no me gustaba, para nada, estar cerca de las personas de la ciudad. Ruidosos, imbéciles, ¡y ni hablar de su aroma! Quizás eso justificaba el título de ermitaño que tenía, ¿pero cómo culparme? ¡Todos eran unos idiotas!
Y hablando de idiotas... En mi camino a casa, llamó mi atención un buen conglomerado de personas amontonadas en un punto en específico; parecían estar armando bastante jaleo. Al acercarme, pude percatarme de un par de guardias entre el montón. ¿Algo había acontecido? Al parecer, la respuesta era sí, pues dos soldados trataban de retener a una parejita que parecían tener más que solo problemas maritales; ¡estaban listos para derramar sangre! Eso sí era interesante...
Pero claro, cuando la idea pasó por mi cabeza, ya era demasiado tarde. Él también estaba ahí.
—¡Raymond! —escuché su voz perturbado, como si escuchara el molesto rechinar que tanto odiaba de un metal raspando a otro—. ¿Viniste a verme trabajar? ¡Pero que halago! —celebró él violando, como siempre, mi espacio personal y tomándome por los hombros.
—¡Demonios, Erwin! ¿Qué acaso no tienen más soldados en La Guardia? ¿Sólo a ti? —me quejé, huyendo de su abrazo con un empujón. Odiaba que siempre fuera tan físico y cariñoso.
—Pues, en serio estaba pensando el otro día en ser, oficialmente, el nuevo rostro del pelotón. ¿Qué dices? —rió malicioso, codeándome.
—Perfecto. El más grande ñoño que conozco, representando a todos los ñoños de la ciudad. —solté irritado, intentando insultarle, pero solo provocando que el guardia riera a carcajadas. Otro punto que odiaba de él: el muy malnacido sabía como vencerme en mi propio juego—. ¡Como sea! ¿Qué demonios les pasa a esos dos? —cambié el tema de conversación—. No les vendría mal un poco de terapia de pareja... —comenté irónico, arqueando una ceja.
—Así es... Es el sexto caso de esta semana. —suspiró Erwin, llamando mi atención—. La verdad, ya no tenemos idea de qué o quién les está haciendo actuar así. —anunció exhausto—. Un día están normales... Y al siguiente actúan como un tóxico matrimonio de años de antigüedad que ya no se soportan. —culminó.
—¿Hierbas alucinógenas? ¿Algún ilusionista?
—No tenemos evidencia. No encontramos nada particular en las escenas. —se encogió de hombros. No creí ver el día en que Erwin actuaría tan derrotista y no tendría el control de la situación—. ¿Qué? ¿Quieres ayudarme? —sonrió malicioso. Por supuesto, no podía durar.
—¡Ni lo pienses! —me apresuré en negar—. Solo me quedaré cerca para poder ver si te acierta un golpe perdido de una de esas parejas.
—¡Genial! ¡Más tiempo de calidad juntos, amigo mío! —celebró alegre, no dejándome escapar esta vez de su efusivo y absurdo abrazo.
Claro, como si no fuera suficiente el tener que verlo cada mañana en mi puerta y tenerlo metido en mi casa cada anochecer. Hurra...
Intentaba hacer un buen uso de la cantidad de oxígeno que aún conservaba mientras la exagerada fuerza de Erwin me impedía respirar, cuando mis ojos se situaron sobre una figura peculiar: Era una especie de mota marrón emplumada con alas y un pico, como un búho gigante y con... ¿lentes? Tuve que parpadear un par de veces para asegurarme de que la insuficiencia de aire no me estaba haciendo alucinar, pero al final resultó ser cierto...
Estaba contemplando a un búho gigante.
Raymond Lorde
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Re: Hasta que la muerte los separe [Libre][3/3]
La atmósfera quebradiza, tensa que se elevaba en las calles de Lunargenta era palpable e incómoda, lo que debería ser una pareja armoniosa, terminó por desatarse en el más absoluto caos y hostilidad entre ambos cónyuges, no tenía sentido alguno, no al menos lo que sus ojos estaban presenciando junto al gentío que se acercó en extrañeza ante tal escena, la Guardia en alivio para su corazón intervino antes de lo que supuso, procurando separar como buenamente les era posible a los dos individuos que, entre improperios varios y amenazas continuas, seguían intentando alcanzarse el uno al otro.
Podía sentir el odio emanar de ellos, algo que la perturbaba e incitaba en prestar ayuda, mas el cordón de seguridad, que otros Guardias habían recreado como perímetro de seguridad para alejar a los curiosos, se lo impedía. De hecho percibió algunas miradas increpadoras clavándose en clara sospecha hacia su persona, por mucho que hubiera intentado mimetizarse junto al resto, le era imposible hacerlo debido a su aspecto, aunque en contraparte había otra criatura exótica que llamó el foco de atención de quienes estaban cerca de las inmediaciones al suceso.
Se trataba de una de las criaturas más interesantes que había visto a lo largo de sus años, su aspecto era el de un Buho corriente pero de un tamaño muy superior, como el de un infante humanoide de diez años aproximadamente, portando un plumaje con tonalidades color tierra, otras más oscuras y con pequeños matices en blanco, un conjunto que enmarcaban unos grandes ojos ambarinos muy expresivos y brillantes, sin contar que, como elemento dispar, portaba un traje que se ajustaba a su anatomía como ave que era. Estaba entablando una conversación junto a una mujer a su lado, engalanada con colgantes de simbología que no reconocía y un vestido con volantes azules en sus faldas, el cuero predominaba en algunas zonas, recreando un agregado gótico y oscuro en contraste con su piel pálida y a su vez con sus ojos azabache, un dúo insólito sin duda. Ambos intercambiaban palabras con uno de los Guardias, quien parecía ser una de las figuras de autoridad y puestas al tanto de lo ocurrido.
Aunque ni mucho menos era la pareja más extraña, ya que unos metros más allá de la primera mencionada, otro Guardia con aspecto más vivaracho apresaba entre sus brazos a un segundo no tan entusiasmado como su captor, por su físico destacado era perfectamente capaz de impedir tal acción pero tan sólo respondía con algunas palabras y gesto de hastío en su mirada. A juzgar por sus expresiones y actuar Rel asumió que se trataba de una amistad entre dos polos totalmente opuestos a sus caracteres, quizás de esa forma se complementasen, le resultaba curioso, los Humanos eran muy impredecibles, pero al menos aquel par había provocado que la discípulo agitara sus hombros profiriendo una silenciosa risotada, era grato después de un acontecimiento violento en plena avenida.
Poco a poco pequeños grupos como estos se formaban para hablar y compartir opiniones, la mujer dragón prestó sus oídos todo lo que pudo en interés y preocupación, no pretendía inmiscuirse como una curiosa más, deseaba calmar aquellas aguas alteradas pues algo las había cambiado intencionadamente, todo indicaba a ello como interceptor externo, no era algo común que parejas tan jóvenes alegasen estar casadas o juntas los mismos años que poseían en sus cuerpos, su actuar cambiase de un día para otro sin más llegando al extremo de agredirse y que se tratasen de varios casos conocidos por la Guardia. Su peregrinación le impedía ignorar esta anomalía.
Rel hizo acopio de acercarse al grupo donde se reunían la curiosa ave, la mujer gótica y el Guardia, ya que creyó que este último era un dirigente, escogió a los mismos. Inspiró profundamente antes de hacerlo y con cautela se aproximó, no demasiado otorgando un espacio entre Rel y aquellos a dirigirse. Con sosegada calma apoyó su mano humana en su plexo como gesto cortés mientras su siniestra dracónica, parcialmente oculta gracias a sus largas mangas, sostenía su preciado báculo junto a ella, su testa se inclinó levemente y pronunció con suavidad.
- Que los Antiguos provean... Yo... - Realizó una pausa mientras se personaba con todo el respeto que sus progenitores le habían inculcado hacia extraños.
- Mi persona no ha podido evitar escucharos, os pido disculpas por ello, pero mi corazón afligido por estos acontecimientos me impiden ignorar y marchar. - Tras ello la mujer vuelve a erguirse en todo su porte, pero no con agresividad sino con benevolencia y benignidad, sus orbes flotaban en cada uno de los presentes a medida que su verbo lento era entonado hacia aquellos.
- Permitidme que me presente en primer lugar, soy un Ensoñador en peregrinación y es menester, si es posible por los Pacificadores de Lunargenta, ofrecer mi ayuda y habilidades. - Para los más ágiles y cráneos privilegiados quienes escuchen, podrán advertir que la discípulo señala como Pacificadores a la Guardia de Lunargenta.
- Pues este acaecimiento no ha sido provocado por el azar o casualidad y cabe decir que la obviedad es bastante esclarecedora. - Finalizó silente esperando a la reacción y respuesta del grupo, ladeando su cabeza con suavidad mientras las telas de su túnica se bamboleaban junto a sus movimientos. En todo momento sus labios esbozaron una sonrisa cordial invitando a apaciguar aquella tensión que la pareja marital ocasionó.
El Ensoñador
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Re: Hasta que la muerte los separe [Libre][3/3]
La sencillez era una cualidad muy rara en la Guardia, y era por eso que Aldbert a veces destacaba más de lo que le gustaría. No era de darte las noticias de manera elocuente o de vanagloriarse de sus labores, y si podía esquivar a los cientos de egocéntricos adinerados de las calles, mucho mejor. Bastante alejado de los pelafustanes y jóvenes que deseaban subir rangos lamiendo las botas de otros. Alguien de la vieja escuela que solo deseaba llegar a casa luego de un arduo día de trabajo.
Quizás por eso parecía algo complicado con la solicitud de la persona que había llegado hace poco, traída quizás como el polen que atrae a las arduamente trabajadoras abejas. Y muy fuerte fue la impresión que dejó la mujer que llegaba: su capucha le daba un aire de misterio que solo era sobrepasado por su forma de expresarse y la labor que decía realizar. “Ensoñador” decía ser, aunque escuchar ese nombre hacía que la pregunta más insistente tomara lugar a mi concentración: ¿No sería mejor decir “Ensoñadora”? Digo… el lenguaje es complicado, ¿quizás la Academia del Lenguaje no había aceptado su solicitud y tenía que quedarse con ese título?
- Antes que nada, y para que entiendan mi posición en este dilema… normalmente no dejamos que civiles o personas ajenas a la ciudad se inmiscuyan en asuntos de la seguridad de la ciudad… - Y es que la jurisdicción de la Guardia podía quedar en ridículo (bueno, más de lo normal) por dejar a otras personas resolver los problemas. Y es que, ¿para qué les daban el poder y se les pagaba si es que no podían hacer nada bien?
- Sé que hay un “pero” que quieres decir – Agatha se cruzaba de brazos y sonreía levemente, de manera creída como usualmente cuando tenía razón en algo.
- Pues, no me interesa que haya un séptimo caso, así que pueden ayudar siempre y cuando mantengan un perfil bajo sobre todo esto.
- No te preocupes Ald, sabes que “perfil bajo” es mi segundo y tercer nombre.
- Ajá… - por alguna razón que desconozco revoleó sus ojos y la verdad es que sentí algo de ofensa en ello, pero antes de poder decir algo silbó hacia donde estaba uno de sus subordinados - ¡ERWIN! ¡Deja de abrazar a tu novio en el trabajo y ven!
El novio en cuestión era alguien que parecía bastante regular, sin nada extraño y absolutamente y 100% humano común y corriente, aunque con muchos tatuajes para el gusto de las damas (probablemente). Lo único raro es que no superaba en altura a Ensoñador, y no pude evitar pensar que cada año aparecían más y más mujeres altas y hombres cada vez más bajos.
- Mi compañero de trabajo acá los ayudará si quieren ir al lugar de los sucesos o a investigar a las otras parejas afectadas - aquello era algo completamente normal en Ald, considerar a otros como sus compañeros de trabajo aun cuando él fuera el de mayor rango.
- Antes de irnos, eso si… - casi como si fuera una señal, mi asistente sacó un papel y una pluma para anotar los detalles que se avecinaban - … ¿tienes un perfil de los afectados? ¿Si hay alguna conexión entre ellos?
- Pues… no hay una mayor conexión entre ellos. Son personas de distintos rubros, diferentes estratos sociales, no hay diferencias entre que sean ricos o pobres… Quizás lo único que las une es el perfil.
- Perfil dice… lo tengo anotado.
- Si. Son todas parejas jóvenes y que tienen mucho tiempo en su relación. Amigos y familiares los describen como fuertes sentimentalmente y que actúan normalmente como si estuvieran casados de hace años. Tenían una gran sinergia y hacían todo juntos, incluso al grado de que una de las parejas era asistente de otra, laboralmente hablando… – [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] En ese momento, pude sentir como mi mente se iba a blanco mientras mis ojos se volvían más grandes y nerviosos. Lentamente mis pupilas se encontraron con las de Agatha, quien me miraba de la misma forma, con los ojos bien abiertos y con un rostro inexpresivo pero que invitaba a guardar silencio de una forma urgente pero sutil – … ya saben, ese tipo de parejas que las ves y te preguntas “¿Y para cuando van a oficializar su matrimonio?”, o también del tipo “Se saltaron el paso de ir a la iglesia, parece”
- ………………
- Y ahora los ves y no se quieren ni ver, como si de verdad hubieran pasado 20 o 30 años de casado.
- … eh, creo que entendimos, Ald.
- ¿Te imaginas un día despertar al lado de alguien hermosa y exquisita solo para no sentir atracción alguna y que solo quieras discutir con ella? Dejar atrás esa hermosa etapa de la juventud en donde ves a tu pareja y no quieres más que estar en la cama con ella por horas y horas, agotar cada fibra de tu ser, lleg--
- ¡Ald! - Agatha tuvo que levantar su voz bastante fuerte para darse a entender – Entendimos.
- Oh… lo siento – daba la impresión de que había algo más personal en su comentario de lo que estaba dispuesto a admitir – Bueno, Erwin puede ayudarlos más en ese aspecto, yo al menos tengo que coordinar con el resto de los muchachos para ver si podemos evitar una noche con otro par de víctimas más.
Mientras se marchaba, solo una mirada con Agatha, de aquellas nerviosas y donde puedes ver como incluso sus párpados sudan, nos dejó en claro a ambos una cosa: no íbamos a hablar de “ello” aunque fuera lo último que hiciéramos. Al menos, hasta que resolviéramos este caso.
Quizás por eso parecía algo complicado con la solicitud de la persona que había llegado hace poco, traída quizás como el polen que atrae a las arduamente trabajadoras abejas. Y muy fuerte fue la impresión que dejó la mujer que llegaba: su capucha le daba un aire de misterio que solo era sobrepasado por su forma de expresarse y la labor que decía realizar. “Ensoñador” decía ser, aunque escuchar ese nombre hacía que la pregunta más insistente tomara lugar a mi concentración: ¿No sería mejor decir “Ensoñadora”? Digo… el lenguaje es complicado, ¿quizás la Academia del Lenguaje no había aceptado su solicitud y tenía que quedarse con ese título?
- Antes que nada, y para que entiendan mi posición en este dilema… normalmente no dejamos que civiles o personas ajenas a la ciudad se inmiscuyan en asuntos de la seguridad de la ciudad… - Y es que la jurisdicción de la Guardia podía quedar en ridículo (bueno, más de lo normal) por dejar a otras personas resolver los problemas. Y es que, ¿para qué les daban el poder y se les pagaba si es que no podían hacer nada bien?
- Sé que hay un “pero” que quieres decir – Agatha se cruzaba de brazos y sonreía levemente, de manera creída como usualmente cuando tenía razón en algo.
- Pues, no me interesa que haya un séptimo caso, así que pueden ayudar siempre y cuando mantengan un perfil bajo sobre todo esto.
- No te preocupes Ald, sabes que “perfil bajo” es mi segundo y tercer nombre.
- Ajá… - por alguna razón que desconozco revoleó sus ojos y la verdad es que sentí algo de ofensa en ello, pero antes de poder decir algo silbó hacia donde estaba uno de sus subordinados - ¡ERWIN! ¡Deja de abrazar a tu novio en el trabajo y ven!
El novio en cuestión era alguien que parecía bastante regular, sin nada extraño y absolutamente y 100% humano común y corriente, aunque con muchos tatuajes para el gusto de las damas (probablemente). Lo único raro es que no superaba en altura a Ensoñador, y no pude evitar pensar que cada año aparecían más y más mujeres altas y hombres cada vez más bajos.
- Mi compañero de trabajo acá los ayudará si quieren ir al lugar de los sucesos o a investigar a las otras parejas afectadas - aquello era algo completamente normal en Ald, considerar a otros como sus compañeros de trabajo aun cuando él fuera el de mayor rango.
- Antes de irnos, eso si… - casi como si fuera una señal, mi asistente sacó un papel y una pluma para anotar los detalles que se avecinaban - … ¿tienes un perfil de los afectados? ¿Si hay alguna conexión entre ellos?
- Pues… no hay una mayor conexión entre ellos. Son personas de distintos rubros, diferentes estratos sociales, no hay diferencias entre que sean ricos o pobres… Quizás lo único que las une es el perfil.
- Perfil dice… lo tengo anotado.
- Si. Son todas parejas jóvenes y que tienen mucho tiempo en su relación. Amigos y familiares los describen como fuertes sentimentalmente y que actúan normalmente como si estuvieran casados de hace años. Tenían una gran sinergia y hacían todo juntos, incluso al grado de que una de las parejas era asistente de otra, laboralmente hablando… – [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] En ese momento, pude sentir como mi mente se iba a blanco mientras mis ojos se volvían más grandes y nerviosos. Lentamente mis pupilas se encontraron con las de Agatha, quien me miraba de la misma forma, con los ojos bien abiertos y con un rostro inexpresivo pero que invitaba a guardar silencio de una forma urgente pero sutil – … ya saben, ese tipo de parejas que las ves y te preguntas “¿Y para cuando van a oficializar su matrimonio?”, o también del tipo “Se saltaron el paso de ir a la iglesia, parece”
- ………………
- Y ahora los ves y no se quieren ni ver, como si de verdad hubieran pasado 20 o 30 años de casado.
- … eh, creo que entendimos, Ald.
- ¿Te imaginas un día despertar al lado de alguien hermosa y exquisita solo para no sentir atracción alguna y que solo quieras discutir con ella? Dejar atrás esa hermosa etapa de la juventud en donde ves a tu pareja y no quieres más que estar en la cama con ella por horas y horas, agotar cada fibra de tu ser, lleg--
- ¡Ald! - Agatha tuvo que levantar su voz bastante fuerte para darse a entender – Entendimos.
- Oh… lo siento – daba la impresión de que había algo más personal en su comentario de lo que estaba dispuesto a admitir – Bueno, Erwin puede ayudarlos más en ese aspecto, yo al menos tengo que coordinar con el resto de los muchachos para ver si podemos evitar una noche con otro par de víctimas más.
Mientras se marchaba, solo una mirada con Agatha, de aquellas nerviosas y donde puedes ver como incluso sus párpados sudan, nos dejó en claro a ambos una cosa: no íbamos a hablar de “ello” aunque fuera lo último que hiciéramos. Al menos, hasta que resolviéramos este caso.
Detective Hoots
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Re: Hasta que la muerte los separe [Libre][3/3]
Aquella criatura era tan... peculiar. No era como si nunca hubiera visto anteriormente a uno de su raza, pues sabía bien que los hombres-bestia destacaban por su variedad y amplia gama de formas, tamaños y colores. Algunos eran sinuosos y se hallaban cubiertos por una capa de finas y brillantes escamas, otros eran feroces y tenían poderosas y temibles fauces repletas de filosos colmillos, otros surcaban los cielos con la fuerza y gracia de un recio vendaval usando sus bellas y majestuosas alas. Sin embargo, aquel en particular, era especial... y no precisamente en el buen sentido. ¿Quizás se trataba de aquel par de globos dorados que no podía describir como otra cosa que no fuera espeluznante...? Me costaba creer que su presencia no se tratara de algún tipo de alucinación, producto de la asfixia que me estaba causando la innecesaria muestra de afecto en la que me había apresado el imbécil que tenía por amigo.
Un sonido se hizo oír entre el bullicio de la multitud que seguía reunida, el agudo timbre característico de un silbido, trayéndome de regreso de mi divagación y mi inminente pérdida de consciencia. El que Erwin menguara la fuerza que aplicaba en mis costillas también ayudaba. No tardó en seguirle una voz autoritaria que reprendia al soldado por su falta de profesionalidad y compromiso con su labor. No pude evitar reírme de la desgracia de mi impertinente amigo... hasta que caí en cuenta de que, el susodicho novio al que se refería aquel sujeto... se trataba de mi.
—¿Q-Q-Qu... Qué ra...? —balbuceé confuso, sintiendo como todo mi cuerpo era congelado por una gélida corriente eléctrica que surgía desde la base de mi columna. Miré a mi alrededor, notando por primera vez como varios de los presentes miraban risueños la escenita que habíamos montado Erwin y yo...
—¡C-C-Capitán! ¿A q-q-qué se refiere...? —soltó el Smith, incapaz de pronunciar bien una sola frase, ardiendo sus mejillas en un fuerte tono rojizo. No demoró en liberarme y desplazarse a toda velocidad hacia su superior—. ¡S-S-Se equivoca! ¡R-R-Raymond solo es...! ¡R-Raymond y yo no s-s-somos...! —intentó refutar.
Sin embargo, el guardia novato no consiguió enlazar apropiadamente las palabras para explicarse, terminando por rendirse con un bufido resignado. No lo culpaba, no es como que yo pudiera haberlo hecho mejor. No necesitaba un espejo para saber que mi rostro también se hallaba teñido con el pleno color de la vergüenza. ¡Quería que un sismo abriera el suelo bajo mis pies y me engullera hacia las oscuras profundidades del más denso olvido!
—¡E-E-Eso jamás! ¡Ni en un millón de años! —me apresuré en comentar, siguiendo los pasos del guardia hacia el hombre al mando, siendo incapaz de mirarle a los ojos por la vergüenza—. ¡Ni en esta vida ni en la siguiente...! —añadí antes de cruzarme de brazos, obstinado.
—No tienes que descartarme así... —masculló Erwin entristecido, en un suave susurro casi imperceptible para todos los presentes, incluyéndome—. ¡S-S-Señor! ¡Si, señor! —se apresuró en decir, asumiendo nuevamente su postura de guardia y evadiendo así toda posible pregunta sobre su sigiloso murmullo.
Estaba mosqueado; el muy idiota guardia siempre tenía que meterme en situaciones adversas como esa. Necesitaba pensar en otra cosa, así que mis ojos se desplazaron hacia el otro par de individuos peculiares de la escena.
La primera acompañaba al búho y al superior de Erwin, una mujer de piel blanca como los nieves y un vestido estrambótico de tonos oscuros. Aunque no le vendría nada mal un poco más de sol —si es que no se trataba de una vampira—, sin duda parecía la clase de mujer con el que no deberías entrometerte. Ya sabes, esas que pueden torcerte un brazo y hacerte tragar los vidrios rotos de las botellas situadas en el mesón de una taberna, si miras muy abajo de su rostro, pasando la clavícula.
La segunda solo era una especie de sarcófago andante, cubierta de harapos hasta la coronilla. En serio, ¿qué tenían en la mente las personas últimamente? ¿De verdad se levantaban cada mañana, se ponían esa ropa rara y decían: "Oh si, me veo genial. ¡Vayamos afuera!", o qué?
—Permitidme presentarme ante ustedes, mi nombre es Erwin Smith, miembro de la tropa de novatos número 7. —captó mi atención la voz de Erwin, blanqueando los ojos al escucharle actuar como un ñoño otra vez, como si nada—. Disculpad mi atrevimiento, señor. ¿Tengo la honra de hallarme ante el mismísimo Detective Privado Hoots? —preguntó con entusiasmo, haciéndome arquear una ceja confundido, apoyándose en una de sus rodillas para estar al nivel del hombre-lechuza. ¿Detec... qué?—. Es todo un honor conocerle. —señaló, antes de inclinar su torso levemente en señal de reverencia y respeto ante el ave—. Y por supuesto, aún más a usted, dama Agatha. —se apresuró en levantarse, para inclinarse esta vez ante la mujer gótica. Ja, que chupamedias estaba hecho. Estaba seguro de que, si la dama le ofrecía su mano, no dudaría en besarla—. No tengo la dicha de conocerle a usted, pero admiro su voluntad y deseo de apoyar nuestra causa. —culminó, inclinándose finalmente ante la figura encapuchada.
—Genial, ya que terminaste de demostrarle a todos el lamebotas que eres... —gruñí, hastiado de tantas formalidades ridículas e innecesarias—. ¿Podemos ponernos en marcha ya? —Erwin solo se limitó a emitir una risotada burlona.
—Y este cabezota que ven aquí es mi buen amigo Raymond. —procedió a presentarme, atrapándome nuevamente en un amistoso agarré envolviendo su brazo alrededor de mi cuello—. Es algo cascarrabias y puede parecer algo agresivo, pero les prometo que es inofensivo. —aseguró con una risilla maliciosa mientras raspaba mi cráneo con el nudillo de su mano libre—. ¿Quién es un buen chico, Ray?
—¡Suéltame ya! —gruñí airado, empujándole para liberarme de su opresión. ¿Cómo se atrevía a tratarme como un can? Ya había tenido suficiente de sus excesivas muestras de afecto. No quería que hubiese gente por ahí que creyera que tenía algo con el guardia. ¡Eso jamás iba a pasar!—. ¡No soy un perro, imbécil!
—Si, si, como digas. —me ignoró, aumentando aun más mi irritación. Que fuera mi amigo era lo único que evitaba que le rompiera una costilla—. En fin, no perdamos más tiempo. —anunció, mientras buscaba algo en la bolsa que cargaba consigo—. Le otorgo los registros de los últimos casos, señor Hoots. —indicó antes de cederle un par de pergaminos a la dama a la que había llamado Agatha—. Indíqueme la escena que desee visitar y me encargaré de llevarles hasta ella. —aseguró, antes de observarme. Planeaba retractarme de mi oferta de ayudar y huir mientras no me veía, pero el guardia logró tomarme por el cuello de mi camisa, frustrando mis intentos—. Andando, Raymond. —dictó, victorioso y sonriente.
Un sonido se hizo oír entre el bullicio de la multitud que seguía reunida, el agudo timbre característico de un silbido, trayéndome de regreso de mi divagación y mi inminente pérdida de consciencia. El que Erwin menguara la fuerza que aplicaba en mis costillas también ayudaba. No tardó en seguirle una voz autoritaria que reprendia al soldado por su falta de profesionalidad y compromiso con su labor. No pude evitar reírme de la desgracia de mi impertinente amigo... hasta que caí en cuenta de que, el susodicho novio al que se refería aquel sujeto... se trataba de mi.
—¿Q-Q-Qu... Qué ra...? —balbuceé confuso, sintiendo como todo mi cuerpo era congelado por una gélida corriente eléctrica que surgía desde la base de mi columna. Miré a mi alrededor, notando por primera vez como varios de los presentes miraban risueños la escenita que habíamos montado Erwin y yo...
—¡C-C-Capitán! ¿A q-q-qué se refiere...? —soltó el Smith, incapaz de pronunciar bien una sola frase, ardiendo sus mejillas en un fuerte tono rojizo. No demoró en liberarme y desplazarse a toda velocidad hacia su superior—. ¡S-S-Se equivoca! ¡R-R-Raymond solo es...! ¡R-Raymond y yo no s-s-somos...! —intentó refutar.
Sin embargo, el guardia novato no consiguió enlazar apropiadamente las palabras para explicarse, terminando por rendirse con un bufido resignado. No lo culpaba, no es como que yo pudiera haberlo hecho mejor. No necesitaba un espejo para saber que mi rostro también se hallaba teñido con el pleno color de la vergüenza. ¡Quería que un sismo abriera el suelo bajo mis pies y me engullera hacia las oscuras profundidades del más denso olvido!
—¡E-E-Eso jamás! ¡Ni en un millón de años! —me apresuré en comentar, siguiendo los pasos del guardia hacia el hombre al mando, siendo incapaz de mirarle a los ojos por la vergüenza—. ¡Ni en esta vida ni en la siguiente...! —añadí antes de cruzarme de brazos, obstinado.
—No tienes que descartarme así... —masculló Erwin entristecido, en un suave susurro casi imperceptible para todos los presentes, incluyéndome—. ¡S-S-Señor! ¡Si, señor! —se apresuró en decir, asumiendo nuevamente su postura de guardia y evadiendo así toda posible pregunta sobre su sigiloso murmullo.
Estaba mosqueado; el muy idiota guardia siempre tenía que meterme en situaciones adversas como esa. Necesitaba pensar en otra cosa, así que mis ojos se desplazaron hacia el otro par de individuos peculiares de la escena.
La primera acompañaba al búho y al superior de Erwin, una mujer de piel blanca como los nieves y un vestido estrambótico de tonos oscuros. Aunque no le vendría nada mal un poco más de sol —si es que no se trataba de una vampira—, sin duda parecía la clase de mujer con el que no deberías entrometerte. Ya sabes, esas que pueden torcerte un brazo y hacerte tragar los vidrios rotos de las botellas situadas en el mesón de una taberna, si miras muy abajo de su rostro, pasando la clavícula.
La segunda solo era una especie de sarcófago andante, cubierta de harapos hasta la coronilla. En serio, ¿qué tenían en la mente las personas últimamente? ¿De verdad se levantaban cada mañana, se ponían esa ropa rara y decían: "Oh si, me veo genial. ¡Vayamos afuera!", o qué?
—Permitidme presentarme ante ustedes, mi nombre es Erwin Smith, miembro de la tropa de novatos número 7. —captó mi atención la voz de Erwin, blanqueando los ojos al escucharle actuar como un ñoño otra vez, como si nada—. Disculpad mi atrevimiento, señor. ¿Tengo la honra de hallarme ante el mismísimo Detective Privado Hoots? —preguntó con entusiasmo, haciéndome arquear una ceja confundido, apoyándose en una de sus rodillas para estar al nivel del hombre-lechuza. ¿Detec... qué?—. Es todo un honor conocerle. —señaló, antes de inclinar su torso levemente en señal de reverencia y respeto ante el ave—. Y por supuesto, aún más a usted, dama Agatha. —se apresuró en levantarse, para inclinarse esta vez ante la mujer gótica. Ja, que chupamedias estaba hecho. Estaba seguro de que, si la dama le ofrecía su mano, no dudaría en besarla—. No tengo la dicha de conocerle a usted, pero admiro su voluntad y deseo de apoyar nuestra causa. —culminó, inclinándose finalmente ante la figura encapuchada.
—Genial, ya que terminaste de demostrarle a todos el lamebotas que eres... —gruñí, hastiado de tantas formalidades ridículas e innecesarias—. ¿Podemos ponernos en marcha ya? —Erwin solo se limitó a emitir una risotada burlona.
—Y este cabezota que ven aquí es mi buen amigo Raymond. —procedió a presentarme, atrapándome nuevamente en un amistoso agarré envolviendo su brazo alrededor de mi cuello—. Es algo cascarrabias y puede parecer algo agresivo, pero les prometo que es inofensivo. —aseguró con una risilla maliciosa mientras raspaba mi cráneo con el nudillo de su mano libre—. ¿Quién es un buen chico, Ray?
—¡Suéltame ya! —gruñí airado, empujándole para liberarme de su opresión. ¿Cómo se atrevía a tratarme como un can? Ya había tenido suficiente de sus excesivas muestras de afecto. No quería que hubiese gente por ahí que creyera que tenía algo con el guardia. ¡Eso jamás iba a pasar!—. ¡No soy un perro, imbécil!
—Si, si, como digas. —me ignoró, aumentando aun más mi irritación. Que fuera mi amigo era lo único que evitaba que le rompiera una costilla—. En fin, no perdamos más tiempo. —anunció, mientras buscaba algo en la bolsa que cargaba consigo—. Le otorgo los registros de los últimos casos, señor Hoots. —indicó antes de cederle un par de pergaminos a la dama a la que había llamado Agatha—. Indíqueme la escena que desee visitar y me encargaré de llevarles hasta ella. —aseguró, antes de observarme. Planeaba retractarme de mi oferta de ayudar y huir mientras no me veía, pero el guardia logró tomarme por el cuello de mi camisa, frustrando mis intentos—. Andando, Raymond. —dictó, victorioso y sonriente.
OFF: Con su permiso, Detective Hoots, mi NPC Erwin ya había oído hablar de usted y de Agatha. Por el contrario, si no está de acuerdo, contácteme por un MP y editaré de inmediato. ^^
Raymond Lorde
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Re: Hasta que la muerte los separe [Libre][3/3]
Había tenido la fortuna de que Aldbert fuera comprensivo, no es que fuera algo habitual que los civiles se prestasen delante de la Guardia a inmiscuirse en los asuntos de la misma, cosa que Rel ni se planteó, simplemente se dejó guiar por sus impulsos e irrefrenable deseo de echar una mano amiga. Era consciente de que los Pacificadores son capaces de lidiar con contratiempos tan nimios como era el conflicto de una pareja, pero en este caso no se trataba únicamente de ello y el camino que le deparaba su peregrinación estaría lleno de este tipo de obstáculos, contratiempos que de poder mediar, un Ensoñador jamás debería pasar por alto, más cuando un desequilibrio era notable.
Su extrañeza se incrementó cuando Aldbert comenzó a explayarse en los perfiles habituales de las parejas que habían sido afectadas y dado pie al caso que les ocupaba, el odio era un sentimiento muy fuerte que derivaba en otros comportamientos negativos como la agresividad y destrucción, la calma característica de la discípulo era alterada sutilmente al percibir este tipo de actitudes tan intensas. Es por ello que, tras su silente estado, escudriñó a los presentes de hito en hito, bajo su capucha y casi sin pestañear. Su ojo dracónico destacaba entre las sombras con un leve fulgor ambarino que a penas duró unos instantes, como la llama de una tenue vela que tal como vino desapareció.
"Curiosas criaturas... ¿Por qué se hallan tensas ante las palabras del Pacificador?"
Antes de su marcha, Aldbert llamó a un tal Erwin, el Guardia vivaracho que se encontraba junto a su acompañante no tan cooperante y ambos se acercaron mientras el primero parecía arrastrar al segundo. Su nombre completo era Erwin Smith, así fue como se presentó ante quienes se reunían en un pequeño círculo confidente. La mujer dragón se presentó con los mismos modales que expresó al resto, con un leve cabeceo y apoyando su diestra en su pecho, se genuflexionó ante la pareja dispar a la vez que nuevamente se presentaba.
- Es un placer caballeros gentiles, Erwin y Raymond, me conmueve ver a dos almas como las que poseéis, os compenetráis con una armonía equilibrada. - Rel comentó con ausencia de burla, o tono jocoso, mantenía su sonrisa dibujada con unos labios ligeramente quebrados. De primeras sus palabras iba dirigidas a Erwin con suavidad y seguidamente continuó hacia Raymond de la misma forma, quizás con un matiz algo más compasivo.
- Atesorad a quienes se encuentren a vuestro lado gentil Raymond, las criaturas de Aerandir tendemos a ser egoístas como para no ver los tesoros que nos rodean hasta que estos desaparecen. - Su sonrisa se amplió finalizando su misticismo, envolviendo a su bastón contra su pecho en un abrazo protector al mismo objeto.
- Aunque ninguno tenéis ese problema... Podéis llamarme "Ensoñador" por cierto.- Dictaminó regresando su foco al grupo en general. Rel solía expresar sus primeras impresiones o lo que realmente pensaba sobre alguien, siempre con una actitud respetuosa y tacto a la par. No a todo el mundo le agrada escuchar opiniones ajenas, la discípulo lo consideraba más bien como palabras guía, al fin y al cabo el verbo era su propio arte guiado por los Antiguos y sus designios.
- Si me permitís opinar...- Carraspeó para hacerse notar, mas a pesar de hacerlo su voz cantarina se mostraba aún con quietud.
- Podríamos preguntar a una de las últimas parejas conflictivas de los siete que poseemos, seguro que sus recuerdos son mucho más vívidos en comparación con los primeros... - Sus falanges traqueteaban en la madera de su báculo con gesto ausente, casi sin percatarse lo estaba haciendo con su siniestra, sus garras recreaban un replicar rítmico muy habitual en la discípulo cuando se mostraba pensativa, como un tic esporádico que surgía sin proponérselo.
- Si os complace... No conozco muy bien Lunargenta, a mi parecer un mapa indicando los sucesos sería una buena guía junto a sus intervalos de tiempo de su afección.- Se mantuvo en silencio unos segundos frunciendo sus labios, como si procurase pensar cuidadosamente sus palabras mientras seguía al grupo si este llegase a ponerse en marcha a la vez que debatían cual sería el siguiente paso a dar.
- Oh y ante todo... Gratitud por permitirme ser partícipe.- Puntualizó solemne, era una desconocida y le habían concedido investigar junto a unas personas variopintas en su conjunto. Aerandir se componía de todas ellas en un abanico amplio de diferentes razas y culturas, quien iba a decir que muchas de ellas cooperasen de esta forma. Rel estaba de buen humor y muy complacida por ello.
En los informes de la Guardia de Lunargenta, si Erwin recuerda o es poseedor, podrá ver en ellos que dos de los últimos casos fueron bastante escandalosos antes del presenciado en la avenida:
"Uno de ellos era representado por la pareja Humana de Orella y Duke, de las dos familias Lunavalor y Ónice, dos enamorados que cumplen con los estándares de pareja moderna sita en los distritos Gema de la Ciudad, aquellos de familias más adineradas y con poder adquisitivo significativo, jóvenes en la flor de la vida y bastante estables mentalmente, esto se recalca con bastante insistencia. Era cierto que se trataba en un inicio de un romance arreglado por los progenitores, que tras años después no hizo falta insistir a los pretendientes para que acordasen estar juntos, se volvieron como uña y carne e inseparables por su propia cuenta, como si el destino les hubiera unido. Había rumores de que estaban retrasando demasiado una boda que todo el mundo esperaba con ilusión, deseo que fue interrumpido por la fatídica noticia que ha llevado a este informe.
Una noche, la primera que recuerda la familia y allegados, Orella y Duke discutieron con fiereza durante horas, sus voces se alzaron cada vez más a medida que el tiempo avanzaba en su disputa conyugal, pero fue demasiado tarde para una intervención y ver qué sucedía. Orella, pese a su constitución menuda había arrojado a su amado por el balcón del primer piso de la Mansión, situado en uno de los salones principales. Algunos testigos afirman que ambos estaban forcejeando, que todo terminó en un descuido y trágico final llevados por una infinita rabia y desprecio que floreció de un día para otro.
Afortunadamente Duke sobrevivió y se encuentra recuperándose en su propio hogar atendido por sanadores varios y bajo vigilancia.
En cuanto a Orella, fue detenida y a la espera de juicio por orden de la Guardia de Lunargenta. Los familiares han quedado desolados."
"El segundo caso destacado, los protagonistas eran conocidos tanto en el Barrio Humilde como en los más acaudalados, Cassilda y Fulchard, en el orden familiar como Bierce y Kane. Cassilda era una ciudadana bastante corriente, poco conocida y dedicada al negocio propio de la costura hasta que ella y el joven magistrado Fulchard se conocieron iniciando así un idilio entre ambos que duró unos años, fue en sus inicios un tanto controvertido por la opinión pública pero no por mucho tiempo, la gente pronto se acostumbró y cesaron las habladurías al respecto.
A ambos podían vérseles juntos acudiendo a citas acordadas en los Barrios Gema, tanto Cassilda como Fulchard mostraban su amor sin tapujos, no había ningún problema entre ellos a simple vista, de hecho la propia mujer se trasladó a la residencia de su pareja.
Pero tras un tiempo, los conflictos comenzaron como en los otros casos impresos en los informes restantes, con la diferencia que Cassilda y Fulchard terminaron denunciándose el uno al otro a las autoridades mandatarias de Lunargenta, como cabe esperar fue el mismo magistrado quien inició los trámites y consecutivamente Cassilda.
A parte de haberse llegado a las manos incluso, esta pareja queda en espera de resolución pero para muchos estaba claro cual iba a ser el resultado si una de las contrapartes era un magistrado reconocido del distrito Gema y Cassilda una simple muchacha sin muchos recursos."
--->
Off: Si veis algo que no case para el tema de estos dos ejemplos o es incorrecto decídmelo y lo corrijo ^^
El Ensoñador
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Re: Hasta que la muerte los separe [Libre][3/3]
Después de las introducciones mutuas que tuvimos (y si que Agatha estaba complacida que la trataran de dama repetidas veces durante el día), nuestras atenciones se dirigieron hacia los informes que resumían los eventos pasados a nuestra llegada. Uno de ellos fue a parar a las manos de Erwin y su… eh, pareja, mientras que el otro lo compartimos entre Agatha y Ensoñador(a), aunque por mi tamaño habían ciertos percances.
– … ufff, ¿acaso recuperaste los kilos que perdiste hace un mes?
– No es que haya perdido voluntariamente esos kilos, sabes…
Mi asistente intentó levantarme para que quedaramos al mismo nivel para leer la nota, pero sus intentos fueron infructosos, tanto porque mi peso era mayor al que había registrado hace un mes y también porque un agente de la justicia merecía mantener su integridad y dignidad en alto, por lo que la mejor solución apareció tan rápido como cuando un gato encontraba a su ratón.
– Ambas se pueden agachar, ¿no?
La mirada de Agatha siempre revoleaba como si sus labios evitaran decir “nunca sabrás si una persona tiene problemas en sus rodillas”, pero algo me decía que aquel caso nunca ocurriría, menos ahora, así que me dediqué a revisar el documento mientras mi asistente se agachaba a mi lado, aunque descansando su brazo derecho en mi cabeza.
– Hmm… retrasado una boda… hmm… balcón…
Cuando terminamos de leer el documento, lo cambiamos con el que tenían nuestros acompañantes masculinos. Los detalles en ambos documentos eran curiosos en el mejor de los casos, macabros en el peor. El aura de misterio se cernía en estos casos, como una noche de soledad lluviosa que ocultaba la presencia de la dama luna y sus acompañantes que pintaban con puntos la noche.
– Las tres parejas no comparten tanto en el desarrollo de sus romances como en el desenlace de estos – los gritos de la pareja de atrás se habían calmado, así que podíamos concentrarnos de mejor forma en los papeles – Aunque algunas cosas destacan…
– Parejas jóvenes y que, o tenían planes de casarse, o se comportaban como una pareja casada.
– Además de eso, cabe destacar lo… “público” de las relaciones.
– ¿Público? - mi asistente dejó de apoyarse en mi cabeza y reunió los dos informes para revisarlos mientras me escuchaba
– Si te fijas, antes de los incidentes, estas relaciones tenían amplia cobertura mediática, ya sea por como se dieron o por cómo terminaron – y mirando a la pareja detrás de nosotros, también calzaba en cierto sentido con ese perfil, sobre todo con ciertas mujeres aristocráticas observando y murmurando sobre como la pareja se había peleado.
A mis palabras, mi asistente se fijó más detenidamente en los primeros párrafos que hablaban sobre la vida privada de las parejas y en los últimos sobre los desenlaces. Claro, sonaba a ser una coincidencia, pero si algo me había este oficio es que, cuando algo pasaba una vez era un caso aislado, cuando pasaba dos veces era una coincidencia, y cuando pasaba tres veces era un patrón.
– Puede que no haya mayor conexión entre las parejas, pero quizás lo que las conecta entre todas es un mensaje.
– … un mensaje que se masifica con lo emblemáticos que son los casos.
Habían muchas preguntas que cernían al caso: ¿Había alguien que realmente quería enviar un mensaje? ¿Sería una coincidencia demasiado coincidente? Si había un mensaje detrás, ¿cuál sería? ¿Realmente esto era por la masificación del mensaje?
– Por lo pronto, no podemos hacer nada más que especular en estos momentos. Si vamos a trabajar juntos, deberíamos separarnos e interrogar más a fondo a las personas afectadas – acercándome a Agatha, le di un par de palmadas para que se acercara a Ensoñador. Usualmente era uno de esos gestos que no era raro de ver en personas de altura equivalente, pero al ser más bajo que ella aquello solo quedó en unas palmadas en sus piernas, gesto que quedaba algo raro, aunque a ninguno de los dos nos importaba – Creo que Ensoñador necesitará a alguien que la guíe, así que confío en ti, asistente.
- Por supuesto, capitán – hizo un gesto imitando a los solados rasos que colocaban su mano estirada en su frente cuando un sargento les hablaba.
– Erwin y Ray, también les dejo la tarea de movilizarse. Pueden corroborar algo con las parejas de estos informes o solicitar audiencia con las otras parejas que no conocemos nada de ellas todavía, lo que consideren pertinente – aquel mensaje iba para todos en realidad. Puede que Ensoñador tuviera suerte siguiendo su instinto, aunque no estaría nada de mal que Agatha la siguiera porque… creo que, para este caso, entre menos tiempo estuvieramos juntos, mejor – Por mi parte, investigaré los últimos pasos de la pareja de ahí – aquellos que se lanzaban cosas por la ventana y que por fin se habían calmado – Creo que, si existe algún rastro fresco, puedo seguirlo. ¿Alguna duda?
Off: Perdón por la demora, tuve muchas cosas esta semana para sentarme a escribir con tranquilidad la respuesta >_>
– … ufff, ¿acaso recuperaste los kilos que perdiste hace un mes?
– No es que haya perdido voluntariamente esos kilos, sabes…
Mi asistente intentó levantarme para que quedaramos al mismo nivel para leer la nota, pero sus intentos fueron infructosos, tanto porque mi peso era mayor al que había registrado hace un mes y también porque un agente de la justicia merecía mantener su integridad y dignidad en alto, por lo que la mejor solución apareció tan rápido como cuando un gato encontraba a su ratón.
– Ambas se pueden agachar, ¿no?
La mirada de Agatha siempre revoleaba como si sus labios evitaran decir “nunca sabrás si una persona tiene problemas en sus rodillas”, pero algo me decía que aquel caso nunca ocurriría, menos ahora, así que me dediqué a revisar el documento mientras mi asistente se agachaba a mi lado, aunque descansando su brazo derecho en mi cabeza.
– Hmm… retrasado una boda… hmm… balcón…
Cuando terminamos de leer el documento, lo cambiamos con el que tenían nuestros acompañantes masculinos. Los detalles en ambos documentos eran curiosos en el mejor de los casos, macabros en el peor. El aura de misterio se cernía en estos casos, como una noche de soledad lluviosa que ocultaba la presencia de la dama luna y sus acompañantes que pintaban con puntos la noche.
– Las tres parejas no comparten tanto en el desarrollo de sus romances como en el desenlace de estos – los gritos de la pareja de atrás se habían calmado, así que podíamos concentrarnos de mejor forma en los papeles – Aunque algunas cosas destacan…
– Parejas jóvenes y que, o tenían planes de casarse, o se comportaban como una pareja casada.
– Además de eso, cabe destacar lo… “público” de las relaciones.
– ¿Público? - mi asistente dejó de apoyarse en mi cabeza y reunió los dos informes para revisarlos mientras me escuchaba
– Si te fijas, antes de los incidentes, estas relaciones tenían amplia cobertura mediática, ya sea por como se dieron o por cómo terminaron – y mirando a la pareja detrás de nosotros, también calzaba en cierto sentido con ese perfil, sobre todo con ciertas mujeres aristocráticas observando y murmurando sobre como la pareja se había peleado.
A mis palabras, mi asistente se fijó más detenidamente en los primeros párrafos que hablaban sobre la vida privada de las parejas y en los últimos sobre los desenlaces. Claro, sonaba a ser una coincidencia, pero si algo me había este oficio es que, cuando algo pasaba una vez era un caso aislado, cuando pasaba dos veces era una coincidencia, y cuando pasaba tres veces era un patrón.
– Puede que no haya mayor conexión entre las parejas, pero quizás lo que las conecta entre todas es un mensaje.
– … un mensaje que se masifica con lo emblemáticos que son los casos.
Habían muchas preguntas que cernían al caso: ¿Había alguien que realmente quería enviar un mensaje? ¿Sería una coincidencia demasiado coincidente? Si había un mensaje detrás, ¿cuál sería? ¿Realmente esto era por la masificación del mensaje?
– Por lo pronto, no podemos hacer nada más que especular en estos momentos. Si vamos a trabajar juntos, deberíamos separarnos e interrogar más a fondo a las personas afectadas – acercándome a Agatha, le di un par de palmadas para que se acercara a Ensoñador. Usualmente era uno de esos gestos que no era raro de ver en personas de altura equivalente, pero al ser más bajo que ella aquello solo quedó en unas palmadas en sus piernas, gesto que quedaba algo raro, aunque a ninguno de los dos nos importaba – Creo que Ensoñador necesitará a alguien que la guíe, así que confío en ti, asistente.
- Por supuesto, capitán – hizo un gesto imitando a los solados rasos que colocaban su mano estirada en su frente cuando un sargento les hablaba.
– Erwin y Ray, también les dejo la tarea de movilizarse. Pueden corroborar algo con las parejas de estos informes o solicitar audiencia con las otras parejas que no conocemos nada de ellas todavía, lo que consideren pertinente – aquel mensaje iba para todos en realidad. Puede que Ensoñador tuviera suerte siguiendo su instinto, aunque no estaría nada de mal que Agatha la siguiera porque… creo que, para este caso, entre menos tiempo estuvieramos juntos, mejor – Por mi parte, investigaré los últimos pasos de la pareja de ahí – aquellos que se lanzaban cosas por la ventana y que por fin se habían calmado – Creo que, si existe algún rastro fresco, puedo seguirlo. ¿Alguna duda?
Off: Perdón por la demora, tuve muchas cosas esta semana para sentarme a escribir con tranquilidad la respuesta >_>
Detective Hoots
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Re: Hasta que la muerte los separe [Libre][3/3]
Desde el primer momento en que aquella figura encapuchada se dirigió a nosotros, pude notar, por la sutil gracia que desprendía cada uno de sus movimientos y el tono de su voz pintando de belleza cada palabra que emitían sus labios, que se trataba de una señorita. ¿Singular? Sin duda. ¿Quién iba a pensar que una mujer se escondería detrás de tanto trapo? No debía ser de la ciudad, dato que ella misma confirmaría posteriormente. Lo que me interesaba en ese momento... no fue realmente que decidiera utilizar un proverbio, lo cual era raro y ridículo y me dificultaba el encontrar sentido alguno en lo que estaba diciendo, sino... su elección de palabras. Tenía que utilizar la palabra con pe...
—¿¡Q-Qu...!? —el primero en reaccionar fue el guardia novato, quien de inmediato explotó en vergüenza con su rostro rojo como un caldero.
—¿¡Qué!? —no demoré en seguirle antes de enfurecer, hastiado de aquellas insinuaciones—. Wow, wow, wow, ¡no tan rápido! ¡Nosotros no nos penetr...! ¡Q-Quiero decir, no nos compenetr...! —intenté negar, pero solo tornaba las cosas más difíciles—. ¡Aff...! —gruñí en frustración, golpeando mi frente con mi palma.
¿Por qué? ¿Cuál era la necesidad de hacer uso de esa palabra? Si bien, ella no parecía tener implícito el utilizarla con esa intención —o al menos, no parecía ser la clase de persona que lo haría—, después de lo que había ocurrido con el imbécil superior de Erwin... no había sido, para nada, el mejor momento para usarla.
Sin embargo, mientras intentaba reprimir la necesidad de soltarle un guantazo a alguien, a quien fuera, la mujer volvió a manifestarse.
Quizás se debió al hecho de que aquel verso fue dirigido expresamente hacia mí, o quizás se trató de aquel deje de ternura que pude vislumbrar, radiando en aquella sonrisa misteriosa escondida entre las penumbras sombrías de la capucha que cubría a la interlocutora, pero sus palabras tuvieron un efecto en mí. Mi ira fue extinguida en un segundo, siendo reemplazada por una opresión en mi pecho que, con el tiempo, había aprendido a identificar como culpa. ¿Culpa...? No lo entendía, ¿por qué en un momento así? Ni siquiera era capaz de comprender el significado de su adagio, ¿por qué entonces...?
Solo fue un segundo, un breve momento en el que, por alguna razón, dirigí mis ojos hacia Erwin. Fue una sensación extraña; el momento en que observé aquel par de esmeraldas brillando con aquel gesto que solo pude identificar como desasosiego... Simplemente, no pude hacerlo. No supe porque pero, de inmediato, tuve la necesidad de escapar de sus ojos lo más rápido que me fuera posible, aumentando el dolor de la punzada que se incrustaba con fervor en mi estómago.
¿Q-Qué...? ¿P-Pero...? ¿Qué había sido eso...?
Para mi suerte y la del soldado, la mujer que se había presentado como: Ensoñador, optó por volver a centrarse en la problemática que nos interesaba. Si bien, Erwin logró ponerse de inmediato su máscara de trabajo y enfocarse de nuevo en la misión, yo tuve un tiempo más duro intentando ignorar aquella sensación.
Me crucé de brazos y guardé silencio durante el resto de nuestra interacción con nuestros nuevos camaradas, también mientras Erwin inspeccionaba los pergaminos, y no volví a la realidad hasta que escuché la voz del soldado.
—Ninguna, señor Hoots. —dictó el guardia—. La señorita Orella Lunavalor aún se encuentra en custodia de la Guardia de Lunargenta, así que no será difícil para mí llegar hasta ella. Solicitaré una audiencia de inmediato. —aseguró determinado, antes de girarse hacia mí con una sonrisa—. ¿Todo listo, Raymond?
—C-Claro, andando... —asentí neutral.
El soldado se puso en marcha, y yo no demoré en seguir sus pasos. Sin embargo, hubo algo que me hizo detenerme un par de segundos.
Sentí un escalofrío escalar por mi espalda, como cientos de agujas clavándose en mi piel y advirtiéndome de algo que no estaba bien. Era como si... alguien estuviera observándome, como un águila que observa a su presa antes de cazarla. De inmediato me giré en la dirección contraria, en busca del origen de aquella sensación. Analicé cada rostro que pude captar en aquel breve intervalo de tiempo, sin embargo, no pude dar con nadie que llamara mi atención más de lo debido, y el rastro terminó por desvanecerse. Maldición...
¿Quizás solo había sido mi imaginación? No parecía ser el caso... De igual modo, no tuve oportunidad de seguir indagando en el asunto, pues el llamado de mi amigo me hizo regresar al camino rumbo hacia nuestro objetivo.
De todos los lugares que pensaba visitar alguna vez en mi vida... las bases de la Guardia de Lunargenta no estaban, para nada, en mi lista. Si bien sabía que, tarde o temprano, Erwin daría con una forma de arrastrarme hasta su cuartel de ñoños o, en el peor de lo casos, me aprehenderían las autoridades y me lanzarían a un calabozo por evadir impuestos... no esperaba que aquel día sucediera lo no tan esperado y en circunstancias como aquellas.
Aunque... debía reconocer que aquel bastión, el que era conocido como: "La puerta de acero", era un lugar bastante impresionante. Los altos muros que formaban aquella construcción imponían firmeza y seguridad, de ahí el título por el que se le conocía, y lucían con orgullo los estandartes con el símbolo de Lunargenta: una media luna atravesada por una espada.
—¡Y por allá es el campo de entrenamiento de los aprendices! —señaló Erwin con entusiasmo, como si nos encontráramos en un paseo turístico del cual él era el guía—. Créeme, mis épocas de Escudero fueron bastante rudas... ¡Pero no tienes idea de lo increíble que fue cuando finalmente me convertí en un Aprendiz! —celebró contento, con una sonrisa enorme.
—Así que, eso me confirma que... —comencé diciendo en un tono burlon, pretendiendo mofarme de él y su excesiva emoción—. Al menos durante una temporada, si que fuiste el chupamedias favorito de toda la Guardia, ¿no? —culminé antes de soltar una carcajada.
Erwin se lo pensó unos segundos antes de finalmente responder, intentando refutar en varias ocasiones, fracasando en el intento.
—Demonios, lamento tanto no poder decir lo contrario. —comentó tras liberar un suspiro de resignación—. Asear a los caballos era lo peor. Tuve un permanente ojo morado por casi dos ciclos lunares. —confesó, uniéndose a mi risa.
Pasado el rato de camaradería, no demoramos más tiempo en solicitar hablar con la tal Orella Lunavalor. Si había algo que podía mencionar en el camino, era que tenía la sensación de que varios guardias que se hallaban a nuestro alrededor parecían, de algún modo, felices de verme. Una que otra sonrisa que no sabía descifrar iba dirigida a Erwin de vez en cuando. El guardia, por su lado, solo reía nerviosamente mientras corría a silenciar lo que fuera que sus camaradas intentaran expresarle. Eso era raro.
Finalmente nos encontramos en una sala enteramente vacía a excepción de un mesón en el centro y un par de taburetes.
Tomamos asiento en un lado del mesón y, tras esperar un par de aburridos minutos, aquella dama apareció por la puerta, siendo escoltada por dos soldados. Uno de ellos cargaba con una cadena unida a un par de grilletes que apresaban a la susodicha, atandola a un mango al otro lado de la mesa para evitar que esta última intentara escapar o atacarnos.
No es como que fuera mucho problema si se ponía agresiva. De hecho, le había comentado a Erwin en el camino que había estado practicando aquello que me gustaba llamar "terapia de electroshock", por si la mujer se negaba a cooperar... Por supuesto, el guardia me prohibió rotundamente intentar nada como eso, pero no siempre tenia que obedecerle, ¿cierto? Me crucé de brazos y sonreí malicioso, esperando paciente mi oportunidad.
—Señorita Lunavalor, ¿correcto? —preguntó Erwin, una vez aquel par de guardias abandonó la sala. La mujer solo asintió—. Si nos otorga el derecho, en nombre de la ley y las honorables normas que rigen esta ciudad, ¿nos permitiría realizarle un par de preguntas? —solo era una corazonada, pero... algo parecía estar mal con ella, parecía... vacía—. Con respecto a... Duke.
En cuanto oyó el final de aquella oración, algo cambió en aquella damisela. Solo escuchar ese nombre bastó para que su rostro adoptara un hálito sombrío, y esta decidiera enloquecer.
—¿¡Q-Qu...!? —el primero en reaccionar fue el guardia novato, quien de inmediato explotó en vergüenza con su rostro rojo como un caldero.
—¿¡Qué!? —no demoré en seguirle antes de enfurecer, hastiado de aquellas insinuaciones—. Wow, wow, wow, ¡no tan rápido! ¡Nosotros no nos penetr...! ¡Q-Quiero decir, no nos compenetr...! —intenté negar, pero solo tornaba las cosas más difíciles—. ¡Aff...! —gruñí en frustración, golpeando mi frente con mi palma.
¿Por qué? ¿Cuál era la necesidad de hacer uso de esa palabra? Si bien, ella no parecía tener implícito el utilizarla con esa intención —o al menos, no parecía ser la clase de persona que lo haría—, después de lo que había ocurrido con el imbécil superior de Erwin... no había sido, para nada, el mejor momento para usarla.
Sin embargo, mientras intentaba reprimir la necesidad de soltarle un guantazo a alguien, a quien fuera, la mujer volvió a manifestarse.
Quizás se debió al hecho de que aquel verso fue dirigido expresamente hacia mí, o quizás se trató de aquel deje de ternura que pude vislumbrar, radiando en aquella sonrisa misteriosa escondida entre las penumbras sombrías de la capucha que cubría a la interlocutora, pero sus palabras tuvieron un efecto en mí. Mi ira fue extinguida en un segundo, siendo reemplazada por una opresión en mi pecho que, con el tiempo, había aprendido a identificar como culpa. ¿Culpa...? No lo entendía, ¿por qué en un momento así? Ni siquiera era capaz de comprender el significado de su adagio, ¿por qué entonces...?
Solo fue un segundo, un breve momento en el que, por alguna razón, dirigí mis ojos hacia Erwin. Fue una sensación extraña; el momento en que observé aquel par de esmeraldas brillando con aquel gesto que solo pude identificar como desasosiego... Simplemente, no pude hacerlo. No supe porque pero, de inmediato, tuve la necesidad de escapar de sus ojos lo más rápido que me fuera posible, aumentando el dolor de la punzada que se incrustaba con fervor en mi estómago.
¿Q-Qué...? ¿P-Pero...? ¿Qué había sido eso...?
Para mi suerte y la del soldado, la mujer que se había presentado como: Ensoñador, optó por volver a centrarse en la problemática que nos interesaba. Si bien, Erwin logró ponerse de inmediato su máscara de trabajo y enfocarse de nuevo en la misión, yo tuve un tiempo más duro intentando ignorar aquella sensación.
Me crucé de brazos y guardé silencio durante el resto de nuestra interacción con nuestros nuevos camaradas, también mientras Erwin inspeccionaba los pergaminos, y no volví a la realidad hasta que escuché la voz del soldado.
—Ninguna, señor Hoots. —dictó el guardia—. La señorita Orella Lunavalor aún se encuentra en custodia de la Guardia de Lunargenta, así que no será difícil para mí llegar hasta ella. Solicitaré una audiencia de inmediato. —aseguró determinado, antes de girarse hacia mí con una sonrisa—. ¿Todo listo, Raymond?
—C-Claro, andando... —asentí neutral.
El soldado se puso en marcha, y yo no demoré en seguir sus pasos. Sin embargo, hubo algo que me hizo detenerme un par de segundos.
Sentí un escalofrío escalar por mi espalda, como cientos de agujas clavándose en mi piel y advirtiéndome de algo que no estaba bien. Era como si... alguien estuviera observándome, como un águila que observa a su presa antes de cazarla. De inmediato me giré en la dirección contraria, en busca del origen de aquella sensación. Analicé cada rostro que pude captar en aquel breve intervalo de tiempo, sin embargo, no pude dar con nadie que llamara mi atención más de lo debido, y el rastro terminó por desvanecerse. Maldición...
¿Quizás solo había sido mi imaginación? No parecía ser el caso... De igual modo, no tuve oportunidad de seguir indagando en el asunto, pues el llamado de mi amigo me hizo regresar al camino rumbo hacia nuestro objetivo.
[...]
De todos los lugares que pensaba visitar alguna vez en mi vida... las bases de la Guardia de Lunargenta no estaban, para nada, en mi lista. Si bien sabía que, tarde o temprano, Erwin daría con una forma de arrastrarme hasta su cuartel de ñoños o, en el peor de lo casos, me aprehenderían las autoridades y me lanzarían a un calabozo por evadir impuestos... no esperaba que aquel día sucediera lo no tan esperado y en circunstancias como aquellas.
Aunque... debía reconocer que aquel bastión, el que era conocido como: "La puerta de acero", era un lugar bastante impresionante. Los altos muros que formaban aquella construcción imponían firmeza y seguridad, de ahí el título por el que se le conocía, y lucían con orgullo los estandartes con el símbolo de Lunargenta: una media luna atravesada por una espada.
—¡Y por allá es el campo de entrenamiento de los aprendices! —señaló Erwin con entusiasmo, como si nos encontráramos en un paseo turístico del cual él era el guía—. Créeme, mis épocas de Escudero fueron bastante rudas... ¡Pero no tienes idea de lo increíble que fue cuando finalmente me convertí en un Aprendiz! —celebró contento, con una sonrisa enorme.
—Así que, eso me confirma que... —comencé diciendo en un tono burlon, pretendiendo mofarme de él y su excesiva emoción—. Al menos durante una temporada, si que fuiste el chupamedias favorito de toda la Guardia, ¿no? —culminé antes de soltar una carcajada.
Erwin se lo pensó unos segundos antes de finalmente responder, intentando refutar en varias ocasiones, fracasando en el intento.
—Demonios, lamento tanto no poder decir lo contrario. —comentó tras liberar un suspiro de resignación—. Asear a los caballos era lo peor. Tuve un permanente ojo morado por casi dos ciclos lunares. —confesó, uniéndose a mi risa.
Pasado el rato de camaradería, no demoramos más tiempo en solicitar hablar con la tal Orella Lunavalor. Si había algo que podía mencionar en el camino, era que tenía la sensación de que varios guardias que se hallaban a nuestro alrededor parecían, de algún modo, felices de verme. Una que otra sonrisa que no sabía descifrar iba dirigida a Erwin de vez en cuando. El guardia, por su lado, solo reía nerviosamente mientras corría a silenciar lo que fuera que sus camaradas intentaran expresarle. Eso era raro.
Finalmente nos encontramos en una sala enteramente vacía a excepción de un mesón en el centro y un par de taburetes.
Tomamos asiento en un lado del mesón y, tras esperar un par de aburridos minutos, aquella dama apareció por la puerta, siendo escoltada por dos soldados. Uno de ellos cargaba con una cadena unida a un par de grilletes que apresaban a la susodicha, atandola a un mango al otro lado de la mesa para evitar que esta última intentara escapar o atacarnos.
No es como que fuera mucho problema si se ponía agresiva. De hecho, le había comentado a Erwin en el camino que había estado practicando aquello que me gustaba llamar "terapia de electroshock", por si la mujer se negaba a cooperar... Por supuesto, el guardia me prohibió rotundamente intentar nada como eso, pero no siempre tenia que obedecerle, ¿cierto? Me crucé de brazos y sonreí malicioso, esperando paciente mi oportunidad.
—Señorita Lunavalor, ¿correcto? —preguntó Erwin, una vez aquel par de guardias abandonó la sala. La mujer solo asintió—. Si nos otorga el derecho, en nombre de la ley y las honorables normas que rigen esta ciudad, ¿nos permitiría realizarle un par de preguntas? —solo era una corazonada, pero... algo parecía estar mal con ella, parecía... vacía—. Con respecto a... Duke.
En cuanto oyó el final de aquella oración, algo cambió en aquella damisela. Solo escuchar ese nombre bastó para que su rostro adoptara un hálito sombrío, y esta decidiera enloquecer.
Raymond Lorde
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Re: Hasta que la muerte los separe [Libre][3/3]
Agachada cierto ángulo y leyendo los informes junto a los dos investigadores Hoots y Agatha, Rel quedaba maravillada por la profesionalidad de ambos y las conjeturas que poco a poco extraían, guiando de algún modo sus siguientes pasos a dar. Nunca había conocido a alguien que se dedicara a la indagación de casos como aquellos, en su aldea no es que estuvieran presentes conflictos similares, no recordaba que los hubiese, tampoco entendía del todo el origen exacto de los actuales y su desarrollo ¿Por qué odiarías a la persona que amas hasta tal punto de hacerle daño? Era algo incomprensible que destilaba incomodidad hacia la discípulo.
Las coincidencias de ambos casos y que quedaron reflejados en los informes, seguían el mismo patrón conocido, parejas jóvenes que convivían como una ya formal, esto se repetía constantemente pero Hoots indicó un detalle más que a los Guardias de Lunargenta se les podía haber escapado, o simplemente se guardasen para sí en confidencia, quien sabe. Se trataba de la polémica que las mismas desataron e incluso su nivel público conocido, es decir, parejas reconocidas a nivel mediático véase por su polémico desarrollo o lo que la opinión social pensaba de ellos debido a su novedad o controversia.
- Gratitud por velar junto a mi persona dama Agatha.- La mujer dragón caminaba ya junto a la mujer investigadora, le resultaban curiosas sus vestimentas elegantes que portaba, en un estilo casi propio y ojival. De vez en cuando sus ojos se dirigían con cautela hacia ella evitando toda molestia que pudiera resurgir en su nueva compañera provocado por su capricho visual.
- Ya que los caballeros Raymond y Erwin caminan en pos de la dama Orella, podríamos acercarnos a hacer una visita cordial a Cassilda, es posible que pueda sentirse arropada por mujeres debido a su animadversión por su compañero de viaje.- Comentó con suavidad, era una probabilidad bastante factible, al fin y al cabo su conflicto con el magistrado era reciente, por no mencionar el hecho que sería una tarea más ardua pedir audiencia a Fulchard. También existía la posibilidad de que el hombre podría reaccionar de un modo violento si, por la regla de tres que se aplicaban a las parejas citadas en los informes, se hacía mención a su cónyuge.
- Decidme dama Agatha... ¿No os inquieta saber que almas tan unidas, tan amadas entre ellas, compañeras de destino terminen de este modo tan funesto? - Rel intentaba mantener una leve conversación amistosa con la mujer, buscando su opinión al respecto. La noche aún se cernía sobre las calles de Lunargenta y a medida que se alejaban de la zona de conflicto, los murmullos y tumultos que se aglomeraron al rededor de la gran avenida desaparecían dejando únicamente como eco distante los pasos de ambas mujeres y su báculo al tocar la base del mismo contra el suelo de piedra que adoquinaba la calle por la que transitaban.
- No creo que el odio llegue a sus corazones tan rápido, algo ha perturbado su unión... Algo... No sé como describirlo dama, pero me hallo con inquietud, espero con sinceridad que vuestro compañero, el señor Hoots y los caballeros gentiles tengan toda la suerte que los Antiguos puedan proveerles. - No sabía lo que era exactamente pero todas sus alarmas saltaban como engranajes mal encajados ¿Había sentido el resto lo mismo? Rel quiso estar segura de sí misma realizando esta pregunta a Agatha, al fin y al cabo era un Ensoñador, no una investigadora.
El transcurrir del tiempo y conversación entre ambas mujeres, se hizo a meno para la discípulo, los Barrios bajos no es que quedaran muy lejos si sabías a donde dirigirte con unas buenas indicaciones de algunos amables transeúntes, Agatha de hecho residía en la misma Ciudad, razón por la cual Hoots hizo bastante hincapié en que se acompañase entre ellas y finalmente supieron dirigirse por el camino correcto. La dirección de Cassilda, al menos su habitual residencia, se hallaba en su mercería, un modesto negocio que la mujer poseía para ganarse la vida y hacía uso como su residencia, tal como indicaban en los informes, no tenía un poder adquisitivo muy destacado.
- Por cierto... Me gusta mucho vuestro vestido. - Comentó la discípulo casi de improvisto antes de llamar a la puerta de la mercería, desvelando de este modo una de sus manos dracónicas en forma de garra, tras este leve gesto y un par de toques gentiles a la entrada de la mercería, la discípulo aguardó.
- Recordad querida... Tacto, procuremos ponernos de su lado emocionalmente, ahora esa mujer no necesita escuchar lo que debe hacer o lo que es bueno para ella, sino lo que anhela. - Susurró confidente a su interlocutora antes de que el ligero replicar de una pequeña campana anunciase la apertura y su encuentro con Cassilda, quien aparentaba cansancio, dolor en sus ojos y poco cuidada su imagen en general, sus cabellos dorados tenían un brillo apagado mientras estos se arremolinaban desordenados sobre sus hombros. Su mirada casi ausente les daba una fría bienvenida con gesto extrañado, la apariencia de Agatha y Rel en conjunto quizás tendría algo que ver.
- Bienhallada seáis, disculpadnos por presentarnos a estas horas dama pero... ¿Podría otorgarnos un poco de su preciado tiempo? Prometemos ser breves. - Ver aquella imagen de la mujer conmovió al Ensoñador. Que alma tan quebrada por los hechos acaecidos y mala suerte de su destino ¿De verdad podrían hacer algo para encontrar una solución? Lo desconocía, pero mantuvo su compostura y amabilidad hacia la mujer, esperando su reacción y así calibrar su próximo actuar.
[...]
Las cadenas se agitaron y tensaron cuando Orella quiso levantarse de su asiento, los eslabones de la misma eran lo suficientemente gruesos como para sostener a sujetos mucho más corpulentos que la mujer menuda, pero su odio desde luego acrecentaba de sobremanera su fuerza de algún modo. Afortunadamente para ella, tan sólo fue un amago de su hacer y no llegó a nada más que un brusco movimiento, regresando su raciocinio lentamente hasta sentarse con delicadeza de nuevo con gesto arrogante y altivo.
La aristócrata tenía rasgos finos, suaves, casi delicados con una constitución ectomorfa, dotada con un cuerpo en el que destacaba más su acentuada delgadez y sus largas extremidades que su buena forma. De piel pálida y largos cabellos ondulados de color cobre, si añadías sus mejillas maquilladas para darle cierto color y en su rostro ciertos rasgos aniñados, dicho conjunto le hacían parecer una delicada muñeca, nada más lejos de la realidad si es que se recordara que hace poco había arrojado a su amante por un balcón.
- No tengo nada que añadir sobre ese carcamal, bastante le he aguantado como para ahora tener que hacerlo con todos estos interrogatorios.- Bufó despectiva alzando su mentón sin mirar al dúo que tenía delante de ella, sus ojos se clausuraron en desinterés y arrogancia. Aún vestía el vestido costoso y barroco con el que fue detenida, habían pasado un par de días, pero suficientes como para advertir que sus cuidados constantes como buena dama de alta cuna iban degradándose en su conjunto, como un pelo algo más encrespado, algunas arrugas en su vestido y pocas manchas en este. Lo que no parece perturbarse en lo absoluto y que se mantenía con férrea determinación, eran los ojos de aquella mujer, de un verde pálido y desafiante hacia Raymond y Erwin... Cuando les miraba claro.
- Perdéis el tiempo.- Agitó en aspavientos con una de sus manos aún encadenadas a la vez que estas emitían un tintineo al entrechocar sus eslabones de hierro. A continuación abrió uno de sus ojos para enfocar de nuevo a los hombres con actitud algo infante.
- ¿Qué? Os estoy diciendo que os marchéis, ya estoy encerrada y tenéis a muchos testigos. Tenéis lo que queréis.- Regresó a su actitud inicial frunciendo su ceño algo temblante, cerró sus ojos y hermética, se cruzó de brazos sin pronunciarse más. Para los que tengan un oído más fino podrán escucharla mascullar algunas palabras para sí. "Malditos idiotas... Todo se ha estropeado."
El Ensoñador
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Re: Hasta que la muerte los separe [Libre][3/3]
Narradora: Agatha
Era una fortuna que el día fuera lo suficientemente nublado como para evitar estar con sombrilla. Los días de lluvia dejaban cierto aire húmedo cuando los cielos dejaban de llorar, helando los pulmones y logrando que una sensación fresca navegara por cada rincón de tu cuerpo. Me encantaban estos días donde te olvidabas que el sol existía, y mi piel definitivamente lo agradecía. Probablemente mi acompañante también era de un hilo de pensamiento similar, pero me imaginé que sería un desacierto comentarselo.
– ¿Hmm? Ah, no te preocupes – en realidad me hacía sentir más cómoda ir con alguien cuando hacíamos las tareas de investigación, ya que hablar conmigo misma podía parecer a veces digno de que la gente te tratara como una loca – El tiempo me ha permitido conocer la ciudad como la palma de mi mano, aunque sigue siendo una que no recomiendo mucho.
Mientras caminábamos, aunque no la viera, sabía que sus ojos me veían constantemente. Por su forma de actuar, hablar y de comportarse, no daba la impresión que interactuara con gente de la ciudad. Si, usualmente muchos eran unos patanes y maleducados, así que personas como ella y yo destacábamos demasiado.
– ¿Animadversión? ¿Te refieres a mi jefe? – esta vez no pude evitar mirarla extrañada, un poco porque no me había dado esa impresión de Hoots – Es algo que hacemos comúnmente por un tema de eficiencia. Él confía completamente en mis criterios de interrogación, por lo que abarcar más terreno es lo que hacemos usualmente en etapas investigativas iniciales.
En ese momento no lo sabía, pero mi animo inicial iba a jugarme una mala pasada.
– … Pues, p-por supuesto – esta vez no pude ocultar mi nerviosismo frente a su pregunta y casi podía sentir como mi sudor comenzaba a bajar por mi frente – También soy una persona afectiva, por mucho que te digan que los vampiros no podemos serlo, y si algún día me casara no me gustaría llegar al punto de tirar por el balcón a mi pareja por peleas – y pensándolo bien, Hoots probablemente no sería lo suficientemente inteligente como para recordar que es un búho que puede volar. No pude evitar suspirar de cansancio cuando pensaba en esa posibilidad – … bueno, pelear con una pareja es inevitable, incluso con nosotros mismos peleamos por nuestras acciones o pensamientos. Supongo que comunicarnos pensando en que somos seres que sienten es lo mejor que podemos hacer. Pero no te preocupes, Hoots es un cabezadura. Puede estar cayéndose un edificio encima de él y es capaz de sobrevivir ileso por su cabezota tan testaruda – no pude evitar sonreír al pensar en la posibilidad, porque conociéndolo era una posibilidad más que factible.
La conversación fue más o menos igual el resto del camino, un poco suelta, un poco despreocupada, pero aún cuando evitaba pensar en ello, no podía evitar preguntarme si este caso nos afectaría de la misma forma en que afectó a estas parejas. Y quizás no tenía que ser de esta forma tan repentina y casi maldita, sino podía ser con el pasar de los años, olvidando como sonreír frente a sus boberías, odiando el como amaba su forma curiosa de caminar, o ya no querer abrazar su peluda capa plumifera todas las noches...
- … ah, gracias – su comentario sobre mi vestido me sacó de mis pensamientos, por lo repentino y por lo curioso. Supuse que, por sus vestimentas, no era alguien que se fijaba mucho. Osea, algunos monjes se ponen así con eso de “no nos fijamos en el exterior sino en el alma de las personas” mientras te miraban el escote, pero nunca me había dado esa impresión de ella y el que mostrara su mano que se encontraba cambiada en una forma de escalas (¿Quizás draconiana?) me dio a entender que quizás no era voluntario – Si deseas algún día tener algo parecidamente precioso, puedes decirme y puedo ayudarte a cocer algo que sea de tu gusto. Aunque no lo parezca, estas manos hicieron posible este atuendo – le dije mientras atendían nuestro llamado a la puerta - … bueno, no las botas, pero ya sabes… detalles.
Justo hablábamos sobre ropas cuando nos abrió la puerta la dueña del hogar. Considerando los eventos que habían ocurrido previamente en su vida, parecía lógico buscarla en su hogar previo a su relación. Pero sus ojos parecían ser de una persona que había trabajado sin parar durante días.
- ¿… acaso buscan comprar algo?
Mire por un segundo a mi acompañante, algo extrañada por la pregunta, aunque me daba la sensación de que encontraríamos la respuesta dentro de poco.
- En realidad…
- Vienen a preguntar sobre mi relación con Fulchard, ¿no? - no alcancé a terminar lo que quería decir cuando me interrumpió como si hubiera estado repitiendo un ciclo interminable de chismes y curiosidad.
- Más bien, sobre usted. ¿Cree que pueda darnos unos momentos?
- … oh. Por supuesto.
Su reacción daba a entender que no era algo común, y es que tenía algo de sentido para la gente de la ciudad. ¿Que importaba, en el gran orden de las cosas, una pobre costurera frente a una familia adinerada?
Dejandonos entrar, pudimos notar de inmediato que su hogar estaba llena de prendas por todos lados, listas para ser usadas pero sin compradores interesados. Lo que se podía deducir, y que luego comprobaríamos haciendo las preguntas pertinentes, es que cuando te separas de alguien con un apellido poderoso y adinerado, lentamente tu suerte económica se desvanece y tu apellido se enloda cada vez más, convirtiendo tu mala suerte en una miseria difícil de salir.
- Lo siento por no ofrecerles nada, pero las ventas han estado malas y los pocos encargos que me hacen debo ofrecerlos a un menor precio para que me los acepten – y por ende, un menor retorno económico.
- No se preocupe por eso. Queríamos saber como está llevando todo esto.
- Pues… dentro de todo, bien, supongo – no se escuchaba convincente, pero tampoco pareciera que mintiera. Era como si intentara convencerse que el resultado pudo haber sido peor – aunque he estado planeando mudarme de ciudad. El problema es que no he tenido forma de encontrar a alguien que pueda ayudarme con alojarme por unos días mientras soluciono mi vida.
- Hmmm…
Anotaba todo lo que decía y las respuestas a las preguntas que colaba mi compañera de interrogatorio. Bueno, “interrogatorio” es feo decirlo decirle así, pero estábamos ahí para hacerle preguntas. Pero más allá de la frialdad de anotar su testimonio, pude notar como estaba de cansada, casi como derrotada. Era como si el término de la relación hubiera hecho más estragos de lo que podíamos notar, y no me refería a estragos económicos o sociales, cosas que bien podría superar con su juventud. Era más bien como si hubieran pasado años sin lograr nada, como si hubiera caminado por un sendero que se sentía eterno solo para darse cuenta que estaba en el mismo lugar. ¿Habría sido porque lo amaba mucho antes de que sucediera todo esto?
- Antes de seguir… ¿como es que sucedió todo? ¿Qué la hizo sentir de la forma en que sintió para terminar con todo de un día para otro?
- … no fue todo de un día para otro – negó con la cabeza mientras se sentaba en una desocupada silla – No es una historia original ni nada, simplemente la última discusión fue lo que rebalsó el vaso de décadas de engaños, de mentiras, de desamor… - suspirando, cerró sus ojos como si recordara cada uno de esos momentos – Un momento le sientes ciertos olores en su ropa cuando vuelve muy tarde. No son olores comunes, sino perfumes… perfumes caros. Entremedio de esos días, alcohol y humo de tabaco. Te deja de ver como la persona que quería casarse contigo y decide pasar más tiempo afuera que en casa. Cuando le preguntas, se siente como si estuviera a la defensiva y no quisiera contestar preguntas… Pasan los años, las décadas, todo sigue así hasta que un día… ¡bam! Todo explota y… todo termina así como así…
Su relato era algo que a veces se daba más de lo acostumbrado. Muchas veces tuve que ver a hombres del mar perder a sus mujeres de la misma forma, a mercaderes, aventureros e incluso hombres que labraban la tierra. La chispa se pierde, el amor se desvanece y solo queda una cáscara que duele ver.
Casi sentí pena por ella y por lo que pasaba. Lo hubiera hecho de verdad si no fuera porque noté que había dicho “décadas” en su testimonio. Y mirándola detenidamente, parecía ser una humana normal y que no sobrepasaba los 23 años, aun con su mirada cansada.
¿… que demonios estaba pasando?
Narrador Hoots:
No pude evitar hacerme esa pregunta cuando terminé de hacerles el testimonio a la pareja que peleó recientemente. Sus testimonios no calzaban con el tiempo, pero la forma en que narraban los hechos y la forma en que coincidían los relatos me decía que no estaban mintiendo, pero hablaban como si hubieran pasado años y años juntos en vez del poco tiempo como los oficiales me informaron en el reporte.
Sus testimonios no eran falsos, pero tampoco eran fidedignos. Solo podía confiar que el resto del equipo pudiera desentrañar algo más sustancial. Pero tampoco podía quedarme a esperarlos, así que decidí movilizarme.
Afortunadamente no tuve que alejarme tanto de la escena de la pelea, ya que la ruta que usualmente tomaban para llegar a casa estaba a un par de manzanas del lugar. Haciendo una caminata en reversa (literalmente), pasé por un estrecho callejón oscuro, incluso para estas horas del día, y al salir me di cuenta que había un refugio de animales cerca. O más específicamente, uno de cachorros.
- ¡… bingo! Todas las historias comienzan con el refugio de cachorros.
El entrar ahí se sintió como una patada de burro a mi nariz. Aunque estuviera bien cuidado, con muchos cachorros limpios y luchando con su lindura por ser adoptados por las familias que concurrían al lugar, para alguien con un olfato sensible como el mío se sentía como hubieran cientos de camadas en un mismo lugar. Eran afortunados que los humanos tenían tan mal olfato, o hubieran clausurado este lugar de mala muerte hace mucho tiempo.
- Que extraño perro es ese, mamá… - murmuró uno de los pequeños mientras me dirigía al mostrador para hablar con uno de los encargados del lugar.
- Soy del tipo que encierra a los malos, pequeño… y créeme, puedo sentir el olor del crimen a muchos kilómetros – lo miré de la forma más seria que pude, pero solo conseguí que sus papás se pusieran nerviosos y se fueran antes que sus crímenes salieran a luz.
- Oiga, oiga, sin espantar a los clientes, por favor.
Aquel que hablaba era Esten, un tipo que se notaba que el último baño lo había tomado hace un mes. Con una panza por beber alcohol, parecía alguien que no se tomaba bien que un hombre bestia rondara por ahí sin posibilidad de venderlo.
- La falta de clientes no será el peor problema que tendrás si no me respondes unas preguntas.
- Bah, ¿alguien de la yuta? - “yuta” era el apodo que comúnmente corría para quienes trabajaban en la guardia de la ciudad, aunque a veces se usaba con quienes metían sus narices en asuntos que no les importaban – Acá no ha pasado nada y todo está en perfecto orden, “oficial”.
- Guardate tus sarcasmos. Sabes perfectamente sobre el incidente que pasó anoche cerca de acá.
- Hmmm… - pensó que iba a salir de ello, pero solo pudo poner cara de decir “me persigue la mala suerte” – Si, el incidente con esa pareja de mercaderes, pero no recuerdo nada relevante, oficial.
- Algo me dice que necesitas recordar mejor… - saltando al mostrador, dejé unos 50 aeros bajo mis garras - … quizás esto te ayude a recordar algo, estimado.
- No lo sé, mi memoria sigue algo floja… - tomó los 50 aeros y se quedó rascando la barbilla, esperando por más.
- ¿Y ahora? - le respondí, dejandole otros 50 aeros más.
- Los rumores ya están en las calles desde mucho antes y algunos gremios exigieron la presencia de guardias en las calles mucho antes que el cuarto caso se diera – se acercó a mi y bajó su voz para dejar nuestra conversación lo más privada posible – Aún cuando los guardias se dedicaron a cuidar de las calles, dos incidentes más ocurrieron. El de anoche fue cerca de acá, en el callejón estrecho que da hacia donde viven las víctimas.
- Así que se sabía desde el tercer caso. ¿Hay alguien escogiendo los blancos más emblemáticos?
- No lo sé, pero las familias más adineradas comenzaron a tomar precauciones desde antes. Puedes entender eso como quieras.
- Hmm… ¿Y conocías a las víctimas de anoche?
- Linda pareja, nada anormal, todo parecía ir bien en sus vidas. La chica hace mucho que quería un cachorro, pero nunca se concretó la venta.
- … ya me parecía extraño que estuvieras tan al tanto de las víctimas cuando sucedió anoche el incidente.
- Los rumores vuelan rápido y el gremio de mercantes se rindió a esperar que cada noche existan víctimas, así que solo me entero porque las chismosas no dejan de hablar de ello.
- Hmm…
Estuve a punto de marcharme con esta cantidad de información que había recibido, pero el sujeto me detuvo antes que pudiera retomar mi rumbo.
- ¿… y para qué quiere saber tanto, oficial?
- Lo siento, es confidencial.
- ¿Y si con esto le baja la confidencialidad? - y ahí estuvo ofreciendome mis 50 aeros de vuelta.
- No lo sé…
- ¿Y ahora? - cuando me ofreció 100 aeros, los tomé de vuelta sin pensarlo.
- Investigo de manera privada el asunto. Nos encontramos con la pareja de víctimas y recibí uno de los ramos de flores de la casa como invitación a investigar.
- ¿No eres de la yuta entonces? Bah… y pensé que se habían vuelto menos ineptos con el tiempo – y parecía genuinamente decepcionado por ello – Bueno, cuídese y recuerde que las calles tienen más ojos de los que imagina.
Era una fortuna que el día fuera lo suficientemente nublado como para evitar estar con sombrilla. Los días de lluvia dejaban cierto aire húmedo cuando los cielos dejaban de llorar, helando los pulmones y logrando que una sensación fresca navegara por cada rincón de tu cuerpo. Me encantaban estos días donde te olvidabas que el sol existía, y mi piel definitivamente lo agradecía. Probablemente mi acompañante también era de un hilo de pensamiento similar, pero me imaginé que sería un desacierto comentarselo.
– ¿Hmm? Ah, no te preocupes – en realidad me hacía sentir más cómoda ir con alguien cuando hacíamos las tareas de investigación, ya que hablar conmigo misma podía parecer a veces digno de que la gente te tratara como una loca – El tiempo me ha permitido conocer la ciudad como la palma de mi mano, aunque sigue siendo una que no recomiendo mucho.
Mientras caminábamos, aunque no la viera, sabía que sus ojos me veían constantemente. Por su forma de actuar, hablar y de comportarse, no daba la impresión que interactuara con gente de la ciudad. Si, usualmente muchos eran unos patanes y maleducados, así que personas como ella y yo destacábamos demasiado.
– ¿Animadversión? ¿Te refieres a mi jefe? – esta vez no pude evitar mirarla extrañada, un poco porque no me había dado esa impresión de Hoots – Es algo que hacemos comúnmente por un tema de eficiencia. Él confía completamente en mis criterios de interrogación, por lo que abarcar más terreno es lo que hacemos usualmente en etapas investigativas iniciales.
En ese momento no lo sabía, pero mi animo inicial iba a jugarme una mala pasada.
– … Pues, p-por supuesto – esta vez no pude ocultar mi nerviosismo frente a su pregunta y casi podía sentir como mi sudor comenzaba a bajar por mi frente – También soy una persona afectiva, por mucho que te digan que los vampiros no podemos serlo, y si algún día me casara no me gustaría llegar al punto de tirar por el balcón a mi pareja por peleas – y pensándolo bien, Hoots probablemente no sería lo suficientemente inteligente como para recordar que es un búho que puede volar. No pude evitar suspirar de cansancio cuando pensaba en esa posibilidad – … bueno, pelear con una pareja es inevitable, incluso con nosotros mismos peleamos por nuestras acciones o pensamientos. Supongo que comunicarnos pensando en que somos seres que sienten es lo mejor que podemos hacer. Pero no te preocupes, Hoots es un cabezadura. Puede estar cayéndose un edificio encima de él y es capaz de sobrevivir ileso por su cabezota tan testaruda – no pude evitar sonreír al pensar en la posibilidad, porque conociéndolo era una posibilidad más que factible.
La conversación fue más o menos igual el resto del camino, un poco suelta, un poco despreocupada, pero aún cuando evitaba pensar en ello, no podía evitar preguntarme si este caso nos afectaría de la misma forma en que afectó a estas parejas. Y quizás no tenía que ser de esta forma tan repentina y casi maldita, sino podía ser con el pasar de los años, olvidando como sonreír frente a sus boberías, odiando el como amaba su forma curiosa de caminar, o ya no querer abrazar su peluda capa plumifera todas las noches...
- … ah, gracias – su comentario sobre mi vestido me sacó de mis pensamientos, por lo repentino y por lo curioso. Supuse que, por sus vestimentas, no era alguien que se fijaba mucho. Osea, algunos monjes se ponen así con eso de “no nos fijamos en el exterior sino en el alma de las personas” mientras te miraban el escote, pero nunca me había dado esa impresión de ella y el que mostrara su mano que se encontraba cambiada en una forma de escalas (¿Quizás draconiana?) me dio a entender que quizás no era voluntario – Si deseas algún día tener algo parecidamente precioso, puedes decirme y puedo ayudarte a cocer algo que sea de tu gusto. Aunque no lo parezca, estas manos hicieron posible este atuendo – le dije mientras atendían nuestro llamado a la puerta - … bueno, no las botas, pero ya sabes… detalles.
Justo hablábamos sobre ropas cuando nos abrió la puerta la dueña del hogar. Considerando los eventos que habían ocurrido previamente en su vida, parecía lógico buscarla en su hogar previo a su relación. Pero sus ojos parecían ser de una persona que había trabajado sin parar durante días.
- ¿… acaso buscan comprar algo?
Mire por un segundo a mi acompañante, algo extrañada por la pregunta, aunque me daba la sensación de que encontraríamos la respuesta dentro de poco.
- En realidad…
- Vienen a preguntar sobre mi relación con Fulchard, ¿no? - no alcancé a terminar lo que quería decir cuando me interrumpió como si hubiera estado repitiendo un ciclo interminable de chismes y curiosidad.
- Más bien, sobre usted. ¿Cree que pueda darnos unos momentos?
- … oh. Por supuesto.
Su reacción daba a entender que no era algo común, y es que tenía algo de sentido para la gente de la ciudad. ¿Que importaba, en el gran orden de las cosas, una pobre costurera frente a una familia adinerada?
Dejandonos entrar, pudimos notar de inmediato que su hogar estaba llena de prendas por todos lados, listas para ser usadas pero sin compradores interesados. Lo que se podía deducir, y que luego comprobaríamos haciendo las preguntas pertinentes, es que cuando te separas de alguien con un apellido poderoso y adinerado, lentamente tu suerte económica se desvanece y tu apellido se enloda cada vez más, convirtiendo tu mala suerte en una miseria difícil de salir.
- Lo siento por no ofrecerles nada, pero las ventas han estado malas y los pocos encargos que me hacen debo ofrecerlos a un menor precio para que me los acepten – y por ende, un menor retorno económico.
- No se preocupe por eso. Queríamos saber como está llevando todo esto.
- Pues… dentro de todo, bien, supongo – no se escuchaba convincente, pero tampoco pareciera que mintiera. Era como si intentara convencerse que el resultado pudo haber sido peor – aunque he estado planeando mudarme de ciudad. El problema es que no he tenido forma de encontrar a alguien que pueda ayudarme con alojarme por unos días mientras soluciono mi vida.
- Hmmm…
Anotaba todo lo que decía y las respuestas a las preguntas que colaba mi compañera de interrogatorio. Bueno, “interrogatorio” es feo decirlo decirle así, pero estábamos ahí para hacerle preguntas. Pero más allá de la frialdad de anotar su testimonio, pude notar como estaba de cansada, casi como derrotada. Era como si el término de la relación hubiera hecho más estragos de lo que podíamos notar, y no me refería a estragos económicos o sociales, cosas que bien podría superar con su juventud. Era más bien como si hubieran pasado años sin lograr nada, como si hubiera caminado por un sendero que se sentía eterno solo para darse cuenta que estaba en el mismo lugar. ¿Habría sido porque lo amaba mucho antes de que sucediera todo esto?
- Antes de seguir… ¿como es que sucedió todo? ¿Qué la hizo sentir de la forma en que sintió para terminar con todo de un día para otro?
- … no fue todo de un día para otro – negó con la cabeza mientras se sentaba en una desocupada silla – No es una historia original ni nada, simplemente la última discusión fue lo que rebalsó el vaso de décadas de engaños, de mentiras, de desamor… - suspirando, cerró sus ojos como si recordara cada uno de esos momentos – Un momento le sientes ciertos olores en su ropa cuando vuelve muy tarde. No son olores comunes, sino perfumes… perfumes caros. Entremedio de esos días, alcohol y humo de tabaco. Te deja de ver como la persona que quería casarse contigo y decide pasar más tiempo afuera que en casa. Cuando le preguntas, se siente como si estuviera a la defensiva y no quisiera contestar preguntas… Pasan los años, las décadas, todo sigue así hasta que un día… ¡bam! Todo explota y… todo termina así como así…
Su relato era algo que a veces se daba más de lo acostumbrado. Muchas veces tuve que ver a hombres del mar perder a sus mujeres de la misma forma, a mercaderes, aventureros e incluso hombres que labraban la tierra. La chispa se pierde, el amor se desvanece y solo queda una cáscara que duele ver.
Casi sentí pena por ella y por lo que pasaba. Lo hubiera hecho de verdad si no fuera porque noté que había dicho “décadas” en su testimonio. Y mirándola detenidamente, parecía ser una humana normal y que no sobrepasaba los 23 años, aun con su mirada cansada.
¿… que demonios estaba pasando?
Narrador Hoots:
No pude evitar hacerme esa pregunta cuando terminé de hacerles el testimonio a la pareja que peleó recientemente. Sus testimonios no calzaban con el tiempo, pero la forma en que narraban los hechos y la forma en que coincidían los relatos me decía que no estaban mintiendo, pero hablaban como si hubieran pasado años y años juntos en vez del poco tiempo como los oficiales me informaron en el reporte.
Sus testimonios no eran falsos, pero tampoco eran fidedignos. Solo podía confiar que el resto del equipo pudiera desentrañar algo más sustancial. Pero tampoco podía quedarme a esperarlos, así que decidí movilizarme.
Afortunadamente no tuve que alejarme tanto de la escena de la pelea, ya que la ruta que usualmente tomaban para llegar a casa estaba a un par de manzanas del lugar. Haciendo una caminata en reversa (literalmente), pasé por un estrecho callejón oscuro, incluso para estas horas del día, y al salir me di cuenta que había un refugio de animales cerca. O más específicamente, uno de cachorros.
- ¡… bingo! Todas las historias comienzan con el refugio de cachorros.
El entrar ahí se sintió como una patada de burro a mi nariz. Aunque estuviera bien cuidado, con muchos cachorros limpios y luchando con su lindura por ser adoptados por las familias que concurrían al lugar, para alguien con un olfato sensible como el mío se sentía como hubieran cientos de camadas en un mismo lugar. Eran afortunados que los humanos tenían tan mal olfato, o hubieran clausurado este lugar de mala muerte hace mucho tiempo.
- Que extraño perro es ese, mamá… - murmuró uno de los pequeños mientras me dirigía al mostrador para hablar con uno de los encargados del lugar.
- Soy del tipo que encierra a los malos, pequeño… y créeme, puedo sentir el olor del crimen a muchos kilómetros – lo miré de la forma más seria que pude, pero solo conseguí que sus papás se pusieran nerviosos y se fueran antes que sus crímenes salieran a luz.
- Oiga, oiga, sin espantar a los clientes, por favor.
Aquel que hablaba era Esten, un tipo que se notaba que el último baño lo había tomado hace un mes. Con una panza por beber alcohol, parecía alguien que no se tomaba bien que un hombre bestia rondara por ahí sin posibilidad de venderlo.
- La falta de clientes no será el peor problema que tendrás si no me respondes unas preguntas.
- Bah, ¿alguien de la yuta? - “yuta” era el apodo que comúnmente corría para quienes trabajaban en la guardia de la ciudad, aunque a veces se usaba con quienes metían sus narices en asuntos que no les importaban – Acá no ha pasado nada y todo está en perfecto orden, “oficial”.
- Guardate tus sarcasmos. Sabes perfectamente sobre el incidente que pasó anoche cerca de acá.
- Hmmm… - pensó que iba a salir de ello, pero solo pudo poner cara de decir “me persigue la mala suerte” – Si, el incidente con esa pareja de mercaderes, pero no recuerdo nada relevante, oficial.
- Algo me dice que necesitas recordar mejor… - saltando al mostrador, dejé unos 50 aeros bajo mis garras - … quizás esto te ayude a recordar algo, estimado.
- No lo sé, mi memoria sigue algo floja… - tomó los 50 aeros y se quedó rascando la barbilla, esperando por más.
- ¿Y ahora? - le respondí, dejandole otros 50 aeros más.
- Los rumores ya están en las calles desde mucho antes y algunos gremios exigieron la presencia de guardias en las calles mucho antes que el cuarto caso se diera – se acercó a mi y bajó su voz para dejar nuestra conversación lo más privada posible – Aún cuando los guardias se dedicaron a cuidar de las calles, dos incidentes más ocurrieron. El de anoche fue cerca de acá, en el callejón estrecho que da hacia donde viven las víctimas.
- Así que se sabía desde el tercer caso. ¿Hay alguien escogiendo los blancos más emblemáticos?
- No lo sé, pero las familias más adineradas comenzaron a tomar precauciones desde antes. Puedes entender eso como quieras.
- Hmm… ¿Y conocías a las víctimas de anoche?
- Linda pareja, nada anormal, todo parecía ir bien en sus vidas. La chica hace mucho que quería un cachorro, pero nunca se concretó la venta.
- … ya me parecía extraño que estuvieras tan al tanto de las víctimas cuando sucedió anoche el incidente.
- Los rumores vuelan rápido y el gremio de mercantes se rindió a esperar que cada noche existan víctimas, así que solo me entero porque las chismosas no dejan de hablar de ello.
- Hmm…
Estuve a punto de marcharme con esta cantidad de información que había recibido, pero el sujeto me detuvo antes que pudiera retomar mi rumbo.
- ¿… y para qué quiere saber tanto, oficial?
- Lo siento, es confidencial.
- ¿Y si con esto le baja la confidencialidad? - y ahí estuvo ofreciendome mis 50 aeros de vuelta.
- No lo sé…
- ¿Y ahora? - cuando me ofreció 100 aeros, los tomé de vuelta sin pensarlo.
- Investigo de manera privada el asunto. Nos encontramos con la pareja de víctimas y recibí uno de los ramos de flores de la casa como invitación a investigar.
- ¿No eres de la yuta entonces? Bah… y pensé que se habían vuelto menos ineptos con el tiempo – y parecía genuinamente decepcionado por ello – Bueno, cuídese y recuerde que las calles tienen más ojos de los que imagina.
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Re: Hasta que la muerte los separe [Libre][3/3]
La sorpresa de aquel cambio de fase tan repentino provocó que, tanto Erwin como yo, retrocedieramos en nuestros asientos en un pequeño brinco de exaltación. Aquella mujer había dado un giro de 360° en el momento en que el soldado le mencionó el nombre del hombre que, hasta hace poco tiempo, había sido una persona a la que presumía amar, según las lenguas del pueblo, pero que había terminado en un trágico accidente con un Duke inconsciente en el hospital de Lunargenta después de quedar hecho puré. El amor duele, ¿no es así? Era lo que decían... Sin embargo, aunque yo no fuera un gran experto en manejar nada que tuviera que ver con sentimientos humanos, ciertamente dudaba que aquella mujer hubiera sentido una mínima pizca de amor por ese bastardo. Solo bastaba con verle a los ojos, ver ese remolino de furia y odio ardiendo en aquellas pupilas; había visto zarzas crepitar con menos intensidad...
Aquel incendio de rabia comenzó a mermar tan pronto fue encendido, dejando atrás sólo las cenizas de un total desagrado ante el individuo mencionado. Pensaba que solo a mí el guardia podía hacerme enfurecer tan rápido... Sin duda, Erwin había picado en un punto sensible...
—Lamento mucho que se encuentre en esta situación, señorita Lunavalor. —habló Erwin, recobrando aquella calma y seriedad con la que había iniciado aquel interrogatorio—. Más, debe recordar que sus acciones no le han colocado en una situación donde pueda exigir otra cosa que no sea agua y alimento. Le aconsejo que se limite a cooperar si tanto desea recobrar su libertad y su paz. —culminó.
Era algo curioso... Nunca había tenido antes la oportunidad de observar al Smith en plena jornada laboral. Aunque era consciente de que Erwin era bastante popular en la ciudad y uno de los favoritos de su tropa, siempre había asumido que sólo se debía a que era un total lambebotas y su única función util era cubrir un espacio vacío con la excusa de cuidar el perímetro por un par de horas durante el día...
Jamás pude haber previsto aquel gesto sereno y calmado, en contraste total con la constante efusividad y alegría que mostraba siempre a mi alrededor o de otro de sus allegados, mientras se dirigía a aquella testaruda mujer con aquella voz severa y autoritaria. Por un segundo, llegué a olvidar que se trataba de Erwin: un novato de la Guardia. ¿Todos los novatos eran así...?
Observarle así era algo... escalofriante...
—Tenemos razones para creer que no nos ha contado la verdad en su testimonio, señorita. —continuó hablando, sin perder a su blanco ni una mínima fracción de segundo. Aún cuando la mujer intentaba evadir su mirada constantemente, aquel par de esmeraldas se clavaban en ella sin dejarle escapar—. Usted ha afirmado, en más de una ocasión, que se encuentra casada con Duke Ónice. —temí por un segundo lo que podría causar de nuevo aquel nombre en la mujer, pero el soldado seguía inexpugnable—. Sin embargo, no existe ningún pergamino en nuestros registros que ampare tal compromiso. —aseguró—. Y su relación, foco constante del seguimiento público, tiene fama de retrasar una boda que todos esperan, pero que nunca se ha celebrado. —argumentó luego—. Entonces, Lady Lunavalor, ¿podría iluminar un poco la situación para nosotros? O es que acaso... ¿Prefiere contestar primero qué es lo que se ha estropeado y quienes son esos "idiotas"...? —concluyó el guardia serio con aquel ultimátum.
—¡Así que los ascensos serán en un mes! —y, nuevamente, volvía a encontrarme ante aquel imbecil con la energía y alegría de un sol radiante—. Stuart y Cornwell están más que seguros que me nombrarán Capitán de la tropa, aunque yo no estoy tan seguro de eso jajaja... —de verdad, se me estaba haciendo difícil el asimilar que aquel bueno para nada era la misma persona de hace unos minutos—. Eh... ¿Raymond... estas ahí? —el guardia golpeó mi cabeza como si fuera una puerta, y finalmente regresé de mis divagaciones—. ¿Todo en orden? Has estado perdido en el espacio desde que salimos del interrogatorio.
—¡S-S-Si! ¡Todo bajo control! —me apresuré en contestar, intentando ocultar cualquier indicio de lo que pasaba por mi mente—. ¿Qué estabas diciendo sobre los ascensos y ser capitán? —pregunté, reuniendo los pocos datos que había conservado en mi escasa atención.
—No tienes remedio... —suspiró Erwin, negando con una risa burlona—. Decía que, probablemente, me asciendan a Capitán de mi tropa en un mes, aunque no me emociona la idea realmente. —explicó, antes de dedicarme una sonrisa pícara y maliciosa—. ¿Qué? ¿Te quedaste prendado de la señorita Lunavalor? —comenzó a mofarse—. No creo que sea buen partido, a menos que quieras terminar en el hospital. —dijo antes de soltar una carcajada.
—¿¡Qué!? ¡No! —negué de inmediato, irritado por su comentario. Sin duda, no podían ser la misma persona—. No estoy tan demente. —aseguré, cruzándome de brazos—. ¿Y acaso escuché mal o al chupamedias profesional no le emociona subir de rango? —me dispuse a preguntar—. ¿Cuál es el punto entonces...?
—¡No soy un chupamedias! Solo me gusta mi trabajo... —se quejó el humano infantilmente. Si, como no...—. N-N-No es que esté mal el que me asciendan... —comenzó a explicar, tras liberar un respingo—. Es solo que... como capitán, tendría más responsabilidades... y eso significaría que... —el guardia tomó una pausa, nervioso, antes de escapar repentinamente de mis ojos—. Que yo... ya no tendría tanto tiempo para... —¿era solo yo o... el rostro del guardia empezaba a adquirir un tono rojizo?—. ¡P-P-Para nada! Deberíamos volver y reportarnos con el Detective Hoots. —rió con nerviosismo, cambiando de tema a toda velocidad.
—¿De acuerdo...? —concordé algo confuso, sin entender muy bien lo que había querido decir.
Eso había sido raro, más no demoramos en continuar nuestro camino y ponernos en marcha de regreso hacia el punto donde habíamos comenzado aquella misión.
Me detuve un segundo, volviendo a percibir aquella sensación. Había regresado, la misma percepción de que alguien nos seguía y nos estaba observando. Quise rastrearla, quise asegurarme de que esta vez no le perdería de vista, más no quería dejar atrás al humano sin avisarle, por lo que opté finalmente por dejarla ir... ¿Qué demonios sería aquella sensación...?
Aquel incendio de rabia comenzó a mermar tan pronto fue encendido, dejando atrás sólo las cenizas de un total desagrado ante el individuo mencionado. Pensaba que solo a mí el guardia podía hacerme enfurecer tan rápido... Sin duda, Erwin había picado en un punto sensible...
—Lamento mucho que se encuentre en esta situación, señorita Lunavalor. —habló Erwin, recobrando aquella calma y seriedad con la que había iniciado aquel interrogatorio—. Más, debe recordar que sus acciones no le han colocado en una situación donde pueda exigir otra cosa que no sea agua y alimento. Le aconsejo que se limite a cooperar si tanto desea recobrar su libertad y su paz. —culminó.
Era algo curioso... Nunca había tenido antes la oportunidad de observar al Smith en plena jornada laboral. Aunque era consciente de que Erwin era bastante popular en la ciudad y uno de los favoritos de su tropa, siempre había asumido que sólo se debía a que era un total lambebotas y su única función util era cubrir un espacio vacío con la excusa de cuidar el perímetro por un par de horas durante el día...
Jamás pude haber previsto aquel gesto sereno y calmado, en contraste total con la constante efusividad y alegría que mostraba siempre a mi alrededor o de otro de sus allegados, mientras se dirigía a aquella testaruda mujer con aquella voz severa y autoritaria. Por un segundo, llegué a olvidar que se trataba de Erwin: un novato de la Guardia. ¿Todos los novatos eran así...?
Observarle así era algo... escalofriante...
—Tenemos razones para creer que no nos ha contado la verdad en su testimonio, señorita. —continuó hablando, sin perder a su blanco ni una mínima fracción de segundo. Aún cuando la mujer intentaba evadir su mirada constantemente, aquel par de esmeraldas se clavaban en ella sin dejarle escapar—. Usted ha afirmado, en más de una ocasión, que se encuentra casada con Duke Ónice. —temí por un segundo lo que podría causar de nuevo aquel nombre en la mujer, pero el soldado seguía inexpugnable—. Sin embargo, no existe ningún pergamino en nuestros registros que ampare tal compromiso. —aseguró—. Y su relación, foco constante del seguimiento público, tiene fama de retrasar una boda que todos esperan, pero que nunca se ha celebrado. —argumentó luego—. Entonces, Lady Lunavalor, ¿podría iluminar un poco la situación para nosotros? O es que acaso... ¿Prefiere contestar primero qué es lo que se ha estropeado y quienes son esos "idiotas"...? —concluyó el guardia serio con aquel ultimátum.
[...]
—¡Así que los ascensos serán en un mes! —y, nuevamente, volvía a encontrarme ante aquel imbecil con la energía y alegría de un sol radiante—. Stuart y Cornwell están más que seguros que me nombrarán Capitán de la tropa, aunque yo no estoy tan seguro de eso jajaja... —de verdad, se me estaba haciendo difícil el asimilar que aquel bueno para nada era la misma persona de hace unos minutos—. Eh... ¿Raymond... estas ahí? —el guardia golpeó mi cabeza como si fuera una puerta, y finalmente regresé de mis divagaciones—. ¿Todo en orden? Has estado perdido en el espacio desde que salimos del interrogatorio.
—¡S-S-Si! ¡Todo bajo control! —me apresuré en contestar, intentando ocultar cualquier indicio de lo que pasaba por mi mente—. ¿Qué estabas diciendo sobre los ascensos y ser capitán? —pregunté, reuniendo los pocos datos que había conservado en mi escasa atención.
—No tienes remedio... —suspiró Erwin, negando con una risa burlona—. Decía que, probablemente, me asciendan a Capitán de mi tropa en un mes, aunque no me emociona la idea realmente. —explicó, antes de dedicarme una sonrisa pícara y maliciosa—. ¿Qué? ¿Te quedaste prendado de la señorita Lunavalor? —comenzó a mofarse—. No creo que sea buen partido, a menos que quieras terminar en el hospital. —dijo antes de soltar una carcajada.
—¿¡Qué!? ¡No! —negué de inmediato, irritado por su comentario. Sin duda, no podían ser la misma persona—. No estoy tan demente. —aseguré, cruzándome de brazos—. ¿Y acaso escuché mal o al chupamedias profesional no le emociona subir de rango? —me dispuse a preguntar—. ¿Cuál es el punto entonces...?
—¡No soy un chupamedias! Solo me gusta mi trabajo... —se quejó el humano infantilmente. Si, como no...—. N-N-No es que esté mal el que me asciendan... —comenzó a explicar, tras liberar un respingo—. Es solo que... como capitán, tendría más responsabilidades... y eso significaría que... —el guardia tomó una pausa, nervioso, antes de escapar repentinamente de mis ojos—. Que yo... ya no tendría tanto tiempo para... —¿era solo yo o... el rostro del guardia empezaba a adquirir un tono rojizo?—. ¡P-P-Para nada! Deberíamos volver y reportarnos con el Detective Hoots. —rió con nerviosismo, cambiando de tema a toda velocidad.
—¿De acuerdo...? —concordé algo confuso, sin entender muy bien lo que había querido decir.
Eso había sido raro, más no demoramos en continuar nuestro camino y ponernos en marcha de regreso hacia el punto donde habíamos comenzado aquella misión.
Me detuve un segundo, volviendo a percibir aquella sensación. Había regresado, la misma percepción de que alguien nos seguía y nos estaba observando. Quise rastrearla, quise asegurarme de que esta vez no le perdería de vista, más no quería dejar atrás al humano sin avisarle, por lo que opté finalmente por dejarla ir... ¿Qué demonios sería aquella sensación...?
Raymond Lorde
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Re: Hasta que la muerte los separe [Libre][3/3]
- Oh... Por animadversión hablaba de las parejas a las que han sido afectadas dama Agatha, creo que cada una de ellas se muestra de esa manera, un final marcado por el odio.- Y en cierto modo era así ¿Había alguna pareja de las investigadas que hubieran terminado con un acuerdo o pacto mutuo que no derivase en violencia? No era consciente de ello o tenía conocimiento al respecto.
Llegados a cierto punto Rel profirió una suave risotada bajo las telas con las cuales se ocultaba, no tenía idea de que aquella mujer resultase ser una vampiresa, quizás por ello ahora su atención se tornaba en ella con una mayor intensidad. No había visto una en su vida y tampoco es que tuviera recelo en conocerla mejor, el pasado quedó atrás y muchos de ellos no poseían dicha naturaleza por voluntad. A parte de ello Agatha mostraba una amabilidad y modales que agradaron a la mujer dragón, no sólo su aspecto, aunque hay que añadir que esto ha sido un pequeño aliciente visual.
- ¿Me haríais un vestido? Vaya... Sería interesante.- Por unos segundos alzó sus manos mirando sus palmas con gesto cauto, cada una dispar como cabe esperar antes de ser ocultadas de nuevo.
- Pues... Nos hallamos en una mercería y creo que podemos hacerle un favor a Cassilda si adquiriéramos algo de su local que os sirva, yo me haré cargo de los gastos de dicho material por supuesto.- ¿Llevar un vestido? La idea le resultó algo ridícula en su cabeza, algo bastante jocoso, quizás jamás haría uso de tal vestido o prenda, pero había algo que la incitaba a querer portar algo así por una vez y verse como aquella mujer bella que tenía cerca de ella. Obviamente aquel trato y ofrecimiento sería confidente entre la mujer vampiro y la dragona.
[...]
Rel se mostraba alicaída por momentos, quizás se estuviera impregnando con las emociones de Cassilda y poco a poco tal como un espejo las retratase al ser capaz de entenderlas, era una mujer destrozada por los acontecimientos intentando levantar la cabeza, poseía un espíritu fuerte pero que necesitaba ayuda y sanarse. Junto a Agatha, la discípulo dejó que la misma entrevistara a Cassilda mientras sus ojos flotaban de forma casual por toda la estancia y hogar de su interlocutora, como cabía esperar se trataba de un lugar austero, desordenado y sin interés de hacerlo por parte de una dueña abatida. Con calma ambas mujeres atendían a las palabras y testimonio de la costurera, pero había algo extraño y en más de una ocasión ocasionó que tanto Agatha como Rel intercambiasen miradas interrogativas entre ambas... Esa mujer había hablado como si su relación con Fulchard hubiera durado más de los años que aparentaba la joven.
- Pero... Querida, si tan sólo llevaréis unos pocos años unidos y habláis de décadas.- Apuntó Rel con cauteloso verbo, sus manos se encontraban reposando en su regazo mientras su báculo descansaba en uno de sus antebrazos, la entonación de la mujer dragón era afable y cautelosa, pero internamente aún se hallaba inquieta por esta revelación extraña.
- Miraros, mantenéis aún la virtud de vuestra juventud... ¿Estáis segura de lo que decís? - Resultaba inquietante si se analizaban las palabras con cuidado, algo no andaba bien en la mente de la mujer, quizás su visión había sido distorsionada o su propia mente, opciones que barajeaba Rel dentro de su cabeza, cada vez estaba mucho más convencida de que se trataba de una intervención externa que ninguno de los cónyuges tenía algo que ver por propia voluntad.
[...]
Orella aún mantenía su orgullo intacto, sus ojos de se dirigían con indiferencia fingida y altivez propia de su casta, como si aquellos que estaban delante de ella fueran un par de moscardones molestos. Chasqueaba su lengua de vez en cuando, indicando que su paciencia se estaba agotando, pero poseía la suficiente inteligencia como para saber que de algún modo que su cooperación era necesaria si no quería terminar en un calabozo de por vida o incluso peor, la ira y tensión en la mujer era tan sentida que quizás eso frenase su cordura y raciocinio, como un perro rabioso con correa a punto de ser liberado.
- De acuerdo, bien, cooperaré.- Esta mención casi es emitida entre dientes acompañado con un leve temblor en uno de sus labios.- Pero quiero algo a cambio, no creo que tengáis problemas en devolverme un maldito espejo ¿Verdad? Quiero mi espejo de mano, me lo quitaron y quiero tenerlo de regreso.- Su tono comenzaba a elevarse de nuevo, como si en cualquier momento la calma de aquella persona iba a desprenderse de forma súbita, mas una vez más supo controlarse y de pronto... ¿Sonreía? Orella dibujó en su rostro una de sus mejores sonrisas, un aspecto más manso de lo que esta mujer había ofrecido en un inicio, un lobo con piel de cordero quizás o simplemente que su mente ya estaba algo trastocada de por sí.
- Por favor, que sandeces estáis diciendo, claro que estoy casada ¿Acaso no veis mi anillo de compromiso? - Y extendió una de sus manos sedosas sin nada que portasen sus dedos, pues no se hallaba anillo alguno, aunque Orella opinaba de forma distinta, de alguna manera estaba orgullosa de enseñarlo.
- Duke no tiene gusto para estas cosas.- Suspiró retirando su mano y colocando esta encima de la otra que se mantenía apoyada en la mesa que separaban a la mujer de los dos hombres quienes la interrogaban.- Quiero mi espejo, es lo único que pido, entregádmelo y contaré todo lo que queráis.
Finalizó con un guiño, aún manteniendo su faceta amable y cordial, dándo la sensación que en cualquier momento esta podría cambiar rotundamente y en el momento más inesperado, sin duda Orella, tal como se mostraba, indicaba cierto desequilibrio emocional y explosivo. Sus ojos se mantenían abiertos de hito en hito hacia nuestros protagonistas, esperando una respuesta.
El Ensoñador
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Re: Hasta que la muerte los separe [Libre][3/3]
Narradora: Agatha
Las palabras de mi acompañante no hicieron más que hacer eco en el cansino recuerdo de haber escuchado las mismas palabras una y otra vez durante estos últimos días. Había sinceridad en su cansancio, demostrado por un suspiro y su mano que refregaba sus ojos, hechos instintivos en quienes buscaban encontrar fuerzas después de que estas abandonaran el cuerpo.
- Miren… en este momento tengo que atender algunos encargos. Si no tienen nada más que consultar…
No continuó con su frase, decidiendo más bien resumir sus actividades previas a nuestra llegada, dando a entender que el abandono del inmueble era nuestro siguiente paso si no había nada más que agregar.
- Hmm… no creo que sea buena idea insistir – le susurré mientras nos dabamos vuelta para retirarnos –.Veremos si hay algo que podamos concluir con Hoots y los demás, pero creo que insistir en decirles que viven engañad--
Fueron solo unos pocos segundos, pero cada fibra de mi ser se detuvo como si hubiera quedado congelada en el tiempo. Se sintió como cada parte de mi cuerpo pensara por si misma, sincronizando sus ideas y convergiendo en un resultado que tenía mucho, mucho sentido, quizás más del que los dioses tuvieran permitido.
Cuando todo tuvo sentido, no pude evitar sonreír a mi acompañante Ensoñador, dejando de lado las preocupaciones que podría haber tenido.
- Mi estimada, necesito que me ayude con una última cosa – me dirigí hacia uno de los mesones, sin mirarla directamente sino prestando atención a una de las telas que tenía en el mostrador – Me gustaría saber si tiene ese tipo de telas en cierto color.
El rostro de la propietaria cambió más de lo que se podía esperar, dejando atrás gran parte de esa mirada rendida y desolación en sus palabras.
- ¿Algodón Pima? Es una de las telas finas de preferencia en la ciudad, tiene buen ojo mi estimada – se acercó al mostrador y extendió la tela hacia nosotras para que nuestros dedos pudieran ser testigos de la suavidad del género – Estos los tengo en colores sobrios, como me imagino que sería su preferencia – sacó esa idea al ver mis ropas.
- Me alaga, pero no es precisamente para mi – fue entonces cuando miré a mi acompañante y la miré desde la punta de la cabeza, pasando por su ojos escondido, hasta el final de las telas que tocaban el piso – Creo… que a ella le vendrá un color elegante pero que indique “propiedad”. ¿Tiene acaso color vino?
- Por supuesto, ¿cuánto necesitará?
- Dos metros por uno. Y necesitaré también dos metros por uno de color azabache. Y deme también… - miré de reojo sus brazos - … 4 metros de hilo color sangre.
Mientras la encargada estaba a lo suyo, sabía que Ensoñador no tendría idea de qué estaba pasando o cuál era mi idea. O quizás internamente lo sabía. Eso no quitó que una aclaración era debida.
- Quedé en un compromiso con usted para un vestido, ¿no? Pues llegó la oportunidad perfecta para ello…
Narrador: Hoots.
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- Mi señor, un… algo desea conversar con usted.
- ¿Un “algo”?
- Es que es un buho, pero parlanchin y muy grande para ser uno.
- … Mercedes, por favor estoy ocupado. Dile que venga otro día.
- Es por ese… tema, mi señor.
Aquel tono de voz y aquellas palabras fueron suficientes como para interrumpir sus labores de comerciante que se daban al medio día. No tardó en demandar mi presencia a su oficina, un lugar privado de luz del día quizás por los incidentes que acaecían a esta pobre ciudad. Parecía un sitio sacado de una pésima novela de misterio, con dos sofás enormes para cualquier invitado, las cuales daban la cara hacia un escritorio corto de humildad, creado solo con el objetivo de sellar pactos económicos entre diferentes personas. Atrás de él, incontables libros adornaban la pared, llegando hasta el cielo con palabras que probablemente no habían sido leídas desde hace siglos.
- Lindo piso – quizás no sea un detalle importante para el resto, pero la suavidad de una alfombra para alguien que tiene garras como las mías es un agradecimiento del cielo.
- …
Su nula respuesta me dio a entender su tipo de personalidad: alguien que siente que las conversaciones superficiales solo sirven para malgastar el tiempo. No había necesidad de ello, eramos adultos, podíamos ir directo al grano sin la necesidad de palabrería barata.
- Confío en que viene a decirme algo importante. Soy alguien ocupado y con una urgencia que me impide las trivialidades en este momento.
- Calma, estimado… no necesita estar tan rígido – le respondí mientras me sentaba en una de los sofás sin previa invitación, lo que era una falta de respeto en el mundo de los negocios – Ustedes estaban enterados desde hace días y dejaron que este incidente se masificara más durante los días, así que da la impresión que ustedes tienen bastante tiempo para malgastar en “trivialidades”.
- No necesita sermonearme ni amedrentarme con lo que sabe, “detective” – aunque era difícil de notar, no pude evitar sonreír al escuchar que sabía sobre mi oficio –. Sé bastante bien lo que dicen las calles, incluso aquello que no es sutil ni sereno.
- La pareja de anoche se encargó de darle la noticia, ¿no? - me acomodé en el sofá que daba hacia él, dejando que mis ojos cayeran en el tabaco que había en su mesa, algo que ofrecía a sus invitados de manera regular, como todo buen hombre de negocios –. No vengo a darle más problemas, estimado Lahebre. Ya a sabiendas de que alguien puede ir por su hija es suficiente como para que venga a darle más incomodidades de las que necesita. Más bien, vengo a ofrecerle una mano amiga a su problema… o ala, como quiera verlo.
Pasaron unos momentos mientras que su mirada inquisidora analizaba al búho que tenía delante de él. En sus años de experiencia sabía detectar charlatanes o estafadores, personas que abundaban en este oficio. Sus ojos mostraban una lejanía del convencimiento de mis palabras, pero lo cierto es que el reloj estaba en su contra y, a veces, las mejores ideas podían provenir de los lugares más inesperados.
- … lo escucho.
- Antes que nada, necesito saber una cosa. Puede sonar una pregunta muy rara, pero… ¿Que tan chismosas son sus empleadas?
- … - en cualquier otra circunstancia hubiera echado a este humilde servidor de una patada, pero pensó cuidadosamente antes de darme una respuesta, como si las experiencias del pasado hubieran hecho eco en su memoria - … bastante.
- Eso me basta y sobra entonces.
--------------------
5 minutos después
--------------------
Las puertas se abrieron con indignación, dejando que el enojado dueño del hogar caminara por sus pasillos con brusquedad y fuerza, como si el piso tuviera la culpa de estos incidentes. Obviamente las miradas de sus empleados y empleadas cayeron en su patrón, siendo la susodicha Mercedes la que tomó la iniciativa para estar junto a su señor.
- Mi señor, mi señor – apuró el paso para quedar a su lado - ¿Que os ha pasado?
- ¡Es indignante Mercedes! ¡Indignante! ¡Dispongo de todas las precauciones para evitar un incidente con mi hija Azamar, ¿y sabes lo que decide hacer?! ¡Manda cartas al hijo de la casa Lahmirh, a su “amado” para juntarse hoy en la noche! ¡¿Y sabes para qué?! ¡Quieren casarse antes que les suceda lo mismo que las otras parejas!
- ¿S-Se quieren casar mi señor?
- El señor detective me indicó los pasos que hicieron, el contenido de las cartas, los detalles, todo. ¡La información es tan genuina como esta indignación que siento, Mercedes! ¡Necesito hablar con mi hija, ahora mismo!
La sirvienta quedó atrás mientras su jefe se dirigió a los aposentos de su hija, cerrando la puerta con una fuerza que pudo sentirse en todo el hogar. Las sirvientas quedaron estupefactas, dejando sus máscaras de empleadas y dirigiendose a Mercedes para saber más detalles.
Sin que pasaran más de 5 minutos, la información había viajado hasta el último rincón del edificio, dandose por enterados desde los jardineros hasta los cocineros, pasando incluso por los trabajadores que solo estaban ahí hasta ciertas horas. Aquellos que fueron a comprar alimentos murmuraban detalles de lo ocurrido en el hogar con gente ajena a ello, con la promesa de no divulgar más allá de aquel circulo, pero todo el mundo sabía que aquella era una promesa inútil de intentar mantener. Lentamente los rumores comenzaron a rondar en las calles con un detalle en particular que se trasfirió entre persona y persona: la pareja se vería hoy en la noche en el puerto para casarse en alguna bodega sin especificar, pero probablemente no sería difícil de encontrar.
Con ello andando, me dirigí hacia el lugar donde nos habíamos encontrado con el incidente que puso en marcha todo esto. Tenía un plan, uno que nadie sabía si iba a funcionar, pero si alguien podía hacer que lo hiciera serían Ensoñador y Raymond. De ellos dependería todo.
Las palabras de mi acompañante no hicieron más que hacer eco en el cansino recuerdo de haber escuchado las mismas palabras una y otra vez durante estos últimos días. Había sinceridad en su cansancio, demostrado por un suspiro y su mano que refregaba sus ojos, hechos instintivos en quienes buscaban encontrar fuerzas después de que estas abandonaran el cuerpo.
- Miren… en este momento tengo que atender algunos encargos. Si no tienen nada más que consultar…
No continuó con su frase, decidiendo más bien resumir sus actividades previas a nuestra llegada, dando a entender que el abandono del inmueble era nuestro siguiente paso si no había nada más que agregar.
- Hmm… no creo que sea buena idea insistir – le susurré mientras nos dabamos vuelta para retirarnos –.Veremos si hay algo que podamos concluir con Hoots y los demás, pero creo que insistir en decirles que viven engañad--
Fueron solo unos pocos segundos, pero cada fibra de mi ser se detuvo como si hubiera quedado congelada en el tiempo. Se sintió como cada parte de mi cuerpo pensara por si misma, sincronizando sus ideas y convergiendo en un resultado que tenía mucho, mucho sentido, quizás más del que los dioses tuvieran permitido.
Cuando todo tuvo sentido, no pude evitar sonreír a mi acompañante Ensoñador, dejando de lado las preocupaciones que podría haber tenido.
- Mi estimada, necesito que me ayude con una última cosa – me dirigí hacia uno de los mesones, sin mirarla directamente sino prestando atención a una de las telas que tenía en el mostrador – Me gustaría saber si tiene ese tipo de telas en cierto color.
El rostro de la propietaria cambió más de lo que se podía esperar, dejando atrás gran parte de esa mirada rendida y desolación en sus palabras.
- ¿Algodón Pima? Es una de las telas finas de preferencia en la ciudad, tiene buen ojo mi estimada – se acercó al mostrador y extendió la tela hacia nosotras para que nuestros dedos pudieran ser testigos de la suavidad del género – Estos los tengo en colores sobrios, como me imagino que sería su preferencia – sacó esa idea al ver mis ropas.
- Me alaga, pero no es precisamente para mi – fue entonces cuando miré a mi acompañante y la miré desde la punta de la cabeza, pasando por su ojos escondido, hasta el final de las telas que tocaban el piso – Creo… que a ella le vendrá un color elegante pero que indique “propiedad”. ¿Tiene acaso color vino?
- Por supuesto, ¿cuánto necesitará?
- Dos metros por uno. Y necesitaré también dos metros por uno de color azabache. Y deme también… - miré de reojo sus brazos - … 4 metros de hilo color sangre.
Mientras la encargada estaba a lo suyo, sabía que Ensoñador no tendría idea de qué estaba pasando o cuál era mi idea. O quizás internamente lo sabía. Eso no quitó que una aclaración era debida.
- Quedé en un compromiso con usted para un vestido, ¿no? Pues llegó la oportunidad perfecta para ello…
Narrador: Hoots.
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- Mi señor, un… algo desea conversar con usted.
- ¿Un “algo”?
- Es que es un buho, pero parlanchin y muy grande para ser uno.
- … Mercedes, por favor estoy ocupado. Dile que venga otro día.
- Es por ese… tema, mi señor.
Aquel tono de voz y aquellas palabras fueron suficientes como para interrumpir sus labores de comerciante que se daban al medio día. No tardó en demandar mi presencia a su oficina, un lugar privado de luz del día quizás por los incidentes que acaecían a esta pobre ciudad. Parecía un sitio sacado de una pésima novela de misterio, con dos sofás enormes para cualquier invitado, las cuales daban la cara hacia un escritorio corto de humildad, creado solo con el objetivo de sellar pactos económicos entre diferentes personas. Atrás de él, incontables libros adornaban la pared, llegando hasta el cielo con palabras que probablemente no habían sido leídas desde hace siglos.
- Lindo piso – quizás no sea un detalle importante para el resto, pero la suavidad de una alfombra para alguien que tiene garras como las mías es un agradecimiento del cielo.
- …
Su nula respuesta me dio a entender su tipo de personalidad: alguien que siente que las conversaciones superficiales solo sirven para malgastar el tiempo. No había necesidad de ello, eramos adultos, podíamos ir directo al grano sin la necesidad de palabrería barata.
- Confío en que viene a decirme algo importante. Soy alguien ocupado y con una urgencia que me impide las trivialidades en este momento.
- Calma, estimado… no necesita estar tan rígido – le respondí mientras me sentaba en una de los sofás sin previa invitación, lo que era una falta de respeto en el mundo de los negocios – Ustedes estaban enterados desde hace días y dejaron que este incidente se masificara más durante los días, así que da la impresión que ustedes tienen bastante tiempo para malgastar en “trivialidades”.
- No necesita sermonearme ni amedrentarme con lo que sabe, “detective” – aunque era difícil de notar, no pude evitar sonreír al escuchar que sabía sobre mi oficio –. Sé bastante bien lo que dicen las calles, incluso aquello que no es sutil ni sereno.
- La pareja de anoche se encargó de darle la noticia, ¿no? - me acomodé en el sofá que daba hacia él, dejando que mis ojos cayeran en el tabaco que había en su mesa, algo que ofrecía a sus invitados de manera regular, como todo buen hombre de negocios –. No vengo a darle más problemas, estimado Lahebre. Ya a sabiendas de que alguien puede ir por su hija es suficiente como para que venga a darle más incomodidades de las que necesita. Más bien, vengo a ofrecerle una mano amiga a su problema… o ala, como quiera verlo.
Pasaron unos momentos mientras que su mirada inquisidora analizaba al búho que tenía delante de él. En sus años de experiencia sabía detectar charlatanes o estafadores, personas que abundaban en este oficio. Sus ojos mostraban una lejanía del convencimiento de mis palabras, pero lo cierto es que el reloj estaba en su contra y, a veces, las mejores ideas podían provenir de los lugares más inesperados.
- … lo escucho.
- Antes que nada, necesito saber una cosa. Puede sonar una pregunta muy rara, pero… ¿Que tan chismosas son sus empleadas?
- … - en cualquier otra circunstancia hubiera echado a este humilde servidor de una patada, pero pensó cuidadosamente antes de darme una respuesta, como si las experiencias del pasado hubieran hecho eco en su memoria - … bastante.
- Eso me basta y sobra entonces.
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5 minutos después
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Las puertas se abrieron con indignación, dejando que el enojado dueño del hogar caminara por sus pasillos con brusquedad y fuerza, como si el piso tuviera la culpa de estos incidentes. Obviamente las miradas de sus empleados y empleadas cayeron en su patrón, siendo la susodicha Mercedes la que tomó la iniciativa para estar junto a su señor.
- Mi señor, mi señor – apuró el paso para quedar a su lado - ¿Que os ha pasado?
- ¡Es indignante Mercedes! ¡Indignante! ¡Dispongo de todas las precauciones para evitar un incidente con mi hija Azamar, ¿y sabes lo que decide hacer?! ¡Manda cartas al hijo de la casa Lahmirh, a su “amado” para juntarse hoy en la noche! ¡¿Y sabes para qué?! ¡Quieren casarse antes que les suceda lo mismo que las otras parejas!
- ¿S-Se quieren casar mi señor?
- El señor detective me indicó los pasos que hicieron, el contenido de las cartas, los detalles, todo. ¡La información es tan genuina como esta indignación que siento, Mercedes! ¡Necesito hablar con mi hija, ahora mismo!
La sirvienta quedó atrás mientras su jefe se dirigió a los aposentos de su hija, cerrando la puerta con una fuerza que pudo sentirse en todo el hogar. Las sirvientas quedaron estupefactas, dejando sus máscaras de empleadas y dirigiendose a Mercedes para saber más detalles.
Sin que pasaran más de 5 minutos, la información había viajado hasta el último rincón del edificio, dandose por enterados desde los jardineros hasta los cocineros, pasando incluso por los trabajadores que solo estaban ahí hasta ciertas horas. Aquellos que fueron a comprar alimentos murmuraban detalles de lo ocurrido en el hogar con gente ajena a ello, con la promesa de no divulgar más allá de aquel circulo, pero todo el mundo sabía que aquella era una promesa inútil de intentar mantener. Lentamente los rumores comenzaron a rondar en las calles con un detalle en particular que se trasfirió entre persona y persona: la pareja se vería hoy en la noche en el puerto para casarse en alguna bodega sin especificar, pero probablemente no sería difícil de encontrar.
Con ello andando, me dirigí hacia el lugar donde nos habíamos encontrado con el incidente que puso en marcha todo esto. Tenía un plan, uno que nadie sabía si iba a funcionar, pero si alguien podía hacer que lo hiciera serían Ensoñador y Raymond. De ellos dependería todo.
Detective Hoots
Aprendiz
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Re: Hasta que la muerte los separe [Libre][3/3]
Sin mucho reparo: esa mujer... estaba loca. Así, sin más, la mujer era una total e inestable psicópata. ¿Se suponía que debíamos creer que estaba fingiendo o... de verdad ella...? Santísimos dioses, ¿quién podía culpar así al pobre de Duke por querer cortar con ella? La señorita parecía alternar repentinamente entre esa mirada y actitud de perro salvaje con rabia, y otra... ¿remotamente soñadora?, ¿alegre de lucir el anillo que le había dado el hombre al que había empujado desde un segundo piso? No lo sé, era difícil de descifrar. Juraría que había visto trolls sonreír de una forma más convincente que ella; aquello era espeluznante.
Fuera de lo terrorífico de la imagen, ¿qué se traía esa mujer? Parecía estar totalmente convencida de que éramos nosotros los que hablábamos sin sentidos. Arqueé una ceja dubitativo mientras buscaba en la mirada de Erwin, esperando que el guardia pudiera ser más efectivo en dar con algún tipo de sentido en aquella situación; sus ojos se mantenían serios al analizar cada fibra de aquel anillo.
—Ya veo... —musitó Erwin tras un suspiro, en lo que parecía ser una señal de rendición—. Lamentamos cuestionar la veracidad de su compromiso —se disculpó. ¿¡Qué!? Él... Él no podía estarle creyendo ni una palabra, ¿verdad? ¡No tenía sentido! Él mismo lo había dicho.
Como única respuesta a mi visible incredulidad ante su extraño accionar, el Smith se limitó a dedicarme un gesto silencioso con su mirada, solicitándome guardar la calma y esperar. Muy bien... Él era el experto, así que debía confiar en lo que sea que estuviera haciendo, supuse.
—De acuerdo —continuó, mientras yo me cruzaba de brazos—. Si es lo único que desea, podemos proporcionárselo —aceptó el guardia las condiciones de la mujer, sin perder aquella fría calma—. No creo que sea necesario recordarle que, cualquier atentado contra las autoridades o intento de indebida abolición de los parámetros de retención, son delitos severamente castigados por la ley de Lunargenta, ¿correcto? —añadió luego—. Muy bien... ¡Trevor! ¡Baljeet! —solicitó entonces la asistencia de los dos guardias que vigilaban a las afueras de la sala de interrogación, los cuales no demoraron en acudir al llamado.
No pasó mucho tiempo antes que aquel par de guardias regresara con el susodicho artilugio de belleza entre manos, otorgándoselo al Smith antes de, nuevamente, abandonar el salón y regresar a su puesto de vigía en el exterior. Así mismo, Erwin no demoró en recuperar su asiento frente aquella víbora, situando aquel espejo sobre el mesón y deslizándolo delicadamente para hacerlo llegar hasta el otro extremo y la señorita Lunavalor.
... Aquello... no terminaba de parecerme una buena idea. No es como que alguien atado a un mesón y aprisionado por grilletes hechos de metal pudiera hacer mucho con un espejo, pero no confiaba para nada en esa mujer.
Para mi suerte, Erwin retrocedió antes que la mujer pudiera alcanzar el espejo.
—Muy bien, si no le resulta una molestia ahora, ¿me puede recordar en donde estábamos? —declaró con superioridad el guardia, demostrando su control sobre la situación al insinuar que el espejo no llegaría a sus manos antes que nos diera la información que buscábamos—. Si no me equivoco, creo que estaba a punto de contarnos sobre unos supuestos amigos suyos, ¿no...? Esos "idiotas".
Finalmente regresamos al punto de encuentro, aquel de donde habíamos partido y separado del resto del grupo que investigaba tan peculiar casi. Poniéndolo así... ¿Alguien podía repetirme de nuevo como demonios había terminado involucrándome en aquella situación...?
—¿Y bien...? —bufé irritado—. ¿Dónde diablos se metió el pajarraco? —pregunté, al no tener indicio alguno del enano con plumas y traje.
—Más respeto, Raymond... —me regañó Erwin, exhausto de repetirme una y otra vez que me comportara. Me crucé de brazos. Tal vez debió entender las primeras treinta veces que no iba a funcionar—. El detective Hoots debe seguir investigando por su cuenta, no debemos dudar de su habilidad —me explicó entusiasta. Blanqueé los ojos, parecía tenerle mucha fe a un total desconocido—. Probablemente esté aquí en breve, con mayor información de la que nosotros pudimos recopilar, seguramente. —se rascó la nuca con una risilla. Ja, que linda forma de reconocer que los de la Guardia eran una completa panda de inútiles...
Más le valía al pajarraco no hacernos esperar.
Fuera de lo terrorífico de la imagen, ¿qué se traía esa mujer? Parecía estar totalmente convencida de que éramos nosotros los que hablábamos sin sentidos. Arqueé una ceja dubitativo mientras buscaba en la mirada de Erwin, esperando que el guardia pudiera ser más efectivo en dar con algún tipo de sentido en aquella situación; sus ojos se mantenían serios al analizar cada fibra de aquel anillo.
—Ya veo... —musitó Erwin tras un suspiro, en lo que parecía ser una señal de rendición—. Lamentamos cuestionar la veracidad de su compromiso —se disculpó. ¿¡Qué!? Él... Él no podía estarle creyendo ni una palabra, ¿verdad? ¡No tenía sentido! Él mismo lo había dicho.
Como única respuesta a mi visible incredulidad ante su extraño accionar, el Smith se limitó a dedicarme un gesto silencioso con su mirada, solicitándome guardar la calma y esperar. Muy bien... Él era el experto, así que debía confiar en lo que sea que estuviera haciendo, supuse.
—De acuerdo —continuó, mientras yo me cruzaba de brazos—. Si es lo único que desea, podemos proporcionárselo —aceptó el guardia las condiciones de la mujer, sin perder aquella fría calma—. No creo que sea necesario recordarle que, cualquier atentado contra las autoridades o intento de indebida abolición de los parámetros de retención, son delitos severamente castigados por la ley de Lunargenta, ¿correcto? —añadió luego—. Muy bien... ¡Trevor! ¡Baljeet! —solicitó entonces la asistencia de los dos guardias que vigilaban a las afueras de la sala de interrogación, los cuales no demoraron en acudir al llamado.
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No pasó mucho tiempo antes que aquel par de guardias regresara con el susodicho artilugio de belleza entre manos, otorgándoselo al Smith antes de, nuevamente, abandonar el salón y regresar a su puesto de vigía en el exterior. Así mismo, Erwin no demoró en recuperar su asiento frente aquella víbora, situando aquel espejo sobre el mesón y deslizándolo delicadamente para hacerlo llegar hasta el otro extremo y la señorita Lunavalor.
... Aquello... no terminaba de parecerme una buena idea. No es como que alguien atado a un mesón y aprisionado por grilletes hechos de metal pudiera hacer mucho con un espejo, pero no confiaba para nada en esa mujer.
Para mi suerte, Erwin retrocedió antes que la mujer pudiera alcanzar el espejo.
—Muy bien, si no le resulta una molestia ahora, ¿me puede recordar en donde estábamos? —declaró con superioridad el guardia, demostrando su control sobre la situación al insinuar que el espejo no llegaría a sus manos antes que nos diera la información que buscábamos—. Si no me equivoco, creo que estaba a punto de contarnos sobre unos supuestos amigos suyos, ¿no...? Esos "idiotas".
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Finalmente regresamos al punto de encuentro, aquel de donde habíamos partido y separado del resto del grupo que investigaba tan peculiar casi. Poniéndolo así... ¿Alguien podía repetirme de nuevo como demonios había terminado involucrándome en aquella situación...?
—¿Y bien...? —bufé irritado—. ¿Dónde diablos se metió el pajarraco? —pregunté, al no tener indicio alguno del enano con plumas y traje.
—Más respeto, Raymond... —me regañó Erwin, exhausto de repetirme una y otra vez que me comportara. Me crucé de brazos. Tal vez debió entender las primeras treinta veces que no iba a funcionar—. El detective Hoots debe seguir investigando por su cuenta, no debemos dudar de su habilidad —me explicó entusiasta. Blanqueé los ojos, parecía tenerle mucha fe a un total desconocido—. Probablemente esté aquí en breve, con mayor información de la que nosotros pudimos recopilar, seguramente. —se rascó la nuca con una risilla. Ja, que linda forma de reconocer que los de la Guardia eran una completa panda de inútiles...
Más le valía al pajarraco no hacernos esperar.
Raymond Lorde
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Re: Hasta que la muerte los separe [Libre][3/3]
Rel asintió a Agatha una vez que desistieron en presionar aún más a la mujer, no había mucho más que pudieran sacar en claro, a excepción de una trastocada visión que su anfitriona denotaba y no tenía intención de explicar al invitarles amablemente a finalizar la conversación que llevaban a cabo. Por muchos modales y tacto que intentasen dedicar a la susodicha, no era la hora ni el momento adecuado como para que esta se mostrase un poco más receptiva, no cuando todo su mundo se había venido abajo. La mujer dragón suspiró profundamente, sintiendo la inquietud y la desdicha de Cassilda, preparándose para marchar hasta que en cierto punto de la conversación advirtió como aquella vampiresa dibujaba una sonrisa de satisfacción en sus labios tras una leve transición en la que su propio cuerpo entró en un estático estado, pensante y casi ausente. En un principio no supo por qué Agatha había actuado de aquel modo, llevando a la mujer dragón a un confuso instante en el cual intentó retirar aquel velo de incertidumbre.
- Dama Agatha ¿Qué suced-...? - Su voz cantarina y confidente se vio interrumpida cuando su acompañante femenina atendió a una última pregunta en dirección a unas hermosas telas, unas llamadas por Cassilda como Algodón Prima, curioso nombre para denominar pero sin duda a la vista e incluso al tacto eran irremediablemente irresistibles para Rel, quien en acopio de un movimiento casi involuntario, se atrevió a extender una de sus manos humanas para deslizar la yema de sus dedos sobre la suave superficie trabajada. Los labios quebrados de Rel se entreabrieron en sincero asombro mientras sus ojos descendían por cada recodo de tal género mostrado, aunque su rostro tornó a uno de mayor sorpresa cuando escuchó las palabras de Agatha y esta escudriñaba su anatomía de arriba abajo a la vez que recitaba alguna medida aproximada. No había que ser un genio como para percatarse de lo que tramaba y la expresiva mujer dragón, con ambos ojos dispares muy abiertos en su dirección, titubeó intentando buscar las palabras adecuadas.
- No esperaba que... Es decir... ¿U-un vestido? ¿Para...? - Y apoyó su diestra en su pecho señalándose así misma sin terminar de completar su verbo, ciertamente Rel no esperaba que ahora, en aquel instante y en este preciso momento Agatha hubiera decidido comprar las telas para confeccionarle un atuendo como aquellos elegantes con los que la vampiresa se vestía, quedando ante este pensamiento algo incrédula por la repentina decisión.
- D-Dama Agatha... Yo no tengo tanto que ofrecer como para... Esas telas son muy caras... Y... Oh dioses ¿Podéis pagar tal cuantiosa suma? No quisiera importunaros pero... C-Cassilda se la ha visto feliz mientras le habéis comprado esas telas, eso es innegable mas os reitero que no sé como puedo pagaros... - A la vez que abandonaban la tienda con una mejorada Cassilda, al menos se pudo vislumbrar un atisbo de luz cuando pudo sonreír al ver a las dos mujeres abandonar la estancia, Rel repetía constantemente a la vera de Agatha su inquietud por el acto de la mujer, no había más que mirar el atuendo de la discípulo, no destacaba precisamente por portar elegantes telas y su confección, de hecho todo lo contrario y la mujer dragón parecía preocuparse en exceso por la deuda que ahora cargaba con ella durante todo el trayecto hasta encontrarse con los demás, aquella calma que tanto le caracterizaba de pronto parecía haberse quebrado en un abrir y cerrar de ojos a la vez que balbuceaba entre murmullos algunas palabras para ella misma en pos de procurarse algo de sentido. Al menos pudo serenarse un poco cuando advirtió al resto de integrantes en el punto acordado.
- Os... Os saludo nuevamente ¿Buenas nuevas os acompañan? - Tornó su mirada de uno a otro para que se intentaran explicar y pudieran contrarrestar opiniones varias en cuanto a quienes habían interrogado, sin duda todos tendrían mucho que aportar.
[...]
La mujer perlada mantenía aquella fachada frente al dúo que tenía delante, una inquietantemente tranquila que denotaba tensión en el ambiente mientras sus ojos se clavaban en cada uno con actitud inquisidora, pero lo más destacable y lo que quizás pudo dejar en incógnita en cuanto a su salud mental, fue alegar que tenía un anillo en su dedo cuando realmente no había sortija en ninguna de sus falanges, parecía bastante convincente al respecto o simplemente se creía su propia mentira y desvaríos. Cabía la posibilidad de que perfectamente estuviera jugando con ambos aventureros.
- Vaya, ahí estás... ¿Hm?- Pudo pronunciar antes de que sus ojos se posaron sobre el espejo que Erwin le había arrebatado antes de que sus finas manos pudieran tomarlo, en ese instante, una vez más el cambio de actitud de la mujer fue notorio, alzando su voz en exigencia y movimientos agresivos de una de sus manos al gesticular que su capricho fuera devuelto.- ¡ES MI ESPEJO! ¡Maldita sea! - Y otros improperios fueron nombrados cuando Orella quiso desquitarse a la vez que sus muñecas eran detenidas gracias a los grilletes que portaba, una pataleta en toda regla que fue degradándose mientras la calma llegaba a la mujer poco a poco, desistiendo su rebeldía al comprender quizás que no alcanzaría su bien más preciado por mucho que gritase. Resopló un par de veces antes de decidir adoptar una actitud más cooperante, pero aquella mirada que sus ojos reflejaban indicaban un fiero resentimiento.
- Hmph, como si no supierais a qué me refiero... Tantos años casada con ese idiota como para que vaya con sus amigos a los Barrios Bajos y se gane una mala reputación con esa gente. - Comentó con fingido interés en lo que comentaba mientras se cruzaba de piernas y miraba sus uñas algo mancilladas y poco cuidadas sin molestarse en dirigirse a Erwin o Raymond.
- Y ahora aquí me veo y sinceramente, no me arrepiento de haberle lanzado por ese balcón, bastantes años me ha arrebatado, es justo que yo haya hecho lo mismo con él.- Sonrió hacia un lado mientras profería una nueva risotada, un tanto más cruel pero finalmente desistió negando en un gesto abatido pero satisfactorio mientras extendía su mano hacia delante con gesto pedigüeño.
- Quizás os suene extraño, pero Duke ha hecho peores cosas que yo y sino preguntadle a ese viejo... ¿Me devolvéis ya mi espejo por favor?
[Perdonad que haya tardado, el mes de Enero me ha sido imposible continuar, pero ahora dispongo de tiempo para proseguir, la próxima vez avisaré en ausencias.]
El Ensoñador
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Re: Hasta que la muerte los separe [Libre][3/3]
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Reike
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