Se busca acompañante [Trabajo]
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Se aproximó al lugar indicado, notando con un pueril placer la sensación de la seda en su piel. Sobraba decir que jamás de los jamases, en toda su vida, la humana habría imaginado poder llevar un vestido como aquel. Desde luego que los conocía, tenía visto prendas de alta calidad, sobre todo en sus visitas a Lunargenta. Pero para una campesina descastada como ella, apenas se movía en el plano de los sueños inalcanzables poder llevar una prenda de tan altísima calidad.
Cuando se había postulado para aquel trabajo, en su mente apareció la palabra "fácil". Acompañar a un noble a un baile cursi. Era sin duda una opción mejor que su último intento. Aquel en el cual habían terminado Grohiik y ella huyendo tras hacer arder la pequeña casa de los horrores y poner en fuga al ser en el que se había convertido Hohem, el médico loco. Meneó la cabeza mientras divisaba a unos metros a la figura de Ferdinando, intentando ahora centrarse en él.
Cuando se habían encontrado en la entrada de la noble posada a la que la hizo acudir, le había dado una sensación bastante estirada. No era la primera vez que se encontraba con alguien que la miraba así, por encima del hombro. Los ojos grises del elfo revolotearon un instante en sus recuerdos. - Bueno, parece que con un buen baño y ropa adecuada servirás - murmuró para si mientras mesaba la fina perilla que cuidadosamente lucía en el mentón.
- No tienes mal cuerpo, aunque el cabello se ve algo descuidado. Deberás de poner atención al peinado. Vaya, qué ojos te dieron los dioses. Será buena idea que tu vestido incluya algún tono de azul, sin ser dominante pero, unos toques intensificarán tu mirada. Charles, toma nota de sus medidas. Esa noche todo debe de ser perfecto - palmeó en el aire dos veces, y una figura enfundada en un buen traje de paño, color oscuro se acercó a ella entonces.
El resultado había sido espectacular. Desde que había aceptado ser acompañante de Ferdinando, Iori se había alojado dos días en la casa familiar del joven. Bueno, casa no era el término correcto. Más bien mansión. La habían mimado como nunca en un ambiente que, a pesar de todo, le resultó frío e impersonal. Nunca había tenido las uñas tan cuidadas y limpias como entonces. Su cabello había sido tratado con productos que habían pulido su brillo e intensificado el perfume. Aunque su piel dorada no entraba dentro de los cánones deseables de belleza, tras una ardua discusión por parte de las mujeres encargadas de ella, fue vista como una rareza. Un toque exótico que se justificaba detrás de un origen lejano.
Esa era la tapadera. Nadie conocería a Iori en Dundarak porque el amor con Ferdinando había surgido en las tierras del sur. Suficientemente bien elaborada la mentira para intentar colarla en el baile. Cuando se detuvo delante de él al pie de la gran escalinata lo miró con una gran sonrisa. - ¿Y bien? ¿Hay suficiente azul en el vestido según tu opinión? - Su "jefe" pareció realmente sorprendido tras ver el cambio obrado en ella. Poco quedaba de la campesina a la que había contratado en aquella posada. - Bastará. - Respondió escuetamente. Los dos días bajo los cuidados de su ejército personal de expertas en belleza había obrado un buen milagro. La humana se acercó al muchacho, y aferrándose al brazo que este le ofreció, caminaron hacia el interior de lo que, en mente de la humana se adivinaba como una noche de diversión.
Y lo mejor: cobrando por ello.
- Vestido de Iori. :
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Iori Li
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Re: Se busca acompañante [Trabajo]
El baile de los mirlos. Uno de los escasos eventos de gala a los que Eiz realmente quería asistir. Algo extraño en él, ya que la mayoría de las galas eran sumamente aburridas y consistían en puras luchas de poder y negociaciones disfrazadas de celebración. Pero este baile en particular le agradaba, por que la mayoría de los asistentes no eran los líderes o personas influyentes de la región, sino los jóvenes de esas familias. Se trataba de algo más "informal", lo más parecido que uno podría encontrar en esos lares a una festividad como la del helecho. Sumándole el lujo excesivo de la nobleza, por supuesto.
Al tratarse de una festividad, Eiz no se presentó con su querida Skygge a la espalda. Pero no podía quedarse desarmado, por lo que a su atuendo de colores oscuros lo acompañaba un elegante estoque. No se trataba de su arma predilecta, pero si algún problema surgía (aunque dudaba mucho que sucediera), podría defenderse. Cuando ingresó al lugar donde se llevaba a cabo el evento, reconoció a algunos de los allí presentes. No todos habían logrado reconocerlo, debido a su larga ausencia según supuso. Saludó a varios de ellos con la cortesía correspondiente, aunque no todos la merecieran.
Se alegró de ver a un viejo amigo, Ferdinando Asterius. Su familia era muy reconocida en la zona por sus muchos y variados negocios. Una familia de comerciantes que no se centraban en un único rubro, sino que cada miembro optaba por uno de acuerdo a sus gustos o habilidades. En el caso de Ferdinando, se trataba de la carpintería y era muy bueno. La lanza de Eiz fue creada por él, como obsequio por su décimo octavo cumpleaños. El lancero se acercó alegremente a su amigo, y se saludaron efusivamente luego de varios años sin verse.
-Ha pasado un tiempo desde que nos vimos la última vez, eh... ¿Y quién es la señorita? No la reconozco. Mi nombre es Eizark Adelskald, hijo de los nobles del hielo.- Eiz se presentó a la mujer que acompañaba a su amigo, la cual era muy atractiva. Le extrañaba bastante el hecho de no reconocerla como alguien de la nobleza local o de las familias más reconocidas. Además, la última vez que tuvo noticias de Ferdinando supo que éste se había comprometido con la hija de otra gran familia de comerciantes.
Volviendo a dirigirle la palabra a su amigo, continuó en voz más baja.
-Creía que te habías comprometido con la hija de esos comerciantes, no recuerdo cómo se llamaban...-
-Sí, la hija de los Obelius, Ilse. Para resumir, no quise dejarte solo en la desgracia, ¿sabes? Ella hizo lo mismo que tu diosa te hizo a tí, y me abandonó incluso antes de la boda. Hablando de tu diosa, no la he visto por aquí.-
-Recuérdame cuándo fue la última vez que ella asistió a una fiesta sin que sus padres la obligasen. Además, no digas que es mi diosa. Es cierto que admiro sus dotes para la batalla y su decisión, pero no es como si la considerara una divinidad. Oye, y ¿qué fue lo que ocurrió?-
-Él ocurrió...- dijo, mientras señalaba a la pareja que estaba entrando al salón en ese preciso momento.
Al tratarse de una festividad, Eiz no se presentó con su querida Skygge a la espalda. Pero no podía quedarse desarmado, por lo que a su atuendo de colores oscuros lo acompañaba un elegante estoque. No se trataba de su arma predilecta, pero si algún problema surgía (aunque dudaba mucho que sucediera), podría defenderse. Cuando ingresó al lugar donde se llevaba a cabo el evento, reconoció a algunos de los allí presentes. No todos habían logrado reconocerlo, debido a su larga ausencia según supuso. Saludó a varios de ellos con la cortesía correspondiente, aunque no todos la merecieran.
Se alegró de ver a un viejo amigo, Ferdinando Asterius. Su familia era muy reconocida en la zona por sus muchos y variados negocios. Una familia de comerciantes que no se centraban en un único rubro, sino que cada miembro optaba por uno de acuerdo a sus gustos o habilidades. En el caso de Ferdinando, se trataba de la carpintería y era muy bueno. La lanza de Eiz fue creada por él, como obsequio por su décimo octavo cumpleaños. El lancero se acercó alegremente a su amigo, y se saludaron efusivamente luego de varios años sin verse.
-Ha pasado un tiempo desde que nos vimos la última vez, eh... ¿Y quién es la señorita? No la reconozco. Mi nombre es Eizark Adelskald, hijo de los nobles del hielo.- Eiz se presentó a la mujer que acompañaba a su amigo, la cual era muy atractiva. Le extrañaba bastante el hecho de no reconocerla como alguien de la nobleza local o de las familias más reconocidas. Además, la última vez que tuvo noticias de Ferdinando supo que éste se había comprometido con la hija de otra gran familia de comerciantes.
Volviendo a dirigirle la palabra a su amigo, continuó en voz más baja.
-Creía que te habías comprometido con la hija de esos comerciantes, no recuerdo cómo se llamaban...-
-Sí, la hija de los Obelius, Ilse. Para resumir, no quise dejarte solo en la desgracia, ¿sabes? Ella hizo lo mismo que tu diosa te hizo a tí, y me abandonó incluso antes de la boda. Hablando de tu diosa, no la he visto por aquí.-
-Recuérdame cuándo fue la última vez que ella asistió a una fiesta sin que sus padres la obligasen. Además, no digas que es mi diosa. Es cierto que admiro sus dotes para la batalla y su decisión, pero no es como si la considerara una divinidad. Oye, y ¿qué fue lo que ocurrió?-
-Él ocurrió...- dijo, mientras señalaba a la pareja que estaba entrando al salón en ese preciso momento.
- Atuendo de Eiz:
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Última edición por Eiz Adelskald el Vie Ago 28 2020, 06:43, editado 1 vez
Eiz Adelskald
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La actitud tensa de Ferdinando los días anteriores, no parecía estar presente en aquel encuentro. Iori avanzó al interior del enorme edificio guiada por un brazo que le ofrecía amable él. A fin de cuentas, de aquello se trataba el trabajo ¿no? – Entonces, ¿Cómo de cariñosa quieres que me muestre? – preguntó la humana con un tono divertido en la voz. – Lo suficiente como para dejar ver que suspiras por mí. Necesitas resultar convincente, recuérdalo. Además, no solamente cuando ella esté cerca. Deberás de ser solícita conmigo en todo momento, dado que no sabemos quién nos estará mirando. Que comiencen a hablar sobre nosotros me beneficiará igualmente. –
Claro. Las apariencias, pensó Iori. Algo a lo que ella le había dado siempre poca importancia. Sin una familia a la que honrar o un apellido que hacer brillar. En cierta forma, se compadecía de las personas que vivían sus vidas atadas de esa manera. Pero si era lo que Ferdinando deseaba, se aseguraría de aliviar la pesada carga de su corazón.
Y su cartera.
Se colgó con ligereza de su brazo, atrayendo la cara masculina un poco hacia abajo. Cuando tuvo su mejilla a tiro depositó un beso ligero y le sonrió de una forma que pretendía ser encantadora. – Déjamelo a mí, jefe – le aseguró. No se separó en absoluto de Ferdinando cuando pusieron los pies en el gran salón. Cientos de focos de luz, naturales o mágicos, a saber, llenaban el ambiente con un cálido color dorado. La construcción y decoración de aquel espacio la dejó unos segundos sin palabras, mientras sus ojos recorrían incrédulos todos los puntos cardinales. – Dioses… nunca había visto un lugar así…– Su compañero sonrió orgulloso. – Dundarak es la capital más hermosa del mundo, mal que le pese a los elfos o a los humanos – aseguró.
Iori no tuvo tiempo de réplica. Cuando miró a Ferdinando, observó como la cara de este se iluminaba ante la aproximación de otro joven. Los ojos azules lo estudiaron, destacando en él principalmente tres cosas. Su juventud, sus increíbles ojos y, sobre todo, el imponente cuerpo entrenado con el que se movía. La ropa que llevaba, a todas luces elegante y costosa, lo cubría, pero no disimulaba los movimientos de un experto luchador. Aquella arma que llevaba atada al cinto terminaba de dar las pistas necesarias para lo que Iori calificó en su mente como el “guerrero empotrador”.
Pero no esa noche. Esa noche, cumpliría con el trabajo a la perfección.
Le sonrió de una forma demasiado abierta para tratarse de una noble con una educación supuestamente estricta – Mi nombre es Garnet Von Alexandros – repitió la identidad secreta que Ferdinando le había indicado. – Procedo de una familia de la Ciudad Alta, en Lunargenta – Y acompañó su saludo con una leve inclinación de cabeza.
Se notaba la familiaridad entre ambos, y Iori escuchó en silencio mientras paseaba los ojos entre el gentío sin dejar de acariciar con sus dedos el brazo de Ferdinando. Parecía que el tal Eizark, Eiz desde entonces para ella, había pasado por una situación parecida. Iori brindaría para sus adentros por el carácter de las mujeres del norte. De dos parejas que conocía, dos habían terminado siendo ellas las que habían tomado el paso. Podía simpatizar con las intenciones de Ferdinando de no asistir solo al baile, pero si a la pobre Ilse se le había terminado el amor por él, la humana no podía hacer más que aplaudir.
-Todo estaba preparado. El compromiso había salido a las mil maravillas. Si no hubiese sido por él. Un primo lejano, por parte de la familia de mi madre. Acudió invitado el día de la pedida de mano, y desde que lo vio, Ilse apenas pudo disimular la forma en la que lo buscaba con los ojos. – Iori reconoció el regusto ácido en la voz de su jefe, mientras le explicaba a Eiz lo que había pasado, señalando hacia la pareja que acababa de entrar por la escalinata principal.
– A la mañana siguiente, la familia de los Obelius envió la carta en la que certificaban la ruptura del compromiso. Y ni una palabra más. Ni una explicación. Ilse jamás quiso escucharme, verse de nuevo conmigo aunque estuve acudiendo a su casa en varias ocasiones desde ese día. – Iori se daba cuenta de la amargura que aún transmitía, y aunque el teatro de aquella farsa estaba dirigido a su expareja, la humana entendió que tenían que resultar igualmente convincentes con Eiz.
- Pero no hay mal que por bien no venga – Tiró con fuerza de la tela que había en el cuello de Ferdinando y le plantó un intenso beso en los labios, tratando de resultar lo más llamativa posible – Si tu compromiso hubiera seguido, alguien tan noble como tú jamás se hubiera fijado en mí. Fue una suerte que estuvieses libre – Le hizo una caricia en la cara y la humana terminó apoyando la mejilla en el hombro, de un Ferdinando que aunque tenso al principio, terminó relajándose ante el tacto del cuerpo femenino.
Iori miró hacia Eiz con los ojos chispeantes de una fingida felicidad. – Quizá esta también sea tu oportunidad caballero, no te lamentes y busca posibilidades en el futuro que está por llegar – le comentó ajena entonces, a un par de ojos verdes que la taladraban con odio desde la otra esquina del salón.
Iori Li
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Re: Se busca acompañante [Trabajo]
-Así que eso fue lo que ocurrió. Vaya, no creía que Ilse fuera capaz de algo así. Pero la señorita aquí presente tiene mucha razón, amigo mío. Si no fuera por ese inesperado revés, tú y Garnet no se hubieran conocido.- Eiz notaba en la voz de su viejo amigo que no se había recuperado aún del abandono de Ilse, pese a haber encontrado otra mujer. Tal vez solo era su orgullo herido el que hablaba, o aún sentía algo por su ex prometida.
Pasado el momento en el que la muchacha le plantó un gran beso a su pareja (momento en el que el lancero apartó la vista, un tanto incómodo), escuchó las palabras de la chica. Sonaba como si quisiera consolarlo, lo cual hizo que sonriera divertido.
-Agradezco tus palabras y no me cabe duda de que ese momento llegará tarde o temprano, cuando sea adecuado. Pero Ferdinando lo hace sonar peor de lo que realmente es. En mi caso, se trataba de un matrimonio arreglado, y ninguno de nosotros quería hacerlo. La gran diferencia es que Sashenka tuvo el coraje y la determinación para desobedecer a sus padres e irse. Supongo que no conocían a su hija tanto como creían...-
Mientras mantenían una amena conversación, Eiz observó a Ilse y su nueva pareja. Sin duda se trataba de un tipo bastante atractivo, pero no creía que ese fuera motivo suficiente para que rompiera su compromiso.
-Aunque no la conozco tanto como para afirmar algo así. ¿Está mirando hacia aquí?-
Era difícil ignorar la penetrante mirada de esos ojos verdes, pendientes de las acciones del grupo. Cada momento que pasaba, Eiz se sentía más y más observado, a pesar de estar bastante seguro de que no era el objetivo.
-Bueno, no los interrumpiré más. Espero que disfrute su estadía en Dundarak, señorita Alexandros. Ferdinando, como siempre, es un placer volver a verte viejo amigo. Tenemos que ponernos al corriente, y mi familia está interesada en hacer negocios con la tuya. Seguramente mi padre se pondrá en contacto con ustedes, para una compra de armas y armaduras si no me equivoco.-
-¿Te despides tan pronto? Seguro que nos encontraremos en un rato- respondió el comerciante, sonriendo.
-Sí, claro. Como si no tuvieras planes para una "segunda fiesta" con ella- comentó entre risas el lancero ante la avergonzada reacción de su amigo.
Pasado el momento en el que la muchacha le plantó un gran beso a su pareja (momento en el que el lancero apartó la vista, un tanto incómodo), escuchó las palabras de la chica. Sonaba como si quisiera consolarlo, lo cual hizo que sonriera divertido.
-Agradezco tus palabras y no me cabe duda de que ese momento llegará tarde o temprano, cuando sea adecuado. Pero Ferdinando lo hace sonar peor de lo que realmente es. En mi caso, se trataba de un matrimonio arreglado, y ninguno de nosotros quería hacerlo. La gran diferencia es que Sashenka tuvo el coraje y la determinación para desobedecer a sus padres e irse. Supongo que no conocían a su hija tanto como creían...-
Mientras mantenían una amena conversación, Eiz observó a Ilse y su nueva pareja. Sin duda se trataba de un tipo bastante atractivo, pero no creía que ese fuera motivo suficiente para que rompiera su compromiso.
-Aunque no la conozco tanto como para afirmar algo así. ¿Está mirando hacia aquí?-
Era difícil ignorar la penetrante mirada de esos ojos verdes, pendientes de las acciones del grupo. Cada momento que pasaba, Eiz se sentía más y más observado, a pesar de estar bastante seguro de que no era el objetivo.
-Bueno, no los interrumpiré más. Espero que disfrute su estadía en Dundarak, señorita Alexandros. Ferdinando, como siempre, es un placer volver a verte viejo amigo. Tenemos que ponernos al corriente, y mi familia está interesada en hacer negocios con la tuya. Seguramente mi padre se pondrá en contacto con ustedes, para una compra de armas y armaduras si no me equivoco.-
-¿Te despides tan pronto? Seguro que nos encontraremos en un rato- respondió el comerciante, sonriendo.
-Sí, claro. Como si no tuvieras planes para una "segunda fiesta" con ella- comentó entre risas el lancero ante la avergonzada reacción de su amigo.
Eiz Adelskald
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Re: Se busca acompañante [Trabajo]
Iori se esforzó en hacer su mejor papel de mujer florero mientras continuaba colgada del brazo de Ferdinando. Miró distraída a su alrededor, moviendo con suavidad el cuello al ritmo de la música que sonaba. No era nada de lo que ella conocía previamente, y sin embargo, el ritmo y los tonos de la melodía la hacían bailable de forma inconfundible. Fue al escuchar el nombre de Sashenka cuando giró la cabeza con más rapidez de la necesaria.
Clavó los ojos en Eiz y lo observó como si lo viese por primera vez. De forma que él había sido su prometido... casi sintió compasión por el muchacho, haber perdido en el último instante a alguien como aquella dragona. Y sin embargo no pudo evitar una sonrisa cínica asomar sus labios. Claro que Sashenka no permitiría que aquella boda se llevase a cabo si ella no quería. Apenas un rato en su compañía para ser consciente de que pocas cosas bajo el cielo podían dominar a aquella mujer.
Tomó nota mental de él para buscarlo en algún otro momento, esperaba que la noche los hiciera volver a tropezar. Hizo un leve gesto con la cabeza, con la pomposidad que le habían enseñado en aquellos dos días de preparación antes del baile y se acercó con paso corto a Eiz para susurrar antes de que se marchara. - Ha sido un placer. Me encantaría poder disfrutar de un rato en tu compañía de nuevo más tarde - aseguró antes de apartarse a tiempo para guiñarle un ojo.
Enganchada de nuevo en el brazo de Ferdinando, Iori avanzó guiada por él entre el gentío. Él, saludó. Ella, sonrió. A diestro y siniestro. Llevaban más tiempo del que ella era capaz de calcular paseándose entre la crema y la nata de la alta sociedad de Dundarak, y Iori ya tenía meridianamente claro que aquel tipo de vida para ella, tan encorsetada sería una pesadilla. Tan solo necesitaba terminar el trabajo. En cuanto tuviese el dinero, sería libre para seguir investigando sobre el anillo élfico.
Ferdinando estaba más preocupado de lucirla a ella que de ser amable o proponerle una charla entretenida. En cualquier caso, eso estaba bien para ella. Cincuenta conversaciones y 4 bailes después, ella tuvo que excusarse pidiéndole tiempo. - No te alejes mucho. Tienes unos minutos para ir a las salas de descanso de las damas. Allí podrás refrescarte, retocar tu maquillaje y volver en perfectas condiciones - le indicó de forma servicial. - Pero no tardes -
Iori, que se había dado ya cuenta del efecto que causaba en él cuando ella se acercaba demasiado sonrió antes de rodear con sus brazos el cuello de su compañero. - No te preocupes amor, volveré antes de que tengas tiempo de echarme de menos. Y creo que cuando termine todo esto tú me deberás, además de lo acordado, un buen masaje de pies - esbozó una sonrisa divertida antes de darle un beso en la comisura del labio.
Se encaminó hacia la zona indicada, esbozando una suave sonrisa a las personas que Ferdinando ya le había presentado y de las cuales no conocía el nombre. Era allí, en uno de los pasillos laterales en donde se habrían múltiples estancias. Dudando, se asomó a la primera que encontró, la cual permanecía en una ligera penumbra. En el interior, bien dispuestas, se encontraban varios conjuntos de sofá y butaca perfilando el gran ventanal que daba al exterior del edificio.
Parecía que no había nadie.
Con un suspiro, entró en silencio y según caminaba dejó los zapatos por el camino. Se dejó caer como un saco lleno en el sofá que tenía más a mano y reposó lánguida con los ojos cerrados. La música del Gran Salón se escuchaba de forma lejana allí, y pensó que quizá podía alargar su relax en ese sitio unos minutos más, antes de volver a adquirir la actitud de noble de Lunargenta perfecta.
Lástima haber bajado la guardia. De no ser así se habría dado cuenta a tiempo de las figuras que entraron detrás de ella cerrando la puerta.
Clavó los ojos en Eiz y lo observó como si lo viese por primera vez. De forma que él había sido su prometido... casi sintió compasión por el muchacho, haber perdido en el último instante a alguien como aquella dragona. Y sin embargo no pudo evitar una sonrisa cínica asomar sus labios. Claro que Sashenka no permitiría que aquella boda se llevase a cabo si ella no quería. Apenas un rato en su compañía para ser consciente de que pocas cosas bajo el cielo podían dominar a aquella mujer.
Tomó nota mental de él para buscarlo en algún otro momento, esperaba que la noche los hiciera volver a tropezar. Hizo un leve gesto con la cabeza, con la pomposidad que le habían enseñado en aquellos dos días de preparación antes del baile y se acercó con paso corto a Eiz para susurrar antes de que se marchara. - Ha sido un placer. Me encantaría poder disfrutar de un rato en tu compañía de nuevo más tarde - aseguró antes de apartarse a tiempo para guiñarle un ojo.
Enganchada de nuevo en el brazo de Ferdinando, Iori avanzó guiada por él entre el gentío. Él, saludó. Ella, sonrió. A diestro y siniestro. Llevaban más tiempo del que ella era capaz de calcular paseándose entre la crema y la nata de la alta sociedad de Dundarak, y Iori ya tenía meridianamente claro que aquel tipo de vida para ella, tan encorsetada sería una pesadilla. Tan solo necesitaba terminar el trabajo. En cuanto tuviese el dinero, sería libre para seguir investigando sobre el anillo élfico.
Ferdinando estaba más preocupado de lucirla a ella que de ser amable o proponerle una charla entretenida. En cualquier caso, eso estaba bien para ella. Cincuenta conversaciones y 4 bailes después, ella tuvo que excusarse pidiéndole tiempo. - No te alejes mucho. Tienes unos minutos para ir a las salas de descanso de las damas. Allí podrás refrescarte, retocar tu maquillaje y volver en perfectas condiciones - le indicó de forma servicial. - Pero no tardes -
Iori, que se había dado ya cuenta del efecto que causaba en él cuando ella se acercaba demasiado sonrió antes de rodear con sus brazos el cuello de su compañero. - No te preocupes amor, volveré antes de que tengas tiempo de echarme de menos. Y creo que cuando termine todo esto tú me deberás, además de lo acordado, un buen masaje de pies - esbozó una sonrisa divertida antes de darle un beso en la comisura del labio.
Se encaminó hacia la zona indicada, esbozando una suave sonrisa a las personas que Ferdinando ya le había presentado y de las cuales no conocía el nombre. Era allí, en uno de los pasillos laterales en donde se habrían múltiples estancias. Dudando, se asomó a la primera que encontró, la cual permanecía en una ligera penumbra. En el interior, bien dispuestas, se encontraban varios conjuntos de sofá y butaca perfilando el gran ventanal que daba al exterior del edificio.
Parecía que no había nadie.
Con un suspiro, entró en silencio y según caminaba dejó los zapatos por el camino. Se dejó caer como un saco lleno en el sofá que tenía más a mano y reposó lánguida con los ojos cerrados. La música del Gran Salón se escuchaba de forma lejana allí, y pensó que quizá podía alargar su relax en ese sitio unos minutos más, antes de volver a adquirir la actitud de noble de Lunargenta perfecta.
Lástima haber bajado la guardia. De no ser así se habría dado cuenta a tiempo de las figuras que entraron detrás de ella cerrando la puerta.
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Iori Li
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Re: Se busca acompañante [Trabajo]
Eiz siguió conversando tranquilamente con amigos y conocidos durante el resto de la velada. Cada cierto tiempo, buscaba con la mirada a Ilse y a Ferdinando, confirmando de esa forma su sospecha: esa mirada que parecía capaz de matar estaba dirigida a su amigo y a su nueva pareja. Al percatarse de ésto, el lancero empezó a preocuparse. Quién sabe de lo que es capaz una persona con poder e influencia cuando está enfadado. Eiz decidió mantener un ojo en la mujer, sólo por si acaso.
Luego de un rato, Ilse pareció esfumarse. No lograba encontrarla por ningún lado. Rápidamente, ubicó a Ferdinando entre la multitud.
-Bien, de momento no ocurre nada... ¿Y Garnet? Qué extraño, hace un momento estaban juntos...-
La palidez en el semblante de Ferdinando indicaba que algo andaba mal. Como si leyera sus pensamientos, su viejo amigo se acercó a Eiz, tratando inútilmente de parecer calmado.
-Eiz, disculpa. ¿Podemos hablar un momento? Querría discutir un poco sobre esa compra que mencionaste antes...-
El Adelskald conocía lo suficiente a Ferdinando como para saber que esa excusa escondía algo diferente.
Una vez alejados de la zona más concurrida del salón, el comerciante empezó a hablar a rápido, casi sin detenerse a respirar. Solía pasarle cuando estaba nervioso o asustado por algo, y era muy raro verlo así. Luego de calmarse un poco, volvió a intentarlo.
-Es Io... Garnet. No puedo encontrarla por ningún lado. Dijo que iría a las salas de descanso hace un tiempo, y no ha regresado aún...-
Eiz, creyendo que su amigo temía ser engañado y abandonado otra vez, se rió mientras intentaba tranquilizarlo.
-No te preocupes, quizá sólo se perdió entre tantos pasillos o está contemplando la arquitectura del lugar, después de todo el estilo de Dundarak es muy diferente al de Lunargenta.-
-No creo que sea algo tan simple como eso. Supongo que has visto cómo nos miraba Ilse. Temo que le haya hecho algo por mi culpa.-
Ciertamente, esa mirada demostraba que su dueña era capaz de hacer cualquier cosa, pero frente a tanta gente era casi imposible hacer algo sin consecuencias.
-Bien, te ayudaré a buscarla. Sólo por si acaso, sería buena idea que lleves contigo a uno de tus hombres.-
Comenzaron la búsqueda cada uno con un guardia de confianza resguardándolos. Entre tanta gente, pasaban relativamente desapercibidos. A diferencia de las armaduras completas que solían llevar, los guardias vestían un atuendo formal que no destacaba entre la vestimenta del resto.
Offrol:
Primer problema: Iori (aka Garnet) desaparece del salón, preocupando a Ferdinando.
Luego de un rato, Ilse pareció esfumarse. No lograba encontrarla por ningún lado. Rápidamente, ubicó a Ferdinando entre la multitud.
-Bien, de momento no ocurre nada... ¿Y Garnet? Qué extraño, hace un momento estaban juntos...-
La palidez en el semblante de Ferdinando indicaba que algo andaba mal. Como si leyera sus pensamientos, su viejo amigo se acercó a Eiz, tratando inútilmente de parecer calmado.
-Eiz, disculpa. ¿Podemos hablar un momento? Querría discutir un poco sobre esa compra que mencionaste antes...-
El Adelskald conocía lo suficiente a Ferdinando como para saber que esa excusa escondía algo diferente.
Una vez alejados de la zona más concurrida del salón, el comerciante empezó a hablar a rápido, casi sin detenerse a respirar. Solía pasarle cuando estaba nervioso o asustado por algo, y era muy raro verlo así. Luego de calmarse un poco, volvió a intentarlo.
-Es Io... Garnet. No puedo encontrarla por ningún lado. Dijo que iría a las salas de descanso hace un tiempo, y no ha regresado aún...-
Eiz, creyendo que su amigo temía ser engañado y abandonado otra vez, se rió mientras intentaba tranquilizarlo.
-No te preocupes, quizá sólo se perdió entre tantos pasillos o está contemplando la arquitectura del lugar, después de todo el estilo de Dundarak es muy diferente al de Lunargenta.-
-No creo que sea algo tan simple como eso. Supongo que has visto cómo nos miraba Ilse. Temo que le haya hecho algo por mi culpa.-
Ciertamente, esa mirada demostraba que su dueña era capaz de hacer cualquier cosa, pero frente a tanta gente era casi imposible hacer algo sin consecuencias.
-Bien, te ayudaré a buscarla. Sólo por si acaso, sería buena idea que lleves contigo a uno de tus hombres.-
Comenzaron la búsqueda cada uno con un guardia de confianza resguardándolos. Entre tanta gente, pasaban relativamente desapercibidos. A diferencia de las armaduras completas que solían llevar, los guardias vestían un atuendo formal que no destacaba entre la vestimenta del resto.
Offrol:
Primer problema: Iori (aka Garnet) desaparece del salón, preocupando a Ferdinando.
Última edición por Eiz Adelskald el Dom Oct 25 2020, 21:33, editado 1 vez (Razón : Marcar el primer problema.)
Eiz Adelskald
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Re: Se busca acompañante [Trabajo]
Mierda. ¿En qué mal momento se le había ocurrido meterse en aquel lío? Abrió los ojos notando aún el dolor en el costado. Algo la había despertado del leve sueño en el que había caído tirándole con fuerza del cabello. Evitó chillar pero cuando quiso revolverse muchas manos habían apresado su cuerpo. - Así que la señorita Garnet ha pensado que sería interesante mezclarse con la nobleza de Dundarak. -
Aún con la poca iluminación que había en la habitación, la morena pudo distinguir a Ilse de pie en medio del salón. - Te luce como si fueses un trofeo. Cuando terminemos contigo no creo que nadie esté dispuesto a mirarte - aseguró con diversión en la voz y un leve punto de ira. Las manos que la retenían tiraron con fuerza de su cuerpo, propinando golpes y arañazos. Forcejeó buscando sacárselas de encima. Por los comentarios y el tacto supo que todas allí eran mujeres como ella.
Se revolvió con más fuerza y aprovechando sus reflejos y agilidad, se escurrió levantándose del sofá de un salto. Fue en ese instante cuando algo contundente golpeó su estómago. ¿Después? todo negro.
Iori desconocía cuánto tiempo llevaba inconsciente en el suelo. Las frías baldosas se clavaban con su temperatura en su piel, y entendió entonces que se encontraba desnuda. Bueno, al menos conservaba la ropa interior inferior pero del resto... Llevándose las manos a la cara notó los arañazos que le habían dado. Su cabello estaba suelto y desordenado. No precisaba mirarse al espejo para comprender que la habían dejado completamente arruinada como para presentarse al interior del salón de baile de nuevo.
Y Ferdinando sin duda la estaría buscando para seguir con el trabajo. Joder.
Resopló y trató de apartar el cabello que le caía delante de los ojos para despejar la visión. Bueno, en el peor de los casos, durante dos días había dormido y comido caliente. En el mejor de los casos... conseguiría salir de allí y cobrar. Se levantó a trompicones y se lanzó a comprobar lo que ya sospechaba. La puerta estaba atrancada. Abrió la boca para gritar pero se lo pensó dos veces.
¿Habrían dejado a alguien haciendo guardia al otro lado? Quizá era mejor continuar con aquella situación haciendo las cosas con disimulo. Se giró sobre los talones y observó los enormes ventanales que daban al jardín. La segunda planta no debería de estar a mucha altura. Abrió una de las ventanas y notó el frío de la noche erizando por completo su piel. - Dichoso norte...- siseó cruzando los brazos sobre el pecho y procurándose calor.
La fachada estaba lo suficientemente decorada como para proporcionarle numerosos puntos de apoyo. Correr por la cornisa y bajar en la esquina del edificio hacia el suelo no debería de ser complicado. En aquel ala del palacio no parecía haber guardias visibles, aunque sí se percibía la luminosidad que llegaba de los grandes salones iluminados de abajo. - Bien Iori, es el momento de salir de aquí - se dijo en voz alta para darse ánimos. Primero escapar, y luego ya tendría tiempo en pensar sobre el problema de su desnudez.
Aterrizó con facilidad usando sus habilidades físicas y notó la redondez de la gravilla que cubría el suelo a sus pies. Bien, momento de ponerse en marcha.
Aún con la poca iluminación que había en la habitación, la morena pudo distinguir a Ilse de pie en medio del salón. - Te luce como si fueses un trofeo. Cuando terminemos contigo no creo que nadie esté dispuesto a mirarte - aseguró con diversión en la voz y un leve punto de ira. Las manos que la retenían tiraron con fuerza de su cuerpo, propinando golpes y arañazos. Forcejeó buscando sacárselas de encima. Por los comentarios y el tacto supo que todas allí eran mujeres como ella.
Se revolvió con más fuerza y aprovechando sus reflejos y agilidad, se escurrió levantándose del sofá de un salto. Fue en ese instante cuando algo contundente golpeó su estómago. ¿Después? todo negro.
Iori desconocía cuánto tiempo llevaba inconsciente en el suelo. Las frías baldosas se clavaban con su temperatura en su piel, y entendió entonces que se encontraba desnuda. Bueno, al menos conservaba la ropa interior inferior pero del resto... Llevándose las manos a la cara notó los arañazos que le habían dado. Su cabello estaba suelto y desordenado. No precisaba mirarse al espejo para comprender que la habían dejado completamente arruinada como para presentarse al interior del salón de baile de nuevo.
Y Ferdinando sin duda la estaría buscando para seguir con el trabajo. Joder.
Resopló y trató de apartar el cabello que le caía delante de los ojos para despejar la visión. Bueno, en el peor de los casos, durante dos días había dormido y comido caliente. En el mejor de los casos... conseguiría salir de allí y cobrar. Se levantó a trompicones y se lanzó a comprobar lo que ya sospechaba. La puerta estaba atrancada. Abrió la boca para gritar pero se lo pensó dos veces.
¿Habrían dejado a alguien haciendo guardia al otro lado? Quizá era mejor continuar con aquella situación haciendo las cosas con disimulo. Se giró sobre los talones y observó los enormes ventanales que daban al jardín. La segunda planta no debería de estar a mucha altura. Abrió una de las ventanas y notó el frío de la noche erizando por completo su piel. - Dichoso norte...- siseó cruzando los brazos sobre el pecho y procurándose calor.
La fachada estaba lo suficientemente decorada como para proporcionarle numerosos puntos de apoyo. Correr por la cornisa y bajar en la esquina del edificio hacia el suelo no debería de ser complicado. En aquel ala del palacio no parecía haber guardias visibles, aunque sí se percibía la luminosidad que llegaba de los grandes salones iluminados de abajo. - Bien Iori, es el momento de salir de aquí - se dijo en voz alta para darse ánimos. Primero escapar, y luego ya tendría tiempo en pensar sobre el problema de su desnudez.
Aterrizó con facilidad usando sus habilidades físicas y notó la redondez de la gravilla que cubría el suelo a sus pies. Bien, momento de ponerse en marcha.
Iori Li
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Re: Se busca acompañante [Trabajo]
Tras un buen rato de búsqueda, Eiz encontró un cuarto cerrado. Algo extraño, ya que se trataba de una de las habitaciones destinadas para quienes quisieran descansar un poco del baile o alejarse de la música. Disculpándose mentalmente con el dueño de casa, el lancero tiró abajo la puerta al cargar contra ella. Ya se encargaría luego de una compensación económica.
La habitación parecía vacía, con algunos indicios de pelea, como objetos fuera de lugar y un jarrón roto en el suelo. Al inspeccionar con más cuidado, notaron algunos pedazos de tela esparcidos por el lugar. Eran demasiado pequeños como para identificar un patrón o dibujo característico, pero se adivinaba fácilmente que no pertenecía al mobiliario o la decoración de aquella sala.
El color de la tela resultaba un tanto familiar para el lancero, pero no lograba deducir su origen. Siguieron investigando un poco el lugar, sin encontrar nada más de interés. Cuando estaban a punto de marcharse, una fría brisa entró en el lugar, causando escalofríos al Adelskald. Se acercó a la ventana para cerrarla, cuando vio algo que llamó su atención. Desde su ubicación actual podían verse algunas marcas en la nieve acumulada fuera, tanto en el suelo como en la fachada de la mansión. Parecía tratarse de huellas, huellas que dejaría alguien al caminar descalzo. ¿Quién andaría descalzo con semejante frío y caminando por la nieve?
-La puerta cerrada, la ventana abierta y huellas. No hay que ser un genio para darse cuenta que alguien estaba aquí encerrado y huyó por la fachada... Lo que no entiendo es por qué esa persona anda descalza...-
Eiz empezaba a atar los cabos sueltos, esperando estar en lo correcto. Era muy probable que Garnet estuviera allí encerrada, teniendo en cuenta su desaparición y las miradas de fuego que Ilse obsequiaba a la pareja.
Decidió seguir las huellas en la nieve. Mientras su escolta tomaba la ruta "civilizada" y salía de la mansión por la puerta principal, Eiz saldría por la ventana. Creía que de esa forma aumentarían las probabilidades de encontrar a la oriunda de Lunargenta.
Ilse regresaba al salón principal, con una silenciosa sonrisa de triunfo adornando su rostro. Sin que ella lo supiera, un corte en su párpado izquierdo y un golpe en su mejilla derecha completaban el cuadro. Una de las mujeres de su séquito le hizo notar las marcas del pleito, lo que reavivó su furia. Sin embargo, tras pensarlo un momento vio en esas heridas la oportunidad perfecta para atacar a Ferdinando y obtener beneficios en el proceso.
La habitación parecía vacía, con algunos indicios de pelea, como objetos fuera de lugar y un jarrón roto en el suelo. Al inspeccionar con más cuidado, notaron algunos pedazos de tela esparcidos por el lugar. Eran demasiado pequeños como para identificar un patrón o dibujo característico, pero se adivinaba fácilmente que no pertenecía al mobiliario o la decoración de aquella sala.
El color de la tela resultaba un tanto familiar para el lancero, pero no lograba deducir su origen. Siguieron investigando un poco el lugar, sin encontrar nada más de interés. Cuando estaban a punto de marcharse, una fría brisa entró en el lugar, causando escalofríos al Adelskald. Se acercó a la ventana para cerrarla, cuando vio algo que llamó su atención. Desde su ubicación actual podían verse algunas marcas en la nieve acumulada fuera, tanto en el suelo como en la fachada de la mansión. Parecía tratarse de huellas, huellas que dejaría alguien al caminar descalzo. ¿Quién andaría descalzo con semejante frío y caminando por la nieve?
-La puerta cerrada, la ventana abierta y huellas. No hay que ser un genio para darse cuenta que alguien estaba aquí encerrado y huyó por la fachada... Lo que no entiendo es por qué esa persona anda descalza...-
Eiz empezaba a atar los cabos sueltos, esperando estar en lo correcto. Era muy probable que Garnet estuviera allí encerrada, teniendo en cuenta su desaparición y las miradas de fuego que Ilse obsequiaba a la pareja.
Decidió seguir las huellas en la nieve. Mientras su escolta tomaba la ruta "civilizada" y salía de la mansión por la puerta principal, Eiz saldría por la ventana. Creía que de esa forma aumentarían las probabilidades de encontrar a la oriunda de Lunargenta.
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Ilse regresaba al salón principal, con una silenciosa sonrisa de triunfo adornando su rostro. Sin que ella lo supiera, un corte en su párpado izquierdo y un golpe en su mejilla derecha completaban el cuadro. Una de las mujeres de su séquito le hizo notar las marcas del pleito, lo que reavivó su furia. Sin embargo, tras pensarlo un momento vio en esas heridas la oportunidad perfecta para atacar a Ferdinando y obtener beneficios en el proceso.
Eiz Adelskald
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Re: Se busca acompañante [Trabajo]
Aterida de frío. Podía afirmar sin lugar a dudas que nunca había sentido una temperatura tan baja en su vida. Los pies sobre la nieve ya no tenían circulación para ella. O al menos una que pudiese apreciar. Se le caerían los dedos como se caían los pétalos de las flores a final de verano. - Joder que frío - siseó olvidándose por completo de los modales para convertirla en una señorita que habían intentado meter en ella en apenas unos días.
Debería de pensar las cosas con más calma la próxima vez. Salir por una ventana en Dundarak, una noche de fiesta en pleno invierno sin ropa bien podía recibir el nombre de tortura. Frotó con intensidad las manos en sus brazos, cruzados ambos sobre el cuerpo. El burdo intento de hacerla entrar en calor sirvió más para cansarla que para subir la temperatura. Había avanzado unos metros por los grandes jardines cuando se dio cuenta de que allí no encontraría a nadie que pudiera ayudarla.
Volver sobre sus pasos parecía la reacción más inteligente en aquel momento. Incluso se lanzaría feliz a subir por la fachada de nuevo, entrar en aquella oscura habitación, cerrar la ventana de nuevo y aovillarse en el mullido sofá del que había escapado hacía unos minutos.
De hecho lo único que le apetecía en aquel momento era escurrirse en algo cálido y suave y cerrar los ojos para poder dormir. A la mierda todo aquel lío de faldas y cotilleos en la alta nobleza.
Decidida hizo crujir con fuerza la nieve bajo sus menudos pies, acercándose al lugar del que había escapado. Alzó la vista y su sorpresa fue grande cuando observó una figura masculina bajando por el mismo alero que ella había usado. Por sus movimientos parecía estar siguiendo el rastro que había dejado descuidadamente, y los ojos azules de Iori no pudieron hacer otra cosa más que maravillarse por su agilidad.
Lo observó aterrizar, aún en la penumbra del inicio de los jardines, guarecida por la oscuridad. Cuando lo vio fijarse en las marcas de pies que hendían la nieve, Iori avanzó con seguridad hacia él. Se fiaba de Eiz. Para bien o para mal.
En aquel momento, el enemigo número uno de la humana, aquello de lo que más ganas tenía de huir era el frío. Y el cuerpo que tenía delante se adivinaba cálido con apenas mirarlo. - Me encerraron - murmuró como saludo antes de lanzarse hacia el cuerpo del chico para abrazarlo. - Fui una tonta, estaba simplemente descansado un poco y entró con otras mujeres. - comenzó a explicar la historia de lo que, imaginaba, él mismo ya había comenzado a atar cabos.
- Esa Ilse, es peligrosa. Puede hacerle mucho daño a Ferdinando - añadió mientras pegaba con más fuerza la mejilla contra el calor del pecho de Eiz. - Dioses, tu calor es todo lo bueno que existe en el mundo - añadió titiritando sin poder ya disimularlo más tiempo.
Debería de pensar las cosas con más calma la próxima vez. Salir por una ventana en Dundarak, una noche de fiesta en pleno invierno sin ropa bien podía recibir el nombre de tortura. Frotó con intensidad las manos en sus brazos, cruzados ambos sobre el cuerpo. El burdo intento de hacerla entrar en calor sirvió más para cansarla que para subir la temperatura. Había avanzado unos metros por los grandes jardines cuando se dio cuenta de que allí no encontraría a nadie que pudiera ayudarla.
Volver sobre sus pasos parecía la reacción más inteligente en aquel momento. Incluso se lanzaría feliz a subir por la fachada de nuevo, entrar en aquella oscura habitación, cerrar la ventana de nuevo y aovillarse en el mullido sofá del que había escapado hacía unos minutos.
De hecho lo único que le apetecía en aquel momento era escurrirse en algo cálido y suave y cerrar los ojos para poder dormir. A la mierda todo aquel lío de faldas y cotilleos en la alta nobleza.
Decidida hizo crujir con fuerza la nieve bajo sus menudos pies, acercándose al lugar del que había escapado. Alzó la vista y su sorpresa fue grande cuando observó una figura masculina bajando por el mismo alero que ella había usado. Por sus movimientos parecía estar siguiendo el rastro que había dejado descuidadamente, y los ojos azules de Iori no pudieron hacer otra cosa más que maravillarse por su agilidad.
Lo observó aterrizar, aún en la penumbra del inicio de los jardines, guarecida por la oscuridad. Cuando lo vio fijarse en las marcas de pies que hendían la nieve, Iori avanzó con seguridad hacia él. Se fiaba de Eiz. Para bien o para mal.
En aquel momento, el enemigo número uno de la humana, aquello de lo que más ganas tenía de huir era el frío. Y el cuerpo que tenía delante se adivinaba cálido con apenas mirarlo. - Me encerraron - murmuró como saludo antes de lanzarse hacia el cuerpo del chico para abrazarlo. - Fui una tonta, estaba simplemente descansado un poco y entró con otras mujeres. - comenzó a explicar la historia de lo que, imaginaba, él mismo ya había comenzado a atar cabos.
- Esa Ilse, es peligrosa. Puede hacerle mucho daño a Ferdinando - añadió mientras pegaba con más fuerza la mejilla contra el calor del pecho de Eiz. - Dioses, tu calor es todo lo bueno que existe en el mundo - añadió titiritando sin poder ya disimularlo más tiempo.
Iori Li
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Re: Se busca acompañante [Trabajo]
Por fortuna, las deducciones de Eiz no estaban erradas: las huellas pertenecían a Garnet. Lo malo era que no llevaba nada puesto, a excepción de la parte inferior de su ropa interior. La sorpresa de aquella imagen dejó paralizado al dragón, que no lograba entender cómo terminó la chica en esa situación. El soldado que hacía de escolta reaccionó de una manera muy similar al verla avanzar hacia su señor.
-Hollust, ve al carruaje. Busca la armadura de mi hermana y traela sin que nadie te vea. Espera bajo la ventana de la sala que estaba cerrada. Debería quedarle bien...- ordenó el noble a su escolta, mientras observaba cuidadosamente a la chica. El lancero trataba de imaginar si el atuendo sería adecuado para la humana o no, ya que era lo único que podía ofrecerle para vestir. Una risa contenida del soldado llamó la atención de Eiz. Lo miró, extrañado, pero entonces se percató del motivo.
-Ey, solo la estaba comparando con mi herm... Eso suena aún peor. ¡Ve a buscar la armadura de una vez!- ordenó nuevamente, llevando una mano a su cara para ocultar su vergüenza.
El abrazo de la chica, y las palabras que dijo luego, empeoraban aún más la situación. Si alguien llegara a aparecer en ese momento, se armaría un gran escándalo. Rápidamente, Eiz tomó a la humana en brazos y regresó a la habitación de la que había escapado. No fue tarea fácil al tener sus manos ocupadas, pero pudo lograrlo. Dejó a Garnet en un sofá cercano y cerró la ventana.
-Le ruego que disculpe mi atrevimiento al cargarla sin permiso, pero era necesario para salvarla de una hipotermia. Y... Me disculpo también por lo que voy a hacer, pero es por su bien. Espero que lo entienda...-
Sin decir nada más, el dragón se quitó la parte superior de su traje y se la entregó a la humana. Por suerte el abrigo del Adelskald era largo y podría cubrir bien a la chica. Luego, el lancero mantuvo la vista fija en la ventana, esperando a Hollust.
Unos momentos más tarde, el escolta regresó con la armadura y su señor bajó por la ventana para reclamarla. El rostro del guardia indicaba claramente sus pensamientos al ver a su superior con una prenda menos.
-¿Desea que regrese más tarde, señor? No esperaba que tuviera esas intenciones con la pareja del señor Ferdinando...-
-Cállate, no seas idiota. Sólo le di mi abrigo, la pobre se estaba muriendo de frío. No me mires así, conozco esa cara de "no creo nada de lo que dices". Sabes bien que nunca haría algo así. Espera fuera de la habitación, no dejes pasar a nadie que no sea Ferdinando.- respondió, riendo por las palabras de su viejo amigo.
Eiz volvió a subir y entregó la armadura azul y plata a Garnet.
-¿Puedes contarme que sucedió? Ferdinando estaba muy preocupado por ti...- preguntó, mientras seguía observando el patio nevado. No deseaba dejarla sola ni por un momento, para que no corriera peligro. Pero debía darle algo de privacidad para que cambiara sus ropas. Ya había visto su cuerpo desnudo demasiado tiempo...
-Hollust, ve al carruaje. Busca la armadura de mi hermana y traela sin que nadie te vea. Espera bajo la ventana de la sala que estaba cerrada. Debería quedarle bien...- ordenó el noble a su escolta, mientras observaba cuidadosamente a la chica. El lancero trataba de imaginar si el atuendo sería adecuado para la humana o no, ya que era lo único que podía ofrecerle para vestir. Una risa contenida del soldado llamó la atención de Eiz. Lo miró, extrañado, pero entonces se percató del motivo.
-Ey, solo la estaba comparando con mi herm... Eso suena aún peor. ¡Ve a buscar la armadura de una vez!- ordenó nuevamente, llevando una mano a su cara para ocultar su vergüenza.
El abrazo de la chica, y las palabras que dijo luego, empeoraban aún más la situación. Si alguien llegara a aparecer en ese momento, se armaría un gran escándalo. Rápidamente, Eiz tomó a la humana en brazos y regresó a la habitación de la que había escapado. No fue tarea fácil al tener sus manos ocupadas, pero pudo lograrlo. Dejó a Garnet en un sofá cercano y cerró la ventana.
-Le ruego que disculpe mi atrevimiento al cargarla sin permiso, pero era necesario para salvarla de una hipotermia. Y... Me disculpo también por lo que voy a hacer, pero es por su bien. Espero que lo entienda...-
Sin decir nada más, el dragón se quitó la parte superior de su traje y se la entregó a la humana. Por suerte el abrigo del Adelskald era largo y podría cubrir bien a la chica. Luego, el lancero mantuvo la vista fija en la ventana, esperando a Hollust.
Unos momentos más tarde, el escolta regresó con la armadura y su señor bajó por la ventana para reclamarla. El rostro del guardia indicaba claramente sus pensamientos al ver a su superior con una prenda menos.
-¿Desea que regrese más tarde, señor? No esperaba que tuviera esas intenciones con la pareja del señor Ferdinando...-
-Cállate, no seas idiota. Sólo le di mi abrigo, la pobre se estaba muriendo de frío. No me mires así, conozco esa cara de "no creo nada de lo que dices". Sabes bien que nunca haría algo así. Espera fuera de la habitación, no dejes pasar a nadie que no sea Ferdinando.- respondió, riendo por las palabras de su viejo amigo.
Eiz volvió a subir y entregó la armadura azul y plata a Garnet.
-¿Puedes contarme que sucedió? Ferdinando estaba muy preocupado por ti...- preguntó, mientras seguía observando el patio nevado. No deseaba dejarla sola ni por un momento, para que no corriera peligro. Pero debía darle algo de privacidad para que cambiara sus ropas. Ya había visto su cuerpo desnudo demasiado tiempo...
Eiz Adelskald
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Re: Se busca acompañante [Trabajo]
Una muerte dulce. Iori había escuchado historias sobre ello aunque, nunca lo había visto con sus propios ojos. Al sur de Verisar la temperatura, aún en el invierno, nunca era tan cruda como en aquel lugar. Sabía que el frío extremo era capaz de hacer dormir a las personas si carecían de protección, y arrastrarlas a un sueño del que nunca despertarían. Caminar prácticamente desnuda por los jardines de aquel infernal lugar la había privado de un buen raciocinio.
Durante unos instantes no había podido concentrarse en ninguna otra cosa con sentido que no fuese el calor del cuerpo de Eiz. Cerró los ojos apretándose con el cálido abrigo que él le había dado mientras volvía a sentir el mullido sofá bajo ella. El calor volvía a llenar su piel de vida aunque los dedos de los pies estaban prácticamente paralizados. - Hueles bien...- murmuró entre los labios bajito, apretando más la tela contra su cuerpo.
Con los ojos cerrados, fue vagamente consciente del movimiento del chico por la habitación. Su mente hizo un pequeño paréntesis de tiempo indeterminado, y cuando volvió a abrir los ojos notó la tibieza del calor de su cuerpo dentro del abrigo, y a Eiz ligeramente inclinado frente a ella tendiéndole algo. - ¿Eh? ¿Qué? Dioses... odio el frío... - sacudió la cabeza incorporándose ligeramente, aún cubierta por la tela que él le había ofrecido.
Observó lo que le tendía y se fijó que era alguna especie de atuendo militar de un acabado impecable. - ¿Puedo usarlo? ¿Estás seguro? - preguntó dubitativa. La calidad del paño con el que estaba hecho la hizo vacilar un instante. ¿Lo que sucedió? Los ojos azules se aceraron, indignada con la trampa de Ilse. Enfadada de haber caído en ella. - Maldita vívora, ¡Esa mujer es peligrosa! - Iori se levantó dejando a un lado el abrigo sobre el sofá y comenzando a vestirse sin notar la delicadeza con la que Eiz le había dado su espacio.
De donde era Iori, no había mucho sitio para ese tipo de retacos. - Apareció aquí junto con otras mujeres. Hicieron trizas el vestido que me proporcionó Ferdinando y cuando marcharon cerraron la puerta tras ellas. ¿Pretendían dejarme fuera de la fiesta? - Resopló molesta mientras terminaba de ajustarse las botas de talle alto detrás de la rodilla. Aunque no fuese exactamente su talla, los cierres y lazadas de aquellas ropas le permitían ajustar el traje militar lo suficientemente bien como para que le resultase cómodo.
- Un verdadero desperdicio, el vestido era precioso, nunca llevé puesto algo tan suave y delicado...- se lamentó la campesina girándose hacia el dragón y mirándolo con las manos en la cadera. - ¿Sabes en dónde está Ferdinando? Tengo que hablar con él, prevenirle de esa mujer -
En ese instante se abrieron las puertas que daban al pasillo tras ellos, y flanqueado por el guardia de Eiz apareció su jefe con la cara lívida. - ¿¡Qué es lo que ha sucedido?! - preguntó alterado deteniéndose de forma nada romántica delante de Iori. - Que... ¿Qué ha pasado con tu vestido? - su tono de voz se relajó ahora, debido a la contrariedad que sentía. - ¿Eiz? - preguntó mirando a su amigo.
- Ferdinando, de buena bruja te has librado - disparó Iori con toda la sinceridad que sentía en ese momento.
Durante unos instantes no había podido concentrarse en ninguna otra cosa con sentido que no fuese el calor del cuerpo de Eiz. Cerró los ojos apretándose con el cálido abrigo que él le había dado mientras volvía a sentir el mullido sofá bajo ella. El calor volvía a llenar su piel de vida aunque los dedos de los pies estaban prácticamente paralizados. - Hueles bien...- murmuró entre los labios bajito, apretando más la tela contra su cuerpo.
Con los ojos cerrados, fue vagamente consciente del movimiento del chico por la habitación. Su mente hizo un pequeño paréntesis de tiempo indeterminado, y cuando volvió a abrir los ojos notó la tibieza del calor de su cuerpo dentro del abrigo, y a Eiz ligeramente inclinado frente a ella tendiéndole algo. - ¿Eh? ¿Qué? Dioses... odio el frío... - sacudió la cabeza incorporándose ligeramente, aún cubierta por la tela que él le había ofrecido.
Observó lo que le tendía y se fijó que era alguna especie de atuendo militar de un acabado impecable. - ¿Puedo usarlo? ¿Estás seguro? - preguntó dubitativa. La calidad del paño con el que estaba hecho la hizo vacilar un instante. ¿Lo que sucedió? Los ojos azules se aceraron, indignada con la trampa de Ilse. Enfadada de haber caído en ella. - Maldita vívora, ¡Esa mujer es peligrosa! - Iori se levantó dejando a un lado el abrigo sobre el sofá y comenzando a vestirse sin notar la delicadeza con la que Eiz le había dado su espacio.
De donde era Iori, no había mucho sitio para ese tipo de retacos. - Apareció aquí junto con otras mujeres. Hicieron trizas el vestido que me proporcionó Ferdinando y cuando marcharon cerraron la puerta tras ellas. ¿Pretendían dejarme fuera de la fiesta? - Resopló molesta mientras terminaba de ajustarse las botas de talle alto detrás de la rodilla. Aunque no fuese exactamente su talla, los cierres y lazadas de aquellas ropas le permitían ajustar el traje militar lo suficientemente bien como para que le resultase cómodo.
- Un verdadero desperdicio, el vestido era precioso, nunca llevé puesto algo tan suave y delicado...- se lamentó la campesina girándose hacia el dragón y mirándolo con las manos en la cadera. - ¿Sabes en dónde está Ferdinando? Tengo que hablar con él, prevenirle de esa mujer -
En ese instante se abrieron las puertas que daban al pasillo tras ellos, y flanqueado por el guardia de Eiz apareció su jefe con la cara lívida. - ¿¡Qué es lo que ha sucedido?! - preguntó alterado deteniéndose de forma nada romántica delante de Iori. - Que... ¿Qué ha pasado con tu vestido? - su tono de voz se relajó ahora, debido a la contrariedad que sentía. - ¿Eiz? - preguntó mirando a su amigo.
- Ferdinando, de buena bruja te has librado - disparó Iori con toda la sinceridad que sentía en ese momento.
Iori Li
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Re: Se busca acompañante [Trabajo]
Por mucho que intentase no pensar en lo incómoda que era la situación, Eiz no podía lograrlo. Estaba a solas con una mujer muy atractiva y prácticamente desnuda. No sólo eso, sino que la humana le dedicaba una y otra vez palabras que podían malinterpretarse.
-Que huelo bien, que le gusta mi calor, que me abraza. Si la situación fuera otra, sería bastante... interesante.-
El dragón tuvo que recordarse a sí mismo que se trataba de la pareja de su amigo... Más de una vez, para estar seguro.
Garnet por fin se había vuelto a vestir, probando que Eiz tenía razón. La armadura parecía hecha para ella y, junto con las marcas dejadas por sus atacantes, le otorgaban un aura de guerrera que contrastaba con su atuendo previo.
La humana empezó a explicarle lo ocurrido: Ilse y sus seguidoras la habían golpeado, desnudado y encerrado, lo cual explicaba su salida por la ventana.
-Desconozco dónde se encuentra Ferdinando ahora. Nos separamos para buscarte, pero no deberíamos tardar en encontrarlo. Después de todo, gran parte de la mansión no es accesible para los invitados.-
Justo en ese momento, Hollust entró en la habitación.
-Señor, sé que el asunto se ha puesto duro, pero debería prepararse. El señor Ferdinando está esperando fuera.- Hollust hacía lo posible por disimular su diversión, pero la sonrisa cómplice en su rostro lo traicionaba.
-Cállate y hazlo pasar, rápido.-
-Ah, con público. Desconocía esa preferencia suya...- Entre risas, el escolta se dirigió a la puerta para cumplir con la orden de Eiz.
Ferdinando ingresó a la habitación y rápidamente se acercó a Garnet. Parecía más preocupado por el vestido que por la chica, por alguna razón. La humana no pareció molestarse o sorprenderse por la actitud de su pareja.
Luego de explicarle al comerciante lo sucedido (y de afirmar varias veces que no ocurrió nada más entre Garnet y Eiz), el lancero propuso regresar al salón principal para confrontar a Ilse. Justo en ese momento, uno de los hombres de Ferdinando llegó a tosa velocidad, con preocupación reflejada en su rostro.
-¡Señor! Hay problemas en el salón principal. Están exigiendo que brinde explicaciones.-
-¿Explicaciones? ¿De qué hablan?-
Sin perder tiempo, Ferdinando y sus dos escoltas se dirigieron al salón, dejando atrás a Eiz, Hollust y Garnet.
Al llegar a destino, vieron a Ilse en el rellano de una escalera. Desde aquella posición elevada, junto con su actual pareja, parecían haber dado un discurso. Los rostros del público mostraban diversas emociones, ninguna de ellas buena. Furia, indignación y odio ocupaban la sala. En cuanto alguien vio a Ferdinando y señaló su presencia, todos los asistentes dirigieron su mirada hacia él. Cualquiera podría afirmar que estaban esforzándose por no atacarlo.
-¡Ahí está! No dejen que se me acerque, por favor. Fue una suerte que pudiera escaparme de sus garras...- ilse hablaba entre sollozos, ocultando su lastimada cara con sus manos.
-¡Exijo una explicación ahora mismo, Ferdinando! ¡¿Cómo te atreves a ponerle las manos encima a mi prometida?!- Ulrich, prometido de Ilse, gritaba indignado. Su potente voz opacaba a las del resto, las cuales murmuraban y criticaban al amigo de Eiz.
-Que huelo bien, que le gusta mi calor, que me abraza. Si la situación fuera otra, sería bastante... interesante.-
El dragón tuvo que recordarse a sí mismo que se trataba de la pareja de su amigo... Más de una vez, para estar seguro.
Garnet por fin se había vuelto a vestir, probando que Eiz tenía razón. La armadura parecía hecha para ella y, junto con las marcas dejadas por sus atacantes, le otorgaban un aura de guerrera que contrastaba con su atuendo previo.
La humana empezó a explicarle lo ocurrido: Ilse y sus seguidoras la habían golpeado, desnudado y encerrado, lo cual explicaba su salida por la ventana.
-Desconozco dónde se encuentra Ferdinando ahora. Nos separamos para buscarte, pero no deberíamos tardar en encontrarlo. Después de todo, gran parte de la mansión no es accesible para los invitados.-
Justo en ese momento, Hollust entró en la habitación.
-Señor, sé que el asunto se ha puesto duro, pero debería prepararse. El señor Ferdinando está esperando fuera.- Hollust hacía lo posible por disimular su diversión, pero la sonrisa cómplice en su rostro lo traicionaba.
-Cállate y hazlo pasar, rápido.-
-Ah, con público. Desconocía esa preferencia suya...- Entre risas, el escolta se dirigió a la puerta para cumplir con la orden de Eiz.
Ferdinando ingresó a la habitación y rápidamente se acercó a Garnet. Parecía más preocupado por el vestido que por la chica, por alguna razón. La humana no pareció molestarse o sorprenderse por la actitud de su pareja.
Luego de explicarle al comerciante lo sucedido (y de afirmar varias veces que no ocurrió nada más entre Garnet y Eiz), el lancero propuso regresar al salón principal para confrontar a Ilse. Justo en ese momento, uno de los hombres de Ferdinando llegó a tosa velocidad, con preocupación reflejada en su rostro.
-¡Señor! Hay problemas en el salón principal. Están exigiendo que brinde explicaciones.-
-¿Explicaciones? ¿De qué hablan?-
Sin perder tiempo, Ferdinando y sus dos escoltas se dirigieron al salón, dejando atrás a Eiz, Hollust y Garnet.
Al llegar a destino, vieron a Ilse en el rellano de una escalera. Desde aquella posición elevada, junto con su actual pareja, parecían haber dado un discurso. Los rostros del público mostraban diversas emociones, ninguna de ellas buena. Furia, indignación y odio ocupaban la sala. En cuanto alguien vio a Ferdinando y señaló su presencia, todos los asistentes dirigieron su mirada hacia él. Cualquiera podría afirmar que estaban esforzándose por no atacarlo.
-¡Ahí está! No dejen que se me acerque, por favor. Fue una suerte que pudiera escaparme de sus garras...- ilse hablaba entre sollozos, ocultando su lastimada cara con sus manos.
-¡Exijo una explicación ahora mismo, Ferdinando! ¡¿Cómo te atreves a ponerle las manos encima a mi prometida?!- Ulrich, prometido de Ilse, gritaba indignado. Su potente voz opacaba a las del resto, las cuales murmuraban y criticaban al amigo de Eiz.
Eiz Adelskald
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Re: Se busca acompañante [Trabajo]
Campesina como era, no recordaba haber experimentado nunca el poder vestir con unas ropas de aquella calidad. Sentía la estructura rígida y firme de la tela y el cuero de la armadura protegiendo con firmeza su cuerpo. Y restándole movilidad. O eso pensaba por lo menos.
Observó con gesto divertido los comentarios del mozo que servía a Eiz. No se le escaparon en absoluto los comentarios pícaros de este último, y la humana le sonrió al joven en señal de aprobación ante sus sórdidos comentarios. Fue entonces cuando Ferdinando se precipitó hacia el interior de la habitación, y ella apenas fue capaz de justificar como excusa la misma historia que le había explicado al dragón minutos antes.
La cosas se estaban complicado. Y Iori comenzaba a entender que quizá la vida de los nobles no era tan ensoñadora como ella había pensado en esos dos días en las que la había tratado a cuerpo de rey. Reina.
Evidentemente su jefe se había olvidado de mantener la tapadera de todo aquel asunto delante de su amigo, y no sería extraño que Eiz comenzase a sospechar. Avanzaron siguiendo al noble hacia el gran salón, mientras Iori se acercaba al moreno a sabiendas de que no tenía sentido seguir ocultando aquello. - No soy Garnet, mi nombre real es Iori. He sido contratada por Ferdinando como acompañante para esta noche en el baile. -
Su explicación se interrumpió ante las audibles quejas de una Ilse que a todas luces, estaba comenzando a escenificar la segunda parte de la obra de teatro que había comenzado con ella en la habitación. La mirada azul de Iori se desenfocó de la sorpresa, escuchando semejante cantidad de mentiras. - Será desgraciada - siseó casi sin voz, aún anonadada por sus resueltas patrañas. - ¿Mentir es una habilidad que le enseñan a las damas de estas tierras? - preguntó mirando hacia Eiz, pero sin pretender ocultar que otras personas cerca de ellos la escucharan a la perfección.
Iori no sabría decir si fue su inocencia, o su desconocimiento de cómo moverse en aquel nido de serpientes, lo que la hizo dar un paso al frente y abrir la boca para condenarse. - Apuesto a que algunas de esas marcas coinciden seguro con mis uñas. Recuerdo haberme defendido a diestro y siniestro del grupo de mujeres que me dejaron encerrada y desnuda en la sala de descanso - pronunció con un tono metálico.
Pasar de la gente e ir a lo suyo era una buena forma de guiarse por la vida. El camino que había seguido hasta entonces y que tan lejos y tan viva la había mantenido. Pero las mentiras... las mentiras eran algo que simplemente le revolvían las tripas. No las podía soportar. - Recuerdo haber mordido a una de ellas... ¿su cara? Ni idea de quien era ella... pero esto se podría comprobar tan fácilmente como haciendo que todas tus amigas presentes aquí esta noche muestren la piel de sus antebrazos.
Avanzó un poco, dejando a Eiz detrás de ella entre el gentío. - Apagasteis las luces, y cinco de vosotras vinisteis a por mí. Se os olvidó que no hace falta luz para reconocer la voz. Y tu voz Ilse, tiene un timbre perforador difícil de olvidar. Yo estoy dispuesta a mostrar los signos de pelea que dejasteis en mí. ¿Y vosotras? - Y sin cortarse un pelo, alzó las manos con toda la intención de despojar su cuerpo de la armadura que instantes antes se había colocado.
Observó con gesto divertido los comentarios del mozo que servía a Eiz. No se le escaparon en absoluto los comentarios pícaros de este último, y la humana le sonrió al joven en señal de aprobación ante sus sórdidos comentarios. Fue entonces cuando Ferdinando se precipitó hacia el interior de la habitación, y ella apenas fue capaz de justificar como excusa la misma historia que le había explicado al dragón minutos antes.
La cosas se estaban complicado. Y Iori comenzaba a entender que quizá la vida de los nobles no era tan ensoñadora como ella había pensado en esos dos días en las que la había tratado a cuerpo de rey. Reina.
Evidentemente su jefe se había olvidado de mantener la tapadera de todo aquel asunto delante de su amigo, y no sería extraño que Eiz comenzase a sospechar. Avanzaron siguiendo al noble hacia el gran salón, mientras Iori se acercaba al moreno a sabiendas de que no tenía sentido seguir ocultando aquello. - No soy Garnet, mi nombre real es Iori. He sido contratada por Ferdinando como acompañante para esta noche en el baile. -
Su explicación se interrumpió ante las audibles quejas de una Ilse que a todas luces, estaba comenzando a escenificar la segunda parte de la obra de teatro que había comenzado con ella en la habitación. La mirada azul de Iori se desenfocó de la sorpresa, escuchando semejante cantidad de mentiras. - Será desgraciada - siseó casi sin voz, aún anonadada por sus resueltas patrañas. - ¿Mentir es una habilidad que le enseñan a las damas de estas tierras? - preguntó mirando hacia Eiz, pero sin pretender ocultar que otras personas cerca de ellos la escucharan a la perfección.
Iori no sabría decir si fue su inocencia, o su desconocimiento de cómo moverse en aquel nido de serpientes, lo que la hizo dar un paso al frente y abrir la boca para condenarse. - Apuesto a que algunas de esas marcas coinciden seguro con mis uñas. Recuerdo haberme defendido a diestro y siniestro del grupo de mujeres que me dejaron encerrada y desnuda en la sala de descanso - pronunció con un tono metálico.
Pasar de la gente e ir a lo suyo era una buena forma de guiarse por la vida. El camino que había seguido hasta entonces y que tan lejos y tan viva la había mantenido. Pero las mentiras... las mentiras eran algo que simplemente le revolvían las tripas. No las podía soportar. - Recuerdo haber mordido a una de ellas... ¿su cara? Ni idea de quien era ella... pero esto se podría comprobar tan fácilmente como haciendo que todas tus amigas presentes aquí esta noche muestren la piel de sus antebrazos.
Avanzó un poco, dejando a Eiz detrás de ella entre el gentío. - Apagasteis las luces, y cinco de vosotras vinisteis a por mí. Se os olvidó que no hace falta luz para reconocer la voz. Y tu voz Ilse, tiene un timbre perforador difícil de olvidar. Yo estoy dispuesta a mostrar los signos de pelea que dejasteis en mí. ¿Y vosotras? - Y sin cortarse un pelo, alzó las manos con toda la intención de despojar su cuerpo de la armadura que instantes antes se había colocado.
Iori Li
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Mientras se encaminaba al salón principal, Garn... Mejor dicho, Iori le explicó al lancero la situación. Era un tanto extraño que en tan poco tiempo su amigo encontrase una nueva pareja, sobre todo teniendo en cuenta lo mucho que quería a Ilse. Aún así, Eiz no hubiera imaginado nunca que la realidad fuera esa.
Al ingresar al salón y escuchar las palabras de la herida Ilse, Iori se veía notablemente ofendida. Un tanto divertido por la pregunta de la chica y por su nula sutileza, el dragón le respondió sonriente.
-Sólo las familias que usan artimañas viles enseñan a sus hijos a mentir. En cambio, los que pertenecemos a familias decentes aprendemos retórica... Que es lo mismo, pero suena menos crudo...-
Cuando la muchacha dio un paso al frente para declararse como la perpetradora de las heridas de Ilse, Eiz se sorprendió bastante. La seguridad de sus palabras y la simpleza de las pruebas que exponía provocó que parte de los allí presentes se replanteasen la situación. Después de todo, ¿por qué iba a confesar algo que no hizo?
El Adelskald detuvo a Iori antes de que se desnudara nuevamente. Recordaba haber visto una herida en su antebrazo, por lo que le sugirió que se quitara el guantelete para mostrarlo. En cuanto ella planteó la idea de comprobar a las amigas de Ilse, una de ellas pareció repentinamente interesada en acomodar sus largos guantes, ocultando parte de sus brazos.
Sin embargo, Ulrich no atendía a razones. El lancero desconocía si él era cómplice de Ilse, o simplemente estaba cegado por sus sentimientos. De una u otra forma, continuaba exigiendo a Ferdinando un duelo para limpiar el honor de su prometida. Rápidamente, se ubicó en el centro del salón, desenvainando su estoque y provocando al comerciante con sus palabras.
-¿Qué ocurre, primo? ¿Levantas tu mano contra una mujer, pero no eres lo suficientemente valiente como para enfrentarte a un guerrero de verdad?-
-Pss, conozco varias mujeres que le patearían el trasero...-
Mientras los asistentes despejaban el salón para darles espacio suficiente para luchar, Ferdinando se preparó para lo que se avecinaba. Tomó prestada el arma de Eiz, ya que él no llevaba ninguna. A la distancia, Ilse sonreía con malicia.
Off-rol: se presenta el segundo problema. El honor de Ferdinando (y tal vez también su vida) se encuentran en peligro.
Al ingresar al salón y escuchar las palabras de la herida Ilse, Iori se veía notablemente ofendida. Un tanto divertido por la pregunta de la chica y por su nula sutileza, el dragón le respondió sonriente.
-Sólo las familias que usan artimañas viles enseñan a sus hijos a mentir. En cambio, los que pertenecemos a familias decentes aprendemos retórica... Que es lo mismo, pero suena menos crudo...-
Cuando la muchacha dio un paso al frente para declararse como la perpetradora de las heridas de Ilse, Eiz se sorprendió bastante. La seguridad de sus palabras y la simpleza de las pruebas que exponía provocó que parte de los allí presentes se replanteasen la situación. Después de todo, ¿por qué iba a confesar algo que no hizo?
El Adelskald detuvo a Iori antes de que se desnudara nuevamente. Recordaba haber visto una herida en su antebrazo, por lo que le sugirió que se quitara el guantelete para mostrarlo. En cuanto ella planteó la idea de comprobar a las amigas de Ilse, una de ellas pareció repentinamente interesada en acomodar sus largos guantes, ocultando parte de sus brazos.
Sin embargo, Ulrich no atendía a razones. El lancero desconocía si él era cómplice de Ilse, o simplemente estaba cegado por sus sentimientos. De una u otra forma, continuaba exigiendo a Ferdinando un duelo para limpiar el honor de su prometida. Rápidamente, se ubicó en el centro del salón, desenvainando su estoque y provocando al comerciante con sus palabras.
-¿Qué ocurre, primo? ¿Levantas tu mano contra una mujer, pero no eres lo suficientemente valiente como para enfrentarte a un guerrero de verdad?-
-Pss, conozco varias mujeres que le patearían el trasero...-
Mientras los asistentes despejaban el salón para darles espacio suficiente para luchar, Ferdinando se preparó para lo que se avecinaba. Tomó prestada el arma de Eiz, ya que él no llevaba ninguna. A la distancia, Ilse sonreía con malicia.
Off-rol: se presenta el segundo problema. El honor de Ferdinando (y tal vez también su vida) se encuentran en peligro.
Eiz Adelskald
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Re: Se busca acompañante [Trabajo]
La mirada azul de Iori estaba clavada en aquella harpía. La película no iba con ella, pero, había algo en su forma de sonreir que la hacía parecer todavía más bruja de lo que la humana ya la percibía. - ¿En serio está feliz con esta situación? - inquirió la morena susurrándole a Eiz al oído. - Se supone que cualquiera de los dos pueden salir heridos en el duelo ¿no? - en la mente de la chica, aquello no tenía mucho sentido. Luchar para "recuperar el honor". Para determinar quién tenía razón.
Pero desde luego, que aquella insoportable "dama" sonriese mientras ambos tontos se disponían a iniciar el duelo la descentraba por completo. El sonido del metal chasqueó en el aire, dando por comenzado el duelo en medio del gran salón. Ferdinando y el otro gilipollas se entregaron a la lucha con ansias evidentes, mientras Iori veía ya perdido por completo el cobro por aquel trabajo que se había complicado súbitamente. - Mierda...- y ya no se trataba solamente del dinero, sino de salir de una pieza de aquella intriga en la alta nobleza.
- ¿Disfrutas con lo que ves? - lanzó de forma fiera, movida por el puro asco que sentía por aquella mujer. Ilse clavó los ojos en ella entonces y su expresión se avinagró, evidentemente molesta con la actitud que seguía mostrando Iori con ella. - Eres una mentira - siseó con aquel tono de voz que ponía a Iori de los nervios. La humana dio un paso al frente para agarrar a aquella tarada de los pelos, cuando un grito proveniente de la pelea los distrajo a todos.
Ferdinando acababa de dar un buen empujón con su arma, y Ulrich había caído contra sus hombres siendo el portador de un flamante y nuevo tajo en la cara. La rabia fluía por cada rasgo de su rostro y fue entonces cuando Iori percibió como, uno de sus hombres hacía un gesto extraño con la mano. Parecía que le acababa de pasar algo. - Eh... ¿has visto eso? - preguntó tirando del brazo de Eiz. - ¿Qué es lo que tiene en la mano? -Pero antes de poder aclarar aquella cuestión, el nuevo novio de Ilse se avalanzó contra un sonriente Ferdinando que no se esperaba una respuesta tan pronta.
Pero desde luego, que aquella insoportable "dama" sonriese mientras ambos tontos se disponían a iniciar el duelo la descentraba por completo. El sonido del metal chasqueó en el aire, dando por comenzado el duelo en medio del gran salón. Ferdinando y el otro gilipollas se entregaron a la lucha con ansias evidentes, mientras Iori veía ya perdido por completo el cobro por aquel trabajo que se había complicado súbitamente. - Mierda...- y ya no se trataba solamente del dinero, sino de salir de una pieza de aquella intriga en la alta nobleza.
- ¿Disfrutas con lo que ves? - lanzó de forma fiera, movida por el puro asco que sentía por aquella mujer. Ilse clavó los ojos en ella entonces y su expresión se avinagró, evidentemente molesta con la actitud que seguía mostrando Iori con ella. - Eres una mentira - siseó con aquel tono de voz que ponía a Iori de los nervios. La humana dio un paso al frente para agarrar a aquella tarada de los pelos, cuando un grito proveniente de la pelea los distrajo a todos.
Ferdinando acababa de dar un buen empujón con su arma, y Ulrich había caído contra sus hombres siendo el portador de un flamante y nuevo tajo en la cara. La rabia fluía por cada rasgo de su rostro y fue entonces cuando Iori percibió como, uno de sus hombres hacía un gesto extraño con la mano. Parecía que le acababa de pasar algo. - Eh... ¿has visto eso? - preguntó tirando del brazo de Eiz. - ¿Qué es lo que tiene en la mano? -Pero antes de poder aclarar aquella cuestión, el nuevo novio de Ilse se avalanzó contra un sonriente Ferdinando que no se esperaba una respuesta tan pronta.
Iori Li
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Re: Se busca acompañante [Trabajo]
-No hay duda de que parece disfrutarlo. Parece que se trata del típico caso de "mientras yo consiga beneficios, no me importan los demás". Me temo que el tonto de Ulrich está siendo usado de la misma forma que iba a ser usado Ferdinando. Supongo que ante dos candidatos que podrían darle beneficios similares, decidió optar por el que le parecía más atractivo...- comentó el lancero encogiéndose de hombros. Lamentablemente, no era algo extraño entre la nobleza, por lo que Eiz no estaba tan sorprendido como Garn... Iori.
-Aún así, manipulado o no, Ulrich es una amenaza que no se puede ignorar. Su influencia es comparable a la de Ferdinando, por lo que no sería raro que todo esto escale a una guerra interna en la familia...-
El grito de Ulrich al sentir la herida en su rostro interrumpió las palabras del dragón de agua. Una mezcla de rabia, dolor y malicia era visible en el oponente, mientras una sonrisa algo sorprendida aparecía en la cara de Ferdinando. Eiz se concentró en la mano de aquél simpatizante de Ulrich, luego de haber oído las palabras de Iori. Parecía sostener algo pequeño, pero no conseguía distinguir qué era. Lo ayudó a incorporarse nuevamente, antes de reiniciar el duelo, con ambos combatientes formando un círculo al caminar, manteniendo las distancias.
Luego de intercambiar algunos golpes y detenerse uno al otro varias veces, Ulrich realizó una extravagante floritura con su arma antes de atacar nuevamente, como si dijera que el duelo no representaba ningún esfuerzo para él. Al ver esto, el desconocido lanzó el objeto en su mano hacia Ferdinando, que estaba de espaldas a él.
Rápidamente, Eiz se interpuso en el camino, protegiendo a su amigo. Sangre caía de su hombro izquierdo, el cual tenía clavada una pequeña daga. La herida no era tan peligrosa, pero sí era molesta. Dependiendo de su ubicación, podría dificultar mucho empuñar un arma. Los presentes observaban al lancero, sorprendidos por su repentina aparición.
-¿Así que esto es lo que llamas un duelo para recuperar el honor perdido, Ulrich? A mi parecer, lo único que estás logrando es perder lo poco que te queda de él...-
El dragón fue interrumpido nuevamente por un ruido sordo. Al voltear, vio a su amigo con una rodilla en el suelo, sosteniendo su costado derecho. Tal parece que no se trataba de un sólo atacante; otro de los "amiguitos" de Ulrich había lanzado otra daga a Ferdinando desde otra ubicación.
-No tengo idea de qué estás diciendo, Adelskald. Esto no tiene nada que ver contigo, por lo que a mí respecta te lastimaste solo. Quizá sea buena idea que dejes de beber. Y tú, primo, ¿por cuánto tiempo piensas quedarte ahí tirado? No pude hacerte una herida muy profunda gracias a que la evadiste casi perfectamente...-
-Aún así, manipulado o no, Ulrich es una amenaza que no se puede ignorar. Su influencia es comparable a la de Ferdinando, por lo que no sería raro que todo esto escale a una guerra interna en la familia...-
El grito de Ulrich al sentir la herida en su rostro interrumpió las palabras del dragón de agua. Una mezcla de rabia, dolor y malicia era visible en el oponente, mientras una sonrisa algo sorprendida aparecía en la cara de Ferdinando. Eiz se concentró en la mano de aquél simpatizante de Ulrich, luego de haber oído las palabras de Iori. Parecía sostener algo pequeño, pero no conseguía distinguir qué era. Lo ayudó a incorporarse nuevamente, antes de reiniciar el duelo, con ambos combatientes formando un círculo al caminar, manteniendo las distancias.
Luego de intercambiar algunos golpes y detenerse uno al otro varias veces, Ulrich realizó una extravagante floritura con su arma antes de atacar nuevamente, como si dijera que el duelo no representaba ningún esfuerzo para él. Al ver esto, el desconocido lanzó el objeto en su mano hacia Ferdinando, que estaba de espaldas a él.
Rápidamente, Eiz se interpuso en el camino, protegiendo a su amigo. Sangre caía de su hombro izquierdo, el cual tenía clavada una pequeña daga. La herida no era tan peligrosa, pero sí era molesta. Dependiendo de su ubicación, podría dificultar mucho empuñar un arma. Los presentes observaban al lancero, sorprendidos por su repentina aparición.
-¿Así que esto es lo que llamas un duelo para recuperar el honor perdido, Ulrich? A mi parecer, lo único que estás logrando es perder lo poco que te queda de él...-
El dragón fue interrumpido nuevamente por un ruido sordo. Al voltear, vio a su amigo con una rodilla en el suelo, sosteniendo su costado derecho. Tal parece que no se trataba de un sólo atacante; otro de los "amiguitos" de Ulrich había lanzado otra daga a Ferdinando desde otra ubicación.
-No tengo idea de qué estás diciendo, Adelskald. Esto no tiene nada que ver contigo, por lo que a mí respecta te lastimaste solo. Quizá sea buena idea que dejes de beber. Y tú, primo, ¿por cuánto tiempo piensas quedarte ahí tirado? No pude hacerte una herida muy profunda gracias a que la evadiste casi perfectamente...-
Eiz Adelskald
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Re: Se busca acompañante [Trabajo]
La atmósfera comenzaba a ser asfixiante. Primero porque aquella pomposidad, aunque sorprendente al principio, estaba lejos de ser un ambiente en el que Iori se sintiese cómoda. Segundo, porque la evidente violencia que estaba a punto de desatarse la ponía de los nervios. No era la primera vez que alzaba su bastón para salir airosa de una contienda, o que propinaba un buen rodillazo contra la entrepierna del desgraciado de turno. Pero aquella tensión la superaba.
Mientras el duelo tenía lugar frente a sus ojos Iori pensó que tras aquella noche, sería difícil que cobrase por el trabajo realizado. Capturó en la cara de Ilse una expresión aviesa, cuando Ulrich y Ferdinando estaban en el punto fuerte de su pelea. Eiz se deslizó de su lado de forma súbita, y la humana no pudo evitar exhalar un jadeo cuando observó la herida que tenía en el hombro. - ¡¿Éstás bien!? - preguntó corriendo hacia él mientras presionaba en su hombro si atreverse a sacar el arma.
Los invitados al gran baile reaccionaron alejándose un poco de ellos, pero no parecía que nadie estuviese dispuesto a dar un paso por detener aquella locura, o por dejar de contemplar el espectáculo. - Dioses, ¿pero qué le pasa a la gente aquí? ¿¿Qué os pasa?? - alzó la voz mirando a los que tenía a su alcance con expresión furibunda.
Fue cuando hirieron a Ferdinando, que los cables de Iori se desconectaron. Ya que era evidente que no iba a cobrar por el trabajo, se encargaría de que aquello terminase exactamente en ese momento. Pero evidentemente no lo haría deteniendo sus espadas. Lo haría con fuego. Soltó a Eiz, al cual le había servido de apoyo unos instante y serpenteó entre la gente como si estuviese huyendo presa de la locura.
No era una huida.
Era una carrera en búsqueda de un objetivo. Aquel enorme candelabro de pie, con 24 brazos dorados llenos de velas en una esquina de la gran escalera. Primorosamente colocado al lado de una cortina de terciopelo oscuro que hacía juego con la balaustrada de mármol. Una lástima, se permitió pensar Iori imaginando lo cara que sería aquella tela. Pero, ¿y lo bien que ardía?
Chocando contra la base metálica comprobó con alegría que el pie no estaba anclado al suelo. En condiciones normales sería lo suficientemente pesado como para evitar caerse si alguien tropezaba con él. Pero desde luego que no estaba hecho a prueba de Ioris locas que fuesen corriendo. Cayó contra el suelo arrancando lascas de la cuidada piedra con fuerza. Lo que la lucha entre los dos hombres no había conseguido arrancar, lo hizo el fuego cuando se expandió rápidamente por la cortina.
Primero fueron jadeos sorprendidos, y en unos segundos gritos enormes mientras todos los presentes comenzaban a correr en todas direcciones presas del pánico. Iori uno, nobleza rancia de Dundarak cero.
Mientras el duelo tenía lugar frente a sus ojos Iori pensó que tras aquella noche, sería difícil que cobrase por el trabajo realizado. Capturó en la cara de Ilse una expresión aviesa, cuando Ulrich y Ferdinando estaban en el punto fuerte de su pelea. Eiz se deslizó de su lado de forma súbita, y la humana no pudo evitar exhalar un jadeo cuando observó la herida que tenía en el hombro. - ¡¿Éstás bien!? - preguntó corriendo hacia él mientras presionaba en su hombro si atreverse a sacar el arma.
Los invitados al gran baile reaccionaron alejándose un poco de ellos, pero no parecía que nadie estuviese dispuesto a dar un paso por detener aquella locura, o por dejar de contemplar el espectáculo. - Dioses, ¿pero qué le pasa a la gente aquí? ¿¿Qué os pasa?? - alzó la voz mirando a los que tenía a su alcance con expresión furibunda.
Fue cuando hirieron a Ferdinando, que los cables de Iori se desconectaron. Ya que era evidente que no iba a cobrar por el trabajo, se encargaría de que aquello terminase exactamente en ese momento. Pero evidentemente no lo haría deteniendo sus espadas. Lo haría con fuego. Soltó a Eiz, al cual le había servido de apoyo unos instante y serpenteó entre la gente como si estuviese huyendo presa de la locura.
No era una huida.
Era una carrera en búsqueda de un objetivo. Aquel enorme candelabro de pie, con 24 brazos dorados llenos de velas en una esquina de la gran escalera. Primorosamente colocado al lado de una cortina de terciopelo oscuro que hacía juego con la balaustrada de mármol. Una lástima, se permitió pensar Iori imaginando lo cara que sería aquella tela. Pero, ¿y lo bien que ardía?
Chocando contra la base metálica comprobó con alegría que el pie no estaba anclado al suelo. En condiciones normales sería lo suficientemente pesado como para evitar caerse si alguien tropezaba con él. Pero desde luego que no estaba hecho a prueba de Ioris locas que fuesen corriendo. Cayó contra el suelo arrancando lascas de la cuidada piedra con fuerza. Lo que la lucha entre los dos hombres no había conseguido arrancar, lo hizo el fuego cuando se expandió rápidamente por la cortina.
Primero fueron jadeos sorprendidos, y en unos segundos gritos enormes mientras todos los presentes comenzaban a correr en todas direcciones presas del pánico. Iori uno, nobleza rancia de Dundarak cero.
Iori Li
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Re: Se busca acompañante [Trabajo]
Al parecer, las acusaciones previas por parte del lancero y de la muchacha lograron alertar a algunos de los presentes. Seguramente también ayudaba el hecho de que ya la mayoría de los presentes conocían de sobra la forma en que Ilse jugaba sus cartas. Después de todo, la mentira y engaño eran moneda corriente entre la nobleza.
Iori había corrido en ayuda de Eiz al ver qué estaba lastimado. El dragón le agradeció mientras se quitaba la daga del hombro, dejando que la sangre fluyera de la herida. No era tan grande como para preocuparse por una hemorragia, y tener el arma clavada dificultaría aún más el movimiento de su hombro y brazo. El lancero simplemente se vendó la zona con un pañuelo y siguió contemplando el combate y a los presentes. Algunos movimientos un tanto extraños podían verse cerca de la "arena". Gente que cambiaba de ubicación sin razón aparente, aunque quizá solo buscaban una mejor vista. Lo extraño era que se ubicaban detrás de otros, cosa que lograría el efecto contrario.
Cuando Iori se apartó de él, el dragón creyó que se disponía a huir. No le sorprendió en absoluto, cualquiera en su situación habría hecho algo así, sin duda. Por su parte, Eiz pidió a uno de los guardias del lugar que le prestara su arma unos momentos y esperó a que su propio guardia, Hollust, se encontrase en posición. Al verlo listo, el Adelskald se interpuso entre ambos duelistas, para dos sus armas con la lanza prestada.
-¡Suficiente! Ulrich, por tu propio bien y honor, te sugiero que desistas y bajes tu arma. Ya hemos notado tu pequeña artimaña.-
En cuanto dijo eso, Ulrich observó sus alrededores. Sus seguidores, aquellos que debían atacar a Ferdinando con las dagas desde la seguridad de la multitud, estaban ahora aprehendidos por algunos de los presentes. Eran los mismos individuos que cambiaron su ubicación recientemente, lo suficientemente perspicaces como para notar la deshonrosa idea de Ulrich y lo suficientemente listos como para ganarse la simpatía de un acaudalado comerciante y verse bien frente a la multitud en el proceso.
Cuando todo parecía haber terminado, un gran fuego se propagó por el salón. En medio de toda la confusión, dónde Eiz, Hollust y muchos otros con habilidades de agua prestaron su ayuda para apagar las llamas, Ilse desapareció del lugar. Ulrich, por su parte, quedó devastado por el abandono de su "amada", sin siquiera oponer resistencia al ser aprehendido. Tras semejante golpe a su orgullo y su honor, todos estaban seguros de que no se lo vería de nuevo como una figura de poder o influencia, al menos en Dundarak.
Iori había corrido en ayuda de Eiz al ver qué estaba lastimado. El dragón le agradeció mientras se quitaba la daga del hombro, dejando que la sangre fluyera de la herida. No era tan grande como para preocuparse por una hemorragia, y tener el arma clavada dificultaría aún más el movimiento de su hombro y brazo. El lancero simplemente se vendó la zona con un pañuelo y siguió contemplando el combate y a los presentes. Algunos movimientos un tanto extraños podían verse cerca de la "arena". Gente que cambiaba de ubicación sin razón aparente, aunque quizá solo buscaban una mejor vista. Lo extraño era que se ubicaban detrás de otros, cosa que lograría el efecto contrario.
Cuando Iori se apartó de él, el dragón creyó que se disponía a huir. No le sorprendió en absoluto, cualquiera en su situación habría hecho algo así, sin duda. Por su parte, Eiz pidió a uno de los guardias del lugar que le prestara su arma unos momentos y esperó a que su propio guardia, Hollust, se encontrase en posición. Al verlo listo, el Adelskald se interpuso entre ambos duelistas, para dos sus armas con la lanza prestada.
-¡Suficiente! Ulrich, por tu propio bien y honor, te sugiero que desistas y bajes tu arma. Ya hemos notado tu pequeña artimaña.-
En cuanto dijo eso, Ulrich observó sus alrededores. Sus seguidores, aquellos que debían atacar a Ferdinando con las dagas desde la seguridad de la multitud, estaban ahora aprehendidos por algunos de los presentes. Eran los mismos individuos que cambiaron su ubicación recientemente, lo suficientemente perspicaces como para notar la deshonrosa idea de Ulrich y lo suficientemente listos como para ganarse la simpatía de un acaudalado comerciante y verse bien frente a la multitud en el proceso.
Cuando todo parecía haber terminado, un gran fuego se propagó por el salón. En medio de toda la confusión, dónde Eiz, Hollust y muchos otros con habilidades de agua prestaron su ayuda para apagar las llamas, Ilse desapareció del lugar. Ulrich, por su parte, quedó devastado por el abandono de su "amada", sin siquiera oponer resistencia al ser aprehendido. Tras semejante golpe a su orgullo y su honor, todos estaban seguros de que no se lo vería de nuevo como una figura de poder o influencia, al menos en Dundarak.
Eiz Adelskald
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Re: Se busca acompañante [Trabajo]
Tosió mientras se alejaba calle abajo. Ferdinando pesaba como dos sacos de trigo sobre sus hombros, pero afortunadamente él todavía era capaz de caminar por si solo. Aunque fuese arrastrando los pies. Iori era consciente de que le había salvado la vida al dar origen a aquel fuego. Pero también sabía que la mayor parte de la culpa de lo que había sucedido aquella noche era de ella.
De ella y de la loca de Ilse.
Aquella desgraciada que había jugado con la vida de todos.
Mientras a sus espaldas se cernía el caos del final de la fiesta, el fuego controlado se extinguía con el asombroso poder que tenían los dragones de la ciudad. No tuvo tiempo de despedirse de Eiz, ya que su prioridad consistía en sacar a su "jefe" de allí. - Un poco más, estamos ya cerca...- susurró Iori a la cabeza de Ferdinando, que caía lánguida contra su cabeza. - No espero que me pagues después de esto - añadió intentando mantener la conciencia del noble activa a su lado. Que la perdiese por completo haría que fuese imposible para ella llevarla de regreso a su mansión esa noche.
La figuras con las que se encontraban corrían en dirección contraria, de camino al desastre que habían causado en el baile. El humo del edificio era visible desde todas las partes de la ciudad, y el olor había penetrado por todas las calles aledañas. - ¡Señorito! - escuchó al mayordomo que había conocido en los días que había pasado alojada en la mansión. - ¡Señorito Ferdinando! - Iori suspiró esbozando una sonrisa. Gracias al cielo. No hubiera podido cargar mucho más con él.
Se detuvo a unos metros de la entrada de los terrenos, desde dónde el mayordomo llamado Charles los había visto llegar. - ¡Venid! ¡Ayudadme con el señorito! - voceó a su espalda, haciendo que dos guardias saliesen desde detrás de la verja. - ¿¡Qué ha pasado!? ¿El incendio del que hablaban ha sido en el baile? - inquirió mirando alarmado a Iori mientras la relevaba cargando al herido. - Las cosas se han complicado con Ilse - indicó con una leve imprecisión en su voz. Y con ella.
- Se enfrentó al nuevo novio de la señorita en un duelo y salió algo malherido, pero no parece que su estado sea de gravedad. Aun así, deberéis de tratarlo con urgencia - Y ella debería de salir de la ciudad de la misma manera. Con lo atareados que estuvieron todos en la mansión tras su llegada, para la humana no fue complicado prepararse. Se deslizó a la que había sido su habitación en esos días, y dejando la ropa que Eiz le había proporcionado sobre la cama se vistió con su ropa habitual.
Nadie le prestó atención mientras salía de aquella propiedad, con lo mismo que había entrado junto con más cansancio y suciedad. Corrió en dirección contraria al lugar del gran evento y sin encontrar contratiempos avanzó hasta una de las salidas de la ciudad. Debería de evitar dejarse caer de nuevo por allí en un tiempo.
De ella y de la loca de Ilse.
Aquella desgraciada que había jugado con la vida de todos.
Mientras a sus espaldas se cernía el caos del final de la fiesta, el fuego controlado se extinguía con el asombroso poder que tenían los dragones de la ciudad. No tuvo tiempo de despedirse de Eiz, ya que su prioridad consistía en sacar a su "jefe" de allí. - Un poco más, estamos ya cerca...- susurró Iori a la cabeza de Ferdinando, que caía lánguida contra su cabeza. - No espero que me pagues después de esto - añadió intentando mantener la conciencia del noble activa a su lado. Que la perdiese por completo haría que fuese imposible para ella llevarla de regreso a su mansión esa noche.
La figuras con las que se encontraban corrían en dirección contraria, de camino al desastre que habían causado en el baile. El humo del edificio era visible desde todas las partes de la ciudad, y el olor había penetrado por todas las calles aledañas. - ¡Señorito! - escuchó al mayordomo que había conocido en los días que había pasado alojada en la mansión. - ¡Señorito Ferdinando! - Iori suspiró esbozando una sonrisa. Gracias al cielo. No hubiera podido cargar mucho más con él.
Se detuvo a unos metros de la entrada de los terrenos, desde dónde el mayordomo llamado Charles los había visto llegar. - ¡Venid! ¡Ayudadme con el señorito! - voceó a su espalda, haciendo que dos guardias saliesen desde detrás de la verja. - ¿¡Qué ha pasado!? ¿El incendio del que hablaban ha sido en el baile? - inquirió mirando alarmado a Iori mientras la relevaba cargando al herido. - Las cosas se han complicado con Ilse - indicó con una leve imprecisión en su voz. Y con ella.
- Se enfrentó al nuevo novio de la señorita en un duelo y salió algo malherido, pero no parece que su estado sea de gravedad. Aun así, deberéis de tratarlo con urgencia - Y ella debería de salir de la ciudad de la misma manera. Con lo atareados que estuvieron todos en la mansión tras su llegada, para la humana no fue complicado prepararse. Se deslizó a la que había sido su habitación en esos días, y dejando la ropa que Eiz le había proporcionado sobre la cama se vistió con su ropa habitual.
Nadie le prestó atención mientras salía de aquella propiedad, con lo mismo que había entrado junto con más cansancio y suciedad. Corrió en dirección contraria al lugar del gran evento y sin encontrar contratiempos avanzó hasta una de las salidas de la ciudad. Debería de evitar dejarse caer de nuevo por allí en un tiempo.
Iori Li
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Re: Se busca acompañante [Trabajo]
Una vez controladas las llamas, Eiz no perdió el tiempo. Dejó a los demás voluntarios, excusándose con el objetivo de encontrar a su amigo Ferdinando. Lo había perdido de vista entre el caos de las llamas, pero algunos de los presentes le dijeron que lo vieron junto con su "novia" camino a su casa. Por el estado en el que se encontraba el comerciante, seguramente buscarían ayuda con su familia. Agradeciendo la información, el lancero corrió hacía la mansión de su viejo amigo.
Al llegar a destino, Eiz casi no podía respirar. No había dejado de correr en ningún momento y sentía las piernas como si fueran gelatina. Los guardias de la mansión lo reconocieron, acudiendo en su ayuda y llamando a uno de los mayordomos para que lo llevara dentro.
-Señor Adelskald, ¿qué fue lo que ocurrió en el baile? El señorito llegó herido, su novia lo trajo y luego desapareció y ahora llega usted sin aliento y con las ropas y rostro chamuscados...-
-Por favor, Alfred, no tienes que llamarme "Señor". Me conoces desde que era una pequeña lagartija, incluso me cambiaste los pañales. Puedes llamarme por mí nombre sin ningún problema...-
-Jaja, esa época ciertamente no fue muy tranquila, siempre haciendo travesuras los dos... También recuerdo haber tenido que cambiarle la ropa a usted y al señorito luego de varias noches de copas...-
-No... No tengo idea de qué hablas, Alfred. Habrá sido otro amigo de Ferdinando, quizá... Cómo sea, ¿Cómo está él?-
-El señorito está fuera de peligro, solo está agotado. La señorita Garnet tuvo que marcharse de regreso a Lunargenta con suma urgencia. Seguramente para calmar a su familia antes de que las noticias del incen...-
-Ah, sí, ¿Te refieres a Iori? No te molestes en fingir, ambos me lo contaron. Ilse atacó a Iori y por casualidad pude salvarla. Supongo que ella se encuentra bien también...-
Alfred se sorprendió un poco al saber que Eiz conocía la verdad, pero rápidamente se recompuso y continúo su reporte.
-Creemos que está bien, pero no lo sabemos con seguridad. Se marchó en medio del caos sin decir nada. Dejó un juego de armadura en su habitación con una pequeña nota con su nombre. ¿Ocurrió... algo?-
-¡Oh, por favor! ¿Por qué todos creen que pasó algo entre nosotros? Cuando la encontré estaba casi desnuda en medio de la nieve porque Ilse había destruido sus ropas. La armadura que le dí era una que llevaba para mí hermana, ¡se la presté para que no sufriera el frío!-
-Por supuesto que sí, Eizark, no lo dudo.- comentó el mayordomo con una pequeña sonrisa, sorprendentemente parecida a la que Hollust tenía en su rostro cuando lo encontró sin su abrigo en la habitación... O la que tenía ahora mismo.
-Retiro lo dicho, Alfred. No puedes llamarme por mí nombre...-
Respondió Eiz con mala cara mientras recuperaba la armadura y se marchaba a ver a su amigo, ante las nada disimuladas risas del mayordomo y su guardia.
Al llegar a destino, Eiz casi no podía respirar. No había dejado de correr en ningún momento y sentía las piernas como si fueran gelatina. Los guardias de la mansión lo reconocieron, acudiendo en su ayuda y llamando a uno de los mayordomos para que lo llevara dentro.
-Señor Adelskald, ¿qué fue lo que ocurrió en el baile? El señorito llegó herido, su novia lo trajo y luego desapareció y ahora llega usted sin aliento y con las ropas y rostro chamuscados...-
-Por favor, Alfred, no tienes que llamarme "Señor". Me conoces desde que era una pequeña lagartija, incluso me cambiaste los pañales. Puedes llamarme por mí nombre sin ningún problema...-
-Jaja, esa época ciertamente no fue muy tranquila, siempre haciendo travesuras los dos... También recuerdo haber tenido que cambiarle la ropa a usted y al señorito luego de varias noches de copas...-
-No... No tengo idea de qué hablas, Alfred. Habrá sido otro amigo de Ferdinando, quizá... Cómo sea, ¿Cómo está él?-
-El señorito está fuera de peligro, solo está agotado. La señorita Garnet tuvo que marcharse de regreso a Lunargenta con suma urgencia. Seguramente para calmar a su familia antes de que las noticias del incen...-
-Ah, sí, ¿Te refieres a Iori? No te molestes en fingir, ambos me lo contaron. Ilse atacó a Iori y por casualidad pude salvarla. Supongo que ella se encuentra bien también...-
Alfred se sorprendió un poco al saber que Eiz conocía la verdad, pero rápidamente se recompuso y continúo su reporte.
-Creemos que está bien, pero no lo sabemos con seguridad. Se marchó en medio del caos sin decir nada. Dejó un juego de armadura en su habitación con una pequeña nota con su nombre. ¿Ocurrió... algo?-
-¡Oh, por favor! ¿Por qué todos creen que pasó algo entre nosotros? Cuando la encontré estaba casi desnuda en medio de la nieve porque Ilse había destruido sus ropas. La armadura que le dí era una que llevaba para mí hermana, ¡se la presté para que no sufriera el frío!-
-Por supuesto que sí, Eizark, no lo dudo.- comentó el mayordomo con una pequeña sonrisa, sorprendentemente parecida a la que Hollust tenía en su rostro cuando lo encontró sin su abrigo en la habitación... O la que tenía ahora mismo.
-Retiro lo dicho, Alfred. No puedes llamarme por mí nombre...-
Respondió Eiz con mala cara mientras recuperaba la armadura y se marchaba a ver a su amigo, ante las nada disimuladas risas del mayordomo y su guardia.
Eiz Adelskald
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