Quizá más que un capricho [Privado] [Tema Cerrado]

Cuando hablamos de Baltazar, es imposible relacionarle alguna clase de problema que no sea el alcohol, y esto de milagro puesto que se esfuerza por mantenerlo detrás de cierto margen aunque lo beba con regularidad, por lo que resulta un tanto desconcertante que de su boca salgan palabras como que: "Tuve problemas para descansar toda la noche". Pero fue exactamente lo que dijo aquella mañana de predisposición dudosa. El cielo estaba surcado de nubes grises, que junto a una brisa friolenta, advertía que una lluvia pronto tomaría los bosques junto a la península entera, pero esto no evitó vistiera una ropa adecuada, tomara sus cosas y decidiera salir de la península por una sensación difícil de explicar.

Quizá fueran delirios suyos después de una noche difícil, pero era como si 'algo' le dijera que tenía que salir a donde la más hermosa creación de Imbar, la naturaleza, reinaba. Tal vez fueran sus inquietudes de los últimos días manifestándose, como que le molestaba oler a salitre en vez del embellecedor aroma de la naturaleza, o que le chocaba un poco estar tan cerca de las 'pequeñas cosas' que podían alterar su equilibrio espiritual con una facilidad tremenda. O tal vez, solo tal vez, se tratase de una epifanía que atribuir a sus dioses. Lo cierto es que no sabía exactamente que era lo que le impulsaba a moverse, ni lo supo cuando, después de tomar un aventón, estuvo a las afueras de la ciudad, con bosques hermosísimos extendiéndose en las planicies.

- Si pretende andar desde aquí a pie - le dijo el amable comerciante que lo llevó - procure hacer lo que vino a hacer sin pérdida, señor. No hace un buen clima, y los cazadores no es que distingan bien entre personas y presas con la urgencia que deben estar haciendo su trabajo.

El elfo, agradecido, asintió y bendijo a petición del hombre su caravana para que tuviera un buen viaje. Hecho esto, se tomó el tiempo de hablar a solas para decidir lo que, al final, terminó por ser una suave caminata sin un rumbo fijo, cerca de un gran precipicio que dejaba ver la densidad de la marea conforme avanzaba la mañana.

- Y aquí es donde me dan una pista más... - habló el elfo a la nada, desviando su mirar del precipicio a la vasta naturaleza a la que tenía acceso. Se comenzó a acercar a esta, paso a paso, con sus ojos repasando hasta lo mínimo. - ... ¿Quieren que vea algo o solo que vuelva a oler a bosque? - el silencio reinó, unos segundos después divisó muy distante algo que no encajaba. Un par de flechas clavadas en un árbol, con plumas rojas que la hacían destacar. Seguro de los cazadores que le habían advertido. Aún así, se acercó a explorar un tanto el terreno mientras agudizaba su mirar (1). Su curiosidad, quizá más que un capricho, lo merecía.

Habilidades usadas:

No necesitaba acercarse para notar que la punta de las flechas no yacían clavadas con firmeza en el tronco del árbol, tampoco para notar su baja altura, pero lo hizo. Arrancó el par, selló con una mano las rupturas y rezó por su sanación en voz baja antes de volver a recorrer el área con su mirar. -Le apuntaban a algo... - murmuró. Era evidente que también ese algo se les había escapado, al menos en ese punto, por lo que sus ojos ámbar recorrieron el alrededor buscando más indicios de ese "algo". Encontró, sin embargo, otra flecha cerca de arbustos, clavada en el piso. Se acercó y la recogió también. Iban tres.

Estaba entrando en terreno que no debería pisar por solo impulsos injustificables a punta de razón, pese a esto, no fue hasta que se levantó que entró para seguir chequeando el terreno que un estado de alarma se encendió dentro de sí. Se le puso la piel de gallina ante la figura distante que, sin embargo, sus ojos fueron capaces de distinguir mejor que nadie. No pegaba con nada que haya sido engendrado con la naturaleza, y en cierto sentido, parecía sacado de un libro de leyendas, de esos con dibujos torpes que le atribuyen una vista escalofriante. El pelirrojo estiró la mano hacia su espalda para buscar la seguridad del gran abanico equipado en su espalda.

- No parece un cazador - concluyó, tenso. Nunca había visto un traje como ese - ... ¿Esto es lo que esperaban que viera? No.. tal vez sea útil para llegar a ello. - tragó saliva, respiro profundo y comenzó a acercarse con cierta premura para ocultar su falta de seguridad, y no fue hasta que guardó una distancia donde la voz no se perdiera en el bosque que habló: - Disculpe, ¿es usted un guardabosques? - se detuvo a una distancia no muy cercana, por precaución. - Busco a un grupo de cazadores, tal vez los haya visto. - un frío le recorrió el cuerpo junto al silencio que siguió a sus palabras. Por alguna razón, aquel encuentro no le daba muy buena espina...

¿Pecaba de superficial o tenía toda la razón?

La situación, aparentemente, apuntaba a una dirección muy distinta al embrollo de posibilidades que ya se estaba imaginando el pelirrojo. Quizá en presencia fuera intimidante, pero una vez comenzó a hablar, el hombre de la extraña armadura le inspiró cierta... ¿seguridad? Pensó en que era muy fácil de comprar como reproche, ¿pero cómo hacerlo después de escucharlo proclamarse un protector de la vida y de la paz? Incluso si fuera un vagabundo delirante, daría a esas líneas el respeto que da a un férreo soldado.

Ahora, ¿qué era realmente eso de 'centinela? Le sonaba, sí, pero no con la suficiente fuerza para dar su plena confianza.

- En mis treinta y cinco años de vida he visto tanto equipo en una persona - respondió, un tanto más calmado por fortuna - espero pueda perdonar mi desconfianza... Las personas que busco no son mis amigos, por desgracia, pero van tras algo que creo que no deberían. - expresó, siendo esta una suposición brusca. Ni siquiera él sabía exactamente qué era lo que buscaba, qué era eso palpitando en su pecho para inspirarle una sensación de inquietud sin precedentes, pero confiaba en que no era por nada. No podía serlo.

Como fuera, apretó las flechas y las levantó para facilitar su vista. - Quizá pueda ayudar siguiendo el rastro de estas personas. Usan flechas simples con plumas rojas. - señaló. Más que las ganas de obtener ayuda externa, que en medio de tanto bosque resultaba un motivo para confiar, estaba poniendo a prueba a este peculiar 'soldado' de voz extraña. ¿Realmente velaba por la vida y la seguridad? Si bien es cierto que había disminuido su desconfianza, no habían desaparecido todas las alarmas en sí mismo. Estaba en vista de algo extraño en una situación que ya de por sí lo era.

Por un momento, la sensación de victoria que acompaña al acierto le invadió. El silencio que se hizo luego de su propuesta parecía evidenciar que las cosas tal vez no fueran como el soldado las pintaba, pero, como ya he dicho, solo fue por un momento. Cuando nuevas palabras metálicas resonaron, la sorpresa invadió al pelirrojo junto a una notable impresión por las antenas que se alzaron del traje. -¿Eso es normal?- arrugó el entrecejo. Cayó en desconcierto absoluto cuando lo escuchó dar aquellas indicaciones no solo con una exactitud, sino también con una seguridad tal que no dejaba cabida a dudas.

Tardó un tanto en reaccionar, pero fue porque tuvo una revelación con la información que acababa de recopilar y, basándose en recuerdos lejanos, concluyó que no era solamente un 'soldado'. Era uno de esos hombre-máquina que había visto alguna vez trabajar codo a codo con los humanos, también era la primera vez que interactuaba con uno. - ...Ah, sí, sí lo tengo - asintiría de forma tardía. Se palmeó el cachete para obligarse reaccionar, y con pasos largos se dispuso a ir en la dirección en cuestión. Conectar cables le había ayudado a confiar un poco más en una presencia tan inusual como aquella, que con su paso rígido pero constante mantenía la marcha por un bien común.

El pelirrojo se enfocó al principio en seguir rastros que le dieran la seguridad de que aquella decisión no era incorrecta, y no en vano. Apoyándose en una vista maravillosa, fue capaz de notar señales de que por allí se había movilizado más de una persona. Afortunadamente no había visto señales -aún- de que lo que estaban buscando ya hubiese sido encontrado. ¿Era bueno, verdad? - Perdona que lo pregunte - decidió hablar después de algún rato de solo persecución y silencio, más por curiosidad que por incomodidad - ¿pero te dedicas a preservar la paz exclusivamente en los bosques? Es la primera vez que veo a uno de tu tipo fuera del 'imperio' humano. - sinceró. - Puedes llamarme Baltazar, por cierto.

No había equivocación en las palabras del soldado. Baltazar ni conocía bien sobre la existencia de estos 'hombres-máquina', solo que tenían una biología complicada y que servían puramente a los fines humanos. Esto último, al parecer, una exageración a grandes rasgos. - Quizá no la tenga. Ahora puedo decir que lo entiendo - sinceró - Un placer. - Ciertamente tenía una idea más clara de la actividad de estos seres, solo que nunca los había visto (al menos parecidos a Artorias) en otras partes de Aerandir. No evitó pensar, por otra parte, que eso de proveer ayuda sonaba bastante tentador. Especialmente para asuntos que, sin discriminación, involucraba la vida de gente inocente.

Las nubes permitieron descender una pequeña muestra de lo que las componía: gotas y gotas de lluvia. La llovizna pronto comenzó a acoplar sus cabellos largos, pero su atención estuvo, con disimulo, sobre el sonido que el agua provocaba al salpicar sobre el soldado, quien dejaba el suelo marcado tras sus pesadísimos pasos. "Realmente deben tener una biología complicada" , pensó. No fue hasta después que tuvo la necesidad de hablar otra vez. - Es difícil de explicar... - disparó con toda sinceridad. Sus ojos, para entonces, divisaban a la distancia figuras enteramente humanas... excepto una de proporciones pequeñas, pelaje oscuro y ligeras matices carmesí que, junto a lo demás, terminó por recordar un saber natural de Sandorai. - ...Pero el hecho es que están tras una especie muy popular en el mercado negro. Aún tenemos tiempo. - apuró el paso. Esta vez su rostro mostró una certeza más notable, pero bajo un estado de alerta.

- ¡No pueden salirse con la suya!


- ¡No dejen que escape, ya casi la tenemos! - gritó uno de ellos, meciendo una espada para hacer retroceder a la criatura que, en sus cuatro temblorosas patas, intentaba escabullirse.

Había sido rodeada. Naturalmente su cabello estaría rodeando su cabeza y también rojizo, tanto como para en cualquier momento defenderse de los cuatro cazadores, pero la pequeña criatura se encontraba muerta de miedo. No había más que desespero en su accionar y un debilitamiento notable, tal vez por la flecha clavada en su costado, responsable de la sangre que no había parado de derramar.

- Es mía... - murmuró uno de ellos, un arquero, poniendo a la criatura en la mira para disparar en cualquier momento. Pero no lo hizo aunque ganó la oportunidad perfecta. El suelo comenzó a estremecerse de forma extraña, un fenómeno tan poco usual que alertó a los cuatro cazadores. - ¿Qué es? - se quejó uno de ellos, mirando alrededor con una notable extrañeza.

Al momento no supo con certeza qué fue lo que convenció al hombre-máquina de actuar, sabía con creces que no le había dado motivos suficientes, pero sí que estuvo satisfecho con la forma en que abordó la situación una vez que llegó el momento. Los cazadores parecían saber de qué se trataba el pequeño 'asalto' y actuaron con cautela, dejando un brecha de acción para el elfo que este no aprovechó por admirar cómo progresaban las cosas. Quizá no fuera momento, pero no podía evitar pensar que el Centinela era increíble.

Baltazar llegó a molestarse por el descaro de los cazadores, pero Artorias le ahorraría toda necesidad. Incluso la de hablar. Cayó en que la criatura de antes, una Graphorn, seguía formando parte de la escena cuando el hombre-máquina le dio lo que fácil podía ser una orden. Se adentró entonces, con pasos sutiles, en el área y miró a la criatura rebosante de temor. Se había arrinconado en las ramas de un árbol, temblando de una forma que hacía pensar que en cualquier momento iba a desmayarse. ¿Cuánto tenía que huir una criatura así de territorial para estar tan aterrorizada? - Es muy pequeña... - señaló mientras se recogía el cabello para que su abundancia no pasara por un mecanismo de intimidación - No debería estar por este lado del bosque. Seguramente perdió a su manada. - señaló, aunque estuviera rodeado de personas a las que no le importaba. Salvo su acompañante.

Se hincó de rodillas y levantó las manos en son de paz, buscando la confianza de la criatura que, tímidamente, comenzó a acceder a sus intentos de ayudar. El pelirrojo acarició su cabello mientras revisaba la herida de flecha en el costado del animal, y no fue hasta que estuvo más calmada que la arrancó. Volver a calmarla después de eso... fue otro tema... se encontró brevemente con los aguijones de la criatura y la corrosión del veneno afectó su antebrazo. El dolor no podía ser más notorio. - Agh... tranquila... tranquila.. - musitó a sabiendas de que el Graphorn no tenía la culpa. Luego, con un temple de admirar, fijó sus manos sobre la herida de la criatura antes de realizar una plegaria que envolvería, en respuesta, sus manos de una luz cálida que la empezaría a sanar (1).

Fue un proceso largo que, al terminar, el pelirrojo no supo cuánto le había tomado. Le bastó, sin embargo, con ver que la criatura parecía más enérgica cuando se levantó sobre sus patas estables, sana, lista para volver a su hogar. - Todo terminado por acá - avisó. Miró hacia atrás por fin - Lo menos que puedo hacer ahora es asegurarme de que regrese a Sandorai... ¿Está bien si te dejo al cuarteto? - preguntó, sin tardar mucho en agregar: - Y si no es mucha molestia, podrías ayudarme con un pequeño favor cuando estés en la península.

Mentiría si dijera que podía entender apropiadamente eso a lo que el hombre-máquina hacía alusión con el registro, pero, en su ignorancia, se hacía una idea de lo que quería decir. Definitivamente tenía que investigar más sobre el vocablo de estos seres para no verse en situaciones desfavorables al tratar con uno.

Todo parecía marchar bien, e incluso el pelirrojo suspiró de alivio al saber que no habían dudas que provocaran un embrollo en su cabeza. No es que fuera tonto, es que a fin de cuentas una mala noche había sido una mala noche y no estaba en todas sus facultades. Así lo sentía. -Lo mismo digo - apenas dijo, viendo con una mueca de gracia la actitud de los cazadores por la autoridad impuesta por Artorias. Luego volvió su mirada hacia el Graphorn que yacía medio escondida en los arbustos, mirando en dirección a los responsables de su reciente miedo. Fue cuando estuvo apunto de hablarle para que liberara tensión que aquella voz metálica se alzó de nuevo. Esta vez con un tono que no avistaba cosas buenas.

- ¡Ah, no, no! ¡No es lo que parece! - negó con la cabeza, pues tenía las manos ocupadas con el armamento que le había pedido recoger. - Él... Él tiene ese apodo por cariño. De hecho, no te extrañe si llegases a encontrarte con un sujeto que tiene por apodo 'Ojos Penetrantes', o una chica 'Látigo Sádico'. Son buenas personas - rió un tanto incómodo, no porque fuera mentira, sino por tener que explicar algo tan íntimo para lo que pintaba ser serio.

- ¿Si me cree, no? - pensó, quieto, esperando a ver si eso era suficiente para calmar su inquietud. No quería estar en problemas cuando las cosas parecían haberse calmado.

- Lo tendré muy en cuenta. - expresó con una sinceridad que se notaba a leguas en el, hasta hace un momento, nervioso elfo. Sería un problema liarse con alguien que, después de lo que había demostrado, era difícil de catalogar como 'malo' de manera fácil. - Nos vemos pronto... Más de lo que piensas - despidió, diciendo esto último en voz baja puesto que no era tampoco un dato necesario. Si todo salía bien, más temprano que tarde el hombre-máquina descubriría por sí mismo que hasta serían compañeros. Eso ya estaba por verse.

El pelirrojo suspiró para relajarse, esta vez a plenitud. Se tomó el tiempo de quitarse la camisa carente de mangas o cuello pronunciado, y la utilizó sin ninguna duda para amarrar las armas, aunque él quedara con el torso desnudo. Con los extremos restantes se encargó de que quedarse aferrado del abanico no-plegable que llevaba en su espalda, y así, mucho más cómodo, comenzó a caminar mientras llamaba a la tímida criatura para que lo siguieran. Su aventura, al parecer, había terminado.

- Nos vamos, te ayudaré a regresar a casa. - le dijo.

La caminata, con el ligero agite de sus pasos largos, hizo palpitar la quemadura que ya había empezado a olvidar que le había hecho el Graphorn por accidente, pero se propuso tratarla después. El cielo ya se veía bastante mal como para detenerse a tratar algo que pudo haber sido peor, sin contar que las gotas habían comenzado a descender hace rato. En vista de ello, una plegaria, una charla interna, se encargó de prestarle una energía luminiscente que comenzó a recorrer su cuerpo y aligeraron sus pasos (1). Los hicieron más ágiles, más libertarios... y no necesitaba más.

El pelirrojo apresuró el paso hacia las cercanías de Sandorai junto a la hora enérgica Graphorn, dando por hecho que su salida de la península había sido, indiscutiblemente, más que un capricho...

Rasgo utilizado: