El Retorno del Asesino [Trabajo] (Reike)
Página 1 de 1. • Comparte
El Retorno del Asesino [Trabajo] (Reike)
Una década podría definirse en días, lo cual haría que se expandiera su significado, haciendo este más largo y problemático de entender. Sin embargo, en este caso, simplemente fueron unos cuantos años de mi ausencia, perdido en el vasto universo Aerandiano y tratando de buscar la razón de nuestra existencia vampírica. Todo parecía haber decaído, desde mi presencia seductora, hasta aquellos lazos irrompibles que juraban estar al lado mío, esos que me cuidaban de los miles de mercenarios que investigaban mis andanzas, explorando cualquier rincón del mundo por mi cabeza. La multitud que alguna vez me brindó su lealtad inigualable ahora me habían abandonado por diferentes razones como la muerte, la locura, o el miedo a perder sus vidas defendiendo a un villano. En conclusión, no tenía a nadie que caminara mis senderos, ni siquiera el apoyo de mis antiguos secuaces. Desde la última vez que nos vimos, no supe qué rumbo tomaron, o si los volvería a ver en un futuro distante, o quizá cercano. Se habían acabado los años de victorias.
Había vuelto sin necesidad de limpiar mis pecados, ni mucho menos de hacer el bien. En esta tierra siempre seré el villano; la clase de hombre que todas las razas detestan. Así que no cambiaría mi forma de ser, y mejor aún, haría justicia de mi propia manera. Mi esencia aún era la misma: la de un colmilludo que no se arrepentía de la sangre que bebía. Esa es mi maldición, y sin más preámbulo, esa es mi manera de sobrevivir, sin importar la cantidad de odio en que reciba. Viviré mi vida seduciendo, asesinando, maldiciendo personas, e iniciando guerras. Ese es el camino de un vampiro, y por lo tanto, ir en contra del instinto es perder la batalla contra nuestra entidad. Trabajamos en la oscuridad, servimos a la maldad, y no importa cómo modifiquemos nuestros impulsos, siempre recibiremos el odio de los dragones celestiales; de esos imbéciles que nos han olvidado por milenios. Es hora que busquemos equidad en otro modo.
El cielo aún no oscurecía, y extrañamente, hoy se sentía que aquella tarde grisácea se había prolongando, como si fuese a llover en unos minutos. Las nubes cubrían el sol, pero no había caído alguna gota. La ciudad aún se mantenía activa, con críos corriendo de un lado para otro, llevando diferentes frutas, verduras, y algunos que otros amuletos religiosos que "espantaban a los vampiros". No era complicado disipar quién era peligroso o no, ya que cada uno tenía un estilo de comportarse. Por ejemplo, aquellos que actuaban misterioso eran obviamente guerreros, o turistas que simplemente vienen a comprar armaduras u objetos de guerra. En mi caso, llevaba una capa que cubría mi cabeza y la mayoría de mi cuerpo, dejando mis ojos azules al descubierto. No podía revelar quién era, y menos en un lugar tan repleto como Lunargenta. Si algún clan o grupo se enteraban que aún sigo vivo, podrían matarme y también podría poner a mi taller en peligro. Tampoco sería inteligente si Elizabeth (la elfa que cuida nuestro taller) se percataba de mi presencia en esta ciudad.
En medio de tantos gritos, gente comprando y vendiendo, alguien golpeó mi pecho, logrando que casi perdiera el equilibrio. Con velocidad, traté de agarrar su brazo, pero esté simplemente me entregó un pergamino, y en la multitud, se desapareció como si se tratara de un mago. Me quedé estupefacto, revisando cada esquina del lugar, intentando localizar aquel tipo misterioso que me entregó la carta. No pude ni analizar su vestimenta o ver sus rasgos físicos. Al caer en cuenta que no había manera de averiguar quién era, simplemente incliné mi cabeza y abrí el pergamino. Este se trataba de un contrato, o más bien, de un trabajo escrito en una caligrafía tenebrosa, pero muy llamativa y bella para mi gusto.
Al terminar de leer este documento, este se desintegró como si se hubiese tratado de una ilusión. Era claro que fuese el hombre que fuese, él manejaba algún tipo de magia para pasar desapercibido en una zona tan protegida como Lunargenta. A pesar de ser una buena propuesta de trabajo para recuperar dinero, era preocupante pensar en el hecho de que aquel tipo sabía quién soy. ¿Por qué me darían una oferta de asesino así como así? Ese ser conocía algo de mí, pero tampoco veía la necesidad de atacarme o ya lo habría hecho. Es decir, aquel golpe en el pecho pudo haber sido una puñalada. En fin, sea cual sea la razón, él había elegido la persona indicada.
-¿Dónde estará Humberto?-Murmuré por lo bajo, para después fugarme entre la multitud con mi mano acariciando la empuñadura de mi espada.
Había vuelto sin necesidad de limpiar mis pecados, ni mucho menos de hacer el bien. En esta tierra siempre seré el villano; la clase de hombre que todas las razas detestan. Así que no cambiaría mi forma de ser, y mejor aún, haría justicia de mi propia manera. Mi esencia aún era la misma: la de un colmilludo que no se arrepentía de la sangre que bebía. Esa es mi maldición, y sin más preámbulo, esa es mi manera de sobrevivir, sin importar la cantidad de odio en que reciba. Viviré mi vida seduciendo, asesinando, maldiciendo personas, e iniciando guerras. Ese es el camino de un vampiro, y por lo tanto, ir en contra del instinto es perder la batalla contra nuestra entidad. Trabajamos en la oscuridad, servimos a la maldad, y no importa cómo modifiquemos nuestros impulsos, siempre recibiremos el odio de los dragones celestiales; de esos imbéciles que nos han olvidado por milenios. Es hora que busquemos equidad en otro modo.
El cielo aún no oscurecía, y extrañamente, hoy se sentía que aquella tarde grisácea se había prolongando, como si fuese a llover en unos minutos. Las nubes cubrían el sol, pero no había caído alguna gota. La ciudad aún se mantenía activa, con críos corriendo de un lado para otro, llevando diferentes frutas, verduras, y algunos que otros amuletos religiosos que "espantaban a los vampiros". No era complicado disipar quién era peligroso o no, ya que cada uno tenía un estilo de comportarse. Por ejemplo, aquellos que actuaban misterioso eran obviamente guerreros, o turistas que simplemente vienen a comprar armaduras u objetos de guerra. En mi caso, llevaba una capa que cubría mi cabeza y la mayoría de mi cuerpo, dejando mis ojos azules al descubierto. No podía revelar quién era, y menos en un lugar tan repleto como Lunargenta. Si algún clan o grupo se enteraban que aún sigo vivo, podrían matarme y también podría poner a mi taller en peligro. Tampoco sería inteligente si Elizabeth (la elfa que cuida nuestro taller) se percataba de mi presencia en esta ciudad.
En medio de tantos gritos, gente comprando y vendiendo, alguien golpeó mi pecho, logrando que casi perdiera el equilibrio. Con velocidad, traté de agarrar su brazo, pero esté simplemente me entregó un pergamino, y en la multitud, se desapareció como si se tratara de un mago. Me quedé estupefacto, revisando cada esquina del lugar, intentando localizar aquel tipo misterioso que me entregó la carta. No pude ni analizar su vestimenta o ver sus rasgos físicos. Al caer en cuenta que no había manera de averiguar quién era, simplemente incliné mi cabeza y abrí el pergamino. Este se trataba de un contrato, o más bien, de un trabajo escrito en una caligrafía tenebrosa, pero muy llamativa y bella para mi gusto.
- Oferta de Trabajo:
Humberto Delacroix debe morir
¿Por qué? No hagas preguntas y te pagaré bien. Sólo quiero que lo mates bien muerto. Cuando lo hayas hecho, tráeme una prueba. Me encontrarás en la entrada sur de las Catacumbas de Lunargenta, la que está junto al hospicio, no la de los baños, pero sólo durante la media hora anterior al amanecer.
Este pergamino está encantado. Se autodestruirá tan pronto como tus ojos se posen en la última palabra.
Al terminar de leer este documento, este se desintegró como si se hubiese tratado de una ilusión. Era claro que fuese el hombre que fuese, él manejaba algún tipo de magia para pasar desapercibido en una zona tan protegida como Lunargenta. A pesar de ser una buena propuesta de trabajo para recuperar dinero, era preocupante pensar en el hecho de que aquel tipo sabía quién soy. ¿Por qué me darían una oferta de asesino así como así? Ese ser conocía algo de mí, pero tampoco veía la necesidad de atacarme o ya lo habría hecho. Es decir, aquel golpe en el pecho pudo haber sido una puñalada. En fin, sea cual sea la razón, él había elegido la persona indicada.
-¿Dónde estará Humberto?-Murmuré por lo bajo, para después fugarme entre la multitud con mi mano acariciando la empuñadura de mi espada.
Paul Brown Moreau
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 445
Nivel de PJ : : 2
Re: El Retorno del Asesino [Trabajo] (Reike)
El pequeño Zero sabía muy bien lo que debía hacer cuando a la señorita Reike le daban esos ataques que hacían que se rascase de manera descontrolada por todo el cuerpo. La adulta se lo había explicado con palabras sencillas y claras la primera vez que el muchacho presenció uno de estos episodios: Mantente alejado. Pase lo que pase, no te acerques. Yo me ocupo de esto, ¿entendido?
El bio-cibernético, sin embargo, no había sido creado para mantenerse al margen, sino para la infiltración. Debía ser capaz de pensar por su cuenta en situaciones adversas y debía ser capaz de emular los comportamientos de cualquier niño humano, para pasar inadvertido en el trabajo de campo. La desobediencia era, sin duda, uno de los comportamientos que mejor sabía emular.
Así que ahí estaba el muchacho, abriéndose paso entre la masa de gente que acudía al Mercado del Oeste, lugar en que a la señorita le había sobrevenido tan particular síntoma. La había perdido de vista casi de inmediato. Tan pronto como empezó a sentir los picores, la señorita Reike, sin duda para proteger a la multitud de civiles que la rodeaba, había saltado al toldo del tenderete más cercano y, desde ahí, se había abierto camino hacia los tejados de la villa*.
Pero no importaba que la hubiera perdido de vista, Zero no necesitaba seguirla para saber a dónde iba. Sabía lo que la señorita necesitaba para parar el ataque: agua, mucho agua. También sabía dónde se encontraba la masa de agua más cercana, por lo que el pequeño cibernético tardó menos de lo que le había llevado a ella subirse al tenderete en calcular la ruta más directa al puerto. Lo único que lo retrasaba era la cantidad de gente que acudía aquel día al mercado, muchos de los cuales habían sido atraídos por los rumores de que una de las heroínas de Sandorai se hallaba allí aquel día. La mayor parte de ellos llegaba tarde, por supuesto, pero Zero podía imaginar que no tardarían en llegarles rumores de que la heroína se encontraba en el puerto. Había sido así todo el viaje desde la Base.
---
Valeria sintió un alivio instantáneo tan pronto como saltó al agua. No sólo en la piel, también en los oídos; tanto “¡mirad, es uno de los héroes!” estaba empezando en convertirse en una especie de señal que la hacía ponerse en tensión. Podía soportarlo en los caminos; era algo que ocurría de cuando en cuando y debía confesar que era incluso agradable que la colmaran a una de atenciones cada que pasaba por alguna aldea. Por no hablar de la cama y comida gratis. Considerando todo lo que había perdido en Villasauco, gracias a aquellos malditos elfos, nada que le dieran gratis podía estar de más. En la ciudad, por otro lado, era una ocurrencia constante.
Cuando ya no aguantó más la respiración, tuvo que salir de nuevo a la superficie. Desde el muelle más cercano, la observaban dos hombres. Uno era alto, fuerte y tenía el porte rudo de un mercenario experimentado. Portaba una espada al cinto y alternaba miradas a la bruja con rápidos vistazos al otro lado del muelle. El otro tenía el aire descuidadamente ostentoso de quien ha amasado una fortuna en poco tiempo.
—¡Te lo dije, Harald! —dijo el último al ver asomar la cabeza de la bruja—. Es uno de los héroes de ojos refulgentes. ¡Los dioses están de mi lado!
Valeria le dirigió una mirada recelosa desde el agua; aparentemente, los dioses habían decidido ponerle otro petimetre en su camino. Sin duda, al hombre se le escaparía el gesto, cegado por la luz que emitían sus ojos. La gente no parecía ver otra cosa desde lo de Sandorai.
—Es un verdadero placer estar en su presencia, señorita. Permítame que la ayude a salir del agua —dijo el hombre, esta vez dirigiéndose a ella.
Con cierta dificultad, se arrodilló en el muelle para poder ofrecerle una mano. Valeria permaneció donde estaba, sumergida casi hasta la nariz. Cuando la situación empezaba a tornarse incómoda, alzó la cara lo justo para asomar la boca.
—El agua está divina —dijo con aparente tranquilidad—, ¿por qué no baja usted?
—Me temo que la natación no es mi fuerte —respondió el hombre con una risita nerviosa. Valeria permaneció donde estaba—. Pero supongo que podemos hablar así, ¿cierto? Verá, me llamo Humberto Delacroix y me gustaría contratar sus servicios —la bruja le dedicó una mirada escéptica que él tampoco pudo distinguir por causa de aquel brillo en sus ojos.
—¿De qué clase de servicios estamos hablando, exactamente? —preguntó.
—Sus servicios de heroína, por supuesto —respondió él—. Verá, alguien está intentando matarme; necesito que me proteja.
—¿Alguien intenta matarle? —dijo una voz infantil para sorpresa de todos, especialmente, del tal Harald, que demasiado tarde había intentado agarrar al mocoso—. ¡Por supuesto que le ayudaremos!, ¿verdad, señorita Reike?
—¡Zero!, ¿qué te había dicho de mantenerte a distancia? —dijo la bruja con fastidio desde el agua.
—No dijo cuánta distancia —respondió inocentemente el muchacho—. Estoy, exactamente, a dos metros y ochenta y siete centímetros de usted ahora mismo.
—Entonces —interrumpió el tal Humberto, sin duda, preguntándose, como Valeria, qué demonios era eso de metros y centímetros—, ¿me ayudará?
La bruja consideró la situación por un instante. No le gustaba demasiado el asunto. Ella no era guardaespaldas y no tenía la menor idea de quién era ese Delacroix ni, sobre todo, quién lo quería muerto. Por otro lado, el tipo ya tenía un guardaespaldas de aspecto intimidante, ¿qué pintaba ella en esa escena? Salvo por el hecho de que todo el mundo la tenía por una de las heroínas que habían salvado Sandorai, claro. De hecho, visto bajo esa luz, parecía un trabajo relativamente sencillo: sólo tenía que dejarse ver con aquel hombre, pronto se correría la voz de que uno de los héroes de Sandorai lo estaba protegiendo y, con suerte, la persona que quería matarlo acabaría desistiendo.
—Pagaré bien —dijo el hombre al sentir que el silencio se alargaba demasiado.
—De acuerdo —se apresuró a responder Valeria, antes de que al crío le diera tiempo a asegurar que lo haría gratis.
----------
OFF: Empezamos con la primera complicación (subrayo sólo el principio, pero es, básicamente, todo el resto del texto): Uno de los protagonistas es contratado para mantener con vida al tipo que debe morir.
* Alusión a la habi de nivel 2 de Reike, Ligera: (Rasgo) Reike utiliza su telequinesis para disminuir la gravedad ejercida sobre ella, lo que le permite frenar caídas, dar saltos más altos o incluso levitar temporalmente.
El bio-cibernético, sin embargo, no había sido creado para mantenerse al margen, sino para la infiltración. Debía ser capaz de pensar por su cuenta en situaciones adversas y debía ser capaz de emular los comportamientos de cualquier niño humano, para pasar inadvertido en el trabajo de campo. La desobediencia era, sin duda, uno de los comportamientos que mejor sabía emular.
Así que ahí estaba el muchacho, abriéndose paso entre la masa de gente que acudía al Mercado del Oeste, lugar en que a la señorita le había sobrevenido tan particular síntoma. La había perdido de vista casi de inmediato. Tan pronto como empezó a sentir los picores, la señorita Reike, sin duda para proteger a la multitud de civiles que la rodeaba, había saltado al toldo del tenderete más cercano y, desde ahí, se había abierto camino hacia los tejados de la villa*.
Pero no importaba que la hubiera perdido de vista, Zero no necesitaba seguirla para saber a dónde iba. Sabía lo que la señorita necesitaba para parar el ataque: agua, mucho agua. También sabía dónde se encontraba la masa de agua más cercana, por lo que el pequeño cibernético tardó menos de lo que le había llevado a ella subirse al tenderete en calcular la ruta más directa al puerto. Lo único que lo retrasaba era la cantidad de gente que acudía aquel día al mercado, muchos de los cuales habían sido atraídos por los rumores de que una de las heroínas de Sandorai se hallaba allí aquel día. La mayor parte de ellos llegaba tarde, por supuesto, pero Zero podía imaginar que no tardarían en llegarles rumores de que la heroína se encontraba en el puerto. Había sido así todo el viaje desde la Base.
---
Valeria sintió un alivio instantáneo tan pronto como saltó al agua. No sólo en la piel, también en los oídos; tanto “¡mirad, es uno de los héroes!” estaba empezando en convertirse en una especie de señal que la hacía ponerse en tensión. Podía soportarlo en los caminos; era algo que ocurría de cuando en cuando y debía confesar que era incluso agradable que la colmaran a una de atenciones cada que pasaba por alguna aldea. Por no hablar de la cama y comida gratis. Considerando todo lo que había perdido en Villasauco, gracias a aquellos malditos elfos, nada que le dieran gratis podía estar de más. En la ciudad, por otro lado, era una ocurrencia constante.
Cuando ya no aguantó más la respiración, tuvo que salir de nuevo a la superficie. Desde el muelle más cercano, la observaban dos hombres. Uno era alto, fuerte y tenía el porte rudo de un mercenario experimentado. Portaba una espada al cinto y alternaba miradas a la bruja con rápidos vistazos al otro lado del muelle. El otro tenía el aire descuidadamente ostentoso de quien ha amasado una fortuna en poco tiempo.
—¡Te lo dije, Harald! —dijo el último al ver asomar la cabeza de la bruja—. Es uno de los héroes de ojos refulgentes. ¡Los dioses están de mi lado!
Valeria le dirigió una mirada recelosa desde el agua; aparentemente, los dioses habían decidido ponerle otro petimetre en su camino. Sin duda, al hombre se le escaparía el gesto, cegado por la luz que emitían sus ojos. La gente no parecía ver otra cosa desde lo de Sandorai.
—Es un verdadero placer estar en su presencia, señorita. Permítame que la ayude a salir del agua —dijo el hombre, esta vez dirigiéndose a ella.
Con cierta dificultad, se arrodilló en el muelle para poder ofrecerle una mano. Valeria permaneció donde estaba, sumergida casi hasta la nariz. Cuando la situación empezaba a tornarse incómoda, alzó la cara lo justo para asomar la boca.
—El agua está divina —dijo con aparente tranquilidad—, ¿por qué no baja usted?
—Me temo que la natación no es mi fuerte —respondió el hombre con una risita nerviosa. Valeria permaneció donde estaba—. Pero supongo que podemos hablar así, ¿cierto? Verá, me llamo Humberto Delacroix y me gustaría contratar sus servicios —la bruja le dedicó una mirada escéptica que él tampoco pudo distinguir por causa de aquel brillo en sus ojos.
—¿De qué clase de servicios estamos hablando, exactamente? —preguntó.
—Sus servicios de heroína, por supuesto —respondió él—. Verá, alguien está intentando matarme; necesito que me proteja.
—¿Alguien intenta matarle? —dijo una voz infantil para sorpresa de todos, especialmente, del tal Harald, que demasiado tarde había intentado agarrar al mocoso—. ¡Por supuesto que le ayudaremos!, ¿verdad, señorita Reike?
—¡Zero!, ¿qué te había dicho de mantenerte a distancia? —dijo la bruja con fastidio desde el agua.
—No dijo cuánta distancia —respondió inocentemente el muchacho—. Estoy, exactamente, a dos metros y ochenta y siete centímetros de usted ahora mismo.
—Entonces —interrumpió el tal Humberto, sin duda, preguntándose, como Valeria, qué demonios era eso de metros y centímetros—, ¿me ayudará?
La bruja consideró la situación por un instante. No le gustaba demasiado el asunto. Ella no era guardaespaldas y no tenía la menor idea de quién era ese Delacroix ni, sobre todo, quién lo quería muerto. Por otro lado, el tipo ya tenía un guardaespaldas de aspecto intimidante, ¿qué pintaba ella en esa escena? Salvo por el hecho de que todo el mundo la tenía por una de las heroínas que habían salvado Sandorai, claro. De hecho, visto bajo esa luz, parecía un trabajo relativamente sencillo: sólo tenía que dejarse ver con aquel hombre, pronto se correría la voz de que uno de los héroes de Sandorai lo estaba protegiendo y, con suerte, la persona que quería matarlo acabaría desistiendo.
—Pagaré bien —dijo el hombre al sentir que el silencio se alargaba demasiado.
—De acuerdo —se apresuró a responder Valeria, antes de que al crío le diera tiempo a asegurar que lo haría gratis.
----------
OFF: Empezamos con la primera complicación (subrayo sólo el principio, pero es, básicamente, todo el resto del texto): Uno de los protagonistas es contratado para mantener con vida al tipo que debe morir.
* Alusión a la habi de nivel 2 de Reike, Ligera: (Rasgo) Reike utiliza su telequinesis para disminuir la gravedad ejercida sobre ella, lo que le permite frenar caídas, dar saltos más altos o incluso levitar temporalmente.
- sobre maldiciones:
- Al comienzo del texto, se ha activado mi maldición Guindillitis, por lo que salgo corriendo a sumergirme en el agua del puerto (puaj) para calmar los picores. Según la maldición, debo permanecer un turno sumergida para no echar fuego por la boca. Sí, lo sé, es poco imaginativo quitármelo en el primer post, pero tengo otra con la que lidiar por el resto del tema. Lo que me lleva a:
Segunda maldición, Recuerdo Heróico: vuestros ojos quedarán brillantes y emitirán una pequeña luz. Esto os hará especialmente visibles e identificables tanto por el día como por la noche, por lo que perdéis capacidades de sigilo e invisibilidad. Y además, no solo no os olvidarán, sino que por vuestro brillo de ojos correrá el rumor de que sois los “héroes de Árbol Madre”. Es decir, os idolatrarán y acosarán si entráis en las ciudades hasta el punto de haceros la vida imposible o, incluso, muchos os verán como objetivos interesantes de los que sacar un botín. Por lo que tendréis dificultades para rolear en las ciudades.
Además, cómo no, una de las cosas que tengo que hacer para poder quitarme esta maldición es un rol en una ciudad y aquí está. Seguro que nos lo pasamos en grande con la fiesta de los héroes, ¡yayyyy!
Reike
Admin
Admin
Cantidad de envíos : : 1878
Nivel de PJ : : 5
Re: El Retorno del Asesino [Trabajo] (Reike)
Jadeos profundos se escuchaban por los rincones de la ciudad, justamente en aquellas zonas donde la luz ni se asomaba. La voz se trataba de una humana, quien se retorcía contra la pared, mostrando señales de placer, así como también se quejaba del dolor proveniente de su cuello. El grisáceo atardecer no la protegía, ni siquiera los guardias que caminaban de izquierda a derecha, buscando algún delito para defender su reputación de protectores del reino. Ese callejón nadie lo conocía como para deambular este, y aún si hubiese gente que supiera de este, tampoco se atreverían a entrar. Quizá hasta los propios guardias lo evitaban por miedo a qué se encontrarían en semejante sitio. La mujer había tenido el infortunio de encontrarse con un ser peligroso, quien llevaba meses buscando placer y tranquilidad a su sed insaciable. Su cabello era oscuro, al igual que su piel, sin embargo sus ojos eran igual de azules a los míos. Ya llevaba mirándome por varios minutos anteriormente, despertando mi paranoia a que me estén siguiendo. No sé si era atracción o me conocía de otro lugar, pero no había tenido otra opción que acercarme y hablar con ella. Conversamos por unos minutos, a pesar de tener aquella oferta de trabajo activa. Después, y de alguna forma que explicaría mis poderes seductores, terminó besándome en un rincón, pasando sus manos por mi cuerpo, mientras que yo penetraba mis colmillos contra la piel de ella, brindándome chorros de sangre.
-No me gustan los vampiros... No sé cómo terminé aquí...-Dijo frunciendo el ceño por unos segundos, acto seguido volvió a atrapar su labio con sus dientes superiores en una sonrisa de lado a lado. La abracé por la cadera y luego me dirigí lentamente hacia su oído, murmurando algunas palabras. -Te sentirás más poderosa, querida. Créeme.-Respondí en una voz grave, liberando aire desde mi boca, uno cálido que acariciaba cada poro. Sofía. Así se llamaba ella en ese momento tan íntimo. No sé si tenía un esposo, so si tenía hijos, o si probablemente sus hermanos están preocupados en su desapareción. Sólo sé que le esperaba una travesía larga después de su transformación. Al no resistir mis encantos, la señorita tomó mi rostro rápidamente y volvió a entrelazar su boca con la mía. Correspondí por unos segundos y me alejé ya que no podía dejar que cayera inconsciente antes de preguntarle. -¿Conoces a algún Humberto Delacroix?-La observé fijamente, sin ánimos de jugar o seguir en aquel intercambio de pasión.
-No. ¿Y por qué debería importar?... Acércat-.-Respondió, mientras que caía lentamente al suelo por haber perdido mucha sangre. Agarré su cuerpo velozmente antes que se estrellara contra el pavimento. Contemplé en quitarle la vida antes de irme, pero sentí compasión en verla tan cansada de trabajar en esta ciudad. En verdad se notaba que la muchacha llevaba años viviendo en Lunargenta, esperando que algo cambiara en su vida. Si fuese hace 2 años, quizá la mataría, pero he cambiado para bien. Escondí su cuerpo bajo unas cajas e improvisé una cura con las telas de mi ropa para que se detuviera un poco la hemorragia. Sé que no iba a ser tan efectiva, aunque solamente esperaba que Sofia fuera fuerte como para sobrevivir. Me apresuré en irme. No había tiempo para perder y Delacroix definitivamente no se escaparía.
Mientras caminaba, escuché mucha conmoción cerca del puerto de la ciudad. Unas que otras personas se dirigían hacia allá, mientras que otros se acercaban para hablar al respecto con los ciudadanos. No entendía lo que sucedía, pero debía ser un evento sumamente importante. Sin rechistar, empecé a caminar hacia la multitud, una vez más, tratando de averiguar lo que ocurría. Era probable que el tal Delacroix estuviese allí, o se hubiera alejado. Pero antes de examinar cada locación inhabitada de Lunargenta, debía asegurarme que no estaba escondiéndose en los tumultos de gente. Al dirigirme hacia allá, vi que un grupo de delincuentes planeando un presunto ataque. Con sigilo, me paré cerca de estos, pretendiendo que contaba mis Aeros para comprar frutas.
-¡Os lo juro! Está en el puerto. A nadie le brillan los ojos de esa manera-
¿La heroína del árbol madre? Si es otra de tus mentiras, te mataré.-
-¡Silencio! Djork tiene razón... He oído rumores de que está aquí con su hijo el robot.
-¿Los robots tienen hijos? Pensé que ella era una bruja o algo así...
-¡Ignorante! claro que tienen hijos. Pero hay que tener cuidado... Si tuvo un hijo robot, eso significa que ella es un Brujo-Cibernético-Robot.-Al decir esto, varios empezaron a temblar. -Y si es bruja y robot, también debe ser dragón. Así que probablemente es... ¡Un brujo robot dragón!-
Solté una suave carcajada y dejé que estos siguieran con su macabro plan. Me seguí acercando al puerto, hasta quedarme impacto en ver la realidad delante de mi presencia. Se trataba de una hermosa mujer con cabello oscuro, radiando no solamente poder, pero también cautivando al mundo con sus ojos resplandecientes, casi cegadores y altamente atrayentes. Quizá esta vez el seductor era seducido en ese instante. Al lado de ella, también se encontraba un pequeño, quien probablemente se trataba del tal cibernético.
Los otros dos tipos con ella y su "hijo" se veían presuntamente extraños, pero sumamente poderosos casi al nivel de ella. Aún no sabía exactamente dónde estaba ese hombre, ni cuál era la importancia de esos cuatro personajes. El tiempo se estaba acabando, así como también el deseo de finalizar aquella misión. ¿Qué podría hacer en ese instante? Si lo localizaba, sería una muerte rápida. Pero primero tenía que saber quién era. Me quedé expectante desde las sombras por unos minutos, antes de ejecutar algún plan.
Para mi suerte, vi a otro hombre que tenía su mirada plantada en uno de los tipos conversando con la heroína. Este llevaba su rostro completamente cubierto, también una túnica negra y dos peligrosas dagas. Se mantenía en distancia del grupo de personas admirando los ojos de la heroína, no obstante, en cualquier momento iba a presentarse delante de todos. ¿A quién planeaba atacar? ¿A la muchacha, al niño robot, o a alguno de los otros dos tipos?
Sin que nadie lo predijera, ese tipo saltó y se dirigió velozmente hacia a quién se reveló ser Humberto. -¡Se acabó, Delacroix! Es hora de reclamar mi recompensa.-Musitó en voz alta, aumentando la velocidad cada vez que daba un pisotón al suelo.
Así que yo no era el único que había recibido ese trabajo. Habían otros individuos con los mismos intereses. El atacante se veía enérgico, fuerte, y sobretodo audaz. Yo, en cambio, no me moví de mi posición. Me interesaba saber qué tan poderosa es la tal heroína. ¿Qué haría al respecto? ¿Dejaría que mataran a Humberto así como así?
Era claro que después de ese asesino, si él no lograba cumplir con su objetivo, sería mi turno.
-No me gustan los vampiros... No sé cómo terminé aquí...-Dijo frunciendo el ceño por unos segundos, acto seguido volvió a atrapar su labio con sus dientes superiores en una sonrisa de lado a lado. La abracé por la cadera y luego me dirigí lentamente hacia su oído, murmurando algunas palabras. -Te sentirás más poderosa, querida. Créeme.-Respondí en una voz grave, liberando aire desde mi boca, uno cálido que acariciaba cada poro. Sofía. Así se llamaba ella en ese momento tan íntimo. No sé si tenía un esposo, so si tenía hijos, o si probablemente sus hermanos están preocupados en su desapareción. Sólo sé que le esperaba una travesía larga después de su transformación. Al no resistir mis encantos, la señorita tomó mi rostro rápidamente y volvió a entrelazar su boca con la mía. Correspondí por unos segundos y me alejé ya que no podía dejar que cayera inconsciente antes de preguntarle. -¿Conoces a algún Humberto Delacroix?-La observé fijamente, sin ánimos de jugar o seguir en aquel intercambio de pasión.
-No. ¿Y por qué debería importar?... Acércat-.-Respondió, mientras que caía lentamente al suelo por haber perdido mucha sangre. Agarré su cuerpo velozmente antes que se estrellara contra el pavimento. Contemplé en quitarle la vida antes de irme, pero sentí compasión en verla tan cansada de trabajar en esta ciudad. En verdad se notaba que la muchacha llevaba años viviendo en Lunargenta, esperando que algo cambiara en su vida. Si fuese hace 2 años, quizá la mataría, pero he cambiado para bien. Escondí su cuerpo bajo unas cajas e improvisé una cura con las telas de mi ropa para que se detuviera un poco la hemorragia. Sé que no iba a ser tan efectiva, aunque solamente esperaba que Sofia fuera fuerte como para sobrevivir. Me apresuré en irme. No había tiempo para perder y Delacroix definitivamente no se escaparía.
Mientras caminaba, escuché mucha conmoción cerca del puerto de la ciudad. Unas que otras personas se dirigían hacia allá, mientras que otros se acercaban para hablar al respecto con los ciudadanos. No entendía lo que sucedía, pero debía ser un evento sumamente importante. Sin rechistar, empecé a caminar hacia la multitud, una vez más, tratando de averiguar lo que ocurría. Era probable que el tal Delacroix estuviese allí, o se hubiera alejado. Pero antes de examinar cada locación inhabitada de Lunargenta, debía asegurarme que no estaba escondiéndose en los tumultos de gente. Al dirigirme hacia allá, vi que un grupo de delincuentes planeando un presunto ataque. Con sigilo, me paré cerca de estos, pretendiendo que contaba mis Aeros para comprar frutas.
-¡Os lo juro! Está en el puerto. A nadie le brillan los ojos de esa manera-
¿La heroína del árbol madre? Si es otra de tus mentiras, te mataré.-
-¡Silencio! Djork tiene razón... He oído rumores de que está aquí con su hijo el robot.
-¿Los robots tienen hijos? Pensé que ella era una bruja o algo así...
-¡Ignorante! claro que tienen hijos. Pero hay que tener cuidado... Si tuvo un hijo robot, eso significa que ella es un Brujo-Cibernético-Robot.-Al decir esto, varios empezaron a temblar. -Y si es bruja y robot, también debe ser dragón. Así que probablemente es... ¡Un brujo robot dragón!-
Solté una suave carcajada y dejé que estos siguieran con su macabro plan. Me seguí acercando al puerto, hasta quedarme impacto en ver la realidad delante de mi presencia. Se trataba de una hermosa mujer con cabello oscuro, radiando no solamente poder, pero también cautivando al mundo con sus ojos resplandecientes, casi cegadores y altamente atrayentes. Quizá esta vez el seductor era seducido en ese instante. Al lado de ella, también se encontraba un pequeño, quien probablemente se trataba del tal cibernético.
Los otros dos tipos con ella y su "hijo" se veían presuntamente extraños, pero sumamente poderosos casi al nivel de ella. Aún no sabía exactamente dónde estaba ese hombre, ni cuál era la importancia de esos cuatro personajes. El tiempo se estaba acabando, así como también el deseo de finalizar aquella misión. ¿Qué podría hacer en ese instante? Si lo localizaba, sería una muerte rápida. Pero primero tenía que saber quién era. Me quedé expectante desde las sombras por unos minutos, antes de ejecutar algún plan.
Para mi suerte, vi a otro hombre que tenía su mirada plantada en uno de los tipos conversando con la heroína. Este llevaba su rostro completamente cubierto, también una túnica negra y dos peligrosas dagas. Se mantenía en distancia del grupo de personas admirando los ojos de la heroína, no obstante, en cualquier momento iba a presentarse delante de todos. ¿A quién planeaba atacar? ¿A la muchacha, al niño robot, o a alguno de los otros dos tipos?
- Asesino misterioso:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Sin que nadie lo predijera, ese tipo saltó y se dirigió velozmente hacia a quién se reveló ser Humberto. -¡Se acabó, Delacroix! Es hora de reclamar mi recompensa.-Musitó en voz alta, aumentando la velocidad cada vez que daba un pisotón al suelo.
Así que yo no era el único que había recibido ese trabajo. Habían otros individuos con los mismos intereses. El atacante se veía enérgico, fuerte, y sobretodo audaz. Yo, en cambio, no me moví de mi posición. Me interesaba saber qué tan poderosa es la tal heroína. ¿Qué haría al respecto? ¿Dejaría que mataran a Humberto así como así?
Era claro que después de ese asesino, si él no lograba cumplir con su objetivo, sería mi turno.
Paul Brown Moreau
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 445
Nivel de PJ : : 2
Re: El Retorno del Asesino [Trabajo] (Reike)
Y allá estaban todos otra vez. La rapidez con la que se corría la voz en la ciudad aburría, por lo repetitivo de la dinámica. Aunque, en aquella ocasión, nuestra bruja tuvo el placer de presenciar un par de escenas realmente cómicas, cuando un puñado de gente decidió saltar al agua para acercarse a la heroína y acabaron hundiéndose el el muelle de madera.
Valeria se permitió regodearse en el espectáculo durante unos segundos antes de reconocer que era hora de salir del agua, antes de que la masa se acercara y le dificultase el movimiento. Esta vez sí aceptó la mano que le tendía el señor Delacroix, mientras el tal Harald espiaba los alrededores con visible nerviosismo.
Por extraño que pudiera parecer en una mujer de su menuda complexión, no era la primera vez que Valeria trabajaba de guardaespaldas, así que entendía a la perfección la preocupación de su nuevo compañero de armas: entre tanta gente, no sería difícil que una daga “se perdiera” en un momento dado.
La bruja dejó libre su corta melena y sacudió casualmente la cabeza, eliminando así parte del agua que había recogido del océano. En realidad, era una excusa tan buena como cualquier otra para evaluar los alrededores sin dar la impresión de hacerlo.
—Díganos, ¿quién intenta matarlo? —preguntó Zero después de tenderle a la bruja la bolsa con sus pertenencias.
—¿Qué tal si primero salimos del muelle? —dijo ella colgándose la bolsa en bandolera.
Su mirada se cruzó brevemente con la de Harald, que asintió en reconocimiento. Si un atacante los sorprendía en el muelle, los tendría atrapados. Con tanto fisgón acercándose al puerto, sin embargo, era más fácil decirlo que hacerlo. Varios curiosos habían acabado en el agua, bajo el brusco toque del humano, para cuando el pequeño grupo pisó piedra de nuevo.
—Sería conveniente que nos retirásemos, señor Delacroix —dijo el hombre con una voz áspera que a Valeria le dio escalofríos—. Su señora debe de estar esperándolo.
—Mi señora, dice —soltó el tal Humberto con un amago de carcajada que recordó al ronquido de un cerdo—. ¡Tonterías! Vamos al Pasiflora. Hoy llegaba el género nuevo y Madamme Leonora me prometió algo realmente exótico.
Valeria había oído hablar del Pasiflora y podía imaginarse a qué clase de género se refería el hombre, por lo que no pudo evitar dirigir una rápida mirada al pequeño bio-cibernético. Pero o bien el chico no tenía la menor idea de qué clase de local se trataba o era algo que resbalaba sin pena ni gloria por sus sentidos alterados.
—Pero, señor —dijo el chico—, si alguien le persigue, lo ideal sería que permaneciera usted en un lugar seguro hasta que hallemos a quien…
—Mira, niño —interrumpió Delacroix dándole un par de palmadas paternalistas en la coronilla—, no me seas aguafiestas, ¿sí? Uno no puede pasarse la vida escondido por culpa de cualquier desaprensivo que no sabe tomarse las cosas con deportividad. Además, ya está tu mamá para protegerme.
—¿Mi ma-má?
Valeria ya había observado otras veces esa mirada desenfocada que indicaba que la mente del pequeño bio-cibernético se encontraba muy lejos, perdida en algún recóndito lugar del pasado. Siempre le producía la mima sensación de desasosiego, aun sabiendo que el muchacho nada recordaría segundos más tarde. En aquel momento, sin embargo, no tendría tiempo ni de preguntarse por los oscuros fantasmas que perseguían a Zero.
El hombre se echó sobre ellos a toda velocidad. Algo que los habría tomado totalmente desprevenidos, se no haber sido porque había anunciado su ataque a todo aquel que estuviera dispuesto a escuchar sus motivos. Así, Harald tuvo el tiempo de desenfundar su espada e interponerla entre Delacroix y su atacante. El primero dio un gritito agudo y se agachó detrás de Zero, que seguía perdido en sus ensoñaciones. Valeria se planteó largarse de allí con viento fresco, pero Humberto se había agarrado con fuerza al pequeño bio-cibernético, quizá anticipando la posible reacción de la bruja, por no hablar de que no habría podido cargar ella sola con el crío. A su alrededor, las actitudes se dividían entre los que trataban de salir corriendo entre la maraña de gente y los que no querían perderse el espectáculo.
El enmarcarado reaccionó a la defensa de Harald dando una pirueta hacia atrás, como impulsado por el golpe de espadas, y lanzándose de nuevo hacia adelante, esta vez, a por el guardaespaldas. Harald tuvo el tiempo justo para bloquear de nuevo el ataque, lo que desembocó en más piruetas. Era rápido y ágil, tanto, que Valeria llegaría a preguntarse si se trataba de un brujo de viento, salvo por el hecho de que no percibía más que una leve brisa procedente del mar.
Consciente de que el humano no era lo bastante rápido como para resistir el ataque durante mucho tiempo, la bruja llevó su atención a la funda oculta donde guardaba sus cuchillos, para asistirlo en la distancia. Fue entonces cuando recordó que los había perdido en aquel maldito Árbol y aún no había tenido ocasión de sustituirlos por nada decente.
Maldiciendo entre dientes, avanzó unos pasos por delante del muchacho, con los brazos en guardia ante ella, como si pensara luchar desarmada. Por supuesto, una bruja nunca estaba desarmada, aunque el enmascarado aún no fuera consciente de ello.
Como había vaticinado Valeria, Harald no tardó mucho en ser echado a un lado y el desconocido se lanzó a por el siguiente obstáculo. La bruja adoptó una postura defensiva, siempre en calma(1), manteniendo la atención en cada movimiento del atacante y la voluntad concentrada en cada centímetro de su propia piel.
Esquivó la primera estocada y la segunda, permitiendo que el filo pasara lo bastante cerca de ella como para sentir el éter que envolvía el metal. La tercera estocada fue más fácil y certera. El atacante había estado tanteando su agilidad, sin duda, pero no había contado con el as que se guardaba la mujer bajo la manga. Un pequeño toque de éter y la espada se desvió ligeramente de su curso(2). El hombre no daba crédito: ¿había apuntado mal? Otra estocada y otra más, esquivadas por milímetros.
—¿Qué ocurre, cariño? ¿Te tiembla el pulso? —murmuró la bruja, lo que provocó aún más al hombre, que estaba empezando a impacientarse.
La siguiente estocada pasó más cerca de lo que a Valeria le habría gustado, pero la rabia estaba haciendo que el hombre se mostrara más descuidado. Justo lo que quería la bruja, que buscaba desesperadamente una apertura para su contraataque. Ésta llegó cuando el enmascarado, cansado de perder el control de su espada, decidió lanzarse con todo, atacando desde arriba con ambas manos. Un ligero desvío no habría servido en esa ocasión, pero la bruja ya había tenido tiempo suficiente para familiarizarse con la espada. Instintivamente, alzó un brazo como para parar el golpe, se concentró en el filo y logró que el arma se detuviera justo a tiempo de evitar el corte.
Loco de furia, el asesino intentó hacerse de nuevo con el control de la espada. Valeria sabía que ella misma no podría mantenerlo por más de unos pocos segundos, pero con toda la atención del enemigo puesta en su espada, no necesitaba más tiempo. El hombre nunca vio venir la daga que apareció repentinamente en la mano libre de la bruja y atravesó su cráneo desde la parte blanda bajo la mandíbula hacia arriba.
—¡Señorita Reike! —Al parecer, el chiquillo había vuelto en sí—. ¿Qué ha ocurrido?
—Te lo explicaré de vuelta en la posada —dijo ella limpiando la daga y volviendo a guardarla en su funda oculta.
—¿Posada? —dijo Delacroix—. No vamos a ninguna posada.
—Usted vaya donde le dé la gana, el chico y yo nos marchamos.
—Pero, la contraté para protegerme...
—De alguien que quería matarlo, sí —terminó ella la frase—. Lo que no dijo es que ese alguien había ofrecido una jodida recompensa por su cabeza. Vamos, Zero.
—¡Pero, señorita! —protestó el chico.
—P-pagaré el doble —dijo el hombre alarmado mirando alternativamente a la bruja y los dos cuerpos sangrantes del suelo—. Eso es —se reafirmó y descolgó una bolsita de cuero de su cinto—. Ten, esto ahora y otro tanto cuando mi cuello esté a buen recaudo.
Valeria sopesó la bolsa de monedas, así como la mirada entre acusatoria y decepcionada del muchacho y aceptó a regañadientes.
—Necesitaré algunos cuchillos —dijo.
—Claro, camino del Pasiflora vive un contacto mío. Seguro que tiene lo que necesitas. —¿Es que aún tenía ganas de fiesta?
—Y ya va siendo hora de que el crío se vaya a la cama.
El chiquillo protestó un poco al oír aquello, pero tras unas palabras susurradas por parte de la mujer, salió corriendo, alejándose del tumulto. Por el camino, se cruzó con un bien provisto destacamento de la Guardia que habían llegado alertados por las noticias que corrían veloces por la ciudad. Fue de los pocos que logró salir de allí antes de que los hombres del Rey establecieran el cerco y comenzaran con el interrogatorio. Gracias a su condición de famosa heroína, Valeria y su acompañante lograron salir del puerto relativamente pronto. El resto de testigos, por otro lado, no tendrían tanta suerte.
----------
OFF: (1) Habilidad de nivel 1: Calma (Mantenida) Mientras el personaje mantenga la calma, aumenta su probabilidad de esquivar o detener ataques y los efectos mágicos se consideran un 20% más débiles sobre él. No puede realizar ataques (pero sí contraatacar) en el mismo turno en que mantenga Calma.
(2) Uso de maestría en telequinesis mejorada, de aquí hasta el final de la pelea.
Suerte con la Guardia, me llevo a Humberto al Pasiflora ^^
Valeria se permitió regodearse en el espectáculo durante unos segundos antes de reconocer que era hora de salir del agua, antes de que la masa se acercara y le dificultase el movimiento. Esta vez sí aceptó la mano que le tendía el señor Delacroix, mientras el tal Harald espiaba los alrededores con visible nerviosismo.
Por extraño que pudiera parecer en una mujer de su menuda complexión, no era la primera vez que Valeria trabajaba de guardaespaldas, así que entendía a la perfección la preocupación de su nuevo compañero de armas: entre tanta gente, no sería difícil que una daga “se perdiera” en un momento dado.
La bruja dejó libre su corta melena y sacudió casualmente la cabeza, eliminando así parte del agua que había recogido del océano. En realidad, era una excusa tan buena como cualquier otra para evaluar los alrededores sin dar la impresión de hacerlo.
—Díganos, ¿quién intenta matarlo? —preguntó Zero después de tenderle a la bruja la bolsa con sus pertenencias.
—¿Qué tal si primero salimos del muelle? —dijo ella colgándose la bolsa en bandolera.
Su mirada se cruzó brevemente con la de Harald, que asintió en reconocimiento. Si un atacante los sorprendía en el muelle, los tendría atrapados. Con tanto fisgón acercándose al puerto, sin embargo, era más fácil decirlo que hacerlo. Varios curiosos habían acabado en el agua, bajo el brusco toque del humano, para cuando el pequeño grupo pisó piedra de nuevo.
—Sería conveniente que nos retirásemos, señor Delacroix —dijo el hombre con una voz áspera que a Valeria le dio escalofríos—. Su señora debe de estar esperándolo.
—Mi señora, dice —soltó el tal Humberto con un amago de carcajada que recordó al ronquido de un cerdo—. ¡Tonterías! Vamos al Pasiflora. Hoy llegaba el género nuevo y Madamme Leonora me prometió algo realmente exótico.
Valeria había oído hablar del Pasiflora y podía imaginarse a qué clase de género se refería el hombre, por lo que no pudo evitar dirigir una rápida mirada al pequeño bio-cibernético. Pero o bien el chico no tenía la menor idea de qué clase de local se trataba o era algo que resbalaba sin pena ni gloria por sus sentidos alterados.
—Pero, señor —dijo el chico—, si alguien le persigue, lo ideal sería que permaneciera usted en un lugar seguro hasta que hallemos a quien…
—Mira, niño —interrumpió Delacroix dándole un par de palmadas paternalistas en la coronilla—, no me seas aguafiestas, ¿sí? Uno no puede pasarse la vida escondido por culpa de cualquier desaprensivo que no sabe tomarse las cosas con deportividad. Además, ya está tu mamá para protegerme.
—¿Mi ma-má?
Valeria ya había observado otras veces esa mirada desenfocada que indicaba que la mente del pequeño bio-cibernético se encontraba muy lejos, perdida en algún recóndito lugar del pasado. Siempre le producía la mima sensación de desasosiego, aun sabiendo que el muchacho nada recordaría segundos más tarde. En aquel momento, sin embargo, no tendría tiempo ni de preguntarse por los oscuros fantasmas que perseguían a Zero.
El hombre se echó sobre ellos a toda velocidad. Algo que los habría tomado totalmente desprevenidos, se no haber sido porque había anunciado su ataque a todo aquel que estuviera dispuesto a escuchar sus motivos. Así, Harald tuvo el tiempo de desenfundar su espada e interponerla entre Delacroix y su atacante. El primero dio un gritito agudo y se agachó detrás de Zero, que seguía perdido en sus ensoñaciones. Valeria se planteó largarse de allí con viento fresco, pero Humberto se había agarrado con fuerza al pequeño bio-cibernético, quizá anticipando la posible reacción de la bruja, por no hablar de que no habría podido cargar ella sola con el crío. A su alrededor, las actitudes se dividían entre los que trataban de salir corriendo entre la maraña de gente y los que no querían perderse el espectáculo.
El enmarcarado reaccionó a la defensa de Harald dando una pirueta hacia atrás, como impulsado por el golpe de espadas, y lanzándose de nuevo hacia adelante, esta vez, a por el guardaespaldas. Harald tuvo el tiempo justo para bloquear de nuevo el ataque, lo que desembocó en más piruetas. Era rápido y ágil, tanto, que Valeria llegaría a preguntarse si se trataba de un brujo de viento, salvo por el hecho de que no percibía más que una leve brisa procedente del mar.
Consciente de que el humano no era lo bastante rápido como para resistir el ataque durante mucho tiempo, la bruja llevó su atención a la funda oculta donde guardaba sus cuchillos, para asistirlo en la distancia. Fue entonces cuando recordó que los había perdido en aquel maldito Árbol y aún no había tenido ocasión de sustituirlos por nada decente.
Maldiciendo entre dientes, avanzó unos pasos por delante del muchacho, con los brazos en guardia ante ella, como si pensara luchar desarmada. Por supuesto, una bruja nunca estaba desarmada, aunque el enmascarado aún no fuera consciente de ello.
Como había vaticinado Valeria, Harald no tardó mucho en ser echado a un lado y el desconocido se lanzó a por el siguiente obstáculo. La bruja adoptó una postura defensiva, siempre en calma(1), manteniendo la atención en cada movimiento del atacante y la voluntad concentrada en cada centímetro de su propia piel.
Esquivó la primera estocada y la segunda, permitiendo que el filo pasara lo bastante cerca de ella como para sentir el éter que envolvía el metal. La tercera estocada fue más fácil y certera. El atacante había estado tanteando su agilidad, sin duda, pero no había contado con el as que se guardaba la mujer bajo la manga. Un pequeño toque de éter y la espada se desvió ligeramente de su curso(2). El hombre no daba crédito: ¿había apuntado mal? Otra estocada y otra más, esquivadas por milímetros.
—¿Qué ocurre, cariño? ¿Te tiembla el pulso? —murmuró la bruja, lo que provocó aún más al hombre, que estaba empezando a impacientarse.
La siguiente estocada pasó más cerca de lo que a Valeria le habría gustado, pero la rabia estaba haciendo que el hombre se mostrara más descuidado. Justo lo que quería la bruja, que buscaba desesperadamente una apertura para su contraataque. Ésta llegó cuando el enmascarado, cansado de perder el control de su espada, decidió lanzarse con todo, atacando desde arriba con ambas manos. Un ligero desvío no habría servido en esa ocasión, pero la bruja ya había tenido tiempo suficiente para familiarizarse con la espada. Instintivamente, alzó un brazo como para parar el golpe, se concentró en el filo y logró que el arma se detuviera justo a tiempo de evitar el corte.
Loco de furia, el asesino intentó hacerse de nuevo con el control de la espada. Valeria sabía que ella misma no podría mantenerlo por más de unos pocos segundos, pero con toda la atención del enemigo puesta en su espada, no necesitaba más tiempo. El hombre nunca vio venir la daga que apareció repentinamente en la mano libre de la bruja y atravesó su cráneo desde la parte blanda bajo la mandíbula hacia arriba.
—¡Señorita Reike! —Al parecer, el chiquillo había vuelto en sí—. ¿Qué ha ocurrido?
—Te lo explicaré de vuelta en la posada —dijo ella limpiando la daga y volviendo a guardarla en su funda oculta.
—¿Posada? —dijo Delacroix—. No vamos a ninguna posada.
—Usted vaya donde le dé la gana, el chico y yo nos marchamos.
—Pero, la contraté para protegerme...
—De alguien que quería matarlo, sí —terminó ella la frase—. Lo que no dijo es que ese alguien había ofrecido una jodida recompensa por su cabeza. Vamos, Zero.
—¡Pero, señorita! —protestó el chico.
—P-pagaré el doble —dijo el hombre alarmado mirando alternativamente a la bruja y los dos cuerpos sangrantes del suelo—. Eso es —se reafirmó y descolgó una bolsita de cuero de su cinto—. Ten, esto ahora y otro tanto cuando mi cuello esté a buen recaudo.
Valeria sopesó la bolsa de monedas, así como la mirada entre acusatoria y decepcionada del muchacho y aceptó a regañadientes.
—Necesitaré algunos cuchillos —dijo.
—Claro, camino del Pasiflora vive un contacto mío. Seguro que tiene lo que necesitas. —¿Es que aún tenía ganas de fiesta?
—Y ya va siendo hora de que el crío se vaya a la cama.
El chiquillo protestó un poco al oír aquello, pero tras unas palabras susurradas por parte de la mujer, salió corriendo, alejándose del tumulto. Por el camino, se cruzó con un bien provisto destacamento de la Guardia que habían llegado alertados por las noticias que corrían veloces por la ciudad. Fue de los pocos que logró salir de allí antes de que los hombres del Rey establecieran el cerco y comenzaran con el interrogatorio. Gracias a su condición de famosa heroína, Valeria y su acompañante lograron salir del puerto relativamente pronto. El resto de testigos, por otro lado, no tendrían tanta suerte.
----------
OFF: (1) Habilidad de nivel 1: Calma (Mantenida) Mientras el personaje mantenga la calma, aumenta su probabilidad de esquivar o detener ataques y los efectos mágicos se consideran un 20% más débiles sobre él. No puede realizar ataques (pero sí contraatacar) en el mismo turno en que mantenga Calma.
(2) Uso de maestría en telequinesis mejorada, de aquí hasta el final de la pelea.
Suerte con la Guardia, me llevo a Humberto al Pasiflora ^^
Reike
Admin
Admin
Cantidad de envíos : : 1878
Nivel de PJ : : 5
Re: El Retorno del Asesino [Trabajo] (Reike)
Morir era habitual en la vida Aerandiana. La infinidad de combates que se daban en distintos lugares de Lunargeta no pasaban desapercibidos, y siempre habían guardias tratando de vigilar las zonas, pero aún no era suficiente para detener el crimen que se esparcía en la ciudad como una plaga venenosa, que lentamente, corrompe las mentes más débiles con la intención de despertar la ambición al dinero. Hay que mencionar el rencor de las personas, las cuales también alimentaban las transgresiones a gente por motivos meramente emocionales, influían mucho en la cantidad de damnificados. Ahora bien, así como gente asesinaba por una oferta u odio hacia alguien, era relativamente normal ver a individuos defendiéndose de un atentado, o defendiendo a sus acompañantes por unas monedas. De cualquier forma, las muertes sucedían con frecuencia y era obvio que la ocupación de soldado en las ciudades era muy complicada. Nunca sabrían con quién se encontrarían.
Los fisgones empezaron a caminar hacia atrás, lentamente, mientras veían al mercenario avanzar con una velocidad casi inhumana. Al ver que este se acercaba a su objetivos, los espectadores de la zona salieron despavoridos hacia sus casas, algunos agitando sus manos en el aire para llamar la atención de los guardias. Los únicos que se quedaron eran los valientes, los que no le temían a la muerte, y los que podrían usar sus habilidades en caso de involucrarse en la batalla que acontecería pronto. Conviene subrayar que quien busca matar, inevitablemente preludia el hecho de que nadie de allí se iría sin que un ser muriera. Un homicidio era todo lo que se veía venir, y claramente, los críos no podían estar deambulando en una zona donde contemplarían algo horripilante. En mi caso, yo estaba emocionado por ver un espectáculo frente a mis ojos. ¿Será que ese asesino era capaz de reclamar su recompensa primero que yo? ¿Quién había recibido el pergamino a parte de los dos? A continuación se revelaría el destino de Humberto Delacroix.
Como esperaba, mi objetivo soltó un chillido lleno de miedo y buscó refugio en el cuerpo del Cibernético, a la vez que el guardaespaldas misterioso se dirigió al frente para recibir el ataque con una destreza magnífica. Tanto yo como la heroína nos quedamos estupefactos de ver la velocidad en que se movían; sin embargo, el asesino controlaba la gravedad como si él la hubiese inventado. Cada ataque era una justificación para girar, alejarse, y luego impulsarse hacia adelante como un toro cegado por el antojo a ver sesos desparramados en el pavimento. No pasaron más de varios minutos para que el tal escolta perdiera la compostura y fuera historia. La preocupación del señor Delacroix era inmensa, a punto de rogarle a la mujer que hiciera algo al respecto, porque él no se enfrentaría a alguien tan enérgico. Significaría un suicidio.
La señorita avanzó con confianza, sin necesidad de decir nada. Se daba a entender que ahora era su turno, así que permanecía vigilante en los siguientes movimientos. Sonreí con regocijo, considerando que ya llevaba tiempo atisbando su imponentes ojos brillantes. -Creo que debo irme.-Comentó un tipo al lado mío. No lo observé ni nada, aunque dejé que terminara de hablar. -No hay manera que la derrote. Prefiero sobrevivir que perder la vida por unos Aeros... Maldito Humberto.-Sin más preámbulo, lanzó una hoja al asfalto y empezó a caminar en rumbo a la ciudad. El pedazo de documento se enrolló en el suelo, escondiendo lo que decía en esta. En consecuencia, moví mi bota hacia el manuscrito para abrirla y vi que era justamente la oferta de trabajo que recibí. Era increíble que varias personas estaban siendo contratadas por el mismo encapuchado. ¿Por qué Humberto debe morir? ¿Cuál era la importancia de un hombre tan fracasado?
Los silbidos del viento resonaron por el puerto, creados por el filo del enmascarado, quien trataba de deshacerse de la bella mujer. Ella mostró algo más, aún cuando yo pensaba que alguien más poderoso no podía deambular por allí. Esquivó los ataques con unos reflejos impresionantes, como si ella leyera la mente del hombre antes de que él ejecutara los movimientos. No se sentía real, si no más bien una especie de magia, aún cuando la espada se desviaba sin que él lo quisiera. Ahora entendía lo que murmuró la persona que se acababa de escapar: La pelinegra no tenía tiempo para seguir aparentando que no era la reina del lugar. Me mordí el labio de la preocupación y traté de seguir alegre. Entre más observaban a la de ojos claros, más consideraban en largarse y continuar con sus vidas mundanas. Los que se quedaron podían contarse con los dedos.
La fiesta se terminó cuando su desasosiego lo llevó a buscar una muerte rápida contra ella, comprendiendo que eso también equivaldría en dejar espacios abiertos. La mano de la señorita no se veía con facilidad entre tanto desplazamiento y se dirigió a su arma. Todos pudieron ver cómo agarraba la daga a excepción del mercenario, quien estaba enfocado en decapitarla. Parpadeé por un milisegundo y abrí los ojos para ver un cuerpo inmóvil, ensartado desde la cabeza en una hoja que atravesó la mandíbula. Se apagó su sistema cerebral, quedando como un títere sosteniéndose gracias a la daga en presencia de la audiencia. La heroína del Árbol Madre acababa de salvar una vida por el pequeño precio de otra. Me recordó al entrenamiento de los asesinos, a las muertes que había ocasionado, al montón de enemigos que había exterminado, y a todas esos momentos en que pensé que perecería.
No podía escuchar lo que conversaban, ni tampoco me interesó hacerlo. Consideré mis opciones por segunda vez, digo, nadie me obligaba a cumplir con mi misión más que el deseo de enriquecerme. Tanta tribulación me hizo desconectarme de la realidad por un instante, tanto que ni siquiera oí la alarmante presencia de los guardias marchando hacia el puerto. Al alzar mi cabeza, noté que mi sujeto se perdía en la neblina junto con la muchacha. Era el turno de la luna para surcar los cielos, y de poco en poco, se oscureció cada rincón, ya consumido por la noche. -Mierda, no pueden ver quién soy.-Me alejé de las nueve personas que aún estaba ahí, y mientras daba pasos lentos hacia atrás, me estrellé con un tipo musculoso que llevaba un hacha desde sus tobillos hasta el hombro.
-Linda capucha, enano.-Respondió. Me volteé lentamente y lo único que divisé en frente era su pecho. Su altura superaba a la mía y casi que la doblaba. -En fin, no tengo tiempo para juegos. Debo ver tu rostro y prefiero no usar la fuerza.-Golpeó el pavimento con su arma y sentí cómo el aire trató de empujar mis piernas. No tenía otra alternativa más que hacer lo que él decía, esperando que no me reconocieran. Llevé mi mano hacia los trapos de mi rostro, ahora con intenciones de remover uno en uno, mostrando mi nariz, mi boca, y finalmente parte de mi barba que crecía con rapidez. El gigante no me quitaba la mirada de encima, y no se detenía en generar ansiedad con cada sacudida de la tierra con su hacha. Al descubrir mi rostro, no tardó en reírse el idiota ese. -Miren a quién tenemos aquí...-
Se me fue la respiración. Supe que ahora no tenía nada qué perder. No aguante más, y extendí mis brazos de manera teatral delante de todos. -¡Así es, gente!-Vociferé para los presentes. Los guardias no tardaron en acomodar sus cuerpos hacia mí, sorprendidos de mis agallas. -Soy Paul Brown Moreau. Me recordarán por beberme la sangre de sus queridos ciudadanos o de matar sus compañeros. Ustedes deciden por cuál.-Caminé en círculos, viendo de reojo a los personajes de la milicia que se encontraban incrédulos de lo que decía. El musculo que anteriormente intercambió palabras conmigo alzó su segur y lo dirigió con morosidad. Lo esquivé fácilmente, agachándome y colocando una de mis manos en el suelo. Me sostuve en esta misma extremidad y pateé el pecho del Berseker. Enseguida, el brillo de una katana pasó por mis ojos, así que me lancé hacia atrás hasta quedar sentado. Al distanciarme, ojeé mi alrededor para percatarme que los cinco militantes se aproximaban sin temor. Me iban a llover un montón de hostias si no averiguaba una manera de perderme.
Me mantuve en la misma posición y dejé que se acercaran un poco más. No me molesté en desenfundar mi espada, debido a que nada me motivaba a matarles. Como he mencionado previamente, ya era otra persona, aunque aún conservaba un poco de maldad. Al estar aproximadamente unos cuantos pies en mi rango, solté un ruidoso alarido. -Dolorem...-Súbitamente, todos cayeron arrodillados por un segundo para posicionar sus manos en la cabeza. Se trataron de levantar; no obstante, lo único que hicieron fue gatear y tratar de localizarme en mucha confusión.
Nos veremos después, queridos.-Me levanté y tomé una bocanada de aire, para luego dirigirme hacia Delacroix y la maga. Me moví con cierta prisa, pero también asegurándome que nadie me descubra. Volví a cubrir mi rostro, esquivaba y esquivaba gente, miraba hacia adelante, la buscaba por sus cualidades; delgada, cabello oscuro, iris resplandeciente, presencia abrumadora. No me detenía por ningún motivo, si no que cada vez que pasaba por una calle y no localizaba algo que llamara mi atención, lo ignoraba y continuaba con mi misión de hallarlos.
Don Humberto se manifestó a unos metros, al igual que la presunta guerrera. Estacioné mi cuerpo contra una de las paredes más cercanas a fin de adivinar cuál eran sus rumbos. -Tendré que platicar con ella. Me desgastaré físicamente si la enfrento y es probable que acabe conmigo...-
-Es casi hora de dormir, ¿no?-Sonreí ladinamente, apreciando después el aspecto de la luna. Pronto ellos posiblemente se irían a descansar y quizá buscaría una forma de dialogar con la bruja, todo con el propósito de convencerla.
_________________________Los fisgones empezaron a caminar hacia atrás, lentamente, mientras veían al mercenario avanzar con una velocidad casi inhumana. Al ver que este se acercaba a su objetivos, los espectadores de la zona salieron despavoridos hacia sus casas, algunos agitando sus manos en el aire para llamar la atención de los guardias. Los únicos que se quedaron eran los valientes, los que no le temían a la muerte, y los que podrían usar sus habilidades en caso de involucrarse en la batalla que acontecería pronto. Conviene subrayar que quien busca matar, inevitablemente preludia el hecho de que nadie de allí se iría sin que un ser muriera. Un homicidio era todo lo que se veía venir, y claramente, los críos no podían estar deambulando en una zona donde contemplarían algo horripilante. En mi caso, yo estaba emocionado por ver un espectáculo frente a mis ojos. ¿Será que ese asesino era capaz de reclamar su recompensa primero que yo? ¿Quién había recibido el pergamino a parte de los dos? A continuación se revelaría el destino de Humberto Delacroix.
Como esperaba, mi objetivo soltó un chillido lleno de miedo y buscó refugio en el cuerpo del Cibernético, a la vez que el guardaespaldas misterioso se dirigió al frente para recibir el ataque con una destreza magnífica. Tanto yo como la heroína nos quedamos estupefactos de ver la velocidad en que se movían; sin embargo, el asesino controlaba la gravedad como si él la hubiese inventado. Cada ataque era una justificación para girar, alejarse, y luego impulsarse hacia adelante como un toro cegado por el antojo a ver sesos desparramados en el pavimento. No pasaron más de varios minutos para que el tal escolta perdiera la compostura y fuera historia. La preocupación del señor Delacroix era inmensa, a punto de rogarle a la mujer que hiciera algo al respecto, porque él no se enfrentaría a alguien tan enérgico. Significaría un suicidio.
La señorita avanzó con confianza, sin necesidad de decir nada. Se daba a entender que ahora era su turno, así que permanecía vigilante en los siguientes movimientos. Sonreí con regocijo, considerando que ya llevaba tiempo atisbando su imponentes ojos brillantes. -Creo que debo irme.-Comentó un tipo al lado mío. No lo observé ni nada, aunque dejé que terminara de hablar. -No hay manera que la derrote. Prefiero sobrevivir que perder la vida por unos Aeros... Maldito Humberto.-Sin más preámbulo, lanzó una hoja al asfalto y empezó a caminar en rumbo a la ciudad. El pedazo de documento se enrolló en el suelo, escondiendo lo que decía en esta. En consecuencia, moví mi bota hacia el manuscrito para abrirla y vi que era justamente la oferta de trabajo que recibí. Era increíble que varias personas estaban siendo contratadas por el mismo encapuchado. ¿Por qué Humberto debe morir? ¿Cuál era la importancia de un hombre tan fracasado?
Los silbidos del viento resonaron por el puerto, creados por el filo del enmascarado, quien trataba de deshacerse de la bella mujer. Ella mostró algo más, aún cuando yo pensaba que alguien más poderoso no podía deambular por allí. Esquivó los ataques con unos reflejos impresionantes, como si ella leyera la mente del hombre antes de que él ejecutara los movimientos. No se sentía real, si no más bien una especie de magia, aún cuando la espada se desviaba sin que él lo quisiera. Ahora entendía lo que murmuró la persona que se acababa de escapar: La pelinegra no tenía tiempo para seguir aparentando que no era la reina del lugar. Me mordí el labio de la preocupación y traté de seguir alegre. Entre más observaban a la de ojos claros, más consideraban en largarse y continuar con sus vidas mundanas. Los que se quedaron podían contarse con los dedos.
La fiesta se terminó cuando su desasosiego lo llevó a buscar una muerte rápida contra ella, comprendiendo que eso también equivaldría en dejar espacios abiertos. La mano de la señorita no se veía con facilidad entre tanto desplazamiento y se dirigió a su arma. Todos pudieron ver cómo agarraba la daga a excepción del mercenario, quien estaba enfocado en decapitarla. Parpadeé por un milisegundo y abrí los ojos para ver un cuerpo inmóvil, ensartado desde la cabeza en una hoja que atravesó la mandíbula. Se apagó su sistema cerebral, quedando como un títere sosteniéndose gracias a la daga en presencia de la audiencia. La heroína del Árbol Madre acababa de salvar una vida por el pequeño precio de otra. Me recordó al entrenamiento de los asesinos, a las muertes que había ocasionado, al montón de enemigos que había exterminado, y a todas esos momentos en que pensé que perecería.
No podía escuchar lo que conversaban, ni tampoco me interesó hacerlo. Consideré mis opciones por segunda vez, digo, nadie me obligaba a cumplir con mi misión más que el deseo de enriquecerme. Tanta tribulación me hizo desconectarme de la realidad por un instante, tanto que ni siquiera oí la alarmante presencia de los guardias marchando hacia el puerto. Al alzar mi cabeza, noté que mi sujeto se perdía en la neblina junto con la muchacha. Era el turno de la luna para surcar los cielos, y de poco en poco, se oscureció cada rincón, ya consumido por la noche. -Mierda, no pueden ver quién soy.-Me alejé de las nueve personas que aún estaba ahí, y mientras daba pasos lentos hacia atrás, me estrellé con un tipo musculoso que llevaba un hacha desde sus tobillos hasta el hombro.
-Linda capucha, enano.-Respondió. Me volteé lentamente y lo único que divisé en frente era su pecho. Su altura superaba a la mía y casi que la doblaba. -En fin, no tengo tiempo para juegos. Debo ver tu rostro y prefiero no usar la fuerza.-Golpeó el pavimento con su arma y sentí cómo el aire trató de empujar mis piernas. No tenía otra alternativa más que hacer lo que él decía, esperando que no me reconocieran. Llevé mi mano hacia los trapos de mi rostro, ahora con intenciones de remover uno en uno, mostrando mi nariz, mi boca, y finalmente parte de mi barba que crecía con rapidez. El gigante no me quitaba la mirada de encima, y no se detenía en generar ansiedad con cada sacudida de la tierra con su hacha. Al descubrir mi rostro, no tardó en reírse el idiota ese. -Miren a quién tenemos aquí...-
Se me fue la respiración. Supe que ahora no tenía nada qué perder. No aguante más, y extendí mis brazos de manera teatral delante de todos. -¡Así es, gente!-Vociferé para los presentes. Los guardias no tardaron en acomodar sus cuerpos hacia mí, sorprendidos de mis agallas. -Soy Paul Brown Moreau. Me recordarán por beberme la sangre de sus queridos ciudadanos o de matar sus compañeros. Ustedes deciden por cuál.-Caminé en círculos, viendo de reojo a los personajes de la milicia que se encontraban incrédulos de lo que decía. El musculo que anteriormente intercambió palabras conmigo alzó su segur y lo dirigió con morosidad. Lo esquivé fácilmente, agachándome y colocando una de mis manos en el suelo. Me sostuve en esta misma extremidad y pateé el pecho del Berseker. Enseguida, el brillo de una katana pasó por mis ojos, así que me lancé hacia atrás hasta quedar sentado. Al distanciarme, ojeé mi alrededor para percatarme que los cinco militantes se aproximaban sin temor. Me iban a llover un montón de hostias si no averiguaba una manera de perderme.
Me mantuve en la misma posición y dejé que se acercaran un poco más. No me molesté en desenfundar mi espada, debido a que nada me motivaba a matarles. Como he mencionado previamente, ya era otra persona, aunque aún conservaba un poco de maldad. Al estar aproximadamente unos cuantos pies en mi rango, solté un ruidoso alarido. -Dolorem...-Súbitamente, todos cayeron arrodillados por un segundo para posicionar sus manos en la cabeza. Se trataron de levantar; no obstante, lo único que hicieron fue gatear y tratar de localizarme en mucha confusión.
Nos veremos después, queridos.-Me levanté y tomé una bocanada de aire, para luego dirigirme hacia Delacroix y la maga. Me moví con cierta prisa, pero también asegurándome que nadie me descubra. Volví a cubrir mi rostro, esquivaba y esquivaba gente, miraba hacia adelante, la buscaba por sus cualidades; delgada, cabello oscuro, iris resplandeciente, presencia abrumadora. No me detenía por ningún motivo, si no que cada vez que pasaba por una calle y no localizaba algo que llamara mi atención, lo ignoraba y continuaba con mi misión de hallarlos.
Don Humberto se manifestó a unos metros, al igual que la presunta guerrera. Estacioné mi cuerpo contra una de las paredes más cercanas a fin de adivinar cuál eran sus rumbos. -Tendré que platicar con ella. Me desgastaré físicamente si la enfrento y es probable que acabe conmigo...-
-Es casi hora de dormir, ¿no?-Sonreí ladinamente, apreciando después el aspecto de la luna. Pronto ellos posiblemente se irían a descansar y quizá buscaría una forma de dialogar con la bruja, todo con el propósito de convencerla.
off: He subrayado el uso de mi siguiente habilidad:
*-Chillido Siniestro: El señor de la voz emite un intenso chillido. Cualquiera a menos de 5 metros a la redonda pierde un 20% de destreza y tiene dificultad para percibir a sus enemigos correctamente. El efecto dura 2 turnos.
Enfriamiento: 4 turnos.
Paul Brown Moreau
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 445
Nivel de PJ : : 2
Re: El Retorno del Asesino [Trabajo] (Reike)
A Valeria no le sorprendió la rapidez con la que Delacroix pareció olvidarse de su anterior guardaespaldas, había conocido hombres así antes. Tampoco le inquietaba la certeza de que se olvidaría de ella con la misma celeridad si caía protegiéndolo. Después de todo, no tenía la menor intención de morirse en un futuro próximo. Menos aún, protegiendo a un tipo como él.
Si había enviado a Zero de recadero era en buena medida para no tener que enfrentar su mirada acusatoria si decidía quitarse de en medio en el próximo ataque. Cierto, tendría que enfrentar su mirada acusatoria cuando le contara la trágica muerte del sujeto, ante la que, lamentablemente, no había podido hacer nada, pero habiendo pasado el peligro, no corría el riesgo de dejarse llevar por esa carita infantil y arriesgar insensatamente el pellejo.
«Lo llevaré al Hekshold», se dijo. «Después de todo, le ofrecieron una plaza en su día. Seguro que allí le enseñan a pensar de manera sensata».
El contacto de Delacroix resultó ser el dueño de una casa de subastas. Recientemente, habían recibido un lote muy particular de un mercader caído en desgracia que había tenido que empeñar su excéntrica colección para pagar a sus acreedores.
Los dos hombres intercambiaron palabras amables primero, acaloradas después y, finalmente, a Valeria le fueron entregados un par de cuchillos de bellísima factura, pero que, lanzados con su magia, antes le pondrían un ojo morado al contrario que traspasar la carne con su filo. Pero mejor era un ojo morado que nada. Además, le salieron gratis, por más que suerte tendría si llegaban enteros al final de ese trabajo.
El Pasiflora hacía honor a su fama. Era un edificio de varias plantas con fachada de piedra, decorado con columnas y relieves de alabastro y multitud de flores y enredaderas partiendo de las varias ventanas y balcones. Valeria no pudo dejar de fijarse en el grupo de guardias que vigilaban la entrada. Un familiar hormigueo en la piel le indicó que al menos uno de ellos podía manipular el éter(1). El interior del local estaba decorado de manera suntuosa, un tanto exagerada en opinión de Valeria, pero resultaba evidente que la clientela que recibían disfrutaba de los lujos.
Su entrada causó un cierto revuelo. Encantada de recibir en su humilde establecimiento a una renombrada heroína, la dueña no tardó ni medio suspiro en organizar un desfile con sus mejores activos. ¿Hombre, mujer, toro?, lo que prefiera la señora. Cuando resultó evidente que la heroína no venía en calidad de cliente, sino de guardaespaldas, los ánimos se tornaron un tanto más nerviosos. La dueña aseguró a Valeria que aquel era un establecimiento seguro, grandes personalidades acuden a nuestro establecimiento, ve usted, la seguridad y la discreción son nuestras mayores prioridades. Valeria alabó el aspecto de los guardias que deambulaban disimuladamente por los pasillos y los ánimos se calmaron un poco.
Delacroix escogió para aquella noche la compañía de un hombre con patas, cola y cuernos de cabra. Se presentó prácticamente desnudo, con unas tiras de cuero a modo de camisa que no ocultaban su extraordinariamente peludo pecho, pero con el rostro primorosamente afeitado y perfumado. Supuestamente, era era un muchacho joven, pero Valeria no habría sabido decir, le resultaba difícil calcular la edad cuando había rasgos animales en juego. ¿Cómo era, un año suyo equivalía a cinco años humanos? Tanto daba, su cometido era proteger la vida de Delacroix, no su monedero.
Subieron a la habitación y se formó un silencio incómodo en la entrada durante los tres o cuatro latidos que le llevó a Valeria darse cuenta de que probablemente estaban esperando a que entrara a revisar que no hubiera algún peligro esperando en la estancia. Carraspeó y entró a cumplir con su obligación. No había nadie escondido en el armario con espejo ni agazapado bajo la mesa o la cama. La fruta que descansaba sobre la bandeja de plata no olía de manera sospechosa. Probó una uva al azar. Sabía a uva y no la mató al instante, así que la dio por buena.
El único inconveniente que encontró fue el amplio balcón que daba al jardín trasero. Alguien podría tratar de colarse por allí, desde otra habitación o burlando la seguridad de la parte de atrás del local, lo que obligaba a situar dos vigilantes, uno en cada puerta, o vigilar ambas desde el interior de la habiltación. Valeria no sentía la menor inclinación por quedarse a ver cómo su cliente se follaba a una cabra («¿un cabro?, ¿un cabrón?, bah, qué más da»), pero Delacroix no quería ni oír hablar de cambiarse a una habitación sin ventana, así que optó por una solución intermedia: apostarse en el balcón. Después de todo, la seguridad en el interior del establecimiento parecía sólida y, si alguien se las arreglaba para entrar por la puerta y rebanarle el pescuezo al mentecato, siempre podía echar la culpa a los guardias y largarse con el dinero que ya había cobrado. Aún así, procuró situarse de tal forma que tuviera una rápida visión de la puerta de entrada, en el caso de que las actividades que se llevaran a cabo en el interior de la habitación le permitieran oír algo sospechoso.
Mientras tanto, Zero había seguido al pie de la letra las instrucciones de la señorita Reike, por más que algunas líneas le habían resultado extrañas.
----------
OFF:(1) Habilidad racial: Don Mágico: Puedo sentir el flujo del Éter, detectando a usuarios de la magia u objetos mágicos que pueda ver (sin distinguir detalles).
Si había enviado a Zero de recadero era en buena medida para no tener que enfrentar su mirada acusatoria si decidía quitarse de en medio en el próximo ataque. Cierto, tendría que enfrentar su mirada acusatoria cuando le contara la trágica muerte del sujeto, ante la que, lamentablemente, no había podido hacer nada, pero habiendo pasado el peligro, no corría el riesgo de dejarse llevar por esa carita infantil y arriesgar insensatamente el pellejo.
«Lo llevaré al Hekshold», se dijo. «Después de todo, le ofrecieron una plaza en su día. Seguro que allí le enseñan a pensar de manera sensata».
El contacto de Delacroix resultó ser el dueño de una casa de subastas. Recientemente, habían recibido un lote muy particular de un mercader caído en desgracia que había tenido que empeñar su excéntrica colección para pagar a sus acreedores.
Los dos hombres intercambiaron palabras amables primero, acaloradas después y, finalmente, a Valeria le fueron entregados un par de cuchillos de bellísima factura, pero que, lanzados con su magia, antes le pondrían un ojo morado al contrario que traspasar la carne con su filo. Pero mejor era un ojo morado que nada. Además, le salieron gratis, por más que suerte tendría si llegaban enteros al final de ese trabajo.
El Pasiflora hacía honor a su fama. Era un edificio de varias plantas con fachada de piedra, decorado con columnas y relieves de alabastro y multitud de flores y enredaderas partiendo de las varias ventanas y balcones. Valeria no pudo dejar de fijarse en el grupo de guardias que vigilaban la entrada. Un familiar hormigueo en la piel le indicó que al menos uno de ellos podía manipular el éter(1). El interior del local estaba decorado de manera suntuosa, un tanto exagerada en opinión de Valeria, pero resultaba evidente que la clientela que recibían disfrutaba de los lujos.
Su entrada causó un cierto revuelo. Encantada de recibir en su humilde establecimiento a una renombrada heroína, la dueña no tardó ni medio suspiro en organizar un desfile con sus mejores activos. ¿Hombre, mujer, toro?, lo que prefiera la señora. Cuando resultó evidente que la heroína no venía en calidad de cliente, sino de guardaespaldas, los ánimos se tornaron un tanto más nerviosos. La dueña aseguró a Valeria que aquel era un establecimiento seguro, grandes personalidades acuden a nuestro establecimiento, ve usted, la seguridad y la discreción son nuestras mayores prioridades. Valeria alabó el aspecto de los guardias que deambulaban disimuladamente por los pasillos y los ánimos se calmaron un poco.
Delacroix escogió para aquella noche la compañía de un hombre con patas, cola y cuernos de cabra. Se presentó prácticamente desnudo, con unas tiras de cuero a modo de camisa que no ocultaban su extraordinariamente peludo pecho, pero con el rostro primorosamente afeitado y perfumado. Supuestamente, era era un muchacho joven, pero Valeria no habría sabido decir, le resultaba difícil calcular la edad cuando había rasgos animales en juego. ¿Cómo era, un año suyo equivalía a cinco años humanos? Tanto daba, su cometido era proteger la vida de Delacroix, no su monedero.
Subieron a la habitación y se formó un silencio incómodo en la entrada durante los tres o cuatro latidos que le llevó a Valeria darse cuenta de que probablemente estaban esperando a que entrara a revisar que no hubiera algún peligro esperando en la estancia. Carraspeó y entró a cumplir con su obligación. No había nadie escondido en el armario con espejo ni agazapado bajo la mesa o la cama. La fruta que descansaba sobre la bandeja de plata no olía de manera sospechosa. Probó una uva al azar. Sabía a uva y no la mató al instante, así que la dio por buena.
El único inconveniente que encontró fue el amplio balcón que daba al jardín trasero. Alguien podría tratar de colarse por allí, desde otra habitación o burlando la seguridad de la parte de atrás del local, lo que obligaba a situar dos vigilantes, uno en cada puerta, o vigilar ambas desde el interior de la habiltación. Valeria no sentía la menor inclinación por quedarse a ver cómo su cliente se follaba a una cabra («¿un cabro?, ¿un cabrón?, bah, qué más da»), pero Delacroix no quería ni oír hablar de cambiarse a una habitación sin ventana, así que optó por una solución intermedia: apostarse en el balcón. Después de todo, la seguridad en el interior del establecimiento parecía sólida y, si alguien se las arreglaba para entrar por la puerta y rebanarle el pescuezo al mentecato, siempre podía echar la culpa a los guardias y largarse con el dinero que ya había cobrado. Aún así, procuró situarse de tal forma que tuviera una rápida visión de la puerta de entrada, en el caso de que las actividades que se llevaran a cabo en el interior de la habitación le permitieran oír algo sospechoso.
Mientras tanto, Zero había seguido al pie de la letra las instrucciones de la señorita Reike, por más que algunas líneas le habían resultado extrañas.
----------
OFF:(1) Habilidad racial: Don Mágico: Puedo sentir el flujo del Éter, detectando a usuarios de la magia u objetos mágicos que pueda ver (sin distinguir detalles).
Reike
Admin
Admin
Cantidad de envíos : : 1878
Nivel de PJ : : 5
Re: El Retorno del Asesino [Trabajo] (Reike)
La noche se manifestó en la ciudad de Lunargenta, cubriendo cada rincón con su aura lóbrega y misteriosa. A pesar de ser un lugar excesivamente patrullada por los guardias, aún se lograba percibir esa sensación inconfundible de peligro que, lentamente, se apoderaba de la multitud y los obligaba a dirigirse a sus casas, todo con el objetivo de sobrevivir un día más. Cabe recalcar que en sí ya no era un buen día, y eso era claro para los vendedores ambulantes, quienes murmuraban rumores sobre aquel asesino que perdió su vida en manos de la Heroína. Unos comentaban que aquel individuo era el hijo de una pobre señora que vivía de limosnas, otros afirmaban que había sido enviado por un grupo de mercenarios provenientes de los Reinos del Oeste, pero nadie sabía su historia con certeza y su cráneo estaba tan desfigurado que ni se le reconocía el rostro. Esos pergaminos seguían esparciéndose por toda la zona, convirtiéndose en una red maligna de guerreros que simplemente buscaban recibir Aeros sin esforzarse demasiado.
Aún habían preguntas que en su momento no me atrevía a indagar, como por ejemplo, ¿Quién es Delacroix?, ¿por qué quieren su cabeza?, ¿Cuál es la intención y el motivo de sus plegarias? Él ni siquiera ha denegado rotundamente el hecho de ser culpable de algo, es más, contratar a una mujer tan poderosa me hace pensar que este hombre no tiene las manos limpias. Él sabe que le quieren muerto y sus enemigos son increíblemente fuertes. Sin más preámbulo, continué con mi misión y seguí a unos guardias que se dirigían al lugar donde perdí de vista a Humberto y a su nueva guardaespaldas. Mientras caminábamos, traté de ser cauteloso para que no notaran mi presencia. En medio de tantos pasos milimétricamente calculados, escuché la conversación de estos dos hombres.
-Es preocupante... Hace poco capturamos a una señorita que solía ser parte de la milicia.-
-Déjame adivinar... También quería liquidar a ese tipo-Respondió el soldado con mucho enojo.
-Efectivamente, es más, lo más curioso es la habilidad de estos mercenarios.-Mientras conversaba, llevó su mano hacia su matraz llena de "agua" y empezó a beber de esta, dejando caer aquel chorro en su boca, para después cerrarla y dejar que esta se regara por todo su rostro. -No sé para quién trabajan, pero ese imbécil hizo un buen trabajo al seleccionar los mas hábiles. Hemos perdido unos cuantos hombres a manos de estos asesinos, todo por tratar de defender al tal Humberto.-Al guardar su botella, pegó un suspiro profundo y empuñó sus manos, posiblemente del estrés que le generaba trabajar en la guardia.
-¿Qué deberíamos hacer? Digo, en cualquier momento todo podría salirse de control-Las calles se veían desoladas, entre más avanzábamos, el tumulto de personas disminuía al punto de hallar solamente los vigilantes de la zona, quienes provenían de una elegante Pasiflora ubicada en la ciudad. Allí alcancé a ver el cabello oscuro y el rostro ligeramente pálido de la Heroína. Para ser sincero, era difícil olvidar su preciosa apariencia y sus labios simétricamente perfectos, brillantes como el sol ante la penumbra del lugar. Si no hubiese escuchado de que se trataba de una bruja, quizás pensaría que ella es una vampira al igual que yo. -Estar atentos. Deberías entrar a ese edificio y revisar que todo esté en orden.-Ordenó el hombre de la matraz con "agua" de olor fuerte. Sin más preámbulo, el otro asintió con su cabeza y fue en camino a la posada.
Le seguí con cautela, distanciándonos paulatinamente de aquella construcción. El guardia parecía que no sospechaba de nada, porque primeramente ni se molestaba en girar y revisar sus alrededores. Sonreí con picardía al pensar en una idea algo imprevista: El sujeto está claramente borracho y no sería nada difícil robarle el traje de guardia. Podría asfixiarle, golpear su rostro hasta que quede inconsciente, torturarlo, beber su sangre, convertirlo en vampiro y llevarle a la "Posada de Abadón" para probar la efectividad de mis antídotos venenoso o simplemente matarle. No obstante, a pesar de que aquellos pensamientos deambulaban en mi cabeza, tenía claro que yo era una persona diferente. Ese Paul que mataba y quería generar caos ya no existe; he renacido en alguien más misericordioso.
Entre tanta meditación, me percaté que el soldado se detuvo por un segundo. Justo cuando él dio su último paso, yo quedé con un pie en el aire. Pasaron unos segundos, horas para mí, hasta que el de la milicia volteó a la izquierda para entrar en un callejón inhabitado. Le perdí de vista por un instante, así que me adelanté con prisa hasta llegar al mismo pasadizo. Al rotar mi rostro, sentí un fuerte puñetazo en la mejilla que me lanzó al suelo. -Me estabas siguiendo, idiota. ¿Qué crees? ¿Que no me daría cuenta?-Procedió a darme una patada en el estómago. El aire que quedaba en este salió con pedazos de saliva que me tenían atragantado con la sangre bajando de mi nariz. -Sé que trabajas para ese idiota, porque no encuentro otra razón para que me siguieras-Me agarró de la camisa, en otro acto de dominación, alzándome y estrellándome contra la pared para fijar su mirada en la mía. -Y ahora me dirás quién es él o dejaré tu cadaver aquí para los gusanos, ¿entendido?-
-Entendido...-Traté de pronunciar aquellas palabras, pero su frenesí era tan impetuoso que cortaba un poco mi respiración. Sus nudillos estaban enterrados en mi prominencia laríngea y tomaría menos de unos minutos para que rompiera mi vestidura. En todo el tiempo, no dejé de sonreír, e incluso, empecé a reír al verle tan enojado. Esto lo único que logró fue que el hombre se llenara de furia y llevara su extremidad derecha hacia la daga de su bolsillo. Alcancé a oír el acero silbante al desfundarse, teniendo en cuenta que me quedaba poco para hacer algo o este tipo acabaría con mi vida.
*Mis pupilas se dilataron cuando fruncí el ceño. Lo agarré con una mano del cuello, obligándolo a que me siguiera contemplando, mientras que usé mi otra mano para detener su arma afilada. Este humano estaba confundido al principio, pero después sintió algo extraño, era obvio adivinar que sentía miedo. Él percibió que no se trataba de un ser cualquiera, si no de un vampiro siniestro que usaba una especie de magia para parecer más temible.-¿Q...Qué coño eres?...-No pudo describir lo que él vio, ni siquiera yo supe qué él vio, pero yo estaba seguro de que esta habilidad siempre funcionaba. -Soy la oscuridad.-Acto seguido, empezamos a forcejear con la daga. Él trató de hundirla en mi pecho, mientras que yo la empujaba lejos de mí, y con dificultad, hacía que el filo apuntara a su dirección. -Y para tu información, no sé de quién hablas.-Musité entre tanta resistencia para no perder la vida. Era claro que si alguien se cansaba, podría terminar muerto.
El olor de mis fosas nasales era exquisito a pesar de que se trataba de mi propia sangre. Quería más, quería más agresión, más dolor, más tormento, más miedo del que aquel hombre mostró. En un movimiento rápido, él trató de golpearme con su frente, pero logré alejar mi cara antes de que experimentara el impacto. Sus ganas de sobrevivir me incitaban a asesinarle; era un deseo muy difícil de controlar aún cuando primeramente pensé que lo había dejado atrás. Por un lado, era más que necesario cometer un homicidio, pero por otro lado, esto iría en contra de mis nuevos estatutos y simplemente corroboraría la creencia de que "los vampiros somos gente maligna".
Para su infortunio, el hombre se resbaló gracias a la humedad del suelo y caí justo encima de él. Tuve la oportunidad de matarle en ese preciso momento. La daga quedó en mis manos, apuntando directamente a su cuello. -Hazlo. ¿A qué le temes?-Preguntó, ya resignado aunque estupefacto al darse cuenta que aún estaba vivo. -No...-Tartamudeé, indeciso de acabar con su vida. Me preocupaba que al matarlo, esto se volviera una adicción así como antes.
-¿Entonces cómo matarás a Humberto si no puedes liquidarme? Sigue tu maldito instinto, monstruo.-Dijo, aumentando su voz en la última palabra. Era diferente para mí exterminar a alguien por dinero que por simple capricho. Él no era nada más ni nada menos que un obstáculo en el camino, más no mi objetivo principal. No obstante, había algo que no le podía perdonar a ese tipo y era el nombre denigrante que usó contra mi especie. No soy un monstruo.
Sin vacilación alguna, clavé su propio puñal en lo más profundo de su garganta. Sus ojos quedaron abiertos como platos, casi afuera de sus orbitas. Me quedé inmóvil para examinar su rostro y deleitarme del terror que le ocasionaba. -Deberías intentar decirlo de nuevo.-Sonreí ladinamente y volví a excavar cada tendón de su pescuezo. Lo hice varias veces, hasta que finalmente me contuve o si no tendría que limpiar todo su traje de guardia, ya que ese delicioso líquido rojizo se empezó a esparcir en varias direcciones.
Le removí su atuendo, analizando de cerca cómo lo llevaba puesto para no levantar sospechas.
----------------------------------------------------------------
Finalmente pude acceder al edificio anteriormente mencionado, estudiando cada habitación y la cantidad incontable de soldados que deambulaban por cada pasillo, cuarto, sala, y hasta los balcones. El casco de guardia era supremamente pesado y no se podía respirar con mucha libertad, pero era muy efectivo en pasar desapercibido de lo demás. Inicialmente me sentía preocupado porque sabía que ese otro guardia estaba aquí, y si fuera a encontrarme, no sabría cómo comportarme con él. Es probable que escucharía alguna anomalía en nuestras voces y desconfiaría de mí.
Después de pasar por varios cuartos, me pareció oír la voz de Humberto gimiendo adentro de un dormitorio. Me dirigí hacia allá con una velocidad imparable, aunque también sin correr o eso alarmaría a todos los miembros de la milicia. Llegué, estando exactamente a una puerta de acabar con Delacroix. Planeé mi siguiente movimiento en silencio. Si llegase a entrar y a atacar al viejo ese, era probable que su guardaespaldas aprovecharía para eliminarme con facilidad. Si no entraba, ellos se irían a primera hora en la mañana y nunca podría reclamar mi dinero. Qué dilema tan fastidioso.
Opté por entrar a la habitación de la derecha la cual estaba desolada y me desplacé hacia el balcón de esta. Una vez en ella, divisé a la Heroína de ojos resplandecientes. Los balcones estaban prácticamente a unos centímetros del uno al otro, así que no había necesidad de saltar; lo único complejo era subirse al borde de mármol que dividía cada balcón. Sin ningún problema, me encaramé en este y me trasladé al balcón donde se ubicaba la señorita. Caminé hacia ella con tranquilidad, tratando de actuar como el típico guardia serio y seguro de sí mismo.
-Un gusto conocerle, heroína.-Me arrodillé en una pierna, mientras que una de mis manos estaba empuñada y recostada contra mi pectoral derecho. Después, volví a levantarme, sacudiendo mi pantalón. -Disculpe por entrar de una manera tan... Extraña. No quería interrumpir lo que está sucediendo en ese cuarto-Hablé, seguido por un fuerte jadeo de Humberto, quien estaba disfrutando su noche de lo máximo. Su última noche.
-En fin, quería comunicarle que usted no necesita estar aquí. Lo tenemos todo bajo control.-Susurré en una voz grave y pacífica. -Usted puede irse a descansar y regresar por la mañana. Yo me encargaré de que Delacroix esté sano y salvo. La habitación de la derecha está vacía; ahí puede dormir.-Esperé su respuesta. Si ella aceptaba mi propuesta, ya lo otro sería fácil de ejecutar. Sin embargo, si ella denagaba esta, aún yo tenía otro plan.
-----------------------------------------------Aún habían preguntas que en su momento no me atrevía a indagar, como por ejemplo, ¿Quién es Delacroix?, ¿por qué quieren su cabeza?, ¿Cuál es la intención y el motivo de sus plegarias? Él ni siquiera ha denegado rotundamente el hecho de ser culpable de algo, es más, contratar a una mujer tan poderosa me hace pensar que este hombre no tiene las manos limpias. Él sabe que le quieren muerto y sus enemigos son increíblemente fuertes. Sin más preámbulo, continué con mi misión y seguí a unos guardias que se dirigían al lugar donde perdí de vista a Humberto y a su nueva guardaespaldas. Mientras caminábamos, traté de ser cauteloso para que no notaran mi presencia. En medio de tantos pasos milimétricamente calculados, escuché la conversación de estos dos hombres.
-Es preocupante... Hace poco capturamos a una señorita que solía ser parte de la milicia.-
-Déjame adivinar... También quería liquidar a ese tipo-Respondió el soldado con mucho enojo.
-Efectivamente, es más, lo más curioso es la habilidad de estos mercenarios.-Mientras conversaba, llevó su mano hacia su matraz llena de "agua" y empezó a beber de esta, dejando caer aquel chorro en su boca, para después cerrarla y dejar que esta se regara por todo su rostro. -No sé para quién trabajan, pero ese imbécil hizo un buen trabajo al seleccionar los mas hábiles. Hemos perdido unos cuantos hombres a manos de estos asesinos, todo por tratar de defender al tal Humberto.-Al guardar su botella, pegó un suspiro profundo y empuñó sus manos, posiblemente del estrés que le generaba trabajar en la guardia.
-¿Qué deberíamos hacer? Digo, en cualquier momento todo podría salirse de control-Las calles se veían desoladas, entre más avanzábamos, el tumulto de personas disminuía al punto de hallar solamente los vigilantes de la zona, quienes provenían de una elegante Pasiflora ubicada en la ciudad. Allí alcancé a ver el cabello oscuro y el rostro ligeramente pálido de la Heroína. Para ser sincero, era difícil olvidar su preciosa apariencia y sus labios simétricamente perfectos, brillantes como el sol ante la penumbra del lugar. Si no hubiese escuchado de que se trataba de una bruja, quizás pensaría que ella es una vampira al igual que yo. -Estar atentos. Deberías entrar a ese edificio y revisar que todo esté en orden.-Ordenó el hombre de la matraz con "agua" de olor fuerte. Sin más preámbulo, el otro asintió con su cabeza y fue en camino a la posada.
Le seguí con cautela, distanciándonos paulatinamente de aquella construcción. El guardia parecía que no sospechaba de nada, porque primeramente ni se molestaba en girar y revisar sus alrededores. Sonreí con picardía al pensar en una idea algo imprevista: El sujeto está claramente borracho y no sería nada difícil robarle el traje de guardia. Podría asfixiarle, golpear su rostro hasta que quede inconsciente, torturarlo, beber su sangre, convertirlo en vampiro y llevarle a la "Posada de Abadón" para probar la efectividad de mis antídotos venenoso o simplemente matarle. No obstante, a pesar de que aquellos pensamientos deambulaban en mi cabeza, tenía claro que yo era una persona diferente. Ese Paul que mataba y quería generar caos ya no existe; he renacido en alguien más misericordioso.
Entre tanta meditación, me percaté que el soldado se detuvo por un segundo. Justo cuando él dio su último paso, yo quedé con un pie en el aire. Pasaron unos segundos, horas para mí, hasta que el de la milicia volteó a la izquierda para entrar en un callejón inhabitado. Le perdí de vista por un instante, así que me adelanté con prisa hasta llegar al mismo pasadizo. Al rotar mi rostro, sentí un fuerte puñetazo en la mejilla que me lanzó al suelo. -Me estabas siguiendo, idiota. ¿Qué crees? ¿Que no me daría cuenta?-Procedió a darme una patada en el estómago. El aire que quedaba en este salió con pedazos de saliva que me tenían atragantado con la sangre bajando de mi nariz. -Sé que trabajas para ese idiota, porque no encuentro otra razón para que me siguieras-Me agarró de la camisa, en otro acto de dominación, alzándome y estrellándome contra la pared para fijar su mirada en la mía. -Y ahora me dirás quién es él o dejaré tu cadaver aquí para los gusanos, ¿entendido?-
-Entendido...-Traté de pronunciar aquellas palabras, pero su frenesí era tan impetuoso que cortaba un poco mi respiración. Sus nudillos estaban enterrados en mi prominencia laríngea y tomaría menos de unos minutos para que rompiera mi vestidura. En todo el tiempo, no dejé de sonreír, e incluso, empecé a reír al verle tan enojado. Esto lo único que logró fue que el hombre se llenara de furia y llevara su extremidad derecha hacia la daga de su bolsillo. Alcancé a oír el acero silbante al desfundarse, teniendo en cuenta que me quedaba poco para hacer algo o este tipo acabaría con mi vida.
*Mis pupilas se dilataron cuando fruncí el ceño. Lo agarré con una mano del cuello, obligándolo a que me siguiera contemplando, mientras que usé mi otra mano para detener su arma afilada. Este humano estaba confundido al principio, pero después sintió algo extraño, era obvio adivinar que sentía miedo. Él percibió que no se trataba de un ser cualquiera, si no de un vampiro siniestro que usaba una especie de magia para parecer más temible.-¿Q...Qué coño eres?...-No pudo describir lo que él vio, ni siquiera yo supe qué él vio, pero yo estaba seguro de que esta habilidad siempre funcionaba. -Soy la oscuridad.-Acto seguido, empezamos a forcejear con la daga. Él trató de hundirla en mi pecho, mientras que yo la empujaba lejos de mí, y con dificultad, hacía que el filo apuntara a su dirección. -Y para tu información, no sé de quién hablas.-Musité entre tanta resistencia para no perder la vida. Era claro que si alguien se cansaba, podría terminar muerto.
El olor de mis fosas nasales era exquisito a pesar de que se trataba de mi propia sangre. Quería más, quería más agresión, más dolor, más tormento, más miedo del que aquel hombre mostró. En un movimiento rápido, él trató de golpearme con su frente, pero logré alejar mi cara antes de que experimentara el impacto. Sus ganas de sobrevivir me incitaban a asesinarle; era un deseo muy difícil de controlar aún cuando primeramente pensé que lo había dejado atrás. Por un lado, era más que necesario cometer un homicidio, pero por otro lado, esto iría en contra de mis nuevos estatutos y simplemente corroboraría la creencia de que "los vampiros somos gente maligna".
Para su infortunio, el hombre se resbaló gracias a la humedad del suelo y caí justo encima de él. Tuve la oportunidad de matarle en ese preciso momento. La daga quedó en mis manos, apuntando directamente a su cuello. -Hazlo. ¿A qué le temes?-Preguntó, ya resignado aunque estupefacto al darse cuenta que aún estaba vivo. -No...-Tartamudeé, indeciso de acabar con su vida. Me preocupaba que al matarlo, esto se volviera una adicción así como antes.
-¿Entonces cómo matarás a Humberto si no puedes liquidarme? Sigue tu maldito instinto, monstruo.-Dijo, aumentando su voz en la última palabra. Era diferente para mí exterminar a alguien por dinero que por simple capricho. Él no era nada más ni nada menos que un obstáculo en el camino, más no mi objetivo principal. No obstante, había algo que no le podía perdonar a ese tipo y era el nombre denigrante que usó contra mi especie. No soy un monstruo.
Sin vacilación alguna, clavé su propio puñal en lo más profundo de su garganta. Sus ojos quedaron abiertos como platos, casi afuera de sus orbitas. Me quedé inmóvil para examinar su rostro y deleitarme del terror que le ocasionaba. -Deberías intentar decirlo de nuevo.-Sonreí ladinamente y volví a excavar cada tendón de su pescuezo. Lo hice varias veces, hasta que finalmente me contuve o si no tendría que limpiar todo su traje de guardia, ya que ese delicioso líquido rojizo se empezó a esparcir en varias direcciones.
Le removí su atuendo, analizando de cerca cómo lo llevaba puesto para no levantar sospechas.
----------------------------------------------------------------
Finalmente pude acceder al edificio anteriormente mencionado, estudiando cada habitación y la cantidad incontable de soldados que deambulaban por cada pasillo, cuarto, sala, y hasta los balcones. El casco de guardia era supremamente pesado y no se podía respirar con mucha libertad, pero era muy efectivo en pasar desapercibido de lo demás. Inicialmente me sentía preocupado porque sabía que ese otro guardia estaba aquí, y si fuera a encontrarme, no sabría cómo comportarme con él. Es probable que escucharía alguna anomalía en nuestras voces y desconfiaría de mí.
Después de pasar por varios cuartos, me pareció oír la voz de Humberto gimiendo adentro de un dormitorio. Me dirigí hacia allá con una velocidad imparable, aunque también sin correr o eso alarmaría a todos los miembros de la milicia. Llegué, estando exactamente a una puerta de acabar con Delacroix. Planeé mi siguiente movimiento en silencio. Si llegase a entrar y a atacar al viejo ese, era probable que su guardaespaldas aprovecharía para eliminarme con facilidad. Si no entraba, ellos se irían a primera hora en la mañana y nunca podría reclamar mi dinero. Qué dilema tan fastidioso.
Opté por entrar a la habitación de la derecha la cual estaba desolada y me desplacé hacia el balcón de esta. Una vez en ella, divisé a la Heroína de ojos resplandecientes. Los balcones estaban prácticamente a unos centímetros del uno al otro, así que no había necesidad de saltar; lo único complejo era subirse al borde de mármol que dividía cada balcón. Sin ningún problema, me encaramé en este y me trasladé al balcón donde se ubicaba la señorita. Caminé hacia ella con tranquilidad, tratando de actuar como el típico guardia serio y seguro de sí mismo.
-Un gusto conocerle, heroína.-Me arrodillé en una pierna, mientras que una de mis manos estaba empuñada y recostada contra mi pectoral derecho. Después, volví a levantarme, sacudiendo mi pantalón. -Disculpe por entrar de una manera tan... Extraña. No quería interrumpir lo que está sucediendo en ese cuarto-Hablé, seguido por un fuerte jadeo de Humberto, quien estaba disfrutando su noche de lo máximo. Su última noche.
-En fin, quería comunicarle que usted no necesita estar aquí. Lo tenemos todo bajo control.-Susurré en una voz grave y pacífica. -Usted puede irse a descansar y regresar por la mañana. Yo me encargaré de que Delacroix esté sano y salvo. La habitación de la derecha está vacía; ahí puede dormir.-Esperé su respuesta. Si ella aceptaba mi propuesta, ya lo otro sería fácil de ejecutar. Sin embargo, si ella denagaba esta, aún yo tenía otro plan.
*Habilidad racial: Presencia Vampírica: [Mágica] Puedo alterar la percepción de los demás sobre mí, haciéndoles verme más aterrador o atractivo, sin que sepan por qué.
Paul Brown Moreau
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 445
Nivel de PJ : : 2
Re: El Retorno del Asesino [Trabajo] (Reike)
Zero vigiló el pequeño edificio, cuya pintura descascarillada dejaba ver amplias secciones de adobe desnudo, hasta que se apagaron las luces de la primera planta, como la señorita Reike le había indicado. Después se encaminó a la parte de atrás, donde halló una puerta de madera, aparentemente envejecida, pero que, tras un vistazo más detallado, se percibía sólida y bien anclada al marco. Dio tres toques en la puerta con los nudillos y esperó.
Durante unos segundos, no ocurrió nada, pero cuando el chico estaba a punto de llamar por segunda vez, oyó un ruido en el interior. La puerta se abrió una rendija, dejando escapar la luz rojiza y el olor requemado de una lámpara de aceite. Tras la luz, se asomó la cara de un hombre completamente calvo, pero con una espesa barba grisácea.
—¿Qué quieres, niño? ¿No deberías estar en la cama? —preguntó con voz áspera.
—¿Es usted Matrim? —preguntó a su vez Zero. El hombre concordaba con la descripción que le había dado la señorita Reike, pero no estaba de más comprobarlo.
—¿Quién quiere saberlo? —dijo el hombre, continuando la cadena de preguntas.
—Me envía Amelia —dijo Zero, concediendo que alguien tendría que empezar a dar respuestas para que aquella conversación llegara a algún sitio.
Al pequeño bio-cibernético no le agradaba la idea de mentir, pero la señorita Reike le había explicado, un tanto irritada, que se trataba de una especie de código y que tenía que seguirlo al pie de la letra y jamás mencionar su propio nombre ni el de ella. Ojalá hubiera tenido tiempo para explicarle por qué.
—No conozco a nunguna Amelia —dijo el hombre, dando un paso atrás para cerrar de nuevo la puerta—. Vete a dormir, niño.
Pero la señorita ya le había explicado a Zero que aquello pasaría, así que el niño no dudó en interponer su porpio pie para que la puerta no llegara a cerrarse.
—Le envía recuerdos de Kayele —dijo.
El hombre observó al muchacho por un instante antes de abrir de nuevo la puerta e invitarlo a entrar con un gesto de cabeza. En su rostro apareció una sonrisa que dejó al descubieto una dentadura amarillenta con varios huecos vacíos.
—Perdona, muchacho, había entendido “Amalia”.
Zero accedió a una habitación sin ventanas, aunque con una estrecha puerta de aspecto mazizo en una de las paredes laterales. Un escritorio, que parecía inmenso en aquel cuarto tan pequeño, ocupaba el centro de la estancia. Varios pliegos de papel y un par de diminutos cofres cubrían su superficie. A su lado, sobre un barril, descansaba la lámpara que alumbraba el habitáculo y, ocultando por completo la pared del fondo, podía verse una estantería repleta de fajos de papeles, botellas de colores y más de aquellos cofres en miniatura.
El hombre (Matrim, debía suponer), cerró la puerta, que produjo un ruido más pesado de lo que cabría esperar, dado el aspecto envejecido que mostraba al exterior. Caminó hasta el escritorio y se sentó ante él, haciéndole un gesto a Zero para que ocupara la única otra silla de la estancia.
—Dime, ¿qué necesita Amelia de un humilde escribano?
¿Escribano? Zero dio un segundo vistazo a su alrededor mientras se sentaba. «Qué sitio más extraño para poner una escribanía», se dijo. Pero, ciertamente, la habitación estaba llena de documentos.
—Necesita que me ayude a descubrir quién quiere muerto a Humberto Delacroix.
----
La noche era fresca, pero el aire venía lo bastante seco como para que las ropas de Valeria ya se hubieran recuperado del chapuzón en el puerto. Al menos, no corría el riesgo de pillar una pulmonía mientras esperaba a que Delacroix terminara con su… aventura campestre.
Del patio del Pasiflora, emanaban olores florales y dulzones. Valeria podía intuir, por el efecto ligeramente calmante de los aromas, que el jardín que la noche ocultaba a su vista, que no todas las plantas presentes eran meramente ornamentales. Aquel balcón habría sido un bonito lugar para pasar un rato agradable y tranquilo, si no fuera por las risotadas y gemidos que llegaban desde las habitaciones.
Una silueta se recortó en el balcón de la derecha.
—Vuelve aquí, carnerito, no me hagas perseguirte —se oyó, entre risas, la voz de Delacroix.
La figura se encaramó a la barandilla y cruzó hasta su balcón. Valeria se tensó y tocó con su éter los cuchillos que le había entregado su patrón, aunque el extraño no había hecho intento alguno de ocultar su presencia. Cuando la figura se acercó más a ella, pudo reconocer el uniforme de la guarda. Eso no ayudó a que se relajara, demasiados recuerdos de juventud, hasta que el tipo hincó la rodilla en el suelo. Ah, claro, que ahora estaba con los buenos.
Una azorada disculpa del recién llegado. Un fuerte jadeo de Delacroix.
—Comprensible —dijo ella cuando volvió el silencio.
Dio un paso atrás para no tener que mirarlo tan desde abajo. Y también porque, por más que pasara el tiempo, nunca se sentiría cómoda tan cerca de un guardia. Entonces llegó la propuesta. ¿Descansar? Sí, ¿por qué no? Lo de proteger gente era cosa de la guardia, después de todo, y Delacroix parecía tranquilo allí dentro.
Espera. ¿Por qué estaba todo tan tranquilo allí dentro? Valeria volvió la vista hacia la estancia justo a tiempo de divisar una figura cornamentada que se recortaba tras las finas cortinas que la separaba de la calle.
Por puro instinto, lanzó un fuerte golpe de éter contra el peto del guardia para apartarlo del camino(1). En el mismo momento, ocurrieron dos cosas que no esperaba: un frasco, y no la figura con cuernos, atravesó la minúscula apertura entre el cortinaje para estrellarse en el suelo, esparciendo su contenido en todas direcciones; y la resistencia de la pesada armadura del guardia hizo que ella misma, mucho más ligera, sintiera el empuje, en sentido contrario, de su propio éter.
El empujón le vino bien para evitar el grueso de la salpicadura (algún tipo de ácido corrosivo, a juzgar por el agujero que dejaron un par de gotas en su bota derecha), pero el golpe contra la barandilla que tenía a su espalda le cortó la respiración.
Mal asunto, porque en ese momento, el hombre-cabra salió de la habitación con una ballesta montada en una mano y un frasco misterioso en la otra.
----------
OFF: (1) Reike usa su telequinesis, no contra Paul (aún no tiene nivel para eso), sino contra su armadura, para intentar apartarlo de la entrada a la habitación, y del peligro. Al comentar que el casco era muy pesado, imaginé que toda la armadura sería de metal.
Durante unos segundos, no ocurrió nada, pero cuando el chico estaba a punto de llamar por segunda vez, oyó un ruido en el interior. La puerta se abrió una rendija, dejando escapar la luz rojiza y el olor requemado de una lámpara de aceite. Tras la luz, se asomó la cara de un hombre completamente calvo, pero con una espesa barba grisácea.
—¿Qué quieres, niño? ¿No deberías estar en la cama? —preguntó con voz áspera.
—¿Es usted Matrim? —preguntó a su vez Zero. El hombre concordaba con la descripción que le había dado la señorita Reike, pero no estaba de más comprobarlo.
—¿Quién quiere saberlo? —dijo el hombre, continuando la cadena de preguntas.
—Me envía Amelia —dijo Zero, concediendo que alguien tendría que empezar a dar respuestas para que aquella conversación llegara a algún sitio.
Al pequeño bio-cibernético no le agradaba la idea de mentir, pero la señorita Reike le había explicado, un tanto irritada, que se trataba de una especie de código y que tenía que seguirlo al pie de la letra y jamás mencionar su propio nombre ni el de ella. Ojalá hubiera tenido tiempo para explicarle por qué.
—No conozco a nunguna Amelia —dijo el hombre, dando un paso atrás para cerrar de nuevo la puerta—. Vete a dormir, niño.
Pero la señorita ya le había explicado a Zero que aquello pasaría, así que el niño no dudó en interponer su porpio pie para que la puerta no llegara a cerrarse.
—Le envía recuerdos de Kayele —dijo.
El hombre observó al muchacho por un instante antes de abrir de nuevo la puerta e invitarlo a entrar con un gesto de cabeza. En su rostro apareció una sonrisa que dejó al descubieto una dentadura amarillenta con varios huecos vacíos.
—Perdona, muchacho, había entendido “Amalia”.
Zero accedió a una habitación sin ventanas, aunque con una estrecha puerta de aspecto mazizo en una de las paredes laterales. Un escritorio, que parecía inmenso en aquel cuarto tan pequeño, ocupaba el centro de la estancia. Varios pliegos de papel y un par de diminutos cofres cubrían su superficie. A su lado, sobre un barril, descansaba la lámpara que alumbraba el habitáculo y, ocultando por completo la pared del fondo, podía verse una estantería repleta de fajos de papeles, botellas de colores y más de aquellos cofres en miniatura.
El hombre (Matrim, debía suponer), cerró la puerta, que produjo un ruido más pesado de lo que cabría esperar, dado el aspecto envejecido que mostraba al exterior. Caminó hasta el escritorio y se sentó ante él, haciéndole un gesto a Zero para que ocupara la única otra silla de la estancia.
—Dime, ¿qué necesita Amelia de un humilde escribano?
¿Escribano? Zero dio un segundo vistazo a su alrededor mientras se sentaba. «Qué sitio más extraño para poner una escribanía», se dijo. Pero, ciertamente, la habitación estaba llena de documentos.
—Necesita que me ayude a descubrir quién quiere muerto a Humberto Delacroix.
----
La noche era fresca, pero el aire venía lo bastante seco como para que las ropas de Valeria ya se hubieran recuperado del chapuzón en el puerto. Al menos, no corría el riesgo de pillar una pulmonía mientras esperaba a que Delacroix terminara con su… aventura campestre.
Del patio del Pasiflora, emanaban olores florales y dulzones. Valeria podía intuir, por el efecto ligeramente calmante de los aromas, que el jardín que la noche ocultaba a su vista, que no todas las plantas presentes eran meramente ornamentales. Aquel balcón habría sido un bonito lugar para pasar un rato agradable y tranquilo, si no fuera por las risotadas y gemidos que llegaban desde las habitaciones.
Una silueta se recortó en el balcón de la derecha.
—Vuelve aquí, carnerito, no me hagas perseguirte —se oyó, entre risas, la voz de Delacroix.
La figura se encaramó a la barandilla y cruzó hasta su balcón. Valeria se tensó y tocó con su éter los cuchillos que le había entregado su patrón, aunque el extraño no había hecho intento alguno de ocultar su presencia. Cuando la figura se acercó más a ella, pudo reconocer el uniforme de la guarda. Eso no ayudó a que se relajara, demasiados recuerdos de juventud, hasta que el tipo hincó la rodilla en el suelo. Ah, claro, que ahora estaba con los buenos.
Una azorada disculpa del recién llegado. Un fuerte jadeo de Delacroix.
—Comprensible —dijo ella cuando volvió el silencio.
Dio un paso atrás para no tener que mirarlo tan desde abajo. Y también porque, por más que pasara el tiempo, nunca se sentiría cómoda tan cerca de un guardia. Entonces llegó la propuesta. ¿Descansar? Sí, ¿por qué no? Lo de proteger gente era cosa de la guardia, después de todo, y Delacroix parecía tranquilo allí dentro.
Espera. ¿Por qué estaba todo tan tranquilo allí dentro? Valeria volvió la vista hacia la estancia justo a tiempo de divisar una figura cornamentada que se recortaba tras las finas cortinas que la separaba de la calle.
Por puro instinto, lanzó un fuerte golpe de éter contra el peto del guardia para apartarlo del camino(1). En el mismo momento, ocurrieron dos cosas que no esperaba: un frasco, y no la figura con cuernos, atravesó la minúscula apertura entre el cortinaje para estrellarse en el suelo, esparciendo su contenido en todas direcciones; y la resistencia de la pesada armadura del guardia hizo que ella misma, mucho más ligera, sintiera el empuje, en sentido contrario, de su propio éter.
El empujón le vino bien para evitar el grueso de la salpicadura (algún tipo de ácido corrosivo, a juzgar por el agujero que dejaron un par de gotas en su bota derecha), pero el golpe contra la barandilla que tenía a su espalda le cortó la respiración.
Mal asunto, porque en ese momento, el hombre-cabra salió de la habitación con una ballesta montada en una mano y un frasco misterioso en la otra.
----------
OFF: (1) Reike usa su telequinesis, no contra Paul (aún no tiene nivel para eso), sino contra su armadura, para intentar apartarlo de la entrada a la habitación, y del peligro. Al comentar que el casco era muy pesado, imaginé que toda la armadura sería de metal.
Reike
Admin
Admin
Cantidad de envíos : : 1878
Nivel de PJ : : 5
Re: El Retorno del Asesino [Trabajo] (Reike)
Valeria se deslizó hasta el suelo del balcón, incapaz de sostener el peso de su cuerpo mientras luchaba por volver a introducir aire en sus pulmones. Entre las lágrimas que acudieron a sus ojos, vio la imagen difusa de dos cabrones, que no uno, empujados sorpresivamente por otros dos guardias gemelos, que se tambaleaban pesadamente tras la pérdida de equilibrio.
El inesperado y desigual resultado del impulso de éter quedó alojado en la mente de Valeria para futuras referencias, pero en aquel momento, las prioridades eran otras. Respirar, por ejemplo. Por fortuna, el forcejeo de aquellos dos a cuatro cuerpos le dio el timepo justo para ocuparse e ello.
Pero solo el tiempo justo, pues tan pronto como intentó incorporarse de nuevo, el guardia saltó por la barandilla al balcón de la habitación contigua y se perdió por donde había llegado y el hombre cabra apuntaba su discreta ballesta hacia ella.
Valeria rodó hacia la pared, enviando otro desesperado impulso de éter hacia el exterior, en el mismo momento en que el cabrón accionó el disparador. El birote se desvió lo justo para clavarse en la barandilla, en lugar de la cabeza de la bruja, que aprovechó los preciados segundos en que su enemigo cargaba uno nuevo para lanzarle uno de sus cuchillos. Estaba tan romo que ni siquiera llegó a clavarse en la ballesta cuando el prostituto la utilizó como escudo. Rebotó y se perdió de vista en la noche, camino del jardín, pero la distracción fue suficiente para que Valeria se lanzara contra las patas del macho cabrío, que perdió el equilibrio y cayó de bruces.
Sin perder ni un segundo de la pequeña ventaja, Valeria estiró los brazos para arrebatarle la ballesta, pero el tipo tiró con fuerza de ella. O quizá no. Más bien, daba la impresión de que se agitaba violentamente. Su garganta emitió un sonido sordo, gorgojeante y Valeria se apartó espantada. El cuerpo peludo se sacudió unos segundos más y, de su boca, brotó una espuma oscura y de olor desagradable. Cuando el movimiento cesó, Valeria dio la vuelta al cuerpo con el pie. Tenía varios cristales clavados en el pecho y el pelo de la zona mojado por un líquido de olor penetrante.
Valeria agradeció mentalmente no haber sido ella la destinataria final del misterioso veneno y regresó corriendo a la habitación. Como estaba temiendo, Delacroix yacía inmóvil sobre la cama. Muerto.
----------
OFF: Bien, Humberto Delacroix está muerto, lo que cumple con el objetivo del trabajo. Sin embargo, recordemos que la complicación número uno era que a Reike la habían contratado para proteger a Delacroix de los asesinos (epic fail). La trama iba a seguir otros derroteros, con un posible enfrentamiento entre los dos participantes, pero al quedarme sola, el objetivo lógico de Reike o, si lo preferimos, la siguiente complicación, sería que tiene dos cadáveres en la habitación y todo el mundo la ha visto entrar con ellos vivos.
El inesperado y desigual resultado del impulso de éter quedó alojado en la mente de Valeria para futuras referencias, pero en aquel momento, las prioridades eran otras. Respirar, por ejemplo. Por fortuna, el forcejeo de aquellos dos a cuatro cuerpos le dio el timepo justo para ocuparse e ello.
Pero solo el tiempo justo, pues tan pronto como intentó incorporarse de nuevo, el guardia saltó por la barandilla al balcón de la habitación contigua y se perdió por donde había llegado y el hombre cabra apuntaba su discreta ballesta hacia ella.
Valeria rodó hacia la pared, enviando otro desesperado impulso de éter hacia el exterior, en el mismo momento en que el cabrón accionó el disparador. El birote se desvió lo justo para clavarse en la barandilla, en lugar de la cabeza de la bruja, que aprovechó los preciados segundos en que su enemigo cargaba uno nuevo para lanzarle uno de sus cuchillos. Estaba tan romo que ni siquiera llegó a clavarse en la ballesta cuando el prostituto la utilizó como escudo. Rebotó y se perdió de vista en la noche, camino del jardín, pero la distracción fue suficiente para que Valeria se lanzara contra las patas del macho cabrío, que perdió el equilibrio y cayó de bruces.
Sin perder ni un segundo de la pequeña ventaja, Valeria estiró los brazos para arrebatarle la ballesta, pero el tipo tiró con fuerza de ella. O quizá no. Más bien, daba la impresión de que se agitaba violentamente. Su garganta emitió un sonido sordo, gorgojeante y Valeria se apartó espantada. El cuerpo peludo se sacudió unos segundos más y, de su boca, brotó una espuma oscura y de olor desagradable. Cuando el movimiento cesó, Valeria dio la vuelta al cuerpo con el pie. Tenía varios cristales clavados en el pecho y el pelo de la zona mojado por un líquido de olor penetrante.
Valeria agradeció mentalmente no haber sido ella la destinataria final del misterioso veneno y regresó corriendo a la habitación. Como estaba temiendo, Delacroix yacía inmóvil sobre la cama. Muerto.
----------
OFF: Bien, Humberto Delacroix está muerto, lo que cumple con el objetivo del trabajo. Sin embargo, recordemos que la complicación número uno era que a Reike la habían contratado para proteger a Delacroix de los asesinos (epic fail). La trama iba a seguir otros derroteros, con un posible enfrentamiento entre los dos participantes, pero al quedarme sola, el objetivo lógico de Reike o, si lo preferimos, la siguiente complicación, sería que tiene dos cadáveres en la habitación y todo el mundo la ha visto entrar con ellos vivos.
Reike
Admin
Admin
Cantidad de envíos : : 1878
Nivel de PJ : : 5
Re: El Retorno del Asesino [Trabajo] (Reike)
El puto cabrón se ha cargado a Delacroix. Durante un par de latidos, eso fue lo único que su cerebro logró articular. Después, comenzaron a abrirse paso otras ideas. Se suponía que tenían buena seguridad. O puede la dueña esté implicada. No necesariamente, habían dicho algo de género nuevo. ¿Es que no investigan sus antecedentes? ¿Qué hay del guardia? Si se fue a por refuerzos ya deberían estar aquí. ¿Y dónde mierda tenía escondida la ballesta el carnero?
A esa última pregunta, encontró respuesta tras un rápido vistazo a la habitación: el armario estaba entreabierto y tenía un doble fondo. No había más armas, pero sí algunos frascos con mejunjes e ingredientes. ¿Quién había elegido la habitación? No lograba recordarlo.
Un tablón crujió en el pasillo, cerca de la puerta. Muy cerca de la puerta. ¿Vendrían a rematar el trabajo o a comprobar que el cliente estuviera satisfecho con el trabajo? Una sombra oscureció parte de la luz que se filtraba por la rendija bajo la puerta y se detuvo. Sin tiempo para la duda, Valeria se lanzó sobre la cama, ocupada por el solitario cuerpo de Delacroix, se puso a saltar sin perder de vista la entrada.
—¡Beee! —baló como mejor supo y otra vez—: ¡Beeeeeeeee!
La sombra se retiró al cabo de unos instantes. Valeria redujo el ritmo de la pantomima, pero lo mantuvo aún un poco más, por si hubiera más oídos atentos. Al rato, se bajó de la cama, extrajo un pequeño frasco de tinta y un cálamo de uno de sus bolsillos y dibujó un glifo en el picaporte(1). Eso mantendría la puerta cerrada por un tiempo.
¿Y ahora qué?
Si alguien hubiera oído la refriega en el balcón, ya habrían entrado al asalto en el dormitorio y, aparentemente, aquel guardia había decidido evitarse problemas, o ya habría un destacamento poniendo el local patas arriba. Así pués: ¿qué hacer con los cuerpos?
Todo el mundo la creía una gran heroína ahora. Si contase la verdad, la creerían, ¿no? Pero estaba el asunto de la cabra balando en la cama hacía un momento. ¿Cómo explicar eso?: Verá, señor guardia, es que entré en pánico y cómo ya me habían perseguido las fuerzas del orden antes... Además, ¿cómo sabía que la Madame no estaba implicada en el asunto? O aquel guardia. Pero no, a la dueña no le interesaría que apareciese un cadáver en su local, ¿cierto? Quizá tuviera algún modo de hacerlo desaparecer, llevarlo a algún otro sitio para que no salpicara a su negocio…
—Menudo embrollo —murmuró Valeria frotándose las sienes con frustración mientras se asomaba una vez más al balcón.
Y entonces se fijó en que estaba unido al de la habitación contigua, de donde había venido el guardia. No había luz allí. ¿Estaría vacía?
Solo había un modo de averiguarlo.
----------
OFF: (1) Kit de Arcanos, Técnica de nivel principiante: Glifo cerradura: Al aplicarse sobre una puerta o cerradura abiertas, ésta pasará a estar cerrada mágicamente y sólo se abrirá mediante una palabra que tú decidas al momento de cerrar (puede ser destruida normalmente y la cerradura forzada).
A esa última pregunta, encontró respuesta tras un rápido vistazo a la habitación: el armario estaba entreabierto y tenía un doble fondo. No había más armas, pero sí algunos frascos con mejunjes e ingredientes. ¿Quién había elegido la habitación? No lograba recordarlo.
Un tablón crujió en el pasillo, cerca de la puerta. Muy cerca de la puerta. ¿Vendrían a rematar el trabajo o a comprobar que el cliente estuviera satisfecho con el trabajo? Una sombra oscureció parte de la luz que se filtraba por la rendija bajo la puerta y se detuvo. Sin tiempo para la duda, Valeria se lanzó sobre la cama, ocupada por el solitario cuerpo de Delacroix, se puso a saltar sin perder de vista la entrada.
—¡Beee! —baló como mejor supo y otra vez—: ¡Beeeeeeeee!
La sombra se retiró al cabo de unos instantes. Valeria redujo el ritmo de la pantomima, pero lo mantuvo aún un poco más, por si hubiera más oídos atentos. Al rato, se bajó de la cama, extrajo un pequeño frasco de tinta y un cálamo de uno de sus bolsillos y dibujó un glifo en el picaporte(1). Eso mantendría la puerta cerrada por un tiempo.
¿Y ahora qué?
Si alguien hubiera oído la refriega en el balcón, ya habrían entrado al asalto en el dormitorio y, aparentemente, aquel guardia había decidido evitarse problemas, o ya habría un destacamento poniendo el local patas arriba. Así pués: ¿qué hacer con los cuerpos?
Todo el mundo la creía una gran heroína ahora. Si contase la verdad, la creerían, ¿no? Pero estaba el asunto de la cabra balando en la cama hacía un momento. ¿Cómo explicar eso?: Verá, señor guardia, es que entré en pánico y cómo ya me habían perseguido las fuerzas del orden antes... Además, ¿cómo sabía que la Madame no estaba implicada en el asunto? O aquel guardia. Pero no, a la dueña no le interesaría que apareciese un cadáver en su local, ¿cierto? Quizá tuviera algún modo de hacerlo desaparecer, llevarlo a algún otro sitio para que no salpicara a su negocio…
—Menudo embrollo —murmuró Valeria frotándose las sienes con frustración mientras se asomaba una vez más al balcón.
Y entonces se fijó en que estaba unido al de la habitación contigua, de donde había venido el guardia. No había luz allí. ¿Estaría vacía?
Solo había un modo de averiguarlo.
----------
OFF: (1) Kit de Arcanos, Técnica de nivel principiante: Glifo cerradura: Al aplicarse sobre una puerta o cerradura abiertas, ésta pasará a estar cerrada mágicamente y sólo se abrirá mediante una palabra que tú decidas al momento de cerrar (puede ser destruida normalmente y la cerradura forzada).
Reike
Admin
Admin
Cantidad de envíos : : 1878
Nivel de PJ : : 5
Re: El Retorno del Asesino [Trabajo] (Reike)
Nadie. Valeria empezaba a sospechar que quizá el guardia aquel no estaba particularmente interesado en proteger a Delacroix, después de todo. Sin perder un minuto, se encaminó a la puerta y repitió el mismo proceso con el glifo en el picaporte(1). Lo complicado venía después.
Nunca, hasta el día de su muerte, sabría Valeria de dónde sacó las fuerzas para trasladar ambos cuerpos de un balcón a otro y estrujarlos dentro del armario de la otra habitación. Quizá tuviera razón el viejo Thundermaul, allá en la Academia, cuando se mofaba de su cabezonería.
Se aseguró de que la puerta cerraba perfectamente y regresó a la habitación inicial a través del balcón. El armario de ésta seguía abierto, con el alijo del macho cabrío a la vista. Aquello le dio una idea.
Buscó entre los ingredientes allí guardados y mezcó unos cuantos con algunos que llevaba ella misma(2). Añadió un poco de pintura que rascó de la pared y unos polvillos catalizadores para que la reacción lo mezclara bien todo(3). El resultado, apenas un frasquito, emitía un bibrante olor a pintura fresca. Quizá aquello alejase a los clientes, por esa noche al menos. ¿Y después?
—Pasito a pasito —se dijo.
Esparció el contenido del frasco en torno a la puerta de entrada y la del balcón de la habitación donde había escondido los cuerpos. Cerró esta última desde fuera como buenamente pudo y, de regreso en la primera habitación, se tomó un momento para recuperarse de tantas vueltas a un lado y a otro del puñetero balcón.
Después, sacó una hoja de papel enrollado de otro de sus muchos bolsillos, su fiel cálamo y el botecito de tinta y se puso a garabatear instrucciones(4). El resultado se materializó frente a ella al momento: una copia de Humberto Delacroix tan fiel al original como fue capaz de reproducir. Confiaba en que, tras la visita al burdel, la sonrisa de lerdo y el caminar balanceante con el culo en pompa no llamasen demasiado la atención.
Salieron del Pasiflora por la puerta principal. El señor no habló, para eso estaban los empleados. Sí, el señor lo ha pasado bien. No, no puede quedarse. El señor tiene asuntos importantes que atender, ya sabe. Y en apenas dos parpadeos, habían doblado la esquina y se perdían por una calle lateral. Justo a tiempo, pues la ilusión de Delacroix no aguantó ni un suspiro más.
Valeria se alejó a paso vivo del burdel con la mente trabajando a toda velocidad. ¿Les llamaría la atención la desaparición del asesino? ¿Cuánto tardarían en encontrar los cuerpos? ¿Podrían identificarla a ella? No. Todo el mundo hablaba de la Heroína de Sandorai, pero siempre por título, no por nombre. Dudaba mucho que alguien lo supiera siquiera.
—¡Señorita Reike! —estalló la voz de Zero en la calle desierta.
—¡Shhhhh! Baja la voz —urgió ella en un susurro forzado.
Sin dejar de horadar las sombras de la noche con su asquerosamente brillante mirada, Valeria agarró al chiquillo del brazo y lo arrastró a un callejón poblado de pesadas cajas de madera, olor a orines y productos de curtido y el chillido de alguna que otra rata.
—¿Cómo me has encontrado? —preguntó cuando ambos estuvieron bien parapetados.
—Me costó encontrar a alguien que me indicara el camino al Pasiflora, la mayoría de la gente me miraban y negaban con la cabeza por alguna razón. Pero al final, logré dar con la dirección y me dirigía hacia allí cuando distinguí sus ojos brillando en una calle cercana. ¿Dónde está el señor Delacroix?
—¿Eh? ¡Ah! Esto… está escondido. Todo el mundo piensa que está conmigo, así que no lo buscarán por un tiempo.
—Entonces, ¿por qué nos escondemos nosotros?
—No importa ahora. ¿Hicite lo que te pedí? —preguntó Valeria, más por distraer al muchacho y que dejara de hacer preguntas incómodas que otra cosa.
—Fui a ver al señor Matrim —confirmó él.
—¿Y? ¿Sabía algo del asesino?
—No exactamente.
—¿Nada? Bien, entonces será mejor que nos marche…
—Encontramos uno de los mensajes que ha estado repartiendo por la ciudad.
Qué bien, una pista, pensó Valeria con fastido y, mordiéndose la lengua para no soltar un juramento delante del chiquillo, extendió la mano para que se lo entregara.
—No lo tengo —reconoció él algo azorado.
—Que no…
—Es que se auto destruyó nada más leerlo, pero lo tengo archivado —se apresuró a explicar.
—¿Archi qué?
—Archiv…
—Da igual. ¿Que dice? —interrumpió Valeria.
Zero desenfocó los ojos durante un instante y después habló de corrido con voz monótona:
—Humberto Delacroix debe morir. ¿Por qué? No hagas preguntas y te pagaré bien. Sólo quiero que lo mates bien muerto. Cuando lo hayas hecho, tráeme una prueba. Me encontrarás en la entrada sur de las Catacumbas de Lunargenta, la que está junto al hospicio, no la de los baños, pero sólo durante la media hora anterior al amanecer. Este pergamino está encantado. Se autodestruirá tan pronto como tus ojos se posen en la última palabra.
Cuando terminó, sus ojos recuperaron la naturalidad acostumbrada. Valeria miró el cielo nocturno meditabunda.
—¿Cuánto crees que falta para el amanecer?
----------
OFF: (1) Segundo uso del Kit de Arcanos, Técnica de nivel principiante: Glifo cerradura: Al aplicarse sobre una puerta o cerradura abiertas, ésta pasará a estar cerrada mágicamente y sólo se abrirá mediante una palabra que tú decidas al momento de cerrar (puede ser destruida normalmente y la cerradura forzada).
(2) Alusión a su Kit de Alquimia.
(3) Uso de la profesión Alquimia para crear un ambientador de... pintura fresca, con la esperanza de que eso mantenga a los visitantes alejados de la habitación de los cadáveres durante un tiempo (si cuela, bien y, si no, había que intentarlo).
(4) Uso de mi Pergamino Ilusorio: Al activarse deben escribirse instrucciones en él. El pergamino generará una ilusión sencilla basada en ellas por hasta 5 minutos, la que no puede superar el tamaño de una persona o un metro cúbico de masa.
Nunca, hasta el día de su muerte, sabría Valeria de dónde sacó las fuerzas para trasladar ambos cuerpos de un balcón a otro y estrujarlos dentro del armario de la otra habitación. Quizá tuviera razón el viejo Thundermaul, allá en la Academia, cuando se mofaba de su cabezonería.
Se aseguró de que la puerta cerraba perfectamente y regresó a la habitación inicial a través del balcón. El armario de ésta seguía abierto, con el alijo del macho cabrío a la vista. Aquello le dio una idea.
Buscó entre los ingredientes allí guardados y mezcó unos cuantos con algunos que llevaba ella misma(2). Añadió un poco de pintura que rascó de la pared y unos polvillos catalizadores para que la reacción lo mezclara bien todo(3). El resultado, apenas un frasquito, emitía un bibrante olor a pintura fresca. Quizá aquello alejase a los clientes, por esa noche al menos. ¿Y después?
—Pasito a pasito —se dijo.
Esparció el contenido del frasco en torno a la puerta de entrada y la del balcón de la habitación donde había escondido los cuerpos. Cerró esta última desde fuera como buenamente pudo y, de regreso en la primera habitación, se tomó un momento para recuperarse de tantas vueltas a un lado y a otro del puñetero balcón.
Después, sacó una hoja de papel enrollado de otro de sus muchos bolsillos, su fiel cálamo y el botecito de tinta y se puso a garabatear instrucciones(4). El resultado se materializó frente a ella al momento: una copia de Humberto Delacroix tan fiel al original como fue capaz de reproducir. Confiaba en que, tras la visita al burdel, la sonrisa de lerdo y el caminar balanceante con el culo en pompa no llamasen demasiado la atención.
Salieron del Pasiflora por la puerta principal. El señor no habló, para eso estaban los empleados. Sí, el señor lo ha pasado bien. No, no puede quedarse. El señor tiene asuntos importantes que atender, ya sabe. Y en apenas dos parpadeos, habían doblado la esquina y se perdían por una calle lateral. Justo a tiempo, pues la ilusión de Delacroix no aguantó ni un suspiro más.
Valeria se alejó a paso vivo del burdel con la mente trabajando a toda velocidad. ¿Les llamaría la atención la desaparición del asesino? ¿Cuánto tardarían en encontrar los cuerpos? ¿Podrían identificarla a ella? No. Todo el mundo hablaba de la Heroína de Sandorai, pero siempre por título, no por nombre. Dudaba mucho que alguien lo supiera siquiera.
—¡Señorita Reike! —estalló la voz de Zero en la calle desierta.
—¡Shhhhh! Baja la voz —urgió ella en un susurro forzado.
Sin dejar de horadar las sombras de la noche con su asquerosamente brillante mirada, Valeria agarró al chiquillo del brazo y lo arrastró a un callejón poblado de pesadas cajas de madera, olor a orines y productos de curtido y el chillido de alguna que otra rata.
—¿Cómo me has encontrado? —preguntó cuando ambos estuvieron bien parapetados.
—Me costó encontrar a alguien que me indicara el camino al Pasiflora, la mayoría de la gente me miraban y negaban con la cabeza por alguna razón. Pero al final, logré dar con la dirección y me dirigía hacia allí cuando distinguí sus ojos brillando en una calle cercana. ¿Dónde está el señor Delacroix?
—¿Eh? ¡Ah! Esto… está escondido. Todo el mundo piensa que está conmigo, así que no lo buscarán por un tiempo.
—Entonces, ¿por qué nos escondemos nosotros?
—No importa ahora. ¿Hicite lo que te pedí? —preguntó Valeria, más por distraer al muchacho y que dejara de hacer preguntas incómodas que otra cosa.
—Fui a ver al señor Matrim —confirmó él.
—¿Y? ¿Sabía algo del asesino?
—No exactamente.
—¿Nada? Bien, entonces será mejor que nos marche…
—Encontramos uno de los mensajes que ha estado repartiendo por la ciudad.
Qué bien, una pista, pensó Valeria con fastido y, mordiéndose la lengua para no soltar un juramento delante del chiquillo, extendió la mano para que se lo entregara.
—No lo tengo —reconoció él algo azorado.
—Que no…
—Es que se auto destruyó nada más leerlo, pero lo tengo archivado —se apresuró a explicar.
—¿Archi qué?
—Archiv…
—Da igual. ¿Que dice? —interrumpió Valeria.
Zero desenfocó los ojos durante un instante y después habló de corrido con voz monótona:
—Humberto Delacroix debe morir. ¿Por qué? No hagas preguntas y te pagaré bien. Sólo quiero que lo mates bien muerto. Cuando lo hayas hecho, tráeme una prueba. Me encontrarás en la entrada sur de las Catacumbas de Lunargenta, la que está junto al hospicio, no la de los baños, pero sólo durante la media hora anterior al amanecer. Este pergamino está encantado. Se autodestruirá tan pronto como tus ojos se posen en la última palabra.
Cuando terminó, sus ojos recuperaron la naturalidad acostumbrada. Valeria miró el cielo nocturno meditabunda.
—¿Cuánto crees que falta para el amanecer?
----------
OFF: (1) Segundo uso del Kit de Arcanos, Técnica de nivel principiante: Glifo cerradura: Al aplicarse sobre una puerta o cerradura abiertas, ésta pasará a estar cerrada mágicamente y sólo se abrirá mediante una palabra que tú decidas al momento de cerrar (puede ser destruida normalmente y la cerradura forzada).
(2) Alusión a su Kit de Alquimia.
(3) Uso de la profesión Alquimia para crear un ambientador de... pintura fresca, con la esperanza de que eso mantenga a los visitantes alejados de la habitación de los cadáveres durante un tiempo (si cuela, bien y, si no, había que intentarlo).
(4) Uso de mi Pergamino Ilusorio: Al activarse deben escribirse instrucciones en él. El pergamino generará una ilusión sencilla basada en ellas por hasta 5 minutos, la que no puede superar el tamaño de una persona o un metro cúbico de masa.
Reike
Admin
Admin
Cantidad de envíos : : 1878
Nivel de PJ : : 5
Re: El Retorno del Asesino [Trabajo] (Reike)
Aún no había amanecido cuando llegaron, casi sin aliento, a la calle del hospicio. Valeria hizo una señal a Zero para que redujeran la velocidad. Era mejor no llegar resoplando al lugar del encuentro.
—¿No deberíamos haber avisado a la guardia? —preguntó Zero, que apenas parecía afectado por la carrera.
—Eso lo espantaría. Necesitamos que piense que venimos por la recompensa.
—¿Pero por qué?
Para que me la dé.
—Podría ser solo un mensajero —explicó Valeria—. Si lo engatusamos, quizá nos lleve con el verdadero culpable. Y ahora, escucha —añadió en voz baja cuando estuvieron junto al edificio—: La entrada a las catacumbas está detrás del hospicio. En cuanto doblemos la esquina, tú te quedarás atrás, vigilando. Déjame hablar a mí y no interrumpas, ¿entendido?
La figura encapuchada esperaba en el lugar indicado. En cuanto vio aparecer a Valeria desde el hospicio, salió corriendo.
—Mierda —murmuró ella, y salió en su persecución.
Zero la adelantó por la derecha a las pocas zancadas, pero una carreta de suministros interrumpió su camino en el peor momento. Para cuando consiguieron sobrepasar el vehículo, el encapuchado había desaparecido.
—Está bien —dijo Valeria—. Volvamos a la posada. Será mejor que durmamos un poco.
Solo se permitió unas horas de sueño. Antes del mediodía, Valeria ya estaba vestida y lista para salir. Iría al puerto, buscaría un barco que zarpase aquel mismo día, daba igual a dónde. Ya pensaría después cómo convencer a Zero de embarcar.
Sonó una llamada en la puerta.
—Servicio de habitaciones —anunció una voz al otro lado. Una voz que Valeria no reconoció.
En un instante, su mirada cayó sobre el segundo de los cuchillos que le había comprado Delacroix la noche anterior. Extendió su éter para asirlo y hacerlo flotar frente a la puerta, pero el intruso no esperó a que Valeria la abriera. Entró a la carrera, esquivando el minúsculo arma, que rebotó contra el marco de la puerta y cayó en algún punto del pasillo. O eso le pareció a Valeria, porque no lo oyó, pero eso también pudo haber sido por la rapidez con que comenzó a bombearle el corazón.
Su atacante, una mujer con una musculatura envidiable y un cuchillo mucho más largo y sólido que el que ella había lanzado inutilmente, se abalanzó sobre su presa sin pronunciar una palabra. Valeria esquivó el primer embite del cuchillo por los pelos, pero recibió un puñetazo en el estómago por parte del brazo desarmado.
Se dejó caer en el suelo y rodó bajo la cama. La mujer no se anduvo con chiquitas, empujó la cama con un pie obligando a Valeria a retroceder de nuevo, buscando algo con lo que protegerse. Encontró la mesilla de noche. La empujó, pero eso solo retrasó a la atacante el tiempo que tardó en darle una patada en dirección contraria. Apenas lo justo para que Reike se aferrara con su éter al mismo suelo y se impulsara hacia arriba, lanzando una patada a su enemiga en su ascenso(1).
La fuerza del golpe no fue gran cosa, pero a la asaltante le pilló por sorpresa el rápido ascenso de su víctima y aflojó por un instante el agarre sobre su arma. El tiempo suficiente para que Valeria tomara el control del filo(2) y le segara la garganta.
Fue una muerte rápida, pero Valeria no se quedó a mirar. Agarró a toda prisa sus cosas, que ya tenía preparadas en espera de un barco en el que largarse de allí, y se presentó en dos zancadas en la habitación de Zero. Como imaginaba, el niño estaba despierto y la cama hecha. Val le lanzó su bolsa y en voz baja pero apremiante, le dijo:
—Recoge tus cosas. Rápido. Tenemos que irnos de aquí.
Salió de nuevo al pasillo antes de que el muchacho tuviera tiempo de protestar y descendió las escaleras hasta la taberna de la planta baja. El lugar estaba lleno y la mitad de la gente se le quedó mirando en cuanto apareció. Nadie la señaló, nadie murmuró, pero pudo distinguir más de un par de miradas ávidas.
Un muchacho de ropa raída y polvorienta se movía discretamente entre la gente. Valeria distinguió un minúsculo rollo de pergamino cambiando de manos justo antes de que dos tipos altos con aspecto de mercenarios, se separaran de la barra en dirección hacia ella. No le costó averiguar sus intenciones.
Con toda la fuerza de su telequinesis, volcó la mesa más cercana contra ellos, haciendo que los que se sentaban en torno a ella se levantaran furiosos. Vio el pequeño rollo de pergamino rodar por el suelo y lo atrajo hacia sí. Tan pronto como lo sintió entre los dedos, remontó a toda prisa la escalera.
Zero ya estaba saliendo de la habitación cuando ella llegó arriba. Lo empujó de nuevo a dentro y desató una vez más su magia para apilar todo el moviliario posible contra la puerta. Sin hacer caso de las protestas de Zero y temiendo lo que encontraría en su interior, desenrolló el pergamino y leyó su contenido:
----------
OFF: (1) Habilidad Ligera: Utilizo mi telequinesis para disminuir la gravedad ejercida sobre mí, lo que me permite frenar caídas, dar saltos más altos o incluso levitar temporalmente.
(2) Uso de mi rasgo de Telequinesis, nivel Avanzado. En realidad, ya lo he usado antes den el post y lo uso también después, pero el primer uso no es tan crucial y el segundo es más evidente.
Nueva complicación: No la he subrayado porque es básicamente todo el post: La persona que encargó la muerte de Delacroix vio a Reike y ahora la quiere muerta a ella.
—¿No deberíamos haber avisado a la guardia? —preguntó Zero, que apenas parecía afectado por la carrera.
—Eso lo espantaría. Necesitamos que piense que venimos por la recompensa.
—¿Pero por qué?
Para que me la dé.
—Podría ser solo un mensajero —explicó Valeria—. Si lo engatusamos, quizá nos lleve con el verdadero culpable. Y ahora, escucha —añadió en voz baja cuando estuvieron junto al edificio—: La entrada a las catacumbas está detrás del hospicio. En cuanto doblemos la esquina, tú te quedarás atrás, vigilando. Déjame hablar a mí y no interrumpas, ¿entendido?
La figura encapuchada esperaba en el lugar indicado. En cuanto vio aparecer a Valeria desde el hospicio, salió corriendo.
—Mierda —murmuró ella, y salió en su persecución.
Zero la adelantó por la derecha a las pocas zancadas, pero una carreta de suministros interrumpió su camino en el peor momento. Para cuando consiguieron sobrepasar el vehículo, el encapuchado había desaparecido.
—Está bien —dijo Valeria—. Volvamos a la posada. Será mejor que durmamos un poco.
Solo se permitió unas horas de sueño. Antes del mediodía, Valeria ya estaba vestida y lista para salir. Iría al puerto, buscaría un barco que zarpase aquel mismo día, daba igual a dónde. Ya pensaría después cómo convencer a Zero de embarcar.
Sonó una llamada en la puerta.
—Servicio de habitaciones —anunció una voz al otro lado. Una voz que Valeria no reconoció.
En un instante, su mirada cayó sobre el segundo de los cuchillos que le había comprado Delacroix la noche anterior. Extendió su éter para asirlo y hacerlo flotar frente a la puerta, pero el intruso no esperó a que Valeria la abriera. Entró a la carrera, esquivando el minúsculo arma, que rebotó contra el marco de la puerta y cayó en algún punto del pasillo. O eso le pareció a Valeria, porque no lo oyó, pero eso también pudo haber sido por la rapidez con que comenzó a bombearle el corazón.
Su atacante, una mujer con una musculatura envidiable y un cuchillo mucho más largo y sólido que el que ella había lanzado inutilmente, se abalanzó sobre su presa sin pronunciar una palabra. Valeria esquivó el primer embite del cuchillo por los pelos, pero recibió un puñetazo en el estómago por parte del brazo desarmado.
Se dejó caer en el suelo y rodó bajo la cama. La mujer no se anduvo con chiquitas, empujó la cama con un pie obligando a Valeria a retroceder de nuevo, buscando algo con lo que protegerse. Encontró la mesilla de noche. La empujó, pero eso solo retrasó a la atacante el tiempo que tardó en darle una patada en dirección contraria. Apenas lo justo para que Reike se aferrara con su éter al mismo suelo y se impulsara hacia arriba, lanzando una patada a su enemiga en su ascenso(1).
La fuerza del golpe no fue gran cosa, pero a la asaltante le pilló por sorpresa el rápido ascenso de su víctima y aflojó por un instante el agarre sobre su arma. El tiempo suficiente para que Valeria tomara el control del filo(2) y le segara la garganta.
Fue una muerte rápida, pero Valeria no se quedó a mirar. Agarró a toda prisa sus cosas, que ya tenía preparadas en espera de un barco en el que largarse de allí, y se presentó en dos zancadas en la habitación de Zero. Como imaginaba, el niño estaba despierto y la cama hecha. Val le lanzó su bolsa y en voz baja pero apremiante, le dijo:
—Recoge tus cosas. Rápido. Tenemos que irnos de aquí.
Salió de nuevo al pasillo antes de que el muchacho tuviera tiempo de protestar y descendió las escaleras hasta la taberna de la planta baja. El lugar estaba lleno y la mitad de la gente se le quedó mirando en cuanto apareció. Nadie la señaló, nadie murmuró, pero pudo distinguir más de un par de miradas ávidas.
Un muchacho de ropa raída y polvorienta se movía discretamente entre la gente. Valeria distinguió un minúsculo rollo de pergamino cambiando de manos justo antes de que dos tipos altos con aspecto de mercenarios, se separaran de la barra en dirección hacia ella. No le costó averiguar sus intenciones.
Con toda la fuerza de su telequinesis, volcó la mesa más cercana contra ellos, haciendo que los que se sentaban en torno a ella se levantaran furiosos. Vio el pequeño rollo de pergamino rodar por el suelo y lo atrajo hacia sí. Tan pronto como lo sintió entre los dedos, remontó a toda prisa la escalera.
Zero ya estaba saliendo de la habitación cuando ella llegó arriba. Lo empujó de nuevo a dentro y desató una vez más su magia para apilar todo el moviliario posible contra la puerta. Sin hacer caso de las protestas de Zero y temiendo lo que encontraría en su interior, desenrolló el pergamino y leyó su contenido:
Entregaré una cuantiosa recompensa a quien me entregue los ojos de la Heroína de Sandorai. ¿Por qué? No necesitas saberlo. Solo tráeme lo que te pido. Me encontrarás en los jardines de Pairí, junto a la estatia de Zuluar, pero solo durante la media hora posterior al anochecer.
Este pergamino está encantado. Se autodestruirá tan pronto como tus ojos se posen en la última palabra.
Este pergamino está encantado. Se autodestruirá tan pronto como tus ojos se posen en la última palabra.
----------
OFF: (1) Habilidad Ligera: Utilizo mi telequinesis para disminuir la gravedad ejercida sobre mí, lo que me permite frenar caídas, dar saltos más altos o incluso levitar temporalmente.
(2) Uso de mi rasgo de Telequinesis, nivel Avanzado. En realidad, ya lo he usado antes den el post y lo uso también después, pero el primer uso no es tan crucial y el segundo es más evidente.
Nueva complicación: No la he subrayado porque es básicamente todo el post: La persona que encargó la muerte de Delacroix vio a Reike y ahora la quiere muerta a ella.
Reike
Admin
Admin
Cantidad de envíos : : 1878
Nivel de PJ : : 5
Re: El Retorno del Asesino [Trabajo] (Reike)
El documento se desintegró, como si nunca hubiera existido, en cuanto terminó de leerlo.
—¿Qué ocurre, señorita Reike? ¿Qué era…?
—No hay tiempo —cortó Valeria abriendo la ventana.
Solo un segundo piso. Ella tenía cómo amortiguar la caída y Zero tenía esa piel dura de los suyos. Podían lograrlo. Alguien intentó abrir la puerta. Al no conseguirlo, se lanzó con fuerza contra ella.
—¡Vamos, Zero! Trata de descolgarte hasta el alfeizar de la ventana de abajo y luego al suelo. ¡Rápido!
—Pero, ¿la ventana?
—¡No discutas! —apremió ella lanzando sus mochilas a la calle.
Prácticamente tuvo que empujarlo para que saliera, pero lo hizo. Los golpes en la puerta se detuvieron. Pasos en el pasillo, alejándose. Habrían deducido que saldrían por la ventana.
Valeria saltó sin titubeos y aterrizó con las rodillas dobladas para amortiguar la fuerza que su telequinesis no llegaba a reducir(1). Agarró su mochila y tiró de Zero calle abajo. Al doblar la primera esquina, volvió la vista hacia la posada. Los dos mercenarios la señalaron y echaron a correr en su dirección.
—Zero, escúchame bien —dijo entre jadeos, sin parar de correr—. Quiero que vuelvas con Matrim, ¿me oyes? Haz lo que tengas que hacer para que te deje quedarte con él.
—Pero, señorita Reike…
—¡No discutas! Te quedarás con él esta noche. Si no he vuelto a por ti antes del amanecer —añadió, sacando de su bolsa el dinero que le había entregado Delacroix el día anterior y entregándoselo—, quiero que vayas al puerto y te embarques en el primer barco que vaya a Beltrexus, ¿entiendes? Ve al Hekshold.
—Pero…
—¡Es una orden, Zero! Ve al Hekshold, te encontraré allí. Ahora corre. ¡Largo!
El chico apretó los labios y, durante un momento, pareció que iba a volver a protestar, pero salió corriendo en dirección a la casa de Matrim. Ella tomó una calle en dirección opuesta justo después de que los dos matones alcanzaban la esquina que ella y Zero habían doblado momentos antes. Ávidos por la recompensa, ni siquiera repararon en la ausencia del muchacho.
Valeria se aseguró de que no la perdían durante dos o tres calles más, pero cuando se hubo alejado lo suficiente del camino de Zero, saltó la tapia que llevaba al patio trasero de una taberna, trepó por los sacos y cajas apilados tras la entrada de las cocinas y, de allí, saltó al tejado del edificio vecino(1). Estaba demasiado alto para que ellos la alcanzaran, a menos que también contaran con su manejo de la telequinesis, pero no se dejó tentar por el deseo de descanso. Siguió corriendo, de tejado en tejado, hasta mucho rato después de haber perdido de vista sus cabezas. Para entonces, el sol ya había llegado a su punto más alto y comenzado de nuevo el descenso. Valeria se acurrucó junto a una buhardilla para descansar. Y para pensar.
Debía mantenerse viva hasta el anochecer. Después, le llevaría a ese encapuchado los ojos de la Heroína de Sandorai.
----------
OFF: (1) Habilidad de nivel 2 otra vez y otra, Ligera etcétera
—¿Qué ocurre, señorita Reike? ¿Qué era…?
—No hay tiempo —cortó Valeria abriendo la ventana.
Solo un segundo piso. Ella tenía cómo amortiguar la caída y Zero tenía esa piel dura de los suyos. Podían lograrlo. Alguien intentó abrir la puerta. Al no conseguirlo, se lanzó con fuerza contra ella.
—¡Vamos, Zero! Trata de descolgarte hasta el alfeizar de la ventana de abajo y luego al suelo. ¡Rápido!
—Pero, ¿la ventana?
—¡No discutas! —apremió ella lanzando sus mochilas a la calle.
Prácticamente tuvo que empujarlo para que saliera, pero lo hizo. Los golpes en la puerta se detuvieron. Pasos en el pasillo, alejándose. Habrían deducido que saldrían por la ventana.
Valeria saltó sin titubeos y aterrizó con las rodillas dobladas para amortiguar la fuerza que su telequinesis no llegaba a reducir(1). Agarró su mochila y tiró de Zero calle abajo. Al doblar la primera esquina, volvió la vista hacia la posada. Los dos mercenarios la señalaron y echaron a correr en su dirección.
—Zero, escúchame bien —dijo entre jadeos, sin parar de correr—. Quiero que vuelvas con Matrim, ¿me oyes? Haz lo que tengas que hacer para que te deje quedarte con él.
—Pero, señorita Reike…
—¡No discutas! Te quedarás con él esta noche. Si no he vuelto a por ti antes del amanecer —añadió, sacando de su bolsa el dinero que le había entregado Delacroix el día anterior y entregándoselo—, quiero que vayas al puerto y te embarques en el primer barco que vaya a Beltrexus, ¿entiendes? Ve al Hekshold.
—Pero…
—¡Es una orden, Zero! Ve al Hekshold, te encontraré allí. Ahora corre. ¡Largo!
El chico apretó los labios y, durante un momento, pareció que iba a volver a protestar, pero salió corriendo en dirección a la casa de Matrim. Ella tomó una calle en dirección opuesta justo después de que los dos matones alcanzaban la esquina que ella y Zero habían doblado momentos antes. Ávidos por la recompensa, ni siquiera repararon en la ausencia del muchacho.
Valeria se aseguró de que no la perdían durante dos o tres calles más, pero cuando se hubo alejado lo suficiente del camino de Zero, saltó la tapia que llevaba al patio trasero de una taberna, trepó por los sacos y cajas apilados tras la entrada de las cocinas y, de allí, saltó al tejado del edificio vecino(1). Estaba demasiado alto para que ellos la alcanzaran, a menos que también contaran con su manejo de la telequinesis, pero no se dejó tentar por el deseo de descanso. Siguió corriendo, de tejado en tejado, hasta mucho rato después de haber perdido de vista sus cabezas. Para entonces, el sol ya había llegado a su punto más alto y comenzado de nuevo el descenso. Valeria se acurrucó junto a una buhardilla para descansar. Y para pensar.
Debía mantenerse viva hasta el anochecer. Después, le llevaría a ese encapuchado los ojos de la Heroína de Sandorai.
----------
OFF: (1) Habilidad de nivel 2 otra vez y otra, Ligera etcétera
Reike
Admin
Admin
Cantidad de envíos : : 1878
Nivel de PJ : : 5
Re: El Retorno del Asesino [Trabajo] (Reike)
Los ojos eran un problema. Durante el día, Valeria podía arreglárselas para pasar desapercibida si se limitaba a los tejados, pero si intentaba acercarse al lugar mencionado en el anuncio después del anochecer, el encapuchado no había forma de evitar que la viera y saliera otra vez corriendo. Tendría que llegar de día y esperarlo allí. La cuestión era cómo pasar desapercibida hasta que el tipo estuviera lo bastante cerca. ¿Cerrando los ojos? No lo vería venir.
Pero ¿y si no necesitaba verlo venir?
El lugar estaba desierto cuando llegó. Lo había elegido tanto por su discreción, pues los espesos setos que lo rodeaban lo mantenían alejado de ojos y oídos curiosos, pero el hecho de que, desde el pie de la estatua tenía una visibilidad perfecta de los dos caminos de acceso al modesto rinconcito en los jardines. La luna estaba en cuarto menguante aquella noche veraniega, suficiente para iluminar los accesos desde la sombra de la imponente escultura.
Esperar no era problema, había pasado muchas noches esperando. Era la incertidumbre lo que aceleraba los latidos de su corazón. No dudaba de que la avaricia habría hecho su trabajo, siempre había alguien dispuesto rebanar pescuezos por dinero. Pero, una Heroína del Árbol Madre… ¿habrían podido con ella?
La respuesta le llegó en cuanto vio la menuda sombra de orbes brillantes acercarse a la carrera. Ni siquiera había tratado de amortiguar el sonido de sus pasos sobre la gravilla. ¿Qué esperaba, que se quedase a esperarla?
Sin dudarlo un momento, corrió con todas sus fuerzas por el otro camino calculando mentalmente la mejor ruta para perderla cuanto antes. No vio el cable que hizo que perdiera el equilibrio y cayera al suelo, pero sí el segundo par de ojos brillantes que se asomaron entonces desde la otra entrada.
Valeria oyó el cuerpo desplomarse sobre la gravilla, así como el quejido involuntario del encapuchado, y se retiró el paño con que se había cubierto los ojos para evitar la tentación de abrirlos antes de tiempo. Se lanzó sobre el individuo antes de que tuviera tiempo de levantarse, pero no habría podido reducirlo sin la ayuda de su yo ilusorio, que le clavó un igualmente ilusorio cuchillo en la pierna(1).
—Venga, deja de quejarte —le dijo a su ahora víctima mientras le ataba las muñecas a la espalda con el fino hilo de cobre con que le había puesto la zancadilla—. Dentro de un rato, ni recordarás que tenías una herida. Ahora —añadió mientras le daba la vuelta con esfuerzo para retirarle la capucha—, veamos qué tenemos aquí.
El encapuchado, resultó ser una mujer no mucho mayor que Valeria, aunque de constitución bastante más recia. Vestía ropas gastadas de hombre, pero llevaba la melena bien cuidada y tenía un rostro envidiablemente hidratado. ¿Una niña rica buscando emociones fuertes?
—Así que me quieres muerta. ¿Por qué exactamente?
La mujer apretó la mandíbula y la miró con gesto desafiante. Valeria le hizo una seña a su otro yo que, sin ceremonia alguna, le hizo un rápido corte en el brazo a la prisionera. El gemido rompió la expresión altanera y el miedo se asomó a su mirada.
—Imagino que para llegar a Delacroix —continuó hablando Valeria—. ¿Por qué lo quieres muerto a él, ya que estamos?
La mujer dudó un momento, pero cuando las dos Valerias volvieron a cruzar miradas, explotó:
—¡Porqué es un malnacido, un cretino y un puerco!
Y entonces, se echó a llorar. Entre hipidos y sorbidos, habló de cómo se conocieron, de cómo se enamoró de aquel joven inteligente, ambicioso, dispuesto a crear un imperio de lociones hidratantes y otros cosméticos. De su boda humilde, de los apuros económicos de los primeros años. De cómo se había volcado en él, en ayudarlo a cumplir sus sueños. Y de cómo había cambiado su esposo cuando el negocio despuntó y el dinero empezó a entrar a raudales.
—Rubi me lo dijo, lo que hacía por las noches cuando llegaba tarde a casa. Pero estaba tan enamorada que no quise creerla. ¡Dos meses con unos terribles escozores ahí abajo por una infección que me trajo de vete a saber qué tugurio infestado de piojos! ¡Eso hizo falta para que abriera de una vez los ojos! Pero no pienso dejar que siga riéndose de mí.
—No te preocupes —interrumpió Valeria antes de que se arrancara de nuevo—, que ya no va a seguir riéndose.
—¿Qu-qué quieres decir?
—Digamos que su última correría amatoria le sentó de muerte. Lo importante es que yo sé dónde está el cuerpo —si es que no lo han encontrado ya— y tú no. Así que, ¿a qué estás dispuesta para evitar la larga espera y pérdida de valor de tu empresa hasta que lo den por fallecido después de años de ausencia?
De pie en la proa del Marsupial Alado Valeria respiraba la brisa marina con la mirada fija en el suroeste, aunque sabía que las islas tardarían aún mucho tiempo en recortarse en el horizonte. Trataba de ignorar los sonidos del puerto a su espalda, ansiosa por el momento de zarpar de vuelta a casa. Cuando por fin izaron las velas y el viento las empujó hacia delante, Zero se acercó cabizbajo con una hoja de papel impreso.
—Al final, murió igualmente —dijo.
—¿Quién?
—El señor Delacroix —esplicó el chico señalando el pasquín—. Me lo prestó uno de los marineros. Última hora en la ciudad, me dijo.
—¿Y habla de Delacroix?
Zero asintió:
—Anoche, mientras dormía. Dice que debió ser un fallo cardiaco. Su viuda está desconsolada.
—¿Eso dice?
La desconsolada viuda le había ofrecido una bonita suma de dinero por el paradero de su difunto marido. La mayor parte, pagadera después de comprobar la veracidad de la información, pero Valeria no tenía intención de quedarse a comprobar si los cadáveres seguían donde los dejó. Tomó lo que consiguió sacarle en el momento, sumado a lo que ya le había adelantado el difunto el día anterior, y se marchó en busca de Zero.
O bien nadie había metido las narices en la habitación, o bien Madamme Leonora se había puesto creativa con tal de evitar un escándalo en su local. Pero eso a Valeria ya poco le importaba.
—Nunca me dijo cómo capturó al asesino.
—¿Eh?
—El hombre encapuchado. Me dijo que todo se había arreglado, pero no me explicó nada más.
—¡Ah, sí! Al final, te hice caso y llamé a la guardia. Ellos se encargaron de todo.
----------
OFF: (1)Habilidad de la Daga de Eredin Tarmúnil: Creas una copia de ti misma que puede atacar a tus enemigos imitando tu estilo de combate. Aunque se trata de una ilusión, la persona a la que ataque sentirá sus heridas como si fueran reales; las heridas desaparecerán cuando lo haga la copia. Dura dos rondas o hasta que la copia sufra una herida mortal, lo que ocurra primero.
Pero ¿y si no necesitaba verlo venir?
El lugar estaba desierto cuando llegó. Lo había elegido tanto por su discreción, pues los espesos setos que lo rodeaban lo mantenían alejado de ojos y oídos curiosos, pero el hecho de que, desde el pie de la estatua tenía una visibilidad perfecta de los dos caminos de acceso al modesto rinconcito en los jardines. La luna estaba en cuarto menguante aquella noche veraniega, suficiente para iluminar los accesos desde la sombra de la imponente escultura.
Esperar no era problema, había pasado muchas noches esperando. Era la incertidumbre lo que aceleraba los latidos de su corazón. No dudaba de que la avaricia habría hecho su trabajo, siempre había alguien dispuesto rebanar pescuezos por dinero. Pero, una Heroína del Árbol Madre… ¿habrían podido con ella?
La respuesta le llegó en cuanto vio la menuda sombra de orbes brillantes acercarse a la carrera. Ni siquiera había tratado de amortiguar el sonido de sus pasos sobre la gravilla. ¿Qué esperaba, que se quedase a esperarla?
Sin dudarlo un momento, corrió con todas sus fuerzas por el otro camino calculando mentalmente la mejor ruta para perderla cuanto antes. No vio el cable que hizo que perdiera el equilibrio y cayera al suelo, pero sí el segundo par de ojos brillantes que se asomaron entonces desde la otra entrada.
Valeria oyó el cuerpo desplomarse sobre la gravilla, así como el quejido involuntario del encapuchado, y se retiró el paño con que se había cubierto los ojos para evitar la tentación de abrirlos antes de tiempo. Se lanzó sobre el individuo antes de que tuviera tiempo de levantarse, pero no habría podido reducirlo sin la ayuda de su yo ilusorio, que le clavó un igualmente ilusorio cuchillo en la pierna(1).
—Venga, deja de quejarte —le dijo a su ahora víctima mientras le ataba las muñecas a la espalda con el fino hilo de cobre con que le había puesto la zancadilla—. Dentro de un rato, ni recordarás que tenías una herida. Ahora —añadió mientras le daba la vuelta con esfuerzo para retirarle la capucha—, veamos qué tenemos aquí.
El encapuchado, resultó ser una mujer no mucho mayor que Valeria, aunque de constitución bastante más recia. Vestía ropas gastadas de hombre, pero llevaba la melena bien cuidada y tenía un rostro envidiablemente hidratado. ¿Una niña rica buscando emociones fuertes?
—Así que me quieres muerta. ¿Por qué exactamente?
La mujer apretó la mandíbula y la miró con gesto desafiante. Valeria le hizo una seña a su otro yo que, sin ceremonia alguna, le hizo un rápido corte en el brazo a la prisionera. El gemido rompió la expresión altanera y el miedo se asomó a su mirada.
—Imagino que para llegar a Delacroix —continuó hablando Valeria—. ¿Por qué lo quieres muerto a él, ya que estamos?
La mujer dudó un momento, pero cuando las dos Valerias volvieron a cruzar miradas, explotó:
—¡Porqué es un malnacido, un cretino y un puerco!
Y entonces, se echó a llorar. Entre hipidos y sorbidos, habló de cómo se conocieron, de cómo se enamoró de aquel joven inteligente, ambicioso, dispuesto a crear un imperio de lociones hidratantes y otros cosméticos. De su boda humilde, de los apuros económicos de los primeros años. De cómo se había volcado en él, en ayudarlo a cumplir sus sueños. Y de cómo había cambiado su esposo cuando el negocio despuntó y el dinero empezó a entrar a raudales.
—Rubi me lo dijo, lo que hacía por las noches cuando llegaba tarde a casa. Pero estaba tan enamorada que no quise creerla. ¡Dos meses con unos terribles escozores ahí abajo por una infección que me trajo de vete a saber qué tugurio infestado de piojos! ¡Eso hizo falta para que abriera de una vez los ojos! Pero no pienso dejar que siga riéndose de mí.
—No te preocupes —interrumpió Valeria antes de que se arrancara de nuevo—, que ya no va a seguir riéndose.
—¿Qu-qué quieres decir?
—Digamos que su última correría amatoria le sentó de muerte. Lo importante es que yo sé dónde está el cuerpo —si es que no lo han encontrado ya— y tú no. Así que, ¿a qué estás dispuesta para evitar la larga espera y pérdida de valor de tu empresa hasta que lo den por fallecido después de años de ausencia?
De pie en la proa del Marsupial Alado Valeria respiraba la brisa marina con la mirada fija en el suroeste, aunque sabía que las islas tardarían aún mucho tiempo en recortarse en el horizonte. Trataba de ignorar los sonidos del puerto a su espalda, ansiosa por el momento de zarpar de vuelta a casa. Cuando por fin izaron las velas y el viento las empujó hacia delante, Zero se acercó cabizbajo con una hoja de papel impreso.
—Al final, murió igualmente —dijo.
—¿Quién?
—El señor Delacroix —esplicó el chico señalando el pasquín—. Me lo prestó uno de los marineros. Última hora en la ciudad, me dijo.
—¿Y habla de Delacroix?
Zero asintió:
—Anoche, mientras dormía. Dice que debió ser un fallo cardiaco. Su viuda está desconsolada.
—¿Eso dice?
La desconsolada viuda le había ofrecido una bonita suma de dinero por el paradero de su difunto marido. La mayor parte, pagadera después de comprobar la veracidad de la información, pero Valeria no tenía intención de quedarse a comprobar si los cadáveres seguían donde los dejó. Tomó lo que consiguió sacarle en el momento, sumado a lo que ya le había adelantado el difunto el día anterior, y se marchó en busca de Zero.
O bien nadie había metido las narices en la habitación, o bien Madamme Leonora se había puesto creativa con tal de evitar un escándalo en su local. Pero eso a Valeria ya poco le importaba.
—Nunca me dijo cómo capturó al asesino.
—¿Eh?
—El hombre encapuchado. Me dijo que todo se había arreglado, pero no me explicó nada más.
—¡Ah, sí! Al final, te hice caso y llamé a la guardia. Ellos se encargaron de todo.
----------
OFF: (1)Habilidad de la Daga de Eredin Tarmúnil: Creas una copia de ti misma que puede atacar a tus enemigos imitando tu estilo de combate. Aunque se trata de una ilusión, la persona a la que ataque sentirá sus heridas como si fueran reales; las heridas desaparecerán cuando lo haga la copia. Dura dos rondas o hasta que la copia sufra una herida mortal, lo que ocurra primero.
Reike
Admin
Admin
Cantidad de envíos : : 1878
Nivel de PJ : : 5
Temas similares
» Cuando el pasado te alcanza [Trabajo Reike/Owens]
» La mansión Stocker, el retorno del rey díscolo [Noche][Trabajo]
» Asesino fantasma [Trabajo-Rauko]
» La morada de Reike
» El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
» La mansión Stocker, el retorno del rey díscolo [Noche][Trabajo]
» Asesino fantasma [Trabajo-Rauko]
» La morada de Reike
» El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Ayer a las 10:54 por Níniel Thenidiel
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
Ayer a las 09:15 por Rauko
» El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Miér Nov 13 2024, 22:47 por Eltrant Tale
» Enjoy the Silence 4.0 {Élite]
Miér Nov 13 2024, 20:01 por Nana
» Vampiros, Gomejos, piernas para qué las tengo. [Privado]
Mar Nov 12 2024, 04:51 por Tyr
» Derecho Aerandiano [Libre]
Dom Nov 10 2024, 13:36 por Tyr
» Días de tormenta + 18 [Privado]
Dom Nov 10 2024, 00:41 por Sango
» Propaganda Peligrosa - Priv. Zagreus - (Trabajo / Noche)
Vie Nov 08 2024, 18:40 por Lukas
» Lamentos de un corazón congelado [Libre 3/3]
Vie Nov 08 2024, 01:19 por Tyr
» 89. Una compañía hacia el caos [Privado]
Jue Nov 07 2024, 20:51 por Aylizz Wendell
» Clementina Chonkffuz [SOLITARIO]
Jue Nov 07 2024, 16:48 por Mina Harker
» [Zona de Culto]Santuario del dragón de Mjulnr
Mar Nov 05 2024, 21:21 por Tyr
» Pócimas y Tragos: La Guerra de la Calle Burbuja [Interpretativo] [Libre]
Mar Nov 05 2024, 17:01 por Seraphine Valaryon
» [Zona de culto] Iglesia del único Dios
Mar Nov 05 2024, 14:32 por Tyr
» [Zona de Culto] Oráculo de Fenrir
Mar Nov 05 2024, 03:02 por Tyr