Lo que nos mueve [Trabajo]
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Lo que nos mueve [Trabajo]
El lugar estaba sorprendéntemente bien construido. Para ser un sitio solo accesible desde las catacumbas, estaba hecho con bastante cuidado.
Se trataba de una arena subterránea, aunque no estaba seguro de si estaba incluso dentro de los límites de la ciudad. Se las habían arreglado para que estuviese bien iluminada, aunque era evidente que habían usado luces mágicas para ello. La construcción en si era simple y práctica: las gradas y pasillos estaban hechos de piedra en torno a lo que parecía madera petrificada. Había multitud de enormes raíces adornando la zona, dando la impresión de que estuviese hecho dentro de un árbol gigantesco.
Pero no era del todo exacto. Aquello estaba hecho con magia, fuese élfica o de los brujos. Toda la estructura se había vaciado de forma metódica, pero sin herramientas físicas.
Por supuesto, la arquitectura no era lo que llamaba mi atención en ese momento. En medio de la arena, un dragón peleaba contra lo que parecía ser una arquera encapuchada. A juzgar por sus flechas de luz que rebotaban por toda la enorme estancia, era fácil suponer que se trataba de una elfa. De alguna forma, sus disparos no habían alcanzado a ninguno de los espectadores aún, pero viendo las molestias que se habían tomado, no me extrañaría si hubiese protecciones de algún tipo.
Contra todo pronostico, parecía estar tratándose de una pelea equilibrada. El dragón se mantenía en vuelo, aunque tenía varias flechas hundidas en su cuerpo. Por su lado, la elfa estaba intacta, pero tan solo uno de los alientos de hielo del alado podrían poner fin al combate. Según sonaba, ambos eran luchadores de renombre en ese sitio. El combate no era tan intenso como podía ser, ya que no se trataba de un duelo a muerte, pero aun así, dejaba claro cual era el nivel que tenían allí.
-Se te ve con ganas.- dijo la voz de Syl a mi lado. Fui entonces plenamente consciente del movimiento de mi cola. Aun así, no lo oculté.
-¿Quien crees que va a ganar?- sonreí, apoyándome en la barandilla. -El dragón está ganando ventaja.-
-No ha acertado ni una sola vez.- replicó el gato, frunciendo el ceño. -La elfa es demasiado rápida.- Como si demostrase sus palabras, la arquera se lanzó con un destello de luz hacia una pared, y la usó para impulsarse de vuelta al suelo evitando otra arremetida del dragón.
-Puede, pero está perdiendo terreno. Mira como evita todas las zonas heladas. Cada vez hay más, y cuando toque una... creo que el dragón tiene algo sobre la manga.- dije. Si es que llegaba a eso antes de caer, claro.
Habíamos llegado allí casi por invitación. A decir verdad, estaba sediento de pelea. Por eso hice que Eltrant también viniese: los combates eran por parejas, y Syl no tenía demasiado interés en pelear por diversión.
Aún no me había encontrado con el humano, pero debía estar por llegar... si no se había perdido por las catacumbas, claro. Parecían tener mucho interés en guardar ese lugar con cierto secretismo, a pesar de que debían tener dinero o poder suficiente para hacer que la Guardia se mantuviese alejada.
Por encima de las gradas, en una terraza privada, se alzaba el maestro de ese lugar. Bien el real, o tan solo un representante. Fuera como fuese, era el que anunciaba y daba fin a los combates. Cuando hablaba, su voz retumbaba por todo el lugar, amplificada por varias runas de sonido. Me preguntaba si estaba aquello relacionado con el antiguo gremio de luchadores del que había escuchado hablar en su tiempo.
Me ajusté los guanteletes, sumergido en la pelea. Daba la sensación de que pronto llegaría a su fin.
Voy a tirar runas [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]para ver cual de los combatientes mencionados gana. Siéntete libre de narrar el combate de forma acorde al resultado.
Se trataba de una arena subterránea, aunque no estaba seguro de si estaba incluso dentro de los límites de la ciudad. Se las habían arreglado para que estuviese bien iluminada, aunque era evidente que habían usado luces mágicas para ello. La construcción en si era simple y práctica: las gradas y pasillos estaban hechos de piedra en torno a lo que parecía madera petrificada. Había multitud de enormes raíces adornando la zona, dando la impresión de que estuviese hecho dentro de un árbol gigantesco.
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Pero no era del todo exacto. Aquello estaba hecho con magia, fuese élfica o de los brujos. Toda la estructura se había vaciado de forma metódica, pero sin herramientas físicas.
Por supuesto, la arquitectura no era lo que llamaba mi atención en ese momento. En medio de la arena, un dragón peleaba contra lo que parecía ser una arquera encapuchada. A juzgar por sus flechas de luz que rebotaban por toda la enorme estancia, era fácil suponer que se trataba de una elfa. De alguna forma, sus disparos no habían alcanzado a ninguno de los espectadores aún, pero viendo las molestias que se habían tomado, no me extrañaría si hubiese protecciones de algún tipo.
Contra todo pronostico, parecía estar tratándose de una pelea equilibrada. El dragón se mantenía en vuelo, aunque tenía varias flechas hundidas en su cuerpo. Por su lado, la elfa estaba intacta, pero tan solo uno de los alientos de hielo del alado podrían poner fin al combate. Según sonaba, ambos eran luchadores de renombre en ese sitio. El combate no era tan intenso como podía ser, ya que no se trataba de un duelo a muerte, pero aun así, dejaba claro cual era el nivel que tenían allí.
-Se te ve con ganas.- dijo la voz de Syl a mi lado. Fui entonces plenamente consciente del movimiento de mi cola. Aun así, no lo oculté.
-¿Quien crees que va a ganar?- sonreí, apoyándome en la barandilla. -El dragón está ganando ventaja.-
-No ha acertado ni una sola vez.- replicó el gato, frunciendo el ceño. -La elfa es demasiado rápida.- Como si demostrase sus palabras, la arquera se lanzó con un destello de luz hacia una pared, y la usó para impulsarse de vuelta al suelo evitando otra arremetida del dragón.
-Puede, pero está perdiendo terreno. Mira como evita todas las zonas heladas. Cada vez hay más, y cuando toque una... creo que el dragón tiene algo sobre la manga.- dije. Si es que llegaba a eso antes de caer, claro.
Habíamos llegado allí casi por invitación. A decir verdad, estaba sediento de pelea. Por eso hice que Eltrant también viniese: los combates eran por parejas, y Syl no tenía demasiado interés en pelear por diversión.
Aún no me había encontrado con el humano, pero debía estar por llegar... si no se había perdido por las catacumbas, claro. Parecían tener mucho interés en guardar ese lugar con cierto secretismo, a pesar de que debían tener dinero o poder suficiente para hacer que la Guardia se mantuviese alejada.
Por encima de las gradas, en una terraza privada, se alzaba el maestro de ese lugar. Bien el real, o tan solo un representante. Fuera como fuese, era el que anunciaba y daba fin a los combates. Cuando hablaba, su voz retumbaba por todo el lugar, amplificada por varias runas de sonido. Me preguntaba si estaba aquello relacionado con el antiguo gremio de luchadores del que había escuchado hablar en su tiempo.
Me ajusté los guanteletes, sumergido en la pelea. Daba la sensación de que pronto llegaría a su fin.
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Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: Lo que nos mueve [Trabajo]
Una abrumadora ovación fue lo primero que escuchó al abandonar el pasadizo.
Eltrant arqueó ambas cejas al contemplar lo que tenía delante y avanzó un par de pasos, lo justo para llegar a apoyarse en un muro de piedra que le separaba de una caída de varios pisos hasta lo que parecía ser una especie de foso.
- Impresionante. – Le dijo en voz baja a Lyn, tratando de figurarse como habían construido aquello allí abajo en el más absoluto de los secretos.
Aquello era un coliseo, uno de un tamaño considerable y que no tenía nada que envidiar al de la propia Dalmasca. ¿Era por aquello por lo que le había llamado Asher? ¿Peleas secretas bajo la capital de Verisar? Sonrió al ver a la arquera y al dragón sortearse el uno al otro en el centro de la arena.
Cerró ambas manos con ligeramente más fuerza en torno al pequeño muro.
- Esto me trae recuerdos… - dijo simplemente, incapaz de ocultar el evidente tono melancólico que se apodero de su voz.
- Curioso, a mí también. – dijo Lyn sonriente, cruzándose de brazos, mirando como la pelea que tenían frente a ellos se desarrollaba.
Cada hálito helado que dejaba escapar el lagarto era grácilmente esquivado por la mujer, por su forma de pelear, natural de Sandorai. Si bien era cierto que la arena comenzaba a parecer un páramo norteño y el dragón cada vez ganaba más terreno, la elfa, a diferencia de este, estaba completamente intacta.
- ¿Ah, sí? ¿En qué sentido? – Preguntó Eltrant al mismo tiempo que se giraba hacía una vampiresa que, en lugar de contestar, se limitó a encogerse de hombros sin perder la sonrisa.
Dando aquella batalla por perdida, Eltrant desvió su atención de nuevo a la pelea sin ahondar más en el asunto. Conocía a Lyn lo suficiente como para saber que, cuando esta quisiera hablar del tema, lo haría.
- ¿Y tú? – Inquirió la vampiresa de vuelta. - ¿Son recuerdos de verdad o es que al ver tanto hielo te acuerdas de tu espada? – Agregó, divertida, haciendo como que le daba codazos a su amigo.
El castaño negó con la cabeza y se atusó la barba, haciendo memoria.
- Hace mucho tiempo… - Suspiró, acordándose de cuando dejó la granja en plena noche. – Me ganaba el dinero en peleas de este estilo. – Lyn abrió los ojos de par en par, una expresión que vino acompañada casi inmediatamente con una expresión mordaz. – No pongas esa cara. – Gruñó Eltrant. – No era nada como esto. – Extendió los brazos, haciendo referencia al coliseo. – Era más… - Inspiró con fuerza por la nariz. - ¿… rústico? – Pronunció al final, sin saber exactamente como describir las peleas callejeras a las que había dedicado sus primeros días como mercenario.
- Solo… - Lyn comenzó a hablar, haciendo esfuerzos por contener la risotada que Eltrant sabía que estaba a punto de soltar. – Por favor, dime que tenías algún mote de luchador. - Dejó escapar una risita. - ¿El indestructible Elran Tail? – Eltrant puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza.
- Para nada. En sí, solía perder siempre. – dijo Eltrant pasándose tímidamente la mano por el pelo.
- El destructible Elran Tail entonces. – Agregó Lyn inmediatamente. - ¿Elran “Causa Perdida” Taylor? – Preguntó, dando una pequeña palmada, casi como esperando que su acompañante le diese la razón. - ¿Ojo morado Tale? – dijo a continuación. – ¡No! ¡No respondas! – Lyn se mordió el labio inferior. - ¡Último intento! – dijo jugueteando con su flequillo. – ¡Eltrant Tale! ¡La Bestia de Pueblo! – dijo bajando ambas manos hasta la cintura. – ¡Por el día! ¡Planta patatas! – Entrelazó ambas manos y comenzó a girar sobre sí misma, añadiendo dramatismo extra a cada palabra que decía. – ¡Pero al caer la noche sigue los vestigios de su ama y señora de las sombras! ¡Se transforma en un bárbaro con un solo objetivo en mente! ¡Eltrant Tale! ¡El luchador medianamente competente! –
- No a todo. – dijo Eltrant al instante, suspirando profundamente. – Y eso último es… es muy específico. ¿Lo has pensado antes o…? – Frunció repentinamente el ceño. - Además, ¿Qué es eso de medianamente comp…? – Otro clamor del público, este más intenso que el anterior, hizo que la pareja dejase de hablar y se centrase en el combate.
La mujer seguía perdiendo terreno. Daba igual que se moviese como si estuviese danzando, que milimetrase cada paso que daba y sortease todos y cada uno de los ataques del dragón; definitivamente no parecía estar pasándolo bien.
Sin embargo, el que se encontrase cada vez más arrinconada no parecía amedrentarla lo más mínimo.
Cada proyectil que salía del arco de la mujer adquiría enseguida un brillo característico, uno que había visto Eltrant más de un centenar de veces, similar al que emitía su propio tatuaje. ¿Usaba magia de luz de forma ofensiva? No eran muchos los elfos a los que veía actuar de aquella forma.
Y entonces fue cuando la elfa se dividió de alguna forma.
La arquera, en su último salto para escapar del hielo, dejó tras de sí una copia de sí misma, prácticamente una hermana gemela que parecía relucir con luz propia mientras seguía atacando a un dragón que ahora tenía que preocuparse por enfrentarse a dos oponentes.
- ¿Oh? – Lyn volvió a sacar a Eltrant del combate. - ¡Mira quién está allí! – El exmercenario depositó los ojos en el lugar al que se señalaba Lyn.
Asher y Syl no estaban muy lejos de la entrada al coliseo.
Le sorprendía no haberles visto antes.
Justo cuando comenzó a caminar hacia ellos, los espectadores volvieron a gritar de nuevo. Se giró un instante hacía la arena para comprobar que ahora había tres elfas, cada una de ellas disparando flechas al mismo tiempo.
Y, a pesar de que una de las llamaradas de hielo envolvió a una de las copias y la hizo desaparecer, cuando las tres saetas impactaron al mismo tiempo contra el dragón una burbuja envolvió al mismo y este se precipitó con fuerza contra el suelo, casi como si le hubiesen arrastrado de alguna forma.
- Eso es… - Llegó junto a Asher. – ¿Magia? ¿Puede hacer eso un elfo?. – Preguntó ante lo que acababa de ver, sin añadir nada más en un principio.
¿Que tipo de magia de luz era capaz de hacer eso?
Lyn, por su parte, les saludó a ambos inmediatamente y se colocó junto a ellos.
- ¡Menos mal que estáis vosotros! ¡Este nunca me lleva a ver cosas interesantes! - Exclamó, señalando a Eltrant con el pulgar.
- ¿Habéis llegado mucho antes que nosotros? – Preguntó Eltrant ignorando a Lyn por completo, lo que la llevó a inflar los mofletes. – Me gusta. – Agregó, volviendo a analizar el lugar con la mirada. – Gracias por llamarme. -
Eltrant arqueó ambas cejas al contemplar lo que tenía delante y avanzó un par de pasos, lo justo para llegar a apoyarse en un muro de piedra que le separaba de una caída de varios pisos hasta lo que parecía ser una especie de foso.
- Impresionante. – Le dijo en voz baja a Lyn, tratando de figurarse como habían construido aquello allí abajo en el más absoluto de los secretos.
Aquello era un coliseo, uno de un tamaño considerable y que no tenía nada que envidiar al de la propia Dalmasca. ¿Era por aquello por lo que le había llamado Asher? ¿Peleas secretas bajo la capital de Verisar? Sonrió al ver a la arquera y al dragón sortearse el uno al otro en el centro de la arena.
Cerró ambas manos con ligeramente más fuerza en torno al pequeño muro.
- Esto me trae recuerdos… - dijo simplemente, incapaz de ocultar el evidente tono melancólico que se apodero de su voz.
- Curioso, a mí también. – dijo Lyn sonriente, cruzándose de brazos, mirando como la pelea que tenían frente a ellos se desarrollaba.
Cada hálito helado que dejaba escapar el lagarto era grácilmente esquivado por la mujer, por su forma de pelear, natural de Sandorai. Si bien era cierto que la arena comenzaba a parecer un páramo norteño y el dragón cada vez ganaba más terreno, la elfa, a diferencia de este, estaba completamente intacta.
- ¿Ah, sí? ¿En qué sentido? – Preguntó Eltrant al mismo tiempo que se giraba hacía una vampiresa que, en lugar de contestar, se limitó a encogerse de hombros sin perder la sonrisa.
Dando aquella batalla por perdida, Eltrant desvió su atención de nuevo a la pelea sin ahondar más en el asunto. Conocía a Lyn lo suficiente como para saber que, cuando esta quisiera hablar del tema, lo haría.
- ¿Y tú? – Inquirió la vampiresa de vuelta. - ¿Son recuerdos de verdad o es que al ver tanto hielo te acuerdas de tu espada? – Agregó, divertida, haciendo como que le daba codazos a su amigo.
El castaño negó con la cabeza y se atusó la barba, haciendo memoria.
- Hace mucho tiempo… - Suspiró, acordándose de cuando dejó la granja en plena noche. – Me ganaba el dinero en peleas de este estilo. – Lyn abrió los ojos de par en par, una expresión que vino acompañada casi inmediatamente con una expresión mordaz. – No pongas esa cara. – Gruñó Eltrant. – No era nada como esto. – Extendió los brazos, haciendo referencia al coliseo. – Era más… - Inspiró con fuerza por la nariz. - ¿… rústico? – Pronunció al final, sin saber exactamente como describir las peleas callejeras a las que había dedicado sus primeros días como mercenario.
- Solo… - Lyn comenzó a hablar, haciendo esfuerzos por contener la risotada que Eltrant sabía que estaba a punto de soltar. – Por favor, dime que tenías algún mote de luchador. - Dejó escapar una risita. - ¿El indestructible Elran Tail? – Eltrant puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza.
- Para nada. En sí, solía perder siempre. – dijo Eltrant pasándose tímidamente la mano por el pelo.
- El destructible Elran Tail entonces. – Agregó Lyn inmediatamente. - ¿Elran “Causa Perdida” Taylor? – Preguntó, dando una pequeña palmada, casi como esperando que su acompañante le diese la razón. - ¿Ojo morado Tale? – dijo a continuación. – ¡No! ¡No respondas! – Lyn se mordió el labio inferior. - ¡Último intento! – dijo jugueteando con su flequillo. – ¡Eltrant Tale! ¡La Bestia de Pueblo! – dijo bajando ambas manos hasta la cintura. – ¡Por el día! ¡Planta patatas! – Entrelazó ambas manos y comenzó a girar sobre sí misma, añadiendo dramatismo extra a cada palabra que decía. – ¡Pero al caer la noche sigue los vestigios de su ama y señora de las sombras! ¡Se transforma en un bárbaro con un solo objetivo en mente! ¡Eltrant Tale! ¡El luchador medianamente competente! –
- No a todo. – dijo Eltrant al instante, suspirando profundamente. – Y eso último es… es muy específico. ¿Lo has pensado antes o…? – Frunció repentinamente el ceño. - Además, ¿Qué es eso de medianamente comp…? – Otro clamor del público, este más intenso que el anterior, hizo que la pareja dejase de hablar y se centrase en el combate.
La mujer seguía perdiendo terreno. Daba igual que se moviese como si estuviese danzando, que milimetrase cada paso que daba y sortease todos y cada uno de los ataques del dragón; definitivamente no parecía estar pasándolo bien.
Sin embargo, el que se encontrase cada vez más arrinconada no parecía amedrentarla lo más mínimo.
Cada proyectil que salía del arco de la mujer adquiría enseguida un brillo característico, uno que había visto Eltrant más de un centenar de veces, similar al que emitía su propio tatuaje. ¿Usaba magia de luz de forma ofensiva? No eran muchos los elfos a los que veía actuar de aquella forma.
Y entonces fue cuando la elfa se dividió de alguna forma.
La arquera, en su último salto para escapar del hielo, dejó tras de sí una copia de sí misma, prácticamente una hermana gemela que parecía relucir con luz propia mientras seguía atacando a un dragón que ahora tenía que preocuparse por enfrentarse a dos oponentes.
- ¿Oh? – Lyn volvió a sacar a Eltrant del combate. - ¡Mira quién está allí! – El exmercenario depositó los ojos en el lugar al que se señalaba Lyn.
Asher y Syl no estaban muy lejos de la entrada al coliseo.
Le sorprendía no haberles visto antes.
Justo cuando comenzó a caminar hacia ellos, los espectadores volvieron a gritar de nuevo. Se giró un instante hacía la arena para comprobar que ahora había tres elfas, cada una de ellas disparando flechas al mismo tiempo.
Y, a pesar de que una de las llamaradas de hielo envolvió a una de las copias y la hizo desaparecer, cuando las tres saetas impactaron al mismo tiempo contra el dragón una burbuja envolvió al mismo y este se precipitó con fuerza contra el suelo, casi como si le hubiesen arrastrado de alguna forma.
- Eso es… - Llegó junto a Asher. – ¿Magia? ¿Puede hacer eso un elfo?. – Preguntó ante lo que acababa de ver, sin añadir nada más en un principio.
¿Que tipo de magia de luz era capaz de hacer eso?
Lyn, por su parte, les saludó a ambos inmediatamente y se colocó junto a ellos.
- ¡Menos mal que estáis vosotros! ¡Este nunca me lleva a ver cosas interesantes! - Exclamó, señalando a Eltrant con el pulgar.
- ¿Habéis llegado mucho antes que nosotros? – Preguntó Eltrant ignorando a Lyn por completo, lo que la llevó a inflar los mofletes. – Me gusta. – Agregó, volviendo a analizar el lugar con la mirada. – Gracias por llamarme. -
Eltrant Tale
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Re: Lo que nos mueve [Trabajo]
-No mucho. Solo este combate.- dije, saludándoles con un gesto. Syl hizo lo mismo, silencioso como de costumbre.
La voz del anunciante, el llamado "Testigo", interrumpió cualquier intento de conversación en cuanto estaba claro que el dragón no podía levantarse.
-El combate ha terminado. Serena es la ganadora.- dijo, resonando por todas partes. No había mucha emoción en su voz, pero asumía que aquello era común. Me preguntaba si Serena era su nombre real, o algún tipo de mote. Definitivamente, no sonaba élfico. -Slane, despeja el campo.- ordenó.
El dragón tardó unos segundos en alzar la cabeza y despejarse. Cuando pareció entender lo que había ocurrido, rugió. El sonido de miles de cristales rompiéndose recorrió la arena, y cada zona escarchada estalló en múltiples cristales de hielo, silenciando al público. Poco después, empezaron a volar hacia su cuerpo, siendo absorbidos por sus escamas.
Estaba claro lo que habría pasado si su oponente llegaba a tocar las zonas heladas. La elfa, sin embargo, no le prestó la más mínima atención. Tras tener su victoria, se encaminó al interior del coliseo sin siquiera mirar atrás. Poco después, el dragón hizo lo mismo, sin llegar a transformarse en público.
Debía ser su estilo, quizás, o simplemente una forma de permanecer anónimo.
-Vas a luchar conmigo, ¿no?- pregunté, yendo directo al grano. -No permiten combates individuales salvo que llegues antes a las categorias altas, como las de esos dos.- dije, señalando la arena con la cabeza. -Y Syl es un traidor y no me quiere.- añadí. El felino rió ligeramente.
-Le pregunté: "¿Te parezco alguien que disfruta de que le intenten matar?" Y lo siguiente que hizo fue buscarte a ti.- aseguró, esbozando media sonrisa.
-Ni caso.- dije, quitandole importancia con un gesto de la mano. -Vamos a inscribirnos, aún podemos luchar hoy.- añadí, indicándole que me siguiera. Syl y Lyn podían quedarse observando el espectáculo. El gato no parecía tener mucha prisa por acompañarnos, definitivamente.
Bajo las gradas, los pasillos de roca desembocaban todos en las mismas grandes estancias, que se llenaban entre combate y combate. Había gente en torno a un puesto donde suponía que hacían apuestas, aunque las de esa zona parecían ser más bien bajas. Tuvimos que bajar unas escaleras para llegar hasta la zona de participantes.
A diferencia de la anterior, esta tenía un ambiente algo más tenso. Los gladiadores que habían ido hasta allí variaban en aspecto, aunque la mayoría parecían ser mercenarios, bandidos o similares. La mayoría estaban en grupos y no parecían salir de estos. Pero a decir verdad, no había muchos que fuesen realmente llamativos. Morralla, como algunos los llamaría.
No tardamos en ver una mujer de aspecto completamente distinto. Una elfa, como la anterior participante, pero esta iba con el rostro al descubierto. Parecía joven, y llevaba una lista en la mano. No muy armada a primera vista. Trabajaba en ese sitio, a juzgar por mi anterior interacción con ella. Pasaron unos segundos antes de que se diese cuenta de que estábamos allí.
-¡Oh! Has... encontrado a alguien.- dijo. Inmediatamente, se aproximó directamente a Eltrant. -Voy a necesitar tu nombre y raza. El nombre no tiene que ser el real, claro, puedes usar un sobrenombre. Solo no te pongas "la Montaña", ya van demasiados.- Tras mirar atentamente al humano y apuntar su respuesta, prosiguió. -Os tendré que asignar un compañero más para las eliminatorias. O podeis buscar alguien con quien encajeis de los que estén sueltos. Empiezan en quince minutos.-
Y con eso, se dio la vuelta, siguiendo con su lista para terminar de atarlo todo. Bostecé mientras miraba alrededor, buscando a alguien que pareciese competente a primera vista.
-Si quieres elegir tú, me vale cualquiera.- dije, comenzando con unos estiramientos. No le presté mucha atención a las miradas de aquellos tipos. Probablemente, eran los que estarían en la eliminación. -No hay muchas normas. Todo lo que podrías hacer en un campo de batalla vale, mientras entremos y salgamos cuando den la señal.-
Si tenía alguna pregunta, era el mejor momento.
-Norm el Titán contra Nulmeryon. Comenzad.- dijo el Testigo. Syl prestó atención a la arena. Dos de las grandes puertas metálicas se alzaron.
El primero en salir fue un centauro. Uno bastante grande, a decir verdad, bien protegido y con un hacha doble similar a la que portaba Melena Blanca. Salió despedido de su puerta, galopando a gran velocidad. Tenía también un arco y carcaj a su espalda, y lo que parecía ser una cadena metálica. Su oponente, por otra parte, se movió lentamente.
Si el centauro era alto gracias a su parte de caballo, el que debían llamar "Titán" no estaba muy lejos. Igualando fácilmente su altura, aquel tipo era un coloso acorazado. Cada paso que daba superaba incluso el ruido del público. Aquella mole metálica llevaba encima toda una herrería a sus espaldas, con armas pesadas de distintos tipos.
-Creía que Eltrant no salía hasta más tarde.- bromeó Syl mientras se acomodaba.
Esta vez te dejo a ti elegir si elegir el ganador o dejarlo a las runas.
La voz del anunciante, el llamado "Testigo", interrumpió cualquier intento de conversación en cuanto estaba claro que el dragón no podía levantarse.
-El combate ha terminado. Serena es la ganadora.- dijo, resonando por todas partes. No había mucha emoción en su voz, pero asumía que aquello era común. Me preguntaba si Serena era su nombre real, o algún tipo de mote. Definitivamente, no sonaba élfico. -Slane, despeja el campo.- ordenó.
El dragón tardó unos segundos en alzar la cabeza y despejarse. Cuando pareció entender lo que había ocurrido, rugió. El sonido de miles de cristales rompiéndose recorrió la arena, y cada zona escarchada estalló en múltiples cristales de hielo, silenciando al público. Poco después, empezaron a volar hacia su cuerpo, siendo absorbidos por sus escamas.
Estaba claro lo que habría pasado si su oponente llegaba a tocar las zonas heladas. La elfa, sin embargo, no le prestó la más mínima atención. Tras tener su victoria, se encaminó al interior del coliseo sin siquiera mirar atrás. Poco después, el dragón hizo lo mismo, sin llegar a transformarse en público.
Debía ser su estilo, quizás, o simplemente una forma de permanecer anónimo.
-Vas a luchar conmigo, ¿no?- pregunté, yendo directo al grano. -No permiten combates individuales salvo que llegues antes a las categorias altas, como las de esos dos.- dije, señalando la arena con la cabeza. -Y Syl es un traidor y no me quiere.- añadí. El felino rió ligeramente.
-Le pregunté: "¿Te parezco alguien que disfruta de que le intenten matar?" Y lo siguiente que hizo fue buscarte a ti.- aseguró, esbozando media sonrisa.
-Ni caso.- dije, quitandole importancia con un gesto de la mano. -Vamos a inscribirnos, aún podemos luchar hoy.- añadí, indicándole que me siguiera. Syl y Lyn podían quedarse observando el espectáculo. El gato no parecía tener mucha prisa por acompañarnos, definitivamente.
Bajo las gradas, los pasillos de roca desembocaban todos en las mismas grandes estancias, que se llenaban entre combate y combate. Había gente en torno a un puesto donde suponía que hacían apuestas, aunque las de esa zona parecían ser más bien bajas. Tuvimos que bajar unas escaleras para llegar hasta la zona de participantes.
A diferencia de la anterior, esta tenía un ambiente algo más tenso. Los gladiadores que habían ido hasta allí variaban en aspecto, aunque la mayoría parecían ser mercenarios, bandidos o similares. La mayoría estaban en grupos y no parecían salir de estos. Pero a decir verdad, no había muchos que fuesen realmente llamativos. Morralla, como algunos los llamaría.
No tardamos en ver una mujer de aspecto completamente distinto. Una elfa, como la anterior participante, pero esta iba con el rostro al descubierto. Parecía joven, y llevaba una lista en la mano. No muy armada a primera vista. Trabajaba en ese sitio, a juzgar por mi anterior interacción con ella. Pasaron unos segundos antes de que se diese cuenta de que estábamos allí.
-¡Oh! Has... encontrado a alguien.- dijo. Inmediatamente, se aproximó directamente a Eltrant. -Voy a necesitar tu nombre y raza. El nombre no tiene que ser el real, claro, puedes usar un sobrenombre. Solo no te pongas "la Montaña", ya van demasiados.- Tras mirar atentamente al humano y apuntar su respuesta, prosiguió. -Os tendré que asignar un compañero más para las eliminatorias. O podeis buscar alguien con quien encajeis de los que estén sueltos. Empiezan en quince minutos.-
Y con eso, se dio la vuelta, siguiendo con su lista para terminar de atarlo todo. Bostecé mientras miraba alrededor, buscando a alguien que pareciese competente a primera vista.
-Si quieres elegir tú, me vale cualquiera.- dije, comenzando con unos estiramientos. No le presté mucha atención a las miradas de aquellos tipos. Probablemente, eran los que estarían en la eliminación. -No hay muchas normas. Todo lo que podrías hacer en un campo de batalla vale, mientras entremos y salgamos cuando den la señal.-
Si tenía alguna pregunta, era el mejor momento.
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-Norm el Titán contra Nulmeryon. Comenzad.- dijo el Testigo. Syl prestó atención a la arena. Dos de las grandes puertas metálicas se alzaron.
El primero en salir fue un centauro. Uno bastante grande, a decir verdad, bien protegido y con un hacha doble similar a la que portaba Melena Blanca. Salió despedido de su puerta, galopando a gran velocidad. Tenía también un arco y carcaj a su espalda, y lo que parecía ser una cadena metálica. Su oponente, por otra parte, se movió lentamente.
Si el centauro era alto gracias a su parte de caballo, el que debían llamar "Titán" no estaba muy lejos. Igualando fácilmente su altura, aquel tipo era un coloso acorazado. Cada paso que daba superaba incluso el ruido del público. Aquella mole metálica llevaba encima toda una herrería a sus espaldas, con armas pesadas de distintos tipos.
-Creía que Eltrant no salía hasta más tarde.- bromeó Syl mientras se acomodaba.
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Esta vez te dejo a ti elegir si elegir el ganador o dejarlo a las runas.
- Centauro:
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Asher Daregan
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Re: Lo que nos mueve [Trabajo]
Asher fue directamente al grano, al parecer estaba deseando comenzar con todo aquello de una vez. Eltrant, desde luego, no podía culparle, pues según contempló desde dónde se encontraba como terminó el primer combate notó como se aparecía una curiosa sensación en su pecho.
Respiró profundamente, cerró ambos puños con fuerza a los lados.
Era tranquilizador participar en algo así, divertido incluso.
El hecho que tu vida no estaba completamente en juego, que el estado de una pequeña aldea no dependía de si ganabas o perdías en aquel lugar… podía considerarlo algo parecido a un descanso o un entrenamiento con una jugosa recompensa al final del mismo.
Estaba, simplemente, emocionado.
Sonrió ante los comentarios del lobo y se decidió por encogerse de hombros al oír a Syl decir “Alguien que disfruta de que le intenten matar”, si lo pensaba fríamente el gato no estaba tan equivocado. Lyn, por supuesto, asintió firmemente a las palabras del felino y se unió inmediatamente este, colocándose junto a él.
- Va a ser divertido. – Musitó casualmente, exponiendo lo que llevaba un rato pasándole por la cabeza.
- ¿Para mí? – Lyn apoyó los codos en la barandilla y, sujetando su cabeza, sonrió. – Por supuesto. Hay algo relajante en verte volar de aquí a allá, Mortal. – Eltrant respondió a esto poniendo los ojos en blanco y tratando de darle un pequeño golpe a la vampiresa en la nuca. - ¿¡Pero para el elfo que tenga que curarte…!? – Negó con la cabeza, dejando escapar una pequeña carcajada según evitaba grácilmente a su compañero. - ¡Pero déjame terminar! – Exclamó entre risas, escondiéndose tan Syl. - ¡Defiende mi honor, Syl! - quien se limitó a dejar escapar una pequeña carcajada evitando grácilmente las manos de su compañero.
- Tú asegúrate de apostar a nuestro favor si te da por hacerlo. – Le dijo simplemente, de buen humor, antes de girarse a seguir a Asher bajo las gradas. – Vas a poder comprarte bastante más capas cuando acabemos. – dijo, ajustándose la armadura, sintiéndose de nuevo como aquel chico que acababa de escaparse de la granja y era nuevo en la ciudad.
– ¡Syl, a diferencia de vosotros, es sabio! – Gritó a la pareja que desaparecía escaleras abajo. – Si es que son como críos… - dijo suspirando, negando con la cabeza según se sentaba junto al gato.
El área que se encontraron bajo las gradas estaba repleta de, por su apariencia, mercenarios, bandidos y todo tipo de trotamundos. Gente muy variopinta, todos con sus propias razones para arriesgar su bienestar en una arena para el disfrute de una muchedumbre exaltada.
Incluso vio varias de las armaduras características de la guardia entre los presentes y, por cómo se comportaban estos, no estaban allí para detener todo aquel espectáculo. ¿Tan mal estaban comenzando a pagar? Por extraño que fuese, lo cierto es que realmente no le sorprendía demasiado.
Según Eltrant analizaba a los posibles rivales que iban a encontrar en la arena, una elfa se acercó hasta dónde estaban él y Asher y comenzó a hablar inmediatamente, mostrando un respeto por el espacio personal del humano que habría hecho parecer a Lyn una señorita recatada de la nobleza.
- Eh… - Sin saber que decir debido a la impresión, se quedó en silencio unos instantes antes de responder simplemente. – Tale. Humano. – La mujer enarcó una ceja y lo apuntó rápidamente en la lista que tenía en la mano.
- Ya sabré que hacer con esto… - dijo simplemente para sí, en un susurro, releyendo el nombre que había dado el humano antes de completar su intervención indicando que debían encontrar un tercer miembro para el equipo.
Cuando la elfa les dejó a solas, Eltrant bajó su mano hasta el cinturón y esbozó una pequeña sonrisa al girarse hacía el lobo. Por lo que el errante podía suponer, el Centinela ya se había apuntado hacía rato. Se preguntó, momentáneamente, desde cuando conocería Asher la existencia de aquel lugar.
- ¿Qué nombre has escogido, por cierto? – Le preguntó, casualmente, mientras repasaba el lugar en busca de algún posible aliado. - ¿Te he contado alguna vez lo de Smash Bl…? – Se detuvo de golpe al fijarse en la figura de una mujer a un lado de la habitación, completamente a solas, ajustando lo que parecían ser unos guanteletes de color dorado.
Le resultó raro.
Todos parecían tener ya compañeros en aquel lugar de algún modo, en su defecto, buscaban activamente por un equipo. Pero la mujer estaba sentada, sin prestar demasiada atención a lo que sucedía en el lugar.
Dueña de cabellos rubios, casi plateados, la mujer parecía no llevar armas a simple vista y mucho menos estar preparada para enfrentarse a personas como las que habían visto antes combatir en la arena. Su indumentaria distaba mucho de ser una armadura como la suya o la de Asher, parecía más bien un atuendo de monje, uno que similar a los que recordaba haber visto varias veces en las calles de Dundarak.
Al menos contaba con grebas y guanteletes de metal.
- Supongo que, aunque no haya demasiadas normas… - Asher ya había comenzado a hacer estiramientos. Sonrió. – Dejar fuera de combate a los que estén en otros equipos, básicamente. ¿No? – Preguntó, para después señalar a la mujer. - ¿Qué te parece…? – Le preguntó, sabiendo que si la chica tenía algo de éter a su alrededor el lobo sería capaz de notarlo.
Tras oír la respuesta de Asher, asintió y se acercó a ella rápidamente.
- Esto… - Aquella palabra bastó para atraer la atención de la usuaria de éter de viento. Lo agradeció, no sabía muy bien que decirle a continuación. – ¿Tienes grupo? - La mujer bajó la mirada de nuevo hacía sus guanteletes y, tras repasar rápidamente las runas que tenían estos en el dorso con la yema de los dedos, se levantó.
Era bastante más bajita de lo que aparentaba, aunque tenía un aura de solemnidad un tanto extraña. Le recordaba un poco a Melena Blanca en aquel sentido.
- Tus ojos no te engañan, sureño. – dijo con un tono de voz neutro que denotaba, no obstante, algo de alivio. – No tengo compañeros en este momento y no parece que haya muchos candidatos dispuestos a unirse a mí. – dijo, adoptando ahora un tono de voz bastante más expresivo, mirando por encima del hombro de Eltrant, dónde estaba Asher.
Jugueteó con el colgante que llevaba al cuello unos instantes y acabó suspirando.
– Veo… que vosotros solo sois dos. – Sonrió rápidamente, dejando libre el colgante, volviendo entonces a adoptar su expresión inescrutable inicial.
Eltrant enarcó una ceja al ver la figura que colgaba del cuello de la mujer, se parecía al que había visto tallar a Syl tiempo atrás, aunque aquel en concreto tenía la forma de un dragón. La mujer pareció notar la mirada de Eltrant, pero no hizo ningún comentario.
- Mi nombre es Andra Irmos. – dijo haciendo una leve reverencia, diferente a las que el errante había visto en palacios y en la nobleza. – Pido humildemente que me acojáis como miembro de vuestro grupo. – dijo finalmente.
- ¡Vamos Mortal de pega! – Gritó Lyn, coreando con los demás espectadores, levantándose de su asiento y haciendo círculos con el puño. - ¡Tú puedes Centauro! – Bramó a continuación, animando por algún motivo inexplicable al otro participante.
El Centauro se movió alrededor del Titán dejando escapar una lluvia de flechas que se clavaban firmemente en su coraza como si esta fuese de madera. Pero el gigante de acero, por muy lento que se moviese, parecía imparable: cada paso que daba llevaba a una estocada que, hacia vibrar el suelo, cada embestida sacudía los cimientos de la arena.
Por supuesto, el Centauro era bastante más rápido, mucho, lo suficiente como para que para muchos aquella pelea fuese considerada injusta y algo que solo era cuestión de tiempo. De mucho tiempo, quizás, pero Nulmeryon solo tenía que encontrar una apertura.
Las veces que el centauro se acercaba a Norm este desviaba su gigantesca hacha de guerra con su escudo, que crujía con fuerza en el proceso, liberando una gran cantidad de chispas moradas, acallando los gritos de los asistentes, que enmudecían con cada acometida de los gladiadores.
- ¿¡Quien crees que va a ganar?! – Preguntó Lyn a Syl, volviendo a sentarse junto al gato. - ¡Podemos apostar si quieres! – dijo esbozando una sonrisa de par en par, incapaz de ocultar sus colmillos. – Por supuesto, no me importa apostar dinero. – Asintió para sí, cruzada de brazos. – Pero en tu caso… - Extendió los brazos. - ¡Abrazos! – El público dejó escapar otra ovación más, Norm acababa de clavar su escudo en el suelo y este, de alguna forma, había acabado desplegándose a lo que parecía ser un muro de metal portátil.
El Centauro no tenía ahora más remedio que rodear el muro si quería atacar al Titán, momento que este aprovecharía para salir de detrás de la barrera repentinamente y acabar con él de un solo golpe.
O eso era, probablemente, lo que tenía en mente Norm. Pero lamentablemente para él, Nulmeryon no sintió la necesidad de rodear el muro. Haciendo alarde de una fuerza encomiable y de una agilidad a la par, el hombre-bestia dio un gigantesco salto por encima de la fortificación del coloso de metal y, pillándole por sorpresa, le propinó una fuerte coz en mitad del yelmo antes de aterrizar y lanzar varias flechas al mismo tiempo.
Con el casco doblado de forma desigual y tres nuevas flechas en su pecho, Norm se quitó la pieza rota de un tirón y, sacándole partido al hecho de que ahora el Centauro estaba entre él y el muro de metal, cargó contra él y lo estrelló contra su escudo, el cual se desencajó del suelo debido a la fuerza del golpe.
El Centauro parecía aturdido, sangraba por la nariz y se tambaleaba al mismo tiempo que intentaba levantarse: era evidente que aquel impacto lo había sentido. No obstante, los movimientos del Titán cada vez eran más lentos y torpes, y no era solamente por su tamaño y el peso con el que cargaba, ahora que no tenía yelmo muchos de los asistentes más cercanos a la arena podrían ver cómo justo bajo su cuello, en una hendidura que se había abierto en la armadura, una única flecha había perforado la carne.
La sangre de esa herida, si bien era roja, tenía unos leves tintes purpúreos.
- Me alegro de no haber apostado… - dijo Lyn, tratando de discernir quien tenía más posibilidades de ganar. – Dinero digo. – Se giró hacia Syl. – La otra proposición sigue en pie. – dijo levantandole el pulgar al gato.
Mientras tanto, bajo las gradas, las ovaciones de lo que pasaban en el exterior eran acalladas por el murmullo generalizado. Todos especulaban como irían las eliminatorias, cuáles serían sus respectivos contrincantes y quienes eran los que tenían más aspecto de llegar a las finales.
Un grupo que acababa de llegar, que no había intercambiado palabra alguna con los presentes, pasó junto al lugar en el que estaban Asher y Eltrant y se acercaron hasta la elfa con la lista. Quien, por supuesto, les hizo las mismas preguntas que le había hecho a Eltrant momentos atrás.
- Lucius Puño Solar. Dragón. – dijo el anciano corpulento de la espesa barba en primer lugar, haciendo resonar su voz por todo el lugar.
- Vaya, vaya. – El enjuto hombrecito que acompañaba a Lucius fue el segundo en intervenir. – Siempre tan orgulloso Lucius. Relájate, que ya tienes una edad... – dijo este apoyándose en su báculo, varios palmos más grande que él mismo, mientras le dedicaba una sonrisa a la elfa encargada de las inscripciones. – El viejo Emmet. Brujo. – dijo, esperando a que la mujer escribiese lo que había dicho antes de apartarse y dejar paso al tercer miembro del equipo.
Un hombre-bestia, uno que contrastaba vivamente con los otros dos hombres que habían hablado antes, se acercó hasta la elfa. El roedor miró en silencio a la mujer durante varios largos segundos, como si no estuviese seguro de hablar.
- El Alquimista. Hombre-Bestia. – dijo simplemente antes de marcharse con sus dos aliados.
Respiró profundamente, cerró ambos puños con fuerza a los lados.
Era tranquilizador participar en algo así, divertido incluso.
El hecho que tu vida no estaba completamente en juego, que el estado de una pequeña aldea no dependía de si ganabas o perdías en aquel lugar… podía considerarlo algo parecido a un descanso o un entrenamiento con una jugosa recompensa al final del mismo.
Estaba, simplemente, emocionado.
Sonrió ante los comentarios del lobo y se decidió por encogerse de hombros al oír a Syl decir “Alguien que disfruta de que le intenten matar”, si lo pensaba fríamente el gato no estaba tan equivocado. Lyn, por supuesto, asintió firmemente a las palabras del felino y se unió inmediatamente este, colocándose junto a él.
- Va a ser divertido. – Musitó casualmente, exponiendo lo que llevaba un rato pasándole por la cabeza.
- ¿Para mí? – Lyn apoyó los codos en la barandilla y, sujetando su cabeza, sonrió. – Por supuesto. Hay algo relajante en verte volar de aquí a allá, Mortal. – Eltrant respondió a esto poniendo los ojos en blanco y tratando de darle un pequeño golpe a la vampiresa en la nuca. - ¿¡Pero para el elfo que tenga que curarte…!? – Negó con la cabeza, dejando escapar una pequeña carcajada según evitaba grácilmente a su compañero. - ¡Pero déjame terminar! – Exclamó entre risas, escondiéndose tan Syl. - ¡Defiende mi honor, Syl! - quien se limitó a dejar escapar una pequeña carcajada evitando grácilmente las manos de su compañero.
- Tú asegúrate de apostar a nuestro favor si te da por hacerlo. – Le dijo simplemente, de buen humor, antes de girarse a seguir a Asher bajo las gradas. – Vas a poder comprarte bastante más capas cuando acabemos. – dijo, ajustándose la armadura, sintiéndose de nuevo como aquel chico que acababa de escaparse de la granja y era nuevo en la ciudad.
– ¡Syl, a diferencia de vosotros, es sabio! – Gritó a la pareja que desaparecía escaleras abajo. – Si es que son como críos… - dijo suspirando, negando con la cabeza según se sentaba junto al gato.
El área que se encontraron bajo las gradas estaba repleta de, por su apariencia, mercenarios, bandidos y todo tipo de trotamundos. Gente muy variopinta, todos con sus propias razones para arriesgar su bienestar en una arena para el disfrute de una muchedumbre exaltada.
Incluso vio varias de las armaduras características de la guardia entre los presentes y, por cómo se comportaban estos, no estaban allí para detener todo aquel espectáculo. ¿Tan mal estaban comenzando a pagar? Por extraño que fuese, lo cierto es que realmente no le sorprendía demasiado.
Según Eltrant analizaba a los posibles rivales que iban a encontrar en la arena, una elfa se acercó hasta dónde estaban él y Asher y comenzó a hablar inmediatamente, mostrando un respeto por el espacio personal del humano que habría hecho parecer a Lyn una señorita recatada de la nobleza.
- Eh… - Sin saber que decir debido a la impresión, se quedó en silencio unos instantes antes de responder simplemente. – Tale. Humano. – La mujer enarcó una ceja y lo apuntó rápidamente en la lista que tenía en la mano.
- Ya sabré que hacer con esto… - dijo simplemente para sí, en un susurro, releyendo el nombre que había dado el humano antes de completar su intervención indicando que debían encontrar un tercer miembro para el equipo.
Cuando la elfa les dejó a solas, Eltrant bajó su mano hasta el cinturón y esbozó una pequeña sonrisa al girarse hacía el lobo. Por lo que el errante podía suponer, el Centinela ya se había apuntado hacía rato. Se preguntó, momentáneamente, desde cuando conocería Asher la existencia de aquel lugar.
- ¿Qué nombre has escogido, por cierto? – Le preguntó, casualmente, mientras repasaba el lugar en busca de algún posible aliado. - ¿Te he contado alguna vez lo de Smash Bl…? – Se detuvo de golpe al fijarse en la figura de una mujer a un lado de la habitación, completamente a solas, ajustando lo que parecían ser unos guanteletes de color dorado.
Le resultó raro.
Todos parecían tener ya compañeros en aquel lugar de algún modo, en su defecto, buscaban activamente por un equipo. Pero la mujer estaba sentada, sin prestar demasiada atención a lo que sucedía en el lugar.
Dueña de cabellos rubios, casi plateados, la mujer parecía no llevar armas a simple vista y mucho menos estar preparada para enfrentarse a personas como las que habían visto antes combatir en la arena. Su indumentaria distaba mucho de ser una armadura como la suya o la de Asher, parecía más bien un atuendo de monje, uno que similar a los que recordaba haber visto varias veces en las calles de Dundarak.
Al menos contaba con grebas y guanteletes de metal.
- Supongo que, aunque no haya demasiadas normas… - Asher ya había comenzado a hacer estiramientos. Sonrió. – Dejar fuera de combate a los que estén en otros equipos, básicamente. ¿No? – Preguntó, para después señalar a la mujer. - ¿Qué te parece…? – Le preguntó, sabiendo que si la chica tenía algo de éter a su alrededor el lobo sería capaz de notarlo.
Tras oír la respuesta de Asher, asintió y se acercó a ella rápidamente.
- Esto… - Aquella palabra bastó para atraer la atención de la usuaria de éter de viento. Lo agradeció, no sabía muy bien que decirle a continuación. – ¿Tienes grupo? - La mujer bajó la mirada de nuevo hacía sus guanteletes y, tras repasar rápidamente las runas que tenían estos en el dorso con la yema de los dedos, se levantó.
Era bastante más bajita de lo que aparentaba, aunque tenía un aura de solemnidad un tanto extraña. Le recordaba un poco a Melena Blanca en aquel sentido.
- Tus ojos no te engañan, sureño. – dijo con un tono de voz neutro que denotaba, no obstante, algo de alivio. – No tengo compañeros en este momento y no parece que haya muchos candidatos dispuestos a unirse a mí. – dijo, adoptando ahora un tono de voz bastante más expresivo, mirando por encima del hombro de Eltrant, dónde estaba Asher.
Jugueteó con el colgante que llevaba al cuello unos instantes y acabó suspirando.
– Veo… que vosotros solo sois dos. – Sonrió rápidamente, dejando libre el colgante, volviendo entonces a adoptar su expresión inescrutable inicial.
Eltrant enarcó una ceja al ver la figura que colgaba del cuello de la mujer, se parecía al que había visto tallar a Syl tiempo atrás, aunque aquel en concreto tenía la forma de un dragón. La mujer pareció notar la mirada de Eltrant, pero no hizo ningún comentario.
- Mi nombre es Andra Irmos. – dijo haciendo una leve reverencia, diferente a las que el errante había visto en palacios y en la nobleza. – Pido humildemente que me acojáis como miembro de vuestro grupo. – dijo finalmente.
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- ¡Vamos Mortal de pega! – Gritó Lyn, coreando con los demás espectadores, levantándose de su asiento y haciendo círculos con el puño. - ¡Tú puedes Centauro! – Bramó a continuación, animando por algún motivo inexplicable al otro participante.
El Centauro se movió alrededor del Titán dejando escapar una lluvia de flechas que se clavaban firmemente en su coraza como si esta fuese de madera. Pero el gigante de acero, por muy lento que se moviese, parecía imparable: cada paso que daba llevaba a una estocada que, hacia vibrar el suelo, cada embestida sacudía los cimientos de la arena.
Por supuesto, el Centauro era bastante más rápido, mucho, lo suficiente como para que para muchos aquella pelea fuese considerada injusta y algo que solo era cuestión de tiempo. De mucho tiempo, quizás, pero Nulmeryon solo tenía que encontrar una apertura.
Las veces que el centauro se acercaba a Norm este desviaba su gigantesca hacha de guerra con su escudo, que crujía con fuerza en el proceso, liberando una gran cantidad de chispas moradas, acallando los gritos de los asistentes, que enmudecían con cada acometida de los gladiadores.
- ¿¡Quien crees que va a ganar?! – Preguntó Lyn a Syl, volviendo a sentarse junto al gato. - ¡Podemos apostar si quieres! – dijo esbozando una sonrisa de par en par, incapaz de ocultar sus colmillos. – Por supuesto, no me importa apostar dinero. – Asintió para sí, cruzada de brazos. – Pero en tu caso… - Extendió los brazos. - ¡Abrazos! – El público dejó escapar otra ovación más, Norm acababa de clavar su escudo en el suelo y este, de alguna forma, había acabado desplegándose a lo que parecía ser un muro de metal portátil.
El Centauro no tenía ahora más remedio que rodear el muro si quería atacar al Titán, momento que este aprovecharía para salir de detrás de la barrera repentinamente y acabar con él de un solo golpe.
O eso era, probablemente, lo que tenía en mente Norm. Pero lamentablemente para él, Nulmeryon no sintió la necesidad de rodear el muro. Haciendo alarde de una fuerza encomiable y de una agilidad a la par, el hombre-bestia dio un gigantesco salto por encima de la fortificación del coloso de metal y, pillándole por sorpresa, le propinó una fuerte coz en mitad del yelmo antes de aterrizar y lanzar varias flechas al mismo tiempo.
Con el casco doblado de forma desigual y tres nuevas flechas en su pecho, Norm se quitó la pieza rota de un tirón y, sacándole partido al hecho de que ahora el Centauro estaba entre él y el muro de metal, cargó contra él y lo estrelló contra su escudo, el cual se desencajó del suelo debido a la fuerza del golpe.
El Centauro parecía aturdido, sangraba por la nariz y se tambaleaba al mismo tiempo que intentaba levantarse: era evidente que aquel impacto lo había sentido. No obstante, los movimientos del Titán cada vez eran más lentos y torpes, y no era solamente por su tamaño y el peso con el que cargaba, ahora que no tenía yelmo muchos de los asistentes más cercanos a la arena podrían ver cómo justo bajo su cuello, en una hendidura que se había abierto en la armadura, una única flecha había perforado la carne.
La sangre de esa herida, si bien era roja, tenía unos leves tintes purpúreos.
- Me alegro de no haber apostado… - dijo Lyn, tratando de discernir quien tenía más posibilidades de ganar. – Dinero digo. – Se giró hacia Syl. – La otra proposición sigue en pie. – dijo levantandole el pulgar al gato.
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Mientras tanto, bajo las gradas, las ovaciones de lo que pasaban en el exterior eran acalladas por el murmullo generalizado. Todos especulaban como irían las eliminatorias, cuáles serían sus respectivos contrincantes y quienes eran los que tenían más aspecto de llegar a las finales.
Un grupo que acababa de llegar, que no había intercambiado palabra alguna con los presentes, pasó junto al lugar en el que estaban Asher y Eltrant y se acercaron hasta la elfa con la lista. Quien, por supuesto, les hizo las mismas preguntas que le había hecho a Eltrant momentos atrás.
- Lucius Puño Solar. Dragón. – dijo el anciano corpulento de la espesa barba en primer lugar, haciendo resonar su voz por todo el lugar.
- Vaya, vaya. – El enjuto hombrecito que acompañaba a Lucius fue el segundo en intervenir. – Siempre tan orgulloso Lucius. Relájate, que ya tienes una edad... – dijo este apoyándose en su báculo, varios palmos más grande que él mismo, mientras le dedicaba una sonrisa a la elfa encargada de las inscripciones. – El viejo Emmet. Brujo. – dijo, esperando a que la mujer escribiese lo que había dicho antes de apartarse y dejar paso al tercer miembro del equipo.
Un hombre-bestia, uno que contrastaba vivamente con los otros dos hombres que habían hablado antes, se acercó hasta la elfa. El roedor miró en silencio a la mujer durante varios largos segundos, como si no estuviese seguro de hablar.
- El Alquimista. Hombre-Bestia. – dijo simplemente antes de marcharse con sus dos aliados.
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Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Lo que nos mueve [Trabajo]
Syl se mantuvo tranquilo durante el combate, observándolo con curiosidad y analizando cada movimiento. Los de Norn eran demasiado pesados para su gusto. Lentos. Pero los centauros no eran tan ágiles como las razas bípedas. Si bien podían alcanzar más velocidad, pesaban demasiado y eran demasiado grandes para esquivar ataques.
-¿Y como funciona eso? ¿Si ganas, te doy un abrazo, y si pierdo me das un abrazo a mi?- preguntó, divertido. -Suena a una apuesta de Kothán.- añadió.
Aun así, tampoco estaba muy seguro de quien iba a ganar. Sospechaba que sería el centauro: si no cometía errores estúpidos, podía desgastar a su oponente lo suficiente, sobre todo si estaba en lo cierto y tenía algún tipo de veneno en sus armas.
Pasados unos segundos, ambos combatientes estaban ensangrentados, aturdidos, y al borde del colapso. Hubo un último choque. Los dos cargaron con sus armas alzadas. Ambas impactaron, y tanto el centauro como el titán acabaron en el suelo.
Nulmeryon no se levantó.
Aquello dio fin al combate de forma oficial. Norm se alzó y comenzó a andar de vuelta a las puertas. Apenas llegó escuchar el veredicto del Testigo antes de caer inconsciente en el suelo. Syl suspiró. ¿Aquello contaba realmente como victoria? En un combate real, si matabas a tu oponente y morias segundos después... no era una victoria.
-Me pregunto cuanto ganan por cada combate.- dijo Syl. -Debe merecer la pena. Esta clase de gente podría ganar bastante como mercenarios.- musitó. Hizo una pausa. -...Pero creo que no pelean solo por eso.-
A decir verdad, no tenía motivos para pensar aquello. Lo más lógico sería ir allí solo por dinero. Fama, quizás.
-Lyn. Generalmente usas sombras, ¿no? Pero también tienes algunos poderes mentales.- dijo, mirando a la vampiresa. No. A esas alturas, podía considerarla su amiga. -¿Como funciona? ¿Puedes leer los pensamientos de otros? ¿Pueden resistirse?- inquirió.
Había mucho que no sabía. Durante mucho tiempo, había sido reticente a hurgar en el asunto. Prefería apartarse esas ideas de la cabeza. Pero era tan buen momento para preguntar como cualquier otro, y Lyanna era la fuente más fiable que se le podía ocurrir.
Haciendo gala de su increible facilidad para hacer amigos, Eltrant no tardó en encontrar a alguien dispuesto a acompañarnos. Su indumentaria era... curiosa, cuanto menos. Sin duda de Dundarak. Si me reconocía, no dio ninguna señal de hacerlo.
Curiosamente, tenía un totem. El dragón de Luz. Sonreí ligeramente, tocando ligeramente mi propio colgante con su totem tras asegurarme de que lo podía ver. Sin embargo, no hubo mucho tiempo para conversar. La elfa estaba repasando a los grupos por última vez, habiendo escuchado el fin del combate anterior. No tardó en acercarse en cuanto vio que Andra estaba junto a nosotros.
-Bien, ¿estais juntos entonces? Un último repaso. La primera ronda no tiene muchas reglas. Sois el equipo Blanco y vais contra otros tres grupos. Fuera de vuestros compañeros, es todos contra todos. Podéis usar cualquier arma que queráis. Huir de la arena no está permitido. Gana el equipo que quede en pie al final. Si queréis pasar a las siguientes rondas, tenéis que sobrevivir los tres.- explicó.
-Espera. ¿Sobrevivir?- pregunté, alzando la mano. -Creía que la mayoría de combates no eran a muerte.-
-Los duelos no lo son. Las eliminaciones pueden serlo. Si alguien está noqueado, normalmente queda a salvo... ¿Por qué? ¿No lo sabíais?- preguntó.
-Ah, si... claro. No importa. Seguimos dentro.- afirmé, quitándole importancia con un gesto. La elfa señaló una de las puertas, indicando por donde tendríamos que pasar, y nos dejó, dirigiéndose a otra parte con cierta prisa. -Hmm. Parece que no va a ser tan relajante.- suspiré. Aquello cambiaba algunas cosas. No solo tenia que ir con cuidado, también tendría que proteger a aquella desconocida si quería superar la ronda.
-Quédate cerca de Tale.- dije, rascándome la nuca. Respiré hondo. Mejor centrarme pronto.
Siguiendo las instrucciones de la coordinadora, salimos por la puerta indicada. Daba directamente a la arena. Seguimos andando hasta uno de los cuatro amplios círculos que había en uno de los extremos del lugar: el único que estaba vacío en ese momento. Los otros tres estaban cubiertos por tres barreras, cada una de un color distinto. Azul, verde y rojo. En cuanto llegamos, una cuarta se formó en torno a nosotros: una de color blanco.
De forma curiosamente ceremonial, el campo de batalla comenzó a cambiar. La roca se alzaba en torno bajo nosotros, elevandonos con unas columnas de piedra poco distintas a las que yo mismo era capaz de hacer con mis runas.
Una voz retumbó por toda la sala. Sin embargo, no era la del Testigo. Esta era distinta: femenina, más emotiva y enfática. Similar a la de la elfa, aunque no del todo la misma.
-¡Las eliminaciones están por comenzar! ¡Pero primero, las presentaciones! ¡En el equipo Azul: Clavel, Forjaflechas y Azur!-
Clavel parecía ser una mujer humana de pelo castaño. Lo más notable, aparte de su porte serio y tranquilo, parecía ser su espada, que brillaba con una luz blanquecina similar a la magia purificadora de los elfos. El arquero, por su lado, tambien parecia mayormente humano salvo por piezas metálicas que componían su ojo y brazo derecho. Azur era más típico: un dragón, relativamente grande y con cuernos y puas de aspecto peligroso.
-¡Equipo Verde: Lucius Puño Solar, El viejo Emmet, y el Alquimista!-
Eran los mismos que habíamos visto unos minutos antes. Había algo de ellos que me molestaba, a decir verdad. Tensé la mandíbula, debatiendo si seguir o no con mi idea. Era algo arbitraria, pero...
-¡En el equipo Rojo: Fornjót, Crúor y Séptimo!-
El primero era un brujo, o quizás un dragón. Estaba cubierto de llamas intensas, pero parecían... tener una forma específica. En si, formaban una figura vagamente humanoide, solo de torso para arriba, pero de tamaño considerable. Debía llegar a los tres metros. Era dificil distinguir al brujo dentro de ellas. A una distancia prudente, había dos vampiros. Uno no parecía tener más que una daga, mientras que el otro iba armado con dos espadas gemelas.
-¡Y en el equipo Blanco! ¡El Rey Bestia! ¡Andrómeda! ¡y Leyenda!- terminó. ¿Se había inventado los dos últimos nombres?
Invoqué a Eclipse, haciendo una floritura como presentación. Los gritos del público se intensificaron por lo que iba a venir. Las columnas bajaron al suelo, los escudos se rompieron, y el combate comenzó.
No tarde más de un segundo.
Las runas de mis piernas me impulsaron de un salto [1], cargando directamente contra mi objetivo. Eclipse quedó atrás, en el suelo. No la necesitaba en ese momento. Con mis guanteletes cargados de electricidad, lancé un derechazo contra el pecho del hombre rata conocido como el Alquimista.
Una descarga llamó la atención de todo el que no hubiese estado atento. El roedor cayó desplomado al suelo, noqueado en los primeros segundos antes de que siquiera tuviese oportunidad para defenderse. Había conseguido lo que quería. Hubo una ovación del público, pero pronto pagaría el precio.
El viejo Emmet y Lucius Puño Solar se encontraban frente a mi, atónitos. La sorpresa se desvaneció rápidamente, y ambos se prepararon para el combate. En esa posición, estaba flanqueado... y acababa de llamar mucho la atención.
Subrayada primera dificultad: El primer combate tiene peligro de muerte, y debemos proteger al NPC de nuestro equipo para ganar. (Y además, Asher es idiota y no actúa en consecuencia)
[1] Habilidad: Impulso.
De nuevo, he tirado runas en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] (Iban a ser tres, pero de alguna forma sacaron muchos la misma runa, así que caen cuatro). Te dejo libertad para que decidas como ocurren las "caídas", o dejar que las describa yo en el siguiente post.
Pondría imágenes, pero son demasiados NPCs y no me da la vida.
-¿Y como funciona eso? ¿Si ganas, te doy un abrazo, y si pierdo me das un abrazo a mi?- preguntó, divertido. -Suena a una apuesta de Kothán.- añadió.
Aun así, tampoco estaba muy seguro de quien iba a ganar. Sospechaba que sería el centauro: si no cometía errores estúpidos, podía desgastar a su oponente lo suficiente, sobre todo si estaba en lo cierto y tenía algún tipo de veneno en sus armas.
Pasados unos segundos, ambos combatientes estaban ensangrentados, aturdidos, y al borde del colapso. Hubo un último choque. Los dos cargaron con sus armas alzadas. Ambas impactaron, y tanto el centauro como el titán acabaron en el suelo.
Nulmeryon no se levantó.
Aquello dio fin al combate de forma oficial. Norm se alzó y comenzó a andar de vuelta a las puertas. Apenas llegó escuchar el veredicto del Testigo antes de caer inconsciente en el suelo. Syl suspiró. ¿Aquello contaba realmente como victoria? En un combate real, si matabas a tu oponente y morias segundos después... no era una victoria.
-Me pregunto cuanto ganan por cada combate.- dijo Syl. -Debe merecer la pena. Esta clase de gente podría ganar bastante como mercenarios.- musitó. Hizo una pausa. -...Pero creo que no pelean solo por eso.-
A decir verdad, no tenía motivos para pensar aquello. Lo más lógico sería ir allí solo por dinero. Fama, quizás.
-Lyn. Generalmente usas sombras, ¿no? Pero también tienes algunos poderes mentales.- dijo, mirando a la vampiresa. No. A esas alturas, podía considerarla su amiga. -¿Como funciona? ¿Puedes leer los pensamientos de otros? ¿Pueden resistirse?- inquirió.
Había mucho que no sabía. Durante mucho tiempo, había sido reticente a hurgar en el asunto. Prefería apartarse esas ideas de la cabeza. Pero era tan buen momento para preguntar como cualquier otro, y Lyanna era la fuente más fiable que se le podía ocurrir.
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Haciendo gala de su increible facilidad para hacer amigos, Eltrant no tardó en encontrar a alguien dispuesto a acompañarnos. Su indumentaria era... curiosa, cuanto menos. Sin duda de Dundarak. Si me reconocía, no dio ninguna señal de hacerlo.
Curiosamente, tenía un totem. El dragón de Luz. Sonreí ligeramente, tocando ligeramente mi propio colgante con su totem tras asegurarme de que lo podía ver. Sin embargo, no hubo mucho tiempo para conversar. La elfa estaba repasando a los grupos por última vez, habiendo escuchado el fin del combate anterior. No tardó en acercarse en cuanto vio que Andra estaba junto a nosotros.
-Bien, ¿estais juntos entonces? Un último repaso. La primera ronda no tiene muchas reglas. Sois el equipo Blanco y vais contra otros tres grupos. Fuera de vuestros compañeros, es todos contra todos. Podéis usar cualquier arma que queráis. Huir de la arena no está permitido. Gana el equipo que quede en pie al final. Si queréis pasar a las siguientes rondas, tenéis que sobrevivir los tres.- explicó.
-Espera. ¿Sobrevivir?- pregunté, alzando la mano. -Creía que la mayoría de combates no eran a muerte.-
-Los duelos no lo son. Las eliminaciones pueden serlo. Si alguien está noqueado, normalmente queda a salvo... ¿Por qué? ¿No lo sabíais?- preguntó.
-Ah, si... claro. No importa. Seguimos dentro.- afirmé, quitándole importancia con un gesto. La elfa señaló una de las puertas, indicando por donde tendríamos que pasar, y nos dejó, dirigiéndose a otra parte con cierta prisa. -Hmm. Parece que no va a ser tan relajante.- suspiré. Aquello cambiaba algunas cosas. No solo tenia que ir con cuidado, también tendría que proteger a aquella desconocida si quería superar la ronda.
-Quédate cerca de Tale.- dije, rascándome la nuca. Respiré hondo. Mejor centrarme pronto.
Siguiendo las instrucciones de la coordinadora, salimos por la puerta indicada. Daba directamente a la arena. Seguimos andando hasta uno de los cuatro amplios círculos que había en uno de los extremos del lugar: el único que estaba vacío en ese momento. Los otros tres estaban cubiertos por tres barreras, cada una de un color distinto. Azul, verde y rojo. En cuanto llegamos, una cuarta se formó en torno a nosotros: una de color blanco.
De forma curiosamente ceremonial, el campo de batalla comenzó a cambiar. La roca se alzaba en torno bajo nosotros, elevandonos con unas columnas de piedra poco distintas a las que yo mismo era capaz de hacer con mis runas.
Una voz retumbó por toda la sala. Sin embargo, no era la del Testigo. Esta era distinta: femenina, más emotiva y enfática. Similar a la de la elfa, aunque no del todo la misma.
-¡Las eliminaciones están por comenzar! ¡Pero primero, las presentaciones! ¡En el equipo Azul: Clavel, Forjaflechas y Azur!-
Clavel parecía ser una mujer humana de pelo castaño. Lo más notable, aparte de su porte serio y tranquilo, parecía ser su espada, que brillaba con una luz blanquecina similar a la magia purificadora de los elfos. El arquero, por su lado, tambien parecia mayormente humano salvo por piezas metálicas que componían su ojo y brazo derecho. Azur era más típico: un dragón, relativamente grande y con cuernos y puas de aspecto peligroso.
-¡Equipo Verde: Lucius Puño Solar, El viejo Emmet, y el Alquimista!-
Eran los mismos que habíamos visto unos minutos antes. Había algo de ellos que me molestaba, a decir verdad. Tensé la mandíbula, debatiendo si seguir o no con mi idea. Era algo arbitraria, pero...
-¡En el equipo Rojo: Fornjót, Crúor y Séptimo!-
El primero era un brujo, o quizás un dragón. Estaba cubierto de llamas intensas, pero parecían... tener una forma específica. En si, formaban una figura vagamente humanoide, solo de torso para arriba, pero de tamaño considerable. Debía llegar a los tres metros. Era dificil distinguir al brujo dentro de ellas. A una distancia prudente, había dos vampiros. Uno no parecía tener más que una daga, mientras que el otro iba armado con dos espadas gemelas.
-¡Y en el equipo Blanco! ¡El Rey Bestia! ¡Andrómeda! ¡y Leyenda!- terminó. ¿Se había inventado los dos últimos nombres?
Invoqué a Eclipse, haciendo una floritura como presentación. Los gritos del público se intensificaron por lo que iba a venir. Las columnas bajaron al suelo, los escudos se rompieron, y el combate comenzó.
No tarde más de un segundo.
Las runas de mis piernas me impulsaron de un salto [1], cargando directamente contra mi objetivo. Eclipse quedó atrás, en el suelo. No la necesitaba en ese momento. Con mis guanteletes cargados de electricidad, lancé un derechazo contra el pecho del hombre rata conocido como el Alquimista.
Una descarga llamó la atención de todo el que no hubiese estado atento. El roedor cayó desplomado al suelo, noqueado en los primeros segundos antes de que siquiera tuviese oportunidad para defenderse. Había conseguido lo que quería. Hubo una ovación del público, pero pronto pagaría el precio.
El viejo Emmet y Lucius Puño Solar se encontraban frente a mi, atónitos. La sorpresa se desvaneció rápidamente, y ambos se prepararon para el combate. En esa posición, estaba flanqueado... y acababa de llamar mucho la atención.
_________________________________________
Subrayada primera dificultad: El primer combate tiene peligro de muerte, y debemos proteger al NPC de nuestro equipo para ganar. (Y además, Asher es idiota y no actúa en consecuencia)
[1] Habilidad: Impulso.
De nuevo, he tirado runas en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] (Iban a ser tres, pero de alguna forma sacaron muchos la misma runa, así que caen cuatro). Te dejo libertad para que decidas como ocurren las "caídas", o dejar que las describa yo en el siguiente post.
Pondría imágenes, pero son demasiados NPCs y no me da la vida.
Asher Daregan
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Re: Lo que nos mueve [Trabajo]
Lyn sonrió ampliamente, incapaz de disimular un ápice lo emocionada que estaba al ver que Syl se interesaba un mínimo en ella. Tras jugar unos instantes con su flequillo, pensando el mejor modo de abordar la conversación, ladeó la cabeza y se acomodó tímidamente su sitio.
- Generalmente uso las sombras, sí. – Respondió en primer lugar, como asegurándole al felino cuál era su punto fuerte. – Puedo además hacer esas cosas… pero es complicado. – dijo como inicio. – No estoy especializada en… ese tipo de... ¿Vampirismo?. Pero puedo hacer que otros hagan las cosas que quiero. – Se quedó en silencio, clavando su mirada en la arena unos segundos. – Suena peor de lo que en realidad es. – dejó escapar una risita algo nerviosa. – No soy la mejor con eso, así que necesito mirarles directamente para que funcione, y aun así solo tiene efecto principalmente con gente con poca fuerza de voluntad. – Suspiró profundamente. – Gente borracha, cansada… - Se encogió de hombros. – Y sí que pueden resistirse… aunque tiende a ser… desagradable para ambas partes si eso pasa. – Hizo aparecer una mariposa de sombras en la palma de su mano derecha y la hizo aletear suavemente a su alrededor. – Por eso… me gustan más las sombras. – Musitó, casi en su susurró, hablando ahora más consigo misma que con Lyn.
- Las sombras no le hacen daño a nadie. -
- ¡Muchas gracias por aceptarme! – Exclamó la mujer al ver a Asher acercarse y acceder a que estuviese en el equipo. - ¡Estaré a la altura, compañeros! – Aseveró ahora, haciendo una reverencia tan estoica como la que había hecho hacía unos segundos para presentarse.
- Relájate… - Completó Eltrant sonriendo, sacudiendo la cabeza. – Tú limítate a… - Entrecerró los ojos al oír a Asher hablar con la elfa que estaba a cargo del combate. – Espera, espera. – Se acercó a la mujer dando varias gigantescas zancadas. - ¿Matar a tu oponente está permitido? – La pregunta del castaño sonó a obviedad para mucho de los presentes que dejaron escapar comentarios jocosos al respecto.
Al menos se acababa de asegurar parecer una presa fácil o un novato.
Suspiró profundamente, al notar que aquello no parecía importunar en lo más mínimo a Asher. Imaginó que era muy complicado el que acabase muerto en aquel lugar, tenían que acabar las cosas muy mal para que él o el lobo acabasen muertos.
- Andra, por otro lado… - Se giró hacia la mujer, que hacia estiramientos y manipulaba pequeñas esferas de aire que hacía pasar entre sus manos.
La mencionada miró al castaño y levantó el pulgar. ¿Sabía que había posibilidad de morir allí? ¿Entonces por qué…? Enarcó una ceja y, cruzado de brazos, negó con la cabeza. A simple vista no parecía alguien que estuviese allí por fama, podría justificar el dinero… si no tuviese aquella pinta de monje asceta.
Tras terminar de formalizar su participación, la coordinadora les condujo hasta la entrada por la que se adentrarían en la arena. Tenía una sensación curiosa, una mezcla entre nerviosismo y emocionado.
Ahora que sabía que podían morir allí, la balanza se inclinaba hacia el peor de aquellos sentimientos.
Uno a uno, los equipos que iban a participar en las eliminatorias fueron apareciéndose frente a un público que los recibió con ovaciones. Con cada estruendo Eltrant estaba más y más seguro de que la insonorización de aquel lugar era digna de elogio: le sorprendía que nadie de la superficie fuese capaz de oír nada de aquello.
Y, finalmente, le tocó salir al equipo blanco.
- ¡¿Qué?! – Salió a la arena a regañadientes, pasito a pasito. - ¿Leyenda? Yo no he… - Suspirando, miró frente a él y, resignado, avanzó tras el lobo. - ¿Algún plan, Rey Bestia? – Preguntó, bajando su mano útil hasta la empuñadura de Recuerdo, analizando la situación.
No hubo tiempo para planes, en cuanto los escudos bajaron Asher se lanzó inmediatamente hacia adelante, acabando con uno de los enemigos con un único golpe, causando al público estallar en gritos y alabanzas.
- Y ahí va… - Sonriendo a Andra, desenvainó lentamente a Recuerdo.
- Es… impresionante. – Comentó la mujer, aun tratando de comprender que acababa de suceder.
- Sí, es la reacción que suele causar. – dijo Eltrant desanudando la capa que pendía de su cuello. – Vamos. – Le dijo, haciendo un gesto con la cabeza para que le siguiese y aceleró el ritmo.
Asher estaba en el centro del lugar, había captado la atención de todos los enemigos, sin excepción. Algunos le miraban con una mezcla entre miedo y envidia y otros como un enemigo poderoso al que abatir.
Eltrant, en ese momento, veía a su amigo.
Y necesitaba ayuda.
Apretó los dientes cuando notó como una saeta que vino de la otra punta del coliseo impactaba en su pecho y le arrancaba de cuajo la hombrera. Tensó los músculos y sonrió amargamente al ver la cara del arquero preguntándose por qué Eltrant no estaba en el suelo.
Por su expresión, pretendía haberle atravesado, quizás alcanzado a Asher que estaba justo tras él en aquel momento en el proceso. ¿Qué clase de arco portaba? Ni la ballesta de Huracán era capaz de atravesar a dos objetivos fácilmente, que él supera claro.
Asher tenía que haberse colocado justo en el centro del lugar; como le gustaba el dramatismo… probablemente por eso se llevaba tan bien con Lyn.
- ¡Vamos, Andrómeda! – Repasó la hendidura de su armadura con la mano izquierda, la flecha que le había acertado tenía algo raro. ¿Estaba hecha entera de metal? Era más bien como una especie de lanza pequeña.
Tenía suerte de que la armadura la hubiese hecho rebotar.
Ignorando el punzante dolor que le decía que acababa haberse ganado un moratón, continuó avanzando. El ente de fuego gigantesco se encaminó hacia el grupo azul por su cuenta, lo que les aseguró que nadie les molestaría desde la distancia durante lo que durase su encuentro contra ellos, mientras tanto, los dos vampiros que le acompañaban se deslizaron por la arena en dirección a dónde estaba Asher y los dos miembros restantes del equipo verde.
- ¡Estilo Irmos! ¡Primera Forma! –
Andra, adelantándose a Eltrant, dio varios pasos inexplicablemente largos ayudándose de los cúmulos de viento que ahora rodeaban sus extremidades, colocándose de este modo frente a uno de los vampiros que estaban a punto de llegar hasta el lobo.
El tipo de las dos espadas lanzó varios tajos contra la joven mientras que el que blandía el puñal se encaminó directamente hacia Asher. Andra, grácilmente, esquivó los ataques el tiempo suficiente como para poder contratacar propinando varios puntapiés que no llegaron a alcanzar tampoco a su rival.
- ¿Por qué todos me dejan atrás? – Eltrant, negándose a quedarse el último, aceleró el ritmo y, tras pasar a Asher, cargó con un grito contra el que se había presentado como Lucios.
El anciano era fuerte, además de ser bastante más rápido de lo que un hombre su edad indicaría. No solo evitó el primer ataque de Eltrant, sino que también contratacó con un puñetazo que dobló parte de la coraza del exmercenario.
Pocas personas habían logrado hacer eso.
Por supuesto, él no iba a ser menos, no había ido a aquel lugar para sorprenderse al ver como un anciano esquivaba sus ataques como si él no fuese más que un crío sin ningún sentido alguno de la esgrima.
Aplacando la imperiosa necesidad de retroceder ante la fuerza que transmitían los golpes del autodenominado “puño solar”, Eltrant tomó a Recuerdo con ambas manos y, tras girar la espada, lanzó un tajo directamente a la axila del hombre con el envés de la misma.
Sin bien este esquivó aquel golpe con un sencillo salto hacia atrás, algo que por su expresión hizo de forma casi insultante para Eltrant, Lucios no anticipó que este saltaría sobre él con todo su cuerpo. [1]
Después de todo: ¿Qué clase de hombre armado perdería la ventaja que le proporcionaba su arma? Nadie inteligente, eso estaba claro. A ojos de los espectadores Eltrant acababa de venderse, de usar una carta de un solo movimiento.
Si aquello no salía bien, Lucius solo tenía que darle un directo en plena cara.
No obstante, tras placar directamente al anciano en el pecho y arrastrarlo unos metros, Eltrant se encargó de arrojarlo a un lado con fuerza, momento que el errante aprovechó para propinarle un fuerte golpe en mitad de la cara con el dorso de espada de hielo.
Si aquello no lo dejaba fuera de combate, pocas cosas lo harían.
- Vaya, vaya… - Emmet retrocedió varios pasos. – Esto sí que es inesperado… - Viéndose en desventaja, el brujo, golpeó el suelo con su báculo varias veces y la arena comenzó a vibrar.
- ¡Asher! – Gritó Lyn, con toda la fuerza que pudo, al ver como este noqueaba al Alquimista de un solo golpe. - ¡Aaaasheeeer! ¡Buen golpe! – Repitió, ahora haciendo aspavientos. - ¡Equipo blanco! – Rebuscó entre sus pertenencias y, cuando encontró su capa, instó a que esta adquiriese un color blanco.
- ¡MORTAL! – Agregó ahora, zarandeando la capa a modo de bandera. - ¡Pero no te acerques inútil! ¡No, no! ¡Eso sí! ¡Buen golpe! ¡Legendario! – dejó escapar una carcajada y volvió a sentarse al ver como su compañero dejaba a Lucius fuera de combate.
- Pensaba que solo eran equipos de dos. Al parecer han encontrado a un ultimo miembro. – dijo mirando pelear a la rubia. – ¿Andrómeda han dicho que se llama? – Jugueteó con su flequillo unos instantes y después, tras asentir sonriente, volvió a levantarse. - ¡ANDROMEDA! – Gritó enarbolando la capa con más fuerza. - ¡Gana! –
Tras hacer una parada a recuperar el aliento, se volvió a girar hacia Syl.
- ¡Venga! ¡Grítale algo a Asher! – dijo instándole a que se levantase. - ¡Si le infundes ánimos va a ser imparable! – Exclamó, teniéndole la capa de color blanco. - ¡EQUIPO BLANCO, IMPARABLE! – dijo de vuelta al coliseo.
[1] Habilidad Eltrant Nivel 5: Embestir.
- Generalmente uso las sombras, sí. – Respondió en primer lugar, como asegurándole al felino cuál era su punto fuerte. – Puedo además hacer esas cosas… pero es complicado. – dijo como inicio. – No estoy especializada en… ese tipo de... ¿Vampirismo?. Pero puedo hacer que otros hagan las cosas que quiero. – Se quedó en silencio, clavando su mirada en la arena unos segundos. – Suena peor de lo que en realidad es. – dejó escapar una risita algo nerviosa. – No soy la mejor con eso, así que necesito mirarles directamente para que funcione, y aun así solo tiene efecto principalmente con gente con poca fuerza de voluntad. – Suspiró profundamente. – Gente borracha, cansada… - Se encogió de hombros. – Y sí que pueden resistirse… aunque tiende a ser… desagradable para ambas partes si eso pasa. – Hizo aparecer una mariposa de sombras en la palma de su mano derecha y la hizo aletear suavemente a su alrededor. – Por eso… me gustan más las sombras. – Musitó, casi en su susurró, hablando ahora más consigo misma que con Lyn.
- Las sombras no le hacen daño a nadie. -
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- ¡Muchas gracias por aceptarme! – Exclamó la mujer al ver a Asher acercarse y acceder a que estuviese en el equipo. - ¡Estaré a la altura, compañeros! – Aseveró ahora, haciendo una reverencia tan estoica como la que había hecho hacía unos segundos para presentarse.
- Relájate… - Completó Eltrant sonriendo, sacudiendo la cabeza. – Tú limítate a… - Entrecerró los ojos al oír a Asher hablar con la elfa que estaba a cargo del combate. – Espera, espera. – Se acercó a la mujer dando varias gigantescas zancadas. - ¿Matar a tu oponente está permitido? – La pregunta del castaño sonó a obviedad para mucho de los presentes que dejaron escapar comentarios jocosos al respecto.
Al menos se acababa de asegurar parecer una presa fácil o un novato.
Suspiró profundamente, al notar que aquello no parecía importunar en lo más mínimo a Asher. Imaginó que era muy complicado el que acabase muerto en aquel lugar, tenían que acabar las cosas muy mal para que él o el lobo acabasen muertos.
- Andra, por otro lado… - Se giró hacia la mujer, que hacia estiramientos y manipulaba pequeñas esferas de aire que hacía pasar entre sus manos.
La mencionada miró al castaño y levantó el pulgar. ¿Sabía que había posibilidad de morir allí? ¿Entonces por qué…? Enarcó una ceja y, cruzado de brazos, negó con la cabeza. A simple vista no parecía alguien que estuviese allí por fama, podría justificar el dinero… si no tuviese aquella pinta de monje asceta.
Tras terminar de formalizar su participación, la coordinadora les condujo hasta la entrada por la que se adentrarían en la arena. Tenía una sensación curiosa, una mezcla entre nerviosismo y emocionado.
Ahora que sabía que podían morir allí, la balanza se inclinaba hacia el peor de aquellos sentimientos.
Uno a uno, los equipos que iban a participar en las eliminatorias fueron apareciéndose frente a un público que los recibió con ovaciones. Con cada estruendo Eltrant estaba más y más seguro de que la insonorización de aquel lugar era digna de elogio: le sorprendía que nadie de la superficie fuese capaz de oír nada de aquello.
Y, finalmente, le tocó salir al equipo blanco.
- ¡¿Qué?! – Salió a la arena a regañadientes, pasito a pasito. - ¿Leyenda? Yo no he… - Suspirando, miró frente a él y, resignado, avanzó tras el lobo. - ¿Algún plan, Rey Bestia? – Preguntó, bajando su mano útil hasta la empuñadura de Recuerdo, analizando la situación.
No hubo tiempo para planes, en cuanto los escudos bajaron Asher se lanzó inmediatamente hacia adelante, acabando con uno de los enemigos con un único golpe, causando al público estallar en gritos y alabanzas.
- Y ahí va… - Sonriendo a Andra, desenvainó lentamente a Recuerdo.
- Es… impresionante. – Comentó la mujer, aun tratando de comprender que acababa de suceder.
- Sí, es la reacción que suele causar. – dijo Eltrant desanudando la capa que pendía de su cuello. – Vamos. – Le dijo, haciendo un gesto con la cabeza para que le siguiese y aceleró el ritmo.
Asher estaba en el centro del lugar, había captado la atención de todos los enemigos, sin excepción. Algunos le miraban con una mezcla entre miedo y envidia y otros como un enemigo poderoso al que abatir.
Eltrant, en ese momento, veía a su amigo.
Y necesitaba ayuda.
Apretó los dientes cuando notó como una saeta que vino de la otra punta del coliseo impactaba en su pecho y le arrancaba de cuajo la hombrera. Tensó los músculos y sonrió amargamente al ver la cara del arquero preguntándose por qué Eltrant no estaba en el suelo.
Por su expresión, pretendía haberle atravesado, quizás alcanzado a Asher que estaba justo tras él en aquel momento en el proceso. ¿Qué clase de arco portaba? Ni la ballesta de Huracán era capaz de atravesar a dos objetivos fácilmente, que él supera claro.
Asher tenía que haberse colocado justo en el centro del lugar; como le gustaba el dramatismo… probablemente por eso se llevaba tan bien con Lyn.
- ¡Vamos, Andrómeda! – Repasó la hendidura de su armadura con la mano izquierda, la flecha que le había acertado tenía algo raro. ¿Estaba hecha entera de metal? Era más bien como una especie de lanza pequeña.
Tenía suerte de que la armadura la hubiese hecho rebotar.
Ignorando el punzante dolor que le decía que acababa haberse ganado un moratón, continuó avanzando. El ente de fuego gigantesco se encaminó hacia el grupo azul por su cuenta, lo que les aseguró que nadie les molestaría desde la distancia durante lo que durase su encuentro contra ellos, mientras tanto, los dos vampiros que le acompañaban se deslizaron por la arena en dirección a dónde estaba Asher y los dos miembros restantes del equipo verde.
- ¡Estilo Irmos! ¡Primera Forma! –
Andra, adelantándose a Eltrant, dio varios pasos inexplicablemente largos ayudándose de los cúmulos de viento que ahora rodeaban sus extremidades, colocándose de este modo frente a uno de los vampiros que estaban a punto de llegar hasta el lobo.
El tipo de las dos espadas lanzó varios tajos contra la joven mientras que el que blandía el puñal se encaminó directamente hacia Asher. Andra, grácilmente, esquivó los ataques el tiempo suficiente como para poder contratacar propinando varios puntapiés que no llegaron a alcanzar tampoco a su rival.
- ¿Por qué todos me dejan atrás? – Eltrant, negándose a quedarse el último, aceleró el ritmo y, tras pasar a Asher, cargó con un grito contra el que se había presentado como Lucios.
El anciano era fuerte, además de ser bastante más rápido de lo que un hombre su edad indicaría. No solo evitó el primer ataque de Eltrant, sino que también contratacó con un puñetazo que dobló parte de la coraza del exmercenario.
Pocas personas habían logrado hacer eso.
Por supuesto, él no iba a ser menos, no había ido a aquel lugar para sorprenderse al ver como un anciano esquivaba sus ataques como si él no fuese más que un crío sin ningún sentido alguno de la esgrima.
Aplacando la imperiosa necesidad de retroceder ante la fuerza que transmitían los golpes del autodenominado “puño solar”, Eltrant tomó a Recuerdo con ambas manos y, tras girar la espada, lanzó un tajo directamente a la axila del hombre con el envés de la misma.
Sin bien este esquivó aquel golpe con un sencillo salto hacia atrás, algo que por su expresión hizo de forma casi insultante para Eltrant, Lucios no anticipó que este saltaría sobre él con todo su cuerpo. [1]
Después de todo: ¿Qué clase de hombre armado perdería la ventaja que le proporcionaba su arma? Nadie inteligente, eso estaba claro. A ojos de los espectadores Eltrant acababa de venderse, de usar una carta de un solo movimiento.
Si aquello no salía bien, Lucius solo tenía que darle un directo en plena cara.
No obstante, tras placar directamente al anciano en el pecho y arrastrarlo unos metros, Eltrant se encargó de arrojarlo a un lado con fuerza, momento que el errante aprovechó para propinarle un fuerte golpe en mitad de la cara con el dorso de espada de hielo.
Si aquello no lo dejaba fuera de combate, pocas cosas lo harían.
- Vaya, vaya… - Emmet retrocedió varios pasos. – Esto sí que es inesperado… - Viéndose en desventaja, el brujo, golpeó el suelo con su báculo varias veces y la arena comenzó a vibrar.
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- ¡Asher! – Gritó Lyn, con toda la fuerza que pudo, al ver como este noqueaba al Alquimista de un solo golpe. - ¡Aaaasheeeer! ¡Buen golpe! – Repitió, ahora haciendo aspavientos. - ¡Equipo blanco! – Rebuscó entre sus pertenencias y, cuando encontró su capa, instó a que esta adquiriese un color blanco.
- ¡MORTAL! – Agregó ahora, zarandeando la capa a modo de bandera. - ¡Pero no te acerques inútil! ¡No, no! ¡Eso sí! ¡Buen golpe! ¡Legendario! – dejó escapar una carcajada y volvió a sentarse al ver como su compañero dejaba a Lucius fuera de combate.
- Pensaba que solo eran equipos de dos. Al parecer han encontrado a un ultimo miembro. – dijo mirando pelear a la rubia. – ¿Andrómeda han dicho que se llama? – Jugueteó con su flequillo unos instantes y después, tras asentir sonriente, volvió a levantarse. - ¡ANDROMEDA! – Gritó enarbolando la capa con más fuerza. - ¡Gana! –
Tras hacer una parada a recuperar el aliento, se volvió a girar hacia Syl.
- ¡Venga! ¡Grítale algo a Asher! – dijo instándole a que se levantase. - ¡Si le infundes ánimos va a ser imparable! – Exclamó, teniéndole la capa de color blanco. - ¡EQUIPO BLANCO, IMPARABLE! – dijo de vuelta al coliseo.
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[1] Habilidad Eltrant Nivel 5: Embestir.
Eltrant Tale
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Re: Lo que nos mueve [Trabajo]
-¿...Qué demonios está haciendo?- musitó Syl, sacudiendo la cabeza. Asher había logrado quedarse expuesto en exactamente un segundo después de que comenzase el combate. Por supuesto, también había noqueado a alguien en ese mismo segundo, pero esa no era la prioridad en una refriega como aquella.
El felino suspiró, algo molesto. Tenía algunas ideas sobre por qué había hecho eso, pero no dejaba de molestarle. Aunque tampoco podía hacer mucho en esa situación: solo confiar en que estaría bien. Recordando todos los trucos que tenía a su disposición, se tranquilizó un poco. Al menos parecía estar divirtiendose.
No era el único que había hecho su movimiento. Todos los combatientes tenían sus propios trucos. El biocibernético con arco se subió encima del dragón azul, y este alzó el vuelo.
Andromeda parecía estar en un empate técnico con el tipo de las dos espadas. A juzgar por como desaparecía de un segundo a otro para aparecer unos metros más allá, debía ser un vampiro, o quizás un brujo ilusionista. Lo primero era más probable. Pero el empate fue roto cuando una flecha del cibernético se hundió en su hombro, derribándole al suelo con más fuerza de la que debía tener.
El vampiro se levantó, visiblemente molesto ante la situación. Desapareció una vez más, pero esta vez, Syl lo siguió usando las runas de su capucha para detectar su rastro. Al parecer, no se teletransportaba. Simplemente se hacía invisible durante unos instantes, en los que era más rápido y ágil... lo suficiente como para trepar por paredes verticales. Con este mismo truco, se elevó rápidamente hasta quedarse a la altura suficiente, y saltar a gran velocidad hacia el jinete de dragón que le había perdido el rastro.
El impacto fue brutal. Forjaflechas cayó derribado junto al vampiro, con algunas piezas de metal separadas de su cuerpo. Nada pudo evitar que se precipitase a la arena y acabase con un fuerte crujido en el suelo. No volvió a moverse. Por su parte, Séptimo no tuvo problema alguno para caer gracilmente, sin apenas sentir nada.
Hasta que notó la espada hundirse en su espalda, y un terrible ardor empezó a consumirlo. Una luz purificadora emanaba del arma que lo había atravesado. Clavel retiró el arma, haciendo que el vampiro cayese al suelo. De alguna forma, no hubo sangre. De su herida, solo brotaba ceniza. Débilmente, alzó la cabeza, solo para ver como la inexpresiva mujer le daba el golpe de gracia con un rostro inexpresivo.
Fue entonces cuando Asher volvió a llamar la atención. Lyn instó al felino a que le animase, pero Syl se quedó mirando desde arriba.
-No suelo gritar...- admitió, algo incómodo. A decir verdad, todo el ruido de alrededor era algo dificil de aguantar. El resto de espectadores no tenía muchos reparos en hacerlo. El arbalista suspiró. Dudaba que le fuese a oír, pero...
-¡ASHER! ¡HAZLE ARDER! ¡SORPRÉNDELE!- gritó.
Mis compañeros no me dejaron solo por mucho tiempo. Eltrant no dudó un segundo en embestir al veterano del, uh... ¿puño astral? Algo así. Por fortuna, me quedé con tan solo un oponente, en una situación que podía manejar.
Era un vampiro, sin duda alguna. Uno con daga y muy entusiasmado por lanzarse contra mi. Sus movimientos eran algo frenéticos. Iba a cortar, no a apuñalar. No tardé en descubrir por qué.
Sus tajos eran previsibles, por lo que no tuve mucho problema en bloquearlos o esquivarlos, usando mi armadura para recibir cualquier impacto que no pudiese evitar. Al menos, hasta que la cuchilla de la daga se desplegó del mando, separándose con una cadena. No tuve tiempo de reaccionar: el "proyectil" acabó realizando un corte en parte de mi cuello. Nada profundo: no dio donde quería dar, pero si consiguió sacar sangre. Y aquello era justo lo que necesitaba.
La sangre que brotó de mi herida no se quedó en mi pelaje ni cayó al suelo. Flotó hacia él, en concreto, hacia su mano, tomando forma a su alrededor como si de un guantelete se tratase, con afiladas garras similares a las mías. Esbocé una mueca.
-Que desagradable.- gruñí. Iba a tener que acabar con él, antes de que se pusiese feo. Tomé la ofensiva, lanzando una estocada y aprovechando mi alcance, pero el vampiro... paró mi espada con su garra. Esbozó una sonrisa arrogante, disfrutando de mi sorpresa. Pero necesitaría algo más que eso para pararme. Eclipse desapareció, haciéndole perder el equilibrio en un instante. Su sonrisa se borró. Un brillo naranja salió de mi guantelete, y una explosión sacudió la arena. [1]
El hombre salió despedido varios metros por el aire. Tenía quemaduras por el cuerpo, y su garra había desaparecido. Debía haberla usado para bloquear lo que pudiese. El tipo rodó pesadamente por el suelo, aparentemente fuera de combate. Eclipse reapareció en mi mano, y busqué al próximo objetivo. Vi al dragón enfrentándose al "gigante de fuego". Podían ser buenos objetivos. O quizás...
No tuve mucho tiempo para decidir. La arena a mis pies comenzó a moverse, flotando por debajo de mis pies. El brujo. Nadie había entretenido al brujo. Y su elemento era la tierra.
No solo estaba flotando. La arena estaba intentando atraparme, cubriendo mis pies con ella y solidificándose. Conseguí liberarme con la primera patada, y empecé a correr. Pero era demasiado tarde. Debía haber estado preparando ese truco desde el comienzo. Toda la tierra estaba flotando, volviéndose sólida y formando un muro en diagonal que me impedía el paso.
-¡No dejéis de moveros!- dije a mis compañeros. Tenía una forma de lidiar con aquello, pero sería revelar mi mano demasiado pronto. Traté de trepar por el muro, pero la arena se escurrió bajo mis garras. Era demasiado grueso para atravesarlo, y por lo que notaba... se estaba calentando.
Aquello podía ser un problema.
-¡Andra! ¡Abre un hueco!- dije. La mujer cambió su postura, enfocando primero hacia donde apuntaba. Con una grácil patada al aire, mandó volando una onda de viento que, al impactar con la arena, es expandió rápidamente, dejando un agujero por unos instantes. Y a través del agujero, podía ver al brujo. Lancé el proyectil que tenía en mi zurda. Hubo un breve chillido de dolor, y la arena se desplomó contra el suelo. [2]
[1] Habilidad: Estallido
[2] Habilidad: Descarga
Séptimo mata a Forjaflechas. Clavel mata a Séptimo. Asher noquea (?) a Crúor, y aturde a Emmet durante este turno, aunque no está fuera de combate.
El felino suspiró, algo molesto. Tenía algunas ideas sobre por qué había hecho eso, pero no dejaba de molestarle. Aunque tampoco podía hacer mucho en esa situación: solo confiar en que estaría bien. Recordando todos los trucos que tenía a su disposición, se tranquilizó un poco. Al menos parecía estar divirtiendose.
No era el único que había hecho su movimiento. Todos los combatientes tenían sus propios trucos. El biocibernético con arco se subió encima del dragón azul, y este alzó el vuelo.
Andromeda parecía estar en un empate técnico con el tipo de las dos espadas. A juzgar por como desaparecía de un segundo a otro para aparecer unos metros más allá, debía ser un vampiro, o quizás un brujo ilusionista. Lo primero era más probable. Pero el empate fue roto cuando una flecha del cibernético se hundió en su hombro, derribándole al suelo con más fuerza de la que debía tener.
El vampiro se levantó, visiblemente molesto ante la situación. Desapareció una vez más, pero esta vez, Syl lo siguió usando las runas de su capucha para detectar su rastro. Al parecer, no se teletransportaba. Simplemente se hacía invisible durante unos instantes, en los que era más rápido y ágil... lo suficiente como para trepar por paredes verticales. Con este mismo truco, se elevó rápidamente hasta quedarse a la altura suficiente, y saltar a gran velocidad hacia el jinete de dragón que le había perdido el rastro.
El impacto fue brutal. Forjaflechas cayó derribado junto al vampiro, con algunas piezas de metal separadas de su cuerpo. Nada pudo evitar que se precipitase a la arena y acabase con un fuerte crujido en el suelo. No volvió a moverse. Por su parte, Séptimo no tuvo problema alguno para caer gracilmente, sin apenas sentir nada.
Hasta que notó la espada hundirse en su espalda, y un terrible ardor empezó a consumirlo. Una luz purificadora emanaba del arma que lo había atravesado. Clavel retiró el arma, haciendo que el vampiro cayese al suelo. De alguna forma, no hubo sangre. De su herida, solo brotaba ceniza. Débilmente, alzó la cabeza, solo para ver como la inexpresiva mujer le daba el golpe de gracia con un rostro inexpresivo.
Fue entonces cuando Asher volvió a llamar la atención. Lyn instó al felino a que le animase, pero Syl se quedó mirando desde arriba.
-No suelo gritar...- admitió, algo incómodo. A decir verdad, todo el ruido de alrededor era algo dificil de aguantar. El resto de espectadores no tenía muchos reparos en hacerlo. El arbalista suspiró. Dudaba que le fuese a oír, pero...
-¡ASHER! ¡HAZLE ARDER! ¡SORPRÉNDELE!- gritó.
_________________________
Mis compañeros no me dejaron solo por mucho tiempo. Eltrant no dudó un segundo en embestir al veterano del, uh... ¿puño astral? Algo así. Por fortuna, me quedé con tan solo un oponente, en una situación que podía manejar.
Era un vampiro, sin duda alguna. Uno con daga y muy entusiasmado por lanzarse contra mi. Sus movimientos eran algo frenéticos. Iba a cortar, no a apuñalar. No tardé en descubrir por qué.
Sus tajos eran previsibles, por lo que no tuve mucho problema en bloquearlos o esquivarlos, usando mi armadura para recibir cualquier impacto que no pudiese evitar. Al menos, hasta que la cuchilla de la daga se desplegó del mando, separándose con una cadena. No tuve tiempo de reaccionar: el "proyectil" acabó realizando un corte en parte de mi cuello. Nada profundo: no dio donde quería dar, pero si consiguió sacar sangre. Y aquello era justo lo que necesitaba.
La sangre que brotó de mi herida no se quedó en mi pelaje ni cayó al suelo. Flotó hacia él, en concreto, hacia su mano, tomando forma a su alrededor como si de un guantelete se tratase, con afiladas garras similares a las mías. Esbocé una mueca.
-Que desagradable.- gruñí. Iba a tener que acabar con él, antes de que se pusiese feo. Tomé la ofensiva, lanzando una estocada y aprovechando mi alcance, pero el vampiro... paró mi espada con su garra. Esbozó una sonrisa arrogante, disfrutando de mi sorpresa. Pero necesitaría algo más que eso para pararme. Eclipse desapareció, haciéndole perder el equilibrio en un instante. Su sonrisa se borró. Un brillo naranja salió de mi guantelete, y una explosión sacudió la arena. [1]
El hombre salió despedido varios metros por el aire. Tenía quemaduras por el cuerpo, y su garra había desaparecido. Debía haberla usado para bloquear lo que pudiese. El tipo rodó pesadamente por el suelo, aparentemente fuera de combate. Eclipse reapareció en mi mano, y busqué al próximo objetivo. Vi al dragón enfrentándose al "gigante de fuego". Podían ser buenos objetivos. O quizás...
No tuve mucho tiempo para decidir. La arena a mis pies comenzó a moverse, flotando por debajo de mis pies. El brujo. Nadie había entretenido al brujo. Y su elemento era la tierra.
No solo estaba flotando. La arena estaba intentando atraparme, cubriendo mis pies con ella y solidificándose. Conseguí liberarme con la primera patada, y empecé a correr. Pero era demasiado tarde. Debía haber estado preparando ese truco desde el comienzo. Toda la tierra estaba flotando, volviéndose sólida y formando un muro en diagonal que me impedía el paso.
-¡No dejéis de moveros!- dije a mis compañeros. Tenía una forma de lidiar con aquello, pero sería revelar mi mano demasiado pronto. Traté de trepar por el muro, pero la arena se escurrió bajo mis garras. Era demasiado grueso para atravesarlo, y por lo que notaba... se estaba calentando.
Aquello podía ser un problema.
-¡Andra! ¡Abre un hueco!- dije. La mujer cambió su postura, enfocando primero hacia donde apuntaba. Con una grácil patada al aire, mandó volando una onda de viento que, al impactar con la arena, es expandió rápidamente, dejando un agujero por unos instantes. Y a través del agujero, podía ver al brujo. Lancé el proyectil que tenía en mi zurda. Hubo un breve chillido de dolor, y la arena se desplomó contra el suelo. [2]
______________________________
[1] Habilidad: Estallido
[2] Habilidad: Descarga
Séptimo mata a Forjaflechas. Clavel mata a Séptimo. Asher noquea (?) a Crúor, y aturde a Emmet durante este turno, aunque no está fuera de combate.
Asher Daregan
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Re: Lo que nos mueve [Trabajo]
Lyn se mordió el labio inferior, callándose repentinamente, clavando su mirada en la espada que blandía la mujer a la que habían presentado como Clavel. Armas así… no le traían buenos recuerdos.
Contempló con cierto aire solemne como su compañero de raza moría de una forma en la que no le desearía a nadie y, antes de poder decir nada a Syl respecto a eso, escuchó la voz de este gritar a su lado con fuerza, instándole a su pareja a que pelease con más fuerza a que sorprendiese a sus contrincantes.
Uniendo ambas manos, Lyn desvió su atención hacía el felino, a quien miró con los ojos muy abiertos según dejaba escapar un gritito de emoción. El brillo jovial y característico que dominaba sus ojos volvió a apoderarse de estos dejando entrever que la vampiresa estaba luchando con todas sus fuerzas por no zarandear a su compañero.
- Eres adorable. – dijo al final volviendo a sentarse cruzada de brazos al mismo tiempo que asentía para sí. – Asher tiene mucha suerte. – Agregó, mirando como el lobo seguía presumiendo de habilidades ante un público que, por los gritos y ovaciones, estaba encantado de ver el combate.
Llegados a aquel punto varios de los combatientes estaban ya inertes. La mayoría de los luchadores que quedaban aun activos no se separaban demasiado de sus compañeros, tratando de este modo de acabar rápidamente con los grupos que ya tenían alguna baja aprovechando la superioridad numérica que poseían.
Quizás, salvando a Asher, el duelo que tenía mayor presencia en el lugar era el del dragón que había cargado con el cibernético por el lugar y el de la figura compuesta, básicamente, por fuego.
Las llamas carmesíes que componían el cuerpo del miembro del equipo Rojo se fundían y entremezclaban con las llamas añiles que exhalaba Azur con cada ataque que realizaba, formando un amasijo de fuego que hacía parecer aquella pelea una función de ilusionistas.
Pero, comprensiblemente, atacar a un ser prácticamente compuesto por llamas con fuego no era precisamente la acción más coherente a realizar, y de forma imperceptible, gradualmente, Fornjót crecía, se hacía más alto, al mismo tiempo que cambiaba de color hasta que su cuerpo solo emanaba llamas violáceas.
- Eso no va a acabar bien. – Comentó Lyn reclinándose en su asiento.
Si bien el hombre de llamas había comenzado midiendo unos tres metros, ahora podría pasar a medir perfectamente unos cuatro. Aunque parecía intimidante a simple vista, no era del todo malo, al tener más presencia en la arena también había sustituido a Asher, en parte, como objetivo principal por parte de todos los grupos.
Aunque el equipo blanco estaba demasiado ocupado, en aquel momento, lidiando con el cumulo de arena que comenzaba a moverse bajo sus pies, a ascender a solidificarse a su alrededor.
- ¡ELTRANT! – Gritó Lyn, ayudándose con ambas manos. - ¡CUIDADO CON LA ARENA QUE SE MUEVE! – Agregó. - ¡SÉ QUE ES UNA OBVIEDAD, PERO ERES DE LOS QUE NECESITA ESCUCHARLO! ¡NO LA GOLPEES! -
______________________________________
- …cuidado… la arena… golpea... -
Enarcó una ceja según se alejaba del Puño de los Cielos, ahora fuera de combate en el suelo y miró a su alrededor. Le había parecido, contra todo pronóstico escuchar a Lyn en su cabeza decir algo sobre la arena.
Fueron las palabras de Asher las que le ayudaron definitivamente. La arena se movía a sus pies, con la armadura no lo había terminado de notar, no hasta que esta no se había alzado hasta la altura de su cintura.
Gruñendo en voz baja, obedeciendo al lobo, comenzó a moverse inmediatamente. Ya que él no era tan ágil como ninguno de sus compañeros, optó por hacer caso a Lyn y afrontar aquellos muros de barro de la mejor forma que tenía en mente.
Atravesándolos.
Afortunadamente para él, la arena no era especialmente solida según se construía a su alrededor, así que la trató de la misma forma que había tratado al tipo que había acabado de noquear. Cargó y, por cada muro que salía a su encuentro, lo derribaba con su hombro.
El hecho de que no fuese un muro consistente no significaba que no fuese relativamente grueso, aquella idiotez le hizo perder el equilibrio varias veces, así como sentir como su armadura se doblaba, como su hombro se resentía con cada embestida que daba.
Siguió de cerca de Asher, o lo intentó al menos, mientras se movía como buenamente podía, tratando de evitar que la arena se arremolinase en torno a sus pies y le detuviese a mitad de la carrera.
Algo que no llegó a conseguir completamente, pues Eltrant, por mucha prisa que se hubiese querido dar, acabó encerrado entre cuatro gruesas paredes que le rodearon repentinamente y comenzaron a cerrarse a toda prisa.
- Brujos – Masculló de mala gana, comprendiendo que de allí no iba a salir de allí a empujones.
Pero tenía un plan. O algo parecido.
Era… más bien una idea absurda.
Clavó a Recuerdo en mitad de la pared que tenía justo delante de él a toda prisa, haciendo uso de toda la fuerza que disponía en los brazos y, a continuación, respirado de forma entrecortada, sintiendo una repentina claustrofobia se apoderaba de él, se hizo con el martillo que pendía de su espalda y lo asió con ambas manos.
Las runas se encendieron inmediatamente.
Iba a usar el cincel más ridículo que podía imaginar.
- ¡Andra! ¡Abre un hueco! –
O eso imaginaba, la voz de Asher, apagada por los muros que le rodeaban, precedió a un lejano grito de dolor y a desaparición de toda aquella arena. Recuerdo cayó al suelo, como si tal cosa, sobre un montículo de tierra.
Pero aquello también le venía bien. Clavel había emergido a pocos metros de dónde se encontraba de una cámara de arena similar a la suya propia y parecía tan confusa con lo que acababa de suceder como él mismo.
Sacándole partido a la situación, a que ya tenía el martillo entre las manos, lo usó.
- ¡Asher! ¡Andra! – Gritó con fuerza, alzando el arma por encima de su cabeza. - ¡Sujetaos! – Bramó según lo bajaba.
Un chasquido y un estallido dieron paso a una sacudida y a una nube de polvo que cubrió prácticamente la arena por completo. Los que estaban más cerca de él cayeron al suelo irremediablemente, supuso que Clavel y que Emmet fueron las victimas principales de esto. [1]
Los que estaban más alejados del epicentro del martillazo, como lo eran el dragón y el ente de fuego, estaban al menos cegados por la espesa niebla que ahora se había apoderado del coliseo.
Lamentablemente para él, aquello había sido un arma de doble filo, Asher podría ver perfectamente donde estaba todo el mundo principalmente porque todos allí usaban magia, pero él no.
Afortunadamente para él, Andra se encargó de aparecer de entre el polvo dando una patada a la nada cargada con lo que parecía ser aire, formando un circulo de claridad a su alrededor.
- ¿Estás bien? – Preguntó Eltrant a la recién llegada.
- ¡Estoy geni…! – La mujer se aclaró la garganta y sacudió la cabeza antes de terminar la frase, volviendo a adoptar una expresión relativamente neutra. – Soy muy afortunada por tener compañeros tan capaces. – dijo adoptando otra postura según miraba a su alrededor, esperando que alguien saliese de la nube de polvo.
Sonriendo, Eltrant recuperó a Recuerdo del suelo y guardó el martillo a su espalda.
- ¡Asher! – Bramó a la nada. - ¡Cázalos! – Musitó, colocándose de forma que si alguien se internaba en aquel reducto de claridad tendrían que sobrepasarle a él para alcanzar a la mujer. [2]
[1] Uso Objeto Limitado: Martillo Atronador.
[2] Uso Habilidad Nivel 6: Muro de Acero.
Resumen off: Aturdo a Clavel, aturdo doblemente a Emmet (?) y cubro el coliseo con una nube de polvo que dura este turno antes de asentarse. Fornjót y Azur pelean entre ellos ahora mismo.
Contempló con cierto aire solemne como su compañero de raza moría de una forma en la que no le desearía a nadie y, antes de poder decir nada a Syl respecto a eso, escuchó la voz de este gritar a su lado con fuerza, instándole a su pareja a que pelease con más fuerza a que sorprendiese a sus contrincantes.
Uniendo ambas manos, Lyn desvió su atención hacía el felino, a quien miró con los ojos muy abiertos según dejaba escapar un gritito de emoción. El brillo jovial y característico que dominaba sus ojos volvió a apoderarse de estos dejando entrever que la vampiresa estaba luchando con todas sus fuerzas por no zarandear a su compañero.
- Eres adorable. – dijo al final volviendo a sentarse cruzada de brazos al mismo tiempo que asentía para sí. – Asher tiene mucha suerte. – Agregó, mirando como el lobo seguía presumiendo de habilidades ante un público que, por los gritos y ovaciones, estaba encantado de ver el combate.
Llegados a aquel punto varios de los combatientes estaban ya inertes. La mayoría de los luchadores que quedaban aun activos no se separaban demasiado de sus compañeros, tratando de este modo de acabar rápidamente con los grupos que ya tenían alguna baja aprovechando la superioridad numérica que poseían.
Quizás, salvando a Asher, el duelo que tenía mayor presencia en el lugar era el del dragón que había cargado con el cibernético por el lugar y el de la figura compuesta, básicamente, por fuego.
Las llamas carmesíes que componían el cuerpo del miembro del equipo Rojo se fundían y entremezclaban con las llamas añiles que exhalaba Azur con cada ataque que realizaba, formando un amasijo de fuego que hacía parecer aquella pelea una función de ilusionistas.
Pero, comprensiblemente, atacar a un ser prácticamente compuesto por llamas con fuego no era precisamente la acción más coherente a realizar, y de forma imperceptible, gradualmente, Fornjót crecía, se hacía más alto, al mismo tiempo que cambiaba de color hasta que su cuerpo solo emanaba llamas violáceas.
- Eso no va a acabar bien. – Comentó Lyn reclinándose en su asiento.
Si bien el hombre de llamas había comenzado midiendo unos tres metros, ahora podría pasar a medir perfectamente unos cuatro. Aunque parecía intimidante a simple vista, no era del todo malo, al tener más presencia en la arena también había sustituido a Asher, en parte, como objetivo principal por parte de todos los grupos.
Aunque el equipo blanco estaba demasiado ocupado, en aquel momento, lidiando con el cumulo de arena que comenzaba a moverse bajo sus pies, a ascender a solidificarse a su alrededor.
- ¡ELTRANT! – Gritó Lyn, ayudándose con ambas manos. - ¡CUIDADO CON LA ARENA QUE SE MUEVE! – Agregó. - ¡SÉ QUE ES UNA OBVIEDAD, PERO ERES DE LOS QUE NECESITA ESCUCHARLO! ¡NO LA GOLPEES! -
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- …cuidado… la arena… golpea... -
Enarcó una ceja según se alejaba del Puño de los Cielos, ahora fuera de combate en el suelo y miró a su alrededor. Le había parecido, contra todo pronóstico escuchar a Lyn en su cabeza decir algo sobre la arena.
Fueron las palabras de Asher las que le ayudaron definitivamente. La arena se movía a sus pies, con la armadura no lo había terminado de notar, no hasta que esta no se había alzado hasta la altura de su cintura.
Gruñendo en voz baja, obedeciendo al lobo, comenzó a moverse inmediatamente. Ya que él no era tan ágil como ninguno de sus compañeros, optó por hacer caso a Lyn y afrontar aquellos muros de barro de la mejor forma que tenía en mente.
Atravesándolos.
Afortunadamente para él, la arena no era especialmente solida según se construía a su alrededor, así que la trató de la misma forma que había tratado al tipo que había acabado de noquear. Cargó y, por cada muro que salía a su encuentro, lo derribaba con su hombro.
El hecho de que no fuese un muro consistente no significaba que no fuese relativamente grueso, aquella idiotez le hizo perder el equilibrio varias veces, así como sentir como su armadura se doblaba, como su hombro se resentía con cada embestida que daba.
Siguió de cerca de Asher, o lo intentó al menos, mientras se movía como buenamente podía, tratando de evitar que la arena se arremolinase en torno a sus pies y le detuviese a mitad de la carrera.
Algo que no llegó a conseguir completamente, pues Eltrant, por mucha prisa que se hubiese querido dar, acabó encerrado entre cuatro gruesas paredes que le rodearon repentinamente y comenzaron a cerrarse a toda prisa.
- Brujos – Masculló de mala gana, comprendiendo que de allí no iba a salir de allí a empujones.
Pero tenía un plan. O algo parecido.
Era… más bien una idea absurda.
Clavó a Recuerdo en mitad de la pared que tenía justo delante de él a toda prisa, haciendo uso de toda la fuerza que disponía en los brazos y, a continuación, respirado de forma entrecortada, sintiendo una repentina claustrofobia se apoderaba de él, se hizo con el martillo que pendía de su espalda y lo asió con ambas manos.
Las runas se encendieron inmediatamente.
Iba a usar el cincel más ridículo que podía imaginar.
- ¡Andra! ¡Abre un hueco! –
O eso imaginaba, la voz de Asher, apagada por los muros que le rodeaban, precedió a un lejano grito de dolor y a desaparición de toda aquella arena. Recuerdo cayó al suelo, como si tal cosa, sobre un montículo de tierra.
Pero aquello también le venía bien. Clavel había emergido a pocos metros de dónde se encontraba de una cámara de arena similar a la suya propia y parecía tan confusa con lo que acababa de suceder como él mismo.
Sacándole partido a la situación, a que ya tenía el martillo entre las manos, lo usó.
- ¡Asher! ¡Andra! – Gritó con fuerza, alzando el arma por encima de su cabeza. - ¡Sujetaos! – Bramó según lo bajaba.
Un chasquido y un estallido dieron paso a una sacudida y a una nube de polvo que cubrió prácticamente la arena por completo. Los que estaban más cerca de él cayeron al suelo irremediablemente, supuso que Clavel y que Emmet fueron las victimas principales de esto. [1]
Los que estaban más alejados del epicentro del martillazo, como lo eran el dragón y el ente de fuego, estaban al menos cegados por la espesa niebla que ahora se había apoderado del coliseo.
Lamentablemente para él, aquello había sido un arma de doble filo, Asher podría ver perfectamente donde estaba todo el mundo principalmente porque todos allí usaban magia, pero él no.
Afortunadamente para él, Andra se encargó de aparecer de entre el polvo dando una patada a la nada cargada con lo que parecía ser aire, formando un circulo de claridad a su alrededor.
- ¿Estás bien? – Preguntó Eltrant a la recién llegada.
- ¡Estoy geni…! – La mujer se aclaró la garganta y sacudió la cabeza antes de terminar la frase, volviendo a adoptar una expresión relativamente neutra. – Soy muy afortunada por tener compañeros tan capaces. – dijo adoptando otra postura según miraba a su alrededor, esperando que alguien saliese de la nube de polvo.
Sonriendo, Eltrant recuperó a Recuerdo del suelo y guardó el martillo a su espalda.
- ¡Asher! – Bramó a la nada. - ¡Cázalos! – Musitó, colocándose de forma que si alguien se internaba en aquel reducto de claridad tendrían que sobrepasarle a él para alcanzar a la mujer. [2]
______________________________________________________________
[1] Uso Objeto Limitado: Martillo Atronador.
[2] Uso Habilidad Nivel 6: Muro de Acero.
Resumen off: Aturdo a Clavel, aturdo doblemente a Emmet (?) y cubro el coliseo con una nube de polvo que dura este turno antes de asentarse. Fornjót y Azur pelean entre ellos ahora mismo.
Eltrant Tale
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Re: Lo que nos mueve [Trabajo]
"Cázalos" había dicho. Más fácil decirlo que hacerlo. Con esa nube de polvo, solo podía depender del éter de cada uno, y Eltrant acababa de desprender una cantidad considerable con ese martillo suyo. Tendría que arreglármelas.
Empecé a correr, buscando primero a lo que podía ver mejor. El brujo de fuego estaba dando todo lo que tenía. Dudaba de que fuese a aguantar mucho a ese paso: estaba usando más magia de lo que era seguro. No era difícil imaginar por qué, con el dragón amenazando con aplastarle bajo sus garras en cualquier momento. Me dirigí hacia ellos, invocando a Eclipse en mi mano. Pese a la nube de polvo, no habían dejado de luchar.
No iba a dudar en aprovecharme. Desde mi posición, no podría verlo venir. Frené, arrastrando los pies en la arena, y arrojé mi espada con todas mis fuerzas como si se tratase de una lanza hacia el brujo. Estando de espaldas, no tuvo forma de reaccionar. La hoja se hundió en su costado, y la figura de fuego que le rodeaba se desvaneció durante un segundo.
Su oponente no tuvo piedad.
El dragón aterrizó sobre él, con las garras extendidas. Tras arrastrar al hombre varios metros por el suelo, alzó el vuelo de nuevo, llevándoselo a las alturas. Fornjót ya había dejado de moverse. Aquello era venganza. Tras ascender tanto como pudo en aquella cueva, liberó al brujo, dejándolo caer. Lejos de haber aplacado su ira, Azur parecía determinado a seguir combatiendo, lanzándose en picado contra mi. La nube de polvo debía haberse aclarado lo suficiente con el batir de sus alas.
Le miré, impasible. Eclipse reapareció en mi mano una vez más. Me preparé, alzando la espada mientras calculaba el tiempo que tenía. La primera runa se activó, iluminando la hoja aún más de lo normal. [1] Y con un tajo al aire, una media luna de energía surgió de la espada. El dragón no tuvo tiempo para maniobrar. Su torso y ala izquierda fueron alcanzados por el ataque, e instantes después, se estrepitó sobre la arena pesadamente.
No estaba acabado. No lo parecía, al menos. Pero algo extraño empezó a pasar. Hilos de sangre empezaron a fluir de sus heridas, flotando hacia un punto cercano. Mi mirada se clavó en su destino. Toda la sangre derramada en la arena estaba concentrándose en torno al vampiro que había chamuscado instantes antes, cubriendo a Crúor de una superficie sólida y escarlata. ¿Sangre endurecida?
-Gracias por vuestro salvajismo. No podría haberlo hecho sin que fueseis tan brutos... una lástima lo del brujo, pero parece que podré divertirme.- dijo con una voz alterada. Parecía haberse recuperado de las quemaduras.
Aquello era un problema. Se estaba convirtiendo en algún tipo de monstruo, creciendo en tamaño. La armadura no tardó en cubrirle la cara por completo. Azur trató de levantarse y encararlo, pero la misma sangre que salía de su cuerpo se endureció en torno a su cuerpo, reteniendo sus movimientos. No tardé en notar algo similar al moverme: aunque mucho menores, los pequeños arañazos que había recibido estaban cubiertos de una costra más rígida de lo normal.
No sería suficiente para detenerme. Pero el vampiro ganaría terreno a ese paso. Fornjót y el biocibernético habían tenido una muerte bastante visceral, y eso parecía alimentar aún más al ser. Con un grito gutural, extendió su brazo, alargándolo y embiestiendo al dragón para detenerlo por completo. Clavel no tardó en aparecer de entre la nube de polvo, tratando de ayudar a su compañero pese a que ella no estaba en condiciones mucho mejores.
Un tentáculo de sangre salió del brazo de Crúor, lanzándose contra ella. No tuvo problemas en sujetarla con una telaraña de sangre viscosa al alcanzarla antes de que la espada purificadora de la mujer le alcanzase. Otros dos tentáculos más salieron de su cuerpo, alcanzando también al anciano brujo y a Andra. Yo tampoco pasé desapercibido. Aunque logré esquivar la primera extremidad que se lanzó en mi dirección, la segunda acabó cubriendo mi brazo derecho, enterrándolo fírmemente junto a Eclipse.
-No me he olvidado de lo que me has hecho, perro.- dijo, mirándome a los ojos. Sonreí.
-Bien. Te daré otra cosa para recordar.- Una segunda espada surgió en mi mano izquierda. Una espada igual a Eclipse, pero cubierta de luz. [2] Con un solo movimiento, la espada atravesó la extremidad rojiza, liberándome. No gasté un momento en empezar a correr, dirigiéndome hacia un tentáculo en concreto. El vampiro lo vio venir, y comenzó a mover el que sujetaba a Andra, alzándola en el proceso.
Pero no era ella a por la que iba.
Con un tajo de ambas espadas, el tentáculo que sujetaba a Clavel se partió por la mitad, convirtiéndose en ceniza por el ataque. La mujer exhaló, sorprendida, pero no dudó un instante en moverse contra la mayor amenaza en ese momento. Me uní a ella en su carga, repeliendo los ataques del vampiro con mis espadas y dándole una oportunidad. No la desaprovechó. El arma de luz de la mujer destruía todo lo que Crúor intentaba lanzarle. Distraído entre ambos atacantes, no tuvo ninguna oportunidad.
La espada de la mujer se hundió en su torso. El vampiro retrocedió, su pecho ardiendo. No tardó en sufrir el mismo destino que había vivido Séptimo. Pero no me detuve. Con un último tajo, golpeé la espada de Clavel, que salió volando de su agarre. Antes de que pudiese responder, mi otra espada apuntaba a su cuello. Me miró durante un instante, casi impasible, antes de echar un rápido vistazo a su alrededor. Tanto el viejo Emmet como el dragón habían sido drenados por el vampiro, gracias a sus heridas. Estaban fuera de combate.
-...Muy bien. Me rindo.- declaró la mujer, en voz alta.
-¡Fin del combate! ¡El equipo Blanco gana las eliminaciones!- anunció la voz, con una emoción evidente.
Y con eso, había acabado. En pocos minutos, varios tipos salieron a la arena, llevándose a todos los caídos en camillas de tela. Estaba claro que algunos no habían sobrevivido. Forjaflechas era un biocibernético, pero dudaba de que pudiese recomponerse tras aquello. Todo el equipo Rojo había sido masacrado. Tanto Lucius como Emmet tenían mal aspecto: parecían haber perdido bastante sangre y eran ya bastante mayores. Azur también presentaba heridas considerables, aunque era probable que sobreviviese.
En otras palabras, los únicos relativamente ilesos habían sido Clavel, el equipo Blanco, y el hombre rata. El último no había sangrado tras el golpe de Asher, por lo que el vampiro no pudo hacerle mucho.
-Nada mal para una primera ronda.- dijo Syl. Apenas pudo escucharse a si mismo entre los gritos del público. Había sido uno bastante memorable, después de todo. -¿Vamos a verlos?- le preguntó a Lyn, con un gesto de cabeza.
[1] Habilidad: Corte de Energía
[2] Habilidad de Eclipse: Runa de los Hombres Bestia
Empecé a correr, buscando primero a lo que podía ver mejor. El brujo de fuego estaba dando todo lo que tenía. Dudaba de que fuese a aguantar mucho a ese paso: estaba usando más magia de lo que era seguro. No era difícil imaginar por qué, con el dragón amenazando con aplastarle bajo sus garras en cualquier momento. Me dirigí hacia ellos, invocando a Eclipse en mi mano. Pese a la nube de polvo, no habían dejado de luchar.
No iba a dudar en aprovecharme. Desde mi posición, no podría verlo venir. Frené, arrastrando los pies en la arena, y arrojé mi espada con todas mis fuerzas como si se tratase de una lanza hacia el brujo. Estando de espaldas, no tuvo forma de reaccionar. La hoja se hundió en su costado, y la figura de fuego que le rodeaba se desvaneció durante un segundo.
Su oponente no tuvo piedad.
El dragón aterrizó sobre él, con las garras extendidas. Tras arrastrar al hombre varios metros por el suelo, alzó el vuelo de nuevo, llevándoselo a las alturas. Fornjót ya había dejado de moverse. Aquello era venganza. Tras ascender tanto como pudo en aquella cueva, liberó al brujo, dejándolo caer. Lejos de haber aplacado su ira, Azur parecía determinado a seguir combatiendo, lanzándose en picado contra mi. La nube de polvo debía haberse aclarado lo suficiente con el batir de sus alas.
Le miré, impasible. Eclipse reapareció en mi mano una vez más. Me preparé, alzando la espada mientras calculaba el tiempo que tenía. La primera runa se activó, iluminando la hoja aún más de lo normal. [1] Y con un tajo al aire, una media luna de energía surgió de la espada. El dragón no tuvo tiempo para maniobrar. Su torso y ala izquierda fueron alcanzados por el ataque, e instantes después, se estrepitó sobre la arena pesadamente.
No estaba acabado. No lo parecía, al menos. Pero algo extraño empezó a pasar. Hilos de sangre empezaron a fluir de sus heridas, flotando hacia un punto cercano. Mi mirada se clavó en su destino. Toda la sangre derramada en la arena estaba concentrándose en torno al vampiro que había chamuscado instantes antes, cubriendo a Crúor de una superficie sólida y escarlata. ¿Sangre endurecida?
-Gracias por vuestro salvajismo. No podría haberlo hecho sin que fueseis tan brutos... una lástima lo del brujo, pero parece que podré divertirme.- dijo con una voz alterada. Parecía haberse recuperado de las quemaduras.
Aquello era un problema. Se estaba convirtiendo en algún tipo de monstruo, creciendo en tamaño. La armadura no tardó en cubrirle la cara por completo. Azur trató de levantarse y encararlo, pero la misma sangre que salía de su cuerpo se endureció en torno a su cuerpo, reteniendo sus movimientos. No tardé en notar algo similar al moverme: aunque mucho menores, los pequeños arañazos que había recibido estaban cubiertos de una costra más rígida de lo normal.
No sería suficiente para detenerme. Pero el vampiro ganaría terreno a ese paso. Fornjót y el biocibernético habían tenido una muerte bastante visceral, y eso parecía alimentar aún más al ser. Con un grito gutural, extendió su brazo, alargándolo y embiestiendo al dragón para detenerlo por completo. Clavel no tardó en aparecer de entre la nube de polvo, tratando de ayudar a su compañero pese a que ella no estaba en condiciones mucho mejores.
Un tentáculo de sangre salió del brazo de Crúor, lanzándose contra ella. No tuvo problemas en sujetarla con una telaraña de sangre viscosa al alcanzarla antes de que la espada purificadora de la mujer le alcanzase. Otros dos tentáculos más salieron de su cuerpo, alcanzando también al anciano brujo y a Andra. Yo tampoco pasé desapercibido. Aunque logré esquivar la primera extremidad que se lanzó en mi dirección, la segunda acabó cubriendo mi brazo derecho, enterrándolo fírmemente junto a Eclipse.
-No me he olvidado de lo que me has hecho, perro.- dijo, mirándome a los ojos. Sonreí.
-Bien. Te daré otra cosa para recordar.- Una segunda espada surgió en mi mano izquierda. Una espada igual a Eclipse, pero cubierta de luz. [2] Con un solo movimiento, la espada atravesó la extremidad rojiza, liberándome. No gasté un momento en empezar a correr, dirigiéndome hacia un tentáculo en concreto. El vampiro lo vio venir, y comenzó a mover el que sujetaba a Andra, alzándola en el proceso.
Pero no era ella a por la que iba.
Con un tajo de ambas espadas, el tentáculo que sujetaba a Clavel se partió por la mitad, convirtiéndose en ceniza por el ataque. La mujer exhaló, sorprendida, pero no dudó un instante en moverse contra la mayor amenaza en ese momento. Me uní a ella en su carga, repeliendo los ataques del vampiro con mis espadas y dándole una oportunidad. No la desaprovechó. El arma de luz de la mujer destruía todo lo que Crúor intentaba lanzarle. Distraído entre ambos atacantes, no tuvo ninguna oportunidad.
La espada de la mujer se hundió en su torso. El vampiro retrocedió, su pecho ardiendo. No tardó en sufrir el mismo destino que había vivido Séptimo. Pero no me detuve. Con un último tajo, golpeé la espada de Clavel, que salió volando de su agarre. Antes de que pudiese responder, mi otra espada apuntaba a su cuello. Me miró durante un instante, casi impasible, antes de echar un rápido vistazo a su alrededor. Tanto el viejo Emmet como el dragón habían sido drenados por el vampiro, gracias a sus heridas. Estaban fuera de combate.
-...Muy bien. Me rindo.- declaró la mujer, en voz alta.
-¡Fin del combate! ¡El equipo Blanco gana las eliminaciones!- anunció la voz, con una emoción evidente.
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Y con eso, había acabado. En pocos minutos, varios tipos salieron a la arena, llevándose a todos los caídos en camillas de tela. Estaba claro que algunos no habían sobrevivido. Forjaflechas era un biocibernético, pero dudaba de que pudiese recomponerse tras aquello. Todo el equipo Rojo había sido masacrado. Tanto Lucius como Emmet tenían mal aspecto: parecían haber perdido bastante sangre y eran ya bastante mayores. Azur también presentaba heridas considerables, aunque era probable que sobreviviese.
En otras palabras, los únicos relativamente ilesos habían sido Clavel, el equipo Blanco, y el hombre rata. El último no había sangrado tras el golpe de Asher, por lo que el vampiro no pudo hacerle mucho.
-Nada mal para una primera ronda.- dijo Syl. Apenas pudo escucharse a si mismo entre los gritos del público. Había sido uno bastante memorable, después de todo. -¿Vamos a verlos?- le preguntó a Lyn, con un gesto de cabeza.
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[1] Habilidad: Corte de Energía
[2] Habilidad de Eclipse: Runa de los Hombres Bestia
Asher Daregan
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Re: Lo que nos mueve [Trabajo]
Ganaron.
Y sin ninguna baja en su equipo.
Jadeando con suavidad envainó a Recuerdo en su cintura, notando como los tentáculos de sombras desaparecían lentamente y le liberaban de su agarre.
Asher lo había conseguido de nuevo, empezaba a creer que el arcanista canino podría haber ganado todo aquello por su propia cuenta si se lo hubiese propuesto.
Si bien era cierto que había recibido un poco de ayuda de la mujer que blandía la espada de luz para acabar con el último vampiro, el adaptarse a los cambios de un combate era casi tan importante como la propia fuerza de cada uno y había visto a pocas personas capaces de hacerlo tan bien como el lobo.
Frunció levemente el ceño y bajó su mirada hasta sus manos. Él había dejado que los tentáculos carmesíes del vampiro tomasen a Andra cuando su principal función en todo aquello había sido protegerlos.
Tenía que estar más atento a lo que sucedía a su alrededor.
Le pediría a Lyn practicar para pelear contra cosas como aquellas.
Respiró profundamente y se giró sobre sí mismo contemplando como el público vitoreaba a los vencedores de aquella ronda, poco después les hicieron abandonar la arena para ayudar a los heridos y… retirar los cuerpos de los que no habían sobrevivido.
Tenía la sensación de que acababa de luchar la final y no la primera ronda.
- ¿Estás bien? Ha sido un poco intenso. – Le preguntó en primer lugar al lobo. – Supuse que serías capaz de abrirte paso en el polvo. Por eso del éter que me explicaste. – Le dándole una palmada amistosa en el hombro, señalándose después a los ojos. – ¿Qué tal tú, Andra? ¿Todo bien? – Preguntó a continuación, girándose a la mujer, que se sujetaba la muñeca.
La rubia se limitó a asentir escuetamente de un modo un tanto neutro según caminaba tras ellos. Eltrant no tardó en notar como esta parecía cojear con suavidad. ¿La habían herido? No lo parecía a simple vista.
- Mi habilidad no estaba a la altura de las circunstancias y me he visto atrapada. – dijo, reprimiendo un gruñido de dolor según posaba su pie izquierdo en el suelo. – Lo lamento, compañeros. – Añadió después con un deje de decepción en su tono de voz, según salían del lugar.
- No seas… - Eltrant sacudió la cabeza y la sujetó por un hombro. – Ha ido todo bien. ¿No es verdad? – dijo en un intento por tranquilizar a la mujer. - ¿Peleas solo con tus manos? – Le preguntó – Es sorprendente. – dijo al final, al mismo tiempo que la pesada verja que les había dado la bienvenida a la arena se cerraba tras ellos.
Andra que alterno su mirada entre el hombre enfundado en metal y el can de dos metros, sonrió escuetamente y asintió, algo emocionada.
- No solo con las manos. – La rubia colocó alzó ambos brazos con los puños cerrados, adoptando la postura que esta había tenido al iniciar la pelea. – Es… - Desvió un poco la mirada, quizás avergonzada al notar las miradas de los presentes sobre ella. – Es un arte que imparten mis superiores del clan Irmos. Está basado en la armonía con los elementos y en hacerlos luchar de tu parte más que forzarlos a hacerlo como hacen los brujos. – Explicó señalándose el pequeño símbolo que tenía bordado en la túnica que vestía.
- Parece interesa… -
- ¡MORTAL! –
La conversación finalizó antes de empezar cuando Lyn salió de entre las sombras y saltó sobre de Eltrant haciéndole perder el equilibrio lo suficiente como para obligarle a sujetarse en la pared que tenía frente a él.
- ¡Hola Asher! – dijo Lyn, moviendo la mano desde la espalda de su compañero. - ¡Syl te ha estado animando a voces! ¡Ha sido genial! ¿Te ha dado fuerzas? – Pronunció antes de que Eltrant pudiese hacer o decir nada para quitarse a la vampiresa de encima. – ¡Oh! ¡Oh! – Dio varios golpecitos con ambos puños sobre la cabeza de Eltrant incapaz de contener lo emocionada que estaba. - ¡Y cuando ha comenzado el combate que le has dado a uno de golpe! ¡Eso ha sido tan genial que…! – Lyn dejó de hablar repentinamente cuando Eltrant la obligó a bajarse de su espalda. - ¡Eh! ¡Déjame, Mortal! ¡Quiero sentirme alta! ¡Te maldigo a ti y a tu metro ochenta! – Bramó, tratando de liberarse del agarre de su compañero en vano.
- ¿De mí no tienes nada que decir? – Preguntó Eltrant esbozando una sonrisa, dejando a Lyn en el suelo.
- Buen trabajo no muriéndote, Mortal. – Musitó cruzándose de brazos, apartando la mirada de la cara del errante.
- Venga ya… - Eltrant sacudió la cabeza. - ¿Solo eso? ¿Nada más? – dijo cruzándose de brazos enarcando una ceja.
- ¿…estoy orgullosa de ti? – Respondió de vuelta, fingiendo no entender realmente a lo que se refería Eltrant.
- Estás jugando con la cantidad de vino que te compro de aquí en adelante… - dijo el exmercenario entrecerrando los ojos, mirando a una Lyn que volvía a reír con la jovialidad que la caracterizaba.
A su alrededor los preparativos para la siguiente ronda parecían estar en marcha. Después de la sorpresa inicial Eltrant estaba seguro de que todo podía continuar de cualquier forma menos de la que él imaginaba.
- Yo… estoy honrada de haber combatido con vosotros. – dijo Andra entonces, haciendo una pequeña reverencia, mirando con cierto interés a la pareja que acababa de llegar. – Me habéis enseñado mucho en muy poco tiempo. – Se incorporó entonces para ver como Lyn la miraba con una expresión que Eltrant conocía perfectamente.
- ¡Yo soy Lyn! – dijo acercándose repentinamente. - ¡Eres adorable! ¿Puedo darte un abrazo? – Exclamó extendiendo los brazos.
- ¿Eh? Yo… - Un súbito rubor se apoderó de las mejillas de la rubia. – Esto… ¿Sí? ¿Por qué? ¿Quieres…? Pero… – La estoicidad de la mujer fue sustituida inmediatamente por una retahíla de susurros inconexos que denotaban lo nerviosa que se había puesto.
- No seas mala, Lyn… - dijo Eltrant, atusándose la barba.
- El abuelo dijo que me pasaría esto al abandonar la aldea… –
Una campanada, imponente, que resonó con la suficiente fuerza como para que los cimientos del lugar se estremeciesen apagó la voz de lo que dijo a continuación la vampiresa. Algo se preparaba a continuación, la voz del hombre que les había presentado volvió a abrirse paso, ligeramente apagada, a través de los gruesos muros que les rodeaba.
- Pero es solo un abrazo. ¿No? Los abrazos no son malos –
Eltrant se giró hacía Asher, esperando que fuese este el que le dijese que estaba pasando.
Y sin ninguna baja en su equipo.
Jadeando con suavidad envainó a Recuerdo en su cintura, notando como los tentáculos de sombras desaparecían lentamente y le liberaban de su agarre.
Asher lo había conseguido de nuevo, empezaba a creer que el arcanista canino podría haber ganado todo aquello por su propia cuenta si se lo hubiese propuesto.
Si bien era cierto que había recibido un poco de ayuda de la mujer que blandía la espada de luz para acabar con el último vampiro, el adaptarse a los cambios de un combate era casi tan importante como la propia fuerza de cada uno y había visto a pocas personas capaces de hacerlo tan bien como el lobo.
Frunció levemente el ceño y bajó su mirada hasta sus manos. Él había dejado que los tentáculos carmesíes del vampiro tomasen a Andra cuando su principal función en todo aquello había sido protegerlos.
Tenía que estar más atento a lo que sucedía a su alrededor.
Le pediría a Lyn practicar para pelear contra cosas como aquellas.
Respiró profundamente y se giró sobre sí mismo contemplando como el público vitoreaba a los vencedores de aquella ronda, poco después les hicieron abandonar la arena para ayudar a los heridos y… retirar los cuerpos de los que no habían sobrevivido.
Tenía la sensación de que acababa de luchar la final y no la primera ronda.
- ¿Estás bien? Ha sido un poco intenso. – Le preguntó en primer lugar al lobo. – Supuse que serías capaz de abrirte paso en el polvo. Por eso del éter que me explicaste. – Le dándole una palmada amistosa en el hombro, señalándose después a los ojos. – ¿Qué tal tú, Andra? ¿Todo bien? – Preguntó a continuación, girándose a la mujer, que se sujetaba la muñeca.
La rubia se limitó a asentir escuetamente de un modo un tanto neutro según caminaba tras ellos. Eltrant no tardó en notar como esta parecía cojear con suavidad. ¿La habían herido? No lo parecía a simple vista.
- Mi habilidad no estaba a la altura de las circunstancias y me he visto atrapada. – dijo, reprimiendo un gruñido de dolor según posaba su pie izquierdo en el suelo. – Lo lamento, compañeros. – Añadió después con un deje de decepción en su tono de voz, según salían del lugar.
- No seas… - Eltrant sacudió la cabeza y la sujetó por un hombro. – Ha ido todo bien. ¿No es verdad? – dijo en un intento por tranquilizar a la mujer. - ¿Peleas solo con tus manos? – Le preguntó – Es sorprendente. – dijo al final, al mismo tiempo que la pesada verja que les había dado la bienvenida a la arena se cerraba tras ellos.
Andra que alterno su mirada entre el hombre enfundado en metal y el can de dos metros, sonrió escuetamente y asintió, algo emocionada.
- No solo con las manos. – La rubia colocó alzó ambos brazos con los puños cerrados, adoptando la postura que esta había tenido al iniciar la pelea. – Es… - Desvió un poco la mirada, quizás avergonzada al notar las miradas de los presentes sobre ella. – Es un arte que imparten mis superiores del clan Irmos. Está basado en la armonía con los elementos y en hacerlos luchar de tu parte más que forzarlos a hacerlo como hacen los brujos. – Explicó señalándose el pequeño símbolo que tenía bordado en la túnica que vestía.
- Parece interesa… -
- ¡MORTAL! –
La conversación finalizó antes de empezar cuando Lyn salió de entre las sombras y saltó sobre de Eltrant haciéndole perder el equilibrio lo suficiente como para obligarle a sujetarse en la pared que tenía frente a él.
- ¡Hola Asher! – dijo Lyn, moviendo la mano desde la espalda de su compañero. - ¡Syl te ha estado animando a voces! ¡Ha sido genial! ¿Te ha dado fuerzas? – Pronunció antes de que Eltrant pudiese hacer o decir nada para quitarse a la vampiresa de encima. – ¡Oh! ¡Oh! – Dio varios golpecitos con ambos puños sobre la cabeza de Eltrant incapaz de contener lo emocionada que estaba. - ¡Y cuando ha comenzado el combate que le has dado a uno de golpe! ¡Eso ha sido tan genial que…! – Lyn dejó de hablar repentinamente cuando Eltrant la obligó a bajarse de su espalda. - ¡Eh! ¡Déjame, Mortal! ¡Quiero sentirme alta! ¡Te maldigo a ti y a tu metro ochenta! – Bramó, tratando de liberarse del agarre de su compañero en vano.
- ¿De mí no tienes nada que decir? – Preguntó Eltrant esbozando una sonrisa, dejando a Lyn en el suelo.
- Buen trabajo no muriéndote, Mortal. – Musitó cruzándose de brazos, apartando la mirada de la cara del errante.
- Venga ya… - Eltrant sacudió la cabeza. - ¿Solo eso? ¿Nada más? – dijo cruzándose de brazos enarcando una ceja.
- ¿…estoy orgullosa de ti? – Respondió de vuelta, fingiendo no entender realmente a lo que se refería Eltrant.
- Estás jugando con la cantidad de vino que te compro de aquí en adelante… - dijo el exmercenario entrecerrando los ojos, mirando a una Lyn que volvía a reír con la jovialidad que la caracterizaba.
A su alrededor los preparativos para la siguiente ronda parecían estar en marcha. Después de la sorpresa inicial Eltrant estaba seguro de que todo podía continuar de cualquier forma menos de la que él imaginaba.
- Yo… estoy honrada de haber combatido con vosotros. – dijo Andra entonces, haciendo una pequeña reverencia, mirando con cierto interés a la pareja que acababa de llegar. – Me habéis enseñado mucho en muy poco tiempo. – Se incorporó entonces para ver como Lyn la miraba con una expresión que Eltrant conocía perfectamente.
- ¡Yo soy Lyn! – dijo acercándose repentinamente. - ¡Eres adorable! ¿Puedo darte un abrazo? – Exclamó extendiendo los brazos.
- ¿Eh? Yo… - Un súbito rubor se apoderó de las mejillas de la rubia. – Esto… ¿Sí? ¿Por qué? ¿Quieres…? Pero… – La estoicidad de la mujer fue sustituida inmediatamente por una retahíla de susurros inconexos que denotaban lo nerviosa que se había puesto.
- No seas mala, Lyn… - dijo Eltrant, atusándose la barba.
- El abuelo dijo que me pasaría esto al abandonar la aldea… –
Una campanada, imponente, que resonó con la suficiente fuerza como para que los cimientos del lugar se estremeciesen apagó la voz de lo que dijo a continuación la vampiresa. Algo se preparaba a continuación, la voz del hombre que les había presentado volvió a abrirse paso, ligeramente apagada, a través de los gruesos muros que les rodeaba.
- Pero es solo un abrazo. ¿No? Los abrazos no son malos –
Eltrant se giró hacía Asher, esperando que fuese este el que le dijese que estaba pasando.
Eltrant Tale
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Re: Lo que nos mueve [Trabajo]
-Si, estaba todo bajo control.- dije. No era la parte desafiante. Solo un calentamiento, por así decirlo. No dije mucho más, al menos hasta que llegaron Lyn y Syl. El felino no dijo mucho. Tan solo puso su mano sobre mi brazo, afablemente. Luego, tiró de él, examinándolo en busca de heridas. -¿Oh? ¿Os ha gustado?- pregunté, dándole libre acceso.
-Ha sido un espectáculo. Pero podrías haber tenido más cuidado.- musitó el felino, mirando de cerca la herida de mi cuello. Siseó algo incomprensible. Después, suspiró. -Te has guardado cosas. Para brillar luego, imagino. Bebe esto.- añadió, prácticamente metiéndome un frasco en la boca. Lo reconocí casi al instante. Segundos después, la herida empezó a desaparecer, como si nunca hubiese estado allí. [1] -Has llamado la atención.-
-Gracias.- dije.
-Eltrant ha sido más cuidadoso... de alguna forma. Pero teneis buena coordinación.- dijo, mirando esta vez al humano y a Andra.
Una estruendosa campanada resonó por todo el lugar. Eso significaba que habría algo de tiempo antes de los próximos combates. Lo suficiente para tomarnos un bien merecido descanso. Intercambié una mirada con Syl. El felino asintió, y me di la vuelta.
-Voy a hablar con alguien.- dije. -Nos vemos aquí en... media hora.- En lugar de seguirme, Syl se quedó junto a Eltrant y Lyn, manteniéndose ligeramente ajeno a la conversación.
Miré alrededor con curiosidad. En aquellas salas descansaban los heridos. Tenían varios sanadores, algunos elfos. Todo a precios prohibitivos, por supuesto. Te curaban lo que hiciese falta, pero muchos se veían endeudados por ello mismo. Luchaban para tratar de salir de su deuda, salían más heridos... y allí seguían, atrapados en un bucle.
El hombre rata estaba sentado en una de las habitaciones de fuera, dispuesta para que los menos heridos esperasen a que las otras salas se quedasen libres. Le saludé con un gesto y me senté a una distancia prudente. Estaba dándole sorbos a una poción, no muy distinta de la que había tomado momentos atrás.
-Siento el... haber hecho eso. No fue muy justo.- dije. El Alquimista resopló.
-No necesito tu compasión.- gruñó. -Tu has ganado, yo he durado dos segundos. Es lo que hay.- dijo. Y aun así, parecía... hostil. Pensé en preguntarle por su estado, pero no sería apropiado.
-El brujo y el dragón. ¿Amigos tuyos?- pregunté.
Frunció el ceño. Estaba visiblemente molesto.
-No, no tengo nada que ver con ellos.- dijo, entornando la mirada. -Apenas los conozco. Necesitaban un tercero, y yo un equipo. Nada más.- admitió. -¿Contento?-
-Hmm. Si, teníamos a alguien en las mismas.- dije. -Están vivos, por cierto, aunque casi no lo cuentan.- El hombre rata no reaccionó. -Cuatro muertos, tres malheridos.-
-¿Y qué?-
Me encogí de hombros. No estaba seguro de a donde quería ir con aquello.
-¿Por qué querías luchar aquí?- pregunté, haciendo un gesto con la cabeza hacia la arena. El Alquimista resopló, ni siquiera dignándose a mirarme. -Vale, no es asunto mío. ¿Puedo saber tu nombre?- pregunté. El roedor se mantuvo estoico unos segundos, pero finalmente suspiró.
-Si dejas de molestarme.- dijo. Asentí ligeramente. -Sal.-
-¿Quieres decir que salga, o...?- El hombre rata me fulminó con la mirada. -Oh. Vale, te llamas Sal, perdona...- dije, alzando una mano como gesto de paz. Y con eso, me levanté, dispuesto a salir.
-¿Por qué te importa tanto?- preguntó. Me detuve a unos pasos de la entrada y me giré. -...No, da igual. No quiero oírlo.-
-Por el mismo motivo que fui a por ti, y no a por el brujo.- afirmé. Y con eso, salí de la habitación, sacando un trozo de tiza de uno de mis bolsillos.
Finalmente, llegó el momento. Syl llamó la atención de Eltrant y Lyn y, con un gesto de cabeza, les indicó que le siguieran. No dijo el por qué. Había algo más en lo que estaba concentrado. Era dificil de ver sin una fuente de luz, pero la vampiresa también podría verlo. Cada dos decenas de metros, había marcas de tiza. Flechas en diagonal, algunas X. Y finalmente, un círculo.
El felino se detuvo frente a él. Era uno de los anchos pasillos que daban acceso a las areas de espectadores.
-Hay runas por todo el lugar. Transmiten sonidos. Son las que permiten que todo el mundo oiga lo que dice el Testigo.- dijo, manteniendo su voz baja. -También sirven para escuchar. Asher ha marcado donde están. Aquí no hay ninguna.- explicó.
-Venía para luchar originalmente, pero hay algunas... pistas. Cree que los cuerpos de los que acaban aquí son transportados a otra parte. Puede que no sea nada, pero...- no terminó la frase. Tratándose de cadáveres de gente capaz en combate, era natural el asumir lo peor. -Quizás necesite tu ayuda, Lyn. Tu... no te preocupes mucho, Eltrant. Pero recuerda esto.- Hizo una pausa. -Las normas no importan. Sólo el espectáculo.-
Y con eso, hicieron veinte. Veinte runas distintas por todo el coliseo, modificadas para cumplir una función secundaria. Me había llevado un buen rato, y habría sido mucho más si no pudiese verlas con aquellos ojos. El efecto no haría nada hasta que algo más grande las activase, por supuesto. Pero en cuanto lo hiciese, la reacción en cadena...
Sería algo digno de ver. Sonreí. Era hora de volver.
Subrayado el uso de la profesión Arcanos (que importará más adelante)
[1] Usado objeto Limitado (de Syl): Poción de Salud Concentrada
-Ha sido un espectáculo. Pero podrías haber tenido más cuidado.- musitó el felino, mirando de cerca la herida de mi cuello. Siseó algo incomprensible. Después, suspiró. -Te has guardado cosas. Para brillar luego, imagino. Bebe esto.- añadió, prácticamente metiéndome un frasco en la boca. Lo reconocí casi al instante. Segundos después, la herida empezó a desaparecer, como si nunca hubiese estado allí. [1] -Has llamado la atención.-
-Gracias.- dije.
-Eltrant ha sido más cuidadoso... de alguna forma. Pero teneis buena coordinación.- dijo, mirando esta vez al humano y a Andra.
Una estruendosa campanada resonó por todo el lugar. Eso significaba que habría algo de tiempo antes de los próximos combates. Lo suficiente para tomarnos un bien merecido descanso. Intercambié una mirada con Syl. El felino asintió, y me di la vuelta.
-Voy a hablar con alguien.- dije. -Nos vemos aquí en... media hora.- En lugar de seguirme, Syl se quedó junto a Eltrant y Lyn, manteniéndose ligeramente ajeno a la conversación.
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Miré alrededor con curiosidad. En aquellas salas descansaban los heridos. Tenían varios sanadores, algunos elfos. Todo a precios prohibitivos, por supuesto. Te curaban lo que hiciese falta, pero muchos se veían endeudados por ello mismo. Luchaban para tratar de salir de su deuda, salían más heridos... y allí seguían, atrapados en un bucle.
El hombre rata estaba sentado en una de las habitaciones de fuera, dispuesta para que los menos heridos esperasen a que las otras salas se quedasen libres. Le saludé con un gesto y me senté a una distancia prudente. Estaba dándole sorbos a una poción, no muy distinta de la que había tomado momentos atrás.
-Siento el... haber hecho eso. No fue muy justo.- dije. El Alquimista resopló.
-No necesito tu compasión.- gruñó. -Tu has ganado, yo he durado dos segundos. Es lo que hay.- dijo. Y aun así, parecía... hostil. Pensé en preguntarle por su estado, pero no sería apropiado.
-El brujo y el dragón. ¿Amigos tuyos?- pregunté.
Frunció el ceño. Estaba visiblemente molesto.
-No, no tengo nada que ver con ellos.- dijo, entornando la mirada. -Apenas los conozco. Necesitaban un tercero, y yo un equipo. Nada más.- admitió. -¿Contento?-
-Hmm. Si, teníamos a alguien en las mismas.- dije. -Están vivos, por cierto, aunque casi no lo cuentan.- El hombre rata no reaccionó. -Cuatro muertos, tres malheridos.-
-¿Y qué?-
Me encogí de hombros. No estaba seguro de a donde quería ir con aquello.
-¿Por qué querías luchar aquí?- pregunté, haciendo un gesto con la cabeza hacia la arena. El Alquimista resopló, ni siquiera dignándose a mirarme. -Vale, no es asunto mío. ¿Puedo saber tu nombre?- pregunté. El roedor se mantuvo estoico unos segundos, pero finalmente suspiró.
-Si dejas de molestarme.- dijo. Asentí ligeramente. -Sal.-
-¿Quieres decir que salga, o...?- El hombre rata me fulminó con la mirada. -Oh. Vale, te llamas Sal, perdona...- dije, alzando una mano como gesto de paz. Y con eso, me levanté, dispuesto a salir.
-¿Por qué te importa tanto?- preguntó. Me detuve a unos pasos de la entrada y me giré. -...No, da igual. No quiero oírlo.-
-Por el mismo motivo que fui a por ti, y no a por el brujo.- afirmé. Y con eso, salí de la habitación, sacando un trozo de tiza de uno de mis bolsillos.
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Finalmente, llegó el momento. Syl llamó la atención de Eltrant y Lyn y, con un gesto de cabeza, les indicó que le siguieran. No dijo el por qué. Había algo más en lo que estaba concentrado. Era dificil de ver sin una fuente de luz, pero la vampiresa también podría verlo. Cada dos decenas de metros, había marcas de tiza. Flechas en diagonal, algunas X. Y finalmente, un círculo.
El felino se detuvo frente a él. Era uno de los anchos pasillos que daban acceso a las areas de espectadores.
-Hay runas por todo el lugar. Transmiten sonidos. Son las que permiten que todo el mundo oiga lo que dice el Testigo.- dijo, manteniendo su voz baja. -También sirven para escuchar. Asher ha marcado donde están. Aquí no hay ninguna.- explicó.
-Venía para luchar originalmente, pero hay algunas... pistas. Cree que los cuerpos de los que acaban aquí son transportados a otra parte. Puede que no sea nada, pero...- no terminó la frase. Tratándose de cadáveres de gente capaz en combate, era natural el asumir lo peor. -Quizás necesite tu ayuda, Lyn. Tu... no te preocupes mucho, Eltrant. Pero recuerda esto.- Hizo una pausa. -Las normas no importan. Sólo el espectáculo.-
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Y con eso, hicieron veinte. Veinte runas distintas por todo el coliseo, modificadas para cumplir una función secundaria. Me había llevado un buen rato, y habría sido mucho más si no pudiese verlas con aquellos ojos. El efecto no haría nada hasta que algo más grande las activase, por supuesto. Pero en cuanto lo hiciese, la reacción en cadena...
Sería algo digno de ver. Sonreí. Era hora de volver.
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Subrayado el uso de la profesión Arcanos (que importará más adelante)
[1] Usado objeto Limitado (de Syl): Poción de Salud Concentrada
Última edición por Asher Daregan el Lun Mayo 04 2020, 01:16, editado 1 vez
Asher Daregan
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Re: Lo que nos mueve [Trabajo]
Asher se fue repentinamente y les dejó solos, Andra, por su parte, afirmó no tener el tobillo en condiciones para seguir peleando y se alejó del grupo para retirar su participación en el evento.
No era que le sorprendiese demasiado que el lobo se marchase, imaginó en primera instancia que se tenía que ocupar de cosas del torneo que, a él, como de costumbre, se le escapaban completamente.
Aunque sí que le llamó la atención el que dejase a Syl con ellos.
¿Tendría algo importante en mente? Sí que parecía algo ausente, poco hablador, desde que abandonaron la arena.
Quizás le preocupaba algo.
De todas formas, conocía al lobo lo suficiente como para saber que podía confiar en él, así que no hizo pregunta alguna acerca de quién era la persona con la que iba a hablar y se limitó a asentirle antes de girarse hacía Lyn.
- ¿Tienes la bolsa con las herramientas? – Preguntó el castaño a su compañera según se sentaba en uno de los tantos bancos de piedra que había en el lugar, aflojando las correas que mantenían sujetas sus hombreras donde le correspondían.
- ¡Por supuesto! – dijo inmediatamente – Me dijiste que las trajera, por supuesto que las he traído. ¿Por quién me tomas, Mortal? – Preguntó a continuación, bajando ambas manos hasta la cintura.
- Por alguien que ignora todo lo que le digo. – Musitó Eltrant alzando la mirada hasta su acompañante.
- Aquí tienes, aquí tienes. De nada. – Contestó la vampiresa, ignorando todo lo que acababa de decir el castaño y depositando el bolso que le colgaba de la cintura a su lado.
Tras varios largos segundos en silencio, uno solo roto por los gruñidos en voz baja que soltaba Eltrant según peleaba con su propia armadura, Lyn dejó escapar un suspiro.
– No te muevas, que te ayudo. – dijo alargando ambas manos para proceder a desatar las correas a las que no llegaba su compañero.
- ¿Oh? – Eltrant sonrió, y ladeó la cabeza con suavidad. – ¿Quién es usted y que ha hecho con mi compañera? – Aquello pareció ofender a Lyn más de lo que había esperado Eltrant en un principio, pues esta taladró al herrero con la mirada mientras se centraba aún más en lo que tenía entre manos.
- ¿Qué? ¿No puedo ser simpática con mi lacayo de vez en cuando? – dijo al final algo sonrojada, justo cuando desanudó la hombrera que había quedado completamente destrozada y la desencajaba del hombro del exmercenario.
- Por supuesto que sí. – Contestó Eltrant, sin perder la sonrisa, desviando su atención hacía el frente, lugar por el que pasaban decenas de personas de aquí a allá. – Muchas gracias, oh, gran señora de las sombras. – dijo volviendo a mirar a la ojiazul, momentos antes de centrar su atención en la coraza que cubría su pecho y comenzando a desanudarla.
A veces se preguntaba cuál era la Lyn real; Si aquella que tenía delante ahora mismo o la que se dejaba ver en los momentos serios, en los de peligro, cuando tenía que defenderse.
Probablemente ambas fuesen Lyn y no hubiese una verdadera, probablemente simplemente hubiese partes de ella que se sentía cómoda dejando ver y otra que no. A él, al menos, le pasaba y apenas tenía treinta años.
A pesar de su apariencia… a veces se le olvidaba la abrumadora diferencia de edad que había entre los dos.
- Así me gusta. – dijo está dejando escapar una risita al oír la última frase que había dicho Eltrant, continuando con la retirada con las demás partes de metal deformadas.
- Oye, Lyn. – Eltrant tomando el martillo que había en la bolsa de herramientas, clavando su mirada en el utensilio durante unos segundos, pensativos.
- Dime. – Comentó la vampiresa, sin prestar demasiada atención a lo que estaba haciendo el humano.
- Gracias por viajar conmigo. – dijo de improviso, justo antes de comenzar a trabajar en las piezas en mal estado de su armadura sin añadir nada más, momento en el que Lyn se detuvo durante unos instantes, algo confusa, antes de que una sonrisa se apoderada de su rostro.
- No tienes nada que agradecer. – dijo con un tono casi maternal, centrándose de nuevo en ayudar a su compañero. - ¿Qué sería de ti sin mí? – Añadió a continuación, continuando con lo que había estado haciendo tras darle varias palmaditas al errante en la cabeza.
- Heh, mi amabilidad te ha derretido el corazón, Mortal. –
- Algo así. –
- ¿Quieres un abrazo? –
- ¿…qué he hecho? –
- ¡A mis brazos, Mortal! –
- ¡Suéltate de la capa! –
- ¡Oblígame! –
Reparar la armadura no había sido demasiado difícil, aunque por supuesto no había quedado como si lo hubiese hecho en su taller. Un parche aquí y otro allá habían bastado para mantener la integridad general de la coraza, también se había asegurado de devolver parcialmente algunas partes a su forma original de la mejor forma que sabía: a golpes.
Sin la fragua de todas formas, era lo mejor que podía hacer.
Justo cuando volvió a tener calzado todo su equipo fue cuando Syl les indicó que se acercasen hasta dónde estaba, lugar dónde les explicó lo que Asher temía que sucedía en el lugar.
- ¿Hacen algo con los cuerpos? – Frunció el ceño, lo de las runas lo intuía en parte, debían de tener algún sistema para apagar el sonido del combate y que este no se escuchase en el exterior y que, al mismo tiempo, fuesen capaz de oírlos todos los presentes. - ¿Alguna idea de qué? – Preguntó a continuación, mirando instintivamente a los lados para asegurarse de que no había nadie cerca.
- Cuenta conmigo, Syl. – dijo Lyn frunciendo levemente el ceño, mirando la runa con una expresión un tanto indescifrable.
- Solo el espectáculo… - Bajó la mirada y sujetó su guantelete con la mano derecha. – Muy bien. – dijo asintiendo a Syl. – Puedo dar espectáculo. -
No era que le sorprendiese demasiado que el lobo se marchase, imaginó en primera instancia que se tenía que ocupar de cosas del torneo que, a él, como de costumbre, se le escapaban completamente.
Aunque sí que le llamó la atención el que dejase a Syl con ellos.
¿Tendría algo importante en mente? Sí que parecía algo ausente, poco hablador, desde que abandonaron la arena.
Quizás le preocupaba algo.
De todas formas, conocía al lobo lo suficiente como para saber que podía confiar en él, así que no hizo pregunta alguna acerca de quién era la persona con la que iba a hablar y se limitó a asentirle antes de girarse hacía Lyn.
- ¿Tienes la bolsa con las herramientas? – Preguntó el castaño a su compañera según se sentaba en uno de los tantos bancos de piedra que había en el lugar, aflojando las correas que mantenían sujetas sus hombreras donde le correspondían.
- ¡Por supuesto! – dijo inmediatamente – Me dijiste que las trajera, por supuesto que las he traído. ¿Por quién me tomas, Mortal? – Preguntó a continuación, bajando ambas manos hasta la cintura.
- Por alguien que ignora todo lo que le digo. – Musitó Eltrant alzando la mirada hasta su acompañante.
- Aquí tienes, aquí tienes. De nada. – Contestó la vampiresa, ignorando todo lo que acababa de decir el castaño y depositando el bolso que le colgaba de la cintura a su lado.
Tras varios largos segundos en silencio, uno solo roto por los gruñidos en voz baja que soltaba Eltrant según peleaba con su propia armadura, Lyn dejó escapar un suspiro.
– No te muevas, que te ayudo. – dijo alargando ambas manos para proceder a desatar las correas a las que no llegaba su compañero.
- ¿Oh? – Eltrant sonrió, y ladeó la cabeza con suavidad. – ¿Quién es usted y que ha hecho con mi compañera? – Aquello pareció ofender a Lyn más de lo que había esperado Eltrant en un principio, pues esta taladró al herrero con la mirada mientras se centraba aún más en lo que tenía entre manos.
- ¿Qué? ¿No puedo ser simpática con mi lacayo de vez en cuando? – dijo al final algo sonrojada, justo cuando desanudó la hombrera que había quedado completamente destrozada y la desencajaba del hombro del exmercenario.
- Por supuesto que sí. – Contestó Eltrant, sin perder la sonrisa, desviando su atención hacía el frente, lugar por el que pasaban decenas de personas de aquí a allá. – Muchas gracias, oh, gran señora de las sombras. – dijo volviendo a mirar a la ojiazul, momentos antes de centrar su atención en la coraza que cubría su pecho y comenzando a desanudarla.
A veces se preguntaba cuál era la Lyn real; Si aquella que tenía delante ahora mismo o la que se dejaba ver en los momentos serios, en los de peligro, cuando tenía que defenderse.
Probablemente ambas fuesen Lyn y no hubiese una verdadera, probablemente simplemente hubiese partes de ella que se sentía cómoda dejando ver y otra que no. A él, al menos, le pasaba y apenas tenía treinta años.
A pesar de su apariencia… a veces se le olvidaba la abrumadora diferencia de edad que había entre los dos.
- Así me gusta. – dijo está dejando escapar una risita al oír la última frase que había dicho Eltrant, continuando con la retirada con las demás partes de metal deformadas.
- Oye, Lyn. – Eltrant tomando el martillo que había en la bolsa de herramientas, clavando su mirada en el utensilio durante unos segundos, pensativos.
- Dime. – Comentó la vampiresa, sin prestar demasiada atención a lo que estaba haciendo el humano.
- Gracias por viajar conmigo. – dijo de improviso, justo antes de comenzar a trabajar en las piezas en mal estado de su armadura sin añadir nada más, momento en el que Lyn se detuvo durante unos instantes, algo confusa, antes de que una sonrisa se apoderada de su rostro.
- No tienes nada que agradecer. – dijo con un tono casi maternal, centrándose de nuevo en ayudar a su compañero. - ¿Qué sería de ti sin mí? – Añadió a continuación, continuando con lo que había estado haciendo tras darle varias palmaditas al errante en la cabeza.
- Heh, mi amabilidad te ha derretido el corazón, Mortal. –
- Algo así. –
- ¿Quieres un abrazo? –
- ¿…qué he hecho? –
- ¡A mis brazos, Mortal! –
- ¡Suéltate de la capa! –
- ¡Oblígame! –
[…]
Reparar la armadura no había sido demasiado difícil, aunque por supuesto no había quedado como si lo hubiese hecho en su taller. Un parche aquí y otro allá habían bastado para mantener la integridad general de la coraza, también se había asegurado de devolver parcialmente algunas partes a su forma original de la mejor forma que sabía: a golpes.
Sin la fragua de todas formas, era lo mejor que podía hacer.
Justo cuando volvió a tener calzado todo su equipo fue cuando Syl les indicó que se acercasen hasta dónde estaba, lugar dónde les explicó lo que Asher temía que sucedía en el lugar.
- ¿Hacen algo con los cuerpos? – Frunció el ceño, lo de las runas lo intuía en parte, debían de tener algún sistema para apagar el sonido del combate y que este no se escuchase en el exterior y que, al mismo tiempo, fuesen capaz de oírlos todos los presentes. - ¿Alguna idea de qué? – Preguntó a continuación, mirando instintivamente a los lados para asegurarse de que no había nadie cerca.
- Cuenta conmigo, Syl. – dijo Lyn frunciendo levemente el ceño, mirando la runa con una expresión un tanto indescifrable.
- Solo el espectáculo… - Bajó la mirada y sujetó su guantelete con la mano derecha. – Muy bien. – dijo asintiendo a Syl. – Puedo dar espectáculo. -
Eltrant Tale
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Re: Lo que nos mueve [Trabajo]
Y minutos después, nos reencontramos de vuelta en la antesala. Al parecer, tenían huecos que llenar, lo que se traducía a que nuestro siguiente combate sería en cuestión de minutos, con apenas descanso del anterior.
Al parecer, sería una batalla que nadie esperaba que ganásemos. Después de todo, éramos recién llegados, apenas habíamos superado las eliminatorias. Aquello debía ser nuestra "bienvenida". Ninguna sorpresa: seguía el patrón hasta el momento, por lo que había investigado.
-Este será el último combate, Tale.- expliqué. -Nos van a tirar un par de pesos pesados. Casi todas las apuestas van en nuestra contra. Menos la de Syl, claro. Ganamos, nos repartimos el dinero, y nos vamos.- dije, confiado. Por supuesto, no era tan simple... pero por el momento, solo teníamos que centrarnos en el combate. Sonreí. Ahora no tenía motivos para contenerme. Podía divertirme.
Procedimos de la misma forma que antes. Esta vez, solo había dos equipos, colocados en lados opuestos de la arena. En cuanto nos pusimos en posición, las barreras se formaron a nuestro alrededor, impidiéndonos continuar hasta que el combate comenzase oficialmente. La monótona voz del Testigo sonó por toda la estancia una vez más.
-El Rey Bestia y Leyenda contra Serena y el Cazador.-
La misma elfa de antes, la que había luchado contra el dragón... y alguien a quien no había visto hasta ahora. Su armadura recordaba a las de los caballeros de Dundarak, pero mucho más estilizada. Y más "puntiaguda", por así decirlo. Su lanza parecía superarle en altura varios palmos, y por lo que veía, una cadena colgaba ligeramente de esta.
El hombre pasó una mano por la punta de su lanza, y el arma se envolvió en electricidad. Por supuesto. Miré a Eltrant, buscando su expresión. Si no le hubiese puesto un glifo a su armadura contra ese mismo elemento, quizás fuese motivo de preocupación. Pero runa o no, el estar cubierto de metal hacía que evitar los relámpagos fuese difícil.
-¿Ideas, Tale?- pregunté, invocando a Eclipse con una floritura. Mantuve un rostro desafiante. Las apuestas estaban en nuestra contra, pero no sabían a que se enfrentaban. Aquello nos daba ventaja.
-Combatientes en posición.-
Y entonces, comenzó la cuenta atrás. Desgraciadamente, esta vez no había obstáculos. Nada se interponía entre nosotros y nuestros rivales, salvo por las barreras que caerían en pocos segundos. Serena ya estaba apuntando en nuestra dirección, tensando su arco pese a no tener ninguna flecha en él.
Aquello me daba mala espina.
Por fortuna, tenía algo a mano. Saqué el libro de mi cintura, pasando rápidamente las páginas. Solo había una que me interesase en ese momento. Y entonces, el combate comenzó.
-Comenzad.-
En cuanto las barreras bajaron, una docena de flechas de luz se formaron en torno a la elfa. Todas salieron disparadas a la vez, siguiendo a una flecha principal. Al mismo tiempo, el caballero dragón dio un gigantesco salto hacia nosotros, impulsado por su elemento. Cerré el libro.
Una segunda barrera de luz se formó en torno a nosotros [1], justo a tiempo para bloquear la enorme ráfaga de flechas... y la lanza del caballero que intentaba perforarnos. El asalto combinado fue suficiente para resquebrajar la barrera. Inevitablemente, la burbuja se rompió, estallando en una descarga eléctrica. El Cazador salió impulsado unos metros, pero recobró el equilibrio antes de llegar al suelo.
Lejos de parecer herido, la descarga parecía haberle potenciado. Su lanza estaba más cargada de electricidad que antes. Y su compañera parecía haber preparado su próximo tiro. Teníamos que tomar la ofensiva, y rápido.
Syl avanzó por los pasillos, con Lyn a su lado. No podían hablar en el trayecto, pese a lo vacío que estaba el lugar. Casi todos estaban observando el combate, después de todo, aunque aún quedaba algún rezagado.
El felino siguió el trayecto hacia las salas de pacientes, y siguió de largo. La mayoría de estancias no tenian puertas de por sí: solo arcos de piedra. Debido a la laberíntica arquitectura del coliseo, no resultaba un problema. Las gruesas paredes de piedra aislaban bien el sonido, después de todo. Las únicas habitaciones con puertas estaban cerradas: zonas para empleados, accesos a las zonas superiores, el palco del Testigo y... el lugar donde llevaban los cadáveres.
Afortunadamente, una puerta cerrada no era un problema para alguien con experiencia. Antes de comenzar, el felino le hizo un gesto a Lyn, primero dibujando un círculo con el dedo en vertical, para luego "tachar" la zona de sus ojos.
A continuación, Syl desabrochó algo de su guante derecho, revelando un pequeño fragmento de metal que posteriormente sacó. Ganzúas en mano, comenzó a trabajar en la cerradura. Lamentablemente para el felino, estaba algo más reforzada de lo que esperaba en un inicio, lo cual no hizo más que aumentar sus sospechas. Era plenamente consciente de los pasos en la distancia, pero mantuvo la calma. Tras unos largos segundos, se escuchó un "click", y la puerta se abrió.
Sin perder un segundo, entró y la cerró detrás de Lyn.
Lo primero que notó fue el ligero aroma a muerte y putrefacción. No venía de allí, específicamente: la sala en la que estaban parecía estar destinada a otro uso. Había polvo y humedad. Sus ojos se adaptaron rápidamente a la oscuridad, y pudo verlo mejor. Cajas y barriles sellados, algunos sacos apilados en una esquina... y, en el otro extremo, armas y armaduras.
No parecían ser de gran calidad ni especialmente cuidadas. Había un poco de todo: espadas, lanzas, escudos... redes, incluso. Curioso: por lo que sabía, lo común era llevar tu propio equipamiento. Debía tratarse de algún tipo de almacén. El olor que había notado inicialmente procedía de otra puerta en la misma sala, una más gastada por el uso.
-Debería ser seguro hablar aquí.- murmuró el felino, aún sin arriesgarse a elevar mucho la voz pese a sus palabras. Podía escuchar sonidos a través de la segunda puerta. No eran muy fuertes, pero eran inconfundiblemente de algo vivo. -...Creo que sé para que es esto.- musitó.
[1] Objeto Limitado: Runa Territorio
Al parecer, sería una batalla que nadie esperaba que ganásemos. Después de todo, éramos recién llegados, apenas habíamos superado las eliminatorias. Aquello debía ser nuestra "bienvenida". Ninguna sorpresa: seguía el patrón hasta el momento, por lo que había investigado.
-Este será el último combate, Tale.- expliqué. -Nos van a tirar un par de pesos pesados. Casi todas las apuestas van en nuestra contra. Menos la de Syl, claro. Ganamos, nos repartimos el dinero, y nos vamos.- dije, confiado. Por supuesto, no era tan simple... pero por el momento, solo teníamos que centrarnos en el combate. Sonreí. Ahora no tenía motivos para contenerme. Podía divertirme.
Procedimos de la misma forma que antes. Esta vez, solo había dos equipos, colocados en lados opuestos de la arena. En cuanto nos pusimos en posición, las barreras se formaron a nuestro alrededor, impidiéndonos continuar hasta que el combate comenzase oficialmente. La monótona voz del Testigo sonó por toda la estancia una vez más.
-El Rey Bestia y Leyenda contra Serena y el Cazador.-
La misma elfa de antes, la que había luchado contra el dragón... y alguien a quien no había visto hasta ahora. Su armadura recordaba a las de los caballeros de Dundarak, pero mucho más estilizada. Y más "puntiaguda", por así decirlo. Su lanza parecía superarle en altura varios palmos, y por lo que veía, una cadena colgaba ligeramente de esta.
El hombre pasó una mano por la punta de su lanza, y el arma se envolvió en electricidad. Por supuesto. Miré a Eltrant, buscando su expresión. Si no le hubiese puesto un glifo a su armadura contra ese mismo elemento, quizás fuese motivo de preocupación. Pero runa o no, el estar cubierto de metal hacía que evitar los relámpagos fuese difícil.
-¿Ideas, Tale?- pregunté, invocando a Eclipse con una floritura. Mantuve un rostro desafiante. Las apuestas estaban en nuestra contra, pero no sabían a que se enfrentaban. Aquello nos daba ventaja.
-Combatientes en posición.-
Y entonces, comenzó la cuenta atrás. Desgraciadamente, esta vez no había obstáculos. Nada se interponía entre nosotros y nuestros rivales, salvo por las barreras que caerían en pocos segundos. Serena ya estaba apuntando en nuestra dirección, tensando su arco pese a no tener ninguna flecha en él.
Aquello me daba mala espina.
Por fortuna, tenía algo a mano. Saqué el libro de mi cintura, pasando rápidamente las páginas. Solo había una que me interesase en ese momento. Y entonces, el combate comenzó.
-Comenzad.-
En cuanto las barreras bajaron, una docena de flechas de luz se formaron en torno a la elfa. Todas salieron disparadas a la vez, siguiendo a una flecha principal. Al mismo tiempo, el caballero dragón dio un gigantesco salto hacia nosotros, impulsado por su elemento. Cerré el libro.
Una segunda barrera de luz se formó en torno a nosotros [1], justo a tiempo para bloquear la enorme ráfaga de flechas... y la lanza del caballero que intentaba perforarnos. El asalto combinado fue suficiente para resquebrajar la barrera. Inevitablemente, la burbuja se rompió, estallando en una descarga eléctrica. El Cazador salió impulsado unos metros, pero recobró el equilibrio antes de llegar al suelo.
Lejos de parecer herido, la descarga parecía haberle potenciado. Su lanza estaba más cargada de electricidad que antes. Y su compañera parecía haber preparado su próximo tiro. Teníamos que tomar la ofensiva, y rápido.
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Syl avanzó por los pasillos, con Lyn a su lado. No podían hablar en el trayecto, pese a lo vacío que estaba el lugar. Casi todos estaban observando el combate, después de todo, aunque aún quedaba algún rezagado.
El felino siguió el trayecto hacia las salas de pacientes, y siguió de largo. La mayoría de estancias no tenian puertas de por sí: solo arcos de piedra. Debido a la laberíntica arquitectura del coliseo, no resultaba un problema. Las gruesas paredes de piedra aislaban bien el sonido, después de todo. Las únicas habitaciones con puertas estaban cerradas: zonas para empleados, accesos a las zonas superiores, el palco del Testigo y... el lugar donde llevaban los cadáveres.
Afortunadamente, una puerta cerrada no era un problema para alguien con experiencia. Antes de comenzar, el felino le hizo un gesto a Lyn, primero dibujando un círculo con el dedo en vertical, para luego "tachar" la zona de sus ojos.
A continuación, Syl desabrochó algo de su guante derecho, revelando un pequeño fragmento de metal que posteriormente sacó. Ganzúas en mano, comenzó a trabajar en la cerradura. Lamentablemente para el felino, estaba algo más reforzada de lo que esperaba en un inicio, lo cual no hizo más que aumentar sus sospechas. Era plenamente consciente de los pasos en la distancia, pero mantuvo la calma. Tras unos largos segundos, se escuchó un "click", y la puerta se abrió.
Sin perder un segundo, entró y la cerró detrás de Lyn.
Lo primero que notó fue el ligero aroma a muerte y putrefacción. No venía de allí, específicamente: la sala en la que estaban parecía estar destinada a otro uso. Había polvo y humedad. Sus ojos se adaptaron rápidamente a la oscuridad, y pudo verlo mejor. Cajas y barriles sellados, algunos sacos apilados en una esquina... y, en el otro extremo, armas y armaduras.
No parecían ser de gran calidad ni especialmente cuidadas. Había un poco de todo: espadas, lanzas, escudos... redes, incluso. Curioso: por lo que sabía, lo común era llevar tu propio equipamiento. Debía tratarse de algún tipo de almacén. El olor que había notado inicialmente procedía de otra puerta en la misma sala, una más gastada por el uso.
-Debería ser seguro hablar aquí.- murmuró el felino, aún sin arriesgarse a elevar mucho la voz pese a sus palabras. Podía escuchar sonidos a través de la segunda puerta. No eran muy fuertes, pero eran inconfundiblemente de algo vivo. -...Creo que sé para que es esto.- musitó.
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[1] Objeto Limitado: Runa Territorio
Asher Daregan
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Re: Lo que nos mueve [Trabajo]
- ¿Ideas, Tale? –
Se giró hacia Asher y después lo hizo de nuevo hacía la pareja que les había tocado enfrentar. Tanto la arquera como la lanza que esgrimía el tipo de la armadura pesada le ponían en un aprieto.
No tenía forma fácil de lidiar con los relámpagos y su alcance era más bien limitado.
Aquello iba a ser más difícil de lo que había esperado.
- Esperaba que tú tuvieses ya una. – Bromeó haciéndose con Olvido a su espalda. – Eres bastante más rápido que yo. – Le dijo, básicamente soltando lo primero que le vino a la cabeza. – Probablemente puedas acercarte a la arquera antes que yo. – Inspiró profundamente y contempló como sus oponentes se preparaban para atacar desde el otro lado de la arena. – Lo demás que se me ocurre es golpearles antes de que nos golpeen ellos. – Añadió, esbozando una sonrisa de complicidad hacía su amigo.
La cuenta atrás comenzó y los clamores de la multitud se acallaron durante unos instantes, expectantes de lo que estaba por suceder frente a ellos.
Sujetó a Olvido con ambas manos y tras afianzarse en el lugar en el que estaba, estudió a las dos personas a las que se iban a encarar. Asher, por su parte, se hizo con el tomo que pendía de su cinturón y comenzó a pasar rápidamente las páginas del mismo.
En cuanto dieron la señal para comenzar el combate los dos oponentes que tenían atacaron.
Por supuesto, el lobo ya contaba con ello, y un muro de luz se levantó frente a ellos deteniendo la oleada de flechas mágicas y el ataque del tipo enfundado en armadura que no tardaron en llegar.
Tan pronto como la barrera de Asher desapareció, Eltrant cargó en dirección al tipo de lanza.
Dos grandes zancadas precedieron al instante en el que Olvido y la lanza eléctrica del tipo de la armadura entrechocaron entre ellas, momento en el que además un leve vendaval en el que se aparecían relámpagos de cuando en cuando les rodeó a ambos
Eltrant apretó los dientes, notó como un cosquilleo desagradable se apoderaba de sus brazos, uno que iba creciendo según continuaba aquel forcejeo con el hombre.
Afortunadamente, las runas que Asher había grabado en su armadura se activaron, en una suave tonalidad azul los patrones que había preparado Asher comenzaron a iluminarse en sus hombreras y espalda.
Intercambiaron varios golpes más, cada estocada, cada ataque venía seguido inmediatamente por el chasquido que la lanza del hombre dejaba escapar cada vez que su acero y el de Eltrant se encontraban.
¿Cómo funcionaba aquella lanza?
Parecía estar más cargada conforme pasaba el tiempo.
Pasó una corta sucesión de minutos enfrascado en un frenético tira y afloja en el que un segundo podía marcar la diferencia entre la victoria y el acabar cocinado dentro de su propia armadura. Si bien él mismo golpeaba de forma más contundente su oponente era ligeramente más rápido, lo suficiente como para que ninguno de los dos pudiese escapar fácilmente de aquella especie de empate técnico.
Finalmente, tras detener un ataque a la mitad, elaborando una finta más improvisada que pensada detenidamente, Eltrant fue capaz de anticiparse al siguiente movimiento de su oponente y le impactó en su hombrera derecha.
La armadura del caballero se dobló bajo la presión del golpe y uno de los “adornos” puntiagudos que tenía salido despedido por los aires. Sonriendo triunfal Eltrant se dispuso a retroceder y acometer de nuevo desde otro ángulo.
No obstante, no llegó a alejarse lo suficiente.
Si bien el yelmo le ayudó a soportar el golpe de la lanza electrificada que recibió en plena sien, también sirvió a su oponente para atacar desde el punto ciego que el mismo Eltrant acababa de crear al acercarse tanto para atacar.
Descargando toda la electricidad que la lanza había almacenado en su interior durante lo que llevaban de combate, Eltrant salió despedido por los aires acabando bocabajo, en el suelo, a varios metros de dónde había estado antes.
¿Se había dejado golpear a propósito?
Tenía que admitir que la apertura había sido un poco obvia.
- Así que… esto es lo que se siente. - La mano derecha seguía convulsionando por si sola mientras que lo único que podía oír era un sonoro pitido que cada vez se volvía más agudo. – No me gusta. – Gruñó, empujando el suelo para levantarse, alargando la mano hasta la empuñadura de Olvido.
Cuando acabase aquello, iba a agradecerle a Asher por todos los encantamientos de la armadura.
Otra vez.
Una vez estuvo de pie comprobó que la arquera continuaba manteniendo las distancias como era de esperar, mientras que el tipo de la lanza la había vuelto a cargar de electricidad.
Estaba bastante seguro de que aquella cosa reaccionaba a los ataques que recibía de alguna forma especial.
Sin meditarlo demasiado volvió al combate. Eltrant alzó a Olvido por encima de su cabeza y concentró todo aire que pudo en su filo. Sabía que cada vez que usaba la espada de aquella forma se volvía… un poco irascible. [1]
Pero quizás era eso lo que necesitaba en aquel momento.
La media luna de aire que brotó de su espada atravesó la arena a una velocidad vertiginosa, buscando el cuerpo de la arquera.
Lyn frunció el ceño, notando en seguida el olor a podredumbre que reinaba en el lugar.
Analizó aquella especie de almacén. Había un poco de todo, armas y los objetos típicos de personas capaces de arriesgar sus vidas por un puñado de Aeros y fama.
La vampiresa asintió a lo que acababa de hacer Syl y agudizó el sonido.
No eran los sonidos de algo inteligente, nadie estaba teniendo una conversación ni nada por el estilo. Era…
- … creo que yo también lo sé. – Murmuró Lyn, acercándose hasta la puerta al fondo del almacén.
A diferencia de la primera, la que se había encargado de abrir Syl, aquella no estaba cerrada a cal y canto.
Con algo de cuidado, siempre atenta a que los sonidos del interior no cambiaban por algo más reconocible e inteligente.
La ojiazul giró el pomo de la entrada para y se asomó tímidamente al interior. Un olor, todavía más desagradable que el que primaba en aquella antesala, se abrió paso incluso por la pequeña hendidura que la vampiresa acababa de abrir.
- No hay nadie. – dijo, abriendo la puerta completamente y adentrándose en el lugar, esperando que el felino la siguiese. – Esto no me gusta... – Aseveró frunciendo el ceño estudiando, ahora, con más detalle aquel segundo almacén.
Más de una veintena de jaulas yacían apiladas unas sobre otras.
Algunas eran más grandes que otras y había un par que estaban vacías. La gran mayoría, no obstante, contenían animales exóticos y, por encima de todo, peligrosos.
[1] Uso habilidad de Olvido: Cortaviento.
Se giró hacia Asher y después lo hizo de nuevo hacía la pareja que les había tocado enfrentar. Tanto la arquera como la lanza que esgrimía el tipo de la armadura pesada le ponían en un aprieto.
No tenía forma fácil de lidiar con los relámpagos y su alcance era más bien limitado.
Aquello iba a ser más difícil de lo que había esperado.
- Esperaba que tú tuvieses ya una. – Bromeó haciéndose con Olvido a su espalda. – Eres bastante más rápido que yo. – Le dijo, básicamente soltando lo primero que le vino a la cabeza. – Probablemente puedas acercarte a la arquera antes que yo. – Inspiró profundamente y contempló como sus oponentes se preparaban para atacar desde el otro lado de la arena. – Lo demás que se me ocurre es golpearles antes de que nos golpeen ellos. – Añadió, esbozando una sonrisa de complicidad hacía su amigo.
La cuenta atrás comenzó y los clamores de la multitud se acallaron durante unos instantes, expectantes de lo que estaba por suceder frente a ellos.
Sujetó a Olvido con ambas manos y tras afianzarse en el lugar en el que estaba, estudió a las dos personas a las que se iban a encarar. Asher, por su parte, se hizo con el tomo que pendía de su cinturón y comenzó a pasar rápidamente las páginas del mismo.
En cuanto dieron la señal para comenzar el combate los dos oponentes que tenían atacaron.
Por supuesto, el lobo ya contaba con ello, y un muro de luz se levantó frente a ellos deteniendo la oleada de flechas mágicas y el ataque del tipo enfundado en armadura que no tardaron en llegar.
Tan pronto como la barrera de Asher desapareció, Eltrant cargó en dirección al tipo de lanza.
Dos grandes zancadas precedieron al instante en el que Olvido y la lanza eléctrica del tipo de la armadura entrechocaron entre ellas, momento en el que además un leve vendaval en el que se aparecían relámpagos de cuando en cuando les rodeó a ambos
Eltrant apretó los dientes, notó como un cosquilleo desagradable se apoderaba de sus brazos, uno que iba creciendo según continuaba aquel forcejeo con el hombre.
Afortunadamente, las runas que Asher había grabado en su armadura se activaron, en una suave tonalidad azul los patrones que había preparado Asher comenzaron a iluminarse en sus hombreras y espalda.
Intercambiaron varios golpes más, cada estocada, cada ataque venía seguido inmediatamente por el chasquido que la lanza del hombre dejaba escapar cada vez que su acero y el de Eltrant se encontraban.
¿Cómo funcionaba aquella lanza?
Parecía estar más cargada conforme pasaba el tiempo.
Pasó una corta sucesión de minutos enfrascado en un frenético tira y afloja en el que un segundo podía marcar la diferencia entre la victoria y el acabar cocinado dentro de su propia armadura. Si bien él mismo golpeaba de forma más contundente su oponente era ligeramente más rápido, lo suficiente como para que ninguno de los dos pudiese escapar fácilmente de aquella especie de empate técnico.
Finalmente, tras detener un ataque a la mitad, elaborando una finta más improvisada que pensada detenidamente, Eltrant fue capaz de anticiparse al siguiente movimiento de su oponente y le impactó en su hombrera derecha.
La armadura del caballero se dobló bajo la presión del golpe y uno de los “adornos” puntiagudos que tenía salido despedido por los aires. Sonriendo triunfal Eltrant se dispuso a retroceder y acometer de nuevo desde otro ángulo.
No obstante, no llegó a alejarse lo suficiente.
Si bien el yelmo le ayudó a soportar el golpe de la lanza electrificada que recibió en plena sien, también sirvió a su oponente para atacar desde el punto ciego que el mismo Eltrant acababa de crear al acercarse tanto para atacar.
Descargando toda la electricidad que la lanza había almacenado en su interior durante lo que llevaban de combate, Eltrant salió despedido por los aires acabando bocabajo, en el suelo, a varios metros de dónde había estado antes.
¿Se había dejado golpear a propósito?
Tenía que admitir que la apertura había sido un poco obvia.
- Así que… esto es lo que se siente. - La mano derecha seguía convulsionando por si sola mientras que lo único que podía oír era un sonoro pitido que cada vez se volvía más agudo. – No me gusta. – Gruñó, empujando el suelo para levantarse, alargando la mano hasta la empuñadura de Olvido.
Cuando acabase aquello, iba a agradecerle a Asher por todos los encantamientos de la armadura.
Otra vez.
Una vez estuvo de pie comprobó que la arquera continuaba manteniendo las distancias como era de esperar, mientras que el tipo de la lanza la había vuelto a cargar de electricidad.
Estaba bastante seguro de que aquella cosa reaccionaba a los ataques que recibía de alguna forma especial.
Sin meditarlo demasiado volvió al combate. Eltrant alzó a Olvido por encima de su cabeza y concentró todo aire que pudo en su filo. Sabía que cada vez que usaba la espada de aquella forma se volvía… un poco irascible. [1]
Pero quizás era eso lo que necesitaba en aquel momento.
La media luna de aire que brotó de su espada atravesó la arena a una velocidad vertiginosa, buscando el cuerpo de la arquera.
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Lyn frunció el ceño, notando en seguida el olor a podredumbre que reinaba en el lugar.
Analizó aquella especie de almacén. Había un poco de todo, armas y los objetos típicos de personas capaces de arriesgar sus vidas por un puñado de Aeros y fama.
La vampiresa asintió a lo que acababa de hacer Syl y agudizó el sonido.
No eran los sonidos de algo inteligente, nadie estaba teniendo una conversación ni nada por el estilo. Era…
- … creo que yo también lo sé. – Murmuró Lyn, acercándose hasta la puerta al fondo del almacén.
A diferencia de la primera, la que se había encargado de abrir Syl, aquella no estaba cerrada a cal y canto.
Con algo de cuidado, siempre atenta a que los sonidos del interior no cambiaban por algo más reconocible e inteligente.
La ojiazul giró el pomo de la entrada para y se asomó tímidamente al interior. Un olor, todavía más desagradable que el que primaba en aquella antesala, se abrió paso incluso por la pequeña hendidura que la vampiresa acababa de abrir.
- No hay nadie. – dijo, abriendo la puerta completamente y adentrándose en el lugar, esperando que el felino la siguiese. – Esto no me gusta... – Aseveró frunciendo el ceño estudiando, ahora, con más detalle aquel segundo almacén.
Más de una veintena de jaulas yacían apiladas unas sobre otras.
Algunas eran más grandes que otras y había un par que estaban vacías. La gran mayoría, no obstante, contenían animales exóticos y, por encima de todo, peligrosos.
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[1] Uso habilidad de Olvido: Cortaviento.
Eltrant Tale
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Re: Lo que nos mueve [Trabajo]
Léntamente, la pareja avanzó entre decenas de jaulas. Había animales de todo Verisar, de las Islas e incluso algunos del Pantano del Este. Kags, Scrunt... incluso trolls, en las jaulas más grandes.
Las criaturas, al menos las despiertas, se lanzaban contra los barrotes en cuanto pasaban. Estaban hechas para ser agresivas, quizás. O tal vez era algo más.
Finalmente, llegaron a la última jaula, una de las más grandes. Estaba vacía, salvo por un detalle. Parte del cuerpo de Forjaflechas, el biocibernético que habían visto morir, yacía en el suelo a medio comer. No había nigromancia de ningún tipo. Simplemente necesitaban criaturas agresivas... y tenían que alimentarlas con algo.
-Vámonos.- dijo Syl. -Por repulsivo que sea, no es nigromancia. Tengo que darle la señal a Asher.-
Había algo más, por supuesto. Un hecho que no se le pasó por encima. La jaula que acababan de ver... algo se había comido el cadáver, algo peligroso.
Y el que no estuviese en su jaula solo podía significar que estaría en otra parte.
Me tocaba lidiar contra Serena. A decir verdad, los arqueros me resultaban algo problemáticos. En especial, aquellos con trucos mágicos. Quizás era un poco hipócrita por mi parte armar a Syl con runas poderosas.
La elfa disparó un par de flechas hacia mi mientras me acercaba. No eran más rápidas que una normal: esquivarlas no era particularmente difícil. Sintiéndome confiado, llegué incluso a desviar algunas con Eclipse, tomando un paso más relajado. Todo mi cuerpo me pedía que me moviese, pero tenía que dar aquella impresión. Mostrarse tranquilo ante la adversidad era... intimidante.
Quizás aquella fuese su misma táctica. Mis ojos se encontraron con los suyos. Aceptaba el desafío.
Por desgracia, yo no tenía la paciencia necesaria para continuar con ese paso tan lento. Me lancé primero, arrojando una runa eléctrica a su cabeza mientras me cerraba la distancia. No tuvo ningún problema esquivándola, como tampoco lo tuvo alejándose de un salto mientras tensaba su arco.
Una flecha impactó contra la parte gruesa de la coraza, hincándose en ella sin llegar a tocar mi piel. Había visto lo que hacía con ellas. La aplasté con mi guantelete, rompiéndola y tirándola al suelo. Aquella danza continuó durante varias acometidas. Estaba midiéndome, asegurándose de mantenerse siempre a distancia segura y usando sus barreras para impulsarse en el aire. Y mientras, yo le hacía creer que era todo lo que tenía, esperando al momento oportuno para usar mis propios trucos.
Tenía el duelo de Eltrant detrás de ella. No lo podía ver venir. Solo se dio cuenta en el último instante, al ver mi sonrisa mientras volvía a ponerse fuera de mi alcance.
La onda de viento le alcanzó de lleno en la espalda. La mujer cayó al suelo, dando una voltereta para levantarse. El ataque había atravesado su armadura. Había sangre en el suelo.
La expresión de la arquera cambió por primera vez en todo el combate. Parecía insultada, de alguna forma. Algo me decía que no le herían a menudo.
Iba a tener que acostumbrarse.
-La sangre se paga con sangre.- sentenció, tirando de la cuerda de su arco. Una especie de cadena de luz salía de su flecha... Y no me apuntaba a mi, sino a Eltrant. Eso no iba a pasar. Me lancé hacia ella, pero parecía ser lo que estaba esperando. Saltó de nuevo, disparando al suelo. Un extremo de la cadena se quedó anclado, mientras que el otro...
Noté una presión en torno a mi tobillo y maldije entre dientes. Tiré, sin éxito. Por supuesto. No solo me había anclado: su espalda comenzó a iluminarse, y cuatro grandes alas de luz salieron de su armadura. La elfa desvió su atención de mi mientras volaba, tomando una posición en el aire para cooperar con su compañero y acabar con Eltrant. Volvió a apuntar con su arco, pero esta vez, parecía distinto. Movía los labios, como si recitase algo. Y la flecha que había tensando aumentaba de tamaño con cada segundo que pasaba. Iba a intentar algo grande.
Por supuesto, no se lo pondría tan fácil. Alcé a Eclipse y las runas empezaron a despertar. Con un tajo, una enorme media luna de energía arcana salió disparada hacia la elfa. [1]
Y entonces, algo se movió. El caballero dragón pareció haberse dado cuenta, y se interpuso con un salto antinatural para bloquear el impacto con su lanza. El estridente chirrido metálico fue indicación suficiente de que lo había conseguido. El dragón cayó al suelo, pero no permaneció allí mucho tiempo. Volvió a saltar con su lanza en alto, esta vez hacia mi.
Con la atadura mágica, no podía esquivar. Bloquear solo funcionaría durante el primer impacto. Así que simplemente, dejé que pasase. Su lanza se hundió en mi hombro. Mi armadura suavizó el impacto, pero aun así hubo sangre. Gracias al encantamiento, la electricidad no resultó demasiado dolorosa, pero aun así tuve que reprimirme para no gritar.
El dragón me miró, cara a cara. El yelmo permitía ver su boca. Su expresión era seria.
-Ríndete.- dijo. Sonreí, sarcástico.
-Nunca obedezco demandas.- Mi colgante emitió un intenso brillo azulado. Y entonces, desaparecí. [2] Su lanza se desencajó, y la cadena de luz cayó al suelo, inerte.
Un segundo después, una intensa oleada de hielo y frío le lanzó volando. Y yo estaba en el centro. Sin heridas, sin ataduras... y lleno de energía. Le había dado de lleno. Una gruesa capa de escarcha cubría parte de su armadura. La lanza estaba rodeada de vapor: probablemente demasiado caliente por la electricidad para congelarse.
Tomé la ofensiva, lanzándome con una estocada. Volvió a bloquear, pero según comprobé, le superaba en fuerza. Sus brazos temblaron, aún tratando de mantenerse firme.
-Ríndete, ¿por favor?- preguntó. Ladré una risa. El hombre retrocedió de un salto, rindiéndose ante la acometida. Tenía la ventaja. Era hora de presionar. Las runas de mis piernas se iluminaron. Y al mismo tiempo, llevé la mano a la Corona Astada. Una enorme cantidad de energía empezó a rodear mi cuerpo. [3] El Cazador empezó a cargar su lanza con electricidad.
Un pestañeo después, estaba a su lado. El filo de mi greba impactó contra él, lanzándolo a velocidades vertiginosas... y directamente hacia la elfa. El dragón chocó contra ella, haciéndolos caer en varias vueltas de campana por la arena.
Estaban tocados, pero aún podían levantarse. No importaba. Solo tenía que...
Una bola de fuego impactó en mi espalda, derribándome.
La armadura y las runas evitaron que llegase a prenderme en llamas, pero no estaba acostumbrado a eso. Me levanté con un gruñido, buscando al responsable. No era ninguno de mis oponentes. No, el hechicero que había lanzado aquello estaba más arriba, por encima incluso del público. Y no parecía que fuese a detenerse, viendo como tenía varias más en camino.
Gruñí. No sabía nada de aquello, pero no necesitaba ninguna explicación. Solo tenía que evitarlas. Tomé el grimorio de nuevo, preparando otro de sus encantamientos mientras me movía. Al parecer, algunos de los hechizos también iban dirigidos a los otros combatientes. El caballero dragón estaba saltando de lado a lado, evitando las esferas flamígeras.
Mi método era mejor.
Cerré el libro. [4] Dos grandes pilares de roca surgieron del suelo frente a mi, ofreciéndome una amplia cobertura y un breve respiro para planificar.
O eso creía. Una de las enormes puertas de la arena comenzó a ascender. Cuatro ojos azules me miraban desde el otro lado. Esbocé una mueca. Conocía aquellas cosas. No iba a quedarme quieto para lidiar con una anfisbena. Rodeé las columnas y comencé a correr. No tenía mucho margen: la serpiente bicéfala se lanzó detrás de mi.
Subrayada complicación(es): Los organizadores usan brujos hostiles y sueltan animales feroces para volver más entretenido el combate.
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[1] Eclipse: Colmillo Celeste
[2] Habilidad: Criogénesis
[3] Habilidad: Impulso combinada con La Corona Astada
[4] Objeto Limitado: Runa de Altura (ambos usos)
Las criaturas, al menos las despiertas, se lanzaban contra los barrotes en cuanto pasaban. Estaban hechas para ser agresivas, quizás. O tal vez era algo más.
Finalmente, llegaron a la última jaula, una de las más grandes. Estaba vacía, salvo por un detalle. Parte del cuerpo de Forjaflechas, el biocibernético que habían visto morir, yacía en el suelo a medio comer. No había nigromancia de ningún tipo. Simplemente necesitaban criaturas agresivas... y tenían que alimentarlas con algo.
-Vámonos.- dijo Syl. -Por repulsivo que sea, no es nigromancia. Tengo que darle la señal a Asher.-
Había algo más, por supuesto. Un hecho que no se le pasó por encima. La jaula que acababan de ver... algo se había comido el cadáver, algo peligroso.
Y el que no estuviese en su jaula solo podía significar que estaría en otra parte.
______________________________________
Me tocaba lidiar contra Serena. A decir verdad, los arqueros me resultaban algo problemáticos. En especial, aquellos con trucos mágicos. Quizás era un poco hipócrita por mi parte armar a Syl con runas poderosas.
La elfa disparó un par de flechas hacia mi mientras me acercaba. No eran más rápidas que una normal: esquivarlas no era particularmente difícil. Sintiéndome confiado, llegué incluso a desviar algunas con Eclipse, tomando un paso más relajado. Todo mi cuerpo me pedía que me moviese, pero tenía que dar aquella impresión. Mostrarse tranquilo ante la adversidad era... intimidante.
Quizás aquella fuese su misma táctica. Mis ojos se encontraron con los suyos. Aceptaba el desafío.
Por desgracia, yo no tenía la paciencia necesaria para continuar con ese paso tan lento. Me lancé primero, arrojando una runa eléctrica a su cabeza mientras me cerraba la distancia. No tuvo ningún problema esquivándola, como tampoco lo tuvo alejándose de un salto mientras tensaba su arco.
Una flecha impactó contra la parte gruesa de la coraza, hincándose en ella sin llegar a tocar mi piel. Había visto lo que hacía con ellas. La aplasté con mi guantelete, rompiéndola y tirándola al suelo. Aquella danza continuó durante varias acometidas. Estaba midiéndome, asegurándose de mantenerse siempre a distancia segura y usando sus barreras para impulsarse en el aire. Y mientras, yo le hacía creer que era todo lo que tenía, esperando al momento oportuno para usar mis propios trucos.
Tenía el duelo de Eltrant detrás de ella. No lo podía ver venir. Solo se dio cuenta en el último instante, al ver mi sonrisa mientras volvía a ponerse fuera de mi alcance.
La onda de viento le alcanzó de lleno en la espalda. La mujer cayó al suelo, dando una voltereta para levantarse. El ataque había atravesado su armadura. Había sangre en el suelo.
La expresión de la arquera cambió por primera vez en todo el combate. Parecía insultada, de alguna forma. Algo me decía que no le herían a menudo.
Iba a tener que acostumbrarse.
-La sangre se paga con sangre.- sentenció, tirando de la cuerda de su arco. Una especie de cadena de luz salía de su flecha... Y no me apuntaba a mi, sino a Eltrant. Eso no iba a pasar. Me lancé hacia ella, pero parecía ser lo que estaba esperando. Saltó de nuevo, disparando al suelo. Un extremo de la cadena se quedó anclado, mientras que el otro...
Noté una presión en torno a mi tobillo y maldije entre dientes. Tiré, sin éxito. Por supuesto. No solo me había anclado: su espalda comenzó a iluminarse, y cuatro grandes alas de luz salieron de su armadura. La elfa desvió su atención de mi mientras volaba, tomando una posición en el aire para cooperar con su compañero y acabar con Eltrant. Volvió a apuntar con su arco, pero esta vez, parecía distinto. Movía los labios, como si recitase algo. Y la flecha que había tensando aumentaba de tamaño con cada segundo que pasaba. Iba a intentar algo grande.
Por supuesto, no se lo pondría tan fácil. Alcé a Eclipse y las runas empezaron a despertar. Con un tajo, una enorme media luna de energía arcana salió disparada hacia la elfa. [1]
Y entonces, algo se movió. El caballero dragón pareció haberse dado cuenta, y se interpuso con un salto antinatural para bloquear el impacto con su lanza. El estridente chirrido metálico fue indicación suficiente de que lo había conseguido. El dragón cayó al suelo, pero no permaneció allí mucho tiempo. Volvió a saltar con su lanza en alto, esta vez hacia mi.
Con la atadura mágica, no podía esquivar. Bloquear solo funcionaría durante el primer impacto. Así que simplemente, dejé que pasase. Su lanza se hundió en mi hombro. Mi armadura suavizó el impacto, pero aun así hubo sangre. Gracias al encantamiento, la electricidad no resultó demasiado dolorosa, pero aun así tuve que reprimirme para no gritar.
El dragón me miró, cara a cara. El yelmo permitía ver su boca. Su expresión era seria.
-Ríndete.- dijo. Sonreí, sarcástico.
-Nunca obedezco demandas.- Mi colgante emitió un intenso brillo azulado. Y entonces, desaparecí. [2] Su lanza se desencajó, y la cadena de luz cayó al suelo, inerte.
Un segundo después, una intensa oleada de hielo y frío le lanzó volando. Y yo estaba en el centro. Sin heridas, sin ataduras... y lleno de energía. Le había dado de lleno. Una gruesa capa de escarcha cubría parte de su armadura. La lanza estaba rodeada de vapor: probablemente demasiado caliente por la electricidad para congelarse.
Tomé la ofensiva, lanzándome con una estocada. Volvió a bloquear, pero según comprobé, le superaba en fuerza. Sus brazos temblaron, aún tratando de mantenerse firme.
-Ríndete, ¿por favor?- preguntó. Ladré una risa. El hombre retrocedió de un salto, rindiéndose ante la acometida. Tenía la ventaja. Era hora de presionar. Las runas de mis piernas se iluminaron. Y al mismo tiempo, llevé la mano a la Corona Astada. Una enorme cantidad de energía empezó a rodear mi cuerpo. [3] El Cazador empezó a cargar su lanza con electricidad.
Un pestañeo después, estaba a su lado. El filo de mi greba impactó contra él, lanzándolo a velocidades vertiginosas... y directamente hacia la elfa. El dragón chocó contra ella, haciéndolos caer en varias vueltas de campana por la arena.
Estaban tocados, pero aún podían levantarse. No importaba. Solo tenía que...
Una bola de fuego impactó en mi espalda, derribándome.
La armadura y las runas evitaron que llegase a prenderme en llamas, pero no estaba acostumbrado a eso. Me levanté con un gruñido, buscando al responsable. No era ninguno de mis oponentes. No, el hechicero que había lanzado aquello estaba más arriba, por encima incluso del público. Y no parecía que fuese a detenerse, viendo como tenía varias más en camino.
Gruñí. No sabía nada de aquello, pero no necesitaba ninguna explicación. Solo tenía que evitarlas. Tomé el grimorio de nuevo, preparando otro de sus encantamientos mientras me movía. Al parecer, algunos de los hechizos también iban dirigidos a los otros combatientes. El caballero dragón estaba saltando de lado a lado, evitando las esferas flamígeras.
Mi método era mejor.
Cerré el libro. [4] Dos grandes pilares de roca surgieron del suelo frente a mi, ofreciéndome una amplia cobertura y un breve respiro para planificar.
O eso creía. Una de las enormes puertas de la arena comenzó a ascender. Cuatro ojos azules me miraban desde el otro lado. Esbocé una mueca. Conocía aquellas cosas. No iba a quedarme quieto para lidiar con una anfisbena. Rodeé las columnas y comencé a correr. No tenía mucho margen: la serpiente bicéfala se lanzó detrás de mi.
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Subrayada complicación(es): Los organizadores usan brujos hostiles y sueltan animales feroces para volver más entretenido el combate.
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[1] Eclipse: Colmillo Celeste
[2] Habilidad: Criogénesis
[3] Habilidad: Impulso combinada con La Corona Astada
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Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Nivel de PJ : : 10
Re: Lo que nos mueve [Trabajo]
- Ahora vuela… -
Miró fijamente a la elfa mientras sobrevolaba la arena con aquellas alas de luz. No había salido mal en principio, le había acertado con la media luna de viento en mitad de la espalda y, por la sangre que había en el suelo y la reacción de esta, parecía incluso haberla ofendido.
Sonrió, confiado, dejó que la ira de Olvido le moviese.
Aguardó unos instantes, tanteando que hacer, pues Asher parecía estar preparando un ataque dedicado a la elfa, uno que desafortunadamente que fue bloqueado por el caballero de la lanza.
Por supuesto, el lobo volvió a hacer alarde de uno de sus encantamientos y se zafó fácilmente del tipo que, con su lanza electrificada, le había dado algunas complicaciones atrás.
Habían cambiado de parejas.
Reculó lo suficiente como para evitar varias de las flechas que volaban en su dirección, aunque le resultó difícil hacerlo con todas, pues la movilidad que le daba el hecho de poder volar era algo que el errante veía difícil el anticipar.
Los arqueros y los brujos tendían a ser los contrincantes a quienes peor podía encarar. Y aquella mujer combinaba flechas con magia, si estuviese Lyn a su lado probablemente le diría que aquello era una especie de reto a superar.
Empezaba a echar de menos la idea de “Será un torneo sencillo, sin preocupaciones”.
Justo cuando arrancó y partió en dos otra de las saetas mágicas que penetró su armadura, una bola de fuego le impactó en mitad del brazo, desequilibrándole momentáneamente y haciendo que su armadura adquiriese un vivo color anaranjado.
Gruñendo en voz baja, agitó el humeante guantelete derecho según levantaba la mirada para ver al brujo que, desde las alturas, lanzaba bolas a todos los combatientes por igual. Pero, antes de que pudiese hacer nada, un conocido rechinar metálico le indicó que las puertas de la arena volvían a abrirse.
- ¿De verdad lo que estábamos haciendo les parecía aburrido? – Cerró ambas manos con aun más fuerza alrededor de Olvido, anticipando lo que venía.
¿Más combatientes?
Una serpiente gigantesca, bicéfala, se adentró en la arena deslizándose a una velocidad vertiginosa pese a su tamaño. La primera persona a la que había visto parecía haber sido Asher, quien había levantado dos pilares de tierra momentos atrás y ahora se posicionaba en un lugar mejor en el que encarar aquella cosa.
Girándose sobre sí mismo notó como dos flechas impactaban en su espalda con una fuerza que no recordaba que estas hubiesen tenido antes, lanzándole contra el suelo bocabajo.
Volviendo a dejar escapar una retahíla de maldiciones, Eltrant se levantó rápidamente para notar como los proyectiles se expandían de golpe en un destello azulado antes de desaparecer sin dejar rastro, abriendo dos gruesos agujeros en la parte trasera de su armadura.
No quería ni imaginar lo que haría eso sobre la carne.
- ¡¿Es que no estás viendo esa cosa?! – Bramó, señalando en la dirección general de la serpiente con la espada.
La mujer no dijo nada, solo sonrió mordazmente mientras hacía aparecer más flechas de luz directamente sobre su arco, preparando otra salva de flechas.
Eltrant frunció el ceño como toda respuesta y se cuadró, preparándose para el ataque que sabía que estaba por llegar. Empezaba a encontrar molesto todo lo relacionado con el estereotípico “orgullo elfico”.
Afortunadamente, el hombre de la lanza parecía estar tomándose más enserio la criatura que los organizadores de aquel evento habían dejado libre en la arena que su compañera, y había dejado de atacar a Asher para enfrascarse en la serpiente.
No se sentía lo que precisamente seguro dándole la espalda a la serpiente, tampoco al brujo que seguía en las alturas siendo un inconveniente para todos. Pero cuando contempló a las cinco flechas deslizarse en su dirección supo que había tomado la decisión correcta.
Dos de ellas acertaron en mitad de su peto, las demás fallaron por poco.
Consiguió arrancar una antes de que se expandiese, la otra dejó tras de sí un agujero del tamaño de un puño en su pecho antes de desvanecerse. Cada acierto por parte de la elfa le decía a Eltrant lo que nunca había sido tan evidente como en ese momento: él no podía volar.
Mientras la arquera continuase hostigándole no podría ayudar a Asher.
Tras darse de bruces contra el suelo, esta vez al ser acertado en la espalda por una de las bolas de fuego del brujo, decidió que, si bien no podía volar, podía caer estrepitosamente.
Esquivando otra acometida por parte de la mujer, Eltrant apunto con la espada a sus pies y concentró el aire hacia abajo. Había hecho aquello en más de una ocasión, pero siempre hacia adelante.
¿Conseguiría algo?
Probablemente era mejor que seguir recibiendo una multitud de flechas mientras el agitaba la espada como si estuviese intentando espantar alguna mosca. Eso o se partía las piernas, pero le gustaba apostar a su favor.
Cuando saltó, se impulsó, forzó a la espada a elevarle lo máximo que esta podía, no hacía adelante, pero hacía arriba. Un metro, dos, tres, y justo cuando estaba a punto de llegar al cuarto, cuando estuvo a punto de alcanzar a la elfa que abrió los ojos de par en par al ver a un hombre enfundado en metal elevarse, comenzó a descender. [1]
Pero lo hizo a tiempo de asir a la mujer por el tobillo.
Las alas de luz quizás bastasen para levantar el peso de la mujer, pero no el peso extra Eltrant y su equipo. Ambos se precipitaron al vacío, forcejeando inútilmente, la elfa tratando de zafarse del agarre del humano y este, en cambio, tratando de reposicionarse para caer de forma que no se partiese ningún hueso.
Cuando ambos tocaron la tierra, lo primero que sintió Eltrant al caer fue que todo el aire de sus pulmones había desaparecido, comenzando entonces a toser copiosamente mientras luchaba por levantarse.
En el caso de la elfa, un “crack” proveniente de su brazo izquierdo anticipó el grito de dolor que vino a continuación.
Sin tiempo que perder, escuchando que la serpiente seguía bástate viva, Eltrant se levantó haciendo caso omiso de las señales que le decían que se había ganado un gigantesco moratón en su costado, y lanzó a la arquera a un lado de la arena de mala gana, para apartarla del grueso del combate.
- ¡Deja de molestar! – Una segunda onda de viento brotó de la espada, esta vez en dirección al brujo que seguía lanzando bolas de fuego a la arena. [2]
Se percató de como el arma vibraba entre sus manos al dejar escapar aquel segundo ataque. Frunció el ceño, permitiendo a la hoja dictar su necesidad de pelear, y corrió a ayudar a Asher.
[1] Habilidad de Nivel 9: Inamovible.
[2] Segundo Uso de Olvido: Cortaviento
Miró fijamente a la elfa mientras sobrevolaba la arena con aquellas alas de luz. No había salido mal en principio, le había acertado con la media luna de viento en mitad de la espalda y, por la sangre que había en el suelo y la reacción de esta, parecía incluso haberla ofendido.
Sonrió, confiado, dejó que la ira de Olvido le moviese.
Aguardó unos instantes, tanteando que hacer, pues Asher parecía estar preparando un ataque dedicado a la elfa, uno que desafortunadamente que fue bloqueado por el caballero de la lanza.
Por supuesto, el lobo volvió a hacer alarde de uno de sus encantamientos y se zafó fácilmente del tipo que, con su lanza electrificada, le había dado algunas complicaciones atrás.
Habían cambiado de parejas.
Reculó lo suficiente como para evitar varias de las flechas que volaban en su dirección, aunque le resultó difícil hacerlo con todas, pues la movilidad que le daba el hecho de poder volar era algo que el errante veía difícil el anticipar.
Los arqueros y los brujos tendían a ser los contrincantes a quienes peor podía encarar. Y aquella mujer combinaba flechas con magia, si estuviese Lyn a su lado probablemente le diría que aquello era una especie de reto a superar.
Empezaba a echar de menos la idea de “Será un torneo sencillo, sin preocupaciones”.
Justo cuando arrancó y partió en dos otra de las saetas mágicas que penetró su armadura, una bola de fuego le impactó en mitad del brazo, desequilibrándole momentáneamente y haciendo que su armadura adquiriese un vivo color anaranjado.
Gruñendo en voz baja, agitó el humeante guantelete derecho según levantaba la mirada para ver al brujo que, desde las alturas, lanzaba bolas a todos los combatientes por igual. Pero, antes de que pudiese hacer nada, un conocido rechinar metálico le indicó que las puertas de la arena volvían a abrirse.
- ¿De verdad lo que estábamos haciendo les parecía aburrido? – Cerró ambas manos con aun más fuerza alrededor de Olvido, anticipando lo que venía.
¿Más combatientes?
Una serpiente gigantesca, bicéfala, se adentró en la arena deslizándose a una velocidad vertiginosa pese a su tamaño. La primera persona a la que había visto parecía haber sido Asher, quien había levantado dos pilares de tierra momentos atrás y ahora se posicionaba en un lugar mejor en el que encarar aquella cosa.
Girándose sobre sí mismo notó como dos flechas impactaban en su espalda con una fuerza que no recordaba que estas hubiesen tenido antes, lanzándole contra el suelo bocabajo.
Volviendo a dejar escapar una retahíla de maldiciones, Eltrant se levantó rápidamente para notar como los proyectiles se expandían de golpe en un destello azulado antes de desaparecer sin dejar rastro, abriendo dos gruesos agujeros en la parte trasera de su armadura.
No quería ni imaginar lo que haría eso sobre la carne.
- ¡¿Es que no estás viendo esa cosa?! – Bramó, señalando en la dirección general de la serpiente con la espada.
La mujer no dijo nada, solo sonrió mordazmente mientras hacía aparecer más flechas de luz directamente sobre su arco, preparando otra salva de flechas.
Eltrant frunció el ceño como toda respuesta y se cuadró, preparándose para el ataque que sabía que estaba por llegar. Empezaba a encontrar molesto todo lo relacionado con el estereotípico “orgullo elfico”.
Afortunadamente, el hombre de la lanza parecía estar tomándose más enserio la criatura que los organizadores de aquel evento habían dejado libre en la arena que su compañera, y había dejado de atacar a Asher para enfrascarse en la serpiente.
No se sentía lo que precisamente seguro dándole la espalda a la serpiente, tampoco al brujo que seguía en las alturas siendo un inconveniente para todos. Pero cuando contempló a las cinco flechas deslizarse en su dirección supo que había tomado la decisión correcta.
Dos de ellas acertaron en mitad de su peto, las demás fallaron por poco.
Consiguió arrancar una antes de que se expandiese, la otra dejó tras de sí un agujero del tamaño de un puño en su pecho antes de desvanecerse. Cada acierto por parte de la elfa le decía a Eltrant lo que nunca había sido tan evidente como en ese momento: él no podía volar.
Mientras la arquera continuase hostigándole no podría ayudar a Asher.
Tras darse de bruces contra el suelo, esta vez al ser acertado en la espalda por una de las bolas de fuego del brujo, decidió que, si bien no podía volar, podía caer estrepitosamente.
Esquivando otra acometida por parte de la mujer, Eltrant apunto con la espada a sus pies y concentró el aire hacia abajo. Había hecho aquello en más de una ocasión, pero siempre hacia adelante.
¿Conseguiría algo?
Probablemente era mejor que seguir recibiendo una multitud de flechas mientras el agitaba la espada como si estuviese intentando espantar alguna mosca. Eso o se partía las piernas, pero le gustaba apostar a su favor.
Cuando saltó, se impulsó, forzó a la espada a elevarle lo máximo que esta podía, no hacía adelante, pero hacía arriba. Un metro, dos, tres, y justo cuando estaba a punto de llegar al cuarto, cuando estuvo a punto de alcanzar a la elfa que abrió los ojos de par en par al ver a un hombre enfundado en metal elevarse, comenzó a descender. [1]
Pero lo hizo a tiempo de asir a la mujer por el tobillo.
Las alas de luz quizás bastasen para levantar el peso de la mujer, pero no el peso extra Eltrant y su equipo. Ambos se precipitaron al vacío, forcejeando inútilmente, la elfa tratando de zafarse del agarre del humano y este, en cambio, tratando de reposicionarse para caer de forma que no se partiese ningún hueso.
Cuando ambos tocaron la tierra, lo primero que sintió Eltrant al caer fue que todo el aire de sus pulmones había desaparecido, comenzando entonces a toser copiosamente mientras luchaba por levantarse.
En el caso de la elfa, un “crack” proveniente de su brazo izquierdo anticipó el grito de dolor que vino a continuación.
Sin tiempo que perder, escuchando que la serpiente seguía bástate viva, Eltrant se levantó haciendo caso omiso de las señales que le decían que se había ganado un gigantesco moratón en su costado, y lanzó a la arquera a un lado de la arena de mala gana, para apartarla del grueso del combate.
- ¡Deja de molestar! – Una segunda onda de viento brotó de la espada, esta vez en dirección al brujo que seguía lanzando bolas de fuego a la arena. [2]
Se percató de como el arma vibraba entre sus manos al dejar escapar aquel segundo ataque. Frunció el ceño, permitiendo a la hoja dictar su necesidad de pelear, y corrió a ayudar a Asher.
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[1] Habilidad de Nivel 9: Inamovible.
[2] Segundo Uso de Olvido: Cortaviento
Eltrant Tale
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Re: Lo que nos mueve [Trabajo]
La primera carga de la anfisbesna casi llegó a rozarme. No tenía mucho espacio para contraatacar. Pero una de sus cabezas parecía estar preocupada en otra cosa: el Cazador estaba enfrentándose a la "menor" de las cabezas, manteníendose a una distancia prudente con su lanza.
Sin embargo, aquello logró distraerme a mi también. Y a diferencia de mi, la serpiente no vaciló. Cargó de nuevo, arrojándose contra mi...
Y una enorme lanza de acero se clavó en su cabeza, hundiéndola en la arena antes de emitir una descarga helada. [1] Alcé la cabeza. Aquello había venido de Syl, sin duda alguna. El hielo era una señal, una que debía tener en cuenta luego. Pero por el momento, la serpiente tenía dos cabezas, y aunque una de ellas no volvería a moverse, la otra estaba viva y furiosa.
La anfisbena arremetió contra mi con la boca abierta, tratando de devorarme. No tendría tiempo para esquivarlo. Me preparé para el impacto, confiando en mi propia fuerza. A decir verdad, no fue mi mejor idea. Logré sujetar las mandíbulas de aquella cosa, de forma que no podría cerrarlas, pero el reptil me estaba empujando por la arena. No tenía un suelo firme sobre el que mantenerme.
Y mientras tanto, podía oír el siseo de la serpiente, e incluso oler su aliento fétido. Si fuese un dragón, aquello habría ido mal. Por fortuna para mí, el veneno solo estaba en sus colmillos.
Mientras tanto, el Cazador había dado uno de esos gigantescos saltos suyos, dejando chispas eléctricas detrás de él. Y, con un un movimiento, arrojó su propia lanza. Al igual que el virote de Syl, esta creció hasta convertirse en un pilar de metal... y se hundió en la cabeza que intentaba devorarme. Retrocedí de un salto, evitando por poco el gigantesco rayo que impactó en el arma.
El impulso me lanzó dando tumbos por la arena de forma menos grácil a la que acostumbraba. Eclipse apareció en mi mano mientras volaba, y acto seguido, hundí el arma en el suelo para ralentizarme. No sirvió de mucho: acabé chocando contra la pared de forma dolorosa.
-Vale.- murmuré. -Eso ha dolido.- Flexioné los dedos, asegurándome de que aún podía moverme. Aún tenía una poción, pero decidí guardarla por si la situación se volvía peor. Empecé a correr de vuelta al combate. Mis instintos empezaban a palpitar. Era mejor que acabase con aquello deprisa.
Miré alrededor. La elfa aún estaba allí. Uno de sus brazos parecía estar roto, pero eso no iba a detenerla. A su lado, su arco flotaba mientras la mujer buscaba a Eltrant con la mirada. La cuerda estaba tensada, pese a que no lo estaba tocando. En cuanto me vio, el arco giró hacia mi.
Empezaba a cansarme de sus trucos.
Eclipse resonó en mi mano, cubriéndose de una energía dorada que no tardó en rodearme a mi también. [2] Y entonces, me impulsé, una y otra vez, zigzagueando hacia Serena mientras una ráfaga incesante de flechas volaba en mi dirección. No eran lo suficientemente rápidas. Un tajo de Eclipse lanzó una media luna hacia el arco, desintegrando las flechas que llegaban a tocarla. [3]
No había nada entre la mujer y yo. Con un último impulso, me quedé a tan solo un paso. Y, con un movimiento, separé la mano derecha de su brazo. Serena gritó y se dobló en el suelo mientras la sangre brotaba de su herida. Se llevó su otra mano al muñón, tratando de reducir el daño. Llevé mi espada a su cuello como precaución, pero dejé que continuase. No iba a permitirle más trucos.
Syl recargó, ignorando algunas miradas extrañadas del público cercano. Si los brujos podían interferir, él también. Como le había dicho a Eltrant, el seguir las normas no importaba. La ovación que su disparo había generado fue suficiente para que los organizadores no dijesen nada, al menos.
No solo era para ayudar. Había sido una señal. Hielo para detener el plan, fuego para seguirlo. Como si no hubiese hecho nada malo, el felino se sentó de nuevo y guardó la ballesta a su espalda, guiñándole un ojo a Lyn.
[1] Habilidad: Impacto Crítico (y efecto de Quimera)
[2] Ultimate: Fulgor
[3] Habilidad: Corte de Energía
Sin embargo, aquello logró distraerme a mi también. Y a diferencia de mi, la serpiente no vaciló. Cargó de nuevo, arrojándose contra mi...
Y una enorme lanza de acero se clavó en su cabeza, hundiéndola en la arena antes de emitir una descarga helada. [1] Alcé la cabeza. Aquello había venido de Syl, sin duda alguna. El hielo era una señal, una que debía tener en cuenta luego. Pero por el momento, la serpiente tenía dos cabezas, y aunque una de ellas no volvería a moverse, la otra estaba viva y furiosa.
La anfisbena arremetió contra mi con la boca abierta, tratando de devorarme. No tendría tiempo para esquivarlo. Me preparé para el impacto, confiando en mi propia fuerza. A decir verdad, no fue mi mejor idea. Logré sujetar las mandíbulas de aquella cosa, de forma que no podría cerrarlas, pero el reptil me estaba empujando por la arena. No tenía un suelo firme sobre el que mantenerme.
Y mientras tanto, podía oír el siseo de la serpiente, e incluso oler su aliento fétido. Si fuese un dragón, aquello habría ido mal. Por fortuna para mí, el veneno solo estaba en sus colmillos.
Mientras tanto, el Cazador había dado uno de esos gigantescos saltos suyos, dejando chispas eléctricas detrás de él. Y, con un un movimiento, arrojó su propia lanza. Al igual que el virote de Syl, esta creció hasta convertirse en un pilar de metal... y se hundió en la cabeza que intentaba devorarme. Retrocedí de un salto, evitando por poco el gigantesco rayo que impactó en el arma.
El impulso me lanzó dando tumbos por la arena de forma menos grácil a la que acostumbraba. Eclipse apareció en mi mano mientras volaba, y acto seguido, hundí el arma en el suelo para ralentizarme. No sirvió de mucho: acabé chocando contra la pared de forma dolorosa.
-Vale.- murmuré. -Eso ha dolido.- Flexioné los dedos, asegurándome de que aún podía moverme. Aún tenía una poción, pero decidí guardarla por si la situación se volvía peor. Empecé a correr de vuelta al combate. Mis instintos empezaban a palpitar. Era mejor que acabase con aquello deprisa.
Miré alrededor. La elfa aún estaba allí. Uno de sus brazos parecía estar roto, pero eso no iba a detenerla. A su lado, su arco flotaba mientras la mujer buscaba a Eltrant con la mirada. La cuerda estaba tensada, pese a que no lo estaba tocando. En cuanto me vio, el arco giró hacia mi.
Empezaba a cansarme de sus trucos.
Eclipse resonó en mi mano, cubriéndose de una energía dorada que no tardó en rodearme a mi también. [2] Y entonces, me impulsé, una y otra vez, zigzagueando hacia Serena mientras una ráfaga incesante de flechas volaba en mi dirección. No eran lo suficientemente rápidas. Un tajo de Eclipse lanzó una media luna hacia el arco, desintegrando las flechas que llegaban a tocarla. [3]
No había nada entre la mujer y yo. Con un último impulso, me quedé a tan solo un paso. Y, con un movimiento, separé la mano derecha de su brazo. Serena gritó y se dobló en el suelo mientras la sangre brotaba de su herida. Se llevó su otra mano al muñón, tratando de reducir el daño. Llevé mi espada a su cuello como precaución, pero dejé que continuase. No iba a permitirle más trucos.
_________________________
Syl recargó, ignorando algunas miradas extrañadas del público cercano. Si los brujos podían interferir, él también. Como le había dicho a Eltrant, el seguir las normas no importaba. La ovación que su disparo había generado fue suficiente para que los organizadores no dijesen nada, al menos.
No solo era para ayudar. Había sido una señal. Hielo para detener el plan, fuego para seguirlo. Como si no hubiese hecho nada malo, el felino se sentó de nuevo y guardó la ballesta a su espalda, guiñándole un ojo a Lyn.
__________________________________
[1] Habilidad: Impacto Crítico (y efecto de Quimera)
[2] Ultimate: Fulgor
[3] Habilidad: Corte de Energía
Asher Daregan
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Re: Lo que nos mueve [Trabajo]
La onda de viento que había generado Olvido impactó en el brujo de fuego en mitad del pecho, lanzándolo hacia atrás y haciéndolo caer sobre un público que en lugar de ayudarle se puso a vitorear con entusiasmo la acción del humano.
Aquella gente no era normal.
Dando por zanjado aquello, Eltrant se giró inmediatamente hacia la serpiente descomunal. Asher y el caballero de la lanza la habían herido, aunque seguía estando viva y bastante más enfadada que cuando había entrado en la arena.
Ahora el lobo, sin embargo, se encontraba lidiando con Serena, la elfa. La cual haciendo gala de una testarudez que Eltrant solo conocía en unas pocas personas, seguía tratando de pelear incluso con un brazo roto.
Brazo que acabó separado de su cuerpo gracias a Eclipse.
Debía de haberse retirado cuando le dio la oportunidad de ello.
Agradeciendo mentalmente la ayuda al lobo, Eltrant acometió contra la criatura en un intento por no dejar que esta se deslizase hasta dónde estaba su compañero. Afortunadamente el tipo de la lanza parecía decidido a acabar con la vida de la criatura y, cada pocos minutos, podía oír el característico chasquido que dejaba escapar su lanza cada vez que los relámpagos brotaban de esta.
Saltó hacia atrás, resbalándose en el proceso y rodando por el suelo para esquivar las fauces de la criatura. Dejando escapar algunas maldiciones inconexas volvió a levantarse mientras seguía huyendo de un animal que, pese a su tamaño, era increíblemente rápido.
Sin demasiadas opciones, Eltrant se afianzó lo mejor que pudo sobre la polvorienta arena que tenía bajo sus pies y, girándose sobre sí mismo, depositó en la siguiente estocada toda la fuerza de la que pudo hacer acopio. [1]
Para su sorpresa, Olvido acabó acertando en mitad de uno de los ojos de la cabeza que le perseguía. La serpiente siseó dolorida, y, después, soltó lo que Eltrant interpretó como la versión que aquel animal tenía de un rugido.
Chasqueando la lengua, el humano volvió a perder terreno cuando la criatura se lanzó contra él realizando un repentino salto, uno que fue incapaz de anticipar debido a que aquel monstruo no tenía piernas sobre las que impulsarse para empezar.
Si bien la sierpe no llegó a comerse ninguna de las extremidades de Eltrant, uno de los colmillos de la criatura perforó la hombrera que había reparado y se hundió en su carne firmemente en su carne.
Gruñendo de dolor, soltando lo que la serpiente interpretaría como la versión de Eltrant de un rugido, el errante alzó a Olvido con el brazo sano y comenzó a apuñalar la cabeza de la criatura hasta que esta liberó a su presa.
- Lo que me faltaba. – El brazo izquierdo comenzó a entumecérsele prácticamente al instante, tampoco tardó en notar que la sangre que manaba de la herida parecía extrañamente coagulada y de un singular color ocre.
Tenía que haber adivinado que aquella cosa también tenía veneno.
Notando como su brazo izquierdo cada vez perdía sensibilidad, prefirió anticiparse a lo que ya sabía que se aproximaba.
El vapor que dejó escapar el guantelete rodeó su cuerpo mientras, quizás por la mezcla entre el veneno y la adrenalina que tenía en aquel momento en sangre, el mundo se ralentizaba a su alrededor.
Lanzó un directo, uno a la base de la mandíbula de la criatura. [2]
Lyn miró durante unos segundos al felino, cuando este le guiñó el ojo, y después esbozó una sonrisa de complicidad. Si había brujos de fuego que atacaban desde las gradas ellos también podían hacerlo.
Además, habían soltado una anfisbena en la arena. ¿Había algo más injusto que eso?
Sentándose junto a Syl, sin decir nada, cerró los ojos y dio una pequeña palmada con ambas manos, para después concentrarse todo lo que pudo en las sombras del lugar.
El Mortal y Asher no lo estaba pasando tan bien como habían previsto en un principio. Aunque estaba segura que ninguno de ellos lo admitiría nunca. Lo cual era aún mejor, de ese modo podría burlarse aún más de su compañero.
Abrió los ojos, unos ahora con una tonalidad carmesí, y miró directamente al lobo. No tardaría mucho, apenas un par de segundos, pero la sombra del mismo convulsionaría alrededor de su dueño hasta dejar escapar un chasquido similar al del cristal al romperse. [3]
- Ayúdales. – Murmuró al lobo de sombra que había aparecido junto a Asher, haciendo un suave gesto con las sombras que aún se acumulaban entre sus manos.
El doble de sombras, miró a Asher en el más absoluto de los silencios, e hizo aparecer una réplica de Eclipse del mismo elemento de su cuerpo entre sus manos.
[1] Habilidad Eltrant Nivel 3: Hoja Cargada.
[2] Habilidad Eltrant nivel 8: Seísmo.
[3] Habilidad Lyn nivel 9: Vástago de la Noche
Aquella gente no era normal.
Dando por zanjado aquello, Eltrant se giró inmediatamente hacia la serpiente descomunal. Asher y el caballero de la lanza la habían herido, aunque seguía estando viva y bastante más enfadada que cuando había entrado en la arena.
Ahora el lobo, sin embargo, se encontraba lidiando con Serena, la elfa. La cual haciendo gala de una testarudez que Eltrant solo conocía en unas pocas personas, seguía tratando de pelear incluso con un brazo roto.
Brazo que acabó separado de su cuerpo gracias a Eclipse.
Debía de haberse retirado cuando le dio la oportunidad de ello.
Agradeciendo mentalmente la ayuda al lobo, Eltrant acometió contra la criatura en un intento por no dejar que esta se deslizase hasta dónde estaba su compañero. Afortunadamente el tipo de la lanza parecía decidido a acabar con la vida de la criatura y, cada pocos minutos, podía oír el característico chasquido que dejaba escapar su lanza cada vez que los relámpagos brotaban de esta.
Saltó hacia atrás, resbalándose en el proceso y rodando por el suelo para esquivar las fauces de la criatura. Dejando escapar algunas maldiciones inconexas volvió a levantarse mientras seguía huyendo de un animal que, pese a su tamaño, era increíblemente rápido.
Sin demasiadas opciones, Eltrant se afianzó lo mejor que pudo sobre la polvorienta arena que tenía bajo sus pies y, girándose sobre sí mismo, depositó en la siguiente estocada toda la fuerza de la que pudo hacer acopio. [1]
Para su sorpresa, Olvido acabó acertando en mitad de uno de los ojos de la cabeza que le perseguía. La serpiente siseó dolorida, y, después, soltó lo que Eltrant interpretó como la versión que aquel animal tenía de un rugido.
Chasqueando la lengua, el humano volvió a perder terreno cuando la criatura se lanzó contra él realizando un repentino salto, uno que fue incapaz de anticipar debido a que aquel monstruo no tenía piernas sobre las que impulsarse para empezar.
Si bien la sierpe no llegó a comerse ninguna de las extremidades de Eltrant, uno de los colmillos de la criatura perforó la hombrera que había reparado y se hundió en su carne firmemente en su carne.
Gruñendo de dolor, soltando lo que la serpiente interpretaría como la versión de Eltrant de un rugido, el errante alzó a Olvido con el brazo sano y comenzó a apuñalar la cabeza de la criatura hasta que esta liberó a su presa.
- Lo que me faltaba. – El brazo izquierdo comenzó a entumecérsele prácticamente al instante, tampoco tardó en notar que la sangre que manaba de la herida parecía extrañamente coagulada y de un singular color ocre.
Tenía que haber adivinado que aquella cosa también tenía veneno.
Notando como su brazo izquierdo cada vez perdía sensibilidad, prefirió anticiparse a lo que ya sabía que se aproximaba.
El vapor que dejó escapar el guantelete rodeó su cuerpo mientras, quizás por la mezcla entre el veneno y la adrenalina que tenía en aquel momento en sangre, el mundo se ralentizaba a su alrededor.
Lanzó un directo, uno a la base de la mandíbula de la criatura. [2]
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Lyn miró durante unos segundos al felino, cuando este le guiñó el ojo, y después esbozó una sonrisa de complicidad. Si había brujos de fuego que atacaban desde las gradas ellos también podían hacerlo.
Además, habían soltado una anfisbena en la arena. ¿Había algo más injusto que eso?
Sentándose junto a Syl, sin decir nada, cerró los ojos y dio una pequeña palmada con ambas manos, para después concentrarse todo lo que pudo en las sombras del lugar.
El Mortal y Asher no lo estaba pasando tan bien como habían previsto en un principio. Aunque estaba segura que ninguno de ellos lo admitiría nunca. Lo cual era aún mejor, de ese modo podría burlarse aún más de su compañero.
Abrió los ojos, unos ahora con una tonalidad carmesí, y miró directamente al lobo. No tardaría mucho, apenas un par de segundos, pero la sombra del mismo convulsionaría alrededor de su dueño hasta dejar escapar un chasquido similar al del cristal al romperse. [3]
- Ayúdales. – Murmuró al lobo de sombra que había aparecido junto a Asher, haciendo un suave gesto con las sombras que aún se acumulaban entre sus manos.
El doble de sombras, miró a Asher en el más absoluto de los silencios, e hizo aparecer una réplica de Eclipse del mismo elemento de su cuerpo entre sus manos.
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[1] Habilidad Eltrant Nivel 3: Hoja Cargada.
[2] Habilidad Eltrant nivel 8: Seísmo.
[3] Habilidad Lyn nivel 9: Vástago de la Noche
Eltrant Tale
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Re: Lo que nos mueve [Trabajo]
Aquello debía haber sido obra de Lyn. Sonreí. Era justo lo que necesitaba.
-Entretenlo.- dije. No estaba seguro de si podía entenderme, realmente, o si dependía del control directo de Lyn. Pero en cualquier caso, lo único que hacía falta era que luchase.
Me dirigí hacia el centro de la arena, y comencé a dibujar un símbolo. Una runa de tamaño considerable. La arena servía bien para aquello, por mundano que fuese. Después de todo, no era un glifo particularmente poderoso: símplemente, controlaba aquellos que ya había hecho.
La copia fue directa a por el único enemigo en pie: Habiendo acabado la pequeña "tregua", el Cazador estaba libre para intentar ganar. Su lanza bloqueó el ataque de la sombra. Cuando contraatacó, el ser retrocedió de un salto, arrojando un proyectil difícil de discernir en el proceso.
Parecían estar relativamente igualados. Ninguno superaba la defensa del otro. Y aun así, el publico los animaba, pese a la completa impasibilidad de la sombra. Sus conocidos campeones estaban teniendo dificultades frente a unos "recién llegados". Aquello merecía sus gritos.
El Cazador me miró, consciente de que preparaba algo. Prefiriendo no arriesgarse, decidió ir a por mi, arrojando su lanza cargada a forma de jabalina. Y con unos impresionantes reflejos, el doble sombrío interceptó el ataque, tomándola del asta. Una descarga eléctrica recorrió su cuerpo. Pero antes de desaparecer, la lanzó de nuevo, de vuelta a su dueño.
Impactó en el hombro. El Cazador cayó al suelo, derribado por el impacto.
Y entonces, terminé el último trazo. Clavé a Eclipse en el centro del círculo. Y cuando hablé, la voz del Testigo resonó por todo el área, transmitida por cada uno de los glifos que había modificado.
-El combate ha terminado. El Rey Bestia y Leyenda son los ganadores.- declaré. Miré hacia arriba, al lugar desde donde vigilaba el verdadero Testigo. Y sonreí.
El público estalló en ovaciones. Algunos estaban sorprendidos. No era de extrañar. Nunca habían visto el aspecto que el tal "Testigo" tenía, por lo que cualquiera podía decir ser él. Su voz ni siquiera era la suya: las runas que usaba la modificaban, como habían hecho con la mía. Me había hecho con el control completo de la arena. O al menos, por el momento.
A decir verdad, mi plan inicial incluía algo distinto. Pero no importaba. Incluso si el verdadero Testigo tuviese intención de discutir la victoria, no podría. Sus runas respondían a mi, no a él. Y el público no aceptaría algo así. Contradecir su propia palabra implicaría admitir que habíamos superado sus trucos.
Fuera como fuese, nada nos detuvo. Caminé de vuelta a la sala principal. Nos habíamos ganado un descanso.
Una vez ambos recibimos atención por parte de los curanderos, me acerqué a Eltrant. Se merecía algo de explicación, después de todo.
-Estuve modificando las runas que encontré en el descanso anterior.- comencé. -Inicialmente eran de voz, dobles: emiten sonido, y sirven para escuchar. Uno de los cambios que hice fue cortarles el enlace al emisor. En resumen, que me obedeciesen a mi.- dije. Quizás fuese mejor si lo simplificaba un poco más, aunque me estaba esforzando por ponerlo tan práctico como podía. -El otro añadido fue... runas de fisura. Condicionales.- aclaré. -Hacen lo que te imaginas. Grietas, suficientemente largas para derribar murallas. Y son veinte.-
Me estiré. Había acabado algo cansado.
-De ahí la señal de Syl. Usó hielo en su virote. Si hubiese usado fuego, habría activado las runas de fisura.- expliqué. -Es decir, si descubría algo relacionado con nigromancia... todo el lugar se habría venido abajo.- Era afortunado que no hubiese hecho falta. Habría sido un desperdicio de espectáculo. -Seguramente descubrirán mis "cambios creativos" al revisar las runas. Quizás las vigilen mejor ahora...- añadí, encogiéndome de hombros.
-Recoger las ganancias se habría vuelto más difícil.- intervino el felino, apareciendo por un pasillo. El gato mostró una considerable bolsa de aeros sobre su mano y me la arrojó. La tomé al vuelo. Era pesada. Allí había una pequeña fortuna. Por supuesto, no sería tanto al dividirlo, pero seguía siendo considerable para un sólo día de "trabajo". -Ha sido entretenido.-
-Como si pusiese no serlo.- repliqué. -Buen trabajo a ti también.-
El gato asintió. Luego, miró a Eltrant. Se forzó a darle una suave palmada en el hombro, aunque pude notar como había dudado. Adorable.
-Necesito una cena caliente. Quizás dos.-
Subrayado uso de profesión Arcanos (explicación más abajo)
-Entretenlo.- dije. No estaba seguro de si podía entenderme, realmente, o si dependía del control directo de Lyn. Pero en cualquier caso, lo único que hacía falta era que luchase.
Me dirigí hacia el centro de la arena, y comencé a dibujar un símbolo. Una runa de tamaño considerable. La arena servía bien para aquello, por mundano que fuese. Después de todo, no era un glifo particularmente poderoso: símplemente, controlaba aquellos que ya había hecho.
La copia fue directa a por el único enemigo en pie: Habiendo acabado la pequeña "tregua", el Cazador estaba libre para intentar ganar. Su lanza bloqueó el ataque de la sombra. Cuando contraatacó, el ser retrocedió de un salto, arrojando un proyectil difícil de discernir en el proceso.
Parecían estar relativamente igualados. Ninguno superaba la defensa del otro. Y aun así, el publico los animaba, pese a la completa impasibilidad de la sombra. Sus conocidos campeones estaban teniendo dificultades frente a unos "recién llegados". Aquello merecía sus gritos.
El Cazador me miró, consciente de que preparaba algo. Prefiriendo no arriesgarse, decidió ir a por mi, arrojando su lanza cargada a forma de jabalina. Y con unos impresionantes reflejos, el doble sombrío interceptó el ataque, tomándola del asta. Una descarga eléctrica recorrió su cuerpo. Pero antes de desaparecer, la lanzó de nuevo, de vuelta a su dueño.
Impactó en el hombro. El Cazador cayó al suelo, derribado por el impacto.
Y entonces, terminé el último trazo. Clavé a Eclipse en el centro del círculo. Y cuando hablé, la voz del Testigo resonó por todo el área, transmitida por cada uno de los glifos que había modificado.
-El combate ha terminado. El Rey Bestia y Leyenda son los ganadores.- declaré. Miré hacia arriba, al lugar desde donde vigilaba el verdadero Testigo. Y sonreí.
El público estalló en ovaciones. Algunos estaban sorprendidos. No era de extrañar. Nunca habían visto el aspecto que el tal "Testigo" tenía, por lo que cualquiera podía decir ser él. Su voz ni siquiera era la suya: las runas que usaba la modificaban, como habían hecho con la mía. Me había hecho con el control completo de la arena. O al menos, por el momento.
A decir verdad, mi plan inicial incluía algo distinto. Pero no importaba. Incluso si el verdadero Testigo tuviese intención de discutir la victoria, no podría. Sus runas respondían a mi, no a él. Y el público no aceptaría algo así. Contradecir su propia palabra implicaría admitir que habíamos superado sus trucos.
Fuera como fuese, nada nos detuvo. Caminé de vuelta a la sala principal. Nos habíamos ganado un descanso.
[. . .]
Una vez ambos recibimos atención por parte de los curanderos, me acerqué a Eltrant. Se merecía algo de explicación, después de todo.
-Estuve modificando las runas que encontré en el descanso anterior.- comencé. -Inicialmente eran de voz, dobles: emiten sonido, y sirven para escuchar. Uno de los cambios que hice fue cortarles el enlace al emisor. En resumen, que me obedeciesen a mi.- dije. Quizás fuese mejor si lo simplificaba un poco más, aunque me estaba esforzando por ponerlo tan práctico como podía. -El otro añadido fue... runas de fisura. Condicionales.- aclaré. -Hacen lo que te imaginas. Grietas, suficientemente largas para derribar murallas. Y son veinte.-
Me estiré. Había acabado algo cansado.
-De ahí la señal de Syl. Usó hielo en su virote. Si hubiese usado fuego, habría activado las runas de fisura.- expliqué. -Es decir, si descubría algo relacionado con nigromancia... todo el lugar se habría venido abajo.- Era afortunado que no hubiese hecho falta. Habría sido un desperdicio de espectáculo. -Seguramente descubrirán mis "cambios creativos" al revisar las runas. Quizás las vigilen mejor ahora...- añadí, encogiéndome de hombros.
-Recoger las ganancias se habría vuelto más difícil.- intervino el felino, apareciendo por un pasillo. El gato mostró una considerable bolsa de aeros sobre su mano y me la arrojó. La tomé al vuelo. Era pesada. Allí había una pequeña fortuna. Por supuesto, no sería tanto al dividirlo, pero seguía siendo considerable para un sólo día de "trabajo". -Ha sido entretenido.-
-Como si pusiese no serlo.- repliqué. -Buen trabajo a ti también.-
El gato asintió. Luego, miró a Eltrant. Se forzó a darle una suave palmada en el hombro, aunque pude notar como había dudado. Adorable.
-Necesito una cena caliente. Quizás dos.-
______________________
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Asher Daregan
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Re: Lo que nos mueve [Trabajo]
La criatura cayó tras el puñetazo y comenzó a convulsionar en el suelo, Eltrant se tambaleó varios pasos hacia atrás, todavía de pie y consciente. Con aquello zanjado, ahora tenía que girarse a ayudar a Asher y…
…la voz del Testigo, o más bien la voz de Asher, resonó en todo el coliseo.
¿Habían… ganado?
La gente parecía conformarse con aquello, no solo eso, sino que apenas prestaban realmente atención, simplemente vitoreaban lo que había sucedido. El Testigo había hablado y los novatos habían salido victoriosos
Frunció el ceño, girándose hacía serpiente que, tras las primeras convulsiones, se había quedado inerte y hacia sus otros contrincantes que ya estaban fuera de combate. Se lo habían ganado, definitivamente; había costado más de lo que había esperado, pero, dentro de lo malo, había sido incluso entretenido.
Salvando la parte del veneno.
No podía, sin embargo, obviar que Olvido… le sacaba mucho de la situación en la que se encontraba, le hacía seguir peleando.
Sacaba, a efectos prácticos, lo peor de él.
Abriendo y cerrando la mano muy lentamente, notando como cada vez estaba más y más entumecida, siguió a su compañero hasta el exterior de la arena. ¿Cómo había hecho aquello? Runas, probablemente, tenía bastante claro que el lobo había planeado todo aquello desde hacía bastante.
- ¿Hay algo para lo que no tengas solución? – Fue lo único que le dijo, dándole un pequeño toque en el hombro.
Volvió a abrir y cerrar la mano de forma intermitente, suspirando aliviado al sentir el antídoto hacer efecto. Era… sorprendente que tuviesen atención médica, sobre todo después de lo que había oído decir a Lyn acerca del “sótano repugnante” que tenían bajo la arena.
Pero… la principal fuente de ganancias de aquel sitio eran los buenos combatientes, era normal que no dejasen morir a los más competentes. Por lo que sabía el lancero y la elfa arquera seguían vivos, en el caso de la segunda, salvando el brazo que iba a tener que regenerar, lo que más tenia herido era el orgullo.
Y el brazo, claro.
- Ha sido interesante. – Comentó Lyn, tomando un trozo de pan entre las manos y llevándoselo a la boca. – Cuando… - Se detuvo para tragar y después sonrió. – Cuando vi que te pegaban me puse como: “¡Oh, no, Mortal!” Pero después me acordé de que eras tú y fue como. “Meh, es una anécdota”. – Comentó encogiéndose de hombros
Eltrant sonrió y le arrebató el pan de entre las manos, a lo que Lyn respondió haciéndose, como de costumbre, la ofendida.
- Me alegra saber que te preocupas tanto por mí. – Respondió el castaño dándole un bocado al pan.
No pasaron muchos minutos hasta que Asher y Syl llegaron hasta dónde estaban. El lobo no tardó en explicarle el motivo de las runas, el del virote de hielo y la posibilidad de que de estar lidiando con Nigromantes todo aquello se habría venido debajo de forma relativamente rápida.
- ¿Y el plan de huida? – Preguntó Eltrant, sonriendo.
- Evidentemente era “Corre más que el tipo de la armadura pesada” – Contestó Lyn, uniéndose en la conversación, asintiendo para sí.
No entendía mucho de las runas, y de los cambios que estas tenían dependiendo del elemento que les cayese encima. Pero no conocía a mejor arcaísta que Asher, así que tomaba todo lo que decía por, básicamente, ley en lo que se refería a ese campo.
- Buen trabajo. – dijo con una sonrisa, respondiendo al toque de Syl.
- ¡Carta blanca para abrazos! – Respondió Lyn al ver el gesto de Syl, saltando sobre Eltrant y rodeando también a Asher. - ¡Buen trabajo, equipo! – dijo haciendo señas al felino para que se acercase mientras zarandeaba a su acompañante y este ponía los ojos en blanco. - ¡Vamos, ven! – dijo al final.
…la voz del Testigo, o más bien la voz de Asher, resonó en todo el coliseo.
¿Habían… ganado?
La gente parecía conformarse con aquello, no solo eso, sino que apenas prestaban realmente atención, simplemente vitoreaban lo que había sucedido. El Testigo había hablado y los novatos habían salido victoriosos
Frunció el ceño, girándose hacía serpiente que, tras las primeras convulsiones, se había quedado inerte y hacia sus otros contrincantes que ya estaban fuera de combate. Se lo habían ganado, definitivamente; había costado más de lo que había esperado, pero, dentro de lo malo, había sido incluso entretenido.
Salvando la parte del veneno.
No podía, sin embargo, obviar que Olvido… le sacaba mucho de la situación en la que se encontraba, le hacía seguir peleando.
Sacaba, a efectos prácticos, lo peor de él.
Abriendo y cerrando la mano muy lentamente, notando como cada vez estaba más y más entumecida, siguió a su compañero hasta el exterior de la arena. ¿Cómo había hecho aquello? Runas, probablemente, tenía bastante claro que el lobo había planeado todo aquello desde hacía bastante.
- ¿Hay algo para lo que no tengas solución? – Fue lo único que le dijo, dándole un pequeño toque en el hombro.
[…]
Volvió a abrir y cerrar la mano de forma intermitente, suspirando aliviado al sentir el antídoto hacer efecto. Era… sorprendente que tuviesen atención médica, sobre todo después de lo que había oído decir a Lyn acerca del “sótano repugnante” que tenían bajo la arena.
Pero… la principal fuente de ganancias de aquel sitio eran los buenos combatientes, era normal que no dejasen morir a los más competentes. Por lo que sabía el lancero y la elfa arquera seguían vivos, en el caso de la segunda, salvando el brazo que iba a tener que regenerar, lo que más tenia herido era el orgullo.
Y el brazo, claro.
- Ha sido interesante. – Comentó Lyn, tomando un trozo de pan entre las manos y llevándoselo a la boca. – Cuando… - Se detuvo para tragar y después sonrió. – Cuando vi que te pegaban me puse como: “¡Oh, no, Mortal!” Pero después me acordé de que eras tú y fue como. “Meh, es una anécdota”. – Comentó encogiéndose de hombros
Eltrant sonrió y le arrebató el pan de entre las manos, a lo que Lyn respondió haciéndose, como de costumbre, la ofendida.
- Me alegra saber que te preocupas tanto por mí. – Respondió el castaño dándole un bocado al pan.
No pasaron muchos minutos hasta que Asher y Syl llegaron hasta dónde estaban. El lobo no tardó en explicarle el motivo de las runas, el del virote de hielo y la posibilidad de que de estar lidiando con Nigromantes todo aquello se habría venido debajo de forma relativamente rápida.
- ¿Y el plan de huida? – Preguntó Eltrant, sonriendo.
- Evidentemente era “Corre más que el tipo de la armadura pesada” – Contestó Lyn, uniéndose en la conversación, asintiendo para sí.
No entendía mucho de las runas, y de los cambios que estas tenían dependiendo del elemento que les cayese encima. Pero no conocía a mejor arcaísta que Asher, así que tomaba todo lo que decía por, básicamente, ley en lo que se refería a ese campo.
- Buen trabajo. – dijo con una sonrisa, respondiendo al toque de Syl.
- ¡Carta blanca para abrazos! – Respondió Lyn al ver el gesto de Syl, saltando sobre Eltrant y rodeando también a Asher. - ¡Buen trabajo, equipo! – dijo haciendo señas al felino para que se acercase mientras zarandeaba a su acompañante y este ponía los ojos en blanco. - ¡Vamos, ven! – dijo al final.
Eltrant Tale
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