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Mensaje  Alward Sevna Vie 22 Jul 2022 - 19:26


-¿...y cómo ves la seguridad?-Preguntó el señor Hitch a su hombre de confianza; Cornelius Grant.

-Parecen fiables.-Contestó-No es lo que uno se esperaría a la hora de contratar guardaespaldas, pero con todas las historias que se cuentan por ahí, si han aceptado el trabajo es que saben defenderse.

Tanto el señor Hitch como Cornelius estaban sentados, uno frente al otro, dentro de un lujoso carromato, donde el rojo predominaba, bien acolchado y provisto, no solo de cojines, también rojos de aspecto muy cómodos, sino de una mesa entre ambos donde había algunos aperitivos como dulces y frutos secos además de dos copas de vino.

Al lado del dueño del carromato se encontraba su hija; Crystal, una joven de cabellos dorados, tez blanquecina y rostro fino poseedor de unos bellos ojos azules cristalinos. Su frente la adornaba una elegante diadema dorada. Llevaba también un vestido del mismo color que sus ojos, demostrando así cuál era su color favorito.

La joven miraba al exterior del carromato, sin fijar su vista en ningún punto en concreto, tan solo en el paisaje del frondoso bosque que hacía ya bastante rato estaban penetrando. Los Bosques del Estes eran extensos. Tanto, que la primera ciudad humana la verían nada más salir de estos.

-Hija, ¿Cómo estás?

Crystal salió de su ensimismamiento y pegó un pequeño respingo, como si la hubiesen llamado en mitad de un profundo sueño. No contestó, tan solo paseó la mirada rápidamente entre los dos hombres para luego dejarla en su padre.

-¿Te has divertido en este viaje?-Preguntó con el tono afable con el que siempre le hablaba a su querida hija.

-Sí, padre.-Respondió tras asentir. Aunque más que una respuesta sincera, fue algo que le salió instintivamente.

Pietro Hitch volvió a mirar a Cornelius tras una breve sonrisa de satisfacción al escuchar a la que era sangre de su sangre.

-Cuéntame más, Cornelius, sobre los guardaespaldas de los que disponemos.-Se reacomodó en su asiento.

Al ver que su padre ya no requería más información sobre ella, la joven devolvió su mirada hacia la ventana del carromato, como si esperase que algo excitante o que se saliera de la rutina ocurriese en ese viaje.

El hombre del bigote elegante, tras tomar un sorbo de su copa de vino, procedió a satisfacer la petición de su señor.

-En primer lugar vino un licántropo. Muy descarado, extrovertido y con afán de ganarse al mundo y tenerlo bajo sus pies. Tenía pinta de no tener problema alguno en llevarse algún que otro golpe en su nombre, señor. Además, parecía bien predispuesto a otro tipos de trabajos físicos.-Se llevó un pequeño puñado de frutos secos a la boca.

-Gente así es la que necesitamos-Se cruzó de brazos, complacido.

-También vinieron dos elfos en pareja; un hombre y una mujer. Sinceramente el hombre no me pareció nada intimidante ni peligroso, más bien parecía que aceptaba el trabajo por aceptarlo, sin más. La mujer era todo lo contrario, y sí que se veía interesada. Es más, no paraba de preguntarme si nos íbamos a encontrar con el Arquero Carmesí.

-Agh...-Soltó con desaire.-Esa maldito rufián solo causa problemas a los mercaderes.

-No diga eso, padre. ¡Él roba a los ricos para los pobres!-Intervino Crystal que, al enterarse, volvió a salir de su ensimismamiento, totalmente interesada en la conversación.-Cornelius, ¿Es verdad que pasaremos por su zona? ¿Nos lo encontraremos?-Preguntó entusiasmada, casi levantándose del asiento.

-Nada de eso.-Hizo el gesto de negar con la mano educadamente.-Probablemente no sean más que rumores, para empezar, señorita Crystal.-Aclaró-Y si por casualidad nos encontramos a algún tipo de rufián por el camino, nuestros guardaespaldas se encargarán. Doy fe.-Se llevó una mano al pecho, como haciendo un juramento solemne.

La joven, algo más decaída, se acomodó en su asiento sin volver a intervenir, pero ahora prestando atención a la conversación de los dos hombres.

-Bueno, Cornelius, sigue.-Agarró su copa e hizo un gesto con la mano para que prosiguiese la explicación.

El hombre del bigote elegante carraspeó y, de nuevo, complació la petición de su señor.

-También tenemos a una mujer bio-cibernética que...

De pronto, la caravana detuvo su paso, lo que pilló a los pasajeros del lujoso carromato de imprevisto, tanto, que incluso tuvieron que agarrarse como podían a lo primero que vieron para no llevarse un golpe con la mesa. Por suerte, nada de lo que había encima de esta se cayó. Lo máximo que hubo fue que una de las copas derramó un poco de líquido sobre su superficie.

Pietro Hitch sacó medio cuerpo por la ventana, para ver qué es lo que pasaba. La luz ya no era tan abundante a esa hora del día, y debido a su vista cansada, no podía ver muy bien de lejos.

-¿Qué es lo que ocurre?

Un hombre alto, con una cicatriz en su ojo, torso descubierto bastante definido y con una espada que le reposaba cruzando desde el mando, sujetado con una de sus manos, hasta la punta por detrás de su cuello, en sus hombros. La única prenda de vestir que portaba ese hombre eran unas sandalias y unos pantalones marrones desgastados. Ese era el licántropo al que había hecho referencia Cornelius.

-Tenemos un problema, señor. Hay algo que nos impide el paso.-Hizo un gesto con su cabeza indicando la cabeza de la caravana, de donde provenía el incidente.

Un árbol caído, muy robusto y grueso como para poder sujetarlo a pulso y apartarlo del camino.

El señor Hitch, junto a más personas que componían el conjunto de la caravana fueron a ver el incidente.

-Señor, creo que lo más sensato sería cortarlo. Rodear el camino tal y como está el terreno dañaría los carros.-Dijo el conductor del primer carromato. Un hombre de mediana edad, de estatura baja y redondo como un barril.

La caravana se componía de cinco carros en total, contando donde se transportaba al propio Pietro, su hija y su mano derecha. Otros tres poseían tesoros de gran valor y adquisiciones varias que pertenecían al noble mercader, y el último era donde estaban todas las provisiones y demás materiales que podrían ser útiles y fundamentales para poder establecer un campamento.

Un campamento, eso era lo más sensato en aquel momento. El señor Hitch mandó a montarlo, y que en cada turno estuviesen mínimo dos guardaespaldas despiertos; uno encargado de talar el árbol, y otro que se encargaría de vigilar por si aparecía algo que pusiese en peligro el bienestar del campamento y la caravana en sí.

Pasaron las horas, la noche cayó de lleno y, cuando todo estuvo ya montado y organizado, los cascos de un equino se hicieron notar en el silencio del bosque nocturno. Los pasos venían con parsimonia, y se detuvieron mucho antes de llegar a donde estaba el campamento. Alward, quien montaba al equino, se había topado de lleno con este en mitad de su camino.

-¿Qué ocurre allí?-Entrecerró los ojos tras su máscara intentando ver en la oscuridad.

La cabeza de Katrina se asomó detrás del encapuchado, con cierta curiosidad en su mirada.

-Gente apostada ahí.-Le dijo a su compañero-Hay muchos carros...-Barrió por completo con la mirada lo que podía verse desde su posición-...y hay gente vigilando.-Desvió su atención hacia el Sevna, del cual solo podía ver su espalda, hombros y parte de su máscara de lado.-Ten cuidado.

El enmascarado asintió y asió con las riendas a su yegua, la cual empezó de nuevo a caminar con parsimonia hasta llegar a lo que sería la frontera imaginaria del campamento. A la primera persona que vio no dudó en hablarle.

-Buenas noches.-Dijo educado y con cierta autoridad.-Necesito cruzar, ¿Sería eso un problema?
_____________________________________________________________________

Off:

Pietro Hitch:

Cornelius Grant:

Crystal Hitch:

Abel Watts (El licántropo):


Última edición por Alward Sevna el Mar 21 Mar 2023 - 20:52, editado 1 vez
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Mensaje  Rauko Dom 24 Jul 2022 - 21:30

 Un árbol. Y, además, uno bastante voluminoso, justo en nuestro camino, bloqueándolo de lado a lado, presumiendo ser inamovible. Solo faltaba que dentro de él viviera una familia de elfos.

 Exhalé con deje cansado, aunque realmente no había invertido esfuerzo considerable durante ese día. Las expectativas de un cada vez más largo viaje era lo agotador.

 –Permítanme ayudar un poco con esto –pedí tomando la iniciativa. Cualquier actividad, que no sea solo pasear por un bosque que se veía idéntico de principio a fin, me serviría para hacer de la labor algo menos tediosa, o eso esperaba. Me acerqué al árbol y coloqué mis manos en el suelo, lo más cercano al tronco, y redirigí mi flujo de éter hacia la tierra para imbuirla–. Aconsejo que nos alejemos unos cuantos metros –dije antes de tomar mi propio consejo. Luego, mirando el árbol, con una sonrisa confianzuda asomándose en mi rostro, hice detonar la zona cargada de magia para que la explosión empujase el obstáculo de una vez por todas.[1]

 Tras una estallido de luz con una peligrosa lluvia de esquirlas, piedras y polvo, los demás me rogaron que no volviera a intentar «ayudar», con énfasis en las comillas, y que ellos se encargarían del árbol que, aunque con un trozo menos, seguía rebelde en su sitio, ahora sobre un suelo… un tanto irregular, por desgracia para nuestra caravana.

 «Mejor aburrido que avergonzándome a mí mismo», me dije entonces, y me fui por un rato a donde no pensaran que estorbaba.

 Xana, aunque no le permitieron acercarse al árbol, sí pudo ayudar al menos a montar el campamento. En la tarea notó la presencia de una bio-cibernética inquietante; los ojos de esta siempre estaban abiertos, y miraban a todos desde arriba gracias al tamaño de ella. Xana esperó a verla interactuar con otros para saber cómo hablar con ella si llegaba la ocasión.

 No dudé en irme a dormir apenas estuvo la campaña lista. Creí que podría descansar hasta el día siguiente, pero una inoportuna Xana actuó con una terrible crueldad despertándome a mitad de un hermoso sueño en el que nadaba en un mar biusas. Invirtiendo algo de esfuerzo en abrir mis ojos, le dije, con voz apagada y ronca:

 –¿Ah?

 –Rauko, despierta –susurró con premura.

 Mis ojos se cerraron solos. No pude evitarlo, aunque lo intenté con «muchas ganas».

 –Si es algo bueno, te felicito; si es algo malo, lo lamento mucho; si es una pregunta, dale siguiente, siguiente y aceptar.

 Dicho eso, me recosté hacia el lado contrario.

 Xana desistió y se dispuso a vigilar, desde nuestra posición alejada, al recién llegado, un jinete enmascarado, que hablaba con otro empleado de Hitch. «No se ve muy carmesí», pensó Xana al mirarlo con más detalle. Entornó los ojos y vio otra figura tras el encapuchado, y tampoco parecía ser a quien esperaba encontrar. Aun así, se recordó que se suponía que trabajaba como guardaespaldas, por lo que fue a encontrarse con ellos, con paso relajado y una leve sonrisa, pero con su éter listo para actuar si hacía falta.

 –Hola, ¿hay algún problema? –inquirió cuando estuvo cerca, procurando sonar amigable.


(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)

[1] Habi nvl 2 de Rauko: Toque luminiscente.
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Mensaje  Golosina Lun 25 Jul 2022 - 22:43

Día 15 después de Oblivion

[ERROR CRÍTICO: BORRANDO DÍA 5]

Golosina caminaba en línea recta, con el cuerpo totalmente rígido, observando todo lo que sucedía a su alrededor, escrutando todo con unos ojos azules que se negaban a parpadear.

[AUSENCIA DE AMENAZAS]

Sonrió, dejando relajar su cuerpo unos minutos, mientras contemplaba los verdes paisajes del bosque. Los carruajes avanzaban a paso tranquilo. Eran 5 en total, aunque sólo el primero de ellos estaba ocupado por pasajeros. El resto de personas que viajaban en el convoy lo hacían a pie o a caballo. Golosina prefería andar siempre que el ritmo de la caminata se lo permitiese.

Había viajado a Ulmer por alguna razón que no lograba recordar. Tras un viaje en barco desde no sabía dónde, había partido en aquella dirección. Al llegar a la ciudad de los licántropos, no encontró razón alguna para permanecer allí. Al conocer aquel trabajo, decidió que sería oportuno colaborar protegiendo a ese grupo de personas mientras lograba volver de nuevo a Verisar.

[DETECTANDO POSIBLE AMENAZA]

Cuándo el convoy paró en seco, Golosina activó de nuevo todas sus alertas, mientras corría hacia el primero de los carruajes para comprobar lo que sucedía. Al detectar que sólo se trataba de un árbol, subió al enorme tronco y miró a su alrededor.

[BUSCANDO FUENTES DE CALOR]

Utilizó su radar para comprobar si alguna otra persona no procedente del convoy se encontraba en los cien metros más cercanos al árbol. [1]

[AUSENCIA DE FUENTES DE CALOR EN CIEN METROS]

―Parece que no hay nadie aquí, salvo nosotros ―advirtió a los que allí se habían reunido para analizar la situación.

Un elfo decidió actuar para intentar destrozar parte del árbol, pero sólo ocasionó un enorme destello y que una parte del tronco se desprendiese. No parecía una técnica demasiado efectiva.

Golosina se dirigió hacia el campamento que comenzaba a edificarse. Se cruzó con la joven Crystal, que parecía mirar demasiado a su alrededor. ¿Acaso estaba intranquila?

―No temas. Si el Hombre Grillo aparece, yo lo detendré.

Había escuchado la historia del Hombre Grillo en Ulmer. Una madre contaba a su hijo pequeño que no debía entrar en los bosques durante la noche sin supervisión, porque el malvado Hombre Grillo se llevaba a los niños inocentes.

Por nada del mundo Golosina iba a permitir que el fatídico Hombre Grillo atacara ese campamento, por lo que decidió montar guardia junto al tronco y de paso, trabajar por quitar ese inconveniente obstáculo del camino de las carretas.

Tras tomar un poco de guiso, ya caída la noche, se colocó en su rostro aquellos anteojos que permitían que viese en la oscuridad [2].

Se dirigió hacia el tronco y montó puesto de vigilancia allí, observando su alrededor cada pocos minutos.

[AUSENCIA DE AMENAZAS]

Tranquila porque el Hombre Grillo parecía no querer atacar el campamento aquella noche, comenzó a empujar el gran tronco ante la atenta mirada de algunos de los presentes. Le llevaría gran parte de la noche apartarlo, pero seguramente lo lograría si poco a poco, avanzaba unos centímetros cada vez. [3]

Avanzada la noche, cuándo casi la mitad del camino había quedado ya despejado, el sonido de unos caballos puso en alerta a la biocibernética. Su cuerpo se volvió completamente rígido, sus ojos se abrieron mientras su cabeza se ladeaba levemente hacia la izquierda.

[DETECTANDO POSIBLE AMENAZA]

Con el serio temor de que fuese el Hombre Grillo montando a caballo, se acercó hacia la posición dónde un par de jinetes se había parado frente al improvisado campamento y vio cómo una de los vigilantes, la mujer elfa, salía en el encuentro de los mismos mientras Golosina lo observaba todo a través de los rojizos filtros de sus anteojos.


[PROCEDER CON CAUTELA]

___________________________________________________

[1] - Radar [2 usos]: Activo un radar que, por unos pocos segundos, me permite saber la ubicación exacta de cualquier objeto o criatura que emita calor en un radio de 100 metros. Primer Uso.
[2] Uso de mi objeto Gafas de Visión Nocturna: (Yelmo) Anteojos que amplifican la luz, permitiendo ver en la oscuridad. Todo parece de color rojo.
[3] Hago alusión aquí a mi Talento: Fuerza.
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Mensaje  Zagreus Mar 26 Jul 2022 - 23:09


Posada de la Luna Llena.

Tras haber acompañado a Havoc (1) siguiendo la pista del paradero de un viejo conocido (por no llamar objetivo de venganza), nos encontrábamos en Ulmer, una ciudad que al licántropo le traía gratos recuerdos. La búsqueda había sido inútil, los residentes locales habían comentado haber visto a un sujeto como lo describía mi compañero, pero al parecer se había marchado hace ya varias lunas.

La impotencia invadió al licántropo, que decidido a continuar optó por dirigirse al norte, únicamente con la esperanza de toparse con su presa. Yo por mi parte no estaba de acuerdo con aquella estrategia, ir a ciegas era perder el tiempo, por lo que preferimos separar nuestros caminos. Ya en otro momento nos encontraríamos posiblemente en la sede, ahora me correspondía volver a la Península de Verisar.

Durante nuestra búsqueda no pude ignorar a un sujeto pintoresco que resaltaba en la posada, al parecer ofreciendo un trabajo digno de mi atención. Con la idea de indagar la propuesta, ya que al final de cuentas necesitaba una suma importante de aeros para invertir en la remodelación de la torre que utilizaba como laboratorio de ingeniería, me acerqué al personaje que ocupaba una mesa de aquel lugar.

Saludos mi estimado, sería tan amable de indicarme cuál es el trabajo del que hablan, ya he oído a varios clientes diciendo de un viaje a Lunargenta. - dije con firmeza acercándome a su mesa.

En efecto, Cornelius Grant - dijo el hombre de bigote pomposo ya con los ojos cansados, era evidente que llevaba ya varias horas en su puesto. -Soy el administrador del señor Hitch, ¿está interesado?, la paga es estupenda y aún hay puestos para el trabajo…

El hombre de forma refinada explicó en que consistía la labor, siempre haciendo hincapié en la buena recompensa. La oferta era llamativa, cubría todos los aspectos para realizar el viaje y según reafirmaba la paga valdría la pena. Prácticamente, lo único que se debía hacer era escoltar una caravana, un trabajo fácil.

Ya varios han venido antes que tú, pero igualmente necesitamos más guardaespaldas, mientras más mejor. Hay que velar por la seguridad de mi señor y sus bienes.

En mi rostro me mantuve serio, prestando atención a sus palabras. Inquirí en una duda genuina, ¿para qué era necesario tantos hombres para un trabajo tan “fácil”?, a lo que el hombre sutilmente evitaba, recalcando que era solo por precaución y no existía nada de lo que temer.

Era claro que el hombre mentía, pero ciertamente la oferta era tentadora, incluso con los peligros que pudiese traer.

Me interesa, pero hay un aspecto importante. Supongo que alguien deberá cuidar la caravana por las noches.

Ciertamente, estamos organizando un sistema de guardias que permita garantizar la seguridad en todo el trayecto. Si así lo deseas, te anotaré para que estés en el turno nocturno…

[…]

La caravana había iniciado su camino a Lunargenta, eran cinco carros, todos escoltados por guardaespaldas contratados. En el primero, el cual dirigía la columna de vehículos, se encontraba el señor Hitch, dueño de la compañía y nuestro benefactor; le seguían tres de los carromatos que llevaban sus tesoros de valor todos bien protegidos, y para finalizar, en el último carruaje se disponían todos los materiales y provisiones para las estadías de la caravana. En teoría, todos los guardaespaldas iban a pie o en caballo acompañando el trayecto, no obstante, debido al turno que me tocaba desempeñar, el señor Grant me permitió descansar durante el día en el carro destinado a trasportar los materiales para el campamento.

Debía ser discreto con aquel aspecto de mi viaje, ya que de enterarse los otros guardaespaldas contratados podrían mostrar incomodidad, puesto que ellos debían caminar por largas horas mientras yo dormía. Las noches por su parte generalmente significaban una parada, por lo que mi guardia no supondría una fatiga importante durante el viaje.

Con la caída del sol la caravana se vio detenida por un obstáculo, varios intentaron lidiar con el árbol que tapaba la vía, pero no habían tenido éxito, por lo que con el pasar del tiempo se designó montar un campamento en aquel sitio. Ya tocaba mi turno.

Al bajar del vehículo me dispuse a cargar algunas cajas llenas de herramientas y materiales para acampar. Dos de los conductores me ayudaron a bajar el equipo del carromato, otros hombres lo llevaron a la cercanía para empezar a montar el campamento. El rojo del horizonte se hacía más oscuro con el paso del tiempo, me había informado del asunto del árbol caído, pero confiaba en que alguien resultara útil para un obstáculo tan insignificante. Asumo que el tal señor Hitch no había contratado solo a gente incompetente... Capaz estaba confiando mucho en los otros, seguramente me tocaría lidiar con el árbol a mí.

Mientras se encargaban de montar el campamento, me comprometí a revisar el perímetro, no tanto por mi rol como guardaespaldas, sino para examinar quienes se supone nos acompañarían durante varias semanas. Incluso, la idea de que a mi lado estuviera alguien que pudiera suponer un estorbo en el camino se hacía más presente. Había muchos tesoros y la posibilidad de que alguien quisiera hacerse con ellos parecía incluso un desenlace lógico de aquella travesía. Si tuviera que apostar, pocos sería los que llegarían a Lunargenta…

Un sujeto musculoso y con el torso descubierto se acercó a mí – ¡Hey, no te había visto antes!– Vi como apretaba con fuerza el mango de su gran espada. Evidentemente, no parecía un ser muy racional, y su apariencia denotaba lo diestro que podía ser como guerrero. Seguro me veía como una amenaza.

Zagreus me llamo, soy parte del turno que corresponde la vigilancia nocturna de la caravana. Fui contratado por el señor Grant.

El hombre se calmó al escucharme – Abel Watts.- Y pasando de su reciente paranoia, continuó - Hay una mujer extraña con el árbol, ya casi terminan. A primera hora de la mañana ya podríamos avanzar, no cierres los ojos `Zagreus´ – Dijo con un tono burlesco cuando mencionó mi nombre, tenía una actitud altanera como si él fuese quien diera las órdenes. Sin duda se veía un tipo capaz, pero no permitiría que estuviera encima de mí

Sin siquiera poder contestar, varios se reunieron cuando unos jinetes llegaron al campamento, Abbel empezó a caminar con paso apresurado para allá. A lo lejos vi como la bio-cibernética que compró en el Lucero del Alba (2) se acercaba también para recibir a los extraños, traía mis lentes de visión nocturna, sin duda un artilugio excepcional, ya tendría tiempo para conversar con aquel ser, o cosa, era difícil determinar que era lo más apropiado.

Preferí mantenerme alejado de aquel tumulto, si se tratase de una amenaza ya estaría asegurada, por lo que me acerqué a las carpas del campamento donde algunos dormían. Mientras caminaba veía los rostros de los hombres que se supone eran parte de la compañía. En mi mente jugaba a calcular la probabilidad que tenía cada uno de morir.

Un hombre regordete, seguramente unos 50-60 años, quizás enfermo y obviamente con problemas con la bebida – 90% - Susurré.

Una bestia, no creo que tener pinzas como un cangrejo sea de mucha utilidad en la vida diaria, pero quizás en combate si… - 30% - Susurré.

Seguí caminando, hasta toparme con una figura pequeña... Rostro frágil, parece un niño, no debe pesar más de 60 kilogramos, ¿qué hace un elfo como este en un lugar así? Más le vale que tenga un as bajo la manga… 99% - Susurré.
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Mensaje  Alward Sevna Mar 16 Ago 2022 - 18:45


Abel se quedó mirando al jinete enmascarado y a su acompañante, con su característico porte de superioridad relajado y su espada cruzada de hombro a hombro con el mango sujetado por una mano y la punta por la otra.

A Alward no le gustaba la impresión que dio el licántropo, se veía como la típica persona en la que la humildad brilla por su ausencia y que parecen tener el mundo cogido por el mango de una sartén. Esa clase de persona son las peores, las más cobardes y las que más te fallan cuando lo necesitas. No puedes confiar en su palabra, porque harán justo lo contrario que han jurado y perjurado hacer.

-¿Y qué asuntos te llevan más allá de ese árbol?-Rompió el silencio, entrometiéndose de lleno donde no le llamaban.

-...-No contestó, con dudas de qué responder.-No es algo que sea de tu incumbencia, guardia.-Respondió, tajante.

Al licántropo le pilló por sorpresa aquella contestación. Normalmente cuando alguien va a pasar por territorio ocupado por un campamento, lo más normal es que se identifique. Abel miró a Alward con receló, entrecerrando los ojos al mismo tiempo que llegó una elfa que parecía desempeñar el mismo trabajo que el prepotente lobo.

Ella se mostraba más amigable y receptiva que su compañero, quizás no pondría tanto problema.

-Me gustaría pasar vuestro campamento.-Contestó.-Tengo asuntos urgentes que tratar más allá del territorio de los lobos, donde el bosque y la naturaleza no distinguen entre territorio humano y licántropo.

-Ella es poderosa, Alward.-La voz de Katrina se proyectó únicamente en la cabeza del Sevna.-Ten cautela.

A los ojos ajenos, Katrina se mostraba serena y silente, analizando a los dos guardias allí presente, intentando con sutileza ver qué intenciones escondían.

Llegó una tercera persona; seria, recta, alta, y mucho más oscura de piel de lo que nunca antes había visto el enmascarado o la propia vampiresa peliblanca. Esto les extrañó y les causó curiosidad a partes iguales. Además, llevaba una especie de anteojos con los cristales rojizos, nada comunes de ver.

-No puedo ver bien en ella...-Proyectó la peliblanca de nuevo su voz en su compañero, denotándose en ella cierto rechazo.

Alward entonces desvió brevemente su mirada al frente, pudiendo ver desde su posición, encima de su yegua, un árbol enorme caído que cortaba el camino.

-¿Eso os ha frenado?-Señaló al mencionado tronco que se veía como un muro impenetrable. Mucho más alto que cualquiera de las caravanas.

No dijo más nada, pero le extrañó. Se supone que árboles tan grandes no están tan presentes en los caminos, al menos en los caminos cuidados. También era cierto que Ulmer quedaba a un día entero de viaje y la vigilancia lejos de las ciudades era escasa. Desde ahí empezaba el límite donde lo natural ganaba terreno a lo artificial, y un pequeño descuido de una década pudo haber hecho crecer un árbol en el camino, y que algún fenómeno meteorológico lo hubiese caído... o quizás estaba todo planeado para que justo las personas necesarias estuviesen en el sitio correcto en el momento indicado para alguien.

Alward soltó las riendas de su equina amiga y le acarició la crin. Acto seguido miró a los presentes, antes de bajarse de la yegua. Espiró, no quería mostrarse como una amenaza.

-¿Si os ayudo a apartar el árbol, me dejaréis pasar? Viajo solo de noche, así que no será problema para mí trabajar a estas horas.-Comentó

-Por mí bien.-Se encogió de hombros. Tras eso, miró a sus compañeras.-¿Cómo lo veis?


-----------------------------------------------------------------------------


Una figura pequeña se escabullía silenciosamente entre el campamento, curiosa con todo lo que se topaba, pero más aún con lo que esperaba encontrar. Para ella, esto era lo más parecido y más cercano a una aventura real que había vivido, y no quería perderse ni en broma aquel gigantesco y majestuoso árbol que había cortado el camino. ¿Sería tan grande como una casa? ¿Como un castillo? ¿Su madera estaría hecha de una corteza especialmente dura? ¿Habría animalillos allí viviendo? Tenía que responder todas aquellas preguntas.

Al doblar una de las tiendas que había allí montadas, se topó de bruces con algo; un obstáculo tan robusto que sonó incluso metalizado y la hizo retroceder un par de pasos. Mientras se tocaba la nariz para asegurarse de que seguía en su sitio, miró hacia arriba por aquel largo hombro hasta encontrar una cara imponente.

-¡L-lo siento!-Dijo de primeras. Después, tras observar un poco más la escena, la duda invadió a la hija del señor Hitch-¿Qué hace usted mirando a los que duermen, señor?-Entrecerró los ojos-¿Está espiando?-Dijo con reproche y un tono casi acusatorio.-...-Tragó saliva cuando se dio cuenta que la imponente figura con la que había chocado poseía unos ojos amarillos que no parecían naturales. Pero ella tenía que ser valiente, después de todo los aventureros lo eran.-¡L-le pido que deje ahora mismo de espiar a la gente y vuelva a su puesto de trabajo!-Alzó un poco la voz. Al darse cuenta de ello, se tapó la boca, y con un tono mucho más bajo, volvió a hablar.-Y no le diga a nadie que me ha visto fuera de mi tienda, por favor. Mi padre está un poco paranoico con eso del "Arquero Carmesí", y una de sus compañeras me ha comentado también algo de un Hombre Grillo que acecha por la noche en estos bosques...
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Mensaje  Rauko Lun 22 Ago 2022 - 0:15

 El enmascarado informó de su intención de cruzar el campamento, nada de robar y mucho menos de ser el Arquero Carmesí. Xana mantuvo la sonrisa mientras lo observaba a él y a su compañera, en la que, vista de cerca, era más notable un aura extraña siempre en movimiento.[1] Que no hablara la hacía más misteriosa aún.

 Pero, sin duda alguna, era menos ominosa que la bio-cibernética, quien no tardó en aparecer, ahora más rara que antes con unos anteojos rojos. Y también estaba un espadachín, que exhibía tanta prepotencia que a Xana no le hubiese extrañado si lo veía luchar blandiendo hasta tres espadas al mismo tiempo para presumir.

 «Estoy rodeada de locos», pensó Xana, como si no hubiera siempre un elfo loco con ella.

 –Entiendo –respondió al enmascarado–. Nosotros también nos dirigimos en la misma dirección, pero… hay un problema adelante.

 Él pudo verlo por sí mismo. Xana asintió cuando él preguntó sobre el árbol.

 –Oh, me parece estupendo –dijo cuando él propuso ayudar–. Mi compañera –añadió señalando a la bio-cibernética– era la que estaba haciendo la mayor parte del trabajo. No le vendría mal que alguien más le dé una mano, ¿no? –Miró a la susodicha. Pensó en ponerle una mano en el hombro como un gesto amistoso, pero se sentiría chiquitita y prefirió volverse hacia los desconocidos–. Si me permiten, puedo llevar su montura con nuestros caballos –se ofreció, acercándose un poco más, y aprovechó la cercanía para ver con especial atención los ojos del enmascarado, indagando si era él quien tenía magia o era algo más lo que se lo atribuía. Luego terminó cruzando la mirada con la peliblanca misteriosa–. Si no hay problema, claro. –Ensanchó la sonrisa.

  

 Yo quería dormir y no dejaban de hacer ruido. ¿Es que la gente no podía espiar en silencio como buen asesino?

 Centré mi atención en los murmullos fuera de mi tienda. Y di un respingo en cuanto se convirtió en grito. Esta vez sí desperté. De pronto alguien mencionó al temible Hombre Grillo, el que asusta más que un poquillo a cualquier chiquillo que suelta un gritillo cuando lo ve pasarse de listillo. «Aunque no si yo lo pillo», pensé, sabiéndome capaz de vencerlo como vencí a la vaca sin cabeza.

 Me incorporé, tomé mi espada Doppelsäbel y salí de la tienda, dispuesto a luchar.

 –¿Dónde está el Hombre Grillo? –pedí saber a las dos personas fuera de la tienda, y una de ellas, una chica rubia, al verme dio un respingo y un grito ahogado antes de cubrirse la boca–. Descuida, no haré más explosiones –dije enseguida alzando las manos en gesto pacificador. Miré a mi alrededor y no encontré ni señales del Hombre Grillo ni de algún alboroto. Lo más feo solo era un hombre-cangrejo. «¿También caminará hacia los lados?», cavilé al verlo, antes de centrarme de nuevo en la chica y el hombre de cabello ceniciento que le acompañaba–. Perdón, ¿por qué me llamaban si no hay grillos? –pregunté, ahora en calma, mientras aprovechaba la ocasión para generar una biusa y comerla.[2]


(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)

[1] Racial pasiva de Xana: Don mágico.
[2] Habi extra de Rauko: Protobiusa.
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Mensaje  Golosina Miér 24 Ago 2022 - 11:23

Mientras observaba toda la escena al detalle, Golosina tenía su mirada clavada en el hombre de la máscara que montaba a caballo. ¿Acaso era él el famoso Hombre Grillo? Quizás intentaba ocultar su verdadera identidad bajo la máscara. Igualmente, miró con recelo a la mujer que acompañaba al hombre, mientras intentaba recordar si en la historia que había escuchado unos días antes, había presencia o no de una acompañante de dicho ser.

Mirando a través de sus lentes rojas, vio cómo durante un instante, la atención se volvía sobre ella. El hombre a caballo se había ofrecido voluntario para ayudar a empujar el árbol y la mujer elfa le había indicado a los extraños que era ella la que había trabajado en el asunto del molesto árbol.

―Ya he despejado la mitad del camino ―dijo, a la par que volvía a poner recta su cabeza, mirando al enmascarado directamente― pero si desea ayudar…

Sonrió, haciendo una mueca amplia en su boca, durante unos segundos, dándole una apariencia de sonrisa forzada. Aprovechó ese mismo momento para evaluar sus sistemas y comprobar si éstos estaban completamente listos para emitir los gases necesarios en caso de conflicto.


[SISTEMA DE GASES PREPARADO]

Dirigió su vista a los alrededores, intentando captar algún movimiento extraño entre los árboles y arbustos del lugar. ¿Era la llegada de aquellos dos extraños una maniobra de distracción de un grupo organizado de ladrones que intentaban robar las importantes mercancías que ellos trasladaban?

Golosina dio un par de pasos más hacia los extraños, a la vez que notaba cómo sus puños se tensaban. En caso de ataque repentino, atacaría sin dudar. Incluso estaba dispuesta a gasearlos si era necesario. Si tenía que detener al sospechoso de ser El Hombre Grillo y a su acompañante, ella estaba dispuesta a hacerlo.
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Mensaje  Zagreus Jue 25 Ago 2022 - 3:31

Mientras continuaba observando a los incautos que dormían, sentí como alguien se tropezó conmigo. El contacto apenas me hizo mover, pero la otra persona tuvo que retroceder varios pasos para no caer al suelo mientras que con voz femenina se disculpaba. Me volteé para percatarme que se trataba de una joven de pelo dorado, no debía tener más de 20 años y por su vestimenta, la cual era un vestido azul de finas telas acompañado de una diadema en su frente, evidencia que no se trataba de uno de los escoltas contratados por el señor Hitch, por el contrario, parecía alguien de la nobleza, alguien que contrastaba de forma importante con el resto de sujetos en el campamento improvisado. Seguramente alguien de los que se trasladaban en el primer carruaje.

La joven con cierto titubeo empezó a encararme, prácticamente ordenando que dejara de “espiar” a las demás personas. Si bien en mi mente lo impertinente de aquella dama conjunto a la osadía de querer ordenarme me causaba profundo rechazo y molestia, procuré mantenerme sereno. Sabía que mostrar un trato irrespetuoso con ella podría traer consecuencias en mi trabajo, no sabia quien era aquella niña imprudente, pero por su forma de hablar ella “estaba al mando”.

La mujer había subido el tono de forma significativa, a lo que no pude contener fruncir el ceño. Al verme volvió a bajar su voz, sin embargo, algo llamó mi atención en sus palabras, la joven de ojos azules no deseaba que la gente supiera de su paseo por el campamento, ya que su padre estaba paranoico… Su comentario me dejó en claro que era la hija del señor Hitch, por lo que debía acceder a las demandas de guardar su “secreto”.

La hija del jefe en su discurso mencionó un tal Arquero Carmesí y el Hombre Grillo, a lo que el elfo que dormía estrepitosamente saltó de su tienda con una espada de dos hojas bastante peculiar. El hombre de piel pálida se notaba dispuesto a luchar, pero al mismo tiempo desorientado por levantarse abruptamente de su sueño. Comentó que no haría más explosiones, quizás me había equivocado con mis estimados de mortalidad anteriormente, aquel elfo era el autor de las detonaciones de magia que habían realizado durante la tarde para lidiar con el árbol.

Ante la pregunta del elfo que reafirmaba la idea del hombre que acechaba en el bosque, terminé yo también desorientado ¿Qué rayos está pasando?, pregunté en mi cabeza ¿Por qué cada sujeto era más extraño que el anterior?, me debatía si valía la pena continuar con aquel trabajo.

¿Quién se supone que son el Arquero Carmesí y el Hombre Grillo?, no sabía que teníamos que lidiar con un circo… - dije desde el escepticismo a las amenazas de la chica y el elfo, esperando que su respuesta no me decepcionara.

Me crucé de brazos – puedes guardar tu arma elfo, no querrás cortar por accidente - o explotar, pensé – a la hija del señor Hitch.

Ante mi comentario la mujer se alteró, expresaba su ansiedad tironeando las faldas de su vestido cual niña haciendo pataleta. – Como te dije, nadie debe saber que salí de mi tienda, soy Crystal. Díganme sus nombres para saber a quién acusar en caso de que descubran que me escapé, si caigo no lo haré sola. – Reclamó la joven que nuevamente aprovechaba su jerarquía sobre nosotros.

Zagreus – dije con firmeza aún con mis brazos cruzados. El elfo había conjurado lo que parecía ser una biusa, un poder muy peculiar y que podría hacer rico a cualquier sujeto con aquella magia. Procurando no parecer sorprendido, sino un poco indignado por tratarse de un mercenario, pregunté antes de que siquiera se presentara – ¿eso es?... ¿En serio estás comiendo en esta situación?...

Tras la presentación, bajo las amenazas de Crystal, me volteé para ver a lo lejos al grupo que se reunía próximo a las carrozas para atender la visita de una pareja que resultaba altamente sospechosa. Al tumulto se acercaba Cornelius Grant que salía de una tienda con una bata para dormir llamativa cargando con él un pequeño candelabro con una vela para iluminar el camino (aunque no fuese necesario dada la cantidad de antorchas que habían sido colocadas por el campamento).

Bueno, no se ven muy carmesí que digamos... y no sé que parte tienen de grillo – dije en tono burlesco - No sería buena idea acercarse… ahí te van a descubrir en tu maravilloso plan de ver el mundo exterior… en un campamento en el bosque – comenté mirando a la mujer de pelos dorados con sarcasmo.

¡No me interesa!, ahora que logré salir de la supervisión de mi padre no pienso volver hasta entrada la noche, quiero ir a ver el árbol gigante que obstruye el camino. Y les ordeno que me acompañen con sigilo, deben escoltarme, es su trabajo – Dijo con especial énfasis en la última frase.

Miré al elfo con evidente disgusto ante las órdenes infantiles de la joven. Quería encontrar en el pequeño ser mágico una excusa que nos permitiera negarnos, pero en el fondo sabía que tendría que ceder a los caprichos de Crystal y que seguramente el elfo estaría dispuesto a una “aventura”.

Suspiré…
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Mensaje  Alward Sevna Mar 6 Sep 2022 - 16:28


Alward no era brujo, bestia, vampiro o algún otro ser con una fuerza descomunal y sobrehumana, era, valga la redundancia, un simple humano. Él y todo su cuerpo, con las atribuciones físicas que lo hacían sobresalir en comparación con un campesino común, se lo había ganado a base de esfuerzo. Esto, a la hora de encontrarse de frente con el descomunal árbol caído, le hizo verse como una ayuda poco eficiente. Pero había dado su palabra, y esperaba no ser el único, junto a la bio-cibernética (sí, sabía de su raza nada más percatarse de que sus emociones y movimientos eran estoicos y artificiales. Ya se había encontrado antes con personas así) que despejara el camino. Notaba a esta última algo alerta y vigilante de sus movimientos, ¿Quizás no se fiaba de él? De todas formas, intentó no molestarla mucho y ayudarla en todo lo que ella le pedía.

Un hacha sería su herramienta de trabajo. Al menos ayudaría con las partes más fáciles de quitar y dejar el grueso del trabajo a la bio, la cual parecía tener recursos.

Tras estar un rato trabajando, se acercó al sitio Abel; el licántropo de pecho descubierto y actitud chulesca, clavando su espada en la tierra que conformaba el camino. Observó cómo Alward trabajaba, obviando la presencia de nadie más.

-¿Quién eres realmente?

Alward paró en seco el movimiento curvo del hacha para impactar contra la madera y se volteó hacia Abel.

-¿Qué?-Dijo por decir, sin que se le hubiese ocurrido nada para esquivar la pregunta.

-Pues eso, quiero saber quién eres.-Volvió a insistir.-Resulta que este tramo del camino es peligroso, y más llevando mercancías tan valiosas como las nuestras. Y, de repente, viene alguien de la nada con un aspecto que no invita mucho a la confianza.-Con un gesto con la mano, dejó claro que se refería al propio encapuchado, por si cabía alguna duda.

Alward suspiró. Ya iban dos veces que aquel tipo quería entrometerse en asuntos que no le eran de su incumbencia. Con cierta molestia, el humano respondió.

-Si yo quisiera vuestras mercancías, ¿Crees que sería prudente revelarme lo valiosas que son?

-...-El lobo hizo un ademán de replicar, pero no le salían las palabras con la convicción necesaria.

-Los caminos son peligrosos y están llenos de hostilidades allá donde uno vaya. No me sorprende.-Siguió.-Pero, ¿Por qué este es especialmente peligroso?

Ante la bajada de hostilidad por parte de Alward, el licántropo también se relajó. Quizás respetaba la forma en la que le había dado respuesta, puede que se hubiese creído que el enmascarado no era hostil, o quizás eso era lo que quería creer...

-El Arquero Carmesí, ¿No has oído hablar de él?

Alward negó con la cabeza.

-Un tipo que va asaltando los caminos en busca de presas fáciles, y ricas.-Eso último lo dijo con un tono que hizo resaltar la palabra. Importante aclaración.-Se dice que roba a los ricos para repartirlo entre los pobres.

Alward se cruzó de brazos, pensativo.

-¿Qué pobres?

-No lo sé.-Se echó ligeramente contra la empuñadura de su larga espada clavada en el suelo en una búsqueda de apoyo-Dicen que lo vieron en el orfanato de Lunargenta una vez, repartiendo lo que había robado de un gran noble. Por lo visto todo esto está afectando al comercio en Ulmer, al menos en lo relativo a este camino. Y no solo eso, ya incluso algunos temen acercarse siquiera a la ciudad.

El enmascarado asintió y se encogió de hombros.

-Buenos motivos, pero malos medios.-Se descruzó de brazos y echó brevemente la mirada hacia su espalda. El imponente árbol era lo que les ponía en peligro a todos ellos. Ahora comprendía por qué tanto nerviosismo y cautela en ese campamento improvisado.-Habrá que deshacerse de ese árbol cuanto antes entonces.

Abel no contestó, simplemente se le quedó mirando, aún con la niebla de la desconfianza cegando sus ojos. Chasqueó la lengua y dirigió su mirada hacia la bio-cibernética a la cual había ignorado en todo momento de la conversación.

-Ella se encargará de eso.-Comentó.
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Katrina acompañó, montada en aún en Epons, a la amable elfa para dejar a la yegua donde estaban los demás caballos. Aunque la de orejas puntiagudas se mostraba servicial y no había un solo rastro de hostilidad en sus gestos o actitud, la peliblanca la miraba con cierta cautela, ya que había algo latente en la mujer con tatuajes tribales por toda su cara que la hacía sentirse incómoda, pues no era como el resto.

Una vez llegaron, la vampiresa se bajó con cuidado de su amiga equina y le dio las gracias a la elfa agachando brevemente la cabeza. Acto seguido, se volteó hacia Epons para acariciar su cuello y su morro, a lo cual la yegua soltó un suave resoplido de satisfacción.

De nuevo, se volteó hacia la de orejas puntiagudas para, una vez más, agradecerle. Pero esta vez, en vez de un breve gesto con la cabeza, lo que hizo fue hacer una pequeña reverencia, juntando ambas manos en el centro de su estómago e inclinando cuarenta y cinco grados su cuerpo. Esta vez, ese agradecimiento no fue por su parte, sino por el de Epons.

Tras eso, giró sobre su eje otra vez para estar con su amiga.
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Una cabecita asomó desde detrás de uno de los carromatos más próximo al árbol. Este estaba colocado en uno de los laterales del camino, y aún así el árbol seguía unos cincuenta metros más allá aproximadamente. Era grande, sin duda. Crystal quedó asombrada, pues aunque estaba caído, era más grande que cualquier carromato. Como mínimo, el grosor de su tronco era de tres carromatos más. Nunca había visto un árbol tan grande. Seguro que cuando este gozaba de vida y estaba en el esplendor de esta, era majestuoso. Ahora, las ramas caídas se pudrirían y las hojas verdes en ellas pronto se apagarían y marchitarían.

Su mirada lo recorrió ahora de extremo a extremo desde las raíces (o donde se supone que estaban ya que entre la oscuridad y lo grande que era el árbol no podían avistarse desde su posición) hasta la copa, donde en esta última no llegaba tanto la luz del campamento.

Casi emocionada, se dio media vuelta para hablar con sus dos improvisados guardias personales. Los había arrastrado hasta allí sin saber muy bien cómo, al hombre de claros cabellos largos y presencia imponente no hizo falta convencerlo mucho y daba por hecho que tenía que acompañarla, pero al elfo ella misma lo había tomado del brazo para llevarlo hasta allí sin darle muchas explicaciones y prometiéndole que sería rápido.

-Agradezco sus ayudas.-Hizo un rápido gesto con la cabeza en señal de ese mismo agradecimiento que profesaba con palabras.-Ahora, si me permiten acercarme para poder verlo mejor, sería algo de lo que me sentiría muy dichosa.-Sonrió con inocencia.-No hace falta que vengan si no quieren perder su tiempo, basta con que disimulen que no me han visto.

Dicho eso, volvió a voltearse para el árbol. Justo en ese momento, notó que algo se movió entre sus ramas, pero debido a la oscuridad y la débil iluminación de las antorchas no distinguió de qué se trataba. Eso alimentó su curiosidad, ¿Sería algún animalillo? Tenía que ir a descubrirlo.

Con cuidado, salió de detrás del carromato, asegurándose de que nadie que pudiera delatarla la vería.
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Mensaje  Tyr Mar 6 Sep 2022 - 16:28

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Mensaje  Rauko Vie 9 Sep 2022 - 5:59

 «Seguro que la bio-cibernética se llevará bien con el enmascarado», quiso pensar Xana. «Será la mejor para vigilarlo con lo servicial y eficiente que ha sido ella». Pero entonces la bio-cibernética decidió mostrarse aún más rara e inquietante que de costumbre. La sonrisa de esta le dificultó a Xana seguir aparentando que todo estaba bien. «He visto cadáveres sonreír con más naturalidad», pensó, lo cual no era cualquier cosa ya que Xana había sido nigromante gran parte de su vida. Y se puso más nerviosa cuando el cuerpo la bio-cibernética mostró señales de que se preparaba para matarlos a todos. «Cuando una quiere cambiar el mundo para bien, lo único que falla es todo lo demás», recordó.

 Afortunadamente la bio-cibernética no fue más allá, aunque tampoco bajó sus defensas. Xana se dispuso a llevar al equino y a la mujer peliblanca a otro sitio, pero no podía ahogar el deseo imposible de tener un ojo apuntando siempre hacia la mujer de tez oscura y tener el otro hacia donde caminaba.

 Cuando pudo dejar a la yegua con el resto de los caballos, sin embargo, fue la peliblanca quien, tras un breve agradecimiento con un movimiento de cabeza, atrapó su atención mediante una ceremoniosa reverencia, con la dignidad y decencia que Xana no esperó contemplar en aquel campamento. Sin saber qué decir, Xana respondió con una inclinación de cabeza y una sonrisa afable, un gesto que no la dejó satisfecha.

 Recordó entonces que era una guardaespaldas y debía vigilar a la desconocida, así que buscó palabras con las que iniciar una conversación para que la vigilancia no fuese aburrida. Miró de nuevo al enmascarado. La presencia del espadachín fastidioso la hizo fruncir el ceño.

 –Ay, otra vez ese tipo –suspiró. Sorprendentemente, ninguna pelea había iniciado aún, permitiéndole a Xana relajarse–. Lamento los inconvenientes –se disculpó con la chica–. No pienses mal de mis compañeros, es solo que ha sido un poco frustrante estar atascados aquí todo el día por aquel árbol. Además de que están los rumores del Arquero Carmesí robando a los viajeros. –Se acercó a uno de los caballos y se dedicó acariciar a uno de ellos. No era el suyo, pero era mejor que estar parada haciendo nada–. Por cierto, ¿puedo saber su nombre? Mi nombre es Xana Alúe –se presentó mostrándole una pequeña sonrisa.

  

 Al parecer aquel pobre y desdichado hombre era ignorante de las grandes amenazas que podríamos enfrentar en nuestro viaje. Quizás, aun así, sería capaz de enfrentarse al Arquero Carmesí, pero ¿cómo iba a hacerle frente al Hombre Grillo sin conocer ni el más mínimo detalle?

 –El Arquero Carmesí es un ladrón, o eso dicen –expliqué–, pero el Hombre Grillo es un hombre-bestia mutante que le gusta asesinar, especialmente a niños. Se dice que cuando se escucha su canto lejos, es porque está cerca; si se escucha lejos, entonces está cerca… Espera, creo que repetí. Quise decir lo contrario la segunda vez.

 Sumergido en la explicación, estuve moviendo peligrosamente mi espada sin percatarme hasta que el alto peliblanco me lo hizo notar. Inmediatamente envainé mi espada. Pensé en disculparme, pero la reacción inmediata de la chica que nos acompañaba me hizo olvidarme de eso. Hasta nos amenazó con acusarnos con su papá, como toda una adulta independiente. «No le daré biusas a ella», decidí.

 Y hablando de biusas, el sujeto, que se presentó como Zagreus, en una actitud que no esperé de alguien que presenciara mi maravillosa magia, cuestionó mi capacidad de elegir cuándo comer.

 –Ahm… Amigo Zagreus, eso no se pregunta –le contesté mostrándole una sonrisa torcida–. Siempre es buen momento para comer biusas. –Volví la mirada hacia la niña de papá–. Ah, y mi nombre es Rauko –me presenté con desgana.

 Un intercambio de palabras después entre Crystal y Zagreus, ella nos ordenó acompañarla a ver un árbol. Una tarea sencilla, al menos, pero si no había ningún Hombre Grillo cerca no hacía falta que yo perdiera horas de sueño. Intercambié una mirada de disgusto con Zagreus.

 –Bueno, yo no creo que… –empecé y hasta ahí llegué: Crystal me agarró del brazo y me arrastró hacia el destino de su pequeña aventura–. ¿Qué haces, niña? –me quejé.

 –Será rápido, lo prometo –dijo la muchacha sin detenerse–. Si me ayudas sin rechistar, ganamos todos. Si no, los reportaré y perdemos todos. Me parece que la decisión correcta es bastante obvia.

 Oponerme parecía que requeriría más esfuerzo mental del que estaba dispuesto a invertir en ese momento, así que me resigné.

 –Se aprovechan de mi nobleza –suspiré.

 Poco tardamos en llegar cerca del árbol, cuya sola existencia me generaba muchos más inconvenientes de los que habría esperado de un objeto inanimado. Pero Crystal quería ir más allá. Al menos esta vez no nos forzó a acompañarla hasta el final… Bueno, igual la posibilidad de que algo le pasara existía y eso me obligaba a escoltarla.

 –Yo no creo que… –empecé, y hasta ahí llegué de nuevo, pues noté una presencia sin identificar entre los arbustos. Y la chica, osada e insensata, se acercó a eso sin miedo al éxito–. Hey, espera –siseé en vano. No tuve de otra que apresurarme hasta ella.

 Entonces lo vi. Apareció abrupta y salvajemente abalanzándose hacia nosotros, directo a la yugular de Crystal, en sus ojos escarlatas reflejando un sanguinario instinto depredador que anhelada con desesperación y locura saciar el abismo infinito de la oscuridad de su alma demoniaca. Apenas pudo salir un grito de la garganta de Crystal antes de que fuese interrumpido por el desenlace de la terrible criatura.

 Eso era un gomejo. Un gomejo con rabia. Lo mandé lejos de un veloz manotazo potenciado con magia. Rebotó un par de veces, emitiendo un gracioso chillido en cada golpe, antes de huir buscando refugio en el bosque.

 –Ya puedes agradecerme –le dije sonriendo con suficiencia a Crystal.

 Ella aún tenía sobre los labios sus manos con las que ahogó el grito, tenía los ojos abiertos como platos y contenía la respiración. Necesitó unos segundos para recuperarse y, para mi sorpresa, sonrió después.

 –¡Fue emocionante! –exhaló, haciéndome enarcar una ceja.

 Preferí mirar a otro lado. Mi vista paró de nuevo en el arbusto de donde emergió el gomejo. Fruncí el ceño al notar en el suelo unas huellas impropias del pequeño animal.

 –Zagreus –llamé en voz baja, sin apartar la vista del descubrimiento–, ven a ver esto.


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Info de los maravillosos gomejos en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].


Última edición por Rauko el Vie 9 Sep 2022 - 6:33, editado 5 veces (Razón : MediumSeaGreen no empieza con "N")
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Mensaje  Tyr Vie 9 Sep 2022 - 5:59

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Mensaje  Golosina Sáb 10 Sep 2022 - 13:06

Golosina llevó al enmascarado hasta el árbol. Allí, continuó con su trabajo, empujando el tronco con sus manos. En cada intento, apenas lograba trasladar un milímetro el pesado árbol, pero la constancia y la paciencia eran sin duda sus mayores virtudes.[1]

El joven irritante que también formaba parte de la comitiva les acompañaba, charlando con el hombre enmascarado, al que Golosina no paraba de vigilar.

Escuchó en silencio la conversación completa entre los dos hombres y analizó el lenguaje verbal de la misma con gran atención, al igual de cómo reaccionaban sus cuerpos ante la situación generada.


[Tensión Evidente. Posible Conflicto]

Mientras la charla continuaba, Golosina apreciaba cada detalle del cuerpo del extraño, buscando en él claras evidencias de su verdadera naturaleza. ¿Era el famoso Hombre Grillo del que había oído hablar? Ladeó la cabeza, llegando a la conclusión de que si él lo era, no aparentaba ser mucho más peligroso que cualquier humano normal y corriente.

Cuándo el irritante hombre hizo alusión a ella, la biocibernética sonrió a sus acompañantes, haciendo una excéntrica mueca con su boca, intentando mostrar confianza.

―Sin duda, Señores. Dudo mucho de que logre apartar el árbol por completo, pero seré capaz de apartarlo del camino lo suficiente cómo para poder pasar por él llegado el amanecer. ―Expresó antes de dar un nuevo empujón al enorme tronco, haciéndolo mover un milímetro más.

Su cuerpo se relajó al notar que, al otro lado del tronco, se escuchaban voces de otros vigilantes del campamento. Sin duda, todos habían ido hasta allí a vigilar a aquel extraño, aunque ninguno parecía estar interesado en empujar el tronco...


[Detectando Holgazanería. Vigilantes poco dedicados al trabajo]

Tras unos segundos, la biocibernética se percató de que la joven Crystal estaba allí, en mitad del camino, a esas horas de la noche. Dudaba mucho de que el Señor Hicht quisiera que su hija estuviera fuera del campamento durante la madrugada.

[ALERTA: Situación Anómala. Comprobar la causa]

Corrió en dirección a ellos, intentando averiguar qué sucedía allí y si la situación había cambiado.

―¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué la joven Crystal está aquí? ― preguntó ladeando la cabeza, con todo su cuerpo en tensión, cerrando con fuerza sus puños, mientras se unía al nuevo grupo, que parecía observar una huella en la tierra.


_________________________________________

[1] - Alusión a mi Talento Fuerza.

A continuación, tirada del Evento del 13º Aniversario, correspondiente al día 10 de Septiembre
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Mensaje  Tyr Sáb 10 Sep 2022 - 13:06

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Mensaje  Zagreus Dom 11 Sep 2022 - 20:16

La vida de Crystal había sido amenazada cuando una bestia la atacó cuando imprudentemente se alejaba del campamento para aproximarse al bosque donde el árbol caído se situaba, sin embargo, la velocidad del elfo fue suficiente para eliminar a la criatura que atacaba a la hija del señor Hitch. El hecho hacía que me replanteara la habilidad de Rauko, pero, por otro lado, aumentaba mi arrepentimiento por dejar que la malcriadez de la joven nos dirigiera a esa posición.

Rauko me llamó para que viera los arbustos de donde había salido aquel gomejo endemoniado. Me aproximé con cautela, cerca el equipo encargado de lidiar con el árbol seguía trabajando. Debíamos asegurarnos que nadie supiera que escoltábamos a la hija del jefe en sus aventuras propias de sus caprichos.

Ya veo…

Mientras analizaba las huellas en el suelo, la bio cibernética se acercó con gran velocidad y reconoció a la joven Crystal. Conocía a aquella mujer de mi taller de ingeniería, por lo que apelando nuestro breve encuentro anterior traté de conversar con ella.

Saludos, tiempo sin vernos.- dije llevando mi dedo índice a mi boca en señal de hacer silencio y bajar la voz. Seguí mis comentarios con un tono bajo que no alertara nuestra posición mientras conversábamos. -veo que traes puesta mis gafas de visión nocturna, sin duda un artefacto excelente. Resulta que lady Crystal desea… ehm, dar su paseo nocturno por el bosque, si no la pobre no puede dormir, por lo que se le asignó ser escoltada por dos de los mejores guardias del campamento, mi compañero Rauko y mi persona Zagreus – dije improvisando una excusa para aquella mujer de tez morena, técnicamente no era una mentira lo que contaba.

La bio parecía haber venido sola, quizás producto del sonido del chillido del gomejo que Rauko despachó con un espadazo. Esperaba que el resto de compañeros que estaban con el árbol no se acercaran, recordaba las conductas extrañas de aquella bio, así que posiblemente cuando inició su marcha entre los árboles a nuestra posición, el resto pensaría que seguramente se trataba de otra de las excentricidades de la Biocibernética.

Necesito que no le comentes nuestra posición a nadie, es una misión secreta. Crystal asentía a mis palabras confirmando que no estaba en peligro, o por lo menos no con nosotros. – Si quieres la joven te puede explicar.

Crystal empezó a conversar con la mujer de gran estatura mientras yo me volvía a las huellas – Rauko – susurré procurando no ser escuchado por las dos mujeres. - Son huellas de botas. Por el tamaño diría que son de un hombre y se denota que están frescas. – La tierra húmeda revelaba un paso de marcas que eran acompañadas por ramas rotas y algunas hojas pisadas, que delataban que se trataba del paso de alguien reciente.

Traté de ver a lo lejos entre los árboles hacia donde se dirigían las huellas, pero arbustos y troncos limitaban mi visión, debíamos seguir su rastro si queríamos averiguar de quien eran. Mi vista y la del elfo podían lidiar con la negrura de la noche sin mucho inconveniente con la luna que nos acompañaba, pero procurando pasar desapercibido en cuanto a mi condición racial, preferí solicitar al elfo si era capaz de ver algo en la espesura del bosque, sabiendo que obtendría el mismo resultado que yo.

Alguien observa el campamento, estamos alejados de los carromatos, así que dudo que alguien se haya acercado hasta aquí. Además, los que trabajan en el árbol también tienen cierta distancia de nosotros, así que estas huellas tampoco son de ellos... – el plan de Crystal era acercarse al árbol, pero haciendo caso a nuestras directrices debíamos evitar el punto que tapaba el camino, no debíamos ser vistos por los demás, ya que eso podría comprometer nuestro trabajo con el señor Hitch. El árbol era suficientemente grande como para poder acercarnos a su tronco y mantener aún varios metros de distancia con el grupo que trabajaba para remover la parte del camino.

Considero que debemos hacer que Crystal vuelva al campamento y buscar una excusa para alertar al resto de guardias, esto puede ser muy peligroso para ella, no sé qué opinas tú Rauko… - De eso nada, señorito Zagreus.  – Interrumpió la joven que al parecer tenía un oído sensible. No sé de qué tanto hablan ustedes dos, pero seguiremos nuestro camino hasta toparnos con el árbol, quiero ver como es desde su copa hasta sus raíces. Sé que no debemos ser vistos por los guardias que están liberando el camino, pero simple, rodeamos el árbol por el otro lado, entiende: YO LO QUIERO VER TODO. Y ustedes dos me acompañarán. – Dijo nuevamente con su tono autoritario que reflejaba el poder dentro de aquel campamento.

Desconocía cuál sería la reacción de la bio que nos acompañaba en aquella situación incomoda, lo importante es que entonces, ante la insistencia de Crystal de continuar explorando, no nos delatara con ningún otro guardia.

Debemos conseguir algún tipo de luz, no podremos ver bien en el bosque y una antorcha sería muy llamativa. – dije con esperanza de que eso hiciera que la joven desestimara su misión.

Crystal se volteó a ver a la bio, mientras aproveché la situación para hablar nuevamente con el elfo murmurando. – Joder… ¿Qué hacemos?, ¿tratamos de seguir las huellas o solo nos centramos en el tour por el árbol de esta chiquilla pretenciosa?...¿Nos desentendemos de las huellas incluso teniendo a un posible sujeto observando nuestro campamento…? – La situación era en exceso sospechosa, un árbol tan grande y robusto que justamente cayera tapando el camino parecía una casualidad improbable, y ahora encontrando huellas las alarmas aumentaban. ¿Sería el Arquero Carmesí que tanto hablaban? ¿O el grillo no sé qué…?, aunque no había escuchado ningún ruido o canto…
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Mensaje  Tyr Dom 11 Sep 2022 - 20:16

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Mensaje  Alward Sevna Dom 2 Oct 2022 - 22:54


De la forma más sutil que podía, Katrina intentaba abrirse paso entre los recovecos y entresijos de la mente de la elfa. El resultado no fue provechoso, pues le costaba, y no podía ver más allá de sus sentimientos en el presente.

Había algo, como un pulsión, que la echaba. Eso la hizo pensar que era fuerte, y le extrañó (a la vez que le entró curiosidad) el hecho de que estuviese como una simple guardaespaldas de una caravana. Para suerte de la vampiresa, no era ninguna novata en cuanto a intentar rondar por mentes ajenas y desentrañar las redes de pensamientos y sentimientos que las tejían, por lo que tenía sumo cuidado por importunar a sus "víctimas" y de que estas se percataran que hurgaba donde no debía. Al menos eso esperaba, y hasta ahora le había ido bien (en la mayoría de casos).

Asintió ante las palabras de la elfa referente a que disculpara a sus compañeros. Por lo visto estaban tensos por una especie de bandido que rondaba aquellos bosques. Nada fuera de lo común, después de todo.

"Xana Alúe"; así se presentó. Extraño nombre para ser una elfa.

¿Qué haría? ¿Proyectaría su voz mágica, así, sin más? Se suponía que tenía que ir de incógnito en el viaje que estaba haciendo junto a Alward, y revelar su nombre, además de hacer una proyección mental de su propia voz, sería algo que destacaría demasiado como para pasar desapercibido. Luego vendría el boca a boca, y una vampiresa de la voz muda que ha aprendido a hacer esas cosas con sus poderes le resultaría demasiado jugoso a las Sierpes como para no investigarlo, y todo ello desencadenaría en una búsqueda y captura que haría aún más complicado su viaje. También acabaría decepcionando a Alward, su mayor confidente, además de su único apoyo. No se podía permitir el quedarse sola de nuevo.

No apartó en ningún momento la mirada de la elfa mientras cavilaba.

Entrecerró los ojos mientras parecía espirar para coger ese aire que el permitiese hacer algún sonido con su propia garganta, como antes de quedarse muda.

Al final, se retractó y soltó el mismo aire que había espirado.

Se llevó una mano a la garganta y negó con la cabeza hacia Xana.

---------------------------------------------------------------------

La bio-cibernética de tez oscura estaba implicada en el trabajo, y aunque lentamente, el árbol parecía apartarse del camino. Quizás entrada la mañana estaría despejado el camino. Eso esperaba, al menos.

Tras un rato más así, y bajo la incómoda y atenta vigilancia del licántropo de nombre Abel, tanto Alward como la bio siguieron en su trabajo. Hasta que, de repente, la mujer alzó la cabeza como un depredador que oye una presa cercana. Tras unos segundos así, dejó el trabajo y se fue corriendo de allí, ante la incredulidad del Sevna. El lobo, por su parte, entornó los ojos y soltó un suspiro.

-Tranquilo. Lleva desde que salimos de Ulmer así. Cree que todo es una potencial amenaza...-Se encogió de hombros y chasqueó la lengua.-Supongo que tendré que echarte una mano.

Abel agarró un hacha que estaba apostada cerca de ellos y comenzó a realizar la tarea que la bio dejó a medias, aunque él no tenía una fuerza sobrehumana.

-Esas criaturas son increíbles...-Dijo con cierto esfuerzo en su tono mientras se empleaba a fondo.-Pero demasiado extraños, ¿No crees?

Antes de contestar, el Sevna cortó una rama gruesa con la que estaba intentando lidiar desde hacer rato.

-Desde luego...-Se reincorporó para recuperar el aliento.

Unos apresurados pasos se acercaron al lugar. Venían de detrás de Alward, quien se giró al ver que alguien vociferaba reclamando saber quién era el enmascarado que había hecho aparición en el campamento.

Era ni más ni menos que el dueño de aquella caravana; el señor Hitch, ataviado con una camisa sencilla y unos pantalones marrones, también austeros. No necesitaba aparentar que era de la nobleza en mitad del bosque al fin y al cabo. A su lado, iba su fiel consejero, amigo y administrador; Cornelius Grant. Éste último fue quien dio el aviso a Hitch de la llegada de Alward y Katrina.

-Buenas noches.-Dijo educadamente haciendo una sencilla reverencia con su cabeza-Tan solo soy un viajero que ha tenido la misma mala suerte que todos vosotros.-Dijo en referencia al gran árbol caído.

-Muy mala pata, ¿Eh?-Comentó el licántropo con una sonrisa socarrona. Al ver que dos personalidades tan importantes habían decidido hacer acto de presencia, dejó un momento la cabeza del hacha en el suelo y se apoyó en su mano ligeramente.

-¿Por qué nos ayuda, señor...?

-Lo siento.-Dijo haciendo un gesto negativo con la mano-Pero mis asuntos son míos. Únicamente, como ya he dicho, necesito cruzar. Tenemos un mismo objetivo ahora mismo.

Estaba algo cansado de que todo el mundo le preguntara su nombre. Esperaba no tener que dar otra negativa más en toda la noche.

Tanto Cornelius como Hitch se miraron. La duda se les  pudo ver representada en sus rostros. Pero necesitaban irse de allí lo más rápido posible. Una caravana estancada en mitad de la nada era una presa demasiado fácil para cualquier grupo de bandidos que recorriese aquellos caminos. Demasiado fácil para el Arquero Carmesí. Ambos miraron de nuevo al enmascarado.

-Está bien. Agradezco su ayuda, caballero.-Dijo con un intento de convicción que no llegaba a serlo.-Con suerte, antes de que llegue el alba saldremos de aquí. Cuento con usted.

Dicho eso, el noble se dio media vuelta para marcharse. Su consejero hizo lo mismo. Alward, manteniendo la mirada un poco más en los dos hombres, tardó un poco más en reaccionar. Acto seguido, agarró con firmeza su hacha y encaró el árbol caído.

-Se le ve buena gente.-La postura de Abel no había cambiado, pero en cuanto Alward cruzó su frente, agarró con firmeza el hacha y le dio la vuelta para encararse también con el árbol.-Está nervioso, con todo esto del Arquero Carmesí... es lógico. Pero no deja de ser un solo hombre.

-¿Un solo hombre tiene aterrorizado a tanta gente?-Se detuvo, mirando de reojo al lobo.

Abel se encogió de hombros.

-Quizás ha tenido fortuna.-Sin más, trazó un arco con la herramienta y asestó un golpe.-O quizás tan solo sea un cuento para asustar a la gente.

Alward no contestó y miró de nuevo al árbol. Era hora de ponerse manos a la obra. Trazó un arco con el hacha, y en el momento de asestar el golpe, pudo notar como un leve crujido a sus espaldas, seguido de un siseo. No le prestó atención; asestó el golpe. Al sacar el hacha de la madera, pudo notar como un fuerte olor a picante inundaba sus fosas nasales. Esto le hizo pararse. A su derecha, Abel empezó a toser descontroladamente y a rascarse los ojos. Una extraña y fina nube de polvo fino negro invadió el lugar. Se dio media vuelta para ver que tanto el señor Hitch como el señor Grant estaban de rodillas en el suelo, igual que Abel. Extrañado, miró a su alrededor para ver qué ocurría. ¿Estaban siendo atacados? A él no le había afectado de igual forma que a los demás el polvo negro, pero no tardaría en hacerlo, puesto que cada vez le picaba más la garganta y sus ojos empezaban a llorar. La máscara tenía toda la culpa, en ese momento, y por primera vez, agradeció el llevarla.

Por inercia, el enmascarado corrió hacia el centro del campamento.

De pronto, pudo ver a una figura caer del cielo, como si se hubiese balanceado desde un árbol cercano, calculando exactamente la posición donde quería caer: la caravana más central, que contenía uno de los tres tesoros pertenecientes a Pietro Hitch. Los calzos estaban quitados, y los caballos listos para tirar. Sin más, la figura (envuelta en una bruma misteriosa mezclada entre la nube de polvo y el cobijo que daba la oscuridad de la noche) asió de las riendas tres veces para poner en carrera a los caballos sin perder ni un solo segundo en su huida.

El carro estaba encarado al árbol, por lo que la dirección que tendría que tomar para huir sería la contraria. Dio un derrape cerrado para ello, haciendo que los caballos, y por ende, el propio carromato pasase a centímetros de Alward, así, el enmascarado pudo ver de más cerca al misterioso asaltante. Los ojos le escocían al punto de tener que hacer un esfuerzo enorme por mantenerlos abiertos, por lo que solo pudo reconocer una capucha roja como la sangre más espesa.

Una vez que el carro pasó de largo, Alward no pudo soportar más y empezó a toser tal y como hacían los demás. Antes de frotarse los ojos, rebuscó con premura en su zurrón y lanzó al aire una estatuilla de madera con forma de dragón. Dicho objeto cobró vida en el vuelo y, manteniéndose en el aire cual pájaro, se marchó por donde había huido el asaltante [1].




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Off:

- [1] Objeto usado: Estatuilla de dragon  --> Guarda magia en su interior. Si lo lanzáis al aire, el dragón tomará el vuelo y podréis ver con sus ojos. Útil para inspeccionar áreas fuera de vuestro alcance. La duración del vuelo del dragón es de 2 turnos. Después de éste, el dragón regresará a su estado estático original.
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Mensaje  Rauko Sáb 29 Oct 2022 - 21:20

 Di un respingo cuando vi aparecer salvajemente a una bio-cibernética. De alguna manera, logró asustarme más que el gomejo, quizás por su mirada eterna y perturbadora, porque estábamos en la oscuridad de la noche, porque era consciente de la terrible amenaza del Hombre-Grillo y que la bio-cibernética era gigantesca.

 En cualquier caso, eso no importaba. Me alivié al reconocer que solo era ella y relajé mi postura, a pesar de que la suya exhibía cierta hostilidad y desconfianza hacia nosotros. Zagreus no tardó en hablar con ella para evitar cualquier conflicto innecesario. Yo me limité a asentir con movimientos de cabeza hasta que mencionó nuestra superioridad como escoltas.

 –Exacto –secundé y sonreí con suficiencia–. No me gusta admitirlo porque soy demasiado humilde, pero nací para proteger nalgas como un dios. Y también para usar gomejos de formas extraordinarias. ¿Alguna vez escuchaste de los gomejos antiestrés? Acabo de pensarlo. Agarra uno y apriétalo una y otra vez con una mano. Eso debería ayudarte a relajarte en momentos de estrés.

 Zagreus añadió que estábamos en una «misión secreta», algo a lo que Crystal procedió a explicar con más detalles para despistar a la bio-cibernética. Luego Zagreus devolvió mi atención al asunto que sí era relevante.

 –Entiendo –asentí a sus comentarios sobre las huellas–. Y tampoco parecen del Hombre-Grillo. –Un detalle importante–. No puedo ver mucho desde aquí –dije después, incluso habiendo potenciado mis ojos. «Malditos árboles entrometidos, no me dejan ver y aun así se espera que quiera abrazarlos», me quejé internamente. Escuché a Zagreus pidiendo mi opinión sobre cómo proceder. Apenas pude abrir la boca antes de que Crystal, con un oído mucho mejor que el mío agudizado con magia, nos interrumpiera para quejarse–. Oye, pero… –murmuré. «Es solo un árbol», terminé en mi mente. «Vaya vida aburrida debe llevar esta chica si parece más elfa que yo», pensé sintiendo penita por ella, pues peor se estaba mientras más cerca se estuviera del estereotipo de elfo.

 Zagreus siguió intentando hacerla desistir y yo me guardé el dato de que yo mismo podía ser una linterna andante y extravagante. En cuanto la atención de Crystal volvió a la bio-cibernética, Zagreus me repitió la pregunta de cómo proceder.

 –Yo opino… –empecé, y hasta ahí llegué.

 Algo inesperado ocurrió, como era de esperarse.

 

 Xana esperó una respuesta, cada vez más expectante, sintiendo que la peliblanca misteriosa respondería con algo que debía escuchar. «¿Qué dirá?», no dejaba de preguntarse la elfa. «¿Por qué me mira tanto? ¿Tendré otra pitarra en la cara? ¡Qué vergonzoso! Pero no creo que sea eso. ¿Qué será? Ah, está exhalando. Hablará». Xana miró la garganta de la mujer, intrigada, aunque intentando mostrarse solo con un semblante estoico.

 Entonces nada pasó. La peliblanca negó con la cabeza, suficiente para que se intuyera su condición. Xana esta vez no pudo evitar alzar las cejas, comprendiendo al fin, aunque incómoda y avergonzada por no haberlo sospechado antes.

 –Lo siento –se disculpó enseguida, en voz baja. «¿Y ahora qué?», se preguntó. Jamás había estado en una situación similar. Curveó los labios en una sonrisa leve que esta vez se notaba ligeramente tensa–. Yo… –Se detuvo al ocurrírsele una idea. Sonrió con mayor naturalidad–. ¿Sabes escribir? –Creó en la punta de los dedos diminutas esferas luminosas, que despedían una delgada estela de luz, y movió las manos para dibujar palabras en el aire.

 «¿Te gustaría intentarlo?», fue el mensaje esbozado y que, un momento después, se desvaneció. Entonces Xana hizo levitar con lentitud cinco bolitas al frente de la peliblanca.

 Pero el plan también se desvanecería muy pronto, cuando Xana al fin se percatara de la entrada estelar de un nuevo personaje, pero no del Hombre-Grillo.
 
  

 Si hubiera sido una sola persona tosiendo, no le habría dado atención, pero eran varios. Fruncí el ceño. Di un salto potenciado para subir sobre el tronco del árbol caído y ver lo que ocurría. Ver, eso fue difícil. Había una oscuridad nebulosa expandiéndose en el campamento, una nube que gatillaba la tos y que hacía que las personas se arrodillaran.

 –Parece que ya es demasiado tarde para investigar huellas –informé a mis compañeros, sin apartar la mirada del escenario en busca de algún enemigo al que debiera eliminar al instante–. Estamos siendo atacados.

 –¡¿Qué?! ¿Qué sucede? ¡¿Apareció el Arquero Carmesí?! –exclamó Crystal. Su voz no me hizo fácil distinguir si contenía solo miedo o había incluso emoción de tener una posible gran experiencia.

 –Será mejor que no te acerques –advertí, aun sabiendo que era más difícil que mi noble y sabio consejo fuese escuchado a que una vaca trepara una muralla usando solo las ubres (algo que ya presencié una vez)–. Parece que nos enfrentamos a un vendehúmos, pero será un error subestimarlo.

 Divisé al señor Hitch sufriendo por la nube oscura. Sin saber si era venenosa o no, decidí no arriesgarme a que se muriera. Contuve la respiración, intensifiqué mi éter y, propulsándome con magia, me disparé hacia él. Aterricé a su lado y sentí al instante el escozor en mis ojos.

 En ese momento un carromato emprendió una carrera. Era complicado verlo desde donde me encontraba, así que opté por encargarme primero de mi tarea inicial. Canalicé éter a través de mi cuerpo y liberé una destellante ráfaga de energía, procurando no irradiar hacia alguna persona, logrando despejar el aire a mi alrededor.[1] Hecho eso, examiné al señor Hitch, aunque realmente no podía saber su estado con certeza careciendo de un conocimiento alquímico decente.

 –¿Se encuentra bien? –inquirí.

 Él tosió y se frotó los ojos antes de responder con la voz ronca:

 –Mi hija…

 –Está a salvo –me adelanté. «O eso espero», me ahorré decir.

 El hombre a su lado, el bigotudo, tosió y carraspeó.

 –El carro… –Otro ataque de tos le impidió finalizar la frase.

 De pronto hubo un estallido rojizo donde estaban las tiendas, arrancando un grito de susto al hombre-cangrejo, y luego hubo otro destello entre nosotros y donde estaban algunos caballos.[2] La nube en ambas zonas desapareció y pude ver a Xana barriendo el lugar con la mirada.

 –¿A dónde se fue? –preguntó entonces con urgencia–. ¿A dónde?


(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)

[1] Habi nvl 1 de Rauko: Choque centelleante.
[2] Habi nvl 5 de Xana: Idilio de estrellas, dos veces.
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Mensaje  Golosina Jue 3 Nov 2022 - 16:58

Golosina escuchó con atención las explicaciones de aquellos dos hombres. El primero de ellos decía conocerla, algo que a la biocibernética sorprendió, pues no lo conocía de nada. Además, decía que ella le había comprado las lentes de visión nocturnas que tenía puestas. Algo que era extraño, ya que aunque la biocibernética no recordaba cuándo las había adquirido, dudaba mucho que se olvidara de su vendedor. El producto de ingeniería la tenía fascinada.

―No creo que sea seguro para la joven Crystal pasear por aquí. Quizás deberíamos… ―sus palabras fueron interrumpidas por el otro de los guardianes, que le sugirió algo relacionado con gomejos. Gomejos antiestrés.

Mientras su mente analizaba el contexto buscando un posible significado, las palabras “Hombre-Grillo” fueron pronunciadas y Golosina, abriendo los ojos con auténtico terror, sintió cómo todos sus sistemas se ponían de nuevo en alerta.

―Crystal, debo custodiarla. El peligroso Hombre Grillo parece esconderse en los alrededores. No permitiré que se le dañe. Tranquila, puede confiar en mí ―dijo, antes de mostrarle una mueca que transmitía de todo menos confianza.
―Exijo continuar con mi paseo. ¿Acaso tres guardianes no son suficientes?

El sonido de varias personas tosiendo llamaron la atención de la biocibernética, cuyo brazo derecho se aferró a la de la joven que intentaba desquitarse de su agarre.

―¡Estamos siendo atacados!―dijo el hombre elfo, mientras miraba en dirección al campamento.

¿Cómo era eso posible? ¿Acaso sus sistemas habían obviado algo?

Varias personas parecían surgir entre una extraña niebla. ¿O acaso era un gas? Las voces que salían de aquella nube de sucio éter eran las del señor Hitch, que preguntó por su hija.

―Seguramente deberíamos acercarnos a vuestro padre, Crystal. Estoy segura de que se sentirá aliviado cuándo vea que se encuentra bien.

Cuándo el sonido de lo que parecía ser un carro huyendo llegó hasta sus sensores, la biocibernética fue consciente de la situación. Alguien le estaba robando al adinerado Hitch sus más preciadas mercancías.

―Deberíamos recuperar el carro antes de que lleguen demasiado lejos… ―dijo, finalmente, llegando al grupo junto con Crystal, mientras continuaba una frenética carrera hacia dónde habían quedado el hombre enmascarado y el licántropo, cortando el árbol― ¿Se encuentran bien?

¿Cómo podría ella colaborar para recuperar el carro? No sabía montar a caballo ni tenía ninguno a su disposición. ¿Quizás alguien debería llevarla consigo? ¿Qué pasaría con Crystal y su padre mientras tanto? ¿Estarían seguros en el campamento ante la inminente presencia aterradora del Hombre Grillo?

―¡Deberíamos seguirlos, deprisa! Aunque alguien debería quedarse para vigilar el resto de pertenencias… ¿no creen? ―dijo, ladeando la cabeza ligeramente a la izquierda, esperando que aquellos pobres hombres dejaran de toser y poder organizarse para recuperar aquellas pertenencias.
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Mensaje  Zagreus Miér 9 Nov 2022 - 19:00

El caos se desencadenó en el campamento cuando el ataque inició. Tanto el elfo como la biocibernética que ahora custodiaba a Crystal, se dirigieron a donde estaba el árbol, teniendo en cuenta que el señor Hitch y su consejero estaban ahí bajo los efectos del humo.

El elfo con su magia se impulsó para llegar rápidamente a la posición del noble. Por su lado, la biocibernética inició una corrida veloz a lo que tuve que gritarle que tuviese cuidado con la humana, ya que, a diferencia de ella o incluso el elfo, Crystal no tenia forma de evitar el humo que había desencadenado la sinfonía de toses.

Me tomé unos segundos para estudiar la situación desde mi posición mientras la nube de humo oscuro se disipaba con el viento. El ataque había sido premeditado con bastante cuidado, estábamos siendo observados y el plan de aquel sujeto estaba resultando tal como deseaba. Eso nos ponía en desventaja, ya que, si bien superábamos en número al bandido, en términos de estrategia no teníamos forma de responder. Haciendo que por más que fuéramos decenas, nuestra reacción fuese lenta y que la mayoría de guardaespaldas estuviesen incapacitados por los efectos del humo.

¿Tendría aliados aquel sujeto?, ¿existirían más trampas? Era complicado definir como actuar, ya que al ser emboscados por sorpresa la reacción más habitual sería la impulsividad. Y ello podría perjudicarnos…

Cerca de mi posición, donde se situaba el árbol, estaba el sujeto de máscara que al parecer no se veía tan afectado por el humo y empezaba a rebuscar entre sus pertenencias, asumo que algún objeto que lo ayudase a lidiar con el ataque. Junto a él, Abel se transformó en lobo para iniciar una veloz carrera tras el ladrón que rápidamente escapaba con el carromato. El licántropo recortaba distancia con el vehículo, pero su corrida se entorpecía por la tos y sus ojos irritados.

Cerca de ellos, Rauko y la biocibernética custodiaban al sr. Hitch y a Cornelius. Ir a su posición solo me expondría al humo y no tendría nada que sumar. Era necesario iniciar una persecución, ya los heridos estaban siendo atendidos… No podíamos dejar que se escapase y Abel estaba en aprietos para lograr capturarlo.

Por ello, voltee rápidamente a la zona donde se resguardaban los caballos, ahí una elfa y la compañera del enmascarado lidiaban con el humo que también había sido detonado en aquella ubicación.

Empecé a correr con rapidez en su dirección, el ladrón llevaba el carromato que enlentecía su paso, y si lo acorralábamos entre varios seguramente no tendría escapatoria. Di pasó para que mi sangre hirviera haciéndome más veloz y atento al entorno (1).

Logrando desplazarme con gran rapidez, llegué donde los caballos. Con un salto apoyando mis manos sobre el lomo del caballo me monté en un ejemplar de color negro y crin larga. Apenas el animal sintió mi abrupta presencia se apoyó en sus dos patas traseras mientras relinchaba exaltado.

¡Vamos! – señalé a ambas mujeres mientras de mi mano con gran velocidad se formaba un arma de sangre (2), un machete. Con la misma inercia del caballo volviendo de su posición rampante, sacudí el arma con un tajo certero para cortar las cuerdas que amarraban a los caballos a una columna de madera dispuesta en el campamento. Con ello me aseguraba de ganar valiosos segundos para que ellas subieran a los caballos. Mi habilidad de montura era aceptable, pero no correspondía un talento para mí, por lo que tratar de garantizar que fuese acompañado por mejores jinetes era el principal objetivo de mi arremetida.

Con mis talones golpeé los costados de la bestia negra que montaba para iniciar una carrera veloz en dirección al bandido que huía. Ya había sacado una distancia prudencial, pero su rastro era fácil de seguir. Mientras avanzaba sujetaba mi arma de sangre con fuerza, mi intención era tratar de acercarme y cortar los enganches del carromato y sus caballos. Abel acompañaba quejándose y tosiendo en la carrera.

En el fondo se incorporaba el sonido de más caballos galopando...
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(1) Nivel 1: Un paso por delante [Mágica] – Activa (1 uso) Duración= 2 turnos
Zagreus aumenta la producción y trasporte en su torrente sanguíneo de catecolaminas (adrenalina, noradrenalina y dopamina), aumentando considerablemente sus reflejos, concentración y velocidad (mental y física) en combate.
(2) Nivel 0: Pacto carmesí [Mágica] – Activa (2 usos) Duración= 2 turnos
Debido a la sangromancia de Zagreus, el vampiro puede extraer cantidades de sangre por los pómulos de su piel sin perjudicarse y a partir de ella crear armas de sangre a una mano.


Machete de sangre:
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Mensaje  Alward Sevna Jue 10 Nov 2022 - 12:17

Iba a agarrar las bolitas de luz que la amable elfa creó. Se sintió maravillada a la par que asombrada, esos eran sus últimos recuerdos y sentimientos firmes antes de que todo quedara en silencio para ella acompañado de un tenso pitido que parecía perforarle la cabeza. Estaba desorientada, y no era capaz de saber ni dónde estaba hasta que, el ruido de un machete cortando las cuerdas de los caballos la hizo volver en sí. Las criaturas relincharon y Katrina se asustó. Allí había un hombre de cabellos blancos y mirada penetrante. Les instaba a ambas, a ella y a la amable elfa, a subir a los caballos y que les acompañase en una persecución contra... ¿Un asaltante? ¿Eso estaba pasando? Echó un barrido con la mirada hacia el campamento, todos allí estaban muy agitados, y pudo ver a Alward encogiéndose ante lo que parecía un ataque de tos. Una extraña nube de polvo pululaba por el campamento, pero curiosamente a ella no le había afectado, ni tampoco a su nueva amiga de orejas puntiagudas... ¿Sería ella la culpable de ello?

El hombre alto y de mirada penetrante volvió a insistir, a lo que ella respondió mirándolo y negando con la cabeza, a la vez que se señalaba a sí misma, indicando que ella no sabía montar a caballo.

Alward, por su parte, escuchó la voz de alguien que le resultaba familiar acercarse.

-¡Padre!-Llegó tan rápida como pudo para auxiliar a su progenitor.-¿Se encuentra bien?-Preguntó, preocupada mientras le hacía un análisis rápido.

-Tranquila, hija...-Dijo con una voz carrasposa, entre tos y tos. Por suerte, la intervención del elfo había hecho que la densa nube maliciosa que se había cernido sobre ellos se disipara (al menos en gran parte) y pudieran poco a poco recuperarse.-¿Tú estás bien?

-Sí...-Dijo, en un suspiro acompañado de alivio.-Gracias a ellos.-Se refirió a sus acompañantes, a los que les dirigió una mirada de agradecimiento. Su padre hizo lo mismo.-Pero... sus pertenencias, padre...

Pietro Hitch asintió, consciente de ello. Miró a los que allí se encontraban, incluso al propio Alward, que no les había quitado la mirada de encima desde que escuchó la voz de Crystal.

-Por favor... si pueden hacer algo por recuperar esa mercancía...-Tosió-Es el trabajo de meses fuera de casa... se los suplico....-Se puso en pie con la ayuda de su hija, que no quitaba ojo de su padre para ver si realmente se encontraba bien.

Alward asintió, al tiempo que miró hacia la dirección por donde se había ido el asaltante. Les llevaba ya una prudencial ventaja, pero por suerte Abel y otro hombre habían salido tras él. Además, su pequeño dragón de madera viviente le serviría para no perder el rastro, si se daba prisa.

Volvió a mirar a Crystal, quien se sintió tímidamente intimidada. Quería hablarle, decirle quién era, pero... ¿Acaso eso sería prudente? Además de que ese no era el momento para desvelarle a nadie que había vuelto de entre los muertos, que allí seguía... una mano amiga no la encontraba todos los días, y sintió leves punzadas en el pecho, notando como su pulso se aceleraba. Finalmente, apretó los puños y, resignado, miró a los demás integrantes de la caravana.

-Será mejor que nos pongamos en marcha.

Acto seguido, echó a correr. Pasó por al lado de donde los caballos estaban apostados. Emitió un silbido agudo y potente, al mismo tiempo que Katrina, divisándolo, le dio una palmada en los cuartos traseros a Epons para que echara a correr (por suerte el tener que desamarrarla del poste en el que estaba era algo de lo que ya se había encargado el hombre de cabellos blancos y mirada penetrante). Una vez que la equina le alcanzó en la carrera, pegó un salto y se agarró a su sillín con habilidad para poder montarla sin que penalizara a su velocidad [1].

Tras fustigar dos veces las riendas, Epons imprimió su máxima velocidad en la cabalgada.

Los caminos en los bosques estaban abandonados y poco cuidados, pero el asaltante tenía la fortuna de contar con que últimamente allí se habían producido mucho movimiento de carromatos y la carretera estaba apta para recorrerla a una velocidad superior a lo que se esperaría de un camino poco transitado y en mitad de la nada. Además de que poco o nada parecía importarle los riesgos de aquello, porque no estaba tomando ninguna precaución, ¿Un temerario o un insolente? Pronto se vería.

A Abel le costaba seguir el ritmo, tanto el carromato como el caballo de Zagreus eran más rápidos y potentes que él. Jadeaba como nunca antes lo había hecho, y en su respiración incluso se podía escuchar un levísimo silbido, señal de que sus pulmones estaban trabajando por encima de sus posibilidades. Pero no se rendiría, y mucho menos dejaría escapar la oportunidad de destacar frente a los demás. Su orgullo no se lo permitiría.

Sus ojos aún seguían llorosos, y parte de su asfixia en la carrera se debía también al incidente del campamento.

Si aguantaba todo lo que podía, quizás descubriesen el escondite del asaltante, o a lo mejor podría ver a dónde se dirigía y a partir de ahí tener ellos la ventaja en ese juego del ratón y el gato que se había inventado el propio ladrón. Lo veía factible, y incluso empezaba a creerse con la capacidad de poder aguantar el ritmo una vez superado su umbral de dolor.

Pero algo inesperado ocurrió, algo que lo dejó totalmente descolocado: vio cómo una figura caminaba por encima de la lona que cubría el techo del carromato hasta llegar al borde trasero. Estaba ataviada con una armadura de cuero, principalmente rojizo, con detalles negros. Su cabeza estaba totalmente cubierta por una caperuza, no se le podía ver bien el rostro, más allá de una sombra difusa. Portaba un arco, del mismo color que su atuendo. Una flecha estaba ya preparada en la cuerda, aunque sin tensar. Se posicionó bien y se hizo firme en su postura para evitar caerse. Acto seguido, tensó la cuerda y apuntó hacia sus perseguidores. Aquella flecha tenía algo diferente, como una especie de bola atada a su punta, y daba la sensación de que estaba en recubierta de llamas.

Acto seguido, disparó hacia un punto medio concreto entre Zagreus y Abel. Al impactar, el proyectil generó una explosión. La misma onda de choque hizo que Abel saliese sacudido y se trastabillase en mitad de su carrera. Rodó hacia delante un par de veces hasta quedar finalmente tendido en el suelo, con sus patas estiradas y aquejándose de dolor. No había sufrido heridas graves, pero ya no volvería a levantarse para continuar la carrera. Su respiración era rápida y cansada. Veía cómo se disipaba el humo de la explosión y el carromato se alejaba cada vez más, inevitablemente.

El arquero carmesí era real, después de todo.


_______________________________________________________________

Off:

-[1] Habilidad nivel 1 usada --> Jinete [Pasiva]: diestro en el arte de montar a caballo.
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Mensaje  Rauko Miér 30 Nov 2022 - 2:41

 Mientras transcurrían los segundos, el señor Hitch mejoró su condición. Eso era un alivio, no solo por su salud, sino porque yo no habría sabido qué hacer de lo contrario y habría quedado como un incompetente, así como la gran mayoría de elfos en la batalla en Sandorái, durante la invasión de los temibles Jinetes Oscuros a los que jamás se les vio cabalgar sobre algo para justificar su nombre.

 Quien sí fue digno de tal nombre fue Zagreus, quien se mostró extraordinario al montarse en un caballo, no como Xana, la cual subió torpemente sobre otro equino.

 Crystal y la bio-cibernética se acercaron a mi ubicación. Para mi sorpresa, la joven caprichosa manifestó sentimientos ajenos al deseo de aventuras. Ella se preocupó por su padre, aunque no por el otro hombre, el bigotudo; este ni fue mencionado por nadie durante los siguientes minutos, solo por mí ahora, mientras narro esta historia, y tampoco menciono su nombre porque hasta a mi memoria le resulta irrelevante. Pobre hombre. Quizás su bigote extravagante era un vano intento de ser recordado.

 Ya divagué demasiado. Proseguiré con lo importante, que sin duda no es el bigotudo.

 –Estamos bien –le respondí a la bio-cibernética–. Parece que el gas no es letal.

 «¿Entonces sí nos vendieron humo con lo de que el Arquero Carmesí es un asesino desalmado, tan sanguinario que es capaz de dejarte muerto para siempre?», cavilé.

 El padre de Crystal nos pidió recuperar lo robado. Como era de esperarse de un calvo, parecía que no era alguien que tolerase que se le tomara el pelo.

 Asentí con la cabeza y miré a la mujer de mirada permanente.

 –Quizás sea recomendable que te quedes aquí y los protejas junto al hombre-cangrejo –le comenté–. Pero, siendo de noche y en un bosque, tu percepción de bio-cibernética también podría sernos útil para no perder al ladrón –añadí antes de mirar hacia donde había huido el ladrón–. No tenemos tiempo, pero sé que tomarás la mejor decisión. Eres alta.

 Dicho eso, seguí al enmascarado. También noté su magistral forma que tuvo para montar su respectivo caballo. No quise quedar fuera del grupo de tipos geniales, así que di un gran salto impulsado con magia, hice una innecesaria pero vistosa acrobacia en el aire y, antes de caer sobre el caballo, expulsé éter para desacelerar. Luego cabalgué hacia la bio-cibernética, me detuve un instante a su lado para saber su decisión y, finalmente, me uní a la persecución.

 

 Xana no encontró a ningún Arquero Carmesí, pero sabía que debió haber sido él. Esperaba que fuese él. Y por eso mismo le frustraba haberlo perdido tan pronto.

 Entonces su lado receloso la hizo mirar a la peliblanca y cuestionarse si ella y su compañero de la máscara tenían algo de responsabilidad en el robo, pero la reacción de la chica le hizo sentirse culpable de haber sospechado.

 En ese momento apareció otro peliblanco, pues ese color tan peculiar ya no era tan peculiar, y las instó a ayudarlo a seguir al ladrón. Xana echó un último vistazo al campamento, asegurándose de que nadie la necesitaba, y entonces no dudó en obedecer.

 –Lo lamento –le dijo a la callada a la vez que se subía, con algo de dificultad, sobre un caballo inoportunamente inquieto–, pero nuestra brillante conversación tendrá que ser para otra ocasión. –Una vez que consiguió acomodarse, se irguió y le obsequió una media sonrisa a la de cabellos níveos–. Ahora debo ser una heroína.

 «Tal vez eso sonaba mucho mejor en mi cabeza», pensó Xana sintiendo algo de vergüenza. Hizo a su caballo correr y decidió centrarse en lo que importaba: Arquero Carmesí.

 Aunque el fugitivo estaba lejos, sabía que podría alcanzarlo. Pero ¿y qué haría luego, cuando lo capturaran? ¿Cómo podría saber qué clase de persona era él, dada las circunstancias? Lamentó haber dejado esas cuestiones para la Xana del futuro, pues esa Xana del futuro ya era ella.

 No obstante, tales pensamientos se esfumaron cuando, gracias a su aguda mirada élfica, pudo divisar la figura rojiza del prófugo. Al verlo prepararse para disparar, temió que demostrara la veracidad su fama de asesino. Ella acumuló éter y creó dos orbes celestes, dispuesta a dispararlos al arquero, pero él fue más rápido.[1]

 –¡No! –fue todo lo que consiguió decir Xana antes del estallido.

 La humareda que se formó le impidió ver cómo se encontraba al vampiro, pero sí pudo ver cómo quedó el licántropo. Él necesitaba ayuda. Necesitaba ayuda que ella podía dar. Pero eso significaba arriesgarse a perder al ladrón del que ya no había dudas de que era el Arquero Carmesí.

 Xana odió enfrentarse a tal disyuntiva. Sofocó su deseo de conocerlo al recordarse qué era lo que debía hacer una verdadera heroína. Se detuvo a un lado del licántropo, saltó del caballo y enseguida posó las manos sobre el cuerpo del herido para sanarlo con magia.[2]

 –Tranquilo, ya estoy aquí –le dijo al licántropo–. Pronto estarás mejor.

 Herido, notó Xana, pero no muerto, ni siquiera con algo que fuese grave. También recordó al resto en el campamento, donde nadie había caído muerto y la tos ya estaba desapareciendo cuando ella los dejó. Esos detalles bailaron en la mente de Xana, cimentando una imagen idealizada del Arquero Carmesí.

 ¿Qué era él? ¿Un asesino? ¿O, como ella fue alguna vez, un héroe tratado injustamente como un monstruo?

 Xana volvió la vista al carromato, cada vez más lejos de ella. Usando toda su concentración en su magia, sin detener la curación del lobo, hizo intangible una de las dos esferas luminosas, la hundió a unos centímetros en el suelo y la envió tras el carromato, bajo tierra para que pasara desapercibida para él si no poseía el don mágico.[3]

 «Rápido, Xana, más rápido», se decía, acelerando la esfera tanto como podía. De pronto reparó en que ya no era necesario darle más éter al licántropo, así que ella se levantó, la vista aún fijada en el carromato, y empezó a dar algunos pasos lentos e inconscientes hacia este, mientras su mundo se reducía, paulatinamente, a la estrella conjurada y a su destino.

 Cornelius. Al fin recordé el nombre del bigotudo.


(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)

[1] Habi nvl 1 de Xana: Luceros duales.
[2] Habi racial de Xana: Imposición de manos.
[3] Rasgo avanzado de Xana: Puede hacer que sus pelotas sean intangibles.

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Mensaje  Golosina Lun 5 Dic 2022 - 20:26

La biocibernética comprobó cómo todo sucedía con gran rapidez. El carro se adentraba rápidamente en el bosque. Casi todas las personas que habían sido contratadas para acompañar al convoy hasta las tierras humanas habían priorizado el valor material de las pertenencias a la seguridad de los seres humanos.

Por esa razón, cuándo aquel simpático elfo le preguntó si se uniría o no a la persecución, Golosina no dudó un instante en quedarse a proteger a la joven Crystal, su padre y al resto de ocupantes del convoy.

―¡Es el hombre grillo! Y si, señor, me quedaré aquí para proteger a estas personas de cualquier amenaza que se cierne sobre el campamento.

Poco después, el sonido del carruaje y sus perseguidores a caballo habían dejado de escucharse, perdiéndose en la oscuridad de la noche.

Aún con sus lentes nocturnas puestas sobre sus ojos, Golosina agarró por uno de sus brazos al señor Hitch y con la otra mano, se aferró a la hermosa Crystal.

―¿Qué estabais haciendo para que roben mi mercancía? ―expresó el hombre visiblemente molesto.

El señor Hitch pretendía pagar su enojo con la biocibernético, que se limitó a ladear la cabeza y sonreír.

―Lo más preciado que tiene se encuentra aquí a nuestro lado, señor Hitch. Su hija se encuentra sana y salva… Ellos se ocuparán de traer de vuelta lo demás… Ahora, volvamos al centro del campamento y aguardemos su regreso. Le aseguro que todas sus mercancías estarán aquí al amanecer…

Aunque Golosina no tenía la certeza absoluta de que eso fuese a suceder así, estaba convencida que sus compañeros y aquel hombre extraño de la máscara conseguirían hacerse de nuevo con el botín robado…

―A menos que… a menos que el hombre enmascarado sea… El Hombre Grillo… Entonces, seguramente, no volváis a verles de una pieza y vuestro botín...

La biocibernética vio entonces que la mujer que acompañaba al hombre enmascarado se había quedado también en el campamento. ¿Se había quedado sin caballo para iniciar la persecución? ¿O es que no sabía montar? ¿Y si era la cómplice del Hombre Grillo y era una amenaza?


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Golosina se queda defendiendo el fuerte con Katrina, Hitch, Crystal y demás.
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Mensaje  Zagreus Sáb 17 Dic 2022 - 18:34

El corcel negro avanzaba con gran velocidad recortando la distancia con el carromato. Mi sangre hervía gracias a mi habilidad que me permitía percibir el contexto con mayor atención. Mi concentración se fijaba en la carroza, y contemplando mi aceleración pude deducir que estaría alcanzando el vehículo en unos 50 metros. Parecía ya estar garantizada que el ladrón no se saldría con las suyas, pero algo dentro de mis vísceras alertaba que debía estar preparado, aquel sujeto había planeado aquel robo con detenimiento, lo peor que podíamos hacer era subestimarlo, ya que él, aunque me desagradaba admitirlo, estaba un paso por delante.

Mis sospechas se confirmaron cuando una figura roja se posó sobre el carruaje con un arco. Era sin dudas el sujeto que tanto había escuchado en el campamento como leyenda. Tras un disparo certero, una explosión impactó en nuestra dirección. Apenas tuve espacio para responder, agradecido de que mi potencia sanguínea mejoraba mis reflejos, tiré de las cuerdas que dirigían el animal, haciendo que el caballo desviara súbitamente su curso para que el impacto no causara que volcáramos.

La onda de la fecha explosiva causó que la bestia negra relinchara y se agitara bruscamente, presa del ataque, desaceleró significativamente. Haciendo que el carromato sacara una ventaja importante, impotente de no poder reaccionar de mejor forma, miraba el sujeto de capucha roja victorioso sobre el techo del vehículo.

El humo de la detonación no me permitía ver el estado del licántropo que me acompañaba en la persecución y que seguramente había sido impactado por la explosión. Parecía que el Arquero Carmesí sentenciaba su escape, sin embargo, de la negrura del humo denso, un caballo marrón de crin y cola blanca atravesó de un salto raudo. El jinete era el hombre enmascarado, que velozmente avanzaba tras el Arquero Carmesí.

Pronto fui recuperando velocidad, uniéndome a la vanguardia con el enmascarado. Era evidente por su forma de montar que tenía gran maestría como jinete, recortando la distancias contra el carromato con gran rapidez, haciendo incluso complicado seguirle el paso.

Dejando a un lado el ego, sabía que lo más inteligente era ceder la batuta de la persecución al jinete enmascarado, mis competencias equinas eran insuficientes para lidiar con el Arquero y más si este preparaba otro ataque o trampa.

Sin presentaciones innecesarias, grité al hombre que cabalgaba el caballo marrón delante de mí. – ¿Cuál es el plan? No podemos hacer un ataque directo si continúa con su arco, sabe bien como usarlo y parece un sujeto muy inteligente… - Señalé mientras fustigaba mi corcel para disminuir la distancia con el humano.

Atrás el sonido del galope de otro caballo parecía sumarse a la persecución, no me detuve a voltear esperando la respuesta del enmascarado. Quizás era ambicioso de mi parte otorgarle la responsabilidad de idear la estrategia para proceder solo por ser un jinete talentoso. Pero ante la necesidad preferí acallar mis dudas, había perdido mi arma de sangre en el impacto de la flecha explosiva y los efectos de mi potencia sanguínea empezaban a disiparse, por lo que lo único que contaba en aquella situación era mi visión de vampiro que poco podía mejorar mis posibilidades individuales.

Parecía que íbamos directos a la boca del lobo, la idea de abandonar la persecución parecía sensata, pero quedar sin pago alguno no era una opción. – Espero que sepas lo que haces, te seguiré…
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Mensaje  Alward Sevna Sáb 31 Dic 2022 - 2:30


No le dio tiempo a asimilar la explosión hasta que, como un cuchillo, cortó la cortina de humo a lomos de Epons. Ahora él estaba en cabeza, mientras que el hombre de blancos cabellos y Abel quedaron atrás, el segundo más afectado que el primero, que lejos de detenerse, continuó al galope de su oscuro equino.

Un nuevo jinete se incorporó a la persecución. Resultaba ser el elfo de cabellos níveos que disipó la nube de polvo asfixiante que se cernió por parte del campamento de Hitch.

El jinete del caballo negro preguntó por directrices, pues le había dejado claramente la batuta de la persecución al Sevna. Este miró a los dos jinetes brevemente y, sin responder, volvió a centrar su atención al frente. No tenía una respuesta clara, y tampoco tenía ninguna información acerca del Arquero Carmesí más allá de lo que Abel le contó en el campamento, por lo que cualquier cosa que diría podía estar muy lejos de ser acertada.

El silencio se prolongó y quedó como respuesta ante un nuevo movimiento por parte del arquero; se disponía a disparar de nuevo. Como antes había hecho, colocó una flecha en el arco sin tensarla, se aseguró de tener una firme posición de sus pies y, esta vez sí tensando la cuerda, apuntó con el arco. Alward se temía lo peor, y su pulso se aceleró con ansiedad.

-¡No hay plan! ¡Si tenéis algún secreto bajo la manga, es hora de usarlo!-Se dirigió a los que lo acompañaban.

Antes de que el Arquero Carmesí disparara, una esfera de luz azulada emergió de la tierra a gran velocidad e impactó en él, haciendo que fuese lanzado a la parte delantera del carromato, del cual se habría caído y, por ende, arrollado por los caballos que tiraban o por el propio vehículo si no hubiese tenido la destreza de agarrarse a uno de los salientes que conformaban el esqueleto del techo del carromato en el que se apoyaba y estiraba la tela blanca que lo conformaba.

El Sevna tardó unos segundos en reaccionar, pero aun así no iba a dejar desaprovechada es ventana que le brindaba la oportunidad de acercarse al carromato, por lo que asió las riendas de su equina amiga y le imprimió todavía más velocidad.

-¡Es el momento!-Gritó mientras recortaba distancias con el objetivo.

Cuando estuvo a una distancia que él consideró oportuna, de su cinturón sacó un gancho, se ladeó un poco con respecto al vehículo y saltó justo detrás de este, activando el disparador de su gancho a un punto específico del carromato que se presentaba como un anclaje resistente para hacer fuerza y ser atraído a él de forma mecánica gracias a la potencia de su herramienta [1].

Alward entró en el carromato por su parte trasera, ya que esta estaba abierta. Se estrelló con un par de cofres que allí había que resultaban ser más duros de lo que a simple vista podrían parecer. Uno de sus omóplatos salió lastimado, además de la cadera y parte de la espalda. Allí, además de más cofres que llegaban a la veintena, algunos incluso amontonados unos encima de otros, habían dos estatuas de piedra de pequeña estatura con un aspecto extraño que no llegaba a reconocer debido a la tensión del momento y a que no era ninguna figura reconocible de las culturas que predominaban en Aerandir.

Guardó el gancho y desenvainó sus espadas. Acto seguido rajó la tela que estaba por encima de su cabeza y que tan bien estaba tensada como para que un hombre adulto caminara por ella. Tras eso, subió hasta el techo apoyándose en una pila de cofres. Ahora, la parte trasera del techo era inaccesible debido a que la rotura de tensión en esa parte hizo a la tela aflojarse.

El arquero volvió a subir al techo. Poco más de un metro lo separaba de Alward. Por suerte, su arco había caído en el propio techo tras el impacto. Un arco da la impresión de no ser efecto cuerpo a cuerpo, pero el Sevna sabía que habían arqueros que eran diestros manejando dichas armas como si de una a melé se tratase. Y el tipo de arco que llevaba este sujeto en particular (robusto y aerodinámico) delataba que en este caso, el punto débil que se daba por hecho en los arqueros iba a ser una excepción.


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-¡Ellos lo han hecho bien, padre!-Replicó Crystal-¡Ha sido una emboscada!-Les excusó.-Además...-La vocecilla delataba vergüenza culpabilidad.-Yo les dije a unos cuantos guardias que estuviesen pendiente de mi protección.

-¿Por qué?-Abrió los ojos, sorprendido y con cierta expectación.

-Quería ver el árbol...-Desvió brevemente su mirada hacia este.-Asumo mi culpa...-Confesó ruborizada.

Pietro Hitch buscó una mirada amiga, un consuelo amable, y lo encontró en Cornelius, su mano derecha y asistente. Entonces fue cuando la molestia quedó en nada más que frustración.

-Pero hija... ¿Qué te ha llevado a...?

-Señor, no creo que sea conveniente hablar de eso ahora.-Le cortó Cornelius, y Crystal le dedicó una mirada furtiva que no pasó desapercibida para el bigotudo, que trató de desviar el tema.-Tenemos que estar agradecidos a nuestros hombres y mujeres.-Asintió, mirando a los que allí se encontraban.-Los que han salido tras el bandido, seguramente volverán sanos, salvos y con nuestra mercancía. Y los que aquí quedan, velarán por nuestra seguridad con la mayor diligencia posible.-Movió el labio y, por ende, su bigote, con cierto aire de aprobación y convencimiento en sus propias palabras, respaldando las de la bio-cibernética.

-¡Él no es el Hombre Grillo!-Refutó Crystal a la bio-cibernética.-¿Verdad?-Preguntó tanto a su padre como a Cornelius a modo de apoyo.

Estos se miraron entre sí, dubitativos y sin entender muy bien de qué estaban hablando.

El silencio reinó por unos segundos, cosa que antes parecía imposible con el jaleo que se había armado. Pero la calma que había llegado, era tensa y todos estaban expectantes por que algo sucediera. Se extendió una especie de paranoia por el campamento repentinamente, un sentimiento que todos los integrantes de la caravana sintieron.

-¿Estamos a salvo? ¿Detectas... "algo extraño"?-Aunque en la entrevista que había tenido con la bio-cibernética, esta le explicó detalladamente sus habilidades, no estaba seguro de comprenderlas.


---------------------------------------------------------------------------------


El arquero, como si de una bestia que se lanza sobre su presa se tratara, se abalanzó sobre su arco. Alward entonces pisó el arma y, para el momento en el que el bandido quiso tirar, el Sevna lo tenía sujeto al suelo, aunque con un par de tirones el arquero consiguió librar a su arco de la opresión (debido a que el suelo no era firme del todo).

Antes de que el enmascarado pudiera reaccionar, el arquero le propinó un golpe directo con el arco a modo de puñetazo en su máscara. No le dolió, pero la inercia del impacto lo llevó a atrasarse unos pasos y acabó cayendo por el agujero que él mismo había hecho en la tela, impactando de espaldas y, de nuevo, contra los cofres.

Frustrado, y boca arriba mirando el cielo nocturno y estrellado, Alward suspiró.

-Sí que son duros...-Dijo en referencia a los cofres.

__________________________________________________________________

Off:

-Objeto usado [1] --> Gancho: Un gancho atado a una resistente cadena de metal. Si logra engancharse al objetivo, puede usarse para atraerlo o retenerlo. En su defecto, puede usarse para escalar. Puede usarse como un arma flexible de calidad Superior.

-Rauko. Tienes total libertad para interactuar y manejar a Abel con Xana. Si quieres, tú determinas la gravedad de sus heridas y si está apto para unirse a la persecución otra vez o no, o lo que sea que se te ocurra (como si lo dejas ahí tirado (?))

-Rauko y Zagreus. Es hora de atacar al Arquero Carmesí. Dadle con todo. La prioridad sería no dañar la mercancía, pero si no hay más remedio, no dudéis en hacerlo. Solo os pido una cosa, no lo matéis ;).

-Golosina. ¡No soy el Hombre Grillo! D: Te encargas de la seguridad del campamento, estamos en tu manos de robot.
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