Las riquezas del señor Hitch [Libre] [Cerrado]
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Re: Las riquezas del señor Hitch [Libre] [Cerrado]
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Un diminuto punto carmesí difuminándome en el paisaje de colores oscuros y fríos. Xana solo veía eso. Solo capturarlo ocupaba sus pensamientos. Y, al calcular... No, eso no parecía algo posible para su mente en ese momento. Ella, al sentir que su estrella estaba a la distancia correcta, la alzó. Lo hizo imprimiendo en el acto el ímpetu que demandaba su deseo, impulsada por saber que la oportunidad sería inminentemente devorada por la imposibilidad.
Por eso mismo acertó. Y por eso mismo fracasó.
La abrupta desconexión con su proyectil mágico, lo que significaba que tal proyectil ya no existía, golpeó a Xana, haciéndola caer de rodillas como si hubiera olvidado cómo estar de pie.
Con la vista desenfocada, aunque aún en la dirección donde se perdió el Arquero Carmesí, Xana se sumió en la amarga decepción. «No pude permutarme antes», fue el primer pensamiento que se atrevió a formarse.
El sonido de alguien tosiendo la trajo de vuelva de sus ensimismamientos. El lobo, lo había olvidado. Eso le hizo sentirse culpable, y aprovechó esa culpa para dejar de pensar en el arquero.
–Oye, ¿estás bien? –preguntó acercándose a él. Le echó un rápido vistazo antes de percatarse de algo–. Ah, cierto, tú tampoco puedes hablar –musitó para sí, y se dio en la frente un golpecito con los nudillos de una mano.
Aun así, pudo saber que él no estaba perfecto al oírlo respirar con cierta dificultad.
–Deberíamos vol... ¡Oye, ¿a dónde crees que vas?! –Se paró delante del lobo, evitando que él reanudara la persecución. Recibió un amenazador gruñido como respuesta. «¡Quieto, perro malo!», casi se le escapa a Xana, pero logró mantenerlo como un simple pensamiento–. Ya ves, ni puedes pa...
El lobo inició la transformación a humano. Xana, por preocaución, trajo hacia sí la esfera luminosa que aún le quedaba.
–¡¿Cuál es tu maldito problema?! –escupió él irritado, con la voz demasiado ronca. Cuando Xana le miró la garganta y abrió la boca para responder, él se adelantó–. Debemos atrapar al ladrón –añadió con el volumen moderado.
–¿Y piensas que lo alcanzarás como estás?
–Te sorprenderías. –Esbozó una sonrisa torva.
«Pero ¡qué terco!», pensó Xana, esforzándose en no desatar una lluvia de estrellas para doblegarlo. «No, tranquila. La fuerza bruta no es la solución. Eres una heroína, no una bestia. Además, yo... tampoco quiero rendirme».
–Escucha –empezó Xana con más calma–, yo... –De nuevo, una idea nació, y los ojos de Xana se iluminaron– tengo un plan más brillante. –Y egoísta.
Pero ni era algo bien elaborado. La suerte era quien decidiría al final.
Hizo que el lobo tocara una piedra arcana de ella y, tras explicarle con brevedad lo que hacía, ella se subió a un árbol, donde materializó y pegó algunas esferas de luz para usarlas de escalera. Al llegar a la copa, y mientras ponía a prueba su equilibrio y la dudosa resistencia de las ramas, oteó el sendero que suponía que el arquero tomó, y lanzó en tal dirección la estrella azul restante.
Como era de esperarse, no vio nada incluso con sus ojos élficos.[1]
Se mordió el labio, frustrada y avergonzada por otro fracaso, sentimientos que crecían con cada segundo. El lobo empezó a molestarse por esperar, pero Xana no quería encararlo ahora.
Entonces vio un destello.
Sin siquiera pensarlo, dirigió su estrella azul al sitio. Un instante después, Xana se permutó.[2] Y el licántropo, tras la sorpresa inicial, recordó pensar en seguirla y también desapareció.[3]
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Avanzando sin miedo al éxito, pude ver el carromato a la distancia, con el encapuchado en el techo haciendo alarde de su destreza y estilazo. Zagreus y el enmascarado iban delante de mí. Pude escucharlos planear la estrategia definitiva para capturar al ladrón.
Y el plan se resumía en que no había plan.
Como cualquier misión liderada por Bio.
O cualquier cosa hecha por mí.
El arquero, entonces, se preparó para disparar una vez más. Sin embargo, jamás podría superarme en velocidad, así que... hice nada, solo arquear una ceja, desconcertado por la inesperada aparición de una estrella explosiva de Xana, por un breve instante que bastó para que el enmascarado se me adelantara en enfrentar al ladrón estrellado.
–Zag –llamé al compañero de buen color de cabello–, hagamos lo nuestro –fue todo lo que dije, señalando por un momento al frente, antes de conducir mi montura hacia un flanco del carromato, intentando llegar a sus caballos.
Mientras, observé a los dos que participarían en una lucha de alto riesgo sobre el carromato. Tras sus primeros movimientos, concluí que no necesitaba meterme, así que miré al frente.
Y un momento después mi atención volvió para encontrar al arquero victorioso. Miré hacia atrás buscando al enmascarado, pero no lo hallé. Debía seguir en el carromato, supuse, pero el arquero no iba a darme más tiempo para pensar en ello; se preparó para disparar
Le arrojé mi espada Doppelsäbel con toda la fuerza de mis músculos recién potenciados.[4] Se agachó para esquivar el acero. Aproveché esa oportunidad para saltar propulsándome con éter y caer a su lado.[5] Sin espada en mano, activé mentalmente el encantamiento de Doppelsäbel para que volara de regreso a mí.[6]
«Xana tiene interés en él», recordé, haciéndome dudar sobre mandar volar al ladrón.
Interrumpió mis innecesarias cavilaciones arrojándome una flecha solo con su propio brazo. Fácilmente la desvié con un manotazo.[7] Pero él también se había abalanzado para golpear mis rodillas con su arco, y lo esquivé retrocediendo dos pasos rápidos. Entonces tuve que alzar una mano para atrapar mi espada.
El arquero, viendo esa oportunidad, disparó con su arco otra flecha, una con una punta esférica que enseguida se dividió en dos transformándose en boleadora, una dirigida a mis piernas. Me lancé al cielo con un salto potenciado.
Sencillo. No parecía ser la amenaza que yo había imaginado.
Aún en el aire, expulsé éter para impulsarme hacia el arquero.[5] Él rodó hacia adelante. El techo del carromato no soportó mi peso. Caí sobre unos cofres, pero salté como resorte hacia el agujero que hice.
Justo al verme salir, el arquero golpeó la punta de una flecha con su arco y apartó el rostro. Un fogonazo de luz nació, cobrando momentáneamente mi visión.
Por instinto, volví a arrojarle la espada, aunque sin haber podido siquiera pensar en reunir fuerza mágica en mis músculos.
Escuché el choque de mi metal con su arco. Luego sentí un fuerte golpe en mi cabeza que me envió de vuelta al interior del carromato, condenándome al aturdimiento y a un aterrizaje estrepitoso.
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Xana apareció a unos metros sobre el suelo. La caída la castigó con un doloroso azote en los pies que retumbó en todos sus huesos. Como buena elfa, maldijo la tierra.
El licántropo apareció justo después, a su lado, sin mayor inconveniente más que la confusión de una primera vez teletransportándose. Pronto recordó su objetivo, miró en derredor y dejó salir en su rostro una sonrisa lobuna al encontrar, a unas decenas de metros de distancia y acercándose a ambos, al arquero en el carromato.
–Gracias, chica –gruñó con sus palabras impregnadas de malicia–. Terminaré lo que empezó ese cretino. –Y emprendió una carrera antes de que Xana alcanzara a protestar.
–Maldición –murmuró ella, lamentando haberlo traído en lugar de llevarlo de vuelta al campamento. «Sea como sea, debo apresurarme», se dijo, y fijó la vista en el objetivo carmesí. «Lo siento, arquero, no escaparás de mí. Pero... prometo compensarte si eres el tipo de persona que espero que seas».
Formó delante de sí una poderosa esfera de energía blanca que iluminó el área.[8] Apuntó detenidamente. Suspiró. Apretó la esfera. Inhaló. La esfera se comprimió y, en respuesta, disparó un torrencial haz de luz.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
[1] Pasiva racial de Xana: Ojos de elfo (sirven para ver).
[2] Habi nvl 3 de Xana: Permuta sidérea (cambia de lugar con su estrella).
[3] Objeto Limitado: Runa de teleportación (quien toque la piedra, puede luego teletransportarse hacia ella).
[4] Rasgo avanzado de Rauko: Superfuerza sin perder su estética andrógina.
[5] Habi pasiva nvl 4 de Rauko: Vuelo fúlgido (doble salto o salto sin punto de apoyo).
[6] Encantamiento pasivo de Doppelsäbel: Bendición de Thor (no necesita explicaciones).
[7] Habi pasiva nvl 8 de Rauko: Presciencia luciente (para evadir hasta las chanclas de la madre).
[8] Habi nvl 7 de Xana: Torrente cósmico (kamehameha liviano, pero impregna partículas de luz ardientes que entorpecen por un turno).
[2] Habi nvl 3 de Xana: Permuta sidérea (cambia de lugar con su estrella).
[3] Objeto Limitado: Runa de teleportación (quien toque la piedra, puede luego teletransportarse hacia ella).
[4] Rasgo avanzado de Rauko: Superfuerza sin perder su estética andrógina.
[5] Habi pasiva nvl 4 de Rauko: Vuelo fúlgido (doble salto o salto sin punto de apoyo).
[6] Encantamiento pasivo de Doppelsäbel: Bendición de Thor (no necesita explicaciones).
[7] Habi pasiva nvl 8 de Rauko: Presciencia luciente (para evadir hasta las chanclas de la madre).
[8] Habi nvl 7 de Xana: Torrente cósmico (kamehameha liviano, pero impregna partículas de luz ardientes que entorpecen por un turno).
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Re: Las riquezas del señor Hitch [Libre] [Cerrado]
La biocibernética decidió que la conversación entre aquellos tres humanos no era asunto suyo, por lo que decidió mirar a su alrededor, intentando buscar alguna señal de amenaza.
Fue entonces cuándo escuchó a Cornelius dirigirse a ella y amable y colaborativa, Golosina asintió.
―Puedo intentar detectar presencias ajenas en un radio de varios metros. Por favor, esperen…
Tras mirar a la extraña mujer que había acompañado al enmascarado, que se encontraba a unos metros de ellos, Golosina se decidió a activar su radar buscando la presencia de algún otro intruso.
Tras unos segundos, su mecanismo interno le sorprendió detectando una criatura de enorme tamaño a unos 80 metros al norte de su posición. [1]
Cuándo iba a hablar, la biocibernética quedó sorprendida por una nueva alerta. Otra criatura de más o menos el mismo tamaño se acercaba por el suroeste.
Reaccionando tras el análisis, Golosina abrió sus enormes ojos negros y ladeando la cabeza hacia la izquierda, habló en tono alarmante.
―Dos criaturas rodean el campamento.
―¡Dios mío! ―dijo Cornelius, mirando a Hitch, cuyo rostro había palidecido.
―Por la detección del calor que desprende sus cuerpos, me aventuraría a decir que… la envergadura de sus cuerpos es… enorme…
―¿Qué podemos hacer?― exclamó la joven, visiblemente nerviosa.
―Será mejor que se alejen y se escondan en un lugar seguro, mientras salgo a inspeccionar… y me preparo para la batalla… ¡Vamos, corran!
Mientras que los tres humanos corrían para esconderse en el interior del carromato dónde viajaban durante el día, Golosina cogió su bolsa de herramientas y se dirigió a la joven que acompañaba al enmascarado, para advertirla de la presencia de aquellas dos extrañas criaturas.
Pero antes de que pudiera hacerlo, el estrepitoso ruido de un árbol que cae llamó la atención de la biocibernética. Al dirigir su mirada hacia el norte, vio la silueta de una criatura enorme, que hizo a la biocibernética dudar sobre su propia seguridad.
Tras unos segundos de espera, una redondeada cabeza negra apareció entre dos pinos. De la misma, pendían dos largas y finas antenas negras. Del enorme cuerpo que se intuía tras ella, dos largas alas ambarinas parecían desplegarse sobre su cuerpo.
―¡Es un hombre grillo!― gritó la biocibernética, provocando una serie de reacciones en el campamento.
Crystal lanzó un grito de pánico, Cornelius se atrevió a asomar su cabeza a través de una de las ventanas para esconderla pocos segundos después; y la chica que acompañaba al hombre enmascarado parecía haberse percatado de la situación.
Pero cuándo un segundo grillo gigantesco apareció al otro lado del campamento, la esperanza de sobrevivir de la biocibernética disminuía rápidamente.
Entonces sucedió lo impensable. Uno de los grillos comenzó a emitir un fuerte sonido, a causa de una regular estridulación. Un fuerte cri cri cri fue contestado por el segundo grillo, que se posicionaba en dirección al primero.
Tras haber detectado ambos la presencia del otro en esa peculiar conversación, los hechos se precipitaron. Ambos iniciaron una repentina carrera contra el otro, arrasando con arbustos, pequeños árboles y algunos mobiliarios de las personas que se habían asentado allí horas antes.
En el mismo centro del campamento, sus cuerpos se encontraron y la ardua lucha comenzó. Al chocar, utilizaron sus extremidades para atacarse de manera feroz. Los grillos no habían acudido allí para atacar a nadie. Los grillos habían ido allí a ajustar sus propias cuenta.
―¡Cuidado chica! ―le gritó a la joven cuyo nombre desconocía o no lograba recordar.
En el arduo y bestial enfrentamiento, uno de los grillos terminó impactando sobre el carromato en el que se encontraban los Hitch y Cornelius, que terminó volcando de forma abrupta, rompiéndose un par de sus ruedas. Tras incorporarse el grillo y volver a la batalla, la biocibernética corrió en esa dirección para ver si alguien había resultado herido.
[1] Uso de mi habilidad racial Radar: [2 usos] Activo un radar que, por unos pocos segundos, me permite saber la ubicación exacta de cualquier objeto o criatura que emita calor en un radio de 100 metros. (Segundo Uso)
Fue entonces cuándo escuchó a Cornelius dirigirse a ella y amable y colaborativa, Golosina asintió.
―Puedo intentar detectar presencias ajenas en un radio de varios metros. Por favor, esperen…
Tras mirar a la extraña mujer que había acompañado al enmascarado, que se encontraba a unos metros de ellos, Golosina se decidió a activar su radar buscando la presencia de algún otro intruso.
(ACTIVANDO RADAR)
Tras unos segundos, su mecanismo interno le sorprendió detectando una criatura de enorme tamaño a unos 80 metros al norte de su posición. [1]
(INTRUSO DETECTADO)
Cuándo iba a hablar, la biocibernética quedó sorprendida por una nueva alerta. Otra criatura de más o menos el mismo tamaño se acercaba por el suroeste.
(DOS POSIBLES AMENAZAS. ALERTA GRAVE)
Reaccionando tras el análisis, Golosina abrió sus enormes ojos negros y ladeando la cabeza hacia la izquierda, habló en tono alarmante.
―Dos criaturas rodean el campamento.
―¡Dios mío! ―dijo Cornelius, mirando a Hitch, cuyo rostro había palidecido.
―Por la detección del calor que desprende sus cuerpos, me aventuraría a decir que… la envergadura de sus cuerpos es… enorme…
―¿Qué podemos hacer?― exclamó la joven, visiblemente nerviosa.
―Será mejor que se alejen y se escondan en un lugar seguro, mientras salgo a inspeccionar… y me preparo para la batalla… ¡Vamos, corran!
Mientras que los tres humanos corrían para esconderse en el interior del carromato dónde viajaban durante el día, Golosina cogió su bolsa de herramientas y se dirigió a la joven que acompañaba al enmascarado, para advertirla de la presencia de aquellas dos extrañas criaturas.
Pero antes de que pudiera hacerlo, el estrepitoso ruido de un árbol que cae llamó la atención de la biocibernética. Al dirigir su mirada hacia el norte, vio la silueta de una criatura enorme, que hizo a la biocibernética dudar sobre su propia seguridad.
(ANALIZANDO CRIATURA)
Tras unos segundos de espera, una redondeada cabeza negra apareció entre dos pinos. De la misma, pendían dos largas y finas antenas negras. Del enorme cuerpo que se intuía tras ella, dos largas alas ambarinas parecían desplegarse sobre su cuerpo.
(CRIATURA DETECTADA: ENORMUM GRYLLUS)
―¡Es un hombre grillo!― gritó la biocibernética, provocando una serie de reacciones en el campamento.
Crystal lanzó un grito de pánico, Cornelius se atrevió a asomar su cabeza a través de una de las ventanas para esconderla pocos segundos después; y la chica que acompañaba al hombre enmascarado parecía haberse percatado de la situación.
Pero cuándo un segundo grillo gigantesco apareció al otro lado del campamento, la esperanza de sobrevivir de la biocibernética disminuía rápidamente.
Entonces sucedió lo impensable. Uno de los grillos comenzó a emitir un fuerte sonido, a causa de una regular estridulación. Un fuerte cri cri cri fue contestado por el segundo grillo, que se posicionaba en dirección al primero.
(ANÁLISIS DEL LENGUAJE: CRI CRI CRI)
(RESULTADO: NINGÚN LENGUAJE CONOCIDO)
Tras haber detectado ambos la presencia del otro en esa peculiar conversación, los hechos se precipitaron. Ambos iniciaron una repentina carrera contra el otro, arrasando con arbustos, pequeños árboles y algunos mobiliarios de las personas que se habían asentado allí horas antes.
En el mismo centro del campamento, sus cuerpos se encontraron y la ardua lucha comenzó. Al chocar, utilizaron sus extremidades para atacarse de manera feroz. Los grillos no habían acudido allí para atacar a nadie. Los grillos habían ido allí a ajustar sus propias cuenta.
―¡Cuidado chica! ―le gritó a la joven cuyo nombre desconocía o no lograba recordar.
En el arduo y bestial enfrentamiento, uno de los grillos terminó impactando sobre el carromato en el que se encontraban los Hitch y Cornelius, que terminó volcando de forma abrupta, rompiéndose un par de sus ruedas. Tras incorporarse el grillo y volver a la batalla, la biocibernética corrió en esa dirección para ver si alguien había resultado herido.
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[1] Uso de mi habilidad racial Radar: [2 usos] Activo un radar que, por unos pocos segundos, me permite saber la ubicación exacta de cualquier objeto o criatura que emita calor en un radio de 100 metros. (Segundo Uso)
Golosina
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Re: Las riquezas del señor Hitch [Libre] [Cerrado]
Mis expectativas se desplomaron cuando el enmascarado confirmó que no tenía ningún plan. En el fondo me culpaba a mí mismo por sobrestimar sus capacidades basándome en su habilidad como jinete y esa “aura misteriosa” que resultaba difícil de describir, evidentemente saber cabalgar no se correlacionaba con ser capaz de utilizar el cerebro en batalla, al parecer.
Si bien la sensación de decepción persistía al no disponer de una estrategia, la atención de todos los que perseguíamos el carromato robado se enfocó nuevamente en el arquero que tensaba su arco para atacarnos otra vez. No obstante, una explosión de luz arremetió contra el vehículo, haciendo que el arquero saliera despedido hacia el frente y causando que el carromato redujera la velocidad. No entendía el origen de aquel ataque, quizás podría tratarse de algún truco de Rauko que rápidamente se integraba a la persecución.
Aprovechando la oportunidad, el enmascarado recortó distancia con su corcel y logró alcanzar el carromato con un artilugio mecánico. Ya no lograba ver los pasos del enmascarado dentro del carromato, pero debía suponer que trataría de enfrentar directamente al ladrón. El arquero carmesí se recuperaba del impacto y nuevamente tomaba posición en el techo, se notaba desconcertado.
Rauko – respondí al llamado del elfo que rápidamente se colocaba paralelo a mi caballo negro. “Hagamos lo nuestro”, comentó mientras cruzaba miradas con él. Y en ese preciso momento lo entendí, vi en su rostro decidido, en su actitud confiada… que el idiota tampoco tenía un plan y solo pretendería atacar directamente.
El elfo aceleró para flaquear el carromato y perseguir su “estrategia” de repetir los pasos del enmascarado que combatía frenéticamente con el ladrón. No podía quedarme atrás, así que avancé para rodear el carromato en la dirección contraria a la de Rauko. Quizás la distracción del elfo me serviría para actuar, no era necesario detener al arquero carmesí, lo importante era la mercancía y podríamos recuperarla si lograba detener el carromato.
Mientras avanzaba me percaté que ya el humano no combatía en el techo con el ladrón, y el arquero triunfante ahora se fijaba en la amenaza del elfo por el otro lado. Estaba centrado en mi objetivo, separar los caballos del carromato, por lo que contemplando que el hombre de capucha roja ignoraba mi presencia, me dispuse a acercarme lo más posible a los caballos que dirigían el vehículo.
La batalla de Rauko con el arquero escalaba con gran velocidad, las piruetas del elfo en el aire resaltaban sus habilidades con el éter, y confirmaban el hecho de que una confrontación directa con el arquero por mi parte sería un suicidio. Mi dominio de armas en el combate directo aún estaba en niveles inferiores en comparación con el elfo y el ladrón de ropajes rojizos, y el simple hecho de pensar en que ya había derrotado al enmascarado solo reafirmaba la idea de que lo más sensato era mantenerse al margen de la contienda.
Mientras continuaba cabalgando hacia el frente del carromato, por el rabillo de mi ojo logré ver un destello de luz seguido por un estruendo. Al volver a voltear hacia atrás no vi rastro de Rauko, el arquero carmesí lentamente recuperaba el equilibrio en el techo y estirando su mano libre hacia su carcaj, empezó a contar las flechas que le quedaban.
Ya sabiendo que estaba solo me centré en mi deber, frenar el vehículo y buscar una alternativa para lidiar con el arquero que mis compañeros no había logrado derrotar. Algún veneno o elixir de mi bolsa podría resultar efectivo, pero lo primero era centrarme en los caballos.
Tras un salto desde mi corcel negro logré llegar al asiento que emplea el conductor del carromato en la delantera. Solo debía dar una patada a un cabezal para retirar un gran tornillo que sostenía las vigas que dirigían los amarres de los caballos, pero tras dos intentos el mecanismo no cedía.
Parecía que ya con el tercer intento lograría mi objetivo, y el arquero no se había percatado aún de mi misión, ya que continuaba estando ocupado con sus flechas y artilugios. Sin embargo, un grito a varios metros hizo que el arquero dirigiera su mirada al frente.
No dejaré que nos robes, maldito Arquero. – gritó Abel con grandes heridas y respiración agitada. El hombre con dificultades volvió a su forma cuadrúpeda y empezó a correr en dirección al carromato acompañado de un rugido.
No entendía el propósito de aquel licántropo ni tampoco como había llegado a esa posición si antes se había quedado atrás, sus heridas no le dejarían saltar lo suficientemente alto como para embestir de frente al arquero con sus fauces. Por el contrario, solo conseguiría chocar contra los caballos y hacer que todos volcásemos.
Mientras el arquero tensaba nuevamente su arco apuntando al lobo, sus ojos vieron mi espalda a punto de dar el último golpe para separar el carromato y los caballos. Me sostuve con fuerza al asiento previendo la desaceleración del vehículo, y cuando ya alzaba la pierna para dar el impacto final un destello a las espaldas de Abel me detuvo.
Una ráfaga de luz impactó contra el carruaje, cubriendo todo de una blancura enceguecedora. La sensación del rayo se mantuvo varios segundos, era cálido, pero no lograba quemar, ¿acaso así se sentía el sol que llevaba años sin poder disfrutar?…
La incomodidad de aquella luz iba creciendo, no era capaz de abrir los ojos, y todo pareció terminar cuando el relinchar de los los caballos fue seguido de un impacto.
Los caballos habían sufrido también la ráfaga lumínica haciendo que se tropezaran, la inercia de la carrera que mantenían causó que uno de los corceles cayera estrepitosamente al suelo y rompiera su cuello muriendo en el acto mientras el otro, menos afortunado, se rompió una de sus extremidades delanteras, el grito doloroso del animal hizo eco en el bosque, pero el mismo fue silenciado cuando el carromato de gran tamaño impactó contra el caballo herido haciendo que diera un salto destruyendo una de las ruedas del carruaje. La sangre en el suelo del caballo se esparcía por la tierra que recuperaba la oscuridad de la noche tras la intensa luz de aquel rayo.
Durante el impacto mantuve mis ojos cerrados y por más que traté de aferrarme al asiento, sentí como un golpe me arrojaba hacia atrás atravesando la pared del carromato e impactando con algo de gran dureza que no pude identificar. El dolor era prácticamente incapacitante, mis ojos seguían sin poder ver con claridad y mis manos tanteaban mi alrededor tocando al inicio una superficie dura y seguidamente algo suave que no lograba distinguir. Todo pasó en cuestión de segundos, desconocía el estado del arquero, del licántropo o mis compañeros, incluso no conocía el origen de aquella luz.
____________________Si bien la sensación de decepción persistía al no disponer de una estrategia, la atención de todos los que perseguíamos el carromato robado se enfocó nuevamente en el arquero que tensaba su arco para atacarnos otra vez. No obstante, una explosión de luz arremetió contra el vehículo, haciendo que el arquero saliera despedido hacia el frente y causando que el carromato redujera la velocidad. No entendía el origen de aquel ataque, quizás podría tratarse de algún truco de Rauko que rápidamente se integraba a la persecución.
Aprovechando la oportunidad, el enmascarado recortó distancia con su corcel y logró alcanzar el carromato con un artilugio mecánico. Ya no lograba ver los pasos del enmascarado dentro del carromato, pero debía suponer que trataría de enfrentar directamente al ladrón. El arquero carmesí se recuperaba del impacto y nuevamente tomaba posición en el techo, se notaba desconcertado.
Rauko – respondí al llamado del elfo que rápidamente se colocaba paralelo a mi caballo negro. “Hagamos lo nuestro”, comentó mientras cruzaba miradas con él. Y en ese preciso momento lo entendí, vi en su rostro decidido, en su actitud confiada… que el idiota tampoco tenía un plan y solo pretendería atacar directamente.
El elfo aceleró para flaquear el carromato y perseguir su “estrategia” de repetir los pasos del enmascarado que combatía frenéticamente con el ladrón. No podía quedarme atrás, así que avancé para rodear el carromato en la dirección contraria a la de Rauko. Quizás la distracción del elfo me serviría para actuar, no era necesario detener al arquero carmesí, lo importante era la mercancía y podríamos recuperarla si lograba detener el carromato.
Mientras avanzaba me percaté que ya el humano no combatía en el techo con el ladrón, y el arquero triunfante ahora se fijaba en la amenaza del elfo por el otro lado. Estaba centrado en mi objetivo, separar los caballos del carromato, por lo que contemplando que el hombre de capucha roja ignoraba mi presencia, me dispuse a acercarme lo más posible a los caballos que dirigían el vehículo.
La batalla de Rauko con el arquero escalaba con gran velocidad, las piruetas del elfo en el aire resaltaban sus habilidades con el éter, y confirmaban el hecho de que una confrontación directa con el arquero por mi parte sería un suicidio. Mi dominio de armas en el combate directo aún estaba en niveles inferiores en comparación con el elfo y el ladrón de ropajes rojizos, y el simple hecho de pensar en que ya había derrotado al enmascarado solo reafirmaba la idea de que lo más sensato era mantenerse al margen de la contienda.
Mientras continuaba cabalgando hacia el frente del carromato, por el rabillo de mi ojo logré ver un destello de luz seguido por un estruendo. Al volver a voltear hacia atrás no vi rastro de Rauko, el arquero carmesí lentamente recuperaba el equilibrio en el techo y estirando su mano libre hacia su carcaj, empezó a contar las flechas que le quedaban.
Ya sabiendo que estaba solo me centré en mi deber, frenar el vehículo y buscar una alternativa para lidiar con el arquero que mis compañeros no había logrado derrotar. Algún veneno o elixir de mi bolsa podría resultar efectivo, pero lo primero era centrarme en los caballos.
Tras un salto desde mi corcel negro logré llegar al asiento que emplea el conductor del carromato en la delantera. Solo debía dar una patada a un cabezal para retirar un gran tornillo que sostenía las vigas que dirigían los amarres de los caballos, pero tras dos intentos el mecanismo no cedía.
Parecía que ya con el tercer intento lograría mi objetivo, y el arquero no se había percatado aún de mi misión, ya que continuaba estando ocupado con sus flechas y artilugios. Sin embargo, un grito a varios metros hizo que el arquero dirigiera su mirada al frente.
No dejaré que nos robes, maldito Arquero. – gritó Abel con grandes heridas y respiración agitada. El hombre con dificultades volvió a su forma cuadrúpeda y empezó a correr en dirección al carromato acompañado de un rugido.
No entendía el propósito de aquel licántropo ni tampoco como había llegado a esa posición si antes se había quedado atrás, sus heridas no le dejarían saltar lo suficientemente alto como para embestir de frente al arquero con sus fauces. Por el contrario, solo conseguiría chocar contra los caballos y hacer que todos volcásemos.
Mientras el arquero tensaba nuevamente su arco apuntando al lobo, sus ojos vieron mi espalda a punto de dar el último golpe para separar el carromato y los caballos. Me sostuve con fuerza al asiento previendo la desaceleración del vehículo, y cuando ya alzaba la pierna para dar el impacto final un destello a las espaldas de Abel me detuvo.
Una ráfaga de luz impactó contra el carruaje, cubriendo todo de una blancura enceguecedora. La sensación del rayo se mantuvo varios segundos, era cálido, pero no lograba quemar, ¿acaso así se sentía el sol que llevaba años sin poder disfrutar?…
La incomodidad de aquella luz iba creciendo, no era capaz de abrir los ojos, y todo pareció terminar cuando el relinchar de los los caballos fue seguido de un impacto.
Los caballos habían sufrido también la ráfaga lumínica haciendo que se tropezaran, la inercia de la carrera que mantenían causó que uno de los corceles cayera estrepitosamente al suelo y rompiera su cuello muriendo en el acto mientras el otro, menos afortunado, se rompió una de sus extremidades delanteras, el grito doloroso del animal hizo eco en el bosque, pero el mismo fue silenciado cuando el carromato de gran tamaño impactó contra el caballo herido haciendo que diera un salto destruyendo una de las ruedas del carruaje. La sangre en el suelo del caballo se esparcía por la tierra que recuperaba la oscuridad de la noche tras la intensa luz de aquel rayo.
Durante el impacto mantuve mis ojos cerrados y por más que traté de aferrarme al asiento, sentí como un golpe me arrojaba hacia atrás atravesando la pared del carromato e impactando con algo de gran dureza que no pude identificar. El dolor era prácticamente incapacitante, mis ojos seguían sin poder ver con claridad y mis manos tanteaban mi alrededor tocando al inicio una superficie dura y seguidamente algo suave que no lograba distinguir. Todo pasó en cuestión de segundos, desconocía el estado del arquero, del licántropo o mis compañeros, incluso no conocía el origen de aquella luz.
Off
Bueno, nos morimos todos gracias a Xana (?)
Zagreus
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Re: Las riquezas del señor Hitch [Libre] [Cerrado]
Cuando Rauko cayó dentro del carromato a su lado, Alward le tomó el relevo, espadas en mano, impulsándose de nuevo hacia arriba. El reducido espacio que había para combatir lo aprovechó el arquero para no darle tregua alguna al enmascarado soltándole un amasijo de golpes con su puño y su arco, a veces incluso agarrando el arma a distancia con las dos manos y usándola como si de un arma a dos manos contundente se tratara.
Alward más que atacar se defendía, pues su contrincante no le abría ninguna ventana de oportunidad para hacer lo contrario. Incluso llegó a notar que le faltaba la respiración de tanto esfuerzo.
De pronto, una luz se hizo notable en la oscura noche, proyectada desde delante por el camino que seguía el carromato. Era cegadora tras tener la vista acostumbrada a la madrugada, y a Alward le dio la impresión que sus efectos no serían buenos para su cuerpo, ni tampoco para sus compañeros. Además, sería mejor protegerse ante una más que clara parada en seco del carromato o ante un impacto. El arquero vaciló en sus movimientos y le dio la ventana que Alward esperaba para atacar, pero en vez de eso quiso ser precavido, tenía que protegerse a él y a sus compañeros.
Ante esto, el interior de su pechera se iluminó con una luz azulada. Uno de los colgantes que llevaba empezó a emitir dicha luminosidad, haciendo que los ojos del enmascarado cobrasen el mismo tono azulado que el colgante. Para sorpresa del arquero, el Sevna guardó sus espadas y extendió las palmas a un lado y a otro, imbuyéndose de energía, juntando sus manos en una palmada cuando sintió que era el momento y tenía visualizado lo que quería hacer. Todos en el carromato adquirieron alrededor de su cuerpo una fina película mitad azulada y mitad transparente casi adherida a su piel, aunque el arquero no corrió tanto suerte, pues el haz de luz fue proyectado directamente en él antes de que Alward pudiera protegerlo [1].
Acto seguido, todo quedó en blanco. Gritos de los caballos sonaron como un eco en el bosque, y la súbita sensación de descontrol de su cuerpo por parte de un impacto del carromato hizo que perdiese la consciencia.
-----------------------------------------------------------------------------------------
Katrina miró de reojo a la bio-cibernética. Esas criaturas se decían que no tenían consciencia propia, nunca se había intentado comunicar con ninguna, ni siquiera influyendo en sus emociones. Pero esta vez era necesario.
-Quizás pueda controlar a una de esas criaturas.-Proyectó su voz mágica en la bio-cibernética.-La otra depende de ti.
Volvió a centrar su atención en uno de los grillos gigantes. No parecían querer destrozar el campamento o matar a ninguno de los allí presentes, simplemente había sido mala suerte el hecho de que esas dos criaturas escogiesen justo ese lugar y ese momento para enfrentarse por su territorio o por el dominio de algo que Katrina desconocía. Fuese como fuese, tenían que parar.
La vampiresa dio un paso al frente, frunció el ceño y analizó a ambos grillos gigantes que caminaban sobre dos patas.
Sin más, uno de ellos embistió contra su oponente, consiguiendo derribarlo, haciendo que cayese nuevamente al lado del carromato donde se refugiaba la familia Hitch. Crystal dio otro grito horrorizada, y la cabeza de Cornelius volvió a asomar, atemorizado.
La vampiresa de cabellos cenicientos entonces tuvo claro a su objetivo; el más débil sería el más fácil de controlar.
Se acercó a él a una distancia prudencial y proyectó hacia él una oleada de emociones positivas, intentando llevárselo a su terreno y caerle bien. Los recovecos de su mente estaban abiertos, y una criatura no inteligente tendría menos barreras psicológicas que una inteligente. Nunca antes lo había intentado, y descubrió entonces una habilidad que podría serle útil de ahora en adelante. Con gran soltura pudo moverse dentro de su mente y conectar todos los pensamientos e impulsos de la criatura salvaje. Cuando el hombre grillo quiso reaccionar al golpe que le habían dado, sentía que ya no era dueño del todo de sus pensamientos, y sus acciones estaban ya planeadas antes de que las quisiera hacer. Era una mezcla extraña entre control y obediencia consciente hacia la pequeña criatura de cabellos cenicientos que lo observaba.
Katrina sonrió torvamente y desvió su mirada hacia la bio-cibernética.
-¡Creo que tengo una idea!
No sabía si a la mujer le iría bien con el hombre grillo que tenía a su cargo, pero deseaba que se ocupara de él lo suficiente como para hacer realidad su idea.
Ante la mirada estupefacta de Cornelius y tras la aparición de las cabezas de Crystal y del señor Hitch de entre el carromato para observar la situación, el hombre grillo que controlaba Katrina se puso en pie, calmado. Acto seguido, miró a dicho carromato y sus integrantes se asustaron. El hombre grillo se acercó y puso derecho el carro con suavidad ante, una vez más, la mirada de estupefacción de Cornelius, sumándose ahora también Crystal y el señor Hitch.
Acto seguido, la vampiresa miró a la bio-cibernética y a su hombre grillo. ¿Sería capaz de mantenerlo a raya? Si era así, quizás tuvieran una buena oportunidad de despejar el camino.
-Quizás pueda controlar a una de esas criaturas.-Proyectó su voz mágica en la bio-cibernética.-La otra depende de ti.
Volvió a centrar su atención en uno de los grillos gigantes. No parecían querer destrozar el campamento o matar a ninguno de los allí presentes, simplemente había sido mala suerte el hecho de que esas dos criaturas escogiesen justo ese lugar y ese momento para enfrentarse por su territorio o por el dominio de algo que Katrina desconocía. Fuese como fuese, tenían que parar.
La vampiresa dio un paso al frente, frunció el ceño y analizó a ambos grillos gigantes que caminaban sobre dos patas.
Sin más, uno de ellos embistió contra su oponente, consiguiendo derribarlo, haciendo que cayese nuevamente al lado del carromato donde se refugiaba la familia Hitch. Crystal dio otro grito horrorizada, y la cabeza de Cornelius volvió a asomar, atemorizado.
La vampiresa de cabellos cenicientos entonces tuvo claro a su objetivo; el más débil sería el más fácil de controlar.
Se acercó a él a una distancia prudencial y proyectó hacia él una oleada de emociones positivas, intentando llevárselo a su terreno y caerle bien. Los recovecos de su mente estaban abiertos, y una criatura no inteligente tendría menos barreras psicológicas que una inteligente. Nunca antes lo había intentado, y descubrió entonces una habilidad que podría serle útil de ahora en adelante. Con gran soltura pudo moverse dentro de su mente y conectar todos los pensamientos e impulsos de la criatura salvaje. Cuando el hombre grillo quiso reaccionar al golpe que le habían dado, sentía que ya no era dueño del todo de sus pensamientos, y sus acciones estaban ya planeadas antes de que las quisiera hacer. Era una mezcla extraña entre control y obediencia consciente hacia la pequeña criatura de cabellos cenicientos que lo observaba.
Katrina sonrió torvamente y desvió su mirada hacia la bio-cibernética.
-¡Creo que tengo una idea!
No sabía si a la mujer le iría bien con el hombre grillo que tenía a su cargo, pero deseaba que se ocupara de él lo suficiente como para hacer realidad su idea.
Ante la mirada estupefacta de Cornelius y tras la aparición de las cabezas de Crystal y del señor Hitch de entre el carromato para observar la situación, el hombre grillo que controlaba Katrina se puso en pie, calmado. Acto seguido, miró a dicho carromato y sus integrantes se asustaron. El hombre grillo se acercó y puso derecho el carro con suavidad ante, una vez más, la mirada de estupefacción de Cornelius, sumándose ahora también Crystal y el señor Hitch.
Acto seguido, la vampiresa miró a la bio-cibernética y a su hombre grillo. ¿Sería capaz de mantenerlo a raya? Si era así, quizás tuvieran una buena oportunidad de despejar el camino.
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Poco a poco, Alward volvía en sí. Al principio todo era un borrón a su alrededor, pero la noche volvió, en su plena oscuridad, y en ella pudo ver un bulto enorme más allá del camino; era el carromato que yacía bocabajo. Otro bulto yacía unos metros más cerca de él. Se arrastró como pudo, ya que entre el mareo y el dolor que sentía por todo el cuerpo no era capaz de ponerse en pie. El golpe había sido duro, y seguramente sin la protección del colgante no habría sobrevivido. Se llevó una mano al pecho, para ver si aún lo llevaba consigo, pero descubrió que el cordel sujetaba la piedra hecha añicos, no sabía si por un uso limitado de dicho objeto o por el siniestro que había sufrido. El colgante se desmenuzó entre sus dedos y se quedó sin nada más que el cordel.
Consiguió llegar hasta el bulto para percatarse de que se trataba del Arquero Carmesí. Miró a su alrededor, no había rastro visible de nadie más.
El arquero llevaba la capucha alzada y el rostro descubierto. Estaba inconsciente. Durante un segundo, Alward sintió que lo conocía. Tras acercarse más a él definitivamente lo reconoció. Más desaliñado, con la barba y el cabello crecidos, pero había pasado demasiado tiempo con él para no darse cuenta. Emmanuel Castle, su mejor amigo, era el Arquero Carmesí. Sorprendido, el Sevna abrió los ojos y zarandeó con cuidado el cuerpo del arquero para despertarlo.
-¡Emm!-Susurró-Emm, ¿Eres tú?
Quiso seguir zarandeándolo aun con más fuerza, pero un súbito dolor muscular que le recorría desde la parte alta de la espalda hasta la baja, y que se extendía por sus piernas lo detuvo. Estaba muy cansado, y poco a poco todo le estaba empezando a dar vueltas.
-¡Emm... tómate esto!-A duras penas podía hablar, y la cabeza empezó a dolerle.
Alward sacó de sus bolsillos un hongo que dio de comer a su amigo [2].
No sabía si eso resultaría eficaz, y ya poco más podía hacer porque notaba que las fuerzas se le iban. De nuevo, perdió la consciencia y se derrumbó en el pecho del Arquero Carmesí.
___________________________________________________________
Off:
- [1] Objeto usado --> Colgante de Escarcha, habilidad de nivel 1 de Niniel usada: Abrazo de Isil Maestro: Níniel bendice a uno o más objetivos con una película protectora sobre el cuerpo o cuerpos, dándoles protección mágica contra el daño, como si contaran con una armadura adicional. Además la película impide que traspasen sustancias nocivas suspendidas en el aire y mitiga sensaciones térmicas adversas.
- [2] Objeto usado --> Hongos Lithe: Al consumirse, producen un estado de conciencia alterada capaz de producir visiones y un gran bienestar. Útil para distraer enemigos (si consigues que lo consuman), reducir temporalmente las molestias de una herida o pasar una buena tarde en general.
Gracias a que Xana lo ha volado todo por las aires indirectamente (tranquilo Rauko, sigo enamorado de ella y es mi elfa favorita de todos los tiempos :'D), hemos salido disparados y todo ha resultado en un siniestro total del carromato. Vosotros decidís si queréis qué cosas se han salvado de la mercancía (si es que se ha salvado algo) y el resultado de vuestras heridas (si es que tenéis). El Arquero Carmesí escapará gracias al hongo que le ha dado Alward, sus heridas no serán curadas y el daño está hecho en él, pero el estado de consciencia alterada hará que ignore sus dolencias y pueda salir de allí para resguardarse en el bosque.
¡Ya está casi terminado el tema! Este es el penúltimo turno y todo ha salido más o menos bien... ¿Verdad? ...estamos vivos (espero). Las mecancías... bueno, dos de tres carros siguen totalmente a salvo :D.
Por cierto, Golosina. Te he plagiado un poco tu idea de mover el tronco que impedía el camino, pero como tú la tuviste originalmente, he visto justo que la ejecutes tú. Tienes total control sobre el hombre grillo de Katrina ^^.
Alward Sevna
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Re: Las riquezas del señor Hitch [Libre] [Cerrado]
Y todos morimos de la forma más dolorosa y brutal posible, todo gracias a la heroica y pacifista Xana, la elfa con el ideal de hacer del mundo un mejor lugar sin recurrir al asesinato. Y desde aquella trágica noche, Xana vivió una vida de desconsuelo, abatida e incapaz de superar el peso de su fatal descuido. Sin poder regresar a casa y encarar a Hyro, se convirtió en una errante, negándose a hallar otro hogar, otra familia, otro amigo... La culpa siempre la castigaba con la creencia de que no merecía seguir sin haber conocido la muerte propia, pero su propia cobardía le impedía tal encuentro funesto, así que solo vivió porque no podía morir...
O no.
Pronto, o quizás mucho después del accidente, cuando sea que fuera y que mi mente nublada no alcanzaba a entender, desperté en un escenario inesperado, en el resultado catastrófico de una acción imprudente y la malicia de los dioses.
Una vez que intenté moverme, fui recompensado con descargas de dolor por casi todo el cuerpo, especialmente en la cabeza. De por sí mi pereza habitual ya me dificultaba las cosas, y en ese momento, donde, además, ni mi magia me respondía, moverse parecía algo solo posible para seres superiores. «Bueno, lo intenté», pensé, resignándome, antes de sucumbir al dulce llamado de la pereza.
Entonces Xana apareció. Horrorizada, como se podría esperar. Corrió hacia mí cuando me encontró, me preguntó si estaba bien, o eso entendí. Tomé, no sin esfuerzo, una mano de Xana, apretándola con poca fuerza.
–Solo quiero pedirte –articulé, manifestando en ello cierta dificultad– que cuides las biusas... que tanto amé. –Dejé caer la cabeza a un lado y también, para completar la imagen fúnebre, saqué la lengua y la dejé flácida.
Tal imagen terminó abruptamente en cuanto la cruel Xana me pellizcó la nariz, arrancándome un quejido.
–Oye, así no se trata a un muer... –Fui incapaz de seguir en cuanto noté en el rostro de Xana su esfuerzo por contener las lágrimas.
–Idiota –murmuró y apretó los labios.
–Perdón, a veces no puedo evitarlo.
Ella negó con la cabeza rápidamente.
–Fue mi cul...
–No –corté, al fin con semblante serio–. Nunca es tu culpa. Cualquier desgracia, cualquier problema, siempre, y recuérdalo bien, siempre... es culpa de Nousis.
Me pellizcó de nuevo.
–Idiota –musitó, aunque con una débil sonrisa floreciendo en su rostro–, y esta vez sí me refiero a ti.
Su sonrisa, sin embargo, se desvaneció. Volvió a mirar su alrededor, su desastre.
–¿Puedes levantarte?
–Podría, pero es mucho trabajo –contesté.
Xana me ayudó a incorporarme y me sirvió de apoyo para mantenerme de pie a su lado.
–Ahora haz el esfuerzo o te dejaré caer.
–Ay, qué romántica –dije, mordaz.
Cerré los ojos por un momento, el tiempo suficiente para concentrarme en mi éter, canalizarlo, acelerarlo y expulsar un poco para mantenerme de pie sin recurrir tanto a la fuerza natural de mi cuerpo.
Xana, entonces, se apartó y caminó por los alrededores, buscando pero temiendo encontrar algo que le destrozara el alma. Se detuvo un momento cerca de un caballo que no sobrevivió, y lo observó contrita. Apretó los puños por un momento antes de obligarse a continuar caminando.
Mientras tanto, también me dediqué a explorar el área en busca de sobrevivientes. No encontré al Arquero Carmesí, por desgracia, pero sí hallé al enmascarado, quien de alguna manera terminó, aunque inconsciente, sentado con la espalda apoyada en un árbol. Sin cuestionarme aquello, me acerqué, me acuclillé a su lado y toqué su pecho con mi mano para imbuirlo en magia. En respuesta, un aura luminosa nació y lo envolvió, acelerando su recuperación.[1]
Dado lo aburrido que era estar ahí haciendo eso únicamente, aparté la mirada. Entonces encontré algo inusual: en el suelo había más huellas de las que debería, y algunas, que se me hacían familiares, se dirigían al interior del bosque, donde los árboles me impedían ver a dónde se dirigían.
Habría dicho que la situación era un déjà vu, pero ¿esa expresión existía en Aerandir? «Esto ya lo he visto», pensé en su lugar, para evitar seguir violando la ambientación. Abrí la boca para llamar al resto, pero mi propia mente me acalló con suposiciones que conducían a la posible verdad en la que Xana quería creer. «Quizás no es tan malvado como decían», cavilé sobre el arquero. «Aun así... ¿qué demonios haremos con todo este desastre?».
O no.
Pronto, o quizás mucho después del accidente, cuando sea que fuera y que mi mente nublada no alcanzaba a entender, desperté en un escenario inesperado, en el resultado catastrófico de una acción imprudente y la malicia de los dioses.
Una vez que intenté moverme, fui recompensado con descargas de dolor por casi todo el cuerpo, especialmente en la cabeza. De por sí mi pereza habitual ya me dificultaba las cosas, y en ese momento, donde, además, ni mi magia me respondía, moverse parecía algo solo posible para seres superiores. «Bueno, lo intenté», pensé, resignándome, antes de sucumbir al dulce llamado de la pereza.
Entonces Xana apareció. Horrorizada, como se podría esperar. Corrió hacia mí cuando me encontró, me preguntó si estaba bien, o eso entendí. Tomé, no sin esfuerzo, una mano de Xana, apretándola con poca fuerza.
–Solo quiero pedirte –articulé, manifestando en ello cierta dificultad– que cuides las biusas... que tanto amé. –Dejé caer la cabeza a un lado y también, para completar la imagen fúnebre, saqué la lengua y la dejé flácida.
Tal imagen terminó abruptamente en cuanto la cruel Xana me pellizcó la nariz, arrancándome un quejido.
–Oye, así no se trata a un muer... –Fui incapaz de seguir en cuanto noté en el rostro de Xana su esfuerzo por contener las lágrimas.
–Idiota –murmuró y apretó los labios.
–Perdón, a veces no puedo evitarlo.
Ella negó con la cabeza rápidamente.
–Fue mi cul...
–No –corté, al fin con semblante serio–. Nunca es tu culpa. Cualquier desgracia, cualquier problema, siempre, y recuérdalo bien, siempre... es culpa de Nousis.
Me pellizcó de nuevo.
–Idiota –musitó, aunque con una débil sonrisa floreciendo en su rostro–, y esta vez sí me refiero a ti.
Su sonrisa, sin embargo, se desvaneció. Volvió a mirar su alrededor, su desastre.
–¿Puedes levantarte?
–Podría, pero es mucho trabajo –contesté.
Xana me ayudó a incorporarme y me sirvió de apoyo para mantenerme de pie a su lado.
–Ahora haz el esfuerzo o te dejaré caer.
–Ay, qué romántica –dije, mordaz.
Cerré los ojos por un momento, el tiempo suficiente para concentrarme en mi éter, canalizarlo, acelerarlo y expulsar un poco para mantenerme de pie sin recurrir tanto a la fuerza natural de mi cuerpo.
Xana, entonces, se apartó y caminó por los alrededores, buscando pero temiendo encontrar algo que le destrozara el alma. Se detuvo un momento cerca de un caballo que no sobrevivió, y lo observó contrita. Apretó los puños por un momento antes de obligarse a continuar caminando.
Mientras tanto, también me dediqué a explorar el área en busca de sobrevivientes. No encontré al Arquero Carmesí, por desgracia, pero sí hallé al enmascarado, quien de alguna manera terminó, aunque inconsciente, sentado con la espalda apoyada en un árbol. Sin cuestionarme aquello, me acerqué, me acuclillé a su lado y toqué su pecho con mi mano para imbuirlo en magia. En respuesta, un aura luminosa nació y lo envolvió, acelerando su recuperación.[1]
Dado lo aburrido que era estar ahí haciendo eso únicamente, aparté la mirada. Entonces encontré algo inusual: en el suelo había más huellas de las que debería, y algunas, que se me hacían familiares, se dirigían al interior del bosque, donde los árboles me impedían ver a dónde se dirigían.
Habría dicho que la situación era un déjà vu, pero ¿esa expresión existía en Aerandir? «Esto ya lo he visto», pensé en su lugar, para evitar seguir violando la ambientación. Abrí la boca para llamar al resto, pero mi propia mente me acalló con suposiciones que conducían a la posible verdad en la que Xana quería creer. «Quizás no es tan malvado como decían», cavilé sobre el arquero. «Aun así... ¿qué demonios haremos con todo este desastre?».
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
... Pero las risas no faltaron XD
[1] Habi racial de Rauko: Imposición de manos.
[1] Habi racial de Rauko: Imposición de manos.
Rauko
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Re: Las riquezas del señor Hitch [Libre] [Cerrado]
Lo último que esperaba la biocibernética era escuchar una voz confusa en su interior. ¿Acaso aquella mujer que acompañaba al enmascarado podría tener esa increíble habilidad de crear una voz dentro de su cabeza?
Cuándo las acciones de la mujer fueron coherentes con las palabras que había escuchado en su mente, la biocibernética se propuso hacerse cargo del segundo de aquellos grillos. Si tuviera algo para sujetarle e impedir que siguiera aquella batalla absurda por el dominio territorial grillil…
Hurgando en las escasas posesiones que llevaba consigo, Golosina pudo encontrar una serie de extraños elixires que le acompañaba desde hacía tiempo. Con la intención de captar la atención de aquella, comenzó a tirar algunos de ellos. El primero, al impactar y romperse el cristal sobre el Enormum Gryllus, hizo que una explosión de color rodease a la bestia, transformando su piel en un arco iris de colores.
―¡Precioso! ―exclamó, viendo el resultado del elixir en la bestia, ahora teñida de vívidos azules y morados violáceos― ¡Es… una maravilla!
Al segundo intento, cuándo el enfrentamiento parecía volver a reanimarse, el impacto de un nuevo elixir sobre el grillo hizo que éste se paralizara. [1]
―¡Detén este estúpido enfrentamiento! ¡Por la paz entre congéneres!
Lo que no esperaba la biocibernética que el salvaje hombre grillo prestaba atención a sus palabras y retrocediera, dejando espacio con el enemigo racial al que se enfrentaba.
―¡Deberías estar avergonzado, pequeño! ―le dijo, con severa voz al grillo mientras se acercaba a él, con la clara intención de reprenderle― ¡Muy, pero que muy mal!
Cuándo vio que lo tenía completamente dominado, Golosina se sintió completamente feliz por su capacidad de convicción y dominio del entendimiento entre personas y animales.
Viendo cómo la extraña mujer que hablaba con las mentes usaba su grillo para volver a poner en pie el carromato del Señor Hitch, la idea apareció rápidamente en su mente:
―¡Querido nuevo amigo, tenemos trabajo que hacer!
Montándose sobre el enorme grillo, cabalgando sobre la bestia cómo si fuera la más doméstica de las yeguas, la biocibernética guió al animal hasta el camino, dónde aquel enorme tronco dificultaba la marcha de la caravana.
―¡Ahora me ayudarás a despejar el camino! Y luego, podrás marchar en paz…
[1] Uso de mi Objeto Consumible: - Lágrimas de Balder [Elixir, Consumible] Al verterlas sobre un animal salvaje, este se volverá dócil como un cachorrito durante el resto del tema.
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Cuándo las acciones de la mujer fueron coherentes con las palabras que había escuchado en su mente, la biocibernética se propuso hacerse cargo del segundo de aquellos grillos. Si tuviera algo para sujetarle e impedir que siguiera aquella batalla absurda por el dominio territorial grillil…
Hurgando en las escasas posesiones que llevaba consigo, Golosina pudo encontrar una serie de extraños elixires que le acompañaba desde hacía tiempo. Con la intención de captar la atención de aquella, comenzó a tirar algunos de ellos. El primero, al impactar y romperse el cristal sobre el Enormum Gryllus, hizo que una explosión de color rodease a la bestia, transformando su piel en un arco iris de colores.
―¡Precioso! ―exclamó, viendo el resultado del elixir en la bestia, ahora teñida de vívidos azules y morados violáceos― ¡Es… una maravilla!
Al segundo intento, cuándo el enfrentamiento parecía volver a reanimarse, el impacto de un nuevo elixir sobre el grillo hizo que éste se paralizara. [1]
―¡Detén este estúpido enfrentamiento! ¡Por la paz entre congéneres!
Lo que no esperaba la biocibernética que el salvaje hombre grillo prestaba atención a sus palabras y retrocediera, dejando espacio con el enemigo racial al que se enfrentaba.
―¡Deberías estar avergonzado, pequeño! ―le dijo, con severa voz al grillo mientras se acercaba a él, con la clara intención de reprenderle― ¡Muy, pero que muy mal!
Cuándo vio que lo tenía completamente dominado, Golosina se sintió completamente feliz por su capacidad de convicción y dominio del entendimiento entre personas y animales.
Viendo cómo la extraña mujer que hablaba con las mentes usaba su grillo para volver a poner en pie el carromato del Señor Hitch, la idea apareció rápidamente en su mente:
―¡Querido nuevo amigo, tenemos trabajo que hacer!
Montándose sobre el enorme grillo, cabalgando sobre la bestia cómo si fuera la más doméstica de las yeguas, la biocibernética guió al animal hasta el camino, dónde aquel enorme tronco dificultaba la marcha de la caravana.
―¡Ahora me ayudarás a despejar el camino! Y luego, podrás marchar en paz…
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[1] Uso de mi Objeto Consumible: - Lágrimas de Balder [Elixir, Consumible] Al verterlas sobre un animal salvaje, este se volverá dócil como un cachorrito durante el resto del tema.
Golosina
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Re: Las riquezas del señor Hitch [Libre] [Cerrado]
Mis ojos con gran pesadez empezaron a abrirse, la sensación de dolor se hacía nuevamente presente al recobrar la conciencia. Mi visión seguía borrosa mientras poco a poco recordaba el accidente y entendía que ya había pasado varios minutos tras perder el conocimiento.
Tosí varias veces, haciendo que un hilo de sangre se deslizara por mi barbilla, debía tener alguna costilla fracturada, ya que el dolor en uno de mis costados se volvía insoportable al intentar moverme. No obstante, mientras mi visión poco a poco volvía a la normalidad, logré ver las consecuencias de la colisión, dándome a entender que el hecho de que estuviera vivo podría ser considerado un milagro.
Tras un escaneo rápido, logré ver los cadáveres del par de caballos que conducían el carromato destrozado, sacos, tesoros y cofres esparcidos por el suelo, la mayoría destruidos por el impacto. Con gran dificultad empecé a buscar entre mi atuendo la bolsa de elixires y pociones que cargaba conmigo, buscando algún objeto que aliviara mis heridas.
Sin embargo, mientras sacaba el pequeño frasco rojo (1), me detuve nuevamente en uno de los cadáveres de los grandes equinos que conducían el vehículo, debajo del mismo parecía haber un bulto entre los escombros que rápidamente reconocí, era el cuerpo de un humano.
Con gran dificultad entre quejidos me arrastré entre el barro, los aeros y pedazos de madera desperdigados por el suelo hasta toparme con Abel. Respiraba, pero el cuerpo del caballo aplastaba su brazo derecho. Inconsciente y próximo a morir, decidí dar la vuelta y continuar con mi camino, aliviar mis heridas y volver al campamento con lo que pudiera cargar. No obstante, una respiración súbita del licántropo lo trajo a la vida como si un choque de adrenalina no permitiera que muriera.
Entre palabras con sangre y un ceño fruncido por el dolor, con su otra mano agarró con fuerza mi bota. – Po-Por favor, no me dejes aquí. Te lo su-plico.
No me interesa ayudar a alguien que no tiene salvación, morirás por la perdida de sangre o por tus heridas internas, lo que podría hacer sería ahorrarte el sufrimiento – señalé con total seriedad mientras apartaba mi pie del hombre lobo.
Yo, argh, si vivo, prometo darte toda mi parte de la paga.
Dudo que la paga sea la prometida teniendo en cuenta todo lo que ha ocurrido, incluso tengo un presentimiento de que en el campamento – Yo te – interrumpió el hombre moribundo – yo te.. pago de mi bolsillo, si es necesario, te deberé un favor o lo que digas.
Hmm – empecé a reflexionar, no ganaba mucho con su muerte más allá de satisfacer aquel deseo de que sufriera en nuestro primer encuentro. Sin embargo, quizás podría ser provechoso ayudarlo pensando en un futuro.
Coloqué mi poción en el bolsillo, primero debía sacarlo de donde estaba atorado bajo el caballo.
Toma – le di un pedazo de madera – debo quitarte el brazo, no hay alternativa. – recalqué con desdén mientras de mi mano se empezaba arremolinar la sangre del suelo y mis cortes formando un hacha (2). El dolor era intenso, pero procuraba no dar a entender de que estuviese sufriendo. Mis heridas no serían mortales, así que si lograba regresar al campamento podría ser atendido.
Me coloqué sobre el cuerpo del hombre lobo y apoyando mi mano izquierda sobre el caballo alcé mi hacha. Tras un fugaz cruce de miradas con Abel, con las fuerzas que me quedaban, realicé un movimiento veloz haciendo un corte por debajo del hombro del brazo aplastado. La sangre salpicó a mi rostro y al del licántropo que se retorcía, la madera que mordía se fracturaba bajo sus poderosos caninos mientras agitaba su cabeza.
Sus huesos eran duros, por lo que hizo falta repetir tres veces aquella acción para poder desprender el brazo por completo. El hombre cayó nuevamente inconsciente por el dolor, y aprovechando una menor resistencia de él, coloqué mis manos sobre la carne expuesta y haciendo uso de mi sangromancia (3) con tosquedad traté de detener la hemorragia solidificando la sangre en una pequeña corteza. Era una técnica que apenas había practicado, por lo que las posibilidades de causar alguna infección o gangrena seguían siendo altas, era solo un torniquete improvisado para que sobreviviera y era lo máximo que podía hacer en aquellas condiciones.
Le di algunas cachetadas para que volviera a despertar, colocando entre sus labios el pequeño frasco de la poción comprada a Cohen para que aliviara sus heridas. No lo curaría del todo, y su efecto no sería inmediato, pero por lo menos podría vivir para contarlo.
Mientras tragaba el líquido rojizo, con sarcasmo comenté – Creo que ya no podrás hacer uso de tu espada, al menos de que empieces a practicar con tu otra mano o seas capaz de sostenerla con la boca. – Tomaría varios minutos para que Abel fuese capaz de moverse, así que mientras esperaba que el elixir hiciera efecto me dispuse a explorar la zona, quizás alguien más habría sobrevivido.
Levantándome con gran dolor, empecé a buscar a mis compañeros con el hacha en mano por si me topaba con el infame arquero que había causado todo. Aún no entendía el origen de aquella luz que desencadenó la colisión, así que dispuesto a buscar repuestas, avancé entre los escombros.
¿Qué haces? ¿A dónde vas?
Buscaré al resto a ver si siguen vivos, el plan es tratar de encontrar alguno de los caballos que trajimos en la persecución, seguro que por todo lo que sucedió huyeron al bosque, así que si consigo hacerme con uno, podré llevar algunos objetos al campamento. La mayoría de los tesoros ya no valen nada, pero al menos algunos sacos con aeros podré cargar. – mi plan consistía en usar un poco de Volarcina (4) para aligerar la carga y así poder justificar la persecución con el arquero carmesí.
______________________________Tosí varias veces, haciendo que un hilo de sangre se deslizara por mi barbilla, debía tener alguna costilla fracturada, ya que el dolor en uno de mis costados se volvía insoportable al intentar moverme. No obstante, mientras mi visión poco a poco volvía a la normalidad, logré ver las consecuencias de la colisión, dándome a entender que el hecho de que estuviera vivo podría ser considerado un milagro.
Tras un escaneo rápido, logré ver los cadáveres del par de caballos que conducían el carromato destrozado, sacos, tesoros y cofres esparcidos por el suelo, la mayoría destruidos por el impacto. Con gran dificultad empecé a buscar entre mi atuendo la bolsa de elixires y pociones que cargaba conmigo, buscando algún objeto que aliviara mis heridas.
Sin embargo, mientras sacaba el pequeño frasco rojo (1), me detuve nuevamente en uno de los cadáveres de los grandes equinos que conducían el vehículo, debajo del mismo parecía haber un bulto entre los escombros que rápidamente reconocí, era el cuerpo de un humano.
Con gran dificultad entre quejidos me arrastré entre el barro, los aeros y pedazos de madera desperdigados por el suelo hasta toparme con Abel. Respiraba, pero el cuerpo del caballo aplastaba su brazo derecho. Inconsciente y próximo a morir, decidí dar la vuelta y continuar con mi camino, aliviar mis heridas y volver al campamento con lo que pudiera cargar. No obstante, una respiración súbita del licántropo lo trajo a la vida como si un choque de adrenalina no permitiera que muriera.
Entre palabras con sangre y un ceño fruncido por el dolor, con su otra mano agarró con fuerza mi bota. – Po-Por favor, no me dejes aquí. Te lo su-plico.
No me interesa ayudar a alguien que no tiene salvación, morirás por la perdida de sangre o por tus heridas internas, lo que podría hacer sería ahorrarte el sufrimiento – señalé con total seriedad mientras apartaba mi pie del hombre lobo.
Yo, argh, si vivo, prometo darte toda mi parte de la paga.
Dudo que la paga sea la prometida teniendo en cuenta todo lo que ha ocurrido, incluso tengo un presentimiento de que en el campamento – Yo te – interrumpió el hombre moribundo – yo te.. pago de mi bolsillo, si es necesario, te deberé un favor o lo que digas.
Hmm – empecé a reflexionar, no ganaba mucho con su muerte más allá de satisfacer aquel deseo de que sufriera en nuestro primer encuentro. Sin embargo, quizás podría ser provechoso ayudarlo pensando en un futuro.
Coloqué mi poción en el bolsillo, primero debía sacarlo de donde estaba atorado bajo el caballo.
Toma – le di un pedazo de madera – debo quitarte el brazo, no hay alternativa. – recalqué con desdén mientras de mi mano se empezaba arremolinar la sangre del suelo y mis cortes formando un hacha (2). El dolor era intenso, pero procuraba no dar a entender de que estuviese sufriendo. Mis heridas no serían mortales, así que si lograba regresar al campamento podría ser atendido.
- Hacha de sangre:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Me coloqué sobre el cuerpo del hombre lobo y apoyando mi mano izquierda sobre el caballo alcé mi hacha. Tras un fugaz cruce de miradas con Abel, con las fuerzas que me quedaban, realicé un movimiento veloz haciendo un corte por debajo del hombro del brazo aplastado. La sangre salpicó a mi rostro y al del licántropo que se retorcía, la madera que mordía se fracturaba bajo sus poderosos caninos mientras agitaba su cabeza.
Sus huesos eran duros, por lo que hizo falta repetir tres veces aquella acción para poder desprender el brazo por completo. El hombre cayó nuevamente inconsciente por el dolor, y aprovechando una menor resistencia de él, coloqué mis manos sobre la carne expuesta y haciendo uso de mi sangromancia (3) con tosquedad traté de detener la hemorragia solidificando la sangre en una pequeña corteza. Era una técnica que apenas había practicado, por lo que las posibilidades de causar alguna infección o gangrena seguían siendo altas, era solo un torniquete improvisado para que sobreviviera y era lo máximo que podía hacer en aquellas condiciones.
Le di algunas cachetadas para que volviera a despertar, colocando entre sus labios el pequeño frasco de la poción comprada a Cohen para que aliviara sus heridas. No lo curaría del todo, y su efecto no sería inmediato, pero por lo menos podría vivir para contarlo.
Mientras tragaba el líquido rojizo, con sarcasmo comenté – Creo que ya no podrás hacer uso de tu espada, al menos de que empieces a practicar con tu otra mano o seas capaz de sostenerla con la boca. – Tomaría varios minutos para que Abel fuese capaz de moverse, así que mientras esperaba que el elixir hiciera efecto me dispuse a explorar la zona, quizás alguien más habría sobrevivido.
Levantándome con gran dolor, empecé a buscar a mis compañeros con el hacha en mano por si me topaba con el infame arquero que había causado todo. Aún no entendía el origen de aquella luz que desencadenó la colisión, así que dispuesto a buscar repuestas, avancé entre los escombros.
¿Qué haces? ¿A dónde vas?
Buscaré al resto a ver si siguen vivos, el plan es tratar de encontrar alguno de los caballos que trajimos en la persecución, seguro que por todo lo que sucedió huyeron al bosque, así que si consigo hacerme con uno, podré llevar algunos objetos al campamento. La mayoría de los tesoros ya no valen nada, pero al menos algunos sacos con aeros podré cargar. – mi plan consistía en usar un poco de Volarcina (4) para aligerar la carga y así poder justificar la persecución con el arquero carmesí.
Off
Primero pido perdón que en mi post anterior solo dije una frase pero lo hice con el color equivocado (estoy acostumbrado a escribir en blanco)
(1)= Poción de Salud [Elixir, Limitado, 1 Uso] Sana hasta 2 heridas moderadas o leves en pocos segundos.
(2)=Nivel 0: Pacto carmesí [Mágica] – Activa (2 usos) Duración= 2 turnos
Debido a la sangromancia de Zagreus, el vampiro puede extraer cantidades de sangre por los pómulos de su piel sin perjudicarse y a partir de ella crear armas de sangre a una mano.
Hago el segundo uso de mi habilidad.
(3)= Alusión a mi talento: Coagulación= Mi sangromancia me permite solidificar la sangre de maneras sobrenaturales, moldeándola para crear armas u objetos. El daño causado con estos objetos genera comúnmente necrosis o amplifica infecciones.
(4)=Volarcina [Elixir, Limitado, 2 usos] Esencia a base de raíz de volarce. Al rociar abundantemente con ella un objeto, disminuirá su peso a la mitad, facilitando su transporte. El efecto dura hasta dos rondas.
Pd. Si alguien quiere usar la Volarcina puede interactuar conmigo y se la doy para que la emplee en su turno.
Zagreus
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Re: Las riquezas del señor Hitch [Libre] [Cerrado]
Su respiración era pesada, sentía los músculos engarrotados, como si hubiese sido arrollado por el carro y los caballos que de él tiraban. Eso sí, se sentía mejor que la primera vez que despertó, no sentía la sensación de vahído y cuando al fin abrió los ojos, el mundo le parecía más estable y menos borroso, aun con la oscuridad que todo lo impregnaba.
Vio una figura a su lado; era el elfo. Antes de ponerse en pie, se aseguró que no tenía ninguna herida de importancia. Así fue, de no haber sido por la protección que confirió su colgante, probablemente habría acabado machado y con más de un miembro cercenado. Cuando al fin se puso en pie, el dolor que sentía se duplicaba. Era un dolor muscular y de huesos peor que la peor de las fiebres. Quizás tendría que visitar a algún especialista para comprobar su estado. Ciudad Lagarto quedaba aún lejos, ¿Habría algún médico en la caravana? No le gustaría tener que recurrir a un extraño, pero Alward siempre se caracterizó por tener ese punto de hipocondría que lo dejaba pensando en las cosas más de lo que debería.
-Gracias...-Le dijo al elfo, cansado.-¿Situación?-Preguntó mientras se ponía a su lado y observaba el carro destruido. No veía mucho, pero no hacía falta ser un vampiro para saber que el vehículo estaba volcado y las pertenencias del señor Hitch desparramadas.
Lo material era el menor de sus preocupaciones. Después del accidente, se quería interesar por el resto del grupo. No iba a poner atención al paradero del Arquero Carmesí, ese no era un buen momento para ello. Tampoco iba a preguntar por él, pues no quería que sus aliados temporales se convirtieran en enemigos.
Se acercó al carro. Pudo ver al vampiro de cabellos plateados recoger la mercancía, usando además un extraño método para poder cargarlas mejor. No iba a ser mala idea, después de todo se habían quedado sin transporte de vuelta (a excepción de sus propios caballos). Había demostrado ser un hombre competente y eficaz en su trabajo. Poco hablador, pero quién era él para juzgar eso. Sus motivos tendría, y los respetaría.
Vio una figura más acercarse, para su sorpresa fue Abel, el licántropo. Tenía un brazo completamente cercenado y andaba a trompicones, debido seguramente al momento de angustia que estaba viviendo. Alward tuvo que enderezarse y contar hasta diez mentalmente para no sufrir un desmayo de la impresión. Había visto cosas peores, pero nunca se acostumbraba a esas atrocidades.
-¿Te encuentras bien?
La respuesta era obvia, pero en ese momento no le salió otra cosa ante el aspecto derruido que tenía un hombre que antes derrochaba arrogancia. En parte, se sentía identificado con él, pues en una guerra perdió una mano. Suerte que Oromë tenía aquel objeto mágico (o maldito, para algunos) con el que pudo restaurar su mano.
No hubo ninguna clase de respuesta por el licántropo más allá de una mirada lúgubre cargada de malicia.
En ese momento, Alward se sintió mal, y solo. Había trabajado por un corto tiempo con esos hombres, como había hecho con cientos de personas durante toda su vida, pero no eran sus amigos, no eran un hombro en el que apoyarse después de un combate. Esa clase de vida quedaba ya muy lejos. "¿Por qué arriesgaba de tal forma la vida para no obtener ninguna recompensa?" Fue un pensamiento fugaz que pasó por su mente, pero tuvo claro al respuesta. "Si no lo hago yo, ¿Quién lo hará?". Era el camino que había elegido, y no ahora, sino de siempre. No le importaba qué pensaran los demás, qué clase de mundo le rodease. Si podía salvar a la gente y el mundo que les rodeaba del caos y la destrucción, y si podía ser la delgada línea que separaba al caos del orden, lo haría. Era su cometido, y era el camino que debía seguir un Stellazio.
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La bio-cibernética había podido controlar al enorme bicho, y además colorearlo. De pronto, se quedó una escena poco seria en el lugar, y probablemente ese pobre animal tendría problemas para ocultarse, fuese de día o de noche, y sus congéneres lo rechazarían. Pero eso daba absolutamente igual ahora, ya que el cometido de los dos hombres-grillo no era otro que servir a los propósitos de sus amas.
Con una mirada a la mujer de tez oscura, la vampiresa supo qué iba a hacer. Acto seguido, desvió su atención a su propio hombre-grillo y le ordenó mentalmente que siguiera a su congénere, con el objetivo de despejar el gran árbol caído.
La solución al problemón del árbol vino como caída del cielo, y Katrina se encontraba realmente bien por ser tan útil para ello. Ayudar a los demás se sentía genial, y hacerlo con sus habilidades la hacían llenarse de orgullo. Una sonrisa fanfarrona y socarrona se le dibujó en el rostro en cuanto su bicho gigante se acercó al árbol e imprimió toda su fuerza para moverlo. Sí, eso había sido, en parte, gracias a ella, y el señor Hitch podría llegar sano y salvo a casa.
Alward Sevna
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Re: Las riquezas del señor Hitch [Libre] [Cerrado]
El enmascarado despertó antes de lo que había anticipado. Yo aún no había podido sanarlo debidamente. Quise pedirle que no se levantara todavía, pero, al reconocer mi propia condición y mi poca habilidad como sanador, supe que no podría hacer mucho más por él.
–Terrible –le respondí con deje de cansancio y resignación de pesimista. «Ahora a mí también me gustaría tener una máscara y no dar la cara por este lío», pensé dejando caer los hombros–. Parece que no hay mucho que salvar, y el Arquero Carmesí escapó. Pero, hey, al menos nadie murió. Creo. Aunque es posible que nuestro jefe sí nos mate por esto. –Abarqué los restos del carromato con un amplio gesto de mi brazo izquierdo, y esbocé el intento de una sonrisa–. En fin –suspiré justo antes de levantarme, no sin esfuerzo y con un poco de dolor–, será mejor que no le dejemos todo el trabajo a mi compañero o le saldrán más canas.
Nos acercamos al susodicho. Lo vimos usar un interesante encantamiento que, para variar, sí demostraba ser efectivo y sin explosivas consecuencias. Eso me ayudó en ese momento para vencer la pereza y unirme al trabajo, aunque fuese para cargar objetos no tan pesados.
Xana, cuando concluyó que no hallaría al Arquero Carmesí, se apartó de su propio desastre y apoyó su espalda en el tronco de un árbol. Cabizbaja, se mantuvo ensimismada, arrastrada por una sucesión de pensamientos culpándose y reprochándose a sí misma. Entonces escuchó la voz de Abel. Abrió ampliamente los ojos, sabiendo de inmediato que algo no estaba bien con él. Lenta y dubitativa, alzó la mirada hasta encontrarlo. Su respiración se detuvo al verlo. Su estómago se revolvió, no por asco ni por algún sentimiento inherente de ver algo desagradable y sangriento, sino por la funesta posibilidad que estuvo a pocos metros de convertirse en una realidad irreparable.
«Casi muere por mi culpa», ese pensamiento la azotó, haciéndola estremecer su cuerpo, así como también a los cimientos de su vida como heroína. Un poco más, solo un poco más, y ella no habría sido diferente de su yo joven y despreciable. Eso pensaba. Eso la mortificaría por las siguientes horas. Y eso, por un rato, le impediría volver a usar a la ligera los poderes que tanto entrenó para salvar a las personas. «Tonta, para salvar a las personas, ¿por qué practiqué hechizos explosivos?», se cuestionó, no por primera vez, pero sí con más dureza que antes, pues esta vez, a diferencia de las otras donde también, según su juicio, actuó mal, lo hizo por el capricho de encontrar a alguien que, a pesar de todo, escapó.
–Terrible –le respondí con deje de cansancio y resignación de pesimista. «Ahora a mí también me gustaría tener una máscara y no dar la cara por este lío», pensé dejando caer los hombros–. Parece que no hay mucho que salvar, y el Arquero Carmesí escapó. Pero, hey, al menos nadie murió. Creo. Aunque es posible que nuestro jefe sí nos mate por esto. –Abarqué los restos del carromato con un amplio gesto de mi brazo izquierdo, y esbocé el intento de una sonrisa–. En fin –suspiré justo antes de levantarme, no sin esfuerzo y con un poco de dolor–, será mejor que no le dejemos todo el trabajo a mi compañero o le saldrán más canas.
Nos acercamos al susodicho. Lo vimos usar un interesante encantamiento que, para variar, sí demostraba ser efectivo y sin explosivas consecuencias. Eso me ayudó en ese momento para vencer la pereza y unirme al trabajo, aunque fuese para cargar objetos no tan pesados.
Xana, cuando concluyó que no hallaría al Arquero Carmesí, se apartó de su propio desastre y apoyó su espalda en el tronco de un árbol. Cabizbaja, se mantuvo ensimismada, arrastrada por una sucesión de pensamientos culpándose y reprochándose a sí misma. Entonces escuchó la voz de Abel. Abrió ampliamente los ojos, sabiendo de inmediato que algo no estaba bien con él. Lenta y dubitativa, alzó la mirada hasta encontrarlo. Su respiración se detuvo al verlo. Su estómago se revolvió, no por asco ni por algún sentimiento inherente de ver algo desagradable y sangriento, sino por la funesta posibilidad que estuvo a pocos metros de convertirse en una realidad irreparable.
«Casi muere por mi culpa», ese pensamiento la azotó, haciéndola estremecer su cuerpo, así como también a los cimientos de su vida como heroína. Un poco más, solo un poco más, y ella no habría sido diferente de su yo joven y despreciable. Eso pensaba. Eso la mortificaría por las siguientes horas. Y eso, por un rato, le impediría volver a usar a la ligera los poderes que tanto entrenó para salvar a las personas. «Tonta, para salvar a las personas, ¿por qué practiqué hechizos explosivos?», se cuestionó, no por primera vez, pero sí con más dureza que antes, pues esta vez, a diferencia de las otras donde también, según su juicio, actuó mal, lo hizo por el capricho de encontrar a alguien que, a pesar de todo, escapó.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
No es lo que esperaba, pero estoy más que satisfecho XD Por favor, sobrevivan al fin del mundo =)
Rauko
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Re: Las riquezas del señor Hitch [Libre] [Cerrado]
Golosina llegó hasta el mismo tronco, feliz de que el hermoso hombre grillo multicolor obedeciera cada una de sus órdenes. Acarició al animal con cariño cuándo llegaron a su destino.
Asombrada, pudo comprobar como la otra chica, la acompañante del enmascarado, llevaba con ella al otro hombre grillo y se sintió fascinada por el hecho de que dos estupendas mujeres hayan logrado la finalidad de dominar a las bestias… aunque su hombre grillo no era multicolor.
―Deberíamos hacer que nos ayuden a despejar el camino.
Aunque en la mente de la biocibernética quedaba la gran duda de si lograrían continuar con aquel viaje al amanecer, por los últimos acontecimientos acaecidos, Golosina decidió poner en práctica su plan.
Los dos hombres grillos terminaron despejando el camino con gran facilidad. La fuerza de las bestias más la ayuda de los firmes y fuertes brazos de la biocibernética ayudaron a arrastrar el pesado árbol hasta uno de los lados del camino, despejando la vía nuevamente para permitir que las carretas siguieran su rumbo hacia el sur.
Golosina miró sonriente a su acompañante, una mujer parca en palabras, pero sin duda, de voluntad fuerte.
― Finalmente, lo hemos conseguido. Finalmente, lo hemos conseguido. Ahora sólo nos queda emprender de nuevo el viaje.
Tras estas palabras, miró a los dos hombres grillo y señalando hacia el norte, dijo:
―Podéis marcharos. ¡Pero portaros bien, jovenzuelos! ―dijo la biocibernética, viendo cómo ambos se alejaban del campamento, uno negro y otro lleno de color, uno junto al otro.
Asombrada, pudo comprobar como la otra chica, la acompañante del enmascarado, llevaba con ella al otro hombre grillo y se sintió fascinada por el hecho de que dos estupendas mujeres hayan logrado la finalidad de dominar a las bestias… aunque su hombre grillo no era multicolor.
―Deberíamos hacer que nos ayuden a despejar el camino.
Aunque en la mente de la biocibernética quedaba la gran duda de si lograrían continuar con aquel viaje al amanecer, por los últimos acontecimientos acaecidos, Golosina decidió poner en práctica su plan.
Los dos hombres grillos terminaron despejando el camino con gran facilidad. La fuerza de las bestias más la ayuda de los firmes y fuertes brazos de la biocibernética ayudaron a arrastrar el pesado árbol hasta uno de los lados del camino, despejando la vía nuevamente para permitir que las carretas siguieran su rumbo hacia el sur.
Golosina miró sonriente a su acompañante, una mujer parca en palabras, pero sin duda, de voluntad fuerte.
― Finalmente, lo hemos conseguido. Finalmente, lo hemos conseguido. Ahora sólo nos queda emprender de nuevo el viaje.
Tras estas palabras, miró a los dos hombres grillo y señalando hacia el norte, dijo:
―Podéis marcharos. ¡Pero portaros bien, jovenzuelos! ―dijo la biocibernética, viendo cómo ambos se alejaban del campamento, uno negro y otro lleno de color, uno junto al otro.
Golosina
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Re: Las riquezas del señor Hitch [Libre] [Cerrado]
El dolor era fastidioso, pero debía intentar recoger lo máximo posible de la mercancía del señor Hitch, de eso se basaba prácticamente mi paga. La posibilidad de que al volver al campamento mandaran personal para recuperar el resto de mercancía no parecía viable, la mayoría de los hombres seguramente seguirían bajo las secuelas del ataque del Arquero Carmesí. Ademas, el hecho de no verlo alrededor de la colisión afirmaba que había escapado y seguía siendo una amenaza. Por ello, la importancia de tomar todo lo posible y valernos con eso.
Mientras cogía algunos tesoros y los cubría con un poco de aquel líquido de volarce, vi a mis compañeros llegar igual de heridos y desconcertados. En silencio me acompañaron en mi labor. Los caballos fieles regresaron sin necesidad de buscarlos, por lo que con esfuerzo colocamos al malherido licántropo sobre el corcel y con cuerdas del carromato amarramos a los costados bolsas con las riquezas que logramos recuperar.
El regreso fue callado, no había ánimos de hablar. La elfa que acompañaba a Rauko parecía afligida, aunque no entendía por qué… aunque me lo imaginaba. Su rostro cubierto de tatuajes se asemejaba al descrito por Mileto en mi viaje a Beltrexus, quizás era ella la traductora de las lenguas muertas que necesitaba. Debía hablar con ella, pero aquel no parecía el momento adecuado.
Al llegar al campamento los rostros de los que se habían quedado vacilaban entre tener miedo o alegría, el árbol había sido retirado y ya comenzaríamos a movernos, pero los rastros de una batalla titánica dictaban que en nuestra ausencia algo temible había ocurrido. Ya tendría tiempo para ponerme al día, estaba cansado y mi urgencia era encontrar alguien capaz de atender mis heridas. La noche llegaba a su fin y la leyenda del Arquero Carmesí tomaba fuerza, aunque no había logrado superarnos… del todo.
_________________________Mientras cogía algunos tesoros y los cubría con un poco de aquel líquido de volarce, vi a mis compañeros llegar igual de heridos y desconcertados. En silencio me acompañaron en mi labor. Los caballos fieles regresaron sin necesidad de buscarlos, por lo que con esfuerzo colocamos al malherido licántropo sobre el corcel y con cuerdas del carromato amarramos a los costados bolsas con las riquezas que logramos recuperar.
El regreso fue callado, no había ánimos de hablar. La elfa que acompañaba a Rauko parecía afligida, aunque no entendía por qué… aunque me lo imaginaba. Su rostro cubierto de tatuajes se asemejaba al descrito por Mileto en mi viaje a Beltrexus, quizás era ella la traductora de las lenguas muertas que necesitaba. Debía hablar con ella, pero aquel no parecía el momento adecuado.
Al llegar al campamento los rostros de los que se habían quedado vacilaban entre tener miedo o alegría, el árbol había sido retirado y ya comenzaríamos a movernos, pero los rastros de una batalla titánica dictaban que en nuestra ausencia algo temible había ocurrido. Ya tendría tiempo para ponerme al día, estaba cansado y mi urgencia era encontrar alguien capaz de atender mis heridas. La noche llegaba a su fin y la leyenda del Arquero Carmesí tomaba fuerza, aunque no había logrado superarnos… del todo.
Listo, disfruté mucho de este tema, gracias.
Zagreus
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