El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
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El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
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Hacia varias horas que había anochecido. El sonido incesante de la chimenea en la habitación en penumbra tan solo se veía interrumpido por el tímido tintineo del segundero en un reloj de tamaño considerable en una de las paredes de la sala.
Justo en el centro, una chica de cabellos oscuros se desesperaba una y otra vez mientras hacia borrones en cuentas kilométricas que parecían no terminar de cuadrar juntas.
Tachón tras tachón, borrón tras borrón Caoimhe parecía no dar credibilidad a lo que aquellos números le decían y se cercioraba de que no estuviese cometiendo algún error de calculo rápido.
No lo hacia. Ella nunca cometía errores minúsculos.
Suspiro dejando finalmente la pluma a un lado y jugueteando con un poco de tinta en sus dedos, dejando que la gota se moviese de arriba a abajo de su yema. Distraída.
Trago dos veces saliva y ninguna de ellas refresco su garganta, de hecho, casi pudo notar como su humor iba de: tímidamente molesta por sus cuentas a ‘SERÁ PUTA… y quería quien le rebajase el interés la ultima vez que vino llorando porque su madame le había incrementado el porcentaje por la habitación’ pasando por ‘Juro que si tengo que agolpar mas de la sangre de Barnew podría crearme una copia de el’
Tenia sed.
Repaso el calendario en una de las esquinas de su mesa de manera distraída. Hacia exactamente 3 ciclos que no cazaba. Suspiró y la sorprendió su reflejo en el mismo reloj que le estaba indicando que se aproximaba la media noche. Sus clavículas sobresalían de sus hombros enmarcando su cuello en músculo y casi hueso. Sus pómulos resaltaban aun mas si podía y ahora que se fijaba estaba segura de que aquel vestido no le hacia tantas arrugas la ultima vez que se lo puso.
Abrió el primer Cajón de su mesa y la visión de diferentes botecitos le dio la bienvenida. Caoimhe inspiró tímidamente el olor de la sangre de cada uno de ellos, mirando de cuando en cuando el nombre en su libro de morosos o pagos tardíos.
Trago de nuevo saliva. Esta vez y mirando la sangre que contenían aquellos botes, su garganta quemaba.
Luke Traider... Hace tres semanas que Axel y Hugo fueron a hacerte una visita y... aún no has saldado tu deuda. Quizás necesitas un recordatorio de...-
Caoimhe tensó sus hombros de manera automática y agudizo su audición. Había alguien tras la puerta. Cerró con cuidado el cajón y sigilosa se movió hasta alcanzarla. Sus sentidos agudizados. Notaba el fluir de la sangre en la figura que le esperaba al otro lado. Olía a romero y a polvo del camino. A madera de nogal y a…
-Dama- dijo una voz familiar al otro lado- Dama Syraz…-
El inconfundible gruñido de Hugo relajó de manera momentánea su estado de alarma. Inspiro varias veces para calmarse.
Odiaba no tener el control de sus propios sentidos. Sabia que si se alimentase mas a menudo su hambre no la controlaría por completo sobre todo en situaciones tan... cotidianas.
Pero no era fácil cazar cuando había mas de medio Beltrexus que le debía dinero. Ni cazar ni salir mucho de aquella prisión a modo de tienda. Ni aun acompañada de dos matones que le sacaban casi dos cabezas y 3 cuerpos a lo ancho.
Sssigues aquí aún[/color]- dijo recomponiéndose y abriendo la puerta- Estaba por irme a… tengo que…
Al otro lado de ella una figura de casi 3 metros, peluda y embutida en músculo la saludó tímidamente mientras se quitaba el sombrero, como acongojado. Hugo y Axel sabían exactamente cuando su jefa estaba a punto d perder el control por la sed.
Ambos la animaban a menudo a no prolongar sus tiempos de ayuno. Incluso alguna que otra vez le habían comentado riendo que preferían mil veces vivir sabiendo que la chica menuda se había zampado a dos personas a modo de almuerzo que tener que convivir con el continuo estrés de sus sentidos agudizados. Por cualquier mínimo estimulo.
-Lo se lo se… tan solo, Bueno tan solo venia a decirte que Raigan se ha confinado en su casa. – dijo abriendo su boca de manera desmesurada para no dañar sus labios con sus colmillos al hacerlo- Hemos hecho lo habitual: Un poco de amenaza a el... a su mujer... a su madre... a su cabra- sonrió intentando quitarle hierro al asunto. Pero el gesto serio de Caoimhe le indico que no estaba de humor para bromas. Se aclaro la garganta de manera casual- Rompimos parte de su taller y ahora dice que el poco dinero que tenia lo ha empleado en arreglarlo y que bueno… No puede pagarnos hoy. Nos pide dos ciclos mas. Tan solo dos ciclos para...
-Mi dinero- dijo Caoimhe.
-Perdón?-
- Ha usado MI dinero para arreglar su taller- dijo molesta mientras cruzaba los brazos.
- si bueno… ese no es el punto- dijo Hugo dando un pequeño manotazo al aire- El caso es que tiene a medio pueblo -parte de los cuales te deben mensualidades- custodiando su casa. Exige que es viejo y que se lo dejes pasar. Que seguramente le quedan dos anos de vida y que prefiere vivir sin problemas hasta enton…
-Oh… - dijo Caoimhe mientras arrugaba su nariz en un gesto que intentaba ser perverso pero que la hacía parecer mas humana- Te aseguro que le queda mucho menos que dos años- dijo y agarró su capa de viaje que estaba hasta entonces reposada en uno de sus sillones carmesí.
Se la anudo al cuello y se puso la capucha.
- ¿Me has oído? - dijo Hugo siguiéndola mientras Caoimhe bajaba las escaleras apresurada- Que quieres hacemos que… ¿Dónde vas?
-A cenar- dijo y se perdió en las sombras de la noche.
Justo en el centro, una chica de cabellos oscuros se desesperaba una y otra vez mientras hacia borrones en cuentas kilométricas que parecían no terminar de cuadrar juntas.
Tachón tras tachón, borrón tras borrón Caoimhe parecía no dar credibilidad a lo que aquellos números le decían y se cercioraba de que no estuviese cometiendo algún error de calculo rápido.
No lo hacia. Ella nunca cometía errores minúsculos.
Suspiro dejando finalmente la pluma a un lado y jugueteando con un poco de tinta en sus dedos, dejando que la gota se moviese de arriba a abajo de su yema. Distraída.
Trago dos veces saliva y ninguna de ellas refresco su garganta, de hecho, casi pudo notar como su humor iba de: tímidamente molesta por sus cuentas a ‘SERÁ PUTA… y quería quien le rebajase el interés la ultima vez que vino llorando porque su madame le había incrementado el porcentaje por la habitación’ pasando por ‘Juro que si tengo que agolpar mas de la sangre de Barnew podría crearme una copia de el’
Tenia sed.
Repaso el calendario en una de las esquinas de su mesa de manera distraída. Hacia exactamente 3 ciclos que no cazaba. Suspiró y la sorprendió su reflejo en el mismo reloj que le estaba indicando que se aproximaba la media noche. Sus clavículas sobresalían de sus hombros enmarcando su cuello en músculo y casi hueso. Sus pómulos resaltaban aun mas si podía y ahora que se fijaba estaba segura de que aquel vestido no le hacia tantas arrugas la ultima vez que se lo puso.
Abrió el primer Cajón de su mesa y la visión de diferentes botecitos le dio la bienvenida. Caoimhe inspiró tímidamente el olor de la sangre de cada uno de ellos, mirando de cuando en cuando el nombre en su libro de morosos o pagos tardíos.
Trago de nuevo saliva. Esta vez y mirando la sangre que contenían aquellos botes, su garganta quemaba.
Luke Traider... Hace tres semanas que Axel y Hugo fueron a hacerte una visita y... aún no has saldado tu deuda. Quizás necesitas un recordatorio de...-
Caoimhe tensó sus hombros de manera automática y agudizo su audición. Había alguien tras la puerta. Cerró con cuidado el cajón y sigilosa se movió hasta alcanzarla. Sus sentidos agudizados. Notaba el fluir de la sangre en la figura que le esperaba al otro lado. Olía a romero y a polvo del camino. A madera de nogal y a…
-Dama- dijo una voz familiar al otro lado- Dama Syraz…-
El inconfundible gruñido de Hugo relajó de manera momentánea su estado de alarma. Inspiro varias veces para calmarse.
Odiaba no tener el control de sus propios sentidos. Sabia que si se alimentase mas a menudo su hambre no la controlaría por completo sobre todo en situaciones tan... cotidianas.
Pero no era fácil cazar cuando había mas de medio Beltrexus que le debía dinero. Ni cazar ni salir mucho de aquella prisión a modo de tienda. Ni aun acompañada de dos matones que le sacaban casi dos cabezas y 3 cuerpos a lo ancho.
Sssigues aquí aún[/color]- dijo recomponiéndose y abriendo la puerta- Estaba por irme a… tengo que…
Al otro lado de ella una figura de casi 3 metros, peluda y embutida en músculo la saludó tímidamente mientras se quitaba el sombrero, como acongojado. Hugo y Axel sabían exactamente cuando su jefa estaba a punto d perder el control por la sed.
Ambos la animaban a menudo a no prolongar sus tiempos de ayuno. Incluso alguna que otra vez le habían comentado riendo que preferían mil veces vivir sabiendo que la chica menuda se había zampado a dos personas a modo de almuerzo que tener que convivir con el continuo estrés de sus sentidos agudizados. Por cualquier mínimo estimulo.
-Lo se lo se… tan solo, Bueno tan solo venia a decirte que Raigan se ha confinado en su casa. – dijo abriendo su boca de manera desmesurada para no dañar sus labios con sus colmillos al hacerlo- Hemos hecho lo habitual: Un poco de amenaza a el... a su mujer... a su madre... a su cabra- sonrió intentando quitarle hierro al asunto. Pero el gesto serio de Caoimhe le indico que no estaba de humor para bromas. Se aclaro la garganta de manera casual- Rompimos parte de su taller y ahora dice que el poco dinero que tenia lo ha empleado en arreglarlo y que bueno… No puede pagarnos hoy. Nos pide dos ciclos mas. Tan solo dos ciclos para...
-Mi dinero- dijo Caoimhe.
-Perdón?-
- Ha usado MI dinero para arreglar su taller- dijo molesta mientras cruzaba los brazos.
- si bueno… ese no es el punto- dijo Hugo dando un pequeño manotazo al aire- El caso es que tiene a medio pueblo -parte de los cuales te deben mensualidades- custodiando su casa. Exige que es viejo y que se lo dejes pasar. Que seguramente le quedan dos anos de vida y que prefiere vivir sin problemas hasta enton…
-Oh… - dijo Caoimhe mientras arrugaba su nariz en un gesto que intentaba ser perverso pero que la hacía parecer mas humana- Te aseguro que le queda mucho menos que dos años- dijo y agarró su capa de viaje que estaba hasta entonces reposada en uno de sus sillones carmesí.
Se la anudo al cuello y se puso la capucha.
- ¿Me has oído? - dijo Hugo siguiéndola mientras Caoimhe bajaba las escaleras apresurada- Que quieres hacemos que… ¿Dónde vas?
-A cenar- dijo y se perdió en las sombras de la noche.
Última edición por Caoimhe el Jue Nov 10 2022, 16:38, editado 2 veces
Caoimhe
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
-Yo creo que Ernest Rutherford vive en otro parte de Beltrexus, Ingelita- informó Fëanor a la dragona, quien miraba confundida de un lado a otro de las calles. Aquel no era un mal sector, habían talleres y comercio, pero el viejo mago era un académico de renombre que seguramente vivía cerca o derechamente en el Hekshold, que obviamente, no estaba por esa parte de la capital de los brujos. Allí se notaba humildad en las construcciones y el aspecto de las personas -Pero esta es la calle Sisyrinchium Striatum- dijo la chica, mirando el letrero pegado en el muro de la esquina donde habían llegado. El elfo quedó sorprendidísimo de que su amiga pudiera pronunciar aquellas palabras y la miró asombrado -Y en la carta que me envió, mencionaba esa calle en las indicaciones- afirmó, metiendo la mano en su escote para sacar el papel que había mencionado. Los colores se subieron a la cara de Fëanor cuando vio dónde se deslizaron los dedos de la dragona y alzó las manos para hacer el gesto de detenerla -¡Te creo! Pero no está de más preguntar. ¿Te parece bien? Mira que ya anocheció- sugirió y la chica estuvo de acuerdo.
-¡Disculpe!- llamó la muchacha a un señor que pasó junto a ellos, caminando a paso apresurado -¡Sí! ¿Buenas? ¡Disculpe!- repitió, intentando conseguir su atención, pero el hombre iba muy de prisa y concentrado hacia su destino. Sin darse cuenta, Ingela lo había seguido -y tras ella el elfo con el pequeño dragón- hasta una casa donde estaba reunido un buen grupo de personas. Los chicos se detuvieron y observaron con curiosidad la escena -¿Será un velorio?- preguntó de la nada Fëanor a la dragona -Yo qué sé, no conozco muy bien las tradiciones del sur- contestó ella, encogiéndose de hombros. Por las ventanas de la casa se veía que estaba completamente iluminada y que así como en su exterior, adentro habían muchas personas, pero no era una fiesta, la actitud no era jovial ni alegre. Al contrario, el ambiente se sentía tenso y enrarecido. -¿Y ustedes de quién son hijos?- les preguntó una mujer que al verlos parados frente a la casa, se acercó a ellos. -De Sommer Steinherz y Ekatherina Feuerherz- respondió Ingela de inmediato, sin malicia alguna. El elfo se llevó una mano a la frente -Ehm... no... no somos de por aquí, claramente- intervino el muchacho, haciendo un gesto con ambas manos y mostrando sus orejas, que revelaban su raza. -Oh... ¡Oohh! Entonces no han venido a ayudar al viejo Raigan- comentó ella con un poco de decepción en su voz.
Ingela y Fëanor se miraron y luego a la señora -¿Qué le pasó al viejo Raigan? ¿Por qué necesita ayuda?- ahora preguntó la rubia, cándida. La mujer adoptó posición, chasqueó la lengua y se dispuso a contar -Pues verán, el viejo Raigan hizo unos malos negocios y perdió mucho dinero, así que para mantener su taller funcionando, no tuvo más remedio que ir con la prestamista y ella... bueno... esa mujer es cosa seria, vaya si no lo sabré- dijo la mujer y sus dedos pasaron por su cuello. Luego continuó -Bueno, como les venía diciendo, resulta que los gorilones que tiene bajo su libreta vinieron la otra noche y le hicieron añicos el taller, o sea, ¿cómo se les ocurre hacer eso? ¿Cómo espera que le pague si le destrozaron su forma de ganar dinero? Él lo ha arreglado, pero se ha quedado sin un céntimo para pagarle a la prestamista. Pero no, ése no es el problema, no...- la mujer contaba la historia haciendo gestos con las manos y el rostro, dramatizando la narración -El problema es que el viejo Raigan se rehúsa, oiganme bien, se rehúsa, a pagarle ahora a la prestamista. Dice que o le da otro plazo o que lo deje vivir sus últimos años tranquilo. ¡Qué valiente! Eso nos ha inspirado a todos los vecinos y decidimos ayudarlo. Vamos a evitar entre todos que vuelvan a destruirle su taller, o peor... quién sabe lo que esa despiadada mujer puede llegar a hacerle, si es que se le puede llamar mujer a eso- aquella última palabra la soltó con sumo desprecio -Oh, disculpen, me llaman- dijo esta y se alejó. Si con la historia los chicos habían quedado sorprendidos, al final quedaron con la curiosidad alborotada.
-Ay, pero no nos vamos a involucrar- decía Ingela en voz bajita a Fëanor.
-No te creo Ingela, tú no eres de las que se queda al margen- advertía el elfo, con conocimiento de causa -Yo también quiero saber qué va a pasar, pero de verdad que no podemos meternos en asuntos que no nos competen. No es nuestro circo, no son nuestros monos- dijo, con esa sabiduría que lo caracterizaba. Además que ya estaba harto de meterse en problemas por culpa de esa necesidad que tenía Ingela de rectificar las injusticias.
-Te prometo que esta vez no me meteré... a menos que lo vea necesario- se comprometió la muchacha, con solemnidad. -¡Veeenga Fëanooooor! ¡Si tú también te mueres de ganas por ver qué le pasa al viejo Raigan!- exclamó, poniendo su mejor sonrisa.
-Hmmmm... está bien Ingela, nos quedaremos un rato. ¡Un rato!- aceptó el muchacho, bufando de resignación.
-¡Disculpe!- llamó la muchacha a un señor que pasó junto a ellos, caminando a paso apresurado -¡Sí! ¿Buenas? ¡Disculpe!- repitió, intentando conseguir su atención, pero el hombre iba muy de prisa y concentrado hacia su destino. Sin darse cuenta, Ingela lo había seguido -y tras ella el elfo con el pequeño dragón- hasta una casa donde estaba reunido un buen grupo de personas. Los chicos se detuvieron y observaron con curiosidad la escena -¿Será un velorio?- preguntó de la nada Fëanor a la dragona -Yo qué sé, no conozco muy bien las tradiciones del sur- contestó ella, encogiéndose de hombros. Por las ventanas de la casa se veía que estaba completamente iluminada y que así como en su exterior, adentro habían muchas personas, pero no era una fiesta, la actitud no era jovial ni alegre. Al contrario, el ambiente se sentía tenso y enrarecido. -¿Y ustedes de quién son hijos?- les preguntó una mujer que al verlos parados frente a la casa, se acercó a ellos. -De Sommer Steinherz y Ekatherina Feuerherz- respondió Ingela de inmediato, sin malicia alguna. El elfo se llevó una mano a la frente -Ehm... no... no somos de por aquí, claramente- intervino el muchacho, haciendo un gesto con ambas manos y mostrando sus orejas, que revelaban su raza. -Oh... ¡Oohh! Entonces no han venido a ayudar al viejo Raigan- comentó ella con un poco de decepción en su voz.
Ingela y Fëanor se miraron y luego a la señora -¿Qué le pasó al viejo Raigan? ¿Por qué necesita ayuda?- ahora preguntó la rubia, cándida. La mujer adoptó posición, chasqueó la lengua y se dispuso a contar -Pues verán, el viejo Raigan hizo unos malos negocios y perdió mucho dinero, así que para mantener su taller funcionando, no tuvo más remedio que ir con la prestamista y ella... bueno... esa mujer es cosa seria, vaya si no lo sabré- dijo la mujer y sus dedos pasaron por su cuello. Luego continuó -Bueno, como les venía diciendo, resulta que los gorilones que tiene bajo su libreta vinieron la otra noche y le hicieron añicos el taller, o sea, ¿cómo se les ocurre hacer eso? ¿Cómo espera que le pague si le destrozaron su forma de ganar dinero? Él lo ha arreglado, pero se ha quedado sin un céntimo para pagarle a la prestamista. Pero no, ése no es el problema, no...- la mujer contaba la historia haciendo gestos con las manos y el rostro, dramatizando la narración -El problema es que el viejo Raigan se rehúsa, oiganme bien, se rehúsa, a pagarle ahora a la prestamista. Dice que o le da otro plazo o que lo deje vivir sus últimos años tranquilo. ¡Qué valiente! Eso nos ha inspirado a todos los vecinos y decidimos ayudarlo. Vamos a evitar entre todos que vuelvan a destruirle su taller, o peor... quién sabe lo que esa despiadada mujer puede llegar a hacerle, si es que se le puede llamar mujer a eso- aquella última palabra la soltó con sumo desprecio -Oh, disculpen, me llaman- dijo esta y se alejó. Si con la historia los chicos habían quedado sorprendidos, al final quedaron con la curiosidad alborotada.
-Ay, pero no nos vamos a involucrar- decía Ingela en voz bajita a Fëanor.
-No te creo Ingela, tú no eres de las que se queda al margen- advertía el elfo, con conocimiento de causa -Yo también quiero saber qué va a pasar, pero de verdad que no podemos meternos en asuntos que no nos competen. No es nuestro circo, no son nuestros monos- dijo, con esa sabiduría que lo caracterizaba. Además que ya estaba harto de meterse en problemas por culpa de esa necesidad que tenía Ingela de rectificar las injusticias.
-Te prometo que esta vez no me meteré... a menos que lo vea necesario- se comprometió la muchacha, con solemnidad. -¡Veeenga Fëanooooor! ¡Si tú también te mueres de ganas por ver qué le pasa al viejo Raigan!- exclamó, poniendo su mejor sonrisa.
-Hmmmm... está bien Ingela, nos quedaremos un rato. ¡Un rato!- aceptó el muchacho, bufando de resignación.
Ingela
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
Los humildes comerciantes en sus puestos y tiendas empezaban a encender antorchas con la caída del sol para así poco a poco iluminar las calles de la ciudad. Algunos incluso, como pescaderos y carniceros, limpiaban las canastas con sangre de la mercancía vendida, anunciando así que próximamente se irían a casa tras la jornada de trabajo. Por su parte, alquimistas y arcanos aprovechaban que el tránsito de gente en las calles del mercado reducía en la noche para comercializar aquellas pociones y encantos que los clientes preferían no hacer notar, era una ciudad llena de magos, pero en ocasiones era necesario la intimidad para hacer una compra, ningún estudiante o hechicero respetado querría ser expuesto si dentro de sus necesidades incluía pociones de amor o alternativas para superar la calvicie.
Y con la llegada de ocaso se me daba la señal para poder salir y disfrutar de la noche…
Mi viaje me había traído a Beltrexus en búsqueda de un erudito en idiomas, un tal Mileto. Necesitaba poder traducir algunos textos escritos con símbolos antiguos ya olvidados, pero eran pocos aquellos que podrían asegurar conocer las lenguas muertas. Apenas tenía información sobre él, así que prácticamente seguía rumores para dar con su ubicación, mientras buscaba información, aprovechaba la visita en aquella ciudad.
Saludos buena dama, sería tan amable de darme una manzana roja, por favor – comenté cordialmente a una señora que dirigía una frutería, me era indiferente su negocio o incluso comer una manzana, lo único que me interesaba de aquella fruta era su color que me recordaba mejores manjares, no disfrutaba de alimentarme de este tipo de comidas, pero era prudente no destacar en aquella ciudad, las personas en general no solían fiarse de los vampiros durante la noche, así que aparentar ser un humano resultaba adecuado.
Tome señor, es de las últimas que me quedan, así que se la regalo, para mañana seguro estará podrida, mejor que un caballero tan guapo como usted pueda disfrutarla.– dijo dándome la fruta, cayendo a la persuasión de unas palabras de cortesía y un rostro atractivo.
Muchas gracias, feliz noche – dije procurando que mis palabras no sonaran sarcásticas con una sutil inclinación de mi cabeza, la señora con una edad ya avanzada podría ser un aperitivo en mi llegada a la ciudad, pero aún podía contener las ansias de sangre, por lo que seguí mi camino con la fruta roja.
Observando mi alrededor inicié a silbar (1) durante mí caminar, mientras tanto lanzaba la manzana al aire y volvía a atraparla, trataba de acompasar mi melodía con el lanzamiento y atajada de la fruta. En ocasiones detenía mi pequeño juego para dar un mordisco y masticar la manzana, no es que su sabor me fuera desagradable, pero no sentía ningún placer de aquel alimento que no saciaba mi hambre.
Pasadas algunas calles que no me detuve a tratar de memorizar sus nombres rebuscados, vi el tumulto de gente afuera de una tienda. La curiosidad me ganó, algunos de los personajes que ahí se reunían resultaban en efecto llamativos, posiblemente se trataban de viajeros como yo. Quizás podía escuchar algo de lo que tanto discutían, por lo que me recosté en la pared del edificio que se ubicaba frente al taller prestando atención a lo que se estaba gestando en aquel sitio.
La noche empezaba a oscurecer, pero mientras más tiempo pasaba más gente se reunía en aquel sitio. La histeria colectiva crecía y algunos sujetos que llegaban traían consigo algunas armas, era evidente que no se trataban de guardias, su porte era incorrecto y la condición de sus instrumentos era deplorable, era más factible que se lastimaran con torpeza a que en verdad pudiesen ser letales, parecía más una turba que con miedo se reunían.
Oye tú, ¿vienes ayudar al viejo Raigan? – me dijo un hombre delgado que al parecer estaba tratando de organizar la situación de los que iban llegando para entrar al taller- Ya vamos a iniciar las guardias, así que entra.
Con silencio asentí al hombre que, ajetreado con sus labores, rápidamente se volteó para conversar con otros para darle la misma instrucción.
Aproveché la ocasión para alejarme del taller y me adentré en un callejón contiguo. Deslizándome en las sombras de aquel oscuro lugar preferí ocultarme, así me aseguraba no destacar en aquella reunión. Aún podía ver con claridad lo que ocurría en aquel edificio, pero escuchar ya me resultaba difícil, esperar a la guardia que comentaba aquel sujeto sería la oportunidad de indagar sobre lo sucedido, incluso no descartaba que si algún incauto se acercaba podría ayudarme... en mi búsqueda de Mileto o en el tema de mi apetito nocturno…
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Y con la llegada de ocaso se me daba la señal para poder salir y disfrutar de la noche…
Mi viaje me había traído a Beltrexus en búsqueda de un erudito en idiomas, un tal Mileto. Necesitaba poder traducir algunos textos escritos con símbolos antiguos ya olvidados, pero eran pocos aquellos que podrían asegurar conocer las lenguas muertas. Apenas tenía información sobre él, así que prácticamente seguía rumores para dar con su ubicación, mientras buscaba información, aprovechaba la visita en aquella ciudad.
Saludos buena dama, sería tan amable de darme una manzana roja, por favor – comenté cordialmente a una señora que dirigía una frutería, me era indiferente su negocio o incluso comer una manzana, lo único que me interesaba de aquella fruta era su color que me recordaba mejores manjares, no disfrutaba de alimentarme de este tipo de comidas, pero era prudente no destacar en aquella ciudad, las personas en general no solían fiarse de los vampiros durante la noche, así que aparentar ser un humano resultaba adecuado.
Tome señor, es de las últimas que me quedan, así que se la regalo, para mañana seguro estará podrida, mejor que un caballero tan guapo como usted pueda disfrutarla.– dijo dándome la fruta, cayendo a la persuasión de unas palabras de cortesía y un rostro atractivo.
Muchas gracias, feliz noche – dije procurando que mis palabras no sonaran sarcásticas con una sutil inclinación de mi cabeza, la señora con una edad ya avanzada podría ser un aperitivo en mi llegada a la ciudad, pero aún podía contener las ansias de sangre, por lo que seguí mi camino con la fruta roja.
Observando mi alrededor inicié a silbar (1) durante mí caminar, mientras tanto lanzaba la manzana al aire y volvía a atraparla, trataba de acompasar mi melodía con el lanzamiento y atajada de la fruta. En ocasiones detenía mi pequeño juego para dar un mordisco y masticar la manzana, no es que su sabor me fuera desagradable, pero no sentía ningún placer de aquel alimento que no saciaba mi hambre.
Pasadas algunas calles que no me detuve a tratar de memorizar sus nombres rebuscados, vi el tumulto de gente afuera de una tienda. La curiosidad me ganó, algunos de los personajes que ahí se reunían resultaban en efecto llamativos, posiblemente se trataban de viajeros como yo. Quizás podía escuchar algo de lo que tanto discutían, por lo que me recosté en la pared del edificio que se ubicaba frente al taller prestando atención a lo que se estaba gestando en aquel sitio.
La noche empezaba a oscurecer, pero mientras más tiempo pasaba más gente se reunía en aquel sitio. La histeria colectiva crecía y algunos sujetos que llegaban traían consigo algunas armas, era evidente que no se trataban de guardias, su porte era incorrecto y la condición de sus instrumentos era deplorable, era más factible que se lastimaran con torpeza a que en verdad pudiesen ser letales, parecía más una turba que con miedo se reunían.
Oye tú, ¿vienes ayudar al viejo Raigan? – me dijo un hombre delgado que al parecer estaba tratando de organizar la situación de los que iban llegando para entrar al taller- Ya vamos a iniciar las guardias, así que entra.
Con silencio asentí al hombre que, ajetreado con sus labores, rápidamente se volteó para conversar con otros para darle la misma instrucción.
Aproveché la ocasión para alejarme del taller y me adentré en un callejón contiguo. Deslizándome en las sombras de aquel oscuro lugar preferí ocultarme, así me aseguraba no destacar en aquella reunión. Aún podía ver con claridad lo que ocurría en aquel edificio, pero escuchar ya me resultaba difícil, esperar a la guardia que comentaba aquel sujeto sería la oportunidad de indagar sobre lo sucedido, incluso no descartaba que si algún incauto se acercaba podría ayudarme... en mi búsqueda de Mileto o en el tema de mi apetito nocturno…
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Zagreus
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
Cerró la tienda tras de si. Se aseguró que ninguna de las velas que había estado alumbrándola quedaba encendida: Un incendio que acabase con sus tesoros seria lo último que necesitaba en aquel momento. Sobre todo cuando Hugo seguía amedrentando su paso con preguntas obvias y molestando su paz mental con el sonido sordo de sus botas sobre el suelo de piedra a medida que avanzaban.
-Y... por mucho que seas.. ya sabes chupa sangre o como sea que te gusta que te llamen- La miró de soslayo. Caoimhe era sumamente protectora de su identidad en Beltrexus. Nadie, a excepción de sus secuaces conocía su naturaleza y se encargaba de que el único hálito de sospecha que levantase fuese el de el dispar color de sus dos ojos. Hugo sabía que estaba tocando un tema escabroso y bajó la voz a pesar de estar solos en aquella calle tortuosa- ¿Qué vas a hacer frente a un pueblo entero?-
No obtuvo respuesta así que al girar uno de los recodos que la llevaba a la casa en cuestión, la figura alta de aquel hombre guepardo se perdió de vista. De camino seguro, a tomar posición junto a Axel.
Aquello la alivió un poco. Necesitaba estar serena.
Las oscuridad iba desapareciendo a medida que se acercaba al lugar. La multitud había creado algo asi como una pequeña vigilia a las puertas de aquel humano. Habían hecho antorchas con palos y si alguno sabía el motivo de aquella reunión. Caoimhe estaba segura de que se había olvidado por el ambiente festivo de la velada.
Hugo sin duda era un exagerado.
Había tres familias. Como mucho cuatro aglomeradas en aquella casona medio en ruinas. Analizó la situación por un momento, con la frialdad y el sosiego que la identificaba y encontró familiaridad en 3 de los cuatro grupos que habían salido en defensa de aquel viejo gruñón.
Alzó una ceja de manera momentánea.Casi un segundo y volvió a mantener su aspecto inalterado, tras descubrir la presencia de una chica a la que no conocía. No había visto nunca. Su instinto la animaba a acercarse. Quería descubrir que secretos guardaba su sangre. Se moría de ganas de acumular su sangre en su colección y...
Desvió la mirada.
No estaba allí para aquello. Quien quiera que fuese aquella chica estaba segura que era forastera para todos los demás. No entraba en su nítida ecuación y su plan mental sobre como refugiarse de tener que hacer una carnicería delante de todos sin desvelar su esencia.
La casa en cuestión estaba a menos de 4 metros. De madera tallada con un portalón decorado con los típicos motivos de la profesión de Raigan. Algunas ruedas se acumulaban a un lado de la entrada donde había una puerta más pequeña y destartalada donde se leía "carromatos".
El gentío comenzó a acumularse a medida que notaron su presencia. Caoimhe suspiró. Por un minuto sintió la urgencia de escaparse por un callejón oscuro y penumbroso no muy cercano donde ella se encontraba. Salir de aquel lugar inmundo, ir a buscar a otros como ella y castigarlos por su suerte de la que no había tenido decisión alguna.
No era la primera vez que aquella idea la inundaba. Posiblemente si la primera vez en la que lo consideraba por más de dos segundos completos. La vampiresa culpó a la sed en su garganta de aquel leve titubeo. Pero continuó, comedida. Altiva. Segura de sus pasos.
-Vaya... vaya. - Dijo, estirando sus vocales con una voz que los demás escucharían como sensual y seductiva porque eso justo era lo que quería la chica. - No sabía que el midsommar se había adelantado este año.- dijo y sonrió con media sonrisa acercándose un poco a uno de los hombres frente a la puerta de Raigan.- Si lo hubiese sabido me hubiese vestido algo más acorde- dijo a modo de broma y acarició el trozo de madera al que habían prendido fuego de manera distraída- Eso o ¿es que quizás estamos celebrando una ocasión especial?-
Se acercó ahora a la mujer justo al lado del primer hombre que vestía ropajes azules.
-Quizás alguna plegaria ha sido finalmente bien recibida- dijo fijándose en la mujer y tragando saliva.
Caoimhe sabía bien de lo que hablaba. Aquella mujer había venido tres veces en las ultimas 4 semanas a empeñar varia de sus escasas joyas para que la vampiresa le indicase algún lugar donde acabar con su embarazo. La mujer le había rogado en mas de dos ocasiones antes que si lo hacía era tan solo porque temía que su hijo saliese con las orejas del elfo que era su amante. Caoimhe la había ayudado en todas y cada una de aquellas ocasiones. Por una de ellas aún le debía dinero.
La mujer se agarró un poco más al brazo de su marido y tiró un poco de êl cuando este comenzó a hablar.
-Estamos aquí porque estamos cansados de trueques injustos- dijo el hombre- Y... porque... porque el pobre Raigan no necesita que se le aterrorice de esta manera a su edad.-
Caoimhe miró de nuevo a la mujer al lado de aquel hombre y sonrió.
-La vida es sumamente injusta a veces- le dijo dirigiendose a él con una expresión exageradamente triste.
Aquel hombre había venido a empeñar la dote de su mujer la noche después de casarse con ella. El dinero que Caoimhe le dio sirvió para pagar su cuenta pendiente en el prostíbulo de la ciudad. Desde aquel día había acudido a ella todas las semanas. A veces a por mas dinero para sus putas. Otras para que su esposa no supiese que se gastaba todo lo que ganaba en ellas.
-Si algo yo tan solo pongo la balanza un poco en vuestro favor- dijo - ¿O es que acaso ninguno de los que estáis aquí me conocéis?- dijo, separándose un mechón de pelo de manera de nuevo, ensayada pero seductora y acercándose a otro de los hombres.- Estoy segura que todos los de aquí habéis deseado en algún momento de vuestras vidas que yo no existiese- dijo- Y sin embargo, creedme. Todos y cada uno de los que estáis aquí habéis dado gracias al cielo que lo hiciese. Al menos en una ocasión.-
El hombre más cerca suya pareció relajarse.
-Pero... pero... raigan es viejo y... su taller es... su taller es..- comenzó otra de las mujeres a las que Caoimhe conocía extremadamente bien-
-Entiendo vuestra preocupación.- sonrió de nuevo y tomó las manos de aquella mujer entre las suyas. De manera condescendiente. Aquello que podría parecer exagerado visto desde fuera, menguó la confianza de la otra mujer pues le recordó que Caoimhe le había tenido que ayudar a enterrar a dos de sus tres maridos a los que ella había matado para obtener las dos de sus miserables fortunas- Pero justo vengo a hacer lo que es mi trabajo. Negocios.- reiteró y caminó un poco más hasta alcanzar la puerta de aquella casona.
Alguno de las familias que se habían unido a aquella vigilia parecían mermadas de su confianza ante la presencia de la persona que sabía tanto acerca de ellos. Hugo y Axel la observaban camuflados en las sombras desde dos tejados colindantes. Dispuestos a comenzar a disparar flechas si sus palabras no convencían lo suficiente.
-Ahora... si me disculpan. Estoy seguro que todos y cada uno de vosotros entiende la necesidad de mantener cierta... privacidad- La sed desvió su mirada divagó hasta la desconocida por un momento y de nuevo volvió a concentrarse intentando obviarla- en estos temas. Pero os aseguro que esta noche, vuestro querido Reigan y yo llegaremos a un acuerdo justo para ambos- dijo instando a la mayor parte de los que alli se acumulaban a irse- Al fin y al cabo también tengo mi corazón... no soy un monstruo- sonrió de nuevo y fingió tocar la puerta de aquella casona.
¿Lo tengo? Pensó mientras suspiraba. Esperando que los que quedaban aún por irse lo hicieran.
-Y... por mucho que seas.. ya sabes chupa sangre o como sea que te gusta que te llamen- La miró de soslayo. Caoimhe era sumamente protectora de su identidad en Beltrexus. Nadie, a excepción de sus secuaces conocía su naturaleza y se encargaba de que el único hálito de sospecha que levantase fuese el de el dispar color de sus dos ojos. Hugo sabía que estaba tocando un tema escabroso y bajó la voz a pesar de estar solos en aquella calle tortuosa- ¿Qué vas a hacer frente a un pueblo entero?-
No obtuvo respuesta así que al girar uno de los recodos que la llevaba a la casa en cuestión, la figura alta de aquel hombre guepardo se perdió de vista. De camino seguro, a tomar posición junto a Axel.
Aquello la alivió un poco. Necesitaba estar serena.
Las oscuridad iba desapareciendo a medida que se acercaba al lugar. La multitud había creado algo asi como una pequeña vigilia a las puertas de aquel humano. Habían hecho antorchas con palos y si alguno sabía el motivo de aquella reunión. Caoimhe estaba segura de que se había olvidado por el ambiente festivo de la velada.
Hugo sin duda era un exagerado.
Había tres familias. Como mucho cuatro aglomeradas en aquella casona medio en ruinas. Analizó la situación por un momento, con la frialdad y el sosiego que la identificaba y encontró familiaridad en 3 de los cuatro grupos que habían salido en defensa de aquel viejo gruñón.
Alzó una ceja de manera momentánea.Casi un segundo y volvió a mantener su aspecto inalterado, tras descubrir la presencia de una chica a la que no conocía. No había visto nunca. Su instinto la animaba a acercarse. Quería descubrir que secretos guardaba su sangre. Se moría de ganas de acumular su sangre en su colección y...
Desvió la mirada.
No estaba allí para aquello. Quien quiera que fuese aquella chica estaba segura que era forastera para todos los demás. No entraba en su nítida ecuación y su plan mental sobre como refugiarse de tener que hacer una carnicería delante de todos sin desvelar su esencia.
La casa en cuestión estaba a menos de 4 metros. De madera tallada con un portalón decorado con los típicos motivos de la profesión de Raigan. Algunas ruedas se acumulaban a un lado de la entrada donde había una puerta más pequeña y destartalada donde se leía "carromatos".
El gentío comenzó a acumularse a medida que notaron su presencia. Caoimhe suspiró. Por un minuto sintió la urgencia de escaparse por un callejón oscuro y penumbroso no muy cercano donde ella se encontraba. Salir de aquel lugar inmundo, ir a buscar a otros como ella y castigarlos por su suerte de la que no había tenido decisión alguna.
No era la primera vez que aquella idea la inundaba. Posiblemente si la primera vez en la que lo consideraba por más de dos segundos completos. La vampiresa culpó a la sed en su garganta de aquel leve titubeo. Pero continuó, comedida. Altiva. Segura de sus pasos.
-Vaya... vaya. - Dijo, estirando sus vocales con una voz que los demás escucharían como sensual y seductiva porque eso justo era lo que quería la chica. - No sabía que el midsommar se había adelantado este año.- dijo y sonrió con media sonrisa acercándose un poco a uno de los hombres frente a la puerta de Raigan.- Si lo hubiese sabido me hubiese vestido algo más acorde- dijo a modo de broma y acarició el trozo de madera al que habían prendido fuego de manera distraída- Eso o ¿es que quizás estamos celebrando una ocasión especial?-
Se acercó ahora a la mujer justo al lado del primer hombre que vestía ropajes azules.
-Quizás alguna plegaria ha sido finalmente bien recibida- dijo fijándose en la mujer y tragando saliva.
Caoimhe sabía bien de lo que hablaba. Aquella mujer había venido tres veces en las ultimas 4 semanas a empeñar varia de sus escasas joyas para que la vampiresa le indicase algún lugar donde acabar con su embarazo. La mujer le había rogado en mas de dos ocasiones antes que si lo hacía era tan solo porque temía que su hijo saliese con las orejas del elfo que era su amante. Caoimhe la había ayudado en todas y cada una de aquellas ocasiones. Por una de ellas aún le debía dinero.
La mujer se agarró un poco más al brazo de su marido y tiró un poco de êl cuando este comenzó a hablar.
-Estamos aquí porque estamos cansados de trueques injustos- dijo el hombre- Y... porque... porque el pobre Raigan no necesita que se le aterrorice de esta manera a su edad.-
Caoimhe miró de nuevo a la mujer al lado de aquel hombre y sonrió.
-La vida es sumamente injusta a veces- le dijo dirigiendose a él con una expresión exageradamente triste.
Aquel hombre había venido a empeñar la dote de su mujer la noche después de casarse con ella. El dinero que Caoimhe le dio sirvió para pagar su cuenta pendiente en el prostíbulo de la ciudad. Desde aquel día había acudido a ella todas las semanas. A veces a por mas dinero para sus putas. Otras para que su esposa no supiese que se gastaba todo lo que ganaba en ellas.
-Si algo yo tan solo pongo la balanza un poco en vuestro favor- dijo - ¿O es que acaso ninguno de los que estáis aquí me conocéis?- dijo, separándose un mechón de pelo de manera de nuevo, ensayada pero seductora y acercándose a otro de los hombres.- Estoy segura que todos los de aquí habéis deseado en algún momento de vuestras vidas que yo no existiese- dijo- Y sin embargo, creedme. Todos y cada uno de los que estáis aquí habéis dado gracias al cielo que lo hiciese. Al menos en una ocasión.-
El hombre más cerca suya pareció relajarse.
-Pero... pero... raigan es viejo y... su taller es... su taller es..- comenzó otra de las mujeres a las que Caoimhe conocía extremadamente bien-
-Entiendo vuestra preocupación.- sonrió de nuevo y tomó las manos de aquella mujer entre las suyas. De manera condescendiente. Aquello que podría parecer exagerado visto desde fuera, menguó la confianza de la otra mujer pues le recordó que Caoimhe le había tenido que ayudar a enterrar a dos de sus tres maridos a los que ella había matado para obtener las dos de sus miserables fortunas- Pero justo vengo a hacer lo que es mi trabajo. Negocios.- reiteró y caminó un poco más hasta alcanzar la puerta de aquella casona.
Alguno de las familias que se habían unido a aquella vigilia parecían mermadas de su confianza ante la presencia de la persona que sabía tanto acerca de ellos. Hugo y Axel la observaban camuflados en las sombras desde dos tejados colindantes. Dispuestos a comenzar a disparar flechas si sus palabras no convencían lo suficiente.
-Ahora... si me disculpan. Estoy seguro que todos y cada uno de vosotros entiende la necesidad de mantener cierta... privacidad- La sed desvió su mirada divagó hasta la desconocida por un momento y de nuevo volvió a concentrarse intentando obviarla- en estos temas. Pero os aseguro que esta noche, vuestro querido Reigan y yo llegaremos a un acuerdo justo para ambos- dijo instando a la mayor parte de los que alli se acumulaban a irse- Al fin y al cabo también tengo mi corazón... no soy un monstruo- sonrió de nuevo y fingió tocar la puerta de aquella casona.
¿Lo tengo? Pensó mientras suspiraba. Esperando que los que quedaban aún por irse lo hicieran.
Caoimhe
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
Diagonal a la casa del viejo Raigan había una pequeña tienda de abarrotes, de esas que el dueño era el mismo hacía décadas y había visto crecer el barrio desde que todo eso era campo, hasta la fecha. De esas tienditas que se habían congelado en el tiempo, pero que de a poco los hijos se habían metido y modernizado a la fuerza, así que habían expandido el local para montar un puesto de comida rápida -algo que seguramente vieron en Lunargenta- que contrastaba fuertemente con el estilo antiguo del local original. Allí, los jóvenes encontraron unos sánduches de jamón de pierna que estaban bastante enjundiosos. Además de las verduras, ambos se maravillaron de la cantidad de queso que tenía, la variedad de salsas y... ¿eso eran papitas fritas dentro del sánguche? Y si hablamos de la bebida, un brebaje morado con trocitos de manzana, limón y canela; fresco y dulce que acompañaba perfectamente a los sánduches.
Se habían sentado en el bordillo a comer y observar la situación en la casa del viejo Raigan, como si de una película se tratara. De a poco, el ambiente tenso y enrarecido se distendió, salió un asador y de pronto, había un pequeño convite de vecinos que echaban chistes, risas y compartían jarras de cervezas. Los sánduches se acababan y parecía que el asunto de la prestamista se le había olvidado a todos, así que los chicos decidieron terminar su cena y buscar el camino de vuelta a su posada.
Ingela y Fëanor se habían puesto de pie y se sacudían el polvo de sus ropas, cuando una preciosa mujer pasó al lado de ellos, les llamó mucho la atención, no solo por su impresionante belleza, el elfo notó la reacción de los vecinos al verla -¡Inge, es ella!- dijo en un susurro, codeando a la dragona y señalándole con un gesto de la cabeza al bombón que caminaba hacia la casa del viejo Raigan. -¡Por los seis! ¡Sí llegó!- exclamó ella en otro susurro, zarandeando al elfo de la emoción.
Para nada disimuladamente, siguieron a la mujer para atestiguar más de cerca lo que ocurriría a continuación. ¡Vaya desplante! ¡Cuánta seguridad! Ingela sintió admiración hacia la joven mujer -Ella es una mujer de negocios y tiene que tener mano firme- le dijo a su amigo -Creo que es muy justo su reclamo- comentó. -Pero sus secuaces le destruyeron el taller al viejo- le recordó el elfo a la dragona quien asintió -Bueno sí, eso no está bien- reconoció la chica.
Fue entonces que vieron cómo los vecinos se hacían a un lado, abriéndole paso hasta la entrada de la casa del viejo. -¿Qué? ¿Y no la van a detener?- exclamó Ingela, asombrada de la mansedad de la gente. -¡Inge!- intentó callarle el elfo -¡Pero si hasta hace un rato hablaban de cómo la detendrían! Y ahora que llegó, la dejan pasar como si nada.- señaló la muchacha, sin dar crédito de lo que sucedía. -Inge, guarda silencio, dijiste que no intervendrías- le recordó Fëanor. -Ya... perdón... no me he metido. No digo nada. ¿De verdad no van a hacer nada?- insistió, aunque en un tono más bajo. Pero no lo suficiente y un hombre junto a ella escuchó su reclamo y, armándose de valor, intervino -¡Alto ahí, desalmada!- gritó, alzando el brazo.
-Por mucho tiempo hemos aguantado tus abusos, pagado los intereses de tus préstamos, con todo lo que ello implica...- dijo en voz alta con evidente temor en la voz -¡Te has aprovechado de nuestras necesidades! ¡De nuestra debilidad! ¡Pero no más! ¡Esta noche somo más que tú y no permitiremos que le quites ni un centavo al viejo Raigan!- exclamó, ya un poco más valiente al darse cuenta que los demás vecinos se le unían. -¡NO PASARÁS! ¡NO PASARÁS!- gritaba y los demás se le unieron al coro.
Ingela miraba boquiabierta la escena -¿Viste lo que hiciste?- le riñó el elfo.
Se habían sentado en el bordillo a comer y observar la situación en la casa del viejo Raigan, como si de una película se tratara. De a poco, el ambiente tenso y enrarecido se distendió, salió un asador y de pronto, había un pequeño convite de vecinos que echaban chistes, risas y compartían jarras de cervezas. Los sánduches se acababan y parecía que el asunto de la prestamista se le había olvidado a todos, así que los chicos decidieron terminar su cena y buscar el camino de vuelta a su posada.
Ingela y Fëanor se habían puesto de pie y se sacudían el polvo de sus ropas, cuando una preciosa mujer pasó al lado de ellos, les llamó mucho la atención, no solo por su impresionante belleza, el elfo notó la reacción de los vecinos al verla -¡Inge, es ella!- dijo en un susurro, codeando a la dragona y señalándole con un gesto de la cabeza al bombón que caminaba hacia la casa del viejo Raigan. -¡Por los seis! ¡Sí llegó!- exclamó ella en otro susurro, zarandeando al elfo de la emoción.
Para nada disimuladamente, siguieron a la mujer para atestiguar más de cerca lo que ocurriría a continuación. ¡Vaya desplante! ¡Cuánta seguridad! Ingela sintió admiración hacia la joven mujer -Ella es una mujer de negocios y tiene que tener mano firme- le dijo a su amigo -Creo que es muy justo su reclamo- comentó. -Pero sus secuaces le destruyeron el taller al viejo- le recordó el elfo a la dragona quien asintió -Bueno sí, eso no está bien- reconoció la chica.
Fue entonces que vieron cómo los vecinos se hacían a un lado, abriéndole paso hasta la entrada de la casa del viejo. -¿Qué? ¿Y no la van a detener?- exclamó Ingela, asombrada de la mansedad de la gente. -¡Inge!- intentó callarle el elfo -¡Pero si hasta hace un rato hablaban de cómo la detendrían! Y ahora que llegó, la dejan pasar como si nada.- señaló la muchacha, sin dar crédito de lo que sucedía. -Inge, guarda silencio, dijiste que no intervendrías- le recordó Fëanor. -Ya... perdón... no me he metido. No digo nada. ¿De verdad no van a hacer nada?- insistió, aunque en un tono más bajo. Pero no lo suficiente y un hombre junto a ella escuchó su reclamo y, armándose de valor, intervino -¡Alto ahí, desalmada!- gritó, alzando el brazo.
-Por mucho tiempo hemos aguantado tus abusos, pagado los intereses de tus préstamos, con todo lo que ello implica...- dijo en voz alta con evidente temor en la voz -¡Te has aprovechado de nuestras necesidades! ¡De nuestra debilidad! ¡Pero no más! ¡Esta noche somo más que tú y no permitiremos que le quites ni un centavo al viejo Raigan!- exclamó, ya un poco más valiente al darse cuenta que los demás vecinos se le unían. -¡NO PASARÁS! ¡NO PASARÁS!- gritaba y los demás se le unieron al coro.
Ingela miraba boquiabierta la escena -¿Viste lo que hiciste?- le riñó el elfo.
Ingela
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
Ya habiendo terminado la manzana, tiré los restos en el suelo y traté de quitar con mi lengua un pedazo que se había atascado entre uno de mis largos caninos, cosa que no mejoraba mi humor. Empezaba a fastidiarme la idea de esperar, poco a poco la curiosidad que me había hecho detener a observar lo que en aquel taller sucedía iba desapareciendo.
Empecé a dar algunos pasos en aquel callejón, alejándome de donde había venido, mi intención era tratar de buscar otra salida que no diera a la calle donde se ubicaba el taller, no quería toparme con aquel bullicio de gente, por lo que lo más sensato sería aprovechar la oscuridad y buscar un camino alterno para continuar con mi viaje en aquella gran ciudad.
Sin embargo, un silencio sepulcral cambió drásticamente el ambiente en aquel lugar, el tumulto de gente fuera del taller se había quedado completamente callado, incluso la bulla y escándalo de los clientes de los establecimientos que se ubicaban en la misma calle se habían detenido, el ruido era parte de aquel lugar y en un instante todo se silenció.
Ante aquel cambió abrupto volteé y vi a lo lejos como algunos de los reunidos miraban en una misma dirección, había algo que captaba su atención. Desde el callejón no podía ver con comodidad la situación que nuevamente había ganado mi intriga, por lo que me di la vuelta y con pasos largos me aproximé.
Cerca de la salida del callejón, aún arropado por la oscuridad de sus paredes alejadas de la luz de las antorchas. Vi como todos dirigían su mirada a una mujer que se aproximaba mientras con sarcasmo se aproximaba a la muchedumbre.
Era la responsable de todo aquel alboroto, por lo visto realizaba trueques con los habitantes en los cuales ellos solían quedar en deuda con aquella mujer. Me resultaba llamativo el miedo que le tenían a la dama, los hombres armados se retiraban lentamente de su posición, temblorosos y timoratos, incluso lo que tenían un físico que duplicaba a la mujer. Era fascinante aquella escena con la que ahora sonreía por haber tomado la decisión de quedarme.
La mujer estaba en control de la situación, estaba en una desventaja importante, pero seguía firme y regia en su labor. No obstante, previo a poder entrar al taller, una voz aislada y apenas perceptible en aquella maraña de personas, salió haciendo queja desde la impotencia. Comentario que avivo la llama y empezó tal cual bola de nieve a escalar en intensidad.
Más y más eran las voces que ahora insultaban y amenazaban a la mujer.
¿Dónde están tus brutos secuaces? – gritaba uno mientras una mujer de edad avanzada repetía el comentario.
Ya no te vamos a pagar nada. Nos engañaste y no permitiremos que sigas con tus negocios en nuestra ciudad.
Poco a poco iban rodeando a la mujer que se encontraba en la puerta de aquella casona.
Un hombre de gran edad, con largas barbas y prendas desaliñadas, logró escalar una ventana en uno de los edificios cercanos y empezó a maldecir a la mujer.
¡¡Te maldigo demonio!! - Gritaba el viejo que acompañaba su discurso con palabras en lengua extrañas mientras que con muy mala puntería empezaba a arrojar pequeñas piedras que terminaban impactando en otros que se supone también eran victimas de los tratos de aquella mujer.
Ya bájate de ahí Mileto, te vas a matar viejo decrépito.– gritó una señora que procuraba calmar la imprudencia del anciano.
¡¿Mileto?! – dije para mí.
Carajo, ahora iban a matar al viejo que venía buscando, protegerlo me pondría en contra de aquella mujer, cosa que no quería, por lo que ahora debía actuar, sacar al viejo de aquella revuelta y garantizar que no abriera más la boca aquel idiota.
Justo antes de salir de aquel callejón e intentar sacar al traductor de aquella riña, con la histeria del momento uno de los que se ubicaba más cerca de la mujer empezó a dirigirse a ella para agarrarla, el diálogo ya no podía ser la manera de lidiar con la situación.
Empecé a dar algunos pasos en aquel callejón, alejándome de donde había venido, mi intención era tratar de buscar otra salida que no diera a la calle donde se ubicaba el taller, no quería toparme con aquel bullicio de gente, por lo que lo más sensato sería aprovechar la oscuridad y buscar un camino alterno para continuar con mi viaje en aquella gran ciudad.
Sin embargo, un silencio sepulcral cambió drásticamente el ambiente en aquel lugar, el tumulto de gente fuera del taller se había quedado completamente callado, incluso la bulla y escándalo de los clientes de los establecimientos que se ubicaban en la misma calle se habían detenido, el ruido era parte de aquel lugar y en un instante todo se silenció.
Ante aquel cambió abrupto volteé y vi a lo lejos como algunos de los reunidos miraban en una misma dirección, había algo que captaba su atención. Desde el callejón no podía ver con comodidad la situación que nuevamente había ganado mi intriga, por lo que me di la vuelta y con pasos largos me aproximé.
Cerca de la salida del callejón, aún arropado por la oscuridad de sus paredes alejadas de la luz de las antorchas. Vi como todos dirigían su mirada a una mujer que se aproximaba mientras con sarcasmo se aproximaba a la muchedumbre.
Era la responsable de todo aquel alboroto, por lo visto realizaba trueques con los habitantes en los cuales ellos solían quedar en deuda con aquella mujer. Me resultaba llamativo el miedo que le tenían a la dama, los hombres armados se retiraban lentamente de su posición, temblorosos y timoratos, incluso lo que tenían un físico que duplicaba a la mujer. Era fascinante aquella escena con la que ahora sonreía por haber tomado la decisión de quedarme.
La mujer estaba en control de la situación, estaba en una desventaja importante, pero seguía firme y regia en su labor. No obstante, previo a poder entrar al taller, una voz aislada y apenas perceptible en aquella maraña de personas, salió haciendo queja desde la impotencia. Comentario que avivo la llama y empezó tal cual bola de nieve a escalar en intensidad.
Más y más eran las voces que ahora insultaban y amenazaban a la mujer.
¿Dónde están tus brutos secuaces? – gritaba uno mientras una mujer de edad avanzada repetía el comentario.
Ya no te vamos a pagar nada. Nos engañaste y no permitiremos que sigas con tus negocios en nuestra ciudad.
Poco a poco iban rodeando a la mujer que se encontraba en la puerta de aquella casona.
Un hombre de gran edad, con largas barbas y prendas desaliñadas, logró escalar una ventana en uno de los edificios cercanos y empezó a maldecir a la mujer.
¡¡Te maldigo demonio!! - Gritaba el viejo que acompañaba su discurso con palabras en lengua extrañas mientras que con muy mala puntería empezaba a arrojar pequeñas piedras que terminaban impactando en otros que se supone también eran victimas de los tratos de aquella mujer.
Ya bájate de ahí Mileto, te vas a matar viejo decrépito.– gritó una señora que procuraba calmar la imprudencia del anciano.
¡¿Mileto?! – dije para mí.
Carajo, ahora iban a matar al viejo que venía buscando, protegerlo me pondría en contra de aquella mujer, cosa que no quería, por lo que ahora debía actuar, sacar al viejo de aquella revuelta y garantizar que no abriera más la boca aquel idiota.
Justo antes de salir de aquel callejón e intentar sacar al traductor de aquella riña, con la histeria del momento uno de los que se ubicaba más cerca de la mujer empezó a dirigirse a ella para agarrarla, el diálogo ya no podía ser la manera de lidiar con la situación.
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
La volatilidad humana era seguramente una de las cosas a las que Caoimhe estaba menos acostumbrada y que quizás nunca se acostumbraría. Ciertamente no esperaba que sus palabras fuesen el aliciente único para calmar a aquel pueblo despierto en medio de la noche. El poder de su voz seductora era útil, pero tenía sus límites. Sobre todo cuando se hablaba con más de 20 personas a la vez. Alguna que otra instigada por la desconocida en la que se había fijado a su llegada.
Suspiró. Aún con sus nudillos posados en la puerta algo castigada de aquella casa. Cerró los ojos por un segundo y escuchó como un hombre no muy lejos de ella la maldecía. Su propia voz eclipsada por el resto del bullicio que había estado acongojados segundos antes.
Caoimhe se concentró, la sed agolpándose en su sangre. Intentando mantener la cabeza fría era sin duda una tarea compleja cuando se estaba viendo rodeada poco a poco por la muchedumbre. Notaba el calor de sus cuerpos. El aire que el movimiento de sus pasos desplazaba a la par que se acercaban.
El. Olor. A . Sangre bajo aquellas capas de piel livianas. Carraspeó. Aquellos locos querían una masacre. Tenía que...
Y entonces alguien la jaló de uno de sus brazos. El contacto con aquella piel sobre la suya la sacó de su burbuja y con el gesto furioso y maquiavélico de su naturaleza vampira, simplemente movió una de sus manos y dio la señal.
Una lluvia de flechas se abalanzó sobre la multitud desde el cielo oscuro de aquel pueblo. La primera de ellas acertó en la cara del hombre que la había intentado agarrar. Clavándola en una de las paredes de la estructura de la casa. Su sangre esparciéndose sobre el resto de la muchedumbre como vaticinio del resto de flechas que Hugo, Axel y otras varias sombras sobre los tejados seguían lanzando. La oleada de ataque de sus dos esbirros tomó por sorpresa a los enfurecidos pueblerinos que comenzaron a protegerse con sus manos y brazos como podían. Algunos corriendo de un lado a otro buscando cobijo en tiendas cercanas, otros atendiendo a las víctimas a las que una flecha había herido o matado.
La puerta de la casa de Raigan se abrió ante ella y una cara familiar la saludó.
- No entiendo por qué has tardado tanto...- dijo la mujer frente a ella.
Llevaba una falda arremangada de color violáceo que dejaba ver sus enaguas y unas medias de encaje negro. Su corsé estaba a medio abrochar y el cabello, de un color rojo intenso que caía desordenado sobre uno de sus lados en un moño, despelucado.
A medida que Caoimhe avanzaba a la sala, su madre cerró la puerta tras ella. Dejándo el caos de la pelea y las flechas tras ambas y aprovechando aquello mismo para esquivar las miradas de aquellos que quisiesen saber donde se había ido la chica.
- Perdón...No se si lo has notado pero tenia a todo un pueblo contra mi ahí fuera- dijo Caoimhe molesta ante la pregunta de su madre- Siento haber alterado tu rutina en el prostíbulo. Claramente si hubiese sabido que podías usar el tiempo extra con otro hombre no te habría citado tan temprano-
La mujer que abrió la puerta sonrió de manera condescendiente y su gesto vagamente familiar pero surcado de arrugas se destensó mientras limpiaba una pequeña gota de sangre de la mejilla de Caoimhe.
-Ya sabes que siempre me gusta que el negocio quede en familia... pero he de decir que este moroso no es tan entretenido como mis chicas y yo hubiésemos pensado- dijo de nuevo la madre de Caoimhe avanzando por las estancias de la casa guiando a su hija.
Caoimhe se despojó de su capa de viaje revelando su cara ante Raigan.
El hombre estaba sentado sobre una silla. Amordazado de pies y manos y con un paño cubriendo su boca. Frente a él, en otra silla, una mujer de más o menos la misma edad parecía sumida en un profundo sueño. Ambos iban descalzos y estaban rodeados de tres mujeres. Como la madre de Caoimhe, todas prostitutas.
-No recuerdo haber hablado de amordazarlos- dijo Caoimhe sumida en un gesto de represalia. Se acercó a la mujer y movió un poco el pie descalzo cerciorándose estaba nockeada.- Ni de drogarlos...
-No hemos tenido otra opción... la verdad- dijo la mujer sin prestar mucha atención mientras se quitaba sus zapatos y se probaba los de la mujer de Raigan y el propio hombre sumida en una alegría un tanto tétrica- No sabes como gritaban ambos. Hubiesen alertado al bullicio... Además tan solo han sido dos gotitas licor de amapola y...- Caoimhe la miró fijamente retándola- Ok, quizás más. Ya sabes cómo somos las putas. A veces se nos va la mano- dijo la mujer atándose los cordones con gesto entretenido.
Caoimhe ignoró la escena y tras un leve saludo a las otras tres prostitutas estas se apartaron del hombre dejando un poco de privacidad.
-Mmmhrmwhhhmm- dijo el hombre al notar que se acercaba-
Caoimhe le bajó el pañuelo que le ocluía la boca y el hombre pareció al fin respirar.
-Arthur...- dijo en un tono maternal. Como si hablase con un niño- ¿Ves lo que me haces hacer?- dijo mientras el hombre asentía- Y no solo a ti... Pobre Margarita...- dijo Caoimhe- Tu mujer no tiene edad para estas escenas de... teatro barato de circo errante-
El hombre asintió afligido y sollozó con culpa.
-Lo se... lo se...yo... es que yo.. Y nunca debí meterla en....- dijo intentando explicarse.
-La última vez que hablamos creo que nuestros negocios quedaron bastante claros- continuó Caoimhe. - De hecho creo haberte pagado bien después de que me consiguieses esos extraños pergaminos. ¿No lo hice?- dijo la mujer apoyando su mano a un lado de la silla de aquel hombre.
-Lo hiciste... lo hiciste... Pagué la reforma total del taller con esos dineros y...-
-Además creo recordar haberte aconsejado dejar a un lado los negocios turbios de la taberna y refuté varias veces abrirte un nuevo préstamo por tu edad y.... ¿Es que acaso has estado perdiendo a las cartas? Tenías mi dinero al principio de la semana pasada. 'Un día de relax' le dijiste a Hugo cuando tocó tu puerta. 'Un dia más y mañana me paso por la tienda para saldar la deuda con Keeva'- Caoimhe paseó alrededor del hombre mientras alternaba su voz seductiva con un intento de imitar la voz gruñona de aquel hombre.- ¿Qué crees que diría Margarita si supiese... si tan solo supiese que ambos ustedes podríais haber estado en la calle hace un año después de una vida de duro trabajo si no llega a ser porque yo te ayudo a pagar tus vicios... y tus sucios juegos?- dijo perdiendo la paciencia.- ¿Es que acaso he desvelado tu secreto?- Caoimhe cerró su puño enfadada. Dejando a la sed hablar.- Y así es como me lo pagas. Armando una jodida revuelta contra mi. CONTRA MI- dijo acercándose al hombre y conteniéndose de no morderlo ahí mismo y acabar con aquello.
La mano de su madre sobre su hombro la sacó de su mente. La mujer era la única de la sala que sabía que Caoimhe era vampira y por lo mismo entendía aquella ira. A su alrededor las tres prostitutas estaban agazapadas a un lado ante la visión tenebrosa de Caoimhe, normalmente comedida.
-Keeva...- dijo su madre- No tiene razón ahora mismo discu....-
Caoimhe respiró hondo. Calmándose.
-Cierto. - Se sentó en una silla frente a la pareja de ancianos- Bien... tu firmaste un contrato.Has fallado en cumplirlo. - Se giró hasta su madre y le señaló a la mujer con su cuello- Tú mismo estipulaste las condiciones de nuestro acuerdo. Ya sabías las consecuencias de tus acciones. Tan solo he venido a saldar tu deuda conmigo.
-Peeeero... pero....- Raigan pataleó en su silla
Las tres mujeres agarraron la silla donde Margarita estaba dormitando. Las tres la cargaron sobre sus espaldas y se apresuraron a salir de la habitación cargando con ella.
Caoimhe tendió a su madre la copia del contrato que había trazado con Raigan.
-Ten por seguro que le enseñaré la copia de este contrato a Margarita en cuanto despierte- dijo la madre de Caoimhe mientras seguía a sus compañeras por la puerta trasera- Mi hija sabe bien que carne sangre siempre viene bien en un prostíbulo. Por vieja que sea.
Y tras acariciar la cara de Caoimhe a modo de despedida salió de la sala.
Raigan frente a ella había pasado de gritar y maldecir a sollozar. Ahora calmado tan solo se miraba sus pies.
-Mis zapatos no entraban en nuestro trato- dijo con odio contenido y mirando a Caoimhe con gesto acusador.
-Eso es muy cierto- dijo la chica y se quitó los suyos propios. Se los tendió al hombre- Ten. Te doy los mios. Ya sabes que soy sumamente justa en mis negocios.
Y salió por la puerta por la que había visto salir a su madre.
No tenía ni la menor idea de cómo iba a escabullirse del caos que habían causado sus secuaces. Sorteó cadáveres manteniéndose en las sombras.
Seguía teniendo hambre.
¿Dónde estaba esa forastera?
Suspiró. Aún con sus nudillos posados en la puerta algo castigada de aquella casa. Cerró los ojos por un segundo y escuchó como un hombre no muy lejos de ella la maldecía. Su propia voz eclipsada por el resto del bullicio que había estado acongojados segundos antes.
Caoimhe se concentró, la sed agolpándose en su sangre. Intentando mantener la cabeza fría era sin duda una tarea compleja cuando se estaba viendo rodeada poco a poco por la muchedumbre. Notaba el calor de sus cuerpos. El aire que el movimiento de sus pasos desplazaba a la par que se acercaban.
El. Olor. A . Sangre bajo aquellas capas de piel livianas. Carraspeó. Aquellos locos querían una masacre. Tenía que...
Y entonces alguien la jaló de uno de sus brazos. El contacto con aquella piel sobre la suya la sacó de su burbuja y con el gesto furioso y maquiavélico de su naturaleza vampira, simplemente movió una de sus manos y dio la señal.
Una lluvia de flechas se abalanzó sobre la multitud desde el cielo oscuro de aquel pueblo. La primera de ellas acertó en la cara del hombre que la había intentado agarrar. Clavándola en una de las paredes de la estructura de la casa. Su sangre esparciéndose sobre el resto de la muchedumbre como vaticinio del resto de flechas que Hugo, Axel y otras varias sombras sobre los tejados seguían lanzando. La oleada de ataque de sus dos esbirros tomó por sorpresa a los enfurecidos pueblerinos que comenzaron a protegerse con sus manos y brazos como podían. Algunos corriendo de un lado a otro buscando cobijo en tiendas cercanas, otros atendiendo a las víctimas a las que una flecha había herido o matado.
La puerta de la casa de Raigan se abrió ante ella y una cara familiar la saludó.
- No entiendo por qué has tardado tanto...- dijo la mujer frente a ella.
Llevaba una falda arremangada de color violáceo que dejaba ver sus enaguas y unas medias de encaje negro. Su corsé estaba a medio abrochar y el cabello, de un color rojo intenso que caía desordenado sobre uno de sus lados en un moño, despelucado.
A medida que Caoimhe avanzaba a la sala, su madre cerró la puerta tras ella. Dejándo el caos de la pelea y las flechas tras ambas y aprovechando aquello mismo para esquivar las miradas de aquellos que quisiesen saber donde se había ido la chica.
- Perdón...No se si lo has notado pero tenia a todo un pueblo contra mi ahí fuera- dijo Caoimhe molesta ante la pregunta de su madre- Siento haber alterado tu rutina en el prostíbulo. Claramente si hubiese sabido que podías usar el tiempo extra con otro hombre no te habría citado tan temprano-
La mujer que abrió la puerta sonrió de manera condescendiente y su gesto vagamente familiar pero surcado de arrugas se destensó mientras limpiaba una pequeña gota de sangre de la mejilla de Caoimhe.
-Ya sabes que siempre me gusta que el negocio quede en familia... pero he de decir que este moroso no es tan entretenido como mis chicas y yo hubiésemos pensado- dijo de nuevo la madre de Caoimhe avanzando por las estancias de la casa guiando a su hija.
Caoimhe se despojó de su capa de viaje revelando su cara ante Raigan.
El hombre estaba sentado sobre una silla. Amordazado de pies y manos y con un paño cubriendo su boca. Frente a él, en otra silla, una mujer de más o menos la misma edad parecía sumida en un profundo sueño. Ambos iban descalzos y estaban rodeados de tres mujeres. Como la madre de Caoimhe, todas prostitutas.
-No recuerdo haber hablado de amordazarlos- dijo Caoimhe sumida en un gesto de represalia. Se acercó a la mujer y movió un poco el pie descalzo cerciorándose estaba nockeada.- Ni de drogarlos...
-No hemos tenido otra opción... la verdad- dijo la mujer sin prestar mucha atención mientras se quitaba sus zapatos y se probaba los de la mujer de Raigan y el propio hombre sumida en una alegría un tanto tétrica- No sabes como gritaban ambos. Hubiesen alertado al bullicio... Además tan solo han sido dos gotitas licor de amapola y...- Caoimhe la miró fijamente retándola- Ok, quizás más. Ya sabes cómo somos las putas. A veces se nos va la mano- dijo la mujer atándose los cordones con gesto entretenido.
Caoimhe ignoró la escena y tras un leve saludo a las otras tres prostitutas estas se apartaron del hombre dejando un poco de privacidad.
-Mmmhrmwhhhmm- dijo el hombre al notar que se acercaba-
Caoimhe le bajó el pañuelo que le ocluía la boca y el hombre pareció al fin respirar.
-Arthur...- dijo en un tono maternal. Como si hablase con un niño- ¿Ves lo que me haces hacer?- dijo mientras el hombre asentía- Y no solo a ti... Pobre Margarita...- dijo Caoimhe- Tu mujer no tiene edad para estas escenas de... teatro barato de circo errante-
El hombre asintió afligido y sollozó con culpa.
-Lo se... lo se...yo... es que yo.. Y nunca debí meterla en....- dijo intentando explicarse.
-La última vez que hablamos creo que nuestros negocios quedaron bastante claros- continuó Caoimhe. - De hecho creo haberte pagado bien después de que me consiguieses esos extraños pergaminos. ¿No lo hice?- dijo la mujer apoyando su mano a un lado de la silla de aquel hombre.
-Lo hiciste... lo hiciste... Pagué la reforma total del taller con esos dineros y...-
-Además creo recordar haberte aconsejado dejar a un lado los negocios turbios de la taberna y refuté varias veces abrirte un nuevo préstamo por tu edad y.... ¿Es que acaso has estado perdiendo a las cartas? Tenías mi dinero al principio de la semana pasada. 'Un día de relax' le dijiste a Hugo cuando tocó tu puerta. 'Un dia más y mañana me paso por la tienda para saldar la deuda con Keeva'- Caoimhe paseó alrededor del hombre mientras alternaba su voz seductiva con un intento de imitar la voz gruñona de aquel hombre.- ¿Qué crees que diría Margarita si supiese... si tan solo supiese que ambos ustedes podríais haber estado en la calle hace un año después de una vida de duro trabajo si no llega a ser porque yo te ayudo a pagar tus vicios... y tus sucios juegos?- dijo perdiendo la paciencia.- ¿Es que acaso he desvelado tu secreto?- Caoimhe cerró su puño enfadada. Dejando a la sed hablar.- Y así es como me lo pagas. Armando una jodida revuelta contra mi. CONTRA MI- dijo acercándose al hombre y conteniéndose de no morderlo ahí mismo y acabar con aquello.
La mano de su madre sobre su hombro la sacó de su mente. La mujer era la única de la sala que sabía que Caoimhe era vampira y por lo mismo entendía aquella ira. A su alrededor las tres prostitutas estaban agazapadas a un lado ante la visión tenebrosa de Caoimhe, normalmente comedida.
-Keeva...- dijo su madre- No tiene razón ahora mismo discu....-
Caoimhe respiró hondo. Calmándose.
-Cierto. - Se sentó en una silla frente a la pareja de ancianos- Bien... tu firmaste un contrato.Has fallado en cumplirlo. - Se giró hasta su madre y le señaló a la mujer con su cuello- Tú mismo estipulaste las condiciones de nuestro acuerdo. Ya sabías las consecuencias de tus acciones. Tan solo he venido a saldar tu deuda conmigo.
-Peeeero... pero....- Raigan pataleó en su silla
Las tres mujeres agarraron la silla donde Margarita estaba dormitando. Las tres la cargaron sobre sus espaldas y se apresuraron a salir de la habitación cargando con ella.
Caoimhe tendió a su madre la copia del contrato que había trazado con Raigan.
-Ten por seguro que le enseñaré la copia de este contrato a Margarita en cuanto despierte- dijo la madre de Caoimhe mientras seguía a sus compañeras por la puerta trasera- Mi hija sabe bien que carne sangre siempre viene bien en un prostíbulo. Por vieja que sea.
Y tras acariciar la cara de Caoimhe a modo de despedida salió de la sala.
Raigan frente a ella había pasado de gritar y maldecir a sollozar. Ahora calmado tan solo se miraba sus pies.
-Mis zapatos no entraban en nuestro trato- dijo con odio contenido y mirando a Caoimhe con gesto acusador.
-Eso es muy cierto- dijo la chica y se quitó los suyos propios. Se los tendió al hombre- Ten. Te doy los mios. Ya sabes que soy sumamente justa en mis negocios.
Y salió por la puerta por la que había visto salir a su madre.
No tenía ni la menor idea de cómo iba a escabullirse del caos que habían causado sus secuaces. Sorteó cadáveres manteniéndose en las sombras.
Seguía teniendo hambre.
¿Dónde estaba esa forastera?
Caoimhe
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
Los vecinos habían recuperado su ímpetu y estaban confrontando a la preciosa prestamista. Ingela no se sentía bien por ello, a decir verdad. La mujer estaba sola y aquella pequeña turba podía llegar a lincharla si los ánimos se caldeaban un poco más -Ella es muy valiente o muy tonta. ¡Mírala! ¿Por qué no se va? Mejor que venga otro día a arreglar cuentas con el tal Raigan, ¿no crees? Que valore su pescuezo.- comentó la dragona, rascándose el mentón y mirando cómo la gente se cernía sobre ella sin que la mujer se inmutara ni un poco. Permanecía estoica frente a la puerta del viejo Raigan. Fëanor la miró confundido. -¡Pero si es tu culpa que la estén acosando!- le reclamó e Ingela lo miró cariacontecida -¿Yo qué? ¡Pero si ella ha sido abusiva, solita se ha buscado la rabia de la gente! ¿Acaso he tenido algo que ver con eso? ¡Pues no! Yo he mantenido mi palabra y no me he involucrado ni un poquito en absolutamente nada de lo que está pasando en este momento- aseguró, desmarcándose completamente de la situación. Se cruzó de brazos y observó a la muchacha, haciendo acopio de todas sus fuerzas para no ir y sacar a aquella insensata de un linchamiento seguro.
Notó un movimiento de la mano de la prestamista, un gesto para zafarse del agarre de uno de los vecinos. Ingela temió que lo peor estuviera a punto de comenzar. Y estaba en lo cierto, pero no como ella creería. Ni bien la mujer logró soltarse del paleto, este quedó ensartado en el marco de la puerta por una certera flecha que le atravesó la cara de lado a lado. Los silbidos de las flechas retumbaron y una lluvia de estas cayó sobre el grupo de gente que rodeaba a la mujer.
La dragona instintivamente abrazó al elfo y metió al pequeño dragón -que titilaba en tonos rojos- entremedio de ellos, protegiéndolos con su cuerpo -¡Ingela!- gritó Fëanor al sentir la vibración del cuerpo de la muchacha al recibir un par de flechas en su espalda. La expresión de dolor en su rostro lo confirmaba -¿Qué crees? Tendrás bastante quehacer- le dijo, quitándole peso al asunto con una sonrisa. Fëanor la miró asustado, pero confió en ella, en su fuerza y resistencia. También confió en él, sabía que podría sanarla. Pudiendo quitarse una preocupación de encima, pudo concentrarse en lo que estaba pasando, así que volteó para observar la situación y descifrar un poco lo que estaba pasando. Vio1, en cámara lenta, cómo la gente corría despavorida huyendo y cayendo, presa de las implacables flechas que venían de un techo cercano. Fue así que se dio cuenta que la puerta de la casa del viejo Raigan se abría y una mujer vestida sin decoro alguno recibía cariñosamente a la prestamista, quien entró sin importarle el infierno que se había desatado. El elfo sintió rabia y asco, sus manos se calentaron e iluminaron cuando se posaron sobre las clavículas de la rubia2. -Ingela- dijo -Yo creo que es hora de que te involucres- dijo a la muchacha, quien sonrió aún más amplio. -Estaba esperando que me dijeras eso- respondió ella, sintiendo las flechas de su espalda resbalarse fuera de su piel y sus heridas sanarse. -Yo me encargo de la gente acá abajo, allí arriba está tu objetivo- indicó. La joven dragona asintió y miró a Thunderbolt -Ayuda a Fëanor a sanar a todos cuantos pueda, mantenlo a salvo- ordenó a su pequeño dragón mascota.
Ingela soltó al elfo y de inmediato, la runa de su pendiente brilló, activando el encantamiento que resguardaba sus posesiones mientras su cuerpo se transformaba del de una esbelta y aparentemente frágil muchacha, al de un robusto dragón de casi cuatro metros de largo3, que rugió furioso y batió sus poderosas alas para alzar vuelo y elevarse4 hasta el techo donde un grupo de malnacidos disparaba inmisericordes hacia la gente. Al verlos, la rabia se apoderó de la dragona quien sin mediar, dejó caer su aliento implacable de fuego sobre ellos5.
Ella también podía ser cruel, muy cruel.
_________________________
1Ojos de Elfo: Puedo ver en detalle hasta 3 veces más lejos que un humano y me basta con la luz de la Luna en la noche para ver como si fuera de día.
2Imposición de Manos: [Mágica, 1 uso] Puedo imponer mis manos sobre mí o alguien más y realizar una breve plegaria. La Luz sanará la herida más grave del beneficiado y le otorgará un escudo que absorbe daño moderado por una ronda.
3Don Ancestral [Mágica, 2 usos]: Puedo convertirme en un dragón de hasta 4 metros desde la nariz hasta la punta de mi cola, lo que aumenta considerablemente mi resistencia y puedo volver a forma humana a voluntad.
4Habitante de los Cielos: Puedo volar en mi forma de dragón.
5Aliento Elemental: Puedo lanzar fuego desde mis entrañas cuando estoy en mi forma de dragón.
Notó un movimiento de la mano de la prestamista, un gesto para zafarse del agarre de uno de los vecinos. Ingela temió que lo peor estuviera a punto de comenzar. Y estaba en lo cierto, pero no como ella creería. Ni bien la mujer logró soltarse del paleto, este quedó ensartado en el marco de la puerta por una certera flecha que le atravesó la cara de lado a lado. Los silbidos de las flechas retumbaron y una lluvia de estas cayó sobre el grupo de gente que rodeaba a la mujer.
La dragona instintivamente abrazó al elfo y metió al pequeño dragón -que titilaba en tonos rojos- entremedio de ellos, protegiéndolos con su cuerpo -¡Ingela!- gritó Fëanor al sentir la vibración del cuerpo de la muchacha al recibir un par de flechas en su espalda. La expresión de dolor en su rostro lo confirmaba -¿Qué crees? Tendrás bastante quehacer- le dijo, quitándole peso al asunto con una sonrisa. Fëanor la miró asustado, pero confió en ella, en su fuerza y resistencia. También confió en él, sabía que podría sanarla. Pudiendo quitarse una preocupación de encima, pudo concentrarse en lo que estaba pasando, así que volteó para observar la situación y descifrar un poco lo que estaba pasando. Vio1, en cámara lenta, cómo la gente corría despavorida huyendo y cayendo, presa de las implacables flechas que venían de un techo cercano. Fue así que se dio cuenta que la puerta de la casa del viejo Raigan se abría y una mujer vestida sin decoro alguno recibía cariñosamente a la prestamista, quien entró sin importarle el infierno que se había desatado. El elfo sintió rabia y asco, sus manos se calentaron e iluminaron cuando se posaron sobre las clavículas de la rubia2. -Ingela- dijo -Yo creo que es hora de que te involucres- dijo a la muchacha, quien sonrió aún más amplio. -Estaba esperando que me dijeras eso- respondió ella, sintiendo las flechas de su espalda resbalarse fuera de su piel y sus heridas sanarse. -Yo me encargo de la gente acá abajo, allí arriba está tu objetivo- indicó. La joven dragona asintió y miró a Thunderbolt -Ayuda a Fëanor a sanar a todos cuantos pueda, mantenlo a salvo- ordenó a su pequeño dragón mascota.
Ingela soltó al elfo y de inmediato, la runa de su pendiente brilló, activando el encantamiento que resguardaba sus posesiones mientras su cuerpo se transformaba del de una esbelta y aparentemente frágil muchacha, al de un robusto dragón de casi cuatro metros de largo3, que rugió furioso y batió sus poderosas alas para alzar vuelo y elevarse4 hasta el techo donde un grupo de malnacidos disparaba inmisericordes hacia la gente. Al verlos, la rabia se apoderó de la dragona quien sin mediar, dejó caer su aliento implacable de fuego sobre ellos5.
Ella también podía ser cruel, muy cruel.
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1Ojos de Elfo: Puedo ver en detalle hasta 3 veces más lejos que un humano y me basta con la luz de la Luna en la noche para ver como si fuera de día.
2Imposición de Manos: [Mágica, 1 uso] Puedo imponer mis manos sobre mí o alguien más y realizar una breve plegaria. La Luz sanará la herida más grave del beneficiado y le otorgará un escudo que absorbe daño moderado por una ronda.
3Don Ancestral [Mágica, 2 usos]: Puedo convertirme en un dragón de hasta 4 metros desde la nariz hasta la punta de mi cola, lo que aumenta considerablemente mi resistencia y puedo volver a forma humana a voluntad.
4Habitante de los Cielos: Puedo volar en mi forma de dragón.
5Aliento Elemental: Puedo lanzar fuego desde mis entrañas cuando estoy en mi forma de dragón.
Ingela
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
El soplido de una flecha silenció aquel tumulto de gente durante milésimas de segundo, el hombre que se atrevió a acercarse a la mujer que era la protagonista de aquella revuelta, ahora estaba estampado al marco de la puerta, muerto en el acto por una flecha que vino de uno de los techos de los edificios cercanos.
Tomó un instante entender a las personas reunidas ahí lo que ocurría, pero la realidad golpeó cuando una segunda flecha salió disparada, comenzando así un ataque a los que estaban reunidos fuera del taller, desprotegidos de la lluvia de flechas que los atacaba de manera rauda y sin contemplación.
La gente empezó a gritar y ante el caos que se formó empezaron a correr para cubrirse mientras flechas seguían alcanzando a varios de los ahí presente. Ante el desenfreno de la gente, algunos resultaron heridos por los empujones, lastimados en parte por los cortes con las armas que llevaban de manera torpe.
Las flechas disparadas con puntería certera, provenían de los techos de los edificios próximos, eso se podría determinar por el ángulo de los disparos, pero por su altura tenían total ventaja de la situación, por lo que tratar de contraatacar sería imposible para aquellos humanos que corrían y gritaban por su vida.
¡Mileto!, joder – grité cuando me percaté de la situación, salí con pasos largos del callejón para procurar sacar al viejo de aquella marea de personas desenfrenada.
Son unos idiotas tú y tus estúpidas mascotas, ¿acaso no son lo suficientemente hombres para bajar? – el viejo colérico encaraba a la mujer que entraba al edificio ante el caos que había desatado con una simple señal.
Con los comentarios de Mileto los hombres apuntaron al viejo que vociferaba maldiciones y groserías. Y por más que corrí no fui lo suficientemente rápido. Una flecha penetró el hombro de aquel viejo traductor, lo agarré por un brazo y con un movimiento súbito traté de apartarlo de la visión de los tiradores, una flecha logró alcanzarme, rozando una de las placas metálicas de mi brazo. Sin duda Elian (1) obtendría una propina por su buen trabajo la próxima vez que lo viera, ya que no resulté herido y mi vestimenta apenas mostraba un rasguño ante el impacto.
Cuando logré apartar al viejo a un costado, apoyándolo en una pared que impedía recibir más flechazos, me percaté de la sangre que bajaba por su torso, debía quitar la flecha, pero la herida no sanaría solo con una de las posiciones de salud que guardaba conmigo. Di un vistazo a mi alrededor, viendo como algunos cuerpos se desplomaban mientras varios con un miedo casi palpable se alejaban de aquella calle. Otros, más valientes, trataban de arrastrar los cuerpos de los heridos a fin de brindarle el apoyo para que no perecieran. Por mi cabeza pasaba lo desproporcionado de aquella situación, ¿Dónde estaba la guardia de la ciudad? Seguramente algún mago podría hacer frente a los arqueros, pero en aquel instante todos parecía ser víctimas del pánico.
Corté con mi navaja rápidamente una de las mangas de la vestimenta de Mileto para utilizarla a fin de detener el sangrado con una especie de torniquete.
Aghhh – se quejaba el viejo mientras apretaba sus dientes de dolor – Tienes que ayudarme, esa bruja no se puede salir con la suya.
Asentí a su comentario – Te necesito con vida, por lo que hoy estas de suerte – dije desde mi necesidad de que el viejo moribundo me compartiera sus conocimientos en lenguas muertas, por lo que era imprescindible que viviera.
Mientras volteaba analizando la situación, viendo como la gente salía herida en aquel evento que ya había propiciado un derramamiento de sangre importante con tan solo pocos segundos. Vi como una joven que había sido alcanzada por unas flechas era atendida por un elfo con lo que parecía ser magina curativa, ese sujeto era quien me podría ayudar.
No obstante, apenas coloqué el viejo en mis hombros para movilizarlo a donde se ubicaba aquel elfo, la joven que había sido sanada empezó a transformarse en un esplendoroso dragón de al menos 4 metros. Y con un despliegue de sus alas logró elevarse y alcanzar los techos donde se ubicaban los matones de la mujer que ahora se encontraba dentro con Raigan.
Tratando de no distraerme de aquel evento, el cual llamaba poderosamente mi atención, me aproximé al joven elfo con Mileto a cuestas.
Oye tú, elfo, ¿crees poder ayudarlo? – dije mientras le mostraba la herida que tenía el viejo a causa de la flecha en el hombro – Es más grave de lo que parece y dudo que pueda atenderlo con pociones, necesito que viva. – Dije mientras con un tono firme reafirmaba mi última frase a modo de orden.
Antes de poder siquiera recibir una respuesta de aquel joven, una luz iluminó aquella calle desde los cielos, acompañado con una onda de calor que batuqueó los cabellos y prendas de los que estábamos en el suelo, una gran llama salió de los techos donde había volado la dragona, haciendo que la mayoría de los que estaban aun corriendo y tratando de rescatar a los heridos por acto reflejo se agacharan aunque la llama estuviera varios metros por encima de nosotros.
¿Quién es ella? – pregunté al elfo ante la estremecida de sus llamas en el techo.
______Tomó un instante entender a las personas reunidas ahí lo que ocurría, pero la realidad golpeó cuando una segunda flecha salió disparada, comenzando así un ataque a los que estaban reunidos fuera del taller, desprotegidos de la lluvia de flechas que los atacaba de manera rauda y sin contemplación.
La gente empezó a gritar y ante el caos que se formó empezaron a correr para cubrirse mientras flechas seguían alcanzando a varios de los ahí presente. Ante el desenfreno de la gente, algunos resultaron heridos por los empujones, lastimados en parte por los cortes con las armas que llevaban de manera torpe.
Las flechas disparadas con puntería certera, provenían de los techos de los edificios próximos, eso se podría determinar por el ángulo de los disparos, pero por su altura tenían total ventaja de la situación, por lo que tratar de contraatacar sería imposible para aquellos humanos que corrían y gritaban por su vida.
¡Mileto!, joder – grité cuando me percaté de la situación, salí con pasos largos del callejón para procurar sacar al viejo de aquella marea de personas desenfrenada.
Son unos idiotas tú y tus estúpidas mascotas, ¿acaso no son lo suficientemente hombres para bajar? – el viejo colérico encaraba a la mujer que entraba al edificio ante el caos que había desatado con una simple señal.
Con los comentarios de Mileto los hombres apuntaron al viejo que vociferaba maldiciones y groserías. Y por más que corrí no fui lo suficientemente rápido. Una flecha penetró el hombro de aquel viejo traductor, lo agarré por un brazo y con un movimiento súbito traté de apartarlo de la visión de los tiradores, una flecha logró alcanzarme, rozando una de las placas metálicas de mi brazo. Sin duda Elian (1) obtendría una propina por su buen trabajo la próxima vez que lo viera, ya que no resulté herido y mi vestimenta apenas mostraba un rasguño ante el impacto.
Cuando logré apartar al viejo a un costado, apoyándolo en una pared que impedía recibir más flechazos, me percaté de la sangre que bajaba por su torso, debía quitar la flecha, pero la herida no sanaría solo con una de las posiciones de salud que guardaba conmigo. Di un vistazo a mi alrededor, viendo como algunos cuerpos se desplomaban mientras varios con un miedo casi palpable se alejaban de aquella calle. Otros, más valientes, trataban de arrastrar los cuerpos de los heridos a fin de brindarle el apoyo para que no perecieran. Por mi cabeza pasaba lo desproporcionado de aquella situación, ¿Dónde estaba la guardia de la ciudad? Seguramente algún mago podría hacer frente a los arqueros, pero en aquel instante todos parecía ser víctimas del pánico.
Corté con mi navaja rápidamente una de las mangas de la vestimenta de Mileto para utilizarla a fin de detener el sangrado con una especie de torniquete.
Aghhh – se quejaba el viejo mientras apretaba sus dientes de dolor – Tienes que ayudarme, esa bruja no se puede salir con la suya.
Asentí a su comentario – Te necesito con vida, por lo que hoy estas de suerte – dije desde mi necesidad de que el viejo moribundo me compartiera sus conocimientos en lenguas muertas, por lo que era imprescindible que viviera.
Mientras volteaba analizando la situación, viendo como la gente salía herida en aquel evento que ya había propiciado un derramamiento de sangre importante con tan solo pocos segundos. Vi como una joven que había sido alcanzada por unas flechas era atendida por un elfo con lo que parecía ser magina curativa, ese sujeto era quien me podría ayudar.
No obstante, apenas coloqué el viejo en mis hombros para movilizarlo a donde se ubicaba aquel elfo, la joven que había sido sanada empezó a transformarse en un esplendoroso dragón de al menos 4 metros. Y con un despliegue de sus alas logró elevarse y alcanzar los techos donde se ubicaban los matones de la mujer que ahora se encontraba dentro con Raigan.
Tratando de no distraerme de aquel evento, el cual llamaba poderosamente mi atención, me aproximé al joven elfo con Mileto a cuestas.
Oye tú, elfo, ¿crees poder ayudarlo? – dije mientras le mostraba la herida que tenía el viejo a causa de la flecha en el hombro – Es más grave de lo que parece y dudo que pueda atenderlo con pociones, necesito que viva. – Dije mientras con un tono firme reafirmaba mi última frase a modo de orden.
Antes de poder siquiera recibir una respuesta de aquel joven, una luz iluminó aquella calle desde los cielos, acompañado con una onda de calor que batuqueó los cabellos y prendas de los que estábamos en el suelo, una gran llama salió de los techos donde había volado la dragona, haciendo que la mayoría de los que estaban aun corriendo y tratando de rescatar a los heridos por acto reflejo se agacharan aunque la llama estuviera varios metros por encima de nosotros.
¿Quién es ella? – pregunté al elfo ante la estremecida de sus llamas en el techo.
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Zagreus
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
La quietud del salón de la casa de Raigan no podía haber sido más opuesta al caos y bullicio que había carcomido la plaza delante del edificio. Caoimhe no podía quejarse, sin embargo. Muchos podrían decir que aquel bullicio lo había ocasionado ella misma, y sin embargo se sintió impresionada minimamente al notar el poder de convicción de ambos Axel y Hugo que habían conseguido atraer, con mentiras y argucia, sin duda alguna , a mas de 4 otros arqueros cuyas flechas inundaban aquí y allá.
El problema, ciertamente no eran las flechas: Caoimhe temía de alguna manera que aquella batalla, perdida ya por todos aquellos que habían caído y desfallecido en el suelo se estuviese yendo de las manos: Al fin y al cabo la mayoría de personas atacadas eran vecinos y conocidos de la chica a los que conocía desde que era niña y había ayudado en varias ocasiones.
-... y que no dudaron ni un momento en atentar contra tu vida con palos y antorchas como el demonio mismo que eres- dijo una vocecita sorda en su cabeza, como poniendo en palabras lo que llevaba pensando desde que vio a sus compatriotas en la plaza.
Pero no todos eran conocidos: la forastera que había llamado la atención de la sed de Caoimhe había resultado convertirse en el primer dragón que la vampiresa había visto en su vida. Su fuego había herido a Axel y mantenía a jaque a Hugo y algún que otro más de los hombres que habían estado lanzando flechas desde los tejados. Sin embargo, estos seguían rociando con las flechas, algunas ahora prendidas con el fuego de la dragona, y atinando ahora al mayor objetivo que era aquel monstruo alado.
Caoimhe no estaba de muy buen humor, y no pudo evitar pensar que aquello se hubiese solventado sin tanto bullicio si ambos sus comaradas hubiese simplemente actuado a la par de su madre y las demás prostitutas, tal y como ella estipuló. Al fin y al cabo ella no había obligado a nadie a poner a su mujer como aval en un trato que no pensaba cumplir.
Pero ciertamente aquella dragona y el elfo que ahora ayudaba a los desagradecidos de sus vecinos no lo veían de la misma manera. No estaba muy segura de si quería quedarse a ver la resolución de una pelea que sin duda ya no iba. con ella. Axel y Hugo volverīan a ella más magullados que vivos cuando sea que necesitasen sangre. Y si no lo hacían...
La sensación de ausencia de sentimientos se apoderó de ella. Era un efecto secundario de su sed agudizada, y aún así e hecho de sentirse inmune a la supuesta desaparición de las únicas personas que podía considerar amigos la hizo sacudirse con asco.
Y entonces lo vio. Tumbado en el suelo. Ayudado por un elfo que lo estaba curando y custodiado por otro desconocido. Al parecer era una noche popular para forasteros. Caoimhe caminó decidida hasta Mileto solteando los cuerpos en el suelo aquí y allá y poniendose al resguardo de las flechas que seguían cayendo.
Cuando llegó hasta el anciando no perdió mucho tiempo. Lo apartó de las manos de sus guardianes y lo agarró por la camisa.
-Espero que estés contento con lo que has causado.- Lo levantó levemente del suelo y lo dejó de nuevo caer a un lado- Si tan solo... si tan solo te hubieses ofrecido a traducir de manera correcta las runas de la jugada de Raigan bien sabe Dios que el no hubiese decidido apostar todo lo que tenía a una jugada perdedora...- dijo la vampiresa.
Caminaba de un lado a otro y su furia había quedado en algo reducido a la típica riña que una nieta hace a un abuelo, o una madre a un niño que se ha portado mal.
Se pasó la mano por los cabellos, intentando ordenar un par de mechones que se habían desordenado y le ocultaban los ojos. Suspiró resiganda.
-Pero no.... ¿Hasta cuando va a llegar vuestra enemistad?- dijo arrugando la nariz en un gesto que la hacía parece más humana de lo que había parecido hasta ahora. - ¿Sergrila es feliz cierto? Lleva años siéndolo... ¿A quién le importa que la dote que Raigan te diese no era lo que tu esperabas por una muchacha que ya había estado casada antes? ¿Acaso tu hijo es perfecto?- Resopló.
Notaba como la sed se apoderaba de ella. Podía notar el cosquilleo en sus dedos que a menudo sentía cuando el demonio en ella iba a tomar control, a menudo antes de cazar. Su rostro tomó la expresión de odio contenido y el olor de la sangre de aquel hombre parecía inundar cada vez más sus alrededores.
Tenía que contenerse. Necesitaba guardar sus formas. Aquella no...
-...Y tienes la desfachatez de venir a acusarme delante de todo el pueblo cuando bien sabes que... bien sabes que sin mi... sin mi- Cerró los ojos por un segundo, de nuevo tomando consciencia de los dos pares de ojos forasteros que también estaban presentes.' Su mirada se paseó del las orejas del elfo a los ojos misteriosos del humano que acomodaba a Mileto.
Sus mejillas se tornaron rosada ante la realización de que había estado alzando la voz delante de una audiencia y perdido su calma delante de la misma. Se recompuso como pudo.Acomodó su vestido y finalmente adecentó el cabello que había estado ocultando uno de sus ojos del color dispar al otro.
-Tendrás noticias mías- dijo. Sacó un cuchillo de su bota izquierda y perforó uno de los bolsillos de la chaqueta de aquel hombre, el contenido cayendo al suelo: Un silabario de runas y un manojo de llaves.
Caoimhe agarró el silabario mientras miraba al hombre.
-Me temo que no hago tratos con personas que no aprecian mi trabajo. O que intentan salvarse de cumplir su palabra intentando hacer que me maten.Espero que conserves tu memoria lo suficientemente bien como para recordar tus apuntes en el libro que...te recuerdo yo te conseguí-
Caoimhe comenzó a caminar de vuelta a su tienda, la plaza tras de si parecía estar en calma con tan solo Hugo y Axel en pie en el tejado. Ambos comenzaron un proceso de retirada al ver a su señora partir.
El problema, ciertamente no eran las flechas: Caoimhe temía de alguna manera que aquella batalla, perdida ya por todos aquellos que habían caído y desfallecido en el suelo se estuviese yendo de las manos: Al fin y al cabo la mayoría de personas atacadas eran vecinos y conocidos de la chica a los que conocía desde que era niña y había ayudado en varias ocasiones.
-... y que no dudaron ni un momento en atentar contra tu vida con palos y antorchas como el demonio mismo que eres- dijo una vocecita sorda en su cabeza, como poniendo en palabras lo que llevaba pensando desde que vio a sus compatriotas en la plaza.
Pero no todos eran conocidos: la forastera que había llamado la atención de la sed de Caoimhe había resultado convertirse en el primer dragón que la vampiresa había visto en su vida. Su fuego había herido a Axel y mantenía a jaque a Hugo y algún que otro más de los hombres que habían estado lanzando flechas desde los tejados. Sin embargo, estos seguían rociando con las flechas, algunas ahora prendidas con el fuego de la dragona, y atinando ahora al mayor objetivo que era aquel monstruo alado.
Caoimhe no estaba de muy buen humor, y no pudo evitar pensar que aquello se hubiese solventado sin tanto bullicio si ambos sus comaradas hubiese simplemente actuado a la par de su madre y las demás prostitutas, tal y como ella estipuló. Al fin y al cabo ella no había obligado a nadie a poner a su mujer como aval en un trato que no pensaba cumplir.
Pero ciertamente aquella dragona y el elfo que ahora ayudaba a los desagradecidos de sus vecinos no lo veían de la misma manera. No estaba muy segura de si quería quedarse a ver la resolución de una pelea que sin duda ya no iba. con ella. Axel y Hugo volverīan a ella más magullados que vivos cuando sea que necesitasen sangre. Y si no lo hacían...
La sensación de ausencia de sentimientos se apoderó de ella. Era un efecto secundario de su sed agudizada, y aún así e hecho de sentirse inmune a la supuesta desaparición de las únicas personas que podía considerar amigos la hizo sacudirse con asco.
Y entonces lo vio. Tumbado en el suelo. Ayudado por un elfo que lo estaba curando y custodiado por otro desconocido. Al parecer era una noche popular para forasteros. Caoimhe caminó decidida hasta Mileto solteando los cuerpos en el suelo aquí y allá y poniendose al resguardo de las flechas que seguían cayendo.
Cuando llegó hasta el anciando no perdió mucho tiempo. Lo apartó de las manos de sus guardianes y lo agarró por la camisa.
-Espero que estés contento con lo que has causado.- Lo levantó levemente del suelo y lo dejó de nuevo caer a un lado- Si tan solo... si tan solo te hubieses ofrecido a traducir de manera correcta las runas de la jugada de Raigan bien sabe Dios que el no hubiese decidido apostar todo lo que tenía a una jugada perdedora...- dijo la vampiresa.
Caminaba de un lado a otro y su furia había quedado en algo reducido a la típica riña que una nieta hace a un abuelo, o una madre a un niño que se ha portado mal.
Se pasó la mano por los cabellos, intentando ordenar un par de mechones que se habían desordenado y le ocultaban los ojos. Suspiró resiganda.
-Pero no.... ¿Hasta cuando va a llegar vuestra enemistad?- dijo arrugando la nariz en un gesto que la hacía parece más humana de lo que había parecido hasta ahora. - ¿Sergrila es feliz cierto? Lleva años siéndolo... ¿A quién le importa que la dote que Raigan te diese no era lo que tu esperabas por una muchacha que ya había estado casada antes? ¿Acaso tu hijo es perfecto?- Resopló.
Notaba como la sed se apoderaba de ella. Podía notar el cosquilleo en sus dedos que a menudo sentía cuando el demonio en ella iba a tomar control, a menudo antes de cazar. Su rostro tomó la expresión de odio contenido y el olor de la sangre de aquel hombre parecía inundar cada vez más sus alrededores.
Tenía que contenerse. Necesitaba guardar sus formas. Aquella no...
-...Y tienes la desfachatez de venir a acusarme delante de todo el pueblo cuando bien sabes que... bien sabes que sin mi... sin mi- Cerró los ojos por un segundo, de nuevo tomando consciencia de los dos pares de ojos forasteros que también estaban presentes.' Su mirada se paseó del las orejas del elfo a los ojos misteriosos del humano que acomodaba a Mileto.
Sus mejillas se tornaron rosada ante la realización de que había estado alzando la voz delante de una audiencia y perdido su calma delante de la misma. Se recompuso como pudo.Acomodó su vestido y finalmente adecentó el cabello que había estado ocultando uno de sus ojos del color dispar al otro.
-Tendrás noticias mías- dijo. Sacó un cuchillo de su bota izquierda y perforó uno de los bolsillos de la chaqueta de aquel hombre, el contenido cayendo al suelo: Un silabario de runas y un manojo de llaves.
Caoimhe agarró el silabario mientras miraba al hombre.
-Me temo que no hago tratos con personas que no aprecian mi trabajo. O que intentan salvarse de cumplir su palabra intentando hacer que me maten.Espero que conserves tu memoria lo suficientemente bien como para recordar tus apuntes en el libro que...te recuerdo yo te conseguí-
Caoimhe comenzó a caminar de vuelta a su tienda, la plaza tras de si parecía estar en calma con tan solo Hugo y Axel en pie en el tejado. Ambos comenzaron un proceso de retirada al ver a su señora partir.
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
Fëanor estaba ayudando a todo aquel que valiera la pena ayudar. No servía de nada malgastar esfuerzos en un pobre desgraciado al que le habían encajado una flecha a través de un ojo, pero sí podía hacer algo por aquellos con algo de mejor suerte. Lamentablemente para el muchacho, entre los desafortunados que habían recibido flechazos, habían más en la primera que en la segunda categoría. Pero desde que Ingela le dio cara a los desalmados que atacaban a la gente, las flechas iban dirigidas hacia ella y cada vez menos hacia la multitud que ya había tenido a bien resguardarse. Incluso, algunos valientes habían descubierto dónde estaban guarnecidos sus atacantes y habían subido. Pronto, la participación de Ingela sería innecesaria pues entre que los cobardes huyeron y los que fueron apresados por los civiles, el ataque cesó.
Pero abajo, el trabajo apenas comenzaba. Mientras la dragona desplegaba su poder en el aire, apenas vieron que había un elfo sanador, las personas se arremolinaron al rededor de Fëanor quien pronto se vio superado por la frustración -¡Señora! ¡Eso ni siquiera es una herida reciente! ¡Eso es una hernia umbilical por cargar mucho peso!- exclamó molesto el chico, sobrepasado por el descaro de algunos. Un hombre alto y robusto llegó frente a él con un anciano malherido al hombro -Oye tú, elfo, ¿crees poder ayudarlo?- le interpeló. Fëanor revisó al viejito y sonrió; cabía en la segunda categoría. Abrió la boca para responderle, pero el intimidante hombre habló antes -Es más grave de lo que parece y dudo que pueda atenderlo con pociones, necesito que viva- dijo en un tono que no le gustó al elfo. -Por favor, no me diga lo que tengo que hacer- pidió el joven al hombre de melena grisácea -Está mal herido, pero puedo salvarlo, necesito que lo sujete porque le va a doler- añadió y comenzó a rezar una plegaria mientras canalizaba su éter hacia el cuerpo del anciano. -¿Quién es ella?- preguntó el hombre, seguramente refiriéndose a Ingela, pero el muchacho no respondió, estaba concentrado en su labor, arrodillado y con los ojos cerrados.
Estaba a punto de terminar cuando lo sacaron con violencia del trance. La desgraciada prestamista había llegado junto a ellos y atacaba al anciano -¿Qué no ves que está malherido?- le increpó, volviendo junto a él. Ella soltaba una perorata que el elfo decidió ignorar, los dioses se encargarían de ella, la tarea que él tenía era la de salvar al viejito. Cuando ella lo atacó de nuevo, el elfo intentó evitarlo, pero ella fue más rápida. Afortunadamente, solo rasgó su ropa y se llevó un objeto que llevaba para luego marcharse.
La mujer se alejaba e Ingela bajaba junto a su amigo, apenas puso sus cuatro patas sobre el suelo, comenzó su transformación de vuelta a su forma humana. Un grupo de personas fue con ella para agradecerle -N-no ha sido nada... en verdad...- repetía algo avergonzada. Y en realidad no lo había sido. Los atacantes tenían buena puntería, era cierto, pero la dura piel de escamas de la dragona era difícil de perforar y apenas vieron que no podían con ella, corrieron como los ratones cobardes que eran. La dragona no había distinguido rostros, pero sí le llamó la atención un gran hombre bestia. -Necesito ir con mi amigo- dijo, abriéndose camino entre la gente para ir junto a Fëanor, quien terminaba por fin de restaurar el cuerpo del viejito.
-¿Estás bien?- quiso saber ella, Thunderbolt llegó a su hombro y chilló contento -Eso preguntarte a ti- respondió él, sentándose en el suelo y resoplando -Solo me siento agotado- añadió. -¿Quiénes son tus nuevos amigos?- preguntó ahora mirando al anciano y al hombre de brillantes ojos -Soy Ingela, mucho gusto. ¿Están bien?- dijo y les sonrió. Ella también estaba cansada, pero contenta de que lo peor había pasado. O eso creía.
Pero abajo, el trabajo apenas comenzaba. Mientras la dragona desplegaba su poder en el aire, apenas vieron que había un elfo sanador, las personas se arremolinaron al rededor de Fëanor quien pronto se vio superado por la frustración -¡Señora! ¡Eso ni siquiera es una herida reciente! ¡Eso es una hernia umbilical por cargar mucho peso!- exclamó molesto el chico, sobrepasado por el descaro de algunos. Un hombre alto y robusto llegó frente a él con un anciano malherido al hombro -Oye tú, elfo, ¿crees poder ayudarlo?- le interpeló. Fëanor revisó al viejito y sonrió; cabía en la segunda categoría. Abrió la boca para responderle, pero el intimidante hombre habló antes -Es más grave de lo que parece y dudo que pueda atenderlo con pociones, necesito que viva- dijo en un tono que no le gustó al elfo. -Por favor, no me diga lo que tengo que hacer- pidió el joven al hombre de melena grisácea -Está mal herido, pero puedo salvarlo, necesito que lo sujete porque le va a doler- añadió y comenzó a rezar una plegaria mientras canalizaba su éter hacia el cuerpo del anciano. -¿Quién es ella?- preguntó el hombre, seguramente refiriéndose a Ingela, pero el muchacho no respondió, estaba concentrado en su labor, arrodillado y con los ojos cerrados.
Estaba a punto de terminar cuando lo sacaron con violencia del trance. La desgraciada prestamista había llegado junto a ellos y atacaba al anciano -¿Qué no ves que está malherido?- le increpó, volviendo junto a él. Ella soltaba una perorata que el elfo decidió ignorar, los dioses se encargarían de ella, la tarea que él tenía era la de salvar al viejito. Cuando ella lo atacó de nuevo, el elfo intentó evitarlo, pero ella fue más rápida. Afortunadamente, solo rasgó su ropa y se llevó un objeto que llevaba para luego marcharse.
La mujer se alejaba e Ingela bajaba junto a su amigo, apenas puso sus cuatro patas sobre el suelo, comenzó su transformación de vuelta a su forma humana. Un grupo de personas fue con ella para agradecerle -N-no ha sido nada... en verdad...- repetía algo avergonzada. Y en realidad no lo había sido. Los atacantes tenían buena puntería, era cierto, pero la dura piel de escamas de la dragona era difícil de perforar y apenas vieron que no podían con ella, corrieron como los ratones cobardes que eran. La dragona no había distinguido rostros, pero sí le llamó la atención un gran hombre bestia. -Necesito ir con mi amigo- dijo, abriéndose camino entre la gente para ir junto a Fëanor, quien terminaba por fin de restaurar el cuerpo del viejito.
-¿Estás bien?- quiso saber ella, Thunderbolt llegó a su hombro y chilló contento -Eso preguntarte a ti- respondió él, sentándose en el suelo y resoplando -Solo me siento agotado- añadió. -¿Quiénes son tus nuevos amigos?- preguntó ahora mirando al anciano y al hombre de brillantes ojos -Soy Ingela, mucho gusto. ¿Están bien?- dijo y les sonrió. Ella también estaba cansada, pero contenta de que lo peor había pasado. O eso creía.
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
Otras personas habían visto las habilidades de aquel sujeto que había atendido a la dragona que peleaba en el tejado, por lo que se aproximaron pidiendo auxilio a sus heridas. No obstante, a ver el estado del viejo le dio prioridad y el elfo empezó a atender a Mileto, indicándome que lo sujetara en el suelo con un tono que denotaba su disgusto a mi forma de aproximarme anteriormente.
Agachándome me coloqué en una posición que no obstaculizara el tratamiento del sanador y que lograra inmovilizar al viejo traductor, ya que un movimiento brusco de dolor podría complicar su herida o perturba la técnica del elfo. Aquel sujeto rubio ignoró la pregunta que le hice sobre la dragona que estaba con él, en principio acepté la resistencia para responder, ya que estaba ocupado con lo que parecía ser un rezo, y seguramente, la primera impresión que le había generado no era la más adecuada para hacer amigos, pero si para atender aquella emergencia.
Mientras sostenía al viejo que gritaba de dolor y seguía maldiciendo a la prestamista, un silencio abrupto lo calló, y con un movimiento súbito fue apartado de mí y del elfo. Al voltearme vi que se trataba de aquella mujer que había causado todo el alboroto, apenas la había podido ver antes cuando estaba oculto en el callejón, pero sin duda era ella.
La mujer soltó al viejo moribundo y empezó a deambular mientras daba un discurso al hombre que callaba, asustado, como el acusado que solo espera su sentencia ante los crímenes que reconoce haber cometido, sin duda aquella mujer sería su verdugo. El hombre ni siquiera se atrevía a quejarse del dolor que sentía y que seguramente había aumentado con el zarandeo de aquella mujer.
Tenía las manos cubiertas de sangre, podía utilizar aquella ventaja para realizar un ataque directo con mis habilidades de sangromante y acabar con la escena que amenazaba al traductor, pero preferí callar, quedarme en mi posición y estudiar aquella mujer.
Si bien ella tenía total poder ante el viejo traductor, dando a entender que se conocían y tenían una historia entre ambos, aquella mujer me daba la impresión de que en ocasiones se dejaba llevar por sus impulsos que constantemente trataba de controlar… Aproximarse para dirigirse a Mileto teniendo encima la mirada de muchos que todavía salían de aquel alboroto no era un buen plan, ese caminar un tanto errático mientras vociferaba sus quejas al viejo traductor, ese constante suspirar mientras trataba de acomodar su negra cabellera, todos ingredientes de una persona irreflexiva e irracional, sin duda un arrebato de emoción podría ser peligroso para los presente. Por lo que habría que actuar con cautela.
Mientras el elfo se quejaba y trataba de volver a colocar a Mileto en una posición para poder atenderlo, yo continuaba analizando aquella mujer; joven, quizás unos treinta años, con rasgos finos en su rostro que hacían resaltar su mutación ocular: heterocromía, donde cada ojo posee un color distinto de iris, su estatura no debía ser mayor al metro setenta, tenía buenas proporciones en su figura y por lo que lograba ver era difícil determinar si llevaba consigo un arma. No supondría un reto si me movía rápido y la atacaba. Sin embargo, preferí mantenerme en silencio e inmóvil, precavido por si la situación escalaba, no sería oportuno resaltar en aquel lugar y cometer una imprudencia matando aquella mujer, quería a Mileto vivo, pero si eso implicaba buscar problemas en Beltrexus podía dejarlo morir y buscar otro traductor en el continente.
Nuevamente, la mujer se acercó a Mileto con un cuchillo que había sacado de su bota, en mis palmas, la sangre del viejo empezó a regurgitar y hacer un leve movimiento imperceptible a los demás que mantenían los ojos clavados sobre la prestamista. El movimiento fue veloz, el elfo trató de evitarlo, pero la mujer rasgó las vestiduras del viejo y sacó el contenido de aquellos bolsillos.
Al ver que no hirió al viejo que seguía estático del miedo, relajé mis manos, no sería necesario actuar, la mujer se marchaba.
Esa maldita bruja, argh – el viejo, se quejaba en voz baja, procurando no ser oído por la prestamista que ya había desaparecido de nuestra vista.
Calla, deja que el elfo continúe – dije de manera tajante mientras nuevamente sostenía al hombre para continuar con su cura y le daba las llaves que habían caído al suelo en el ataque de la prestamista.
Mientras el elfo seguía con su habilidad, la dragona descendió al suelo, volviendo a su forma humana mientras varios se acercaban para agradecerle, caminó hacia nosotros y se presentó de forma cordial.
Mi nombre es Mileto, oh mi bella dama, estamos en deuda con usted, ahora podremos acabar con Caoimhe
No había tiempo para formalidades, si bien el elfo y la dragona, e incluso su mascota, me generaban curiosidad, tenía que velar por la vida de Mileto. Ya habría tiempo para conocernos mejor.
Un placer, mi nombre es Zagreus, y no, no somos amigos, he oído de este hombre en mis viajes y necesito de su habilidad.
Oh, ¿así que soy famoso?
Me levanté y empecé a limpiar mis manos con un pañuelo que cargaba, procurando no verme tentado a saborear la sangre.
Mileto se levantó antes de siquiera responderme, peinó de forma tosca sus barbas con la mano y se dispuso a dar un abrazo al elfo - ¿Cuál es el nombre de mi salvador? No puedo recompensarte – mencionó arrugando la cara haciendo entender que no tenía dinero - pero que los dioses te den buena fortuna.
Y tras aquella pequeña escena de gratitud el hombre se volteó y me tomó por mis antebrazos, mientras algunas lágrimas se salían de su rostro empezó a suplicar – Oh, gracias por ayudarme antes, pero igual ella volverá por mí, tienes que ayudarme, el silabario que me quitó… por favor, ayúdame, ella no aceptará que haya colaborado en esta revuelta, yo, yo fui quien dio la idea…
El viejo se apartó de mí tras yo retirar mis brazos de su sutil agarre, y continuó en su discurso que ahora no solo se dirigía a mí sino también a la dragona y el elfo.
Yo, yo… era un buen plan, podía deshacerme de aquella arpía, o en el peor de los casos acabar con Raigan…
Explícate ¿Cuál es tu asunto con aquella mujer?, ¿y qué tiene que ver Raigan con todo esto? – exigí sin rodeos
Es que… - se detuvo unos segundos mientras miraba el suelo desviando la situación – está bien, les diré – levantó nuevamente la mirada - resulta que he vivido toda mi vida aquí, soy traductor y me encantan las lenguas extrañas, sobre todo aquellas ya muertas. Eso hizo que conociera a Caoimhe, ella a veces necesitaba que yo tradujera algunos textos de los artículos que ella conseguía en sus trueques, por lo que solíamos llegar a acuerdos en donde yo la ayudaba en el estudio de sus artefactos y ella me cumplía los favores que en ocasión podía solicitarle, ella es buena cumpliendo los caprichos de uno, pero siempre uno termina igualmente en deuda…
Con Raigan… maldito idiota ese, resulta que lo conozco desde hace años, al inicio éramos amigos, solía venir al taller y tener conversaciones con él, pero el muy idiota tiene un serio problema con el juego. Al inicio me pedía dinero a mí, y yo como amigo se lo daba, pero nunca pagaba. Más de una vez me vi envuelto en peleas por acompañarlo. Poco a poco me fui distanciando de él, pero mi estúpido hijo es necio y suele meter la pata, y se fijó en la única cosa buena que tiene Raigan, su hija Sergrila. Y tras algunos años le propuso matrimonio.
¿Y qué tiene que ver todo con tu deuda? – interrumpí impaciente al viejo que se extendía en detalles
Ja, pues resulta que el dote que me dieron como parte de la familia del marido fue una miseria, por el simple hecho de que el idiota del Raigan lo apostó todo. Mi situación económica siempre ha sido complicada, los traductores apenas tenemos trabajo hoy en día, por lo que tener que costear todos los gastos del matrimonio me dejó prácticamente en la bancarrota. No podía dejar a mi hijo y mi yerna en la calle, y los bienes de ambas familias harían todo más fácil, pero Raigan al final se salió con la suya.
El viejo empezó a caminar mientras su ceño se fruncía en su relato -Desde ese día he jurado tomar lo que me pertenece por derecho, incluso si para ello debo acabar con Raigan, por ello he contratado algunos servicios de la prestamista y sus matones, pero siempre se sale con la suya. Incluso le recomendé que pidiera los préstamos a Caoimhe, y todo esto nos llevó a esta situación. Traduje mal unas runas al propósito que necesitaba Raigan para un juego y por eso lo perdió todo, admito que me reí como no tienen idea. Sabiendo que Caoimhe no le gustaría mi triquiñuela, al final ambos somos clientes de ella - dijo mientras levantaba los hombros - planifiqué toda esta maroma, yo quedaría bien con mi yerna e incluso con el tonto de Raigan que asumía que estaba ayudándolo, y durante el descontrol, cuando ya Caoimhe hubiese acabado con Raigan, guiaría a la turba para que la prestamista fuera asesinada por el pueblo en deuda. Dos pájaros en un tiro.
Pasé mis manos por mi rostro, recapacitando el relato de Mileto, el viejo estaba en problemas, había irritado a la prestamista y esto, por lo que entendía, era una sentencia de muerte.
Te lo suplico, ayúdenme, hagan que la prestamista olvide todo esto, o acaben con ella, así ayudarían a toda la ciudad. - decía nuevamente agitado.
No sé qué opinan ellos, - haciendo mención a Ingela y al elfo que la acompañaba - pero te necesito con vida, temo que tendré que visitar a la prestamista tratando de abogar por ti, pero me deberás todo lo que exija, créeme, engañarme también sería una sentencia para ti.
Sí, sí, sí. Vengan, vengan todos a mi casa, queda al otro lado de la ciudad, es humilde, pero les puedo ofrecer un té caliente y una cama, vivo solo así que no molestarán a nadie, estar a estas horas en la calle es peligroso y ya hoy he tenido mucho alboroto… Allí les puedo dar más información sobre Caoimhe.
Empecé a caminar lentamente tras el viejo.
________Agachándome me coloqué en una posición que no obstaculizara el tratamiento del sanador y que lograra inmovilizar al viejo traductor, ya que un movimiento brusco de dolor podría complicar su herida o perturba la técnica del elfo. Aquel sujeto rubio ignoró la pregunta que le hice sobre la dragona que estaba con él, en principio acepté la resistencia para responder, ya que estaba ocupado con lo que parecía ser un rezo, y seguramente, la primera impresión que le había generado no era la más adecuada para hacer amigos, pero si para atender aquella emergencia.
Mientras sostenía al viejo que gritaba de dolor y seguía maldiciendo a la prestamista, un silencio abrupto lo calló, y con un movimiento súbito fue apartado de mí y del elfo. Al voltearme vi que se trataba de aquella mujer que había causado todo el alboroto, apenas la había podido ver antes cuando estaba oculto en el callejón, pero sin duda era ella.
La mujer soltó al viejo moribundo y empezó a deambular mientras daba un discurso al hombre que callaba, asustado, como el acusado que solo espera su sentencia ante los crímenes que reconoce haber cometido, sin duda aquella mujer sería su verdugo. El hombre ni siquiera se atrevía a quejarse del dolor que sentía y que seguramente había aumentado con el zarandeo de aquella mujer.
Tenía las manos cubiertas de sangre, podía utilizar aquella ventaja para realizar un ataque directo con mis habilidades de sangromante y acabar con la escena que amenazaba al traductor, pero preferí callar, quedarme en mi posición y estudiar aquella mujer.
Si bien ella tenía total poder ante el viejo traductor, dando a entender que se conocían y tenían una historia entre ambos, aquella mujer me daba la impresión de que en ocasiones se dejaba llevar por sus impulsos que constantemente trataba de controlar… Aproximarse para dirigirse a Mileto teniendo encima la mirada de muchos que todavía salían de aquel alboroto no era un buen plan, ese caminar un tanto errático mientras vociferaba sus quejas al viejo traductor, ese constante suspirar mientras trataba de acomodar su negra cabellera, todos ingredientes de una persona irreflexiva e irracional, sin duda un arrebato de emoción podría ser peligroso para los presente. Por lo que habría que actuar con cautela.
Mientras el elfo se quejaba y trataba de volver a colocar a Mileto en una posición para poder atenderlo, yo continuaba analizando aquella mujer; joven, quizás unos treinta años, con rasgos finos en su rostro que hacían resaltar su mutación ocular: heterocromía, donde cada ojo posee un color distinto de iris, su estatura no debía ser mayor al metro setenta, tenía buenas proporciones en su figura y por lo que lograba ver era difícil determinar si llevaba consigo un arma. No supondría un reto si me movía rápido y la atacaba. Sin embargo, preferí mantenerme en silencio e inmóvil, precavido por si la situación escalaba, no sería oportuno resaltar en aquel lugar y cometer una imprudencia matando aquella mujer, quería a Mileto vivo, pero si eso implicaba buscar problemas en Beltrexus podía dejarlo morir y buscar otro traductor en el continente.
Nuevamente, la mujer se acercó a Mileto con un cuchillo que había sacado de su bota, en mis palmas, la sangre del viejo empezó a regurgitar y hacer un leve movimiento imperceptible a los demás que mantenían los ojos clavados sobre la prestamista. El movimiento fue veloz, el elfo trató de evitarlo, pero la mujer rasgó las vestiduras del viejo y sacó el contenido de aquellos bolsillos.
Al ver que no hirió al viejo que seguía estático del miedo, relajé mis manos, no sería necesario actuar, la mujer se marchaba.
Esa maldita bruja, argh – el viejo, se quejaba en voz baja, procurando no ser oído por la prestamista que ya había desaparecido de nuestra vista.
Calla, deja que el elfo continúe – dije de manera tajante mientras nuevamente sostenía al hombre para continuar con su cura y le daba las llaves que habían caído al suelo en el ataque de la prestamista.
Mientras el elfo seguía con su habilidad, la dragona descendió al suelo, volviendo a su forma humana mientras varios se acercaban para agradecerle, caminó hacia nosotros y se presentó de forma cordial.
Mi nombre es Mileto, oh mi bella dama, estamos en deuda con usted, ahora podremos acabar con Caoimhe
No había tiempo para formalidades, si bien el elfo y la dragona, e incluso su mascota, me generaban curiosidad, tenía que velar por la vida de Mileto. Ya habría tiempo para conocernos mejor.
Un placer, mi nombre es Zagreus, y no, no somos amigos, he oído de este hombre en mis viajes y necesito de su habilidad.
Oh, ¿así que soy famoso?
Me levanté y empecé a limpiar mis manos con un pañuelo que cargaba, procurando no verme tentado a saborear la sangre.
Mileto se levantó antes de siquiera responderme, peinó de forma tosca sus barbas con la mano y se dispuso a dar un abrazo al elfo - ¿Cuál es el nombre de mi salvador? No puedo recompensarte – mencionó arrugando la cara haciendo entender que no tenía dinero - pero que los dioses te den buena fortuna.
Y tras aquella pequeña escena de gratitud el hombre se volteó y me tomó por mis antebrazos, mientras algunas lágrimas se salían de su rostro empezó a suplicar – Oh, gracias por ayudarme antes, pero igual ella volverá por mí, tienes que ayudarme, el silabario que me quitó… por favor, ayúdame, ella no aceptará que haya colaborado en esta revuelta, yo, yo fui quien dio la idea…
El viejo se apartó de mí tras yo retirar mis brazos de su sutil agarre, y continuó en su discurso que ahora no solo se dirigía a mí sino también a la dragona y el elfo.
Yo, yo… era un buen plan, podía deshacerme de aquella arpía, o en el peor de los casos acabar con Raigan…
Explícate ¿Cuál es tu asunto con aquella mujer?, ¿y qué tiene que ver Raigan con todo esto? – exigí sin rodeos
Es que… - se detuvo unos segundos mientras miraba el suelo desviando la situación – está bien, les diré – levantó nuevamente la mirada - resulta que he vivido toda mi vida aquí, soy traductor y me encantan las lenguas extrañas, sobre todo aquellas ya muertas. Eso hizo que conociera a Caoimhe, ella a veces necesitaba que yo tradujera algunos textos de los artículos que ella conseguía en sus trueques, por lo que solíamos llegar a acuerdos en donde yo la ayudaba en el estudio de sus artefactos y ella me cumplía los favores que en ocasión podía solicitarle, ella es buena cumpliendo los caprichos de uno, pero siempre uno termina igualmente en deuda…
Con Raigan… maldito idiota ese, resulta que lo conozco desde hace años, al inicio éramos amigos, solía venir al taller y tener conversaciones con él, pero el muy idiota tiene un serio problema con el juego. Al inicio me pedía dinero a mí, y yo como amigo se lo daba, pero nunca pagaba. Más de una vez me vi envuelto en peleas por acompañarlo. Poco a poco me fui distanciando de él, pero mi estúpido hijo es necio y suele meter la pata, y se fijó en la única cosa buena que tiene Raigan, su hija Sergrila. Y tras algunos años le propuso matrimonio.
¿Y qué tiene que ver todo con tu deuda? – interrumpí impaciente al viejo que se extendía en detalles
Ja, pues resulta que el dote que me dieron como parte de la familia del marido fue una miseria, por el simple hecho de que el idiota del Raigan lo apostó todo. Mi situación económica siempre ha sido complicada, los traductores apenas tenemos trabajo hoy en día, por lo que tener que costear todos los gastos del matrimonio me dejó prácticamente en la bancarrota. No podía dejar a mi hijo y mi yerna en la calle, y los bienes de ambas familias harían todo más fácil, pero Raigan al final se salió con la suya.
El viejo empezó a caminar mientras su ceño se fruncía en su relato -Desde ese día he jurado tomar lo que me pertenece por derecho, incluso si para ello debo acabar con Raigan, por ello he contratado algunos servicios de la prestamista y sus matones, pero siempre se sale con la suya. Incluso le recomendé que pidiera los préstamos a Caoimhe, y todo esto nos llevó a esta situación. Traduje mal unas runas al propósito que necesitaba Raigan para un juego y por eso lo perdió todo, admito que me reí como no tienen idea. Sabiendo que Caoimhe no le gustaría mi triquiñuela, al final ambos somos clientes de ella - dijo mientras levantaba los hombros - planifiqué toda esta maroma, yo quedaría bien con mi yerna e incluso con el tonto de Raigan que asumía que estaba ayudándolo, y durante el descontrol, cuando ya Caoimhe hubiese acabado con Raigan, guiaría a la turba para que la prestamista fuera asesinada por el pueblo en deuda. Dos pájaros en un tiro.
Pasé mis manos por mi rostro, recapacitando el relato de Mileto, el viejo estaba en problemas, había irritado a la prestamista y esto, por lo que entendía, era una sentencia de muerte.
Te lo suplico, ayúdenme, hagan que la prestamista olvide todo esto, o acaben con ella, así ayudarían a toda la ciudad. - decía nuevamente agitado.
No sé qué opinan ellos, - haciendo mención a Ingela y al elfo que la acompañaba - pero te necesito con vida, temo que tendré que visitar a la prestamista tratando de abogar por ti, pero me deberás todo lo que exija, créeme, engañarme también sería una sentencia para ti.
Sí, sí, sí. Vengan, vengan todos a mi casa, queda al otro lado de la ciudad, es humilde, pero les puedo ofrecer un té caliente y una cama, vivo solo así que no molestarán a nadie, estar a estas horas en la calle es peligroso y ya hoy he tenido mucho alboroto… Allí les puedo dar más información sobre Caoimhe.
Empecé a caminar lentamente tras el viejo.
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Si desean pueden usar a Mileto sin inconveniente en sus roles: [color=#ff0000]
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
La quietud era enervante y a la vez apaciguadora a medida que la vampiresa recorría las calles oscuras que la llevaban a su establecimiento.
Tenía el sabor amargo de la derrota en sus labios y agarraba el silabario con fuerza en su mano derecha mientras alguna que otra antorcha iluminaba sus serias facciones: No le gustaba estar en contra del pueblo que la había visto crecer. No le gustaba sentir que tras aquellas paredes oscuras que iba dejando atrás cualquiera de las sombras que dormían plácidamente en sus camas podría traicionarla mañana mismo. No le gustaba sentirse una extraña en su propia colmena, ni haberse dejado sumir en la ira delante de extraños. Pero sobretodo, no le gustaba perder.
Se percató de que Hugo y Axel la seguían minutos después de comenzar sus andanzas. Notó el zarandeo de los pasos de uno de ellos, claro indicativo de que estaba herido. Decidió ignorarlo durante varias calles, molesta aún e inundada de las dudas infinitas que le ocasionaba el saber que ellos podrían haber sido participes de aquel motín. Apresuró los pasos. Sus manos ahora casi reducían el silabario a papeles arrugados.
Revivió en su mente el encuentro con Mileto y como aquel gusarapo se hacía la víctima delante de los dos forasteros.Si tan solo supiesen las triqueñuelas de aquel viejo loco. Si tan solo el resto del pueblo lo supiese quizás aquella noche no hubiese sido ella la juzgada sino él.
Pero entonces no sería fiel a sí misma.
Decidió pausar sus pasos. La sangre de la pierna de Axel apestaba a dolor, a remordimiento y a preocupación por ella. No podía ignorarlo mucho más tiempo.
-¿Supongo que Hugo te ha limpiado bien esa quemadura?- Pregunto alcanzándolos y ayudándolo a caminar mientras lo aupaba en ella misma.Le apartó parte del pelaje de los ojos a su amigo y su voz cambió el tono a uno más tranquilo y preocupado-He estado muy cerca de perderte hoy…- dijo inundada de aprecio a su amigo- Nunca jamás te pongas en tanto riesgo por mi. Si yo huyo, tú huyes, ¿Me entiendes? - dijo.
El hombre bestia asintió cansado y le sonrió.
-Nada que un buen whisky de cebada y una noche con Hugo no arregle- dijo Axel y dejo caer su cara en la del otro hombre bestia que también lo cargaba.
Caoimhe no pudo sino sonreír ante las palabras de su amigo mientras veía como Hugo teñía sus mejillas de un color rosado intenso. Las tres figuras pararon entonces frente un portón de madera distinto de su establecimiento.
-¿Estas segura que estarás bien caminando sola hasta tu casa?- Inquirió Hugo mientras acercaba todo el peso de Axel a sus hombros mientras lo ayudaba a entrar a aquella posada- Ha sido una noche complicada para ti. No se si el pueblo tendrá fuerzas para venir a buscarte hoy, pero…
Caoimhe sabía justo el camino de aquella conversación iba a tomar. Hugo pensaba que sus vecinos no apreciaban los servicios de Caoimhe y le había urgido en varias ocasiones a ampliar su negocio más allá de Beltrexus. Ampliar sus viajes más allá de uno o dos días en busca de tesoros a… ser una prestamista itinerante.
Aquella discusión había sido interminable en varias ocasiones por varios motivos, el más sumamente secreto el hecho de que Caoimhe sabía quién era su demonio en aquel lugar conocido y pacifico… pero no sabía cuánto podía controlarlo fuera de allí. La respuesta a aquello era siempre una negativa polémica.
-Estaré bien- cortó de manera terminante Caoimhe.
La pesadez de la ira se había amainado un poco y su pecho se había visto de pronto sumido en la sed, por lo que decidió con el
plan que había trazado antes que Hugo la interrumpiese en su tienda.
Giro un par de calles alejándose de su propia casa. cuando llego al único edificio de piedra en aquella ciudad tocó varias veces el portón con sus dedos y dos ojos le devolvieron la mirada.
-Llegas tarde- dijo la voz femenina.
Debes culpar a tu padre de ello - dijo Caoimhe
-Lo se. He oído. No pude hacer nada para impedirlo. Ya sabes cómo es cuando se le planta algo en la cabeza . ¿Estás herida?- añadió mientras accionaba los pestillos para abrir la puerta-
-No. ¿Tienes mi cargo?- dijo de manera seca. No quería entrar en detalles. -
-Sí. Hemos tenido dos muertes hoy. Aunque imagino que con la catástrofe que mi padre ha ocasionado mañana tendrás un buen botín- dijo la chica y la dejo entrar a la sala amplia.- Ahí.- Señaló a dos botellas llenas de un líquido viscoso y rojizo.- No es.. fresco pensé que ibas a venir tras cerrar en tu tiend…
- Valdrá. Muchas gracias. dijo Caoimhe mientras urgía a Sergrila a dejarla sola.
Ésta le apretujó un hombro en señal de cariño y salió de la sala.
Aquello era justo lo que a Caoimhe le gustaba de la única amiga que tenía en aquel pueblo -aparte de Axel y Hugo-: Sergrila jamas hacía preguntas. Ni cuestionaba para que necesitaba la sangre de las personas de la enfermería. Ni donde iban a parar los galones que le daba una vez a la semana a veces una cada dos. Tan solo lo hacía. Porque Caoimhe habría hecho lo mismo por ella. De hecho, ambas sabían que había hecho más.
Caminó de manera apresurada por la calle cargando con ambas botellas de sangre Su idea era usa la privacidad de su casa para dar rienda suelta a su demonio.
Alimentarse difícilmente era una sensación agradable a su moralidad. Sin embargo su parte vampira disfrutaba con la calidez de aquel líquido en su garganta. El sabor metálico de la sangre en sus labios inundándola y consumiéndola. Algo en ella gritaba cada vez que la sangre no provenía de una víctima que ella misma hubiese cazado. Y las veces que lo había hecho el éxtasis se había apoderado de ella de una manera tan solo comparable con el culmen de una noche de pasión. Pero aquella alternativa era lo más seguro en aquel lugar porque lejos de lo que Raigan y Mileto pensaban: a ella si le importaba el bienestar de los demás.
Su plan no pudo, sin embargo llevarse a cabo. Estaba tan sedienta que el mero hecho de saber que aquellos botes contenían sangre aceleraba su respiración.
Se escondió en una de las callejuelas oscuras, avergonzada pero llena de frenesí y vació por fin el contenido de aquellos botes en su garganta.
….
No estaba sola en aquella callejuela. Al menos no totalmente.
Ya calmada y con la sed saciada, Caoimhe entendió que el grupo de personas que había conocido en la plaza apenas una hora antes parecían comenzar a caminar hacia la casa de Mileto.
Los observó con cautela. El hombre encabezaba la partida. La mujer dragón y el elfo que había estado curándolo estaban en la plaza ambos parecían conocerse pues hablaban el uno con el otro. La vampira sintió un desagrado inminente por la chica: No solo era una forastera que se había inmiscuido en negocios que no eran los suyos sino que además había herido a su amigo.
Siguiendo al hombre, el otro extranjero que había estado observándola perder el control delante de Mileto;
Años de experiencia acumulando sangre de distintas personas habían dado a Caoimhe una leve ventaja leyendo a las personas como resultado. A menudo solía constatar un presentimiento acerca de alguien una vez que tocaba o tomaba su sangre. Un pequeño juego que le hacía su caza algo más interesante. Placeres mínimos que le permitían además conocer más a alguien con quien hacía tratos.
Aquel desconocido, sin embargo, era un libro cerrado. Lo había visto abalizándola de la misma manera que ella hubiese hecho con el si se hubiesen conocido en otras circunstancias. Parecía haberla mirado con la curiosidad de alguien que cree conocer a otra persona pero que se sorprende por la misma. Pero aquello no era poco común en ella: Sus ojos desiguales llevaba atados un cartel de atención sobre ella.
Sin embargo la curiosidad de la chica se basaba en el hecho de que parecía haber estado protegiendo a Mileto mientras el
elfo lo curaba, agarrándolo fuertemente. Pero había tenido la oportunidad de pararla cuando ella sacó el cuchillo contra Mileto y no lo hizo.
Sin duda tramaba algo. Sangre nueva.
Aquella iba a ser seguramente la peor decisión de la noche. así que oculta en las sombras y con su sed estaba calmada y sintiéndose reconfortada por ello, decidió espiar a aquel pintoresco grupo.
¿Quién sabe? Lo mismo y al final de la noche había establecido dos nuevos clientes… o hecho dos nuevos enemigos.Lo único cierto era que la curiosidad de Caoimhe se extendía más allá de conocer los secretos de la sangre del forastero que había atendido a Mileto.
Al fin y al cabo nadie se reúne con 3 desconocidos después de casi haber muerto menos de 1 hora antes para simplemente, tomar un té a las 2 de la mañana.
Tenía el sabor amargo de la derrota en sus labios y agarraba el silabario con fuerza en su mano derecha mientras alguna que otra antorcha iluminaba sus serias facciones: No le gustaba estar en contra del pueblo que la había visto crecer. No le gustaba sentir que tras aquellas paredes oscuras que iba dejando atrás cualquiera de las sombras que dormían plácidamente en sus camas podría traicionarla mañana mismo. No le gustaba sentirse una extraña en su propia colmena, ni haberse dejado sumir en la ira delante de extraños. Pero sobretodo, no le gustaba perder.
Se percató de que Hugo y Axel la seguían minutos después de comenzar sus andanzas. Notó el zarandeo de los pasos de uno de ellos, claro indicativo de que estaba herido. Decidió ignorarlo durante varias calles, molesta aún e inundada de las dudas infinitas que le ocasionaba el saber que ellos podrían haber sido participes de aquel motín. Apresuró los pasos. Sus manos ahora casi reducían el silabario a papeles arrugados.
Revivió en su mente el encuentro con Mileto y como aquel gusarapo se hacía la víctima delante de los dos forasteros.Si tan solo supiesen las triqueñuelas de aquel viejo loco. Si tan solo el resto del pueblo lo supiese quizás aquella noche no hubiese sido ella la juzgada sino él.
Pero entonces no sería fiel a sí misma.
Decidió pausar sus pasos. La sangre de la pierna de Axel apestaba a dolor, a remordimiento y a preocupación por ella. No podía ignorarlo mucho más tiempo.
-¿Supongo que Hugo te ha limpiado bien esa quemadura?- Pregunto alcanzándolos y ayudándolo a caminar mientras lo aupaba en ella misma.Le apartó parte del pelaje de los ojos a su amigo y su voz cambió el tono a uno más tranquilo y preocupado-He estado muy cerca de perderte hoy…- dijo inundada de aprecio a su amigo- Nunca jamás te pongas en tanto riesgo por mi. Si yo huyo, tú huyes, ¿Me entiendes? - dijo.
El hombre bestia asintió cansado y le sonrió.
-Nada que un buen whisky de cebada y una noche con Hugo no arregle- dijo Axel y dejo caer su cara en la del otro hombre bestia que también lo cargaba.
Caoimhe no pudo sino sonreír ante las palabras de su amigo mientras veía como Hugo teñía sus mejillas de un color rosado intenso. Las tres figuras pararon entonces frente un portón de madera distinto de su establecimiento.
-¿Estas segura que estarás bien caminando sola hasta tu casa?- Inquirió Hugo mientras acercaba todo el peso de Axel a sus hombros mientras lo ayudaba a entrar a aquella posada- Ha sido una noche complicada para ti. No se si el pueblo tendrá fuerzas para venir a buscarte hoy, pero…
Caoimhe sabía justo el camino de aquella conversación iba a tomar. Hugo pensaba que sus vecinos no apreciaban los servicios de Caoimhe y le había urgido en varias ocasiones a ampliar su negocio más allá de Beltrexus. Ampliar sus viajes más allá de uno o dos días en busca de tesoros a… ser una prestamista itinerante.
Aquella discusión había sido interminable en varias ocasiones por varios motivos, el más sumamente secreto el hecho de que Caoimhe sabía quién era su demonio en aquel lugar conocido y pacifico… pero no sabía cuánto podía controlarlo fuera de allí. La respuesta a aquello era siempre una negativa polémica.
-Estaré bien- cortó de manera terminante Caoimhe.
La pesadez de la ira se había amainado un poco y su pecho se había visto de pronto sumido en la sed, por lo que decidió con el
plan que había trazado antes que Hugo la interrumpiese en su tienda.
Giro un par de calles alejándose de su propia casa. cuando llego al único edificio de piedra en aquella ciudad tocó varias veces el portón con sus dedos y dos ojos le devolvieron la mirada.
-Llegas tarde- dijo la voz femenina.
Debes culpar a tu padre de ello - dijo Caoimhe
-Lo se. He oído. No pude hacer nada para impedirlo. Ya sabes cómo es cuando se le planta algo en la cabeza . ¿Estás herida?- añadió mientras accionaba los pestillos para abrir la puerta-
-No. ¿Tienes mi cargo?- dijo de manera seca. No quería entrar en detalles. -
-Sí. Hemos tenido dos muertes hoy. Aunque imagino que con la catástrofe que mi padre ha ocasionado mañana tendrás un buen botín- dijo la chica y la dejo entrar a la sala amplia.- Ahí.- Señaló a dos botellas llenas de un líquido viscoso y rojizo.- No es.. fresco pensé que ibas a venir tras cerrar en tu tiend…
- Valdrá. Muchas gracias. dijo Caoimhe mientras urgía a Sergrila a dejarla sola.
Ésta le apretujó un hombro en señal de cariño y salió de la sala.
Aquello era justo lo que a Caoimhe le gustaba de la única amiga que tenía en aquel pueblo -aparte de Axel y Hugo-: Sergrila jamas hacía preguntas. Ni cuestionaba para que necesitaba la sangre de las personas de la enfermería. Ni donde iban a parar los galones que le daba una vez a la semana a veces una cada dos. Tan solo lo hacía. Porque Caoimhe habría hecho lo mismo por ella. De hecho, ambas sabían que había hecho más.
Caminó de manera apresurada por la calle cargando con ambas botellas de sangre Su idea era usa la privacidad de su casa para dar rienda suelta a su demonio.
Alimentarse difícilmente era una sensación agradable a su moralidad. Sin embargo su parte vampira disfrutaba con la calidez de aquel líquido en su garganta. El sabor metálico de la sangre en sus labios inundándola y consumiéndola. Algo en ella gritaba cada vez que la sangre no provenía de una víctima que ella misma hubiese cazado. Y las veces que lo había hecho el éxtasis se había apoderado de ella de una manera tan solo comparable con el culmen de una noche de pasión. Pero aquella alternativa era lo más seguro en aquel lugar porque lejos de lo que Raigan y Mileto pensaban: a ella si le importaba el bienestar de los demás.
Su plan no pudo, sin embargo llevarse a cabo. Estaba tan sedienta que el mero hecho de saber que aquellos botes contenían sangre aceleraba su respiración.
Se escondió en una de las callejuelas oscuras, avergonzada pero llena de frenesí y vació por fin el contenido de aquellos botes en su garganta.
….
No estaba sola en aquella callejuela. Al menos no totalmente.
Ya calmada y con la sed saciada, Caoimhe entendió que el grupo de personas que había conocido en la plaza apenas una hora antes parecían comenzar a caminar hacia la casa de Mileto.
Los observó con cautela. El hombre encabezaba la partida. La mujer dragón y el elfo que había estado curándolo estaban en la plaza ambos parecían conocerse pues hablaban el uno con el otro. La vampira sintió un desagrado inminente por la chica: No solo era una forastera que se había inmiscuido en negocios que no eran los suyos sino que además había herido a su amigo.
Siguiendo al hombre, el otro extranjero que había estado observándola perder el control delante de Mileto;
Años de experiencia acumulando sangre de distintas personas habían dado a Caoimhe una leve ventaja leyendo a las personas como resultado. A menudo solía constatar un presentimiento acerca de alguien una vez que tocaba o tomaba su sangre. Un pequeño juego que le hacía su caza algo más interesante. Placeres mínimos que le permitían además conocer más a alguien con quien hacía tratos.
Aquel desconocido, sin embargo, era un libro cerrado. Lo había visto abalizándola de la misma manera que ella hubiese hecho con el si se hubiesen conocido en otras circunstancias. Parecía haberla mirado con la curiosidad de alguien que cree conocer a otra persona pero que se sorprende por la misma. Pero aquello no era poco común en ella: Sus ojos desiguales llevaba atados un cartel de atención sobre ella.
Sin embargo la curiosidad de la chica se basaba en el hecho de que parecía haber estado protegiendo a Mileto mientras el
elfo lo curaba, agarrándolo fuertemente. Pero había tenido la oportunidad de pararla cuando ella sacó el cuchillo contra Mileto y no lo hizo.
Sin duda tramaba algo. Sangre nueva.
Aquella iba a ser seguramente la peor decisión de la noche. así que oculta en las sombras y con su sed estaba calmada y sintiéndose reconfortada por ello, decidió espiar a aquel pintoresco grupo.
¿Quién sabe? Lo mismo y al final de la noche había establecido dos nuevos clientes… o hecho dos nuevos enemigos.Lo único cierto era que la curiosidad de Caoimhe se extendía más allá de conocer los secretos de la sangre del forastero que había atendido a Mileto.
Al fin y al cabo nadie se reúne con 3 desconocidos después de casi haber muerto menos de 1 hora antes para simplemente, tomar un té a las 2 de la mañana.
Caoimhe
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
Ingela y Fëanor se miraron, buscando en el otro la decisión de qué hacer a continuación. -No me había dado cuenta que era tan tarde- comentó la dragona. -Y el viejo Mileto está aún convaleciente- añadió el elfo. -Pero lo va a acompañar su amigo Zagreus- indicó la rubia -Pero es mi paciente- puntualizó el muchacho, que miró a su amiga con seriedad y un brillo fulgurante en sus ojos.
A la dragona no le quedó de otra más que aceptar escoltar al viejito a su casa. Estaba cansada y tenía hambre -Espero que el tecito venga acompañado de algo más- comentó, tirándole la directa indirecta al viejo Mileto. -Qué descortés... yo soy Fëanor- dijo él, dándose cuenta que todos se habían presentado menos él. -Lo acompañaremos a su casa, Mileto, es mi deber asegurarme que llegue bien a sus aposentos, pero no nos involucraremos con la prestamista- aclaró el elfo. Ingela frunció el ceño.
-¿Qué?¿Cómo que no?- dijo en voz baja, jalando a Fëanor a su lado. -¿Has visto lo que causó? El viejo Mileto ni nadie estaría en su contra si ella fuera buena persona. No ha dudado en atacar a la gente sin piedad...- decía, pero Fëanor le interrumpió -Ella satisface las necesidades de la gente- dijo, alzando la mano para detener a su amiga -Esto es un círculo vicioso, Ingela, entiende. Si no la buscaran para sus chamuyos, ella no haría ese tipo de trabajos. Si la gente cumpliera su palabra, ella no tendría que cobrar- dijo él -Es cierto, pero por algún lado hay que cortar ese círculo y me parece que quitándole la alcahuete a la gente, es un buen lugar donde partir- aseguró ella. El elfo la miró y resopló -Si la sacas a ella, va a llegar otro. Tenlo por seguro. Ingela, llevemos al viejito a su casa y dejemos este asunto que no es de nuestra incumbencia, por favor- pidió él, cada vez más serio.
-P-pero...- -No, Ingela. ¡Ni siquiera vivimos aquí! ¿Acaso quieres ganarte enemigos en cada lugar donde vamos? Ya basta con esa idea de que tienes que meterte y solucionar los problemas ajenos. No tienes por qué ser un elemento activo en cada situación que se te atraviese. Ahora interviniste para ayudar, lo que está muy bien, pero hasta ahí llegas. ¡Hazme caso una vez! No puedes salvar ni ayudar a todo el mundo. No te corresponde ser juez ni verdugo. ¿Acaso has escuchado la versión de la prestamista?- le riñó Fëanor.
-Venga, muchachos... no es hora de pensar en esas cosas... primero recuperar las fuerzas y luego lo demás. ¿Verdad?- ante la discusión que se formó entre elfo y dragona, Mileto vio cómo se le escapaba la posibilidad de recibir la valiosa ayuda de aquel par. Fue testigo del poder de ambos y sabía que podían ser muy útiles para sus fines. No podía darse el lujo de que se le escaparan de las manos. Ya contaba con la ayuda de Zagreus, pero entre más aliados tuviese, mejor. EL elfo sería difícil de convencer, pero la dragona...
Camino a casa de Mileto, Fëanor iba serio y en silencio. Ingela, por su parte, sintió curiosidad por el hombre de pelo blanco. -Así que te llamas Zagreus. Es un nombre poco común.- dijo, llamando la atención del hombre. -¿De dónde vienes?- preguntó, curiosa.
A la dragona no le quedó de otra más que aceptar escoltar al viejito a su casa. Estaba cansada y tenía hambre -Espero que el tecito venga acompañado de algo más- comentó, tirándole la directa indirecta al viejo Mileto. -Qué descortés... yo soy Fëanor- dijo él, dándose cuenta que todos se habían presentado menos él. -Lo acompañaremos a su casa, Mileto, es mi deber asegurarme que llegue bien a sus aposentos, pero no nos involucraremos con la prestamista- aclaró el elfo. Ingela frunció el ceño.
-¿Qué?¿Cómo que no?- dijo en voz baja, jalando a Fëanor a su lado. -¿Has visto lo que causó? El viejo Mileto ni nadie estaría en su contra si ella fuera buena persona. No ha dudado en atacar a la gente sin piedad...- decía, pero Fëanor le interrumpió -Ella satisface las necesidades de la gente- dijo, alzando la mano para detener a su amiga -Esto es un círculo vicioso, Ingela, entiende. Si no la buscaran para sus chamuyos, ella no haría ese tipo de trabajos. Si la gente cumpliera su palabra, ella no tendría que cobrar- dijo él -Es cierto, pero por algún lado hay que cortar ese círculo y me parece que quitándole la alcahuete a la gente, es un buen lugar donde partir- aseguró ella. El elfo la miró y resopló -Si la sacas a ella, va a llegar otro. Tenlo por seguro. Ingela, llevemos al viejito a su casa y dejemos este asunto que no es de nuestra incumbencia, por favor- pidió él, cada vez más serio.
-P-pero...- -No, Ingela. ¡Ni siquiera vivimos aquí! ¿Acaso quieres ganarte enemigos en cada lugar donde vamos? Ya basta con esa idea de que tienes que meterte y solucionar los problemas ajenos. No tienes por qué ser un elemento activo en cada situación que se te atraviese. Ahora interviniste para ayudar, lo que está muy bien, pero hasta ahí llegas. ¡Hazme caso una vez! No puedes salvar ni ayudar a todo el mundo. No te corresponde ser juez ni verdugo. ¿Acaso has escuchado la versión de la prestamista?- le riñó Fëanor.
-Venga, muchachos... no es hora de pensar en esas cosas... primero recuperar las fuerzas y luego lo demás. ¿Verdad?- ante la discusión que se formó entre elfo y dragona, Mileto vio cómo se le escapaba la posibilidad de recibir la valiosa ayuda de aquel par. Fue testigo del poder de ambos y sabía que podían ser muy útiles para sus fines. No podía darse el lujo de que se le escaparan de las manos. Ya contaba con la ayuda de Zagreus, pero entre más aliados tuviese, mejor. EL elfo sería difícil de convencer, pero la dragona...
Camino a casa de Mileto, Fëanor iba serio y en silencio. Ingela, por su parte, sintió curiosidad por el hombre de pelo blanco. -Así que te llamas Zagreus. Es un nombre poco común.- dijo, llamando la atención del hombre. -¿De dónde vienes?- preguntó, curiosa.
Ingela
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
La dragona me recordaba a la maga que conocí en el barco que me trajo al archipiélago; joven, impulsiva e incluso un poco inmadura. Me causaba gracia como el elfo que la acompañaba, que también se trataba de prácticamente un crío, era la voz racional de aquel par. Me identificaba un poco con Fëanor, cientos de veces me había tocado lidiar con alguien como la dragona que anteponía sus emociones sobre las ideas. Un dolor de cabeza, y más si la terquedad se hacía notar.
Cuando los rubios terminaron de organizarse, decidieron acompañarme a la vivienda de Mileto. El hombre llevaba un paso lento por el dolor y la edad. Por lo que durante el trayecto Ingela trató de sacar conversación.
En principio no quería hablar, pero un poco de cortesía capaz propiciaría que aquellos dos colaboraran a que el viejo viviera un rato más. Lo necesitaba, así que fingir un poco de amabilidad sería una buena estrategia a fin de lograr mi objetivo primario, que el anciano me ayudara con la traducción. Y para ello debía vivir, luego que la prestamista hiciera lo que quisiera con él.
Igualmente, al menos el tema de conversación que proponía era agradable, yo.
¿De dónde vengo?... bueno, provengo de una aldea que ya no existe, y soy parte de una familia que desapareció hace mucho... – el silencio acompañó mi respuesta, mientras con una mirada fugaz veía la noche que nos arropaba – ...Pasé la mayor parte de mi vida vagando por el continente, una vez tuve un hogar, pero hoy por hoy son solo recuerdos amargos.
El viejo se entrometió en la conversación – Pero si quieres puedes quedarte en mi casa, tú y el elfo me ayudaron a que la bruja de Caoimhe no me matara, incluso la hermosa joven también puede vivir aquí. - dijo mientras volteaba para mirar a la dragona.
Tu solo guía el camino y abre los ojos, nadie asegura que el peligro haya pasado…
Mileto a regañadientes se adelantó unos pasos mientras balbuceaba– Ya falta poco, subimos una pequeña colina y llegaremos a mi humilde morada, 5 minutos más.
¿En qué estaba? – me dirigí nuevamente a Ingela – Ah si, bueno Zagreus Markov, ¿y que me cuentas de ti? Tampoco es que sea común ver a una dragona tan al sur, y menos acompañada de un elfo, ¿ustedes son pareja?... ¿Qué los trae a la ciudad de los magos?
Continuamos el trayecto conversando, al llegar a una pequeña casa un tanto descuidada el hombre abrió con una llave la puerta y nos invitó a entrar. Encendió apresurado una pequeña chimenea mientras se dirigía a la cocina por el té prometido.
Tomé asiento en un mueble viejo y polvoriento, estiré mis piernas y puse mis pies sobre una mesita de madera que se encontraba en el centro de la sala donde nos encontrábamos. Miré alrededor detallando los rincones de aquella casa. Claramente tenía años que no era limpiada, todos los muebles y paredes estaban marcados por el paso del tiempo. Se notaba que el dinero podía ser una limitante para el viejo. En el suelo, libros amontonados y papeles en idiomas variados formaban una especie de alfombra.
Pensaba en la mujer de antes, ¿trataría de atacar a Mileto a su casa?, ¿enviaría a sus secuaces? Suponía que estaban heridos y que con el silabario que le había arrebatado al viejo en su escena frente al taller de Raigan estaría satisfecha por esta noche. Probablemente nos tocaría a nosotros buscar a la prestamista, ya que no sería muy inteligente ir tras el traductor siendo escoltado por nosotros.
Yo trataré de que la prestamista no mate al viejo, al final ¿ustedes se quedarán o tienen mejores cosas que hacer? Vi lo que hiciste con los secuaces en el techo, y el elfo, aunque no creo que tenga muchas aptitudes para la batalla, es capaz de sanar las heridas, obviamente parecen ser un buen equipo. Incluso con esa lagartija que cargas en tu hombro – dije con una sonrisa falsa, ser encantador era una de las mejores formas de manipular.
A los pocos minutos el viejo llegó con una bandeja con tazas y unos platos de lo que parecía ser una sopa caliente. Rechacé la comida pero acepté la infusión, no era que me agradara el sabor del té, pero con el frio de la noche algo cálido era bien recibido y con la bebida era suficiente.
Cuando los rubios terminaron de organizarse, decidieron acompañarme a la vivienda de Mileto. El hombre llevaba un paso lento por el dolor y la edad. Por lo que durante el trayecto Ingela trató de sacar conversación.
En principio no quería hablar, pero un poco de cortesía capaz propiciaría que aquellos dos colaboraran a que el viejo viviera un rato más. Lo necesitaba, así que fingir un poco de amabilidad sería una buena estrategia a fin de lograr mi objetivo primario, que el anciano me ayudara con la traducción. Y para ello debía vivir, luego que la prestamista hiciera lo que quisiera con él.
Igualmente, al menos el tema de conversación que proponía era agradable, yo.
¿De dónde vengo?... bueno, provengo de una aldea que ya no existe, y soy parte de una familia que desapareció hace mucho... – el silencio acompañó mi respuesta, mientras con una mirada fugaz veía la noche que nos arropaba – ...Pasé la mayor parte de mi vida vagando por el continente, una vez tuve un hogar, pero hoy por hoy son solo recuerdos amargos.
El viejo se entrometió en la conversación – Pero si quieres puedes quedarte en mi casa, tú y el elfo me ayudaron a que la bruja de Caoimhe no me matara, incluso la hermosa joven también puede vivir aquí. - dijo mientras volteaba para mirar a la dragona.
Tu solo guía el camino y abre los ojos, nadie asegura que el peligro haya pasado…
Mileto a regañadientes se adelantó unos pasos mientras balbuceaba– Ya falta poco, subimos una pequeña colina y llegaremos a mi humilde morada, 5 minutos más.
¿En qué estaba? – me dirigí nuevamente a Ingela – Ah si, bueno Zagreus Markov, ¿y que me cuentas de ti? Tampoco es que sea común ver a una dragona tan al sur, y menos acompañada de un elfo, ¿ustedes son pareja?... ¿Qué los trae a la ciudad de los magos?
Continuamos el trayecto conversando, al llegar a una pequeña casa un tanto descuidada el hombre abrió con una llave la puerta y nos invitó a entrar. Encendió apresurado una pequeña chimenea mientras se dirigía a la cocina por el té prometido.
Tomé asiento en un mueble viejo y polvoriento, estiré mis piernas y puse mis pies sobre una mesita de madera que se encontraba en el centro de la sala donde nos encontrábamos. Miré alrededor detallando los rincones de aquella casa. Claramente tenía años que no era limpiada, todos los muebles y paredes estaban marcados por el paso del tiempo. Se notaba que el dinero podía ser una limitante para el viejo. En el suelo, libros amontonados y papeles en idiomas variados formaban una especie de alfombra.
Pensaba en la mujer de antes, ¿trataría de atacar a Mileto a su casa?, ¿enviaría a sus secuaces? Suponía que estaban heridos y que con el silabario que le había arrebatado al viejo en su escena frente al taller de Raigan estaría satisfecha por esta noche. Probablemente nos tocaría a nosotros buscar a la prestamista, ya que no sería muy inteligente ir tras el traductor siendo escoltado por nosotros.
Yo trataré de que la prestamista no mate al viejo, al final ¿ustedes se quedarán o tienen mejores cosas que hacer? Vi lo que hiciste con los secuaces en el techo, y el elfo, aunque no creo que tenga muchas aptitudes para la batalla, es capaz de sanar las heridas, obviamente parecen ser un buen equipo. Incluso con esa lagartija que cargas en tu hombro – dije con una sonrisa falsa, ser encantador era una de las mejores formas de manipular.
A los pocos minutos el viejo llegó con una bandeja con tazas y unos platos de lo que parecía ser una sopa caliente. Rechacé la comida pero acepté la infusión, no era que me agradara el sabor del té, pero con el frio de la noche algo cálido era bien recibido y con la bebida era suficiente.
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
Mileto parecia haber sido lo suficientemente afortunado como para atesorar una de las pocas casas que no estaba adosada en aquella parte del pueblo. La estructura de la misma, de madera conforme a las costumbres constructoras del lugar estaba rodeada por un pequeno porche del mismo material.
Caoimhe imaginó que aquel porche habia tenido lustrosidad en algun momento de su existencia. Estaba segura de que la dejadez que presentaba, sin embargo, en aquel momento tan solo era el reflejo del paso del tiempo y la edad anciana de su propietario,
Sea como fuere, la vampiresa debía andarse con el cuidado extra que quizas hubiese negado en cualquier otra situacion. Sus sentidos vampiros la hacían una con la oscuridad, y por lo mismo no temía que su menuda figura fuese descubierta. Le preocupaba mas la inestabilidad de las maderas donde descansaban sus pies. O los clavos a medio puntear sobre las mismas. Aun así sigilosa y elegante, se movió a través de la cornisa principal de aquella casona y pegó sus ojos heterogeneos junto al cristal de la ventana.
Agudizo su vision algo obstaculizada por el polvo acumulado fuera del cristal y el vaho de los cuerpos de dentro. Uso su mano para apartar la capa que impedia que viese lo que sucedia alli dentro y cuando por fin pudo ver que se acontecia no pudo sino esbozar una sonrisa pícara, como confirmando una imposibilidad.
La estancia estaba cubierta de polvo y cuerpos a partes iguales. La chica dragón y el hombre elfo atendian a Mileto cuya figura parecia doble por el orgullo de ser un anfitrión. Un poco más apartado de la escena. El otro hombre que los acompañaba se había acomodado hacienda parcialmente suya la estancia con los pies en reposo incluso. Pero aquello no fue lo que divirtió ña la mujer. Sino el hecho de que sus manos tomaban con cuidado una pequena pieza de te china.
Al parecer, aquel variopinto grupo muy opuesto a lo que estaba pensando en un principio, si que se habian reunido a mitad de la madrugada para… tomar te y pasas.
Puso los ojos en blanco; en parte molesta por malgastar su tiempo Preciado en espiar a tremendo grupo. La chica sabia que pocas personas eran dignas de su interes, pero al parecer aquellos era incluso mas vaticinables que de costumbre. Se alejo del cristal, haciendose de nuevo una con las sombras y dispuesta a dejar a aquellas criaturas a su suerte.
Casi se olvido del possible crujir de las maderas bajo sus pies al girarse y entonces la vio: Se vio.
Sus manos fueron a su abrigo como un acto reflejo. Despues las paso por su pelo, como copiando el recorrido que sus ojos seguian mientras recorrian la figura desconocida que se acercaba a la parte trasera de la casa.
Si no hubiese sido porque Caoimhe sabia que ella era Caoimhe hubiese pensado que se estaba mirando en un espejo. Por un segundo penso de donde habia sacado aquella mujer un abrigo tan parecido al suyo propio y luego.. bueno. Luego se pecato de que sus brazos estaban expuestos y que la ultima vez que habia llevado su abrigo encima era cuando lo cambio por la sangre que su amiga le habia donado… ademas de que el silabario…
Mierda. Seguía en aquel abrigo.
Se apresuro a seguir de lejos a aquella figura sumida en la curiosidad de verse a si misma. Como quien visualiza una historia de lejos.
Por un segundo la mujer parecio pensar dos veces hacia donde ir y finalmente se dirigió hasta un pequeño arbolar a unos dos metros de la casona. Su paso decidido. Caoimhe cubierta en sombras se acerco un poco.
Las facciones de la mujer eran los suficientemente parecidas a las suyas propias como para enganar a alguien que apenas la conocia.incluso el color de sus ojos era Desigual. Caoimhe se percato, sin embargo que los colores en ellos estaban a la inversa de sus propios, como si del reflejo de un cristal se tratase.
Trago saliva mientras su otro yo rebuscaba algo entre la maleza.
A medida que la observaba se daba cuenta más y más de pequeñas incongruencias que hubiesen pasado desapercibidas en un primer momento: Por la hendidura Desigual de los pasos de su ‘gemela’ en la area en la que caminaba, Caoimhe se percató de que aquella mujer tení una pierna mas corta que otra. O que cojeaba. De hecho, cuanto más la miraba mas se percataba de la torpeza en general de sus movimientos: sin fluidez y como si siguiese una lista memorizada: Baja el brazo, abre la mano, agarra la antorcha apagada y…
Espera. No.
Se apresuro a acercase de nuevo a ella, esta vez con el impute y la desesperacion de creer saber que estaba haciendo.
Como habia estado tan ciega? Sus secuaces habian estado informandola aqui y alla de problemas que ella no recordaba haber causado. De clientes insatisfechos con resultados que ella nunca habia obtenido. Habladurias de injusticias torpes que estaba segura que ella no habia cometido. Y au nasi ella habia decidido ignorarlos. Por que… major que hablen mal de ella siempre que sigan hablando. Su negocio habia aumentgado. Si, algun que otro cliente que quizas ella no hubiese escogido pero…
Ahora lo entendia todo.
Aquella mujer no era más que un Bio con una nueva carcasa. Una mera copia de ella lo suficientemente buena como para engañar a quien no hubiese estado prestando atencion. Un mero disfraz con el que escindirse de culpa.
Un nudo se hizo en la garganta. Su estomago rugio esta vez con la pesadez de que habia sido enganada, y con la tristeza de creer saber exactamente quien lo habia hecho. Ahogo un rugiodo de ira que sustituyo a la tristeza, sintiendose inmensamente estupida.
Aquella era la razón por la que no confiaba en los humanos. Ni en otros vampiros. Ni en otras razas. Aquella era la exacta razon por la que habia decidido que si alguien iba aprovecharse de sus habilidades ella misma seria quien sacarse el mayor beneficio.
Se odió por pensar que Sergrila quizas fuese la excepcion su regla. Odiaba dejar de estar en control de algo, pero en aquel momento, con la bio que la personificaba frente a ella, alzando sobre la madera de la casa la antorcha ahora encendida con la rabia del fuego…
Vio como el fuego devoraba la parte trasera de aquella casa. No estaba pensando en nadie de los que se habian albergado en aquella casa. En aquel momento la rabia y decepcion en la que estaba sumida la hacia querer que las llamas los consumiesen uno a uno. Que exterminase a cualquier otro habitante que se hubiese atrevido a salir a pasear durante aquella noche.
Notaba como su demonio se despertaba y por un segundo quería que la consumiese. Necesitaba matar a aquella impostora y recuperar aquel silabario y con suerte después acabar con la única amiga que había tenido hasta ahora.
Suspiró apesadumbrada…mientras la casa comenzaba a arder: … Y pensar que unas horas antes había pensado que lo único que iba a hacer aquella noche era alimentarse y contar una y otra vez su colección de sangre.
Caoimhe imaginó que aquel porche habia tenido lustrosidad en algun momento de su existencia. Estaba segura de que la dejadez que presentaba, sin embargo, en aquel momento tan solo era el reflejo del paso del tiempo y la edad anciana de su propietario,
Sea como fuere, la vampiresa debía andarse con el cuidado extra que quizas hubiese negado en cualquier otra situacion. Sus sentidos vampiros la hacían una con la oscuridad, y por lo mismo no temía que su menuda figura fuese descubierta. Le preocupaba mas la inestabilidad de las maderas donde descansaban sus pies. O los clavos a medio puntear sobre las mismas. Aun así sigilosa y elegante, se movió a través de la cornisa principal de aquella casona y pegó sus ojos heterogeneos junto al cristal de la ventana.
Agudizo su vision algo obstaculizada por el polvo acumulado fuera del cristal y el vaho de los cuerpos de dentro. Uso su mano para apartar la capa que impedia que viese lo que sucedia alli dentro y cuando por fin pudo ver que se acontecia no pudo sino esbozar una sonrisa pícara, como confirmando una imposibilidad.
La estancia estaba cubierta de polvo y cuerpos a partes iguales. La chica dragón y el hombre elfo atendian a Mileto cuya figura parecia doble por el orgullo de ser un anfitrión. Un poco más apartado de la escena. El otro hombre que los acompañaba se había acomodado hacienda parcialmente suya la estancia con los pies en reposo incluso. Pero aquello no fue lo que divirtió ña la mujer. Sino el hecho de que sus manos tomaban con cuidado una pequena pieza de te china.
Al parecer, aquel variopinto grupo muy opuesto a lo que estaba pensando en un principio, si que se habian reunido a mitad de la madrugada para… tomar te y pasas.
Puso los ojos en blanco; en parte molesta por malgastar su tiempo Preciado en espiar a tremendo grupo. La chica sabia que pocas personas eran dignas de su interes, pero al parecer aquellos era incluso mas vaticinables que de costumbre. Se alejo del cristal, haciendose de nuevo una con las sombras y dispuesta a dejar a aquellas criaturas a su suerte.
Casi se olvido del possible crujir de las maderas bajo sus pies al girarse y entonces la vio: Se vio.
Sus manos fueron a su abrigo como un acto reflejo. Despues las paso por su pelo, como copiando el recorrido que sus ojos seguian mientras recorrian la figura desconocida que se acercaba a la parte trasera de la casa.
Si no hubiese sido porque Caoimhe sabia que ella era Caoimhe hubiese pensado que se estaba mirando en un espejo. Por un segundo penso de donde habia sacado aquella mujer un abrigo tan parecido al suyo propio y luego.. bueno. Luego se pecato de que sus brazos estaban expuestos y que la ultima vez que habia llevado su abrigo encima era cuando lo cambio por la sangre que su amiga le habia donado… ademas de que el silabario…
Mierda. Seguía en aquel abrigo.
Se apresuro a seguir de lejos a aquella figura sumida en la curiosidad de verse a si misma. Como quien visualiza una historia de lejos.
Por un segundo la mujer parecio pensar dos veces hacia donde ir y finalmente se dirigió hasta un pequeño arbolar a unos dos metros de la casona. Su paso decidido. Caoimhe cubierta en sombras se acerco un poco.
Las facciones de la mujer eran los suficientemente parecidas a las suyas propias como para enganar a alguien que apenas la conocia.incluso el color de sus ojos era Desigual. Caoimhe se percato, sin embargo que los colores en ellos estaban a la inversa de sus propios, como si del reflejo de un cristal se tratase.
Trago saliva mientras su otro yo rebuscaba algo entre la maleza.
A medida que la observaba se daba cuenta más y más de pequeñas incongruencias que hubiesen pasado desapercibidas en un primer momento: Por la hendidura Desigual de los pasos de su ‘gemela’ en la area en la que caminaba, Caoimhe se percató de que aquella mujer tení una pierna mas corta que otra. O que cojeaba. De hecho, cuanto más la miraba mas se percataba de la torpeza en general de sus movimientos: sin fluidez y como si siguiese una lista memorizada: Baja el brazo, abre la mano, agarra la antorcha apagada y…
Espera. No.
Se apresuro a acercase de nuevo a ella, esta vez con el impute y la desesperacion de creer saber que estaba haciendo.
Como habia estado tan ciega? Sus secuaces habian estado informandola aqui y alla de problemas que ella no recordaba haber causado. De clientes insatisfechos con resultados que ella nunca habia obtenido. Habladurias de injusticias torpes que estaba segura que ella no habia cometido. Y au nasi ella habia decidido ignorarlos. Por que… major que hablen mal de ella siempre que sigan hablando. Su negocio habia aumentgado. Si, algun que otro cliente que quizas ella no hubiese escogido pero…
Ahora lo entendia todo.
Aquella mujer no era más que un Bio con una nueva carcasa. Una mera copia de ella lo suficientemente buena como para engañar a quien no hubiese estado prestando atencion. Un mero disfraz con el que escindirse de culpa.
Un nudo se hizo en la garganta. Su estomago rugio esta vez con la pesadez de que habia sido enganada, y con la tristeza de creer saber exactamente quien lo habia hecho. Ahogo un rugiodo de ira que sustituyo a la tristeza, sintiendose inmensamente estupida.
Aquella era la razón por la que no confiaba en los humanos. Ni en otros vampiros. Ni en otras razas. Aquella era la exacta razon por la que habia decidido que si alguien iba aprovecharse de sus habilidades ella misma seria quien sacarse el mayor beneficio.
Se odió por pensar que Sergrila quizas fuese la excepcion su regla. Odiaba dejar de estar en control de algo, pero en aquel momento, con la bio que la personificaba frente a ella, alzando sobre la madera de la casa la antorcha ahora encendida con la rabia del fuego…
Vio como el fuego devoraba la parte trasera de aquella casa. No estaba pensando en nadie de los que se habian albergado en aquella casa. En aquel momento la rabia y decepcion en la que estaba sumida la hacia querer que las llamas los consumiesen uno a uno. Que exterminase a cualquier otro habitante que se hubiese atrevido a salir a pasear durante aquella noche.
Notaba como su demonio se despertaba y por un segundo quería que la consumiese. Necesitaba matar a aquella impostora y recuperar aquel silabario y con suerte después acabar con la única amiga que había tenido hasta ahora.
Suspiró apesadumbrada…mientras la casa comenzaba a arder: … Y pensar que unas horas antes había pensado que lo único que iba a hacer aquella noche era alimentarse y contar una y otra vez su colección de sangre.
Caoimhe
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
Ingela escuchaba a Zagreus con asombro. -Qué profundo es- pensó en aquel momento, admirando al hombre de ningún lugar.
-Eh... es que nosotros sí tenemos hogar, estamos en Beltrexus de vacaciones- explicó la rubia al escuchar la propuesta de Mileto. Luego miró al guapo de Zagreus y se sonrojó con la sugerencia de que ella y Fëanor fuesen pareja -Fë es mi hermano- aclaró -Bueno, no de sangre pero es como mi hermano. Mis padres hasta han considerado darle nuestro nombre familiar porque a pesar de ser elfo, es tan bravo como un dragón- añadió, mirando orgullosa al muchacho que hacía como si no estuviera escuchando lo que ella y el peliblanco conversaban.
-Sí... a los dragones en general nos gusta quedarnos en el norte donde el clima es fresquito, acá hace mucho calor- contó -Venimos de Dundarak, es que aquí en Beltrexus vive un viejo amigo mío y le quiero visitar, hace tiempo que no se de él. Capaz y se murió sin que yo me enterara- divagó un poco.
Cuando llegaron a casa de Mileto, Ingela y Fëanor observaron su interior -¿Usted vive solo, Mileto?- preguntó el elfo -Así es. ¿Por qué lo preguntas?- respondió el viejo. -Se nota- señaló el muchacho e Ingela le dio un codazo.
Fëanor se sentó junto a Zagreus, observándolo con disimulo. Percibía su éter y sentía curiosidad de descubrir por qué era tan peculiar. Mientras tanto, Ingela se puso a revisar unos libros que estaban amontonados en un estante. -¡Oh mira! Esto es una reliquia- exclamó al encontrar un ajado libro escrito en dracónico antiguo -"Enciclopedia actualizada de las habilidades de los dragones"- leyó, entusiasmada. -¿Hablas dracónico antiguo?- preguntó Mileto mientras le entregaba la taza de té. -Oh pues claro, no sería honorable desconocer nuestra historia- explicó ella -Hay que saber de dónde venimos, respetar nuestro pasado y honrar a nuestros ancestros- dijo y esbozó una sonrisa orgullosa.
-¿Lagartija?- aquello ofendió a Fëanor. -Más respeto con Thunderbolt- pidió el muchacho con el ceño fruncido. -Eres bastante altanero, eh, Zagreus- dijo el elfo, quien evidentemente no caía en sus encantos. -No es como que no tengamos nada mejor que hacer; yo estoy cuidando a mi paciente. El tema de la prestamista no es asunto nuestro- aclaró, haciendo un gesto con la mano. Ingela asintió.
Mileto sintió una repentina angustia -¡Pero Caoimhe es un peligro para mi vida! Si soy tu paciente y me estás cuidando, es de ella de quien se deben encargar. ¡Muerta la perra se acaba la rabia!- exclamó el viejo haciendo aspavientos.
-Espérame un poquito- interrumpió Fëanor -¿De verdad estás intentando convencernos de matar a la prestamista?- preguntó el elfo, tratando de hacer caer en cuenta a los demás de lo terrible de aquella petición. -Ya lo dije, nosotros no podemos ser jueces y verdugos. O sea, no es como que la defienda, pero ninguno de nosotros derecho a disponer de la vida ajena- dijo, sintiéndose moralmente ofendido.
Pero ni bien terminó su pequeño discurso, se escuchó como si algo se rompiera en la parte trasera de la casa y el humo inundó la estancia. -¡FUEGO! ¡MI CASA!- gritó Mileto con angustia, dándose cuenta de lo que estaba ocurriendo.
Salieron apresurados de la casa arrastrando a Mileto quien intentaba con desesperación ir a apagar el fuego y rescatar sus preciados libros. Ingela corrió hacia la parte trasera, donde se originó el fuego, seguida por Fëanor. De inmediato, la chica se sacó su capa e intentó apagar con ella algo del fuego que se extendía.
-Eh... es que nosotros sí tenemos hogar, estamos en Beltrexus de vacaciones- explicó la rubia al escuchar la propuesta de Mileto. Luego miró al guapo de Zagreus y se sonrojó con la sugerencia de que ella y Fëanor fuesen pareja -Fë es mi hermano- aclaró -Bueno, no de sangre pero es como mi hermano. Mis padres hasta han considerado darle nuestro nombre familiar porque a pesar de ser elfo, es tan bravo como un dragón- añadió, mirando orgullosa al muchacho que hacía como si no estuviera escuchando lo que ella y el peliblanco conversaban.
-Sí... a los dragones en general nos gusta quedarnos en el norte donde el clima es fresquito, acá hace mucho calor- contó -Venimos de Dundarak, es que aquí en Beltrexus vive un viejo amigo mío y le quiero visitar, hace tiempo que no se de él. Capaz y se murió sin que yo me enterara- divagó un poco.
Cuando llegaron a casa de Mileto, Ingela y Fëanor observaron su interior -¿Usted vive solo, Mileto?- preguntó el elfo -Así es. ¿Por qué lo preguntas?- respondió el viejo. -Se nota- señaló el muchacho e Ingela le dio un codazo.
Fëanor se sentó junto a Zagreus, observándolo con disimulo. Percibía su éter y sentía curiosidad de descubrir por qué era tan peculiar. Mientras tanto, Ingela se puso a revisar unos libros que estaban amontonados en un estante. -¡Oh mira! Esto es una reliquia- exclamó al encontrar un ajado libro escrito en dracónico antiguo -"Enciclopedia actualizada de las habilidades de los dragones"- leyó, entusiasmada. -¿Hablas dracónico antiguo?- preguntó Mileto mientras le entregaba la taza de té. -Oh pues claro, no sería honorable desconocer nuestra historia- explicó ella -Hay que saber de dónde venimos, respetar nuestro pasado y honrar a nuestros ancestros- dijo y esbozó una sonrisa orgullosa.
-¿Lagartija?- aquello ofendió a Fëanor. -Más respeto con Thunderbolt- pidió el muchacho con el ceño fruncido. -Eres bastante altanero, eh, Zagreus- dijo el elfo, quien evidentemente no caía en sus encantos. -No es como que no tengamos nada mejor que hacer; yo estoy cuidando a mi paciente. El tema de la prestamista no es asunto nuestro- aclaró, haciendo un gesto con la mano. Ingela asintió.
Mileto sintió una repentina angustia -¡Pero Caoimhe es un peligro para mi vida! Si soy tu paciente y me estás cuidando, es de ella de quien se deben encargar. ¡Muerta la perra se acaba la rabia!- exclamó el viejo haciendo aspavientos.
-Espérame un poquito- interrumpió Fëanor -¿De verdad estás intentando convencernos de matar a la prestamista?- preguntó el elfo, tratando de hacer caer en cuenta a los demás de lo terrible de aquella petición. -Ya lo dije, nosotros no podemos ser jueces y verdugos. O sea, no es como que la defienda, pero ninguno de nosotros derecho a disponer de la vida ajena- dijo, sintiéndose moralmente ofendido.
Pero ni bien terminó su pequeño discurso, se escuchó como si algo se rompiera en la parte trasera de la casa y el humo inundó la estancia. -¡FUEGO! ¡MI CASA!- gritó Mileto con angustia, dándose cuenta de lo que estaba ocurriendo.
Salieron apresurados de la casa arrastrando a Mileto quien intentaba con desesperación ir a apagar el fuego y rescatar sus preciados libros. Ingela corrió hacia la parte trasera, donde se originó el fuego, seguida por Fëanor. De inmediato, la chica se sacó su capa e intentó apagar con ella algo del fuego que se extendía.
Última edición por Ingela el Vie Ago 19 2022, 22:15, editado 1 vez
Ingela
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
Mientras bebía la infusión aparentando ser humano. El elfo respondía indignado a mis comentarios, sus palabras me causaban gracia, me parecía chistoso como el joven pretendía mantenerse sosegado ante la situación. Y más aún llamarme altanero, no me molestaba, solo me causaba risa, una risa que procuré disimular mientras llevaba la taza a mi boca fingiendo que saboreaba aquella bebida insípida.
Mientras la pareja de rubios discutía, los gritos del viejo Mileto hicieron que corriéramos fuera de la casa: Fuego. Las llamas comenzaban a devorar la parte trasera de aquella vieja vivienda, un incendio provocado que velozmente se extendía por las paredes de madera mohosa.
La dragona se adelantó para dirigirse al origen del incendio, seguido su compañero salió corriendo para no perderle el paso. Evidentemente, Ingela era de aquellos que primero actúa y luego piensa, pobre elfo que debía perseguirla para procurar que no hiciera alguna tontería.
Mileto y yo los seguimos. El hombre gritaba desconsolado por el incendio – Esa perra, seguro fue esa maldita, ¡me quiere matar! – Ignoraba sus lamentos mientras con paso rápido nos acercábamos a la parte trasera. Las sospechas del viejo traductor eran bien fundamentadas, no era necesario realizar una investigación para declarar quien sería el culpable de aquel evento.
La idea de que la prestamista o alguno de sus secuaces iniciara el incendio, aunque era una obviedad, me hacía reflexionar sobre los objetivos de aquella mujer. No era un plan inteligente comenzar un fuego de esa manera con nosotros dentro. ¿Sería eso otra muestra de la volatilidad e imprudencia de Caoimhe? Nuevamente, su actuar era diferente a lo que me esperaba, me resultaba difícil predecirla.
Llegamos a la parte trasera de la casa, ahí Ingela y Fëanor conversaban mientras miraban la colina.
Oh, ¡mi casa! Ayúdenme para apagar el incendio, esto es todo lo que tengo – gritaba Mileto mientras agitaba los brazos.
El fuego se extendía rápidamente por las paredes. Las llamas se elevaban varios metros hacia al cielo produciendo un calor sofocante en la posición donde estábamos. El incendio acompañado de un humo oscuro que dificultaba el respirar al acercarse, iluminaba los alrededores de la casa mientras los chasquidos de la madera cediendo al fuego se lograban oír. Dada mi naturaleza maldita, preferí mantenerme alejado, me aparté varios metros cerca de unos árboles cercanos que se agitaban con los soplidos de las llamas.
Debemos intentar apagar el fuego sino en poco tiempo todo el edificio serán cenizas. - Señalé con obviedad.
Mileto continuaba corriendo erráticamente mientras buscaba cosas para apagar el fuego – Ayúdenme, se lo suplico.
Analicé la situación con calma mientras el fuego avanzaba, los métodos convencionales no servirían para apagar el fuego. - Ingela – me dirigí a la dragona para solicitar su ayuda con una orden – Considero que en tu forma de dragón puedes apagar el fuego… Con tu batir de alas podrías hacer suficiente viento para apagar las llamas, y siendo dragón no tendrás problemas para acercarte… - Me detuve mientras desviaba la mirada y murmuraba – aunque…
¿Aunque qué? – insistió el anciano.
Si la fuerza de tus alas no es suficiente… más bien el fuego se avivará y devorará la casa con mayor velocidad. - Ante mi comentario el hombre se arrodilló en el suelo, sus esperanzas se esfumaban. -Entonces, ¿crees que puedes hacerlo?, ¿o tienen una mejor idea?...
Mientras discutíamos el método para lidiar con el fuego, Mileto se levantó y con un tono ahora melancólico susurró – Sergrila – El nombre de su hija lo sacó del trance que proporcionaba el incendio. Ahora el viejo mostraba su preocupación por su hija. – Si ahora Caoimhe es capaz de hacer esto, mi hija está en peligro. Por favor, quien sabe qué hará la prestamista ahora… vayan con ella. - dijo con lágrimas de preocupación que se perdían en su poblada barba.
El enojo en mis adentros se acentuaba, el simple dilema de atender el incendio o buscar a la hija de Mileto para velar de que estuviera bien me parecía absurdo. Necesitaba de las habilidades de aquel viejo para traducir mi pergamino, pero la idea de irme y dejarlo con sus problemas personales cobraba fuerza. No tenía tiempo para las estupideces del viejo traductor, sin embargo, la idea de poder acceder al poder del escrito de Habakhuk era suficiente acicate para continuar tolerando los caprichos de aquella noche.
Mientras la pareja de rubios discutía, los gritos del viejo Mileto hicieron que corriéramos fuera de la casa: Fuego. Las llamas comenzaban a devorar la parte trasera de aquella vieja vivienda, un incendio provocado que velozmente se extendía por las paredes de madera mohosa.
La dragona se adelantó para dirigirse al origen del incendio, seguido su compañero salió corriendo para no perderle el paso. Evidentemente, Ingela era de aquellos que primero actúa y luego piensa, pobre elfo que debía perseguirla para procurar que no hiciera alguna tontería.
Mileto y yo los seguimos. El hombre gritaba desconsolado por el incendio – Esa perra, seguro fue esa maldita, ¡me quiere matar! – Ignoraba sus lamentos mientras con paso rápido nos acercábamos a la parte trasera. Las sospechas del viejo traductor eran bien fundamentadas, no era necesario realizar una investigación para declarar quien sería el culpable de aquel evento.
La idea de que la prestamista o alguno de sus secuaces iniciara el incendio, aunque era una obviedad, me hacía reflexionar sobre los objetivos de aquella mujer. No era un plan inteligente comenzar un fuego de esa manera con nosotros dentro. ¿Sería eso otra muestra de la volatilidad e imprudencia de Caoimhe? Nuevamente, su actuar era diferente a lo que me esperaba, me resultaba difícil predecirla.
Llegamos a la parte trasera de la casa, ahí Ingela y Fëanor conversaban mientras miraban la colina.
Oh, ¡mi casa! Ayúdenme para apagar el incendio, esto es todo lo que tengo – gritaba Mileto mientras agitaba los brazos.
El fuego se extendía rápidamente por las paredes. Las llamas se elevaban varios metros hacia al cielo produciendo un calor sofocante en la posición donde estábamos. El incendio acompañado de un humo oscuro que dificultaba el respirar al acercarse, iluminaba los alrededores de la casa mientras los chasquidos de la madera cediendo al fuego se lograban oír. Dada mi naturaleza maldita, preferí mantenerme alejado, me aparté varios metros cerca de unos árboles cercanos que se agitaban con los soplidos de las llamas.
Debemos intentar apagar el fuego sino en poco tiempo todo el edificio serán cenizas. - Señalé con obviedad.
Mileto continuaba corriendo erráticamente mientras buscaba cosas para apagar el fuego – Ayúdenme, se lo suplico.
Analicé la situación con calma mientras el fuego avanzaba, los métodos convencionales no servirían para apagar el fuego. - Ingela – me dirigí a la dragona para solicitar su ayuda con una orden – Considero que en tu forma de dragón puedes apagar el fuego… Con tu batir de alas podrías hacer suficiente viento para apagar las llamas, y siendo dragón no tendrás problemas para acercarte… - Me detuve mientras desviaba la mirada y murmuraba – aunque…
¿Aunque qué? – insistió el anciano.
Si la fuerza de tus alas no es suficiente… más bien el fuego se avivará y devorará la casa con mayor velocidad. - Ante mi comentario el hombre se arrodilló en el suelo, sus esperanzas se esfumaban. -Entonces, ¿crees que puedes hacerlo?, ¿o tienen una mejor idea?...
Mientras discutíamos el método para lidiar con el fuego, Mileto se levantó y con un tono ahora melancólico susurró – Sergrila – El nombre de su hija lo sacó del trance que proporcionaba el incendio. Ahora el viejo mostraba su preocupación por su hija. – Si ahora Caoimhe es capaz de hacer esto, mi hija está en peligro. Por favor, quien sabe qué hará la prestamista ahora… vayan con ella. - dijo con lágrimas de preocupación que se perdían en su poblada barba.
El enojo en mis adentros se acentuaba, el simple dilema de atender el incendio o buscar a la hija de Mileto para velar de que estuviera bien me parecía absurdo. Necesitaba de las habilidades de aquel viejo para traducir mi pergamino, pero la idea de irme y dejarlo con sus problemas personales cobraba fuerza. No tenía tiempo para las estupideces del viejo traductor, sin embargo, la idea de poder acceder al poder del escrito de Habakhuk era suficiente acicate para continuar tolerando los caprichos de aquella noche.
Zagreus
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
La escena era esperpéntica. El fuego había creado un microclima en el lugar exacto donde se había originado, basándose casi en su totalidad en un entorno opacado por el humo de la madera consumiéndose, el calor de las llamas que hacían crujir las mismas y la aridez del oxigeno que conseguía inhalar mientras avanzaba a duras penas con la poca visión que le permitía su emplazamiento.
La columna de fuego había consumido ya la mitad de la casa de Mileto, que había comenzado a desprenderse levantando polvo y astillas contribuyendo a la poca visibilidad de la zona. La dragona con la que se había topado en la plaza no hacia mucho había decidido que su capa era el material idóneo para apagar aquella colina voraz incendiada. El resultado de lo dicho no fue nada mas que lo esperable: No tuvo ningún efecto teniendo en cuenta las dimensiones de ambos por comparación.
Pero aquello no era lo único esperpéntico de la zona. Mileto debía tener poderes mentales superiores a cualquiera de los que hubiese estimado Caoimhe y que lo habían llevado justo a esa situación, pues entre aquella locura y consumición de su único lugar de reposo, el hombre pensó en el bienestar de su hija.
Los humanos no dejaban de fascinarla, Sobre todo por los motivos equivocados.
Aquello tan solo podía significar que el hombre no estaba enterado de los quehaceres de su hija. Es mas, una punzada de dolor y rabia hundió el pecho de Caoimhe cuando se dio cuenta de que su propia amiga la había usado como excusa para acabar con su padre, y con ello con todos sus problemas. Así de poco la valoraba.
Se compuso percibiendo la situación como lo era realmente y analizando paso a paso sus siguientes acciones. Por supuesto su prioridad seguía siendo la misma que horas antes: Caoimhe no solo tenia ahora que lidiar con la quemazón de su garganta, sino que esta se había transferido a su nariz como una prolongación de esta, o quizás el efecto del humo insuflando aquel precios órgano. No estaba del todo segura. Tampoco es que le importase mucho. El fin era el mismo y bien podía consumirla entera mientras consiguiese poner sus manos sobre la figura que había osado impresionarla. No estaba segura de si los Bios estaban inyectados con el manjar rojo que apagaría su sed y aquello sin duda le quitaba un poco de emoción a su hazaña. Pero a así no podía dejar a dos Caoimhes alrededor de Beltrexus. Había demasiado secretos en juego.
La sombra de la mujer pareció regocijarse ante su creación por unos minutos mientras terminaba de avivar unas llamas que sin duda no necesitaban ser avivadas. Su cara, mera copia barata de la suya parecía sin embargo encajar un semblante en el que Caoimhe se reconoció por un segundo. Y tras ese segundo fugaz, la Bio, como movida por un humo invisible se alejo unos pasos atrás de la casa y reculo en su camino a través de la maleza del bosque.
-Oh no… Yo ya di mi paseo rutinario entre los arboles al principio de la noche. No creo que a ninguna de las dos nos convenga que nos vean de nuevo por ahí…- continúo diciéndose a si misma mientras avanzaba agachada y con una mano tapando su nariz a través del humo.
Como para todo lo que hacia, había una razón fundamental por la que se aseguraba de que había inspeccionado aquella zona del bosque en particular al principio de cada noche. No a mitad de esta. No cuando el alba comenzaba a asomar, si aquella Bio se personificaba por cierta zona... bueno. No seria el único trato que rompiese aquella noche.
Caoimhe alcanzo el lugar por el que se perdió la Bio. El aire a su alrededor algo menos espeso y menos lleno de humo no evito que tosiese con alevosía la mezcla de cenizas y polvo que había estado respirando hasta entonces.
-Espera-dijo, con la voz ronca esta vez mas preocupada de lo que aquella Bio estaba a punto de presenciar que del hecho de que… bueno, Aquella Bio era ella. Corrió a trompicones, con la ventaja de no zambear como su oponente. La chica parecía saber exactamente el lugar en el que... bueno. Iba a dares de bruces con lo que Caoimhe había sido encargada de proteger. Sus pies resbalaron a medida que caminaba, pero lejos de entorpecerla, aquel leve tropiezo la catapultó sobre si misma y sobre su objetivo. De una manera poco grácil y elegante, pero cumpliendo su objetivo de desviar la atención de aquel ser del objetivo a unos mínimos 10 metros de ella.
Caoimhe se sorprendió sobre si misma observando las pupilas vacías de bueno... de ella. Su rival no parecía vencerse de manera rápida y forcejeo con ella hasta posicionarse ahora sobre ella y desquitándose de sus propios brazos. Si no fuese porque la acababa de tirar al suelo y evitado que se levantase, Caoimhe diría que la falsa Caoimhe no tenia interés alguno en la visión de su doble, sino mas bien parecía molesta de algún objetivo truncado. Si no hubiese visto sus ojos abiertos de par en par bien podría haber dicho que aquella Bio estaba sumida en un duermevela sonámbulo.
-Hey!- dijo mientras la agarraba por los brazos evitando que se levantase y siguiese con su camino- No. No. Tu no vas a personificarme y simplemente seguir haciéndolo a pesar de que te he increpado. No te…- la falsa vio se desquito de su mano y pareció querer irse de nuevo hacia el mismo lugar sin siquiera soltar una palabra.-
Caoimhe hizo alarde de fuerza y decisión y volteo de nuevo a su objetivo para posicionarse de nuevo sobre ella. La mirada aun vacía y sumida en el lugar al que querían ir sus pasos.
-Ok. Vamos a hacer algo, Yo... te dejo caminar siempre que me lleves a Sangrilla y aclaremos ... bueno tu no tienes culpa de a quien te pareces… digo podría haber sido peor… podrías haber sido Amanda o la pobre Betsy-
La falsa Caoimhe hizo amago de nuevo de intentar levantarse con Caoimhe sobre ella y caminar a su objetivo.
La vampiresa se canso de aquel forcejeo y busco a tientas una roca cercana lo suficientemente grande. Sumida en su sed y en la incipiente decepción de saber que aquella mujer no tenia sangre con la que alimentarse o al menos apresurar, golpeo con fuerza su cabeza. La de la Bio.
Haciendo caer su cuerpo por fin quieto, con la mirada aun enfocada en la nada, pero sin hacer amago de levantarse.
-Ahora… creo que nuestra amiga se alegrara de verte- dijo mientras se levantaba percatándose que iba a tener que cargarla o arrastrarla.
Suspiro en un intento de desquitar el pensamiento del futuro cansancio de su cabeza. Se paso la mano por la cara notando como el humo y la tierra seca había ensuciado sus mejillas a la vez que sus ropajes. Recogió su cabello en un mono desordenado del que cayeron algunos mechones detrás de sus orejas.
-Espero que Sangrilla tenga una buena excusa para esto… y bueno. Algún paciente a medio morir
Arregancho sus manos a los hombros de aquella figura metálica y con toda la fuerza que le quedaba la comenzó a arrastrar de nuevo evitando el humo indicativo de que el fuego seguía vivo y el secreto de uno de sus clientes al otro lado del bosque. Dirección a Sangrilla, dejando un reguero de piezas metálicas provenientes de la cabeza de la falsa Caoimhe y su golpe.
-Jamás pensé que iba a verme perder tantos tornillos- dijo Caoimhe mirando a su carga, haciéndose reír de manera nerviosa mientras finalmente alcanzaba los adoquines que significaba que llegaba al pueblo.
La columna de fuego había consumido ya la mitad de la casa de Mileto, que había comenzado a desprenderse levantando polvo y astillas contribuyendo a la poca visibilidad de la zona. La dragona con la que se había topado en la plaza no hacia mucho había decidido que su capa era el material idóneo para apagar aquella colina voraz incendiada. El resultado de lo dicho no fue nada mas que lo esperable: No tuvo ningún efecto teniendo en cuenta las dimensiones de ambos por comparación.
Pero aquello no era lo único esperpéntico de la zona. Mileto debía tener poderes mentales superiores a cualquiera de los que hubiese estimado Caoimhe y que lo habían llevado justo a esa situación, pues entre aquella locura y consumición de su único lugar de reposo, el hombre pensó en el bienestar de su hija.
Los humanos no dejaban de fascinarla, Sobre todo por los motivos equivocados.
Aquello tan solo podía significar que el hombre no estaba enterado de los quehaceres de su hija. Es mas, una punzada de dolor y rabia hundió el pecho de Caoimhe cuando se dio cuenta de que su propia amiga la había usado como excusa para acabar con su padre, y con ello con todos sus problemas. Así de poco la valoraba.
Se compuso percibiendo la situación como lo era realmente y analizando paso a paso sus siguientes acciones. Por supuesto su prioridad seguía siendo la misma que horas antes: Caoimhe no solo tenia ahora que lidiar con la quemazón de su garganta, sino que esta se había transferido a su nariz como una prolongación de esta, o quizás el efecto del humo insuflando aquel precios órgano. No estaba del todo segura. Tampoco es que le importase mucho. El fin era el mismo y bien podía consumirla entera mientras consiguiese poner sus manos sobre la figura que había osado impresionarla. No estaba segura de si los Bios estaban inyectados con el manjar rojo que apagaría su sed y aquello sin duda le quitaba un poco de emoción a su hazaña. Pero a así no podía dejar a dos Caoimhes alrededor de Beltrexus. Había demasiado secretos en juego.
La sombra de la mujer pareció regocijarse ante su creación por unos minutos mientras terminaba de avivar unas llamas que sin duda no necesitaban ser avivadas. Su cara, mera copia barata de la suya parecía sin embargo encajar un semblante en el que Caoimhe se reconoció por un segundo. Y tras ese segundo fugaz, la Bio, como movida por un humo invisible se alejo unos pasos atrás de la casa y reculo en su camino a través de la maleza del bosque.
-Oh no… Yo ya di mi paseo rutinario entre los arboles al principio de la noche. No creo que a ninguna de las dos nos convenga que nos vean de nuevo por ahí…- continúo diciéndose a si misma mientras avanzaba agachada y con una mano tapando su nariz a través del humo.
Como para todo lo que hacia, había una razón fundamental por la que se aseguraba de que había inspeccionado aquella zona del bosque en particular al principio de cada noche. No a mitad de esta. No cuando el alba comenzaba a asomar, si aquella Bio se personificaba por cierta zona... bueno. No seria el único trato que rompiese aquella noche.
Caoimhe alcanzo el lugar por el que se perdió la Bio. El aire a su alrededor algo menos espeso y menos lleno de humo no evito que tosiese con alevosía la mezcla de cenizas y polvo que había estado respirando hasta entonces.
-Espera-dijo, con la voz ronca esta vez mas preocupada de lo que aquella Bio estaba a punto de presenciar que del hecho de que… bueno, Aquella Bio era ella. Corrió a trompicones, con la ventaja de no zambear como su oponente. La chica parecía saber exactamente el lugar en el que... bueno. Iba a dares de bruces con lo que Caoimhe había sido encargada de proteger. Sus pies resbalaron a medida que caminaba, pero lejos de entorpecerla, aquel leve tropiezo la catapultó sobre si misma y sobre su objetivo. De una manera poco grácil y elegante, pero cumpliendo su objetivo de desviar la atención de aquel ser del objetivo a unos mínimos 10 metros de ella.
Caoimhe se sorprendió sobre si misma observando las pupilas vacías de bueno... de ella. Su rival no parecía vencerse de manera rápida y forcejeo con ella hasta posicionarse ahora sobre ella y desquitándose de sus propios brazos. Si no fuese porque la acababa de tirar al suelo y evitado que se levantase, Caoimhe diría que la falsa Caoimhe no tenia interés alguno en la visión de su doble, sino mas bien parecía molesta de algún objetivo truncado. Si no hubiese visto sus ojos abiertos de par en par bien podría haber dicho que aquella Bio estaba sumida en un duermevela sonámbulo.
-Hey!- dijo mientras la agarraba por los brazos evitando que se levantase y siguiese con su camino- No. No. Tu no vas a personificarme y simplemente seguir haciéndolo a pesar de que te he increpado. No te…- la falsa vio se desquito de su mano y pareció querer irse de nuevo hacia el mismo lugar sin siquiera soltar una palabra.-
Caoimhe hizo alarde de fuerza y decisión y volteo de nuevo a su objetivo para posicionarse de nuevo sobre ella. La mirada aun vacía y sumida en el lugar al que querían ir sus pasos.
-Ok. Vamos a hacer algo, Yo... te dejo caminar siempre que me lleves a Sangrilla y aclaremos ... bueno tu no tienes culpa de a quien te pareces… digo podría haber sido peor… podrías haber sido Amanda o la pobre Betsy-
La falsa Caoimhe hizo amago de nuevo de intentar levantarse con Caoimhe sobre ella y caminar a su objetivo.
La vampiresa se canso de aquel forcejeo y busco a tientas una roca cercana lo suficientemente grande. Sumida en su sed y en la incipiente decepción de saber que aquella mujer no tenia sangre con la que alimentarse o al menos apresurar, golpeo con fuerza su cabeza. La de la Bio.
Haciendo caer su cuerpo por fin quieto, con la mirada aun enfocada en la nada, pero sin hacer amago de levantarse.
-Ahora… creo que nuestra amiga se alegrara de verte- dijo mientras se levantaba percatándose que iba a tener que cargarla o arrastrarla.
Suspiro en un intento de desquitar el pensamiento del futuro cansancio de su cabeza. Se paso la mano por la cara notando como el humo y la tierra seca había ensuciado sus mejillas a la vez que sus ropajes. Recogió su cabello en un mono desordenado del que cayeron algunos mechones detrás de sus orejas.
-Espero que Sangrilla tenga una buena excusa para esto… y bueno. Algún paciente a medio morir
Arregancho sus manos a los hombros de aquella figura metálica y con toda la fuerza que le quedaba la comenzó a arrastrar de nuevo evitando el humo indicativo de que el fuego seguía vivo y el secreto de uno de sus clientes al otro lado del bosque. Dirección a Sangrilla, dejando un reguero de piezas metálicas provenientes de la cabeza de la falsa Caoimhe y su golpe.
-Jamás pensé que iba a verme perder tantos tornillos- dijo Caoimhe mirando a su carga, haciéndose reír de manera nerviosa mientras finalmente alcanzaba los adoquines que significaba que llegaba al pueblo.
Caoimhe
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
Ingela se quedó mirándole la cara a Zagreus; el fuego lo iluminaba de una manera que lo hacía ver muy guapo. -No tengo la capacidad de controlar el viento... así que si aleteo, solo avivaré el fuego- explicó, mirando con impotencia cómo las llamas consumían la casa del viejo lingüista.
Pero al viejo ya poco le importaba perder todo su patrimonio y décadas de estudios e investigación, algo desactualizada, pero de que le había costado trabajo, de eso no cabía duda. Ahora solo pensaba en su hija -Pues ahí sí sirven mis alitas de dragón- dijo ella -Puedo llegar con tu hija más rápido volando que corriendo- añadió -¡Te guiaré! ¡Llévame!- se apresuró el viejo Mileto -No lo creo... dime dónde está la casa, porque si te llevo, el peso me hará lenta- aclaró ella -Y no estás en condiciones, tus heridas están frescas aún. Es más... ni siquiera deberías correr- indicó Fëanor, atajándolo.
Mileto sollozó -Está a 10 calles hacia el sur y 2 hacia el este. La puerta tiene un pomo de cabeza de caballo- dijo, resignado. Ingela se transformó por segunda vez en la noche, ya no podría hacerlo una tercera.
Alzó el vuelo, dejando a los hombres en el suelo, y se enfiló hacia donde la mandó el anciano. Si hubiera visto hacia abajo, habría descubierto a la prestamista forcejeando consigo misma, pero estaba muy concentrada pensando en cómo carajos encontraría una puerta con pomo de caballo desde las alturas.
__________
Post del 5 de septiembre
Pero al viejo ya poco le importaba perder todo su patrimonio y décadas de estudios e investigación, algo desactualizada, pero de que le había costado trabajo, de eso no cabía duda. Ahora solo pensaba en su hija -Pues ahí sí sirven mis alitas de dragón- dijo ella -Puedo llegar con tu hija más rápido volando que corriendo- añadió -¡Te guiaré! ¡Llévame!- se apresuró el viejo Mileto -No lo creo... dime dónde está la casa, porque si te llevo, el peso me hará lenta- aclaró ella -Y no estás en condiciones, tus heridas están frescas aún. Es más... ni siquiera deberías correr- indicó Fëanor, atajándolo.
Mileto sollozó -Está a 10 calles hacia el sur y 2 hacia el este. La puerta tiene un pomo de cabeza de caballo- dijo, resignado. Ingela se transformó por segunda vez en la noche, ya no podría hacerlo una tercera.
Alzó el vuelo, dejando a los hombres en el suelo, y se enfiló hacia donde la mandó el anciano. Si hubiera visto hacia abajo, habría descubierto a la prestamista forcejeando consigo misma, pero estaba muy concentrada pensando en cómo carajos encontraría una puerta con pomo de caballo desde las alturas.
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Post del 5 de septiembre
Ingela
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
La dragona rechazó el plan que proporcioné para apagar las llamas, la posibilidad de avivar el fuego era más factible que la de apaciguar el incendio, por lo que sopesando no aumentar los daños de aquel desastre. Acepté su justificación sin rechistar, al igual que el dueño de aquella casa.
Ante la angustia de Mileto, Ingela se transformó en dragón para ir en búsqueda de la hija que posiblemente podría ser un nuevo objetivo de la prestamista. Resultaba muy difícil predecir los pasos de aquella mujer, Caoimhe, que por momentos parecía tranquila y sosegadas, mientras que en instantes actuaba de manera impulsiva, incluso atacando la casa del anciano de forma directa e imprudente.
Ya no quedaba nada por hacer, incluso con magia de agua no sería posible detener aquel incendio. Sentado en el suelo a la distancia, con uno de mis brazos sobre mi rodilla, observaba casi hipnotizado por el fuego, solo quedaba ver como la casa se desplomaba a causa de las llamas que la devoraban en su totalidad. Tomaría algunas horas que todo quedara reducido a cenizas, pero dentro de aquel espectáculo catastrófico se sentía cierta tranquilidad. Ya el anciano no lloraba. Aceptaba su perdida, y el silencio solo desaparecía por el ruido de las maderas crujiendo y las llamas danzando.
¿Crees que Ingela pueda encontrar a la hija de Mileto? – le pregunté a Fëanor mientras miraba al anciano que observaba a la dragona que ya en la distancia volaba sobre la ciudad. - ¿Y si se encuentra a la prestamista?... – dije de forma pausada, desconocía cuál era la naturaleza de aquella joven, me quedaba en claro que le gustaba tomar la iniciativa y salir en la vanguardia ante cualquier conflicto, pero ¿sería ella una bestia dominada por sus emociones?, ¿le daría paso a su parte primitiva mostrando la brutalidad de los dragones? Su forma humana parecía dulce, inocente e incluso inofensiva, pero cuando aparecían sus escamas…
Me levanté del suelo y sacudí mis vestimentas para limpiarlas, me acerqué al elfo y para reducir la tensión comenté sin dejar de caminar, ya que que mi objetivo era acercarme al anciano – Quizás si esta lagartija fuera más fuerte podría llevarnos con Ingela, menudo adorno solo sirve para prender velas.
Ya estando junto a Mileto. – Deberías irte del archipiélago. Aquí tu vida seguirá en peligro por la prestamista y no tienes ni siquiera donde quedarte, si valoras tu vida ve al continente. - El anciano guardó silencio mientras apretaba los labios.
Saqué de mi capa el pergamino que había encontrado en Sacrestic Ville y desenrollándolo con cuidado se lo mostré al anciano. – ¿Puedes traducir esto?
Mileto estaba indignado con lo que para él resultaba impertinencia. No me interesaba su hija o su casa, quería mi traducción. En mi rostro se observaban mi frialdad por la situación, haciendo así que el viejo entendiera mi postura. A lo que accedió a hablar. – Lo siento… mis libros y materiales se quemaron dentro de casa, ese tipo de lengua es muy … - analizaba con detalle – antiguo… e incluso podría aventurarme a decir qué oscuro…
La impotencia me invadió, el anciano me resultaba inservible, y en parte la culpable era aquella prestamista.
Entiendo, ya no tengo nada que hacer aquí, me marcho… - dije mientras empezaba a caminar para bajar la colina. - Adiós Fëanor, fue un placer, espero que Ingela no muera. – comenté irritado por la decepción de aquel viaje.
Espera, creo que puedo saber de alguien que te pueda ayudar…
Me detuve mientras miraba al anciano de reojo sobre mi hombro.
____________________Ante la angustia de Mileto, Ingela se transformó en dragón para ir en búsqueda de la hija que posiblemente podría ser un nuevo objetivo de la prestamista. Resultaba muy difícil predecir los pasos de aquella mujer, Caoimhe, que por momentos parecía tranquila y sosegadas, mientras que en instantes actuaba de manera impulsiva, incluso atacando la casa del anciano de forma directa e imprudente.
Ya no quedaba nada por hacer, incluso con magia de agua no sería posible detener aquel incendio. Sentado en el suelo a la distancia, con uno de mis brazos sobre mi rodilla, observaba casi hipnotizado por el fuego, solo quedaba ver como la casa se desplomaba a causa de las llamas que la devoraban en su totalidad. Tomaría algunas horas que todo quedara reducido a cenizas, pero dentro de aquel espectáculo catastrófico se sentía cierta tranquilidad. Ya el anciano no lloraba. Aceptaba su perdida, y el silencio solo desaparecía por el ruido de las maderas crujiendo y las llamas danzando.
¿Crees que Ingela pueda encontrar a la hija de Mileto? – le pregunté a Fëanor mientras miraba al anciano que observaba a la dragona que ya en la distancia volaba sobre la ciudad. - ¿Y si se encuentra a la prestamista?... – dije de forma pausada, desconocía cuál era la naturaleza de aquella joven, me quedaba en claro que le gustaba tomar la iniciativa y salir en la vanguardia ante cualquier conflicto, pero ¿sería ella una bestia dominada por sus emociones?, ¿le daría paso a su parte primitiva mostrando la brutalidad de los dragones? Su forma humana parecía dulce, inocente e incluso inofensiva, pero cuando aparecían sus escamas…
Me levanté del suelo y sacudí mis vestimentas para limpiarlas, me acerqué al elfo y para reducir la tensión comenté sin dejar de caminar, ya que que mi objetivo era acercarme al anciano – Quizás si esta lagartija fuera más fuerte podría llevarnos con Ingela, menudo adorno solo sirve para prender velas.
Ya estando junto a Mileto. – Deberías irte del archipiélago. Aquí tu vida seguirá en peligro por la prestamista y no tienes ni siquiera donde quedarte, si valoras tu vida ve al continente. - El anciano guardó silencio mientras apretaba los labios.
Saqué de mi capa el pergamino que había encontrado en Sacrestic Ville y desenrollándolo con cuidado se lo mostré al anciano. – ¿Puedes traducir esto?
Mileto estaba indignado con lo que para él resultaba impertinencia. No me interesaba su hija o su casa, quería mi traducción. En mi rostro se observaban mi frialdad por la situación, haciendo así que el viejo entendiera mi postura. A lo que accedió a hablar. – Lo siento… mis libros y materiales se quemaron dentro de casa, ese tipo de lengua es muy … - analizaba con detalle – antiguo… e incluso podría aventurarme a decir qué oscuro…
La impotencia me invadió, el anciano me resultaba inservible, y en parte la culpable era aquella prestamista.
Entiendo, ya no tengo nada que hacer aquí, me marcho… - dije mientras empezaba a caminar para bajar la colina. - Adiós Fëanor, fue un placer, espero que Ingela no muera. – comenté irritado por la decepción de aquel viaje.
Espera, creo que puedo saber de alguien que te pueda ayudar…
Me detuve mientras miraba al anciano de reojo sobre mi hombro.
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Lanzada de evento de cumpleaños para el día 8 de septiembre.
Zagreus
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
No había si quiera recorrido medio camino desde la casa de Mileto hasta la de su recién descubierta enemiga cuando empezó a entender que el cargar con el peso muerto de aquel robot bien podía ser su propia muerte de manera lenta.
Descanso un segundo mientras llevaba sus manos a la cintura e inspiraba de manera acompasada. Pensando rápido.
A aquella noche no debían de quedarle muchas horas de oscuridad. Lo que primero creyó que era la luminosidad del fuego producto del incendio en casa de Mileto comenzó claramente a ser pausible como una incipiente mañana. Caoimhe miro aquí y allá en busca de sus secuaces. Sin duda Hugo y Axel estarían para entonces bien sumido en la noble tarea de… bueno de hacer manitas y lo que quiera que hiciesen los hombre bestias. Dio una patada molesta a uno de los tornillos que había dejado su doble a la par que la arrastraba.
El objeto rebotó y se desplazo hacia el otro lado de la calle que había comenzado a cruzar. Parándose finalmente en los zapatos de un cuerpo que se paro en seco al notar el impacto. Caoimhe siguió con su mirada la figura a la que pertenecían aquellos pies.
El hombre acababa de salir de su taller, sin duda desvelado por el gentío que comenzaba a llevar y traer agua para intentar apagar la casa de Mileto. Muchas de aquella personas miraban curiosas ambos cuerpoes, el de Caoimhe y su doble al pasar. Uno de ellos esbozo una risotada y grito mientras corría con una olla entera llena de agua.
-Imagino que tu madre ha encontrado al fin la forma de clonaros a todas, Caoimhe.. dijo mientras derramaba la mitad del contenido a su paso- No estoy muy seguro que en ese estado sus muñecas puedan hacerles negocio. Aunque avísame si consigues reparar a esa… Ya sabes… al ser cliente habitual una cara nueva siempre es un aliciente- y continuo camino abajo.
Caoimhe evito las ganas de vomitar y apretó una de sus manos recordándose a si misma que tendría una conversación larga y tendida con su madre y sobre las promesas que les hace a sus clientes..
-Caoimhe tiene una gemeeeela Caoimhe tiene una gemeeeela- comenzaron a canturrear varios niños que como sus padres habían comenzado a llevar agua para apagar el incendio. Aquella cancioncita comenzó a propagarse de aquí a allá y todos los niños la convirtieron en un juego que alertaba a la mayoría de los adultos que los rodeaban.
La vampiresa entendio la mirada agazapada de algunos de aquellos que la habían intentado atacar tan solo horas antes y que habían entendido: por el estado de la mujer y el bio frente a ella que quizás nada era lo que parecía. Todos, por supuesto aprovecharon que había trabajo que hacer en la casa de Mileto para escapar de pedir perdones incomodos. La vampiresa sin duda se habría esforzado en sacarles a la fuerza aquel perdón si no fuese por hecho de que acababa de darse cuenta quien era el objeto que había parado el tornillo fruto de su frustración..
-Imagino que la reconoces.- dijo Caoimhe levantando la mano de su copia- Digo… a no ser que alguien mas en el pueblo haya comprado una pulidora de metal nueva, no se quien demonios mas ha podido darle a mi cara un resultado tan sumamente… pulido.- dijo alzando las cejas mientras le daba un toquecito al cuerpo inerte de aquella pseudo bio.-
El hombre se sonrojo. Miro en dirección al resto de las personas que iban a ayudar y resignado aupo el cuerpo de la Caoimhe falsa mientras la verdadera se tomaba la libertad de reabrir la puerta por la que el herrero acababa de salir.
-Sangrila me dijo que iba a ser un regalo que.. no pensé que fuese a usarla para..-comenzó a excusarse.- Me dijo que te divertiría. Me dijo que al fin podrías pasar tiempo con alguien mas que con tu reflejo… además de contigo misma.- continuo.
Caoimhe alzo la mano para que dejase de hablar.
-Sin duda me lo he pasado de muerte con ella...-
Aquel metal era de buena calidad. Su cuerpo era lo suficientemente pesado como para tratarse de simple ojalata.
Ambos dejaron a la falsa Caoimhe en la mesa justo en el centro de la habitación.
-Es… acero- dijo el hombre como leyendo la mente de la vampiresa mientras esta posicionaba uno de los brazos que había caído a un lado de su emplazamiento.- No estoy segura de que encantamiento uso para hacerla despertarla- continuo- eso os lo dejo a ustedes los… brujos. Yo tan solo me asegure que estuviese chapada de algo lo suficientemente fuerte como para aguantar la presión de 3 hombres.- finalizo.
Caoimhe vacilo mientras recorria el espacio reducido de aquí a alla. Pensativa.
No le cabia duda que Sangrila había estado observándola aquella noche. Posiblemente la mujer la había seguido desde el momento que abandono el hospital donde la había dejado. No la sorprendería que su fiel amiga hubiese encantado a aquel pseudo bio desde un lugar aventajado y preferentemente alto…Hasta que algo la había hecho parar.
Se mordio el labio inferior intentando pensar con rapidez. En aquel momento poco le importaba el castigo a Sangrila. Estaba segura de que tendría bastante tiempo para hacerla ver todo lo mal que había hecho. Aquel metal sin embargo… quizás podría usarlo a su favor.
-¿Cuántas espadas crees que pueden salir del cuerpo de mi clon?- interrumpió Caoimhe como si hubiese estado haciendo cuentas hasta ese entonces en su cabeza.
El hombre la miro aturdido como si aquello lo hubiese pillado de sorpresa y no la hubiese oído bien. Los ojos abiertos como platos y la expresión exhasperada de Caoimhe le revelo que no bromeaba.
-Emmm- dijo el hombre calculando de manera rápida- Una por cada brazo… quizás tres por cada pierna. Diria que otras tres por el resto del cuerpo… 6. Y una daga pequeña pero…
-¿Cuánto vas a tardar?- inquirió
-Mmm- el hombre examino entonces el material- Minimo una semana- Su voz titubeo al encontrarse con la mirada enojada de Caoimhe.- mmmm 3 días si trabajo noche y día.
-Perfecto.- dijo Caoimhe que de pronto se encontraba de buen humor.- El jueves me paso a recogerlas[... hace bastante que no viajo a Roilkat y estoy seguro que cierto comandante va a apreciar esta munición./color]. – Caoimhe esperaba la interrupción del hombre que no tardo en intentar ser emplazada y que hablaba del precio de aquel trabajo.- No te preocupes…Imagino que te lo descuento de tu deuda general. Al fin y al cabo tu artilugio ha intentado matarme. Tranquilo, no te lo tengo en cuenta- dijo mientras le guiñaba un ojo.
Se tapó la cara con la capucha a medida que recorría los pasos que la llevaban de vuelta a su tienda. Había sido una noche larga y el cuchicheo de algún que otro vecino le había alertado de que para entonces muchos creían en la existencia de dos Caoimhes. Una mala y la otra justiciera. Había escuchado a algún que otro de sus clientes rezar porque la Caoimhe que llevaba las cuentas de su tienda fuese la que se hubiese muerto aquella noche.
Casi podía notar la calidez de su almohada y el olor a incienso de su habitación. La calle estaba silenciosa, vacía y aun oscura, y aun asi, a Caoimhe no le fue difícil reconocer a la figura encapuchada la recibió justo enfrente de su puerta.
Era como mínimo el doble de alto que ella y su pelaje con motas doradas y negras típico de un guepardo estaba erizado y manchado aquí y allá de sangre. Cargaba con lo que parecía ser una bola mojada.
El problema es que la mujer sabia que aquella pequeña bola le recordaba demasiado al pelo oscuro y rizado de Sangrila.
-Me dijiste que estabas cansada de que siempre tuvieses que ser tu quien hacia el trabajo sucio- dijo Axel levantando el rostro sin vida de Sangrila.
El corazón de Caoimhe latió fuerte al lanzar una ultima mirada a la que había sido su amiga. Suspiró herida y dolida a la vez.
-Imagino que sabes que su padre no va a estar muy contento- añadió Caoimhe abriendo al fin la puerta de su tienda
-Estaba así cuando la encontré- dijo el hombre bestia y le guiñó un ojo mientras se alejaba veloz adentrándose en la frondosidad del bosque llevándose la cabeza con él.
Iba a echarlo de menos.
Descanso un segundo mientras llevaba sus manos a la cintura e inspiraba de manera acompasada. Pensando rápido.
A aquella noche no debían de quedarle muchas horas de oscuridad. Lo que primero creyó que era la luminosidad del fuego producto del incendio en casa de Mileto comenzó claramente a ser pausible como una incipiente mañana. Caoimhe miro aquí y allá en busca de sus secuaces. Sin duda Hugo y Axel estarían para entonces bien sumido en la noble tarea de… bueno de hacer manitas y lo que quiera que hiciesen los hombre bestias. Dio una patada molesta a uno de los tornillos que había dejado su doble a la par que la arrastraba.
El objeto rebotó y se desplazo hacia el otro lado de la calle que había comenzado a cruzar. Parándose finalmente en los zapatos de un cuerpo que se paro en seco al notar el impacto. Caoimhe siguió con su mirada la figura a la que pertenecían aquellos pies.
El hombre acababa de salir de su taller, sin duda desvelado por el gentío que comenzaba a llevar y traer agua para intentar apagar la casa de Mileto. Muchas de aquella personas miraban curiosas ambos cuerpoes, el de Caoimhe y su doble al pasar. Uno de ellos esbozo una risotada y grito mientras corría con una olla entera llena de agua.
-Imagino que tu madre ha encontrado al fin la forma de clonaros a todas, Caoimhe.. dijo mientras derramaba la mitad del contenido a su paso- No estoy muy seguro que en ese estado sus muñecas puedan hacerles negocio. Aunque avísame si consigues reparar a esa… Ya sabes… al ser cliente habitual una cara nueva siempre es un aliciente- y continuo camino abajo.
Caoimhe evito las ganas de vomitar y apretó una de sus manos recordándose a si misma que tendría una conversación larga y tendida con su madre y sobre las promesas que les hace a sus clientes..
-Caoimhe tiene una gemeeeela Caoimhe tiene una gemeeeela- comenzaron a canturrear varios niños que como sus padres habían comenzado a llevar agua para apagar el incendio. Aquella cancioncita comenzó a propagarse de aquí a allá y todos los niños la convirtieron en un juego que alertaba a la mayoría de los adultos que los rodeaban.
La vampiresa entendio la mirada agazapada de algunos de aquellos que la habían intentado atacar tan solo horas antes y que habían entendido: por el estado de la mujer y el bio frente a ella que quizás nada era lo que parecía. Todos, por supuesto aprovecharon que había trabajo que hacer en la casa de Mileto para escapar de pedir perdones incomodos. La vampiresa sin duda se habría esforzado en sacarles a la fuerza aquel perdón si no fuese por hecho de que acababa de darse cuenta quien era el objeto que había parado el tornillo fruto de su frustración..
-Imagino que la reconoces.- dijo Caoimhe levantando la mano de su copia- Digo… a no ser que alguien mas en el pueblo haya comprado una pulidora de metal nueva, no se quien demonios mas ha podido darle a mi cara un resultado tan sumamente… pulido.- dijo alzando las cejas mientras le daba un toquecito al cuerpo inerte de aquella pseudo bio.-
El hombre se sonrojo. Miro en dirección al resto de las personas que iban a ayudar y resignado aupo el cuerpo de la Caoimhe falsa mientras la verdadera se tomaba la libertad de reabrir la puerta por la que el herrero acababa de salir.
-Sangrila me dijo que iba a ser un regalo que.. no pensé que fuese a usarla para..-comenzó a excusarse.- Me dijo que te divertiría. Me dijo que al fin podrías pasar tiempo con alguien mas que con tu reflejo… además de contigo misma.- continuo.
Caoimhe alzo la mano para que dejase de hablar.
-Sin duda me lo he pasado de muerte con ella...-
Aquel metal era de buena calidad. Su cuerpo era lo suficientemente pesado como para tratarse de simple ojalata.
Ambos dejaron a la falsa Caoimhe en la mesa justo en el centro de la habitación.
-Es… acero- dijo el hombre como leyendo la mente de la vampiresa mientras esta posicionaba uno de los brazos que había caído a un lado de su emplazamiento.- No estoy segura de que encantamiento uso para hacerla despertarla- continuo- eso os lo dejo a ustedes los… brujos. Yo tan solo me asegure que estuviese chapada de algo lo suficientemente fuerte como para aguantar la presión de 3 hombres.- finalizo.
Caoimhe vacilo mientras recorria el espacio reducido de aquí a alla. Pensativa.
No le cabia duda que Sangrila había estado observándola aquella noche. Posiblemente la mujer la había seguido desde el momento que abandono el hospital donde la había dejado. No la sorprendería que su fiel amiga hubiese encantado a aquel pseudo bio desde un lugar aventajado y preferentemente alto…Hasta que algo la había hecho parar.
Se mordio el labio inferior intentando pensar con rapidez. En aquel momento poco le importaba el castigo a Sangrila. Estaba segura de que tendría bastante tiempo para hacerla ver todo lo mal que había hecho. Aquel metal sin embargo… quizás podría usarlo a su favor.
-¿Cuántas espadas crees que pueden salir del cuerpo de mi clon?- interrumpió Caoimhe como si hubiese estado haciendo cuentas hasta ese entonces en su cabeza.
El hombre la miro aturdido como si aquello lo hubiese pillado de sorpresa y no la hubiese oído bien. Los ojos abiertos como platos y la expresión exhasperada de Caoimhe le revelo que no bromeaba.
-Emmm- dijo el hombre calculando de manera rápida- Una por cada brazo… quizás tres por cada pierna. Diria que otras tres por el resto del cuerpo… 6. Y una daga pequeña pero…
-¿Cuánto vas a tardar?- inquirió
-Mmm- el hombre examino entonces el material- Minimo una semana- Su voz titubeo al encontrarse con la mirada enojada de Caoimhe.- mmmm 3 días si trabajo noche y día.
-Perfecto.- dijo Caoimhe que de pronto se encontraba de buen humor.- El jueves me paso a recogerlas[... hace bastante que no viajo a Roilkat y estoy seguro que cierto comandante va a apreciar esta munición./color]. – Caoimhe esperaba la interrupción del hombre que no tardo en intentar ser emplazada y que hablaba del precio de aquel trabajo.- No te preocupes…Imagino que te lo descuento de tu deuda general. Al fin y al cabo tu artilugio ha intentado matarme. Tranquilo, no te lo tengo en cuenta- dijo mientras le guiñaba un ojo.
Se tapó la cara con la capucha a medida que recorría los pasos que la llevaban de vuelta a su tienda. Había sido una noche larga y el cuchicheo de algún que otro vecino le había alertado de que para entonces muchos creían en la existencia de dos Caoimhes. Una mala y la otra justiciera. Había escuchado a algún que otro de sus clientes rezar porque la Caoimhe que llevaba las cuentas de su tienda fuese la que se hubiese muerto aquella noche.
Casi podía notar la calidez de su almohada y el olor a incienso de su habitación. La calle estaba silenciosa, vacía y aun oscura, y aun asi, a Caoimhe no le fue difícil reconocer a la figura encapuchada la recibió justo enfrente de su puerta.
Era como mínimo el doble de alto que ella y su pelaje con motas doradas y negras típico de un guepardo estaba erizado y manchado aquí y allá de sangre. Cargaba con lo que parecía ser una bola mojada.
El problema es que la mujer sabia que aquella pequeña bola le recordaba demasiado al pelo oscuro y rizado de Sangrila.
-Me dijiste que estabas cansada de que siempre tuvieses que ser tu quien hacia el trabajo sucio- dijo Axel levantando el rostro sin vida de Sangrila.
El corazón de Caoimhe latió fuerte al lanzar una ultima mirada a la que había sido su amiga. Suspiró herida y dolida a la vez.
-Imagino que sabes que su padre no va a estar muy contento- añadió Caoimhe abriendo al fin la puerta de su tienda
-Estaba así cuando la encontré- dijo el hombre bestia y le guiñó un ojo mientras se alejaba veloz adentrándose en la frondosidad del bosque llevándose la cabeza con él.
Iba a echarlo de menos.
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Re: El pueblo duerme [Noche]. [cerrado]
Los hombres veían a Ingela alejarse en el cielo, prácticamente absortos. -Sí, la encontrará- respondió Fëanor a Zagreus, viendo cómo la figura alada se hacía más pequeña. Luego se encogió de hombros -No sé. Depende de bajo qué circunstancias la encuentre- dijo -Ingela es de golpear y luego preguntar, pero no actuará a menos que sienta que tiene que hacerlo, es más de reaccionar que de tomar la iniciativa, así que la prestamista solo estará en problemas si la encuentra haciendo algo que le moleste- explicó. El elfo sonrió -En todo caso, espero que no la encuentre- añadió antes de reír por el comentario acerca de Bolti.
El incendio de la casa de Mileto volvió a conmocionar a los vecinos que aún lidiaban con las consecuencias del primer suceso de la noche; aún no terminaban con el primero y ahora había un segundo foco de fuego. Desde las alturas, Ingela veía a la gente correr con cubos llenos de agua, de un lado a otro, tratando de apagar las llamas antes que estas causaran más daño. Les dejaría esa tarea, pues la suya era llegar con Sagrila antes que la prestamista.
Más o menos orientada, una casa le llamó la atención a Ingela por lo tranquila que estaba; era la única sin luces encendidas y sin aparente actividad dentro de ella, siendo que dentro de todas las demás se veía algo de agitación.
Afortunadamente, y justamente porque aquella pequeña comunidad no había tenido tregua aquella noche, una dragona de 4 metros de largo aterrizando en la calle no causó ninguna conmoción ni sorpresa a nadie. La puerta de la casa, que estaba entreabierta, tenía un pomo de cabeza de caballo de bronce. Con su hocico, empujó hasta abrirla por completo y poder entrar, aún en su forma de dragón. Transformada, Ingela tenía mejores sentidos que como humana, así que pudo ver con claridad el desastre que había dentro; todo estaba dado vuelta y habían manchas de sangre fresca por todos lados. Definitivamente, alguien irrumpió y atacó a los habitantes de la casa; la evidencia más grande, un cuerpo de mujer decapitado y el de un hombre hecho girones. Aquello fue el ataque de una bestia, sin lugar a dudas.
Ingela retrocedió para salir de la caza, sintiendo un enojo muy profundo contra aquella mujer quien seguramente mandó a matar a Sagrila. Al volver a la calle, se impulsó hacia arriba para retomar el vuelo pues sospechaba que el enviado a hacer el trabajo sucio no podría estar muy lejos. Y tenía razón.
Un enorme hombre leopardo saltaba techos a un par de cuadras. Ingela observó desde las alturas que entró por una ventana y enseñaba la cabeza de Sagrila a alguien. Agudizó la mirada y allí estaba la prestamista sonriendo complacida. Rápidamente, el hombre leopardo salió por la misma ventana y comenzó a huir por el bosque cercano. La dragona decidió que tendría que detenerlo y quitarle la cabeza de la joven mujer antes que la desapareciera.
Se lanzó hacia él y disparó una llamarada pequeña, apenas para espantarlo y hacerlo caer. Como hombre felino que era, esquivó la llama de un salto y, en el aire, giró para enfrentarla. Ingela aterrizó, lo miró y enseñó sus enormes colmillos como advertencia. De poder hacerlo, le diría que no le convenía enfrentarla, pero ni aunque lo hubiese hecho él le haría caso; en general, jamás la escuchaban cuando advertía ese tipo de cosas. Qué orgullo tan absurdo tiene la mayoría de la gente.
El hombre leopardo saltó, ella se paró sobre sus patas traseras para recibirlo con zarpazos. Ambos se enfrentaron en una refriega que duró poco, pues no solo se enfrentaba a una dragona que le doblaba en tamaño, también era una que no podía tocar sin quemarse, así que el hombre leopardo hizo lo más sensato y dejó la cabeza tirada para darse a la fuga. A Ingela le habría encantado seguirlo y calcinar a ese bastardo, pero prefirió recoger con cuidado la cabeza y llevársela a Mileto.
Cuando llegó, los vecinos habían apagado gran parte del incendio. Aterrizó despacio, sobre sus traseras, ocultando la carga que llevaba en las delanteras. Fëanor se dio cuenta de inmediato que la dragona estaba acongojada y temió lo peor. Fue rápidamente hacia ella y vio el pesar en los ojos de ella. -Ay no... Inge...- murmuró cuando ella le reveló la cabeza magullada de la mujer.
El incendio de la casa de Mileto volvió a conmocionar a los vecinos que aún lidiaban con las consecuencias del primer suceso de la noche; aún no terminaban con el primero y ahora había un segundo foco de fuego. Desde las alturas, Ingela veía a la gente correr con cubos llenos de agua, de un lado a otro, tratando de apagar las llamas antes que estas causaran más daño. Les dejaría esa tarea, pues la suya era llegar con Sagrila antes que la prestamista.
Más o menos orientada, una casa le llamó la atención a Ingela por lo tranquila que estaba; era la única sin luces encendidas y sin aparente actividad dentro de ella, siendo que dentro de todas las demás se veía algo de agitación.
Afortunadamente, y justamente porque aquella pequeña comunidad no había tenido tregua aquella noche, una dragona de 4 metros de largo aterrizando en la calle no causó ninguna conmoción ni sorpresa a nadie. La puerta de la casa, que estaba entreabierta, tenía un pomo de cabeza de caballo de bronce. Con su hocico, empujó hasta abrirla por completo y poder entrar, aún en su forma de dragón. Transformada, Ingela tenía mejores sentidos que como humana, así que pudo ver con claridad el desastre que había dentro; todo estaba dado vuelta y habían manchas de sangre fresca por todos lados. Definitivamente, alguien irrumpió y atacó a los habitantes de la casa; la evidencia más grande, un cuerpo de mujer decapitado y el de un hombre hecho girones. Aquello fue el ataque de una bestia, sin lugar a dudas.
Ingela retrocedió para salir de la caza, sintiendo un enojo muy profundo contra aquella mujer quien seguramente mandó a matar a Sagrila. Al volver a la calle, se impulsó hacia arriba para retomar el vuelo pues sospechaba que el enviado a hacer el trabajo sucio no podría estar muy lejos. Y tenía razón.
Un enorme hombre leopardo saltaba techos a un par de cuadras. Ingela observó desde las alturas que entró por una ventana y enseñaba la cabeza de Sagrila a alguien. Agudizó la mirada y allí estaba la prestamista sonriendo complacida. Rápidamente, el hombre leopardo salió por la misma ventana y comenzó a huir por el bosque cercano. La dragona decidió que tendría que detenerlo y quitarle la cabeza de la joven mujer antes que la desapareciera.
Se lanzó hacia él y disparó una llamarada pequeña, apenas para espantarlo y hacerlo caer. Como hombre felino que era, esquivó la llama de un salto y, en el aire, giró para enfrentarla. Ingela aterrizó, lo miró y enseñó sus enormes colmillos como advertencia. De poder hacerlo, le diría que no le convenía enfrentarla, pero ni aunque lo hubiese hecho él le haría caso; en general, jamás la escuchaban cuando advertía ese tipo de cosas. Qué orgullo tan absurdo tiene la mayoría de la gente.
El hombre leopardo saltó, ella se paró sobre sus patas traseras para recibirlo con zarpazos. Ambos se enfrentaron en una refriega que duró poco, pues no solo se enfrentaba a una dragona que le doblaba en tamaño, también era una que no podía tocar sin quemarse, así que el hombre leopardo hizo lo más sensato y dejó la cabeza tirada para darse a la fuga. A Ingela le habría encantado seguirlo y calcinar a ese bastardo, pero prefirió recoger con cuidado la cabeza y llevársela a Mileto.
Cuando llegó, los vecinos habían apagado gran parte del incendio. Aterrizó despacio, sobre sus traseras, ocultando la carga que llevaba en las delanteras. Fëanor se dio cuenta de inmediato que la dragona estaba acongojada y temió lo peor. Fue rápidamente hacia ella y vio el pesar en los ojos de ella. -Ay no... Inge...- murmuró cuando ella le reveló la cabeza magullada de la mujer.
Ingela
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