Un Torrente De Sangre A La Cabeza [Noche] [Privado] [Cerrado]
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Un Torrente De Sangre A La Cabeza [Noche] [Privado] [Cerrado]
- A RUSH OF BLOOD TO THE HEAD:
Habían pasado ya unos días desde la muerte de Peter. Cohen no podía estar en la habitación dónde había estado durmiendo, el pequeño cuarto bajo La Flor Inerte. La estancia le recordaba el cadáver de su antiguo amante, el charco de sangre y el dibujo del Ojo Carmesí en una de las paredes.
Le había enterrado en el jardín botánico, junto con unos escarabajos carnívoros. Ellos devorarían su carne rápidamente y en cuestión de un mes, poco quedaría del cuerpo salvo su esqueleto.
Cohen vivía ahora en la Casa de los Rappaccini. Era verano, el jardín estaba en flor e Isabella lucía maravillosa. Su pelo dorado, su piel tostada por el sol, su bello rostro sin síntomas de agonía ni asfixia. Su felicidad era extrema. La joven podía alejarse mucho más de la Rosanera: podía hacer vida en la casa e incluso salir a la cercana Plaza de las Penas, anexa al Jardín. No iba demasiado lejos, pero podía disfrutar un poco más de la vida.
Betis crecía rápidamente. El cachorro pantera había comenzado a comer carne hacía tan sólo unos días. De personalidad traviesa, exigía demasiada atención y juegos y Cohen no estaba de ánimos para atenderle.
En la habitación donde pasaba los periodos diurnos, estudiaba los dos mapas que habían estado en posesión del Ojo. En ellos, estaban dibujados varios edificios de Sacrestic Ville.
En uno de ellos, reconoció la Iglesia de los Hijos de Cristo, marcada con un color rojo. A su lado, otra pequeña marca, en el mausoleo de los Borlem. El vampiro sabía que entre aquellos dos edificios estaba el túnel subterráneo, con la sala del Ojo Carmesí, dónde San Jacobo se había escondido durante el ataque de Blackanus y sus hombres.
El segundo, que encajaba continuando el primero, en su lado izquierdo, mostraba el Barrio Oscuro, dónde estaba claramente marcada la imprenta de Victor Krane y los Aeros de Sangre y un poco más allá, la casa de Krane. Cohen sabía que entre ellos, igualmente, había otro túnel subterráneo y otra sala propiedad del Ojo.
Faltaba una pieza a la derecha del mapa de la Iglesia, un tercer trozo que posiblemente cerraba el mapa. El vampiro repasaba una y otra vez dónde podría hacerse con él, dónde podía estar, si allí se mostraría dónde se reunía el Ojo.
Las preguntas le atormentaban, las visiones del cuerpo sin vida de Peter volvían continuamente a su memoria y el deseo de acabar con todos los miembros del Ojo se incrementaba cada vez más.
Su introspección era tan profunda que cuándo se dio cuenta era ya de noche. El sonido de unos pasos le sacaron de sus pensamientos. Dos personas subían las escaleras.
Reconoció la voz de Isabella, que hablaba en voz baja, a alguien. Quizás a uno de los pocos sirvientes que la joven conservaba desde la estancia de su padre.
―Ya no sé qué hacer con él. Me alegra que te hayas pasado. Seguramente se alegrará de verte.
Al abrir la puerta, Isabella entró radiante, hermosa, con un vestido rosáceo, con su brillante sonrisa. Cohen había cogido cariño a la joven y agradecía los cuidados y la ayuda que le proporcionaba.
Tras ella, una figura más alta. Reconoció a Zagreus rápidamente y Cohen sonrió al que era posiblemente la persona de su máxima confianza.
―¡Mira quién ha venido a verte! ―dijo mientras caminaba en línea recta hacia uno de los balcones, abriéndolos dejando entrar la luz de la luna y el aire fresco nocturno― Podrías haber ventilado la habitación…
El vampiro miró a Zagreus, desconociendo el motivo de su visita. ¿Se habría enterado de la desaparición de Lannet? Los rumores habían corrido por toda la ciudad, pero aún no se le daba por muerto. Sin embargo, Isabella ya había visto varios soldados acercándose por allí. Sabía que era cuestión de tiempo de que alguien le hiciera una visita, quizás no con buenas intenciones…
―Le he contado lo de Lannet. Seguramente te gustará hablar con él del asunto― Isabella miró a la mesa dónde los dos mapas estaban desplegados y miró a Zagreus señalándolos― Lleva mirando eso dos días y no quiere decirme lo que está pensando ni lo que es... ni lo que piensa hacer. A ver si tienes más suerte… ¡a mí me tiene harta! Betis… hermoso, ven, vamos a darte de comer…
Tras coger al pequeño cachorro de pantera entre sus manos, salió de la habitación cerrando la puerta dejando tras ella a los dos hombres.
― Le mataron en mi habitación. Le sacaron las tripas hasta que quedó desangrado.
Le había hablado a muy poca gente sobre el Ojo Carmesí y confiaba en Zagreus cómo para contarle absolutamente todo sobre ellos. Necesitaba aliados y él, sin duda, era el mejor con el que podía contar.
El vampiro se levantó y caminó hasta una mesa auxiliar dónde había una jarra de sangre. De dónde la había sacado Isabella era un misterio... pero no estaba nada mal. A su lado, un par de copas vacías.
―Tengo muchas cosas que contarte... Será una larga historia...
Cohen
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Re: Un Torrente De Sangre A La Cabeza [Noche] [Privado] [Cerrado]
Nuevamente, volvía a Sacrestic Ville, la situación con los humanos cada vez cobraba mayor tensión y sabía que pronto Oneca movería piezas en su cruzada para recuperar la ciudad. Los humanos necesitaban refuerzos en Verisar y sería una buena oportunidad para actuar.
Mis viajes últimamente habían estado ajetreados, tenía muchas cosas que contar en mi paso por la Flor, parada obligatoria en mis viajes a Sacrestic. Al final de cuentas, mi última visita había sido corta y debido a la situación con Isabella e Itzamaray no existió la posibilidad de una buena charla con el alquimista.
Los rumores en el oeste corrían rápido y hablaban de una tragedia. Los vampiros celebraban con cantos a la muerte, pero el rostro de los guardias humanos que aún quedaban en la villa reflejaban desconsuelo en aquella penumbra.
Me costaba creer las palabras que a mis oídos llegaban, me cuestionaba las versiones que circulaban en los bajos callejones y la tensión palpable en las calles de la capital del oeste. Tenía que confirmar con una fuente fiable, así que sin distraerme acudí a la Flor Inerte.
El candelabro de la callejuela estaba apagado, el taller estaría cerrado. Por lo que me acerqué al jardín a preguntar a la joven Isabella a ver si conocía el paradero de Cohen.
Oh Zagreus, que agradable sorpresa - me contestó con brillante alegría al verme - Eres el único que puede ayudar a Cohen.
No entendía a qué se refería, pero ideas tenebrosas acosaban mi mente. ¿Sería verdad aquellos rumores?
La joven, bajo el marco de la puerta que conducía al jardín, me informó de lo sucedido con los detalles que ella conocía, relatando lo afectado que estaba su amigo vampiro y que en parte era causa de él.
Las implicaciones de aquel asesinato eran enormes. Quien estuviese detrás del mismo tendría mucho poder, y si Cohen era su objetivo, el alquimista estaba en serios problemas. Aquello solo era una muestra de lo que podrían hacer, y si su exhibición de determinación se basaba en asesinar al guardia en cargo de la capital del oeste, no quería imaginar de lo que serían capaces.
Sacrestic cambiaría, un golpe así a los cimientos de la ocupación humana no pasaría desapercibido para Lunargenta. Y menos si se trataba de Lannet, alguien que, por más que pudiera ser criticado por sus pares, tenía la estima de gente importante en Verisar.
Acompañé a la joven a la estancia donde estaba el vampiro, al entrar tras la presentación de Isabella, nos dejó a solas tomando lo que parecía el nuevo acompañante de aquel jardín, una cría de pantera. Curiosa elección de mascota.
El vampiro cabizbajo habló, con tono taciturno reflejaba el flagelo de culpa que cargaba. Nunca había visto a Cohen en aquel estado, no había sonrisa pícara, no había una mirada lujuriosa, sencillamente no era el mismo…
Tomé asiento mientras el vampiro se disponía a servir un par de bebidas, la melancolía en sus pasos lentos hablaban de lo afectado que se encontraba. Necesitaba hablar, necesitaba actuar.
Dejé que mi silencio hablara, Cohen necesitaba solo compañía en su soledad y sabía que mis palabras solo entorpecían la catarsis del vampiro. Me costaba entender las emociones, pero sabía leer bien a las personas.
Le tenía estima al humano por más de que pudiera tener mis diferencias con él. No sabía si su partida me generaba tristeza o si más bien me aliviaba por mis objetivos en aquella Villa, donde el gran Peter Lannet sería un obstáculo difícil de lidiar… Pensamientos inoportunos que prefería guardar para mí.
Tomé la copa con sangre y empapé mis labios, mirando al vampiro que se preparaba para relatar lo sucedido, rompí mi silencio para decir - Lannet era un buen hombre… - cortando aquella melancolía con una idea genuina, un pensamiento honesto que debía mantenerse incluso en la desgracia.
Mis viajes últimamente habían estado ajetreados, tenía muchas cosas que contar en mi paso por la Flor, parada obligatoria en mis viajes a Sacrestic. Al final de cuentas, mi última visita había sido corta y debido a la situación con Isabella e Itzamaray no existió la posibilidad de una buena charla con el alquimista.
Los rumores en el oeste corrían rápido y hablaban de una tragedia. Los vampiros celebraban con cantos a la muerte, pero el rostro de los guardias humanos que aún quedaban en la villa reflejaban desconsuelo en aquella penumbra.
Me costaba creer las palabras que a mis oídos llegaban, me cuestionaba las versiones que circulaban en los bajos callejones y la tensión palpable en las calles de la capital del oeste. Tenía que confirmar con una fuente fiable, así que sin distraerme acudí a la Flor Inerte.
El candelabro de la callejuela estaba apagado, el taller estaría cerrado. Por lo que me acerqué al jardín a preguntar a la joven Isabella a ver si conocía el paradero de Cohen.
Oh Zagreus, que agradable sorpresa - me contestó con brillante alegría al verme - Eres el único que puede ayudar a Cohen.
No entendía a qué se refería, pero ideas tenebrosas acosaban mi mente. ¿Sería verdad aquellos rumores?
La joven, bajo el marco de la puerta que conducía al jardín, me informó de lo sucedido con los detalles que ella conocía, relatando lo afectado que estaba su amigo vampiro y que en parte era causa de él.
Las implicaciones de aquel asesinato eran enormes. Quien estuviese detrás del mismo tendría mucho poder, y si Cohen era su objetivo, el alquimista estaba en serios problemas. Aquello solo era una muestra de lo que podrían hacer, y si su exhibición de determinación se basaba en asesinar al guardia en cargo de la capital del oeste, no quería imaginar de lo que serían capaces.
Sacrestic cambiaría, un golpe así a los cimientos de la ocupación humana no pasaría desapercibido para Lunargenta. Y menos si se trataba de Lannet, alguien que, por más que pudiera ser criticado por sus pares, tenía la estima de gente importante en Verisar.
Acompañé a la joven a la estancia donde estaba el vampiro, al entrar tras la presentación de Isabella, nos dejó a solas tomando lo que parecía el nuevo acompañante de aquel jardín, una cría de pantera. Curiosa elección de mascota.
El vampiro cabizbajo habló, con tono taciturno reflejaba el flagelo de culpa que cargaba. Nunca había visto a Cohen en aquel estado, no había sonrisa pícara, no había una mirada lujuriosa, sencillamente no era el mismo…
Tomé asiento mientras el vampiro se disponía a servir un par de bebidas, la melancolía en sus pasos lentos hablaban de lo afectado que se encontraba. Necesitaba hablar, necesitaba actuar.
Dejé que mi silencio hablara, Cohen necesitaba solo compañía en su soledad y sabía que mis palabras solo entorpecían la catarsis del vampiro. Me costaba entender las emociones, pero sabía leer bien a las personas.
Le tenía estima al humano por más de que pudiera tener mis diferencias con él. No sabía si su partida me generaba tristeza o si más bien me aliviaba por mis objetivos en aquella Villa, donde el gran Peter Lannet sería un obstáculo difícil de lidiar… Pensamientos inoportunos que prefería guardar para mí.
Tomé la copa con sangre y empapé mis labios, mirando al vampiro que se preparaba para relatar lo sucedido, rompí mi silencio para decir - Lannet era un buen hombre… - cortando aquella melancolía con una idea genuina, un pensamiento honesto que debía mantenerse incluso en la desgracia.
Zagreus
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Re: Un Torrente De Sangre A La Cabeza [Noche] [Privado] [Cerrado]
Tras ceder la copa de sangre a Zagreus, Cohen escuchó cómo su amigo decía que Peter era un buen hombre. Realmente lo era, aunque los intereses de su raza en la ciudad eran en ocasiones cuestionables. La presencia de los soldados humanos en la ciudad había sido positiva en algunos aspectos, aunque negativos en otros.
Cohen se sentó frente a su amigo, cansado, dejando escapar un suspiro, antes de comenzar a relatar aquella larga historia.
―¿Recuerdas que buscaba a Zana? La encontré. Estaba en Tempestad, una antigua fortaleza en la Comarca de Urd, encerrada en una de las celdas de las mazmorras subterráneas. Había enloquecido y no paraba de hablar de una esfera púrpura, de la que parecía estar obsesionada. Dijo que la tenía el Ojo Carmesí… La liberé, aunque su locura la llevó a entregarse al sol a la mañana siguiente…
Paró unos segundos para dar un sorbo de sangre a su copa antes de continuar.
―Me interesé por el Ojo Carmesí cuándo llegué a la ciudad y descubrí que había marcas de un ojo en algunos edificios de la ciudad: en una imprenta, en un mausoleo, en la Iglesia de Cristo… Parece ser que se trata de una especie de Sociedad Secreta, cuyas intenciones desconozco. Hasta que me dejaron un rastro… querían que ayudase a uno de sus aliados que se encontraba en un apuro.
Prefería no nombrar a San Jacobo expresamente, no hasta que le contara toda la historia por completo y sólo entrar en detalles si era necesario.
―El caso es que descubrí un par de túneles secretos que llevan a unas salas subterráneas de esta sociedad. Tengo igualmente dos fragmentos de un mapa de tres partes que he logrado recopilar. Al parecer, he llamado la atención de El Ojo y Peter ha pagado las consecuencias por mi culpa.
Cohen se levantó en dirección a la mesa, dónde había dibujado el símbolo del Ojo Carmesí. Recordaba que Zagreus podría haberlo visto, ya que el primer dibujo del símbolo que encontró estaba en el sótano de aquella casa, entre las posesiones que Zana dejó enterradas en el jardín de Rapaccini.
―Este es el símbolo de esta Sociedad Secreta. Estaba dibujado en la pared de mi habitación sobre el cuerpo de Peter.
Tras volver a sentarse, clavó su melancólica y triste mirada sobre los ojos de su amigo.
―Quiero encontrarles y matarles a todos. Pero no sé cuántos son ni dónde se esconden. Necesito a alguien que me ayude y ya que estás… no se me ocurre nadie mejor… Llevaron a Zana hasta la locura y han asesinado a Peter. No puedo quedarme quieto sin hacer nada. Debo actuar…
Dio un segundo sorbo, esta vez más largo, acapando la copa por completo y depositándola vacía sobre la mesa auxiliar.
El silencio de la sala quedó interrumpido por el silencio en la calle. Una gran cantidad de pasos sonaban sobre el suelo de piedra. Era un grupo numeroso.
Cohen se asomó al exterior del edificio, justo a tiempo para ver cómo un grupo de soldados se aproximaba hacia la fachada de la casa.
―Enterré a Peter en el jardín… Los soldados humanos le están buscando. Creo que saben de nuestra relación… creo que soy el principal sospechoso de su desaparición…
Y tras pronunciar esas palabras, los golpes en la puerta principal del edificio le hicieron saber que los hombres de Peter habían ido allí en su búsqueda.
Cohen se sentó frente a su amigo, cansado, dejando escapar un suspiro, antes de comenzar a relatar aquella larga historia.
―¿Recuerdas que buscaba a Zana? La encontré. Estaba en Tempestad, una antigua fortaleza en la Comarca de Urd, encerrada en una de las celdas de las mazmorras subterráneas. Había enloquecido y no paraba de hablar de una esfera púrpura, de la que parecía estar obsesionada. Dijo que la tenía el Ojo Carmesí… La liberé, aunque su locura la llevó a entregarse al sol a la mañana siguiente…
Paró unos segundos para dar un sorbo de sangre a su copa antes de continuar.
―Me interesé por el Ojo Carmesí cuándo llegué a la ciudad y descubrí que había marcas de un ojo en algunos edificios de la ciudad: en una imprenta, en un mausoleo, en la Iglesia de Cristo… Parece ser que se trata de una especie de Sociedad Secreta, cuyas intenciones desconozco. Hasta que me dejaron un rastro… querían que ayudase a uno de sus aliados que se encontraba en un apuro.
Prefería no nombrar a San Jacobo expresamente, no hasta que le contara toda la historia por completo y sólo entrar en detalles si era necesario.
―El caso es que descubrí un par de túneles secretos que llevan a unas salas subterráneas de esta sociedad. Tengo igualmente dos fragmentos de un mapa de tres partes que he logrado recopilar. Al parecer, he llamado la atención de El Ojo y Peter ha pagado las consecuencias por mi culpa.
Cohen se levantó en dirección a la mesa, dónde había dibujado el símbolo del Ojo Carmesí. Recordaba que Zagreus podría haberlo visto, ya que el primer dibujo del símbolo que encontró estaba en el sótano de aquella casa, entre las posesiones que Zana dejó enterradas en el jardín de Rapaccini.
―Este es el símbolo de esta Sociedad Secreta. Estaba dibujado en la pared de mi habitación sobre el cuerpo de Peter.
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Tras volver a sentarse, clavó su melancólica y triste mirada sobre los ojos de su amigo.
―Quiero encontrarles y matarles a todos. Pero no sé cuántos son ni dónde se esconden. Necesito a alguien que me ayude y ya que estás… no se me ocurre nadie mejor… Llevaron a Zana hasta la locura y han asesinado a Peter. No puedo quedarme quieto sin hacer nada. Debo actuar…
Dio un segundo sorbo, esta vez más largo, acapando la copa por completo y depositándola vacía sobre la mesa auxiliar.
El silencio de la sala quedó interrumpido por el silencio en la calle. Una gran cantidad de pasos sonaban sobre el suelo de piedra. Era un grupo numeroso.
Cohen se asomó al exterior del edificio, justo a tiempo para ver cómo un grupo de soldados se aproximaba hacia la fachada de la casa.
―Enterré a Peter en el jardín… Los soldados humanos le están buscando. Creo que saben de nuestra relación… creo que soy el principal sospechoso de su desaparición…
Y tras pronunciar esas palabras, los golpes en la puerta principal del edificio le hicieron saber que los hombres de Peter habían ido allí en su búsqueda.
Cohen
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Re: Un Torrente De Sangre A La Cabeza [Noche] [Privado] [Cerrado]
Era mucha información para asimilar, obvio que recordaba a Zana, la dueña anterior del pergamino. Su locura seguramente había afectado al vampiro que en sus días estaba obsesionado por encontrarla ¿pero por qué estaba encerrada?
No quería interrumpir al alquimista que ahora describe al “Ojo Carmesí”, mis cejas dibujaron clara intriga sobre el tema, no conseguía información en mi extenso conocimiento sobre aquella organización. Aspecto que me molestaba y al mismo tiempo me impresionaba, un gremio capaz de mantenerse en las sombras y simultáneamente tener tanto poder e influencia era algo a lo que temer.
Cohen describió sus descubrimientos sobre un mapa y algunos túneles secretos. Conocía de la existencia de varios pasadizos en el subterráneo de Sacrestic, los grandes clanes vampíricos de antaño se desplazaban principalmente por esas arterias ocultas a los ojos del ignorante y los invasores. La idea de que alguno de aquellos pasos laberínticos fuera de aquel gremio no me resultaba sorprendente, seguramente con el fragmento restante podríamos dar con su sede.
Cohen me mostró el dibujo del ojo que recordaba vagamente de aquella visita al sótano de los Rappaccini, en su momento no entendía la trascendencia de aquel símbolo que ahora era el causante de la tragedia para el alquimista. Estaba dispuesto a ayudarle, al final de cuentas aún me sentía en deuda con él por haberme ayudado a encontrar uno de los pergaminos legendarios ¿pero tendríamos lo necesario para enfrentarnos a tal Leviatán?
Cuenta conmigo para lo que quieras, pero… - estaba por elaborar una oleada de preguntas, necesitaba mayor información. ¿Qué había ocurrido con Zana?, ¿Qué lazos la unían al Ojo?, ¿Cómo Cohen había “llamado” la atención de ellos? Debía haber más, la muerte de Lannet era un mensaje exagerado si solo se tratase de entrometerse en el camino de aquel grupo. ¿Tendrán relación con el gremio de alquimistas?, prácticamente solo sabíamos el nombre y el símbolo que los identificaba, pero ¿quiénes eran, cuáles serían sus motivaciones y metas? Esperaba que Cohen pudiera dar luz sobre esos detalles tan importantes. Sin embargo, la inoportuna visita de la guardia detuvo la conversación.
Isabella angustiada entró a la habitación - Cohen, llegaron unos hombres preguntando por ti. Saben que estás aquí… - El grupo de humanos con un par de lámparas de aceite y sus manos sobre los sables característicos de la guardia de Sacrestic gritaban el nombre del alquimista haciendo que hiciera acto de presencia.
La muerte de Lannet resonaría en todo Aerandir, acusar a Cohen como sospechoso parecía lógico. Incluso la posibilidad de que Seodem estuviese sonriendo pensando en volver al oeste para encargarse personalmente del vampiro cobraba fuerza como un nuevo obstáculo.
¿Cohen, necesitas ayuda? - señalé colocando la copa aún con sangre sobre la mesa. La paciencia de los humanos se agotaba frustrados por la desaparición de Lannet. El alquimista estaba en el ojo del huracán y debía actuar con cabeza, pero en aquel momento no sabía si Cohen tendría la voluntad y la fuerza para mantenerse sosegado.
No quería interrumpir al alquimista que ahora describe al “Ojo Carmesí”, mis cejas dibujaron clara intriga sobre el tema, no conseguía información en mi extenso conocimiento sobre aquella organización. Aspecto que me molestaba y al mismo tiempo me impresionaba, un gremio capaz de mantenerse en las sombras y simultáneamente tener tanto poder e influencia era algo a lo que temer.
Cohen describió sus descubrimientos sobre un mapa y algunos túneles secretos. Conocía de la existencia de varios pasadizos en el subterráneo de Sacrestic, los grandes clanes vampíricos de antaño se desplazaban principalmente por esas arterias ocultas a los ojos del ignorante y los invasores. La idea de que alguno de aquellos pasos laberínticos fuera de aquel gremio no me resultaba sorprendente, seguramente con el fragmento restante podríamos dar con su sede.
Cohen me mostró el dibujo del ojo que recordaba vagamente de aquella visita al sótano de los Rappaccini, en su momento no entendía la trascendencia de aquel símbolo que ahora era el causante de la tragedia para el alquimista. Estaba dispuesto a ayudarle, al final de cuentas aún me sentía en deuda con él por haberme ayudado a encontrar uno de los pergaminos legendarios ¿pero tendríamos lo necesario para enfrentarnos a tal Leviatán?
Cuenta conmigo para lo que quieras, pero… - estaba por elaborar una oleada de preguntas, necesitaba mayor información. ¿Qué había ocurrido con Zana?, ¿Qué lazos la unían al Ojo?, ¿Cómo Cohen había “llamado” la atención de ellos? Debía haber más, la muerte de Lannet era un mensaje exagerado si solo se tratase de entrometerse en el camino de aquel grupo. ¿Tendrán relación con el gremio de alquimistas?, prácticamente solo sabíamos el nombre y el símbolo que los identificaba, pero ¿quiénes eran, cuáles serían sus motivaciones y metas? Esperaba que Cohen pudiera dar luz sobre esos detalles tan importantes. Sin embargo, la inoportuna visita de la guardia detuvo la conversación.
Isabella angustiada entró a la habitación - Cohen, llegaron unos hombres preguntando por ti. Saben que estás aquí… - El grupo de humanos con un par de lámparas de aceite y sus manos sobre los sables característicos de la guardia de Sacrestic gritaban el nombre del alquimista haciendo que hiciera acto de presencia.
La muerte de Lannet resonaría en todo Aerandir, acusar a Cohen como sospechoso parecía lógico. Incluso la posibilidad de que Seodem estuviese sonriendo pensando en volver al oeste para encargarse personalmente del vampiro cobraba fuerza como un nuevo obstáculo.
¿Cohen, necesitas ayuda? - señalé colocando la copa aún con sangre sobre la mesa. La paciencia de los humanos se agotaba frustrados por la desaparición de Lannet. El alquimista estaba en el ojo del huracán y debía actuar con cabeza, pero en aquel momento no sabía si Cohen tendría la voluntad y la fuerza para mantenerse sosegado.
Zagreus
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Re: Un Torrente De Sangre A La Cabeza [Noche] [Privado] [Cerrado]
- A TENER EN CUENTA::
En este tema, por cuestión de cronología, tengo activa la maldición Sifón de Éter:
Desde este momento, tu cuerpo sentirá una curiosa afinidad con el éter o, más bien, hambre de éter. Si llevas objetos encantados contigo (etiquetas [Encantamiento] y [Pergamino]) estos perderán su efecto, pues tu cuerpo absorberá el éter necesario para que funcionen (recuperarán su efecto tras dos rondas sin entrar en contacto contigo). Así mismo, cualquier uso de magia o experimento arcano que se realice en tu presencia podrá experimentar ciertas interferencias.
El primer ataque mágico que recibas en un tema (magia bruja, elfa, dracónica, arcana u objeto mágico, pero no la de tus congéneres vampiros, pues no se basa en el uso del éter) será absorbido por completo (ojo, si te hieren con un arma encantada, eludes el daño mágico, pero no el físico). Pero cuidado con esto, porque si alguien realiza un ataque mágico dirigido hacia otra persona y tú estás presente en la escena, el ataque se desviará buscándote a ti.
Además, tanto éter no interactuará bien con tu naturaleza maldita. El éter absorbido no resultará saciante, sino que te dará un hambre voraz. Cuando hayas absorbido un ataque mágico, el éter de un objeto encantado o permanecido dos turnos en las cercanías de algún hechizo u objeto mágico, tu estómago comenzará a rugir pidiendo sustento. Por cada ronda que tardes en alimentarte (sangre fresca, no frasquitos convenientemente guardados en la mochila), perderás un uso de una de tus habilidades.
Podrás librarte de esta maldición (si lo deseas) tras un mínimo de 3 temas en que se haya activado su efecto (el hambre). Para ello, necesitarás la participación en un mismo tema de un Maestro Alquimista Y un Arcanista de nivel Experto o superior, además de un Master que supervise el tema.
Los rápidos pasos de Isabella escaleras arriba hicieron tensar su cuerpo. Al abrir la puerta, la joven Rappaccini les miró e informó de que sabían que él estaba aquí.
Cohen no tenía la voluntad ni la fuerza para mantenerse sosegado. Lo único que tenía claro era que Isabella no debía verse involucrada. Si se la llevaran, si la obligaban a alejarse demasiado de la flor, a pesar de su mejoría, no sobreviviría.
―Diles que utilicé la magia de la voz contra ti. Diles que te obligué a permitirme quedarme en tu casa. Es la única forma de que no te veas salpicada… Y cuida a Betis en mi ausencia. Volveré.
Tras la pregunta de Zagreus, preguntándole si necesitaba ayuda, Cohen asintió.
―Creo que tengo que enfrentarme a ellos… Ya sé que siempre he estado a favor de la convivencia entre razas en esta ciudad, pero… si esos soldados vienen a detenerme, bueno… que le jodan a la convivencia...―miró a Zagreus y le señaló la copa de sangre que había dejado sobre la mesa― Da el último trago. Voy a iniciar una guerra. Si quieres unirte…
Dio un par de pasos hacia la bolsa que solía llevar consigo. Tras meter la mano en ella, sacó su vial de cristal de Fuego Embotellado. Con él en las manos, se dirigió hacia la puerta que daba acceso al pequeño balcón de la calle.
Tras salir al exterior, vio como un par de guardias humanos se percataban de su presencia.
―Está aquí, ha salido al balcón. Creo que intentará…
No le dio tiempo de terminar la frase. Cohen le había lanzado el elixir de fuego embotellado y él, junto a otro soldado, comenzaron a arder rápidamente antes los gritos de sus compañeros. [1]
Cohen miró de nuevo hacia el interior de la habitación, mirando a Zagreus una última vez, antes de saltar desde el balcón hasta la calle.
Sus pies cayeron contra el acerado de Sacrestic Ville, a un par de metros de los hombres que gritaban mientras les ardía la piel. Al otro lado del fuego, junto a la entrada de la casa, un grupo numeroso de soldados salía de nuevo a la calle.
―¿Me buscaban?
___________________________________________________
[1] Uso de Fuego Embotellado (Elixir) (1 uso): Líquido anaranjado que, al hacer contacto con el aire, se incendia inmediatamente. Puede cubrir un área de hasta 1 metro cuadrado. Las llamas duran aproximadamente 1 minuto (a menos que se expandan en un material inflamable).
Cohen
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Re: Un Torrente De Sangre A La Cabeza [Noche] [Privado] [Cerrado]
El vampiro sumido en su ira y frustración reprimida, se preparó para atacar sin siquiera contemplar el diálogo. Aspiraba por una vía diplomática con los guardias, pero no habían palabras que hicieran cambiar de parecer a Cohen.
Tomé el último sorbo de sangre mientras me levantaba del asiento. Con mi dedo pulgar limpié una fina gota que se deslizaba por la comisura de mi labio mientras el vampiro saltaba por la ventana tras lanzar un elixir de fuego embotellado. Las llamas se alzaron hasta el segundo piso y los gritos de un par de guardias sentenciaron que ya no había vuelta atrás.
No tenía la habilidad acrobática de Cohen, por lo que bajé apresuradamente las escaleras para salir por donde había entrado. Un grupo de guardias encaraba al vampiro alquimista que extasiado de venganza parecía disfrutar su acto. Por su parte, la retaguardia se cuestionaba si atender a los heridos o enfrentarme a mí.
Era evidente que los humanos estaban sumamente afectados por lo de Lannet, mandar prácticamente un escuadrón por un sospechoso no era parte del protocolo. No subestimar al alquimista era sensato, pero tanta gente en su búsqueda delataba las motivaciones de proceder con una ejecución y no un juicio.
Cohen debería lidiar con su parte, y conocía un pequeño truco para no ser un obstáculo para sus habilidades que bien había estudiado. Empleando mi talento con la sangre (1) acerqué mis manos a mis oídos, dejando que tras unos segundos unos pequeños tapones de sangre solidificada aislaran parte del ruido a mi alrededor. Saqué mi Daga del Crepúsculo y me preparé (2) para enfrentar al par que le daba la espalda al pelotón para enfrentarse a mí.
Sin escuchar lo que sucedía a mi alrededor, me aproximé con velocidad. Los guardias atacaron con sus sables, pero con mis sentidos aumentados pude esquivar sus arremetidas impulsivas y poco calculadas. Aprovechando sus torpes aperturas logré propiciar una serie de pequeños cortes en los brazos de uno de los humanos. Sus ataques eran más lentos, la sangre iba cubriendo sus extremidades sin armadura.
Con decisión, el otro sujeto intentó apuñalar mi torso, haciendo que mi armadura hiciera que su arma rebotara. Sus ataques eran toscos y poco armónicos, me cuestionaba si eran competentes como soldados o algo más afectaba su desempeño mediocre. El juego terminaba, podía ver como tras errores recurrentes sus puntos vitales quedaban expuestos. Primero uno, sobre la cervical, cerca de su cuello; luego el otro, a un costado entre el costillar que protege los pulmones, sus pecheras de metal solo cubrían por delante. Ambos cayeron con dos puñaladas certeras.
El fuego se apaciguaba y los cadáveres se apilaban. Debíamos salir de la escena que seguramente alertaría a otros.
Cohen, ya no hay vuelta atrás, debemos irnos. - Señalé dando por obvio que ni el jardín ni el taller serían sitios seguros para resguardarnos. - Aún hay cosas que tienes que aclararme sobre todo esto que pasa. - dije dejando en claro cierta irritación en mis palabras, ser ignorante a un tema me molestaba. El vampiro debía hablar y no dejar que sus emociones lo movilizaran impulsivamente.
Me incliné a uno de los cuerpos y pasé mi daga de forma horizontal por las ropas del humano muerto. Limpiándola para posteriormente guardarla en su funda y seguir al alquimista en el escape de aquella escena.
_______________________________
Off
(1)= Alusión a mi talento Coagulación: Mi sangromancia me permite solidificar la sangre de maneras sobrenaturales, moldeándola para crear armas u objetos. El daño causado con estos objetos genera comúnmente necrosis o amplifica infecciones. Con ello creo dos tapones (tal como ya he hecho en otras ocasiones que lidio con magos de voz), no me aísla totalmente del sonido, así que no grites mucho que me matas.
(2)= Nivel 1: Un paso por delante [Mágica] – Activa (1 uso) Duración= 2 turnos
Zagreus aumenta la producción y trasporte en su torrente sanguíneo de catecolaminas (adrenalina, noradrenalina y dopamina), aumentando considerablemente sus reflejos, concentración y velocidad (mental y física) en combate.
Tomé el último sorbo de sangre mientras me levantaba del asiento. Con mi dedo pulgar limpié una fina gota que se deslizaba por la comisura de mi labio mientras el vampiro saltaba por la ventana tras lanzar un elixir de fuego embotellado. Las llamas se alzaron hasta el segundo piso y los gritos de un par de guardias sentenciaron que ya no había vuelta atrás.
No tenía la habilidad acrobática de Cohen, por lo que bajé apresuradamente las escaleras para salir por donde había entrado. Un grupo de guardias encaraba al vampiro alquimista que extasiado de venganza parecía disfrutar su acto. Por su parte, la retaguardia se cuestionaba si atender a los heridos o enfrentarme a mí.
Era evidente que los humanos estaban sumamente afectados por lo de Lannet, mandar prácticamente un escuadrón por un sospechoso no era parte del protocolo. No subestimar al alquimista era sensato, pero tanta gente en su búsqueda delataba las motivaciones de proceder con una ejecución y no un juicio.
Cohen debería lidiar con su parte, y conocía un pequeño truco para no ser un obstáculo para sus habilidades que bien había estudiado. Empleando mi talento con la sangre (1) acerqué mis manos a mis oídos, dejando que tras unos segundos unos pequeños tapones de sangre solidificada aislaran parte del ruido a mi alrededor. Saqué mi Daga del Crepúsculo y me preparé (2) para enfrentar al par que le daba la espalda al pelotón para enfrentarse a mí.
Sin escuchar lo que sucedía a mi alrededor, me aproximé con velocidad. Los guardias atacaron con sus sables, pero con mis sentidos aumentados pude esquivar sus arremetidas impulsivas y poco calculadas. Aprovechando sus torpes aperturas logré propiciar una serie de pequeños cortes en los brazos de uno de los humanos. Sus ataques eran más lentos, la sangre iba cubriendo sus extremidades sin armadura.
Con decisión, el otro sujeto intentó apuñalar mi torso, haciendo que mi armadura hiciera que su arma rebotara. Sus ataques eran toscos y poco armónicos, me cuestionaba si eran competentes como soldados o algo más afectaba su desempeño mediocre. El juego terminaba, podía ver como tras errores recurrentes sus puntos vitales quedaban expuestos. Primero uno, sobre la cervical, cerca de su cuello; luego el otro, a un costado entre el costillar que protege los pulmones, sus pecheras de metal solo cubrían por delante. Ambos cayeron con dos puñaladas certeras.
El fuego se apaciguaba y los cadáveres se apilaban. Debíamos salir de la escena que seguramente alertaría a otros.
Cohen, ya no hay vuelta atrás, debemos irnos. - Señalé dando por obvio que ni el jardín ni el taller serían sitios seguros para resguardarnos. - Aún hay cosas que tienes que aclararme sobre todo esto que pasa. - dije dejando en claro cierta irritación en mis palabras, ser ignorante a un tema me molestaba. El vampiro debía hablar y no dejar que sus emociones lo movilizaran impulsivamente.
Me incliné a uno de los cuerpos y pasé mi daga de forma horizontal por las ropas del humano muerto. Limpiándola para posteriormente guardarla en su funda y seguir al alquimista en el escape de aquella escena.
_______________________________
Off
(1)= Alusión a mi talento Coagulación: Mi sangromancia me permite solidificar la sangre de maneras sobrenaturales, moldeándola para crear armas u objetos. El daño causado con estos objetos genera comúnmente necrosis o amplifica infecciones. Con ello creo dos tapones (tal como ya he hecho en otras ocasiones que lidio con magos de voz), no me aísla totalmente del sonido, así que no grites mucho que me matas.
(2)= Nivel 1: Un paso por delante [Mágica] – Activa (1 uso) Duración= 2 turnos
Zagreus aumenta la producción y trasporte en su torrente sanguíneo de catecolaminas (adrenalina, noradrenalina y dopamina), aumentando considerablemente sus reflejos, concentración y velocidad (mental y física) en combate.
Zagreus
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Re: Un Torrente De Sangre A La Cabeza [Noche] [Privado] [Cerrado]
Los hombres se quemaban y el olor de sus carnes chamuscadas se extendía por la calle. Un par de valientes soldados decidieron atacar a Cohen, alzando sus espadas en su dirección. Incautos.
Cohen alzó la voz para que llegara hasta ellos. Utilizó un tono tranquilo, relajado, vocalizando con cuidado cada palabra, de forma suave. [1]
―No deseáis atacarme. Os hago sentir serenidad. En cambio, el resto de guardias… siempre os han tratado mal, os odia. ¿Acaso no podéis recordarlo? Los numerosos desprecios que os han hecho pasar, los malos tratos recibidos por ellos… Sentid un terrible sentimiento de venganza contra vuestros compañeros… Atacadles… Devolverles los que os han hecho…
Los dos hombres, que habían quedado paralizados a menos de dos metros de él, evidenciaron un profundo sentimiento de odio en sus rostros y se giraron en dirección a sus compañeros de la Guardia, espada en alto, dispuestos a iniciar un ataque otra ellos.
Un hombre y una mujer corrían también ligeros en su dirección, saltando por encima de los cadáveres calcinados. Se habían apartado de los dos guardas influenciados con su magia y ahora, iban raudos a atacarles.
Cohen emitió su grito de tormento, haciendo que ambos llevaran sus manos a la cabeza, mostrándose severamente mareados. [2]
El vampiro aprovechó la incertidumbre que estaban experimentando para sacar la daga que llevaba en su cinto y dirigiéndose hacia el hombre, lo apuñaló tres veces rápidamente en el abdomen, haciendo que comenzara a desangrarse ante la atenta mirada de los soldados que permanecían en la distancia.
En ese momento, Zagreus salía por la puerta, abriéndose paso hasta él, esquivando los ataques de los soldados que ya estaban suficientemente distraídos por el caos que se organizaba a su alrededor.
En la puerta, vio a Isabella, que cerró enérgicamente la puerta, para evitar verse envuelta en el conflicto.
Al llegar Zagreus hasta su posición y escuchar sus deseos de irse, Cohen llevó su daga cubierta de la sangre del cuerpo de aquel hombre y lamió la hoja con cuidado, recogiendo con su lengua la sangre del soldado ante la atenta mirada del resto de los vivos, que veían preocupados cómo en cuestión de segundos, sus fuerzas se veían minorizadas.
―Vámonos. Sé dónde acudir. Alguien me debe un favor y ya casi es medianoche.
Con sus manos cubiertas de sangre y su cara salpicada en la misma, sonrió al comprobar el uso que Zagreus había hecho a la suya cómo protección ante su magia.
Tras lanzar una última mirada desafiante a los guardas, temerosos de ellos, Cohen emprendió una rápida carrera a través del Barrio Oscuro de Sacrestic Ville.
―Tengo las sospechas de que los soldados creen que estoy detrás de la desaparición de Peter. Creo que uno de sus hombres conocía nuestra relación y la desaprobaba. Ante su desaparición, supongo que unió cabos. O eso, o algún chivatazo…
Cohen no descartaba que el propio Ojo Carmesí hubiese movido hilos para hacer pensar a los soldados que la muerte de Peter estaba relacionado con él. Ya había comprobado que ellos eran capaces de casi todo.
―¿Algo más que quieras preguntar? Hazlo antes de ir a misa.―le preguntó justo cuándo llegaban a la entrada del cementerio, tras la Iglesia de Cristo, en cuyo interior, San Jacobo de Beckelard III, estaría a punto de iniciar su misa de medianoche habitual.
[1] Uso de mi habilidad: Luz De Gas [Mágica, 1 uso de 2 turnos]:
Cohen utiliza un tono de voz tranquilo y sereno, centrando su atención en una o dos personas, motivando que éstas den por ciertas sus palabras, pudiendo incluso inducirlas a recordar hechos que éstas han vivido de forma diferente a la real. Primer Turno.
[2] Uso de mi habilidad: Grito de Tormento [Mágica, 2 usos de 1 turno]:
Cohen emite un grito que causa un fuerte dolor de cabeza, acompañado de mareos, visión borrosa y una cierta desorientación en las personas a su alrededor. Primer Uso. Zagreus no se ve afectado por el grito.
Cohen alzó la voz para que llegara hasta ellos. Utilizó un tono tranquilo, relajado, vocalizando con cuidado cada palabra, de forma suave. [1]
―No deseáis atacarme. Os hago sentir serenidad. En cambio, el resto de guardias… siempre os han tratado mal, os odia. ¿Acaso no podéis recordarlo? Los numerosos desprecios que os han hecho pasar, los malos tratos recibidos por ellos… Sentid un terrible sentimiento de venganza contra vuestros compañeros… Atacadles… Devolverles los que os han hecho…
Los dos hombres, que habían quedado paralizados a menos de dos metros de él, evidenciaron un profundo sentimiento de odio en sus rostros y se giraron en dirección a sus compañeros de la Guardia, espada en alto, dispuestos a iniciar un ataque otra ellos.
Un hombre y una mujer corrían también ligeros en su dirección, saltando por encima de los cadáveres calcinados. Se habían apartado de los dos guardas influenciados con su magia y ahora, iban raudos a atacarles.
Cohen emitió su grito de tormento, haciendo que ambos llevaran sus manos a la cabeza, mostrándose severamente mareados. [2]
El vampiro aprovechó la incertidumbre que estaban experimentando para sacar la daga que llevaba en su cinto y dirigiéndose hacia el hombre, lo apuñaló tres veces rápidamente en el abdomen, haciendo que comenzara a desangrarse ante la atenta mirada de los soldados que permanecían en la distancia.
En ese momento, Zagreus salía por la puerta, abriéndose paso hasta él, esquivando los ataques de los soldados que ya estaban suficientemente distraídos por el caos que se organizaba a su alrededor.
En la puerta, vio a Isabella, que cerró enérgicamente la puerta, para evitar verse envuelta en el conflicto.
Al llegar Zagreus hasta su posición y escuchar sus deseos de irse, Cohen llevó su daga cubierta de la sangre del cuerpo de aquel hombre y lamió la hoja con cuidado, recogiendo con su lengua la sangre del soldado ante la atenta mirada del resto de los vivos, que veían preocupados cómo en cuestión de segundos, sus fuerzas se veían minorizadas.
―Vámonos. Sé dónde acudir. Alguien me debe un favor y ya casi es medianoche.
Con sus manos cubiertas de sangre y su cara salpicada en la misma, sonrió al comprobar el uso que Zagreus había hecho a la suya cómo protección ante su magia.
Tras lanzar una última mirada desafiante a los guardas, temerosos de ellos, Cohen emprendió una rápida carrera a través del Barrio Oscuro de Sacrestic Ville.
―Tengo las sospechas de que los soldados creen que estoy detrás de la desaparición de Peter. Creo que uno de sus hombres conocía nuestra relación y la desaprobaba. Ante su desaparición, supongo que unió cabos. O eso, o algún chivatazo…
Cohen no descartaba que el propio Ojo Carmesí hubiese movido hilos para hacer pensar a los soldados que la muerte de Peter estaba relacionado con él. Ya había comprobado que ellos eran capaces de casi todo.
―¿Algo más que quieras preguntar? Hazlo antes de ir a misa.―le preguntó justo cuándo llegaban a la entrada del cementerio, tras la Iglesia de Cristo, en cuyo interior, San Jacobo de Beckelard III, estaría a punto de iniciar su misa de medianoche habitual.
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[1] Uso de mi habilidad: Luz De Gas [Mágica, 1 uso de 2 turnos]:
Cohen utiliza un tono de voz tranquilo y sereno, centrando su atención en una o dos personas, motivando que éstas den por ciertas sus palabras, pudiendo incluso inducirlas a recordar hechos que éstas han vivido de forma diferente a la real. Primer Turno.
[2] Uso de mi habilidad: Grito de Tormento [Mágica, 2 usos de 1 turno]:
Cohen emite un grito que causa un fuerte dolor de cabeza, acompañado de mareos, visión borrosa y una cierta desorientación en las personas a su alrededor. Primer Uso. Zagreus no se ve afectado por el grito.
Cohen
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Re: Un Torrente De Sangre A La Cabeza [Noche] [Privado] [Cerrado]
Seguí al vampiro con paso rápido. El alquimista conocía las laberínticas callejuelas de Sacrestic Ville a la perfección, por lo que aprovechándonos de las sombras nos desplazamos sin toparnos más humanos o vampiros curiosos.
Cohen abrió la oportunidad de que escupiera mis preguntas, pero sus últimas palabras me intrigaron. ¿Misa?, no era una persona creyente. La religión para mí era una forma de engaño al ignorante que prefiere lidiar con la incertidumbre con la palabra fe. Obvio sabía de la existencia de dioses y cosas inexplicables, pero poner mi vida y destino en manos de esos seres a pro de venerarlos y esperar clemencia de dichas divinidades no estaba dentro de mi configuración.
Sacrestic resaltaba por sus cultos paganos y sectas en honor al dios vampiro, algunos extranjeros mantenían sus religiones ancestrales basadas en dragones y seres primigenios, sintoísmo, creencias en panteones extensos de dioses nórdicos, e incluso el cristianismo parecía tomar fuerza en la capital del oeste. No sabía si era otra de las bromas de Cohen y que la invitación a la misa fuese más un eufemismo, pero preferí omitir el detalle y seguirlo, centrarme en las preguntas que en verdad eran relevantes.
¿Qué hiciste para meterte en este lío…? ¿Qué tiene que ver Zana en todo esto y por qué hacer algo tan extremo como asesinar a sangre fría a Peter…? - mis preguntas eran simples y profundas, no podía haber secretos si lo pretendía ayudar.
Quedaban cuestiones aún por atender entre mis dudas, pero preferí adelantarme a lo pragmático. - ¿Cuál es el plan? ¿Tienes alguna pista o algo que nos permita lidiar con ellos? No deberíamos subestimarlos, Sacrestic está en tu contra y no creo que sea una guerra sencilla de ganar… - dije con pesimismo para hacer énfasis en la necesidad de calcular absolutamente todo antes de lanzarse al abismo.
Mientras terminaba de hablar llegamos a una iglesia con las puertas abiertas. La luz de sus adentros descendía por los escalones hacia la calle. Un par de campanadas en lo alto de una torre sentenciaban que comenzaba un nuevo encuentro religioso. Una misa a la medianoche…
La arquitectura del edificio era gótica con detalles pintorescos en sus paredes y columnas. Herramientas de tortura en su fachada declaraban que se trataba del cristianismo. No entendía que tenía que ver la catedral con nuestro escape de Sacrestic, pero preferí guardar silencio y aparentar “respeto” para no sobresalir de los feligreses que iban entrando apurados a la iglesia.
Cohen abrió la oportunidad de que escupiera mis preguntas, pero sus últimas palabras me intrigaron. ¿Misa?, no era una persona creyente. La religión para mí era una forma de engaño al ignorante que prefiere lidiar con la incertidumbre con la palabra fe. Obvio sabía de la existencia de dioses y cosas inexplicables, pero poner mi vida y destino en manos de esos seres a pro de venerarlos y esperar clemencia de dichas divinidades no estaba dentro de mi configuración.
Sacrestic resaltaba por sus cultos paganos y sectas en honor al dios vampiro, algunos extranjeros mantenían sus religiones ancestrales basadas en dragones y seres primigenios, sintoísmo, creencias en panteones extensos de dioses nórdicos, e incluso el cristianismo parecía tomar fuerza en la capital del oeste. No sabía si era otra de las bromas de Cohen y que la invitación a la misa fuese más un eufemismo, pero preferí omitir el detalle y seguirlo, centrarme en las preguntas que en verdad eran relevantes.
¿Qué hiciste para meterte en este lío…? ¿Qué tiene que ver Zana en todo esto y por qué hacer algo tan extremo como asesinar a sangre fría a Peter…? - mis preguntas eran simples y profundas, no podía haber secretos si lo pretendía ayudar.
Quedaban cuestiones aún por atender entre mis dudas, pero preferí adelantarme a lo pragmático. - ¿Cuál es el plan? ¿Tienes alguna pista o algo que nos permita lidiar con ellos? No deberíamos subestimarlos, Sacrestic está en tu contra y no creo que sea una guerra sencilla de ganar… - dije con pesimismo para hacer énfasis en la necesidad de calcular absolutamente todo antes de lanzarse al abismo.
Mientras terminaba de hablar llegamos a una iglesia con las puertas abiertas. La luz de sus adentros descendía por los escalones hacia la calle. Un par de campanadas en lo alto de una torre sentenciaban que comenzaba un nuevo encuentro religioso. Una misa a la medianoche…
La arquitectura del edificio era gótica con detalles pintorescos en sus paredes y columnas. Herramientas de tortura en su fachada declaraban que se trataba del cristianismo. No entendía que tenía que ver la catedral con nuestro escape de Sacrestic, pero preferí guardar silencio y aparentar “respeto” para no sobresalir de los feligreses que iban entrando apurados a la iglesia.
Zagreus
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Re: Un Torrente De Sangre A La Cabeza [Noche] [Privado] [Cerrado]
Cohen escuchó las dudas que Zagreus le propuso, sobre la implicación de Zana en el asunto y cómo se había metido en ese lío descomunal. Mientras las escuchaba, observaba a su alrededor, quizás buscando el indicio de algún soldado humano o de una cara conocida, quizás aún menos amable.
―Zana… Por lo que puedo sospechar, puede que Zana fuera miembro de El Ojo Carmesí. En algún momento, tuvo que tener acceso a la Esfera Púrpura, esa que la hizo enloquecer, aunque no llego a comprender cómo…
Un grupo más numeroso de personas comenzaron a congregarse en la puerta. Cohen reconoció algunos de ellos del día en el que ejerció de monaguillo de San Jacobo, el día que fue asaltado por el Hermano Blackanus y sus hombres.
―La otra opción es que Zana se topara con ellos, los investigara… Eso explicaría por qué escondió el dibujo del Ojo Carmesí. Puede que ellos conocieran mi relación con ella y crean que soy peligroso para sus intereses, sean los que sean.
Miró entonces hacia el edificio que ambos tenían frente a sí y tras señalarlo, añadió:
―La única pista que tengo ahora mismo a pesar del mapa inconcluso es la relación que tiene el Ojo Carmesí con San Jacobo, el párroco vampiro de esta Iglesia. San Jacobo se metió en un lío con algunos hermanos católicos de la Iglesia de Lunargenta que acudieron hasta aquí con el interés de derrocarle. O algo peor… El caso es que El Ojo contribuyó para ayudar a salvarle el pellejo al cura… Es la única vinculación directa que tengo, aunque tengo otra secundaria que me gustaría también investigar…
También estaba el asunto de los Aeros de Sangre, la relación de Victor Krane con el Ojo y con la presencia del símbolo del Ojo en la contraportada de los panfletos.
―¿Mi plan? No sabría decirte. Quizás San Jacobo tenga algo que decirnos al respecto. Al fin y al cabo, sé que los conoce y que sabe más de lo que reconocería abiertamente. Hay un túnel que conecta el interior de la Iglesia con un mausoleo del cementerio… hay una puerta con el símbolo del Ojo Carmesí en mitad del pasillo… allí abajo... no tuve tiempo para inspeccionarla, pero nadie tiene una habitación subterránea en un túnel oculto sino para guardar algo de valor... Quizás cuándo empiece la Misa de Medianoche, podríamos entrar y ver si hay algo interesante allí… y puede que tengamos que hablar con el cura.
Cuándo la sagrada voz de San Jacobo se escuchó desde el exterior del edificio, Cohen alzó una de sus manos señalando hacia el cielo con uno de sus dedos, para constatar que la misa había dado comienzo.
―La puerta de acceso está en el interior de la sacristía, bajo una pesada losa de piedra. Entremos sigilosos y vayamos allí.
―Zana… Por lo que puedo sospechar, puede que Zana fuera miembro de El Ojo Carmesí. En algún momento, tuvo que tener acceso a la Esfera Púrpura, esa que la hizo enloquecer, aunque no llego a comprender cómo…
Un grupo más numeroso de personas comenzaron a congregarse en la puerta. Cohen reconoció algunos de ellos del día en el que ejerció de monaguillo de San Jacobo, el día que fue asaltado por el Hermano Blackanus y sus hombres.
―La otra opción es que Zana se topara con ellos, los investigara… Eso explicaría por qué escondió el dibujo del Ojo Carmesí. Puede que ellos conocieran mi relación con ella y crean que soy peligroso para sus intereses, sean los que sean.
Miró entonces hacia el edificio que ambos tenían frente a sí y tras señalarlo, añadió:
―La única pista que tengo ahora mismo a pesar del mapa inconcluso es la relación que tiene el Ojo Carmesí con San Jacobo, el párroco vampiro de esta Iglesia. San Jacobo se metió en un lío con algunos hermanos católicos de la Iglesia de Lunargenta que acudieron hasta aquí con el interés de derrocarle. O algo peor… El caso es que El Ojo contribuyó para ayudar a salvarle el pellejo al cura… Es la única vinculación directa que tengo, aunque tengo otra secundaria que me gustaría también investigar…
También estaba el asunto de los Aeros de Sangre, la relación de Victor Krane con el Ojo y con la presencia del símbolo del Ojo en la contraportada de los panfletos.
―¿Mi plan? No sabría decirte. Quizás San Jacobo tenga algo que decirnos al respecto. Al fin y al cabo, sé que los conoce y que sabe más de lo que reconocería abiertamente. Hay un túnel que conecta el interior de la Iglesia con un mausoleo del cementerio… hay una puerta con el símbolo del Ojo Carmesí en mitad del pasillo… allí abajo... no tuve tiempo para inspeccionarla, pero nadie tiene una habitación subterránea en un túnel oculto sino para guardar algo de valor... Quizás cuándo empiece la Misa de Medianoche, podríamos entrar y ver si hay algo interesante allí… y puede que tengamos que hablar con el cura.
Cuándo la sagrada voz de San Jacobo se escuchó desde el exterior del edificio, Cohen alzó una de sus manos señalando hacia el cielo con uno de sus dedos, para constatar que la misa había dado comienzo.
―La puerta de acceso está en el interior de la sacristía, bajo una pesada losa de piedra. Entremos sigilosos y vayamos allí.
Cohen
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Re: Un Torrente De Sangre A La Cabeza [Noche] [Privado] [Cerrado]
Entramos al templo, en mi cabeza reflexionaba sobre la idea de Zana siendo parte de aquella secta. Quizás podría ser una forma de encontrar nuevas pistas sobre los pergaminos que tanto buscaba. Obvio era una idea que prefería guardar para mí, mi silencio acompañaba al alquimista que buscaba a San Jacobo.
Los oyentes escuchaban con atención las palabras eufóricas del cura. Nos movíamos lentamente por los costados de la iglesia, avanzando entre la multitud. La idea del sigilo era complicada, un órgano entonaba melodías graves que eran acompañadas por el canto unísono de los feligreses que hablaban de un paraíso luego de la muerte y la tortura de su mesías.
¿Cohen, estás seguro de que él podrá ayudar? - dije mientras miraba al supuesto santo. No parecía ser un lugar donde pasar desapercibido. La idea de que la guardia humana se enterara de los estropicios causados en el jardín activaría todos los destacamentos de Sacrestic.
Un niño con una canasta de mimbre se acercó y nos bloqueó el paso. - Hermano, ¿quiere colaborar con unos aeros para la iglesia? - sus ojos parecían no querer un no por respuesta, y si bien parecía no ser obligatorio dar una ofrenda, las miradas juiciosas empezaban a esperar nuestra “colaboración”.
Maldita sea… - susurré propiciando el suspiro de una dama que se ofendía con mis palabras. Saqué un par de aeros de mi bolsillo y los deposité en la cesta. El niño esperaba paciente con una sonrisa fingida que mi acompañante también hiciera su parte.
Para ser una iglesia dedicada al prójimo, el dinero siempre era relevante. Me cuestionaba las intenciones del sacerdote que nos ayudaría con el Ojo Carmesí. Tanteaba que otra alternativa habría para conseguir información en aquella persecución.
No pienso seguir en esta celebración. Debemos llegar a la sacristía. - dije en voz baja mientras los presentes empezaban a darse la mano y abrazarse en una conducta llamativa que parecía reflejar su fraternidad. Entendía el simbolismo de aquello, pero no pretendía abrazar a nadie.
Los oyentes escuchaban con atención las palabras eufóricas del cura. Nos movíamos lentamente por los costados de la iglesia, avanzando entre la multitud. La idea del sigilo era complicada, un órgano entonaba melodías graves que eran acompañadas por el canto unísono de los feligreses que hablaban de un paraíso luego de la muerte y la tortura de su mesías.
¿Cohen, estás seguro de que él podrá ayudar? - dije mientras miraba al supuesto santo. No parecía ser un lugar donde pasar desapercibido. La idea de que la guardia humana se enterara de los estropicios causados en el jardín activaría todos los destacamentos de Sacrestic.
Un niño con una canasta de mimbre se acercó y nos bloqueó el paso. - Hermano, ¿quiere colaborar con unos aeros para la iglesia? - sus ojos parecían no querer un no por respuesta, y si bien parecía no ser obligatorio dar una ofrenda, las miradas juiciosas empezaban a esperar nuestra “colaboración”.
Maldita sea… - susurré propiciando el suspiro de una dama que se ofendía con mis palabras. Saqué un par de aeros de mi bolsillo y los deposité en la cesta. El niño esperaba paciente con una sonrisa fingida que mi acompañante también hiciera su parte.
Para ser una iglesia dedicada al prójimo, el dinero siempre era relevante. Me cuestionaba las intenciones del sacerdote que nos ayudaría con el Ojo Carmesí. Tanteaba que otra alternativa habría para conseguir información en aquella persecución.
No pienso seguir en esta celebración. Debemos llegar a la sacristía. - dije en voz baja mientras los presentes empezaban a darse la mano y abrazarse en una conducta llamativa que parecía reflejar su fraternidad. Entendía el simbolismo de aquello, pero no pretendía abrazar a nadie.
Zagreus
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Re: Un Torrente De Sangre A La Cabeza [Noche] [Privado] [Cerrado]
Entraron en la Iglesia para descubrir que ésta estaba llena. La última misa de medianoche a la que había asistido no tenía tantos feligreses, por lo que quizás, la popularidad e influencia de San Jacobo crecía en Sacrestic Ville. Era algo que debía tener en cuenta.
Aprovechando su estatura media, se colocó estratégicamente tras un hombre alto para que éste le ayudara a camuflarse. Escuchó las dudas de Zagreus sobre el párroco y le contó cuánto sabía de él.
―Sé que a simple vista, parece inofensivo… pero ten cuidado, pues su magia de la voz es tan poderosa cómo la mía. Además, los mismos miembros del Ojo mostraron gran interés en él. Si no pertenece al grupo, al menos, es uno de sus aliados.
Fueron interrumpidos por un niño que pasaba el cepillo para colaborar. Zagreus le dio unas monedas y Cohen repitió el gesto. Estaba enfadado y lleno de ira y por un momento, la idea de desangrar al niño delante de todas aquellas personas pasó por su mente… pero recobrando la sensatez, se limitó a echar un aero en la contribución.
―La sacristía… se llega desde ese pasillo…
La nave principal de la Iglesia estaba custodiada por dos pasillos laterales, que estaban separados por una fila de columnas y arcos. Emprendió el camino hacia el pasillo lateral, esperando pasar desapercibido.
A medida que avanzaban, aprovecharon el tumulto de los allí presentes que “se daban la paz” y se internaron en la parte trasera de la Iglesia, llegando hasta la puerta de la sacristía.
Lo primero que le sorprendió fue encontrar un candado, asegurando la puerta. Se veía que San Jacobo había tomado una medida de seguridad para garantizarse que nadie más entraba allí en su ausencia. Aquello le hizo sospechar aún más.
―¿Ves? San Jacobo tiene sus propios secretos… pero un candado no logrará detenernos, ¿verdad?
Cohen tenía en su bolsa su kit alquímico con el cual podría disolver el candado en apenas unos minutos, pero quizás Zagreus tenía otra forma más rápida de entrar.
―¿Se te ocurre algo?
Aprovechando su estatura media, se colocó estratégicamente tras un hombre alto para que éste le ayudara a camuflarse. Escuchó las dudas de Zagreus sobre el párroco y le contó cuánto sabía de él.
―Sé que a simple vista, parece inofensivo… pero ten cuidado, pues su magia de la voz es tan poderosa cómo la mía. Además, los mismos miembros del Ojo mostraron gran interés en él. Si no pertenece al grupo, al menos, es uno de sus aliados.
Fueron interrumpidos por un niño que pasaba el cepillo para colaborar. Zagreus le dio unas monedas y Cohen repitió el gesto. Estaba enfadado y lleno de ira y por un momento, la idea de desangrar al niño delante de todas aquellas personas pasó por su mente… pero recobrando la sensatez, se limitó a echar un aero en la contribución.
―La sacristía… se llega desde ese pasillo…
La nave principal de la Iglesia estaba custodiada por dos pasillos laterales, que estaban separados por una fila de columnas y arcos. Emprendió el camino hacia el pasillo lateral, esperando pasar desapercibido.
A medida que avanzaban, aprovecharon el tumulto de los allí presentes que “se daban la paz” y se internaron en la parte trasera de la Iglesia, llegando hasta la puerta de la sacristía.
Lo primero que le sorprendió fue encontrar un candado, asegurando la puerta. Se veía que San Jacobo había tomado una medida de seguridad para garantizarse que nadie más entraba allí en su ausencia. Aquello le hizo sospechar aún más.
―¿Ves? San Jacobo tiene sus propios secretos… pero un candado no logrará detenernos, ¿verdad?
Cohen tenía en su bolsa su kit alquímico con el cual podría disolver el candado en apenas unos minutos, pero quizás Zagreus tenía otra forma más rápida de entrar.
―¿Se te ocurre algo?
Cohen
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Re: Un Torrente De Sangre A La Cabeza [Noche] [Privado] [Cerrado]
Tranquilo, dudo que tu amigo le agrade la idea de ver su candado desintegrado por tu alquimia – dije en tono sereno para fomentar la calma en Cohen, era difícil leerlo en aquel estado, un minuto estaba melancólico y al otro drenando su rabia contra la guardia humana de la ciudad.
Rebusqué rápidamente entre los bolsillos pequeños de mi kit de ingeniería para sacar una ganzúa. Un poco de destreza sumada al conocimiento de como funcionaba aquella pequeña cerradura, bastaría para abrirla sin dañar el mecanismo (1)(2). - Permiso. - Comenté a Cohen para posterior inclinarme ante el obstáculo.
Tras superar el pequeño inconveniente, entramos a la sacristía. Las ventanas asomaban barrotes gruesos de hierro y dentro no destacaba nada que hiciera pensar en las amistades oscuras del supuesto "Santo". Una pequeña chimenea aún echaba un delgado hilo de humo delatando que no tendría mucho tiempo de haber sido apagada, seguramente previo al inicio de la misa. Algunas prendas de ropa, una pequeña mesa con una hogaza de pan a medio comer con lo que parecía ser una copa de vino sin terminar. En el fondo sabía que aquello no era vino y que seguramente me estaba dejando llevar por las apariencias cristianas que proyectaba Jacobo.
Supongo que tocará esperar, pero… -dije tras apoyar mi espalda contra la pared fría. – ¿Qué alternativa tenemos si no decide colaborar? Bien, dices que el Ojo está interesado en él, y si es tan peligroso como mencionas, tendríamos que tener un plan de contingencia en el caso de que sea un enemigo y no un aliado.
La magia de voz brindaba oportunidades que incluso hacían que mi voluntad se doblegara. No tenía a la mano ningún equipamiento que me protegiera de sus poderes y mis recursos artificiales de sangre en mis oídos no serias efectivos a corta distancia. Si San Jacobo hablaba, posiblemente sería una marioneta más como las decenas de feligreses que parecían también estar bajo un encantamiento. - Tú eres el experto en la magia de voz… ¿Qué recomiendas?
Me separé de la pared y me asomé por la ventana, la luna creciente ya no estaba en la cúspide y por su trayectoria podría hacer un cálculo grueso de la hora. Unas campanadas confirmaron mi sospecha. La misa terminaba.
Cohen, ya el sacerdote vendrá. Dijiste que había una losa de piedra, sugieres espéralo aquí o ir a los túneles, mencionaste algo de un mausoleo y una puerta con el símbolo del Ojo Carmesí. Admito, que me preocupa un poco la idea de que parezca tan simple dar con una organización tan peligrosa… - dije mientras volvía la vista al vampiro. – Me inclinaría a intentar dialogar primero con San Jacobo, pero desconozco cuál es tu relación con él. Si confías en el sacerdote yo también lo haré, pero igual tendré mi mano cerca de la funda de mi daga en todo momento. – dije cruzándome de brazos dando a entender que mis manos ocultarían mis intenciones y precauciones...
____________________Rebusqué rápidamente entre los bolsillos pequeños de mi kit de ingeniería para sacar una ganzúa. Un poco de destreza sumada al conocimiento de como funcionaba aquella pequeña cerradura, bastaría para abrirla sin dañar el mecanismo (1)(2). - Permiso. - Comenté a Cohen para posterior inclinarme ante el obstáculo.
Tras superar el pequeño inconveniente, entramos a la sacristía. Las ventanas asomaban barrotes gruesos de hierro y dentro no destacaba nada que hiciera pensar en las amistades oscuras del supuesto "Santo". Una pequeña chimenea aún echaba un delgado hilo de humo delatando que no tendría mucho tiempo de haber sido apagada, seguramente previo al inicio de la misa. Algunas prendas de ropa, una pequeña mesa con una hogaza de pan a medio comer con lo que parecía ser una copa de vino sin terminar. En el fondo sabía que aquello no era vino y que seguramente me estaba dejando llevar por las apariencias cristianas que proyectaba Jacobo.
Supongo que tocará esperar, pero… -dije tras apoyar mi espalda contra la pared fría. – ¿Qué alternativa tenemos si no decide colaborar? Bien, dices que el Ojo está interesado en él, y si es tan peligroso como mencionas, tendríamos que tener un plan de contingencia en el caso de que sea un enemigo y no un aliado.
La magia de voz brindaba oportunidades que incluso hacían que mi voluntad se doblegara. No tenía a la mano ningún equipamiento que me protegiera de sus poderes y mis recursos artificiales de sangre en mis oídos no serias efectivos a corta distancia. Si San Jacobo hablaba, posiblemente sería una marioneta más como las decenas de feligreses que parecían también estar bajo un encantamiento. - Tú eres el experto en la magia de voz… ¿Qué recomiendas?
Me separé de la pared y me asomé por la ventana, la luna creciente ya no estaba en la cúspide y por su trayectoria podría hacer un cálculo grueso de la hora. Unas campanadas confirmaron mi sospecha. La misa terminaba.
Cohen, ya el sacerdote vendrá. Dijiste que había una losa de piedra, sugieres espéralo aquí o ir a los túneles, mencionaste algo de un mausoleo y una puerta con el símbolo del Ojo Carmesí. Admito, que me preocupa un poco la idea de que parezca tan simple dar con una organización tan peligrosa… - dije mientras volvía la vista al vampiro. – Me inclinaría a intentar dialogar primero con San Jacobo, pero desconozco cuál es tu relación con él. Si confías en el sacerdote yo también lo haré, pero igual tendré mi mano cerca de la funda de mi daga en todo momento. – dije cruzándome de brazos dando a entender que mis manos ocultarían mis intenciones y precauciones...
Off
(1) Kit de Ingeniería Regular [Limitado, 2 Usos] Mediante este kit, compuesto por engranajes y otros materiales mecánicos, puedes usar el efecto de cualquier Técnica de Ingeniería hasta nivel Avanzado que conozcas en un rol. Incluye herramientas básicas.
(2) Aplico técnica con mi Kit: Ingeniería Reversa [Técnica] Permite desarmar o sabotear cualquier objeto con partes mecánicas móviles, incluyendo cerraduras de llave, puertas o estructuras más complejas.
Zagreus
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Re: Un Torrente De Sangre A La Cabeza [Noche] [Privado] [Cerrado]
En cuanto Zagreus solucionó el tema de la cerradura, con gran habilidad, gracias a sus conocimientos de ingeniería, ambos accedieron al interior de la habitación. La misa de medianoche estaba próxima a su terminación, por lo que, en cuestión de un par de minutos, San Jacobo debería ir a su encuentro.
―Estoy seguro de que San Jacobo tendrá cosas interesantes que decir… Pero debemos tener en cuenta de que quizás me diga lo que le han ordenado que comunique, que no tiene por qué ser la realidad… Al ser experto de la magia de la voz, creo que San Jacobo puede influenciarnos… No sé si mi poder sobrepasará al suyo o no… Quizás nuestra ventaja es que él no sepa que estás aquí… Que dirija su magia de voz hacia mí y si ves que sobrepasa los límites, bueno… que salgas a patearle su escuálido culo…
Mientras miraba a su alrededor buscando algún lugar dónde Zagreus pudiera ocultarse, éste mencionó el túnel. La verdad era que la losa de piedra era pesada y no le permitiría a su compañero reaccionar con la rapidez suficiente, aunque podría ser una buena vía de escape si las cosas se complicaban.
A la vez que le escuchaba, Cohen retiró la alfombra del suelo e intentó alzar la pesada losa, pero no había forma alguna de hacerlo. Pudo ver cómo el contorno de la losa estaba ahora fijada con una mezcla grisácea al suelo, que impedía que la entrada del túnel se abriese.
―Han bloqueado el acceso al túnel… Se han dado bastante prisa en ocultarlo… ―dijo, mientras volvía a tapar la losa con la alfombra, para mirar a Zagreus, algo decepcionado― ¿Dónde podrías ocultarte?
Vio que el único lugar posible para que un hombre de la altura y anchura de Zagreus se ocultara en aquella habitación sería detrás de una de las largas cortinas de la sala. Cohen se colocaría en el extremo opuesto de la habitación, para así, San Jacobo se viera obligado a darle la espalda a su compañero.
―Ocúltate y prepara tu arma. Si este cabrón intenta algo, no dudes en acabar con su miserable vida aquí mismo…
Después de ocultar a su amigo, se colocó en el rincón opuesto de la habitación. Tomó una copa de sangre, líquido que encontró en un pequeño vial de cristal. Durante el segundo sorbo, la puerta volvió a abrirse y San Jacobo entró.
El párroco no estaba nada sorprendido por el hecho de que su candado no estuviera cerrando la puerta. El hombre le sonreía, cómo si hubiera estado esperándole. Estaba tranquilo, seguro, cómo si se sintiera respaldado. Cohen se preguntó si quizás no se había introducido el mismo en la boca del lobo.
―Estaba esperándote. Sabía que acudirías a mí.
El cristiano cerró la puerta y se posicionó frente a Cohen, justo a unos metros de Zagreus, dándole la espalda a éste.
―¿No creerías que un cerrojo iba a impedir que entrara aquí, verdad?
San Jacobo sonrió y dio un par de pasos más en dirección a Cohen. Se llevó una mano al rostro, mostrando un anillo que al vampiro le parecía familiar. Fue entonces cuándo reconoció que era el anillo del hermano Blackanus. Ese anillo impedía que su portador se viera influenciado por la magia de la voz. Sin duda, la vinculación del Ojo Carmesí con San Jacobo era mucho mayor de la que esperaba.
Cualquier uso de la magia de la voz que intentara realizar contra el párroco sería inviable, por lo que Cohen se veía obligado a encontrar una forma de hacerle colaborar…
―¿Qué sabes sobre El Ojo Carmesí y dónde puedo encontrarles?
―Lo planteas mal. A ellos no se les busca ni se les encuentra. Son ellos los que te encontrarán a ti.
―¿Por qué han asesinado a Peter Lannet? ¡Él colaboró para salvarte la vida! ¡Ni siquiera sabía de la existencia de El Ojo!
―Quién sabe… Ellos tienen sus propios métodos e intereses… Yo sólo soy un títere en sus manos, al igual que tú… Títeres contra títeres, pero el juego, el que de verdad importa, son ellos los que lo manejan, pues son los únicos que conocen las reglas… Nosotros somos piezas en su tablero y nada más…
―Pensé que podrías ser uno de ellos… ¿Cómo contactaron contigo?
―Ellos… están interesados en que un vampiro cómo yo tome una posición de poder en la ciudad. Hace unos años, los cristianos en Sacrestic eran pocos… Ahora, son una comunidad, confían en mí y en mis palabras. Ellos quieren influenciarme… que sea un obediente cordero de su rebaño temeroso de que el lobo le devore. Nada más.
Cohen no le estaba creyendo ninguna de sus palabras, aunque eso le desconcertaba: eso indicaba que no estaba usando su magia de la voz con él, a pesar de saber que él se encontraba indefenso gracias a la magia de su anillo.
―Entonces, ¿cómo tienes el anillo de Blackanus en tu dedo? Ellos te lo han hecho llegar…
―Ellos imaginaban que vendrías, Nikolas Cohen. Y este objeto es una mera protección ante ti. Soy valioso para ellos y no quieren que me dañes, por lo que era una forma de asegurarse… de que seguiré vivo al final de la noche.
―Bueno, no estaría tan seguro… tengo otros recursos.
―Confío en ti, a pesar de todo, pues entiendo tus motivaciones y tu ira… pero lo siento mucho: tienes todas las de perder. Con ellos siempre crees que estás jugando a un juego, pero realmente el juego es otro muy distinto y cuándo te das cuenta de a lo que realmente estás jugando, ya has perdido la partida…
Aquellas palabras provocaron un pequeño malestar en el vampiro, que, por alguna causa, se notaba extraño. Comenzó a sentir una sed de sangre terrible, a pesar de que había bebido una copa completa de sangre apenas unos segundos antes. [1]
Antes de que pudiera atender esa sed, numerosos pasos se escucharon en el interior de la Iglesia de Cristo.
―Alguien ha avisado a los soldados. No debiste venir aquí.
[1] A causa de la proximidad del anillo mágico de San Jacobo, se activa mi maldición: Sifón De Éter y Cohen comienza a sentir los primeros síntomas, siendo en el segundo cuándo el hambre voraz está activada por completo.
Desde este momento, tu cuerpo sentirá una curiosa afinidad con el éter o, más bien, hambre de éter. Si llevas objetos encantados contigo (etiquetas [Encantamiento] y [Pergamino]) estos perderán su efecto, pues tu cuerpo absorberá el éter necesario para que funcionen (recuperarán su efecto tras dos rondas sin entrar en contacto contigo). Así mismo, cualquier uso de magia o experimento arcano que se realice en tu presencia podrá experimentar ciertas interferencias.
El primer ataque mágico que recibas en un tema (magia bruja, elfa, dracónica, arcana u objeto mágico, pero no la de tus congéneres vampiros, pues no se basa en el uso del éter) será absorbido por completo (ojo, si te hieren con un arma encantada, eludes el daño mágico, pero no el físico). Pero cuidado con esto, porque si alguien realiza un ataque mágico dirigido hacia otra persona y tú estás presente en la escena, el ataque se desviará buscándote a ti.
Además, tanto éter no interactuará bien con tu naturaleza maldita. El éter absorbido no resultará saciante, sino que te dará un hambre voraz. Cuando hayas absorbido un ataque mágico, el éter de un objeto encantado o permanecido dos turnos en las cercanías de algún hechizo u objeto mágico, tu estómago comenzará a rugir pidiendo sustento. Por cada ronda que tardes en alimentarte (sangre fresca, no frasquitos convenientemente guardados en la mochila), perderás un uso de una de tus habilidades.
Podrás librarte de esta maldición (si lo deseas) tras un mínimo de 3 temas en que se haya activado su efecto (el hambre). Para ello, necesitarás la participación en un mismo tema de un Maestro Alquimista Y un Arcanista de nivel Experto o superior, además de un Master que supervise el tema.
―Estoy seguro de que San Jacobo tendrá cosas interesantes que decir… Pero debemos tener en cuenta de que quizás me diga lo que le han ordenado que comunique, que no tiene por qué ser la realidad… Al ser experto de la magia de la voz, creo que San Jacobo puede influenciarnos… No sé si mi poder sobrepasará al suyo o no… Quizás nuestra ventaja es que él no sepa que estás aquí… Que dirija su magia de voz hacia mí y si ves que sobrepasa los límites, bueno… que salgas a patearle su escuálido culo…
Mientras miraba a su alrededor buscando algún lugar dónde Zagreus pudiera ocultarse, éste mencionó el túnel. La verdad era que la losa de piedra era pesada y no le permitiría a su compañero reaccionar con la rapidez suficiente, aunque podría ser una buena vía de escape si las cosas se complicaban.
A la vez que le escuchaba, Cohen retiró la alfombra del suelo e intentó alzar la pesada losa, pero no había forma alguna de hacerlo. Pudo ver cómo el contorno de la losa estaba ahora fijada con una mezcla grisácea al suelo, que impedía que la entrada del túnel se abriese.
―Han bloqueado el acceso al túnel… Se han dado bastante prisa en ocultarlo… ―dijo, mientras volvía a tapar la losa con la alfombra, para mirar a Zagreus, algo decepcionado― ¿Dónde podrías ocultarte?
Vio que el único lugar posible para que un hombre de la altura y anchura de Zagreus se ocultara en aquella habitación sería detrás de una de las largas cortinas de la sala. Cohen se colocaría en el extremo opuesto de la habitación, para así, San Jacobo se viera obligado a darle la espalda a su compañero.
―Ocúltate y prepara tu arma. Si este cabrón intenta algo, no dudes en acabar con su miserable vida aquí mismo…
Después de ocultar a su amigo, se colocó en el rincón opuesto de la habitación. Tomó una copa de sangre, líquido que encontró en un pequeño vial de cristal. Durante el segundo sorbo, la puerta volvió a abrirse y San Jacobo entró.
El párroco no estaba nada sorprendido por el hecho de que su candado no estuviera cerrando la puerta. El hombre le sonreía, cómo si hubiera estado esperándole. Estaba tranquilo, seguro, cómo si se sintiera respaldado. Cohen se preguntó si quizás no se había introducido el mismo en la boca del lobo.
―Estaba esperándote. Sabía que acudirías a mí.
El cristiano cerró la puerta y se posicionó frente a Cohen, justo a unos metros de Zagreus, dándole la espalda a éste.
―¿No creerías que un cerrojo iba a impedir que entrara aquí, verdad?
San Jacobo sonrió y dio un par de pasos más en dirección a Cohen. Se llevó una mano al rostro, mostrando un anillo que al vampiro le parecía familiar. Fue entonces cuándo reconoció que era el anillo del hermano Blackanus. Ese anillo impedía que su portador se viera influenciado por la magia de la voz. Sin duda, la vinculación del Ojo Carmesí con San Jacobo era mucho mayor de la que esperaba.
Cualquier uso de la magia de la voz que intentara realizar contra el párroco sería inviable, por lo que Cohen se veía obligado a encontrar una forma de hacerle colaborar…
―¿Qué sabes sobre El Ojo Carmesí y dónde puedo encontrarles?
―Lo planteas mal. A ellos no se les busca ni se les encuentra. Son ellos los que te encontrarán a ti.
―¿Por qué han asesinado a Peter Lannet? ¡Él colaboró para salvarte la vida! ¡Ni siquiera sabía de la existencia de El Ojo!
―Quién sabe… Ellos tienen sus propios métodos e intereses… Yo sólo soy un títere en sus manos, al igual que tú… Títeres contra títeres, pero el juego, el que de verdad importa, son ellos los que lo manejan, pues son los únicos que conocen las reglas… Nosotros somos piezas en su tablero y nada más…
―Pensé que podrías ser uno de ellos… ¿Cómo contactaron contigo?
―Ellos… están interesados en que un vampiro cómo yo tome una posición de poder en la ciudad. Hace unos años, los cristianos en Sacrestic eran pocos… Ahora, son una comunidad, confían en mí y en mis palabras. Ellos quieren influenciarme… que sea un obediente cordero de su rebaño temeroso de que el lobo le devore. Nada más.
Cohen no le estaba creyendo ninguna de sus palabras, aunque eso le desconcertaba: eso indicaba que no estaba usando su magia de la voz con él, a pesar de saber que él se encontraba indefenso gracias a la magia de su anillo.
―Entonces, ¿cómo tienes el anillo de Blackanus en tu dedo? Ellos te lo han hecho llegar…
―Ellos imaginaban que vendrías, Nikolas Cohen. Y este objeto es una mera protección ante ti. Soy valioso para ellos y no quieren que me dañes, por lo que era una forma de asegurarse… de que seguiré vivo al final de la noche.
―Bueno, no estaría tan seguro… tengo otros recursos.
―Confío en ti, a pesar de todo, pues entiendo tus motivaciones y tu ira… pero lo siento mucho: tienes todas las de perder. Con ellos siempre crees que estás jugando a un juego, pero realmente el juego es otro muy distinto y cuándo te das cuenta de a lo que realmente estás jugando, ya has perdido la partida…
Aquellas palabras provocaron un pequeño malestar en el vampiro, que, por alguna causa, se notaba extraño. Comenzó a sentir una sed de sangre terrible, a pesar de que había bebido una copa completa de sangre apenas unos segundos antes. [1]
Antes de que pudiera atender esa sed, numerosos pasos se escucharon en el interior de la Iglesia de Cristo.
―Alguien ha avisado a los soldados. No debiste venir aquí.
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[1] A causa de la proximidad del anillo mágico de San Jacobo, se activa mi maldición: Sifón De Éter y Cohen comienza a sentir los primeros síntomas, siendo en el segundo cuándo el hambre voraz está activada por completo.
Desde este momento, tu cuerpo sentirá una curiosa afinidad con el éter o, más bien, hambre de éter. Si llevas objetos encantados contigo (etiquetas [Encantamiento] y [Pergamino]) estos perderán su efecto, pues tu cuerpo absorberá el éter necesario para que funcionen (recuperarán su efecto tras dos rondas sin entrar en contacto contigo). Así mismo, cualquier uso de magia o experimento arcano que se realice en tu presencia podrá experimentar ciertas interferencias.
El primer ataque mágico que recibas en un tema (magia bruja, elfa, dracónica, arcana u objeto mágico, pero no la de tus congéneres vampiros, pues no se basa en el uso del éter) será absorbido por completo (ojo, si te hieren con un arma encantada, eludes el daño mágico, pero no el físico). Pero cuidado con esto, porque si alguien realiza un ataque mágico dirigido hacia otra persona y tú estás presente en la escena, el ataque se desviará buscándote a ti.
Además, tanto éter no interactuará bien con tu naturaleza maldita. El éter absorbido no resultará saciante, sino que te dará un hambre voraz. Cuando hayas absorbido un ataque mágico, el éter de un objeto encantado o permanecido dos turnos en las cercanías de algún hechizo u objeto mágico, tu estómago comenzará a rugir pidiendo sustento. Por cada ronda que tardes en alimentarte (sangre fresca, no frasquitos convenientemente guardados en la mochila), perderás un uso de una de tus habilidades.
Podrás librarte de esta maldición (si lo deseas) tras un mínimo de 3 temas en que se haya activado su efecto (el hambre). Para ello, necesitarás la participación en un mismo tema de un Maestro Alquimista Y un Arcanista de nivel Experto o superior, además de un Master que supervise el tema.
Cohen
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Re: Un Torrente De Sangre A La Cabeza [Noche] [Privado] [Cerrado]
Reprochaba la idea de esconderme, pero no había tiempo para un plan elaborado y el alquimista tenía razón. Peter había muerto por resaltar, de momento mi nombre era ajeno para ellos, o por lo menos era la idea que prefería mantener. Ciertamente, había acompañado a Cohen en varios momentos en Sacrestic, pero había sido bastante cauteloso en no sobresalir. Si pudiera continuar en las sombras sería una buena carta bajo la manga y un excelente seguro de vida.
A regañadientes me escondí detrás de las gruesas cortinas de color morado, Cohen se había colocado al otro extremo de la pequeña habitación para que el sacerdote no posara sus ojos sobre mi escondite. En mis manos tenía mi daga del crepúsculo impaciente, anhelando ser usada y saciar su sed de sangre, mientras procuraba mantener mis pies dentro de las telas que me ocultaban. Mi movilidad era limitada, pero al escuchar la puerta abrirse me esforcé en no mover ningún músculo y controlar mi respiración para no hacer algún ruido que llamara la atención del padre.
Los vampiros hablaron, Jacobo tenía un tono altanero, soberbio como si fuese él quien controlaba la situación. Quizás ingenuo, quizás respaldado por algo que era invisible. La tensión era palpable y casi se podía sentir el ritmo cardíaco de todos aumentando.
Tenía mis dudas sobre mi escondite y su magia de voz, sus pasos acercándose a Cohen me tranquilizaba, pero su tono cada vez más confiado solo aumentaba la amenaza que era aquella figura. Sus palabras resultaban vacías y su discurso enigmático generaba más preguntas que respuestas. ¿Quién era ese tal Blackanus y por qué su anillo era importante?
Jacobo amenazaba a Cohen, se sentía victorioso y las palabras de mi compañero parecían la señal de actuar. Me deslicé entre las telas de la cortina en silencio. Viendo la espalda del "santo". Unos pasos se escucharon afuera en el pasillo y me invitaron a tomar acción sin meditar palabras.
Alzando mi mano firme, apreté el filo dentado de mi daga contra su espalda. Las telas de su casulla no servirán de escudo si presionaba con fuerza. El santo ahora callaba y quedaba inmóvil, sorprendido por su credulidad.
Cuando sabes que el juego está amañado, la única opción es hacer trampa. Así que más te vale que les digas a tus amigos allá afuera, que todo está en orden. - dije con tono sereno, declarando que presumía llevar el control ahora. Ya su magia de voz no parecía una amenaza porque mi cuchillo tenía ventaja. - Solo queremos respuestas, pero si insistes en no cooperar con tu buen amigo Cohen, estoy seguro de que tanto el Ojo como tus fanáticos religiosos estarán tristes al saber que el gran San Jacobo fue encontrado ahorcado con su propia estola con el estómago abierto. - mis amenazas parecían exageradas, pero mi voz confirmaba que no eran palabras vacías, y en el fondo sabía que Cohen sería capaz de cooperar con una imagen tan visceral si era necesario para lidiar con el Ojo Carmesí.
A regañadientes me escondí detrás de las gruesas cortinas de color morado, Cohen se había colocado al otro extremo de la pequeña habitación para que el sacerdote no posara sus ojos sobre mi escondite. En mis manos tenía mi daga del crepúsculo impaciente, anhelando ser usada y saciar su sed de sangre, mientras procuraba mantener mis pies dentro de las telas que me ocultaban. Mi movilidad era limitada, pero al escuchar la puerta abrirse me esforcé en no mover ningún músculo y controlar mi respiración para no hacer algún ruido que llamara la atención del padre.
Los vampiros hablaron, Jacobo tenía un tono altanero, soberbio como si fuese él quien controlaba la situación. Quizás ingenuo, quizás respaldado por algo que era invisible. La tensión era palpable y casi se podía sentir el ritmo cardíaco de todos aumentando.
Tenía mis dudas sobre mi escondite y su magia de voz, sus pasos acercándose a Cohen me tranquilizaba, pero su tono cada vez más confiado solo aumentaba la amenaza que era aquella figura. Sus palabras resultaban vacías y su discurso enigmático generaba más preguntas que respuestas. ¿Quién era ese tal Blackanus y por qué su anillo era importante?
Jacobo amenazaba a Cohen, se sentía victorioso y las palabras de mi compañero parecían la señal de actuar. Me deslicé entre las telas de la cortina en silencio. Viendo la espalda del "santo". Unos pasos se escucharon afuera en el pasillo y me invitaron a tomar acción sin meditar palabras.
Alzando mi mano firme, apreté el filo dentado de mi daga contra su espalda. Las telas de su casulla no servirán de escudo si presionaba con fuerza. El santo ahora callaba y quedaba inmóvil, sorprendido por su credulidad.
Cuando sabes que el juego está amañado, la única opción es hacer trampa. Así que más te vale que les digas a tus amigos allá afuera, que todo está en orden. - dije con tono sereno, declarando que presumía llevar el control ahora. Ya su magia de voz no parecía una amenaza porque mi cuchillo tenía ventaja. - Solo queremos respuestas, pero si insistes en no cooperar con tu buen amigo Cohen, estoy seguro de que tanto el Ojo como tus fanáticos religiosos estarán tristes al saber que el gran San Jacobo fue encontrado ahorcado con su propia estola con el estómago abierto. - mis amenazas parecían exageradas, pero mi voz confirmaba que no eran palabras vacías, y en el fondo sabía que Cohen sería capaz de cooperar con una imagen tan visceral si era necesario para lidiar con el Ojo Carmesí.
Zagreus
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Re: Un Torrente De Sangre A La Cabeza [Noche] [Privado] [Cerrado]
Cuándo Zagreus salió de su escondite, la jugada fue sumamente arriesgada. San Jacobo era un vampiro de la voz, con una palabra podía controlarle, sin dudar. A su favor, jugaba el hecho de que San Jacobo no sabía quién estaba a su espalda, ni su raza, ni sus habilidades, ni lo que estaba dispuesto a hacer…
―El amigo que está a tu espalda es un potente mago de fuego. Puede hacer arder su arma en un instante… Tú sabrás lo que haces. Yo que tú le obedecería… Pero no mires hacia atrás…
Desde su perspectiva, Cohen no podía ver que tipo de arma usaba su amigo y si estaba formada con sangre, debía impedir que San Jacobo se percatase de que realmente no era un brujo de fuego…
―Si me dejas salir, podrías convencerles de que os habéis marchado ya… sólo bastarán unas palabras…
Cohen asintió. San Jacobo se dirigió lentamente hacia la puerta, girando de forma que siempre le daba la espalda a Zagreus. Salió de la habitación dispuesto a satisfacer su cometido.
En ese momento, Cohen se percató de que tenía muchísima sed de sangre. No sabía a qué se debía, pero ninguna ocasión, había sentido tanta necesidad de beber sangre caliente desde el cuerpo de otro ser humano. [1]
―Quiero que te marches antes de que vuelva. Hay una puerta lateral, al final del pasillo. Ocúltate: él sabe mi apariencia, pero no conoce la tuya. Puedes seguirle en cuanto salga de aquí. De hecho, quiero que mañana por la noche también lo hagas. Con quién se reúne, quién va a verle, dónde se queda a pasar el periodo diurno. Es la mejor ayuda que puedes ofrecerme ahora mismo y no tengo mucho de lo que tirar… Nos vemos en dos noches en el cementerio, aquí detrás de la Iglesia. Yo debo hacer otras investigaciones por mi cuenta…
La curiosidad sobre el túnel que estaba entre la imprenta y la casa de Victor Krane había acudido a su mente. ¿Lo habrían sellado también? ¿Podría encontrar allí alguna pista antes de que fueran a sellar el túnel?
[1] Alusión a la absorción de éter del anillo mágico que porta San Jacobo a causa de la maldición de Cohen. Se activa el efecto de Hambre Voraz.
―El amigo que está a tu espalda es un potente mago de fuego. Puede hacer arder su arma en un instante… Tú sabrás lo que haces. Yo que tú le obedecería… Pero no mires hacia atrás…
Desde su perspectiva, Cohen no podía ver que tipo de arma usaba su amigo y si estaba formada con sangre, debía impedir que San Jacobo se percatase de que realmente no era un brujo de fuego…
―Si me dejas salir, podrías convencerles de que os habéis marchado ya… sólo bastarán unas palabras…
Cohen asintió. San Jacobo se dirigió lentamente hacia la puerta, girando de forma que siempre le daba la espalda a Zagreus. Salió de la habitación dispuesto a satisfacer su cometido.
En ese momento, Cohen se percató de que tenía muchísima sed de sangre. No sabía a qué se debía, pero ninguna ocasión, había sentido tanta necesidad de beber sangre caliente desde el cuerpo de otro ser humano. [1]
―Quiero que te marches antes de que vuelva. Hay una puerta lateral, al final del pasillo. Ocúltate: él sabe mi apariencia, pero no conoce la tuya. Puedes seguirle en cuanto salga de aquí. De hecho, quiero que mañana por la noche también lo hagas. Con quién se reúne, quién va a verle, dónde se queda a pasar el periodo diurno. Es la mejor ayuda que puedes ofrecerme ahora mismo y no tengo mucho de lo que tirar… Nos vemos en dos noches en el cementerio, aquí detrás de la Iglesia. Yo debo hacer otras investigaciones por mi cuenta…
La curiosidad sobre el túnel que estaba entre la imprenta y la casa de Victor Krane había acudido a su mente. ¿Lo habrían sellado también? ¿Podría encontrar allí alguna pista antes de que fueran a sellar el túnel?
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[1] Alusión a la absorción de éter del anillo mágico que porta San Jacobo a causa de la maldición de Cohen. Se activa el efecto de Hambre Voraz.
Cohen
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Re: Un Torrente De Sangre A La Cabeza [Noche] [Privado] [Cerrado]
La amenaza resultó efectiva, el sacerdote ya no se mostraba prepotente, por el contrario, su voz se notaba frágil, casi quebrada ante las palabras de Cohen que me presentaban como un mago de fuego. Jacobo ya no estaba en la habitación y debíamos “confiar”, de que no quisiera jugar a intentar ser “más listo” y delatarnos ante los perseguidores.
Cohen propuso que me apartara, no me parece una opción sensata. Dejarlo con San Jacobo, por más que estuviera la idea de que yo podría estar merodeando por la iglesia o incluso dentro de la sacristía, parecía demasiado peligroso.
Pensé en preguntarle a mi compañero si estaba seguro de su sugerencia, pero entendí que poco valdría dialogar aquella noche. El Ojo Carmesí despertaba cosas en Cohen muy distintas a las que conocía cuando perseguía a Zana o se veía involucrado con el gremio de alquimistas o el mismo Lannet.
Entendía que su conversación con el padre tendría un tono personal, debía confiar en su juicio aunque lo criticara. Yo pintaba poco en su cruzada.
Está bien, nos veremos en dos noches… Ten cuidado con Jacobo. - guardé mi arma en su funda. Me sentía en el fondo insatisfecho por no ser parte del interrogatorio. Solo quedaban preguntas y un optimismo extraño en el alquimista que podría jugarnos en contra.
Salí al pasillo con mucho cuidado, escondiéndome entre las sombras en silencio, vi de reojo como el párroco conversaba con varias personas de forma calmada, no parecía querer apostar con su vida. Dejé la iglesia y a mi compañero vampiro, confiando en que pudiera terminar su encuentro con el padre sin inconvenientes y que lograse sobrevivir los próximos días, no serían noches tranquilas para Sacrestic.
Mi misión no terminaba, debía seguir al padre que seguramente estaría paranoico tras aquella visita. Sería cauteloso y sacaría partido de la carta de desconocido que aún podía usar contra el Ojo. Seria su sombra a la distancia, cumpliría mi rol antes de visitar el cementerio en dos noches.
Cohen propuso que me apartara, no me parece una opción sensata. Dejarlo con San Jacobo, por más que estuviera la idea de que yo podría estar merodeando por la iglesia o incluso dentro de la sacristía, parecía demasiado peligroso.
Pensé en preguntarle a mi compañero si estaba seguro de su sugerencia, pero entendí que poco valdría dialogar aquella noche. El Ojo Carmesí despertaba cosas en Cohen muy distintas a las que conocía cuando perseguía a Zana o se veía involucrado con el gremio de alquimistas o el mismo Lannet.
Entendía que su conversación con el padre tendría un tono personal, debía confiar en su juicio aunque lo criticara. Yo pintaba poco en su cruzada.
Está bien, nos veremos en dos noches… Ten cuidado con Jacobo. - guardé mi arma en su funda. Me sentía en el fondo insatisfecho por no ser parte del interrogatorio. Solo quedaban preguntas y un optimismo extraño en el alquimista que podría jugarnos en contra.
Salí al pasillo con mucho cuidado, escondiéndome entre las sombras en silencio, vi de reojo como el párroco conversaba con varias personas de forma calmada, no parecía querer apostar con su vida. Dejé la iglesia y a mi compañero vampiro, confiando en que pudiera terminar su encuentro con el padre sin inconvenientes y que lograse sobrevivir los próximos días, no serían noches tranquilas para Sacrestic.
Mi misión no terminaba, debía seguir al padre que seguramente estaría paranoico tras aquella visita. Sería cauteloso y sacaría partido de la carta de desconocido que aún podía usar contra el Ojo. Seria su sombra a la distancia, cumpliría mi rol antes de visitar el cementerio en dos noches.
Zagreus
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Re: Un Torrente De Sangre A La Cabeza [Noche] [Privado] [Cerrado]
En cuanto Zagreus abandonó la habitación, Cohen notó lo tenso que estaba. Sus puños estaban cerrados, apretados. Sus uñas se clavaban en la carne de sus palmas.
Estaba cansado. Llevaba varios días escondiéndose, huyendo, estudiando cada posibilidad. Necesitaba descansar, pero ahora… ahora no podía volver a la Flor Inerte, ni a la habitación que usaba bajo la tienda, ni mucho menos a la casa de Isabella, que esperaba que se encontrase bien y que los guardias la hubieran dejado en paz.
Había arrastrado a Zagreus a su lucha y tardó unos segundos en darse cuenta de que no había agradecido a su amigo la ayuda prestada, aumentando aún más su enfado.
Y estaba esa maldita sed… esa sed intensa que se negaba a desaparecer. Tenía ganas de vaciar al primer incauto que se cruzara en su camino: hundir sus colmillos en su carne y beber su rojo líquido de vida.
San Jacobo regresó poco después, entrando precavido. Miró a su alrededor, sorprendido de encontrarse a solas de nuevo con Cohen.
―No tengo tiempo e imagino que tú tampoco tienes demasiado. Diles que le han declarado la guerra a la persona equivocada. Diles que pienso destruirles, acabar con sus miserables vidas, aunque me cueste la mía… Que la muerte de Peter y que lo que le hicieron a Zana no quedará impune... Y si vuelves a cruzarte en mi camino y osas desafiarme de nuevo, no habrá un maldito Cristo que pueda ayudarte...
Cohen dirigió sus pasos hacia la salida de la sacristía y tras cerrar la puerta, se dirigió hacia la salida lateral por la que Zagreus había huido un poco antes.
Pero antes de llegar hasta allí, una mujer se cruzó en su camino. Cohen no pudo resistirse. Su sed era violenta, salvaje… la sentía insaciable. Introdujo a su víctima en una de las salas y se alimentó de su cuerpo, gota tras gota, mientras el cuerpo de la mujer, rígido aunque con evidentes signos de placer a causa de la mordedura vampírica, se desangraba poco a poco en el interior de su boca. [1]
Cuándo volvió a reaccionar, el cuerpo inerte de la mujer descansaba entre sus brazos. La había desangrado por completo y por primera vez se preguntó qué diferencia había entre aquella mujer y la muerte de Peter.
Aquella situación le estaba volviendo loco. Cómo si un torrente de sangre hubiera llegado de golpe a su cabeza…
[1] Cohen consigue saciar su sed de sangre ocasionada por la maldición, cuya existencia aún desconoce.
Estaba cansado. Llevaba varios días escondiéndose, huyendo, estudiando cada posibilidad. Necesitaba descansar, pero ahora… ahora no podía volver a la Flor Inerte, ni a la habitación que usaba bajo la tienda, ni mucho menos a la casa de Isabella, que esperaba que se encontrase bien y que los guardias la hubieran dejado en paz.
Había arrastrado a Zagreus a su lucha y tardó unos segundos en darse cuenta de que no había agradecido a su amigo la ayuda prestada, aumentando aún más su enfado.
Y estaba esa maldita sed… esa sed intensa que se negaba a desaparecer. Tenía ganas de vaciar al primer incauto que se cruzara en su camino: hundir sus colmillos en su carne y beber su rojo líquido de vida.
San Jacobo regresó poco después, entrando precavido. Miró a su alrededor, sorprendido de encontrarse a solas de nuevo con Cohen.
―No tengo tiempo e imagino que tú tampoco tienes demasiado. Diles que le han declarado la guerra a la persona equivocada. Diles que pienso destruirles, acabar con sus miserables vidas, aunque me cueste la mía… Que la muerte de Peter y que lo que le hicieron a Zana no quedará impune... Y si vuelves a cruzarte en mi camino y osas desafiarme de nuevo, no habrá un maldito Cristo que pueda ayudarte...
Cohen dirigió sus pasos hacia la salida de la sacristía y tras cerrar la puerta, se dirigió hacia la salida lateral por la que Zagreus había huido un poco antes.
Pero antes de llegar hasta allí, una mujer se cruzó en su camino. Cohen no pudo resistirse. Su sed era violenta, salvaje… la sentía insaciable. Introdujo a su víctima en una de las salas y se alimentó de su cuerpo, gota tras gota, mientras el cuerpo de la mujer, rígido aunque con evidentes signos de placer a causa de la mordedura vampírica, se desangraba poco a poco en el interior de su boca. [1]
Cuándo volvió a reaccionar, el cuerpo inerte de la mujer descansaba entre sus brazos. La había desangrado por completo y por primera vez se preguntó qué diferencia había entre aquella mujer y la muerte de Peter.
Aquella situación le estaba volviendo loco. Cómo si un torrente de sangre hubiera llegado de golpe a su cabeza…
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[1] Cohen consigue saciar su sed de sangre ocasionada por la maldición, cuya existencia aún desconoce.
Cohen
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