Antes cabeza de ratón que cola de león [Privado, Cerrado]
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Antes cabeza de ratón que cola de león [Privado, Cerrado]
La reputación de un Mausu lo precede.
Sin lugar a duda Amit decía esa oración con orgullo, y lo sostenía a muerte ya que desde su perspectiva su reputación solo podía ser descripta como: Impecable, impoluta, sin una sola mancha. Siquiera se detenía a pensar en la posibilidad de que no todos pudieran tener la misma opinión al respecto.
Todo esto no parece relevante ahora mismo, pero pronto se entenderá el motivo.
Amit regresaba de hacer algunas diligencias, en está oportunidad no había tenido que meterse en antiguas ruinas, ni en oscuros pasadizos, ni pelear con monstruos de pesadillas. No, nada de eso, simplemente había sido necesario ir a por cosas que necesitaban a poblados más lejanos de lo que estaban acostumbrados. Y, como siempre que había que alejarse mucho, los exploradores eran los encargados, ya que para un Mausu promedio las tierras por afuera de su aldea eran muy peligrosas.
Miro por arriba de su hombro, contemplando una vez más los sacos, las herramientas, todo lo que había tenido que comprar. Suspiró y murmuró un rezo al Dios Ratón que los estaba mirando, en los últimos meses habían tenido problemas con las cosechas, las plantas no salían con la misma fuerza que siempre y eso era sumamente preocupante. Los Mausu no tenían una gran economía, su único modo para poder subsistir era el poder sembrar y cosechar correctamente.
Un poco más adelante el camino hacía una curva, Amit bajó la velocidad a la que iba su carro, el ratón conocía bien esa ruta, la tomaba siempre que tenía que cruzar el bosque de los elfos para acercarse a las ciudades de humanos y a la inversa. Luego de la curva podía verse un pequeño pueblito, era un sitio curioso porque al estar a mitad de camino entre territorios de Humanos, Elfos y Hombres-bestia, uno podía encontrarse de todo un poco.
Una vez adentrado en el pueblo, tenía que ir a paso de hombre sí no quería llevarse a nadie por delante. Estaba bastante atestado de gente porque un grupo de mercaderes habían detenido sus puestos rodantes en la plaza principal y los residentes aprovechaban para comprar cosas que normalmente no se veían. Lo mismo llamo la atención del Mausu, quien finalmente decidió detenerse a un lado del camino, ató a la montura y comenzó a observar los puestos cercanos.
Se encontraba sosteniendo un jarrón (En realidad era un vaso de cerámica, pero en las manos de un Mausu quedaba del tamaño de un jarrón) cuando un grito lo sorprendió desde atrás.
-¡¡Oye tu!! -
Amit estaba tan concentrado que dio un brinco y el vaso/jarrón casi se le escapa de las manos. Tuvo que hacer uso de toda su velocidad para agarrarlo en el aire antes de que se hiciera añicos.
-¿Quien? Tchik - Miro a los lados, desconcertado
-Te hablo a ti, Ratón - Quien lo increpaba era un Hombre-León que llevaba ropas de viaje - Devuélveme lo que me robaste -
Sin lugar a duda Amit decía esa oración con orgullo, y lo sostenía a muerte ya que desde su perspectiva su reputación solo podía ser descripta como: Impecable, impoluta, sin una sola mancha. Siquiera se detenía a pensar en la posibilidad de que no todos pudieran tener la misma opinión al respecto.
Todo esto no parece relevante ahora mismo, pero pronto se entenderá el motivo.
Amit regresaba de hacer algunas diligencias, en está oportunidad no había tenido que meterse en antiguas ruinas, ni en oscuros pasadizos, ni pelear con monstruos de pesadillas. No, nada de eso, simplemente había sido necesario ir a por cosas que necesitaban a poblados más lejanos de lo que estaban acostumbrados. Y, como siempre que había que alejarse mucho, los exploradores eran los encargados, ya que para un Mausu promedio las tierras por afuera de su aldea eran muy peligrosas.
Miro por arriba de su hombro, contemplando una vez más los sacos, las herramientas, todo lo que había tenido que comprar. Suspiró y murmuró un rezo al Dios Ratón que los estaba mirando, en los últimos meses habían tenido problemas con las cosechas, las plantas no salían con la misma fuerza que siempre y eso era sumamente preocupante. Los Mausu no tenían una gran economía, su único modo para poder subsistir era el poder sembrar y cosechar correctamente.
Un poco más adelante el camino hacía una curva, Amit bajó la velocidad a la que iba su carro, el ratón conocía bien esa ruta, la tomaba siempre que tenía que cruzar el bosque de los elfos para acercarse a las ciudades de humanos y a la inversa. Luego de la curva podía verse un pequeño pueblito, era un sitio curioso porque al estar a mitad de camino entre territorios de Humanos, Elfos y Hombres-bestia, uno podía encontrarse de todo un poco.
Una vez adentrado en el pueblo, tenía que ir a paso de hombre sí no quería llevarse a nadie por delante. Estaba bastante atestado de gente porque un grupo de mercaderes habían detenido sus puestos rodantes en la plaza principal y los residentes aprovechaban para comprar cosas que normalmente no se veían. Lo mismo llamo la atención del Mausu, quien finalmente decidió detenerse a un lado del camino, ató a la montura y comenzó a observar los puestos cercanos.
Se encontraba sosteniendo un jarrón (En realidad era un vaso de cerámica, pero en las manos de un Mausu quedaba del tamaño de un jarrón) cuando un grito lo sorprendió desde atrás.
-¡¡Oye tu!! -
Amit estaba tan concentrado que dio un brinco y el vaso/jarrón casi se le escapa de las manos. Tuvo que hacer uso de toda su velocidad para agarrarlo en el aire antes de que se hiciera añicos.
-¿Quien? Tchik - Miro a los lados, desconcertado
-Te hablo a ti, Ratón - Quien lo increpaba era un Hombre-León que llevaba ropas de viaje - Devuélveme lo que me robaste -
Amit'tek
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Re: Antes cabeza de ratón que cola de león [Privado, Cerrado]
Aquel sería el último pueblo antes de llegar a casa, no veía el momento de dejarse caer sobre la cama mullida y dormir hasta que el cuerpo dudase sobre su propio estado vital. Para un par de encargos de poca importancia había pasado los últimos días atravesando la península y las últimas horas de viaje rozaban en la ansiedad por llegar. Casi podía imaginar el olor de la concina de Lissinda abriendo su apetito, más al pensar en la entrega de productos que aquellos granjeros la otorgaron como pago por sus medicinas... Excesivo saco, a su parecer. Sobre todo porque debía cargarlo en el camino de vuelta... Razón por la que una última parada se hizo obligatoria.
A pesar de no abarcar demasiado, se percibía ajetreo entre las calles del poblado, aumentando notablemente cuanto más se aproximaba a la plaza central. Día de mercado, quizá de las cosas que más disfrutaba en sus viajes. En entornos como aquel, lejos de las grandes ciudades, el ambiente tan ameno que se generaba alrededor de puestos de toda clase, la exposición de productos de una y otra tierra, casi se convertía en un acontecimiento. A ella, por otra parte, no le resultaba difícil perderse entre la artesanía local que salía a relucir ante la presencia de viajeros.
Se adentró hasta el eje central, donde los vendedores ambulantes presentaban sus mercancías, algunas con mejor publicidad que otras, aunque no siempre de mejor calidad. Interesados en gastar y curiosos caminaban por igual entre los mostradores que se extendía por toda la plaza, mientras los más pillos y habilidosos se escurrían entre los extranjeros -y algunos locales despistados- que, como ella, hacían un alto en el camino. Consciente de ello, se ocupó de poner a buen recaudo sus pertenencias antes de pasear y echar algún que otro vistazo. Otra ventaja de las comunidades pequeñas, nunca olvidan una cara.
-Hacía tiempo que no parabas por aquí, chica. ¿Cómo está el viejo Fahïn?- aquel antiguo conocido del que en más de una ocasión la había servido de transporte con su carro la recordaba, bien por el hombre-cabra.
-Te veo bien, Venko. El viejo bien. Bien loco, ya lo conoces.- bromeó la elfa -Estoy de paso y querría descansar un rato...
-Y husmear, eh.- la interrumpió con sorna
-¡Pues claro! Ya lo sabes.- afirmó despreocupada, restándole importancia con un gesto -Entonces, ¿guardar mis cosas dentro?
-Seh, seh.-
El medio macho cabrío retomó su labor de curtidor y ella salió del taller habiéndose quitado varias toneladas de encima, o al menos así lo sintió cuando estiró su espalda. Caminó hasta la esquina y al torcer la calle se encontró la plaza a pocos metros. Paseó con la mente despejada, sin prisas, deteniéndose a observar con especial interés aquellos donde los distintos comerciantes realizaban demostraciones de sus productos "más revolucionarios", sus "más vendidos en todo el continente" y demás ofertas que trataban de embaucar a las mentes más maleables. Era entretenido. Aunque sin duda los que la absorbían eran aquellos con bisutería, amuletos y complementos varios, acompañados de palabrería mística de dudosa fiabilidad. Aunque lucen bien.
No llevaría dos minutos parada, observando un expositor de artículos de botánica cuando a un par de puestos de aquel comenzaba a generarse un llamativo revuelo. Giró sobre sí, dirigiendo la mirada al corrillo que se había formado, sin alcanzar a ver qué ocurría. Una mujer que cuchicheaba junto a otras dos en el puesto contiguo, en un afán por hacerle saber a todos los presentes en aquel extremo del mercado que una rata gigante había robado nosequé, expresaba su preocupación a sus vecinas en un tono para nada desapercibido. Excitadas las mujeres, por otra parte, para algo fuera de la normalidad que ocurría en sus calles, ellas presentes para presenciarlo era digno de compartir. Río con ternura al escucharlas antes de agradecer a la tendera las muestras de lavanda con las que la había obsequiado.
Se acercó entonces, víctima de la más pura curiosidad, al barullo alrededor del malhechor. No le fue difícil hacerse hueco, aunque prefirió mantenerse a distancia, por lo que pudiera encontrarse. Para su sorpresa, un ratón notablemente desubicado se encontraba en el centro de todas las miradas, acusado por un amenazante hombre-león. Si, debía admitir que los chismorreos que rondaban no iban tan desencaminados. Sin entrometerse demasiado, siguió de reojo lo que ocurría junto al puesto de cerámica mientras trataba seguir ojeando los demás, aunque atenta por si las cosas se ponían feas y comenzaban a volar objetos. O seres, en el peor de los casos.
A pesar de no abarcar demasiado, se percibía ajetreo entre las calles del poblado, aumentando notablemente cuanto más se aproximaba a la plaza central. Día de mercado, quizá de las cosas que más disfrutaba en sus viajes. En entornos como aquel, lejos de las grandes ciudades, el ambiente tan ameno que se generaba alrededor de puestos de toda clase, la exposición de productos de una y otra tierra, casi se convertía en un acontecimiento. A ella, por otra parte, no le resultaba difícil perderse entre la artesanía local que salía a relucir ante la presencia de viajeros.
Se adentró hasta el eje central, donde los vendedores ambulantes presentaban sus mercancías, algunas con mejor publicidad que otras, aunque no siempre de mejor calidad. Interesados en gastar y curiosos caminaban por igual entre los mostradores que se extendía por toda la plaza, mientras los más pillos y habilidosos se escurrían entre los extranjeros -y algunos locales despistados- que, como ella, hacían un alto en el camino. Consciente de ello, se ocupó de poner a buen recaudo sus pertenencias antes de pasear y echar algún que otro vistazo. Otra ventaja de las comunidades pequeñas, nunca olvidan una cara.
-Hacía tiempo que no parabas por aquí, chica. ¿Cómo está el viejo Fahïn?- aquel antiguo conocido del que en más de una ocasión la había servido de transporte con su carro la recordaba, bien por el hombre-cabra.
-Te veo bien, Venko. El viejo bien. Bien loco, ya lo conoces.- bromeó la elfa -Estoy de paso y querría descansar un rato...
-Y husmear, eh.- la interrumpió con sorna
-¡Pues claro! Ya lo sabes.- afirmó despreocupada, restándole importancia con un gesto -Entonces, ¿guardar mis cosas dentro?
-Seh, seh.-
El medio macho cabrío retomó su labor de curtidor y ella salió del taller habiéndose quitado varias toneladas de encima, o al menos así lo sintió cuando estiró su espalda. Caminó hasta la esquina y al torcer la calle se encontró la plaza a pocos metros. Paseó con la mente despejada, sin prisas, deteniéndose a observar con especial interés aquellos donde los distintos comerciantes realizaban demostraciones de sus productos "más revolucionarios", sus "más vendidos en todo el continente" y demás ofertas que trataban de embaucar a las mentes más maleables. Era entretenido. Aunque sin duda los que la absorbían eran aquellos con bisutería, amuletos y complementos varios, acompañados de palabrería mística de dudosa fiabilidad. Aunque lucen bien.
No llevaría dos minutos parada, observando un expositor de artículos de botánica cuando a un par de puestos de aquel comenzaba a generarse un llamativo revuelo. Giró sobre sí, dirigiendo la mirada al corrillo que se había formado, sin alcanzar a ver qué ocurría. Una mujer que cuchicheaba junto a otras dos en el puesto contiguo, en un afán por hacerle saber a todos los presentes en aquel extremo del mercado que una rata gigante había robado nosequé, expresaba su preocupación a sus vecinas en un tono para nada desapercibido. Excitadas las mujeres, por otra parte, para algo fuera de la normalidad que ocurría en sus calles, ellas presentes para presenciarlo era digno de compartir. Río con ternura al escucharlas antes de agradecer a la tendera las muestras de lavanda con las que la había obsequiado.
Se acercó entonces, víctima de la más pura curiosidad, al barullo alrededor del malhechor. No le fue difícil hacerse hueco, aunque prefirió mantenerse a distancia, por lo que pudiera encontrarse. Para su sorpresa, un ratón notablemente desubicado se encontraba en el centro de todas las miradas, acusado por un amenazante hombre-león. Si, debía admitir que los chismorreos que rondaban no iban tan desencaminados. Sin entrometerse demasiado, siguió de reojo lo que ocurría junto al puesto de cerámica mientras trataba seguir ojeando los demás, aunque atenta por si las cosas se ponían feas y comenzaban a volar objetos. O seres, en el peor de los casos.
Aylizz Wendell
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Re: Antes cabeza de ratón que cola de león [Privado, Cerrado]
Probablemente una persona cualquiera podría haberse tomado las cosas con más calma, intentar razonar con el Hombre-León, preguntarle con quien creía que hablaba sí él estaba seguro que no se conocían de nada. Intentar discernir qué era lo que creía que había pasado, o sí por casualidad no podría ser que lo hubiesen confundido con alguien más. Este sería el tipo de diálogo que se desarrollaría entre dos personas normales, pero ya dijimos que el orgullo de un Mausu sobrepasaba las limitaciones de la coherencia.
-¿Robar? Tchik - Repitió Amit mientras las palabras parecían comenzar a llegar a su cerebro - ¿¿Robar?? ¿Me estás llamando ladrón? - La idea caía como a cuentagotas, logrando que la indignación del Ratón subiera paulatinamente.
-Así es. Te compré ese saco de trigo por siete monedas de plata, tuve que pedirles a mis amigos el dinero para poder pagártelo. Llegue a la moneda de oro y así fue como te pague- Amit iba achicando los ojos, pero no por sospecha sino porque intentaba seguir la línea de razonamiento del Hombre-león
-Diez monedas de plata equivalen a una de oro, así que es correcto, Tchik, entonces tenía que darte... -
- Me diste tres monedas de plata de cambio. Le entregué una a cada amigo y me quedé con una yo mismo - Para este punto ya la mitad del público se había perdido completamente - Ahora solo les debía cuatro monedas a cada uno. Es decir ocho monedas, más la que yo me quedé nueve... -
-Pero cuatro y cuatro, más uno... - El Mausu contaba con los dedos.
-Son nueve, nueve monedas ¿Dónde está la moneda de plata que falta? - Lo señaló acusador - ¡Es evidente que tu te la quedaste, Ratón Ladino! -
-¿Yo? Tchik, entonces es cierto ¡Me estás llamando ladrón! ¡¡Yo no soy ningún ladrón!! - Al Mausu se le crisparon los pelos de la espalda - Yo jamás me quedaría con el dinero de nadie -
-No te creo nada, ladrón. Dame mi moneda o te arrepentirás - Y desde atrás del Hombre-león salieron otros dos Hombres-Felinos, probablemente sus amigos.
Amit en cambio sacó su martillo, no era del tipo de persona que permite que se pusiera en duda su honor, ni tampoco que se deja persuadir por estar en desventaja numérica.
-¡Acérquense! ¡Les daré una lección - Dijo absolutamente convencido mientras agitaba su martillo a dos manos que para todo el resto no era más que un martillo pequeño.
De no haber estado tan enojado, quizás Amit podría haber recordado que él no había hecho ningún trato con ningún Hombre-León.
-¿Robar? Tchik - Repitió Amit mientras las palabras parecían comenzar a llegar a su cerebro - ¿¿Robar?? ¿Me estás llamando ladrón? - La idea caía como a cuentagotas, logrando que la indignación del Ratón subiera paulatinamente.
-Así es. Te compré ese saco de trigo por siete monedas de plata, tuve que pedirles a mis amigos el dinero para poder pagártelo. Llegue a la moneda de oro y así fue como te pague- Amit iba achicando los ojos, pero no por sospecha sino porque intentaba seguir la línea de razonamiento del Hombre-león
-Diez monedas de plata equivalen a una de oro, así que es correcto, Tchik, entonces tenía que darte... -
- Me diste tres monedas de plata de cambio. Le entregué una a cada amigo y me quedé con una yo mismo - Para este punto ya la mitad del público se había perdido completamente - Ahora solo les debía cuatro monedas a cada uno. Es decir ocho monedas, más la que yo me quedé nueve... -
-Pero cuatro y cuatro, más uno... - El Mausu contaba con los dedos.
-Son nueve, nueve monedas ¿Dónde está la moneda de plata que falta? - Lo señaló acusador - ¡Es evidente que tu te la quedaste, Ratón Ladino! -
-¿Yo? Tchik, entonces es cierto ¡Me estás llamando ladrón! ¡¡Yo no soy ningún ladrón!! - Al Mausu se le crisparon los pelos de la espalda - Yo jamás me quedaría con el dinero de nadie -
-No te creo nada, ladrón. Dame mi moneda o te arrepentirás - Y desde atrás del Hombre-león salieron otros dos Hombres-Felinos, probablemente sus amigos.
Amit en cambio sacó su martillo, no era del tipo de persona que permite que se pusiera en duda su honor, ni tampoco que se deja persuadir por estar en desventaja numérica.
-¡Acérquense! ¡Les daré una lección - Dijo absolutamente convencido mientras agitaba su martillo a dos manos que para todo el resto no era más que un martillo pequeño.
De no haber estado tan enojado, quizás Amit podría haber recordado que él no había hecho ningún trato con ningún Hombre-León.
Amit'tek
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Re: Antes cabeza de ratón que cola de león [Privado, Cerrado]
El hombre-león elevaba más el tono conforme la conversación con el roedor avanzaba, haciendo que todos alrededor estuvieran al tanto de la situación. ¿Un problema de cobros? Tampoco parecía gran cosa, una confusión en la devolución, nada que no pudiera solucionarse con un nuevo intercambio de monedas. No obstante, la negativa del roedor ante la acusación propició la aparición de dos interventores más, los cuales no parecían tener ninguna intención de conversar.
El corrillo formado alrededor de los que ahora parecían ser el espectáculo de turno en la plaza central se abrió, dejando hueco para más gente que, más morbosa que preocupada, se acercaba para no perderse detalle. ¿Quién no querría presenciar un enfrentamiento entre tres bestias y un ratón? Había incluso algunos que acordaban apuestas, claro que ninguna a favor del Mausu. La escena era cuanto menos curiosa, todo sea dicho, el pequeño hombre-ratón -que de hombre tenía poco- sostenía un pequeño mazo con expresión desafiante frente a los tres felinos que, a priori, no necesitarían más que sus zarpas para tumbar a su contrincante y que mostraban una actitud más que relajada.
Aylizz terminó por sucumbir a la curiosidad y abandonó el puesto que simulaba ojear, sin perder detalle alguno de lo que pasaba a su alrededor, y se abrió paso entre la pequeña multitud hasta hacerse hueco delante de dos corpulentos hombres que se frotaban las manos deseosos de ver a los cuatro en acción.
-Me juego las siete monedas de plata que le ha costado el trigo a que el melenas lo deja de alfombra en el suelo.- apuntó uno de ellos.
-¡Já! ¿Si? Pues yo la moneda de oro que dice que le ha pagado a que uno de los mininos se lo zampa de un bocado.- replicó el otro.
-Tú qué, viejo, ¿te animas? ¿Qué destino le espera a la ratón ratero?- preguntó el primero, codeando a otro de los hombres que tenía al lado, quien a diferencia de ellos negó con la cabeza, absteniéndose de participar.
-¡Eso! ¿Quién se anima? ¿Cuánto creéis que aguantará el medio metro?- exclamó el segundo a carcajadas.
La elfa, escuchándolo a su espalda, arqueó una ceja. Vaya, qué oportuno aquello, ¿no? Día de mercado, la plaza abarrotada, un extranjero aparece, un matón lo acusa de robar y convenientemente surgen las apuestas. Aunque... Si aquella venta no se hubiese dado, ¿no se habría defendido de ello el ratón? Lo miró de arriba a abajo, sin apenas protecciones, un pedazo de tela simulando una capa de tamaño reducido y el pequeño martillo que en sus manos se veía considerable, pero que habría que ver su efectividad frente a oponentes de tamaño humano. Su primer pensamiento fue creerlo perdido, ¿de verdad estaba dispuesto a enfrentarse por cuatro monedas? O las que fueran, realmente había perdido la cuenta entre tantas equivalencias. Claro que... No sería la primera vez que presenciaba cómo las apariencias pueden engañar. Y aquel peluchón roedor parecía muy seguro de sí mismo.
-Una moneda de oro a favor del ratón.- intervino entonces la rubia, volteándose hacia los maleantes. Ambos quedaron perplejos ante la confianza depositada en el pequeño ser, antes de expulsar otra carcajada.
-¡Claro! Como quieras preciosa, debe sobrarte si estás dispuesta a tirar el dinero.- respondió el más fanfarrón.
-¡Las ganancias más sencillas de mi vida!- añadió el otro.
-Bueno- replicó ella, encogiéndose de hombros -Aún no habéis ganado nada.- y cruzándose de brazos se volvió nuevamente hacia los contendientes.
El corrillo formado alrededor de los que ahora parecían ser el espectáculo de turno en la plaza central se abrió, dejando hueco para más gente que, más morbosa que preocupada, se acercaba para no perderse detalle. ¿Quién no querría presenciar un enfrentamiento entre tres bestias y un ratón? Había incluso algunos que acordaban apuestas, claro que ninguna a favor del Mausu. La escena era cuanto menos curiosa, todo sea dicho, el pequeño hombre-ratón -que de hombre tenía poco- sostenía un pequeño mazo con expresión desafiante frente a los tres felinos que, a priori, no necesitarían más que sus zarpas para tumbar a su contrincante y que mostraban una actitud más que relajada.
Aylizz terminó por sucumbir a la curiosidad y abandonó el puesto que simulaba ojear, sin perder detalle alguno de lo que pasaba a su alrededor, y se abrió paso entre la pequeña multitud hasta hacerse hueco delante de dos corpulentos hombres que se frotaban las manos deseosos de ver a los cuatro en acción.
-Me juego las siete monedas de plata que le ha costado el trigo a que el melenas lo deja de alfombra en el suelo.- apuntó uno de ellos.
-¡Já! ¿Si? Pues yo la moneda de oro que dice que le ha pagado a que uno de los mininos se lo zampa de un bocado.- replicó el otro.
-Tú qué, viejo, ¿te animas? ¿Qué destino le espera a la ratón ratero?- preguntó el primero, codeando a otro de los hombres que tenía al lado, quien a diferencia de ellos negó con la cabeza, absteniéndose de participar.
-¡Eso! ¿Quién se anima? ¿Cuánto creéis que aguantará el medio metro?- exclamó el segundo a carcajadas.
La elfa, escuchándolo a su espalda, arqueó una ceja. Vaya, qué oportuno aquello, ¿no? Día de mercado, la plaza abarrotada, un extranjero aparece, un matón lo acusa de robar y convenientemente surgen las apuestas. Aunque... Si aquella venta no se hubiese dado, ¿no se habría defendido de ello el ratón? Lo miró de arriba a abajo, sin apenas protecciones, un pedazo de tela simulando una capa de tamaño reducido y el pequeño martillo que en sus manos se veía considerable, pero que habría que ver su efectividad frente a oponentes de tamaño humano. Su primer pensamiento fue creerlo perdido, ¿de verdad estaba dispuesto a enfrentarse por cuatro monedas? O las que fueran, realmente había perdido la cuenta entre tantas equivalencias. Claro que... No sería la primera vez que presenciaba cómo las apariencias pueden engañar. Y aquel peluchón roedor parecía muy seguro de sí mismo.
-Una moneda de oro a favor del ratón.- intervino entonces la rubia, volteándose hacia los maleantes. Ambos quedaron perplejos ante la confianza depositada en el pequeño ser, antes de expulsar otra carcajada.
-¡Claro! Como quieras preciosa, debe sobrarte si estás dispuesta a tirar el dinero.- respondió el más fanfarrón.
-¡Las ganancias más sencillas de mi vida!- añadió el otro.
-Bueno- replicó ella, encogiéndose de hombros -Aún no habéis ganado nada.- y cruzándose de brazos se volvió nuevamente hacia los contendientes.
Aylizz Wendell
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Re: Antes cabeza de ratón que cola de león [Privado, Cerrado]
El que Amit se mostrara tan resuelto sólo le generaba más y más risas a los presentes, sobre todo a los Felinos-Humanoides quienes no tenían problema alguno en que sus carcajadas se escucharan por encima de las demás. Aún así, el Mausu se mantuvo firme, apretando el agarre de su martillo, las expresiones de un ratón son difíciles de interpretar, pero por el movimiento de sus bigotes uno podía entender que estaba MUY molesto.
-Bueno, bueno, ya fue suficiente broma. Dame mi dinero y terminemos con esto - Dijo el Hombre-León.
-No te daré nada, Estúpido Gato Gigante. Yo no te robe, no tengo porque darte mi dinero - Exclamó indignado el Mausu. Y entonces las risas se apagaron.
El felino que estaba más cerca de Amit intentó agarrarlo con una de sus enormes manos, aunque las garras estaban a la vista por lo que uno podría suponer que no le hubiese importado demasiado sí además le hacía algo de daño. De todos modos nada de eso pasó ya que el ratón dio un ágil salto hacía atrás y logró esquivarlo, su espalda chocó contra el muro de gente que estaba mirando detrás de él y automáticamente lo empujaron de nuevo hacía adelante para que, supuestamente, no escapara de la pelea.
-¡No empujen! ¡No empujen! - Se quejaba el Mausu irritado y agitó un par de veces el mazo para que se alejaran de él.
El felino aprovechó la distracción para agarrarlo de las orejas y levantarlo, Amit chilló y se empezó a agitar en todas direcciones para que lo soltara. A ningún ratón le gustaba que lo agarren, pero sin duda las orejas eran un punto sensible, llenas de vasos sanguíneos y terminales nerviosas que daban fuertes señales al Mausu para que intentara liberarse. Sus enemigos habían recuperado el humor, así que simplemente lo exhibían como si fuera un chiste.
Amit buscó algo en el bolsillo de su capa y en cuanto lo encontró lo arrojo a los pies del felino que lo estaba sosteniendo. La botella se partió y un denso humo comenzó a formarse alrededor del León, este se asustó y soltó al Mausu quien se apuro en alejarse del lugar de efecto. A los pocos segundos el Hombre-Bestia se encontraba bailando alegremente frente a un desconcertado público.
Los dos compañeros tardaron en reaccionar porque se quedaron sorprendidos mirando al Hombre-León bailando. Pero en seguida comenzaron a seguir a Amit, el primero que se acercó recibió como respuesta un golpe de martillo en la pata. El segundo dio un salto intentando derribarlo pero el ratón se agachó y comenzó a correr en dirección contraria. Mientras tanto el líder del grupo continuaba bailando y el público miraba entre asombrado y entretenido.
--------------------------------------------------------------------------------------
*Poción de baile: La poción sirve como una granada de mano. Se ha de lanzar a los pies del enemigo, rompiendo el cristal y liberando la nube amarilla. El enemigo quedará expuesto al hechizo: estará obligado a bailar por el resto del turno. Solamente afecta a personajes de nivel 4 e inferiores y criaturas de dificultad Media o inferior.
Duración: 1 turno
-Bueno, bueno, ya fue suficiente broma. Dame mi dinero y terminemos con esto - Dijo el Hombre-León.
-No te daré nada, Estúpido Gato Gigante. Yo no te robe, no tengo porque darte mi dinero - Exclamó indignado el Mausu. Y entonces las risas se apagaron.
El felino que estaba más cerca de Amit intentó agarrarlo con una de sus enormes manos, aunque las garras estaban a la vista por lo que uno podría suponer que no le hubiese importado demasiado sí además le hacía algo de daño. De todos modos nada de eso pasó ya que el ratón dio un ágil salto hacía atrás y logró esquivarlo, su espalda chocó contra el muro de gente que estaba mirando detrás de él y automáticamente lo empujaron de nuevo hacía adelante para que, supuestamente, no escapara de la pelea.
-¡No empujen! ¡No empujen! - Se quejaba el Mausu irritado y agitó un par de veces el mazo para que se alejaran de él.
El felino aprovechó la distracción para agarrarlo de las orejas y levantarlo, Amit chilló y se empezó a agitar en todas direcciones para que lo soltara. A ningún ratón le gustaba que lo agarren, pero sin duda las orejas eran un punto sensible, llenas de vasos sanguíneos y terminales nerviosas que daban fuertes señales al Mausu para que intentara liberarse. Sus enemigos habían recuperado el humor, así que simplemente lo exhibían como si fuera un chiste.
Amit buscó algo en el bolsillo de su capa y en cuanto lo encontró lo arrojo a los pies del felino que lo estaba sosteniendo. La botella se partió y un denso humo comenzó a formarse alrededor del León, este se asustó y soltó al Mausu quien se apuro en alejarse del lugar de efecto. A los pocos segundos el Hombre-Bestia se encontraba bailando alegremente frente a un desconcertado público.
Los dos compañeros tardaron en reaccionar porque se quedaron sorprendidos mirando al Hombre-León bailando. Pero en seguida comenzaron a seguir a Amit, el primero que se acercó recibió como respuesta un golpe de martillo en la pata. El segundo dio un salto intentando derribarlo pero el ratón se agachó y comenzó a correr en dirección contraria. Mientras tanto el líder del grupo continuaba bailando y el público miraba entre asombrado y entretenido.
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*Poción de baile: La poción sirve como una granada de mano. Se ha de lanzar a los pies del enemigo, rompiendo el cristal y liberando la nube amarilla. El enemigo quedará expuesto al hechizo: estará obligado a bailar por el resto del turno. Solamente afecta a personajes de nivel 4 e inferiores y criaturas de dificultad Media o inferior.
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Amit'tek
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Re: Antes cabeza de ratón que cola de león [Privado, Cerrado]
El despliegue de acrobacias que mostró el ratón entretuvo a los que presenciaban el enfrentamiento, incluso dibujando gestos de asombro en más de un rostro, salvo en aquellos que trataban de atraparlo. No obstante, en muchos que observaban se apagaron las risas cuando el felino expuso al roedor, mofándose de su evidente molestia, tratando de zafarse. La elfa torció el gesto, a pesar de tratarse de una gresca a la que ambos se habían prestado, del todo se había vuelto abusiva.
Antes de que nadie pudiera o decidiese intervenir, el Mausu hizo aparecer, casi de la nada, un estallido humeante que lo invadió todo por unos segundos. Cuando la espesura se disipó, la imagen resultante tras la cortinilla, no hizo otra cosa que dejar desconcertados a los espectadores. No duró mucho. Al instante de comprender que el roedor había logrado librarse del agarre, dejándolo en ridículo, las carcajadas de los presentes resurgieron, dirigidas ahora contra el maleante.
La atención de la muchedumbre no se desvió del bailarín cuando sus otros dos camaradas abandonaron la escena. Siguiéndolos con la mirada, Ayl no tardó en advertir que corrían tras el bravo ratón. Mantuvo la distancia los primeros instantes, el roedor hacía por defenderse hasta llegar a huir. La elfa dejó escapar una mueca de incomodidad, si se alejaban de la plaza, donde nadie reparase en lo que hacían o dejaban de hacer los demás, sí podría volverse comprometida. No se demoró en seguir sus pasos. No tenía nada que ver con aquel ratón, ni con el timo, pero tampoco tenía la habilidad de reprimir su moralidad.
-Perdonad, señores...- observó a los timadores de un vertical vistazo cuando llegó a colocarse a su altura, cortándoles el paso en su carrera tras el ratón cuando cambió la dirección de su escapada - ...felinos.- sonó despreocupada, con gracia, colocándose adecuadamente para tapar su visión del corredor -¿Es que se ha terminado ya la función?
-¡Aparta!- ordenó uno de ellos, dirigiendo un zarpazo a la elfa para apartarla. No iba a ser tan ingenua como para no esperarse una reacción como aquella, por lo que no fue difícil esquivar el golpe, dando un paso hacia un lado.
-Oh, vaya, ¡mis disculpas!- bromeó, cuando se permitió ayudar a perder el equilibrio al hombre con garras y precipitarse al suelo de un puede que no muy ligero empujón.
El segundo, que aun no había terminado de sostenerse en pie debidamente tras el mazazo propiciado por el Mausu, se debatió entre aguantar el latente dolor y enfrentarse a la elfa o continuar cojeando. La rubia lo miró, como si estuviera esperando una respuesta, llevando su mano al arma sin perder de vista por el rabillo del ojo al que se ponía en pie a un lateral. Y en el momento adecuado, un atisbo de lucidez asomó en su cabeza. Si el ratón había tomado la distancia suficiente, ¿era realmente necesario meterse en un conflicto innecesario? Definitivamente no. Que aquellos dos lo dieran por zanjado a su marcha sería otra cuestión.
-¡Vaya! Me temo que debía estar confundida, no son a quienes buscaba. ¡Siento el desencuentro!- se excusó para retroceder sobre sus pasos con avidez y tratar de ocultarse entre la muchedumbre por si aquello no funcionaba.
¿Quién podría esperarse que no saldría bien? Aquellos dos felinos humanoides salieron tras ella tan pronto como ambos pudieron poner su cuerpo erguido, aunque mostrando dificultad en identificar a la joven, que sí había tenido tiempo de echarse la capucha sobre la cabeza para pasar más desapercibida. Cuando llegó a la plaza, el cabecilla del grupo de estafadores se mostraba desubicado, ya parado, frente al personal que poco a poco comenzaba a dispersarse al haber dado por terminado el espectáculo. Aquello provocó la distracción de sus perseguidores, que acudieron ante su camarada para comprobar su estado, recibiendo a cambio gruñidos y una reprimenda por haberlo dejado solo ante el ridículo, así como también de haber perdido la pista al ratón.
-¡Inútiles! Yo mismo daré con esa rata y la desvalijaré hasta el pellejo.- aseguró, mirando a todas partes a su alrededor, tratando de dar con el fugado.
Antes de que nadie pudiera o decidiese intervenir, el Mausu hizo aparecer, casi de la nada, un estallido humeante que lo invadió todo por unos segundos. Cuando la espesura se disipó, la imagen resultante tras la cortinilla, no hizo otra cosa que dejar desconcertados a los espectadores. No duró mucho. Al instante de comprender que el roedor había logrado librarse del agarre, dejándolo en ridículo, las carcajadas de los presentes resurgieron, dirigidas ahora contra el maleante.
La atención de la muchedumbre no se desvió del bailarín cuando sus otros dos camaradas abandonaron la escena. Siguiéndolos con la mirada, Ayl no tardó en advertir que corrían tras el bravo ratón. Mantuvo la distancia los primeros instantes, el roedor hacía por defenderse hasta llegar a huir. La elfa dejó escapar una mueca de incomodidad, si se alejaban de la plaza, donde nadie reparase en lo que hacían o dejaban de hacer los demás, sí podría volverse comprometida. No se demoró en seguir sus pasos. No tenía nada que ver con aquel ratón, ni con el timo, pero tampoco tenía la habilidad de reprimir su moralidad.
-Perdonad, señores...- observó a los timadores de un vertical vistazo cuando llegó a colocarse a su altura, cortándoles el paso en su carrera tras el ratón cuando cambió la dirección de su escapada - ...felinos.- sonó despreocupada, con gracia, colocándose adecuadamente para tapar su visión del corredor -¿Es que se ha terminado ya la función?
-¡Aparta!- ordenó uno de ellos, dirigiendo un zarpazo a la elfa para apartarla. No iba a ser tan ingenua como para no esperarse una reacción como aquella, por lo que no fue difícil esquivar el golpe, dando un paso hacia un lado.
-Oh, vaya, ¡mis disculpas!- bromeó, cuando se permitió ayudar a perder el equilibrio al hombre con garras y precipitarse al suelo de un puede que no muy ligero empujón.
El segundo, que aun no había terminado de sostenerse en pie debidamente tras el mazazo propiciado por el Mausu, se debatió entre aguantar el latente dolor y enfrentarse a la elfa o continuar cojeando. La rubia lo miró, como si estuviera esperando una respuesta, llevando su mano al arma sin perder de vista por el rabillo del ojo al que se ponía en pie a un lateral. Y en el momento adecuado, un atisbo de lucidez asomó en su cabeza. Si el ratón había tomado la distancia suficiente, ¿era realmente necesario meterse en un conflicto innecesario? Definitivamente no. Que aquellos dos lo dieran por zanjado a su marcha sería otra cuestión.
-¡Vaya! Me temo que debía estar confundida, no son a quienes buscaba. ¡Siento el desencuentro!- se excusó para retroceder sobre sus pasos con avidez y tratar de ocultarse entre la muchedumbre por si aquello no funcionaba.
¿Quién podría esperarse que no saldría bien? Aquellos dos felinos humanoides salieron tras ella tan pronto como ambos pudieron poner su cuerpo erguido, aunque mostrando dificultad en identificar a la joven, que sí había tenido tiempo de echarse la capucha sobre la cabeza para pasar más desapercibida. Cuando llegó a la plaza, el cabecilla del grupo de estafadores se mostraba desubicado, ya parado, frente al personal que poco a poco comenzaba a dispersarse al haber dado por terminado el espectáculo. Aquello provocó la distracción de sus perseguidores, que acudieron ante su camarada para comprobar su estado, recibiendo a cambio gruñidos y una reprimenda por haberlo dejado solo ante el ridículo, así como también de haber perdido la pista al ratón.
-¡Inútiles! Yo mismo daré con esa rata y la desvalijaré hasta el pellejo.- aseguró, mirando a todas partes a su alrededor, tratando de dar con el fugado.
Aylizz Wendell
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