Mascarada [Privado] [Noche] [Cerrado]
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Mascarada [Privado] [Noche] [Cerrado]
Las noches de Bragival en Lunargenta eran impresionantes. La mayoría de las personas que se encontraban por la calle estaban vestidas para la ocasión. Los bailes de máscaras eran numerosos. Todos parecían tener un evento dónde acudir.
Cohen se había auto-invitado a una de ellas, la que se celebraba en la misma casa de los Lannet. Peter le había dicho alguna vez que su familia era adinerada. Lo que no esperaba era que su vivienda fuera el amplio edificio de tres plantas en una de las avenidas más importantes de la ciudad. Los Lannet eran nobles, adinerados, poderosos… y aunque Cohen sabía que Peter provenía de un ambiente privilegiado, el hombre al que había conocido parecía no encajar del todo allí.
El vampiro optó por los colores negro y rojo para su vestimenta. Su máscara tapaba la mayoría de las facciones de su rostro, aunque dejó a la vista los sensuales labios. Un vampiro de la voz siempre mostraba su boca.
Hacía un año, en Sacrestic Ville, los crímenes se habían cometido en una noche cómo aquella. A aquel evento, también había asistido junto a Peter y allí conoció a su hermana Emilia. Único miembro de la familia Lannet que Cohen conocía.
La entrada a la vivienda era un extenso hall, un vestíbulo lujoso de adornos dorados y extravagantes objetos que enseguida llamaban a la vista. Allí, cuatro personas recibían a los invitados. Sus rostros estaban ligeramente velados, aunque Cohen reconoció sin problemas a Peter, vestido de blanco y azul. Al otro lado del grupo, Emilia vestía un elegante vestido negro y fucsia.
El vampiro intentó traspasar el umbral que separaba la calle del interior de la mansión, pero fue interceptado enseguida por uno de los hombres que custodiaban la seguridad del evento y expulsado.
¡Estos humanos elitistas necesitan seguridad para todo lo que hacen!
No entendía la causa por la que le rechazaban. El resto de invitados parecía entrar con normalidad, sin ningún tipo de impedimento. ¿Había algo en él que lo hacía indeseable o poco apropiado? ¿Qué le había delatado?
Antes de volver a intentarlo y llamar la atención, probó por caminar por una estrecha callejuela lateral. Las casas cómo esas solían tener accesos laterales para los trabajadores y empleados. Ya que no todo el mundo parecía ser digno de entrar por la puerta principal.
Empujó una puerta estrecha que se abrió a lo que parecía ser la zona de los empleados. El ritmo en aquella sala era completamente frenético y los preparativos para el evento parecían controlados.
Cohen se paró unos segundos para valorar el trabajo de todas estas personas. Humanos que habían nacido en la baja sociedad y que se ganaban cada día cada aero por el esfuerzo de su trabajo.
¡Pobres infelices! Tener que trabajar para esta gente tan estirada…
Cuándo una mujer se percató de su presencia, acudió a su lado para preguntarle quién era y la causa de su presencia allí.
Cohen le sonrió y comenzó a convencerla con su voz de lo oportuna que era su presencia.
―Voy a dar uno de los espectáculos al final de la cena. Necesito tiempo para prepararme. Me gustaría poder pasar hasta la zona destinada a los invitados… si no es mucha molestia… [1]
La joven no tuvo más remedio que creerle y totalmente convencida de las palabras del extraño, le llevó hasta el pie de unas escaleras.
―Sube una planta y dobla a la derecha. Tras la puerta, se encuentra el pasillo principal.
―Gracias, señorita― dijo el vampiro, con sonrisa amplia, inclinando su cabeza con todo el honor que conocía.
Tras provocar el sonrojo en una simple sirvienta, el vampiro comenzó a subir escalón a escalón la estrecha escalera. Apenas unos segundos más tarde, ya sería uno más entre los numerosos invitados de aquella noche.
[1] Uso de mi habilidad Luz De Gas [Mágica, 1 uso de 2 turnos]:
Cohen utiliza un tono de voz tranquilo y sereno, centrando su atención en una o dos personas, motivando que éstas den por ciertas sus palabras, pudiendo incluso inducirlas a recordar hechos que éstas han vivido de forma diferente a la real. Primer Turno.
Cohen se había auto-invitado a una de ellas, la que se celebraba en la misma casa de los Lannet. Peter le había dicho alguna vez que su familia era adinerada. Lo que no esperaba era que su vivienda fuera el amplio edificio de tres plantas en una de las avenidas más importantes de la ciudad. Los Lannet eran nobles, adinerados, poderosos… y aunque Cohen sabía que Peter provenía de un ambiente privilegiado, el hombre al que había conocido parecía no encajar del todo allí.
El vampiro optó por los colores negro y rojo para su vestimenta. Su máscara tapaba la mayoría de las facciones de su rostro, aunque dejó a la vista los sensuales labios. Un vampiro de la voz siempre mostraba su boca.
Hacía un año, en Sacrestic Ville, los crímenes se habían cometido en una noche cómo aquella. A aquel evento, también había asistido junto a Peter y allí conoció a su hermana Emilia. Único miembro de la familia Lannet que Cohen conocía.
La entrada a la vivienda era un extenso hall, un vestíbulo lujoso de adornos dorados y extravagantes objetos que enseguida llamaban a la vista. Allí, cuatro personas recibían a los invitados. Sus rostros estaban ligeramente velados, aunque Cohen reconoció sin problemas a Peter, vestido de blanco y azul. Al otro lado del grupo, Emilia vestía un elegante vestido negro y fucsia.
El vampiro intentó traspasar el umbral que separaba la calle del interior de la mansión, pero fue interceptado enseguida por uno de los hombres que custodiaban la seguridad del evento y expulsado.
¡Estos humanos elitistas necesitan seguridad para todo lo que hacen!
No entendía la causa por la que le rechazaban. El resto de invitados parecía entrar con normalidad, sin ningún tipo de impedimento. ¿Había algo en él que lo hacía indeseable o poco apropiado? ¿Qué le había delatado?
Antes de volver a intentarlo y llamar la atención, probó por caminar por una estrecha callejuela lateral. Las casas cómo esas solían tener accesos laterales para los trabajadores y empleados. Ya que no todo el mundo parecía ser digno de entrar por la puerta principal.
Empujó una puerta estrecha que se abrió a lo que parecía ser la zona de los empleados. El ritmo en aquella sala era completamente frenético y los preparativos para el evento parecían controlados.
Cohen se paró unos segundos para valorar el trabajo de todas estas personas. Humanos que habían nacido en la baja sociedad y que se ganaban cada día cada aero por el esfuerzo de su trabajo.
¡Pobres infelices! Tener que trabajar para esta gente tan estirada…
Cuándo una mujer se percató de su presencia, acudió a su lado para preguntarle quién era y la causa de su presencia allí.
Cohen le sonrió y comenzó a convencerla con su voz de lo oportuna que era su presencia.
―Voy a dar uno de los espectáculos al final de la cena. Necesito tiempo para prepararme. Me gustaría poder pasar hasta la zona destinada a los invitados… si no es mucha molestia… [1]
La joven no tuvo más remedio que creerle y totalmente convencida de las palabras del extraño, le llevó hasta el pie de unas escaleras.
―Sube una planta y dobla a la derecha. Tras la puerta, se encuentra el pasillo principal.
―Gracias, señorita― dijo el vampiro, con sonrisa amplia, inclinando su cabeza con todo el honor que conocía.
Tras provocar el sonrojo en una simple sirvienta, el vampiro comenzó a subir escalón a escalón la estrecha escalera. Apenas unos segundos más tarde, ya sería uno más entre los numerosos invitados de aquella noche.
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[1] Uso de mi habilidad Luz De Gas [Mágica, 1 uso de 2 turnos]:
Cohen utiliza un tono de voz tranquilo y sereno, centrando su atención en una o dos personas, motivando que éstas den por ciertas sus palabras, pudiendo incluso inducirlas a recordar hechos que éstas han vivido de forma diferente a la real. Primer Turno.
Última edición por Cohen el Vie Mayo 31 2024, 10:56, editado 2 veces
Cohen
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Re: Mascarada [Privado] [Noche] [Cerrado]
Un nutrido grupo de gente se dirigía hacia la señorial vivienda que ocupaba aquella manzana de Lunargenta. Gentes con ricas y caras vestimentas, que contrastaban claramente con las que portaban sus siervos y cocheros, así como aquellos desgraciados que parecía traer los últimos víveres a las puertas de la cocina.
- ¿Una mascarada? –preguntó Tarek, alzando una ceja.
- ¿Qué mejor oportunidad para pasar desapercibido? –fue la escueta respuesta de su contacto. Tras unos segundos, añadió- Me dijo que no tendrías reparos en hacer lo que debías.
- Nunca los tengo –respondió el elfo, tomando un sobre que el hombre le tendía.
- Es una invitación. Oficial –ante la mirada del elfo, añadió- La familia Donnovan está especialmente interesada en que se desarrolle este contrato. Han cedido amablemente su invitación para que puedas llevar a cabo su petición.
- ¿Quién se supone que soy? –preguntó el elfo, sin perder de vista la entrada de la mansión.
- El joven pupilo de Fenor Donnovan. No os relacionan lazos sanguíneos, pero eres su protegido. Posible heredero incluso.
- ¿Un elfo? –preguntó Tarek, observando al hombre con suspicacia.
- Digamos que Fenor es capaz de ver lo mejor de aquellos que lo rodean. Sobre todo, cuando los que lo rodean tienen ciertas… características físicas. No eres su primer “pupilo”. La gente no sospechará.
El elfo tampoco tuvo dudas de la función que los protegidos del señor Donnovan podían tener, aparte de ser contratados para llevar a cabo asesinatos.
- No es necesario que te pongas en contacto conmigo al terminar el trabajo. La ciudad entera sabrá lo sucedido.
Entregándole un último objeto, el hombre se despidió de él y se alejó, dando espacio al peliblanco para prepararse. Su atuendo, poco apropiado para la tarea que le había sido encomendada, combinaba sin embargo con la máscara de terciopelo verde oscuro que el hombre le había entregado. Por fortuna cubriría la parte de su cara por la que se desarrollaban las runas. Dudaba que los Ojosverdes acudiesen a la fiesta de una de las grandes familias humanas de Lunargenta, pero con el tiempo habían demostrado tener ojos en todas partes. Además, Tarek llevaba demasiado tiempo en aquella ciudad. Lunargenta era como un pozo negro, uno del que nunca conseguías escapar.
Colocándose la máscara, avanzó entre el gentío, que observaba curioso la llegada de los nobles de la ciudad, comentando los trajes que portaban. Colocándose tras los últimos invitados, que habían llegado en un carruaje cuyo ornamento y rechapado en oro lo hacían poco útil para el desplazamiento, observó la carta que su contacto le había entregado. Lacada con una gran “L”, mostraba en el reverso el apellido de los anfitriones: Lannet. El nombre le resultó al peliblanco extrañamente familiar.
La entrada de la pareja ante él, le permitió observar la vivienda con más detalle. Un extenso vestíbulo, adornado profusamente con objetos de lo más variopinto, servía de sala de recibimiento para los invitados. Cuatro personas, que a tenor del respeto con que eran saludadas eran de los anfitriones, daban la bienvenida a los invitados.
Un guarda se interpuso en su camino, antes de que pudiese subir la elaborada escalinata que daba acceso al hall. Sin embargo, nada más mostrar el sobre con la invitación, el hombre se apartó de él, cediéndole el paso con una amable disculpa. Una mujer, de rictus serio y señorial, fue la primera en darle la bienvenida.
- Buenas noches. Sed bienvenido a nuestro hogar, señor… -dejó la frase a medio terminar, a espera de un nombre que le permitiese identificar a su enmascarado invitado.
- Solian –respondió, forzando una amable sonrisa- Elrian Solian. Soy el protegido del señor Donnovan –inclinó la cabeza a modo de saludo- El marqués les pide disculpas por su ausencia, pero espera que mi presencia en la gala pueda mitigarla de alguna manera.
La sonrisa de la mujer flaqueó y un rictus de desagrado cruzó por un segundo la cara del caballero a su lado.
- El querido Donnovan –comentó la mujer, con amabilidad forzada- Por favor, entrad. Espero que disfrutéis de la velada.
Dedicándole una última reverencia, el elfo entró avanzó hacia la puerta que se le indicaba, no sin echar antes un vistazo a las dos figuras que habían permanecido en silencio durante su forzada presentación. Se trataba de una mujer y un hombre joven, los hijos de los Lannet. Tarek apenas reparó en la chica, pero no pasó por alto la mirada de sospecha que el joven le lanzó, antes de verse obligado a saludar, con profusión al siguiente invitado.
Las puertas se abrieron ante él, para mostrar un gran salón de baile, cuya decoración dejó perplejo por un segundo al elfo. Enormes tapices decoraban las paredes, hablando de justas pasadas, mientras largas cortinas azules enmarcaban las coloridas vidrieras que formaban parte de las ventanas. La sala, parcialmente llena de gente, se iluminaba por grandes candelabros dorados, que pendían del techo, sobre amplias mesas llenas de majares. El techo, decorado con molduras y estucos se elevaba a varios metros sobre ellos. Una ligera música parecía provenir del fondo de la sala, entremezclada con el murmullo de las conversaciones.
Tarek tuvo claras dos cosas. Primero, que los Lannet eran nobles adinerados y poderosos, probablemente una de las familias más influyentes de la ciudad. Y segundo, que aquel lugar representaba todo lo que siempre había odiado, la falsa supremacía que los humanos creían tener sobre el resto de las especies del continente.
- ¿Una copa señor? –preguntó un sirviente a su derecha.
- Claro –contestó Tarek, con una falsa sonrisa, tomando una copa de la que tenía claro que no probaría ni un solo trago.
- ¿Una mascarada? –preguntó Tarek, alzando una ceja.
- ¿Qué mejor oportunidad para pasar desapercibido? –fue la escueta respuesta de su contacto. Tras unos segundos, añadió- Me dijo que no tendrías reparos en hacer lo que debías.
- Nunca los tengo –respondió el elfo, tomando un sobre que el hombre le tendía.
- Es una invitación. Oficial –ante la mirada del elfo, añadió- La familia Donnovan está especialmente interesada en que se desarrolle este contrato. Han cedido amablemente su invitación para que puedas llevar a cabo su petición.
- ¿Quién se supone que soy? –preguntó el elfo, sin perder de vista la entrada de la mansión.
- El joven pupilo de Fenor Donnovan. No os relacionan lazos sanguíneos, pero eres su protegido. Posible heredero incluso.
- ¿Un elfo? –preguntó Tarek, observando al hombre con suspicacia.
- Digamos que Fenor es capaz de ver lo mejor de aquellos que lo rodean. Sobre todo, cuando los que lo rodean tienen ciertas… características físicas. No eres su primer “pupilo”. La gente no sospechará.
El elfo tampoco tuvo dudas de la función que los protegidos del señor Donnovan podían tener, aparte de ser contratados para llevar a cabo asesinatos.
- No es necesario que te pongas en contacto conmigo al terminar el trabajo. La ciudad entera sabrá lo sucedido.
Entregándole un último objeto, el hombre se despidió de él y se alejó, dando espacio al peliblanco para prepararse. Su atuendo, poco apropiado para la tarea que le había sido encomendada, combinaba sin embargo con la máscara de terciopelo verde oscuro que el hombre le había entregado. Por fortuna cubriría la parte de su cara por la que se desarrollaban las runas. Dudaba que los Ojosverdes acudiesen a la fiesta de una de las grandes familias humanas de Lunargenta, pero con el tiempo habían demostrado tener ojos en todas partes. Además, Tarek llevaba demasiado tiempo en aquella ciudad. Lunargenta era como un pozo negro, uno del que nunca conseguías escapar.
Colocándose la máscara, avanzó entre el gentío, que observaba curioso la llegada de los nobles de la ciudad, comentando los trajes que portaban. Colocándose tras los últimos invitados, que habían llegado en un carruaje cuyo ornamento y rechapado en oro lo hacían poco útil para el desplazamiento, observó la carta que su contacto le había entregado. Lacada con una gran “L”, mostraba en el reverso el apellido de los anfitriones: Lannet. El nombre le resultó al peliblanco extrañamente familiar.
La entrada de la pareja ante él, le permitió observar la vivienda con más detalle. Un extenso vestíbulo, adornado profusamente con objetos de lo más variopinto, servía de sala de recibimiento para los invitados. Cuatro personas, que a tenor del respeto con que eran saludadas eran de los anfitriones, daban la bienvenida a los invitados.
Un guarda se interpuso en su camino, antes de que pudiese subir la elaborada escalinata que daba acceso al hall. Sin embargo, nada más mostrar el sobre con la invitación, el hombre se apartó de él, cediéndole el paso con una amable disculpa. Una mujer, de rictus serio y señorial, fue la primera en darle la bienvenida.
- Buenas noches. Sed bienvenido a nuestro hogar, señor… -dejó la frase a medio terminar, a espera de un nombre que le permitiese identificar a su enmascarado invitado.
- Solian –respondió, forzando una amable sonrisa- Elrian Solian. Soy el protegido del señor Donnovan –inclinó la cabeza a modo de saludo- El marqués les pide disculpas por su ausencia, pero espera que mi presencia en la gala pueda mitigarla de alguna manera.
La sonrisa de la mujer flaqueó y un rictus de desagrado cruzó por un segundo la cara del caballero a su lado.
- El querido Donnovan –comentó la mujer, con amabilidad forzada- Por favor, entrad. Espero que disfrutéis de la velada.
Dedicándole una última reverencia, el elfo entró avanzó hacia la puerta que se le indicaba, no sin echar antes un vistazo a las dos figuras que habían permanecido en silencio durante su forzada presentación. Se trataba de una mujer y un hombre joven, los hijos de los Lannet. Tarek apenas reparó en la chica, pero no pasó por alto la mirada de sospecha que el joven le lanzó, antes de verse obligado a saludar, con profusión al siguiente invitado.
Las puertas se abrieron ante él, para mostrar un gran salón de baile, cuya decoración dejó perplejo por un segundo al elfo. Enormes tapices decoraban las paredes, hablando de justas pasadas, mientras largas cortinas azules enmarcaban las coloridas vidrieras que formaban parte de las ventanas. La sala, parcialmente llena de gente, se iluminaba por grandes candelabros dorados, que pendían del techo, sobre amplias mesas llenas de majares. El techo, decorado con molduras y estucos se elevaba a varios metros sobre ellos. Una ligera música parecía provenir del fondo de la sala, entremezclada con el murmullo de las conversaciones.
Tarek tuvo claras dos cosas. Primero, que los Lannet eran nobles adinerados y poderosos, probablemente una de las familias más influyentes de la ciudad. Y segundo, que aquel lugar representaba todo lo que siempre había odiado, la falsa supremacía que los humanos creían tener sobre el resto de las especies del continente.
- ¿Una copa señor? –preguntó un sirviente a su derecha.
- Claro –contestó Tarek, con una falsa sonrisa, tomando una copa de la que tenía claro que no probaría ni un solo trago.
Tarek Inglorien
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Re: Mascarada [Privado] [Noche] [Cerrado]
El gran salón en el que se concentraba la mayoría de los invitados era una de las estancias más lujosas que el vampiro había visto jamás. Aquellas propiedades de la élite humana, que se concentraba en el corazón de la misma Lunargenta, eran capaces de quitar el sentido a cualquiera.
Bajo las enormes y brillantes lámparas de oro, los numerosos invitados charlaban y se ponían al día de sus asuntos, fueran los que fuesen. Cohen no estaba interesado en escuchar las charlas ajenas. Lo único que deseaba tener la oportunidad de charlar con Peter antes de que acabara la fiesta.
Quería una explicación y no se iría de allí sin obtenerla. No descartaba la idea de esconderse en algunas de las numerosas habitaciones de la mansión durante el día, si era necesario. No sería la primera vez que utilizaría la magia de su voz para imponer su obligada presencia en un sitio.
Cuándo los aplausos sonaron, el vampiro alzó la vista para contemplar la entrada de los anfitriones. Cohen se colocó tras un par de mujeres ricachonas, intentando camuflarse tras sus exagerados tocados.
―Emilia está hermosa, ¿verdad?―dijo una de ellas, aludiendo a la hermana de Peter― En cambio, él…
―Su juicio en la guardia será dentro de tres días y los Lannet han invitado a todos aquí para mover sus hilos. Cómo si acostarse con vampiros fuera algo perdonable.
―¡Y con un hombre! ¡Y pensar que los Lannet pretendieron casar a Peter con una de las hijas de Falsok! ¡Menudo escándalo hubiera sido el enterarse que su esposo tenía… intimidad con otros hombres!
―Si le declaran culpable, será un paria social y no habrá mujer que se le acerque. Si su familia es lista, le mandarán lejos de la ciudad. No querrán que Emilia pague de los pecados de su hermano.
Cohen reprimió su instinto de sangre. En una situación normal, se hubiera limitado a rajar los cuellos de aquellas dos cotorras y beber su sangre hasta dejarlas seca, mientras le infringía el mayor dolor posible. Pero las circunstancias eran poco idóneas para dejarse llevar por su impulsividad sin límites.
Dio unos pasos hacia la derecha, viendo cómo en el centro de la sala, los Lannet se preparaban para abrir el primer baile de la reunión. Mientras que el matrimonio eligió danzar juntos, los dos hermanos optaron por otras parejas de baile. Al ver a Peter rodear con sus manos el cuerpo de aquella joven, Cohen no pudo evitar sonreír ante lo irreal de la situación.
Mientras danzaban, muchos de los invitados se unieron al baile. Cohen dio un par de pasos hacia atrás, para alejarse del centro de la pista. Lo último que quería era verse arrastrado a un baile en su situación.
―Reconocería ese cuerpo en cualquier sitio… hermoso mío.
La voz extravagante de Luminicious Champagne le sobresaltó durante un breve instante. Pero sin duda, Cohen no tuvo dificultad para reconocer al prestigioso sastre al que le compraba la mayor parte de su lencería en el interior del traje masculino más llamativo de la sala. Vestía de un brillante y llamativo naranja que captaba la atención de cualquiera.
―Jamás imaginé que te encontraría aquí. ¿Quién te ha invitado?
El tono que utilizó el sastre hacía indudable que ya conocía la respuesta.
―Digamos que me he colado… para ver a alguien.
―Ya... ¡Cariño! ¿Sabes lo que estás haciendo? Estás en un baile de la alta sociedad… Al menos me alegro de que no hayas traído a tu amigo el vagabundo. ¡Qué ser más horrible! Espero no tener que coincidir con él... nunca más.
Cohen sonrió al saber que se refería a Eberus. Entre ambos no había existido ninguna química cuándo se conocieron el año anterior durante los crímenes de Bragival de Sacrestic Ville.
―En cuanto escuché los rumores, lo imaginé enseguida... ¿Sabe él que estás aquí?
―No lo sabe… pero pronto lo hará.
Y mientras Cohen le observaba, Peter continuaba bailando ajeno a su presencia.
#Luminicious Champagne: #FF6600
Bajo las enormes y brillantes lámparas de oro, los numerosos invitados charlaban y se ponían al día de sus asuntos, fueran los que fuesen. Cohen no estaba interesado en escuchar las charlas ajenas. Lo único que deseaba tener la oportunidad de charlar con Peter antes de que acabara la fiesta.
Quería una explicación y no se iría de allí sin obtenerla. No descartaba la idea de esconderse en algunas de las numerosas habitaciones de la mansión durante el día, si era necesario. No sería la primera vez que utilizaría la magia de su voz para imponer su obligada presencia en un sitio.
Cuándo los aplausos sonaron, el vampiro alzó la vista para contemplar la entrada de los anfitriones. Cohen se colocó tras un par de mujeres ricachonas, intentando camuflarse tras sus exagerados tocados.
―Emilia está hermosa, ¿verdad?―dijo una de ellas, aludiendo a la hermana de Peter― En cambio, él…
―Su juicio en la guardia será dentro de tres días y los Lannet han invitado a todos aquí para mover sus hilos. Cómo si acostarse con vampiros fuera algo perdonable.
―¡Y con un hombre! ¡Y pensar que los Lannet pretendieron casar a Peter con una de las hijas de Falsok! ¡Menudo escándalo hubiera sido el enterarse que su esposo tenía… intimidad con otros hombres!
―Si le declaran culpable, será un paria social y no habrá mujer que se le acerque. Si su familia es lista, le mandarán lejos de la ciudad. No querrán que Emilia pague de los pecados de su hermano.
Cohen reprimió su instinto de sangre. En una situación normal, se hubiera limitado a rajar los cuellos de aquellas dos cotorras y beber su sangre hasta dejarlas seca, mientras le infringía el mayor dolor posible. Pero las circunstancias eran poco idóneas para dejarse llevar por su impulsividad sin límites.
Dio unos pasos hacia la derecha, viendo cómo en el centro de la sala, los Lannet se preparaban para abrir el primer baile de la reunión. Mientras que el matrimonio eligió danzar juntos, los dos hermanos optaron por otras parejas de baile. Al ver a Peter rodear con sus manos el cuerpo de aquella joven, Cohen no pudo evitar sonreír ante lo irreal de la situación.
Mientras danzaban, muchos de los invitados se unieron al baile. Cohen dio un par de pasos hacia atrás, para alejarse del centro de la pista. Lo último que quería era verse arrastrado a un baile en su situación.
―Reconocería ese cuerpo en cualquier sitio… hermoso mío.
La voz extravagante de Luminicious Champagne le sobresaltó durante un breve instante. Pero sin duda, Cohen no tuvo dificultad para reconocer al prestigioso sastre al que le compraba la mayor parte de su lencería en el interior del traje masculino más llamativo de la sala. Vestía de un brillante y llamativo naranja que captaba la atención de cualquiera.
―Jamás imaginé que te encontraría aquí. ¿Quién te ha invitado?
El tono que utilizó el sastre hacía indudable que ya conocía la respuesta.
―Digamos que me he colado… para ver a alguien.
―Ya... ¡Cariño! ¿Sabes lo que estás haciendo? Estás en un baile de la alta sociedad… Al menos me alegro de que no hayas traído a tu amigo el vagabundo. ¡Qué ser más horrible! Espero no tener que coincidir con él... nunca más.
Cohen sonrió al saber que se refería a Eberus. Entre ambos no había existido ninguna química cuándo se conocieron el año anterior durante los crímenes de Bragival de Sacrestic Ville.
―En cuanto escuché los rumores, lo imaginé enseguida... ¿Sabe él que estás aquí?
―No lo sabe… pero pronto lo hará.
Y mientras Cohen le observaba, Peter continuaba bailando ajeno a su presencia.
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Re: Mascarada [Privado] [Noche] [Cerrado]
El murmulló de las charlas y los cotilleos lo rodeó, mientras se deslizaba entre los asistentes a la gala. A sus oídos llegaron comentarios variados, que iban desde los extravagantes modelos de algunos de los asistentes (y lo mucho que estos desfavorecían sus figuras) hasta las últimas habladurías que rondaban las altas esferas y los bajos fondos de la ciudad. De esa forma se enteró que aquella misma velada no era más que un burdo intento de comparar favores, engalanado como uno de los mayores eventos sociales de la temporada. El hijo de los Lannet parecía haber caído en desgracia, debido a sus peculiares compañías y a sus poco acertadas decisiones. El heredero se jugaba algo más que su estatus aquella noche.
Tarek se dirigió finalmente a una de las grandes columnas que bordeaban parte de la sala, sosteniendo un gran palco que se cernía al fondo de la misma. Intentó relajar la tensión en sus hombros, antes de apoyarse en postura indolente contra el pilar. Nunca se acostumbraría a estar en presencia de tantos humanos, aunque fuesen aparentemente inofensivos. Que su presencia allí se basase en una mentira, tampoco ayudaba a calmar su inquietud. Su fino oído le había permitido escuchar algún que otro malintencionado comentario sobre el nuevo “protegido” de Fenor Donnovan.
Una fanfarria que pretendía ser elegante, pero que al elfo le recordó a una desbandada de pájaros huyendo del peligro, anunció la llegada de los anfitriones. Los cuchicheos y murmullos bajaron de tono, pero aun así pudo percibir una mezcla entre admiración y desdén. El joven Lannet les había dado lo que todos siempre habían deseado, un arma que blandir contra una de las familias más poderosas de la ciudad. Si hasta el hijo del gran magnate podía caer presa de la sodomía y la corruptela, ¿qué más podrían esconder sus padres?. Los invitados disfrutaban de los lujos que les ofrecían sus anfitriones, a la vez que clavaban dagas en su espalda.
El elfo no pudo evitar poner los ojos en blanco. No soportaba aquella clase de falsedad, pero lo que le resultaba todavía más exasperante era que, al parecer, el mayor delito del joven había sido yacer con otro hombre. Los vida-corta hacían honor a su nombre. Solo ellos, limitados por el transcurso de los años podían ser tan cerrados de miras como para presuponer que aquello podía implicar algún tipo de pecado o herejía. Cuando uno vivía más de una centuria, aquellas cuestiones resultaban baladíes.
- Así que este es el nuevo pupilo de Fenor –la mujer, que había ido acercándose a él cuando el discurso había dado paso al baile, lo miró de arriba abajo evaluadoramente- ¿De qué bosque te ha sacado a ti?
- De uno muy profundo –contestó Tarek, separándose de la columna. Ante la mirada inquisitiva de la mujer, añadió- Nuestros caminos se cruzaron por fortuna.
- ¿De veras? –preguntó ella, con un suave ronroneo y aproximándose, le susurró- Pues cuando tu camino vuelva a quedar libre, no dudes en avisarme.
Apartándose de él, volvió a observarlo con un toque lascivo en la mirada. El peliblanco forzó una sonrisa amable, tragándose las palabras que había estado a punto de decirle. Un segundo individuo se personó entonces ante ellos.
- Baronesa Karth –la saludó, con una leve inclinación, dirigiéndose después al elfo con mirada inquisitiva.
- Rokshar querido, es el nuevo protegido de Fenor –lo presentó ella, sin darle tiempo a hablar.
La mirada que el hombre le dedicó fue similar a la que había recibido por parte del señor Lannet, una mezcla de desidia y repulsión. Mudando su gesto con cierto esfuerzo, le dedicó la sonrisa más falsa que Tarek había tenido el placer de recibir nunca.
- La nueva mascota de Fenor… -murmuró, lo suficientemente alto como para que ambos lo escuchasen- Espero que seas consciente de que no eres el primer… pupilo que el marqués tiene –el tono que empleó para decir “pupilo” dejó claro el doble sentido que deseaba impregnar a aquella palabra.
- Parece asumir, señor Rokshar, que soy el único protegido con el que cuenta el marqués Donnovan en este momento. Ya sabe que es un hombre generoso, con capacidad de dar tanto y a tantos como desee –el comentario del elfo provocó dos reacciones igual de peculiares. La varonesa Karth se llevó las manos a la boca, para esconder una sonrisa, mientras un intenso rubor teñía las mejillas del señor Rokshar. El elfo le dedicó una amplia sonrisa.
- Depravado –murmuró el caballero, antes de dirigirle una última mirada de asco y perderse entre la multitud.
- Peculiar –comentó la baronesa, observándolo de nuevo con atención- Fenor suele preferir corderitos domesticados. No lo hacía por un hombre interesado en domar serpientes.
- Uno nunca conoce a la gente lo suficiente –respondió el elfo.
- Sin duda –contestó la mujer, con una encantadora sonrisa asomando en sus labios- No hay muchos de los tuyos en la fiesta. Para ser exactos, creo que eres el único elfo presente –agarrándolo del brazo, tiró de él para que lo acompañase en un pequeño paseo- Las jovencitas ya han empezado a fijarse en el peculiar joven de cabellos blancos. ¿Una característica familiar? -la pregunta hizo que el elfo se envarase, llamando la atención de la mujer que, amablemente, decidió cambiar de tema- Tampoco es que me extrañe que los Lannet hayan obviado a los adinerados elfos de la ciudad. Tras los últimos acontecimientos y teniendo en cuenta los rumores sobre su hijo… estaba claro que no iban a jugarse su prestigio. Pero es una pena, los tuyos siempre alegran la vista.
- ¿Los últimos acontecimientos? –preguntó Tarek, intentando restar importancia a la pregunta con su tono.
- ¿Dónde has estado hasta ahora, querido? –le preguntó la baronesa, extrañada.
- ¿Usted qué cree? –respondió él, dirigiéndole una sugestiva sonrisa y dejando abierta a interpretaciones su respuesta. La mujer, riéndose por lo bajo, se pegó más a él, retomando el paso.
- Los Ojosverdes –comenzó a contar- han dado problemas en las fronteras. No es que hayan sido hasta ahora unos vecinos excelentes, pero en los últimos tiempos parecen especialmente agitados. Se dice que buscan algo… o a alguien.
- ¿Algún ataque reciente? –preguntó el elfo con expresión neutra, observando las parejas que bailaban en el centro de la sala.
- ¿Ataque? No, no exactamente. Incursiones en la ciudad. Si mal no recuerdo la última fue hace –meditó un par de segundos, antes de contestar- dos o tres días ¿Son conocidos tuyos, querido?
Tarek se giró hacia ella, desembarazándose de su agarre con toda la delicadeza que pudo.
- No insinuará acaso que todos los elfos nos conocemos, ¿verdad? Sería como decir que vos conocéis a todos los humanos del continente. Incluso a los que habitan en Dundarak.
- Solo a los importantes -comentó ella, con una risa- Pero tienes razón, querido, ¿qué podrías tu tener que ver con esos salvajes? –añadió ella, estirándole la tela de la manga, aprovechó para acercase a él y susurrarle- Si te sientes solo durante la velada, no dudes en acudir a mi.
Con un golpecito en el pecho y una última mirada evaluadora, la mujer lo dejó, sumido en sus propios pensamientos. El fin de la música lo hizo girarse hacia la pista de baile, donde sus ojos se encontraron nuevamente con los del heredero Lannet. El joven volvió a dedicarle una mirada de sospecha, aunque pronto se vio arrastrado de nuevo a la pista por su joven hermana. Aprovechando el interciso, Tarek se escabulló entre los invitados que contemplaban el espectáculo, esperando quizás su turno para salir a la pista.
Avanzaba hacia uno de los laterales de la sala, buscando la salida más cercana, cuando una inconsolable joven, perseguida por otras dos muchachas, se cruzó en su camino. Apenas pudo esquivarla y su rápido giro lo hizo chocar contra otro invitado. Por puro reflejo, el elfo agarró al hombre del brazo, evitando su caída. Sus ojos se toparon por un segundo, antes de soltarlo.
- Disculpe –dijo, apartándose un paso del hombre, que portaba una máscara roja y negra, a juego con sus ropajes. A su lado, un peculiar individuo pareció analizarlo.
Estaba claro que el marqués de Donnovan no había contado en sus planes con la atención que iba a acabar atrayendo su joven “protegido” y que iban a dificultar, en gran medida, la misión que el elfo tenía que desarrollar durante aquella aciaga velada.
Tarek se dirigió finalmente a una de las grandes columnas que bordeaban parte de la sala, sosteniendo un gran palco que se cernía al fondo de la misma. Intentó relajar la tensión en sus hombros, antes de apoyarse en postura indolente contra el pilar. Nunca se acostumbraría a estar en presencia de tantos humanos, aunque fuesen aparentemente inofensivos. Que su presencia allí se basase en una mentira, tampoco ayudaba a calmar su inquietud. Su fino oído le había permitido escuchar algún que otro malintencionado comentario sobre el nuevo “protegido” de Fenor Donnovan.
Una fanfarria que pretendía ser elegante, pero que al elfo le recordó a una desbandada de pájaros huyendo del peligro, anunció la llegada de los anfitriones. Los cuchicheos y murmullos bajaron de tono, pero aun así pudo percibir una mezcla entre admiración y desdén. El joven Lannet les había dado lo que todos siempre habían deseado, un arma que blandir contra una de las familias más poderosas de la ciudad. Si hasta el hijo del gran magnate podía caer presa de la sodomía y la corruptela, ¿qué más podrían esconder sus padres?. Los invitados disfrutaban de los lujos que les ofrecían sus anfitriones, a la vez que clavaban dagas en su espalda.
El elfo no pudo evitar poner los ojos en blanco. No soportaba aquella clase de falsedad, pero lo que le resultaba todavía más exasperante era que, al parecer, el mayor delito del joven había sido yacer con otro hombre. Los vida-corta hacían honor a su nombre. Solo ellos, limitados por el transcurso de los años podían ser tan cerrados de miras como para presuponer que aquello podía implicar algún tipo de pecado o herejía. Cuando uno vivía más de una centuria, aquellas cuestiones resultaban baladíes.
- Así que este es el nuevo pupilo de Fenor –la mujer, que había ido acercándose a él cuando el discurso había dado paso al baile, lo miró de arriba abajo evaluadoramente- ¿De qué bosque te ha sacado a ti?
- De uno muy profundo –contestó Tarek, separándose de la columna. Ante la mirada inquisitiva de la mujer, añadió- Nuestros caminos se cruzaron por fortuna.
- ¿De veras? –preguntó ella, con un suave ronroneo y aproximándose, le susurró- Pues cuando tu camino vuelva a quedar libre, no dudes en avisarme.
Apartándose de él, volvió a observarlo con un toque lascivo en la mirada. El peliblanco forzó una sonrisa amable, tragándose las palabras que había estado a punto de decirle. Un segundo individuo se personó entonces ante ellos.
- Baronesa Karth –la saludó, con una leve inclinación, dirigiéndose después al elfo con mirada inquisitiva.
- Rokshar querido, es el nuevo protegido de Fenor –lo presentó ella, sin darle tiempo a hablar.
La mirada que el hombre le dedicó fue similar a la que había recibido por parte del señor Lannet, una mezcla de desidia y repulsión. Mudando su gesto con cierto esfuerzo, le dedicó la sonrisa más falsa que Tarek había tenido el placer de recibir nunca.
- La nueva mascota de Fenor… -murmuró, lo suficientemente alto como para que ambos lo escuchasen- Espero que seas consciente de que no eres el primer… pupilo que el marqués tiene –el tono que empleó para decir “pupilo” dejó claro el doble sentido que deseaba impregnar a aquella palabra.
- Parece asumir, señor Rokshar, que soy el único protegido con el que cuenta el marqués Donnovan en este momento. Ya sabe que es un hombre generoso, con capacidad de dar tanto y a tantos como desee –el comentario del elfo provocó dos reacciones igual de peculiares. La varonesa Karth se llevó las manos a la boca, para esconder una sonrisa, mientras un intenso rubor teñía las mejillas del señor Rokshar. El elfo le dedicó una amplia sonrisa.
- Depravado –murmuró el caballero, antes de dirigirle una última mirada de asco y perderse entre la multitud.
- Peculiar –comentó la baronesa, observándolo de nuevo con atención- Fenor suele preferir corderitos domesticados. No lo hacía por un hombre interesado en domar serpientes.
- Uno nunca conoce a la gente lo suficiente –respondió el elfo.
- Sin duda –contestó la mujer, con una encantadora sonrisa asomando en sus labios- No hay muchos de los tuyos en la fiesta. Para ser exactos, creo que eres el único elfo presente –agarrándolo del brazo, tiró de él para que lo acompañase en un pequeño paseo- Las jovencitas ya han empezado a fijarse en el peculiar joven de cabellos blancos. ¿Una característica familiar? -la pregunta hizo que el elfo se envarase, llamando la atención de la mujer que, amablemente, decidió cambiar de tema- Tampoco es que me extrañe que los Lannet hayan obviado a los adinerados elfos de la ciudad. Tras los últimos acontecimientos y teniendo en cuenta los rumores sobre su hijo… estaba claro que no iban a jugarse su prestigio. Pero es una pena, los tuyos siempre alegran la vista.
- ¿Los últimos acontecimientos? –preguntó Tarek, intentando restar importancia a la pregunta con su tono.
- ¿Dónde has estado hasta ahora, querido? –le preguntó la baronesa, extrañada.
- ¿Usted qué cree? –respondió él, dirigiéndole una sugestiva sonrisa y dejando abierta a interpretaciones su respuesta. La mujer, riéndose por lo bajo, se pegó más a él, retomando el paso.
- Los Ojosverdes –comenzó a contar- han dado problemas en las fronteras. No es que hayan sido hasta ahora unos vecinos excelentes, pero en los últimos tiempos parecen especialmente agitados. Se dice que buscan algo… o a alguien.
- ¿Algún ataque reciente? –preguntó el elfo con expresión neutra, observando las parejas que bailaban en el centro de la sala.
- ¿Ataque? No, no exactamente. Incursiones en la ciudad. Si mal no recuerdo la última fue hace –meditó un par de segundos, antes de contestar- dos o tres días ¿Son conocidos tuyos, querido?
Tarek se giró hacia ella, desembarazándose de su agarre con toda la delicadeza que pudo.
- No insinuará acaso que todos los elfos nos conocemos, ¿verdad? Sería como decir que vos conocéis a todos los humanos del continente. Incluso a los que habitan en Dundarak.
- Solo a los importantes -comentó ella, con una risa- Pero tienes razón, querido, ¿qué podrías tu tener que ver con esos salvajes? –añadió ella, estirándole la tela de la manga, aprovechó para acercase a él y susurrarle- Si te sientes solo durante la velada, no dudes en acudir a mi.
Con un golpecito en el pecho y una última mirada evaluadora, la mujer lo dejó, sumido en sus propios pensamientos. El fin de la música lo hizo girarse hacia la pista de baile, donde sus ojos se encontraron nuevamente con los del heredero Lannet. El joven volvió a dedicarle una mirada de sospecha, aunque pronto se vio arrastrado de nuevo a la pista por su joven hermana. Aprovechando el interciso, Tarek se escabulló entre los invitados que contemplaban el espectáculo, esperando quizás su turno para salir a la pista.
Avanzaba hacia uno de los laterales de la sala, buscando la salida más cercana, cuando una inconsolable joven, perseguida por otras dos muchachas, se cruzó en su camino. Apenas pudo esquivarla y su rápido giro lo hizo chocar contra otro invitado. Por puro reflejo, el elfo agarró al hombre del brazo, evitando su caída. Sus ojos se toparon por un segundo, antes de soltarlo.
- Disculpe –dijo, apartándose un paso del hombre, que portaba una máscara roja y negra, a juego con sus ropajes. A su lado, un peculiar individuo pareció analizarlo.
Estaba claro que el marqués de Donnovan no había contado en sus planes con la atención que iba a acabar atrayendo su joven “protegido” y que iban a dificultar, en gran medida, la misión que el elfo tenía que desarrollar durante aquella aciaga velada.
Tarek Inglorien
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Re: Mascarada [Privado] [Noche] [Cerrado]
Las danzas continuaban a medida que la noche avanzaba, aunque habían anunciado que pronto se pasaría al comedor. Hasta entonces, Cohen no se percató de que no tenía lugar alguno asignado, por lo que pronto la presencia de un extraño sería descubierta.
―Adivina quién no tiene asiento a la mesa…
―Bueno, querido… algo me dice que tampoco ibas a necesitarlo… Si la mitad de estas personas supiera que un… alguien de tu raza está aquí, sería un terrible escándalo. ¿Estás seguro de que no quieres arruinar la reputación de esta familia? Porque, mi vida, vas camino de hacerlo. ¡Se hablará de esto durante años! ¡Años!
En ese momento, un hombre chocó contra Cohen, alguien a quién apenas logró observar. Se limitó a disculparse mientras continuaba su camino. Aunque su voz… ¿le recordaba a alguien?
―¡Pero que fortachón es ese hombre! No me importaría nada pagarle para verle en lencería… ¿estaban bien las últimas prendas que te envié?
―Estaban perfectas, gracias… ―dijo el vampiro, más concentrado en Peter y cómo le hacían pasar de mano en mano por varias de las chicas de la sala―Esto es tan absurdo…
―¡Y que lo digas! Buscan dar la mejor imagen de él posible. Pero… ¡mi vida! Si todos conocen ya vues… la historia. Es una medida desesperada. Acostarse con el enemigo nunca es una opción… sobretodo, si vas con el uniforme de la guardia. Aunque claro… si te vio vestido en lencería, ¡mi amor!, ¿quién podría resistirse a eso?
El vampiro asintió en silencio, mientras se preguntaba si había sido buena idea ir hasta la capital de los humanos a pedir explicaciones a un hombre que no quería dárselas y que se enfrentaba a cosas que le preocupaba mucho más.
Entonces la idea se le cruzó en la cabeza y observó la sala, buscando hombres maduros. Había visto cómo algunos de ellos tenían insignias sobre su ropa de Brägival. Petulantes hasta el exceso, pero… quizás útiles.
―¿Sabes si están presentes miembros de la guardia que vayan a ser parte del jurado en el juicio?
―No tengo ni la más remota idea de cómo funciona eso, la verdad… Pero he escuchado que Falsok liderará el asunto. ¡Ese hombre es tan horrible y carente de estilo que asustaría al mismísimo Habakhuk… ¿tú crees en Habakhuk?
―Mi único Dios es una esfera púrpura…
―¡Qué cosas tienes! ¿Y cómo le rezas a una esfera?
―¿Falsok está aquí?
Luminicious paseó su vista por toda la sala, hasta que su mirada se paró en un hombre de edad avanzada, de largo pelo canoso y con el rostro oculto tras una máscara verde y gris.
―¡Él! El hombre que viste verde y gris. Debes saber que los Lannet intentaron que Peter se casara con una de sus hijas. Él se negaba, decía que la Guardia era su vida… y cómo los Lannet tienen influencia, Peter consiguió ser destinado en Sacrestic Ville. Ahora, ¿crees que esa foquita es la mejor persona para juzgar algo? Los Lannet tienen mucho que perder.
―Entiendo.
―Cariño… ¿no estarás pensando en hacer tu truco de magia con él, verdad?
―¿Quién quiere magia cuándo se tiene una daga a mano?
―Adivina quién no tiene asiento a la mesa…
―Bueno, querido… algo me dice que tampoco ibas a necesitarlo… Si la mitad de estas personas supiera que un… alguien de tu raza está aquí, sería un terrible escándalo. ¿Estás seguro de que no quieres arruinar la reputación de esta familia? Porque, mi vida, vas camino de hacerlo. ¡Se hablará de esto durante años! ¡Años!
En ese momento, un hombre chocó contra Cohen, alguien a quién apenas logró observar. Se limitó a disculparse mientras continuaba su camino. Aunque su voz… ¿le recordaba a alguien?
―¡Pero que fortachón es ese hombre! No me importaría nada pagarle para verle en lencería… ¿estaban bien las últimas prendas que te envié?
―Estaban perfectas, gracias… ―dijo el vampiro, más concentrado en Peter y cómo le hacían pasar de mano en mano por varias de las chicas de la sala―Esto es tan absurdo…
―¡Y que lo digas! Buscan dar la mejor imagen de él posible. Pero… ¡mi vida! Si todos conocen ya vues… la historia. Es una medida desesperada. Acostarse con el enemigo nunca es una opción… sobretodo, si vas con el uniforme de la guardia. Aunque claro… si te vio vestido en lencería, ¡mi amor!, ¿quién podría resistirse a eso?
El vampiro asintió en silencio, mientras se preguntaba si había sido buena idea ir hasta la capital de los humanos a pedir explicaciones a un hombre que no quería dárselas y que se enfrentaba a cosas que le preocupaba mucho más.
Entonces la idea se le cruzó en la cabeza y observó la sala, buscando hombres maduros. Había visto cómo algunos de ellos tenían insignias sobre su ropa de Brägival. Petulantes hasta el exceso, pero… quizás útiles.
―¿Sabes si están presentes miembros de la guardia que vayan a ser parte del jurado en el juicio?
―No tengo ni la más remota idea de cómo funciona eso, la verdad… Pero he escuchado que Falsok liderará el asunto. ¡Ese hombre es tan horrible y carente de estilo que asustaría al mismísimo Habakhuk… ¿tú crees en Habakhuk?
―Mi único Dios es una esfera púrpura…
―¡Qué cosas tienes! ¿Y cómo le rezas a una esfera?
―¿Falsok está aquí?
Luminicious paseó su vista por toda la sala, hasta que su mirada se paró en un hombre de edad avanzada, de largo pelo canoso y con el rostro oculto tras una máscara verde y gris.
―¡Él! El hombre que viste verde y gris. Debes saber que los Lannet intentaron que Peter se casara con una de sus hijas. Él se negaba, decía que la Guardia era su vida… y cómo los Lannet tienen influencia, Peter consiguió ser destinado en Sacrestic Ville. Ahora, ¿crees que esa foquita es la mejor persona para juzgar algo? Los Lannet tienen mucho que perder.
―Entiendo.
―Cariño… ¿no estarás pensando en hacer tu truco de magia con él, verdad?
―¿Quién quiere magia cuándo se tiene una daga a mano?
Cohen
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Re: Mascarada [Privado] [Noche] [Cerrado]
Apenas había alcanzado el perímetro de la pista de baile, cuando una joven se acercó hasta él. Ocultaba su rostro tras una máscara color madreperla, que le cubría únicamente la zona de los ojos y la frente. Su vestido, coronado por un ajustado corpiño que le marcaba la cintura y la cadera, tenía un color similar y una profusa decoración en perlas, que dibujaban algún tipo de patrón que el elfo fue incapaz de distinguir. Todo el atuendo, desde la vestimenta hasta las cintas de perlas que adornaban sus rojos cabellos, hablaban de opulencia y riqueza. Tarek se preguntó cómo era posible que alguien se embutiese en un atuendo como aquel por voluntad propia. No había que ser especialmente observador para darse cuenta de que limitaba sus movimientos, pero no era la primera vez que percibía la irónica absurdez de los ropajes que empleaban los humanos. Por desgracia, su propio pueblo había comenzado a seguir aquellas mismas costumbres.
La joven le sonrió tras un abanico de encaje, con el que simuló una falsa timidez, que su propio comportamiento invalidaba. Extendió con delicadeza su mano hacia él.
- Disculpad mi osadía –su voz, perfectamente modulada, sonaba suave y agradable- Soy Mercy Falsok, hija del concejal Falsok.
Tarek la observó, sin mover ni un solo músculo y pronto la sonrisa de la muchacha pareció perder parte de su encanto. Lo miró extrañada, sin comprender por qué no tomaba su mano o se presentaba.
- Espero que disculpéis su falta de tacto –una voz grave se dejó escuchar a su espalda- Todavía nos estamos ocupando de ello –el recién llegado tomó la mano de la joven para besarla, mientras el elfo le dedicaba una mirada de incomprensión.
- Marqués Donnovan –murmuró la muchacha enrojeciendo hasta la raíz del cabello.
El hombre, que le dedicó una cálida sonrisa, posó una de sus manos sobre el hombro de Tarek, como si aquel gesto fuese habitual entre ellos. Al parecer aquel era su “benefactor”, el mismo que no iba a acudir a aquella velada.
- Elrian –el hombre de dirigió una significativa mirada- está poco acostumbrado a este tipo de eventos.
- Claro… -la joven los miraba alternativamente, dirigiendo sutiles miradas a la mano que el marqués había aproximado hasta el cuello del elfo- Yo… discúlpeme… solamente…
- En absoluto querida. Sabes, quería hablar con tu padre. Este asunto de los Lannet… mala cosa. ¿Elrian no te ha invitado a bailar? –previendo la protesta por parte del elfo, el hombre intensificó el agarre sobre su hombro. La joven volvió a enrojecer- Bueno, estoy seguro de que iba a hacerlo, ¿verdad, querido?
- Claro –comentó el peliblanco, al tiempo que el rubor volvía a aparecer en el rostro de la muchacha al escuchar el "cariñoso" apodo que el hombre le había dirigido- Como no.
- ¡Bien! Querida, por qué no te adelantas a apuntar en tu cartilla que mi joven pupilo te acompañará en tu siguiente baile, mientras yo me ocupo de asegurarme de que todavía recuerda sus lecciones –con un asentimiento y una última mirada, la joven se alejó entre los invitados. La vieron cuchichear unos metros más adelante con otras jóvenes, que les dedicaron miradas curiosa.
Volviéndose hacia él, el marqués Donnovan lo tomó de los hombros, antes de proceder a “arreglarle” las solapas de la chaqueta.
- Pensé que no ibais a acompañarnos hoy –comentó el elfo tenso, dejándose hacer.
- Si… un cambio de opinión de última hora –fue la escueta respuesta del hombre.
- ¿Cómo supisteis quién… cómo encontrarme? –el peliblanco rectificó en un último momento su pregunta, a tenor de los oídos curiosos que pudiesen estar escuchando.
- Sabía que estabas en la fiesta y es difícil no distinguirte entre el gentío con ese níveo color de cabello –comentó el hombre con una sonrisa- ¿Disfrutando de la velada? –le preguntó entonces, con cierta ironía.
- Algo así… ya sabes, me encuentro un poco fuera de lugar -puesto que su "relación" se suponía cercana, el elfo decidió que sería mejor tutearlo.
- Eso pensaba –respondió el hombre.
- No veo en qué va a ayudarme bailar con esa joven –comentó el elfo.
- El concejal es un hombre importante y la palabra de su hija intachable. Sé un buen chico y compórtate como un caballero –el elfo lo miró con los ojos entrecerrados. Le había buscando una tapadera con la que escudarse si algo salía mal- Estoy seguro de que puedes hacerlo –aproximándose más a él, le susurró- Este será el último baile, después llamarán a la cena. Aprovecha el lapso entre ambos eventos para escabullirte. No es raro que la gente llegue tarde a su lugar asignado -con una última sonrisa se apartó de él, acomodándole por última vez la vestimenta- Sin duda te sienta bien.
Dándose la vuelta, el hombre se encaminó hacia los anfitriones, a los cuales saludó con profusión, disculpándose por su retraso y el cambio de planes. Tarek por su parte tomó aire para relajar la furia que sentía en ese momento. Se suponía que solo debía entrar, actuar y salir. Nadie había dicho nada de tener que bailar, menos aún de tener que buscarse una coartada y hacerse aún más visible de lo que ya era. La sombra de los Ojosverdes rondaba cerca.
Como temiendo que pudiese faltar a su palabra, la joven se aproximó a él, cuando los últimos acordes de la canción que sonaba en aquel momento llegaban a su fin. Pidiendo paciencia a Imbar, el peliblanco se acercó a ella, ofreciéndole su mano, antes de guiarla al centro de la pista de baile, donde el resto de parejas ya se situaban en sus posiciones. La azul mirada del joven Lannet volvió a posarse sobre él, nuevamente con aquel rictus de sospecha, que mudó rápidamente a uno de sorpresa en el momento en que los primeros acordes de la cantata comenzaban a sonar y su pareja lo obligaba a girar entre la multitud.
Aquello no pintaba bien.
La joven le sonrió tras un abanico de encaje, con el que simuló una falsa timidez, que su propio comportamiento invalidaba. Extendió con delicadeza su mano hacia él.
- Disculpad mi osadía –su voz, perfectamente modulada, sonaba suave y agradable- Soy Mercy Falsok, hija del concejal Falsok.
Tarek la observó, sin mover ni un solo músculo y pronto la sonrisa de la muchacha pareció perder parte de su encanto. Lo miró extrañada, sin comprender por qué no tomaba su mano o se presentaba.
- Espero que disculpéis su falta de tacto –una voz grave se dejó escuchar a su espalda- Todavía nos estamos ocupando de ello –el recién llegado tomó la mano de la joven para besarla, mientras el elfo le dedicaba una mirada de incomprensión.
- Marqués Donnovan –murmuró la muchacha enrojeciendo hasta la raíz del cabello.
El hombre, que le dedicó una cálida sonrisa, posó una de sus manos sobre el hombro de Tarek, como si aquel gesto fuese habitual entre ellos. Al parecer aquel era su “benefactor”, el mismo que no iba a acudir a aquella velada.
- Elrian –el hombre de dirigió una significativa mirada- está poco acostumbrado a este tipo de eventos.
- Claro… -la joven los miraba alternativamente, dirigiendo sutiles miradas a la mano que el marqués había aproximado hasta el cuello del elfo- Yo… discúlpeme… solamente…
- En absoluto querida. Sabes, quería hablar con tu padre. Este asunto de los Lannet… mala cosa. ¿Elrian no te ha invitado a bailar? –previendo la protesta por parte del elfo, el hombre intensificó el agarre sobre su hombro. La joven volvió a enrojecer- Bueno, estoy seguro de que iba a hacerlo, ¿verdad, querido?
- Claro –comentó el peliblanco, al tiempo que el rubor volvía a aparecer en el rostro de la muchacha al escuchar el "cariñoso" apodo que el hombre le había dirigido- Como no.
- ¡Bien! Querida, por qué no te adelantas a apuntar en tu cartilla que mi joven pupilo te acompañará en tu siguiente baile, mientras yo me ocupo de asegurarme de que todavía recuerda sus lecciones –con un asentimiento y una última mirada, la joven se alejó entre los invitados. La vieron cuchichear unos metros más adelante con otras jóvenes, que les dedicaron miradas curiosa.
Volviéndose hacia él, el marqués Donnovan lo tomó de los hombros, antes de proceder a “arreglarle” las solapas de la chaqueta.
- Pensé que no ibais a acompañarnos hoy –comentó el elfo tenso, dejándose hacer.
- Si… un cambio de opinión de última hora –fue la escueta respuesta del hombre.
- ¿Cómo supisteis quién… cómo encontrarme? –el peliblanco rectificó en un último momento su pregunta, a tenor de los oídos curiosos que pudiesen estar escuchando.
- Sabía que estabas en la fiesta y es difícil no distinguirte entre el gentío con ese níveo color de cabello –comentó el hombre con una sonrisa- ¿Disfrutando de la velada? –le preguntó entonces, con cierta ironía.
- Algo así… ya sabes, me encuentro un poco fuera de lugar -puesto que su "relación" se suponía cercana, el elfo decidió que sería mejor tutearlo.
- Eso pensaba –respondió el hombre.
- No veo en qué va a ayudarme bailar con esa joven –comentó el elfo.
- El concejal es un hombre importante y la palabra de su hija intachable. Sé un buen chico y compórtate como un caballero –el elfo lo miró con los ojos entrecerrados. Le había buscando una tapadera con la que escudarse si algo salía mal- Estoy seguro de que puedes hacerlo –aproximándose más a él, le susurró- Este será el último baile, después llamarán a la cena. Aprovecha el lapso entre ambos eventos para escabullirte. No es raro que la gente llegue tarde a su lugar asignado -con una última sonrisa se apartó de él, acomodándole por última vez la vestimenta- Sin duda te sienta bien.
Dándose la vuelta, el hombre se encaminó hacia los anfitriones, a los cuales saludó con profusión, disculpándose por su retraso y el cambio de planes. Tarek por su parte tomó aire para relajar la furia que sentía en ese momento. Se suponía que solo debía entrar, actuar y salir. Nadie había dicho nada de tener que bailar, menos aún de tener que buscarse una coartada y hacerse aún más visible de lo que ya era. La sombra de los Ojosverdes rondaba cerca.
Como temiendo que pudiese faltar a su palabra, la joven se aproximó a él, cuando los últimos acordes de la canción que sonaba en aquel momento llegaban a su fin. Pidiendo paciencia a Imbar, el peliblanco se acercó a ella, ofreciéndole su mano, antes de guiarla al centro de la pista de baile, donde el resto de parejas ya se situaban en sus posiciones. La azul mirada del joven Lannet volvió a posarse sobre él, nuevamente con aquel rictus de sospecha, que mudó rápidamente a uno de sorpresa en el momento en que los primeros acordes de la cantata comenzaban a sonar y su pareja lo obligaba a girar entre la multitud.
Aquello no pintaba bien.
Tarek Inglorien
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Re: Mascarada [Privado] [Noche] [Cerrado]
―¿En serio? Querido… cada vez que me encuentro contigo en un evento social, todo termina saliendo mal. El caos gira a tu alrededor y no quiero que me salpique, así que te dejaré solo e intentaré fingir que no sé nada de lo que acabas de decirme… ¡No puedo soportar tanta tensión!
Mientras que Luminicious le dejaba a solas, Cohen observó a Falsok. Ese hombre iba a ser uno de los doce miembros del jurado que iba a juzgar a Peter. Y estaba seguro de que lo iba a hacer negativamente a causa de rencores familiares.
“¿Cómo puedo quitarte de en medio en un lugar lleno de gente sin llamar la atención?”
Entonces, comenzó el que parecía el último baile antes de la cena. Sólo tenía esa oportunidad para pasar a la acción. Cohen se deslizó entre los invitados en dirección a la espalda de Falsok. Agarrando el arma por su empuñadura y manteniéndola oculta bajo su ropa, avanzó hasta su objetivo, dispuesto a terminar con su vida allí mismo si era necesario.
Pero fue entonces cuándo una mujer sacó a Falsok a bailar y tras un par de pasos, el hombre se adentró en el grupo que danzaba aquel último baile. Por un segundo, Peter pasó bailando por su lado, de espaldas a él. El instinto de tocarle pasó brevemente por su brazo, pero disuadió la caricia.
El baile continuó unos minutos más hasta que la música terminó. En ese momento, las puertas para el comedor se abrieron. Los invitados comenzaron a pasar al interior. Cohen se apartó a uno de los rincones de la sala.
Los padres de Peter lideraban la marcha hacia allí y Falsok se perdía en esta nueva estancia. Al final de todo el grupo, Peter controlaba que todos los invitados accedieran al comedor, hasta que su vista se posó sobre él.
Le había besado numerosas veces, le había hecho el amor en tantas otras, por lo que enseguida le reconoció, a pesar de la máscara y el elegante disfraz.
Nervioso, caminó hacia él a medida que la sala se iba quedando más y más vacía.
―¿Qué haces aquí?― le preguntó en un tono de voz frío y desconfiado.
Peter había abandonado Sacrestic Ville sin notificárselo. Había vuelto a su reino, a su hogar, a enfrentar un juicio que determinaría el futuro de su carrera militar. Volver a verle no estaba en sus planes.
―He venido a apoyarte.
―Sube un par de plantas más. Segunda habitación a la izquierda. Cierra la puerta por dentro hasta que logre subir.
Sin más indicaciones, Peter se dio media vuelta y se dirigió al comedor. Tenía invitados que atender… y Cohen debía refugiarse…
Tres figuras observaban la villa de los Lannet desde el exterior. La noche avanzaba y una fina lluvia había comenzado a caer. Esperaban en silencio el momento idóneo para asaltar la casa. Tenían un objetivo que cumplir y estaban dispuesto a cumplirlo, costara lo que costara…
Mientras que Luminicious le dejaba a solas, Cohen observó a Falsok. Ese hombre iba a ser uno de los doce miembros del jurado que iba a juzgar a Peter. Y estaba seguro de que lo iba a hacer negativamente a causa de rencores familiares.
“¿Cómo puedo quitarte de en medio en un lugar lleno de gente sin llamar la atención?”
Entonces, comenzó el que parecía el último baile antes de la cena. Sólo tenía esa oportunidad para pasar a la acción. Cohen se deslizó entre los invitados en dirección a la espalda de Falsok. Agarrando el arma por su empuñadura y manteniéndola oculta bajo su ropa, avanzó hasta su objetivo, dispuesto a terminar con su vida allí mismo si era necesario.
Pero fue entonces cuándo una mujer sacó a Falsok a bailar y tras un par de pasos, el hombre se adentró en el grupo que danzaba aquel último baile. Por un segundo, Peter pasó bailando por su lado, de espaldas a él. El instinto de tocarle pasó brevemente por su brazo, pero disuadió la caricia.
El baile continuó unos minutos más hasta que la música terminó. En ese momento, las puertas para el comedor se abrieron. Los invitados comenzaron a pasar al interior. Cohen se apartó a uno de los rincones de la sala.
Los padres de Peter lideraban la marcha hacia allí y Falsok se perdía en esta nueva estancia. Al final de todo el grupo, Peter controlaba que todos los invitados accedieran al comedor, hasta que su vista se posó sobre él.
Le había besado numerosas veces, le había hecho el amor en tantas otras, por lo que enseguida le reconoció, a pesar de la máscara y el elegante disfraz.
Nervioso, caminó hacia él a medida que la sala se iba quedando más y más vacía.
―¿Qué haces aquí?― le preguntó en un tono de voz frío y desconfiado.
Peter había abandonado Sacrestic Ville sin notificárselo. Había vuelto a su reino, a su hogar, a enfrentar un juicio que determinaría el futuro de su carrera militar. Volver a verle no estaba en sus planes.
―He venido a apoyarte.
―Sube un par de plantas más. Segunda habitación a la izquierda. Cierra la puerta por dentro hasta que logre subir.
Sin más indicaciones, Peter se dio media vuelta y se dirigió al comedor. Tenía invitados que atender… y Cohen debía refugiarse…
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Tres figuras observaban la villa de los Lannet desde el exterior. La noche avanzaba y una fina lluvia había comenzado a caer. Esperaban en silencio el momento idóneo para asaltar la casa. Tenían un objetivo que cumplir y estaban dispuesto a cumplirlo, costara lo que costara…
Cohen
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Re: Mascarada [Privado] [Noche] [Cerrado]
Los últimos acordes de la cantata sonaron en la sala, mientras los presentes se deshacían en corteses aplausos y los bailarines se dedicaban una última reverencia. Tarek suspiró la tensión acumulada, no tanto por la necesidad de bailar con aquella muchacha, sino por el incesante escrutinio al que lo había sometido el joven Lannet. Por el rabillo del ojo lo observó alzarse con gesto marcial de su última inclinación y dirigirse con mirada severa hacia él. El elfo, sin perder un segundo, se internó entre la masa de invitados, hasta localizar a Donnovan, que lo observaba atento. Pegándose al hombre más de lo decorosamente recomendado, intentó que sus siguientes palabras quedasen aplacadas por el clamor de los invitados al anunciarse la apertura del comedor.
- Necesito que me cubráis –susurró al hombre, deslizándose a su lado.
- Claro, querido –respondió el marqués, en mismo tono, antes de empujarlo tras él con sutileza y colocarse ante el heredero Lannet- ¡Peter! Cuanto tiempo sin verte –escuchó decir al hombre con falsa emoción.
El peliblanco se perdió entre la marea de cuerpos que se dirigía hasta el lugar de la cena, desviándose solamente para acceder a un estrecho pasadizo que daba acceso a las dependencias auxiliares de la casa. Los guardias que custodiaban la misma, le dirigieron una educada inclinación de cabeza. Del otro lado del umbral, donde se suponía que un chambelán debía dirigir a los invitados a las dependencias donde podían refrescarse, no había nadie. Una joven sirvienta asomó la cabeza entre los gruesos cortinajes que colgaban de la pared y con un gesto, llamó presurosa al elfo. Hurgando en su vestido, extrajo una pequeña llave metálica, pendida de una cadena. Con un último gesto, le indicó que subiese por las escaleras cercanas.
Una ronca tos lo hizo mirar a su espalda y, cuando regresó la mirada a la chica, ésta había desaparecido. Presuroso, tomó las escaleras, sumidas en una tenue oscuridad. A su espalda, el chambelán retomó su posición, rumiando su frustración.
Tarek ascendió hasta la segunda planta de la casa, donde se desembarazó de la parte superior de su traje y la máscara, ocultándolas tras uno de los gruesos cortinajes del pasillo. Por suerte Donnovan había considerado conveniente que portase negro bajo aquella casaca. Deslizándose entre las sombras [1], contó las puertas a su izquierda, hasta alcanzar la cuarta. Aquella era la oficina de señor de la casa. Con la llave que le acababa de ser entregada, se adentró en la estancia.
El despacho estaba profusamente decorado con galardones y premios, que pretendían probablemente impresionar a los invitados y socios del señor Lannet. Inútiles tesoros para la gloria de un apellido. Se dirigió a la gran mesa de roble que ocupaba el centro de la estancia. Pulcramente ordenada, hablaba de un hombre obsesionado con el control (o un servicio doméstico ejemplar). El peliblanco había recibido órdenes específicas de donde debía buscar y, tras situarse ante los cajones de la mesa, abrió el que se encontraba en la zona central. Introdujo la mano hasta el fondo, donde tanteó en busca de una muesca. Se suponía que el cajón tenía un doble fondo. Pero sus manos no localizaron nada que no fuese la lisa y barnizada madera de la gaveta. Probó suerte en los cajones aledaños, topándose con el mismo resultado.
Algo debía haber fallado. El informante de Donnovan había sido muy claro respecto a donde guardaba el señor Lannet aquellos documentos. Unas voces en el pasillo lo pusieron en alerta y, cuando el chirrido metálico de una llave girando en su cerradura se hizo patente, el elfo se ocultó bajo el hueco de la mesa, cerrando en silencio el último de los cajones que había abierto.
- Maldito sea… -murmuró la voz del señor Lannet.
- Sabíamos que esto podía pasar –la segunda voz pertenecía a su esposa- Debemos darnos prisa.
- Los anfitriones siempre se ocupan de comprobar que todo está bien, querida. No creo que nos echen en falta hasta dentro de unos minutos –los pasos del señor Lannet se aproximaron hasta la mesa. Conteniendo la respiración, el elfo llevó la mano hasta el borde de una de sus botas, donde llevaba escondida una daga. El cajón sobre él se abrió, tirado desde el extremo opuesto por el señor Lannet, que pronto pareció encontrar lo que buscaba- Vamonos –indicó, cerrando la gaveta.
El elfo apoyó la cabeza contra la madera tras él, cuando la puerta se cerró tras los anfitriones de la casa. Había estado cerca. Alzando una de las manos, abrió de nuevo el cajón sobre él. En la parte baja de la mesa había una ligera muesca, que al tirar de ella abría una pequeña trampilla. Dentro, Tarek encontró lo que estaba buscando. Tomando los documentos que le habían indicado, cerró el cajón, dejando todo en el mismo orden que lo había encontrado. Con suerte, Lannet no se percataría de su ausencia hasta que ya fuese tarde.
Observó el pasillo, antes de deslizarse por las sombras del mismo en dirección a la escalera de servicio. Sin embargo, unas voces comenzaron a acercarse desde allí, obligando al elfo a desandar su camino, avanzando en dirección contraria. La sombra de las figuras, recortada por las antorchas que iluminaban tenuemente el lugar, se hizo larga, indicando que pronto entrarían en el corredor donde el peliblanco se encontraba.
Sin muchos miramientos, tomó el pomo de la primera puerta a su alcance y la abrió, colándose en una habitación desconocida, donde pensaba permanecer hasta que fuese seguro salir. Espera que Donnovan fuese lo suficientemente diestro como para usar su “encanto” y justificar la ausencia de su joven acompañante.
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[1] Sigilo (nivel 2)
- Necesito que me cubráis –susurró al hombre, deslizándose a su lado.
- Claro, querido –respondió el marqués, en mismo tono, antes de empujarlo tras él con sutileza y colocarse ante el heredero Lannet- ¡Peter! Cuanto tiempo sin verte –escuchó decir al hombre con falsa emoción.
El peliblanco se perdió entre la marea de cuerpos que se dirigía hasta el lugar de la cena, desviándose solamente para acceder a un estrecho pasadizo que daba acceso a las dependencias auxiliares de la casa. Los guardias que custodiaban la misma, le dirigieron una educada inclinación de cabeza. Del otro lado del umbral, donde se suponía que un chambelán debía dirigir a los invitados a las dependencias donde podían refrescarse, no había nadie. Una joven sirvienta asomó la cabeza entre los gruesos cortinajes que colgaban de la pared y con un gesto, llamó presurosa al elfo. Hurgando en su vestido, extrajo una pequeña llave metálica, pendida de una cadena. Con un último gesto, le indicó que subiese por las escaleras cercanas.
Una ronca tos lo hizo mirar a su espalda y, cuando regresó la mirada a la chica, ésta había desaparecido. Presuroso, tomó las escaleras, sumidas en una tenue oscuridad. A su espalda, el chambelán retomó su posición, rumiando su frustración.
Tarek ascendió hasta la segunda planta de la casa, donde se desembarazó de la parte superior de su traje y la máscara, ocultándolas tras uno de los gruesos cortinajes del pasillo. Por suerte Donnovan había considerado conveniente que portase negro bajo aquella casaca. Deslizándose entre las sombras [1], contó las puertas a su izquierda, hasta alcanzar la cuarta. Aquella era la oficina de señor de la casa. Con la llave que le acababa de ser entregada, se adentró en la estancia.
El despacho estaba profusamente decorado con galardones y premios, que pretendían probablemente impresionar a los invitados y socios del señor Lannet. Inútiles tesoros para la gloria de un apellido. Se dirigió a la gran mesa de roble que ocupaba el centro de la estancia. Pulcramente ordenada, hablaba de un hombre obsesionado con el control (o un servicio doméstico ejemplar). El peliblanco había recibido órdenes específicas de donde debía buscar y, tras situarse ante los cajones de la mesa, abrió el que se encontraba en la zona central. Introdujo la mano hasta el fondo, donde tanteó en busca de una muesca. Se suponía que el cajón tenía un doble fondo. Pero sus manos no localizaron nada que no fuese la lisa y barnizada madera de la gaveta. Probó suerte en los cajones aledaños, topándose con el mismo resultado.
Algo debía haber fallado. El informante de Donnovan había sido muy claro respecto a donde guardaba el señor Lannet aquellos documentos. Unas voces en el pasillo lo pusieron en alerta y, cuando el chirrido metálico de una llave girando en su cerradura se hizo patente, el elfo se ocultó bajo el hueco de la mesa, cerrando en silencio el último de los cajones que había abierto.
- Maldito sea… -murmuró la voz del señor Lannet.
- Sabíamos que esto podía pasar –la segunda voz pertenecía a su esposa- Debemos darnos prisa.
- Los anfitriones siempre se ocupan de comprobar que todo está bien, querida. No creo que nos echen en falta hasta dentro de unos minutos –los pasos del señor Lannet se aproximaron hasta la mesa. Conteniendo la respiración, el elfo llevó la mano hasta el borde de una de sus botas, donde llevaba escondida una daga. El cajón sobre él se abrió, tirado desde el extremo opuesto por el señor Lannet, que pronto pareció encontrar lo que buscaba- Vamonos –indicó, cerrando la gaveta.
El elfo apoyó la cabeza contra la madera tras él, cuando la puerta se cerró tras los anfitriones de la casa. Había estado cerca. Alzando una de las manos, abrió de nuevo el cajón sobre él. En la parte baja de la mesa había una ligera muesca, que al tirar de ella abría una pequeña trampilla. Dentro, Tarek encontró lo que estaba buscando. Tomando los documentos que le habían indicado, cerró el cajón, dejando todo en el mismo orden que lo había encontrado. Con suerte, Lannet no se percataría de su ausencia hasta que ya fuese tarde.
Observó el pasillo, antes de deslizarse por las sombras del mismo en dirección a la escalera de servicio. Sin embargo, unas voces comenzaron a acercarse desde allí, obligando al elfo a desandar su camino, avanzando en dirección contraria. La sombra de las figuras, recortada por las antorchas que iluminaban tenuemente el lugar, se hizo larga, indicando que pronto entrarían en el corredor donde el peliblanco se encontraba.
Sin muchos miramientos, tomó el pomo de la primera puerta a su alcance y la abrió, colándose en una habitación desconocida, donde pensaba permanecer hasta que fuese seguro salir. Espera que Donnovan fuese lo suficientemente diestro como para usar su “encanto” y justificar la ausencia de su joven acompañante.
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[1] Sigilo (nivel 2)
Tarek Inglorien
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Re: Mascarada [Privado] [Noche] [Cerrado]
Cohen siguió las órdenes de Peter y subió las escaleras de la forma más sigilosa que encontró. Los anfitriones, los invitados y los miembros del servicio de la casa parecían concentrarse ahora en torno al comedor, por lo que esa zona de la casa parecía tranquila, en un gran silencio.
Las escaleras circulares de piedra le llevaron hasta la planta en cuestión. El pasillo apenas estaba iluminado, pero gracias a su vista vampírica, Cohen llegó hasta la puerta en cuestión, cerrando la puerta tras de sí.
Contemplar por primera vez la que era la habitación de Peter fue fascinante. Era una habitación masculina y sobria. Tenía unos grandes ventanales hacia la calle principal, que dejaban entrar la luz de la luna en toda la estancia. De sus paredes, colgaban un par de retratos familiares y algunos de Peter en solitario.
Gracias a las pinturas, pudo observar el crecimiento de su amante, desde que era un niño hasta que se había convertido en el hombre que él conocía.
Cansado, se dejó caer sobre la cama de Peter, bastante cómoda, tendiéndose en la misma. No había camas como aquella en el Oeste, normalmente algo más incómodas. Se preguntó si en todo Verisar las tendrían o simplemente eran poseídas por la nobleza humana.
Varios sonidos de pasos se escucharon por el pasillo. La voz de un hombre y de una mujer claramente definidas. Pasaron dos veces junto a la puerta. Durante ese tiempo, el vampiro permaneció tendido en la cama, temeroso de hacer el más mínimo ruido y delatar su presencia.
Apenas un minuto más tarde, cuándo parecía que el silencio había vuelto al pasillo, la puerta de la habitación se abrió de golpe. Cohen se incorporó rápidamente en la cama, pues había olvidado echar el pestillo a la puerta tal y cómo Peter se lo había sugerido.
Al ver que se trataba de otra persona, el vampiro se preparó para usar la magia de su voz, pero al reconocer a Tarek Inglorien entrar en la habitación de su amante, la confusión se hizo aún mayor.
―¿Tarek?
La presencia del elfo en la casa era de lo más sospechosa, pues su relación con los humanos era problemática. Por lo que dudaba mucho de la intención del elfo en el interior de la casa de los Lannet.
Además, recordaba que en el cementerio de Sacrestic Ville, la última vez que había coincidido durante la noche que rescataron a San Jacobo de Beckelard, Tarek se había enfrentado a Peter y asesinado a uno de los miembros de la Guardia. Incluso Peter había intentado detenerle por ese crimen, pero Tarek había terminado marchándose antes. Su presencia allí, sin duda, no delataba nada bueno.
El sonido de unos pasos al otro lado del pasillo aumentó la confusión. ¿Venía el elfo huyendo de alguien? Tarek permanecía callado mientras esos pasos volvían a pasar por el otro lado de la puerta y avanzando de nuevo hasta el pasillo. Parecían llegar hasta justo la habitación dónde las dos personas anteriores habían entrado y salido tan sólo unos minutos antes.
―¿Qué estás haciendo aquí? ― susurró en voz baja, caminando hasta dónde se encontraba el elfo tras la puerta.
En ese momento, el fuerte sonido de unos cristales rompiéndose llegaron hasta él. Justo en la planta inferior, dónde se celebraba la cena en el comedor, se escucharon numerosos gritos.
Lo que parecía un elegante y tranquilo baile de Brägival parecía haberse convertido en otra cosa muy distinta.
Las escaleras circulares de piedra le llevaron hasta la planta en cuestión. El pasillo apenas estaba iluminado, pero gracias a su vista vampírica, Cohen llegó hasta la puerta en cuestión, cerrando la puerta tras de sí.
Contemplar por primera vez la que era la habitación de Peter fue fascinante. Era una habitación masculina y sobria. Tenía unos grandes ventanales hacia la calle principal, que dejaban entrar la luz de la luna en toda la estancia. De sus paredes, colgaban un par de retratos familiares y algunos de Peter en solitario.
Gracias a las pinturas, pudo observar el crecimiento de su amante, desde que era un niño hasta que se había convertido en el hombre que él conocía.
Cansado, se dejó caer sobre la cama de Peter, bastante cómoda, tendiéndose en la misma. No había camas como aquella en el Oeste, normalmente algo más incómodas. Se preguntó si en todo Verisar las tendrían o simplemente eran poseídas por la nobleza humana.
Varios sonidos de pasos se escucharon por el pasillo. La voz de un hombre y de una mujer claramente definidas. Pasaron dos veces junto a la puerta. Durante ese tiempo, el vampiro permaneció tendido en la cama, temeroso de hacer el más mínimo ruido y delatar su presencia.
Apenas un minuto más tarde, cuándo parecía que el silencio había vuelto al pasillo, la puerta de la habitación se abrió de golpe. Cohen se incorporó rápidamente en la cama, pues había olvidado echar el pestillo a la puerta tal y cómo Peter se lo había sugerido.
Al ver que se trataba de otra persona, el vampiro se preparó para usar la magia de su voz, pero al reconocer a Tarek Inglorien entrar en la habitación de su amante, la confusión se hizo aún mayor.
―¿Tarek?
La presencia del elfo en la casa era de lo más sospechosa, pues su relación con los humanos era problemática. Por lo que dudaba mucho de la intención del elfo en el interior de la casa de los Lannet.
Además, recordaba que en el cementerio de Sacrestic Ville, la última vez que había coincidido durante la noche que rescataron a San Jacobo de Beckelard, Tarek se había enfrentado a Peter y asesinado a uno de los miembros de la Guardia. Incluso Peter había intentado detenerle por ese crimen, pero Tarek había terminado marchándose antes. Su presencia allí, sin duda, no delataba nada bueno.
El sonido de unos pasos al otro lado del pasillo aumentó la confusión. ¿Venía el elfo huyendo de alguien? Tarek permanecía callado mientras esos pasos volvían a pasar por el otro lado de la puerta y avanzando de nuevo hasta el pasillo. Parecían llegar hasta justo la habitación dónde las dos personas anteriores habían entrado y salido tan sólo unos minutos antes.
―¿Qué estás haciendo aquí? ― susurró en voz baja, caminando hasta dónde se encontraba el elfo tras la puerta.
En ese momento, el fuerte sonido de unos cristales rompiéndose llegaron hasta él. Justo en la planta inferior, dónde se celebraba la cena en el comedor, se escucharon numerosos gritos.
Lo que parecía un elegante y tranquilo baile de Brägival parecía haberse convertido en otra cosa muy distinta.
Cohen
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Re: Mascarada [Privado] [Noche] [Cerrado]
Atravesó el umbral con premura, intentando no hacer ruido, mientras las voces de aquellos dos desconocidos se acercaban por el pasillo. Concentrado como estaba, no detectó la presencia a su espalda, hasta que alguien habló tras él. Sobresaltado, se giró para encarar al individuo, solo para percatarse de que este había pronunciado su nombre. Lo observó con atención.
Era la misma persona con la que había chocado en el salón de baile, antes de que Donnovan hiciera acto de presencia. Lo reconoció por sus ropajes, mezcla de negro y rojo, y aquella peculiar máscara que portaba. Tras el choque había tenido la vaga sensación de haber visto antes a aquel hombre. Ahora, al escucharle hablar, fue capaz de identificar por qué.
Con un gesto de la mano le indicó que guardase silencio, mientras las dos figuras cruzaban el tramo del pasillo frente a la puerta de la estancia. Contó los pasos, que fueron perdiendo empaque mientras avanzaban algunos metros más allá, antes de detenerse ante el despacho del señor Lannet. Tarek se preguntó si irían a buscar aquello que custodiaba ahora él entre sus ropas. Pero, sobre todo, se preguntó quién era el Marqués Donnovan y cómo podía haber predicho aquella segunda intromisión. Las voces se opacaron cuando las dos figuras cruzaron el umbral de la estancia cercana.
Centró entonces su atención en la figura que lo acompañaba en lo que parecía, a todas luces, el dormitorio de alguien.
- Cohen -lo saludó, con una leve reverencia- Es un placer el volver a encontrarte, aunque reconozco que me resulta extraño verte tan al sur. Por otra parte, vista tu relación con el jefe de la guardia de Sacrestic y siendo los Lannet parte de la nobleza de Lunargenta, supongo que era inevitable.
Un fuerte sonido les llegó entonces de la planta baja, seguido de inmediato por gritos de pavor. El peliblanco había estado en suficientes emboscadas (normalmente en el papel de emboscador) para reconocer aquella algarabía. Se preguntó si aquella inesperada intrusión estaría relacionada con los dos individuos que habían entrado en el despacho del señor Lannet.
Con una mano detuvo el avance de Cohen, bloqueando la única salida de la estancia, al no moverse de su posición ante la puerta.
- Cuestionas mi presencia en esta casa… y yo podría hacerte la misma pregunta. Te refugias en esta habitación, en vez de disfrutar de la velada en el comedor principal sentado al lado de tu humano… -dejó la frase sin acabar, pues ambos sabía que podía significar aquello- Yo al menos he entrado con invitación, aunque reconozco que no llevaba mi nombre -un portazo resonó unos metros más allá en el pasillo, y las dos figuras que había entrado en el despacho, volvieron a pasar ante la puerta del dormitorio, maldiciendo- Los Lannet, al igual que el resto de las familias de esta ciudad, tienen secretos peligrosos. Deberías tener cuidado.
Bajando la mano se encaró de nuevo a la puerta. La abrió apenas un resquicio. Las pocas luces que podía haber encendidas antes parecían haberse apagado. El corredor estaba despejado. Quejidos y lamentos llegaron de la planta baja, pero pronto parecieron mitigados por una voz grave, cuyos eco reverberó a través del tiro de escaleras. Por desgracia, los gruesos cortinajes de la casa, amortiguaban el sonido, no permitiéndoles comprender lo que aquel individuo estaba diciendo.
Girándose una vez más hacia Cohen, le dedicó unas últimas palabras.
- Debo bajar. Mi mecenas espera mi regreso y supongo que entre mis nuevas funciones está evitar que lo maten. No suelen pagarte si el patrón se muere -tras unos segundos, preguntó- ¿Bajas?
Sin esperar respuesta, avanzó por el oscuro pasillo, hasta el mismo tiro de escaleras que había utilizado para subir. Algo, que sonó como una torre de copas de cristal rompiéndose, les llegó desde la planta baja. Mientras la misma voz grave, con tono monocorde, seguía con su discurso.
La escalera estaba vacía, por lo que no le costó regresar a la planta baja, tras recuperar el resto de su indumentaria. Asomándose desde las dependencias del servicio al gran comedor, vio que un grupo de individuos, aparentemente humanos, obligaban a la nobleza de Lunargenta a desplazarse de nuevo al salón del baile. Las máscaras, rotas y abandonadas por la sala, conferían a la estancia un tono especialmente tétrico. Entre los últimos ocupantes de la sala, distinguió la figura de Donnovan, que mostraba una inusitada tranquilidad. El hombre echó un último vistazo a su alrededor, fijando su mirada sobre su propia máscara, perfectamente colocada sobre uno de los platos de la mesa, antes de abandonar el lugar junto con el resto de sus ocupantes.
Uno de los atacantes permaneció, sin embargo, en el comedor, con cara de hastío, esperando quizás la llegada de algún rezagado.
Era la misma persona con la que había chocado en el salón de baile, antes de que Donnovan hiciera acto de presencia. Lo reconoció por sus ropajes, mezcla de negro y rojo, y aquella peculiar máscara que portaba. Tras el choque había tenido la vaga sensación de haber visto antes a aquel hombre. Ahora, al escucharle hablar, fue capaz de identificar por qué.
Con un gesto de la mano le indicó que guardase silencio, mientras las dos figuras cruzaban el tramo del pasillo frente a la puerta de la estancia. Contó los pasos, que fueron perdiendo empaque mientras avanzaban algunos metros más allá, antes de detenerse ante el despacho del señor Lannet. Tarek se preguntó si irían a buscar aquello que custodiaba ahora él entre sus ropas. Pero, sobre todo, se preguntó quién era el Marqués Donnovan y cómo podía haber predicho aquella segunda intromisión. Las voces se opacaron cuando las dos figuras cruzaron el umbral de la estancia cercana.
Centró entonces su atención en la figura que lo acompañaba en lo que parecía, a todas luces, el dormitorio de alguien.
- Cohen -lo saludó, con una leve reverencia- Es un placer el volver a encontrarte, aunque reconozco que me resulta extraño verte tan al sur. Por otra parte, vista tu relación con el jefe de la guardia de Sacrestic y siendo los Lannet parte de la nobleza de Lunargenta, supongo que era inevitable.
Un fuerte sonido les llegó entonces de la planta baja, seguido de inmediato por gritos de pavor. El peliblanco había estado en suficientes emboscadas (normalmente en el papel de emboscador) para reconocer aquella algarabía. Se preguntó si aquella inesperada intrusión estaría relacionada con los dos individuos que habían entrado en el despacho del señor Lannet.
Con una mano detuvo el avance de Cohen, bloqueando la única salida de la estancia, al no moverse de su posición ante la puerta.
- Cuestionas mi presencia en esta casa… y yo podría hacerte la misma pregunta. Te refugias en esta habitación, en vez de disfrutar de la velada en el comedor principal sentado al lado de tu humano… -dejó la frase sin acabar, pues ambos sabía que podía significar aquello- Yo al menos he entrado con invitación, aunque reconozco que no llevaba mi nombre -un portazo resonó unos metros más allá en el pasillo, y las dos figuras que había entrado en el despacho, volvieron a pasar ante la puerta del dormitorio, maldiciendo- Los Lannet, al igual que el resto de las familias de esta ciudad, tienen secretos peligrosos. Deberías tener cuidado.
Bajando la mano se encaró de nuevo a la puerta. La abrió apenas un resquicio. Las pocas luces que podía haber encendidas antes parecían haberse apagado. El corredor estaba despejado. Quejidos y lamentos llegaron de la planta baja, pero pronto parecieron mitigados por una voz grave, cuyos eco reverberó a través del tiro de escaleras. Por desgracia, los gruesos cortinajes de la casa, amortiguaban el sonido, no permitiéndoles comprender lo que aquel individuo estaba diciendo.
Girándose una vez más hacia Cohen, le dedicó unas últimas palabras.
- Debo bajar. Mi mecenas espera mi regreso y supongo que entre mis nuevas funciones está evitar que lo maten. No suelen pagarte si el patrón se muere -tras unos segundos, preguntó- ¿Bajas?
Sin esperar respuesta, avanzó por el oscuro pasillo, hasta el mismo tiro de escaleras que había utilizado para subir. Algo, que sonó como una torre de copas de cristal rompiéndose, les llegó desde la planta baja. Mientras la misma voz grave, con tono monocorde, seguía con su discurso.
La escalera estaba vacía, por lo que no le costó regresar a la planta baja, tras recuperar el resto de su indumentaria. Asomándose desde las dependencias del servicio al gran comedor, vio que un grupo de individuos, aparentemente humanos, obligaban a la nobleza de Lunargenta a desplazarse de nuevo al salón del baile. Las máscaras, rotas y abandonadas por la sala, conferían a la estancia un tono especialmente tétrico. Entre los últimos ocupantes de la sala, distinguió la figura de Donnovan, que mostraba una inusitada tranquilidad. El hombre echó un último vistazo a su alrededor, fijando su mirada sobre su propia máscara, perfectamente colocada sobre uno de los platos de la mesa, antes de abandonar el lugar junto con el resto de sus ocupantes.
Uno de los atacantes permaneció, sin embargo, en el comedor, con cara de hastío, esperando quizás la llegada de algún rezagado.
Tarek Inglorien
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Re: Mascarada [Privado] [Noche] [Cerrado]
Los fuertes sonidos de la planta de abajo parecieron sorprender al elfo tanto cómo a él, aunque a pesar de todo, Tarek parecía mantener absoluta calma y se tomó su tiempo para charlar, incluso plantearse la presencia del vampiro allí.
―Cada cual tiene sus métodos… ―se limitó a decir antes de escuchar el inciso final sobre los secretos de los Lannet.
La verdad era que no sabía a lo que el elfo se refería. Incluso le daba igual. Lo que hicieran esos nobles humanos a él no le importaba lo más mínimo. Simplemente, estaba allí por el juicio de Peter y nada más.
Cuándo Tarek anunció su intención de bajar, el vampiro se limitó a decir:
―Vete adelantando…
Al ver que el elfo salía de la habitación, se dirigió hacia uno de los ventanales que permitían que la luz nocturna entrara en el cuarto. Salió al estrecho balcón y allí, comenzó a desvestirse, desquitándose de su disfraz.
Bajo el mismo, su ropa habitual, con su cinturón rodeando su cintura. Del mismo, desprendió el gancho y tras abrirlo y colocarlo entre dos de las balaustradas del mismo, se dejó caer al vacío para entrar en la habitación de la planta inferior por uno de los ventanales rotos. [1]
No reconoció aquella estancia, aunque por su ubicación, debía de estar junto al comedor, en el extremo opuesto a la escalera por la que había accedido a la planta de arriba.
Tras soltarse de la cuerda que le ataba al gancho, se introdujo en la sala, viendo cómo algunas personas se habían refugiado en ella. Enseguida, distinguió a Emilia, la hermana de Peter, que con un grupo de chicas, había encontrado seguridad allí.
―¡Tú! ¿Tienes algo que ver con esto?
―¡No! ¿Dónde está Peter?
―¡Y que voy a saber yo, malnacido! ¡Maldito el día en que te cruzaste en nuestras vidas!
Cohen, acostumbrado a ese tipo de reproches, miró a su alrededor. La puerta hacia el comedor parecía bloqueada, pero justo hacia la sala situada al otro lado, continuaban los escandalosos ruidos, por lo que el vampiro continuó su camino por allí.
―Cierra la puerta, una vez haya salido― le dijo a Emilia, que continuaba insultándole y dándole reproches.
Avanzó por un pasillo estrecho y oscuro hasta dar con el acceso a lo que parecía ser una pequeña terraza. En ella, Peter blandía la espada contra uno de aquellos malhechores, cuyo rostro mantenía oculto tras una máscara, tendido en el suelo con un pie de Peter sobre su pecho.
El prisionero, que sentía el peso y la presión del humano sobre él, tenía su mano junto a su cinto y en el momento en el que Cohen llegó se disponía a tomar una daga oculta en su ropaje con la intención de clavarla en la pierna de su amado.
A tiempo, el vampiro llegó hasta él, retorciendo el brazo con todas sus fuerzas, haciendo que la mano del intruso soltara el arma y no se detuvo hasta notar el crujido del hueso rompiéndose bajo la carne.
El alarido de dolor del individuo fue extremo y tras eso, Cohen aprovechó para destapar la máscara del individuo.
La verdad era que Cohen esperaba encontrar un vampiro bajo la misma. Peter tenía muchos enemigos en Sacrestic Ville y aquello parecía una consecuencia directa de su comportamiento en la ciudad. Lo que no esperaba encontrar bajo la máscara era el rostro de uno de los soldados humanos que formaban parte de la Guardia de esta ciudad.
―¿Walter?― preguntó Peter, sorprendido de que uno de los que habían sido sus subalternos fuera uno de los atacantes de su casa.
Cohen escuchó un gran alboroto en la calle. La mayoría de los invitados habían huido, corriendo por la avenida, gritando. El vampiro se sorprendió al ver los llamativos colores de las prendas de los invitados, en la oscuridad de la noche, disolviéndose y desperdigándose por la vía.
―¿Por qué estáis haciendo esto?
―¡Eres un puto traidor, Lannet! ¡Un puto traidor!
Cohen, enfadado por aquellas palabras, cogió la daga con la que el humano había intentado dañar a Peter y sujetando su brazo roto, no dudó en darle dos puñaladas en el mismo, haciendo que su sangre comenzara a desparramarse por el suelo de la terraza.
―No le mates― dijo Peter, interactuando con él por primera vez― Quiero que lo interrogues y le saques toda la verdad.
―No voy a matarle. Sólo voy a encargarme de que este brazo le quede inútil de por vida…
Y entonces, dio una tercera puñalada en el mismo, mientras el soldado gritaba de dolor.
[1] Uso de mi objeto Cinturón Multipropósito: Cinturón que contiene una finísima, pero resistente cuerda con un gancho y carrete, 2 dardos con un sistema de lanzamiento a presión, un mini propulsor que permite dar un salto el doble de lo normal o amortiguar caídas y una mini sierra mecánica. Usar cualquiera de los efectos consume una carga. También sirve para sujetar pantalones.
―Cada cual tiene sus métodos… ―se limitó a decir antes de escuchar el inciso final sobre los secretos de los Lannet.
La verdad era que no sabía a lo que el elfo se refería. Incluso le daba igual. Lo que hicieran esos nobles humanos a él no le importaba lo más mínimo. Simplemente, estaba allí por el juicio de Peter y nada más.
Cuándo Tarek anunció su intención de bajar, el vampiro se limitó a decir:
―Vete adelantando…
Al ver que el elfo salía de la habitación, se dirigió hacia uno de los ventanales que permitían que la luz nocturna entrara en el cuarto. Salió al estrecho balcón y allí, comenzó a desvestirse, desquitándose de su disfraz.
Bajo el mismo, su ropa habitual, con su cinturón rodeando su cintura. Del mismo, desprendió el gancho y tras abrirlo y colocarlo entre dos de las balaustradas del mismo, se dejó caer al vacío para entrar en la habitación de la planta inferior por uno de los ventanales rotos. [1]
No reconoció aquella estancia, aunque por su ubicación, debía de estar junto al comedor, en el extremo opuesto a la escalera por la que había accedido a la planta de arriba.
Tras soltarse de la cuerda que le ataba al gancho, se introdujo en la sala, viendo cómo algunas personas se habían refugiado en ella. Enseguida, distinguió a Emilia, la hermana de Peter, que con un grupo de chicas, había encontrado seguridad allí.
―¡Tú! ¿Tienes algo que ver con esto?
―¡No! ¿Dónde está Peter?
―¡Y que voy a saber yo, malnacido! ¡Maldito el día en que te cruzaste en nuestras vidas!
Cohen, acostumbrado a ese tipo de reproches, miró a su alrededor. La puerta hacia el comedor parecía bloqueada, pero justo hacia la sala situada al otro lado, continuaban los escandalosos ruidos, por lo que el vampiro continuó su camino por allí.
―Cierra la puerta, una vez haya salido― le dijo a Emilia, que continuaba insultándole y dándole reproches.
Avanzó por un pasillo estrecho y oscuro hasta dar con el acceso a lo que parecía ser una pequeña terraza. En ella, Peter blandía la espada contra uno de aquellos malhechores, cuyo rostro mantenía oculto tras una máscara, tendido en el suelo con un pie de Peter sobre su pecho.
El prisionero, que sentía el peso y la presión del humano sobre él, tenía su mano junto a su cinto y en el momento en el que Cohen llegó se disponía a tomar una daga oculta en su ropaje con la intención de clavarla en la pierna de su amado.
A tiempo, el vampiro llegó hasta él, retorciendo el brazo con todas sus fuerzas, haciendo que la mano del intruso soltara el arma y no se detuvo hasta notar el crujido del hueso rompiéndose bajo la carne.
El alarido de dolor del individuo fue extremo y tras eso, Cohen aprovechó para destapar la máscara del individuo.
La verdad era que Cohen esperaba encontrar un vampiro bajo la misma. Peter tenía muchos enemigos en Sacrestic Ville y aquello parecía una consecuencia directa de su comportamiento en la ciudad. Lo que no esperaba encontrar bajo la máscara era el rostro de uno de los soldados humanos que formaban parte de la Guardia de esta ciudad.
―¿Walter?― preguntó Peter, sorprendido de que uno de los que habían sido sus subalternos fuera uno de los atacantes de su casa.
Cohen escuchó un gran alboroto en la calle. La mayoría de los invitados habían huido, corriendo por la avenida, gritando. El vampiro se sorprendió al ver los llamativos colores de las prendas de los invitados, en la oscuridad de la noche, disolviéndose y desperdigándose por la vía.
―¿Por qué estáis haciendo esto?
―¡Eres un puto traidor, Lannet! ¡Un puto traidor!
Cohen, enfadado por aquellas palabras, cogió la daga con la que el humano había intentado dañar a Peter y sujetando su brazo roto, no dudó en darle dos puñaladas en el mismo, haciendo que su sangre comenzara a desparramarse por el suelo de la terraza.
―No le mates― dijo Peter, interactuando con él por primera vez― Quiero que lo interrogues y le saques toda la verdad.
―No voy a matarle. Sólo voy a encargarme de que este brazo le quede inútil de por vida…
Y entonces, dio una tercera puñalada en el mismo, mientras el soldado gritaba de dolor.
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[1] Uso de mi objeto Cinturón Multipropósito: Cinturón que contiene una finísima, pero resistente cuerda con un gancho y carrete, 2 dardos con un sistema de lanzamiento a presión, un mini propulsor que permite dar un salto el doble de lo normal o amortiguar caídas y una mini sierra mecánica. Usar cualquiera de los efectos consume una carga. También sirve para sujetar pantalones.
Cohen
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Re: Mascarada [Privado] [Noche] [Cerrado]
Tarek contó los pasos que el improvisado vigilante daba de un lado a otro del comedor. Al principio su comportamiento era errático, pero según su frustración crecía, más constantes se volvían sus movimientos. Seguían llegando amortiguadas conversaciones de la sala de baile, pero el elfo fue incapaz de discernir qué era lo que sucedía tras las puertas cerradas. El vigilante, frustrado, masculló una maldición para si, como si prefiriese estar en la primera línea de batalla, antes que abandonado en aquella habitación desierta.
Su ir y venir se había vuelto lo suficientemente pautado como para que el elfo se plantease poner en marcha su improvisado plan. Si conseguía guarecerse a la sombra de la mesa, sin que el hombre lo detectase, podría noquearlo sin mayor problema. Tomó aire para relajarse, contando una vez más los pasos. Un nuevo tumulto se dejó oír, esta vez procedente de una estancia cercana a la cocina. Aun mascullando, el vigilante se dirigió hacia allí.
El peliblanco decidió que aquella distracción era tan válida como cualquier otra, deslizándose entre las sombras, se colocó tras el hombre. Este había comenzado a forzar las manijas de la puerta que comunicaba con la estancia de la que habían salido los improperios. Aunque esta permanecía cerrada. El silencio se había instaurado en la sala aledaña. Alzándose tras el hombre, lo abrazó por el cuello, evitando que hiciese ningún sonido y cortando el flujo de aire a sus pulmones. Lo notó forcejear, pero pronto quedó inmóvil. Depositándolo en el suelo con cuidado, el elfo comprobó que siguiese con vida. Le importaba más bien poco si el individuo vivía o no, pero suponía que a su mecenas no le beneficiaría que su acompañante cargase con una muerte sobre su espalda. Con paso liviano se dirigió a la mesa.
La máscara de Donnovan era la única que parecía colocada de forma intencional. Situada sobre uno de los platos, miraba hacia el techo con sus ojos vacíos. El hombre había mirado hacia aquel lugar antes de salir y Tarek se preguntó por qué. Tomando la elaborada pieza entre las manos, la alzo. Bajo ella había sido grabado un peculiar signo que, sin embargo, fue capaz de reconocer. Donnovan le debía más de una explicación.
Algo arremetió entonces contra él, provocando que parte de los enseres que todavía se encontraban sobre la mesa cayesen al suelo con un gran estrépito. El hombre, que supuestamente había dejado desmayado cerca de las cocinas se encontraba sobre él, tanteando su cinturón, probablemente en busca de algún tipo de arma. Sin darle demasiado margen, el elfo tomó parte del mantel de la mesa y lo enroscó entrono al cuello del hombre. Forcejearon unos instantes, antes de que, aprovechando el peso del cuerpo sobre él, Tarek se girase hacia la mesa. La cabeza del hombre se estampó contra la misma, provocando que este cayese desmayado por segunda vez. Solo por asegurarse, el elfo le di un segundo golpe. Había tenido suficiente con un despertar inesperado.
Volviendo a su escondite, se colocó las prendas que faltaban de su indumentaria y, tomando la máscara de Donnovan, abrió la puerta de la sala de baile, para sorpresa de dos de los dos individuos que la guardaban. Antes de que el primero pudiera reaccionar, lo estampó contra el marco de la puerta, esquivando el segundo, que acabó tirado en el suelo, retorciéndose de dolor.
La mayor parte de los invitados había desaparecido y el peliblanco pudo ver a los últimos correr despavoridos entre las enormes puertas por las que, pocas horas antes, habían desfilado con tanta pompa y presunción. Donnovan le dedicó una sonrisa, desde su tranquila posición, observando el espectáculo que se desarrollaba en el centro de la sala. El joven Lannet había conseguido abatir a uno de los guardias y Cohen parecía haber terminado por ensañarse con él, si la sangre que cubría el brazo del individuo era muestra de lo que acababa de suceder.
Los señores de la casa alternaron sus sorprendidos rostros entre la escena protagonizada por su hijo y su amante vampiro; y el elfo que acababa de traspasar el umbral de su comedor, cuyas ropas teñidas de rojo auguraban un violento enfrentamiento.
- Te habías olvidado la máscara –comentó Tarek sin más a su mecenas, en el momento en que se situó junto a él. El hombre amplió su sonrisa.
- Que despiste el mío –comentó con finjida sorpresa- Tu ausencia ha sido devastadora, querido –alzando un dedo, lo deslizó por el rostro del elfo, antes de llevarlo a su propia boca y paladearlo- ¿Borgoña? –preguntó- Una buena cosecha, que pena.
- Un tropiezo –respondió Tarek, limpiando los restos de vino que todavía goteaban de su rostro a su ropa.
- Claro –respondió el hombre sin más, como si toda la escena y los guardias entorno a ellos no representasen ningún tipo de peligro.
Atraídos probablemente por los alaridos de dolor de su camarada, dos individuos más se personaron en el salón de baile. Un tercero los siguió, arrastrando a la joven hija de los Lannet, que lloraba y maldecía por igual.
- ¡Soltadlo! – bramó con bravuconería, señalando a su compañero caído- Siempre supe que eras un traidor, sobre todo cuando empezaste a juntarte con esa escoria –dijo casi escupiendo al heredero de los Lannet- ¿Ahora permites que tu mascota torture a uno de los tuyos? ¿O acaso es tu amo?
Aquel comentario pareció despertar una miríada de reacciones. La hija de los Lannet se detuvo, mirando furibunda a Cohen. El señor Lannet apartó la mirada, con una expresión de enojo, que solo era equiparable a la mueca de disgusto que mostraba su mujer. Tras ellos, una risita empalagosa desveló la posición del concejal Falsok. El hombre, más divertido por la caída en desgracia de sus iguales que interesado en su integridad, había decidido permanecer en la sala, expectante.
Uno de los intrusos tomó entonces al señor Lannet del brazo, sacudiéndolo con fuerza.
- ¿Dónde están? –preguntó al pálido rostro del noble, que lo miró unos segundos sin entender a qué venía esa pregunta. Aunque pronto un destello de comprensión pareció cruzar su rostro- Dígame dónde están.
- ¿Acaso no sabes con quién…?
- ¡Cállese! –bramó el hombre, interrumpiendo a la señora Lannet, que lo miró con actitud ofendida- ¿Dónde están los documentos? –preguntó de nuevo al señor de la casa.
- Querido, ¿te importaría? –preguntó Donnovan, con cierto tono de aburrimiento.
Sin que tuviese que pedírselo una segunda vez, Tarek se deslizó hacia el primero de los intrusos, noqueándolo con un golpe seco, antes de que pudiera darse cuenta de lo que sucedía. El segundo fue aquel que agarraba al señor Lannet, que pronto tuvo que soltar su amarre, para llevar las manos a su laringe, donde el elfo lo había golpeado. El tercero, que agarraba a la joven heredera, intentó desenvainar su espada, pero entre los nervios y el aparente miedo, soltó demasiado pronto a la muchacha que, ni corta ni perezosa, le asestó un pistón, empujándolo después para que cayese al suelo.
Con calma, el elfo regresó a su posición junto a Donnovan.
- Rupert, Magdaleine… quizás sea momento de llamar a la guardia de la ciudad –comentó el marqués, dirigiéndose a los señores de la casa- Estoy seguro de que el concejal Falsok podrá mandar a uno de sus subalternos a hacerlo, ¿verdad? –preguntó, girándose hacia el susodicho, cuya expresión se tornó seria, al verse descubierto- Estoy seguro de que ellos serán capaces de descubrir por qué la guardia de Sacrestic Ville ataca a su antiguo capitán. Sería terrible que se descubriese que están asociados a esas… organizaciones fascistas y supremacistas humanas de nuestra ciudad hermana del norte.
Con los brazos cruzados, el elfo observó hablar al marqués. Aquel hombre sabía algo, mucho más de lo que contaba. Dejaba intuir información que nunca aportaba. Y luego estaban los documentos que él todavía portaba bajo su ropa... y aquel símbolo ¿Quién era Fenor Donnovan?
Su ir y venir se había vuelto lo suficientemente pautado como para que el elfo se plantease poner en marcha su improvisado plan. Si conseguía guarecerse a la sombra de la mesa, sin que el hombre lo detectase, podría noquearlo sin mayor problema. Tomó aire para relajarse, contando una vez más los pasos. Un nuevo tumulto se dejó oír, esta vez procedente de una estancia cercana a la cocina. Aun mascullando, el vigilante se dirigió hacia allí.
El peliblanco decidió que aquella distracción era tan válida como cualquier otra, deslizándose entre las sombras, se colocó tras el hombre. Este había comenzado a forzar las manijas de la puerta que comunicaba con la estancia de la que habían salido los improperios. Aunque esta permanecía cerrada. El silencio se había instaurado en la sala aledaña. Alzándose tras el hombre, lo abrazó por el cuello, evitando que hiciese ningún sonido y cortando el flujo de aire a sus pulmones. Lo notó forcejear, pero pronto quedó inmóvil. Depositándolo en el suelo con cuidado, el elfo comprobó que siguiese con vida. Le importaba más bien poco si el individuo vivía o no, pero suponía que a su mecenas no le beneficiaría que su acompañante cargase con una muerte sobre su espalda. Con paso liviano se dirigió a la mesa.
La máscara de Donnovan era la única que parecía colocada de forma intencional. Situada sobre uno de los platos, miraba hacia el techo con sus ojos vacíos. El hombre había mirado hacia aquel lugar antes de salir y Tarek se preguntó por qué. Tomando la elaborada pieza entre las manos, la alzo. Bajo ella había sido grabado un peculiar signo que, sin embargo, fue capaz de reconocer. Donnovan le debía más de una explicación.
Algo arremetió entonces contra él, provocando que parte de los enseres que todavía se encontraban sobre la mesa cayesen al suelo con un gran estrépito. El hombre, que supuestamente había dejado desmayado cerca de las cocinas se encontraba sobre él, tanteando su cinturón, probablemente en busca de algún tipo de arma. Sin darle demasiado margen, el elfo tomó parte del mantel de la mesa y lo enroscó entrono al cuello del hombre. Forcejearon unos instantes, antes de que, aprovechando el peso del cuerpo sobre él, Tarek se girase hacia la mesa. La cabeza del hombre se estampó contra la misma, provocando que este cayese desmayado por segunda vez. Solo por asegurarse, el elfo le di un segundo golpe. Había tenido suficiente con un despertar inesperado.
Volviendo a su escondite, se colocó las prendas que faltaban de su indumentaria y, tomando la máscara de Donnovan, abrió la puerta de la sala de baile, para sorpresa de dos de los dos individuos que la guardaban. Antes de que el primero pudiera reaccionar, lo estampó contra el marco de la puerta, esquivando el segundo, que acabó tirado en el suelo, retorciéndose de dolor.
La mayor parte de los invitados había desaparecido y el peliblanco pudo ver a los últimos correr despavoridos entre las enormes puertas por las que, pocas horas antes, habían desfilado con tanta pompa y presunción. Donnovan le dedicó una sonrisa, desde su tranquila posición, observando el espectáculo que se desarrollaba en el centro de la sala. El joven Lannet había conseguido abatir a uno de los guardias y Cohen parecía haber terminado por ensañarse con él, si la sangre que cubría el brazo del individuo era muestra de lo que acababa de suceder.
Los señores de la casa alternaron sus sorprendidos rostros entre la escena protagonizada por su hijo y su amante vampiro; y el elfo que acababa de traspasar el umbral de su comedor, cuyas ropas teñidas de rojo auguraban un violento enfrentamiento.
- Te habías olvidado la máscara –comentó Tarek sin más a su mecenas, en el momento en que se situó junto a él. El hombre amplió su sonrisa.
- Que despiste el mío –comentó con finjida sorpresa- Tu ausencia ha sido devastadora, querido –alzando un dedo, lo deslizó por el rostro del elfo, antes de llevarlo a su propia boca y paladearlo- ¿Borgoña? –preguntó- Una buena cosecha, que pena.
- Un tropiezo –respondió Tarek, limpiando los restos de vino que todavía goteaban de su rostro a su ropa.
- Claro –respondió el hombre sin más, como si toda la escena y los guardias entorno a ellos no representasen ningún tipo de peligro.
Atraídos probablemente por los alaridos de dolor de su camarada, dos individuos más se personaron en el salón de baile. Un tercero los siguió, arrastrando a la joven hija de los Lannet, que lloraba y maldecía por igual.
- ¡Soltadlo! – bramó con bravuconería, señalando a su compañero caído- Siempre supe que eras un traidor, sobre todo cuando empezaste a juntarte con esa escoria –dijo casi escupiendo al heredero de los Lannet- ¿Ahora permites que tu mascota torture a uno de los tuyos? ¿O acaso es tu amo?
Aquel comentario pareció despertar una miríada de reacciones. La hija de los Lannet se detuvo, mirando furibunda a Cohen. El señor Lannet apartó la mirada, con una expresión de enojo, que solo era equiparable a la mueca de disgusto que mostraba su mujer. Tras ellos, una risita empalagosa desveló la posición del concejal Falsok. El hombre, más divertido por la caída en desgracia de sus iguales que interesado en su integridad, había decidido permanecer en la sala, expectante.
Uno de los intrusos tomó entonces al señor Lannet del brazo, sacudiéndolo con fuerza.
- ¿Dónde están? –preguntó al pálido rostro del noble, que lo miró unos segundos sin entender a qué venía esa pregunta. Aunque pronto un destello de comprensión pareció cruzar su rostro- Dígame dónde están.
- ¿Acaso no sabes con quién…?
- ¡Cállese! –bramó el hombre, interrumpiendo a la señora Lannet, que lo miró con actitud ofendida- ¿Dónde están los documentos? –preguntó de nuevo al señor de la casa.
- Querido, ¿te importaría? –preguntó Donnovan, con cierto tono de aburrimiento.
Sin que tuviese que pedírselo una segunda vez, Tarek se deslizó hacia el primero de los intrusos, noqueándolo con un golpe seco, antes de que pudiera darse cuenta de lo que sucedía. El segundo fue aquel que agarraba al señor Lannet, que pronto tuvo que soltar su amarre, para llevar las manos a su laringe, donde el elfo lo había golpeado. El tercero, que agarraba a la joven heredera, intentó desenvainar su espada, pero entre los nervios y el aparente miedo, soltó demasiado pronto a la muchacha que, ni corta ni perezosa, le asestó un pistón, empujándolo después para que cayese al suelo.
Con calma, el elfo regresó a su posición junto a Donnovan.
- Rupert, Magdaleine… quizás sea momento de llamar a la guardia de la ciudad –comentó el marqués, dirigiéndose a los señores de la casa- Estoy seguro de que el concejal Falsok podrá mandar a uno de sus subalternos a hacerlo, ¿verdad? –preguntó, girándose hacia el susodicho, cuya expresión se tornó seria, al verse descubierto- Estoy seguro de que ellos serán capaces de descubrir por qué la guardia de Sacrestic Ville ataca a su antiguo capitán. Sería terrible que se descubriese que están asociados a esas… organizaciones fascistas y supremacistas humanas de nuestra ciudad hermana del norte.
Con los brazos cruzados, el elfo observó hablar al marqués. Aquel hombre sabía algo, mucho más de lo que contaba. Dejaba intuir información que nunca aportaba. Y luego estaban los documentos que él todavía portaba bajo su ropa... y aquel símbolo ¿Quién era Fenor Donnovan?
Tarek Inglorien
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Re: Mascarada [Privado] [Noche] [Cerrado]
Tras asestar la tercera puñalada, Cohen escuchó cómo alguien abría las puertas principales de la terraza que la comunicaba con una sala. Asustado, el vampiro retorció el brazo destrozado del hombre y estiró brutalmente de él, haciendo que los doloridos tendones que aún unía el brazo con el resto del cuerpo fueran más dañados aún.
En la sala contigua, los padres de Peter observaban la escena. Peter vio la clara decepción en sus rostros y Cohen pensó que aquel matrimonio parecía insufrible. Se unió rápidamente los gritos de Emilia, que al entrar Peter y él en la sala acusó a su hermano, nada más y nada menos que un traidor a su raza.
―Pues ha sido esta alimaña el que estaba atacando a tu hermano, así que si yo fuera tú, niñata mimada, me limitaría a morderme la lengua antes de hablar…
Cohen tiró al suelo de la terraza al soldado con el brazo roto y entró en la habitación, dando un par de pasos más al frente, colocándose a plena vista de los padres de Peter.
Lo que no esperaba fue la rápida y eficaz intervención de Tarek. Con una serie de rápidos y eficaces movimientos, logró desquitarse de dos de los intrusos, permitiendo a la hermana de Peter hacer lo mismo con un tercero.
- Rupert, Magdaleine… quizás sea momento de llamar a la guardia de la ciudad… Estoy seguro de que el concejal Falsok podrá mandar a uno de sus subalternos a hacerlo, ¿verdad?... Estoy seguro de que ellos serán capaces de descubrir por qué la guardia de Sacrestic Ville ataca a su antiguo capitán. Sería terrible que se descubriese que están asociados a esas… organizaciones fascistas y supremacistas humanas de nuestra ciudad hermana del norte.
Las palabras de aquel humano sorprendieron a Cohen. ¿Falsok estaba implicado en aquel ataque? ¿El mismo que iba a encargarse de enjuiciar a Peter había asaltado su casa familiar?
Cohen miró a su amado. La verdad era que Peter se mostraba frío, paralizado, quizás por lo que se había convertido su baile familiar, quizás por la vergüenza que sus propios familiares parecían sentir hacia él. Quizás por la sorpresa desvelada.
―¿Qué quieres que haga?
Peter le miró brevemente, durante unos segundos, antes de volver a dirigir su mirada hacia Falsok.
―Quiero que le saques la verdad. Un testimonio de traición…
―Si crees que la palabra de un vampiro va a ser mejor valorada que la de un humano sometido a su magia, mientes…
Cohen miró a Emilia. La verdad era que la actitud de la chica había cambiado mucho desde que la había conocido en Sacrestic Ville.
¿En qué bando juegan los Lannet y por qué parecen anteponer otros intereses antes que a su propio familiar, a su hijo, a su hermano?
―¿Peter?
―¿Respaldaría usted mi testimonio?― terminó preguntando al extraño que al parecer acompañaba a Tarek.
En ese momento, Falsok intentó huir, por lo que Cohen corrió tras él, sin costarle apenas esfuerzo alcanzarle y apresarle, antes de tirarlo violentamente contra una de las paredes de la habitación.
Una vez Falsok se encontraba inconsciente, tirado en el suelo, Cohen alzó la vista hacia los Lannet, entendiendo por primera vez por qué Peter había querido poner mil kilómetros con esa gente.
―¡Eres un deshonor para tu familia, hermano! Espero que te declaren traidor y te ahorquen.
Cohen sintió el fuerte deseo de ir hasta Emilia y cruzarle la cara, pero se contuvo: no quería perjudicar más la situación familiar de Peter. Sin duda, su hermana formaba parte de esa organización. ¿Estaba Emilia implicada en el asalto de la casa de sus padres?
En la sala contigua, los padres de Peter observaban la escena. Peter vio la clara decepción en sus rostros y Cohen pensó que aquel matrimonio parecía insufrible. Se unió rápidamente los gritos de Emilia, que al entrar Peter y él en la sala acusó a su hermano, nada más y nada menos que un traidor a su raza.
―Pues ha sido esta alimaña el que estaba atacando a tu hermano, así que si yo fuera tú, niñata mimada, me limitaría a morderme la lengua antes de hablar…
Cohen tiró al suelo de la terraza al soldado con el brazo roto y entró en la habitación, dando un par de pasos más al frente, colocándose a plena vista de los padres de Peter.
Lo que no esperaba fue la rápida y eficaz intervención de Tarek. Con una serie de rápidos y eficaces movimientos, logró desquitarse de dos de los intrusos, permitiendo a la hermana de Peter hacer lo mismo con un tercero.
- Rupert, Magdaleine… quizás sea momento de llamar a la guardia de la ciudad… Estoy seguro de que el concejal Falsok podrá mandar a uno de sus subalternos a hacerlo, ¿verdad?... Estoy seguro de que ellos serán capaces de descubrir por qué la guardia de Sacrestic Ville ataca a su antiguo capitán. Sería terrible que se descubriese que están asociados a esas… organizaciones fascistas y supremacistas humanas de nuestra ciudad hermana del norte.
Las palabras de aquel humano sorprendieron a Cohen. ¿Falsok estaba implicado en aquel ataque? ¿El mismo que iba a encargarse de enjuiciar a Peter había asaltado su casa familiar?
Cohen miró a su amado. La verdad era que Peter se mostraba frío, paralizado, quizás por lo que se había convertido su baile familiar, quizás por la vergüenza que sus propios familiares parecían sentir hacia él. Quizás por la sorpresa desvelada.
―¿Qué quieres que haga?
Peter le miró brevemente, durante unos segundos, antes de volver a dirigir su mirada hacia Falsok.
―Quiero que le saques la verdad. Un testimonio de traición…
―Si crees que la palabra de un vampiro va a ser mejor valorada que la de un humano sometido a su magia, mientes…
Cohen miró a Emilia. La verdad era que la actitud de la chica había cambiado mucho desde que la había conocido en Sacrestic Ville.
¿En qué bando juegan los Lannet y por qué parecen anteponer otros intereses antes que a su propio familiar, a su hijo, a su hermano?
―¿Peter?
―¿Respaldaría usted mi testimonio?― terminó preguntando al extraño que al parecer acompañaba a Tarek.
En ese momento, Falsok intentó huir, por lo que Cohen corrió tras él, sin costarle apenas esfuerzo alcanzarle y apresarle, antes de tirarlo violentamente contra una de las paredes de la habitación.
Una vez Falsok se encontraba inconsciente, tirado en el suelo, Cohen alzó la vista hacia los Lannet, entendiendo por primera vez por qué Peter había querido poner mil kilómetros con esa gente.
―¡Eres un deshonor para tu familia, hermano! Espero que te declaren traidor y te ahorquen.
Cohen sintió el fuerte deseo de ir hasta Emilia y cruzarle la cara, pero se contuvo: no quería perjudicar más la situación familiar de Peter. Sin duda, su hermana formaba parte de esa organización. ¿Estaba Emilia implicada en el asalto de la casa de sus padres?
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Re: Mascarada [Privado] [Noche] [Cerrado]
El comentario de Donnovan a los Lannet pareció desencadenar otra serie de eventos, que terminaron con el concejal Falsok inconsciente y un, muy cabreado, Cohen lanzando miradas asesinas a la joven heredera de la casa. Aquello ya no tenía nada que ver con él y, al parecer, el marqués debió pensar lo mismo.
- No sé qué valor podría tener mi palabra ante la magia de un vampiro. La confesión sería igualmente de dudosa procedencia –comentó con tranquilidad el marqués- Os recomendaría, joven Peter, que buscaseis otro método de confesión más… adecuado a las circunstancias. A menos que deseéis empeorar aún más la situación –miró al patriarca de la familia un instante, antes de volverse a su hijo- Ahora, si lo que me pedís es que actúe de testigo para dar fe de que la guardia de Sacrestic Ville ha atacado un, hasta ahora, pacífico baile en el que se codeaban las altas esferas de la ciudad, estaré dispuesto a dar dicho testimonio.
Donnovan le dedicó al joven heredero una afable sonrisa, como si aquella promesa no fuese más que un comentario baldío. ¿Qué ganaba Donnovan con aquello? ¿Qué ocultaban los documentos que Tarek había recuperado del despacho de Rupert Lannet?
Colocando una mano sobre el hombro del elfo, el marqués le indicó con un gesto la puerta. Era hora de partir.
- Rupert, una velada encantadora. Una pena que acabase tan… de forma tan peculiar. Estoy seguro de que habríamos disfrutado de una opípara comida. Querida Magdaleine, –añadió dirigiéndose a la matriarca- un placer como siempre. Emilia, querida, –comentó entonces, dirigiéndose a la joven- deberías buscarte mejores compañías. Una joven educada e instruida con esas tendencias… -el hombre dejó la frase sin acabar, meneando la cabeza en señal de disgusto.
La joven abrió la boca para contestar, pero una mirada de su padre interrumpió el posible alegato.
- Fenor, no sé de qué acusas a mi hija –comentó el anfitrión, con seriedad- Suficientemente grave es la situación como para que la enturbies todavía más con solo Dios sabe qué rumores.
- Rumores –comentó el marqués sin más, dedicándole una sonrisa al hombre. Dando una palmada en el hombro de Tarek, añadió- Sabes que no soy del tipo de gente que se deja llevar por rumores. Quizás hayas pasado demasiado tiempo mirando al norte, Rupert, en busca de un mal ilusorio, cuando en realidad la enfermedad no se encontraba demasiado apartada de tu propio hogar.
La joven heredera se ruborizó, presa de la rabia, cuando el marqués le dirigió una nueva sonrisa, que parecía indicar que sabía algo que ella no deseaba desvelar. El patriarca de los Lannet, por su parte, se tomó aquellas palabras como una ofensa personal.
- ¿Cómo te atreves…? –comenzó el hombre, con clara intención de proferir algún tipo de amenaza. Pero las siguientes palabras de Donnovan lo hicieron callar.
- Permíteme decirte, Ruper, que la mesa de caoba de tu despacho es exquisita. Jamás había visto nada igual. El espacio, la disposición, el acabado… y esos elaborados cajones. Una maravilla, ¿no crees, Elrian? –comentó, dirigiéndose a Tarek, sin apartar los ojos del patriarca- La próxima vez que nos veamos, te pediré el nombre del carpintero. Una auténtica obra de arte.
El señor Lannet miró al marqués atónito, para posar después la mirada en el elfo, que lo observó con expresión neutra. Abrió y cerró la boca un par de veces, balbuceando algo ininteligible. Su mujer, cuyo rostro se había tornado blanco, los observaba con los ojos muy abiertos.
- Como decía, una velada encantadora –comentó de nuevo el marqués- Pero ha llegado la hora de partir. Peter, hijo –añadió, dirigiéndose al heredero de la familia- si necesitas de mi testimonio, o mi ayuda, no dudes en pedir a tu padre mi contacto. O preguntar a cualquiera de Lunargenta. Estoy seguro de que podrán indicarte el camino a mi… ¿cuál sería la palabra querido?
- ¿Deparavada? –comentó Tarek, recordando los comentarios que había escuchado a su llegada.
- Depravada –asintió el marqués- De mi depravada morada. ¿Nos vamos querido? –preguntó al peliblanco, que no había apartado la mirada de los estupefactos anfitriones. Aquello tenía que ver con los documentos que portaba y, fuese lo que fuese, estaba claro que los Lannet acababan de caer en las redes del marqués
Deseando buena noche a los presentes, deslizó la mano hasta la baja espalda del elfo y ambos cruzaron el destrozado salón de baile para abandonar la morada de los Lannet.
Un carruaje les salió al encuentro, gobernado por el mismo hombre que había proporcionado a Tarek las vestimentas y la información necesaria para colarse en la fiesta. El hombre descendió del cabestrante y, abriendo la puerta, les indicó que pasasen al interior del mismo. Donnovan, quizás temiendo que el elfo cambiase de opinión, lo instó a subir primero en el mismo. La puerta se cerró tras la figura del marqués, que observó tras la cortina las luces que iluminaban la morada de los Lannet, antes de que el carruaje tomase una curva y la perdiesen de vista.
- ¿A dónde vamos? –preguntó Tarek. Donnovan lo observó unos segundos, antes de contestar.
- A mi morada.
- ¿Os parece seguro llevarme allí? –comentó el elfo sin más- Podríais pedirme los documentos, pagarme y dejarme en la siguiente esquina. Ahí se terminaría nuestro trato –el marqués pareció encontrar aquel comentario gracioso.
- ¿Y prescindir tan rápido de tu compañía? –preguntó con fingida pena- Creo que no. Además, Tarek, no te importa que deje los formalismos, ¿verdad? No te conviene andar solo por las oscuras calles de Lunargenta. No con los Ojosverdes por ahí sueltos, tras poner precio a tu cabeza –el hombre pronunció aquellas las palabras sin dirigirle siquiera la mirada. Por el contrario, el elfo clavó en él sus verdes ojos, preguntándose de nuevo quién era aquel hombre.
- No sé qué valor podría tener mi palabra ante la magia de un vampiro. La confesión sería igualmente de dudosa procedencia –comentó con tranquilidad el marqués- Os recomendaría, joven Peter, que buscaseis otro método de confesión más… adecuado a las circunstancias. A menos que deseéis empeorar aún más la situación –miró al patriarca de la familia un instante, antes de volverse a su hijo- Ahora, si lo que me pedís es que actúe de testigo para dar fe de que la guardia de Sacrestic Ville ha atacado un, hasta ahora, pacífico baile en el que se codeaban las altas esferas de la ciudad, estaré dispuesto a dar dicho testimonio.
Donnovan le dedicó al joven heredero una afable sonrisa, como si aquella promesa no fuese más que un comentario baldío. ¿Qué ganaba Donnovan con aquello? ¿Qué ocultaban los documentos que Tarek había recuperado del despacho de Rupert Lannet?
Colocando una mano sobre el hombro del elfo, el marqués le indicó con un gesto la puerta. Era hora de partir.
- Rupert, una velada encantadora. Una pena que acabase tan… de forma tan peculiar. Estoy seguro de que habríamos disfrutado de una opípara comida. Querida Magdaleine, –añadió dirigiéndose a la matriarca- un placer como siempre. Emilia, querida, –comentó entonces, dirigiéndose a la joven- deberías buscarte mejores compañías. Una joven educada e instruida con esas tendencias… -el hombre dejó la frase sin acabar, meneando la cabeza en señal de disgusto.
La joven abrió la boca para contestar, pero una mirada de su padre interrumpió el posible alegato.
- Fenor, no sé de qué acusas a mi hija –comentó el anfitrión, con seriedad- Suficientemente grave es la situación como para que la enturbies todavía más con solo Dios sabe qué rumores.
- Rumores –comentó el marqués sin más, dedicándole una sonrisa al hombre. Dando una palmada en el hombro de Tarek, añadió- Sabes que no soy del tipo de gente que se deja llevar por rumores. Quizás hayas pasado demasiado tiempo mirando al norte, Rupert, en busca de un mal ilusorio, cuando en realidad la enfermedad no se encontraba demasiado apartada de tu propio hogar.
La joven heredera se ruborizó, presa de la rabia, cuando el marqués le dirigió una nueva sonrisa, que parecía indicar que sabía algo que ella no deseaba desvelar. El patriarca de los Lannet, por su parte, se tomó aquellas palabras como una ofensa personal.
- ¿Cómo te atreves…? –comenzó el hombre, con clara intención de proferir algún tipo de amenaza. Pero las siguientes palabras de Donnovan lo hicieron callar.
- Permíteme decirte, Ruper, que la mesa de caoba de tu despacho es exquisita. Jamás había visto nada igual. El espacio, la disposición, el acabado… y esos elaborados cajones. Una maravilla, ¿no crees, Elrian? –comentó, dirigiéndose a Tarek, sin apartar los ojos del patriarca- La próxima vez que nos veamos, te pediré el nombre del carpintero. Una auténtica obra de arte.
El señor Lannet miró al marqués atónito, para posar después la mirada en el elfo, que lo observó con expresión neutra. Abrió y cerró la boca un par de veces, balbuceando algo ininteligible. Su mujer, cuyo rostro se había tornado blanco, los observaba con los ojos muy abiertos.
- Como decía, una velada encantadora –comentó de nuevo el marqués- Pero ha llegado la hora de partir. Peter, hijo –añadió, dirigiéndose al heredero de la familia- si necesitas de mi testimonio, o mi ayuda, no dudes en pedir a tu padre mi contacto. O preguntar a cualquiera de Lunargenta. Estoy seguro de que podrán indicarte el camino a mi… ¿cuál sería la palabra querido?
- ¿Deparavada? –comentó Tarek, recordando los comentarios que había escuchado a su llegada.
- Depravada –asintió el marqués- De mi depravada morada. ¿Nos vamos querido? –preguntó al peliblanco, que no había apartado la mirada de los estupefactos anfitriones. Aquello tenía que ver con los documentos que portaba y, fuese lo que fuese, estaba claro que los Lannet acababan de caer en las redes del marqués
Deseando buena noche a los presentes, deslizó la mano hasta la baja espalda del elfo y ambos cruzaron el destrozado salón de baile para abandonar la morada de los Lannet.
Un carruaje les salió al encuentro, gobernado por el mismo hombre que había proporcionado a Tarek las vestimentas y la información necesaria para colarse en la fiesta. El hombre descendió del cabestrante y, abriendo la puerta, les indicó que pasasen al interior del mismo. Donnovan, quizás temiendo que el elfo cambiase de opinión, lo instó a subir primero en el mismo. La puerta se cerró tras la figura del marqués, que observó tras la cortina las luces que iluminaban la morada de los Lannet, antes de que el carruaje tomase una curva y la perdiesen de vista.
- ¿A dónde vamos? –preguntó Tarek. Donnovan lo observó unos segundos, antes de contestar.
- A mi morada.
- ¿Os parece seguro llevarme allí? –comentó el elfo sin más- Podríais pedirme los documentos, pagarme y dejarme en la siguiente esquina. Ahí se terminaría nuestro trato –el marqués pareció encontrar aquel comentario gracioso.
- ¿Y prescindir tan rápido de tu compañía? –preguntó con fingida pena- Creo que no. Además, Tarek, no te importa que deje los formalismos, ¿verdad? No te conviene andar solo por las oscuras calles de Lunargenta. No con los Ojosverdes por ahí sueltos, tras poner precio a tu cabeza –el hombre pronunció aquellas las palabras sin dirigirle siquiera la mirada. Por el contrario, el elfo clavó en él sus verdes ojos, preguntándose de nuevo quién era aquel hombre.
Tarek Inglorien
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Re: Mascarada [Privado] [Noche] [Cerrado]
Los eventos fueron propicios. Peter encontró el respaldo que buscaba en aquel caballero al que Tarek acompañaba para testificar cómo miembros de la Guardia, destinados en Sacrestic Ville, habían seguido a Peter hasta Lunargenta para realizar un ataque en su casa, actuando cómo unos auténticos vándalos.
La implicación en todo aquel asunto de Emilia Lannet manchaba aún más la situación. La hermana cándida se había radicalizado y rebelado en contra de su hermano y la amenaza velada a los padres de Peter parecían complicar aún más la situación.
Cuándo Tarek y el noble humano parecían marcharse, dirigió una nueva mirada al elfo, antes de verle marchar. En un futuro, si volvían a encontrarse, le preguntaría por todo aquel asunto, pero ahora no importaba. Sólo cabía que ambos se marcharan de allí.
―¿Nos marchamos?
Peter miró a sus padres y a su hermana, que parecían comenzar a recomponerse de aquella situación.
―No puedo irme. Tengo el juicio.
―¿Estás loco? La propia Guardia, tus antiguos hombres de Sacrestic Ville, ha intentado matarte. ¿Te vas a quedar aquí a la espera de un juicio?
―Si tuvieran pruebas sólidas contra mí, terminaría ahorcado. Todo esto sólo parece significar una cosa: no tienen las pruebas suficientes de traición contra mí. De ahí de que hayan intentado…
―¡Maldito traidor! Te acuestas con esa escoria y aún así…
Cohen no se resistió en esta ocasión y no dudó ni un segundo en abofetear la cara de Emilia, haciendo que un hilo de sangre brotara de su labio inferior.
―Cállate, maldita zorra, si no quieres que te desangre aquí mismo.
Los padres de Peter le miraban aterrado, pero el vampiro les mantuvo la mirada, desafiante, sabiendo que les bastaba tan sólo un par de palabras para que ellos murieran, o les hicieran confesar.
―Quiero que te marches. Ya me dijiste una vez el lugar dónde sueles dormir cuándo visitas esta ciudad…
Cohen recordó que le había contado a Peter sus largos periodos diurnos en las catacumbas de la ciudad.
―Yo mismo iré a buscarte allí mañana. Déjame solucionar esto… en familia.
―Vaya familia la tuya...
El vampiro miró por última vez a los Lannet, mientras que en la Avenida del exterior, el sonido de numerosos pasos acercándose sonaban cada vez más fuertes.
―Serán la Guardia.
―¿Qué vas a contarles?
―La verdad… supongo…
―¿La verdad? ¿Cuál es la verdad?
Cohen sonrió y tras mirar a Peter por última vez y llevar su mano a la del humano, apretándola con sus dedos durante un par de segundos, se marchó por uno de los ventanales rotos, dejando a los Lannet atrás.
Poco más tarde, el vampiro se refugiaba en el interior de las catacumbas, lugar que encontró extrañamente más poblado de lo normal. Fue entonces cuándo escuchó hablar del legado de Ardlingtown por primera vez…
La implicación en todo aquel asunto de Emilia Lannet manchaba aún más la situación. La hermana cándida se había radicalizado y rebelado en contra de su hermano y la amenaza velada a los padres de Peter parecían complicar aún más la situación.
Cuándo Tarek y el noble humano parecían marcharse, dirigió una nueva mirada al elfo, antes de verle marchar. En un futuro, si volvían a encontrarse, le preguntaría por todo aquel asunto, pero ahora no importaba. Sólo cabía que ambos se marcharan de allí.
―¿Nos marchamos?
Peter miró a sus padres y a su hermana, que parecían comenzar a recomponerse de aquella situación.
―No puedo irme. Tengo el juicio.
―¿Estás loco? La propia Guardia, tus antiguos hombres de Sacrestic Ville, ha intentado matarte. ¿Te vas a quedar aquí a la espera de un juicio?
―Si tuvieran pruebas sólidas contra mí, terminaría ahorcado. Todo esto sólo parece significar una cosa: no tienen las pruebas suficientes de traición contra mí. De ahí de que hayan intentado…
―¡Maldito traidor! Te acuestas con esa escoria y aún así…
Cohen no se resistió en esta ocasión y no dudó ni un segundo en abofetear la cara de Emilia, haciendo que un hilo de sangre brotara de su labio inferior.
―Cállate, maldita zorra, si no quieres que te desangre aquí mismo.
Los padres de Peter le miraban aterrado, pero el vampiro les mantuvo la mirada, desafiante, sabiendo que les bastaba tan sólo un par de palabras para que ellos murieran, o les hicieran confesar.
―Quiero que te marches. Ya me dijiste una vez el lugar dónde sueles dormir cuándo visitas esta ciudad…
Cohen recordó que le había contado a Peter sus largos periodos diurnos en las catacumbas de la ciudad.
―Yo mismo iré a buscarte allí mañana. Déjame solucionar esto… en familia.
―Vaya familia la tuya...
El vampiro miró por última vez a los Lannet, mientras que en la Avenida del exterior, el sonido de numerosos pasos acercándose sonaban cada vez más fuertes.
―Serán la Guardia.
―¿Qué vas a contarles?
―La verdad… supongo…
―¿La verdad? ¿Cuál es la verdad?
Cohen sonrió y tras mirar a Peter por última vez y llevar su mano a la del humano, apretándola con sus dedos durante un par de segundos, se marchó por uno de los ventanales rotos, dejando a los Lannet atrás.
Poco más tarde, el vampiro se refugiaba en el interior de las catacumbas, lugar que encontró extrañamente más poblado de lo normal. Fue entonces cuándo escuchó hablar del legado de Ardlingtown por primera vez…
Cohen
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Re: Mascarada [Privado] [Noche] [Cerrado]
El resto del viaje hasta la colina en la que se localizaba la mansión del marqués transcurrió en un tenso silencio. Tenso por parte del elfo, pues el hombre que lo acompañaba miraba con calma el paisaje que se perdía tras las ventanas del lujoso carruaje. La llegada a la morada no cambió en absoluto la situación y Donnovan apenas le dirigió un amable comentario para indicarle que siguiese a su lacayo hasta su despacho. El hombre se disculpó por dejarlo solo en aquel lugar, pero le aseguró que su marcha sería breve.
- Supongo que tú tampoco vas a decirme la razón de este cambio de planes –comentó más que preguntó el elfo al conductor del carruaje, que lo había guiado hasta el ostentoso despacho de su señor.
El hombre le dedicó una breve sonrisa, seguida de una rápida reverencia, antes de abandonar la estancia y cerrar las puertas tras él. Tarek no pudo evitar soltar un suspiro de agotamiento cuando se quedó solo en el lugar. Observó las ventanas y se preguntó si la caída desde las mismas sería tan terrible como para impedirle escapar si se lo proponía. Su guía tampoco había hecho nada por evitar que recordase el camino hasta aquella sala, por lo que podría desandar el camino hasta la puerta principal y marcharse sin más. Sin embargo, decidió permanecer en aquel lugar. Donnovan parecía influyente, pero no lo suficientemente fuerte como para subyugarlo en caso de un enfrentamiento físico. Con un par de pasos se acercó a una de las mullidas butacas que rodeaban la chimenea del despacho. Sospechaba que al marqués no le molestaría que tomase asiento en su ausencia.
Había decidido quedarse, no por el dinero, sino por curiosidad. A su cabeza acudieron de nuevo las palabras del hombre en el carruaje. Sabía quién era, pues lo había llamado por su nombre, y parecía conocer la situación en la que se encontraba. Ahora la gran incógnita era descubrir si aquel peculiar marqués era un enemigo o un aliado.
Permaneció en el despacho por lo que pareció una hora, antes de que un sonriente Donnovan atravesase la puerta doble del despacho con una de aquellas radiantes sonrisas en su rostro.
- Bien –comentó con familiaridad, acercándose a una licorera- Me alegra que te hayas puesto cómodo. Me habría sentido fatal de saber que me habías esperado de pie todo este tiempo. ¿Una copa? –preguntó, alzando una botella de cristal, que contenía un rojizo líquido en su interior. El elfo se limitó a negar con la cabeza, sin apartar la vista de él- Déjame adivinar. Te preguntas si voy a venderte a tus antiguos compañeros o si, por el contrario, voy a chantajearte con ello. ¿Tengo razón?
- Si quisieseis venderme a los Ojosverdes, ya lo habríais hecho. Ellos no habrían esperado al final de la velada para atacar la casa de los Lannet y arrastrarme de vuelta al Campamento Sur –Donnovan lo observó con intensidad un segundo antes de contestar.
- Pareces muy seguro de ello.
- He vivido con ellos. Conozco sus métodos –respondió el peliblanco con tono seco.
- No lo pongo en duda. ¿Y respecto al chantaje? –preguntó entonces el marqués, con una sonrisa asomando en sus labios, como si aquella conversación no fuese más que un pasatiempo con el que matar el rato.
- ¿Cómo el que pensáis hacerle al señor Lannet? –respondió Tarek, recostándose en el sofá.
- ¿Los has leído? –preguntó Donnovan- Los documentos que te pedí que recuperases. ¿Has aprovechado mi ausencia para leerlos?
- No me interesan los asuntos de los humanos –contestó el peliblanco.
- Podría haber descubierto porqué decidí contratarte esta noche –añadió el marqués, como si aquello no fuese con él.
- No necesito saberlo -respondió el elfo en el mismo tono. Donnovan le dedicó otra amplia sonrisa.
- He ahí la razón de por qué te elegí a ti para hacerlo –le dijo, abriendo los brazos, como para dar énfasis a sus palabras. Tomando un trago, se acercó a la butaca frente al elfo- ¿Realmente no sientes curiosidad? –preguntó, tomando asiento.
- Tengo suficientes problemas en mi vida, como para ocuparme de los de alguien más –contestó el elfo seco.
- No te falta razón –comentó el marqués, acomodándose en el asiento- Por eso te he traído aquí –tomó otro trago antes de añadir- Corren rumores. Algunos más certeros que otros. ¿Sabes que han intentado ocultar la muerte de su líder de todas las formas posibles? Pero no hay secreto que no acabe sabiéndose. Solo hay que… encontrar a la gente adecuada.
- ¿Tenéis algo en contra de los Ojosverdes? –preguntó el elfo extrañado.
- En absoluto. Aunque tampoco tengo nada a favor de ellos. Simplemente coexistimos en un mismo territorio. Pero nunca está de más saber de tus posibles enemigos.
- Debéis disculparme, marqués…
- Fenor… por favor –pidió el marqués, dedicándole otra de aquellas misteriosas sonrisas.
- Debes disculparme, Fenor –corrigió el elfo, con cierto retintín- pero no entiendo a dónde quieres llegar con esto.
- Cuando te presentaste en el baile de los Lannet como mi pupilo, ¿recuerdas la reacción que tuvieron? –preguntó con calma el hombre.
- Desprecio, asco, desidia…
- ¿Sabes a qué se debe? –preguntó nuevamente el hombre.
- A que los humanos tienden a juzgar en base a preceptos discriminatorios y a inmiscuirse en asuntos que no les atañen, aludiendo a una falsa fe o moralidad.
- Veo que les tienes gran aprecio –comentó el marqués con sorna- No has dicho vosotros los humanos –comentó entonces.
- Ambos sabemos que vos no lo sois –Donnovan lo observó de nuevo con una sonrisa en los labios.
- Como bien dices, tienden a discriminar en base a una caduca moralidad. Se rumorea (y no seré yo quien niegue haber sido el causante de dicho rumor) que prefiero la compañía de jóvenes efebos en vez de damas. En este lado del continente no es… demasiado aceptado este tipo de comportamientos. Lo cual me beneficia –el elfo alzó una ceja ante sus palabras- Nadie esperará de mi más que perversidad si creen que soy un vicioso perverso. No esperarán que introduzca a un entrenado asesino en la mansión de una de las mayores familias de Lunargenta para robar unos valiosos documentos. Al fin y al cabo, dedico todo mi tiempo a esos perversos placeres carnales, ¿verdad? –alzando la copa como para ofrecer un brindis, el hombre se la llevó después a los labios para beber.
- Así que os ocultáis tras su odio.
- Su odio y su ignorancia. No es mi culpa que no sean capaces de ver más allá.
- ¿Entonces vuestros pupilos son…?
- Espías, recaderos, mensajeros… asesinos –añadió, señalando a Tarek- Lo que necesito en el momento que lo preciso. Nadie va a sospechar de un joven “sodomita”, más allá de que pueda contaminar su débil moralidad.
- ¿Por qué me contáis esto? –preguntó entonces el elfo.
- Porque como dije en el carruaje, no deseo prescindir tan rápido de tu compañía. Has demostrado ser eficaz en tu ejecución y ambos podemos beneficiarnos de esta alianza –inclinándose hacia él, el hombre añadió- Tú me haces favores y yo mantengo alejados a tus antiguos camaradas de tu sombra.
- ¿Y si me niego a hacer alguno de esos favores? –preguntó Tarek.
- No soy un hombre irracional –respondió Donnovan- Todos tenemos unos valores que no estamos dispuestos a traicionar. No voy a denunciarte a los Ojosverdes, si eso es lo que me estás preguntando. Y podrás dar por finalizada esta alianza cuando lo desees –añadió.
Tarek sopesó sus palabras. Todavía no podía regresar al norte. Más aún, debía esperar el mensaje de Sabhana para ponerse en camino. Ella y las demás debían ser escoltadas al sur, pero antes de eso debía recolectar lo que le habían pedido. Observó al hombre ante él y se preguntó si realmente podía fiarse de un brujo. Aunque lo ocultase, Donnovan pertenecía a aquella especie que había sido la enemiga de su pueblo durante siglos. Lo cual lo hacía duda, y a su vez le aseguraba que las posibilidades de que se asociase con los Ojosverdes eran prácticamente nulas.
Donnovan lo miró de forma insistente y debió percibir algún tipo de cambio en su rostro, porque le dedicó otra de aquellas sonrisas que parecían indicar que sabía más de lo que decía. Extendiendo una mano le pidió los documentos que había recuperado en el despacho del señor Lannet. Tarek los recuperó de entre sus ropas y se los entregó. Poniéndose en pie, se dirigió a la puerta, no sin antes dirigirle unas últimas palabras al marqués.
- Supongo que sabréis encontrarme cuando necesitéis de mis servicios –dijo, antes de girarse hacia la puerta.
- El servicio te ha preparado una habitación en esta misma planta –comentó el marqués sin apartar la vista de los papeles que tenía en las manos- Es mejor que sigan pensando que eres mi amante, si eso no perturba tu moralidad, ¿claro? –comentó, dirigiéndole un rápido vistazo- Además, se han avistado incursiones desde Sandorai esta misma noche en la ciudad.
Dirigiéndole una reverencia a modo de despedida, el elfo se encaminó de nuevo hacia la puerta, pero nuevamente la voz del marqués lo hizo detenerse.
- Quizás no te interesen los asuntos de los humanos, pero parecías conocer al hijo de la noche que acompañaba al heredero de los Lannet –comentó, mirando a Tarek- Se acerca una guerra, muchacho, en el norte, en Sacrestic Ville. Rupert Lannet ha intentado ocultar los desvaríos de su hija, sus incursiones y alianzas con gentes peligrosas, contrarias a los vampiros y, para ello, ha hecho uso de esto –alzó en el aire los documentos- Los trapos sucios de los Lannet no son sus propios escándalos y desmanes. No, Rupert y Magdaleine son los más absurdos y férreos defensores y practicantes de esa falsa moralidad que mencionabas antes. Pero no han dudado en recopilar los desmanes de sus congéneres para ganarse el favor de la alta sociedad, por si debían usarlos en su favor. Todos les temen, porque todo lo saben. Y ahora yo soy el poseedor de esos secretos y no solo de esos, sino también de aquellos que atañen a nuestra querida Emilia y los propios chantajes de los Lannet. Quién posee la información, posee el poder –comentó el marqués, dirigiéndole una última sonrisa, antes de girarse de nuevo a leer los documentos- Que pases buena noche, querido –añadió como despedida.
Tarek lo contempló unos segundos más, antes de abandonar la estancia. Uno de los lacayos estaba esperándolo fuera. Era un muchacho joven, probablemente uno de los “pupilos” de Fenor Donnovan. El hombre que se presentaba como un frívolo noble, carente de cualquier tipo de ambición, más allá de llevar a su cama a un amplio catálogo de amantes y que había resultado ser la mano que movía los hilos en las sombras de Lunargenta.
- Supongo que tú tampoco vas a decirme la razón de este cambio de planes –comentó más que preguntó el elfo al conductor del carruaje, que lo había guiado hasta el ostentoso despacho de su señor.
El hombre le dedicó una breve sonrisa, seguida de una rápida reverencia, antes de abandonar la estancia y cerrar las puertas tras él. Tarek no pudo evitar soltar un suspiro de agotamiento cuando se quedó solo en el lugar. Observó las ventanas y se preguntó si la caída desde las mismas sería tan terrible como para impedirle escapar si se lo proponía. Su guía tampoco había hecho nada por evitar que recordase el camino hasta aquella sala, por lo que podría desandar el camino hasta la puerta principal y marcharse sin más. Sin embargo, decidió permanecer en aquel lugar. Donnovan parecía influyente, pero no lo suficientemente fuerte como para subyugarlo en caso de un enfrentamiento físico. Con un par de pasos se acercó a una de las mullidas butacas que rodeaban la chimenea del despacho. Sospechaba que al marqués no le molestaría que tomase asiento en su ausencia.
Había decidido quedarse, no por el dinero, sino por curiosidad. A su cabeza acudieron de nuevo las palabras del hombre en el carruaje. Sabía quién era, pues lo había llamado por su nombre, y parecía conocer la situación en la que se encontraba. Ahora la gran incógnita era descubrir si aquel peculiar marqués era un enemigo o un aliado.
Permaneció en el despacho por lo que pareció una hora, antes de que un sonriente Donnovan atravesase la puerta doble del despacho con una de aquellas radiantes sonrisas en su rostro.
- Bien –comentó con familiaridad, acercándose a una licorera- Me alegra que te hayas puesto cómodo. Me habría sentido fatal de saber que me habías esperado de pie todo este tiempo. ¿Una copa? –preguntó, alzando una botella de cristal, que contenía un rojizo líquido en su interior. El elfo se limitó a negar con la cabeza, sin apartar la vista de él- Déjame adivinar. Te preguntas si voy a venderte a tus antiguos compañeros o si, por el contrario, voy a chantajearte con ello. ¿Tengo razón?
- Si quisieseis venderme a los Ojosverdes, ya lo habríais hecho. Ellos no habrían esperado al final de la velada para atacar la casa de los Lannet y arrastrarme de vuelta al Campamento Sur –Donnovan lo observó con intensidad un segundo antes de contestar.
- Pareces muy seguro de ello.
- He vivido con ellos. Conozco sus métodos –respondió el peliblanco con tono seco.
- No lo pongo en duda. ¿Y respecto al chantaje? –preguntó entonces el marqués, con una sonrisa asomando en sus labios, como si aquella conversación no fuese más que un pasatiempo con el que matar el rato.
- ¿Cómo el que pensáis hacerle al señor Lannet? –respondió Tarek, recostándose en el sofá.
- ¿Los has leído? –preguntó Donnovan- Los documentos que te pedí que recuperases. ¿Has aprovechado mi ausencia para leerlos?
- No me interesan los asuntos de los humanos –contestó el peliblanco.
- Podría haber descubierto porqué decidí contratarte esta noche –añadió el marqués, como si aquello no fuese con él.
- No necesito saberlo -respondió el elfo en el mismo tono. Donnovan le dedicó otra amplia sonrisa.
- He ahí la razón de por qué te elegí a ti para hacerlo –le dijo, abriendo los brazos, como para dar énfasis a sus palabras. Tomando un trago, se acercó a la butaca frente al elfo- ¿Realmente no sientes curiosidad? –preguntó, tomando asiento.
- Tengo suficientes problemas en mi vida, como para ocuparme de los de alguien más –contestó el elfo seco.
- No te falta razón –comentó el marqués, acomodándose en el asiento- Por eso te he traído aquí –tomó otro trago antes de añadir- Corren rumores. Algunos más certeros que otros. ¿Sabes que han intentado ocultar la muerte de su líder de todas las formas posibles? Pero no hay secreto que no acabe sabiéndose. Solo hay que… encontrar a la gente adecuada.
- ¿Tenéis algo en contra de los Ojosverdes? –preguntó el elfo extrañado.
- En absoluto. Aunque tampoco tengo nada a favor de ellos. Simplemente coexistimos en un mismo territorio. Pero nunca está de más saber de tus posibles enemigos.
- Debéis disculparme, marqués…
- Fenor… por favor –pidió el marqués, dedicándole otra de aquellas misteriosas sonrisas.
- Debes disculparme, Fenor –corrigió el elfo, con cierto retintín- pero no entiendo a dónde quieres llegar con esto.
- Cuando te presentaste en el baile de los Lannet como mi pupilo, ¿recuerdas la reacción que tuvieron? –preguntó con calma el hombre.
- Desprecio, asco, desidia…
- ¿Sabes a qué se debe? –preguntó nuevamente el hombre.
- A que los humanos tienden a juzgar en base a preceptos discriminatorios y a inmiscuirse en asuntos que no les atañen, aludiendo a una falsa fe o moralidad.
- Veo que les tienes gran aprecio –comentó el marqués con sorna- No has dicho vosotros los humanos –comentó entonces.
- Ambos sabemos que vos no lo sois –Donnovan lo observó de nuevo con una sonrisa en los labios.
- Como bien dices, tienden a discriminar en base a una caduca moralidad. Se rumorea (y no seré yo quien niegue haber sido el causante de dicho rumor) que prefiero la compañía de jóvenes efebos en vez de damas. En este lado del continente no es… demasiado aceptado este tipo de comportamientos. Lo cual me beneficia –el elfo alzó una ceja ante sus palabras- Nadie esperará de mi más que perversidad si creen que soy un vicioso perverso. No esperarán que introduzca a un entrenado asesino en la mansión de una de las mayores familias de Lunargenta para robar unos valiosos documentos. Al fin y al cabo, dedico todo mi tiempo a esos perversos placeres carnales, ¿verdad? –alzando la copa como para ofrecer un brindis, el hombre se la llevó después a los labios para beber.
- Así que os ocultáis tras su odio.
- Su odio y su ignorancia. No es mi culpa que no sean capaces de ver más allá.
- ¿Entonces vuestros pupilos son…?
- Espías, recaderos, mensajeros… asesinos –añadió, señalando a Tarek- Lo que necesito en el momento que lo preciso. Nadie va a sospechar de un joven “sodomita”, más allá de que pueda contaminar su débil moralidad.
- ¿Por qué me contáis esto? –preguntó entonces el elfo.
- Porque como dije en el carruaje, no deseo prescindir tan rápido de tu compañía. Has demostrado ser eficaz en tu ejecución y ambos podemos beneficiarnos de esta alianza –inclinándose hacia él, el hombre añadió- Tú me haces favores y yo mantengo alejados a tus antiguos camaradas de tu sombra.
- ¿Y si me niego a hacer alguno de esos favores? –preguntó Tarek.
- No soy un hombre irracional –respondió Donnovan- Todos tenemos unos valores que no estamos dispuestos a traicionar. No voy a denunciarte a los Ojosverdes, si eso es lo que me estás preguntando. Y podrás dar por finalizada esta alianza cuando lo desees –añadió.
Tarek sopesó sus palabras. Todavía no podía regresar al norte. Más aún, debía esperar el mensaje de Sabhana para ponerse en camino. Ella y las demás debían ser escoltadas al sur, pero antes de eso debía recolectar lo que le habían pedido. Observó al hombre ante él y se preguntó si realmente podía fiarse de un brujo. Aunque lo ocultase, Donnovan pertenecía a aquella especie que había sido la enemiga de su pueblo durante siglos. Lo cual lo hacía duda, y a su vez le aseguraba que las posibilidades de que se asociase con los Ojosverdes eran prácticamente nulas.
Donnovan lo miró de forma insistente y debió percibir algún tipo de cambio en su rostro, porque le dedicó otra de aquellas sonrisas que parecían indicar que sabía más de lo que decía. Extendiendo una mano le pidió los documentos que había recuperado en el despacho del señor Lannet. Tarek los recuperó de entre sus ropas y se los entregó. Poniéndose en pie, se dirigió a la puerta, no sin antes dirigirle unas últimas palabras al marqués.
- Supongo que sabréis encontrarme cuando necesitéis de mis servicios –dijo, antes de girarse hacia la puerta.
- El servicio te ha preparado una habitación en esta misma planta –comentó el marqués sin apartar la vista de los papeles que tenía en las manos- Es mejor que sigan pensando que eres mi amante, si eso no perturba tu moralidad, ¿claro? –comentó, dirigiéndole un rápido vistazo- Además, se han avistado incursiones desde Sandorai esta misma noche en la ciudad.
Dirigiéndole una reverencia a modo de despedida, el elfo se encaminó de nuevo hacia la puerta, pero nuevamente la voz del marqués lo hizo detenerse.
- Quizás no te interesen los asuntos de los humanos, pero parecías conocer al hijo de la noche que acompañaba al heredero de los Lannet –comentó, mirando a Tarek- Se acerca una guerra, muchacho, en el norte, en Sacrestic Ville. Rupert Lannet ha intentado ocultar los desvaríos de su hija, sus incursiones y alianzas con gentes peligrosas, contrarias a los vampiros y, para ello, ha hecho uso de esto –alzó en el aire los documentos- Los trapos sucios de los Lannet no son sus propios escándalos y desmanes. No, Rupert y Magdaleine son los más absurdos y férreos defensores y practicantes de esa falsa moralidad que mencionabas antes. Pero no han dudado en recopilar los desmanes de sus congéneres para ganarse el favor de la alta sociedad, por si debían usarlos en su favor. Todos les temen, porque todo lo saben. Y ahora yo soy el poseedor de esos secretos y no solo de esos, sino también de aquellos que atañen a nuestra querida Emilia y los propios chantajes de los Lannet. Quién posee la información, posee el poder –comentó el marqués, dirigiéndole una última sonrisa, antes de girarse de nuevo a leer los documentos- Que pases buena noche, querido –añadió como despedida.
Tarek lo contempló unos segundos más, antes de abandonar la estancia. Uno de los lacayos estaba esperándolo fuera. Era un muchacho joven, probablemente uno de los “pupilos” de Fenor Donnovan. El hombre que se presentaba como un frívolo noble, carente de cualquier tipo de ambición, más allá de llevar a su cama a un amplio catálogo de amantes y que había resultado ser la mano que movía los hilos en las sombras de Lunargenta.
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