El éterxorcismo [Privado]
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El éterxorcismo [Privado]
- MALDICIÓN ACTIVA: SIFÓN DE ÉTER:
Desde este momento, tu cuerpo sentirá una curiosa afinidad con el éter o, más bien, hambre de éter. Si llevas objetos encantados contigo (etiquetas [Encantamiento] y [Pergamino]) estos perderán su efecto, pues tu cuerpo absorberá el éter necesario para que funcionen (recuperarán su efecto tras dos rondas sin entrar en contacto contigo). Así mismo, cualquier uso de magia o experimento arcano que se realice en tu presencia podrá experimentar ciertas interferencias.
El primer ataque mágico que recibas en un tema (magia bruja, elfa, dracónica, arcana u objeto mágico, pero no la de tus congéneres vampiros, pues no se basa en el uso del éter) será absorbido por completo (ojo, si te hieren con un arma encantada, eludes el daño mágico, pero no el físico). Pero cuidado con esto, porque si alguien realiza un ataque mágico dirigido hacia otra persona y tú estás presente en la escena, el ataque se desviará buscándote a ti.
Además, tanto éter no interactuará bien con tu naturaleza maldita. El éter absorbido no resultará saciante, sino que te dará un hambre voraz. Cuando hayas absorbido un ataque mágico, el éter de un objeto encantado o permanecido dos turnos en las cercanías de algún hechizo u objeto mágico, tu estómago comenzará a rugir pidiendo sustento. Por cada ronda que tardes en alimentarte (sangre fresca, no frasquitos convenientemente guardados en la mochila), perderás un uso de una de tus habilidades.
Podrás librarte de esta maldición (si lo deseas) tras un mínimo de 3 temas en que se haya activado su efecto (el hambre). Para ello, necesitarás la participación en un mismo tema de un Maestro Alquimista Y un Arcanista de nivel Experto o superior, además de un Master que supervise el tema.
A medida que pasaban los días en Sacrestic Ville, la preocupación de Cohen aumentaba, pues todo a su alrededor parecía estar cambiando.
La tensión en Sacrestic Ville podía sentirse. Varios bandos enfrentados que convivían en la ciudad, quizás esperando la oportunidad de librarse de los otros. Vampiros radicales, vampiros moderados que aceptan la guardia, vampiros moderados que no aceptaban a la Guardia y la propia Guardia humana. A cada momento, salían nuevas ideologías y grupos, convirtiendo la ciudad en un avispero del que era difícil evadirse.
Luego estaba Peter, que había pasado de ser el admirado líder de los soldados de Lunargenta a un paria social. Insultado y vejado, obligado a vivir aislado de aquellos que habían sido sus semejantes hasta hacía relativamente poco. Afortunadamente para él, la joven Isabella le hacía compañía durante los periodos diurnos y trabajar en el jardín botánico le estaba sentado bien, recuperando su piel la tonalidad dorada que había perdido tras tantos turnos nocturnos.
También estaba el asunto de la Dama Púrpura. Cohen continuaba viéndola, en la lejanía, siempre observante. No había notado aproximación alguna de esa presencia, aunque sabía que poco a poco caminaría hasta él, dispuesta a acompañarle hasta que rozara la locura.
La anterior copia de la Esfera Púrpura había muerto y no había sabido nada del Ojo Carmesí, que en estos momentos, parecía estar más implicados en los asuntos bélicos que en otra cosa. Aunque Cohen siempre se preguntaba cuándo aparecerían, qué querrían de él… ¿le intentarían encarcelar tal y como hicieron con la copia anterior?
Si su vida no estaba ya llena de complicaciones, aquella maldita atracción que el éter sentía hacia él le tenía demasiado preocupado. Había experimentado en varias ocasiones cómo algunos hechizos mágicos se habían desviado de su trayectoria natural para impactar en él. Lejos de sufrir daños, el impacto sólo le había proporcionado una sed de sangre casi insaciable que le había llevado a terminar con la vida de varias personas.
Aunque normalmente podía controlar sus instintos, desde que se había visto aquejado por aquella maldición, sentía que estaba perdiendo el control.
Al otro lado de la ciudad, junto a la Puerta del Alba, en la Avenida de la Sed, se reunían por primera vez en Sacrestic Ville numerosos alquimistas. Si bien Cohen estaba vetado por el Gremio tras los incidentes ocurridos tras los asesinatos de su anterior líder, nadie le impediría buscar a un alquimista experto con algunos conocimientos arcanos que le llegara a explicar qué podía sucederle y cómo podría desprenderse de la maldición.
Aprovechando la llegada del ocaso, Cohen emprendió el camino hasta allí. Evitó a Peter, pues lo último que quería hacer era exponerle a numerosos rechazos y se limitó a escribir una nota para que supiera que había salido a realizar unas compras para La Flor Inerte. Además, Cohen se sentía más seguro no dejando sola a Isabella, tal y como estaba la situación en la ciudad.
Con la sola compañía de Betis, que siguió sus pasos sin dudar, caminó por las calles de la villa, intentando tomar siempre callejuelas poco transitadas, evitando las avenidas y calles principales. Había demasiada gente a la que quería evitar.
Cuesta abajo, llegó desde el Barrio Alto hasta la entrada principal de la ciudad, al este, dónde se encontraba el Gremio de Alquimistas. Con la esperanza de que alguno de los allí presentes tuviera la solución a su problema.
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Tema destinado a desquitarme de mi maldición mencionada arriba.
Cumplo los requisitos: tres temas en las que el hambre se ha activado a causa de la maldición.
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Reike reúne los requisitos de Maestra Alquimista y Arcanista Experta.
Cohen
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Re: El éterxorcismo [Privado]
Valeria abandonó temprano la reunión de alquimistas. Había acudido en busca de una distracción a los problemas que la habían traído verdaderamente a Sacrestic Ville, con escaso resultado. El rastro de Vaal Hazak, tenue como era, la había traído hasta la ciudad y, ciertamente, si una prestaba atención a los murmullos que se propagaban por el interior de sus muros, había razones para pensar que el nigromante habría elegido la villa, o sus cercanías, para recuperarse de las ridículas cantidades de éter que había desplegado durante el ataque a su Orden. O, quizá, para preparar un nuevo golpe.
Eso era lo que más la preocupaba, que cuanto más tiempo pasaba, más probabilidades había de que se hubiera recuperado por completo. ¿Debería acudir a la guardia? Después de lo de Tatsuya, no cabía duda de que la escucharían pero… No. El ataque a Lirio lo había cambiado todo. No importaba que los individuos estacionados en Sacrestic no hubieran tomado parte necesariamente en aquel atentado, Valeria no podía ver un uniforme de la Guardia de Verisar sin sentir el estómago revuelto y un sabor desagradable en la boca.
Quizá pudiera reclutar ayuda de algunos de los habitantes con cierto poder en la ciudad. Había oído que Amanda Bradbury seguía una política de puertas abiertas tras la muerte de su esposo. Seguro que se enteraba de muchas cosas…
Apenas se había detenido un instante a considerar la idea cuando sintió un fuerte tirón en un hombro que acabó con su bolsa corriendo calle arriba en manos de un muchacho (o quizá muchacha) casi tan alto como ella.
Valeria emitió un gruñido de disgusto, más por el hecho de que la hubieran sacado de sus cavilaciones que por el robo en sí, y aligeró su peso para salir en persecución del ladronzuelo(1). Con un par de amplias zancadas, acortó rápidamente las distancias, lo que le permitió extender su éter hacia su bolsa para tirar de ella hacia atrás(2). Aquello frenó el avance del muchacho, al tiempo que le daba a ella otro impulso hacia delante. Sorprendido por la maniobra, el chico miró hacia atrás, abrió mucho los ojos al verla tan cerca y, tras un nuevo vistazo hacia delante, por donde bajaba un tipo paseando a su mascota, dejó caer la bolsa al suelo y salió corriendo rápidamente por una calle lateral. En apenas dos pasos, Valeria había llegado al punto exacto del desvío y se apuró a revisar el estado de sus pertenencias.
—¡Hey, me has roto la correa! —gritó, asomándose a la bocacalle por la que había desaparecido el ladrón, más por soltar el exceso de adrenalina que porque le preocupara particularmente la correa rota, ya que el contenido de la bolsa parecía hallarse en buenas condiciones.
Algo se movió en la calle lateral. O, más bien, alguien. Un tipo enorme con algo puntiagudo en la mano que centelleó con la suave luz de las antorchas que iluminaban, tras Valeria, la Avenida de la Sed. El tipo se lanzó hacia adelante y ella tuvo el tiempo justo para esquivar el envite del largo cuchillo.
—Juro que esta ciudad era más segura antes de que vinieran los humanos —murmuró con fastidio mientras el mastodonte, tras trastabillar un par de pasos, se dio la vuelta con sorprendente agilidad y emprendió el ataque de nuevo.
Valeria lanzó un impulso de éter hacia el atacante y vio con horror cómo toda aquella fuerza telequinética se desviaba hacia el hombre que se acercaba con su perro y, simplemente, se esfumaba(3).
Esquivó por los pelos el segundo ataque lanzándose contra la pared de una casa, a la que se aferró con fuerza para, tras darse un buen impulso, trepar sin dificultad hacia el tejado del edificio. Por desgracia, varias de las tejas del borde del tejado estaban sueltas, lo que la hizo descender de forma un tanto precipitada. Por suerte, una de dichas tejas fue a darle en la cabeza a su atacante, que cayó desmayado con un sonoro plaf.
Con un nuevo impulso telequinético, Valeria se las arregló para caer de pie, si bien con un ligero tambaleo, junto al bulto del guerrero caído, girándose rápidamente para encarar al tipo del perro con un cuchillo en la mano, listo para ser lanzado.
—No sé qué has hecho para disipar mi conjuro —dijo en tono mucho más confiado de lo que sentía, hasta se permitió una sonrisa ligeramente arrogante(4)—, pero te aseguro que tengo más ases bajo la manga.
----------
OFF: Me tomo la libertad de activar la maldición, pero al menos te dejo servido el desayuno. Aún así, si quieres que cambie algo, dime y corrijo. En mi crono, Reike conoce a Cohen como alquimista y proveedor de ingredientes (y lo vio en lo del Legado), pero juego con que aún no lo ha reconocido en la oscuridad.
(1) Habilidad Ligera: Utilizo mi telequinesis para disminuir la gravedad ejercida sobre mí, lo que me permite frenar caídas, dar saltos más altos o incluso levitar temporalmente.
(2) Uso de mi telequinesis avanzada.
(3) “El tipo del perro” sería Cohen con su pantera (es de noche y Reike tiene otros asuntos en los que pensar), así que asumo que Cohen absorbe el conjuro debido a su maldición.
(4) Aquí hago uso de mi carisma experto, aunque me da que Cohen no va a estar muy receptivo.
Eso era lo que más la preocupaba, que cuanto más tiempo pasaba, más probabilidades había de que se hubiera recuperado por completo. ¿Debería acudir a la guardia? Después de lo de Tatsuya, no cabía duda de que la escucharían pero… No. El ataque a Lirio lo había cambiado todo. No importaba que los individuos estacionados en Sacrestic no hubieran tomado parte necesariamente en aquel atentado, Valeria no podía ver un uniforme de la Guardia de Verisar sin sentir el estómago revuelto y un sabor desagradable en la boca.
Quizá pudiera reclutar ayuda de algunos de los habitantes con cierto poder en la ciudad. Había oído que Amanda Bradbury seguía una política de puertas abiertas tras la muerte de su esposo. Seguro que se enteraba de muchas cosas…
Apenas se había detenido un instante a considerar la idea cuando sintió un fuerte tirón en un hombro que acabó con su bolsa corriendo calle arriba en manos de un muchacho (o quizá muchacha) casi tan alto como ella.
Valeria emitió un gruñido de disgusto, más por el hecho de que la hubieran sacado de sus cavilaciones que por el robo en sí, y aligeró su peso para salir en persecución del ladronzuelo(1). Con un par de amplias zancadas, acortó rápidamente las distancias, lo que le permitió extender su éter hacia su bolsa para tirar de ella hacia atrás(2). Aquello frenó el avance del muchacho, al tiempo que le daba a ella otro impulso hacia delante. Sorprendido por la maniobra, el chico miró hacia atrás, abrió mucho los ojos al verla tan cerca y, tras un nuevo vistazo hacia delante, por donde bajaba un tipo paseando a su mascota, dejó caer la bolsa al suelo y salió corriendo rápidamente por una calle lateral. En apenas dos pasos, Valeria había llegado al punto exacto del desvío y se apuró a revisar el estado de sus pertenencias.
—¡Hey, me has roto la correa! —gritó, asomándose a la bocacalle por la que había desaparecido el ladrón, más por soltar el exceso de adrenalina que porque le preocupara particularmente la correa rota, ya que el contenido de la bolsa parecía hallarse en buenas condiciones.
Algo se movió en la calle lateral. O, más bien, alguien. Un tipo enorme con algo puntiagudo en la mano que centelleó con la suave luz de las antorchas que iluminaban, tras Valeria, la Avenida de la Sed. El tipo se lanzó hacia adelante y ella tuvo el tiempo justo para esquivar el envite del largo cuchillo.
—Juro que esta ciudad era más segura antes de que vinieran los humanos —murmuró con fastidio mientras el mastodonte, tras trastabillar un par de pasos, se dio la vuelta con sorprendente agilidad y emprendió el ataque de nuevo.
Valeria lanzó un impulso de éter hacia el atacante y vio con horror cómo toda aquella fuerza telequinética se desviaba hacia el hombre que se acercaba con su perro y, simplemente, se esfumaba(3).
Esquivó por los pelos el segundo ataque lanzándose contra la pared de una casa, a la que se aferró con fuerza para, tras darse un buen impulso, trepar sin dificultad hacia el tejado del edificio. Por desgracia, varias de las tejas del borde del tejado estaban sueltas, lo que la hizo descender de forma un tanto precipitada. Por suerte, una de dichas tejas fue a darle en la cabeza a su atacante, que cayó desmayado con un sonoro plaf.
Con un nuevo impulso telequinético, Valeria se las arregló para caer de pie, si bien con un ligero tambaleo, junto al bulto del guerrero caído, girándose rápidamente para encarar al tipo del perro con un cuchillo en la mano, listo para ser lanzado.
—No sé qué has hecho para disipar mi conjuro —dijo en tono mucho más confiado de lo que sentía, hasta se permitió una sonrisa ligeramente arrogante(4)—, pero te aseguro que tengo más ases bajo la manga.
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OFF: Me tomo la libertad de activar la maldición, pero al menos te dejo servido el desayuno. Aún así, si quieres que cambie algo, dime y corrijo. En mi crono, Reike conoce a Cohen como alquimista y proveedor de ingredientes (y lo vio en lo del Legado), pero juego con que aún no lo ha reconocido en la oscuridad.
(1) Habilidad Ligera: Utilizo mi telequinesis para disminuir la gravedad ejercida sobre mí, lo que me permite frenar caídas, dar saltos más altos o incluso levitar temporalmente.
(2) Uso de mi telequinesis avanzada.
(3) “El tipo del perro” sería Cohen con su pantera (es de noche y Reike tiene otros asuntos en los que pensar), así que asumo que Cohen absorbe el conjuro debido a su maldición.
(4) Aquí hago uso de mi carisma experto, aunque me da que Cohen no va a estar muy receptivo.
Reike
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Re: El éterxorcismo [Privado]
Cohen continuaba caminando por las calles secundarias de la ciudad, hasta que se aproximó a la Avenida de la Sed, que separaba el Barrio Gótico del Gremial. Su destino estaba cerca, pues la reunión de alquimistas se encontraría apenas a unos metros.
Se disponía a adentrarse en la calle principal de entrada a la ciudad cuándo sintió el impacto de un hechizo sobre él, que le hizo caer al suelo. Sintió cómo el éter recorría de nuevo su cuerpo y enseguida sintió aquella terrible sed de sangre. Aquella maldición iba a acabar con él.
A su lado, Betis, asustado, había tomado una actitud defensiva, pero pronto al ver que no había aparente peligro, comenzó a lamerle el rostro, en señal de cariño.
Entonces, surgiendo de la nada, apareció aquella mujer, que cuchillo en mano, comenzó a amenazarle. Su rostro le resultó ligeramente familiar, aunque no recordaba dónde la había conocido.
Cansado de aquella situación, sabiendo que sus habilidades mágicas comenzaban a mermar poco a poco a partir de recibir el impacto del éter, usó su habilidad para calmar un poco los nervios de su amenaza.
―No te sientes amenazada por mí. Puedes bajar el arma y permitirte sentir la tranquilidad que debería envolverte. Notarás que tu cuerpo se relaja poco a poco y cómo la tensión desaparece, pues te sientes segura de que nada puedo hacerte… [1]
La intención del vampiro era manipular a la mujer, llevarla hasta el interior de aquella calle y alimentarse de su sangre hasta que su sed quedara calmada. Un cadáver más en una ciudad dónde se luchaba ya una guerra fría y silenciosa, a la calma del gran conflicto que parecía a punto de estallar.
Se puso en pie y dio un par de pasos hacia ella, mientras continuaba hablándole, calmándola, intentando que soltara el arma…
Sin embargo, terminó reconociendo el rostro de la dama. ¿Acaso no era aquella la mujer alquimista que le había enseñado aquella receta avanzada? ¿Había venido a la reunión del Gremio de los Alquimistas que se celebraba en Sacrestic?
―Creo que ya nos conocemos. Brevemente. Soy Nikolas Cohen, propie… ―su mente se colapsó un segundo, pues desde la vuelta de Zana, la propiedad del taller estaba en un vilo― Alquimista de la Flor Inerte. No es mi interés hacerte daño.
Cuando notó que su magia de la voz parecía surgir influencia en la mujer, se preguntó si ella podría serle útil para solucionar aquel pequeño problema.
―No he desviado tu hechizo ni he disipado tu magia. Tengo una extraña afección: atraigo los hechizos de éter que se dan a mi alrededor. Pero no me daña. Sólo me da una terrible sed de sangre y termino descontrolado, bebiendo la sangre de inocentes hasta la muerte, saciando mi sed hasta que son meros cadáveres...
Cohen notaba cómo su boca estaba seca, deseosa de beber el líquido rojo de la vida, de coger un cuerpo, el de la primera persona que pasara por allí, y vaciarlo por completo, absorbiendo cada gota del líquido carmesí del torrente de sangre que corría por sus venas.
―Buscaba a un maestro alquimista, que a la vez tenga grandes conocimientos arcanos. Me dirigía hacia la sede del Gremio… supongo que has venido para eso… ¿Conoces a alguien que pudiera ayudarme? Estoy dispuesto a pagar bien por la ayuda prestada…
Cohen utiliza un tono de voz tranquilo y sereno, centrando su atención en una o dos personas, motivando que éstas den por ciertas sus palabras, pudiendo incluso inducirlas a recordar hechos que éstas han vivido de forma diferente a la real.
Se disponía a adentrarse en la calle principal de entrada a la ciudad cuándo sintió el impacto de un hechizo sobre él, que le hizo caer al suelo. Sintió cómo el éter recorría de nuevo su cuerpo y enseguida sintió aquella terrible sed de sangre. Aquella maldición iba a acabar con él.
A su lado, Betis, asustado, había tomado una actitud defensiva, pero pronto al ver que no había aparente peligro, comenzó a lamerle el rostro, en señal de cariño.
Entonces, surgiendo de la nada, apareció aquella mujer, que cuchillo en mano, comenzó a amenazarle. Su rostro le resultó ligeramente familiar, aunque no recordaba dónde la había conocido.
Cansado de aquella situación, sabiendo que sus habilidades mágicas comenzaban a mermar poco a poco a partir de recibir el impacto del éter, usó su habilidad para calmar un poco los nervios de su amenaza.
―No te sientes amenazada por mí. Puedes bajar el arma y permitirte sentir la tranquilidad que debería envolverte. Notarás que tu cuerpo se relaja poco a poco y cómo la tensión desaparece, pues te sientes segura de que nada puedo hacerte… [1]
La intención del vampiro era manipular a la mujer, llevarla hasta el interior de aquella calle y alimentarse de su sangre hasta que su sed quedara calmada. Un cadáver más en una ciudad dónde se luchaba ya una guerra fría y silenciosa, a la calma del gran conflicto que parecía a punto de estallar.
Se puso en pie y dio un par de pasos hacia ella, mientras continuaba hablándole, calmándola, intentando que soltara el arma…
Sin embargo, terminó reconociendo el rostro de la dama. ¿Acaso no era aquella la mujer alquimista que le había enseñado aquella receta avanzada? ¿Había venido a la reunión del Gremio de los Alquimistas que se celebraba en Sacrestic?
―Creo que ya nos conocemos. Brevemente. Soy Nikolas Cohen, propie… ―su mente se colapsó un segundo, pues desde la vuelta de Zana, la propiedad del taller estaba en un vilo― Alquimista de la Flor Inerte. No es mi interés hacerte daño.
Cuando notó que su magia de la voz parecía surgir influencia en la mujer, se preguntó si ella podría serle útil para solucionar aquel pequeño problema.
―No he desviado tu hechizo ni he disipado tu magia. Tengo una extraña afección: atraigo los hechizos de éter que se dan a mi alrededor. Pero no me daña. Sólo me da una terrible sed de sangre y termino descontrolado, bebiendo la sangre de inocentes hasta la muerte, saciando mi sed hasta que son meros cadáveres...
Cohen notaba cómo su boca estaba seca, deseosa de beber el líquido rojo de la vida, de coger un cuerpo, el de la primera persona que pasara por allí, y vaciarlo por completo, absorbiendo cada gota del líquido carmesí del torrente de sangre que corría por sus venas.
―Buscaba a un maestro alquimista, que a la vez tenga grandes conocimientos arcanos. Me dirigía hacia la sede del Gremio… supongo que has venido para eso… ¿Conoces a alguien que pudiera ayudarme? Estoy dispuesto a pagar bien por la ayuda prestada…
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[1] Habilidad: Luz De Gas [Mágica, 1 uso de 2 turnos]:Cohen utiliza un tono de voz tranquilo y sereno, centrando su atención en una o dos personas, motivando que éstas den por ciertas sus palabras, pudiendo incluso inducirlas a recordar hechos que éstas han vivido de forma diferente a la real.
Cohen
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Re: El éterxorcismo [Privado]
No te sientes amenazada por mí…
Pues claro que no, Valeria podía encargarse perfectamente tanto del tipo como de su perro… de su… Cuernos, qué perro más raro, casi una sombra con ojos, algo así como un gato negro en la noche solo que… Bueno, qué más daba el perro, lo importante era que el tipo no parecía compinchado con su atacante. O atacantes, si el muchacho no había sido más que un cebo para atraerla hasta allí.
Valeria relajó la postura, pero no guardó el cuchillo. Aún podía haber más atacantes ocultos en las sombras, así que lo lanzó hacia arriba un par de veces, dejando que girara en el aire reflejando la iluminación de la calle principal. Lo pilló por el mango las dos veces, sin magia, truco del que se sentía particularmente orgullosa aun sabiendo que no resultaría llamativo entre las gentes del continente.
—Ah, sí, Cohen —comentó escudriñando el rostro de hombre y, con un guiño, añadió—: Tienes buena vista. Soy Valeria Reike, hemos hecho tratos antes. Pero nada de esto explica lo que has hecho con mi magia.
Para su sorpresa, Cohen fue directo al grano. Parecía… ¿molesto?, ¿nervioso? Resultaba difícil leer su rostro en la penumbra, pero había cierta tensión en su voz y en su postura. Algo que Valeria comenzaría a comprender a medida que el hombre hablaba. Pudo sentir cómo era su propio cuerpo el que se tensaba ante las palabras “sed de sangre” y “descontrolado”.
Empezaba a valorar cuál sería el modo más efectivo de alejarse discretamente de un vampiro hambriento en medio de la noche cuando el tipo que la había atacado unos momentos antes le recordó su presencia mediante un gruñido. El primer impulso de Valeria fue reunir su éter para golpearlo con una de las tejas que habían caído al suelo, pero no le gustó la extraña fluctuación que percibió en los alrededores de Cohen, así que se contentó con darle una patada en el estómago. Aquello sirvió para descargar parte de la tensión acumulada.
—Supongo que debería reportar el asalto de este tipo a la Guardia —dijo, casi como si pensara en voz alta, aunque buscando los ojos de Cohen con la mirada—, pero, entre tú y yo, no creo que vayan a hacer nada por mejorar la situación. ¿Tú qué opinas?
Valeria se alejó un par de pasos del bulto doliente de su atacante, colocándose en posición de vigilar discretamente la avenida. El hombre había cometido el error de atacar a tontas y a locas a alguien más que capaz de defenderse y, según la ley de las calles, merecía lo que le pasase. Y, en cualquier caso, mejor él que ella, se dijo mientras rebuscaba en su mente la otra cosa que le había llamado la atención en el pequeño discurso de Cohen.
Atraigo los hechizos de éter que se dan a mi alrededor… Definitivamente, había atraído su hechizo y no había salido volando. Salvo por el asuntillo del hambre, parecía un buen mecanismo protector… «Espera, ¡atrae el éter!». Algo así era justo lo que necesitaba para enfrentar a Vaal Hazak, una manera de neutralizar sus ridículas reservas de éter. Si conseguía averiguar cómo replicarlo sin el problemilla de la sed de sangre…
—Es tu día de suerte, Cohen —dijo—. Noche. Resulta que entiendo casi tanto de magia arcana como de alquimia. Dime, ¿cuánto hace que estás aquejado de esta… afección? O, bueno, supongo que deberíamos buscar un lugar más tranquilo donde hacer algunas pruebas. Tu laboratorio está junto al jardín botánico, ¿cierto?
La mente de Valeria ya estaba trabajando en el diseño de algunas de dichas pruebas cuando se dio cuenta de que aún tenía el cuchillo en la mano. Con un gesto casi distraído, activó la runa que ella misma había inscrito en el mango y se la tendió a Cohen.
—¿Me sujetas esto un momento?
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OFF: El encantamiento del cuchillo es Arma de hielo y solo aplica si te cortas con él. Reike solo está analizando los efectos de la maldición.
Pues claro que no, Valeria podía encargarse perfectamente tanto del tipo como de su perro… de su… Cuernos, qué perro más raro, casi una sombra con ojos, algo así como un gato negro en la noche solo que… Bueno, qué más daba el perro, lo importante era que el tipo no parecía compinchado con su atacante. O atacantes, si el muchacho no había sido más que un cebo para atraerla hasta allí.
Valeria relajó la postura, pero no guardó el cuchillo. Aún podía haber más atacantes ocultos en las sombras, así que lo lanzó hacia arriba un par de veces, dejando que girara en el aire reflejando la iluminación de la calle principal. Lo pilló por el mango las dos veces, sin magia, truco del que se sentía particularmente orgullosa aun sabiendo que no resultaría llamativo entre las gentes del continente.
—Ah, sí, Cohen —comentó escudriñando el rostro de hombre y, con un guiño, añadió—: Tienes buena vista. Soy Valeria Reike, hemos hecho tratos antes. Pero nada de esto explica lo que has hecho con mi magia.
Para su sorpresa, Cohen fue directo al grano. Parecía… ¿molesto?, ¿nervioso? Resultaba difícil leer su rostro en la penumbra, pero había cierta tensión en su voz y en su postura. Algo que Valeria comenzaría a comprender a medida que el hombre hablaba. Pudo sentir cómo era su propio cuerpo el que se tensaba ante las palabras “sed de sangre” y “descontrolado”.
Empezaba a valorar cuál sería el modo más efectivo de alejarse discretamente de un vampiro hambriento en medio de la noche cuando el tipo que la había atacado unos momentos antes le recordó su presencia mediante un gruñido. El primer impulso de Valeria fue reunir su éter para golpearlo con una de las tejas que habían caído al suelo, pero no le gustó la extraña fluctuación que percibió en los alrededores de Cohen, así que se contentó con darle una patada en el estómago. Aquello sirvió para descargar parte de la tensión acumulada.
—Supongo que debería reportar el asalto de este tipo a la Guardia —dijo, casi como si pensara en voz alta, aunque buscando los ojos de Cohen con la mirada—, pero, entre tú y yo, no creo que vayan a hacer nada por mejorar la situación. ¿Tú qué opinas?
Valeria se alejó un par de pasos del bulto doliente de su atacante, colocándose en posición de vigilar discretamente la avenida. El hombre había cometido el error de atacar a tontas y a locas a alguien más que capaz de defenderse y, según la ley de las calles, merecía lo que le pasase. Y, en cualquier caso, mejor él que ella, se dijo mientras rebuscaba en su mente la otra cosa que le había llamado la atención en el pequeño discurso de Cohen.
Atraigo los hechizos de éter que se dan a mi alrededor… Definitivamente, había atraído su hechizo y no había salido volando. Salvo por el asuntillo del hambre, parecía un buen mecanismo protector… «Espera, ¡atrae el éter!». Algo así era justo lo que necesitaba para enfrentar a Vaal Hazak, una manera de neutralizar sus ridículas reservas de éter. Si conseguía averiguar cómo replicarlo sin el problemilla de la sed de sangre…
—Es tu día de suerte, Cohen —dijo—. Noche. Resulta que entiendo casi tanto de magia arcana como de alquimia. Dime, ¿cuánto hace que estás aquejado de esta… afección? O, bueno, supongo que deberíamos buscar un lugar más tranquilo donde hacer algunas pruebas. Tu laboratorio está junto al jardín botánico, ¿cierto?
La mente de Valeria ya estaba trabajando en el diseño de algunas de dichas pruebas cuando se dio cuenta de que aún tenía el cuchillo en la mano. Con un gesto casi distraído, activó la runa que ella misma había inscrito en el mango y se la tendió a Cohen.
—¿Me sujetas esto un momento?
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OFF: El encantamiento del cuchillo es Arma de hielo y solo aplica si te cortas con él. Reike solo está analizando los efectos de la maldición.
Reike
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Re: El éterxorcismo [Privado]
La mente del vampiro estaba nublada por el hambre. Aunque escuchaba las palabras de la bruja y las comprendía, su atención parecía estar en el hambre que sentía. Buscaba ayuda para librarse de aquella penitencia, razón principal por la que intentaba contenerse y no liberar allí mismo su sed que empujaba por salir a la superficie.
Pero cuándo Reike se apartó dándole acceso al cuerpo desfallecido de aquel desconocido, el vampiro no dudó en hincar sus afilados colmillos en el cuello del hombre, succionando su sangre rápidamente, con ansia, cómo si se tratara de un animal hambriento al borde de la muerte.
Durante unos segundos, se permitió saborear la sangre, que por alguna razón encontró demasiado dulce. Sentía cómo parte de la roja vida se le esfumaba por la comisura de los labios, por lo que al terminar de beber, dos largos rastros de sangre rodeaban su barbilla, terminando limpiándose con la manga de su camisa.
La pensativa bruja continuaba apartada a unos metros de él. Al vampiro le resultó extraño su comportamiento, pues normalmente, la gente huía de situaciones cómo esa. Sin embargo, Reike se mostró interesada por su aflicción tan pronto cómo termino de saciar su sed. A sus pies, dejó un cadáver que se desangraba, con dos grandes heridas en su cuello.
―¿Recuerdas los largos días en los que nadie en Aerandir durmió? ― preguntó Cohen, sabiendo que posiblemente la bruja los recordaría y algo avergonzado, comenzó a explicar su error.
Le contó que se llevó todos aquellos días intentando buscar un elixir que le permitiera descansar, que nada de lo que tenía en su laboratorio le era provechoso.
Tenía el cuchillo que ella le había pasado en la mano y con el paso de los segundos, se fue dando cuenta de que una vez más, el hambre crecía lentamente en su interior.
―Este cuchillo me está dando sed. Mejor que lo lleves tú… ―le dijo, pasándole el artefacto y continuando el camino en dirección al Jardín. [1]
Continuó contándole cómo su mente cansada comenzó a fallarle tras tantos días sin dormir y cómo terminó bebiendo algo por error en un estado de confusión mental y sueño.
―Encontré lo que parecía ser un objeto que tenía en su interior una gran cantidad de éter. Lo disolví intentando sacar de él propiedades que aumentaran el poder de los elixires. Al intentar beber otra pócima que preparaba para intentar dormir, terminé bebiendo el brebaje de éter por error. Desde entonces, he ido notando estas… irregularidades.
Caminando de vuelta al Jardín, caminando entre las calles, al mirar hacia una de las avenidas, distinguió la figura purpúrea de la mujer, en la lejanía, observándole. La Dama Púrpura le acechaba, pero aquello ya era por otra historia que poco tenía que ver.
Desconcentrado por haber visto aquella terrible visión, volvió a concentrarse en su relato:
―Atraigo desde entonces el éter de la mayoría de los hechizos de magia. Tanto beneficiosos cómo dañinos. Algo que me preocupa, pues la situación en esta ciudad es complicada y si estalla el conflicto y la batalla llega a las calles, temo tener que abandonarla. Y tengo demasiado en juego como para huir…
Cuándo llegaron hasta el Jardín Botánico, el cielo se iluminó por completo durante un segundo. Se aproximaba una tormenta de verano.
Junto a la entrada, tres personas les observaban. Isabella se encontraba junto a Ajax, el joven alquimista que la pretendía. La chica, al ser verano, disfrutaba de la vida, pues la Rosanera tenía muchas rosas en esta estación y podía pasear por el Jardín libremente, sin experimentar asfixia alguna. Su enamorado, al que Cohen había conocido en el taller de Houndman cuándo éste había sido asesinado por encargo del líder del Gremio de Alquimistas, le miraba desde la distancia, pues siempre se mostraba distante con el vampiro, desconfiando de sus intenciones.
A su lado, estaba Peter, algo sucio y desaliñado por las tareas realizadas, aunque siempre atractivo. Desde su vuelta a la ciudad se había dedicado a trabajar en el Jardín, pues era uno de los pocos sitios en los que se encontraba seguro. Caminó hacia ellos rápidamente, haciendo que Betis corriera hacia él y le rodease.
―¿Todo va bien?
―Sí. Ella es Reike. Creo que puede ayudarme con lo del éter.
El humano asintió y se presentó. Mientras tanto, Cohen subía las escaleras de su taller en dirección a las puertas de entrada mientras un nuevo trueno sonaba sobre ellos y sentía cómo su hambre, a causa de la cercanía de la bruja y los posibles objetos que poseía, aumentaba de nuevo poco a poco...
[1] Se comienza a activar de nuevo la maldición por cercanía con un objeto mágico. Primer turno de los dos necesarios para reactivar de nuevo el hambre por esta razón.
Pero cuándo Reike se apartó dándole acceso al cuerpo desfallecido de aquel desconocido, el vampiro no dudó en hincar sus afilados colmillos en el cuello del hombre, succionando su sangre rápidamente, con ansia, cómo si se tratara de un animal hambriento al borde de la muerte.
Durante unos segundos, se permitió saborear la sangre, que por alguna razón encontró demasiado dulce. Sentía cómo parte de la roja vida se le esfumaba por la comisura de los labios, por lo que al terminar de beber, dos largos rastros de sangre rodeaban su barbilla, terminando limpiándose con la manga de su camisa.
La pensativa bruja continuaba apartada a unos metros de él. Al vampiro le resultó extraño su comportamiento, pues normalmente, la gente huía de situaciones cómo esa. Sin embargo, Reike se mostró interesada por su aflicción tan pronto cómo termino de saciar su sed. A sus pies, dejó un cadáver que se desangraba, con dos grandes heridas en su cuello.
―¿Recuerdas los largos días en los que nadie en Aerandir durmió? ― preguntó Cohen, sabiendo que posiblemente la bruja los recordaría y algo avergonzado, comenzó a explicar su error.
Le contó que se llevó todos aquellos días intentando buscar un elixir que le permitiera descansar, que nada de lo que tenía en su laboratorio le era provechoso.
Tenía el cuchillo que ella le había pasado en la mano y con el paso de los segundos, se fue dando cuenta de que una vez más, el hambre crecía lentamente en su interior.
―Este cuchillo me está dando sed. Mejor que lo lleves tú… ―le dijo, pasándole el artefacto y continuando el camino en dirección al Jardín. [1]
Continuó contándole cómo su mente cansada comenzó a fallarle tras tantos días sin dormir y cómo terminó bebiendo algo por error en un estado de confusión mental y sueño.
―Encontré lo que parecía ser un objeto que tenía en su interior una gran cantidad de éter. Lo disolví intentando sacar de él propiedades que aumentaran el poder de los elixires. Al intentar beber otra pócima que preparaba para intentar dormir, terminé bebiendo el brebaje de éter por error. Desde entonces, he ido notando estas… irregularidades.
Caminando de vuelta al Jardín, caminando entre las calles, al mirar hacia una de las avenidas, distinguió la figura purpúrea de la mujer, en la lejanía, observándole. La Dama Púrpura le acechaba, pero aquello ya era por otra historia que poco tenía que ver.
Desconcentrado por haber visto aquella terrible visión, volvió a concentrarse en su relato:
―Atraigo desde entonces el éter de la mayoría de los hechizos de magia. Tanto beneficiosos cómo dañinos. Algo que me preocupa, pues la situación en esta ciudad es complicada y si estalla el conflicto y la batalla llega a las calles, temo tener que abandonarla. Y tengo demasiado en juego como para huir…
Cuándo llegaron hasta el Jardín Botánico, el cielo se iluminó por completo durante un segundo. Se aproximaba una tormenta de verano.
Junto a la entrada, tres personas les observaban. Isabella se encontraba junto a Ajax, el joven alquimista que la pretendía. La chica, al ser verano, disfrutaba de la vida, pues la Rosanera tenía muchas rosas en esta estación y podía pasear por el Jardín libremente, sin experimentar asfixia alguna. Su enamorado, al que Cohen había conocido en el taller de Houndman cuándo éste había sido asesinado por encargo del líder del Gremio de Alquimistas, le miraba desde la distancia, pues siempre se mostraba distante con el vampiro, desconfiando de sus intenciones.
A su lado, estaba Peter, algo sucio y desaliñado por las tareas realizadas, aunque siempre atractivo. Desde su vuelta a la ciudad se había dedicado a trabajar en el Jardín, pues era uno de los pocos sitios en los que se encontraba seguro. Caminó hacia ellos rápidamente, haciendo que Betis corriera hacia él y le rodease.
―¿Todo va bien?
―Sí. Ella es Reike. Creo que puede ayudarme con lo del éter.
El humano asintió y se presentó. Mientras tanto, Cohen subía las escaleras de su taller en dirección a las puertas de entrada mientras un nuevo trueno sonaba sobre ellos y sentía cómo su hambre, a causa de la cercanía de la bruja y los posibles objetos que poseía, aumentaba de nuevo poco a poco...
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[1] Se comienza a activar de nuevo la maldición por cercanía con un objeto mágico. Primer turno de los dos necesarios para reactivar de nuevo el hambre por esta razón.
Cohen
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Re: El éterxorcismo [Privado]
Valeria evitó mirar el bulto de su atacante cuando Cohen inició la marcha hacia el jardín botánico. Era un tipo grande, si el ladronzuelo estaba con él y había ido a pedir ayuda, quizá llegasen a tiempo para salvarlo. Y si no, bueno, un matón menos en las calles. Dejó que el asunto se fuera evaporando de su consciencia mientras escuchaba las explicaciones de Cohen.
Los largos días sin sueño… No recordaba gran cosa de lo que pasó en ese tiempo, estaba todo confuso, pero sí la desesperante sensación de no poder dormir un día tras otro. Asintió con reconocimiento, pero no interrumpió el relato. Ella misma había hecho de todo para intentar recuperar el sueño. Hasta creía recordar cierta peregrinación al arenal de Roilkat. Recordaba la aglomeración de gente y la inevitable decepción al llegar, pero nada de lo que ocurrió después o cómo regresó a la civilización. Curioso.
Aunque quizá no tan curioso como la sensación de vacío que percibió cuando Cohen le devolvió el cuchillo. No era un encantamiento especialmente poderoso el que tenía, pero lo había drenado por completo en un momento. Lo guardó en un bolsillo apartado de los demás, para hacerse una idea de cuánto tardaba en recuperar el éter perdido y siguió caminando, atenta a las explicaciones. Al menos, hasta que notó una sombra moverse a su lado y se puso en guardia inmediatamente… solo para darse cuenta de que la sombra era el maldito perro. ¿Cómo se las arreglaba para no hacer el más mínimo sonido?
—Entiendo —respondió cuando Cohen terminó de contar su historia—, yo también querría librarme de algo así lo antes posible. Sobre todo tal y como se están poniendo las cosas por aquí.
A su llegada al jardín botánico, un hombre que le resultó levemente familiar no tardó en presentarse. Su nombre le resultó aún más familiar y, al parecer, el reconocimiento viajó en ambas direcciones.
—Reike, juraría que he oído ese nombre antes. ¿Has estado en Sacrestic Ville otras veces?
—Con cierta frecuencia en los últimos años —respondió ella, evitando delatar su incomodidad—. Ciertos ingredientes alquímicos solo se encuentran aquí. A menos que una esté dispuesta a recorrerse los bosques por su cuenta, claro.
—¡Claro, alquimista! ¿No ayudaste a desenmascarar al asesino de un tal Farley hará un par de años? Un brujo, ¿cierto? Tat… Tatsuko…
—Tatsuya Suō.
—¡Eso! Lamento mucho que te vieras envuelta cuando escapó. Aún no entiendo cómo pudo ocurrir.
—Ni lo menciones. Era un criminal con experiencia y tuvo ayuda del exterior. ¿Se ha vuelto a saber algo más de él?
—Ya no estoy con…
—Entiendo —respondió Valeria en tono neutro, pero aliviada de no tener que vérselas de improviso con un miembro de la guardia—. Será mejor que suba a ayudar a Cohen con su… afección.
Tras cruzar la puerta de acceso al local, se tomó un momento para aclimatarse al cambio en la iluminación y localizar la puerta a lo que imaginaba sería el laboratorio de. A su espalda, sonó un trueno, seguido de una repentina cortina de agua.
—La buena noticia —le dijo a Cohen— es que si esto lo causó un elixir alquímico, estoy segura de que podremos idear algo para contrarrestar los efectos. ¿Reservaste una muestra del objeto en cuestión? O, al menos, ¿recuerdas algo más sobre él que pueda ayudarnos a determinar su naturaleza? Como dónde estaba, qué aspecto tenía… Cualquier detalle, por nimio que sea. Se me ocurren algunas cosas que podríamos ir probando, pero solo llevo ingredientes básicos conmigo. Lo más fuerte que tengo es un poco de ayite seco, pero si tienes suspiro de nieve, probaría antes con eso y un poco de tintura de artemisia para potenciar el efecto.
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OFF: Me tomo la libertad de manejar a Peter un poquito asumiendo que, por su asociación con la guardia de Sacrestic, seguramente le sonará un poquito el asunto del asesinato de Farley. Si tienes curiosidad, hablamos de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
Los largos días sin sueño… No recordaba gran cosa de lo que pasó en ese tiempo, estaba todo confuso, pero sí la desesperante sensación de no poder dormir un día tras otro. Asintió con reconocimiento, pero no interrumpió el relato. Ella misma había hecho de todo para intentar recuperar el sueño. Hasta creía recordar cierta peregrinación al arenal de Roilkat. Recordaba la aglomeración de gente y la inevitable decepción al llegar, pero nada de lo que ocurrió después o cómo regresó a la civilización. Curioso.
Aunque quizá no tan curioso como la sensación de vacío que percibió cuando Cohen le devolvió el cuchillo. No era un encantamiento especialmente poderoso el que tenía, pero lo había drenado por completo en un momento. Lo guardó en un bolsillo apartado de los demás, para hacerse una idea de cuánto tardaba en recuperar el éter perdido y siguió caminando, atenta a las explicaciones. Al menos, hasta que notó una sombra moverse a su lado y se puso en guardia inmediatamente… solo para darse cuenta de que la sombra era el maldito perro. ¿Cómo se las arreglaba para no hacer el más mínimo sonido?
—Entiendo —respondió cuando Cohen terminó de contar su historia—, yo también querría librarme de algo así lo antes posible. Sobre todo tal y como se están poniendo las cosas por aquí.
A su llegada al jardín botánico, un hombre que le resultó levemente familiar no tardó en presentarse. Su nombre le resultó aún más familiar y, al parecer, el reconocimiento viajó en ambas direcciones.
—Reike, juraría que he oído ese nombre antes. ¿Has estado en Sacrestic Ville otras veces?
—Con cierta frecuencia en los últimos años —respondió ella, evitando delatar su incomodidad—. Ciertos ingredientes alquímicos solo se encuentran aquí. A menos que una esté dispuesta a recorrerse los bosques por su cuenta, claro.
—¡Claro, alquimista! ¿No ayudaste a desenmascarar al asesino de un tal Farley hará un par de años? Un brujo, ¿cierto? Tat… Tatsuko…
—Tatsuya Suō.
—¡Eso! Lamento mucho que te vieras envuelta cuando escapó. Aún no entiendo cómo pudo ocurrir.
—Ni lo menciones. Era un criminal con experiencia y tuvo ayuda del exterior. ¿Se ha vuelto a saber algo más de él?
—Ya no estoy con…
—Entiendo —respondió Valeria en tono neutro, pero aliviada de no tener que vérselas de improviso con un miembro de la guardia—. Será mejor que suba a ayudar a Cohen con su… afección.
Tras cruzar la puerta de acceso al local, se tomó un momento para aclimatarse al cambio en la iluminación y localizar la puerta a lo que imaginaba sería el laboratorio de. A su espalda, sonó un trueno, seguido de una repentina cortina de agua.
—La buena noticia —le dijo a Cohen— es que si esto lo causó un elixir alquímico, estoy segura de que podremos idear algo para contrarrestar los efectos. ¿Reservaste una muestra del objeto en cuestión? O, al menos, ¿recuerdas algo más sobre él que pueda ayudarnos a determinar su naturaleza? Como dónde estaba, qué aspecto tenía… Cualquier detalle, por nimio que sea. Se me ocurren algunas cosas que podríamos ir probando, pero solo llevo ingredientes básicos conmigo. Lo más fuerte que tengo es un poco de ayite seco, pero si tienes suspiro de nieve, probaría antes con eso y un poco de tintura de artemisia para potenciar el efecto.
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OFF: Me tomo la libertad de manejar a Peter un poquito asumiendo que, por su asociación con la guardia de Sacrestic, seguramente le sonará un poquito el asunto del asesinato de Farley. Si tienes curiosidad, hablamos de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
Reike
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Re: El éterxorcismo [Privado]
El cuerpo de Cohen se tensó por completo cuándo Peter y Reike comenzaron a hablar. Temía que tuvieran un pasado en común problemático, pero a medida que la conversación avanzaba y logró comprobar que no era así, su cuerpo volvió a tranquilizarle.
La bruja terminó subiendo las escaleras hasta la entrada del taller y Cohen le cedió el paso al interior, antes de dirigirle al humano una última mirada. Peter ladeó la cabeza hacia su izquierda, esperando que aquello funcionara.
Cuándo Betis intentó pasar al interior del taller, Cohen le cerró el paso.
―Ve con Peter. Vamos.
No quería que la pantera estuviera cerca del taller en ese momento. Reike necesitaría estar concentrada si quería ayudarle. Además, a saber qué pasaría cuándo esa extraña maldición que le afectaba se liberara en el ambiente.
Cuándo vio a la mascota bajar los escalones hacia su amante, apagó de un soplido la vela del farolillo que daba a entender que la tienda estaba abierta. Pasó al interior y cerró la puerta con llave ante la atenta mirada de la bruja.
―No queremos interrupciones, ¿verdad?
Fue entonces cuando la mujer comenzó a preguntarle hechos sobre cómo había empezado esa situación y cómo era el objeto. Cohen no había guardado mezcla alguna del mismo, pues lo había diluido por completo, pero podía tener una idea de lo que se trataba.
―En un principio, me dijeron que se trataba de un mineral. Uno que al parecer puede encontrarse en la profundidad de las Minas Oscuras, pero no concordaba en su textura ni en su color. Además, encontré ese fragmento en el Norte, en las minas del cadalso. Seguí investigando sobre posibles minerales, pero ninguno lo describía… Finalmente, me informaron de que podría tratarse de un fragmento de un meteorito que cayó hace unos años. Minne.
Cohen recordó que, en ese momento, si existía, aún no tenía consciencia de ello, pues no recordaba nada sobre ese asunto. A pesar de su apariencia y consciencia de hombre adulto, sólo tenía tres años de existencia propiamente dicha.
Tras aclarar los datos que sabía de aquel objeto, pasó detrás del mostrador para tener acceso al herbolario. Allí, en una gran estantería que ocupaba toda la pared, tenía centenares de hierbas y materiales alquímicos, aunque los más peligrosos y los de mayor valor estaban ocultos en la trastienda.
Estaba seguro de poseer lo que Reike había sugerido, pero al mirar el rostro de la bruja creyó detectar un gesto de incredulidad por lo que le había contado.
―Ya, ya lo sé… no siempre encuentras a alguien que se bebe un meteorito…
Al mirar por la ventana, momentáneamente, vio a la Dama Púrpura en la entrada del Jardín Botánico observándole. Durante un segundo, deseó que la bruja también fuera capaz de librarle de ella…
―¿Alguna idea de cómo puedes ayudarme? ¿Puedes expulsar esta cosa de mi cuerpo? ¿Qué necesitas para el “éterxorcismo”?
La bruja terminó subiendo las escaleras hasta la entrada del taller y Cohen le cedió el paso al interior, antes de dirigirle al humano una última mirada. Peter ladeó la cabeza hacia su izquierda, esperando que aquello funcionara.
Cuándo Betis intentó pasar al interior del taller, Cohen le cerró el paso.
―Ve con Peter. Vamos.
No quería que la pantera estuviera cerca del taller en ese momento. Reike necesitaría estar concentrada si quería ayudarle. Además, a saber qué pasaría cuándo esa extraña maldición que le afectaba se liberara en el ambiente.
Cuándo vio a la mascota bajar los escalones hacia su amante, apagó de un soplido la vela del farolillo que daba a entender que la tienda estaba abierta. Pasó al interior y cerró la puerta con llave ante la atenta mirada de la bruja.
―No queremos interrupciones, ¿verdad?
Fue entonces cuando la mujer comenzó a preguntarle hechos sobre cómo había empezado esa situación y cómo era el objeto. Cohen no había guardado mezcla alguna del mismo, pues lo había diluido por completo, pero podía tener una idea de lo que se trataba.
―En un principio, me dijeron que se trataba de un mineral. Uno que al parecer puede encontrarse en la profundidad de las Minas Oscuras, pero no concordaba en su textura ni en su color. Además, encontré ese fragmento en el Norte, en las minas del cadalso. Seguí investigando sobre posibles minerales, pero ninguno lo describía… Finalmente, me informaron de que podría tratarse de un fragmento de un meteorito que cayó hace unos años. Minne.
Cohen recordó que, en ese momento, si existía, aún no tenía consciencia de ello, pues no recordaba nada sobre ese asunto. A pesar de su apariencia y consciencia de hombre adulto, sólo tenía tres años de existencia propiamente dicha.
Tras aclarar los datos que sabía de aquel objeto, pasó detrás del mostrador para tener acceso al herbolario. Allí, en una gran estantería que ocupaba toda la pared, tenía centenares de hierbas y materiales alquímicos, aunque los más peligrosos y los de mayor valor estaban ocultos en la trastienda.
Estaba seguro de poseer lo que Reike había sugerido, pero al mirar el rostro de la bruja creyó detectar un gesto de incredulidad por lo que le había contado.
―Ya, ya lo sé… no siempre encuentras a alguien que se bebe un meteorito…
Al mirar por la ventana, momentáneamente, vio a la Dama Púrpura en la entrada del Jardín Botánico observándole. Durante un segundo, deseó que la bruja también fuera capaz de librarle de ella…
―¿Alguna idea de cómo puedes ayudarme? ¿Puedes expulsar esta cosa de mi cuerpo? ¿Qué necesitas para el “éterxorcismo”?
Cohen
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Re: El éterxorcismo [Privado]
La mirada de Valeria repasó instintivamente el local en busca de potenciales salidas o puntos que usar en su favor en caso de conflicto en el momento en que Cohen giró la llave que cerraba la puerta de la tienda. Una precaución grabada en ella desde la infancia, aunque no estaba particularmente preocupada en aquella ocasión ya que, si bien se había quedado sola con un vampiro, él se había quedado solo con una bruja, lo cual dejaba las cosas relativamente igualadas, en su opinión.
Cohen no había guardado una muestra del objeto en cuestión, cosa que no le extrañó lo más mínimo, ya que este tipo de materiales extraños no solían aparecer en dosis familiares. Al menos, había investigado algo acerca del objeto, algún tipo de mineral encontrado en el norte, solo que…
—¿Minne? ¿La Estrella de la Alianza?
No era una verdadera pregunta o, más bien, dos preguntas, sino una muestra de su sorpresa al encontrarse con un nombre tan conocido. Quizá no tendría que haber sido tal si el objeto venía del norte. Por lo que el mundo sabía, aún podía haber fragmentos de aquel meteorito repartidos por toda la estepa y los bosques de medio continente. Aquella noche había sido todo un espectáculo.
—Oh, no tienes nada de qué avergonzarte —le dijo a Cohen, que parecía haber malinterpretado el gesto de sorpresa de Valeria o, al menos, la causa de la misma—. Yo también hice mis propios experimentos con un fragmento de aquella estrella que llegó providencialmente a mis manos. Ninguno consistió en bebérmelo a palo seco, pero tampoco llevaba una semana sin dormir cuando me puse con ello.
Mientras hablaba, se acercó al mostrador, donde Cohen había empezado a desplegar los ingredientes que le había mencionado, y colocó entre ellos un diminuto frasco que siempre llevaba consigo(1). Cohen no podría ver el brillo lechoso que desprendía su éter, pero ella no podía evitar sentir una cierta reverencia y, por qué no decirlo, orgullo por la que consideraba su mejor creación hasta la fecha.
—Esta esencia —dijo, en parte como explicación, en parte como respuesta a las preguntas del hombre— es el producto de esos experimentos. Está armonizada con mi éter, así que no te haría nada aunque te la bebieras, pero creo que podemos utilizar una parte para librarnos de tu problema. Poner un poco del propio veneno para crear el antídoto, por así decirlo. De hecho, tengo otra poción por aquí —añadió rescatando otro frasquito de su bolso(2)— con el que podemos replicar la muestra para obtener una mayor cantidad. Si añadimos la tintura de artemisia para evitar diluir en exceso los componentes, creo que podremos incluso hacer varias pruebas antes de lanzarnos a la aventura.
Faltaba por explicar que iba a necesitar un poco de su sangre y algunas runas para contrarrestar el vínculo con ella y armonizar la mezcla (o mezclas) con el éter de él, pero tampoco quería abrumarlo con demasiados datos antes de averiguar qué opinaba él de todo el proceso. Después de todo, había aprendido alquimia por otras vías y quizá tuviera algo interesante que aportar, o viera algún punto débil en su idea que a ella se le escapaba.
----------
OFF:
(1) Se trata de la Esencia Primordial de Agua que creé en mi taller usando, entre otros materiales épicos, un fragmento del mismo meteorito que se bebió Cohen.
(2) Esta es mi Poción Replicante, que no funciona exactamente así, pero la incluyo a título narrativo, para darle un poco de color al proceso. Después de todo, vamos a estar mezclando cositas y probando qué funciona.
Cohen no había guardado una muestra del objeto en cuestión, cosa que no le extrañó lo más mínimo, ya que este tipo de materiales extraños no solían aparecer en dosis familiares. Al menos, había investigado algo acerca del objeto, algún tipo de mineral encontrado en el norte, solo que…
—¿Minne? ¿La Estrella de la Alianza?
No era una verdadera pregunta o, más bien, dos preguntas, sino una muestra de su sorpresa al encontrarse con un nombre tan conocido. Quizá no tendría que haber sido tal si el objeto venía del norte. Por lo que el mundo sabía, aún podía haber fragmentos de aquel meteorito repartidos por toda la estepa y los bosques de medio continente. Aquella noche había sido todo un espectáculo.
—Oh, no tienes nada de qué avergonzarte —le dijo a Cohen, que parecía haber malinterpretado el gesto de sorpresa de Valeria o, al menos, la causa de la misma—. Yo también hice mis propios experimentos con un fragmento de aquella estrella que llegó providencialmente a mis manos. Ninguno consistió en bebérmelo a palo seco, pero tampoco llevaba una semana sin dormir cuando me puse con ello.
Mientras hablaba, se acercó al mostrador, donde Cohen había empezado a desplegar los ingredientes que le había mencionado, y colocó entre ellos un diminuto frasco que siempre llevaba consigo(1). Cohen no podría ver el brillo lechoso que desprendía su éter, pero ella no podía evitar sentir una cierta reverencia y, por qué no decirlo, orgullo por la que consideraba su mejor creación hasta la fecha.
—Esta esencia —dijo, en parte como explicación, en parte como respuesta a las preguntas del hombre— es el producto de esos experimentos. Está armonizada con mi éter, así que no te haría nada aunque te la bebieras, pero creo que podemos utilizar una parte para librarnos de tu problema. Poner un poco del propio veneno para crear el antídoto, por así decirlo. De hecho, tengo otra poción por aquí —añadió rescatando otro frasquito de su bolso(2)— con el que podemos replicar la muestra para obtener una mayor cantidad. Si añadimos la tintura de artemisia para evitar diluir en exceso los componentes, creo que podremos incluso hacer varias pruebas antes de lanzarnos a la aventura.
Faltaba por explicar que iba a necesitar un poco de su sangre y algunas runas para contrarrestar el vínculo con ella y armonizar la mezcla (o mezclas) con el éter de él, pero tampoco quería abrumarlo con demasiados datos antes de averiguar qué opinaba él de todo el proceso. Después de todo, había aprendido alquimia por otras vías y quizá tuviera algo interesante que aportar, o viera algún punto débil en su idea que a ella se le escapaba.
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OFF:
(1) Se trata de la Esencia Primordial de Agua que creé en mi taller usando, entre otros materiales épicos, un fragmento del mismo meteorito que se bebió Cohen.
(2) Esta es mi Poción Replicante, que no funciona exactamente así, pero la incluyo a título narrativo, para darle un poco de color al proceso. Después de todo, vamos a estar mezclando cositas y probando qué funciona.
Reike
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Re: El éterxorcismo [Privado]
Cohen se sintió aliviado al comprobar que la bruja conocía el objeto que había causado su aflicción y que había experimentado con él anteriormente. Una sonrisa natural surgió en sus labios, pues aquello le generaba gran confianza y el vampiro miró a Reike con otros ojos, contemplando esperanza de volver a sentirse seguro.
Luego observó el pequeño frasco que puso sobre el mostrador de la mesa y escuchó sus palabras, más optimistas de lo que había pensado. Luego, descubrió un segundo frasco, pero desconocía la forma en la que Reike podría realizarla. Sus conocimientos arcanos serían su método.
―Bueno, pareces una mujer bastante segura y preparada. Da la impresión de que sabes lo que intentas hacer, así que… confío en ti.
Le había costado pronunciar esas palabras. De naturaleza desconfiada, Cohen no solía poner en manos de otros su propio destino. Sin embargo, no le quedaba otra opción que aceptar que necesitaba su ayuda. Quizás la mayor ayuda que había necesitado jamás desde que podía recordar.
―Desconozco por completo lo que necesitas ni cual es el proceso arcano que puedes intentar hacer… mis conocimientos en esa materia son nulos. Pero a lo mejor tengo… algunas cosas que podrían ayudarte en el proceso.
Cohen se dirigió hacia la parte de atrás de La Flor Inerte dónde guarda bajo cuidado algunos productos especiales. Al estar su maldición vinculada con el éter, el alquimista pensó que quizás aquellas dos valiosas sustancias fueran del interés de la bruja.
―Tengo esto por aquí… ―dijo, mientras pasaba un par de pequeños frascos a Reike situándose de nuevo frente a ella― ¿Has escuchado hablar alguna vez del Loto Cárdeno? Es una extraña planta que crece cerca de los volcanes y en Midgard, en los lugares con las temperaturas más altas del continente. En su interior, se encuentra gran cantidad de éter concentrado cuándo sus pétalos interiores están cerrados. Conseguí extraer este éter en mi última visita a Midgard. Es el frasco que brilla.
Cohen miró entonces al segundo frasco y continuó hablando:
―El otro es un líquen que se extrae de la flor una vez la corona de pétalos interior se ha abierto. Entre otras funciones, es capaz de anular el éter. La he usado para una poción de invisibilidad… aunque en realidad sólo hacía que el éter de tu alrededor te volviese sombrío… El caso es que las dos sustancias, al entrar en contacto se contrarrestan… y al estar mi aflicción relacionada con el éter, pensé que podría ser útil… pero no me atreví a experimentar: estos frascos es todo lo que tengo ahora mismo…
El vampiro vio como la bruja analizaba toda la información. El proceso estaría a punto de comenzar y Cohen estaba preparado para su eterxorcismo.
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Luego observó el pequeño frasco que puso sobre el mostrador de la mesa y escuchó sus palabras, más optimistas de lo que había pensado. Luego, descubrió un segundo frasco, pero desconocía la forma en la que Reike podría realizarla. Sus conocimientos arcanos serían su método.
―Bueno, pareces una mujer bastante segura y preparada. Da la impresión de que sabes lo que intentas hacer, así que… confío en ti.
Le había costado pronunciar esas palabras. De naturaleza desconfiada, Cohen no solía poner en manos de otros su propio destino. Sin embargo, no le quedaba otra opción que aceptar que necesitaba su ayuda. Quizás la mayor ayuda que había necesitado jamás desde que podía recordar.
―Desconozco por completo lo que necesitas ni cual es el proceso arcano que puedes intentar hacer… mis conocimientos en esa materia son nulos. Pero a lo mejor tengo… algunas cosas que podrían ayudarte en el proceso.
Cohen se dirigió hacia la parte de atrás de La Flor Inerte dónde guarda bajo cuidado algunos productos especiales. Al estar su maldición vinculada con el éter, el alquimista pensó que quizás aquellas dos valiosas sustancias fueran del interés de la bruja.
―Tengo esto por aquí… ―dijo, mientras pasaba un par de pequeños frascos a Reike situándose de nuevo frente a ella― ¿Has escuchado hablar alguna vez del Loto Cárdeno? Es una extraña planta que crece cerca de los volcanes y en Midgard, en los lugares con las temperaturas más altas del continente. En su interior, se encuentra gran cantidad de éter concentrado cuándo sus pétalos interiores están cerrados. Conseguí extraer este éter en mi última visita a Midgard. Es el frasco que brilla.
Cohen miró entonces al segundo frasco y continuó hablando:
―El otro es un líquen que se extrae de la flor una vez la corona de pétalos interior se ha abierto. Entre otras funciones, es capaz de anular el éter. La he usado para una poción de invisibilidad… aunque en realidad sólo hacía que el éter de tu alrededor te volviese sombrío… El caso es que las dos sustancias, al entrar en contacto se contrarrestan… y al estar mi aflicción relacionada con el éter, pensé que podría ser útil… pero no me atreví a experimentar: estos frascos es todo lo que tengo ahora mismo…
El vampiro vio como la bruja analizaba toda la información. El proceso estaría a punto de comenzar y Cohen estaba preparado para su eterxorcismo.
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Cohen
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Re: El éterxorcismo [Privado]
Confío en ti.
No eran esas unas palabras que Valeria oyera a menudo y, durante unos momentos, se quedó completamente descolocada por la sinceridad que parecían emanar. Por suerte, Cohen no tardó en desaparecer por una puerta tras el mostrador en busca de más ingredientes, lo que le dio una oportunidad de recomponerse.
Debía volver a concentrarse en el proceso que estaban a punto de acometer. Había habido varios reportes acerca de las reacciones de los fragmentos de meteorito encontrados ante el contacto directo con el éter, razón por la que Valeria había decidido incluir su muestra en la esencia de agua.
Esas reacciones parecían explicar también los síntomas que experimentaba Cohen, si se lo había bebido en su estado puro. A saber qué tamaño tenía su fragmento. Pero, sabiendo qué había causado los síntomas, se sentía confiada en sus posibilidades de resolver el problema. De hecho, debía confesar que estaba disfrutando con el desafío.
Cuando Cohen regresó, traía otros dos frascos consigo. Valeria los estudió con detenimiento mientras escuchaba las explicaciones del vampiro.
—¿Loto cárdeno? —dijo, casi hipnotizada por la armonía de colores que emanaban del frasco brillante, colores que alguien como Cohen jamás podría llegar a apreciar—. Aparece en herbolarios especializados, pero… Espera, ¿esto lo sacaste de un…? —Su atención se desvió de nuevo hacia el vampiro y no ocultó una cierta admiración que, sin duda, se reflejó en su rostro—. Caray, estás lleno de sorpresas.
Ella nunca había puesto un pie en Midgard. Demasiado cerca de Sandorai, pensó con un escalofrío al recordar la última vez que se había acercado al bosque de los elfos. Se le había ocurrido explorar los lindes del bosque en busca de plantas exóticas y había acabado siendo arrastrada hasta el mismísimo Árbol Madre por un grupo de radicales… justo a tiempo de enfrentarse a un ataque al mismo Árbol por otro grupo de poderosos elfos de otro plano. Suficiente para convencerla de que había otras formas de proveerse de ingredientes. Formas más caras, sí, pero menos peligrosas.
—Esto es perfecto, Cohen —dijo dejando los dos nuevos frascos sobre el mostrador, con el resto de ingredientes—. Gracias a la poción replicante y la tintura de artemisia, estoy segura de que podremos hacer una o dos pruebas con cantidades mínimas. El verdadero desafío está en armonizar la mezcla con tu propio éter para que haga efecto contigo y no se lo trague todo el… bueno, el meteorito. Normalmente, eso se lograría de forma natural mediante el contacto directo con la poción. Al cabo de un tiempo, el éter de ambos se iría armonizando por sí mismo. El problema es que, tal como estás ahora, lo más probable es que tu cuerpo acabara tragándose el éter de la poción antes de lograrlo. Pero con una gotita de esto en un poco de tinta —añadió dando unos golpecitos con la uña al frasquito de éter concentrado— y un par de gotas de tu sangre, creo que puedo acelerar el proceso con un encantamiento de hermanamiento. Algo parecido a un encantamiento de brújula que señala siempre a donde tú quieres que señale. El líquen nos puede servir para anular el éter absorbido por el mineral y asegurarnos de que la poción se hermana solo con el tuyo, no con lo que hayas estado absorbiendo gracias a tu… caprichoso inquilino. ¿Qué me dices? —concluyó en tono animado—, ¿manos a la obra? Yo me encargo de extraer y replicar el éter concentrado y la muestra de mi esencia de agua —añadió tomando ambos frascos y algunos instrumentos y encaminándose al punto más alejado del mostrador—. Así evitamos que tu amiguito nos los descargue antes de tiempo.
No eran esas unas palabras que Valeria oyera a menudo y, durante unos momentos, se quedó completamente descolocada por la sinceridad que parecían emanar. Por suerte, Cohen no tardó en desaparecer por una puerta tras el mostrador en busca de más ingredientes, lo que le dio una oportunidad de recomponerse.
Debía volver a concentrarse en el proceso que estaban a punto de acometer. Había habido varios reportes acerca de las reacciones de los fragmentos de meteorito encontrados ante el contacto directo con el éter, razón por la que Valeria había decidido incluir su muestra en la esencia de agua.
Esas reacciones parecían explicar también los síntomas que experimentaba Cohen, si se lo había bebido en su estado puro. A saber qué tamaño tenía su fragmento. Pero, sabiendo qué había causado los síntomas, se sentía confiada en sus posibilidades de resolver el problema. De hecho, debía confesar que estaba disfrutando con el desafío.
Cuando Cohen regresó, traía otros dos frascos consigo. Valeria los estudió con detenimiento mientras escuchaba las explicaciones del vampiro.
—¿Loto cárdeno? —dijo, casi hipnotizada por la armonía de colores que emanaban del frasco brillante, colores que alguien como Cohen jamás podría llegar a apreciar—. Aparece en herbolarios especializados, pero… Espera, ¿esto lo sacaste de un…? —Su atención se desvió de nuevo hacia el vampiro y no ocultó una cierta admiración que, sin duda, se reflejó en su rostro—. Caray, estás lleno de sorpresas.
Ella nunca había puesto un pie en Midgard. Demasiado cerca de Sandorai, pensó con un escalofrío al recordar la última vez que se había acercado al bosque de los elfos. Se le había ocurrido explorar los lindes del bosque en busca de plantas exóticas y había acabado siendo arrastrada hasta el mismísimo Árbol Madre por un grupo de radicales… justo a tiempo de enfrentarse a un ataque al mismo Árbol por otro grupo de poderosos elfos de otro plano. Suficiente para convencerla de que había otras formas de proveerse de ingredientes. Formas más caras, sí, pero menos peligrosas.
—Esto es perfecto, Cohen —dijo dejando los dos nuevos frascos sobre el mostrador, con el resto de ingredientes—. Gracias a la poción replicante y la tintura de artemisia, estoy segura de que podremos hacer una o dos pruebas con cantidades mínimas. El verdadero desafío está en armonizar la mezcla con tu propio éter para que haga efecto contigo y no se lo trague todo el… bueno, el meteorito. Normalmente, eso se lograría de forma natural mediante el contacto directo con la poción. Al cabo de un tiempo, el éter de ambos se iría armonizando por sí mismo. El problema es que, tal como estás ahora, lo más probable es que tu cuerpo acabara tragándose el éter de la poción antes de lograrlo. Pero con una gotita de esto en un poco de tinta —añadió dando unos golpecitos con la uña al frasquito de éter concentrado— y un par de gotas de tu sangre, creo que puedo acelerar el proceso con un encantamiento de hermanamiento. Algo parecido a un encantamiento de brújula que señala siempre a donde tú quieres que señale. El líquen nos puede servir para anular el éter absorbido por el mineral y asegurarnos de que la poción se hermana solo con el tuyo, no con lo que hayas estado absorbiendo gracias a tu… caprichoso inquilino. ¿Qué me dices? —concluyó en tono animado—, ¿manos a la obra? Yo me encargo de extraer y replicar el éter concentrado y la muestra de mi esencia de agua —añadió tomando ambos frascos y algunos instrumentos y encaminándose al punto más alejado del mostrador—. Así evitamos que tu amiguito nos los descargue antes de tiempo.
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