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El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]

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Mensaje  Fehu Dom Oct 13 2024, 13:56

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El retorno del vampiro


Lunargenta, para muchos, capital por excelencia de Verisar, para algunos, verdadera capital del mundo, había trabajado mucho en los dos últimos años para recuperar el esplendor perdido durante la reconquista de la ciudad contra los infames vampiros, que habían tomado el trono por la fuerza aprovechando el caos provocado cuando la gran pandemia del norte penetró en sus murallas.

Aquella tarde, sin embargo, resultaba difícil regodearse en su belleza. Las calles estaban abarrotadas, y no solo con el ajetreo habitual tras la parada del mediodía. La mitad del campo a varias leguas de distancia de la urbe parecía haberse vaciado en las últimas semanas. Familias, comunidades enteras habían buscado refugio entre las murallas de la ciudad. Apenas quedaba un rincón en que no se hubieran habilitado refugios o comedores y la guardia, que había sido reforzada para mantener la vigilancia día y noche, tenía problemas hasta para moverse en las calles más concurridas.

Pero aquello no era lo peor. Además de los rostros temerosos de los refugiados, los soldados de Lunargenta coleccionaban a su paso no pocas miradas hostiles. Y es que muchos de los habitantes de la ciudad habían perdido la confianza en los hombres y mujeres de la guardia.

El nombre Daga Nocturna parecía estar en boca de todo el mundo últimamente, a pesar de que no se la había visto desde aquel asunto con los infames Adoradores de la Serpiente en las catacumbas. Algunos creían que había muerto, aunque la mayoría pensaba (o esperaba) que la enmascarada justiciera solo estaba esperando el momento oportuno para reaparecer más fuerte que nunca.

Los Adoradores de la Serpiente no habían sido la única secta dispuesta a aprovecharse del miedo y la incertidumbre de la gente. Carismáticos gurús y líderes religiosos aparecían y desaparecían en los últimos tiempos, prometiendo lo imposible, incitando a las masas, dejando a su paso un rastro de confusión cuando desaparecían de la noche a la mañana.

Por suerte, una compañía de teatro conocida como “Los Buchones” había llegado recientemente a la ciudad y ofrecía espectáculos todas las tardes. Aquello tendría que servir para mantener apaciguada a la población una temporada, ¿cierto?

Y es que, a pesar de los refuerzos, la guardia no podía estar en todas partes, no podían investigar a estos grupos e individuos de dudosa reputación al tiempo que se preparaban para el inminente ataque de los piratas del oeste. Porque sí, el ataque llegaría más tarde o más temprano. Los barcos de Dragut habían sido avistados en las cercanías en las últimas noches, aunque nadie había logrado averiguar dónde rayos atracaban durante el día.

La ciudad estaba, como las matronas de la villa acostumbran a decir, a punto de caramelo.

Mientras tanto, el temido y esperado Dragut, descansaba a cubierto en preparación para la función de la noche. Los hombres habían recibido sus órdenes y estarían listos para el asalto a la hora convenida. Gracias a la colaboración de la gente de Vacuum, repartidos por la ciudad, tenían el acceso a la urbe prácticamente garantizado. Con el daño que causarían esa noche, los humanos tardarían mucho tiempo en pensar siquiera en la posibilidad de tratar de recuperar lo que, sin lugar a dudas, Oneca estaba a punto de tomar en el oeste.


__________________


Te doy la bienvenida, mortal, a este evento en el que, para bien o para mal, se resolverán las relaciones entre Lunargenta y el Oeste para los meses, quizá años venideros. Pero antes de explicar los objetivos de este tema, te dejo unas notas aclaratorias sobre el evento que conviene tener en cuenta:

  • Los acontecimientos narrados en este tema suceden de manera más o menos simultánea respecto a los de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], por lo que te aconsejo que leas bien los dos antes de postear, ya que tu PJ solo podrá participar en uno de ellos.

  • Si tienes varias cuentas, puedes participar en el evento con más de un PJ, pero no en el mismo tema, con lo que, si tienes más de dos, también te toca elegir.

  • Para participar en el evento, necesitas tener ficha de PJ y ficha de Habilidades aprobadas en el momento de cerrar la primera ronda. No hay límite de plazas, por lo que no voy a exigir un mínimo de posts.

  • Si uno o ambos temas quedaran vacantes, el desarrollo de los acontecimientos seguirá su curso con ayuda de las runas.

  • Salvo que se indique expresamente lo contrario, no será necesario respetar orden de posteo.

  • En tu primer post, deberás añadir en off rol el inventario con el que contará tu personaje/s durante este tema.

  • El ritmo de posteo durante el evento será de aproximadamente un turno cada 8-10 días y la duración prevista de unas 5-6 rondas, pero podría alargarse un poco más según cómo se desarrollen los acontecimientos (ya sabemos cómo se ponen a veces estos eventos multitudinarios).

  • Si, por alguna razón, no llegas a postear a tiempo en una ronda (incluida la primera), puedes incorporarte en la siguiente, pero dos rondas seguidas sin postear podrían suponer que te acaben arrastrando los acontecimientos. Tenlo en cuenta si te decides a entrar, ya que:

  • Tu PJ y/o Acompañante puede salir de aquí con una maldición (aunque no acabes el evento).

  • La recompensa base por participar será de 5 px y 100 aeros, pudiendo llegar a 15 px y 300 aeros en función de tu desempeño. También habrá obsequios máster y puede que otras sorpresas.

  • El plazo para participar en la primera ronda será hasta el martes 22 de octubre (incluido).


NOTA IMPORTANTE SOBRE VAMPIRISMO:

Los personajes de raza vampira son bienvenidos a participar en este tema, pero habrán de tener en cuenta que las primeras rondas del mismo se desarrollan durante la tarde, por lo que deberán buscarse la vida para protegerse del sol. Avisaré cuando éste se ponga.

Si estás con la gente de Dragut y/o las Sierpes, cuentas con una única dosis de un potente protector solar (para la piel, no te lo vayas a tragar) que te permitirá caminar bajo el sol durante media hora*. También avisaré cuando falte media hora para que se ponga el sol, pero puedes usarlo antes si te hace falta. Solo será válido durante este tema, así que no dudes en usarlo tan pronto como se presente la oportunidad.

* [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] puede o no haber patrocinado este evento

EN ESTE TEMA:

Lunargenta está a punto de enfrentarse a una de sus mayores crisis desde la restitución del rey Siegfried en el trono. La ciudad está abarrotada de civiles, el descontento de la población es palpable y una flota de piratas se cierne sobre sus costas. El ataque es inevitable; lo que se encuentren los piratas al llegar, las bajas que logren causar cuando se lancen al asalto dependen de ustedes.

A lo largo del tema, iré sugiriendo posibles objetivos, incluso puede que te nombre personalmente (a ti o a tu acompañante). Sin embargo, eres libre de seguir tu propio camino (ateniéndote a las consecuencias, claro), ya sea apoyando a alguno de los bandos en conflicto o, simplemente, tratando sobrevivir al mismo, en solitario o formando subtramas con otros PJs.

Si tienes PNJs en la zona que consideres que encajan con la trama, eres libre de introducirlos para enriquecer tu intervención, ahora o en cualquier momento, pero ten en cuenta que haré uso de ellos si lo considero oportuno (no los mataré, ni permitiré que se los mate, sin tu consentimiento). Ojo, algunos PNJs están bien para enriquecer la trama, pero no te vayas a sacar de la manga un ejército apoyando tu causa, que nos conocemos.

enlaces de interés:

TU OBJETIVO EN ESTA RONDA:

Esta es una ronda principalmente introductoria. Me interesa saber dónde está tu personaje, cómo ha llegado allí, en qué estado se encuentra, qué planes tiene para la tarde/noche… Tampoco me vendría mal alguna pista sobre su opinión acerca del estado de la capital y los últimos acontecimientos (relativos a lo descrito más arriba o en otros roles recientes). Si hay algún dato que consideres importante pero no quieres que sea de conocimiento público, siempre puedes contármelo por MP.

Como puedes ver, la guardia de la ciudad no lo tiene particularmente fácil. Tú decides si quieres ayudarles… o ayudarles a caer, si te cuentas entre quienes han perdido la confianza en su autoridad.

Si te cuentas entre las fuerzas de Dragut o sus aliados, las Sierpes, puedes comenzar descansando con la flota, u oculto en algún rincón oscuro de la ciudad. Descuida, ya te daré algo que hacer.
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El retorno del vampiro [Evento Sacrestic] Empty Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]

Mensaje  Alward Sevna Lun Oct 14 2024, 15:48

Las sombras de la tarde se alargaban sobre los tejados de Lunargenta mientras Emmanuel, el Arquero Carmesí, se movía como una sombra más entre las muchas que se escondían en los recovecos de la ciudad. El sol, ya a media altura, luchaba por abrirse paso entre las nubes, pero la luz que lograba filtrarse era fría, desalentadora. Los guardias patrullaban las calles con mayor frecuencia que nunca, sus ojos alertas buscando cualquier señal de sospecha.

Para ellos, cualquiera podía ser sospechoso de ser un enemigo. Y Emmanuel lo era, al menos en sus términos. Desde lo alto, el arquero se deslizaba entre las tejas, evitando con precisión los ojos de los vigilantes. Sabía bien que no podían atraparlo, pero más importante aún, sabía que no podía fallar. Las noticias que traía no podían retrasarse.

Tras una última carrera por un estrecho pasadizo entre los edificios, se encaramó a una ventana entreabierta y, con la facilidad que le otorgaban años de entrenamiento, se coló en el interior sin hacer ruido. Cerró la ventana tras él y dejó que su mirada recorriera la pequeña sala.

La casa de Gertrude. Un lugar modesto, humilde, pero rebosante de calidez. Los muebles, aunque desgastados, estaban limpios y bien ordenados. Unas flores secas decoraban una mesa de madera en el centro de la estancia, y el crepitar de un fuego discreto en la chimenea impregnaba la habitación con una sensación de refugio y seguridad, ya que la temperatura empezaba a bajar. Pero la realidad fuera de esas cuatro paredes era muy distinta.

Katrina fue la primera en percatarse de su llegada, aunque no fue un cambio en su postura lo que lo delató, si no el ligero asentimiento que hizo. Sus ojos oscuros centrados en el mapa extendido sobre la mesa, aunque claramente su mente ya estaba enfocada en Emmanuel. Eiko estaba también en la sala, revisando unos papeles con el ceño fruncido, su energía agotada por días de investigaciones infructuosas. Alward, desenmascarado, se encontraba sentado frente al mapa, divisando todos los posibles sitios que podrían ponerles en peligro dentro de la ciudad, además de puntos clave donde las Sierpes podrían tener escondites.

-¿Novedades?-preguntó Alward sin levantar la vista. Sus dedos tamborileaban sobre la mesa en una señal de impaciencia apenas controlada.

Emmanuel se dejó caer en una silla con un leve suspiro, retirándose la capucha para dejar caer su cabello oscuro sobre su rostro cubierto de polvo. Sus ojos, como siempre, eran fríos, pero ahora había algo más profundo. Una preocupación que aún no había sido verbalizada.

-Se han visto a los piratas cerca de la costa.-dijo, su tono grave y cargado de tensión. La mirada de Katrina se afiló en un instante, mientras Eiko dejó caer los papeles que tenía en las manos sobre la mesa y lo observó con preocupación.-Y no están solos, las Sierpes les están ayudando.

El aire en la sala se volvió más pesado, como si las paredes mismas se hubieran encogido. Katrina apretó los labios en una línea tensa, sin desviar la mirada de Emmanuel.

-¿Cómo?-preguntó, aunque no porque no lo creyera, sino porque necesitaba más información.

Emmanuel se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa.

- Los rumores en las calles hablan de que su influencia ha crecido tanto que ya no son solo una secta oculta. En algunas zonas de la ciudad, tienen más poder que las fuerzas de orden. La guardia está perdiendo el control de Lunargenta, y no tenemos tiempo antes de que tomen el control.

-...y ejecuten el plan de purificación.-Concluyó Alward. Ese plan consiste en salvar a los que las Sierpes consideran puros y sacrificar a aquellos que no lo son.

Eiko dejó escapar un suspiro y se pasó una mano por el rostro, visiblemente agotada.

-Yo tampoco traigo buenas noticias.-su voz sonaba débil, como si la frustración estuviera arrastrándola hacia un abismo oscuro.-No he podido encontrar la Reliquia de los Secretos. He buscado en todos los lugares que consideraba posibles, pero no hay ninguna pista clara. Mis aliados siguen buscando por su cuenta, y me avisarán si hay novedades… pero nada, de momento.

Un silencio incómodo siguió a sus palabras. La ciudad estaba al borde de la caída, y su esperanza de encontrar la reliquia que podría darles una ventaja desaparecía poco a poco. Eiko se enderezó, intentando recomponerse.

-Además-agregó.-He oído hablar de un grupo nuevo en la ciudad. Se hacen llamar "Los Buchones". Una compañía teatral ambulante. Algo en ellos no me cuadra.

La frente de Katrina se frunció de inmediato. Su cuerpo se tensó ligeramente, como si hubiera reconocido algo en esas palabras. Sus ojos buscaron los de Eiko.

-"Los Buchones"…-su voz mágica sonó como un susurro en la mente de los presentes.-El Dramaturgo.

La postura de Alward se tensó y su rostro y mirada endurecieron sus rasgos.

-Él lideró el ataque contra mi aldea natal...-comentó con voz amarga.-Uno de los responsables de la muerte de mis padres...

Emmanuel entrecerró los ojos, no entendiendo.

-¿El tipejo que hablaba todo el tiempo como si estuviera interpretando un guion?-preguntó, como si ese recuerdo hubiera sido sepultado entre tantos otros mucho más relevantes para él.-¿No es gracioso que lidere una compañía de teatro?-Esbozó un amago de risa, tirando de su característico humor negro.

-Es de los hijos de puta a los que más tengo ganas.

Katrina soltó un leve suspiro, pero no de alivio. Era un suspiro cargado de resignación.

-Es uno de los líderes de las Sierpes. Usa esa compañía teatral como fachada para una red de espías. "Los Buchones" son una tapadera. Una red que se extiende por todo el continente. Si están aquí…-hizo una pausa, sus ojos oscuros evaluando la gravedad de la situación.-Entonces tenemos a las Sierpes no solo fuera de la ciudad, sino en su corazón.

-Y, aunque Astrid esté desaparecida, también tenemos a los Adoradores de la Serpiente esparciendo sus mentiras por la ciudad.

-Y también políticos, o diplomáticos, que estén bajo las órdenes de la señora Matsushita

El silencio que siguió a sus palabras fue tan profundo como inquietante. La situación que enfrentaban no solo se tornaba sombría, sino cada vez más imposible. Lunargenta estaba asediada desde dentro y desde fuera. Las sombras acechaban en cada esquina, y ellos apenas eran un puñado de almas solitarias intentando contener una marea imparable.

Alward, sintiendo el peso de un agobio asfixiante, se puso en pie y se acercó a la ventana, su mirada perdida en las calles grises de Lunargenta. Sus hombros estaban tensos, su rostro en calma, pero sus ojos reflejaban el peso de todo lo que había visto y vivido. Alward permaneció unos instantes en silencio, su mirada fija en las calles grises de Lunargenta. Sentía el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, el temor creciente entre sus compañeros y la inminente amenaza que se cernía sobre la ciudad. Sin embargo, sabía que rendirse no era una opción. Respiró hondo y giró lentamente, enfrentando a los que estaban en la habitación.

-Sé que esto parece el final.-comenzó, su voz baja pero firme.-Sé que las sombras nos rodean, que nuestros enemigos se multiplican y que el destino de Lunargenta pende de un hilo. Pero también sé algo más.-sus ojos se encontraron con los de cada uno de sus amigos, su tono ganando intensidad. En ese momento, Gertrude entró en la casa. Traía noticias para sus amigos, pero no interrumpió a Alward.-Nosotros no somos cualquier grupo de rebeldes. No somos simples fugitivos tratando de salvar nuestras propias vidas. Somos Stellazios.

El ambiente cambió ligeramente con esas palabras, una chispa de esperanza encendiéndose en los ojos de Katrina, Eiko,  Emmanuel y la recién llegada; Gertrude.

-Somos los herederos de aquellos que nacieron de las estrellas, guardianes de la Luz, los que se levantan cuando todo parece perdido. ¡Somos los protectores del bien común, del orden y de la justicia!

Alward dio un paso adelante, su presencia creciendo mientras hablaba.

-Lunargenta es mucho más que solo una ciudad. Es el hogar de cientos de almas inocentes, personas que confían en nosotros, aunque no lo sepan. Gente que se merece algo mejor que vivir bajo la opresión de las Sierpes o el terror de los piratas. ¡Es nuestro deber protegerlos! ¡Es nuestro deber honrar la Luz y la memoria de aquellos que ya no están con nosotros!

Alward hizo una pausa, sus ojos brillando con una mezcla de tristeza y determinación al recordar a aquellos que habían caído.

-Moses y Rischer…-dijo en voz baja, el dolor evidente en su rostro, también en el de sus amigos, especialmente en Eiko y Gertrude.-Ellos dieron sus vidas por esta causa. Fueron asesinados por las mismas sombras que ahora se alzan contra nosotros. Pero no murieron en vano. No dejaremos que sus sacrificios se conviertan en meros recuerdos. ¡Lucharemos por ellos, por su memoria, y por todos aquellos que han caído bajo las manos de nuestros enemigos!

Eiko levantó la cabeza, el agotamiento cediendo ligeramente ante las palabras de Alward. Katrina, aunque aún serena, asintió con gravedad, reconociendo la verdad en lo que decía. Emmanuel, siempre el más cínico del grupo, entrecerró los ojos, pero incluso él no pudo evitar sentir cómo la llama del propósito se encendía en su interior. Gertrude miraba con cierto orgullo a Alward, ver en quién se había transformado durante todos estos años, llegando a relevar a Rischer.

Alward extendió la mano hacia la mesa, señalando el mapa de Lunargenta.

-Tenemos enemigos en cada esquina, sí. Los piratas están en nuestras costas. Las Sierpes se esconden entre nosotros. Pero no se esperan que seamos una amenaza para ellos. Con Daga Nocturna desaparecida, se creen que la ciudad estará a su antojo, pero nosotros ocuparemos ese rol de protectores de la ciudad ahora.

Sus palabras ahora eran como un martillo, golpeando con fuerza en los corazones de sus amigos.

-No permitiremos que ellos controlen nuestro destino. No permitiremos que tomen esta ciudad. ¡Porque esta ciudad es nuestra! ¡Y vamos a luchar por ella con todo lo que tenemos!

La sala, que momentos antes estaba sumida en la desesperación, ahora resonaba con una energía nueva. Incluso el fuego en la chimenea parecía arder con más fuerza. La expresión de sus compañeros había cambiado. Donde antes había preocupación y agotamiento, ahora había determinación. Había esperanza.

-Por la Luz, por Lunargenta, y por aquellos que ya no están.-concluyó Alward, su voz firme y clara.-¡Vamos a demostrarles que el fulgor de las estrellas no se extingue tan fácilmente!

Un silencio cargado de emoción siguió a sus palabras. Katrina, la primera en hablar, asintió lentamente.

-Por las estrellas.-Murmuró su voz mágica.

Eiko sonrió, más decidida que nunca.

-Por la Luz-añadió con un asentimiento.

Emmanuel, siempre el último en unirse a estos momentos de unidad, soltó una risa seca, pero con una chispa en sus ojos que no se había visto en mucho tiempo.

-Bueno, al cuerno con todo.-dijo finalmente.-Que los dioses estén pendientes de nuestro desempeño, vamos a ello.

Y con esas palabras, la resolución del grupo quedó sellada. Sabían que el camino por delante sería difícil, pero ahora estaban listos.

Gertrude entonces interrumpió el momento, llamando la atención de todos.

-Chicos...-Todos la miraron.-Esta noche se antoja movida.




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Mensaje  Sango Jue Oct 17 2024, 19:07

La luz de la tarde se filtraba por entre las ramas de unos árboles que empezaban a deshojar. Frente a él, sus ojos paseaban por entre los surcos de los grabados y por entre los restos de los tintes que en otro tiempo habían llenado de vida las imágenes allí representadas. Ahora líquenes y musgo pugnaban por ascender a lo más alto ignorando el bello trabajo, la dedicación y el tiempo que alguien, en el pasado, había dedicado a crear aquella magnífica obra que invitaba, desde luego, a la reflexión.

Una escena con barcos y hombres y mujeres armados se presentaba en la parte superior, ocupando la mitad del espacio que ofrecía la piedra. En el medio, una arboleda en la que había dos figuras observándose; al lado de esta imagen había otra en la que se veía una figura, femenina, observando el cielo mientras empuñaba un arco; abajo, una inscripción; finalmente, y sirviendo de marco a todo el conjunto, la cabeza de una serpiente abría sus fauces para morder su propia cola.

Parpadeó un par de veces y observó la inscripción mientras en su cabeza se repetían las palabras que allí estaban escritas, no porque supiera leerla, sino porque se las habían repetido hasta que él las memorizó.

"Herleba, hija de Halvdan, hizo esta escultura, en honor a Jorun, la más valiente de todas las guerreras"

Suspiró y desvió sus ojos de la piedra para posarlos en una hoja, de tonos ocres, que acababa de caer de una de las ramas. En su caída, sus movimientos impredecibles la convirtieron en un espectáculo digno de admirar, con giros, esperanzadores ascensos, como si quisiera volver a aferrarse a la rama de la que acababa de soltarse, seguida de dramáticos descensos hasta que, finalmente, se perdió entre la hierba que crecía a su alrededor.

- No conocía este lugar- Ben esbozó una pequeña sonrisa al reconocer la voz de Debacle.

El parque en el que estaban se encontraba en un rincón de la ciudad. Tres calles confluían en el mismo punto, en aquella especie de callejón del que no se podía salir de otra manera que no fuera por aquellas tres calles. Por caprichos de diseño, había quedado un espacio lo suficientemente grande como para que varios árboles pudieran crecer allí, incluso arbustos y hierba. Un par de bancos de piedra y sobre todo, la piedra grabada y pintada, le daban a aquel pequeño parque un aura mística que llenaba de tranquilidad su corazón.

Debacle se detuvo a su lado y la escuchó murmurar las palabras allí escritas. Dejó que pasara un tiempo para que contemplara las imágenes y grabados; para que en su cabeza empezaran a surgir dudas y preguntas acerca de los protagonistas de las imágenes, de los nombres que allí aparecían.

- Halvdan y Jorun son el padre y la madre de Herleba- dijo Sango tras un rato largo en silencio-. De hecho, había una piedra similar, pero en honor a Halvdan, el más valiente de todos los guerreros- una sonrisa asomó al rostro de Sango-. Estaba rota cuando recuperamos la ciudad. No sé si la rompieron los vampiros o si fue la dragona, Querostraza- alzó los hombros y los dejó caer al tiempo que suspiraba.

- Una verdadera lástima- comentó Debacle que se había adelantado un paso y buscaba algo en su bolsa.

- Una lástima, desde luego. Era un símbolo. Algo a lo que se dedicó tiempo, esfuerzo y sentimiento, destruido con un chasquido de dedos- negó con la cabeza y se movió ligeramente para rebalancear su peso sobre sus piernas-. Estamos a las puertas, una vez más, de que eso ocurra.

La mujer se giró con una ceja enarcada y mirándole con curiosidad. Portaba en sus manos cuaderno y carboncillo y parecía estar tomando notas sobre aquel lugar. Ambos se miraron durante largo rato.

- No soy indiferente a las miradas y a los insultos, al odio y al desprecio que esta gente muestra hacia la Guardia. Injustificado- alzó la mano para contener la respuesta de Debacle-, basado en mentiras y falsos hechos que poco importan ahora. Esta buena gente solo quiere vivir un día más. Y temo el día de mañana cuando, cuando los muertos de familiares, amigos y conocidos se acumulen en las calles, y los corazones de los que queden, porque venceremos, se quiebren al verse despojados de un pedazo de sus vidas.

La mujer balbuceó algo y sacudió la cabeza. Sin embargo, Ben, que clavaba sus ojos en la piedra tras la veterana, siguió hablando.

- Debacle, esta piedra...- se detuvo y pareció cambiar el curso de sus palabras-. La gente debe saberlo. No hay que luchar por la ciudad. No hay que luchar por la Guardia. Hay que luchar por lo que realmente merece la pena: padres, hijos, hermanos, amigos. Hay que luchar por aquellas personas en las que ponemos nuestro corazón, las que nos sacan una sonrisa en días oscuros, las que nos revuelven el estómago de pura emoción, las que al mirarlas, nuestro corazón late alegre- miró a la veterana-. Por ellas merece la pena luchar.

Sanna Ulferm, que había permanecido quieta y atenta a lo que él decía, despertó del sueño en el que estaba y en el que solo podía mirar al pelirrojo. Carraspeó y levantó el cuaderno y se puso a escribir.

- ¿A qué esperas?- preguntó la veterana que apartaba los ojos del cuaderno para mirarlo a los ojos-. Te escucharán.

Lo que pretendía Sango era que mujeres y hombres, refugiados de todas partes del Reino y que se agrupaban allí en Lunargenta dejaran de escuchar los discursos y las proclamas en contra de la Guardia y que profetizaban un futuro caótico lleno de miseria. Tenía que hacer entender a la gente que su destino estaba en sus propias manos. Tenía que armar mentalmente a la gente y luego insuflarles el valor necesario para ser dueños de su propia historia.

Y a él le escucharían. Era el Héroe de Aerandir.

- A que termines de escribir- respondió con una radiante sonrisa.

La veterana cerró el cuaderno con los dedos de una mano y asintió.


La luz de atardecer se filtraba por entre los edificios en aquella plaza que el pelirrojo había elegido para la ocasión. Se había encaramado a una tarima que debía haber quedado sin desmontar con motivo de alguna celebración. De hecho la misma en la que había participado él hacía un año. Los recuerdos le sacaron una tímida sonrisa que se sobrepuso a la creciente tensión por el inminente choque.

Sus ojos miraron a la gente que se agolpaba allí. Reconocía a gente que había estado con él en la batalla del Aguasclaras, que le había seguido después a Zelirica y que allí seguían con él, Debacle, Livar, Levantacuernos, entre muchos otros. Sin embargo, la mayoría de rostros, para él, eran desconocidos, no obstante todos parecían reconocerle a él o al menos lo que se decía de él. No dejaba de ser una sensación extraña.

No sabía como empezar a hablarles, como captar su atención y transmitirles todo lo que él quería con unas pocas palabras. Frente a toda aquella gente no creía que fuera capaz de hacerlo, pero no habían estado toda la tarde paseando por las calles de la ciudad haciendo un llamamiento a todos aquel que le interesara lo que el Héroe tenía que decir.

Sango se detuvo y dejó que los murmullos se fueran atenuando. Esto, al menos, me lo merezco, ¿verdad? Pero no estaba seguro de ello. Sí, él había luchado por ellos, pero podían responderle que esa fue su elección y por tanto su obligación. Cuando no fue así, o quizá... Miró al cielo.

- Hace años estuve aquí, en un escenario completamente distinto, con casas, talleres y tabernas destrozadas- bajó la mirada hacia la multitud-. Las calles estaban llenas de cadáveres, llenas de gente que lloraba por sus familiares, amigos y conocidos. Sé que algunos de los que derramaban lágrimas en aquellos días estáis aquí, estamos aquí- hizo una breve pausa y giró para mirar otra zona de la plaza-. Pero, ¿sabéis una cosa? Con el tiempo, uno sabe que hizo lo correcto, que empuñó sus armas contra el enemigo y que luchó con fiereza por recuperar nuestra tierra. Dejamos al lado nuestras diferencias, rencillas sin importancia, nimiedades y nos unimos para echar al invasor. Unimos nuestras armas para defender lo que con tanto tiempo y cariño hemos construido- se llevó un puño al pecho-. La vida de nuestros seres queridos- volvió a girar para mirar al sector de la plaza que le quedaba-. No habrá palabras ni discursos que hagan cambiar lo que ha de pasar. Nada ni nadie hará que mi brazo se detenga para defender a aquellos a los que quiero- señaló varios puntos de la multitud.

Un murmullo de excitación se alzó en cuanto su brazo dejó de señalar y el eco de sus palabras se perdió en la plaza. El pelirrojo estudió los rostros mientras giraba sobre sí mismo. Y sonrió.

- ¡Lunargenta! ¡Mis vecinos, mis amigos, mis hermanas y hermanos!- gritó haciendo callar a la plaza-. ¡Os llamo a luchar! ¡Os llamo a empuñar las armas y a que cualquier hijo de puta que se atreva a poner en peligro la vida de vuestros seres queridos lo pague con el más alto precio de todos!- con un rápido movimiento empuñó el hacha que colgaba a su lado y la alzó por encima de su cabeza-. ¡Lunargenta! ¡Dejad a un lado las gilipolleces que os cuentan falsos gurús y empuñad las armas! ¡Fortificad vuestros hogares, las calles y las plazas! ¡Empuñad las armas y sed dueños de vuestro propio destino! ¡Empuñad las armas y el día de mañana beberemos por la victoria!- los gritos fueron en aumento-. ¡Por la victoria!

Sango recogió el brazo y lo alzó con furia al cielo. Repitió el gesto mientras gritaba y giraba sobre sí mismo.

Vencerían.

**********************************

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El retorno del vampiro [Evento Sacrestic] Empty Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]

Mensaje  Níniel Thenidiel Sáb Oct 19 2024, 04:35

Lunargenta era la mayor de las ciudades de los hombres. Ninguna otra albergaba ni de cerca un número tan grande de almas, ni estas eran tan diversas como en la capital de Verisar. Hombres bestia, dragones, brujos, elfos...no había raza que no tuviera representación allí, y los motivos eran tan diversos como sus procedencias y orígenes. Tal por eso Níniel había podido acostumbrarse a ella. Sí, era cierto que aunque tenía barrios hermosos y elegantes era fría y a menudo sucia y desordenada, y que la mayor representación de la naturaleza estaba en sus artificiales jardines, lo cual era apenas un consuelo, pero en esa diversidad la joven había sentido algo que, si bien no la llevaba a su hogar, había aprendido a valorar y que para su sorpresa echaba de menos cuando estaba lejos. Era un algo...que la hacía especial, y que la llevaba, aún a pesar de que por azares de la vida había acabando siendo la señora de un castillo volador, a regresar y pasar tiempo y temporadas allí.

Por supuesto, su rincón preferido de la ciudad era aquel en el que tenía su casa. La empedrada calle del hospital de Lunargenta. Con sus jardines de hierbas medicinales, su pequeña plaza en honor a la fundadora, que logró un acuerdo con los elfos para que ayudaran con suministros y sanadores a la institución, y la posada del Rey y la Reina, el mejor establecimiento de la ciudad para pernoctar y para recuperar fuerzas tras un largo día de trabajo, un viaje o una convalecencia. Tenía habitaciones y camas limpias, comida deliciosa y bebidas sin aguar al calor de buenos fuegos. Además pocos se atrevían a armar mucho jaleo, pues el propietario, el increíblemente corpulento Beor Wood, era el campeón de lanzamiento de troncos, y cualquiera que alborotase de más corría el riesgo de convertirse en el siguiente intento de batir su récord de lanzamiento de indeseables. Un don que en fechas recientes había doblado su valor.

Con la llegada de refugiados los problemas habían ido en aumento. Simplemente no podías cobijar a un número cada vez mayor de personas en un espacio limitado por siempre, y conforme ese número aumentaba, también lo hacían las fricciones, mientras que la comprensión, el altruismo y el hermanamiento disminuían. Por no mencionar que siempre hay malnacidos dispuestos a capitalizar una crisis...

-Ye te he dicho que aquí no queremos a los de tu calaña. La guardia son gente como nosotros, nuestros propios vecinos. Por mucho que señales a unas manzanas podridas no vas a hacer que me olvide de como la mayoría están haciendo todo lo humanamente posible por la ciudad. Y ahora largo.- Espetó Beor con su potente vozarrón a un tipo que tan pronto como había llegado a la posada había comenzado a dar un discurso, claramente ensayado, sobre la guardia y su mal hacer.

-Te pedirán dinero por proteger tu negocio de los refugiados, he visto como lo hacían en...- El tipo no pudo acabar la frase antes de que el gigantón lo tomará por el cierre de la capa y lo levantara del suelo como si no fuera más que un niño.

-Sí, seguro. ¿Y cuánto oro te dan a ti para ir por ahí soltando esta perorata? Eres el tercero que ha venido esta semana diciendo exactamente lo mismo.-

-Eso es cierto.- Intervino uno e los clientes, un refugiado que se hospedaba con su familia en el segundo piso. -Hace dos noches vi a ese tipo en los muelles diciendo lo mismo. Os juro que es el mismo tipo amigos.- Los discursos contra la guardia no eran bien recibidos en aquella posada, pero aquello inició toda clase de comentarios en las mesas. Beor miró con aún mas despreció al tipo que tenía entre las manos.

-Pensaba simplemente lanzarte afuera, pero creo que informaré a la guardia de esto...Basura como tu es la que causa problemas a la ciudad, y no nuestros muchachos.- Sentenció el hombre. Los parroquianos se mostraron de acuerdo, aunque algo decepcionados. Parecía que sus apuestas sobre el próximo lanzamiento de indeseable aún tendrían que esperar.

-Desde luego...- Dijo la señora Wood suspirando. Estaba tomando nota en la mesa de Níniel cuando aquel tipejo había aparecido interrumpiendo la velada. -El tercero esta semana, pero es que la semana pasada fue igual...Por si no fuera suficiente con los ataques de...piratas ni más ni menos...- Continua la mujer. La Sra. Wood era una mujer algo baja y rolliza de cabello rojizo. Había sido la primera humana que Níniel había conocido y la ayudó mucho, como toda su familia, cuando llego por primera vez a la ciudad siendo una elfa que nunca había salido de Sandorai. Era casi como si la hubieran adoptado.

-Sí, desde luego huele a chamusquina.- Convino Níniel, aunque sin querer decir mucho más para no aumentar la preocupación de la mujer. La elfa, junto con Vincent, habían hecho sus propias averiguaciones los últimos días, y desde luego que había motivos para alarmarse.

-Si a Beor se le cansa el brazo puedo ocuparme yo del siguiente que venga a molestar.- Se ofreció Catherine con entusiasmo y una amplia sonrisa que se le contagió a la señora Wood.

-Se que siempre podemos contar contigo pequeña. Me aseguraré de que tu postre hoy sea doble.- Le respondió a la felina, que amplió aún más su sonrisa. A la pelirroja le gustaba la dueña. Aunque no podía decirse lo mismo del brujo a su lado. Ese condenado acaparador de atenciones, mimos y caricias.

-Ya sabes...no des problemas.- Le dijo a Vincent la gata, señalándole con la cuchara que tenía entre sus dedos.

-No señales Cath, es de mala educación, y más a la mesa, y más con una cuchara.- La reprendió Nín antes de pedir su cena. Cuando Vincent hubo pedido la suya, la joven prosiguió con la conversación que habían estado manteniendo. Hablaba en voz baja, aunque con el sonido habitual de una posada llena a rebosar no es que nadie fuese a escucharlos de todos modos.

-Todo a la vez y todo logrando lo mismo. Incluso los ataques y las difamaciones comenzaron a aumentar a la vez...Ocurrirá pronto. Ambas cosas.- Sentenció la joven acariciando la mano del brujo con cariño y complicidad sobre la mesa.

-Los codos fuera.- Gruñó Catherine.



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Mensaje  Vincent Calhoun Dom Oct 20 2024, 00:50

¿Qué se podría decir de Lunargenta que no se hubiera dicho ya?

La gran urbe de los humanos. La cosmopolita ciudad dónde se podía encontrar a alguien de cualquiera de las especies pensantes que habitaban el loco mundo conocido. El lugar desde el que reinaba Siegfried, el tipo que quizás debería ir pensando en formar una familia y bailar en horizontal, o vertical, aquí no juzgamos, para lograr tener un heredero, porque tenía el destino en su contra y todo parecía querer matarlo.

Y por destino ni siquiera era un elfo de pensamiento un tanto estrafalario, no, sino el hacer de los dioses. Al elfo seguro que no sobrevive ni el “Siete Vidas” de Siegfried.

Sí, aquella era la gran ciudad del sur continental. La que había visto una epidemia, una conquista, una reconquista… ¿Cómo es que aún vivía gente allí? Igual el rey no era el único con siete vidas.

En cualquier caso, estas reflexiones eran clarividentes.

Había que vender.

Exacto. Había que vender la casa y el negocio, porque en esa puta ciudad de mierda no dejaban de pasar cosas malas.

Vincent el sabio le diremos a partir de ahora.

Después de tantas guerras y asuntos peliagudos, no sólo en Lunargenta, claro, sino en todo Aerandir, tocaba la calma. Calma mis pelotas. Tras tantas situaciones negativas, ahora toca el asalto a varias aldeas costeras por parte de un grupo de piratas.

- La gente está preocupada, no faltan los que se aprovechan de la desesperación-, respondió, metiendo baza en la conversación.

En fin, los problemas no dejaban de surgir.  Eran tiempos oscuros. Por esta razón, el mercenario isleño había ideado un plan fabuloso junto a su gran amigo enano.

- Eso me recuerda. Dos por uno en armas en mi tienda. Descuentos en armaduras. Aunque sólo después de inflar sus precios al doble, quizás el triple. ¿Acaso tu vida vale menos? Sálvate, protégete…-, comentó con sorna.

Eh, qué cojones, si no vendía el negocio, de aquella ciudad empeñada en irse al carajo, al menos tocaba sacar partido. También era comerciante después de todo.

- ¿Se imaginan un mundo dónde el poder pasara de los nobles a los comerciantes? - siguió en tono sarcástico. - Siempre se puede ir a peor-, dijo antes de reír.

La desesperación vendía. No me puedo ni imaginar que haría del mundo una persona sin valores ni escrúpulos con tal de vender.

- Oh, Cath, Por qué me atacas así. Sabes que no genero problemas allá a dónde voy-, respondió con fingido dolor. - Más bien el problema soy yo-, comentó más sincero, aunque aún en tono de broma. - Aunque en realidad, más bien los problemas vienen a mí-, dijo ya del todo sincero.

Vincent se quedó pensativo durante unos instantes.

- Igual si me voy a vivir a un descampado esta ciudad deja de estar en peligro. -

El brujo volvió a pensar. Recordó que no estaba en la urbe cuando fue tomada por los vampiros tras la epidemia, porque él estaba en el norte por aquel entonces, precisamente intentando frenar aquella epidemia.

- O tal vez no-, concluyó, antes de tomar un trago, tras lo cual volvió a dejar la taza sobre el firme de la mesa.

Entonces el brujo se limpió el hocico, de hermoso galán que tenía, con un pañuelo, pidió la cena, y se dejó llevar por los mimos de Níniel, tomando su mano con la suya y entrelazando sus dedos.

- Cath, no te celes tanto. Una dama tan hermosa como tú ya encontrará hombre que la corteje-, le contestó, picarón. - O mujer, soy brujo mercenario herrero arcanista comerciante guapo de lo más abierto con los gustos de la gente-, terminó por decir, antes de inclinarse sobre el cuerpo de Níniel para dejarle un beso en el cuello, para molestar un poco.

Por molestar o porque igual esa noche follaba. Molestar, follar. ¿Por qué elegir? Ah, el amor.

El rubio esperó que la gata pusiera sus ojos sobre él antes de proseguir. Una mirada del tipo, no te mato porque eres coleguita y no le gustaría a Nín que te matase, de todos modos.

- Pero veo que Níniel te ha enseñado muchas cosas sobre protocolo. Te está transformando en toda una mujer civilizada. Estás progresando mucho-, dijo esta vez más sincero, sin bromas por medio. - Aunque igual también te están mimando demasiado con tanto jamón-, afirmó. - Por otro lado, haces tanto ejercicio que en realidad puede que necesites aún más.

Otra cosa no, pero Cath era físicamente una bestia y podía convertir a casi cualquiera que no tuviera habilidad para la magia en papilla. Ah, igual eso de mujer bestia sí que le pegaba. El caso es que un cuerpo tan formidable, en plena forma, gastaba mucha energía para mantenerlo en la mentada plenitud física.

- En cualquier caso, lo de guardia es normal. La gente suele centrarse en los garbanzos duros, y lo duros que estaban, no en que el resto estaba bien cocido. Y, después de todo, una milicia no deja de ser un atajo de mercenarios, por más pompa que se le dé-, regresó al tema de la guardia. - Y, bueno, no todos los mercenarios no son como yo, ¿no? Cuántos tienen mi porte y valores-, comentó aquello último tras soltar un fingido suspiro de resignación y en claro manifiesto de renovado humor. - Por algo tenemos la fama que tenemos. Exacto, porque todos son unos envidiosos-, dijo antes de reír. - O igual porque en muchos casos es así de simple.

Un mercenario era un soldado de fortuna, y la propia expresión te describe muy bien la motivación. No había que ser un genio para entenderlo.

- Hombre de armas es un eufemismo cojonudo, ¿no creen? Me lo auto aplicaré más-, prosiguió. - Pero, vaya, no es momento de crear presiones innecesarias. Esta ciudad necesita más cohesión que nunca. Incluso si muchos guardias sólo están ahí por la paga del rey, esta gente los necesita, los refugiados que llegan creo que son una prueba más que suficiente. El resto es aprovechamiento. Hay gente que solamente piensa en sí misma-, ya dijo del todo serio. - Todo el mundo se mueve por interés, pero tener intereses generales y más allá de uno mismo parece que está pasado de moda.

Y cuando el brujo parecía que tenía la cabeza bien amueblada, decidió volver a hacer resonar su voz.

- ¿Qué pensaban? ¿Qué solamente soy un chico guapo y hermoso? ¿Un simple experto en técnica marcial, magia, estrategia de guerra y amante formidable? -, volvió a comentar en broma.

Bueno, hay que querer a la gente como es. Eso se suele decir.


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Mensaje  Ingela Lun Oct 21 2024, 17:14

Ingela y Fëanor avanzaban por el puerto de Lunargenta con pasos pesados, el eco de su travesía aún fresco en sus cuerpos magullados y en su ánimo. Tras semanas en el mar, enfrentando tormentas y una misión que había resultado ser un completo desastre, la visión de la capital de Verisar no traía el alivio que habían esperado. El fracaso de su última misión como mercenarios los perseguía como una sombra, y el hecho de que no habían recibido el pago prometido había empeorado la situación.

-Por lo menos tenemos algo- murmuró Fëanor, ajustando el enorme saco que cargaba al hombro. Ingela, caminando a su lado, frunció el ceño mientras miraba a su alrededor.

Les había sido particularmente difícil amarrar en el muelle, los inspeccionaron a profundidad y revisaron sus identificaciones varias veces, haciéndoles perder valiosas horas de luz en ese trámite. Por lo que supieron, la ciudad estaba bajo asedio de piratas y por eso se habían intensificado los controles y fiscalizaciones a los barcos.

El contenido del saco fue lo más difícil de justificar, pero el guardia los dejó bajarlo a cambio de un par de lo que llevaban allí. Dentro de este, estaban los zapatos que habían decidido llevarse como compensación por la paga perdida. Eran parte del botín que debían custodiar, zapatos elegantes y de buen diseño, Ingela y Fëanor los econtraban bonitos y elegantes, pero para ellos, que desconocían el mundo de las grandes marcas, esos zapatos parecían un lujo extraño. No cuestionaron su valor, el cual asumieron que era alto debido a la reacción del fiscalizador y fue allí que surgió la idea de venderlos en el mercado de Lunargenta. Era la única salida razonable tras el fracaso de su misión.

Lo que no sabían era que los zapatos eran imitaciones ilegales de un diseñador famoso en la capital. Y eso, desconocido para ambos, podría traerles más problemas de los que podían anticipar.

Mientras cruzaban la entrada principal al puerto, la primera impresión que recibieron de Lunargenta no fue la de la majestuosa ciudad que conocían. Aquella tarde, la belleza arquitectónica de la capital de Verisar estaba opacada por algo mucho más urgente: el caos.

Las calles estaban abarrotadas de gente, pero no solo de los mercaderes y vendedores habituales. Familias enteras, refugiados con rostros pálidos y ojos hundidos, se agrupaban en los rincones, bajo toldos improvisados, junto a las murallas, e incluso en las puertas de las tiendas, buscando refugio y alimento.

-¿Qué ha pasado aquí?- preguntó Fëanor, deteniéndose un momento para observar el tumulto. Las carretas de la guardia pasaban por las calles, pero incluso ellas parecían tener dificultades para abrirse paso entre la multitud.

-Debe ser por el asedio pirata- respondió Ingela, su mirada recorriendo la escena, llena de incertidumbre. Evidentemente, la situación era grave, pero no alcanzaba a comprender del todo la magnitud. No imaginó que Lunargenta se vería afectada de esta manera por el azote de los saqueos en las aldeas costeras cercanas a la ciudad.

La tensión era palpable. Además de los rostros aterrados de los refugiados, las miradas de los habitantes locales no eran mucho mejores. Los soldados que patrullaban las calles recolectaban miradas cargadas de desconfianza y hostilidad. Ingela alcanzó a escuchar algunos murmullos entre la multitud: la guardia no había sido capaz de defender las tierras de los alrededores, y ahora el pueblo pagaba el precio.

Llegaron al mercado central, pero incluso allí, el bullicio habitual había cambiado. Mientras avanzaban por las abarrotadas calles, la realidad se hacía más evidente: las oportunidades en Lunargenta no eran las mismas que habían imaginado. La mayoría de los puestos vendían productos de primera necesidad, y el hambre de los refugiados parecía intensificar el caos. Aunque se movían con cautela, no pudieron evitar atraer algunas miradas curiosas hacia el saco que cargaban. Alguien notó los zapatos cuando Fëanor ajustó la carga y varios ojos los siguieron con interés. Quizás vender unos zapatos robados no sería tan sencillo, pero, por ahora, no tenían muchas más opciones. La pregunta era, ¿qué precio tendrían que pagar por su ignorancia si esos zapatos resultaban más problemáticos de lo que parecían?

-Sigamos avanzando- dijo Ingela, tirando suavemente de Fëanor. -Creo que tendremos que posponer la venta de los zapatos, mejor busquemos albergue- añadio. -Pero, ¿dónde? Todo está lleno, no debe haber posada con un rincón libre- respondió el elfo. La dragona meditó unos instantes y recordó a unas viejas amigas. -Espero que ellas me recuerden...- murmuró, tomando a Fëanor de la mano para guiarlo por las calles. El elfo asintió, aunque su expresión estaba llena de escepticismo.

Algo andaba muy mal en la ciudad. Las murallas de Lunargenta, que habían sido símbolo de seguridad y prosperidad, ahora parecían albergar una olla a presión a punto de estallar.

Ya estaba claroscuro cuando llegaron a las puertas del taller. La fachada estaba adornada con hierbas colgantes y delicadas flores que contrastaban con el bullicio y la tensión que impregnaba la ciudad. Al llegar, Ingela golpeó suavemente la puerta de madera, y apenas pasaron unos segundos antes de que esta se abriera de par en par, revelando a una mujer sonriente con cabello oscuro y rizado. Era Begonia, una de las brujas modistas.

-¡Ingela!- exclamó la bruja, con los ojos brillando de alegría. -¡Cuánto tiempo! ¡Pensé que te habías olvidado de nosotras!- Ingela sonrió, agradecida por la cálida bienvenida después de los días complicados que había vivido. -No podría olvidarme de ustedes dos, Begonia- respondió mientras abrazaba a la bruja. -Traje a un amigo, Fëanor. Es mi compañero de aventuras hace bastante-

Fëanor inclinó la cabeza con cortesía, aunque mantenía una postura un poco tensa, aún desconfiado tras la reciente agitación en las calles.

-Oh, un elfo guapo. Encantada de conocerte- dijo Begonia, guiñando un ojo con picardía mientras le ofrecía la mano.

-No le hagas caso- dijo Milenrama, apareciendo por detrás de su hermana y rodando los ojos. -Begonia siempre tiene un comentario para todo el mundo- Milenrama, más alta y serena, sonrió y les hizo señas para que entraran. -Vengan, deben estar agotados. Tienen aspecto de haber pasado por un buen lío-.

Una vez dentro, el ambiente acogedor de la casa de las hermanas los envolvió. Era un contraste absoluto con la tensión de las calles. El aire olía a hierbas frescas y a té caliente, y las paredes estaban cubiertas de telas y patrones arcanos colgados con precisión. Las pixies ayudantes revoloteaban por todos lados, llenando más aún de magia el ambiente.

-Por favor, siéntense- dijo Milenrama, mientras servía té en delicadas tazas. -Cuéntennos qué les trae por aquí-.

Ingela intercambió una mirada con Fëanor, y este dejó caer el saco sobre la mesa con un ruido sordo. -Nosotros… tuvimos un pequeño contratiempo- dijo ella, encogiéndose de hombros. -La misión fracasó, y no nos pagaron, así que decidimos llevarnos parte del botín. Son zapatos.- Desató el saco y dejó al descubierto las hileras de zapatos perfectamente alineados.

Los ojos de Begonia y Milenrama se ensancharon al ver el contenido, pero no por la razón que Ingela esperaba. Las hermanas intercambiaron una mirada cargada de significado antes de que Begonia se acercara a los zapatos y los examinara detenidamente.

-Estos…- dijo Begonia, con un tono de sorpresa. -Estos zapatos son imitaciones.-

-¿Qué?- Fëanor frunció el ceño, claramente confundido. -Parecen de buena calidad.-

-Sí, lo son- intervino Milenrama, tomando uno de los zapatos entre sus dedos y analizando las costuras. -Pero son copias. Imitaciones de una marca de diseñador muy importante aquí en Lunargenta. Si los vendieran en el mercado, les aseguramos que atraerían la atención equivocada, y rápido.-.

-¿De qué están hablando?- Ingela preguntó, incrédula. Nunca se había imaginado que un simple par de zapatos pudiera causar problemas.

Begonia se sentó junto a ellos y continuó -Los zapatos de este estilo son muy codiciados por la nobleza, pero estos son falsificaciones. No lo notarían a simple vista, pero los dueños de la marca... ellos lo sabrían, y les aseguro que no querrán que estos zapatos lleguen a las manos equivocadas. Podrían traerles más problemas de los que valen.-

Ingela y Fëanor se quedaron en silencio, digiriendo la información. Habían pensado que podrían ganar algo de dinero fácil con esa carga, pero ahora se daban cuenta de que tal vez habían cometido un error. -Lo mejor sería que se deshicieran de ellos- añadió Milenrama con seriedad.

Fëanor hizo una mueca, molesto y triste. Ahora todo cobraba sentido. ¡Por eso el fiscalizador casi se desmaya cuando los vio!

Las hermanas se miraron entre ellas, como si ya supieran lo que la otra iba a decir. Finalmente, Begonia habló -Bueno, si no quieren perder todo, podemos hacerles una oferta. Podemos comprarles los zapatos para deshacerlos y usar los materiales. A pesar de ser imitaciones, están hechos con buenos materiales. Podemos aprovechar las pieles, las suelas y los adornos.- dijo, esbozando una cálida sonrisa.

Ingela suspiró, aliviada de que hubiera una solución. -Eso suena razonable- aceptó. -¿Cuánto nos ofrecerían?- preguntó, resignada.

Milenrama sonrió. -No será mucho, pero lo suficiente para que se olviden de este asunto. Además, les daremos un lugar donde quedarse mientras deciden su próximo movimiento.- dijo.

La tensión que había estado acumulándose en los hombros de Fëanor comenzó a disiparse. -Trato hecho- dijo, estrechando la mano de Milenrama.

Mientras comenzaban a contabilizar los zapatos y discutir los detalles del acuerdo, Milenrama mencionó en tono más sombrío -No es un buen momento para hacer negocios en Lunargenta. Las costas de Verisar están siendo devastadas por los piratas de Dragut. Sus ataques son cada vez más brutales y cada día llegan más refugiados a la ciudad.- comentó con seriedad.

-La guardia está desbordada, y la ciudad apenas puede sostenerse- agregó Begonia, su tono serio. -Tienen que tener cuidado. Nadie está a salvo en estos tiempos.-

Ingela y Fëanor intercambiaron una mirada. Su fracaso en la misión y los zapatos falsos ahora parecían nimiedades comparado con lo que estaba ocurriendo más allá de las murallas de la ciudad. Lunargenta ya no era el refugio seguro que habían creído, y su próximo paso sería más incierto de lo que habían anticipado.

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Mensaje  Merié Stiffen Lun Oct 21 2024, 17:45

Vamos allá. A por otra historia que contar. Me decía a mi misma mientras caminaba por las calles, en el peor barrio de Lunargenta, Las Ratoneras. Lo suficientemente cerca del puerto para que el olor a pescado me impregnara las fosas nasales pero lo suficiente para no ver el mar entre las callejuelas. Ese día había sido el último en casa de Doña Elegilda, una viuda de un Lord que quería relatar las vivencias de su difunto marido y buscaba una cronista, había conseguido el trabajo un mes atrás, tras llegar con la compañía de teatro representando [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], hasta las afueras de Lunargenta, donde habían decidido volver a la seguridad de los bosques de Sandorai por la creciente tasa de delincuencia en territorio humano.

Despertaba todas las noches sudada y con el corazón desbocado desde Nagnu: Cabezas rodando, vísceras en las paredes. Aquellos dos elfos que me salvaron aparecían también en mis pesadillas, cubiertos de sangre, a veces descuartizados. No dormía a penas y las noches las pasaba escribiendo, adaptando mis cuentos favoritos a este nuevo escenario que era Aerandir. Escribir la vida de Lord Edewaldo era reconfortante, eran horas y horas de no pensar, simplemente mover la pluma y comer galletas, rodeada de los gatos de Doña Elegilda.

Su marido había sido un importante general de la guardia en tiempos del rey Alathos, el predecesor del actual rey, Siegfried, y había aprendido bastante de historia lunargentina con la señora. Me había llenado la bolsa lo suficiente para poder quedarme en una posada bastante decente en el centro, La posada Estrella, regentada por una licántropa albina, Freud y su pareja Bakuryu.

Pero ahora no estaba en terreno seguro. Atardecía, y la humedad de las calles me calaba los huesos. Agarraba la cinta del zurrón con ambas manos, tan fuerte que los nudillos estaban blancos. Acababa de salir de mi escriba de confianza para que encuadernara las crónicas de Lord Edewaldo y se lo llevaría personalmente a Doña Elegilda cuando estuviera listo, así que mi trabajo con ella había acabado. Estaba triste, me gustaban sus galletas y sus gatos y aquel olor me recordaba a mi abuela, a mi vida antes de llegar hasta aquí.

Agarraba con más fuerza el bolso a cada quiebre de calle, cada esquina con las calles vacías era como volver a respirar. Llevaba un pañuelo marrón tapándome el pelo rosa para no llamar demasiado la atención, así como la elección de la ropa para aquella tarea: los pantalones de tela holgados llegaban hasta el suelo, ceñidos a la cintura con un cinturón de cuero gastado, y la camisa simple de color rosa pálido únicamente decorada por unos ligeros cordones en la parte del cuello. Mi zurrón de piel marrón con flecos lo suficientemente grande para albergar la nueva libreta para las nuevas historias y un estuche con material de escritura que había comprado minutos antes en Tu escribano de confianza, sí, contra todo pronóstico, ese era el nombre.

Escribir sobre Nagnu, ese era mi nuevo propósito. Contar a la gente aquella matanza, todos los males que estaban guareciéndose en las tierras de Verisar, un grito de auxilio a las almas inocentes que se perdían día sí y día también. Quién si no iba a contar sus historias.

Ya escuchaba el gentío de las calles principales y las manos en la cinta del zurrón se relajaron, me atreví incluso a descubrirme el pelo rosa que me calló a ambos lados de la cara, ondulante.

-Niña, una moneda para una anciana. -Una mano huesuda me tomó de la muñeca sin que siquiera la hubiera visto.

Abrí los ojos como platos y llevé la mano al bolsillo, donde llevaba las tres únicas monedas que me obligaba a llevar sueltas para estos casos, mi modesto acto de caridad a una ciudad que había brillado tanto como el diamante. Se la dejé en la palma de la mano que ahora me soltaba y la mujer se llevó la moneda a la única muela que le quedaba. No discerní si el rostro indiferente de la anciana era de agradecimiento o de desilusión, por no poder insultarme si no le daba nada, cuando eché de nuevo andar a un ritmo más ligero hacia la muchedumbre.

La afluencia de gente en la calle principal me tranquilizó, aminoré la marcha y paseé tranquila deleitándome con los puestos que se aglomeraban a las orillas de las calles adoquinadas. Comprar aceite de lavanda. Me recordé a mí misma. Para las pesadillas.


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Mensaje  Raven Lun Oct 21 2024, 21:14

La tarde poco a poco comenzaría a ceder para darle paso a la noche. Pero mientras eso ocurría, el cielo se pintaba y entremezclaba colores, lo cual dejaba vistas espléndidas. Las cuales Raven aprovechaba para apreciar en la azotea de donde se encontraba. No pasó mucho tiempo cuando una figura incógnita se acercó hacia Redstone. Al verla, el brujo sonrió levemente. - Te estaba esperando. - La figura encapuchada hizo una reverencia. - Es un placer verlo, jefe.

Lo mismo digo. Supongo que hay una buena razón para la que me hayas citado. - Comentó Raven mientras volvía su vista al panorama de la bella Lunargenta. - Así es... Las cosas en la ciudad están muy tensas. Y hay ecos que resuenan. Afirmando que se aproximan problemas. - Raven se cruzó de brazos. - Eso no es nuevo para mi. Comentó sin ningún asombro el brujo. La realidad es que el no tenía la menor idea de lo que pasaba, pero al estar enfrente de quien estaba le suponía mantener una actitud fría y calculadora.

Me lo imaginaba. Eres siempre tan perceptivo. - Dijo la persona encapuchada. - Lo que no se es cómo debemos de proceder. Si hacemos un mal movimiento. La Legión de los Condenados quedaría al descubierto. - Al escuchar aquello el brujo sonrió. - No digas eso, Alpha... Sabes perfectamente lo que debes hacer. - Al escuchar aquello, la persona encapuchada miró con asombro a Raven. - Sabes perfectamente que las sombras siempre serán nuestras aliadas en esta encomienda. Por lo que deja de preocuparte y no sobrepienses las cosas.

Las palabras del brujo tranquilizaron a la mujer. - Usted siempre sabe que decir en el momento justo. - Dijo la mujer con una sonrisa. - ¿Se nos unirá esta noche en el plan? - Ante la pregunta el hombre de cabellera negra negó con la cabeza. - Dejaré que el jardín se ocupe de estas nimiedades. Yo tengo una pista más grande que perseguir. Nuestros caminos se cruzarán cuando llegue el momento. - Al escuchar eso miró con asombro a Raven. - No esperaba menos de usted... Siempre va diez pasos adelante de nosotras... De acuerdo. Les avisaré a las demás para comenzar a movernos apenas llegue la noche. - Y tras esas palabras, la mujer corrió entre las azoteas para luego bajar a los callejones. Acto siguiente, el brujo miró hacia el puerto.

Así que algo grande... Ya veremos. - Dijo el brujo con una sonrisa. - Dejemos que el telón se abra y que la obra de comienzo. - Dijo con una leve risa mientras el viento mecía su cabellera.

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Mensaje  Eberus Lun Oct 21 2024, 22:51

Apertura mental al orden. Eso buscaba la primera vez que visitó la capital unos veranos atrás. Quizá encontraría allí lo que no existía en su isla, la Tortuga, hogar de piratas y contrabandistas. Entendía que era necesario cambiar de mentalidad si quería ingresar al Hekshold para acaparar el mayor poder mágico posible. Sin embargo, en esta, su última visita a Lunargenta, lo que buscaba era aprovecharse de ella en uno de sus momentos más vulnerables.

Buscaba un poder diferente al mágico: el económico. Llenarse los bolsillos era su objetivo desde que escuchó hablar sobre la guerra que podría venirse. Su audacia y su falta de escrúpulos, cosas de las que está orgulloso a partes iguales, le llevaron primero a Sacrestic Ville. Consiguió hacer un buen uso del protector solar que le había facilitado aquel vampiro, estudiando su composición hasta poder replicarlo para venderlo clandestinamente a los vampiros que quisieran una ventaja ofensiva en los conflictos que afloraban. Más tarde se enteró de que, aquel vampiro, no era nada más ni nada menos que Dragut. Bueno, su nombre sí que lo conocía desde antes de resucitarlo accidentalmente. Lo que no conocía era todo lo concerniente a este, y todo lo que se estaba proponiendo hacer.

Ese nombre, junto con su idiosincrásica avaricia, le acabó llevando a Lunargenta. Sabía que el legendario y poderoso Dragut reconocería la cara del brujo que le trajo a la vida. Y reconocería también la ayuda que estaba aportando a su bando facilitándoles el protector solar. No se esforzaba por ocultar la sonrisa que le provocaban los rumores de taberna sobre el avistamiento de las flotas de aquel temible vampiro. Con la ciudad atestada de gente temerosa, los rumores corrían como el viento.

- Aquí llegan otra vez los teatreros. Bah, se creen que la ciudad está para pantomimas. Guardias es lo que necesitamos, diablo - afirmaba Cerro tratando de no hacerse oír más de la cuenta.

Aquella tarde, como todas desde hacía unos días, algunos de los Buchones se pasaban por La Yegua Embuchada para aclararse el gaznate tras su función. Y Cerro, el dueño de la taberna, tenía que aguantarlos por el bien de su negocio.

- ¿Por qué diablos tendrán que elegir la mía, con la de tabernas que tiene esta jodida ciudad?

- Cerro, amigo mío, mírales a la tripa de embarazada que llevan. Y mira la tripa de la yegua que pintaste en la puerta. Seguro que a estos mentecatos les pareció graciosa la similitud. En fin, las cabezas de los teatreros - comentaba Eberus con su jarra en la mano goteando cerveza.

- Si queréis, mañana os puedo invitar a ver su función con un par de hogazas rellenas de panceta... - comentó Selena con una generosidad sardónica. - Bueno, quizá no es muy buena idea - añadió cuando comenzaron a pedir lo de siempre los actores. Aquello desencadenó una serie de sonoras carcajadas entre ellos tres. Quien los escuchara, pensaría que un hombre y una mujer se estaban riendo con una tetera madura y barbuda.

Uno de los Buchones, y en realidad uno de los únicos grandullones y barrigudos, miró desde su silla a la barra con cara de pocos amigos. Se comenzó a poner en pie mientras se alisaba sus coloridos ropajes y caminó despacio hacia ellos tres. Como si estuviera presentando una actuación sobre el escenario, se dispuso a decir algo. En cambio, un sonoro eructo tapó todas las demás voces que sonaban en la taberna. - Os ofrezco con este gesto lo mismo que vosotros a esta sociedad en comparación a nosotros. Olor a cerdo y ordinarieces - con lo primero, miró a Cerro; con lo segundo, a Selena y Eberus.

El brujo y la elfa miraron a Cerro para ver su rostro solemne. No era de los que se envalentonaban con facilidad. - Os puedo ofrecer algo más si queréis. Además de la hogaza rellena hoy me han traído unas buenas patas de cerdo con las que estamos haciendo un caldo impresionante - ofreció con amabilidad. La amabilidad forzada del que vive de la gente.

- Tranquilo, Cerro, no creo que haya venido por eso. Permitidme que me ausente un momento para hablar con él. Creo que debemos resolver las cosas como caballeros, como se merecen ellos en realidad. Siento lo ocurrido, amigos - anunció Eberus con la credibilidad de un embustero nato.

El actor salió de la taberna, no sin antes lanzar una serie de improperios hacia Cerro y su local. Eberus le siguió y acarició brevemente a Morkvind antes de meterse en el callejón que daba a la parte trasera de la Yegua Embuchada.

- ¿Sí, o no?

- Sí, Orlán. La tenéis donde te dije. Ahora, el dinero. Sabes lo que puedo hacerte, si no.

El actor le ofreció con desdén e indiferencia una pesada bolsa de monedas, que sonó al chocar con su pecho como música para sus oídos.

- Bien. Mañana será la última caja hasta nuevo aviso. Te encontraremos.

Si Orlán recurría a Eberus era solo porque a alguien le interesaba la exclusividad de su producto. Y si Eberus aceptaba ese negocio era casi únicamente por una avaricia ciega. A Selena le daba mala espina todo lo que envolvía a aquel grupo y el brujo estaba de acuerdo con ella. Al mismo tiempo, sin embargo, el dinero y la promesa casi fantasiosa del acercamiento a Dragut merecían la pena correr riesgos, y creían saber cuidarse a ellos mismos en el camino.

Luego volvieron a la taberna y cada uno se sentó en su lugar. Cerro estaba ocupado preparando unos caldos y sirviendo jarras.

- ¿Cómo ha ido? - los Buchones eran sus mejores clientes. Preguntó con genuina curiosidad, y preocupada por la falta de costumbre de dejar a Eberus solo en situaciones así.

Eberus solo respondió agitando suavemente la bolsa que se había guardado en un bolsillo de la túnica. En la seriedad de su rostro se dejaba ver un pellizco de orgullo altanero mientras llamaba la atención de su ocupado proveedor de rumores para pedirle una cena de gran calidad.

- He echado en falta un poco de pelea. No quiero que se piense que me estoy ablandando - comentó el brujo para Selena en voz baja, palpándose una cicatriz reciente que le cruzaba la frente.

Al ver cómo le miraba de arriba a abajo con incredulidad, el flaco quiso explicarse. Además, era importante que Selena entendiera lo que quería decir.

- Joder, Selena, pareces idiota. Si nos peleamos habrá menos confianza entre nosotros, si cabe. Y eso es bueno para la gente de nuestra calaña. Sobre todo sabiendo el tipo de persona que es él, de los que soluciona las cosas a hostias. Menos confianza, y más respeto. ¿Lo entiendes? Marcamos las distancias.

Selena le daba vueltas a la idea en su cabeza. Al final, no era tan diferente a lo que se pensaba en una batalla. Cuanto más te mella la armadura el enemigo, más lo respetas y menos confías en salir viva de aquello si te descuidas. Creyó entender a lo que se refería su camarada. Soltó un sonido de afirmación mientras se vertía la jarra en la garganta y terminó apoyándola en la barra.
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Mensaje  Zagreus Mar Oct 22 2024, 06:08


Varias noches atrás…
Sacrestic Ville

Un cuervo negro como la noche observaba paciente encima del rostro soberbio de una gárgola de piedra tallada sobre el caño de un ducto de agua que adornaba solemne el tejado de un edificio cubierto con wisterias. El ave evaluaba a cada invitado que abandonaba lo que habría sido un tributo a la paz… o la hipocresía.

La cena había sido una completa pérdida de tiempo. El espectáculo absurdo que lograron montar los invitados había arruinado cualquier posibilidad de conseguir información sobre aquellos mensajes encriptados que tanto solicitaron mi presencia en Sacrestic. Un circo montado por payasos que prefería ignorar. La guardia había comenzado una especie de protocolo para abandonar el evento y desalojar la fiesta de wisterias.

Irritado caminaba por las callejuelas de la villa contemplando mis posibles alternativas para ubicar algún indicio que me permitiera contactar con el olvido. ¿Quién era capaz de esforzarse tanto como para invertir tales recursos en contactarme?

En ocasiones cuestionaba si mi decisión de olvidar había sido certera, pero rápidamente la ambición oscura tomaba control y con templanza me reafirmaba lo correcto de mi elección. La oscuridad se mezclaba con mi sangre en un torbellino que ansiaba poder explotar, como un volcán contenido esperando paciente para arrasar con todo.

La idea de convertirme en algo cercano a un dios mediante los pergaminos o como campeón de Hodr me generaba un deleite pleno. Una sed de poder que me llevaba a fantasear y por consiguiente, aunque poco propio de mí, a distraerme.

Una mano femenina me tomó por el brazo y tirando con fuerza me arrastró a un callejón oscuro. Mi primera reacción fue de sobresalto e intentar desenfundar mis armas para contraatacar. No obstante, al ver a la figura y detallar que su postura no era amenazante o con intención de lastimarme, preferí esperar antes de actuar.

Querido, disculpa, pero Wolfgang… - la mujer de tez oscura transmitía un semblante propio de una gran líder. Su tono era amable, pero evidenciaba una serenidad propia de aquel que pretende tener el control.

La dama estaba acompañada por una figura encapuchada a sus espaldas y sin dejar que respondiera, empezó a caminar esperando que la siguiera.

Analizaba meticulosamente cada movimiento, cada rasgo de su rostro en búsqueda de alguna pista que me permitiera recordar. Sin embargo, los recuerdos eran celosos por culpa de Hodr, los rostros se perdían y no era capaz de separar las experiencias del conocimiento que había adquirido por mi voracidad intelectual. Aquella mujer podría ser cualquiera.

La seguí con cautela mientras la mujer con autoridad continuaba su monólogo.

Siempre tan callado Zagreus. Por un momento dudé si llegarías a tiempo, ya que me han dicho que has estado por las tierras del este al otro lado del continente… - resaltaba la mujer dejando claro que conocía mis pasos. - Ya es momento de mover nuestras fichas, seguro te has percatado de la tensión que hay en la villa y obvio - la mujer se volteó para verme sin detener su caminar y con una sonrisa pronunciada comentó. - los humanos también la han notado.

Un breve silencio continuó, dejando solo el eco de sus tacones sobre los adoquines de piedra de aquel callejón que cada vez se alejaba de las antorchas de las calles principales y se ocultaba bajo la penumbra absoluta.

Lady Oneca, es aquí. - comentó la voz bajo la capucha oscura que nos acompañaba.

Cierto… sin duda son un laberinto.

El hombre presionó algunas piedras en uno de los muros que nos cercaban en aquella callejuela. Tras un instante, en la pared empedrada se abrió una puerta dando paso a las venas subterráneas de la ciudad.

Tras caminar un par de minutos más en silencio, llegamos a una sala con cajas llenas de objetos empolvados. La mujer se mantuvo de pie y me ofreció sentarme en un banco que se notaba que tendría décadas sin ser utilizado. Aquel cuarto no habría sido un punto importante de encuentro, pero era mucho más discreto y aislado, perfecto para conversar sin miedo a ser escuchados.

Oneca… su nombre había retumbado en cada rincón del oeste y ahora estaba delante de mí. Sin duda una figura intimidante y centrada, que por su cercanía evidenciaba tenerme estima. No podía dar indicio alguno de que había olvidado quién era o que había hecho yo para ganar su aprobación. No entendía qué tanta confianza me tendría o que historias habíamos compartido, sin embargo, comprendía perfectamente que debía ser cauteloso y aprovechar aquella oportunidad que se mostraba ante mí.

En unos días tendré una reunión con algunas caras conocidas. Ya es momento de actuar en Sacrestic y evitar que Amanda gane terreno, o peor aún, que los humanos se anticipen a nuestras intenciones y terminen nuestra cruzada sin siquiera empezar.  Sin embargo, no deseo que estés en esa reunión. Has hecho mucho por la causa y lo reconozco, y quizás pensarás que retirarte de Sacrestic es inapropiado, pero no podemos repetir los pasos de Vlad…

Yo me encargaré de la villa. Son cientos los vampiros que siguen nuestra causa, además que he conseguido amasar aliados poderosos. Sin embargo, necesitamos obligar a los humanos a centrar sus fuerzas en Lunargenta, donde como seguro has oído, Dragut ha avanzado con su flota.

La mujer empezó a pasear por el salón, incluso caminando por mi espalda mientras intentaba no perderla de vista.

Los Reis podemos ser un tanto… viscerales. El poder puede enviciarnos y hacernos imprudentes, impulsivos. Yo no dejaré que las emociones nublen mis decisiones. Créeme Zagreus, es algo que tengo muy en cuenta. No te imaginas lo difícil que ha sido negociar todo lo que he conseguido hasta ahora… - su voz se esforzaba en no quebrarse.

Has demostrado que eres un tipo racional, a veces me cuestiono si de verdad tienes emociones o eres capaz de sentir empatía alguna. - resaltaba la mujer recordando las decisiones tomadas en las minas con los prisioneros de guerra. Recuerdos que ahora me eran ajenos, pero entendía que tendría argumentos de sobra para decir tal afirmación sobre mí.

Necesito que vayas con Dragut y seas su consejero en Lunargenta. No permitas que la ambición le ciegue y terminemos cometiendo los mismos errores que otros vampiros antes de nosotros. Que el pecado de Vlad no sentencie esta nueva guerra, malditos linajes de sangre… a veces creo que las doce casas solo se mueven por el orgullo y no son capaces de detenerse a pensar en un objetivo en común.

Por eso, requiero que lo acompañes y ascensores en todo momento. No dudo en tus capacidades para combatir, pero ahora necesito es tu cerebro. Así que querido, te irás esta noche. Confío en ti y tranquilo, tenemos medios de transporte más rápidos que los caballos. No tienes que preocuparte por eso.

La cantidad de preguntas que tenía eran abrumadoras, quería conocer mi pasado dentro de la causa y como ella conocía tanto de mí. Solo me quedaba confiar en su orden y acompañar a Dragut en el otro frente. En el fondo una sensación amarga me invadía, como si la lucha en Sacrestic me llamara a gritos, pero entendía que mi inteligencia podría garantizar ganar terreno incluso en la capital del continente, Lunargenta (A).


[,,,]


Mar de Aerandir, a pocas leguas de la costa de la Península de Verisar.
Camarote de mando dentro del Deméter, navío de Dragut.

Esperaba paciente dentro del camarote de mando, leyendo algunos documentos de navegación y los registros de ataques y saqueos de las últimas semanas. Estaba maravillado de la efectividad de las incursiones del pirata que había conseguido botines que garantizarían mantener el armamento y municiones de la flota por meses. Además, de lograr llenar los depósitos de “ganado” para asegurar el suministro de sangre de todos.

No había podido hablar todavía con el capitán y temía que mi presencia fuese interpretada como una ofensa. Oneca podría ser la cabeza del movimiento, pero bien había recalcado que los lores de las casas de sangre resguardaban la tradición de ser sumamente orgullosos y no cooperar por causas comunes. Podrían estar vinculados como Reis, y seguramente respetaría la orden de ella, pero tenía que procurar ser aceptado por el vampiro, a fin de cuentas no sabía si él me conocía o no.

Las horas pasaban y ningún rastro de Dragut, el día avanzaba y poco a poco el sol empezaba tímidamente su descenso al horizonte. La idea de conocer a Torghoud Reis se sentía como una especie de fantasía. El sujeto era reflejado en incontables libros de historia (1) y creer que sería capaz de compartir con él propiciaba una extraña sensación. Si no fuera porque era un hecho que se le había visto liderando una flota pirata en la Península, podría pensar que se trataba de un mal chiste. Sin embargo, ahí estaba sentado, impaciente, en el famoso Deméter, el navío de uno de los piratas más temidos de Aerandir.

Con una patada la puerta se abrió de golpe, un sujeto fornido entró con un grito. El tipo mantenía una sonrisa de oreja a oreja, pero su apariencia mantiene un aura oscura, intimidante, capaz de asustar a cualquiera. Dragut se mostraba eufórico, rayando en lo maníaco, en aquel camarote de mando.

El hombre posó su mirada sobre mí y me estudió en silencio por un par de segundos mientras caminaba al centro de aquella recámara de paredes negras hechas de madera de Ullúm Fírima. Las repisas llenas de libros polvorientos, copas vacías desperdigadas por los rincones, toneles de sangre, aquel olor a agua salada y escorbuto. Sin duda ese sujeto se sentía más vivo que nunca, estaba en su hogar.

Con que tú eres el tal Zagreus. - dijo sin quitar su mueca cínica. - he oído mucho de ti. Recuperaste aquel artefacto y todo el tema de los prisioneros… ¿Es verdad que mutilaste todos sus miembros? qué desquiciado.

El hombre empezó a pasear por el camarote. Apenas se sentía el oleaje y con cada paso las tablas del suelo chirriaban. Dragut jugueteaba con un cuchillo dentado. Lo lanzaba al aire haciéndolo girar para luego tomarlo nuevamente. Aquella arma seguramente habría sesgado la vida de cientos, y ahora parecía un juguete inofensivo en las manos de aquel virtuoso guerrero.

Incluso los otros hablan bien de ti… Drol e incluso Vitto, Ja. Eres un juguete muy preciado para Oneca, aunque siendo honesto contigo… y no lo tomes personal. No creo que seas la gran cosa. Yo soy el capitán aquí. - dijo elevando la voz mientras abría los brazos intentando intimidar.

Yo en silencio no desviaba la mirada ni hacía expresión alguna.

¿Sabes, Oneca cree que me puedo dejar llevar por todo esto, pero que va a saber ella? O tú… La primera vez que mueres suele ser traumática, usualmente la gente luego no quiere repetir la experiencia y por eso no vuelve a la vida… Yo - dijo levantando su pierna y poniendo su pie sobre un banco al lado de la silla donde estaba sentado. - volví cada año, sí, puedes llamarme fantasma, pero pude acabar con cada uno de ellos. Entiéndeme ceniciento, soy un tipo con mucha tenacidad, digamos que mi terquedad es mi principal atributo. - su tono se volvió serio. - La muerte no es un obstáculo para mí, si pretendo conseguir mi estrella, créeme que la obtendré… Si quiero conquistar Lunargenta y ser yo quien se siente en el trono, lo obtendré.

El pirata se volteó y se acercó a la mesa en el centro de la habitación y dándome la espalda, casi que excusándose recalcó. - Bueno, Oneca puede quedarse con Sacrestic… a ver, todos somos equipo. No me llevo bien con los traidores… - señaló en tono tanto de arrepentimiento como de amenaza. La muerte del pirata era comúnmente utilizada para asustar a los niños de ser desleales o traicioneros.

Lord Reis, pretendo cumplir las órdenes que me indicó Oneca, déjeme cumplir mi trabajo y no me interpondré en sus planes. Solo quiero garantizar que ganemos terreno en esta cruzada, es ambicioso atacar la capital y no deseo que la ambición nos juegue en contra.- dije manteniéndome estoico, sin dejarme intimidar por el vampiro.

El pirata frunció el ceño mientras rodeaba el escritorio ornamentado en el centro. Parecía intentar desafiarme, pero no pretendía retroceder ante él. Dragut extendió un mapa polvoriento sobre la mesa, me acerqué admirando aquella cartografía antigua. Era la península rodeada de un mar lleno de dibujos de monstruos, un trabajo pintoresco con marcas de X que seguramente representaban batallas pasadas del pirata. El mapa ni siquiera tenía los rótulos de Ciudad Lagarto y otras localizaciones fundadas más recientes.

Dragut clavó el cuchillo sobre el mapa, apuñalando la posición actual de la flota. El cuchillo negro como el ébano tenía manchas rojas de sangre que con el salitre habían quedado impresas en la hoja.

Tú fuiste parte de aquellos que trajeron el protector, ¿no? Necesito conocer al sujeto que inventó tal milagro, ahora con esto podremos conquistar la capital sin que ellos sepan que les atacó… Si quieres hablar de estrategia, hablemos. - No sabia si había sido participe de aquel ungüento, pero empezaba a considerar que lo mas sensato era atribuirme todos los logros con los que me vinculaban. Asegurarme cierto "rango" era imprescindible si quería sacar provecho de la cruzada.

Dragut era maestro en la guerra naval, incluso sus batallas habían sido reseñadas en las academias de combate marítimo. Un estratega sin igual. La idea de poder compartir y discutir estos procedimientos me cautivaba; sin embargo, no seríamos los únicos que participaremos en esa reunión.

¡Roro! - gritó el capitán, haciendo que a los pocos segundos un marinero se asomara por la puerta. - convoca a nuestro aliado, ese chiquillo seguro le interesará el plan para esta noche.

El rostro de aquel marinero se oscureció ante la petición de su capitán. Y tembloroso, parafraseó la instrucción dada en forma de pregunta.

¿Acaso no entiendes? Sí, necesito que traigas a maldito Harald Teach aquí cuanto antes. Agarras la escalerilla y un par de cremas y lo buscas. Si no te subiré a la cofa, te amarraré al mástil y esperaré que el maldito sol te queme hasta que seas cenizas.

Mientras el sujeto salía a cumplir con la orden y Dragut se serenaba. Me di la vuelta para asomarme por uno de los ojos de buey. La ventana había sido trabajada por cristaleros especializados que habían combinado la arena con óxido de hierro y cenizas para garantizar que fueran oscuros, evitando que cualquier rayo de sol se colara por aquel portillo.

Al asomar sonreí, la flota era impresionante. Barcos de leyenda se situaban por el ancho de aquel mar tranquilo. Balandras, goletas, bergantines y galeones. Navíos de toda clase conformaban aquel frente naval que causaría miedo incluso al imperio más grande.

El Deméter era imponente, el más grande de todos extendiendo su sombra sobre otras embarcaciones, pero a nuestro costado, se destacaba un barco llamativo que lograba reconocer por las historias que lo acompañaban (1), el Demonio Negro se mostraba como gobernante del mar.

Y en el cielo, un cuervo de alas negras se alzaba volando en círculos.
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(A)= Hago alusión a mi talento Avanzado: Erudición - Poseo gran coeficiente intelectual, lo que me permite tener una alta capacidad analítica y estratégica para cualquier situación.

(1)= Nivel 2: Omnisciencia (Pasiva)
Gracias a su voracidad intelectual y prodigiosa memoria. Zagreus es capaz de identificar y recordar cualquier entrada teórica de información de la biblioteca de Aerandir (Historia, Herbolario, Bestiario, Rumores, etc).

Este recurso solo es válido para aquella información de dominio público (no metarol) y es exclusivamente de carácter teórico.

Comentario: He participado en varias tramas con el bando de Oneca, por lo que me gané su estima. Si bien yo la olvidé por mi trato oscuro, ella no a mi. Igual pueden revisar eso en mi lista de tareas - Cronología.

Por otro lado, introduzco a uno de los cabecillas de Las Sierpes (con permiso de Alward), si bien yo ya trabajé con ellos, al tratarse de una trama de Gnosis no espero reconocerlos post olvido de Hodr o que necesariamente ellos me reconozcan (a excepción de Astrid).

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Mensaje  Eltrant Tale Mar Oct 22 2024, 17:34

Lunargenta.

¿Cuántos años hacia que no pasaba por ahí? ¿Y por qué había decidido pasarse justo en aquel momento? Supuso que, de alguna forma, seguía sintiendo cierto afecto hacia aquella ciudad.

Era nostálgico, en cierto modo.

Algunas cosas nunca cambiaban; Los borrachos desplomados frente a la taberna que tenía justo al lado del taller, la inmensa mancha de humedad del techo… todo estaba casi como lo recordaba.

Cubierto por una capa de polvo, eso sí.

Se preguntó donde estaba Sam. El mapache había debido de marcharse hacia ya tiempo, sobre todo porque ya no había nadie que le alimentase. Probablemente se habría marchado a algún otro almacén que no perteneciese a…

Suspiró.

Se atusó la barba, casi movido por una extraña inercia superior a él, cuando el hombre de ojos cansados que vio en el espejo le devolvió la mirada. Eltrant Tale había visto mejores días, desde luego. Aunque, si era completamente sincero consigo mismo, también los había visto peores.

Tres años habían pasado, casi cuatro, y seguía cargando con aquella maldición del Oblivion. Borrado del mundo, no le quedaba nada, nadie; Lyn seguía desaparecida, y él no era más que una vaga sensación en las personas que antaño le habían conocido. Los pocos que le recordaban, por su lado, había optado por desaparecer de la faz de Aerandir.

¿Podía siquiera culparles?

Se apartó del espejo y dejó caer la bolsa de viaje a un lado, procediendo a abrirla a continuación. Todas las noches le despertaba una pesadilla, todos los días se enfrascaba en su pequeño mundo, en su forja ambulante que llevaba de aquí para allá.

Sin rumbo.

Pero, supuso, que Lunargenta siempre tiraba de él.

Pasó la mano por encima de la mesa principal del taller, apartando el polvo que se acumulaba sobre esta y colocó, una a una, metódicamente, las piezas de su equipo que portaba en la bolsa, sobre la mesa.

Podía oír gritos en la calle. Discusiones.

Los crímenes violentos aumentaban por momentos, las peleas en la ciudad se convertían en una constante con cada minuto que pasaba. La gente estaba inquieta, asustada, y no era nada nuevo.

La urbe parecía estar así desde antes siquiera de que él llegase oculto entre los refugiados de las aldeas vecinas, las que contaban con mejor acceso desde el mar. Los murmullos arrastraban noticias dantescas, rumores que el exmercenario, muy a su pesar, conocía muy bien.



“Ataque. Piratas. Saqueo”


“¡Huid por vuestras vidas!”



- Ni cinco años sin un asedio… - farfulló de mala gana. - ¿Para esto pago impuestos? Oh, Freyja. - se masajeó el entrecejo. - Cada día sueno más como un viejo. -  Continuó murmurando, al mismo tiempo que comenzaba a afilar un par de cuchillos que calzó rápidamente en una de las correas que rodearían su pecho cuando tuviese la armadura puesta.

Por primera vez en años, la forja de “La Luna Invernal” ardió de nuevo.

Un martillazo, otro más, y un tercero. Chispas surcaban el taller, la fragua clamaba calor y, como buen herrero, Eltrant se encargó de proporcionarlo.

Tenía un arsenal a su disposición, y planeaba usarlo.

Alzó a Recuerdo, la espada bastarda envuelta en sombras, y tras contemplar como esta parecía oscilar tenuemente frente a él, la envainó y la colocó sobre la mesa; A continuación, procedió a hacer lo mismo con Olvido, la gigantesca Claymore plateada rodeada de un vendaval inextinguible.

Frunció levemente el ceño y desvió su atención hacia la solitaria ventana del taller, alguien acababa de dejar escapar un grito. Otro robo, probablemente, quizás uno que había llegado a más por el bullicio.

Era consciente de que su taller estaba en la zona baja de la ciudad, pero los piratas y su ya más que probable asalto solo acrecentaban los evidentes problemas que la metrópolis ya tenía de por sí.

Ya no conocía a nadie en la ciudad y, en la actualidad, nadie le conocía a él. Pero Lunargenta seguía siendo su… hogar. De algún modo.  

Tenía sentimientos encontrados respecto a eso.

En cualquier caso, no planeaba dejar que los piratas arrasasen con toda la parte baja de la ciudad. Había sido guarda, conocía perfectamente las prioridades y los recursos con los que estos contaban.

La gente que podía oír justo fuera de su taller, o los se ocultaba bajo el falso suelo de la modesta casa de una habitación que tenía enfrente no podían contar con casi ningún guarda en aquella parte de la ciudad.

Terminado con los ajustes, justo cuando el cielo comenzaba a tornarse rojizo, el humano se dispuso a calzarse las piezas de su armadura, una a una. Cuando hubo acabado, y la coraza de color azabache cubría todo su cuerpo, abrió y cerró la mano derecha, cerciorándose de que todo estaba en su lugar, apretando varias de las correas una última vez más por precaución que necesidad.

Finalmente tomó el yelmo entre sus manos y bajó la mirada hasta él. No vio reflejo ninguno, el material de su armadura, fabricada a partir de los restos de uno de los Jinetes del Oblivion parecía absorber la misma luz que la rodeaba.

Poético… - dijo simplemente, antes de ponerselo.

La noche aparentaba que iba a ser larga, pero él estaba habituado a trasnochar.

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Mensaje  Monza Sylroc Mar Oct 22 2024, 23:23

Tenía opiniones encontradas sobre lo que estaba tratando de hacer. Por un lado era cierto que con lo que había descubierto en los últimos tiempos, había perdido la mayor parte de mi confianza en los gobiernos humanos con demasiadas demostraciones de corrupción y excesivas ganas de utilizar las tensiones entre razas para conseguir sus intereses. Pero por otra parte, se hablaba de un gran ataque contra Lunargenta, y por mucho que mi opinión sobre sus dirigentes hubieran empeorado, los habitantes de la ciudad no era culpables de eso, y no merecían tener que afrontar las consecuencias de un ataque pirata. Finalmente, el segundo argumento había tenido más peso en la balanza y había volado hacia la capital de Verisar.

A pesar de que ya esperaba una ciudad preparada contra el invasor, lo que avisté desde el cielo llegó a sorprenderme. No sabía cuanto tiempo habían tenido para prepararse para ese momento, pero al menos parecían haberlo hecho de forma bastante eficiente. Prefiriendo no ser vista como una invasora, opté por aterrizar en la lejanía y entrar en la ciudad entre los refugiados que huían de los pueblos en busca de la seguridad que ofrecían las murallas. Y es que a pesar de que ya llevaban varias batallas en Lunargenta, parecía que las gentes de la zona todavía lo consideraban un refugio, y verles entrar en ese lugar no hizo sino inflamar mis ánimos por tratar de ayudar a defender la ciudad.

Sabiendo que una vez comenzara la batalla se podía esperar que habría acción sin descanso, había pensado en aprovechar a descansar mientras pudiera, por lo que me había dejado mis escasos fondos en una habitación de una posada sencilla pero acogedora. Pero en el momento no era capaz de mantenerme quieta por la tensión y había acabado deambulando por la zona, hasta que el posadero, diciendo que estaba poniendo más nervioso al personal con las vueltas que estaba dando me ofreció que subiera al tejado a ver la ciudad y avisara si había movimiento. Y aunque sospechaba que sólo pretendía perderme de su vista un rato, la visión de la ciudad y toda la gente que bullía en su interior fue curiosamente catártico. Sin saber que quedaría cuando pasara todo, me quedé contemplando las calles de Lunargenta, confiando en que los grandes héroes de los que hablaban las leyendas hubieran llegado a ese lugar para poder salvarlo de lo que fuera que se avecinase.

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Realmente no pasa gran cosa, es un post para poner que Monza llega y poco más porque casi se me pasa el plazo, acaba esperando encima del tejado de una posada.

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Mensaje  Eilydh Miér Oct 23 2024, 01:34

La flamante y nueva Lunargenta parecía haberse llenado del bullicio contenedor que vaticinaba el inicio de una tormenta. Los habitantes de la urbe, casi acostumbrados al constante cambio y estado de peligro inminente apenas se inmutaban ante la aparición de una nueva amenaza que les presagiaba un cambio en sus rutinas.

Lejos de aquellos que justificaban sus acciones bajo el escudo de la guardia grabado en sus armaduras, el ciudadano de a pie de Lunargenta se había tenído que reinventar un sin fin de veces en los últimos años para acomodar las distintas tensiones políticas y sociales  a las que la capital había sobrevivido.

Por eso mismo y como consecuencia de la incertidumbre que solía reinar en las calles de la vieja ciudadela, el desasociego de aquellas personas cuyos recursos no les habían permitido mantenerse a flote ante las continuas consecuencias de las malas decisiones de sus dirigente, las raíces de  'nueva y flamante Lunargenta' parecían estar pudriéndose mientras aquellos en el poder seguían preocupándose de en que nueva guerra malgastar los impuestos.


Eilydh lo conocía bien. Las calles de Lunargenta habían sido más que su hogar en los últimos tres años y en ella había perdido la cordura tan solo para recuperarla hacía poco y retomar un negocio clandestino que ciertamente mantenía mucho más contento a la mayoría de la población civil que los juegos de mandos del rey.

La elfa había regresado a la ciudad hacía relativamente poco: Los rumores acerca de pérdida en su mercancía se habían convertido en algo más que murmullos en ciudad lagarto y la tranquilidad que le había otorgado su último cargas de armas se vio truncado por lo que sus contactos en la urbe definieron como un 'bloqueo estratégico' de todo aquello que entraba y salía de la ciudad.

-Están en modo  pánico, es eso- La voz de Callum se cortó un poco antes de acomodarla con un trago de cerveza tibia- Llevan meses escuchando que se estaban preparando para un ataque... y ahora todo son prisas- dijo el hombre apurando la jarra.

Eilydh agitó la suya con poco interés mientras clavaba sus ojos en las de aquel hombre. Callum Tropez lideraba la red de mercancía que ambos habían encargado en crear durante la época oscura que ella había pasado en Lunargenta.  Fuera ya de peligro, la elfa había encontrado en la ciudad lugar dulce en el que dispersar el tráfico de armas robadas con el que se abastecía Ciudad lagarto, así como la evasión a la que ella misma había estado anclada durante un tiempo.

Callum era un hombre simple:  por sus esfuerzos Eilydh le proporcionaba el 10% de sus ganancias y la poca o mucha buena o mala fama que sus servicios creasen a su alrededor. Además, ambos habían estado viviendo entre las mismas calles en una época en la que ni ella misma se reconocía. Pero Eilydh entendía sus limitaciones: Callum no era un hombre despierto. Veía los problemas venir y pocas veces actuaba para evitarlos, por los que sus viajes a Lunargenta seguían siendo múltiples, muy a su pesar.

-Pero no entiendo Callum... como de pronto has pasado de poder 'deshacerte' de al menos 15 armas a la semana y 5 tarros de evasión a... apenas 3 en 3 semanas.. La ciudadela central no parece agitada- abrió mucho los ojos mientras jugueteaba con una de sus trenzas, deshaciéndola y rehaciendola en un lenguaje de nudos que expresaba todo lo que ella no estaba diciendo- No más de lo normal, al menos.

-Pfff... vete a saber Eily.- dijo el hombre- Ya sabes que yo por la parte rica no me muevo pero... la tal daga nocturna los tiene a todos mesmerizados.

-Con más razón para que sigan comprandome evasión. Ya sabes lo bien que va con un poco de serotonina natural...- dijo de manera desinteresada intentando alejar los recuerdos de su cabeza.

-... y además está el circo... o teatro.. o lo que sea que son los buchones. De repente los padres de familia están dispuestos a gastar dinero en la entrada a un espectáculo de teatro en vez de invertirlo en espadas robadas de buena calidad... o e un descanso del quehacer diario de aquellos mocosos.

Eilydh se mordió el labio inferior. Sin duda aquellas no eran las explicaciones que esperaba encontrar acerca de su repentina pérdida de dinero, pero la expresión frustrada de su amigo parecía sincera.

-Por no hablar de los barcos...- dijo el hombre dejándose caer de manera despreocupada sobre la silla de madera frente a la que se sentaba Eilydh.

-Sí... desde que la guardia sabe que se aproximan cualquier mercancía que entra o sale de la ciudad está controlada por estrictos controles de seguridad... Ni te imaginas lo que le ha costado a la pobre Paca importar las uvas de Sandorai...Todos sabemos que no son de allí, pero bueno.. eso no les da derecho a quitarles la mayor parte de su pequeña...

-¿Qué barcos, Callum? Lunargenta es una ciudad con puerto.. no puedes ponerme de excusa un incremento en el tráfico nautico para explicar que...

El hombre posó la jarra en la mesa con desdén, dando un golpe fuerte. Su gesto molesto y amenazante.

Aquello fue suficiente para volcar la balanza de la ira de Eilydh en su contra. La elfa no esperó a la reacción siguient en su amigo. Se puso en pie, agarró el cuello de la camisa del hombre y con la otra mano, posó la hoja de Karma sobre el cuello de Callum cuya expresión cambió de molestia a incredulidad y acto seguido a miedo.

-Espera, espera, espera... te juro por los dioses que mis manos están limpias de robo contra tu persona... Ellos me libren si quiera de pensarlo- Eilydh apretó un poco más la hoja en el cuello del hombre, su gesto fruncido, sus ojos eléctricos clavados en el punto exacto donde Karma hacía presión.

-Te lo juro- la voz del hombre era ronca y casi podía escuchar el aire entrar y salir de su tráquea con dificultad- El tal.... Dragut lleva revolucionando a la guardia desde el pasado ciclo. Ahora que sus barcos están rodeando la ciudad la mercancía simplemente no es tan fácil de introdu...

-¿Dra... qué?- dijo la chica abriendo mucho los ojos incrédula.

-Dragut... tiene otro nombre más elegante... ya sabes como son la gente de dinero pero bueno... en la calle solo se habla de eso. De eso y de cuando van a pedirnos que nos alistemos de manera 'voluntaria' para una misión militar espe...

Un escalofrío recorrió la espalda de Eilydh recordando su último encuentro con aquel vampiro. Lo cercana a la muerte que había estado. Lo grácil del agarre del hombre a medida que intentaba llevarla como su 'estrella' a la oscuridad del mundo de los muertos de donde había salido.

Comprendió entonces que Callum decía la verdad y que quizás no había sido tan buena idea regresar a Lunargenta.

Guardó a Karma y soltó a Callum. El hombre se llevó la mano al cuello incrédulo y la miró con recelo mientras la elfa se apresuraba a salir de aquella estancia.

-Avísame cuando pase la tormenta- dijo- No enviaré cargamento hasta entonces- añadió.

-Quizás para entonces no me interese- dijo el hombre, dolido.

-Entonces me buscaré a alguien a quien sí- dijo, a sabiendas de que Callum no tenía otra manera de sobrevivir que la evasión que ella le proporcionaba y el dinero del tráfico de sus armas.


Ash'alá rugió al verla salir de aquella vivienda. El tigre se alzó sobre si mismo desperezándose y se acomodó mientras Eilydh lo montaba.

Caminaron durante varios minutos con la cabeza llena de pensamientos. Por supuesto ella también había oídos los rumores de guerra inmediatos. pero la vIda en ciudad lagarto era tan ajena al resto del mundo que las peleas entre razas simplemente le parecían de lo más aburrido.

Ella misma había luchado por su propia tierra a pesar de odiarla con todas sus fuerzas.Y nada bueno, excepto Ash'alá había salido de aquel derramamiento de sangre sin sentido. La ira en su cabeza la obligaba a girarse e investigar más sobre como unirse a la batalla. Karma en su cinturón la apremiaba a hacerlo sin pensar mucho. A cualquier bando, la sangre de cualquier raza era valiosa sobre su hoja y ella tenía mucha furia contenida desde que el fuego en Anar consumió los recuerdos de aquellos que apreciaba.

Pero había visto los efectos que Dragut tenía sobre su cabeza. Lo vulnerable que era justo porque su rabia la consumía y como el vampiro parecía alimentarse de aquello para obtener el capricho que el tenerla había sido. Una parte de ella lo hubiese seguido bajo el velo de la muerte. No quería arriesgar su integridad mental de nuevo.

Ash'alá cesó en su caminar y al alzar la vista, Eilydh reconoció el portón familiar de aquel taller.  Hincó sus pies en el abdomen del tigre de manera molesta. No importaba el número de veces que pasase por aquel taller, el sentimiento de vacío que inició aquella rabia solía resurgir en el momento en el que se daba de bruces con las puertas cerradas de aquel establecimiento. La soledad del paso del tiempo en aquel lugar donde antes había habido vida.La oscuridad en la antesala de la siderurgia donde habían forjado a Karma.

... Solo que bueno. Aquella vez, la estancia no estaba a oscuras.

----Off.



Posicionamiento geográfico:

Posicionamiento político:



I
Inventario :




Inventario de Ash'alá:
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El retorno del vampiro [Evento Sacrestic] Empty Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]

Mensaje  Fehu Miér Oct 23 2024, 21:48

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El retorno del vampiro


La marea estaba alta, lo que aislaba completamente de la costa la pequeña torre fortificada de Carastina. Desde su posición aventajada, los vigías allí apostados fueron los primeros en ver dibujarse en el horizonte el imponente perfil de la flota combinada de Torghoud Reis, Dragut, y Harald Teach, Demonio del Mar.

Sonaron la alarma inmediatamente y el repique de la campana no tardó en recibir respuesta desde el puerto. La guardia se puso en marcha tan pronto se oyó la señal: Así daba comienzo la evacuación del puerto. Ningún barco entraría o saldría de los muelles salvo los de la guardia, y los civiles debían ser conducidos al interior de las murallas antes de que se diera la orden de cerrar la Puerta Sur, la que daba al puerto.

Subida en la azotea de la posada, Monza sería una de las primeras en la ciudad que viera acercarse las negras embarcaciones, no mucho después de que, desde el elevado castillo, se hiciera sonar un nuevo repiqueteo de campanas. El ataque era inminente.


En las calles de la ciudad, una multitud se había acercado a escuchar a Sango el Héroe. Oyéndole hablar de unidad y esperanza, muchos corazones olvidaron el miedo y la incertidumbre de las últimas semanas y se llenaron de coraje. No estaban solos, el Héroe lucharía a su lado. ¡Echaron a los vampiros una vez y volverían a hacerlo!

Una figura encapuchada que observaba desde las sombras no se sentía tan satisfecha, a pesar de lo que daba a entender la máscara sonriente que ocultaba por completo su rostro. Había elegido esa porque, hasta aquel momento, la tarde había seguido el guión a la perfección. Estaba todo en su libreta: Shizuka y sus regalos, la función (un éxito, como siempre), el contrabandista recibe sus objetivos… Y ahora, sí, el repique de campanas. La flota se acercaba a la hora convenida.

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¿El discurso alentador? No, eso no estaba en el guión. Por eso, el Dramaturgo tomó otra de las máscaras que portaba a su cintura, la de enojo, y la colocó frente a su rostro antes de liberarse de la sonriente y fijarla al cinto con la tercera. Esas cremas protectoras habían sido un gran descubrimiento, pero nada protegía tanto del sol como no dejar una rendija de piel a la vista, después de todo.

El Dramaturgo sacó su pequeña libreta y una pluma y tachó la línea que nombraba la llegada de la flota. Ahora bien, ¿qué hacer con este nuevo brote de esperanza? ¿Dónde estaba Astrid cuando se la necesitaba? En fin, algunos de esos “Adoradores” dispersos por las calles tendrán que servir.

Unas palabritas por aquí, otras por allá, las prisas de unos por alcanzar sus armas, las de otros por ponerse a cubierto, un par de tropezones, unos cuantos insultos y… Sí, ahí estaba, la primera pelea. El Dramaturgo tachó en su libreta la línea referente a los disturbios en las calles mientras seguía caminando entre las sombras. Aquello ya se ajustaba más al guión, como también se ajustaba…

Al repique de campanas proveniente del puerto y el del castillo se unió uno nuevo desde otro punto de la ciudad. Fuego, indicaba la cadencia. El Dramaturgo sacó un botecito de tinta para mojar su pluma y tachó en su libreta la línea que decía: “Incendios en los almacenes”.


__________________

A partir de este momento, está prohibido editar el primer post del evento. El inventario que allí incluyeron será el único del que dispongan a lo largo del evento. Hay dos excepciones: Zagreus cuenta con la dosis de protector solar que prometí más arriba, además de su inventario. Y Níniel, según mis cálculos, tiene un Limitado de más, aunque puede que sea una errata, porque en el inventario de Catherine aparece una Poción de Salud x3. Eso sumaría 9 objetos Limitados entre las dos, en lugar de los 7+1 que le corresponderían. Por favor, indíca en el siguiente post qué objeto se quedaría fuera.

Si no llegaste a entrar en la primera ronda y te quedaste con las ganas, tienes una última oportunidad. Para participar en esta ronda, debes postear antes de que termine el plazo, incluyendo en un off rol el inventario con el que cuenta tu personaje. Echa un vistazo a lo que está ocurriendo abajo, con los objetivos, y elige el que aplique para tu caso.

El plazo para postear en la segunda ronda será hasta el jueves 31 de octubre (incluido). Como ya se indicó, no hay turno de posteo.

TU OBJETIVO EN ESTA RONDA:

La alarma ha empezado a sonar en el puerto y, muy poco después, sonará también desde el castillo, por lo que toda la ciudad está en alerta. Pero que nadie vaya a salir corriendo a reventar barcos, aún no están lo bastante cerca para eso. Ahora bien, si quieres ir volando, eso ya lo dejo a tu criterio.

¿Estás cerquita del puerto, Raven?
Comienza la evacuación de la zona. ¿Te parece ordenada o dramática? Cuéntame (pero que sea dramática). También deberás decidir si te quedas allí con los soldados o te encaminas a la relativa seguridad del interior de las murallas.

¿Estás en el interior?
También tendrás que decidir si te quedas allí, a resguardo, te encaminas al puerto, al encuentro de los piratas o sales por patas, rumbo a la puerta norte y el exterior de la ciudad. Eso sí, con tanta gente en la calle, te va a llevar un rato, tenlo en cuenta.

Katrina la Chivata: Cuidado con tus antiguos camaradas. Y con el sol, aún falta para que se oculte.

Sango el Héroe: La gente escucha enardecida tu discurso. Y no solo los guardias, sino que son muchos los civiles que ya se están armando para defender su ciudad con todo lo que tienen. El problema es que, con tanta gente predicando lo contrario, ya han empezado las peleas en los alrededores de la plaza y se van expandiendo como una onda en el agua. Tus partidarios están muy motivados, eso sí.

Merié la Cronista: Refugiarse en una calle principal alejadita del puerto es una muy buena idea cuando se espera un ataque de piratas. A menos que el Héroe de Aerandir esté dando un discurso motivacional por la zona. Echa un ojo a la parte de Sango para ver lo que te encuentras.

Níniel y Vincent, amantes de la sobremesa: Tengo entendido que la posada del Rey y la Reina es relativamente céntrica, por lo que la onda que le menciono a Sango no tardará en llegarles. Lo que a maese Wood le estaba pareciendo una molestia, se ha convertido en disturbios generalizados.

Ingela la vendedora de imitaciones: Tus anfitrionas parecen bien situadas. Seguro que, además de la señal de alarma, te llega el barullo de esos disturbios que empezaron con Sango. Y si no están tan bien situadas como pienso, mira el siguiente comentario.

Eltrant y Eilydh, los Melancólicos: Casualmente, esos almacenes incendiados que mencioné más arriba empiezan por ahí cerquita. Tengo entendido que una herrería puede ser un tanto inflamable, por si quieren evitar que el fuego se les acerque.

Zagreus el Temerario, Adalid de la Oscuridad: Aquí, entre tú y yo, ahora que no nos oye nadie, eso que dije en mi primer post de que ya te daría algo que hacer era un farol. Había asumido que todos los vampiros irían a darse guamazos en Sacrestic. Pero ya que has tenido los arrestos de presentarte aquí, cumpliré mi palabra y te daré algo que hacer.

¿Querías hablar de estrategia? Adelante. Tienes a los dos cabecillas de la flota contigo en el camarote y, aunque ya han sido avistados (era inevitable), aún tardarán un tiempo en encontrarse a distancia de tiro del puerto. ¿Cuánto tiempo? Esta ronda. El plan de ataque que aquí definas entrará en juego en la próxima, no añadiré ni quitaré una coma (siempre que no te me desmadres con respecto a la ambientación, evidentemente). Solo te daré tres directrices: una la tienes en las instrucciones de Eberus; otra, ten en cuenta las de Monza; la tercera es que Dragut atacará con la flota, no desde las catacumbas.

Por si hubiera alguna duda, como aviso para ti y spoiler (oh, sorpresa) para el resto, el cambio entre esta ronda y la siguiente iniciará la cuenta regresiva de esa media hora antes del ocaso, así que ten a mano la cremita.

Eberus el Contrabandista: Al menear esa bolsa de aeros que te entregó el “buchón”, te das cuenta de que algo no suena tan tintineante como debiera. Y es que hay una nota entre las monedas. Escritas como si de un guión de escena se tratase, encuentras en ella las instrucciones para presentarte en las Catacumbas, junto con un pequeño grupo de “adoradores de la serpiente”, al que se le ha encargado despejar el camino por las cloacas al grupo de asalto que llega de tapadillo, aprovechando que todos los ojos están puestos en la imponente flota combinada de Harald y Dragut. De ti depende que los atacantes cuenten o no con el apoyo que esperan en el interior de las murallas.

Monza la Oteadora: Veo que las defensas de la ciudad te han parecido eficientes, ¿por qué no me cuentas un poquito más de ellas? Yo ya he adelantado algo más arriba y puedes reclutar a otros users para la tarea. Como sugerencia, Raven está en la zona del puerto y Merié ha pasado por allí recientemente; tanto Alward como Sango y Eltrant han pertenecido a la guardia en algún momento de su historia, así que algo sabrán de sus protocolos, además, los tres participaron en la reconquista de la ciudad, junto con Níniel y Vincent, que algo recordarán también (Alward, de hecho, luchó [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]).

Para evitar los juegos de “posteo el último para que el otro no sepa”, te diré que no hay necesidad de ocultarle nada a Zagreus si te pregunta, ya que las Sierpes llevan semanas infiltradas en la ciudad y ya han contado lo que saben. Excepto… Puedes indicarme un “arma secreta” por MP (o dos, por si la primera me parece un poco demasiado). Otro límite: la defensa que pueda tener el “punto flaco” en las cloacas queda a discreción de Eberus si decide tomar su misión, ya que de lo contrario, tendría que esperarte a ti para poder postear (además, ¿dónde queda la diversión si las defensas son impenetrables?). Ah, y echa un ojo a lo que está pasando por ahí, que puede que también te afecte.
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El retorno del vampiro [Evento Sacrestic] Empty Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]

Mensaje  Eltrant Tale Jue Oct 24 2024, 00:28

El ruido de una solitaria campana se alzó sobre el bullicio del puerto de la ciudad.

Había comenzado.

Las alabanzas a Sango, el héroe, se acallaron momentáneamente, la muchedumbre cayó en el más absoluto de los silencios al anticipar lo que venía a continuación; Las demás campanas de la ciudad, al haber oído la primera, comenzaron a repicar también anunciando lo que toda la urbe llevaba temiendo ya unas semanas.

Pero la actividad volvió enseguida.

Guardas y ciudadanos, si bien eran muchos los que huían a sus casas por sus vidas no eran pocos los que habían decidido encarar la adversidad y pululaban por la zona tratando de ayudar, levantando barricadas improvisadas a toda prisa y apuntalando viviendas.

Eltrant no sabía quién era ese tal Sango, pero por lo que podía oír desde su humilde taller, este había hecho un gran trabajo dándole esperanzas a las personas de la ciudad. Sonrió para sí, Incluso a él mismo de alguna forma, solamente por el mero hecho de escuchar a los ciudadanos jalear su nombre.

- Vamos allá… - Un último ajuste a la correa que rodeaba su pecho y un largo suspiro precedió a que se levantase de la silla. Miró largo y tendido a la puerta que daba a la salida.

Siempre que acababa envuelto en aquellas situaciones, las cosas solían…

Notó como le temblaba con suavidad la mano derecha. Usando la opuesta, se sujetó dicho antebrazo y respiró hondo, pausando aquel tic involuntario, obligándose a hacerlo. Pensar de más le venía grande en aquel momento, tenía que centrarse.

Vamos allá. – repitió, más seguro de sí mismo, abriendo la puerta de su taller y saliendo al exterior.

Encontrándose con un semblante que no esperaba.

- ¿… me estas siguiendo? – fue lo único que preguntó tras varios segundos de incomodo silencio. Varios años sin cruzarse con ella y de pronto volvía a tenerla delante en apenas unas semanas, era una coincidencia demasiado curiosa. – ¿Qué haces aquí? No es un buen momento para discutir sobre quien forjó la espada en realidad. – Señaló a lo alto, a la torre más cercana que se podía entrever entre las fachadas de los edificios.

Se calló a esperar su respuesta, aunque no le prestó demasiado atención, se fijó más en la multitud de personas que se acercaban y pasaron por delante del taller a toda prisa, huyendo de algo.

O alguien.

- ¡FUEGO! – gritó uno, o al menos la única persona a la que Eltrant pudo entender - ¡LOS ALMACENES! ¡LA HARINA! – una bola de fuego se alzó sobre la ciudad de golpe, acompañada por un fuerte estruendo instantes después que hizo estallar ventanas y sacudió los cimientos de los edificios del barrio bajo. – ¡Oh, dioses! – El hombre, ahora en el suelo debido al estruendo, se levantó y continuó corriendo en la dirección en la que iba en primer lugar, esquivando la lluvia de cascotes y trozos de madera astillados que se desperdigaban por doquier.

Chasqueó la lengua y bajó de un salto el único peldaño que separaba la calle de su taller.

- ¿Estas cuidando bien la dichosa espada? – Le preguntó a la elfa, cuando se hubo recuperado de la impresión y dejaron de llover trozos de edificios, girándose hacia la gruesa columna de humo negruzco que se alzaba sobre la ciudad. – Porque vas a darle el uso para el que la forjé. – Le dijo, comenzando a andar en dirección a los almacenes. – O no. Es cosa tuya, pero estaría bien verlo. – Añadió al final, notando como le volvió a temblar el brazo derecho.

Inspiró hondo, volviendo a sujetárselo, sin detenerse.

La guerra tenía un olor particular.

Era el aroma metalizado que arrastraba el aire, el del cuero húmedo de un millar de botas tras marchar sobre el barro, el de las raciones de comida de poca calidad y, entre otras muchas cosas…

… era el del hollín y las ascuas del fuego.

Aceleró lo suficiente el ritmo hasta que llegó a la modesta calle en la que estaban aquellos almacenes. Torció el gesto y miró a su alrededor, tratando de vislumbrar algo que le ayudase con lo que tenía entre manos.

No había que ser ningún genio estratega para intuir que aquel fuego no era más que una distracción, que era un ardid para que la guardia perdiese recursos y hombres en intentar apagarlo y los Piratas asaltasen por otro lado, ahora, peor defendido.

Aquel fuego tenía, igualmente, peores implicaciones a sus ojos. Por un lado, significaba que los piratas tenían ya agentes dentro de la ciudad; probablemente se habrían infiltrado junto a los refugiados.

La cuestión era: ¿Hasta qué punto? Por lo que podía recordar del protocolo de la guardia dudaba mucho que alguien con el blasón de la ciudad en su armadura no tuviese cierta idea al respecto; Pero que con toda la vigilancia, paranoia y personal armado en la ciudad que hubiesen conseguido aquello…

¿Quiénes eran aquellos piratas?

Continuó mirando a su alrededor, algunos civiles y los pocos guardas de servicio en la zona ya se habían puesto manos a la obra y cargaban cubos de arena que arrojaban contra el fuego, creando un anillo para que las llamas no se extendiesen más allá de los almacenes y edificios colindantes, los cuales eran completamente insalvables llegados a aquel punto.

¿Qué hacía?

¿Exactamente cual era su papel en todo aquello?

¿Por qué había vuelto?

Sintió aquella apesadumbrada sensación en el pecho una vez más, le faltó aire en los pulmones y sabía que no era completamente debido al humo. Cayó de rodillas, se quitó el yelmo momentáneamente y respiró agitado.

Se le daba bien pegarle a cosas y recibir puñaladas; no tenía mucha idea de arquitectura, mucho menos de prevención de incendios.

Sí que conocía, sin embargo, que la ciudad al menos estaba dispuesta de tal forma que no iba a arder completamente en una noche. Algo acerca de que las amplias avenidas estaban hechas de esa forma para fortificarse mejor contra algún posible atacante y al mismo tiempo prevenir incendios.

Lastima que las casas del barrio bajo no lo estuviesen dispuestas de aquella forma.

Pero…

Alargó el brazo hasta el yelmo y se lo calzó de nuevo, algunos se giraron a mirar al hombre y, extrañados, continuaron con las labores que tenían entre manos.

Si no podía apagarlo por su cuenta, lo contendría hasta que alguien pudiese hacerlo.

- ¡Eilydh! – Bramó, esperando que la mujer le hubiese seguido y no se hubiese marchado. - ¡Ayúdame! ¡Cualquiera que esté aquí! ¡Por favor! – El hombre tomó varios pesados trozos de piedra, de escombros, como si no pesasen nada y los colocó en mitad de la calle, a cierta distancia de las estructuras en llamas. – ¡Levantad un muro! – Pidió a voces, volviendo a colocar más escombros en el mismo lugar, atrayendo la atención de los presentes - ¡No podemos dejar que se extienda más! ¡Rodead los almacenes! ¡Asiladlos de la barriada! – Exclamó a los presentes, más centrados en apagarlos en aquel momento que en prevenir que las llamas se propagasen. – ¡Traed más arena! No… no tienen que ser muros especialmente altos, lo suficiente como para contener el fuego -

Por ahora, se centraría en aquello.

Pero mantuvo las manos cerca de sus armas, tenía la impresión de que lo peor estaba por venir.

El fuego no era el mayor problema. El origen del mismo lo era, y no debía de estar muy lejos. Por no hablar de que a las voces que clamaban por Sango se habían unido detractores del mismo. Cada segundo que pasaba la ciudad pasaba a parecerse más y más a  un campo de batalla.

La situación empezaba a degenerar con mucha rapidez.

_________________________________________________________

Off:

Eltrant durante este turno se dedica a intentar contener el fuego y que se quede solo en los almacenes ya que no tengo recursos como para apagarlo asi como así. Grita con su vozarrón por si hay alguien cerca que pueda ayudar. (?)

Mención: Sango
Interacción: Eilydh


Última edición por Eltrant Tale el Jue Oct 24 2024, 12:00, editado 1 vez
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El retorno del vampiro [Evento Sacrestic] Empty Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]

Mensaje  Níniel Thenidiel Jue Oct 24 2024, 04:24

Beor Wood no tardó en regresar de entregar a aquel alborotador a la guardia, y lo de entregar rara vez podía ser tan literal, ya que como después contarían los guardias apostados cerca del hospital, el gigantón les llevó al sujeto como si no se tratase de nada más que de un saco de grano, y con la misma facilidad.

Todo el mundo en aquel barrio conocía a Beor y a su familia. Ser el dueño de una posada del nivel de la suya solía garantizar un puesto así, pero cuando además bien podías ser el hombre más fuerte de la ciudad y tus vecinos sabían que tu corazón estaba a la altura de tu tamaño, lo tenía todo para convertirte en eso que los humanos llamaban, "pilares de la comunidad". Y según los Wood, Níniel también se había convertido en uno, incluso a pesar de ser una elfa.

Por lo visto sus años ayudando en el hospital y regentando el Vial blanco le habían granjeado la posición. Además muchos se hacían eco de sus actos a favor de Lunargenta y sus hazañas más allá. Recordaban perfectamente su regreso de lo que era comúnmente conocida como "La crisis de Oblivion" y aún contaban historias algo vergonzosas de como "su mirada refulgía como la de los héroes de las leyendas", aunque por suerte habían dejado ya de realizar ofrendas ante la posada como muestra de agradecimiento.

Seguramente por eso, cuando las campanas de alarma sonaron, y cuando poco después fuera de la taberna comenzó a haber cierto tumulto mientras algunas personas avisaban de un ataque de barcos al puerto, las miradas de los congregados en la posada se giraron para observar al fornido humano, y también a la mesa donde conversaban Níniel, Catherine y Vincent. Y es que si a los actos de la elfa se sumaban los actos del brujo, ya que salvo en contadas ocasiones habían enfrentado esas crisis juntos, no podía decirse que en aquella mesa iban faltos de heroísmo, aunque al parecer de Catherine, sí de raciones de cerdo asado.

-Es el aviso de ataque...¿De verdad esos piratas van a atacar la ciudad?- Expresó Beor, y su voz más que de preocupación, estaba llena de incredulidad. Níniel podía entenderlo perfectamente.

Lunargenta era una ciudad enorme. Como punto central de la mayor red de comercio marítimo de Aerandir, su puerto estaba más que bien defendido, por no mencionar que contaba con una gran flota, que o bien estaría preparada para defender la ciudad, o bien estaría al menos en parte cerca, seguramente tras la pista de esa flota pirata. Realizar un ataque a un puerto defendido con una flota pisándote los talones, sonaba a suicidio. Además, ¿Cuál era la gran idea de los piratas? Lunargenta no era un pequeño pueblo costero. Disponía de un formidable castillo y de toda una red de defensas concéntricas, tanto de murallas como de calles construidas para formar estratégicos puntos de embudo donde un puñado de defensores podía frenar a los atacantes. Y también estaban los números. Una ciudad como aquella no podía caer ante un ataque directo sin un ejército enorme, e incluso así podrían llegar a tardase meses, o incluso años de cruentas luchas y férreo asedio.

-Un ataque directo está condenado al fracaso. Ni siquiera pueden esperar causar un daño significativo sin unas pérdidas abrumadoras de ese modo. Además se han dedicado a asegurarse que la ciudad esté especialmente fortificada estas semanas. La guardia es el doble o triple de lo que suele ser. O cuentan con que el descontento obre en su favor, para lo cual un ataque es contraproducente, ya que une a toda la ciudad a favor de la guardia aunque solo sea por supervivencia. O planean algún subterfugio. Lo que yo haría sería tratar de acceder a la ciudad sin ser detectada, tal vez armar al mayor número posible de descontentos fanáticos y hacerme con algún punto importante de la ciudad, alguna ruta de acceso fácilmente defendible, porque los defensores van a atacar de todos lados.- Convino Níniel pensativa.

-Entonces...¿A quién le atizamos?- Preguntó Catherine. La estrategia solía importarle un pimiento. Simplemente se limitaría a proteger a su hermana y a desgarrar y pulverizar lo que ella le señalara, o lo que lograra tocarle las narices, una de dos.

Níniel miró a Vincent. -Estamos en un punto bastante céntrico de la ciudad. Yo diría que si hacemos fuerte este lugar podremos responder a cualquier imprevisto que surja. Y gracias a Beor aquí los partidarios de la guardia son mayoría.- Expresó la elfa, señalando con la mirada a un Beor enaltecido, que arengaba a los parroquianos con una gran hacha, del tamaño de un niño, que él podía usar con una sola mano. Su mujer, que parecía más bajita de lo que realmente era al estar a su lado, enarbolaba también un cuchillo para huesos de aspecto bastante amenazante.

-¿Y ahora quién defiende nuestras murallas? ¿Los charlatanes o nosotros y nuestros chicos? Es nuestra ciudad, y digo que está claro qué debemos hacer.- En la posada desde luego parecía que si lo tenían bastante claro. Se lo hicieron saber con un grito al unísono.

-Y no estamos solos. Tenemos a los héroes con nosotros.- Dijo señalando hacia la mesa del trío, donde Níniel ya se había levantado, aunque se mantenía seria y tranquila mientras tomaba su bastón. Se hizo el silencio, seguramente esperando que alguno de los mencionados campeones diera también una arenga. En lugar de eso Níniel impartió instrucciones.

-Nos uniremos a la defensa de la ciudad por supuesto. Si alguno de vosotros se considera un soldado o un guerrero no pienso impedirle que se sume. No obstante si no tienes instrucción te recomiendo que te mantengas a salvo, que uses ese valor para ayudar a atrancar puertas y ventanas, y protejas a tus seres queridos. No contribuyas al caos yendo con un palo de arriba para abajo, solo conseguirás que te maten.- Dijo, parecía que las instrucciones claras no causaban el mismo efecto inspirador que un buen discurso, pero al menos cuando el grupo abandonó la posada, lo hizo en silencio, en orden y preparados.

Junto a Níniel estaba Beor, con una armadura de piel de animal y su gran hacha. También estaba su hijo, Leon,. Aunque joven también era fornido y llevaba una armadura, espada y escudo, ya que aunque aún novato, era aventurero. Junto a ellos había una quincena de hombres y mujeres de la ciudad. Armados de formas mas rudimentarias pero contando al menos con escudos, espadas y hachas, algunas lanzas y algunos unas ballestas o arcos sencillos. Su mejor tirador sería Aela, una cazadora que trabajaba casi en exclusiva para la familia Wood. Nunca había disparado a un hombre, pero se jactaba de poder matar a un ciervo venado de un solo disparo de su arco, y también de que una vez mató a un par de goblins.

En aquella calle empedrada, y en la plaza cercana, la situación no se había descontrolado mucho. La mayoría de residentes eran leales a la guardia y de hecho la presencia de la misma era notablemente elevada dada la importancia del hospital y su cercanía con el centro. Si había algún detractor de la guardia había decidido atrincherarse dentro de su casa por temor a los enemigos y dejar que la guardia le salvara, se había movido a otra zona o ya había recibido su escarmiento, como denotaba un tipo al que claramente habían golpeado y al que dos ciudadanos hacían caminar con un letrero en el que con una caligrafía horrorosa podía leerse "Traidor".

Algunos grupos de soldados colocaban barricadas ayudados por otros grupos de ciudadanos, otros parecían organizar a las milicias ciudadanas o les daban las armas que tenían a su alcance y les instruían de manera básica y apresurada. Cuando vieron llegar a la veintena de Wood les dieron el alto, aunque al tratarse de él no tardaron en aceptar su ayuda.

-Me alegra verte amigo, sabía que podríamos contar con el Rey y la Reina. Un momento no son...- Aquel oficial acababa de ver a Vincent y compañía y se quedó ojiplático. Les señaló con el dedo dando golpes en el hombro al soldado que tenía a su lado, que se giró y también se quedó con la boca abierta.

-Es la...y el...Centinela...- Tartamudeó.

-Sí, y el grupo de parroquianos más duro de este lado de la ciudad. Soy selectivo con lo que sirvo, y también con a quién se lo sirvo.-Se jactó el gigantón. Estaba resultando ser un líder nato. Una faceta que Níniel no conocía de él. Aunque haciendo memoria, Merci, la hija menor de los Wood, le había comentado que su padre había ahorrado el dinero para comprar la taberna sirviendo en un barco de guerra...Tal vez el hombretón había servido en la armada real.

-Ha sido inteligente fortificar esta posición soldado. ¿Qué noticias hay del resto de la ciudad?- Quiso saber la peliblanca, logrando sacar al oficial de su ensimismamiento.

-Tuvimos algunos alborotadores. Una de las sanadoras del hospital pilló a Donton, el alfarero, queriendo irrumpir en el almacén del hospital tras fingir estar enfermo. Tengo que recordar no cabrear a Martha...Ahora sí necesita cuidados médicos de verdad. Y no deja de hablar de un grupo que se llama las serpientes o algo así- Níniel asintió. Conocía muy bien a la susodicha, y efectivamente, era prudente no enfadarla. -Parece que hay disturbios mas serios en la plaza grande. He apostado guardias extra para que no se extiendan en esta dirección, y enviado tanta ayuda como he podido allí. Algunos de mis hombres y voluntarios han acabado con contusiones y cortes, gracias a los dioses no nos faltan sanadores. Parece que pronto podremos controlar la situación. Los alborotadores son minoría, aunque ha hecho falta un ataque para que muchos se den cuenta de que no somos los malos- Terminó de explicar el soldado

-Al menos no los más malos.- Comentó por lo bajo Catherine.

-No hay que bajar la guardia. Un ataque directo a la ciudad es una locura. Hay que estar preparados para algún subterfugio. El ataque al puerto es una distracción, los disturbios otra. Pero nadie se la jugaría a esas dos cartas, y menos sabiendo que la ciudad tiene mas guardias que nunca, que llevan lidiando con problemas de orden semanas y están preparados,. Además el ataque por mar no puede pillar a la ciudad por sorpresa. En mi opinión aún no están todas las cartas sobre la mesa, y me gustaría que este lugar sea un bastión preparado para desbaratar su siguiente movimiento.- Por supuesto esperaba contar con el apoyo de la guardia en ese aspecto, que su fama la precediera, pero en última instancia, ella era una elfa, y no tenía rango alguno en la guardia. Solo su historial y su veteranía en batalla.
OFF: Níniel opta por convertir el distrito del hospital en un baluarte que ayude a controlar los disturbios y aprovechar su situación céntrica.
Inventario: Catherine lleva pues una poción de sanación menos. Lleva 2 en vez de 3.
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El retorno del vampiro [Evento Sacrestic] Empty Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]

Mensaje  Merié Stiffen Jue Oct 24 2024, 13:05

Silencio, como la calma que precede a la tempestad, la ciudad se quedó en silencio los segundos necesarios para escuchar a lo lejos.

-¡Ataque pirata por el puerto!

Tormenta. En pocos segundos los puestos que miraba con dedicación, desaparecieron debajo de telas y lonas, aquellos más austeros que eran tan solo mantas en el suelo, desaparecieron como si nunca hubieran estado ahí. Quieta, evaluando la situación en mitad de un torrente de personas que huían hacia sus casas. Corre, corre, corre. Me decía mi instinto, pero nunca le había hecho demasiado caso. La adrenalina me golpeaba la punta de las orejas y se me desbocó el corazón al ignorar aquella voz en mi cuerpo. Me giré hacia el puerto, aquella gran calle daba a un parque donde se agolpaba ahora la guardia y otros valientes dispuestos a proteger la ciudad.

Alguien tiene que contar esta historia.

Fueron las únicas palabras que me dieron el coraje para mover los pies en dirección al puerto.

-¡¿Qué está pasando?! -Pregunté a un guardia que andaba a paso ligero hacia el puerto.

Se giró lo necesario para ver cómo el miedo opacaba sus ojos marrones. Negó con la cabeza un par de veces antes de perderse entre la multitud. De nuevo silencio, y una voz a la lejanía, gritos de aliento. Mis dedos se deslizaron instintivamente entre los flecos del zurrón y sacaron la libreta y la pluma. La gente vitoreaba y golpeaba en el suelo o en cualquier plataforma. Segundos después, aquellos gritos de esperanza se convirtieron en gritos de rabia.

-¡Vamos a morir! -Gritaban algunos desde las bocacalles que daban a la gran avenida antes de salir corriendo, Dios sabe dónde.

Anotaba casi con garabatos en la libreta lo que veía, lo que sentía. Unos metros más allá explotó una gran pelea ¿Habían llegado los piratas? Presas del pánico se empezaron a escuchar las primeras peleas a mi alrededor. Me volví a cubrir la cabeza con el pañuelo y retrocedí hasta las sombras de la entrada del callejón, a la seguridad de las sombras.

Qué haces aquí Meri, deberías de estar tomando sopa con Freud mientras todo esto pasa.

Me gritaba la voz de mi interior. Pero no, eso no iba a pasar, no podía dejar que toda esa gente muriese sin darles una voz, una cara.

Mis ojos se deslizaban por la escena, pegada a la pared, casi fundiéndome en las sombras de los edificios del crepúsculo de una noche que parecía no llegar nunca. Allí, al otro lado de la calle, alguien encapuchado parecía anotar también en su libreta, ¿Otro cronista? Levantó la vista lo suficiente para que pudiera intuir una máscara con el rostro desencajado, seguí su mirada hacia la humareda que se levantaba sobre la ciudad. Ya había empezado el ataque.

-¡¡Fuego, fuego en los almacenes!! -Gritaban los guardias que abandonaban las revueltas de la calle principal para correr hacia la dirección del fuego.

El sonido ensordecedor de las campanas se me clavó en los tímpanos, el sonido de la muerte. Volví a mirar hacia el otro lado de la calle, aquella figura parecía echar a andar hacia la dirección contraria a todo lo que estaba aconteciendo.

No lo sigas, no lo sigas, no lo sigas.

Pero mis pies corrieron hacia la calle donde la sombra había desaparecido, como en un impulso mucho más fuerte que el miedo. Apreté con fuerza la pluma, como si fuera el arma más filosa y peligrosa que existiese en el mundo, como el aguijón de un alacrán. Como si aquello me fuera a salvar la vida. Me deslicé en las sombras a una distancia prudencial, quizá él sabía cosas que me pudieran ayudar a contar esta historia. Directa a una muerte segura, o hacia una historia que necesitaba ser contada.

________
Como buena periodista que huele una buena historia, se dispone a seguir al Dramaturgo. Que los dioses la asistan. *Se santigua*
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El retorno del vampiro [Evento Sacrestic] Empty Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]

Mensaje  Alward Sevna Jue Oct 24 2024, 14:45

El repique de las campanas resonaba por toda la ciudad como un eco distante de lo que estaba por venir. A cada tañido, el aire se volvía más pesado, cargado de tensión y amenaza. Lunargenta, siempre caótica y efervescente, se había convertido en un hervidero de miedo y confusión. Alward se movía por las calles con determinación, flanqueado por Katrina y Emmanuel. La vampiresa iba completamente cubierta por sus ropajes, además de por guantes negros completos en sus manos, un pañuelo en la parte inferior del rostro y una capucha blanca que le tapaba la mayor parte de este. De todas formas, buscaba caminar siempre a la sombra de alguno de los edificios. Al ser una hora avanzada de la tarde, las sombras eran alargadas y ofrecían una cobertura cómoda.

Mientras la ciudad empezaba a arder en diferentes puntos, ellos tenían un propósito más claro: llegar a los Buchones. Katrina había sido clara en sus sospechas. El caos no era casual, y los Buchones, siempre discretos y letales, probablemente estaban metidos hasta el cuello en todo esto.

Las calles que recorrían eran un caos creciente. A medida que avanzaban, vieron a las gentes correr desesperadas, algunas en busca de refugio, otras gritando en busca de sus seres queridos. Grupos de ciudadanos chocaban entre sí, tropezando en su prisa. En algunos rincones, las discusiones estallaban . Pero no en todas partes el descontrol reinaba de igual manera.

Alward, Katrina y Emmanuel, tras girar por una calle lateral más estrecha, fueron dejando atrás el bullicio, adentrándose en una sección de la ciudad que parecía intencionadamente separada de los disturbios. El sonido de las campanas se amortiguaba, y el barullo del conflicto desapareció gradualmente. La atmósfera cambió.


La plazuela donde se encontraban los Buchones tenía una calma casi antinatural. Estaba completamente a la sombra. Al fondo, una posada alta y de aspecto ominoso dominaba la plaza. Tenía las ventanas oscuras y cerradas, como si rechazara la luz del día. Frente a ella se alzaba un escenario improvisado, pero hecho con una precisión inquietante, como si hubiera sido colocado para una ceremonia. Alrededor de este, una multitud permanecía hipnotizada, escuchando con reverencia las palabras de ciertas figuras sobre el escenario.

El escenario mismo era una visión extraña: tres figuras, encapuchadas con túnicas moradas, hablaban en un tono bajo, pero lo suficientemente claro como para que la multitud pareciera colgada de cada palabra. Alward no podía escuchar con claridad desde donde se encontraba, pero lo que más llamaba la atención era la escultura detrás de ellos. Una serpiente gigante de piedra, cincelada con un detalle tan realista que casi parecía moverse a la luz intermitente de las antorchas del escenario. La serpiente mostraba sus colmillos con un gesto amenazante, y frente a ella, un árbol pequeño, casi insignificante, parecía ser el objeto de su furia.

[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]

-Jörmundgander.-dijo, su voz mágica impregnada de gravedad.-La serpiente del mundo. Ella inyecta su veneno en los reinos para acabar con el caos, trayendo destrucción para devolver el equilibrio. Es...-se detuvo un segundo, como si las palabras fueran difíciles de pronunciar.-una metáfora de las Sierpes. Destruir para volver a empezar. Su manera de ver el fin de este mundo corrupto.

El significado cayó sobre Alward como un balde de agua helada. Esa imagen no era solo una pieza decorativa; era un mensaje, un credo que las Sierpes promulgaban con fervor. La multitud, absorta en la ceremonia, escuchaba con una devoción que perturbaba profundamente. No había gritos ni empujones, no había miedo ni prisa, como si todo en esta pequeña plaza estuviera detenido, ajeno al caos que consumía el resto de la ciudad.

Emmanuel observaba en silencio, siempre más inclinado a analizar antes de actuar, sus ojos vagando por los detalles. Parecía particularmente concentrado en las figuras encapuchadas, como si buscara algo más allá de las túnicas moradas que las envolvían. Alward, mientras tanto, sentía cómo su piel se erizaba. Algo no estaba bien. El silencio y la calma de esa plaza era un velo, una ilusión bajo la que se cocía algo mucho más oscuro.

-Adoradores de la serpiente.-Dijo haciendo referencia a las figuras de túnicas moradas sobre el escenario.-Y el resto, son sus fieles.

De pronto, La multitud de fieles pareció estremecerse levemente, como si una corriente invisible los hubiera recorrido al unísono. Desde el fondo del escenario, una figura encapuchada, enigmática y colorida, emergió entre las sombras como si hubiese estado esperando el momento perfecto para hacer su entrada.

El Dramaturgo había llegado.

Su presencia, aunque no imponente en términos físicos, poseía un aura que irradiaba poder. Bajo la capucha, una máscara de enojo cubría su rostro, sus rasgos exageradamente tallados en una expresión de furia contenida. A su cintura colgaban dos máscaras más: una que lloraba y otra que sonreía, símbolo de los múltiples rostros que era capaz de adoptar según el guion de su teatro de la vida. Las ropas que vestía eran tan ostentosas como macabras, un conjunto de tonos azulgrana y verde, con detalles en metal que resplandecían tenuemente bajo las luces oscilantes de las antorchas. Cada paso que daba era medido, teatral, como si el escenario fuera suyo y la multitud que tenía enfrente no fuera más que el público ansioso por escuchar la próxima línea de su obra maestra.

Se colocó en el centro del escenario, a un lado de la gran serpiente y el diminuto árbol de piedra, y levantó los brazos en un gesto amplio y exagerado. Las figuras de las túnica moradas se retiraron a la parte posterior del escenario, sin bajarse de él. La multitud enmudeció de inmediato, todos los ojos fijos en él. Por un momento, la quietud fue total. Incluso Alward, Katrina y Emmanuel, ocultos entre la multitud, se vieron arrastrados por la magnética presencia del hombre enmascarado.

El Dramaturgo dejó que el silencio se prolongara un segundo más antes de hablar. Su voz era profunda, resonante, impregnada de una cadencia que sugería años de experiencia sobre las tablas. Era una voz que demandaba atención.

-¡Queridos espectadores!-exclamó, con un tono que rozaba la histeria, pero que, al mismo tiempo, poseía una seriedad innegable.-¡Hoy es el día que tanto hemos esperado!-El eco de sus palabras rebotó contra las paredes de la posada y se desparramó por la plaza como un viento oscuro.-Hoy, Lunargenta verá la verdad, ¡Y la verdad arderá con el fuego purificador de la Serpiente! ¡Hoy se hará realidad la historia que con tanto ahínco hemos interpretado los Buchones sobre estas tablas! ¡Mil gracias a todos aquellos que nos han acompañado en todas y cada una de las interpretaciones! Y a aquellos a los que nuestra historia cautivó, sin ustedes, señores, señoras, no seríamos nada.-Hizo una exagerada reverencia.

La multitud se agitó; algunos asintiendo al unísono, otros deshaciéndose en aplausos, vítores, y toda fanfarria que hiciese ver que aclamaban con fervor todo lo que tanto los Buchones como los Adoradores les habían mostrado en los últimos meses. Estaban hechizados por su presencia, atrapados en el ritmo hipnótico de sus palabras. El Dramaturgo comenzó a caminar por el escenario, sus brazos aún extendidos como si estuviera acogiendo a su audiencia bajo su manto de promesas.

-Durante demasiado tiempo...-continuó.-esta ciudad ha estado encadenada, ¡atada a las garras del caos y la corrupción!-su voz bajó repentinamente, volviéndose suave y aterciopelada.-Pero no es un caos cualquiera, no...-Hizo una pausa dramática, dejando que sus palabras colgaran en el aire.-Es un caos podrido, desorganizado. Un caos que destruye sin propósito, que corrompe sin ofrecer nada a cambio. ¡Y nosotros, los fieles de la Serpiente, hemos sido testigos de ese fracaso!

El Dramaturgo giró sobre sus talones, enfrentando de nuevo a la multitud, pero esta vez sus palabras fueron un susurro que solo aquellos cercanos al escenario podían escuchar.

-El caos debe ser controlado. Solo el caos dirigido puede traer el verdadero orden.-se enderezó, volviendo a elevar la voz.-¡Y hoy, en Lunargenta, ese caos se desatará para purgar a los impuros! Los infieles serán barridos como la marea arrastra los escombros, pero aquellos que creen...-extendió una mano hacia la multitud.-aquellos que abrazan el orden de la Serpiente, ¡serán los que renacerán!

Alward intercambió una mirada rápida con Katrina y Emmanuel. El mensaje era claro. El Dramaturgo no solo estaba preparando a los fieles para el caos venidero, sino que también les estaba dando instrucciones, llamándolos a convertirse en los instrumentos de esa destrucción. Katrina frunció el ceño, su mirada fija en la figura que se paseaba por el escenario como si todo el lugar fuera su obra privada.

-Es un fanático.-murmuró Katrina en las mentes de Alward y Emmanuel, con voz cargada de desprecio.

Alward no pudo evitar asentir.

La multitud estalló en vítores. Algunos alzaron los puños, otros se arrodillaron en fervorosa plegaria. El fanatismo en los ojos de los presentes era palpable, una marea creciente que estaba a punto de desbordarse. El Dramaturgo sonrió tras su máscara de enojo, aunque nadie podía verlo. Su obra estaba avanzando tal y como lo había planeado. Para celebrarlo, se giró de espaldas al público y rápidamente cambió su máscara por la sonriente que estaba en su cinto, para luego darse la vuelta y mostrarles a todos su alegría.


-Cuando los piratas asalten esta ciudad -prosiguió-, cuando los barcos de Dragut y sus aliados golpeen sus murallas, será vuestro momento, ¡nuestro momento!-Apuntó a la multitud con un dedo teatralmente extendido.-Vosotros seréis los heraldos del nuevo orden. Luchad contra los disidentes. Marchad contra los infieles. Y cuando llegue el momento, cuando la ciudad esté en ruinas y los falsos líderes hayan sido derrocados, ¡vosotros seréis llamados a ascender con la Serpiente!

Los vítores seguían, las alabanzas eran fervorosas, el Dramaturgo era aclamado como un líder. De pronto, hizo un gesto con una mano para que todos callaran, y un silencio reverente se apoderó de la plaza mientras el Dramaturgo bajaba los brazos lentamente, su actuación llegando a su clímax.

Alward se inclinó hacia Katrina y Emmanuel, su voz apenas un murmullo.

-No podemos dejar que esto continúe.-dijo con una gravedad que no necesitaba ser enfatizada.

Alward observaba la escena con el corazón latiendo cada vez más rápido. El Dramaturgo seguía hablando, moviéndose por el escenario con esa teatralidad que lo caracterizaba, pero algo en su interior comenzaba a hervir. La vista de tantos ciudadanos de Lunargenta, manipulados, engañados para ser peones de un juego más grande, avivó una llama en su pecho que no podía apagar.

Entonces, sin previo aviso, sus pies se movieron por su cuenta. Dio un paso hacia adelante.

-¿Qué haces?-preguntó Emmanuel, sujetándolo del brazo con fuerza.

-Voy a subir ahí.

Emmanuel apretó más su agarre, incrédulo.

-¡¿Estás loco?!-gruñó.-¡No sobrevivirás si te descubren!

Con un gesto rápido, Alward se zafó del agarre, empujando a Emmanuel a un lado. Su amigo soltó una maldición, pero no pudo detenerlo mientras Alward se escabullía entre la multitud de fieles que vitoreaban. La plaza estaba tan abarrotada que Katrina apenas lo pudo ver desaparecer entre los cuerpos.

-¡Alward, no!-gritó, pero su voz se perdió en el bullicio. Por un momento, el miedo la invadió. Intentó calmar su mente y, con un esfuerzo desesperado, proyectar sus emociones hacia Alward, buscando transmitirle una sensación de calma, de desapego. Buscaba reducir esa ira, esa necesidad de actuar impulsivamente. Sin embargo, la multitud era demasiada, demasiadas emociones, demasiadas mentes perturbadas a su alrededor. No podía concentrarse, y Alward se desvanecía de su alcance como un fantasma.

"Maldita sea", pensó Katrina, con el corazón acelerado, sintiéndose impotente.

De pronto, Alward emergió al pie del escenario. Subió la escaleras de forma contundente y silente, sin apartar la vista del Dramaturgo, quien le devolvió la mirada, sin saber muy bien a qué se debía aquello. Finalmente, una vez arriba, se situó a la vista de todos.

Había un silencio sepulcral. Nadie sabía quién era ese misterioso individuo encapuchado que se había atrevido a interrumpir el acto sagrado del Dramaturgo.

El Dramaturgo, sin embargo, mantuvo la compostura. Aunque la sorpresa inicial fue evidente bajo su máscara, su carácter teatral prevaleció. En lugar de mostrar alarma, adoptó una postura relajada, como si hubiese previsto la aparición de Alward desde el principio.

-Bueno, bueno...-dijo el Dramaturgo, con voz melosa-Parece que tenemos a alguien nuevo entre nosotros.-sus palabras resonaban con sorna, mientras extendía un brazo hacia Alward.-Dime, extraño... ¿Quién eres?

Alward permaneció en silencio, sus ojos fijos en el Dramaturgo tras la máscara. El silencio incómodo se alargó. El público, confuso y expectante, miraba la escena con la respiración contenida.

El Dramaturgo inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera evaluando la situación, antes de soltar una carcajada baja y teatral.

-¡Ah, claro! No hablas porque no necesitas hacerlo.-dio un paso hacia atrás y levantó ambos brazos al cielo, haciendo girar el espectáculo de nuevo hacia la multitud.-Yo sé quién eres...-dijo, señalando a Alward con un dedo acusador, mientras la multitud lo observaba con creciente curiosidad.-¡Eres Daga Nocturna!-exclamó, elevando la voz dramáticamente.-El infame saboteador, el criminal que se esconde en las sombras de Lunargenta, el enemigo de todo orden y pureza. ¡Pero no temáis!-continuó, mirando al público.-Yo, el héroe de la Serpiente, estoy aquí para erradicar esta plaga, para traer el orden en medio del caos. ¡Os libraré de él, de la corrupción que él representa!

La multitud empezó a murmurar, algunos en duda, otros comenzaban a vitorear. El Dramaturgo había manipulado la narrativa a su favor, convirtiendo a Alward en el villano de la obra, esperando que este jugara su papel. Pero Alward no estaba dispuesto a seguir su guion.

Con un paso firme hacia adelante, Alward se plantó frente al Dramaturgo. Su voz, cuando habló, fue clara y resonante, un contraste absoluto con la teatralidad vacía de su oponente.

-No soy la Daga Nocturna.-dijo, y su voz rompió el silencio como el trueno.-Tampoco soy un villano, ni una sombra en las tinieblas. Soy la luz que vendrá a iluminar vuestras mentiras. Soy la verdad que desnudará el engaño que habéis creado.-su mirada desafiante, su postura firme.

El silencio que siguió fue sepulcral. La multitud, momentáneamente, quedó paralizada. Incluso aquellos que se habían sentido inclinados a vitorear al Dramaturgo se detuvieron, sus mentes asaltadas por la fuerza y el peso de las palabras de Alward. No solo había rechazado el papel que le querían imponer, sino que se había autoproclamado como el verdadero héroe, una figura que desafiaba el destino que las Sierpes habían trazado para Lunargenta.

El Dramaturgo, con su máscara fija en un semblante de alegría, hizo un esfuerzo por mantener la compostura, pero una leve tensión en su postura delataba que no había anticipado esta respuesta. Alward había cambiado el guion, y la multitud empezaba a dudar, un susurro creciente que atravesaba la plaza como un viento inquieto.

________________________________________________________________
OFF;

Digamos que soy una "continuación" del post de Merie.

Confronto directamente a los Buchones.

Espero que la forma en la que Katrina se protege del sol sea suficiente, gran Fehu.
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El retorno del vampiro [Evento Sacrestic] Empty Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]

Mensaje  Sango Vie Oct 25 2024, 00:02

Las campanas interrumpieron sus gritos de aliento a la multitud que ya se había abalanzado contra aquellos que cuestionaban incluso al Héroe de Aerandir. Sus palabras habían encendido a una gente que tan sólo necesitaban escuchar unas palabras que removieran en su interior el instinto de proteger, por encima de todo, a la familia.

Algo se removió en su interior. Se preguntó por sus padres, quienes, sin duda, estarían bien. Pero se preguntaba con más insistencia por la morena, a la que no habían visto en la ciudad desde su marcha. Se habían tomado en serio, se dijo, lo de desaparecer. No quería acordarse de aquello pero era necesario, pensó, para mantener algo de juicio en la cabeza y dejar su lado irracional de lado. Sacudió la cabeza y miró a su alrededor. ¿Cuántos habrían de caer esa noche? Sólo los Dioses lo sabían.

- ¡Sango!- Debacle lo llamó desde el pie de la escalera a la que se subía a la tarima-. ¡Hay peleas!- le gritó casi a modo de reproche.

Ben la miró en silencio. Las filas más próximas al escenario aún alzaban brazos y puños hacia él pero poco a poco el caos iba desplazándose hacia él como una ola que terminaría rompiendo en el acantilado en el que él estaba asomado. Dirigió entonces su vista hacia el sur, hacia el mar, al tiempo que el ambiente se cargaba con un olor terrible y a la vez familiar.

Alzó la mirada y vio un cuervo dando vueltas sobre la plaza. Kuro. El cuervo que le seguía desde Aguasclaras, el pariente de Hugin y Munin, los cuervos de Odín. Sin embargo un fino velo oscuro empañaba la visión del cielo sobre Lunargenta. Fuego. Campanas. Caos. Es inminente.

Su respiración se hizo más profunda. Sus músculos se relajaron dejando que el peso de la ropa, la armadura y de sus armas encontrara su asiento en el cuerpo de Sango. Un cuerpo forjado en decenas de batallas y que estaba a punto de recibir otro golpe de martillo. ¿Dónde estaría el Héroe en tiempos tan oscuros? ¿Le habrían concedido los Dioses la gracia para sobrevivir un día más, una noche más? ¿Tendría la fuerza suficiente para volver a ser Ben después de que su nombre se hiciera tan grande que llegaba hasta casi consumirlo? Se removió intranquilo. Era su lucha interna. Ben, el muchacho de Cedralada que buscaba un futuro tranquilo; y por el otro lado Sango, el brazo ejecutor de los Dioses, el que no conocía otra vida que no fuera la de las armas y el que grita cada vez que Ben se atreve a asomar.

Alzó la cabeza y sonrió al cielo. No. Esa noche era de Sango. Era del Héroe. Y el Héroe estaría en primera línea.

Desde el sur, la gente huía. Subían a la ciudad y buscaban refugio. Y hacían bien. El puerto sería el lugar por el que desembarcarían, sería donde el grueso de las fuerzas invasoras intentarían buscar un lugar seguro, una cabeza de playa en la que establecer su puesto de mando. Pero no esa noche. No en su ciudad. No en Lunargenta.

Sus pasos le llevaron al suelo de la plaza y a su alrededor aparecieron rostros familiares, amigos, gente a la que consideraba parte de su familia. Otros rostros se sumaron al improvisado corro que había a su alrededor. Su expresión era tranquila, relajada. Del que sabe cuál es el papel que debe empeñar en un determinado momento de la historia. Del que sabía que su destino ya estaba sellado de antemano y él solo se limitaba a cumplir lo que este tenía para él y que no era otra cosa que servir a los Dioses y a las causas nobles y justas que se atrevieran a poner en peligro la convivencia y los lazos de la comunidad.

- Mis amigos- sus ojos saltaron entre Debacle, Livar, Levantacuernos, Estaquitas y otros muchos-, mis hermanos- apuntó-. Nuestro hogar está en peligro. Nuestras familias y amigos. Este no es lugar ni el momento, para verlos caer bajo el acero enemigo- guardó el hacha en el cinto-. Primera línea. Al puerto.

El pelirrojo echó a andar, abriéndose paso entre la multitud que miraba desconcertada el avance de un pequeño grupo que, poco a poco fue arrastrando a más y más gente en su lento avance. Las palabras de Sango se esparcían como un fuego salvaje, saltando de unos a otros y oponiéndose a la ingente marea que subía a la ciudad.

Tardaron en salir de la plaza y en las calles aledañas a la plaza el ritmo era aún peor. Debacle y otros miembros de su grupo más cercano trataron de imponer dos sentidos en la misma calle pero fueron esfuerzos vacuos ya que el miedo de unos y la impaciencia de otros eran incompatibles, en ese momento, con el orden y la calma que se pedía. Sango, por su parte, no hablaba. Avanzaba cuando podía y dejaba que voces y gritos le rodearan. "Fortificad las calles"; "Armaos con cualquier cosa que tengáis"; "Luchad por vuestra ciudad"; "Al puerto a por esos cabrones"; "Muerte al invasor"; "Por la victoria", entre muchas otras proclamas.

El olor a fuego era intenso y competía con el del puerto de Lunargenta. Conocía a la perfección esa zona de la ciudad, la única que podía permitirse de joven cuando estaba en plena formación y cuando le permitían salir de los barracones. La zona en la que había conocido a Kyotan y que tanto se habían ayudado pese a la inmoralidad de algunos actos de la posadera. Sí. El puerto era una de las zonas favoritas de Sango. Allí había visto el mar por primera vez en su vida. Y en el fondo de sus aguas reposaba un colgante que le había regalado a la baslodiana Asland. El puerto, para él, tenía mucha historia y no dejaría que lo destrozaran. No sin luchar.

El ritmo aumentó. La muchedumbre en retirada se desvaneció poco a poco y el sentido de avance era claro. La determinación en sus pasos era evidente y el pelirrojo estaba seguro de que los Dioses caminaban junto a ellos. Tyr guiaría sus brazos para que sus golpes fueran certeros. Baldr iluminaría la noche para ver a sus enemigos. Y Thor protegería a la humanidad.

La milicia, pues eso eran, llegó al puerto y se dio de bruces con la visión de la flota enemiga avanzando hacia la ciudad. Las proclamas y el buen ánimo pareció enfriarse casi de repente. No así el de Sango. Era un enemigo que avanzaba. Un enemigo que veían.

- ¿Venís a ayudar?- saludó una guardia con ropa de oficial, teniente a juzgar por una insignia que lucía en el peto-. ¿Quién...?

- Sango. Y estos de aquí son veteranos guerreros y soldados que darán todo por proteger esta ciudad- se giró y miró al numeroso grupo de gente que le seguía-. El resto son gente buena, gente noble que luchará por sus padres, y madres, familia, amigos y todo lo que aman. Lucharemos hasta que esos hijos de puta se quemen bajo la luz del sol o nuestros aceros hayan rebanado hasta el último cuellos de esos hijos de puta- le tendió una mano al oficial entre los gritos de aprobación-. Si luchamos juntos, me gustaría tener el honor de saber con quién lo hago.

Se había quedado mirando al pelirrojo con cierto asombro en el rostro y luego a la multitud que le seguía. La mujer sacudió la cabeza y con gesto torpe le dio la mano a Ben que apretó con firmeza.

- Inari Karjansen, de la familia Karjansen de Baslodia y será un honor luchar junto al Héroe.

Sango echó un vistazo a su alrededor, a los efectivos de la Guardia que habían tenido la desgraciada misión de aguantar la invasión allí, solos. Estaba convencido que al primer indicio de derrota, saldrían corriendo a las murallas. Sin embargo, eso iba a cambiar.

- Cada palmo de terreno de esta ciudad que quieran, tendrán que pelearlo. Cuando ellos nos hagan retroceder un paso, volveremos a la carga para que ellos retrocedan dos pasos- echó a andar y pidió que solo Debacle y Karjansen le acompañaran. No tenía el mando, pero le daba igual. Lo iba a asumir. Caminó con las manos a la espalda-. Tenemos que entorpecer todas las calles. Embocarlos hacia el punto que más nos interese y convertir ese lugar en un matadero- se detuvo y miró a los dos mujeres-. No mostraréis piedad ante nuestros enemigos pues ellos no habrán de conceder alguna. No hagáis prisioneros- siguió caminando-. La zona de almacenes y el astillero es la zona más amplia y la que yo elegiría para desembarcar y hacer fuerza. Necesitamos llevar todo elemento que sirva de barricada a esa zona. Inari, si dispones de equipo adicional me gustaría armar a alguna de esta gente, a la que se pueda, con algo mejor que cuchillos, machetes y tablones con clavos. Deberíamos poder picas con relativa rapidez, quiero que todo el mundo se ponga a hacer picas, que rompan puertas, mesas muebles, me da igual lo que hagan, pero que todos tengan picas y si pueden ponerles puntas de metal y de cristal o de cualquier cosa que pueda joder a esos bastardos que lo hagan- Debacle se marchó y quedó a solas con Inari Karjanse delante de la taberna de Kyotan-. Esta de aquí es una taberna que solía frecuentar de joven. Es un antro de mala muerte pero que nos servirá de ayuda. Tiene un pasadizo oculto que nos llevará hasta el puente que pasa por encima del colector de aguas de la ciudad, puede servir para ganar tiempo, salvar una zona concurrida y... Poco más.

Continuaron paseando por el puerto, echando un vistazo a la flota, que se acercaba cada vez más. Sango aleccionaba a la oficial sobre como proceder con varios escenarios que se le ocurrían para el desembarco.

- Si bombardean, abandonamos la primera línea. Sin embargo, cuando desembarquen, tendrán que parar de bombardear, a menos que les falte una cocción. De ser así tendremos que escaramucear en las calles- la sonrisa en el rostro era casi siniestra-. Una vez ahí, nuestro objetivo será mantenerles alejados de las murallas el mayor tiempo posible. No aguantes en las calles, hazles retroceder y retrocede tú también. Lo que tú ganes en una calle, pueden perderlo otros en las calles aledañas y estarás rodeada enseguida. No corras riesgos- se paró delante de ella-. Las calles del puerto no serán seguras, incluso vacías de la habitual gente que las habita.

Ben señaló en una dirección y se quedó pensativo unos instantes.

- Lo que es la zona occidental del puerto, donde está la subida a las antiguas mansiones de recreo, debería ser el otro punto fuerte a reforzar. Allí estaréis vosotros con parte de la milicia. Lo mismo, llevad todo lo que podáis para impedir el paso del enemigo y contenedlos hasta que no podáis más. En la zona central, es imposible desembarcar- Debacle llegó a la carrera junto a ellos-. Si lo intentan, tenemos dos opciones. O bien le prendemos fuego, y entonces tendremos que embrearlo entero- hizo una pausa y miró a Debacle y le sonrió-. O repetimos lo del Aguasclaras- la mujer asintió pensativa. La teniente Karjansen preguntó-. Los destrozamos desde ambos lados. Tendremos un yunque y dos martillos que golpearan desde ambos flancos.

El plan de Sango era simple. Contener todo el tiempo que pudieran la invasión al puerto y si no podían aguantar, se retirarían a las calles. Allí, con el conocimiento de la Guardia del terreno, tratarían de retrasar al invasor lo máximo posible mientras se planeaba una huida hacia las murallas. Allí los oficiales al mando decidirían si salir a ayudarles y empujar a los restos del enemigo hacia las aguas o adoptar una actitud más conservadora. Solo los Dioses lo sabrían llegado el momento.

- Sango, nuestros barcos forman una línea defensiva del puerto, eso también les hará daño y les retrasará- comentó Inari mientras dirigía su mirada hacia el sur-. Si tan solo fuéramos más...

- Sin duda. Hasta es posible que se lleven una sorpresa- sonrió pero luego volvió al gesto serio-. No te preocupes teniente, la voluntad de estos hombres y mujeres multiplica nuestros números por tres- se hizo el silencio-. Venceremos.

Se despidieron y cada uno fue a cumplir con las tareas que el improvisado líder de la resistencia del puerto había impuesto a Debacle e Inari. Se quedó solo y se detuvo delante de la posada de Kyotan. Mientras sus ojos se posaban en la flota enemiga se preguntaron dónde estaría ella. Ella. No Kyotan.

Sus cejas se alzaron y se enfadó consigo mismo. Echó a andar de nuevo hacia la milicia y la Guardia que se afanaba en crear barricadas y armas improvisadas mientras los veteranos daban nociones rápidas de manejo de las armas. Todos se habían agrupado y todos se ayudaban en una u otra tarea que iba en contra del tiempo. Negó con la cabeza. Poco más podían hacer.

Desenvainó la espada a modo de comprobación, para que no se le atascara en la vaina y para comprobar el filo, sin embargo, todos a su alrededor se pusieron tensos y le miraron con curiosidad.

- Que lancen contra nosotros lo que quieran. Los Dioses están de nuestra parte. No temáis al mañana y preocuparos por cómo limpiareis la sangre de vuestros enemigos de vuestras manos y ropas. No temáis. La cabeza siempre alta, y cuidad del camarada que tenéis a vuestro lado pues eso marcará la diferencia entre la vida y la muerte; entre el éxito y el fracaso de nuestra tarea; entre la felicidad o la desgracia de aquellos a quienes amamos.

Alzó el brazo con la espada y dejó que el acero brillara con la luz del agonizante sol y del creciente número de antorchas.

- Que los Dioses os guarden, que guíen vuestras picas y hachas, y mantengan firmes vuestros escudos; que os guíen a través del mar de espadas y lanzas que vendrán contra nosotros; que os guíen en la oscura tormenta que está por venir. Y no temáis al mañana, porque en vuestras manos está el alcanzar la gloria en este preciso instante- hizo una pausa-. ¡Tyr, guíanos hacia la victoria!


************************************
Sango, junto con la milicia y un destacamento de la Guardia, se posicionará en primera de línea, en el Puerto de Lunargenta, barrio con historia para el bueno de Sango si alguien ha leído alguno de los temas del pelirrojo.

Sango usa su talento de Defensa y su bonificación para favorecer el buen desempeño de la defensa del Puerto:
-Durante su formación en la Guardia, Sango se especializó en técnicas defensivas.
+ Nivel 4: Sango es capaz de aplicar su formación de tal manera que tanto él como sus aliados obtienen ventaja táctica cuando están en formación defensiva.

Sango hace uso de su talento Devoto, para infundir ánimo y fuerza en todos aquellos que participan en la defensa del Puerto de Lunargenta.
- Su fervor religioso es tal que podría ser capaz de influir en aquellos que le rodean.
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El retorno del vampiro [Evento Sacrestic] Empty Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]

Mensaje  Monza Sylroc Sáb Oct 26 2024, 12:06

La calma se rompió con el tañido de las campanas de alarma. El ataque había comenzado y las calles empezaron a vaciarse apresuradamente. Poco después comencé a atisbar una imponente flota que avanzaba en el horizonte. En el puerto, todo parecía preparado para el ataque. La flota de la guardia se había dividido en dos frente, uno de los cuales avanzaba por la bahía hacia la isla de Carastina, mientras que el segundo se quedaba anclado en el interior del puerto como esperando algún tipo de orden. A estos barcos les apoyaba desde tierra una fila de catapultas, balistas y artefactos similares desde el propio puerto. A lo largo de todas las murallas, también se había dispuestos regularmente balistas sobre mecanismos que permitían su giro en todas las direcciones, en caso de que consiguiesen entrar a la ciudad, además de hogueras y barriles que parecían contener aceite o alguna sustancia similar para arrojar a los invasores en caso de que trataran de controlar las murallas desde tierra. Aunque lo que más destacaba eran las dos torres que se habían erigido recientemente en los extremos de la bahía, rodeadas de un muro exterior como primera línea de protección, con más maquinaria de asedio sobre su reducido patio y el tejado, y con plataformas en los diferentes pisos con arqueros y similares colocados sobre ellos. Había escuchado historias sobre las batallas que habían sucedido en la ciudad en los últimos tiempos, y como no era el primer ataque naval que recibían recientemente, pero parecía que habían aprendido desde entonces y querían poner en práctica todas estas enseñanzas.

Aunque las defensas del puerto y la muralla no eran los únicos preparativos que habían realizado. En las puertas había numerosas barricadas y zanjas para dificultar el acceso en caso de que tratasen de desembarcar fuera de la ciudad y atacar desde allí. Pero dentro de la propia ciudad también se estaba optimizando el propio diseño preparado para una defensa eficaz. Numerosas calles se habían llenado de barricadas y empalizadas, para dificultar el avance, y que la propia estructura de las calles en forma de embudo fuera rompiendo el avance de los invasores. Además, algunos cruces habían sido bloqueados para generar una impresión de laberinto que aislase a grupos enemigos en callejones sin salida. Destacando sobre todo ello, alguno de los edificios más altos se habían reforzado con empalizadas exteriores y cargado de guardias para su defensa, aunque lo más reseñable eran sus tejados, donde se habían construido estructuras de madera con varias campanas diferentes colocadas sobre ellas y un par de escorpiones para su defensa. Para tener gente viviendo en su interior, me parecía una defensa todo lo sólida que podía ser en una ciudad habitada, pues haber incrementar las protecciones con trampas y otros elementos, podía conseguir el efecto opuesto y afectar a la población, que seguramente acabaría más tensa y proclive a revueltas en ese caso. Todo parecía pensado para dificultar la comunicación y la estrategia dentro de la ciudad para cualquiera que tuviera que moverse desde el suelo, pero permitiendo que los defensores utilizaran las torres y esas campanas para transmitirse mensajes muy básicos en caso de que las primeras líneas fallasen.

Sin embargo, la defensa de la ciudad no estaba distribuida de forma equitativa. Dada la imposibilidad de que la guardia reforzase toda la ciudad, la zona alta estaba mucho más preparada dada la mejor construcción de esa zona, aunque seguramente también influyese el mayor poder socioeconómico de su población. Mientras que en la zona baja, aunque también se habían construido barricadas, tenían una menor dotación de hombres, y se había optado más por intentar bloquear calles para encauzar todo el avance hacia los puntos estratégicos de esa región. Aunque la excepción a esto eran las entradas a la ciudad, y especialmente el puerto, donde si que habían invertido una gran parte de sus esfuerzos en tener bien protegidas, como primera línea de defensa.

En el castillo y su muralla interna, la defensa era similar a la de las murallas exteriores, pero más concentrada dado el menor perímetro que debían proteger. Con también una buena dotación de guardias para proteger al rey y al trono, y seguramente evitar un caso como el que se dio en la epidemia, además de tener el área en el interior de las murallas con todo preparado para enviar desde allí fuerzas a donde pareciesen más necesarias.

Aunque por muy preparada que estuviese una ciudad, siempre se podían encontrar imprevistos, como las llamas que justo vi alzarse desde un almacén cercano. Las defensas contra el enemigo exterior podían ser fuertes, pero no había forma de protegerse contra traiciones y sabotajes, eso dependía solamente de la propia población. Pero por mi parte si que podía hacer algo, dada la cercanía del incendio, confiaba en que la gente de la posada podría verse impelida a ayudar si no querían perder sus casas. Bajé precipitadamente del tejado y entré en el comedor.

- No hace falta que corras niña, ya hemos oído las campanas.

- No es eso. O sea, sí, viene una flota. Pero lo que quería decir es que hay un incendio aquí cerca. Las casas están muy juntas, habría que apagarlo antes de que se extienda.

- ¿Dónde has visto eso?

- Está a tres calles de distancia, un poco hacia la izquierda según sales desde aquí.

- Bueno, moveos. Si no se controla puede alcanzarnos. Tú, trae los cubos que tenemos y vete con un grupo que salga corriendo hacia el pozo de la plazuela de los panaderos.- Señaló a una de las camareras y a la gente a un lado de la barra.- El resto, id a vuestras casas a por más cubos y seguidles. Tenemos que pararlo antes de que avance.- Entonces se volvió otra vez hacia mí.- Bien hecho, niña. Y ahora vuelve al tejado y si pasa algo más nos avisas.

Tras esas palabras, subí de nuevo al tejado y me quedé allí de pie, inquieta, a la espera de ver como seguía avanzando la situación y cuando podría hacer algo de utilidad dadas las circunstancias. Era una lástima no poder comunicarme si me transformaba, hubiera servido mucho mejor como mensajera de poder hacerlo.

************

No hay resumen que es casi todo el post descripción de las defensas de la ciudad. Al final, Monza envía ayuda para el incendio de Eltrant.

También quiero agradecer las ideas que me han dado, tanto la gente con la que he hablado offrol como las que habéis ido dejando en los post anteriores.

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Monza Sylroc
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Mensaje  Eberus Sáb Oct 26 2024, 18:25

Si hubiera prestado la atención suficiente, podría haber percibido que algo dentro de esa bolsa no sonaba con la alegría del dinero metálico. Pero el brujo le estaba dando vueltas en su cabeza a la pelea que le había dejado esa reciente cicatriz en la frente. Uno de los mayores motivos por los que estaba tan obsesionado con el poder mágico era que, desde pequeño, había tenido problemas por ser incapaz de usar a su favor su poder físico. Le generaba una amarga sonrisa el hecho de que las peleas físicas, eso que tanto odiaba, le estuvieran sirviendo para ganarse el respeto de aquella gente. Más de una vez juró para sus adentros que, en cuanto el negocio se lo permitiera, encontraría la manera de poder asesinar a Orlán, el buchón que le había marcado la frente y que, mirándole desde arriba, le había humillado dejándole ir sin siquiera preocuparse por apalearlo más.

De momento, se conformaba con sangrarle a él y a su gente el dinero que podría utilizar en un futuro para matarlo, entre otras cosas. De hecho, ¿por qué no? Esa cena la pagaría con esas monedas que le acababa de dar. Se iba a regalar ese placer.

- Jefe, otras dos aquí cuando puedas. Y dos buenos cazos de ese caldo nuevo, y un buen pan también - le pidió a Cerro cuando Selena se había acabado de vaciar la jarra en la boca.

Cuando el tabernero les trajo todo, Eberus se abrió camino por el bolsillo de su capa y luego por la abertura de la bolsa con la mano para sacar unas monedas. Por supuesto. Le habían dejado otra nota. En situaciones como esta solían informarle así. Hizo caso omiso al papel y dejó las monedas sobre la madera pegajosa de la barra.

- Celebremos la paga, ¿no? - comentó Selena viendo la apetitosa cena que se habían costeado.

- Bueno... no cantes victoria, amiga mía - respondió amargado. Metió la mano de nuevo en la bolsa y sacó la nota. Decidió que era mejor leerla ahora que tenía a algunos de Los Buchones al lado. Selena miró disimuladamente cómo la leía él bajo la barra con el mismo disimulo.

- No, no, no. No me jodas. Les van a dar por culo a estos cabrones - gruñó susurrando casi, mientras arrugaba la nota dentro de su puño.

- Qué pasa. ¿Otra vez cajas de más?

- Más quisiéramos - contestó mirando a su deliciosa cena con asco. - Vamos a tener que aceptar, joder, vamos a tener que aceptar.

- ¿Me explicas ahora o...

Las explicaciones tendrían que esperar. Comenzaron a sonar las campanas. Algunos de los comensales se levantaban de sus sillas atemorizados, otros aún no entendían nada. Los Buchones, con una urgencia actuada, se pusieron en pie al unísono y, algunos, le dirigieron una mirada disimulada al brujo, que contestó con un sutil asentimiento. Tanto él como la elfa recibieron la noticia de las campanas con el corazón comenzando a galopar en su pecho.

Los Buchones salieron primero. Ese era el primer punto del guion que le habían escrito en la nota. Debía esperar al menos un minuto para poder salir. Aprovechó el revuelo y el tiempo de espera para explicarle el plan a Selena.

- Selena, es un plan jodido, pero nos puede acabar llevando hasta Dragut - explicó con la voz entrecortada. Aún estaba asimilando que lo que tenía en sus manos era uno de los secretos más valiosos de los últimos años. De las últimas décadas, incluso. No recordaba haber tenido nunca información tan trascendente para el reino de los humanos. Quizá para todo Aerandir.

Estaba debatiendo en su interior qué hacer con ella. Si se la presentaba a la guardia, podría cambiar el curso de la historia de Lunargenta, de los vampiros y de los humanos. No paraba de mirar a su alrededor para comprobar que nadie escuchara sus palabras. Inspiró profundamente y su voz comenzó a sonar más calmada.

- Su gente va a entrar por las Catacumbas y nos ordenan bajar a ayudar.

Selena, dándose cuenta de la relevancia de esa información que poseían en secreto, abrió los ojos como platos poco a poco. Tragó saliva con dificultad antes de poder decir nada. - Eres consciente de la posición en la que nos han puesto, ¿no? - preguntó con seriedad aún sabiendo la respuesta.

Poco después salieron de la taberna y se subieron a lomos de Morkvind. En el guion, el siguiente paso era ese. Eberus se preguntó hasta qué punto tendrían todo planeado al detalle. Era intimidante. Supuso que un control tan exhaustivo sobre la situación solo se podría tener con ojos puestos por toda la ciudad. De pronto, comprendió que no tenían elección. Era muy probable que estuvieran vigilados en todo momento y, si se salían de plan, pasarían a ser inservibles para ellos.... y estarían mejor muertos.

Tanto las calles como el aire estaban atestados de gente y criaturas moviéndose y volando con prisa. La situación era agobiante, pero más lo sería al ponerse el sol, y más aún los días que venían. Decidieron ir por aire, aunque eso también lo indicaba el guion. Arriba podrían hablar con más claridad e intimidad.

- Ahí están - observó Selena con la melena al viento al ver los barcos negros dominando el horizonte con su porte.

- El barco de en medio debe ser en el que está Dragut - dijo el brujo. Tragó saliva antes de añadir: - Al menos, eso es lo que dice la nota.

- Nos tienen agarrados del cuello, brujo. El negocio nos ha acabado engullendo - comentó con su serenidad característica. Eberus asintió frente a ella, agarrado del cuello del Morador del Viento mientras fijaba su mirada en el imponente barco del medio.

- Esto promete, camarada. Esto promete.

De pronto notaron una ráfaga de aire a sus espaldas que les revolvió el cabello.

- Eh, seguidme antes de que la guardia se ponga a controlar quién va volando por ahí - ordenó el jinete. Les pareció sensato dada la situación y lo siguieron. Además, su apariencia concordaba con la que indicaba el papel. Lo que no concordaba era el momento del encuentro.

Volaron hasta una vieja ermita de la ciudad, en una zona más tranquila de esta (1). Una vez allí aterrizaron y dejaron a sus monturas en un lugar apartado de la muchedumbre. Entraron a la ermita siguiendo los pasos firmes del jinete preguntándose qué hacían allí.

Interior de la ermita:

Eberus lo comprendió cuando empezaron a ver llegar a un grupo de religiosos, vestidos todos con capas oscuras y capucha. La única que destacaba ahora en el grupo era Selena.

- Por Loki.

- Por Loki - contestaron todos a la misma vez. Era un grupo numeroso, alrededor de una veintena de lo que parecían ser unos sectarios. Bajo esas capas todos, hombres y mujeres, parecían ocultar unos músculos entrenados, armaduras ligeras y armas de buen metal, aunque ligeras. Debían ser esos "adoradores de la serpiente", pensó el brujo recordando una parte de la nota.

Como si fuera un hechizo traicionero, una idea asaltó la cabeza del brujo. Esa ermita estaba muy cerca del lugar donde solía dejar las cajas de protector solar a Los Buchones. Atando cabos pudo confirmar que, en efecto, se habían metido a negociar con gente poderosa. Seguramente mucho más de lo que se pensaba. Conocía a Loki y lo que significaba su figura, aunque no creyera en él. Si aquellos sectarios actuaban en su nombre era muy probable que estuviera involucrándose con la gente adecuada. Los Buchones, los adoradores de la serpiente, todos debían formar parte de lo mismo, y como factor común tenían, de alguna manera, a Dragut. Primero sintió miedo; luego, comenzó a sentirse cómodo en la situación, como si hubiera formado parte de aquello toda su vida. Lo mismo sentía Selena. Tan absortos en sus pensamientos estaban que ni siquiera habían sentido el pinchazo que aquella mujer les había conseguido dar.

- Ah, bendita seas, Jörmundgander - dijo antes de reír suavemente. Algunos sectarios, sumisos, saludaron a esta mujer al susurro de "sacerdotisa (2)". Eberus y Selena vieron cómo de su propia boca también salía dicha palabra, sin saber siquiera quién era ella. Se quitó la capucha y no dejó ver su rostro, sino una máscara adornada que dejaba ver poco más que su boca y su mentón. Su cabello era como el fuego de las velas, que además se reflejaba en este dándole un brillo cálido y poderoso. - ¿Estáis bien, queridos? Espero que me entendáis, no debemos correr riesgos... - se disculpó dejando ver tras su máscara sus ojos apenados.

Eberus miraba con adoración a su sacerdotisa. Claro que sabía quién era. Era ella, simplemente. ¿Quién sino? Un tic en el ojo acompañó de repente a una duda que se filtró en su cerebro como un parásito, solo que esta venía de dentro. No, no conocía a esa mujer. ¿O sí? (3)

En medio de la confusión decidió, casi sin decidirlo él mismo, que era mejor seguirle la corriente. Le seguía temblando el párpado cuando la sacerdotisa comenzó a sacar unas tablas de su sitio en el suelo, revelando un agujero por el que cabía perfectamente una persona.

- Bien, fieles. Tenemos que actuar más rápido de lo que pensábamos. Los enemigos de la serpiente se están despertando por toda la ciudad - informó con cierto pesar. - Necesito vuestra ayuda ahora más que nunca. Esta entrada nos va a llevar a un lugar de las Catacumbas bastante tranquilo, donde tendremos espacio y tiempo para prepararnos. Nuestros amigos vienen ya desde el mar y, por Loki, será un placer despejarles el camino.

Selena y los adoradores repitieron "por Loki" cuando terminó de hablar, en otro susurro. Eberus se unió un instante más tarde al rezo.

Al parecer, todos debían conocer el plan de ataque, pues no hubo más explicaciones por el momento. Eberus bajó seguido de Selena, con el guion grabado a fuego en su mente. Ella no conocía el plan al completo, pero seguiría al brujo. Se sacudieron el polvo y la tierra al llegar abajo y esperaron en una especie de galería arcillosa a que bajaran todos.

Comenzaron a llegar adoradores no solo desde el agujero de la ermita, sino también desde la entrada a la galería. Esta, dentro de su enrevesada estructura, era espaciosa y pudo albergar a todo el grupo, que ahora era de unos cincuenta efectivos. Por un momento el brujo se sintió poderoso y exaltado al formar parte de un grupo así de capaz. Sonreía con malicia viéndose pronto al lado de Dragut, el legendario vampiro. No tardó en temblarle el párpado y se le borró la sonrisa. Aunque, bueno, ¿acaso no era eso lo que quería desde un principio?

- El último ha colocado los tablones de nuevo, ¿verdad? - dijo la sacerdotisa recibiendo un "por supuesto, mi señora" como respuesta. - Bien. Gracias, encanto. Como decía, tenemos que actuar rápido - repitió alzando la voz. - Cada uno tiene su puesto y su función asignada aquí dentro. Los de las prostitutas, podéis ir a vuestros puestos. Tened cuidado, pero sé que podéis con esto.

Alrededor de un cuarto del grupo salió de la galería. Eberus sacó la nota de su bolsillo para repasar unos detalles del plan:

"Los encargados de controlar a putas y puteros, se colocarán primero. A los corros de pelea irán los siguientes, y tanto a luchadores como a espectadores clavarán sus largos dientes. Una vez controlados los peores grupos, los adoradores restantes caminarán con ojo astuto. Pobre del humano que no huya de las Catacumbas, pues verá su sangre vertida sobre viejos huesos y antiguas tumbas. Y Eberus, oh, Eberus... gran contribuidor a esta empresa, sentirás como la gran serpiente, Jörmundgander te besa y, tanto tú como tu compañera, llegaréis con seguridad adonde vuestras almas desean.

Pero antes, caminaréis con la sacerdotisa codo con codo. A todo le haréis caso, y saldréis a la luz para, con tu luz, cambiarlo todo
".

El escritor del texto, demasiado críptico y petulante en ocasiones, tenía razón. El Veneno de Jörmundgander era como un beso. No una traición ni un envenenamiento, un beso. Lo único que estaba logrando era que los cabecillas pudieran dirigir la operación sin complicación alguna. Sus deseos convergían con los de los adoradores, por lo que el hecho de recibir el veneno era solo una especie de contrato. Un trámite para que todo saliera como todos querían. Decidió que lo mejor era recibir su beso con los ojos cerrados y ofreciendo su mejilla, dejándose llevar por ese veneno que aún no conocía pero que sabía que le había hechizado la sangre.

Su párpado, entonces, dejó de temblar al cesar la lucha.

Pero, ¿qué iba a saber ese papel sobre lo que deseaban sus almas? Y, ¿qué querría decir con eso de la luz?

Llegó un momento en que todos los adoradores fueron a cumplir su misión a la orden de la sacerdotisa. Desde la galería se podían oír los gritos ahogados que recorrían los pasillos como la propia sangre de las víctimas abriéndose camino hasta el estómago de los sectarios. Estos procuraban actuar todos en conjunto con la prudencia necesaria para que nada de lo que estuviera ocurriendo en las Catacumbas saliera de estas. Y, una vez se quedaron los dos solos con aquella misteriosa mujer, les comenzó a hablar de lo que debían hacer.

- Os he traído aquí porque sois los únicos que podéis ver la luz del ocaso sin malgastar un protector solar para hacerlo, y habéis demostrado lo que teníais que demostrar para poder confiaros esta orden - informó la sacerdotisa con eficiencia y una sonrisa bajo su máscara que por sí sola resultaba seductora. - Os voy a guiar hasta la salida por la que va a entrar la serpiente. La serpiente que viene desde el agua para salvar a estas tierras - dejó una pausa para recomponer su quebradiza voz. - Allí voy a necesitar que os quedéis afuera y utilicéis la cerbatana cuando yo os diga - ¿Cómo diablos sabía que tenía una cerbatana? Y lo que era más escalofriante para él, ¿cómo sabía que tenía ese encantamiento en concreto? (4). - Así mantendremos también tu mente intacta. Quizá necesites utilizar tus conjuros más adelante.

El plan era sencillo, en teoría. Eberus se quedaría en un punto estratégico de la costa y Selena, a la orden de la sacerdotisa, correría hasta Eberus para indicarle cómo hacer la señal. Luego, ambos contribuirían a que los atacantes accedieran a las Catacumbas poniendo todo de su parte para que nadie pudiera seguirlos y frustrar la operación. La magia natural de Selena podría ayudar a bloquear caminos y, las ilusiones del brujo, a distraer y confundir a los humanos. Además, procurarían un nuevo recipiente de protector solar a todos los atacantes. Los humanos no se iban a esperar que los vampiros siguieran atacando cuando el sol volviera a asomar por el horizonte.

Brillante. Las señales luminosas servirían como comunicación con la flota, pero también como distracción. Destellos intensos en la creciente oscuridad, fuera de las murallas. El brujo las lanzaría lejos de la entrada costera a las Catacumbas para que, si la guardia quisiera investigarlas, lo hicieran allí, lejos. Y claro que iban a querer investigarlas. Ya había algunos compinches preparados para avisar a la guardia de la presencia de atacantes, inexistentes, por allá. Se encargarían también de usar su poder para aprovechar esa ruptura de la guardia con el fin de manipular a algunos, bien de los que se quedaran o bien de los que fueran a investigar, para matarse entre sí.

Había entradas a las catacumbas repartidas por toda la ciudad, algunas muy poco conocidas y, sobre todo, cercanas a edificios religiosos. O en su propio seno. Con la atención volcada en la flota, y las catacumbas despejadas por los adoradores de la serpiente, toda una ciudad subterránea quedaría a disposición de unos invasores para los que las murallas serían, más que un obstáculo implacable, una ayuda para arrinconar a sus presas tras subir a la superficie dentro de ellas.

Asumiendo el peligro de la empresa pero apasionadamente decidida a enfrentarlo, Selena impuso sus manos sobre la arcilla de la galería. Envió al brujo a buscar un recipiente con agua y empezó a rascar el suelo.

- Yo os procuro el agua, os podéis imaginar lo bien que conozco estos pasillos - se ofreció la sacerdotisa con una nota de orgullo. El brujo no pudo diferenciar si el orgullo era por ella misma o por la valía de sus dos aliados.

Cuando la trajo, Eberus la pudo derramar en el puñado de arcilla que sostenía Selena en sus manos. No era la primera vez que nutrían una tierra para generar una Briuteda (5). No haría lo que una poción, pero menos haría el aire para evitar un desangre. Por suerte, también había podido rascar algo de tierra del agujero por el que entraron y el ejemplar había salido decente.

- Tiene hojas para una veintena, o así - informó.

- Dame algunas hojas y llévala contigo. Procura sanar a los que la necesiten. Pero solo a los nuestros.

Un sectario volvió a la galería, con la respiración acelerada y unos colmillos blancos como la nieve entre sus labios sádicos llenos de sangre. - Mi sacerdotisa, podéis avanzar.
_____________

OFF: 1- La ermita está muy cerca de la plaza en la que está Alward.

2- [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] (Está en los enlaces de Fehu de su primer post). He considerado adecuado meterla en la trama, espero no haber metido la pata.

3- Supongo que la racial (Superioridad Arcana: [Mágica, 1 uso] : Puedo disipar o prevenir los efectos de un hechizo o habilidad [Mágica] dirigida hacia mí. Si afecta a más objetivos, sólo prevengo aquellos sobre mí) puede ayudar un poquito a Eberus a disipar el efecto de El Veneno de Jörmundgander, pues algún componente mágico debe tener seguro. Gasto el uso de la habilidad.

Para quien no sepa lo que es El Veneno de Jörmundgander, está en la ficha de la sacerdotisa, en el punto anterior.

4- Alusión al encantamiento de mi cerbatana, Flechas de Señal: Cuando se lanza un proyectil con esta arma, el lanzador puede chasquear los dedos. El proyectil explota en un intenso destello de luz. Esto puede dar señales luminosas a distancia. Puede encandilar por una ronda si explota cerca de los ojos de alguien.

5- Uso del talento de Selena, Magia de la Naturaleza: Soy una con la naturaleza y toda su inmensidad. Ella me protege a mi voluntad a cambio de cuidarla con el don de la Magia de la Vida, para hacer brotar una [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
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El retorno del vampiro [Evento Sacrestic] Empty Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]

Mensaje  Eilydh Dom Oct 27 2024, 23:08

Agudizó su mirada a la par que  con cautela se acercaba a la puerta entreabierta de aquella herrería. Las campanas de una torre no muy lejana avisaban de un peligro inminente. Su curiosidad momentánea interrumpida por el correr frenético de las personas a su alrededor.

Descabalgó a Ash'alá, comprobando como poco a poco, las personas a su alrededor comenzaban a ajetrearse con la conocida decadencia que solía reinar en los ataques a Lunargenta. La parsimonia de los más mayores hablaba de experiencia, el ansia de los niños le explicó justo aquello que necesitaba saber: El puerto estaba completamente cerrado. Nada podía entrar o salir de la ciudad.

Eilydh había pasado los tres últimos años de su vida entre las calles de Lunargenta. Imaginó pues las compuertas de hierro fundido y madera creando la tensión entre las aguas mansas del puerto y la zona de embarque del mismo. Un compartimento estanco que servía de protección elaborada para la ciudad, pero que por experiencia, no era un ejercicio mantenible en el tiempo: La plaga había enseñado a los Lunargentos a no confiar todo su potencial en las vías marítimas y estaba segura que quien quiera que quisiese entrar en la ciudad, encontraría la manera... si buscaba de manera lo suficientemente concienzuda.

Una voz grave la devolvió al allí y ahora. La figura del anciano que había conocido semanas antes a las afueras de Lunargenta la sorprendió saliendo de la herrería. Su estado, mucho más saludable que la última vez que se encontraron parecía haber mejorado a la par que el de ella misma, y el hombre se había preparado con una armadura oscura.

- ... Por supuesto que no te estoy siguiendo, de hecho tú pareces estar involucrado en lugares que francamente, deberías no frecuentar, dada tu edad y... condición- Dijo la elfa, molesta por la acusación- Además asumes que a mi me interese debatir contigo sobre mi...-

La segunda voz de alarma en forma de campana sorprendió a la elfa más que la visión del anciano saliendo de aquella herrería. La reacción de los presentes no se hizo esperar y  el pánico pareció entonces inundar  las calles. Aquello la puso en alerta: No era poco común sentirse en alerta permanente en Lunargenta, pero dos alertas en una noche quizás significaba algo más complejo que un ataque pirata organizado desde la seguridad de sus navíos.

El motivo de la segunda alarma pareció claro desde el primer momento.

Un estallido hizo tambalear a ambas figuras y culminó con el destrozo de los cristales de las caas colindantes a ellos. Eilydh se agarró como pudo a Ash'alá, a su lado. El color vivo del fuego la hizo transportarse al mismo fuego etéreo rodeándola años atrás en la corteza de árbol madre. Parte de ella quedó inmóvil recordando los efectos de Anar sobre el bosque santo. La otra parte, aquella que controlaba su ira se relamió de satisfacción y no dudó en seguir a Eltrant con una efusividad que había estado aguardando durante demasiado tiempo.


El hombre no tardó en ponerse manos a la obra. Su estrategia principal: Crear un muro que contuviese la expansión de aquel incendio reunió a varios habitantes que junto a Eltrant comenzaron la árdua tarea de alzar cualquier tipo de elemento producto de las dos explosiones anteriores en un intento de contener la expansión de aquel foco.


Eilydh se asombró ante la reacción de los presentes. Lejos de alejarse e intentar esconderse, los habitantes de Lunargenta deseaban a toda costa proteger sus hogares por lo que antes de lo esperado, Eilydh se encontró en el centro de más manos de las que podían hacerse con partes parciales del derrumbe.

Una mujer reveló la fuente de aquellas manos extra:

-Nos informan que aunque este es el foco más amplio no solo el barrio bajo ha sufrido estragos de un intento de incendio... sino que hay varios puntos que..

Eilydh pensó rápido y usó su dedo para escribir en el suelo mientras aquella mujer le daba indicaciones sobre los lugares exactos donde pequeños focos habían comenzado. Marcando con una X los lugares y dibujando al lado esquema de edificios facilmente reconocibles a su alrededor.

El resultado final fue eun radio de no mas de 3 km. Ninguno de los focos cerca del puerto.  

A su alrededor la gente comenzaba a acumularse en parte asustadas por el fuego pero deseosa de contribuir. Muchas habían comenzado a usar mantas para contener las llamas más bajas. No todas con éxito.


-Que todo el mundo se haga con cualquier recipiente lo suficientemente amplio como para contener agua del pozo- dijo la mujer. - necesito una fila enorme desde el pozo hasta la periferia del edificio en llamas principal, ese que nuestros compañeros están conteniendo- dijo. Varios cuerpos se movieron de aquí allá y a los segundos todos comenzaron a formar una fila desde el pozo a la casa foco del fuego. Varios hombres forzaron la entrada a una alfarería y obtuvieron jarrones  que se fueron pasando de manera organizada en una cadena humana desde el pozo a las llamas que intentaban salirse del espacio contenido, el agua calmándolas en un intento de ganar terreno poco a poco.


-Pero... necesitamos apagar las brasas más altas... sino todo ejercicio de contención...

-Shhh déjeme pensar- dijo Eilydh acallando la voz molesta de la mujer que no se había unido al grupo de los aguadores del pozo.- Veamos...- dijo de pronto- Obtener todas las tablas de al menos 2 metros que encontréis... estoy seguro que al carpintero no le importará mucho que las tomemos prestadas teniendo en cuenta que la alternativa es que se acabe su negocio... además de algún que troncos redondos. Necesitamos una serie de balancines con el eje central de ese tronco... Una parte más larga que la otra. Aseguráos que están lo suficientemente cerca al foco del incendio.  Rodead el muro que Eltrant está creando con ellas. Si... si usamos las bolsas de arena de la alfarería que hemos asequiado y cualquier montículo cercano en un lado tan solo...- Eilydh vio como a sus órdenes aquellos cuerpos que parecían haber sido mandados por la mismísima Isil se ponían manos a la obra en la creación de aquellos balancines alrededor del muro.


-Agh... tan solo necesimos algo lo suficientemente pesado como para hacer inercia y que la arena se catapulte al otro lado para calmar las llamas. Si pudiese pensar en...- miró a Ash'alá con los ojos muy abiertos- ¡Ashy!!!-dijo agarrándole el hocico- Tan solo tienes que saltar de algo lo suficientemente alto como para causar que se eleve... cualquiera de los árboles cercanos. O los tenderetes bajos... o los tejados de estas casa más rudimen...

El tigre la miró ofendido. Giró su cabeza herido mientras se alejaba de ella. Eilydh lo agarró por la armadura.

-Vamos... vamos... no te estoy llamando gordo- dijo.- Tan solo...Eres fuerte- Aquello no ayudó y el tigre abrió los ojos de manera molesta- ¿Acaso ves a otro espectacular tigre de las nieves alrededor? ¿Acaso antes has visto a un ejemplar tan robusto, fuerte e inteligente como tú?- el tigre paró su camino alzando una ceja, sabiendo las estratagemas que Eilydh estaba usando. Poco impresionado.

Eilydh agarró su cara y la puso frente a la suya propiia

-Mira alrededor..- dijo susurrando- E intenta imaginar los estragos si esto acaba convirtiéndose en árbol madre 2.0- dijo finalmente.


El tigre gruño y se separó de la elfa. Eilydh sabía que lo había convencido y vio como además de la fila de aguadores que parecía ir tomando camino al fuego, el muro parecía avanzar evitando que se expandiese y tras ellos, una fila de balancines comenzaba a tomar forma, Ash'alá posicionándose dispuesto a saltar y a hacer de carga máxima en aquel desbalance.


Ella misma se dispuso a unirse a uno de los frentes cuando entendió que de nada valía controlar un foco, si el resto no valía la pena.


-¡Escuchad!- dijo alzando la voz- todos aquellos lo suficientemente débiles, jóvenes o aquellos que se consideren rápidos deben asegurarse que estas zonas que marqué en el suelo entiendan de nuestras acciones aquí y hagan lo posible para replicarlas. Pueden usar objetos pesados lanzados desde tejados para elevar los balancines- Finalizó Eilydh y pudo ver como algunos jóvenes comenzaron una carrera hasta los focos más pequeños en los alrededores, algunas mujeres y hombres los siguieron en un intento de hacer presión al resto de los que estuviesen lidiando con los fuegos en los otros lugares.

Ella se unió al grupo de las 'catapultas rudimentarias' ayudando a cargarlas e indicando a Ash'alá como y cuando saltar para alcanzar el objetivo.  

------

Off:



Me uno a Eltrant. Con la ayuda de los NPC que nos ha enviado Monza continuamos nuestras acciones para evitar la expansión del foco más grande del incendio:  Creando un muro contenedor del avance, Usando el agua de pozos cercanos para cortar las llamas mas bajas y una red de 'balancines' con arena para intentar apagarlo desde el aire.

Además intenta que estas acciones se repliquen en los otros focos más pequeños que ha descrito Monza para apagarlos o frenarlos.


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El retorno del vampiro [Evento Sacrestic] Empty Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]

Mensaje  Vincent Calhoun Mar Oct 29 2024, 01:18

Aquello cambiaba la situación de una manera drástica. Los piratas no sólo habían atacado aldeas costeras, sino que ya incluso asomaban en el horizonte sobre el mar frente a la gran ciudad de los humanos.

El brujo tenía claro que los piratas debían tener un poder bastante considerable si asomaban el hocico de aquella manera. Por otro lado, también estaba claro que no podrían contar con tantos hombres como para tomar una ciudad tan grande.

Esos pensamientos le llevaron a una clara conclusión.

Alguien quería joderle para que él, a su vez, no pudiera joder con una determinada elfa. Era un maquiavélico plan, una conspiración de adoradores del celibato en su contra.

Un escalofrío recorrió la espina dorsal del brujo, porque no te podías fiar de personas a las que no les gustaba darle al pico. Todo era mucho más perverso de lo que nadie pudiera haber imaginado.

Vale, no, el mercenario no pensó eso, aunque hubiera sido gracioso.

Vale, sí, sí lo pensó, pero no en serio. Es Vincent, después de todo. Un sujeto demasiado conocido, del que no puedo negar, ni esconder, la forma tan divertida que tenía de pensar.

- La toma de la ciudad no debe ser su objetivo-, comentó más serio. - ¿Hace tan poco que estoy en la ciudad y ya debo volver a darme de galletas con la gente? No sé tú, Beor, pero mandaré una carta de protesta al rey. Esta ciudad es más insegura que una guarida de trasgos-, siguió en su típico tono sarcástico.

Vincent se tomó el resto de su bebida de un solo trago, mientras aún pensaba en las conclusiones de Níniel. Todo ello sin levantarse de su silla.

- Ajá, ¿pero la distracción es para aquí, en esta misma ciudad, o para otro lugar cercano? - No era algo que pudiera precisar. Las conjeturas no dejaban de ser suposiciones, y la guerra se hacía con información tangible. - Sí, estoy de acuerdo. Por ahora esperemos acontecimientos. Es una ciudad, las noticias vuelan, no tardaremos en recibir novedades. En el puerto ya les estarán esperando con una cálida bienvenida.

Entonces escuchó una palabra que no solía escuchar a menudo, pero que, en general, no sentía propia, pese a que no significase nada negativo hacia su persona.

- ¿Héroe? - respondió a Beor, mirando el fondo de su taza de cerámica, ya vacía del preciado brebaje del posadero. - Eso significa que ni sexo, ni dinero-, se dijo en bajo, sin dejar de mirar el interior de la taza, aunque en un tono que seguramente haría que los más cercanos le hubieran escuchado. - Qué ciudad tan divertida, en serio. Trabajar gratis siempre fue tan gratificante-, comentó más resignado y en voz más alta, levantándose de su asiento. De todos modos era una resignación un tanto cómica y de teatrillo. - Creo que si mi padre aún viviera, me diría que estaría orgulloso de mis principios y valores. Para luego proceder a subirme los huevos de una patada, por ser tremendo mamonazo. En cualquier caso, soy todo tuyo, bella dama-, dijo aquello último desviando la vista hacia su querida elfa, y dedicándole una ligera reverencia. - Busquemos dónde podemos ayudar-, terminó por decir.

Aunque, la salida tardó un poco porque hasta Beor quería participar en la contienda a su manera. Tras ese rato se pusieron en marcha y pudieron comprobar de primera mano el inicio de la convulsión de la urbe y de los preparativos de defensa.

El recibimiento por un guardia conocido del posadero fue un poco…

- Ja, y yo que pensaba que ya nadie se acordaría de eso-, respondió, mientras ojeaba el entorno. Aunque hubiera sido más acertado decir que esperaba que nadie lo recordara. - ¿Las serpientes has dicho? - mentó, antes de sumirse en sus propias cavilaciones.

«¿Tendrá que ver con los amigos del enmascarado?»

- Oye, ¿y dices que ese tipo ha quedado en el hospital? - preguntó, a lo que el soldado respondió con una asentimiento de su cabeza. - Gracias por la información, tengo que hablar con él, pero primero debo ir al hospicio. -

Entonces el brujo volvió a mirar alrededor de nuevo, pero con otro gesto en el rostro.

«Esto está cambiado con las barricadas, ¿por dónde carajos quedaba el orfanato?»

- Es por allí. -

- Eh… -

- No, es por allá-, comentó otro soldado.

- Gracias pero… -

- Que no, que es por allí. Si yo vine con mi grupo por esa calle para llegar aquí. ¿Me vas a decir que estoy ciego? -

- No, en serio, vivo en la ciudad. Sólo he tenido un momento de confusión por las barricadas. No hace falta… -

- Por los dioses. ¿Es que tengo que hacerlo? ¿De verdad tengo que hacerlo? - volvió a hablar el segundo, que no tardó en acercarse a un caja cercana, para sacar del interior un gran trozo de papel doblado, que no tardó en desdoblar y colocar sobre un madero inclinado al que lo clavó con dagas. - Mira, cojones, está aquí.

Tanto la caja y el tablón estaban en el interior del sanatorio, pero se podía ver el trajín y movimiento de los hombres desde el exterior, justo desde la entrada al lugar, dónde aún se encontraba el brujo.

- Pues claro que tienes que hacerlo. Debías colocar el mapa de todos modos, fue la orden del sargento. Y ese edificio no es el orfanato, es la carnicería “El Único Cerdo que querrás en tu Vida”, de Don Diego. -

- ¿Cuándo ha sido ese cambio? -

- ¿Qué cambio? Siempre ha estado ahí la carnicería y allí el orfanato.

- No. ¿Quién está moviendo los edificios de lugar? -

- ¡Pero qué dices…! -

- Bueno, debo irme un momento. Ya vengo Níniel, te dejo con…-, miró a los tipos discutiendo. - Estos dos sujetos-. No se le ocurría otro modo mejor de definirlos sin insultarlos. - Me preocupa lo cerca que queda mi negocio del puerto. Por Sandal, ya sabes, pero ese enano sabe defenderse. Además, seguro que ha repartido las armas y armaduras del almacén para la defensa de la ciudad y no quiero morirme del disgusto-, bromeó, dibujando una sonrisa. - Voy a por los niños. Esta zona es más segura y prefiero que estén en el hospital.

- Eh-, le llamó la atención uno de los dos soldados, que le había escuchado decir a dónde iba. - Los disturbios van en aumento. Tenga cuidado-, dijo, asomándose por la entrada del sanatorio.

- Descuide. No pensaba morir por mis ideales, no podría cumplir el objetivo de mis ideales si me muriese-, comentó en forma de broma paradójica, y se marchó antes de que le volvieran a comentar por dónde se iba al orfanato.

No quería morirse de viejo escuchando a esos dos.

En cualquier caso, como no era gilipollas y sabía por dónde se iba de la plaza al edificio, además de que tampoco estaba lejos y, por ende, el guardia se había preocupado por una falta de seguridad cuasi inexistente, no tardó en llegar al hospicio.

Al llegar, Vincent intentó abrir la puerta, pero encontró que estaba cerrada, por lo que golpeó con fuerza mientras gritaba que le dejasen entrar.

- ¿Vincent? -

- ¿Quién si no? -

- ¿Qué haces aquí? - comentó una mujer pelirroja, entreabriendo la puerta.

- Estaba de paso, mientras la ciudad se volvía loca, y me dije, qué coño, seguro que Caroline echa de menos ver mi hermoso rostro-, respondió. - ¡A ti qué te parece que estoy haciendo! Imaginaba que estarías aquí y vengo a daros escolta a un lugar más seguro.

- ¿A dónde? Si puede saberse, cabrón sin gracia. -

Una de las mujeres del hospicio dio un respingo ante el vocabulario de la mesera que solía ayudar a los huérfanos.

- Al sanatorio, pronto se llenará de gente, pero en esa plaza hay un gran contingente de soldados. En ese lugar los invasores no encontrarán más que muerte. Dentro estaréis a salvo. Y cuida ese vocabulario, señorita-, comentó socarrón.

- Lo hago, pero no contigo. -

- Ah, siempre he agradecido el trato diferencial que se me suele otorgar por amigos y conocidos. Imagina el día que ese trato sea privilegiado, y no lo contrario-, comentó, entrando al lugar para agarrar todo lo que pudiera ser necesario y útil, mientras las personas que cuidaban de los niños los apresuraban para partir. - Además, en el hospital también podréis ayudar con los heridos. -

Tras un rato no muy largo, porque tampoco pensaban llevarse todo lo que no estuviera clavado al suelo, acompañó a los chiquillos, Carol y demás personas que ayudaban en el orfanato a la plaza delantera del hospital.

- Amigo-, comentó, acercándose a uno de los soldados de antes, que aún seguía cerca de la entrada del sanatorio. - Creo que mencionaste un tal Donton. Me gustaría hablar con él. Tengo algunas preguntas interesantes que hacerle-, dijo, dibujando una sonrisa tras las palabras.

¿El alfarero armó un cuento muy casual para librarse del castigo o…? Tenía que averiguar lo que sabía, aunque fuera para descartar la historia si no eran más que estupideces.


Offrol
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Vinc sigue a Níniel a la plaza dónde se encuentra el hospital. Luego tiro un poco de trasfondo de personaje y este va al orfanato en el que suele ayudar su amiga Caroline, que está cerca del sanatorio, y lleva tanto a los huérfanos como a las personas que los cuidan, incluida Carol, al hospital, por su seguridad.

Finalmente pregunto por Donton. Lo que pueda saber el alfarero incluido por Nín se lo dejo al máster Fehu ^^

Eso es todo, ¡buena semana a todos!
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El retorno del vampiro [Evento Sacrestic] Empty Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]

Mensaje  Raven Miér Oct 30 2024, 18:57

Y luego de unos minutos, las campanas empezaron a sonar. - Está comenzando. - Dijo el brujo por lo bajo mientras volvía su vista hacia el mar. A lo lejos comenzaban a detallarse los barcos atacantes, pero luego mi vista se posó al suelo. La evacuación de Lunargenta había empezado, y tal como se tendría esperado, esta no era nada ordenada.

El caos y el miedo recorría por las venas de la gente de la ciudad y esto en un estado de adrenalina pura corría desesperada y se empujaban los unos a los otros. Era una escena por demás lamentable. La gente en los momentos de crisis se vuelve egoísta y solo piensan en ellos, y dentro del río de gente que yacía en las calles, poco les importaba la gente que se tropezaba y caía al suelo. Esa gente estaba condenada a morir aplastada por aquella marejada de pies que en un estado de desesperación buscaban salvaguardarse. Olvidándose que en una sociedad dependemos de los demás para vivir.

El pelinegro contemplaba aquellas escenas con una mirada serena. A la orilla de aquel río se percató de una pequeña, llorando desconsolada en búsqueda de su madre. Lo más probable era que en aquella vorágine de personas en masa, esta se hubiese separado de su progenitora. El brujo negó con la cabeza, le parecía una escena por demás deprimente y lamentable. No es que Raven empatizara con la gente de Lunargenta, era solo que le parecía curioso como esta gente que afirma que son civilizados, puede ser gente tan inmundamente egocéntrica. Fue en ese momento cuando a lo lejos se escuchó una explosión dentro de la ciudad. Era evidente que además de la flota que atacaba, también habían infiltrados en la ciudad.

En un rayo de salvación, alguien con una túnica envolvió a la niña en sus brazos y de un salto llegó a uno de los techos y comenzó a correr por ellos. Al ver aquello entrecerró sus ojos y una media sonrisa se dibujó en el rostro de Redstone. - Alpha siempre es tan sentimental.

El brujo cambió su atención hacia el paisaje de la ciudad. Era notable que este ataque estaba siendo bien coordinado. ¿La guardia de Lunargenta estaba lista para resistir aquellos embates? Eso es algo que debía de saber. Por lo que los ojos del brujo volvieron al horizonte marítimo. Era evidente que la flota de Dragut venía enserio. - ¿Ellos deben ser el señuelo... Causarán caos en la ciudad, lo cual hará flaquear las defensas del puerto. - Entrecerró sus ojos.

La situación estaba más que clara. La guardia debía de resistir. En el momento que la flota de Dragut se hiciera con el puerto, ellos inclinarían las cosas a su favor. - Que interesante. - Dijo con una sonrisa maliciosa, mientras caminaba hacia el puerto. No había necesidad de concentrarse en el caos interno de la ciudad... El lugar clave era el puerto. Y allí se definiría el curso de esta batalla.

Deberíamos enviar una guarnición de nuestros soldados para que apoyen en la parte interna. Es evidente que hay mucho revuelo por allá. - Dijo un soldado en la muralla que protegía el puerto. - No es buena idea soldado. - Respondió el brujo mientras terminaba de escalar la muralla y aparecer entre esos dos soldados. - ¿Tú quién rayos eres? - No te centres en nimiedades. Lo importante es que mantengan su puesto. Si llegan a ceder del puerto. La ciudad caerá sin dudarlo. - Dijo el brujo mientras se cruzaba de brazos y miraba la flota de Dragut.

OFF:

Por un breve rato se mantuvo viendo la evacuación de la gente de la zona. Esperando que haya habido el dramatismo suficiente pro sin llegar a ser demasiado empalagoso (?)

Raven terminó acercándose a la muralla cercana al puerto, con la intención de mantener a los soldados allí y que la ciudad no caiga.

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El retorno del vampiro [Evento Sacrestic] Empty Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]

Mensaje  Ingela Miér Oct 30 2024, 20:39

La caída de la noche era inminente sobre una Lunargenta teñida por las llamas y el caos. Desde lo alto de la posada de Begonia y Milenrama, Ingela cerró los ojos unos instantes, respirando profundamente antes de dejar que su esencia dracónica fluyera en su cuerpo. Sus músculos se tensaron, su piel comenzó a cambiar de color, y, en un parpadeo, el aire se llenó de un suave resplandor rojizo cuando tomó su forma de dragón. Con un potente batir de alas, se elevó en el cielo de la ciudad, su silueta trazando una sombra imponente que atravesó las calles iluminadas por el fuego.

Desde arriba, la magnitud de la tragedia la sobrecogió: el puerto estaba atestado de guardias y voluntarios, y en medio de ellos, como un faro en la tempestad, un hombre lideraba. Su presencia era inconfundible incluso a distancia, su figura moviéndose con autoridad mientras dirigía al grupo hacia el frente de batalla. La moral de los que lo seguían parecía fortalecerse con cada palabra que compartía; era evidente que su liderazgo aportaba un destello de esperanza en la oscuridad. Ingela se preguntó quién sería aquel hombre, pero era una duda que, con el favor de los dioses, resolvería después.

Ingela descendió un poco, manteniéndose en las alturas, pero vigilando desde arriba. Aquel grupo se dirigía hacia el muelle con la intención de contener el avance pirata. Cada instante parecía contar, cada segundo era vital en una noche como esa. Sobrevolando en círculos, percibía el sonido de la marcha de hombres y mujeres de todas las razas, edades y condiciones sociales, que se alzaban entre todos los demás, creando una sinfonía de valentía y estoicismo. La dragona se sintió inspirada por aquella imagen de seres valerosos y determinados a defender su ciudad.

Mientras tanto, en tierra, Fëanor se movía con agilidad entre la multitud. Tras asegurarse de que Begonia y Milenrama estuvieran a salvo en su taller, había seguido el flujo de personas hacia el puerto, su mirada analítica captando detalles que otros pasaban por alto. En el bullicio, notó a varias personas que, aunque armadas, parecían más dispuestas a ayudar que a empuñar sus armas. Inspirado, comenzó a formar un pequeño grupo de ciudadanos y mercaderes dispuestos a brindar apoyo a los heridos que, más temprano que tarde, comenzarían a llegar. Los condujo hacia un espacio cercano a las murallas, donde podrían atender a los primeros heridos.

-¡A todos los que puedan ayudar, vengan aquí!- gritó, su voz resonando sobre el estrépito general mientras organizaba a aquellos que parecían con más experiencia en sanación para preparar el triage. A su alrededor, algunos improvisaban camillas, otros llegaban con insumos e implementos de curación. La expresión de Fëanor era de una firmeza tranquila, la misma que usaba para infundir orden en el caos.

Desde el cielo, Ingela continuaba observando. Dio un par de vueltas más, evaluando la situación y asegurándose de que nada escapara a su vigilancia. Su instinto le decía que pronto habría refuerzos enemigos, y mientras volaba, sus escamas brillaron con el reflejo de las llamas, una advertencia a cualquiera que mirara hacia el cielo: Lunargenta no caería fácilmente.
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