[CERRADO] Agua que no has de beber... [Interpretativo] [Libre] [2/2]

El sol recién aparecía luego de una larga noche de sueño. Los rayos tímidamente comenzaron a iluminar el bosque que, debido a la gran cantidad de árboles, se teñían de diferentes tonos verdosos dando la sensación de estar en un paraíso. El viento ayudaba a mantener esa ilusión ya que había decidido soplar gentilmente sobre los árboles por lo que solo una brisa dulce atravesaba el bosque. Las primeras luces despertaron a los animales del lugar que, despacio, iban apareciendo detrás de las rocas, por entre los arbustos y de los árboles. Las aves saltaban de rama en rama llamándose unas a las otras con dulces cantos. La atmosfera que creaban todos elementos juntos, hubieran podido relajar a cualquier persona al punto de hacer que simplemente decidieran dormir allí o sentarse a contemplar la belleza del momento. Sin embargo en eso momento, una persona que estaba inmune a esos efectos.

Ghabriel caminaba de prisa pisando fuerte con la cabeza baja tapada por la capucha y las manos en los bolsillos. Los animales eran inteligentes y se apartaban de su camino cuando se acercaba. Un zorro corrió despavorido cuando vio que se acercaba directamente. Mejor porque si hubiera estado más cerca lo hubiera pateado. Pobre zorro, no tenía la culpa. No, la culpa la tenían esos estúpidos hombres con lo que pensó podría dar un golpe a la casa de un noble. Odiaba cuando sus planes no salían como él quería. Sobre todo cuando la culpa de él sino de otro que supo seguir las instrucciones. Ahora había perdido la oportunidad de tener una gran cantidad de dinero a su disposición porque un idiota, un humano engreído, creía que podía moldear a su voluntad el plan creado cuidadosamente por un mago. Por esa razón no sintió culpa alguna cuando abandonó el lugar al ver que ya las cosas no funcionarían, que sería imposible escapar de la casa una vez adentro con todas las joyas y dinero encima. Sacudió la cabeza enfadado. Ojala los hubieran agarrado a todos con las manos en la masa.

A lo lejos se escuchaba el sonido de agua golpeando contra rocas. Quizás un baño le ayudarían a relajarse un poco y borrar la angustia e ira que lo inundaban en el momento. Giró casi mecánicamente y se encamino hacia donde provenía el sonido. Una vez allí encontró un lago y una cascada no muy grande. Perfecto. Su necesidad de bañarse en las aguas frías no le permitió ver nada más en ese momento.

Se dirigió con paso firme hacia el agua al tiempo que se quitaba la capa y la camisa por la cabeza y las arrojaba con fuerza al suelo. Cuando estuvo más cerca de la orilla se frenó para quitarse los zapatos y vio la figura de una mujer con el torso desnudo debajo de un chorrito de agua que antes no había distinguido. El joven mago se quedó estupefacto mirándola en una posición extremadamente rara: su cuerpo estaba levemente inclinado y la mano izquierda sostenía su pie izquierdo para sacar el zapato.

Estaba helado. Era increíble como la visión de aquella mujer semidesnuda bañándose había logrados que su humor cambiara tan radicalmente. Sólo se quedó boquiabierto observando a la joven; intentaba no mirar directamente a los pechos de la joven, pero le resultaba una tarea que bordeaba lo imposible. Cerró los ojos, sacudió levemente la cabeza y se dejó caer al suelo. Aún con los ojos cerrados, podía recordar los senos redondos y suaves de la joven que se asomaban tímidamente por entre sus cabellos rubios. Una sensación pesada y caliente comenzaba a extenderse desde su pecho hasta su cintura con ese solo recuerdo. Su cuerpo entero le pedía a gritos que reaccionara y tomara a la joven, pero por alguna razón permanecía allí sentado como si estuviera clavado al suelo. ¿Por qué reaccionaba de esa forma como si fuera un virgen? Desde afuera cualquiera pensaría que era la primera vez que veía a una mujer desnuda.

La joven lo miraba fijamente con una media sonrisa. El agua le caía le por los hombros empapándole el cabello largo que marcaba las curvas de su cuerpo. De pronto notó algunos rasgos que no reconocía: podía ver pequeñas escamas que subían por la parte baja de la cintura y se extendían por las piernas sumergidas en el agua. Las manos no parecían normales, pero no podía verlas claramente ya que estaban entrelazadas en el cabello. Ghabriel intentó devolverle una de esas sonrisas que usaba para enamorar a las campesinas y a las hijas de los nobles, pero solo consiguió una sonrisa nerviosa.

— ¿Qué os pasa?— Le preguntó de forma provocativa y seductora.

No podía poder permanecer más en silencio mirándola hipnotizado. Sin embargo tenía miedo que no fuera capaz de articular una frase o siquiera una palabra.

—Hola—respondió con una voz tímida y una sonrisa torcida.

Se sentó donde había estado antes la muchacha y dejó que el agua le cayera por el torso desnudo. Necesitaba enfriarse antes de reaccionar de cualquier forma. Miraba a la joven a los ojos, quien le devolvía la mirada y parecía dispuesta a no dejar de observarlo, y respiraba con fuerza en un intento de calmar los demonios que comenzaban a apoderarse de su cuerpo y mente. Esas pequeñas voces le decían que no debía esperar para zambullirse en el lago y tomar a la joven, claramente eso era lo que ella también quería. Pero sabía que ser tan impulso no era lo correcto, ya la había traído problemas en el pasado. Realmente necesitaba de esa agua helada en su espalda y pecho para no nadar directo hacia la joven y hacerla suya. Cada movimiento de ella era tan sensual y sugestivo que cada centímetro de le pedía a gritos que actuara ya. Verla salir del agua y acomodarse el cabello de esa forma sólo había empeorado las cosas y en su cabeza predominaba el pensamiento de que el agua ahora escondía esos bellos pechos que hasta unos segundos antes no podía dejar de ver.

Ya se había quitado los zapatos y los había dejado a un costado junto a sus espadas; era ilógico tenerlas cerca en eso momento. Dudaba mucho que tuviera que usarlas una vez en el agua y, aun, si tuviera que hacerlo, no serían de mucha ayuda para pelear en el agua. Contó hasta cinco y se zambulló hasta la cabeza en las oscuras aguas del lago. Al parecer, el lago era bastante profundo, sus pies no lograban tocar el fondo y las únicas superficies que lograban rozar estaban resbaladizas y mohosas; el agua estaba más fría que el la cascada y un escalofrío le recorrió la espina.

Salió a la superficie dando una gran bocanada para recuperar aire. La muchacha lo seguía viendo y en sus ojos podía ver una mezcla entre curiosidad y atracción. Nadó unos metros hacia ella, la tomó por la cintura y esperó a su reacción. El agua helada ya no funcionaba.