La payasa Betty (MASTREADO - LIBRE)

Su cabello pelirrojo hondeó al son de los tosidos de la mujer, por el humo que salía de uno de los escapes del callejón. Expulsó la negrura que se había quedado atrapada en su extravagante ropaje y volvió a toser. Aquello de seguro la iba a matar algún día, o eso era lo que ella pensaba, pero tampoco era como si pudiese cambiar su situación.

La joven empezó a caminar, entre las callejuelas de la futurista ciudad, para terminar caminando por una de las vías principales. Lo cierto es que, a pesar de ser plena tarde, aquello parecía más bien abandonado. Los bio-cibernéticos tenían bastantes cosas por hacer en sus propias tierras como para andar perdiendo el tiempo paseando por la ciudad, por lo que solo se podía ver a un par de humanos, ya fuesen viajeros de paso o ciudadanos que por una u otra razón debían de pasar sus vidas entre aquellas enormes paredes de acero.

Betty se paró en el centro de la calle y empezó a buscar algo en sus bolsillos, para terminar sacando un puro, pero se encontró con un pequeño problema; no tenía fuego. - Ahh... - suspiró en voz alta y dirigió su mirada a la poca gente que pasaba a su alrededor. - ¿Alguien tiene fuego? -

Información: 

Este es un post mastreado libre, es decir, puede entrar el que quiera. El límite de personajes, sin contar al master, será de 2, sin importar si se entra al inicio o a la mitad de la historia. El orden de posteo será el de llegada, aunque el master podrá cambiarlo. Al no ser una quest, no se promete nada como una recompensa o experiencia, pero al ser mastreado siempre hay una oportunidad de obtener algo por el estilo. Si en un plazo de 48 horas, sin mensaje previo excusándose para alargar dicho plazo o buscar una solución, el turno de dicho personaje será saltado, con la posibilidad de expulsión del rol si sucede una segunda vez. Suerte.

¿Realmente es esto una ciudad Pandaman? Es escalofriante, ¿no crees?. Tengo frío… Mis comentarios no habían dejado ese tenor desde que entramos al dominio de los bio. Aparecían máquinas por doquier, altos edificios con semblante examinador y mirada de hielo. El color de los frondosos bosques parecía haberse drenado en el aire y ni siquiera el cielo sonreía.

Mis pasos, que en la pradera o el bosque andaban con sigilo, ahora sonaban con un “plas plas” alarmante sobre el extraño terreno de aquella ciudad. ¡Cómo extrañaba Lunargenta en comparación a todo eso! De no haber sido por aquél maldito oso… Aprovechando que me encontraba en Verisar, fui a hacerle una visita a mi amigo el viejo hombre-oso y se alegró al verme porque tenía un encargo para nadie igual a mí. En resumen: estuve diez minutos con el y un par de días para venir a buscarle quién sabe qué cuche en estos parajes.

Para no perder la costumbre, me había vuelto a perder y no sabía cómo dar con la dirección que me habían dado. Lo importante, era dar con un bio “vestido” de rojo y pinta de mujer. Sonreí. Maldito Jasper… no volveré a visitarte ni en un millón de… Abrí los ojos de par en par al ver a una mujer payaso en el centro de la calle.

Me quedé un rato observándola y Panda hacía los mismo. En realidad llevábamos tiempo sin ver payasos y nos pareció muy curioso encontrar una exactamente en ese lugar. Los bio no eran del todo risueños, de hecho, sólo había visto dos de cerca en “El misterio” y los vi porque se pusieron frente a mi para analizarme y llenar sus benditos datos. Nada más. Incluso, en cada gira que hacíamos evitábamos esta ciudad por lo mismo, sin contar con los rumores que salen de ella.

La mujer pidió fuego. Enderecé hacia ella con el tigre pisándome los talones. Buenos días señorita dije haciendo una seña con la diestra, mientras le observaba más de cerca. Parece que no está teniendo un buen día… ¿o es que piensa incendiar a algún robot con algún artilugio? Pregunté sonriendo. Ah, pero que torpe… olvidé presentarme dije con un gesto apologético mientras me rascaba la nuca.

Yo soy Eco, él es Panda y nos gustaría perdirle que nos ayudara si no es inconveniente… aunque lamento decirle que no tenemos fuego. Me encogí de hombros y esperé su respuesta. Si algo había aprendido es que hay muchos tipos de payasos. Me preguntaba a cuál pertenecería ella.

Betty se vio sorprendida no solo por una joven con extrañas orejas al aire, sino que con un ser enorme que la acompañaba, curiosamente, con las mismas orejas. La mujer elevó las cejas, con cara de amargada e incrédula, aún con el puro en la boca. Se sacó el royo marrón de entre sus labios y se dispuso a contestar, pero lo único que consiguió fue quedarse con la boca abierta. Volvió a cerrarla, después de que un espantoso humo negro rozase su lengua y volvió a toser, para acabar escupiendo una bola de saliva amarillenta en la acera.

- Ya, claro... - se limitó a contestar, antes de proseguir tras una larga pausa en la que observó fijamente al animal. - Lo siento, muchacha, pero creo que te has equivocado. Eso parece un tigre, no un panda. - Entonces Betty exageró una tremenda sonrisa de payaso irónica y volvió a acercar el puro a sus labios. Se dio cuenta de que seguía sin fuego y volvió a suspirar. - Bueno, no es como si me molestase realmente ayudarte... Pero antes necesito ese dichoso fuego. Sin él estoy jodida, ya sabes. - se encogió de hombros y volvió a mirar a su alrededor, esperando encontrar esta vez a alguien que sí tenga fuego. Volvió a mirar a la joven de orejas de animal y largo cabello de arriba abajo y levantó una ceja. - Tal vez... Sí, oye. Tal vez si eres tu la que pide fuego te lo den enseguida.  Mira, saca una pierna así - dijo mostrándole la acción - y pide fuego. Luego te ayudaré. - Después de todo, la payasa Betty no tenía nada que perder.

Off Rol: Recuerdo que puede unirse otro personaje más en cualquier parte de la historia. Suerte.

Al parecer esta mujer payaso era de esas que han perdido la esperanza, de los que han dejado que su brillo fuese consumido por otros en vez de utilizarlo para iluminar a los demás. Suspiré y observé como ella, al igual que otros me observaba con atención y casi con incredulidad en su rostro.

De hecho, fue casi gracioso mirar como parecía esforzarse por no mandarme a lustrar bios con mi lengua. Le volví a sonreir cuando puntualizó que Panda no era un panda. Ah, pero es tan mono, y no me refiero a esos animales que hacen monadas y comen bananas… Me agaché al lado del animal y estiré sus mejillas al tiempo que él se quejaba con un bajo gruñido de desaprobación. ¿Ves? Además, cuando era sólo un cachorro, parecía un osito en blanco  negro. Era tan tierno. Creí prudente detenerme e ir al grano.

En fin ¿fuego por tu ayuda? le miré el semblante. No se le veía demasiado bien, pero bueno ¿qué tan malo podría resultar? Es un trato le dije mientras le guiñaba un ojo y le tiraba un beso. Pero ha de ser a mi manera

Le señalé un punto más adelante en la mitad de la calle a Panda para que se dirigiera hacia allí; mientras él lo hacía me hice una trenza rápida para atarme el pelo y luego me dirigí a él entre saltos, alternado cada vez manos y pies. Al llegar al tigre, saqué dos pequeñas botellas de ron. Destapé una y tomé un trago mientras apoyaba mi pierna derecha en el lomo del animal. Me tomé mi tiempo para degustarlo.

Usando una voz animada y despreocupada comencé a pregonar ron y besos por fuego me carcajee holgadamente ¿o preferís ron y diversión por un poco de fuego? Vamos vamos caballeros… y las damas también, nada se logra si nada se da .

Estuve un rato probando distintas combinaciones. El ron que Jasper me había dado por hacerle el encargo pronto se acabaría. Aunque no logara mi objetivo, al menos tenía un poco más de energía.

Después de que Betty escuchase las chorradas innecesarias sobre el tigre, tal y como las veía ella, apresuró con las manos a la joven para que le consiguiese al fin el fuego que tanto anhelaba. Mientras que se lo consiguiese, cualquier cosa le parecía bien, incluso si decidía desnudarse por las llamas.

La mujer se quedó observando como un espectador más las habilidades acrobáticas de la chica de orejas de animal, mientras que un par de personas se habían acumulado a su alrededor. Primero vinieron correteando un par de niños y niñas, 6 podían contarse cuando dejaban de moverse de un lado a otro, pero claro, esos fuego no tendrían. Un par de borrachos también se habían acercado, para observar de cerca a la bella joven, pero con suerte fueron capaces de arrastrarse hasta ahí, si le ofrecían fuego a alguien acabarían quemándole las cejas. Pero la espera dio sus frutos, y un joven se acercó a la mujer de largos cabellos casi plateados.

- Vaya, eso fue impresionante. - la elogió mientras aplaudía. - ¿Y todo esto lo ofreces a cambio de un poco de fuego? No hay ningún problema en ello, mira. - Chasqueó los dedos y de entre estos salió una chispa, la que pronto se convirtió en una pequeña llama flotante en el aire. - Dime, ¿para que lo necesitas? -

Betty se acercó a él de inmediato y agarró la mano entre las suyas, acercando el fuego al puro de su boca. Cuando este cogió soltó al muchacho, joven mago al parecer, e inspiró el fuerte aroma de las hierbas, para terminar soltando un gustoso suspiro de alivio. - Para esto. - respondió sosteniendo el puro entre dos dedos.

Off Rol: El mago de fuego es un extra de esta historia, así que no dudes en usarlo como gustes.

Muchos pequeños aparecieron de la nada. Pensé que esas calles al final no estaban tan vacías como simulaban. Sonreí al tiempo que buscaba con la vista a alguien que pudiera tener el dichoso fuego. Frente a mí, se desplegaba una amplia gama de borrachos. Suspiré con mi confianza un poco aplastada.

Momentos antes de que diera por finalizada la prédica, un joven con apariencia de humano se puso frente a mí y comenzó a elogiarme. Un fuego comenzó a subirme desde el pecho hasta mis mejillas; estaba absolutamente ruborizada y no sabía qué decir ante las palabras y los actos del joven. En esos instantes apareció la mujer payaso y se aprovechó del fuego que el joven estaba ofreciendo.

Gra…gracias joven, no se imagina el favor que acaba de hacernos le dije mientras buscaba la forma de tomar sus manos para agradecerle. Miré a la dama. Señora payaso, ¿va usted a ayudarme ahora? le pregunté mientras desenfocaba mi atención del desconocido.

Di un par de pasos hacia ella, pero algo me detuvo. Panda no venía conmigo. Me giré algo preocupada en su búsqueda y le encontré mirando alguno de los trucos de fuego. ¿Necesitas ayuda? dijo él en un alarde de energía. Por un segundo me quedé sin aliento. Definitivamente, era el tipo de hombre que me gustaba, mirada segura, semblante alegre y juguetón, joven y fuerte y nada mal para elegir sus ropajes.

Abrí la boca para responderle, pero lo único que salió fue aire. El tigre resopló e hizo un gesto similar a una negación con su cabeza. Estaba perdida.

Spark había ido hasta la ciudad de los bios para entregar un encargo que habían hecho a la posada de sus padres. Cuando terminó, decidió que darse una vuelta por la ciudad no sería mala idea. Una parte del pago que le habían dado se trataba de un par de cajas de cerillas, ya que no tenían suficientes aeros y las cerillas eran un recurso difícil de encontrar, por lo que la licántropa lo aceptó.

Se dirigía ya a la entrada cuando vio a una mujer y a un tigre haciendo unas acrobacias bastante graciosas, por lo que se acercó. La mujer ofrecía entretenimiento a cambio de fuego y antes de que ella pudiera ofrecerle las cerillas, un hombre que Spark supuso sería mago, hizo fuego con un simple chasquido.

Aprovechando que la mujer que tenía colas y orejas de tigre se entretuvo con el mago de fuego, Spark se dirigió a la que estaba vestida como un payaso, que era para quien se pedía el fuego.

- Puede que ese hombre le haya solucionado su problema por unos instantes, pero podríamos hacer un trato para que yo le diera una de mis cajas de cerillas - le dijo Spark a la mujer mientras mostraba una de las cajas por unos instantes, volviéndola a guardar por miedo a un posible robo.

Betty se quedó observando como tanto la orejuda como el mago de fuego empezaban a flirtear el uno con el otro, mientras disfrutaba de su viejo amigo el puro. Su velocidad de consumo era increíble, por lo que en pocos segundos ya iba por la mitad, y fue entonces cuando una mujer se presentó mostrando una caja de cerillas. A eso, la payasa se quedó observándola un buen rato, pensando si realmente iba a necesitar aquella cajita o no: Claro que la iba a necesitar.

- Bien. - Acercó sus escurridizas manos, como si fuesen de goma, a la mujer de oscuro cabello y extraños ojos que se le había acercado, y empezó a hacerle cosquillas debajo de los brazos, cumpliendo con su deber como payasa; hacer reír a la gente. Una vez que había conseguido sacar la primera carcajada de la mujer, aprovechó el que las cerillas le habían sido mostradas y con un movimiento rápido y ágil, al nivel de cualquier ladrón experimentado, se apropió de lo que iba a ser su recompensa. - Me lo quedo pues, siempre con tu permiso, claro. - Dio una larga calada al puro antes de sacárselo de la boca y mostrar una atontada sonrisa de payaso, chorreando ironía por todas partes.

- Eh, tortolitos, venid aquí. - El mago de fuego no tenía realmente nada que ver con el asunto, pero aún así parecía no querer separarse de la medio bestia, así que la siguió, y algo le decía a Betty que no tenía pensado alejarse de la joven sin más. - Va sí, tu también. - Cuando los tres estuvieron frente a ella, bueno, los tres y el enorme animal, prosiguió. - Bueeeno... Cada uno de vosotros, o al menos vosotras dos, tiene algo que quiere de mí, pues no me creo que os acercaseis sin razón alguna. Así que escupidlo y manos a la obra. - volvió a dar una larga bocanada al puro, expectante. - Soy Betty, por cierto. -

Off: 1 lamento la demora
       2 Spark lamento que mi descripción de ti sea tan escueta, pero no tengo más de lo que está escrito en la ficha. Mi conexión aquí es pésima y con suerte estoy pudiendo hacer que esto cargue como para poder leer y responder los roles xD, mucho menos ver los espoilers
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On:

El mago se daba por aludido bajo el apodo de “sazón” me pareció un poco chistoso conocer su mote, pero no hice comentario al respecto. Intercambiamos breves palabras en un tiempo ínfimo, pero cuando la payaso nos convocó, de una forma… vergonzosa, había otra dama a su lado. ¿En qué momento se habría acercado?.

Bajo una capa carmesí se ocultaba un rostro cálido pero que parecía no desear ser reconocido. Sabía lo que eso significaba  o podría sentir, por lo que respeté su decisión no verbalizada de privacidad… por el momento. Sazón también fue convocado, y haciendo un medio círculo alrededor de quien se hacía llamar Betty nos dispusimos a iniciar una conversación, o al menos eso esperaba. La mujer payaso podía ser un poco… impredecible por llamarle de alguna forma, además de muy directa, quizás demasiado.

¿Me preguntas qué quiero Betty? lo medité durante unos instantes. Quería muchas cosas y el alcohol además de la compañía que estaba disfrutando, me habían hecho olvidar momentáneamente mi misión en ese lugar. Agaché mis orejas con mi vista en blanco hasta que recordé aquello que estaba comenzando a ser un estorbo molesto… muy molesto en alguna parte de mi cerebro.

Cuando el pensamiento oculto en las profundidades del olvido volvió a emerger, se me pararon los pelos de la cola y las orejas simultáneamente. Me estaba comenzando a convertir en alguien poco confiable si no podía con un encargo tan simple como ese. Necesito dar con el paraje “Salsicom” allí hay un bio mujer vestido…¿vestida? De rojo. Ella me tiene que entregar algo que tengo que dejar en Lunargenta. Estaba feliz por haber sido capaz de dar una respuesta propia y tenía la sensación de haber vuelto a la escuela. Mi cola se movía de un lado a otro imitando a un perrito contento.

Observé a Panda con una sonrisa de oreja a oreja y luego al mago. Ah, y algo para comer no estaría nada mal agregué de improviso pero con mucho sentimiento. Luego me quedé lo más quieta y callada posible mientras me dispuse a escuchar al resto. Me llamaba poderosamente la atención aquella nueva desconocida.

La extraña mujer que fumaba, quien a Spark le producía aversión, se presentó como Betty y les preguntó a las mujeres qué querían por haberla ayudado. Realmente a Spark le había robado sus cerillas, por lo que no estaba muy contenta.

La petición de la mujer-bestia (supuso que aquello era aquella muchacha) fue simple: una dirección y algo de comer. Le pareció que la mujer era muy joven y poco habituada a la vida, al menos sola.

La licántropa se lo pensó más, pues unas cerillas eran algo valioso.

- Si mendigas por fuego es porque no tienes aeros, por lo que no será esa mi petición - comenzó Spark -. Pero... ¿qué tal algo valioso que guardes? Al fin y al cabo en esa caja hay aproximadamente unas 40 cerillas y eso son muchos puros que fumar - continuó esperando recibir algo valioso de aquella mujer.

Observó después a la mujer de las orejas extrañas.

- Soy Spark Adams, por cierto - se presentó ante ambas -. Y... ya se su nombre, señora - dijo a Betty con un tratamiento mejor del que creía que merecía -, pero ¿qu-quién eres tú? - a poco estuvo Spark de decir "qué", pero calló a tiempo.

- Yo soy yo, a la vez que tu eres tu y él es él, ah, y casi se me olvida - colocó su brazo por detrás del hombro de la mujer de capa roja, de forma amistosa. - Ella es ella. No lo olvides. Y ahora empecemos a caminar, lo demás lo discutiremos por el camino. -

Betty les guió, mientras que el mago de fuego se ofreció a llevarlas a un buen lugar para comer, que de casualidad estaba por el camino que la payasa eligió. Esta aceptó la propuesta, pues además sabía del lugar que el mago les describía, y estaba de acuerdo en tomar algo ahí, tal vez alguno de sus platos favoritos.

- Si tan pobre fuese, no tendría objeto de valor alguno, pero a la vez no tendría puros por los que usar las cerillas... - filosofó Betty, como respuesta hacia la nueva integrante del grupo que se había formado. - Pero lo material es pasajero y el conocimiento lo es todo. - entonces volvió a rodear a la joven. - Por lo que si quieres te puedo enseñar el arte del payaseo, como le llamo yo. Por ejemplo: Va un hombre y le pregunta a otro; - ¿A ti te gusta más que la gente se ría "contigo" o "de ti"? - y el segundo le responde; - Mmmm… pueees… de ti, de ti. - La payasa se puso a reír a todo pulmón, lo cual terminó en tosidos y escupitajos. Entonces, cuando se calmó, prosiguió. - Pero si no quieres ya pensaré en otra cosa, aunque no deberías dejar escapar esta gran oportunidad. - ahí dejó el tema, para pasar a la otra joven.


- Se donde tienes dirigido Eca, - trató de recordar su nombre mientras seguían caminando - así que te puedo llevar ahí, pero esta ciudad está plagada de bios y con tan poca información será gracioso tratar de buscar uno solo. ¿Hay algo más que me puedas decir? - Por alguna razón, la mujer se había tomado seriamente su "misión" de ayudar a la chica de orejas de tigre, por lo que hasta se molestó en preguntar más, lo cual no era muy común en ella, aunque nada aseguraba que su entusiasmo durara mucho.

Al fin acabaron llegando a una pequeña pero acogedora taberna, en la que se sentaron a una de las mesas libres. - Pedid lo que queráis, yo pago. Pero eh, sin pasarse. - dijo Betty con su extravagante sonrisa de payaso. A continuación, el ago y la payasa "dialogaron" largo rato quién iba a hacerse cargo de la cuenta.

Cuando pensaba responderle a Spark con algo ligeramente elocuente respecto de su nombre, Betty tomó la palabra y comenzó a arriarnos como si de ovejas nos tratase. Comencé a reír ante sus palabras, sin duda que yo era yo, sino ¿quién más habría de ser?. Estaba resultando divertido conocer un poco mejor a aquella mujer.

Me sorprendió el hecho de que Sazón conociera tan bien el lugar y que se llevara en buenos términos con la mujer payaso. ¿Ya se habrían conocido? Le di un par de vueltas al asunto y pensaba escupir la pregunta como si se tratara de un diente malo, después de todo no me gustaba guardarme nada; pero cuando iba a tomar la palabra salió un chiste malo y a la vez bueno a la luz que no pude evitar reirme a pulmón lleno. Tampoco pude evitar preocuparme un poco por ella cuando le escuché toser, lo hacía demasiado seguido…

“Eca” ahora… era… ECA, me tomé mi tiempo para digerir que me llamara de otra forma que no fuera mi nombre. Si había una simple cosa que podía sacarme la fiera de dentro era eso de que me llamaran por nombres que no eran el mío. ¿Acaso Eco no era lo suficientemente corto y sencillo?. Conté mentalmente hasta tres para pensar en lo que me había preguntado.

mmm… ¿un poster estaría bien? busqué entre las cosas de Panda y di con un panfleto muy grande pintado a mano que me había dado el viejo oso con una especie de mapa –casi indescifrable para mí- en su reverso. Al entrar a la taberna, se lo entregué a Betty cuando pareció arreglar las cosas con el mago.

Llamé a una de las camareras y le pedí un par de filetes jugosos y algo de agua. Mientras ella tomaba las órdenes del resto observé el lugar. Probablemente era uno de los lugares en donde menos densidad de bios había visto. No estaba en muy buenas condiciones, de hecho estaba usado y con algo de polvo por los rincones, alguna que otra silla rota pero aparentaba buen servicio y gran ambiente.

No había mucha luz natural, las ventanas tenían escasa iluminación debido a la altura de los edificios circundantes. Suspiré, miré a Spark y le susurré. Tch, ei, Spark… mi nombre es Eco y él es Panda le guiñé un ojo y le di una gran sonrisa.

Spark puso los ojos en blanco cuando Betty comenzó con toda la palabrería sobre quién o qué eramos. No le gustaba nada andarse por las ramas y no hizo caso de nada de lo que dijo.

- No tengo ningún interés en aprender a hacer de payasa - dijo la licántropa seria mientras sus acompañantes reían a carcajadas. Ese chiste había sido pésimo -. ¿Algo más que usted me pueda enseñar? - dijo con el tono más educado que le fue posible emplear.

Entraron a una taberna en la que la payasa les invitó a que pidieran. Se limitéó a pedir el plato del día y un vaso de vino tinto, pues tenía frío y eso la ayudaría a entrar en calor.

Estaba comenzando a hartarse de aquella gente tan sonriente. Ella solía mantener una sonrisa en el rostro delante de los clientes o de quien merecía su simpatía, pero aquel trío era superior a lo que ella podría soportar.

La mujer con las orejas de tigre finalmente se presentó. Le extrañó que dijera un nombre diferente al que había usado la payasa para hablarle, pero supuso que aquella extraña fumadora se habría equivocado (para continuar con la lista de contras).

- Un placer conocerte - respondió en un susurro -. Espero que esto acabe pronto - continuó mirándola a los ojos.

La camarera trajo la comida que cada uno había pedido, mientras que el mago alardeaba de que tenía un trabajo en la fábrica de la ciudad, gracias a su dominio del fuego, entre otras cosas. Mientras tanto, la payasa Betty revisó por encima el trozo de papel que Eco le había dado, asintiendo con la cabeza. - No, no la conozco de nada, pero ya pensaremos en algo. -

Siguieron hablando de cosas casuales y sin importancia durante el resto de la comida y cuando terminaron Betty sacó otro de sus puros del bolsillo, poniéndoselo en la boca y encendiéndolo con una de las cerillas. Cuando lo hizo notó la mirada de la mujer que se las había entregado y volvió a bajar su vista hacia la cajita. - Bueno... Supongo que debo darte algo a cambio de esto, ¿verdad? - comentó pensativa. Empezó a rebuscar entre sus bolsillos con sus palmas abiertas, dando golpecitos en cada uno de ellos, pues tenia más que bastantes. - ¿Pero qué podría darte? - Volvió a inspirar el humeante royo de hierbas secas y se rascó la nuca. - Bueno, de momento síguenos y tal vez algo aparezca para entregarte. O sino, puedes tomar la comida de la cual has disfrutado como el pago por las cerillas e irte, pero te perderías mucha diversión. -

De la nada se levantó de su asiento de un salto, extendiendo sus brazos llamando la atención de todos. Pareciese ser que se disponía a realizar algún truco tal vez, pero luego bajó sus brazos y con una voz de lo más normal dijo que podían irse. Al final había sido el mago el que había pagado a la comida, por lo que Betty tenía cada vez más razones para estar feliz, o al menos para no estar malhumorada.

Off Rol: Podéis describir el camino como gustéis. Dejad volar la imaginación, pues la creatividad puedo tenerla en cuenta para otorgaros puntos u objetos especiales. Suerte.

Spark parecía un poco por demás seria. Cuando nos trajeron el plato de comida a Panda y a mí se nos hacía agua la boca. No tardamos ni quince minutos devorando aquél festín. Por demás está decir que hacía tiempo ya que no probábamos nada igual. Cuando acabamos la carne, solo quedaban los huesos.

Volví a chistarle a la mujer. Si la vida te trae sor-pré-sas, tírale con un… pensaba decir “tomate”, siempre me gustaba arrojar esas pequeñas cosas rojas que hacían “splash” y ensuciaban mucho, pero no tenía ninguno a la mano. –miré rápidamente a mi alrededor y tomé disimuladamente lo único que encontré para luego “hacerlo aparecer” frente a ella. …como decía, si te sientes mal con la vida, le tiras con huesos

Me encogí de hombros y volví a sonreirle, mostrándole un hueso bien blanco, pelado y filoso a la joven de mirada penetrante. Betty parecía no conocer el lugar al que teníamos que dirigirnos, por lo que inflé mis cachetes con un poco de desagrado. Sí, solo un poco, porque me lo estaba pasando mucho mejor de lo que esperaba en aquella ciudad de cenizas y metal.

La mujer payaso me sorprendió cuando se levantó tan estrepitosamente para luego decir que simplemente nos íbamos. No pude hacer más que contener una carcajada y, parándome sobre mi silla hice una reverencia a quienes nos observaban con el tigre secundándome. Acto seguido, partimos raudos tras Betty que comenzaba a alejarse a más velocidad de lo que sus grandes zapatos parecían otorgarle.

Con mis sentidos recargados, esta vez no pude hacer más que tomar a Pandaman por su cola y seguir al resto mientras intentaba mantener mi mandíbula encajada en mi cabeza de la impresión.

Vastos sonidos metálicos, contundentes y suaves parecían acariciar a su modo las calles duras que se abrían paso bajo nuestros pies entre aquella selva de metales y materiales que no se veían fuera de los altos y fríos muros de esa base. Bocinas, susurros, altavoces, era un mix de sonidos aterradores, pero a la vez avasallantes, mi corazón parecía palpitar al ritmo que comenzaba a captar en aquél paraje.

Las sombras sobre las paredes adquirían cuerpos grises, metálicos y de colores, algunas con formas humanoides que sólo eran distinguibles por su carencia de olor. Las miradas en las calles eran vacías, sin brillo y sin vida. No me gustaba darme cuenta de eso. Quería que el pincel de la felicidad pintase aquellas gruesas corazas con bellos arocoiris, pero sabía que no era posible en ciertas razas, y por ello muchos creían que esa era la razón por la que los bio eran tan confiables y personas como yo no. Suspiré y sonreí tristemente mientras le estrujaba un poco la cola al animal. Jamás podría ser como ellos.

El ambiente era frío, por lo que hice uso de mi capa, escondiéndome tras ella y poniéndola como un muro delgado, una pequeña valla de contención entre aquél mundo cuadrado y mi propia burbuja de felicidad. En esos momentos, envidiaba bastante a Sazón, que podía conjurar su propia flama a voluntad en los momentos en los que su corazón se sintiera frío y triste.

Me adelanté un poco al tigre y encaminé hacia Betty, quería preguntarle por qué se encontraba en un lugar como ese, pero un sonido hizo que incluso me detuviera para aguzar el oido.

…¿Música?

Solté la cola de Panda y empecé a correr despavorida hacia la fuente de aquél rudimentario instrumento. Juraría que había escuchado platillos y algo más de percusión.

Spark tomó aquello que parecía un guiso de verduras con algo de carne y se arrepintió de haber pedido aquello, añorando los platos que su madre hacía en la taberna. Eco sin embargo lo devoró todo en un abrir y cerrar de ojos y después comentó algo que a la licántropa dejó desconcertada. ¿Tirarle huesos a la vida? No había entendido aquello y se quedó mirando a la mujer de las orejas de tigre con cierta cara de desprecio. Su estilo de vida no era lo que le gustaba y deseaba irse de aquella estúpida ciudad metálica.

Con un enorme estruendo Betty se levantó y anunció que nos marchábamos, Eco la siguió con una reverencia. Ante la atenta mirada de todos los presentes me puse la capucha y salí tras ellos.

Llevaba la cesta agarrada como si le fuera la vida en ello, y tanto no, pero si que podría caerle un buen rapapolvo si no conseguía algo por aquella caja de cerillas. ¿En qué maldito momento decidió ayudar a aquella extraña desconocida? "Ha sido estúpido", pensó Spark, "podría haberle sacado un dinero a las cerillas vendiéndolas en la taberna o incluso en el mercado".

Algo que le gustaba de aquel lugar era la actitud de la gente: pasiva, destinada a hacer algo. No como sus acompañantes... Las seguía desde unos pasos por detrás y de pronto vio a Eco salir corriendo hacia la dirección de la que venía algo parecido a música. Spark fue tras ella, pero sin acelerar el paso.

El grupo se vio atraído por una extraña pero bella melodía hasta un pequeño callejón. En ese callejón encontraron una estrecha escalera que llevaba hacia abajo y de ahí a una gastada puerta de metal. Por supuesto que Betty se vio muy entusiasmada con todo aquello y no dudó ni un segundo en desviar su camino y el de todos los demás para disfrutar de algo de lo cual no era la primera vez para ella. - Vamos, rápido. ¡No sabía que hoy tocaban! -

Los biocibernéticos de aquellas tierras, en especial los robots más primitivos, no eran muy hábiles con temas como la música o el baile. Eran capaces de computar lo necesario para reproducirlo a la perfección, sin el más mínimo error, eso sí, pero le faltaba algo que tan solo un ser vivo era capaz de añadirle: sentimientos. Este había sido siempre un tema candente para los pocos humanos, bestias o criaturas, que simplemente vivían o se veían forzados a vivir en aquel reino de metal, y por ello mismo se habían creado sitios como el pequeño local en el que habían entrado.

- ¡Estos son de mis favoritos! - comentó la payasa a gritos, para que fuese oír entre la fuerte música y los gritos del público. Eran bien sabidas las desventajas de la ciudad de las máquinas, pero como cada cosa, también tenía su lado bueno, y ese era la gran variedad de cosas extravagantes que uno podía llegar a encontrar. En este caso, un instrumento echo de diferentes piezas y materiales, el cual por lo visto funcionaba con la percusión. - ¡Quedémonos un poco más, son geniales! - afirmó Betty moviendo la cabeza de arriba abajo con fuerza, dejándose llevar por el ritmo, al cual en poco rato se le unió el sonido del laúd y una potente voz masculina.

Fui la primera en llegar al lugar, habían muchos no bios allí y una banda de personas muy heterogéneas sobre un escenario improvisado, con instrumentos improvisados y otros que jamás había visto. Si había algo en el mundo que realmente admiraba era a los músicos y cantores. Personas que llevan el arte estampada en el alma y no necesitan practicar sus físicos ni arriesgar la vida en sus actos. Todo lo que hacían era bello y con ello, contagiaban instantáneamente a su público.

Sonreí y comencé a aplaudir con alegría mientras les escuchaba. Betty dijo que era uno de sus grupos favoritos y festejé eso. Quizás podría más adelante presentarme a alguna de las personas que tanto barullo veraniego hacían. Salté alrededor de Spark, en un principio quería bailar con ella, pero algo me dijo que no era lo más indicado. En su lugar, Sazón saltó y bailó conmigo por un buen rato. Luego Panda pidió su lugar. Probablemente, quienes nos vieran diríamos que éramos una pareja de locos. El felino me sacaba mas de una cabeza de diferencia cuando se paraba medianamente erguido sobre sus patas traseras, pero ambos lo disfrutábamos como unos locos condenados.

Hacía años que no estábamos en un lugar tan bullicioso y la idea de la mujer payaso nos pareció más que encantadora. Al cabo de unos minutos, el tigre se cansó por la posición y se echó al suelo con la lengua de afuera. Yo me contenté con hacerle un remedo y echarme a reír. La música estaba disminuyendo y parecía que se aproximaba la última canción. El cantante principal era un chico no mayor que yo, musculoso y con el pelo largo. Algo en él me llamaba mucho la atención, pero no estaba segura de qué era. Aprovechando el entretiempo, me dirigí al grupo.

Betty, ¿les conoces en persona? Quiero felicitarles por su música, realmente me gusta muuuucho! También podríamos preguntarles si conocen el lugar de ahí le dije señalando el póster que la mujer llevaba descuidadamente entre sus manos. Miré a Spark y le sonreí apologéticamente Lo siento, supongo que esta es la última canción… ¿puedo hacer algo para compensarte? no era que me sintiera culpable ni mal por mi comportamiento, pero sus vibras no estaban muy bien que digamos y eso, jamás me dejaba en paz, tratase de quien se tratase…

La última canción comenzó a sonar, pero también un estridente sonido desde el Norte. Me pareció un poco extraño, por lo que me giré hacia Betty con la incógnita en el rostro.

Sus cuatro acompañantes entraron al lugar del que venía la música, si es que se le podía llamar así. A Spark le gustaban las melodías que por las noches cantaban en la taberna familiar, pero no lo que estaba escuchando allí... El sonido metálico y de percusión le provocaba dolor de cabeza. Ella prefería los instrumentos de cuerda o los de viento, como la flauta que solía tocar su hermano... Todos se unieron al barullo y comenzaron a bailar, pero la licántropa se quedó apartada en un lateral, con la capucha puesta de modo que le cubría la mitad de la cara. Estaba harta, harta del todo.

Cuando la mujer bestia le habló, Spark se limitó a levantar la cabeza y a asentir a sus palabras y, aunque no había mostrado ninguna emoción, una gran sensación de alivio le recorrió el cuerpo al saber que esa sería la última canción. Además negó con la cabeza y mostró una sonrisa un tanto falsa a Eco cuando le preguntó si podía hacer algo por ella. "Sácame de esta maldita ciudad", pensó en decirle, pero se le antojó demasiado arisco, al fin y al cabo no era culpa de la mujer que su personalidad y la de Betty la hubieran puesto de mal humor.

Pero un extraño sonido la sobresaltó. Levantó la cabeza y se dirigió a la puerta, una vez fuera miró hacia atrás para ver si la seguían, pues aún esperaba su recompensa.

Betty ignoró prácticamente a sus compañeros y disfrutó, casi con frenesí, del espectáculo musical, pero cuando llegó la hora de la última canción echo un vistazo para comprobar dónde se habían metido el resto de su grupo, y en efecto, como ella esperaba, cada uno iba más o menos a lo suyo.

- No les conozco, pero seguro que se alegrarán de escuchar un cumplido. Por muy sucio que parezca este antro, los músicos siempre reciben a los desconocidos con una sonrisa. - le contestó la payasa a Eco, pero cuando se dispuso a seguir con la conversación se escuchó un sonido desde el exterior, un sonido que todos conocían.

Algunos de los espectadores del local empezaron a gritar cosas como "¡Ahí vienen!" o "¡Rápido, nos piramos!", entre además algún que otro insulto o maldición. Betty sabía que esta clase de locales, sobre todo en esta ciudad, con la cárcel más grande de Aerandir, era el punto de reunión de muchos excarcelarios, malhechores y fugitivos, pero seguro les daría una impresión muy grande a los que ignoraban tal información, pues la gente empezaba a correr de aquí para allá, tratando de escapar, y lo mismo hizo Betty, arrastrando consigo a sus compañeros.

En menos de un minuto una gran cantidad biocibernéticos aparecieron, anunciando con sus voces robotizadas la llegada de la ley y la justicia, y por desgracia, uno de los muchos grupos de personas que fueron parados por los "policías" futurísticos, fueron ni mucho menos que la payas, el mago, la mujer bestia, el tigre y la licántropa.

- Betty Bugarnok, queda arrestada por desobedecer la ley. - anunció uno de los 5 que los rodeaban.
- Mierda... - maldijo la payasa. Entonces trató de escapar por una apertura, pero no sirvió de nada. Antes de que se diese cuenta, la habían agarrado, un biocibernético por casa hombro.

- Esto... ¡Esperad! ¿Qué fue lo que hizo esta mujer? - preguntó sorprendido, a la vez que preocupado, el mago de fuego.

- Es la responsable de la huida de la prisión realizada por 3 de los internos. Ahora será llevada de nuevo ante la ley, y su cadena inicial será duplicada por los actos cometidos. - Practicidad. Eso transmitía la voz que generaba el biocibernético, al igual que cada uno de sus minúsculos movimientos. No había forma de cómo responderle a aquello, así que el joven se quedó callado, claramente sorprendido. Con esto, además, daban a conocer que cualquier objeción proveniente de sus acompañantes sería una clara resistencia a la justicia, y si eso pasaba, serían arrestados también.

- Já. La próxima vez no me pillaréis, cabronazos. - se dirigió la payasa hacia sus captores, para después echar, posiblemente, un último vistazo a sus compañeros. - Pues nada, ya nos veremos. Eca, Eco, o Oque, o como sea, espero que encuentres a ese bio, pero recuerda, no valen una mierda. - dijo escupiendo en el suelo. - Y tu, gracias por las cerillas. - finalizó mirando a la otra mujer, siendo ya arrastrada de vuelta a la prisión.

Biocibernéticos:

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OFF ROL: Aquí termina mi participación en este tema. De ahora en adelante será un post libre, al cual cualquiera podrá unirse. Podéis seguir con la trama inicial o transformarlo en una nueva, o abandonar el tema si así lo preferís, a la vez que otros podrán unirse. Si se precisa de nuevo mi participación lo haré, o podéis enviarme un MP para hacerlo. Estaré al tanto del desarrollo de la historia y espero que pronto os adjunten los puntos (sorpresa). Suerte.

Sonreí ante las palabras descorazonadas de Betty. Era una chica bastante sincera después de todo, nos ayudaba y nos divertíamos en el intento. No podía pedir más. Cuando el ruido se incrementó todos comenzaron a gritar cosas como ¡A por la puerta!, Al escondite!, Malditos cacharros rectos y un montón de improperios más.

Panda y yo nos habíamos separado momentáneamente entre el caos y el frenesí. De pronto sentí que algo me jalaba con fuerza del brazo y era Sazón que me atraía hacia si para buscar una salida al tiempo que hacía una especie de escudo de fuego para repeler un poco la locura general de nosotros. Por un momento sentí que estábamos en nuestra propia burbuja… Pero la preocupación por mi felino pudo más y la rompió.

Panda entre rugidos y manotazos se hizo su camino hasta nosotros y desde ahí le di el visto bueno al mago para que hiciese con nosotros lo que quisiese. Teníamos que salir de allí, pero el cómo era otra cuestión –además de cuándo- por supuesto. Betty se unió a nosotros junto con Spark y entre todos buscamos una salida. Unos bios con forma humanoide estaban entrando al lugar “en nombre de la ley y la justicia”. No supe que pensar de ello.

Estaba claro que esa base era un buen contingente de maleantes, pero eso no les daba derecho a entrar allí como Juan por su casa y espantar a todos; ni mucho menos, interrumpir un concierto tan genial como ese, así porque sí. Nuevamente sentí que tiraban de mi brazo Estuve a punto de tirarle con un moquete a quien estaba ejerciendo tanta presión, pero me detuve con asombro cuando vi que el tigre reaccionaba tan mal y por primera vez en mucho tiempo, le daba un zarpazo a una superficie metálica que chirrió tras de mí.

Otro de los centinelas atrapó a Panda. Lo mantenía abrazado como si se tratara de una muñeca de trapo sin peso y sin fuerza. ¡Panda! Tranquilo viejo, esto ya se va a solucionar, pero si te rompes un diente luego te sentirás mal. Miré a nuestro alrededor y ya casi no quedaba nadie en el lugar. El resto de nuestro grupo, junto con otras personas habíamos sido capturados.

Una intensa e intermitente luz que salió de la coraza del tipo que me retenía iluminó mi rostro y con su voz ecosa y sin brillo dejó que el aire sostuviera su fallo mecánico que quién sabe de dónde salió: Sujeto no reconocido, procesando datos y liberación. Acto seguido ambos felinos fuimos liberados. Pero hinché mis pulmones de aire y me puse frente a la máquina dificultándole el paso.

Eh, ¡tu! Si!, claro que tu pedazo de metal golpeado y horrendo. ¿Qué te crees, eh? ¿cómo así que procesando datos? ¿quieres decir que ahora tengo antecedentes en tu justicia milimétrica? ¿sabes que puedes hacer con eso?. Tenía muchas ganas de hacerle un par de gestos obscenos pero ese pedazo de lata emparchado y con chips de memoria no podría hacer sinapsis. Me reí internamente de mi chiste y le dejé pasar.

Escuché la respuesta de uno de las ojalatas hacia Sazón y sonreí tristemente. Conque esa era la razón… Escuché las últimas palabras de Betty y me hizo gracia que aún no fuera capaz de recordar mi nombre. A modo de despedida lancé un escupitajo al suelo y lo tapé. Algunos payasos conocían esa vieja tradición y sino, ella tendría tiempo para deducir qué quise decir con eso.

Miré al resto del grupo y me encogí de hombros. ¿Y ahora qué? dije sin saber qué hacer. Me encontraba en una ciudad desconocida, con compañeros desconocidos y sin más alcohol, aunque con el estómago lleno. Observé a Sazón y luego a Spark mientras acariciaba al tigre que semi lloraba por la mujer payaso. Ellos eran mi última esperanza.
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Off: domo master-san me ha gustado mucho participar con usted n.n

Resultó que el sonido era la policía y todo se tornó caos. Spark, para variar, volvió a apartarse de la multitud y esperó a que todo se calmara. Soltó una maldición cuando vio que se llevaban a Betty a la cárcel, aunque no le sorprendió en absoluto. Había perdido una valiosa caja de cerillas y algo no menos importante: su tiempo.

Cuando la zona se hubo despejado se acercó al resto del grupo para despedirse, pues ya nada tenía que hacer allí. Retiró la capucha de su cabeza y les dirigió unas pocas palabras:

- Ha sido un placer compartir este tiempo con vosotros - dijo con una sonrisa fingida -, pero ahora debo partir. Quizá algún día volvamos a vernos.

Se dio media vuelta y comenzó a caminar hacia el exterior de aquella ciudad metálica. Volvió a ponerse su bella capucha roja y se marchó decepcionada porque su opción no había sido la adecuada. Esperaba que sus padres no le riñeran por haber actuado de ese modo, pues un error lo tiene cualquiera, pero ella era muy perfeccionista y eso lo había heredado de alguien.

Era ya media tarde y Spark debía llegar a la ciudad antes de que su madre se pusiera a hacer la cena, pues limpiar y colocar las mesas era tarea suya, así que aceleró el paso y poco a poco la ciudad que acababa de abandonar se fue perdiendo a sus espaldas.

-Fin de participación-

Spark se fue como llegó, con una despedida simple y cortante. Me conformé con hacerle “adiós” con una mano mientras observaba a Sazón con ojos tristes. Ahora sólo éramos él  yo: sacudí mi cabeza en negación y luego le miré cálidamente. Inspiré para decir unas palabras de resignación y de despedida. Parecía que todos me estaban abandonando ese día, aunque si lo veía por otro lado, con el vaso “medio lleno” había conocido a personas muy interesantes y había pasado un rato genial.

El mago de fuego soltó sus palabras al mismo tiempo que yo y fue un lío de sonidos. Ambos reímos al unísono y luego le hice señas para que fuera él primero. También eso se había convertido en una pequeña guerra que terminé ganado y él, dando tablas levantó su bandera blanca tomando la palabra: Eco, debo disculparme contigo

Le observé con la mente en blanco. Miré mis pocas pertenencias y no faltaba nada. Al menos no me había robado. Levanté la mirada hacia él y esperé a que continuara con curiosidad que se demostraba claramente en mi rostro como en mis orejas. A decir verdad, se dónde queda el lugar que estabas buscando… Pero estábamos pasando un rato tan bueno que no dije nada al respecto. Él hizo un gesto apologético y se encogió de hombros mientras se rascaba el cuello.

Alegría, incertidumbre, apremio y tristeza. Varias emociones surcaron mi corazón por unos instantes mientras trataba de ver qué responderle y qué pensar yo misma. Después de unos ínfimos segundos me eché a reir a carcajada partida. Para finalmente mirarle a los ojos, abrazarle y besarle en las mejillas. Has sido la chispita que me iluminó el día Sazón… o la especia perfecta que la condimentó hoy. Terminé guiñándole un ojo.

De esa forma partimos hacia el lugar conocidamente desconocido, entre risas y chistes. Nos tardamos una buena hora caminando y para cuando llegamos faltaba poco para el anochecer. Nuestro destino era una especie de taberna-carromato con una forma extrañamente dinámica en el tiempo. En realidad no sabía qué pensar… pero según las charlas con el hombre era una tienda-fábrica-de-todo-un-poco. Me sentí culpable por haber pensado que aquél viejo oso me había mandado a un burdel de bios y por ello me sonrojé pero no le di explicación de ello a ninguno de mis acompañantes. Eso, mis amigos, me lo guardaría para mí.

El bio rojo me entregó una caja con varios chuches rompibles, caros y con pinta de avanzados. En realidad él/ella o lo que fuera no parecía muy confiado/a de entregármelo a mí, pero dijo “conociendo a ese hombre-bestia es seguro que te envió a ti, sólo procura no mojarlo y no golpearlo”. Me sorprendí de ese bichejo. Realmente podía hacer ciertos juicios de valor y tener una voz no tan metálica que salía de su boca. A partir de allí, trataría de tener en mente que no todos los bios tenían por qué ser igual a pesar que básicamente eran lo mismo… al igual que nosotros para ellos, al menos eso supuse.

Puse la caja de madera que guardaba todas las cosas en la bolsa que llevaba Panda a sus espaldas y partimos de regreso. Como ya era entrada la noche, Sazón me invitó a su casa, la cual era mucho más de lo que esperaba; al menos para un mago que vivía solo y trabajaba en un lugar mecánico. Nos dormimos temprano y antes de que saliera el sol él mismo me acompañaba a la salida de la ciudad.

¿Estás segura de que o quieres quedarte conmigo?

¿Estás chiflado? El que tiene que acompañarme eres tú, si algún día amasas la fortuna que buscas, quiero que vayamos a gastarla en los caminos de Aerandir le dije con una gran sonrisa mientras le abrazaba y me despedía con un beso a cada mejilla.

Te tomaré la palabra. Eco, Panda. Que el viento y el fuego les guíen por los mejores caminos y los traigan de vuelta a mí

Dijo lo último con un tono morboso y chistoso. Antes de que pudiera replicarle, él ya había desaparecido tras una leve capa de bruma que rodeaba a la ciudad a esas horas.

De camino a la ciudad, me encontré con un mensajero de un tal gremio. Pero eso, mis amigos, ya es otra historia. Por lo pronto, fui a darle una buena reprimenda a mi amigo y dejarle sus juguetes caros haciéndole cruces para que ya no me pidiera más nada en la vida.