Entre hierbas y frascos II [Trabajo]
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Entre hierbas y frascos II [Trabajo]
Solo unas horas después de despedirse de Ryomaru, el mago de hielo con el que se había topado en el pantano misterioso, y al que había ayudado a seguir las pistas para investigar más a fondo los planes de Xenzor, la de ojos verdes volvía a estar en su casa familiar a las afueras de la ciudad. No pudo evitar que una sonrisa se dibujase en su rostro, había puesto mucho empeño en reformar la vivienda en que se había criado y no podía estar más contenta con el resultado.
Cruzó el umbral de la puerta y se alegró de ver que todo seguía como la última vez que había estado allí, un par de meses atrás. Echó un vistazo al cielo a través de una de las ventanas cercanas y decidió que tenía tiempo de sobra para descansar unas horas, a media tarde tomaría su montura y volvería a Beltrexus para visitar a Elanoor y Crowley, de los que esperaba conseguir al menos algo de apoyo contra la batalla que pronto tendría lugar en aquellas tierras.
Depositó sus pertenencias sobre la mesa del salón y se dirigió al dormitorio que solía utilizar, para tumbarse sobre la cama y dejar que el sopor hiciera el resto, sumiéndola en un apacible sueño. El sol continuó avanzando en el cielo, y sus rayos se fueron tornando más anaranjados conforme se acercaba al horizonte, tras el que en cuestión de poco más de un par de horas se ocultaría para dar paso a la noche.
Elen despertó y no perdió el tiempo, recogió únicamente lo necesario y se puso en camino, sabiendo que el trayecto era largo pero que no tendría problemas, Sombra conocía bien la ruta y podía hacerla con rapidez. En cuanto llegaron a la aldea, la bruja dirigió su caballo hacia el establo que había junto la tienda del alquimista, saludó al mozo que estaba al cargo del lugar y le dio unos aeros, para que a Sombra no le faltase de nada hasta que volviese. Por suerte se trataba del mismo muchacho con el que había dejado al animal varios días durante su primer trabajo con Crowley, así que podría ahorrarse el prevenirlo acerca del carácter de su compañero, que no solía mostrarte amable con los desconocidos.
El mozo miró con respeto al equino, aún no olvidaba las coces que había esquivado por los pelos la última vez, así que tendría especial cuidado para no ponerlo nervioso. Guardó en su bolsa la generosa cantidad de aeros que la joven le había entregado y se despidió de ella, al tiempo que tomaba las riendas del negro corcel y lo guiaba al interior para instalarlo en uno de los habitáculos libres, donde ya había comida y agua suficientes para que el animal pasase todo un día.
La de cabellos cenicientos regresó a la calle y avanzó hacia el local del alquimista, subió los escasos escalones que llevaban a la puerta y pudo ver que le iba bastante bien, una larga cola de personas esperaba frente al mostrador. Abrió la puerta y la sorpresa se reflejó en su expresión al reconocer el rostro del joven que atendía a los clientes, pues se trataba de su antiguo ayudante Ethan, con el que había trabajado varios días en la tienda la primera vez que Crowley la contrató.
Si mal no recordaba, el muchacho deseaba aprender más sobre la alquimia y mejorar hasta poder abrir su propio negocio, así que no era de extrañar que hubiese vuelto para seguir practicando bajo la supervisión de uno de los más renombrados de Beltrexus en la materia. Ethan la reconoció de inmediato, sonrió ampliamente y la saludó con un gesto de la mano, antes de señalarle la trastienda, donde se encontraba el propietario probablemente sumido en sus experimentos, como siempre.
La bruja le devolvió la sonrisa y dejó que siguiera atendiendo a los clientes, avanzó por detrás de la cola y se dirigió a la otra parte del local, donde a juzgar por el potente olor a hierbas y las voces, Crowley debía estar recibiendo un nuevo cargamento de ingredientes. Esperó a que terminasen de entregarle las mercancías y luego se acercó un poco más, lo suficiente para que el alquimista reparase en su presencia.
- ¡Elen! Que sorpresa tenerte por aquí de nuevo. - saludó con tono animado, con ese entusiasmo que parecía ser característico en él. - Me alegra volver a veros, parece que os va muy bien. - respondió la hechicera con una sonrisa, mientras el joven, que rondaba la misma edad que ella, se acercaba para estrecharle la mano. - La verdad que sí, el negocio va estupendamente. - prosiguió con voz alegre, antes de guiarla hacia la zona del mostrador. - ¿Has visto a Ethan? Se presentó hace unos días para seguir aprendiendo y he vuelto a contratarlo, es un buen chico y tiene potencial para esto. - añadió, en cuanto se encontraron cerca del aprendiz.
- Parece que se desenvuelve bien con la gente, estoy segura de que mejorará mucho trabajando aquí. - respondió ella, observando desde su posición cómo atendía a los clientes de forma amable y rápida. Aún le faltaba adquirir más experiencia y conocimientos sobre las diferentes hierbas y sus propiedades, así como practicar la elaboración de pociones más complejas, pero Ethan tenía voluntad y lo conseguiría, tarde o temprano.
- Sin duda, pero bueno Elen ¿qué te trae por aquí? - preguntó el mago con cierta curiosidad, esperando que la de cabellos cenicientos hubiese decidido volver para quedarse. No todos los días se encontraba a alguien con tanto talento para la alquimia, ya la había visto trabajar y quedaba claro que sabía lo que se hacía, así que le agradaría tenerla de nuevo en la tienda. - Pues verás, me preguntaba si necesitarías algo de ayuda por aquí, en los últimos meses he estado estudiando nuevas plantas y he conseguido ciertos ingredientes que servirán para elaborar las pociones de algunas recetas que tengo… - contestó con tranquilidad, desviando la vista hacia él.
- ¡Por supuesto! Me alegra que vuelvas a trabajar con nosotros, vente mañana a primera hora y os enseñaré mis últimos descubrimientos, estoy seguro de que os interesarán. - dijo con su animado tono de voz, antes de despedirse para regresar a la trastienda y empezar a revisar las mercancías que le habían traído. La bruja sonrió y dio las gracias antes de que se fuera, cruzó unas palabras con Ethan y abandonó el local para dirigirse al de Elanoor, donde tras una agradable conversación, inició el camino de regreso a su casa en las afueras.
Cruzó el umbral de la puerta y se alegró de ver que todo seguía como la última vez que había estado allí, un par de meses atrás. Echó un vistazo al cielo a través de una de las ventanas cercanas y decidió que tenía tiempo de sobra para descansar unas horas, a media tarde tomaría su montura y volvería a Beltrexus para visitar a Elanoor y Crowley, de los que esperaba conseguir al menos algo de apoyo contra la batalla que pronto tendría lugar en aquellas tierras.
Depositó sus pertenencias sobre la mesa del salón y se dirigió al dormitorio que solía utilizar, para tumbarse sobre la cama y dejar que el sopor hiciera el resto, sumiéndola en un apacible sueño. El sol continuó avanzando en el cielo, y sus rayos se fueron tornando más anaranjados conforme se acercaba al horizonte, tras el que en cuestión de poco más de un par de horas se ocultaría para dar paso a la noche.
Elen despertó y no perdió el tiempo, recogió únicamente lo necesario y se puso en camino, sabiendo que el trayecto era largo pero que no tendría problemas, Sombra conocía bien la ruta y podía hacerla con rapidez. En cuanto llegaron a la aldea, la bruja dirigió su caballo hacia el establo que había junto la tienda del alquimista, saludó al mozo que estaba al cargo del lugar y le dio unos aeros, para que a Sombra no le faltase de nada hasta que volviese. Por suerte se trataba del mismo muchacho con el que había dejado al animal varios días durante su primer trabajo con Crowley, así que podría ahorrarse el prevenirlo acerca del carácter de su compañero, que no solía mostrarte amable con los desconocidos.
El mozo miró con respeto al equino, aún no olvidaba las coces que había esquivado por los pelos la última vez, así que tendría especial cuidado para no ponerlo nervioso. Guardó en su bolsa la generosa cantidad de aeros que la joven le había entregado y se despidió de ella, al tiempo que tomaba las riendas del negro corcel y lo guiaba al interior para instalarlo en uno de los habitáculos libres, donde ya había comida y agua suficientes para que el animal pasase todo un día.
La de cabellos cenicientos regresó a la calle y avanzó hacia el local del alquimista, subió los escasos escalones que llevaban a la puerta y pudo ver que le iba bastante bien, una larga cola de personas esperaba frente al mostrador. Abrió la puerta y la sorpresa se reflejó en su expresión al reconocer el rostro del joven que atendía a los clientes, pues se trataba de su antiguo ayudante Ethan, con el que había trabajado varios días en la tienda la primera vez que Crowley la contrató.
Si mal no recordaba, el muchacho deseaba aprender más sobre la alquimia y mejorar hasta poder abrir su propio negocio, así que no era de extrañar que hubiese vuelto para seguir practicando bajo la supervisión de uno de los más renombrados de Beltrexus en la materia. Ethan la reconoció de inmediato, sonrió ampliamente y la saludó con un gesto de la mano, antes de señalarle la trastienda, donde se encontraba el propietario probablemente sumido en sus experimentos, como siempre.
La bruja le devolvió la sonrisa y dejó que siguiera atendiendo a los clientes, avanzó por detrás de la cola y se dirigió a la otra parte del local, donde a juzgar por el potente olor a hierbas y las voces, Crowley debía estar recibiendo un nuevo cargamento de ingredientes. Esperó a que terminasen de entregarle las mercancías y luego se acercó un poco más, lo suficiente para que el alquimista reparase en su presencia.
- ¡Elen! Que sorpresa tenerte por aquí de nuevo. - saludó con tono animado, con ese entusiasmo que parecía ser característico en él. - Me alegra volver a veros, parece que os va muy bien. - respondió la hechicera con una sonrisa, mientras el joven, que rondaba la misma edad que ella, se acercaba para estrecharle la mano. - La verdad que sí, el negocio va estupendamente. - prosiguió con voz alegre, antes de guiarla hacia la zona del mostrador. - ¿Has visto a Ethan? Se presentó hace unos días para seguir aprendiendo y he vuelto a contratarlo, es un buen chico y tiene potencial para esto. - añadió, en cuanto se encontraron cerca del aprendiz.
- Parece que se desenvuelve bien con la gente, estoy segura de que mejorará mucho trabajando aquí. - respondió ella, observando desde su posición cómo atendía a los clientes de forma amable y rápida. Aún le faltaba adquirir más experiencia y conocimientos sobre las diferentes hierbas y sus propiedades, así como practicar la elaboración de pociones más complejas, pero Ethan tenía voluntad y lo conseguiría, tarde o temprano.
- Sin duda, pero bueno Elen ¿qué te trae por aquí? - preguntó el mago con cierta curiosidad, esperando que la de cabellos cenicientos hubiese decidido volver para quedarse. No todos los días se encontraba a alguien con tanto talento para la alquimia, ya la había visto trabajar y quedaba claro que sabía lo que se hacía, así que le agradaría tenerla de nuevo en la tienda. - Pues verás, me preguntaba si necesitarías algo de ayuda por aquí, en los últimos meses he estado estudiando nuevas plantas y he conseguido ciertos ingredientes que servirán para elaborar las pociones de algunas recetas que tengo… - contestó con tranquilidad, desviando la vista hacia él.
- ¡Por supuesto! Me alegra que vuelvas a trabajar con nosotros, vente mañana a primera hora y os enseñaré mis últimos descubrimientos, estoy seguro de que os interesarán. - dijo con su animado tono de voz, antes de despedirse para regresar a la trastienda y empezar a revisar las mercancías que le habían traído. La bruja sonrió y dio las gracias antes de que se fuera, cruzó unas palabras con Ethan y abandonó el local para dirigirse al de Elanoor, donde tras una agradable conversación, inició el camino de regreso a su casa en las afueras.
Elen Calhoun
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Re: Entre hierbas y frascos II [Trabajo]
La noche pasó con rapidez y los primeros rayos de la mañana se filtraron a través de las cortinas, pero la de ojos verdes llevaba rato ya despierta, ordenando en otra de las habitaciones los diferentes frascos de ingredientes y manojos de hierbas que había traído consigo desde Lunargenta. Su regreso a la tienda del alquimista le serviría de mucho, no solo para seguir aprendiendo y mejorando su habilidad, sino también para consultar con él algunos efectos de lo que había ido consiguiendo en sus viajes.
Desenvolvió la piel de la lamia del pantano y echó un vistazo a las rojizas escamas que predominaban, antes de centrar su atención en las que formaban dibujos más claros, no tenía idea de para qué podría servir pero estaba segura de que Crowley sería capaz de arrojar algo de luz sobre el tema. Volvió a enrollarla y la guardó en el fondo de una bolsa de cuero, para acto seguido colocar sobre ella un par de tarros, en los que llevaba las algas fluorescentes.
Terminó de prepararse y salió de inmediato hacia Beltrexus, donde su antiguo compañero de trabajo la esperaba ya junto al establo, con una sonrisa en el rostro. - ¡Buenos días! - saludó animadamente el rubio mientras la bruja desmontaba y entregaba las riendas del caballo al mozo de cuadras. - Si Crowley no me hubiese contado que regresaste hace apenas un par de días, juraría que te está pegando su entusiasmo. - respondió con voz amable, al tiempo que iniciaba el camino hacia la entrada de la tienda. - Me alegra que hayamos coincido, está bien ver caras conocidas de vez en cuando. - añadió instantes después, justo antes de abrir la puerta.
Por suerte la de cabellos cenicientos ya estaba mucho más acostumbrada a la sofocante multitud de olores y al humo que desprendían los calderos cuando su contenido empezaba a burbujear, así que al entrar en la sala no se sintió tan agobiada como la primera vez, sino todo lo contrario, estaba a gusto en aquel ambiente. Buscó con la mirada al alquimista y éste apareció casi de inmediato ante ellos, con expresión alegre y la oscura túnica ligeramente manchada en las mangas, sin duda se tomaba en serio su trabajo y había dado inicio a la jornada antes que nadie.
- Buenos días chicos, seguidme a la trastienda, quiero enseñaros algo. - indicó a sus ayudantes, antes de darse la vuelta y encaminarse hacia la zona del local en que más tiempo pasaba. Ambos lo siguieron de cerca, y abrieron desmesuradamente los ojos al llegar a la parte trasera, en que descansaban un montón de tarros, frascos y manojos de hierbas de todo tipo. - Recién traídos de los rincones más recónditos de Aerandir, ¿qué os parece? - preguntó con tono satisfecho, mientras paseaba la vista por la multitud de ingredientes que tenía ante sí.
- Debe haber costado una fortuna…- respondió Ethan aún impresionado por la cantidad. La bruja por su parte trató de identificar tantos como le fue posible, y en parte tuvo que agradecer su visita a la casa de la anciana en las afueras de Lunargenta, pues gracias al rato que había pasado en la impresionante sala de componentes de la mujer, ya era capaz de reconocer bastantes especies diferentes a simple vista. - No te creas. - comenzó a responder el alquimista. - Busqué bien a los miembros de las expediciones, saben valorar mis productos y aceptan que les pague en parte con ellos, así que todos salimos ganando. - añadió, acompañando las últimas palabras con una sonrisa.
- Quiero que los coloquéis con cuidado en las estanterías de la tienda mientras os hago una lista de lo que tendréis que elaborar hoy, por suerte andamos bien de existencias en cuanto a artículos básicos, así que podréis centraros en algunas recetas más interesantes. - indicó, a lo que ambos ayudantes asintieron en respuesta, para de inmediato depositar sus pertenencias en una mesa cercana y comenzar con la tarea que les había encomendado.
Desenvolvió la piel de la lamia del pantano y echó un vistazo a las rojizas escamas que predominaban, antes de centrar su atención en las que formaban dibujos más claros, no tenía idea de para qué podría servir pero estaba segura de que Crowley sería capaz de arrojar algo de luz sobre el tema. Volvió a enrollarla y la guardó en el fondo de una bolsa de cuero, para acto seguido colocar sobre ella un par de tarros, en los que llevaba las algas fluorescentes.
Terminó de prepararse y salió de inmediato hacia Beltrexus, donde su antiguo compañero de trabajo la esperaba ya junto al establo, con una sonrisa en el rostro. - ¡Buenos días! - saludó animadamente el rubio mientras la bruja desmontaba y entregaba las riendas del caballo al mozo de cuadras. - Si Crowley no me hubiese contado que regresaste hace apenas un par de días, juraría que te está pegando su entusiasmo. - respondió con voz amable, al tiempo que iniciaba el camino hacia la entrada de la tienda. - Me alegra que hayamos coincido, está bien ver caras conocidas de vez en cuando. - añadió instantes después, justo antes de abrir la puerta.
Por suerte la de cabellos cenicientos ya estaba mucho más acostumbrada a la sofocante multitud de olores y al humo que desprendían los calderos cuando su contenido empezaba a burbujear, así que al entrar en la sala no se sintió tan agobiada como la primera vez, sino todo lo contrario, estaba a gusto en aquel ambiente. Buscó con la mirada al alquimista y éste apareció casi de inmediato ante ellos, con expresión alegre y la oscura túnica ligeramente manchada en las mangas, sin duda se tomaba en serio su trabajo y había dado inicio a la jornada antes que nadie.
- Buenos días chicos, seguidme a la trastienda, quiero enseñaros algo. - indicó a sus ayudantes, antes de darse la vuelta y encaminarse hacia la zona del local en que más tiempo pasaba. Ambos lo siguieron de cerca, y abrieron desmesuradamente los ojos al llegar a la parte trasera, en que descansaban un montón de tarros, frascos y manojos de hierbas de todo tipo. - Recién traídos de los rincones más recónditos de Aerandir, ¿qué os parece? - preguntó con tono satisfecho, mientras paseaba la vista por la multitud de ingredientes que tenía ante sí.
- Debe haber costado una fortuna…- respondió Ethan aún impresionado por la cantidad. La bruja por su parte trató de identificar tantos como le fue posible, y en parte tuvo que agradecer su visita a la casa de la anciana en las afueras de Lunargenta, pues gracias al rato que había pasado en la impresionante sala de componentes de la mujer, ya era capaz de reconocer bastantes especies diferentes a simple vista. - No te creas. - comenzó a responder el alquimista. - Busqué bien a los miembros de las expediciones, saben valorar mis productos y aceptan que les pague en parte con ellos, así que todos salimos ganando. - añadió, acompañando las últimas palabras con una sonrisa.
- Quiero que los coloquéis con cuidado en las estanterías de la tienda mientras os hago una lista de lo que tendréis que elaborar hoy, por suerte andamos bien de existencias en cuanto a artículos básicos, así que podréis centraros en algunas recetas más interesantes. - indicó, a lo que ambos ayudantes asintieron en respuesta, para de inmediato depositar sus pertenencias en una mesa cercana y comenzar con la tarea que les había encomendado.
Última edición por Elen Calhoun el Vie Jul 10 2015, 00:31, editado 1 vez
Elen Calhoun
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Re: Entre hierbas y frascos II [Trabajo]
Para cuando terminaron de trasladar los diferentes ingredientes a las estanterías de la tienda, el alquimista ya había preparado una lista de productos y rebuscado entre sus papeles hasta dar con las recetas de los mismos, facilitando de ese modo a sus ayudantes las elaboraciones. En los pergaminos venían claramente indicadas las cantidades y orden en que debían combinarse los componentes, para de ese modo aprovechar de la mejor forma posible las propiedades de cada cosa.
- Como podréis ver, algunas de las plantas que vais a utilizar hoy son algo peligrosas, un error de cálculo podría resultar fatal, así que me pasaré de vez en cuando para supervisar el trabajo. - indicó el alquimista, al tiempo que les tendía la lista y el resto de papeles. Esperó unos instantes, hasta que ambos hubiesen echado un ojo a lo que les había anotado, para luego esbozar una leve sonrisa y desearles suerte, antes de girar sobre sus talones y encaminarse a la trastienda, donde proseguiría sus experimentos.
- Hmmm… iré por el libro que usamos la otra vez, así al menos lo tendremos a mano para consultas. - dijo Ethan tomando la iniciativa, mientras la de ojos verdes se concentraba en analizar las recetas, con el fin de determinar cuáles necesitaban más tiempo para fabricarse y de ese modo, organizarse para que todos los artículos estuviesen listos antes de la hora de apertura. Había bastantes cosas nuevas con respecto a la última vez que trabajó allí, pero aquello era exactamente lo que ella quería, tener ocasión de estudiar y manipular ingredientes que aún no conocía, para así seguir mejorando sus habilidades y ampliar los conocimientos que tenía sobre la materia.
Una de las recetas en particular llamó su atención, y no era de extrañar que lo hiciera, ya que su extraño nombre destacaba sobre los demás. -“Muerte en vida”- leyó en voz baja, antes de apartarla de las demás y centrarse en su composición, que se basaba principalmente en el fruto de la Mauta. No había usado antes dicha planta, y por tanto desconocía sus posibles propiedades, pero con suerte el libro que Ethan había ido a buscar les daría algo más de información acerca de ella.
- Echa un vistazo a esto, ¿lo habías visto antes? - preguntó al rubio en cuanto regresó, para acto seguido echar mano al tomo que sostenía el joven y abrirlo sobre la mesa. Buscó el índice y deslizó los dedos por la página hasta encontrar lo que buscaba, la Olema. Su compañero leyó con detenimiento la receta y torció el gesto ligeramente, no había oído hablar siquiera de aquel fruto, pero a juzgar por las múltiples llamadas de atención que se hacían en cuanto a la cantidad que debía ser utilizada en la pócima, quedaba claro que era de las que Crowley había denominado como peligrosas.
- No conozco este ingrediente, ¿has encontrado algo? - preguntó con curiosidad, desviando la vista hacia las páginas del volumen. - Sí, aquí está. - respondió la bruja, cuya mirada recorría las líneas a una velocidad vertiginosa. - Los efectos de los frutos de la Mauta aparecen cuando estos se marchitan… - comenzó a leer, mientras en su mente se iban grabando los detalles que necesitaría para reconocer la Olema entre el resto de ingredientes que habían colocado antes.
- Tienen forma de calavera y se utilizan para elaborar una poción que simula la muerte, por eso hay que tener cuidado, un exceso provocaría el coma permanente a quien lo ingiriese. - prosiguió, dándose cuenta de lo complicado que podría resultar su fabricación. - Me temo que no tienes la experiencia necesaria para trabajar con esta planta Ethan. - la voz del alquimista sonó a sus espaldas, tomándolos por sorpresa. - Al menos no todavía…- añadió con amabilidad, antes de situarse junto a la de ojos verdes.
- Tú en cambio podrías intentarlo. - continuó, mirando a Elen. - Busca las Olemas y yo te daré las indicaciones pertinentes. - La de cabellos cenicientos asintió con la cabeza y se dirigió a las estanterías, donde tras unos minutos de búsqueda, dio con el tarro en que habían guardado los marchitos frutos. Crowley puso al fuego un caldero con agua y despejó la mesa para que su ayudante tuviese espacio de sobra, tras lo cual hizo un gesto al rubio para que estuviese atento a lo que iban a hacer, pues de ese modo también aprendería algo.
Teniendo en cuenta lo que acababa de leer, la joven no perdió el tiempo, depositó el recipiente sobre la superficie de madera y buscó un mortero de inmediato, para machacar en el los frutos y conseguir el polvo que constituía la base del brebaje. - Nuestra intención es que el efecto dure un par de horas. Extenderlo más allá de ese tiempo podría resultar peligroso, no solo por el riesgo de coma, sino también por la posibilidad de que entierren vivo al sujeto antes de que vuelva en sí. - explicó, adoptando un tono semejante al que emplearía un maestro con sus alumnos.
Elen escuchó con atención cada palabra, antes de colocar la receta junto al mortero para guiarse en cuanto a cantidades. - Tenemos agua suficiente para sacar media docena de pociones de este caldero, en base a eso tendrás que calcular el número de Olemas. - indicó el alquimista, y aquel dato junto a las aclaraciones del papel fueron suficientes para que empezase con su labor.
La dosis recomendada era de un fruto y medio por pócima, así que tendría que moler nueve de ellos para que las seis pociones tuviesen el efecto deseado. La bruja se puso manos a la obra, machacando una a una las Olemas de forma concienzuda hasta reducirlas a polvo, bajo la atenta mirada de ambos. Crowley no había tenido que corregirla así que iba bien de momento, pero a pesar de eso, la de ojos verdes se preocupó ligeramente al ver que se alejaba de la mesa, aunque pudo relajarse poco después, al verlo regresar con otro tarro de contenido diferente.
Una vez conseguido el polvo, se acercó al caldero y lo fue añadiendo poco a poco al agua, que ya empezaba a hervir. Siguió la receta y terminó la elaboración, añadiéndole el ingrediente que había traído consigo el alquimista, para luego dejarla reposar durante media hora antes de repartir el contenido entre los diferentes frascos. - Has estado bien, no es un artículo que se venda a menudo así que bastará con estas, podéis continuar con el resto de la lista. - dijo con tono animado, antes de volver a sus quehaceres.
- Como podréis ver, algunas de las plantas que vais a utilizar hoy son algo peligrosas, un error de cálculo podría resultar fatal, así que me pasaré de vez en cuando para supervisar el trabajo. - indicó el alquimista, al tiempo que les tendía la lista y el resto de papeles. Esperó unos instantes, hasta que ambos hubiesen echado un ojo a lo que les había anotado, para luego esbozar una leve sonrisa y desearles suerte, antes de girar sobre sus talones y encaminarse a la trastienda, donde proseguiría sus experimentos.
- Hmmm… iré por el libro que usamos la otra vez, así al menos lo tendremos a mano para consultas. - dijo Ethan tomando la iniciativa, mientras la de ojos verdes se concentraba en analizar las recetas, con el fin de determinar cuáles necesitaban más tiempo para fabricarse y de ese modo, organizarse para que todos los artículos estuviesen listos antes de la hora de apertura. Había bastantes cosas nuevas con respecto a la última vez que trabajó allí, pero aquello era exactamente lo que ella quería, tener ocasión de estudiar y manipular ingredientes que aún no conocía, para así seguir mejorando sus habilidades y ampliar los conocimientos que tenía sobre la materia.
Una de las recetas en particular llamó su atención, y no era de extrañar que lo hiciera, ya que su extraño nombre destacaba sobre los demás. -“Muerte en vida”- leyó en voz baja, antes de apartarla de las demás y centrarse en su composición, que se basaba principalmente en el fruto de la Mauta. No había usado antes dicha planta, y por tanto desconocía sus posibles propiedades, pero con suerte el libro que Ethan había ido a buscar les daría algo más de información acerca de ella.
- Echa un vistazo a esto, ¿lo habías visto antes? - preguntó al rubio en cuanto regresó, para acto seguido echar mano al tomo que sostenía el joven y abrirlo sobre la mesa. Buscó el índice y deslizó los dedos por la página hasta encontrar lo que buscaba, la Olema. Su compañero leyó con detenimiento la receta y torció el gesto ligeramente, no había oído hablar siquiera de aquel fruto, pero a juzgar por las múltiples llamadas de atención que se hacían en cuanto a la cantidad que debía ser utilizada en la pócima, quedaba claro que era de las que Crowley había denominado como peligrosas.
- No conozco este ingrediente, ¿has encontrado algo? - preguntó con curiosidad, desviando la vista hacia las páginas del volumen. - Sí, aquí está. - respondió la bruja, cuya mirada recorría las líneas a una velocidad vertiginosa. - Los efectos de los frutos de la Mauta aparecen cuando estos se marchitan… - comenzó a leer, mientras en su mente se iban grabando los detalles que necesitaría para reconocer la Olema entre el resto de ingredientes que habían colocado antes.
- Tienen forma de calavera y se utilizan para elaborar una poción que simula la muerte, por eso hay que tener cuidado, un exceso provocaría el coma permanente a quien lo ingiriese. - prosiguió, dándose cuenta de lo complicado que podría resultar su fabricación. - Me temo que no tienes la experiencia necesaria para trabajar con esta planta Ethan. - la voz del alquimista sonó a sus espaldas, tomándolos por sorpresa. - Al menos no todavía…- añadió con amabilidad, antes de situarse junto a la de ojos verdes.
- Tú en cambio podrías intentarlo. - continuó, mirando a Elen. - Busca las Olemas y yo te daré las indicaciones pertinentes. - La de cabellos cenicientos asintió con la cabeza y se dirigió a las estanterías, donde tras unos minutos de búsqueda, dio con el tarro en que habían guardado los marchitos frutos. Crowley puso al fuego un caldero con agua y despejó la mesa para que su ayudante tuviese espacio de sobra, tras lo cual hizo un gesto al rubio para que estuviese atento a lo que iban a hacer, pues de ese modo también aprendería algo.
Teniendo en cuenta lo que acababa de leer, la joven no perdió el tiempo, depositó el recipiente sobre la superficie de madera y buscó un mortero de inmediato, para machacar en el los frutos y conseguir el polvo que constituía la base del brebaje. - Nuestra intención es que el efecto dure un par de horas. Extenderlo más allá de ese tiempo podría resultar peligroso, no solo por el riesgo de coma, sino también por la posibilidad de que entierren vivo al sujeto antes de que vuelva en sí. - explicó, adoptando un tono semejante al que emplearía un maestro con sus alumnos.
Elen escuchó con atención cada palabra, antes de colocar la receta junto al mortero para guiarse en cuanto a cantidades. - Tenemos agua suficiente para sacar media docena de pociones de este caldero, en base a eso tendrás que calcular el número de Olemas. - indicó el alquimista, y aquel dato junto a las aclaraciones del papel fueron suficientes para que empezase con su labor.
La dosis recomendada era de un fruto y medio por pócima, así que tendría que moler nueve de ellos para que las seis pociones tuviesen el efecto deseado. La bruja se puso manos a la obra, machacando una a una las Olemas de forma concienzuda hasta reducirlas a polvo, bajo la atenta mirada de ambos. Crowley no había tenido que corregirla así que iba bien de momento, pero a pesar de eso, la de ojos verdes se preocupó ligeramente al ver que se alejaba de la mesa, aunque pudo relajarse poco después, al verlo regresar con otro tarro de contenido diferente.
Una vez conseguido el polvo, se acercó al caldero y lo fue añadiendo poco a poco al agua, que ya empezaba a hervir. Siguió la receta y terminó la elaboración, añadiéndole el ingrediente que había traído consigo el alquimista, para luego dejarla reposar durante media hora antes de repartir el contenido entre los diferentes frascos. - Has estado bien, no es un artículo que se venda a menudo así que bastará con estas, podéis continuar con el resto de la lista. - dijo con tono animado, antes de volver a sus quehaceres.
Elen Calhoun
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Re: Entre hierbas y frascos II [Trabajo]
Los ayudantes se miraron durante un breve instante antes de regresar al trabajo, manipular un fruto tan peligroso había sido una nueva experiencia para la joven, y aunque su compañero no había podido participar, lo que lo dejaba como mero espectador, ambos aprendieron algo. Elen etiquetó cuidadosamente los frascos de muerte en vida y los colocó en una de las estanterías más cercanas al mostrador, donde pondrían todos los productos que consiguiesen fabricar antes de abrir la tienda.
Ethan se encargó de limpiar la mesa y devolver el tarro con las Olemas restantes a la zona de ingredientes, luego regresó a la zona de trabajo y echó un vistazo a las recetas que aún quedaban por elaborar. - ¿Te parece que nos pongamos con las cataplasmas para sarpullidos? - preguntó a la maga en cuanto regresó, y teniendo en cuenta que el resto de artículos de la lista no tardaban mucho en fabricarse, la de cabellos cenicientos no tuvo problema en empezar por ahí.
Buscó entre los recipientes hasta dar con la Sprora, una seta verdosa y de aspecto gelatinoso, cuyo tamaño no superaba el de la palma de una mano. Regresó a la mesa de trabajo con el tarro y esperó a que Ethan encontrase algo de información sobre sus efectos en el libro, ya que tampoco había utilizado aquel ingrediente antes. Pronto descubrieron que aparte de tener efectos positivos para la salud, también alteraba la visión de las formas, aunque eso probablemente sucediese cuando alguien la ingería, tomándola por una seta normal y corriente.
Colocaron algunas Sproras en los morteros y les añadieron un poco de agua, para que al machacarlas se fueran mezclando con el líquido elemento y así conseguir que la pasta resultante tuviese la textura blanda que buscaban, ideal para ser aplicada sobre la piel en capas finas. Repitieron el procedimiento hasta tener una decena de cataplasmas, cantidad que consideraban suficiente para atender las demandas de aquel día, además no tendrían problema en fabricar más sobre la marcha si llegaban a agotarse antes de que acabase la jornada.
Etiquetaron el nuevo producto y colocaron los pequeños tarros en la estantería, junto a las pociones que la hechicera ya había puesto antes, para acto seguido devolver los componentes que no habían usado y elegir la siguiente receta a elaborar. Esta vez se trataba de un hongo que no aguantaba mucho en conserva tras ser cortado, así que tendrían que darse prisa para que no se perdiese. Tomaron los recipientes herméticamente cerrados y se repartieron las tareas antes de abrirlos, para aprovechar el tiempo tanto como pudiesen.
Ethan pondría al fuego un caldero con abundante agua mientras Elen separaba con cortes limpios la parte superior de las setas, y una vez hecho eso, cada uno comenzaría con su labor. La maga se encargaría de fabricar una pomada para quemaduras por frío y heridas solares, usando como base el moco que cubría la parte superior, mientras su compañero aprovechaba el tronco de las Tahnis para conseguir una infusión que servía para sanar, o en ciertos casos, para atenuar el dolor.
La de ojos verdes tomó un caldero algo más pequeño y echó en su interior algo de agua, aceite y cera, para que se fuese creando la pasta mientras retiraba la pegajosa sustancia del hongo con ayuda de su daga. Se mantuvo muy pendiente de la mezcla, y en cuanto quedó satisfecha con la consistencia de la misma, retiró el perol del fuego y lo colocó sobre un soporte de hierro, para de inmediato añadirle el moco de las Tahnis y removerlo todo durante unos minutos, luego lo dejaría reposar durante media hora.
Tras esto, repartió la pomada recién hecha entre los tarros y empezó a etiquetarlos, permitiéndose echar un vistazo para ver qué tal iba el otro ayudante, que al parecer también había terminado con las infusiones.
Ordenaron su zona de trabajo y limpiaron los calderos que habían utilizado antes de pasar a la siguiente fórmula, que se correspondía con un remedio para anular los efectos de la Amorttentia. La de ojos verdes no se había topado antes con aquella planta, pero había leído algo acerca de ella en sus libros, lo suficiente para rechazar que ciertas personas la usaran con el fin de enamorar de forma forzosa a otras.
Por ello le parecía bien que existiese algo capaz de contrarrestarla, de hecho sería interesante fabricar el remedio, puede que en algún momento le resultase útil conocer la receta. Buscaron entre los ingredientes hasta hallar Osculum y la propia semilla de la Amorttentia, únicos componentes del brebaje. Elen cortó las comúnmente denominadas flores del beso y esperó a que su compañero preparase el agua, para luego añadir al perol las semillas y lo que la bruja había apartado del tallo.
Una vez hecho eso solo quedaba esperar, así que tendrían tiempo de reordenar y limpiar lo que habían estado utilizando, pronto llegaría la hora de abrir y debían dejar la tienda lo más presentable posible.
Ethan se encargó de limpiar la mesa y devolver el tarro con las Olemas restantes a la zona de ingredientes, luego regresó a la zona de trabajo y echó un vistazo a las recetas que aún quedaban por elaborar. - ¿Te parece que nos pongamos con las cataplasmas para sarpullidos? - preguntó a la maga en cuanto regresó, y teniendo en cuenta que el resto de artículos de la lista no tardaban mucho en fabricarse, la de cabellos cenicientos no tuvo problema en empezar por ahí.
Buscó entre los recipientes hasta dar con la Sprora, una seta verdosa y de aspecto gelatinoso, cuyo tamaño no superaba el de la palma de una mano. Regresó a la mesa de trabajo con el tarro y esperó a que Ethan encontrase algo de información sobre sus efectos en el libro, ya que tampoco había utilizado aquel ingrediente antes. Pronto descubrieron que aparte de tener efectos positivos para la salud, también alteraba la visión de las formas, aunque eso probablemente sucediese cuando alguien la ingería, tomándola por una seta normal y corriente.
Colocaron algunas Sproras en los morteros y les añadieron un poco de agua, para que al machacarlas se fueran mezclando con el líquido elemento y así conseguir que la pasta resultante tuviese la textura blanda que buscaban, ideal para ser aplicada sobre la piel en capas finas. Repitieron el procedimiento hasta tener una decena de cataplasmas, cantidad que consideraban suficiente para atender las demandas de aquel día, además no tendrían problema en fabricar más sobre la marcha si llegaban a agotarse antes de que acabase la jornada.
Etiquetaron el nuevo producto y colocaron los pequeños tarros en la estantería, junto a las pociones que la hechicera ya había puesto antes, para acto seguido devolver los componentes que no habían usado y elegir la siguiente receta a elaborar. Esta vez se trataba de un hongo que no aguantaba mucho en conserva tras ser cortado, así que tendrían que darse prisa para que no se perdiese. Tomaron los recipientes herméticamente cerrados y se repartieron las tareas antes de abrirlos, para aprovechar el tiempo tanto como pudiesen.
Ethan pondría al fuego un caldero con abundante agua mientras Elen separaba con cortes limpios la parte superior de las setas, y una vez hecho eso, cada uno comenzaría con su labor. La maga se encargaría de fabricar una pomada para quemaduras por frío y heridas solares, usando como base el moco que cubría la parte superior, mientras su compañero aprovechaba el tronco de las Tahnis para conseguir una infusión que servía para sanar, o en ciertos casos, para atenuar el dolor.
La de ojos verdes tomó un caldero algo más pequeño y echó en su interior algo de agua, aceite y cera, para que se fuese creando la pasta mientras retiraba la pegajosa sustancia del hongo con ayuda de su daga. Se mantuvo muy pendiente de la mezcla, y en cuanto quedó satisfecha con la consistencia de la misma, retiró el perol del fuego y lo colocó sobre un soporte de hierro, para de inmediato añadirle el moco de las Tahnis y removerlo todo durante unos minutos, luego lo dejaría reposar durante media hora.
Tras esto, repartió la pomada recién hecha entre los tarros y empezó a etiquetarlos, permitiéndose echar un vistazo para ver qué tal iba el otro ayudante, que al parecer también había terminado con las infusiones.
Ordenaron su zona de trabajo y limpiaron los calderos que habían utilizado antes de pasar a la siguiente fórmula, que se correspondía con un remedio para anular los efectos de la Amorttentia. La de ojos verdes no se había topado antes con aquella planta, pero había leído algo acerca de ella en sus libros, lo suficiente para rechazar que ciertas personas la usaran con el fin de enamorar de forma forzosa a otras.
Por ello le parecía bien que existiese algo capaz de contrarrestarla, de hecho sería interesante fabricar el remedio, puede que en algún momento le resultase útil conocer la receta. Buscaron entre los ingredientes hasta hallar Osculum y la propia semilla de la Amorttentia, únicos componentes del brebaje. Elen cortó las comúnmente denominadas flores del beso y esperó a que su compañero preparase el agua, para luego añadir al perol las semillas y lo que la bruja había apartado del tallo.
Una vez hecho eso solo quedaba esperar, así que tendrían tiempo de reordenar y limpiar lo que habían estado utilizando, pronto llegaría la hora de abrir y debían dejar la tienda lo más presentable posible.
Elen Calhoun
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Re: Entre hierbas y frascos II [Trabajo]
El tiempo pasó con rapidez, y apenas un cuarto de hora después de que hubiesen terminado de colocar las últimas pócimas en la estantería, el alquimista reapareció para indicarles que había llegado el momento de abrir la tienda. Los ayudantes tomaron posiciones tras el mostrador y se prepararon para el inicio de la jornada, que si se parecía a la anterior, les daría bastante trabajo.
Aún era temprano, pero mucha gente aprovechaba esas horas para comprar con tranquilidad, evitando las multitudes y largas colas que en ocasiones se formaban en los comercios, y que tanto tiempo les hacían perder. Por ello, ninguno de los jóvenes magos se extraño al ver que ya había un pequeño grupo reunido en torno a la entrada del local, Crowley tenía cierto renombre en Beltrexus y los habitantes de la aldea confiaban en sus productos, que más de una vez ya les habían sacado de apuros.
Los primeros compradores cruzaron la puerta y se acercaron al mostrador, dividiéndose en dos filas para agilizar el proceso, ya que aquella mañana atendían dos personas en vez de una. - Buenos días. - saludó la de ojos verdes con voz amable, en cuanto la primera clienta se situó frente a ella. Era una mujer alta y de constitución menuda, con largos cabellos rubios hasta la cintura y finos rasgos faciales, que enseguida la delataban como elfa. Algunos la miraban con curiosidad, pues a pesar del avance hacia la convivencia pacífica que se había producido entre ambas razas, no solía verse a los hijos del bosque por allí a menudo, menos aun viajando en solitario.
- Buenos días, quisiera una pócima de Inhibis y algo para tratar las anginas. - respondió la dama, al tiempo que se colocaba un dorado mechón tras la puntiaguda oreja. La hechicera asintió con la cabeza y se dirigió hacia la estantería de productos básicos, en que no le costó más que un par de minutos dar con la infusión y el remedio adecuado. - Aquí tiene, este remedio contiene té de raíces de Acruire Agria, va muy bien para curar catarros y anginas. - explicó al volver, depositando ambos recipientes sobre el mostrador.
- Estupendo, ¿cuánto le debo? - preguntó la elfa, al tiempo que extraía de su bolsa un saquito de cuero, cuyo contenido tintineaba con cada movimiento. - 85 aeros. - contestó la bruja, mientras sacaba de uno de los cajones el grueso libro en que se llevaba el registro de las ventas. Casi parecía que no hubiese pasado el tiempo desde la última vez que el alquimista la contrató, todo seguía estando en el mismo sitio y se desenvolvía con mucha soltura, gracias a su buena memoria para los artículos y sus diferentes efectos.
Puede que tuviese que plantearse la idea de que aquel fuese su lugar, pero por el momento prefirió centrarse en recoger el dinero y despedirse cordialmente de la clienta, dedicándole una leve sonrisa. Colocó el tomo abierto sobre uno de los muebles que había tras el mostrador y apuntó la fecha del día, para luego añadir la venta que acababa de realizar un poco más abajo. Guardó el dinero en un cajón cercano y regresó a su puesto, donde ya aguardaba un caballero de mediana edad, de aspecto pálido y ojeroso.
- Buenos días, ¿en qué puedo ayudarlo? - preguntó la joven, mientras se percataba de que el hombre temblaba ligeramente y sudaba. - Necesito un remedio para la fiebre. - respondió con voz temblorosa, al tiempo que se abrazaba el torso, como si tuviese frío. Elen se apresuró a buscar una pócima antifebril, para que el pobre enfermo pudiese tratarse lo más pronto posible, y de ese modo evitar que la temperatura le subiese hasta límites peligrosos.
- Esto le ayudará, contiene cinco dosis de cuatro tragos cada una, tómese la primera y en breve empezará a notar la mejora. - indicó la joven, en cuanto volvió a encontrarse frente al caballero. Recibió los quince aeros correspondientes a la transacción y se despidió amablemente del enfermo, que nada más abandonar el local, destapó el frasco y tomó los tragos que le había dicho.
El resto de la jornada fue bastante tranquila, una vez atendido el primer grupo de clientes de la mañana, los ayudantes tuvieron algo de tiempo libre antes de que empezasen a llegar los siguientes, y tras la hora de comer todo estuvo parado durante un buen rato, hasta que a media tarde los transeúntes volvieron a tomar las calles, para terminar las compras del día.
Poco después de que el sol comenzase a ponerse tras el horizonte, Crowley salió de la trastienda e hizo un gesto a la de cabellos cenicientos, para que procediese a cerrar la puerta y girar el letrero, en que hasta el momento se había podido leer “Abierto”. Elen avanzó hacia la entrada y se dispuso a hacerlo, pero antes de que sus dedos alcanzasen el cartel, una extraña figura golpeó la puerta desde el otro lado, abriéndola de forma brusca, lo suficiente para que el impacto alcanzase a la hechicera y la tirase al suelo.
Aún era temprano, pero mucha gente aprovechaba esas horas para comprar con tranquilidad, evitando las multitudes y largas colas que en ocasiones se formaban en los comercios, y que tanto tiempo les hacían perder. Por ello, ninguno de los jóvenes magos se extraño al ver que ya había un pequeño grupo reunido en torno a la entrada del local, Crowley tenía cierto renombre en Beltrexus y los habitantes de la aldea confiaban en sus productos, que más de una vez ya les habían sacado de apuros.
Los primeros compradores cruzaron la puerta y se acercaron al mostrador, dividiéndose en dos filas para agilizar el proceso, ya que aquella mañana atendían dos personas en vez de una. - Buenos días. - saludó la de ojos verdes con voz amable, en cuanto la primera clienta se situó frente a ella. Era una mujer alta y de constitución menuda, con largos cabellos rubios hasta la cintura y finos rasgos faciales, que enseguida la delataban como elfa. Algunos la miraban con curiosidad, pues a pesar del avance hacia la convivencia pacífica que se había producido entre ambas razas, no solía verse a los hijos del bosque por allí a menudo, menos aun viajando en solitario.
- Buenos días, quisiera una pócima de Inhibis y algo para tratar las anginas. - respondió la dama, al tiempo que se colocaba un dorado mechón tras la puntiaguda oreja. La hechicera asintió con la cabeza y se dirigió hacia la estantería de productos básicos, en que no le costó más que un par de minutos dar con la infusión y el remedio adecuado. - Aquí tiene, este remedio contiene té de raíces de Acruire Agria, va muy bien para curar catarros y anginas. - explicó al volver, depositando ambos recipientes sobre el mostrador.
- Estupendo, ¿cuánto le debo? - preguntó la elfa, al tiempo que extraía de su bolsa un saquito de cuero, cuyo contenido tintineaba con cada movimiento. - 85 aeros. - contestó la bruja, mientras sacaba de uno de los cajones el grueso libro en que se llevaba el registro de las ventas. Casi parecía que no hubiese pasado el tiempo desde la última vez que el alquimista la contrató, todo seguía estando en el mismo sitio y se desenvolvía con mucha soltura, gracias a su buena memoria para los artículos y sus diferentes efectos.
Puede que tuviese que plantearse la idea de que aquel fuese su lugar, pero por el momento prefirió centrarse en recoger el dinero y despedirse cordialmente de la clienta, dedicándole una leve sonrisa. Colocó el tomo abierto sobre uno de los muebles que había tras el mostrador y apuntó la fecha del día, para luego añadir la venta que acababa de realizar un poco más abajo. Guardó el dinero en un cajón cercano y regresó a su puesto, donde ya aguardaba un caballero de mediana edad, de aspecto pálido y ojeroso.
- Buenos días, ¿en qué puedo ayudarlo? - preguntó la joven, mientras se percataba de que el hombre temblaba ligeramente y sudaba. - Necesito un remedio para la fiebre. - respondió con voz temblorosa, al tiempo que se abrazaba el torso, como si tuviese frío. Elen se apresuró a buscar una pócima antifebril, para que el pobre enfermo pudiese tratarse lo más pronto posible, y de ese modo evitar que la temperatura le subiese hasta límites peligrosos.
- Esto le ayudará, contiene cinco dosis de cuatro tragos cada una, tómese la primera y en breve empezará a notar la mejora. - indicó la joven, en cuanto volvió a encontrarse frente al caballero. Recibió los quince aeros correspondientes a la transacción y se despidió amablemente del enfermo, que nada más abandonar el local, destapó el frasco y tomó los tragos que le había dicho.
El resto de la jornada fue bastante tranquila, una vez atendido el primer grupo de clientes de la mañana, los ayudantes tuvieron algo de tiempo libre antes de que empezasen a llegar los siguientes, y tras la hora de comer todo estuvo parado durante un buen rato, hasta que a media tarde los transeúntes volvieron a tomar las calles, para terminar las compras del día.
Poco después de que el sol comenzase a ponerse tras el horizonte, Crowley salió de la trastienda e hizo un gesto a la de cabellos cenicientos, para que procediese a cerrar la puerta y girar el letrero, en que hasta el momento se había podido leer “Abierto”. Elen avanzó hacia la entrada y se dispuso a hacerlo, pero antes de que sus dedos alcanzasen el cartel, una extraña figura golpeó la puerta desde el otro lado, abriéndola de forma brusca, lo suficiente para que el impacto alcanzase a la hechicera y la tirase al suelo.
Elen Calhoun
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Re: Entre hierbas y frascos II [Trabajo]
La joven aterrizó en el suelo, cayendo sobre uno de sus costados y dejando escapar un leve quejido, pero lo peor estaba por venir. El extraño cruzó la puerta y sin mediar palabra, lanzó contra ella una bola de fuego, que la alcanzó en el hombro izquierdo, consumiendo parte de la tela de su camisa y quemándole la piel. Apretó los dientes para ahogar un grito de dolor, mientras hacía lo posible por retroceder y apartarse de aquel desgraciado, que la había atacado sin razón alguna.
Ethan quedó el shock, sin saber qué hacer ante el recién llegado, pero no tuvo mucho tiempo, el encapuchado hombre levantó la mano en su dirección y volvió a lanzar otra ardiente esfera, que chocó con el mostrador. El joven ayudante pudo agacharse para protegerse, pero Elen seguía expuesta, y ninguno de los dos tenía idea de por qué les estaba disparando. La de cabellos cenicientos aprovechó el momento en que se centraba en su compañero para llegar hasta una de las estanterías, donde podría apoyar la espalda y, con algo de esfuerzo, devolverle el ataque.
- ¡Dadme todo el dinero! - exclamó el hechicero, dando sentido a la situación. Se trataba de un ladrón, que pretendía asaltarlos y llevarse la recaudación del día porque conocía la tienda, y sabía que mucha gente pasaba por allí a diario. La bruja trató de preparar una descarga con la diestra, pero el extraño se dio cuenta de lo que pretendía y lanzó una nueva bola de fuego contra la estantería que tenía detrás, destrozando varios recipientes y haciendo que la lluvia de cristales e ingredientes le cayese encima.
Elen alcanzó a cubrirse la cabeza con los brazos, pero casi de inmediato empezó a sentir que el dolor de la zona quemada aumentaba, haciéndose insoportable. Cuando miró de nuevo su hombro entendió el motivo de aquella repentina intensidad, apartó a toda prisa las flores de Kortinque que le habían caído y se sujetó el brazo con fuerza, para tratar de soportar el ácido elemento que contenían, y que al entrar en contacto con heridas se volvía venenoso.
- ¡Tú! ¡Dame el dinero o correrás su misma suerte! - volvió a hablar, ligeramente nervioso porque se le estaba yendo de las manos. Ethan se levantó lentamente y se acercó al cajón en que guardaban los aeros tras cada venta, pero cuando estaba a punto de sacar la recaudación y entregársela al asaltante, alguien carraspeó sonoramente. - Nadie amenaza a mis empleados. - intervino Crowley, visiblemente enfadado por lo que estaba pasando en la tienda.
El ladrón solo tendría tiempo de escuchar su frase y girarse un poco para verlo, antes de que el enorme tarro de cristal que el alquimista estaba manipulando con su telequinesis se estrellase contra su cabeza. El impacto fue duro, todo el contenido del recipiente se derramó por el suelo, donde segundos después aterrizó el delincuente, inconsciente. - Ethan busca a un par de guardias y tráelos aquí, que se lleven a este desgraciado. - ordenó, para acto seguido acercarse a la hechicera y tratar de ayudarla.
- Kortinque, me han caído flores de Kortinque en la quemadura. - consiguió decir la joven, que seguía peleando contra el terrible dolor. Crowley la ayudó a levantarse y la llevó consigo a la trastienda, allí podría tratarla con sus últimas adquisiciones. Buscó entre las pociones hasta dar con una en particular, hecha a partir de la Osaris, flor que era realmente complicada de utilizar pero que servía para tratar cualquier toxina o veneno, como era el caso. Vertió un poco de la pócima sobre la zona afectada y dejó que empezara a actuar, mientras reunía un cuenco con agua fría y varias hojas de la misma planta que le había causado la intoxicación.
Si se hacían compresas húmedas con las hojas de Kortinque, se podía tratar con ellas las quemaduras más graves, así que no tardó en colocarlas delicadamente sobre el hombro de la maga, esperando que el efecto fuese rápido y comenzase a sanar cuanto antes. Pudo escuchar las voces de los guardias, así que tendió una infusión de Inhibis a su ayudante para que diese un trago y salió al encuentro de las autoridades, a las que explicaría lo que había ocurrido y pediría que castigasen debidamente al culpable.
Una vez solucionada esa parte, Ethan se encargó de cerrar y limpiar el desastre, mientras el alquimista volvía a la trastienda para seguir la evolución de la herida. Pasó un buen rato antes de que Elen empezase a sentirse mejor, momento en que respiró aliviada y se atrevió a echar un vistazo a su hombro. Las compresas estaban funcionando bien, y con suerte no le quedaría marca de aquel incidente, aunque si llegaba a quedar no le importaría demasiado, ya tenía unas cuantas.
- Lamento no haber podido reducir a ese ladrón. - dijo a modo de disculpa. - Fue un ataque repentino, no te preocupes ya está todo solucionado. - respondió con amabilidad el alquimista, antes de ponerse a ordenar el lugar en que la había atendido. - Quisiera enseñarte algo…- volvió a hablar la de ojos verdes tras unos minutos. Se acercó a su bolsa y sacó de ella los tarros de algas y la piel de lamia, con la esperanza de que Crowley pudiese decirle algo acerca de las propiedades de ésta última.
- Vaya, hacía mucho que no veía una de estas. - su voz había cambiado, al igual que su expresión, que ahora mostraba cierta sorpresa. - ¿Cómo la conseguiste? Ni siquiera mis hombres dan con estas criaturas. - preguntó, al tiempo que desenrollaba la piel. - Me enfrenté a una cerca del pantano misterioso, no tengo claro para qué sirve pero pensé que podría consultarte. - contestó la joven, percatándose del pequeño brillo que aparecía en los ojos del mago.
- Esto es genial pero necesitas descansar, mañana nos pondremos a trabajar con lo que has traído. - indicó, con una leve sonrisa. La de ojos verdes asintió y recogió sus ingredientes, avanzó hacia la entrada y se despidió del alquimista, para luego abandonar el local junto al otro ayudante y dirigirse al establo, donde su querido caballo la esperaba con cierta impaciencia.
Off: He querido combinar en este post dos de las complicaciones, el asalto con herida y la intoxicación que necesita atención.
Ethan quedó el shock, sin saber qué hacer ante el recién llegado, pero no tuvo mucho tiempo, el encapuchado hombre levantó la mano en su dirección y volvió a lanzar otra ardiente esfera, que chocó con el mostrador. El joven ayudante pudo agacharse para protegerse, pero Elen seguía expuesta, y ninguno de los dos tenía idea de por qué les estaba disparando. La de cabellos cenicientos aprovechó el momento en que se centraba en su compañero para llegar hasta una de las estanterías, donde podría apoyar la espalda y, con algo de esfuerzo, devolverle el ataque.
- ¡Dadme todo el dinero! - exclamó el hechicero, dando sentido a la situación. Se trataba de un ladrón, que pretendía asaltarlos y llevarse la recaudación del día porque conocía la tienda, y sabía que mucha gente pasaba por allí a diario. La bruja trató de preparar una descarga con la diestra, pero el extraño se dio cuenta de lo que pretendía y lanzó una nueva bola de fuego contra la estantería que tenía detrás, destrozando varios recipientes y haciendo que la lluvia de cristales e ingredientes le cayese encima.
Elen alcanzó a cubrirse la cabeza con los brazos, pero casi de inmediato empezó a sentir que el dolor de la zona quemada aumentaba, haciéndose insoportable. Cuando miró de nuevo su hombro entendió el motivo de aquella repentina intensidad, apartó a toda prisa las flores de Kortinque que le habían caído y se sujetó el brazo con fuerza, para tratar de soportar el ácido elemento que contenían, y que al entrar en contacto con heridas se volvía venenoso.
- ¡Tú! ¡Dame el dinero o correrás su misma suerte! - volvió a hablar, ligeramente nervioso porque se le estaba yendo de las manos. Ethan se levantó lentamente y se acercó al cajón en que guardaban los aeros tras cada venta, pero cuando estaba a punto de sacar la recaudación y entregársela al asaltante, alguien carraspeó sonoramente. - Nadie amenaza a mis empleados. - intervino Crowley, visiblemente enfadado por lo que estaba pasando en la tienda.
El ladrón solo tendría tiempo de escuchar su frase y girarse un poco para verlo, antes de que el enorme tarro de cristal que el alquimista estaba manipulando con su telequinesis se estrellase contra su cabeza. El impacto fue duro, todo el contenido del recipiente se derramó por el suelo, donde segundos después aterrizó el delincuente, inconsciente. - Ethan busca a un par de guardias y tráelos aquí, que se lleven a este desgraciado. - ordenó, para acto seguido acercarse a la hechicera y tratar de ayudarla.
- Kortinque, me han caído flores de Kortinque en la quemadura. - consiguió decir la joven, que seguía peleando contra el terrible dolor. Crowley la ayudó a levantarse y la llevó consigo a la trastienda, allí podría tratarla con sus últimas adquisiciones. Buscó entre las pociones hasta dar con una en particular, hecha a partir de la Osaris, flor que era realmente complicada de utilizar pero que servía para tratar cualquier toxina o veneno, como era el caso. Vertió un poco de la pócima sobre la zona afectada y dejó que empezara a actuar, mientras reunía un cuenco con agua fría y varias hojas de la misma planta que le había causado la intoxicación.
Si se hacían compresas húmedas con las hojas de Kortinque, se podía tratar con ellas las quemaduras más graves, así que no tardó en colocarlas delicadamente sobre el hombro de la maga, esperando que el efecto fuese rápido y comenzase a sanar cuanto antes. Pudo escuchar las voces de los guardias, así que tendió una infusión de Inhibis a su ayudante para que diese un trago y salió al encuentro de las autoridades, a las que explicaría lo que había ocurrido y pediría que castigasen debidamente al culpable.
Una vez solucionada esa parte, Ethan se encargó de cerrar y limpiar el desastre, mientras el alquimista volvía a la trastienda para seguir la evolución de la herida. Pasó un buen rato antes de que Elen empezase a sentirse mejor, momento en que respiró aliviada y se atrevió a echar un vistazo a su hombro. Las compresas estaban funcionando bien, y con suerte no le quedaría marca de aquel incidente, aunque si llegaba a quedar no le importaría demasiado, ya tenía unas cuantas.
- Lamento no haber podido reducir a ese ladrón. - dijo a modo de disculpa. - Fue un ataque repentino, no te preocupes ya está todo solucionado. - respondió con amabilidad el alquimista, antes de ponerse a ordenar el lugar en que la había atendido. - Quisiera enseñarte algo…- volvió a hablar la de ojos verdes tras unos minutos. Se acercó a su bolsa y sacó de ella los tarros de algas y la piel de lamia, con la esperanza de que Crowley pudiese decirle algo acerca de las propiedades de ésta última.
- Vaya, hacía mucho que no veía una de estas. - su voz había cambiado, al igual que su expresión, que ahora mostraba cierta sorpresa. - ¿Cómo la conseguiste? Ni siquiera mis hombres dan con estas criaturas. - preguntó, al tiempo que desenrollaba la piel. - Me enfrenté a una cerca del pantano misterioso, no tengo claro para qué sirve pero pensé que podría consultarte. - contestó la joven, percatándose del pequeño brillo que aparecía en los ojos del mago.
- Esto es genial pero necesitas descansar, mañana nos pondremos a trabajar con lo que has traído. - indicó, con una leve sonrisa. La de ojos verdes asintió y recogió sus ingredientes, avanzó hacia la entrada y se despidió del alquimista, para luego abandonar el local junto al otro ayudante y dirigirse al establo, donde su querido caballo la esperaba con cierta impaciencia.
Off: He querido combinar en este post dos de las complicaciones, el asalto con herida y la intoxicación que necesita atención.
Elen Calhoun
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Re: Entre hierbas y frascos II [Trabajo]
El trayecto hacia las afueras de Beltrexus se le hizo bastante más pesado que de costumbre, pero en cuanto vislumbro la estructura de su casa empezó a sentirse más animada, volvía a estar en el único lugar al que podía llamar hogar. Tomó una cena ligera y se fue directamente a la cama, no sin antes revisarse el hombro para ver qué tal iba, las hojas estaban haciendo su trabajo y por la mañana estaría mucho mejor.
Tal como esperaba, al despertar notó que ya no le dolía, retiró las compresas de Kortinque y se aplicó un ungüento cicatrizante que había elaborado hacía poco, vendó la zona y se preparó para regresar a la aldea, donde la esperaría otra interesante jornada. Llegó a la tienda más pronto de lo normal, así que esperó al pie de las escaleras hasta que llegase su compañero, que nada más verla se interesó por su estado y se mostró muy amable. Ethan era un buen chico, voluntarioso y con ganas de aprender, eso le llevaría lejos.
Crowley los vio desde el interior, abrió la puerta y los saludó animadamente, antes de invitarlos a pasar y preguntar a la bruja qué tal se encontraba. Una vez acomodados en la parte trasera del local, el alquimista aguardó a que la hechicera sacase de su bolsa lo que le había enseñado la noche anterior, junto con varios pergaminos y un libro de ingredientes. - Conseguí el tomo tras ayudar a una anciana en Lunargenta, en él está toda la información necesaria para elaborar la receta de elixir disipador que me diste, pero me faltan algunos componentes. - su voz sonó algo baja, le hubiese gustado tener todo y aprovechar la oportunidad para fabricar el producto con ayuda del renombrado mago.
- Puede que tú no los tengas, pero yo sí. - anunció sonriente, antes de acercarse a una de las estanterías y tomar un par de tarros, en los que descansaban unos blancos hongos de aspecto pegajoso. - Faelivrin, traída directamente desde lo más profundo de los bosques de Sandorai. - indicó al regresar junto a ellos, depositando ambos recipientes sobre su mesa de experimentos. - Creo que hoy será un día interesante, por una vez vamos a trabajar los tres juntos. - prosiguió animado, mientras abría los recipientes y sacaba las setas.
- Previamente se les ha retirado la parte superior, donde tienen algunos pelillos urticantes, así que ahora podemos manipularlas sin peligro alguno. - comenzó a explicar, tomándose su tiempo. - Se puede aprovechar casi todo así que manos a la obra, Ethan, tú separarás las tiras exteriores del resto, las machacarás y prepararás un ungüento con ellas, mientras nosotros nos ponemos con el elixir. - La de ojos verdes escuchó con atención cada palabra, era una oportunidad estupenda para seguir aprendiendo.
- Tú busca Barrimorth y semillas de Acruire, mientras yo me encargo de poner el agua al fuego para la infusión y echarle los núcleos de Faelivrin. - Trabajo en equipo, pensó la joven, para de inmediato dirigirse a la zona de componentes y buscar lo que le había pedido, que no le llevó más de un par de minutos. Volvió junto a los demás y colocó lo que el alquimista le había pedido sobre la mesa, destapó los tarros y sin perder ni un instante, sacó varias ramas de Barrimorth y comenzó a cortar la parte en que tenían los pequeños capullos.
Para Crowley no era necesario mirar la receta, tomó un puñado de semillas de Acruire y las añadió al agua, que ya empezaba a hervir. Elen hizo lo propio con el Barrimorth, removió un poco el contenido para que se mezclase y luego dejó que hirviese durante unos quince minutos, lapso suficiente para extraer de los núcleos todas sus propiedades. Una vez pasado ese período, apartó el perol del fuego y dejó que la poción reposara durante otros cinco minutos, tras lo cual empezó a repartirla entre una decena de frascos vacíos.
- ¿Qué te parece? Acabas de elaborar una pócima totalmente nueva para ti. - preguntó el mago, mientras etiquetaba debidamente el nuevo producto, del cual entregaría una unidad a cada uno de sus ayudantes. Ethan aún tenía trabajo con los ungüentos, así que el alquimista decidió pasar a la siguiente receta, la que servía para aguantar más bajo el agua sin necesidad de respirar. - Verás Elen, ésta en particular tiene una dificultad añadida a la hora de fabricarse, te explicaré el por qué. - el de cabellos negros volvía a adoptar aquel tono de maestro que ya había utilizado el día anterior.
- Lo más potente de esta alga se encuentra en las pequeñas bolas, hay que separarlas del resto pero con sumo cuidado, si se rompen en el proceso la sustancia que contienen no servirá. - indicó el mago, echando mano a los tarros que ella había traído. Los abrió y sacó la planta con delicadeza, para extenderla sobre una mesa contigua y facilitar de ese modo la tarea que en breve empezarían. - Bien, ahora procederemos a quitarle las esferas y las dejaremos en este cuenco, luego te mostraré cómo manipularlas para obtener su contenido. - Crowley hizo una pequeña demostración para que se hiciese a la idea del cuidado que debía tener, luego ambos prosiguieron con la labor.
La bruja no pudo evitar que un par se le rompiesen al principio, pero luego le fue pillando el truco y todo mejoró, terminaron de separar las bolas del alga y llegó el momento de dar el siguiente paso. Por orden del alquimista preparó dos calderos con agua, en uno de ellos depositó la planta, que iría directa al fuego para conseguir una infusión, pero lo difícil tendría lugar en el otro.
El hechicero tomó una de las esferas y la sumergió completamente en el agua, para con ayuda de una fina aguja, previamente desinfectada, pinchar su superficie y dejar que la sustancia saliese, combinándose al momento con el líquido elemento. Aquel era el procedimiento, y aunque podía parecer sencillo al verlo, lo complicado era que no se rompiesen durante la fase anterior, o durante el pequeño tramo que separaba el cuenco del agua.
Al igual que antes, la maga vio con expresión molesta como varias esferas se rompían en el camino, pero tras serenarse y echar mano a su paciencia, consiguió hacerlo. Una vez añadida la sustancia de todas aquellas delicadas bolas, tocaba poner al fuego el caldero, pero solo durante diez minutos, ya que luego el contenido se añadía al del otro, donde se estaba haciendo la infusión con el resto del alga.
Terminaron la poción y la distribuyeron en una multitud de frascos, de los que la de ojos verdes se llevaría la mitad, por haber recolectado los componentes por su cuenta.
Tal como esperaba, al despertar notó que ya no le dolía, retiró las compresas de Kortinque y se aplicó un ungüento cicatrizante que había elaborado hacía poco, vendó la zona y se preparó para regresar a la aldea, donde la esperaría otra interesante jornada. Llegó a la tienda más pronto de lo normal, así que esperó al pie de las escaleras hasta que llegase su compañero, que nada más verla se interesó por su estado y se mostró muy amable. Ethan era un buen chico, voluntarioso y con ganas de aprender, eso le llevaría lejos.
Crowley los vio desde el interior, abrió la puerta y los saludó animadamente, antes de invitarlos a pasar y preguntar a la bruja qué tal se encontraba. Una vez acomodados en la parte trasera del local, el alquimista aguardó a que la hechicera sacase de su bolsa lo que le había enseñado la noche anterior, junto con varios pergaminos y un libro de ingredientes. - Conseguí el tomo tras ayudar a una anciana en Lunargenta, en él está toda la información necesaria para elaborar la receta de elixir disipador que me diste, pero me faltan algunos componentes. - su voz sonó algo baja, le hubiese gustado tener todo y aprovechar la oportunidad para fabricar el producto con ayuda del renombrado mago.
- Puede que tú no los tengas, pero yo sí. - anunció sonriente, antes de acercarse a una de las estanterías y tomar un par de tarros, en los que descansaban unos blancos hongos de aspecto pegajoso. - Faelivrin, traída directamente desde lo más profundo de los bosques de Sandorai. - indicó al regresar junto a ellos, depositando ambos recipientes sobre su mesa de experimentos. - Creo que hoy será un día interesante, por una vez vamos a trabajar los tres juntos. - prosiguió animado, mientras abría los recipientes y sacaba las setas.
- Previamente se les ha retirado la parte superior, donde tienen algunos pelillos urticantes, así que ahora podemos manipularlas sin peligro alguno. - comenzó a explicar, tomándose su tiempo. - Se puede aprovechar casi todo así que manos a la obra, Ethan, tú separarás las tiras exteriores del resto, las machacarás y prepararás un ungüento con ellas, mientras nosotros nos ponemos con el elixir. - La de ojos verdes escuchó con atención cada palabra, era una oportunidad estupenda para seguir aprendiendo.
- Tú busca Barrimorth y semillas de Acruire, mientras yo me encargo de poner el agua al fuego para la infusión y echarle los núcleos de Faelivrin. - Trabajo en equipo, pensó la joven, para de inmediato dirigirse a la zona de componentes y buscar lo que le había pedido, que no le llevó más de un par de minutos. Volvió junto a los demás y colocó lo que el alquimista le había pedido sobre la mesa, destapó los tarros y sin perder ni un instante, sacó varias ramas de Barrimorth y comenzó a cortar la parte en que tenían los pequeños capullos.
Para Crowley no era necesario mirar la receta, tomó un puñado de semillas de Acruire y las añadió al agua, que ya empezaba a hervir. Elen hizo lo propio con el Barrimorth, removió un poco el contenido para que se mezclase y luego dejó que hirviese durante unos quince minutos, lapso suficiente para extraer de los núcleos todas sus propiedades. Una vez pasado ese período, apartó el perol del fuego y dejó que la poción reposara durante otros cinco minutos, tras lo cual empezó a repartirla entre una decena de frascos vacíos.
- ¿Qué te parece? Acabas de elaborar una pócima totalmente nueva para ti. - preguntó el mago, mientras etiquetaba debidamente el nuevo producto, del cual entregaría una unidad a cada uno de sus ayudantes. Ethan aún tenía trabajo con los ungüentos, así que el alquimista decidió pasar a la siguiente receta, la que servía para aguantar más bajo el agua sin necesidad de respirar. - Verás Elen, ésta en particular tiene una dificultad añadida a la hora de fabricarse, te explicaré el por qué. - el de cabellos negros volvía a adoptar aquel tono de maestro que ya había utilizado el día anterior.
- Lo más potente de esta alga se encuentra en las pequeñas bolas, hay que separarlas del resto pero con sumo cuidado, si se rompen en el proceso la sustancia que contienen no servirá. - indicó el mago, echando mano a los tarros que ella había traído. Los abrió y sacó la planta con delicadeza, para extenderla sobre una mesa contigua y facilitar de ese modo la tarea que en breve empezarían. - Bien, ahora procederemos a quitarle las esferas y las dejaremos en este cuenco, luego te mostraré cómo manipularlas para obtener su contenido. - Crowley hizo una pequeña demostración para que se hiciese a la idea del cuidado que debía tener, luego ambos prosiguieron con la labor.
La bruja no pudo evitar que un par se le rompiesen al principio, pero luego le fue pillando el truco y todo mejoró, terminaron de separar las bolas del alga y llegó el momento de dar el siguiente paso. Por orden del alquimista preparó dos calderos con agua, en uno de ellos depositó la planta, que iría directa al fuego para conseguir una infusión, pero lo difícil tendría lugar en el otro.
El hechicero tomó una de las esferas y la sumergió completamente en el agua, para con ayuda de una fina aguja, previamente desinfectada, pinchar su superficie y dejar que la sustancia saliese, combinándose al momento con el líquido elemento. Aquel era el procedimiento, y aunque podía parecer sencillo al verlo, lo complicado era que no se rompiesen durante la fase anterior, o durante el pequeño tramo que separaba el cuenco del agua.
Al igual que antes, la maga vio con expresión molesta como varias esferas se rompían en el camino, pero tras serenarse y echar mano a su paciencia, consiguió hacerlo. Una vez añadida la sustancia de todas aquellas delicadas bolas, tocaba poner al fuego el caldero, pero solo durante diez minutos, ya que luego el contenido se añadía al del otro, donde se estaba haciendo la infusión con el resto del alga.
Terminaron la poción y la distribuyeron en una multitud de frascos, de los que la de ojos verdes se llevaría la mitad, por haber recolectado los componentes por su cuenta.
Elen Calhoun
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Re: Entre hierbas y frascos II [Trabajo]
Para cuando terminaron la pócima que ayudaba a mantenerse más tiempo bajo el agua, aún faltaba una hora antes de que la tienda abriese sus puertas al público, tiempo suficiente para seguir con la elaboración de productos, centrándose en la piel de serpiente que Elen había traído desde el pantano. - Pasemos a la lamia, criatura esquiva donde las halla y muy peligrosa, sobre todo para los hombres. - tomó la palabra el alquimista, mientras desenrollaba la cola.
- Es complicado encontrar una, mucho más acabar con ella, pero si se consigue puedes aprovechar bastante su piel. - comenzó a explicar con tranquilidad. - De las escamas predominantes se extrae una toxina muy útil para fabricar venenos, mientras que de estas otras, las que forman los dibujos a lo largo de la cola, se obtiene un componente de efecto curativo. - prosiguió, señalando cada parte cuando la nombraba. - Por último, pero no menos importante, la parte blanca de debajo, de aquí podemos sacar una sustancia potenciadora, que unida a cualquier pócima o ungüento, es capaz de duplicar su duración. - dijo a modo de final, para luego dar instrucciones y ponerse a trabajar con la piel.
En primer lugar separaron la parte de superior de la otra, tras lo cual la hechicera inició la tarea de cortar los dibujos, para apartarlos del resto, que sería conservado en un tarro para futuros experimentos, en los que Crowley trataría de buscarle algún uso beneficioso a la toxina. Una vez hecho esto, el alquimista les explicó cómo manipular lo que tenían para extraer el componente curativo. No resultaba complicado pero si lento, tenían que poner las escamas en agua hirviendo y dejar que fuesen soltando lo que contenían durante tres cuartos de hora, lapso tras el que obtendrían un brebaje perfecto para anular la parálisis en los cuerpos.
Pero no podían quedarse de brazos cruzados esperando a que terminase de hacerse, así que siguieron con la parte blanca de la cola, que en vida la lamia habría usado para reptar por entre los árboles. La cortaron en trozos más pequeños y la pusieron en otro caldero con agua, que tendría que mantenerse al fuego durante veinticinco minutos, para sacar todas las propiedades potenciadoras de ella. - En lo que se van haciendo os dejaré otra planta para que sigáis trabajando. - anunció el mago, que de inmediato se dirigió a una de las estanterías y regresó con un par de tarros.
Uno de ellos llamaba la atención de forma particular, pues no se podía ver qué ingrediente contenía, ya que estaba lleno de hielo. - ¿Qué es eso? - preguntó la de ojos verdes con curiosidad. - Aïnen, una seta que crece en la llanura nevada, de ahí que deba conservarse de este modo para que no se pudra con el cambio de temperatura. - respondió, permitiendo que los ayudantes se acercasen. - Con ella y algunos componentes más se puede elaborar una poción que ayuda a soportar las bajas temperaturas del norte, pero un consumo excesivo causa hipotermia. - añadió, para luego tender a los brujos el otro tarro.
- Vosotros trabajaréis con el Väruk, aprovechad bien todas sus hojas. - indicó, antes de apartarse hacia otra mesa y ponerse a manipular la helada seta. Ethan abrió el frasco y extrajo cuatro ejemplares, mientras su compañera se hacía con el libro que solían consultar y buscaba en sus páginas hasta dar con la planta que iban a utilizar. - Que interesante, según el color de la hoja sirve para una cosa u otra…- empezó a leer, bajo la atenta mirada del rubio. - Una infusión de las verdes puede sanar picaduras de insectos y las inflamaciones que estas puedan producir, el extracto de las rojas ayuda a combatir dolores de cabeza y huesos, una pasta de las naranjas machacadas para calmar heridas abiertas y borrar cicatrices…- prosiguió, sorprendiéndose de los múltiples efectos positivos que podían obtener de una sola planta.
- Por último las amarillas, que se pueden preparar de dos formas. La pasta resultante de picarlas junto con agua borra las marcas, copiando el tono de la piel a la perfección, pero también se pueden dejar secar para fumarlas en pipa, de ese modo puede curar problemas respiratorios, musculares, de articulación e incluso huesos. - terminó de leer, levantando la vista hacia su compañero. - Repartámonos el trabajo. - sugirió Ethan, y la hechicera no pudo estar más de acuerdo.
Él se encargaría de la conseguir la infusión contra picaduras y el extracto, dejando a la de cabellos cenicientos la tarea de obtener las dos pastas y secar algunas hojas. Ambos comenzaron su labor con rapidez y orden, para aprovechar lo poco que quedaba antes de que tuviesen que abrir la tienda. Elen decidió empezar por machacar las naranjas y añadirles un poco de agua, para que la consistencia del producto final no resultase demasiado densa, sino que quedase con un ungüento.
Una vez conseguido eso, repartió la pasta entre algunos tarros y los etiquetó, para llevarlos a la estantería de artículos. Regresó a su puesto y apartó algunas hojas amarillas para dejarlas secar, mientras repetía el proceso anterior con el resto para conseguir la sustancia capaz de borrar las marcas de la piel. Terminó su cometido y colocó las unidades junto al resto de recipientes que descansaban ya sobre el estante, pero las hojas que había dejado al aire tardarían unas horas en estar listas, así que solo le quedaba limpiar la mesa y prepararse para atender a los clientes, que en breve cruzarían la puerta.
- Es complicado encontrar una, mucho más acabar con ella, pero si se consigue puedes aprovechar bastante su piel. - comenzó a explicar con tranquilidad. - De las escamas predominantes se extrae una toxina muy útil para fabricar venenos, mientras que de estas otras, las que forman los dibujos a lo largo de la cola, se obtiene un componente de efecto curativo. - prosiguió, señalando cada parte cuando la nombraba. - Por último, pero no menos importante, la parte blanca de debajo, de aquí podemos sacar una sustancia potenciadora, que unida a cualquier pócima o ungüento, es capaz de duplicar su duración. - dijo a modo de final, para luego dar instrucciones y ponerse a trabajar con la piel.
En primer lugar separaron la parte de superior de la otra, tras lo cual la hechicera inició la tarea de cortar los dibujos, para apartarlos del resto, que sería conservado en un tarro para futuros experimentos, en los que Crowley trataría de buscarle algún uso beneficioso a la toxina. Una vez hecho esto, el alquimista les explicó cómo manipular lo que tenían para extraer el componente curativo. No resultaba complicado pero si lento, tenían que poner las escamas en agua hirviendo y dejar que fuesen soltando lo que contenían durante tres cuartos de hora, lapso tras el que obtendrían un brebaje perfecto para anular la parálisis en los cuerpos.
Pero no podían quedarse de brazos cruzados esperando a que terminase de hacerse, así que siguieron con la parte blanca de la cola, que en vida la lamia habría usado para reptar por entre los árboles. La cortaron en trozos más pequeños y la pusieron en otro caldero con agua, que tendría que mantenerse al fuego durante veinticinco minutos, para sacar todas las propiedades potenciadoras de ella. - En lo que se van haciendo os dejaré otra planta para que sigáis trabajando. - anunció el mago, que de inmediato se dirigió a una de las estanterías y regresó con un par de tarros.
Uno de ellos llamaba la atención de forma particular, pues no se podía ver qué ingrediente contenía, ya que estaba lleno de hielo. - ¿Qué es eso? - preguntó la de ojos verdes con curiosidad. - Aïnen, una seta que crece en la llanura nevada, de ahí que deba conservarse de este modo para que no se pudra con el cambio de temperatura. - respondió, permitiendo que los ayudantes se acercasen. - Con ella y algunos componentes más se puede elaborar una poción que ayuda a soportar las bajas temperaturas del norte, pero un consumo excesivo causa hipotermia. - añadió, para luego tender a los brujos el otro tarro.
- Vosotros trabajaréis con el Väruk, aprovechad bien todas sus hojas. - indicó, antes de apartarse hacia otra mesa y ponerse a manipular la helada seta. Ethan abrió el frasco y extrajo cuatro ejemplares, mientras su compañera se hacía con el libro que solían consultar y buscaba en sus páginas hasta dar con la planta que iban a utilizar. - Que interesante, según el color de la hoja sirve para una cosa u otra…- empezó a leer, bajo la atenta mirada del rubio. - Una infusión de las verdes puede sanar picaduras de insectos y las inflamaciones que estas puedan producir, el extracto de las rojas ayuda a combatir dolores de cabeza y huesos, una pasta de las naranjas machacadas para calmar heridas abiertas y borrar cicatrices…- prosiguió, sorprendiéndose de los múltiples efectos positivos que podían obtener de una sola planta.
- Por último las amarillas, que se pueden preparar de dos formas. La pasta resultante de picarlas junto con agua borra las marcas, copiando el tono de la piel a la perfección, pero también se pueden dejar secar para fumarlas en pipa, de ese modo puede curar problemas respiratorios, musculares, de articulación e incluso huesos. - terminó de leer, levantando la vista hacia su compañero. - Repartámonos el trabajo. - sugirió Ethan, y la hechicera no pudo estar más de acuerdo.
Él se encargaría de la conseguir la infusión contra picaduras y el extracto, dejando a la de cabellos cenicientos la tarea de obtener las dos pastas y secar algunas hojas. Ambos comenzaron su labor con rapidez y orden, para aprovechar lo poco que quedaba antes de que tuviesen que abrir la tienda. Elen decidió empezar por machacar las naranjas y añadirles un poco de agua, para que la consistencia del producto final no resultase demasiado densa, sino que quedase con un ungüento.
Una vez conseguido eso, repartió la pasta entre algunos tarros y los etiquetó, para llevarlos a la estantería de artículos. Regresó a su puesto y apartó algunas hojas amarillas para dejarlas secar, mientras repetía el proceso anterior con el resto para conseguir la sustancia capaz de borrar las marcas de la piel. Terminó su cometido y colocó las unidades junto al resto de recipientes que descansaban ya sobre el estante, pero las hojas que había dejado al aire tardarían unas horas en estar listas, así que solo le quedaba limpiar la mesa y prepararse para atender a los clientes, que en breve cruzarían la puerta.
Elen Calhoun
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Re: Entre hierbas y frascos II [Trabajo]
Las calles de la pequeña aldea fueron cobrando vida lentamente, y con ello llegó la hora de abrir las puertas para los clientes más madrugadores, que al igual que el día anterior, ya se encontraban en torno a la entrada. Ethan ocupó su puesto tras el mostrador y la de cabellos cenicientos preparó el libro de registros, dejándolo abierto y con fecha del día en que se encontraban, en un lugar en que ambos lo tuviesen a mano para ir más rápido.
El alquimista se acercó a la puerta y giró el cartel que colgaba de la misma, dejando hacia fuera la cara en la que podía leerse “Abierto”, giró sobre sus talones y deseó suerte a los magos, antes de perderse entre las estanterías y regresar a su semi oculta zona de experimentos. Los clientes pasaron al interior y se dividieron en dos filas, respetando por supuesto el orden en que habían llegado al negocio para que no surgiesen disputas.
- Buenos días, ¿en qué puedo ayudarla? - saludó la hechicera en cuanto una mujer, acompañada de su hija, se situó frente a ella. La pequeña parecía bastante incómoda, tenía el ceño fruncido y no paraba de rascarse los brazos a través de las mangas, a pesar de que su madre la hubiese reprendido ya varias veces por hacerlo. - Estate quieta Laura. - le ordenó nuevamente, sujetándole una de las manos para controlarla. - ¿Tienen algo para los sarpullidos? - preguntó a continuación, retirando ligeramente la tela para que pudiese ver las erupciones y pequeñas manchitas que le habían salido a la niña.
- Espere un momento, le traeré lo que necesita. - contestó la bruja, antes de dirigirse hacia la zona en que tenían los productos y tomar el preparado a base de Sprora que había elaborado la mañana anterior. - Esta cataplasma le aliviará el picor y hará desaparecer el sarpullido, aplique una capa homogénea sobre la zona y deje que actué. - indicó al regresar a su puesto. - Entonces me llevaré dos de esas, su hermano también se ha contagiado y temo que al pequeño le pase lo mismo. - dijo con cierta preocupación.
La joven fue a por otra cataplasma y volvió al mostrador, entregó los productos a la dama y cobró con cuarenta aeros pertinentes, que de inmediato guardaría en el cajón. Esquivó a su compañero, que regresaba de la estantería cargado con varios recipientes, y apuntó la venta con estilizada caligrafía, antes de atender al siguiente comprador.
El muchacho que la esperaba tenía el rostro contraído y las manos en las sienes, no era difícil adivinar qué era lo que le pasaba. - ¿Dolor de cabeza? - preguntó para cerciorarse, a lo que el mozo respondió sin palabras, limitándose a asentir levemente. Puede que estuviese pagando los excesos de una noche de borrachera, o que solo se tratase de una jaqueca pasajera causada por el estrés y el ruido. El origen no importaba demasiado, pero cuanto antes se tratase antes se libraría de aquella molestia.
Buscó el extracto de las hojas rojas del Väruk y dio al muchacho en voz baja las indicaciones para tomarlo, antes de recibir el pago y despedirse de él, sin elevar la voz para no acrecentar su dolor de cabeza. Registró los veinte aeros recibidos y un par de ventas que Ethan acababa de cerrar por ochenta más, la jornada apenas había empezado hacía quince minutos y la caja del día contaba ya con ciento cuarenta aeros, suma nada despreciable.
El alquimista se acercó a la puerta y giró el cartel que colgaba de la misma, dejando hacia fuera la cara en la que podía leerse “Abierto”, giró sobre sus talones y deseó suerte a los magos, antes de perderse entre las estanterías y regresar a su semi oculta zona de experimentos. Los clientes pasaron al interior y se dividieron en dos filas, respetando por supuesto el orden en que habían llegado al negocio para que no surgiesen disputas.
- Buenos días, ¿en qué puedo ayudarla? - saludó la hechicera en cuanto una mujer, acompañada de su hija, se situó frente a ella. La pequeña parecía bastante incómoda, tenía el ceño fruncido y no paraba de rascarse los brazos a través de las mangas, a pesar de que su madre la hubiese reprendido ya varias veces por hacerlo. - Estate quieta Laura. - le ordenó nuevamente, sujetándole una de las manos para controlarla. - ¿Tienen algo para los sarpullidos? - preguntó a continuación, retirando ligeramente la tela para que pudiese ver las erupciones y pequeñas manchitas que le habían salido a la niña.
- Espere un momento, le traeré lo que necesita. - contestó la bruja, antes de dirigirse hacia la zona en que tenían los productos y tomar el preparado a base de Sprora que había elaborado la mañana anterior. - Esta cataplasma le aliviará el picor y hará desaparecer el sarpullido, aplique una capa homogénea sobre la zona y deje que actué. - indicó al regresar a su puesto. - Entonces me llevaré dos de esas, su hermano también se ha contagiado y temo que al pequeño le pase lo mismo. - dijo con cierta preocupación.
La joven fue a por otra cataplasma y volvió al mostrador, entregó los productos a la dama y cobró con cuarenta aeros pertinentes, que de inmediato guardaría en el cajón. Esquivó a su compañero, que regresaba de la estantería cargado con varios recipientes, y apuntó la venta con estilizada caligrafía, antes de atender al siguiente comprador.
El muchacho que la esperaba tenía el rostro contraído y las manos en las sienes, no era difícil adivinar qué era lo que le pasaba. - ¿Dolor de cabeza? - preguntó para cerciorarse, a lo que el mozo respondió sin palabras, limitándose a asentir levemente. Puede que estuviese pagando los excesos de una noche de borrachera, o que solo se tratase de una jaqueca pasajera causada por el estrés y el ruido. El origen no importaba demasiado, pero cuanto antes se tratase antes se libraría de aquella molestia.
Buscó el extracto de las hojas rojas del Väruk y dio al muchacho en voz baja las indicaciones para tomarlo, antes de recibir el pago y despedirse de él, sin elevar la voz para no acrecentar su dolor de cabeza. Registró los veinte aeros recibidos y un par de ventas que Ethan acababa de cerrar por ochenta más, la jornada apenas había empezado hacía quince minutos y la caja del día contaba ya con ciento cuarenta aeros, suma nada despreciable.
Elen Calhoun
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Re: Entre hierbas y frascos II [Trabajo]
La actividad se mantuvo constante hasta que el sol alcanzó su cenit, momento en que gran parte de la gente que transitaba por las calles volvía a casa para comer y descansar un rato, así que los ayudantes pudieron relajarse un poco, hasta que llegase la tarde. - ¿Cómo va tu proyecto de abrir una tienda propia? - preguntó la de ojos verdes a su compañero, al tiempo que cruzaba los brazos sobre el pecho y apoyaba la espalda contra el mostrador.
- Tenía muchas ganas de hacerlo realidad… pero me siento a gusto trabajando aquí. - respondió, con tono animado al pronunciar las últimas palabras. - Crowley se ha ofrecido a enseñarme todo lo que sabe… bueno, dentro de mis capacidades claro. - continuó, esbozando una leve sonrisa. - Entonces te quedas de forma permanente. - afirmó la joven, sabiendo que el alquimista conseguiría sacar lo mejor de él, y que quizá dentro de unos años, Ethan llegase a ser tan bueno en su campo como quien ahora iba a tomar el papel de maestro.
El rubio asintió con la cabeza y se acomodó en una modesta silla, antes de tomar la palabra. - ¿Y tú qué piensas hacer? Tu contrato termina esta noche. - preguntó con curiosidad. Se sentía bien trabajando con ella, eran rápidos y organizados, así que la idea de que también se quedase no sonaba nada mal. - No suelo alargar demasiado mis estancias en las islas, volveré a Lunargenta y supongo que seguiré viajando por las diferentes tierras de Aerandir. Quien sabe… quizá la próxima vez que pase por aquí os traiga nuevos y extraños especímenes. - contestó la pequeña de los Calhoun, sonriendo.
- Cualquier cosa que quieras compartir con nosotros será bien recibida Elen. - esta vez la voz del alquimista no los sobresaltó, a pesar de que como de costumbre, no lo habían visto llegar. - En breve tendré que enviar una nueva expedición al norte, quizá te interese unirte. - añadió, antes de acercarse al libro de registro para echar un vistazo a las ganancias que habían conseguido durante la mañana. - ¿Qué ingredientes necesitas? - las tierras que se encontraban más allá de la estepa no le agradaban demasiado, por el incidente que había tenido con el demonio en la llanura, pero si podía hacer un favor al mago que tanto le había enseñado, iría.
- Según mis apuntes, las rosas sangrantes segregaran su valiosa sustancia cicatrizante este año. Como sabrás, solo pasa una vez cada tres así que debo aprovechar la oportunidad para hacerme con toda la que pueda. - explicó, girándose hacia ella. Elen dudó unos instantes, pero teniendo en cuenta lo útil que resultaba aquella sustancia, y que tendría ocasión de conseguir para sí parte de ella, la decisión era sencilla. - Ahórrate la expedición, yo iré a buscarla y te la traeré. - dijo con determinación.
Crowley se mostró de acuerdo, dio las gracias y se retiró a su pequeño rincón, para continuar desarrollando nuevas recetas más potentes, a partir de combinar diferentes componentes. La tarde cayó sobre Beltrexus un rato después, haciendo que las gentes volvieran a tomar las calles, reactivando el comercio. Desde el interior de la tienda se podía escuchar a los mercaderes, que anunciaban sus artículos a viva voz e intentaban captar la atención de cuantos pasaban por entre los puestos.
La puerta del local se abrió nuevamente y comenzaron a llegar más clientes, que por suerte para los ayudantes, no dieron problemas. La de cabellos cenicientos aún recordaba el duelo que se había iniciado en la tienda la última vez que el alquimista la contrató, pero esta vez no habían tenido incidentes, al menos no con los compradores.
A última hora de la tarde entró una pareja de jóvenes, cuyos comportamientos resultaban bastante extraños. La muchacha parecía molesta, mientras el chico no le quitaba ojo de encima y se empeñaba en jugar con los rizos de su cabello, manteniéndose en todo momento muy cerca de ella. Ella lo instaba a apartarse pero sus palabras no surtían efecto, y a decir verdad, el mozo la mirada de forma muy rara, como si estuviera embobado.
- Buenas tardes. - saludó la hechicera cordialmente, mientras los veía acercarse. - Hola, necesito ayuda. - respondió la chica en voz baja, como si quisiera que nadie la escuchase. - ¿Qué ocurre? - preguntó entonces la maga desviando la vista hacia su acompañante, que suspiraba y sonreía, mientras seguía jugueteando con el pelo de la morena. - Yo… quería que se fijase en mí, acudí a una anciana del pueblo y ella me dijo que podía conseguirlo si le pagaba bien… ¡pero no pedí esto!, ahora está distinto y se pasa el día mirándome atontado, prefiero que vuelva a ser como antes, cuando no se daba cuenta ni de que existía. - explicó con algo de vergüenza.
- Amorttentia, como no. - musitó la de ojos verdes, antes de examinar un poco al mozo. No podía determinar qué cantidad habían utilizado para lograr ese efecto, pero el remedio a base de Osculum lo devolvería a la normalidad. Buscó en la estantería y dio de beber el remedio al chico, que minutos después empezó a reaccionar, parpadeando y buscándole el sentido a lo que había ocurrido. La avergonzada joven pagó por el brebaje y salió de la tienda a toda prisa, con las mejillas cubiertas de rubor y deseando que la tierra la tragase, pero por alguna extraña razón, el chico salió tras ella.
- Tendrá que dar muchas explicaciones. - pensó para sí la bruja, antes de dar por concluida la jornada y ponerse a recoger todo. Poco después cobró sus honorarios y se despidió del alquimista, al que visitaría en cuanto volviese del norte, se acercó a Ethan y le deseó suerte en su aprendizaje, para luego abandonar el local y dirigirse al establo.
- Tenía muchas ganas de hacerlo realidad… pero me siento a gusto trabajando aquí. - respondió, con tono animado al pronunciar las últimas palabras. - Crowley se ha ofrecido a enseñarme todo lo que sabe… bueno, dentro de mis capacidades claro. - continuó, esbozando una leve sonrisa. - Entonces te quedas de forma permanente. - afirmó la joven, sabiendo que el alquimista conseguiría sacar lo mejor de él, y que quizá dentro de unos años, Ethan llegase a ser tan bueno en su campo como quien ahora iba a tomar el papel de maestro.
El rubio asintió con la cabeza y se acomodó en una modesta silla, antes de tomar la palabra. - ¿Y tú qué piensas hacer? Tu contrato termina esta noche. - preguntó con curiosidad. Se sentía bien trabajando con ella, eran rápidos y organizados, así que la idea de que también se quedase no sonaba nada mal. - No suelo alargar demasiado mis estancias en las islas, volveré a Lunargenta y supongo que seguiré viajando por las diferentes tierras de Aerandir. Quien sabe… quizá la próxima vez que pase por aquí os traiga nuevos y extraños especímenes. - contestó la pequeña de los Calhoun, sonriendo.
- Cualquier cosa que quieras compartir con nosotros será bien recibida Elen. - esta vez la voz del alquimista no los sobresaltó, a pesar de que como de costumbre, no lo habían visto llegar. - En breve tendré que enviar una nueva expedición al norte, quizá te interese unirte. - añadió, antes de acercarse al libro de registro para echar un vistazo a las ganancias que habían conseguido durante la mañana. - ¿Qué ingredientes necesitas? - las tierras que se encontraban más allá de la estepa no le agradaban demasiado, por el incidente que había tenido con el demonio en la llanura, pero si podía hacer un favor al mago que tanto le había enseñado, iría.
- Según mis apuntes, las rosas sangrantes segregaran su valiosa sustancia cicatrizante este año. Como sabrás, solo pasa una vez cada tres así que debo aprovechar la oportunidad para hacerme con toda la que pueda. - explicó, girándose hacia ella. Elen dudó unos instantes, pero teniendo en cuenta lo útil que resultaba aquella sustancia, y que tendría ocasión de conseguir para sí parte de ella, la decisión era sencilla. - Ahórrate la expedición, yo iré a buscarla y te la traeré. - dijo con determinación.
Crowley se mostró de acuerdo, dio las gracias y se retiró a su pequeño rincón, para continuar desarrollando nuevas recetas más potentes, a partir de combinar diferentes componentes. La tarde cayó sobre Beltrexus un rato después, haciendo que las gentes volvieran a tomar las calles, reactivando el comercio. Desde el interior de la tienda se podía escuchar a los mercaderes, que anunciaban sus artículos a viva voz e intentaban captar la atención de cuantos pasaban por entre los puestos.
La puerta del local se abrió nuevamente y comenzaron a llegar más clientes, que por suerte para los ayudantes, no dieron problemas. La de cabellos cenicientos aún recordaba el duelo que se había iniciado en la tienda la última vez que el alquimista la contrató, pero esta vez no habían tenido incidentes, al menos no con los compradores.
A última hora de la tarde entró una pareja de jóvenes, cuyos comportamientos resultaban bastante extraños. La muchacha parecía molesta, mientras el chico no le quitaba ojo de encima y se empeñaba en jugar con los rizos de su cabello, manteniéndose en todo momento muy cerca de ella. Ella lo instaba a apartarse pero sus palabras no surtían efecto, y a decir verdad, el mozo la mirada de forma muy rara, como si estuviera embobado.
- Buenas tardes. - saludó la hechicera cordialmente, mientras los veía acercarse. - Hola, necesito ayuda. - respondió la chica en voz baja, como si quisiera que nadie la escuchase. - ¿Qué ocurre? - preguntó entonces la maga desviando la vista hacia su acompañante, que suspiraba y sonreía, mientras seguía jugueteando con el pelo de la morena. - Yo… quería que se fijase en mí, acudí a una anciana del pueblo y ella me dijo que podía conseguirlo si le pagaba bien… ¡pero no pedí esto!, ahora está distinto y se pasa el día mirándome atontado, prefiero que vuelva a ser como antes, cuando no se daba cuenta ni de que existía. - explicó con algo de vergüenza.
- Amorttentia, como no. - musitó la de ojos verdes, antes de examinar un poco al mozo. No podía determinar qué cantidad habían utilizado para lograr ese efecto, pero el remedio a base de Osculum lo devolvería a la normalidad. Buscó en la estantería y dio de beber el remedio al chico, que minutos después empezó a reaccionar, parpadeando y buscándole el sentido a lo que había ocurrido. La avergonzada joven pagó por el brebaje y salió de la tienda a toda prisa, con las mejillas cubiertas de rubor y deseando que la tierra la tragase, pero por alguna extraña razón, el chico salió tras ella.
- Tendrá que dar muchas explicaciones. - pensó para sí la bruja, antes de dar por concluida la jornada y ponerse a recoger todo. Poco después cobró sus honorarios y se despidió del alquimista, al que visitaría en cuanto volviese del norte, se acercó a Ethan y le deseó suerte en su aprendizaje, para luego abandonar el local y dirigirse al establo.
Elen Calhoun
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Re: Entre hierbas y frascos II [Trabajo]
El desarrollo de la trama es envolvente y se mantiene siempre atractiva. Particularmente, me gustaría hacer mención al control que presentas sobre el tema, precisamente en el uso de la alquimia. Los métodos, preparaciones y usos fueron siempre gratificantes y nutritivos. A pesar de que pareciera que la actividad fue algo repetitiva y recurrente, mantuviste fresca la trama con los intervalos utilizados en las complicaciones y los personajes que acudieron en la búsqueda de los productos sin llegar a obstaculizar o enfrascar la trama.
El uso de los PNJ fue siempre adecuado y satisfactorio, al igual que la edición del texto de manera general.
Recompensas:
+ 350 Aeros
+ 10 puntos base + 10 por desarrollo = 20 puntos de experiencia
+ 3 puntos de habilidad pasiva en Alquimia
No olvides solicitar la suma de los puntos en los apartados correspondientes y añadir la suma de Aeros a tu lista de tareas.
El uso de los PNJ fue siempre adecuado y satisfactorio, al igual que la edición del texto de manera general.
Recompensas:
+ 350 Aeros
+ 10 puntos base + 10 por desarrollo = 20 puntos de experiencia
+ 3 puntos de habilidad pasiva en Alquimia
No olvides solicitar la suma de los puntos en los apartados correspondientes y añadir la suma de Aeros a tu lista de tareas.
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