Entre hierbas y frascos [Trabajo][Libre]
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Entre hierbas y frascos [Trabajo][Libre]
Apenas unos días después de la celebración de año nuevo, y tras decidir alargar su estancia en las islas por unas semanas más, la de cabellos cenicientos pensó que sería buena idea buscar algún trabajo que la mantuviese ocupada. Pero no uno cualquiera, sino algo que estuviese relacionado con una de sus habilidades, la alquimia. La joven quería seguir desarrollándola y adquirir más conocimientos para mejorar, por lo que tuvo claro a dónde debía ir.
Salió de la modesta casa en que se hospedaba, aquella que pertenecía a su familia y donde se crió hasta que sus padres se fueron. Los años habían hecho mella en el lugar, hacía falta una limpieza a fondo para quitar el polvo que se había acumulado con el tiempo y parte del techo se había desvencijado. - No importa, haré lo que pueda por arreglarla. - se dijo a sí misma, aunque solo contaba con unas semanas para adecentarla e intentar que recobrase el aspecto que la bruja recordaba de su niñez.
Caminó hacia su fiel compañero Sombra, que descansaba atado a la gruesa rama de un árbol cercano mientras mordisqueaba una brizna de hierba. Palmeó el cuello del caballo y liberó las riendas, subió a la silla de un salto y se acomodó sobre ella. El sol se hallaba en su cenit, con lo que el calor era notable y no era la mejor hora para salir, pero si esperaba más no llegaría a la ciudad antes de que cerrasen las tiendas. Sujetó las riendas con firmeza y espoleó al corcel, que rápidamente se puso al trote, para luego aumentar su velocidad y galopar.
El trayecto duró algo más de dos horas, pero la maga prefería mil veces quedarse en la casa a la que podía llamar hogar que ir a una posada. Una vez en Beltrexus, se vio obligada a desmontar y seguir a pie, por la multitud de gente que invadía las calles. Avanzó a través de las calles, guiando por las riendas a Sombra para que la siguiese y estuviese tranquilo. Era un buen día para los mercaderes, que veían sus puestos llenos de transeúntes interesados en sus productos. Siguió adelante y se dirigió a la tienda de un renombrado alquimista, que solía contratar de vez en cuando a algún ayudante.
Ató el caballo a un poste cercano y le acarició el hocico con cuidado, mientras echaba un vistazo por los alrededores. - Vuelvo enseguida, si se te acerca alguien ya sabes que hacer. - dijo con voz suave. El corcel movió la cabeza como si asintiera y resopló, no le gustaban los extraños y si alguno se acercaba demasiado se lo haría saber a su manera. Sombra era un animal de carácter, y justo por aquello la bruja lo había escogido como compañero.
Se acercó a la entrada de la tienda y subió los escalones que llevaban a la puerta, tocó un par de veces con los nudillos y luego tomó el pomo de la misma, tiró de éste y entró en el local. Tuvo que taparse parcialmente el rostro de inmediato a causa de los olores, que eran muchos y se mezclaban hasta resultar sofocantes. Un extraño humo reinaba en la estancia, dificultándole la visión, entrecerró los ojos hasta que éstos empezaron a acostumbrarse.
Cuando por fin lo consiguió pudo darse cuenta de la sala circular en que se encontraba, que a pesar de ser amplia, parecía empequeñecer por la multitud de estanterías y mesas llenas de frascos y demás objetos. Bastantes libros de aspecto antiguo descansaban en algunas de las estanterías, cubiertos por una capa de polvo que dejaba claro que no solían usarse. En otra de las mesas cercanas pudo ver algunas hierbas conocidas, rodeadas de pequeños frascos etiquetados.
No reparó en el gran caldero, cuyo contenido burbujeaba por estar hirviendo, hasta que el joven que se encontraba a su lado carraspeó sonoramente. La hechicera se sobresaltó un poco pero consiguió disimularlo, observó al hombre, que a juzgar por su apariencia debía rondar su misma edad. El extraño salvó la distancia que los separaba con una cordial sonrisa en los labios. - ¡Bienvenida! En esa mesa podrá encontrar la mercancía que tenemos a la venta. ¿O tal vez está aquí para un pedido especial?- dijo con tono animado.
Sus lacios cabellos eran negros como ala de cuervo, cortos y estaban algo alborotados. Bajo ellos, unos intensos ojos azules y un rostro de rasgos finos, como la mayoría de los magos. - Disculpe, no vengo a comprar nada, quería ofrecerme para el puesto de ayudante de alquimista. - respondió ella con voz amable. La sonrisa del joven se ensanchó un poco, mientras Elen no podía creer que fuera el alquimista, esperaba encontrarse a alguien más mayor.
- ¿Tienes conocimientos de alquimia? - preguntó, manteniendo su tono animado. - Así es, y también sé algo sobre las propiedades de las plantas. - contestó, desviando la mirada hacia las hierbas de la mesa. - ¡Estupendo!, vente mañana a primera hora de la mañana. - el ánimo del hombre parecía no desvanecerse, se sacudió la mano en la túnica y la tendió hacia ella. - Yo soy Crowley, el alquimista. - la bruja asintió con la cabeza y le estrechó la mano, algo sorprendida. - Elen Calhoun, a su servicio. - aquellas palabras le sonaron demasiado formales, no estaba acostumbrada a hablar de aquel modo.
El joven alquimista le dio algunos datos más sobre el trabajo, sobre la duración del mismo y el pago, aunque a la de ojos verdes lo que más le interesaba en aquel momento era el posible aprendizaje. Se despidieron cordialmente y la hechicera abandonó la tienda, subió a su montura y emprendió el regreso a casa, esperando que la noche no se le echase encima.
Salió de la modesta casa en que se hospedaba, aquella que pertenecía a su familia y donde se crió hasta que sus padres se fueron. Los años habían hecho mella en el lugar, hacía falta una limpieza a fondo para quitar el polvo que se había acumulado con el tiempo y parte del techo se había desvencijado. - No importa, haré lo que pueda por arreglarla. - se dijo a sí misma, aunque solo contaba con unas semanas para adecentarla e intentar que recobrase el aspecto que la bruja recordaba de su niñez.
Caminó hacia su fiel compañero Sombra, que descansaba atado a la gruesa rama de un árbol cercano mientras mordisqueaba una brizna de hierba. Palmeó el cuello del caballo y liberó las riendas, subió a la silla de un salto y se acomodó sobre ella. El sol se hallaba en su cenit, con lo que el calor era notable y no era la mejor hora para salir, pero si esperaba más no llegaría a la ciudad antes de que cerrasen las tiendas. Sujetó las riendas con firmeza y espoleó al corcel, que rápidamente se puso al trote, para luego aumentar su velocidad y galopar.
El trayecto duró algo más de dos horas, pero la maga prefería mil veces quedarse en la casa a la que podía llamar hogar que ir a una posada. Una vez en Beltrexus, se vio obligada a desmontar y seguir a pie, por la multitud de gente que invadía las calles. Avanzó a través de las calles, guiando por las riendas a Sombra para que la siguiese y estuviese tranquilo. Era un buen día para los mercaderes, que veían sus puestos llenos de transeúntes interesados en sus productos. Siguió adelante y se dirigió a la tienda de un renombrado alquimista, que solía contratar de vez en cuando a algún ayudante.
Ató el caballo a un poste cercano y le acarició el hocico con cuidado, mientras echaba un vistazo por los alrededores. - Vuelvo enseguida, si se te acerca alguien ya sabes que hacer. - dijo con voz suave. El corcel movió la cabeza como si asintiera y resopló, no le gustaban los extraños y si alguno se acercaba demasiado se lo haría saber a su manera. Sombra era un animal de carácter, y justo por aquello la bruja lo había escogido como compañero.
Se acercó a la entrada de la tienda y subió los escalones que llevaban a la puerta, tocó un par de veces con los nudillos y luego tomó el pomo de la misma, tiró de éste y entró en el local. Tuvo que taparse parcialmente el rostro de inmediato a causa de los olores, que eran muchos y se mezclaban hasta resultar sofocantes. Un extraño humo reinaba en la estancia, dificultándole la visión, entrecerró los ojos hasta que éstos empezaron a acostumbrarse.
Cuando por fin lo consiguió pudo darse cuenta de la sala circular en que se encontraba, que a pesar de ser amplia, parecía empequeñecer por la multitud de estanterías y mesas llenas de frascos y demás objetos. Bastantes libros de aspecto antiguo descansaban en algunas de las estanterías, cubiertos por una capa de polvo que dejaba claro que no solían usarse. En otra de las mesas cercanas pudo ver algunas hierbas conocidas, rodeadas de pequeños frascos etiquetados.
No reparó en el gran caldero, cuyo contenido burbujeaba por estar hirviendo, hasta que el joven que se encontraba a su lado carraspeó sonoramente. La hechicera se sobresaltó un poco pero consiguió disimularlo, observó al hombre, que a juzgar por su apariencia debía rondar su misma edad. El extraño salvó la distancia que los separaba con una cordial sonrisa en los labios. - ¡Bienvenida! En esa mesa podrá encontrar la mercancía que tenemos a la venta. ¿O tal vez está aquí para un pedido especial?- dijo con tono animado.
Sus lacios cabellos eran negros como ala de cuervo, cortos y estaban algo alborotados. Bajo ellos, unos intensos ojos azules y un rostro de rasgos finos, como la mayoría de los magos. - Disculpe, no vengo a comprar nada, quería ofrecerme para el puesto de ayudante de alquimista. - respondió ella con voz amable. La sonrisa del joven se ensanchó un poco, mientras Elen no podía creer que fuera el alquimista, esperaba encontrarse a alguien más mayor.
- ¿Tienes conocimientos de alquimia? - preguntó, manteniendo su tono animado. - Así es, y también sé algo sobre las propiedades de las plantas. - contestó, desviando la mirada hacia las hierbas de la mesa. - ¡Estupendo!, vente mañana a primera hora de la mañana. - el ánimo del hombre parecía no desvanecerse, se sacudió la mano en la túnica y la tendió hacia ella. - Yo soy Crowley, el alquimista. - la bruja asintió con la cabeza y le estrechó la mano, algo sorprendida. - Elen Calhoun, a su servicio. - aquellas palabras le sonaron demasiado formales, no estaba acostumbrada a hablar de aquel modo.
El joven alquimista le dio algunos datos más sobre el trabajo, sobre la duración del mismo y el pago, aunque a la de ojos verdes lo que más le interesaba en aquel momento era el posible aprendizaje. Se despidieron cordialmente y la hechicera abandonó la tienda, subió a su montura y emprendió el regreso a casa, esperando que la noche no se le echase encima.
Elen Calhoun
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Re: Entre hierbas y frascos [Trabajo][Libre]
La mañana siguiente se presentó más fría de lo normal, obligando a la bruja a enfundarse su largo abrigo de piel antes de salir. Faltaba algo más de una hora para que amaneciera, cosa que le dificultaba ligeramente el trayecto por la falta de iluminación, pero Sombra era un caballo extraordinario, capaz de encontrar el camino a la ciudad a pesar de aquel detalle.
Llegar a Beltrexus tan temprano le brindó la oportunidad de ver las calles completamente desiertas, con lo que no tuvo que desmontar como la tarde anterior, sino que llegó sobre su montura hasta la misma puerta de la tienda. Bajó de la silla y guió al caballo hasta un establo cercano, donde dio unas monedas al mozo para que cuidase y alimentase a su compañero durante el día.
Tras asegurarse de que Sombra estaría en buenas manos, se dirigió a la puerta y ésta vez entró sin tocar. Otra vez sintió como la multitud de olores y el humo le irritaban los sentidos, pero poco a poco se fue acostumbrando. Crowley se hallaba de pie junto al enorme caldero aún vacío, acompañado de otro joven de largos cabellos rubios, al que parecía estar dando instrucciones. Ambos se giraron en su dirección al escuchar el sonido de la puerta al cerrarse, el alquimista sonrió levemente.
- ¡Buenos días Elen! Acércate para que te presente a tu compañero. - dijo de inmediato, con el mismo tono animado que había usado el día anterior. La de ojos verdes avanzó hacia ellos y observó con detenimiento al rubio durante unos instantes, antes de tenderle la mano a modo de saludo. - Este es Ethan, trabajaréis juntos durante los próximos dos días. - al estrechar la mano del chico, que parecía bastante más joven que ella, pudo notar la magia que había en él, con lo que supuso en seguida que se trataba de otro brujo.
A juzgar por su apariencia no podía tener más de diecisiete años, pero tras haber visto a Crowley supuso que los interesados en volverse alquimistas empezaban en el negocio a muy pronta edad. Una vez hechas las presentaciones de rigor, ambos siguieron al animado Crowley hasta el mostrador principal, detrás del cual se hallaba una alta estantería llena de libros.
- Veamos, creo que éste os será útil. - musitó, sacando un grueso tomo cuidadosamente encuadernado y depositándolo sobre la mesa. - Nos hemos quedado sin existencias de algunos productos así que comenzaréis elaborando las pociones que más se venden. Aquí está todo lo que necesitáis saber sobre las distintas propiedades de las plantas y os daré una lista detallada de lo que debéis elaborar. - prosiguió, antes de rebuscar en uno de los cajones del mostrador.
Poco después sacó un pequeño trozo de pergamino y lo tendió hacia ellos, la hechicera se adelantó al joven y lo tomó para echarle un vistazo. La mayoría de las pociones eran sencillas y los componentes fácilmente reconocibles, con lo que no supondría ningún problema. - Estaré al fondo de la tienda preparando algunos ungüentos, si necesitáis cualquier cosa buscadme allí. - dijo para terminar, a lo que ambos ayudantes asintieron con la cabeza.
El alquimista giró sobre sus talones y ser perdió entre las estanterías, con lo que la de cabellos cenicientos centró su atención nuevamente en la lista y el libro que descansaba sobre la mesa.
Llegar a Beltrexus tan temprano le brindó la oportunidad de ver las calles completamente desiertas, con lo que no tuvo que desmontar como la tarde anterior, sino que llegó sobre su montura hasta la misma puerta de la tienda. Bajó de la silla y guió al caballo hasta un establo cercano, donde dio unas monedas al mozo para que cuidase y alimentase a su compañero durante el día.
Tras asegurarse de que Sombra estaría en buenas manos, se dirigió a la puerta y ésta vez entró sin tocar. Otra vez sintió como la multitud de olores y el humo le irritaban los sentidos, pero poco a poco se fue acostumbrando. Crowley se hallaba de pie junto al enorme caldero aún vacío, acompañado de otro joven de largos cabellos rubios, al que parecía estar dando instrucciones. Ambos se giraron en su dirección al escuchar el sonido de la puerta al cerrarse, el alquimista sonrió levemente.
- ¡Buenos días Elen! Acércate para que te presente a tu compañero. - dijo de inmediato, con el mismo tono animado que había usado el día anterior. La de ojos verdes avanzó hacia ellos y observó con detenimiento al rubio durante unos instantes, antes de tenderle la mano a modo de saludo. - Este es Ethan, trabajaréis juntos durante los próximos dos días. - al estrechar la mano del chico, que parecía bastante más joven que ella, pudo notar la magia que había en él, con lo que supuso en seguida que se trataba de otro brujo.
A juzgar por su apariencia no podía tener más de diecisiete años, pero tras haber visto a Crowley supuso que los interesados en volverse alquimistas empezaban en el negocio a muy pronta edad. Una vez hechas las presentaciones de rigor, ambos siguieron al animado Crowley hasta el mostrador principal, detrás del cual se hallaba una alta estantería llena de libros.
- Veamos, creo que éste os será útil. - musitó, sacando un grueso tomo cuidadosamente encuadernado y depositándolo sobre la mesa. - Nos hemos quedado sin existencias de algunos productos así que comenzaréis elaborando las pociones que más se venden. Aquí está todo lo que necesitáis saber sobre las distintas propiedades de las plantas y os daré una lista detallada de lo que debéis elaborar. - prosiguió, antes de rebuscar en uno de los cajones del mostrador.
Poco después sacó un pequeño trozo de pergamino y lo tendió hacia ellos, la hechicera se adelantó al joven y lo tomó para echarle un vistazo. La mayoría de las pociones eran sencillas y los componentes fácilmente reconocibles, con lo que no supondría ningún problema. - Estaré al fondo de la tienda preparando algunos ungüentos, si necesitáis cualquier cosa buscadme allí. - dijo para terminar, a lo que ambos ayudantes asintieron con la cabeza.
El alquimista giró sobre sus talones y ser perdió entre las estanterías, con lo que la de cabellos cenicientos centró su atención nuevamente en la lista y el libro que descansaba sobre la mesa.
Elen Calhoun
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Re: Entre hierbas y frascos [Trabajo][Libre]
La hechicera limpió la portada del grueso tomo con la palma de la mano, retirando el polvo y dejando a la vista las estilizadas letras doradas que formaban el título. - El poder de las plantas. - Leyó la de cabellos cenicientos en voz baja, al tiempo que sacudía su mano. Aquel era un nombre simple pero conciso, bastante adecuado para su contenido. Abrió el libro por una página al azar, arrugando el gesto al notar el olor que los muchos años de abandono en la estantería le habían dado.
Ethan dio un paso adelante, interesado en leer lo que ponía. La joven le echó un vistazo y comprobó que era casi tan alto como ella, tenía el cuerpo menudo y la tez pálida, lo que le daba el típico aspecto de un brujo. Llevaba los rubios cabellos recogidos en una coleta, y por lo que se veía era algo tímido, parecía estar más a gusto con los libros que con las personas. - ¿Puedo? - preguntó bajito, señalando con una mano el libro. La maga asintió con la cabeza y se lo acercó, observó con detenimiento al muchacho mientras éste leía con rapidez las primeras páginas. - Fascinante…- musitó al poco, levantando la vista del tomo.
- Pareces joven, ¿has estudiado o practicado alquimia alguna vez?- preguntó antes de que volviese a sumirse en la lectura del libro, y esto pareció animar al aprendiz. - He adquirido algunos conocimientos básicos sobre el tema, de los que me he valido para empezar a elaborar pociones y ungüentos simples por mi cuenta. - hizo una leve pausa, mientras ojeaba nuevamente a página que había quedado abierta. - Al principio cuesta un poco y hay muchos fallos, sobre todo cuando se trata de calcular las cantidades que hay que utilizar de cada ingrediente, pero con este trabajo espero mejorar. - los azules ojos del ayudante brillaron al decir las últimas palabras.
Elen quedó algo sorprendida por la iniciativa que tenía, si conseguía mantener aquella voluntad llegaría lejos. Revisó la lista que les había dejado el alquimista, comprobando que las primeras pócimas eran bastante fáciles, cosa que daría a Ethan la oportunidad de aprender a ajustar las cantidades. - El Inhibis tarda unas horas en prepararse, así que deberíamos empezar con las analgésicas ¿te parece? - el muchacho la escuchó con atención, asintió con la cabeza. Se organizaron con rapidez, la maga buscaría los ingredientes y el joven aprendiz se haría con los utensilios necesarios.
Pronto reunieron sobre una de las mesas todo tipo de cosas: frascos vacíos y otros llenos de distintos líquidos, un caldero, un par de morteros, algunos recipientes de vidrio y una variada colección de hierbas. Ethan vertió agua en el caldero, llenándolo hasta la mitad para luego ponerlo al fuego hasta que hirviese, mientras la de ojos verdes apartaba las flores de Inhibis de sus tallos, depositándolas sobre una fina tela de cuero.
En cuanto el incesante burbujeo del agua les indicó que empezaba a hervir, la bruja hizo un gesto a su compañero para que echase las flores en su interior, cosa que hizo de inmediato. Una vez hecho esto, tardarían horas en poder retirar la infusión del fuego, con lo que tendrían tiempo de sobra para hacer el resto de pociones. - Bien, pasemos a las potenciadoras de energía mágica. - la voz de la bruja era suave y tranquila, lo que hizo que el muchacho empezase a sentirse más cómodo con su compañía. - Y ¿por qué te interesaste por la alquimia? A muchos brujos les llama más la atención el estudio de arcanos. - añadió para iniciar una nueva conversación.
- Mi padre era alquimista, tenía un modesto taller en casa y a mí me gustaba verlo trabajar, supongo que de ahí nació mi interés por el tema. - respondió, con una extraña sonrisa en el rostro, casi melancólica. - Murió hace un año y desde entonces he hecho todo lo posible por estudiar para convertirme en un buen alquimista y poner mi propio negocio. - dijo tras la leve pausa, con lo que la bruja se arrepintió de preguntar por hacerle recordar un momento tan triste.
- Yo también perdí a mi padre, hace muchos años ya. - musitó, mientras sacaba un puñado de hongos Warell de un tarro cercano. - Tienes voluntad, estoy segura de que conseguirás lo que te propongas. Tu padre estaría orgulloso de ver lo que has logrado hacer sin ayuda. - sus palabras parecieron surtir un efecto reconfortante en el joven, que esbozó una sonrisa y le pasó uno de los cuchillos. Tomaron los hongos y comenzaron a extirparles el núcleo, que era donde se encontraba su poder mágico.
Debían tener cuidado, aquellos hongos solo crecían en las islas Illidenses por una razón, no debían ser ingeridos por personas sin habilidades mágicas. Algunos humanos lo habían intentado, movidos por su afán de poder, pero con ello solo habían logrado terminar deformados, pues hasta para los brujos era peligroso consumir más de tres al día.
Prepararon otro caldero más pequeño con agua y echaron en su interior dos de los núcleos, limitando así que cada poción tuviese un efecto potente pero sin llegar a poner en riesgo a quien lo ingiriese. Tendrían que prepararlas una por una, pero al final de la jornada tendrían suficientes para cubrir las peticiones del alquimista.
Ethan dio un paso adelante, interesado en leer lo que ponía. La joven le echó un vistazo y comprobó que era casi tan alto como ella, tenía el cuerpo menudo y la tez pálida, lo que le daba el típico aspecto de un brujo. Llevaba los rubios cabellos recogidos en una coleta, y por lo que se veía era algo tímido, parecía estar más a gusto con los libros que con las personas. - ¿Puedo? - preguntó bajito, señalando con una mano el libro. La maga asintió con la cabeza y se lo acercó, observó con detenimiento al muchacho mientras éste leía con rapidez las primeras páginas. - Fascinante…- musitó al poco, levantando la vista del tomo.
- Pareces joven, ¿has estudiado o practicado alquimia alguna vez?- preguntó antes de que volviese a sumirse en la lectura del libro, y esto pareció animar al aprendiz. - He adquirido algunos conocimientos básicos sobre el tema, de los que me he valido para empezar a elaborar pociones y ungüentos simples por mi cuenta. - hizo una leve pausa, mientras ojeaba nuevamente a página que había quedado abierta. - Al principio cuesta un poco y hay muchos fallos, sobre todo cuando se trata de calcular las cantidades que hay que utilizar de cada ingrediente, pero con este trabajo espero mejorar. - los azules ojos del ayudante brillaron al decir las últimas palabras.
Elen quedó algo sorprendida por la iniciativa que tenía, si conseguía mantener aquella voluntad llegaría lejos. Revisó la lista que les había dejado el alquimista, comprobando que las primeras pócimas eran bastante fáciles, cosa que daría a Ethan la oportunidad de aprender a ajustar las cantidades. - El Inhibis tarda unas horas en prepararse, así que deberíamos empezar con las analgésicas ¿te parece? - el muchacho la escuchó con atención, asintió con la cabeza. Se organizaron con rapidez, la maga buscaría los ingredientes y el joven aprendiz se haría con los utensilios necesarios.
Pronto reunieron sobre una de las mesas todo tipo de cosas: frascos vacíos y otros llenos de distintos líquidos, un caldero, un par de morteros, algunos recipientes de vidrio y una variada colección de hierbas. Ethan vertió agua en el caldero, llenándolo hasta la mitad para luego ponerlo al fuego hasta que hirviese, mientras la de ojos verdes apartaba las flores de Inhibis de sus tallos, depositándolas sobre una fina tela de cuero.
En cuanto el incesante burbujeo del agua les indicó que empezaba a hervir, la bruja hizo un gesto a su compañero para que echase las flores en su interior, cosa que hizo de inmediato. Una vez hecho esto, tardarían horas en poder retirar la infusión del fuego, con lo que tendrían tiempo de sobra para hacer el resto de pociones. - Bien, pasemos a las potenciadoras de energía mágica. - la voz de la bruja era suave y tranquila, lo que hizo que el muchacho empezase a sentirse más cómodo con su compañía. - Y ¿por qué te interesaste por la alquimia? A muchos brujos les llama más la atención el estudio de arcanos. - añadió para iniciar una nueva conversación.
- Mi padre era alquimista, tenía un modesto taller en casa y a mí me gustaba verlo trabajar, supongo que de ahí nació mi interés por el tema. - respondió, con una extraña sonrisa en el rostro, casi melancólica. - Murió hace un año y desde entonces he hecho todo lo posible por estudiar para convertirme en un buen alquimista y poner mi propio negocio. - dijo tras la leve pausa, con lo que la bruja se arrepintió de preguntar por hacerle recordar un momento tan triste.
- Yo también perdí a mi padre, hace muchos años ya. - musitó, mientras sacaba un puñado de hongos Warell de un tarro cercano. - Tienes voluntad, estoy segura de que conseguirás lo que te propongas. Tu padre estaría orgulloso de ver lo que has logrado hacer sin ayuda. - sus palabras parecieron surtir un efecto reconfortante en el joven, que esbozó una sonrisa y le pasó uno de los cuchillos. Tomaron los hongos y comenzaron a extirparles el núcleo, que era donde se encontraba su poder mágico.
Debían tener cuidado, aquellos hongos solo crecían en las islas Illidenses por una razón, no debían ser ingeridos por personas sin habilidades mágicas. Algunos humanos lo habían intentado, movidos por su afán de poder, pero con ello solo habían logrado terminar deformados, pues hasta para los brujos era peligroso consumir más de tres al día.
Prepararon otro caldero más pequeño con agua y echaron en su interior dos de los núcleos, limitando así que cada poción tuviese un efecto potente pero sin llegar a poner en riesgo a quien lo ingiriese. Tendrían que prepararlas una por una, pero al final de la jornada tendrían suficientes para cubrir las peticiones del alquimista.
Elen Calhoun
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Re: Entre hierbas y frascos [Trabajo][Libre]
El ritmo de trabajo era bueno, con lo que al cabo de una hora ya tenían tres pociones potenciadoras de magia terminadas. Había suficientes hongos Warell como para crear una docena de ellas, así que siguieron echando los núcleos por pares al caldero mientras comenzaban por otro lado a ocuparse de la elaboración de antídotos y ungüentos. Éstos serían algo más complicados de fabricar pero la de ojos verdes tenía algo de experiencia, se las apañarían.
Tomaron otro caldero pequeño y revisaron las estanterías cercanas hasta dar con algo de aceite vegetal y cera de abeja, por suerte Crowley tenía de todo en la tienda y era bastante ordenado. Ethan regresó a la mesa donde trabajaban con lo que habían encontrado, mientras la de cabellos cenicientos buscaba los diferentes ingredientes que añadirían a los ungüentos para darles efectos curativos. - Un tarro de bayas de fuego para las quemaduras, algo de la sustancia de rosa sangrante para cicatrizar y… ¿qué es esto? - preguntó en voz baja al encontrar una planta cuyo nombre no le sonaba pero que estaba junto a las de ungüentos.
Acruire Agria, rezaba la pequeña etiqueta que acompañaba al enorme tarro, cuya altura era casi la de un brazo. En su interior descansaban un montón de largos tallos poblados con hojas y flores amarillas, la mayoría incluso conservaban las raíces. - Cuidado Elen…- la voz del alquimista la pilló por sorpresa, sobresaltándola ligeramente. - Costó mucho que me trajesen ese tarro desde las montañas, no quisiera que le pasase nada. - añadió, fijando la vista en el contenido. - ¿Para qué sirven? - preguntó ella, aprovechando la ocasión para aprender alguna cosa nueva.
- Verás, tiene muchos y diversos usos según la parte que utilices. - empezó Crowley, sosteniendo el tarro y observando con detenimiento las flores. - Una infusión hecha con sus semillas ayuda contra enfermedades oculares, la sabia sirve para crear ungüentos que alivian dolores como esguinces o luxaciones, es decir, alivia el dolor de músculos y articulaciones en proceso de curación, pero también sirve para picaduras de serpientes no venenosas si se calienta. Y por último las raíces, por algo pedí expresamente que las trajesen así, se puede hacer té con ellas y son bastante buenas para catarros y enfermedades leves. - terminó, tendiendo el recipiente de nuevo a la maga.
- Muy útil sin duda, usaremos algunas si no hay problema. - el alquimista esbozó una sonrisa y asintió con la cabeza, antes de volver a perderse entre las estanterías del local. Elen volvió junto a su compañero y le repitió las palabras del alquimista, con lo que volvió a ver un brillo en sus ojos, estaba claro que deseaba aprender tanto como le fuese posible. - Necesitaremos un par de calderos más, volveré enseguida. - Ethan avanzó a paso rápido por la tienda e instantes después ya había regresado.
Dividieron el aceite y la cera a partes iguales en los tres calderos, que posteriormente pusieron al fuego. Removieron la mezcla hasta que adoptó la consistencia que buscaban, y una vez conseguido esto, los retiraron del fuego y los colocaron sobre unos soportes metálicos que había en otra de las mesas cercanas. Tomaron los tres ingredientes y los colocaron junto a los soportes, mientras dejaban enfriar las pastosas mezclas.
Ethan tomó el frasco que contenía la sustancia de la rosa sangrante y vertió una docena de gotas contadas en el primer caldero, que era la cantidad que habían calculado adecuada para sacar cuatro ungüentos cicatrizantes de efecto potente. La bruja se encargó de machacar las neien a conciencia, utilizando también una docena de bayas, que mezcló con el aceite y la cera con la ayuda de una cuchara de madera.
Por último tomaron unos tallos de la Acruire Agria, de los que sacaron la sabia con sumo cuidado para no dañar el resto de la planta, que serviría para elaborar remedios para la vista y los catarros. Mezclaron la recién extraída sabia con el contenido el tercer caldero y removieron las tres mezclas hasta que estuvieron conformes con la consistencia de todas, entonces ambos se acercaron a la estantería en que se amontonaban los recipientes vacíos y tomaron los que necesitaban.
Sus cálculos habían sido acertados, con lo que de cada caldero salieron cuatro ungüentos completos. La hechicera se acercó al mostrador y tomó unas etiquetas, tintero y pluma para identificar los tarros adecuadamente. Hacía mucho que no escribía, pero su caligrafía seguía siendo clara y estilizada, con lo que las etiquetas quedaron bastante bien. Colocaron los ungüentos en un estante cercano, donde no les diese la luz y pudiesen terminar de enfriarse.
Limpiaron los calderos con algo de agua y los dejaron sobre los soportes, sabiendo que pronto tendrían que volver a usarlos. La bruja se ocupó de ordenar la mesa y retirar las cosas que ya no necesitarían, mientras Ethan revisaba la pócima potenciadora que ya estaba terminada y la vertía en un frasco vacío. Parecía que ambos se complementaban bien en el trabajo, con lo que no perdían tiempo y eso los volvía más eficientes.
La de ojos verdes llenó hasta la mitad nuevamente el caldero que su compañero acababa de vaciar y echó otro par de núcleos de hongo Warell, para volver a ponerlo al fuego de inmediato. Crowley pasaba de vez en cuando por allí a echar un vistazo, sonreía y se iba de nuevo claramente satisfecho con el trabajo que estaban haciendo. Pronto se abriría la tienda y los clientes empezarían a llegar, con lo que debían darse prisa para tener todo listo.
Volvieron a tomar los tallos de Acruire que habían usado para extraer la sabia y les quitaron las raíces, las limpiaron concienzudamente y las echaron en otro caldero con agua hirviendo, para crear la infusión que serviría como remedio para catarros y enfermedades leves. Aquello no les llevó mucho, así que prosiguieron haciendo lo mismo con las semillas para elaborar el medicamento contra las enfermedades oculares. - Tenemos tres de cada, ¿crees que bastará? - preguntó el joven ayudante mientras terminaban de etiquetar y colocar los frascos en la estantería donde estaban depositando todo lo que fabricaban.
- Por el momento sí, si necesitamos más las iremos haciendo sobre la marcha, no creo que nos lleve mucho. - respondió ella con una leve sonrisa en el rostro. Ethan empezaba a sentirse más a gusto con su presencia, hablaba más y se mostraba animado con todo lo que hacían.
Tomaron otro caldero pequeño y revisaron las estanterías cercanas hasta dar con algo de aceite vegetal y cera de abeja, por suerte Crowley tenía de todo en la tienda y era bastante ordenado. Ethan regresó a la mesa donde trabajaban con lo que habían encontrado, mientras la de cabellos cenicientos buscaba los diferentes ingredientes que añadirían a los ungüentos para darles efectos curativos. - Un tarro de bayas de fuego para las quemaduras, algo de la sustancia de rosa sangrante para cicatrizar y… ¿qué es esto? - preguntó en voz baja al encontrar una planta cuyo nombre no le sonaba pero que estaba junto a las de ungüentos.
Acruire Agria, rezaba la pequeña etiqueta que acompañaba al enorme tarro, cuya altura era casi la de un brazo. En su interior descansaban un montón de largos tallos poblados con hojas y flores amarillas, la mayoría incluso conservaban las raíces. - Cuidado Elen…- la voz del alquimista la pilló por sorpresa, sobresaltándola ligeramente. - Costó mucho que me trajesen ese tarro desde las montañas, no quisiera que le pasase nada. - añadió, fijando la vista en el contenido. - ¿Para qué sirven? - preguntó ella, aprovechando la ocasión para aprender alguna cosa nueva.
- Verás, tiene muchos y diversos usos según la parte que utilices. - empezó Crowley, sosteniendo el tarro y observando con detenimiento las flores. - Una infusión hecha con sus semillas ayuda contra enfermedades oculares, la sabia sirve para crear ungüentos que alivian dolores como esguinces o luxaciones, es decir, alivia el dolor de músculos y articulaciones en proceso de curación, pero también sirve para picaduras de serpientes no venenosas si se calienta. Y por último las raíces, por algo pedí expresamente que las trajesen así, se puede hacer té con ellas y son bastante buenas para catarros y enfermedades leves. - terminó, tendiendo el recipiente de nuevo a la maga.
- Muy útil sin duda, usaremos algunas si no hay problema. - el alquimista esbozó una sonrisa y asintió con la cabeza, antes de volver a perderse entre las estanterías del local. Elen volvió junto a su compañero y le repitió las palabras del alquimista, con lo que volvió a ver un brillo en sus ojos, estaba claro que deseaba aprender tanto como le fuese posible. - Necesitaremos un par de calderos más, volveré enseguida. - Ethan avanzó a paso rápido por la tienda e instantes después ya había regresado.
Dividieron el aceite y la cera a partes iguales en los tres calderos, que posteriormente pusieron al fuego. Removieron la mezcla hasta que adoptó la consistencia que buscaban, y una vez conseguido esto, los retiraron del fuego y los colocaron sobre unos soportes metálicos que había en otra de las mesas cercanas. Tomaron los tres ingredientes y los colocaron junto a los soportes, mientras dejaban enfriar las pastosas mezclas.
Ethan tomó el frasco que contenía la sustancia de la rosa sangrante y vertió una docena de gotas contadas en el primer caldero, que era la cantidad que habían calculado adecuada para sacar cuatro ungüentos cicatrizantes de efecto potente. La bruja se encargó de machacar las neien a conciencia, utilizando también una docena de bayas, que mezcló con el aceite y la cera con la ayuda de una cuchara de madera.
Por último tomaron unos tallos de la Acruire Agria, de los que sacaron la sabia con sumo cuidado para no dañar el resto de la planta, que serviría para elaborar remedios para la vista y los catarros. Mezclaron la recién extraída sabia con el contenido el tercer caldero y removieron las tres mezclas hasta que estuvieron conformes con la consistencia de todas, entonces ambos se acercaron a la estantería en que se amontonaban los recipientes vacíos y tomaron los que necesitaban.
Sus cálculos habían sido acertados, con lo que de cada caldero salieron cuatro ungüentos completos. La hechicera se acercó al mostrador y tomó unas etiquetas, tintero y pluma para identificar los tarros adecuadamente. Hacía mucho que no escribía, pero su caligrafía seguía siendo clara y estilizada, con lo que las etiquetas quedaron bastante bien. Colocaron los ungüentos en un estante cercano, donde no les diese la luz y pudiesen terminar de enfriarse.
Limpiaron los calderos con algo de agua y los dejaron sobre los soportes, sabiendo que pronto tendrían que volver a usarlos. La bruja se ocupó de ordenar la mesa y retirar las cosas que ya no necesitarían, mientras Ethan revisaba la pócima potenciadora que ya estaba terminada y la vertía en un frasco vacío. Parecía que ambos se complementaban bien en el trabajo, con lo que no perdían tiempo y eso los volvía más eficientes.
La de ojos verdes llenó hasta la mitad nuevamente el caldero que su compañero acababa de vaciar y echó otro par de núcleos de hongo Warell, para volver a ponerlo al fuego de inmediato. Crowley pasaba de vez en cuando por allí a echar un vistazo, sonreía y se iba de nuevo claramente satisfecho con el trabajo que estaban haciendo. Pronto se abriría la tienda y los clientes empezarían a llegar, con lo que debían darse prisa para tener todo listo.
Volvieron a tomar los tallos de Acruire que habían usado para extraer la sabia y les quitaron las raíces, las limpiaron concienzudamente y las echaron en otro caldero con agua hirviendo, para crear la infusión que serviría como remedio para catarros y enfermedades leves. Aquello no les llevó mucho, así que prosiguieron haciendo lo mismo con las semillas para elaborar el medicamento contra las enfermedades oculares. - Tenemos tres de cada, ¿crees que bastará? - preguntó el joven ayudante mientras terminaban de etiquetar y colocar los frascos en la estantería donde estaban depositando todo lo que fabricaban.
- Por el momento sí, si necesitamos más las iremos haciendo sobre la marcha, no creo que nos lleve mucho. - respondió ella con una leve sonrisa en el rostro. Ethan empezaba a sentirse más a gusto con su presencia, hablaba más y se mostraba animado con todo lo que hacían.
Elen Calhoun
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Re: Entre hierbas y frascos [Trabajo][Libre]
Una vez terminados los ungüentos, ya solo quedaba preparar algunos antídotos, con lo que volvieron a ordenar las mesas en que trabajaban para ponerse manos a la obra. Pronto tuvieron listas varias pociones hechas con Barrimorth, que servirían para aliviar picaduras de insectos venenosos. Aquello era todo lo que podían hacer al respecto, pues la otra planta cuyas propiedades ayudaban contra venenos era la Osaris.
La infusión hecha a partir de esta flor podía usarse como antídoto para cualquier tipo de toxina, curaba heridas graves y las cicatrizaba hasta el punto de no dejar casi rastro de la lesión, pero solo los elfos sanadores más expertos podían manejarla. En manos inexpertas podía resultar letal, así que no podían atreverse siquiera a intentarlo, no tenían los conocimientos y experiencia suficientes para elaborarla.
La de cabellos cenicientos recordó por un momento el par de recetas que el anciano Félix le había entregado, y que aún no había intentado fabricar por falta de experiencia. Quizá Crowley pudiese echarles un vistazo y aconsejarla, pero por el momento no lo molestaría, casi era la hora de abrir la tienda y aún tenían que preparar algunos remedios. - Aún faltan un par de cosas de la lista, necesitamos Ayite y Tuore. - dijo la maga con voz tranquila, mientras echaba un último vistazo al papel que les había entregado el alquimista.
- Creo que he visto esas plantas, vuelvo enseguida. - contestó Ethan animado, antes de dirigirse a las estanterías que quedaban al fondo de la tienda. Elen limpió los cuchillos que habían usado anteriormente y sacó del caldero otra pócima potenciadora, llenándolo de nuevo al momento para que la siguiente se fuese preparando. Echó un vistazo al Inhibis, que en breve estaría listo para ser retirado del fuego y buscó unos cuantos recipientes vacíos, que depositó sobre la mesa, a la espera de que su compañero volviese para empezar.
El ayudante regresó pronto, trayendo consigo dos tarros bastante grandes. La de ojos verdes observó por un momento sus contenidos, antes de acercarse a la mesa en que tenían los calderos pequeños. Llenó uno hasta la mitad y lo puso al fuego, luego hizo un gesto a Ethan para que le acercase el Ayite, un hongo de efecto purgante bastante fuerte que, en dosis moderadas, ayudaba a expulsar parásitos y algunos venenos del cuerpo.
El rubio sacó uno de los hongos del tarro y lo sostuvo, mientras la hechicera cortaba un trozo del mismo, del tamaño de su puño. Debía ser cuidadosa con la cantidad, pero aquella le pareció la adecuada para que el remedio fuese efectivo sin llegar a causar la deshidratación de quien la tomase. Ethan guardó el resto del hongo y se llevó el recipiente a la otra mesa, mientras la de ojos verdes se acercaba al caldero y dejaba caer el trozo que había cortado en el agua hirviente.
Se reunió con su compañero en la mesa en que tenían los ingredientes y recipientes vacíos, para preparar el último producto de la lista de Crowley. El ayudante destapó el tarro y lo inclinó sobre la mesa para que su contenido cayese sobre la misma, las pequeñas bolas cubiertas de espinas rodaron por la superficie.
Trabajar con una planta como aquella sería complicado, ya que pertenecía a la familia de los cactus y no disponían de guantes para protegerse de las espinas. Cortaron por la mitad la media docena de tuores que había, llevándose bastantes pinchazos durante la tarea. Ninguno de los dos se quejó, solo torcían el gesto momentáneamente cuando las espinas los alcanzaban. Extrajeron la pasta dulzona que rellenaba sus núcleos y la repartieron en una docena de tarros pequeños, que etiquetaron cuidadosamente poniendo bajo el nombre de la planta las palabras “Antiinflamatorio y sedante”.
Retiraron de la mesa los restos que quedaron de las plantas y volvieron a limpiar los cuchillos, antes de retirar del fuego los dos calderos que quedaban. Elen repartió el Inhibis en quince pequeños frascos, mientras su compañero se encargaba de verter la infusión de Ayite en cinco más, vigilando que la dosis fuese la adecuada. Etiquetaron todos los frascos y los llevaron a la estantería donde habían puesto todo lo que habían elaborado, limpiaron los calderos y recogieron todo cuanto habían utilizado, dejando el local preparado para abrir.
- Muy bien chicos, un trabajo excelente. - dijo Crowley, que se había acercado a echar un último vistazo antes de dirigirse a la puerta. El alquimista dio la vuelta al cartel que colgaba de la misma, dejando hacia el exterior la cara que ponía “Abierto”.
La infusión hecha a partir de esta flor podía usarse como antídoto para cualquier tipo de toxina, curaba heridas graves y las cicatrizaba hasta el punto de no dejar casi rastro de la lesión, pero solo los elfos sanadores más expertos podían manejarla. En manos inexpertas podía resultar letal, así que no podían atreverse siquiera a intentarlo, no tenían los conocimientos y experiencia suficientes para elaborarla.
La de cabellos cenicientos recordó por un momento el par de recetas que el anciano Félix le había entregado, y que aún no había intentado fabricar por falta de experiencia. Quizá Crowley pudiese echarles un vistazo y aconsejarla, pero por el momento no lo molestaría, casi era la hora de abrir la tienda y aún tenían que preparar algunos remedios. - Aún faltan un par de cosas de la lista, necesitamos Ayite y Tuore. - dijo la maga con voz tranquila, mientras echaba un último vistazo al papel que les había entregado el alquimista.
- Creo que he visto esas plantas, vuelvo enseguida. - contestó Ethan animado, antes de dirigirse a las estanterías que quedaban al fondo de la tienda. Elen limpió los cuchillos que habían usado anteriormente y sacó del caldero otra pócima potenciadora, llenándolo de nuevo al momento para que la siguiente se fuese preparando. Echó un vistazo al Inhibis, que en breve estaría listo para ser retirado del fuego y buscó unos cuantos recipientes vacíos, que depositó sobre la mesa, a la espera de que su compañero volviese para empezar.
El ayudante regresó pronto, trayendo consigo dos tarros bastante grandes. La de ojos verdes observó por un momento sus contenidos, antes de acercarse a la mesa en que tenían los calderos pequeños. Llenó uno hasta la mitad y lo puso al fuego, luego hizo un gesto a Ethan para que le acercase el Ayite, un hongo de efecto purgante bastante fuerte que, en dosis moderadas, ayudaba a expulsar parásitos y algunos venenos del cuerpo.
El rubio sacó uno de los hongos del tarro y lo sostuvo, mientras la hechicera cortaba un trozo del mismo, del tamaño de su puño. Debía ser cuidadosa con la cantidad, pero aquella le pareció la adecuada para que el remedio fuese efectivo sin llegar a causar la deshidratación de quien la tomase. Ethan guardó el resto del hongo y se llevó el recipiente a la otra mesa, mientras la de ojos verdes se acercaba al caldero y dejaba caer el trozo que había cortado en el agua hirviente.
Se reunió con su compañero en la mesa en que tenían los ingredientes y recipientes vacíos, para preparar el último producto de la lista de Crowley. El ayudante destapó el tarro y lo inclinó sobre la mesa para que su contenido cayese sobre la misma, las pequeñas bolas cubiertas de espinas rodaron por la superficie.
Trabajar con una planta como aquella sería complicado, ya que pertenecía a la familia de los cactus y no disponían de guantes para protegerse de las espinas. Cortaron por la mitad la media docena de tuores que había, llevándose bastantes pinchazos durante la tarea. Ninguno de los dos se quejó, solo torcían el gesto momentáneamente cuando las espinas los alcanzaban. Extrajeron la pasta dulzona que rellenaba sus núcleos y la repartieron en una docena de tarros pequeños, que etiquetaron cuidadosamente poniendo bajo el nombre de la planta las palabras “Antiinflamatorio y sedante”.
Retiraron de la mesa los restos que quedaron de las plantas y volvieron a limpiar los cuchillos, antes de retirar del fuego los dos calderos que quedaban. Elen repartió el Inhibis en quince pequeños frascos, mientras su compañero se encargaba de verter la infusión de Ayite en cinco más, vigilando que la dosis fuese la adecuada. Etiquetaron todos los frascos y los llevaron a la estantería donde habían puesto todo lo que habían elaborado, limpiaron los calderos y recogieron todo cuanto habían utilizado, dejando el local preparado para abrir.
- Muy bien chicos, un trabajo excelente. - dijo Crowley, que se había acercado a echar un último vistazo antes de dirigirse a la puerta. El alquimista dio la vuelta al cartel que colgaba de la misma, dejando hacia el exterior la cara que ponía “Abierto”.
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Re: Entre hierbas y frascos [Trabajo][Libre]
- Os encargaréis de recibir y atender a los clientes mientras yo continuo mi trabajo en la trastienda. - dijo el alquimista, acercándose a los ayudantes para dar las últimas indicaciones antes de volver a sus quehaceres. - Con lo que habéis elaborado no deberíais tener problema, pero si surge cualquier cosa ya sabéis donde encontrarme. - añadió con una leve sonrisa en el rostro, giró sobre sus talones y se dirigió al fondo del local, dejando solos a los dos jóvenes.
Durante la primera hora no hubo movimiento alguno, cosa que era comprensible dado el frío que hacía y lo temprano que era. La maga y su compañero intercambiaron historias sobre sus experiencias y conocimientos, tras lo cual la de ojos verdes decidió enseñar al muchacho las recetas que el anciano alquimista de Lunargenta le había obsequiado. Entre ambos intentaron encontrar sentido a las anotaciones de Félix, que habían traído de cabeza a la hechicera y no terminaba de entender.
La primera receta no era tan complicada, incluso podía hacerse una idea de cómo elaborarla, pero la segunda resultaba bastante más compleja, por lo que no se atrevería a fabricarla hasta tener algo más de experiencia y conocimientos alquímicos. La madera de la puerta del local crujió al abrirse, captando la atención de ambos y haciendo que la de cabellos cenicientos guardase las recetas en la bolsa de cuero de su cinturón de inmediato.
- Buenos días jóvenes.- consiguió decir la delgada y pálida anciana, antes de cubrirse la boca para contener un violento estornudo. Iba completamente envuelta en una oscura y gruesa capa, que junto con su aspecto ojeroso dejaba claro lo que le pasaba. - Necesito algo para este horrible catarro, ¿tenéis alguna pócima que pueda ayudarme?- preguntó, antes de volver a estornudar. Elen se acercó rápidamente a la estantería y buscó con la mirada hasta encontrar la infusión hecha con las raíces de Acruire agria.
- Aquí tiene señora, este remedio la aliviará y curará su catarro. - dijo al tiempo que volvía al mostrador y colocaba el frasco sobre éste. La mujer echó mano a una pequeña bolsa de tela y luego alzó la vista hacia ellos. - Oh estupendo, ¿cuánto cuesta el frasco?- Ethan consultó la lista de precios que el alquimista había dejado a su disposición en uno de los cajones y tomó la palabra. - Son quince aeros señora. - respondió con voz amable. La anciana sonrió levemente y les entregó el dinero, tomó el remedio y se despidió cordialmente antes de salir del local. No esperaría a llegar a su casa, en cuanto estuvo fuera destapó el frasco y dio un trago, con lo que la infusión le haría efecto antes.
El siguiente cliente llegó un rato más tarde, se acercó al mostrador y cruzó unas palabras con Ethan, antes de que éste se dirigiese a la estantería para buscar lo que le pedía. Otro hombre algo más mayor entró en el local con el semblante enrojecido de rabia, se acercó al que esperaba y tiró de su camisa violentamente para encararse con él. - ¡Tú! ¡Malnacido! - espetó, sin aflojar el agarre con que lo mantenía sujeto. - Has deshonrado a mi hija y ahora crees que te irás de rositas por ahí con cualquier fulana, ¡de eso nada! ¡Cumplirás como hombre o te ensartaré con mi espada aquí mismo! - continuó gritando, ante la sorprendida mirada de la maga, que no se podía creer que aquello estuviese pasando realmente.
- No me casaré con vuestra hija, ¡problema vuestro es que se vaya regalando al primero que pasa! - respondió el otro, mientras se libraba del agarre del enfurecido con un brusco movimiento. Su respuesta hizo que el ofendido padre de la muchacha desenfundase su espada, dispuesto a matarlo allí mismo. - ¡Te haré tragar esa palabras desgraciado! - gritó antes de dar un tajo al aire, que pasó rozando el hombro del más joven. Éste no se quedó de brazos cruzados, sacó su hoja de la funda y las espadas chocaron, produciendo aquel metálico sonido que tan bien conocía Elen.
- ¡Deteneos! ¡Este no es lugar para disputas ni duelos! - gritó ella, pero ninguno de los dos le hizo caso, las hojas volvieron a chocar un par de veces más. Ethan llegó corriendo al escuchar el jaleo que se estaba montando, palideció en cuanto vio la escena que se desarrollaba en el local. El pánico se reflejó en su rostro, mientras veía ir y venir las espadas, que amenazaban con alcanzarlos.
Los duelistas continuaron su pelea, moviéndose por entre las estanterías y destrozando algunos de los frascos a su paso. Parecía que nada conseguiría detenerlos, pero la de ojos verdes no podía quedarse sin hacer nada, buscó la mirada de su compañero. - ¡Crowley! ¡Tráelo aquí rápido! Quizá a él lo escuchen. - exclamó, antes de seguir a los hombres para intentar que entrasen en razón.
Pero ambos hacían caso omiso a sus palabras, lo único que les importaba era alcanzar al otro. Estaban tan enfrascados en su pelea que no repararon en ella, con lo que la maga se vio obliga a saltar hacia atrás para esquivar uno de los tajos, que la alcanzó de forma superficial en el antebrazo. Pero aquello solo sería parte del desastre, la de cabellos cenicientos había apoyado el codo en un estante cercano, que estaba algo viejo y cedió con facilidad.
Varios frascos se precipitaron hacia el suelo, pero lo peor llegó cuando un par de ellos cayeron sobre Ethan, que había regresado tan rápido como había podido trayendo consigo al alquimista. Los recipientes se rompieron, con lo que los vidrios hirieron al muchacho, que solo alcanzó a cubrirse el rostro con una mano. El contenido de uno de ellos le cayó sobre el dorso de la mano con que se había protegido, provocándole quemaduras y un agudo dolor.
- ¡Basta ya! - sentenciaría Crowley, antes de usar su elemento para hacer que las empuñaduras de ambas espadas se pusiesen al rojo vivo. La pelea cesó de inmediato y ambos hombres soltaron las armas entre quejidos, viendo como sus palmas habían quedado marcadas a fuego. - ¡Fuera de mi local ahora mismo! ¡Os prohíbo la entrada de por vida! - exclamó, antes de echarlos a la calle sin miramientos.
Regresó junto a sus ayudantes y los examinó con detenimiento antes de buscar lo necesario para curarlos. - Siento mucho que os hayan herido, permitid que os trate las heridas. - dijo algo más calmado al cabo de un momento. Elen hizo un gesto para que se ocupase primero de Ethan, que era el que se había llevado la peor parte con el incidente. El alquimista retiró los trozos de vidrio que habían quedado incrustados y le aplicó un ungüento cicatrizante en abundancia, luego vertió sobre la quemadura una poción anestésica, tras lo que le aplicó el ungüento de rosa sangrante.
- Tranquilo muchacho, en un rato estarás bien. - añadió al terminar, para luego echar un vistazo al corte que había recibido la de ojos verdes. Le aplicó el mismo ungüento y dejó que actuase durante un par de minutos, con lo que la herida fue cicatrizando hasta desaparecer por completo. - Lo siento.- musitó ella, sintiéndose culpable por lo que le había ocurrido. - Los causantes de todo este estropicio han sido ellos, no te preocupes. - le respondió, esbozando una leve sonrisa con algo de esfuerzo.
- Recogeré todo este desorden, tú descansa. - habló de nuevo la hechicera, antes de ponerse a limpiar lo que se había roto y recolocar el estante.
Durante la primera hora no hubo movimiento alguno, cosa que era comprensible dado el frío que hacía y lo temprano que era. La maga y su compañero intercambiaron historias sobre sus experiencias y conocimientos, tras lo cual la de ojos verdes decidió enseñar al muchacho las recetas que el anciano alquimista de Lunargenta le había obsequiado. Entre ambos intentaron encontrar sentido a las anotaciones de Félix, que habían traído de cabeza a la hechicera y no terminaba de entender.
La primera receta no era tan complicada, incluso podía hacerse una idea de cómo elaborarla, pero la segunda resultaba bastante más compleja, por lo que no se atrevería a fabricarla hasta tener algo más de experiencia y conocimientos alquímicos. La madera de la puerta del local crujió al abrirse, captando la atención de ambos y haciendo que la de cabellos cenicientos guardase las recetas en la bolsa de cuero de su cinturón de inmediato.
- Buenos días jóvenes.- consiguió decir la delgada y pálida anciana, antes de cubrirse la boca para contener un violento estornudo. Iba completamente envuelta en una oscura y gruesa capa, que junto con su aspecto ojeroso dejaba claro lo que le pasaba. - Necesito algo para este horrible catarro, ¿tenéis alguna pócima que pueda ayudarme?- preguntó, antes de volver a estornudar. Elen se acercó rápidamente a la estantería y buscó con la mirada hasta encontrar la infusión hecha con las raíces de Acruire agria.
- Aquí tiene señora, este remedio la aliviará y curará su catarro. - dijo al tiempo que volvía al mostrador y colocaba el frasco sobre éste. La mujer echó mano a una pequeña bolsa de tela y luego alzó la vista hacia ellos. - Oh estupendo, ¿cuánto cuesta el frasco?- Ethan consultó la lista de precios que el alquimista había dejado a su disposición en uno de los cajones y tomó la palabra. - Son quince aeros señora. - respondió con voz amable. La anciana sonrió levemente y les entregó el dinero, tomó el remedio y se despidió cordialmente antes de salir del local. No esperaría a llegar a su casa, en cuanto estuvo fuera destapó el frasco y dio un trago, con lo que la infusión le haría efecto antes.
El siguiente cliente llegó un rato más tarde, se acercó al mostrador y cruzó unas palabras con Ethan, antes de que éste se dirigiese a la estantería para buscar lo que le pedía. Otro hombre algo más mayor entró en el local con el semblante enrojecido de rabia, se acercó al que esperaba y tiró de su camisa violentamente para encararse con él. - ¡Tú! ¡Malnacido! - espetó, sin aflojar el agarre con que lo mantenía sujeto. - Has deshonrado a mi hija y ahora crees que te irás de rositas por ahí con cualquier fulana, ¡de eso nada! ¡Cumplirás como hombre o te ensartaré con mi espada aquí mismo! - continuó gritando, ante la sorprendida mirada de la maga, que no se podía creer que aquello estuviese pasando realmente.
- No me casaré con vuestra hija, ¡problema vuestro es que se vaya regalando al primero que pasa! - respondió el otro, mientras se libraba del agarre del enfurecido con un brusco movimiento. Su respuesta hizo que el ofendido padre de la muchacha desenfundase su espada, dispuesto a matarlo allí mismo. - ¡Te haré tragar esa palabras desgraciado! - gritó antes de dar un tajo al aire, que pasó rozando el hombro del más joven. Éste no se quedó de brazos cruzados, sacó su hoja de la funda y las espadas chocaron, produciendo aquel metálico sonido que tan bien conocía Elen.
- ¡Deteneos! ¡Este no es lugar para disputas ni duelos! - gritó ella, pero ninguno de los dos le hizo caso, las hojas volvieron a chocar un par de veces más. Ethan llegó corriendo al escuchar el jaleo que se estaba montando, palideció en cuanto vio la escena que se desarrollaba en el local. El pánico se reflejó en su rostro, mientras veía ir y venir las espadas, que amenazaban con alcanzarlos.
Los duelistas continuaron su pelea, moviéndose por entre las estanterías y destrozando algunos de los frascos a su paso. Parecía que nada conseguiría detenerlos, pero la de ojos verdes no podía quedarse sin hacer nada, buscó la mirada de su compañero. - ¡Crowley! ¡Tráelo aquí rápido! Quizá a él lo escuchen. - exclamó, antes de seguir a los hombres para intentar que entrasen en razón.
Pero ambos hacían caso omiso a sus palabras, lo único que les importaba era alcanzar al otro. Estaban tan enfrascados en su pelea que no repararon en ella, con lo que la maga se vio obliga a saltar hacia atrás para esquivar uno de los tajos, que la alcanzó de forma superficial en el antebrazo. Pero aquello solo sería parte del desastre, la de cabellos cenicientos había apoyado el codo en un estante cercano, que estaba algo viejo y cedió con facilidad.
Varios frascos se precipitaron hacia el suelo, pero lo peor llegó cuando un par de ellos cayeron sobre Ethan, que había regresado tan rápido como había podido trayendo consigo al alquimista. Los recipientes se rompieron, con lo que los vidrios hirieron al muchacho, que solo alcanzó a cubrirse el rostro con una mano. El contenido de uno de ellos le cayó sobre el dorso de la mano con que se había protegido, provocándole quemaduras y un agudo dolor.
- ¡Basta ya! - sentenciaría Crowley, antes de usar su elemento para hacer que las empuñaduras de ambas espadas se pusiesen al rojo vivo. La pelea cesó de inmediato y ambos hombres soltaron las armas entre quejidos, viendo como sus palmas habían quedado marcadas a fuego. - ¡Fuera de mi local ahora mismo! ¡Os prohíbo la entrada de por vida! - exclamó, antes de echarlos a la calle sin miramientos.
Regresó junto a sus ayudantes y los examinó con detenimiento antes de buscar lo necesario para curarlos. - Siento mucho que os hayan herido, permitid que os trate las heridas. - dijo algo más calmado al cabo de un momento. Elen hizo un gesto para que se ocupase primero de Ethan, que era el que se había llevado la peor parte con el incidente. El alquimista retiró los trozos de vidrio que habían quedado incrustados y le aplicó un ungüento cicatrizante en abundancia, luego vertió sobre la quemadura una poción anestésica, tras lo que le aplicó el ungüento de rosa sangrante.
- Tranquilo muchacho, en un rato estarás bien. - añadió al terminar, para luego echar un vistazo al corte que había recibido la de ojos verdes. Le aplicó el mismo ungüento y dejó que actuase durante un par de minutos, con lo que la herida fue cicatrizando hasta desaparecer por completo. - Lo siento.- musitó ella, sintiéndose culpable por lo que le había ocurrido. - Los causantes de todo este estropicio han sido ellos, no te preocupes. - le respondió, esbozando una leve sonrisa con algo de esfuerzo.
- Recogeré todo este desorden, tú descansa. - habló de nuevo la hechicera, antes de ponerse a limpiar lo que se había roto y recolocar el estante.
Última edición por Elen Calhoun el Dom Feb 15 2015, 12:53, editado 1 vez
Elen Calhoun
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Re: Entre hierbas y frascos [Trabajo][Libre]
Por suerte para los ayudantes, el resto de la jornada fue bastante tranquila, lo que les permitió descansar y reponerse de las heridas que el incidente les había causado. Para cuando el sol comenzó a ocultarse tras el horizonte, Ethan pudo retirarse las vendas de la mano, descubriendo con asombro que el ungüento había sanado por completo su quemadura. Los leves cortes ocasionados por los pequeños trozos de vidrio también habían desaparecido, con lo que en su cuerpo no quedó ni rastro de lo ocurrido.
Elen se tranquilizó al verlo, apartando el sentimiento de culpabilidad que hasta unos instantes antes la había embargado. Había intentado mantenerse ocupada recogiendo el estropicio que el duelo había causado en la tienda, pero cada vez que miraba al joven empezaba a sentirse mal. A fin de cuentas fue ella la que se apoyó en el estante equivocado, haciendo que los frascos se precipitasen sobre él.
El alquimista se acercó a ellos en cuanto comenzó a anochecer, para avisarles de que ya podían retirarse y desearles una buena noche. Ambos ayudantes se despidieron y dieron las gracias a Crowley por haberlos atendido con tanta rapidez, abandonaron el local y caminaron juntos hasta el establo cercano en que habían dejado sus monturas. - ¿Qué tal va? - preguntó la bruja, señalando con un gesto la mano del muchacho. - Tranquila, ya ni duele, ese ungüento que nos puso es realmente efectivo. - respondió con una sonrisa.
- Tendré que comprarme uno cuando terminemos el trabajo, no está de más prevenir. - añadió poco después, mientras se acercaba a su caballo, un sano y bien cuidado ejemplar de pelaje marrón. La de cabellos cenicientos avanzó hacia Sombra y le acarició las crines, contenta de ver a su fiel compañero. - Eh, ¿qué pasa grandullón? ¿me has echado de menos? - musitó ella, a lo que el corcel respondió ladeando la cabeza para que la maga pudiese acariciarle el hocico.
- Buenas noches Ethan, espero que mañana tengamos un día más tranquilo. - dijo a su compañero, antes de tirar de las riendas y guiar a Sombra fuera del establo. - Buenas noches, que descanses Elen. - respondió el joven, acompañando sus palabras con un gesto de despedida. La hechicera se subió a la silla de montar en cuanto llegó a la calle principal, espoleó al caballo y emprendió el largo camino que le quedaba hasta su casa.
De noche era más complicado orientarse, por lo que el regreso le llevó un par de horas. Ató el corcel a uno de los postes cercanos a la modesta casa y tras dejarle comida y agua para pasar la noche, se dirigió al interior la vivienda. Cerró la puerta tras de sí y se apresuró a encender la chimenea, antes de que el frío le entumeciese las extremidades. Tomó una cena ligera y sin perder tiempo apagó el fuego para subir a su habitación, en la que se desvistió y cambió de ropa antes de meterse bajo las mantas que cubrían su cama. Pronto el sopor se adueñó de ella, sumiéndola en un profundo y tranquilo sueño.
Las horas pasaron y despertó temprano, como había hecho el día anterior, se preparó y volvió a salir hacia la ciudad. Volvió al establo y pagó al mozo para que cuidase bien de su caballo, tras lo cual se dirigió a la tienda, en la que ya la esperaba el alquimista. Crowley la saludó animadamente, y poco después que ella llegó Ethan, con lo que ambos se pusieron a elaborar algunas pociones y ungüentos, centrándose en reponer las que se habían vendido durante la jornada anterior.
Elen se tranquilizó al verlo, apartando el sentimiento de culpabilidad que hasta unos instantes antes la había embargado. Había intentado mantenerse ocupada recogiendo el estropicio que el duelo había causado en la tienda, pero cada vez que miraba al joven empezaba a sentirse mal. A fin de cuentas fue ella la que se apoyó en el estante equivocado, haciendo que los frascos se precipitasen sobre él.
El alquimista se acercó a ellos en cuanto comenzó a anochecer, para avisarles de que ya podían retirarse y desearles una buena noche. Ambos ayudantes se despidieron y dieron las gracias a Crowley por haberlos atendido con tanta rapidez, abandonaron el local y caminaron juntos hasta el establo cercano en que habían dejado sus monturas. - ¿Qué tal va? - preguntó la bruja, señalando con un gesto la mano del muchacho. - Tranquila, ya ni duele, ese ungüento que nos puso es realmente efectivo. - respondió con una sonrisa.
- Tendré que comprarme uno cuando terminemos el trabajo, no está de más prevenir. - añadió poco después, mientras se acercaba a su caballo, un sano y bien cuidado ejemplar de pelaje marrón. La de cabellos cenicientos avanzó hacia Sombra y le acarició las crines, contenta de ver a su fiel compañero. - Eh, ¿qué pasa grandullón? ¿me has echado de menos? - musitó ella, a lo que el corcel respondió ladeando la cabeza para que la maga pudiese acariciarle el hocico.
- Buenas noches Ethan, espero que mañana tengamos un día más tranquilo. - dijo a su compañero, antes de tirar de las riendas y guiar a Sombra fuera del establo. - Buenas noches, que descanses Elen. - respondió el joven, acompañando sus palabras con un gesto de despedida. La hechicera se subió a la silla de montar en cuanto llegó a la calle principal, espoleó al caballo y emprendió el largo camino que le quedaba hasta su casa.
De noche era más complicado orientarse, por lo que el regreso le llevó un par de horas. Ató el corcel a uno de los postes cercanos a la modesta casa y tras dejarle comida y agua para pasar la noche, se dirigió al interior la vivienda. Cerró la puerta tras de sí y se apresuró a encender la chimenea, antes de que el frío le entumeciese las extremidades. Tomó una cena ligera y sin perder tiempo apagó el fuego para subir a su habitación, en la que se desvistió y cambió de ropa antes de meterse bajo las mantas que cubrían su cama. Pronto el sopor se adueñó de ella, sumiéndola en un profundo y tranquilo sueño.
Las horas pasaron y despertó temprano, como había hecho el día anterior, se preparó y volvió a salir hacia la ciudad. Volvió al establo y pagó al mozo para que cuidase bien de su caballo, tras lo cual se dirigió a la tienda, en la que ya la esperaba el alquimista. Crowley la saludó animadamente, y poco después que ella llegó Ethan, con lo que ambos se pusieron a elaborar algunas pociones y ungüentos, centrándose en reponer las que se habían vendido durante la jornada anterior.
Elen Calhoun
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Re: Entre hierbas y frascos [Trabajo][Libre]
A diferencia del día anterior, en que se habían visto justos para terminar de elaborar todas las pociones, remedios y ungüentos antes de la hora de apertura, aquella mañana tenían tiempo de sobra. Fabricaron los productos que faltaban y aún les quedó casi una hora, con lo que decidieron estudiar con mayor detenimiento el libro sobre plantas que les había dejado el alquimista.
Algunas de ellas ya les resultaban familiares, pero había otras cuyos nombres nunca habían oído. Por suerte todas las descripciones iban acompañadas con imágenes bastante claras, así que si llegaban a cruzarse con ellas las reconocerían fácilmente. Ambos ayudantes charlaron animadamente sobre los distintos usos alquímicos que se les podrían dar, antes de darse una vuelta por las estanterías de ingredientes y comprobar que Crowley había conseguido tarros de la gran mayoría de ellas.
Estaba claro que el joven alquimista era un erudito en la materia, y que debía tener algún grupo de exploradores a su servicio para que le trajesen todos aquellos ingredientes de tan distintos y lejanos lugares. - No quisiera saber de dónde sacaron eso. - dijo Ethan en voz baja, señalando con un gesto un gran tarro que descansaba sobre uno de los estantes más bajos, a la altura de sus rodillas.
La hechicera bajó la vista y se agachó hasta quedar a la altura del recipiente, lo observó con interés durante unos segundos. En su interior se encontraban unos hongos de aspecto horripilante, que no parecían tener nada en común con el resto de hongos que había visto en su vida. Una extraña piel de un tono gris azulado y con manchas cubría su tallo, que terminaba en una redonda protuberancia rodeada de largos y afilados colmillos.
- Mogullus. - leyó la de ojos verdes en la etiqueta que rodeaba el tarro, antes de echar un vistazo a la transparente membrana que se encontraba en el centro de la parte superior del hongo. La textura parecía gelatinosa y en su interior había unas cuantas esferas azuladas con manchas negras, frunció el ceño algo confusa, no parecía un hongo que pudiese ser usado para crear pociones curativas.
- Veo que ha despertado vuestro interés… - la voz del alquimista sonó a sus espaldas, pero a estas alturas ya no les sobresaltaba que apareciese de forma inesperada. - …pero tened cuidado, ese es bastante tóxico.- añadió, agachándose junto a la maga para verlo mejor. - ¿Para qué sirve? Este no sale en el libro…- preguntó ella, a lo que Crowley sonrió levemente. - Comprensible, aún no se han descubierto los posibles usos curativos de su veneno, pero muchos alquimistas estamos investigando sobre el tema. - respondió antes de volver a ponerse en pie.
- Creo que ya es hora de abrir, anoche hablé con uno de los guardias sobre el problemilla que tuvimos y dijo que se encargaría de ello, así que con suerte hoy no tendréis ningún incidente. - dijo antes de encaminarse a la puerta, tras la que ya esperaban un par de clientes, y girar el cartel, los ayudantes tomaron sus puestos en el mostrador principal de la tienda.
Algunas de ellas ya les resultaban familiares, pero había otras cuyos nombres nunca habían oído. Por suerte todas las descripciones iban acompañadas con imágenes bastante claras, así que si llegaban a cruzarse con ellas las reconocerían fácilmente. Ambos ayudantes charlaron animadamente sobre los distintos usos alquímicos que se les podrían dar, antes de darse una vuelta por las estanterías de ingredientes y comprobar que Crowley había conseguido tarros de la gran mayoría de ellas.
Estaba claro que el joven alquimista era un erudito en la materia, y que debía tener algún grupo de exploradores a su servicio para que le trajesen todos aquellos ingredientes de tan distintos y lejanos lugares. - No quisiera saber de dónde sacaron eso. - dijo Ethan en voz baja, señalando con un gesto un gran tarro que descansaba sobre uno de los estantes más bajos, a la altura de sus rodillas.
La hechicera bajó la vista y se agachó hasta quedar a la altura del recipiente, lo observó con interés durante unos segundos. En su interior se encontraban unos hongos de aspecto horripilante, que no parecían tener nada en común con el resto de hongos que había visto en su vida. Una extraña piel de un tono gris azulado y con manchas cubría su tallo, que terminaba en una redonda protuberancia rodeada de largos y afilados colmillos.
- Mogullus. - leyó la de ojos verdes en la etiqueta que rodeaba el tarro, antes de echar un vistazo a la transparente membrana que se encontraba en el centro de la parte superior del hongo. La textura parecía gelatinosa y en su interior había unas cuantas esferas azuladas con manchas negras, frunció el ceño algo confusa, no parecía un hongo que pudiese ser usado para crear pociones curativas.
- Veo que ha despertado vuestro interés… - la voz del alquimista sonó a sus espaldas, pero a estas alturas ya no les sobresaltaba que apareciese de forma inesperada. - …pero tened cuidado, ese es bastante tóxico.- añadió, agachándose junto a la maga para verlo mejor. - ¿Para qué sirve? Este no sale en el libro…- preguntó ella, a lo que Crowley sonrió levemente. - Comprensible, aún no se han descubierto los posibles usos curativos de su veneno, pero muchos alquimistas estamos investigando sobre el tema. - respondió antes de volver a ponerse en pie.
- Creo que ya es hora de abrir, anoche hablé con uno de los guardias sobre el problemilla que tuvimos y dijo que se encargaría de ello, así que con suerte hoy no tendréis ningún incidente. - dijo antes de encaminarse a la puerta, tras la que ya esperaban un par de clientes, y girar el cartel, los ayudantes tomaron sus puestos en el mostrador principal de la tienda.
Elen Calhoun
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Re: Entre hierbas y frascos [Trabajo][Libre]
Crowley se despidió con un gesto de la mano y se encaminó al fondo de la tienda, dejando a sus ayudantes al cargo de recibir y atender a los clientes como había hecho el día anterior. La bruja lo siguió con la mirada por un momento, preguntándose en qué estaría trabajando, pero pronto centró su atención en los primeros clientes que se acercaban al mostrador. Parecía que aquel día habría más trabajo, nada más abrir ya tenían ante el mostrador a un pequeño grupo de personas, que por suerte respetaron el turno de llegada y formaron dos ordenadas filas.
Una mujer de mediana edad, alta y delgada se acercó al puesto de la maga, mientras un joven de no más de veinte años se dirigía hacia su compañero. - Buenos días. - dijo la dama, cuya pronunciada nariz ganchuda le daba el típico aspecto que se esperaba de una bruja. - Buenos días, ¿en qué puedo ayudarla? - respondió la de cabellos cenicientos manteniendo un tono amable. - Necesito un ungüento cicatrizante y algo para mitigar el dolor. - contestó, echando mano a una pequeña bolsita de cuero que guardaba en el interior de su abrigo.
- ¿De qué tipo de dolor se trata? - preguntó, para elegir adecuadamente el producto que le daba. - Es para adormecer la zona alrededor de una herida abierta. - Elen asintió con la cabeza, y sin decir nada se giró para acercarse a la estantería donde descansaban los productos. Tomó el ungüento de rosa sangrante y una pócima de Inhibis y volvió al mostrador, cruzándose por el camino con su compañero, que también se dirigía a tomar algunos productos.
- Vierta un poco de la pócima en la herida y espere a que le haga efecto antes de aplicar el ungüento. - dijo al tiempo que depositaba los recipientes sobre la mesa. - Así lo haré, ¿cuánto es? - preguntó, abriendo la bolsita en que llevaba sus aeros. - Son 120 aeros señora. - respondió ella, la mujer asintió con la cabeza y dejó el dinero sobre el mostrador antes de tomar los artículos. La hechicera se despidió cordialmente y guardó el dinero donde el alquimista les había señalado, tomó el libro en que se registraban las ventas y apuntó los productos y el dinero recibido por los mismos.
El segundo cliente que se acercó a su puesto era un fornido hombre, que debía rondar los treinta y tenía aspecto de guerrero. - Buenos días caballero, ¿qué necesita? - la bruja volvió a hablar en tono amable, consiguiendo que el recién llegado esbozase una media sonrisa algo ladeada. - Busco un antiinflamatorio y algo que ayude a curar una luxación. - contestó al poco. La de ojos verdes se encaminó a la estantería y esta vez volvió trayendo consigo el ungüento de savia de Acruire agria y uno de los tarros que contenían la pasta dulzona del Tuore.
- Aquí tiene, con una capa abundante de esto bastará. - dijo con convicción. El cliente echó un vistazo a los artículos y, tras preguntar el precio de ambos, entregó cien aeros a la maga. Guardó los tarros en su bolsa y se despidió de la joven antes de abandonar el local, Elen guardó el dinero y volvió a registrar la venta en el grueso libro para dejar constancia de la misma.
- Apunta también dos pócimas de Inhibis por 140 aeros y un remedio para catarros por 15. - dijo su compañero, acercándose a ella y depositando el dinero en su lugar correspondiente. La de cabellos cenicientos hizo lo que le pedía y cerró el libro, marcando con la pluma la página por la que estaba escribiendo. Ethan se encontraba atendiendo al último cliente del primer grupo, con lo que en cuanto terminase tendrían algo de tiempo para reorganizarse y comprobar si necesitaban elaborar algo para reponer alguno de los productos.
Una mujer de mediana edad, alta y delgada se acercó al puesto de la maga, mientras un joven de no más de veinte años se dirigía hacia su compañero. - Buenos días. - dijo la dama, cuya pronunciada nariz ganchuda le daba el típico aspecto que se esperaba de una bruja. - Buenos días, ¿en qué puedo ayudarla? - respondió la de cabellos cenicientos manteniendo un tono amable. - Necesito un ungüento cicatrizante y algo para mitigar el dolor. - contestó, echando mano a una pequeña bolsita de cuero que guardaba en el interior de su abrigo.
- ¿De qué tipo de dolor se trata? - preguntó, para elegir adecuadamente el producto que le daba. - Es para adormecer la zona alrededor de una herida abierta. - Elen asintió con la cabeza, y sin decir nada se giró para acercarse a la estantería donde descansaban los productos. Tomó el ungüento de rosa sangrante y una pócima de Inhibis y volvió al mostrador, cruzándose por el camino con su compañero, que también se dirigía a tomar algunos productos.
- Vierta un poco de la pócima en la herida y espere a que le haga efecto antes de aplicar el ungüento. - dijo al tiempo que depositaba los recipientes sobre la mesa. - Así lo haré, ¿cuánto es? - preguntó, abriendo la bolsita en que llevaba sus aeros. - Son 120 aeros señora. - respondió ella, la mujer asintió con la cabeza y dejó el dinero sobre el mostrador antes de tomar los artículos. La hechicera se despidió cordialmente y guardó el dinero donde el alquimista les había señalado, tomó el libro en que se registraban las ventas y apuntó los productos y el dinero recibido por los mismos.
El segundo cliente que se acercó a su puesto era un fornido hombre, que debía rondar los treinta y tenía aspecto de guerrero. - Buenos días caballero, ¿qué necesita? - la bruja volvió a hablar en tono amable, consiguiendo que el recién llegado esbozase una media sonrisa algo ladeada. - Busco un antiinflamatorio y algo que ayude a curar una luxación. - contestó al poco. La de ojos verdes se encaminó a la estantería y esta vez volvió trayendo consigo el ungüento de savia de Acruire agria y uno de los tarros que contenían la pasta dulzona del Tuore.
- Aquí tiene, con una capa abundante de esto bastará. - dijo con convicción. El cliente echó un vistazo a los artículos y, tras preguntar el precio de ambos, entregó cien aeros a la maga. Guardó los tarros en su bolsa y se despidió de la joven antes de abandonar el local, Elen guardó el dinero y volvió a registrar la venta en el grueso libro para dejar constancia de la misma.
- Apunta también dos pócimas de Inhibis por 140 aeros y un remedio para catarros por 15. - dijo su compañero, acercándose a ella y depositando el dinero en su lugar correspondiente. La de cabellos cenicientos hizo lo que le pedía y cerró el libro, marcando con la pluma la página por la que estaba escribiendo. Ethan se encontraba atendiendo al último cliente del primer grupo, con lo que en cuanto terminase tendrían algo de tiempo para reorganizarse y comprobar si necesitaban elaborar algo para reponer alguno de los productos.
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Re: Entre hierbas y frascos [Trabajo][Libre]
Elen aprovechó el momento de tranquilidad en la tienda para acercarse a la estantería, revisó las cantidades que había de cada producto y decidió ponerse a preparar algunas pócimas más de Inhibis, ya que tardaba varias horas en estar listo y podían verse cortos durante la jornada. - Pondré al fuego uno de los calderos, vuelvo enseguida. - dijo a su compañero, antes de retirarse a las mesas algo más escondidas de la vista donde ocupaban de elaborar los productos.
Se quitó los guantes de cuero que solía llevar y los enganchó a su cinturón, tomó el caldero más grande y lo lleno de agua hasta la mitad, para acto seguido ponerlo al fuego. Una vez hecho esto volvió a la mesa, en la que habían dejado las flores de inhibis a mano por si las necesitaban. Cortó unas cuantas, las suficientes para hacer ocho pócimas más, con las que esperaba que fuese suficiente para atender los posibles pedidos del día.
Actuó con rapidez, echando las flores al agua que ya empezaba a hervir y recogiendo lo que había utilizado, tras lo cual volvió al mostrador principal, donde ya se encontraban algunos nuevos clientes. Se colocó en su puesto e hizo un gesto a una joven, que esperaba su turno mientras se mesaba nerviosamente los cabellos. - Buenos días, ¿qué necesitas? - preguntó en cuanto la tuvo más cerca, de forma amable.
- ¿Tenéis algo que cure las infecciones en los ojos? No sé dónde se ha estado metiendo mi hermano pero los tiene muy rojos e hinchados. - respondió con voz leve. La bruja asintió con la cabeza y fue a buscar un frasco de infusión de semillas de Acruire, regresó junto a la clienta y se lo entregó. La muchacha entregó los aeros y salió del local con prisas, claramente preocupada por el estado de su hermano, que quizá había quedado a su cargo en el momento en que empezó a ponerse mal.
Al igual que con las otras ventas, la maga apuntó el producto y el dinero recibido por este, manteniendo así un fiable registro que Crowley pudiese consultar para ver las ganancias del negocio y cuáles eran los productos más demandados. Las siguientes horas pasaron tranquilas, era mediodía ya y la gente se retiraba a sus casas para almorzar, por lo que tendrían un rato para hablar. Ethan se había soltado bastante, hacía bromas y compartía conocimientos con la de cabellos cenicientos, que veía en él una gran voluntad para el aprendizaje.
Cuando estaba por llegar la media tarde, la maga volvió a la zona de elaboración y retiró el caldero del fuego. Preparó un recipiente vacío y vertió el contenido en él, con tal mala suerte que una de las asas se le resbaló de la mano cuando estaba a punto de terminar. El ardiente líquido le alcanzó el dorso de la misma, que llevaba al descubierto por comodidad, ocasionándole una quemadura.
Emitió un leve quejido, apartando de sí el caldero a toda prisa para poder verse la mano. Tendría que haber tenido más cuidado, se dijo interiormente, mientras se sujetaba la muñeca para evitar que siguiese temblándole. - ¿Estás bien? - la voz del alquimista la alcanzó por la espalda, casi parecía que tenía la costumbre de aparecer de aquel modo. - Lo siento, ha sido culpa mía. - respondió, sin apartar la vista de la marca que se había formado y que empezaba a tomar un vivo color rojizo.
- Todos tenemos algún que otro accidente de vez en cuando, tranquila. - dijo con voz amable, antes de retirarse durante unos instantes para buscar algo con que ayudarla. Pronto regresó y le aplicó un ungüento como el que había usado para tratar a Ethan, que le alivió de inmediato el dolor y pronto haría desaparecer la quemadura hasta que no quedase ni rastro de ella.
La hechicera volvió al trabajo en cuanto se sintió algo mejor, terminó de preparar los nuevos frascos de Inhibis y ayudó a su compañero a atender a los últimos clientes del día. - Bueno chicos, con esto habéis terminado. - el alquimista giró el cartel para indicar que el local había cerrado y se acercó a los ayudantes, para echar un vistazo a su trabajo. - Lo habéis hecho bien, está claro que esto se os da. - prosiguió cerrando el libro de ventas y esbozando una sonrisa. - No me vendría mal que os pasarais por aquí en otra ocasión. - añadió, antes de sacar una pesada bolsa de aeros para entregarles sus honorarios.
Se quitó los guantes de cuero que solía llevar y los enganchó a su cinturón, tomó el caldero más grande y lo lleno de agua hasta la mitad, para acto seguido ponerlo al fuego. Una vez hecho esto volvió a la mesa, en la que habían dejado las flores de inhibis a mano por si las necesitaban. Cortó unas cuantas, las suficientes para hacer ocho pócimas más, con las que esperaba que fuese suficiente para atender los posibles pedidos del día.
Actuó con rapidez, echando las flores al agua que ya empezaba a hervir y recogiendo lo que había utilizado, tras lo cual volvió al mostrador principal, donde ya se encontraban algunos nuevos clientes. Se colocó en su puesto e hizo un gesto a una joven, que esperaba su turno mientras se mesaba nerviosamente los cabellos. - Buenos días, ¿qué necesitas? - preguntó en cuanto la tuvo más cerca, de forma amable.
- ¿Tenéis algo que cure las infecciones en los ojos? No sé dónde se ha estado metiendo mi hermano pero los tiene muy rojos e hinchados. - respondió con voz leve. La bruja asintió con la cabeza y fue a buscar un frasco de infusión de semillas de Acruire, regresó junto a la clienta y se lo entregó. La muchacha entregó los aeros y salió del local con prisas, claramente preocupada por el estado de su hermano, que quizá había quedado a su cargo en el momento en que empezó a ponerse mal.
Al igual que con las otras ventas, la maga apuntó el producto y el dinero recibido por este, manteniendo así un fiable registro que Crowley pudiese consultar para ver las ganancias del negocio y cuáles eran los productos más demandados. Las siguientes horas pasaron tranquilas, era mediodía ya y la gente se retiraba a sus casas para almorzar, por lo que tendrían un rato para hablar. Ethan se había soltado bastante, hacía bromas y compartía conocimientos con la de cabellos cenicientos, que veía en él una gran voluntad para el aprendizaje.
Cuando estaba por llegar la media tarde, la maga volvió a la zona de elaboración y retiró el caldero del fuego. Preparó un recipiente vacío y vertió el contenido en él, con tal mala suerte que una de las asas se le resbaló de la mano cuando estaba a punto de terminar. El ardiente líquido le alcanzó el dorso de la misma, que llevaba al descubierto por comodidad, ocasionándole una quemadura.
Emitió un leve quejido, apartando de sí el caldero a toda prisa para poder verse la mano. Tendría que haber tenido más cuidado, se dijo interiormente, mientras se sujetaba la muñeca para evitar que siguiese temblándole. - ¿Estás bien? - la voz del alquimista la alcanzó por la espalda, casi parecía que tenía la costumbre de aparecer de aquel modo. - Lo siento, ha sido culpa mía. - respondió, sin apartar la vista de la marca que se había formado y que empezaba a tomar un vivo color rojizo.
- Todos tenemos algún que otro accidente de vez en cuando, tranquila. - dijo con voz amable, antes de retirarse durante unos instantes para buscar algo con que ayudarla. Pronto regresó y le aplicó un ungüento como el que había usado para tratar a Ethan, que le alivió de inmediato el dolor y pronto haría desaparecer la quemadura hasta que no quedase ni rastro de ella.
La hechicera volvió al trabajo en cuanto se sintió algo mejor, terminó de preparar los nuevos frascos de Inhibis y ayudó a su compañero a atender a los últimos clientes del día. - Bueno chicos, con esto habéis terminado. - el alquimista giró el cartel para indicar que el local había cerrado y se acercó a los ayudantes, para echar un vistazo a su trabajo. - Lo habéis hecho bien, está claro que esto se os da. - prosiguió cerrando el libro de ventas y esbozando una sonrisa. - No me vendría mal que os pasarais por aquí en otra ocasión. - añadió, antes de sacar una pesada bolsa de aeros para entregarles sus honorarios.
Elen Calhoun
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Re: Entre hierbas y frascos [Trabajo][Libre]
Trabajo finalizado
---
Muy buena trama, entretenida y bien escrita.
Aeros: 350.
Puntos de experiencia: 15, dado que lo has desarrolado de una manera impecable, como siempre.
Puntos de Habilidad Pasiva: 3.
Bonus:
Receta de Elixir Disipador.
- Este extraño liquido es capaz de curar por unas horas (6 turnos) la ceguera total.
- 2 Usos.
- Para saber y conseguir los ingredientes se debera realizar un mastereado o quest.
---
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Aeros: 350.
Puntos de experiencia: 15, dado que lo has desarrolado de una manera impecable, como siempre.
Puntos de Habilidad Pasiva: 3.
Bonus:
Receta de Elixir Disipador.
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- 2 Usos.
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Wyn
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