¿Acaso eres un gallina? [Interpretativo] [CERRADO]

Caía la tarde y la Ratonera tenía ese aire primaveral, ni tan tibio, ni tan fresco, el punto justo que te invita a sentarte con ropa ligera a esperar que terminara de oscurecer y comer algo para reponerte de un largo día de 'trabajo'.

Los chicos ya habían llegado y el útil de Artyhom tenía preparado un pequeño fuego en un brasero improvisado, terminando de cocer un poco de pasta y una salsa cuyo único ingrediente reconocible para Demian era una cebolla robada un par de días atrás de un puesto de verduras.

Todo en el ambiente invitaba al descanso y pronto el pequeño autómata dividía el alimento en tres porciones similares, entregando una a cada chico en unos platos robados, todos de distinto color y material. A Demian le tocó uno oscuro de greda.

—Chim, no creerás lo que he escuchado por el mercado —dijo tomando un poco de comida directamente con las manos, ante lo que Arty le corrigió entregando una cuchara grande de madera. El robot no tenía mucho conocimiento de usos culinarios— había un par de sujetos metiéndose miedo el uno al otro, algo sobre una casa embrujada.

Se dio a la tarea de dividir la pasta en trozos muy pequeños con el borde de la cuchara, así al menos tenía sentido usarla. A decir verdad sabía mejor de lo que lucía, aunque no se atrevió a preguntar por los ingredientes. Esos pequeños trozos de carne aquí y allá eran demasiado sospechosos para indagar más.

—No entiendo por qué hablan de 'embrujado' como si fuera algo malo, ¿sabes? —agregó fingiendo cierta ofensa en ello— . Embrujado, brujos... debería ser algo bueno, digo yo.

Esperó otros segundos devorando la cena, hasta que finalmente agregó, aún con la boca llena.

—Seríamos unos cobardes si no vamos a investigar, Chimar, ¿quién sabe qué tesoros puede haber aún guardados en esa casa?

Puso una sonrisa pícara mientras terminaba de tragar, esperando a la reacción de su amigo.

Dio una sonora palmada en la espalda a su pequeño amigo, quien no parecía compartir el entusiasmo por la aventura de sus compañeros mayores.

—Algún día vas a tener que atreverte a hacer más cosas, Ratita, que los Gorriones somos los mejores.

El pequeño no hizo más que agacharse como concentrándose aún más en su plato de comida, usando el enorme cucharón del que había sido provisto por Arty para la tarea.

-Con ustedes siempre alguien quiere mataros, ¿que no les basta con que la guardia nos odie?

No dejaba de tener cierta razón, pero no por eso iba a renunciar a la aventura. Al fin y al cabo no tenían nada más. No había nacido para crecer y morir encerrado en una torre, protegido de los peligros, robando lo justo para no morir de hambre hasta que algún día terminara en prisión. No, ese no era su destino y esperaba algún día transmitirle ese sentimiento también a su amigo, pero por ahora lo dejaría en paz.

—Bueno, bueno, si cambias de parecer estaremos con Chim en la vieja casa embrujada —agregó con algo de risa— . Somos gorriones, no gallinas.

Desplegó entonces en el piso un diagrama de la ciudad que habían confeccionado con la ayuda de la potente memoria de Arty, que les servía para orientarse cuando planeaban sus robos. Puso un dedo en una zona no muy lejana de donde estaban.

—Aquí, según lo que decían esos hombres la casa debe estar en este lugar, justo al lado del cementerio.

Al escuchar eso último Ratita levantó las manos en señal de que aquello ya era demasiado y se giró, como tratando de dejar en claro que no iba a ser parte de ello ni a la fuerza.

-Ya, ya, si tampoco pienso cargarte, con la comida de Arty has ganado peso, ¿sabes?

Terminó su plato de comida y Arty lo recibió. La verdad es que nunca había imaginado que fuera tan útil su mecánico amigo cuando lo encontró por primera vez, pero lo amaba profundamente cada vez que lavaba los platos sucios.

Se dirigió a continuación hacia el mesón donde preparaba sus 'jugos de plantas', poniendo una flor de Osaris sobre el mortero para extraer la esencia de sus pétalos.

—Ya sabes, Chim, nunca se sabe lo que se puede encontrar.

Depositó el líquido en su pequeña botellita metálico oculta en su muñequera y se puso su capa, con la capucha cubriendo su cabeza.

—¿Tienes todo lo que necesitas, Chim?, partamos pronto, sólo tiene gracia si nos metemos esta noche, que de día es como robar cualquier casa.

Asomó su cabeza afuera del viejo torreón, contemplando cómo el sol ya se ocultaba y no parecía haber señales de la luna por ningún lado. Iba a ser seguro una noche muy oscura.

—Cuando digas partimos, Chim.

Ya afuera de la Ratonera mira el camino con dedicación. Aún queda algo de luz de día, si bien no durará mucho, no es más que los últimos rayos del sol luchando por asomarse en el horizonte.

Entonces Chimar realiza un desafío y Demian sonríe. Ya se conocen mutuamente y conoce exactamente las fortalezas y debilidades de cada uno. No es misterio que el brujo es notoriamente rápido, sin embargo lo que posee en potencia le falta en resistencia, por lo que no es capaz de mantener su velocidad de manera prolongada y no son pocas las cuadras hasta el lugar. Por otro lado, aunque le cueste admitirlo, las piernas de Chimar son unos pocos centímetros más largas, aunque la diferencia es escasa. Sonríe de medio labio, la pelea no será fácil.

Vuelve a visualizar en su mente el mapa recién observado, calculando el camino más fácil. No, no basta con eso, Chimar también conoce los recovecos de la ciudad, pero hay algo en que puede aprovechar su superioridad en destreza. Irá casi en línea recta, sin importar los obstáculos, para eso es capaz de saltarlos y trepar fácil por las paredes.

—Bien, bien, ya veremos —dice con un plan de ruta ya calculado en su cabeza— pero el que pierde se encarga de limpiar a Arty por toda la semana, que no es bueno que se acumule polvo en sus Arty-culaciones.

Él mismo se lleva una mano a la frente por el sutil juego de palabras que ha usado y se pone en posición de partir.

—Arty —dice mirando al robot— cuenta hasta tres.

—Iniciando conteo, parámetros definidos en 0 a 3. Cero... uno... dos... tres.

Al escuchar el último número echa a correr velozmente, aunque no al máximo, ya que no quiere terminar sin aire apenas a la vuelta de la primera esquina.

Lleva a cabo el recorrido que tenía en mente, simplemente en la línea más recta que puede. Trepa el primer muro con facilidad, usando los ladrillos rotos para ello, luego usa unos barriles para la segunda barrera. Hace gala de su agilidad en estos procedimientos, pero el cansancio empieza a aparecer pronto, como una presión en el pecho. En un momento salta por sobre un indigente que dormía, quien casi le coge un tobillo, pero logra seguir adelante. Más allá un par de perros intenta morderlo, pero igualmente se escapa al subir por un último muro.

Llega al destino jadeando y sudando como un caballo.

Antes de saber si Chimar ha llegado antes que él o sigue en camino, mira hacia la casa que se disponen a investigar.

Es grande, de estructura disonante con el entorno, como si hubiera sido construida antes. Sus bordes afilados, madera oscura y numerosos agujeros dan una explicación rápida de por qué la gente no suele mirarle con buenos ojos. Incluso sin entrar se hace evidente que las maderas rechinan con el viento, produciendo extraños sonidos.

Tiene dos pisos de altura y al parecer cuenta con numerosas habitaciones. En su tiempo debe haber pertenecido a alguien rico.

Escuchó una voz a sus espaldas y con su telekinesis hizo salir de su muñequera el escalpelo, preparado para arrojarlo directamente a quien fuera que buscara una muerte rápida. Se giró con una sonrisa, pero entonces notó que se trataba de Chimar y disimuladamente escondió el arma de vuelta en su lugar. Si jugaba con eso Chimar podría un día de esos terminar con un agujero extra.

—Una daga en la garganta te daré mejor.

Contempló el camino, intentando divisar la Ratonera, pero quedaba oculta por otras estructuras y la distancia.

—Bien, bien, si hubiera sido menos distancia te habría ganado —dijo recuperando el aliento— debo empezar a salir a correr por las mañanas o algo.

Miró a la famosa casa, dándose cuenta que ya era plenamente de noche y la falta de luna les hacía apenas poder distinguir las facciones de ese lugar. Era probable que de día no se viera tan tenebrosa, pero así, a oscuras, parecía mirarlos con esas ventanas oscuras detrás de las cuales viejas cortinas semi deshechas bailaban desafiantes.

—Vaya, ya veo por qué le tienen miedo.

Se acercó a la puerta y trató de empujarla, pero por supuesto no había sido todo dispuesto para su agrado. Se encogió de hombros y buscó una alternativa, dando con una ventana en mal estado fácilmente forzable. Empujó un par de veces y la madera cedió, permitiendo la entrada.

Ya adentro se percató de que sencillamente no veía nada. Con suerte alcanzaba a distinguir la punta de su nariz y eso que aún permanecía cerca de la ventana.

Estiró su mano y usó su magia ilusoria para generar una esfera luminosa, iluminando con ella la estancia. No había mucho, al parecer no habían sido los primeros en atreverse a entrar y no se veía nada de valor a simple vista. Incluso había señales en las murallas de lugares donde debieron haber estado colgados unos cuadros hace mucho tiempo, pero ahora no eran más que marcas en la muralla.

—¿Cuál crees que será el mejor lugar para un fantasma? —dijo con una pequeña risa.

Consciente de que en el hall central no encontraría nada de valor, comenzó a avanzar, llegando hasta una escalera muy refinada, amplia y adornada.

Comenzó a subir, escuchando la casa crujir a cada paso. Aquello era sorprendente dado su bajo peso, de manera que debía ser realmente aterrador para alguien de mucha más masa dar pasos por ese lugar, lo que permitía entender los miedos que se habían propagado.

Miró desde lo alto a su compañero.

—No parece haber mucho de valor, pero seguro si revisamos las piezas puede quedar algo... eso si no te da miedo.

Explorar la casa tenía su cuota de emoción y, por algún motivo, el hecho de que estuviera oscuro le daba un algo especial, como si por mucho que repitiera que no tenía miedo sintiera la presión de la incertidumbre y el '¿y si fuera cierto?'.

Iba a entrar a una de las habitaciones, caminando lenta y sigilosamente. ¿Para qué?, no había motivo en realidad para ser tan cuidadoso, al final era una casa vacía.

—Apostaría que la gente le tiene miedo a un gato a al...

No alcanzó a terminar la frase. Un sonoro 'tump' se oyó claro por la casa, como un golpe seco, como un objeto golpeando contra madera, un objeto no demasiado duro ni demasiado blando. No había sido tan fuerte, pero lo suficiente para ser distinguible.

Bajó las escaleras, el ruido parecía venir desde abajo. Se movía sigiloso, haciendo un gesto a su compañero con el dedo que hiciera lo propio. No sabía qué pasaba allí, pero era mejor tener cuidado.

Volvió a oírse un 'tump', ahora más cerca, pero era difícil distinguir con claridad el origen exacto, como si viniera de varios lados al mismo tiempo. Trató de pensar en ello, si se sentía de esa manera era porque el ruido provenía de los mismos muros o algo parecido y éstos reproducían el sonido a través de la madera.

—Parece que tenemos un fantasma de verdad, Chim —susurró a su compañero.

Una tercera iteración se sintió más fuerte. Algo definitivamente estaba en esa casa, ¿pero dónde?.

Apagó la luz de su ilusión. Si bien les permitiría ver mejor, al mismo tiempo sería una señal para cualquier ser que estuviera allí de dónde estaban, delatándolos de inmediato. La oscuridad era intensa, lo que hacía todo más difícil.

A pesar de todo, el último pensamiento de Demian era arrancar. No, debía saber qué ocurría, debía resolver ese misterio. Sacó una de sus dagas y la sostuvo fuerte en su mano derecha.

Entonces se oyó un ruido diferente. Un rechinar de madera, no muy lejos de donde estaban, seguramente en alguna de las habitaciones del primer piso. ¿La cocina quizás?.

Criiiiiiiiiiiik. Pum. Era como si una puerta se hubiera abierto, pero no una puerta común y corriente, algo más pequeño. ¿Una puerta secreta?, ¿una caja?, ¿una puerta falsa en el piso?. No podía saberlo con certeza.

Había sido entrenado para la oscuridad, para acechar a sus víctimas como una sombra y llegar por la espalda. Él y la noche eran uno sólo y la calma era su mejor arma. ¿Por qué entonces sentía miedo?

Era difícil estar seguro, quizás era por la incertidumbre, quizás se había contagiado del nerviosismo de Chimar, ¿era eso posible?, ¿podías sentirte nervioso porque otra persona lo hiciera?. No era momento de buscar respuesta a esas preguntas, porque de pronto una figura se movió en la sombra, muy cerca de ellos.

Chimar lo corre hacia una pared, al parecer muerto de miedo, lo que confunde aún más al brujo, que se pone en actitud defensiva, sosteniendo su daga en alto. En su pecho el corazón parece un rápido redoble de tambores, mientras su rostro estaba lejos de ser su apacible expresión de siempre.

—Mierd...

Al final se alcanza a percatar de que se trata de una vieja cortina, lo que le hace sentirse bastante idiota. No alcanzaría a expresarse mucho al respecto, pues la luz de una lámpara de aceite los dejó al descubierto.

—Pero... ¿qué demonios tenemos aquí?

EL sujeto que se asomaba por lo que al parecer era la cocina de la vieja casa no tenía una cara de tener muchos amigos. Una cicatriz que pasaba sobre uno de sus ojos faltantes le daba un aspecto duro, en especial porque el orbe faltante era reemplazado por una piedra roja que parecía brillar con el reflejo de la lámpara. Su tamaño era ciertamente imponente, de unos dos metros de altura, lo que sólo hacía juego con sus gruesos músculos. Lo que llevaba arrastrando tampoco mejoraba las cosas.

—Hmmm... parece que unas ratas se han metido a la casa.

Demian, consciente ya de que no estaba frente ningún tipo de espectro recuperó sus agallas.

—¿Ratas?, nah... Gorriones.

El sujeto no pareció comprender la referencia, pero tampoco era demasiado de importancia para él, a juzgar por su mirada de desdén.

—Habéis visto más de lo que deberíais, pajarillos.

Dejó caer el cadáver que realmente era indistinguible. Parecía que se habían ensañado con él, terminando con su vida de una manera brutal, seguramente a golpes con un objeto contundente.

Otro tipo se asomó por detrás del fortachón. Era más delgado, pero llevaba dos enormes sables tipo machete en sus manos. El más grande sacó un garrote manchado en sangre.

Ambos sujetos empezaron a avanzar con sus intenciones claras.

El momento era tenso y Demian sabía que un error podía pagarse caro. Quizás no eran grandes luchadores, sólo abusones que se aprovechaban del miedo y la intimidación, pero aún así la diferencia de masa corporal era evidente y un golpe imprevisto causaría mucho, mucho daño.

Sacó su segunda daga para prepararse al combate, aunque entonces Chimar lanzaba uno de sus virotes y, como ya parecía costumbre, si efecto fue más allá de lo calculado, logrando incendiar al sujeto por causa de la misma lámpara de aceite. Se amigo debería definitivamente dedicarse a las apuestas, parecía tener una suerte increíble.

Pero no podía perder tiempo, el segundo de los asesinos se lanzaba furioso, blandiendo los machetes con una destreza que sorprendió al joven brujo y le hizo tener que retroceder unos pasos ante el ataque.

Podía intentar ocultarse, pero eso pondría en peligro a Chimar por unos instantes. Decidió que le haría frente, nada de esconderse esta vez, iba a pelearle cara a cara. Se sentía ya capaz con tanta práctica realizada. Sus movimientos fuera extraños, impredecibles, encubiertos por pequeñas alucinaciones que le hacían parecer sus miembros borrosos y volvían difícil estimar con certeza el lugar donde caería el ataque.

Logró desviar un ataque de machete golpeándole con su propio arma y se agachó justo a tiempo para evitar una decapitación. En ese instante vio su oportunidad y no la desperdició, se abalanzó sobre él con decisión, enterrando una daga en un muslo. El sujeto intentó atacar nuevamente, pero ahora el chico le daría una herida en el vientre. No era lo suficientemente profunda para causar la muerte, pero sí era de un tamaño considerable.

—Los Gorriones picamos fuerte —dijo al notar lo fácil que había sido derrotar a ese par.

Miró entonces a su alrededor. El fuego comenzaba a propagarse con mucha velocidad, dado el material ya seco de la construcción de ese lugar, por lo que huir era imperativo, sin embargo la curiosidad le carcomía de saber de qué se trataba todo ello y si había algo más oculto.

—Bah, qué rayos, salgamos ya —dijo finalmente.

De nada servirían trucos como las ilusiones o su velocidad con las dagas cuando se trataba de estar atrapado en un incendio. Por un momento envidió a los brujos que controlaban elementos. Con ello una pregunta fugaz cruzó por su mente, una que nunca había tenido respuesta. "¿Por qué yo no tengo elemento?".

Se dirigió a la ventana para saltar por ella hacia afuera, contemplando cómo el humo empezaba a salir.

—Pronto esto se llenará de curiosos —Comentó a su amigo.

No dejaba de tener cierto atractivo contemplar las llamas tomar posesión de la vieja madera y hacerla crujir. Aquella casa ardía con una facilidad tal que hacía incluso preguntarse cómo habían hecho para no quemarla antes.

Otra cosa llamó su atención. No supo exactamente por qué, pero Chimar había subido las escaleras, quizás para evitar el fuego. Ese fuego se extendía muy rápido. Su amigo bajaba de un salto que casi le hace tener un infarto ahí mismo.

—¡Que te puedes matar haciendo esas cosas! —le reprocha, a pesar de lo irónico de tal frase. Básicamente el mismo Demian tenía por costumbre ponerse en riesgo de muerte, incluso por la sola diversión. ¿No había sido ese el motivo de entrar a esa casa?, sabía desde un comienzo que no encontraría nada de valor, pero había preferido imaginar que sí lo haría, sólo por la aventura.

Lo ayudó a ponerse de pie tras la arriesgada maniobra, comprobando que parecía estar completo. Es más, tenía el ánimo incluso de bromear.

—Chicos buenos, ¿eh?, lo próximo que sabré es que estaremos organizando visitas a los ancianos enfermos, ya lo veo —elevó sus manos, como mostrando algo en el aire, imaginando un cartel— 'Gorriones por la paz' será nuestro lema.

Los curiosos comenzaban a llegar y Demian prefería no estar allí cuando empezaran las preguntas, así que empujó a su amigo a moverse a un lado, entrando en el territorio del cementerio. Al menos nadie iría para allá, menos aún ahora que era de noche.

Desde allí hizo una reverencia a la casa, sabiendo que en el interior había dos cadáveres incinerándose, los cuales ciertamente no estarían allí si no hubiera sido por su intervención. Pronunció sus tradicionales palabras para deseas nueva vida y descanso en paz y luego volvió a dirigirse a su amigo.

—¿Sabes que los chicos buenos no dejan cadáveres quemándose, ¿cierto?

Miró a su alrededor. Nada en su vida le había demostrado la existencia de los fantasmas, pero había oído de formas de magia basadas en revivir a los muertos. Si los muertos podían volver a caminar, ¿no era eso una demostración de que era posible la existencia de fantasmas?. No exactamente, pero dejaba abierta la posibilidad.

Decidió que un cementerio en una noche oscura no era el mejor lugar para realizar ese tipo de conjeturas.

—Bien, chico bueno, vamos de una vez a que Ratita nos diga que tenía razón y que fue muy tonto venir acá.

Minutos más tarde, emprendía el camino de vuelta a la Ratonera, dando una última mirada a la casa en llamas y la multitud haciendo cadenas para pasarse agua para controlar que el incendio no se propagara a otras viviendas. De alguna manera, nadie parecía realmente interesado en salvar esa estructura.

Era mejor así, probablemente los cadáveres al interior no serían más que carbón para cuando alguien quisiera echar un vistazo. No tendrían forma de asociar nada de lo ocurrido a ellos.