Persecución [Interpretativo][1/1][Cerrado]

Sacrestic Ville, una vez más, ahí estaba, iniciando una nueva persecución, esta vez mucho más oscura que la primera, ya no perseguía un recuerdo feliz, no perseguía volver a tener una familia, esta vez perseguía la venganza, y haría lo que fuera necesario para cumplirla.

Durante semanas llevaba rumiando en su cabeza quien podría, tal vez, decirle algo del paradero de su padre, ¿no conocía a nadie del gremio? eso era imposible, había luchado contra todo tipo de villanos, ¿cómo podía ser posible? Bueno, no podía decir que no conociera a nadie, en realidad, pero nadie a quien pudiera preguntar, o eso pensaba.

Hacía dos días había visto dentro de uno de los cajones de su armario, un informe que llevaba allí olvidado meses, "Paul Broown Moreau" Se leía en la carpeta, en grande. Ese vampiro al que le habían mandado perseguir, que la había salvado y, después, había roto su puerta, el vampiro besucón, que había amenazado al teniente. Tal vez el fuera una opción, no podía acercarse de forma amistosa, no dejaba de ser un asesino, pero tal vez le pudiera dar respuestas.

Diciendo que pensaba ir a atraparlo, la guardia le había dicho donde se le había visto por última vez, Sacrestic Ville.

Descendió del barco, habría ido andando, pero una travesía que por agua era de dos días, a pie se volvía un tedioso viaje de muchas lunas y si iba a perseguir al vampiro mejor sería no tener que llevar demasiado equipaje, únicamente con sus dagas debería de bastarle.

Jugueteó con el colgante de media luna que llevaba al cuello mientras observaba a su alrededor, sabía que estaba en Sacrestic, pero... ¿dónde? La ciudad era grande, y lo único que sabía es que buscaba a un hombre atractivo, con una sexualidad mayor a la normal, rodeado por tres personajes raros y violentos.

Dando un suspiro empezó a pasear por las calles oscuras, la luna iluminaba el firmamento mientras la guardia buscaba por entre las ventanas iluminadas de las plantas bajas sin localizar ni al vampiro ni a ninguno de sus amigos. Notaba, a cada paso, miradas que la observaban, muchas de las cuales acababan por ignorarla, el peligro estaba presente para ella en cada esquina, al fin y al cabo, era tierra de vampiros.

Cuando llegó a una calle secundaria, dejando atrás el puerto, notó una presencia, alguien la perseguía, y no era amistoso. Giró un momento para observar a su enemigo, un vampiro, rubio, de ojos rojos y colmillos salivantes la miraba preparado para correr tras su presa. La Gata, tomando distancia sin apartar su vista de esos ojos rojos, sacó sus dagas, y, en cuanto el ser hambriento saltó, ella se movió dirigiéndose hacia unas cajas, subiendo a los tejados.

Sobre la cornisa de dos aguas, contempló por un momento como el rubio se sacudía del golpe que se había dado contra unos cubos de basura, la miraba con ira y se dirigía a seguir sus pasos, la chica salió corriendo por la techumbre, mientras el hombre la perseguía. Siempre acababa metida en líos.

La carrera había iniciado sin que la joven tuviera demasiadas esperanzas, al fin y al cabo, ¿Qué era ella? Una simple joven, diestra en armas, puede, pero de poco le servía si debía luchar contra un vampiro hambriento, lo único que podía hacer, era correr, esconderse, usar su elemento, los tejados, para poder conseguir una ventaja, necesitaba esa ventaja, necesitaba un truco, lo que fuera, con tal de no acabar entre los colmillos de aquella cosa, que más que humano, en ese momento se asemejaba a un monstruo.

Mientras avanzaba por la zona de unión de ambas pendientes de los tejados observaba a su alrededor en busca de algo que pudiera usar. A sus espaldas, el rubio avanzaba de forma rápida pero, sin ser tan liviano como la joven, daba trompicones, resbalando y teniendo que volver a subir a la pequeña linea empedrada, que era lo único totalmente firme de los tejados.

Cada vez más alejada del vampiro, se preguntaba si, por un giro del destino, el tipo habría olvidado su objetivo, ¿existía esa posibilidad? ¿Podía un vampiro hambriento olvidarse de su presa? La respuesta llego pronto. No. A sus espaldas, más rápido que antes, el tipo rubio, que parecía haber logrado equilibrarse y dejar esa carrera de borracho atrás, se acercaba peligrosamente, y, a la joven, delante se le acababan los tejados, había terminado por cruzar el pueblo en una maratón por su vida, entre tejados y chimeneas.

Sin tiempo para pensar en que hacer, saltó del tejado de una especie de taberna, usando el cartel que se balanceaba en la entrada por culpa de los pisotones del ser hambriento, que probablemente hacía temblar todo el local, consiguió bajar sin demasiadas dificultades, y avanzar un poco en la plaza, sin embargo, el rubio le cortó el paso, situándose delante con sus ojos de rojo sangre brillando hambrientos, sonriendo, al parecer le había parecido divertido perseguir a su presa.

Respirando hondo, con sus dagas en las manos espero el ataque, impaciente por el hambre, el vampiro se abalanzó sobre ella que resbaló por el suelo y se situó detrás de la cosa, no iba a dejar que un asesino más acabase con ella como habían hecho con su hermana.

Esperó a un nuevo ataque, plantada, con calma, mirando de forma fría al animal que tenía en frente, y, cuando la bestia volvió a acercarse con unas ansias de sangre descontroladas, la chica se agachó, dando un giro con ambas dagas en las manos dando dos cortes profundos en la tripa de su perseguidor. El rubio se alejó un par de pasos con la sorpresa pintada en el rostro, mientras la sangre caía de forma profusa desde los dos cortes que le cruzaban de forma horizontal la tripa.

Alanna, manchada con gotas de sangre, que habían flotado a su alrededor para terminar manchando las calles, se levantó mirando al vampiro herido de forma fría, esperando el siguiente ataque, que no tardaría en producirse, parecía que la plaza seguía desierta, a excepción de un par de personas asomadas a la ventana de la taberna de la que habían descendido, ¿estarían disfrutando del espectáculo?

El rubio volvió a atacar, acercándose con celeridad a pesar de los cortes, dando bandazos con sus manos. A pesar de ir desarmado era peligroso, eso estaba claro. Daba la impresión de haber entrado en un tremendo estado de frenesí en el que poco o nada le importaba el peligro que corriera mientras lograse probar aunque fuera una sola gota de sangre.

Alanna, por su pare, intentaba controlar sus movimientos, leerlos para poder esquivarlos con tiempo, en cuanto le hiciera un solo corte, estaba perdida. No podía olvidar que se encontraba en Sacrestic Ville, ciudad de vampiros, que esperaban a cualquier incauto para alimentarse. La mayoría no atacaba a gente que demostraba saber defenderse, era más sencillo encandilar a alguien y beber de él que iniciar una batalla.

También era extraño que alguien se atreviera a enfrentar a los de su raza, sobretodo en ese territorio, por eso, probablemente, había empezado a reunirse gente, dificultándole a la chica el poder esquivar a su atacante, poniendo aun más en riesgo la vida de la joven. "Quien ha sido el genio que ha dicho "Oh, una humana en peligro, vamos a complicárselo más" Idiota" pensó ella molesta, saltando para evitar al rubio.

Debía cebarse con las heridas que ya le había causado si quería salir de allí con vida. El chupasangres empezaba a cansarse, pero ella también, y el estaba hambriento y herido, la desesperación le daba más fuerzas de las que podía tener ella.

Repitió el movimiento que había hecho anteriormente, haciendo los cortes aun más grandes y profundos, luego, se alejo mientras el vampiro se tambaleaba. Iba a acercarse a rematarlo, le parecía cruel dejarlo desangrarse de ese modo, cuando alguien la empujó. ¿Quien es el estúpido que se mete en medio de una pelea? Ese estúpido era justamente a quien buscaba.

Alanna contempló algo alejada, aun con las dagas en las manos y mirada fría, como el recién llegado sostenía al otro, que, finalmente, se derrumbaba en sus brazos, muerto, con las tripas fuera. "Al parecer, es el conejo quien ha cazado al lobo" pensó ella mientras escuchaba la pregunta iracunda del recién llegado.

Alanna no se movió cuando él clavó su mirada en ella y, gritando, ordeno a los espectadores que tan molestos le habían resultado a la chica que se largaran. "Oh, ahora si se marchan, capull*s" protestó para si misma.

Finalmente, en el lugar, solo quedaron el cadaver, los tres compañeros de Paul, Paul y ella misma. Alanna sintió una especie de tirón, que la impulsaba a acercarse al hombre, necesitó unos instantes de silencio, y paz, para resistir, no iba a caer en trucos, había ido allí para algo y estaba dispuesta a conseguirlo.

- A ti.- contestó a la pregunta con voz seca.- pero no creo que te guste lo que te tengo preparado.- advirtió.

Necesitaba alejarlo de allí para poder hacerle las preguntas necesarias, no pensaba hablar delante de sus secuaces. Pero ni loca le daría la espalda, estaba claro que conocía al vampiro que acababa de matar, no sería difícil que decidiera tomar la justicia por su propia mano.

El viento sacudió su cabellera, resonaron unas palabras en el cielo, y ella, simplemente, miraba a los presentes, en realidad, a uno de ellos en particular, esperando que se moviera.

Un dardo pasó por su lado, casi rozando su mejilla, pero la chica ni se inmutó, miró de soslayo al propietario del dardo y le lanzó una mirada fría esperando que se largase, si la seguían sacando de sus casillas, correría la sangre. Afortunadamente para él, se marchó antes de cometer ninguna estupidez más. No era recomendable enfadar a alguien que no tiene nada que perder.

El vampiro que quedaba vivo, en ese momento su vampiro, sacó una botella de la que dio un trago, y pronunció lo que la chica estaba esperando, hizo que los demás se retirasen para hablar a solas.  La mujer y el otro hombre emprendieron su retirada, no sin antes, la chica acercarse al oído de Alanna y susurrarle lo mucho que le gustaba su cambio.

Cuando se quedaron solos, y solo el silencio, el viento y la noche eran capaces de contemplar la escena, con una rapidez impropia de un humano, pero normal en quienes, como él, habían sido malditos, la joven vio acercarse al objetivo de su búsqueda.

Cuando la tomó de la mano, Alanna sintió el tirón, y dejó que la llevase hasta un callejón oscuro donde no podía penetrar ni siquiera la luz de plata que bañaba la ciudad desde el cielo.

Apoyada en la pared, no cambió su gesto ni por un solo momento, ni siquiera cuando él la aprisionó entre el muro y su pecho, con los brazos a los lados. La joven podía notar sus labios casi rozándose, el aliento y las respiraciones que iniciaban su compás, sabía que era el juego que mejor se le daba al joven, pero esta vez sería diferente, ella era diferente.

Con la nueva rapidez adquirida, se escapó de entre los brazos del chico, y, tomándolo por la camisa, hizo que se girara siendo él quien quedaba aprisionado entre la pared y la joven, que se elevó sobre sus puntas para rozar su nariz con la del chico:

- No, esta vez, soy yo quien marca las reglas y el ritmo.- susurró con una sonrisa- esta vez, soy yo quien hace las preguntas y quien decide las recompensas.- murmuró poniéndose de nuevo sora sus pies, rozando los labios del joven con los propios al bajar y al separarse, morderse el labio inferior con una sonrisa ladina, similar a la que solía usar el joven.

La joven no se movió, dejó que él, desde su posición desventajosa explorase lo que quisiera. Lo miró con calma, esperando su movimiento sin tener nada particular en mente, y notó como un dedo frío se posaba sobre sus labios cálidos y una uña rozaba su nariz.

Las miradas se cruzaron, con aspecto voraz, desde que ella hiciera su movimiento costaba distinguir al cazador de la presa., lo que estaba claro es que había despertado la curiosidad del chico, lo sabía, la mirada de él estaba llena de preguntas, la suya, desde la última vez que se vieron, de secretos.

Notó un filo, helado, metálico, cerca del cuello, pero no desvió la mirada, ignoró la caricia metálica sin moverse un solo palmo y sin bajar su mirada de la del vampiro, quien, con calma, como quien desenvuelve algo frágil, cortaba su blusa de cuello alto hasta llegar al escote.

Una corriente de aire fría le recorrió el cuello, la ciudad de los vampiros era fría, quizás tanto como quienes la habitaban, aunque quien viera al hombre que ella tenía atrapado contra la pared, lo último en lo que pensaría sería en frío.

Observó sin moverse como el hombre se acercaba para llegar a su cuello; ella movió la cabeza para dejarle espacio, poco le preocupaba una mordida, el chico parecía más interesado en en su cambio de actitud que en su sangre; para, despacio, susurrar contra él, el aliento cálido le hizo cosquillas en la piel fina y, como ella había supuesto, no hubo mordida.

Los labios rozaron su piel, gélidos, con un beso húmedo. Pronto el frío se volvió calor con el contacto de la piel cálida de la Gata, "húmedo" pensó cuando se separaron, notando resbalar una gota por su cuello, que llegó hasta la tela de su camisa, ahora cortada.

Alejado el hombre, Alanna lo miró con una media sonrisa desde su diferencia de altura, y, finalmente, decidió darle espacio.

- Tengo muchas preguntas, tantas, o más que afirmaciones, pero... no aquí- dijo alejándose un poco más, con los brazos cruzados, observando el callejón.- las paredes tienen ojos y oídos, en todos lados- volvió a mirar al hombre poniendo una mano sobre su propia cintura, con una sonrisa de ojos entrecerrados y cabeza ladeada- llévame a algún sitio donde sean discretos y pueda tomar una copa, allí hablaremos, no quiero más sangrías por esta noche.- Empezó a avanzar hacia la salida del callejón, donde se giró y miró a Paul, esperándole.

Cuando por fin se movió, la chica permaneció atenta a sus movimientos, tal vez, por profesión, tal vez, por interés. Su sonrisa no había perdido encanto desde la última vez, eso estaba claro. La voz del hombre sonó de forma interesante en los oídos de la guarda, siendo ella, la que, en ese momento, sentía curiosidad.

Un simple susurro, un reto, el viento sopló mientras la chica sonreía satisfecha, ¿ahora la tenía en cuenta? Al menos ya no parecía ser su juguete, era un avance. La persona que era en ese momento parecía causar mucho más respeto que su "yo" usual ¿Tanta era la diferencia? Debía serlo.

Enfrascada en sus pensamientos, le tomó un segundo comprobar que Paul iniciaba la marcha, era rápido, eso lo veía, pero ella lo era más... Le dio al hombre unos segundos de ventaja, lo suficiente como para que él ganase terreno sin perderle de vista. Se preparó anudándose el pelo, si iban a jugar, jugarían en serio y, en ese preciso instante comenzó a correr.

Sus pasos eran ágiles, ligeros, imposibles de escuchar, tan sutiles como el aleteo de una mariposa, llevaban recorridas un par de calles, cuando el vampiro decidió subir a un tejado, "¿piensa competir con una Gata en una carrera por los tejados? O es muy seguro de si mismo, o no tiene ni idea" pensó con una sonrisa satisfecha, por las cornisas le sería muy sencillo llegar hasta él.

Mientras el chico escalaba un muro, Alanna se internó en un callejón, y usó las ventanas y sus marcos para poder subir con un ligero impulso, el viento soplaba mientras ellos avanzaban saltando y corriendo por las bóvedas, en uno de los saltos, la Gata, alcanzó al hombre dándole un margen de espacio, pues ella no sabía hacia dónde se dirigían.

Por fin, el hombre se detuvo bajando de las azoteas y ella lo siguió. Habían llegado. Alanna se quedó recostada en la pared de fuera, entre una ventana y la puerta, que el vampiro abrió con calma, parecía tener que hablar con los del interior antes de poder disponer del local.

La Gata fue capaz de escuchar algún intento de discusión, pero tras la petición clara y firme de quien la acompañaba, las personas comenzaron a salir en tropel de la habitación, pasando por el lado de la joven sin siquiera mirarla. Cuando el último hubo salido, Alanna entró al local, cerrando la puerta a sus espaldas y quedándose allí apoyada por unos instantes, mientras escuchaba los... ejemplos, que no podrían oírse en el local con una sonrisa pícara en los labios.

Caminó con calma hasta la barra, tras la cual se encontraba su contacto y desde la parte de los taburetes, puso su abdomen sobre la madera de la barra y tomó dos vasos de detrás de esta, para luego, sentarse en uno de los asientos y servir dos copas del licor que el vampiro había sacado.

- Parece que tienes contactos....- susurró moviendo el licor en el vaso, observando sus colores.- debes tener curiosidad pero... mis preguntas harán que conozcas mucho de mi, tal vez demasiado, y... no sería justo, así que... hagamos algo.- dijo mirándole de forma juguetona- Debemos decir algo que nunca hayamos hecho, si el otro lo ha hecho... bebe.- dijo alzando el licor y tomando un trago, por suerte no era muy fuerte, su resistencia al alcohol, seguía siendo.... escasa.- no sería justo que solo tu sacases beneficios, y yo no suelo comentar mis puntos flacos así como así...- se sirvió otra copa, y alzó el vaso fijando su mirada oscura en los ojos claros- yo nunca... he dejado escapar a una de mis presas... hasta ahora...- dio su confesión mirándolo a los ojos con una sonrisa de aspecto interesante antes de tomar un nuevo trago del licor, porque al fin y al cabo, le había pedido que atrapase al hombre que tenía enfrente, vivo o muerto, y no tenía intención alguna de hacerlo.

Los gestos del hombre eran tentadores, una mirada, una sonrisa, un roce en el mentón, no había movimiento que no pareciera calculado a la perfección, la primera vez que se vieron ya lo notó, el aura, o la energía, no importaba como se llamase, que desprendía ese vampiro, parecía creada única y exclusivamente para dos cosas, o tentar, o matar.

Las vibraciones que transmitía no parecían ser difíciles de captar, sus ademanes estaban creados para seducir, el mismo parecía una Adonis que jugaba con los instintos para atraer a quien quisiera, y también a quien no, daba la impresión de ser, simple y llanamente, sexo, en estado puro, y salvaje, cualquiera caería ante eso, incluso la guarda notaba ese instinto, pero no estaba allí para eso, desgraciadamente, o, al menos, no era su intención principal.

Alanna dejó el vaso aun medio lleno sobre la mesa, tragando con calma, y mantuvo la mirada del hombre mientras recorría con su dedo el borde redondo del cristal, notando el frío de la copa y contemplando la curiosidad en los ojos del hombre, que, confesó más de lo que ella pensaba que intentaba al decir que le intrigaba su cambio, que le "atraía".

La chica le dedicó una media sonrisa de labio mordido, y esperó que él siguiera el juego, fantasías... el hombre terminó su confesión, tomó un trago al mismo tiempo que él, para qué negarlo, y le devolvió una sonrisa con picardía al tiempo que volvía a dejar el vaso sobre la barra, volvía a ser su turno.

- No eres el primero que nota el cambio.- susurró moviendo el vaso para contemplar el movimiento del liquido de color marronaceo- en realidad, es una de las razones por las que te busco...- dio un suspiró y alzó la vista para mirarlo a él, con una diminuta sonrisa- Yo nunca... he querido matar a alguien con quien comparto un fuerte lazo...- tomó un trago con seriedad, empezando a dar muestras de lo que buscaba realmente.

Saboreó el licor al bajar por su garganta, quemando, pero resistió el ardor, más dolían sus reflexiones que el alcohol al pasar por su cuello. la chica sabía que se acercaba el momento de preguntar, aunque le gustaría retrasarlo todo lo posible, no era plato de buen gusto perseguir a un padre sospechoso de asesinar a su propia hija, y la única pista que tenía de ese padre era su profesión, asesino.

Miró una vez más al vampiro esperando su respuesta, preferiría no tener que preguntar y simplemente, seguir "jugando" con él, hasta que sucediera... lo que fuera que tuviera que suceder. Tal vez, cuando hubiera preguntado, podría pasar un rato divertido, simplemente por divertirse...

El hombre no solo bebió, se acabó la copa, Alanna frunció el ceño, "así que no solo lo ha intentado, lo ha conseguido" sonrió, al menos no la juzgaría cuando preguntase, era buena señal. Sin embargo, ¿cual habría sido la razón de sus acciones? ¿Era seguro confiar en alguien que mataba a una persona cercana? era sarcástico que se preguntase esas cosas cuando ella misma estaba en busca de venganza.

A la chica no se le había pasado por alto el gesto de sorpresa que había puesto el hombre ante su confesión, tal vez era momento de explicarse, sin embargo, la siguiente cuestión, resultó demasiado curiosa como para aclarar las cosas, la chica se levantó de su taburete con lentitud, y. como gesto de buena fe, a sabiendas de que con su confesión había suscitado la desconfianza del vampiro, se quitó los arneses de las piernas en los que portaba sus armas, y los dejó caer al suelo con el brazo extendido y movimientos lentos, mientras sonreía mirando fijamente los ojos del hombre.

Con la misma lentitud con la que se había sacado de encima las dagas, rodeó la barra para acercarse al hombre, se situó entre él y la barra, sin apartar ni por un instante su vista marrón de los ojos azules, y, apoyó sus codos en la barra y guardó silencio unos instantes.

- Así que... ¿nunca te has insinuado para conseguir algo?- soltó un pequeño y ligerísimo amago de risa, y recompuso su postura, quedándose recta muy cerca del hombre, hasta el punto de que el pecho de ambos se rozaban, se puso de puntillas, hasta llegar su oreja, enredando los brazos en el cuello de él, para susurrar.- no me lo creo...- se despegó un poco de él, volviendo a poner sus codos en la barra sin apartar sus ojos de él, mientras tomaba la copa que el chico tenía en sus manos y se la llevaba a los labios para tomar un trago.

Tal vez debería haber ido al grano, pero le resultaba demasiado interesante, lo cierto es que la chica nunca había actuado como lo estaba haciendo en ese instante, a pesar de que desde el viaje al norte se había sentido totalmente apática, esto estaba despertando su curiosidad, no solo en la persona que tenía en frente, ya hacía meses que sentía curiosidad por ese hombre, si no en si misma. Empezaba a descubrir facetas que pensaba que no tenía, y no le desagradaban del todo, en cierta forma, sentía que tenía más fuerza.

En un instante se preguntó cual sería la reacción del vampiro a sus gestos, y si, tras lo que había dicho, le daría la información que necesitaba, si es que la sabía, esperaba que el viaje no hubiera sido el balde, aunque nunca se sabía. De todos modos, aun sin información, le daba la impresión de que el trayecto no sería una perdida de tiempo, siempre hay... otro tipo de premios.

- Yo... nunca pierdo en los juegos- susurró devolviéndole a copa al vampiro, sin perder su media sonrisa.

Al fin y al cabo, no estaban haciendo otra cosa que jugar y ella no pensaba dejarse ganar, fuera cual fuera el premio.

Parecía nervioso, lo cual satisfacía sobremanera esa parte de control, juego, seducción y tentación que Alanna estaba descubriendo de si misma.

En ningún momento apartó sus ojos marrones de los claros de Paul, que parecían ansiosos, bebía de su copa con aparente calma, pero su mirada lo delataba, al parecer, el rey de la seducción, estaba siendo seducido, perdiendo en su propio juego, frente a una simple novata.

La guarda no podía estar más divertida, sobretodo tras escuchar que a él, no le importaría perder contra ella, tal vez, simplemente, la estaba dejando ganar.

El silencio los envolvió durante un instante, como un remolino de viento que envuelve un papel, como una burbuja encierra el aire, como la niebla rodea una ciudad, un silencio tenso, pero no por ello malo, semejaba a la espera de un ataque, un ataque que, al fin y al cabo, ambos parecían haber estado buscando.

Por fin el vampiro volvió a hablar, guiñando un ojo, a lo que la humana sonrió mordiéndose el labio como respuesta, no se movió cuando vio explotar el vaso, ni cuando con una fuerza que no le resultaba normal el hombre apartó la barra hacia la izquierda, para poder acercarse a Alanna y cerrar la distancia que los separaba al tiempo que se remangaba las mangas de la camisa al tiempo que hablaba. La Gata observó cada movimiento del vampiro con precisión, se movía de forma tan precisa, tan seductora, que la hacía dudar de si era calculado o natural.

La luz de las velas, que habían estado dando una luz tenue al lugar, se apagó con un soplo de aire que revolvió los mechones sueltos de Alanna, ya solo la luna de plata contemplaba la escena, entrometiéndose por las ventanas, colándose de forma descarada, haciendo que los ojos azules del vampiro brillasen.

Los minutos pasaban, las miradas se entrecruzaban, dando la impresión de devorarse y, finalmente, terminó la afirmación con una sonrisa encantadoramente traviesa que la chica no dudó en devolver, estaba claro que planeaba algo.

El alcohol derramado por el vaso roto dejaba aroma a alcohol en el cuarto, observó a corta distancia, como él dejaba la botella vacía sobre la barra, las intenciones parecían claras, y la chica, aun viéndolo venir, no pensaba hacer nada para impedirlo.

Estaban tan cerca que la nariz de él rozaba la suya, que tenía la mirada gacha fija en e copo de nieve que el chico tenía colgando del cuello. Cuando los dedos fríos del hombre tocaron su barbilla sin resistencia alguna, la chica alzó la barbilla hasta que, finalmente, se cerró la distancia.

Los labios de él estaban fríos, debido al alcohol y a su temperatura baja, los de ella, tan cálidos como siempre, y el sabor a vino se derramó por su boca, con calma, sin prisa, Alanna se alzó de su asiento empujando poco a poco al vampiro hacia la barra, hasta chocar con ella, despacio, sin intentar acelerar las cosas.

Cuando lo hubo acorralado, se separó despacio, abriendo los ojos, con una media sonrisa, intentando calmar el pulso y la respiración, que se le habían acelerado con el contacto. Se acercó más a él, obligando a que se recostase un poco en la barra.

- Has hecho trampas en mi juego...- le susurró de labio a labio- ahora, si quieres seguir jugando...- se alejó un poco, mirándole con picardía- necesitaré que me digas si te suena de algo la persona a la que busco...- se alejó un poco, y se dispuso a hablar, esta vez, más seria- Busco a un asesino, hombre, de unos 40, que me tiene un aire.- comentó mientras iba a servir una nueva copa, de la botella que aun no habían tocado.- no es para menos, es mi padre biológico-explicó sentándose en la barra, tomando un trago.- y, por si te lo preguntabas, el teniente es mi padre adoptivo.- comentó removiendo el liquido en el vaso, antes de darle una mirada de reojo, con una media sonrisa, al final, había ido al grano.

Allí sentada, esperando una reacción se preguntó si sabría algo, al final su objetivo había variado un poco, se había... dispersado, la información era importante, por supuesto, pero, supiera algo, o no, lo que habían iniciado era realmente interesante, y ella era una persona que no dejaba las cosas a medias, al fin y al cabo, se habría molestado en ayudarla, debería agradecérselo... de algún modo.

La respuesta no se hizo esperar, y, como la chica llevaba pensando hacía ya rato, fue negativa. Alanna no se extrañó ni decepcionó, sabía que la información era escasa, pero no podía dar más, desvelar demasiado nunca era bueno.

Además, lo cierto era que ni siquiera era capaz de recordar su nombre. Se había ido cuando la chica era tan pequeña,  y su madre, al caer enferma, no había podido hablarle de él, y ahora lo único que sabía era que se había convertido en un asesino y las pocas referencias a su aspecto eran dadas por sus recuerdos difusos, las ilusiones que había visto de una bruja, y que es parecía a ella, nada útil.

"Parecerse, ya, claro" pensó cansada, estaba claro que de él ya no podía sacar nada en claro, ya no hacía nada allí, pero quería olvidarse por un tiempo de su persecución, y la verdad era que el chico le había estado dando la distracción perfecta. Lo miró un instante, cuando nombró a su padrastro, más le valía estar de broma, estaba más que claro que la chica había cambiado, pero no tanto como para dejar que alguien dañase a su padrastro.

Lo vio acercarse con rapidez, y situarse frente a ella, para, después, decirle al oído que tenía planeado ir a Lunargenta para "matar unos de sus "amados" ciudadanos" Alanna sonrió, no, no podía permitirlo, pero no tenía gana alguna de pelear contra el Paul, sería un asesino, pero, para que negarlo, le caía bien, y si no lo había detenido cuando se lo habían mandado como misión, no iba a hacerlo ahora por algo que podía evitarse de otras formas.

No era algo que estuviera dispuesta a hacer por cualquiera, pero por él si, era diferente, así que, porque luchar, cuando había otras formas de pararle los pies. Pero antes debía conseguir volver a cambiar de tema, no quería pensar más en todo ese embrollo, lo que quedaba de noche, pensaba divertirse.

- No es necesario, no recuerdo el nombre, pero estoy segura de que no era Andy, y siempre fue demasiado orgulloso como para cambiarlo, lo buscaré por mi misma, gracias por responder mi pregunta.- agradeció antes de mirarlo con ojos entrecerrados y una sonrisa- Sin embargo... no puedo permitir que mates a nadie... así que....- dijo alzando con suavidad la pierna derecha para enredarla en la cadera del chico- tal vez....- murmuró repitiendo el gesto con la otra- pueda distraerte....- le tomó de la camisa con suavidad.- pueda distraerte...- y lo acercó con suavidad hasta ella, hasta que las narices se rozaron y los cuerpos estuvieron juntos- hasta que se te olvide...

Terminado el susurró, cerró los ojos terminando con los milímetros escasos que separaban los labios y enredó sus brazos tras el cuello del chico, despacio, sin prisas, sintiendo la tensión en el aire.

La habitación hacía unos minutos había estado llena de un viento que alzaba polvo, pero ahora no era más que una suave brisa que balanceaba los cabellos de ambos, las luciérnagas se habían acabado por entrar en el cuarto y los rodeaban titilántes,y la niebla había entrado en el bar.

No sabía si el caería en la tentación o no, parecía que era el caso, sin embargo, de repente, le derramó una copa con suavidad que rodó por la piel de su cuello provocándole un escalofrío, derramándose por la piel descubierta hasta empapar su ropa.

Habría pensado que eso era un rechazo de no ser por la frase que el chico dijo a continuación. Alanna sonrió, dispuesta a sentir cuando, a sus espaldas, escuchó la rotura de un cristal y de esquirlas cayendo al suelo con fuerza.

Se giró a ver, poniéndose alerta, y comprobó, no sin sorpresa, que se trataba del tipo de la fiesta de máscaras, quien entraba al lugar con aspecto acelerado, y fijaba sus ojos en ella. Alanna abrió los ojos y se dispuso a ponerse en guardia girándose en la barra sin apartar los ojos del que había pasado a ser su objetivo, y en un sentido diferente a Paul.

- Velo...- susurró dirigiéndose a recoger sus armas del suelo.
- No, no, no, Gata, esto no está bien.- comentó el llegando antes que la chica ante las dagas, colgándoselas del hombro- pensé que te había dicho que eras mía.- murmuró tomándola de la barbilla. Alanna fue a darle una patada, que Velo detuvo sin problemas.- Oh, cierto, dije que seríamos rivales, no me expliqué bien...- la Gata no sabía como, pero el joven moreno de ojos verdes había llegado a su espalda, y tomado sus muñecas.- Lo siento, caballero.- se dirigió a Paul por primera vez.- Pero la Gata, es mía, así que me la llevo, no se moleste en seguirnos, de todos modos, no pienso hacerle daño alguno a la dama...- comentó con una sonrisa pilla en los labios.
- ¿Qué dices? suéltame- exigió ella sin dejar de forcejear.- suéltame Velo, si quieres luchar que sea en serio.- se quejó con la mandíbula apretada, furiosa por la situación.
- Si... si...- comentó antes de, como si la chica fuera un saco de patatas vacío, ponérsela sobre el hombro.
- Paul, esto queda pendiente, volveremos a vernos.- dijo parando de patalear un instante para hablar con el vampiro.
- No prometas imposibles, no dejaré que veas a otro que no sea yo, ni mucho menos a este, o al mercenario ese...- sonrió burlón, como si fuera capaz de evitarlo, consiguiendo con esto, más forcejeos y protestas de la chica, que consideraba esa actitud inaceptable. Con una velocidad increíble, el espía salió por la ventana, despidiéndose del vampiro con un guiño de ojos, con la chica a cuestas.

Sin tiempos para despedirse, la chica siguió forcejeando mientras el hombre se movía sin tambalearse por los tejados, pareciendo volar en silencio más que corriendo. Alanna forcejeaba quejándose, era la segunda vez que se veían y seguía jugando con ella, sin tomarla en serio. Aunque la chica usaba todas sus fuerzas para zafarse de él, le era imposible, tanto su velocidad como su fuerza eran muy superiores a las de ella, eso la enrabietaba...

Se había ganado una fama, era la mejor espía de Lunargenta, la más rápida y sigilosa, y de la nada llegaba ese tipo y la dejaba por los suelos. A medida que avanzaban, notó el aroma del mar, llegaban al puerto y, cuando quiso darse cuenta, ya estaba sobre un barco que zarpaba en ese instante, camino a Lunargenta....

No podía dejar de preguntarse porque la trataba así, ¿rival? si claro, la trataba con un mero juguete, un juguete que se negaba a aceptar su papel, no la amenazaba, la sacaba de los lugares que consideraba peligrosos para ella, y trataba de cuidarla, ¿para qué? ¿esperaba a que ella estuviera a la altura para enfrentarla? Nunca aceptaría esa situación, era una deshonra que alguien que la llamaba rival la defendiese...

El tipo por fin la bajó de su hombro y le devolvió las dagas con un gesto galante, que ella arrebató con rabia, mientras se anudaba los arneses, para enfrentar al tipo en ese mismo instante, no dejó de protestas:

- Estoy harta, solo nos hemos visto dos veces, dos, y por mucho que me llamas tu rival no me tomas en serio. Has tenido oportunidades de sobra para matarme, no lo has hecho, me has seguido hasta aquí, que no se ni como demonios me has encontrado, y en lugar de amenazarme, me sacas de esa taberna sin que yo...- no pudo acabar la frase, mientras sacaba sus dagas, el dedo del tipo se situó sobre sus labios.
- Gata, no podía permitirlo, primero porque he decidido que serás mía, y, segundo, porque tu padre no me lo perdonaría nunca...- confesó él con una sonrisa.
- ¿Mi padre? ¿donde está ese mal...?-preguntó con ira fría a la nada.

El tipo, sin lograr saber ella cómo, había desaparecido, dejándola sola, sin enemigo al que enfrentar, con más dudas en la cabeza, y en un barco de camino a Lunargenta tras un viaje que, al final si que había resultado infructuoso. Se apoyó en la balaustrada del barco, con un suspiro exasperado, ni información ni diversión, ese viaje había sido totalmente inútil.

Quienes habían contemplado la escena miraban a la chica extrañados, uno se atrevió a acercarse a ella y, con amabilidad, le preguntó por su pasaje, llevándose una tremenda cara de enfado por parte de la chica, quien medio sacó una de sus dagas, increíblemente molesta, que hizo retirarse al hombre con cara de espanto.

"Que mierda todo..." pensó dando un suspiro mientras veía empequeñecer Sacred Ville desde la cubierta.