El regreso de los héroes [Batalla por Terpoli]
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El regreso de los héroes [Batalla por Terpoli]
EL REGRESO DE LOS HÉROES
Para Elizabeth era su gran día. Parecía un sueño, apenas llevaba un mes en el cargo y ya iba a ser responsable de un acto de tal envergadura. Sabía que la ciudad entera estaría mirando, muchos lo habían confirmado, el rumor corría por todos lados. Ella sólo quería que todo saliese bien.
"Majestad, es la Maestra de Ceremonias", escuchó al guardia presentarla ante el rey.
Atravesó la puerta con la frente en alto, segura de sí misma, aún cuando por dentro se estremecía del nerviosismo y la emoción. Al final era por eso que la habían escogido para el cargo, no había nadie en todo el reino más capaz que ella de mantener una cabeza fría para tener todo en orden cuando se trataba de protocolo. Nadie sabía lo que costaba en su interior.
Hizo una reverencia como correspondía a la situación, no demasiado profunda, tampoco liviana, lo justo. Sólo entonces se permitió mirar a su monarca. Lucía nervioso, lo notó de inmediato, lo cual no era de extrañar. Sabía que tenía un pasado guerrero, no era uno de los tantos nobles nacidos y criados en cuna de hierro que ostentaban espadas y armaduras sin jamás haber pisado un campo de batalla. No era extraño que la gente admirara a ese hombre. Pero un guerrero no se siente cómodo en un escenario, debiendo ser delicado.
"Todo está listo, majestad, sólo debe caminar por la alfombra, cuando llegue al borde dos miembros de la guardia real subirán primero, se asegurarán que no hay peligro, lo que está seguro, claro, es sólo una formalidad, cuando usted vea que se quedan firmes en su posición comenzará a subir la escalera, con paso firme, pero sin apresurarse..."
"Ya, ya, me leí el protocolo completo al menos diez veces", interrumpió el rey con un aire de relajo, ocultando también su nerviosismo interior.
"He oído que quienes serán condecorados son del todo variados, su majestad, incluso hay una mujer bestia enorme, la más grande que haya visto en mi vista, pero también hay hasta niños, ¿quién lo diría? vi mujeres y hombres valerosos, de variadas razas, a decir verdad, incluso tuvimos que poner un gran toldo para que un vampiro no se asara con el sol. Hay también una elfa, un ser extraño con tentáculos por barba, espero no le de asco, sería muy impropio, también hay hombres y mujeres de cabello muy claro, blanco quizás, cosa curiosa. Mucha gente luchó en su nombre, majestad, es hora de darles el día que recordarán el resto de su vida."
Elizabeth miró entonces por la ventana, contemplando a la multitud reunida en la plaza. Su corazón se encogió por un momento, pero sabía que tenía todo preparado. La tarima estaba perfectamente adornada, los estandartes desplegados al viento, había ordenado regalar pan a la gente para mantenerla de buen ánimo, los pajes habían sido entrenados todos los días para que no cometieran error alguno al llevar las medallas.
"Con todo respeto, su alteza, ya es hora"
El rey Siegfrieg asintió, dejando ver en su rostro un aire de resignación, como quien va a una batalla con pocas esperanzas de ganar y no a un evento donde todos aplaudirían y donde no tenía más que estar sentado en un sitial preparado en su honor y entregar unas medallas.
A los pocos minutos Elizabeth contemplaba desde las escaleras al fondo cómo la ceremonia se desarrollaba tal cual como había planeado. La multitud aplaudía a los héroes de tan cruenta batalla, observando con ojos llenos de esperanza, grandes y pequeños, pensando que las fuerzas de la oscuridad habían sido derrotadas para siempre.
Por algún motivo Elizabeth, sin ser ninguna entendida sobre esas cosas, tenía la sospecha que no sería la última vez que el pueblo necesitaría de un acto para fortalecer su orgullo y valor.
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Instrucciones:
- Cada uno puede hacer un sólo post, sin orden específico, donde relatará cómo vive su PJ el momento en que recibe la medalla de manos del mismísimo rey de Lunargenta.
- Pueden adicionalmente mencionar lo que ocurre luego, quizás alguna chica o chico sale a felicitarlos, quizás sus padres están orgullosos (oh, lo olvidé, la mayoría son huérfanos), quizás sólo se emborrachan con el tabernero invitando sus tragos, quedan con libertad.
- Han sido instruidos en el protocolo, sólo deben caminar hasta donde se sienta el rey y apoyar una rodilla en el suelo frente a él, inclinando la cabeza. El rey les pondrá una medalla alrededor del cuello repitiendo unas simples palabras "El pueblo de Lunargenta agradece tus servicios. Levántate orgulloso/a, héroe/heroína de Terpoli".
- No se admitirán desórdenes. Si consideras que tu PJ no participaría de una ceremonia así o no doblaría su rodilla ante un humano, es mejor abstenerse de formar parte de este evento opcional.
- El control que pueden tener sobre el rey es muy limitado, a lo sumo pueden mencionar una mirada especial, pero no se saldrá de protocolo, repetirá siempre las mismas palabras y se limitará a ello.
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Re: El regreso de los héroes [Batalla por Terpoli]
Se ajustó la venda que rodeaba su brazo izquierdo e inspiró profundamente, trató por todos los medios que tenía a su alcance en no pensar en todas las personas que estaban a su alrededor, vitoreando y cantando, alabando a los supuestos héroes del asalto a Terpoli.
En su interior deseaba que aquello pasase rápido, no estaba hecho para aquel tipo de eventos, simplemente era algo que le superaba.
Nervioso se rascó la barba, después de haber sido sumergido en más de una ocasión en cicatrizante, alguien había tenido la encantadora idea de hacerle ir el primero a recibir una medalla por parte del rey. Le habían indicado lo que tenía que hacer con sumo detalle, y se había visto obligado a, recostado en la cama del hospital de campaña, leerse un manuscrito en el cual el protocolo estaba detallado unas diez veces.
Solo tenía que avanzar un par de pasos, arrodillarse frente al monarca, recibir una medalla, y marcharse, según las exactas palabras de la mujer que le había entregado el manual “Relájate, no hay nada más fácil y sencillo”.
Los vítores seguían siendo ensordecedores, la plaza a su alrededor estaba repleta de gente, personas de todos los rincones de Aerandir habían ido a presenciar aquel evento, hasta el punto en que llegaba a ser incluso angustioso estar allí de pie.
Desde dónde estaba buscó con la mirada a su familia, aunque en las últimas semanas había estado intercambiando correspondencia más a menudo con ellos, e incluso llegó a visitar la vieja granja días antes de que decidiera alistarse, usualmente solía evitar el contacto con los Tale en todo lo posible, prefería seguir evitándoles disgustos, no dejaba de ser el hijo que había decidido dejar la granja e irse a buscar fortuna a la ciudad, cualquier día podía aparecer muerto en cualquier zanja.
No obstante no dejó pasar aquella oportunidad, tan pronto como volvió a estar medianamente consciente y la señorita que estaba a cargo del evento le dejó el manual, les envió una carta desde el hospital avisándoles de lo que iba a suceder en Lunargenta.
Allí estaban, no tardó en localizarlos a todos, a los siete, sonrió. Probablemente el grupo más ruidoso y pintorescos de todos los presentes, desde su enorme padre que, con cara de pocos amigos miraba el evento con cierto deje de satisfacción en su mirada, hasta la pequeña de los Tale, que gritaba con todas sus fuerzas y daba pequeños saltitos en un inútil esfuerzo por tratar de ver sobre los demás asistentes.
Y entonces le dieron la señal, llegó la hora.
Tragó saliva y después de, en un último acto nervioso, ajustarse la venda del brazo izquierdo, comenzó a andar hacia a la bella tarima ornamentada en la que se encontraba el rey. Avanzó a través de la plaza bajo la atenta mirada de todos los asistentes a la ceremonia, seguía sin creerse que aquello estuviese sucediendo.
Mientras caminaba centró su atención en los estandartes, mecidos suavemente por el viento, en el ligero entumecimiento que seguía afectándole en el hombro en el cual había recibido la flecha, en el toldo que protegía a los presentes del intenso sol que alumbraba la urbe aquel día, en cualquier cosa menos en lo que le esperaba sobre la plataforma.
Avanzó a un ritmo lento pero constante, como la mujer le había indicado, no tardó mucho tiempo en verse frente a la tarima, volvió a respirar hondo y subió la pequeña escalera de madera en varios ágiles pasos, llegó el momento en el cual debía de arrodillarse.
Él, un mercenario, un granjero que vendía su espada por un par de Aeros para sobrevivir, alguien que dormía en posadas después de arreglar baratijas para no tener que pagar, estaba frente a la persona más poderosa de todo Aerandir.
Aquella extraña sensación estuvo a punto de vencerle, estuvo a escasos segundos de parecer inapropiado frente al rey,de saltarse el protocolo, después de un segundo que pareció eterno, se arrodilló como le habían enseñado, quizás fue demasiado forzado, quizás lo hizo demasiado despacio, o rápido, o quizás lo había realizado todo directamente mal, demasiadas cosas inoportunas pasaban por su cabeza en aquel momento, el corazón parecía querer salírsele de su pecho, lo cual no dejaba de ser curioso, había participado en un asedio y había vivido para contarlo, aquello evento no debería de causarle tanta angustia.
Lo único que le sacó de aquella espiral de dudas fue la voz del rey.
-"El pueblo de Lunargenta agradece tus servicios. Levántate orgulloso, héroe de Terpoli" – Eltrant dejó que el aire que tenía almacenado en sus pulmones escapase de su interior suavemente, sabía que aquella frase se la repetiría a un centenar de personas aquel día, pero la agradeció.
Justo tras aquellas palabras, sintió como el peso de una pequeña medalla de oro rodeaba su cuello y después de aquel gesto, como indicaba el protocolo, abandonó la tarima ordenadamente, dejando pasó al siguiente héroe. Una vez abajo, no pudo evitar dejar escapar una carcajada cuándo rodeado de su familia, miró de cerca la medalla.
No estaba mal para ser un granjero.
---
Off: Se ha lanzado sin querer la voluntad de los dioses, lo siento, no se como ha podido ocurrir, por favor, borradlo si no es molestia.
En su interior deseaba que aquello pasase rápido, no estaba hecho para aquel tipo de eventos, simplemente era algo que le superaba.
Nervioso se rascó la barba, después de haber sido sumergido en más de una ocasión en cicatrizante, alguien había tenido la encantadora idea de hacerle ir el primero a recibir una medalla por parte del rey. Le habían indicado lo que tenía que hacer con sumo detalle, y se había visto obligado a, recostado en la cama del hospital de campaña, leerse un manuscrito en el cual el protocolo estaba detallado unas diez veces.
Solo tenía que avanzar un par de pasos, arrodillarse frente al monarca, recibir una medalla, y marcharse, según las exactas palabras de la mujer que le había entregado el manual “Relájate, no hay nada más fácil y sencillo”.
Los vítores seguían siendo ensordecedores, la plaza a su alrededor estaba repleta de gente, personas de todos los rincones de Aerandir habían ido a presenciar aquel evento, hasta el punto en que llegaba a ser incluso angustioso estar allí de pie.
Desde dónde estaba buscó con la mirada a su familia, aunque en las últimas semanas había estado intercambiando correspondencia más a menudo con ellos, e incluso llegó a visitar la vieja granja días antes de que decidiera alistarse, usualmente solía evitar el contacto con los Tale en todo lo posible, prefería seguir evitándoles disgustos, no dejaba de ser el hijo que había decidido dejar la granja e irse a buscar fortuna a la ciudad, cualquier día podía aparecer muerto en cualquier zanja.
No obstante no dejó pasar aquella oportunidad, tan pronto como volvió a estar medianamente consciente y la señorita que estaba a cargo del evento le dejó el manual, les envió una carta desde el hospital avisándoles de lo que iba a suceder en Lunargenta.
Allí estaban, no tardó en localizarlos a todos, a los siete, sonrió. Probablemente el grupo más ruidoso y pintorescos de todos los presentes, desde su enorme padre que, con cara de pocos amigos miraba el evento con cierto deje de satisfacción en su mirada, hasta la pequeña de los Tale, que gritaba con todas sus fuerzas y daba pequeños saltitos en un inútil esfuerzo por tratar de ver sobre los demás asistentes.
Y entonces le dieron la señal, llegó la hora.
Tragó saliva y después de, en un último acto nervioso, ajustarse la venda del brazo izquierdo, comenzó a andar hacia a la bella tarima ornamentada en la que se encontraba el rey. Avanzó a través de la plaza bajo la atenta mirada de todos los asistentes a la ceremonia, seguía sin creerse que aquello estuviese sucediendo.
Mientras caminaba centró su atención en los estandartes, mecidos suavemente por el viento, en el ligero entumecimiento que seguía afectándole en el hombro en el cual había recibido la flecha, en el toldo que protegía a los presentes del intenso sol que alumbraba la urbe aquel día, en cualquier cosa menos en lo que le esperaba sobre la plataforma.
Avanzó a un ritmo lento pero constante, como la mujer le había indicado, no tardó mucho tiempo en verse frente a la tarima, volvió a respirar hondo y subió la pequeña escalera de madera en varios ágiles pasos, llegó el momento en el cual debía de arrodillarse.
Él, un mercenario, un granjero que vendía su espada por un par de Aeros para sobrevivir, alguien que dormía en posadas después de arreglar baratijas para no tener que pagar, estaba frente a la persona más poderosa de todo Aerandir.
Aquella extraña sensación estuvo a punto de vencerle, estuvo a escasos segundos de parecer inapropiado frente al rey,de saltarse el protocolo, después de un segundo que pareció eterno, se arrodilló como le habían enseñado, quizás fue demasiado forzado, quizás lo hizo demasiado despacio, o rápido, o quizás lo había realizado todo directamente mal, demasiadas cosas inoportunas pasaban por su cabeza en aquel momento, el corazón parecía querer salírsele de su pecho, lo cual no dejaba de ser curioso, había participado en un asedio y había vivido para contarlo, aquello evento no debería de causarle tanta angustia.
Lo único que le sacó de aquella espiral de dudas fue la voz del rey.
-"El pueblo de Lunargenta agradece tus servicios. Levántate orgulloso, héroe de Terpoli" – Eltrant dejó que el aire que tenía almacenado en sus pulmones escapase de su interior suavemente, sabía que aquella frase se la repetiría a un centenar de personas aquel día, pero la agradeció.
Justo tras aquellas palabras, sintió como el peso de una pequeña medalla de oro rodeaba su cuello y después de aquel gesto, como indicaba el protocolo, abandonó la tarima ordenadamente, dejando pasó al siguiente héroe. Una vez abajo, no pudo evitar dejar escapar una carcajada cuándo rodeado de su familia, miró de cerca la medalla.
No estaba mal para ser un granjero.
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Off: Se ha lanzado sin querer la voluntad de los dioses, lo siento, no se como ha podido ocurrir, por favor, borradlo si no es molestia.
Última edición por Eltrant Tale el Lun Jul 27 2015, 12:49, editado 3 veces
Eltrant Tale
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Re: El regreso de los héroes [Batalla por Terpoli]
La batalla por Terpoli fue dura para todos cuantos participaron en ella, muchas vidas se perdieron a causa de los nigromantes, pero los valerosos soldados de Lunargenta consiguieron salvar muchas más con su actuación, evitando que aquella oscura magia se extendiese. Elen no había llegado a entrar siquiera en la pequeña villa, pero su labor en el hospital de campaña también iba a ser recompensada públicamente, durante la entrega de medallas.
No podía quejarse, había vuelto sin un rasguño y debía dar gracias por ello, teniendo en cuenta lo mal que podría haber acabado todo si no hubiesen controlado a tiempo a los muertos que empezaron a levantarse en el campamento. La bruja trató de borrar ciertas escenas de su mente, sobre todo aquellas en que se veía el desmembrado cuerpo de la primera que regresó a la vida, pero no podría conseguirlo, tendría que vivir con la imagen de lo que se había visto obligada a hacer.
Respiró profundamente y se miró al espejo antes de abandonar la modesta casa de su madre, sintiéndose algo incompleta por tener que dejar allí todas sus armas, pero comprendía que no sería adecuado presentarse a la ceremonia con algo semejante. - Espera espera, deja que te eche un vistazo. - dijo la hechicera de rizados cabellos negros, antes de que su hija alcanzase la puerta de la vivienda. Yennefer parecía contenta, sonreía ampliamente y se había arreglado para la ocasión, pues no estaba dispuesta a perderse ni un solo momento importante más de sus hijos.
- ¿Estás segura de que no quieres que te preste alguna cosa? Tengo vestidos muy bonitos y seguro que te quedarían bien. - preguntó, con la vista clavada en el rostro de la joven. - Mamá, esto es con lo que me siento cómoda. - respondió la de ojos verdes, esbozando una sonrisa. - Está bien, me rindo. - comentó con tono alegre, antes de cruzar el umbral y encaminarse hacia el lugar en que habían preparado todo para la ceremonia.
No tardaron mucho en llegar y separarse, para que la de cabellos cenicientos ocupase su puesto entre los denominados héroes, mientras su madre se unía al público. La maga ignoró los vítores de la multitud y repasó mentalmente el protocolo que le habían indicado, para no cometer ningún fallo cuando le tocase subir a recibir su medalla. - Caminar hacia el rey, apoyar la rodilla e inclinar la cabeza… - susurró, para acto seguido revisar que su camisa estuviese impecable, al igual que el pantalón y las botas.
Una moza que pasaba por entre los regresados se detuvo a su lado, al parecer estaba comprobando que todo estuviese en orden, pero por alguna razón se había parado. - ¿No le gustaría ocultar eso? - preguntó, y no tuvo que señalar ni especificar nada para que la maga entendiese a lo que se refería, la cicatriz de su rostro. - ¿No?... bueno, discúlpeme. - añadió instantes después, al no obtener respuesta alguna de la joven. Elen la siguió con la mirada hasta perderla de vista, pero no dio gran importancia al asunto, entendía que la marca que para ella formaba parte de su ser a otros les resultase poco estética.
Avanzó por la alfombra en cuanto le llegó el turno, con paso decidido pero sin darse demasiada prisa, a pesar de que no le gustaba ser el centro de atención. Subió los escalones e hincó la rodilla en el suelo frente al rey, al que ya había conocido durante el baile de navidad que tuvo lugar en el castillo meses atrás. En aquella ocasión el monarca se había mostrado amable y muy cercano a los invitados, dejando el protocolo de lado para que la reunión fuese mucho más amena, pero ésta vez se trataba de una ceremonia bastante distinta.
Inclinó la cabeza y esperó, sin dejar que los nervios se adueñasen de ella, solo tenía que recibir la condecoración y podría marcharse con su madre, dejando paso al resto de soldados. - El pueblo de Lunargenta agradece tus servicios. Levántate orgullosa, heroína de Terpoli. - la palabras del rey se grabarían en su memoria, no todos los días la llamaban heroína. Observó la medalla que ahora colgaba de su cuello y se levantó, haciendo una reverencia antes de abandonar la tarima y reunirse con Yenn.
La hechicera de mirada violeta la recibió con los brazos abiertos y una amplia sonrisa, abrazó a su hija y luego se apartaron del lugar. - Sé que me he perdido muchas cosas Chispa, pero quiero que sepas que estoy orgullosa de ti. - dijo con tono animado. Ambas brujas regresaron a la casa de la tensai de aire, donde pasarían el resto del día tranquilamente, celebrando el regreso de la pequeña de los Calhoun sana y salva con una buena comida.
No podía quejarse, había vuelto sin un rasguño y debía dar gracias por ello, teniendo en cuenta lo mal que podría haber acabado todo si no hubiesen controlado a tiempo a los muertos que empezaron a levantarse en el campamento. La bruja trató de borrar ciertas escenas de su mente, sobre todo aquellas en que se veía el desmembrado cuerpo de la primera que regresó a la vida, pero no podría conseguirlo, tendría que vivir con la imagen de lo que se había visto obligada a hacer.
Respiró profundamente y se miró al espejo antes de abandonar la modesta casa de su madre, sintiéndose algo incompleta por tener que dejar allí todas sus armas, pero comprendía que no sería adecuado presentarse a la ceremonia con algo semejante. - Espera espera, deja que te eche un vistazo. - dijo la hechicera de rizados cabellos negros, antes de que su hija alcanzase la puerta de la vivienda. Yennefer parecía contenta, sonreía ampliamente y se había arreglado para la ocasión, pues no estaba dispuesta a perderse ni un solo momento importante más de sus hijos.
- ¿Estás segura de que no quieres que te preste alguna cosa? Tengo vestidos muy bonitos y seguro que te quedarían bien. - preguntó, con la vista clavada en el rostro de la joven. - Mamá, esto es con lo que me siento cómoda. - respondió la de ojos verdes, esbozando una sonrisa. - Está bien, me rindo. - comentó con tono alegre, antes de cruzar el umbral y encaminarse hacia el lugar en que habían preparado todo para la ceremonia.
No tardaron mucho en llegar y separarse, para que la de cabellos cenicientos ocupase su puesto entre los denominados héroes, mientras su madre se unía al público. La maga ignoró los vítores de la multitud y repasó mentalmente el protocolo que le habían indicado, para no cometer ningún fallo cuando le tocase subir a recibir su medalla. - Caminar hacia el rey, apoyar la rodilla e inclinar la cabeza… - susurró, para acto seguido revisar que su camisa estuviese impecable, al igual que el pantalón y las botas.
Una moza que pasaba por entre los regresados se detuvo a su lado, al parecer estaba comprobando que todo estuviese en orden, pero por alguna razón se había parado. - ¿No le gustaría ocultar eso? - preguntó, y no tuvo que señalar ni especificar nada para que la maga entendiese a lo que se refería, la cicatriz de su rostro. - ¿No?... bueno, discúlpeme. - añadió instantes después, al no obtener respuesta alguna de la joven. Elen la siguió con la mirada hasta perderla de vista, pero no dio gran importancia al asunto, entendía que la marca que para ella formaba parte de su ser a otros les resultase poco estética.
Avanzó por la alfombra en cuanto le llegó el turno, con paso decidido pero sin darse demasiada prisa, a pesar de que no le gustaba ser el centro de atención. Subió los escalones e hincó la rodilla en el suelo frente al rey, al que ya había conocido durante el baile de navidad que tuvo lugar en el castillo meses atrás. En aquella ocasión el monarca se había mostrado amable y muy cercano a los invitados, dejando el protocolo de lado para que la reunión fuese mucho más amena, pero ésta vez se trataba de una ceremonia bastante distinta.
Inclinó la cabeza y esperó, sin dejar que los nervios se adueñasen de ella, solo tenía que recibir la condecoración y podría marcharse con su madre, dejando paso al resto de soldados. - El pueblo de Lunargenta agradece tus servicios. Levántate orgullosa, heroína de Terpoli. - la palabras del rey se grabarían en su memoria, no todos los días la llamaban heroína. Observó la medalla que ahora colgaba de su cuello y se levantó, haciendo una reverencia antes de abandonar la tarima y reunirse con Yenn.
La hechicera de mirada violeta la recibió con los brazos abiertos y una amplia sonrisa, abrazó a su hija y luego se apartaron del lugar. - Sé que me he perdido muchas cosas Chispa, pero quiero que sepas que estoy orgullosa de ti. - dijo con tono animado. Ambas brujas regresaron a la casa de la tensai de aire, donde pasarían el resto del día tranquilamente, celebrando el regreso de la pequeña de los Calhoun sana y salva con una buena comida.
Elen Calhoun
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Re: El regreso de los héroes [Batalla por Terpoli]
Que el mismísimo rey fuera el encargado en otorgarle una medalla al merito le hacía sentir como si un valiente y orgulloso soldado de alta nobleza tuviera que recibir una espada dorada en manos de una puta de puerto. El Capitán Werner era un pirata, el mayor entre los suyos; eso significaba vivir en la libertad de los mares sin tener que arrodillarse ante nadie. Para él, un rey merecía el mismo respeto que un vagabundo o cualquier otra persona. Todos eran iguales.
Alfred, esperaba impaciente que acabase la ceremonia. Recibiría la medalla y se iría. Todo por el dinero. Sin embargo, Carl parecía disfrutar de todo lo que estuviera relacionado con la ceremonia y el estúpido rey.
-Capitán, ¿por qué no me dijo que se alistaría al ejército para ayudar a Terpoli? Hubiera ido con usted sin dudarlo.- Dijo Carl con ojos bien abiertos.
-Era peligroso.- Contestó el Capitán acariciando las últimas heridas que dejó el gigante en su pinza. –Podrías haber muerto.-
-Eso tú no lo sabes. He mejorado mucho con la espada.-
-Todavía no eres capaz de ganarme. Ahora calla, ya me toca.- Contestó de forma severa. El Capitán no tenía ganas de seguir discutiendo con su pupilo.
Llegó su turno. Pudo notar como todas las miradas se clavaron en él. Alfred no llevaba sus mejores galas ni tampoco hacía brillar su espada como uno de esos soldados que tanto odiaba. El Capitán se presentó ante el rey como si fuera una persona más. Los susurros y las malas lenguas no cesaron. Enfrente del rey, hizo lo que las otras personas antes que él hicieron, bajó su cabeza para recibir la medalla y, sin mediar palabra volvió junto a Carl.
-Era el rey.- Dijo Carl con la boca abierta.
-Lo sé.-
-¿Por qué no le has dicho nada?-
-El puede ser un rey en la tierra, pero, en los mares, el rey soy yo. - Todos los capitanes piratas eran como pequeños reyes en el inmenso mar de Aerandir.
Alfred, esperaba impaciente que acabase la ceremonia. Recibiría la medalla y se iría. Todo por el dinero. Sin embargo, Carl parecía disfrutar de todo lo que estuviera relacionado con la ceremonia y el estúpido rey.
-Capitán, ¿por qué no me dijo que se alistaría al ejército para ayudar a Terpoli? Hubiera ido con usted sin dudarlo.- Dijo Carl con ojos bien abiertos.
-Era peligroso.- Contestó el Capitán acariciando las últimas heridas que dejó el gigante en su pinza. –Podrías haber muerto.-
-Eso tú no lo sabes. He mejorado mucho con la espada.-
-Todavía no eres capaz de ganarme. Ahora calla, ya me toca.- Contestó de forma severa. El Capitán no tenía ganas de seguir discutiendo con su pupilo.
Llegó su turno. Pudo notar como todas las miradas se clavaron en él. Alfred no llevaba sus mejores galas ni tampoco hacía brillar su espada como uno de esos soldados que tanto odiaba. El Capitán se presentó ante el rey como si fuera una persona más. Los susurros y las malas lenguas no cesaron. Enfrente del rey, hizo lo que las otras personas antes que él hicieron, bajó su cabeza para recibir la medalla y, sin mediar palabra volvió junto a Carl.
-Era el rey.- Dijo Carl con la boca abierta.
-Lo sé.-
-¿Por qué no le has dicho nada?-
-El puede ser un rey en la tierra, pero, en los mares, el rey soy yo. - Todos los capitanes piratas eran como pequeños reyes en el inmenso mar de Aerandir.
El Capitán Werner
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Re: El regreso de los héroes [Batalla por Terpoli]
La batalla de Terpoli había concluido con una victoria para las fuerzas aliadas, no fue sencillo y tuvo un coste de vidas elevado pero la oscuridad logro ser contenida. Algo digno de un bardo o una novela romántica en cualquier teatro, para los que no estuvieron allí claro está. Indiferentemente la ciudad destina una ceremonia para honrar a los héroes que lucharon en la cruenta batalla, mas protocolo que nada pero es de agradecer.
Chimar se pone su mejor ropa aunque debe buscarle hacer juego con la muleta modificada que carga. Durante la huida se le doblo un tobillo por lo que estará cojeando varias semanas, no tuvo corazón para pedir que le atendieran con todas las mutilaciones y heridas graves del campamento, al final se curara solo pues no es nada de gravedad. Una herida de guerra atrae a las chicas como escucho numerosas veces durante el regreso, claro que a él aun no le interesan esas cosas.
Es algo triste no tener a quien llevar para compartir el triunfo, su padre estaría orgulloso sin duda aunque le hubiera dado un sermón de proporciones épicas. Al final decide invitar a ratita como acompañante, ya es como un familiar y si se le pide no robar hace caso. Ambos chicos caminan por la calle sorteando las limitaciones que posee el pequeño inventor, no tardan mucho en llegar hasta su destino.
La decoración es bastante bonita pero lo que más resalta es toda esa cantidad de gente vitoreando, debe estar la ciudad entera en dicha ceremonia. Luego de alborotarle el cabello a su acompañante y recordarle que no debe “tomar nada prestado” avanza hasta el lugar señalado para los homenajeados, se debe admitir que participaron bastantes personas por lo que estarán todo el día entregando medallas.
Detallaría los sujetos que le rodean si no estuviera tan nervioso, no quiero arruinarlo. Le dieron un manual protocolar el cual reviso unas diez veces sin embargo la tensión hace que las cosas se olviden, es algo tonto sentir miedo después de lo vivido pero el cerebro a veces peca de irracional. Convencido de que un vistazo de primera mano sirve más que cualquier texto se queda mirando a los que son llamados primero.
Resulta curioso que quien apertura la premiación es el soldado con quien vivió la experiencia del asedio, le dedica una leve sonrisa pues al final ese individuo lo salvo. Luego pasa una mujer seguida posteriormente por cierto “hombre camarón”, al finalizar esos tres llaman al propio niño. Chimar suspira por su mala suerte pues esperaba ser convocado cerca de la mitad cuando la gente estuviera más calmada.
Bien…
Camina lo más elegante que puedo teniendo en cuenta que lleva una muleta, sorprendentemente llega bastante rápido hasta el rey. Pega una sonrisa pues al momento de arrodillarse activa un mecanismo en el sujetador que le permite descender con más facilidad, no puedes mantener a un inventor quieto ni siquiera en los aspectos más mundanos. Baja la cabeza y espera la medalla, no logra evitar imaginarse que se ha saltado un paso pero las palabras del monarca le tranquilizan.
"El pueblo de Lunargenta agradece tus servicios. Levántate orgulloso, héroe de Terpoli"
El jovencito vuelve a erguirse usando la muleta, hace una reverencia y se retira, por medio camino toca la medalla con su mano libre mientras se deja envolver por los gritos de aprobación. Con cierta mueca de felicidad que le abarca toda la cara sigue el camino destinado hasta salir libre de responsabilidades, allí esta ratita quedándose sin pulmones de tanto gritar, dicho chiquitín se acerca y revisa la medalla con bastante ánimo.
Genial ¿no?
¡¡Increíble!!
Vamos que yo invito la comida.
Oye ¿no esperamos a Dem?
¿Dem participo?
Si ¿no lo sabías?
… debe haber estado en otra división… pues animémosle un poco y luego a comer todos jeje.
¡¡Buen plan!!
Pasaran unas cuantas noches hasta que pueda borrar de su mente las escenas grotescas que vio, al parecer la frase “los niños no están hechos para la guerra” tiene bastante fundamento. Indiferentemente toda esa situación lo volvió más fuerte y es de agradecer haber salido casi ileso, no puede imaginarse como existe gente que ve decenas de batallas similares pero los adultos son así de raros.
Chimar se pone su mejor ropa aunque debe buscarle hacer juego con la muleta modificada que carga. Durante la huida se le doblo un tobillo por lo que estará cojeando varias semanas, no tuvo corazón para pedir que le atendieran con todas las mutilaciones y heridas graves del campamento, al final se curara solo pues no es nada de gravedad. Una herida de guerra atrae a las chicas como escucho numerosas veces durante el regreso, claro que a él aun no le interesan esas cosas.
Es algo triste no tener a quien llevar para compartir el triunfo, su padre estaría orgulloso sin duda aunque le hubiera dado un sermón de proporciones épicas. Al final decide invitar a ratita como acompañante, ya es como un familiar y si se le pide no robar hace caso. Ambos chicos caminan por la calle sorteando las limitaciones que posee el pequeño inventor, no tardan mucho en llegar hasta su destino.
La decoración es bastante bonita pero lo que más resalta es toda esa cantidad de gente vitoreando, debe estar la ciudad entera en dicha ceremonia. Luego de alborotarle el cabello a su acompañante y recordarle que no debe “tomar nada prestado” avanza hasta el lugar señalado para los homenajeados, se debe admitir que participaron bastantes personas por lo que estarán todo el día entregando medallas.
Detallaría los sujetos que le rodean si no estuviera tan nervioso, no quiero arruinarlo. Le dieron un manual protocolar el cual reviso unas diez veces sin embargo la tensión hace que las cosas se olviden, es algo tonto sentir miedo después de lo vivido pero el cerebro a veces peca de irracional. Convencido de que un vistazo de primera mano sirve más que cualquier texto se queda mirando a los que son llamados primero.
Resulta curioso que quien apertura la premiación es el soldado con quien vivió la experiencia del asedio, le dedica una leve sonrisa pues al final ese individuo lo salvo. Luego pasa una mujer seguida posteriormente por cierto “hombre camarón”, al finalizar esos tres llaman al propio niño. Chimar suspira por su mala suerte pues esperaba ser convocado cerca de la mitad cuando la gente estuviera más calmada.
Bien…
Camina lo más elegante que puedo teniendo en cuenta que lleva una muleta, sorprendentemente llega bastante rápido hasta el rey. Pega una sonrisa pues al momento de arrodillarse activa un mecanismo en el sujetador que le permite descender con más facilidad, no puedes mantener a un inventor quieto ni siquiera en los aspectos más mundanos. Baja la cabeza y espera la medalla, no logra evitar imaginarse que se ha saltado un paso pero las palabras del monarca le tranquilizan.
"El pueblo de Lunargenta agradece tus servicios. Levántate orgulloso, héroe de Terpoli"
El jovencito vuelve a erguirse usando la muleta, hace una reverencia y se retira, por medio camino toca la medalla con su mano libre mientras se deja envolver por los gritos de aprobación. Con cierta mueca de felicidad que le abarca toda la cara sigue el camino destinado hasta salir libre de responsabilidades, allí esta ratita quedándose sin pulmones de tanto gritar, dicho chiquitín se acerca y revisa la medalla con bastante ánimo.
Genial ¿no?
¡¡Increíble!!
Vamos que yo invito la comida.
Oye ¿no esperamos a Dem?
¿Dem participo?
Si ¿no lo sabías?
… debe haber estado en otra división… pues animémosle un poco y luego a comer todos jeje.
¡¡Buen plan!!
Pasaran unas cuantas noches hasta que pueda borrar de su mente las escenas grotescas que vio, al parecer la frase “los niños no están hechos para la guerra” tiene bastante fundamento. Indiferentemente toda esa situación lo volvió más fuerte y es de agradecer haber salido casi ileso, no puede imaginarse como existe gente que ve decenas de batallas similares pero los adultos son así de raros.
Invitado
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Re: El regreso de los héroes [Batalla por Terpoli]
Después de unos días, recuperándome de los golpes ocasionados en la batalla de Terpoli, cuando tuve que desempeñar el papel como un mensajero, pude recordar lo difícil que puede ser, y que aún no era lo suficientemente fuerte para enfrentar a mi padre, que debía seguir entrenando, que no sería fácil resistir tantos golpes. Recordé absolutamente todo, desde cada puñetazo que me propinó esa malvada sombra, pero cada una se recuperó al instante. Apenas levanté mi mano, mirando la palma, viendo que temblaba suavemente, de las remembranzas de mi pasado. Respiraba de manera honda, a punto de derramar una lágrima, pero antes de que sucediese, cerré mis ojos, apretándolos con decisión, hice lo mismo con la extremidad, volviéndola un puño, dejando salir los nudillos. -Madre...-Susurré, sintiendo que me desvanecía, y el rostro de mi madre estaba dibujado en cada huella de mi dedo. Subí mi mentón, observando hacia adelante, donde toda la multitud estaba eufórica, alegre por los otros participantes de Terpoli... Todo salió un éxito. Por alguna razón, a pesar de tanta gente, tenía mucho frío en mi piel, pero al abrazar mis hombros, sentía una tibia presencia en mí. Así me abrazaba mi mamá, colocando su antebrazo alrededor de mi cuello, cuando parecía que nada sería malo.
Luego, desvié mi mirada hacia mi lado izquierdo, esperando que Zarpitas estuviera ahí, pero no era así... Se había ido días atrás, junto con la muchacha de cabello rubio, que de alguna forma, me hicieron saber que llegó a su destino, y entregó la carta. ¿Mi tigre sobrevivió?, era una incógnita. Pronto pasaría al frente, para ser premiado por mis acciones, pero simplemente me quedé en la lejanía, parpadeando suavemente, y exhalando bocanadas de aire, tratando de relajarme. Estaba sólo, y el tiempo seguía pasando, y cada uno de los guerreros pasaban al frente, coronados por un objeto con resplandor. Cada uno tenía un criterio por el cuál subir, como saber luchar, arriesgar su vida, combatir con todas sus fuerzas. -Señor guerrero, señor guerrero, buenas tardes.-Apareció un niño con su cabeza rapada, sin ningún accesorio en su cuerpo, excepto un pantalón dañado y sucio, me estaba sonriendo. Estiró sus manos, y me entregó una bolsa repleta de comidas. Me sorprendí ante ésto. -¿Qué haces?, yo estoy bien, cómelo tú, no te preocupes.-.
-Reciba ésto, por favor, es lo que guardé durante muchos días, para usted, confiando en que todo saldría con éxito, y si pasó, muchas gracias, señor guerrero.-Sin más preámbulo, después de acariciarme la nuca, tomé el paquete, tratando de crear una sonrisa. -Bueno... Gracias, pero... ¿Por qué lo haces?...-Pregunté con suma curiosidad, notando que detrás, aparecía un hombre fornido, el cual recordé muy bien... Lo salvé antes de ser asesinado, a manos de un muerto viviente.
-No sé si usted me recuerda, pero le pedí que si encontraba a mi padre, lo mantuviese con vida. Y lo hizo, usted es una gran persona.-Traté de contener mis sentimientos, pero la escena que sucedía, era tan fuerte que no podía hacer nada al respecto, sólo acaricia la cabeza del joven y luego, estrechar la mano de su pariente. -Gracias... Espero que salgan de la pobreza en la que se encuentran...-.
-[color=#ff6600¿De qué habla, Sakun?. ¡Me han pagado!, ¡Todo gracias a su cortesía!.[/color]-Respondió el hombre mayor, y después de varios minutos, fui convocado hacia la tarima. Me despedí de los tipos, y al llegar, logré colocar mi rodilla en el suelo, agachando mi cabeza, frente al rey, así podía estar alegre de lo que hice. Sin rechistar, sentí un collar que se colgó con mucho cuidado. Unas palabras fueron susurradas hacia mí, y las personas aplaudieron. Me conmoví, y más porque... Mi mascota no estaba ahí, para festejar conmigo.
De repente, en el instante menos pensado, apareció Zarpitas, esquivando los seres humanos de allí, y con un salto, se lanzó hacia mi cuerpo, lamiendo mi mejilla... Fue un gran día, después de todo... Pero aún, solamente era el final de una gran historia por contar... Mi aventura seguiría, y muy pronto.
Luego, desvié mi mirada hacia mi lado izquierdo, esperando que Zarpitas estuviera ahí, pero no era así... Se había ido días atrás, junto con la muchacha de cabello rubio, que de alguna forma, me hicieron saber que llegó a su destino, y entregó la carta. ¿Mi tigre sobrevivió?, era una incógnita. Pronto pasaría al frente, para ser premiado por mis acciones, pero simplemente me quedé en la lejanía, parpadeando suavemente, y exhalando bocanadas de aire, tratando de relajarme. Estaba sólo, y el tiempo seguía pasando, y cada uno de los guerreros pasaban al frente, coronados por un objeto con resplandor. Cada uno tenía un criterio por el cuál subir, como saber luchar, arriesgar su vida, combatir con todas sus fuerzas. -Señor guerrero, señor guerrero, buenas tardes.-Apareció un niño con su cabeza rapada, sin ningún accesorio en su cuerpo, excepto un pantalón dañado y sucio, me estaba sonriendo. Estiró sus manos, y me entregó una bolsa repleta de comidas. Me sorprendí ante ésto. -¿Qué haces?, yo estoy bien, cómelo tú, no te preocupes.-.
-Reciba ésto, por favor, es lo que guardé durante muchos días, para usted, confiando en que todo saldría con éxito, y si pasó, muchas gracias, señor guerrero.-Sin más preámbulo, después de acariciarme la nuca, tomé el paquete, tratando de crear una sonrisa. -Bueno... Gracias, pero... ¿Por qué lo haces?...-Pregunté con suma curiosidad, notando que detrás, aparecía un hombre fornido, el cual recordé muy bien... Lo salvé antes de ser asesinado, a manos de un muerto viviente.
-No sé si usted me recuerda, pero le pedí que si encontraba a mi padre, lo mantuviese con vida. Y lo hizo, usted es una gran persona.-Traté de contener mis sentimientos, pero la escena que sucedía, era tan fuerte que no podía hacer nada al respecto, sólo acaricia la cabeza del joven y luego, estrechar la mano de su pariente. -Gracias... Espero que salgan de la pobreza en la que se encuentran...-.
-[color=#ff6600¿De qué habla, Sakun?. ¡Me han pagado!, ¡Todo gracias a su cortesía!.[/color]-Respondió el hombre mayor, y después de varios minutos, fui convocado hacia la tarima. Me despedí de los tipos, y al llegar, logré colocar mi rodilla en el suelo, agachando mi cabeza, frente al rey, así podía estar alegre de lo que hice. Sin rechistar, sentí un collar que se colgó con mucho cuidado. Unas palabras fueron susurradas hacia mí, y las personas aplaudieron. Me conmoví, y más porque... Mi mascota no estaba ahí, para festejar conmigo.
De repente, en el instante menos pensado, apareció Zarpitas, esquivando los seres humanos de allí, y con un salto, se lanzó hacia mi cuerpo, lamiendo mi mejilla... Fue un gran día, después de todo... Pero aún, solamente era el final de una gran historia por contar... Mi aventura seguiría, y muy pronto.
Sakun
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Re: El regreso de los héroes [Batalla por Terpoli]
Me lleva… el retorno había sido lento, al parecer aquellos febriles voluntarios alegres habían aprendido acerca del peso de una guerra. Los ánimos estaban bajos, sabía lo que ellos sentían. En sus corazones había regocijo por no haber sido ellos los que habían muerto y se sentían mal por pensarlo. Cobarde mascullé entre dientes mientras usaba a un guerrero viejo como apoyo. La armadura había dado lo último de si en esa batalla. “ Y eso que la acababa de remendar” pensé algo cabizbaja. Habíamos ganado la guerra, pero aquellos que nos acompañaban ya no estaba allí, o habían muerto como insectos en el campo de batalla o su herida en él era tan grande que la marca quedaría de por vida. Era una pena, el ambiente me había entrado incluso a mí.
Luego de que la sangre de la nigromante corriera por las tablas de aquél reducido espacio, el par de revividos que intentaban morderme y cortarme con las primeras armas que habían encontrado habían vuelto a su letargo. La mala noticia era que me había torcido una pierna. Estaba frita. Venía de un brazo malo, ahora una pierna ¿qué me quedaba?. No quería averiguarlo. Respiré profundamente, estábamos llegando a las afueras de la ciudad cuando un rumor se expandió como la pólvora haciendo que muchos despertaran del dulce dolor. Al parecer el mismo rey humano se encargaría de curar sus penas con una medalla “Bha, maldito rey, ni siquiera tuvo los pantalones de luchar con su pueblo ¿qué cobarde haría algo así?” pero por primera vez me mordí la lengua antes de desmentirlo. Tenía dos grandes motivos; el primero: eran muchos sus vasallos fieles, el segundo: ¿por qué terminar con su felicidad antes de tiempo? No tenía la obligación de hacerles ver la verdad, solamente tenía que seguirles la corriente.
Me preguntaba qué harían los otros que no eran humanos. Yo no debía lealtad al rey, de hecho ese tipo rubio me caía como una patada en el hígado, pero tenía mucha curiosidad por ver como se desenvolvería. ¿Sería capaz de ver a las viudas a los ojos y darle su pésame cuando sabía que el sustento del hogar había muerto por él? Yo era un monstruo, pero no lo ocultaba, era natural. Siempre supe que los humanos eran lo más bajo, pero todavía quedaba una última barrera que no me había atrevido a cruzar. Hasta entonces.
El pan abundaba en las calles. El hombre que me ayudaba fue gentil y tomó uno para sí y otro para mí. Gracias dije por lo bajo. No estaba acostumbrada a ese tipo de cuidados. Para ser un humano eres genial, pero aún no superas a mi humano favorito. Dijiste que salió bien, ¿no es así? pregunté, a lo que asintió con una sonrisa llena de agujeros. El hombre era mudo, le habían cortado la lengua en medio de una tortura muchos años atrás, pero sabía muy bien como hacerse entender. Estaba tranquila, me sentía bien, como cuando te transformas y liberas energía y sientes que eres libre y puedes respirar sin temor. Por primera vez había hecho algo bueno y quizás Ulmer se viera beneficiada por ese chuche que me iban a dar. Escuchaba las indicaciones de aquellos tipos para que nos comportáramos bien.
¿A quién quieren engañar? Somos soldados que vuelven de la guerra. Queremos vino, saciar nuestras necesidades y oro, no protocolos le comenté al mudo, “el niño” le decían. El me devolvió un guiño, sabía a lo que me refería con saciar necesidades, eso podía olerlo desde lejos y casi me hizo reír…
En la pasarela habían muchos guerreros, yo estaba mas o menos al medio de la fila, pude ver a varios recibir el premio metódicamente. Un entierro tenía más gracia, las lágrimas siempre vienen distintas, con algunos quejidos, pero los aplausos siempre eran monótonos. Por aquí y por allá vi unos rostros conocidos. Le codee las costillas a mi machucado compañero y él giró su cabeza para mirarme con ojos inquisidores Mira niño, yo conozco a ese hombre, sí el primero que recibió su condecoración, se llama Eltrant Tale, es de lo más decente y parece que ha mejorado con esa vieja espada o no lo estaría contando la alegría en mi voz era perceptible. Pasaron muchas más personas Y esa de allí se llama Elen, no, no sería tu novia si es lo que piensas, es mucho más joven que tú y seguro que te daría más de un toque, literalmente esa apreciación no le gustó mucho, pero tampoco hizo nada al respecto Y aquél de allí, es un dragón, así como lo oyes, su nombre es Sakun y al parecer es capaz de patear traseros con esas escamas suyas ¡ja!
Vaya, me aclaré la garganta. Faltaba poco para ser nuestro turno. La cosa era bastante rápida dentro de todo. Cuando llegó nuestro turno, el niño quiso ir conmigo, pero sabíamos que eso no era posible. Me aparté de él cojeando y mientras avanzaba por la alfombra, ante la vista de todos me transformé. Fue casi mágico y me reía en mis interiores. “Mejoren eso, ¡humanos!” pensé mientras continuaba mi lenta travesía. No había pensado arrodillarme sino mantenerme en pie como la mujer que era, pero dándome cuenta de la maldita distancia que tenía que recorrer sola no veía la hora de poner mi pierna en el suelo y descansar. El hombre, que ya había visto en su lujosa-bastión-morada en la última gran celebración parecía con cierto tedio. Observé sus ojos mientras decía aquellas palabras repetidas, ni siquiera me miraba, ni después de aquél espectáculo. Estaba decepcionada. No se molestaba en evadir mis ojos, simplemente me atravesaba con ellos, solo un momento pensé que quizás y solamente quizás a él le hubiera gustado cambiar de lugares con cualquiera de nosotros.
“Aburrido” grité para mis adentros enfurecida. Me levanté bruscamente luego de la insignificante reverencia y habiéndome olvidado por unos momentos del dolor que sentía caminé a lo macho haciéndome paso entre la multitud. Entonces una voz conocida me llamó por la espalda. Mi preciosa Feith dijo él, entonces olvidé todo lo que tenía en mente, me quedé en blanco mientras me daba la vuelta en mi forma humana para comprobar que tras de mí se encontraba Julien. Julien… susurré, mientras él cubría mi cuerpo con el suyo. Había pedido peso, tenía un par más de arrugas en sus ojos, pero no había perdido ni un ápice de su calidez. Me refregué contra su ropa, adoraba su esencia. Entonces me di cuenta que estaba húmedo… que aquellas ropas estaban impregnadas en mis lágrimas.[/b]
Luego de que la sangre de la nigromante corriera por las tablas de aquél reducido espacio, el par de revividos que intentaban morderme y cortarme con las primeras armas que habían encontrado habían vuelto a su letargo. La mala noticia era que me había torcido una pierna. Estaba frita. Venía de un brazo malo, ahora una pierna ¿qué me quedaba?. No quería averiguarlo. Respiré profundamente, estábamos llegando a las afueras de la ciudad cuando un rumor se expandió como la pólvora haciendo que muchos despertaran del dulce dolor. Al parecer el mismo rey humano se encargaría de curar sus penas con una medalla “Bha, maldito rey, ni siquiera tuvo los pantalones de luchar con su pueblo ¿qué cobarde haría algo así?” pero por primera vez me mordí la lengua antes de desmentirlo. Tenía dos grandes motivos; el primero: eran muchos sus vasallos fieles, el segundo: ¿por qué terminar con su felicidad antes de tiempo? No tenía la obligación de hacerles ver la verdad, solamente tenía que seguirles la corriente.
Me preguntaba qué harían los otros que no eran humanos. Yo no debía lealtad al rey, de hecho ese tipo rubio me caía como una patada en el hígado, pero tenía mucha curiosidad por ver como se desenvolvería. ¿Sería capaz de ver a las viudas a los ojos y darle su pésame cuando sabía que el sustento del hogar había muerto por él? Yo era un monstruo, pero no lo ocultaba, era natural. Siempre supe que los humanos eran lo más bajo, pero todavía quedaba una última barrera que no me había atrevido a cruzar. Hasta entonces.
El pan abundaba en las calles. El hombre que me ayudaba fue gentil y tomó uno para sí y otro para mí. Gracias dije por lo bajo. No estaba acostumbrada a ese tipo de cuidados. Para ser un humano eres genial, pero aún no superas a mi humano favorito. Dijiste que salió bien, ¿no es así? pregunté, a lo que asintió con una sonrisa llena de agujeros. El hombre era mudo, le habían cortado la lengua en medio de una tortura muchos años atrás, pero sabía muy bien como hacerse entender. Estaba tranquila, me sentía bien, como cuando te transformas y liberas energía y sientes que eres libre y puedes respirar sin temor. Por primera vez había hecho algo bueno y quizás Ulmer se viera beneficiada por ese chuche que me iban a dar. Escuchaba las indicaciones de aquellos tipos para que nos comportáramos bien.
¿A quién quieren engañar? Somos soldados que vuelven de la guerra. Queremos vino, saciar nuestras necesidades y oro, no protocolos le comenté al mudo, “el niño” le decían. El me devolvió un guiño, sabía a lo que me refería con saciar necesidades, eso podía olerlo desde lejos y casi me hizo reír…
En la pasarela habían muchos guerreros, yo estaba mas o menos al medio de la fila, pude ver a varios recibir el premio metódicamente. Un entierro tenía más gracia, las lágrimas siempre vienen distintas, con algunos quejidos, pero los aplausos siempre eran monótonos. Por aquí y por allá vi unos rostros conocidos. Le codee las costillas a mi machucado compañero y él giró su cabeza para mirarme con ojos inquisidores Mira niño, yo conozco a ese hombre, sí el primero que recibió su condecoración, se llama Eltrant Tale, es de lo más decente y parece que ha mejorado con esa vieja espada o no lo estaría contando la alegría en mi voz era perceptible. Pasaron muchas más personas Y esa de allí se llama Elen, no, no sería tu novia si es lo que piensas, es mucho más joven que tú y seguro que te daría más de un toque, literalmente esa apreciación no le gustó mucho, pero tampoco hizo nada al respecto Y aquél de allí, es un dragón, así como lo oyes, su nombre es Sakun y al parecer es capaz de patear traseros con esas escamas suyas ¡ja!
Vaya, me aclaré la garganta. Faltaba poco para ser nuestro turno. La cosa era bastante rápida dentro de todo. Cuando llegó nuestro turno, el niño quiso ir conmigo, pero sabíamos que eso no era posible. Me aparté de él cojeando y mientras avanzaba por la alfombra, ante la vista de todos me transformé. Fue casi mágico y me reía en mis interiores. “Mejoren eso, ¡humanos!” pensé mientras continuaba mi lenta travesía. No había pensado arrodillarme sino mantenerme en pie como la mujer que era, pero dándome cuenta de la maldita distancia que tenía que recorrer sola no veía la hora de poner mi pierna en el suelo y descansar. El hombre, que ya había visto en su lujosa-bastión-morada en la última gran celebración parecía con cierto tedio. Observé sus ojos mientras decía aquellas palabras repetidas, ni siquiera me miraba, ni después de aquél espectáculo. Estaba decepcionada. No se molestaba en evadir mis ojos, simplemente me atravesaba con ellos, solo un momento pensé que quizás y solamente quizás a él le hubiera gustado cambiar de lugares con cualquiera de nosotros.
“Aburrido” grité para mis adentros enfurecida. Me levanté bruscamente luego de la insignificante reverencia y habiéndome olvidado por unos momentos del dolor que sentía caminé a lo macho haciéndome paso entre la multitud. Entonces una voz conocida me llamó por la espalda. Mi preciosa Feith dijo él, entonces olvidé todo lo que tenía en mente, me quedé en blanco mientras me daba la vuelta en mi forma humana para comprobar que tras de mí se encontraba Julien. Julien… susurré, mientras él cubría mi cuerpo con el suyo. Había pedido peso, tenía un par más de arrugas en sus ojos, pero no había perdido ni un ápice de su calidez. Me refregué contra su ropa, adoraba su esencia. Entonces me di cuenta que estaba húmedo… que aquellas ropas estaban impregnadas en mis lágrimas.[/b]
Woodpecker
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Re: El regreso de los héroes [Batalla por Terpoli]
Pocas veces se le veía tan inquieto. Como un león enjaulado se movía de lado a lado, jugueteaba con sus dedos, contaba una y otra vez cada piedra en el piso, sus ojos saltaban de un punto a otro, como deseando que todo aquello terminara pronto.
Se asomó nuevamente a mirar la plaza. Palideció.
No eran diez, ni cien, ni siquiera mil personas, era toda una multitud, como si la ciudad completa se hubiera volcado en ese lugar. El ruido era ensordecedor, le molestaba, como un zumbido que quisiera arrancarle las orejas. Por enésima vez durante ese día se llevó los dedos a sus oídos, cubriéndose del ruido, tratando de olvidar que estaba allí.
Toda su vida le habían preparado para ser discreto, moverse en las sombras, gozar del amparo de la soledad y el bajo perfil, pero ahora iba a pararse frente a lo que parecía ser más de la mitad de todos los seres humanos con vida, además de gente de todas las razas.
¿Qué pensaría su maestro de todo ello si le viera? No le gustaría, claro.
Suspiró profundamente, sabiendo que su lugar no era allí. Ya le habían pagado, ¿qué más requería?, ¿qué más podía necesitar?.
Vino entonces un leve momento de relajo, al contemplar como el primero en pasar era Eltrant Tale, el mismo a quien había hecho acostarse en una tumba junto a un cadáver seco, el mismo con quien habían derrotado a las chicas en un juego de espadas de madera. ¿Qué sería de él?, ¿sabría que estaban juntos en ello?. Pronto una nueva figura llamó su atención, Chimar pasaba con una muleta. Aplaudió con la multitud cuando recibió su medalla, al menos parecía haber sobrevivido a todo ello.
Pero se acercaba su turno y la gente hacía más y más ruido. Eso no era para él, no, debía salir de allí en cuanto fuese posible. Buscó con la mirada el punto más fácil para salir, aquel en que, en apariencia, nadie le obstaculizaría y no tendría que responder preguntas. Caminó.
Un guardia se cruzó en su camino, mirándolo con ojos de extrañeza, al parecer incapaz de comprender por qué alguien querría perderse tal honor, menos un niño.
—¿Vas a alguna parte niño, te sientes mal, necesitas ir al baño? —preguntó. No sonaba severo, sino hasta amable.
Demian abrió la boca, pero supo de inmediato que no saldrían palabras de allí. Su garganta parecía tener un nudo y no uno de esos de los cordones de zapatos, sino de aquellos que sólo sabían hacer los marineros experimentados. Su lengua estaba seca y se ladeaba para un lado, sus pulmones parecían desesperados por aire. Cerró la boca.
—¿Qué? ¿no dirás nada?
Demian sólo lo miró con una expresión casi de terror.
—¿Eres acaso uno de esos... retrasados? —preguntó el sujeto, con un tono que sonaba honesto en su preocupación.
Demian negó con la cabeza, aún incapaz de articular palabra. Su mandíbula se movió, su lengua se meció con espasmos, pero no salió sonido.
—Pues vale, no se qué bicho te picó, pero es tu turno, si vas a irte sólo dilo, sino vuelve a la línea y sube a esa tarima.
El chico lo miró con una mezcla de rabia, sufrimiento e impotencia por unos segundos, luego agachó la cabeza y volvió a la línea hacia la tarima, sabiendo que al menos allí no tendría que pronunciar palabra alguna. Ni siquiera entendía por qué no había simplemente caminado para alejarse, quizás simplemente no sabía desobedecer una orden.
Los siguientes segundos fueron eternos, con su corazón latiendo a más de 100 revoluciones por minuto, pero donde sin embargo todo corría en cámara lenta, como si pudiera ver cada cosa que pasaba entre latido y latido pasar ante él como escenas de viejas ilusiones.
Quedó eventualmente como el siguiente.
Caminó, pero sus pasos eran raros, poco naturales, como si tuviera que pensar cada movimiento a realizar y estuviera inventando el acto que se supone sabía desde el primer año de vida.
Intentó no mirar a la gente, ello sólo empeoraría las cosas, pero sus ojos tendían a desviarse hacia los costados, aún cuando su rostro intentaba apuntar hacia el rey. El ruido era molesto, especialmente el de algunas mujeres de las primeras filas que exclamaban cosas sobre lo lindo que lucía un niño allí, entre los grandes soldados. Por algún motivo era como si su oído fuera capaz de individualizar y distinguir por separado todos y cada uno de los gritos de las personas a menos de 100 metros a la redonda. Si eso duraba mucho se volvería loco.
Eventualmente casi tropieza con la escalera del podio del rey y su corazón dio un nuevo vuelco al notar que casi se cae encima de él, lo que trajo nuevas exclamaciones de las mujeres. Se apresuró en tocar con su rodilla el suelo, pero entonces se percató que era la equivocada y rectificó. Durante todo ese tiempo sencillamente había detenido su respiración.
Sabía que el rey había dicho algo, pero no lo escuchó, sus oídos estaban curiosamente más enfocados en la multitud. Sintió sus manos poner una medalla alrededor de su cuello y luego se percató que llevaba unos cinco segundos más de lo necesario en la posición, encontrando un gesto discreto de los ojos del rey para indicarle que debía moverse. Lo hizo.
Salió mucho más rápido que como había llegado, bajando de la tarima para caminar como si hubiera hecho algo malo. Estaba cubierto en sudor, no lo había notado antes, pero tenía la ropa completamente pegada a su cuerpo, como si lo hubieran metido en una fuente.
Entonces divisó nuevamente a Chimar, que acompañado de Ratita contemplaban la ceremonia.
Caminó hacia ellos, consciente de que un fantasma debía tener un rostro con más color que él en ese momento, dibujando una sonrisa algo dificultosa hacia ellos.
—Larguémonos de aquí, por favor —dijo casi en una súplica, sorpresivamente consciente de que no había tartamudeado. Al menos entre ellos estaba en confianza.
Un gorrión se posó entonces sobre su hombro, su querido Chispa, lo que sumado a estar finalmente entre sus amigos pareció devolverle un poco de color a su piel.
Al final, todo había salido bien.
Demian
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Re: El regreso de los héroes [Batalla por Terpoli]
Ya todo había acabado, los héroes habían podido descansar, habían logrado llorar las perdidas, en parte al menos, y a los supervivientes se les había llamado para recibir una recompensa. La guarda se encontraba nerviosa esperando su turno. Cuando la habían llamado se había sorprendido.
Ella, como parte de la guarda, no pensaba que necesitara recompensa alguna, era su trabajo, su deber, su obligación y algo que, ciertamente, le satisfacía, ya que no había podido cuidar de su familia, al menos era capaz de mantener a salvo a las gentes de Lunargenta y alrededores. Sin embargo no podía rechazar algo así, era un honor que el rey decidiera entregar una medalla por las actuaciones en la batalla.
Escondida esperando su turno, toqueteándose el pelo con el uniforme de la guardia puesto, observó a los que iban saliendo, el primero fue Eltrant. La chica no pudo evitar abrir los ojos como platos, ¿Eltrant había estado en el campo de batalla? no le extrañaba no haberlo visto, en su carrera a penas había sido capaz de ver los cuerpos amontonados, como para ver a una sola persona entre la multitud. Tras él, una mujer de pelo blanco, un extraño hombre con tentáculos, el pequeño Chimar con una muleta.
El ver al niño la hizo palidecer, ¿niños? ¿Es que acaso el ejercito estaba loco? Dejar participar a niños en una guerra... al menos parecía que el crio estaba a salvo, era un alivio. Tras eso, su compañero de misión, el hombre con el tigre blanco. Así que había sobrevivido, fue un autentico alivio para la joven, que suspiró aliviada, jamás podría haberse perdonado que el hombre hubiera muerto por ella irse a entregar el recado, aunque sabía que había hecho su trabajo, y que eso había ayudado a salvar muchas vidas, habrían perdido otra por el camino. Una mujer de pelo grisaceo y, finalmente, Demian. otro niño en un campo de batalla... sin embargo este tenía mejor aspecto que su compañero de gremio.
Sonrió al verlo tomar la medalla, y se preparó, era su turno. En cuanto su nombre sonó salió como habían hecho el resto y, tras una reverencia, hincó la rodilla en el suelo agachando la cabeza y solo la alzó cuando ya tuvo la medalla al cuello. Sonrió un poco y volvió a hacer una reverencia antes de marcharse.
Ya fuera sus padrastros la recibieron orgullosos, el hombre le palmeó la cabeza sonriente mientras Meredith la abrazaba. La joven no podía creérselo aun, las miradas de orgullo en el rostro de ambos adultos le quitó un pequeño peso del corazón, e, incrédula, miró la medalla, lo había hecho, había servido al reino logrando que sus más allegados estuvieran a salvo y se sintieran orgullosos de ella...
Ella, como parte de la guarda, no pensaba que necesitara recompensa alguna, era su trabajo, su deber, su obligación y algo que, ciertamente, le satisfacía, ya que no había podido cuidar de su familia, al menos era capaz de mantener a salvo a las gentes de Lunargenta y alrededores. Sin embargo no podía rechazar algo así, era un honor que el rey decidiera entregar una medalla por las actuaciones en la batalla.
Escondida esperando su turno, toqueteándose el pelo con el uniforme de la guardia puesto, observó a los que iban saliendo, el primero fue Eltrant. La chica no pudo evitar abrir los ojos como platos, ¿Eltrant había estado en el campo de batalla? no le extrañaba no haberlo visto, en su carrera a penas había sido capaz de ver los cuerpos amontonados, como para ver a una sola persona entre la multitud. Tras él, una mujer de pelo blanco, un extraño hombre con tentáculos, el pequeño Chimar con una muleta.
El ver al niño la hizo palidecer, ¿niños? ¿Es que acaso el ejercito estaba loco? Dejar participar a niños en una guerra... al menos parecía que el crio estaba a salvo, era un alivio. Tras eso, su compañero de misión, el hombre con el tigre blanco. Así que había sobrevivido, fue un autentico alivio para la joven, que suspiró aliviada, jamás podría haberse perdonado que el hombre hubiera muerto por ella irse a entregar el recado, aunque sabía que había hecho su trabajo, y que eso había ayudado a salvar muchas vidas, habrían perdido otra por el camino. Una mujer de pelo grisaceo y, finalmente, Demian. otro niño en un campo de batalla... sin embargo este tenía mejor aspecto que su compañero de gremio.
Sonrió al verlo tomar la medalla, y se preparó, era su turno. En cuanto su nombre sonó salió como habían hecho el resto y, tras una reverencia, hincó la rodilla en el suelo agachando la cabeza y solo la alzó cuando ya tuvo la medalla al cuello. Sonrió un poco y volvió a hacer una reverencia antes de marcharse.
Ya fuera sus padrastros la recibieron orgullosos, el hombre le palmeó la cabeza sonriente mientras Meredith la abrazaba. La joven no podía creérselo aun, las miradas de orgullo en el rostro de ambos adultos le quitó un pequeño peso del corazón, e, incrédula, miró la medalla, lo había hecho, había servido al reino logrando que sus más allegados estuvieran a salvo y se sintieran orgullosos de ella...
Alanna Delteria
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Re: El regreso de los héroes [Batalla por Terpoli]
La batalla había sido tan cruenta que los días después de la misma estuvo intentando quitarse el recuerdo del mal olor que había reinado en toda la ciudad arrasada, había sido horrible, una de las peores experiencias pero a la vez una de las mejores, era algo contradictorio, pero tenía motivos para pensarlo. Conoció a buenas personas que la ayudaron, otras que perecieron en el campo de combate y de todo sacó algo para aprender, sobre todo porque su pierna seguía estando herida y la venda que la rodeaba ya se encargaba de recordarle quién y cómo había llegado ese estropicio ahí.
En cuanto fue consciente ya en Lunargenta de que a todos los que participaron se les iba a hacer una especie de acto para entregarles medallas, se sintió ciertamente importante y reconocida, tal vez incluso agradecida. Pero algo en ese corazón noble que tenía no le dejaba alegrarse mucho más, pues eran demasiadas las personas que habían fallecido.
Se encargó de ir medianamente decente pero por supuesto con su atuendo habitual ya arreglado, no supo muy bien cómo quedarían los remiendos que le había hecho y esperaba que no se notara ningún olor a sangre. Si recibían alguna recompensa ''sustanciosa'' se plantearía seriamente comprar ropa nueva.
Nada más llegar a las afueras del hogar del monarca se encontró con toda la multitud concentrada, algunos eran los propios guardas de la ciudad, otros simples campesinos o gente bien que había venido a apoyar el acto, lo cierto es que había gente de lo más variopinta y ella se dedicó a buscar con la mirada por si veía a alguien conocido.
Lo sorprendente es que así fue, pero cuando vino a ver un rostro reconocible fue cuando el nombre de ''Eltrant Tale'' resonó, dejándola con la boca abierta y pensando en qué grupo habría participado.
Fueron otros tantos los que subieron antes que ella, aquello iba más rápido de lo que esperaba pero en el acto se respiraba solemnidad y cierta elegancia, además de notarse la forma tan estricta con la que pretendían seguir el protocolo:
-Lida Rothgar -Pronunciaron su nombre y con ello vino la emoción.
No se dio cuenta de la ilusión que le hacía recibir algo tan simple como una medalla hasta que hincó la rodilla de la pierna que le quedaba sana y notó dicho objeto colgado de su cuello.
En un momento como aquel le gustaría haber podido estar con sus seres queridos, principalmente con su madre, pero comenzaba a sentirse orgullosa de sí misma y eso era un paso muy importante en su vida.
En cuanto fue consciente ya en Lunargenta de que a todos los que participaron se les iba a hacer una especie de acto para entregarles medallas, se sintió ciertamente importante y reconocida, tal vez incluso agradecida. Pero algo en ese corazón noble que tenía no le dejaba alegrarse mucho más, pues eran demasiadas las personas que habían fallecido.
Se encargó de ir medianamente decente pero por supuesto con su atuendo habitual ya arreglado, no supo muy bien cómo quedarían los remiendos que le había hecho y esperaba que no se notara ningún olor a sangre. Si recibían alguna recompensa ''sustanciosa'' se plantearía seriamente comprar ropa nueva.
Nada más llegar a las afueras del hogar del monarca se encontró con toda la multitud concentrada, algunos eran los propios guardas de la ciudad, otros simples campesinos o gente bien que había venido a apoyar el acto, lo cierto es que había gente de lo más variopinta y ella se dedicó a buscar con la mirada por si veía a alguien conocido.
Lo sorprendente es que así fue, pero cuando vino a ver un rostro reconocible fue cuando el nombre de ''Eltrant Tale'' resonó, dejándola con la boca abierta y pensando en qué grupo habría participado.
Fueron otros tantos los que subieron antes que ella, aquello iba más rápido de lo que esperaba pero en el acto se respiraba solemnidad y cierta elegancia, además de notarse la forma tan estricta con la que pretendían seguir el protocolo:
-Lida Rothgar -Pronunciaron su nombre y con ello vino la emoción.
No se dio cuenta de la ilusión que le hacía recibir algo tan simple como una medalla hasta que hincó la rodilla de la pierna que le quedaba sana y notó dicho objeto colgado de su cuello.
En un momento como aquel le gustaría haber podido estar con sus seres queridos, principalmente con su madre, pero comenzaba a sentirse orgullosa de sí misma y eso era un paso muy importante en su vida.
Lida Rothgar
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Re: El regreso de los héroes [Batalla por Terpoli]
La mujer bestia no podía disfrutar de la victoria. Todo era algarabía y felicidad en las calles pero ella no se sentía con ánimos para celebrar nada. No después de lo que le había pasado a Riik, lo que había vivido, lo que había hecho... La mujer bestia se miró las manos, casi esperando verlas cubiertas de sangre de nuevo. Aunque se las había lavado a conciencia, una y otra vez.
Con todo también había buenas noticias, Cedric había sobrevivido a la batalla. No obstante, por el momento su hermano necesitaba ayuda de una rudimentaria muleta para moverse, había recibido una herida en un pie y se estaba recuperando. Cuando se reencontraron la mujer bestia abrazó a su hermano estrechamente, levantándolo en el aire. Ambos fingieron no haber llorado un poco durante el encuentro. Lágrimas de alivio, de alegría, que liberaban parte de las tensiones acumuladas durante los últimos días.
Sus padres también habían ido a verles a Lunargenta. Las noticias de la guerra habían llegado tarde a su pequeño hogar, aunque cuando recibieron la carta de Vael la batalla ya había terminado. Terpoli había sido tomada. Sophie por su parte envió una calurosa carta felicitándole y disculpándose profusamente por no poder estar a tiempo en Lunargenta para la entrega de medallas. Sin embargo su hermana esperaba poder verles pronto.
Su hermano Cedric estaría en un lugar distinto durante la ceremonia. Aunque la mujer bestia no estaría sola, Islendil estaba a su lado y también el soldado rechoncho, John. La elfa sabía por lo que la mujer bestia estaba pasando, ella también había llegado a apreciar la amistad del pequeño roedor. El joven ratón se había alistado para intentar sacar a su familia de la pobreza, esperaba que al menos el dinero que había logrado con su sacrificio ayudara a su familia a salir adelante. Él era sí había sido un verdadero héroe. Valiente, leal, un poco bravucón, alegre… Triste ceremonia aquella en la que honraron su muerte, un cadáver más entre miles. Anónimo y olvidado excepto para aquellos que lo conocieron. En cambio, ellos, los vivos, recibirían honores frente a toda Lunargenta. Parecía injusto.
Las heridas sanaban sin complicaciones. Afortunadamente la joven bestia podía decir que había salido bastante bien parada de aquella desventura. No había padecido infecciones, ni heridas incapacitantes. La mujer bestia se llevó la mano al estómago de forma inconsciente donde sanaba la herida causada por Riik.
Y ahí estaba ella, de pie, sobresaliendo entre aquella multitud y mirando al suelo incómoda. Al menos la ceremonia servía un poco de distracción. Memorizar el protocolo requería bastante atención. Vael había tenido que repasarlo todo una y otra vez, hasta estar segura, y aún así, una vez más. La mujer bestia estaba convencida de su torpeza le jugaría una mala pasada, espoleada por los nervios. También estaba convencida de que la maestra de ceremonias la miraba como un desastre a dos patas a punto de estallar.
Cuando empezó finalmente la entrega de medallas sus nervios amenazaron con destrozarla. Aún recordaba la sensación antes de la batalla, y si bien no era comparable, su estómago parecía no estar de acuerdo al contraerse dolorosamente. Especialmente dolorosa teniendo en cuenta la herida en el abdomen. Los retortijones pasaron no obstante cuando finalmente escuchó su nombre entre la multitud.
-Vael Larsen.- La mujer bestia tardó un momento en moverse. El corazón le dio un vuelco en el pecho y sintió que se le secaba la boca. Islandil puso su mano en el brazo de la bestia. -Ve.- Le susurró en voz baja.
La joven asintió finalmente y dio un paso al frente. El otrora escándalo pasó a ser un cuchicheo sostenido. Vael trató de ignorar la sensación de que todo el mundo la estaba juzgando y siguió avanzando. Pudo ver a sus padres entre la multitud. Su madre, ex miembro de la guardia, estaba claramente orgullosa, orgullosa del tipo "¡ésa es mi hija!". Y sonreía. Su padre sonreía también, bajo aquel bigote que había decidido dejarse últimamente, aunque de forma más comedida. En ambos se podía apreciar que estaban radiantes, no era para menos, sus hijos habían sobrevivido.
Entre el cuchicheo alguien animó entre el público. Pronto se sumó otra voz y otra. Y el escándalo y los vítores regresaron como si el público nunca hubiera enmudecido. Las gentes de Lunargenta olvidaron por un momento la apariencia de Vael y celebraron que la joven bestia había luchado por ellos. Vael tuvo la impresión de que reconocía la voz del primer vítor. Pero no estaba segura, pues en esos momentos estaba bastante concentrada en no hacer ninguna torpeza.
Se acercó al rey y a la tarima mirando a un punto indeterminado. Luchando por no bajar la mirada. Salir corriendo no era una opción tampoco. Con cierto titubeo, ¿aguantaría la tarima?, ¿lo haría correctamente?, ¿sería demasiado alta incluso de rodillas?; se acercó. Acallando las vocecitas de su mente, hincó la rodilla en el suelo con cierta torpeza e inclinó la cabeza todo lo que pudo para facilitar la labor al rey. Sentía la sangre arder bajo el pelaje, por la vergüenza de saber que miles de ojos estaban en ella, pero sobre todo, por la mirada del monarca. Él era la persona más poderosa de Lunargenta y probablemente de Aerandir. Y ella no era más que una pobre bestia cuyas únicas cualidades ni siquiera eran mérito suyo. Se sentía sobrecogida y no fue capaz de mirarlo a los ojos cuando finalmente se levantó, tras las palabras del hombre, medalla en el cuello.
En cuanto pudieron, su familia salió al encuentro de la mujer bestia, fundiéndose en un abrazo. Sonreían y le felicitaban. Cedric le revolvió el pelaje en la frente. Probablemente resultaba una estampa curiosa. El grupo familiar abrazando a la enorme bestia. La joven sonrió, sintiéndose reconfortada por el contacto. Después de tanto tiempo, se sentía en casa.
Con todo también había buenas noticias, Cedric había sobrevivido a la batalla. No obstante, por el momento su hermano necesitaba ayuda de una rudimentaria muleta para moverse, había recibido una herida en un pie y se estaba recuperando. Cuando se reencontraron la mujer bestia abrazó a su hermano estrechamente, levantándolo en el aire. Ambos fingieron no haber llorado un poco durante el encuentro. Lágrimas de alivio, de alegría, que liberaban parte de las tensiones acumuladas durante los últimos días.
Sus padres también habían ido a verles a Lunargenta. Las noticias de la guerra habían llegado tarde a su pequeño hogar, aunque cuando recibieron la carta de Vael la batalla ya había terminado. Terpoli había sido tomada. Sophie por su parte envió una calurosa carta felicitándole y disculpándose profusamente por no poder estar a tiempo en Lunargenta para la entrega de medallas. Sin embargo su hermana esperaba poder verles pronto.
Su hermano Cedric estaría en un lugar distinto durante la ceremonia. Aunque la mujer bestia no estaría sola, Islendil estaba a su lado y también el soldado rechoncho, John. La elfa sabía por lo que la mujer bestia estaba pasando, ella también había llegado a apreciar la amistad del pequeño roedor. El joven ratón se había alistado para intentar sacar a su familia de la pobreza, esperaba que al menos el dinero que había logrado con su sacrificio ayudara a su familia a salir adelante. Él era sí había sido un verdadero héroe. Valiente, leal, un poco bravucón, alegre… Triste ceremonia aquella en la que honraron su muerte, un cadáver más entre miles. Anónimo y olvidado excepto para aquellos que lo conocieron. En cambio, ellos, los vivos, recibirían honores frente a toda Lunargenta. Parecía injusto.
Las heridas sanaban sin complicaciones. Afortunadamente la joven bestia podía decir que había salido bastante bien parada de aquella desventura. No había padecido infecciones, ni heridas incapacitantes. La mujer bestia se llevó la mano al estómago de forma inconsciente donde sanaba la herida causada por Riik.
Y ahí estaba ella, de pie, sobresaliendo entre aquella multitud y mirando al suelo incómoda. Al menos la ceremonia servía un poco de distracción. Memorizar el protocolo requería bastante atención. Vael había tenido que repasarlo todo una y otra vez, hasta estar segura, y aún así, una vez más. La mujer bestia estaba convencida de su torpeza le jugaría una mala pasada, espoleada por los nervios. También estaba convencida de que la maestra de ceremonias la miraba como un desastre a dos patas a punto de estallar.
Cuando empezó finalmente la entrega de medallas sus nervios amenazaron con destrozarla. Aún recordaba la sensación antes de la batalla, y si bien no era comparable, su estómago parecía no estar de acuerdo al contraerse dolorosamente. Especialmente dolorosa teniendo en cuenta la herida en el abdomen. Los retortijones pasaron no obstante cuando finalmente escuchó su nombre entre la multitud.
-Vael Larsen.- La mujer bestia tardó un momento en moverse. El corazón le dio un vuelco en el pecho y sintió que se le secaba la boca. Islandil puso su mano en el brazo de la bestia. -Ve.- Le susurró en voz baja.
La joven asintió finalmente y dio un paso al frente. El otrora escándalo pasó a ser un cuchicheo sostenido. Vael trató de ignorar la sensación de que todo el mundo la estaba juzgando y siguió avanzando. Pudo ver a sus padres entre la multitud. Su madre, ex miembro de la guardia, estaba claramente orgullosa, orgullosa del tipo "¡ésa es mi hija!". Y sonreía. Su padre sonreía también, bajo aquel bigote que había decidido dejarse últimamente, aunque de forma más comedida. En ambos se podía apreciar que estaban radiantes, no era para menos, sus hijos habían sobrevivido.
Entre el cuchicheo alguien animó entre el público. Pronto se sumó otra voz y otra. Y el escándalo y los vítores regresaron como si el público nunca hubiera enmudecido. Las gentes de Lunargenta olvidaron por un momento la apariencia de Vael y celebraron que la joven bestia había luchado por ellos. Vael tuvo la impresión de que reconocía la voz del primer vítor. Pero no estaba segura, pues en esos momentos estaba bastante concentrada en no hacer ninguna torpeza.
Se acercó al rey y a la tarima mirando a un punto indeterminado. Luchando por no bajar la mirada. Salir corriendo no era una opción tampoco. Con cierto titubeo, ¿aguantaría la tarima?, ¿lo haría correctamente?, ¿sería demasiado alta incluso de rodillas?; se acercó. Acallando las vocecitas de su mente, hincó la rodilla en el suelo con cierta torpeza e inclinó la cabeza todo lo que pudo para facilitar la labor al rey. Sentía la sangre arder bajo el pelaje, por la vergüenza de saber que miles de ojos estaban en ella, pero sobre todo, por la mirada del monarca. Él era la persona más poderosa de Lunargenta y probablemente de Aerandir. Y ella no era más que una pobre bestia cuyas únicas cualidades ni siquiera eran mérito suyo. Se sentía sobrecogida y no fue capaz de mirarlo a los ojos cuando finalmente se levantó, tras las palabras del hombre, medalla en el cuello.
En cuanto pudieron, su familia salió al encuentro de la mujer bestia, fundiéndose en un abrazo. Sonreían y le felicitaban. Cedric le revolvió el pelaje en la frente. Probablemente resultaba una estampa curiosa. El grupo familiar abrazando a la enorme bestia. La joven sonrió, sintiéndose reconfortada por el contacto. Después de tanto tiempo, se sentía en casa.
Vael
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