Como la luz de una estrella
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Como la luz de una estrella
Ni siquiera le gustaba mucho la bebida, eso terminaba nublando la mente y el brujo siempre había considerado que la mente era lo más preciado que podía tener una persona, en especial alguien de su raza, pero allí estaba, en el mismo bar, en la misma silla, a la misma hora. Había hecho eso durante varios días y ni siquiera sabía bien por qué.
-¿Lo mismo de siempre, señor Hessiah? -preguntó el tabernero, con las mismas palabras de siempre, la misma voz.
Hessiah, Herman Hessiah. Había usado tanto ese nombre y tantas personas ya le llamaban así que costaba recordar el suyo verdadero. ¿Quién era Herman?, era un tipo ordenado, que alguna vez supuestamente había sido capitán de una división menor de algún ejército que nunca nombraba, duro en el trato, un tanto melancólico, un hombre sin mucho que ganar ni perder.
-Lo mismo -contestó.
Le sirvieron la cantidad de ron de siempre, en el vaso que estaba seguro era el mismo, a juzgar por las manchas cuyo patrón ya conocía. Lo comenzó a mover de lado a lado, contemplando las pequeñas olas que se formaban en el vaivén, como si allí hubiera algo, algo que deseaba y añoraba, algo tan volátil y efímero como el alcohol. Le dio apenas un sorbo. A menudo ni siquiera acababa un vaso cuando iba allí, sólo esperaba a que de alguna manera el líquido se evaporara.
¿Cómo había terminado allí?, buscaba información sobre viejos rituales, buscaba magia más allá de la conocida, pero no había encontrado nada de utilidad en aquellas tierras. Estando tan cerca de donde supuestamente dormían los viejos dragones no encontraba nada de utilidad.
-Dime Alfred -dijo al tabernero, quien se giró para mirarle- ¿lo dejarías todo por perseguir un sueño?.
Su interlocutor lo miró con un aire de comprensión, quizás la misma mirada que le daba a los borrachos, pero el hombre de que estaba sentado en la barra apenas había saboreado el vaso.
-No estoy seguro, señor Hessiah -dijo secando un vaso- , depende de qué tan feliz me haga ese sueño.
Artabán asintió en silencio, lentamente, pero no dijo nada más. Parecía pensativo, serio, como si en su mente estuviera llevando a cabo un trabajo intenso. Así era.
Dejó unas monedas en la barra junto a un vaso aún lleno y se levantó. No dijo palabra alguna, no hizo gesto alguno de siquiera reconocimiento de la existencia de otro ser humano en la misma habitación, sólo inició una caminata que parecía una larga distancia hacia la puerta.
Artabán
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Re: Como la luz de una estrella
La ansiada carta llegó a manos de la bruja de mano de uno de los mensajeros de Kaledor, ella se encontraba en uno de los burdeles de Lunargenta, ultimando los detalles del contrato con Berno para su asociación, la bruja estaba muy contenta puesto que el viento soplaba a su favor como hacía muchísimos años que no lo hacía. Abrió la carta impaciente, en ella recibía instrucciones del Jarl Kaledor Hartem de que se desplazara hacia Dundarak donde la recibiría el consejo de ancianos para ultimar ciertos detalles que ya le contarían allí, ya que no podía contar por una simple carta, a estas órdenes añadía que por favor tuviera cuidado con las compañías que frecuentaba, y que, la echaba de menos, él y Lerisa y Megara. No tardó en hallar el brujo contestación de la vidente, que ansiosa se la entregó al mismo mensajero que había traído la carta del jarl de Beltrexus. Sin más dilación preparó sus maletas e inició su viaje.
Después de tantos años enclaustrada en su mundo de lujos, vivir como la gente de apie le estaba resultando de lo más cómodo y acogedor. Durante tres semanas viajó hacia el norte cargada de simplemente con lo indispensable, había dejado atrás su indumentaria habitual de vestidos y faldas largas o sensuales túnicas transparentes para ceñirse aquellos pantalones de cuero prietos, unas botas altas y una camisa normal corriente. Aquella vida austera sin duda le había quitado incluso años en los ojos que habían recobrado aquel brillo que perdieron en el momento de la muerte de su difunta abuela. Viajó en caravanas de comerciantes, atravesando los campos de la península de Verisar, pasó por Ulmer hasta llegar a Dundarak, su destino final. Habría sido más fácil navegar hasta aquella urbe, pero el espíritu aventurero de Sokotora había salido a la luz, otra vez.
Acababa de llegar, con los pies agotados y sus pertenencias en una bolsa de cuero ceñida a la espalda, a penas había comido en los últimos días ya que lo último que compró en el pequeño poblado de Ulmer se había acabado al tener que cambiarlo por unas botas nuevas en una pequeña granja en las estepas. Rondaría el medio día quizá, la temperatura de Dundarak era más fría de lo que ella estaba acostumbrada en sus cálidas islas y se frotaba los brazos a menudo para entrar en calor, aún así, se notaba que el frío invierno había dejado de azotar con sus vientos las calles de aquella ciudad. Sokotora andaba mirando hacia arriba, anonadada, se sentía como una hormiga, insignificante, al lado de los majestuosos edificios de Dundarak, se preguntaba cómo habrían conseguido hacer casas con tantos pisos.
La primera posada, ni más, ni menos, siquiera miró el nombre, tenía demasiada hambre y ganas de descansar como para andarse con minucias. Acarició el pomo de la puerta, como con miedo. Había algo que le hizo temblar las piernas. La falta de comida, pensó, o la deshidratación quizá. No pensó que el destino podría jugarle una mala pasada. Entró en aquella posada, tranquila y pensativa, pero cuando quiso darse cuenta se había quedado absorta en su mundo y se encontraba frente a alguien que en un primer momento no había advertido su presencia, era más alto que la bruja, así que de primeras no pudo verle la cara, pero eso sí, cuando alzó la vista y sus ojos marinos se clavaron en los de él...
-....-Separó los labios, primero su rostro mostró sorpresa, abrió los ojos, queriendo decir un nombre que no conseguía articular, luego frunció el ceño, confusa y negó un par de veces con la cabeza apretando cada vez más el ceño. -... Artabán. -Logró decir a penas en un susurro, como si necesitara decir su nombre en voz alta para cerciorarse de que en efecto, era él.
Sokotora
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Re: Como la luz de una estrella
-No conozco ningún... -comenzó a contestar, mas no terminó.
Al principio parecía haber pasado de ella, pero luego se giró y la miró de frente. Su expresión apenas dejaba entrever la sorpresa, detrás de esa mirada fría que le caracterizaba, pero estaba allí, en sus ojos, el impacto como alguien que ve un fantasma, sólo que éste era de carne y hueso. ¿Cuánto había pasado?, 4 años, quizás más, desde que la hubiera visto por última vez.
En cierta manera sabía que ese día llegaría tarde o temprano, que el mundo era pequeño y que eventualmente su mirada volvería a cruzarse con la de esa mujer con la que tantos caminos había recorrido en el pasado. Era sólo que no esperaba que fuera allí, tan lejos, de una manera tan imprevista.
-Sokotora... -se animó a decir, dejando que la última "a" se extendiera un poco. Era como si el silencio reinara de pronto, como si aquellos segundos los congelara el tiempo y los hiciera eternos, pero finalmente el brujo reaccionó.
Se acercó a ella y le puso una mano en el hombro que bajó hasta su codo, ejerciendo un agarre suave, pero mostrando la voluntad del brujo de moverla de allí. Caminó con paso decidido, guiándola hasta salir de ese sucio y deprimente lugar. Si iba a revivir su pasado era mejor que no fuera allí, frente a tantos viajeros que no conocía, con ojos y oídos que no sabía a quién podían ser leales.
Llegó con ella hasta un pequeño callejón, a escasos metros de donde habían salido, donde parecía que nadie podía oírles si hablaban con franqueza. Estaba frío y muy pocas personas se encontraban en las calles, en especial dado que el sol amenazaba con dar por terminado su trabajo hasta el día siguiente. Apenas un gato les miró desde un rincón antes de trepar por la muralla en clara reprobación a la presencia de personas allí.
-¿Qué haces en este lugar? -preguntó aún procesando la información de lo acontecido, incapaz de encontrar el ángulo correcto para el diálogo. Observándola una y otra vez para estar seguro que no se había equivocado de persona.
-Muchas veces había imaginado esta escena -continuó, dejando que el aire frío le confirmara que efectivamente no estaba durmiendo- , pero en mis sueños te encontraba en Lunargenta, Beltrexus, lugares propios que hacen juego con tu clase, no en una taberna olvidada en el fin del mundo, donde los borrachos hacen competencia sobre quién pone la cara más melancólica y el alcohol tiene menos sabor que una piedra... tu cara de sorpresa me dice que no era detrás de mi rastro que andas en tu viaje.
Mientras hablaba y procuraba ordenar su mente el brujo intentaba que la que hablara fuera ella antes de tener que explicar de su misteriosa desaparición y su ausencia por 4 años. Tanto había pasado y parecía que había sido hace tan poco. ¿Se estaba poniendo viejo?.
-El mundo no es más que un pañuelo... -comentó, finalmente poniendo una cara de sonrisa- Bienvenida.
Artabán
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Re: Como la luz de una estrella
Artabán, Artabán, Artabán... Su nombre resonaba sobre sus sienes, apretándole desde la nuca hasta la frente. Artabán... Hacía tanto que no susurraba aquel nombre que pensaba que lo había incluso olvidado. Se mordió los labios carnosos que la caracterizaban y frunció aún más el ceño ante el agarre del brujo. Forcejeó sin entender hacia donde la llevaba y porqué. Después de cuatro años lo primero que se dignaba a hacer era llevarla a un callejón donde nadie pudiera verlos. Le escuchaba, pero en su mente tan solo resonaba su propia voz “Cuatro años, cuatro... Ni una carta, ni un adiós...” pero , ¿Qué esperaba ella de un brujo narcisista como él lo había sido? Siempre esperó demasiado de las personas que la rodeaban, y aquello le había jugado malas pasadas en el pasado, y se las jugaría en el futuro.
Cuando consiguió zafarse del agarre del brujo soltó un bufido de desaprobación por el trato tan poco cortés que le había brindado su viejo amigo y amante. Dobló la expresión, negando continuamente como si hubiera visto un fantasma. Y en el fondo, lo era. Cuántas veces en el frío invierno de su partida había imaginado que volvía quizá, que la sacaba de nuevo de su alcoba para enseñarle todo el mundo que a su juventud se estaba perdiendo. Cuántas noches había perdido soñando con todo aquello, mentiras y cuentos de niñas.
-... El mundo es un pañuelo... -Repitió sus palabras en voz baja y alzó la vista de nuevo mirándole a los ojos, fría, distante, y enfadada. Muy enfadada. ¿Bienvenida? Bienvenida... Volvió a sonar en su cabeza hasta que logró reaccionar, dejó de morderse el labio y con el brazo que le había estado agarrando todo el trayecto le propinó una fuerte bofetada en la mejilla al brujo. -¡¿Bienvenida?!- Alzó la voz poniendo ambos brazos en jarras, sin duda había perdido la templanza que reinaba en ella segundos atrás. -Cuatro años, cuatro, ni dos, ni tres, cuatro. -El brillo azulado de los ojos de la hechicera rugía feroz ente su enfado. En su estómago, un sinfín de emociones, y hambre. Tenía ganas de volver a abofetearlo, de insultarle hasta que le doliera el último rincón de su orgullo, pero por otra parte deseaba lanzarse a sus brazos. Cómo un ser que había sido tan maligno, que la había abandonado a sangre fría podía causar tantas sensaciones en tan poco tiempo. El volcán en el que se había convertido Sokotora se calmó, relajó levemente los hombros y se echó hacia atrás el pelo que le caía sobre la cara.
-Me abandonaste, me dejaste totalmente sola en Lunargenta a mi suerte. -Le recordó en tono reprochador mirándole fijamente a los ojos. -Te largaste con la tal Diana aquella, ¡Y yo casi tuve que mendigar para volver a casa! -Alzó nuevamente el tono de voz, lo miró con desaprobación, se sentía tan decepcionada con él. -Al fin y al cabo solo era eso, tu zorra, ¿no?. -Si bien esos cuatro años no habían pasado factura a la belleza de oscura porcelana de Sokotora, sí habían cambiado su manera de actuar y de ver el mundo, quizá algo más directa y mundana ahora que ya había conseguido todas sus aspiraciones, que su trabajo iba bien y tenía los bolsillos bien llenos de Aeros, no había tenido que volver a acostarse con ningún hombre por dinero, incluso había dejado de acompañar a los aristócratas a encuentros de ocio como lo hacía, ahora le resultaban aburridos y pomposos, prefería la vida de aventurera.
Le giró la mirada, se sentía tan avergonzada por lo que había sido no mucho tiempo atrás, tan ilusa, tan inocente al pensar en unos ideales que eran irrisorios, en quizá enamorarse de la persona equivocada, otra vez. Y al pensarlo parecía como de otra vida, como de otro mundo.
Sokotora
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Re: Como la luz de una estrella
No dijo palabra alguna mientras ella se descargaba. No esperaba negarlo y no era sencillo tener una respuesta ante los reclamos que escuchaba. Claro, no esperaba encontrar a Sokotora en un lugar tan lejano. El mundo de verdad era un pañuelo. Entonces le llegó una bofetada.
Se quedó quieto, aún cuando debía reconocer que la piel le ardía en la mejilla y que no era de los que aceptan un golpe así sin más, pero sabía que no sacaba nada con enojarse. Su mirada fría, su aire ausente soportaron estoicos los reclamos de aquella que había sido la mujer que más se había acercado a ese gélido corazón. Ella tenía razón, había desaparecido sin más, sin decir palabra alguna.
-¿Diana? -dijo con una genuina, pero leve, expresión de sorpresa, levantando ligeramente una ceja. Ese era un nombre en el que no había pensado en mucho, mucho tiempo- esa no fue más que un instrumento, no recuerdo ni su rostro.
Al decirlo se percató como sonaba aquello. No sería de extrañar que Sokotora pensara que ella también había sido un instrumento, un mero juguete con alguna utilidad para obtener sus planes. No podía negar que siempre había considerado a las personas como meros instrumentos, piezas en un gran tablero de ajedrez a las que podía desechar con facilidad... pero había pensado en ella esos 4 años.
-Algo ocurrió -dijo, al tiempo que en su rostro aparecía un dejo de vergüenza, apenas perceptible, pero probablemente claro para alguien que había aprendido a descifrar ese inexpresivo rostro- mis poderes, mi magia... esa maldición... empeoró, se hizo más fuerte... de pronto no era capaz ni de levantar una pluma con mi magia.
Para alguien tan orgulloso de la magia como Artabán, perder sus habilidades hasta convertirse en un humano corriente de la noche a la mañana le quitaba su identidad. Abogaba por la supremacía de la magia y los brujos por sobre el resto de las razas de Aerandir y de pronto ya no podía siquiera llamarse uno de ellos.
-No podía mirar a otro brujo a la cara, no era nadie, era como un pianista al que han cortado las manos -se miró sus propias manos, como si aquella comparación de pronto cobrara vida.
Recordó su vergüenza, su huída en medio de la noche, dejando todo atrás, su desesperación al cargar con un estigma que a nadie realmente parecía importarle, pero que para él era hundirse en el barro.
-Necesitaba pensar, necesitaba encontrar una solución, hacer algo... lo que fuera... vagué sin rumbo por meses, buscando cada pista que me pudiera llevar a recuperar la magia -levantó la vista al cielo, contemplando las estrellas que asomaban tímidas. ¿Qué tan lejos se encontraba la bóveda celeste?- dejé de ser Artabán, me prometí que no volvería a usar ese nombre hasta ser capaz de llamarme un brujo otra vez... no pensé que tardaría tanto.
Puso una mano en su hombro, mientras su mirada dura y los surcos de su rostro eran acentuados por el brillo de la luna.
-¿Crees que un hombre se sentiría avergonzado ante una zorra, como te acabas de llamar? -negó con la cabeza- no, una zorra no recorre medio continente con esa actitud en tus ojos... no eres la misma, luces más fuerte... ¿qué haces en este extremo del mundo?.
Artabán
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Re: Como la luz de una estrella
Sokotora fruncía el ceño a cada palabra del mago, seria, clavaba sus ojos amarinados en los del brujo en busca de emociones con la esperanza de que aquel ser malvado que había conocido ya años atrás hubiera cambiado, se hubiera vuelto más, humano, quizá. Había cosas en Artabán que tan solo ella podía descifrar, era como un gran enigma, cambiante, cada vez más confuso. Pudo notar la vergüenza en sus palabras, no pudo evitar sentir sorpresa ante la declaración del mago, ¿Sin poderes? “Más humano, quizá...” resonaron en su cabeza sus últimos pensamientos a lo largo y ancho de la conversación. De repente sintió pena por él, aquella rabia y frustración acumuladas durante cuatro años se había convertido en compasión y lástima, sentimientos que mantenía ocultos detrás de aquel semblante serio e impasible. Lo que no sabía el mago era todas las cosas que pasaban por la mente de la bruja en aquel momento, ganas de abrazarlo, de ayudarle, y a la vez de volver a abofetearle. Si no fuera por la vergüenza en sus palabras, cosa poco común en Artabán, aquello podría haber sonado como una mala excusa para abandonarla.
-Entiendo... -Articuló por fin la bruja torciendo levemente el labio. El contacto de la mano del brujo con su hombro la puso extrañamente nerviosa, se sentía en parte intimidada por su presencia, cosa que no cualquier hombre conseguía en ella. Esbozó una pequeña sonrisa que intentó disimular sin mucho éxito al escuchar los halagos que disimulados pero evidentes propinó hacia ella su antiguo compañero. -Buscarte no, desde luego. -Comentó con cierta ironía y amargura en sus palabras, aún resentida. Sokotora miró la luz que poco a poco se apagaba sobre ellos, la noche dominaba el cielo ahora. -Asuntos privados, me temo que no estoy autorizada para contártelo. -Continuó con su indiferencia, intentando no mostrar ni un ápice de todos los sentimientos que circulaban por su cabeza.
Se volteó, zafándose de aquella mano en el hombro que la incomodaba, podía sentir su presencia real, advertir que aquello no era un sueño ni una pesadilla, ni un fantasma. Podía notar el aura cambiante y la energía del brujo, y por su puesto temía que él advirtiera su nerviosismo por el tembleque de sus brazos y sus latidos ligeramente acelerados.
-Debería buscar una posada. -Debería, deberían... No sabía exactamente qué persona utilizar en aquella frase, por la que simplemente la susurró, dejándola en el aire. Suspiró, realmente no sabía cómo actuar. -¿Qué piensas hacer? -Giró la cabeza sobre su hombro para mirarle a los ojos. -No creo que en este callejón haya nadie que pueda ayudarte. -De nuevo el aire sarcástico en sus palabras se hacían notar, pero ahora con menos amargura que antes. En el fondo deseaba entablar una conversación fluida con él como las que mantenían en sus mejores años, con una buena copa de vino y simplemente disfrutar de la compañía del otro.
Sokotora
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Re: Como la luz de una estrella
Levantó levemente una ceja ante el aire misterioso sobre los asuntos que la traían al norte. Sin duda, lo que fuese, debía ser importante para traerla a ese lado del mundo, pero por ahora no preguntaría, si lo hacía luciría como un niño que ruega por un dulce. Dio un paso hacia ella, sin tocarla, pero podía sentir su aroma.
Una piedra se levantó del suelo, apenas un guijarro, un truco en extremo sencillo para cualquier brujo. No era el límite de su poder, tampoco intentaba fanfarronear y prefería de momento lucir más débil de lo que era, no para buscar compasión, sino porque alguien como él sabía que siempre había que tener una carta bajo la manga.
-Poco a poco vuelvo a ser Artabán -dijo con orgullo.
Se sentía tan bien usar ese nombre otra vez. Habían pasado años sin siquiera pronunciarlo, de usar una mascarada tras otra, de perder su propia identidad en busca de alguna esperanza para volver a reclamar su título por derecho.
-Pero las sombras me han abandonado, me temo que quizás para siempre.
Si no mostraba frustración en el rostro era producto de su férreo autocontrol, pero de buenas ganas hubiera pateado el primer objeto que encontrara tirado en la calle, como un chico al que sus padres han dado una reprimenda y golpea la puerta de su habitación. Cuando las sombras obedecían a su voluntad se sentía tan poderoso, invencible.
-¿Recuerdas la guerra? -dijo con una voz más suave.
Era curioso, aún tenía pesadillas de las horrendas cosas que vio y que debió hacer en esa maldita guerra, cosas que le cambiaron para siempre, cosas que le habían hecho cerrarse en sí mismo y que explicaban en parte su personalidad... y sin embargo había tenido sus momentos de satisfacción y gloria, momentos que le habían hecho sentirse vivo, momentos en que había luchado codo a codo con sus camaradas, enfrentado peligros y salido victorioso, momentos que nada de lo que vendría en los años posteriores podría igualar.
-Nunca he sido un caballero -dijo con una sonrisa casi burlesca dirigida a sí mismo y sólo para poner énfasis a sus palabras escupió al suelo- , pero permíteme invitarte una copa, con este jodido frío no hay nada mejor que el vino cocido con especias y fruta, hacen uno muy bueno en este lugar... y tienen servicio de posada -dio una pequeña carcajada- claro que tendrás que acostumbrarte a las pulgas, mira que no hay lugar que iguale a la perfección de Beltrexus.
Había estado tantos años alejado de su tierra natal que la recordaba con cariño, quizás exagerando sus cualidades, la recordaba cubierta por ese velo que la nostalgia suele imprimir sobre las cosas, ese velo que hace todo más brillante.
Artabán
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Re: Como la luz de una estrella
Los aires de fanfarronería no habían abandonado al brujo, que fardaba de su telekinesis levantando a penas una pequeña piedra. Volvería a ser el mismo, y Sokotora temía que con la vuelta de sus poderes volviera a ser el mismo narcisista pedante que había sido años atrás. Ella deseaba de todo corazón que la ausencia de poderes hubiera hecho que tuviera ese trozo de bondad y de humildad que le faltaba al brujo. Mencionó la guerra, y a Sokotora se le erizó la piel de la nuca al recordar aquella barbarie. La tercera guerra élfica fue sin duda la más sangrienta, o al menos ella la recordaría así.
-Cómo olvidarla... -Mustió alzando la cabeza al cielo con un largo suspiro de resignación. Y también recordaba todas las veces que Artabán le había salvado la vida en dicha guerra, y el intento fallido de ambos brujos, él y Kaledor, por enseñarle telekinesis a la bruja, arte en el que era una novicia pero que poco a poco comenzaba a manejar, más por aburrimiento que por práctica. Sonrió, sí era cierto que no había nada como las calles de Beltrexus, con su olor a pan recién hecho y a diferentes plantas que vendían en el mercado todas las mañanas. -Seguro que ese vino no es tan bueno como el mío. -Sonrió ante el comentario de Artabán, qué iba a hacer sino era sonreír, de naturaleza amable y pacífica, Sokotora no era una persona que pudiera permanecer seria demasiado tiempo. -Pero creo que aceptaré tu oferta. -Se giró para mirar a Artabán, con la sorpresa de que estaba más cerca de lo que esperaba. Desvió la mirada rápidamente hacia la puerta de la posada, disimulando de nuevo su nerviosismo caminó a paso decidido hacia la puerta. -Las damas primero. -Dijo abriendo la puerta y entrando sin voltearse ni dejarle pasar.
El lugar era acogedor, un pequeño salón en el que había tres o cuatro mesas bien puestas, al final de la sala una extensa barra de madera coronaba el antro, las paredes eran de madera como el resto del local, pero era una madera con una veta más oscura que la que acostumbraban a utilizar en las islas. Se sentó en una mesa, a decir verdad no había mucha gente, la camarera leía atentamente un libro sobre la barra sentada en uno de los taburetes. La bruja se sentó en la silla con la misma elegancia que hacía todas las demás cosas, si algo no había cambiado en ella era ese aire sutil, elegante y sensual que la caracterizaba. Alzó la mano con delicadeza para llamar la atención de la camarera y con una sonrisa esta se acercó.
-Dos copas de vino, y un plato de queso de yack. Que estamos de celebraciones. -La camarera miró a ambos y sonrió sin entender muy bien que celebraban, se retiró con la bandeja a paso ligero, quizá tenía prisa por volver a su lectura. La bruja miró a Artabán de nuevo, cruzó las piernas y entrelazó las manos a la altura de su mentón. Si algo había aprendido durante el viaje es que el que so de jack era la especialidad de Dundarak, junto al pastel de frutas de dragón o algo así que había escuchado por el camino.
-Y ¿Qué has estado haciendo durante todos estos años? -Le preguntó con aires curiosos apoyando el mentón sobre sus manos sin apartar la mirada del brujo. Pronto llegó la camarera con los dos vasos de vino afrutado y el plato de queso de yack.
Sokotora
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Re: Como la luz de una estrella
Entraron a la posada y Sokotora quiso ir primero. El brujo no se negó, de hecho aprovechó la oportunidad para tener una buena vista de su parte posterior. Sonrió recordando viejos tiempos. En cierta manera eso era parte de sus encantos, sus intentos de mostrar autoridad.
Una vez adentro se sentó en la mesa con ella y se permitió a sí mismo relajarse por un rato. Se lo pasaba haciendo cálculos, analizando una y otra vez la información par encontrar alguna manera de recuperar su magia y obtener más poder, pero en esta ocasión no pensaría en ello, sino simplemente probaría aquel vino y queso. Sonrió a la camarera, limitándose a asentir para confirmar que estaba de acuerdo con el pedido. Ella caminó a buscar lo ordenado, dejando ver unas generosas caderas. Artabán la contempló con el rabillo de su ojo.
-Quién lo diría, acabar brindando tan lejos, celebrando ... celebrando -la última palabra tenía un dejo de nostalgia.
Sacó una moneda de su bolsillo y la dejó sobre la mesa, haciéndola girar sobre su eje. El juego consistía en hacerla dar el mayor número de giros sin caer. Era un extraño hábito adquirido en esos 4 años. El objetivo no era el mero placer de repetir una acción, sino que el gusto de hacerlo a la perfección, cada detalle estaba finamente trabajado, pero su atención estaba en su interlocutora. Sus dedos actuaban como por voluntad propia.
-Siendo alguien más -dijo dejando escapar un poco de aire por su nariz como si fuera a reír, pero sin terminar la acción- he sido estudioso, aventurero... pirata, podría decirse que he cumplido los sueños de todo crío, ¿no?... al final he hecho lo necesario para encontrar mi magia.
Lanzó la moneda al aire, que cayó perfectamente de canto, incluso manteniéndose unos instantes en esta posición antes de caer. Por supuesto, cada día intentaba mejorar la técnica para que durara más.
-Pero no son los relatos de Máximo, ni de Herman, esos tipos aburridos no tienen mucho que contar, en cambio me gustaría saber la historia de Sokotora, la bruja que ahora luce más fuerte, más parecida a los viejos tiempos, a la guerra.
La miró fijamente. No había parado de llamarle la atención el notar el profundo cambio que parecía haber ocurrido en su persona. ¿Había el mismo tenido cambios tan dramáticos?, era difícil de decir con certeza, ni él mismo recordaba con claridad cómo era ese hombre de antaño, ese hombre que doblaba las sombras a su favor y luchaba orgulloso por la hegemonía de la raza bruja.
-Apuesto a que ha estado ociosa, ¿verdad?
Llegó la camarera a la mesa, pero Artabán no se molestó en mirar sus curvas generosas, en cambio su atención estaba puesta en la bruja.
-Por los viejos tiempos -expresó levantando el vaso de vino.
Artabán
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Re: Como la luz de una estrella
Se había percatado de cómo el brujo miraba a la camarera y negó con la cabeza. Sokotora era una persona altamente observadora, le gustaba mirar a la gente y saber qué hacen y por qué lo hacen, conocer los impulsos más inconscientes de la gente, al fin y al cabo ese era su trabajo. Le molestó, como a toda mujer. Los años habían pasado para ella igual que para el resto de mortales, y cada día era un poco más vieja, aquello había torturado durante meses a la vidente, que pasaba días sin mirarse al espejo con el miedo de encontrar en este una arruga nueva que denotara lo evidente, el paso del tiempo. Cada vez las mujeres de su burdel eran más jóvenes, y ella recordaba con nostalgia sus años mocedad. Tenía ya 31 años casi recién cumplidos, edad en la que su abuela acababa de parir a su decimotercera hija, y ella... Ella a penas había tenido una relación estable en su vida adulta, por lo que casarse era algo que ya no entraba en sus planes. El linaje Skharth moriría con ella. Pese a la conducta del brujo, Sokotora actuó como debía de actuar, como si no le importara, al fin y al cabo habían pasado muchas cosas durante aquellos largos cuatro años.
-Mi historia... -Repitió tomando la copa de vino entre los dedos anular y corazón, moviendo suavemente la copa de vino para airearlo. Esperó en silencio mientras erguía el cuerpo sobre la silla e inspiraba el dulce pero amargo aroma del vino, le dio un pequeño sorbo y lo dejó de nuevo sobre la mesa. -Sin duda uno de los pequeños placeres de la vida, aunque el vino no sea tan bueno como cierta anatomía de la camarera. -El tono de indiferencia pesaba sobre sus palabras, en aquel tiempo, quizá por la edad, el humor de la bruja se había hecho más amargo, más irónico, ya no le hacían gracia las bromas sobre cosas mundanas que solían hacer los borrachos del pueblo cuando visitaban su burdel, ni los chistes inteligentes de la gente con aire intelectual. -Bueno, han sido cuatro años muy largos. Cuando conseguí llegar a casa tras mover todos los hilos, me busqué una buena reprimenda por parte de nuestro buen amigo Kaledor, que por cierto aún aguarda tu llegada con los brazos abiertos... -De nuevo aquella chispa sarcástica se hacía denotar en su última frase. Dio otro pequeño trago al vino, pero esta vez lo sostuvo entre los dedos mientras continuaba hablando. -Encontré una buena mujer que se hace cargo de mi negocio. -Contaba cosas sueltas, ya que recapitular todo lo que le había sucedido en cuatro años podía ser eterno. -Pero tras el terremoto todos tuvimos que poner de nuestra parte para ayudar a nuestro pueblo. -El tono de la voz de Sokotora cambió, aquella barbarie había costado muchos aeros al pueblo de Beltrexus. -Pero por suerte no hubo bajas salvo alguna comuna de ratas de algún tejado. -Bromeó para quitarle hierro al asunto. -Y supongo que yo también cumplí mi sueño, viajar. -Esbozó una amplia sonrisa sincera, ya que había conseguido zafarse del yugo de la herencia de su abuela, al menos durante unos años, hasta que recorriera hasta el último lugar de Aerandir, y bueno, superara la ruptura definitiva con Kaledor.
La bruja hizo una pausa para crear incertidumbre, dio otro sorbo al vino y luego probó un trozo de aquel queso, sin duda aquellos comerciantes no mentían cuando decían que el queso de Dundarak era lo mejor de la tierra, y el mejor de Aerandir. Mezcló el gusto del vino algo picado, pero dulce por el exceso de especias y fruta, con el sabor fuerte y consistente del queso de yack.
-Y después de pasar varios meses en Lunargenta acordando negocios con los prostíbulos locales, me embarqué en una aventura hacia el norte. -Prosiguió dejando la copa de vino casi acabada sobre la mesa. -Y aquí estamos, celebrando. -Esbozó una pequeña sonrisa y cruzó las piernas de nuevo de manera sensual pero elegante. Todo lo elegante que le permitía aquel atuendo de cuero ceñido y una camisa rasgada y sucia después de un largo viaje. Omitió en su historia cosas como sus encuentros con el rey de Lunargenta para una alianza con los humanos y con los licántropos para establecer una ruta de comercio desde Beltrexus hasta Dundarak a través de los puertos de Lunargenta y de Ulmer. También omitió su relación con Kaledor, tema tabú para la hechicera hasta nueva orden. Había algo que le reconcomía la conciencia, ¿Habría pensado en ella durante aquellos cuatro años como ella lo había hecho? Lo dudaba, pero aún así, tenía la esperanza de que hubiera sido así, al menos por los viejos tiempos. -Por los viejos tiempos... -Masculló en un susurro, melancólica, pensando en todo aquello que se quedó atrás, antes de alzar la copa de nuevo al aire en un brindis imaginario y terminar de un sorbo la copa de vino.
Sokotora
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Re: Como la luz de una estrella
Dicen que las mujeres suelen ser sutiles, apenas dando señales encubiertas de lo que piensan, que requieres estar muy atento para captarlas, pero aquella mención de Sokotora al físico de la camarera tan sutil como un perro al que acaban de pisar la cola. Artabán no pudo evitar mostrar una sonrisa con un delicado tono burlesco.
-Esas caderas seguro han dado a luz -dijo sin disimular una revisión completa de la camarera- tiene ese aire de las que han sido madres -miró de vuelta a Sokotora- ¿qué hay de ti?, ¿hay unos pequeños brujitos esperando a su madre en algún rincón del continente?
Tomó uno de los quesos y le dio un par de vueltas entre los dedos antes de morderlo y partirlo por la mitad, comiéndose una. En realidad eran buenos.
-Kaledor... ¿sigue vivo ese soñador? -elevó su vista, al cielo, recordando otros tiempos.
-Si ese maldito nos hubiera ayudado quizás habríamos conseguido cosas grandes, quizás habríamos tenido éxito restaurando la hegemonía de nuestra raza.
De pronto pareció perderse en el fondo de su copa, contemplarlo con la mente en blanco, o quizás pensando demasiado, era difícil decirlo con certeza, ¿pero no era así siempre cuando se trataba de Artabán?. Saboreó nuevamente uno de los trozos de queso, para luego ponerse de pie de manera repentina.
-Alguien como tú, con tus visiones y sueños, capaz de navegar en el tejido del destino -dijo con una aire solemne, profundo- alguien como tú sabe que no es casualidad que nos hayamos encontrado hoy, en el lugar menos probable, el día menos probable... no somos como esas ratas de esos tejados que nadie conoce ni nadie recuerda.
Sacó un nuevo queso de la mesa, devorándolo de un sólo bocado, para luego beber el vino de un sólo trago y mirarla con ojos cargados de curiosidad. Si había algo cierto sobre Artabán es que no se encontraba nunca tranquilo si no estaba elaborando algún plan o buscando conseguir algo.
-El destino ha querido que te ayude con tus objetivos acá en el norte, algo me dice que haciéndolo conseguiré avanzar en mi propio destino.
La invitó a ponerse de pie ofreciendo su mano como apoyo.
-Vamos, ¿qué es lo primero que tenemos que hacer?
Artabán
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Re: Como la luz de una estrella
Sokotora se echó hacia atrás en la silla reposando completamente la espalda sobre el respaldo, cruzándose de brazos, ciertamente el comentario de Artabán no le había sentado demasiado bien, el tema de los niños junto al nombre de Kaledor era algo demasiado tabú para ella, y no podía evitar pensar en todo lo que podría haber sido, y no fue. Miró a Artabán casi mordiéndose la lengua para no romper a llorar, al fin y al cabo era una mujer fuerte que sabía reprimir sus emociones a la perfección, pero el nudo en el estómago lo tenía ahí, recordándole que había fallado su misión en el mundo como mujer. Pero no como bruja. Sokotora ladeó la cabeza y arqueó una ceja, de verdad estaba insinuando que compartiera sus quehaceres en Dundarak con él, alguien que antaño había intentado provocar una guerra “por el bien de los brujos”, cuatro años le habían permitido madurar sus posiciones ideológicas y saber que lo que hicieron, no estaba bien, y que tal cual estaba el mundo los brujos podían darse con un canto en los dientes con su posición.
-No, niños no, gatos, muchos. -Comentó con algo de resentimiento en sus palabras. Podría haberse quedado embarazada de algún millonario de Beltrexus, o algún noble humano, pero ella había dejado a los sentimientos encauzar su vida, hasta allí. Ella sabía que aquello significaría algo, pero nada que le hubieran revelado sus sueños, demasiado caprichoso era el destino como para dejar cabos sueltos en la vida de la última Skharth, y demasiado reencoroso para mostrárselo. -Sabes que Kaledor siempre pensará por el bien de su pueblo, pero al contrario que nosotros, él sí tiene una familia que cuidar. -Amargura quizá era lo que podía saborearse en la frase de la bruja.
Se acomodó el pelo e ignorando completamente las últimas frases zalameras del brujo, alzó la mano mirando hacia la camarera, la cual se acercó a toda prisa aún con el libro que leía en la mano, la vidente no pudo evitar desviar la mirada furtivamente hacia el título del libro, le encantaba leer, suponía que aquello era algo característico de su raza.
La muchacha se acercó sin decir palabra, los dragones eran extremadamente respetuosos y odiaban entrometerse en las conversaciones ajenas. -Prepáreme la habitación más grande que tengas y un balde de agua caliente, necesito un baño urgente. -Bromeó la bruja con una pequeña sonrisa, su apariencia no debía de ser muy buena. Kaledor le había enviado suficiente dinero como para comprar una granja incluso en Dundarak, apelando a que “No te falte absolutamente nada, que estás acostumbrada a tenerlo todo, y una mujer de tu estatus no puede vivir como una cualquiera”, recordaba sus palabras con cariño, al menos ese cariño de amistad que había quedado entre ambos. De nuevo asintió la muchacha y retiró el plato y las dos copas de vino vacías. Sokotora vio como el brujo se levantaba y le tendía la mano para ayudarla a levantarse, gesto que evadió levantándose por su propio pie, con la misma gracia y delicadeza que la caracterizaban.
-Tú no sé, yo, bañarme, cambiarme y dormir. Tú, no sé. -Contestó bastante seca la bruja apoyando un brazo sobre la silla y dejándose caer sobre este encogiéndose de hombros y levantando una ceja. -No creas que te he perdonado por aquello.-Reprochó la bruja, que no olvidaba pese al buen trato que había recibido del brujo, el abandono años atrás. Esta vez vino la muchacha con un plato de jamón de yack, que no era exactamente típico de Dundarak, sino que ahora era Ulmer el mayor exportador de estos jamones a casi todo Aerandir. Cogió la copa y le dio un largo trago. -Como mucho te dejo frotarme la espalda. -Dijo en un tono cargado de ironía y echó a andar hacia la barra para recoger las llaves de su cuarto. Exhausta como estaba de aquel infinito viaje, no tenía ganas de seguir reprochándole nada al brujo, ni de enfadarse, tan solopensar en dormir en una cama de verdad, mullida, junto a una cálida chimenea después de un baño... Ahora era cuando empezaba a añorar su casa, sus lujos, y por supuesto las cosas mundanas como para ella lo era el baño
Sokotora
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Re: Como la luz de una estrella
La imagen de Sokotora como una anciana rodeada de gatos se vino a la mente del brujo, pero la rechazó de inmediato. Era, de alguna manera, perturbador pensar en ese destino para ella, quizás porque al pensar en eso también cabía la posibilidad del mismo destino para sí mismo. En efecto, ambos veían pasar los años y estaban muy lejos de formar una familia, de hecho, aquello ni siquiera formaba parte de los planes de Artabán. Eso no hacía sino recordarle sus propios fracasos. Allí estaba, el antiguo héroe de guerra, perdido en el fin del mundo, sin nada de poder entre sus manos ni construyéndose un destino, de hecho, si lo pensaba, ella le había pillado saliendo de una taberna. ¿En qué se estaba convirtiendo?.
-¿Gatos?, ese no es tu tipo... a lo sumo gatas -dijo recordando la ocupación anterior de Sokotora.
Ella mencionó a Kaledor y aquello no hacía sino confirmar que en realidad no era más que un fracasado. Ambos habían tenido caminos juntos, pero habían acabado en destinos tan lejanos.
Entonces Sokotora hizo un gesto que demostraba aún más lo mucho que había cambiado en esos años, ignorándole y despreciándole, mostrándole el resentimiento que aún sentía. Esto no tendría el efecto de hacer enojar al brujo, tampoco hacerle sentir mal, sino sacarle una pequeña sonrisa de medio labio. De alguna manera esa negativa era como una invitación para los ojos de alguien como Artabán.
La vio desplazarse hacia la barra, pedir las llaves de su cuarto, moverse con esa actitud tan segura de sí, pero al mismo tiempo tan frágil a sus ojos. En el fondo seguía siendo la misma persona que conocía de tantos años, aquella chica que siempre había querido ser más que morir a cargo de un burdel, sólo que ahora tenía más fuerza que antes. Eso hacía las cosas más interesantes. Se dirigió hacia la barra, se sentó en el asiento de siempre, miró al tabernero y sonrió.
-Lo mismo de siempre, pero doble -le dijo.
Recibió el vaso y le dio un largo sorbo, dejando que el alcohol ardiese a través de su esófago y le recordara su energía. Había pasado muchos años dando vueltas, tratando de morder su propia cola, lamentando viejos fracasos, lamentando aquello que no podía tener en vez de luchar por obtener lo que quería. Aquello no era digno del antiguo hombre que alguna vez fue. Dejó el vaso vacío sobre la barra.
-Espera -le dijo en una voz decidida, una voz cargada con algo del viejo aire de autoridad del brujo.
Se dirigió donde ella, aún sintiendo el efecto del licor, que parecía salir en forma de un intenso aroma desde su nariz. Se acercó a ella, como si el mismo alcohol le impulsara a ella, a pesar de que era muy pronto para que realmente hiciera efecto.
-Tuve mis razones para desaparecer de esa sucia ciudad cuando las cosas salieron mal... había matado al crío ese del pelo blanco y la jodida loba pondría en peligro a todos, así que preferí que me siguiera a mí nada más, pensé que podría engañarla para tenderle una trampa, pero debía hacerlo solo... al final no di con ella ni ella conmigo, pero había pasado mucho tiempo.
Se acercó un paso más a ella, mirándola fijamente.
-Hice lo que debía hacer, pero te ofrezco una disculpa, la vergüenza del fracaso y la repentina pérdida de mis poderes pudieron más.
Artabán
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Re: Como la luz de una estrella
Hablar de Kaledor y su familia le recordaba que ella jamás tendría una, ni esposo, ni hijos, destinada a toda una vida de soledad por la corrupción de su alma, o al menos eso decían las viejas de Beltrexus. La vida que llevaba ahora era la que habría querido llevar a sus veinte años quizá, de aquí para allá, probando cosas nuevas y conociendo más mundo del que había leído en sus libros... Un “Espera” la hizo bajar de su mundo de confuso resentimiento, a penas hubo cogido las llaves se giró hacia Kaledor, la historia, conmovedora. Alzó una ceja y frunció levemente el ceño escuchando atentamente cada palabra y analizando, había matado a un niño... Un niño que tendría la edad de su hijo, pero eso Artabán no lo sabía. Él no era el único que gustaba guardar un as bajo su manga. Ladeó los labios con fastidio, hacer lo que fuera por el bien de su raza era una cosa, pero matar niños... La expresión de Sokotora cambió, el brujo ya no le daba pena, siquiera se dignó a mantener el rostro impasivo con el que había recibido al brujo sino que ahora sus labios se doblaban en una mueca de asco.
-Podía esperar muchas cosas de ti... Pero matar a un niño inocente... No, eso jamás. -La bruja negó con la cabeza llevándose la mano a la frente, ¡Un niño dragón, para más inri! En territorio dragón, alguien con las manos tan sucias como las tenía Artabán.... La camarera los miraba con disimulo intentando enterarse de la conversación al escuchar la palabra niño, cada vez limpiaba las mesas más cerca de donde ellos hablaban. -Por todos los Dioses Artabán, la loba... ¡¿Tú sabes quién es esa loba?! -La voz de Sokotora se alzó, y sonaba irritada y sorprendida a la vez. -No tienes ni idea... -Negó con la cabeza y ante el sobre salto que había causado las palabras de la bruja en el posadero y la camarera, la bruja tomó a Artabán por el brazo arrastrándolo literalmente hacia el piso de arriba.
-Señora, el agua aún no está caliente... -Le dijo la mujer levantando el brazo y la voz, haciéndole un ademán para que volviera al ver que la bruja había descubierto su repentino interés por la conversación y que ahora irían a un lugar más privado donde no podría terminar de escuchar la historia. Sokotora simplemente ignoró el comentario de la mujer, pues sabía que eso tan solo era un aliciente para que ambos se quedaran allí a hablar al alcance de su oído.
Una vez lo hubo arrastrado escaleras arriba buscó con determinación el número de su cuarto. No fue difícil pues solo habían cinco habitaciones, abrió sin soltar al brujo del brazo y cerró tras ellos de un portazo empujando al brujo a la habitación. Sokotora era una persona pausada y tranquila, pero aquello le había hecho dar un vuelco al corazón... Pensar siquiera que podían relacionarla con aquel cruel crimen le hacía hervir la sangre.
-Y lo dices ahí, tan tranquilo... Esa mujer podría ser su madre. -Se agarró la cabeza con ambas manos, intentando pensar. -¿Tú sabes lo que supone esto? -Alzó la mirada para mirar al brujo a los ojos, sobre saltada. -Estás muerto, Artabán, estás muerto. -Repitió y se sentó en la cama. Los aires fatalistas de la bruja eran algo normal dada la situación, porque estaba segura de que habían muchos datos que el brujo no tenía. -Ulmer, es la Jarl de Ulmer. -Sentenció acomodándose el mechón de pelo blanco hacia atrás a la vez que soltaba un largo suspiro desquiciada. Omitió el detalle de los sueños con ella que había tenido hacía no mucho tiempo. -Mano derecha del rey de Lunargenta. -Añadió, por si la situación no era ya suficientemente conflictiva. Hacía cuatro años de eso ya, sí, pero la muerte prematura de un niño no era algo que se olvida con facilidad. -... Por no hablar de las consecuencias para las relaciones entre dragones y brujos. -Sokotora hablaba más sola que con él, haciéndose poco a poco a su nueva condición de semi delincuente.
______________
Off: Me he permitido la licencia de arrastrar a Artiban Von Malotevil hasta el cuarto porque me parecía que la barra de un bar era un lugar poco apropiado para la conversación xDDD Si tienes algún problema dímelo
Sokotora
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Re: Como la luz de una estrella
La reacción de Sokotora le sorprendió por la intensidad, aunque en el fondo no era nada nuevo. Él mismo había procurado mantener una identidad diferente y no recorrer lugares conocidos por justamente esa razón. Tampoco hizo ademán alguno de oponerse cuando ella le dirigió hasta finalmente entrar a una de las habitaciones.
-Se quién es ella, lo se muy bien -dijo una vez que ambos estuvieron con la privacidad adecuada- Max, Herman... he llevado varios nombres estos años, pero nunca el mío, eres la primera en pronunciarlo en voz alta... frente a mucha gente, debo agregar.
Dio una pequeña vuelta por la habitación, mezcla de pensar y como si de pronto cierta paranoia le impulsara a revisar cada esquina, como si fuera a aparecer de pronto alguien oculto en la oscuridad sin invitación, aunque su rostro en todo momento parecía sereno, incluso despreocupado.
-¿Comprendes ahora por qué debía desaparecer?, ¿comprendes que no tenía otra opción? -le preguntó finalmente volviendo a pararse frente a ella. No había odio ni rabia en sus palabras, sino una cierta resignación.
-El chico me forzó, al final no era ningún inútil... se me pasó la mano... no es algo de lo que esté orgulloso, ¿sabes? -se acercó un paso más- hay muchas cosas de las que no estoy orgulloso, ¿no tienes las pesadillas?.
Desde aquella guerra que Artabán siempre las tenía. Imágenes de las atrocidades que cometió bajo la bandera de la lucha, atrocidades que iban más allá del combate justo. Eso no había sido sólo una guerra, había sido una masacre, un genocidio. Así como Artabán, muchos otros aún debían lidiar con los recuerdos de lo que habían hecho, recuerdos que parecían fantasmas lejanos, recuerdos que ni siquiera le habían servido para llevar una vida de paz luego de ello, pero al fin y al cabo siempre iban con él, como una mochila que debía cargar y que, de vez en cuando, se hacía sentir. No era arrepentimiento, no era culpa, eran sólo los fantasmas de lo que fue y no debió ser.
-Pero no es compasión lo que busco y lo sabes, no, el pasado es el pasado, no podemos cambiarlo, nos perseguirá mientras vivamos, nos recordará quiénes somos, lo que hemos hecho, los caminos que nos han llevado hasta hoy, hasta mañana, pero lamentarse no lleva a nada, sino buscar cómo volver a crecer.
Emitió una pequeña risa, casi como soplidos salidos de su nariz.
-Así como Beltrexus... ese jodido de Kaledor ha sabido hacerla renacer, debo admitir.
Dio un suspiro, pensando nuevamente en la temible loba.
-Al menos esa loba no caza fantasmas, Artabán desapareció hace mucho, seguro la mano derecha del rey de Lunargenta tiene mucho que hacer... y seguro no busca tener conflictos con los brujos, tal posición es una enorme carga y responsabilidad.
Artabán
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Re: Como la luz de una estrella
Ennegrecía el día a medida que los minutos pasaban, la conversación había subido de tono y ahora no solo se jugaban los sentimientos de la bruja hacia él, sino la paz entre dos razas. Sokotora no dijo nada, reflexionó sobre todo lo que acababa de decir el brujo, si bien era cierto que no sabía exactamente quién había sido el artífice de aquel secuestro, Sokotora estaba segura de que la loba tendría recursos suficientes para averiguarlo. Se levantó sin mirar a Artabán, que estaba frente a ella de pie, lo evitó a toda costa, así como su mirada. Se acercó a un pequeño candil que reposaba sobre la fría madera de abedul de la cómoda al lado de la puerta y simplemente lo encendió con la cerilla que había a su lado, aprovechó el fuego del candil para encender varias velas que puso sobre una mesa redonda de la misma madera. La habitación se iluminó, tiñó las cortinas azules de terciopelo de un color amarillo vivaz, mientras, por la ventana, el crepúsculo pintaba las montañas de tonos naranjas y rojizos, cada vez más apagados. Sokotora se quedó un rato apoyada sobre la silla al lado de la mesa redonda hasta que se decidió a girarse hacia el brujo sin apartar el brazo de la silla donde reposaba.
-No sé... -Se limitó a decir, después se frotó la frente con la otra mano y se echó el mechón de pelo blanco hacia atrás. Quería creerle, quería creer que se arrepentía de todo aquello, pero no podía, en el fondo sabía que Artabán seguía ahí dormido en algún lugar de su nueva identidad. -Conozco cómo de rencorosas pueden llegar a ser las mujeres. -Dijo girando la cabeza hacia la ventana y resoplando.
Una suave brisa entró por la ventana meciendo el cabello de la bruja, así como la llama de la vela que reposaba encima de la mesa, que titubeó unos segundos antes de apagarse. Sokotora se dio la vuelta y cerró la ventana con cuidado, el frío del norte entraba entre las rendijas de la ventana, helándole los huesos. Un escalofrío le recorrió la nuca, se frotó varias veces los brazos y suspiró. No podía tampoco mostrar su verdadera preocupación por aquel hombre. No ahora que había conseguido la aventura de su vida, sin depender de nada ni de nadie.
-Bueno, lo hecho, hecho está. -Afirmó mirando por la ventana. Ya tan solo se veían las pequeñas ventanas de las casas iluminadas por las velas de su interior. Los dragones volando a lo lejos se le asemejaban a las golondrinas de Beltrexus. -¿Qué piensas hacer ahora? -Le preguntó apartando la cortina con el reverso de la mano, posando la otra sobre el frío cristal. Una bocanada aire caliente salió de su boca empañando el cristal. -No sé si el norte sería el mejor lugar para que empezáramos... -Hizo una pausa, pensando sus palabras-... Empezaras a buscar tus poderes. -Afirmó de nuevo con la mirada perdida en la inmensidad de las montañas nevadas.
Sokotora
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Re: Como la luz de una estrella
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Sarez
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