Traición - (Volviendo a casa - capítulo 4) [CERRADO][interpretativo - libre]

Matar a su mejor amigo.

Demian no podía decir que pudiera sentir aberración por recibir la orden de matar, al fin y al cabo ese era su trabajo, pero... ¡¿A Chimar?!... es que el mundo de pronto estaba de cabezas y ya nada parecía tener el orden que apenas unos minutos atrás había tenido.

Es que una cosa era matar a un tipo desconocido, un saco de sangre con un rostro pegado a los ojos de Demian. Trabajo era trabajo, nada personal. Otra cosa muy distinta era destripar a su amigo.

Dentro de su cabeza había un verdadero remolino de pensamientos e ideas, pero su rostro lucía como siempre, al menos para el ojo inexperto. No había lágrimas, ni temblores, pero sí pequeños cambios, extremadamente sutiles, como el hecho que apretara los dientes más que de costumbre o que pestañeara con una frecuencia mayor.

¿Qué deseaba su maestro con todo ello?, ¿por qué?, ¿no podía acaso simplemente dejarlo ir bajo la promesa de que no dijera nada?...

—Dame unos minutos... —dijo a Chimar.

Se dirigió entonces a una habitación que recordaba muy bien de ese templo. Era un lugar de escasa iluminación al que tuvo que acceder con una máscara de tela sobre la cara. No era para menos, allí el templo guardaba ingredientes de distintos tipos de veneno, básicamente cada uno que era conocido.

Demian necesitaba pensar, pero no podía hacerlo frente a Chimar, así que tenía la excusa perfecta en preparar veneno. Bien podía haber simplemente sacado un poco ya listo, pero quería el tiempo.

Tomó dos frascos, cada uno etiquetado con la leyenda "Sierpe de dos cabezas", excepto que uno añadía "derecha" y el otro "izquierda". Tomó un tercer frasco, uno pequeño, el cual puso sobre la mesa, al medio. Vertió unas gotas de cada una de las muestras del reptil, contemplando la reacción al unirse los elementos, pero no podía quedar sólo allí. Un poco de aceite sería necesario, de preferencia uno espeso... grasa de troll, por supuesto. Con ello lograría mayor adherencia a su arma. La esencia de distintas flores, en pequeñas gotas, añadiría el toque de rapidez a la pócima preparada.

Ya provisto del veneno, lo guardó en su botellita metálica que escondía en su brazalete y salió. A pesar de todo, aún no había aclarado su mente.

***

Media hora más tarde se encontraba en el bosque, caminando silencioso. Su maestro lideraba el camino, dirigiéndolos hacia lo que se suponía sería su objetivo. Ya Demian ni siquiera recordaba con claridad a quién debían matar, pues sabía que su objetivo era otro.

La noche era oscura, lo que les daba una buena cobertura. El ruido de los grillos parecía más molesto, como si fueran a de pronto recriminarle por algo, mientras un búho cercano protestaba por la intromisión de personas en su territorio.

—Allá —indicó el maestro, señalando al poblado que podía verse nada más pasar una pequeña colina —Es la casa grande del lado izquierdo. El plan es simple, nos cubriré con una ilusión para llegar a la puerta. Luego de eso lo dejo en manos de ustedes, pero estaré a vuestras espaldas, listo para cualquier cosa. ¿Entendido?

Demian asintió. Por supuesto que entendía lo que debía hacer, así como entendía que no podía simplemente ocultar a su hermano y decir que lo había matado, el maestro estaría observando.

Apretó sus dientes hasta que le dolieron.

A diferencia de Demian, quien requiere de abundante concentración para mantener ilusiones de ese tipo, usualmente moviéndose lento y con cuidado, el anciano se desplaza con naturalidad, como si no estuviera haciendo esfuerzo alguno.

Demian parece tener confianza en lo que hace su maestro, pues camina también sin mayores cuidados, a pesar de que para ellos tres no hay nada diferente. Pueden verse con normalidad, las cosas a su alrededor lucen igual que siempre, sólo que Demian sabe que su maestro está haciendo su trabajo.

Llegan hasta la puerta de la casa y el chico extiende su mano. También posee algunos trucos y, en esta ocasión, hace uso de su telekinesis para mover el pestillo al interior. Tarda un poco, debiendo pasar por un poco de ensayo y error para dar con el lugar exacto, pero de pronto la puerta cede y se abre, tal como si un portero desde el interior les diera acceso. Por supuesto, procura ser muy silencioso.

La luz es escasa, pero a simple vista no se puede notar nada extraño. Parece una casa común y corriente, con algunas sillas, una mesa de comedor y alguna que otra cosa sin importancia por aquí o por allá.

—Mis informantes me han dicho que posee un sótano, uno con más de una sorpresa —dice en un tono de voz suave el anciano, un tono preparado para momentos de misiones, apenas perceptible a la distancia correcta —Supuestamente la entrada se encuentra bajo la mesa del comedor.

Demian asiente y se dirige hacia el lugar señalado, caminando con cuidado. No sabe qué tan peligroso puede ser el brujo al que buscan matar.

—Chim, ¿por qué no revi-viisas si se encuentra en su dormit-t-torio? yo veré si encuentro la entrada al sótano.

En efecto, no saben exactamente dónde está en ese preciso instante el objetivo y Demian busca con eso prolongar un poco el momento, aunque sea para simplemente tener más espacio para respirar. No es fácil estar en sus zapatos en ese momento y busca sin cesar una solución en su cabeza.

La mesa se ve de buena calidad, incluso con cierto aire de lujo, siguiendo la línea general del interior de la vivienda. Es larga, para varias personas, a pesar de que allí sólo viva una.

Demian se arrodilla y entra bajo la mesa. Se supone que debe haber alguna especie de puerta o entrada allí, pero a simple vista no se ve nada. Comienza a palpar el piso, palmo por palmo, delicadamente, tratando de sentir cada irregularidad posible en el material. El proceso es lento, en especial en la oscuridad, pero el chico está concentrado.

—Ya está, encontré la puerta —menciona de pronto Demian.

Decide no abrirla aún, no al menos hasta que su hermano esté de vuelta.

Sintió su mano temblar al momento de levantar la puerta, no por miedo al hechicero, ya que tenía a su maestro, ni tampoco por miedo a hacerlo mal y quedar en vergüenza, pues eso había pasado a segundo plano, sino por la irreversibilidad de dar aquel paso.

—La magia oscura es un peligro para todo Aerandir —dijo a Chimar, ganando algo de tiempo— , es nuestro deber que nadie la practique, ya sabes lo que pasó en Térpoli.

Ambos muchachos habían seguido caminos distintos en esa ocasión, pero habían presenciado los mismos horrores, cosas que, fuera lo que fuera que hubiera bajo esa puerta, seguro la superaban con creces. Aquello le dio un poco más de confianza a Demian, pues sabía que no sería el primer encuentro de su hermano con ese tipo de cosas.

—Vale, allá vamos —dijo finalmente, tras un silencio incómodo. No tenía manera de prolongar más el momento.

El olor, por supuesto, fue lo primero que percibió. Olor a muerte. Pero tras primer impacto al menos dio un suspiro de alivio. El hedor no era tan fuerte, de modo que al menos era muy poco probable que se encontraran con alguna especie de ejército de muertos como en aquel poblado. De todas maneras había que tener cuidado.

Demian fue el primero en bajar, haciéndolo de manera sigilosa. Con algo de suerte el brujo no sabría de su llegada y podrían hacer un asesinato limpio y silencioso. Miró a su alrededor, reconociendo el lugar. Había luz proveniente de lo que parecían antorchas, aunque si se miraba más de cerca se notaba que no se quemaban para dar luz. En cambio, cada una tenía grabada una runa. Si hubiera tenido más tiempo las habría estudiado, pero no era el caso. Algunos huesos viejos y secos estaban desparramados por los rincones, confirmando que lo que fuera que se llevara a cabo allí debía ser ilegal.

Más allá de la cámara inicial se extendía un delgado pasillo curvo. No se requería ser ningún genio para saber que era lo más probable encontrar al objetivo más allá.

Demian se acercó en silencio, dando pasos en extremo suaves, pero de pronto extendió su mano para detener la marcha, justo cuando su pie entraba en contacto con la primera piedra del pasillo.

—Hay una trampa —susurró.

En efecto, había sido entrenado para preparar trampas, como todo asesino, lo que implicaba también aprender a detectarlas, sin embargo para comprender ésta también había recurrido a su conocimiento de los arcanos, pues en la piedra estaba grabada, muy tenuemente, la figura de una runa, que comenzaba a emitir un pequeño brillo tras el contacto del pie del brujo.


—Si levanto el pie se accionará —explicó— , Chim, ¿ves esos orificios en la muralla?, seguro hay un mecanismo en su interior para lanzar algo, flechas, dardos, no lo se, pero hay algo allí... ¿crees que puedas desarmarlo?

Los orificios apuntaban a la posición de Demian. Podía intentar dar un salto rápido y con suerte alcanzaría a esquivar los proyectiles, pero estaba seguro que eso alertaría al brujo de su presencia. Necesitaba desarmar la trampa y no podía sacar el pie de su lugar.

—Tú eres bueno con cosas mecánicas, seguro hay alguna especie de ballesta o algo parecido. Confío en ti.

Dio un suspiro tras decir eso, él sabía que podía confiar en su hermano en todo momento, pero... ¿podía Chimar decir lo mismo?... sintió vergüenza, estaba cooperando con un plan que seguro acabaría con su hermano muerto.

Chimar se tomó su tiempo, lo que no hizo sino acrecentar el nerviosismo de Demian. Normalmente lograba mantener la calma en todo tipo de situaciones, una fría calma que a muchos ponía los pelos de punta, pero ahora se le veía pálido, respirando agitado y sudando. Debió permanecer quieto unos minutos, mientras su amigo hacía parecer que no sería tarea sencilla desarmar tal mecanismo.

Demian dio un suspiro en la espera, hasta que de pronto Chimar pareció terminar con todo simplemente cortando algo. Demian levantó el pie con cuidado de todos modos, agazapado y listo para moverse, en caso de que quedara algún otro mecanismo que no hubieran visto, pero de momento todo siguió en orden.

—Tras este pasillo seguro encontramos a nuestro objetivo —dijo con un aire algo lúgubre— , es mejor prepararse.

Saca la botella con el veneno preparado antes de salir y lo aplica directamente al filo de sus dagas. La grasa usada en la preparación hace que el veneno se adhiera y quede listo para inyectarse al cortar con las armas. Agrega con cuidado veneno a tres cuartas partes de cada daga.

Ya listo, Demian da unos pasos lentos para avanzar. Está atento, procurando fijarse muy bien en cualquier señal de una nueva trampa inscrita en aquellos pasillos, pero parece ser que de momento el peligro ha pasado.

—Maestro, ¿qué opina si...?... ¿maestro?

Demian ya no ve a su maestro por ningún lado. No sabe muy bien de qué se trata aquello, pero le hace ponerse más nervioso aún. Puede que simplemente el anciano quiera dejar a su pupilo cumplir la misión sin interferir, mientras observa, o bien puede que con ello quiera asegurarse de que Chimar no salga vivo. Como sea, se siente muy inseguro al no conocer la ubicación de su maestro, pero de algo se siente convencido, duda mucho que el experto asesino haya decidido volver atrás, debe andar cerca.

—Supo-po-pongo que... que debemos-ss ssseguir —dice a Chimar.

Sale por fin del pasillo y se encuentra con un nuevo escenario. Es una sala amplia, iluminada por las mismas antorchas de antes. Demian decide que es momento de usar sus ilusiones y se hace invisible. La tenue iluminación hará más efectiva su técnica, con lo que espera poder acertar el golpe definitivo, pero no será tarea fácil.

El brujo está despierto, lamentablemente se han pillado con alguien que parece no descansar. Está cosiendo lo que luce como un cadáver sobre una mesa. Es alto y de cabellos castaños salpicados de gris.

—¡Sí!, ¡sí! —dice con entusiasmo.

Momentos más tarde, la cosa sobre la mesa se empieza a mover, sentándose. Ahora se puede distinguir algo más de su ser, es un cadáver, pero al mismo tiempo no lo es, ya que está hecho de varias partes cocidas de lo que parecen distintas personas. Es grande, más grande que una persona normal. Emite un gruñido.

—Lo se, lo se, yo también lo he oído —comenta, girándose a mirar hacia el pasillo. Le cuesta un poco la maniobra, ya que usa un bastón, el que por supuesto está hecho de huesos humanos.

—Chim, dame una distracción y terminaré esto —susurra Demian.

Chimar claramente no se encuentra bien en aquella situación y Demian no puede sino pensar en lo injusto que será tener que cegar su vida de esa manera. En su interior ruega porque su maestro aparezca de pronto a detenerlo, a decirle que pasó alguna especie de prueba desquiciada y que ya no tiene que probar nada.

Pero por ahora tiene asuntos más urgentes de los que encargarse. Chimar destruye un recipiente con restos humanos, un cerebro, para ser más precisos, lo que por supuesto llama la atención de los presentes. La aberración da un repugnante gruñido al mirar lo sucedido, pero el brujo conserva un poco más la calma.

—Allí... allí... ve por él —ordena.

El ser se lanza en dirección a Chimar. Es algo torpe, pero parece tener mucha fuerza y cuando se es una cosa ya muerta, no es fácil acabar con su vida. Pero Demian de momento no puede ayudar a su amigo, sólo le queda confiar en que podrá salir de ese apuro por sí mismo, o al menos ganar tiempo hasta que caiga el brujo.

Emprende la marcha pasando a escasos pasos de la aberración, pero sigue adelante. Su objetivo espera, recogiendo nervioso un libro y algunos papeles sueltos de la mesa. Al parecer espera huir y dejar el trabajo sucio a su creación.

Demian por un momento olvida todo, a su maestro y su extraña petición, a su amigo que debe estar luchando contra una horrenda criatura, a Ratita que no sabe el peligro en que se encuentra, a las islas... todo... sólo existen en el universo él y su objetivo, nadie ni nada más.

Realiza un rodeo, no irá hacia él de frente, sabe que hay brujos capaces de ver a través de las ilusiones, así que aprovecha los rincones más oscuros de la habitación. El enemigo sostiene su libro y lo abre, buscando alguna especie de conjuro. Cuando lo logra extiende su mano hacia Chimar, dispuesto a usar algún truco oscuro.

Pero no llega a realizarlo, la daga entra limpiamente en la parte baja de su espalda, como un cuchillo a la mantequilla. Ni siquiera la sangre sale de inmediato, pero el destino del nigromante está ya decidido. Es la ventaja de usar un cuchillo en una sociedad de magia, nadie está preparado para ello.

No lo saca de inmediato, procura revolverlo en el interior de las vísceras de su objetivo, asegurar una muerte decisiva. Sabe que es imposible que se salve, pero en cierta manera también está liberando su rabia en ese acto. El veneno no será necesario, para cuando haga su efecto causando un paro cardíaco el brujo ya se habrá desangrado.

Sólo tras verle caer el mundo vuelve a recibirle y busca con la mirada qué ha sido de su compañero, cruzando los dedos de que siga con vida.

Demian sacude la sangre de su daga y la limpia en las ropas del caído, luego de eso la guarda en su funda. Aún conserva la otra daga en su mano. En ese momento se escucha un ruido muy fuerte aunque, en vez de asustarlo, le trae una pequeña sonrisa. Aquello no puede venir de otro que no sea su amigo.

En efecto, aunque la vista no sea muy agradable, el método ha resultado efectivo y la aberración se encuentra desarmada. La muerte del nigromante significa que esos restos al fin descansarán en paz. Se acerca a su amigo y sonríe ante su comentario.

—Claro Chim, los gorriones somos imparables —contesta.

Se acerca a Chimar y sonríe, pero una figura aparece en escena, nadie más que el maestro Emil. En su rostro se aprecia satisfacción, al parecer aprueba lo que ha ocurrido hasta ahora, el cómo han salido adelante de una situación peligrosa y, por supuesto, la letalidad con que Demian realizó su acto.

Pero alguien más aún tiene algo que decir.

Moribundo, casi ahogándose en su propia sangre, el nigromante mira impotente desde el suelo a los presentes. Sabe que su vida está por desaparecer, pero hay una fortaleza en sus ojos que le permiten aún no cerrarlos para siempre.

—Ma...estro... le... he... fa... llado.

Tras sus últimas palabras su rostro queda inmóvil y es claro que ha dado su aliento final.

Demian trata de procesar lo que acaba de oír. ¿Es posible que ese sujeto hablara del maestro Emil?, ¿sería algún delirio de un moribundo?, ¿cómo era posible que un nigromante llamara de esa manera a su maestro, quien luchaba contra ellos?... pero había algo más en todo ello... la trampa. La trampa había sido fácil de detectar por Demian porque la conocía, había aprendido a hacerla en el templo. No había puesto mayor atención a ese detalle hasta ahora.

—Sí, Demian —dice el anciano— , nuestra organización debe mantener la seguridad de las islas, debe asegurar la seguridad de nuestra raza por todos los medios posibles... si existe una magia tan poderosa en este mundo, ¿en qué mejores manos que en las nuestras puede estar?

El chico trata de procesar toda la información que recibe. Si lo piensa, tiene sentido, pero no por eso es fácil de aceptar. La magia de los muertos puede resultar extremadamente poderosa, por lo que se está en desventaja al no tenerla y luchar contra ella, pero también es una magia que corrompe. ¿Cómo puede su maestro cultivarla en secreto?.

—Ahora, cumple tu destino, termina con tu trabajo y juntos protejamos no sólo las islas, sino todo Aerandir.

Demian sabe a lo que se refiere. El maestro quiere que acabe con la vida de Chimar. Debe finalmente tomar una decisión.

Deja escapar un grito, más bien un chillido, un sonido que ininteligible de rabia e impotencia. Ni aunque quisiera oponerse a su maestro podría salvar la vida de su amigo, él es simplemente demasiado poderoso para un chico como él. Además, él lo crió, él vio sus primeros pasos, le enseñó a atarse los cordones de los zapatos, él le protegió cuando los matones le querían hacer daño y él le enseñó todo lo que sabe... todo lo que sabe... matar.

Finalmente, toma una decisión.

Una nube de polvo ilusorio lo envuelve a él y la zona circundante, activando una versión más avanzada y eficaz de su invisibilidad. Sólo durará unos segundos, pero es suficiente para el paso que quiere llevar a cabo.

Recorre la escasa distancia hasta Chimar en un abrir y cerrar de ojos, cubierto por su magia. En su mano aún porta la daga cargada de veneno, con la que realiza un ataque a su compañero de tantas aventuras.

Pero hay un detalle, un detalle en el que se juega todo... ha usado la parte del filo que intencionadamente dejó sin cubrir por el veneno.

Era imposible para el chico recordar algún momento de su vida en que su corazón hubiese latido más rápido. No se trataba sólo de lo que acababa de hacer, o de haber visto esa mirada en Chimar, esa mirada de un amigo que lo más seguro es que jamás le perdonaría, sino que además estaba el hecho de que jugaba con fuego, todo pendía de un fino hilo y un sólo error podía mandar todo a un siniestro final.

—Ya está, es un veneno pote-te-tente, usa extract-t-to de sierpe de dos cabezas, eso lo provocará un paro ca-aa-cardíaco en unos minutos —explicó Demian.

El silencio que vino a continuación le pareció eterno al chico, mientras sus ojos trataban de ver de reojo la expresión de su maestro, sin atreverse a voltear. ¿Qué estaría pensando?, ¿le habría creído?, ¿qué haría a continuación?. Siendo honesto consigo mismo, había improvisado algunas decisiones y no sabía muy bien cómo acabaría con todo ello, sólo ganaba tiempo.

—Sería más misericordioso terminar con él de una puñalada al corazón mientras aún duerme, ¿no?, una muerte por veneno es horrible y sabes que en mi corazón existe la compasión, no está en mi interés hacer sufrir a tu amigo más de lo necesario.

El anciano tenía razón. Esperar a que muriera por veneno era inhumano y ciertamente su maestro no estaría de acuerdo con sólo dejarlo allí sin comprobar su deceso. Debía hacer algo más, debía buscar otra solución.

Con la misma daga con que había hecho el corte aún en su mano dio un paso más hacia su amigo. Por algún motivo parecía haber recobrado un poco la calma, o quizás simplemente estaba ya tan nervioso que había llegado al punto del embotamiento. Se arrodilló a su lado, levantó el arma, apuntó al corazón y...

—No... no puedo. Maest-ttro, no po-podría volver a dormir en mi vida con este recuerdo... te-tendrá que hacerlo usted.

Miró a su mentor con ojos suplicantes.

El anciano podía parecer duro, podía ser la cabeza de una organización siniestra, pero Demian sabía que había bondad en él, sabía que siempre le había protegido, en ocasiones hasta mimado, sabía que a pesar de toda su fama, aún le miraba como a su hijo.

—Bien, ya has demostrado tu lealtad... yo terminaré con esto —dijo finalmente, con una mirada de comprensión— ... has crecido mucho, Demian.

Se acercó al cuerpo inconsciente de Chimar, mientras Demian volvía a ponerse de pie. Sacó de sus ropas una daga, negra como la del chico, brillante y afilada. Se veía cierto respeto en su expresión y en su manera de moverse, como si de verdad sintiera compasión por aquel niño humano al que ahora mataría.

—Me odiarás por siempre por esto, pero era necesario. Ahora demos un descanso sereno a tu amigo.

Levantó la daga, tal como había hecho Demian antes, calculando, preparándose para el golpe final. El filo apuntaba directamente a su pecho...

Brotó sangre.

La daga se había enterrado muy profunda en la espalda del anciano, no sólo cortando a su paso, sino además portando el peligroso veneno. Los ojos de Demian estaban llenos de lágrimas, pero había cometido la mayor traición de su vida, había atacado a su maestro, engañándolo para estar a sus espaldas.

No espera un segundo más, inmediatamente da un salto hacia su amigo y lo toma de una mano, jalando con todas sus fuerzas. No es un chico fuerte, nunca lo ha sido, pero necesita sacar a su compañero de ese lugar, lo más rápido posible. De alguna manera, producto de la adrenalina, logra acomodar de una manera muy imperfecta, pero que al menos funciona, a Chimar sobre su espalda. Las piernas del humano arrastrarán, pero debe moverlo.

—Despierta, jodido Chimar, ¡tenemos que salir de aquí! —grita mientras trata de llevarlo hacia la entrada.

Su amigo despierta tras lo que parece una eternidad, aunque de hecho no han sido más que unos segundos. Todo parece ocurrir en otro plano, como si lo estuviera leyendo en un libro y no fuera él realmente el que está allí. Pero debe seguir, debe moverse y salir de allí, lo más rápido posible. Las cosas pueden ponerse feas muy pronto.

Entonces ve el rostro de Chimar, horrorizado. Es el mismo rostro que ha visto en tantas personas, aquel que ponen cuando está cubierto en sangre, cuando descubren su verdadero potencial. Entiende por qué su amigo tiene esa expresión, pero no por eso es menos dolorosa. No intenta explicar nada, sabe que, a pesar de haber obtenido salvarle, le ha puesto en extremo peligro. Tan sólo un detalle que hubiera salido mal y...

Chimar comienza a seguirlo, mostrando con ello que, al menos de momento, vuelve a confiar en él, los gorriones vuelven a estar unidos... ¿o no?.

Ratita. En todo este asunto no ha considerado ese factor. Necesitan rescatar al gorrión más joven y deben hacerlo pronto, antes de que los brujos se enteren de lo ocurrido. Seguramente corre peligro, si aún sigue vivo...

—Vamos, aún puede que alcancemos a rescatarlo —contesta, acercándose a la escalera para dejar aquel sótano.

Se gira un momento antes, mirando hacia el lugar donde su maestro yace. Con la oscuridad y el pasillo no logra verlo, pero supone que ya debe estar muerto. Realiza una profunda reverencia.

—Que en la muerte encuentres paz, maestro, te recordaré como el padre que fuiste —dice con un aire de solemnidad.

Por unos instantes pasan por su cabeza recuerdos, imágenes de tiempos distintos, de cuando pasaba horas escuchando las enseñanzas de su maestro, de cuando practicaba con él, incluso de cuando éste le castigaba por hacer cosas que no debía, pero eran castigos que siempre consideraba justos. Algún día debería rendir los honores como es debido, sin tanto apuro.

Se gira entonces hacia Chimar con sus ojos llenos de lágrimas. Se las seca con el brazo, pero ahora su rostro está manchado de rojo, de la sangre de su maestro.

—Porque esa magia es jodidamente difícil, ¿piensas acaso que es pensar en un lugar y decir palabras mágicas? —contesta.

Comienza entonces a subir la escalera, abandonando la escena de su crimen más grande que ha cometido.

—Si nos apuramos podemos llegar al templo aún de noche, será más fácil sacarlo de esa manera.

Salen finalmente de ese sótano del horror, de ese lugar al que nunca debió haber entrado. El plan es claro y las palabras de su hermano sólo ponen énfasis en que toda la situación es en extremo tensa para ambos. No quiere una pelea ni pretendía sonar hostil, pero no es momento de solucionar conflictos, ya podrán hacer eso en la tranquilidad de la Ratonera, si algún día vuelven allí. Por ahora lo importante es que ese momento llegue a cumplirse.

—No estás envenenado, la parte de la daga con que te corté no tenía veneno —le explica mientras cruza la puerta y se prepara para usar una ilusión para mantenerlos ocultos hasta llegar a la espesura del bosque.

No resulta muy fácil usar su magia con toda la conmoción emocional que han vivido, la ilusión se basa mucho en mantener la calma y observar el entorno, por lo que requiere una mente fría, pero no se le puede culpar a Demian el estar con muchos sentimientos en su interior, incluso si ha sido entrenado para ello. Sigue siendo un niño.

—Y perdón, corrí grandes riesgos, podría haber fallado y estarías muerto en este momento —le dice sin mirarle de frente.

Va a abandonar la casa cuando parece tener una nueva idea y se echa hacia atrás. Corre de pronto, dirigiéndose a la zona de la cocina, desde donde se escuchan movimientos de cosas y luego unos golpes de pedernal. Instantes más tarde el sonido del crepitar de llamas se hace audible, acompañado del humo saliendo. Demian se asoma nuevamente.

—Siento el retraso, pero así cubriremos nuestras pistas sobre lo ocurrido, puede que hasta nos de más tiempo —explica a su compañero.

No sólo eso, no quiere que encuentren a su maestro así, yaciendo como un criminal cualquiera, en un sótano cualquiera. No podrá darle el funeral que se merece, pero al menos espera que ello sea una pira fúnebre que le supla y que con el fuego el sótano ceda, sepultándole allí para siempre. Si algún día tiene la oportunidad de volver, sabrá así dónde rendir tributo a quien considerara como a su padre por tantos años.

Con todo, parece haber cierta calma en sus movimiento, incluso el tartamudeo se ha borrado, aunque la tristeza en su rostro es evidente, lo que es especialmente llamativo en alguien como él, tan inexpresivo.

Vuelve a la puerta, donde con más soltura da forma a su magia, generando una ilusión para cubrirles en la avanzada. No será fácil cumplir con su misión, pero debe hacerlo, debe intentar un último esfuerzo por aquel chico que ha sido su hermano todo este tiempo.

—Ratita, vamos por ti —dice al aire, mientras camina hacia el bosque.