El mal arraiga fuerte [Libre][Interpretativo][1/1][CERRADO]
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El mal arraiga fuerte [Libre][Interpretativo][1/1][CERRADO]
No pasaba por el mejor de sus momentos, allí tirada en medio de la callejuela mientras el helado viento le hacía perder la sensibilidad en el rostro, aunque esto último quizá debería agradecerlo. Un fino hilo de sangre le bajaba por la comisura del labio, pero no podía preocuparse por las heridas aún, no mientras el ser que se las había producido siguiese frente a ella. Ninguno de los habitantes de la zona osaba acercarse al lugar, pues muchos habían escuchado ya los rumores e incluso visto con sus propios ojos que algo no iba bien en aquella casa.
- Eres fuerte sí, pero no lo suficiente. - comentó la criatura, a través del pequeño al que había poseído para la ocasión. El niño, que apenas tendría ocho o nueve años, llevaba semanas ya bajo el mando del demonio, que se divertía a costa del sufrimiento ajeno, sobre todo del de la propia familia del pequeño. - Cobarde, ¿por qué no sales de ahí y das la cara? - espetó la hechicera mientras se levantaba, con la vista clavada en el muchacho de ojos negros. - ¿Para qué? Este cuerpo es perfecto para lo que tengo planeado, nadie se atrevería a dañar a un niño. - respondió, sonriendo con malicia.
Tenía razón, el único motivo por el cual seguía ileso era el recipiente que había escogido, sino la joven ya habría intentado dejarlo inconsciente para luego buscar la manera de expulsar a la criatura de su interior. - No niego que resulta tentador tomar el tuyo, pero eso no me corresponde a mí…- añadió poco después, arrastrando las últimas palabras. - ¿Qué quieres decir con eso? - preguntó la tensai, con el ceño fruncido y los puños firmemente cerrados a causa de la impotencia.
- Sabes de lo que hablo, puede que hayas conseguido anular los efectos de momento pero no durará, los jinetes están ligados a ti por la maldición y terminarán viniendo a buscarte. - explicó, disfrutando de cada palabra. - No pueden alcanzarme, no en este plano. - respondió ella, pero su tono no fue lo suficientemente firme para convencer al demonio. - Eso no es cierto y de hecho lo sabes, has visto la marca que le han hecho a otra persona. - aseguró, sin dejar de sonreír.
Sí, la sombra estaba bien informada, demasiado a decir verdad, pero Elen disimuló lo mejor que pudo, para no darle la satisfacción de verla preocupada. La dragona de las tierras del este, ella había sido herida directamente por un jinete oscuro, pero tenía que confiar en que no pudiesen vagar libremente por Aerandir, no aún. - Tarde o temprano llegarán, y no habrá lugar en que puedas esconderte. - prosiguió la criatura con tranquilidad, cruzando los brazos sobre el pecho.
- Ya hemos hablado suficiente, pero no seré yo quien les quite su juguete, porque estoy seguro de que eso es en lo que te convertirás. Sí, alguno de ellos te poseerá y hará uso de tus poderes para destruir todo cuanto aprecies. - dijo, para acto seguido darse la vuelta y encaminarse al interior de la casa, donde los asustados padres y familiares del pequeño se arrinconaban en el salón, temiendo su regreso. Sabían que aquel no era el hijo o nieto al que querían, algo estaba dentro de él y quería hacerles daño, pero el miedo los bloqueaba.
- No voy a dejar esto así, ¡acabaré contigo! - exclamó la maga, avanzando tras él. El pequeño rió sonoramente antes de girarse hacia ella y usar sus poderes, que potenciados por el demonio, la enviaron de nuevo contra el frío suelo de piedra. Un brujo, el ser había elegido cuidadosamente a su recipiente, optando por un tensai de aire que vivía en el norte junto a parte de su familia, que a su vez estaba emparentada con dragones del mismo elemento.
- ¡Ja! De verdad querría ver como lo intentas, pero te aseguro que conmigo no sería tan fácil. - dijo triunfante, sabiéndose a salvo mientras estuviese anclado en el niño. - Sé de lo que eres capaz y a cuantos de los míos has ayudado a devolver al agujero, pero yo soy diferente, ésta vez no hay libro que quemar bruja. - agregó, antes de seguir su camino hacia la puerta de la vivienda.
Elen maldijo interiormente, golpeó el suelo con el puño e hizo lo posible por levantarse, sin poder sacarse de la mente a la pobre familia que tendría que seguir soportando el calvario. - No soy lo bastante fuerte, ¿cómo voy a encarar a los jinetes si no puedo encargarme de un maldito demonio común? - preguntó a la nada, impotente. Ahora la sangre de su labio no goteaba, pero pronto empezaría a dolerle el cuerpo por culpa de los golpes, tendría que reponerse antes de volver a intentar nada.
No había libro, eso sería un grave problema, pero debía existir algo que lo vinculase al plano en que se encontraban y también al niño, un objeto que seguramente estuviese en el interior de la casa.
- Eres fuerte sí, pero no lo suficiente. - comentó la criatura, a través del pequeño al que había poseído para la ocasión. El niño, que apenas tendría ocho o nueve años, llevaba semanas ya bajo el mando del demonio, que se divertía a costa del sufrimiento ajeno, sobre todo del de la propia familia del pequeño. - Cobarde, ¿por qué no sales de ahí y das la cara? - espetó la hechicera mientras se levantaba, con la vista clavada en el muchacho de ojos negros. - ¿Para qué? Este cuerpo es perfecto para lo que tengo planeado, nadie se atrevería a dañar a un niño. - respondió, sonriendo con malicia.
Tenía razón, el único motivo por el cual seguía ileso era el recipiente que había escogido, sino la joven ya habría intentado dejarlo inconsciente para luego buscar la manera de expulsar a la criatura de su interior. - No niego que resulta tentador tomar el tuyo, pero eso no me corresponde a mí…- añadió poco después, arrastrando las últimas palabras. - ¿Qué quieres decir con eso? - preguntó la tensai, con el ceño fruncido y los puños firmemente cerrados a causa de la impotencia.
- Sabes de lo que hablo, puede que hayas conseguido anular los efectos de momento pero no durará, los jinetes están ligados a ti por la maldición y terminarán viniendo a buscarte. - explicó, disfrutando de cada palabra. - No pueden alcanzarme, no en este plano. - respondió ella, pero su tono no fue lo suficientemente firme para convencer al demonio. - Eso no es cierto y de hecho lo sabes, has visto la marca que le han hecho a otra persona. - aseguró, sin dejar de sonreír.
Sí, la sombra estaba bien informada, demasiado a decir verdad, pero Elen disimuló lo mejor que pudo, para no darle la satisfacción de verla preocupada. La dragona de las tierras del este, ella había sido herida directamente por un jinete oscuro, pero tenía que confiar en que no pudiesen vagar libremente por Aerandir, no aún. - Tarde o temprano llegarán, y no habrá lugar en que puedas esconderte. - prosiguió la criatura con tranquilidad, cruzando los brazos sobre el pecho.
- Ya hemos hablado suficiente, pero no seré yo quien les quite su juguete, porque estoy seguro de que eso es en lo que te convertirás. Sí, alguno de ellos te poseerá y hará uso de tus poderes para destruir todo cuanto aprecies. - dijo, para acto seguido darse la vuelta y encaminarse al interior de la casa, donde los asustados padres y familiares del pequeño se arrinconaban en el salón, temiendo su regreso. Sabían que aquel no era el hijo o nieto al que querían, algo estaba dentro de él y quería hacerles daño, pero el miedo los bloqueaba.
- No voy a dejar esto así, ¡acabaré contigo! - exclamó la maga, avanzando tras él. El pequeño rió sonoramente antes de girarse hacia ella y usar sus poderes, que potenciados por el demonio, la enviaron de nuevo contra el frío suelo de piedra. Un brujo, el ser había elegido cuidadosamente a su recipiente, optando por un tensai de aire que vivía en el norte junto a parte de su familia, que a su vez estaba emparentada con dragones del mismo elemento.
- ¡Ja! De verdad querría ver como lo intentas, pero te aseguro que conmigo no sería tan fácil. - dijo triunfante, sabiéndose a salvo mientras estuviese anclado en el niño. - Sé de lo que eres capaz y a cuantos de los míos has ayudado a devolver al agujero, pero yo soy diferente, ésta vez no hay libro que quemar bruja. - agregó, antes de seguir su camino hacia la puerta de la vivienda.
Elen maldijo interiormente, golpeó el suelo con el puño e hizo lo posible por levantarse, sin poder sacarse de la mente a la pobre familia que tendría que seguir soportando el calvario. - No soy lo bastante fuerte, ¿cómo voy a encarar a los jinetes si no puedo encargarme de un maldito demonio común? - preguntó a la nada, impotente. Ahora la sangre de su labio no goteaba, pero pronto empezaría a dolerle el cuerpo por culpa de los golpes, tendría que reponerse antes de volver a intentar nada.
No había libro, eso sería un grave problema, pero debía existir algo que lo vinculase al plano en que se encontraban y también al niño, un objeto que seguramente estuviese en el interior de la casa.
Última edición por Elen Calhoun el Dom Ene 03 2016, 21:15, editado 1 vez
Elen Calhoun
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Re: El mal arraiga fuerte [Libre][Interpretativo][1/1][CERRADO]
Tras semanas de arduo camino, por fin, entre las montañas, se veían reslumbrar los edificios de la gigantesca Dundarak. A medida que había ascendido hacia el Norte la temperatura disminuía. Pese a que en Lunargenta me había provisto de refuerzos de piel para mi ropa, pues me habían advertido de que hacía bastante frío.
Precisamente frío. Esa es la sensación con la que podría describir en una palabra mi primera impresión de la mastodóntica ciudad de Dundarak, capital de los dragones. Estaba lejos de los reinos del Sur y echaba de menos el clima quasi-tropical de las islas Illidenses. Aunque me había acostumbrado a pasar frío poco a poco, gracias al gradiente de temperatura desde que había abandonado Lunargenta.
Una vez enfocada la puerta de entrada a la ciudad, por la que podría entrar una ballena, tuve que esperar unas horas a que me dieran el acceso a la ciudad una vez había llegado, había bastantes mercaderes esperando por un visado para acceder a la ciudad. Me cansé de esperar bastante y no tuve otra opción que sentarme en un banco al lado de un anciano que venía con una mula repleta de provisiones que, presuntamente, llevaría a la ciudad.
-¿Por qué tardarán tanto? – me pregunté a mí misma en voz baja, llevándome las manos a la cabeza. Estaba cansada y empezaba a estar ansiosa por lo que tenía que hacer allí. El hombre, que ya me había visto como me sentaba allí, contestó a mi pregunta sin haberme dirigido a él.
-¡Je! Corren tiempos difíciles aquí. – dijo con una sonrisa, dando una calada al cigarro que llevaba – La ciudad ya no es lo que era – se lamentó con una mirada de resignación hacia el suelo. Yo, curiosa, quise sacarle algo más de lo que sabía, para saber en qué medida podían dificultad mi misión.
-¿A qué se refiere? – pregunté, observando al hombre.
-¡Ja! A todo, muchachita – generalizó con una sonrisa, devolviéndome la mirada, antes de absorber humo de nuevo – Asesinatos casi cada día, asaltos, conflictos entre familias importantes… Esta ya no es “la capital del mundo” – y miró hacia abajo, escupiendo el suelo, un claro gesto de resignación.
Sólo le mantuve una mirada hacia él, pero pensativa. Tendría que andarme con pies de plomo, mi trabajo allí no sería tan fácil como en Lunargenta por lo que veo. Y no solo por las inclemencias meteorológicas y la nieve permanente.
Encontrar y convencer a Malcolm Forvey en Lunargenta había sido relativamente sencillo. Era un vampirólogo de reconocido prestigio que había pertenecido al extinto grupo de “Los Cazadores”, reconocido gremio de cazadores de vampiros que redujo la presencia de éstos en Aerandir durante más de cincuenta años, pero cuyo funcionamiento había terminado drásticamente en lo que los brujos afines conocen como “La masacre de Sacrestic Ville”, donde todos los cazadores fueron avasallados por los vampiros inesperadamente después de que la mejor cazadora de la que disponían los llevase a una trampa mortal, incluido a su propio marido: La noble Lady Mortagglia. El único superviviente de la masacre fue el que ahora es mi maestro, Dorian, por aquella entonces, un joven cazador de 30 años. Además de los miembros de “inteligencia” que físicamente no se encontraban allí, como el propio Malcolm.
Mi misión no era otra que reunir a los supervivientes de aquel extinto “equipo profesional”, que Isabella y Dorian querían reconstruir para continuar las labores que realizaban antaño y terminar con el grupo vampírico conocido como la “Hermandad de Sangre”, o simplemente “La Hermandad”, que en los últimos años habían incrementado el número de asesinatos y secuestros. A un nivel más personal, otra de las prioridades de los nuevos cazadores sería conocer el paradero de la desaparecida Mortagglia y sus funciones dentro de este peligrosa secta vampírica.
Pero todos mis pensamientos se desvanecieron repentinamente cuando escuché la voz del guardia, que me pilló por sorpresa.
-¿Qué vienes a hacer aquí? – preguntó un guardia, acercándose a mí. Me incorporé de inmediato. Observó mi armamento: Las ballestas pequeñas, la pesada, mi faltriquera y mi daga al muslo. Así como mis ropajes, de cuero y oscuros, pero algo desgastados por el frío.
-Vengo del Sur, y necesito descansar en la ciudad. – respondí con la voz entrecortada, cruzando los brazos y metiendo las manos dentro de las mangas del otro antebrazo – Mañana al alba partiré.
El hombre se lo pensó antes de darme acceso a la ciudad. Si lo que me había dicho el mercader era cierto, había motivos más que suficientes para sospechar de mí. Sin embargo, el guardia viendo que sólo me quedaría un día, accedió a dejarme pasar. A fin de cuentas, para salir tendría que salir por allí o por la puerta Norte, pues sólo había dos posibles accesos a la ciudad, que se encontraba encajonada en un valle.
Una vez dentro, tenía que encontrar una posada donde descansar al menos un día, era por la mañana. Sabía que Igraine, la espía dragona que había trabajado para el grupo y que había ido a buscar, no se encontraba allí. Me habían informado de que vivía algo más al oeste. Cerca del nacimiento del río Tymer, pero lo primero sería encontrar una posada, para descansar aquel día y comer algo caliente, antes de partir al próximo sol. Estaba muerta de tanto caminar.
Caminé bastante mientras buscaba la zona. La gente no presentaba una cara y, aunque más despoblado, el ambiente era mucho más pesimista que en Lunargenta. La nieve no ayudaba a ello. Me fijaba en cada persona, observando los rasgos característicos de los dragones, que había visto en contadas ocasiones.
Fue entonces cuando, a lo lejos, vislumbré una escena que no me resultó confortable, vi como una mujer con un peinado me resultaba conocido. ¿Dónde he visto yo ese peinado? Claramente alicaída, levantándose como podía tras el golpe brutal un joven la tiraba al suelo con un fuerte empujón sin tocarla. Aquellos poderes eran más propios de un brujo que de un dragón. No dudé en acercarme a la escena, aunque el joven ya había cerrado la puerta. Miré a la mujer. ¿La habrá echado de casa?
-¿Se… se encuentra bien? – le dije tímidamente adelantándome y tomándole la mano en un gesto reconciliador, fue entonces cuando vi su rostro y, efectivamente, claro que había visto el peinado en algún lugar. -¡¿Elen?! – exclamé, tenía un hilo de sangre congelada en un labio y estaba claramente agotada, apenas se sostenía por sus propios pies. Parecía otra mujer en relación a la que había dejado meses atrás en Beltrexus, ahora baja de moral y herida. - ¿Qué haces aquí? ¿Qué te pasa?– noté cuando toqué sus manos, mucho más frías que las mías. Yo podía estar cansada, pero me encontraba en mejores condiciones que ella. – Toma, ponte esto. Estás congelada – y me quité la chaqueta y se la puse sobre los hombros. Noté claramente el frío, pero podía aguantarlo un tiempo hasta que encontrásemos una taberna - Vamos a tomar algo a algún sitio. – dije tratando de que me acompañase a alguna parte. No iba a dejar a la joven allí en soledad.
OFF: Perdona al extensión del post, quería explicar bien las motivaciones de Anastasia para ir a la ciudad de los dragones.Precisamente frío. Esa es la sensación con la que podría describir en una palabra mi primera impresión de la mastodóntica ciudad de Dundarak, capital de los dragones. Estaba lejos de los reinos del Sur y echaba de menos el clima quasi-tropical de las islas Illidenses. Aunque me había acostumbrado a pasar frío poco a poco, gracias al gradiente de temperatura desde que había abandonado Lunargenta.
Una vez enfocada la puerta de entrada a la ciudad, por la que podría entrar una ballena, tuve que esperar unas horas a que me dieran el acceso a la ciudad una vez había llegado, había bastantes mercaderes esperando por un visado para acceder a la ciudad. Me cansé de esperar bastante y no tuve otra opción que sentarme en un banco al lado de un anciano que venía con una mula repleta de provisiones que, presuntamente, llevaría a la ciudad.
-¿Por qué tardarán tanto? – me pregunté a mí misma en voz baja, llevándome las manos a la cabeza. Estaba cansada y empezaba a estar ansiosa por lo que tenía que hacer allí. El hombre, que ya me había visto como me sentaba allí, contestó a mi pregunta sin haberme dirigido a él.
-¡Je! Corren tiempos difíciles aquí. – dijo con una sonrisa, dando una calada al cigarro que llevaba – La ciudad ya no es lo que era – se lamentó con una mirada de resignación hacia el suelo. Yo, curiosa, quise sacarle algo más de lo que sabía, para saber en qué medida podían dificultad mi misión.
-¿A qué se refiere? – pregunté, observando al hombre.
-¡Ja! A todo, muchachita – generalizó con una sonrisa, devolviéndome la mirada, antes de absorber humo de nuevo – Asesinatos casi cada día, asaltos, conflictos entre familias importantes… Esta ya no es “la capital del mundo” – y miró hacia abajo, escupiendo el suelo, un claro gesto de resignación.
Sólo le mantuve una mirada hacia él, pero pensativa. Tendría que andarme con pies de plomo, mi trabajo allí no sería tan fácil como en Lunargenta por lo que veo. Y no solo por las inclemencias meteorológicas y la nieve permanente.
Encontrar y convencer a Malcolm Forvey en Lunargenta había sido relativamente sencillo. Era un vampirólogo de reconocido prestigio que había pertenecido al extinto grupo de “Los Cazadores”, reconocido gremio de cazadores de vampiros que redujo la presencia de éstos en Aerandir durante más de cincuenta años, pero cuyo funcionamiento había terminado drásticamente en lo que los brujos afines conocen como “La masacre de Sacrestic Ville”, donde todos los cazadores fueron avasallados por los vampiros inesperadamente después de que la mejor cazadora de la que disponían los llevase a una trampa mortal, incluido a su propio marido: La noble Lady Mortagglia. El único superviviente de la masacre fue el que ahora es mi maestro, Dorian, por aquella entonces, un joven cazador de 30 años. Además de los miembros de “inteligencia” que físicamente no se encontraban allí, como el propio Malcolm.
Mi misión no era otra que reunir a los supervivientes de aquel extinto “equipo profesional”, que Isabella y Dorian querían reconstruir para continuar las labores que realizaban antaño y terminar con el grupo vampírico conocido como la “Hermandad de Sangre”, o simplemente “La Hermandad”, que en los últimos años habían incrementado el número de asesinatos y secuestros. A un nivel más personal, otra de las prioridades de los nuevos cazadores sería conocer el paradero de la desaparecida Mortagglia y sus funciones dentro de este peligrosa secta vampírica.
Pero todos mis pensamientos se desvanecieron repentinamente cuando escuché la voz del guardia, que me pilló por sorpresa.
-¿Qué vienes a hacer aquí? – preguntó un guardia, acercándose a mí. Me incorporé de inmediato. Observó mi armamento: Las ballestas pequeñas, la pesada, mi faltriquera y mi daga al muslo. Así como mis ropajes, de cuero y oscuros, pero algo desgastados por el frío.
-Vengo del Sur, y necesito descansar en la ciudad. – respondí con la voz entrecortada, cruzando los brazos y metiendo las manos dentro de las mangas del otro antebrazo – Mañana al alba partiré.
El hombre se lo pensó antes de darme acceso a la ciudad. Si lo que me había dicho el mercader era cierto, había motivos más que suficientes para sospechar de mí. Sin embargo, el guardia viendo que sólo me quedaría un día, accedió a dejarme pasar. A fin de cuentas, para salir tendría que salir por allí o por la puerta Norte, pues sólo había dos posibles accesos a la ciudad, que se encontraba encajonada en un valle.
Una vez dentro, tenía que encontrar una posada donde descansar al menos un día, era por la mañana. Sabía que Igraine, la espía dragona que había trabajado para el grupo y que había ido a buscar, no se encontraba allí. Me habían informado de que vivía algo más al oeste. Cerca del nacimiento del río Tymer, pero lo primero sería encontrar una posada, para descansar aquel día y comer algo caliente, antes de partir al próximo sol. Estaba muerta de tanto caminar.
Caminé bastante mientras buscaba la zona. La gente no presentaba una cara y, aunque más despoblado, el ambiente era mucho más pesimista que en Lunargenta. La nieve no ayudaba a ello. Me fijaba en cada persona, observando los rasgos característicos de los dragones, que había visto en contadas ocasiones.
Fue entonces cuando, a lo lejos, vislumbré una escena que no me resultó confortable, vi como una mujer con un peinado me resultaba conocido. ¿Dónde he visto yo ese peinado? Claramente alicaída, levantándose como podía tras el golpe brutal un joven la tiraba al suelo con un fuerte empujón sin tocarla. Aquellos poderes eran más propios de un brujo que de un dragón. No dudé en acercarme a la escena, aunque el joven ya había cerrado la puerta. Miré a la mujer. ¿La habrá echado de casa?
-¿Se… se encuentra bien? – le dije tímidamente adelantándome y tomándole la mano en un gesto reconciliador, fue entonces cuando vi su rostro y, efectivamente, claro que había visto el peinado en algún lugar. -¡¿Elen?! – exclamé, tenía un hilo de sangre congelada en un labio y estaba claramente agotada, apenas se sostenía por sus propios pies. Parecía otra mujer en relación a la que había dejado meses atrás en Beltrexus, ahora baja de moral y herida. - ¿Qué haces aquí? ¿Qué te pasa?– noté cuando toqué sus manos, mucho más frías que las mías. Yo podía estar cansada, pero me encontraba en mejores condiciones que ella. – Toma, ponte esto. Estás congelada – y me quité la chaqueta y se la puse sobre los hombros. Noté claramente el frío, pero podía aguantarlo un tiempo hasta que encontrásemos una taberna - Vamos a tomar algo a algún sitio. – dije tratando de que me acompañase a alguna parte. No iba a dejar a la joven allí en soledad.
Anastasia Boisson
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Re: El mal arraiga fuerte [Libre][Interpretativo][1/1][CERRADO]
Mientras la de ojos verdes hacía lo posible por levantarse del suelo, una amable voz le llegó desde muy cerca, instantes antes de notar como su dueña le tomaba la mano para ayudarla a incorporarse. Elen supo casi de inmediato a quién pertenecía aquella voz, pero eso no evitó que la sorpresa se reflejase en su rostro al ver a Huracán, tras tantos meses sin saber de ella. - Anastasia… - dijo con tono apenas audible, a causa del cansancio y los dolores que ya empezaban a extenderse por su cuerpo.
Sin dudarlo, la tensai se deshizo de su abrigo para colocarlo sobre los hombros de la alquimista, a la que el frío le calaba hasta los huesos y pronto dejaría de sentir las extremidades si no encontraba un lugar en que resguardarse. Limitándose a asentir con la cabeza, Elen accedió a acompañarla hasta alguna taberna cercana, cualquier lugar donde pudiese reponer fuerzas bastaría. El demonio había salido victorioso de su primer encuentro con la hechicera, pero ésta no pensaba darse por vencida fácilmente, solo descansaría lo justo y necesario para volver a encararlo.
Avanzó lentamente a través de las calles, agradeciendo enormemente la ayuda que Huracán le estaba prestando para alejarse de la zona y no seguir mostrándose débil ante el enemigo, contra el que pronto tendría que volver a verse las caras. Pero antes de ir nuevamente a su encuentro debía encontrar un modo de combatirlo, ya que los ataques físicos quedaban descartados por culpa del recipiente que había elegido. Sin eso estaba en clara desventaja, pero trataría de idear un modo de engañarlo o distraerlo, durante el tiempo suficiente para hacerse con el objeto que lo atase a aquel plano.
Tan solo unos minutos después de haberse alejado de la casa, la bruja ya se encontraba frente a la puerta de una taberna, en cuyo interior se sentiría mucho más a gusto. Cruzó el umbral y buscó con la mirada hasta dar con una mesa cercana al fuego y algo apartada de las demás, perfecta para entrar en calor y poder hablar con tranquilidad sobre lo que estaba pasando en Dundarak. Puede que la llegada de Huracán le viniese como caída del cielo, era una buena luchadora y además ya se había enfrentado a algo parecido antes en la casa de William, aunque aquella vez la criatura no consiguió hacerse con ningún cuerpo.
Una vez sentada junto al fuego, Elen se palpó la cara y notó la sangre que le bajaba del labio, buscó un pañuelo en el interior de su bolso y limpió como pudo la zona, para luego rebuscar nuevamente hasta dar con una infusión de Inhibis, que de inmediato destapó para dar un trago. - No esperaba verte por aquí pero me alegro de que hayamos coincido, gracias. - musitó, al tiempo que devolvía el abrigo a su dueña.
- Desconozco el motivo que te haya podido traer tan lejos pero… necesito ayuda, esto supera mis capacidades. - prosiguió segundos después, luego guardó silencio. El tabernero, un hombre rechoncho y de estatura más bien baja, se acercó a la mesa y ofreció a las chicas algo de beber, oferta que la de cabellos cenicientos rechazó cordialmente con un gesto de la mano. En cuanto Huracán le respondiese se marcharía a seguir con sus quehaceres o buscar algo para la tensai, momento que la pequeña de los Calhoun aprovecharía para poner al corriente a su compañera sobre lo que estaba pasando.
- ¿Recuerdas el demonio de la casa de William? - preguntó, segura de que algo así seguía presente en la memoria de la maga. - Hace bastante tiempo me topé con algo semejante en estas tierras. El de aquella vez era un ser mucho más peligroso pero los caballeros dragones consiguieron encerrarlo en el hielo, del que por suerte no ha conseguido salir, aún. - comenzó a explicar, para que Anastasia se fuese haciendo una idea. - Vine buscando el consejo de los caballeros para combatir las sombras, pero nada más llegar me encontré con extraños rumores acerca de un niño, el que acabas de ver en el callejón. - continuó, para acto seguido hacer una pausa.
- Está poseído por un demonio como el que vimos en las islas, pero es algo diferente, más poderoso. - indicó, mientras frotaba las manos para entrar en calor. - Esa cosa me ha dicho que no hay libro pero tiene que existir otra cosa que lo vincule a este plano, debo encontrar ese objeto y destruirlo, pero no podré hacerlo sola. - dijo, con la mirada clavada en los ojos de su compañera. Lo único que podía hacer era sacar al pequeño de la casa para luego registrarla, pero eso no iba a resultar fácil, la sombra disfrutaba haciendo sufrir a la familia del niño y no los dejaría solos por mucho tiempo.
- El problema es que no puedo librarme de él sin más, tiene información, una que quiero. - prosiguió al poco. - En la casa de William mencioné que estaba maldita, supongo que no es algo que pasara desapercibido… Ese demonio sabe cosas sobre quienes me maldijeron, tengo que hallar la manera de interrogarlo sin peligro. - dijo para terminar, aunque no tenía idea de cómo lograría hacerlo. - Sé que es mucho pedir pero, ¿me ayudarías? - preguntó, esperanzada. Elen sabía que sus palabras podían generar muchas preguntas, pero estaba más que dispuesta a contestar las dudas que la tensai pudiese tener sobre su maldición, era lo mínimo que podía hacer si accedía a ayudarla en una misión tan peligrosa.
Off: Disculpa Huracán, mi pc tiene problemas de batería y se apaga cuando le da la gana, perdí el post y tuve que reescribirlo.
Sin dudarlo, la tensai se deshizo de su abrigo para colocarlo sobre los hombros de la alquimista, a la que el frío le calaba hasta los huesos y pronto dejaría de sentir las extremidades si no encontraba un lugar en que resguardarse. Limitándose a asentir con la cabeza, Elen accedió a acompañarla hasta alguna taberna cercana, cualquier lugar donde pudiese reponer fuerzas bastaría. El demonio había salido victorioso de su primer encuentro con la hechicera, pero ésta no pensaba darse por vencida fácilmente, solo descansaría lo justo y necesario para volver a encararlo.
Avanzó lentamente a través de las calles, agradeciendo enormemente la ayuda que Huracán le estaba prestando para alejarse de la zona y no seguir mostrándose débil ante el enemigo, contra el que pronto tendría que volver a verse las caras. Pero antes de ir nuevamente a su encuentro debía encontrar un modo de combatirlo, ya que los ataques físicos quedaban descartados por culpa del recipiente que había elegido. Sin eso estaba en clara desventaja, pero trataría de idear un modo de engañarlo o distraerlo, durante el tiempo suficiente para hacerse con el objeto que lo atase a aquel plano.
Tan solo unos minutos después de haberse alejado de la casa, la bruja ya se encontraba frente a la puerta de una taberna, en cuyo interior se sentiría mucho más a gusto. Cruzó el umbral y buscó con la mirada hasta dar con una mesa cercana al fuego y algo apartada de las demás, perfecta para entrar en calor y poder hablar con tranquilidad sobre lo que estaba pasando en Dundarak. Puede que la llegada de Huracán le viniese como caída del cielo, era una buena luchadora y además ya se había enfrentado a algo parecido antes en la casa de William, aunque aquella vez la criatura no consiguió hacerse con ningún cuerpo.
Una vez sentada junto al fuego, Elen se palpó la cara y notó la sangre que le bajaba del labio, buscó un pañuelo en el interior de su bolso y limpió como pudo la zona, para luego rebuscar nuevamente hasta dar con una infusión de Inhibis, que de inmediato destapó para dar un trago. - No esperaba verte por aquí pero me alegro de que hayamos coincido, gracias. - musitó, al tiempo que devolvía el abrigo a su dueña.
- Desconozco el motivo que te haya podido traer tan lejos pero… necesito ayuda, esto supera mis capacidades. - prosiguió segundos después, luego guardó silencio. El tabernero, un hombre rechoncho y de estatura más bien baja, se acercó a la mesa y ofreció a las chicas algo de beber, oferta que la de cabellos cenicientos rechazó cordialmente con un gesto de la mano. En cuanto Huracán le respondiese se marcharía a seguir con sus quehaceres o buscar algo para la tensai, momento que la pequeña de los Calhoun aprovecharía para poner al corriente a su compañera sobre lo que estaba pasando.
- ¿Recuerdas el demonio de la casa de William? - preguntó, segura de que algo así seguía presente en la memoria de la maga. - Hace bastante tiempo me topé con algo semejante en estas tierras. El de aquella vez era un ser mucho más peligroso pero los caballeros dragones consiguieron encerrarlo en el hielo, del que por suerte no ha conseguido salir, aún. - comenzó a explicar, para que Anastasia se fuese haciendo una idea. - Vine buscando el consejo de los caballeros para combatir las sombras, pero nada más llegar me encontré con extraños rumores acerca de un niño, el que acabas de ver en el callejón. - continuó, para acto seguido hacer una pausa.
- Está poseído por un demonio como el que vimos en las islas, pero es algo diferente, más poderoso. - indicó, mientras frotaba las manos para entrar en calor. - Esa cosa me ha dicho que no hay libro pero tiene que existir otra cosa que lo vincule a este plano, debo encontrar ese objeto y destruirlo, pero no podré hacerlo sola. - dijo, con la mirada clavada en los ojos de su compañera. Lo único que podía hacer era sacar al pequeño de la casa para luego registrarla, pero eso no iba a resultar fácil, la sombra disfrutaba haciendo sufrir a la familia del niño y no los dejaría solos por mucho tiempo.
- El problema es que no puedo librarme de él sin más, tiene información, una que quiero. - prosiguió al poco. - En la casa de William mencioné que estaba maldita, supongo que no es algo que pasara desapercibido… Ese demonio sabe cosas sobre quienes me maldijeron, tengo que hallar la manera de interrogarlo sin peligro. - dijo para terminar, aunque no tenía idea de cómo lograría hacerlo. - Sé que es mucho pedir pero, ¿me ayudarías? - preguntó, esperanzada. Elen sabía que sus palabras podían generar muchas preguntas, pero estaba más que dispuesta a contestar las dudas que la tensai pudiese tener sobre su maldición, era lo mínimo que podía hacer si accedía a ayudarla en una misión tan peligrosa.
Off: Disculpa Huracán, mi pc tiene problemas de batería y se apaga cuando le da la gana, perdí el post y tuve que reescribirlo.
Elen Calhoun
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Re: El mal arraiga fuerte [Libre][Interpretativo][1/1][CERRADO]
Elen pronunció mi nombre, por ello y por su rostro, que mezclaba sorpresa y alegría, podría decirse que estaba esperando que alguien le tendiera la mano en aquel momento. Las probabilidades de que yo pasase por allí eran bastante bajas, así que puede decirse que tal vez el destino hizo que nos encontrásemos tras varios meses. No dudó en tomar mi chaqueta en cuanto se lo ofrecí. La temperatura era baja, pero ella lo necesitaba más que yo.
Caminamos por las calles casi vacías hasta que llegamos a una taberna, con Elen apoyándose en mí. No estaba demasiado lejos de donde nos habíamos encontrado, por suerte. Aunque comenzaban a despellejárseme los labios. Una vez dentro de la misma, advertimos que el local estaba completamente vacío, por lo que pudimos sentarnos en la mesa más cercana al fuego. Yo también agradecía que hubiese escogido ese sitio, el calor era muy agradable. Elen aprovechó para devolverme la chaqueta y destacar la coincidencia de que nos encontrásemos, algo que devolví con una sonrisa mientras me abrochaba los botones de la chaqueta.
A continuación Elen me pidió ayuda pues según ella el problema superaba sus capacidades. Lo que me hizo fruncir el ceño en un claro gesto de sorpresa. Muy gordo tenía que ser el problema para que Elen, que solía ser tan reservada o más que yo, decidiera pedirme ayuda y contármelo. Y si superaba sus capacidades, seguramente también las mías, no obstante, entre dos seguramente sería más sencillo.
-Yo estoy buscando a alguien... especial. – le dije, sin especificar por el momento, pues aunque confiaba plenamente en la bruja, prefería mantener el carácter confidencial de mi misión por el momento. – Pero tú me has ayudado varias veces. Así que cuenta conmigo.– le confirmé.
En ese momento un camarero algo gordinflón se acercó a nosotros. La bruja eléctrica no podía. Yo, sin embargo. Tenía ganas de algo caliente – Un caldo, por favor. – le dije, que rápidamente me sirvió en un recipiente esférico.
Coloqué mis manos alrededor del recipiente mientras escuchaba a Elen comentarme su problema. Parecía algo similar al demonio de la casa de William, al que ya hacía casi medio año que habíamos derrotado. Asentí la cabeza para confirmarle que recordaba la escena. Pero en esta ocasión, parecía ser que la bruja había encerrado a otro demonio bastante más fuerte y por lo que entendía, parecía temer una repentina liberación y posesión del niño que la había empujado al suelo.
-¡Eso es terrible! – le dije tomando el recipiente con las dos manos y sorbiendo. Reencarnarse en una criatura inocente como lo era un niño era algo despiadado.
La de cabellos cenicientos continuó el discurso bajo mi incesante atención. Por lo visto en esta ocasión no parecía existir un objeto como el libro en la otra ocasión, que permitiese eliminar al demonio. Estaba un poco confusa y mi cara eso reflejaba. ¿Por qué le interesarían tanto por los demonios?
La respuesta me la dio a continuación, pues aquel demonio parecía tener información que ella necesitaba para dar con quienes la maldijeron, por lo que quería interrogarlo antes de acabar con él. A continuación pasó a pedirme ayuda. El asunto de los demonios y las maldiciones siempre me habían dado especialmente respeto. Pero no iba a dejar sola a una amiga cuando me necesitaba. Y menos después de haberme ella ayudado en no pocas ocasiones. No obstante, quería que recordase algo sobre mí.
-Recuerda que no soy cazadora de espectros. – le mencioné para que supiera que mi equipamiento y mis habilidades de combate no iban a resultar especialmente útiles contra este tipo de seres – Pero cuenta conmigo. Mi búsqueda puede esperar un tiempo. – y esbocé una sonrisa tímida. A la vez que dejaba una moneda en la mesa que serviría para pagar lo que había tomado. – Si estás lista, puedes indicarme qué planes tienes y como paramos a lo que quiera que sea esa cosa.
Poco después, cuando ella estuviese lista, me dirigiría a la puerta, dispuesta a ir a donde me dijera. Pero había varias dudas acerca de la maldición que quería preguntarle, entendería que no quisiese responderme pues se trataba de algo bastante personal.
-Por curiosidad… Si no es privado... Esa maldición… ¿Quién te la puso y por qué? – pregunté con semblante serio, mirándole a los ojos – Y… ¿cómo repercute en ti? ¿Cómo lo notas? – no sabía explicarme muy bien. Pero como nunca había estado maldita no podía saber con exactitud qué sentía alguien maldito – Las veces que te he visto… me pareces una chica normal – cuando lo dije me di cuenta de que había metido la pata expresándome. Algo que lamenté en el acto – Quiero decir… que si no me dices que tienes una maldición no me entero. Los malditos que me he ido encontrando tienen problemas visibles. – traté de rectificar con cierta torpeza. No conocía mucho ese mundo de fantasmas y maldiciones. Pero nunca era tarde para aprender.
Caminamos por las calles casi vacías hasta que llegamos a una taberna, con Elen apoyándose en mí. No estaba demasiado lejos de donde nos habíamos encontrado, por suerte. Aunque comenzaban a despellejárseme los labios. Una vez dentro de la misma, advertimos que el local estaba completamente vacío, por lo que pudimos sentarnos en la mesa más cercana al fuego. Yo también agradecía que hubiese escogido ese sitio, el calor era muy agradable. Elen aprovechó para devolverme la chaqueta y destacar la coincidencia de que nos encontrásemos, algo que devolví con una sonrisa mientras me abrochaba los botones de la chaqueta.
A continuación Elen me pidió ayuda pues según ella el problema superaba sus capacidades. Lo que me hizo fruncir el ceño en un claro gesto de sorpresa. Muy gordo tenía que ser el problema para que Elen, que solía ser tan reservada o más que yo, decidiera pedirme ayuda y contármelo. Y si superaba sus capacidades, seguramente también las mías, no obstante, entre dos seguramente sería más sencillo.
-Yo estoy buscando a alguien... especial. – le dije, sin especificar por el momento, pues aunque confiaba plenamente en la bruja, prefería mantener el carácter confidencial de mi misión por el momento. – Pero tú me has ayudado varias veces. Así que cuenta conmigo.– le confirmé.
En ese momento un camarero algo gordinflón se acercó a nosotros. La bruja eléctrica no podía. Yo, sin embargo. Tenía ganas de algo caliente – Un caldo, por favor. – le dije, que rápidamente me sirvió en un recipiente esférico.
Coloqué mis manos alrededor del recipiente mientras escuchaba a Elen comentarme su problema. Parecía algo similar al demonio de la casa de William, al que ya hacía casi medio año que habíamos derrotado. Asentí la cabeza para confirmarle que recordaba la escena. Pero en esta ocasión, parecía ser que la bruja había encerrado a otro demonio bastante más fuerte y por lo que entendía, parecía temer una repentina liberación y posesión del niño que la había empujado al suelo.
-¡Eso es terrible! – le dije tomando el recipiente con las dos manos y sorbiendo. Reencarnarse en una criatura inocente como lo era un niño era algo despiadado.
La de cabellos cenicientos continuó el discurso bajo mi incesante atención. Por lo visto en esta ocasión no parecía existir un objeto como el libro en la otra ocasión, que permitiese eliminar al demonio. Estaba un poco confusa y mi cara eso reflejaba. ¿Por qué le interesarían tanto por los demonios?
La respuesta me la dio a continuación, pues aquel demonio parecía tener información que ella necesitaba para dar con quienes la maldijeron, por lo que quería interrogarlo antes de acabar con él. A continuación pasó a pedirme ayuda. El asunto de los demonios y las maldiciones siempre me habían dado especialmente respeto. Pero no iba a dejar sola a una amiga cuando me necesitaba. Y menos después de haberme ella ayudado en no pocas ocasiones. No obstante, quería que recordase algo sobre mí.
-Recuerda que no soy cazadora de espectros. – le mencioné para que supiera que mi equipamiento y mis habilidades de combate no iban a resultar especialmente útiles contra este tipo de seres – Pero cuenta conmigo. Mi búsqueda puede esperar un tiempo. – y esbocé una sonrisa tímida. A la vez que dejaba una moneda en la mesa que serviría para pagar lo que había tomado. – Si estás lista, puedes indicarme qué planes tienes y como paramos a lo que quiera que sea esa cosa.
Poco después, cuando ella estuviese lista, me dirigiría a la puerta, dispuesta a ir a donde me dijera. Pero había varias dudas acerca de la maldición que quería preguntarle, entendería que no quisiese responderme pues se trataba de algo bastante personal.
-Por curiosidad… Si no es privado... Esa maldición… ¿Quién te la puso y por qué? – pregunté con semblante serio, mirándole a los ojos – Y… ¿cómo repercute en ti? ¿Cómo lo notas? – no sabía explicarme muy bien. Pero como nunca había estado maldita no podía saber con exactitud qué sentía alguien maldito – Las veces que te he visto… me pareces una chica normal – cuando lo dije me di cuenta de que había metido la pata expresándome. Algo que lamenté en el acto – Quiero decir… que si no me dices que tienes una maldición no me entero. Los malditos que me he ido encontrando tienen problemas visibles. – traté de rectificar con cierta torpeza. No conocía mucho ese mundo de fantasmas y maldiciones. Pero nunca era tarde para aprender.
Anastasia Boisson
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Re: El mal arraiga fuerte [Libre][Interpretativo][1/1][CERRADO]
Huracán no había llegado hasta aquellas tierras por casualidad, también tenía un motivo para viajar a Dundarak y éste tenía que ver con una persona a la que buscaba. Sin embargo, no dudó en dejar sus asuntos de lado para ayudar a la de ojos verdes, que de cumplir su misión se ofrecería a acompañarla en agradecimiento. Ambas trabajaban bien juntas y no le cabía la menor duda de que en equipo lograrían lo que se propusiesen, pero era momento de idear una estrategia de actuación, antes de enfrentarse nuevamente al demonio.
A decir verdad no había muchas opciones, los poderes del pequeño aumentados gracias al ser que llevaba dentro no eran demasiado peligrosos, pero el problema residía en no dañar al recipiente, la inocente criatura que había tenido la desgracia de atraer la atención de la sombra. Eso sumado a que las armas no sirviesen de nada contra el enemigo complicaba las cosas, pero si conseguían hacerse con el objeto que lo anclaba a aquellas tierras quizá tomasen el control de la situación, siempre y cuando el demonio no intentase cambiar de cuerpo para tomar el de quien tuviese el objeto en cuestión.
Tampoco sabían qué podían estar buscando, ya que hasta el momento solo se habían dado casos de libros malditos, cosa que ésta vez no encontrarían. - Necesito algo de tiempo para reponerme pero estaré bien en un rato, mientras tanto tendremos que vigilar la casa y al niño. - respondió, al tiempo que se encaminaba hacia la puerta. - La criatura que lo posee disfruta con el sufrimiento de la familia así que dudo mucho que abandone la vivienda, aunque eso sería lo ideal. - prosiguió, deseando interiormente que el remedio de Inhibis hiciese efecto cuanto antes para que los dolores remitiesen.
- Nos quedaremos en las cercanías y observaremos, si no sale habrá que provocarlo para que lo haga… - indicó, respirando hondo al acercarse a la salida de la taberna. - Yo podría aguantarle otro asalto y tratar de mantenerlo fuera el mayor tiempo posible, pero entonces tú tendrías que encargarte de buscar lo que sea que lo ate al lugar, cosa que no destruirías. - continuó, echando mano a los guantes de su bolsa de cuero. - Con el objeto de vínculo en nuestro poder y la amenaza de ser devuelto al lugar del que ha venido hablaría, yo conseguiría la información que busco y luego podríamos destruirlo. - dijo para terminar, dando tiempo a su compañera para que lo fuese asimilando y tuviese ocasión de hacer preguntas o aportar ideas.
Las dudas no tardaron en presentarse, pero sobre un asunto diferente, su maldición. - Nadie que me viese diría que estoy maldita, al menos no ahora. - comenzó a explicar con tono calmado. - Cualquiera diría que fue mala suerte, y sin duda acertaría. Hace algo más de tres años llegué por primera vez a Lunargenta, todo era nuevo para mí y mi osadía me llevó a deambular por los callejones de la ciudad cuando la noche ya había caído. - prosiguió, notando lo poco que le costaba ya hablar del tema, y lo vívidos que se mantenían los recuerdos de aquella noche en su memoria.
Todo le parecía ya muy lejano, pero aquella maldición la acompañaría de por vida, sin que pudiese hacer nada para remediarlo. - Simplemente estaba en el lugar y momento equivocados, encontré a un extraño y éste me atacó sin mediar palabra, aunque tras unos minutos de pelea conseguí dejarlo inconsciente. No fue su culpa, estaba bajo el influjo de un potente alucinógeno que nos hizo vernos como enemigos, pero cuando lo reduje el efecto desapareció, dejándonos ver la realidad. - su voz fue tornándose más baja conforme hablaba, perdida en las imágenes que le invadían la mente.
- Y todo por una bolsa de aeros, ¿suena de lo más estúpido no? - preguntó, mientras extraía la bolsa vacía de entre sus pertenencias. - ¿Ves las runas? De ahí surgió el oscuro humo que nos maldijo a ambos, alcanzándonos y marcándonos para siempre. - indicó, ésta vez tirando levemente de la tela de su camisa para mostrarle la runa grabada a fuego que tenía junto al hombro. - Los jinetes oscuros, ellos fueron los que nos transmitieron esta carga, unos demonios sin escrúpulos que ansían destruir todo a su paso, bien he sido testigo de ello en mis pesadillas. - reveló, para centrarse en los efectos que la maldición tenía sobre ella.
- Puede que no se note ahora pero deberías haberme visto entonces, llegué a estar bastante mal por culpa de esto. Evitaba a toda costa dormir para no tener que ver sus masacres una y otra vez, luego llegaron las fiebres y los desvanecimientos repentinos, demasiado para una chica de dieciocho años. - concluyó, con cierta melancolía. Que distinta podría haber sido su vida de no haberse topado con aquel extraño ni la bolsa, pero el destino así lo había querido.
- Ahora ya ha pasado el tiempo y controlo bastante la maldición, pero esos seres intentan llegar a este plano para extender su reino de terror y muerte, no puedo quedarme de brazos cruzados. - musitó, esperando que su compañera no se asustase demasiado al conocer la existencia de un mal tan terrible.
A decir verdad no había muchas opciones, los poderes del pequeño aumentados gracias al ser que llevaba dentro no eran demasiado peligrosos, pero el problema residía en no dañar al recipiente, la inocente criatura que había tenido la desgracia de atraer la atención de la sombra. Eso sumado a que las armas no sirviesen de nada contra el enemigo complicaba las cosas, pero si conseguían hacerse con el objeto que lo anclaba a aquellas tierras quizá tomasen el control de la situación, siempre y cuando el demonio no intentase cambiar de cuerpo para tomar el de quien tuviese el objeto en cuestión.
Tampoco sabían qué podían estar buscando, ya que hasta el momento solo se habían dado casos de libros malditos, cosa que ésta vez no encontrarían. - Necesito algo de tiempo para reponerme pero estaré bien en un rato, mientras tanto tendremos que vigilar la casa y al niño. - respondió, al tiempo que se encaminaba hacia la puerta. - La criatura que lo posee disfruta con el sufrimiento de la familia así que dudo mucho que abandone la vivienda, aunque eso sería lo ideal. - prosiguió, deseando interiormente que el remedio de Inhibis hiciese efecto cuanto antes para que los dolores remitiesen.
- Nos quedaremos en las cercanías y observaremos, si no sale habrá que provocarlo para que lo haga… - indicó, respirando hondo al acercarse a la salida de la taberna. - Yo podría aguantarle otro asalto y tratar de mantenerlo fuera el mayor tiempo posible, pero entonces tú tendrías que encargarte de buscar lo que sea que lo ate al lugar, cosa que no destruirías. - continuó, echando mano a los guantes de su bolsa de cuero. - Con el objeto de vínculo en nuestro poder y la amenaza de ser devuelto al lugar del que ha venido hablaría, yo conseguiría la información que busco y luego podríamos destruirlo. - dijo para terminar, dando tiempo a su compañera para que lo fuese asimilando y tuviese ocasión de hacer preguntas o aportar ideas.
Las dudas no tardaron en presentarse, pero sobre un asunto diferente, su maldición. - Nadie que me viese diría que estoy maldita, al menos no ahora. - comenzó a explicar con tono calmado. - Cualquiera diría que fue mala suerte, y sin duda acertaría. Hace algo más de tres años llegué por primera vez a Lunargenta, todo era nuevo para mí y mi osadía me llevó a deambular por los callejones de la ciudad cuando la noche ya había caído. - prosiguió, notando lo poco que le costaba ya hablar del tema, y lo vívidos que se mantenían los recuerdos de aquella noche en su memoria.
Todo le parecía ya muy lejano, pero aquella maldición la acompañaría de por vida, sin que pudiese hacer nada para remediarlo. - Simplemente estaba en el lugar y momento equivocados, encontré a un extraño y éste me atacó sin mediar palabra, aunque tras unos minutos de pelea conseguí dejarlo inconsciente. No fue su culpa, estaba bajo el influjo de un potente alucinógeno que nos hizo vernos como enemigos, pero cuando lo reduje el efecto desapareció, dejándonos ver la realidad. - su voz fue tornándose más baja conforme hablaba, perdida en las imágenes que le invadían la mente.
- Y todo por una bolsa de aeros, ¿suena de lo más estúpido no? - preguntó, mientras extraía la bolsa vacía de entre sus pertenencias. - ¿Ves las runas? De ahí surgió el oscuro humo que nos maldijo a ambos, alcanzándonos y marcándonos para siempre. - indicó, ésta vez tirando levemente de la tela de su camisa para mostrarle la runa grabada a fuego que tenía junto al hombro. - Los jinetes oscuros, ellos fueron los que nos transmitieron esta carga, unos demonios sin escrúpulos que ansían destruir todo a su paso, bien he sido testigo de ello en mis pesadillas. - reveló, para centrarse en los efectos que la maldición tenía sobre ella.
- Puede que no se note ahora pero deberías haberme visto entonces, llegué a estar bastante mal por culpa de esto. Evitaba a toda costa dormir para no tener que ver sus masacres una y otra vez, luego llegaron las fiebres y los desvanecimientos repentinos, demasiado para una chica de dieciocho años. - concluyó, con cierta melancolía. Que distinta podría haber sido su vida de no haberse topado con aquel extraño ni la bolsa, pero el destino así lo había querido.
- Ahora ya ha pasado el tiempo y controlo bastante la maldición, pero esos seres intentan llegar a este plano para extender su reino de terror y muerte, no puedo quedarme de brazos cruzados. - musitó, esperando que su compañera no se asustase demasiado al conocer la existencia de un mal tan terrible.
Elen Calhoun
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Re: El mal arraiga fuerte [Libre][Interpretativo][1/1][CERRADO]
Comenzamos la andadura hacia la casa del niño demonio, tal y como pretendía Elen. Y tratar de sacarlo de ésta sería esencial para poder acceder y robar un objeto mágico que todavía no sabíamos qué era, y que cuya destrucción supondría el fin del demonio, sin embargo me instó a no destruirlo, pues con él quería chantajear a la criatura de algún modo para sonsacarle información sobre su maldición.
Todo sería más complicado pues no podríamos entrar a por el objeto tranquilamente. Al muchacho le gustaba hacer sufrir a la familia, por lo que probablemente no saldría por sus propios pies y habría que enfrentarse a él para sacarlo y que la otra entrase a por el objeto. Asentí con la cabeza para que comprendiera que había entendido su plan.
Durante el trayecto, la de cabellos cenicientos también me contó el origen de su maldición, y me mostró la bolsa de la que había salido el humo, así como me mostró las runas. Mi cara reflejó cierto temor e incluso me aparté ligeramente de la bolsa disimuladamente. Tal vez pareciera muy ignorante, pero me daban respeto esas cosas y temía que pudiera pasar a mí de alguna forma, aunque parecía improbable.
La maldición, además de otros síntomas como fiebres y desvanecimientos, parecía provocarle unas pesadillas en las que veía unos jinetes arrasar con todo a su paso. Y que, además, pretendían llegar a este continente. Siempre me dio respeto todo aquello de los planos paralelos y los demonios, simplemente preferí mantenerme al margen y creer que no existían. Sin embargo, los comentarios de Elen despertaban mi curiosidad.
-Esos jinetes… ¿los has visto en este mundo? – le pregunté con cierto miedo a saber la respuesta - ¿o sólo aparecen en tus pesadillas?
Mientras caminábamos por las vacías y frías calles, la joven aún parecía mostrar claros signos de dolor y cansancio por su último enfrentamiento con la criatura, y por expresiones que había dicho, como “aguantarle”, no parecía muy convencida de salir victoriosa en un nuevo asalto. Me daba la sensación de que aquella criatura le tenía comida la moral. Enfocamos la casa y, tal y como Elen había predicho, la figura del niño destacaba tras una ventana haciendo extraños gestos y posturas y su sombra se veía gracias a un pequeño horno que calentaba lo que parecía ser el salón de la casa, en la planta baja de la misma.
Miré varias veces a mi compañera cuya mirada mostraba de todos menos autoconvencimiento, y eso, junto a las heridas que arrastraba, harían muy difícil que fuese capaz de resistir a los ataques del demonio, o al menos, no sé si lo suficiente como para que a mí me diese tiempo a encontrar un objeto que no sabía ni qué era.
-No te dejaré combatir en ese estado. – le dije mirándola a los ojos, aunque sonara imperativo solo quería mostrarle firmeza – Esa criatura conoce tus debilidades. – continué – Además no tengo ni idea de qué buscar en esa casa. No tengo experiencia en la búsqueda de ese tipo de objetos malignos. – miré hacia la casa de dos plantas, donde se podía ver al niño y a los padres del mismo y a una niña que perfectamente podría ser su hermana tratar de huir de los maltratos. Me tuve que pensar un tiempo lo que iba a decir, pues egoístamente no estaba muy segura de que lo que iba a decir fuera a salir bien. – Yo me enfrentaré a él. – dije con determinación, manteniendo la mirada en la casa – A mí no me conoce y estoy mejor de salud y moral. ¿Confías en mí? - le pregunté. Tal vez en estado normal ella fuese más fuerte que yo, pero tal y como estaba me consideraba a mí más óptima para la batalla.
No obstante, pese a que mis palabras parecieran imperativas, sólo pretendían ofrecer confianza a la joven. Sería ella la que tuviera la última palabra. Era su maldición y ella sabría qué hacer, y si prefería enfrentarse personalmente, así sería.
Todo sería más complicado pues no podríamos entrar a por el objeto tranquilamente. Al muchacho le gustaba hacer sufrir a la familia, por lo que probablemente no saldría por sus propios pies y habría que enfrentarse a él para sacarlo y que la otra entrase a por el objeto. Asentí con la cabeza para que comprendiera que había entendido su plan.
Durante el trayecto, la de cabellos cenicientos también me contó el origen de su maldición, y me mostró la bolsa de la que había salido el humo, así como me mostró las runas. Mi cara reflejó cierto temor e incluso me aparté ligeramente de la bolsa disimuladamente. Tal vez pareciera muy ignorante, pero me daban respeto esas cosas y temía que pudiera pasar a mí de alguna forma, aunque parecía improbable.
La maldición, además de otros síntomas como fiebres y desvanecimientos, parecía provocarle unas pesadillas en las que veía unos jinetes arrasar con todo a su paso. Y que, además, pretendían llegar a este continente. Siempre me dio respeto todo aquello de los planos paralelos y los demonios, simplemente preferí mantenerme al margen y creer que no existían. Sin embargo, los comentarios de Elen despertaban mi curiosidad.
-Esos jinetes… ¿los has visto en este mundo? – le pregunté con cierto miedo a saber la respuesta - ¿o sólo aparecen en tus pesadillas?
Mientras caminábamos por las vacías y frías calles, la joven aún parecía mostrar claros signos de dolor y cansancio por su último enfrentamiento con la criatura, y por expresiones que había dicho, como “aguantarle”, no parecía muy convencida de salir victoriosa en un nuevo asalto. Me daba la sensación de que aquella criatura le tenía comida la moral. Enfocamos la casa y, tal y como Elen había predicho, la figura del niño destacaba tras una ventana haciendo extraños gestos y posturas y su sombra se veía gracias a un pequeño horno que calentaba lo que parecía ser el salón de la casa, en la planta baja de la misma.
Miré varias veces a mi compañera cuya mirada mostraba de todos menos autoconvencimiento, y eso, junto a las heridas que arrastraba, harían muy difícil que fuese capaz de resistir a los ataques del demonio, o al menos, no sé si lo suficiente como para que a mí me diese tiempo a encontrar un objeto que no sabía ni qué era.
-No te dejaré combatir en ese estado. – le dije mirándola a los ojos, aunque sonara imperativo solo quería mostrarle firmeza – Esa criatura conoce tus debilidades. – continué – Además no tengo ni idea de qué buscar en esa casa. No tengo experiencia en la búsqueda de ese tipo de objetos malignos. – miré hacia la casa de dos plantas, donde se podía ver al niño y a los padres del mismo y a una niña que perfectamente podría ser su hermana tratar de huir de los maltratos. Me tuve que pensar un tiempo lo que iba a decir, pues egoístamente no estaba muy segura de que lo que iba a decir fuera a salir bien. – Yo me enfrentaré a él. – dije con determinación, manteniendo la mirada en la casa – A mí no me conoce y estoy mejor de salud y moral. ¿Confías en mí? - le pregunté. Tal vez en estado normal ella fuese más fuerte que yo, pero tal y como estaba me consideraba a mí más óptima para la batalla.
No obstante, pese a que mis palabras parecieran imperativas, sólo pretendían ofrecer confianza a la joven. Sería ella la que tuviera la última palabra. Era su maldición y ella sabría qué hacer, y si prefería enfrentarse personalmente, así sería.
Anastasia Boisson
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Re: El mal arraiga fuerte [Libre][Interpretativo][1/1][CERRADO]
Como cabía esperar, cierto temor se reflejó en el semblante de Anastasia, que al ver la bolsa de la que había surgido la maldición se apartó ligeramente. Tenía sentido que reaccionase así, sobre todo si no había oído hablar antes de los jinetes ni de un mal semejante, capaz de alcanzar a cualquier persona y en cualquier parte de Aerandir. Sin embargo, las palabras de la hechicera provocaron más dudas a su acompañante, que no tardó en formularlas en alto para obtener respuesta.
- Lo que encontré en la llanura era un demonio sombrío, un ser terrible pero que no llega al nivel de lo que está por venir. Yo solo los veo a través de las pesadillas, y durante mucho tiempo me alegré de que fuese así, pensando inocentemente que no conseguirían pasar de ahí, me equivocaba…- respondió, trayendo a su mente la imagen de Aisling, la pequeña alada que había conocido en las tierras del este. - No hace mucho conocí a una dragona que también estaba maldita, pero a ella la hirió un jinete directamente, estando en este plano. - reveló, aunque eso no serviría para tranquilizar a su amiga.
- De todos modos creo que aún no pueden permanecer en estas tierras por mucho tiempo, sino ya se habrían oído rumores de sus crueles ataques a aldeas y cuanto encontrasen en su camino… no aún no, pero ¿cuánto tardarán en conseguirlo? - esa última cuestión la traía de cabeza desde hacía un tiempo, ya había visto de lo que eran capaces y no quería siquiera pensar en que llegasen a Aerandir, pues ese podría ser el fin.
Quizá los caballeros dragones supiesen algún modo de hacerles frente, igual que habían hecho con el demonio de la llanura, pero si no era el caso ¿qué podrían hacer para detenerlos? Nada. Elen aún tenía que visitar a los caballeros para obtener información y preguntar por el dragón blanco, al que no se había vuelto a ver desde el incidente con el demonio, pero primero debía ocuparse de lo que tenía entre manos, luego ofrecería su ayuda a Huracán para que la joven no tuviese que andar sola por aquella helada ciudad.
Una vez situadas a cierta distancia de la casa que debían vigilar, ambas escrutaron con la mirada el lugar hasta dar con el niño, que se encontraba tras una de las ventanas. - Maldita criatura, si hubiese elegido un recipiente distinto ya me habría ocupado de él. - susurró impotente. No quería dañar al niño, que no tenía culpa de nada de lo que estaba pasando, pero eso la limitaba considerablemente y la dejaba en desventaja.
Anastasia tomó la iniciativa, asegurando que sería mejor que intercambiasen puestos, encargándose ella de distraer al chico mientras la de ojos verdes se colaba en la casa para buscar el objeto. Elen sabía que no se encontraba en el mejor de los estados, y que poca diferencia habría entre el primer enfrentamiento y el que se disponía a provocar, pero esa era su lucha y no quería que a su amiga le pasase nada malo. - Claro que confío en ti, y sé que tienes razón pero es muy peligroso… - contestó en voz baja, antes de replantearse rápidamente la situación que tenían delante.
Su compañera quizá tuviese más suerte con el demonio, a ella no la conocía aún y puede que la tensai incluso tuviese menos reparos a enfrentarse al niño, era la mejor opción. - Está bien pero ten cuidado, no dejes que se te acerque demasiado ni que intente poseerte, aunque parece cómodo en el cuerpo del pequeño no sé cómo podría reaccionar. - indicó, desviando la vista hacia Anastasia. - Bordearé la casa y buscaré alguna entrada secundaria, en cuanto el crio salga de la vivienda entraré y me pondré a registrarla, para ello necesitaré que me des tanto tiempo como sea posible. - añadió, deseando que al demonio no le diese por llevar consigo el objeto que lo mantenía anclado a aquellas tierras.
También aprovecharía para sacar de allí a la aterrada familia e instarles a dirigirse al cuartel de los caballeros dragones, lugar donde al menos estarían algo más a salvo. - Gracias por ayudarme, suerte. - susurró, para poco después empezar a moverse alrededor de la casa, tratando de dar con cualquier cosa que le permitiese entrar sin hacer demasiado ruido.
- Lo que encontré en la llanura era un demonio sombrío, un ser terrible pero que no llega al nivel de lo que está por venir. Yo solo los veo a través de las pesadillas, y durante mucho tiempo me alegré de que fuese así, pensando inocentemente que no conseguirían pasar de ahí, me equivocaba…- respondió, trayendo a su mente la imagen de Aisling, la pequeña alada que había conocido en las tierras del este. - No hace mucho conocí a una dragona que también estaba maldita, pero a ella la hirió un jinete directamente, estando en este plano. - reveló, aunque eso no serviría para tranquilizar a su amiga.
- De todos modos creo que aún no pueden permanecer en estas tierras por mucho tiempo, sino ya se habrían oído rumores de sus crueles ataques a aldeas y cuanto encontrasen en su camino… no aún no, pero ¿cuánto tardarán en conseguirlo? - esa última cuestión la traía de cabeza desde hacía un tiempo, ya había visto de lo que eran capaces y no quería siquiera pensar en que llegasen a Aerandir, pues ese podría ser el fin.
Quizá los caballeros dragones supiesen algún modo de hacerles frente, igual que habían hecho con el demonio de la llanura, pero si no era el caso ¿qué podrían hacer para detenerlos? Nada. Elen aún tenía que visitar a los caballeros para obtener información y preguntar por el dragón blanco, al que no se había vuelto a ver desde el incidente con el demonio, pero primero debía ocuparse de lo que tenía entre manos, luego ofrecería su ayuda a Huracán para que la joven no tuviese que andar sola por aquella helada ciudad.
Una vez situadas a cierta distancia de la casa que debían vigilar, ambas escrutaron con la mirada el lugar hasta dar con el niño, que se encontraba tras una de las ventanas. - Maldita criatura, si hubiese elegido un recipiente distinto ya me habría ocupado de él. - susurró impotente. No quería dañar al niño, que no tenía culpa de nada de lo que estaba pasando, pero eso la limitaba considerablemente y la dejaba en desventaja.
Anastasia tomó la iniciativa, asegurando que sería mejor que intercambiasen puestos, encargándose ella de distraer al chico mientras la de ojos verdes se colaba en la casa para buscar el objeto. Elen sabía que no se encontraba en el mejor de los estados, y que poca diferencia habría entre el primer enfrentamiento y el que se disponía a provocar, pero esa era su lucha y no quería que a su amiga le pasase nada malo. - Claro que confío en ti, y sé que tienes razón pero es muy peligroso… - contestó en voz baja, antes de replantearse rápidamente la situación que tenían delante.
Su compañera quizá tuviese más suerte con el demonio, a ella no la conocía aún y puede que la tensai incluso tuviese menos reparos a enfrentarse al niño, era la mejor opción. - Está bien pero ten cuidado, no dejes que se te acerque demasiado ni que intente poseerte, aunque parece cómodo en el cuerpo del pequeño no sé cómo podría reaccionar. - indicó, desviando la vista hacia Anastasia. - Bordearé la casa y buscaré alguna entrada secundaria, en cuanto el crio salga de la vivienda entraré y me pondré a registrarla, para ello necesitaré que me des tanto tiempo como sea posible. - añadió, deseando que al demonio no le diese por llevar consigo el objeto que lo mantenía anclado a aquellas tierras.
También aprovecharía para sacar de allí a la aterrada familia e instarles a dirigirse al cuartel de los caballeros dragones, lugar donde al menos estarían algo más a salvo. - Gracias por ayudarme, suerte. - susurró, para poco después empezar a moverse alrededor de la casa, tratando de dar con cualquier cosa que le permitiese entrar sin hacer demasiado ruido.
Elen Calhoun
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Re: El mal arraiga fuerte [Libre][Interpretativo][1/1][CERRADO]
Elen dudó de que fuera buena idea que yo me enfrentara al demonio. Temía que me poseyera y debería evitar que se me acercase demasiado. No obstante, terminó considerando que era la mejor opción, pues estaba débil y la criatura ya la conocía. Iba a ser complicado batallar contra algo así y a fin de cuentas, tendría que procurar no herirlo demasiado para no dejar mella en el inocente niño al que había poseído. Tan “sólo”, que no es poco, tendría que mantenerlo distraído el tiempo suficiente como para que Elen encontrase el objeto con el que pretendía conversar sobre su maldición, eso si no decidía llevárselo a pasear consigo mismo, lo cual sería un problema de por sí.
Tras explicarme sus ideas de bordear la casa y entrar por alguna ventana o entrada secundaria, me deseó buena suerte y partió sigilosamente.
-Buena suerte – devolví asintiendo con la cabeza y dirigiéndome hacia la entrada principal de la casa.
Fuera cierto o simplemente fueran paranoias, lo que estaba claro es que esos jinetes eran poderosos, y si accedían a este mundo, como Elen había dicho que habían hecho individualmente alguna vez, podría ser una auténtica barbarie. Tenían pinta de ser enemigos incluso más peligrosos de los que me enfrentaba yo. Que no dejaban de pertenecer a este territorio y se conocían bien después de siglos de enfrentamientos.
En cuanto llegué a la puerta ya pude sentir un mal poderoso en el interior de aquella casa. Estaba algo nerviosa, pero tenía que mostrar tranquilidad y no dar la sensación de miedo al joven. Eso sería darle ventaja. Resoplé fuerte y cerré los ojos para invocar al viento. Él sería el que me ayudara en aquella batalla. Una fuerte corriente de aire comenzó a mover mi trenza y a soplar con más o menos relativa fuerza, lo que me permitían mi poder, que no eran las mejores ni tan poderosas como las de mi madre, potenciarlas era una de mis tareas pendientes. Pero con tanto tiempo viaje apenas tenía tiempo para aprender. Piqué a la puerta. Que no se tardó demasiado en abrir.
Nadie vino a recibirme, parecía que se había abierto sola. Además nada pareció escucharse en el interior de la misma. De modo que tras pensármelo unos instantes, di el primer paso para entrar a la casa. Escuché unas risas malignas de niños en el interior de mi cabeza que me hicieron llevarme la mano a las sienes y cerrar los ojos. “¿Dónde me he metido?”, pensé con cierto temor, planteándome si había sido buena idea acceder allí.
Comencé a ver imágenes un tanto extrañas en mi cabeza. Niños jugando en una pradera enorme.
-Eres una bruja. – escuché una voz reconocida tras de mí, me di la vuelta y vi como se acercaba… ¿Isabella? Caminaba en medio de aquellas colinas verdes en las que el viento soplaba fuertemente – Pero no eres quien esperaba.
-¿Ma… madre? – pregunté todavía con las manos en la cabeza. ¿Qué hacía mi madre allí?
-¿Dónde está tu amiga? – me preguntó Isabella mientras continuaba acercándose peligrosamente, aunque el paisaje iba convirtiéndose en más oscuro para pasar a ser un bosque cerrado con árboles medio muertos – Quería a la otra bruja, es muy poderosa. Pero tú… siento un potencial igual o mayor en ti. Podrías servirme para mis propósitos. – continuó. Estaba claro que aquella no era mi madre y a medida que se acercaba iba escuchando a Elen repetir reiteradamente en mi pesadilla: “No dejes que se acerque” “Trata de poseerte”. Iba retrocediendo. Pero por alguna razón no podía correr demasiado y sólo andar. Me iba ganando terreno.
Cuando estaba a menos de dos metros de mí canalicé toda la fuerza del viento que había en aquel bosque y que resoplaba con bastante fuerza para asestar un golpe que la alejaría de mí.
-¡Ash balla ná! – grité con todas mis fuerzas haciendo un fuerte movimiento con el brazo para empujar a la criatura con aspecto similar a mi madre, lanzándole hacia atrás con mucha fuerza. En el momento en el que volaba por los aires el paisaje cambió totalmente y volví de nuevo a mi mundo normal. Estaba en Dundarak. Concretamente justo a la entrada de la puerta, y la figura de mi madre no era ella, sino un niño, sentado sobre el suelo ligeramente herido por el golpe de viento que le había propinado, que lo había sacado por los aires fuera de la casa. Ahora no podría entrar mientras yo estuviese entre él y la puerta.
-¿Viento? – dijo el niño levantándose del nevado suelo de la capital dragona. – Muy valiente tu amiga llevándote a una muerte segura. – continuó con resignación, pues por alguna circunstancia la esperaba a ella y no a mí.
-Eso habrá que verlo – le respondí con confianza y con las manos agarrotadas y los brazos estirados apuntando al suelo. Sentía corrientes de aire fluir alrededor de ellos. Y tenía las piernas abiertas y ligeramente flexionadas para realizar algún movimiento. Debía de evitar que el joven entrase en la casa a toda costa y ellas serían mi mejor opción para evitar que se me acercase a mí y a la casa. No parecía sospechar que Elen también estaba allí.
Tras explicarme sus ideas de bordear la casa y entrar por alguna ventana o entrada secundaria, me deseó buena suerte y partió sigilosamente.
-Buena suerte – devolví asintiendo con la cabeza y dirigiéndome hacia la entrada principal de la casa.
Fuera cierto o simplemente fueran paranoias, lo que estaba claro es que esos jinetes eran poderosos, y si accedían a este mundo, como Elen había dicho que habían hecho individualmente alguna vez, podría ser una auténtica barbarie. Tenían pinta de ser enemigos incluso más peligrosos de los que me enfrentaba yo. Que no dejaban de pertenecer a este territorio y se conocían bien después de siglos de enfrentamientos.
En cuanto llegué a la puerta ya pude sentir un mal poderoso en el interior de aquella casa. Estaba algo nerviosa, pero tenía que mostrar tranquilidad y no dar la sensación de miedo al joven. Eso sería darle ventaja. Resoplé fuerte y cerré los ojos para invocar al viento. Él sería el que me ayudara en aquella batalla. Una fuerte corriente de aire comenzó a mover mi trenza y a soplar con más o menos relativa fuerza, lo que me permitían mi poder, que no eran las mejores ni tan poderosas como las de mi madre, potenciarlas era una de mis tareas pendientes. Pero con tanto tiempo viaje apenas tenía tiempo para aprender. Piqué a la puerta. Que no se tardó demasiado en abrir.
Nadie vino a recibirme, parecía que se había abierto sola. Además nada pareció escucharse en el interior de la misma. De modo que tras pensármelo unos instantes, di el primer paso para entrar a la casa. Escuché unas risas malignas de niños en el interior de mi cabeza que me hicieron llevarme la mano a las sienes y cerrar los ojos. “¿Dónde me he metido?”, pensé con cierto temor, planteándome si había sido buena idea acceder allí.
Comencé a ver imágenes un tanto extrañas en mi cabeza. Niños jugando en una pradera enorme.
-Eres una bruja. – escuché una voz reconocida tras de mí, me di la vuelta y vi como se acercaba… ¿Isabella? Caminaba en medio de aquellas colinas verdes en las que el viento soplaba fuertemente – Pero no eres quien esperaba.
-¿Ma… madre? – pregunté todavía con las manos en la cabeza. ¿Qué hacía mi madre allí?
-¿Dónde está tu amiga? – me preguntó Isabella mientras continuaba acercándose peligrosamente, aunque el paisaje iba convirtiéndose en más oscuro para pasar a ser un bosque cerrado con árboles medio muertos – Quería a la otra bruja, es muy poderosa. Pero tú… siento un potencial igual o mayor en ti. Podrías servirme para mis propósitos. – continuó. Estaba claro que aquella no era mi madre y a medida que se acercaba iba escuchando a Elen repetir reiteradamente en mi pesadilla: “No dejes que se acerque” “Trata de poseerte”. Iba retrocediendo. Pero por alguna razón no podía correr demasiado y sólo andar. Me iba ganando terreno.
Cuando estaba a menos de dos metros de mí canalicé toda la fuerza del viento que había en aquel bosque y que resoplaba con bastante fuerza para asestar un golpe que la alejaría de mí.
-¡Ash balla ná! – grité con todas mis fuerzas haciendo un fuerte movimiento con el brazo para empujar a la criatura con aspecto similar a mi madre, lanzándole hacia atrás con mucha fuerza. En el momento en el que volaba por los aires el paisaje cambió totalmente y volví de nuevo a mi mundo normal. Estaba en Dundarak. Concretamente justo a la entrada de la puerta, y la figura de mi madre no era ella, sino un niño, sentado sobre el suelo ligeramente herido por el golpe de viento que le había propinado, que lo había sacado por los aires fuera de la casa. Ahora no podría entrar mientras yo estuviese entre él y la puerta.
-¿Viento? – dijo el niño levantándose del nevado suelo de la capital dragona. – Muy valiente tu amiga llevándote a una muerte segura. – continuó con resignación, pues por alguna circunstancia la esperaba a ella y no a mí.
-Eso habrá que verlo – le respondí con confianza y con las manos agarrotadas y los brazos estirados apuntando al suelo. Sentía corrientes de aire fluir alrededor de ellos. Y tenía las piernas abiertas y ligeramente flexionadas para realizar algún movimiento. Debía de evitar que el joven entrase en la casa a toda costa y ellas serían mi mejor opción para evitar que se me acercase a mí y a la casa. No parecía sospechar que Elen también estaba allí.
Anastasia Boisson
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Re: El mal arraiga fuerte [Libre][Interpretativo][1/1][CERRADO]
Poco después de separarse de su compañera, Elen ya se encontraba ante la entrada trasera de la casa, una modesta puerta de madera que no solía usarse demasiado. Aguzó el oído para asegurarse de que el niño abandonaba la casa antes de entrar, cosa que se confirmó con el chirriante sonido de la puerta principal al abrirse. Huracán ya debía haber llamado su atención, así que no perdió tiempo y trato de colarse en la vivienda, cosa que resultó más fácil de lo que esperaba.
Una vez dentro, recorrió con la mirada la pequeña estancia en que se encontraba, que casi podía considerarse más bien como parte de un pasillo algo estrecho. Avanzó tratando de hacer el menor ruido posible, y comprobando cada habitación que encontraba en el camino para dar con la familia y asegurarse de que el demonio seguía estando fuera. No tenía idea de lo que estaba buscando, esa sería la mayor complicación, pero si lograba acercarse a los padres del muchacho éstos quizá tuviesen idea de qué podía ser.
Asomándose con sumo cuidado, la de cabellos cenicientos alcanzó a ver la puerta abierta y a Anastasia algo más allá, entre el niño y la vivienda, a modo de barrera para que no pudiese regresar al interior. De momento el demonio no había tratado de poseerla, o puede que si lo hubiese intentado pero sin éxito, pues su recipiente se hallaba en el frío suelo nevado, tras ser alcanzado por una corriente de aire de la tensai que ahora se interponía entre él y sus aterrorizadas víctimas.
Elen aprovechó el momento para llegar hasta la familia, que se mantenía agrupada en un rincón del salón sin apenas moverse, a causa del miedo que aquel ser les había infundido. Para evitar que la criatura pudiese verla a través de las ventanas, la hechicera avanzó ligeramente agachada hasta encontrarse junto a la pareja, que sujetaba con fuerza a una niña aún más joven que el muchacho. - Cálmense, venimos a ayudarlos. - susurró nada más situarse a su lado, para que no la viesen como a una amenaza.
- Gracias a los dioses, por fin alguien ha escuchado nuestras plegarias…- musitó sollozando la madre, mientras su marido la sujetaba firmemente por los hombros para darle algo de apoyo. - Tienen que irse de aquí, pero primero necesito que me digan si han visto algo fuera de lo normal en la casa, algún objeto que no estuviese antes de que su hijo empezase a comportarse así. - indicó, esperando que Huracán no lo estuviese pasando mal en el exterior. - Ese no es mi hijo, y si nos vamos vendrá por nosotros, nos lo ha dicho muchas veces, nos seguirá y nos hará daño. - respondió la dama, visiblemente afectada.
- Le aseguro que no podrá perseguirlos, nosotras nos ocuparemos de eso, pero si quieren recuperar al niño tienen que colaborar, cualquier detalle puede ser importante. - dijo la bruja, desviando la vista constantemente hacia la puerta abierta. - ¿De verdad pueden devolvérnoslo? Yo no he visto nada raro aquí dentro… pero si me fije en un colgante que trajo el día que empezó a comportarse de ese modo, nosotros no se lo hemos comprado y tampoco hemos podido verlo bien, pero suele llevarlo puesto. - contestó el padre, confirmando las peores sospechas de la bruja.
Elen dejó escapar un suspiro de resignación y bajó la vista al suelo, tendrían que arrebatarle el objeto al niño para luego poder sacarle información acerca de los jinetes. - Está bien, salgan de aquí y vayan al cuartel de los caballeros dragones, ellos podrán protegerlos. - susurró tras unos instantes, para tomar la palabra nuevamente casi de inmediato. - Intentaremos hacerle el menor daño posible. - añadió, antes de indicarles que se fueran tan rápido como pudiesen.
Una leve brisa bastó para entrecerrar la puerta y cubrirlos un poco en su huida, pero ahora llegaba lo difícil, debía intervenir y buscar la manera de quitarle el colgante al demonio. Ante cualquier otro individuo habría sido fácil, una descarga valdría para aturdirlo durante el tiempo necesario, pero con el pequeño debía tener mucho más cuidado, para no causarle lesiones graves. Con lentitud, se acercó a la ventana y observó a su compañera, que se mantenía en una posición de combate, lista para volver a hacer uso de sus poderes en cuanto la criatura se le acercase.
La distracción seguía funcionando de momento, así que abandonó la estancia y volvió a salir de la vivienda, para bordearla y buscar algún punto desde el que atacar al ser por la espalda. Encontrar un lugar así sin ser descubierta resultaría complicado, dada la posición en que se hallaba ahora el muchacho, pero tras esperar al momento adecuado para moverse, Elen consiguió llegar hasta detrás de una carreta cercana. Desde allí tenía un ángulo de tiro bastante bueno, pero debía controlar la cantidad de electricidad que iba a utilizar, o de no hacerlo el pequeño cuerpo del chico saldría bastante mal parado.
Acostumbrada como estaba a enfrentarse a enemigos adultos o bestias, adversarios para los que en ocasiones incluso necesitaba más de una descarga, la situación que tenía delante era toda una novedad. Comenzó a acercarse por la espalda del demonio, haciendo una seña a Anastasia para que supiese que el objeto se encontraba en el cuello del receptáculo, luego todo pasó con mucha rapidez.
Elen soltó la descarga y esta alcanzó de lleno a su objetivo, que quedó inmóvil durante unos segundos, tiempo que utilizó para aproximársele por detrás y cortar el cordón que sujetaba el colgante con ayuda de su daga. Sin embargo, el demonio era más poderoso que los anteriores a los que se había enfrentado, y reaccionó antes de lo esperado. Con una repentina corriente de aire, lanzó a la maga por los aires, haciéndola aterrizar por tercera vez sobre el frío suelo de la calle.
- Sabía que terminarías volviendo bruja, tienes tantas ganas de acabar conmigo y con los míos que no piensas con claridad. - comentó al tiempo que se acercaba a ella, sin darse cuenta de que su colgante había quedado en el suelo, al alcance de Huracán. Sin duda era el objeto que buscaban, estaba hecho de cuero y tenía grabadas varias runas, semejantes a las de la bolsa que Elen llevaba consigo desde que quedó maldita en Lunargenta.
Una vez dentro, recorrió con la mirada la pequeña estancia en que se encontraba, que casi podía considerarse más bien como parte de un pasillo algo estrecho. Avanzó tratando de hacer el menor ruido posible, y comprobando cada habitación que encontraba en el camino para dar con la familia y asegurarse de que el demonio seguía estando fuera. No tenía idea de lo que estaba buscando, esa sería la mayor complicación, pero si lograba acercarse a los padres del muchacho éstos quizá tuviesen idea de qué podía ser.
Asomándose con sumo cuidado, la de cabellos cenicientos alcanzó a ver la puerta abierta y a Anastasia algo más allá, entre el niño y la vivienda, a modo de barrera para que no pudiese regresar al interior. De momento el demonio no había tratado de poseerla, o puede que si lo hubiese intentado pero sin éxito, pues su recipiente se hallaba en el frío suelo nevado, tras ser alcanzado por una corriente de aire de la tensai que ahora se interponía entre él y sus aterrorizadas víctimas.
Elen aprovechó el momento para llegar hasta la familia, que se mantenía agrupada en un rincón del salón sin apenas moverse, a causa del miedo que aquel ser les había infundido. Para evitar que la criatura pudiese verla a través de las ventanas, la hechicera avanzó ligeramente agachada hasta encontrarse junto a la pareja, que sujetaba con fuerza a una niña aún más joven que el muchacho. - Cálmense, venimos a ayudarlos. - susurró nada más situarse a su lado, para que no la viesen como a una amenaza.
- Gracias a los dioses, por fin alguien ha escuchado nuestras plegarias…- musitó sollozando la madre, mientras su marido la sujetaba firmemente por los hombros para darle algo de apoyo. - Tienen que irse de aquí, pero primero necesito que me digan si han visto algo fuera de lo normal en la casa, algún objeto que no estuviese antes de que su hijo empezase a comportarse así. - indicó, esperando que Huracán no lo estuviese pasando mal en el exterior. - Ese no es mi hijo, y si nos vamos vendrá por nosotros, nos lo ha dicho muchas veces, nos seguirá y nos hará daño. - respondió la dama, visiblemente afectada.
- Le aseguro que no podrá perseguirlos, nosotras nos ocuparemos de eso, pero si quieren recuperar al niño tienen que colaborar, cualquier detalle puede ser importante. - dijo la bruja, desviando la vista constantemente hacia la puerta abierta. - ¿De verdad pueden devolvérnoslo? Yo no he visto nada raro aquí dentro… pero si me fije en un colgante que trajo el día que empezó a comportarse de ese modo, nosotros no se lo hemos comprado y tampoco hemos podido verlo bien, pero suele llevarlo puesto. - contestó el padre, confirmando las peores sospechas de la bruja.
Elen dejó escapar un suspiro de resignación y bajó la vista al suelo, tendrían que arrebatarle el objeto al niño para luego poder sacarle información acerca de los jinetes. - Está bien, salgan de aquí y vayan al cuartel de los caballeros dragones, ellos podrán protegerlos. - susurró tras unos instantes, para tomar la palabra nuevamente casi de inmediato. - Intentaremos hacerle el menor daño posible. - añadió, antes de indicarles que se fueran tan rápido como pudiesen.
Una leve brisa bastó para entrecerrar la puerta y cubrirlos un poco en su huida, pero ahora llegaba lo difícil, debía intervenir y buscar la manera de quitarle el colgante al demonio. Ante cualquier otro individuo habría sido fácil, una descarga valdría para aturdirlo durante el tiempo necesario, pero con el pequeño debía tener mucho más cuidado, para no causarle lesiones graves. Con lentitud, se acercó a la ventana y observó a su compañera, que se mantenía en una posición de combate, lista para volver a hacer uso de sus poderes en cuanto la criatura se le acercase.
La distracción seguía funcionando de momento, así que abandonó la estancia y volvió a salir de la vivienda, para bordearla y buscar algún punto desde el que atacar al ser por la espalda. Encontrar un lugar así sin ser descubierta resultaría complicado, dada la posición en que se hallaba ahora el muchacho, pero tras esperar al momento adecuado para moverse, Elen consiguió llegar hasta detrás de una carreta cercana. Desde allí tenía un ángulo de tiro bastante bueno, pero debía controlar la cantidad de electricidad que iba a utilizar, o de no hacerlo el pequeño cuerpo del chico saldría bastante mal parado.
Acostumbrada como estaba a enfrentarse a enemigos adultos o bestias, adversarios para los que en ocasiones incluso necesitaba más de una descarga, la situación que tenía delante era toda una novedad. Comenzó a acercarse por la espalda del demonio, haciendo una seña a Anastasia para que supiese que el objeto se encontraba en el cuello del receptáculo, luego todo pasó con mucha rapidez.
Elen soltó la descarga y esta alcanzó de lleno a su objetivo, que quedó inmóvil durante unos segundos, tiempo que utilizó para aproximársele por detrás y cortar el cordón que sujetaba el colgante con ayuda de su daga. Sin embargo, el demonio era más poderoso que los anteriores a los que se había enfrentado, y reaccionó antes de lo esperado. Con una repentina corriente de aire, lanzó a la maga por los aires, haciéndola aterrizar por tercera vez sobre el frío suelo de la calle.
- Sabía que terminarías volviendo bruja, tienes tantas ganas de acabar conmigo y con los míos que no piensas con claridad. - comentó al tiempo que se acercaba a ella, sin darse cuenta de que su colgante había quedado en el suelo, al alcance de Huracán. Sin duda era el objeto que buscaban, estaba hecho de cuero y tenía grabadas varias runas, semejantes a las de la bolsa que Elen llevaba consigo desde que quedó maldita en Lunargenta.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: El mal arraiga fuerte [Libre][Interpretativo][1/1][CERRADO]
Parecía que llamar al viento no había sido una buena elección, el niño parecía ser también un tensái del viento y podía aprovechar también los recursos que éste ofrecía. Impulsó sus brazos hacia delante con la misma técnica que usaría yo, lanzándome una fuerte corriente de aire contra mí. Yo actué en el acto para realizar el mismo efecto en contra suya.
El resultado fue un choque de corrientes de aire, sumadas formaban una fuerte borrasca que generaba una especie de remolino en el frente de donde. Apreté los dientes para tratar de intensificar el efecto y ganar así terreno. Aguantando el pulso con todas las fuerzas que tenía, para dar a Elen el tiempo suficiente como para encontrar el objeto. Espero que fuese precoz.
A medida que la corriente de aire era más y más fuerte, era más difícil de mantener para ambos, pues consumía nuestra energía interna. Y mis manos comenzaban a cansarse y empezaba a observar como iba perdiendo terreno, tuve que gritar para sacar fuerza. Afortunadamente, el niño parecía estar sufriendo lo mismo que yo. Ambos cedimos a la vez y salimos disparados. Él contra un edificio cercano y yo contra las paredes de la casa.
No me hice demasiado y la ballesta, que llevaba a la espalda, amortiguó el golpe. Volví a reincoporarme ligeramente dolorida e interponerme de nuevo entre la puerta y el monstruo, tal y como había prometido a la bruja. Sin embargo, algo llamó mi atención tras un carro. Era Elen. Que me hizo un gesto al cuello. Parecía ser que el collar que llevaba el muchacho era el objeto que buscábamos para romper la maldición. Había que obtenerlo de alguna manera.
-Acabaré contigo. – me gritó el joven con una voz oscura, que para nada era la de un niño, corriendo a por mí, me preparé para cargar. Elen salió de detrás del carro y le propinó una descarga eléctrica bastante suave que lo dejó paralizado, y con una daga cortó el cordón en el que el joven llevaba atado el colgante. Cayendo este al suelo.
Cuando recobró la consciencia, y antes de que Elen pudiera recogerlo, la lanzó volando por los aires de nuevo, dando con sus huesos de nuevo sobre el suelo de Dundarak en un golpe que pareció bastante fuerte. El joven pareció olvidarse de mí totalmente y corrió como un poseso a por Elen. Parecía que le tenía más ganas a ella que a mí. Sin embargo advertí que el collar había quedado en el suelo.
-Sabía que terminarías volviendo bruja, tienes tantas ganas de acabar conmigo y con los míos que no piensas con claridad – le dijo el monstruo acercándose a ella.
Ya había llegado hasta donde estaba el collar. Era de madera. Y noté que contenía las runas que Elen me había enseñado en aquella bolsa de aeros que le había otorgado la maldición. Me lo pensé dos veces antes de coger yo aquello, pero no podía permitir que aquella criatura hiciera nada a mi amiga. Lo tomé y miré hacia la criatura.
-Es tu final, bruja– dijo con una sonrisa maligna a un escaso metro de la de cabellos cenicientos, caída en el suelo – Si con este niño puedo atemorizar a un pueblo, ¿sabes la de cosas que podría hacer con tu cuerpo?
-¡Inténtalo y estás muerto! – le grité con el medallón en la mano en alto. Apretándolo fuerte. Se podía escuchar la madera craquear. Estaba bastante podrido, tal vez por la maldad que llevaba dentro el objeto. La criatura se giró hacia mí.
-¡NO! ¡Detente! – gritó el poseído llevándose la mano al corazón. Parece que el apretón que le había dado al medallón le había hecho daño. Con un fuerte apretón sería destruido, pero Elen me había dicho que quería forzar la situación para interrogar a la criatura. Si pretendía preguntarle algo, sería ahora el momento. Pero no dudaría en ir apretando más el objeto para hacerle más daño si no aceptaba o incluso destruirlo si se lanzaba a por ella, la seguridad era lo primero de todo.
El resultado fue un choque de corrientes de aire, sumadas formaban una fuerte borrasca que generaba una especie de remolino en el frente de donde. Apreté los dientes para tratar de intensificar el efecto y ganar así terreno. Aguantando el pulso con todas las fuerzas que tenía, para dar a Elen el tiempo suficiente como para encontrar el objeto. Espero que fuese precoz.
A medida que la corriente de aire era más y más fuerte, era más difícil de mantener para ambos, pues consumía nuestra energía interna. Y mis manos comenzaban a cansarse y empezaba a observar como iba perdiendo terreno, tuve que gritar para sacar fuerza. Afortunadamente, el niño parecía estar sufriendo lo mismo que yo. Ambos cedimos a la vez y salimos disparados. Él contra un edificio cercano y yo contra las paredes de la casa.
No me hice demasiado y la ballesta, que llevaba a la espalda, amortiguó el golpe. Volví a reincoporarme ligeramente dolorida e interponerme de nuevo entre la puerta y el monstruo, tal y como había prometido a la bruja. Sin embargo, algo llamó mi atención tras un carro. Era Elen. Que me hizo un gesto al cuello. Parecía ser que el collar que llevaba el muchacho era el objeto que buscábamos para romper la maldición. Había que obtenerlo de alguna manera.
-Acabaré contigo. – me gritó el joven con una voz oscura, que para nada era la de un niño, corriendo a por mí, me preparé para cargar. Elen salió de detrás del carro y le propinó una descarga eléctrica bastante suave que lo dejó paralizado, y con una daga cortó el cordón en el que el joven llevaba atado el colgante. Cayendo este al suelo.
Cuando recobró la consciencia, y antes de que Elen pudiera recogerlo, la lanzó volando por los aires de nuevo, dando con sus huesos de nuevo sobre el suelo de Dundarak en un golpe que pareció bastante fuerte. El joven pareció olvidarse de mí totalmente y corrió como un poseso a por Elen. Parecía que le tenía más ganas a ella que a mí. Sin embargo advertí que el collar había quedado en el suelo.
-Sabía que terminarías volviendo bruja, tienes tantas ganas de acabar conmigo y con los míos que no piensas con claridad – le dijo el monstruo acercándose a ella.
Ya había llegado hasta donde estaba el collar. Era de madera. Y noté que contenía las runas que Elen me había enseñado en aquella bolsa de aeros que le había otorgado la maldición. Me lo pensé dos veces antes de coger yo aquello, pero no podía permitir que aquella criatura hiciera nada a mi amiga. Lo tomé y miré hacia la criatura.
-Es tu final, bruja– dijo con una sonrisa maligna a un escaso metro de la de cabellos cenicientos, caída en el suelo – Si con este niño puedo atemorizar a un pueblo, ¿sabes la de cosas que podría hacer con tu cuerpo?
-¡Inténtalo y estás muerto! – le grité con el medallón en la mano en alto. Apretándolo fuerte. Se podía escuchar la madera craquear. Estaba bastante podrido, tal vez por la maldad que llevaba dentro el objeto. La criatura se giró hacia mí.
-¡NO! ¡Detente! – gritó el poseído llevándose la mano al corazón. Parece que el apretón que le había dado al medallón le había hecho daño. Con un fuerte apretón sería destruido, pero Elen me había dicho que quería forzar la situación para interrogar a la criatura. Si pretendía preguntarle algo, sería ahora el momento. Pero no dudaría en ir apretando más el objeto para hacerle más daño si no aceptaba o incluso destruirlo si se lanzaba a por ella, la seguridad era lo primero de todo.
Anastasia Boisson
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Re: El mal arraiga fuerte [Libre][Interpretativo][1/1][CERRADO]
La de cabellos cenicientos observó cómo el demonio se iba a acercando hasta ella, ignorando por completo que su preciado vínculo con aquel plano ya no colgaba de su cuello, y que había quedado desprotegido ante Huracán. Comenzó a levantarse lentamente, ligeramente dolorida pero agradeciendo no llevar consigo algunas de sus pertenencias más frágiles, como el misterioso huevo que Karen le había encomendado cuidar hacía unos meses en las islas. Los golpes en su cuerpo sanarían, pero unos impactos semejantes habrían roto aquel huevo que con tanto esmero protegía, poniendo en peligro a la criatura que hubiese dentro.
El muchacho ya estaba demasiado cerca de la bruja, dispuesto a cambiar de recipiente para arrebatarle su cuerpo y sembrar el terror valiéndose de ella y sus poderes, pero solo unos segundos bastarían para hacerle ver lo equivocado que estaba. Anastasia se había hecho con el colgante y no dudó en hacerlo crujir entre los dedos, al tiempo que gritaba una amenaza hacia el demonio, que se llevó la mano al corazón inmediatamente y se giró hacia la hechicera que ahora podía destruirlo de un momento a otro.
- Parece que has perdido, ¿no contabas con eso verdad? - comentó Elen, mientras terminaba de ponerse en pie y se palpaba el brazo con que había aterrizado sobre la fría calle. Dolía pero resultaba soportable, pronto todo acabaría y tendría tiempo de tratarse como era debido. - Bien, ahora vas a contarme todo lo que sepas de los jinetes, y no se te ocurra colmar mi paciencia. - indicó, cruzando los brazos sobre el pecho. La helada brisa pronto le haría perder la sensibilidad del rostro pero no importaba, no se iría de allí hasta haber obtenido la información que necesitaba para seguir con su búsqueda.
Como si su situación no fuese bastante complicada ya, el demonio emitió una carcajada cargada de malicia, colocándose de modo que pudiese verlas a ambas con solo girar levemente la cabeza. - ¿Me tomas por estúpido? En cuanto te diga algo me enviarás al agujero de nuevo, ya no te serviré de nada. - respondió, demostrando una tranquilidad fuera de lo común. Eso hizo que la de ojos verdes se preguntase cuántos años o siglos llevaba aquel ser con vida, tomando a inocentes para divertirse.
- Acabarás allí de un modo u otro, de ti depende que sea rápido o que rompamos ese colgante haciéndote el mayor daño posible. - dijo la pequeña de los Calhoun, frunciendo el ceño. - No lo entiendes bruja, ya has sido testigo de lo que pretenden hacer en este mundo, si yo te revelase algo sobre ellos ¿qué crees que me harían a mí? - contestó el demonio, poco dispuesto a cooperar con las magas. - Entonces por las malas, Huracán empieza a hacerlo pedazos. - instó, provocando que el miedo se reflejase en los negros ojos del chico.
- ¡No, espera! - exclamó, perdiendo la calma que había demostrado anteriormente. - ¿Cuántos han logrado pasar a este plano y dónde están? Habla. - espetó, con la mirada clavada en el pequeño. - No puedo saber dónde se encuentran, van de unas tierras a otras buscando fisuras por las que llegar hasta aquí o dejar objetos malditos a vuestro alcance, como fue tu caso. - comenzó a decir, dejando claro que conocía el origen de la maldición que Elen portaba, la bolsa de aeros, el enfrentamiento que ésta provocó y todo lo demás.
- ¿Cuántos? - repitió la hechicera, temiendo la posible respuesta que el demonio le pudiese dar, aunque no tenía claro que su palabra fuese de fiar. - Dos… solo los más poderosos han logrado cruzar a este plano, pero por un período de tiempo limitado. Sin embargo, ¿cuánto crees que tardarán los demás en aprender a hacerlo? Estas tierras pronto se convertirán en su tablero de juego, y entonces vosotros pasaréis a ser simples piezas. - reveló, sonriendo levemente para acompañar la última frase.
Dentro de las opciones, que solo hubiesen cruzado dos de los jinetes era un dato alentador, aún tardarían algún tiempo antes de poder pasar todos a Aerandir para llevar a cabo sus macabras matanzas, tiempo que Elen tendría que emplear en buscar un modo de combatirlos. Lo ideal era no dejarlos llegar, pero debía ser realista, no tenía poder suficiente para detenerlos, al menos no por el momento. La de cabellos cenicientos seguiría entrenando sin descanso, pero los jinetes serían un enemigo muy difícil de vencer, necesitaría ayuda.
Mientras la bruja asimilaba la información que el demonio acababa de darle, éste vio su oportunidad, comenzó a abandonar el cuerpo del niño saliendo por su boca en forma de humo oscuro, para de inmediato dirigirse hacia Huracán. Su única posibilidad en aquel momento era poseer a la tensai, para volver a tener en sus manos el colgante y evitar de ese modo que lo devolviesen al lugar del que tanto le había costado salir. - ¡Destrúyelo! - exclamó la alquimista, con la preocupación reflejada en el rostro.
El muchacho ya estaba demasiado cerca de la bruja, dispuesto a cambiar de recipiente para arrebatarle su cuerpo y sembrar el terror valiéndose de ella y sus poderes, pero solo unos segundos bastarían para hacerle ver lo equivocado que estaba. Anastasia se había hecho con el colgante y no dudó en hacerlo crujir entre los dedos, al tiempo que gritaba una amenaza hacia el demonio, que se llevó la mano al corazón inmediatamente y se giró hacia la hechicera que ahora podía destruirlo de un momento a otro.
- Parece que has perdido, ¿no contabas con eso verdad? - comentó Elen, mientras terminaba de ponerse en pie y se palpaba el brazo con que había aterrizado sobre la fría calle. Dolía pero resultaba soportable, pronto todo acabaría y tendría tiempo de tratarse como era debido. - Bien, ahora vas a contarme todo lo que sepas de los jinetes, y no se te ocurra colmar mi paciencia. - indicó, cruzando los brazos sobre el pecho. La helada brisa pronto le haría perder la sensibilidad del rostro pero no importaba, no se iría de allí hasta haber obtenido la información que necesitaba para seguir con su búsqueda.
Como si su situación no fuese bastante complicada ya, el demonio emitió una carcajada cargada de malicia, colocándose de modo que pudiese verlas a ambas con solo girar levemente la cabeza. - ¿Me tomas por estúpido? En cuanto te diga algo me enviarás al agujero de nuevo, ya no te serviré de nada. - respondió, demostrando una tranquilidad fuera de lo común. Eso hizo que la de ojos verdes se preguntase cuántos años o siglos llevaba aquel ser con vida, tomando a inocentes para divertirse.
- Acabarás allí de un modo u otro, de ti depende que sea rápido o que rompamos ese colgante haciéndote el mayor daño posible. - dijo la pequeña de los Calhoun, frunciendo el ceño. - No lo entiendes bruja, ya has sido testigo de lo que pretenden hacer en este mundo, si yo te revelase algo sobre ellos ¿qué crees que me harían a mí? - contestó el demonio, poco dispuesto a cooperar con las magas. - Entonces por las malas, Huracán empieza a hacerlo pedazos. - instó, provocando que el miedo se reflejase en los negros ojos del chico.
- ¡No, espera! - exclamó, perdiendo la calma que había demostrado anteriormente. - ¿Cuántos han logrado pasar a este plano y dónde están? Habla. - espetó, con la mirada clavada en el pequeño. - No puedo saber dónde se encuentran, van de unas tierras a otras buscando fisuras por las que llegar hasta aquí o dejar objetos malditos a vuestro alcance, como fue tu caso. - comenzó a decir, dejando claro que conocía el origen de la maldición que Elen portaba, la bolsa de aeros, el enfrentamiento que ésta provocó y todo lo demás.
- ¿Cuántos? - repitió la hechicera, temiendo la posible respuesta que el demonio le pudiese dar, aunque no tenía claro que su palabra fuese de fiar. - Dos… solo los más poderosos han logrado cruzar a este plano, pero por un período de tiempo limitado. Sin embargo, ¿cuánto crees que tardarán los demás en aprender a hacerlo? Estas tierras pronto se convertirán en su tablero de juego, y entonces vosotros pasaréis a ser simples piezas. - reveló, sonriendo levemente para acompañar la última frase.
Dentro de las opciones, que solo hubiesen cruzado dos de los jinetes era un dato alentador, aún tardarían algún tiempo antes de poder pasar todos a Aerandir para llevar a cabo sus macabras matanzas, tiempo que Elen tendría que emplear en buscar un modo de combatirlos. Lo ideal era no dejarlos llegar, pero debía ser realista, no tenía poder suficiente para detenerlos, al menos no por el momento. La de cabellos cenicientos seguiría entrenando sin descanso, pero los jinetes serían un enemigo muy difícil de vencer, necesitaría ayuda.
Mientras la bruja asimilaba la información que el demonio acababa de darle, éste vio su oportunidad, comenzó a abandonar el cuerpo del niño saliendo por su boca en forma de humo oscuro, para de inmediato dirigirse hacia Huracán. Su única posibilidad en aquel momento era poseer a la tensai, para volver a tener en sus manos el colgante y evitar de ese modo que lo devolviesen al lugar del que tanto le había costado salir. - ¡Destrúyelo! - exclamó la alquimista, con la preocupación reflejada en el rostro.
Elen Calhoun
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Re: El mal arraiga fuerte [Libre][Interpretativo][1/1][CERRADO]
A la bruja de cabellos cenicientos le cambió la cara cuando me vio con el medallón en la mano. No era para menos. Ahora esa criatura tendría cuidado con lo que haría o acabaría con ella. Elen quería saber todo lo que sabía el demonio sobre los jinetes que acechaban el mundo. Sin embargo, de primeras la criatura no aceptó, por lo que la bruja me ordenó comenzar a desgarrar el medallón poco a poco.
-Será un placer. – respondí con una sonrisa, a la vez que sujetaba el medallón con ambas manos hacia delante y comenzaba a resquebrajarlo lentamente, siempre sin terminar de destruirlo, lo que hacía gravemente daño a la criatura, cuyo humo negro se desprendía del cuerpo del joven con cada trozo que rompía. A partir de aquí, el ser ya aceptó cooperar.
Caminé de un lado a otro de la ancha calle, con cierto nerviosismo, escuchando atentamente la conversación que mantenían la bruja y el niño y siempre con el ojo atento a los movimientos de éste, manteniendo a una distancia lo suficientemente prudente como para tener tiempo de reacción en el caso de que intentase algo, que seguro intentaría, pues sabía que iba a morir de todos modos.
Lo que comentaban era muy interesante, por lo visto, dos de los jinetes habían conseguido llegar a este mundo durante un breve período de tiempo, que además eran los más poderosos, según el demonio. La cara de preocupación de mi amiga hacía intuir que no serían dos rivales cualesquiera. No era para menos. Si ya tenía yo respeto a vampiros, cuyas técnicas de lucha y métodos se conocían desde hace siglos, ¿cómo no temer a unos seres que se presuponen tan poderosos como para atravesar dos mundos y arrasar con todo a su paso? La historia parecía sacada de un cuento de terror. Yo también me quedé pensativa durante unos instantes.
Sin embargo, la criatura aprovechó esta pausa para girarse y lanzarse a por mí, del niño salió una enorme humareda con cara fantasmal hacia mí, con un sonido horrible, probablemente con la intención de poseerme y recuperar su medallón. Traté de esperar porque tal vez Elen quisiese preguntarle algo más, pero en cuanto me dio la orden de destruirlo no dudé en partir la medalla en dos cuando la criatura se encontraba a un escaso metro de mí. Dio un último, largo y agónico grito resonante antes de desaparecer, mientras que el humo era diluido por la brisa helada. Todo había terminado.
Aproveché para acercarme a Elen, que todavía parecía encontrarse dolorida tanto física como mentalmente.
-¿Estás bien? – le pregunté en voz baja poniéndole una mano en el hombro. En aquella calle desierta no había nada ni nadie.
No había sido un día fácil para ella. Ni tampoco para mí. El sol se iba ocultando tras las montañas y mi misión no había ni empezado. No obstante, no iba a ser tan peligrosa como lo había sido aquella… o eso es lo que quería creer. Pues las cosas siempre se terminaban complicando de una manera u otra.
Los padres del niño salieron gritando de detrás de la casa.
-¡Emael! – gritó la madre corriendo a por su hijo, que así debería llamarse, ahora mismo un cuerpo muerto sobre el suelo, aunque imagino que, al igual que William cuando lo poseyó aquel demonio, se terminaría despertando. El padre, también nervioso aunque algo más sereno, se dirigió a nosotras, concretamente hacia mí, que era la que parecía que se encontraba mejor en aquel momento.
-Está oscureciendo. ¿Dónde vais a pasar la noche? – me preguntó mirándome a los ojos.
-No lo sé. – contesté con mi habitual sequedad ante los desconocidos – Tal vez en alguna taberna.
-Por favor, quedaos a cenar y dormir en casa – instó haciéndome una especie de ruego apretando ambas manos – es lo menos que podemos hacer por salvar a nuestro hijo.
Aunque solía ser bastante reacia a estas invitaciones, en esta ocasión la idea me resultaba cuanto menos atractiva. Aunque la de cabellos cenicientos aún no sabía nada de mi misión, si la familia llevaba viviendo en Dundarak bastante tiempo seguramente conociesen a Igraine y pudieran decirme dónde vive. Y tal vez Elen quisiese interrogar a los padres o al propio niño cuando despertase sobre dónde encontró el medallón, o sobre cualquier cosa que se le ocurriese.
-Si mi amiga está de acuerdo, no veo por qué no. – dije todavía tomándola del hombro. Dispuesta a acceder a la casa si ella aceptaba.
-Será un placer. – respondí con una sonrisa, a la vez que sujetaba el medallón con ambas manos hacia delante y comenzaba a resquebrajarlo lentamente, siempre sin terminar de destruirlo, lo que hacía gravemente daño a la criatura, cuyo humo negro se desprendía del cuerpo del joven con cada trozo que rompía. A partir de aquí, el ser ya aceptó cooperar.
Caminé de un lado a otro de la ancha calle, con cierto nerviosismo, escuchando atentamente la conversación que mantenían la bruja y el niño y siempre con el ojo atento a los movimientos de éste, manteniendo a una distancia lo suficientemente prudente como para tener tiempo de reacción en el caso de que intentase algo, que seguro intentaría, pues sabía que iba a morir de todos modos.
Lo que comentaban era muy interesante, por lo visto, dos de los jinetes habían conseguido llegar a este mundo durante un breve período de tiempo, que además eran los más poderosos, según el demonio. La cara de preocupación de mi amiga hacía intuir que no serían dos rivales cualesquiera. No era para menos. Si ya tenía yo respeto a vampiros, cuyas técnicas de lucha y métodos se conocían desde hace siglos, ¿cómo no temer a unos seres que se presuponen tan poderosos como para atravesar dos mundos y arrasar con todo a su paso? La historia parecía sacada de un cuento de terror. Yo también me quedé pensativa durante unos instantes.
Sin embargo, la criatura aprovechó esta pausa para girarse y lanzarse a por mí, del niño salió una enorme humareda con cara fantasmal hacia mí, con un sonido horrible, probablemente con la intención de poseerme y recuperar su medallón. Traté de esperar porque tal vez Elen quisiese preguntarle algo más, pero en cuanto me dio la orden de destruirlo no dudé en partir la medalla en dos cuando la criatura se encontraba a un escaso metro de mí. Dio un último, largo y agónico grito resonante antes de desaparecer, mientras que el humo era diluido por la brisa helada. Todo había terminado.
Aproveché para acercarme a Elen, que todavía parecía encontrarse dolorida tanto física como mentalmente.
-¿Estás bien? – le pregunté en voz baja poniéndole una mano en el hombro. En aquella calle desierta no había nada ni nadie.
No había sido un día fácil para ella. Ni tampoco para mí. El sol se iba ocultando tras las montañas y mi misión no había ni empezado. No obstante, no iba a ser tan peligrosa como lo había sido aquella… o eso es lo que quería creer. Pues las cosas siempre se terminaban complicando de una manera u otra.
Los padres del niño salieron gritando de detrás de la casa.
-¡Emael! – gritó la madre corriendo a por su hijo, que así debería llamarse, ahora mismo un cuerpo muerto sobre el suelo, aunque imagino que, al igual que William cuando lo poseyó aquel demonio, se terminaría despertando. El padre, también nervioso aunque algo más sereno, se dirigió a nosotras, concretamente hacia mí, que era la que parecía que se encontraba mejor en aquel momento.
-Está oscureciendo. ¿Dónde vais a pasar la noche? – me preguntó mirándome a los ojos.
-No lo sé. – contesté con mi habitual sequedad ante los desconocidos – Tal vez en alguna taberna.
-Por favor, quedaos a cenar y dormir en casa – instó haciéndome una especie de ruego apretando ambas manos – es lo menos que podemos hacer por salvar a nuestro hijo.
Aunque solía ser bastante reacia a estas invitaciones, en esta ocasión la idea me resultaba cuanto menos atractiva. Aunque la de cabellos cenicientos aún no sabía nada de mi misión, si la familia llevaba viviendo en Dundarak bastante tiempo seguramente conociesen a Igraine y pudieran decirme dónde vive. Y tal vez Elen quisiese interrogar a los padres o al propio niño cuando despertase sobre dónde encontró el medallón, o sobre cualquier cosa que se le ocurriese.
-Si mi amiga está de acuerdo, no veo por qué no. – dije todavía tomándola del hombro. Dispuesta a acceder a la casa si ella aceptaba.
Anastasia Boisson
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Re: El mal arraiga fuerte [Libre][Interpretativo][1/1][CERRADO]
Tras proferir un desgarrador alarido, la oscura nube de humo en que se había convertido el demonio comenzó a desvanecerse, con mayor rapidez aún gracias a la helada brisa que recorría las calles de Dundarak. El muchacho se desplomó pesadamente sobre los adoquines, pero con suerte no tardaría en reaccionar, libre al fin del mal que lo había estado controlando desde hacía semanas. Huracán de inmediato se acercó para comprobar el estado en que se encontraba la de ojos verdes, que agradeció el gesto y asintió con la cabeza en respuesta, esbozando una sonrisa.
- Ese desgraciado no volverá a molestar a nadie. - comentó, antes de que la madre del pequeño entrase en escena, atraída por el agónico grito de la criatura. La preocupación por su hijo pesaba más que el miedo al ser que lo había poseído, pero al menos ahora llegaba en buen momento, a tiempo de recogerlo y llevarlo al interior de la casa, donde pudiese descansar y entrar en calor. - No se preocupe, en breve despertará. - dijo la bruja, para calmar un poco a la mujer, que ya se encontraba de rodillas sobre el suelo sosteniendo al niño entre sus brazos.
Su marido no tardó en acercarse a ambas hechiceras, para preguntar a Anastasia dónde pasarían la noche, a lo que la joven respondió con ciertas dudas. Elen había pagado una habitación en una de las tabernas del centro de la ciudad, pero a decir verdad ir hasta allí consumiría buena parte de las energías que le quedaban tras los dos enfrentamientos con el demonio, así que se alegró bastante al escuchar cómo el caballero les pedía que se hospedasen en su casa. Teniendo en cuenta su modesto estilo de vida y que no les sobraba el dinero, aquella era la única forma que tenía la familia de agradecerles lo que habían hecho para que recuperasen a su hijo.
Mientras Huracán respondía al ofrecimiento, dejando para la de cabellos cenicientos el decir la última palabra al respecto, Elen desvió momentáneamente la mirada en la dirección en que se encontraba la taberna, y por tanto muchas de sus pertenencias. - Gracias, nos irá bien descansar un poco. - dijo, para luego esperar a que recogiesen del suelo al pequeño y entrasen todos en la vivienda.
Una vez dentro, y agradeciendo el calor que la chimenea ofrecía, procedió a revisarse el brazo izquierdo, que había resultado más dañado tras su último aterrizaje. Por suerte no había nada roto así que valdría con un remedio de los que estaba acostumbrada a elaborar, a base de Inhibis y Barrimorth. Extrajo las hierbas de su bolsa y con el permiso de la señora de la casa se dirigió a la cocina, donde pudo calentar la infusión que ya tenía preparada para añadirle el toque de Barrimorth y poder tomarla.
Tras esto volvió a reunirse con el resto de la familia en el salón, donde esperaban pacientemente a que el pequeño reaccionase, cosa que no tardaría en ocurrir. - Sé que no es el mejor momento pero… tendré que hacerle unas preguntas cuando despierte, espero que lo comprendan. - indicó, a pesar de lo reciente del asunto. - Lo entendemos, quizá para nosotros también sea bueno…- respondió la madre mientras acariciaba los cabellos al niño, que yacía sobre un sillón cercano al fuego.
Solo unos minutos más tarde el muchacho comenzó a moverse, abrió los ojos y parpadeó varias veces, antes de darse cuenta de que por fin volvía a ser él. - ¡No está! ¡Esa cosa ya no está! - exclamó sorprendido, al tiempo que se incorporaba y observaba todo a su alrededor. Ni siquiera la presencia de las dos hechiceras le hizo perder el ánimo, pues las reconocía de los escasos momentos en que a pesar de estar poseído, era consciente de lo que pasaba. - Gracias. - musitó hacia ambas, antes fundirse en un fuerte abrazo con sus padres.
Su hermana menor apenas entendía lo que ocurría, se mantuvo junto al sillón sin comprender muy bien la repentina emoción que embargaba a sus padres, pero no dudó en sumarse al abrazo en cuanto su madre le hizo un gesto. Poco después la calma se adueñó del hogar, la pareja se dirigió a la cocina y comenzó los preparativos para la cena y para preparar un lugar donde dormir a las invitadas, momento que Elen aprovecharía. - Emael, necesito que me digas cómo y dónde encontraste el colgante, estoy segura de que no ha sido una experiencia agradable para ti pero es importante. - comentó la de ojos verdes, acercándose levemente al pequeño.
- Estaba tirado en la nieve, lo encontré mientras jugaba con otros chicos del barrio… - empezó a relatar, con cierto nerviosismo. - Pe..pensé que alguien lo habría perdido y quise llevarlo a la oficina de la guardia, pero en cuanto lo toque esa sombra me atacó, desde entonces recuerdo poco. - añadió, algo cabizbajo. La maga no tenía idea de lo que el demonio podía haberle mostrado durante aquellas semanas, ni si el niño lograría olvidar lo que le había pasado para seguir adelante con su vida.
- Eh no te pongas así, has sido muy valiente. - dijo para tratar de animarle, aunque sabía de sobra que las palabras poco consuelo daban en aquel tipo de situaciones.
- Ese desgraciado no volverá a molestar a nadie. - comentó, antes de que la madre del pequeño entrase en escena, atraída por el agónico grito de la criatura. La preocupación por su hijo pesaba más que el miedo al ser que lo había poseído, pero al menos ahora llegaba en buen momento, a tiempo de recogerlo y llevarlo al interior de la casa, donde pudiese descansar y entrar en calor. - No se preocupe, en breve despertará. - dijo la bruja, para calmar un poco a la mujer, que ya se encontraba de rodillas sobre el suelo sosteniendo al niño entre sus brazos.
Su marido no tardó en acercarse a ambas hechiceras, para preguntar a Anastasia dónde pasarían la noche, a lo que la joven respondió con ciertas dudas. Elen había pagado una habitación en una de las tabernas del centro de la ciudad, pero a decir verdad ir hasta allí consumiría buena parte de las energías que le quedaban tras los dos enfrentamientos con el demonio, así que se alegró bastante al escuchar cómo el caballero les pedía que se hospedasen en su casa. Teniendo en cuenta su modesto estilo de vida y que no les sobraba el dinero, aquella era la única forma que tenía la familia de agradecerles lo que habían hecho para que recuperasen a su hijo.
Mientras Huracán respondía al ofrecimiento, dejando para la de cabellos cenicientos el decir la última palabra al respecto, Elen desvió momentáneamente la mirada en la dirección en que se encontraba la taberna, y por tanto muchas de sus pertenencias. - Gracias, nos irá bien descansar un poco. - dijo, para luego esperar a que recogiesen del suelo al pequeño y entrasen todos en la vivienda.
Una vez dentro, y agradeciendo el calor que la chimenea ofrecía, procedió a revisarse el brazo izquierdo, que había resultado más dañado tras su último aterrizaje. Por suerte no había nada roto así que valdría con un remedio de los que estaba acostumbrada a elaborar, a base de Inhibis y Barrimorth. Extrajo las hierbas de su bolsa y con el permiso de la señora de la casa se dirigió a la cocina, donde pudo calentar la infusión que ya tenía preparada para añadirle el toque de Barrimorth y poder tomarla.
Tras esto volvió a reunirse con el resto de la familia en el salón, donde esperaban pacientemente a que el pequeño reaccionase, cosa que no tardaría en ocurrir. - Sé que no es el mejor momento pero… tendré que hacerle unas preguntas cuando despierte, espero que lo comprendan. - indicó, a pesar de lo reciente del asunto. - Lo entendemos, quizá para nosotros también sea bueno…- respondió la madre mientras acariciaba los cabellos al niño, que yacía sobre un sillón cercano al fuego.
Solo unos minutos más tarde el muchacho comenzó a moverse, abrió los ojos y parpadeó varias veces, antes de darse cuenta de que por fin volvía a ser él. - ¡No está! ¡Esa cosa ya no está! - exclamó sorprendido, al tiempo que se incorporaba y observaba todo a su alrededor. Ni siquiera la presencia de las dos hechiceras le hizo perder el ánimo, pues las reconocía de los escasos momentos en que a pesar de estar poseído, era consciente de lo que pasaba. - Gracias. - musitó hacia ambas, antes fundirse en un fuerte abrazo con sus padres.
Su hermana menor apenas entendía lo que ocurría, se mantuvo junto al sillón sin comprender muy bien la repentina emoción que embargaba a sus padres, pero no dudó en sumarse al abrazo en cuanto su madre le hizo un gesto. Poco después la calma se adueñó del hogar, la pareja se dirigió a la cocina y comenzó los preparativos para la cena y para preparar un lugar donde dormir a las invitadas, momento que Elen aprovecharía. - Emael, necesito que me digas cómo y dónde encontraste el colgante, estoy segura de que no ha sido una experiencia agradable para ti pero es importante. - comentó la de ojos verdes, acercándose levemente al pequeño.
- Estaba tirado en la nieve, lo encontré mientras jugaba con otros chicos del barrio… - empezó a relatar, con cierto nerviosismo. - Pe..pensé que alguien lo habría perdido y quise llevarlo a la oficina de la guardia, pero en cuanto lo toque esa sombra me atacó, desde entonces recuerdo poco. - añadió, algo cabizbajo. La maga no tenía idea de lo que el demonio podía haberle mostrado durante aquellas semanas, ni si el niño lograría olvidar lo que le había pasado para seguir adelante con su vida.
- Eh no te pongas así, has sido muy valiente. - dijo para tratar de animarle, aunque sabía de sobra que las palabras poco consuelo daban en aquel tipo de situaciones.
Elen Calhoun
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Re: El mal arraiga fuerte [Libre][Interpretativo][1/1][CERRADO]
Elen vio también con buenos ojos la invitación del padre de la familia de pasar la noche dentro. Nos condujeron al salón de la casa, pequeña y bastante acogedora, aunque con una tapicería y adornos particularmente un poco cargantes. Debía ser algo típico de la arquitectura del lugar. En cualquier caso el calor que ofrecía la chimenea era muy reconfortante. La bruja eléctrica pidió permiso para ir a la cocina a elaborar un brebaje. Probablemente para prepararse alguna poción que la curase de sus recientes heridas.
Yo quedé mirando por la ventana, sin decir nada, con mi habitual postura de brazos cruzados y mi especial poca simpatía cuando estaba con desconocidos. Observando como comenzaban a caer copos de nieve que brillaban como diamantes por los rayos de un sol que se escondía tras una montaña. El padre de familia me miraba con cierto respeto, sin decirme nada. Estaba claro que mi armamento pesado, mis ropajes y mi semblante serio no otorgaban suficiente confianza para dirigirse a mí.
Al poco volvió a aparecer Elen, que quería interrogar al niño. Algo que la madre aceptó. El joven, que descansaba en el sillón del salón, no tardaría en despertar. Con más felicidad y energía de la que se esperaba para alguien que llevaba tiempo poseído por un demonio. Miró hacia nosotras y nos agradeció la ayuda, antes de fundirse en un fuerte abrazo entre los cuatro miembros de la familia. Aunque no lo pareciera, me encantaba ver este tipo de escenas y saber que mi ayuda había servido para algo. Era una de las pocas cosas gratificantes de mi trabajo.
A continuación, el padre preparó nuestra habitación mientras que la madre haría la cena.
-¿Quieres que te lleve el… los… objetos a la habitación? – me preguntó con cierta timidez el padre de la familia. Era muy reacia a desprenderme de mis ballestas y mi daga, pero no era el lugar. Asentí con la cabeza con cordialidad y dispuse en su mano mi equipo, que rápidamente se llevó. Momento en el que Elen aprovechó para preguntarle a Emael sobre dónde y cómo encontró el colgante. Pareció haberlo encontrado en la nieve. Al niño comenzaron a brotarle lágrimas de los ojos y Elen trató de consolarle.
-¡A cenar! – se escuchó la voz de la madre. Nos dirigimos sin mayor aguardo a la cocina. Nos había preparado un exquisito guiso acompañado de vino rosado. Hacía tiempo que no comía algo tan sabroso. Sin duda la señora tenía buena mano para la cocina. En la mesa todo fueron risas, sin duda se notaba que eran una familia muy unida. Al poco fue cuando sintieron interés por nuestra historia, preguntándome a mí.
-Tú eres una chica muy silenciosa – me dijo la madre en tono bromista con una sonrisa, tomando la mano de su marido. – Dinos. ¿Qué te trae a la ciudad? – me detuve unos instantes para limpiarme la boca con la servilleta.
-Estoy buscando a una dragona. – le comenté, ahora Elen también sabría cuál era mi objetivo inicial allí. – Sólo sé que se llama Igraine y que vive por aquí. ¿La conocéis? – La pareja se miró mutuamente con un gesto de extraño.
-Dundarak no es muy grande, pero no conozco a nadie con ese nombre… ¿conoces a alguien? – le preguntó el marido a su mujer, llevándose la mano al mentón. Que se encontraba pensativa.
-Como no sea la que vino a vivir a las montañas hace 30 años… - respondió tocándose el labio y mirando al marido – Pero no creo… es muy rara y nunca quiere ver a nadie.
La descripción cuajaba perfectamente con la personalidad de Igraine, a la que si bien no conocía, era una antigua espía de los Cazadores, condenada al exilio tras la desaparición del grupo hace ya 30 años. Si era la única que conocían seguramente fuera buena idea llegar hasta ella.
-Creo que es ella a quien busco – dije con interés inclinando el cuerpo hacia delante – Por favor, dime como llegar hasta su casa.
-Bueno… - respondió – no se puede decir que viva en una casa… hace viajes largos a la península y no vuelve en meses. Aunque hace una semana la vi sobrevolar la ciudad hacia allí – continuó – Suele vivir en la cueva del segundo pico.
-¿La cueva del segundo pico? – pregunté con ansiedad.
-Sí… - continuó el hombre – Es una cueva inhabitada, tienes que salir por la puerta Norte y atravesar el valle. Verás una montaña con dos picos muy característicos. En la falda del trasero la encontrarás. Te llevará dos días llegar andando. Pero ir ahora en invierno es un suicidio.
Daba igual cuan difícil fuera el camino. Encontrar a Igraine se antojaba una misión de vital importancia. Y si había ido allí hace poco, seguramente todavía se encontrase. Era el momento idóneo para localizarla. Sería imposible encontrarla durante sus viajes.
-Mañana a primera hora partiré hacia allí. Muchas gracias – dije asintiendo con la cabeza con un gesto de sinceridad. La cena continuó con total normalidad con su tono inicial.
Yo quedé mirando por la ventana, sin decir nada, con mi habitual postura de brazos cruzados y mi especial poca simpatía cuando estaba con desconocidos. Observando como comenzaban a caer copos de nieve que brillaban como diamantes por los rayos de un sol que se escondía tras una montaña. El padre de familia me miraba con cierto respeto, sin decirme nada. Estaba claro que mi armamento pesado, mis ropajes y mi semblante serio no otorgaban suficiente confianza para dirigirse a mí.
Al poco volvió a aparecer Elen, que quería interrogar al niño. Algo que la madre aceptó. El joven, que descansaba en el sillón del salón, no tardaría en despertar. Con más felicidad y energía de la que se esperaba para alguien que llevaba tiempo poseído por un demonio. Miró hacia nosotras y nos agradeció la ayuda, antes de fundirse en un fuerte abrazo entre los cuatro miembros de la familia. Aunque no lo pareciera, me encantaba ver este tipo de escenas y saber que mi ayuda había servido para algo. Era una de las pocas cosas gratificantes de mi trabajo.
A continuación, el padre preparó nuestra habitación mientras que la madre haría la cena.
-¿Quieres que te lleve el… los… objetos a la habitación? – me preguntó con cierta timidez el padre de la familia. Era muy reacia a desprenderme de mis ballestas y mi daga, pero no era el lugar. Asentí con la cabeza con cordialidad y dispuse en su mano mi equipo, que rápidamente se llevó. Momento en el que Elen aprovechó para preguntarle a Emael sobre dónde y cómo encontró el colgante. Pareció haberlo encontrado en la nieve. Al niño comenzaron a brotarle lágrimas de los ojos y Elen trató de consolarle.
-¡A cenar! – se escuchó la voz de la madre. Nos dirigimos sin mayor aguardo a la cocina. Nos había preparado un exquisito guiso acompañado de vino rosado. Hacía tiempo que no comía algo tan sabroso. Sin duda la señora tenía buena mano para la cocina. En la mesa todo fueron risas, sin duda se notaba que eran una familia muy unida. Al poco fue cuando sintieron interés por nuestra historia, preguntándome a mí.
-Tú eres una chica muy silenciosa – me dijo la madre en tono bromista con una sonrisa, tomando la mano de su marido. – Dinos. ¿Qué te trae a la ciudad? – me detuve unos instantes para limpiarme la boca con la servilleta.
-Estoy buscando a una dragona. – le comenté, ahora Elen también sabría cuál era mi objetivo inicial allí. – Sólo sé que se llama Igraine y que vive por aquí. ¿La conocéis? – La pareja se miró mutuamente con un gesto de extraño.
-Dundarak no es muy grande, pero no conozco a nadie con ese nombre… ¿conoces a alguien? – le preguntó el marido a su mujer, llevándose la mano al mentón. Que se encontraba pensativa.
-Como no sea la que vino a vivir a las montañas hace 30 años… - respondió tocándose el labio y mirando al marido – Pero no creo… es muy rara y nunca quiere ver a nadie.
La descripción cuajaba perfectamente con la personalidad de Igraine, a la que si bien no conocía, era una antigua espía de los Cazadores, condenada al exilio tras la desaparición del grupo hace ya 30 años. Si era la única que conocían seguramente fuera buena idea llegar hasta ella.
-Creo que es ella a quien busco – dije con interés inclinando el cuerpo hacia delante – Por favor, dime como llegar hasta su casa.
-Bueno… - respondió – no se puede decir que viva en una casa… hace viajes largos a la península y no vuelve en meses. Aunque hace una semana la vi sobrevolar la ciudad hacia allí – continuó – Suele vivir en la cueva del segundo pico.
-¿La cueva del segundo pico? – pregunté con ansiedad.
-Sí… - continuó el hombre – Es una cueva inhabitada, tienes que salir por la puerta Norte y atravesar el valle. Verás una montaña con dos picos muy característicos. En la falda del trasero la encontrarás. Te llevará dos días llegar andando. Pero ir ahora en invierno es un suicidio.
Daba igual cuan difícil fuera el camino. Encontrar a Igraine se antojaba una misión de vital importancia. Y si había ido allí hace poco, seguramente todavía se encontrase. Era el momento idóneo para localizarla. Sería imposible encontrarla durante sus viajes.
-Mañana a primera hora partiré hacia allí. Muchas gracias – dije asintiendo con la cabeza con un gesto de sinceridad. La cena continuó con total normalidad con su tono inicial.
Anastasia Boisson
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Re: El mal arraiga fuerte [Libre][Interpretativo][1/1][CERRADO]
No pasó mucho tiempo antes de que la madre instase a todos a dirigirse a la cocina, donde la cena esperaba ya lista para ser servida. Elen tomó asiento y se alegró al ver que le ofrecían un guiso caliente, algo que sin duda la ayudaría a combatir el frío que le calaba hasta los huesos y se adueñaba de aquellas tierras. Dundarak siempre le había parecido una ciudad imponente y hermosa, pero las condiciones en que se veían obligados a vivir sus habitantes eran cuanto menos complicadas, sobre todo para alguien como ella, tan acostumbrada a la calidez del sur y el buen clima de las islas.
Aún no tenía idea de cuánto tardaría en regresar a Verisar, pero cada minuto que pasaba en el norte le recordaba que tenía que seguir mejorando sus habilidades alquímicas, pues de haberlo hecho a tiempo ahora contaría con la pócima a base de Aïnen, aquella seta que preparada del modo adecuado permitía soportar las bajas temperaturas del ambiente. Probó el guiso que la mujer le ofrecía y dejó de lado todos aquellos pensamientos, para centrarse únicamente en disfrutar de la cena y de haber logrado expulsar a un demonio una vez más.
Poco tardó la madre en dirigirse a Huracán, que hasta el momento se había mostrado algo callada, probablemente por encontrarse entre extraños. La dama le preguntó directamente por el motivo que la había traído hasta allí, cosa que a la de ojos verdes también le interesaba saber, así que prestó suma atención a la conversación entre ambas. Huracán venía buscando a una dragona que respondía al nombre de Igraine, pero ese dato no pareció ayudar mucho a refrescar la memoria del matrimonio.
A pesar de eso, la mujer mencionó a una ermitaña de las montañas que había llegado a aquellas tierras treinta años antes, permitiéndose añadir que se trataba de una persona algo extraña y poco sociable. Esa descripción bastó para que Anastasia creyera estar tras la pista correcta, así que pidió indicaciones para llegar hasta el lugar en que se encontraba la supuesta dragona.
Elen conocía el lugar, tiempo atrás había llegado hasta allí por mera casualidad, mientras buscaba donde resguardarse del terrible frío que invadía la llanura y amenazaba con dejarla completamente congelada. No se tardaba demasiado en alcanzar la cueva pero el invierno lo complicaba todo, haciendo que la capa de nieve fuese más espesa y por tanto más difícil moverse sobre ella, a lo que tendrían que sumar el helado viento y la escasez de agua y pastos.
El padre de la familia hacía bien en denominarlo suicidio, pero la de cabellos cenicientos ya había estado en el norte otras veces, sabía moverse y podía utilizar sus poderes para que no les faltase una hoguera con la que calentarse. Además Huracán estaba claramente dispuesta a partir en cuanto amaneciese, nada de lo que pudiesen decirle la haría cambiar de opinión. - Yo he estado allí, conozco la zona y además iríamos más rápido con mi caballo, solo tengo que recoger algunas cosas de la taberna y podría acompañarte, siempre y cuando me lo permitas claro. - intervino, para luego quedar expectante ante la posible respuesta de su compañera.
La hechicera esperaba que aceptase su ayuda, pero quizá el tema que la joven debía tratar con aquella dragona fuese privado, cosa que respetaría. Aun así eso no le impediría guiarla hasta la cueva del segundo pico, solo tendría que mantenerse fuera mientras ambas arreglaban sus asuntos. Sombra sería capaz de llevarlas a las dos a un paso mucho más ligero del que podrían llevar a pie, así que lo único de que había que preocuparse era adquirir alguna ropa de más abrigo, leña seca y comida para el viaje, con eso alcanzarían las montañas sin mayor problema, aunque nunca se estaba del todo a salvo en la nieve.
Por un instante le vino a la mente el relato de su madre, sobre la terrible criatura que había atacado a su padre y al resto de magos durante un viaje desde el poblado abandonado hacia Dundarak, ser que probablemente todavía morase en aquellas tierras, a la espera de nuevas víctimas. Sin embargo, Elen ya se había enfrentado a muchas cosas, y teniendo en cuenta que aparte del encuentro con el demonio sombrío no había sufrido más percances en el norte, se mostraría positiva. - ¿Y bien? ¿Qué me dices? - preguntó para obtener respuesta de su compañera, tras lo cual terminaría el guiso y se retiraría a descansar.
Off: Tienes permiso para manejar a Elen si quieres narrar la mañana siguiente y la puesta en marcha hacia las montañas.
Aún no tenía idea de cuánto tardaría en regresar a Verisar, pero cada minuto que pasaba en el norte le recordaba que tenía que seguir mejorando sus habilidades alquímicas, pues de haberlo hecho a tiempo ahora contaría con la pócima a base de Aïnen, aquella seta que preparada del modo adecuado permitía soportar las bajas temperaturas del ambiente. Probó el guiso que la mujer le ofrecía y dejó de lado todos aquellos pensamientos, para centrarse únicamente en disfrutar de la cena y de haber logrado expulsar a un demonio una vez más.
Poco tardó la madre en dirigirse a Huracán, que hasta el momento se había mostrado algo callada, probablemente por encontrarse entre extraños. La dama le preguntó directamente por el motivo que la había traído hasta allí, cosa que a la de ojos verdes también le interesaba saber, así que prestó suma atención a la conversación entre ambas. Huracán venía buscando a una dragona que respondía al nombre de Igraine, pero ese dato no pareció ayudar mucho a refrescar la memoria del matrimonio.
A pesar de eso, la mujer mencionó a una ermitaña de las montañas que había llegado a aquellas tierras treinta años antes, permitiéndose añadir que se trataba de una persona algo extraña y poco sociable. Esa descripción bastó para que Anastasia creyera estar tras la pista correcta, así que pidió indicaciones para llegar hasta el lugar en que se encontraba la supuesta dragona.
Elen conocía el lugar, tiempo atrás había llegado hasta allí por mera casualidad, mientras buscaba donde resguardarse del terrible frío que invadía la llanura y amenazaba con dejarla completamente congelada. No se tardaba demasiado en alcanzar la cueva pero el invierno lo complicaba todo, haciendo que la capa de nieve fuese más espesa y por tanto más difícil moverse sobre ella, a lo que tendrían que sumar el helado viento y la escasez de agua y pastos.
El padre de la familia hacía bien en denominarlo suicidio, pero la de cabellos cenicientos ya había estado en el norte otras veces, sabía moverse y podía utilizar sus poderes para que no les faltase una hoguera con la que calentarse. Además Huracán estaba claramente dispuesta a partir en cuanto amaneciese, nada de lo que pudiesen decirle la haría cambiar de opinión. - Yo he estado allí, conozco la zona y además iríamos más rápido con mi caballo, solo tengo que recoger algunas cosas de la taberna y podría acompañarte, siempre y cuando me lo permitas claro. - intervino, para luego quedar expectante ante la posible respuesta de su compañera.
La hechicera esperaba que aceptase su ayuda, pero quizá el tema que la joven debía tratar con aquella dragona fuese privado, cosa que respetaría. Aun así eso no le impediría guiarla hasta la cueva del segundo pico, solo tendría que mantenerse fuera mientras ambas arreglaban sus asuntos. Sombra sería capaz de llevarlas a las dos a un paso mucho más ligero del que podrían llevar a pie, así que lo único de que había que preocuparse era adquirir alguna ropa de más abrigo, leña seca y comida para el viaje, con eso alcanzarían las montañas sin mayor problema, aunque nunca se estaba del todo a salvo en la nieve.
Por un instante le vino a la mente el relato de su madre, sobre la terrible criatura que había atacado a su padre y al resto de magos durante un viaje desde el poblado abandonado hacia Dundarak, ser que probablemente todavía morase en aquellas tierras, a la espera de nuevas víctimas. Sin embargo, Elen ya se había enfrentado a muchas cosas, y teniendo en cuenta que aparte del encuentro con el demonio sombrío no había sufrido más percances en el norte, se mostraría positiva. - ¿Y bien? ¿Qué me dices? - preguntó para obtener respuesta de su compañera, tras lo cual terminaría el guiso y se retiraría a descansar.
Off: Tienes permiso para manejar a Elen si quieres narrar la mañana siguiente y la puesta en marcha hacia las montañas.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: El mal arraiga fuerte [Libre][Interpretativo][1/1][CERRADO]
Elen parecía haber estado ya en la cueva. Me llamó la curiosidad conocer qué razones llevaron a la joven hasta aquel lugar tan recóndito y apartado del mundo, pero no era el momento de hablarlo públicamente con la familia de por medio. Parecía dispuesta a acompañarme.
-Podría ser peligroso – le advertí. Y es que no era poco el peligro que ofrecían las inclemencias meteorológicas o alguna posible criatura que nos atacase. No habría problemas de bandidos porque nadie transitaría esa ruta en pleno invierno. El camino estaría libre de personas. No obstante, pese a los problemas que presentaba la aventura, a la maga eléctrica se le veía decidida y feliz. Derrotar a aquel misterioso demonio sin duda le había cambiado el humor.
En mi cabeza resonaban las palabras de “confidencialidad” y “secreto” que Dorian e Isabella habían descrito cuando me encargaron esta misión. Pero seguro que agradecerían que fuese acompañada. A fin de cuentas, Elen y yo éramos, a todos los visos, amigas.
-Está bien. Entre las dos será más fácil. – le dije cuando pidió acompañarme. Y es que contar con una guía con las habilidades de combate de Elen era todo un lujo. Tras esto y terminar el guiso, nos retiramos cada una a nuestros aposentos. Donde descansaríamos hasta la mañana siguiente.
Al amanecer se había levantado una mañana relativamente lluviosa y muy fría. Lo cual no me gustó nada. A cotas más altas la lluvia se convertiría en nieve. Tendríamos que conseguir ropa y algo de abrigo. Elen también tenía que recuperar sus cosas de la taberna en la que se había hospedado. Cuando salíamos por la puerta, la mujer pareció escuchar la conversación que mantuvimos sobre el material que necesitábamos coger.
-¿Necesitáis ropa y madera? – dijo la madre de la familia en cuanto nos escuchó – Tengo yo un par de abrigos que ya no uso. Tomadlos. – Yo era reacia a conseguir la ropa de aquella manera.
-No es necesario. Ya ha hecho bas… - pero no me dejó terminar la frase.
-Ni hablar – contestó con seriedad – Poca cosa he hecho por haber salvado a Emael. – contestó con una sonrisa entregándome los abrigos.
-Gra… gracias – dije entrecortada con los dos abrigos en el brazo, con capucha y forro de piel con pelaje de algún animal.
-Y un poco de madera seca para que hagáis una hoguera – continuó el padre. Aunque no sabía donde íbamos a meter. Suerte que Elen llevaba rocín que seguramente podría llevar el material a buen recaudo.
La acompañé hasta la posada a que tomara sus cosas. A pie, eso sí. Odio los caballos. Criaturas nerviosas. Ya en las islas illidenses con Elen fui andando todo el camino para evitar subirme a él. Cuando Elen recogió sus cosas nos dispusimos a caminar hacia allí e insistió a que subiese a su corcel.
Solo me había subido una vez a caballo en mi vida, precisamente con Vincent, el hermano de Elen. Al que conocí muchos meses atrás cuando colaboramos en Wulwufar para detener a un grupo de vampiros. Aquella sería la segunda. Así que con cara de pocos amigos tomé la mano de una Elen que parecía divertirse con mi manía a aquellos cuadrúpedos, aupándome y situándome en la parte trasera del animal.
-Podría ser peligroso – le advertí. Y es que no era poco el peligro que ofrecían las inclemencias meteorológicas o alguna posible criatura que nos atacase. No habría problemas de bandidos porque nadie transitaría esa ruta en pleno invierno. El camino estaría libre de personas. No obstante, pese a los problemas que presentaba la aventura, a la maga eléctrica se le veía decidida y feliz. Derrotar a aquel misterioso demonio sin duda le había cambiado el humor.
En mi cabeza resonaban las palabras de “confidencialidad” y “secreto” que Dorian e Isabella habían descrito cuando me encargaron esta misión. Pero seguro que agradecerían que fuese acompañada. A fin de cuentas, Elen y yo éramos, a todos los visos, amigas.
-Está bien. Entre las dos será más fácil. – le dije cuando pidió acompañarme. Y es que contar con una guía con las habilidades de combate de Elen era todo un lujo. Tras esto y terminar el guiso, nos retiramos cada una a nuestros aposentos. Donde descansaríamos hasta la mañana siguiente.
Al amanecer se había levantado una mañana relativamente lluviosa y muy fría. Lo cual no me gustó nada. A cotas más altas la lluvia se convertiría en nieve. Tendríamos que conseguir ropa y algo de abrigo. Elen también tenía que recuperar sus cosas de la taberna en la que se había hospedado. Cuando salíamos por la puerta, la mujer pareció escuchar la conversación que mantuvimos sobre el material que necesitábamos coger.
-¿Necesitáis ropa y madera? – dijo la madre de la familia en cuanto nos escuchó – Tengo yo un par de abrigos que ya no uso. Tomadlos. – Yo era reacia a conseguir la ropa de aquella manera.
-No es necesario. Ya ha hecho bas… - pero no me dejó terminar la frase.
-Ni hablar – contestó con seriedad – Poca cosa he hecho por haber salvado a Emael. – contestó con una sonrisa entregándome los abrigos.
-Gra… gracias – dije entrecortada con los dos abrigos en el brazo, con capucha y forro de piel con pelaje de algún animal.
-Y un poco de madera seca para que hagáis una hoguera – continuó el padre. Aunque no sabía donde íbamos a meter. Suerte que Elen llevaba rocín que seguramente podría llevar el material a buen recaudo.
La acompañé hasta la posada a que tomara sus cosas. A pie, eso sí. Odio los caballos. Criaturas nerviosas. Ya en las islas illidenses con Elen fui andando todo el camino para evitar subirme a él. Cuando Elen recogió sus cosas nos dispusimos a caminar hacia allí e insistió a que subiese a su corcel.
Solo me había subido una vez a caballo en mi vida, precisamente con Vincent, el hermano de Elen. Al que conocí muchos meses atrás cuando colaboramos en Wulwufar para detener a un grupo de vampiros. Aquella sería la segunda. Así que con cara de pocos amigos tomé la mano de una Elen que parecía divertirse con mi manía a aquellos cuadrúpedos, aupándome y situándome en la parte trasera del animal.
Anastasia Boisson
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