Vientos Grises [quest][Elen]

Él observaba a través de una fuente llena de un líquido transparente. Allí estaba Elen Calhoun en medio de la Llanura Nevada, sola… o quizás no tanto. Ravnik estaba cerca, pero al parecer había otra figura, aunque sus viejas artes, gastadas por el tiempo ya no le permitían aclararse demasiado. Estaba cansado, había sufrido muchas emociones en los últimos días y ya no tenía su fiel bastón para ayudarle y aclararle la mente. Sonrió como un chiquillo, se sentía como un completo novato, como el primer día que había pisado la escuela de magia, la primer vez que lanzaba un hechizo… la vez que se enamoró.

- Esa sonrisa… hacía tiempo y no la veía ¿qué hay de nuevo maestro?-

Tarivius levantó su cabeza con algo de trabajo. ¿Había permanecido cuánto? ¿horas?¿minutos? La vigilancia de aquella dama de blancos cabellos parecía ser una tarea de tiempo completo. Su vetusto cuerpo allí sentado le reclamaba un mejor trato.

-Mi amiga Dandera… tantas cosas… por ahora, ¿por qué no me haces un favor? Convócalo-

Ella levantó las cejas en señal de descreimiento. -Sí, a Loran-



Un leve temblor sacudió la tierra bajo los pies de la bruja. La nieve se movía bajo ella, parecía cobrar vida. El sol se escondió tras lo que parecían nubarrones, aunque minutos más tarde ella se daría cuenta que se trataba de humo. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] estaba despertando. El viento arremolinaba en un punto fijo en la distancia y el tomo entre las manos de la bruja se abriría en una de las páginas casi al comienzo. En sus ásperas hojas se dibujaría la silueta de un hombre y luego la de un dragón repetidas veces, pero cada vez que los trazos volvieran a aparecer estaban ligeramente diferentes que al comienzo. La figura del hombre levantaba un brazo hacia el cielo y luego adelante.


Como ya sabes, ahora la quest queda en mis manos. Tengo en mi poder un bosquejo que hizo Fehu para que siguiera ciertas directrices,cosa que haré. Aunque por ahora volvamos a la práctica.
Quiero que explores el lugar y analices lo que va sucediendo con el libro. Dependiendo si el personaje que elegiste vuelve o invocas a otro, podría aparecer un indicio entre los dibujos del libro.
Al final del post vendrá Ravnik hacia ti

De nuevo al norte, pensó la dragona cuando sus botas tocaron de nuevo la nieve. Huir hacia el este había sido una buena idea, sus pensamientos se había aclarado, al menos un poco, estaba más relajada, apeas pesaba en aquel gran problema que tenía encima por culpa de un brujo. Pero el frio le llamaba, añoraba sentir el frio en la piel, la nieve caer sobre su cabeza, el agua helada del lago…

La zona de la llanura nevada no era del todo blanca, sino que esta había irregulares dibujos en el suelo, las grandes nevadas no llegaban tan abajo, aunque el frio ya se colaba entre su armadura. A lo lejos se podían ver las grandes e imponentes montañas. Preciosas, pensó la mujer disminuyendo el ritmo de avance. Se tomó un tiempo para admirar las tierras que tanto amaba, quería volar, pero lo haría cuando estuviese más alto, allí donde todo se veía blanco.

Recordaba todas aquellas historias sobre el “dragón de humo”. Aquel gran animal de algo más de cinco metros, de ojos aterradoramente blancos, con un pequeño ápice de brillante azul. Aquel dragón que no podía ser dañado con un arma cualquiera, ya que las armas contra él no eran más que humo.
Levia nunca se hubiese imaginado que llegaría a ver con sus propios ojos al protagonista de aquellas historias.

Se había parado a descansar un poco, necesitaba comer. Después de eso, apoyada con las manos en una roca plana, cerró los ojos con la cabeza alzada hacia el sol. Aquella paz y tranquilidad le encantaban a la mujer dragón, apreciaba los momentos de soledad, aunque solía durar menos de lo que ella esperaba.
Frunció el ceño aun con los ojos cerrados, al parecer el sol se había escondido tras unas nubes. Pero aquello no iba a romper su momento, así que espero… y esperó, pero la nube se resistía a brindarle el leve calor del sol. La joven abrió los ojos, y para su sorpresa: humo.
Humo que cubría el sol con un leve color grisáceo se extendía hacia delante. Olía extraño, algo similar al olor de la gente dragón, pero no del todo igual. Y como una pequeña brisa, otro olor, pero no podía ser, era un olor conocido, de una persona con la que había pasado apenas unos días, no muy lejos de ahí, pero los suficientes como para recordarlo.

Sin poder evitarlo, la dragona se vio andando hacia el olor que cada vez se iba haciendo más y más pronunciado. No había duda, era ella. Pero... ¿qué tipo de dragón estaba con ella? Aquello no pintaba bien.

Ravnik, un animal agresivo y hostil, inmortal, pues las armas comunes no lo matan. Ravnik, aquel dragón que cambiaba el blanco de la nieve por el rojo de la sangre, aquel animal que tenía atemorizada a la gente del norte. Ravnik, una leyenda sobre la cual aún se habla…

-A mí no me parece solo una leyenda…- dijo con tono burlón la mujer recordando las muchas cosas que había escuchado sobre el tema. Una frió recorrió su espalda, realmente era imponente… ¿Qué hace ella allí? la joven de cabellos cenicientos se encontraba algunos metro por delante de ella, de cara al dragón.

El poderoso dragón emergió de entre las nubes, magnífico y orgulloso. Con voz de trueno y rodeado de relámpagos se dirigía directamente hacia Elen, al principio lentamente… parecía no poder distinguirla frente a sus narices desde las alturas, pero una  vez que la divisó, dio una especie de grito de guerra que lo atravesaba todo y sin tocar el suelo se dirigió hacia la bruja para envestirla.

Levia no quedaría fueras de las intenciones del gran dragón y sería su próxima víctima.



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El siguiente combate se desarrollará como si fuese un duelo. Luego de cada post, tirarán sus runas para conocer la efectividad de las acciones. Yo encarnaré a Ravnik. Suerte

Las miradas de Levia y Ellen se cruzaron apenas por un segundo, ¿Cómo olvidar aquellos ojos verdes?
Pero solo fue un segundo, ya que el gran animal sacado de las mismísimas historias y mitos del norte, avanzaba de manera rápida y ágil hacia la bruja de cabellos grisáceos.

El chirrido del dragón hizo que la morena frunciese el ceño, aguantando las ganas de gritar ella también ante aquel llamamiento a la guerra ya la sangre.


La joven bruja alzó los brazos hacia el cielo, haciendo que una luz, aparentemente emitida por un anillo que portaba, brotara de sus manos hacia el cielo. Pero no podía esperar a ver si aquello resultaba bueno, debía ayudarla. Hierro y madera… la mujer dragón se llevó una de sus manos a la espalda. Portaba el hacha, de hierro. Las flechas y la daga, madera y hierro, acompañados de adornos y…. nada que pudiese con aquel animal.
Como si lo hubiese tenido estudiado desde el principio, la morena se despojó rápidamente de sus armas y armadura, dejándolas caer al suelo bañado de nieve.
Estiró los brazos hacia los lados y alzó la cabeza hacia el cielo, aquello le iba a doler un poco, pero no había tiempo que perder. Empezó a andar mientras la trasformación deformaba su cuerpo cubriéndolo de negreas y puntiagudas escamas. La primera huella que dejó en la nieve era la marca de un pequeño pie humano, la segunda ya era la marca de un dragón, una huella notablemente más grande y dotada de afiladas garras.
La mujer dragón no tardó mucho en ponerse junto a la mujer de cabellos cenicientos. El dragón negro bajó un poco la cabeza y extendió un tanto las alas por detrás de la bruja, ahora siendo ella quien emitía un chillido desgarrador de batalla.

Preparó su cuerpo para el combate, listo para atacar si el dragón de humo, el doble de grande que ella, si este se acercaba más a la mujer, ya fuese atacando con su propio cuerpo con fuego.

La idea de la bruja de blancos cabellos no había sido mala, claro, si no se tratase del poderoso Ravnik, dos niveles más fuertes que ella misma. La descarga del anillo cegador de bestias no fue más que un espectáculo de luces para aquella bestia. Sus ojos que parecían tragarlo todo no caerían ante un truco de circo para animales con poca voluntad. Él era el gran dragón de humo y la descarga que se suponía debía recibir en su ala, no fueron más que cosquillas que empeoraron su genio.

La bestia había desmaterializado su cuerpo lo suficiente como para que la bruja “pasara” a través de él, aunque su interior no albergaba menos que terribles experiencias de los mismos jinetes oscuros que harían poner en descontrol la maldición. Algunas partículas sólidas que rodeaban a la bestia, también golpearían a la mujer.

Continuando con el ataque, Ravnik iría frente a frente con la dragona oscura, lanzando chillidos tan agudos que serían capaces de hacerle cambiar su dirección de vuelo. El ataque contra ella sería un cabezazo que si tenía éxito al menos le haría precipitarse al suelo.

Y convirtiendo todo su cuerpo en humo, el gran animal enfurecido dejó atravesar su cuerpo por el de la bruja, como recordándole que no eran más que dos ingenuas criaturas enfrentándose a una leyenda.
Tras dejar a la de cabellos grises tras él, el gran dragón de humo se abalanzó con fuerza y sin detenimiento hacia la mujer dragón, haciendo que la distancia entre ambos muriese en breves instantes, dejando poco margen de reacción para Levia.


La criatura estaba ya muy cerca, pero la mujer de cabellos negro pudo entrever por el rabillo del ojo como Elen caía al suelo, de rodillas. Musitaba algo, pero le era imposible escucharla, ya que el animal ya estaba sobre ella.
El gran dragón estuvo a punto de colisionar contra ella, a punto de propinarle un cabezazo que le podría haber estropeado todo, haciendo que la mujer dragón saliese disparada hacia atrás, hundiéndose en el hielo y la nieve, dejando a Elen como un punto fácil y accesible, pero Levia se apartó en el último momento. La cabeza del dragón apenas rozó sus negras escamas, haciéndole desestabilizarse un tanto, pero no lo suficiente como para sacarle de la partida. Levia se cayó de lado, haciendo que sus alas levantase un poco de nieve alrededor de la bruja que estaba por detrás del dragón de humo, creando una cortina blanca entre los dragones y ella, que parecía correr con una espada en la mano.
Levia se levantó tan rápido como pudo, intentando ver a través de la nieve, para así asegurarse de que la bruja estuviese a salvo, pero el dragón aún estaba con la atención enfocada hacia ella, así que no había problema, al menos no con la de ojos verdes, sino con ella misma, ya que el dragón pegó otra acometida contra la mujer. Las cabezas de ambos dragones se encontraron en un fuerte forcejeo, haciendo que ambos retrocediesen y avanzasen según quien empleaba más fuerza en cierto momento. Pero aquel dragón de humo era considerablemente mayor que ella, y por lo tanto, más fuerte, por lo que Levia no pudo aguantar mucho rato. Cayó sobre el suelo, esta vez con algo más de fuerza, dejando un pequeño camino tras de ella.
Mientras la de cabellos grises parecía buscar algo en su mochila, al menos aquellos momentos de distracción habrían valido la pena.

Se levantó una vez más, aunque esta vez se notó algo más la pesadez en ella, había sido un buen golpe. Elen corría hacia Ravnik con algo en la mano, debía hacer algo.
Quería correr y plantarse ante ellos, proteger a la bruja, pero estaba muy lejos, y aquello no surgiría efecto.
Fuego.
Un gruñido Salió de entre las fauces del dragón negro, un gruñido de rabia y poder, amenazante. Podía notar como el fuego se creaba dentro de ella, podía sentir el calor en su garganta. Debía tener cuidado, no quería quemar a la bruja, debía controlar del fuego si quería que todo aquello surgiese de la mejor manera.
Justo un segundo antes de que el dragón escupiese fuego contra el dragón de humo, Elen lanzó contra el mismo un pequeño objeto. Una de las dos cosas debería funcionar… ¿no?

El viejo brujo se atusaba la barba con ojos preocupados y gesto ausente cuando la puerta de su estudio se abrió estruendosamente, escupiendo a su más fiel discípulo, jadeante, con los ojos asalvajados y envuelto en una fina capa de transpiración. Abrió su boca para hablar apresuradamente, pero de ella no salió sonido alguno. Volvió a hacer otro intento, pero no fue hasta el tercero cuando al fin, pudo dirigirse al viejo brujo. -Maestro. La he conseguido- sus palabras no eran las de un chiquillo imberbe, sino las del joven iluminado que heredaría el puesto de Centinela.

Tarivius, quién se había mantenido expectante y enfrascado, siguiendo de cerca la lucha entre el dragón y las féminas, levantó la vista hacia su discípulo, cambiando su semblante a uno en donde se distinguía cierta paz. -Ha llegado el momento- respondió adelantándose con la mirada a la llegada de Dandera que momentos después traspasaría la puerta tras un solo y sonoro golpe en el umbral. - La sala está lista señor. El líquido debe de ser usado a la brevedad. El ritual ha comenzado y los otros centinelas han hallado de la forma de estar presentes-. El hombre asintió gustoso y comenzó su corta procesión hasta la sala en donde se sellaría su destino, al pasar le dio una palmada en el hombro al elfo. -Te has preparado toda la visa para esto. Confía-


El ataque con el reloj de bolsillo roto no había sido del todo fructuoso, el golpe dio en una parte del ala derecha de Ravnik haciendo que su vuelo se desestabilizara. Sin embargo, el fuego de la dragona tuvo un impacto que no se podría haber predicho: había sido muy efectivo. La criatura profirió un alarido de dolor y cayó al suelo nevado, levantado nieve y fragmentos de roca que se dispararían hacia todos lados.

Desde el suelo, enfurecido arremetería contra la bruja primero, atacando con una nueva técnica que consistía en que su cola se deformase en una especie de tentáculo de fragmentos de tierra y metal abundantes en los alrededores. A Levia le atacaría con una onda que saldría de su boca. Su efecto sería como si le golpeasen con algo sólido, de acuerdo a su suerte variaría la intensidad.




Este es el último turno de este capítulo y por tanto de la intervención de Levia. Usenlo con sabiduría. Nuevamente haremos una tirada de runas todos los participantes. Mi primera runa es para Elen, la segunda para Levia

El objeto que había lanzado la bruja ayudo a distraer al dragón, que fue envuelto por las llamas del gran dragón negro. Su chirrido pareció extenderse por todo el reino del norte.
La dragona entrecerró los ojos mientras una nube de nieve se levantaba a causa de la caiga del dragón de humo. Aprovechando el desconcierto y su postura, el animal ataco a la de cabellos cenicientos, barriéndola con su cola. La joven tan solo tuvo tiempo de cubrirse ante el fuerte golpe del animal, que la lanzo varios metros hacia atrás. Podía moverse, por lo que estaba viva, aunque parecía tener problemas con la armadura. Con dar un buen salto, la dragona podría colocarse frente a la joven, cubriéndola, y atacar al dragón desde aquella posición.
Flexionó las patas y haciendo fuerza con las alas contra la nieve para ganar más impulso, el dragón de fuego se alzó del suelo para seguir con el plan, sin contar con Ravnik, que ya había pensado en ella.
El dragón lanzó contra Levia una especie de onda, que impactó prácticamente de lleno. Al dar el salto, el ataque del otro dragón choco contra la mitad de su cuerpo, incluyendo la cola, las patas, parte de las alas y medio cuerpo. Parecía que le habían golpeado con una pesada piedra, con tanta fuerza que la dragona no pudo evitar variar su trayectoria. Dio un par de vueltas sobre sí misma mientras volvía de nuevo hacia atrás. Con un golpe tan contundente, de haber acertado en la cabeza, posiblemente hubiese perdido el conocimiento.
Eran muy pocas las ocasiones en las que Levia había tenido pelear contra un dragón, pero estaba convencida de que aquel era el más poderoso de todos.
Las garras de los extremos de sus alas se clavaron en la nieve, intentando que cesaran las vueltas y no quedar tan alejada de su compañera. Dibujó un par de líneas rectas hasta poder, por fin, pararse. Podía sentir sus patas traseras entumecidas, cosa que no podía decir de su cola. Si no fuese porque se la había visto mientras daba tumbos, hubiese jurado que la había perdido.


La bruja se había levantado, con un notable esfuerzo, para enfrentarse de nuevo al dragón. Su armadura estaba deformada, hasta el punto de poder ahogarla. Corría hacia el oponente, que aun estaba con los ojos puestos en el dragón negro tirado en la nieve. Para darle tiempo a la bruja, Levia alzó el cuello y dejó escapar de entre sus dientes un fuerte grito, que esperaba que distrajese la atención de la bruja el mayor tiempo posible.
No sabía cuál era el plan de Elen, y mucho menos que era lo que le estaba pasando por la cabeza, pero no podía quedarse mirando mientras arriesgaba su vida.
Estaba lejos del objetivo, por lo que quedaba totalmente descartado cualquier ataque cuerpo a cuerpo. Con aquella forma no podía disponer de sus armas, y viendo la distancia que les separaba, con su forma humana no alcanzaría lanzando ni la daga. Su arco y flechas, en cambio, si eran una buena apuesta, aunque había escuchado leyendas sobre aquel dragón, y no estaba segura de que unas flechas corrientes pudiesen dañarle. Con el tiempo que perdería comprobándolo, sumado al tiempo de transformación podían pasar dos cosas: que Elen acabase ella sola con la criatura, o que el dragón aplastase a aquel polluelo.
Tan solo le quedaba recurrir de nuevo al fuego. Estaba algo cansada, y ya había hecho acopio de mucha energía en el anterior lanzamiento. Solo podía esperar que, reuniendo todas y cada una de las fuerzas que le quedaban, lograra disparar un fuego lo suficientemente fuerte, lejano y certero como para acertar en aquella bestia.
Se levantó, poniéndose de cara hacia el adversario, por suerte había quedado un poco de lado, por lo que herir a la bruja ahora no le causaba ningún miedo, ya que no estaba dentro de la trayectoria. Encogiendo el cuerpo, alzando la zona de los hombros y agachando la cabeza, Levia concentro todo lo que le quedaba en aquel ataque.
¿Qué era lo peor que le podía pasar? ¿Desmayarse? Ojala los resultados fuesen tan solo eso.
El fuego comenzó a acumularse en su boca. Quemaba hasta el punto que sentía calientes los glóbulos oculares. Abrió la boca, esperando no fallar.

Los centinelas, un grupo de guardianes que tienen el cometido de mantener el balance de las cosas en el plano terrenal de Aerandir, se movían con incertidumbre y nerviosismo en sus asientos. No todos habían podido encontrar la forma de hacerse presentes a través de vieja magia rúnica, solo estaban los necesarios que debían oficiar de testigos de aquél importante evento. Se trataba de una ceremonia que muy pocas veces en la historia se había realizado y que estaba permitida en momentos de crisis como el que se estaba viviendo.

Tarivius ingresó a la sala con sus atuendos ceremoniales. Loran le seguía de cerca con la daga ritual y Dandera varios pasos más atrás, dando pequeños saltitos, utilizando todas sus capacidades para enfocarse solamente en su deber y dejar las emociones para otro momento, cuando tuviese más intimidad.

-Illuminati- sus palabras apenas eran un susurro. La sala llena de instrumentos alquímicos y arcanos pareció ponerse en un estado de suspensión, el ambiente estaba pesado, el silencio era sepulcral y los pocos sonidos se escuchaban potenciados por algo sumamente grande. El viejo se posicionó frente a un gran recipiente de cristal que contenía un líquido del que parecían emanar estrellas y entró en un estado de trance. Al cabo de unos minutos su respiración menguó hasta casi detenerse. Fue en ese momento cuando Dandera, ayudada por el elfo lo pusieron en el recipiente, sellándolo al vacío.

El brujo entonces abrió los ojos, despidiendo un fulgor verde azulado de ellos nunca antes visto. Abrió su boca, dejando escapar burbujas de aire y con una mirada inteligente se clavó la daga en el vientre. La sangre comenzó a rodear su cuerpo que poco a poco caía al fondo del tubo relleno de líquido, un líquido que se volvía morado y opaco.


El bastón de Tarivius que había comenzado a vibrar por su propia voluntad, al cabo de unos minutos se irguió solo sobre el suelo para finalmente levitar. De su extremo superior emanó una brillante luz violácea que bañó a los presentes uno por uno. Ravnik se detuvo en seco, antes de contraatacar a la dragona o acercarse siquiera a la bruja; parecía que le hubiesen robado la voluntad. La luz comenzó a oscilar y pronto apareció una silueta que poco a poco se transformó en Tarivius.

-La voluntad de los dioses no te favorece niña, pero has hecho lo mejor que has podido. La magia oscura ha hecho que Ravnik se perturbase y se volviese más fuerte. No desesperes, Tarivius te ayudará y podrás continuar con tu cometido. Recuerda. Te quedan dos días y tres noches- informó señalando el cielo.

Luego de aquellas palabras, la figura se desprendió de la luz y se paró sobre la nieve. Con su telequinesis llamó al bastón que obedeciendo a su dueño voló hacia él. Mortem susurró, dando comienzo a una batalla épica entre dos seres que parecían estar conformados por la misma materia. El báculo del hechicero servía tanto de forma ofensiva como defensiva, convirtiéndose en un escudo reflector de los ataques incesantes del dragón. Pero la luz que acompañaba al viejo se volvía cada vez más poderosa hasta que, en un momento donde Ravnik atacaba con su rayo, Tarivuis hizo lo mismo con la magia de su bastón y ambos poderes colisionaron desintegrando a ambas figuras. Quedando solo en pie el bastón y un fragmento de roca levitando a un par de metros de él.

fragmento Ravnik:

-Valiente Elen, toma el que había sido el corazón de Ravnik. Apresúrate y usa el tomo. ¡El siguiente fragmento te aguarda! Volveremos a vernos- la voz del maestro se apagó, y el báculo desapareció junto al último de sus ecos.


Elen, el libro te dirige al poblado abandonado donde en breve abriré la siguiente parte de la quest.
Levia, gracias por tu participación. Las recompensas serán dadas al final de la quest. Hasta entonces