Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
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Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
El sol de esa mañana era tan luminoso y penetrante como cualquier día de verano en aquella ciudad. Nada especial en teoría. Solo algo típico. Algo de lo más corriente. Sin embargo, ese día el sol brillaba con un esplendor singular, y no creía que solo él tuviera esa sensación. Realmente era como si ese sol tan cotidiano fuera de lo más destacado para todas las personas de aquella ciudad.
No era para menos. Roilkat había sobrevivido para ver el astro luminoso una vez más. Algo que la mayoría de los habitantes de la ciudad no hubieran considerado posible durante la noche. Él mismo había dudado de que Roilkat pudiera haberlo conseguido, mientras veía la gran extensión de tropas que tenía ante sus ojos en lo alto de aquella muralla. Y a decir verdad, aunque la urbe había sobrevivido, no se podía decir lo mismo de las miles de personas que habían dado su vida para que ello fuera realidad.
Los ciudadanos de la metrópolis del desierto habían luchado con ahínco y tesón viendo que su hogar quedaría borrado del mapa. Esa fuerza y valor que aparecía en los momentos de mayor necesidad, y que sin duda habían ayudado a que la ciudad aún siguiera en pie. Pero eso solamente no hubiera bastado. Solo con ello la gran Roilkat ahora solo sería una mota más en la inmensidad del arenal. Un vestigio del pasado. Simplemente un recuerdo.
La solidaridad de miles de personas llegadas de todos los rincones de Verisar había sido la clave para que la ciudad aún se mantuviera en pie. Algunas llegadas incluso de reinos extranjeros. Él mismo había llegado en una de brigada de ayuda desde Lunargenta. Desgraciadamente muchos de ellos nunca volverían a casa, se quedarían para siempre sepultados bajo la ciudad que vinieron a salvar. Enterrados con la gratitud de los que salvaron sus hogares gracias a ellos.
Aunque no todo era tristeza y pesar en la urbe. Habían luchado, sudado y sangrado. Habían sufrido. Pero habían sobrevivido. La ciudad contra pronóstico lo había logrado y pese a la pesadumbre por los caídos quedaba la felicidad por la victoria. Por los supervivientes que vivían otro día. Para ver el sol nuevamente avanzar sobre sus cabezas.
Sus pasos eran constantes, a veces en una dirección, en otras ocasiones en otra totalmente distinta. Aunque casi siempre acompañados por los ecos del dolor y los lamentos, mientras buscaba el lugar correcto con la ayuda de las indicaciones de los trabajadores de allí. Era un sitio amplio y atestado de personas, que buscaba dar consuelo y ayudar los heridos. Y que sin embargo por momentos bien parecía un lugar creado para generar las pesadillas en los visitantes. No por el edificio en sí, claramente, sino por la propia utilidad del edificio, que hacía que se reunieran allí varias de las personas que estaban sufriendo en sus carnes y mente, el horror de la guerra. Y por supuesto sus secuelas.
- Menudo alquimista estás tú hecho-, comentó cuando por fin dio con el lugar. - Primera batalla y casi no lo cuentas-, continuó en su tono alegre y bromista.
Por fortuna su amigo solo tenía heridas sin relativa importancia. Algo leve comparado con lo que tenían que sufrir muchos otros. Eso hacía que estuviera en una de las salas donde estaban los pacientes menos dañados, y por tanto, su tono alegre no era allí irrespetuoso con el resto de heridos. De todos modos no podía ocultar su ánimo, estaba feliz de ver al tensai de aire de una pieza, y se alegraba de verlo.
- Y yo veo que la vejez sigue su curso-, bromeó Philip. - Sigues entero e igual de bocazas.
- Así es. Y me ha costado encontrarte en este lugar. Ni que hubieran tantos brujos inexpertos en esta ciudad-, sonrió sentándose al borde de la cama. - ¿Cómo te encuentras?
- Estoy bien. Pero la pierna a veces me arde un poco donde me han dejado una bonita cicatriz. Por lo demás solo tengo el orgullo herido-, sonrió esta vez el tensai.
La guerra era algo terrible. Muy endulzada en las poesías y las literaturas. Pero que realmente eran algo espantoso y que sacaba lo peor de los supuestos seres inteligentes que poblaban el mundo. Sabía todo lo que se le estaría pasando al chico ahora mismo por la cabeza, pues era algo que él ya había vivido en el pasado. Debía asimilar muchas cosas que eran complicadas de hacer, y en eso no podía ayudarle. Eso era algo que solo el tiempo podría hacer, por lo que era inútil decir nada al respecto por muy bien que supiera lo que le rondaría por la cabeza al joven.
- Mira. Como a mi sargento. Él también tiene el orgullo herido-, rió. - Lo pasé a ver en otro de los edificios destinados como hospital de campaña antes de empezar tu búsqueda. Pensaba que no lo contaría cuando vi como le daban en la cabeza, pero se ve que tiene una buena piedra por cerebro el maldito-, volvió a reír, esta vez con el tensai sumado a las chanzas.
- No lo llegué a conocer, pero me alegra que esté bien-, comentó sonriente el brujo, incorporándose un poco en la cama.
- Sí, yo también. Es buen tipo-, contestó, echando un ojo a la ventana que estaba cerca de la cama. - Espera, correré la cortina para que entre mejor la luz. Hace buen día esta mañana-, dijo levantándose y rodando la tela, dejando que la luz del astro entrara hasta donde se encontraba Philip.
- Qué rica sensación da el calor de este sol ¿no te parece? - dijo el tensai poniendo la mano en el curso de la luz. - Se ve bonito esta mañana-, comentó para sí mismo en voz alta. Distraído mirando el astro. O más bien lo comentó para todo el que quisiera escucharle en ese momento.
Sí. Si que se veía bonito ese sol esa mañana de verano. Pensó Vincent, apoyándose en el alféizar de la ventana.
No era para menos. Roilkat había sobrevivido para ver el astro luminoso una vez más. Algo que la mayoría de los habitantes de la ciudad no hubieran considerado posible durante la noche. Él mismo había dudado de que Roilkat pudiera haberlo conseguido, mientras veía la gran extensión de tropas que tenía ante sus ojos en lo alto de aquella muralla. Y a decir verdad, aunque la urbe había sobrevivido, no se podía decir lo mismo de las miles de personas que habían dado su vida para que ello fuera realidad.
Los ciudadanos de la metrópolis del desierto habían luchado con ahínco y tesón viendo que su hogar quedaría borrado del mapa. Esa fuerza y valor que aparecía en los momentos de mayor necesidad, y que sin duda habían ayudado a que la ciudad aún siguiera en pie. Pero eso solamente no hubiera bastado. Solo con ello la gran Roilkat ahora solo sería una mota más en la inmensidad del arenal. Un vestigio del pasado. Simplemente un recuerdo.
La solidaridad de miles de personas llegadas de todos los rincones de Verisar había sido la clave para que la ciudad aún se mantuviera en pie. Algunas llegadas incluso de reinos extranjeros. Él mismo había llegado en una de brigada de ayuda desde Lunargenta. Desgraciadamente muchos de ellos nunca volverían a casa, se quedarían para siempre sepultados bajo la ciudad que vinieron a salvar. Enterrados con la gratitud de los que salvaron sus hogares gracias a ellos.
Aunque no todo era tristeza y pesar en la urbe. Habían luchado, sudado y sangrado. Habían sufrido. Pero habían sobrevivido. La ciudad contra pronóstico lo había logrado y pese a la pesadumbre por los caídos quedaba la felicidad por la victoria. Por los supervivientes que vivían otro día. Para ver el sol nuevamente avanzar sobre sus cabezas.
Sus pasos eran constantes, a veces en una dirección, en otras ocasiones en otra totalmente distinta. Aunque casi siempre acompañados por los ecos del dolor y los lamentos, mientras buscaba el lugar correcto con la ayuda de las indicaciones de los trabajadores de allí. Era un sitio amplio y atestado de personas, que buscaba dar consuelo y ayudar los heridos. Y que sin embargo por momentos bien parecía un lugar creado para generar las pesadillas en los visitantes. No por el edificio en sí, claramente, sino por la propia utilidad del edificio, que hacía que se reunieran allí varias de las personas que estaban sufriendo en sus carnes y mente, el horror de la guerra. Y por supuesto sus secuelas.
- Menudo alquimista estás tú hecho-, comentó cuando por fin dio con el lugar. - Primera batalla y casi no lo cuentas-, continuó en su tono alegre y bromista.
Por fortuna su amigo solo tenía heridas sin relativa importancia. Algo leve comparado con lo que tenían que sufrir muchos otros. Eso hacía que estuviera en una de las salas donde estaban los pacientes menos dañados, y por tanto, su tono alegre no era allí irrespetuoso con el resto de heridos. De todos modos no podía ocultar su ánimo, estaba feliz de ver al tensai de aire de una pieza, y se alegraba de verlo.
- Y yo veo que la vejez sigue su curso-, bromeó Philip. - Sigues entero e igual de bocazas.
- Así es. Y me ha costado encontrarte en este lugar. Ni que hubieran tantos brujos inexpertos en esta ciudad-, sonrió sentándose al borde de la cama. - ¿Cómo te encuentras?
- Estoy bien. Pero la pierna a veces me arde un poco donde me han dejado una bonita cicatriz. Por lo demás solo tengo el orgullo herido-, sonrió esta vez el tensai.
La guerra era algo terrible. Muy endulzada en las poesías y las literaturas. Pero que realmente eran algo espantoso y que sacaba lo peor de los supuestos seres inteligentes que poblaban el mundo. Sabía todo lo que se le estaría pasando al chico ahora mismo por la cabeza, pues era algo que él ya había vivido en el pasado. Debía asimilar muchas cosas que eran complicadas de hacer, y en eso no podía ayudarle. Eso era algo que solo el tiempo podría hacer, por lo que era inútil decir nada al respecto por muy bien que supiera lo que le rondaría por la cabeza al joven.
- Mira. Como a mi sargento. Él también tiene el orgullo herido-, rió. - Lo pasé a ver en otro de los edificios destinados como hospital de campaña antes de empezar tu búsqueda. Pensaba que no lo contaría cuando vi como le daban en la cabeza, pero se ve que tiene una buena piedra por cerebro el maldito-, volvió a reír, esta vez con el tensai sumado a las chanzas.
- No lo llegué a conocer, pero me alegra que esté bien-, comentó sonriente el brujo, incorporándose un poco en la cama.
- Sí, yo también. Es buen tipo-, contestó, echando un ojo a la ventana que estaba cerca de la cama. - Espera, correré la cortina para que entre mejor la luz. Hace buen día esta mañana-, dijo levantándose y rodando la tela, dejando que la luz del astro entrara hasta donde se encontraba Philip.
- Qué rica sensación da el calor de este sol ¿no te parece? - dijo el tensai poniendo la mano en el curso de la luz. - Se ve bonito esta mañana-, comentó para sí mismo en voz alta. Distraído mirando el astro. O más bien lo comentó para todo el que quisiera escucharle en ese momento.
Sí. Si que se veía bonito ese sol esa mañana de verano. Pensó Vincent, apoyándose en el alféizar de la ventana.
Vincent Calhoun
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Re: Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
Hacía ya varias horas que había amanecido y los primeros rayos del sol, que pronto se llevaría cualquier rastro del frescor de la noche, llevaban ya largo rato filtrándose hasta el interior de la habitación a través de los pocos restos de madera medio quemada y telas colocadas de modo improvisado tapando los huecos que aquel lugar tenía por ventana. Y es que ni siquiera aquel edificio había logrado salir totalmente indemne de los daños y destrozos causados en la ciudad por los Nórgedos, aunque gracias a los dioses no habían llegado a mucho más que unas ventanas destrozadas y algunos desperfectos en la fachada de fácil arreglo, aunque nadie aún había tenido tiempo para esas nimiedades con la batalla tan reciente. Una suerte pues si se hubiesen perdido aquellas instalaciones, su personal, o los materiales que allí se almacenaban, sin duda habría muchas más muertes que lamentar y el precio de aquella victoria sería aún mayor del que ya habían pagado al tratarse del lugar convertido en núcleo de los cuidados médicos antes, durante y tras la batalla.
Normalmente a esas alturas Níniel ya se habría despertado, pues solía hacerlo al alba. Se habría lavado de la mejor manera posible con los escasos medios a su disposición, aunque gracias a ser sanadora eran más de los que la mayoría disponía dadas las circunstancias, aunque a muchos no parecía importarles en demasía ese hecho. Se habría vestido, bajado a desayunar y enseguida habría comenzado sus tareas diarias atendiendo a los heridos de la lucha como había hecho desde la misma noche del ataque, ella y el resto de los que allí trabajaban, ya fueran sanadores o voluntarios. Pero aquella mañana no había sido así. El día anterior habían casi agotado sus reservas de pociones de curación y de ungüentos para las quemaduras y había pasado buena parte de la noche preparando más para reponer las existencias. Eso, añadido a que los últimos días habían sido para ella incluso más agotadores que la propia batalla al final habían supuesto demasiado para la joven elfa y, tras tantos esfuerzos, finalmente la había podido el cansancio causando que se le pegaran las sábanas.
-Nom nom nom. Madre, la macedonia de frutas está deliciosa, siempre escoges las frutas en el momento perfecto.- Comenzó a murmurar aún en sueños girándose sobre la cama y causando que las sábanas se deslizaran por su cuerpo revelando más de su piel y sintiendo los rayos de sol sobre ella, comenzando a despertarla como si de un animal de sangre fría se tratara. -Venid nórgedos, tengo fuego para todos...- Musitó a continuación ya prácticamente desvelada, comenzando de nuevo a girar sobre sí misma mientras se estiraba hasta llegar al borde de la pequeña cama y finalmente caer de ella con un ruido sordo y un sincero "Auch" al aterrizar en el suelo.
-Ay...- Se quejó levantándose y frotándose el codo, donde más daño se había hecho al caer mientras miraba aquella cama con cierto desdén, y es que no era la primera vez que le pasaba. Acostumbrada a una cama de mayor tamaño ya había visitado el suelo en otras dos ocasiones, causando irónicamente que aquel mueble le hubiese causado más daño que los propios nórgedos, que no habían llegado a tocarla. Fue entonces cuando su mirada se desvió hacia la ventana, o lo que quedaba de ella y no pudo evitar alarmarse al percatarse de lo que tanta luz y aquel ángulo por la que esta entraba en la habitación implicaban. -Pero ¿qué hora es?. !Oh no!, me quedado dormida. Es tardísimo.- Se dijo a sí misma mientras se acercaba a la ventana sin recordar que estaba aún medio desnuda y cualquiera que mirara hacia allí podría ver lo que no debería ver, aunque tampoco es que la gente se dedicara a pasear por la calle mirando hacia lo alto ¿no?. -Tengo que darme prisa...- Volvió a decir lanzándose a por su palangana y vertiendo agua fresca en ella para asearse a toda velocidad y a continuación vestirse con una túnica ligera y vaporosa para soportar el calor de Roilkat y salir como un rayo por la puerta. Aún se estaba colocando bien el pelo cuando terminó de bajar los escalones y llegó hasta lo que antes era la barra del bar de aquella posada y en esos momentos era el mostrador de información del hospital de campaña, atendido por una de las jóvenes alquimistas que llegó junto a ella en la caravana desde Lunargenta.
-Níniel.- La saludó aquella joven humana con una amplia sonrisa en cuanto la vio llegar. -¿Has dormido bien?- Preguntó sin ningún dije de doble sentido o mala intención.
-Demasiado diría. ¿Cómo no me habéis despertado?. Es tardísimo, a Cohen no le va a gustar nada.- Respondió preocupada por la más que posible regañina que el exigente jefe de alquimistas le iba a dedicar. No era de la clase de personas que se mostraran indulgentes con esos temas precisamente. Ni con esos ni con ninguno de hecho, aunque tampoco es que fuera un mal tipo.
-Precisamente fue él quien nos dijo que te dejáramos descansar. Y todas estuvimos de acuerdo. Ayer estuviste trabajando hasta tarde, y llevabas días usando tus habilidades. No eres una biocibernética...-
-Cohen siendo considerado...Esto es nuevo.- Dijo la elfa sorprendida por las palabras de su compañera, que respondió encogiéndose de hombros.
-Creo que nos lo hemos ganado y él piensa igual, se está ablandando...un poco. Además agotada tampoco podrías hacer mucho. Puede que solo esté siendo sensato.-
-Eso tiene más sentido.- Respondió sin poder evitar una leve risa en confianza que fue correspondida por la otra joven, -Bueno, ya he descansado, es hora de trabajar. ¿Qué tenemos?.-
-Déjame que mire...Ah, tu paciente con el corte en el torso, el pelirrojo le han dado el alta. Su herida estaba muy bien. Ha asegurado que volverá para agradecerte tus atenciones. La chiquilla con quemaduras en las piernas ha pasado buena noche pero hay que revisarla...Y el brujo, Philip, el de la herida en la pierna, ha preguntado por ti. Creo que le gustas. Su pierna está mucho mejor y nadie se queda en un hospital por su propia voluntad sin un buen motivo...Ya me entiendes.- Dijo ruborizándose y con una sonrisa y mirada con las que parecía interrogar a la elfa sobre si había pasado algo entre ambos o al menos le había dicho algo...Quizá dedicado un soneto como parecía gustarles a las mujeres humanas.
-Es simpático, y ya...Iré a ver que quiere. Cualquier cosa...-
-Sé dónde encontrarte.- Terminó de decir manteniendo aquel gesto y haciendo que la elfa soltase un suspiro de resignación.
Dicho eso la peliblanca se dispuso a comenzar su jornada saliendo de aquel edificio hasta la plaza del exterior. Un lugar donde aún podían verse algunos restos de las barricadas de los defensores que aún no habían sido retiradas y un pequeño mar de tiendas de lona bajo las cuales los sanadores trataban a los heridos, separándolos según el tipo de heridas sufridas así como su gravedad. También se estaban usando el resto de edificios para atender a los enfermos, al menos los que no habían quedado muy dañados tras el ataque, pero el espacio en ellos era limitado por lo que pocos pacientes tenían la suerte de estar alojados en ellos...Ya fuera porque era un brujo o porque tenía buenos contactos, Philip estaba en uno de estos últimos y hacía allí se dirigió la elfa. El brujo seguramente no querría nada importante, enseguida resolvería aquel asunto y centrarse en asuntos serios de verdad.
-Me han dicho que querías verme Philip. Sabes que estoy muy ocupada y no puedo estar aquí solo para hacerte compañía.- Dijo la peliblanca abriendo la puerta de la habitación e incluso antes de mirar hacia el interior.
-Níniel...Llegas justo a tiempo. Mira Vincent, esta es la elfa de la que te he hablado...¿No es el ser mas hermoso que hayas visto en tu vida?. Por alguien así me pasaría al bando de los elfos si volvemos a estar en guerra.- Dijo el hombre sonriente pensando que acababa de realizar el mayor cumplido posible a la peliblanca, golpeando al rubio con la mano para que prestara atención a la recién llegada. Níniel miró hacia la cama y sonrió con un toque de rubor en sus mejillas, pero no por el cumplido, que tampoco había estado del todo mal, si no por ver a Vincent allí, de pié al lado del herido, o del no tan herido. Era una agradable sorpresa encontrarse de nuevo con él tras aquella noche en las murallas.
-Me alegro de verte Vincent, un placer inesperado.- Dijo colocándose un mechón de pelo tras una de sus puntiagudas orejas. -No sabía que os conocíais....-Hizo una breve pausa antes de cerrar la puerta tras de sí.-¿No vas a responder a su pregunta?.-
Normalmente a esas alturas Níniel ya se habría despertado, pues solía hacerlo al alba. Se habría lavado de la mejor manera posible con los escasos medios a su disposición, aunque gracias a ser sanadora eran más de los que la mayoría disponía dadas las circunstancias, aunque a muchos no parecía importarles en demasía ese hecho. Se habría vestido, bajado a desayunar y enseguida habría comenzado sus tareas diarias atendiendo a los heridos de la lucha como había hecho desde la misma noche del ataque, ella y el resto de los que allí trabajaban, ya fueran sanadores o voluntarios. Pero aquella mañana no había sido así. El día anterior habían casi agotado sus reservas de pociones de curación y de ungüentos para las quemaduras y había pasado buena parte de la noche preparando más para reponer las existencias. Eso, añadido a que los últimos días habían sido para ella incluso más agotadores que la propia batalla al final habían supuesto demasiado para la joven elfa y, tras tantos esfuerzos, finalmente la había podido el cansancio causando que se le pegaran las sábanas.
-Nom nom nom. Madre, la macedonia de frutas está deliciosa, siempre escoges las frutas en el momento perfecto.- Comenzó a murmurar aún en sueños girándose sobre la cama y causando que las sábanas se deslizaran por su cuerpo revelando más de su piel y sintiendo los rayos de sol sobre ella, comenzando a despertarla como si de un animal de sangre fría se tratara. -Venid nórgedos, tengo fuego para todos...- Musitó a continuación ya prácticamente desvelada, comenzando de nuevo a girar sobre sí misma mientras se estiraba hasta llegar al borde de la pequeña cama y finalmente caer de ella con un ruido sordo y un sincero "Auch" al aterrizar en el suelo.
-Ay...- Se quejó levantándose y frotándose el codo, donde más daño se había hecho al caer mientras miraba aquella cama con cierto desdén, y es que no era la primera vez que le pasaba. Acostumbrada a una cama de mayor tamaño ya había visitado el suelo en otras dos ocasiones, causando irónicamente que aquel mueble le hubiese causado más daño que los propios nórgedos, que no habían llegado a tocarla. Fue entonces cuando su mirada se desvió hacia la ventana, o lo que quedaba de ella y no pudo evitar alarmarse al percatarse de lo que tanta luz y aquel ángulo por la que esta entraba en la habitación implicaban. -Pero ¿qué hora es?. !Oh no!, me quedado dormida. Es tardísimo.- Se dijo a sí misma mientras se acercaba a la ventana sin recordar que estaba aún medio desnuda y cualquiera que mirara hacia allí podría ver lo que no debería ver, aunque tampoco es que la gente se dedicara a pasear por la calle mirando hacia lo alto ¿no?. -Tengo que darme prisa...- Volvió a decir lanzándose a por su palangana y vertiendo agua fresca en ella para asearse a toda velocidad y a continuación vestirse con una túnica ligera y vaporosa para soportar el calor de Roilkat y salir como un rayo por la puerta. Aún se estaba colocando bien el pelo cuando terminó de bajar los escalones y llegó hasta lo que antes era la barra del bar de aquella posada y en esos momentos era el mostrador de información del hospital de campaña, atendido por una de las jóvenes alquimistas que llegó junto a ella en la caravana desde Lunargenta.
-Níniel.- La saludó aquella joven humana con una amplia sonrisa en cuanto la vio llegar. -¿Has dormido bien?- Preguntó sin ningún dije de doble sentido o mala intención.
-Demasiado diría. ¿Cómo no me habéis despertado?. Es tardísimo, a Cohen no le va a gustar nada.- Respondió preocupada por la más que posible regañina que el exigente jefe de alquimistas le iba a dedicar. No era de la clase de personas que se mostraran indulgentes con esos temas precisamente. Ni con esos ni con ninguno de hecho, aunque tampoco es que fuera un mal tipo.
-Precisamente fue él quien nos dijo que te dejáramos descansar. Y todas estuvimos de acuerdo. Ayer estuviste trabajando hasta tarde, y llevabas días usando tus habilidades. No eres una biocibernética...-
-Cohen siendo considerado...Esto es nuevo.- Dijo la elfa sorprendida por las palabras de su compañera, que respondió encogiéndose de hombros.
-Creo que nos lo hemos ganado y él piensa igual, se está ablandando...un poco. Además agotada tampoco podrías hacer mucho. Puede que solo esté siendo sensato.-
-Eso tiene más sentido.- Respondió sin poder evitar una leve risa en confianza que fue correspondida por la otra joven, -Bueno, ya he descansado, es hora de trabajar. ¿Qué tenemos?.-
-Déjame que mire...Ah, tu paciente con el corte en el torso, el pelirrojo le han dado el alta. Su herida estaba muy bien. Ha asegurado que volverá para agradecerte tus atenciones. La chiquilla con quemaduras en las piernas ha pasado buena noche pero hay que revisarla...Y el brujo, Philip, el de la herida en la pierna, ha preguntado por ti. Creo que le gustas. Su pierna está mucho mejor y nadie se queda en un hospital por su propia voluntad sin un buen motivo...Ya me entiendes.- Dijo ruborizándose y con una sonrisa y mirada con las que parecía interrogar a la elfa sobre si había pasado algo entre ambos o al menos le había dicho algo...Quizá dedicado un soneto como parecía gustarles a las mujeres humanas.
-Es simpático, y ya...Iré a ver que quiere. Cualquier cosa...-
-Sé dónde encontrarte.- Terminó de decir manteniendo aquel gesto y haciendo que la elfa soltase un suspiro de resignación.
Dicho eso la peliblanca se dispuso a comenzar su jornada saliendo de aquel edificio hasta la plaza del exterior. Un lugar donde aún podían verse algunos restos de las barricadas de los defensores que aún no habían sido retiradas y un pequeño mar de tiendas de lona bajo las cuales los sanadores trataban a los heridos, separándolos según el tipo de heridas sufridas así como su gravedad. También se estaban usando el resto de edificios para atender a los enfermos, al menos los que no habían quedado muy dañados tras el ataque, pero el espacio en ellos era limitado por lo que pocos pacientes tenían la suerte de estar alojados en ellos...Ya fuera porque era un brujo o porque tenía buenos contactos, Philip estaba en uno de estos últimos y hacía allí se dirigió la elfa. El brujo seguramente no querría nada importante, enseguida resolvería aquel asunto y centrarse en asuntos serios de verdad.
-Me han dicho que querías verme Philip. Sabes que estoy muy ocupada y no puedo estar aquí solo para hacerte compañía.- Dijo la peliblanca abriendo la puerta de la habitación e incluso antes de mirar hacia el interior.
-Níniel...Llegas justo a tiempo. Mira Vincent, esta es la elfa de la que te he hablado...¿No es el ser mas hermoso que hayas visto en tu vida?. Por alguien así me pasaría al bando de los elfos si volvemos a estar en guerra.- Dijo el hombre sonriente pensando que acababa de realizar el mayor cumplido posible a la peliblanca, golpeando al rubio con la mano para que prestara atención a la recién llegada. Níniel miró hacia la cama y sonrió con un toque de rubor en sus mejillas, pero no por el cumplido, que tampoco había estado del todo mal, si no por ver a Vincent allí, de pié al lado del herido, o del no tan herido. Era una agradable sorpresa encontrarse de nuevo con él tras aquella noche en las murallas.
-Me alegro de verte Vincent, un placer inesperado.- Dijo colocándose un mechón de pelo tras una de sus puntiagudas orejas. -No sabía que os conocíais....-Hizo una breve pausa antes de cerrar la puerta tras de sí.-¿No vas a responder a su pregunta?.-
Níniel Thenidiel
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Re: Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
Vincent miró la plaza. Un lugar lleno de bullicio y personas moviéndose de un lado para otro, aunque con un carácter totalmente distinto del que tendría habitualmente. Esa plaza estaría llena de vida de y personas, de posibles mercadillos y de tenderos. De la algarabía de una ciudad cualquiera, pero en Roilkat nada era normal por ahora. La urbe del desierto se recuperaría, se lamería sus heridas y seguiría adelante, más eso llevaba su tiempo y habría que esperar para que la ciudad volviera a la normalidad.
De momento tendrían que acostumbrarse a los heridos, a los hospitales improvisados como el de esa plaza y alrededores, y a las reparaciones de los edificios dañados.
- Has conseguido un buen sitio-, comentó sin dejar de mirar por la ventana. - ¿Eres rico o hiciste méritos de guerra? - bromeó el rubio.
- Lo segundo por supuesto-, rió el joven. - Parece que caí en gracia al oficial de mi guarnición. Además. Estaba peor antes, por el veneno de esos Nórgedos. Me lo extrajeron rápido pero me dio algunas fiebres y demás. Aunque pasado eso, se puede decir que he tenido suerte de que me dejaran por aquí-, se explicó.
- Suerte eh-, miró de soslayo a su amigo. - Parece un cuento-, rió sin dejar de mirarlo de lado. - En cualquier caso. Pronto te pondrán ahí fuera. Ya no tienes nada maldito tensai-, negó con la cabeza.
- Oh vamos. Es cierto-, comentó con un tono de fingido orgullo herido. - Aunque supongo que tienes razón. Pronto estaré ahí abajo. Y luego a casa. No tardaré mucho en recuperarme del todo-. Durante unos segundos nadie dijo nada en la sala. - ¿Volverás a las islas o irás a Lunargenta? Recuerdo que me dijiste que estabas viviendo allí.
- ¿Volver a las islas? - ahora fue Vincent el que se quedó callado. Apoyó la cabeza en la mano del brazo, que ya estaba apoyado en el alféizar por el codo desde antes. - En todo casi sería volver a Lunargenta. Como bien has dicho ahora vivo allí.
A parte de ese dato sabido de antemano por el tensai de aire. El rubio podría haberle dicho que las islas por ahora no eran su hogar. Que quizás en un futuro volviera, y que de todos modos luchaba por ellas en la distancia. Quizás. Pero era una larga historia, o mejor dicho una historia que no le apetecía contar. No obstante, el sonido de una puerta al abrirse y de una voz a su espalda, lo salvaron de tener que inventarse una excusa o cambio de tema.
Vinc se giró un poco, quedando algo ladeado sobre la ventana, apoyándose contra el marco en su nueva postura. Una sonrisa se dibujaba en sus labios, pues no necesitaba que Philip le dijera nada para saber quién era la mujer poseedora de esa voz delicada. Miró a la elfa deleitándose, divertido por la situación antes de hablar.
- No hay ser más bonito que ella, Philip-, contestó con la voz cálida y sosegada. - Te aseguro que no lo hay-, comentó mirando a Nín directamente a los ojos aguamarina. Evitando pronunciar las palabras “para mí” dentro de la frase, aunque se notaban implícitas en ella.
- Un momento. ¿Os conocéis? - dijo el tensai extrañado por el giro de los acontecimientos inesperados. - Oh vaya. ¡Oh vaya! - gritó la segunda vez. - Has venido a verla a ella, picarón-, siguió diciendo señalando a su amigo. - Siiii, eso es. Te he pillado-, rió. - Bien podrías haberme dicho que tu novia estaba aquí. Así hubiera evitado molestarla tanto-, comentó de buen humor.
Vincent tosió.
- Bueno, bueno. No te hagas cuentos en la cabeza. Yo he venido a verte a ti, aunque parezca muy poco creíble-, bromeó enarcando una ceja. - Pero te puedo asegurar, que si hubiera sabido que ella estaba aquí, hubiera venido mucho antes a verte-, le dio un golpe con el dedo en la cabeza. Tonto, como se le ocurría decir que era su novia. Ahora Níniel podría pensar cualquier cosa de él, y de que cosas iba diciendo por ahí de ella. - Dígame señorita-, se dirigió a la elfa con una media sonrisa. - Que puede decirme de la salud de mi amigo. Es un poco quejica, pero no merece morir por ello-, bromeó alejándose de la ventana y acercándose a la elfa.
Cuando estuvo a tan solo un paso de ella, le colocó mejor el mechón de pelo que se acababa de poner tras la oreja.
- Yo también me alegro de verte. Siempre lo hago-, sonrió a la sacerdotisa, y luego la besó con suavidad. Durante un corto intervalo de tiempo, pues el sonido de un toque en la puerta hizo que tuviera que terminar el beso más pronto de lo que hubiera deseado.
- Oh perdón. No quería molestar-, dijo una chica asomándose. - Te estaba buscando Níniel, necesitamos ayuda. Tenemos muchos problemas hoy.
Los labios aún le sabían a ella. Aún sentía su calor en ellos, sin embargo, no podía retenerla más. Le daba verdadera pena hacerlo, pues quería decirle que la echaba de menos desde que la viera por última vez la noche del ataque. Volver a besarla ahora mismo. Tantas cosas quedaban en el tintero. No obstante, tendría que conformare con solo un beso de momento.
Esperaba que no le molestara que lo hubiera hecho. Siempre se ponía muy nervioso por dentro pese a su aparente seguridad exterior cuando pensaba en hacerlo, temeroso de que la elfa lo rechazara. Ahora se había atrevido, quizás fruto del mismo motivo por el cual lo había hecho en aquel sueño por primera vez. No quería morir sin hacerlo. Sin intentarlo. Y la noche del ataque de los Nórgedos era una muestra más de lo corta que podía ser la vida.
- Parece que el deber te llama-, dijo con una nueva sonrisa.
De momento tendrían que acostumbrarse a los heridos, a los hospitales improvisados como el de esa plaza y alrededores, y a las reparaciones de los edificios dañados.
- Has conseguido un buen sitio-, comentó sin dejar de mirar por la ventana. - ¿Eres rico o hiciste méritos de guerra? - bromeó el rubio.
- Lo segundo por supuesto-, rió el joven. - Parece que caí en gracia al oficial de mi guarnición. Además. Estaba peor antes, por el veneno de esos Nórgedos. Me lo extrajeron rápido pero me dio algunas fiebres y demás. Aunque pasado eso, se puede decir que he tenido suerte de que me dejaran por aquí-, se explicó.
- Suerte eh-, miró de soslayo a su amigo. - Parece un cuento-, rió sin dejar de mirarlo de lado. - En cualquier caso. Pronto te pondrán ahí fuera. Ya no tienes nada maldito tensai-, negó con la cabeza.
- Oh vamos. Es cierto-, comentó con un tono de fingido orgullo herido. - Aunque supongo que tienes razón. Pronto estaré ahí abajo. Y luego a casa. No tardaré mucho en recuperarme del todo-. Durante unos segundos nadie dijo nada en la sala. - ¿Volverás a las islas o irás a Lunargenta? Recuerdo que me dijiste que estabas viviendo allí.
- ¿Volver a las islas? - ahora fue Vincent el que se quedó callado. Apoyó la cabeza en la mano del brazo, que ya estaba apoyado en el alféizar por el codo desde antes. - En todo casi sería volver a Lunargenta. Como bien has dicho ahora vivo allí.
A parte de ese dato sabido de antemano por el tensai de aire. El rubio podría haberle dicho que las islas por ahora no eran su hogar. Que quizás en un futuro volviera, y que de todos modos luchaba por ellas en la distancia. Quizás. Pero era una larga historia, o mejor dicho una historia que no le apetecía contar. No obstante, el sonido de una puerta al abrirse y de una voz a su espalda, lo salvaron de tener que inventarse una excusa o cambio de tema.
Vinc se giró un poco, quedando algo ladeado sobre la ventana, apoyándose contra el marco en su nueva postura. Una sonrisa se dibujaba en sus labios, pues no necesitaba que Philip le dijera nada para saber quién era la mujer poseedora de esa voz delicada. Miró a la elfa deleitándose, divertido por la situación antes de hablar.
- No hay ser más bonito que ella, Philip-, contestó con la voz cálida y sosegada. - Te aseguro que no lo hay-, comentó mirando a Nín directamente a los ojos aguamarina. Evitando pronunciar las palabras “para mí” dentro de la frase, aunque se notaban implícitas en ella.
- Un momento. ¿Os conocéis? - dijo el tensai extrañado por el giro de los acontecimientos inesperados. - Oh vaya. ¡Oh vaya! - gritó la segunda vez. - Has venido a verla a ella, picarón-, siguió diciendo señalando a su amigo. - Siiii, eso es. Te he pillado-, rió. - Bien podrías haberme dicho que tu novia estaba aquí. Así hubiera evitado molestarla tanto-, comentó de buen humor.
Vincent tosió.
- Bueno, bueno. No te hagas cuentos en la cabeza. Yo he venido a verte a ti, aunque parezca muy poco creíble-, bromeó enarcando una ceja. - Pero te puedo asegurar, que si hubiera sabido que ella estaba aquí, hubiera venido mucho antes a verte-, le dio un golpe con el dedo en la cabeza. Tonto, como se le ocurría decir que era su novia. Ahora Níniel podría pensar cualquier cosa de él, y de que cosas iba diciendo por ahí de ella. - Dígame señorita-, se dirigió a la elfa con una media sonrisa. - Que puede decirme de la salud de mi amigo. Es un poco quejica, pero no merece morir por ello-, bromeó alejándose de la ventana y acercándose a la elfa.
Cuando estuvo a tan solo un paso de ella, le colocó mejor el mechón de pelo que se acababa de poner tras la oreja.
- Yo también me alegro de verte. Siempre lo hago-, sonrió a la sacerdotisa, y luego la besó con suavidad. Durante un corto intervalo de tiempo, pues el sonido de un toque en la puerta hizo que tuviera que terminar el beso más pronto de lo que hubiera deseado.
- Oh perdón. No quería molestar-, dijo una chica asomándose. - Te estaba buscando Níniel, necesitamos ayuda. Tenemos muchos problemas hoy.
Los labios aún le sabían a ella. Aún sentía su calor en ellos, sin embargo, no podía retenerla más. Le daba verdadera pena hacerlo, pues quería decirle que la echaba de menos desde que la viera por última vez la noche del ataque. Volver a besarla ahora mismo. Tantas cosas quedaban en el tintero. No obstante, tendría que conformare con solo un beso de momento.
Esperaba que no le molestara que lo hubiera hecho. Siempre se ponía muy nervioso por dentro pese a su aparente seguridad exterior cuando pensaba en hacerlo, temeroso de que la elfa lo rechazara. Ahora se había atrevido, quizás fruto del mismo motivo por el cual lo había hecho en aquel sueño por primera vez. No quería morir sin hacerlo. Sin intentarlo. Y la noche del ataque de los Nórgedos era una muestra más de lo corta que podía ser la vida.
- Parece que el deber te llama-, dijo con una nueva sonrisa.
Vincent Calhoun
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Re: Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
La peliblanca había pedido al brujo que respondiera a las azucaras palabras de su amigo en un arrebato de atrevimiento. Un lapsus de extraña seguridad en un tema que no controlaba en absoluto. De hecho se había sorprendido tanto a sí misma por semejante osadía que no tardó en arrepentirse de que aquellas palabras abandonaran su boca, como quedó patente por el rubor que se adueñó totalmente de su fino rostro de porcelana. Un sonrojo de lo más vergonzoso pero que no podía hacer nada por evitar. De hecho tratar de hacerlo no solo era inútil sino además contraproducente. ¿Cómo se había atrevido a hacer semejante comentario?. Debía de haber perdido la cabeza. Y además en presencia de otra persona, un amigo de Vincent que durante los días anteriores no había escatimado en palabras corteses hacia ella. Solo podía esperar que el rubio no respondiera para tratar de recuperar la compostura, pero sabía que el brujo respondería, no guardaría silencio ante aquello...Y por mucho que la avergonzara Níniel no quería que callara como otras veces. Quizá por eso había tenido que preguntar aunque ahora muriera de rubor. Quería, o mejor dicho deseaba escuchar la respuesta. Sus palabras habían adelantado a la razón para expresar un profundo anhelo que hasta ese momento no había sabido que estaba ahí.
Y la respuesta llegó, acompañada de una mirada profunda que la hizo sentir tan desnuda como cuando un tiempo atrás emergió empapada del lago que rodeaba a la academia de las islas y su túnica se pegó a su piel transparentándose de un modo indecoroso. Aquello había pasado en un sueño y en aquel momento la joven elfa trató de cubrirse como buenamente pudo con las manos hasta que el brujo le ofreció su chaqueta larga y se giró, aunque no pasó por alto para ella que no todo lo rápido que podría haberlo hecho. A diferencia de en el sueño en ese momento Níniel no trató de taparse y evitar su mirada. Aún sonrojada hasta la punta de sus largas orejas sostuvo su mirada y esbozó una tímida sonrisa, gesto con el que aceptaba sus palabras y demostraba que le habían gustado, al menos dichas por él.
-Digamos que no es la primera vez que nos vemos...- Respondió la peliblanca a un extrañado Philip que parecía a la vez sorprendido y, por alguna razón, algo decepcionado. Todo ello mientras parecía pensar en voz alta y ataba cabos de una manera bastante mal pensada. -¿Su no...novia?. No, creo que, no hemos hablado de...Soy una elfa y él es un...- Trató entonces de explicarle al parlanchín paciente tratando de ver cuál sería el mejor modo de decirlo, dándose cuenta de que ni ella misma sabía qué eran.
Habían pasado por mucho y mucho tiempo juntos, eso era innegable. Como tampoco lo era que habían congeniado durante ese tiempo y que habían disfrutado de su mutua compañía, o al menos así era por su parte y creía que era algo mutuo. También era cierto que habían pasado más tiempo como compañeros de trabajo y de aventuras, o más bien desventuras, que hablando y haciendo la clase de cosas que una pareja normal haría. De hecho seguramente habían pasado más tiempo luchando contra vampiros que teniendo conversaciones "típicas". Salvo que se considerasen los planes de actuación contra enemigos como algo "típico". No obstante precisamente esas situaciones peliagudas habían permitido a la peliblanca conocer a Vincent mejor y conocer su carácter, y le gustaba lo que veía. El brujo era un hombre valiente, inteligente, dispuesto a ayudar a quien lo necesitase de forma altruista, leal y de confianza. Y no podía negarse que era atractivo y apuesto. ¿En qué les convertía eso?.¿Qué pensaba él de ella?. En ese momento la pregunta del brujo sobre el estado de su amigo la sacó de aquella reflexión y la obligó a dejar de darle vueltas.
-Ahhh, pues está perfectamente. El veneno está neutralizado y la herida se cerró perfectamente, apenas le quedara una leve marca e incluso esa puede desaparecer fácilmente con un poco de alquimia. Lo cierto es que podría haberse marchado ya a...- Comenzó a decir siendo interrumpida por el propio Vincent que se había acercado hasta ella y comenzado a tocarle el pelo cerca de su oreja, un punto especialmente sensible para ella y que no dejaría que cualquiera rozara siquiera, besándola a continuación, beso que la peliblanca no tardó en responder cerrando los ojos, dejándose llevar por el roce de aquellos labios con los suyos y deslizando su mano sobre la pechera de su brujo, teniendo que separarse bruscamente ante la intromisión de una de las enfermeras en la habitación.
-Ahora mismo voy. Este paciente ya casi está.- Respondió la joven aún a escasa distancia de Vincent y sin perder contacto visual con él, lamentando haber tenido que interrumpir aquel beso aunque en parte supiera que aquel no era el lugar adecuado para ello, y menos delante de Philip, tanto por respeto por los pacientes como por ser Philip. Ante aquellas palabras la enfermera volvió a salir y a cerrar tras de sí pero Níniel sabía perfectamente que estaría esperando a la puerta, por lo que se separó un poco del rubio y cohibida bajó ligeramente la mirada.
-Sí, lamentablemente Philip no está tan grave como para retenerme más tiempo aquí...De hecho debería dejar la habitación libre para alguien que la necesite más. Pero puedes venir conmigo. Ya sé que no eres sanador pero sabes poner vendas y puedes ayudarme a lidiar con los pacientes más...problemáticos. - Sugirió la elfa con brillo en los ojos. Una idea que seguramente era más fruto del deseo de tenerlo cerca y no separarse de él que de una lógica médica totalmente justificada, aunque no quitaba que sus justificaciones eran a pesar de ello bastante válidas, Vincent podía ser un gran ayudante y ambos estaban muy unidos lo que favorecería el trabajo en equipo.
-Níniel, me rompes el corazón. Pensaba haber encontrado el amor verdadero...Y me dejas por mi mejor amigo...- Dramatizó entonces Philip con grandes aspavientos y gesticulaciones exageradas que denotaban que estaba de broma, al menos casi totalmente. -De hecho creo que los que necesitáis una habitación con urgencia sois vosotros dos...No soy médico pero entiendo de otras cosas...- Continuó con su chanza consiguiendo que de nuevo la elfa volviera a sobresaltarse y ruborizarse por considerar eso demasiado atrevido, incluso a pesar de las circunstancias. Incluso se permitió lanzar una mirada furibunda al joven brujo.
Pocos instantes después salía de la habitación ya habiendo controlado en su mayor parte su rubor para reunirse con su compañera, que tal y como había supuesto la peliblanca no se había alejado demasiado de la puerta y revisaba un pergamino apoyada sobre una columna cercana.
-¿Qué tenemos entonces Frigilla?. ¿Le ha ocurrido algo a alguna de las partidas de exploradores?.- Preguntó la elfa tratando de aventurar qué era aquello que había requerido ir a buscarla a ella personalmente habiendo otros sanadores por el lugar.
Y la respuesta llegó, acompañada de una mirada profunda que la hizo sentir tan desnuda como cuando un tiempo atrás emergió empapada del lago que rodeaba a la academia de las islas y su túnica se pegó a su piel transparentándose de un modo indecoroso. Aquello había pasado en un sueño y en aquel momento la joven elfa trató de cubrirse como buenamente pudo con las manos hasta que el brujo le ofreció su chaqueta larga y se giró, aunque no pasó por alto para ella que no todo lo rápido que podría haberlo hecho. A diferencia de en el sueño en ese momento Níniel no trató de taparse y evitar su mirada. Aún sonrojada hasta la punta de sus largas orejas sostuvo su mirada y esbozó una tímida sonrisa, gesto con el que aceptaba sus palabras y demostraba que le habían gustado, al menos dichas por él.
-Digamos que no es la primera vez que nos vemos...- Respondió la peliblanca a un extrañado Philip que parecía a la vez sorprendido y, por alguna razón, algo decepcionado. Todo ello mientras parecía pensar en voz alta y ataba cabos de una manera bastante mal pensada. -¿Su no...novia?. No, creo que, no hemos hablado de...Soy una elfa y él es un...- Trató entonces de explicarle al parlanchín paciente tratando de ver cuál sería el mejor modo de decirlo, dándose cuenta de que ni ella misma sabía qué eran.
Habían pasado por mucho y mucho tiempo juntos, eso era innegable. Como tampoco lo era que habían congeniado durante ese tiempo y que habían disfrutado de su mutua compañía, o al menos así era por su parte y creía que era algo mutuo. También era cierto que habían pasado más tiempo como compañeros de trabajo y de aventuras, o más bien desventuras, que hablando y haciendo la clase de cosas que una pareja normal haría. De hecho seguramente habían pasado más tiempo luchando contra vampiros que teniendo conversaciones "típicas". Salvo que se considerasen los planes de actuación contra enemigos como algo "típico". No obstante precisamente esas situaciones peliagudas habían permitido a la peliblanca conocer a Vincent mejor y conocer su carácter, y le gustaba lo que veía. El brujo era un hombre valiente, inteligente, dispuesto a ayudar a quien lo necesitase de forma altruista, leal y de confianza. Y no podía negarse que era atractivo y apuesto. ¿En qué les convertía eso?.¿Qué pensaba él de ella?. En ese momento la pregunta del brujo sobre el estado de su amigo la sacó de aquella reflexión y la obligó a dejar de darle vueltas.
-Ahhh, pues está perfectamente. El veneno está neutralizado y la herida se cerró perfectamente, apenas le quedara una leve marca e incluso esa puede desaparecer fácilmente con un poco de alquimia. Lo cierto es que podría haberse marchado ya a...- Comenzó a decir siendo interrumpida por el propio Vincent que se había acercado hasta ella y comenzado a tocarle el pelo cerca de su oreja, un punto especialmente sensible para ella y que no dejaría que cualquiera rozara siquiera, besándola a continuación, beso que la peliblanca no tardó en responder cerrando los ojos, dejándose llevar por el roce de aquellos labios con los suyos y deslizando su mano sobre la pechera de su brujo, teniendo que separarse bruscamente ante la intromisión de una de las enfermeras en la habitación.
-Ahora mismo voy. Este paciente ya casi está.- Respondió la joven aún a escasa distancia de Vincent y sin perder contacto visual con él, lamentando haber tenido que interrumpir aquel beso aunque en parte supiera que aquel no era el lugar adecuado para ello, y menos delante de Philip, tanto por respeto por los pacientes como por ser Philip. Ante aquellas palabras la enfermera volvió a salir y a cerrar tras de sí pero Níniel sabía perfectamente que estaría esperando a la puerta, por lo que se separó un poco del rubio y cohibida bajó ligeramente la mirada.
-Sí, lamentablemente Philip no está tan grave como para retenerme más tiempo aquí...De hecho debería dejar la habitación libre para alguien que la necesite más. Pero puedes venir conmigo. Ya sé que no eres sanador pero sabes poner vendas y puedes ayudarme a lidiar con los pacientes más...problemáticos. - Sugirió la elfa con brillo en los ojos. Una idea que seguramente era más fruto del deseo de tenerlo cerca y no separarse de él que de una lógica médica totalmente justificada, aunque no quitaba que sus justificaciones eran a pesar de ello bastante válidas, Vincent podía ser un gran ayudante y ambos estaban muy unidos lo que favorecería el trabajo en equipo.
-Níniel, me rompes el corazón. Pensaba haber encontrado el amor verdadero...Y me dejas por mi mejor amigo...- Dramatizó entonces Philip con grandes aspavientos y gesticulaciones exageradas que denotaban que estaba de broma, al menos casi totalmente. -De hecho creo que los que necesitáis una habitación con urgencia sois vosotros dos...No soy médico pero entiendo de otras cosas...- Continuó con su chanza consiguiendo que de nuevo la elfa volviera a sobresaltarse y ruborizarse por considerar eso demasiado atrevido, incluso a pesar de las circunstancias. Incluso se permitió lanzar una mirada furibunda al joven brujo.
Pocos instantes después salía de la habitación ya habiendo controlado en su mayor parte su rubor para reunirse con su compañera, que tal y como había supuesto la peliblanca no se había alejado demasiado de la puerta y revisaba un pergamino apoyada sobre una columna cercana.
-¿Qué tenemos entonces Frigilla?. ¿Le ha ocurrido algo a alguna de las partidas de exploradores?.- Preguntó la elfa tratando de aventurar qué era aquello que había requerido ir a buscarla a ella personalmente habiendo otros sanadores por el lugar.
Níniel Thenidiel
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Re: Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
El brujo no podía evitar sentirse algo divertido ante la interrupción. Por supuesto, una vez que el miedo a una mala reacción de la dulce Nín había pasado. Cuando se había aproximado a la sacerdotisa, lo había hecho con todo el valor que había podido reunir, para poder contrarrestar el miedo que sentía ante el posible rechazo o enfado de la elfa.
Era curioso como desde hacía tiempo estaba acostumbrado al combate y a la posibilidad de morir en él, y como dar un simple beso a una chica le causaba tanto miedo. Se suponía que debía estar acostumbrado a algo así. No era la primera vez que besaba a una mujer. No obstante por Níniel sentía algo especial. Algo que no pensaba que volviera a sentir en su vida, y que además se sumaba a un problema que escapa del control de ambos. Sus razas.
Nín era un elfa, como bien saltaba a la vista. Y lo último que quería era que ella sufriera por su culpa. No deseaba que la joven sufriera miradas indiscretas y habladurías a su espalda por él. Por estar tan unida a un brujo. Pero no podía evitarlo. Quería a esa mujer de ojos aguamarina y dulce corazón, y mentirse a si mismo tampoco iba a cambiar la situación. Ocultarlo y fingir lo contrario tampoco haría feliz a Níniel, así que ya le daba igual que pensaran. Solo quería besarla y lo había hecho sin importar la presencia de Philip en la sala.
Incluso la llegada de la enfermera no había cambiado eso, pese a que había terminado con la cálida unión de sus labios.
- No debes avergonzarte-, dijo alzando la mirada de ella, presionando suavemente con sus dedos bajo su barbilla para que subiera su rostro cohibido. - Philip es un bromista sin remedio. No se lo tengas en cuenta-, sonrió, dedicándole una caricia en la mejilla. - Sí, me gustará poder ayudarte en lo que pueda con los enfermos. Espérame fuera, ahora mismo salgo.
Vincent esperó que la sacerdotisa saliera del cuarto para volver a dirigirse a su amigo.
- Buf, Philip ¿quieres que te maten? O peor ¿quieres que me maten? - negó con la cabeza, acercándose al tensai. Este por su parte rió.
- Vamos. Solo era una broma. Tengo que reconocer que intenté que Níniel se fijara en mí, pero ya veo que he perdido el tiempo-, dijo medio en broma. - Pero no la molestaré más. Sé muy bien cuando he sido derrotado. Aunque parecd que partías con ventaja. ¿Desde cuándo la conoces?
- Pues desde hace bastante tiempo. La conocí en Baslodia, cuando fui allí por una misión de la guardia. A veces trabajo para ellos y vi una recompensa interesante en el tablón del cuartel de ellos en Lunargenta, para todo aquel que quisiera ayudar en dicha ciudad. Era algo relacionado con unas desapariciones, y cuando fui hasta allí, descubrimos que se trataba de los secuestros de unos vampiros. Se preparó un grupo de reconocimiento, que finalmente fue de rescate, y entre el variopinto grupo estaba ella. La mujer más bonita que nunca había visto en mi vida. El resto es una larga historia, pero resumiendo, después de aquella misión nos hicimos amigos, y con el tiempo me fui enamorando de ella. Y llegamos a hoy-, le dio una palmada en el hombro. - Ahora debo ir a ayudarla. Tendrás que quedarte solito y cómodamente sobre esta buena y confortable cama-, bromeó irónicamente.
- Intentaré sufrir poco-, rió. - Seguro que para ti debe ser un dolor inmenso dejarme solo para pasar rato con tu hermosa amada-, bromeó esta vez el tensai.
- No te imaginas cuanto-, sonrió. - Cuando termine volveré para verte de nuevo. Pórtate bien-, se despidió.
Vincent salió al exterior cerrando la puerta tras de sí. Luego observó a su alrededor, intentando localizar a Nín. No tardó en hacerlo. Estaba junto a la chica que unos instantes antes los había interrumpido mientras se besaban.
- Hola. Mi nombre es Vincent. Y me gustaría poder ayudar si es posible-, comentó nada más acercarse a las mujeres.
La enfermera lo miró de arriba abajo, seguramente calibrando que tipo de persona era el hombre que tenía delante.
- Bueno. Si Níniel lo cree apropiado…-, contestó mirando a la sacerdotisa con una media sonrisa, - podrías ayudarnos con los exploradores. Fueron heridos con unas armas cortantes pero serradas, e igualmente estaban envenenadas. Conseguimos neutralizar el veneno y en general están bien, pero a veces tienen brotes de fiebres y empeoran repentinamente. He venido precisamente a buscar a Níniel, porque cuando esto ocurre, necesitamos a todo el personal posible al ser bastantes los soldados afectados. Podrían morir si no bajamos sus fiebres, así que será mejor que nos demos prisa-, dijo finalmente.
- Bien. No perdamos más tiempo pues. Intentaré seros de la mayor utilidad posible-, afirmó a la vez que asentía con la cabeza.
La mujer se puso en marcha, y el brujo en seguida le siguió los pasos. Había venido a ver a su amigo, igual que antes había visitado al sargento. Más si alguien necesitaba su ayuda, salvarlos mediante sus poderes y espada como de costumbre, eran tan válido como si tenía que hacerlo con telas para vendar como iba a hacer ahora. Solo esperaba ser de utilidad a Níniel y al hospital improvisado, y no un estorbo y una complicación más.
Era curioso como desde hacía tiempo estaba acostumbrado al combate y a la posibilidad de morir en él, y como dar un simple beso a una chica le causaba tanto miedo. Se suponía que debía estar acostumbrado a algo así. No era la primera vez que besaba a una mujer. No obstante por Níniel sentía algo especial. Algo que no pensaba que volviera a sentir en su vida, y que además se sumaba a un problema que escapa del control de ambos. Sus razas.
Nín era un elfa, como bien saltaba a la vista. Y lo último que quería era que ella sufriera por su culpa. No deseaba que la joven sufriera miradas indiscretas y habladurías a su espalda por él. Por estar tan unida a un brujo. Pero no podía evitarlo. Quería a esa mujer de ojos aguamarina y dulce corazón, y mentirse a si mismo tampoco iba a cambiar la situación. Ocultarlo y fingir lo contrario tampoco haría feliz a Níniel, así que ya le daba igual que pensaran. Solo quería besarla y lo había hecho sin importar la presencia de Philip en la sala.
Incluso la llegada de la enfermera no había cambiado eso, pese a que había terminado con la cálida unión de sus labios.
- No debes avergonzarte-, dijo alzando la mirada de ella, presionando suavemente con sus dedos bajo su barbilla para que subiera su rostro cohibido. - Philip es un bromista sin remedio. No se lo tengas en cuenta-, sonrió, dedicándole una caricia en la mejilla. - Sí, me gustará poder ayudarte en lo que pueda con los enfermos. Espérame fuera, ahora mismo salgo.
Vincent esperó que la sacerdotisa saliera del cuarto para volver a dirigirse a su amigo.
- Buf, Philip ¿quieres que te maten? O peor ¿quieres que me maten? - negó con la cabeza, acercándose al tensai. Este por su parte rió.
- Vamos. Solo era una broma. Tengo que reconocer que intenté que Níniel se fijara en mí, pero ya veo que he perdido el tiempo-, dijo medio en broma. - Pero no la molestaré más. Sé muy bien cuando he sido derrotado. Aunque parecd que partías con ventaja. ¿Desde cuándo la conoces?
- Pues desde hace bastante tiempo. La conocí en Baslodia, cuando fui allí por una misión de la guardia. A veces trabajo para ellos y vi una recompensa interesante en el tablón del cuartel de ellos en Lunargenta, para todo aquel que quisiera ayudar en dicha ciudad. Era algo relacionado con unas desapariciones, y cuando fui hasta allí, descubrimos que se trataba de los secuestros de unos vampiros. Se preparó un grupo de reconocimiento, que finalmente fue de rescate, y entre el variopinto grupo estaba ella. La mujer más bonita que nunca había visto en mi vida. El resto es una larga historia, pero resumiendo, después de aquella misión nos hicimos amigos, y con el tiempo me fui enamorando de ella. Y llegamos a hoy-, le dio una palmada en el hombro. - Ahora debo ir a ayudarla. Tendrás que quedarte solito y cómodamente sobre esta buena y confortable cama-, bromeó irónicamente.
- Intentaré sufrir poco-, rió. - Seguro que para ti debe ser un dolor inmenso dejarme solo para pasar rato con tu hermosa amada-, bromeó esta vez el tensai.
- No te imaginas cuanto-, sonrió. - Cuando termine volveré para verte de nuevo. Pórtate bien-, se despidió.
Vincent salió al exterior cerrando la puerta tras de sí. Luego observó a su alrededor, intentando localizar a Nín. No tardó en hacerlo. Estaba junto a la chica que unos instantes antes los había interrumpido mientras se besaban.
- Hola. Mi nombre es Vincent. Y me gustaría poder ayudar si es posible-, comentó nada más acercarse a las mujeres.
La enfermera lo miró de arriba abajo, seguramente calibrando que tipo de persona era el hombre que tenía delante.
- Bueno. Si Níniel lo cree apropiado…-, contestó mirando a la sacerdotisa con una media sonrisa, - podrías ayudarnos con los exploradores. Fueron heridos con unas armas cortantes pero serradas, e igualmente estaban envenenadas. Conseguimos neutralizar el veneno y en general están bien, pero a veces tienen brotes de fiebres y empeoran repentinamente. He venido precisamente a buscar a Níniel, porque cuando esto ocurre, necesitamos a todo el personal posible al ser bastantes los soldados afectados. Podrían morir si no bajamos sus fiebres, así que será mejor que nos demos prisa-, dijo finalmente.
- Bien. No perdamos más tiempo pues. Intentaré seros de la mayor utilidad posible-, afirmó a la vez que asentía con la cabeza.
La mujer se puso en marcha, y el brujo en seguida le siguió los pasos. Había venido a ver a su amigo, igual que antes había visitado al sargento. Más si alguien necesitaba su ayuda, salvarlos mediante sus poderes y espada como de costumbre, eran tan válido como si tenía que hacerlo con telas para vendar como iba a hacer ahora. Solo esperaba ser de utilidad a Níniel y al hospital improvisado, y no un estorbo y una complicación más.
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Re: Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
-Seguro que hará un buen trabajo y nos va a ayudar mucho, respondo por él.- Fueron las palabras de Níniel ante el comentario de su compañera, tratando de no hacer mucho caso a la sonrisita en su rostro que la hacía parecer la hermana gemela de la joven que ocupaba la recepción, algo bastante molesto. Cualquiera diría que siendo sanadoras, enfermeras y alquimistas deberían mostrar un mínimo de madurez y no comportarse de un modo tan pueril, poniendo caras y lanzando pullas a la mínima ocasión, especialmente cuando había hombres implicados, pero parecía que ni siquiera en esos círculos podía librarse de aquellos comportamientos. Al menos estaba segura de que no lo hacían de mala fé, a veces parecía que simplemente querían tener un motivo por el que reírse y sobre el que hablar y bromear más allá de su trabajo. Un trabajo que muchas veces no se prestaba a las chanzas.
-Ya supuse que debía de tratarse de ellos, esos condenados nórgedos aún siguen dando problemas a las patrullas que se alejan demasiado de la ciudad. -Explicó la peliblanca a Vincent que quizá no estuviera al tanto de aquello. - Míriam debió decirme que necesitabais ayuda, hubiese ido de inmediato.- Y no a la habitación de Philip como había hecho por no tener mucha prisa.
-La situación está controlada.- Respondió la humana quitándole importancia a aquello con un gesto de la mano mientras los conducía por entre aquel mar de tiendas de lona que era la plaza, con paso firme y ligero. - No es una emergencia o de lo contrario habría mandado a alguien a tu habitación hace horas, pero al saber que te habías despertado no pude evitar pensar que tu ayuda nos vendría bien. Además te llevas bien con K´rry. Lleva desde el alba dando saltos de un lado para otro, repartiendo material y organizando el almacén. Agradezco su ayuda pero empieza a ponerme nerviosa, no para quieta...Y ese modo de mover la nariz...-
Níniel asintió con la cabeza pues entendía perfectamente a qué se refería Frigilla con aquello de "ir dando saltos". Podría tomarse como una expresión coloquial, un modo de decir que se movía mucho o muy rápido...Salvo que conocieras a la joven y vital mujer bestia en persona. K´rry era una mujer conejo, y literalmente se desplazaba dando grandes saltos con sus potentes piernas, lo que le permitía moverse notablemente más rápido que una persona normal y alcanzar zonas inaccesibles por su altura como la parte superior de las estanterías sin necesidad de escalera alguna. Aquella cualidad la había convertido en la candidata ideal para ayudar a los sanadores con el material así como en el almacén de suministros principal de la plaza. Además por lo visto había intervenido directamente en la lucha contra los nórgedos, aunque nadie sabía exáctamente cuál había sido su papel durante la batalla. Las apuestas indicaban que la mayoría creía que había sido como mensajera entre unidades. Níniel no lo creía pues entonces la gente la reconocería con facilidad y no era el caso.Lamentablemente era una criatura inquieta y nerviosa que contagiaba su estado a cuantos estaban a su alrededor, o al menos a la mayoría, por lo que normalmente acababa trabajando junto a Níniel cuya tranquila personalidad parecía la ideal para formar equipo con ella.
-A mi me parece muy mona...Y eficaz.- Respondió la elfa con sinceridad. -Tranquila trabajaré con ella. ¿Cómo vamos de existencias de medicinas?.-
-No he mirado, pero anoche estuvisteis hasta tarde reponiendo preparados ¿no?. No hemos gastado tantos esta mañana así que vamos bien surtidos. La demanda ha disminuido notablemente tras los primeros días. Luego pasaré por el almacén y lo comprobaré de todos modos.- Dijo llegando ante el edificio al otro extremo de la plaza en el que atendían a una parte de los heridos de gravedad, aquellos que debían ser atendidos constantemente pues sus vidas estaban en peligro.
Se trataba de un edificio grande de dos plantas, construido con ladrillo y maderas importadas y las ventanas tintadas de colores, lo que le daba un toque distinguido y señorial. Por lo que Níniel sabía antes de la batalla había sido la sede de una especie de club de caballeros bastante elitista, de hecho aún colgaba un letrero sobre la puerta que indicaba que el lugar se llamaba "La mansión secreta", una prueba más de los humanos eran terribles poniendo nombres a sus locales pues aquella mansión de secreta tenía más bien poco a ojos de la sacerdotisa. El interior estaba compuesto por una primera planta de espacios amplios y diáfanos, siendo la mayor parte del mismo una gran sala de estar con su propia barra de taberna y que se había adaptado a las mil maravillas a su nueva función médica, mientras que el piso de arriba contaba con habitaciones amplias y claramente privadas, con amplias camas de matrimonio de aspecto cómodo y una cálida iluminación tanto de día como de noche gracias a un gran surtido de velas perfumadas que habían encontrado en la boardilla. Ideal para operaciones delicadas.
Nada más entrar en aquella primera sala, Níniel pudo ver a los exploradores que más suerte habían tenido.Tres hombres con contusiones y magulladuras leves y que a pesar de ello también sufrían los efectos de aquel insidioso veneno nórgedo que afectaba a sus sentidos y menguaba sus energías. Un enfermero se afanaba en intentar que uno de ellos bebiera algo de agua, sin lograrlo pues el paciente se resistía a tomarlo murmurando que habían envenenado el agua, una afirmación muy grave y por suerte falsa. Todo parecía apuntar a que a los efectos del veneno había que sumar en su caso una insolación, lo que causaba que delirara, un mal no demasiado raro con aquel clima tan caluroso.
-Por aquí, por las escaleras. Os pediré que os ocupéis de los pacientes pero en especial del de una de las habitaciones. Es el oficial al mando del grupo de exploradores, sus heridas son con diferencia las peores y es el más afectado por el veneno, pero es fuerte y no se ha rendido.- Comentó abriendo con cuidado la puerta de una de las habitaciones del lugar y haciendo pasar a ella al brujo y la elfa. En el centro de la habitación un hombre joven con el pecho cubierto de vendas teñidas de rojo se agitaba en un sueño inquieto, sudando profusamente y respirando con cierta dificultad. Ya le habían aplicado compresas frías y estas habían hecho su efecto pero parecía que no estaba siendo suficiente del todo.
-Nos ocupamos desde ahora, queda tranquila. ¿Quién más se ocupa de atenderlos?.- Preguntó entonces comenzando a revisar a su nuevo paciente.
-Están Sarah, Marco y bruno. Abajo están Pietro, ya lo viste, Joana y Maximiliana. Si necesitas ayuda pídesela. Además ahora te mando a K´rry, fue a buscar más vendas limpias. Yo estaré aquí al lado. Por raro que parezca puede que en nada tenga que asistir a un parto...El primer ciudadano de Roilkat que nace tras la batalla...Si todo sale bien.-
-Grandes noticias entonces, que los dioses sean propicios- Bendijo la sacerdotisa a modo también de despedida y comenzando inmediatamente a trabajar con la salida de Frigilla y tras hacerle un gesto a Vincent con la cabeza, señalando a aquel joven que apenas superaría los veinte años de edad.
-Hay que cambiarle las compresas húmedas, ya están casi secas. En cuanto venga K´rry con las vendas limpias también se las cambiaremos y revisaré sus heridas para asegurarme de que no se infectan y se cierran correctamente. Supongo que a estas alturas no debo preguntarte si te asusta la sangre ¿verdad?.- Con cuidado empujó el cubo de agua hacia el brujo y comenzó a tenderle los trapos ya casi secos para que fuera limpiándolos y humedeciéndolos en el agua limpia. Comprobando entonces la temperatura corporal del humano para asegurarse de que no bajaba demasiado.
-¿Cómo conociste a Philip?.- Preguntó entonces como un modo de comenzar una agradable conversación mientras trabajaban. Parecía un poco mujeriego pero no le había caído mal. Además si era amigo de Vincent eso es que era de esa parte de la sociedad bruja que merecía la pena conocer, incluso teniendo las orejas puntiagudas.
En ese momento, mientras colocaba uno de los paños nuevamente humedecidos sobre el humano, ocurrió algo inesperado. El paciente abrió los ojos de forma repentina y comenzó a mirar alrededor claramente asustado con las pupilas dilatadas y a respirar con fuerza mientras trataba de levantarse de la cama con sus limitadas fuerzas. Níniel trató de calmarlo con gestos sosegados y palabras dulces pero el hombre estaba demasiado alterado y no parecía ni tan siquiera oírla incluso llegó a sujetarla por el brazo haciéndola daño.
-¿Quiénes sois?. No me haréis lo mismo que a Karen y a Fabien...Apartaos de mi...!Quitadme vuestras sucias manos de encima!. Mi espada, os mataré, mi espada...- Farfullaba tanteando con las manos alrededor de manera desesperada.
En su desesperación, y seguramente sin darse cuenta siquiera de lo que agarraba con sus manos, tomó una bandeja de metal sobre la que reposaban varios utensilios usados por los sanadores tales como bisturís, tijeras, algunas gasas sobrantes, un frasquito de alcohol para desinfectar y otras herramientas dle oficio lanzando un golpe con ella hacia Vincent y causando que todos aquellos objetos cayeran sobre la cama y sobre el suelo. Lanzó un segundo golpe y tras el mismo su improvisada arma se le resbaló de entre las manos para caer también contra el suelo de forma sonora. Entonces el humano tanteó nuevamente a su alrededor en busca de otra arma tomando uno de los bisturís con el que comenzó a lanzar cortes y puñaladas, peligrosas a pesar de su poco tino.
-No somos enemigos, tranquilizate, somos sanadores, estás herido y...- Uno de sus tajos logró alcanzar a la joven peliblanca en el antebrazo derecho, rasgando su túnica y causando un corte limpio que comenzó a sangrar profusamente, aunque la elfa no llegó a gritar por el dolor, limitándose a apartarse y a fruncir el labio. La cosa pintaba mal, y no por su corte que al fin y al cabo solo era un simple corte que podía curarse sin ningún esfuerzo...Aquel hombre de seguir así estaba poniendo en peligro su propia vida. Tenían que calmarlo inmediatamente...Sin lastimarlo.
-!Os mataré a todos!-
Subrayado en este post el comienzo de una dificultad y el uso de la profesión medicina.-Ya supuse que debía de tratarse de ellos, esos condenados nórgedos aún siguen dando problemas a las patrullas que se alejan demasiado de la ciudad. -Explicó la peliblanca a Vincent que quizá no estuviera al tanto de aquello. - Míriam debió decirme que necesitabais ayuda, hubiese ido de inmediato.- Y no a la habitación de Philip como había hecho por no tener mucha prisa.
-La situación está controlada.- Respondió la humana quitándole importancia a aquello con un gesto de la mano mientras los conducía por entre aquel mar de tiendas de lona que era la plaza, con paso firme y ligero. - No es una emergencia o de lo contrario habría mandado a alguien a tu habitación hace horas, pero al saber que te habías despertado no pude evitar pensar que tu ayuda nos vendría bien. Además te llevas bien con K´rry. Lleva desde el alba dando saltos de un lado para otro, repartiendo material y organizando el almacén. Agradezco su ayuda pero empieza a ponerme nerviosa, no para quieta...Y ese modo de mover la nariz...-
Níniel asintió con la cabeza pues entendía perfectamente a qué se refería Frigilla con aquello de "ir dando saltos". Podría tomarse como una expresión coloquial, un modo de decir que se movía mucho o muy rápido...Salvo que conocieras a la joven y vital mujer bestia en persona. K´rry era una mujer conejo, y literalmente se desplazaba dando grandes saltos con sus potentes piernas, lo que le permitía moverse notablemente más rápido que una persona normal y alcanzar zonas inaccesibles por su altura como la parte superior de las estanterías sin necesidad de escalera alguna. Aquella cualidad la había convertido en la candidata ideal para ayudar a los sanadores con el material así como en el almacén de suministros principal de la plaza. Además por lo visto había intervenido directamente en la lucha contra los nórgedos, aunque nadie sabía exáctamente cuál había sido su papel durante la batalla. Las apuestas indicaban que la mayoría creía que había sido como mensajera entre unidades. Níniel no lo creía pues entonces la gente la reconocería con facilidad y no era el caso.Lamentablemente era una criatura inquieta y nerviosa que contagiaba su estado a cuantos estaban a su alrededor, o al menos a la mayoría, por lo que normalmente acababa trabajando junto a Níniel cuya tranquila personalidad parecía la ideal para formar equipo con ella.
-A mi me parece muy mona...Y eficaz.- Respondió la elfa con sinceridad. -Tranquila trabajaré con ella. ¿Cómo vamos de existencias de medicinas?.-
-No he mirado, pero anoche estuvisteis hasta tarde reponiendo preparados ¿no?. No hemos gastado tantos esta mañana así que vamos bien surtidos. La demanda ha disminuido notablemente tras los primeros días. Luego pasaré por el almacén y lo comprobaré de todos modos.- Dijo llegando ante el edificio al otro extremo de la plaza en el que atendían a una parte de los heridos de gravedad, aquellos que debían ser atendidos constantemente pues sus vidas estaban en peligro.
Se trataba de un edificio grande de dos plantas, construido con ladrillo y maderas importadas y las ventanas tintadas de colores, lo que le daba un toque distinguido y señorial. Por lo que Níniel sabía antes de la batalla había sido la sede de una especie de club de caballeros bastante elitista, de hecho aún colgaba un letrero sobre la puerta que indicaba que el lugar se llamaba "La mansión secreta", una prueba más de los humanos eran terribles poniendo nombres a sus locales pues aquella mansión de secreta tenía más bien poco a ojos de la sacerdotisa. El interior estaba compuesto por una primera planta de espacios amplios y diáfanos, siendo la mayor parte del mismo una gran sala de estar con su propia barra de taberna y que se había adaptado a las mil maravillas a su nueva función médica, mientras que el piso de arriba contaba con habitaciones amplias y claramente privadas, con amplias camas de matrimonio de aspecto cómodo y una cálida iluminación tanto de día como de noche gracias a un gran surtido de velas perfumadas que habían encontrado en la boardilla. Ideal para operaciones delicadas.
Nada más entrar en aquella primera sala, Níniel pudo ver a los exploradores que más suerte habían tenido.Tres hombres con contusiones y magulladuras leves y que a pesar de ello también sufrían los efectos de aquel insidioso veneno nórgedo que afectaba a sus sentidos y menguaba sus energías. Un enfermero se afanaba en intentar que uno de ellos bebiera algo de agua, sin lograrlo pues el paciente se resistía a tomarlo murmurando que habían envenenado el agua, una afirmación muy grave y por suerte falsa. Todo parecía apuntar a que a los efectos del veneno había que sumar en su caso una insolación, lo que causaba que delirara, un mal no demasiado raro con aquel clima tan caluroso.
-Por aquí, por las escaleras. Os pediré que os ocupéis de los pacientes pero en especial del de una de las habitaciones. Es el oficial al mando del grupo de exploradores, sus heridas son con diferencia las peores y es el más afectado por el veneno, pero es fuerte y no se ha rendido.- Comentó abriendo con cuidado la puerta de una de las habitaciones del lugar y haciendo pasar a ella al brujo y la elfa. En el centro de la habitación un hombre joven con el pecho cubierto de vendas teñidas de rojo se agitaba en un sueño inquieto, sudando profusamente y respirando con cierta dificultad. Ya le habían aplicado compresas frías y estas habían hecho su efecto pero parecía que no estaba siendo suficiente del todo.
-Nos ocupamos desde ahora, queda tranquila. ¿Quién más se ocupa de atenderlos?.- Preguntó entonces comenzando a revisar a su nuevo paciente.
-Están Sarah, Marco y bruno. Abajo están Pietro, ya lo viste, Joana y Maximiliana. Si necesitas ayuda pídesela. Además ahora te mando a K´rry, fue a buscar más vendas limpias. Yo estaré aquí al lado. Por raro que parezca puede que en nada tenga que asistir a un parto...El primer ciudadano de Roilkat que nace tras la batalla...Si todo sale bien.-
-Grandes noticias entonces, que los dioses sean propicios- Bendijo la sacerdotisa a modo también de despedida y comenzando inmediatamente a trabajar con la salida de Frigilla y tras hacerle un gesto a Vincent con la cabeza, señalando a aquel joven que apenas superaría los veinte años de edad.
-Hay que cambiarle las compresas húmedas, ya están casi secas. En cuanto venga K´rry con las vendas limpias también se las cambiaremos y revisaré sus heridas para asegurarme de que no se infectan y se cierran correctamente. Supongo que a estas alturas no debo preguntarte si te asusta la sangre ¿verdad?.- Con cuidado empujó el cubo de agua hacia el brujo y comenzó a tenderle los trapos ya casi secos para que fuera limpiándolos y humedeciéndolos en el agua limpia. Comprobando entonces la temperatura corporal del humano para asegurarse de que no bajaba demasiado.
-¿Cómo conociste a Philip?.- Preguntó entonces como un modo de comenzar una agradable conversación mientras trabajaban. Parecía un poco mujeriego pero no le había caído mal. Además si era amigo de Vincent eso es que era de esa parte de la sociedad bruja que merecía la pena conocer, incluso teniendo las orejas puntiagudas.
En ese momento, mientras colocaba uno de los paños nuevamente humedecidos sobre el humano, ocurrió algo inesperado. El paciente abrió los ojos de forma repentina y comenzó a mirar alrededor claramente asustado con las pupilas dilatadas y a respirar con fuerza mientras trataba de levantarse de la cama con sus limitadas fuerzas. Níniel trató de calmarlo con gestos sosegados y palabras dulces pero el hombre estaba demasiado alterado y no parecía ni tan siquiera oírla incluso llegó a sujetarla por el brazo haciéndola daño.
-¿Quiénes sois?. No me haréis lo mismo que a Karen y a Fabien...Apartaos de mi...!Quitadme vuestras sucias manos de encima!. Mi espada, os mataré, mi espada...- Farfullaba tanteando con las manos alrededor de manera desesperada.
En su desesperación, y seguramente sin darse cuenta siquiera de lo que agarraba con sus manos, tomó una bandeja de metal sobre la que reposaban varios utensilios usados por los sanadores tales como bisturís, tijeras, algunas gasas sobrantes, un frasquito de alcohol para desinfectar y otras herramientas dle oficio lanzando un golpe con ella hacia Vincent y causando que todos aquellos objetos cayeran sobre la cama y sobre el suelo. Lanzó un segundo golpe y tras el mismo su improvisada arma se le resbaló de entre las manos para caer también contra el suelo de forma sonora. Entonces el humano tanteó nuevamente a su alrededor en busca de otra arma tomando uno de los bisturís con el que comenzó a lanzar cortes y puñaladas, peligrosas a pesar de su poco tino.
-No somos enemigos, tranquilizate, somos sanadores, estás herido y...- Uno de sus tajos logró alcanzar a la joven peliblanca en el antebrazo derecho, rasgando su túnica y causando un corte limpio que comenzó a sangrar profusamente, aunque la elfa no llegó a gritar por el dolor, limitándose a apartarse y a fruncir el labio. La cosa pintaba mal, y no por su corte que al fin y al cabo solo era un simple corte que podía curarse sin ningún esfuerzo...Aquel hombre de seguir así estaba poniendo en peligro su propia vida. Tenían que calmarlo inmediatamente...Sin lastimarlo.
-!Os mataré a todos!-
Níniel Thenidiel
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Re: Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
Níniel le había pedido en la habitación que la acompañara durante sus tareas en el hospital. Él no tenía mucha idea de medicina, lo básico que sabía cualquier soldado acostumbrado a acabar herido. Y ciertamente, él acababa muy a menudo en ese grupo de soldados heridos al que nadie quería ingresar. Mucho menos con su regularidad.
De todas maneras le encantaba pasar el rato con la elfa. Ya fuera con una simple charla, o con alguna necesidad que tuviera. Además, poder ayudar a esos heridos sería gratificante aunque no estuviera con Níniel. Esos hombres y mujeres habían luchado valerosamente por salvar la ciudad, y ahora luchaban por mantenerse en el mundo de los mortales.
Daría gratamente parte de su tiempo por poder ayudarles a sobrevivir, o mitigar su dolor aunque no estuvieran tan graves. Por ello le alegró doblemente que la enfermera no pusiera pegas para que participara en la ayuda en el hospital.
- Sí, he escuchado algo sobre ello-, contestó a Nín sobre el asunto de las patrullas.
Pero no dijo nada más. No quería interrumpir la conversación que mantenían las mujeres, y en realidad tampoco tenía nada más que comentar. Solo podía esperar que acabaran para ir junto a la sacerdotisa al lugar donde los necesitaran. Aunque tuvo que reconocer que le causó curiosidad la persona que mencionó la compañera de Nín. Parecía alguien altamente activo, tanto como para poner nerviosa a la enfermera.
Los pasos del trío, mientras avanzaban hasta el lugar requerido, los dejaron frente a una puerta doble de madera maciza. Tenían pinta de ser de gran calidad, y el letrero sobre la puerta parecía indicar que debía ser algún tipo de local.
Al entrar en su interior pudo comprobar que no se equivocaba en sus elucubraciones sobre el sitio. La barra de taberna indicaba claramente que era un establecimiento. Quizás una taberna para gente de alta alcurnia pues estaba decorado con tapices lujosos y estaba construido con madera, que pese a ser distinta a la de la puerta de entrada, no dejaba de ser de una alta calidad.
Sin duda ese sitio era de los caros, y si no fuera porque ahora era una parte más del conglomerado de edificios que conformaban el hospital que era la plaza, nunca hubiera podido entrar allí. O tal vez entrar y solo tomarse una copa antes de salir por la puerta si no quería acabar arruinado.
Aún así, la belleza arquitectónica del local chocaba frontalmente con la desgracia de un lugar abarrotado de hombres heridos o enfermos. Todo un reflejo de lo que habrían tenido que ver los enfermeros de la ciudad día tras día desde la noche fatídica en la que habían llegado los Nórgedos.
Los pasos de las mujeres avanzaron hacia una escalera. Por lo que el brujo ya no pudo centrarse más en lo que sucedía en la sala de entrada del local, y solo se limitó a seguirlas nuevamente, esta vez subiendo esas escaleras.
Según las palabras de la compañera de Níniel, allí arriba se encontraría el oficial, que estaba más grave que el resto de sus subordinados y necesitaba más atenciones que el resto de sus hombres. Y solo unos pasos más tarde, se llegaron a la habitación en la que se encontraba el herido.
- Suerte con ese parto-, se despidió de la enfermera, cuando esta salía y los dejaba a solas con el oficial.
Vincent hizo caso inmediatamente a la señal de Níniel, y se colocó junto al hombre. Comprobando que en realidad era alguien bastante joven.
- Es muy joven-, dijo con pena.
No le gustaban las guerras, y había vivido demasiado de cerca como esta se idolatraba como parte de las costumbres de los brujos. Era lo menos que le gustaba de ser brujo, y aunque no le agradaba la guerra en general, siempre era más triste para él cuando se trataban de jóvenes y niños los afectados.
- La sangre me asusta bastante, sobre todo cuando es la mía-, bromeó para intentar dejar atrás el pesar por ver al chico afectado. - No te preocupes, no me desmayaré y podré ayudarte. O eso espero.
El brujo comenzó a limpiar los trapos con cuidado, dejándolos algo húmedos para que la elfa pudiera usarlos para limpiar las suturas del enfermo y dejando otros algo más secos, para volver a colocarlos en su lugar cuando K´rry llegara con las vendas.
Esa persona cada vez le causaba más curiosidad. No podía evitarlo, el brujo era como un gato en ese aspecto. Y cuando se nombraba tanto a alguien o algo le causaba interés conocerlo. Sobre todo quería conocerlo para saber si era tan nervioso como decía la enfermera.
- ¿Philip? - preguntó mientras pensaba bien la respuesta. - Pues lo conocí cuando llegué a Roilkat. La gran mayoría de los brujos fuimos destinados a guarniciones solo de brujos y soldados veteranos, ya sabes por nuestra fama-, comentó un poco avergonzado. - Aunque dormíamos en el mismo cuartel, en realidad estábamos destinados a diferentes sitios en la defensa. A él le tocó defender otra muralla distinta a la mía. Así que en realidad no lo conozco desde hace mucho como puedes ver-, rió por lo bajo. - Pero es majo, y es un buen chico. Así que estaba preocupado por su estado. Por eso he venido a verlo. También fui a ver al sargento Ed, que tiene más herido el orgullo que la cabeza-, sonrió.
Mientras hablaba no dejó el proceso de limpiar los tropas, y a su vez Níniel hacía lo propio con los limpios que le devolvía, usándolos para los cuidados del enfermo. De repente, la calma en el lugar se vio interrumpida por los gritos del muchacho.
- Tranquilízate. Somos aliados-, intentó convencerlo, ya que en su enajenación pensaba que eran Nórgedos. - Estamos aquí para ayudarte.
No lo consiguió. No supo cómo, pero cuando quiso darse cuenta, el joven enarbolaba una bandeja que pudo esquivar por meros reflejos. El oficial volvió a intentar agredirlos con la bandeja, pero solo consiguió que se cayera al suelo. Desgraciadamente, hubiera preferido que hubiera seguido usando su anterior arma contra ellos, pues en su desesperación cogió una cuchilla afilada con las que los amenazó esta vez. El muchacho lanzó un tajo hacia Níniel, y pudo ver de refilón como la sangre emanaba del antebrazo.
Esto ya era demasiado, no quería herirlo, pero no podían continuar así o alguien podría acabar mal parado.
El brujo agarró el brazo del chico y lo retorció para que soltara el arma. Lo consiguió fácilmente, pues el hombre estaba débil como para resistirse. Aunque eso no quitaba que lo intentara. El oficial lo golpeaba una y otra vez con el brazo libre, pero aún así para el rubio fue relativamente sencillo ponerlo contra la cama una vez le había obligado tirar la cuchilla.
- ¿Qué está ocurriendo aquí? - preguntó una enfermera que había entrado alarmada en la habitación.
Seguramente había sido atraída por el gran ruido que se había producido cuando cayó la bandeja al suelo.
- No se quede ahí parada. Ayúdeme-, comentó algo desesperado.
Si desesperación era fruto de que debía reducir al hombre, de la lucha que mantenía con él, y de que al mismo tiempo debía evitar en el proceso que se lastimara demasiado. Seguramente ya se le habrían abierto varias heridas en el proceso.
La enfermera quitó de la cama los demás utensilios que habían quedado sobre esta, y Vinc aprovechó para tumbarlo del todo cuando observó que la joven había terminado con el proceso. El oficial por su parte no dejaba de forcejear y lanzarles insultos y maldiciones, aunque cada vez estaba más débil por el esfuerzo.
- ¿Tienen algo con lo que atarlo momentáneamente? - preguntó, y la chica en respuesta asintió y comenzó a rebuscar en un cajón cercano. - Nín, ¿estás bien? - preguntó esta vez a la elfa, preocupado por su corte. Pero no pudo atenderla demasiado porque el chico volvió a intentar zafarse de su agarre contra la cama.
- Aquí está-, dijo la chica sacando unas correas de cuero del cajón, y colocando una de ellas alrededor del pecho del chico, aprisionando sus brazos a la vez contra la cama.
El brujo por su parte intentó mantener en su lugar al cada vez más débil oficial, para que la enfermera pudiera terminar con el proceso sin problemas.
- Esto solo servirá por ahora. Si lo dejamos así solo conseguiremos que se lastime aún más y se le abran las heridas. ¿Tienen algún tipo de medicina para adormecerlo? - preguntó en general, sin dirigirse a nadie en particular, aún concentrado en ayudar a inmovilizar al oficial.
Las correas solo servirían temporalmente. Necesitaban calmar del todo al chico para poder quitarlas y curarlo como es debido. Ahora mismo estaría sangrando por la mayoría de sus heridas y habría que suturarlas de nuevo.
De todas maneras le encantaba pasar el rato con la elfa. Ya fuera con una simple charla, o con alguna necesidad que tuviera. Además, poder ayudar a esos heridos sería gratificante aunque no estuviera con Níniel. Esos hombres y mujeres habían luchado valerosamente por salvar la ciudad, y ahora luchaban por mantenerse en el mundo de los mortales.
Daría gratamente parte de su tiempo por poder ayudarles a sobrevivir, o mitigar su dolor aunque no estuvieran tan graves. Por ello le alegró doblemente que la enfermera no pusiera pegas para que participara en la ayuda en el hospital.
- Sí, he escuchado algo sobre ello-, contestó a Nín sobre el asunto de las patrullas.
Pero no dijo nada más. No quería interrumpir la conversación que mantenían las mujeres, y en realidad tampoco tenía nada más que comentar. Solo podía esperar que acabaran para ir junto a la sacerdotisa al lugar donde los necesitaran. Aunque tuvo que reconocer que le causó curiosidad la persona que mencionó la compañera de Nín. Parecía alguien altamente activo, tanto como para poner nerviosa a la enfermera.
Los pasos del trío, mientras avanzaban hasta el lugar requerido, los dejaron frente a una puerta doble de madera maciza. Tenían pinta de ser de gran calidad, y el letrero sobre la puerta parecía indicar que debía ser algún tipo de local.
Al entrar en su interior pudo comprobar que no se equivocaba en sus elucubraciones sobre el sitio. La barra de taberna indicaba claramente que era un establecimiento. Quizás una taberna para gente de alta alcurnia pues estaba decorado con tapices lujosos y estaba construido con madera, que pese a ser distinta a la de la puerta de entrada, no dejaba de ser de una alta calidad.
Sin duda ese sitio era de los caros, y si no fuera porque ahora era una parte más del conglomerado de edificios que conformaban el hospital que era la plaza, nunca hubiera podido entrar allí. O tal vez entrar y solo tomarse una copa antes de salir por la puerta si no quería acabar arruinado.
Aún así, la belleza arquitectónica del local chocaba frontalmente con la desgracia de un lugar abarrotado de hombres heridos o enfermos. Todo un reflejo de lo que habrían tenido que ver los enfermeros de la ciudad día tras día desde la noche fatídica en la que habían llegado los Nórgedos.
Los pasos de las mujeres avanzaron hacia una escalera. Por lo que el brujo ya no pudo centrarse más en lo que sucedía en la sala de entrada del local, y solo se limitó a seguirlas nuevamente, esta vez subiendo esas escaleras.
Según las palabras de la compañera de Níniel, allí arriba se encontraría el oficial, que estaba más grave que el resto de sus subordinados y necesitaba más atenciones que el resto de sus hombres. Y solo unos pasos más tarde, se llegaron a la habitación en la que se encontraba el herido.
- Suerte con ese parto-, se despidió de la enfermera, cuando esta salía y los dejaba a solas con el oficial.
Vincent hizo caso inmediatamente a la señal de Níniel, y se colocó junto al hombre. Comprobando que en realidad era alguien bastante joven.
- Es muy joven-, dijo con pena.
No le gustaban las guerras, y había vivido demasiado de cerca como esta se idolatraba como parte de las costumbres de los brujos. Era lo menos que le gustaba de ser brujo, y aunque no le agradaba la guerra en general, siempre era más triste para él cuando se trataban de jóvenes y niños los afectados.
- La sangre me asusta bastante, sobre todo cuando es la mía-, bromeó para intentar dejar atrás el pesar por ver al chico afectado. - No te preocupes, no me desmayaré y podré ayudarte. O eso espero.
El brujo comenzó a limpiar los trapos con cuidado, dejándolos algo húmedos para que la elfa pudiera usarlos para limpiar las suturas del enfermo y dejando otros algo más secos, para volver a colocarlos en su lugar cuando K´rry llegara con las vendas.
Esa persona cada vez le causaba más curiosidad. No podía evitarlo, el brujo era como un gato en ese aspecto. Y cuando se nombraba tanto a alguien o algo le causaba interés conocerlo. Sobre todo quería conocerlo para saber si era tan nervioso como decía la enfermera.
- ¿Philip? - preguntó mientras pensaba bien la respuesta. - Pues lo conocí cuando llegué a Roilkat. La gran mayoría de los brujos fuimos destinados a guarniciones solo de brujos y soldados veteranos, ya sabes por nuestra fama-, comentó un poco avergonzado. - Aunque dormíamos en el mismo cuartel, en realidad estábamos destinados a diferentes sitios en la defensa. A él le tocó defender otra muralla distinta a la mía. Así que en realidad no lo conozco desde hace mucho como puedes ver-, rió por lo bajo. - Pero es majo, y es un buen chico. Así que estaba preocupado por su estado. Por eso he venido a verlo. También fui a ver al sargento Ed, que tiene más herido el orgullo que la cabeza-, sonrió.
Mientras hablaba no dejó el proceso de limpiar los tropas, y a su vez Níniel hacía lo propio con los limpios que le devolvía, usándolos para los cuidados del enfermo. De repente, la calma en el lugar se vio interrumpida por los gritos del muchacho.
- Tranquilízate. Somos aliados-, intentó convencerlo, ya que en su enajenación pensaba que eran Nórgedos. - Estamos aquí para ayudarte.
No lo consiguió. No supo cómo, pero cuando quiso darse cuenta, el joven enarbolaba una bandeja que pudo esquivar por meros reflejos. El oficial volvió a intentar agredirlos con la bandeja, pero solo consiguió que se cayera al suelo. Desgraciadamente, hubiera preferido que hubiera seguido usando su anterior arma contra ellos, pues en su desesperación cogió una cuchilla afilada con las que los amenazó esta vez. El muchacho lanzó un tajo hacia Níniel, y pudo ver de refilón como la sangre emanaba del antebrazo.
Esto ya era demasiado, no quería herirlo, pero no podían continuar así o alguien podría acabar mal parado.
El brujo agarró el brazo del chico y lo retorció para que soltara el arma. Lo consiguió fácilmente, pues el hombre estaba débil como para resistirse. Aunque eso no quitaba que lo intentara. El oficial lo golpeaba una y otra vez con el brazo libre, pero aún así para el rubio fue relativamente sencillo ponerlo contra la cama una vez le había obligado tirar la cuchilla.
- ¿Qué está ocurriendo aquí? - preguntó una enfermera que había entrado alarmada en la habitación.
Seguramente había sido atraída por el gran ruido que se había producido cuando cayó la bandeja al suelo.
- No se quede ahí parada. Ayúdeme-, comentó algo desesperado.
Si desesperación era fruto de que debía reducir al hombre, de la lucha que mantenía con él, y de que al mismo tiempo debía evitar en el proceso que se lastimara demasiado. Seguramente ya se le habrían abierto varias heridas en el proceso.
La enfermera quitó de la cama los demás utensilios que habían quedado sobre esta, y Vinc aprovechó para tumbarlo del todo cuando observó que la joven había terminado con el proceso. El oficial por su parte no dejaba de forcejear y lanzarles insultos y maldiciones, aunque cada vez estaba más débil por el esfuerzo.
- ¿Tienen algo con lo que atarlo momentáneamente? - preguntó, y la chica en respuesta asintió y comenzó a rebuscar en un cajón cercano. - Nín, ¿estás bien? - preguntó esta vez a la elfa, preocupado por su corte. Pero no pudo atenderla demasiado porque el chico volvió a intentar zafarse de su agarre contra la cama.
- Aquí está-, dijo la chica sacando unas correas de cuero del cajón, y colocando una de ellas alrededor del pecho del chico, aprisionando sus brazos a la vez contra la cama.
El brujo por su parte intentó mantener en su lugar al cada vez más débil oficial, para que la enfermera pudiera terminar con el proceso sin problemas.
- Esto solo servirá por ahora. Si lo dejamos así solo conseguiremos que se lastime aún más y se le abran las heridas. ¿Tienen algún tipo de medicina para adormecerlo? - preguntó en general, sin dirigirse a nadie en particular, aún concentrado en ayudar a inmovilizar al oficial.
Las correas solo servirían temporalmente. Necesitaban calmar del todo al chico para poder quitarlas y curarlo como es debido. Ahora mismo estaría sangrando por la mayoría de sus heridas y habría que suturarlas de nuevo.
Vincent Calhoun
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Re: Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
Por desgracia, a pesar de la idea preconcebida que mucha gente tenía de que la profesión de sanadora era bastante tranquila y hasta cómoda, aquella clase de incidentes no eran algo demasiado extraño para la joven elfa en cuanto a experiencias laborales. De hecho muchos creían que los camilleros y otros auxiliares eran de constitución tan fornida únicamente por su función como porteadores y debido a que seguramente el resto del tiempo se dedicaban a tareas de limpieza o de almacenaje...Sin saber que no en pocas ocasiones era necesaria su intervención para doblegar a los pacientes más "rebeldes", por decirlo de una manera suave y no usar directamente el calificativo de "peligrosos". Peligrosos para sí mismos, para el equipo médico y para otros pacientes...Por no hablar del material. Y es que no todo el mundo reaccionaba bien a situaciones de dolor, miedo, estrés o a entornos extraños tras una vivencia traumática. Situaciones en las que los instintos más primarios pueden tomar el control de los individuos, que pueden llegar a pelear con uñas y dientes sin atender a razones y sin darse cuenta de que actuando de ese modo solo empeoran las cosas.
Dentro de esa clase de "pacientes problemáticos" Níniel sabía que había varios tipos, muy diferentes entre ellos y cada uno con un modo idóneo para ser atendidos. En primer lugar estarían los temerosos y quejicas. Eran los típicos que ante cualquier tratamiento por indoloro que fuera tensaban todo su cuerpo preparándose para saltar a la mínima, apartarse o tratar de evitar que les tocaran. Eran los menos peligrosos pero eso no evitaba que se produjeran golpes, caídas y que frascos con costosas medicinas acabaran hecho añicos en el suelo. Darles conversación y mostrarse amables y agradables solía funcionar bien con ellos. A continuación en la escala estarían aquellos con ataques de miedo, pánico o un dolor agudo. Sus movimientos podían ser peligrosos y a veces recurrían a la violencia aunque no solían ser conscientes de lo que hacían. Palabras relajantes y amistosas, promesas tranquilizadoras y hacerles entender que están en buenas manos solían ser eficaces...Pero cuando nada de lo anterior daba resultado era cuando tenías realmente un problema...Y ese era el caso que tenían entre manos.
Aquel joven parecía no escucharles y ni tan siquiera verles realmente, pues si lo hiciera y fuera capaz de darse cuenta de la realidad a su alrededor se percataría fácilmente de que no había ningún nórgedo en aquella sala y que desde luego ya no estaba sobre las dunas del desierto de Roilkat. Sin embargo en su cabeza aún estaba rodeado de enemigos y luchando por su vida, incluso había mencionado varios nombres de compañeros que a juzgar por sus palabras no tuvieron tanta suerte como él durante el enfrentamiento... Era un caso de los peores y solo se podía hacer una cosa, inmovilizarlo de la mejor manera posible y sedarlo antes de que fuera demasiado tarde. Gracias a los dioses Vincent estaba allí, pues pronto demostró que la peliblanca había hecho bien en llevarlo consigo.
-Con cuidado, no le hagas mucho daño.- Pidió mientras brujo y paciente forcejeaban, más preocupada por el joven que por el corte de su antebrazo que continuaba sangrando de una manera que lo hacía parecer más grave de lo que realmente era. Tan extraña debía resultar la escena, con un hombre forcejeando con un paciente medio moribundo y una sanadora con su túnica blanca manchada de su propia sangre, que cuando Sarah, una de las enfermeras, se asomó para ver qué era lo que pasaba en aquella habitación y cuál era el origen de todo aquel escándalo se quedó paralizada en la puerta sin saber qué hacer. Comenzó a balbucear unas preguntas que apenas abandonaron su boca e hizo falta que Vincent le diera una voz para que reaccionara, mirase a Níniel y comenzara a despejar la cama de objetos susceptibles de ser usados como arma...Aunque seguramente no supiera muy bien por quién de los contendientes en esos momentos.
Con Sarah ayudando a Vincent Níniel aprovechó el momento para rasgarse la manga de su túnica y hacerse una rápido e improvisada compresa y detener así el sangrado que a aquellas alturas ya había teñido de carmesí buena parte de su túnica, así como para comenzar a aplicarse su propia magia curativa sin necesidad de imponerse la mano sobre la herida. Aquello, a pesar de la situación. la hizo esbozar una leve sonrisa al recordar cuánto le gustaba aquel "truco" a su prima Chandra, y es que Níniel desde pequeña siempre había tenido talento para la curación y hacer desaparecer los raspones en codos y rodillas como si simplemente se cerraran solos siempre le arrancaba a su familiar un "hala" de asombro.
-Estoy bien, solo ha sido un arañazo algo aparatoso.- Respondió a la preocupación de su brujo, observando cómo se las apañaban para inmovilizarlo con unas correas a la cama a la par que terminaba de cerrar su herida.
-La verdad es que no lo sé...Me ocupo de las vendas y de limpiar las heridas, no se mucho de alquimia.- Fueron las palabras nerviosas de la jovencísima enfermera que miró hacia Níniel buscando en ella la respuesta, denotando que buena parte de las tareas médicas estaban siendo llevadas a cabo por voluntarios que hacían lo que buenamente podían por asistir a los sanitarios realmente cualificados, algo que si bien podía llevar a más de un bufido de disgusto no merecía ningún tipo de desaprobación si no más bien todo lo contrario. Gracias a los voluntarios se habían podido salvar muchas vidas.
-Sarah, atiende al chico mientras busco. Debería haber calmantes por aquí, al menos algo de inhibis para los heridos.- Dijo la elfa comenzando a buscar con celeridad por los armaritos del lugar algún frasco con aquella sustancia de color blanquecino y levemente rojizo. -Que raro...- Murmuró cada vez con más prisa al no encontrarla a mano mientras que Sarah atendía las heridas del joven soldado como podía. Perder el tiempo buscando algo así no era digno ni de una clínica de pueblucho y al paciente se le agotaba el tiempo
-Sarah...Ah Níniel estás aquí.- Dijo una voz masculina desde la puerta que correspondía a Marcus, otro de los sanadores. -¿Qué ha pasado?. Envié a Sarah a ver qué era todo ese escándalo pero no volvía...¿Un paciente problemático?.- Dijo un hombre de entorno a cuarenta años, rellenito, de pelo moreno y con rostro afable.
-Ni te lo imaginas...Oye, estoy buscando algo de inhibis pero no encuentro nada...¿Lo habéis gastado todo o está en otra sala?. Es algo muy importante, deberías haberlo repuesto...- Fueron las palabras de la elfa, e iban teñidas de regañina ante semejante descuido pues el inhibis era vital para heridos como aquel.
-¿Inhibis?. Debería haber de sobra en ese armarito, K´rry repuso esta mañana con lo que fabricasteis anoche. Recuerdo haber colocado ahí tres frascos.- Respondió el hombre acercándose para ayudar a buscar y permitir así a Níniel comenzar a atender al oficial, la cual no perdió más tiempo y comenzó a aplicar su magia sanadora sobre las heridas abiertas para cerrarlas, obteniendo en el proceso una buena cantidad de insultos y hasta un intento de mordisco.
-Estas son las últimas vendas...Espero que K´rry vuelva pronto con más...- Comentó preocupada Sarah mientras ayudaba a Níniel con los labios fruncidos por la dificultad añadida de un paciente que no se estaba quieto y no dejaba de forcejear y debilitarse,
-No hay ni gota...No sé qué ha pasado...Te juro que se repuso esta mañana. Habrá que hacer servir otra cosa...A ver...-
-Maldita sea...Bien, déjame pensar...Olema, una tercera parte de dosis mezclada con una dosis de Faelivrin...Mide muy bien la Olema por los dioses, no quiero matar a este chico, aunque no me lo está poniendo nada fácil.- Instruyó entonces la peliblanca usando sus conocimiento de alquimia para obtener un sustitutivo al inhibis. Aquella fórmula diluida en agua sumiría al paciente en un profundo sueño...Pero la Olema mal usada podía tener graves consecuencias por lo que nunca era la primera opción de nadie, solo la de una experta alquimista sin más opciones y que veía como un chiquillo forzaba su cuerpo hasta más allá del límite preso de la locura.
Marcus no tardó en tener aquel sedante preparado y en agua...Aunque hacérselo beber a aquel chico fue todo un desafió en el cual se vieron obligados a colaborar todos los presentes para inmovilizarlo aún más, abrirle la boca y taparle la nariz para obligarlo a tragar. No obstante una vez que la hubo ingerido tardó solo un par de minutos en hacer efecto y, por fin, el paciente se durmió profundamente permitiendo a los sanadores continuar atendiéndolo sin que por su culpa se reabriera una herida cada vez que Níniel cerraba otra. Había perdido bastante sangre, lo que sumado a su debilidad hacía que no las tuviera todas consigo...Pero era un luchador, eso había quedado más que claro, quizá lo lograra. En cualquier caso, habiendo hecho todo lo posible por él, la elfa se dejó caer sobre una silla cercana a la cama evidentemente cansada por el esfuerzo realizado para darle una oportunidad al chico, cansancio que no evitó que comenzara a pedir explicaciones sobre lo ocurrido.
-¿Entonces qué ha pasado con el inhibis?. ¿Y dónde están esas vendas?. No se tarda tanto en traerlas desde el almacén médico...Y menos si es K´rry quien las trae.-
-No lo sé pero...Faltan más cosas...Esta mañana había dos frascos de poción de flor azul y al menos tres de ungüento para quemaduras solares...No se han usado pero no están.- Alegó Marcus que parecía confundido.
-Esta mañana escuché a K´rry quéjándose de tener que reponer constantemente el inhibis...Pero si no se ha usado...- Añadió la joven enfermera que pareció ver una relación con el tema que estaban tratando, y no sin tino a ojos de la elfa que también empezaba a pensar que parecían faltar muchas cosas como para ser un problema de comunicación entre sanadores o de logística. Tener que reponer siempre algo que los sanadores no llegaban a usar...¿Qué estaba pasando?.
-Definitivamente está pasando algo raro con nuestras cosas. Creo que debería hablar con K´rry antes de nada para ver qué sabe, parece que su nombre sale cada vez que mencionamos algo que falta. Mientras Marcus, que alguien busque más inhibis, desaparecido o no lo necesitamos aquí, Si hay que mendigar a otra parte del hospital lo hacéis. Vincent, me vendría muy bien tu ayuda, aunque te contraté para poner vendas y no para investigar material desaparecido.-. Pidió al brujo a pesar de que sabía que estaría más que dispuesto a ayudar con aquello también sin necesidad de preguntárselo.
En este post se inicia una segunda dificultad no contemplada para este trabajo: Medicinas desaparecidas.Dentro de esa clase de "pacientes problemáticos" Níniel sabía que había varios tipos, muy diferentes entre ellos y cada uno con un modo idóneo para ser atendidos. En primer lugar estarían los temerosos y quejicas. Eran los típicos que ante cualquier tratamiento por indoloro que fuera tensaban todo su cuerpo preparándose para saltar a la mínima, apartarse o tratar de evitar que les tocaran. Eran los menos peligrosos pero eso no evitaba que se produjeran golpes, caídas y que frascos con costosas medicinas acabaran hecho añicos en el suelo. Darles conversación y mostrarse amables y agradables solía funcionar bien con ellos. A continuación en la escala estarían aquellos con ataques de miedo, pánico o un dolor agudo. Sus movimientos podían ser peligrosos y a veces recurrían a la violencia aunque no solían ser conscientes de lo que hacían. Palabras relajantes y amistosas, promesas tranquilizadoras y hacerles entender que están en buenas manos solían ser eficaces...Pero cuando nada de lo anterior daba resultado era cuando tenías realmente un problema...Y ese era el caso que tenían entre manos.
Aquel joven parecía no escucharles y ni tan siquiera verles realmente, pues si lo hiciera y fuera capaz de darse cuenta de la realidad a su alrededor se percataría fácilmente de que no había ningún nórgedo en aquella sala y que desde luego ya no estaba sobre las dunas del desierto de Roilkat. Sin embargo en su cabeza aún estaba rodeado de enemigos y luchando por su vida, incluso había mencionado varios nombres de compañeros que a juzgar por sus palabras no tuvieron tanta suerte como él durante el enfrentamiento... Era un caso de los peores y solo se podía hacer una cosa, inmovilizarlo de la mejor manera posible y sedarlo antes de que fuera demasiado tarde. Gracias a los dioses Vincent estaba allí, pues pronto demostró que la peliblanca había hecho bien en llevarlo consigo.
-Con cuidado, no le hagas mucho daño.- Pidió mientras brujo y paciente forcejeaban, más preocupada por el joven que por el corte de su antebrazo que continuaba sangrando de una manera que lo hacía parecer más grave de lo que realmente era. Tan extraña debía resultar la escena, con un hombre forcejeando con un paciente medio moribundo y una sanadora con su túnica blanca manchada de su propia sangre, que cuando Sarah, una de las enfermeras, se asomó para ver qué era lo que pasaba en aquella habitación y cuál era el origen de todo aquel escándalo se quedó paralizada en la puerta sin saber qué hacer. Comenzó a balbucear unas preguntas que apenas abandonaron su boca e hizo falta que Vincent le diera una voz para que reaccionara, mirase a Níniel y comenzara a despejar la cama de objetos susceptibles de ser usados como arma...Aunque seguramente no supiera muy bien por quién de los contendientes en esos momentos.
Con Sarah ayudando a Vincent Níniel aprovechó el momento para rasgarse la manga de su túnica y hacerse una rápido e improvisada compresa y detener así el sangrado que a aquellas alturas ya había teñido de carmesí buena parte de su túnica, así como para comenzar a aplicarse su propia magia curativa sin necesidad de imponerse la mano sobre la herida. Aquello, a pesar de la situación. la hizo esbozar una leve sonrisa al recordar cuánto le gustaba aquel "truco" a su prima Chandra, y es que Níniel desde pequeña siempre había tenido talento para la curación y hacer desaparecer los raspones en codos y rodillas como si simplemente se cerraran solos siempre le arrancaba a su familiar un "hala" de asombro.
-Estoy bien, solo ha sido un arañazo algo aparatoso.- Respondió a la preocupación de su brujo, observando cómo se las apañaban para inmovilizarlo con unas correas a la cama a la par que terminaba de cerrar su herida.
-La verdad es que no lo sé...Me ocupo de las vendas y de limpiar las heridas, no se mucho de alquimia.- Fueron las palabras nerviosas de la jovencísima enfermera que miró hacia Níniel buscando en ella la respuesta, denotando que buena parte de las tareas médicas estaban siendo llevadas a cabo por voluntarios que hacían lo que buenamente podían por asistir a los sanitarios realmente cualificados, algo que si bien podía llevar a más de un bufido de disgusto no merecía ningún tipo de desaprobación si no más bien todo lo contrario. Gracias a los voluntarios se habían podido salvar muchas vidas.
-Sarah, atiende al chico mientras busco. Debería haber calmantes por aquí, al menos algo de inhibis para los heridos.- Dijo la elfa comenzando a buscar con celeridad por los armaritos del lugar algún frasco con aquella sustancia de color blanquecino y levemente rojizo. -Que raro...- Murmuró cada vez con más prisa al no encontrarla a mano mientras que Sarah atendía las heridas del joven soldado como podía. Perder el tiempo buscando algo así no era digno ni de una clínica de pueblucho y al paciente se le agotaba el tiempo
-Sarah...Ah Níniel estás aquí.- Dijo una voz masculina desde la puerta que correspondía a Marcus, otro de los sanadores. -¿Qué ha pasado?. Envié a Sarah a ver qué era todo ese escándalo pero no volvía...¿Un paciente problemático?.- Dijo un hombre de entorno a cuarenta años, rellenito, de pelo moreno y con rostro afable.
-Ni te lo imaginas...Oye, estoy buscando algo de inhibis pero no encuentro nada...¿Lo habéis gastado todo o está en otra sala?. Es algo muy importante, deberías haberlo repuesto...- Fueron las palabras de la elfa, e iban teñidas de regañina ante semejante descuido pues el inhibis era vital para heridos como aquel.
-¿Inhibis?. Debería haber de sobra en ese armarito, K´rry repuso esta mañana con lo que fabricasteis anoche. Recuerdo haber colocado ahí tres frascos.- Respondió el hombre acercándose para ayudar a buscar y permitir así a Níniel comenzar a atender al oficial, la cual no perdió más tiempo y comenzó a aplicar su magia sanadora sobre las heridas abiertas para cerrarlas, obteniendo en el proceso una buena cantidad de insultos y hasta un intento de mordisco.
-Estas son las últimas vendas...Espero que K´rry vuelva pronto con más...- Comentó preocupada Sarah mientras ayudaba a Níniel con los labios fruncidos por la dificultad añadida de un paciente que no se estaba quieto y no dejaba de forcejear y debilitarse,
-No hay ni gota...No sé qué ha pasado...Te juro que se repuso esta mañana. Habrá que hacer servir otra cosa...A ver...-
-Maldita sea...Bien, déjame pensar...Olema, una tercera parte de dosis mezclada con una dosis de Faelivrin...Mide muy bien la Olema por los dioses, no quiero matar a este chico, aunque no me lo está poniendo nada fácil.- Instruyó entonces la peliblanca usando sus conocimiento de alquimia para obtener un sustitutivo al inhibis. Aquella fórmula diluida en agua sumiría al paciente en un profundo sueño...Pero la Olema mal usada podía tener graves consecuencias por lo que nunca era la primera opción de nadie, solo la de una experta alquimista sin más opciones y que veía como un chiquillo forzaba su cuerpo hasta más allá del límite preso de la locura.
Marcus no tardó en tener aquel sedante preparado y en agua...Aunque hacérselo beber a aquel chico fue todo un desafió en el cual se vieron obligados a colaborar todos los presentes para inmovilizarlo aún más, abrirle la boca y taparle la nariz para obligarlo a tragar. No obstante una vez que la hubo ingerido tardó solo un par de minutos en hacer efecto y, por fin, el paciente se durmió profundamente permitiendo a los sanadores continuar atendiéndolo sin que por su culpa se reabriera una herida cada vez que Níniel cerraba otra. Había perdido bastante sangre, lo que sumado a su debilidad hacía que no las tuviera todas consigo...Pero era un luchador, eso había quedado más que claro, quizá lo lograra. En cualquier caso, habiendo hecho todo lo posible por él, la elfa se dejó caer sobre una silla cercana a la cama evidentemente cansada por el esfuerzo realizado para darle una oportunidad al chico, cansancio que no evitó que comenzara a pedir explicaciones sobre lo ocurrido.
-¿Entonces qué ha pasado con el inhibis?. ¿Y dónde están esas vendas?. No se tarda tanto en traerlas desde el almacén médico...Y menos si es K´rry quien las trae.-
-No lo sé pero...Faltan más cosas...Esta mañana había dos frascos de poción de flor azul y al menos tres de ungüento para quemaduras solares...No se han usado pero no están.- Alegó Marcus que parecía confundido.
-Esta mañana escuché a K´rry quéjándose de tener que reponer constantemente el inhibis...Pero si no se ha usado...- Añadió la joven enfermera que pareció ver una relación con el tema que estaban tratando, y no sin tino a ojos de la elfa que también empezaba a pensar que parecían faltar muchas cosas como para ser un problema de comunicación entre sanadores o de logística. Tener que reponer siempre algo que los sanadores no llegaban a usar...¿Qué estaba pasando?.
-Definitivamente está pasando algo raro con nuestras cosas. Creo que debería hablar con K´rry antes de nada para ver qué sabe, parece que su nombre sale cada vez que mencionamos algo que falta. Mientras Marcus, que alguien busque más inhibis, desaparecido o no lo necesitamos aquí, Si hay que mendigar a otra parte del hospital lo hacéis. Vincent, me vendría muy bien tu ayuda, aunque te contraté para poner vendas y no para investigar material desaparecido.-. Pidió al brujo a pesar de que sabía que estaría más que dispuesto a ayudar con aquello también sin necesidad de preguntárselo.
En este post uso conocimientos de alquimia (La tengo por encima de 80) y medicina a lo largo de buena parte del post por lo que no las he subrayado.
Níniel usa sus habilidades imposición de manos y plegaria en este post.
Última edición por Níniel Thenidiel el Mar 13 Sep - 20:34, editado 1 vez
Níniel Thenidiel
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Re: Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
El muchacho debía ser fuerte por su complexión, pero las heridas y las fiebres que debía estar padeciendo lo tenían muy debilitado. Al principio, cuando reaccionó y los atacó, fue un verdadero peligro. Armado con aquella cuchilla, y con una fuerza fruto del miedo y de la adrenalina despertada por ese mismo miedo.
Durante esos instantes verdaderamente había corrido peligro, e incluso Níniel había sufrido una fea herida por la furia del muchacho enajenado por sus delirios.
Sin embargo ese momento pasó. El hombre era incapaz en su estado de mantener una elevada actividad durante poco más de unos minutos. Por lo que ahora, que lo agarraba contra la cama mientras la enfermera lo ataba, era como sostener contra ella un simple pelele. Uno de esos muñecos de trapo que los humanos a veces sacaban en algunas de sus festividades.
- ¿Qué es raro? - preguntó acercándose por detrás a la elfa, dejando a la enfermera con el enfermo ya atado y bastante más tranquilo por el agotamiento.
No obtuvo respuesta, porque apareció otro hombre en la sala. Otro de los enfermeros que había mandado a Sarah para ver que ocurría en la habitación para que hubiera tanto ruido. De todas formas, pronto dedujo que lo que debía ser raro era que faltara el tal Inhibis, y dejó que el trío conversara manteniéndose al margen.
Él había llegado por una simple visita a su amigo y no sabía nada de los procedimientos que seguían allí. Ni tan siquiera sabía que era el inhibis aunque debía ser algún tipo de sustancia calmante. Lo recordaría. No era alquímico, pero siempre eran útiles algunas de esas creaciones o materiales para su día a día. Y por supuesto que ser herido era algo más que probable en su trabajo. En el pasado, seguramente su hermana hubiera usado alguna vez ese inhibis con él.
Pronto Nín decidió que sería mejor usar una alternativa con el paciente, y optó por mezclar otros dos ingredientes que si poseían y dársela al muchacho. El oficial estaba más tranquilo, o mejor dicho mucho más agotado y debilitado, pero eso no significaba que fuera fácil. El tiempo que había estado sin poder moverse en la cama le había ayudado a recobrarse un poco, por lo que no dejaba de intentar evitar beber el contenido del frasco que sostenía el enfermero. Vincent intentó agarrarle la cabeza de forma que se mantuviera en una posición en la que pudiera tragar, y alguien le agarró por la nariz para evitar que cerrara la boca. No supo quien, con todo el lio de manos y brazos a su alrededor. Por suerte, instantes más tarde, al fin el enfermero consiguió echar el contenido dentro de la boca del paciente, que tragó obligado por las circunstancias, y que poco a poco fue dejando de forcejar mientras se sumía en un sueño profundo.
- Que potente. Cualquiera diría que en ningún momento ha dado problemas-, comentó asombrado del efecto tan rápido que había tenido el líquido en el oficial. - Bueno, se me da mejor investigar que poner vendas. Soy experto en heridas, pero como suelo acabar yo herido pues es otra persona la que practica el vendaje-, bromeó. - Vayamos a ese almacén. Parece que está pasando algo raro con esas medicinas.
- Nos sería de mucha ayuda que encontraran el problema. Es frustrante no saber si habrá de lo que necesitamos o no en los armarios. Muchas vidas peligran por ello-, comentó el hombre, Marcus, según había nombrado la elfa. - El almacén principal está en la posada al principio de la calle. En los “Suspiros del desierto”. Níniel sabe dónde es, así que no tendrás problema para encontrarlo.
- Se dónde es. Pero como bien dices, sería muy estúpido si no hallara el local al ir con Níniel-, rió levemente. - Iremos a ver qué pasa. Hasta pronto-, se despidió de los enfermeros.
El lugar a donde había mandado a los gemelos perro la noche de la batalla. Podría considerarse una gran casualidad, aunque en realidad no lo era. Él conocía ese sitio porque era uno de los principales lugares elegidos para ser hospital antes de la batalla, uno de los sitios a donde mandar a los heridos. La batalla había sido tan costosa en vidas y malheridos que el local había sido muy poca cosa para ser el hospital, y se había usado toda la plaza y diversos edificios de esta para ello. Sin embargo, no dejaba de ser lógico, que esa posada escogida en primer lugar fuera el edificio principal de todo el complejo sanitario en el que se había convertido la zona.
No tardó en llegar hasta el lugar, y entró en él sin problemas al ir acompañado de la peliblanca. Ella era bien conocida, así que no tendría que estar dando explicaciones a cada paso mientras avanzaba por la posada.
Era grande, de mucha menos calidad que el local del que habían venido, aunque no era en absoluto de bajo nivel. Era bonita y muy espaciosa, motivo por el cual seguro que había sido elegida como el principal hospital de campaña en primera instancia. Si tuviera que apostar, diría que era un lugar perfecto para hospedarse en un viaje a Roilkat. Antes de que la guerra lo convirtiera en algo totalmente distinto de lo que había sido concebido originalmente.
Esa primera zona no era como el resto de hospitales de la zona, sino que estaba pensada como una especie de recepción de información, más zona de descanso de enfermeros y personal. Lo sabía perfectamente porque allí había ido al principio del día para preguntar por el sargento Ed y Philip. Aunque la información que tenían allí en realidad era escasa y a veces errónea. Eso también lo sabía en propia carne, pues había tenido que caminar mucho e ir preguntando a enfermeros y médicos por toda la plaza hasta poder dar con sus amigos. De todos modos no lo consideraba un fallo del personal de la posada. Era normal que eso pasara con tantos heridos, sobre todo teniendo que gestionar un lugar tan grande en plazo tan corto y casi sin recursos.
Avanzó hasta la parte trasera, y entró en lo que sería antiguamente la cocina. Las ollas estaba, sartenes y demás utensilios de cocina estaban colgados donde siempre se esperaba que estuvieran. No obstante, contrastaba con las camas improvisadas que llenaban la habitación, y que la convertían en otra ala de descanso para el personal. Uno más tranquilo que el que estaba justo en la sala de entrada.
No perdió el tiempo observando el sitio, y se encaminó a la escalera que llevaba al almacén de la posada. Ahora el principal almacén de medicinas del complejo hospitalario.
- ¿Esa puerta debería estar abierta? - preguntó en un susurro a su acompañante.
El brujo caminó con cautela, y nada más entrar en el almacén pudo ver que faltaban cosas. Se notaba por la disposición. Habían huecos aleatorios en las estanterías, cuando lo lógico sería que si no habían materiales para llenar toda la habitación, hubieran colocado la carga lo más cerca de las estanterías de la puerta. Por comodidad.
- Aquí pasa algo. Quédate aquí y vigila por si ver algo sospechoso-, comentó a la elfa en el mismo tono que antes.
Notaba que algo malo estaba pasando así que desenganchó la cuerda de seguridad de la guarda de su espada, y agarró el mango sin desenvainarla. Siguió avanzando con sigilo, en una postura con la que le sería sencillo atacar o defenderse, hasta que al final del almacén vio otra puerta entreabierta.
El rubio se armó de valor, y desenvainando su arma entró con fuerza, esperando encontrar a alguien en ella y sorprenderlo. Lo hizo. Encontró a alguien, aunque la sorpresa se la llevó él. Una mujer bestia estaba tirada en el suelo inconsciente, como si alguien la hubiera golpeado.
- Nín, rápido. Ven a ver esto-, comentó saliendo del cuarto, justo para ver de refilón una sombra. - ¡Eh alto…! -, le dio tiempo de decir mientras una estantería se le venía encima.
Intentó escapara pero fue inútil. La carga contenida en la estantería de madera cayó sobre él, así como el propio estante, que lo llevó contra el suelo con tremendo dolor. Por suerte no era tan grande como para aplastarlo y matarlo, pero si lo suficiente como para dejarlo atorado contra el suelo.
- ¡Maldito hijo de perra! ¡No corras! -, gritó como pudo desde el suelo, boca abajo con el peso del estante sobre su espalda.
Vinc agarró el mango de la espada, que había quedado tirada a escasos centímetros de su mano al perderla por el impacto, e intentó levantarse en vano. Era imposible, estaba atrapado.
Durante esos instantes verdaderamente había corrido peligro, e incluso Níniel había sufrido una fea herida por la furia del muchacho enajenado por sus delirios.
Sin embargo ese momento pasó. El hombre era incapaz en su estado de mantener una elevada actividad durante poco más de unos minutos. Por lo que ahora, que lo agarraba contra la cama mientras la enfermera lo ataba, era como sostener contra ella un simple pelele. Uno de esos muñecos de trapo que los humanos a veces sacaban en algunas de sus festividades.
- ¿Qué es raro? - preguntó acercándose por detrás a la elfa, dejando a la enfermera con el enfermo ya atado y bastante más tranquilo por el agotamiento.
No obtuvo respuesta, porque apareció otro hombre en la sala. Otro de los enfermeros que había mandado a Sarah para ver que ocurría en la habitación para que hubiera tanto ruido. De todas formas, pronto dedujo que lo que debía ser raro era que faltara el tal Inhibis, y dejó que el trío conversara manteniéndose al margen.
Él había llegado por una simple visita a su amigo y no sabía nada de los procedimientos que seguían allí. Ni tan siquiera sabía que era el inhibis aunque debía ser algún tipo de sustancia calmante. Lo recordaría. No era alquímico, pero siempre eran útiles algunas de esas creaciones o materiales para su día a día. Y por supuesto que ser herido era algo más que probable en su trabajo. En el pasado, seguramente su hermana hubiera usado alguna vez ese inhibis con él.
Pronto Nín decidió que sería mejor usar una alternativa con el paciente, y optó por mezclar otros dos ingredientes que si poseían y dársela al muchacho. El oficial estaba más tranquilo, o mejor dicho mucho más agotado y debilitado, pero eso no significaba que fuera fácil. El tiempo que había estado sin poder moverse en la cama le había ayudado a recobrarse un poco, por lo que no dejaba de intentar evitar beber el contenido del frasco que sostenía el enfermero. Vincent intentó agarrarle la cabeza de forma que se mantuviera en una posición en la que pudiera tragar, y alguien le agarró por la nariz para evitar que cerrara la boca. No supo quien, con todo el lio de manos y brazos a su alrededor. Por suerte, instantes más tarde, al fin el enfermero consiguió echar el contenido dentro de la boca del paciente, que tragó obligado por las circunstancias, y que poco a poco fue dejando de forcejar mientras se sumía en un sueño profundo.
- Que potente. Cualquiera diría que en ningún momento ha dado problemas-, comentó asombrado del efecto tan rápido que había tenido el líquido en el oficial. - Bueno, se me da mejor investigar que poner vendas. Soy experto en heridas, pero como suelo acabar yo herido pues es otra persona la que practica el vendaje-, bromeó. - Vayamos a ese almacén. Parece que está pasando algo raro con esas medicinas.
- Nos sería de mucha ayuda que encontraran el problema. Es frustrante no saber si habrá de lo que necesitamos o no en los armarios. Muchas vidas peligran por ello-, comentó el hombre, Marcus, según había nombrado la elfa. - El almacén principal está en la posada al principio de la calle. En los “Suspiros del desierto”. Níniel sabe dónde es, así que no tendrás problema para encontrarlo.
- Se dónde es. Pero como bien dices, sería muy estúpido si no hallara el local al ir con Níniel-, rió levemente. - Iremos a ver qué pasa. Hasta pronto-, se despidió de los enfermeros.
El lugar a donde había mandado a los gemelos perro la noche de la batalla. Podría considerarse una gran casualidad, aunque en realidad no lo era. Él conocía ese sitio porque era uno de los principales lugares elegidos para ser hospital antes de la batalla, uno de los sitios a donde mandar a los heridos. La batalla había sido tan costosa en vidas y malheridos que el local había sido muy poca cosa para ser el hospital, y se había usado toda la plaza y diversos edificios de esta para ello. Sin embargo, no dejaba de ser lógico, que esa posada escogida en primer lugar fuera el edificio principal de todo el complejo sanitario en el que se había convertido la zona.
No tardó en llegar hasta el lugar, y entró en él sin problemas al ir acompañado de la peliblanca. Ella era bien conocida, así que no tendría que estar dando explicaciones a cada paso mientras avanzaba por la posada.
Era grande, de mucha menos calidad que el local del que habían venido, aunque no era en absoluto de bajo nivel. Era bonita y muy espaciosa, motivo por el cual seguro que había sido elegida como el principal hospital de campaña en primera instancia. Si tuviera que apostar, diría que era un lugar perfecto para hospedarse en un viaje a Roilkat. Antes de que la guerra lo convirtiera en algo totalmente distinto de lo que había sido concebido originalmente.
Esa primera zona no era como el resto de hospitales de la zona, sino que estaba pensada como una especie de recepción de información, más zona de descanso de enfermeros y personal. Lo sabía perfectamente porque allí había ido al principio del día para preguntar por el sargento Ed y Philip. Aunque la información que tenían allí en realidad era escasa y a veces errónea. Eso también lo sabía en propia carne, pues había tenido que caminar mucho e ir preguntando a enfermeros y médicos por toda la plaza hasta poder dar con sus amigos. De todos modos no lo consideraba un fallo del personal de la posada. Era normal que eso pasara con tantos heridos, sobre todo teniendo que gestionar un lugar tan grande en plazo tan corto y casi sin recursos.
Avanzó hasta la parte trasera, y entró en lo que sería antiguamente la cocina. Las ollas estaba, sartenes y demás utensilios de cocina estaban colgados donde siempre se esperaba que estuvieran. No obstante, contrastaba con las camas improvisadas que llenaban la habitación, y que la convertían en otra ala de descanso para el personal. Uno más tranquilo que el que estaba justo en la sala de entrada.
No perdió el tiempo observando el sitio, y se encaminó a la escalera que llevaba al almacén de la posada. Ahora el principal almacén de medicinas del complejo hospitalario.
- ¿Esa puerta debería estar abierta? - preguntó en un susurro a su acompañante.
El brujo caminó con cautela, y nada más entrar en el almacén pudo ver que faltaban cosas. Se notaba por la disposición. Habían huecos aleatorios en las estanterías, cuando lo lógico sería que si no habían materiales para llenar toda la habitación, hubieran colocado la carga lo más cerca de las estanterías de la puerta. Por comodidad.
- Aquí pasa algo. Quédate aquí y vigila por si ver algo sospechoso-, comentó a la elfa en el mismo tono que antes.
Notaba que algo malo estaba pasando así que desenganchó la cuerda de seguridad de la guarda de su espada, y agarró el mango sin desenvainarla. Siguió avanzando con sigilo, en una postura con la que le sería sencillo atacar o defenderse, hasta que al final del almacén vio otra puerta entreabierta.
El rubio se armó de valor, y desenvainando su arma entró con fuerza, esperando encontrar a alguien en ella y sorprenderlo. Lo hizo. Encontró a alguien, aunque la sorpresa se la llevó él. Una mujer bestia estaba tirada en el suelo inconsciente, como si alguien la hubiera golpeado.
- Nín, rápido. Ven a ver esto-, comentó saliendo del cuarto, justo para ver de refilón una sombra. - ¡Eh alto…! -, le dio tiempo de decir mientras una estantería se le venía encima.
Intentó escapara pero fue inútil. La carga contenida en la estantería de madera cayó sobre él, así como el propio estante, que lo llevó contra el suelo con tremendo dolor. Por suerte no era tan grande como para aplastarlo y matarlo, pero si lo suficiente como para dejarlo atorado contra el suelo.
- ¡Maldito hijo de perra! ¡No corras! -, gritó como pudo desde el suelo, boca abajo con el peso del estante sobre su espalda.
Vinc agarró el mango de la espada, que había quedado tirada a escasos centímetros de su mano al perderla por el impacto, e intentó levantarse en vano. Era imposible, estaba atrapado.
Vincent Calhoun
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Re: Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
Níniel asintió ante las palabras de Marcus una vez éste supo que Vincent había aceptado ayudar a la joven peliblanca, dándole la razón. No le gustaba tener que ponerse a investigar qué había pasado con las medicinas que faltaban, o mejor dicho, no le gustaba abandonar sus deberes como sanadora para ponerse a jugar a los misterios, pero le gustaba aún menos abrir uno de los armaritos de los medicamentos y encontrarse con que no disponía de lo necesario para cumplir con su cometido. En aquella ocasión se podría decir que habían tenido suerte de disponer de los ingredientes y conocimientos para idear una alternativa rápida y eficaz, pero quizá la próxima los dioses no estuviesen dispuestos a ser tan benevolentes con sus errores.
-Avisaré abajo de que voy al almacén para que os ayuden con los pacientes en mi ausencia. Si puedes también manda a alguien a avisar a Frigilla, trataré de solucionar esto lo antes posible.- Le dijo la elfa a su compañero, sintiéndose mal por cargar sobre sus hombros el trabajo extra de tener que suplirla, especialmente después de haberse quedado dormida y no haber aparecido antes.
-Te lo agradezco. Y no te preocupes, puede que mis orejas no sean puntiagudas pero me las apañaré. Tú asegúrate de averiguar qué ha sucedido para que no vuelva a pasar. Sí un par de frascos casi nos cuestan una vida...- Respondió el hombre hinchando su abultado pecho con un orgullo exagerado y no totalmente impostado para luego retomar un semblante serio por las circunstancias.
Sin perder más tiempo Níniel siguió a Vincent fuera de la habitación y bajaron las elaboradas escaleras talladas hasta la planta principal de aquel lugar acondicionado en hospital, deteniéndose únicamente para cumplir lo acordado con Marcus y comunicar al personal médico de aquella planta que echaran una mano con los pacientes del primer piso ya que ellos tenían que salir. Algo que no sentó muy bien a Maximiliana, una veterana sanadora cuyo agrío humor era bien conocido por todos, tanto como respetadas sus habilidades. La anciana comenzó a farfullar con evidente mal humor, mencionando varias veces la falta de compromiso de los jóvenes con la causa, al menos hasta que la escueta explicación de la joven llegó a la parte de los medicamentos desaparecidos, momento en el que su tono cambió radicalmente. Aceptó ayudar de buen grado y más aún, les deseó buena suerte ante un sorprendido Pietro que no pudo evitar enarcar una ceja más de lo que la peliblanca consideraba humanamente posible. Por lo visto a ella también le habían desaparecido algunas cosas, una gran cantidad de un potingue de su invención que usaba para cicatrizar heridas y que Níniel recordaba por su nauseabundo olor a pescado podrido. La lista de objetos desaparecidos aumentaba...Aunque lo cierto era que si aquel producto pringoso y asqueroso no aparecía...Mejor.
Tras aquello se apresuraron a llegar hasta la posada cruzando nuevamente la plaza, atajando por entre las tiendas de lona en aquella ocasión para ahorrar algo de tiempo. Fue una decisión que no tardó en demostrarse acertada, no solo por ahorrarse unos escasos minutos, si no porque mientras caminaban a buen paso por entre las improvisadas carpas no dejaron de oír algunos comentarios interesantes sobre carestía de algunos suministros importantes. Cierto era que en ningún momento les habían sobrado y muchas veces habían tenido que apañárselas con lo justo y menos, pero escuchar de nuevo la palabra "inhibis" relacionada con ello...
-Otra vez, inhibis. Parece que no es solo un problema en en la mansión secreta...¿Qué está pasando?.- Preguntó a su compañero la joven elfa aunque sin aminorar su paso. Era imposible que fueran escasos de aquella sustancia en todo el lugar, ni siquiera en el primer día tras la batalla bajaron tan rápido las existencias.
Llegaron hasta la posada de "los suspiros del desierto", otro típico nombre humano raro para un lugar como aquel pues el desierto no suspiraba, de hecho nadie suspiraba allí, y enseguida fueron recibidos por una atareada Miriam que a pesar de parecer hasta arriba de trabajo no dudó en recibir a su compañera de viaje con una cálida sonrisa.
-Níniel, qué rápido has vuelto. Frigilla te estaba buscando ¿la has visto?.- Preguntó mientras se fijaba en el acompañante de la elfa y lo miraba de arriba a abajo con muy poco disimulo.
-Sí, pero ahora necesito dar con K´rry. Es muy importante.- Respondió la joven pasando a resumir muy por encima la situación, al ser la encargada del principal punto de información tenerla al tanto podía resultar especialmente ventajoso.
-K´rry está detrás, en el almacén. Parecía enfadada cuando pasó por aquí hace un rato...O eso creo. Cuesta saberlo con esa naricita tan mona...Espera. ¿No me presentas a tu amigo?- Acabó la frase con Vincent y Níniel ya dirigiéndose a la parte trasera del edificio con evidente prisa.
-Luego, tenemos que apresurarnos.- Respondió la peliblanca antes de cruzar la puerta y dedicándole una leve sonrisa para que no se lo tomara mal. Era una chica agradable a pesar de sus constantes bromas e insinuaciones con respecto al género masculino. Quizá debiera presentársela a Philip, harían buena pareja.
Pasaron por las cocinas, que ya no servían guisos y estofados si no que se usaban para hervir agua en grandes ollas para lavar sábanas, limpiar material médico y alquímico además de servir como improvisado lugar de descanso algo más tranquilo que otras partes del lugar, y desde allí no tardaron en llegar hasta la entrada del almacén, cuyas puertas estaban entreabiertas de una forma bastante extraña y a través de las cuales se oían unos ruidos algo extraños, como de objetos golpeando el suelo por el poco cuidado de alguien.
-No. Debería estar cerrada. Solo pueden quedar abiertas para cargar y descargar pero entonces siempre hay un par de soldados cerca para asegurarse de que no se cuela nadie.- Advirtió a Vincent para que avanzara con cautela a sabiendas de que parecía estar ocurriendo algo irregular. La joven esperaba que solo se tratase de algún voluntario novato o algo por el estilo pero...
Nada más entrar, imitando los cuidados movimientos de Vincent y aprestando su bastón para poder hacer frente a un posible problema que lo requiriera, Níniel no pudo evitar fruncir el ceño ante lo que vio con sus ojos de elfa. Todo el lugar parecía haber sido saqueado y no era el caso de que se hubiera usado todo lo que allí faltaba. Había cosas por el suelo, y en los estantes, mientras que algunos objetos parecían no haber sido tocados siquiera pues se mantenían ordenados y sin huecos entre ellos, otros parecían haber sido vaciados por completo y a toda prisa a juzgar por los restos en el suelo del almacén. Todo parecía señalar a qué alguien se había llevado ciertas cosas en concreto y dejado otras por alguna razón, un comportamiento atípico para un ladrón...o varios viendo la cantidad de cosas que parecían faltar de las baldas.
-Vale, pero ten cuidado...- Dijo al brujo y aceptando quedarse rezagada y vigilante, dividiendo su atención entre la puerta por la que habían entrado y la zona a su alrededor, aunque sin ver ni oír nada raro por allí. Aprovechando que parecía estar tranquilo la elfa se agachó con cuidado para observar más de cerca algunos de los restos de cristal roto y sustancias derramadas que había por el suelo. Trataba de ver si podía reconocer qué habían contenido aquellos viales rotos y si podía averiguar por lo tanto qué había antes en un estante ya vació en esos momentos...No tuvo más que oler con un poco de cuidado para saberlo. No podía ser coincidencia.
Acababa de incorporarse de nuevo cuando la voz de Vincent la sobresaltó instándola a seguir sus pasos a través del almacén pues parecía haber dado con algo importante. No obstante los gritos posteriores, algunos de ellos de dolor, la hicieron empezar a correr tras crear una pequeña esfera de luz que la acompañaba durante su carrera para de ese modo ver mejor y evitar tropezar con alguna cosa. -!Vincent! ¿Estás bien?. ¿Qué ha pasado?.- Preguntaba mientras se acercaba al origen de voz, dejando de gritar al ver, o creer ver, una figura moviéndose entre las sombras y luego el sonido de un portazo. No llegó a poder iluminar a aquel sujeto con su luz pero le pareció dilucidar en su silueta unas largas orejas, unas orejas de conejo. -K´rry...- Murmuró para sí misma antes de retomar su carrera y llegar finalmente al lugar donde Vincent se hallaba.
-¿Estás bien?...¿Qué ha pasado?. Acabo de ver una figura con orejas de conejo entre las sombras...¿Has visto si...?- No pudo terminar esa última pregunta pues al mirar alrededor para ver si podía encontrar algo que hacer servir como palanca para sacar al brujo de debajo de los estantes pudo ver el cuerpo tendido en el suelo de K'rry, inconsciente y con sangre en la cabeza, una herida por arma contundente parecía. -Pero sí K'rry esta...¿Quién era aquella persona?.- Murmuró un instante antes de desechar por el momento aquellos pensamientos de su cabeza para centrarse en sacar de allí a Vincent y atender a la mujer-bestia. -Espera un poco, ahora mismo te saco.- Intentó tranquilizar al brujo tras unos instantes de búsqueda infructuosa y de tratar de pedir ayuda a gritos. Sin algo así ella sola no sería capaz de levantar tanto peso.
Dado que no podía mover las estanterías se acercó hasta el cuerpo inerte de K´rry y comenzó a usar su magia de sanación sobre ella para despertarla. El golpe en su cabeza era feo, pero incluso sin tratamiento no era mortal, por lo que con sus habilidades curativas no tardó en despertar, confusa pero totalmente recuperada.
-¿Nín?. ¿Qué ha pasado?...¿Por qué estoy en el suelo?.-Preguntó mirando alrededor, levantándose y agitando la cabeza de un lado a otro para despejarse, moviendo con ellos también sus largas orejas de forma adorable. En ese momento se fijó en Vincent y lo miró con curiosidad. -Tú no tienes permiso para estar aquí. ¿Quién eres y qué haces con mis estanteri...?. !Mis estanterías!. Pero, pero...¿Dónde están todas las cosas?. !Ladrones!...Nín ¿que ha pasado?.- Preguntó alterada y comenzando a andar nerviosa en círculos a toda velocidad, lanzando miradas hacia los estantes vacíos y murmurando para sí misma que aquello no estaba bien y quejándose amargamente de haber dejado que le robaran.
-Eso mismo me gustaría saber a mi. No solo faltan cosas aquí, faltan incluso en los armarios de las tiendas de lona y hasta en "la mansión secreta". Por eso hemos venido...Parece que tenemos un serio problema de ratas. Te pondremos al corriente pero antes...Ayúdame a quitarle esto de encima a Vincent.- Propuso la joven elfa y logrando el asentimiento de la mujer-bestia que confiaba en su palabra.
K´rry se acercó hasta el brujo y se tumbó en el suelo a su lado boca arriba, dobló sus potentes piernas y las colocó bajo el estante, apoyándolas en una de las baldas para acto seguido comenzar a empujar hacia arriba con ellas y logrando levantar la pesada carga sin aparentemente mucho esfuerzo. Finalmente con un último empujón terminó de retirar los estantes apartándolo a un lado y levantándose del suelo con un acrobático salto.
-Eres un poco flojo. Nín es una dama del bosque...¿Pero cuál es tu excusa para tener tan poca fuerza en esas piernuchas?- Le preguntó descaradamente una vez aquel problema estuvo resuelto, acercando su rostro al del brujo y estudiándolo con atención con sus grandes ojos, moviendo la naricilla hasta el punto de casi frotarla contra la piel del alquimista y comenzando a moverse a su alrededor sin parar.
-Gracias K´rry. ¿Estás bien Vincent? ¿Te duele algo?.- Hizo una leve pausa en la cual se acercó al brujo para comprobar muy de cerca que realmente estuviera bien y tras aquello volvió a mirar a la mujer-bestia, comenzando a narrarle todo lo sucedido hasta haberla encontrado allí tirada.
-Avisaré abajo de que voy al almacén para que os ayuden con los pacientes en mi ausencia. Si puedes también manda a alguien a avisar a Frigilla, trataré de solucionar esto lo antes posible.- Le dijo la elfa a su compañero, sintiéndose mal por cargar sobre sus hombros el trabajo extra de tener que suplirla, especialmente después de haberse quedado dormida y no haber aparecido antes.
-Te lo agradezco. Y no te preocupes, puede que mis orejas no sean puntiagudas pero me las apañaré. Tú asegúrate de averiguar qué ha sucedido para que no vuelva a pasar. Sí un par de frascos casi nos cuestan una vida...- Respondió el hombre hinchando su abultado pecho con un orgullo exagerado y no totalmente impostado para luego retomar un semblante serio por las circunstancias.
Sin perder más tiempo Níniel siguió a Vincent fuera de la habitación y bajaron las elaboradas escaleras talladas hasta la planta principal de aquel lugar acondicionado en hospital, deteniéndose únicamente para cumplir lo acordado con Marcus y comunicar al personal médico de aquella planta que echaran una mano con los pacientes del primer piso ya que ellos tenían que salir. Algo que no sentó muy bien a Maximiliana, una veterana sanadora cuyo agrío humor era bien conocido por todos, tanto como respetadas sus habilidades. La anciana comenzó a farfullar con evidente mal humor, mencionando varias veces la falta de compromiso de los jóvenes con la causa, al menos hasta que la escueta explicación de la joven llegó a la parte de los medicamentos desaparecidos, momento en el que su tono cambió radicalmente. Aceptó ayudar de buen grado y más aún, les deseó buena suerte ante un sorprendido Pietro que no pudo evitar enarcar una ceja más de lo que la peliblanca consideraba humanamente posible. Por lo visto a ella también le habían desaparecido algunas cosas, una gran cantidad de un potingue de su invención que usaba para cicatrizar heridas y que Níniel recordaba por su nauseabundo olor a pescado podrido. La lista de objetos desaparecidos aumentaba...Aunque lo cierto era que si aquel producto pringoso y asqueroso no aparecía...Mejor.
Tras aquello se apresuraron a llegar hasta la posada cruzando nuevamente la plaza, atajando por entre las tiendas de lona en aquella ocasión para ahorrar algo de tiempo. Fue una decisión que no tardó en demostrarse acertada, no solo por ahorrarse unos escasos minutos, si no porque mientras caminaban a buen paso por entre las improvisadas carpas no dejaron de oír algunos comentarios interesantes sobre carestía de algunos suministros importantes. Cierto era que en ningún momento les habían sobrado y muchas veces habían tenido que apañárselas con lo justo y menos, pero escuchar de nuevo la palabra "inhibis" relacionada con ello...
-Otra vez, inhibis. Parece que no es solo un problema en en la mansión secreta...¿Qué está pasando?.- Preguntó a su compañero la joven elfa aunque sin aminorar su paso. Era imposible que fueran escasos de aquella sustancia en todo el lugar, ni siquiera en el primer día tras la batalla bajaron tan rápido las existencias.
Llegaron hasta la posada de "los suspiros del desierto", otro típico nombre humano raro para un lugar como aquel pues el desierto no suspiraba, de hecho nadie suspiraba allí, y enseguida fueron recibidos por una atareada Miriam que a pesar de parecer hasta arriba de trabajo no dudó en recibir a su compañera de viaje con una cálida sonrisa.
-Níniel, qué rápido has vuelto. Frigilla te estaba buscando ¿la has visto?.- Preguntó mientras se fijaba en el acompañante de la elfa y lo miraba de arriba a abajo con muy poco disimulo.
-Sí, pero ahora necesito dar con K´rry. Es muy importante.- Respondió la joven pasando a resumir muy por encima la situación, al ser la encargada del principal punto de información tenerla al tanto podía resultar especialmente ventajoso.
-K´rry está detrás, en el almacén. Parecía enfadada cuando pasó por aquí hace un rato...O eso creo. Cuesta saberlo con esa naricita tan mona...Espera. ¿No me presentas a tu amigo?- Acabó la frase con Vincent y Níniel ya dirigiéndose a la parte trasera del edificio con evidente prisa.
-Luego, tenemos que apresurarnos.- Respondió la peliblanca antes de cruzar la puerta y dedicándole una leve sonrisa para que no se lo tomara mal. Era una chica agradable a pesar de sus constantes bromas e insinuaciones con respecto al género masculino. Quizá debiera presentársela a Philip, harían buena pareja.
Pasaron por las cocinas, que ya no servían guisos y estofados si no que se usaban para hervir agua en grandes ollas para lavar sábanas, limpiar material médico y alquímico además de servir como improvisado lugar de descanso algo más tranquilo que otras partes del lugar, y desde allí no tardaron en llegar hasta la entrada del almacén, cuyas puertas estaban entreabiertas de una forma bastante extraña y a través de las cuales se oían unos ruidos algo extraños, como de objetos golpeando el suelo por el poco cuidado de alguien.
-No. Debería estar cerrada. Solo pueden quedar abiertas para cargar y descargar pero entonces siempre hay un par de soldados cerca para asegurarse de que no se cuela nadie.- Advirtió a Vincent para que avanzara con cautela a sabiendas de que parecía estar ocurriendo algo irregular. La joven esperaba que solo se tratase de algún voluntario novato o algo por el estilo pero...
Nada más entrar, imitando los cuidados movimientos de Vincent y aprestando su bastón para poder hacer frente a un posible problema que lo requiriera, Níniel no pudo evitar fruncir el ceño ante lo que vio con sus ojos de elfa. Todo el lugar parecía haber sido saqueado y no era el caso de que se hubiera usado todo lo que allí faltaba. Había cosas por el suelo, y en los estantes, mientras que algunos objetos parecían no haber sido tocados siquiera pues se mantenían ordenados y sin huecos entre ellos, otros parecían haber sido vaciados por completo y a toda prisa a juzgar por los restos en el suelo del almacén. Todo parecía señalar a qué alguien se había llevado ciertas cosas en concreto y dejado otras por alguna razón, un comportamiento atípico para un ladrón...o varios viendo la cantidad de cosas que parecían faltar de las baldas.
-Vale, pero ten cuidado...- Dijo al brujo y aceptando quedarse rezagada y vigilante, dividiendo su atención entre la puerta por la que habían entrado y la zona a su alrededor, aunque sin ver ni oír nada raro por allí. Aprovechando que parecía estar tranquilo la elfa se agachó con cuidado para observar más de cerca algunos de los restos de cristal roto y sustancias derramadas que había por el suelo. Trataba de ver si podía reconocer qué habían contenido aquellos viales rotos y si podía averiguar por lo tanto qué había antes en un estante ya vació en esos momentos...No tuvo más que oler con un poco de cuidado para saberlo. No podía ser coincidencia.
Acababa de incorporarse de nuevo cuando la voz de Vincent la sobresaltó instándola a seguir sus pasos a través del almacén pues parecía haber dado con algo importante. No obstante los gritos posteriores, algunos de ellos de dolor, la hicieron empezar a correr tras crear una pequeña esfera de luz que la acompañaba durante su carrera para de ese modo ver mejor y evitar tropezar con alguna cosa. -!Vincent! ¿Estás bien?. ¿Qué ha pasado?.- Preguntaba mientras se acercaba al origen de voz, dejando de gritar al ver, o creer ver, una figura moviéndose entre las sombras y luego el sonido de un portazo. No llegó a poder iluminar a aquel sujeto con su luz pero le pareció dilucidar en su silueta unas largas orejas, unas orejas de conejo. -K´rry...- Murmuró para sí misma antes de retomar su carrera y llegar finalmente al lugar donde Vincent se hallaba.
-¿Estás bien?...¿Qué ha pasado?. Acabo de ver una figura con orejas de conejo entre las sombras...¿Has visto si...?- No pudo terminar esa última pregunta pues al mirar alrededor para ver si podía encontrar algo que hacer servir como palanca para sacar al brujo de debajo de los estantes pudo ver el cuerpo tendido en el suelo de K'rry, inconsciente y con sangre en la cabeza, una herida por arma contundente parecía. -Pero sí K'rry esta...¿Quién era aquella persona?.- Murmuró un instante antes de desechar por el momento aquellos pensamientos de su cabeza para centrarse en sacar de allí a Vincent y atender a la mujer-bestia. -Espera un poco, ahora mismo te saco.- Intentó tranquilizar al brujo tras unos instantes de búsqueda infructuosa y de tratar de pedir ayuda a gritos. Sin algo así ella sola no sería capaz de levantar tanto peso.
Dado que no podía mover las estanterías se acercó hasta el cuerpo inerte de K´rry y comenzó a usar su magia de sanación sobre ella para despertarla. El golpe en su cabeza era feo, pero incluso sin tratamiento no era mortal, por lo que con sus habilidades curativas no tardó en despertar, confusa pero totalmente recuperada.
-¿Nín?. ¿Qué ha pasado?...¿Por qué estoy en el suelo?.-Preguntó mirando alrededor, levantándose y agitando la cabeza de un lado a otro para despejarse, moviendo con ellos también sus largas orejas de forma adorable. En ese momento se fijó en Vincent y lo miró con curiosidad. -Tú no tienes permiso para estar aquí. ¿Quién eres y qué haces con mis estanteri...?. !Mis estanterías!. Pero, pero...¿Dónde están todas las cosas?. !Ladrones!...Nín ¿que ha pasado?.- Preguntó alterada y comenzando a andar nerviosa en círculos a toda velocidad, lanzando miradas hacia los estantes vacíos y murmurando para sí misma que aquello no estaba bien y quejándose amargamente de haber dejado que le robaran.
-Eso mismo me gustaría saber a mi. No solo faltan cosas aquí, faltan incluso en los armarios de las tiendas de lona y hasta en "la mansión secreta". Por eso hemos venido...Parece que tenemos un serio problema de ratas. Te pondremos al corriente pero antes...Ayúdame a quitarle esto de encima a Vincent.- Propuso la joven elfa y logrando el asentimiento de la mujer-bestia que confiaba en su palabra.
K´rry se acercó hasta el brujo y se tumbó en el suelo a su lado boca arriba, dobló sus potentes piernas y las colocó bajo el estante, apoyándolas en una de las baldas para acto seguido comenzar a empujar hacia arriba con ellas y logrando levantar la pesada carga sin aparentemente mucho esfuerzo. Finalmente con un último empujón terminó de retirar los estantes apartándolo a un lado y levantándose del suelo con un acrobático salto.
-Eres un poco flojo. Nín es una dama del bosque...¿Pero cuál es tu excusa para tener tan poca fuerza en esas piernuchas?- Le preguntó descaradamente una vez aquel problema estuvo resuelto, acercando su rostro al del brujo y estudiándolo con atención con sus grandes ojos, moviendo la naricilla hasta el punto de casi frotarla contra la piel del alquimista y comenzando a moverse a su alrededor sin parar.
-Gracias K´rry. ¿Estás bien Vincent? ¿Te duele algo?.- Hizo una leve pausa en la cual se acercó al brujo para comprobar muy de cerca que realmente estuviera bien y tras aquello volvió a mirar a la mujer-bestia, comenzando a narrarle todo lo sucedido hasta haberla encontrado allí tirada.
- K´rry:
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Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
El dolor no era especialmente grave, solo sentía su cuerpo atrapado y sin poder moverlo. Al menos una parte de este. Movía bien una pierna y un brazo, pero las otras dos extremidades habían quedado atoradas bajo el peso de la estantería y los objetos. Por fortuna de un modo que no lo había aplastado y matado, o dejándolo lisiado.
- Estoy bien, pero no puedo moverme-, contestó a la elfa tranquilo, para no alarmarla. - Bueno, salvo en el orgullo-, rió resignado. - Alguien me ha tirado esta estantería encima antes de salir corriendo. Pero no te preocupes, de aquí no me moveré. Eso te lo aseguro-, bromeó.
El brujo escuchó como la elfa pedía ayuda a gritos, esperando una respuesta favorable. Pero fue en vano. Nadia acudió en su auxilio, algo que imaginaba que así sería. Las únicas personas que habían visto al entrar estaban en la zona de la recepción. No había nadie en la antigua cocina. Que era el único sitio al que quizás podrían haber llegado los gritos de Níniel. Sobre todo teniendo en cuenta que ahora la puerta cerrada, pues desde su posición había oído perfectamente el portazo de esta al cerrarse. En aquel momento no sabía que había pasado, pero después de escuchar la voz de la sacerdotisa por primera vez, y ver como se acercaba hasta él, tuvo la certeza que el ruido de la puerta lo había provocado el tipo que le había tirado al estantería encima antes de salir corriendo.
Vinc intentó levantarse una vez más al pasar un tiempo desde que la elfa se alejara de él. Sabía que la peliblanca encontraría una solución tarde o temprano, aunque fuera salir de la habitación para buscar ayuda. Sin embargo, se sentía impotente bajo aquella masa de trastos. Tanto, que no podía dejar de probar escapar por su cuenta antes de esperar por un rescate.
- ¿Permiso para estar aquí? Aquí donde. ¿En esta habitación, o debajo de toda esta montaña de cosas? - contestó irónico a la mujer bestia cuando apareció con Níniel.
Como si importara ahora mismo que tuviera permisos para estar en el almacén. En fin, era mejor que se guardara esa opinión en la mente para no crear una disputa innecesaria. Ya tenía bastante con haber quedado atrapado de una manera tan estúpida.
E hizo bien. La mujer bestia pasó a emplear sus esfuerzos en liberarlo de la montaña de cajas de medicinas, en vez de seguir malgastándolos en hablar sobre lo sucedido. Ya habría tiempo para ello en cuanto dejara de ser cautivo por la estantería. No tardó en llegar ese momento, pues K´rry demostró que tenía una gran fuerza.
- Pues será debido a mi vida en la ciudad-, comentó enarcando una ceja ante el escrutinio tan cercano de la mujer en cuanto estuvo erguido. - Parece que me he vuelto un flojo por ello-, terminó de decir.
Era la primera chorrada que se le había ocurrido decir. Algo que nadie en sus cabales creería, y que lo tomaría como una broma. No obstante, la chica bestia pareció sentirse conforme con ello.
- ¿Seguro? ¿No me tomas el pelo? - preguntó sin dejar de mover la nariz inquieta a escasos centímetros de su cara. - Deberías salir más de esa ciudad. No te está haciendo ningún bien. Oh, Níniel. Que desastre. Faltan muchas cosas y está todo esto tirado. Me matarán. Es todo culpa mía-, dijo la joven acercándose esta vez a la sacerdotisa.
Aunque sin perder sus formas. Con esa sensación de nerviosismo constante que parecía siempre acompañarla.
- Eso lo puedo explicar yo. El destrozo al menos. Tanto Níniel como yo, nos hemos acercado al almacén porque hay escasez de inhibis en el hospital. En general, en varios departamentos y sin razón aparente-, comenzó explicando los motivos para que estuvieran allí. - Nada más llegar nos percatamos de que algo malo pasaba. Yo me adelanté para inspeccionar el lugar mientras Nín esperaba un poco detrás, vigilando. Así fue como te encontré tirada en aquí-, señaló el cuarto de al lado. - Pero cuando avisaba a Nín para que viniera a auxiliarte vi pro el rabillo del ojo a alguien. No pudo ver de quien se trataba. Ni siquiera de su raza o sexo. Pues nada más verlo, una estantería entera se vino sobre mí. Evidentemente lanzada por este sujeto. El resto ya lo sabes. Níniel al no poder sacarme de aquí se centró en curarte y llegamos a este punto-, terminó de explicar.
La señorita coneja comenzó a dar vueltas en círculos nerviosa, mucho más nerviosa sin dejar de farfullar palabras de lamento y culpabilidad.
- Oh, dioses. Todo es por mi culpa. Debí saber que esto pasaría-, comentaba sin dejar de caminar.
Vinc miró a Níniel por intentar comprender si eso pasaba a menudo. A lo mejor K´rry tenía episodios como ese de vez en cuando. Ya era bastante hiperactiva, y una situación de estrés podía ocasionarle una sobre excitación. Aunque en sus palabras intuía algo más. El brujo le hizo una indicación a la sacerdotisa para que se acercara a la mujer bestia y la tranquilizara.
- ¿Qué ocurre? ¿Cómo podría ser culpa tuya que alguien robara en el almacén? - dejó un tiempo para que la elfa pudiera calmarla un poco. - Salvo que conocieras a la persona que lo haya hecho-, dijo finalmente, intentando no sonar demasiado acusador.
- Yo no he tenido nada que ver-, dijo muy nerviosa y alterada, sin dejar de moverse inquieta.
- No he dicho eso. Solo he dicho que algo me dice que conoces a quien lo haya hecho-, comentó conciliador. Acercándose y agarrando a mujer bestia por un hombro con tacto. - Eh, tranquila, estoy seguro de que no has tenido nada que ver-, le sonrió. - Te preocupas demasiado por el orden en este almacén como para ello. Sin duda eres una gran ayuda para este hospital.
La mujer se tranquilizó un poco, pero no dejó de rumiar sus palabras. Siendo una sucesión de susurros ininteligibles, uno tras otro.
- Por eso es culpa mía…-, dijo finalmente en un susurro más alto que si se pudo entender.
- Eh, eh. Ya te he dicho que no es culpa tuya. No te culpes más. ¿Conoces a la persona que ha hecho esto verdad? - siguió hablando en tono amable.
- Sí…-, comentó compungida. - Sabía que pasaría nada más verle. Hace dos días apareció. Me abordó mientras tiraba basura en el callejón trasero. Cuando vi su silueta salir por la puerta del edificio de al lado casi se me paraliza el corazón-, miró al suelo. - Me dijo que había venido solo por verme. Para asegurarse de que estaba bien después de tantos años sin verme. Pero yo sabía que no era así, que solo quería sacar tajada sin importarle el sufrimiento de los demás. Siempre ha sido así-, comentó con tristeza. - Es mi primo. Nos criamos juntos y parece que nunca cambiará. En cuanto vi que faltaban cosas supe que era él. No podía ser casualidad-, se acarició la cabeza. - ¿Crees que ha sido quien me ha golpeado? - preguntó sin perder la tristeza.
- Así me temo-, dijo algo contagiado por el pesar de la mujer. - No te preocupes. Tú no eres como él-, dijo más animado, dándole un toque amistoso en el mentón. - Dices que te abordó en el callejón trasero. Que salió de un edificio cercano.
- Así es. Estuvimos hablando. Me fié del él. Sinceramente parecía otro. Se interesó por mi labor en el hospital y estuvimos hablando un buen rato mientras comía en mi turno libre-, suspiró. - Ahora veo que solo era una trampa para conocer más detalles de este almacén. Hay cosas realmente valiosas en él.
- No pasa nada. Es comprensible. Pero no te lamentes. Lo encontraremos. Creo que es buena idea ir a ese edificio a ver qué pistas podemos encontrar de su paradero-, comentó resolutivo. - ¿Qué os parece chicas? ¿Se animan a continuar con esta investigación? - preguntó de manera retórica con una sonrisa.
No hacía falta que contestaran. Sabía que irían, pero quería animarlas con sus palabras. Sobre todo a K´rry.
Vincent recogió la espada que había dejado tirada en el suelo y la envainó antes de ponerse en marcha. La mujer bestia los llevaría a ese lugar desde el que podrían continuar la persecución del ladrón. O de los ladrones, ya que no creía que algo así fuera solo cosa de uno. Necesitaría ayuda para sacar el material de la ciudad. Al menos si el rastro seguía intacto. Esperaba que fuera así. No quería perder la oportunidad de atrapar a unos ladrones que se aprovechaban de esa manera del sufrimiento de personas que había luchado por salvar su ciudad. Sin importar que en el proceso murieran por falta de medicinas. Así como de alguien que podía usar a su prima de ese modo, dejándola con la culpa de todo lo sucedido.
Estaba desando poder echarle el guante a tremendo elemento.
- Estoy bien, pero no puedo moverme-, contestó a la elfa tranquilo, para no alarmarla. - Bueno, salvo en el orgullo-, rió resignado. - Alguien me ha tirado esta estantería encima antes de salir corriendo. Pero no te preocupes, de aquí no me moveré. Eso te lo aseguro-, bromeó.
El brujo escuchó como la elfa pedía ayuda a gritos, esperando una respuesta favorable. Pero fue en vano. Nadia acudió en su auxilio, algo que imaginaba que así sería. Las únicas personas que habían visto al entrar estaban en la zona de la recepción. No había nadie en la antigua cocina. Que era el único sitio al que quizás podrían haber llegado los gritos de Níniel. Sobre todo teniendo en cuenta que ahora la puerta cerrada, pues desde su posición había oído perfectamente el portazo de esta al cerrarse. En aquel momento no sabía que había pasado, pero después de escuchar la voz de la sacerdotisa por primera vez, y ver como se acercaba hasta él, tuvo la certeza que el ruido de la puerta lo había provocado el tipo que le había tirado al estantería encima antes de salir corriendo.
Vinc intentó levantarse una vez más al pasar un tiempo desde que la elfa se alejara de él. Sabía que la peliblanca encontraría una solución tarde o temprano, aunque fuera salir de la habitación para buscar ayuda. Sin embargo, se sentía impotente bajo aquella masa de trastos. Tanto, que no podía dejar de probar escapar por su cuenta antes de esperar por un rescate.
- ¿Permiso para estar aquí? Aquí donde. ¿En esta habitación, o debajo de toda esta montaña de cosas? - contestó irónico a la mujer bestia cuando apareció con Níniel.
Como si importara ahora mismo que tuviera permisos para estar en el almacén. En fin, era mejor que se guardara esa opinión en la mente para no crear una disputa innecesaria. Ya tenía bastante con haber quedado atrapado de una manera tan estúpida.
E hizo bien. La mujer bestia pasó a emplear sus esfuerzos en liberarlo de la montaña de cajas de medicinas, en vez de seguir malgastándolos en hablar sobre lo sucedido. Ya habría tiempo para ello en cuanto dejara de ser cautivo por la estantería. No tardó en llegar ese momento, pues K´rry demostró que tenía una gran fuerza.
- Pues será debido a mi vida en la ciudad-, comentó enarcando una ceja ante el escrutinio tan cercano de la mujer en cuanto estuvo erguido. - Parece que me he vuelto un flojo por ello-, terminó de decir.
Era la primera chorrada que se le había ocurrido decir. Algo que nadie en sus cabales creería, y que lo tomaría como una broma. No obstante, la chica bestia pareció sentirse conforme con ello.
- ¿Seguro? ¿No me tomas el pelo? - preguntó sin dejar de mover la nariz inquieta a escasos centímetros de su cara. - Deberías salir más de esa ciudad. No te está haciendo ningún bien. Oh, Níniel. Que desastre. Faltan muchas cosas y está todo esto tirado. Me matarán. Es todo culpa mía-, dijo la joven acercándose esta vez a la sacerdotisa.
Aunque sin perder sus formas. Con esa sensación de nerviosismo constante que parecía siempre acompañarla.
- Eso lo puedo explicar yo. El destrozo al menos. Tanto Níniel como yo, nos hemos acercado al almacén porque hay escasez de inhibis en el hospital. En general, en varios departamentos y sin razón aparente-, comenzó explicando los motivos para que estuvieran allí. - Nada más llegar nos percatamos de que algo malo pasaba. Yo me adelanté para inspeccionar el lugar mientras Nín esperaba un poco detrás, vigilando. Así fue como te encontré tirada en aquí-, señaló el cuarto de al lado. - Pero cuando avisaba a Nín para que viniera a auxiliarte vi pro el rabillo del ojo a alguien. No pudo ver de quien se trataba. Ni siquiera de su raza o sexo. Pues nada más verlo, una estantería entera se vino sobre mí. Evidentemente lanzada por este sujeto. El resto ya lo sabes. Níniel al no poder sacarme de aquí se centró en curarte y llegamos a este punto-, terminó de explicar.
La señorita coneja comenzó a dar vueltas en círculos nerviosa, mucho más nerviosa sin dejar de farfullar palabras de lamento y culpabilidad.
- Oh, dioses. Todo es por mi culpa. Debí saber que esto pasaría-, comentaba sin dejar de caminar.
Vinc miró a Níniel por intentar comprender si eso pasaba a menudo. A lo mejor K´rry tenía episodios como ese de vez en cuando. Ya era bastante hiperactiva, y una situación de estrés podía ocasionarle una sobre excitación. Aunque en sus palabras intuía algo más. El brujo le hizo una indicación a la sacerdotisa para que se acercara a la mujer bestia y la tranquilizara.
- ¿Qué ocurre? ¿Cómo podría ser culpa tuya que alguien robara en el almacén? - dejó un tiempo para que la elfa pudiera calmarla un poco. - Salvo que conocieras a la persona que lo haya hecho-, dijo finalmente, intentando no sonar demasiado acusador.
- Yo no he tenido nada que ver-, dijo muy nerviosa y alterada, sin dejar de moverse inquieta.
- No he dicho eso. Solo he dicho que algo me dice que conoces a quien lo haya hecho-, comentó conciliador. Acercándose y agarrando a mujer bestia por un hombro con tacto. - Eh, tranquila, estoy seguro de que no has tenido nada que ver-, le sonrió. - Te preocupas demasiado por el orden en este almacén como para ello. Sin duda eres una gran ayuda para este hospital.
La mujer se tranquilizó un poco, pero no dejó de rumiar sus palabras. Siendo una sucesión de susurros ininteligibles, uno tras otro.
- Por eso es culpa mía…-, dijo finalmente en un susurro más alto que si se pudo entender.
- Eh, eh. Ya te he dicho que no es culpa tuya. No te culpes más. ¿Conoces a la persona que ha hecho esto verdad? - siguió hablando en tono amable.
- Sí…-, comentó compungida. - Sabía que pasaría nada más verle. Hace dos días apareció. Me abordó mientras tiraba basura en el callejón trasero. Cuando vi su silueta salir por la puerta del edificio de al lado casi se me paraliza el corazón-, miró al suelo. - Me dijo que había venido solo por verme. Para asegurarse de que estaba bien después de tantos años sin verme. Pero yo sabía que no era así, que solo quería sacar tajada sin importarle el sufrimiento de los demás. Siempre ha sido así-, comentó con tristeza. - Es mi primo. Nos criamos juntos y parece que nunca cambiará. En cuanto vi que faltaban cosas supe que era él. No podía ser casualidad-, se acarició la cabeza. - ¿Crees que ha sido quien me ha golpeado? - preguntó sin perder la tristeza.
- Así me temo-, dijo algo contagiado por el pesar de la mujer. - No te preocupes. Tú no eres como él-, dijo más animado, dándole un toque amistoso en el mentón. - Dices que te abordó en el callejón trasero. Que salió de un edificio cercano.
- Así es. Estuvimos hablando. Me fié del él. Sinceramente parecía otro. Se interesó por mi labor en el hospital y estuvimos hablando un buen rato mientras comía en mi turno libre-, suspiró. - Ahora veo que solo era una trampa para conocer más detalles de este almacén. Hay cosas realmente valiosas en él.
- No pasa nada. Es comprensible. Pero no te lamentes. Lo encontraremos. Creo que es buena idea ir a ese edificio a ver qué pistas podemos encontrar de su paradero-, comentó resolutivo. - ¿Qué os parece chicas? ¿Se animan a continuar con esta investigación? - preguntó de manera retórica con una sonrisa.
No hacía falta que contestaran. Sabía que irían, pero quería animarlas con sus palabras. Sobre todo a K´rry.
Vincent recogió la espada que había dejado tirada en el suelo y la envainó antes de ponerse en marcha. La mujer bestia los llevaría a ese lugar desde el que podrían continuar la persecución del ladrón. O de los ladrones, ya que no creía que algo así fuera solo cosa de uno. Necesitaría ayuda para sacar el material de la ciudad. Al menos si el rastro seguía intacto. Esperaba que fuera así. No quería perder la oportunidad de atrapar a unos ladrones que se aprovechaban de esa manera del sufrimiento de personas que había luchado por salvar su ciudad. Sin importar que en el proceso murieran por falta de medicinas. Así como de alguien que podía usar a su prima de ese modo, dejándola con la culpa de todo lo sucedido.
Estaba desando poder echarle el guante a tremendo elemento.
Vincent Calhoun
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Re: Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
Tan crédula como siempre K´rry aceptó la respuesta de Vincent sobre el motivo de su debilidad en las piernas sin dudar demasiado en si aquello tenía mucho sentido o no, quizá porque para una mujer-bestia como ella podría ser cierto ya que en general la gente de la ciudad no tenía la misma fuerza que ella, claro que ni los de las ciudades ni nadie normal...Níniel la había visto levantar pesos incluso mayores que aquellos en alguna ocasión, por no hablar de sus saltos. Precisamente por cosas como aquella y por su excesivo nerviosismo no solía caer demasiado bien entre la mayoría de los trabajadores del lugar, y muy posiblemente fuera el motivo de que acabara trabajando en el almacén o con la joven elfa, de las pocas con la paciencia para tratar con ella de forma seguida.
-Tranquilízate, nadie va a matarte. Esto es un hospital no el gremio de asesinos.- Trató de calmarla con su melodiosa voz Níniel sin demasiado éxito. K´rry se tomaba muy en serio sus tareas en aquel lugar y no parecía atender a razones, al contrario cada vez se alteraba más conforme miraba sin cesar a las estanterias vacias y los frascos y envases por los suelos, sin duda calculando mentalmente todo lo que faltaba pues nadie mejor que ella para saberlo. Ni siquiera la explicación de Vincent sobre la situación, que la exculpaba de la mayor parte de la culpa por las estanterías volcadas, fue capaz de aplacar sus nervios, lo cual ya que era una criatura nerviosa de por sí la hacían parecer un remolino a punto de hacer alguna locura. Nunca la había visto en ese estado en el tiempo que llevaban trabajando juntas y por ello al cruzar su mirada con la del brujo le rogó en silencio, con un leve gesto de la mano, que hablara con cuidado y calma, que no la presionara. Aunque parecía saber algo más que no era capaz de decir. Algo que podría ser de una importancia capital.
-Pues claro que no has tenido nada que ver. Siempre has mantenido este lugar perfectamente ordenado y con el inventario al día. Y volverás a tenerlo, ya lo verás. -Trató de animarla junto a Vincent a pesar de tener en la cabeza la imagen que por un momento llegó a entrever entre las sombras tan solo unos instantes antes. Era cierto que apenas la vio un segundo pero...Juraría que tenía unas grandes orejas de conejo como la de la propia K´rry. No podía ser una casualidad, aunque su corazón le decía que la mujer-bestia jamás robaría nada de aquel lugar. Debía de haber sido una pareidolia, o un fruto de su imaginación por la tensión del momento.
Por suerte las palabras y gestos amables comenzaron a surtir efecto y con tacto Vincent pudo comenzar a hacer preguntas concretas que recibieron una respuesta que no solo les ponía sobre la pista de los ladrones si no que hizo encajar todas las piezas de aquel misterio a la vez. Al brujo se le daban bien las tareas de investigación. Si algún día se cansaba de ofrecer sus servicios como mercenario quizá pudiera dedicarse a algo así. Descubrir las infidelidades de un esposo, recuperar objetos robados o encontrar a personas desaparecidas...Lo cierto es que había bastante demanda de todo aquello, no le faltaría trabajo.
En cualquier caso todo tenía sentido tras aquel testimonio que pareció totalmente sincero. Un familiar díscolo aprovechándose de una familiar crédula para robar una gran cantidad de valiosos medicamentos del almacén donde esta trabaja. Si se le sumaba que buena parte de la ciudad estaba en ruinas y por ello la mayor parte de los soldados que quedaban en ella estaban ocupados cubriendo las brechas en las murallas, retirando escombros y tratando de evitar que se produjeran disturbios...Un golpe perfecto. Despreciable, pero perfecto. Ni siquiera les costaría demasiado mover el cargamento robado por las calles de la ciudad. Además que fuera un primo de K´rry explicaba que viese aquellas largas orejas, sus ojos no la habían engañado, aquella figura que llegó a ver debió de ser la de aquel familiar prodigo.
-Claro que lo encontraremos. No nos lleva mucha ventaja pero debemos darnos prisa. Si son listos tratarán de mover las medicinas robadas a otro lugar. Seguramente esperarían tener algo de tiempo para hacerlo, pero gracias a K´rry y a nuestra oportuna intromisión ya no disponen de él.- Comentó la peliblanca asintiendo a las palabras del brujo y siendo secundada por la mujer bestia que también se mostró decidida a acompañarles.
-Es mi primo y me ha utilizado, debo de resolver esto personalmente...Iré con vosotros. Van a lamentar haberle hecho esto a mi almacén.- Aseveró colocándose bien las orejas y sus ropas de cuero, pegando además varios golpes al suelo con la planta del pie derecho con fuerza como si se tratara de algún tipo de ritual de combate.
El grupo salió del almacén dejándolo cerrado a cal y canto y cruzaron nuevamente las cocinas para regresar hasta la planta principal de la posada de los "suspiros del desierto", donde Miriam volvió a recibirles con una amplia sonrisa mientras colocaba unos pergaminos en uno de los armarios tras la barra de bar convertida en mostrador de recepción e información del complejo hospitalario. -Así que la encontrasteis, que bien.- Comenzó a decir siendo interrumpida por la elfa.
-Miríam, nos han robado. Han saqueado buena parte del almacén tras golpear y dejar inconsciente a K´rry. faltan muchas cosas- Informó la joven elfa sin paños calientes a la humana tras el mostrador y con un tono que denotaba que no estaba de broma, aunque sin mencionar la implicación de la misma ni de su familiar en el asunto. Era algo que quizá después tuviera que hacer pero irrelevante en esos momentos. Además si podía evitar cualquier tipo de problemas a la mujer- bestia tanto mejor.
-Que nos han...Oh dioses...¿Estás bien K´rry?. Menos mal que Níniel te encontró...¿Qué...Qué quieres que haga? ¿Aviso a...?- Respondió la chica alterándose y causando que varios papeles se cayeran al suelo y lanzara una maldición por ello.
-A Frigilla, pero antes avisa a los soldados, que manden ayuda. Es un callejón cerca del almacén. Nosotros vamos ya para allá-
-Dalo por hecho pero ¿Qué vais a hacer?. Es peligroso no podéis ir solos.- Protestó tratando de evitar que el grupo se lanzara a la vanguardia de aquella acción, de convencerlos para que esperaran a los guardias y dejaran que ellos se ocuparan del asunto. Su preocupación era genuina.
-¿Más que los muros la noche del ataque?. Sabemos cuidarnos, tú ponte en marcha, deprisa.- Respondió la joven elfa para tranquilizar a la chica, guiñándole un ojo con complicidad. La recepcionista pareció caer en la cuenta de que efectivamente no trataba con una mera sanadora si no con una persona que había incluso recibido la medalla del heroísmo por sus servicios de manos del lord de la ciudad, y que ya tenía otra por haber servido durante lo ocurrido en Terpoli. Por ello asintió y se puso manos a la obra sin decir nada más.
-Supongo que no cumplo el perfil de "Héroe de guerra".- Comentó la peliblanca a los demás encogiéndose de hombros antes de salir de la posada y empezando a seguir a K´rry a partir de ese punto para que les guiara más allá de aquella plaza hasta aquel edificio donde mencionó haberse encontrado por primera vez con su primo de una forma que a esas alturas no creía que nadie considerara casual.
La liebre blanca, impulsada por sus poderosos cuartos traseros era increíblemente rápida. Níniel no se consideraba lenta o falta de agilidad precisamente pues gozaba de las bendiciones que los dioses le habían concedido a su pueblo, pero aún así se vio incapaz de seguir el ritmo de su compañera y no tuvo más remedio que instarla a ir más despacio si no querían perderla al girar por alguna calle. Verla dar aquellas zancadas sin ningún esfuerzo y dar saltitos en el sitio mientras les esperaba resultaba un tanto frustrante...Pero no tenía caso avergonzarse de perder contra semejante rival, cuyo cuerpo al completo estaba diseñado para moverse como el viento...Claro que sus comentarios sobre ser tan lentos como tortugas no ayudaban.
Tras un último giro a la izquierda por fin llegaron hasta su destino y Níniel se agazapó tras una pila de maderos destinados a la reconstrucción de alguna de las casas de la zona, advirtiendo a los demás que hicieran lo mismo pues estaban realmente cerca. K´rry entonces señaló a una puerta metálica justo en frente de su posición donde había un grupo de personas cargando un carro. Estaban realmente a pocos metros tras la parte trasera del almacén aunque para llegar hasta allí había hecho falta dar aquel rodeo -Esa es la puerta. Yo estaba justo aquí, tirando unas cosas a la escombrera cuando apareció...Me engañó totalmente...soy una tonta.- Se quejó amargamente, ocultándose de nuevo tras los maderos y limpiándose unas lágrimas de frustración comenzando a golpear de manera inconsciente el suelo con su pata empezando a hacer un ruido que bien podría delatar su posición.
-Tranquilízate, ahora sabemos que te mintió. Vamos a recuperarlo todo y a darle un lección. Pero no hagas ruido o nos descubrirán, procura no moverte.- Dijo la peliblanca tratando de calmarla y lográndolo, momento en el que volvió a asomarse sobre la pila de madera para tratar de ver alguna señal de aquellas eran las personas que estaban buscando
Aquella puerta metálica era la puerta trasera de un edificio de dos plantas de color arena. Dado que daba a un callejón sus constructores parecieron haber decidido que no necesitaba ventanas en aquella fachada ya que ver un sucio callejón y la parte de atrás de otros edificios no debe de resultar muy alentador, sin embargo sí que había una pequeña apertura del tamaño de un ventanuco en la segunda planta, sin cristales y solo con unos barrotes de madera formando una cruz en ella. Al lado de la puerta había varias cajas de madera de aspecto desgastado apiladas. Todas ellas tenían un dibujo distintivo que indicaba que eran propiedad del mercader o asociación de mercaderes de turno, una luna creciente de color negro en este caso. Algo que Níniel no le decía nada pues no conocía las organizaciones de mercaderes locales. Aquellos sujetos estaban cargándolas en el carro con evidente prisa.
-Daos prisa, no pienso volver a la cárcel por vuestra lentitud o porque un conejo metiese la pata...Pero tened cuidado, nadie nos pagara por frascos rotos.- Instó uno de ellos, un hombre muy delgado, de piel blanca y un turbante negro nórgedo como tocado. -Qué puñetero calor hace en esta mierda de ciudad. ¿Ya está el último botín de esa estúpida bola de pelos en una caja?.-
Níniel no pudo contener una media sonrisa de satisfacción al oír aquellas palabras. No hubiese podido recibir mejor confirmación de que habían acertado al considerar aquel edificio como su base. Un conejo, cajas llenas de frascos frágiles y un bocazas recién salido de la cárcel.Solo necesitaban un plan y...
-!¿A quién llamas estúpida bola de pelo humano esmirriado?!- Gritó entonces a los ladrones K´rry que había salido al descubierto sin que Níniel se diera cuenta y para su espanto, consiguiendo con su repentina aparición que un par de los maleantes se asustara y dejara caer una de aquellas pesadas cajas al suelo. Hasta ahí llegaba el efecto sorpresa...
-Tranquilízate, nadie va a matarte. Esto es un hospital no el gremio de asesinos.- Trató de calmarla con su melodiosa voz Níniel sin demasiado éxito. K´rry se tomaba muy en serio sus tareas en aquel lugar y no parecía atender a razones, al contrario cada vez se alteraba más conforme miraba sin cesar a las estanterias vacias y los frascos y envases por los suelos, sin duda calculando mentalmente todo lo que faltaba pues nadie mejor que ella para saberlo. Ni siquiera la explicación de Vincent sobre la situación, que la exculpaba de la mayor parte de la culpa por las estanterías volcadas, fue capaz de aplacar sus nervios, lo cual ya que era una criatura nerviosa de por sí la hacían parecer un remolino a punto de hacer alguna locura. Nunca la había visto en ese estado en el tiempo que llevaban trabajando juntas y por ello al cruzar su mirada con la del brujo le rogó en silencio, con un leve gesto de la mano, que hablara con cuidado y calma, que no la presionara. Aunque parecía saber algo más que no era capaz de decir. Algo que podría ser de una importancia capital.
-Pues claro que no has tenido nada que ver. Siempre has mantenido este lugar perfectamente ordenado y con el inventario al día. Y volverás a tenerlo, ya lo verás. -Trató de animarla junto a Vincent a pesar de tener en la cabeza la imagen que por un momento llegó a entrever entre las sombras tan solo unos instantes antes. Era cierto que apenas la vio un segundo pero...Juraría que tenía unas grandes orejas de conejo como la de la propia K´rry. No podía ser una casualidad, aunque su corazón le decía que la mujer-bestia jamás robaría nada de aquel lugar. Debía de haber sido una pareidolia, o un fruto de su imaginación por la tensión del momento.
Por suerte las palabras y gestos amables comenzaron a surtir efecto y con tacto Vincent pudo comenzar a hacer preguntas concretas que recibieron una respuesta que no solo les ponía sobre la pista de los ladrones si no que hizo encajar todas las piezas de aquel misterio a la vez. Al brujo se le daban bien las tareas de investigación. Si algún día se cansaba de ofrecer sus servicios como mercenario quizá pudiera dedicarse a algo así. Descubrir las infidelidades de un esposo, recuperar objetos robados o encontrar a personas desaparecidas...Lo cierto es que había bastante demanda de todo aquello, no le faltaría trabajo.
En cualquier caso todo tenía sentido tras aquel testimonio que pareció totalmente sincero. Un familiar díscolo aprovechándose de una familiar crédula para robar una gran cantidad de valiosos medicamentos del almacén donde esta trabaja. Si se le sumaba que buena parte de la ciudad estaba en ruinas y por ello la mayor parte de los soldados que quedaban en ella estaban ocupados cubriendo las brechas en las murallas, retirando escombros y tratando de evitar que se produjeran disturbios...Un golpe perfecto. Despreciable, pero perfecto. Ni siquiera les costaría demasiado mover el cargamento robado por las calles de la ciudad. Además que fuera un primo de K´rry explicaba que viese aquellas largas orejas, sus ojos no la habían engañado, aquella figura que llegó a ver debió de ser la de aquel familiar prodigo.
-Claro que lo encontraremos. No nos lleva mucha ventaja pero debemos darnos prisa. Si son listos tratarán de mover las medicinas robadas a otro lugar. Seguramente esperarían tener algo de tiempo para hacerlo, pero gracias a K´rry y a nuestra oportuna intromisión ya no disponen de él.- Comentó la peliblanca asintiendo a las palabras del brujo y siendo secundada por la mujer bestia que también se mostró decidida a acompañarles.
-Es mi primo y me ha utilizado, debo de resolver esto personalmente...Iré con vosotros. Van a lamentar haberle hecho esto a mi almacén.- Aseveró colocándose bien las orejas y sus ropas de cuero, pegando además varios golpes al suelo con la planta del pie derecho con fuerza como si se tratara de algún tipo de ritual de combate.
El grupo salió del almacén dejándolo cerrado a cal y canto y cruzaron nuevamente las cocinas para regresar hasta la planta principal de la posada de los "suspiros del desierto", donde Miriam volvió a recibirles con una amplia sonrisa mientras colocaba unos pergaminos en uno de los armarios tras la barra de bar convertida en mostrador de recepción e información del complejo hospitalario. -Así que la encontrasteis, que bien.- Comenzó a decir siendo interrumpida por la elfa.
-Miríam, nos han robado. Han saqueado buena parte del almacén tras golpear y dejar inconsciente a K´rry. faltan muchas cosas- Informó la joven elfa sin paños calientes a la humana tras el mostrador y con un tono que denotaba que no estaba de broma, aunque sin mencionar la implicación de la misma ni de su familiar en el asunto. Era algo que quizá después tuviera que hacer pero irrelevante en esos momentos. Además si podía evitar cualquier tipo de problemas a la mujer- bestia tanto mejor.
-Que nos han...Oh dioses...¿Estás bien K´rry?. Menos mal que Níniel te encontró...¿Qué...Qué quieres que haga? ¿Aviso a...?- Respondió la chica alterándose y causando que varios papeles se cayeran al suelo y lanzara una maldición por ello.
-A Frigilla, pero antes avisa a los soldados, que manden ayuda. Es un callejón cerca del almacén. Nosotros vamos ya para allá-
-Dalo por hecho pero ¿Qué vais a hacer?. Es peligroso no podéis ir solos.- Protestó tratando de evitar que el grupo se lanzara a la vanguardia de aquella acción, de convencerlos para que esperaran a los guardias y dejaran que ellos se ocuparan del asunto. Su preocupación era genuina.
-¿Más que los muros la noche del ataque?. Sabemos cuidarnos, tú ponte en marcha, deprisa.- Respondió la joven elfa para tranquilizar a la chica, guiñándole un ojo con complicidad. La recepcionista pareció caer en la cuenta de que efectivamente no trataba con una mera sanadora si no con una persona que había incluso recibido la medalla del heroísmo por sus servicios de manos del lord de la ciudad, y que ya tenía otra por haber servido durante lo ocurrido en Terpoli. Por ello asintió y se puso manos a la obra sin decir nada más.
-Supongo que no cumplo el perfil de "Héroe de guerra".- Comentó la peliblanca a los demás encogiéndose de hombros antes de salir de la posada y empezando a seguir a K´rry a partir de ese punto para que les guiara más allá de aquella plaza hasta aquel edificio donde mencionó haberse encontrado por primera vez con su primo de una forma que a esas alturas no creía que nadie considerara casual.
La liebre blanca, impulsada por sus poderosos cuartos traseros era increíblemente rápida. Níniel no se consideraba lenta o falta de agilidad precisamente pues gozaba de las bendiciones que los dioses le habían concedido a su pueblo, pero aún así se vio incapaz de seguir el ritmo de su compañera y no tuvo más remedio que instarla a ir más despacio si no querían perderla al girar por alguna calle. Verla dar aquellas zancadas sin ningún esfuerzo y dar saltitos en el sitio mientras les esperaba resultaba un tanto frustrante...Pero no tenía caso avergonzarse de perder contra semejante rival, cuyo cuerpo al completo estaba diseñado para moverse como el viento...Claro que sus comentarios sobre ser tan lentos como tortugas no ayudaban.
Tras un último giro a la izquierda por fin llegaron hasta su destino y Níniel se agazapó tras una pila de maderos destinados a la reconstrucción de alguna de las casas de la zona, advirtiendo a los demás que hicieran lo mismo pues estaban realmente cerca. K´rry entonces señaló a una puerta metálica justo en frente de su posición donde había un grupo de personas cargando un carro. Estaban realmente a pocos metros tras la parte trasera del almacén aunque para llegar hasta allí había hecho falta dar aquel rodeo -Esa es la puerta. Yo estaba justo aquí, tirando unas cosas a la escombrera cuando apareció...Me engañó totalmente...soy una tonta.- Se quejó amargamente, ocultándose de nuevo tras los maderos y limpiándose unas lágrimas de frustración comenzando a golpear de manera inconsciente el suelo con su pata empezando a hacer un ruido que bien podría delatar su posición.
-Tranquilízate, ahora sabemos que te mintió. Vamos a recuperarlo todo y a darle un lección. Pero no hagas ruido o nos descubrirán, procura no moverte.- Dijo la peliblanca tratando de calmarla y lográndolo, momento en el que volvió a asomarse sobre la pila de madera para tratar de ver alguna señal de aquellas eran las personas que estaban buscando
Aquella puerta metálica era la puerta trasera de un edificio de dos plantas de color arena. Dado que daba a un callejón sus constructores parecieron haber decidido que no necesitaba ventanas en aquella fachada ya que ver un sucio callejón y la parte de atrás de otros edificios no debe de resultar muy alentador, sin embargo sí que había una pequeña apertura del tamaño de un ventanuco en la segunda planta, sin cristales y solo con unos barrotes de madera formando una cruz en ella. Al lado de la puerta había varias cajas de madera de aspecto desgastado apiladas. Todas ellas tenían un dibujo distintivo que indicaba que eran propiedad del mercader o asociación de mercaderes de turno, una luna creciente de color negro en este caso. Algo que Níniel no le decía nada pues no conocía las organizaciones de mercaderes locales. Aquellos sujetos estaban cargándolas en el carro con evidente prisa.
-Daos prisa, no pienso volver a la cárcel por vuestra lentitud o porque un conejo metiese la pata...Pero tened cuidado, nadie nos pagara por frascos rotos.- Instó uno de ellos, un hombre muy delgado, de piel blanca y un turbante negro nórgedo como tocado. -Qué puñetero calor hace en esta mierda de ciudad. ¿Ya está el último botín de esa estúpida bola de pelos en una caja?.-
Níniel no pudo contener una media sonrisa de satisfacción al oír aquellas palabras. No hubiese podido recibir mejor confirmación de que habían acertado al considerar aquel edificio como su base. Un conejo, cajas llenas de frascos frágiles y un bocazas recién salido de la cárcel.Solo necesitaban un plan y...
-!¿A quién llamas estúpida bola de pelo humano esmirriado?!- Gritó entonces a los ladrones K´rry que había salido al descubierto sin que Níniel se diera cuenta y para su espanto, consiguiendo con su repentina aparición que un par de los maleantes se asustara y dejara caer una de aquellas pesadas cajas al suelo. Hasta ahí llegaba el efecto sorpresa...
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
El brujo pronto tuvo la respuesta de las chicas, y como había imaginado estaban deseosas de poder ir a ese edificio para ver si podrían seguir el rastro del primo de K´rry. Aunque la nerviosa mujer bestia, después de decir que se sumaría a la búsqueda de las medicinas, dio varios golpes con su larga pata contra el suelo mientras se colocaba mejor su ropa de cuero y sus orejas. Algo le instó en ese mismo instante a que quizás fuera mejor dejar a la señorita conejo al margen. Una voz en su cabeza le decía nítidamente que no la llevara, que ya había hecho suficiente ayudándolo a salir de debajo de la estantería, y que ahora era mejor que le dejara el asunto a gente acostumbrada a resolver problemas como él o Nín.
Francamente, esa era una versión edulcorada y formal de lo que verdaderamente se escuchaba en su mente. Donde en realidad se podía oír “Vincent, no lo hagas. Deja a esa loca al margen”. Creía que esa voz, se había activado en el interior de su cabeza al verla golpearla el suelo de esa manera, como una alerta de que podría dar más problemas que una ayuda real. Había algo en esa escena que le decía que no era una buena idea contar con la mujer bestia, pero que podía hacer. A parte de esa sensación repentina no tenía nada factible para dejar a la chica a un lado. Nada tangible y real. La joven se había portado muy bien con él, pese a considerarlo un debilucho que no podía levantar toda una estantería llena de cosas de su espalda. Y también le daba pena el estado negativo en el que había quedado por culpa del robo perpetrado por un familiar. Uno que la había utilizado vilmente nada más y nada menos. Además, la necesitaba para que lo guiara hasta el lugar de los hechos.
- Pues vamos allá. No perdamos más tiempo o les daremos la oportunidad de escapar-, dijo el brujo acallando su voz interior y poniéndose en marcha.
Al usar el pomo de la puerta del almacén por un momento temió que aunque girase, no podría abrir la puerta por alguna tetra del primo de K´rry. Que hubiera podido cerrar el cerrojo con una llave que hubiera obtenido, o que hubiera podido trancar la puerta o atorarla de algún modo.
Por fortuna no fue así. Y la puerta se abrió sin ningún problema. Seguramente el ladrón no había encontrado la manera de atascar la puerta, ya que se abría hacia el interior del almacén, o simplemente no había tenido tiempo de pensar un plan para hacerlo. Había que tener en cuenta que era un hombre que había tenido que tirar una estantería sobre alguien antes de escapar, y que seguramente también habría escuchado la voz de Níniel, por lo cual tendría miedo de ser atrapado y habría preferido poner tierra de por medio lo antes posible.
Vincent dejó a las chicas atrás mientras cerraban la puerta, y se aproximó a la puerta trasera de la cocina. La típica que tenían los locales para ir al pozo a buscar agua sin molestar a la clientela, y esta vez no tuvo suerte. La encontró cerrada.
- Espera yo tengo la llave-, comentó K´rry tanteando en su bolsillo.
Pero pronto se notó que algo no iba como debería por la expresión de su cara. No hizo falta que nadie dijera nada para entender que pasaba.
- Maldito. Me ha debido robar a llave también-, dijo enfada la mujer bestia, golpeando con su pata el suelo como antes, aunque ahora con evidente nerviosismo.
- No te preocupes. Pronto lo atraparemos y ya no le servirá de nada esa llave. Vayamos por delante-, contestó sin darle mayor importancia y encaminándose hacia el salón principal del hospital.
Alguien hubiera tenido que ir por delante de todos modos, para avisar del robo, y luego volver para salir por la parte trasera al callejón. Así que no variaba demasiado el plan que tenía ya en la cabeza, salvo que tendrían que rodear la fachada de los “Suspiros del desierto“, en vez de salir rectos por la puerta trasera.
Allí estaba la chica con la que había hablado Níniel al entrar, y a ella misma se volvió a dirigir la elfa para avisarla del robo. La sacerdotisa no entró en detalles, y el brujo imaginó en seguida el por qué. Como siempre Nín había hecho algo de forma generosa para ayudar a alguien. En este caso a K´rry. Le pareció una idea sensata, pues la mujer conejo ya sufría bastante auto castigo como para darle más presión añadida. Él por su parte se mantuvo callado, como de costumbre cuando la elfa hablaba con alguno de sus compañeros del personal. Las enfermeras ya debían pensar que era mudo o algo así, pero no importaba, no había tiempo para perder los pensamientos en banalidades, así que cuando todo estuvo hablaba salieron a la calle.
- Supongo que para la gente, el perfil de héroe es el de alguien feo y bruto lleno de cicatrices. Ya sabes. Alguien como yo-, se permitió bromear como contestación a la sacerdotisa mientras salían.
No perdieron el tiempo y pronto se pusieron a la carrera buscando llegar lo antes posible al edificio donde pensaban encontrar al primo de la mujer bestia, o al menos esas pistas valiosas para conocer qué camino habría tomado. K´rry parecía ansiosa por capturarlo, en cuanto avanzaron unos pasos la chica se puso al frente del grupo como guía. Era lo lógica, pues ella sabía la localización del lugar. El problema estaba en que se dejaba llevar demasiado por esa ansia que tenía por alcanzar a su malvado familiar, y ello provocaba que la mujer conejo se alejara demasiado de ellos en varias ocasiones. Su velocidad superaba con creces la de ellos, incluso la gran agilidad de la elfa no podía hacer nada contra el poder de las fuertes piernas de K´rry. Sin embargo, pasado un rato la joven pareció darse cuenta de que yendo tan rápida no conseguía nada, ya que debía esperar por ellos de cuando en cuando para no dejarlos atrás, así que con el tiempo se limitó a ir algo más despacio para evitar que sus compañeros la perdieran de vista.
Un rato después por fin estaban ante el edificio y se escondieron tras varios maderos acumulados allí. Lo que antiguamente serían las tablas de las paredes, tejados y estructuras de casas, se encontraban ahora apilados buscando una nueva utilidad. Imaginaba que cuando se cortara sería buena leña para el lejano invierno. De momento les proporcionaba una buena cobertura desde la que inspeccionar el edificio. Así fue hasta que la mujer bestia les explicó que estaba tirando la basura y de cómo la había engañado su primo en ese momento. Se notaba que estaba bastante afectada por ello.
- Níniel tiene razón. Confiaste en él y traicionó esa confianza. No te culpes más. Aquí el único que debe rendir cuentas es él-, consoló a la coneja, más calmada por las palabras de la peliblanca.
El ruido de la puerta llamó su atención, y al mirar hacia allí, pudo observar varios hombres saliendo. Para beneficio de los espías tras las maderas uno de ellos habló más de la cuenta y confirmó las sospechas. Los compinches del malvado hombre conejo seguían allí, así que había llegado justo a tiempo para pararlos y recuperar las valiosas medicinas.
El rubio se acarició el mentón pensando un posible modo de atacarlos sin alertar al resto de hombres que habría dentro del edificio, cuando un grito llamó su atención justo a su lado. En medio del callejón, y totalmente expuesta a la vista de todos, K´rry había salido a plantarles cara a los ladrones sin ningún tipo de pudor.
- La coneja. Como ha llegado hasta aquí tan pronto. Se suponía que estaba inconsciente. ¡Atrapadla! -, gritó el tipo del turbante.
Sin ningún tipo de pudor y sin ningún plan, pensó el brujo resignado, conjurado mentalmente un golpe de aire que lanzó al primero de los hombres contra las maderas de la basura. Este se había adelantado al resto de los ladrones siguiendo las órdenes del que parecía el cabecilla.
- ¿Y tú de donde sales? - preguntó con cara de asombro el líder. - Acabad con esos idiotas. Tenemos que largarnos cuanto antes-, comentó el tipo huyendo al interior del edificio.
Los dos hombres restantes se lanzaron hacia adelante con sus dagas prestas para matar y el brujo rechazó a uno mientras veía como el otro salía volando unos metros por un fuerte golpe de la mujer conejo. Fue algo bastante impresionante de ver, como el hombre fue noqueado de una forma tan rápida y tosca, pero no podía distraerse más si no quería ser herido por el que quedaba en pie. Rápidamente volvió su atención en el tipo que tenía delante y lo desarmó con facilidad por la gran diferencia de armamento que había entre ambos. El ladrón, al ver a su compañero inconsciente, y habiendo perdido la daga, se echó a correr tras su líder.
- Rápido. Entremos antes de que alerten a todos y se escapen-, dijo corriendo tras el ladrón.
Nada más entrar al lugar, pudo apreciar un primer piso con algunas cajas que parecían ser más medicinas para llevar al carro. Y otras tantas cajas más grandes, que tenían pinta de llevar muchísimo tiempo allí almacenadas por la cantidad de polvo que tenían encima. Igualmente todo el lugar tenía un aspecto de abandono considerable, y salvo esas cajas no había nada más que llamara la atención. Lo único apreciable eran dos puertas en ese primer piso, una en la pared del fondo desde la puerta en al que entró, y otra grande, de doble hoja, en la pared de la izquierda. También había una escalera desvencijada que llevaba a un segundo cerca de la puerta del fondo. Eso y una considerable cantidad de ladrones que ya empezaban a ser avisados de lo que se les venía encima, y por tanto, estaban preparándose para recibirles.
Vincent rechazó la espada del primero que lo recibió nada más entrar, y vio como era golpeado en las costillas por la mujer conejo que entró justo detrás de él.
- !Os voy a enseñar a todos de lo que es capaz de hacer una bola de pelos! - gritó lanzándose al ataque.
- Espera. Debemos coordinados para atacar-, le dijo.
No le hizo ningún caso, y no pudo evitar recordar la voz interior que había tenido en el almacén. Aquella que de forma tan insistente le había dicho que dejara a K´rry al margen. Vincent suspiró resignado, para luego lanzarse también al ataque y de este modo no dejar sola a la mujer bestia. Si ella no sabía controlarse, él debería intentar ser su sombra para intentar que no la mataran.
Francamente, esa era una versión edulcorada y formal de lo que verdaderamente se escuchaba en su mente. Donde en realidad se podía oír “Vincent, no lo hagas. Deja a esa loca al margen”. Creía que esa voz, se había activado en el interior de su cabeza al verla golpearla el suelo de esa manera, como una alerta de que podría dar más problemas que una ayuda real. Había algo en esa escena que le decía que no era una buena idea contar con la mujer bestia, pero que podía hacer. A parte de esa sensación repentina no tenía nada factible para dejar a la chica a un lado. Nada tangible y real. La joven se había portado muy bien con él, pese a considerarlo un debilucho que no podía levantar toda una estantería llena de cosas de su espalda. Y también le daba pena el estado negativo en el que había quedado por culpa del robo perpetrado por un familiar. Uno que la había utilizado vilmente nada más y nada menos. Además, la necesitaba para que lo guiara hasta el lugar de los hechos.
- Pues vamos allá. No perdamos más tiempo o les daremos la oportunidad de escapar-, dijo el brujo acallando su voz interior y poniéndose en marcha.
Al usar el pomo de la puerta del almacén por un momento temió que aunque girase, no podría abrir la puerta por alguna tetra del primo de K´rry. Que hubiera podido cerrar el cerrojo con una llave que hubiera obtenido, o que hubiera podido trancar la puerta o atorarla de algún modo.
Por fortuna no fue así. Y la puerta se abrió sin ningún problema. Seguramente el ladrón no había encontrado la manera de atascar la puerta, ya que se abría hacia el interior del almacén, o simplemente no había tenido tiempo de pensar un plan para hacerlo. Había que tener en cuenta que era un hombre que había tenido que tirar una estantería sobre alguien antes de escapar, y que seguramente también habría escuchado la voz de Níniel, por lo cual tendría miedo de ser atrapado y habría preferido poner tierra de por medio lo antes posible.
Vincent dejó a las chicas atrás mientras cerraban la puerta, y se aproximó a la puerta trasera de la cocina. La típica que tenían los locales para ir al pozo a buscar agua sin molestar a la clientela, y esta vez no tuvo suerte. La encontró cerrada.
- Espera yo tengo la llave-, comentó K´rry tanteando en su bolsillo.
Pero pronto se notó que algo no iba como debería por la expresión de su cara. No hizo falta que nadie dijera nada para entender que pasaba.
- Maldito. Me ha debido robar a llave también-, dijo enfada la mujer bestia, golpeando con su pata el suelo como antes, aunque ahora con evidente nerviosismo.
- No te preocupes. Pronto lo atraparemos y ya no le servirá de nada esa llave. Vayamos por delante-, contestó sin darle mayor importancia y encaminándose hacia el salón principal del hospital.
Alguien hubiera tenido que ir por delante de todos modos, para avisar del robo, y luego volver para salir por la parte trasera al callejón. Así que no variaba demasiado el plan que tenía ya en la cabeza, salvo que tendrían que rodear la fachada de los “Suspiros del desierto“, en vez de salir rectos por la puerta trasera.
Allí estaba la chica con la que había hablado Níniel al entrar, y a ella misma se volvió a dirigir la elfa para avisarla del robo. La sacerdotisa no entró en detalles, y el brujo imaginó en seguida el por qué. Como siempre Nín había hecho algo de forma generosa para ayudar a alguien. En este caso a K´rry. Le pareció una idea sensata, pues la mujer conejo ya sufría bastante auto castigo como para darle más presión añadida. Él por su parte se mantuvo callado, como de costumbre cuando la elfa hablaba con alguno de sus compañeros del personal. Las enfermeras ya debían pensar que era mudo o algo así, pero no importaba, no había tiempo para perder los pensamientos en banalidades, así que cuando todo estuvo hablaba salieron a la calle.
- Supongo que para la gente, el perfil de héroe es el de alguien feo y bruto lleno de cicatrices. Ya sabes. Alguien como yo-, se permitió bromear como contestación a la sacerdotisa mientras salían.
No perdieron el tiempo y pronto se pusieron a la carrera buscando llegar lo antes posible al edificio donde pensaban encontrar al primo de la mujer bestia, o al menos esas pistas valiosas para conocer qué camino habría tomado. K´rry parecía ansiosa por capturarlo, en cuanto avanzaron unos pasos la chica se puso al frente del grupo como guía. Era lo lógica, pues ella sabía la localización del lugar. El problema estaba en que se dejaba llevar demasiado por esa ansia que tenía por alcanzar a su malvado familiar, y ello provocaba que la mujer conejo se alejara demasiado de ellos en varias ocasiones. Su velocidad superaba con creces la de ellos, incluso la gran agilidad de la elfa no podía hacer nada contra el poder de las fuertes piernas de K´rry. Sin embargo, pasado un rato la joven pareció darse cuenta de que yendo tan rápida no conseguía nada, ya que debía esperar por ellos de cuando en cuando para no dejarlos atrás, así que con el tiempo se limitó a ir algo más despacio para evitar que sus compañeros la perdieran de vista.
Un rato después por fin estaban ante el edificio y se escondieron tras varios maderos acumulados allí. Lo que antiguamente serían las tablas de las paredes, tejados y estructuras de casas, se encontraban ahora apilados buscando una nueva utilidad. Imaginaba que cuando se cortara sería buena leña para el lejano invierno. De momento les proporcionaba una buena cobertura desde la que inspeccionar el edificio. Así fue hasta que la mujer bestia les explicó que estaba tirando la basura y de cómo la había engañado su primo en ese momento. Se notaba que estaba bastante afectada por ello.
- Níniel tiene razón. Confiaste en él y traicionó esa confianza. No te culpes más. Aquí el único que debe rendir cuentas es él-, consoló a la coneja, más calmada por las palabras de la peliblanca.
El ruido de la puerta llamó su atención, y al mirar hacia allí, pudo observar varios hombres saliendo. Para beneficio de los espías tras las maderas uno de ellos habló más de la cuenta y confirmó las sospechas. Los compinches del malvado hombre conejo seguían allí, así que había llegado justo a tiempo para pararlos y recuperar las valiosas medicinas.
El rubio se acarició el mentón pensando un posible modo de atacarlos sin alertar al resto de hombres que habría dentro del edificio, cuando un grito llamó su atención justo a su lado. En medio del callejón, y totalmente expuesta a la vista de todos, K´rry había salido a plantarles cara a los ladrones sin ningún tipo de pudor.
- La coneja. Como ha llegado hasta aquí tan pronto. Se suponía que estaba inconsciente. ¡Atrapadla! -, gritó el tipo del turbante.
Sin ningún tipo de pudor y sin ningún plan, pensó el brujo resignado, conjurado mentalmente un golpe de aire que lanzó al primero de los hombres contra las maderas de la basura. Este se había adelantado al resto de los ladrones siguiendo las órdenes del que parecía el cabecilla.
- ¿Y tú de donde sales? - preguntó con cara de asombro el líder. - Acabad con esos idiotas. Tenemos que largarnos cuanto antes-, comentó el tipo huyendo al interior del edificio.
Los dos hombres restantes se lanzaron hacia adelante con sus dagas prestas para matar y el brujo rechazó a uno mientras veía como el otro salía volando unos metros por un fuerte golpe de la mujer conejo. Fue algo bastante impresionante de ver, como el hombre fue noqueado de una forma tan rápida y tosca, pero no podía distraerse más si no quería ser herido por el que quedaba en pie. Rápidamente volvió su atención en el tipo que tenía delante y lo desarmó con facilidad por la gran diferencia de armamento que había entre ambos. El ladrón, al ver a su compañero inconsciente, y habiendo perdido la daga, se echó a correr tras su líder.
- Rápido. Entremos antes de que alerten a todos y se escapen-, dijo corriendo tras el ladrón.
Nada más entrar al lugar, pudo apreciar un primer piso con algunas cajas que parecían ser más medicinas para llevar al carro. Y otras tantas cajas más grandes, que tenían pinta de llevar muchísimo tiempo allí almacenadas por la cantidad de polvo que tenían encima. Igualmente todo el lugar tenía un aspecto de abandono considerable, y salvo esas cajas no había nada más que llamara la atención. Lo único apreciable eran dos puertas en ese primer piso, una en la pared del fondo desde la puerta en al que entró, y otra grande, de doble hoja, en la pared de la izquierda. También había una escalera desvencijada que llevaba a un segundo cerca de la puerta del fondo. Eso y una considerable cantidad de ladrones que ya empezaban a ser avisados de lo que se les venía encima, y por tanto, estaban preparándose para recibirles.
Vincent rechazó la espada del primero que lo recibió nada más entrar, y vio como era golpeado en las costillas por la mujer conejo que entró justo detrás de él.
- !Os voy a enseñar a todos de lo que es capaz de hacer una bola de pelos! - gritó lanzándose al ataque.
- Espera. Debemos coordinados para atacar-, le dijo.
No le hizo ningún caso, y no pudo evitar recordar la voz interior que había tenido en el almacén. Aquella que de forma tan insistente le había dicho que dejara a K´rry al margen. Vincent suspiró resignado, para luego lanzarse también al ataque y de este modo no dejar sola a la mujer bestia. Si ella no sabía controlarse, él debería intentar ser su sombra para intentar que no la mataran.
Vincent Calhoun
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Re: Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
El grupo había tenido la suerte de encontrar un buen puesto de observación desde donde vigilar a aquellos canallas. Estaban cerca de la puerta de aquel edificio, podían ver cómo se preparaban para salir con bastante prisa y nerviosismo e incluso escuchar parte o la totalidad de sus conversaciones para recabar información importante como sus planes, sus motivaciones... Y si esperaban lo suficiente puede que incluso una aproximación bastante exacta de cuántos eran allí dentro. Dependiendo de su número quizá no tuvieran ni que esperar a que llegaran hasta allí los soldados avisados por Miriam y ocuparse ellos mismos de los criminales...Algo que bien podría merecer otra medalla de aquellas al servicio de manos del lord de la ciudad.
Por desgracia la paciencia no era uno de los puntos fuertes de K´rry y a pesar de las advertencías de Níniel de mantenerse quieta y en silencio saltó fuera de la cobertura y a la vista de todos los enemigos totalmente decidida a cargar contra ellos sin plan alguno, al menos que hubiera compartido con el resto, y desarmada, respondiendo a un insulto que ni siquiera iba dirigido a ella si no a su primo. ¿Había sido acaso la gota que colmó un vaso ya lleno?. Lo cierto es que daba igual, todos la habían visto ya y no había vuelta atrás. Pronto todo el edificio sabría que habían sido descubiertos e irían a por ellos o tratarían de huir. Solo había una cosa que pudiesen hacer...Y Vincent no dudó en actuar yendo tras la mujer-bestia. Era el momento de lo que Níniel llamaba "cariñosamente" la maniobra Bio...Un ataque frontal, con todo y sin refuerzos.
La joven apretó con fuerza su bastón entre sus manos y salió tras el brujo de detrás de los tablones, a tiempo para ver como uno de los maleantes salía volando golpeado por una ráfaga de viento creada por Vincent y dejando libre el camino durante varios metros más para K´rry que cambió de objetivo y se lanzó a la carga contra otro de los enemigos algo más retrasado. Fue en ese momento cuando la elfa comprendió que su compañera no atacaba sin armas, ella era un arma en sí. Con un poderoso salto hacia delante la mujer-bestia redujo la distancia entre ella y un sorprendido humano armado con una daga y sin darle tiempo siquiera para tratar de descargar un tajo de su arma ni de bloquear con los brazos recibió un sonora patada en el pecho que lo lanzó contra la pared de la casa varios metros hacia detrás. Acabó en el suelo de donde no se levantaría, haciendo que su jefe, aquel hombre con turbante de nórgedo que ya se había retirado hasta la puerta, mirase la escena con los ojos abiertos como platos de miedo y acelerara su retirada por temor a acabar del mismo modo. Por su parte Vincent no tuvo problemas en ocuparse del último de aquellos sujetos que había fuera aunque éste logró alejarse y seguir los pasos de su líder.
-Que los dioses nos guarden y guíen...- Comentó la peliblanca más para sí misma que para los demás corriendo tras el brujo y el ladrón hasta la puerta entreabierta comenzando a prepararse para apoyar a sus compañeros con sus habilidades en caso de que se produjera el peor escenario posible, lo cual era bastante probable. Estaba claro que se trataba de una banda bastante organizada que no solo se las había arreglado para saquear el almacén si no también para robar ciertos productos de otras dependencias del improvisado recinto hospitalario sin que nadie se diera cuenta hasta ese momento. -Os otorgaré armaduras mágicas, puede que sintáis un cosquilleo en la piel.- Les advirtió entonces para que no se alarmaran rogando la protección de la madre Isil para sus aliados justo antes de cruzar la puerta y siguiéndoles al interior unos pasos por detrás.
En cuanto cruzaron la puerta fueron recibidos por varios enemigos ya preparados para su llegada que no tardaron en descargar sus ataques contra los intrusos, aunque el primero no tuvo mucha suerte y de una patada acabó golpeando contra una de las cajas de madera del lugar que se quebró por la fuerza del impacto quedando el hombre sentado dentro de ella con las piernas colgando de forma bastante cómica. Aquella demostración de fuerza seguida del grito de guerra de K´rry hizo que el resto de los ladrones cercanos diera un par de pasos hacia atrás y tomara posturas defensivas, lo cual no pareció importarle mucho pues no se lo pensó dos veces antes de seguir atacando.
Estaba claro que la liebre blanca sabía luchar y que aquel no era su primer baile. Puede que pareciera atacar de forma demasiado alocada y confiada pero bastaba fijarse en ella para darse cuenta. Atacaba principalmente con sus potentes cuartos traseros, lanzando patadas a diferentes alturas en cuanto veía huecos, y barridos a ras de suelo para desequilibrar a sus oponentes cuando no tenía aperturas. En apenas unos instantes ya había noqueado a otro de aquellos bribones y un segundo cayó al suelo tras una patada baja que a punto estuvo de combinar con otra directamente a su cabeza y que éste pudo esquivar por poco, aunque a pesar de ello llegó a rozarle y a hacerle sangrar por la nariz. No obstante era un estilo de combate arriesgado y su agilidad no siempre logró ponerla fuera de peligro, momentos en los cuales la armadura mágica de Níniel mostró su utilidad miminizando los daños y permitiendole seguir luchando con apenas unas magulladuras que Níniel, manteniéndose en un segundo plano del combate, no tardaba en sanar con sus plegarias a la vez que apoyaba del mismo modo al brujo.
-¿Pero qué estáis haciendo montón de inútiles?. Solo son tres...Les superáis en número, acabad con ellos.- Gritó entonces aquel hombre con turbante asomándose a las escaleras de madera que llevaban al segundo piso de aquella casa, aunque sin atreverse a bajar más que el primer tramo de escalones y agachándose y moviéndose nervioso cada vez que algo amenaza mínimamente su integridad personal o si alguno de sus hombres era derrotado. Todo ellos entre grandes aspavientos y más "halagos" a la habilidad de los suyos que no lograban imponerse. Níniel había escuchado el término humano de "general de sillón"...Aquel tipo era entonces un "general de escalera". -Esto no puede ser...Vosotros dos...No os quedéis ahí parados matad a esa elfa...- Instruyó entonces demostrando para desgracia de Níniel un poco de inteligencia.
Dos de aquellos sujetos, armados con sendas espadas cortas y vestidos con ropajes típicos de la ciudad que sin duda les permitirían pasar desapercibidos pero no ofrecían protección alguna, dejaron de prestar atención a K´rry y Vincent y obedientemente se lanzaron a por la elfa a la que habían ignorado hasta ese momento al no considerarla una amenaza. Al fin y al cabo no lanzaba bolas de fuego, ráfagas de aire ni lanzaba demoledoras patadas.
-Vamos elfita, esto no te va a doler...mucho.- Bromeó uno de ellos avanzando paso a paso conforme Níniel retrocedía hasta la pared interponiendo su bastón de manera defensiva delante de ella y tratando de mantener las distancias con ellos para ganar algo de tiempo.Por desgracia aquella estancia no era muy grande y pronto no pudo seguir retrocediendo. - Se acabó...No tienes donde escapar...Te vamos a destripar a ti, y luego a tus amigos...- Volvió a amenazar levantando su arma y descargando un tajo vertical descendente que sin embargo, y para su sorpresa, fue eficazmente bloqueado por el bastón de la joven. Níniel aprovechó entonces para impulsar su bastón hacia arriba y apartar de ese modo la espada de su rival dejando su cuerpo vulnerable a un ataque, oportunidad que no desaprovechó golpeándolo en el diafragma con su fiel báculo, haciéndole saltar todo el aire de golpe y hasta vomitar, dejándolo de rodillas doblado de dolor.
-Maldita zorra...- Soltó el otro entonces atacándola y apretando los dientes con rabia al ver como su golpe era también bloqueado por la peliblanca...Y el siguiente, y el siguiente. No podía alcanzarla a pesar de parecer tan poquita cosa, una chica joven y delicada. Él, como su compañero, no se había percatado, normal pues no era más que un vulgar ladrón, pero la peliblanca no había desaprovechado el tiempo mientras retrocedía hasta la pared. Lo había usado para bendecirse a sí misma con un notable incremento de su destreza mediante la magia. Aquel hombre, como el que yacía a su lado apenas consciente por el dolor, sencillamente eran demasiado lentos para ella. Una apertura se abrió entonces y la elfa golpeó con su bastón lateralmente sobre la garganta de su atacante. Con una espada le hubiese matado, con su bastón simplemente golpeó un punto de dolor privándolo de aire y dejándolo a su merced. La "elfita" ganaba.
Por desgracia la paciencia no era uno de los puntos fuertes de K´rry y a pesar de las advertencías de Níniel de mantenerse quieta y en silencio saltó fuera de la cobertura y a la vista de todos los enemigos totalmente decidida a cargar contra ellos sin plan alguno, al menos que hubiera compartido con el resto, y desarmada, respondiendo a un insulto que ni siquiera iba dirigido a ella si no a su primo. ¿Había sido acaso la gota que colmó un vaso ya lleno?. Lo cierto es que daba igual, todos la habían visto ya y no había vuelta atrás. Pronto todo el edificio sabría que habían sido descubiertos e irían a por ellos o tratarían de huir. Solo había una cosa que pudiesen hacer...Y Vincent no dudó en actuar yendo tras la mujer-bestia. Era el momento de lo que Níniel llamaba "cariñosamente" la maniobra Bio...Un ataque frontal, con todo y sin refuerzos.
La joven apretó con fuerza su bastón entre sus manos y salió tras el brujo de detrás de los tablones, a tiempo para ver como uno de los maleantes salía volando golpeado por una ráfaga de viento creada por Vincent y dejando libre el camino durante varios metros más para K´rry que cambió de objetivo y se lanzó a la carga contra otro de los enemigos algo más retrasado. Fue en ese momento cuando la elfa comprendió que su compañera no atacaba sin armas, ella era un arma en sí. Con un poderoso salto hacia delante la mujer-bestia redujo la distancia entre ella y un sorprendido humano armado con una daga y sin darle tiempo siquiera para tratar de descargar un tajo de su arma ni de bloquear con los brazos recibió un sonora patada en el pecho que lo lanzó contra la pared de la casa varios metros hacia detrás. Acabó en el suelo de donde no se levantaría, haciendo que su jefe, aquel hombre con turbante de nórgedo que ya se había retirado hasta la puerta, mirase la escena con los ojos abiertos como platos de miedo y acelerara su retirada por temor a acabar del mismo modo. Por su parte Vincent no tuvo problemas en ocuparse del último de aquellos sujetos que había fuera aunque éste logró alejarse y seguir los pasos de su líder.
-Que los dioses nos guarden y guíen...- Comentó la peliblanca más para sí misma que para los demás corriendo tras el brujo y el ladrón hasta la puerta entreabierta comenzando a prepararse para apoyar a sus compañeros con sus habilidades en caso de que se produjera el peor escenario posible, lo cual era bastante probable. Estaba claro que se trataba de una banda bastante organizada que no solo se las había arreglado para saquear el almacén si no también para robar ciertos productos de otras dependencias del improvisado recinto hospitalario sin que nadie se diera cuenta hasta ese momento. -Os otorgaré armaduras mágicas, puede que sintáis un cosquilleo en la piel.- Les advirtió entonces para que no se alarmaran rogando la protección de la madre Isil para sus aliados justo antes de cruzar la puerta y siguiéndoles al interior unos pasos por detrás.
En cuanto cruzaron la puerta fueron recibidos por varios enemigos ya preparados para su llegada que no tardaron en descargar sus ataques contra los intrusos, aunque el primero no tuvo mucha suerte y de una patada acabó golpeando contra una de las cajas de madera del lugar que se quebró por la fuerza del impacto quedando el hombre sentado dentro de ella con las piernas colgando de forma bastante cómica. Aquella demostración de fuerza seguida del grito de guerra de K´rry hizo que el resto de los ladrones cercanos diera un par de pasos hacia atrás y tomara posturas defensivas, lo cual no pareció importarle mucho pues no se lo pensó dos veces antes de seguir atacando.
Estaba claro que la liebre blanca sabía luchar y que aquel no era su primer baile. Puede que pareciera atacar de forma demasiado alocada y confiada pero bastaba fijarse en ella para darse cuenta. Atacaba principalmente con sus potentes cuartos traseros, lanzando patadas a diferentes alturas en cuanto veía huecos, y barridos a ras de suelo para desequilibrar a sus oponentes cuando no tenía aperturas. En apenas unos instantes ya había noqueado a otro de aquellos bribones y un segundo cayó al suelo tras una patada baja que a punto estuvo de combinar con otra directamente a su cabeza y que éste pudo esquivar por poco, aunque a pesar de ello llegó a rozarle y a hacerle sangrar por la nariz. No obstante era un estilo de combate arriesgado y su agilidad no siempre logró ponerla fuera de peligro, momentos en los cuales la armadura mágica de Níniel mostró su utilidad miminizando los daños y permitiendole seguir luchando con apenas unas magulladuras que Níniel, manteniéndose en un segundo plano del combate, no tardaba en sanar con sus plegarias a la vez que apoyaba del mismo modo al brujo.
-¿Pero qué estáis haciendo montón de inútiles?. Solo son tres...Les superáis en número, acabad con ellos.- Gritó entonces aquel hombre con turbante asomándose a las escaleras de madera que llevaban al segundo piso de aquella casa, aunque sin atreverse a bajar más que el primer tramo de escalones y agachándose y moviéndose nervioso cada vez que algo amenaza mínimamente su integridad personal o si alguno de sus hombres era derrotado. Todo ellos entre grandes aspavientos y más "halagos" a la habilidad de los suyos que no lograban imponerse. Níniel había escuchado el término humano de "general de sillón"...Aquel tipo era entonces un "general de escalera". -Esto no puede ser...Vosotros dos...No os quedéis ahí parados matad a esa elfa...- Instruyó entonces demostrando para desgracia de Níniel un poco de inteligencia.
Dos de aquellos sujetos, armados con sendas espadas cortas y vestidos con ropajes típicos de la ciudad que sin duda les permitirían pasar desapercibidos pero no ofrecían protección alguna, dejaron de prestar atención a K´rry y Vincent y obedientemente se lanzaron a por la elfa a la que habían ignorado hasta ese momento al no considerarla una amenaza. Al fin y al cabo no lanzaba bolas de fuego, ráfagas de aire ni lanzaba demoledoras patadas.
-Vamos elfita, esto no te va a doler...mucho.- Bromeó uno de ellos avanzando paso a paso conforme Níniel retrocedía hasta la pared interponiendo su bastón de manera defensiva delante de ella y tratando de mantener las distancias con ellos para ganar algo de tiempo.Por desgracia aquella estancia no era muy grande y pronto no pudo seguir retrocediendo. - Se acabó...No tienes donde escapar...Te vamos a destripar a ti, y luego a tus amigos...- Volvió a amenazar levantando su arma y descargando un tajo vertical descendente que sin embargo, y para su sorpresa, fue eficazmente bloqueado por el bastón de la joven. Níniel aprovechó entonces para impulsar su bastón hacia arriba y apartar de ese modo la espada de su rival dejando su cuerpo vulnerable a un ataque, oportunidad que no desaprovechó golpeándolo en el diafragma con su fiel báculo, haciéndole saltar todo el aire de golpe y hasta vomitar, dejándolo de rodillas doblado de dolor.
-Maldita zorra...- Soltó el otro entonces atacándola y apretando los dientes con rabia al ver como su golpe era también bloqueado por la peliblanca...Y el siguiente, y el siguiente. No podía alcanzarla a pesar de parecer tan poquita cosa, una chica joven y delicada. Él, como su compañero, no se había percatado, normal pues no era más que un vulgar ladrón, pero la peliblanca no había desaprovechado el tiempo mientras retrocedía hasta la pared. Lo había usado para bendecirse a sí misma con un notable incremento de su destreza mediante la magia. Aquel hombre, como el que yacía a su lado apenas consciente por el dolor, sencillamente eran demasiado lentos para ella. Una apertura se abrió entonces y la elfa golpeó con su bastón lateralmente sobre la garganta de su atacante. Con una espada le hubiese matado, con su bastón simplemente golpeó un punto de dolor privándolo de aire y dejándolo a su merced. La "elfita" ganaba.
Última edición por Níniel Thenidiel el Lun 26 Sep - 17:32, editado 2 veces
Níniel Thenidiel
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Re: Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
Esa coneja iba a conseguir que la matasen, o peor, que lo matasen a él. O incluso aún peor, que los matasen a todos. Era una joven que sin duda era maja y sensible, por lo que había notado en lo poco que la había escuchado en el almacén, y por tanto, alguien adorable. No obstante, en cuanto a tácticas y estrategia tenía que decir que lo exasperaba a niveles insospechados.
Era impresionante la capacidad de la chica, para ensimismarse y olvidarse de todo a su alrededor de un modo tan peligroso. Solo centrada en avanzar y golpear a todo lo que se moviera y fuera un posible rival. Aunque por otro lado era admirable su destreza en el combate cuerpo a cuerpo. Su agilidad, su ritmo, y como despachaba a sus enemigos solo bastándose con la fuerza de sus piernas y brazos era impresionante. Incluso con la magia de Níniel envolviéndola y protegiéndola, no dejaba de ser notable el estilo de lucha de la mujer bestia. Eso sí, uno muy alocado y peligroso para su salud, que no había sido mermada gracias a los poderes de la sacerdotisa.
Uno de los bandidos intentó atacar a K´rry por la espalda mientras ella luchaba contra otros dos. Y el brujo paró el movimiento de la espada con la suya propia, provocando el eco del choque de aceros en el amplio y casi vacío primer piso de aquel almacén cochambroso. Le había salvado la vida en extremis, pero no era tiempo de alabanzas ni reproches, debía concentrarse en su enemigo si quería salir bien parado de aquello.
Vincent fintó un ataque, pero su rival no se dejó engañar, y contraatacó con inteligencia y velocidad. Era bueno, mejor que el primero que había vencido con facilidad en la calle, y a duras penas pudo defenderse. Tuvo que mantener en defensa unos golpes más, esperando su momento para contraatacar, cuando de repente vio el momento. Un hueco por el que poder conseguir una ventaja. Aunque el final no fue el esperado. Lo normal es que hubiera herido, matado o desarmado a su rival, sin embargo solo pudo ver como volaba hasta acabar tirado en el suelo inconsciente unos metros de él.
- Estúpidos esmirriados-, comentó la mujer bestia antes de centrarse en otro de los bandidos.
El rubio por su parte no dijo nada. Solo la miró como se iba hacia otro de los pobres desgraciados que la tenían que enfrentar, para luego él hacer lo propio. Eran muchos, aunque no eran unos expertos luchadores. Se notaba que lo suyo era el pillaje y la huída, y no estaban preparados para algo así. Para una confrontación contra gente que sabía luchar. Ni tan siquiera con su superioridad numérica conseguían hacerles frente, salvo a duras penas.
Esta vez se paró delante de él, un hombre con una cimitarra. Pronto demostró que su destreza era parecida a la de su anterior oponente. Antes de salir volando como un saco de papas, claro. Esta vez no tendría esa suerte, K’rry estaba demasiado ocupada enfrentando un tipo más grande y gordo que el resto de sus camaradas, así que el brujo asumió que debería derrotar al ladrón de la cimitarra sin ayuda ajena.
Nada a lo que no estuviera acostumbrado. Como en su anterior combate tuvo que resignarse a defenderse al principio. Dedicándose más a mantener a raya a su adversario que a realizar acciones de ataque, solo pudiendo hacer alguna finta de engaño, y algún que otro contraataque que no le valía sino para mantener su defensa. Pero el brujo era veterano en la lucha, y sabía ser paciente esperando la oportunidad.
Su nivel con la espada era superior al de su rival, por lo cual solo debía mantener su forma de combate actual a la defensiva. Derrochando el mínimo de energía en el proceso y dejando que se desgastara su oponente al llevar todo el peso del combate. No tardó en percibir el cansancio en este, y fue entonces cuando aprovechó para cambiar su táctica por una totalmente ofensiva. El ladrón se vio superado por las circunstancias, y su defensa no tardó en caer, momento en el que el brujo aprovechó para golpearlo en las costillas con la guarda de su arma. Este se quejó de dolor, e intentó atacarlo, pero de un modo torpe y lento por el dolor, así que Vinc lo esquivó con facilidad para golpearlo esta vez en la parte trasera de la rodilla, y obligarlo de este modo a arrodillarse en el proceso. Finalmente golpeó con la parte plana de su espada en su cabeza, dejándolo inconsciente en el acto.
El rubio no tuvo tiempo de pensar mucho más, pues había escuchado como el tipo de la calle ordenaba a unos hombres matar a Níniel justo en el momento en la que dejaba K.O a su rival. Corrió raudo como el viento tras los agresores que iban a por la sacerdotisa, con un frío sudor recorriendo su frente, pues desde el inicio de su carrera sabía que no llegaría a tiempo para salvarla. Un fuerte miedo lo invadió. Que solo salió de su cuerpo cuando pudo observar como la elfa manejaba su bastón con una impresionante destreza, acabando con sus adversarios con gran rapidez.
Vincent llegó a la carrera, y en movimiento le propinó una patada en la cara al ladrón que estaba de rodillas, para acabar deteniéndose junto a la elfa.
- ¿Estás bien? - preguntó acariciando su brazo con su mano izquierda enguantada, levemente, para no lastimarla con las puntas metálicas. - Ese hijo de perra me las va a pagar-, comentó enfadado, mirando hacia el lugar donde se encontraba el tipo del turbante medio escondido.
Era imposible que lo escuchara, pero lo cierto es que el hombre reaccionó inmediatamente después de que Vincent hablara, y se movió de su escondite para acercarse con el otro hombre que había huido con él al principio y juntos volver a correr escaleras arriba. En ese piso solo quedaban K’rry luchando contra el último de los bandidos, pues ya había despachado a varios incluidos el gordo con el que estaba inicialmente. Bueno, luchando o acabando con él, pues el bandido tenía síntomas de haber vivido días mejores.
- Recuérdame que no cabree a tu amiga-, comentó a Nín antes de ponerse a correr hacia las escaleras. - ¡Subimos al segundo puso K’rry! ¡Te esperamos arriba! -, gritó al pasar junto a ella, mientras terminaba de destrozar a golpes al último de los ladrones.
Lo primero que puso ver, es que la escalera subia en ele por la pared, llegando a la esquina del edificio donde se doblaba hacia el piso superior. Además, parecía que cualquiera de sus pasos partiría alguno de los tablones mientras ascendia.
- Cuidado. Esta zona es muy…-, no terminó la frase, pues un escalón cedió bajo su peso y cayó quedando con una pierna enterrada bajo el suelo y el cuerpo algo tirado hacia adelante. - Inestable-, dijo cabreado consigo mismo por ser tan torpe. Además, como si una elfa necesitar lecciones de cuidado cuando era mil veces más ágil que él.
Se recompuso y continuó ascendido con la espada en mano por si aparecía peligro. Sobre todo por un ruido de golpes contra madera que empezó a escuchar al aproximarse a la parte superior. ¿Qué demonios estaba pasando? En cualquier caso el ruido cesó llegado un momento, lo cual no hizo sino ponerle más nervioso y alerta.
Por fin vio la puerta de acceso al segundo piso, y después de hacerle una señal con la cabeza a Níniel, entró con fuerza y determinación esperando un combate. Pero no encontró nada, salvo un hombre tirado en el suelo. Un hombre que no necesitaba que le dijeran quien era para saberlo.
- ¡Jack! - gritó una voz a su espalda, y al virarse vio como K’rry corría hacia su primo. - ¿Que le ha pasado? ¿Se pondrá bien?
- Parece que le han traicionado-, comentó envainando su espada, extrañado al no ver a nadie más en el lugar. -Creo que se pondrá bien, aunque Níniel es la experta sanadora-, dijo buscando en el resto de habitaciones sin encontrar nada. Hasta que…
- Maldición. Se escapan. Si Jack no está grave, es mejor que K’rry se quede con él mientras nosotros vamos a por el resto. Tienen otros carros en la calle delantera del edificio y se van a escapar como no vayamos pronto-, comentó acelerado, iniciando una rápido descenso por las escaleras, pero con cuidado de no caer de nuevo.
En la otra habitación había una ventana cuadrada, de las típicas que había visto por la ciudad que solo tenían dos maderas cruzadas como defensa para que no entrasen. Había retirado los maderos colocándolos a un lado, y habían atado una cuerda a una columna cercana para descender por ella. Desgraciadamente la abertura era demasiado angosta para él, y por ella había entrado de manera muy justa el hombre del turbante y su camarada igualmente esmirriado.
Para colmo de males, pudo apreciar cómo junto a los carros habían más ladrones. Seguramente estaban esperando junto a los carruajes para partir cuando el resto de sus camaradas dentro del edificio terminaran de cargar el otro en la zona trasera. Luego se reuniría y partirían todos juntos. Ahora que los había visto tenía el plan nítidamente en la cabeza, y habría funcionado, de no ser por la ayuda de K’rry para dar con ellos tan rápidamente.
El rubio salió a la calle, y giró la esquina para encontrarse con dos carros que comenzaban a avanzar y a alejarse.
- ¡Nín, rápido! -, gritó esperando que la elfa estuviera detrás suya, y sin pensarlo corrió hasta donde había un hombre con caballos. - Es urgente y no hay tiempo para explicaciones. Necesito alquilar dos de sus caballos-, comentó dándole una bolsa con monedas. - Es una misión de la guardia-, mintió. - Se los traeremos pronto-, dijo subiéndose a una yegua castaña y arreando ante la sorpresa del ciudadano.
El hombre gritó al ver como el brujo se llevaba su caballo. Pero desistió al ver que no podía hacer nada. O porque había considerado justa la cantidad que había dentro de la bolsa. Eso no lo iba saber hasta que volviera, pues cabalgaba con la mirada y la mente puesta en los carros que delante de él doblaban una esquina.
Era impresionante la capacidad de la chica, para ensimismarse y olvidarse de todo a su alrededor de un modo tan peligroso. Solo centrada en avanzar y golpear a todo lo que se moviera y fuera un posible rival. Aunque por otro lado era admirable su destreza en el combate cuerpo a cuerpo. Su agilidad, su ritmo, y como despachaba a sus enemigos solo bastándose con la fuerza de sus piernas y brazos era impresionante. Incluso con la magia de Níniel envolviéndola y protegiéndola, no dejaba de ser notable el estilo de lucha de la mujer bestia. Eso sí, uno muy alocado y peligroso para su salud, que no había sido mermada gracias a los poderes de la sacerdotisa.
Uno de los bandidos intentó atacar a K´rry por la espalda mientras ella luchaba contra otros dos. Y el brujo paró el movimiento de la espada con la suya propia, provocando el eco del choque de aceros en el amplio y casi vacío primer piso de aquel almacén cochambroso. Le había salvado la vida en extremis, pero no era tiempo de alabanzas ni reproches, debía concentrarse en su enemigo si quería salir bien parado de aquello.
Vincent fintó un ataque, pero su rival no se dejó engañar, y contraatacó con inteligencia y velocidad. Era bueno, mejor que el primero que había vencido con facilidad en la calle, y a duras penas pudo defenderse. Tuvo que mantener en defensa unos golpes más, esperando su momento para contraatacar, cuando de repente vio el momento. Un hueco por el que poder conseguir una ventaja. Aunque el final no fue el esperado. Lo normal es que hubiera herido, matado o desarmado a su rival, sin embargo solo pudo ver como volaba hasta acabar tirado en el suelo inconsciente unos metros de él.
- Estúpidos esmirriados-, comentó la mujer bestia antes de centrarse en otro de los bandidos.
El rubio por su parte no dijo nada. Solo la miró como se iba hacia otro de los pobres desgraciados que la tenían que enfrentar, para luego él hacer lo propio. Eran muchos, aunque no eran unos expertos luchadores. Se notaba que lo suyo era el pillaje y la huída, y no estaban preparados para algo así. Para una confrontación contra gente que sabía luchar. Ni tan siquiera con su superioridad numérica conseguían hacerles frente, salvo a duras penas.
Esta vez se paró delante de él, un hombre con una cimitarra. Pronto demostró que su destreza era parecida a la de su anterior oponente. Antes de salir volando como un saco de papas, claro. Esta vez no tendría esa suerte, K’rry estaba demasiado ocupada enfrentando un tipo más grande y gordo que el resto de sus camaradas, así que el brujo asumió que debería derrotar al ladrón de la cimitarra sin ayuda ajena.
Nada a lo que no estuviera acostumbrado. Como en su anterior combate tuvo que resignarse a defenderse al principio. Dedicándose más a mantener a raya a su adversario que a realizar acciones de ataque, solo pudiendo hacer alguna finta de engaño, y algún que otro contraataque que no le valía sino para mantener su defensa. Pero el brujo era veterano en la lucha, y sabía ser paciente esperando la oportunidad.
Su nivel con la espada era superior al de su rival, por lo cual solo debía mantener su forma de combate actual a la defensiva. Derrochando el mínimo de energía en el proceso y dejando que se desgastara su oponente al llevar todo el peso del combate. No tardó en percibir el cansancio en este, y fue entonces cuando aprovechó para cambiar su táctica por una totalmente ofensiva. El ladrón se vio superado por las circunstancias, y su defensa no tardó en caer, momento en el que el brujo aprovechó para golpearlo en las costillas con la guarda de su arma. Este se quejó de dolor, e intentó atacarlo, pero de un modo torpe y lento por el dolor, así que Vinc lo esquivó con facilidad para golpearlo esta vez en la parte trasera de la rodilla, y obligarlo de este modo a arrodillarse en el proceso. Finalmente golpeó con la parte plana de su espada en su cabeza, dejándolo inconsciente en el acto.
El rubio no tuvo tiempo de pensar mucho más, pues había escuchado como el tipo de la calle ordenaba a unos hombres matar a Níniel justo en el momento en la que dejaba K.O a su rival. Corrió raudo como el viento tras los agresores que iban a por la sacerdotisa, con un frío sudor recorriendo su frente, pues desde el inicio de su carrera sabía que no llegaría a tiempo para salvarla. Un fuerte miedo lo invadió. Que solo salió de su cuerpo cuando pudo observar como la elfa manejaba su bastón con una impresionante destreza, acabando con sus adversarios con gran rapidez.
Vincent llegó a la carrera, y en movimiento le propinó una patada en la cara al ladrón que estaba de rodillas, para acabar deteniéndose junto a la elfa.
- ¿Estás bien? - preguntó acariciando su brazo con su mano izquierda enguantada, levemente, para no lastimarla con las puntas metálicas. - Ese hijo de perra me las va a pagar-, comentó enfadado, mirando hacia el lugar donde se encontraba el tipo del turbante medio escondido.
Era imposible que lo escuchara, pero lo cierto es que el hombre reaccionó inmediatamente después de que Vincent hablara, y se movió de su escondite para acercarse con el otro hombre que había huido con él al principio y juntos volver a correr escaleras arriba. En ese piso solo quedaban K’rry luchando contra el último de los bandidos, pues ya había despachado a varios incluidos el gordo con el que estaba inicialmente. Bueno, luchando o acabando con él, pues el bandido tenía síntomas de haber vivido días mejores.
- Recuérdame que no cabree a tu amiga-, comentó a Nín antes de ponerse a correr hacia las escaleras. - ¡Subimos al segundo puso K’rry! ¡Te esperamos arriba! -, gritó al pasar junto a ella, mientras terminaba de destrozar a golpes al último de los ladrones.
Lo primero que puso ver, es que la escalera subia en ele por la pared, llegando a la esquina del edificio donde se doblaba hacia el piso superior. Además, parecía que cualquiera de sus pasos partiría alguno de los tablones mientras ascendia.
- Cuidado. Esta zona es muy…-, no terminó la frase, pues un escalón cedió bajo su peso y cayó quedando con una pierna enterrada bajo el suelo y el cuerpo algo tirado hacia adelante. - Inestable-, dijo cabreado consigo mismo por ser tan torpe. Además, como si una elfa necesitar lecciones de cuidado cuando era mil veces más ágil que él.
Se recompuso y continuó ascendido con la espada en mano por si aparecía peligro. Sobre todo por un ruido de golpes contra madera que empezó a escuchar al aproximarse a la parte superior. ¿Qué demonios estaba pasando? En cualquier caso el ruido cesó llegado un momento, lo cual no hizo sino ponerle más nervioso y alerta.
Por fin vio la puerta de acceso al segundo piso, y después de hacerle una señal con la cabeza a Níniel, entró con fuerza y determinación esperando un combate. Pero no encontró nada, salvo un hombre tirado en el suelo. Un hombre que no necesitaba que le dijeran quien era para saberlo.
- ¡Jack! - gritó una voz a su espalda, y al virarse vio como K’rry corría hacia su primo. - ¿Que le ha pasado? ¿Se pondrá bien?
- Parece que le han traicionado-, comentó envainando su espada, extrañado al no ver a nadie más en el lugar. -Creo que se pondrá bien, aunque Níniel es la experta sanadora-, dijo buscando en el resto de habitaciones sin encontrar nada. Hasta que…
- Maldición. Se escapan. Si Jack no está grave, es mejor que K’rry se quede con él mientras nosotros vamos a por el resto. Tienen otros carros en la calle delantera del edificio y se van a escapar como no vayamos pronto-, comentó acelerado, iniciando una rápido descenso por las escaleras, pero con cuidado de no caer de nuevo.
En la otra habitación había una ventana cuadrada, de las típicas que había visto por la ciudad que solo tenían dos maderas cruzadas como defensa para que no entrasen. Había retirado los maderos colocándolos a un lado, y habían atado una cuerda a una columna cercana para descender por ella. Desgraciadamente la abertura era demasiado angosta para él, y por ella había entrado de manera muy justa el hombre del turbante y su camarada igualmente esmirriado.
Para colmo de males, pudo apreciar cómo junto a los carros habían más ladrones. Seguramente estaban esperando junto a los carruajes para partir cuando el resto de sus camaradas dentro del edificio terminaran de cargar el otro en la zona trasera. Luego se reuniría y partirían todos juntos. Ahora que los había visto tenía el plan nítidamente en la cabeza, y habría funcionado, de no ser por la ayuda de K’rry para dar con ellos tan rápidamente.
El rubio salió a la calle, y giró la esquina para encontrarse con dos carros que comenzaban a avanzar y a alejarse.
- ¡Nín, rápido! -, gritó esperando que la elfa estuviera detrás suya, y sin pensarlo corrió hasta donde había un hombre con caballos. - Es urgente y no hay tiempo para explicaciones. Necesito alquilar dos de sus caballos-, comentó dándole una bolsa con monedas. - Es una misión de la guardia-, mintió. - Se los traeremos pronto-, dijo subiéndose a una yegua castaña y arreando ante la sorpresa del ciudadano.
El hombre gritó al ver como el brujo se llevaba su caballo. Pero desistió al ver que no podía hacer nada. O porque había considerado justa la cantidad que había dentro de la bolsa. Eso no lo iba saber hasta que volviera, pues cabalgaba con la mirada y la mente puesta en los carros que delante de él doblaban una esquina.
Vincent Calhoun
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Re: Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
Níniel asintió ante la preocupación de Vincent y le dedicó una sonrisa tranquilizadora. Aquellos tipos no habían llegado ni a tocarla y estaba perfectamente, solo algo nerviosa por la situación y por haber tenido que enfrentarse personalmente a dos enemigos, algo a lo que últimamente estaba teniendo que acostumbrarse. Era una suerte poder compensar su falta de habilidades combativas con destreza y usando la cabeza, así como no tener el perfil de alguien peligroso, por lo que solían subestimar sus capacidades o directamente considerarlas inexistentes lo que le daba ventaja. -Creyeron que era presa fácil...Y la verdad es que parecían creerse mejores de lo que son. No fue complicado.- Respondió preparándose para continuar y observando a su alrededor para evaluar cuál debería ser su próxima acción, sorprendida por lo que parecía ser una rápida victoria.
La situación había dado un vuelco mayúsculo. Al principio había parecido que todo estaba en su contra y que para derrotar a tantos enemigos iban a necesitar de todo su valor y de todas sus habilidades, pero apenas habían pasado unos minutos y ya habían logrado imponerse, denotando que aquellos enemigos quizá contaran con la superioridad numérica pero no con la habilidad necesaria para hacerles frente. Y eso que Vincent ni siquiera se había puesto serio y convertido a aquellos maleantes en antorchas llameantes. Como fuera, de aquel nutrido grupo de delincuentes ya solo quedaba uno en pie y K´rry estaba leyéndole la cartilla. No parecía quedar nadie más allí, al menos nadie que quisiera pelea, por lo que su siguiente paso estaba claro, subir a por aquellos dos que habían escapado escaleras arriba y que parecían tener un instinto de supervivencia bastante más desarrollado que el resto de su camarilla.
-No creo que se te olvide. Había apuestas entre el personal del hospital sobre cuál fue su cometido durante la batalla contra los nórgedos...Creo que apostaré un par de monedas a que era patear sus posaderas.- Le comentó bastante segura de sus palabras mientras comenzaban a subir las escaleras. Y es que parecía que ella sola se las había arreglado para ocuparse de varios de los ladrones, puede que incluso de más que el propio Vincent, aunque la elfa, al tener que enfrentar a sus propios rivales no había podido llevar bien la cuenta.
-Ya lo veo ya...-Respondió sin rastro de sorna en su voz al brujo tras haber éste metido la pata hasta el fondo de la forma más literal posible y ayudándolo a sacarla con cuidado de que no se clavara algún trozo de la madera astillada en el proceso. -¿Te has hecho daño?. Supongo que aquel ladrón orondo no subiría mucho al segundo piso.- Trató de animarlo pues le había visto torcer el gesto como si pensara "Qué tonto que soy".
Enseguida estuvieron ante la puerta de la segunda planta, acompañados durante todo aquel último tramo de la escalera por un golpeteo constante proveniente de aquel lugar que sin embargo no tardó en cesar. ¿Estaban tratando de bloquear la puerta de algún modo?. Aquello no les iba a servir de nada, tarde o temprano llegaría la guardia de la ciudad y la echarían abajo...Y eso solo si tenían suerte y no se ocupaba el brujo de ello, en cuyo caso ya podían apartarse de ella si no querían salir volando también. Sin embargo pronto quedó patente que los ruidos que habían podido escuchar no tenían nada que ver con aquella puerta, pues se abrió sin problemas dándoles paso a una sala donde para su sorpresa no había ni rastro de aquel par de escurridizos malhechores ni de nadie más de hecho, salvo del cuerpo inerte de un hombre-conejo en el suelo al lado de una silla sencilla rodeada de salpicaduras de sangre.
-Dejadme echarle un vistazo...Pero esos tipos no pueden haberse esfumado, tienen que estar en alguna parte.- Instó la peliblanca. A K´rry para que la dejara examinar a aquel hombre-bestia y a Vincent para que se mantuviera alerta y revisara el resto de la planta. No quería encontrarse con un ladrón armado saliendo de un armario y que les pillara por sorpresa.
Aquel conejo, Jack, presentaba múltiples contusiones por su cuerpo y cara. Le habían dado una paliza golpeándolo con los puños repetidas veces y aunque no suponían una amenaza para su vida la de la cara si podían dejarle secuelas permanentes, concretamente la pérdida de la visión en el ojo derecho. ¿Por qué le habían hecho eso?. ¿No había sido él el que había se había aprovechado de la confianza de su prima y permitido que esa gente tuviera acceso al almacén y a otros lugares del hospital de campaña?. ¿Ya no lo necesitaban y se deshicieron de él?. Desde luego quien le hizo eso lo hizo con inquina.
-¿Nín?. ¿Se recuperará?. Ya se que me engañó y que...Bueno, es un ladrón pero...-
-Me preocupa su ojo...Pero sí.- Respondió entendiendo los sentimientos de su peluda compañera. Para los elfos la familia era muy importante, si uno estaba en problemas su familia acudía a ayudarle, si uno quedaba huérfano su familia cuidaba de él...y si uno cometía un crimen, toda la familia sufría por aquella traición y lloraba por la condena que debían imponer. Aquel hombre era un criminal pero no dejaba de ser su primo. La joven peliblanca buscó en su bolsa su cajita de viales y escogió un pequeño frasco de poción curativa. -Esto le ayudará a recuperarse. Despiertalo, tiene que beberla, pero cuando se recupere...¿Qué pasará?-
-Esta vez se ha pasado supongo...-Respondió la mujer con tono triste y dejando escapar un largo suspiro. Momento en el que un apresurado Vincent pasó de nuevo por su lado dando la alarma de que aquello aún no había terminado. ¿Más carros?. ¿Pero cuánto había conseguido robar esa gente?.
Níniel se levantó con premura y le ofreció aquel frasco a K´rry mirándola a los ojos antes de salir corriendo tras el brujo. No hizo falta más para que ambas se entendieran a la perfección en aquella situación. La decisión sobre el destino de su primo era suya, a ella le correspondía decidir si lo entregaba o si lo dejaba escapar. Y la mujer-bestia lo agradeció igualmente en silencio. ¿Qué decidiría hacer?. Familia o ley...¿Qué decidiría ella si se viera en semejante tesitura?...¿Podría acaso decidir?.
No era momento para pensar en aquello y la peliblanca se apresuró en alcanzar a Vincent esquivando con soltura el agujero en las escaleras que antes causó el rubio, llegando a su altura cuando éste llegaba ya a la puerta de la casa y siguiéndole de cerca desde ese punto, lo que no le costó mucho pues seguía bajo los efectos de la bendición de destreza lo que la hacía moverse con soltura y rapidez excepcionales.
-Porras...- Espetó la joven al doblar la calle y ver como aquellos carros y al menos media docena de ladrones se les escapan por los pelos a pesar de todo su esfuerzo, causándole una amarga sensación de derrota. Si tan solo tuviera a su fiel Trickster...Pensó dándose por vencida muy a su pesar y mirando a su compañero. -Espera Vincent, no estarás pensando en...-
Sí, lo estaba pensando. Sin perder ni un segundo y sin aceptar la derrota el brujo se acercó a un hombre que tiraba de unos caballos por la calle y sin ningún tipo de vergënza le arrebató las riendas de los corceles dejando como pago una bolsa de monedas que el pobre hombre apenas si pudo llegar a atrapar, mientras gritaba de forma incoherente y seguramente más por el susto que porque se estuviera dando cuenta de lo que pasaba. Níniel, avergonzada, imitó al brujo y tomó el segundo de los caballos, no sin antes disculparse con una leve reverencia ante el dueño de los animales. -No somos de la guardia, pero perseguimos a unos ladrones. Disculpe las molestias.- Le dijo azuzando a su caballo, un bonito ejemplar negro y blanco que obedeció sin rechistar colocándose enseguida a la altura del brujo y poco después alcanzando a los carros, que con su pesada carga no podían ir muy rápido por aquellas calles y que de hecho estaban causando el pánico por la ciudad al estar a punto de arrollar a varias personas.
-Tenemos que acabar con esto antes de que terminen por matar a alguien- Le dijo a Vincent elevando su voz por encima del estruendo de la persecución. -Tengo una idea, pero necesito que te ocupes del segundo de los carros. Yo detendré el primero- Aseveró bastante segura de sí misma y espoleando al caballo para que aumentara la velocidad. Tratando de adelantar a ambos carros por la derecha y logrando con ello que los hombres en ellos la mirarán incrédulos. No debían de esperarse esa tenacidad por atraparlos.
La situación había dado un vuelco mayúsculo. Al principio había parecido que todo estaba en su contra y que para derrotar a tantos enemigos iban a necesitar de todo su valor y de todas sus habilidades, pero apenas habían pasado unos minutos y ya habían logrado imponerse, denotando que aquellos enemigos quizá contaran con la superioridad numérica pero no con la habilidad necesaria para hacerles frente. Y eso que Vincent ni siquiera se había puesto serio y convertido a aquellos maleantes en antorchas llameantes. Como fuera, de aquel nutrido grupo de delincuentes ya solo quedaba uno en pie y K´rry estaba leyéndole la cartilla. No parecía quedar nadie más allí, al menos nadie que quisiera pelea, por lo que su siguiente paso estaba claro, subir a por aquellos dos que habían escapado escaleras arriba y que parecían tener un instinto de supervivencia bastante más desarrollado que el resto de su camarilla.
-No creo que se te olvide. Había apuestas entre el personal del hospital sobre cuál fue su cometido durante la batalla contra los nórgedos...Creo que apostaré un par de monedas a que era patear sus posaderas.- Le comentó bastante segura de sus palabras mientras comenzaban a subir las escaleras. Y es que parecía que ella sola se las había arreglado para ocuparse de varios de los ladrones, puede que incluso de más que el propio Vincent, aunque la elfa, al tener que enfrentar a sus propios rivales no había podido llevar bien la cuenta.
-Ya lo veo ya...-Respondió sin rastro de sorna en su voz al brujo tras haber éste metido la pata hasta el fondo de la forma más literal posible y ayudándolo a sacarla con cuidado de que no se clavara algún trozo de la madera astillada en el proceso. -¿Te has hecho daño?. Supongo que aquel ladrón orondo no subiría mucho al segundo piso.- Trató de animarlo pues le había visto torcer el gesto como si pensara "Qué tonto que soy".
Enseguida estuvieron ante la puerta de la segunda planta, acompañados durante todo aquel último tramo de la escalera por un golpeteo constante proveniente de aquel lugar que sin embargo no tardó en cesar. ¿Estaban tratando de bloquear la puerta de algún modo?. Aquello no les iba a servir de nada, tarde o temprano llegaría la guardia de la ciudad y la echarían abajo...Y eso solo si tenían suerte y no se ocupaba el brujo de ello, en cuyo caso ya podían apartarse de ella si no querían salir volando también. Sin embargo pronto quedó patente que los ruidos que habían podido escuchar no tenían nada que ver con aquella puerta, pues se abrió sin problemas dándoles paso a una sala donde para su sorpresa no había ni rastro de aquel par de escurridizos malhechores ni de nadie más de hecho, salvo del cuerpo inerte de un hombre-conejo en el suelo al lado de una silla sencilla rodeada de salpicaduras de sangre.
-Dejadme echarle un vistazo...Pero esos tipos no pueden haberse esfumado, tienen que estar en alguna parte.- Instó la peliblanca. A K´rry para que la dejara examinar a aquel hombre-bestia y a Vincent para que se mantuviera alerta y revisara el resto de la planta. No quería encontrarse con un ladrón armado saliendo de un armario y que les pillara por sorpresa.
Aquel conejo, Jack, presentaba múltiples contusiones por su cuerpo y cara. Le habían dado una paliza golpeándolo con los puños repetidas veces y aunque no suponían una amenaza para su vida la de la cara si podían dejarle secuelas permanentes, concretamente la pérdida de la visión en el ojo derecho. ¿Por qué le habían hecho eso?. ¿No había sido él el que había se había aprovechado de la confianza de su prima y permitido que esa gente tuviera acceso al almacén y a otros lugares del hospital de campaña?. ¿Ya no lo necesitaban y se deshicieron de él?. Desde luego quien le hizo eso lo hizo con inquina.
-¿Nín?. ¿Se recuperará?. Ya se que me engañó y que...Bueno, es un ladrón pero...-
-Me preocupa su ojo...Pero sí.- Respondió entendiendo los sentimientos de su peluda compañera. Para los elfos la familia era muy importante, si uno estaba en problemas su familia acudía a ayudarle, si uno quedaba huérfano su familia cuidaba de él...y si uno cometía un crimen, toda la familia sufría por aquella traición y lloraba por la condena que debían imponer. Aquel hombre era un criminal pero no dejaba de ser su primo. La joven peliblanca buscó en su bolsa su cajita de viales y escogió un pequeño frasco de poción curativa. -Esto le ayudará a recuperarse. Despiertalo, tiene que beberla, pero cuando se recupere...¿Qué pasará?-
-Esta vez se ha pasado supongo...-Respondió la mujer con tono triste y dejando escapar un largo suspiro. Momento en el que un apresurado Vincent pasó de nuevo por su lado dando la alarma de que aquello aún no había terminado. ¿Más carros?. ¿Pero cuánto había conseguido robar esa gente?.
Níniel se levantó con premura y le ofreció aquel frasco a K´rry mirándola a los ojos antes de salir corriendo tras el brujo. No hizo falta más para que ambas se entendieran a la perfección en aquella situación. La decisión sobre el destino de su primo era suya, a ella le correspondía decidir si lo entregaba o si lo dejaba escapar. Y la mujer-bestia lo agradeció igualmente en silencio. ¿Qué decidiría hacer?. Familia o ley...¿Qué decidiría ella si se viera en semejante tesitura?...¿Podría acaso decidir?.
No era momento para pensar en aquello y la peliblanca se apresuró en alcanzar a Vincent esquivando con soltura el agujero en las escaleras que antes causó el rubio, llegando a su altura cuando éste llegaba ya a la puerta de la casa y siguiéndole de cerca desde ese punto, lo que no le costó mucho pues seguía bajo los efectos de la bendición de destreza lo que la hacía moverse con soltura y rapidez excepcionales.
-Porras...- Espetó la joven al doblar la calle y ver como aquellos carros y al menos media docena de ladrones se les escapan por los pelos a pesar de todo su esfuerzo, causándole una amarga sensación de derrota. Si tan solo tuviera a su fiel Trickster...Pensó dándose por vencida muy a su pesar y mirando a su compañero. -Espera Vincent, no estarás pensando en...-
Sí, lo estaba pensando. Sin perder ni un segundo y sin aceptar la derrota el brujo se acercó a un hombre que tiraba de unos caballos por la calle y sin ningún tipo de vergënza le arrebató las riendas de los corceles dejando como pago una bolsa de monedas que el pobre hombre apenas si pudo llegar a atrapar, mientras gritaba de forma incoherente y seguramente más por el susto que porque se estuviera dando cuenta de lo que pasaba. Níniel, avergonzada, imitó al brujo y tomó el segundo de los caballos, no sin antes disculparse con una leve reverencia ante el dueño de los animales. -No somos de la guardia, pero perseguimos a unos ladrones. Disculpe las molestias.- Le dijo azuzando a su caballo, un bonito ejemplar negro y blanco que obedeció sin rechistar colocándose enseguida a la altura del brujo y poco después alcanzando a los carros, que con su pesada carga no podían ir muy rápido por aquellas calles y que de hecho estaban causando el pánico por la ciudad al estar a punto de arrollar a varias personas.
-Tenemos que acabar con esto antes de que terminen por matar a alguien- Le dijo a Vincent elevando su voz por encima del estruendo de la persecución. -Tengo una idea, pero necesito que te ocupes del segundo de los carros. Yo detendré el primero- Aseveró bastante segura de sí misma y espoleando al caballo para que aumentara la velocidad. Tratando de adelantar a ambos carros por la derecha y logrando con ello que los hombres en ellos la mirarán incrédulos. No debían de esperarse esa tenacidad por atraparlos.
Uso de medicina subrayado.
Níniel Thenidiel
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Re: Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
Vincent se encontraba en una situación de lo más estrambótica. Si echaba su mente hacia atrás en el tiempo, no podía sino pensar en cómo no hacía tanto tiempo solo estaba de visita junto a la cama de su amigo Philip. En ese mismo cuarto tuvo la inesperada, aunque grata, sorpresa de ver a su dulce Níniel. Ella le solicitó ayuda con los enfermos y como negarse ante tal posibilidad. Tanto por la oportunidad de auxiliar a en los afligidos heridos, como para pasar más rato con la elfa aceleraba el corazón dentro de su pecho solo con un cruce de miradas.
Hasta aquí todo podría parecer que entraba en lo normal. No obstante, después de un herido problemático por culpa de sus deliriosos, se vieron obligados a revisar el almacén por falta de medicamentos. Y con ello acabaron inmersos en una red de contrabando que los llevó a un edificio cercano y de ahí a ese preciso momento.
Joder. Visto de esta manera, casi parecía tener sentido que estuviera cabalgando sobre un caballo, del que ni tan siquiera sabía el nombre de su dueño. Seguramente muy majo él. Eso sí, si hubiera tenido el placer de conocerle.
Aunque era mejor olvidarlo todo por un momento y centrarse solo en su objetivo si no quería acabar mal parado. No hacía falta ser alquímico para saber que distraerse mientras uno montaba a toda velocidad no era una buena mezcla. La gente se quitaba de en medio a toda velocidad para evitar ser aplastados por los enloquecidos ladrones y por los dos sujetos a caballo que los seguían a la zaga.
- ¿Una idea? ¿Qué clase de idea? - gritó para hacerse escuchar por encima del viento, y que la mujer que cabalgaba sobre un animal negro y blanco a su lado pudiera escuchar. - Ojalá pudiera usar mis poderes para detenerlos, pero me temo que destruiría la carga y las valiosas medicinas-, dijo resignado.
Un obstáculo se puso en su camino después de que pasaran los carruajes, seguramente sin darse cuenta de que venían los dos caballos en persecución de los carros por la polvareda que levantaban estos en el camino.
- ¡Cuidado! - gritó.
Y gracias a que el hombre se tiró al suelo como acto reflejo pudo saltar por encima de este sin perder demasiada velocidad.
- ¡Maldito hijo de…!
- ¡Lo siento señor guardia! ¡No he entendido bien lo que me ha dicho! ¡Quizás luego vuelva para enterarme bien de ello! -, le contestó al guardia de la ciudad con medio cuerpo girado sobre su montura y despidiéndose de él de una forma que debía resultar cómica.
Cómica para todos menos para el propio guardia, claro. Que en esos instantes era ayudado por su compañero mientras se notaban evidentes síntomas de furia en el hombre, y quizás tal vez algo de enajenación, para que mentir. En menudos problemas se iba a meter por su excesivo talento para la burla. Pero qué diablos. Ahora le convenía. Si cabreaba a ese tipo, puede que se movilizara, y usara un atajo para intentar cortarle el paso de algún modo en la puerta de salida más cercana. Y con ello para cortarles igualmente el paso a los carreteros locos además de a él.
El rubio azuzó a su montura para ponerla de nuevo a la altura de la elfa.
- Debemos ganar tiempo-, le dijo esta vez. - No podemos dejar que salgan de la ciudad. Podrían tener refuerzos fuera de las murallas.
Y nada más darle esas escuetas instrucciones volvió a azuzar a su montura para imprimirle más velocidad aún. Con el caballo no le resultaría complicado alcanzar a los carros, pero luego que. No podía usar sus poderes contra los carromatos, ni contra las personas sobre ellos sin arriesgarse a hacer un desastre con las cajas.
Siguió avanzando sin dejar que el corcel perdiera velocidad, y pronto estuvo tras el segundo carro, pero este no era tan importante. Si querían detenerlos debía encargarse del primero. Níniel había dicho algo de este, algo de un plan, pero no recordaba que era exactamente. En cualquier caso coincidía que debía alcanzarlo si quería para todo aquello.
Se puso a la altura del segundo, donde uno de los ladrones se preparó con un arco para acabar con él, así que no tuvo más remedio que lanzarlo fuera del carro con un golpe de viento. El hombre cayó rodando del vehículo, y el brujo pudo suspirar aliviado que solo cayera él y ninguna de las cajas.
No perdió el tiempo deleitándose en su gesta, y siguió veloz sobre el animal hasta alcanzar el lateral del otro carro. Justo a la altura del conductor.
- Demonios. Allá vamos-, dijo mientras cabalgaba enderezado sobre los estribos del animal, de modo que su trasero no estaba en contacto con su silla de montar.
Se armó de valor y después de sacar su pierna zurda del estribo la apoyó sobre el caballo, y luego hizo lo propio con la diestra, y sin perder un segundo se lanzó hacia el carro.
No sabía que tal buena idea era esa, pero al verse sobre las maderas del carro y no dando trompicones por la calzada se sintió inmensamente aliviado. Eso sí, a duras penas podía mantener el equilibrio al contactar contra el carromato. En él habían cuatros hombres, el conductor y tres más. Y uno de ellos no tardó en abalanzarse sobre él con la lanza en riste. Vinc lo esquivó a duras penas y con un golpe de cadera hizo que cayera irremediablemente, pero desgraciadamente esto lo desequilibró aún más.
Temiendo lo peor saltó hacia atrás, hacia el único punto al que veía que podía agarrarse.
Una sacudida hizo que el segundo carro saltara levemente de uno de sus lados cuando arrolló el cuerpo de un hombre de cerca de una treintena de edad.
El brujo suspiró aliviado de no ser él quien acabara de ese modo. Él quería superar los treinta, y bien que lo iba a conseguir. De alguna manera. Pues no tenía muy claro el cómo. Sobre todo porque agarrado como estaba en las correas de los caballos de tiro del carro perseguidor no era el lugar más idóneo y seguro para ello.
- Quitad a ese imbécil de ahí-, se escuchó gritar detrás de los caballos a los que se agarraba de forma precaria.
- Ya te daré yo a ti una ración de imbécil-, comentó el brujo para sí mismo, notando que era la voz del hombre del turbante.
Sintió el golpe de algo justo a su lado, contra uno de los animales de tiro, y al otear hacia atrás pudo observar como el pirado del conductor se encaminaba hacia los puestos improvisados del bazar central. El rubio no perdió el tiempo, y con sumo peligro se escabulló por medio de los dos caballos de tiro intentando escapar del inminente peligro. Tablas, telas chocaban contras las patas de los animales y alguna contra su propio cuerpo, mientras escuchaba los gritos y los improperios que les dedicaban los comerciantes al pasar.
Estos tíos estaban muy mal de la cabeza. No podía durar mucho tiempo de esa manera. Así que jugándosela mucho, se columpió de las correas de los animales hacia el eje delantero del carro. Se agarró por los pelos, sintiendo que casi pierde el agarre y acababa rodando por los suelos. Pero consiguió afianzarse mientras sus botas rozaban la tierra del camino. El alivio no duró demasiado pues fue roto cuando una lanza atravesó el suelo del carromato, demasiado cerca de sus partes nobles.
- Eh. Mamonazo. Conmigo puedes hacer lo que quieras, pero no se te ocurra meterte con mis hijos-, bromeó al tipo de arriba.
Parecía que no era un hombre de buen humor. Ya que cuando consiguió sacar la lanza atorada en la madera, las intenciones que llevaban eran claras, y la puntería no le fallaría toda la vida.
El brujo se dejó arrastrar por el suelo de espaldas con las manos extendidas y consiguió agarrarse al eje trasero del carro esta vez. Estaba teniendo mucha suerte de conseguir seguir encaramado al vehículo sin acabar dándose una buena revolcada por la tierra. Al menos en esa zona al menos se aseguraba de que ningún caballo le pasara por encima. Aunque llamarlo buena suerte…
- No sé, si es el dragón de la luz, el de la oscuridad, o algún otro dragón o ser superior, pero no se que tienen contra mí los dioses-, maldijo su mala suerte al ver como se acercaba nuevamente el tipo de la lanza.
Demasiado insistente para su gusto. No pensaba dejarse atravesar, evidentemente, pero tampoco pensaba caerse después de tanto sufrimiento. Con agilidad pasó sus piernas a la parte de arriba del carro y agarrando al lancero por la cintura lo columpió fuera del vehículo.
- Es algo que me supera. Como pueden darme tantos problemas los malditos carros-, comentó furioso, antes de toser por el polvo que levantaban los cascos de los caballos.
Luego volvió a pasar las piernas a la parte de encima del carro, pero cogiendo impulso y lanzándose dentro como pudo. No lo consiguió del todo por el movimiento del carro, y quedó con la parte de superior colgada mirando como el suelo se movía frenéticamente. Se agarró a un costado para no caer, y sacando de las fuerzas que le quedaban se introdujo dentro ante las atónitas miradas de los ladrones que quedaban.
- En serio. Cuando no es un elfo y un niño, se tratan de ladrones que no saben ni guiar un carromato por encima de la calzada-. Se levantó del suelo de madera y desenvainó su espada. - Quien es el idiota que quiere probar mi acero el primero-, los retó cabreado y polvoriento.
Muy polvoriento. Era lo que ocurría cuando uno hacía un viaje por los fondos de un carro, y no por encima como debería hacerse.
Hasta aquí todo podría parecer que entraba en lo normal. No obstante, después de un herido problemático por culpa de sus deliriosos, se vieron obligados a revisar el almacén por falta de medicamentos. Y con ello acabaron inmersos en una red de contrabando que los llevó a un edificio cercano y de ahí a ese preciso momento.
Joder. Visto de esta manera, casi parecía tener sentido que estuviera cabalgando sobre un caballo, del que ni tan siquiera sabía el nombre de su dueño. Seguramente muy majo él. Eso sí, si hubiera tenido el placer de conocerle.
Aunque era mejor olvidarlo todo por un momento y centrarse solo en su objetivo si no quería acabar mal parado. No hacía falta ser alquímico para saber que distraerse mientras uno montaba a toda velocidad no era una buena mezcla. La gente se quitaba de en medio a toda velocidad para evitar ser aplastados por los enloquecidos ladrones y por los dos sujetos a caballo que los seguían a la zaga.
- ¿Una idea? ¿Qué clase de idea? - gritó para hacerse escuchar por encima del viento, y que la mujer que cabalgaba sobre un animal negro y blanco a su lado pudiera escuchar. - Ojalá pudiera usar mis poderes para detenerlos, pero me temo que destruiría la carga y las valiosas medicinas-, dijo resignado.
Un obstáculo se puso en su camino después de que pasaran los carruajes, seguramente sin darse cuenta de que venían los dos caballos en persecución de los carros por la polvareda que levantaban estos en el camino.
- ¡Cuidado! - gritó.
Y gracias a que el hombre se tiró al suelo como acto reflejo pudo saltar por encima de este sin perder demasiada velocidad.
- ¡Maldito hijo de…!
- ¡Lo siento señor guardia! ¡No he entendido bien lo que me ha dicho! ¡Quizás luego vuelva para enterarme bien de ello! -, le contestó al guardia de la ciudad con medio cuerpo girado sobre su montura y despidiéndose de él de una forma que debía resultar cómica.
Cómica para todos menos para el propio guardia, claro. Que en esos instantes era ayudado por su compañero mientras se notaban evidentes síntomas de furia en el hombre, y quizás tal vez algo de enajenación, para que mentir. En menudos problemas se iba a meter por su excesivo talento para la burla. Pero qué diablos. Ahora le convenía. Si cabreaba a ese tipo, puede que se movilizara, y usara un atajo para intentar cortarle el paso de algún modo en la puerta de salida más cercana. Y con ello para cortarles igualmente el paso a los carreteros locos además de a él.
El rubio azuzó a su montura para ponerla de nuevo a la altura de la elfa.
- Debemos ganar tiempo-, le dijo esta vez. - No podemos dejar que salgan de la ciudad. Podrían tener refuerzos fuera de las murallas.
Y nada más darle esas escuetas instrucciones volvió a azuzar a su montura para imprimirle más velocidad aún. Con el caballo no le resultaría complicado alcanzar a los carros, pero luego que. No podía usar sus poderes contra los carromatos, ni contra las personas sobre ellos sin arriesgarse a hacer un desastre con las cajas.
Siguió avanzando sin dejar que el corcel perdiera velocidad, y pronto estuvo tras el segundo carro, pero este no era tan importante. Si querían detenerlos debía encargarse del primero. Níniel había dicho algo de este, algo de un plan, pero no recordaba que era exactamente. En cualquier caso coincidía que debía alcanzarlo si quería para todo aquello.
Se puso a la altura del segundo, donde uno de los ladrones se preparó con un arco para acabar con él, así que no tuvo más remedio que lanzarlo fuera del carro con un golpe de viento. El hombre cayó rodando del vehículo, y el brujo pudo suspirar aliviado que solo cayera él y ninguna de las cajas.
No perdió el tiempo deleitándose en su gesta, y siguió veloz sobre el animal hasta alcanzar el lateral del otro carro. Justo a la altura del conductor.
- Demonios. Allá vamos-, dijo mientras cabalgaba enderezado sobre los estribos del animal, de modo que su trasero no estaba en contacto con su silla de montar.
Se armó de valor y después de sacar su pierna zurda del estribo la apoyó sobre el caballo, y luego hizo lo propio con la diestra, y sin perder un segundo se lanzó hacia el carro.
No sabía que tal buena idea era esa, pero al verse sobre las maderas del carro y no dando trompicones por la calzada se sintió inmensamente aliviado. Eso sí, a duras penas podía mantener el equilibrio al contactar contra el carromato. En él habían cuatros hombres, el conductor y tres más. Y uno de ellos no tardó en abalanzarse sobre él con la lanza en riste. Vinc lo esquivó a duras penas y con un golpe de cadera hizo que cayera irremediablemente, pero desgraciadamente esto lo desequilibró aún más.
Temiendo lo peor saltó hacia atrás, hacia el único punto al que veía que podía agarrarse.
Una sacudida hizo que el segundo carro saltara levemente de uno de sus lados cuando arrolló el cuerpo de un hombre de cerca de una treintena de edad.
El brujo suspiró aliviado de no ser él quien acabara de ese modo. Él quería superar los treinta, y bien que lo iba a conseguir. De alguna manera. Pues no tenía muy claro el cómo. Sobre todo porque agarrado como estaba en las correas de los caballos de tiro del carro perseguidor no era el lugar más idóneo y seguro para ello.
- Quitad a ese imbécil de ahí-, se escuchó gritar detrás de los caballos a los que se agarraba de forma precaria.
- Ya te daré yo a ti una ración de imbécil-, comentó el brujo para sí mismo, notando que era la voz del hombre del turbante.
Sintió el golpe de algo justo a su lado, contra uno de los animales de tiro, y al otear hacia atrás pudo observar como el pirado del conductor se encaminaba hacia los puestos improvisados del bazar central. El rubio no perdió el tiempo, y con sumo peligro se escabulló por medio de los dos caballos de tiro intentando escapar del inminente peligro. Tablas, telas chocaban contras las patas de los animales y alguna contra su propio cuerpo, mientras escuchaba los gritos y los improperios que les dedicaban los comerciantes al pasar.
Estos tíos estaban muy mal de la cabeza. No podía durar mucho tiempo de esa manera. Así que jugándosela mucho, se columpió de las correas de los animales hacia el eje delantero del carro. Se agarró por los pelos, sintiendo que casi pierde el agarre y acababa rodando por los suelos. Pero consiguió afianzarse mientras sus botas rozaban la tierra del camino. El alivio no duró demasiado pues fue roto cuando una lanza atravesó el suelo del carromato, demasiado cerca de sus partes nobles.
- Eh. Mamonazo. Conmigo puedes hacer lo que quieras, pero no se te ocurra meterte con mis hijos-, bromeó al tipo de arriba.
Parecía que no era un hombre de buen humor. Ya que cuando consiguió sacar la lanza atorada en la madera, las intenciones que llevaban eran claras, y la puntería no le fallaría toda la vida.
El brujo se dejó arrastrar por el suelo de espaldas con las manos extendidas y consiguió agarrarse al eje trasero del carro esta vez. Estaba teniendo mucha suerte de conseguir seguir encaramado al vehículo sin acabar dándose una buena revolcada por la tierra. Al menos en esa zona al menos se aseguraba de que ningún caballo le pasara por encima. Aunque llamarlo buena suerte…
- No sé, si es el dragón de la luz, el de la oscuridad, o algún otro dragón o ser superior, pero no se que tienen contra mí los dioses-, maldijo su mala suerte al ver como se acercaba nuevamente el tipo de la lanza.
Demasiado insistente para su gusto. No pensaba dejarse atravesar, evidentemente, pero tampoco pensaba caerse después de tanto sufrimiento. Con agilidad pasó sus piernas a la parte de arriba del carro y agarrando al lancero por la cintura lo columpió fuera del vehículo.
- Es algo que me supera. Como pueden darme tantos problemas los malditos carros-, comentó furioso, antes de toser por el polvo que levantaban los cascos de los caballos.
Luego volvió a pasar las piernas a la parte de encima del carro, pero cogiendo impulso y lanzándose dentro como pudo. No lo consiguió del todo por el movimiento del carro, y quedó con la parte de superior colgada mirando como el suelo se movía frenéticamente. Se agarró a un costado para no caer, y sacando de las fuerzas que le quedaban se introdujo dentro ante las atónitas miradas de los ladrones que quedaban.
- En serio. Cuando no es un elfo y un niño, se tratan de ladrones que no saben ni guiar un carromato por encima de la calzada-. Se levantó del suelo de madera y desenvainó su espada. - Quien es el idiota que quiere probar mi acero el primero-, los retó cabreado y polvoriento.
Muy polvoriento. Era lo que ocurría cuando uno hacía un viaje por los fondos de un carro, y no por encima como debería hacerse.
Vincent Calhoun
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Re: Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
La peliblanca se distrajo un instante ante la palabras que el brujo le dedicó como respuesta a las suyas propias y por poco no arrolla a un guardia que por alguna razón pareció creer que salir de repente de detrás de un puesto de tallas para ver qué estaba pasando era una buena idea, sin percatarse de que los carros estaban siendo perseguidos muy de cerca por dos jinetes y dando un gritito de lo más agudo al ver cómo un animal de casi quinientos kilos se abalanzaba sobre él a toda velocidad. Níniel tironeó de las riendas para que su corcel girara y evitó el impacto por los pelos, aunque para ello tuvo que pasar por detrás del puesto de tallas causando que buena parte de la mercancía acabara por el suelo junto con su propietario. Un mal trago para la joven elfa que sin embargo lo tuvo más fácil que Vincent, el brujo tuvo que saltar por encima de aquel hombre para evitar la desgracia, y solo la habilidad de jinete y montura y el miedo del humano lograron que nadie resultara herido. Al menos por el momento, si algo sabía Níniel de los guardias humanos es que aquello iba a traerles problemas más tarde.
En cualquier caso ya se preocuparían por aquello luego pues tenía asuntos más urgentes entre manos. Aún quedaban varios de aquellos ladrones de medicinas y la verdad es que no parecían muy contentos de verles. Tanto era así, que cuando por fin pudieron cerrar la boca y recomponerse de la sorpresa de haber sido perseguidos hasta allí no tardaron en intentar que la persecución terminara por todos los medios a su alcance, entre los cuales había un hombre con una lanza y otro con un arma potencialmente mucho más peligrosa dada la situación, un arquero. No obstante Vincent debió de pensar lo mismo que la sacerdotisa y de una ráfaga de aire se ocupó de él antes de que pudiera siquiera efectuar un disparo. Una gran intervención por la que le felicitaría luego.
Aprovechando que aquel arquero ya no podría molestarla, ni a nadie en bastante tiempo a juzgar por lo aparatoso de su aterrizaje, Níniel instó a su montura a ir más rápido aún y superó a aquel segundo carro poniéndose a la altura del primero cuyos conductores no parecían haberse dado cuenta aún de la situación. Tenían la vista puesta al frente y mientras uno azuzaba a los caballos de una forma muy poco amable el otro parecía estar haciéndole señas claramente alterado, indicándole por dónde tenía que ir, señalando a una dirección diferente a la de las puertas más cercanas. Aquello llamó poderosamente la atención de la peliblanca que hasta ese momento había pensado que simplemente habían iniciado una fuga desesperada y sin rumbo claro más allá de seguir uno que no acabara con ellos en las mazmorras de la ciudad, que buscaban la salida más cercana. Pero si no era así...¿Hacía dónde se dirigían?.
La elfa se había familiarizado con la ciudad durante su tiempo en ella y había llegado a tener cierto grado de reconocimiento con las calles principales, los lugares más relevantes y sobretodo con la muralla de aquel sector pues había sido una de las encargadas de defenderla ante los nórgedos. Por ello no tardó en percatarse de que había sido una tonta al pensar que aquellos tipos tratarían de escapar por una de las puertas, ¿cómo no se había dado cuenta antes?. No se dirigían a una de las puertas de la ciudad, aquello era un suicidio, se dirigían a la brecha que la maquinaria de asedio enemiga abrió durante aquella noche en la que tanto se perdió y tanto pudo salvarse. Una brecha donde aún estaban retirando los escombros de los muros de piedra con la intención de repararla a la mayor brevedad posible, un punto vulnerable -Así que tenéis un plan...- Murmuró para sí misma. -Pues yo también.- Y era cierto, aunque aquella nueva información bien requería un ligero cambio en el mismo.
Hizo girar a su corcel a la derecha en la siguiente calle y desapareció de la vista del brujo, si es que había seguido en ella pues desde su posición muy posiblemente no pudiera verla igual que ella no podía verlo a él. Tendrían que confiar mutuamente en que cada uno cumpliría con su parte y que sabrían mantenerse a salvo. Su intención, nada más lejos de la realidad que la de retirarse, era la de tomar un camino más corto hacia el que creía sería el punto por el que aquellos maleantes pretendían abandonar la ciudad. Podía parecer una apuesta arriesgada pero estaba segura de estar en lo cierto, por lo que guió a su caballo hasta aquel lugar de manera firme y sin dudas a sabiendas de que podría ganarle un par de minutos de ventaja a los carros desviándose por allí. Lo que vio al llegar ante la sección del muro dañada no hizo si no confirmar sus sospechas.
En aquel punto de las murallas había una brecha de varios metros en los que todo el muro se había desplomado, permitiendo así la entrada de los asaltantes a la ciudad donde causaron innumerables destrozos y causaron terribles pérdidas entre los defensores y las gentes de Roilkat. De hecho cualquiera podría entrar y salir por allí a pié sin ninguna dificultad...o en carro ya que los trabajadores se habían afanado en despejar la zona. Técnicamente el lugar debería estar vigilado por un nutrido grupo de soldados, pero por alguna razón allí solo había un par de guardias que trataban de hacer más soportable su turno manteniéndose a la sombra y un par de centinelas en las murallas que aún seguían en pié y que estaban más pendientes de lo que podía pasar fuera que de lo que pasara dentro de la ciudad.
-Alto en nombre de la guardia.- La instó uno de aquellos soldados con tono cansado y desganado. -No se puede entrar o salir por aquí. Tendrás que usar una de las puertas de la ciudad. Estamos trabajando en la reconstrucción del muro.- Informó el hombre estudiando a la elfa.
-No es mi intención salir, pero unos ladrones se dirigen hacia aquí con dos carros llenos de medicinas robadas del hospital. ¿Dónde está el resto de los soldados?. Tenemos que impedirles que escapen- Le dijo apresuradamente la peliblanca viendo como el humano torcía el gesto con incredulidad y percatándose de las manchas de sangre en las ropas de la elfa, apuntándola con su lanza.
-¿Qué cuento es ese elfa?. Ladrones, carros...La única persona sospechosa que veo por aquí eres tú. ¿Esa sangre es tuya? Ya sé lo que haremos, voy a comprobar que no eres una amenaza revisando que no llevas nada debajo de esa túnica- Amenazó aquel tonto orejas redondas. No había tiempo para sus tonterías, mucho menos para su libido.
-Soy sanadora en el hospital, es sangre de un paciente. Nos han robado y saqueado el almacén...Sin esas medicinas mucha gente podría morir.- Insistió bajando del caballo para no resultar una amenaza y mostrándole la medalla que el lord de la ciudad le había entregado por sus servicios durante la defensa de la ciudad, consiguiendo de ese modo que al menos aquel tipo empezara a pensar en la posibilidad de que la elfa le estuviera diciendo la verdad y por ello bien podría meterse en un lío si al final si no la hacía caso.
-Avisaré al teniente Aldricth. Se llevó a los demás para...- No hubo tiempo para más explicaciones. En ese mismo instante el primero de los carromatos apareció a unos cientos de metros de ellos y aumentó su velocidad conforme se acercaba a la sección de muro derruida. No había tiempo para avisar a ningún teniente, tendrían que pararlo ellos mismos...Claro que dos hombres solos solo lograrían ser arrollados si se interponían. Iban a necesitar algo más que un par de lanzas para frustrar el plan de los maleantes, algo con lo que Níniel podía ayudar. El plan b había fallado, por suerte el a aún podría servir. Había pensado usarlo en una calle estrecha, aquella sección de la muralla tendría que valer.
-Poneos detrás de mí.- Ordenó sin que los humanos la hicieran mucho caso.- ¿Queréis que le diga al lord que a parte de haber permitido que escapen no hicisteis nada?. Poneros detrás de mí, ahora. - Repitió con una amenaza que a pesar de todo no cambió el melodioso tono de su voz. Los humanos obedecieron y aprestaron sus lanzas por un instante aunque pronto parecieron más dispuestos a salir corriendo que a permanecer firmes al ver cómo los ladrones se les echaban encima. Entonces la peliblanca alzó una mano al frente como si tuviera la intención de detener la carga de aquel carro con ella y calculando el momento idóneo simplemente dijo: "Ma seshield".
Una etérea figura femenina angelical de pura luz se materializó sobre ellos y con sus grandes alas los cubrió de manera protectora a la vez que cubría el centro de aquella brecha, de modo que hacía imposible que aquel carro pudiese cruzar por allí al no dejar espacio libre suficiente para algo de ese tamaño pasará por entre los huecos entre la barrera de la peliblanca y los muros que permanecían en buen estado. Los caballos frenaron en seco para evitar el choque y se encabritaron ante aquella manifestación de magia de luz que como un muro impenetrable les bloqueaba el paso, tratando de recular y poniéndose nerviosos ante la reacción de sus criminales dueños que, asustados no hacían más que darles órdenes contradictorias en un intento por salir de allí, por tratar de continuar con su huída ahora que su plan de escape había fracasado.
-Ahora guardias de Roilkat, atrapad a esos ladrones- Instó la peliblanca a sus nuevos aliados que esta vez no dudaron de la elfa y avanzaron rápidamente armas en ristre, mientras que en las murallas, los arqueros alertados por todo aquel escándalo apuntaron con sus armas a aquellos condenados malhechores, amenazándolos para que no trataran de escapar. Hasta allí habían llegado
En cualquier caso ya se preocuparían por aquello luego pues tenía asuntos más urgentes entre manos. Aún quedaban varios de aquellos ladrones de medicinas y la verdad es que no parecían muy contentos de verles. Tanto era así, que cuando por fin pudieron cerrar la boca y recomponerse de la sorpresa de haber sido perseguidos hasta allí no tardaron en intentar que la persecución terminara por todos los medios a su alcance, entre los cuales había un hombre con una lanza y otro con un arma potencialmente mucho más peligrosa dada la situación, un arquero. No obstante Vincent debió de pensar lo mismo que la sacerdotisa y de una ráfaga de aire se ocupó de él antes de que pudiera siquiera efectuar un disparo. Una gran intervención por la que le felicitaría luego.
Aprovechando que aquel arquero ya no podría molestarla, ni a nadie en bastante tiempo a juzgar por lo aparatoso de su aterrizaje, Níniel instó a su montura a ir más rápido aún y superó a aquel segundo carro poniéndose a la altura del primero cuyos conductores no parecían haberse dado cuenta aún de la situación. Tenían la vista puesta al frente y mientras uno azuzaba a los caballos de una forma muy poco amable el otro parecía estar haciéndole señas claramente alterado, indicándole por dónde tenía que ir, señalando a una dirección diferente a la de las puertas más cercanas. Aquello llamó poderosamente la atención de la peliblanca que hasta ese momento había pensado que simplemente habían iniciado una fuga desesperada y sin rumbo claro más allá de seguir uno que no acabara con ellos en las mazmorras de la ciudad, que buscaban la salida más cercana. Pero si no era así...¿Hacía dónde se dirigían?.
La elfa se había familiarizado con la ciudad durante su tiempo en ella y había llegado a tener cierto grado de reconocimiento con las calles principales, los lugares más relevantes y sobretodo con la muralla de aquel sector pues había sido una de las encargadas de defenderla ante los nórgedos. Por ello no tardó en percatarse de que había sido una tonta al pensar que aquellos tipos tratarían de escapar por una de las puertas, ¿cómo no se había dado cuenta antes?. No se dirigían a una de las puertas de la ciudad, aquello era un suicidio, se dirigían a la brecha que la maquinaria de asedio enemiga abrió durante aquella noche en la que tanto se perdió y tanto pudo salvarse. Una brecha donde aún estaban retirando los escombros de los muros de piedra con la intención de repararla a la mayor brevedad posible, un punto vulnerable -Así que tenéis un plan...- Murmuró para sí misma. -Pues yo también.- Y era cierto, aunque aquella nueva información bien requería un ligero cambio en el mismo.
Hizo girar a su corcel a la derecha en la siguiente calle y desapareció de la vista del brujo, si es que había seguido en ella pues desde su posición muy posiblemente no pudiera verla igual que ella no podía verlo a él. Tendrían que confiar mutuamente en que cada uno cumpliría con su parte y que sabrían mantenerse a salvo. Su intención, nada más lejos de la realidad que la de retirarse, era la de tomar un camino más corto hacia el que creía sería el punto por el que aquellos maleantes pretendían abandonar la ciudad. Podía parecer una apuesta arriesgada pero estaba segura de estar en lo cierto, por lo que guió a su caballo hasta aquel lugar de manera firme y sin dudas a sabiendas de que podría ganarle un par de minutos de ventaja a los carros desviándose por allí. Lo que vio al llegar ante la sección del muro dañada no hizo si no confirmar sus sospechas.
En aquel punto de las murallas había una brecha de varios metros en los que todo el muro se había desplomado, permitiendo así la entrada de los asaltantes a la ciudad donde causaron innumerables destrozos y causaron terribles pérdidas entre los defensores y las gentes de Roilkat. De hecho cualquiera podría entrar y salir por allí a pié sin ninguna dificultad...o en carro ya que los trabajadores se habían afanado en despejar la zona. Técnicamente el lugar debería estar vigilado por un nutrido grupo de soldados, pero por alguna razón allí solo había un par de guardias que trataban de hacer más soportable su turno manteniéndose a la sombra y un par de centinelas en las murallas que aún seguían en pié y que estaban más pendientes de lo que podía pasar fuera que de lo que pasara dentro de la ciudad.
-Alto en nombre de la guardia.- La instó uno de aquellos soldados con tono cansado y desganado. -No se puede entrar o salir por aquí. Tendrás que usar una de las puertas de la ciudad. Estamos trabajando en la reconstrucción del muro.- Informó el hombre estudiando a la elfa.
-No es mi intención salir, pero unos ladrones se dirigen hacia aquí con dos carros llenos de medicinas robadas del hospital. ¿Dónde está el resto de los soldados?. Tenemos que impedirles que escapen- Le dijo apresuradamente la peliblanca viendo como el humano torcía el gesto con incredulidad y percatándose de las manchas de sangre en las ropas de la elfa, apuntándola con su lanza.
-¿Qué cuento es ese elfa?. Ladrones, carros...La única persona sospechosa que veo por aquí eres tú. ¿Esa sangre es tuya? Ya sé lo que haremos, voy a comprobar que no eres una amenaza revisando que no llevas nada debajo de esa túnica- Amenazó aquel tonto orejas redondas. No había tiempo para sus tonterías, mucho menos para su libido.
-Soy sanadora en el hospital, es sangre de un paciente. Nos han robado y saqueado el almacén...Sin esas medicinas mucha gente podría morir.- Insistió bajando del caballo para no resultar una amenaza y mostrándole la medalla que el lord de la ciudad le había entregado por sus servicios durante la defensa de la ciudad, consiguiendo de ese modo que al menos aquel tipo empezara a pensar en la posibilidad de que la elfa le estuviera diciendo la verdad y por ello bien podría meterse en un lío si al final si no la hacía caso.
-Avisaré al teniente Aldricth. Se llevó a los demás para...- No hubo tiempo para más explicaciones. En ese mismo instante el primero de los carromatos apareció a unos cientos de metros de ellos y aumentó su velocidad conforme se acercaba a la sección de muro derruida. No había tiempo para avisar a ningún teniente, tendrían que pararlo ellos mismos...Claro que dos hombres solos solo lograrían ser arrollados si se interponían. Iban a necesitar algo más que un par de lanzas para frustrar el plan de los maleantes, algo con lo que Níniel podía ayudar. El plan b había fallado, por suerte el a aún podría servir. Había pensado usarlo en una calle estrecha, aquella sección de la muralla tendría que valer.
-Poneos detrás de mí.- Ordenó sin que los humanos la hicieran mucho caso.- ¿Queréis que le diga al lord que a parte de haber permitido que escapen no hicisteis nada?. Poneros detrás de mí, ahora. - Repitió con una amenaza que a pesar de todo no cambió el melodioso tono de su voz. Los humanos obedecieron y aprestaron sus lanzas por un instante aunque pronto parecieron más dispuestos a salir corriendo que a permanecer firmes al ver cómo los ladrones se les echaban encima. Entonces la peliblanca alzó una mano al frente como si tuviera la intención de detener la carga de aquel carro con ella y calculando el momento idóneo simplemente dijo: "Ma seshield".
Una etérea figura femenina angelical de pura luz se materializó sobre ellos y con sus grandes alas los cubrió de manera protectora a la vez que cubría el centro de aquella brecha, de modo que hacía imposible que aquel carro pudiese cruzar por allí al no dejar espacio libre suficiente para algo de ese tamaño pasará por entre los huecos entre la barrera de la peliblanca y los muros que permanecían en buen estado. Los caballos frenaron en seco para evitar el choque y se encabritaron ante aquella manifestación de magia de luz que como un muro impenetrable les bloqueaba el paso, tratando de recular y poniéndose nerviosos ante la reacción de sus criminales dueños que, asustados no hacían más que darles órdenes contradictorias en un intento por salir de allí, por tratar de continuar con su huída ahora que su plan de escape había fracasado.
-Ahora guardias de Roilkat, atrapad a esos ladrones- Instó la peliblanca a sus nuevos aliados que esta vez no dudaron de la elfa y avanzaron rápidamente armas en ristre, mientras que en las murallas, los arqueros alertados por todo aquel escándalo apuntaron con sus armas a aquellos condenados malhechores, amenazándolos para que no trataran de escapar. Hasta allí habían llegado
Última edición por Níniel Thenidiel el Lun 3 Oct - 22:19, editado 1 vez
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
La verdad es que estaba cabreado por la situación. Por tener que perseguir a esos idiotas, y por todo el mal trago que había vivido bajo el carro. ¿Es que siempre tenían que huir? ¿No podían simplemente dejarse arrestar sin más? Como odiaba que lo complicaran todo de esta manera.
De todos modos, pese a su gran enfado, sabía que aún estaba en inferioridad numérica. Por ello le resultaba extraño que esos ladrones se le quedaran mirando como unos pasmarotes cuando consiguió alcanzar la parte superior del carromato. Debía haber sido más impactante de lo que creía, tanto como para paralizarlos por el asombro, y tenía que reconocer que cuando estaba allí abajo no pensaba que llegaría tan lejos.
- ¡Pero qué hacéis ahí parados, id a por él! - gritó el hombre del turbante, que estaba junto al conductor, agitando los brazos furioso mientras daba las órdenes.
Esto pareció sacar del mutismo y la parálisis al resto de los bandidos, que se lanzaron a la carga gritando.
El brujo superaba con creces las habilidades de combate de esos tipos. Ya lo pudo notar en el edificio, donde incluso eran muchos más que ahora y fueron vencidos con facilidad. Sobre todo bajo la furia de la mujer conejo, que fue la que más miembros derrotó. No obstante, el dos para uno que debía enfrentar compensaba las diferencias de nivel. Sin contar que el carro no dejaba de balancearse, lo cual no dejaba de ser un problema y un incordio que se sumaban al ya de por si problema de desventaja numérica.
Por fortuna no todos eran inconvenientes. Y la estrechez del carromato, que aún lo era más por la gran cantidad de cajas que llevaba, ayudaba a que los dos hombres no lo pudieran flanquear.
Los ladrones siguieron avanzando contra el rubio con ímpetu, con el ánimo insuflado que solían aportar las cargas una vez que te armabas de valor para realizarla. Sin embargo los hombres no llegaron muy lejos con la carga, pues el brujo los frenó con un golpe de viento bien dirigido para que no afectara al cargamento.
Aprovechó esos segundos para patear a uno, lo que provocó que se desequilibrara hacia uno de los costados del carro, y tuviera que dejar caer su espada al vacío para poder agarrarse en el propio tablón del costado para no caerse él también.
El otro bandido tuvo más tiempo para prepararse, así que el brujo contra este empleó su espada directamente y el sonido del acero entrechocando inundó sus oídos una vez, pero cuando se disponía a volver atacar otra vez sintió una patada en su brazo que le hizo soltar el arma, así como un agarre que lo rodeó. El abrazo del ladrón lo sostenían con mucha fuerza alrededor del pecho, manteniendo sus brazos bajo el agarre y sin poder moverlos. Casi sin poder respirar por la opresión.
Vincent forcejeó con el hombre, que no era otro que el que había estado a punto de caer del carro cuando lo pateó, y luchó por liberarse dando tumbos con el hombre.
- Hasta aquí has llegado-, dijo el otro ladrón, preparándose para acabar con él mientras su compañero lo agarraba.
El brujo en su desesperación, aprovechando el agarre de su enemigo, usó sus piernas a la vez para empujar al hombre que tenía enfrente preparado para matarlo. Este salió despedido del carromato, chocando contra la pared lateral de una casa mientras avanzaban. Eso debía de doler.
El impulso que había usado para lanzar fuera a uno de los bandidos le hizo caer hacia atrás junto al hombre que lo agarraba. Aprovechando la confusión del momento del impacto contra el suelo del carro, lanzó la cabeza hacia atrás para golpear con ella el rostro del ladrón. Esto provocó que el hombre soltara el agarre, y el rubio se levantó lo justo para propinarle un codazo que hizo sonar el característico sonido del crujido de una nariz rota, que dejó al tipo inconsciente. No tenía que mirar para saberlo, pero de todos modos miró de reojo al hombre para asegurarse.
Pero solo por unos instantes. No había podido distraerse ni tan solo unos segundos para comprobar el estado de su rival cuando tuvo que abalanzarse hacia adelante a por su espada. Le dolía la cabeza, en la nuca, con la que había golpeado al ladrón para liberarse, no sin una dosis extra de dolor hacia su propia persona. Sin embargo, si se distraía ya no tendría que preocuparse del dolor, y en realidad de nada más, pues esos ladrones seguro que no dudaban en matarlo.
Forcejeó con su nuevo adversario para retener la espada. Su espada para ser más exactos. Pues se le había caído cuando el bandido, que acababa de dejar inconsciente, le había pateado el brazo.
- ¿Por qué eres tan insistente? ¿Qué te importan esas medicinas? - preguntó en medio de la lucha el hombre con el turbante.
- Un ser tan egoísta como tú, jamás lo entendería-, replicó forcejeando.
Los hombres lucharon por hacerse con el control del arma. Él era más fuerte que el líder de los bandidos, que era bastante escuálido, pero el ladrón estaba menos cansado. No había tenido que hacer toda una epopeya por debajo de un carro en movimiento, así que la diferencia de cansancio, compensaba la a priori diferencia de fuerza.
El brujo volvió a dar tumbos por encima de las tablas de madera, esta vez agarrado al líder y la espada. Bien parecía, que lo único que podía hacer en ese maldito carromato era forcejear con distintos hombres por salvar su vida. No tardaron en acabar empotrados contra la parte delantera de la zona de carga, quedando justo contra la tabla que separaba el asiento del conductor y la parte trasera. Siguieron luchando por el control del acero, y el brujo sintió un agarre en su cuello que lo asfixiaba. Se trataba del otro hombre que quedaba sobre la carreta. El propio conductor. Que por suerte solo lo podía agarrar con un brazo, pues necesitaba el otro para mantener la dirección de los caballos. Una mirada de soslayo sirvió para darse cuenta que era el tipo que había huido en la calle detrás de su líder. Joder, esos dos parecía que tenían más vidas que un gato.
La situación era crítica, dos contra uno era más de lo que podía soportar llegados ese punto. Así que en cuanto el hombre que conducía el carro, lo liberó unos instantes para coger bien las riendas para tomar una curva, el brujo aprovechó para sacar toda la fuerza que le quedaba para desembarazarse del jefe de los ladrones, dar un paso adelante para colocarse sobre el asiento al lado del conductor, y cortar rápidamente las correas que unían a los caballos al carromato que guiaban.
Los animales giraron, el carro no. Un chasquido se escuchó, en el momento en el que los corceles daban el giro, y las correas que aún no había podido cortar se partían ante la insuficiencia de estas para mantener tanto peso detrás siendo tan pocas. Y ese ruido fue la señal de que debía abandonar el vehículo.
Antes de que cualquiera de los dos bandidos lo agarrara de nuevo saltó hacia la zona más segura que pudo ver en el escaso tiempo que tenía. Una mano se sintió deslizarse por su bota en un fútil intento de atraparlo, aunque sí que consiguió restarle fuerza a su salto.
Un choque de dolor y humedad lo inundó cuando su cuerpo acabó estampado con gran velocidad contra un puesto de frutas. El ruido de telas y maderas rotas, así como de frutos rompiéndose, solo fue superado por el gran estruendo que hizo el carro al chocar contra la esquina de una casa.
El rubio quería levantarse, correr hasta la carreta y ver que había pasado. Pero estaba tan cansado. Solo podía mirar hacia el lugar, para observar como el vehículo había terminado empotrado contra la esquina de aquella vivienda que donde la calle terminaba en una y griega. El camino por el que venían, y la bifurcación que separaba la calle por la que deberían haber girado, y otra que iba hacia la derecha.
Tenía ganas de quedarse allí tumbado un ratito, disfrutando de la paz momentánea después del combate, pero no podía hacerlo. Debía comprobar cómo habían quedado los dos bandidos restantes y las medicinas. Además, como se podía descansar cuando alguien comenzaba a aporrearte con una vara de madera.
- Maldito. Maldito. Has destruido toda mi fruta-, decía el hombre sin parar de golpearlo con el largo palo.
- Ah, tranquilícese. No lo he hecho a propósito. Solo ha sido un desafortunado accidente-, decía en medio de las quejas de dolor. Incluso ya incorporado, pues el dueño del establecimiento no había desistido de sus acciones ni cuando se había levantado.
- Es mi medio de vida. Todo echado a perder por tu culpa. A quien se le ocurre viajar a esa velocidad-, contestó el señor sin dejar de atizarle.
En un momento dado el brujo pudo agarrar el palo, y arrebatárselo al hombre, para después dejarlo caer a un lado.
- Ya está bien. Yo no he tenido nada que ver en eso. Esa carreta iba manejada por unos ladrones a los que intentaba dar caza.
- ¿Vincent? ¿Eres tú? - se escuchó una tercera voz acercándose.
- ¿Sam? - respondió incrédulo. - ¡Sam! Me alegro de verte, necesito tu ayuda.
- Más bien necesitas un baño-, comentó el guardia. Lo cierto es que debía ser un cuadro verle, todo lleno de polvo y de jugo de fruta. - ¿Qué demonios pasa aquí?
- Este idiota ha roto mi puesto de fruta. Eso pasa-, dijo el dueño de la fruta antes que él.
- No-, suspiró resignado. - A ver, es complicado de resumir. Pero lo intentaré. Hoy fui al hospital a ver a un amigo. Ahí me encontré a Níniel…
- Ah. Níniel. La sacerdotisa que nos salvó en el muro. ¿Cómo está?
- Bien. Pero eso no es importante ahora, Sam. Déjame explicarme antes de que nadie me mate-, le echó un vistazo al hombre, que no parecía que fuera a perder su enfado pese a las explicaciones. - El caso es que me pidió que la ayudara.
- Que la ayudaras, eh. Como te gusta pasar el rato con ella. No es algo que se nos escapara una vez terminó la batalla-, se rió.
- Sam, por favor-. Lo cierto es que no mentía, sin embargo no era el momento para bromas. - Fui con ella como ayudante del personal del hospital, y al cabo de un rato nos dimos cuentas de que faltaban medicinas. Fuimos al almacén, y encontramos a la chica encargada de este, herida. También nos dimos cuenta de que faltaban más de esas medicinas allí. Era un robo a gran escala. No te volveré loco en detalles, pero cuando conseguimos llegar hasta los ladrones, escaparon en carretas, y esa es una de ellas.
Eso le recordó que faltaba la otra. Y la propia Níniel. ¿Dónde estaban? Seguramente el otro carro siguió su camino pre establecido y la elfa lo había seguido. Eso cambiaba las cosas, no tenía tiempo para perderlo en cháchara y descansando. La dulce Nín podría estar en peligro.
- Los seguí a caballo, y me monté en una de ellas. Pero en la lucha acabamos estrellándonos.
- Menuda historia-, dijo Sam.
- Sí, menuda historia. Me quejaré al gobernador-, gritó el comerciante furibundo antes de ir al interior de su tienda, y dejando a los dos hombres al lado de su, ahora destrozado, puesto exterior de frutas.
- Tienes que creerme-, respondió recogiendo su espada a unos metros y envainándola. - Esas medicinas son importantes para la salvación de muchas vidas Sam, y hay otro carro que se ha dado a la fuga y que debe estar siguiendo Níniel. Debo darme prisa-, comentó corriendo hacia el carruaje estrellado.
El edificio al que había colisionado era otro comercio con puesto en el exterior. Esta vez de verduras, pero lo importante es que el puesto había frenado algo al carro antes de chocar, por lo cual no estaba tan destrozado como si hubiera chocado sin ninguna oposición. Esto había salvado a los ladrones y a las medicinas, aunque había varias cajas rotas y se podía observar cómo salía el valioso líquido de ellas. Por suerte, otras tantas estaban intactas.
- Tranquilo. Te creo. Luché contigo en la muralla, ¿recuerdas? Me fío de ti-, comentó el guardia corriendo a su lado y dando instrucciones al resto de soldados de su patrulla para que les siguieran. - Entonces esos tres son ladrones.
- Sí, así es-, dijo cogiendo al del turbante por la pechera de su camisa, aunque realmente ya no tenía nada sobre la cabeza.
- No me hagas daño-, comentó asustado el jede de los bandidos.
- Eso dependerá de lo que me cuentes-, contestó enfadado zarandeándolo. - A donde os dirigíais, por donde pretendías salir de la ciudad. Responde.
- No me mates y te lo diré todo. Íbamos a huir por la brecha de la ciudad, la que está en reparaciones después de la batalla. Era un plan magnífico, hasta que apareciste-, dijo nervioso.
El brujo por su parte solo lo dejo caer, y lo dejó en manos de la guardia, que también se estaban encargando de los otros ladrones.
- Venimos de un edificio cercano a la plaza hospital. Donde está la posada de los “Suspiros del desierto”. Hay un reguero de asaltantes por el camino, alguno muerto me temo.
- Nos encargaremos de ellos-, contestó Sam, que se vio interrumpido por la aparición de un caballo que se paró junto a ellos.
No se lo podía creer. Ese animal debía ser más tozudo que él.
- Tranquilo. Viene conmigo-, bromeó colocando la bota sobre el estribo y subiendo hasta la silla de montar. - Es una larga historia. Aunque me gustaría que evitaras que me matase un guardia que había en la calzada por la que venimos. Creo que le causado una “grata” impresión-, volvió a bromear, esta vez marcando una sonrisa en los labios. - He de ir a la brecha. Nos vemos pronto Sam-, dijo espoleando al caballo castaño con el que había realizado la persecución.
- Grata impresión. Claro-, negó con la cabeza. - Buena suerte-, le deseó.
Vincent azuzó a su montura para que fuera veloz hacia la rotura en la muralla. ¿Cómo no se le había ocurrido? Era un plan magnifico salir por ella. Nada como aprovechar los desastres de la guerra para enriquecerse y huir. Por un lado un hospital lleno de medicinas, con poco personal y mucho de él improvisado, del que sería fácil robar al estar todo el mundo demasiado ocupado y estresado. Y por el otro lado una salida sencilla creada por las armas de asedios durante la batalla. Sencillo y un juego niños.
El brujo no tardó en llegar al lugar de la brecha, y nada más echar un vistazo pudo ver el carro que había escapado justo delante de la salida, así como a hombres de la guardia manteniendo cautivos a los ladrones que iban en dicho vehículo. Buscó con la mirada a Nín, y no tardó en ver a una mujer de perfecta factura cerca de los defensores de la ciudad.
- Nín. ¿Estás bien? - preguntó nada más llegar, sin bajarse del caballo. Debía ser todo un espectáculo para la mirada, lleno de polvo y manchas de fruta por todas partes. - Estaba preocupado. He detenido el otro carro unas calles atrás-, sonrió, bajando de la montura. - Veo que has hecho lo propio con este. Parece que formamos un buen equipo-, bromeó sin perder la sonrisa. - Los heridos se salvarán.
De todos modos, pese a su gran enfado, sabía que aún estaba en inferioridad numérica. Por ello le resultaba extraño que esos ladrones se le quedaran mirando como unos pasmarotes cuando consiguió alcanzar la parte superior del carromato. Debía haber sido más impactante de lo que creía, tanto como para paralizarlos por el asombro, y tenía que reconocer que cuando estaba allí abajo no pensaba que llegaría tan lejos.
- ¡Pero qué hacéis ahí parados, id a por él! - gritó el hombre del turbante, que estaba junto al conductor, agitando los brazos furioso mientras daba las órdenes.
Esto pareció sacar del mutismo y la parálisis al resto de los bandidos, que se lanzaron a la carga gritando.
El brujo superaba con creces las habilidades de combate de esos tipos. Ya lo pudo notar en el edificio, donde incluso eran muchos más que ahora y fueron vencidos con facilidad. Sobre todo bajo la furia de la mujer conejo, que fue la que más miembros derrotó. No obstante, el dos para uno que debía enfrentar compensaba las diferencias de nivel. Sin contar que el carro no dejaba de balancearse, lo cual no dejaba de ser un problema y un incordio que se sumaban al ya de por si problema de desventaja numérica.
Por fortuna no todos eran inconvenientes. Y la estrechez del carromato, que aún lo era más por la gran cantidad de cajas que llevaba, ayudaba a que los dos hombres no lo pudieran flanquear.
Los ladrones siguieron avanzando contra el rubio con ímpetu, con el ánimo insuflado que solían aportar las cargas una vez que te armabas de valor para realizarla. Sin embargo los hombres no llegaron muy lejos con la carga, pues el brujo los frenó con un golpe de viento bien dirigido para que no afectara al cargamento.
Aprovechó esos segundos para patear a uno, lo que provocó que se desequilibrara hacia uno de los costados del carro, y tuviera que dejar caer su espada al vacío para poder agarrarse en el propio tablón del costado para no caerse él también.
El otro bandido tuvo más tiempo para prepararse, así que el brujo contra este empleó su espada directamente y el sonido del acero entrechocando inundó sus oídos una vez, pero cuando se disponía a volver atacar otra vez sintió una patada en su brazo que le hizo soltar el arma, así como un agarre que lo rodeó. El abrazo del ladrón lo sostenían con mucha fuerza alrededor del pecho, manteniendo sus brazos bajo el agarre y sin poder moverlos. Casi sin poder respirar por la opresión.
Vincent forcejeó con el hombre, que no era otro que el que había estado a punto de caer del carro cuando lo pateó, y luchó por liberarse dando tumbos con el hombre.
- Hasta aquí has llegado-, dijo el otro ladrón, preparándose para acabar con él mientras su compañero lo agarraba.
El brujo en su desesperación, aprovechando el agarre de su enemigo, usó sus piernas a la vez para empujar al hombre que tenía enfrente preparado para matarlo. Este salió despedido del carromato, chocando contra la pared lateral de una casa mientras avanzaban. Eso debía de doler.
El impulso que había usado para lanzar fuera a uno de los bandidos le hizo caer hacia atrás junto al hombre que lo agarraba. Aprovechando la confusión del momento del impacto contra el suelo del carro, lanzó la cabeza hacia atrás para golpear con ella el rostro del ladrón. Esto provocó que el hombre soltara el agarre, y el rubio se levantó lo justo para propinarle un codazo que hizo sonar el característico sonido del crujido de una nariz rota, que dejó al tipo inconsciente. No tenía que mirar para saberlo, pero de todos modos miró de reojo al hombre para asegurarse.
Pero solo por unos instantes. No había podido distraerse ni tan solo unos segundos para comprobar el estado de su rival cuando tuvo que abalanzarse hacia adelante a por su espada. Le dolía la cabeza, en la nuca, con la que había golpeado al ladrón para liberarse, no sin una dosis extra de dolor hacia su propia persona. Sin embargo, si se distraía ya no tendría que preocuparse del dolor, y en realidad de nada más, pues esos ladrones seguro que no dudaban en matarlo.
Forcejeó con su nuevo adversario para retener la espada. Su espada para ser más exactos. Pues se le había caído cuando el bandido, que acababa de dejar inconsciente, le había pateado el brazo.
- ¿Por qué eres tan insistente? ¿Qué te importan esas medicinas? - preguntó en medio de la lucha el hombre con el turbante.
- Un ser tan egoísta como tú, jamás lo entendería-, replicó forcejeando.
Los hombres lucharon por hacerse con el control del arma. Él era más fuerte que el líder de los bandidos, que era bastante escuálido, pero el ladrón estaba menos cansado. No había tenido que hacer toda una epopeya por debajo de un carro en movimiento, así que la diferencia de cansancio, compensaba la a priori diferencia de fuerza.
El brujo volvió a dar tumbos por encima de las tablas de madera, esta vez agarrado al líder y la espada. Bien parecía, que lo único que podía hacer en ese maldito carromato era forcejear con distintos hombres por salvar su vida. No tardaron en acabar empotrados contra la parte delantera de la zona de carga, quedando justo contra la tabla que separaba el asiento del conductor y la parte trasera. Siguieron luchando por el control del acero, y el brujo sintió un agarre en su cuello que lo asfixiaba. Se trataba del otro hombre que quedaba sobre la carreta. El propio conductor. Que por suerte solo lo podía agarrar con un brazo, pues necesitaba el otro para mantener la dirección de los caballos. Una mirada de soslayo sirvió para darse cuenta que era el tipo que había huido en la calle detrás de su líder. Joder, esos dos parecía que tenían más vidas que un gato.
La situación era crítica, dos contra uno era más de lo que podía soportar llegados ese punto. Así que en cuanto el hombre que conducía el carro, lo liberó unos instantes para coger bien las riendas para tomar una curva, el brujo aprovechó para sacar toda la fuerza que le quedaba para desembarazarse del jefe de los ladrones, dar un paso adelante para colocarse sobre el asiento al lado del conductor, y cortar rápidamente las correas que unían a los caballos al carromato que guiaban.
Los animales giraron, el carro no. Un chasquido se escuchó, en el momento en el que los corceles daban el giro, y las correas que aún no había podido cortar se partían ante la insuficiencia de estas para mantener tanto peso detrás siendo tan pocas. Y ese ruido fue la señal de que debía abandonar el vehículo.
Antes de que cualquiera de los dos bandidos lo agarrara de nuevo saltó hacia la zona más segura que pudo ver en el escaso tiempo que tenía. Una mano se sintió deslizarse por su bota en un fútil intento de atraparlo, aunque sí que consiguió restarle fuerza a su salto.
Un choque de dolor y humedad lo inundó cuando su cuerpo acabó estampado con gran velocidad contra un puesto de frutas. El ruido de telas y maderas rotas, así como de frutos rompiéndose, solo fue superado por el gran estruendo que hizo el carro al chocar contra la esquina de una casa.
El rubio quería levantarse, correr hasta la carreta y ver que había pasado. Pero estaba tan cansado. Solo podía mirar hacia el lugar, para observar como el vehículo había terminado empotrado contra la esquina de aquella vivienda que donde la calle terminaba en una y griega. El camino por el que venían, y la bifurcación que separaba la calle por la que deberían haber girado, y otra que iba hacia la derecha.
Tenía ganas de quedarse allí tumbado un ratito, disfrutando de la paz momentánea después del combate, pero no podía hacerlo. Debía comprobar cómo habían quedado los dos bandidos restantes y las medicinas. Además, como se podía descansar cuando alguien comenzaba a aporrearte con una vara de madera.
- Maldito. Maldito. Has destruido toda mi fruta-, decía el hombre sin parar de golpearlo con el largo palo.
- Ah, tranquilícese. No lo he hecho a propósito. Solo ha sido un desafortunado accidente-, decía en medio de las quejas de dolor. Incluso ya incorporado, pues el dueño del establecimiento no había desistido de sus acciones ni cuando se había levantado.
- Es mi medio de vida. Todo echado a perder por tu culpa. A quien se le ocurre viajar a esa velocidad-, contestó el señor sin dejar de atizarle.
En un momento dado el brujo pudo agarrar el palo, y arrebatárselo al hombre, para después dejarlo caer a un lado.
- Ya está bien. Yo no he tenido nada que ver en eso. Esa carreta iba manejada por unos ladrones a los que intentaba dar caza.
- ¿Vincent? ¿Eres tú? - se escuchó una tercera voz acercándose.
- ¿Sam? - respondió incrédulo. - ¡Sam! Me alegro de verte, necesito tu ayuda.
- Más bien necesitas un baño-, comentó el guardia. Lo cierto es que debía ser un cuadro verle, todo lleno de polvo y de jugo de fruta. - ¿Qué demonios pasa aquí?
- Este idiota ha roto mi puesto de fruta. Eso pasa-, dijo el dueño de la fruta antes que él.
- No-, suspiró resignado. - A ver, es complicado de resumir. Pero lo intentaré. Hoy fui al hospital a ver a un amigo. Ahí me encontré a Níniel…
- Ah. Níniel. La sacerdotisa que nos salvó en el muro. ¿Cómo está?
- Bien. Pero eso no es importante ahora, Sam. Déjame explicarme antes de que nadie me mate-, le echó un vistazo al hombre, que no parecía que fuera a perder su enfado pese a las explicaciones. - El caso es que me pidió que la ayudara.
- Que la ayudaras, eh. Como te gusta pasar el rato con ella. No es algo que se nos escapara una vez terminó la batalla-, se rió.
- Sam, por favor-. Lo cierto es que no mentía, sin embargo no era el momento para bromas. - Fui con ella como ayudante del personal del hospital, y al cabo de un rato nos dimos cuentas de que faltaban medicinas. Fuimos al almacén, y encontramos a la chica encargada de este, herida. También nos dimos cuenta de que faltaban más de esas medicinas allí. Era un robo a gran escala. No te volveré loco en detalles, pero cuando conseguimos llegar hasta los ladrones, escaparon en carretas, y esa es una de ellas.
Eso le recordó que faltaba la otra. Y la propia Níniel. ¿Dónde estaban? Seguramente el otro carro siguió su camino pre establecido y la elfa lo había seguido. Eso cambiaba las cosas, no tenía tiempo para perderlo en cháchara y descansando. La dulce Nín podría estar en peligro.
- Los seguí a caballo, y me monté en una de ellas. Pero en la lucha acabamos estrellándonos.
- Menuda historia-, dijo Sam.
- Sí, menuda historia. Me quejaré al gobernador-, gritó el comerciante furibundo antes de ir al interior de su tienda, y dejando a los dos hombres al lado de su, ahora destrozado, puesto exterior de frutas.
- Tienes que creerme-, respondió recogiendo su espada a unos metros y envainándola. - Esas medicinas son importantes para la salvación de muchas vidas Sam, y hay otro carro que se ha dado a la fuga y que debe estar siguiendo Níniel. Debo darme prisa-, comentó corriendo hacia el carruaje estrellado.
El edificio al que había colisionado era otro comercio con puesto en el exterior. Esta vez de verduras, pero lo importante es que el puesto había frenado algo al carro antes de chocar, por lo cual no estaba tan destrozado como si hubiera chocado sin ninguna oposición. Esto había salvado a los ladrones y a las medicinas, aunque había varias cajas rotas y se podía observar cómo salía el valioso líquido de ellas. Por suerte, otras tantas estaban intactas.
- Tranquilo. Te creo. Luché contigo en la muralla, ¿recuerdas? Me fío de ti-, comentó el guardia corriendo a su lado y dando instrucciones al resto de soldados de su patrulla para que les siguieran. - Entonces esos tres son ladrones.
- Sí, así es-, dijo cogiendo al del turbante por la pechera de su camisa, aunque realmente ya no tenía nada sobre la cabeza.
- No me hagas daño-, comentó asustado el jede de los bandidos.
- Eso dependerá de lo que me cuentes-, contestó enfadado zarandeándolo. - A donde os dirigíais, por donde pretendías salir de la ciudad. Responde.
- No me mates y te lo diré todo. Íbamos a huir por la brecha de la ciudad, la que está en reparaciones después de la batalla. Era un plan magnífico, hasta que apareciste-, dijo nervioso.
El brujo por su parte solo lo dejo caer, y lo dejó en manos de la guardia, que también se estaban encargando de los otros ladrones.
- Venimos de un edificio cercano a la plaza hospital. Donde está la posada de los “Suspiros del desierto”. Hay un reguero de asaltantes por el camino, alguno muerto me temo.
- Nos encargaremos de ellos-, contestó Sam, que se vio interrumpido por la aparición de un caballo que se paró junto a ellos.
No se lo podía creer. Ese animal debía ser más tozudo que él.
- Tranquilo. Viene conmigo-, bromeó colocando la bota sobre el estribo y subiendo hasta la silla de montar. - Es una larga historia. Aunque me gustaría que evitaras que me matase un guardia que había en la calzada por la que venimos. Creo que le causado una “grata” impresión-, volvió a bromear, esta vez marcando una sonrisa en los labios. - He de ir a la brecha. Nos vemos pronto Sam-, dijo espoleando al caballo castaño con el que había realizado la persecución.
- Grata impresión. Claro-, negó con la cabeza. - Buena suerte-, le deseó.
Vincent azuzó a su montura para que fuera veloz hacia la rotura en la muralla. ¿Cómo no se le había ocurrido? Era un plan magnifico salir por ella. Nada como aprovechar los desastres de la guerra para enriquecerse y huir. Por un lado un hospital lleno de medicinas, con poco personal y mucho de él improvisado, del que sería fácil robar al estar todo el mundo demasiado ocupado y estresado. Y por el otro lado una salida sencilla creada por las armas de asedios durante la batalla. Sencillo y un juego niños.
El brujo no tardó en llegar al lugar de la brecha, y nada más echar un vistazo pudo ver el carro que había escapado justo delante de la salida, así como a hombres de la guardia manteniendo cautivos a los ladrones que iban en dicho vehículo. Buscó con la mirada a Nín, y no tardó en ver a una mujer de perfecta factura cerca de los defensores de la ciudad.
- Nín. ¿Estás bien? - preguntó nada más llegar, sin bajarse del caballo. Debía ser todo un espectáculo para la mirada, lleno de polvo y manchas de fruta por todas partes. - Estaba preocupado. He detenido el otro carro unas calles atrás-, sonrió, bajando de la montura. - Veo que has hecho lo propio con este. Parece que formamos un buen equipo-, bromeó sin perder la sonrisa. - Los heridos se salvarán.
Vincent Calhoun
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Re: Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
En un primer momento parecía que aquel par de ladrones tratarían de huir a pie, que se la jugarían con la puntería de los arqueros del muro y tratarían de escapar por las calles más cercanas con la intención de dar esquinazo a los guardias aprovechando que los que se les acercaban eran solo dos y con un equipo más pesado que sus ropas de calle...Pero tras unas miradas nerviosas y unos instantes de indecisión cualquier esperanza de lograrlo se desvaneció y se rindieron sin presentar resistencia, siendo bajados del carro por la fuerza y atados el uno al otro, espalda con espalda, para facilitar su custodia.
-La elfa tiene razón.- Habló entonces uno de los soldados que se había acercado a la parte trasera del carro y había comenzado a inspeccionar su cargamento. -Son cajas llenas de esos frascos con formas tan raras que usan los alquimistas y sanadores. Botes de ungüentos y...Aggggh ...¿Pero qué coño...?. Esto huele peor que un muerto.- Se interrumpió alejándose rápidamente de allí entre arcadas, maldiciendo todo lo maldecible mientras trataba de hacer que el aire puro entrase sus pulmones y sustituyera a la peste que acababa de inhalar. Un horrible olor que incluso desde cierta distancia pudo ser percibido por la peliblanca y la hizo arrugar la nariz. Aquel soldado acababa de tener el honor de acercar sus fosas nasales al pestilente ungüento de Maximiliana...multiplicado por varias decenas. Debía de tener un estómago a prueba de bombas para no haber vomitado su última comida.
-Es un preparado medicinal de una de nuestras sanadoras más veteranas...Lamentablemente centrado en la eficacia y no en su...olor. No es tóxico, aunque lo parezca.- Les comunicó la peliblanca para que no pensaran que era algo peor de lo que era, y es que con según que productos de ese tipo nunca se sabía. algo que en pequeñas dosis puede curar...en cantidades mayores puede resultar peligroso e incluso letal.
-Es bueno saberlo...Me cago en la leche. Deberíamos haberles tirado esa mierda a los nórgedos en vez de aceite y fuego. Hubiese sido más efectivo.- Respondió aliviado el hombre causando que la elfa no pudiera contener una leve y cantarina risita. Las bromas sobre aquel horroroso olor eran algo habitual en el hospital, pero aquella había sido sin duda de lo más ingeniosa. -Bien señorita, puede marcharse. Nosotros nos ocuparemos del resto. En cuanto vuelva el teniente llevaremos a estos dos al calabozo y nos aseguraremos de que el carro vuelva al hospital. Le...agradecemos la ayuda.- Dijo a continuación dispensando a la joven, quizá pensando en atribuirse todo el mérito de aquella captura, lo cual tampoco es que le importara mucho a la elfa. Claro que su chistoso comentario no la había hecho olvidar el interés que unos instantes antes había mostrado por "comprobar que no llevaba nada bajo la túnica".
-Como dije antes, había dos carros. Si el otro no ha llegado es porque mi compañero se ha ocupado de él. En el había muchos más ladrones. Además nos ocupamos de otro buen número de ellos en su base, en un edificio medio abandonado tras el almacén de suministros de la plaza hospitalaria. Ya debería haber guardias allí- Les informó disfrutando de la cara de sorpresa que se les quedó a ambos al escuchar el resumen de lo sucedido casi al completo. Algo que hacía imposible que pudieran atribuirse un mérito que no era suyo, aunque bueno, algo habían ayudado. En ese momento sus ojos de elfa vieron al jinete que se acercaba hasta ellos y lo reconoció como Vincent, alegrándose enormemente de verlo aunque parecía haberlo tenido bastante más difícil que ella. Estaba cubierto de polvo y restos de frutas pero parecía estar de una pieza. Además mirándolo por el lado bueno, el aroma de las frutas mitigaba la peste del ungüento de Maximiliana. -Es mi compañero, también luchó en los muros. Le vi derrotar a un nórgedo el doble de grande que él y que llevaba una de esas grandes armas curvas.- Les dijo a los guardias para que le mostraran el respeto que merecía.
-Estoy bien. ¿Qué te ha pasado a tí?. ¿Esa sangre es tuya?.- Respondió y preguntó la elfa preocupándose por la sangre que tenía en la nuca y revisándolo tan pronto como bajó de su caballo, mostrándose aliviada al ver que no era suya, aunque tenía algunas contusiones que debían de estar doliéndole lo suyo, por lo que aplicó sus habilidades sanadoras sobre él para evitarle un día siguiente en el que no podría ni levantarse. -Sí, formamos buena pareja...Equipo, equipo. Muy buen equipo.- Corrigió nerviosa. - Me alegra que lo consiguieras, creo que lo has pasado peor que yo para lograrlo. ¿Cómo supiste que el primer carro venía hacia aquí?. Desde luego lo tenían bien planeado. Ahora cuanto antes llevemos las medicinas de vuelta al hospital mejor.-
-Nos ocuparemos de ello enseguida no se preocupen. Estos criminales estarán entre rejas y el carro donde corresponde en breve.- Sentenció el guardia con confianza, aunque con todo aquel jaleo Níniel empezaba a preguntarse qué estaría haciendo aquel teniente que aún no había aparecido.
En cualquier caso ellos se ocuparían de aquel carro, y Sam, uno de los soldados que lucharon junto a ellos en la muralla, se ocuparía del segundo y del "pequeño" desastre que aquella persecución había causado por las calles de la ciudad, tal y como explicaría Vincent a los allí presentes, por lo que a la pareja solo le quedaba un asunto pendiente del que hacerse cargo con respecto a toda aquella locura de día. Comprobar que Miriam había podido avisar a la guardia por su parte, que esta hubiese podido encontrar el edificio a pesar de las señas generales que habían podido darle a la joven recepcionista y comprobar que K´rry estuviese bien.
No tardaron en regresar a la parte trasera del almacén, a aquel callejón donde comenzara su enfrentamiento con aquel nutrido grupo de miserables, y una vez allí se encontraron con una escena bien distinta a la que habían dejado atrás al salir corriendo de allí para iniciar una persecución digna de una novela de aventuras. Miriam había cumplido con su parte y el lugar estaba lleno de soldados que vigilaban el perímetro mientras que otros se afanaban por terminar de cargar un carro con las cajas de medicinas y otros dos más con los ladrones capturados, algunos de ellos aún inconscientes. Menos miramientos mostraban con los muertos, a los que simplemente apilaban sin cuidado alguno al lado de la puerta metálica, a la espera seguramente de que el enterrador pasara a recogerlos para echarlos a alguna tumba sin nombre, el destino de los criminales.
-!Alto!.- Les detuvo un guardia con la capa del color de un oficial.- Esta zona está prohibida a los civiles. Marchense o serán arrestados- Vociferó con un claro mal humor y cara de perro.
-Son las personas sobre los que les hablamos capitán Altair. -Intervino Frigilla, que por alguna razón estaba allí y estaba acompañada por K´rry, haciendo que el oficial pusiera aún peor cara y soltara un bufido de disgusto. No se alegraba ni un ápice de verlos, todo lo contrario los miraba como si no le gustaran por alguna razón que la elfa no comprendía. ¿No acababan de ayudarles?.
-Aahhh...Los que junto con la mujer-bestia se creen que pueden tomarse la justicia por su mano en mi ciudad...Varios muertos, aún más heridos...Y media calle del mercado patas arriba...Aún esperaréis que os demos las gracias. Sí, ya me han avisado de vuestra carrera por las calles de la ciudad...Tengo a un sargento en estado de pánico que os acusa de querer matarlo. ¿Qué ha pasado con el otro carro?. Espero que al menos eso sean buenas noticias o tendré que meteros en el calabozo por todo esto.- Gruñó. Aunque el fondo de su mensaje dejaba claro que no iba a apresarlos por mucho que le gustaría poder hacerlo. Era cierto que habían formado un gran revuelo, pero habían evitado un gran robo de unos bienes vitales y detenido a un grupo de ladrones que operaba bajo las narices de la guardia sin que estos lo supieran. No habían hecho nada malo, todo lo contrario. ¿No sería acaso que con sus acciones la guardia había quedado mal por lo que estaba tan molesto con ellos?
-Lo detuvimos, los ladrones están bajo custodia de la guardia y todas las medicinas están intactas.- Respondió la peliblanca, pasando a hacerles un pequeño resumen de lo ocurrido y sobre el plan de los ladrones. Resumen que al acabar causó otro bufido de aquel capitán, aunque este menos brusco que el anterior. Menudo imbécil.
-Algo es algo...Supongo. Está bien. La guardia se ocupará de todo a partir de ahora. No quiero que os metáis en más líos, ¿estamos?. Podéis iros.- Dijo dando la conversación por terminada y dándoles la espalda para empezar a gritar unas cuantas órdenes a sus hombres e ignorando totalmente a posta al resto.
-De nada, humano, es un placer hacer vuestro trabajo.- Musitó la peliblanca cuando supo que ya no podía escucharla haciendo que Frigilla la mirara con cierto aire de divertida desaprobación y K´rry emitiera una sonora risotada.
-Yo sí os doy las gracias. La pérdida de todo ese material hubiese sido catastrófica para nosotros. Por los dioses si ya a duras penas damos a basto...Pero no hay tiempo para celebraciones. Vamos a necesitar todas las manos disponibles para volver a colocar todo en su sitio y distribuir de nuevo las medicinas por el recinto. Debéis de estar cansados pero...Yo debo supervisar aquí y...-
-No hace falta ni que lo digas, cuenta con nosotros- Aseveró la peliblanca a pesar de estar cansada por todo lo sucedido. -Nada que una poción revitalizante no pueda solucionar, y acabamos de recuperar una caja llena de ellas.-Lo cierto es que no tenía potestad para hablar por todos ellos pero algo le decía que los demás estarían de acuerdo con ella a pesar de habían tenido un día de lo más movido.
-Sabía que podía contar con vosotras chicas...Y contigo brujo. Os lo encargo- Dijo claramente satisfecha por aquella respuesta, que era la que esperaba, comenzando a quedarse atrás mientras el trío de "héroes de la ciudad" caminaba de vuelta a la plaza.
-Entonces K´rry, ¿tu primo...?- Se atrevió a preguntar la peliblanca a su compañera ahora que nadie más que ellos podría oírlo pues se habían alejado unas decenas de metros. No lo había visto en el carro con los demás prisioneros.
-Pues resulta que...-Comenzó a decir la peluda chica, pero su explicación fue interrumpida por los gritos de Frigilla que desde la distancia llamaba su atención haciendo gestos con el brazo extendido, mucho más animada de repente.
-Se me olvidaba. ¿Recordáis el parto que tenía que atender?. Fue todo perfecto. Una preciosa niña, sana y sonrosada.- Les comunicó con una amplia sonrisa antes de separarse finalmente de ellos, causando que al menos Níniel sonriera de oreja a oreja.
-La primera niña nacida tras la batalla...Un rayo de esperanza.-
-La elfa tiene razón.- Habló entonces uno de los soldados que se había acercado a la parte trasera del carro y había comenzado a inspeccionar su cargamento. -Son cajas llenas de esos frascos con formas tan raras que usan los alquimistas y sanadores. Botes de ungüentos y...Aggggh ...¿Pero qué coño...?. Esto huele peor que un muerto.- Se interrumpió alejándose rápidamente de allí entre arcadas, maldiciendo todo lo maldecible mientras trataba de hacer que el aire puro entrase sus pulmones y sustituyera a la peste que acababa de inhalar. Un horrible olor que incluso desde cierta distancia pudo ser percibido por la peliblanca y la hizo arrugar la nariz. Aquel soldado acababa de tener el honor de acercar sus fosas nasales al pestilente ungüento de Maximiliana...multiplicado por varias decenas. Debía de tener un estómago a prueba de bombas para no haber vomitado su última comida.
-Es un preparado medicinal de una de nuestras sanadoras más veteranas...Lamentablemente centrado en la eficacia y no en su...olor. No es tóxico, aunque lo parezca.- Les comunicó la peliblanca para que no pensaran que era algo peor de lo que era, y es que con según que productos de ese tipo nunca se sabía. algo que en pequeñas dosis puede curar...en cantidades mayores puede resultar peligroso e incluso letal.
-Es bueno saberlo...Me cago en la leche. Deberíamos haberles tirado esa mierda a los nórgedos en vez de aceite y fuego. Hubiese sido más efectivo.- Respondió aliviado el hombre causando que la elfa no pudiera contener una leve y cantarina risita. Las bromas sobre aquel horroroso olor eran algo habitual en el hospital, pero aquella había sido sin duda de lo más ingeniosa. -Bien señorita, puede marcharse. Nosotros nos ocuparemos del resto. En cuanto vuelva el teniente llevaremos a estos dos al calabozo y nos aseguraremos de que el carro vuelva al hospital. Le...agradecemos la ayuda.- Dijo a continuación dispensando a la joven, quizá pensando en atribuirse todo el mérito de aquella captura, lo cual tampoco es que le importara mucho a la elfa. Claro que su chistoso comentario no la había hecho olvidar el interés que unos instantes antes había mostrado por "comprobar que no llevaba nada bajo la túnica".
-Como dije antes, había dos carros. Si el otro no ha llegado es porque mi compañero se ha ocupado de él. En el había muchos más ladrones. Además nos ocupamos de otro buen número de ellos en su base, en un edificio medio abandonado tras el almacén de suministros de la plaza hospitalaria. Ya debería haber guardias allí- Les informó disfrutando de la cara de sorpresa que se les quedó a ambos al escuchar el resumen de lo sucedido casi al completo. Algo que hacía imposible que pudieran atribuirse un mérito que no era suyo, aunque bueno, algo habían ayudado. En ese momento sus ojos de elfa vieron al jinete que se acercaba hasta ellos y lo reconoció como Vincent, alegrándose enormemente de verlo aunque parecía haberlo tenido bastante más difícil que ella. Estaba cubierto de polvo y restos de frutas pero parecía estar de una pieza. Además mirándolo por el lado bueno, el aroma de las frutas mitigaba la peste del ungüento de Maximiliana. -Es mi compañero, también luchó en los muros. Le vi derrotar a un nórgedo el doble de grande que él y que llevaba una de esas grandes armas curvas.- Les dijo a los guardias para que le mostraran el respeto que merecía.
-Estoy bien. ¿Qué te ha pasado a tí?. ¿Esa sangre es tuya?.- Respondió y preguntó la elfa preocupándose por la sangre que tenía en la nuca y revisándolo tan pronto como bajó de su caballo, mostrándose aliviada al ver que no era suya, aunque tenía algunas contusiones que debían de estar doliéndole lo suyo, por lo que aplicó sus habilidades sanadoras sobre él para evitarle un día siguiente en el que no podría ni levantarse. -Sí, formamos buena pareja...Equipo, equipo. Muy buen equipo.- Corrigió nerviosa. - Me alegra que lo consiguieras, creo que lo has pasado peor que yo para lograrlo. ¿Cómo supiste que el primer carro venía hacia aquí?. Desde luego lo tenían bien planeado. Ahora cuanto antes llevemos las medicinas de vuelta al hospital mejor.-
-Nos ocuparemos de ello enseguida no se preocupen. Estos criminales estarán entre rejas y el carro donde corresponde en breve.- Sentenció el guardia con confianza, aunque con todo aquel jaleo Níniel empezaba a preguntarse qué estaría haciendo aquel teniente que aún no había aparecido.
En cualquier caso ellos se ocuparían de aquel carro, y Sam, uno de los soldados que lucharon junto a ellos en la muralla, se ocuparía del segundo y del "pequeño" desastre que aquella persecución había causado por las calles de la ciudad, tal y como explicaría Vincent a los allí presentes, por lo que a la pareja solo le quedaba un asunto pendiente del que hacerse cargo con respecto a toda aquella locura de día. Comprobar que Miriam había podido avisar a la guardia por su parte, que esta hubiese podido encontrar el edificio a pesar de las señas generales que habían podido darle a la joven recepcionista y comprobar que K´rry estuviese bien.
No tardaron en regresar a la parte trasera del almacén, a aquel callejón donde comenzara su enfrentamiento con aquel nutrido grupo de miserables, y una vez allí se encontraron con una escena bien distinta a la que habían dejado atrás al salir corriendo de allí para iniciar una persecución digna de una novela de aventuras. Miriam había cumplido con su parte y el lugar estaba lleno de soldados que vigilaban el perímetro mientras que otros se afanaban por terminar de cargar un carro con las cajas de medicinas y otros dos más con los ladrones capturados, algunos de ellos aún inconscientes. Menos miramientos mostraban con los muertos, a los que simplemente apilaban sin cuidado alguno al lado de la puerta metálica, a la espera seguramente de que el enterrador pasara a recogerlos para echarlos a alguna tumba sin nombre, el destino de los criminales.
-!Alto!.- Les detuvo un guardia con la capa del color de un oficial.- Esta zona está prohibida a los civiles. Marchense o serán arrestados- Vociferó con un claro mal humor y cara de perro.
-Son las personas sobre los que les hablamos capitán Altair. -Intervino Frigilla, que por alguna razón estaba allí y estaba acompañada por K´rry, haciendo que el oficial pusiera aún peor cara y soltara un bufido de disgusto. No se alegraba ni un ápice de verlos, todo lo contrario los miraba como si no le gustaran por alguna razón que la elfa no comprendía. ¿No acababan de ayudarles?.
-Aahhh...Los que junto con la mujer-bestia se creen que pueden tomarse la justicia por su mano en mi ciudad...Varios muertos, aún más heridos...Y media calle del mercado patas arriba...Aún esperaréis que os demos las gracias. Sí, ya me han avisado de vuestra carrera por las calles de la ciudad...Tengo a un sargento en estado de pánico que os acusa de querer matarlo. ¿Qué ha pasado con el otro carro?. Espero que al menos eso sean buenas noticias o tendré que meteros en el calabozo por todo esto.- Gruñó. Aunque el fondo de su mensaje dejaba claro que no iba a apresarlos por mucho que le gustaría poder hacerlo. Era cierto que habían formado un gran revuelo, pero habían evitado un gran robo de unos bienes vitales y detenido a un grupo de ladrones que operaba bajo las narices de la guardia sin que estos lo supieran. No habían hecho nada malo, todo lo contrario. ¿No sería acaso que con sus acciones la guardia había quedado mal por lo que estaba tan molesto con ellos?
-Lo detuvimos, los ladrones están bajo custodia de la guardia y todas las medicinas están intactas.- Respondió la peliblanca, pasando a hacerles un pequeño resumen de lo ocurrido y sobre el plan de los ladrones. Resumen que al acabar causó otro bufido de aquel capitán, aunque este menos brusco que el anterior. Menudo imbécil.
-Algo es algo...Supongo. Está bien. La guardia se ocupará de todo a partir de ahora. No quiero que os metáis en más líos, ¿estamos?. Podéis iros.- Dijo dando la conversación por terminada y dándoles la espalda para empezar a gritar unas cuantas órdenes a sus hombres e ignorando totalmente a posta al resto.
-De nada, humano, es un placer hacer vuestro trabajo.- Musitó la peliblanca cuando supo que ya no podía escucharla haciendo que Frigilla la mirara con cierto aire de divertida desaprobación y K´rry emitiera una sonora risotada.
-Yo sí os doy las gracias. La pérdida de todo ese material hubiese sido catastrófica para nosotros. Por los dioses si ya a duras penas damos a basto...Pero no hay tiempo para celebraciones. Vamos a necesitar todas las manos disponibles para volver a colocar todo en su sitio y distribuir de nuevo las medicinas por el recinto. Debéis de estar cansados pero...Yo debo supervisar aquí y...-
-No hace falta ni que lo digas, cuenta con nosotros- Aseveró la peliblanca a pesar de estar cansada por todo lo sucedido. -Nada que una poción revitalizante no pueda solucionar, y acabamos de recuperar una caja llena de ellas.-Lo cierto es que no tenía potestad para hablar por todos ellos pero algo le decía que los demás estarían de acuerdo con ella a pesar de habían tenido un día de lo más movido.
-Sabía que podía contar con vosotras chicas...Y contigo brujo. Os lo encargo- Dijo claramente satisfecha por aquella respuesta, que era la que esperaba, comenzando a quedarse atrás mientras el trío de "héroes de la ciudad" caminaba de vuelta a la plaza.
-Entonces K´rry, ¿tu primo...?- Se atrevió a preguntar la peliblanca a su compañera ahora que nadie más que ellos podría oírlo pues se habían alejado unas decenas de metros. No lo había visto en el carro con los demás prisioneros.
-Pues resulta que...-Comenzó a decir la peluda chica, pero su explicación fue interrumpida por los gritos de Frigilla que desde la distancia llamaba su atención haciendo gestos con el brazo extendido, mucho más animada de repente.
-Se me olvidaba. ¿Recordáis el parto que tenía que atender?. Fue todo perfecto. Una preciosa niña, sana y sonrosada.- Les comunicó con una amplia sonrisa antes de separarse finalmente de ellos, causando que al menos Níniel sonriera de oreja a oreja.
-La primera niña nacida tras la batalla...Un rayo de esperanza.-
Níniel Thenidiel
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Re: Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
A simple vista la elfa parecía que estaba en perfectas condiciones, lo que era todo un alivio para él. No se había percatado en qué momento la mujer se había separado, aunque imaginaba que habría sido justo en el cruce donde había tenido el accidente. Ella había seguido para detener el primer carro, y él había quedado atrás, empotrado en el puesto de fruta. Era lo más lógico, aunque era difícil imaginar cómo había detenido el carruaje. En esa parte no sabía muy bien que habría ocurrido, y solo podía pensar que la mujer había conseguido alertar a la guardia en la muralla, que había evitado el paso de los ladrones. Era lo más probable, pues la ropa de Nín no tenía signos de lucha. No como la suya.
- Me alegra ver que estás bien-, respondió a la sacerdotisa. - ¿Sangre? ¿Qué sangre? No te preocupes, solo son algunos rasguños y golpes-, dijo confuso mirándose los brazos y el resto el cuerpo. Aunque cuando la mujer se interesó por su nuca, entendió a que se refería. - Ah, sí. Quiero decir, no, no, no es mi sangre. Es de uno de los ladrones. En un forcejeo he acabado con mi cabeza contra su rostro. Gajes del oficio-, rió palpándose la nuca, pero dejándose atender por la elfa de todos modos.
No tardó mucho en sentirse mucho mejor, gracias a la magia curativa de la sacerdotisa. Era impresionante el poder que tenía la mujer para sanar y dar energías renovadas a sus aliados. Puede que no fuera espectacular a la vista, que no llamara la atención como sí lo hacían los poderes destructivos de los brujos. Pero para cualquiera que tuviera una cabeza sobre los hombros, y no se distrajera por artificios, la magia élfica era realmente un arma poderosa.
- Pareja-, contestó a la elfa con una media sonrisa llena de picardía. - Una buena pareja está bien dicho y no suena mal-, le acarició un brazo para quitarle los nervios. - Pues el tipo del turbante me lo dijo bajo amenazas de dejarlo peor que estas frutas-, dijo quitándose una que había quedado pegada sobre el hombro de su camisa.
Menos mal que tenía más de una camisa y pantalones consigo, en su querido morral que llevaba en todos sus viajes. De todos modos, esa ropa que llevaba había pasado a mejor vida, y tendría que conseguir nueva para sustituirla cuando volviera a Lunargenta.
- Sí. Ya tendremos tiempo de hablar. Esas medicinas son necesarias en el hospital urgentemente-, comentó, pensando que debería tomar las riendas de los caballos del carromato para devolverlas.
No fue necesario. Uno de los guardias había escuchado las últimas palabras de la conversación entre ambos, y les indicó que la propia guardia se encargaría tanto de los ladrones, como de devolver el carro con las medicinas al hospital. Así que ese asunto estaba arreglado en parte. Aún quedaban las cajas robadas del otro carro.
Vincent montó en el caballo, el mismo que lo había acompañado en toda la persecución, y volvió sobre sus pasos. No tardó en llegar junto a Sam y preguntarle si necesitaba ayuda con esas cajas.
- ¿No puedes vivir un segundo sin Níniel o qué? - bromeó nada más verlos llegar, y luego se carcajeó. - Descuida. Nosotros nos encargaremos de las medicinas. Pronto estarán donde nunca debieron salir. ¿Qué ha pasado con el otro carro?
- Níniel los ha atrapado con la ayuda de tus compañeros en la brecha del muro-, contestó pasando por alto la broma.
- Genial. Nadie puede contra la gran sacerdotisa-, comentó el guardia. - Y veo que lo hace sin destrozar su ropa, no como vos Vincent-, volvió a bromear.
Era vez no pudo evitar reír ante la persistencia en las bromas del soldado.
- Eso es porque el estilo de combate illidense es muy avanzado. Algún día llegaran esas tácticas tan modernas al reino de los humanos-, le tocó esta vez el turno a él de bromear. - Si lo tienes todo controlado, volveremos al edificio desde el que partieron. Allí hay más cajas y otros tantos ladrones inconscientes.
- Maldición. ¿Cuántos bandidos había? Recuérdame que no me meta con vosotros nunca. Sobre todo teniendo en cuenta tus modernas habilidades-, siguió la conversación en el mismo tono alegre. - Aquí está todo controlado. Ya nos vemos y me cuentas la historia entera.
- No hay tanto que contar, en realidad. Hasta otra-, se despidió azuzando a su montura para que avanzara.
Siguió desandando el camino. Aunque sin la adrenalina ni las carreras de antes, daba la sensación de que el trayecto era mucho más largo de lo que le había parecido la primera vez que lo realizara. Solo había que tener la necesidad de capturar unos carros llenos de medicinas, para agilizar un viaje y acortar los tiempos. Interesante dato. Aunque más interesante fue ver al hombre al que había saltado con el caballo momentos antes, aquel guardia que lo había maldecido y al que sería mejor no encontrarse por ahora. Fue por ello que el brujo disimuladamente cambió la ruta, y giró a una calle por la que no había pasado anteriormente, y por ella siguió su camino hacia aquel edificio junto a la elfa.
Seguramente ella se preguntaría el motivo de ese cambio de ruta. Pero el brujo solo pudo mirar hacia ella y sonreír. Por su mente solo pasaba el desastre que había ocurrido con el guardia, así que seguramente su rostro no iba acorde con su sonrisa, aunque sin embargo, la peliblanca no dijo nada al respecto. O lo dejó pasar o simplemente se lo recordaría más tarde.
Era imposible saberlo con exactitud, pero el caso es que pasados unos minutos volvieron al punto de partida de aquella frenética carrera de obstáculos. Era imposible que se les pasara por alto la gran cantidad de tropas en la zona, y pronto divisaron a un oficial junto a una enfermera, aquella a la que habían avisado en recepción del robo. También estaba junto a ellos K´rry.
- Espera un segundo-, comentó a su compañera cogiendo las riendas de sus dos caballos. - Iré a devolvérselos a su legítimo dueño.
No costó encontrarlo. Estaba en el mismo lugar en el que había tomado prestados los caballos, y parecía que estaba hablando con dos guardias de lo sucedido. No obstante, cuando se acercó y se los entregó de vuelta, el hombre, después de inspeccionar que estuvieran bien sus caballos, se limitó a tomarlos por las riendas y a mostrarse bastante simpático para estar tratando con el tipo que le quitó los animales. Era evidente que había dejado una buena propina por ellos, una demasiado grande dada la excesiva alegría del dueño. En fin, no era un dinero malgastado. Había servido para no meterse en problemas con la justicia, y por ese día ya tendría problemas con aquel guardia que había saltado, y el dueño del puesto de frutas que se había cargado. Con dos de tres tenía suficientes.
Después se acercó hasta el oficial junto a Níniel. El hombre estaba enfadado. Normal hasta cierto punto. Parte de la ciudad había acabado patas arriba, y ellos se habían metido en competencias de la guardia sin permiso. Pero dado que los daños no eran tan graves como el valor e importancia de aquellas medicinas; que ellos habían hecho de guardias sin consentimiento, pero sin su intervención jamás hubieran apresado a los ladrones; el oficial desistió de sus amenazas.
- No hay de qué. Siempre es un placer ayudar-, se despidió con una sonrisa del mando de la guardia.
Seguramente era demasiado esperar unas gracias por su parte. Y dadas las circunstancias y su carácter, precisamente que desistiera de apresarlos y dejara el asunto como agua pasada era su forma de darlas. Aún así no pudo evitar despedirse de este modo de él, dando a entender que estaba encantado de haber podido ayudar, y que había escuchado esas gracias nunca emitidas sonoramente por el oficial.
- Bueno, ahora que toca-, se dirigió esta vez a las mujeres que lo acompañaban mientras avanzaban de vuelta a la plaza. - No se preocupe. Lo entendemos. Arrimaremos el hombro-, se despidió de la enfermera que se fue quedando atrás para supervisar a los guardias. - Ah, y felicidades por ese afortunado parto.
Después de esa última intervención de la enfermera, el trío que había entrado al edificio para linchar a los ladrones quedó solo.
- Pues sí. Y en tiempos como estos esa esperanza es más necesaria que nunca-, contestó a Níniel, con una sonrisa y la mirada perdida en sus propios pensamientos.
En momentos como aquel. Cuando las personas de la ciudad habían sufrido tanto para salvar su hogar, muchos perdiendo a familiares y amigos, otros incluso la propia vida; era cuando más necesaria se volvía esa esperanza que infundía vida, y daban las ganas de luchar por un mañana mejor.
- Entonces dejaste escapar a tu primo-, comentó casi de pasada, como si fuera poco importante. Intuía que la explicación que había quedado a medias por parte de K´rry iba precisamente en ese camino.
- Sí-, dijo la mujer bestia pasando de la felicidad a la inmensa tristeza en un suspiro. - Les he fallado…
- Anda. No seas tonta. Si no fuera por ti nunca habríamos encontrado ese edificio a tiempo. Y nunca habríamos podido seguir a los carros, si no hubieras tumbado a tantos ladrones-, la corrigió.
- Pero dejé escapar a mi primo-, comentó recuperando su habitual carácter nervioso. - Me dijo que se unió a “El Flaco” para mejorar su condición de criminal. Para no ser un ladronzuelo de poca monta toda su vida, ya que parecía que ese ladrón daba buenos golpes.
- Parecía. Nunca mejor dicho. No creo que de mucho de nada en bastante tiempo-, comentó recordando al líder. Sin duda el apelativo del Flaco le venía de perlas. - Perdón, no quería interrumpir.
- Bueno, no pasa nada. Me alegro de que ese bandido no pueda volver a robar en una temporada. El caso es que ordenaron a mi primo tantearme para robar las medicinas, pero también le ordenaron matarme y no pudo hacerlo. Fue por ello que le dieron una paliza, por no matarme y por retrasarse-, comentó volviendo a su estado taciturno. - Me prometió que no volvería a delinquir. Que ya había tenido suficiente, y que volvería a nuestro hogar. Junto a nuestra tribu y nuestra familia-, volvió a salir su tristeza para volver al nerviosismo. - Espero que de verdad lo haga. No podía dejarlo arrestar. Es mi familia, y no pudo matarme. Además creo que esta vez dice la verdad-, dijo poniéndose delante y cortándoles el paso, concentrando en su persona toda la atención. - De todos modos, yo cargaré con la culpa. Ha escapado gracias a mí, y han robado por mi torpeza.
El rubio rió.
- Por los dioses. Has hecho más que todos esos guardias que andan cargando cajas por salvar esas medicinas. No te mereces ninguna reprimenda. Has dejado escapar a tu primo, si, pero confiemos en que aproveche esta nueva oportunidad. Y en todo lo demás no has tenido nada de culpa. Te han utilizado, pero no debes reprenderte por ello. Le podría haber pasado a cualquiera.
- Pero me siento culpable-, comentó triste la coneja.
- Y te sentirás así un tiempo. Sin embargo, la realidad dista muchas veces de lo que sentimos. Tienes esa sensación, pero nada más. Lo cierto es que has sido muy valiente y no debes cargar con las culpas de tu primo. Y si demuestra un poco de inteligencia, hará lo que dijo, y volverá a casa para hacer algo decente. Si deja a un lado su oficio como ladrón, créeme, habrás hecho más bien que mal dejándolo huir-, se mostró conciliador.
También era cierto, que si hacía todo lo contrario y seguía robando, sería un problema. Sobre todo para la estima de K´rry si llegaba a enterarse alguna vez. Pero qué demonios, era un tipo de rayo de esperanza, como bien había dicho Níniel instantes antes para describir aquel nacimiento. Siempre había espacio para más rayos de ese tipo. Para más rayos esperanzadores. No todos eran iguales. Pero todos eran bien recibidos.
- Me alegra ver que estás bien-, respondió a la sacerdotisa. - ¿Sangre? ¿Qué sangre? No te preocupes, solo son algunos rasguños y golpes-, dijo confuso mirándose los brazos y el resto el cuerpo. Aunque cuando la mujer se interesó por su nuca, entendió a que se refería. - Ah, sí. Quiero decir, no, no, no es mi sangre. Es de uno de los ladrones. En un forcejeo he acabado con mi cabeza contra su rostro. Gajes del oficio-, rió palpándose la nuca, pero dejándose atender por la elfa de todos modos.
No tardó mucho en sentirse mucho mejor, gracias a la magia curativa de la sacerdotisa. Era impresionante el poder que tenía la mujer para sanar y dar energías renovadas a sus aliados. Puede que no fuera espectacular a la vista, que no llamara la atención como sí lo hacían los poderes destructivos de los brujos. Pero para cualquiera que tuviera una cabeza sobre los hombros, y no se distrajera por artificios, la magia élfica era realmente un arma poderosa.
- Pareja-, contestó a la elfa con una media sonrisa llena de picardía. - Una buena pareja está bien dicho y no suena mal-, le acarició un brazo para quitarle los nervios. - Pues el tipo del turbante me lo dijo bajo amenazas de dejarlo peor que estas frutas-, dijo quitándose una que había quedado pegada sobre el hombro de su camisa.
Menos mal que tenía más de una camisa y pantalones consigo, en su querido morral que llevaba en todos sus viajes. De todos modos, esa ropa que llevaba había pasado a mejor vida, y tendría que conseguir nueva para sustituirla cuando volviera a Lunargenta.
- Sí. Ya tendremos tiempo de hablar. Esas medicinas son necesarias en el hospital urgentemente-, comentó, pensando que debería tomar las riendas de los caballos del carromato para devolverlas.
No fue necesario. Uno de los guardias había escuchado las últimas palabras de la conversación entre ambos, y les indicó que la propia guardia se encargaría tanto de los ladrones, como de devolver el carro con las medicinas al hospital. Así que ese asunto estaba arreglado en parte. Aún quedaban las cajas robadas del otro carro.
Vincent montó en el caballo, el mismo que lo había acompañado en toda la persecución, y volvió sobre sus pasos. No tardó en llegar junto a Sam y preguntarle si necesitaba ayuda con esas cajas.
- ¿No puedes vivir un segundo sin Níniel o qué? - bromeó nada más verlos llegar, y luego se carcajeó. - Descuida. Nosotros nos encargaremos de las medicinas. Pronto estarán donde nunca debieron salir. ¿Qué ha pasado con el otro carro?
- Níniel los ha atrapado con la ayuda de tus compañeros en la brecha del muro-, contestó pasando por alto la broma.
- Genial. Nadie puede contra la gran sacerdotisa-, comentó el guardia. - Y veo que lo hace sin destrozar su ropa, no como vos Vincent-, volvió a bromear.
Era vez no pudo evitar reír ante la persistencia en las bromas del soldado.
- Eso es porque el estilo de combate illidense es muy avanzado. Algún día llegaran esas tácticas tan modernas al reino de los humanos-, le tocó esta vez el turno a él de bromear. - Si lo tienes todo controlado, volveremos al edificio desde el que partieron. Allí hay más cajas y otros tantos ladrones inconscientes.
- Maldición. ¿Cuántos bandidos había? Recuérdame que no me meta con vosotros nunca. Sobre todo teniendo en cuenta tus modernas habilidades-, siguió la conversación en el mismo tono alegre. - Aquí está todo controlado. Ya nos vemos y me cuentas la historia entera.
- No hay tanto que contar, en realidad. Hasta otra-, se despidió azuzando a su montura para que avanzara.
Siguió desandando el camino. Aunque sin la adrenalina ni las carreras de antes, daba la sensación de que el trayecto era mucho más largo de lo que le había parecido la primera vez que lo realizara. Solo había que tener la necesidad de capturar unos carros llenos de medicinas, para agilizar un viaje y acortar los tiempos. Interesante dato. Aunque más interesante fue ver al hombre al que había saltado con el caballo momentos antes, aquel guardia que lo había maldecido y al que sería mejor no encontrarse por ahora. Fue por ello que el brujo disimuladamente cambió la ruta, y giró a una calle por la que no había pasado anteriormente, y por ella siguió su camino hacia aquel edificio junto a la elfa.
Seguramente ella se preguntaría el motivo de ese cambio de ruta. Pero el brujo solo pudo mirar hacia ella y sonreír. Por su mente solo pasaba el desastre que había ocurrido con el guardia, así que seguramente su rostro no iba acorde con su sonrisa, aunque sin embargo, la peliblanca no dijo nada al respecto. O lo dejó pasar o simplemente se lo recordaría más tarde.
Era imposible saberlo con exactitud, pero el caso es que pasados unos minutos volvieron al punto de partida de aquella frenética carrera de obstáculos. Era imposible que se les pasara por alto la gran cantidad de tropas en la zona, y pronto divisaron a un oficial junto a una enfermera, aquella a la que habían avisado en recepción del robo. También estaba junto a ellos K´rry.
- Espera un segundo-, comentó a su compañera cogiendo las riendas de sus dos caballos. - Iré a devolvérselos a su legítimo dueño.
No costó encontrarlo. Estaba en el mismo lugar en el que había tomado prestados los caballos, y parecía que estaba hablando con dos guardias de lo sucedido. No obstante, cuando se acercó y se los entregó de vuelta, el hombre, después de inspeccionar que estuvieran bien sus caballos, se limitó a tomarlos por las riendas y a mostrarse bastante simpático para estar tratando con el tipo que le quitó los animales. Era evidente que había dejado una buena propina por ellos, una demasiado grande dada la excesiva alegría del dueño. En fin, no era un dinero malgastado. Había servido para no meterse en problemas con la justicia, y por ese día ya tendría problemas con aquel guardia que había saltado, y el dueño del puesto de frutas que se había cargado. Con dos de tres tenía suficientes.
Después se acercó hasta el oficial junto a Níniel. El hombre estaba enfadado. Normal hasta cierto punto. Parte de la ciudad había acabado patas arriba, y ellos se habían metido en competencias de la guardia sin permiso. Pero dado que los daños no eran tan graves como el valor e importancia de aquellas medicinas; que ellos habían hecho de guardias sin consentimiento, pero sin su intervención jamás hubieran apresado a los ladrones; el oficial desistió de sus amenazas.
- No hay de qué. Siempre es un placer ayudar-, se despidió con una sonrisa del mando de la guardia.
Seguramente era demasiado esperar unas gracias por su parte. Y dadas las circunstancias y su carácter, precisamente que desistiera de apresarlos y dejara el asunto como agua pasada era su forma de darlas. Aún así no pudo evitar despedirse de este modo de él, dando a entender que estaba encantado de haber podido ayudar, y que había escuchado esas gracias nunca emitidas sonoramente por el oficial.
- Bueno, ahora que toca-, se dirigió esta vez a las mujeres que lo acompañaban mientras avanzaban de vuelta a la plaza. - No se preocupe. Lo entendemos. Arrimaremos el hombro-, se despidió de la enfermera que se fue quedando atrás para supervisar a los guardias. - Ah, y felicidades por ese afortunado parto.
Después de esa última intervención de la enfermera, el trío que había entrado al edificio para linchar a los ladrones quedó solo.
- Pues sí. Y en tiempos como estos esa esperanza es más necesaria que nunca-, contestó a Níniel, con una sonrisa y la mirada perdida en sus propios pensamientos.
En momentos como aquel. Cuando las personas de la ciudad habían sufrido tanto para salvar su hogar, muchos perdiendo a familiares y amigos, otros incluso la propia vida; era cuando más necesaria se volvía esa esperanza que infundía vida, y daban las ganas de luchar por un mañana mejor.
- Entonces dejaste escapar a tu primo-, comentó casi de pasada, como si fuera poco importante. Intuía que la explicación que había quedado a medias por parte de K´rry iba precisamente en ese camino.
- Sí-, dijo la mujer bestia pasando de la felicidad a la inmensa tristeza en un suspiro. - Les he fallado…
- Anda. No seas tonta. Si no fuera por ti nunca habríamos encontrado ese edificio a tiempo. Y nunca habríamos podido seguir a los carros, si no hubieras tumbado a tantos ladrones-, la corrigió.
- Pero dejé escapar a mi primo-, comentó recuperando su habitual carácter nervioso. - Me dijo que se unió a “El Flaco” para mejorar su condición de criminal. Para no ser un ladronzuelo de poca monta toda su vida, ya que parecía que ese ladrón daba buenos golpes.
- Parecía. Nunca mejor dicho. No creo que de mucho de nada en bastante tiempo-, comentó recordando al líder. Sin duda el apelativo del Flaco le venía de perlas. - Perdón, no quería interrumpir.
- Bueno, no pasa nada. Me alegro de que ese bandido no pueda volver a robar en una temporada. El caso es que ordenaron a mi primo tantearme para robar las medicinas, pero también le ordenaron matarme y no pudo hacerlo. Fue por ello que le dieron una paliza, por no matarme y por retrasarse-, comentó volviendo a su estado taciturno. - Me prometió que no volvería a delinquir. Que ya había tenido suficiente, y que volvería a nuestro hogar. Junto a nuestra tribu y nuestra familia-, volvió a salir su tristeza para volver al nerviosismo. - Espero que de verdad lo haga. No podía dejarlo arrestar. Es mi familia, y no pudo matarme. Además creo que esta vez dice la verdad-, dijo poniéndose delante y cortándoles el paso, concentrando en su persona toda la atención. - De todos modos, yo cargaré con la culpa. Ha escapado gracias a mí, y han robado por mi torpeza.
El rubio rió.
- Por los dioses. Has hecho más que todos esos guardias que andan cargando cajas por salvar esas medicinas. No te mereces ninguna reprimenda. Has dejado escapar a tu primo, si, pero confiemos en que aproveche esta nueva oportunidad. Y en todo lo demás no has tenido nada de culpa. Te han utilizado, pero no debes reprenderte por ello. Le podría haber pasado a cualquiera.
- Pero me siento culpable-, comentó triste la coneja.
- Y te sentirás así un tiempo. Sin embargo, la realidad dista muchas veces de lo que sentimos. Tienes esa sensación, pero nada más. Lo cierto es que has sido muy valiente y no debes cargar con las culpas de tu primo. Y si demuestra un poco de inteligencia, hará lo que dijo, y volverá a casa para hacer algo decente. Si deja a un lado su oficio como ladrón, créeme, habrás hecho más bien que mal dejándolo huir-, se mostró conciliador.
También era cierto, que si hacía todo lo contrario y seguía robando, sería un problema. Sobre todo para la estima de K´rry si llegaba a enterarse alguna vez. Pero qué demonios, era un tipo de rayo de esperanza, como bien había dicho Níniel instantes antes para describir aquel nacimiento. Siempre había espacio para más rayos de ese tipo. Para más rayos esperanzadores. No todos eran iguales. Pero todos eran bien recibidos.
Vincent Calhoun
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Re: Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
La interrupción de Frigila cuando ya se habían alejado varios metros de aquel callejón había insuflado nuevos ánimos al trío de aventureros y dibujado una sonrisa en sus rostros, a pesar del desprecio sufrido a manos de aquel oficial orejas redondas de cara de perro, pero también había interrumpido a K´rry cuando estaba a punto de contarles qué había ocurrido con Jack, historia que la mujer-bestia continuaría tan pronto como retomaron su camino de vuelta a la plaza-hospital a un ritmo mucho más pausado que las apresuradas carreras que les llevaron hasta allí.
Níniel escuchó el relato de la liebre blanca en silencio, buscando tranquilizar a su compañera con leves gestos cariñosos cada vez que la culpa parecía pesarle demasiado y teniendo ganas de decirle por enésima vez lo absurdo que era culparse por aquello y que su única falta había sido ser demasiado confiada, pero solo implicaría repetir las palabras que Vincent ya le dedicaba con tono amable.
Si no puedes fiarte de un familiar tan cercano, ¿de quién puedes fiarte?...Para la elfa, parte de una raza donde la familia era lo primero, algo así le causaba una congoja que la llevaba a sentir una gran lástima por los que tenían que vivir en un mundo en el que ni siquiera la sangre de tu sangre estaba libre de sospecha. Para ella no confiar ciegamente en su prima Chandra, esa sensación, sería peor que una puñalada. Eso sin mencionar que ya había visto como aquello pasaba incluso entre hermanos o entre padres e hijos...Con razón muchos de los suyos decidían ignorar lo que había más allá de Sandorai. Era un mundo totalmente distinto, y cuantas más cosas como aquellas vivía la peliblanca, más agradecía a los dioses el tener un hogar como el suyo y haber podido conocer a gente como los Wood o como Vincent, en cuya presencia se sentía tan segura como cuando estaba en Veyond, con su familia.
-Al final se le planteó una decisión entre el bien y el mal e hizo su elección, seguramente conociendo las consecuencias. En mi hogar la redención no es algo sencillo de lograr pero creemos en ella. Espero que lo ocurrido hoy le haya abierto los ojos y realmente siga ese camino, por muy arduo que sea. Quizá algún día volváis a veros y pueda disculparse contigo como debe, tras haber conseguido ser digno de tu perdón.- Le dijo la peliblanca a la mujer-bestia alentando esa posibilidad quizá demasiado idealista pero que personalmente deseaba que pudiera hacerse realidad por el bien de ambos. -Además recuperamos la mayor parte de las medicinas intactas y detuvimos a esos maleantes. Porque una cosa está clara, con Jack o sin él esos ladrones hubiesen aprovechado la situación de la ciudad para hacer de las suyas. Incluso en cierto modo de no haber sido por él y por ti se hubiesen salido con la suya y a saber cuánto mal hubieran hecho en una ciudad que ya ha sufrido bastante. -Hizo una pausa mirando alrededor, a los estragos de la batalla que aún eran visibles en muchas de las fachadas del lugar y que seguirían siéndolo mucho tiempo. -Puede que no vayan a darnos otra medalla ni haya un gentío aclamando o un puñado de nobles pomposos agradeciéndonos...Pero hoy, como hace unas noches, lo hemos hecho bien.- Sentenció con la esperanza de que su peluda amiga comenzara a pensar en todo aquello desde un punto de vista más positivo conforme se adentraban en la plaza y en el mar de tiendas médica que en ella había. Pareció haberlo conseguido, al menos un poco, el resto como dijo Vincent, era cuestión de tiempo.
-Níiiiin.- La llamó voz en grito Miriam apenas habían dado los primeros pasos para dirigirse a la posada de "los suspiros del desierto", haciendo que la peliblanca se girase para ver a la joven humana corriendo hacia ella y deteniéndose a solo un par de pasos para recuperar el aliento antes de comenzar a hablar, roja por el esfuerzo. - Cuánto me alegro de que estéis bien...Estaba tan preocupada...Avisé a Frigila y me ocupé de que la guardia supiera lo del robo pero...No sabía si os había pasado algo. Menos mal...¿Qué ha pasado?. Tu amigo parece haberse rebozado en un cesto de fruta...No es que me importe, es más si necesitas ayuda con el baño...- Comenzó a decir cambiando de tema al que parecía ser su favorito. - Ahh, bueno eso no es importante, osea sí pero antes...Han llegado unos soldados con un carro lleno de medicinas. Frigila no está, Maximiliana está ocupada con un joven explorador en "la mansión secreta"...Eso te deja a tí al mando, creo.- Dijo, revelando por fín a qué se debían tantas prisas. La pobre sin duda llevaba un rato corriendo de acá para allá en busca de alguien que pudiera ocuparse de aquello.
-Acabamos de ver a Frigilla, nos ha pedido que nos ocupemos de los carros, traen todo lo que esos ladrones nos robaron.- Respondió la elfa y consiguiendo que la humana se mostrara mucho más relajada al haber dado por fin con alguien que tomara las riendas de la situación, aunque también se mostró claramente sorprendida al entender el volumen de todo lo que habían conseguido robar delante de sus narices.
-¿Cómo no nos dimos cuenta?. Están esperando delante de los suspiros. ¿Necesitas que haga algo más?-
-Pasa por los diferentes puestos y que te digan qué de lo que les falta es lo que más necesita. Así podremos empezar a reponer empezando por lo más urgente según vaya llegando. Gracias Miriam, hoy has hecho un gran trabajo, nos has ayudado mucho- Pidió la elfa agradeciéndole a la joven humana sus esfuerzos y haciendo que se ruborizara levemente, y algo más al mirar luego al brujo.
-Yo me ocupo- Dijo imitando el saludo militar antes de salir disparada de nuevo para cumplir con la tarea asignada.
No tardaron en llegar frente a los suspiros para encontrarse allí a los soldados tal y como había dicho Miriam, un número bastante elevado de ellos de hecho. Parecían discutir entre ellos si debían empezar a descargar el carro o si debían esperar por si acaso aquel no era el mejor lugar para hacerlo y era un trabajo en vano y hasta contraproducente cuando vieron llegar a Níniel y sus compañeros.
-Debes de ser la elfa de la que me hablaron mis chicos, les causaste una gran impresión en el muro. Soy el teniente Aldricth, a su servicio. Aquí está el carro como prometimos, y yo y mi pelotón estamos dispuestos para ayudarte en lo que nos necesites. De no ser por tu ayuda esos criminales hubiesen escapado durante mi guardia así que...¿Qué hacemos?.- Comunicó aquel oficial con evidentes ganas de devolver el favor y mostrándose mucho más amable y agradable que el capitán cara perro, lo que era un cambio de lo más agradable. Además aquellos brazos fuertes iban a venirles muy bien, sin duda eran un regalo de los dioses.
Durante el resto de la tarde Níniel y los demás se esforzaron por inventariar todo el contenido de los carros que fueron llegando, colocar todas las medicinas de nuevo en su sitio y distribuirlas allí donde fuese necesario para alegría del personal sanitario del recinto...Al menos hasta que fue el turno del ungüento de Maximiliana claro, aquello no fue recibido con la misma alegría. Hubo tanto trabajo que ni siquiera K´rry tuvo tiempo para seguir cabizbaja por todo aquel asunto, tanto era así que se podría decir que el trabajo extra le vino bien. No obstante al caer la noche y una vez que todo estuvo de nuevo en orden y apenas quedaban ya unas pocas cajas que registrar y colocar, Níniel ya no podía ni con su alma a pesar de haberse tomado una poción restaurativa para no ser la única que permaneciera sentada mientras los demás se esforzaban.
Por ello cuando por fín llegó el momento de subir a su habitación, trayecto en el cual incluso las escaleras fueron un tormento, y tumbarse en la cama, se quedó dormida incluso con la ropa puesta y durmió del tirón toda la noche hasta el despuntar del alba.
Níniel escuchó el relato de la liebre blanca en silencio, buscando tranquilizar a su compañera con leves gestos cariñosos cada vez que la culpa parecía pesarle demasiado y teniendo ganas de decirle por enésima vez lo absurdo que era culparse por aquello y que su única falta había sido ser demasiado confiada, pero solo implicaría repetir las palabras que Vincent ya le dedicaba con tono amable.
Si no puedes fiarte de un familiar tan cercano, ¿de quién puedes fiarte?...Para la elfa, parte de una raza donde la familia era lo primero, algo así le causaba una congoja que la llevaba a sentir una gran lástima por los que tenían que vivir en un mundo en el que ni siquiera la sangre de tu sangre estaba libre de sospecha. Para ella no confiar ciegamente en su prima Chandra, esa sensación, sería peor que una puñalada. Eso sin mencionar que ya había visto como aquello pasaba incluso entre hermanos o entre padres e hijos...Con razón muchos de los suyos decidían ignorar lo que había más allá de Sandorai. Era un mundo totalmente distinto, y cuantas más cosas como aquellas vivía la peliblanca, más agradecía a los dioses el tener un hogar como el suyo y haber podido conocer a gente como los Wood o como Vincent, en cuya presencia se sentía tan segura como cuando estaba en Veyond, con su familia.
-Al final se le planteó una decisión entre el bien y el mal e hizo su elección, seguramente conociendo las consecuencias. En mi hogar la redención no es algo sencillo de lograr pero creemos en ella. Espero que lo ocurrido hoy le haya abierto los ojos y realmente siga ese camino, por muy arduo que sea. Quizá algún día volváis a veros y pueda disculparse contigo como debe, tras haber conseguido ser digno de tu perdón.- Le dijo la peliblanca a la mujer-bestia alentando esa posibilidad quizá demasiado idealista pero que personalmente deseaba que pudiera hacerse realidad por el bien de ambos. -Además recuperamos la mayor parte de las medicinas intactas y detuvimos a esos maleantes. Porque una cosa está clara, con Jack o sin él esos ladrones hubiesen aprovechado la situación de la ciudad para hacer de las suyas. Incluso en cierto modo de no haber sido por él y por ti se hubiesen salido con la suya y a saber cuánto mal hubieran hecho en una ciudad que ya ha sufrido bastante. -Hizo una pausa mirando alrededor, a los estragos de la batalla que aún eran visibles en muchas de las fachadas del lugar y que seguirían siéndolo mucho tiempo. -Puede que no vayan a darnos otra medalla ni haya un gentío aclamando o un puñado de nobles pomposos agradeciéndonos...Pero hoy, como hace unas noches, lo hemos hecho bien.- Sentenció con la esperanza de que su peluda amiga comenzara a pensar en todo aquello desde un punto de vista más positivo conforme se adentraban en la plaza y en el mar de tiendas médica que en ella había. Pareció haberlo conseguido, al menos un poco, el resto como dijo Vincent, era cuestión de tiempo.
-Níiiiin.- La llamó voz en grito Miriam apenas habían dado los primeros pasos para dirigirse a la posada de "los suspiros del desierto", haciendo que la peliblanca se girase para ver a la joven humana corriendo hacia ella y deteniéndose a solo un par de pasos para recuperar el aliento antes de comenzar a hablar, roja por el esfuerzo. - Cuánto me alegro de que estéis bien...Estaba tan preocupada...Avisé a Frigila y me ocupé de que la guardia supiera lo del robo pero...No sabía si os había pasado algo. Menos mal...¿Qué ha pasado?. Tu amigo parece haberse rebozado en un cesto de fruta...No es que me importe, es más si necesitas ayuda con el baño...- Comenzó a decir cambiando de tema al que parecía ser su favorito. - Ahh, bueno eso no es importante, osea sí pero antes...Han llegado unos soldados con un carro lleno de medicinas. Frigila no está, Maximiliana está ocupada con un joven explorador en "la mansión secreta"...Eso te deja a tí al mando, creo.- Dijo, revelando por fín a qué se debían tantas prisas. La pobre sin duda llevaba un rato corriendo de acá para allá en busca de alguien que pudiera ocuparse de aquello.
-Acabamos de ver a Frigilla, nos ha pedido que nos ocupemos de los carros, traen todo lo que esos ladrones nos robaron.- Respondió la elfa y consiguiendo que la humana se mostrara mucho más relajada al haber dado por fin con alguien que tomara las riendas de la situación, aunque también se mostró claramente sorprendida al entender el volumen de todo lo que habían conseguido robar delante de sus narices.
-¿Cómo no nos dimos cuenta?. Están esperando delante de los suspiros. ¿Necesitas que haga algo más?-
-Pasa por los diferentes puestos y que te digan qué de lo que les falta es lo que más necesita. Así podremos empezar a reponer empezando por lo más urgente según vaya llegando. Gracias Miriam, hoy has hecho un gran trabajo, nos has ayudado mucho- Pidió la elfa agradeciéndole a la joven humana sus esfuerzos y haciendo que se ruborizara levemente, y algo más al mirar luego al brujo.
-Yo me ocupo- Dijo imitando el saludo militar antes de salir disparada de nuevo para cumplir con la tarea asignada.
No tardaron en llegar frente a los suspiros para encontrarse allí a los soldados tal y como había dicho Miriam, un número bastante elevado de ellos de hecho. Parecían discutir entre ellos si debían empezar a descargar el carro o si debían esperar por si acaso aquel no era el mejor lugar para hacerlo y era un trabajo en vano y hasta contraproducente cuando vieron llegar a Níniel y sus compañeros.
-Debes de ser la elfa de la que me hablaron mis chicos, les causaste una gran impresión en el muro. Soy el teniente Aldricth, a su servicio. Aquí está el carro como prometimos, y yo y mi pelotón estamos dispuestos para ayudarte en lo que nos necesites. De no ser por tu ayuda esos criminales hubiesen escapado durante mi guardia así que...¿Qué hacemos?.- Comunicó aquel oficial con evidentes ganas de devolver el favor y mostrándose mucho más amable y agradable que el capitán cara perro, lo que era un cambio de lo más agradable. Además aquellos brazos fuertes iban a venirles muy bien, sin duda eran un regalo de los dioses.
Durante el resto de la tarde Níniel y los demás se esforzaron por inventariar todo el contenido de los carros que fueron llegando, colocar todas las medicinas de nuevo en su sitio y distribuirlas allí donde fuese necesario para alegría del personal sanitario del recinto...Al menos hasta que fue el turno del ungüento de Maximiliana claro, aquello no fue recibido con la misma alegría. Hubo tanto trabajo que ni siquiera K´rry tuvo tiempo para seguir cabizbaja por todo aquel asunto, tanto era así que se podría decir que el trabajo extra le vino bien. No obstante al caer la noche y una vez que todo estuvo de nuevo en orden y apenas quedaban ya unas pocas cajas que registrar y colocar, Níniel ya no podía ni con su alma a pesar de haberse tomado una poción restaurativa para no ser la única que permaneciera sentada mientras los demás se esforzaban.
Por ello cuando por fín llegó el momento de subir a su habitación, trayecto en el cual incluso las escaleras fueron un tormento, y tumbarse en la cama, se quedó dormida incluso con la ropa puesta y durmió del tirón toda la noche hasta el despuntar del alba.
Subrayado comienzo de un nuevo día.
Níniel Thenidiel
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Re: Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
Níniel lo secundó con sus palabras, ayudándolo a reconfortar a la mujer conejo. Una ayuda que bien iba a necesitar. Según iba hablando con K´rry, se iba percatando de que no conseguiría animarla demasiado, salvo solo hacerla desistir de esa idea de entregarse en nombre de su primo. Las palabras de la elfa consiguieron calmarla mucho más, y hacerla cambiar de parecer, pues al menos con la sacerdotisa había tenido trato durante un tiempo.
No se conocería desde hacía mucho, dadas las circunstancias. Bien sabía que Nín había venido con las tropas de refuerzo de Lunargenta. Pero era mucho más de lo que podía decir él, que solo la conocía desde que fuera a revisar el almacén. Y estar tirado en el suelo con una estantería de medicinas encima no debía ser una buena primera impresión para nadie.
- Níniel tiene razón. De no ser por ti los ladrones se habrían escapado con las medicinas-, siguió la línea de la elfa, para que la coneja se hiciera convenciera por la fuerza de las palabras de ambos.
Siguieron avanzando hasta entrar en la plaza, donde al poco de entrar en ella, escuchó un grito que llamó la atención del trío. Era la enfermera que estaba en la recepción, a la que habían avisado del robo en el almacén para que avisara a las autoridades. En definitiva, la chica que había pensado que estaba junto al oficial de la guardia por confusión en la lejanía, justo antes de llevar los caballos hasta su verdadero propietario. Luego, cuando se había acercado, se había dado cuenta de su error, y de que en realidad aquella enfermera era la que los había guiado al edificio donde el muchacho herido se había vuelto loco, y donde se había quedado para asistir a un parto. El que había dado finalmente una niña y que ella misma se había encargado de comunicarles.
El caso es que ahora si estaba ante la mujer con la que se había confundido anteriormente. Y parecía bastante sobrepasada por la situación. Algo comprensible por la gran cantidad de medicamentes que había conseguido llevarse los ladrones antes de que nadie se diera cuenta.
- Ehm. No, descuida-, dijo descolocado, sin saber muy bien que decir ante la sugerencia de una ayuda con el baño.
Y todo delante de Níniel. Casi podía hacer fuego sin necesidad de sus poderes, del calor que sentía por el sofoco. Por su bien la conversación siguió por otros derroteros que salvaron al brujo de la incomodidad de tal sugerencia, y pronto se vieron delante de la posada que hacía ahora de edificio administrativo del hospital. Allí, un teniente mucho más majo que su superior, los esperaba con el primer carro de medicinas, así que después de cruzarse las pertinentes palabras de saludos y buena educación, se pusieron manos a la obra.
Se dedicó el resto de la tarde a meter cajas, con un aroma afrutado que lo acompañaba todo el rato, y que llegaba a ser molesto e incómodo por momentos. Además, en cuanto terminaron de meter las cajas en el almacén, el carro no tardó mucho en partir para dejar su hueco a otro repleto de más cajas. Había que tener en cuenta, que los ladrones tenían tres carromatos. Ese que estaba ahora allí, el que se estrelló, y un tercero que nunca llegó a salir del escondite de los bandidos. Que había sido el primero que habían descargado. Por suerte, esos tres carros tenían que llevar los medicamentos y también a la gran mayoría de los ladrones. Así que básicamente, el primero había traído las medicinas de los dos carros que habían huido, y el que estaba junto al edificio franco de los ladrones, traído todo lo que quedaba en ese lugar.
Por ello, en cuanto terminaron de devolver al almacén ese esa segundo viaje de cajas pudieron dar por terminaba la jornada. Que no había sido para menos. Solo había ido al hospital para ver a Philip y a su sargento. Su interés por ayudar a Nín lo había llevado a ayudar a controlar a un pobre hombre enajenado por los delirios de sus fiebres, y de ahí había acabado en una persecución de carros de lo más surrealista. Sobre todo por la parte en la que había acabado debajo de uno de ellos, seguro que si contaba esa historia nadie le creería.
En fin, lo importante es que todo se había solucionado de la mejor manera. Pero estaba demasiado cansado para poder hacer nada más que despedirse de su querida Níniel, de K´rry y del resto de los soldados de la guardia que los habían ayudado a colocar todo en su sitio. Tan cansando estaba, que cuando volvió a la posada donde había decidido hospedarse el día anterior, simplemente tiró su ropa a un lado y se tiró sobre la cama para recuperarse en un merecido descanso.
El día siguiente llegó tan radiante y bonito como su antecesor, aunque esperaba que no fuera tan duro como ese. Si jornadas luminosas iban unidas a persecuciones con caballos, y luchas contra bandidos, bien sería que el día fuera de lo más nublado y lluvioso por su parte. Sería demasiada casualidad que pasara algo tan grave en su nueva visita al hospital, pero muchas casualidades había tenido en la vida como para fiarse.
Se tomó su tiempo, para tomarse un baño caliente en una tina. Proporcionado por el agua del pozo cercano al edificio, y unas piezas de madera que calentaron sus cubos llenos del preciado y puro líquido. Se relajó allí, un buen rato, recuperando sus músculos cansados por el esfuerzo del ayer, y dolorido por los golpes propinados por los bandidos. Por lo bandidos, tablas de mercadillo, el suelo, un puesto de fruta. En definitiva. Muchos golpes.
Pero todo placer tiene un fin, así que después de tomarse ese baño relajando, se vistió lo más rápido posible con mudas limpias. Las ropas de su combate eran bastantes descartables y por ello las tiró de camino a la plaza.
En cuanto llegó a la recepción del lugar, esperó ver una cara familiar que siempre le agradaba contemplar. Que podía decir, los placeres se terminan, y dan paso a otros a veces mucho mejores. Eso pasaba por su cabeza mientras observaba una esbelta mujer de hermosas facciones bajar por las escaleras de los Suspiros del Desierto.
El brujo sonrió nada más verla. Aunque su presencia no era ninguna sorpresa, había quedado con ella al día siguiente para ayudarla una vez más con las labores del hospital de campaña.
- Estás preciosa. Como siempre, vaya-, dijo zalamero, sin perder la sonrisa.
Un nuevo día de trabajo daba comienzo. Uno en el que confiaba pasar más tiempo con Níniel. Sin mayores complicaciones. Sin bandidos ni nada por el estilo. Solo una nueva oportunidad de estar juntos.
No se conocería desde hacía mucho, dadas las circunstancias. Bien sabía que Nín había venido con las tropas de refuerzo de Lunargenta. Pero era mucho más de lo que podía decir él, que solo la conocía desde que fuera a revisar el almacén. Y estar tirado en el suelo con una estantería de medicinas encima no debía ser una buena primera impresión para nadie.
- Níniel tiene razón. De no ser por ti los ladrones se habrían escapado con las medicinas-, siguió la línea de la elfa, para que la coneja se hiciera convenciera por la fuerza de las palabras de ambos.
Siguieron avanzando hasta entrar en la plaza, donde al poco de entrar en ella, escuchó un grito que llamó la atención del trío. Era la enfermera que estaba en la recepción, a la que habían avisado del robo en el almacén para que avisara a las autoridades. En definitiva, la chica que había pensado que estaba junto al oficial de la guardia por confusión en la lejanía, justo antes de llevar los caballos hasta su verdadero propietario. Luego, cuando se había acercado, se había dado cuenta de su error, y de que en realidad aquella enfermera era la que los había guiado al edificio donde el muchacho herido se había vuelto loco, y donde se había quedado para asistir a un parto. El que había dado finalmente una niña y que ella misma se había encargado de comunicarles.
El caso es que ahora si estaba ante la mujer con la que se había confundido anteriormente. Y parecía bastante sobrepasada por la situación. Algo comprensible por la gran cantidad de medicamentes que había conseguido llevarse los ladrones antes de que nadie se diera cuenta.
- Ehm. No, descuida-, dijo descolocado, sin saber muy bien que decir ante la sugerencia de una ayuda con el baño.
Y todo delante de Níniel. Casi podía hacer fuego sin necesidad de sus poderes, del calor que sentía por el sofoco. Por su bien la conversación siguió por otros derroteros que salvaron al brujo de la incomodidad de tal sugerencia, y pronto se vieron delante de la posada que hacía ahora de edificio administrativo del hospital. Allí, un teniente mucho más majo que su superior, los esperaba con el primer carro de medicinas, así que después de cruzarse las pertinentes palabras de saludos y buena educación, se pusieron manos a la obra.
Se dedicó el resto de la tarde a meter cajas, con un aroma afrutado que lo acompañaba todo el rato, y que llegaba a ser molesto e incómodo por momentos. Además, en cuanto terminaron de meter las cajas en el almacén, el carro no tardó mucho en partir para dejar su hueco a otro repleto de más cajas. Había que tener en cuenta, que los ladrones tenían tres carromatos. Ese que estaba ahora allí, el que se estrelló, y un tercero que nunca llegó a salir del escondite de los bandidos. Que había sido el primero que habían descargado. Por suerte, esos tres carros tenían que llevar los medicamentos y también a la gran mayoría de los ladrones. Así que básicamente, el primero había traído las medicinas de los dos carros que habían huido, y el que estaba junto al edificio franco de los ladrones, traído todo lo que quedaba en ese lugar.
Por ello, en cuanto terminaron de devolver al almacén ese esa segundo viaje de cajas pudieron dar por terminaba la jornada. Que no había sido para menos. Solo había ido al hospital para ver a Philip y a su sargento. Su interés por ayudar a Nín lo había llevado a ayudar a controlar a un pobre hombre enajenado por los delirios de sus fiebres, y de ahí había acabado en una persecución de carros de lo más surrealista. Sobre todo por la parte en la que había acabado debajo de uno de ellos, seguro que si contaba esa historia nadie le creería.
En fin, lo importante es que todo se había solucionado de la mejor manera. Pero estaba demasiado cansado para poder hacer nada más que despedirse de su querida Níniel, de K´rry y del resto de los soldados de la guardia que los habían ayudado a colocar todo en su sitio. Tan cansando estaba, que cuando volvió a la posada donde había decidido hospedarse el día anterior, simplemente tiró su ropa a un lado y se tiró sobre la cama para recuperarse en un merecido descanso.
El día siguiente llegó tan radiante y bonito como su antecesor, aunque esperaba que no fuera tan duro como ese. Si jornadas luminosas iban unidas a persecuciones con caballos, y luchas contra bandidos, bien sería que el día fuera de lo más nublado y lluvioso por su parte. Sería demasiada casualidad que pasara algo tan grave en su nueva visita al hospital, pero muchas casualidades había tenido en la vida como para fiarse.
Se tomó su tiempo, para tomarse un baño caliente en una tina. Proporcionado por el agua del pozo cercano al edificio, y unas piezas de madera que calentaron sus cubos llenos del preciado y puro líquido. Se relajó allí, un buen rato, recuperando sus músculos cansados por el esfuerzo del ayer, y dolorido por los golpes propinados por los bandidos. Por lo bandidos, tablas de mercadillo, el suelo, un puesto de fruta. En definitiva. Muchos golpes.
Pero todo placer tiene un fin, así que después de tomarse ese baño relajando, se vistió lo más rápido posible con mudas limpias. Las ropas de su combate eran bastantes descartables y por ello las tiró de camino a la plaza.
En cuanto llegó a la recepción del lugar, esperó ver una cara familiar que siempre le agradaba contemplar. Que podía decir, los placeres se terminan, y dan paso a otros a veces mucho mejores. Eso pasaba por su cabeza mientras observaba una esbelta mujer de hermosas facciones bajar por las escaleras de los Suspiros del Desierto.
El brujo sonrió nada más verla. Aunque su presencia no era ninguna sorpresa, había quedado con ella al día siguiente para ayudarla una vez más con las labores del hospital de campaña.
- Estás preciosa. Como siempre, vaya-, dijo zalamero, sin perder la sonrisa.
Un nuevo día de trabajo daba comienzo. Uno en el que confiaba pasar más tiempo con Níniel. Sin mayores complicaciones. Sin bandidos ni nada por el estilo. Solo una nueva oportunidad de estar juntos.
Vincent Calhoun
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Re: Un rayo de esperanza {Trabajo} Vincent - Níniel
En ausencia de Othel estaré revisando algunos trabajos hasta su regreso.
En principio han hecho algo bastante diferente a lo que sugieren las complicaciones del trabajo, distando mucho del mismo y enfocándose más en la complicación añadida que en las sugeridas en el planteamiento del trabajo; no obstante, partiendo del hecho de que en primer lugar han usado el lore del foro y acontecimientos recientes para justificar el trabajo y en segundo lugar que la historia ha sido amena, emocionante y fácil de seguir puedo pasarlo por alto esta vez, no estamos en contra de agregar creatividad a los trabajos, sin embargo les recomiendo comentar ese tipo de cosas a un master antes que todo; lo del lugar lo habían comentado con Othel, la complicación fue un riesgo que esta vez les ha salido bastante bien.
Me ha agradado su manejo del pnj K'rry, a pesar de llevarla entre los dos, han sabido mantener la esencia de la coneja y el desarrollo de los acontecimientos, aunque un poco lento al principio, logra atrapar al lector con el intrigante misterio de los medicamentos desaparecidos.
Niniel, tu desempeño ha estado de maravilla, solo podría mencionar que en ocasiones te enfocas mucho en describir elementos que resultan secundarios y accesorios al tema, arriesgándote al perder la atención del lector; recibes por el trabajo:
+19 Puntos de experiencia
+3 Puntos para la profesión Medicina (Revisada por última vez según la normativa anterior a la actualización)
+400 Aeros (200 Base + 200 por buen desarrollo)
Vincent, he encontrado a lo largo de la lectura algunos errores ortográficos que parecieran deberse más a la prisa que al desconocimiento como tal; si vuelves a leer el trabajo seguro los encontrarás, recibes por el trabajo:
+18 Puntos de experiencia
+400 Aeros (200 Base + 200 por buen desarrollo)
Los puntos de experiencia y aeros han sido sumados a sus perfiles; no olviden que para futuros trabajos en lugar de puntos de profesión recibirán materiales para sus talleres.
En principio han hecho algo bastante diferente a lo que sugieren las complicaciones del trabajo, distando mucho del mismo y enfocándose más en la complicación añadida que en las sugeridas en el planteamiento del trabajo; no obstante, partiendo del hecho de que en primer lugar han usado el lore del foro y acontecimientos recientes para justificar el trabajo y en segundo lugar que la historia ha sido amena, emocionante y fácil de seguir puedo pasarlo por alto esta vez, no estamos en contra de agregar creatividad a los trabajos, sin embargo les recomiendo comentar ese tipo de cosas a un master antes que todo; lo del lugar lo habían comentado con Othel, la complicación fue un riesgo que esta vez les ha salido bastante bien.
Me ha agradado su manejo del pnj K'rry, a pesar de llevarla entre los dos, han sabido mantener la esencia de la coneja y el desarrollo de los acontecimientos, aunque un poco lento al principio, logra atrapar al lector con el intrigante misterio de los medicamentos desaparecidos.
Niniel, tu desempeño ha estado de maravilla, solo podría mencionar que en ocasiones te enfocas mucho en describir elementos que resultan secundarios y accesorios al tema, arriesgándote al perder la atención del lector; recibes por el trabajo:
+19 Puntos de experiencia
+3 Puntos para la profesión Medicina (Revisada por última vez según la normativa anterior a la actualización)
+400 Aeros (200 Base + 200 por buen desarrollo)
Vincent, he encontrado a lo largo de la lectura algunos errores ortográficos que parecieran deberse más a la prisa que al desconocimiento como tal; si vuelves a leer el trabajo seguro los encontrarás, recibes por el trabajo:
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