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Mensaje  Alanna Delteria Jue Nov 26 2015, 18:50

Una noche más, no había dormido, seguía siendo incapaz de descansar, y, si no salía, pasaba las noches dando vueltas en la cama, enredada en las sábanas, abrazando al conejo de peluche raído que conservaba de su infancia, leyendo el libro de cuentos polvoriento que a duras penas se mantenía unido, sentada frente al escritorio con la pluma manchada de tinta frente a páginas en blanco en las que las palabras no tomaban forma, o rodando jugueteando con el colgante de media luna que ni para dormir se quitaba.

Esa noche se había intentado esforzar por dormir, lo había intentado durante horas, pero la noche le daba miedo, tal vez debería haberse quedado alguno de los gatos del cuartel de Baslodia, al menos tendría alguien que la acompañase y relajase con su presencia, pero a duras penas había descansado más de cuatro horas. Al menos era mejor que las otras noches, en las que, con suerte, descansaba dos. Esa mañana debía acompañar a un nuevo sanador, un joven entusiasta que se había interesado por ayudar a los enfermos de las zonas más bajas, ella, conmovida por ese interés desinteresado, sabiendo que nadie como ella conocía esas zonas de la ciudad, se ofreció a guiarlo.

Esperó con calma frente a la fuente de una de las plazas centrales, no llevaba su uniforme, no le gustaba llevarlo cuando bajaba a esas zonas de la ciudad, en parte por el peligro que suponía que la reconocieran como guardia, en parte porque conocía a mucha gente de allí, más de la que admitiría frente a cierta gente malpensada de la guardia, y no quería que la vieran como a alguien diferente o superior, durante su estadía en el orfanato, solía pulular por allí, recibiendo consejos de unos y otros, aprendiendo trucos que, después, le sería muy útiles al entrar en la guardia.

Finalmente, Lex apareció, al igual que ella, no portaba el uniforme típico, si no una túnica blanca que lo mostraba como sanador, el pelo rojo rizado alborotado y unas sandalias, como si hubiera salido con prisas. Saludó con educación, y, en a penas unos instantes, se pusieron en marcha.

Al entrar en la zona baja, la chica puso una mano en la empuñadura de su espada, y la otra en la bolsa, las dagas iban bien escondidas en sus botas, la joven parecía una armería con patas. Sin embargo, en la bolsa no llevaba más que pan envuelto en tela, a medida que cruzaban las zonas desiertas, la chica, con disimulo dejaba una tela en las puertas de la gente que conocía. Había aprendido, a base de patadas, que ya no podía compartir con ellos como cuando era pequeña, los niños ya eran adultos, y los adultos ancianos, todos con sus propias familias, y más de una vez escuchó protestar a los niños por aceptar "limosnas", sacándole una sonrisa triste, y los padres responder que no eran limosnas, porque venían de un igual.

Para quienes habían crecido con ella, seguía siendo una más, pero para sus familias, era una desconocida que se las daba de buena, al final había dejado de acudir de modo directo, para hacerlo de ese modo, puede que, por eso, en su casa, a veces, aparecieran pequeños buqués de flores secas, telas raídas, o notas garabateadas con escritura ininteligible pero con infinito esfuerzo. No lo sabía.

- Me alegré de que quisieras ayudar.- comentó a Lex- Lunargenta es una ciudad hermosa, pero no todos disfrutan de ella, estas personas,- señaló con la mano la callé con olor a humedad- puede que sean las mejores que te topes, pero casi nadie se molesta en echarles una mano.- dijo con un suspiro- es costará confiar en ti, la vida no es ha tratado bien, pero cuando confían, puedes estar seguro de que lo hacen al cien por cien.- afirmó con seguridad.

Pasaron frente a una plazoleta, redonda, llena de cajas vacías, hojas de colores marrones, amarillos, grises y naranjas en el suelo, pisoteadas, y humedas por las últimas lluvias que aun permanecían en el aire con nubes grises que advertían tormenta, y una fuente, podrían sentarse en el borde, llevaban andando toda la mañana, no les vendría mal un ligero descanso.

- Me alegra ser útil- comentó el chico con voz de barítono al sentarse- no se luchar, no puedo defenderles, pero, al menos, puedo ayudar con mis medicinas.- sonrió señalando su propia bolsa, llena de cicatrizantes y medicinas varias.

Una vez más, la chica sintió un pequeño pinchazo de celos, no malos, pero celos al fin y al cabo, ayudar sin herir, debía ser bonito, sin embargo, decidió responder con una broma.

- Cuidado, es cierto que esto esta lleno de gente estupenda, pero hay quienes matarían por el contenido de tu bolsa.- rió un poco, tomando también asiento, dando la espalda a la fuente encendida.


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Mensaje  Eltrant Tale Jue Nov 26 2015, 21:20

Como cada día desde que se hizo con los papeles de la oficina en la que vivía, se sentó frente a pequeño y desordenado mostrador que tenía en la habitación que daba a la entrada principal.

Con la mirada repasó el lugar que había decidido adquirir y suspiró, no estaba mal, pero la mancha de humedad del techo se estaba haciendo increíblemente grande, por no hablar del mapache que, por mucho que se había esforzado por echar de la vivienda seguía encontrando formas de entrar en la misma.

Sin nada mejor que hacer, tomó uno de los muchos libros que había desperdigados por la estancia y, colocando los pies sobre dicho mostrador, se reclinó en la destartalada silla de madera que tenía y comenzó a repasar las páginas de aquel ejemplar una por una.

Odiaba los días tan lentos como aquel, no es que se quejase por tener tiempo libre, desde que había abierto oficialmente la “Compañía Luna Invernal” tenía más trabajo, lo cual agradecía considerablemente, para empezar por que le proporcionaba un mínimo de dinero para subsistir, y por otro lado, le mantenía ocupado.

Mientras leía el manuscrito que tenía entre sus manos, acompañado solo por el sonido que hacían las hojas de papel al pasar de página, un fuerte sonido en la otra habitación con la que contaba el edificio le hizo saber que no estaba solo, arqueando una ceja y sin levantarse de su asiento, se giró un poco en dirección a su dormitorio buscando el origen del estruendo, para encontrarse con su curioso compañero en la puerta del mismo, que se las había vuelto a ingeniar para entrar en la vivienda.

-“… Hola Sam” – Dijo Eltrant mientras volvía a su libro e ignoraba al recién llegado, hacía días que había optado por rendirse y dejar que aquel mapache con sobrepeso se pasease por allí, al fin y al cabo no causaba mucho ruido y, sorpresivamente, había largos ratos en los que se marchaba a alguna parte.

Los minutos pasaban uno tras de otro de forma lenta e inexorable, Eltrant se pasó la mano por el pelo y, aburrido, pasó al siguiente libro mientras que Sam optó por subirse encima del mostrador y devorar una a una las galletas que, por alguna razón que no alcanzaba a recordar, el mercenario había dejado allí.

“…No me puedo creer que sigas vivo ¿Cuántas de esas llevas ya?” – Afortunadamente para la salud mental de Eltrant, un leve tintineó procedente de la entrada principal informó al mercenario de que tenía visita, o un cliente, en cualquier caso fuese lo que fuese estaba bastante seguro de que era más interesante que un mapache.

La persona que acababa de irrumpir en la habitación, una mujer joven y bien vestida, digna de los barrios altos de Lunargenta, miró a su alrededor como si no terminase de creerse que estaba ahí y después de ponerse unos finos guantes de un color blanco impecable, la castaña se acercó hasta el mostrador dónde se encontraban Sam y Eltrant.

-“Un animal… adorable” – La recién llegada esbozó una sonrisa visiblemente forzada y se dirigió al mercenario – “¿Es usted el señor Tale?” – Eltrant asintió con la cabeza y sonriendo le tendió la mano a la joven que, devolviéndole una ya aparentemente verdadera,  dejó un par de papeles sobre el mostrador en el que el animal devoraba una galleta tras otra – “¿Muerde o… algo?” – Preguntó la mujer mirando a Sam con desconfianza – “Solo si le provocas” – Contestó Eltrant al momento mientras miraba por encima las hojas que su inesperada invitada acababa de dejar sobre la mesa – “¿…Puedo preguntarle que desea?” – La joven, que había estado acercando la mano hasta cerca de la cabeza de Sam se giró sorprendida hacia el mercenario y, con un leve rubor en sus mejillas, se aclaró la garganta. –“Lo… siento, mi nombre es Anabelle….” – El séptimo de los Tale notó como la joven dudaba antes de seguir hablando –“… Waters” –  La señorita Waters acercó la otra silla que había en el lugar hasta donde estaba ella y procedió a sentarse frente al mercenario – “Y me gustaría, Señor Tale, que se encargase de esta persona”- Anabelle señaló uno de los muchos papeles que había sobre la mesa, el cual no tardó Eltrant en tomar.

-“Alanna Delteria” – Leyó el mercenario en voz alta mientras repasaba con la mirada las suaves facciones de la muchacha que estaba dibujada en el pedazo de papel – “Sí, ella” – Eltrant tomó otro de las hojas y la leyó por encima – “ Una guarda… adoptada por un teniente del mismo cuerpo al que ella pertenece...” – Eltrant miró fijamente a la mujer que tenía frente a él - "…Si quieres matar o capturar a una guarda va a tener que contratar a otro…”

Conocía sus limitaciones, si aceptaba aquel encargo solo sería un terrible dolor de cabeza y, probablemente, acabaría entre rejas. –“No se preocupe señor Tale, es corrupta, lo peor de lo peor, controla todo el sindicato del crimen del puerto y es la líder de muchos maleantes por estos lares, así como está llevando a cabo una muy lucrativa red de esclavismo” – El mercenario se atusó la barba mientras contemplaba la imagen de la joven Delteria –“¿Ella? Difícil de creer, según esto es una guardia... ejemplar. Apodada la Gata... ha salvado algún pueblo que otro, ayuda a los necesitados... no sé, señorita Waters, quizás prefiera pedir ayuda a alguna otra persona con esto.” – Anabelle entornó los ojos – “Te sorprendería saber, señor Tale, de lo que es capaz la gente por un poco de dinero” – Sin decir nada Eltrant depositó todos los papeles frente a la recién llegada y suspiró.

“¿Tienes pruebas al menos?” – Inquirió Eltrant al cabo de unos segundos en silencio - “Por supuesto que las tengo señor Tale ¿Por quién me toma?”  
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Mensaje  Alanna Delteria Jue Nov 26 2015, 23:11

El tiempo pasaba en calma frente a la fuente, el frio iba creciendo a medida que el viento empezaba a levantarse y las nubes surcaban el cielo como barcos cruzando el mar. El gris pintaba las calles y el crujir de las ojas al ser pisadas las llenaba de música. El día era extrañamente tranquilo, y esa zona relajada, la chica empezaba a tener sueño. Si no llegó a dormirse, fue porque escuchó un fuerte ruido desde un callejón.

Se levantó atenta, empezando a sacar su espada, y estiró un brazo indicando a Lex que se mantuviera alejado, podría ser alguien peligroso, un intercambio de drogas o solo los dioses sabían que podía encontrarse uno en los rincones más escondidos de las calles bajas de Lunargenta. Se acercó con paso lento y silencioso, sacando cada vez más su espada y se asomó despació al calejón.

Tirado en el suelo, entre barro y sangre, había un pequeño niño tirado. Alanna asustada, guardó corriendo su espada y se acercó al pequeño, que no debía superar los 10 años, y llamó a voz en grito a Lex, que se acercó corriendo, la chica giró al chico arrodillandose y poniendo la cabeza del niño sobre sus rodillas. Tenía la cara roja, respiraba con dificultad, le tocó la frente con la mano, tenía una fiebre muy alta, iba descalzo y su brazo izquierdo había adquirido un posición extraña.

- ¿Qué hacemos? Tiene fiebre, el brazo parece roto- Reconoció por haberlo tenido igual en más de una ocasión, preguntando al chico, algo alterada. No podía ver a los niños sufriendo, ya lo había visto demasiadas veces en sus días.- Ayudale por favor.- le pidió nerviosa, apartando con caricias suaves el pelo de la cara del chiquillo.
- Tranquila, solo hay que entablillar y darle algo que baje la fiebre, coge agua de la fuente y vamos a enredar en sus brazos tela humeda, lo me encargo del brazo.- dijo con una calma y una voz infinitamente seria el chico de pelo alborotado.

Con un asentimiento, la Gata se dispuso a seguir ordenes, sacó de su bolsa las telas que no había dejado aun y les quito las migas para, con prisas mojarlas en el agua helada de la fuente, tanto tiempo las mantuvo bajo el agua que enrojecieron del frio. Escurrió las telas y corrió de vuelta junto al pequeño, a quien, con sumo cuidado, Lex ataba el brazo a un trozo de madera, dejando el brazo recto. Siguiendo las instrucciones del sanador, que tenía las manos ocupadas acabando de atender al chico, ató las telas a la frente, la nuca la parte interior de los codos y las muñecas.

Volvió a poner la cabeza del niño sobre sus rodillas y esperó a que bajase su fiebre. Tuvieron que esperar unos veinte minutos, en silencio, no queriendo perturbar el pacifico descanso que por fin encontraba el niño, pero, finalmente, la temperatura remitió. Alanna suspiró aliviada, y miró al doctor, que parecía algo preocupado.

- ¿Deberíamos llevarlo al hospital? Conozco a gente allí, estoy segura de que lo atenderían si dices que vas de mi parte.- le propuso al chico, que pareció sorprendido por la insinuación de que fuera solo.- no puedo ir, quiero ver si hay más niños como él. La fiebre es por la rotura del brazo, ¿cierto?- Le preguntó recibiendo un asentimiento en respuesta.- si es así, no creo que el otro esté ileso, y si es otro chiquillo... hay que encontrarlo.- Notó como la cara del doctor cambiaba comprensiva.

Le señaló como llegar al hospital desde allí y ayudó a cargar al niño en su espalda para, cuando lo vio partir, confiando en que a pesar de su aspecto delicado sería capaz de cuidar de un nió, empezar a recorrer las calles con gesto preocupado. Los callejones iban volviendose más estrechos, las alcantarillas cada vez olían peor, hasta que, finalmente, llegó a la plaza hermana de la anterior, una fuente similar, cajas, ojas y olor a alcohol, anoche allí debio haber una fiesta. Dio un suspiro, no encontraba rastro alguno de peleas o de sangre, tal vez era peor y se lo habían hecho en casa, o en el trabajo, no lo sabía, pero estaba claro que debía investigar, daría una vuelta más y luego iría al hospital a preguntar al niño, él era el único que podría darle información.

Se sentó un instante a descansar, dormir poco le pasaba factura, su degadez era notable, aunque seguía manteniendo sus musculos, pero lo más visible eran las ojeras. Alzó la vista al cielo y deseó haber llamado a Níniel, ella podría ayudarla si encontraba a otro herido, o a Eltrant, que podría ayudarla a cargar con quien encontrase. Negó con la cabeza y se levantó, de la fuente, no podía quedarse quieta.


Última edición por Alanna Delteria el Vie Nov 27 2015, 08:46, editado 1 vez
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Mensaje  Eltrant Tale Vie Nov 27 2015, 00:53

Terminó aceptando el trabajo,  no podía decir que fuese lo más noble que había hecho nunca, pero si esa chica era tan malvada como Anabelle decía, tendría que atraparla de alguna forma.

Para tranquilizar la conciencia del mercenario, Waters le mostró a su vez varios documentos en los que rezaba el nombre de la guarda junto a una serie de números que, por lo que interpretó Eltrant, eran sumas de dinero.  También había un par de escritos en los que Delteria aparecía como propietaria de varios almacenes de los barrios bajos, según Anabelle la guardia usaba ese tipo de lugares como tapadera para el tráfico de diferentes tipos de bienes de dudosa legalidad.

Todo aquello seguía pareciéndole sospechoso, pero al menos el capturar o matar a la presunta criminal era decisión suya, siempre y cuando Delteria se rindiese pacíficamente no tendría ningún problema en acompañarla hasta el cuartel de la guarda más cercano, si por el contrario la guarda decidía oponer resistencia no tendría más remedio que retenerla por todos los medios posibles.

Abandonó la oficina en cuanto su cliente dejó el lugar, Anabelle no le había dejado muchas pistas sobre el paradero de la corrupta, pero sí que se había encargado de dejar escrito varios lugares en los  que su actual objetivo acostumbraba a frecuentar, así como una lista detallada de todas las cosas por las que esta mujer, que pertenecía a la guardia, estaba en busca y captura por parte de muchas compañías privadas.

-“... Extorsión, robo, secuestro, asesinato…” – El mercenario leyó en voz alta lo que decía junto a las grandes palabras de “Se busca” que estaban escritas bajo el retrato de la joven que tenía la obligación de atrapar – “¿Un poco de todo no, Delteria?” - Murmuró para sí mientras, sin dejar de mirar el retrato, giraba hacia la izquierda en un cruce y continuaba su camino.

El primero de los sitios que visitó estaba desierto, la pequeña plaza se encontraba completamente vacía salvo por una pareja de acaramelados adolescentes que hacían manitas sentados en uno de los muchos bancos que había en el lugar; viendo que la persona a la que buscaba no estaba allí se acercó a la pareja y les mostró el cartel en el que salía la cara de la guarda que llevaba arrugado en uno de los bolsillos.

El primero de los jóvenes arqueó una ceja y negó con la cabeza tan pronto como el mercenario preguntó por la posición de Delteria, la chica que estaba con él se encogió de hombros y dijo un escueto “No la conozco”.

Sin más pistas que seguir en aquel lugar, volvió a guardarse el papel en uno de los bolsillos inferiores de la capa y se encaminó al siguiente lugar que Anabelle había predicho que podría estar. No tardó mucho en llegar a una segunda plaza no mucho más grande que la anterior, como la de antes se encontraba desierta casi en su totalidad, salvo por un anciano que, metódicamente, alimentaba a un grupo de aves con sendas migas de pan.

Eltrant saludó al enjuto anciano con un gesto y se acercó a él, este hombre, que no levantó la mirada para ver al mercenario sí que cogió el papel y leyó lo que decía para, después de echarle un vistazo por encima señalar en dirección a otra plaza que, a no pocas calles de allí, era prácticamente idéntica a la que se encontraban.

El anciano afirmó que, sin lugar a dudas,  había visto a la mujer del cartel dirigiré hacía aquel lugar. Agradeciendo aquellas palabras al mercenario y entregándole unos Aeros por la ayuda.

Mientras se dirigía al lugar que le había indicado el anciano, Eltrant comprobó que tanto el guantelete de cuero y metal que vestía en su brazo izquierdo como la espada que llevaba bien sujeta al cinto estaban en perfectas condiciones, y una vez las estrechas calles por las que avanzaban acabaron desembocando en la tercera plaza a la que había ido aquel día, se paró a comprobar quien había dentro.

Su pequeña búsqueda había surtido efecto, lo cual le sorprendió bastante, normalmente tardaba casi una semana entera en dar con aquel tipo de delincuentes y distintas personas que la guardia o algunos clientes particulares le pedian apresar.

Pero Delteria estaba allí, sentada en un banco, sin hacer absolutamente nada, si supiese usar el arco habría podido acabar con ella sin ni siquiera acercarse. El mercenario arqueó una ceja – “Un poco despreocupada para ser una brillante jefe criminal… ” – Se encogió de hombros al cabo de varios segundos – “Bueno, qué más da, así es más fácil” – Desenvainando la espada que llevaba al cinto avanzó hasta aproximadamente la mitad de la plaza.

-“Alanna Delteria” – Dijo lo suficientemente alto como para que los presentes allí le escuchasen –“Estas bajo arresto por…” – Con la espada descansado sobre su hombro derecho mostró el papel en el que ponía todas las supuestas fechorías de la joven y sonrió – “Por todo esto, supongo.”
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Mensaje  Alanna Delteria Vie Nov 27 2015, 08:41

No sabía por donde buscar, no tenía plan ni estaba segura de que hubiera más heridos, parecía que únicamente se dedicaba a hacer el tonto, tendría que haber acompañado a Lex al hospital con el niño, habría sido más útil, ella sabía que preguntas hacer y como hacerlas para que el pequeño se sintiera seguro y hablase sin miedo. Miró al cielo, reflexiva, "Útil... como un animal de presa o una herramienta, al final, los guardas, somos eso, herramientas de usar y tirar." Pensó algo apenada.

No era que no le gustase su trabajo, ni mucho menos, era feliz de poder ayudar a la gente que lo necesitaba, pero cuando lo hacía a su modo, a quienes ella consideraba con la necesidad de ayuda, no a esos nobles que se repantigaban en sus sillones a la espera de que se les lamiera los pies, no, no a ellos y, por desgracia, era con quien le solía tocar lidiar. Eran tan rebuscados, siendo mejores, o peores, todos eran rebuscados.

En la alta sociedad no había diferencie entre bien y mal, quienes tenían poder, quería más, quienes tenían dinero, lo guardaban como si fuera lo más importante del mundo, la linea era tan fina, actuaban de modo tan inconciso, que no podía decir que hubiera buenos, o malos, aunque, posiblemente, fuera simple incomprensión. Ella nunca había sido una persona adinerada, no entendía esa ansia de poder ni de acumulación, ahorraba, claro, para épocas de crisis, pero no era esa avaricia del rico, ¿y el poder? ¿Por respeto? Era mejor ser respetado por las acciones, que ser temido por el poder.

A sus espaldas, escuchó que la llamaba una voz conocida, se levantó sonriente al distinguir la voz, y se acercó sin prestar atención a las demás palabras de su amigo, pensando que bromeaba.

- ¡Elt!- Exclamo feliz de verlo.- Cuánto tiempo, pensaba que no estabas en la ciudad.- le dijo sonriente cuando, al acercarse, vio que el chico le tendía un cartel.- ¿Qué es esto?- preguntó mirando su foto, tomando el papel de la mano enguantada del mercenario. Su rostro dibujado con precisión milimétrica, mostrando hasta la ultima peca de su cara, sonreía con aire inocente mientras que bajo, con caligrafía pulcra, demasiado para ser la de un cartel de busqueda, reclamaba diferentes crímenes.- ¿Trafico de esclavos, mafia, extorsión, secuestro, asesinato? ¡¿Qué es esto?!- Preguntó enfadada- ¿Quien está contando estas mentiras sobre mi?- no cabía en si de la furia, cuando recordó lo que el chico había dicho y ella había ignorado pensando que bromeaba.- Espera, ¿detenida? ¿Estás de broma? ¡Eltrant, me conoces, sabes que nunca haría nada de esto! ¡Por los dioses, si desde que eramos pequeños te burlabas diciendo que lloraría si viera cogear a un gato!- le reclamó esperando ver una muestra de confianza por parte del chico.

¿Qué le pasaba? La conocía bien, ¿cómo podía dudar de ella? ¿Cómo podía pensar que ella haría nada de lo que esa hoja anunciaba? Se sintió ofendida por las dudas que su amigo tenía sobre su comportamiento, más aun habiéndola acompañado en varias ocasiones, ¿iría borracho? No, estaba demasiado serio, ¿le habrían envenenado? No, no tenía síntomas de ningún suero, ¿Un golpe en la cabeza cono Jericó? No lo sabía, pero como siguiera dudando de ella sin una excusa, una buena excusa, ella misma le daría el coscorrón.

- Elt, ¿en serio crees que yo haría estas cosas? Por favor, además, soy espía, lo sabes, no hay nadie que conozca mejor que yo el sistema de catacumbas y de redes de contacto, ¿te crees que sería tan idiota de permitir que se me descubriera? Esto es chapucero, una acusación totalmente falsa, sabes perfectamente que no hago estas cosas, que no soy así.-
protestó, realmente era de idiotas pensar que ella precisamente haría ese tipo de negocios, y más aun que, si los hiciera, sería descubierta tan fácilmente.- He de entregar esto al capitán, tiene que permitirme iniciar una investigación, quien sea que esté contando estos bulos va a enterarse de quien es de verdad Alanna Delteria.- Dijo con ceño fruncido, arrugando los lados del papel con las manos, furiosa, no permitiría que una mentira ensuciase el impecable currículum que había estado labrándose con años de esfuerzo.
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Mensaje  Eltrant Tale Dom Nov 29 2015, 17:25

Eltrant arqueó una ceja cuando vio a la muchacha a la que iba a arrestar referirse a él con tanta naturalidad, no solo parecía casi más enfadada por el hecho de que fuese él quien la iba a apresar, sino que también conocía una cantidad insultante de cosas sobre el mercenario.

Cosas que, dejando a un lado la maldición, ni siquiera él era capaz de recordar.

Frunció el ceño y, cerrando los ojos, se llevó la mano izquierda hasta la sien. –“¿Tú también? Así que has hecho los deberes. ¿Por qué os gusta tanto darme trabajo extra?” – Suspiró, los rumores corrían como la pólvora, y ya circulaban algunos sobre el mercenario que no era capaz de recordar a nadie, uno que pasaba las horas lamentándose de su suerte en los bares, y a su vez, el que se arriesgaría hasta un punto absurdo por completar el encargo en cuestión.

No habían sido pocas las personas que habían tratado de aprovecharse de este hecho, y curiosamente, la mayoría de esas personas habían resultado ser los mismos a los que les habían encargado apresar.

-“Lo cierto es que la capa con la Luna soy bastante reconocible…” – Pensó sin dejar de mirar a la mujer que tenía frente a él, había dos posibilidades, o decía la verdad o estaba mintiendo; y para averiguarlo sin correr ningún riesgo iba a tener que aprehenderla.

-“No vas a entregar eso a nadie, Delteria, y menos aún a alguien de tu confianza” – El mercenario alzó la espada, aun no estaba seguro como había permitido que la mujer le arrebatara el cartel – “Te vienes conmigo.”

Con su mano derecha cerrada con fuera en torno a la empuñadura de su arma Eltrant repasó el equipamiento de la mujer, no llevaba su uniforme por lo que las prendas que vestía no opondrían mucha resistencia ante su espada, aun así iba armada, el fino estoque que llevaba atado a su cintura no era algo que pudiese pasar por alto.

La suave brisa del viento arrastraba su capa lentamente, que atrapada en la corriente de aire, parecía querer escapar de su cuello. Estaban solos en aquel lugar, aquello facilitaría las cosas al mercenario, la guarda no parecía tener aliados cerca ni nadie dispuesto a socorrer a un miembro de la elite de la ciudad; aquella plaza era lo suficientemente recóndita como para que nadie la visitase así por que sí.

Le dedicó una sonrisa cansada a la joven que tenía frente a él y preparó su espada, seguía dudando que aquella joven de grandes y expresivos ojos castaños fuese una de las mayores delincuentes de Lunargenta, pero había decidido aceptar el trabajo, era su deber finalizarlo; de cualquier forma posible.

Finalmente, se aclaró la garganta y estiró ambos brazos, preparándose para lo que, suponía, que vendría a continuación.

-“Por las buenas o por las malas Delteria, tú decides”
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Mensaje  Alanna Delteria Dom Nov 29 2015, 22:40

"¿Deberes?" Pensó la chica mientras la idea de que el mercenario se hubiera golpeado en la cabeza iba tomando más veracidad en su mente embotada. ¿Es que se había vuelto idiota? Sintió el tirón del papel en sus manos y miró molesta al chico, sinceramente, ¿se había vuelto loco? ¿Por qué la trataba así? Ni que fueran desconocidos.

Lo entendería si acabasen de reencontrarse tras los años que habían pasado separados, entendería que la hubiera tratado así en la tierra de los lobos. Pero tras tanto tiempo, tras tantas aventuras vividas, no podía entenderlo, ¿Había hecho algo para enfadarlo? ¿Le había dado razones para dudar de ella? ¿Cómo? ¿Cúando? Si llevaban semanas sin verse, ¿en serio estaba haciendo caso de esos horribles rumores?

La Gata era una chica que fácilmente podía ser malinterpretada, sus trabajos daban para ello, pero jamás le había importado, nunca había pensado en ello, no mientras sus amigos confiasen en ella, no mientras las personas que la conocían la respaldasen, mientras tuviera eso, poco le importaba la opinión de los demás, siempre actuaba del modo que le parecía más adecuado, sin tener en cuenta el que dirían de ella, pero ver eso... ciertamente, le dolía. Y le dolía más al provenir de Eltrant, que, al fin y al cabo era su amigo de la infancia, y la había acompañado en uno de los peores momentos de su vida.

Notó que la mano del chico se movía hacia su espada, y se alejó un paso, el viento alzó la capa de mercenario y meció su pelo, haciendo que un escalofrío, no supo si de frío, o de mal presagio, la recorriera de arriba a bajo. Se alejó un nuevo paso, y, cuando quien ella siempre había considerado su amigo se acercó intentando cogerla, apartó el brazo con un movimiento rápido.

- No me toques.- dijo con voz dolida, mirando a los ojos del chico de forma fija, con las pupilas brillando como cristales.- Si de verdad crees todo eso después de lo que hemos pasado juntos....- no supo acabar la frase.- Debería haber hecho caso a tu madre y haberte dado una colleja antes de que te llegase la tontería.- dijo girandose para alejarse, sin siquiera tocar su estoque.- Largo.- pidió u ordenó, no supo bien. Ella no podía alejarse mucho de ese sitio por si Lex volvía a buscarla, poder regresar a la otra plaza.

Caminó rabiosa, unos pasos, sacando la luna que el mismo chico que ahora la miraba con tal frialdad le había regalado, sentía tanta rabia, tantísima ira, que quería arrancársela del cuello y lanzársela a los pies, pero esa pequeña tontería la había acompañado ya tanto tiempo, le había dado tanto consuelo en los malos momentos que se sintió incapaz, aunque no por ello estaba menos dolida. Con un suspiro guardó el colgante nuevamente en su pecho, mordiéndose el labio. Y se giró a mirar al chico, quería, de veras que quería, darle una bofetada que resonara por la plaza.
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Mensaje  Eltrant Tale Mar Dic 01 2015, 02:53

Eltrant frunció el ceño y tomó una larga bocanada de aire, ¿Acababa de mencionar esa mujer a su madre? Alzó un poco más la espada, aquella broma de mal gusto estaba llegando muy lejos, entendía que la guarda quisiese salvar el cuello, pero había líneas que no iba a permitir que cruzase.

“Mide tus palabras, no es mi cara la que está en este papel”

No podía creerse que aún no hubiese atacado a aquella malhechora, pero realmente parecía afligida por la situación, volvió a llevarse la mano que tenía libre hasta la sien, le dolía la cabeza, más de lo normal, deseaba tener una botella en cerca para, como hacia usualmente, paliar el dolor entumeciéndose.

El cielo comenzó a, lentamente, nublarse mientras el séptimo de los Tale seguía estudiando a la joven que tenía frente a él, sin saber realmente como afrontar aquella situación, era la primera vez que le pasaba aquello desde hacía mucho,  pero tenía la sensación de que la guarda parecía realmente dolida por sus palabras, hasta el punto de estar, quizás, a punto de romper a llorar.

Negó con la cabeza apartando dichos pensamientos, había conocido a las suficientes personas como para saber que no pocas se creían sus propias mentiras hasta tal punto que eran capaces de representarlas casi de manera natural, no iba a mentirse, sentía curiosidad, pero ya la había sentido varias veces antes, y en todas ellas había acabado arrepintiéndose, para Eltrant la pregunta “¿Te conozco?” Se había vuelto sinónimo de una desagradable sensación de desprotección de la que, casualmente, la mayor parte de sus clientes y contactos habían decidido aprovecharse.

El mercenario, entonces, colocó la espada frente a su cara, sintió como los músculos de sus brazos se tensaban, se inclinó un poco hacia adelante anticipando la carrera que estaba a punto de hacer, la chica estaba cerca, a unos cinco pasos; acabaría rápido. Si ella no se decidía a acompañarle la obligaría, podía ser malvada y estaba en su derecho el atraparla o en cambio podía ser una santa y ser él quien estaba equivocado, llegados a este punto como acabase la situación le daba igual, aquello era un simple trabajo más, tomar a la chica, llevársela a su cliente, y dejar que se matasen entre ambas;  su pan de cada día.

-“¡Defiéndete Delteria!”

Eltrant acometió contra la mujer, con herirla sería suficiente, no tendría muchos problemas para hacerlo, después de todo ni siquiera había desenvainado, pero ya había perdido la suficiente credibilidad dudando que hacer durante tanto tiempo, no iba a permitir que le menospreciara.

Contra todo pronóstico, una espada salida de la nada desvió el arma del mercenario, que en lugar de acertar en el hombro de la desprevenida mujer le hizo un pequeño corte en la mejilla del cual comenzó a manar sangre enseguida. –“¡No vas a escapar tan fácil!” – Girándose sobre sí mismo volvió a contraatacar encontrándose con otra espada que detuvo la suya con un fuerte y estruendoso chasquido metálico – “Delteria ¿Te encuentras bien? No te preocupes, ya estas a salvo.” – Una voz grave, la de un hombre curtido en miles de altercados llamó la atención del mercenario, que retrocedió un par de pasos para evitar ser alcanzado por las armas de dos de los hombres uniformados que habían irrumpido en la escena.

Eltrant chasqueó la lengua y miró al tipo que acababa de hablar, un individuo alto y corpulento, encajado en una enorme armadura plateada y portando un imponente mandoble capaz de partir al joven Tale en dos sin ningún esfuerzo – “La guardia…” – Susurró mirando alrededor, era obvio que le habían seguido, el mercenario repasó todas y cada una de las personas con las que había hablado hasta llegar ahí –“…Que curioso, justamente estaba pensando en vosotros chicos.” – Ninguno de los presentes hizo algún comentario, Eltrant frunció el ceño y retrocedió un par de pasos para encontrarse con que algunos más le habían rodeado, contó a unos siete.

“¿Corruptos?” – Pensó mientras giraba sobre sí mismo tratando de no dejar ningún hueco desprotegido –“No, demasiados, llamarían la atención, esto es oficial, son legales” – Eltrant sonrió, era obvio que no iba a poder secuestrar a la hija de un cargo intermedio de la guardia así como así, no le quedaba más remedio que retroceder.  – “Interesante” – El tipo que había detenido la hoja que había arañado la cara de la guarda avanzó un par de pasos cargando el pesado mandoble con una de sus manos, la sonrisa de Eltrant se ensanchó  - “Muy interesante”

“Ríndete asesino, o no nos quedará más remedio que acabar contigo” – El mencionado, sin dejar de sonreír ante la situación se encogió de hombres  ¿Se acabaría todo allí? Una parte de él se sentía tenebrosamente viva, nada daría más que hablar que un tipo que se enfrentó solo a la guardia – “No, no, no” – Negó con la cabeza y dejó escapar una ligera carcajada  - “Verás señor…” – Hizo una pausa buscando como referirse al que parecía el líder –“Guarda... jefe, o lo que leches seas… Yo, a diferencia que los asesinos, tengo una cosa llamada principios, no mato por placer” – El hombre se atusó la barba y arqueó una ceja, varios de los guardas que habían llegado con él ya se habían posicionado frente a Alanna, imposibilitando a Eltrant el alcanzarla – “¿Principios? Escoria como tú solo se preocupa por el dinero” – Eltrant volvió a reír –“Y por la familia, no te olvides nunca de la familia”

Alzando la mano el recién llegado ordenó a sus hombres que arremetieran contra el mercenario, el primero de ellos consiguió acertar con su espada justo dónde Eltrant tenía la coraza de cuero bajo la ropa, aquello no le mataría, pero sí que le dejaría un buen moratón, reprimiendo un gemido de dolor se zafó del atacante con un fuerte golpe en la cara con el guantelete y se giró hacia el callejón más cercano, tenía que huir.

Apretando los dientes se las ingenió para, haciendo uso de su espada a modo de escudo, cruzar entre el improvisado muro que dos guardas con escudos se habían encargado de fabricar, esto no impidió que uno de ellos le alcanzase en el antebrazo izquierdo, justo dónde la protección de metal no era lo suficientemente gruesa.

Ignorando la herida y a la mayoría de aquellos tipos uniformados comenzó a correr sin mirar a atrás, sin embargo no anticipó que alguno de los sujetos a los que había decidido ignorar portase un arco, el cual no tardó en usarlo con nefasto resultado para la huida de Eltrant, que no pudo sino caer de rodillas al recibir la saeta en la espalda y, después de gritar varios insultos a todos los dioses que conocía, siguió corriendo.

-“Claro Eltrant, apresa a una guarda de día, ¿Por qué no? Es una idea estupenda” – Se repitió a si mismo una y otra vez entre dientes mientras, a duras penas, avanzaba entre los callejones de Lunargenta. - "Un plan redondo, sin fisuras" - Siguió mascullando sin parar. Afortunadamente para el mercenario, el instinto de supervivencia era superior a la extraña necesidad que últimamente tenia por dejar una firma en el mundo, aunque fuese mala.

Comenzó a llover.
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Mensaje  Alanna Delteria Mar Dic 01 2015, 07:48

¿Qué midiese sus palabras? ¡¿Qué midiese sus palabras?! ¿y era él, precisamente él, quien le decía eso, cuando no dejaba de acusarla y amenazarla? Suspiró aguantando su enfado, ni hablar, no pensaba seguir con esa estúpida discusión, tanto él como ella daban la impresión de estar agotados, tal vez era todo causa de un estúpido malentendido, no podía dejar que eso rompiera la amistad que tanto tiempo habían estado forjando. Al menos, eso era la que pensaba ella.

Sin embargo, Eltrant no daba la impresión de compartir su opinión, pues con rapidez, dándole un aviso, le dijo que se defendiera. ¿Iba a atacarla? Si, iba a hacerlo. Ella, sin embargo, no tenía intención de sacar la espada, se dedicaría a esquivarlo, alguno de los dos debía poner algo de su parte para alejar la idiotez del otro, y si Eltrant seguía en sus trece, por muy dolida que estuviera, y por mucho que ella fuese la pequeña, sería su turno de actuar como la adulta que era.

Ciertamente no se esperaba el ataque, y le habría acertado de lleno si un enorme mandoble no se hubiera interpuesto entre ella y el filo de la espada de quien creía su amigo, hiriéndole la mejilla en lugar del hombro, la herida no habría sido mortal, pero la intención.... Miró estupefacta la escena. Victor Hugo, un guardia con quien a penas había hablado dos veces en su vida, se interponía entre ella y el mercenario.

- Yo... sí, estoy... bien.- dijo dudosa, tocándose la sangre que resbalaba por su mejilla.

Estaba estupefacta, podía llegar a comprender que Eltrant la malinterpretase, que la acusara de mil cosas dudando de ella, que le gritase incluso, pero su amigo jamás la atacaría, no así, no por nada, no sin pruebas, ¿qué demonios le sucedía a ese idiota? aguantó unas lágrimas que querían rodar por sus mejillas, y miró al joven sin entender que le pasaba, confusa, hasta el punto se verse incapaz de actuar para atacarlo o defenderlo.

Cuando se quiso dar cuenta, la guardia ya atacaba a Eltrant, y ella, como una idiota, intentaba llamar la atención de Hugo, pidiéndole a gritos que se detuviera, que no era un asesino, que era un viejo conocido, un amigo, que no había hecho nada, aunque, por dentro, no podía dejar de pensar que era la persona más idiota del mundo, al fin y al cabo, él la había atacado, ¿no era eso prueba suficiente de que ya no la consideraba amiga y que poco le importaba si lo habían sido alguna vez? No lo sabía, pero en cuanto el chico salió corriendo, ella fue tras él.

- Estábamos pŕacticando, no iba a herirme, se habría detenido antes de golpearme, perdón por causar este alboroto.-
Gritó en una mentira de disculpa, que, esperaba, se creyesen, antes de salir corriendo tras el mercenario.

Vio volar una flecha que acertó al chico en la espalda y como este, a tumbos, avanzaba entre callejones. La sangre comenzó a hacer un camino rojo que la guiaba hasta el joven, y la lluvia que inició con un trueno, haciéndola estremecer, iluminó el lugar donde, en ese momento, se encontraba el chico. Se detuvo un segundo a la entrada del callejón, dudando, tal como estaban las cosas, probablemente no quisiera saber nada de ella, y ella, la verdad, debería dejarlo estar, por idiota. Pero no podía. No le quedaba familia, y quien le quedaba, era odioso, para ella sus amigos se habían vuelto su familia, y no podía permitir que las cosas quedasen así.

Se acercó al chico y, con cuidado, pasó uno de los brazos de él sobre sus hombros mientras rodeaba la cintura del joven con uno propio, dándole un punto de apoyo, no sabía donde llevarlo, si  al hospital, o a su casa, pero a algún lado tenía que portarlo para poder curarle las heridas, no era sanadora, ni sabía demasiado de primeros auxilios, pero para limpiar y vendar las heridas, le daba la cabeza.

- No se que demonios te pasa, pero te estás comportando como un capullo, y yo como una idiota por querer ayudarte. Si quieres apuñalarme, adelante, yo sigo considerandote un amigo, un amigo idiota, pero un amigo aun así, y no pienso levantarte la espada.-
se explicó con voz rota, quería llorar, pero después de como la había tratado, no iba a cederle esa victoria.- Así que te voy a curar las heridas, te dejaré solo y cuando te de la puta gana vienes a mi casa y te disculpas, porque después de todo lo que hemos pasado no entiendo que puñetero cable se te ha debido cruzar para que me trates así.- dijo dolida, dejando que la lluvia los empapase.
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Mensaje  Eltrant Tale Sáb Dic 05 2015, 20:51

Se apoyó contra la pared, impregnándola con parte de la sangre que manchaba su capa.  Respirando agitadamente, pudo escuchar como los no muy lejanos pasos de la guardia se acercaban hasta dónde se encontraba, no tardarían en darle caza.

Tomando aire llevó su mano hasta la flecha que tenía clavada en la espalda y partió la vara que la formaba en dos, un gemido dolorido brotó de sus labios el tiempo justo como para que el mercenario optase por morderse la mano y acallar su voz.

Una vez el dolor remitió un poco volvió a abrir los ojos y dejó que la fría lluvia empapase su cara, ahora que la saeta estaba rota en dos solo quedaba dar un fuerte tirón de ella para extraerla, tomó una vez más, aire, no podía hacer aquello en mitad de la calle.

Sin perder más tiempo se separó de la pared y continuó avanzando a través de las calles, había perdido la cuenta de las veces que había resultado herido de aquella forma, y muy a su pesar, sabía que no sería la última vez que acabaría con una flecha alojada en la espalda, por otro lado corte que tenía en el brazo izquierdo no era gran cosa, pero le habían herido su segundo brazo favorito para beber, lo cual no hacía sino ponerle de mal humor; aunque el dolor paliaba un poco aquella sensación de malestar

Afortunadamente, mientras caminaba, notó como la lluvia cubría toscamente las marcas de sangre que iba a dejando a su paso,  haciéndole bastante más difícil de rastrear, sonrió, tan solo debía de llegar hasta la oficina y todo habría acabado; al menos hasta que la noble que le había contratado volviese preguntado por la mujer que debía apresar.

Más no llegó muy lejos hasta que sintió como le ayudaban a mantenerse erguido, sintió como el corazón se le paraba un segundo al notar que era la misma mujer que había estado a punto de secuestrar  –¿Qué parte de ‘He estado a punto de atravesarte la cabeza con la espada’ no entiendes?” – Tosió copiosamente después de decir esto e hizo un amago de zafarse del agarre de la muchacha, pero esta simplemente no parecía estar dispuesta a dejarle escapar.  

Suspiró y cerró los ojos, dejó escapar una ligera carcajada, más no dijo nada más en un buen rato,  se quedó callado, pensativo, mientras caminaban por las frías y oscuras calles de Lunargenta – “…Tienes razón Delteria, no eres capaz de hacer esas cosas que dicen” – Sin embargo sí que puso pegas a la guarda, que ahora cargaba a medias con él, y la obligó a llevarle hasta su pequeña oficina.

-“No te lo tomes a mal, guarda” – Dijo como buenamente punto –“Pero acabo de tratar de matarte, no creo que sea muy sensato ir a la casa de un oficial” – Volvió a reír ligeramente y estuvo a punto de caer al suelo de bruces, sin embargo se sujetó en su supuesta amiga, que se encargó de hacerle mantener el equilibrio.

No hizo ningún comentario sobre las palabras que, entre insultos, le dedicó la mujer;  al fin y al cabo no sabía apenas nada de lo que decía, y por otro lado, se las merecía, aunque cada vez estaba más convencido de que no mentía, al menos respecto a que ambos se conocían desde hacía tiempo.

Cuando llegaron al lugar que el mercenario llamaba hogar, Eltrant se separó de la mujer y, entre maldiciones abrió la puerta, para internarse en el interior del lugar arrastrando a la guarda con él.

-“Ponte cómoda, y si hay un mapache por alguna parte, no lo toques” – Comentó mientras ignorando a Alanna avanzaba hasta la mesa que hacía las veces de mostrador y tomaba la botella de la que a continuación daría un largo trago. – “Por ahí deben de estar los papeles que dicen lo corrupta que eres, deberías echarles un vistazo” – Dijo señalando a la mesa de la que había tomado la botella.
Dejó que el alcohol calentase su pecho, entumeciéndole, haciéndole olvidar el dolor, arrastrándole hasta ese estado en el que no pensaba, actuaba.

“Delteria, hazme un último favor” – El mercenario, que se había sentado en un taburete, se desprendió de la capa, ensangrentada, y después, cuidadosamente, de la camisa en similar estado, dejando al descubierto su espalda herida y repleta de cicatrices, así como del impoluto y siempre cambiante tatuaje con forma de brújula, aquel día isla tortuga parecía no querer parar quieta y la aguja del dibujo se movía lentamente desde el norte hasta el este.

“Saca la flecha” – Dio otro sorbo a la botella, el alcohol le ayudaría a paliar el dolor –“Rápida y concisa, guarda, no dudes”
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Mensaje  Alanna Delteria Sáb Dic 05 2015, 23:41

La frases del mercenario le provocó un pinchazo en el corazón, ¿hablaba en serio? No podía creer que la hubiera querido matar o herir de verdad, es decir... era Elt, su amigo de la infancia, el chico con quien había pasado tantos años jugando entre pajares, barro y arrollos, corriendo bajo la lluvia y bromeado, era la persona que aun la unía a un pasado feliz, y no a uno lleno de sangre, aquel a quien había encontrado cuando viajaba sola y que la había acompañado en el camino de regreso a casa, con quien había bromeado hasta el punto de llegar a meterse en su cama para darle un susto, era la persona con quien había vivido el peor momento de sus veinte años de vida, y... ¿y la trataba así?

Aun con esos pensamientos en mente, Eltrant seguía siendo Eltrant, por ello, cuando comenzó a toser, su preocupación se vio incrementada. Miró al chico de reojo, que parecía tan agotado como ella, deprimido, cansado, y, definitivamente, muy malherido, ¿qué le debía haber pasado? hablaba con ella como una total desconocida. Aunque, al menos, parecía que por fin la creía cuando decía que ella no había hecho nada malo. No obstante, cada nombre por el que la llamaba, le hacía una herida más y más profunda a cada momento. No podía creerse que fuera en serio, ¿era a caso una broma de mal gusto?

Negó con la cabeza, dejándose guiar a medias hasta la oficina de Eltrant, ¿desde cuando tenía una oficina? Pensaba que iba de posada en posada. Suspiró y, bajo la lluvia, dejó que el chico abriese la puerta de su casa. Era un lugar pequeño, algo agobiante, pero tenía lo necesario para una persona. Se quedó en la puerta unos instantes, y cuando Eltrant entró a duras penas, y tomó una botella de alcohol, cerro a sus espaldas con un suspiro y aspecto triste.

Hizo caso al chico y rebuscó en la mesa de la entrada los papeles que él decía, su informe personal, con una pagina extra falseada a a perfección, nunca había leído lo que se decía de ella, no sabía que su fama e historial fuera tan impecable. Se sentó en la mesa a ojearlo todo cuando escuchó que Eltrant la llamaba, una vez más, por su apellido. Cerró los ojos un instante y se acercó a quitarle la flecha.

- No te muevas, ¿vale?-
Preguntó con paciencia dejando su bolsa en el suelo, rebuscando algo que le fuese de utilidad. Entre el pan restante, localizó varias vendas limpias, debía haberlas puesto allí Lex, pues ella no acostumbraba a llevar vendas.- Voy a tirar- Dijo mientras situaba una mano cerca de la herida.

Con cuidado, prácticamente acariciando la espalda del chico, observando atentamente las marcas, y recorriendolas con la punta de los dedos, pudo ver que estaba mucho más herido que la última vez que le vio la espalda, allí lejos, en el norte, y un tatuaje, una brujula gris cuya aguja no dejaba de moverse, decoraba uno de sus hombros. ¿ómo era posible que un tatuaje se moviera? Trazó el circulo que dibujaba la flecha que debería indicar una dirección única y negó con la cabeza, no podía estar viendo bien.

Con la otra mano, tomó lo que quedaba de flecha y tiró hasta sacarla, comprobando que se llevaba consigo toda la punta de metal. Puso con rapidez un trozo de la venda, arrebató el alcohol de las manos del chico y echó un poco sobre la herida, como cuando se reencontraron en el este, luchando contra un hombre lobo desquiciado, para, en cuanto notó que la herida parecía limpia, empezar a vendar la espalda del chico. Pasó sus brazos al rededor de la cintura de Eltran, tomando la venda, varias veces, dándole vueltas y atándola con fuerza.

Apenada, guardó silencio y miró la espalda herida y ya vendada del chico, Fijó su vista en la saeta que no dejaba de girar. "¿Qué le pasa?" se preguntó triste, dejando que su frente reposase sobre los hombros del joven, con ojos cerrados, respirando hondo como si eso fuera un lugar de reposo, se mantuvo quieta sabiendo que tentaba a la suerte durante varios instantes, ya poco le importaban los rumores, alzó un poco la cabeza, finalmente, atreviéndose a susurrar lo que pensaba imposible, y, sin embargo, era lo único que tenia sentido en ese momento.

- ¿Te has olvidado de mi?- preguntó intentando que no se notase que tenía la voz rota y que sus ojos luchaban por romper en lágrimas. No era posible, ¿verdad?

En el ambiente de silencio, un rayo rompió el cielo, haciéndola estremecer, aguantando con más fuerzas las ganas de romperse, después de todo lo que había pasado, perderle era lo último que necesitaba, pero algo le decía que ya lo había perdido, y ni siquiera había tenido la oportunidad de despedirse del que fue su gran amigo y ella esperaba, aun lo fuera.
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Mensaje  Eltrant Tale Lun Dic 07 2015, 00:00

Sintió como los músculos de su mandíbula se contraían anticipando el dolor que, aunque trataba de aliviar con la botella que tenía entre las manos, sabía que iba a recorrer todo su cuerpo.

Mascullando algo parecido a un insulto golpeó la mesa con el puño cerrado cuando la guarda, con un metódico y fuerte tirón, arrancó la saeta de su espalda.

En el mismo instante en el que la flecha abandonó su cuerpo, la herida que esta había ocasionado comenzó a sangrar, tomando aire profundamente el mercenario se dispuso a darle otro trago a su fiel botella, decidido a adormecer su cuerpo aún más si hacía falta, no obstante la guarda le arrebató la bebida con un rápido movimiento de muñeca y vertió el líquido marrón en la espalda del séptimo de los Tale.  

Respondiendo a la quemazón que producía alcohol en la herida con un leve movimiento de cabeza, Eltrant se quedó mirando a un punto indeterminado de la pared mohosa que tenía a escasos metros de su cara, sin decir nada, mientras la mujer que había estado a punto de matar le colocaba el vendaje. – “No tienes por qué vendarme, Delteria, te he pedido solo que saques la flecha” – Dijo simplemente, su mano derecha estuvo a punto de arrebatarle la tela a la guarda y continuar él con el proceso, pero terminó resignándose a dejar a la joven acabar, suspiró y no hizo ningún comentario más hasta que acabó.

Cuando la joven terminó de hablar sintió el peso de su cabeza en la espalda, como sus cabellos marones caían como una cascada por su hombro. – “¿Cómoda?” – Inquirió en un evidente tono jocoso mientras, disimuladamente, se apartaba de la muchacha hasta conseguir una distancia prudencial entre los dos.

-“Olvidado…” – Repitió aquella palabra que acaba de decir la muchacha y se atusó la barba a la vez que repasaba la multitud de lagunas que tenía en sus recuerdos. Era curioso, no le quedaba más remedio a admitir que conocía, o al menos, había conocido a la chica que tenía frente a él,  y sin embargo no sentía nada, nada le venía a la mente cuando la miraba, aunque la colocara en los lugares vacíos, en los lugares en los que probablemente la chica estuviese en su memoria, seguía sintiendo que no la conocía.

Levantándose del taburete en el que estaba, le dedicó a Alanna una sonrisa cansada y se encaminó hacia una estantería en la que, ordenadamente, había colocado un montón de volúmenes de diferentes colores.

Aún callado tomó uno rojo, uno que a diferencia de los demás poseía un acabado más cuidado, uno que parecía hecho expresamente para el más enriquecido de los eruditos y, tan rápido como lo tomó entre sus manos, lo depositó sobre la mesa.

-“… El libro del sabio” – Susurró deslizando sus dedos por una infinidad de páginas, a ojos de la guarda, en blanco. Aquel ejemplar podría desvelarlo todos los secretos de cualquier lugar, el que el eligiese, aunque por supuesto, tenía fecha de caducidad. Había cambiado parte de su alma por un libro con tres intentos, muy a su pesar, una sonrisa irónica se dibujó en su rostro.

“Dime Delteria…” – Al cabo de un rato incómodamente largo para el mercenario, comenzó a hablar – “¿Alguna vez has sentido que te robaban lo más preciado que tenías?” – Cerró el libro y se giró hacia la guarda –“No oro, ni joyas…” – Negó con la cabeza y alcanzando la botella, le dio un sorbo – “Me refiero a…” – Cabizbajo volvió a depositar la mirada sobre el libro de color rojo – “…Ese libro se ha llevado… algo importante para mí” – Era una explicación escueta, pero a grandes rasgos, era una explicación.  – “…Y me ha dejado a cambio un maldito tatuaje mágico”

Después de otro par de segundos en silenció Eltrant dejó escapar una carcajada nerviosa y levantó, para entonces, volver a ocultar el libro de dónde lo había sacado – “Mas te vale estar diciéndome la verdad respecto a que me conoces, Guarda, no es la primera vez que tratan de hacer esto” – Dijo ahora frunciendo el ceño, después de asegurarse de que el manuscrito estaba cubierto con una fina tela que impedía que nadie entrase en contacto directo con él.

Se cruzó de brazos – “En cualquier caso, creo que puedo confiar en…” – Eltrant frunció el ceño, el característico sonido de unos tacones altos en la entrada de la oficina alertó al mercenario que, sin terminar la frase, agarró a la guarda por la muñeca y la arrastró hasta la habitación trasera – “¡Quédate ahí!” – Exclamó susurrando – “Y si ves un mapache, no lo toques”

El tintineo de la campana sonó justo en el mismo instante en el cual el mercenario cerró a cal y canto la puerta del dormitorio. Al girarse se encontró a Anabelle, quien volvía para comprobar los resultados que había obtenido el mercenario.

-“Buenas tardes… señor Tale” – Dijo Waters caminando un par de pasos y sentándose en el mismo lugar en el que había estado Alanna  momentos antes – “¿Cómo ha ido nuestro… negocio?” – Eltrant se pasó la malo por el pelo y se señaló las vendas – “No muy bien, como ve, contrata a otro, yo no doy la talla” – La mujer ladeó un poco la cabeza y sonrió, levantándose tan pronto como se hubo sentado, sin ni siquiera preguntar por el estado del joven – “Vaya, vaya. Me decepciona señor Tale…” – Anabelle, sin dejar de sonreír, se quitó uno de sus guantes, de un blanco impoluto, y lo dejó sobre el mostrador – “Me encargaré de mostrarle…” – Se dirigió para la entrada tan pronto como hubo depositado la prenda sobre la mesa – “Lo que les ocurre a las personas que me decepcionan” – Dicho esto abandonó el establecimiento, girándose solo una última vez para regalarle una última y enigmática sonrisa al que había fracasado en el encargo.

“Lo que tú digas…” – Masculló Eltrant mientras se apresuraba a colgar el letrero de “cerrado” en la puerta.
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Mensaje  Alanna Delteria Lun Dic 07 2015, 11:46

Sintió al chico separarse de ella con suavidad, notando que, a pesar de estar en el mismo cuarto, incluso rozando piel con piel, la distancia entre ellos era inmensa. ¿Cuando había pasado todo eso? ¿Desde qué momento se habían vuelto extraños? Miró desde su asiento como el chico se levantaba murmurando con pesar la última palabra que ella había dicho, como si la joven hubiera lanzado una flecha, una flecha que había dado justo en el blanco. La había olvidado.

El corazón se le paró un instante mientras contemplaba el semblante deshecho del chico, sin saber cual de los dos estaba más destrozado por dentro, se fijó por fin en el chico. Tenía ojeras profundas enmarcando una mirada triste, de un azul que, en su tiempo, había sido vivo, alegre y vital, era ahora apagado, casi gris. ¿En que momento había perdido la luz de sus ojos?

Al igual que ella, el mercenario había perdido peso de forma notable, su aspecto, usualmente descuidado, era aun más notable al faltar le la sonrisa, solo verle en ese estado hacía que la Gata quisiera derrumbarse, pero ni siquiera de eso se sentía capaz, la voz se le había quedado guardada en el pecho con un grito silencioso, desesperado, su cabeza avanzaba a toda prisa intentado comprender que podía haberle pasado, sin llegar a conclusión buena.

Siguió los pasos de su amigo mientras este, con sumo cuidado y lo que a ella le pareció rabia contenida, sacaba un libro de su estantería, un precioso libro de tapa roja de cuero, cuidado como nunca había visto al chico cuidar nada material, y lo dejaba en la mesa abriéndolo por el centro. Alanna, casi de modo estático, se levantó sin apartar la vista del joven, como pidiéndole permiso para acercarse, ya que, visto lo visto, había perdido el privilegio de estar cerca del joven del modo natural en el que lo había estado siempre.

Escuchó el nombre por el que llamaba al libro, y con las puntas de los dedos puestas sobre la mesa con suavidad lo contempló sintiéndose pequeña, no entendía que tenía un libro en blanco como aquel, para que el chico lo tomase con tal seriedad, quiso acariciar sus páginas, intentar entenderlo aunque fuera un poco, pero no se atrevió a moverse. Cuando el chico la llamó, una vez más por su apellido, la chica alzó la cabeza para mirarlo con ojos entristecidos. El chico, que había estado de espaldas a ella, se giró a mirarla por fin.

Alanna tragó aire con fuerza, intentando que se abriera su garganta, notando una enorme presión en el pecho, ¿a qué se refería con perderlo todo? Si, ella había perdido mucho, primero a su padre, luego a su madre, perdió a su hermana, la perdió dos veces, y ahora, estaba claro, que lo había perdido a él. Era raro escucharle hablar de ese modo, siempre había sido una persona que intentaba afrontar las cosas con una sonrisa, y ella sabía perfectamente que lo más importante para el, desde pequeño, había sido su familia y sus amigos, aunque el mismo chico no se hubiera dado cuenta por estar ensimismado con sus historias, ella lo había notado siempre, en su modo de actuar, de preocuparse por los demás dejándose de lado a si mismo, de defender a quienes lo necesitaban, puede que nunca se lo hubiera dicho, pero, de algún modo, Eltrant siempre había sido su ejemplo a seguir.

Guardando silencio, sin saber que responder, bajó la mirada al suelo, el tatuaje.... ¿era esa la causa? ¿Había perdido algo más que sus recuerdos de ella? Posiblemente. Si pensaba en lo más importante para el chico, la imagen de Lau se le venía a la cabeza, su familia, a pesar de que la había abandonado, y de que no hablaba de ellos, la guarda era consciente de que siempre los tenía en mente. Alzó nuevamente la cabeza cuando sintió que el chico había dejado de hablar para él, para advertirla de que no se la estuviera jugando.

- Jamás te mentiría, no a ti.- comentó en un susurro ahogado, causa del llanto retenido que no supo si el chico escuchó o no mientras guardaba el libro en una fina tela y lo volvía a situar en los estantes.

Alzó la cabeza con cierta esperanza al escuchar su siguiente frase, que se vio cortada por un "tanc tanctanc" de tacones, que aceleró al chico. El joven, nervioso, la tomó de la mano, haciendo que una Alanna confusa se dejase tirar dentro de un cuarto, el chico, alterado, cerró la puerta advirtiéndole que no saliese, y que no tocase al mapache. Cuando la puerta estuvo cerrada, desde el suelo, miró el cuarto.

Pequeño, algo sucio y desordenado, con una cama en un lado. Se levantó y se sentó en ella con un suspiro, poniendo sus dedos en las sienes, no entendía nada, ¿Eltrant había perdido sus recuerdos? Se había olvidado de la tía y el tío Tale, como ella llamaba a los padres del chico, de Lau, de... ella? Todo apuntaba a que si. Una voz de mujer empezó a oírse, fría, desde el otro la do de la puerta.

Alanna se levantó en silencio y camino con sigilo hasta pegar el oído en la puerta. Por lo que escuchó de la conversación, ella había sido un encargo, el chico realmente había querido herirla, o atraparla, no estaba claro, sin embargo, ahora la tenía allí, encerrada, podría haberla entregado sin encontrarse problemas, pero no lo había hecho, cuando escuchó alejarse los tacones, se giró apoyada en la pared y se dejó resvalar hasta el suelo polvoriendo abrazándose las rodillas, escondiendo la cara en ellas. Se moría por llorar, pero no quería hacerlo, no era ella la que, en ese momento, tenía razones para ello.

Notó un sonido frente a ella, unos pasitos pequeños que se detuvieron, alzó la cabeza. Un enorme mapache, gordito y de pelaje oscuro, la miraba mientras se zampaba una galleta de forma adorable, Alanna lanzó un suspiro y se decidió a hablar con él, a pesar de sentirse tonta.

- Supongo que tu eres el mapache, cuídalo por favor...- le pidió al animal con mandíbula tensa.

Volvió a agachar la cabeza y notó un peso en su espalda, el mapache se había subido a su hombro. Alzó la cabeza y volvió a sus pirar, intentado calmar sus ánimos, tomando fuerzas para salir. Se alzó del suelo y tomó aire soltándolo despacio, retiró su pelo de la ara y abrió la puerta mirando la sala de fuera con cuidado, si las advertencias que había dado la mujer se cumplían Eltrant correría peligro.

- Eltrant-
lo llamó acercándose con el mapache en el hombro- te juro que ha venido él.- prometió haciendo referencia al animalillo.- escucha...- suspiró- llámala, llama a la mujer que se acaba de ir, y entrégame.- le dijo con mirada seria- tu ahora no saber quien soy, así que no debes tener remordimientos, pero yo si te reconozco, y no me perdonaría que te pasara nada por intentar defenderme...- comentó con mirada seria, empañada, acercándose al chico.- No tienes razones para ayudarme, y yo las tengo todas para ayudarte a ti, así que entrégame.- pidió seriamente con la voz cogida, sabiendo que el chico, muy posiblemente, lo haría sin pensarlo un instante, al fin y al cabo, como ya había dicho, no había razón alguna para que la protegiese, por mucho que eso la entristeciera.
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Mensaje  Eltrant Tale Lun Dic 07 2015, 22:41

Estiró los brazos, dejando escapar un ligero gemido molesto al notar como la herida de la espalda se resentía al hacer esto. Desde dónde estaba contempló el exterior de la oficina por la minúscula ventana y después de solo ver a varios transeúntes y algún que otro borracho que salía de la taberna de al lado, cerró las cortinas.

Atusándose la barba volvió a mirar el papel que le había dado la mujer, el pequeño retrato dela guarda en el que estaban descritas todas y cada una de sus supuestos negocios y complots de dudosa legalidad; sin pensárselo dos veces rasgo dicho cartel en dos y lo dejó sobre la mesa. Después de esto, de forma automática, sin pretenderlo siquiera, tomó la botella de licor que su invitada había usado como desinfectante y vertió las últimas gotas del líquido que descansaba en el interior de la botella en su boca.

Arqueó una ceja cuando vio a la guarda salir de su dormitorio con Sam en el hombro, dio lentamente un par de pasos hacia ella para no espantar al animal y abrió la boca para pedirle que no se moviese, sin embargo ella habló primero.

Permaneció callado, escuchando todas y cada una de las palabras que pronunció la joven y llorosa guarda que tenía frente a él.

Cuando terminó de hablar el mercenario, que había estado hasta aquel momento se encogió de hombros y, después de suspirar, avanzó un par de pasos hasta la muchacha – “Tú lo que eres es tonta” – Afirmó dándole un pequeño golpe en la frente y dedicándole una sonrisa, que si bien no era la mejor que podía poner en aquel momento, era genuina.

La chica estaba dolida, ahora podía afirmar con seguridad de que no le estaba mintiendo y que, en un pasado no muy distantes, habían sido amigos, y por las palabras de la guarda, muy buenos.  -“Menuda primera impresión que me estás dando” – Dijo ahora quitándole importancia al asunto – “Quédate aquí a descansar, no hay mucho espacio pero supongo que podrás compartir cama con Sam” – Eltrant señaló al mapache y suspiró, llevaba semanas luchando contra aquel dichoso animal y ahora tenía la desfachatez de encariñarse con, básicamente, una chica que acababa de “secuestrar” – “Y por lo que más quieras” – Eltrant frunció el ceño y se sentó en la silla que tenia al lado– “No toques la mancha de humedad de la pared” – El mercenario se quedó un par de segundos en silencio, esperando que la guarda respondiese.

“…En serio, tengo la impresión de que se va a deshacer si lo haces, tú no la toques, y tampoco le des comida a este” – El mercenario tomó a Sam y lo dejó en el suelo, el cual se limitó a mirar a Eltrant durante varios segundos y, después de “tomar prestada” otra de las galletas que el mercenario guardaba en un pequeño armario junto al mostrador, se fue hasta una de las esquinas de la habitación y, mirando hacia la pared, empezó a comérsela poco a poco. – “… No trates de encontrarle sentido, de verdad, no sé por qué lo hace”

El séptimo de los Tale se llevó la mano hasta la cara y dejo escapar un largo suspiro. Anabelle estaría buscando a Delteria por la ciudad, por lo que afortunadamente su oficina era el último lugar en el que miraría aquella presuntuosa mujer;  sin pensárselo demasiado tomó el guante de color blanco que había dejado la mujer y se lo guardó en el bolsillo trasero del pantalón, algo le decía que no tardaría mucho en verla.
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Mensaje  Alanna Delteria Mar Dic 08 2015, 09:28

Cuando finalmente hubo acabado de hablar, sintió el silencio que se instaló en el cuarto como una pesada losa que luchaba con aplastarla. Estaba segura, habría apostado y puesto la mano en el fuego que Eltrant, el nuevo Eltrant que ella creía ver, la iba a vender sin pararse a pensarlo siquiera. Una semana antes, sin duda alguna habría apostado por lo contrario, e incluso jugándose la vida, habría estado segura de ganar. Con un suspiro apartó la mirada, ella había elegido su propio destino, y no se arrepentía si a cambio de  lo que fueran a preguntarle Eltrant estaba bien.

Sin embargo, como solía pasar, el chico volvió a sorprenderla. Escuchó sus pasos rebotar por el suelo de madera vieja y alzó la vista, para recibir una toba en la frente, y una sonrisa. Las lágrimas que se habían secado durante ese instante con su resignación volvieron a aparecer, ese era un gesto tan propio de él, un gesto que parecía reservar para su amiga cuando decía o hacía alguna estupidez, y esa sonrisa, esa sonrisa era la suya. Definitivamente, como decía el chico, era tonta.

Puso una mano en su frente donde el chico le había dado el golpecito, con sentimientos confusos, aliviada y feliz, por saber que el mercenario seguía siendo él mismo, pero entristecida porque, a pesar de todo, no la recordaba. Aguantó las lágrimas de alivio durante unos segundos, mientras el joven seguía hablando y le quitaba a Sam de la espalda. Cosa que era de agradecer, era adorable, pero pesaba mucho.

No fue capaz de aguantar mucho, sin darse cuenta, sus ojos de cristal se habían roto como cristales y las lágrimas habían empezado a correr por sus mejillas, recorriendo su rostro y dejándose caer al suelo en silencio. Alanna se tapó la boca para no sollozar y se giró intentando calmarse. No era momento de llorar. Pasaron unos instantes hasta que logró secarse las lágrimas y girarse a mirar la escena que había quedado a sus espaldas.

El mapache miraba a la pared comiéndose una galleta, como si fuera lo más interesante del mundo. Quiso comentar, pero se mantuvo en silencio pestañeando un par de veces, sin entender. Negó con la cabeza y se giró a mirar a Eltrant, el chico se había sentado en una silla con la venda ya destartalada, al parecer sus curas no eran precisamente buenas.

Se acercó el silencio y se agachó despació, arrodillándose sobre el suelo. No le había pasado desapercibido que en la mesa del mercenario había ahora un papel roto, y que mientras ella se acercaba, el guante blanco que había aparecido allí arriba, probablemente propiedad de la contratante, había pasado al bolsillo del chico.

- Se te ha deshecho la venda.- Murmuró como pidiendo permiso para arreglarla.- Te dejaría ordenarla a ti, pero después de ver como me vendaste las manos, no se si fiarme.- bromeó sin darse cuenta mientras deshacía el nudo que había hecho en la venda.- No es que a mi se me de mejor.- confesó, intentando sacar conversación. Aun tenía la voz agarrotada y contenida.

Desenredó las vueltas que había dado antes y las volvió a dar, con algo más de fuerza pasando esta vez un poco de tela por el hombro, para que se sostuviera en alto, para, finalmente, dar un par de vueltas más y anudarla nuevamente. Con un suspiro se alejó sentándose cerca de la pared, abrazándose las piernas, y alzó la cabeza para mirar al chico. Sentía que era necesario hablar, al menos, en ese momento, cuando ya ambos se habían calmado un poco, y el parecía creerla por fin. ¿Pero cómo empezar?

- No se como pero quiero ayudarte.- pidió sin darse cuenta de que la voz salía de su garganta en un susurro.

Si eso era un inicio, tal vez el chico se decidiera a hablar, al fin y al cabo, si ella iba a pasar allí la noche, tenían muchas horas para hablar, de todas formas, hacía mucho tiempo que ella no pegaba ojo cuando el sol caía. Sam, tras terminarse la galleta, correteó hacia ella y se quedó a su lado medio de pie, mirando hacia la pared frente a la que se había comido la galleta de forma fija. La chica, le acarició la cabeza de forma distraída. al parecer había hecho un nuevo amigo.
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Mensaje  Eltrant Tale Sáb Dic 12 2015, 20:54

Suspiró y sin hacer mucho caso a las acciones de la chica dejó que esta le ajustase la venda.

Le gustaría haberle dicho algo, como que, por su salud mental, no mencionara hechos que el mercenario no podía recordar, pero la guarda parecía estar pasándolo peor en aquel momento que él mismo, así que se resignó a dejar que la joven se desahogara y le ajustase la venda; por muy incómodo que se sintiese.

-“No te preocupes por eso ahora” – Eltrant le quitó importancia al asuntó como buenamente pudo con un solo gesto de muñeca  –“No te lo tomes a mal, guarda, pero no me gusta mucho hablar del tema” – El mercenario divagó unos instantes en sus recuerdos vacíos y, una vez más, forzó una sonrisa para la chica.

Después de un instante completamente en silencio, el que lo único audible en la habitación eran los pequeños pasos del animal que, cansado del lugar, salió al exterior por un pequeño hueco en la pared, haciendo alarde de una habilidad sin precedentes para entrar por lugares angostos, Eltrant se limitó a enarcar una ceja ante esto y se giró hacía Alanna como si no hubiese visto nada.
Tomando todo el aire que le permitieron sus pulmones, repasó con la mano la venda que la mujer acababa de ajustarle, no dejaba de ser un trabajo amateur, pero dudaba que él lo hubiese hecho mucho mejor.

“Y deja de llorar, anda” – Le tendió una de las vendas que habían sobrado para que se secase los restos de lágrimas que habían descendido por sus mejillas minutos antes – “Eres una guarda de Lunargenta” - Dijo cruzándose de brazos e inclinándose un poco hacia atrás en la silla –“Lo mejor de lo mejor, se supone que podéis aguantar espadazos sin llorar” – Añadió al final sonriendo, y encogiéndose de hombros.

"Una vez intenté alistarme” – Dijo ahora, pasándose la mano por el pelo, mientras trataba de cambiar de tema a algo un poco menos deprimente, aunque la mera presencia de la chica allí lo fuese – “Me echaron al tercer día de formación por… “– Su sonrisa se ensanchó – “Bueno, dejémoslo en que decían que no se me daba bien trabajar en equi…”

Antes de que pudiese acabar la frase una enorme piedra rompió los cristales de la única ventana que había en la habitación y, en su trayecto, impactó contra uno de las estanterías que había en la oficina, desperdigando alguno de los libros por el suelo.  

Eltrant contempló, perplejo, el cascote que acababa de aterrizar en mitad de su sala de estar durante varios segundos, sin terminar de creerse de lo que acababa de pasar. Entornando los ojos, el mercenario se levantó de su asiento y después de insultar a los dioses en los que supuestamente creía tomó su pesada espada, la cual descansaba apoyada sobre la mesa que hacía de mostrador.

-“Espera aquí, no hagas ruido y escóndete” – Ordenó el mercenario, otra vez, a su invitada mientras sacaba el arma de su vaina y dejaba está a un lado;  probablemente serian borrachos de la taberna de al lado, no era la primera vez que pensaban que molestarle era una buena idea, no obstante  su intuición le decía que aquello tenía que ver con Anabelle y el guante blanco que esta había dejado en la oficina antes de irse.

A paso firme y ataviado solamente con su espada, un puñado de vendas y  unos pantalones cubiertos de sangre, se dispuso a salir al exterior.

Cautelosamente abrió la entrada principal, un ambiente silencioso y oscuro fue lo único que Eltrant pudo contemplar, armándose de valor y con la espada frente a él, avanzó un par de pasos y cerró la puerta de su hogar tras él, asegurándose de que nadie entraba sin que él lo permitiese.

Estudió su alrededor,  la calle estaba extrañamente tranquila, incluso la taberna que tenía junto a la oficina estaba cerrada, aquello no era normal. Mientras esperaba alguna señal del individuo que se había atrevido a lanzar una piedra contra su propiedad se percató, por fin, del refulgir rojizo del firmamento, todo indicaba a que no pasaría mucho tiempo hasta que la luna se alzase sobre las calles de la ciudad.

Lentamente, y como si sombras se tratasen, tres personas ataviadas de negro y portando largas espadas del mismo color emergieron de los callejones circundantes y se colocaron de forma que el mercenario no tuviese ninguna escapatoria posible, sin dirigir la palabra a los presentes Eltrant alzó un poco su espada anticipando lo que, muy a su pesar, sabía que iba a pasar.

-“Lady Waters te envía saludos” – Dijo el primero de ellos.
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Mensaje  Alanna Delteria Jue Dic 17 2015, 22:35

El silencio que se había hecho en la sala tras su comentario fue interrumpido por un suspiro y la voz del mercenario, que pedía no hablar del tema. Alanna lo entedía, si no recordaba nada, debía ser duro para él, pero lo que ella también comprendía era que ella, en ese momento, era la única unión entre el joven y su pasado. Alzó la cabeza y sonrió. Era inevitable.

El chico tenía razón, nunca había sido una persona que llorase, solía mantenerse erguida, hacía varios meses habría presumido de su temple, que resistía mejor que el de cualquier espada. Y si bien era cierto que los espadazos y las heridas no la hacían llorar, incluso las puñaladas era capaz de resistirlas sin soltar a penas un gemido de dolor, sin embargo, llevaba recibiendo muchos golpes en el corazón desde hacía meses y esos, esos si que dolían.

Sabía que al joven siempre le había costado abrirse, así que suponía que, si quería volver a tener su amistad, debería ganarse su confianza poco a poco, no sería facil, eso lo tenía más que claro, mientras el espadachín hablaba, y ella escuchaba, medio ida, encerrada en sus pensamientos, escuchó el tremendo ruido de cristales rotos.

Levanto la vista con rapidez desde su asiento en el suelo y pudo ver la piedra culpable del alboroto, las cortinas se movían con el viento que ahora entraba desde la calle empapada sobre la que aun caían sendas gotas de lluvia que no parecían tener intención alguna de detenerse.

Se levantó con rapidez y sacó sus dagas de las botas, encaminandose a la puerta, siendo detenida por Eltrant cuando estaba por salir. El chico se había avanzado a sus movimientos y abierto la puerta dejandola tras ella, con espada desenvainada, diciendole que se escondiera y cerrando la puerta tras él.

¿Bromeaba? El chico pasaba de querer matarla a querer protegerla, si la recordase estaba claro que nunca habría intentado, siquiera, que se quedase quita, porque ella no era una chica de sentarse a esperar a aque alguien la protegiera, si había que luchar, lucharia junto a quien fuera, o defendería ella a quien hiciera falta.

Desde allí podia oir varios pasos, al parecer no habían mandado solo a una persona, sino que la señoritinga estaba dispuesta a poner toda la carne en el asador con tal de acabar con aquel que la había decepcionado. No debía ser una persona muy paciente, pocas virtudes debía tener si era así de impacinete y rastrera. Miró el modo de salir, y acabó por arrastrarse por el mismo agujero que Sam había usado para salir, el animal era tran grueso que no tuvo demasiados problemas para lograr su objetivo.

Había llegado a la calle de atrás, debía apresurarse en dar la vuelta, pero eran callejueas largas, no podía perder tanto tiempo, por ello, usando como apoyo el marco de una de las ventanas de la taberna de al lado, subió al tejado y desde el borde de este, rodando las dagas en sus manos, comentó.

- ¿Tres contra uno? No me parece muy justo, ¿Qué tal si igualamos la balanza?- Preguntó saltando a unos sacos de hojas amontonados cerca y quedandose junto al espadachín.- Me parece que te queda camino por delante, pero, de mi, lo primero que tienes que saber, es que quedarme quieta mientras otros luchan no es mi estilo. Así que acabemos juntos con esto.- Le sonrió dispuesta a iniciar la lucha.

Dio un par de saltitos bajando las escaleras y se situo más cerca de los contrincantes, que parecían algo confusos con su aparición, sin embargo, se recuperaron con bastante rapidez, todos ellos destacaban por su fuerza, llevaban armas pesadas, no se sentía cómoda peleando con gente de un estilo tan diferente de lucha, aunque si podía confundirlos con su velocidad, eran los contrincantes perfectos. Cuando se sintió comoda en la situación estrategica escogida, se puso en guardia y sonrió con decisión:

- Que empiece el baile- murmuró esperando el primer ataque.
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Mensaje  Eltrant Tale Lun Dic 28 2015, 10:02

La pelea comenzó tan pronto como Alanna apareció en escena, sin que el mercenario pudiese siquiera quejarse por lo que acababa de suceder se vio obligado a desviar la hoja del primero de los hombres de negro para enseguida verse forzado a contraatacar para no perder terreno.

Los otros dos asaltantes murmuraron entre ellos y, con un extraño brillo en los ojos se pusieron de acuerdo para atacar al mismo  tiempo a la guarda, Eltrant, que no podía hacer nada para ayudarla sin acabar con un trozo de metal afilado alojado en la espalda  se centró en acabar contra contra el que tenía frente a él rápidamente, el cual ni siquiera desviaba la espada del joven, haciendo gala de una velocidad digna del mejor de los trapecistas se dedicó a evitar la pesada arma del mercenario.

-“¡¿Te quieres estar quieto de una vez?!” – Exclamó al cabo de un rato, desde la silueta ataviada de negro pudo oírse una risa socarrona y esta le indicó a Eltrant, con un gesto, que siguiese atacando.

El mercenario frunció el ceño y giró la cabeza un segundo para buscar a su aliada, momento en el que su adversario se lanzó contra él con la espada del color de la noche frente a su cara. El sonido del metal volvió a resonar en el pequeño callejón en el que tenía su oficina y, después de forcejear un poco consiguió alejar al individuo que trataba de cortarle el cuello.

Pero lejos de tener tiempo para atacar el asesino que había enviado Waters volvió, una vez más, a acometer contra el mercenario, que se dedicó a desviar la espada de este mientras retrocedía un par de pasos de aquel hombre.

El mercenario recibió entonces, al cabo de varios minutos más intercambiando estocadas con su rival, un leve tajo a la altura del pecho, no era muy profundo, pero no por ello sangraba menos. Eltrant masculló un par de insultos contra aquel tipo y frunció el ceño. – “¿Quieres jugar? Perfecto, vamos a jugar” – Murmuró mientras sujetaba su espada con ambas manos.

El sonido del metal, de los diferentes combates que se estaban teniendo lugar en aquella callejuela era lo único audible, una parte de Eltrant se preguntaba por qué aún no había nadie de la guarda allí y por qué todo, quitando el sonido de las espadas, estaba tan lúgubremente silencioso.

La herida de la espalda le daba pequeños y dolorosos tirones, el corte que había recibido en el pecho se había encargado de desgarrar la tela que rodeaba su torso y protegía la lesión de la flecha de la intemperie, aun así no es como si pudiese permitirse pararse a tomar un descanso.

Respirado agotado, volvió a retroceder un par de pasos hasta estar, literalmente, entre la espada y la pared; por mucho que el mercenario lo desease no conseguía a acertar al acróbata que le había tocado como rival, el cual parecía, en cierto modo, carcajearse de las habilidades para pelear con las que contaba Eltrant.

Como mejor podía, y recibiendo una gran cantidad de cortes leves en los brazos, siguió frenando a su adversario siempre a pocos metros de que este tocase con su arma algún órgano vital, realmente no sabía si estaba luchando enserio o, simplemente, aquel tipo estaba jugando con él, pero fuese cual fuese la opción, estaba bastante claro que no pasaría mucho tiempo hasta que acabase ensartado.

Entonces, al cabo de unos minutos, la hoja azabache del asesino atravesó el antebrazo izquierdo de Eltrant cuando este no tuvo más remedio que hacer esto para proteger su cara, gritando de dolor el mercenario apoyó la espalda contra la pared.

Una sonrisa burlona cruzó la cara del atacante, la cual solo se podía vislumbrar parcialmente debido a que la capucha ocultaba su cara, sin embargo y contra todo pronóstico, Eltrant hizo lo mismo cuando, aun cuando el dolor se apoderaba de todo su cuerpo lentamente, el asesino se encontró con que no podía extraer la espada del antebrazo del mercenario ya que la mano de este estaba firmemente cerrada en torno a su muñeca. –“¿¡Lo has hecho a posta!?” – Preguntó el hombre, incrédulo, tirando con fuerza del arma, no iba a escapar – “¿¡Es que eres imbécil mercenario!?” – Gritó ahora el hombre mientras golpeaba en la cara a Eltrant con su brazo libre, en un inútil intento por liberarse – “Te sorprenderías” – Contestó Eltrant al mismo tiempo que su espada cercenaba el cuello del hombre.

La cabeza del primero de los asesinos rodó por el suelo como un melón maduro y acabó pérdida en la noche, lejos de dónde el combate estaba llevándose a cabo, su cuerpo, segundos después, se precipitó contra el suelo, decapitado.

Una vez más volvió a insultar a los dioses mientras se sacaba la hoja de color negro de su extremidad y, sin tiempo que perder se giró hacia el lugar dónde la guarda se batía a muerte contra los otros dos asesinos.

Con su brazo izquierdo inútil en aquel momento, dejó que la sangre descendiese por su brazo hasta acabar en las yemas de sus dedos y avanzó un par de pasos hasta dónde se encontraba Alanna.

-“¿Dos contra una? Un poco injusto ¿No creéis?”
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Mensaje  Alanna Delteria Miér Ene 06 2016, 08:51

El combate inició en cuanto la chica puso un pie en la calle, un tipo, realmente veloz, probablemente más que ella, atacó a Eltrant sin darle tiempo a nada, y ella mientras, miró intentando elegir rival, sin embargo, la eligieron a ella. Dos de los tipos murmuraron durante un instante y cuando lo vieron claro, se lanzaron a por ella.

La chica no se lo había imaginado así, empezó a esquivar una estocada tras otra, para sus suerte, eran más fuertes que veloces, dejándole así muchos espacios para esquivar, cuando una estocada llegaba por la izquierda, la otra lo hacía por la derecha, de modo previsible, dejándole un enorme espacio por el que saltar, aprovechando a los mismos atacantes como base.

En más de una ocasión, colocó las manos en los hombros de los tipos, y se alzó en vertical para, justo después saltarlos por encima haciendoles perder el equilibrio. Eran fuertes, feroces, y pensaban con la cabeza fría, pero no acostumbraban a ver su estilo de lucha, cosa lógica, pues lo había ido perfeccionando con el tiempo, haciéndolo personal e inimitable.

Podría intentar enseñarlo, pero nadie lograría imitar su modo de pelear. Era fría y temperamental, creando una extraña mezcla en sus movimientos que atontaba al enemigo, que la hacía imprevisible. En ese momento, esa era, probablemente, su única ventaja, esa y la oscuridad que cubría el callejón, que, con su velocidad y su ropa negra, la hacían prácticamente invisible.

Intentaba centrarse en su pelea, hacer oídos sordos a su alrededor, y lo consiguió durante unos minutos, pero el tiempo que estaba durando la pelea comenzaba a pasarle factura, pero el tiempo que estaba durando la pelea comenzaba a pasarle factura, y un quejido de Eltrant hizo que no pudiera evitar girarse a ver que sucedía, llevándose con ello una imagen aterradora.

El chico tenía una espada atravesándole el brazo, de lado a lado, pero parecía satisfecho, la guarda lo supo al instante, lo había hecho a propósito. Su estilo de lucha había cambiado, antes se arriesgaba por otros, pero no de un modo tan... suicida, no si podía evitarlo. Alanna se puso pálida, recibiendo, con su distracción, el primer golpe.

Su brazo comenzó a cubrirse de sangre por un corte en el hombro que a penas pudo evitar, pero que la hizo reaccionar, acabaría con lo que tenía entre manos, y luego iría a intentar que su amigo no muriera desangrado. La sangre comenzaba a hervirle, como solía pasar últimamente, desde su viaje al norte, no podía evitar que, cuando alguien de su confianza saliera herido, los nervios se le salieran de control.

Notaba la sangre fluir con rapidez por sus venas, el corazón acelerar su pulso y los ojos fijar un objetivo, la cosa acababa ahí. Esperó que volvieran a hacer un ataque conjunto, uno por un lado el otro, por el contrario, y esta vez, en lugar sostenerse con las manos, clavó sus dagas en los hombros de ambos, y, una vez más, pasó por encima, rebanandoles un hombro a cada uno. Su mirada ya no admitía juegos ni replicas, habían iniciado una lucha que no podían vencer, no con ella en ese estado.

Los gritos de ambos llenaron la callejuela, justo cuando el joven espadachín, que ya había acabado con su enemigo, acudía en su ayuda, y una de las dagas de la chica se clavó en el cuello del contrincante que tenía más cerca, cortandolo, acabando con su vida al instante. Su mirada, aun oscura, con sus ojos caramelo teñidos de negro, miraron con asco al que aun seguía con vida, y, tomando del pelo el cadaver que tenía a su lado, se lo lanzó para que el otro viera la mirada vacía.

- Dile a quien te haya contratado, que puede venir a por mi con lo que le de la gana, dile que ha iniciado una batalla que no puede ganar, dile que quien se atreve a tocar a mis amigos, muere, que como se le ocurra tocarle un solo pelo al mercenario, su cabeza acabará colgada en la parte más alta del castillo de Lunargenta para que todos la vean, dile que se ha buscado al peor rival que puede soñar, y, sobre todo, dile que Alanna Delteria, le declara la guerra.- Proclamó con ira fría, mientras el otro se alejaba, asustado por lo que veía en los ojos de la muchacha, sosteniendo su hombro.

Alanna se giró entonces a ver al mercenario, estaba herido, muy herido, debía llevarle al hospital o conseguir que algún curandero fuese hasta allí. Cortó parte de se camiseta y la anudó en el brazo herido del chico, con fuerza, intentando cortar la hemorragia de la que brotaba sangre sin parar, parecía una fuente, bien podría quedarse sin brazo, o aun peor.

- Aun tienes la mala costumbre de pelear batallas que no son tuyas, y de dejarte herir. Como no nos demos prisa, puedes perder el brazo.- Comentó preocupada mientras unos pasos comenzaban a oirse correr por la calle, que, empapada de sangre, comenzaba a limpiarse con la lluvia. Un grito llamándola llegó hasta ella.- Lex.- Reconoció girando la cabeza.- Lex, ven a ayudarnos, corre, antes de que la cosa empeore.- pidió al chico que se acercaba con torpeza y aspecto preocupado.
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Mensaje  Eltrant Tale Jue Ene 07 2016, 19:18

El mercenario bajó la espada al ver como su aliada acababa por si misma con los dos asesinos que se habían propuesto matarla aquel día, y después de ver como el último de ellos quedaba con vida, se encogió de hombro.

-“¿La peor rival que puedes soñar?” – Preguntó sonriendo mientras dejaba que la guarda le hiciese un torniquete improvisado – “¿Eres siempre tan dramática?” – Eltrant dejó escapar una ligera carcajada y se sujetó el brazo, dolorido – “Escuece más de lo que parece” – Dijo ahora de buen humor.

Eltrant tomó tanto aire como le permitieron sus pulmones, le ardía el brazo, eso era cierto, pero el subidón de adrenalina que había sentido en mitad del combate había merecido la pena, sonrió y dejó que las gotitas que se precipitaban desde el firmamento le empapasen el brazo, arrastrando la sangre que manaba de su herida. – “Luchar batallas que no son mías...” – El mercenario le dio ahora un pequeño manotazo a la guarda, que seguía atareada con el improvisado torniquete, en la parte trasera de la cabeza y rió levemente.

La muchacha entonces cuando terminó de ajustar el vendaje, llamó a voces a un sujeto llamado Lex, que casualmente pasaba por allí y quien no tardó en acercarse torpemente a Eltrant.

“¿Te conozco a ti también?” – Preguntó el mercenario, pero el recién llegado no contestó, sino que inquirió sobre si tenían un sitio en el que resguardarse de la lluvia, ya que después de que este revisase la herida, parecía ser más grave de lo que el mercenario había anticipado al dejarse acuchillar a propósito.

Eltrant condujo a sus invitados hasta la oficina, dónde el supuesto Lex comenzó a tratar el brazo del mercenario – “Bueno, otra cicatriz para la colección, nada del otro mundo” – Dijo el mercenario quitándole importancia al asunto, tratando de que la guarda se relajase un poco. – “De haber tenido mi guantelete puesto eso no habría pasado, no te preocupes” – Sonrió y se estiró un poco, pero su curandero enseguida le dijo, no de muy buenos modos, que se estuviese quieto; cosa que hizo Eltrant después de que este presionase la herida para que obedeciese.

El repiqueo de las gotas de agua golpeando contra lo que quedaba de ventana era lo único audible en la pequeña oficina, hasta Sam, el mapache, se había marchado al oír la pelea en el exterior. – “La de respuestas que voy a tener que dar a la guarda…” – Masculló Eltrant al cabo de un rato, llevándose la mano a la cara cansado, tras echar un rápido vistazo por la ventana y ver los cadáveres de los asesinos, aun bajo la lluvia.

-“En cualquier caso… ¿Has hecho algo para que esta… Waters quiera secuestrarte?” – Eltrant volvió a romper el silencio al cabo de un rato y clavó su mirada en el rostro de la guarda mientras esperaba una respuesta.

Por otro lado, parecía que Lex estaba terminando de remendarle, y aunque no había escatimado en medicamentos seguía diciendo que tendría suerte si no perdía movilidad en el brazo, a lo que Eltrant respondió, como había hecho antes, restándole importancia.

Una vez con el brazo remendado el mercenario se enfundó en una camisa limpia y rebuscó por el local por alguna botella de alcohol que quedase intacta. – “Tú decides que hacer de todas formas” – Dijo después de encontrar una bajo la mesa y sirviéndole un poco a Lex en un vaso – “A mí de todos modos, ya no me van a pagar”
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Mensaje  Alanna Delteria Miér Ene 13 2016, 15:13

Mientras envolvía el trozo de tela con fuerza en el brazo del joven y Lex se acercaba corriendo, alertado por la urgencia de la voz de la chica, no pudo evitar sonreir, no, lo cierto es que, tiempo atrás, no había sido para nada dramática, antes era una persona mucho más permisiva, más indulgente, menos drástica. Pero al final, en unos meses, la vida la había hecho volverse, como decía el chico, dramática.

Daba la impersión de que, si no amenazabas, si eras directa como ella solía serlo, no lograbas más que golpes, a cada cual más fuerte, había cambiado un poco, ahora parecía tener más florituras en su caracter, las lineas rectas y firmes se habían doblado a su alrededor, creando patrones rizados, enredados, y su anterior yo era ahora como una pequeña rosa envuelta en un matorral de espinas donde las flores no llegaban a brotar y solo ella había salido a flote, rota, y sangrante, pero allí estaba.

- No solía serlo.- dijo con una sonrisa triste, escuchando un murmullo del joven y recibiendo un suave manotazo en el cogote.

Dejo que lex se acercase a tratar al mercenario y subió su brazo sano a su nuca, ¿se había atrevido a darle una colleja? una sonrisa, esta vez incrédula, subió a su rostro, ¿era cierto que no la recordaba o le tomaba el pelo? tras eso, no estaba tan segura, sin embargo, no pudo evitar reir un poco, aun sin recordar a su propia madre, el chico tenía ese gesto tan particular de la mujer, la manía de dar collejas, era imposible no sonreír con eso, se preguntaba si el chico se reiría también si se lo contase.

Mientras ella se mantenía ensimismada Lex, preocupado, había decidido que lo primero era tratar al mercenario, tenía razón, no era momento de reirse, en realidad, la situación no tenía nada de graciosa. Se puso seria, mordiendose el labio y se adentro en la oficina nuevamente, notando como, al entrar en lugar seco, la ropa se le pegaba al cuerpo, empapada. Hasta ese momento no había notado lo mojada que había acabado bajo la lluvia.

Miró tensa, cerrando la puerta tras ella, como Lex rebuscaba en su bolsa tijeras, aguja e hilo, y le pedía que avivase el fuego, la chica, notando la tensión en el curandero, asintió, tragó saliva con fuerza e hizo caso de las indicaciones, iba a esterilizar la aguja. Notaba en las palabras del chico, el intento de calmarla, parecía que notaba su poca experiencia en curar heridas, y pensaba que podría engañarla, era cierto, no tenía ni idea de curar heridas, pero si se había hecho muchas, y en dos ocasiones había estado a poco de perder el brazo y, con ello, la vida.

Mientras la aguja se calentaba en tre las llamas, escuchó preocuparse al chico, la guardia.... no debía preocuparse por eso, ella misma se encargaría de que el chico no se viera involucrado, ya bastante había hecho protegiendola cuando, para él, ya no era más que una desconocida. Iba a calmarlo en respecto a su temor, cuando escuchó su pregunta.

- Pues... No lo se, no la recuerdo, la verdad.-
Intentó hacer memoria mientras metía la aguja en agua y se la pasaba a Lex.- Mi trabajo tiene tanto que ver con nobles, trato con tantos, que no los diferencio ya- suspiró la chica viendo a Lex atravesar un hilo por la aguja.- Seguramente sea alguna esposa resentida porque he encerrado a su marido, o una hija porque he encerrado a su padre, y probablemente quiera vengarse. Tengo más enemigos de los que piensas entre las clases altas.- Se acercó y se puso al lado del chico, dispuesta a ver como lo curaban, por si podía aprender algo, aunque lo dudaba, seriamente.- Mi trabajo es, sobretodo, de infiltración. Me dedico a investigar trapos sucios de las clases altas, ver sus movimientos, cuentas y seguirlos en su vida hasta descubrir ausntos turbios, luego entro en sus hogares, saco pruebas y la guardia los detiene, también medio con algunos de ellos, al igual que muchos compañeros se dedican a limpiar las calles de ladrones de mucho ruido y pocas nueces, yo me encargo de los ladrones que se ocultan bajo caras de corderos.- explicó mientras Lex procedía con la cura.- No te preocupes por la guardia, les explicaré que me ayudaste, agunos ya nos han visto juntos más de una vez, saben que somos....- dudó un momento.- eramos... o... lo que sea.- era demasiado complicado para ella en ese momento.- amigos.- le sonrió al chico.

Comprobó como, finalmente, el brazo del chico quedaba remendado y la sangre dejaba de brotar con una especie de polvo con aroma acido que el doctor había esparcido sobre la herida remendada. Eltrant se alzó y buscó algo por la sala bajo la atenta mirada de la chica, que no estaba segura de que debiera moverse tan rápido tras perder tanta sangre. Sin embargo, cuando tomó la botella de alcohol y le dijo que era su elección, la chica suspiró y se sentó en el sitio que él había dejado libre instantes antes, dejando que Lex revisara sus cortes. No eran profundos, pero estaban ahí.

Ciertamente, era su elección, y posiblemente, quien se hubiera buscado una rival temible, y hubiera iniciado una batalla que no podía ganar, fuera ella, y no la señorita Waters, aunque solo necesitaría recopilar algunas pruebas de quien era la joven y lo que había intentado hacer para que la atrapasen y la dejaran en la carcel de por vida, como a su padre.

No sabía que hacer, pero de todos modos, tampoco ceía que fuera momento de pensarlo, la noche había caido, los cristales repiqueteaban con la lluvia y unas campanas se oían repicar a lo lejos, si no se equivocaba, era un toque de clamor, las campanas lloraban, cubiertas en sus torres, lejos de lluvias que molestasen su llanto, era un toque fúnebre, alguién debía haber muerto. No parecía ser un buen presagio.

Con un suspiro, ya con todo recogido, mirando a su alrededor, tomó la bolsa de Lex y sacó un bote de crema y uno de pastillas, con un suspiro, se acercó a la mesa del mercenario, y mientras Lex salía ya a la calle a esperarla, Alanna contempló el cuarto y a quien había sido su amigo, si no la recordaba, ella ya lograría que lo hiciera, y, si era imposible, volvería a ganarse su amistad, lo que no iba a hacer era dejarlo solo.

Aunque, tras todo lo sucedido, era probable que el joven necesitase tiempo para pensar, reflexionar y tomar decisiones, no esperaba que la siguiera ayudando, ni mucho menos, tampoco esperaba que intentase ser amable, al fin y al cabo, ella ya no era para él más que un trabajo problematico que había salido mal y le había costado una herida. No podía quedarse allí, si sospechaban que eran cercanos, lo perseguirían a él tanto como a ella, y, en ese momento, no era el caso, por lo que, ya que su amistad significaba tanto para ella, mejor sería alejarse por un tiempo.

Dejó pastillas y crema sobre la mesa con un sonido seco, que se confundió con el traqueteo de la lluvia. Se subió el cuello de su chaqueta y respiró hondo la humedad de la calle antes de salir nuevamente a la lluvia, no sin antes, despedirse de quien fue Eltrant y ahora no sabía quien era. Trago saliva y, sin girarse a mirarlo, aun indecisa con lo que representaba semejante cambio para ella y, sobretodo, para él, dijo:

- Tomate una cada ocho horas, la crema ayudará a cicatrizar, no las mezcles con alcohol- advirtio tras haber visto semejante espectaculo de botellas que iban y venían y haber olido el alcohol en el aliento de joven- y si necesitas algo, lo que sea, ahí tienes donde encontrarme.- Señaló el informe falso que tenía sobre la mesa.- Espero que nos volvamos a ver pronto, Señor Tale.- Sonrió, con algo de tristeza, girandose a mirarlo antes de cerrar la puerta a sus espaldas.

Se encaminó en un silencio taciturno, pensativo, hacia su propio hogar, probablemente lo encontraría totalmente destrozado, quien sabía, Lex, a su lado, la miraba con cierta preocupación, intentando romper el hielo con comentarios sobre el chiquillo, que se pondría bien. Alanna solo pudo responder por una sonrisa, se alegraba de ello, pero no podía sentirse contenta, sentía que, en ese momento, había perdido a quien, desde su infancia más tierna, había sido su mejor amigo, y eso, sin duda, le afectaba, se sentía más sola y hundida que nunca, y notaba cierta rabia y oscuridad cernirse sobre su pecho.

Azó la vista al cielo lluvioso, y dejó que el agua la mojase, en un vano intento de que se llevase sus penas como se llevaba la sangre que tenía pegada a la ropa. Abrió los ojos y siguió andando, ese había sido un día nefasto, y, sin duda, los que seguirían no serían mejores, al fin y al cabo, estaba sola, y había retado y amenazado a una joven noble con poder como para cortarle el cuello si quisiera. A pesar de tal locura, sus ojos, de color caramelo, con sombras negras en su iris, no parecían preocupados, sin embargo, una parte de ella se preguntaba "¿Qué demonios he hecho? ¿Cómo ha pasado esto?"
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