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Mensaje  Alanna Delteria Mar 26 Abr - 14:24

Allí estaba una vez más, en el este, intentando acercarse al norte, para ser capaz de ver la tumba de su hermana, sin lograrlo, a duras penas había llegado hasta allí sin derrumbarse, lo cierto es que, aun a lomos de Juvia, el trayecto le había parecido largo, tedioso, deprimente, se sentía bastante decepcionada consigo misma, era como si no fuera ella, tenía una opresión en el pecho que le dificultaba respirar, y sabía perfectamente a que se debía. Se sentía sola.

Perder a su hermana, perder a su mejor amigo, verse relegada a misiones menores, todo ello había hecho que la tristeza que creía superada volviera en modo de melancolía. Al menos ya no iba a dejar que a tristeza la afectase tanto como para dejar de dormir o comer, era consciente de lo importante que era cubrir sus necesidades, si quería ser de ayuda, necesitaba hacerlo, no podía permitirse quedarse dormida, o desmayarse en medio de una misión. En cierto modo, el viaje era por eso, necesitaba superarse nuevamente, sentirse útil, realizada, viva, ser ella otra vez.

Hacía mucho que no se sentía ella, y notaba que, la sonrisa que había decidido imponerse en la cara, no podía ser más falsa, y, por suerte o desgracia, más creíble, no por nada era la mejor en su trabajo, fingir, engañar, sonsacar información sin derramar una gota, ese era su trabajo, su labor, y su mejor talento. La noche comenzaba a caer y, para su mala suerte, se encontraba en medio del bosque, si algo no había cambiado en todos sus años de vida, era ese malísimo, horrible, pésimo sentido de la orientación que hacía que se perdiese en cuanto pisaba un campo.

No tenía más remedio que acampar, encender un fuego y cruzar los dedos para que no le atacase ningún animal extraño. Descendió de Juvia y le acarició el lomo con una sonrisa algo triste, al menos tenía la yegua de su padrastro para hacerle compañía, solo le quedaba ahorrar un poco más y podría comprar a esa bonita alazán grisácea, era su animal preferido de los establos. Le encantaba su porte orgulloso, su mansedad, que fuera brava en los momentos necesarios, su inmensa calma en las peores situaciones, su elegancia, velocidad y resistencia, era el animal perfecto para alguien como ella.

Aunque en voz alta sonase ridículo, le encantaría ser como esa yegua. Jamás lo admitiría, no era algo que pudiera hacer, pero temía ser siempre demasiado perfeccionista, haciendo que todo el mundo creyera que era fuerte, intentando solucionarlo todo por su cuenta, y sabiendo que los demás, pensaban que era capaz de hacerlo, cuando, en el fondo, no era así para nada.

No era perfecta, lo sabía, y lo admitía, por mucho que intentase ser lo, no lo era, era alguien débil, de corazón dudoso, que se tambaleaba entre dos mundos, dos estados de animo, desde su niñez, y que aun con el paso de los años, en el fondo, seguía siendo esa niña solitaria y más tímida de lo que parecía y demostraba.

Se agachó tras quitarle las rienda y la silla a Juvia, poco le preocupaba tener que huir sin ellas, lo primordial era que su yegua pudiera estar cómoda. Encendió, tras esto, un pequeño fuego, y, tras coger una manzana de la bolsa y darle un bocado, se sentó arropada en una manta mirando bailar el fuego. Solo con estar allí, ya era un gran paso para ella, que no había sida capaz de salir de Verisar desde lo de su hermana.

Tomó un palo del suelo y comenzó a dibujar en la arena, entre suspiros. La cara de su Ely, Eltrant y su madre salieron en un pobre dibujo, que lejos estaba de la realidad de sus facciones, Alanna se rió de si misma con un bufido, al parecer, la única faceta artística que tenía era el baile, por lo demás, era absolutamente nula.

- ¿Qué te parece Juvia? Ni dibujar, ni pintar, ni cantar, esta claro que no soy una señorita precisamente.-
rió un poco antes de darle un nuevo bocado a su manzana.
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Noche de lobos [libre] [2/3] Empty Re: Noche de lobos [libre] [2/3]

Mensaje  Jon Sköll Miér 27 Abr - 15:23

Aleteos, bramidos, gruñidos, ramas quebrándose, el silbido del viento mientras cabalgaba entre los árboles, hojas sacudiéndose, una delicada sensación de frescura que cubría hasta el último rincón de mi cuerpo, me envolvía, me cautivaba, incitaba mi interior a producir una enorme cantidad de adrenalina que circulaba por mis venas, avanzaba desde mis adentros y hacía que cada una de mis extremidades cumpliera con tareas que demandaban cada vez más energía, ansiaban más de ese preciado químico que te hacía sentir como si volaras. La sangre parecía ser inyectada por cada vaso en mi interior, con un líquido cálido y a gran presión. Aquellos eran apenas unas cuantas sensaciones que mi cuerpo experimentaba mientras que avanzaba a gran velocidad por el bosque, mi campo de visión, que podía contemplar hasta ciento ochenta grados de todo aquello que tenía adelante, era invadido por múltiples árboles de troncos de todas formas, grosores y texturas, cada uno de ellos se hacía más grande conforme me acercaba y se extinguía al salir de mi campo, para mi, en este momento, todo aquello que saliera de aquella visión, de no representar riesgo o ser un punto de interés, no existía.

Podía escuchar aquel delicado silbido, el viento soplaba en mi contra mientras mi silueta se adentraba cada vez más en este lugar y cada paso, revelaba la presencia de más árboles, aves, insectos, algún roedor, incluso de algo más grande, vivo. La escena que podía contemplar con estos ojos, mis verdaderos ojos, cambiaba un poco con respecto a la que acostumbraba, podía notar colores más intensos que otros, un toque sepia predominaba en aquella vista, texturas a detalle. Pero aquello no era nada, nada a comparación de lo que alcanzaba a escuchar o detectar por el olfato, era sorprendente conocer la cantidad de vida que había en un lugar con tan solo pasar por el. Dudaba que cualquiera que no viviera esta experiencia fuera capaz de comprenderla, resultaba inexplicable, simplemente incomprensible por la mayoría, por esto mismo no nos entendían.

La figura de un cánido recorría una gran distancia en poco tiempo, llevaba una carrera bastante agresiva, cruzaba el bosque sin importarle qué había adelante, si le estorbaba y no estaba vivo, únicamente lo saltaba, embestía de ser algo delgado que pudiese derribar o tratándose de arbustos, lo rodeaba en caso de los árboles, pero su rumbo era muy fijo, parecía avanzar en una línea semi-recta en busca de un único objetivo, alimento. La perfecta coordinación entre flexión y extensión de las patas delanteras y traseras convertía aquellos movimientos tan naturales en un bello espectáculo, el preámbulo a la danza de la caza.


[...]


Mis colmillos húmedos, tal como el pelaje que rodeaba la muy delgada línea oscura que pretendía representar lo que el hombre tenía como "labios", se sumergieron en un hilo de agua cristalino, que destellaba pequeños brillos, tal como el lienzo oscuro sobre nuestras cabezas. Varias ondas en el mismo bailaban en todas direcciones, dejaban escapar unas cuantas gotas de agua en desorden, saltaban hacia todos lados, salpicaban mi pelaje, la tierra y el césped, mientras yo bebía. Una tonalidad carmesí, que no podía ser claramente distinguida por la carencia de luz en el lugar, fue arrastrada por el riachuelo, eran los restos líquidos de mi alimento. Ojos que a la luz relucirían el oro, de una figura orgullosa de cuatro patas, mostraban una paz digna de un lobo en su elemento.

Con el estómago lleno y sin otra sensación que la libertad, me aparté del pequeño riachuelo y avancé caminando por el bosque, ahora sin rumbo, como todo un can errante, solo disfrutaba del bosque, tan lleno de vida aunque inmerso en el silencio, de vez en cuando cortado por el siseo de las hojas al sacudirse con el viento, o de minúsculas ramas quebrándose. Aquí era feliz, estaba solo, pero nada me faltaba, estaba tan cerca de mi hogar, pero lejos de casa... En todos estos años alternando entre una y otra forma, esforzándome física y mentalmente para cumplir determinadas expectativas, nunca había tomado mi tiempo para gozar de la paz que solo el bosque le podía dar a un lobo, la forma en la que los árboles cobijaba la presencia, el césped acariciaba cada paso que daba, el viento reconfortaba mi pelaje y los escasos sonidos le daban descanso a mi mente. Todo era perfecto.

<< ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Hace cuánto que llegué? ¿He perdido el rumbo? >>
incógnitas intermitentes llovían en mi mente, se presentaban como una idea humana que tenía que preocuparme, pero pronto eran desplazadas, barridas por cada árbol nuevo que divisaba con cada paso más adentro en el bosque. Por un rato, no sentí preocupación, ni interés en nada, solo libertad y paz. Sin embargo, algo me impedía sumergirme de más en aquella sensación, más adelante, un brillo danzante, color dorado llamó mi atención, no pertenecía al bosque ¿o si? Estaba todavía lejos, pero caminé hacia allá, notando como se intensificaba y nuevos sonidos aparecían, cada vez más ruido, ruido que se convirtió en un murmullo, después palabras, frases... Ahora podía escucharla.

Una voz delicada, un tono agudo como para ser de un hombre, claramente era una dama ¿Estaba acompañada? ¿Qué hacía aquí a esta hora? Mi olfato lo confirmó, era una persona, pero su acompañante... Su acompañante no era un ser humano ¿verdad? Un par de pasos más en aquella dirección, mi caminata se había convertido en acecho, los vigilaba de tan lejos como era posible, entre la maleza y los árboles. Podía verlos, una dama y su Yegua
.
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Mensaje  Alanna Delteria Jue 28 Abr - 14:17

La noche era, afortunadamente, clara, los sonidos del bosque comenzaban a asustarla, su estado de ánimos no era el mejor del mundo en ese instante, por lo que, todo lo que la rodeaba, parecía multiplicarse por mil. Los sonidos de la noche, búhos, lechuzas y los primeros grillos de la temporada, lloraban a la luna llena. El fuego crepitaba con suavidad iluminando el pequeño claro que la joven había escogido como lugar de reposo.

Lo cierto es que Alanna no pensaba avanzar más, tenía planeado volver al sur, ya había avanzado bastante, estaba segura de que, si llegaba a ver nieve, acabaría con el corazón roto de nuevo, y aun se sentía demasiado débil, demasiado rota, como para poderse permitir algo como eso, sentía que, si los pequeños trozos aun medio sueltos de su alma volverían a esparcirse, no sería capaz de volverlos a juntar.

Suspiró, intentando mantener la calma, y palpó, para sentirse segura, las dagas de su cinto y sus piernas. Rebuscó en la bolsa y sacó otra manzana que, levantándose, le dio a Juvia. La yegua agachó la cabeza y comió su manzana con ganas y hambre. Alanna sonrió y acarició su quijada antes de sentarse nuevamente junto al fuego.

Cuando se hubo sentado, abrazándose las rodillas para protegerse del suave y fresco viento de la primavera, a contemplar bailar las llamas de la hoguera que se le reflejaban en su fino rostro, escuchó algo en los arbustos. Su cuerpo, entonces, actuó solo y como enunciaba su apodo, que casi todos conocían, pero no pocos eran capaces de ponerle cara, dio un salto, quedándose con una sola rodilla en el suelo, y ambas dagas en las manos, lista para pelear si era necesario.

Con una mezcla de preocupación, miedo y decisión enmarcando su cara fina con ojos tristes. Pocas veces alguien tendría la oportunidad de contemplar semejante semblante en el rostro de la joven, que intentaba, siempre, parecer fuerte y hacer que los demás pensasen que estaba bien sola, que no le importaba la soledad y que no necesitaba a nadie. Aunque lo cierto era que, la Gata, desde la muerte de su hermana, se sentía terriblemente vacía, pero no era algo que pudiera seguir demostrando, pues la soledad y la tristeza la habían vuelto, durante un tiempo, un alma oscura, más asesina que espía.

- Juvia- pronunció con voz suave, notando que la yegua también había escuchado el sonido, y se había empezado a poner nerviosa, en un intento de calmar al animal.

La chica tragó saliva, nerviosa, esperando en posición de defensa con los ojos fijos en los arbustos de los que había provenido el ruido con las llamas rojas reflejadas en sus grandes ojos marrones, lista para actuar si era necesario, aunque, ciertamente, esperaba que tras la muralla de plantas, solo hubiera un conejo perdido o, incluso algún insecto, tan cerca del norte sus ansias de lucha, la fuerza que ardía usualmente en ella, había descendido, y temía no poder enzarzarse en una batalla con todas sus fuerzas y acabar más mal que bien parada.
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Mensaje  Jon Sköll Jue 28 Abr - 23:26

¿Habría pasado ya más de un minuto desde que me quedé estático detrás de la maleza? Al parecer mi discreción no había sido del todo efectiva. Tuve el descuido de avanzar sin el sigilo pertinente y ahora me encontraba en un apuro, al no poder decidir qué hacer. Sencillamente contemplar los escenarios tal vez. Miraba desde atrás de la cortina de hojas verdes y ramas entrelazadas, la figura de una mujer alerta, no había pasado por alto los sonidos que acompañaban mi presencia en el bosque. Entrecerré los ojos, reduciendo la exposición de aquellos orbes dorados mientras pensaba en qué hacer. La primera de mis opciones, habría sido exponer el cuerpo del lobo ante la mujer de forma sutil, sin guardar sorpresa alguna, arriesgándome a conocer la postura de aquella chica con los licántropos de forma práctica, me jugaba el cuello y poníamos en riesgo ambas vidas. Por otra parte, volver a mi forma humana y presentarme como tal, detrás de los arbustos... Aunque no contaba con mi ropa cerca, realmente pasaría un momento excesivamente incómodo saliendo de esta manera.  Había más opciones... tratar de asustar a la yegua para aislar a la humana, huir, saltar violentamente hacia ella... Pero ninguna parecía prudente, hasta que, gracias a un poco de suerte, un pequeño chasquido entre las ramas reveló la presencia de un individuo minúsculo emplumado, también en el arbusto en el que me encontraba, mi objetivo.

<< Tal vez...  >> acerqué el hocico hacia el sitio en donde se encontraba el ave, lo suficiente como para que se alarmara y volara en cualquier dirección, intentando hacer creer a los presentes que quien se encontraba detrás del arbusto, no era nada mas que el ave, mientras pensaba en cómo cambiar de posición, para poder evaluar el momento desde un punto más seguro. Me quedé quieto por un momento en mi lugar y traté de encoger el cuerpo lo más que pude, haciendo un inhumano esfuerzo por no emitir sonido alguno.

Sabía que este no era un lugar seguro para pasar la noche solo o en compañía de un animal cuyo nerviosismo acabaría por obligar a abandonar a su acompañante, además, se veía, a pesar de las dagas y la posición en la que se encontraba, bastante expuesta como para encontrarse en la oscuridad de este lugar. Observé con atención a la chica, mientras pensaba en mi siguiente movimiento. Tenía que quedarme cerca, a pesar del riesgo, no podía apartarme mucho y correr con la culpa de que alguien corriera peligro en el bosque, santuario natural para aquellos como yo. Aunque no conocía nada de ella, ni lo que era, por lo que tenía que mantenerme seguro hasta entonces, perdido en las sombras del acecho.

Parte de mi exigía que me quedara cerca y observara el comportamiento de ella, antes de poder seguir adelante. No sabía qué tan peligrosa era o qué riesgo representaba para mi que estuviéramos en el mismo bosque. Desconocía el hecho de si sabía algo de los míos o siquiera si los toleraba. Pero a su vez, era un ser vivo más en un bosque en el que poco podía verse, el frío comenzaba a inundar su interior y que en algún punto la neblina caería. Ignoraba la existencia de cualquier otro depredador o entidad de peligro cercana a esta zona, pero no debía pasarlo por alto, por esto mismo, permanecí en mi sitio hasta no considerar prudente el desplazarme.
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Mensaje  Alanna Delteria Sáb 30 Abr - 15:52

Llevaba a penas unos minutos instalada y la noche ya se le estaba haciendo eterna, su posición tensa se relajó cuando vio aparecer a una pequeña lechuza, tal vez caída del nido, que saltaba ligeramente, su color grisáceo y sus pasos torpes la hicieron sonreír, lo cierto es que si parecía un adulto, simplemente, era muy pequeña, tanto, que resultaba ciertamente adorable. Alanna sonrió para si, sintiéndose tonta por haberse asustado de una cosa tan diminuta.

-Hey.- murmuró al buhito, tan pequeño, con una totalmente adorable carita de enfado que hacía que se viera aun más diminuto.- me has asustado, ¿sabes?- le preguntó sin esperar respuesta.

Volvió a sentarse abrazándose las rodillas y dejó que el ave, que la miraba tensa, se acercase cuando se sintiera cómoda, no le gustaba estar sola en un lugar tan inhóspito, un año atrás, cuando se había reencontrado con Eltrant tras años de perdida por su propia huida, ya la habían advertido, no era bueno acampar en los bosques de los lobos, no lejos de Ulmer, donde los lobos solitarios solían campar en busca de presas, no donde practicaban la caza las manadas.

- Sabes, Juvia,- le dijo a su yegua, haciendo que esta girase la cabeza, para mirarla.- no me dan miedo los lobos, es decir, ellos van por el instinto, incluso un humano convertido, es instinto, si no eres una amenaza, no te atacará, si eres débil, intentará protegerte a no ser que esté hambriento, si eres fuerte, reclamará su territorio, las personas no.- dijo pensando en su padre.- las personas son traicioneras, algunas veces, preferiría vivir entre "bestias"- dijo entre comillas- Son más fiables que más de la mitad de gente con la que he tratado alguna vez.


Ese pensamiento en voz alta, la hizo reflexionar, era cierto que las estructuras de las manadas eran de ese modo, y que, incluso antes de transformarse, las personas se suponía, tenían un rango, una vez a ella, le habían dicho que era algo a lo que llamaban Omega. No había sabido que era eso hasta que, durante una pelea, un lobo se había interpuesto entre ella y su atacante.

Se pregunto si es que, acaso, sería algún tipo de sumisa, como hacían llamar a los que deben ser protegidos en las manadas, luego entendió que no, según leyó en la biblioteca. Las manadas se dividían en sumisos y protectores, los protectores eran los que cazaban y protegían las manadas, los sumisos, eran los que calmaban a los que no lo eran, y el alfa, era el más poderoso de la manada, los omega estaban fuera de esas clasificaciones, calmaban y protegían, no les interesaba el estatus quo, solo que quienes los rodeaban estuvieran bien, cosa que no significaba que no supieran morder.

Sonrió al recordar la sorpresa de su cara al entender lo que le habían querido decir, sin duda era una bonita forma de describirla, si hubiera sido loba, habría sido una Omega, habría sido interesante, pero no quería probarlo, era feliz con su humanidad, dolorosa, algo triste y con necesidad de estar siempre alerta por su fragilidad, pero era lo que era, y no quería cambiarlo.

Aunque, ciertamente, la compañía de algunos lobos era interesante, le había hecho gracia el modo en que, en su primer viaje al norte, cuando no era más que una estudiante que quería entrar a formar parte oficial de la guardia de Lunargenta, había encontrado un cerdo salvaje en su viaje, y, asustada, había echado a correr, fue la primera vez que conoció a un lobo, y la primera vez que la salvaron de un modo tan claro.

Agradecía que esa hubiera sido su primera experiencia con un lobo, si no hubiera sido de ese modo, cuando encontró al que se había vuelto loco en las cercanías de Ulmer, no habría dudado en hacerle daño, una presa asustada es mucho más peligrosa que una confiada, en cambio, gracias a ese encuentro, pudo comprender el dolor de la perdida del hombre lobo, o, al menos, intentarlo, ella no sabía que era enamorarse, ni lo duro que era perder a una pareja, pero si lo que era perder a alguien querido, eso lo sabía demasiado bien, al final, no había tenido que matarlo, y eso, sinceramente, había sido un alivio para la chica. Ya cargaba demasiadas muertes a sus espaldas, no quería tener que sostener el peso de la muerte de un inocente, un inocente desesperado, pero inocente, al fin y al cabo.

Se abrazó y miró al cielo mientras el buhito se decidía a alzar el vuelo, el vaho oculto la luz de la luna de sus ojos velados por los recuerdos, que, esa noche más que nunca, parecían querer salir a la superficie. Agachó la cabeza y, para despejarse, intentó centrarse en el va y ven de las llamas, era lo único que podía hacer.
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Mensaje  Jon Sköll Lun 2 Mayo - 16:11

El viento seguía incitando a cada una de las hojas de los árboles y arbustos a danzar, una detrás de la otra, al compás de un imperceptible silbido para el oído común. Era una melodía que parecía ser solo comprendida por la propia flora del sitio. Tan coordinadas, tan armónicas... Todo parecía un ensayo en sus últimos toques para una importante presentación a la audiencia. Yo era parte del escenario, pero a diferencia de aquel follaje, no me mecía, ni danzaba como las ramas, seguía plantado ahí, un pilar de cuatro patas de pelaje claro, dos orbes dorados en el rostro por encima de un arsenal de caninos afilados con una fuerza por encima de lo que es considerado humano. Aquellas pequeñas dagas permanecían ocultas y no habían sido ocupados desde hace tiempo mas que para cazar presas, desgarrar los suaves tejidos de sus húmedas superficies, nunca utilizados para quitarle la vida a alguien en un combate serio, ni en una búsqueda... Al menos no aún. Mis colmillos no albergaban el alma de un inocente.

Comenzaba a perder la noción del tiempo, detalles triviales como el ritmo de mi respiración, el siseo de las hojas, el susurro del viento emitido al chocar y deslizarse por los árboles, los chasquidos de aquellas flamas que también danzaban al compás de su propio ritmo, la tranquila respiración de aquella dama, así como sus latidos, que eran completamente asincrónicos a los de su yegua, con más fuerza en ellos, pero una agitación ligeramente mayor a la que tenía en su estado original, el ave levantando vuelo, con un aleteo que transmitía continuos sonidos secos, una infinidad de elementos habían sido expulsados de la burbuja psicológica que estaba creando en la que solo nosotros tres, la chica, su yegua y yo, estábamos. Las almohadillas de mis patas, con su resistencia y mi peso, ya habían comenzado a marcarse de forma clara en la tierra, donde escaseaba el pasto detrás del arbusto, mi cola y orejas habían cesado su movimiento.

<<¿Esperar, a qué debería esperar?>> repetí en mi mente, mientras mi cuerpo, guiado por un agudo impulso, abandonó su estado de reposo, articulé ligeramente los músculos que unían mis extremidades al torso y mi cola se balanceó una, dos, hasta tres veces de un lado a otro, antes de llevar mi vista hacia otra dirección y caminar sigilosamente, rodeando la escena, hasta que estuve alineado con la chica, aún detrás de la maleza, pero justo al frente. Mis ojos podían percibir en su lenguaje corporal algo fuera de lugar, carencia de algo ¿pero qué era? No estaba asustada ¿verdad? Solo... estaba dentro de sí, tal vez era como yo, introspectiva y tenía mucho pasado al cuál viajar... Quizás solo estaba dormitando. Di el primer paso hacia adelante, quebrando una minúscula rama a propósito, revelando mi posición... Poco a poco, el pelaje de lobo fue expuesto ante la luz dorada, comenzando por la cabeza, terminando por la cola. Podía verla de cerca, a través de las llamas.

Alcé un poco la cabeza, mirándola al rostro, quieto, manteniendo aquella orgullosa postura, digna de aquellos quienes reconocían, aceptaban y respetaban lo que eran, al contrario de aquellos quienes habían cedido a lo salvaje o en el otro extremo, quienes abandonaron su parte lupina, aparentando ser algo que no eran. Yo no tenía absolutamente nada que ocultar y por alguna razón había cedido a mostrarme. Suspiré profundamente e incliné ligeramente la cabeza, por unos segundos mientras la miraba, un gesto con el que quería dar a entender algo similar a un saludo, o por lo menos que dejara en claro que no estaba en busca de una presa ni mucho menos.

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Mensaje  Alanna Delteria Mar 3 Mayo - 9:04

Mientras los susurros de la chica se perdían entre las copas de los árboles y la brisa comenzaba a atizar la hierva donde se sentaba. Alanna suspiró hundiéndose en si misma, la chica, usualmente pequeña y delgada, parecía, en ese momento, diminuta, los recuerdos se la comían poco a poco hundiéndola en su propio barro, nuevamente, con una concepción totalmente diferente a la de semanas atrás.

A pesar de su sentimiento de melancolía, a pesar de sus reflexiones, se sentía fuerte, herida, sangrante, pero fuerte, sabía que podía levantarse sobre sus propios pies y comenzar a correr por todos los caminos, incluso a través del mar. Soportó un escalofrío que le atravesó la espalda cuando el viento le chocó en la espalda cubierta por su capa y escuchó, entonces, de su frente, al otro lado de la hoguera, el crujir de una rama.

Levantó la cabeza, nerviosa de nuevo, un animal pequeño como el buhito no pesaba tanto como para romper una rama rota o caída. Tragó saliva, y se alzó un poco, tanteando sus armas, en posición de defensa, nerviosa y tensa, los lobos no le daban miedo, no si estaban tranquilos, pero un lobo furioso, un lobo asaltado por la locura, no miraba, atacaba y lo que tuviera que ser, que fuera, y, si en su camino a la perdición, se llevaba a alguien de frente, mejor para su sed de ira.

Tragó saliva, y esperó a ver que sucedía, antes ya se había precipitado con el pequeño animalillo que había salido de entre las matas, no quería volver a acelerar su juicio. Poco a poco, despacio, casi con timidez, una figura lobuna salió a su paso, con cabeza y orejas gachas, mirándola con ojos grandes e inocentes. Su cuerpo estaba relajado, altivo, orgulloso, pero no mostraba la tensión de quien planea nada, ni el sentimiento de caza que podían verse en muchos animales de poder similar al que tenían los lobos.

Tragó saliva nuevamente, y, comenzando a confiar, tomó aire y comenzó a bajar las dagas, poco a poco, sin perder esa posición precavida. Guardó las dagas en su funda, y, con pequeños movimientos, sin apartar su vista del lobo, se quedó de rodillas. Los ojos amarillos, casi ámbar del lobo, mostraban cierto brillo de inteligencia, más de la que solía tener cualquier animal usual, frunció el ceño un instante, a penas reconocible, pensando que, tal vez, no era un simple lobo, pero no podía apostar por ello, no sin tener pruebas.

- Hola...- susurró al viento, a modo de saludo, para el animal, sin saber si la entendería o no.
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Noche de lobos [libre] [2/3] Empty Re: Noche de lobos [libre] [2/3]

Mensaje  Jon Sköll Lun 9 Mayo - 17:17

Asentí ligeramente con la cabeza como la única respuesta en la que pude pensar para su saludo. Una demostración de razonamiento que iba más allá de un simple impulso salvaje, que, en varias ocasiones, regían el comportamiento de una bestia durante el combate, que gozaba de algo más allá de las capacidades intelectuales de un animal común. Carecía de forma alguna de comunicarme de forma directa con aquella desconocida, a excepción de mi forma humana, con la cual podría entablar una conversación, pero, tanto mi instinto, como mi sentido común me indicaban que no abandonara esta figura, la figura orgullosa de un lobo ¿por qué? en primera instancia, un licántropo revelándose a un desconocido de forma tan espontánea en el bosque, por la noche realmente era un gesto digno de desconfianza, dudaría hasta el último momento de mi, poniéndome en su lugar, pues de antemano no tenía forma de confirmar que realmente se encontraba solo y, en segunda, era un depredador. Claramente pude actuar como un señuelo para que una jauría atacara en señal del primer descuido que cometiera aquella dama, aunque esa no era la realidad, afortunadamente.

<< ¿Qué tal? >> pensé ingenuamente, como una frase que pudiera decir como humano, algun conjunto de palabras introductorias que me permitieran romper el hielo entre ambos... No, nada de eso mientras continuara siendo un mamífero a cuatro patas con rasgos que me delataban como peligroso cazador por naturaleza. Mis ojos la examinaron, hasta donde podían diferenciar en su silueta y después de haber notado su respuesta anterior al escuchar mi descuido, en donde casi revelo mi ubicación en la primera ocasión, podía notar que, aquellos gestos que denotaban nostalgia, o un claro viaje en sus pensamientos, no eran mas que rasgos externos, sabía defenderse, podía pelear y no parecía estar dispuesta a regalar su vida así como así.

Un par de pasos hacia adelante, aproximando la gran figura de cánido hacia las doradas y danzantes llamas fue lo único que hice antes de sentarme. Mi vista se quedó fija en ella mientras pensaba en qué hacer, pues mi plan original era, por muy absurdo, simplemente observar y permitir que el flujo de las cosas, me permitiera formular algo más allá que solo quedarme tal como estaba ahora.

Posiblemente una humana, una yegua y un lobo, teniendo una conversación de miradas y gestos frente a una fogata, realmente sonaba como un párrafo introductorio a una fábula utilizada para enviar a dormir a los niños cuya imaginación se encontraba hambrienta por recrear una historia narrada por las palabras narradas por sus padres. Sentía curiosidad por saber qué estaba haciendo aquí y por algun motivo, también me sentía diligente, por quedarme aquí o rondar en las cercanías, apartando cualquier peligro que estuviera a mi alcance, aunque, solo recordando la postura defensiva que había adoptado hace unos segundos, me hacía dudar que necesitara protección, de hecho, en ese caso permanecer aquí solo era una idea que carecía en totalidad de sentido... Pero quería hacerlo, tenía que, cumplir con una ambición interna que era asegurarme de que aquella vida, inmersa en sus ideas, no corriera peligro. Si abandonaba desde ya aquel deseo, seguramente tendría consecuencias y sufriría una inmensa culpa. Decisiones como estas, resultaban críticas en estos momentos para la forma en la que me formaría, como un lobo.

Un par de gestos, mover ligeramente mis orejas, ladear ligeramente la cabeza, incluso mirar a mi alrededor, para después clavar mis ojos en ella, fueron apenas un par de cosas que se me ocurrían para hacerle notar que la entendía y no tenía mayor intención de saltar aquella luz danzante para amenazarle.
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Mensaje  Alanna Delteria Mar 24 Mayo - 13:36

Asintió ante su saludo, el lobo no habló, no hizo expresión humana alguna, más allá del asentimiento. Alanna, con esto, respiró de nuevo, los ojos del lobo, de un amarillo dorado, brillaban con una inteligencia fuera del mundo animal. La misma luz que podía distinguirse en los niños cuando aprendían algo nuevo o el reconocimiento en los ojos de un rival, no sabría describirlo con claridad, pero algo le decía que esa criatura era más inteligente de lo que aparentaba ser.

La chica volvió a sentarse, dejando, nuevamente, sus dagas guardadas a buen recaudo. El animal no parecía tener intenciones de atacar, sus orejas gachas durante un instante, denotaban, más bien, lo contrario. Sus gestos, mirando a su alrededor constantemente, agachando la cabeza por un instante, parecía un vigilante intentando detectar un peligro, un peligro que, por lo que podía notar en el ambiente, aun relajado, no era ella.

Alanna, confiada y tranquila, volvió a mirar la hoguera que bailaba frente a ella, suspiró abrazándose las rodillas mientras recuerdos de otra noche frente a una hoguera similar, no muy lejos del lugar en el que se encontraba, asaltaban su cabeza, parecía que esa, era una noche para el pensamiento, más que para la cháchara, los ojos azules de un joven al que creía conocer bien hasta hacía poco, se impusieron en su mente y la hicieron temblar un poco.

Su hermana muerta, y su mejor amigo... ese chico con quien había jugado corriendo por las orillas de un riachuelo, con quien había dado sus primeros bandazos con palos como si fueran espadas, con quien se había revolcado en el barro sin importarles a ninguno lo sucios o malheridos que acabasen tras sus peleas, ese que le había enseñado lo divertidos que podían ser los libros, aunque ella, al principio, solo pudiera ver los dibujos.

Sonrió al fuego ante ese recuerdo, pero su rostro se ensombreció por unos momentos al recodar que, por mucho que para ella esos momentos felices perdurasen y la hicieran pensar en una temporada más sencilla, cuando el mundo era menos complicado, y su sonrisa más sencilla. Cuando los ojos brillaban con inocencia y las risas sonaban de modo puro, sin dolores escondidos ni llantos ocultos, sin ese rastro de dolor que se sentía tras sus pupilas aun cuando vivía momentos de alegría.

Negó con la cabeza, espantando sus fantasmas, decidida a buscar, en otro momento, respuestas a las preguntas que le impedían el sueño nuevamente, quería ayudar a Eltrant, rescatarlo del pozo de oscuridad que era su mente tras la perdida de aquello que lo hacia ser quien era, quería devolverle aquello que había perdido y lograr que, si al menos sus ojos debían quedar bañados por rastros de llanto, los de su amigo se vieran libres de ese tipo de dolor, no podía imaginar lo duro que era perder los recuerdos. Ella había sufrido muchas perdidas, tantas y tan dolorosas que difícilmente podría cuantificarlo o ponerlo en una escala, pero si algo tenía claro era que nunca querría perder sus recuerdos.

Dolor y alegría, risas y llanto era lo que la hacía a ella, incluso con las pesadillas que la asaltaban, incluso con su corazón sangrando con cada recuerdo, incluso siendo arrastrada por un pasado cubierto de sangre, incluso portando una maldición incluso en el cariñoso apodo que en su momento le había puesto su padre de niña, sabía que prefería morir como Alanna Delteria, que vivir sin aquello que la hacia ser ella misma.

Giró su cabeza para mirar al lobo, en un intento de desterrar la oscuridad de su memoria, esa oscuridad que bañaba sus ojos y que, tras alejarse de su pasado, volvían a aclararse para adquirir ese color meloso que solían tener. Sonrió de medio lado al lobo y lo miró por un ligero instante antes de volver la cabeza al fuego nuevamente y, tras un suspiro, volverlo a mirar.

- ¿Qué trae a un lobo a mi compañía sin estar hambriento o sediento de sangre?- preguntó en un susurro amable que, en realidad, no esperaba respuesta, sencillamente era una pregunta para si misma, que, tal vez, necesitaba reflexionar.
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Mensaje  Jon Sköll Mar 7 Jun - 3:52

Permanecía atento a sus gestos, paciente, callado, tal como cualquier otro animal carente de habla. No podía hacer gran cosa en esta forma relacionado a lo social, un par de gestos, algunas acciones que pudieran reconocer los humanos, nada del otro mundo. Algo que un hombre, una mujer o un niño fuera capaz de interpretar, asentir, ladear la cabeza, algo de lenguaje corporal muy evidente. Fastidioso, por primera vez en mi viaje, sentía la necesidad de comunicar algo, de decir una palabra, por más absurda que fuera. Me sentía impotente, aún con la mirada fija en ella y sin saber demasiado de su pasado o de su identidad, intuía algo de nostalgia, por el tono que tenían todos sus gestos, la forma en la que se sentaba, observaba, callaba... A mis ojos era un alma cansada ¿habría vivido penas en el pasado, alguna tragedia quizá o tal vez era su forma de ser? No había convivido con muchos humanos, poco sabía de ellos además de lo que se me pudo haber instruido antes de salir de Ulmer por cualquier tutor ¿Qué significan sus gestos? ¿Qué tan vulnerable era un humano que los presentara? ¿Era capaz de hacer algo y, de serlo, tenía que intervenir? Un montón de dudas sumergieron mi mente en duda, mis acciones no pasaban más allá de un suave cambio en la inclinación de mis orejas, mi cuerpo o un cambio entre el espacio que había entre mis párpados.

<< Quisiera saber... ¿Qué significa todo esto, qué clase de simbolismo representa para el ser humano sumergirse por estos bosques con aquellas actitudes? >> pensaba. Intenté ponerme en su lugar, algo de empatía, pero solo podía identificarme a mi como nostálgico, deprimido, carente de sentido si me comportara de esa manera. ¿Tenía algo que ver? Quería saberlo.

Hasta ahora mi viaje no me había llevado a una tragedia, las pocas experiencias que había vivido resultaban agradables, cargadas, por mucho, de distintas cargas emocionales, pero nada nostálgico. Tenía un sitio y alguien con quien reunirme más adelante, por una parte me sentía apurado por llegar, pero sencillamente no me precipitaba, pues profundo en mi tenía la premura de que algo me había llamado a este santuario entre los árboles desde que me alejé de los campos. Tal vez de aquí provenía ese llamado.

En un vago intento por comunicarme, abandoné aquella postura estática, avancé cuidadosamente, sin gestos similares al acecho, como un lobo hacia ella, bajé un poco la cabeza y levanté los ojos para mirarla mientras me acercaba, reduciendo la distancia hasta un punto prudente. Ladee ligeramente la cabeza, como un vago intento de simular una incógnita. ¿Qué rayos intentaba, preguntarle por medio de lenguaje corporal algo? Realmente sentía parecer un ridículo. Tenía las palabras, las ideas, curiosidad y la voluntad. Pero no una forma coherente de expresarlas, no de esta forma. << ¿Qué puedo hacer? >>

Pude haber abandonado la forma en la que me sentía protegido, pero arriesgaría más que solo una identidad si lo hacía. Me encontraría indefenso, un blanco fácil para emboscar y sin posibilidad de huída. Pero tampoco sería capaz de decir algo, conocer su historia, aprender. Renunciar al orgullo y arriesgar mi cuello por curiosidad eso no sonaba bien para una causa de muerte. Además, qué clase de persona en su sano juicio se presentaría sin prendas ante un extraño en medio del bosque.

Sin una solución inmediata, me senté frente a ella, con una mirada que enfocaba su rostro, esperando a que una respuesta se iluminara, brotara de entre las danzantes llamas doradas y brasas rojizas que danzaban a mi lado, dejando salir suaves chasquidos de la madera al quemarse, liberando chispas saltarinas apenas perceptibles antes de extinguirse en el frío y húmedo ambiente.
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Mensaje  Sarez Miér 31 Ago - 12:40

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