[Cerrado]La ribera lóbrega [Libre][interpretativo][3/3]
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[Cerrado]La ribera lóbrega [Libre][interpretativo][3/3]
La luna ya empezaba a alzarse en el cielo cuando abrí los ojos, y sus rayos plateados se reflejaban en el río que hacía de frontera entre tierras elficas y tierras de vampiros.
la neblina era tan espesa que se arremolinaba contra el suelo, no cubriendo mas que hasta las rodillas de cualquier humano común, o criatura que se le asemejara que caminara por las orillas del Tylmer, la columna vertebral del continente.
Me hallaba tumbada en el suelo, con el pelo blanco, ondulado y enmarañado, encrespado por la humedad cubriéndome como si fuera una especie de nube casi por completo, y pegandoseme a la cara. Entreabrí los ojos desconcertada, apartándome a torpes manotazos los mechones de pelo del rostro, percatándome con aquel gesto que me había quedado dormida en mi forma humana.
El papel crujió bajo mis manos al moverse, haciendo desviar mi mirada hacia los afiches con el rostro de Víctor que había estado editando mientras buscaba conciliar el sueño, y mi amigo vampiro me devolvía la mirada des del cartel con un peculiar bigote corto que apenas ocupaba una pulgada debajo de su nariz, hecho con carboncillo.
Dormir de día y viajar de noche era algo a lo que aun no me acostumbraba del todo, pero no dejaba de ser practico, dormir de día no solo me protegía de ser asaltada por un vampiro, ya que ellos también se hallaban durmiendo, sino que además me permitía adaptarme a aquel horario.
Me levanté con lentitud, quedando sentada en el suelo, y eché dentro del viejo morral todos los carteles de "se busca" junto con el carboncillo que había usado para pintar encima de los míos.
Y luego me arrastré perezosamente los pocos centímetros que me alejaban de la orilla para salvarlos y observar mi reflejo.
Limpié con el dorso de la mano un par de manchas negras del pómulo, y los restos de tierra de dormir en el suelo de la sien, sin embargo lo que quedara en el vestido me traía al fresco, no por lograr sacar el musgo del mismo parecería menos asilvestrada.
Sonreí ligeramente divertida con mi reflejo, tan pequeña, tan pálida, tan descuidada y semi tumbada en la ribera del río, saliendo de entre la niebla, si hubiera sido mas silenciosa discreta y sutil habría podido pasar por una aparición. Fue curioso percatarme como un escenario podía alterar tanto la apreciación de mi propia apariencia. O quizás se me estaba pegando la supersticiosa imaginación de los humanos.
Apoyé las palmas en el borde del agua, aferrándome con los dedos entre las rocas, cerrándolo alrededor de las piedras como si fueran garras y me incline sobre la obscura reflectante superficie para beber del rió como si fuera algún animal salvaje.
El agua fría no solo me refrescó si no ayudó a barrer los retazos del sueño que aun no me abandonaban, me dormía ya entrada en la mañana, y me costaba levantarme al anochecer o antes del mismo, por suerte no me había acontecido nada, y mis oídos permanecían atentos a los bosques del oeste que tenía a mi espalda.
la neblina era tan espesa que se arremolinaba contra el suelo, no cubriendo mas que hasta las rodillas de cualquier humano común, o criatura que se le asemejara que caminara por las orillas del Tylmer, la columna vertebral del continente.
Me hallaba tumbada en el suelo, con el pelo blanco, ondulado y enmarañado, encrespado por la humedad cubriéndome como si fuera una especie de nube casi por completo, y pegandoseme a la cara. Entreabrí los ojos desconcertada, apartándome a torpes manotazos los mechones de pelo del rostro, percatándome con aquel gesto que me había quedado dormida en mi forma humana.
El papel crujió bajo mis manos al moverse, haciendo desviar mi mirada hacia los afiches con el rostro de Víctor que había estado editando mientras buscaba conciliar el sueño, y mi amigo vampiro me devolvía la mirada des del cartel con un peculiar bigote corto que apenas ocupaba una pulgada debajo de su nariz, hecho con carboncillo.
Dormir de día y viajar de noche era algo a lo que aun no me acostumbraba del todo, pero no dejaba de ser practico, dormir de día no solo me protegía de ser asaltada por un vampiro, ya que ellos también se hallaban durmiendo, sino que además me permitía adaptarme a aquel horario.
Me levanté con lentitud, quedando sentada en el suelo, y eché dentro del viejo morral todos los carteles de "se busca" junto con el carboncillo que había usado para pintar encima de los míos.
Y luego me arrastré perezosamente los pocos centímetros que me alejaban de la orilla para salvarlos y observar mi reflejo.
Limpié con el dorso de la mano un par de manchas negras del pómulo, y los restos de tierra de dormir en el suelo de la sien, sin embargo lo que quedara en el vestido me traía al fresco, no por lograr sacar el musgo del mismo parecería menos asilvestrada.
Sonreí ligeramente divertida con mi reflejo, tan pequeña, tan pálida, tan descuidada y semi tumbada en la ribera del río, saliendo de entre la niebla, si hubiera sido mas silenciosa discreta y sutil habría podido pasar por una aparición. Fue curioso percatarme como un escenario podía alterar tanto la apreciación de mi propia apariencia. O quizás se me estaba pegando la supersticiosa imaginación de los humanos.
Apoyé las palmas en el borde del agua, aferrándome con los dedos entre las rocas, cerrándolo alrededor de las piedras como si fueran garras y me incline sobre la obscura reflectante superficie para beber del rió como si fuera algún animal salvaje.
El agua fría no solo me refrescó si no ayudó a barrer los retazos del sueño que aun no me abandonaban, me dormía ya entrada en la mañana, y me costaba levantarme al anochecer o antes del mismo, por suerte no me había acontecido nada, y mis oídos permanecían atentos a los bosques del oeste que tenía a mi espalda.
Última edición por Arygos Valnor el Miér 3 Ago - 2:34, editado 3 veces
Arygos Valnor
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Re: [Cerrado]La ribera lóbrega [Libre][interpretativo][3/3]
La vuelta al mundo retumbaba en su cabeza como terribles campanas. Las campanas usualmente sirven para anunciar; el anuncio más común es el de la avenida de una desgracia. Así con campanas arribó a donde una vez comenzó su marcha. Un poco más sabio, tremendamente más cansado, y algo más convencido del mundo, buscaba lo que le había servido durante tanto tiempo de hogar. Apenas conseguía mantener la vista al frente unos segundos antes de desenfocar los ojos; su marcha era pesada, torpe, pero incansable, como un ejército de muertos vivientes.
Había borrado momentáneamente todo cuanto había hecho en sus anteriores trifulcas. La vuelta al mundo quedaría en el más moribundo olvido, vegetal ante la realidad que percibía. En ese momento, Alzzul caminaba por unos bosques que no terminaba de reconocer. Supo, sin embargo, por lo cargado del ambiente, que quizá siguiendo aquella ruta encontraría un lago. Un lago era un perfecto punto de referencia, el abrupto corte en la vegetación le permitiría avistar su torre, si es que se encontraba en las cercanías; de no ser así, igualmente, podría encontrar puntos de referencia. O algo. Esperaba.
Se notaba la sangre caliente, mechones de pelo le entorpecían la visión más de lo usual y se notaba especialmente arisco. Con gesto de descontento avanzó con algo más de presión en la marcha. Pasó la última línea de troncos y cual lanzazo, el cansancio hizo mella. Todo cuanto pudo ver antes de caer de boca al suelo. Un sonido contundente de carne golpeando hierba y finalmente tierra anunció el desfallecimiento. Se habría quedado inconsciente en cualquier otra situación. Habría despertado mucho más tarde, y por ello, tendría que darse prisa en construír o encontrar un refugio para la noche. Por suerte, su instinto, y la “sangre caliente” que llevaba notando desde hace unos minutos le mantuvo al “control” de su cuerpo. Confuso, respiró con fuerza. Llenó de aire sendos pulmones, soltando una arrítmica tos después, seca.
Con tremendo esfuerzo apoyó las muñecas en el suelo, alzando, con los brazos temblorosos, el torso cubierto por aquella camisa teñida de sangre más que seca. Con ojos muy abiertos, con tremenda sorpresa observó tal figura que ante él se alzaba. No comprendió cómo, ni en qué actitud le enfrentaba. Supuso, adoptando un semblante mucho más sereno, que no sería una cuestión agradable. El ambiente respiraba en completo silencio. Apenas el mullir del agua y el tronar del poco agitado viento entorpecía la acústica. Supuso, venían palabras.
Había borrado momentáneamente todo cuanto había hecho en sus anteriores trifulcas. La vuelta al mundo quedaría en el más moribundo olvido, vegetal ante la realidad que percibía. En ese momento, Alzzul caminaba por unos bosques que no terminaba de reconocer. Supo, sin embargo, por lo cargado del ambiente, que quizá siguiendo aquella ruta encontraría un lago. Un lago era un perfecto punto de referencia, el abrupto corte en la vegetación le permitiría avistar su torre, si es que se encontraba en las cercanías; de no ser así, igualmente, podría encontrar puntos de referencia. O algo. Esperaba.
Se notaba la sangre caliente, mechones de pelo le entorpecían la visión más de lo usual y se notaba especialmente arisco. Con gesto de descontento avanzó con algo más de presión en la marcha. Pasó la última línea de troncos y cual lanzazo, el cansancio hizo mella. Todo cuanto pudo ver antes de caer de boca al suelo. Un sonido contundente de carne golpeando hierba y finalmente tierra anunció el desfallecimiento. Se habría quedado inconsciente en cualquier otra situación. Habría despertado mucho más tarde, y por ello, tendría que darse prisa en construír o encontrar un refugio para la noche. Por suerte, su instinto, y la “sangre caliente” que llevaba notando desde hace unos minutos le mantuvo al “control” de su cuerpo. Confuso, respiró con fuerza. Llenó de aire sendos pulmones, soltando una arrítmica tos después, seca.
Con tremendo esfuerzo apoyó las muñecas en el suelo, alzando, con los brazos temblorosos, el torso cubierto por aquella camisa teñida de sangre más que seca. Con ojos muy abiertos, con tremenda sorpresa observó tal figura que ante él se alzaba. No comprendió cómo, ni en qué actitud le enfrentaba. Supuso, adoptando un semblante mucho más sereno, que no sería una cuestión agradable. El ambiente respiraba en completo silencio. Apenas el mullir del agua y el tronar del poco agitado viento entorpecía la acústica. Supuso, venían palabras.
Alzzul
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Re: [Cerrado]La ribera lóbrega [Libre][interpretativo][3/3]
Un ruido de algo desplomarse hizo que sacara el rostro del Tylmer para mirar a mi alrededor, girándome en un gesto brusco que salpicó con las frías gotas del ancho río en el arco circundante, por los mechones de pelo que se habían sumergido en el mismo al beber de sus aguas,y que al moverme cortaban el aire para finalmente terminar pegados a mi faz como gruesos cordeles blancos.
Entrecerré los ojos, escrutando entre la neblina la figura que se hallaba ahora en el suelo a poca distancia, pudiendo reconocer en la misma la figura de un hombre que se alzaba sobre los brazos como si le costara sostener su peso, sus extremidades temblaban y parecía que en cualquier momento sus codos cederían para dar paso a un nuevo impacto.
Observe durante unos pocos segundos con recelo esa piel marmórea que parecía agena al sol que se tensaba sobre los rasgos del sujeto, y los dos pozos negros que me devolvían la mirada, tan obscuros que parecían llevar la propia madicion del desterrado en ellos.
Sacudí levemente la cabeza, intentando opacar cualquier recelo fruto de mitos y novelas, y con la misma lentitud que si se tratara de un ciervo acerque la mano para ayudarle a sostenerse, intentando prestarle auxilio.
Pasee la mirada por su dejado aspecto, la sangre estaba seca, pero era inconfundible, por el resto no había herida abierta que estuviera al alcance de mis ojos. La tos que había escuchado, y que se hallara cerca del río me hizo desviar la mirada hacia las aguas, haciendo que le ayudase a acercarse a la ribera ne caso de que aquella fuese su intención.
-¿Se encuentra usted bien?.-Pregunte en un tono bajo, claro y lento, teniendo que recurrir finalmente a las palabras estando de nuevo lejos de los míos. La respuesta parecía ser un claro no, y me arrepentí rápidamente de haber adoptado aquella mala costumbre de los sureños.-¿Puedo hacer algo para ayudarle?.-Me corregí.
No hacía falta ser muy inteligente para suponer que aquel sujeto, por débil que se hallara era un vampiro, o eso asumía como mas probable, motivo por el cual no iba a privarle de auxilio pero si a observar entre sus labios esperando ver emerger la punta de sus dientes que confirmase mi teoría.
Si el agua no el bastaba quizás pudiera conseguirle alguna alimaña, viva si era un vampiro, muerta si era otra cosa.
Entrecerré los ojos, escrutando entre la neblina la figura que se hallaba ahora en el suelo a poca distancia, pudiendo reconocer en la misma la figura de un hombre que se alzaba sobre los brazos como si le costara sostener su peso, sus extremidades temblaban y parecía que en cualquier momento sus codos cederían para dar paso a un nuevo impacto.
Observe durante unos pocos segundos con recelo esa piel marmórea que parecía agena al sol que se tensaba sobre los rasgos del sujeto, y los dos pozos negros que me devolvían la mirada, tan obscuros que parecían llevar la propia madicion del desterrado en ellos.
Sacudí levemente la cabeza, intentando opacar cualquier recelo fruto de mitos y novelas, y con la misma lentitud que si se tratara de un ciervo acerque la mano para ayudarle a sostenerse, intentando prestarle auxilio.
Pasee la mirada por su dejado aspecto, la sangre estaba seca, pero era inconfundible, por el resto no había herida abierta que estuviera al alcance de mis ojos. La tos que había escuchado, y que se hallara cerca del río me hizo desviar la mirada hacia las aguas, haciendo que le ayudase a acercarse a la ribera ne caso de que aquella fuese su intención.
-¿Se encuentra usted bien?.-Pregunte en un tono bajo, claro y lento, teniendo que recurrir finalmente a las palabras estando de nuevo lejos de los míos. La respuesta parecía ser un claro no, y me arrepentí rápidamente de haber adoptado aquella mala costumbre de los sureños.-¿Puedo hacer algo para ayudarle?.-Me corregí.
No hacía falta ser muy inteligente para suponer que aquel sujeto, por débil que se hallara era un vampiro, o eso asumía como mas probable, motivo por el cual no iba a privarle de auxilio pero si a observar entre sus labios esperando ver emerger la punta de sus dientes que confirmase mi teoría.
Si el agua no el bastaba quizás pudiera conseguirle alguna alimaña, viva si era un vampiro, muerta si era otra cosa.
Arygos Valnor
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Re: [Cerrado]La ribera lóbrega [Libre][interpretativo][3/3]
Recapitulando su lenguaje gestual, había levantado, sostenido en sendos brazos el peso de su torso. Con sorpresa y confusión contemplaba la figura que parecía acercarse más de lo prudente. Por un momento, Alzzul se preguntó qué imagen estaría dando. Manchado de pies a cabeza, cubierto de cicatrices y heridas no reciente en todo el cuerpo descubierto, con el pelo un poco sucio, enmarañado y descuidado. Examinó con cuidado a la pequeña mujer que se alzaba –difícilmente- ante él. Con evidente receló apartó el cuerpo, en un movimiento bastante más ágil, casi demasiado para alguien que estaba al borde del desfallecimiento. Esos dos óculos negros parecían exudar miedo y desconfianza, pero no de forma ofensiva, daban más el pego de un pobre niño herido y asustadizo que el de alguien realmente aterrorizado; casi, más bien, habría que asociarlo a la timidez.
Con un poco de la “magia” intrínseca de los de su raza refozó su aspecto, intentando parecer un poco más atractivo; quizá no sirviera de mucho, pero si buscaba algún tipo de violencia contra él, quizá podía convencerle por otros medios. Así, con un leve brillo rojizo en los ojos, puede que por un casual reflejo, o puede que por acción interna de su cuerpo, su semblante se tornó algo más marcado, suavizó imperfecciones, pero conservando su completo aspecto primero, sin apenas diferencias, con un gesto tremendamente cansado, herido y ojeroso.
Parecían intentar brindarle ayuda. Esto le adormeció levemente, haciéndole sentir seguro hasta que un hervor en su sangre volvió a disponerlo en estado de alerta. La mejor ayuda que se le podría proporcionar es el camino de vuelta a casa.
Intento parecer no demasiado áspero al trato. Intentó esgrimir una disculpa ahora que había echado el cuerpo hacia atrás y parecía más sentado que arrodillado. Tuvo que apartar la cabeza, sin aguantar la mirada de la mujer, con la boca abierta, en intención de habla, pero sin hacer uso de ninguna. Había perdido la voz. Así se mantuvo durante un minuto, buscando en su cabeza cuál era el método para proyectarla; después, con tremendo esfuerzo y duda soltó un escueto morfema, con la boca aún abierta, sin ningún tipo de contenido léxico. Así frunció el ceño levemente, cerrándola para nuevamente pronunciarse, esta vez, de forma casi coherente. Llevaba mucho tiempo solo, alimentándose casualmente y sin pronunciar una sola palabra, en completa soledad, lo que le afectaba a sus capacidades comunicativas de tanto en tanto; le costaría unos minutos acostumbrarse a la compañía de un ser vivo inteligente; al menos, de uno que no quería -pretendía- comerse.
- ¿Qué? –fue capaz de decir. Realmente no sabía cómo reaccionar o qué hacer. No tenía ningún objetivo ni nada que temer. Momentáneamente recordó que tenía un arma –aunque en terrible estado- y desvió la mirada hacia donde debía estar, para confirmar su presencia. Con algo más de seguridad devolvió la mirada, que se le hacía demasiado intensa a la peliblanca. – ¿Dónde…? –dudó de nuevo, sin poder terminar la pregunta- ¿Está este sitio?
Con un poco de la “magia” intrínseca de los de su raza refozó su aspecto, intentando parecer un poco más atractivo; quizá no sirviera de mucho, pero si buscaba algún tipo de violencia contra él, quizá podía convencerle por otros medios. Así, con un leve brillo rojizo en los ojos, puede que por un casual reflejo, o puede que por acción interna de su cuerpo, su semblante se tornó algo más marcado, suavizó imperfecciones, pero conservando su completo aspecto primero, sin apenas diferencias, con un gesto tremendamente cansado, herido y ojeroso.
Parecían intentar brindarle ayuda. Esto le adormeció levemente, haciéndole sentir seguro hasta que un hervor en su sangre volvió a disponerlo en estado de alerta. La mejor ayuda que se le podría proporcionar es el camino de vuelta a casa.
Intento parecer no demasiado áspero al trato. Intentó esgrimir una disculpa ahora que había echado el cuerpo hacia atrás y parecía más sentado que arrodillado. Tuvo que apartar la cabeza, sin aguantar la mirada de la mujer, con la boca abierta, en intención de habla, pero sin hacer uso de ninguna. Había perdido la voz. Así se mantuvo durante un minuto, buscando en su cabeza cuál era el método para proyectarla; después, con tremendo esfuerzo y duda soltó un escueto morfema, con la boca aún abierta, sin ningún tipo de contenido léxico. Así frunció el ceño levemente, cerrándola para nuevamente pronunciarse, esta vez, de forma casi coherente. Llevaba mucho tiempo solo, alimentándose casualmente y sin pronunciar una sola palabra, en completa soledad, lo que le afectaba a sus capacidades comunicativas de tanto en tanto; le costaría unos minutos acostumbrarse a la compañía de un ser vivo inteligente; al menos, de uno que no quería -pretendía- comerse.
- ¿Qué? –fue capaz de decir. Realmente no sabía cómo reaccionar o qué hacer. No tenía ningún objetivo ni nada que temer. Momentáneamente recordó que tenía un arma –aunque en terrible estado- y desvió la mirada hacia donde debía estar, para confirmar su presencia. Con algo más de seguridad devolvió la mirada, que se le hacía demasiado intensa a la peliblanca. – ¿Dónde…? –dudó de nuevo, sin poder terminar la pregunta- ¿Está este sitio?
Alzzul
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Re: [Cerrado]La ribera lóbrega [Libre][interpretativo][3/3]
Respiró profundamente con los ojos cerrados, dejando al aire fundirse en su interior. Lo hacía sentir fuerte, hacía que sus miedos se desvanecieran de a poco y la armonía volviera a completarlo. Estar lejos de casa era el desafío más imponente que había enfrentado nunca antes en su vida. Le dolía en el pecho, le pesaba allí, junto al corazón, el saber que podría no volver a ver su hogar de nuevo.
—¿Casa? Esta ya no es tu casa— espetó el Maestro Rolsig tiempo atrás. — Tu casa ahora está ahí. En sus miradas, en cada uno de sus rostros.—
Y ya ni siquiera los tenía a ellos, sus hermanos y hermanas. La sola compañía del aire lo mantenía reconfortado; él daba el abrazo de un padre viento, la caricia de madre brisa, el saludo de céfiro amigo. El aire era su compañero, uno sin rostro pero tan real como cualquiera de sus hermanos o maestros. Era espada, escudo, vestimenta, alimento, refugio.
Oasis había podido comprobarlo un par de días atrás, cuando se halló combatiente contra un vampiro deseoso de alimentarse de su carne. Al principio el terror lo entorpecía, pero con cada respiración la confianza en su magia y en su compañía crecían, consiguiéndole una gran victoria sobre su rival. Por supuesto, tomar la vida de quien pretendía matarle no habría sido más que una penosa manera de que el deshonor cayera sobre él, por lo que decidió perdonarle, no sin antes derribarlo fuera del combate.
Los dedos de los pies se le entumecían por el frío húmedo, desnudos a la merced de las hierbas de aquel bosque. Prefería llevar vendas antes que zapatos pues permitían un movimiento ágil sin perder la estética ni la modesta protección de la tela. Las usaba desde siempre, ideales para entrenar, y tanto él como sus dedos se habían acostumbrado a los raspones o el frío ocasional.
Entonces, las vendas —ya oscurecidas por la tierra— tocaban el suelo, para elevarse y caer otra vez sobre la hierba. Esa noche Oasis prefería moverse rápido: la idea de ser presa de una caza vengativa (y aún peor, ser presa de un vampiro) le aterraba; quería huir lo más rápido que pudiese. En lugar de caminar o correr se inclinaba por dar saltos alargados, a través de un movimiento liviano que se apoyaba en la magia del aire en vez de la fuerza de los músculos.
Daba sus pasos de céfiro (como los llamaba él) en la oscuridad, únicamente interrumpida por la luz de la luna, pensativo y procurando no tropezar. Hasta oír lo que parecían pisadas viniendo desde la hondura de la tiniebla tras él. Se giró mientras sentía escalofríos asediando su nuca, aminorando el paso pero sin dejar de moverse; sólo descubrió la negrura del bosque que ya empezaba a ser familiar.
En un intento de sosegar sus temores respiró profundamente y miró hacia adelante. Una vez más escuchó las pisadas detrás suyo, esta vez mucho más cerca, y se aterró. Saltaba tan rápido como sus piernas y magia le permitían, caído en una vorágine de pánico.
Ya no importaba hacia dónde, su único deseo ansioso era el de salir de la pesadez del bosque. Trotó, saltó y finalmente caminó durante largo rato hasta palpar con su mirada el brillo plateado que le devolvía la ribera.
Alivio, al fin. Se acercó al agua cuando divisó, más cercanas de lo que deseaba, a dos personas. Una, quizás ambas, estaba herida: la sangre seca se distinguía claramente. Tomó el poco valor que le quedaba y se encaminó hacia los dos.
—Hola.— Tragó duramente. —¿Están... bien? ¿Necesitan amparo?— La voz le temblaba, igual que los dedos de la mano derecha.
Era muy difícil seguir los votos que había jurado con su vida satisfacer. «Amparar al necesitado». Deseó por un momento que pudiese olvidar sus votos y sólo salir corriendo, ya no quería sentir miedo. Estaba cansado de estar alerta, de observar cómo la ansiedad se apoderaba de su cuerpo y entorpecía cada mover. El miedo constante a perder la vida a manos de algún deshonroso desdichado era lo que más detestaba. Le dolía en el pecho, le pesaba allí, junto al corazón, el saber que podría no volver a ver su hogar de nuevo.
Oasis
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Re: [Cerrado]La ribera lóbrega [Libre][interpretativo][3/3]
Observé con suma atención sus gestos, ese aire de animal herido que desprendía, y me percaté con sorpresa de como estos parecían suavizarse, hasta parecer aun mas vulnerable mas...¿humano?... menos salvaje quizás era la mejor forma de definir lo. Entrecerré los ojos buscando enfocar mas la vista de aquel modo, esperando ver como seguía cambiando su aspecto sin suerte alguna en mis pesquias.
Aparte la mano con la misma lentitud que antes, sin querer alarmarlo mas, y mire como cambiaba su postura, como esos pozos negros escrutaban su entorno, y como intentaba articular un sonido coherente sin ningún éxito durante un rato hasta que salió de el una palabra que fuera capaz de comprender.
-¿Puedo ayudarte en algo?.-Repetí esta vez mas despacio, pero con el mismo tono suave y calmo que se usa con los niños perdidos, como si fuera un arrullo prácticamente. Mi mirada siguió la suya, alerta, y aflojé mi minucioso excrutínio escuchar su ultima pregunta, sorprendida de que se hallara tan sumamente desorientado.
La excesiva permanencia del sujeto con la boca abierta como si fuera un pez colgando de una caña me permitió ver la reveladora prueba que marcaba su especie como parte de los hombres malditos, los caminantes de la noche, lo que hacía menos peligroso para el mismo hallarse en ese estado por aquella región.
-Estamos en los bosques del oeste.- Pronuncié con parsimonia.-Esto es el Tylmer.-Señalé susodicho río que discurría por mi lado con la cabeza con la misma serenidad que había exhibido durante todo nuestro encuentro.-¿Te acuerdas de que te ha ocurrido?¿Te ha atacado alguien?.-Miré alrededor, esperando ver salir de la niebla alguna figura, pese a que no luciera heridas recientes visibles, e increíblemente si apareció una entre la niebla.
La figura de un hombre se fue volviendo mas nítida entre los árboles y la bruma. Alcé las comisuras de los labios mostrando unos caninos rectos e inofensivos en un gesto instintivo controlando a los dos sujetos, por si uno era el agresor del otro.
Me agazapé aún mas en el suelo, preparada por si era preciso que volviera a mi forma reptiliana con ese encuentro, y vi con estupefacción como el cuerpo de aquel hombre temblaba cual hoja en otoño, que su voz vibraba con la duda y el miedo, y aún así, nos ofrecía ayuda.
Mi mirada quedo total y completamente atrapada por aquel sujeto.
Me levanté como si un hilo invisible tirase de mi y me acerque con paso torpe y pausado, ladeando el rostro y obervándolo con el ceño semi fruncido, pero fuera de eso, toda la expresión de recelo que había mostrado segundos antes había desaparecido por completo, como si jamas me hubiera atrevido a esbozar un gesto hostil.
¿Quien era? No era ninguno de mis hermanos mas pequeños, o eso creía, eran muy jóvenes para hallarse allí y no se verían tan altos ¿O si? ¿Quizás algún primo? Hacia demasiados años que no veía a ninguno de ellos.
Claro que cabía la posibilidad de que fuera un simple humano, pero no había visto en aquella raza la misma morfología de mi familia fuera de los ancianos.
-¿Valnor?.-Le pregunté esperando que reconociera aquel termino bajo el que todos los dragones blancos del segundo pico nos amparábamos. Movía mi cuello para trasladar de aquel modo mi faz, olvidando en un instante que no poseía la longitud a la que estaba costumbrada, y al salvar la distancia que nos había separado empecé a rodearlo al caminar. Inspiré en el aire buscando reconocer un olor que así como mi intento de ubicar su aspecto o su voz terminó siendo vano.
Tarde un buen rato en percatarme de mi particular comportamiento, y me alejé un paso, volviendo a mi lugar en el suelo al lado de mi morral ajado y del río des del cual podía controlar tanto al vampiro como al recién llegado.
-El parece desorientado.-Señalé al hombre con el que me había cruzado en un inicio con la nariz.-¿Sabes quien es?
Aparte la mano con la misma lentitud que antes, sin querer alarmarlo mas, y mire como cambiaba su postura, como esos pozos negros escrutaban su entorno, y como intentaba articular un sonido coherente sin ningún éxito durante un rato hasta que salió de el una palabra que fuera capaz de comprender.
-¿Puedo ayudarte en algo?.-Repetí esta vez mas despacio, pero con el mismo tono suave y calmo que se usa con los niños perdidos, como si fuera un arrullo prácticamente. Mi mirada siguió la suya, alerta, y aflojé mi minucioso excrutínio escuchar su ultima pregunta, sorprendida de que se hallara tan sumamente desorientado.
La excesiva permanencia del sujeto con la boca abierta como si fuera un pez colgando de una caña me permitió ver la reveladora prueba que marcaba su especie como parte de los hombres malditos, los caminantes de la noche, lo que hacía menos peligroso para el mismo hallarse en ese estado por aquella región.
-Estamos en los bosques del oeste.- Pronuncié con parsimonia.-Esto es el Tylmer.-Señalé susodicho río que discurría por mi lado con la cabeza con la misma serenidad que había exhibido durante todo nuestro encuentro.-¿Te acuerdas de que te ha ocurrido?¿Te ha atacado alguien?.-Miré alrededor, esperando ver salir de la niebla alguna figura, pese a que no luciera heridas recientes visibles, e increíblemente si apareció una entre la niebla.
La figura de un hombre se fue volviendo mas nítida entre los árboles y la bruma. Alcé las comisuras de los labios mostrando unos caninos rectos e inofensivos en un gesto instintivo controlando a los dos sujetos, por si uno era el agresor del otro.
Me agazapé aún mas en el suelo, preparada por si era preciso que volviera a mi forma reptiliana con ese encuentro, y vi con estupefacción como el cuerpo de aquel hombre temblaba cual hoja en otoño, que su voz vibraba con la duda y el miedo, y aún así, nos ofrecía ayuda.
Mi mirada quedo total y completamente atrapada por aquel sujeto.
Me levanté como si un hilo invisible tirase de mi y me acerque con paso torpe y pausado, ladeando el rostro y obervándolo con el ceño semi fruncido, pero fuera de eso, toda la expresión de recelo que había mostrado segundos antes había desaparecido por completo, como si jamas me hubiera atrevido a esbozar un gesto hostil.
¿Quien era? No era ninguno de mis hermanos mas pequeños, o eso creía, eran muy jóvenes para hallarse allí y no se verían tan altos ¿O si? ¿Quizás algún primo? Hacia demasiados años que no veía a ninguno de ellos.
Claro que cabía la posibilidad de que fuera un simple humano, pero no había visto en aquella raza la misma morfología de mi familia fuera de los ancianos.
-¿Valnor?.-Le pregunté esperando que reconociera aquel termino bajo el que todos los dragones blancos del segundo pico nos amparábamos. Movía mi cuello para trasladar de aquel modo mi faz, olvidando en un instante que no poseía la longitud a la que estaba costumbrada, y al salvar la distancia que nos había separado empecé a rodearlo al caminar. Inspiré en el aire buscando reconocer un olor que así como mi intento de ubicar su aspecto o su voz terminó siendo vano.
Tarde un buen rato en percatarme de mi particular comportamiento, y me alejé un paso, volviendo a mi lugar en el suelo al lado de mi morral ajado y del río des del cual podía controlar tanto al vampiro como al recién llegado.
-El parece desorientado.-Señalé al hombre con el que me había cruzado en un inicio con la nariz.-¿Sabes quien es?
Arygos Valnor
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Re: [Cerrado]La ribera lóbrega [Libre][interpretativo][3/3]
Poco a poco se abría paso la confianza. Sí, posiblemente había –era evidente- mostrado suficentes signos de su naturaleza sobrenatural. Aunque qué no lo era en este mundo. La sangre le seguía hirviendo en las venas, eso sí, por lo que no se encontraba del todo tranquilo. La gente podía ser horrible; no podía fiarse de desconocidos, aunque por esta vez, parecían amables –quizá demasiado-. Sobre todo, si los comparaba con sus anteriores encuentros. Entre ellos había, seguramente, dado una imagen menos monstruosa, menos decadente y lúgubre. Tampoco le importaba; por él hablarían sus actos, no apariencia. Igualmente, pensó, debería mejorarla un poco.
Con un gesto tremendamente silencioso y calculado se puso en pie, apoyando todo el peso del cuerpo en los empeines, flexionando después las piernas. Una vez erguido sobre su metro ochenta avanzó hacia la ribera del lago, manteniendo una prudente, pero no fría distancia de la apenas mujer que tenía al lado. Ignoró por completo al nuevo miembro del improvisado grupo. Se dejó caer sobre sus magulladas rodillas, y sin mucho ritual sumergió la cabeza en las aguas cristalinas del lago, emitiendo con el impacto unas ondas que difuminaba la silueta de la luna. Pasó así, con la cabeza dentro del agua unos segundos, hasta que empezó a notar presión. No le gustaba abstraerse de sus acompañantes. En ese tiempo, habían tenido suficiente como para organizarse contra él. Detestaría que algo así ocurriera. No es que apreciara su miserable e insignificante vida; pero tampoco estaba dispuesto a entregarla sin antes combatir. ¿Por qué? Se preguntó. No tenía nada que perder; de hecho, lo único que conseguiría, sería hacer perder a otros. Entendía, sin embargo, que se le atacara ciegamente dada su naturaleza. No entendía, por el contrario, que se arremetiera como si él hubiera elegido, como si hubiera sido responsable de todas las sábanas impregnadas en sangre que había en el mundo. No era, ni por asomo, un santo, pero, ¿Por qué tenía él menos derecho a hacer el mal que un humano?
Aprovechando el agua que supuraba su pelo, incapaz de absorber más, limpió de buena forma, tanta como pudo las manchas que cual rosetas se le adhirieron, resultado de la sangre seca de días, o quizá, semanas. Debería hacer lo mismo con su deshilachada camisa gris, pero no tenía tiempo para ello; no pretendía desnudarse ante dos desconocidos. Volvió alzarse, esta vez sobre la punta sus pies.
Pensó entonces en devolverles el favor. Ellos ofrecían ayuda, pero él sería capaz, al menos, por esa noche, de brindarla. Quizá hacía eso solamente para satisfacer una parte humana de la que no quería deshacerse del todo. La descomposición de su humanidad se hacía evidente, aunque su cuerpo fuera casi tan humano como podría serlo el de cualquier otro. Evitó esos pensamientos con una mueca. Algo de sentido espacio-temporal invadió su mente y su cuerpo le siguió con un breve murmullo.
- Ya veo. –se dijo a sí mismo. – Al norte debe estar, entonces. –el lago era el sur, pensó; recodaba que cuando emprendió el camino hacia el sur llegó hacia ese mismo lago, tendría que cruzarlo y a menos de dos horas se encontraría en casa. De nuevo. Se preguntó si allí seguiría Berenjena. Echaba de menos a ese perro pulgoso, más de lo que sería capaz de echar de menos a cualquier humano. Todo esto pronunció sin la más mínima intención de ser oído.
>> Os propongo, puesto que resulta evidente, no tenéis lugar donde pasar ¿La noche? –con cierta ironía- una retribución a vuestra buena intención. Conozco, y poseo, en cierto modo, un lugar de aquí al norte, con suficiente techo para soportar la intemperie. La señorita, valiente, recela con motivos, y no cabe ninguna duda de por qué. Pero os aseguro que mi intención, siempre y cuando vuestras propuestas lo hayan sido, son sinceras.
Columpió su habla, apenas parecía el mismo ser asustadizo. Parecía hasta contundente, sincero en su ofrecimiento. Miró al suelo por un momento, invadido de desidia.
- Tenéis, por supuesto, todo el derecho a negaros.
Con un gesto tremendamente silencioso y calculado se puso en pie, apoyando todo el peso del cuerpo en los empeines, flexionando después las piernas. Una vez erguido sobre su metro ochenta avanzó hacia la ribera del lago, manteniendo una prudente, pero no fría distancia de la apenas mujer que tenía al lado. Ignoró por completo al nuevo miembro del improvisado grupo. Se dejó caer sobre sus magulladas rodillas, y sin mucho ritual sumergió la cabeza en las aguas cristalinas del lago, emitiendo con el impacto unas ondas que difuminaba la silueta de la luna. Pasó así, con la cabeza dentro del agua unos segundos, hasta que empezó a notar presión. No le gustaba abstraerse de sus acompañantes. En ese tiempo, habían tenido suficiente como para organizarse contra él. Detestaría que algo así ocurriera. No es que apreciara su miserable e insignificante vida; pero tampoco estaba dispuesto a entregarla sin antes combatir. ¿Por qué? Se preguntó. No tenía nada que perder; de hecho, lo único que conseguiría, sería hacer perder a otros. Entendía, sin embargo, que se le atacara ciegamente dada su naturaleza. No entendía, por el contrario, que se arremetiera como si él hubiera elegido, como si hubiera sido responsable de todas las sábanas impregnadas en sangre que había en el mundo. No era, ni por asomo, un santo, pero, ¿Por qué tenía él menos derecho a hacer el mal que un humano?
Aprovechando el agua que supuraba su pelo, incapaz de absorber más, limpió de buena forma, tanta como pudo las manchas que cual rosetas se le adhirieron, resultado de la sangre seca de días, o quizá, semanas. Debería hacer lo mismo con su deshilachada camisa gris, pero no tenía tiempo para ello; no pretendía desnudarse ante dos desconocidos. Volvió alzarse, esta vez sobre la punta sus pies.
Pensó entonces en devolverles el favor. Ellos ofrecían ayuda, pero él sería capaz, al menos, por esa noche, de brindarla. Quizá hacía eso solamente para satisfacer una parte humana de la que no quería deshacerse del todo. La descomposición de su humanidad se hacía evidente, aunque su cuerpo fuera casi tan humano como podría serlo el de cualquier otro. Evitó esos pensamientos con una mueca. Algo de sentido espacio-temporal invadió su mente y su cuerpo le siguió con un breve murmullo.
- Ya veo. –se dijo a sí mismo. – Al norte debe estar, entonces. –el lago era el sur, pensó; recodaba que cuando emprendió el camino hacia el sur llegó hacia ese mismo lago, tendría que cruzarlo y a menos de dos horas se encontraría en casa. De nuevo. Se preguntó si allí seguiría Berenjena. Echaba de menos a ese perro pulgoso, más de lo que sería capaz de echar de menos a cualquier humano. Todo esto pronunció sin la más mínima intención de ser oído.
>> Os propongo, puesto que resulta evidente, no tenéis lugar donde pasar ¿La noche? –con cierta ironía- una retribución a vuestra buena intención. Conozco, y poseo, en cierto modo, un lugar de aquí al norte, con suficiente techo para soportar la intemperie. La señorita, valiente, recela con motivos, y no cabe ninguna duda de por qué. Pero os aseguro que mi intención, siempre y cuando vuestras propuestas lo hayan sido, son sinceras.
Columpió su habla, apenas parecía el mismo ser asustadizo. Parecía hasta contundente, sincero en su ofrecimiento. Miró al suelo por un momento, invadido de desidia.
- Tenéis, por supuesto, todo el derecho a negaros.
Alzzul
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Re: [Cerrado]La ribera lóbrega [Libre][interpretativo][3/3]
Advirtió los movimientos de la figura frente a él. Temió que fueran la calma previa a la tormenta, pero pudo darse cuenta, antes de tomar sus armas, que sólo caminaba en su dirección. Notó el subir y bajar acelerado en su pecho, una gota de sudor deslizándose por su mejilla, la mano temblante. No hizo falta observar su cuerpo para saber que el pavor lo comía por dentro; él podía sentirlo, reptando por su espalda y rasgando su valor.
A medida que se acercó pudo contemplarla más detalladamente. Su aspecto amenazante se difuminó hasta sólo dejar atrás un rostro plácido, de líneas tersas y un cabello aún más blanco que el de Oasis. A la luz del día, sin tanta desconfianza sobre sus hombros, él habría dicho que era hermosa. Pero en su lugar... el subir y el bajar acelerado, la gota de sudor que se desliza, la mano temblante.
Entrecerró los ojos, cavilando, cuando escuchó la voz de la joven. «Valnor». Ignorando qué significaba aquello, llegó a cuestionarse si todos en Aerandir hablaban el mismo idioma — él sólo conocía la lengua común.
Viraba sus ojos en torno al rostro, salpicado por cabellos blancos, de la joven que lo rodeaba, hasta que la danza concluyó con el sonido de su voz.
—Él parece desorientado. ¿Sabes quién es?— Ella hablaba del otro hombre, el de la sangre, el que sumergió su cabeza en el agua.
Oasis miró a la muchacha, al varón, y otra vez a la muchacha. No bajaba la guardia, sus instintos estaban listos para arremeter con la fuerza del viento si su vida peligraba, porque el pecho le subía y le bajaba, una gota de sudor, la mano que tiembla.
— Nunca lo había visto antes. ¿Está él bien? — Escuchó lo que ella tuviera para decir sin quitar la vista del hombre.
La camisa gris con sangre plasmada era por poco una metáfora de la existencia vampírica. Sólo la sangre podía dar vida a una existencia sin color, sin regocijos, sin verdadero amor. Oasis había jurado su amor a toda clase de creaturas, mas no podía resistirse a sentir resquemor por los vampiros, seres que llevaban tatuado en su naturaleza los valores opuestos a aquellos con los que había crecido en la Orden. No lo decía en voz alta para no pecar contra su juramento, pero los repudiaba, a todos los vampiros.
No vio que un vampiro se pusiera de pie, apenas vio a un hombre. Lo alarmante de la situación únicamente era superado por lo sospechoso de ella, y cambió de tonos oscuros a unos más cálidos cuando Oasis reconoció a su hermano en la cara de un desconocido.
El cabello largo, la voz, la altura, fueron un vivo recuerdo de su hermano Mer. Sintió un hálito de hogar y otro de angustia susurrándole en cada oído.
Cuando la propuesta de aquel extraño lo tomó por sorpresa su primera reacción fue negarse. Saboreó las palabras en sus labios, sin embargo, antes de poder hablar escuchó la voz del aire sobre su hombro.
- Sé más fuerte que el miedo. Tu deber es seguir los votos que tomaste aún cuando duela hacerlo. - No se oyó ningún sonido, pero Oasis escuchó cada palabra. El pecho bajó y subió profundamente, el sudor desapareció y la mano, firme.
Sonrió, forzado, con pena mientras asentía con la cabeza. Dio algunos pasos hacia el hombre, alistándose para acompañarlo hacia el refugio. Le ayudaría en lo que fuera necesario.
- Agradecería un lecho donde descansar. - contestó.
Oasis
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Re: [Cerrado]La ribera lóbrega [Libre][interpretativo][3/3]
No me había dado cuenta de cuanto había crecido en mis entrañas la esperanza de hallar en aquel desconocido a un miembro de mi familia, de mi propia especie, hasta que no vi mas que desconcierto, desconocimiento ante aquella palabra que nos reunía a todos bajo su ala.
Una decepción profunda recorrió cada centímetro de mi cuerpo, como si de golpe se hubiera ido la mitad de todas las energías que había recuperado durante el día, durante mi reciente sueño, que se escaparon con un lento y pausado suspiro que exhalé por las narinas.
El sudor frío del hombre, su pulso temblorosos,lo hacían asemejarse a un pequeño cervatillo acorralado, una sensación que no quería hacer crecer para el joven, así pues me apuré en devolverle todo su espacio y no pasé la mirada sobre el con mas regularidad de la necesaria para mantenerlo controlado.
-Puede que tenga hambre.-Fue todo lo que pude responder, como si el sujeto del que hablábamos no se hallara ante nosotros aseándose. No parecía hallarse bien, las fuerzas le flaqueaban, pero nos e veía ni sediento si somnoliento. Lo consideraba famélico por descarte, algo peligroso en cierto modo por su especie, pero no tanto considerando que estando en un bosque podría procurarse mas alimento que nosotros.
Mis palabras surgieron con la misma lentitud y cuidado que había mantenido con el vampiro de lastimoso aspecto, pues el hombre de pelo níveo si bien no se veía tan ruinoso, si lo suficientemente trastocado como para requerir de aquella voz arrulladora con la que se le habla a los niños para consolarlos de sus pesadillas.
-De hecho acabo de despertarme.-Confesé.-Pero puedo cuidaros de las bestias salvajes por el camino.-Ofrecí, y viendo que el muchacho que había llegado en ultima instancia aceptaba la oferta, tomé mi morral y me lo colgué al hombro tras lo cual busque por el suelo una rama que pudiera usar como soporte al caminar.
La alusión a mi persona hizo que desviara la mirada, de soslayo, y sin detener mi búsqueda.- La señorita es un dragón que procuraba advertir si en caso de que precisara alimento tenía que ofrecerlo vivo o muerto.-Aclaré con el mismo tono sereno, aprovechando aquel momento para revelar dicho dato antes de que por alguna inconveniencia pudiera asustar a mis dos acompañantes temporales por una repentina transformación fruto de la necesidad.
-¿Saben ambos leer?.-Tomé una rama gruesa y enroscada sobre si misma, tuerta y cuya madera musgosa humedecía la palma de mi mano sin afectar a su adherencia gracias a la rugosa corteza que la cubría a trozos. Aunque no parecía el bastón mas idóneo, era lo mejor que hallaría de ese lado de la ribera del Tymer. De todos modos dependía de esa respuesta si dispondría de mi hallazgo o no.
Una decepción profunda recorrió cada centímetro de mi cuerpo, como si de golpe se hubiera ido la mitad de todas las energías que había recuperado durante el día, durante mi reciente sueño, que se escaparon con un lento y pausado suspiro que exhalé por las narinas.
El sudor frío del hombre, su pulso temblorosos,lo hacían asemejarse a un pequeño cervatillo acorralado, una sensación que no quería hacer crecer para el joven, así pues me apuré en devolverle todo su espacio y no pasé la mirada sobre el con mas regularidad de la necesaria para mantenerlo controlado.
-Puede que tenga hambre.-Fue todo lo que pude responder, como si el sujeto del que hablábamos no se hallara ante nosotros aseándose. No parecía hallarse bien, las fuerzas le flaqueaban, pero nos e veía ni sediento si somnoliento. Lo consideraba famélico por descarte, algo peligroso en cierto modo por su especie, pero no tanto considerando que estando en un bosque podría procurarse mas alimento que nosotros.
Mis palabras surgieron con la misma lentitud y cuidado que había mantenido con el vampiro de lastimoso aspecto, pues el hombre de pelo níveo si bien no se veía tan ruinoso, si lo suficientemente trastocado como para requerir de aquella voz arrulladora con la que se le habla a los niños para consolarlos de sus pesadillas.
-De hecho acabo de despertarme.-Confesé.-Pero puedo cuidaros de las bestias salvajes por el camino.-Ofrecí, y viendo que el muchacho que había llegado en ultima instancia aceptaba la oferta, tomé mi morral y me lo colgué al hombro tras lo cual busque por el suelo una rama que pudiera usar como soporte al caminar.
La alusión a mi persona hizo que desviara la mirada, de soslayo, y sin detener mi búsqueda.- La señorita es un dragón que procuraba advertir si en caso de que precisara alimento tenía que ofrecerlo vivo o muerto.-Aclaré con el mismo tono sereno, aprovechando aquel momento para revelar dicho dato antes de que por alguna inconveniencia pudiera asustar a mis dos acompañantes temporales por una repentina transformación fruto de la necesidad.
-¿Saben ambos leer?.-Tomé una rama gruesa y enroscada sobre si misma, tuerta y cuya madera musgosa humedecía la palma de mi mano sin afectar a su adherencia gracias a la rugosa corteza que la cubría a trozos. Aunque no parecía el bastón mas idóneo, era lo mejor que hallaría de ese lado de la ribera del Tymer. De todos modos dependía de esa respuesta si dispondría de mi hallazgo o no.
Arygos Valnor
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Re: [Cerrado]La ribera lóbrega [Libre][interpretativo][3/3]
Intentó contener una macabra sonrisa sin mucho éxito. Quizá tenía hambre. ¿Qué sabían ellos? ¿Sabían acaso lo que es el hambre? ¿Sabían lo que es ser una famélica bestia que contrariaba su maldita naturaleza en cada segundo que no desangraba a uno de sus acompañantes? Entrecerró los ojos, con cierto dolor. Lo cierto es que unas palabras así de inocentes herían más profundo de lo que cabría esperar. Estaba acostumbrado, se recordó a sí mismo; no sin un cierto grado de hipocresía.
Se deshizo de aquella sonrisa a la par que agachaba la cabeza. No podía si no olvidar lo que había hecho el día anterior para sentirse bien consigo mismo. Cuánta ironía; cuanto más vivía, menos quería y menos sabía. Paseó la mirada por los otros dos, aún sentado, abrazándose a sus rodillas mientras esperaba respuesta. Posiblemente se había sentado en un momento en el que ambos hubiesen separado los ojos de él.
Entonces la mujer peliblanca había decidido otro curso de acción, o quizá, una pequeña muestra de… A saber qué. También creía Alexander haber oído algo sobre dragones. ¿Ella era una dragona? ¿Se suponía que debía odiarla? Aquello supondría demasiado esfuerzo, demasiada fijeza. Quizá más tarde. Pregunto que si sabíamos leer. ¿Sabía yo leer? Alzzul no contestó, pues no se acordaba. Se limitó a observar, con la cabeza gacha a ambos sujetos, esperando que se pusieran en pie. Deseaba volver a casa.
Se deshizo de aquella sonrisa a la par que agachaba la cabeza. No podía si no olvidar lo que había hecho el día anterior para sentirse bien consigo mismo. Cuánta ironía; cuanto más vivía, menos quería y menos sabía. Paseó la mirada por los otros dos, aún sentado, abrazándose a sus rodillas mientras esperaba respuesta. Posiblemente se había sentado en un momento en el que ambos hubiesen separado los ojos de él.
Entonces la mujer peliblanca había decidido otro curso de acción, o quizá, una pequeña muestra de… A saber qué. También creía Alexander haber oído algo sobre dragones. ¿Ella era una dragona? ¿Se suponía que debía odiarla? Aquello supondría demasiado esfuerzo, demasiada fijeza. Quizá más tarde. Pregunto que si sabíamos leer. ¿Sabía yo leer? Alzzul no contestó, pues no se acordaba. Se limitó a observar, con la cabeza gacha a ambos sujetos, esperando que se pusieran en pie. Deseaba volver a casa.
Alzzul
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Re: [Cerrado]La ribera lóbrega [Libre][interpretativo][3/3]
El aroma a madera y a hierba invitaba a uno a sentarse en mitad del bosque y tomarse un respiro. Los cálida y acogedora luz de la Luna acunaba la velada para que todo fuera, en una única palabra, perfecto. Los árboles harían mover sus ramas en son del viento para hacer la sinfonía que los pájaros nocturnos necesitaban para cantar esa melodía que solo se podía describir con la misma palabra con la que se describía la cuna de lo: perfecto.
Es que todo, en aquel día, era perfecto. Tanto que algo mágico ocurrió en ese mismo instante. Una nube de esporas que venían de ningún lado y de todos a la vez, comenzó a descender en una especie de lluvia sin agua.
Todas las esporas tenían un mismo objetivo: La tierra. Solo si conseguían descender a la húmeda y firme tierra podrían llegar a ser, algún día muy lejano, un árbol como muchos otros de los que había en el bosque. Por desgracia no todas las esporas lo conseguían. Un pequeño grupo de ellas, dirigidas por una suave corriente de aire, quedaron atrapadas en una sucia camisa con restos de sangre seca.
Nadie quería que eso sucediera. Ni las esporas, ni el bosque y, tal vez tampoco, el dueño de la camisa. Pero la magia es incontrolable e impredecible. Las esporas que se habían quedado enganchadas en la prenda se petrificaron de repente en una especie de piedra de color plata.
Es que todo, en aquel día, era perfecto. Tanto que algo mágico ocurrió en ese mismo instante. Una nube de esporas que venían de ningún lado y de todos a la vez, comenzó a descender en una especie de lluvia sin agua.
Todas las esporas tenían un mismo objetivo: La tierra. Solo si conseguían descender a la húmeda y firme tierra podrían llegar a ser, algún día muy lejano, un árbol como muchos otros de los que había en el bosque. Por desgracia no todas las esporas lo conseguían. Un pequeño grupo de ellas, dirigidas por una suave corriente de aire, quedaron atrapadas en una sucia camisa con restos de sangre seca.
Nadie quería que eso sucediera. Ni las esporas, ni el bosque y, tal vez tampoco, el dueño de la camisa. Pero la magia es incontrolable e impredecible. Las esporas que se habían quedado enganchadas en la prenda se petrificaron de repente en una especie de piedra de color plata.
- Joya de las esporas de plata.:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
_____________________
* Alzzul: La camiseta donde han ido a parar las esporas era la tuya. Éstas han formado algo que a simple vista parece un broche de plata fina. Por el momento el broche tendrá un uso únicamente decorativo, considéralo un presente por tu actividad en el foro y tu pulcra forma de escribir. Disfruta del regalo. Tal vez en un futuro seas llamado para una misión en la cual serás testigo del secreto que guarda el broche; te recomiendo que estés atento por si eso ocurre.
* Todos: Antes de empezar, felicidades por el tema, ha sido muy entretenido leeros. Seguid así y, por favor, continuad como si yo no nunca hubiera estado aquí. Mi labor solo ha sido la de ofreceros un ambiente más bello con el que decorar vuestro tema.
* Todos: Antes de empezar, felicidades por el tema, ha sido muy entretenido leeros. Seguid así y, por favor, continuad como si yo no nunca hubiera estado aquí. Mi labor solo ha sido la de ofreceros un ambiente más bello con el que decorar vuestro tema.
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Re: [Cerrado]La ribera lóbrega [Libre][interpretativo][3/3]
Receloso, admiró el rostro juvenil. Intentó imaginarla momentáneamente en su forma dracónica, preguntándose qué tan grande sería su cuerpo, si realmente era capaz de volar, si sus zarpas podrían lastimarlo ante el simple contacto, si perdería el control y dejaría atrás la honra y dignidad de persona, si el salvajismo la poseería y convertiría en una fiera. Las líneas que dibujaban su brioso semblante escondían, debajo de la superficie, a un ser tan maravilloso como atemorizante.
La curiosidad le recorrió la mente, fugaz, colmando a Oasis de pensamientos sobre la dragona que tan bien se había enmascarado bajo una grácil apariencia. Los maestros de la Orden de Vanara daban lecciones enteras sobre los dragones, y sobre cómo, siendo hijos de los Grandes Dragones Elementales, eran un portento único en Aerandir.
— Los primeros maestros — solía decir el maestro Zulu. — Mucho antes de que los colosos sin alma pisaran nuestra tierra, de las guerra por las Ilidenses, sin que aún los hombres elevaran muros altos en sus poblados, los Dragones Elementales sobrevolaban Aerandir. Adorados por los hombres debido a su infinito poder y voluntad, fueron ellos los primeros maestros y quienes nos criaron en el arte de la magia elemental. Agraciados por la existencia, los dragones son seres intocables por el tiempo o por lo efímero de nuestro propio ser.
Los dragones eran los primeros maestros de los brujos, por lo que tomar la vida de uno resultaba ser uno de los más graves pecados que un miembro de la Orden podría cometer. Oasis miró a la dragona con singular detalle y ansió ver su naturaleza real. Sería la primera vez que veía a un ser que debía adorar y proteger ciegamente. Mucho era lo que los relatos contaban, mas nunca había sido afortunado de ver a un dragón frente a él.
— ¿Saben ambos leer? — preguntó la chica.
Habiendo aprendido aquello que cientos de pergaminos, tomos e incluso tablas de piedra resguardaban, Oasis era capaz de leer con una agilidad que pocos gozaban. Asintió con énfasis, contestando. Tarde notó a las centenares de esporas que levitaban sobre el suelo, esparciéndose en el aire y la tierra.
Consideró usar su magia para dominar a una formación tan extraña, sin embargo un brillo plateado irrumpió en su mirada. Se giró hacia el hombre. Le tomó por sorpresa aquella abrupta aparición, por lo que no supo realmente si aquél broche se encontraba allí momentos atrás. Alzando un dedo señaló el ostento plateado; las palabras no hicieron falta para cuestionar al hombre, la expresión en Oasis hizo evidente todas sus dudas.
Oasis
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Re: [Cerrado]La ribera lóbrega [Libre][interpretativo][3/3]
Mire de reojo al vampiro, su postura acongojada, su falta de respuesta y suspire largamente antes de volver a contemplar al hombre blanco, que no dejaba de sentirse familiar aunque no lo fuera, y transmitirme una confianza que no solía tener en los humanoides que no conocía des de hacía ya un tiempo.
La nube de esporas me alertó, en un lugar como los reinos del oeste, con semejante fama, por muy hermosas que pudieran resultar no iba a sentirme segura con ellas cayendo sobre nuestras cabezas, y la confirmación de que había algo sobrenatural en todo aquello fue la transmutación que sufrió una de ellas sobre las propias ropas del vampiro.
Una parte de mi quería agarrarlo para investigarlo, pero aquellas cosas habían escogido un portador, y nada me confirmaba que no tuvieran la voluntad de escojer por si mismas, la magia era complicada y misteriosa, dejaría que siguiera su curso, aunque no pensaba perder de vista ni al vampiro ni al broche.
El brujo asintió, y con ello lo consideré mas que suficiente, mientras uno pudiera entenderme, podría traducir mis palabras al otro si era necesario. No podía cruzar el bosque en esa forma, descalza y torpe, y pese haberme agenciado de un bastón, no le tenía la mas mínima confianza.
Solté la rama retorcida y tome mi morral, aocmodandolo en mi cuello colgando del mismo como si fuera alguna clase de collar excesivamente largo y grande para mi forma bípeda, y me aparte caminando cuidadosamente entre la niebla para acercarme de dicha pareja lo necesario como para que mi metamorfosis no resultara violenta.
Aquel acto cada vez mas cotidiano sucedió con la misma rapidez que siempre, y empezaba a resultarme menos extraño el sentir como mi cuerpo se alargaba, agrandaba y solidificaba, como reaparecían extremidades de las que me había sentido tullida durante horas. Me estiré al terminar, acomodándome en mi propio cuerpo. Casi cuatro metros de reptil del mismo blanco níveo que se mimetizaba con la espesa niebla, mas cola y cuello que cuerpo, y lleno de púas y cuernos que mantuve bajos para no amedrentar a los dos sujetos.
Barrí el suelo con la cola delante del hombre blanco, y escribí con letra grande y gruesa, profunda y pulcra en la tierra, enterrando bien la garra en el suelo húmedo por la proximidad de la ribera.
"Podemos partir cuando queráis."
Me alejé de mi propio mensaje y me detuve a cierta distancia del vampiro, haciéndole un gesto con la cabeza esperando que guiara la marcha, dispuesto a seguirle.
La nube de esporas me alertó, en un lugar como los reinos del oeste, con semejante fama, por muy hermosas que pudieran resultar no iba a sentirme segura con ellas cayendo sobre nuestras cabezas, y la confirmación de que había algo sobrenatural en todo aquello fue la transmutación que sufrió una de ellas sobre las propias ropas del vampiro.
Una parte de mi quería agarrarlo para investigarlo, pero aquellas cosas habían escogido un portador, y nada me confirmaba que no tuvieran la voluntad de escojer por si mismas, la magia era complicada y misteriosa, dejaría que siguiera su curso, aunque no pensaba perder de vista ni al vampiro ni al broche.
El brujo asintió, y con ello lo consideré mas que suficiente, mientras uno pudiera entenderme, podría traducir mis palabras al otro si era necesario. No podía cruzar el bosque en esa forma, descalza y torpe, y pese haberme agenciado de un bastón, no le tenía la mas mínima confianza.
Solté la rama retorcida y tome mi morral, aocmodandolo en mi cuello colgando del mismo como si fuera alguna clase de collar excesivamente largo y grande para mi forma bípeda, y me aparte caminando cuidadosamente entre la niebla para acercarme de dicha pareja lo necesario como para que mi metamorfosis no resultara violenta.
Aquel acto cada vez mas cotidiano sucedió con la misma rapidez que siempre, y empezaba a resultarme menos extraño el sentir como mi cuerpo se alargaba, agrandaba y solidificaba, como reaparecían extremidades de las que me había sentido tullida durante horas. Me estiré al terminar, acomodándome en mi propio cuerpo. Casi cuatro metros de reptil del mismo blanco níveo que se mimetizaba con la espesa niebla, mas cola y cuello que cuerpo, y lleno de púas y cuernos que mantuve bajos para no amedrentar a los dos sujetos.
Barrí el suelo con la cola delante del hombre blanco, y escribí con letra grande y gruesa, profunda y pulcra en la tierra, enterrando bien la garra en el suelo húmedo por la proximidad de la ribera.
"Podemos partir cuando queráis."
Me alejé de mi propio mensaje y me detuve a cierta distancia del vampiro, haciéndole un gesto con la cabeza esperando que guiara la marcha, dispuesto a seguirle.
Arygos Valnor
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Re: [Cerrado]La ribera lóbrega [Libre][interpretativo][3/3]
“Hogar es el lugar donde, cuando vas, tienen que dejarte entrar.”
Parecía evidente que ningún lugar de este mundo era para él un hogar. Quizá por eso se engañaba a sí mismo con la excusa vacía del permiso. Concepto que está bastante lejos de siquiera emular el dejar entrar.
Quizá pensando en el desvencijado y lóbrego puesto de avanzada a donde se dirigía, ahora con corte incluida, olvidó que no era momento para estar parado. ¿Sabía leer? Le habían preguntado. ¿Había contestado? Cuando quiso darse cuenta, una extraño olor invadió sus sentidos. Con cierto placer, cerró los ojos y disfrutó de ese pequeño momento de paz; para cuando los abrió, se había hecho con un abalorio. No parecía ser el único que se había fijado en la sorprendente y poco común formación que se había dado en su pecho. Aún flotaban, cerquísima del suelo un par de esas esporas que segundos –quizá minutos- antes invadían el ambiente, cargando con la presteza de una horda bárbara contra el suelo; eran los caídos en batalla los ahora adornados en un plateado mausoleo que el vampiro colgaba, como debía ser, rodeado de sangre, en su camiseta.
La sujeción del mismo era evidentemente débil, por lo que no tardó en despegarse de la camiseta, con un sollozo por separarse del carmesí elemento al que debían la vida. Atrapó el broche con un gesto sutilmente calculado. Silencioso, guardó el objeto en uno de sus bolsillos. Apenas se tomó un minuto para contemplarlo; la naturaleza del mismo le apabullaba. Lo conservaría aunque no le suscitara confianza. Creía en el destino, de algún extraño modo. Ese suceso no tenía otro nombre.
Cuando levantó la vista de su ensimismamiento se toó con una figura no antropomórfica. Contuvo la sorpresa con una magistral mueca de curiosidad y nada más. Contempló la mano con la que había agarrado el artefacto, advirtiendo una mancha anodina de sangre. ¿La había despertado de alguna forma? ¿Se había quizá salvado de la limpieza momentánea del agua? Aún tenía el pelo mojado. Gracias a que el clima no era excesivamente frío no se había congelado la cabeza. Se puso de nuevo en pie. En el suelo había escrito un mensaje.
Parece ser que sabía leer. Emprendió la marcha, desenvainando el pútrido acero para apartar la vegetación de en medio. Normalmente partía sin objetivo. Es difícil perderte cuando no tienes un objetivo. La cosa cambia cuanto más apretado está el tiempo. Encontrar un refugio temporal era algo fácil; un lugar específico que se anda buscando no tanto. Solía guiarse por olfato. Podía percibir la pestilente humanidad desde lejos; había sido siempre así.
Apartó la vegetación a su paso; quizá pudiera usar ese camino en otro momento. Esperaba que el dragón siguiera a pie. Si lo hacía volando podría perder la cabeza. ¿A quién invitaba a su casa? ¿Sabía sus nombres? Qué más daba. Alexander no tenía tiempo para nombres. ¿Cuál era el suyo siquiera?
Era perturbador tener a un dracónido a esa distancia; su instinto le instaba a cortar ese maldito y delgado cuello por la mitad. Supuso que sus escamas eran lo suficientemente férreas como para soportar embistes de la schavona. Acabaría antes rota.
Decidió dejar el viaje en placentero silencio, desconectado totalmente; el humano estaba demasiado asustado como para hablar, Alzzul no tenía por qué responderle, la muchacha estaba ahora incapacitada en el común por cuestiones de polimorfia. Deseó que se pasara rápido y que no hubieran percances por el camino. Sabía que estaría cerca con el aullido de los lobos que moraban por los alrededores. Deseó, y con el tiempo pudo oírlos.
No pudo si no sonreír con el cantar de las bestias. Con los ojos chispeantes, añadió:
- Son los hijos de la noche. Gran música la que componen.
Así, cuando la sombra de una edificación tras un cúmulo de enormes piedras sin explotar, dio la bienvenida a sus inquilinos. Postrado ante el marco derruido, último vestigio de lo que una vez fue un portón de entrada señaló, abarcando el mismo con cuan largo era su brazo:
- Sed bienvenidos. Pasen solo bajo su propia voluntad y dejen aquí un poco de la dicha que llevan a cuestas. –entró el primero, sintiendo una oleada de emociones anodinas que apagó con fuera de presencia. – Hay un par de habitaciones habitables. Estaré en la central. De las demás, una es una especie de cocina, otra un tipo de baño y por último, un despacho habitación, que hace las veces de biblioteca. Acogedora y con chimenea funcional. Lamento la escasez en la estructura y decoración. Estos edificios no aguantan bien los asedios, o los siglos a la intemperie sin los cuidados que merecen.
Qué curioso. ¿A quién me recordarán. –murmuró eso último para sí.
Parecía evidente que ningún lugar de este mundo era para él un hogar. Quizá por eso se engañaba a sí mismo con la excusa vacía del permiso. Concepto que está bastante lejos de siquiera emular el dejar entrar.
Quizá pensando en el desvencijado y lóbrego puesto de avanzada a donde se dirigía, ahora con corte incluida, olvidó que no era momento para estar parado. ¿Sabía leer? Le habían preguntado. ¿Había contestado? Cuando quiso darse cuenta, una extraño olor invadió sus sentidos. Con cierto placer, cerró los ojos y disfrutó de ese pequeño momento de paz; para cuando los abrió, se había hecho con un abalorio. No parecía ser el único que se había fijado en la sorprendente y poco común formación que se había dado en su pecho. Aún flotaban, cerquísima del suelo un par de esas esporas que segundos –quizá minutos- antes invadían el ambiente, cargando con la presteza de una horda bárbara contra el suelo; eran los caídos en batalla los ahora adornados en un plateado mausoleo que el vampiro colgaba, como debía ser, rodeado de sangre, en su camiseta.
La sujeción del mismo era evidentemente débil, por lo que no tardó en despegarse de la camiseta, con un sollozo por separarse del carmesí elemento al que debían la vida. Atrapó el broche con un gesto sutilmente calculado. Silencioso, guardó el objeto en uno de sus bolsillos. Apenas se tomó un minuto para contemplarlo; la naturaleza del mismo le apabullaba. Lo conservaría aunque no le suscitara confianza. Creía en el destino, de algún extraño modo. Ese suceso no tenía otro nombre.
Cuando levantó la vista de su ensimismamiento se toó con una figura no antropomórfica. Contuvo la sorpresa con una magistral mueca de curiosidad y nada más. Contempló la mano con la que había agarrado el artefacto, advirtiendo una mancha anodina de sangre. ¿La había despertado de alguna forma? ¿Se había quizá salvado de la limpieza momentánea del agua? Aún tenía el pelo mojado. Gracias a que el clima no era excesivamente frío no se había congelado la cabeza. Se puso de nuevo en pie. En el suelo había escrito un mensaje.
Parece ser que sabía leer. Emprendió la marcha, desenvainando el pútrido acero para apartar la vegetación de en medio. Normalmente partía sin objetivo. Es difícil perderte cuando no tienes un objetivo. La cosa cambia cuanto más apretado está el tiempo. Encontrar un refugio temporal era algo fácil; un lugar específico que se anda buscando no tanto. Solía guiarse por olfato. Podía percibir la pestilente humanidad desde lejos; había sido siempre así.
Apartó la vegetación a su paso; quizá pudiera usar ese camino en otro momento. Esperaba que el dragón siguiera a pie. Si lo hacía volando podría perder la cabeza. ¿A quién invitaba a su casa? ¿Sabía sus nombres? Qué más daba. Alexander no tenía tiempo para nombres. ¿Cuál era el suyo siquiera?
Era perturbador tener a un dracónido a esa distancia; su instinto le instaba a cortar ese maldito y delgado cuello por la mitad. Supuso que sus escamas eran lo suficientemente férreas como para soportar embistes de la schavona. Acabaría antes rota.
Decidió dejar el viaje en placentero silencio, desconectado totalmente; el humano estaba demasiado asustado como para hablar, Alzzul no tenía por qué responderle, la muchacha estaba ahora incapacitada en el común por cuestiones de polimorfia. Deseó que se pasara rápido y que no hubieran percances por el camino. Sabía que estaría cerca con el aullido de los lobos que moraban por los alrededores. Deseó, y con el tiempo pudo oírlos.
No pudo si no sonreír con el cantar de las bestias. Con los ojos chispeantes, añadió:
- Son los hijos de la noche. Gran música la que componen.
Así, cuando la sombra de una edificación tras un cúmulo de enormes piedras sin explotar, dio la bienvenida a sus inquilinos. Postrado ante el marco derruido, último vestigio de lo que una vez fue un portón de entrada señaló, abarcando el mismo con cuan largo era su brazo:
- Sed bienvenidos. Pasen solo bajo su propia voluntad y dejen aquí un poco de la dicha que llevan a cuestas. –entró el primero, sintiendo una oleada de emociones anodinas que apagó con fuera de presencia. – Hay un par de habitaciones habitables. Estaré en la central. De las demás, una es una especie de cocina, otra un tipo de baño y por último, un despacho habitación, que hace las veces de biblioteca. Acogedora y con chimenea funcional. Lamento la escasez en la estructura y decoración. Estos edificios no aguantan bien los asedios, o los siglos a la intemperie sin los cuidados que merecen.
Qué curioso. ¿A quién me recordarán. –murmuró eso último para sí.
Alzzul
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Re: [Cerrado]La ribera lóbrega [Libre][interpretativo][3/3]
El vampiro se movió en silencio, de algún modo me recordaba a los títeres de las ferias de pueblo, con movimientos extraños como si estuviera semi dormido, o embelesado por algo, sus pensamientos, el pasado, no lo sabía, pero no se parecía en lo mas mínimo a los pocos de su especie que había viso. ¿Sería a caso mas joven o mas viejo que estos?
Miré con fijeza a la criatura como si un análisis visual mas exhaustivo pudiera arrojar mas luz al asunto, pero naturalmente nada pudo indicarme que tantas decadas llevaba el hombre maldito caminando bajo los astros de la noche.
El sujeto sacó un ajado acero con el que se despejó el camino, yo por mi lado me dedique a empujar la vegetación con mi propio cuerpo, pues las ramas no eran tan fuertes como para arañarme la piel y si estaban lo suficientemente verdes como para doblarse se partían ante el empuje de mi cuerpo. No era el sendero que yo dejaba, mas agresivo para la naturaleza que el que se abría a golpe de acero delante del vampiro que guiaba la marcha en silencio des de hacia ya largo rato. Un silenció que disfrutaba y con el que escuchaba los escasos sonidos de los bosques del oeste, tan distintos a los de otros parajes como lo eran la noche y el día entre si.
Los aullidos de los lobos no llamaron únicamente mi atencion, pero a diferencia del vampiro, quien encontraba algo musical o bello en ese sonido a mi me indicaba que había comida cerca, y despertaba ligeramente mi estomago. Quizás de haber estado mas hambrienta habría abandonado el grupo un rato, pero una manada de lobos era mas de lo que pensaba comerme, y no era partidaria de matar lo que no tenía planeado consumir.
Sacudí levemente el rostro y seguí contemplando el bosque, y la silueta que poco a poco empezó a formarse entre la neblina y la maleza ante nuestros ojos.
Un edificio que había visto mejores días empezó a cobrar nitidez a medida que nos acercábamos al mismo, ruinas delo que una vez fue, parecía medio comido por el bosque, y se volvía uno con el paisaje, tenía esa decadencia propia del abandono que no me resultaba desagradable, pues no esperaba encontrar en su interior los inconvenientes "lujos" de los que se rodeaban los sureños.
Incliné la cabeza en señal de gratitud por su bienvenida, sin embargo no tenía intención ninguna de entrar, mi objetivo había sido escoltarlos sanos y salvos, pero el vampiro entró antes de que pudiera despedirme apropiadamente. Me acerque al umbral de la puerta mientras este seguía hablando e incluso ofrecía una habitación, parecí no haber escuchado la primera vez, quizás turbado en exceso como se había hallado al encontrarnos.
Con desgana dejé atrás mi forma de reptil para volver a mi fragil apariencia humana. Apoyé la mano sobre la fría pared de piedra, húmeda por la niebla, y son despegar las yemas de los dedos de esta, que reseguían su contorno mientras caminaba lentamente, evitando las piedras del suelo, me adentré en el recibidor de la morada del vampiro.
-Agradezco su hospitalidad.-Empecé a hablar con claridad mientras mi mirada paseaba por el techo y las paredes, los recovecos de la estancia y sus partes mas desmejoradas.-Como les comuniqué antes, no preciso refugio, ni mucho menos donde dormir, pues comparto con ud. la vigilia en la noche.- Aunque aquella fuera una novedad a la que todavía me estaba acostumbrando.-Han llegado a salvo, lo que era mi cometido, así pues, si se dirigen a descansar, seguiré con mi camino.-Detuve mi avance para darme la vuelta y observar a ambos sujetos, ante quienes incliné respetuosamente la cabeza.-A no ser que requieran de alguna ayuda por mi parte.-Ofrecí, deteniéndome a escucharles para ver si permanecía allí o alzaba el vuelo.
Miré con fijeza a la criatura como si un análisis visual mas exhaustivo pudiera arrojar mas luz al asunto, pero naturalmente nada pudo indicarme que tantas decadas llevaba el hombre maldito caminando bajo los astros de la noche.
El sujeto sacó un ajado acero con el que se despejó el camino, yo por mi lado me dedique a empujar la vegetación con mi propio cuerpo, pues las ramas no eran tan fuertes como para arañarme la piel y si estaban lo suficientemente verdes como para doblarse se partían ante el empuje de mi cuerpo. No era el sendero que yo dejaba, mas agresivo para la naturaleza que el que se abría a golpe de acero delante del vampiro que guiaba la marcha en silencio des de hacia ya largo rato. Un silenció que disfrutaba y con el que escuchaba los escasos sonidos de los bosques del oeste, tan distintos a los de otros parajes como lo eran la noche y el día entre si.
Los aullidos de los lobos no llamaron únicamente mi atencion, pero a diferencia del vampiro, quien encontraba algo musical o bello en ese sonido a mi me indicaba que había comida cerca, y despertaba ligeramente mi estomago. Quizás de haber estado mas hambrienta habría abandonado el grupo un rato, pero una manada de lobos era mas de lo que pensaba comerme, y no era partidaria de matar lo que no tenía planeado consumir.
Sacudí levemente el rostro y seguí contemplando el bosque, y la silueta que poco a poco empezó a formarse entre la neblina y la maleza ante nuestros ojos.
Un edificio que había visto mejores días empezó a cobrar nitidez a medida que nos acercábamos al mismo, ruinas delo que una vez fue, parecía medio comido por el bosque, y se volvía uno con el paisaje, tenía esa decadencia propia del abandono que no me resultaba desagradable, pues no esperaba encontrar en su interior los inconvenientes "lujos" de los que se rodeaban los sureños.
Incliné la cabeza en señal de gratitud por su bienvenida, sin embargo no tenía intención ninguna de entrar, mi objetivo había sido escoltarlos sanos y salvos, pero el vampiro entró antes de que pudiera despedirme apropiadamente. Me acerque al umbral de la puerta mientras este seguía hablando e incluso ofrecía una habitación, parecí no haber escuchado la primera vez, quizás turbado en exceso como se había hallado al encontrarnos.
Con desgana dejé atrás mi forma de reptil para volver a mi fragil apariencia humana. Apoyé la mano sobre la fría pared de piedra, húmeda por la niebla, y son despegar las yemas de los dedos de esta, que reseguían su contorno mientras caminaba lentamente, evitando las piedras del suelo, me adentré en el recibidor de la morada del vampiro.
-Agradezco su hospitalidad.-Empecé a hablar con claridad mientras mi mirada paseaba por el techo y las paredes, los recovecos de la estancia y sus partes mas desmejoradas.-Como les comuniqué antes, no preciso refugio, ni mucho menos donde dormir, pues comparto con ud. la vigilia en la noche.- Aunque aquella fuera una novedad a la que todavía me estaba acostumbrando.-Han llegado a salvo, lo que era mi cometido, así pues, si se dirigen a descansar, seguiré con mi camino.-Detuve mi avance para darme la vuelta y observar a ambos sujetos, ante quienes incliné respetuosamente la cabeza.-A no ser que requieran de alguna ayuda por mi parte.-Ofrecí, deteniéndome a escucharles para ver si permanecía allí o alzaba el vuelo.
Arygos Valnor
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Re: [Cerrado]La ribera lóbrega [Libre][interpretativo][3/3]
La nostalgia intento invadir superficialmente su cuerpo. Lo cierto es que tampoco hacía tanto -algo bastante relativo en un ser de tal edad- que había marchado o, mismamente, volvía a la realidad. Al ser para él un lugar común, no exploró con detenimiento la deteriorada infraestructura, conociendo de sobras que habría permanecido inmutable por un par de siglos más de ser necesario. Si alguna vez gano (consigo) suficiente dinero -se dijo a sí mismo- levantaré este sitio desde los cimientos. Aún se adentraba, pese a que la mujer estaba hablando a paso discreto y medido hacia la dicha y conocida sala del trono. Escaló el pequeño tramo que le separaba del asiento con inusitada dificultad y se dejó caer pesadamente sobre él, con aún más silencio.
Así, taciturno, alzó la vista para contemplar los rallos de luna que se colaban entre el rimero de piedras y tablones, amén de desprestigiadas telas rugosas que una vez formaron un atildado rosetón. Apenas suficiente como para colmar la habitación de un aura de misticismo solo repudiada por lo mundana y frívola que se hacía, a ojos de tres criaturas excepcionales, aquella situación.
Y pese a tanta excepcionalidad nada extraordinario ocurría desde hace rato. Alzzul se rió, consciente de todo esto y algo más, solo presente en su mente. Bajo la mirada hacia el mundo de los vivos y con voz algo rasgada, aún no acostumbrada a la sociedad oró:
- No eres quien, (Y digo esto, sin intento de ofensa) para ser escolta y menos aún sin haberlo pedido. Disculpe, de nuevo, no quiero sonar tosco. -se aclaró la garganta.- Lo que intento decir es que hay que ser en exceso altruista, acompañando a un vampiro sin aptitud interesada, o quizá, estúpido. Más aún en calidad de ayuda. -alzó una mano, por si intentaran interrumpirle, en un pequeño momento que tomó de meditación- Más algunos se apoyan en sinsentidos como códigos morales o de conducta para hacer aún más sinrazón. Diría, y temo equivocarme, pues sería una brutal decepción, que no parece usted sierva de un código que escribió alguien con más vejez que la que yo poseo sobre mi joven cuerpo. Así que me aventuro a decir que te mueve algo más que eso. Curiosidad, al menos.
>> No te preocupes, no intento hacer que te quedes, ni puedo, en cualquier caso. Eres libre de marchar, aún habiendo llegado hasta aquí, tal y como has venido, como una mera brisa en un pueblo pesquero; sin importancia, sin revuelo. No soy quien para decir que no le gusta malgastar el tiempo, pero intento, de cualquier forma, buscar una razón a todo, aunque las más de las veces no la tenga.
Palpó la roja tela desgarrada que cubría, a modo de manto el asiento y la utilizó para cubrirse, como si de una manta se tratase, intentando envolverse en un capullo, cual diadema de estrellas muertas.
- Intento decir, que eres una mujer sin nombre, y pese a que muestres cualidades la mar de interesantes, no puedo hacer de nadie persona sin un nombre o afecto. Y hacia usted, no proceso de ninguna de las dos. Quién eres, de dónde vienes y a dónde vas. ¿Por qué, y en realidad, pregunto a los dos, os amparáis en la noche -imagino, de cualquier modo la respuesta- para seguir el camino que marcan vuestros pies?
Así, taciturno, alzó la vista para contemplar los rallos de luna que se colaban entre el rimero de piedras y tablones, amén de desprestigiadas telas rugosas que una vez formaron un atildado rosetón. Apenas suficiente como para colmar la habitación de un aura de misticismo solo repudiada por lo mundana y frívola que se hacía, a ojos de tres criaturas excepcionales, aquella situación.
Y pese a tanta excepcionalidad nada extraordinario ocurría desde hace rato. Alzzul se rió, consciente de todo esto y algo más, solo presente en su mente. Bajo la mirada hacia el mundo de los vivos y con voz algo rasgada, aún no acostumbrada a la sociedad oró:
- No eres quien, (Y digo esto, sin intento de ofensa) para ser escolta y menos aún sin haberlo pedido. Disculpe, de nuevo, no quiero sonar tosco. -se aclaró la garganta.- Lo que intento decir es que hay que ser en exceso altruista, acompañando a un vampiro sin aptitud interesada, o quizá, estúpido. Más aún en calidad de ayuda. -alzó una mano, por si intentaran interrumpirle, en un pequeño momento que tomó de meditación- Más algunos se apoyan en sinsentidos como códigos morales o de conducta para hacer aún más sinrazón. Diría, y temo equivocarme, pues sería una brutal decepción, que no parece usted sierva de un código que escribió alguien con más vejez que la que yo poseo sobre mi joven cuerpo. Así que me aventuro a decir que te mueve algo más que eso. Curiosidad, al menos.
>> No te preocupes, no intento hacer que te quedes, ni puedo, en cualquier caso. Eres libre de marchar, aún habiendo llegado hasta aquí, tal y como has venido, como una mera brisa en un pueblo pesquero; sin importancia, sin revuelo. No soy quien para decir que no le gusta malgastar el tiempo, pero intento, de cualquier forma, buscar una razón a todo, aunque las más de las veces no la tenga.
Palpó la roja tela desgarrada que cubría, a modo de manto el asiento y la utilizó para cubrirse, como si de una manta se tratase, intentando envolverse en un capullo, cual diadema de estrellas muertas.
- Intento decir, que eres una mujer sin nombre, y pese a que muestres cualidades la mar de interesantes, no puedo hacer de nadie persona sin un nombre o afecto. Y hacia usted, no proceso de ninguna de las dos. Quién eres, de dónde vienes y a dónde vas. ¿Por qué, y en realidad, pregunto a los dos, os amparáis en la noche -imagino, de cualquier modo la respuesta- para seguir el camino que marcan vuestros pies?
Alzzul
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Re: [Cerrado]La ribera lóbrega [Libre][interpretativo][3/3]
Cruzó la entrada, su mirada paseándose por el paisaje que ilustraba el refugio. Daba pasos callados, sin tocar nada, sin decir palabra, sólo escuchaba y observaba. Confiaba en su instinto, que constantemente chillaba «algo malo va a suceder», mas la Orden supo ser más fuerte en su interior. Por primera vez, había contemplado la belleza dracónica floreciendo frente a sus ojos. Ni la presencia del vampiro, ni el aullido de los lobos, ni la tenebrosidad de los Bosques del Oeste infundirían miedo en su corazón, que había conocido la descendencia divina.
Calló mientras, cuidadoso, escuchaba la conversación entre el vampiro y la joven. Oasis sabía bien qué debía hacer. La bondad en el espíritu de la dragona era visible ante los ojos inocentes del brujo, el bello brío de su rostro delicado no era más que un reverbero de su interior. Tomó la decisión y sintió una brisa aprobadora en su nuca.
Esperó a que el hombre terminase de hablar para girarse hacia la chica. Llevó ambas manos al pecho y, cerrando los ojos, hizo una reverencia con la cabeza.
— Perdone mi interrupción, Señora. — dijo Oasis, con voz serena pero firme. — Le saludo, con un alto respeto. Su presencia es para mí honrosa, dragona, sangre de la sangre de los Grandes Dragones Elementales. Me postro ante la majestuosidad dracónica, poniéndome a su servicio. He aquí tu siervo. He de seguir tus pasos, he de proteger tu vida con la mía si es necesario. Sólo si ese es tu deseo.
Levantó los ojos hacia la joven con lentitud, esperando respuesta.
Pensó en el vampiro, en qué pensaría sobre su proposición. En su paso por pueblos y ciudades Oasis aprendió que las personas no daban la bienvenida a costumbres tan tradicionales como las suyas. Lo miraban con extrañeza, casi con miedo, cuando le hablaba a los niños y abrazaba a los animales. Estaba muy lejos de casa y lo que más deseaba era ver a sus hermanos.
Mer dormía en la cama frente a la suya. Era el mayor entre los varones de su grupo, y en ocasiones hacía de hermano, maestro, e incluso, de papá. Se levantaba último de su cama todas las mañanas, aprovechando al máximo los pocos minutos extra de descanso antes del trabajo matutino en la Orden. Cuando eran pequeños, apenas de diez u once años, Mer ya cumplía los dieciséis, por lo que acostumbró a recibir las tareas que requirieran un mayor esfuerzo. Por eso se levantaba último.
Como todos, su aspecto imitaba al elemento elegido. La cabellera negra le caía sobre los hombros y desaparecía en su espalda, allá, en la cadera. Un pecho ancho, brazos sólidos, nariz plana y gruesa. No era difícil adivinar que se dedicaba a la magia de la tierra.
Mer era tierra en todo sentido. Era el suelo en el que los demás se apoyaban cuando caían; era una roca impenetrable, siempre fuerte; era duro, siempre sonrisas, siempre bromas, nunca se le escapaban las lágrimas ni el dolor. Mer era donde Oasis descansaba.
Pero Mer ya no estaba.
Miró de reojo al vampiro, por poco temiendo ver su reacción.
Oasis
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Re: [Cerrado]La ribera lóbrega [Libre][interpretativo][3/3]
Mi mirada se poso sobre el vampiro, y no pide si no ladear el rostro mientras alzaba ambas cejas ante su afirmación.
-Como cosas mas grandes que tus queridos lobos, y no solo domino tierra y aire, si también el agua. Los tuyos son predadores, pero no posen ni la mitad del poder que los dragones cedieron a mi especie. Entiendo que el orgullo del predador pueda verse herido, pero en el estado en el que se hallaba habría sido desconsiderado por mi parte abandonarlo a la suerte de las bestias salvajes. Por otro lado no veo porque es una necedad ayudar a alguien por ser vampiro, necios y estúpidos hay en todas las naciones.-Algo que había aprendido mas aprendido mas rápidamente de lo que me hubiera gustado.
Me giré mientras escuchaba la perorata del dueño del lugar, apoyando ambos hombros sobre la fría superficie de piedra de la pared, y dejando caer lacios los brazos al lado de mi cuerpo.
No me sorprendió que viera curiosidad en mi, aunque aquel no había sido el motivo de llevarlos hacia la casa del vampiro, ni de acercarme a prestar su ayuda.
-Si lo que buscas es una razón por la que justificar que alguien te ayude pese a portar colmillos es simple. ¿Porque no habría de hacerlo? Culparte por comer lo que comes sería como culparme a mi por ello, estúpido, si hay que juzgar a alguien hay que hacerlo sobre los parámetros de su naturaleza, no sobre la de otros. En cuando al resto, doy siempre una oportunidad a quien me encuentro de mostrarse meritorio de dicha ayuda, indiferente o ingrato.-Ladeé el rostro hacia el otro lado.-Me llamo Arygos, y a menudo comparto camino con alguien de tu especie, como el no puede adaptarse a mis ritmos, lo hago yo a los suyos, por ello me amparo en la noche y no necesito reposo o refugio, pero tomaré su primera oferta cuando el tiempo llegue para mi de estudiar a los tuyos y aprender de ellos.
No necesitaba descansar, y de hecho como mas tiempo me detenía mas tiempo de ventaja le daba a los cazadores para llegar hasta Víctor, así que por curiosidad que me empezara a despertar la forma en la que hablaba aquel sujeto, tendría que esperar a que el tiempo de estudiar a los vampiros llegase, por ahora, la vida de uno de ellos mantenía mi cabeza en alerta, y mi corazón en vilo de la angustia.
Me giré sin separar mi cuerpo de la pared, hasta que solo el hombro contrario al que había avanzado en paralelo a la roca quedó apoyado sobre esta, encontrándome con el muchacho blanquecino que me inspiraba aquella agradable familiaridad.
La forma en al que hablaba aquel sujeto me sorprendió en grado sumo, sobre todo porque des de que abandoné el norte normalmente recibía intentos de asesinato para agenciarse de mi cuerpo y despiezarlo como una carreta en vez de un deseo de servirme.
-Me alegra escuchar que no todo el mundo olvida a los divinos.-Respondí de corazón al muchacho, esbozando una sonrisa fugaz.- Pero hay alguien a quien debo proteger yo también, y dudo que puedas alcanzarme al volar, por otro lado, los dragones son heraldos del conocimiento, si quieres servir su legado, aprende, no des la palabra escrita por sentado, viaja y conoce en primera mano, y hazte cada día un poco mas sabio, pues aunque los míos tienen su sangre, hay como en todos lados necios y villanos. Se cuidadoso con tu oferta porque tu buena voluntad puede acabar en malas manos.
Era el mejor consejo que podía darle, y el mejor rumbo que podía ofrecerle al peliblanco.
-Me ha agradado conocerte, me recuerdas a mis hermanos.-Ladee un poco el rostro mientras volvía a observarlo, y tras ello me encamine hacia la puerta. Antes de salir mire de reojo al propietario del torreón.
-Esta en sus manos que las runas sigan siendo eso.-Hice alusión a aquel comentario que había hecho al analizar su propia morada, sin referirse únicamente a esta.
Incliné la cabeza en modo de cortés despedida hacia ambos hombres.
Nada mas atravesé el umbral dejé que mi cuerpo volviera a su forma habitual. Me estiré acomodándome bien y preparándome para saltar, y con un empujón y un par de aleteos ascendí hacia los cielos y desaparecí entre las copas de los arboles, planeando hacia el sur.
-Como cosas mas grandes que tus queridos lobos, y no solo domino tierra y aire, si también el agua. Los tuyos son predadores, pero no posen ni la mitad del poder que los dragones cedieron a mi especie. Entiendo que el orgullo del predador pueda verse herido, pero en el estado en el que se hallaba habría sido desconsiderado por mi parte abandonarlo a la suerte de las bestias salvajes. Por otro lado no veo porque es una necedad ayudar a alguien por ser vampiro, necios y estúpidos hay en todas las naciones.-Algo que había aprendido mas aprendido mas rápidamente de lo que me hubiera gustado.
Me giré mientras escuchaba la perorata del dueño del lugar, apoyando ambos hombros sobre la fría superficie de piedra de la pared, y dejando caer lacios los brazos al lado de mi cuerpo.
No me sorprendió que viera curiosidad en mi, aunque aquel no había sido el motivo de llevarlos hacia la casa del vampiro, ni de acercarme a prestar su ayuda.
-Si lo que buscas es una razón por la que justificar que alguien te ayude pese a portar colmillos es simple. ¿Porque no habría de hacerlo? Culparte por comer lo que comes sería como culparme a mi por ello, estúpido, si hay que juzgar a alguien hay que hacerlo sobre los parámetros de su naturaleza, no sobre la de otros. En cuando al resto, doy siempre una oportunidad a quien me encuentro de mostrarse meritorio de dicha ayuda, indiferente o ingrato.-Ladeé el rostro hacia el otro lado.-Me llamo Arygos, y a menudo comparto camino con alguien de tu especie, como el no puede adaptarse a mis ritmos, lo hago yo a los suyos, por ello me amparo en la noche y no necesito reposo o refugio, pero tomaré su primera oferta cuando el tiempo llegue para mi de estudiar a los tuyos y aprender de ellos.
No necesitaba descansar, y de hecho como mas tiempo me detenía mas tiempo de ventaja le daba a los cazadores para llegar hasta Víctor, así que por curiosidad que me empezara a despertar la forma en la que hablaba aquel sujeto, tendría que esperar a que el tiempo de estudiar a los vampiros llegase, por ahora, la vida de uno de ellos mantenía mi cabeza en alerta, y mi corazón en vilo de la angustia.
Me giré sin separar mi cuerpo de la pared, hasta que solo el hombro contrario al que había avanzado en paralelo a la roca quedó apoyado sobre esta, encontrándome con el muchacho blanquecino que me inspiraba aquella agradable familiaridad.
La forma en al que hablaba aquel sujeto me sorprendió en grado sumo, sobre todo porque des de que abandoné el norte normalmente recibía intentos de asesinato para agenciarse de mi cuerpo y despiezarlo como una carreta en vez de un deseo de servirme.
-Me alegra escuchar que no todo el mundo olvida a los divinos.-Respondí de corazón al muchacho, esbozando una sonrisa fugaz.- Pero hay alguien a quien debo proteger yo también, y dudo que puedas alcanzarme al volar, por otro lado, los dragones son heraldos del conocimiento, si quieres servir su legado, aprende, no des la palabra escrita por sentado, viaja y conoce en primera mano, y hazte cada día un poco mas sabio, pues aunque los míos tienen su sangre, hay como en todos lados necios y villanos. Se cuidadoso con tu oferta porque tu buena voluntad puede acabar en malas manos.
Era el mejor consejo que podía darle, y el mejor rumbo que podía ofrecerle al peliblanco.
-Me ha agradado conocerte, me recuerdas a mis hermanos.-Ladee un poco el rostro mientras volvía a observarlo, y tras ello me encamine hacia la puerta. Antes de salir mire de reojo al propietario del torreón.
-Esta en sus manos que las runas sigan siendo eso.-Hice alusión a aquel comentario que había hecho al analizar su propia morada, sin referirse únicamente a esta.
Incliné la cabeza en modo de cortés despedida hacia ambos hombres.
Nada mas atravesé el umbral dejé que mi cuerpo volviera a su forma habitual. Me estiré acomodándome bien y preparándome para saltar, y con un empujón y un par de aleteos ascendí hacia los cielos y desaparecí entre las copas de los arboles, planeando hacia el sur.
Arygos Valnor
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Re: [Cerrado]La ribera lóbrega [Libre][interpretativo][3/3]
Alzzul escuchaba con una suficiente atención que se perdía a cada momento. Arrebujado entre las telas, acabó envuelto, con el gesto girado hacia la derecha, cual niño enfadado. No daba sin embargo esa sensación. Parecía más bien hastiado de la situación e inconveniente hasta su última consecuencia. No tenía ninguna razón para seguir a nadie; estaba en su hogar. Había ofrecido asilo a aquellos dos sujetos, pero parecía que ninguno cedería a la petición. Tampoco le importaba.
A continuación, cerró los ojos por unos breves instantes mientras se nutría con el aura de su "hogar" Y pensó, que quizá algún día lo restauraría. Tardó menos de treinta segundos en olvidarse de nuevo. La mujer seguía hablando. Había perdido ya el sentido de qué decía, más como tampoco se refería a Alzzul, no le precisaba especial interés.
A ojo avizor, mas oídos tapados, seguía a la dragona, que sí se refirió a él en una última vez; recibió el ¿Consejo? Con los ojos cerrados y gesto somnoliento. Apenas a un minuto de perder la consciencia. Así lo habría hecho de no oír el tremendo e inusitado batir de alas, que lo arrancó de su ensueño, al menos por unos tantos minutos. Dirigió la atención al joven peliblanco, al cual analizó largo y tendido, con una mirada fría, puesto que hasta aquel momento, su atención había recaído más bien en la mujer. En él, solo veía un hombre; poco común, pero un hombre. Tras un exhaustivo y superficial análisis encajó la mandíbula, oprimiendo un bostezo entre sus fauces, parpadeando con un par de lágrimas fruto del esfuerzo cayéndole, las cuales secó con la polvorienta e improvisada capa. Tras todo eso, habló con renovada calma:
- Sí, mi oferta sigue en pie. -breve pausa- Más no parece ser tu intención quedarte y perder el tiempo entre estos muros de piedra. Si vas a seguirla, yo no estaré; así que te recomiendo darte prisa. No seré más guía sin un descanso, pues además, sólo quedan unas pocas horas de luna. Haz lo que creas; no es asunto mío. Disfruta de la calidez de mis camas o lárgate hacia los bosques. Si te arrepientes de marcharte, aún tendrás aquí refugio, más busca manera de llamar a la inexistente puerta. Las bestias suelen atacar a los invitados no deseados.
Recapacitó por un momento las palabras de la mujer, aún en su tremenda decepción con sus temporales inquilinos. Negó con la cabeza, sobre una indefinida conclusión. Eso te dices para poder dormir por las noches. Afirmó, sin tener muy claro el sujeto. Cerró los ojos, con ellos apuntando hacia el joven, esperando una respuesta o una marcha; no le importaba que no hubieran más palabras. De todos modos, a veces hablan mejor los silencios.
A continuación, cerró los ojos por unos breves instantes mientras se nutría con el aura de su "hogar" Y pensó, que quizá algún día lo restauraría. Tardó menos de treinta segundos en olvidarse de nuevo. La mujer seguía hablando. Había perdido ya el sentido de qué decía, más como tampoco se refería a Alzzul, no le precisaba especial interés.
A ojo avizor, mas oídos tapados, seguía a la dragona, que sí se refirió a él en una última vez; recibió el ¿Consejo? Con los ojos cerrados y gesto somnoliento. Apenas a un minuto de perder la consciencia. Así lo habría hecho de no oír el tremendo e inusitado batir de alas, que lo arrancó de su ensueño, al menos por unos tantos minutos. Dirigió la atención al joven peliblanco, al cual analizó largo y tendido, con una mirada fría, puesto que hasta aquel momento, su atención había recaído más bien en la mujer. En él, solo veía un hombre; poco común, pero un hombre. Tras un exhaustivo y superficial análisis encajó la mandíbula, oprimiendo un bostezo entre sus fauces, parpadeando con un par de lágrimas fruto del esfuerzo cayéndole, las cuales secó con la polvorienta e improvisada capa. Tras todo eso, habló con renovada calma:
- Sí, mi oferta sigue en pie. -breve pausa- Más no parece ser tu intención quedarte y perder el tiempo entre estos muros de piedra. Si vas a seguirla, yo no estaré; así que te recomiendo darte prisa. No seré más guía sin un descanso, pues además, sólo quedan unas pocas horas de luna. Haz lo que creas; no es asunto mío. Disfruta de la calidez de mis camas o lárgate hacia los bosques. Si te arrepientes de marcharte, aún tendrás aquí refugio, más busca manera de llamar a la inexistente puerta. Las bestias suelen atacar a los invitados no deseados.
Recapacitó por un momento las palabras de la mujer, aún en su tremenda decepción con sus temporales inquilinos. Negó con la cabeza, sobre una indefinida conclusión. Eso te dices para poder dormir por las noches. Afirmó, sin tener muy claro el sujeto. Cerró los ojos, con ellos apuntando hacia el joven, esperando una respuesta o una marcha; no le importaba que no hubieran más palabras. De todos modos, a veces hablan mejor los silencios.
Alzzul
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