Tardes de peligro [Libre] [Interpretativo] [4/4]
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Tardes de peligro [Libre] [Interpretativo] [4/4]
Había amanecido con un sol radiante el cual se colaba por la ventana de la posada en la que Wind había decidido pasar la noche. Aquella luz despertó a la joven, que se desperezó despacio como si no tuviera prisa y se vistió con la misma parsimonia, para después bajar las escaleras dispuesta a recoger mas información y a irse de la ciudad.
La elfa estaba bastante triste ya que el día anterior no había conseguido ganar ninguna de las gemas en la tómbola “Al menos fue gratis participar” Pensaba a modo de consolación aunque le hubiera gustado obtener alguna para hacerse un collar. Aun así, prefirió apartar aquellas ideas para analizar lo que había conseguido al ir a aquella ciudad “Nada” fue la conclusión a la que llegó pues ningún comerciante recordaba haber visto a los ancianos, así que volvió a la plaza donde estuvo el día anterior dispuesta a volver a preguntar a los comerciantes que no hubiera preguntado ayer.
Después de unas horas y muchas preguntas se dio por vencida pues no consiguió nada nuevo ya que nadie parecía saber absolutamente nada sobre su familia y ante la expectativa de quedarse allí más días sabiendo que probablemente no averiguaría nada, decidió irse de Lunargenta para continuar su travesía hacia alguna otra ciudad intentando recuperar el optimismo que parecía que se le escapaba entre los dedos. Ya que estaba en la plaza, compró unas cuantas manzanas para hacer el viaje más ameno y se dirigió a las puertas de la ciudad.
Wind salió por las enormes puertas que custodiaban la ciudad decidida a que no abandonaría tan fácilmente. Había un enorme flujo de personas en la entrada de la ciudad, parecía que todo el mundo quería entrar y salir al mismo tiempo y aquellas multitudes agobiaban un poco a la joven así que intentó salir de allí lo más rápido que pudo para poder respirar aire fresco.
Tras unos minutos de empujones, consiguió traspasar las murallas haciendo que respirara profundamente una vez salió de entre la muchedumbre. “Por fin” Dio un profundo suspiro y emprendió el camino hacia la próxima ciudad. Apenas llevaba unos pasos cuando notó que alguien le cogía del hombro -¿Quién…?- Se giró y vio a dos hombres, altos bastante gordos y probablemente lo suficientemente fuertes como para que uno solo de ellos pudiera con Wind. La elfa, sin poder evitarlo se asustó y se estremeció quedándose helada. – ¿Quieres que te hagamos compañía?- Preguntó uno de ellos con una expresión que la joven conocía bastante bien –N-No gracias- Dijo intentando aparentar seguridad, aunque el primer tartamudeo delató que no la tenía –Vente a la ciudad con nosotros, seguro que lo pasaremos bien- Insistió el segundo hombre. Wind no sabía qué hacer, echó un rápido vistazo a su alrededor. El camino estaba lleno de gente que la miraba con cierta lastima, pero no parecía que nadie tuviera la más mínima intención de ayudarla. Cuando no consiguieron respuesta, uno de ellos, el que era más alto, la cogió del brazo haciendo demasiada fuerza, lo que hizo que la joven cambiara su expresión de falsa seguridad por una de dolor. –Suéltame- Dijo en voz alta, intentando que alguien la oyera, como si de aquella persona realmente fuera a dejarla ir tan fácilmente.
Al ver como la expresión de los dos hombres pasaba a ser de diversión, la joven volvió a mirar a su alrededor dándose cuenta ahora de que la gente pasaba a su lado con la mirada hacia el suelo, haciendo ver que no se daban cuenta “¿Nadie va a ayudarme?” Pensó con resignación al darse cuenta de que probablemente, tendría que apañárselas sola contra aquellos dos hombres.
La elfa estaba bastante triste ya que el día anterior no había conseguido ganar ninguna de las gemas en la tómbola “Al menos fue gratis participar” Pensaba a modo de consolación aunque le hubiera gustado obtener alguna para hacerse un collar. Aun así, prefirió apartar aquellas ideas para analizar lo que había conseguido al ir a aquella ciudad “Nada” fue la conclusión a la que llegó pues ningún comerciante recordaba haber visto a los ancianos, así que volvió a la plaza donde estuvo el día anterior dispuesta a volver a preguntar a los comerciantes que no hubiera preguntado ayer.
Después de unas horas y muchas preguntas se dio por vencida pues no consiguió nada nuevo ya que nadie parecía saber absolutamente nada sobre su familia y ante la expectativa de quedarse allí más días sabiendo que probablemente no averiguaría nada, decidió irse de Lunargenta para continuar su travesía hacia alguna otra ciudad intentando recuperar el optimismo que parecía que se le escapaba entre los dedos. Ya que estaba en la plaza, compró unas cuantas manzanas para hacer el viaje más ameno y se dirigió a las puertas de la ciudad.
Wind salió por las enormes puertas que custodiaban la ciudad decidida a que no abandonaría tan fácilmente. Había un enorme flujo de personas en la entrada de la ciudad, parecía que todo el mundo quería entrar y salir al mismo tiempo y aquellas multitudes agobiaban un poco a la joven así que intentó salir de allí lo más rápido que pudo para poder respirar aire fresco.
Tras unos minutos de empujones, consiguió traspasar las murallas haciendo que respirara profundamente una vez salió de entre la muchedumbre. “Por fin” Dio un profundo suspiro y emprendió el camino hacia la próxima ciudad. Apenas llevaba unos pasos cuando notó que alguien le cogía del hombro -¿Quién…?- Se giró y vio a dos hombres, altos bastante gordos y probablemente lo suficientemente fuertes como para que uno solo de ellos pudiera con Wind. La elfa, sin poder evitarlo se asustó y se estremeció quedándose helada. – ¿Quieres que te hagamos compañía?- Preguntó uno de ellos con una expresión que la joven conocía bastante bien –N-No gracias- Dijo intentando aparentar seguridad, aunque el primer tartamudeo delató que no la tenía –Vente a la ciudad con nosotros, seguro que lo pasaremos bien- Insistió el segundo hombre. Wind no sabía qué hacer, echó un rápido vistazo a su alrededor. El camino estaba lleno de gente que la miraba con cierta lastima, pero no parecía que nadie tuviera la más mínima intención de ayudarla. Cuando no consiguieron respuesta, uno de ellos, el que era más alto, la cogió del brazo haciendo demasiada fuerza, lo que hizo que la joven cambiara su expresión de falsa seguridad por una de dolor. –Suéltame- Dijo en voz alta, intentando que alguien la oyera, como si de aquella persona realmente fuera a dejarla ir tan fácilmente.
Al ver como la expresión de los dos hombres pasaba a ser de diversión, la joven volvió a mirar a su alrededor dándose cuenta ahora de que la gente pasaba a su lado con la mirada hacia el suelo, haciendo ver que no se daban cuenta “¿Nadie va a ayudarme?” Pensó con resignación al darse cuenta de que probablemente, tendría que apañárselas sola contra aquellos dos hombres.
Windorind Crownguard
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Re: Tardes de peligro [Libre] [Interpretativo] [4/4]
Eoghan aquel día se había levantado de un humor excelente. Hacía buen tiempo, el frío parecía haber remitido un poco, tenía camisa nueva, había remendado la otra, y además se había permitido comprarse unas botas de viaje nuevas. Vale, quizás le apretaban un poco, pero eran mejores que las viejas. El cuero era flexible y estaba intacto, las suelas estaban pegadas al resto de la bota y ya no estaban tan usadas que podrían usarse para comer en un día de frío en casos desesperados. Justamente acababa de lavar además su capote y recién había acabado de secar, así que ahora podía decirse que llevaba un aspecto más respetable que de costumbre. Al menos, ya no iba de pies a cabeza cubierto de harapos que a uno le hacía preguntarse si era un mendigo, un ladrón, un viajero o un soplagaitas que no sabía vestir.
Se encaminó hacia la ciudad tras salir del arroyo cercano al camino donde había colgado la capa para secar y tras abrocharse el broche al cuello y cubrirse los hombros con la tela de color azul oscuro, escuchó entre el gentío un quejido de una mujer. Se paró en seco y apoyó la lanza en el suelo, mirando alrededor. Entre el gentío pudo distinguir a lo lejos a una muchacha morena y a dos tipos bastante grandotes, aunque su masa corporal realmente se debía a que eran unas bolas de sebo de tomo y lomo. Probablemente serían también fuertes y robustos, ¿quién sabía? A lo mejor eran como esos hombres de puerto que tenían más panza que un mamut preñado pero que si les tocabas las narices te podían lanzar volando un metro o dos de un puñetazo, así que decidió acercarse con relativa cautela.
Relativa, porque entre el gentío se pudo apreciar a alguien que iba contracorriente, a zancadas largas y apartando a gente con la mano enguantada en el mitón de cuero con los dedos vendados, apoyando la lanza con fuerza e intensidad sobre el pavimento sonando como si ésta fuera un mazo de madera repiqueteando contra algo mucho más duro. Cuando estuvo a escaso un metro de los hombres, extendió el brazo con la lanza y les dio un toquecito con el extremo puntiagudo que, aunque iba camuflado con una vaina de cuero sencilla, bien podía seguir haciendo mucho daño.
Bueno, no fue un toquecito. Fue un varazo a cada uno en un hombro, y no de poca potencia, pero lejos de ser una agresión propiamente dicha. Eso sí, el varazo fue digno de los azotes que se le daban a los niños revoltosos en las iglesias por parte de los profesores y los curas cuando hacían una trastada.
-Yo que vosotros le hacía caso. Soltadla. -Dijo mientras volvía a apoyarse sobre la lanza y los miraba con el ceño fruncido. La mano se aferró al mástil aun estando apoyado en su arma, guardando ese metro de distancia. Si iban a atacar, bueno. Tendría espacio de maniobra para arrearles un par de bastonazos.
Como sospechaba, no eran mucho más que bolas de sebo intimidando a una joven, algo tristemente común en aquella ciudad y más concretamente, común a todos los seres vivos. No dijo nada más, solo los miró con dureza y un ceño fruncido que indicaba a todas luces que no era buena idea meterse con él o tan siquiera levantarle la voz, siendo cazados de aquella manera como lo habían sido.
Qué demonios, no le importaría partirles el cráneo a base de bastonazos si era necesario. Últimamente su humor estaba por los suelos, tanta ponzoña en el alma humana empezaba a pasarle factura.
Se encaminó hacia la ciudad tras salir del arroyo cercano al camino donde había colgado la capa para secar y tras abrocharse el broche al cuello y cubrirse los hombros con la tela de color azul oscuro, escuchó entre el gentío un quejido de una mujer. Se paró en seco y apoyó la lanza en el suelo, mirando alrededor. Entre el gentío pudo distinguir a lo lejos a una muchacha morena y a dos tipos bastante grandotes, aunque su masa corporal realmente se debía a que eran unas bolas de sebo de tomo y lomo. Probablemente serían también fuertes y robustos, ¿quién sabía? A lo mejor eran como esos hombres de puerto que tenían más panza que un mamut preñado pero que si les tocabas las narices te podían lanzar volando un metro o dos de un puñetazo, así que decidió acercarse con relativa cautela.
Relativa, porque entre el gentío se pudo apreciar a alguien que iba contracorriente, a zancadas largas y apartando a gente con la mano enguantada en el mitón de cuero con los dedos vendados, apoyando la lanza con fuerza e intensidad sobre el pavimento sonando como si ésta fuera un mazo de madera repiqueteando contra algo mucho más duro. Cuando estuvo a escaso un metro de los hombres, extendió el brazo con la lanza y les dio un toquecito con el extremo puntiagudo que, aunque iba camuflado con una vaina de cuero sencilla, bien podía seguir haciendo mucho daño.
Bueno, no fue un toquecito. Fue un varazo a cada uno en un hombro, y no de poca potencia, pero lejos de ser una agresión propiamente dicha. Eso sí, el varazo fue digno de los azotes que se le daban a los niños revoltosos en las iglesias por parte de los profesores y los curas cuando hacían una trastada.
-Yo que vosotros le hacía caso. Soltadla. -Dijo mientras volvía a apoyarse sobre la lanza y los miraba con el ceño fruncido. La mano se aferró al mástil aun estando apoyado en su arma, guardando ese metro de distancia. Si iban a atacar, bueno. Tendría espacio de maniobra para arrearles un par de bastonazos.
Como sospechaba, no eran mucho más que bolas de sebo intimidando a una joven, algo tristemente común en aquella ciudad y más concretamente, común a todos los seres vivos. No dijo nada más, solo los miró con dureza y un ceño fruncido que indicaba a todas luces que no era buena idea meterse con él o tan siquiera levantarle la voz, siendo cazados de aquella manera como lo habían sido.
Qué demonios, no le importaría partirles el cráneo a base de bastonazos si era necesario. Últimamente su humor estaba por los suelos, tanta ponzoña en el alma humana empezaba a pasarle factura.
Eoghan Lothannor
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Re: Tardes de peligro [Libre] [Interpretativo] [4/4]
El día había sido tan aburrido como el anterior. Igual de vacío. Las calles eran un mar de gente sin sentido, gente ciega que, de alguna forma se las arreglaba para seguir adelante sin chocarse con el resto. No me veían, sin embargo, y por aquello estaban ciegos. Lunargenta estaba ciega, porque no era capaz de verme. Pero llevaba allí menos de una semana, y comprendía que la mayoría de sus habitantes eran personas nimias, incapaces de apreciar mis virtudes. Al fin y al cabo, para comprender había que saber, y para ver la perfección había que tener, al menos, una fracción de la misma.
Me uní a la marea de gente. Caminar entre ellos me haría parecer una más, aunque evidentemente no lo fuese. No tenía claro qué haría aquel día, por otra parte. Buscar trabajo era la mejor opción, pues mis escasos ahorros comenzaban a resentirse, y no deseaba dormir a la intemperie. Aquello solo haría que me viesen como a una indigente, lo que haría bastante más difícil que otros viesen mi brillo. El brillo metafórico que mi persona emitía.
Terminé por sacar un pequeño espejo cuadrado, mi fiel compañero de viaje, para contemplarme un momento. Mirarme a los ojos me hacia sentirme poderosa. De alguna forma, devolverme la mirada hacía que me sintiese lejos de aquellas personas inmundas que me rodeaban. Dejaba de oírlos y de olerlos, y no me importaba tanto que me tocasen al caminar, por accidente, o quizás en un intento consciente o inconsciente por alcanzarme y poder alardear luego de ello. No en vano era yo la espectacular Gerd...
Abandoné mis pensamientos y el espejo cuando una mano me apartó con menos cuidado del que merecía, y busqué con la mirada a aquel que hubiese osado echarme a un lado de aquel modo, como si valiese menos que nada. El susodicho, un hombre que avanzaba entre la gente como si se abriese paso entre la escoria, ni siquiera se había detenido a disculparse por su evidentemente accidental tropiezo. Si hubiese sabido que se trataba de mí, si me hubiese visto bien, no me hubiese apartado de aquella forma.
-¡Eh!-. Alcé la voz para llamar su atención, atrayendo algunas miradas cercanas. Pronto iba tras él, ignorando a las personas que se metían en medio, aprovechando el camino que el hombre había creado al avanzar-. Creo que merezco una disculpa -mascullé, cruzándome de brazos a su lado cuando lo alcancé, ignorando la situación en un primer momento. Hablé lo suficientemente alto como para dejar claro que me dirigía a él, aunque o estuviese exactamente en frente.
Por otro lado, ¿qué estaba haciendo? Me digné a mirar alrededor. Parecía ocupado. De hecho, dos hombres, aunque en peso y apariencia bien podrían haber sido cuatro, sujetaban a una muchacha de orejas puntiagudas. Quise hacer una mueca, pero me contuve. Me había ido a meter en problemas de otros. A mí me daban igual los problemas de otros, a menos que me pagasen por arreglárselos.
-¿Qué pasa aquí? -pregunté de todos modos, por cortesía, aunque la respuesta fuese evidente.
Quizás aquella fuese mi oportunidad para brillar. No podía rechazar las oportunidades que se me ofrecían. "Heroína" no era un mal título, a fin de cuentas.
Me uní a la marea de gente. Caminar entre ellos me haría parecer una más, aunque evidentemente no lo fuese. No tenía claro qué haría aquel día, por otra parte. Buscar trabajo era la mejor opción, pues mis escasos ahorros comenzaban a resentirse, y no deseaba dormir a la intemperie. Aquello solo haría que me viesen como a una indigente, lo que haría bastante más difícil que otros viesen mi brillo. El brillo metafórico que mi persona emitía.
Terminé por sacar un pequeño espejo cuadrado, mi fiel compañero de viaje, para contemplarme un momento. Mirarme a los ojos me hacia sentirme poderosa. De alguna forma, devolverme la mirada hacía que me sintiese lejos de aquellas personas inmundas que me rodeaban. Dejaba de oírlos y de olerlos, y no me importaba tanto que me tocasen al caminar, por accidente, o quizás en un intento consciente o inconsciente por alcanzarme y poder alardear luego de ello. No en vano era yo la espectacular Gerd...
Abandoné mis pensamientos y el espejo cuando una mano me apartó con menos cuidado del que merecía, y busqué con la mirada a aquel que hubiese osado echarme a un lado de aquel modo, como si valiese menos que nada. El susodicho, un hombre que avanzaba entre la gente como si se abriese paso entre la escoria, ni siquiera se había detenido a disculparse por su evidentemente accidental tropiezo. Si hubiese sabido que se trataba de mí, si me hubiese visto bien, no me hubiese apartado de aquella forma.
-¡Eh!-. Alcé la voz para llamar su atención, atrayendo algunas miradas cercanas. Pronto iba tras él, ignorando a las personas que se metían en medio, aprovechando el camino que el hombre había creado al avanzar-. Creo que merezco una disculpa -mascullé, cruzándome de brazos a su lado cuando lo alcancé, ignorando la situación en un primer momento. Hablé lo suficientemente alto como para dejar claro que me dirigía a él, aunque o estuviese exactamente en frente.
Por otro lado, ¿qué estaba haciendo? Me digné a mirar alrededor. Parecía ocupado. De hecho, dos hombres, aunque en peso y apariencia bien podrían haber sido cuatro, sujetaban a una muchacha de orejas puntiagudas. Quise hacer una mueca, pero me contuve. Me había ido a meter en problemas de otros. A mí me daban igual los problemas de otros, a menos que me pagasen por arreglárselos.
-¿Qué pasa aquí? -pregunté de todos modos, por cortesía, aunque la respuesta fuese evidente.
Quizás aquella fuese mi oportunidad para brillar. No podía rechazar las oportunidades que se me ofrecían. "Heroína" no era un mal título, a fin de cuentas.
Gerda Jorgën
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Re: Tardes de peligro [Libre] [Interpretativo] [4/4]
Se despertó tarde, el sol del medio día alcanzaba su cara, molestándola en su sueño. No quería levantarse, le apetecía, por una vez, remolonear en la cama como lo hacían todos. Llevaba meses sin remolonear, demasiado ocupada en buscar a su hermano como para permitirse quedarse en cama sin hacer más que mirar al techo. Sobretodo desde la llegada de la primavera.
A la joven le sorprendía los casos de enfermos que había en primavera y que, los matasanos humanos, eran incapaces de tratar, no era difícil distinguir una alergia de un simple resfriado, pero, para ellos, siempre era lo mismo, siempre era algo incurable, excepto con magia, la gente de Aerandir estaba demasiado acostumbrada a los milagros, parecían no darse cuenta de que había cosas que no se lograban ni con magia.
Abrió los ojos en la cama, y se estiró saliendo de entre as sábanas, parecía un capullo de seda, toda acurrucada y enrollada. Miró el techo por un instante, intentando reaccionar, no sabía casi ni donde estaba, la tarde anterior había sido, cuanto menos, movida, su encuentro con Jericó había sido divertido, pero, ciertamente, agotador. Se estiro, retorciéndose, casi como un gato que acaba de nacer y está intentando aun descubrir las posibilidades de su cuerpecito, y, por fin, salió de la cama.
Esa tarde debía hacer algo productivo, tal vez fuera a visitar a la niña que había estado enferma su primera noche, para asegurarse de que todo iba bien, eso significaría ir a las afueras sola, de nuevo, pero no creía poder volver a encontrar otro problema como el de la última vez. Se vistió con prisas, usando, por primera vez en su vida, unos pantalones. Se los había regalado la mujer del posadero, eran de su juventud, pero, con el paso de los años, las comidas y los partos, su cuerpo había cambiado y ya no le cabían.
A ella le quedaban algo justos, lógico si se tenia en cuenta que sus piernas, tras tantos bailes y andanzas, habían terminado por volverse fuertes. Suspiró, se coloco una camisa, se aseó y salió con su fardo atado a ella. Tomó a Hans, su caballo negro, y se dirigió a las afueras. La tarde clara de primavera parecía indicar que no pasaría nada extraño o raro, era lo bueno de esa época del año, parecía que nunca podía pasar nada peligroso.
¿Qué iba a pasar de malo en una estación en la que las flores crecen y el agua fluye? Nada, o eso pensaba Ely. Avanzaba con calma por los caminos, en busca de la caseta del pescador, cuando escuchó, algo alejado, lo que parecían sonidos de una disputa, que, de momento, no había llegado a las manos. A penas estaba a un kilometro de la ciudad, no sabía como los guardias permitían semejante tropelía a sus puertas.
Se fijó más, fingiendo que no lo hacía, y pudo ver que uno de los implicados era Eoghan. El chico no se entrometería si no fuera por una buena causa, aunque, eso solía hacer que acabase con más heridas de las recomendadas, y de las que ella podía remendar, iba a acabar con cicatrices por todos lados. Eléanör suspiró desde su montura, no iba a dejarlos allí, solos, ni a su amigo, ni a los bandidos, que corrían más peligro aun que el chico.
- Vamos Hans.- musitó al oído del caballo.- vamos a hacer algo de teatro.
Hizo girar al caballo, para que mirase en dirección al problema, soltó sus manos y le dio dos golpes con los talones, haciendo que hans corriera sin detenerse, gritó, pareciendo asustada, y cuando el caballo llegó a los bandidos, pisó a uno de ellos en el pie, haciendo que, dolorido, se retirase. Ely, siguiendo con su pequeño espectáculo, se abrazó al cuello de su caballo sin riendas ni sillas y murmuró sonriendo.
- Sientate.
Cuando el animal lo hizo, acabó sobre la pierna ya herida del hombre, y Ely pudo descender sin mayor problema, Hans, a su lado, se levanto, pero la pierna de uno de ellos ya estaba desecha. Sonrió de espaldas a los ladrones y le guiñó un ojo a Eoghan, para, seguidamente, girarse y seguir la obra.
-Hay, lo siento, lo siento mucho, se descontroló el caballo y... y no podía frenarlo, hace lo que quiere.- Se giró a Hans.- Mal hans, muy mal, que malo.- Le dijo fingiendo, usando un ligero tono infantil, mientras intentaba sacarlo de en medio.- Lo siento de verdad.- se disculpó falsamente de nuevo, logrando dejar a Hans a su espalda.- ¿Va todo bien? ¿se ha hecho daño?- Le preguntó al hombre con fingida inocencia, separándose del centro y situándose junto a Eo. Luego tendría que darle a su caballo un par de zanahorias como recompensa.
A la joven le sorprendía los casos de enfermos que había en primavera y que, los matasanos humanos, eran incapaces de tratar, no era difícil distinguir una alergia de un simple resfriado, pero, para ellos, siempre era lo mismo, siempre era algo incurable, excepto con magia, la gente de Aerandir estaba demasiado acostumbrada a los milagros, parecían no darse cuenta de que había cosas que no se lograban ni con magia.
Abrió los ojos en la cama, y se estiró saliendo de entre as sábanas, parecía un capullo de seda, toda acurrucada y enrollada. Miró el techo por un instante, intentando reaccionar, no sabía casi ni donde estaba, la tarde anterior había sido, cuanto menos, movida, su encuentro con Jericó había sido divertido, pero, ciertamente, agotador. Se estiro, retorciéndose, casi como un gato que acaba de nacer y está intentando aun descubrir las posibilidades de su cuerpecito, y, por fin, salió de la cama.
Esa tarde debía hacer algo productivo, tal vez fuera a visitar a la niña que había estado enferma su primera noche, para asegurarse de que todo iba bien, eso significaría ir a las afueras sola, de nuevo, pero no creía poder volver a encontrar otro problema como el de la última vez. Se vistió con prisas, usando, por primera vez en su vida, unos pantalones. Se los había regalado la mujer del posadero, eran de su juventud, pero, con el paso de los años, las comidas y los partos, su cuerpo había cambiado y ya no le cabían.
A ella le quedaban algo justos, lógico si se tenia en cuenta que sus piernas, tras tantos bailes y andanzas, habían terminado por volverse fuertes. Suspiró, se coloco una camisa, se aseó y salió con su fardo atado a ella. Tomó a Hans, su caballo negro, y se dirigió a las afueras. La tarde clara de primavera parecía indicar que no pasaría nada extraño o raro, era lo bueno de esa época del año, parecía que nunca podía pasar nada peligroso.
¿Qué iba a pasar de malo en una estación en la que las flores crecen y el agua fluye? Nada, o eso pensaba Ely. Avanzaba con calma por los caminos, en busca de la caseta del pescador, cuando escuchó, algo alejado, lo que parecían sonidos de una disputa, que, de momento, no había llegado a las manos. A penas estaba a un kilometro de la ciudad, no sabía como los guardias permitían semejante tropelía a sus puertas.
Se fijó más, fingiendo que no lo hacía, y pudo ver que uno de los implicados era Eoghan. El chico no se entrometería si no fuera por una buena causa, aunque, eso solía hacer que acabase con más heridas de las recomendadas, y de las que ella podía remendar, iba a acabar con cicatrices por todos lados. Eléanör suspiró desde su montura, no iba a dejarlos allí, solos, ni a su amigo, ni a los bandidos, que corrían más peligro aun que el chico.
- Vamos Hans.- musitó al oído del caballo.- vamos a hacer algo de teatro.
Hizo girar al caballo, para que mirase en dirección al problema, soltó sus manos y le dio dos golpes con los talones, haciendo que hans corriera sin detenerse, gritó, pareciendo asustada, y cuando el caballo llegó a los bandidos, pisó a uno de ellos en el pie, haciendo que, dolorido, se retirase. Ely, siguiendo con su pequeño espectáculo, se abrazó al cuello de su caballo sin riendas ni sillas y murmuró sonriendo.
- Sientate.
Cuando el animal lo hizo, acabó sobre la pierna ya herida del hombre, y Ely pudo descender sin mayor problema, Hans, a su lado, se levanto, pero la pierna de uno de ellos ya estaba desecha. Sonrió de espaldas a los ladrones y le guiñó un ojo a Eoghan, para, seguidamente, girarse y seguir la obra.
-Hay, lo siento, lo siento mucho, se descontroló el caballo y... y no podía frenarlo, hace lo que quiere.- Se giró a Hans.- Mal hans, muy mal, que malo.- Le dijo fingiendo, usando un ligero tono infantil, mientras intentaba sacarlo de en medio.- Lo siento de verdad.- se disculpó falsamente de nuevo, logrando dejar a Hans a su espalda.- ¿Va todo bien? ¿se ha hecho daño?- Le preguntó al hombre con fingida inocencia, separándose del centro y situándose junto a Eo. Luego tendría que darle a su caballo un par de zanahorias como recompensa.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Tardes de peligro [Libre] [Interpretativo] [4/4]
La mente de Wind no paraba de buscar una solución para salir ilesa de aquella extraña situación “Si entro en la ciudad podría pedir ayuda a algún guardia” Fue la idea más factible que se le ocurrió, pero supuso que aquellos dos moles ya habían contado con aquello por lo que pensó que un enfrentamiento directo quizás sería más efectivo “Un par de gritos más y tal vez conmueva el alma de alguien” Cuando pensó que tal vez esa idea era la mejor, la elfa dio un par de gritos que hizo que los hombres pusieran una expresión de pocos amigos. Parecía que su estrategia no había funcionado demasiado bien, pues ahora parecían más enfadados que antes, pero cuando ya empezaba a pensar en otra solución apareció un hombre seguido de una mujer. Le elfa estaba completamente sorprendida pues contaba con tener que apañárselas sola ya que una estrategia tan simple no solía dar resultados efectivos.
Aquello hizo que la joven se quedara unos instantes estupefacta observando como aquel hombre tenía unas firmes intenciones de ayudarla y aunque la mujer parecía no estar tan convencida, Wind agradecía su presencia pues eso les daba mayoría numérica… teóricamente ya que aquellos hombres podrían ser tranquilamente otros dos. La joven no pudo evitar una pequeña sonrisa de sincero agradecimientos hacia ambos mientras aquellos dos hombres se giraban dispuestos a averiguar quiénes eran los que habían osado molestarles.
Cuando los bandidos recibieron la advertencia del hombre, soltaron por fin a Wind, haciendo que la joven suspirara y se mirara el brazo donde probablemente, le saldría un moratón pronto debido a la fuerza desmedida que habían ejercido sobre ella. La elfa se quedó un segundo callada, buscando las palabras adecuadas para explicarle a aquella chica lo que sucedía –Estos hombres…- Intentó explicar sin poder evitar dejar la frase a medias pues justo antes de que pudiera terminarla vio como un caballo se acercaba hacia ellos a bastante velocidad con una joven montada sobre él -¿Pero qué…?- Dijo en un susurro justo antes de que el animal se parara apenas a unos centímetros de ella y se sentara encima de uno de los hombres. Se quedó un segundo quieta sin saber muy bien que estaba pasando, miró atónita a la joven del caballo que bajo rápidamente de éste para hablar con uno de los malhechores. Los improperios del bandido se podían escuchar claramente pues parecía tener buenos pulmones y su voz se escuchaba demasiado alta. Su compañero, parecía no tener muy claro que hacer, y como si la tensión hubiera podido con él, se fue de allí tan rápido como había llegado dejando al hombre con la pierna herida solo.
No pudo evitar sonreír cuando vio al caballo sentado sobre la pierna de aquel malhechor mientras pensaba en lo simpático que le parecía aquel animal. Cuando escuchó a la elfa regañar al caballo, rió suavemente intentando que no se le notara demasiado aunque probablemente sin mucho éxito –Estoy segura que el señor está bien ¿Verdad?- Dijo la joven contestando por el hombre tirado en el suelo mientras sonreía. -¿Estás bien?- Preguntó Wind a la elfa ciertamente preocupada por la expectativa de que se pudiera haber hecho daño en algún momento. –Gracias a todos por ayudarme- Dijo completamente sincera mientras ignoraba al hombre que aún estaba tendido en el suelo sin mediar ni una palabra.
El hombre se levantó como buenamente pudo dispuesto a irse de aquel lugar pues estaba bastante claro que no iba a sacar nada de ninguno de los allí presentes, con un poco de suerte al tener la pierna así, no podría molestar a nadie en algunos días.
Aquello hizo que la joven se quedara unos instantes estupefacta observando como aquel hombre tenía unas firmes intenciones de ayudarla y aunque la mujer parecía no estar tan convencida, Wind agradecía su presencia pues eso les daba mayoría numérica… teóricamente ya que aquellos hombres podrían ser tranquilamente otros dos. La joven no pudo evitar una pequeña sonrisa de sincero agradecimientos hacia ambos mientras aquellos dos hombres se giraban dispuestos a averiguar quiénes eran los que habían osado molestarles.
Cuando los bandidos recibieron la advertencia del hombre, soltaron por fin a Wind, haciendo que la joven suspirara y se mirara el brazo donde probablemente, le saldría un moratón pronto debido a la fuerza desmedida que habían ejercido sobre ella. La elfa se quedó un segundo callada, buscando las palabras adecuadas para explicarle a aquella chica lo que sucedía –Estos hombres…- Intentó explicar sin poder evitar dejar la frase a medias pues justo antes de que pudiera terminarla vio como un caballo se acercaba hacia ellos a bastante velocidad con una joven montada sobre él -¿Pero qué…?- Dijo en un susurro justo antes de que el animal se parara apenas a unos centímetros de ella y se sentara encima de uno de los hombres. Se quedó un segundo quieta sin saber muy bien que estaba pasando, miró atónita a la joven del caballo que bajo rápidamente de éste para hablar con uno de los malhechores. Los improperios del bandido se podían escuchar claramente pues parecía tener buenos pulmones y su voz se escuchaba demasiado alta. Su compañero, parecía no tener muy claro que hacer, y como si la tensión hubiera podido con él, se fue de allí tan rápido como había llegado dejando al hombre con la pierna herida solo.
No pudo evitar sonreír cuando vio al caballo sentado sobre la pierna de aquel malhechor mientras pensaba en lo simpático que le parecía aquel animal. Cuando escuchó a la elfa regañar al caballo, rió suavemente intentando que no se le notara demasiado aunque probablemente sin mucho éxito –Estoy segura que el señor está bien ¿Verdad?- Dijo la joven contestando por el hombre tirado en el suelo mientras sonreía. -¿Estás bien?- Preguntó Wind a la elfa ciertamente preocupada por la expectativa de que se pudiera haber hecho daño en algún momento. –Gracias a todos por ayudarme- Dijo completamente sincera mientras ignoraba al hombre que aún estaba tendido en el suelo sin mediar ni una palabra.
El hombre se levantó como buenamente pudo dispuesto a irse de aquel lugar pues estaba bastante claro que no iba a sacar nada de ninguno de los allí presentes, con un poco de suerte al tener la pierna así, no podría molestar a nadie en algunos días.
Windorind Crownguard
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Re: Tardes de peligro [Libre] [Interpretativo] [4/4]
Eoghan casi se echó a reír con la intervención de Eléanör y Hans. Cuando uno de los gordinflones echó a correr dejando a su amigote atrás y el otro intentaba irse como podía, el joven guerrero apretó los labios esbozando una sonrisilla. Eoghan le dió un varazo de nuevo en el pandero al hombre.
-Arre, mula. Lárgate. -Lo apremió a que se fuera, y entonces sonrió de oreja a oreja mirando a Eléanör. Si oyó a Gerda, probablemente la había ignorado y ahora no se acordaba pues tenía cosas más importantes que hacer como por ejemplo ayudar a Windorind a deshacerse de esos tiparracos cuanto antes. Una vez ambos se hubieron ido, Eoghan se echó a reír. -Recuérdame que le compre a Hans un saco de zanahorias solo por esto, Ely.
Le dijo entre risas mientras le daba una suave palmada en el hombro a la pelirroja. Se apoyó de nuevo en la lanza y miró a Wind, ahora con el semblante más relajado y una sonrisa notablemente más agradable, amable y cálida.
-No ha sido nada. No me gusta la gente que abusa de los demás... Menos mal que te he oído pedir ayuda. -Dijo a la elfa morena mientras apoyaba una buena parte de su peso en la lanza, que resistía sin problema. Hubo un instante de silencio. -Yo soy Eoghan, hijo de Éothain, por cierto, y ella es Eléanör, aunque creo que será mejor que se presente ella.
Dijo, finalmente mientras miraba entonces a Gerda, en quien había reparado por primera vez. ¿Alguien más aparte de Eléanör y él mismo había acabado yendo a socorrer a alguien que pedía ayuda? Inédito en aquella ciudad.
-¿Y tú eres...? -Preguntó a la mujer rubia, aunque creía recordar que le había dicho algo antes de que llegase a darle un varazo a cada bandolero, pero probablemente no le hizo caso ninguno... Oh, claro. Cuando a Eoghan se le metía algo entre ceja y ceja, no había forma de sacarle de sus trece.
-Arre, mula. Lárgate. -Lo apremió a que se fuera, y entonces sonrió de oreja a oreja mirando a Eléanör. Si oyó a Gerda, probablemente la había ignorado y ahora no se acordaba pues tenía cosas más importantes que hacer como por ejemplo ayudar a Windorind a deshacerse de esos tiparracos cuanto antes. Una vez ambos se hubieron ido, Eoghan se echó a reír. -Recuérdame que le compre a Hans un saco de zanahorias solo por esto, Ely.
Le dijo entre risas mientras le daba una suave palmada en el hombro a la pelirroja. Se apoyó de nuevo en la lanza y miró a Wind, ahora con el semblante más relajado y una sonrisa notablemente más agradable, amable y cálida.
-No ha sido nada. No me gusta la gente que abusa de los demás... Menos mal que te he oído pedir ayuda. -Dijo a la elfa morena mientras apoyaba una buena parte de su peso en la lanza, que resistía sin problema. Hubo un instante de silencio. -Yo soy Eoghan, hijo de Éothain, por cierto, y ella es Eléanör, aunque creo que será mejor que se presente ella.
Dijo, finalmente mientras miraba entonces a Gerda, en quien había reparado por primera vez. ¿Alguien más aparte de Eléanör y él mismo había acabado yendo a socorrer a alguien que pedía ayuda? Inédito en aquella ciudad.
-¿Y tú eres...? -Preguntó a la mujer rubia, aunque creía recordar que le había dicho algo antes de que llegase a darle un varazo a cada bandolero, pero probablemente no le hizo caso ninguno... Oh, claro. Cuando a Eoghan se le metía algo entre ceja y ceja, no había forma de sacarle de sus trece.
Eoghan Lothannor
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Re: Tardes de peligro [Libre] [Interpretativo] [4/4]
No hubo tiempo para explicaciones. Una mujer a lomos de un caballo entró en escena rápidamente, solucionando la situación para la elfa. Estaba segura de que para el hombre herido, sin embargo, las cosas empeoraban con aquello. Era algo que no me importaba ni remotamente. Si no querías terminar con una pierna aplastada no debías intentar abusar de nadie. Uno obtenía lo que se buscaba, casi siempre. Por aquella misma regla yo obtendría fama y respeto. Uno también obtenía lo que merecía, a fin de cuentas.
Me tomé la amabilidad de esperar a que me tocase el turno, ya que allí todos parecían ser más importantes que yo. Incluso el caballo, que se había ganado unas zanahorias. Yo, sin embargo, ni una disculpa. Aunque, personalmente, el caballo había hecho la mayor parte del trabajo, así que no desmerecía algún tipo de premio. Pero incluso aquello me importaba bien poco.
Y por fin, ¡por fin!, el hombre pareció verme. “Pareció”, porque ya me había visto antes. Todos lo hacían, constantemente. Era inevitable. Simplemente había retrasado su encuentro conmigo porque la situación se había complicado.
Me relajé antes de hablar. No quería que parecía que había perdido los nervios. Los tres desprendían aquel aire bobalicón de bondad y amistad que compartían entre sí. Yo, sin embargo, había sido apartada de un manotazo mientras, simplemente, caminaba sin hacer daño a nadie.
-¿Qué quién soy? ¡Gerda Jorgën!-. Ladeé la cabeza suavemente, cruzándome de brazos, y los miré a los tres-. Seguramente habréis oído hablar de mí, aunque he llegado hace poco-. Le quité importancia a aquel hecho evidente negando un par de veces-. Esta vez te perdonaré por haberme empujado, ya que era por un buen motivo, pero que no se repita.
Que empujase a otros si lo quería, ¡a toda Lunargenta! Pero no a mí. Yo era intocable, inempujable. Tratarme de aquel modo no era lo que correspondía a la que sería un día mi posición. Próximamente. Muy pronto.
Los miré a los tres de pronto. ¿Habían dicho sus nombres? Fruncí el ceño, pensativa. No importaba. No dejaban de ser desconocidos. Y, para colmo, dos de ellas eran elfas. Si no tenía un rasgo como las orejas para distinguirlas, ¿cómo iba a hacerlo? Una de ellas tenía caballo. Aquel detalle podía ser la clave para no confundirlas.
Me tomé la amabilidad de esperar a que me tocase el turno, ya que allí todos parecían ser más importantes que yo. Incluso el caballo, que se había ganado unas zanahorias. Yo, sin embargo, ni una disculpa. Aunque, personalmente, el caballo había hecho la mayor parte del trabajo, así que no desmerecía algún tipo de premio. Pero incluso aquello me importaba bien poco.
Y por fin, ¡por fin!, el hombre pareció verme. “Pareció”, porque ya me había visto antes. Todos lo hacían, constantemente. Era inevitable. Simplemente había retrasado su encuentro conmigo porque la situación se había complicado.
Me relajé antes de hablar. No quería que parecía que había perdido los nervios. Los tres desprendían aquel aire bobalicón de bondad y amistad que compartían entre sí. Yo, sin embargo, había sido apartada de un manotazo mientras, simplemente, caminaba sin hacer daño a nadie.
-¿Qué quién soy? ¡Gerda Jorgën!-. Ladeé la cabeza suavemente, cruzándome de brazos, y los miré a los tres-. Seguramente habréis oído hablar de mí, aunque he llegado hace poco-. Le quité importancia a aquel hecho evidente negando un par de veces-. Esta vez te perdonaré por haberme empujado, ya que era por un buen motivo, pero que no se repita.
Que empujase a otros si lo quería, ¡a toda Lunargenta! Pero no a mí. Yo era intocable, inempujable. Tratarme de aquel modo no era lo que correspondía a la que sería un día mi posición. Próximamente. Muy pronto.
Los miré a los tres de pronto. ¿Habían dicho sus nombres? Fruncí el ceño, pensativa. No importaba. No dejaban de ser desconocidos. Y, para colmo, dos de ellas eran elfas. Si no tenía un rasgo como las orejas para distinguirlas, ¿cómo iba a hacerlo? Una de ellas tenía caballo. Aquel detalle podía ser la clave para no confundirlas.
Gerda Jorgën
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Re: Tardes de peligro [Libre] [Interpretativo] [4/4]
Los asaltantes empezaron a correr despavoridos, Ely suspiró aliviada, era la primera vez que se atrevía a hacer algo así sola, y, para su suerte, había salido bien. Sonrió a Eoghan, cuando comentó lo de las zanahorias, si, sin duda Hans se las merecía. Mientras comenzaban las presentaciones, Ely se giró, no queriendo entrometerse, y acarició a Hans en el hocico.
El caballo, ya calmado, bajó la quijada y se dejó mimar. Cuando la elfa pelirroja escuchó su nombre, alzó la cabeza y sonrió a modo de saludo, había sido la última en llegar, debía ser la última en presentarse, eso, al menos, creía recordar de las normas aprendidas durante sus estudios.
Lo cierto es que Eléanör era más dada a observar y callar, prefería ser prudente, pues sabía, por experiencia, que las personas están llenas de falsedad, que el odio inunda sus corazones, y que, si no tienen de que hablar, se lo inventan, sin importarles el daño que puedan hacer o dejar de hacer, en realidad, incluso los elfos eran así, a pesar de toda la pureza y lo que querían representar.
Aun recordaba cuando, durante sus estudios, algunas de las aspirantes habían intentado hacerle daño esparciendo mentiras sobre ella, y como, por desgracia, se había dejado afectar, aun no olvidaba la primera vez que había cegado a una persona, por suerte eso ya había pasado, y aunque no todo el mundo tendía a pensar bien de los demás, como intentaba hacer ella, merecían una oportunidad, y por ellos había decidido observar, aunque los demás considerasen que nada se sabía de ella, no le importaba, prefería ser un misterio que una descuidada.
- Encantada de conoceros.- dijo con su voz suave.- Bueno, Eoghan ya me ha presentado pero... eso, soy Eléanör, aunque me podéis llamar Ely, y este es Hans.- dijo presentando a su alazan negro, mientras le acariciaba el cuello.
Miró al frente, por donde habían huido los asaltantes y frunció el ceño, cada vez había más peligro por los alrededores de Lunargenta, y ella seguía sin encontrar a su hermano, tal vez debería plantearse el visitar otros lugares de Aerandir, menos la isla de lo brujos, no temía acercarse a ningún sitio.
Se acurrucó en la capa, abrigándose del frío aire de primavera que soplaba por esas horas. Tal vez, como le había sucedido a ella cuando encontró a Pyp, hubiera más miembros de la banda, posiblemente fuera mejor alejarse del lugar, adentrarse en las granjas o, tal vez, en la ciudad, más valía eso a esperar el encuentro con otros asaltantes. Tocó a Hans en el lomo, haciéndolo agacharse y se subió en su grupa. Se acomodó y lo guió por la melena, ya que no usaba riendas o silla alguna para montar, para que diera la vuelta.
- Sería mejor que nos alejásemos, por los caminos siempre hay más asaltantes de los que parece.- Sugirió con aires preocupados y labios fruncidos.
En la cara de Ely aun se notaba la preocupación y el miedo que pasó la ultima vez que se le ocurrió en las afueras, ciertamente la chica no era una total inútil o una persona débil, pero si se asustaba con muchísima facilidad, era una persona que fácilmente tenía miedo y que, definitivamente, no quería volver a pasar por una situación como la que había pasado en los bosques humanos o volverse a quedar encerrada en un sótano oscuro con unos traficantes en el piso de arriba.
No, definitivamente, no, solo quería calma y tranquilidad, aunque ya supiera manejarse mejor en esas situaciones, definitivamente se negaba a verse metida en esas situaciones, no nuevamente,
El caballo, ya calmado, bajó la quijada y se dejó mimar. Cuando la elfa pelirroja escuchó su nombre, alzó la cabeza y sonrió a modo de saludo, había sido la última en llegar, debía ser la última en presentarse, eso, al menos, creía recordar de las normas aprendidas durante sus estudios.
Lo cierto es que Eléanör era más dada a observar y callar, prefería ser prudente, pues sabía, por experiencia, que las personas están llenas de falsedad, que el odio inunda sus corazones, y que, si no tienen de que hablar, se lo inventan, sin importarles el daño que puedan hacer o dejar de hacer, en realidad, incluso los elfos eran así, a pesar de toda la pureza y lo que querían representar.
Aun recordaba cuando, durante sus estudios, algunas de las aspirantes habían intentado hacerle daño esparciendo mentiras sobre ella, y como, por desgracia, se había dejado afectar, aun no olvidaba la primera vez que había cegado a una persona, por suerte eso ya había pasado, y aunque no todo el mundo tendía a pensar bien de los demás, como intentaba hacer ella, merecían una oportunidad, y por ellos había decidido observar, aunque los demás considerasen que nada se sabía de ella, no le importaba, prefería ser un misterio que una descuidada.
- Encantada de conoceros.- dijo con su voz suave.- Bueno, Eoghan ya me ha presentado pero... eso, soy Eléanör, aunque me podéis llamar Ely, y este es Hans.- dijo presentando a su alazan negro, mientras le acariciaba el cuello.
Miró al frente, por donde habían huido los asaltantes y frunció el ceño, cada vez había más peligro por los alrededores de Lunargenta, y ella seguía sin encontrar a su hermano, tal vez debería plantearse el visitar otros lugares de Aerandir, menos la isla de lo brujos, no temía acercarse a ningún sitio.
Se acurrucó en la capa, abrigándose del frío aire de primavera que soplaba por esas horas. Tal vez, como le había sucedido a ella cuando encontró a Pyp, hubiera más miembros de la banda, posiblemente fuera mejor alejarse del lugar, adentrarse en las granjas o, tal vez, en la ciudad, más valía eso a esperar el encuentro con otros asaltantes. Tocó a Hans en el lomo, haciéndolo agacharse y se subió en su grupa. Se acomodó y lo guió por la melena, ya que no usaba riendas o silla alguna para montar, para que diera la vuelta.
- Sería mejor que nos alejásemos, por los caminos siempre hay más asaltantes de los que parece.- Sugirió con aires preocupados y labios fruncidos.
En la cara de Ely aun se notaba la preocupación y el miedo que pasó la ultima vez que se le ocurrió en las afueras, ciertamente la chica no era una total inútil o una persona débil, pero si se asustaba con muchísima facilidad, era una persona que fácilmente tenía miedo y que, definitivamente, no quería volver a pasar por una situación como la que había pasado en los bosques humanos o volverse a quedar encerrada en un sótano oscuro con unos traficantes en el piso de arriba.
No, definitivamente, no, solo quería calma y tranquilidad, aunque ya supiera manejarse mejor en esas situaciones, definitivamente se negaba a verse metida en esas situaciones, no nuevamente,
Eléanör Gàlathiël
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Re: Tardes de peligro [Libre] [Interpretativo] [4/4]
Wind sonrió de nuevo intentando camuflar una suave risa cuando vio como el hombre apremiaba al bandido a irse, mientras éste iba cojeando con cara de pocos amigos “Hoy no ha sido su día de suerte” Pensó la elfa mientras le miraba irse de aquella manera. “¿Ely? ¿Hans?” supuso que se refería a la elfa y al caballo así que les miró un par de veces –Oh, ¿así que os conocíais?- Preguntó sorprendida “Aunque supongo que las buenas personas siempre acaban conociéndose entre ellas” –Encantada Eoghan- Dijo la joven sonriéndole.
Cuando el hombre miró a la mujer que iba con él, Wind la miró extrañada -¿No veníais juntos?- Preguntó curiosa, pues estaba casi segura de que les había visto llegar al mismo tiempo y a ambos con unas intenciones mas que parecidas. –Lo siento Gerda, no reconozco tu nombre. No soy de por aquí… ¿Acaso eres famosa por esta zona?- Preguntó la joven ciertamente emocionada, pues siempre era divertido conocer a gente de renombre para escuchar las historias que solían llevar a sus espaldas.
Cuando la elfa habló, Wind dirigió su mirada a ella, realmente parecía como una ronda de presentaciones o al menos esa sensación le daba y un ligero rubor recorrió su rostro cuando se dio cuenta de que ella misma aún no había dicho su nombre así que, se apresuró a hacerlo antes de que pensaran que era una maleducada o algo por el estilo. -Encantada, yo soy Windorind- Se presentó la joven con una sonrisa sincera, no estaba muy segura de qué hacer en aquel momento pues, aunque debía reemprender su viaje, le parecía una autentica grosería dejar a aquellos que la habían ayudado con un simple agradecimiento verbal y más, cuando eran 3 personas las que se habían molestado en intervenir.
Wind observó como la elfa que se hacía llamar Ely, se subía al caballo sin ningún tipo de montura “Debe ser complicado” Pensó con cierta admiración que se le reflejaba en la cara pues ella nunca se había llevado bien con los caballos, no pudo evitar recordar cuando su abuelo intentó enseñarla a montar y por poco se abrió la cabeza ya que el caballo se encabritó terminando en una fea caída de la elfa contra la hierba del bosque. Aquella historia, al principio le daba cierta vergüenza y no le gustaba recordarla en lo absoluto, pero según fue creciendo aquella anécdota comenzó a tornársele divertida llegando a ser ahora una de sus historias favoritas.
-Yo… Estoy realmente agradecida por vuestra ayuda y me gustaría recompensaros de algún modo- Comenzó a decir la joven con cierto nerviosismo, pues no sabía si aquellas personas tendrían quehaceres y si su ofrecimiento les incomodaría de algún modo o si se sentirían obligados a aceptar. –Me gustaría invitaros a algo como agradecimiento- Añadió aun con el rubor en sus mejillas –Solo si queréis claro- Se apresuró a decir justo después para evitar que se sintieran coaccionados de algún modo mientras hacia ligeros aspavientos con las manos.
La joven esperó a la respuesta que le dieran mientras pensaba en alguna posada o taberna por allí fuera donde poder invitar a aquellas personas a tomar algo y que no fuera excesivamente caro pues desde luego no tenía dinero suficiente como para invitarles a un gran festín ni mucho menos, sino más bien a algo modesto. -¿Dónde podríamos ir?- Preguntó Wind más como si lo hiciera para ella misma que como una pregunta para los demás.
Cuando el hombre miró a la mujer que iba con él, Wind la miró extrañada -¿No veníais juntos?- Preguntó curiosa, pues estaba casi segura de que les había visto llegar al mismo tiempo y a ambos con unas intenciones mas que parecidas. –Lo siento Gerda, no reconozco tu nombre. No soy de por aquí… ¿Acaso eres famosa por esta zona?- Preguntó la joven ciertamente emocionada, pues siempre era divertido conocer a gente de renombre para escuchar las historias que solían llevar a sus espaldas.
Cuando la elfa habló, Wind dirigió su mirada a ella, realmente parecía como una ronda de presentaciones o al menos esa sensación le daba y un ligero rubor recorrió su rostro cuando se dio cuenta de que ella misma aún no había dicho su nombre así que, se apresuró a hacerlo antes de que pensaran que era una maleducada o algo por el estilo. -Encantada, yo soy Windorind- Se presentó la joven con una sonrisa sincera, no estaba muy segura de qué hacer en aquel momento pues, aunque debía reemprender su viaje, le parecía una autentica grosería dejar a aquellos que la habían ayudado con un simple agradecimiento verbal y más, cuando eran 3 personas las que se habían molestado en intervenir.
Wind observó como la elfa que se hacía llamar Ely, se subía al caballo sin ningún tipo de montura “Debe ser complicado” Pensó con cierta admiración que se le reflejaba en la cara pues ella nunca se había llevado bien con los caballos, no pudo evitar recordar cuando su abuelo intentó enseñarla a montar y por poco se abrió la cabeza ya que el caballo se encabritó terminando en una fea caída de la elfa contra la hierba del bosque. Aquella historia, al principio le daba cierta vergüenza y no le gustaba recordarla en lo absoluto, pero según fue creciendo aquella anécdota comenzó a tornársele divertida llegando a ser ahora una de sus historias favoritas.
-Yo… Estoy realmente agradecida por vuestra ayuda y me gustaría recompensaros de algún modo- Comenzó a decir la joven con cierto nerviosismo, pues no sabía si aquellas personas tendrían quehaceres y si su ofrecimiento les incomodaría de algún modo o si se sentirían obligados a aceptar. –Me gustaría invitaros a algo como agradecimiento- Añadió aun con el rubor en sus mejillas –Solo si queréis claro- Se apresuró a decir justo después para evitar que se sintieran coaccionados de algún modo mientras hacia ligeros aspavientos con las manos.
La joven esperó a la respuesta que le dieran mientras pensaba en alguna posada o taberna por allí fuera donde poder invitar a aquellas personas a tomar algo y que no fuera excesivamente caro pues desde luego no tenía dinero suficiente como para invitarles a un gran festín ni mucho menos, sino más bien a algo modesto. -¿Dónde podríamos ir?- Preguntó Wind más como si lo hiciera para ella misma que como una pregunta para los demás.
Windorind Crownguard
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Re: Tardes de peligro [Libre] [Interpretativo] [4/4]
Eoghan sonrió cálidamente a Wind, agachando suavemente la cabeza en una reverencia en cuanto ésta se presentó. Luego miró a Gerda, ¿la había empujado de verdad? Bueno, tampoco es que se perdiera mucho. Se encogió de hombros en una silente disculpa muy fácilmente malinterpretable.
-Si es famosa, ni yo lo sé, no he oído su nombre en mi vida tampoco. Un placer conocerte en cualquier caso -Dijo a la elfa, y luego a Gerda mientras se acercaba al caballo de Eléanör y le tomaba suavemente por el hocico mientras la pelirroja montaba sobre él. Rascó el morro de Hans y tomó una zanahoria del cinto, ofreciéndole la chuchería al caballo. El joven sonreía mientras trataba con el jaco, pues no solo era un guerrero si no que se había criado entre caballos. Sabía tratarlos, cuidarlos, conocerlos como a uno más del pueblo, y eso era fácil de ver en cómo trataba a Hans.
¿Y ahora qué? Pensó el joven rubio mientras frotaba con la palma de la mano el costado del cuello de Hans, con un suave fruncimiento de su ceño. Quizás ya llevaba demasiado tiempo rondando por Lunargenta y era hora de moverse, ahora que tenía más fondos, podía costearse posadas decentes, no tenía que ganarse la vida forjando herraduras y lo más importante, ya volvía a sentir las ganas de caminar de nuevo... La cuestión era, ¿a dónde? Probablemente se movería a Vuvulfwar o a Baslodia. Al fin y al cabo, tenía que seguirle la pista al tal Crane. Era un pez gordo del crimen, ¿no? Seguro que no sería difícil pescarle o hacer que asomase las aletas.
Sus divagaciones mentales se vieron interrumpidas por la sugerencia de su amiga. Miró arriba a la grupa del caballo, mirando a la elfa, y con un asentimiento dio una suave palmada sobre el lomo de Hans, más que una orden para que andase, una palmadita de aliento como quien instaba a un amigo de toda la vida a caminar aunque estuviera cansado.
-Definitivamente, sí, movernos de aquí sería lo más sabio. -Dijo Eoghan, coincidiendo con la opinión de la sacerdotisa. Fue entonces cuando le sorprendió escuchar a Windorind: Estaba tan acostumbrado a que la gente se marchase asustada, o que simplemente le gruñesen, que hasta le pilló por sorpresa el encontrarse a alguien lo bastante agradecido como para, al menos, invitarles a algo caliente.
Aunque la joven parecía no tener mucha idea de a dónde ir. Eoghan ladeó suavemente la cabeza y se dio unos golpecitos en el labio inferior, frotándose entonces la barba de la mandíbula. Eran las afueras y no estaban particularmente lejos de la ciudad. Si seguían el camino hacia Lunargenta, seguramente encontrarían un hostal de camino que las veces servía de tugurio para los labriegos, y por experiencia propia, aunque eran locales humildes, los dueños y los parroquianos recibían a los viajeros habitualmente con alegría, pues nuevos viajeros implicaban nuevas monedas de plata, lo cual siempre venía bien, fuera la época del año que fuere.
Además, con el frío que hizo últimamente, la economía de la gente era escueta y los asaltantes habían incrementado. Debían moverse.
-Aceptaré esa bebida encantado, más aun si va con compañía agradable incluida. -Sonrió ampliamente mientras caminaba al lado de Hans, apoyándose lentamente en la lanza. Lo cierto es que por el porte que llevaba y la espada al cinto parecía alguien versado en la guerra, pero el martillo de herrero que colgaba del otro lado delataba que probablemente fuera un viajero bien armado con nociones de herrería, ¿cuál de las dos cosas sería verdad? -Si seguimos el camino tarde o temprano encontraremos un hostal de camino. Yo sugeriría volver hacia la ciudad, allí proliferan bastante, y a estas horas no deberían de ser particularmente bulliciosas.
-Si es famosa, ni yo lo sé, no he oído su nombre en mi vida tampoco. Un placer conocerte en cualquier caso -Dijo a la elfa, y luego a Gerda mientras se acercaba al caballo de Eléanör y le tomaba suavemente por el hocico mientras la pelirroja montaba sobre él. Rascó el morro de Hans y tomó una zanahoria del cinto, ofreciéndole la chuchería al caballo. El joven sonreía mientras trataba con el jaco, pues no solo era un guerrero si no que se había criado entre caballos. Sabía tratarlos, cuidarlos, conocerlos como a uno más del pueblo, y eso era fácil de ver en cómo trataba a Hans.
¿Y ahora qué? Pensó el joven rubio mientras frotaba con la palma de la mano el costado del cuello de Hans, con un suave fruncimiento de su ceño. Quizás ya llevaba demasiado tiempo rondando por Lunargenta y era hora de moverse, ahora que tenía más fondos, podía costearse posadas decentes, no tenía que ganarse la vida forjando herraduras y lo más importante, ya volvía a sentir las ganas de caminar de nuevo... La cuestión era, ¿a dónde? Probablemente se movería a Vuvulfwar o a Baslodia. Al fin y al cabo, tenía que seguirle la pista al tal Crane. Era un pez gordo del crimen, ¿no? Seguro que no sería difícil pescarle o hacer que asomase las aletas.
Sus divagaciones mentales se vieron interrumpidas por la sugerencia de su amiga. Miró arriba a la grupa del caballo, mirando a la elfa, y con un asentimiento dio una suave palmada sobre el lomo de Hans, más que una orden para que andase, una palmadita de aliento como quien instaba a un amigo de toda la vida a caminar aunque estuviera cansado.
-Definitivamente, sí, movernos de aquí sería lo más sabio. -Dijo Eoghan, coincidiendo con la opinión de la sacerdotisa. Fue entonces cuando le sorprendió escuchar a Windorind: Estaba tan acostumbrado a que la gente se marchase asustada, o que simplemente le gruñesen, que hasta le pilló por sorpresa el encontrarse a alguien lo bastante agradecido como para, al menos, invitarles a algo caliente.
Aunque la joven parecía no tener mucha idea de a dónde ir. Eoghan ladeó suavemente la cabeza y se dio unos golpecitos en el labio inferior, frotándose entonces la barba de la mandíbula. Eran las afueras y no estaban particularmente lejos de la ciudad. Si seguían el camino hacia Lunargenta, seguramente encontrarían un hostal de camino que las veces servía de tugurio para los labriegos, y por experiencia propia, aunque eran locales humildes, los dueños y los parroquianos recibían a los viajeros habitualmente con alegría, pues nuevos viajeros implicaban nuevas monedas de plata, lo cual siempre venía bien, fuera la época del año que fuere.
Además, con el frío que hizo últimamente, la economía de la gente era escueta y los asaltantes habían incrementado. Debían moverse.
-Aceptaré esa bebida encantado, más aun si va con compañía agradable incluida. -Sonrió ampliamente mientras caminaba al lado de Hans, apoyándose lentamente en la lanza. Lo cierto es que por el porte que llevaba y la espada al cinto parecía alguien versado en la guerra, pero el martillo de herrero que colgaba del otro lado delataba que probablemente fuera un viajero bien armado con nociones de herrería, ¿cuál de las dos cosas sería verdad? -Si seguimos el camino tarde o temprano encontraremos un hostal de camino. Yo sugeriría volver hacia la ciudad, allí proliferan bastante, y a estas horas no deberían de ser particularmente bulliciosas.
Eoghan Lothannor
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Re: Tardes de peligro [Libre] [Interpretativo] [4/4]
Aquella situación estaba transcurriendo de una forma de lo más extraña. Mientras que las chicas se mostraban agradables, pero ajenas a todo, el hombre quitaba importancia a quien yo era y, ¡todavía más importante!, al hecho de que me había empujado. Incluso si yo lo había perdonado por aquello, su despreocupación al respecto me enervó soberanamente. Le daba tan igual que me sentía con todo el derecho del mundo a retirar mi perdón. Las personas como él, que no comprendían cuál era su sitio, no merecían condescendencia. Fruncí el ceño y arrugué la nariz, sin ocultar mi incomodidad.
-No, no veníamos juntos –dije a la elfa primero, con un tono más tranquilo del que utilicé a continuación, con el hombre-: Pues recuerda bien mi nombre –le espeté, descontenta. No era una amenaza, pero podía llegar a tomarse como tal-. Volverás a escucharlo, está seguro de ello.
No había hecho nada en Lunargenta todavía, pero estaba segura de que pronto surgiría la ocasión de destacar. Y si no lo escuchaba allí lo haría en otro lugar. El mundo era grande, y yo lo era más todavía.
El hombre se centró en el caballo –las bestias tendían a atraerse- y yo lo hice en las mujeres, que daban una conversación más interesante, aunque tampoco esperaba demasiado de ellas. Hablaban de alejarse de aquel lugar, en el que había sucedido el conflicto, como si por habernos juntado allí casualmente tuviésemos que generar un grupo y movernos de tal forma. Pero Gerda Jorgën era una mujer solitaria, que no necesitaba a otros para absolutamente nada, a no ser que le ofreciesen un buen trabajo o toda su admiración.
Estaba a punto de despedirme de aquellas personas, y no de la forma más grata posible, cuando una palabra conocida llegó a mis oídos y me detuvo a tiempo. “Recompensaros”.
Para ojos de algún estúpido con la percepción de una piedra, podía parecer que yo no había hecho nada por ayudar a la joven elfa, pero nada más lejos de la realidad. La unión hacía la fuerza, y yo había sido sumamente útil, ya que había sumado uno a aquel grupo, lo que había sido clave para espantar a aquellos apestosos hombres. Incluso no descartaba que hubiese sido mi fiera presencia concreta la que los había hecho escapar. Por tanto, merecía aquella recompensa de la que se hablaba. Y para alguien con tan pocas monedas en el bolsillo como yo, algo caliente en el estómago era una gran ofrenda de amistad.
No me había fijado en cómo se llamaba la elfa que no tenía caballo, pero me dije que lo recordaría si se repetía. Me esforcé, incluso, un poco en memorizar sus rasgos.
-Yo acepto el ofrecimiento –respondí, dispuesta, con una sonrisa, ignorando al hombre y acercándome algo a ella-. Lo contrario sería un insulto. Seguramente este encuentro no ha sido casual, y algo me ha enviado a ti para que nos conociéramos-. La muchacha debía sentirse afortunada de poder invitarme-. Y compartir comida es una buena excusa para compartir historias, también. He llegado hace poco, y estaré encantada de saber qué ha sucedido por Lunargenta últimamente. ¿Sois todos de por aquí?
Miré a las elfas de forma intermitente, pero la voz del hombre me llegó de todas formas. Ni queriendo podía no escucharlo. Aunque las palabras que formuló eran lo suficientemente cabales como para que no le quitase la razón o lo ignorase sin más.
-Desde luego, será más fácil encontrar un sitio en esa dirección que en la contraria –coincidí. Traté de recordar, pero no me había fijado en ningún lugar al salir de la ciudad, ya que no albergaba aquellas expectativas.
Al final eché a andar delante, autodenominándome la guía del grupo. Antes de que cambiasen de idea. Antes o después encontraríamos algún establecimiento.
-No, no veníamos juntos –dije a la elfa primero, con un tono más tranquilo del que utilicé a continuación, con el hombre-: Pues recuerda bien mi nombre –le espeté, descontenta. No era una amenaza, pero podía llegar a tomarse como tal-. Volverás a escucharlo, está seguro de ello.
No había hecho nada en Lunargenta todavía, pero estaba segura de que pronto surgiría la ocasión de destacar. Y si no lo escuchaba allí lo haría en otro lugar. El mundo era grande, y yo lo era más todavía.
El hombre se centró en el caballo –las bestias tendían a atraerse- y yo lo hice en las mujeres, que daban una conversación más interesante, aunque tampoco esperaba demasiado de ellas. Hablaban de alejarse de aquel lugar, en el que había sucedido el conflicto, como si por habernos juntado allí casualmente tuviésemos que generar un grupo y movernos de tal forma. Pero Gerda Jorgën era una mujer solitaria, que no necesitaba a otros para absolutamente nada, a no ser que le ofreciesen un buen trabajo o toda su admiración.
Estaba a punto de despedirme de aquellas personas, y no de la forma más grata posible, cuando una palabra conocida llegó a mis oídos y me detuvo a tiempo. “Recompensaros”.
Para ojos de algún estúpido con la percepción de una piedra, podía parecer que yo no había hecho nada por ayudar a la joven elfa, pero nada más lejos de la realidad. La unión hacía la fuerza, y yo había sido sumamente útil, ya que había sumado uno a aquel grupo, lo que había sido clave para espantar a aquellos apestosos hombres. Incluso no descartaba que hubiese sido mi fiera presencia concreta la que los había hecho escapar. Por tanto, merecía aquella recompensa de la que se hablaba. Y para alguien con tan pocas monedas en el bolsillo como yo, algo caliente en el estómago era una gran ofrenda de amistad.
No me había fijado en cómo se llamaba la elfa que no tenía caballo, pero me dije que lo recordaría si se repetía. Me esforcé, incluso, un poco en memorizar sus rasgos.
-Yo acepto el ofrecimiento –respondí, dispuesta, con una sonrisa, ignorando al hombre y acercándome algo a ella-. Lo contrario sería un insulto. Seguramente este encuentro no ha sido casual, y algo me ha enviado a ti para que nos conociéramos-. La muchacha debía sentirse afortunada de poder invitarme-. Y compartir comida es una buena excusa para compartir historias, también. He llegado hace poco, y estaré encantada de saber qué ha sucedido por Lunargenta últimamente. ¿Sois todos de por aquí?
Miré a las elfas de forma intermitente, pero la voz del hombre me llegó de todas formas. Ni queriendo podía no escucharlo. Aunque las palabras que formuló eran lo suficientemente cabales como para que no le quitase la razón o lo ignorase sin más.
-Desde luego, será más fácil encontrar un sitio en esa dirección que en la contraria –coincidí. Traté de recordar, pero no me había fijado en ningún lugar al salir de la ciudad, ya que no albergaba aquellas expectativas.
Al final eché a andar delante, autodenominándome la guía del grupo. Antes de que cambiasen de idea. Antes o después encontraríamos algún establecimiento.
Gerda Jorgën
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Re: Tardes de peligro [Libre] [Interpretativo] [4/4]
Las impresiones volaban, la elfa de cabello azulado le parecía casi tan inocentona como siempre la habían considerado a ella, algo que, verdaderamente, no estaba lejos de la realidad, lo cierto era que Ely era el prototipo de chica torpe, si cualquiera buscase la definición de torpe en el diccionario, vería un dibujo de la elfa pelirroja, lo único en lo que era útil, era en la medicina y no es que pudiera presumir de ser la mejor, precisamente, solo estaba estudiando.
Gerda, como había oído que se llamaba, le resultaba alguien algo ególatra, pero estaba segura de que, si era así su personalidad, estaba segura de que, aunque a los presentes no les sonase su nombre, realmente debía tener fama en algún lado, nadie actuaba de ese modo sin tener una razón para ello. Se agachó un poco mientras Eoghan le daba una zanahoria a Hans y habló con el caballo mientras los demás decidían ir a tomar algo.
- ¿Qué bien, eh Hans? Luego te daré yo un terrón de azúcar.- le sonrió al animal antes de girar la cabeza.
Sonrió, de pasada, a Eoghan, y volvió a ponerse bien sobre la grupa del animal, mientras el resto ya habían accedido a ir a tomar algo. Ely, desde Hans, asintió de acuerdo, y comenzó a seguirlos por los caminos, no quería se molestia, al fin y al cabo, no dejaba de ser la última en llegar. Los caminos eran bastante sinuosos, algunos entraban por el bosque, lugar que no le traía ningún buen recuerdo.
Lo cierto era que, desde su llegada a la ciudad, tanto dentro de las murallas como fuera de estas, solo habían sucedido desgracias, lo único bueno que le había pasado era conocer a Eoghan, a Pyp, y a Jericó, el elfo de la biblioteca. No le gustaba Lunargenta, pero si la mayoría de la gente que por allí rondaba, no podía evitar pensar que parecía que su hermano no estaba por ningún lado, pero poco le importaba en ese momento tardar más o menos en dar con él.
Las experiencias que estaba viviendo allí no las habría vivido si se hubiera quedado encerrada en su cárcel de oro y algodón. Ciertamente envía un par de heridas finas, casi imperceptibles, en su fina piel, una en el hombro y otra en el estomago, pero, aun así, esas heridas no eran más que la prueba viviente de sus aventuras, su aprendizaje y su madurez. ¿Qué otra elfa de su familia, qué otra elfa de sus compañeras aprendices, podía decir lo mismo? Ninguna, y eso, para Ely, aun sin ser una persona presumida o presuntuosa, le hacía sentir una cierta satisfacción.
Los arboles comenzaron a cubrir el camino mientras avanzaban a paso tranquilo, confiados, más que antes, al menos, al ir en grupo. El viento de primavera se tornó frío en la sombra de la arboleda, obligando a Ely a, desconfiada por la fuerza del aire y su poca resistencia, a detener a Hans y bajar de él. Volvió a avanzar, esta vez a pie, intentando alcanzar al grupo que iba frente a ella, Hans, a su lado, se adaptaba a su lento paso para no dejarla sola.
Los alcanzó respirando hondo, una simple carrera era, para ella, que no era ni ágil ni rápida ni fuerte, una prueba tremenda, la joven solo quería estar tranquila, pasear y ayudar a la gente, pero al parecer, necesitaba algo de fuerza física para ello, debería plantearse hacer algo de deporte y mejorar ese aspecto. Sonrió a los demás al llegar a su altura, y apoyó una mano en el lomo de Hans.
Por fin, al comenzar a salir del camino arbolado, logró entrever una posada de aspecto encantador con flores en la parte de delante, era como una casa de cuento de hadas, pequeña, tranquila, alejada de todo, con un cartelito que rezaba, "Posada luz de luna" incluso el nombre era bonito. Sin embargo, el aspecto idílico cesó de pronto, y una silla salió volando por una ventana. Ely abrió los ojos sorprendida.
- ¿Qué... qué está pasando?- preguntó en un murmullo de su voz suave.
Gerda, como había oído que se llamaba, le resultaba alguien algo ególatra, pero estaba segura de que, si era así su personalidad, estaba segura de que, aunque a los presentes no les sonase su nombre, realmente debía tener fama en algún lado, nadie actuaba de ese modo sin tener una razón para ello. Se agachó un poco mientras Eoghan le daba una zanahoria a Hans y habló con el caballo mientras los demás decidían ir a tomar algo.
- ¿Qué bien, eh Hans? Luego te daré yo un terrón de azúcar.- le sonrió al animal antes de girar la cabeza.
Sonrió, de pasada, a Eoghan, y volvió a ponerse bien sobre la grupa del animal, mientras el resto ya habían accedido a ir a tomar algo. Ely, desde Hans, asintió de acuerdo, y comenzó a seguirlos por los caminos, no quería se molestia, al fin y al cabo, no dejaba de ser la última en llegar. Los caminos eran bastante sinuosos, algunos entraban por el bosque, lugar que no le traía ningún buen recuerdo.
Lo cierto era que, desde su llegada a la ciudad, tanto dentro de las murallas como fuera de estas, solo habían sucedido desgracias, lo único bueno que le había pasado era conocer a Eoghan, a Pyp, y a Jericó, el elfo de la biblioteca. No le gustaba Lunargenta, pero si la mayoría de la gente que por allí rondaba, no podía evitar pensar que parecía que su hermano no estaba por ningún lado, pero poco le importaba en ese momento tardar más o menos en dar con él.
Las experiencias que estaba viviendo allí no las habría vivido si se hubiera quedado encerrada en su cárcel de oro y algodón. Ciertamente envía un par de heridas finas, casi imperceptibles, en su fina piel, una en el hombro y otra en el estomago, pero, aun así, esas heridas no eran más que la prueba viviente de sus aventuras, su aprendizaje y su madurez. ¿Qué otra elfa de su familia, qué otra elfa de sus compañeras aprendices, podía decir lo mismo? Ninguna, y eso, para Ely, aun sin ser una persona presumida o presuntuosa, le hacía sentir una cierta satisfacción.
Los arboles comenzaron a cubrir el camino mientras avanzaban a paso tranquilo, confiados, más que antes, al menos, al ir en grupo. El viento de primavera se tornó frío en la sombra de la arboleda, obligando a Ely a, desconfiada por la fuerza del aire y su poca resistencia, a detener a Hans y bajar de él. Volvió a avanzar, esta vez a pie, intentando alcanzar al grupo que iba frente a ella, Hans, a su lado, se adaptaba a su lento paso para no dejarla sola.
Los alcanzó respirando hondo, una simple carrera era, para ella, que no era ni ágil ni rápida ni fuerte, una prueba tremenda, la joven solo quería estar tranquila, pasear y ayudar a la gente, pero al parecer, necesitaba algo de fuerza física para ello, debería plantearse hacer algo de deporte y mejorar ese aspecto. Sonrió a los demás al llegar a su altura, y apoyó una mano en el lomo de Hans.
Por fin, al comenzar a salir del camino arbolado, logró entrever una posada de aspecto encantador con flores en la parte de delante, era como una casa de cuento de hadas, pequeña, tranquila, alejada de todo, con un cartelito que rezaba, "Posada luz de luna" incluso el nombre era bonito. Sin embargo, el aspecto idílico cesó de pronto, y una silla salió volando por una ventana. Ely abrió los ojos sorprendida.
- ¿Qué... qué está pasando?- preguntó en un murmullo de su voz suave.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Tardes de peligro [Libre] [Interpretativo] [4/4]
Las opiniones de aquellos que la habían ayudado fueron bien recibidas por la elfa que estuvo de acuerdo en buscar una posada o taberna más cerca de la ciudad –En ese caso, deberíamos ponernos en marcha- Comentó con una sonrisa, alegre de que hubieran aceptado su ofrecimiento. Pocas cosas le gustaban menos que sentirse en deuda con los demás y más cuando eran varias las personas las que se habían visto involucradas en un pequeño altercado por su causa.
Apenas comenzaron a andar cuando se dio cuenta de que Gerda se ponía en la cabeza “¿Acaso conocerá algún buen lugar?” Aquella joven parecía realmente tener confianza en sí misma por lo que Wind supuso que debía ser famosa en algún otro lugar. –Gerda, antes habías dicho que si habíamos escuchado hablar de ti… ¿De dónde vienes? ¿Eres famosa en algún lugar?- Preguntó curiosa intentando conocer algo más de aquellos que iban con ella.
Wind observó ligeramente sorprendida a la elfa que venía detrás suyo, la cual parecía haber estado haciendo algún tipo de esfuerzo -¿Estás bien?- Lo cierto era que Wind a veces tendía a preocuparse por nada, pero no podía evitarlo –Tal vez si vuelves a montar en el caballo te resultaría menos cansado…- Dijo la joven a modo de consejo intentando que no sonara de ningún modo extraño ya que de ser de esa manera no sería ni la primera ni la última vez que le sucedería. No era extraño que ante aquel tipo de consejos recibiera un “¿Estas insinuando que soy débil?” como respuesta o sino, alguna bordería por el estilo, sobre todo cuando iban dirigidos a hombres los cuales solían intentar aparentar ser más fuertes de lo que realmente eran, una actitud que a la joven le parecía como poco, ridícula. aunque aquella elfa, no parecía ser de las que contestarían de aquella manera.
Después de unos minutos caminando, vio una posada realmente bonita ya saliendo de la arboleda, las flores le daba un aspecto de lugar encantador y la expresión de la joven hizo reflejo de aquello –Parece un lugar geni…al- A mitad de su pequeño comentario escuchó como la ventana se rompía y salía una recia silla por ella. Al parecer Ely había puesto en palabras lo que ella simplemente había pensado, Wind se quedó parada unos cuantos segundos sin saber muy bien que hacer ya que si había una pelea o algún tipo de altercado, su instinto le decía que debía entrar a ayudar pero no sabía si sus acompañantes estarían demasiado dispuestos a meterse en más líos por no hablar, de lo inútil que solía resultar en aquellas situaciones ya que su falta de fuerza y de armas de cerca no le daban muchas oportunidades de ayudar.
Al final, su preocupación ganó y tras unos instantes preguntó -¿Entramos?- Miró a los demás intentando descifrar si pensaban como ella, centrándose especialmente en el hombre que parecía ser el más preparado para intervenir en esa situación. Mientras seguía parada esperando la reacción por parte de sus compañeros pensaba en que si la habían ayudado a ella, tal vez también ayudarían a la gente de la posada pues aunque probablemente los que estaban en plena disputa no necesitaran demasiada ayuda, los dueños del lugar no estarían tan conformes con que su local fuera destrozado por una pelea.
Apenas comenzaron a andar cuando se dio cuenta de que Gerda se ponía en la cabeza “¿Acaso conocerá algún buen lugar?” Aquella joven parecía realmente tener confianza en sí misma por lo que Wind supuso que debía ser famosa en algún otro lugar. –Gerda, antes habías dicho que si habíamos escuchado hablar de ti… ¿De dónde vienes? ¿Eres famosa en algún lugar?- Preguntó curiosa intentando conocer algo más de aquellos que iban con ella.
Wind observó ligeramente sorprendida a la elfa que venía detrás suyo, la cual parecía haber estado haciendo algún tipo de esfuerzo -¿Estás bien?- Lo cierto era que Wind a veces tendía a preocuparse por nada, pero no podía evitarlo –Tal vez si vuelves a montar en el caballo te resultaría menos cansado…- Dijo la joven a modo de consejo intentando que no sonara de ningún modo extraño ya que de ser de esa manera no sería ni la primera ni la última vez que le sucedería. No era extraño que ante aquel tipo de consejos recibiera un “¿Estas insinuando que soy débil?” como respuesta o sino, alguna bordería por el estilo, sobre todo cuando iban dirigidos a hombres los cuales solían intentar aparentar ser más fuertes de lo que realmente eran, una actitud que a la joven le parecía como poco, ridícula. aunque aquella elfa, no parecía ser de las que contestarían de aquella manera.
Después de unos minutos caminando, vio una posada realmente bonita ya saliendo de la arboleda, las flores le daba un aspecto de lugar encantador y la expresión de la joven hizo reflejo de aquello –Parece un lugar geni…al- A mitad de su pequeño comentario escuchó como la ventana se rompía y salía una recia silla por ella. Al parecer Ely había puesto en palabras lo que ella simplemente había pensado, Wind se quedó parada unos cuantos segundos sin saber muy bien que hacer ya que si había una pelea o algún tipo de altercado, su instinto le decía que debía entrar a ayudar pero no sabía si sus acompañantes estarían demasiado dispuestos a meterse en más líos por no hablar, de lo inútil que solía resultar en aquellas situaciones ya que su falta de fuerza y de armas de cerca no le daban muchas oportunidades de ayudar.
Al final, su preocupación ganó y tras unos instantes preguntó -¿Entramos?- Miró a los demás intentando descifrar si pensaban como ella, centrándose especialmente en el hombre que parecía ser el más preparado para intervenir en esa situación. Mientras seguía parada esperando la reacción por parte de sus compañeros pensaba en que si la habían ayudado a ella, tal vez también ayudarían a la gente de la posada pues aunque probablemente los que estaban en plena disputa no necesitaran demasiada ayuda, los dueños del lugar no estarían tan conformes con que su local fuera destrozado por una pelea.
Windorind Crownguard
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Re: Tardes de peligro [Libre] [Interpretativo] [4/4]
Eoghan ignoró la amenaza de Gerda. Total y absolutamente, la pasó por alto. No iba a montarle una bronca por tener los humos subidos, pero no le gustaba que le tocasen las narices de aquella manera, ¿él por qué tenía que mostrar pleitesía a alguien que no había visto en toda su vida? Y por encima se daba esos aires.
Paseó acariciando las crines de Hans, deteniéndose a su vez para ayudar a Eléanör a desmontar una vez ella tuvo la necesidad de parar y bajarse de la montura. El joven sonrió a la pelirroja y caminó a paso lento al lado del jamelgo mientras apoyaba la mayor parte de su peso en la lanza. Hubo un momento de silencio mientras pasaban por la arboleda, momento en que él ni siquiera se molestó en romper. Un poco de silencio venía bien, sobre todo después de todo el alboroto que se había montado previamente.
La foresta dio paso a una posada que parecía como poco, sacada de un libro. No de esos libros de aventuras con posadas que se caían a pedazos que parecían ser tan populares entre la nobleza y las familias de comerciantes, no, no, hablamos de una posada más de un cuento para muchachos o de un género más generoso con las descripciones agradables. Estaba entera, no se caía a pedazos, perfectamente pintada, limpia y parecía que los dueños se habían esmerado en mantenerla en buen estado...
... Hasta que la silla salió volando por la ventana.
Eoghan hizo una mueca al ver la silla romper el cristal, y luego cuando escuchó a Ely, no pudo omitir una risa entre dientes.
-Espero que eso sea retórico. -Le dijo mientras se acercaba a la ventana tras hacer un gesto a las muchachas para que se quedasen detrás. Bueno, no es que le hiciera mucha gracia ser él quien se llevase un tortazo si es que el dueño de la silla querría aparecer por la ventana, pero mejor él que ellas. Se agachó ligeramente, asomando un costado de la cabeza al cristal para observar qué ocurría dentro. Ni siquiera se había molestado en ser sigiloso, cualquiera que haya visto ver volar una maldita silla a través de un vidrio se acercaría a cotillear.
Además, qué demonios, le apetecía liberar unas pocas tensiones, se había quedado con las ganas de darles un par de tortas a los bandidos de antes, ¡y eso que apreciaba que Ely y Hans aparecieran en el momento justo! Suspiró. pensando para sí. Debería controlarme, pensó con cierta reticencia a quedarse mirando solo a través de la ventana, aunque claro, no era lo mismo una reyerta de taberna como otra cualquiera que tarde o temprano pararía, que un ajuste de cuentas a un moroso por parte del prestamista.
Si era lo segundo, probablemente intervendría, si era lo primero...
... Bueno, tenía frutos secos en una bolsita. Sería divertido de ver.
Paseó acariciando las crines de Hans, deteniéndose a su vez para ayudar a Eléanör a desmontar una vez ella tuvo la necesidad de parar y bajarse de la montura. El joven sonrió a la pelirroja y caminó a paso lento al lado del jamelgo mientras apoyaba la mayor parte de su peso en la lanza. Hubo un momento de silencio mientras pasaban por la arboleda, momento en que él ni siquiera se molestó en romper. Un poco de silencio venía bien, sobre todo después de todo el alboroto que se había montado previamente.
La foresta dio paso a una posada que parecía como poco, sacada de un libro. No de esos libros de aventuras con posadas que se caían a pedazos que parecían ser tan populares entre la nobleza y las familias de comerciantes, no, no, hablamos de una posada más de un cuento para muchachos o de un género más generoso con las descripciones agradables. Estaba entera, no se caía a pedazos, perfectamente pintada, limpia y parecía que los dueños se habían esmerado en mantenerla en buen estado...
... Hasta que la silla salió volando por la ventana.
Eoghan hizo una mueca al ver la silla romper el cristal, y luego cuando escuchó a Ely, no pudo omitir una risa entre dientes.
-Espero que eso sea retórico. -Le dijo mientras se acercaba a la ventana tras hacer un gesto a las muchachas para que se quedasen detrás. Bueno, no es que le hiciera mucha gracia ser él quien se llevase un tortazo si es que el dueño de la silla querría aparecer por la ventana, pero mejor él que ellas. Se agachó ligeramente, asomando un costado de la cabeza al cristal para observar qué ocurría dentro. Ni siquiera se había molestado en ser sigiloso, cualquiera que haya visto ver volar una maldita silla a través de un vidrio se acercaría a cotillear.
Además, qué demonios, le apetecía liberar unas pocas tensiones, se había quedado con las ganas de darles un par de tortas a los bandidos de antes, ¡y eso que apreciaba que Ely y Hans aparecieran en el momento justo! Suspiró. pensando para sí. Debería controlarme, pensó con cierta reticencia a quedarse mirando solo a través de la ventana, aunque claro, no era lo mismo una reyerta de taberna como otra cualquiera que tarde o temprano pararía, que un ajuste de cuentas a un moroso por parte del prestamista.
Si era lo segundo, probablemente intervendría, si era lo primero...
... Bueno, tenía frutos secos en una bolsita. Sería divertido de ver.
Eoghan Lothannor
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Re: Tardes de peligro [Libre] [Interpretativo] [4/4]
El hombre me ignoró de nuevo, pero yo lo ignoré también. Con el camino por delante estaba entretenida, y cuando la elfa –la que iba a invitarnos a comer- se dirigió hacia mí, encontré otro buen motivo para distraerme. Saqué algo de pecho, esbozando una sonrisa tranquila, segura, y asentí con firmeza. Era cierto que mi fama no era muy conocida, no a gran escala, al menos, pero sí había personas diseminadas por el mundo que le debían gratitud a mi nombre: mercaderes y pueblerinos para los que había trabajado, jóvenes y no tan jóvenes que se habían prendado de mí y otras muchas personas con las que había tenido, aunque fuese, alguna palabra. Era una huella indeleble que dejaba inevitablemente en aquel que me miraba con cierta atención.
-Vengo del norte, de muy al norte, más allá de las tierras de los lobos-. Aquello era una mentira, en cierto modo, pero quería alejarme de mis orígenes en palabra, ya que lo había hecho del resto de las formas-. Me conocen por las ciudades y los caminos, e incluso en los pueblos. No todo el mundo, por supuesto-. No todavía-. Y aquí, en Lunargenta, que está lejos de mi hogar, apenas uno o dos me conocer-. Fruncí los labios un instante. Reconocer aquello era duro, pero no dejaba de ser cierto. Al momento recuperaba el ánimo. Miré a la elfa con férrea convicción-. No es importante. Ya habrá tiempo de que mi nombre se conozca. Todavía tengo que ganármelo aquí. Si las cosas son sencillas dejan de ser interesantes-. Y yo tenía madera para llegar a la fama. Simplemente tenía que jugar bien mis cartas.
Iba a preguntar a la elfa algo sobre ella, aunque solo fuese por cortesía, ya que ella se había mostrado amable conmigo; y más que el hombre, al menos. No obstante, ella se volvió hacia su compañera de raza. Llevaba el caballo de tras, y parecía fatigada. El hombre caminaba a su lado. Una sonrisa divertida se formó en mis labios por un momento, pero no hice comentarios.
El bosque me tranquilizaba. Era algo instintivo, quizás, por mucho que odiase aquel concepto, o de costumbre, si me planteaba que había pasado gran parte de mi vida rodeada de árboles en mayor o menor medida. En la espesura podían acechar peligros, pero también era sencillo huir y esconderse, o aprovechar el terreno para contraatacar. En aquel caso íbamos por una especie de camino, lo que nos dejaba desprotegidos frente a lo que pudiese aparecer, pero éramos un grupo de cuatro, y los grupos eran más seguros, aunque solo fuese porque disuadían a otros de atacar.
Llegué a dejarme llevar por el silencio y el sonido de los pasos sobre las hojas. Cuando dimos con lo que buscábamos, una posada, no pude reprimir la sonrisa de satisfacción. No estaba destrozada por las inclemencias del tiempo, ni tampoco descuidada. En un lugar como aquel, me dije, tenían que servir comidas magníficas. Ya sentía el sabor suculento de un buen estofado.
El sonido del vidrio al romperse me sacó de mi ensoñación. Primero alcé las cejas, sorprendida por el suceso. Luego arrugué un poco el ceño, incómoda con ello. No podía ser tan fácil como llegar y comer, evidentemente. Una cosa era que las cosas sencillas no fuesen interesantes y otra que cada momento fuese complicado por necesidad.
-Parece que es el día de la violencia –mascullé, con desgana. Más bien parecía el día de “hoy Gerda no podrá relajarse”.
El hombre se adelantó indicando que no nos moviésemos, pero no le presté mayor atención. No iba a empezar a hacerlo en aquel momento. Y menos aún con una situación interesante para investigar. Caminé tras él y eché un ojo dentro, asomándome a un lateral, con cuidado.
Me llegó un olor agradable a comida, la comida que quería. La imagen, sin embargo, era menos grata: un hombre generoso, tanto en tamaño como en espíritu, pues parecía regalar sillas, portaba un taburete en alto con expresión desencajada; a su alrededor había más personas de aspecto peligroso, mayoritariamente hombres, aunque había un par de mujeres también. Llegué a contar unos siete, por encima. El hombre de la silla parecía el cabecilla, y en aquel momento estaba enfrentado a otros dos hombres, uno de ellos sentado en el suelo y el otro en pie a su lado. Ambos estaban algo magullados, y uno sangraba por la nariz. Les gritaba, y escupía al hacerlo.
No se veía a ningún tabernero. La barra estaba vacía. Aunque con aquella situación tan tensa, como para no esconderse… En algunas de las mesas del fondo, lejos del grupo, había personas de aspecto más inofensivo, que parecían estar deseando que alguien los sacase de allí.
-¡¿DEJASTÉIS QUE OS ESPANTASEN?! ¡¿QUE TE APLASTÓ LA PIERNA UN CABALLO?!-. Lanzó el taburete, aquella vez contra el suelo, y este se partió en varios trozos-. Sea como sea, no habéis cumplido vuestro trabajo. Así que ahora, chicos, encargaos de…
-Tenemos visita, jefe –lo cortó una de las mujeres, y señaló hacia la ventana con un gesto.
Todas las miradas se volvieron hacia los fragmentos de nosotros que asomaban. Al “jefe” no pareció importarle demasiado. Uno de los hombres del suelo, sin embargo, nos señaló enseguida.
-¡Ella es una de los que estaba allí! –dijo, mirándome. Parecía que no me había ocultado lo suficiente. A fin de cuentas, mi presencia era imposible de ignorar-. ¡Con aquel malnacido tan fuerte y con el caballo!-. Me molestó. ¿Qué era? ¿La acompañante, la segundona? Por detrás del caballo, incluso.
Me erguí, mostrándome todavía más a través de la ventana sin cristal, cruzándome de brazos. El que estaba a mi lado que se escondiese si quería. Yo sola podía encargarme de todos.
-¿Y qué si lo soy? ¿Podéis seguir con eso aquí fuera para que nosotros entremos? Tengo hambre.
De hecho, no. Eran muchos. ¿En qué momento se me había pasado por la cabeza que podía con ellos yo sola? Y había escogido malas palabras. Pero mantuve la expresión serena, para no parecer asustada de repente. La dignidad era el primer paso para alcanzar la gloria.
El que era llamado jefe soltó una carcajada y me dedicó una sonrisa un poco siniestra.
-Pero entrad, entrad a comer. No os preocupéis por nosotros –dijo. Sus palabras no sonaban amistosas, aunque sonriese, y las personas que lo acompañaban empezaban a crujirse los nudillos. ¿Era necesario que los bandidos, o lo que quiera que fuesen, tuviesen aquella actitud? Una los veía venir de lejos.
Miré primero al hombre que estaba conmigo y luego atrás, a las elfas. No había sido muy inteligente, por mi parte, el intervenir. Pero no dejaba de parecerme lo correcto. Mi olfato era muy sensible, y aquellos tipos apestaban a la basura que eran. Quizás pagasen con un plato de comida extra si sacaba la basura.
-A estas personas hay que enseñarles una lección aunque aún no hayan hecho nada, ¿no? -pregunté en voz baja al hombre que estaba conmigo.
-Vengo del norte, de muy al norte, más allá de las tierras de los lobos-. Aquello era una mentira, en cierto modo, pero quería alejarme de mis orígenes en palabra, ya que lo había hecho del resto de las formas-. Me conocen por las ciudades y los caminos, e incluso en los pueblos. No todo el mundo, por supuesto-. No todavía-. Y aquí, en Lunargenta, que está lejos de mi hogar, apenas uno o dos me conocer-. Fruncí los labios un instante. Reconocer aquello era duro, pero no dejaba de ser cierto. Al momento recuperaba el ánimo. Miré a la elfa con férrea convicción-. No es importante. Ya habrá tiempo de que mi nombre se conozca. Todavía tengo que ganármelo aquí. Si las cosas son sencillas dejan de ser interesantes-. Y yo tenía madera para llegar a la fama. Simplemente tenía que jugar bien mis cartas.
Iba a preguntar a la elfa algo sobre ella, aunque solo fuese por cortesía, ya que ella se había mostrado amable conmigo; y más que el hombre, al menos. No obstante, ella se volvió hacia su compañera de raza. Llevaba el caballo de tras, y parecía fatigada. El hombre caminaba a su lado. Una sonrisa divertida se formó en mis labios por un momento, pero no hice comentarios.
El bosque me tranquilizaba. Era algo instintivo, quizás, por mucho que odiase aquel concepto, o de costumbre, si me planteaba que había pasado gran parte de mi vida rodeada de árboles en mayor o menor medida. En la espesura podían acechar peligros, pero también era sencillo huir y esconderse, o aprovechar el terreno para contraatacar. En aquel caso íbamos por una especie de camino, lo que nos dejaba desprotegidos frente a lo que pudiese aparecer, pero éramos un grupo de cuatro, y los grupos eran más seguros, aunque solo fuese porque disuadían a otros de atacar.
Llegué a dejarme llevar por el silencio y el sonido de los pasos sobre las hojas. Cuando dimos con lo que buscábamos, una posada, no pude reprimir la sonrisa de satisfacción. No estaba destrozada por las inclemencias del tiempo, ni tampoco descuidada. En un lugar como aquel, me dije, tenían que servir comidas magníficas. Ya sentía el sabor suculento de un buen estofado.
El sonido del vidrio al romperse me sacó de mi ensoñación. Primero alcé las cejas, sorprendida por el suceso. Luego arrugué un poco el ceño, incómoda con ello. No podía ser tan fácil como llegar y comer, evidentemente. Una cosa era que las cosas sencillas no fuesen interesantes y otra que cada momento fuese complicado por necesidad.
-Parece que es el día de la violencia –mascullé, con desgana. Más bien parecía el día de “hoy Gerda no podrá relajarse”.
El hombre se adelantó indicando que no nos moviésemos, pero no le presté mayor atención. No iba a empezar a hacerlo en aquel momento. Y menos aún con una situación interesante para investigar. Caminé tras él y eché un ojo dentro, asomándome a un lateral, con cuidado.
Me llegó un olor agradable a comida, la comida que quería. La imagen, sin embargo, era menos grata: un hombre generoso, tanto en tamaño como en espíritu, pues parecía regalar sillas, portaba un taburete en alto con expresión desencajada; a su alrededor había más personas de aspecto peligroso, mayoritariamente hombres, aunque había un par de mujeres también. Llegué a contar unos siete, por encima. El hombre de la silla parecía el cabecilla, y en aquel momento estaba enfrentado a otros dos hombres, uno de ellos sentado en el suelo y el otro en pie a su lado. Ambos estaban algo magullados, y uno sangraba por la nariz. Les gritaba, y escupía al hacerlo.
No se veía a ningún tabernero. La barra estaba vacía. Aunque con aquella situación tan tensa, como para no esconderse… En algunas de las mesas del fondo, lejos del grupo, había personas de aspecto más inofensivo, que parecían estar deseando que alguien los sacase de allí.
-¡¿DEJASTÉIS QUE OS ESPANTASEN?! ¡¿QUE TE APLASTÓ LA PIERNA UN CABALLO?!-. Lanzó el taburete, aquella vez contra el suelo, y este se partió en varios trozos-. Sea como sea, no habéis cumplido vuestro trabajo. Así que ahora, chicos, encargaos de…
-Tenemos visita, jefe –lo cortó una de las mujeres, y señaló hacia la ventana con un gesto.
Todas las miradas se volvieron hacia los fragmentos de nosotros que asomaban. Al “jefe” no pareció importarle demasiado. Uno de los hombres del suelo, sin embargo, nos señaló enseguida.
-¡Ella es una de los que estaba allí! –dijo, mirándome. Parecía que no me había ocultado lo suficiente. A fin de cuentas, mi presencia era imposible de ignorar-. ¡Con aquel malnacido tan fuerte y con el caballo!-. Me molestó. ¿Qué era? ¿La acompañante, la segundona? Por detrás del caballo, incluso.
Me erguí, mostrándome todavía más a través de la ventana sin cristal, cruzándome de brazos. El que estaba a mi lado que se escondiese si quería. Yo sola podía encargarme de todos.
-¿Y qué si lo soy? ¿Podéis seguir con eso aquí fuera para que nosotros entremos? Tengo hambre.
De hecho, no. Eran muchos. ¿En qué momento se me había pasado por la cabeza que podía con ellos yo sola? Y había escogido malas palabras. Pero mantuve la expresión serena, para no parecer asustada de repente. La dignidad era el primer paso para alcanzar la gloria.
El que era llamado jefe soltó una carcajada y me dedicó una sonrisa un poco siniestra.
-Pero entrad, entrad a comer. No os preocupéis por nosotros –dijo. Sus palabras no sonaban amistosas, aunque sonriese, y las personas que lo acompañaban empezaban a crujirse los nudillos. ¿Era necesario que los bandidos, o lo que quiera que fuesen, tuviesen aquella actitud? Una los veía venir de lejos.
Miré primero al hombre que estaba conmigo y luego atrás, a las elfas. No había sido muy inteligente, por mi parte, el intervenir. Pero no dejaba de parecerme lo correcto. Mi olfato era muy sensible, y aquellos tipos apestaban a la basura que eran. Quizás pagasen con un plato de comida extra si sacaba la basura.
-A estas personas hay que enseñarles una lección aunque aún no hayan hecho nada, ¿no? -pregunté en voz baja al hombre que estaba conmigo.
Gerda Jorgën
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Re: Tardes de peligro [Libre] [Interpretativo] [4/4]
Ely se escondió un poco, tras Eo, al tiempo que nuevo moviliario empezaba a volar por los aires, los sonidos que podían oirse dentro de la taberna eran, sin duda alguna, de lucha, algo pasaba allí dentro, algo que no era normal siquiera. ¿Quien en su sano juicio aramría tal jaleo en un camino transitado a plena luz del día? Nadie salvo un loco, o alguien a quien poco le importase que la gente lo descubriera.
Ely, algo nerviosa, temiendose que, como siempre, Eo no podría dejar pasar la oportunidad de ir a ayudar, y sabiendo que, probablemente, habría heridos y no podía permitirse dejar a alguien solo y herido, por mucho que, como había sucedido desde su llegada, se ganase alguna que otra herida extra. Miró hacia arriba, la cara seria de Eoghan le confirmó que no estaba dispuesto a dejarlo pasar, la chica lo entendía, y, por supuesto, intentaría ayudar en lo que pudiera dada su corta experiencia y su incapacidad casi total para pelear.
Dejó a Hans junto a un árbol y tomo aire intentando no salir corriendo, miró a la elfa, windorin, y a Gerda, la mujer con pasos de animal, y se mordió el labio inferior, nerviosa, mientras el chico se adelataba a esconderse bajo la ventana rota y mirar que era lo que sucedía allí dentro. Les había dicho que esperasen, pero Gerda ya se dirgía hacia la taberna.
Miró un instante a Wini, intecambiando una mirado dudosa con sus grandes ojos claros, miró nuevamente, hacia su frente, donde Gerda ya casi había llegado a la entrada del lugar, y, nuevamente, a Windorin para, al instante, salir corriendo con un susiro con sus pasos lentos, llegando a alcanzar el interior del lugar cuando los mismos hombres que habían espantado antes se cernían sobre Gerda.
- Ah...- dijo al ver que había metido la pata al entrar de golpe para intentar detener a la chica.
- ¡Ese esa jefe! ¡Es la del caballo!- gritó uno de ellos.
Ely tomó aire y traó saliva mientras los tipos se acercaban con valocidad calculada y sonrisas lobunas en sus rostros, a la elfa se le cortó la respiración, y comenó a notar la sangre acelerandole el pulso, el corazón le latía rápido y notaba el tenue brillo de su piel que pronto estallaría. Sabiendo lo que se avvecinaba, tomó la mano de Gerda, empujandola tras ella y, en ese instante, sucedió.
La luz salió de la chica con una fuerza y una velocidad similar a la de la explosión de un sol, blanca, clara, cegando a quien la viese, cuando cesó el brillo, en a penas unos quince segundos, Respiró hondo un par de veces y, tomando a Gerda por la muñeca, salió de allí intentando correr, tropezando con su torpeza usual cada pocos pasos.
Salió rápido de la taberna y quiso alejarse, llegar hasta Hans y poder quedarse allí, escondida y segura, pero a penas habían dado unos cuantos pasos al exterior, cuando la voz de uno de los hombres salió, a gritos, desde dentro, poniendo más nerviosa a Ely, haciendola tropezar con sus propios pies, y caer al suelo.
- ¡Cogedlas!- se escuchó retumbar mientras Eléanör, con la rodilla herida, intentaba alejarse, aun sentada, siendo incapaz de levantarse, aun, por el escozor del raspón. definitivamente, siempre se metía en problemas.
Ely, algo nerviosa, temiendose que, como siempre, Eo no podría dejar pasar la oportunidad de ir a ayudar, y sabiendo que, probablemente, habría heridos y no podía permitirse dejar a alguien solo y herido, por mucho que, como había sucedido desde su llegada, se ganase alguna que otra herida extra. Miró hacia arriba, la cara seria de Eoghan le confirmó que no estaba dispuesto a dejarlo pasar, la chica lo entendía, y, por supuesto, intentaría ayudar en lo que pudiera dada su corta experiencia y su incapacidad casi total para pelear.
Dejó a Hans junto a un árbol y tomo aire intentando no salir corriendo, miró a la elfa, windorin, y a Gerda, la mujer con pasos de animal, y se mordió el labio inferior, nerviosa, mientras el chico se adelataba a esconderse bajo la ventana rota y mirar que era lo que sucedía allí dentro. Les había dicho que esperasen, pero Gerda ya se dirgía hacia la taberna.
Miró un instante a Wini, intecambiando una mirado dudosa con sus grandes ojos claros, miró nuevamente, hacia su frente, donde Gerda ya casi había llegado a la entrada del lugar, y, nuevamente, a Windorin para, al instante, salir corriendo con un susiro con sus pasos lentos, llegando a alcanzar el interior del lugar cuando los mismos hombres que habían espantado antes se cernían sobre Gerda.
- Ah...- dijo al ver que había metido la pata al entrar de golpe para intentar detener a la chica.
- ¡Ese esa jefe! ¡Es la del caballo!- gritó uno de ellos.
Ely tomó aire y traó saliva mientras los tipos se acercaban con valocidad calculada y sonrisas lobunas en sus rostros, a la elfa se le cortó la respiración, y comenó a notar la sangre acelerandole el pulso, el corazón le latía rápido y notaba el tenue brillo de su piel que pronto estallaría. Sabiendo lo que se avvecinaba, tomó la mano de Gerda, empujandola tras ella y, en ese instante, sucedió.
La luz salió de la chica con una fuerza y una velocidad similar a la de la explosión de un sol, blanca, clara, cegando a quien la viese, cuando cesó el brillo, en a penas unos quince segundos, Respiró hondo un par de veces y, tomando a Gerda por la muñeca, salió de allí intentando correr, tropezando con su torpeza usual cada pocos pasos.
Salió rápido de la taberna y quiso alejarse, llegar hasta Hans y poder quedarse allí, escondida y segura, pero a penas habían dado unos cuantos pasos al exterior, cuando la voz de uno de los hombres salió, a gritos, desde dentro, poniendo más nerviosa a Ely, haciendola tropezar con sus propios pies, y caer al suelo.
- ¡Cogedlas!- se escuchó retumbar mientras Eléanör, con la rodilla herida, intentaba alejarse, aun sentada, siendo incapaz de levantarse, aun, por el escozor del raspón. definitivamente, siempre se metía en problemas.
Última edición por Eléanör Gàlathiël el Dom Jun 05 2016, 09:56, editado 1 vez
Eléanör Gàlathiël
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Re: Tardes de peligro [Libre] [Interpretativo] [4/4]
Wind se quedó completamente quieta sin saber muy bien que hacer, ella era completamente inútil en un combate cuerpo a cuerpo y el arco en aquella ocasión tal ver no ayudara demasiado, aun así quedarse quieta esperando a que todos los demás hicieran algo no le parecía en lo absoluto buena idea. Siguió con la mirada al hombre que se acercaba hacia la posada seguido por Gerda “Esto no va a acabar bien” Pensó resignada mientras contemplaba la escena.
La joven miró a la elfa que tenía al lado un par de veces y sus miradas se cruzaron un instante, al parecer ambas estábamos en una situación parecida aunque quien sabe, Eléanör la había salvado antes, quizás tenía alguna habilidad de lucha... Las apariencias podían engañar. De repente, escuchó la voz de la joven que estaba en la posada -¿Qué hace?- Dijo en voz baja sin poder evitar que sonara algo atónita y antes de que pudiera razonar alguna idea, la elfa que estaba a su lado salió corriendo.
Sin pensarlo mucho más, Wind salió detrás unos instantes más tarde intentando alcanzar a la pelirroja. No estaba muy segura de que pasaba pues tan solo había escuchado la última exclamación de hombre que estaba en la taberna, pero desde luego estaba segura que independientemente de lo que estuviera sucediendo, aquello no iba bien. Se detuvo al lado de Eoghan y se dispuso a ayudar a las dos chicas a salir de allí tan rápido como pudo. Como si los cielos le hicieran un favor, la repentina luz cegadora, pilló a Wind fuera de la posada haciendo que al menos no se quedara completamente ciega durante unos segundos. Pestañeó un par de veces y se acercó a Ely que acababa de caerse al suelo –Vamos- Dijo mientras le cogía la mano y tiraba de ella para levantarla, -Luego te invitaré a algo más aparte de la comida- Dijo con una sonrisa tranquilizadora pues parecía que los nervios le estaban pasando una mala jugada. Después de aquello, se preocupó de la otra joven –Gerda ¿Estás bien?- Que el fogonazo de luz pudiera haberle afectado, le preocupó bastante.
Wind supuso que el humano, al estar fuera de la posada igual que ella, no tendría problemas con la luz, pero decidió preguntarle también por si acaso -¿Eoghan tú estás bien?- Después, les indicó que lo mejor sería moverse rápido algo más lejos del edificio.
La elfa dirigió la mirada a la pelirroja y después a Gerda -¿Qué ha sido eso?- Preguntó ahora con asombro mientras se paraban apenas unos metros más adelante. No comprendía de dónde había salido esa luz tan brillante, pero desde luego había sido algo que no había visto nunca antes. Antes de poder obtener una contestación, escuchó como los hombres salían de la posada dispuestos a darles caza –Esto no me gusta- Dijo con resignación en voz baja la elfa.
-¡Mira! También está la otra- Dijo el primero que salió con una sonrisa al ver a Wind. –Podremos acabar lo que empezamos- Añadió el otro como si arrastrara las palabras. Aquello hizo que a Wind le recorriera un escalofrío por la espalda, era desagradable y no sabía cómo de bien podrían apañárselas contra aquellos hombres. -¿Eran una banda?- Preguntó la joven para sí misma, como si ella misma tuviera la respuesta. Cuando se quiso dar cuenta, había 5 hombres en la puerta de la posada y probablemente quedaran dentro otros tantos pero prefirió no pensar en las peores posibilidades y se centró en qué harían ahora.
Wind sin dejar de mirar a aquellos hombres, pensó en como de factible sería sacar una fecha y conseguir abatir a alguno de ellos “Poco” fue la única conclusión a la que llegó – ¿Sabéis luchar?- Preguntó la elfa a las dos jóvenes con la esperanza de que si supieran mientras daba por hecho que Eoghan sí que sabía hacerlo quien sabe si por instinto o por su propio deseo de que así fuera.
La joven miró a la elfa que tenía al lado un par de veces y sus miradas se cruzaron un instante, al parecer ambas estábamos en una situación parecida aunque quien sabe, Eléanör la había salvado antes, quizás tenía alguna habilidad de lucha... Las apariencias podían engañar. De repente, escuchó la voz de la joven que estaba en la posada -¿Qué hace?- Dijo en voz baja sin poder evitar que sonara algo atónita y antes de que pudiera razonar alguna idea, la elfa que estaba a su lado salió corriendo.
Sin pensarlo mucho más, Wind salió detrás unos instantes más tarde intentando alcanzar a la pelirroja. No estaba muy segura de que pasaba pues tan solo había escuchado la última exclamación de hombre que estaba en la taberna, pero desde luego estaba segura que independientemente de lo que estuviera sucediendo, aquello no iba bien. Se detuvo al lado de Eoghan y se dispuso a ayudar a las dos chicas a salir de allí tan rápido como pudo. Como si los cielos le hicieran un favor, la repentina luz cegadora, pilló a Wind fuera de la posada haciendo que al menos no se quedara completamente ciega durante unos segundos. Pestañeó un par de veces y se acercó a Ely que acababa de caerse al suelo –Vamos- Dijo mientras le cogía la mano y tiraba de ella para levantarla, -Luego te invitaré a algo más aparte de la comida- Dijo con una sonrisa tranquilizadora pues parecía que los nervios le estaban pasando una mala jugada. Después de aquello, se preocupó de la otra joven –Gerda ¿Estás bien?- Que el fogonazo de luz pudiera haberle afectado, le preocupó bastante.
Wind supuso que el humano, al estar fuera de la posada igual que ella, no tendría problemas con la luz, pero decidió preguntarle también por si acaso -¿Eoghan tú estás bien?- Después, les indicó que lo mejor sería moverse rápido algo más lejos del edificio.
La elfa dirigió la mirada a la pelirroja y después a Gerda -¿Qué ha sido eso?- Preguntó ahora con asombro mientras se paraban apenas unos metros más adelante. No comprendía de dónde había salido esa luz tan brillante, pero desde luego había sido algo que no había visto nunca antes. Antes de poder obtener una contestación, escuchó como los hombres salían de la posada dispuestos a darles caza –Esto no me gusta- Dijo con resignación en voz baja la elfa.
-¡Mira! También está la otra- Dijo el primero que salió con una sonrisa al ver a Wind. –Podremos acabar lo que empezamos- Añadió el otro como si arrastrara las palabras. Aquello hizo que a Wind le recorriera un escalofrío por la espalda, era desagradable y no sabía cómo de bien podrían apañárselas contra aquellos hombres. -¿Eran una banda?- Preguntó la joven para sí misma, como si ella misma tuviera la respuesta. Cuando se quiso dar cuenta, había 5 hombres en la puerta de la posada y probablemente quedaran dentro otros tantos pero prefirió no pensar en las peores posibilidades y se centró en qué harían ahora.
Wind sin dejar de mirar a aquellos hombres, pensó en como de factible sería sacar una fecha y conseguir abatir a alguno de ellos “Poco” fue la única conclusión a la que llegó – ¿Sabéis luchar?- Preguntó la elfa a las dos jóvenes con la esperanza de que si supieran mientras daba por hecho que Eoghan sí que sabía hacerlo quien sabe si por instinto o por su propio deseo de que así fuera.
Windorind Crownguard
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Re: Tardes de peligro [Libre] [Interpretativo] [4/4]
A Eoghan se le antojó como poco confuso lo que acababa de pasar. Pero lo primero que dijo al escuchar todo lo que había pasado y en especial al ver y oír a Gerda fue:
-Te odio. -Dijo de forma plana y sencilla con un simple suspiro posterior. Era obvio que lo decía por decir, y más por reaccionar de alguna manera que por sentir realmente algún tipo de sentimiento negativo. Eoghan se levantó y se dispuso a luchar, una vez más. Últimamente se estaba metiendo en una cantidad de líos y follones que no era ni medio normal pero eh, era su vida, ¿no?
Empuñó la lanza y se dispuso a ir hacia la puerta, pero tanto Eléanör como Windorind se le adelantaron y agarraron a Gerda, llevándosela por la muñeca. El joven guerrero, al tener vía libre, y aprovechándose del fogonazo de luz de Eléanör, golpeó al tipo qu estaba por salir por la puerta con el bastón de la lanza, provocando que se cayese boca arriba y probablemente resultase más un obstáculo para la carrera del resto de sus compañeros. Hecho eso, Eoghan se empezó a echar hacia atrás, reculando para proteger al resto del grupo.
-Perfectamente. Eso que ha hecho Ely me ha salvado el pellejo más de una vez, así que créeme, no es maligno para nosotros. -Dijo a Wind tranquilizándola, pero sin quitar los ojos de la posada. Fue entonces cuando vio a los demás salir, y miró a Hans, y luego a la pelirroja. -Ely, necesito a Hans.
Era una petición, sí, pero una petición que urgía. Siendo tantos, Eoghan necesitaba moverse rápido, y el caballo en aquel momento era su mejor baza para molestar, combatir y abatir a los enemigos, teniendo en cuenta que los superaban en una proporción del doble de personal del que ellos disponían, si bien probablemente él era de los pocos que tenían entrenamiento militar allí, si no el único.
Si la respuesta de la elfa era positiva, a Eoghan no le faltaría apenas tiempo en correr hacia el caballo y montar sobre éste. Era un poco incómodo luchar sin silla ni estribos, pero seguía siendo factible, sobre todo cuando se había pasado más de la mitad de su vida trabajando con caballos, montando sobre ellos y aprendiendo a luchar como un jinete más de la formación. Y eso incluía aprender a pelear montado de urgencia, aunque eso suponía que sería más fácil derribarle que si fuera con una silla de montar, pero no era momento de ponerse remilgados.
Una vez estuviera sobre Hans, puso la lanza en ristre y golpeó suavemente los costados del caballo con los talones mientras se agarraba a la crin y pegaba el mástil a su costado, pero en vez de cargar directamente, decidió dar un rodeo con el animal para tomar aun más carrerilla y que la carga fuera más devastadora.
-Te odio. -Dijo de forma plana y sencilla con un simple suspiro posterior. Era obvio que lo decía por decir, y más por reaccionar de alguna manera que por sentir realmente algún tipo de sentimiento negativo. Eoghan se levantó y se dispuso a luchar, una vez más. Últimamente se estaba metiendo en una cantidad de líos y follones que no era ni medio normal pero eh, era su vida, ¿no?
Empuñó la lanza y se dispuso a ir hacia la puerta, pero tanto Eléanör como Windorind se le adelantaron y agarraron a Gerda, llevándosela por la muñeca. El joven guerrero, al tener vía libre, y aprovechándose del fogonazo de luz de Eléanör, golpeó al tipo qu estaba por salir por la puerta con el bastón de la lanza, provocando que se cayese boca arriba y probablemente resultase más un obstáculo para la carrera del resto de sus compañeros. Hecho eso, Eoghan se empezó a echar hacia atrás, reculando para proteger al resto del grupo.
-Perfectamente. Eso que ha hecho Ely me ha salvado el pellejo más de una vez, así que créeme, no es maligno para nosotros. -Dijo a Wind tranquilizándola, pero sin quitar los ojos de la posada. Fue entonces cuando vio a los demás salir, y miró a Hans, y luego a la pelirroja. -Ely, necesito a Hans.
Era una petición, sí, pero una petición que urgía. Siendo tantos, Eoghan necesitaba moverse rápido, y el caballo en aquel momento era su mejor baza para molestar, combatir y abatir a los enemigos, teniendo en cuenta que los superaban en una proporción del doble de personal del que ellos disponían, si bien probablemente él era de los pocos que tenían entrenamiento militar allí, si no el único.
Si la respuesta de la elfa era positiva, a Eoghan no le faltaría apenas tiempo en correr hacia el caballo y montar sobre éste. Era un poco incómodo luchar sin silla ni estribos, pero seguía siendo factible, sobre todo cuando se había pasado más de la mitad de su vida trabajando con caballos, montando sobre ellos y aprendiendo a luchar como un jinete más de la formación. Y eso incluía aprender a pelear montado de urgencia, aunque eso suponía que sería más fácil derribarle que si fuera con una silla de montar, pero no era momento de ponerse remilgados.
Una vez estuviera sobre Hans, puso la lanza en ristre y golpeó suavemente los costados del caballo con los talones mientras se agarraba a la crin y pegaba el mástil a su costado, pero en vez de cargar directamente, decidió dar un rodeo con el animal para tomar aun más carrerilla y que la carga fuera más devastadora.
Eoghan Lothannor
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Re: Tardes de peligro [Libre] [Interpretativo] [4/4]
“Te odio”.
Dediqué una mirada rápida al hombre, esbozando una sonrisa feroz.
-Es bueno saberlo –respondí, altiva-. Así podrá darme completamente igual.
Aquella respuesta me dejó satisfecha, pero no tuve tiempo para mucho más. Luego cundió el caos. Primero una de las elfas, la que no me había prometido comida, vino a por mí. Iba a replicar, pero ella dio un tirón de mi mano y me cubrió con su cuerpo. Hice una mueca, incómoda. No quería que parecía que huía del peligro como una cobarde. Pero entonces, sin previo aviso, un fulgor me obligó a cerrar los ojos con un quejido. Parecía haber surgido de la elfa; de algo que portaba seguramente. ¿Qué demonios había sido aquello? Por suerte, de alguna forma, no había recibido la luz de lleno porque, al haberme puesto ella a su espalda, había recibido menos impacto luminoso.
De todas formas, aquello no fue lo único: cuando quise darme cuenta tiraba de mi mano, alejándome de aquel lugar.
-Claro que estoy bien –respondí a la otra chica, que nos alcanzó cuando ya estábamos a algunos metros de la taberna-. No me han hecho nada. Ni hubiesen podido –añadí, segura, pero seria. Después volví mi mirada hacia la taberna, de la que empezaban a salir aquellos hombres tan inferiores. Y también estaba nuestro acompañante, que parecía dispuesto a hacerse el héroe. Aún así, parecía improbable que él pudiese hacerse cargo solo. El hombre al que había tumbado se levantaba con gesto molesto, frotándose el pecho-. Seguramente eran una banda, sí. No pasa nada. Si se enfadan todos, se patea a todos-. Me llevé la mano al cuello, al broche de la capa, y lo desabroché con un gesto, haciendo que el cuero cayese al suelo, a mi espalda-. Sé luchar.
Aquello no me apetecía nada. Menos que nada. Pero la idea de que aquel hombre que “me odiaba” nos defendiese a las tres como si fuésemos sus hembras me irritaba tanto que iba a hacerlo de todos modos. Si quería destacar y ser un héroe, tendría que esforzarse más. Quizás terminase por agradecerme que no le hubiesen aplastado la nariz contra el suelo cuando todo terminase.
Odiaba cambiar. Pero si disimulaba aquel hecho, la situación resultaba, de algún modo, terrorífica.
Primero llegaba el despertar, una especie de sensación que nacía dentro de mi cuerpo y lo llenaba con una especie de onda, como si mi carne vibrase. Aquello me erizó los pelos de la nuca. Tras aquello llegaba la sensación de ansiedad, que me atenazaba la garganta, y a ella se sumaba una euforia animal que me asqueaba. El tórax se ensanchaba en un espasmo. Todo mi cuerpo parecía querer contraerse por un momento, luego crecía.
Apreté los dientes para soportar el dolor que me provocaba. En algunos recuerdos no me dolía, pero eran recuerdos tremendamente lejanos. Los dientes apretados crecieron, como el resto de mí, y el gruñido que dejé ir de mi garganta salió más gutural y grave de lo que mi voz era.
Me doblé y apoyé una palma en el suelo a medida que mi cuerpo cambiaba de forma. La mano contraria, todavía humana, hurgó en un bolsillo y extrajo los espejos, con la forma de dos cajas, que tenía. Los dejé en el suelo, junto a mi capa, y con los ojos muy abiertos, también cambiantes, miré a los hombres de la taberna. Aquellas sucias ratas eran humanas y yo… Los odiaba.
El crecimiento de mi cuerpo hizo jirones la ropa, pero un pelaje blanco, impoluto, sustituyó a mi vestimenta, cubriéndome de los ojos del resto. Mi aspecto era hermoso, porque seguía siendo yo, pero ojalá no lo fuese.
Apenas fueron segundos, pero me parecieron horas. Los hombres ya habían salido y, aunque me miraban con cautela, seguían acercándose. Sentían la seguridad del grupo porque eran más y estaban armados, pero al inspirar profundamente me llegaron sus olores, el olor indescriptible de cada uno de ellos, y noté cierto miedo en la mayoría. Notaba el cuerpo fresco, flexible, fuerte.
Estaba furiosa.
De momento había cuatro hombres y una mujer en la calle. Ya habían recuperado la formación, pero no era una formación eficaz. Dos tipos apestosos estaban separados, y me lancé hacia ellos. No estaba loca, y sabía que cinco eran demasiados para mí, pero me movía aquel impulso caliente de rabia. Dos eran solo dos. Y cinco eran solo cinco. Podía hacerme cargo de todos.
Debía hacerme cargo de todos.
Los odiaba.
Dediqué una mirada rápida al hombre, esbozando una sonrisa feroz.
-Es bueno saberlo –respondí, altiva-. Así podrá darme completamente igual.
Aquella respuesta me dejó satisfecha, pero no tuve tiempo para mucho más. Luego cundió el caos. Primero una de las elfas, la que no me había prometido comida, vino a por mí. Iba a replicar, pero ella dio un tirón de mi mano y me cubrió con su cuerpo. Hice una mueca, incómoda. No quería que parecía que huía del peligro como una cobarde. Pero entonces, sin previo aviso, un fulgor me obligó a cerrar los ojos con un quejido. Parecía haber surgido de la elfa; de algo que portaba seguramente. ¿Qué demonios había sido aquello? Por suerte, de alguna forma, no había recibido la luz de lleno porque, al haberme puesto ella a su espalda, había recibido menos impacto luminoso.
De todas formas, aquello no fue lo único: cuando quise darme cuenta tiraba de mi mano, alejándome de aquel lugar.
-Claro que estoy bien –respondí a la otra chica, que nos alcanzó cuando ya estábamos a algunos metros de la taberna-. No me han hecho nada. Ni hubiesen podido –añadí, segura, pero seria. Después volví mi mirada hacia la taberna, de la que empezaban a salir aquellos hombres tan inferiores. Y también estaba nuestro acompañante, que parecía dispuesto a hacerse el héroe. Aún así, parecía improbable que él pudiese hacerse cargo solo. El hombre al que había tumbado se levantaba con gesto molesto, frotándose el pecho-. Seguramente eran una banda, sí. No pasa nada. Si se enfadan todos, se patea a todos-. Me llevé la mano al cuello, al broche de la capa, y lo desabroché con un gesto, haciendo que el cuero cayese al suelo, a mi espalda-. Sé luchar.
Aquello no me apetecía nada. Menos que nada. Pero la idea de que aquel hombre que “me odiaba” nos defendiese a las tres como si fuésemos sus hembras me irritaba tanto que iba a hacerlo de todos modos. Si quería destacar y ser un héroe, tendría que esforzarse más. Quizás terminase por agradecerme que no le hubiesen aplastado la nariz contra el suelo cuando todo terminase.
Odiaba cambiar. Pero si disimulaba aquel hecho, la situación resultaba, de algún modo, terrorífica.
Primero llegaba el despertar, una especie de sensación que nacía dentro de mi cuerpo y lo llenaba con una especie de onda, como si mi carne vibrase. Aquello me erizó los pelos de la nuca. Tras aquello llegaba la sensación de ansiedad, que me atenazaba la garganta, y a ella se sumaba una euforia animal que me asqueaba. El tórax se ensanchaba en un espasmo. Todo mi cuerpo parecía querer contraerse por un momento, luego crecía.
Apreté los dientes para soportar el dolor que me provocaba. En algunos recuerdos no me dolía, pero eran recuerdos tremendamente lejanos. Los dientes apretados crecieron, como el resto de mí, y el gruñido que dejé ir de mi garganta salió más gutural y grave de lo que mi voz era.
Me doblé y apoyé una palma en el suelo a medida que mi cuerpo cambiaba de forma. La mano contraria, todavía humana, hurgó en un bolsillo y extrajo los espejos, con la forma de dos cajas, que tenía. Los dejé en el suelo, junto a mi capa, y con los ojos muy abiertos, también cambiantes, miré a los hombres de la taberna. Aquellas sucias ratas eran humanas y yo… Los odiaba.
El crecimiento de mi cuerpo hizo jirones la ropa, pero un pelaje blanco, impoluto, sustituyó a mi vestimenta, cubriéndome de los ojos del resto. Mi aspecto era hermoso, porque seguía siendo yo, pero ojalá no lo fuese.
Apenas fueron segundos, pero me parecieron horas. Los hombres ya habían salido y, aunque me miraban con cautela, seguían acercándose. Sentían la seguridad del grupo porque eran más y estaban armados, pero al inspirar profundamente me llegaron sus olores, el olor indescriptible de cada uno de ellos, y noté cierto miedo en la mayoría. Notaba el cuerpo fresco, flexible, fuerte.
Estaba furiosa.
De momento había cuatro hombres y una mujer en la calle. Ya habían recuperado la formación, pero no era una formación eficaz. Dos tipos apestosos estaban separados, y me lancé hacia ellos. No estaba loca, y sabía que cinco eran demasiados para mí, pero me movía aquel impulso caliente de rabia. Dos eran solo dos. Y cinco eran solo cinco. Podía hacerme cargo de todos.
Debía hacerme cargo de todos.
Los odiaba.
- Spoiler:
- Iba a seguir, pero me quedo aquí, en medio de una carga, que es como más épico XD Cualquier cosa, avisad.
Gerda Jorgën
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Re: Tardes de peligro [Libre] [Interpretativo] [4/4]
Levantandose con la ayuda de Windorin salió corriendo y le devolvió la sonrisa, agradecida, sabía que su torpeza resultaba un incordio en esas situaciones, y que no la tratasen de inutil era de agradecer. Llegó a la cuesta donde se encontraba Hans y se dejó caer de rodillas, temblorosa, odiaba las peleas, y esa era ya la segunda del día.
Observó la charla entre los presentes, sin intervenir. Ciertamente Gerda parecía confiada, pero, ¿sería realmente tan capaz como parecía decir? Lo dudaba, nadie, por muy capaz que sea, se lanza de cabeza a la boca del lobo, como ella había hecho, esa acción era la de una persona o muy confiada, o muy perturabada, esperaba que Gerda fuera de las primeras, aunque su inconsciencia les había privado del factor sorpresa que tan decisibo era en ese tipo de ocasiones.
Eléanör se levantó para poder formar parte de la conversación dejando de lado sus pensamientos y negó con la cabeza, ella no era capaz e luchar, a penas podía tirar un par de agujas para adormecer a quien saliera, y debía estar lo bastante cerca como para hacerlo de modo seguro, si fallaba podía resultar peligroso, el veneno que usaba no era moco de pavo si se infiltraba en el lugar inadecuado, era una botella que le había regalado su padre cuando era niña, para defenderse si era necesario, el hombre nunca imaginó el mod en que se defendería su pequeña.
- Yo no se luchar, pero os puedo servir de refuerzo o cubrir una retirada.- dijo en tono bajo, cansada.
Giró a mirar a Eoghan cuando este le pidió a Hans, y aceptó sin dudar con un asentimiento de cabeza. Pidiéndole que tuviera cuidado. Se quedó mirando a la chicas, no entendía que pretendía Eoghan pero confiaba en su juicio, siempre y cuando no se lanzase de cabeza contra los maleantes como había hecho antes Gerda. Suspiró, se frotó las manos cargandolas de la energía del ambiente y vio saltar un par de chispas, bien, estar en la naturaleza hacía que sus capacidades curativas fueran mayores.
- Vale, adelante, haced lo que tengasi que hacer, estoy lista para ayudaros si os hieren.- afirmó con seriedad.
Fue acabar de decir eso y ver a Gerda lanzarse de cabeza al ataque, todos tenían algo que hacer, ella, al menos debería poder preparar algo. Cerró los ojos con fuerza, rezando porque todo saliera bien, sabía de algunos de su raza que lograban aumentar las habilidades de sus compañeros con simplemente desearlo, sin embargo en ella solo se había despertado la habilidad de cegar, que, por lo que sabía, no tenía ningún elfo mas que hubiera conocido, era tan rara que ni en su hogar lo comprendían, pero le había salvado mas de una vez.
Se mordió el labio preocupada por lo que pudiera suceder, y se giró a mirar a la otra elfa, parecía ser diestra con el arco, al menos eso pensaba Ely al fijarse en su postura, la tensión de sus brazos y el arco que llevaba a la espalda. sus ataques a distancia podrían llegar a ser la clave del éxito.
- Windorin, ¿sabéis usar eso?- le habló con educación y prisa.- disparad a tantos como podais y si Eoghan o Gerda caen heridos, cubridme mientras voy a prestar auxilio.- pidió volviendo a mirar la batalla al tiempo que rasgaba un lado de su vestido, lista para salir corriendo si era necesaria su ayuda.
Observó la charla entre los presentes, sin intervenir. Ciertamente Gerda parecía confiada, pero, ¿sería realmente tan capaz como parecía decir? Lo dudaba, nadie, por muy capaz que sea, se lanza de cabeza a la boca del lobo, como ella había hecho, esa acción era la de una persona o muy confiada, o muy perturabada, esperaba que Gerda fuera de las primeras, aunque su inconsciencia les había privado del factor sorpresa que tan decisibo era en ese tipo de ocasiones.
Eléanör se levantó para poder formar parte de la conversación dejando de lado sus pensamientos y negó con la cabeza, ella no era capaz e luchar, a penas podía tirar un par de agujas para adormecer a quien saliera, y debía estar lo bastante cerca como para hacerlo de modo seguro, si fallaba podía resultar peligroso, el veneno que usaba no era moco de pavo si se infiltraba en el lugar inadecuado, era una botella que le había regalado su padre cuando era niña, para defenderse si era necesario, el hombre nunca imaginó el mod en que se defendería su pequeña.
- Yo no se luchar, pero os puedo servir de refuerzo o cubrir una retirada.- dijo en tono bajo, cansada.
Giró a mirar a Eoghan cuando este le pidió a Hans, y aceptó sin dudar con un asentimiento de cabeza. Pidiéndole que tuviera cuidado. Se quedó mirando a la chicas, no entendía que pretendía Eoghan pero confiaba en su juicio, siempre y cuando no se lanzase de cabeza contra los maleantes como había hecho antes Gerda. Suspiró, se frotó las manos cargandolas de la energía del ambiente y vio saltar un par de chispas, bien, estar en la naturaleza hacía que sus capacidades curativas fueran mayores.
- Vale, adelante, haced lo que tengasi que hacer, estoy lista para ayudaros si os hieren.- afirmó con seriedad.
Fue acabar de decir eso y ver a Gerda lanzarse de cabeza al ataque, todos tenían algo que hacer, ella, al menos debería poder preparar algo. Cerró los ojos con fuerza, rezando porque todo saliera bien, sabía de algunos de su raza que lograban aumentar las habilidades de sus compañeros con simplemente desearlo, sin embargo en ella solo se había despertado la habilidad de cegar, que, por lo que sabía, no tenía ningún elfo mas que hubiera conocido, era tan rara que ni en su hogar lo comprendían, pero le había salvado mas de una vez.
Se mordió el labio preocupada por lo que pudiera suceder, y se giró a mirar a la otra elfa, parecía ser diestra con el arco, al menos eso pensaba Ely al fijarse en su postura, la tensión de sus brazos y el arco que llevaba a la espalda. sus ataques a distancia podrían llegar a ser la clave del éxito.
- Windorin, ¿sabéis usar eso?- le habló con educación y prisa.- disparad a tantos como podais y si Eoghan o Gerda caen heridos, cubridme mientras voy a prestar auxilio.- pidió volviendo a mirar la batalla al tiempo que rasgaba un lado de su vestido, lista para salir corriendo si era necesaria su ayuda.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Tardes de peligro [Libre] [Interpretativo] [4/4]
Wind intentó aportar algo de fuerza a la pelirroja que parecía algo cansada -Supongo que eso es suficiente, ese brillo de antes, parece bastante útil por si necesitamos huir- Le dedicó una sonrisa despreocupada y en cuanto terminaron aquella conversación, todos todos empezaron a ubicarse en aquella lucha.
Observó asombrada como todos sus improvisados compañeros empezaban a moverse rápidamente, cada uno con una idea clara de lo que debía hacer, pero la joven elfa que tan solo sabía utilizar el arco y nunca lo había usado para atacar personas con la verdadera intención de hacer daño, se quedó petrificada unos instantes intentando pensar cual era tu papel en toda aquella pelea, la cual, en lo más profundo de su pensamiento, consideraba que era culpa suya.
Vio cómo Eoghan se lanzaba montando a lomos del caballo contra aquellos hombres sin la menor duda y cuando Gerda se transformó, la joven simplemente la observó fascinada. -Oh, Dioses- Tardó unos instantes en reaccionar y dejar de mirar aquel hermoso lobo de blanco pelaje, era la primera vez que veía un licántropo transformado o al menos el primero que recordaba y la fascinación por aquella mujer no pudo sino dejarla atónita.
Fue la voz de Eléanör la que la sacó de su ensimismamiento -Si, se usarlo- Se sorprendió a si misma con el tono de su voz, algo más agudo de lo habitual. ¿Donde había ido a parar la firmeza que había sentido hacía apenas unos segundos? No lo sabía, pero se obligó a relajarse mientras sus compañeros empezaban a luchar contra aquellos bandidos.
Respiró hondo un par de veces, miró a la elfa que tenía al lado un momento y cogió su arco, lo cargó con una flecha y disparó a uno de los bandidos que parecía estar más distraído acertándole en un hombro. La elfa escuchó un gemido procedente de aquel hombre y una especie de aullido que más se asemejaba a una bestia que a un humano cuando éste se quitó la flecha de su hombro. -Esperaba hacerle acertado en algún punto más vital- Comentó en voz baja, maldiciéndose a si misma, pues era probable que éste decidiera lanzarse contra ella. Cargó otra flecha y se quedaron mirando unos instantes, ambos esperando a que el otro hiciera el primer movimiento.
Echó un vistazo rápido a sus compañeros y sus respectivas peleas, no pudo discernir exactamente si iban ganando o perdiendo pero en cuanto necesitaran ayuda, haría lo que la elfa pelirroja le había pedido, la protegería desde atrás para que ella pudiera sanarlos.
Observó asombrada como todos sus improvisados compañeros empezaban a moverse rápidamente, cada uno con una idea clara de lo que debía hacer, pero la joven elfa que tan solo sabía utilizar el arco y nunca lo había usado para atacar personas con la verdadera intención de hacer daño, se quedó petrificada unos instantes intentando pensar cual era tu papel en toda aquella pelea, la cual, en lo más profundo de su pensamiento, consideraba que era culpa suya.
Vio cómo Eoghan se lanzaba montando a lomos del caballo contra aquellos hombres sin la menor duda y cuando Gerda se transformó, la joven simplemente la observó fascinada. -Oh, Dioses- Tardó unos instantes en reaccionar y dejar de mirar aquel hermoso lobo de blanco pelaje, era la primera vez que veía un licántropo transformado o al menos el primero que recordaba y la fascinación por aquella mujer no pudo sino dejarla atónita.
Fue la voz de Eléanör la que la sacó de su ensimismamiento -Si, se usarlo- Se sorprendió a si misma con el tono de su voz, algo más agudo de lo habitual. ¿Donde había ido a parar la firmeza que había sentido hacía apenas unos segundos? No lo sabía, pero se obligó a relajarse mientras sus compañeros empezaban a luchar contra aquellos bandidos.
Respiró hondo un par de veces, miró a la elfa que tenía al lado un momento y cogió su arco, lo cargó con una flecha y disparó a uno de los bandidos que parecía estar más distraído acertándole en un hombro. La elfa escuchó un gemido procedente de aquel hombre y una especie de aullido que más se asemejaba a una bestia que a un humano cuando éste se quitó la flecha de su hombro. -Esperaba hacerle acertado en algún punto más vital- Comentó en voz baja, maldiciéndose a si misma, pues era probable que éste decidiera lanzarse contra ella. Cargó otra flecha y se quedaron mirando unos instantes, ambos esperando a que el otro hiciera el primer movimiento.
Echó un vistazo rápido a sus compañeros y sus respectivas peleas, no pudo discernir exactamente si iban ganando o perdiendo pero en cuanto necesitaran ayuda, haría lo que la elfa pelirroja le había pedido, la protegería desde atrás para que ella pudiera sanarlos.
Windorind Crownguard
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