Gorriones en la noche [CERRADO]

El chico de mirada viva conocido por sus amigos como Ratita se levantó incómodo. Definitivamente no debía haber aceptado beber cerveza en esa taberna, pero la curiosidad había sido más fuerte. ¿Quién podía culparlo? ni siquiera había debido pagar por ella, sólo se la habían invitado esos sujetos ebrios, aparentemente sin otra intención que reírse de él. La peor parte de la resaca había pasado, pero tenía nuevamente esas ganas irrefrenables de orinar.

Sabía que en la Ratonera aquel de sus amigos que hablaba más raro había dispuesto de interesantes sistemas para tales mundanos procedimientos, pero él había crecido sin muchas restricciones y consideraba que no había nada más reconfortante que orinarle a la noche.

Salió, pues, de la vieja torre y se paró en el montículo de roca. Se sintió por unos momentos como el rey de toda Lunargenta, supervisando sus dominios con altanería. La mayoría debía estar durmiendo, claro, lo que daba a todo el asunto aún más gracia.

Se bajó, pues, el pantalón, quizás algo más de lo necesario, para dirigir el chorro hacia la nada. Pensó que estaba completamente solo.

No lo estaba.

El sobresalto al sentir una figura moverse a sus espaldas le hizo mojarse los zapatos y los pantalones cayeron más, haciéndole tropezar. Intentó, más avergonzado que asustado, tomar un cuchillo de su cintura, pero lamentablemente no llevaba ninguno, había dejado todo su equipo junto a su cama. Maldijo un par de veces, tomando una piedra para arrojarla contra la sombra… pero ya no había nadie allí.

¿Lo había imaginado?

—

No podía considerarse el mejor de los aromas, pero había un cierto gusto en sentir los efectos de un hogar antiguo, en ruinas, con humedad eterna en algunos sectores y antiguos nidos de ratas, siendo administrado por unos niños. Por pulcro que pudiera intentar ser su amigo, jamás iba a poder tener todo eso limpio y en orden. Pero no era el aroma del lugar, sino de la nostalgia, ese sentimiento que hasta un niño puede tener luego de haber estado alejado de lo que consideraba su hogar.

Pero no tenía mucho tiempo que perder, no estaba allí para una emotiva reunión. No es que normalmente hubiera querido una, eso de mostrarse conmovido simplemente no se le daba bien.

Caminó con sus pasos de gato, esos pasos que no emitían sonido alguno y que más ahora se veían potenciados por sus nuevas ropas, livianas, prácticas. Pero no acechaba a nadie, no pretendía causar daño alguno, era la mera costumbre… o quizás la necesidad de actuar con sigilo de todo el asunto.

Se inclinó sobre la cama del inventor. Estaba tan oscuro que no podía ver con claridad si se encontraba allí o no, pero no había tiempo que perder. Dio una palmada con suficiente fuerza para despertar a cualquiera sobre los cobertores y añadió con voz baja, pero claramente audible:

—No hay tiempo que p-pe-perder, luego te explico, ¡arriba!.

Demian ladea un poco la cabeza ante la demanda de su amigo. No sabe realmente a qué se refiere, una pregunta tan amplia es difícil de responder. ¿Quiere un saludo?, ¿quiere que le diga por qué Ratita entra con olor a orina a la Ratonera?, ¿quiere que le diga qué hora es?

—No hay t-tiempo para eso —insiste—, vamos, debemos salir de aquí rápido.

En su voz se puede sentir la urgencia del asunto. Algo anda mal, pero no es algo que pueda hablarse en pocos segundos.

—¿Demian? —se escucha la voz inocente, aunque agitada, del gorrión de cabello revuelto.

Otra voz se siente de pronto, aunque pronuncia algo indescifrable. El más pequeño de los gorriones ha despertado y está tan confuso como los otros. El asunto entero es sorpresivo y hasta la insensibilidad de Demian es suficiente para descifrar que el grupo de niños no saldrá corriendo en medio de la noche como si nada, no a menos que de pronto apareciera un banquete abandonado en medio de la ciudad.

El brujo da un suspiro, tratando de encontrar una manera rápida de dar a conocer la información de todo el asunto a sus amigos.

—Vienen a mataros —dice en seco.

Se hace un silencio que sólo es interrumpido por el sonido de las tripas de uno de los chicos, aunque Demian no logra saber de inmediato cuál. No es una noticia que pueda ser recibida de buenas a primeras con una sonrisa, claro.

—Lo q-que pasa es que… —intenta empezar a explicar, pero un ruido de un guijarro cayendo en algún punto cercano le detiene en seco.

En la oscuridad es difícil notar la preocupación en su rostro, pero su repentino silencio, espera, de a entender a sus amigos que las cosas son en serio, no hay ninguna broma siendo llevada a cabo por el gorrión brujo. Tampoco es que sea un maestro en las bromas de todos modos.

Demian intuye… no, sabe… que ya es tarde para una huida en silencio. Ya están allí, no ha podido llegar a tiempo. Deberán actuar pronto y de manera decisiva.

—T-tomen sus armas y vamos. La p-prioridad es salir con vida —dice en voz baja y lúgubre.

Ratito no se caracteriza por su capacidad de lucha, pero de todos modos toma un cuchillo con el que Demian estuvo tratando de enseñarle a defenderse. Motas no ha tenido la oportunidad de entrenar aún con el gorrión asesino.

La escasa luz que entra a la torre desde el cielo estrellado es interrumpida de pronto por unos instantes. Una figura ha atravesado una de las ventanas superiores. hay al menos una persona más dentro de la torre, una que seguro no viene con buenas intenciones.

Demian esperaba tener un tiempo mayor para preparar el combate, pero se hace evidente que no será el caso. La supervivencia ahora pende de un hilo y, con la oscuridad imperando, cualquier cosa puede pasar. Es tanto una ventaja como un riesgo el combatir con tan poca visibilidad.

Chimar se abre paso frente a un atacante con un dardo, lo que no es de sorprender, pero los ruidos indican que no será el único. Su amigo le pregunta en qué lío los ha metido, pero no hay tiempo de una explicación. Aún así, entrega algo más de información mediante una excusa.

—No fui yo… fue Machiav-velo —indica, justo antes de que una mano intentara cogerle del cuello.

El chico reacciona con buenos reflejos, agachándose en el momento preciso. Un destello deja ver que la mano atacante no estaba sola, sino que portaba algún tipo de hoja afilada. Demian deja fluir su magia y sus manos se ven rodeadas por un tenue vapor morado. Es el efecto de Filo Espectral.

Demian no pierde la posibilidad y aprovecha su estatura, descargando un puñetazo sobre una zona sensible del atacante. De más está decir que el efecto de su magia, sumado a atacar un punto débil, tiene un efecto inmediato. La persona que intentaba matarlos yace en el suelo gritando de dolor, completamente inútil para proseguir su agresión en ese momento.

Por supuesto, un aspecto importante que puede notarse en esos momentos es que Demian no está usando sus dagas, tan características de su estilo. Es más, es difícil de notar con la oscuridad, pero ni siquiera las porta en ese instante.

Para salir, antes de cruzar la delgada apertura que sirve tanto de puerta como de filtro ante personas mayores, Demian vuelve a concentrar el maná a su alrededor. Una figura difusa, imprecisa, es formada en el aire, con la forma en general de un niño. No necesita más, no de noche, y no es momento de ponerse a gastar toda su energía en formar una ilusión demasiado perfecta. Envía el señuelo por la apertura, como si avanzara con rapidez. Por supuesto, como era de esperarse, una espada la atraviesa de inmediato.

Antes que el atacante pudiera reaccionar por completo de que ha sido engañado, Demian sale apresurado por la apertura y lanza un grito desafiante, asumiendo una postura de combate frente al hombre de la espada. No es uno solo, hay al menos 3 más junto a él, todos cubiertos de capucha y con distintos tipos de armas.

Demian sabe que no son simples matones, son asesinos entrenados y peligrosos. Por suerte no tienen nada que ver con la Daga Negra, pero aún así pueden probar ser un desafío complejo si se les quiere enfrentar. Por ahora sólo busca ganar tiempo para que sus amigos salgan de la Ratonera. Necesitarán reagruparse y tomar decisiones más adelante para ver los pasos a seguir.

El combate comienza a ponerse caliente y los chicos corren peligros. Si bien tanto Demian como Chimar tienen experiencia en la batalla, los dos más pequeños sencillamente se encuentran fuera de su territorio y los que tienen en frente son asesinos profesionales.

Uno de ellos arroja cuchillos, sin embargo extrañamente no da en el chico. Demian levanta una ceja, estos tipos no son aprendices como para fallar así. La respuesta llega pronto.

—No tienes que matar a ese —se escucha una voz de uno de ellos mirando a Chimar.

—Descuida —contesta aquel—, lo tengo todo bajo control.

Se hace evidente lo que Demian ya temía en base a la información de la que dispone sobre el ataque. Quieren al gorrión inventor con vida, aunque el resto no goza de la misma suerte. La situación es tensa y el brujo logra distinguir que al menos dos sombras más se acercan bajo cubierto por los costados. Si no hacen algo pronto quedarán rodeados.

Demian mira a sus amigos y les indica el camino hacia la plaza en donde con frecuencia hacen sus robos. Es un terreno conocido donde sin duda gozarán de la ventaja para ocultarse. El chico hace un par de amague de ataques contra los enemigos frente a si para mantener su atención, pero sabe que no conviene concretarlos realmente. Un ataque en vano es un ataque muerto.

Se prepara para hacer su movida, esperando que sus amigos tengan la astucia suficiente. Confía en que al menos el gorrión de las palabras rebuscadas pueda guiarles.

Entonces vuelve a concentrar la magia a su voluntad. Sabe que no puede mantenerse constantemente usando el maná, pero espera poder descansar luego de este truco, descansar su mente al menos, porque de seguro tendrá que correr. Junta una buena cantidad de energía y de pronto da un grito.

Un destello acompañado de una explosión, como si llamas salieran de sus manos en dirección a los enemigos, llamas con mucha luz, que distraen su atención. Por supuesto, al tocar superficie no transmiten combustión ni calor, no son más que ilusiones.

Echa a correr, esperando que sus amigos hagan lo mismo, pero acá no terminan sus trucos. El siguiente movimiento no tiene, sin embargo, nada que ver con la magia, sólo es un grito.

—¡INCENDIO! —dice a todo pulmón.

Si hay algo que la gente de ciudad se toma muy en serio son los incendios. En el pasado secciones completas de la ciudad han sido arrasadas por algún fuego fuera de control, por lo que ante un evento así todos salen de inmediato a ayudar. El chico espera que el repentino flujo de gente les ayude a ocultarse hasta poder reagruparse.

Una vez las cosas se tranquilizaron y pudo volver a reunirse con el resto de los Gorriones, Demian tomó un respiro.

—Estos asesinos no s-son brujos o habríamos visto algo más que c-cuchillas —aclaró el chico, a pesar de que la pregunta había sido realizada largo rato atrás —, estos son de los suyos —añadió refiriéndose a los 3, pues sus amigos compartían la misma raza… humanos.

Miró a su alrededor con cuidado. Aún podían los asesinos estar cerca y sabía que no todos eran simples guerreros de primera fila, debían ser liderados por alguien bastante competente al menos.

—Aún no es muy seguro ha-hablar.

La propuesta de Chimar le sorprendió, pero no porque no supiera que el chico tenía un pasado que rayaba en la opulencia, sino porque no le había oído con deseos de volver allí. De todos modos, resultaba muy conveniente, aunque arriesgado. Asintió con la cabeza.

Mientras avanzaban, con Demian constantemente revisando de manera disimulada los posibles riesgos de cada paso, atento a alguna posible sombra sospechosa, quizás algún transeúnte de caminar extraño, el chico decidió compartir al menos lo que sabía de modo rápido.

—La mayoría son asesinos a sueldo, pe-pero están liderados por un grupo muy poco conocido… pero que no son ningún chiste. Se les conoce como La Cegadora y su emblema es una hoz. No, no son campesinos o al-l-lgo por así, sino humanos con aires de superioridad.

Demian extendió su mano y con pequeñas ilusiones aparecieron allí unas caricaturescas cabecitas flotantes. Todas ellas eran plomas.

—Hace m-m-miles de años, llegaron los primeros hombres al mundo. ¿Cómo? no se, los libros hablan algo de un portal y de mares congelados, yo qué se. Lo importante es que algunos de ellos aprendieron a usar magia.

Algunas de las cabezas se tornaron naranja y otras amarillas. Entre ellas se pusieron a pelear y murieron varias de ambos lados.

—De ahí vienen los débiles de los elfos y la grandiosa y magnífica raza de los brujos. Luego unos le fueron a lamer las botas a los dragones —unas cabezas se tornaron moradas y les salieron alas—, otras pensaron que la sangre de dragón era deliciosa —otras cabezas se volvieron rojas—, y ya cuando llegaron los terrestres quedó el desmadre, con gente volviéndose lobos, gente con pelos por todos lados y gente con metal por todos lados. Vamos, que nadie quería s-s-seguir siendo un aburrido humano… sin ofender —más cabezas cambiaron, unas en verde, otras en calipso y otras más en gris oscuro, mientras las restantes se juntaron y se volvieron azules.

—¿Qué tiene todo esto que ver con el asunto?, pues los de la hoz esa pi-pie-piensan que los del equipo azul se deberían quedar con todo porque… bueno, porque los otros son raros y peligrosos o cosas po-por el estilo. Entonces buscan una especie de super hechizo-máquina que hará BOOM! y PAF! —las cabezas azules lanzaron una pelota sobre las otras, explotando y destruyendo al resto, quedando sólo el grupo de los azules.

Demian apuntó a Chimar.

—Y al parecer papá Machiavelo tenía algo para fabricar l-lo-lo que querían.

—Soy asesino, no ladrón —expresa Demian. Claramente su habilidad para entender el sarcasmo no ha mejorado significativamente durante su ausencia. Luego se detiene un momento, se rasca el mentón y continúa— bueno, sí soy ladrón, pero no robo a amigos.

Pero de todas maneras el chico no toma insulto y más bien se apresura a echar una mirada por la casa. No es que realmente tenga un interés tan marcado en una residencia atacada por el abandono, sino que quiere asegurarse de no encontrar trampas y cosas por el estilo.

Decide que antes de cualquier conversación requiere de mantener la seguridad. Se pregunta si sus compañeros se dan cuenta del peligro real que enfrentan o si consideran todo ello un juego. A final de cuentas, a veces sí tratan los peligros como juegos, pero es distinto cuando hasta los más indefensos del grupo están involucrados.

Se acerca a la puerta y traza un símbolo en la cerradura, una runa antigua que dice “ruido” y otra que dice “sello”. Procura que la parte que dice “sello” quede atravesando una unión, de modo que si se llegase a abrir la puerta este símbolo se perdería. Hace lo mismo con las ventanas, desplazándose una por una para trazar la forma correspondiente con su dedo usando el mismo polvo. Sabe que el polvo es pésimo para usar esta disciplina por su corta duración, pero no espera que el asunto se extienda por mucho. Al fin y al cabo ni el mismo Chimar parece querer usar ese domicilio, y no porque sea demasiado apegado a las leyes.

Vuelve a donde están los demás chicos y se sienta en una de las sillas.

—Si alguien abre una puerta o ventana, lo sabremos —afirma.

Con eso sabe que al menos sabrán si esos asesinos intentan algo nuevo.

Escucha las explicaciones de Chimar y piensa en silencio unos instantes. Al parecer el padre de su amigo no ha construido lo que buscan, lo que puede llevar a un problema mayor o menor, dependiendo de qué tan comprensivos sean los sujetos. Algo le dice que es más probable que prefieran insistir, lo que puede llevar a desenlaces poco agradables. Suspira.

—Esto sonará ex-x-xtraño, pero… —toma aire antes de continuar —no tengo permitido asesinar a nadie en esta misión.

Demian se para, toma una cuchara sopera y la pone sobre la mesa. A continuación hace lo mismo con cuatro cucharas pequeñas.

—Esta organización tiene un líder, pero nadie sabe realmente dónde vive. Adicionalmente, existen c-c-cuatro líderes menores, que dirigen el trabajo s-su-sucio. Al parecer sólo dos de los líderes menores están al tanto de este plan de la máquina. Uno v-vive en la zona rica de Lunargenta, el otro en la zona pobre. No se si el líder mayor es parte de esto o no, o si sólo los m-menores intentan obtener la máquina para impresionarle.

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Subrayado uso de profesión Arcanos.

—Mi posición… —queda pensativo Demian, luego da un par de vueltas por la habitación.

No sabe realmente por dónde empezar y cuánto es factible de contar aún sobre lo ocurrido en los últimos meses.

—Verás… he estado aprendiendo algunas c-cosas, con… con nueva gente —explica—, y esa nueva gente es buena reuniendo inf-f-formación, pero no son buenos tomando acciones, vamos, que si el mundo estuviera siendo des-s-truido por un enjambre de seres mutantes se quedarían a tomar una tacita de té.

Saca un trozo de papel, una carta, y lo deja a la vista de Chimar. El papel dice:

“Sabio Tormund, tengo todo preparado para la captura del joven Machiavelo, fijada para el primer día de luna nueva. Vive en una torre que cuenta con algunas protecciones y tengo información de buena fuente que dice que ha participado en enfrentamientos peligrosos y salido con vida, así que enviaré un grupo de buenos hombres. Cuando esté seguro lo llevaré al viejo granero del sur-este, donde se le proveerá de materiales para construir la máquina. Esperamos dejar con vida a uno de sus amigos para motivarle.
Saludos cordiales,
Sabio Jeremías”

—Me encontré con eso en una investigación y supe que deb-bía apresurar mi regreso. Averigüé todo lo que pude y vine.

Ratita parecía comenzar a tener sueño, tanta explicación se salía de su área, pero el joven de la cara pecosa se mostraba interesado en lo que estaba pasando.

—Si esta organización es ilegal… —dice con expresión pensativa— ¿no es posible denunciarlos a la Guardia o algo?

Demian se queda pensando. En su interior la única posibilidad de éxito pasaba por acabar con esos dos líderes. Aunque sabía que el asesinato le estaba prohibido, internamente se hacía a la idea de que no podría evitar cometerlo contra esas personas específicas. Muertos ellos, la amenaza debía desaparecer. Ahora se preguntaba si las palabras de Motas eran una completa locura o había algo de factibilidad. Miró a Chimar, como preguntando su opinión sobre el curso a seguir.

—¿Qué piensas, Chim?, ¿podemos salir de esta?

—No es momento de pensar en comida, Chim —contesta Demian—, aunque tengo un poco de hambre.

Luego queda meditando sobre las palabras de su amigo. Efectivamente, lo más difícil sería convencer a la Guardia de ayudarles, al final no son más que niños ladrones. Sí, han tenido sus momentos de fama, pero al final del día siguen siendo niños ladrones, sin padres, sin nada más que ellos mismos y su amistad. Pero cortarle la cabeza a la serpiente sería ir en contra de lo que ha avanzado este tiempo.

—Mi nuevo maestro ha logrado que no m-ma-mate a nadie en los últimos meses —confiesa—, dice que me devolverá las dagas cuando esté listo.

Se siente raro decir eso, casi como si confesara un secreto oscuro más que si estuviera orgulloso, que sería lo más apropiado. Los últimos meses muchas cosas han cambiado en su vida y todo iba viento en popa cuando descubrió lo del plan contra su amigo. Hasta estaba seguro que pronto podría volver a la Ratonera.

Toma una de las cucharas y la arroja al suelo, para luego pisarla.

—Creo que tendremos que hac-ce-cerlo a la antigua. Es hora de pisar algunas cabezas.

Su semblante es decidido y algo de la mirada oscura de antaño vuelve a cruzarse por su rostro. Es la mirada de muerte que tiene cuando se prepara para matar a alguien, esa mirada que ha sido reflejo de su propia defensa psicológica ante el hecho de realizar actos tan oscuros.

—Pero antes tenemos que descansar —afirma—, aprovechemos tu casa para descansar, que mañana nos ponemos en mo-o-vimiento. Lo primero es dar con la ubicación de estos líderes. Quizás ese granero del que hablan, en el sur-este de la ciudad, sea un buen punto de partida. Confío en que hayas mejorado en el rastreo en estos meses, Chimar…

Iba a agregar que no fue muy bueno rastreándole a él, pero se arrepiente y se queda en silencio, buscando un buen lugar para iniciar un descanso.

Demian se queda en silencio ante la propuesta de Chimar. No sabe realmente si debe decir que sí o que no. Tiene claro que su amigo ya ha probado la sangre antes, pero también sabe que él no fue criado para ello. Sabe que su amigo no aprueba ese tipo de cosas. Lo dejará al criterio de él.

—Cerca… lejos… me he estado moviendo —responde—, estuve un tiempo en las Islas, pero l-luego fuimos al territorio licántropo y vampiro… allí fue donde me enteré de estas co-cosas.

El ambiente claramente apunta al descanso y los chicos están cansados. Al final sólo pudieron tener un par de horas de sueño y demasiado ajetreo esa noche. En cuanto a Demian, ya han pasado muchas horas desde la última vez que cerró sus ojos, demasiadas.

Sube a la habitación mencionada por su amigo. Tiene una cama suficientemente grande para ellos. Al final son un grupo de críos acostumbrados a dormir donde sea. Tanto Ratita como Motas hacen uso del mueble, cada uno buscando una posición cómoda, pero permitiendo espacio para el resto. Demian hace lo suyo, pero no se recuesta, no aún.

Se sienta con las piernas cruzadas, la espalda recta y los ojos cerrados.

—Te extrañamos, Dem —menciona un somnoliento Ratita.

Demian contesta asintiendo y luciendo una leve sonrisa. Él también extrañó a sus amigos, pero a veces hay cosas que hacer antes de poder verlos. A Motas no le alcanzó a conocer demasiado, pero ya habrá tiempo, para eso es la Ratonera, para que los niños sin hogar ni destino puedan tener un espacio para hacer amigos y vivir aventuras, pero sobre todo para tener algo parecido a una familia.

Comienza a meditar, dejando que las corrientes del mana fluyan libres, sintiéndolas con más intensidad, dejando que su mente corra por esas energías, sin intervenir, sin forzarlas, sólo dejando que sean parte de si y él siendo parte de ellas. Es una lástima que esta sea una experiencia que nunca podrá realmente compartir con sus amigos.

No pasará mucho tiempo antes de que caiga dormido.