Se busca Compañero [Interpretativo][Libre][Cerrado]
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-¡Eh! ¡No tengo todo el día! ¡Date prisa! – La voz de su “supuesto” jefe le taladraba la cabeza como si de una fina daga se tratase – Te estoy pagando por algo y lo quiero ya – Eltrant no dijo nada, suspiró pesarosamente y continuó cargando la pesada caja tras el ostentoso hombre– No te quejes, encima que voy a los barrios pobres a darte trabajo ¡A los pobres! ¡Yo! ¡Lord Westerchein! – Eltrant volvió a suspirar - ¿¡Que significa esos suspiros!? ¿¡Te ríes de mi muchacho?! ¡¿Es eso!?- El mercenario negó con la cabeza y continuó en la retaguardia del noble, obedeciendo las órdenes que este le daba – Es usted consciente de que solo tengo dos brazos ¿Verdad? No puedo ir más rápido por más que usted grite – El hombre levantó la cabeza y se cruzó de brazos – Eso es solo problema tuyo joven – Dijo dando por finalizada la conversación.
Al cabo de un rato Eltrant llegó a la majestuosa mansión del altivo cliente que había tenido la fortuna, o desgracia, dependiendo de cómo lo mirase, de entrar en su oficina. Una vez allí depositó la caja en el suelo, frente a la enorme verja de hierro forjado, recibió su correspondiente recompensa - ¿Esto es todo? – El mercenario arqueó una ceja mientras, incrédulo, escudriñaba los dos Aeros que el noble había depositado en la palma de su mano – ¡Y date por satisfecho! Un hombre-bestia lo habría hecho por la mitad y más rápido. ¡Buenas tardes! – Antes de que el séptimo de los Tale pudiese decir nada su cliente ya se había perdido tras los fortificados muros de su morada. -Bueno… - Susurró pasándose los Aeros que tenía en su poder de una mano a otra – Menos es nada.
Mientras volvía de nuevo a su oficina, cruzando la ciudad de una punta a la otra, no pudo evitar pensar en todo el tiempo que había malgastado por dos solo dos monedas, si bien era cierto que no podía haber adivinado que aquel hombre le estafaría de aquella manera, debía empezar, como mínimo, a plantearse un modelo de negocio más seguro, o encontrar ayuda.
Tras pasar una hora aproximadamente esquivando a alegres transeúntes que decían cosas tan cordiales como “Piérdete” o “¿Qué estas mirando?” llegó finalmente al pequeño edifico que había comprado con sus ahorros. Haciendo de oficina para su “Compañía” de mercenarios y de casa, Eltrant se había gastado hasta el último Aero que tenía en su posesión por aquella chabola de dos habitaciones hacinada entre una taberna y un edifico abandonado.
Después de fruncir el ceño y mirar fijamente la fachada durante unos segundos caminó hacia la entrada – No le vendría mal una mano de pintura – Afirmó mientras se peleaba, por decimosexta vez aquella semana, con la cerradura parcialmente oxidada – Debí de haber pedido una garantía al menos – Una vez dentro escudriño el lugar al que llamaba hogar, un sinfín de botellas de licor vacías y papeles con instrucciones de clientes desperdigados por todas partes, suspiró hondo y, sonriendo para sí, se sentó tras la mesa que hacía las veces de recepción. Era cierto que empezaba a sobrellevar mejor el hecho de que tuviese un tatuaje en la espalda por culpa de una maldición, ya casi no se despertaba sin recordar la noche anterior por culpa de la bebida, también era cierto que aquello distaba mucho de haberla abandonado completamente.
Fue en ese momento cuando Sam, su inquilino, que también resultaba ser un mapache, irrumpió en la escena y por algún motivo, se llevó una botella a algún lugar fuera del edificio, saliendo por el agujero que había tras la estantería en la que guardaba la mayoría de los libros.
Después de varios largos segundos mirando incrédulo como el mapache había seleccionado cuidadosamente aquella botella entre todas, se llevó las manos hasta las sienes y se dejó caer sobre la mesa – Necesito un ayudante, o algo.
Minutos más tarde, junto a la entrada del edificio en el que estaba un pequeño cartel de madera que había colocado para poner los horarios en los que los clientes podían entrar en la oficina había un añadido más.
“Se busca compañero”
No tardaron en llegar los primeros contendientes al puesto, una mujer de cabellos rojizos y aspecto humilde, un hombre que no mediría más de metro y medio, pero que por el tamaño de los brazos parecía ser realmente fuerte y un anciano que Eltrant suponía que no aguantaría muchas primaveras más.
-¿Estáis todos aquí para uniros a La Luna Invernal? ¿Enserio? - Inquirió el joven incrédulo, a lo cual los tres recién llegados respondieron inmediatamente de forma afirmativa, el anciano tardó un poco más en hacerlo, Eltrant notó que fue principalmente que se había quedado dormido durante unos instantes. – Por los dioses… - Dijo el castaño.
Al cabo de un rato Eltrant llegó a la majestuosa mansión del altivo cliente que había tenido la fortuna, o desgracia, dependiendo de cómo lo mirase, de entrar en su oficina. Una vez allí depositó la caja en el suelo, frente a la enorme verja de hierro forjado, recibió su correspondiente recompensa - ¿Esto es todo? – El mercenario arqueó una ceja mientras, incrédulo, escudriñaba los dos Aeros que el noble había depositado en la palma de su mano – ¡Y date por satisfecho! Un hombre-bestia lo habría hecho por la mitad y más rápido. ¡Buenas tardes! – Antes de que el séptimo de los Tale pudiese decir nada su cliente ya se había perdido tras los fortificados muros de su morada. -Bueno… - Susurró pasándose los Aeros que tenía en su poder de una mano a otra – Menos es nada.
Mientras volvía de nuevo a su oficina, cruzando la ciudad de una punta a la otra, no pudo evitar pensar en todo el tiempo que había malgastado por dos solo dos monedas, si bien era cierto que no podía haber adivinado que aquel hombre le estafaría de aquella manera, debía empezar, como mínimo, a plantearse un modelo de negocio más seguro, o encontrar ayuda.
Tras pasar una hora aproximadamente esquivando a alegres transeúntes que decían cosas tan cordiales como “Piérdete” o “¿Qué estas mirando?” llegó finalmente al pequeño edifico que había comprado con sus ahorros. Haciendo de oficina para su “Compañía” de mercenarios y de casa, Eltrant se había gastado hasta el último Aero que tenía en su posesión por aquella chabola de dos habitaciones hacinada entre una taberna y un edifico abandonado.
Después de fruncir el ceño y mirar fijamente la fachada durante unos segundos caminó hacia la entrada – No le vendría mal una mano de pintura – Afirmó mientras se peleaba, por decimosexta vez aquella semana, con la cerradura parcialmente oxidada – Debí de haber pedido una garantía al menos – Una vez dentro escudriño el lugar al que llamaba hogar, un sinfín de botellas de licor vacías y papeles con instrucciones de clientes desperdigados por todas partes, suspiró hondo y, sonriendo para sí, se sentó tras la mesa que hacía las veces de recepción. Era cierto que empezaba a sobrellevar mejor el hecho de que tuviese un tatuaje en la espalda por culpa de una maldición, ya casi no se despertaba sin recordar la noche anterior por culpa de la bebida, también era cierto que aquello distaba mucho de haberla abandonado completamente.
Fue en ese momento cuando Sam, su inquilino, que también resultaba ser un mapache, irrumpió en la escena y por algún motivo, se llevó una botella a algún lugar fuera del edificio, saliendo por el agujero que había tras la estantería en la que guardaba la mayoría de los libros.
Después de varios largos segundos mirando incrédulo como el mapache había seleccionado cuidadosamente aquella botella entre todas, se llevó las manos hasta las sienes y se dejó caer sobre la mesa – Necesito un ayudante, o algo.
Minutos más tarde, junto a la entrada del edificio en el que estaba un pequeño cartel de madera que había colocado para poner los horarios en los que los clientes podían entrar en la oficina había un añadido más.
“Se busca compañero”
No tardaron en llegar los primeros contendientes al puesto, una mujer de cabellos rojizos y aspecto humilde, un hombre que no mediría más de metro y medio, pero que por el tamaño de los brazos parecía ser realmente fuerte y un anciano que Eltrant suponía que no aguantaría muchas primaveras más.
-¿Estáis todos aquí para uniros a La Luna Invernal? ¿Enserio? - Inquirió el joven incrédulo, a lo cual los tres recién llegados respondieron inmediatamente de forma afirmativa, el anciano tardó un poco más en hacerlo, Eltrant notó que fue principalmente que se había quedado dormido durante unos instantes. – Por los dioses… - Dijo el castaño.
Última edición por Eltrant Tale el Dom 31 Jul - 18:44, editado 1 vez
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Se busca Compañero [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Tenía que huir de la ciudad tras la agitada noche anterior. Nunca pensé que mi abuela llegaría tan lejos enviando vampiros a por mí. Mortagglia sabía donde estaba desde que llevaba aquella maldita marca que me dejó el Centinela en el brazo, y ahora veía su rostro casi en cualquier esquina. Había dicho que iría a por su nieta a cualquier coste. Era el momento de huir de la ciudad, lejos de su malévola influencia.
-No podemos irnos sin más. Tendremos que coger provisiones y añadir algún virote más a nuestras armas. – me replicaba Jules en medio de las abarrotadas calles, donde encima llamábamos la atención por nuestros ropajes negros y nuestras ballestas, que eran tan grandes como nuestras espaldas, sobre las que descansaban.
-Ahora mismo estoy expuesta a un ataque. – le dije, en un tono malhumorado, con mi habitual cara de enfado. – Hay demasiada gente en la calle. Me agobio.
-Los vampiros no suelen salir de día, pero no sabemos si entre las filas de Mortagglia hay algo más que rondadores nocturnos. – explicó Jules en voz alta. – En cualquier caso, no podemos dejarte expuesta. Voy a ir a hacer preparativos, tú escóndete en alguna parte y nos vemos a las puertas de la ciudad al atardecer.
Asentí con la cabeza y me fui. Me sentía observada. Después de ver el rostro de la Dama reflejado en aquella palangana cuando me fui a lavar la cara en la posada, o el ataque de aquellos mercenarios vampiro, que sabían donde ir a buscarme, ya ningún lugar me parecía ya seguro. Tenía que encontrar algún sitio lleno de gente competente en combate, que pudiera desenvolverse en caso de conflicto, o al menos impusiera lo bastante como para que un enemigo se lo pensara dos veces antes de atacarme.
Si bien era suficientemente para defenderme sola, no era precisamente una señorita en apuros. Y mi rostro malhumorado y desenfrenado así lo daba a entender. Mejor ir acompañada de alguien mientras Jules realizaba las compras. En definitiva, necesitaba compañía, y qué mejor sitio que un cartel cuyo texto rezaba…
-Se busca compañero. - musité para mí misma, leyendo en voz alta el mismo. El lugar era un antro de lo peor que había visto en mi vida. Quién sabía qué clase de calaña se movía por aquel garito.
Decidí entrar, al menos allí nadie me apuñalaría por la espalda, o eso esperaba. Y si acaso me informaría un poco sobre las actividades del local y, quién sabe, igual hasta me sacaba unos aeros. No era mi estilo, pero hasta la noche no tenía nada más interesante que hacer.
Me quedé de pie con los brazos en cruz, apoyada contra el marco de la puerta. Mirando de arriba abajo a cada uno de los inquilinos que iban a ser escogidos para lo que el hombre del escritorio llamaba “La Luna Invernal”. ¿Qué era aquello? ¿Una compañía de teatro? ¿Un circo? Sin duda por lo variopintos que eran los tres “candidatos”, si se les podía llamar así, perfectamente podrían dar el pego. Una mujer joven y de cabellos caoba, un “enano” y un anciano. Hasta el entrevistador parecía incrédulo de que semejantes elementos aparecieran allí.
-Seré muy útil. Sé limpiar y hasta leer. – dijo la mujer del pelo colorado. Con una voz repelentemente aguda.
-Podría partirle la cabeza a cualquiera. – replicó el pequeñín. Sí, primero tendrías que ser capaz de llegar hasta el cuello, y a menos que subas a una silla, va a ser difícil. A mi metro ochenta y cinco a duras penas lo haría.
-Yo hace cuarenta años vencía grupos de bandidos a mordiscos. - se vanagloriaba el anciano. ¿Y ahora seguiría haciéndolo? Primero tendría que probar a ponerse una dentadura postiza.
Tras decir esto no pude evitar mirar con lástima a aquel variopinto grupo. Pero después de presentarme allí algo tenía que decir. A fin de cuentas, si no me dirían que qué pintaba allí.
-¿Para qué se buscan candidatos exactamente aquí? ¿Para un circo? – pregunté totalmente seria, con voz seca y cortante. Sin entonación. Como era yo habitualmente. No había expresado una mínima expresión de risa por ridículos que fueran los comentarios de los presentes. – De ser así, creo que has encontrado los candidatos ideales. – le dije al hombre.
Era prepotente y sabihonda, sí, lo sabía. Siempre lo fui. ¿Y qué? ¿Acaso alguno de aquellos torpes iba a decirme algo? Mi aspecto intimidante no invitaba a bromear conmigo y mi enorme ballesta pesada, junto a las dos pequeñas que llevaba colgando del cinturón, eran el aval de aquello. Los cazadores de vampiros no éramos precisamente gente sociable.
-No podemos irnos sin más. Tendremos que coger provisiones y añadir algún virote más a nuestras armas. – me replicaba Jules en medio de las abarrotadas calles, donde encima llamábamos la atención por nuestros ropajes negros y nuestras ballestas, que eran tan grandes como nuestras espaldas, sobre las que descansaban.
-Ahora mismo estoy expuesta a un ataque. – le dije, en un tono malhumorado, con mi habitual cara de enfado. – Hay demasiada gente en la calle. Me agobio.
-Los vampiros no suelen salir de día, pero no sabemos si entre las filas de Mortagglia hay algo más que rondadores nocturnos. – explicó Jules en voz alta. – En cualquier caso, no podemos dejarte expuesta. Voy a ir a hacer preparativos, tú escóndete en alguna parte y nos vemos a las puertas de la ciudad al atardecer.
Asentí con la cabeza y me fui. Me sentía observada. Después de ver el rostro de la Dama reflejado en aquella palangana cuando me fui a lavar la cara en la posada, o el ataque de aquellos mercenarios vampiro, que sabían donde ir a buscarme, ya ningún lugar me parecía ya seguro. Tenía que encontrar algún sitio lleno de gente competente en combate, que pudiera desenvolverse en caso de conflicto, o al menos impusiera lo bastante como para que un enemigo se lo pensara dos veces antes de atacarme.
Si bien era suficientemente para defenderme sola, no era precisamente una señorita en apuros. Y mi rostro malhumorado y desenfrenado así lo daba a entender. Mejor ir acompañada de alguien mientras Jules realizaba las compras. En definitiva, necesitaba compañía, y qué mejor sitio que un cartel cuyo texto rezaba…
-Se busca compañero. - musité para mí misma, leyendo en voz alta el mismo. El lugar era un antro de lo peor que había visto en mi vida. Quién sabía qué clase de calaña se movía por aquel garito.
Decidí entrar, al menos allí nadie me apuñalaría por la espalda, o eso esperaba. Y si acaso me informaría un poco sobre las actividades del local y, quién sabe, igual hasta me sacaba unos aeros. No era mi estilo, pero hasta la noche no tenía nada más interesante que hacer.
Me quedé de pie con los brazos en cruz, apoyada contra el marco de la puerta. Mirando de arriba abajo a cada uno de los inquilinos que iban a ser escogidos para lo que el hombre del escritorio llamaba “La Luna Invernal”. ¿Qué era aquello? ¿Una compañía de teatro? ¿Un circo? Sin duda por lo variopintos que eran los tres “candidatos”, si se les podía llamar así, perfectamente podrían dar el pego. Una mujer joven y de cabellos caoba, un “enano” y un anciano. Hasta el entrevistador parecía incrédulo de que semejantes elementos aparecieran allí.
-Seré muy útil. Sé limpiar y hasta leer. – dijo la mujer del pelo colorado. Con una voz repelentemente aguda.
-Podría partirle la cabeza a cualquiera. – replicó el pequeñín. Sí, primero tendrías que ser capaz de llegar hasta el cuello, y a menos que subas a una silla, va a ser difícil. A mi metro ochenta y cinco a duras penas lo haría.
-Yo hace cuarenta años vencía grupos de bandidos a mordiscos. - se vanagloriaba el anciano. ¿Y ahora seguiría haciéndolo? Primero tendría que probar a ponerse una dentadura postiza.
Tras decir esto no pude evitar mirar con lástima a aquel variopinto grupo. Pero después de presentarme allí algo tenía que decir. A fin de cuentas, si no me dirían que qué pintaba allí.
-¿Para qué se buscan candidatos exactamente aquí? ¿Para un circo? – pregunté totalmente seria, con voz seca y cortante. Sin entonación. Como era yo habitualmente. No había expresado una mínima expresión de risa por ridículos que fueran los comentarios de los presentes. – De ser así, creo que has encontrado los candidatos ideales. – le dije al hombre.
Era prepotente y sabihonda, sí, lo sabía. Siempre lo fui. ¿Y qué? ¿Acaso alguno de aquellos torpes iba a decirme algo? Mi aspecto intimidante no invitaba a bromear conmigo y mi enorme ballesta pesada, junto a las dos pequeñas que llevaba colgando del cinturón, eran el aval de aquello. Los cazadores de vampiros no éramos precisamente gente sociable.
Anastasia Boisson
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Re: Se busca Compañero [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Podría haber enumerado sin mucho esfuerzo todas las razones por las que el sencillo mensaje “Se busca compañero” había acabado siendo una mala idea; no obstante allí estaba, sin saber exactamente que responder ante las virtudes de las que habían presumido los que trataban de ser futuros miembros de su modesta empresa.
Sin que pudiese evitarlo, dejó escapar una carcajada nerviosa y se pasó la mano por el pelo, tratando de ordenar mínimamente lo que quería decir -Euh… sí, verán… no creo que… - Otra voz le interrumpió antes de que terminase la frase, una cuarta persona de la que no se había percatado y que, por lo que parecía, había llegado justo a tiempo para escuchar lo que los tres individuos frente a él acababan de decir de sí mismos. – “¿Un Bio-Cibernético?” – Fue lo primero que se le pasó a Eltrant por la cabeza al estudiar a la joven de cabellos cobrizos que acababa describir, con un acierto y severidad encomiable, la escena que tenía frente a ella.
Suspiró, en parte aliviado, por el hecho de que su pequeño cartel hubiese atraído al menos a una persona competente, el porte de la chica, unida con lo que el mercenario identifico como ballestas afianzadas en diferentes partes de su indumentaria mostraba que como mínimo, aquella mujer sabia valerse por si misma.
-¡¿Un circo?! Eso no me lo dices en la calle mujer ¡Te voy a partir en dos! – Exclamó inmediatamente el hombre bajito acercándose inmediatamente a la mujer que había dicho aquellas palabras, para enseguida mirarla tratando, quizás, de intimidarla; Mientras el enano farfullaba una retahíla de insultos sorprendentemente originales, dio un par de saltitos para que los presentes pudiesen atestiguar que, de llegar a ser necesario, alcanzaría la cara de la joven. – Vaya, vaya, estos jóvenes… si tuviese una buena vara de roble os iba yo a enseñar… - El anciano negó con la cabeza como quien ve a unos niños incorregibles y se sentó en una de las sillas que Eltrant tenía preparadas para los clientes - Mi cadera ya no es lo que era ¿Saben? La original la perdí en el desembargo de Bletuxus – Eltrant cerró los ojos y obvió el hecho de que el anciano no había conseguido pronunciar bien el nombre de la ciudad de brujos más famosa del mundo y se giró hacia la chica de voz chillona quien, a pesar de haberse ofrecido para ayudar a limpiar y realizar las diferentes tareas que se le otorgasen, sonrió educadamente a los presentes y abandonó la oficina, probablemente convencida de que un trabajo mal pagado no merecía la muy probable pelea que estaba a punto de desencadenarse.
Eltrant, después de ver marchar a la única persona que, hasta ahora, había descrito unas habilidades que le podían ser de utilidad, frunció el ceño y golpeó la mesa para que los presentes le prestasen atención, algo que consiguió teniendo en cuenta que el enano dejó la frase que estaba vociferando a la chica de la ballesta a la mitad.
- ¡Muy bien! – Exclamó cruzándose de brazos – A la pregunta de la mordaz recién llegada, no, esto no es un circo ambulante – Afirmó rascándose la barba – En la compañía Luna invernal somos… - Frunció el ceño y se llevó la mano hasta la barbilla, pensativo, que eran ¿Mercenarios? ¿Expertos en seguridad privada? Conocía a muchas personas que le habían catalogado directamente de delincuente, negó con la cabeza, no podía negar lo que era - …Somos Mercenarios – Al hombre bajito se le ilumino la cara cuando Eltrant pronunció aquellas palabras, sin embargo, Eltrant le impidió hablar con un gesto de la mano - …Pero no somos asesinos, tampoco ladrones, ni esclavistas – La expresión de felicidad del bajito se convirtió en una de asombro y, según pudo vislumbrar Eltrant, cierta decepción – Tenemos criterio, el dinero no lo es todo. – Continuó hablando mientras salía de detrás del escritorio y ayudaba al anciano a levantarse –…No es la primera vez que he acabado mal parado señor, usted no encaja con el trabajo que realizamos aquí – El hombre, después de maldecir a Eltrant se dirigió a la salida notablemente indignado y salió al exterior gritando obscenidades. – ¿Y bien? Si aceptáis solo tenéis que pasar una pequeña entrevista y demostrarme que sois capaces de valeros por vosotros mismos – Quizás su criterio de selección no fuese el más estricto del mundo, pero con el número de candidatos y la calidad de los mismo tampoco podía ser remilgado.
Eltrant aguardó, sentado sobre la mesa, a que alguna de las dos únicas personas que quedaban presentes respondiesen - ¡Había odio historias de ti Tale! ¡De que viajabas matando gente por todo Aerandir! ¡No estás a mi altura! ¡Nadie aquí lo está! ¡Oiréis historias de mí! ¡De Wenceslao Farrel! ¡Y temblareis de miedo!¡Voy a ser grande! – El hombre bajito estalló en una pequeña bola de ira contenida,a lo que el castaño simplemente arqueó una ceja al ver al hombre marcharse tal y como lo habían hecho los dos primeros, el fantasma de una sonrisa se vislumbró en la comisura de sus labio – Que tengamos criterio no significa que no luchemos por lo que creemos justo – Le explicó a la muchacha de mirada inexpresiva y pose estoica, la única que quedaba y, llevándose las manos a los bolsillos, se dejó caer sobre la mesa – Si accedes tendrás acceso a todos los recursos disponibles que tengamos, así como libertad para seleccionar los encargos por tu cuenta y viajar por Aerandir, el pago íntegro por los trabajos que aceptes es tuyo, al fin y al cabo has sido tu quien ha realizado el trabajo – No estaba seguro porque seguía hablando de la empresa como “nosotros” cuando era bastante obvio que solo estaba él – La única obligación es ayudar a tus compañeros en los trabajos en los que se necesite tu ayuda y llevar este símbolo – Señaló la media luna que llevaba bordada en la capa – En cualquier parte de tu indumentaria, tampoco es necesario que sea tan grande, ni que este bordado.
Terminado el discurso sonrió a la chica y volvió a sentarse. – Mi nombre es Eltrant Tale por cierto – Comentó mientras ordenaba un par de papeles que descansaban sobre la mesa.Dirigió una última sonrisa a la muchacha, algo le decía que, por la cara inexpresiva que tenia, no le había impresionado nada de lo que había oído, pero al fin y al cabo era de esperar, no es como si aquel lugar fuese el cuartel de la guardia de Lunargenta - Si decides quedarte, supongo que habrás aceptado hacer la entrevista.
Sin que pudiese evitarlo, dejó escapar una carcajada nerviosa y se pasó la mano por el pelo, tratando de ordenar mínimamente lo que quería decir -Euh… sí, verán… no creo que… - Otra voz le interrumpió antes de que terminase la frase, una cuarta persona de la que no se había percatado y que, por lo que parecía, había llegado justo a tiempo para escuchar lo que los tres individuos frente a él acababan de decir de sí mismos. – “¿Un Bio-Cibernético?” – Fue lo primero que se le pasó a Eltrant por la cabeza al estudiar a la joven de cabellos cobrizos que acababa describir, con un acierto y severidad encomiable, la escena que tenía frente a ella.
Suspiró, en parte aliviado, por el hecho de que su pequeño cartel hubiese atraído al menos a una persona competente, el porte de la chica, unida con lo que el mercenario identifico como ballestas afianzadas en diferentes partes de su indumentaria mostraba que como mínimo, aquella mujer sabia valerse por si misma.
-¡¿Un circo?! Eso no me lo dices en la calle mujer ¡Te voy a partir en dos! – Exclamó inmediatamente el hombre bajito acercándose inmediatamente a la mujer que había dicho aquellas palabras, para enseguida mirarla tratando, quizás, de intimidarla; Mientras el enano farfullaba una retahíla de insultos sorprendentemente originales, dio un par de saltitos para que los presentes pudiesen atestiguar que, de llegar a ser necesario, alcanzaría la cara de la joven. – Vaya, vaya, estos jóvenes… si tuviese una buena vara de roble os iba yo a enseñar… - El anciano negó con la cabeza como quien ve a unos niños incorregibles y se sentó en una de las sillas que Eltrant tenía preparadas para los clientes - Mi cadera ya no es lo que era ¿Saben? La original la perdí en el desembargo de Bletuxus – Eltrant cerró los ojos y obvió el hecho de que el anciano no había conseguido pronunciar bien el nombre de la ciudad de brujos más famosa del mundo y se giró hacia la chica de voz chillona quien, a pesar de haberse ofrecido para ayudar a limpiar y realizar las diferentes tareas que se le otorgasen, sonrió educadamente a los presentes y abandonó la oficina, probablemente convencida de que un trabajo mal pagado no merecía la muy probable pelea que estaba a punto de desencadenarse.
Eltrant, después de ver marchar a la única persona que, hasta ahora, había descrito unas habilidades que le podían ser de utilidad, frunció el ceño y golpeó la mesa para que los presentes le prestasen atención, algo que consiguió teniendo en cuenta que el enano dejó la frase que estaba vociferando a la chica de la ballesta a la mitad.
- ¡Muy bien! – Exclamó cruzándose de brazos – A la pregunta de la mordaz recién llegada, no, esto no es un circo ambulante – Afirmó rascándose la barba – En la compañía Luna invernal somos… - Frunció el ceño y se llevó la mano hasta la barbilla, pensativo, que eran ¿Mercenarios? ¿Expertos en seguridad privada? Conocía a muchas personas que le habían catalogado directamente de delincuente, negó con la cabeza, no podía negar lo que era - …Somos Mercenarios – Al hombre bajito se le ilumino la cara cuando Eltrant pronunció aquellas palabras, sin embargo, Eltrant le impidió hablar con un gesto de la mano - …Pero no somos asesinos, tampoco ladrones, ni esclavistas – La expresión de felicidad del bajito se convirtió en una de asombro y, según pudo vislumbrar Eltrant, cierta decepción – Tenemos criterio, el dinero no lo es todo. – Continuó hablando mientras salía de detrás del escritorio y ayudaba al anciano a levantarse –…No es la primera vez que he acabado mal parado señor, usted no encaja con el trabajo que realizamos aquí – El hombre, después de maldecir a Eltrant se dirigió a la salida notablemente indignado y salió al exterior gritando obscenidades. – ¿Y bien? Si aceptáis solo tenéis que pasar una pequeña entrevista y demostrarme que sois capaces de valeros por vosotros mismos – Quizás su criterio de selección no fuese el más estricto del mundo, pero con el número de candidatos y la calidad de los mismo tampoco podía ser remilgado.
Eltrant aguardó, sentado sobre la mesa, a que alguna de las dos únicas personas que quedaban presentes respondiesen - ¡Había odio historias de ti Tale! ¡De que viajabas matando gente por todo Aerandir! ¡No estás a mi altura! ¡Nadie aquí lo está! ¡Oiréis historias de mí! ¡De Wenceslao Farrel! ¡Y temblareis de miedo!¡Voy a ser grande! – El hombre bajito estalló en una pequeña bola de ira contenida,a lo que el castaño simplemente arqueó una ceja al ver al hombre marcharse tal y como lo habían hecho los dos primeros, el fantasma de una sonrisa se vislumbró en la comisura de sus labio – Que tengamos criterio no significa que no luchemos por lo que creemos justo – Le explicó a la muchacha de mirada inexpresiva y pose estoica, la única que quedaba y, llevándose las manos a los bolsillos, se dejó caer sobre la mesa – Si accedes tendrás acceso a todos los recursos disponibles que tengamos, así como libertad para seleccionar los encargos por tu cuenta y viajar por Aerandir, el pago íntegro por los trabajos que aceptes es tuyo, al fin y al cabo has sido tu quien ha realizado el trabajo – No estaba seguro porque seguía hablando de la empresa como “nosotros” cuando era bastante obvio que solo estaba él – La única obligación es ayudar a tus compañeros en los trabajos en los que se necesite tu ayuda y llevar este símbolo – Señaló la media luna que llevaba bordada en la capa – En cualquier parte de tu indumentaria, tampoco es necesario que sea tan grande, ni que este bordado.
Terminado el discurso sonrió a la chica y volvió a sentarse. – Mi nombre es Eltrant Tale por cierto – Comentó mientras ordenaba un par de papeles que descansaban sobre la mesa.Dirigió una última sonrisa a la muchacha, algo le decía que, por la cara inexpresiva que tenia, no le había impresionado nada de lo que había oído, pero al fin y al cabo era de esperar, no es como si aquel lugar fuese el cuartel de la guardia de Lunargenta - Si decides quedarte, supongo que habrás aceptado hacer la entrevista.
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Re: Se busca Compañero [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Al pequeño no pareció gustarle mi símil del circo y se encaró conmigo. Lanzándome una burda amenaza que poco serviría conmigo. Le miré fijamente hacia abajo con los brazos cruzados y los ojos entrecerrados, pensando si verdaderamente creía que no me atrevía a decírselo en la calle. – Preferirías que no te lo dijera en la calle. – Le advertí escuetamente, sin reírme. Su espectáculo dando saltos para demostrar que podía alcanzarme era patético. Podría asustarle con una mera corriente de aire pero no quería traspapelar la oficina. Así que por el momento optaría por la pasividad. El anciano se sentó en una silla a observar el lamentable espectáculo y la mujer de la voz chillona, directamente se fue, probablemente ante el miedo a un conflicto.
El que parecía el jefe del local rápidamente interrumpió al pequeño que vociferaba para decir por fin lo que en realidad era aquella especie de club. Se definían a sí mismos como “mercenarios para los que el dinero no lo era todo”. ¡Qué paradójico! Durante mis viajes me había encontrado con muchos grupos de mercenarios que decían exactamente lo mismo. ¿Por qué aquel iba a ser distinto? En cualquier caso, parecía interesado en reclutarnos.
No solía inmiscuirme en asuntos así. Era cazadora de vampiros que pertenecía a un prestigioso, adinerado y glamoroso gremio de cazadores de vampiros. Aunque nunca estaba de más formar alianzas, y máxime contra un enemigo tan peligroso como la Hermandad. Si era cierto que el dinero no lo era todo para ellos, tal vez podríamos buscar algún tipo de beneficio mutuo.
Poco me gustaron las palabras del pequeño sobre que aquel tipo mataba gente por todo Aerandir. Marchó echando pestes, diciendo que ninguno estábamos a su altura, que era un grande. – Quizás para una hormiga… – me dije a mí misma en voz baja, seguramente el tipo ni lo habría escuchado pues cerró la puerta de un portazo y se fue.
Quedé a solas con el dueño de la oficina, así que me senté en una silla que crujía cuando me senté, por momentos tuve miedo de terminar sentada en el suelo. Aquel curioso hombre, parecía empecinado en que me uniera a su grupo de mercenarios. Se hacía llamar Eltrant Tale y quedó ligeramente expectativo, debía estar esperando mi nombre.
-Mi nombre no lo sabe ni mi padre. – y no mentía. Era reticente a decírselo a la gente con la que no tenía confianza, y es que compartir el nombre con tu abuela líder de vampiros no era algo de mucho gusto. La gente en las islas relacionaba el nombre de Anastasia a una de las mejores cazadoras que decidió unirse a aquellos a los que una vez juró destruir. Ya tenían bastantes prejuicios sobre mi madre y sobre mí por ello como para encima supieran que me llamaba igual. –Huracán. Con eso bastará. – le dije refiriéndome al apodo que venía usando desde que tenía uso de razón.
Por lo visto, si quería unirme tendría que superar una entrevista y llevar una media luna en la chaqueta. Aquel tipo debía creer que era una descastada sin trabajo que haría lo que fuera por una suma de aeros. Yo no funcionaba así. Realicé un cruce de piernas y apoyé uno de los codos sobre el respaldo y el otro sobre la mesa, inclinándome ligeramente y adoptando una postura ciertamente chulesca.
-No pienso llevar eso visible. No trabajo así.– declaré con seriedad dando unos golpecitos con los dedos sobre la mesa, observando el símbolo de la media luna que llevaba en su capa. Ya pertenecía a un gremio y no podía llevar un bordado perteneciente a otra compañía, y mucho menos de aquel variopinto grupo que ni me iba ni me venía. Dejé de jugar con los dedos y pasé a mirarlo fijamente. Él había dicho mucho y yo había contado poco o nada. – Yo también tengo mi criterio. – le advertí, por si acaso creía que era una mera mercenaria sin principios. – Ya pertenezco a un gremio. Cazo vampiros. - o al menos eso era en la teoría, ya que después siempre me dedicaba a ajusticiar a algún capullo que lo mereciera, aunque solía ser de manera altruista y ante alguna injusticia que viera. – Si crees que tienes trabajo para mí, adelante, pregunta. – le propuse, dispuesta a realizar la entrevista, sin abandonar la postura chulesca que gastaba.
Le respondía con frases escuetas, no acostumbraba a hablar mucho y me costaba pronunciar frases de más de cinco palabras seguidas. Quizás el aspecto algo bruto que gastaba no invitaba a confianzas.
El que parecía el jefe del local rápidamente interrumpió al pequeño que vociferaba para decir por fin lo que en realidad era aquella especie de club. Se definían a sí mismos como “mercenarios para los que el dinero no lo era todo”. ¡Qué paradójico! Durante mis viajes me había encontrado con muchos grupos de mercenarios que decían exactamente lo mismo. ¿Por qué aquel iba a ser distinto? En cualquier caso, parecía interesado en reclutarnos.
No solía inmiscuirme en asuntos así. Era cazadora de vampiros que pertenecía a un prestigioso, adinerado y glamoroso gremio de cazadores de vampiros. Aunque nunca estaba de más formar alianzas, y máxime contra un enemigo tan peligroso como la Hermandad. Si era cierto que el dinero no lo era todo para ellos, tal vez podríamos buscar algún tipo de beneficio mutuo.
Poco me gustaron las palabras del pequeño sobre que aquel tipo mataba gente por todo Aerandir. Marchó echando pestes, diciendo que ninguno estábamos a su altura, que era un grande. – Quizás para una hormiga… – me dije a mí misma en voz baja, seguramente el tipo ni lo habría escuchado pues cerró la puerta de un portazo y se fue.
Quedé a solas con el dueño de la oficina, así que me senté en una silla que crujía cuando me senté, por momentos tuve miedo de terminar sentada en el suelo. Aquel curioso hombre, parecía empecinado en que me uniera a su grupo de mercenarios. Se hacía llamar Eltrant Tale y quedó ligeramente expectativo, debía estar esperando mi nombre.
-Mi nombre no lo sabe ni mi padre. – y no mentía. Era reticente a decírselo a la gente con la que no tenía confianza, y es que compartir el nombre con tu abuela líder de vampiros no era algo de mucho gusto. La gente en las islas relacionaba el nombre de Anastasia a una de las mejores cazadoras que decidió unirse a aquellos a los que una vez juró destruir. Ya tenían bastantes prejuicios sobre mi madre y sobre mí por ello como para encima supieran que me llamaba igual. –Huracán. Con eso bastará. – le dije refiriéndome al apodo que venía usando desde que tenía uso de razón.
Por lo visto, si quería unirme tendría que superar una entrevista y llevar una media luna en la chaqueta. Aquel tipo debía creer que era una descastada sin trabajo que haría lo que fuera por una suma de aeros. Yo no funcionaba así. Realicé un cruce de piernas y apoyé uno de los codos sobre el respaldo y el otro sobre la mesa, inclinándome ligeramente y adoptando una postura ciertamente chulesca.
-No pienso llevar eso visible. No trabajo así.– declaré con seriedad dando unos golpecitos con los dedos sobre la mesa, observando el símbolo de la media luna que llevaba en su capa. Ya pertenecía a un gremio y no podía llevar un bordado perteneciente a otra compañía, y mucho menos de aquel variopinto grupo que ni me iba ni me venía. Dejé de jugar con los dedos y pasé a mirarlo fijamente. Él había dicho mucho y yo había contado poco o nada. – Yo también tengo mi criterio. – le advertí, por si acaso creía que era una mera mercenaria sin principios. – Ya pertenezco a un gremio. Cazo vampiros. - o al menos eso era en la teoría, ya que después siempre me dedicaba a ajusticiar a algún capullo que lo mereciera, aunque solía ser de manera altruista y ante alguna injusticia que viera. – Si crees que tienes trabajo para mí, adelante, pregunta. – le propuse, dispuesta a realizar la entrevista, sin abandonar la postura chulesca que gastaba.
Le respondía con frases escuetas, no acostumbraba a hablar mucho y me costaba pronunciar frases de más de cinco palabras seguidas. Quizás el aspecto algo bruto que gastaba no invitaba a confianzas.
Anastasia Boisson
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Re: Se busca Compañero [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Tamborileó en la mesa en la que se acababa de sentar mientras, tras reclinarse sobre la silla, escuchaba las palabras con las que la llamada “Huracán”, había decidido honrarle. - “¿Pero de donde se escapa toda esta gente?” - Pensó al observar la pose de la mujer, la cual delataban una seguridad y confianza en sí misma que habrían hecho parecer humilde al enano que segundos atrás había abandonado el lugar – ¿Entonces cazas vampiros? – Preguntó interesado por el significado de aquella línea de trabajo – Interesante – Pasándose la mano por el flequillo, en un infructuoso intento por peinarlo, buscó entre la miríada de papeles que tenía desperdigados por la mesa hasta que encontró uno en el que la pequeña marca roja estaba ausente.
Llegados a este punto, y después de haber oído lo que la muchacha tenía que decir, era bastante obvio que la cazadora de vampiros no deseaba, ni había planeado desde un principio unirse a él, algo que si bien comprendía, le había sentado como un cubo de agua fría. Dejando a un lado el hecho de que Huracán parecía en contra de pronunciar más de cinco palabras en una misma oración, aparentaba ser una persona bastante competente, aunque por supuesto aquello era, simplemente, la primera impresión que tenía el mercenario de ella, y si algo sabía con certeza, era que su criterio para juzgar a las personas por su aspecto solía fallar de cuando en cuando.
Tras releer las preguntas que planeaba hacerle por segunda vez, respiró con fuerza por la nariz y miró a la “candidata” - Supongo que tu nombre ya lo sé… - Dijo sin poder enmascarar una pequeña sonrisa mientras tachaba la pregunta que indagaba sobre el tema – Tampoco te voy a preguntar cuál es tu motivo para unirte a la Luna Invernal, es bastante obvio que no te atrae demasiado la idea – Tachó la segunda pregunta con una pluma que tuvo que mojar en tinta un numero ridículo de veces para que cumpliese su cometido. – Así que… - Se aclaró la garganta, dispuesto a comenzar de una vez por todas con la entrevista y torció el gesto al ver, una vez más, la actitud chulesca de la que parecía vanagloriarse la mujer - La humildad no es lo tuyo ¿Me equivoco? – Dijo Eltrant sonriendo a la vez que hacia una bola de papel con las preguntas y las tiraba a un lado, aquello no serviría de nada –…Eres segura de ti misma, algo que me dice que las armas que portas no son de adorno – Se levantó del escritorio, otra vez, con las manos entrelazadas en su espalda y se paseó por la pequeña habitación - Probablemente tengas alguna historia a juego con esa actitud y también… eres cazadora de vampiros, una línea de trabajo peligrosamente concreta como para ser improvisada, ¿Algo en contra de los señores de la noche? ¿Familiar herido? ¿Hogar destruido? ¿Alguna injusticia que no has podido perdonar? - Se atusó la barba y examinó a la muchacha que estaba sentada a pocos metros de él, a pesar de ser un granjero sin recuerdos, llevaba demasiado tiempo vagando por Aerandir como para no saber reconocer ciertos patrones a simple vista, una convicción fuerte y un sentido de la moralidad a la par hacían de aquella mujer un candidato ideal; no iba a abandonar tan fácilmente el reclutarla.
Dedicando otra sonrisa a Huracán al final de varios largos segundos en silencio, se apoyó contra una pared – Por supuesto, no hace falta que respondas a nada que no quieras, descuida, todos tenemos cosas que preferimos no contar a un mercenario en un cuchitril de los barrios bajos de Lunargenta – Bromeó, no obstante, su mirada se posó de forma instintiva en el libro de tapa roja que estaba oculto en su estantería de forma que aunque alguien lo tocase por error, ninguna maldición recaería sobre él - Sin embargo… - Susurró a la vez que se giraba hacia la mesa y comenzaba a husmear entre la pila de papeles.
No pasó mucho tiempo hasta que finalmente encontró la hoja amarillenta que estaba buscando y se la entregó a la de cabellos rojizos. – Sí después de ayudarme a hacer esto sigues firme en tu decisión, no insistiré más.
Eltrant aguardó paciente a que Huracán ojeara la hoja con la información sobre el trabajo - Me llegó hace una semana – Señaló el papel con el retrato que acababa de dar a la cazadora– Asesino, esclavista, extorsiona la mayoría de pequeños locales del muelle… solo actúa al caer la noche – Comentó a la chica mientras tomaba la gran espada bastarda que descansaba en una esquina de la habitación y se la ataba al cinto – He indagado un poco sobre él, no hay nada realmente especifico sobre su identidad, una mansión que siempre parece estar vacía es dónde los rumores dicen que tiene su guarida – Desenvainó un poco su espada para comprobar que el filo estaba correcto y la volvió a envainar – También se habla sobre un local no muy lejos de aquí que le pertenece, un antro que hace las veces de burdel y de tasca – Suspiró – Dejémoslo en que ahí dentro no ocurren cosas buenas… y por supuesto, todo indica a que este malnacido tiene un pequeño ejército de matones descerebrados para hacerle el trabajo sucio.
Tras comprobar que una de las muchas botellas de licor que poseía no estaba completamente vacía vertió el contenido sobre un vaso y se lo bebió de un trago, para a continuación ofrecerle a Huracán – Entonces… ¿Qué te parece si cazamos a un vampiro?
Llegados a este punto, y después de haber oído lo que la muchacha tenía que decir, era bastante obvio que la cazadora de vampiros no deseaba, ni había planeado desde un principio unirse a él, algo que si bien comprendía, le había sentado como un cubo de agua fría. Dejando a un lado el hecho de que Huracán parecía en contra de pronunciar más de cinco palabras en una misma oración, aparentaba ser una persona bastante competente, aunque por supuesto aquello era, simplemente, la primera impresión que tenía el mercenario de ella, y si algo sabía con certeza, era que su criterio para juzgar a las personas por su aspecto solía fallar de cuando en cuando.
Tras releer las preguntas que planeaba hacerle por segunda vez, respiró con fuerza por la nariz y miró a la “candidata” - Supongo que tu nombre ya lo sé… - Dijo sin poder enmascarar una pequeña sonrisa mientras tachaba la pregunta que indagaba sobre el tema – Tampoco te voy a preguntar cuál es tu motivo para unirte a la Luna Invernal, es bastante obvio que no te atrae demasiado la idea – Tachó la segunda pregunta con una pluma que tuvo que mojar en tinta un numero ridículo de veces para que cumpliese su cometido. – Así que… - Se aclaró la garganta, dispuesto a comenzar de una vez por todas con la entrevista y torció el gesto al ver, una vez más, la actitud chulesca de la que parecía vanagloriarse la mujer - La humildad no es lo tuyo ¿Me equivoco? – Dijo Eltrant sonriendo a la vez que hacia una bola de papel con las preguntas y las tiraba a un lado, aquello no serviría de nada –…Eres segura de ti misma, algo que me dice que las armas que portas no son de adorno – Se levantó del escritorio, otra vez, con las manos entrelazadas en su espalda y se paseó por la pequeña habitación - Probablemente tengas alguna historia a juego con esa actitud y también… eres cazadora de vampiros, una línea de trabajo peligrosamente concreta como para ser improvisada, ¿Algo en contra de los señores de la noche? ¿Familiar herido? ¿Hogar destruido? ¿Alguna injusticia que no has podido perdonar? - Se atusó la barba y examinó a la muchacha que estaba sentada a pocos metros de él, a pesar de ser un granjero sin recuerdos, llevaba demasiado tiempo vagando por Aerandir como para no saber reconocer ciertos patrones a simple vista, una convicción fuerte y un sentido de la moralidad a la par hacían de aquella mujer un candidato ideal; no iba a abandonar tan fácilmente el reclutarla.
Dedicando otra sonrisa a Huracán al final de varios largos segundos en silencio, se apoyó contra una pared – Por supuesto, no hace falta que respondas a nada que no quieras, descuida, todos tenemos cosas que preferimos no contar a un mercenario en un cuchitril de los barrios bajos de Lunargenta – Bromeó, no obstante, su mirada se posó de forma instintiva en el libro de tapa roja que estaba oculto en su estantería de forma que aunque alguien lo tocase por error, ninguna maldición recaería sobre él - Sin embargo… - Susurró a la vez que se giraba hacia la mesa y comenzaba a husmear entre la pila de papeles.
No pasó mucho tiempo hasta que finalmente encontró la hoja amarillenta que estaba buscando y se la entregó a la de cabellos rojizos. – Sí después de ayudarme a hacer esto sigues firme en tu decisión, no insistiré más.
Eltrant aguardó paciente a que Huracán ojeara la hoja con la información sobre el trabajo - Me llegó hace una semana – Señaló el papel con el retrato que acababa de dar a la cazadora– Asesino, esclavista, extorsiona la mayoría de pequeños locales del muelle… solo actúa al caer la noche – Comentó a la chica mientras tomaba la gran espada bastarda que descansaba en una esquina de la habitación y se la ataba al cinto – He indagado un poco sobre él, no hay nada realmente especifico sobre su identidad, una mansión que siempre parece estar vacía es dónde los rumores dicen que tiene su guarida – Desenvainó un poco su espada para comprobar que el filo estaba correcto y la volvió a envainar – También se habla sobre un local no muy lejos de aquí que le pertenece, un antro que hace las veces de burdel y de tasca – Suspiró – Dejémoslo en que ahí dentro no ocurren cosas buenas… y por supuesto, todo indica a que este malnacido tiene un pequeño ejército de matones descerebrados para hacerle el trabajo sucio.
Tras comprobar que una de las muchas botellas de licor que poseía no estaba completamente vacía vertió el contenido sobre un vaso y se lo bebió de un trago, para a continuación ofrecerle a Huracán – Entonces… ¿Qué te parece si cazamos a un vampiro?
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Se busca Compañero [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Por primera vez esbocé una ligera sonrisa en mi rostro cuando mencionó el asunto de la humildad. Veo que el mercenario iba pillando por dónde iban los tiros. Me estaba cayendo incluso simpático el hombre. A continuación comenzó a preguntarme que había ocurrido para que me instruyera en el noble arte de la caza de acechadores nocturnos. Suspiré. Esa era una pregunta sobre la que podría hablar largo y tendido, algo difícil para una mujer tan poco habladora como yo y demasiado privado como para explicársela al primer tipo que me encontraba por la calle.
-Un legado familiar, una traición y una serie de injusticias realizadas por determinada secta. – le resumí, pues entre las muchas posibilidades que había mencionado no se encontraba la verdadera. - Me estoy ahorrando unos pocos detalles que no son de tu incumbencia. – le dije sin tapujos y con seriedad. En realidad, no le había dado ningún detalle. Y es que no acostumbraba a hablar demasiado de mi vida privada y era un tema que me incomodaba.
A continuación me entregó un papel amarillento. Tuve que quitarme el polvo que se levantó para evitar que llegara a mi boca. Por favor, ¡Qué falta de pulcritud! Si mi madre supiera que estaba en aquel antro me desheredaría. En fin, observé sin decir nada aquella hoja mostraba el retrato de un tipo de moralidad cuestionable, con apariencia e indumentaria deplorable. El mercenario me explicó un poco la historia del sujeto y quería que fuésemos los dos a por él. Todo era muy bonito, pero se había olvidado de darme ciertos detalles de su compañía, yo también necesitaba saber quién era él.
-Por curiosidad, no he visto a nadie en el edificio. ¿Con hombres cuenta tu compañía? Espero que los únicos efectivos no seáis tú y el mapache que me encontré en la puerta. – le pregunté devolviéndole el papel. Y, tras escuchar su respuesta, le recordé lo más importante. – Además, te recuerdo que soy una profesional. No trabajo gratis. – le indiqué mirándole ahora a los ojos. Pues aún no habíamos hablado de la recompensa. Luego me percaté de la situación económica del hombre viendo el cuchitril en el que me encontraba.
Dejando a un lado los pequeños detalles, el hecho más preocupante era que los vampiros de mi abuela me estaban buscando, y mientras Mortagglia pudiese observarme en Lunargenta cualquiera lugar era peligroso para mí, y para aquellos que estuvieran de mi lado. Aquel detalle no podía ocultárselo al pobre hombre.
-Afortunadamente para ti, ahora mismo el dinero no es una de mis prioridades. – le indiqué. Aunque obviando el hecho de que mi cartera personal sí que era un poco precaria, situándose el gremio de cazadores un palacio poco me importaba la disponibilidad de capital por el momento, pero evidentemente, algo quería sacar de Eltrant a cambio, y estaba segura que después de la oferta que le iba a realizar iba a preferir que le pidiera quinientos aeros.
-Debo advertirle, señor Tale, de que a mí me está persiguiendo alguien muy peligroso. – le dije inclinándome en la mesa y reduciendo el tono de voz. – Una vampiresa suprema. Sabe dónde estoy y manda siervos cada cierto tiempo a por mí. Incluso podrían estar entrando por la puerta ahora mismo. – Y guardé silencio para comprobar si alguien estaba subiendo por las escaleras, pero no, no parecía haber nadie afortunadamente. Ahora sería cuando le pondría mi oferta sobre la mesa. – Necesito ojos en esta ciudad. O en toda la península, si fuera posible. Cualquier información sobre la actividad de Lady Mortagglia o sobre la Hermandad será bien recibida. Mortagglia es… - miré hacia abajo y tragué saliva, me detuve unos instantes, pensativa, no quería revelar la verdadera identidad de mi abuela. Tomé fuerzas y volví a levantar la cabeza. – Alguien muy peligroso, y cuenta con un grupo de acechadores aún mayor. Necesitamos aliados. – le expliqué seria, sin dudar un instante. – Si nos ayudas, los cazadores corresponderemos en tus casos más difíciles. – y ahí quedó mi oferta.
El reclutamiento era una de las labores que mi madre me había mandado era la de buscar aliados en la península y por todo Aerandir. Si la Hermandad tenía ojos, nosotros también teníamos que tenerlos. Si Eltrant estaba dispuesto a aceptar mi oferta, me pondría en marcha con él a eliminar a aquel vampiro.
-Será mejor que vayamos ahora. Créeme que matar a un vampiro de día es mucho más sencillo que hacerlo de noche. – le respondí seriamente levantándome de la silla, que crujió. El tiempo apremiaba aunque fuera por la mañana, y es que antes del anochecer debería reencontrarme con Jules.
-Un legado familiar, una traición y una serie de injusticias realizadas por determinada secta. – le resumí, pues entre las muchas posibilidades que había mencionado no se encontraba la verdadera. - Me estoy ahorrando unos pocos detalles que no son de tu incumbencia. – le dije sin tapujos y con seriedad. En realidad, no le había dado ningún detalle. Y es que no acostumbraba a hablar demasiado de mi vida privada y era un tema que me incomodaba.
A continuación me entregó un papel amarillento. Tuve que quitarme el polvo que se levantó para evitar que llegara a mi boca. Por favor, ¡Qué falta de pulcritud! Si mi madre supiera que estaba en aquel antro me desheredaría. En fin, observé sin decir nada aquella hoja mostraba el retrato de un tipo de moralidad cuestionable, con apariencia e indumentaria deplorable. El mercenario me explicó un poco la historia del sujeto y quería que fuésemos los dos a por él. Todo era muy bonito, pero se había olvidado de darme ciertos detalles de su compañía, yo también necesitaba saber quién era él.
-Por curiosidad, no he visto a nadie en el edificio. ¿Con hombres cuenta tu compañía? Espero que los únicos efectivos no seáis tú y el mapache que me encontré en la puerta. – le pregunté devolviéndole el papel. Y, tras escuchar su respuesta, le recordé lo más importante. – Además, te recuerdo que soy una profesional. No trabajo gratis. – le indiqué mirándole ahora a los ojos. Pues aún no habíamos hablado de la recompensa. Luego me percaté de la situación económica del hombre viendo el cuchitril en el que me encontraba.
Dejando a un lado los pequeños detalles, el hecho más preocupante era que los vampiros de mi abuela me estaban buscando, y mientras Mortagglia pudiese observarme en Lunargenta cualquiera lugar era peligroso para mí, y para aquellos que estuvieran de mi lado. Aquel detalle no podía ocultárselo al pobre hombre.
-Afortunadamente para ti, ahora mismo el dinero no es una de mis prioridades. – le indiqué. Aunque obviando el hecho de que mi cartera personal sí que era un poco precaria, situándose el gremio de cazadores un palacio poco me importaba la disponibilidad de capital por el momento, pero evidentemente, algo quería sacar de Eltrant a cambio, y estaba segura que después de la oferta que le iba a realizar iba a preferir que le pidiera quinientos aeros.
-Debo advertirle, señor Tale, de que a mí me está persiguiendo alguien muy peligroso. – le dije inclinándome en la mesa y reduciendo el tono de voz. – Una vampiresa suprema. Sabe dónde estoy y manda siervos cada cierto tiempo a por mí. Incluso podrían estar entrando por la puerta ahora mismo. – Y guardé silencio para comprobar si alguien estaba subiendo por las escaleras, pero no, no parecía haber nadie afortunadamente. Ahora sería cuando le pondría mi oferta sobre la mesa. – Necesito ojos en esta ciudad. O en toda la península, si fuera posible. Cualquier información sobre la actividad de Lady Mortagglia o sobre la Hermandad será bien recibida. Mortagglia es… - miré hacia abajo y tragué saliva, me detuve unos instantes, pensativa, no quería revelar la verdadera identidad de mi abuela. Tomé fuerzas y volví a levantar la cabeza. – Alguien muy peligroso, y cuenta con un grupo de acechadores aún mayor. Necesitamos aliados. – le expliqué seria, sin dudar un instante. – Si nos ayudas, los cazadores corresponderemos en tus casos más difíciles. – y ahí quedó mi oferta.
El reclutamiento era una de las labores que mi madre me había mandado era la de buscar aliados en la península y por todo Aerandir. Si la Hermandad tenía ojos, nosotros también teníamos que tenerlos. Si Eltrant estaba dispuesto a aceptar mi oferta, me pondría en marcha con él a eliminar a aquel vampiro.
-Será mejor que vayamos ahora. Créeme que matar a un vampiro de día es mucho más sencillo que hacerlo de noche. – le respondí seriamente levantándome de la silla, que crujió. El tiempo apremiaba aunque fuera por la mañana, y es que antes del anochecer debería reencontrarme con Jules.
Anastasia Boisson
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Re: Se busca Compañero [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Se atusó la barba mientras escuchaba lo que la chica decía – Es suficiente con eso – Afirmó con simpleza encogiéndose de hombros ante la escueta explicación que Huracán dio acerca de sus asuntos, por algún motivo la traición era algo que predominaba en Aerandir.
Por otro lado, no pudo evitar sonreír un poco ante la siguiente pregunta de la joven – Has acertado, soy el único integrante de la compañía. Bueno, el mapache también podría contarse. - Dijo restandole importancia al asunto – De todas formas, Lunargenta no se construyó en… - Antes de que pudiese finalizar lo que tenía que decir Huracán le recordó lo más evidente de todo, lo cual hizo que se callase de inmediato, y de paso, que su rostro se volviese tan blanco como el color de la telarañas que colgaban del techo – Sí, es cierto, una profesional, como no, a los profesionales se les paga, sí… - Eltrant se rascó la nuca nervioso mientras sus ojos buscaban desesperadamente algo de valor en su habitación – En cuanto a eso… verás…
Suspiró aliviado cuando descubrió que al parecer el dinero no era una prioridad para Huracán, lo cual no hacía sino acentuar la cantidad de incógnitas con las que ya trabajaba ¿Por qué iba ella a ayudarle si no iba a ganar nada a cambio?
Tras recobrar mínimamente la compostura que acababa de perder, frunció el ceño, el tono de la chica, que llevaba siendo el mismo desde el momento en el cual pisó el local, cambió. Quizás no de forma abiertamente perceptible, desde fuera, Huracán parecía ser igual de inexpresiva que segundos atrás, pero por la advertencia que acababa de lanzarle, estaba claro que el cáliz de la discusión estaba adquiriendo una tonalidad muy diferente.
– Te escucho… - Indicó Eltrant cruzándose de brazos, dispuesto a oír la explicación que había tras todo aquello.
Aguardó pacientemente y escuchó lo que la muchacha tenía que decir. Según relataba, una vampira suprema, algo de lo que el mercenario nunca había oído hablar, conocía dónde se encontraba Huracán en cualquier momento, de lo cual sacaba partido mandando lacayos tras ella con una insistencia que, por la descripción que la mujer que tenía frente a él daba, era enfermiza.
Tras ello Huracán dio el motivo por el cual estaba allí, no quería unirse, no quería trabajar por dinero para la compañia, quería una alianza. Según contaba, necesitaba ojos en Lunargenta y en Verisar, información sobre la actividad de la llamada Lady Mortagglia y la denominada Hermandad que, como supuso Eltrant, dirigía esta vampiresa.
Cuando la muchacha dejó de hablar y se levantó de la silla, esperando una respuesta, el mercenario hizo lo contrario y se sentó en la suya tras dejar escapar un ligero suspiro.
Acariciándose la barba, pensativo, meditó la proposición que acababa de recibir, no era mal trato desde luego, y ganaba la ayuda de estos “cazadores” a cambio de la suya, si todos en el gremio del que salía Huracán eran, o parecían, la mitad de competentes que ella, merecería la pena tenerlos como aliados.
Dejó salir el aire que quedaba en sus pulmones y se apartó el flequillo de la cara, dejando a un lado que fuese un pacto o no justo, Huracán necesitaba ayuda y aunque la lista de inconvenientes no iba a ser precisamente corta. ¿Enemistarse con una legión de vampiros poderosos? Eso para él era un martes normal.
-Está bien, cuenta con mi ayuda para todo lo que necesites, cazadora – Afirmó sonriendo a la vez que se levantaba y le ofrecía la mano a Huracán para consolidar el trato. – Dices que… Lady… loquesea – Hizo un gesto con la mano cuando se vio incapaz de pronunciar el nombre de la vampiresa – ...La súper vampiro esta… sabe siempre exactamente dónde estás… - Se pasó la mano por la cara, no podía evitar encontrar curioso ese hecho, no era la primera vez que se cruzaba con un vampiro que parecía tener ojos en todas partes. – Hace tiempo me las vi con un grupo de vampiros, esa vez… en Sacrestic…– Negó con la cabeza, sabia muchos detalles de esa historia, pero no recordaba las personas con las que estuvo, no merecía la pena ponerse nostálgico, siempre que lo hacía acababa bebiendo más alcohol que el que su hígado podía procesar – En cualquier caso, creo que tengo algo que te podría ayudar. – Sin tiempo que perder se dirigió hacia la estantería y depositó cuidadosamente el libro de tapa roja en la mesa, frente a Huracán.
-Creo que esto te puede ser útil – Sonrió y abrió el libro, el cual, como de costumbre, no tenía una simple palabra escrita – Cuidado, no lo toques – Advirtió alejándolo un poco más de la cazadora. - En resumen, este libro esta maldito. Intercambia conocimiento infinito sobre lugares a cambio de… - Se quedó en silencio durante unos segundos buscando una forma aproximada de explicar la maldición –…Dejémoslo en que te quita cosas importantes. – En el libro comenzaron a aparecer brillantes letras doradas que, como cada vez que se abría sin ninguna petición en concreto, empezaron a moverse a través de las paginas, chocando unas con otras, bailando en una coreografía que no parecía querer acabarse pronto –…Encuentra dónde se esconde la... Hermandad y te mostraré desde los matones que tengan en el lugar hasta el número de pasadizos que haya, pasando por las armas y habilidades de cada uno. Es el extra que consigues por la alianza… además de bueno, mi ayuda y tal – Eltrant dejo escapar una ligera carcajada y cerró el libro de golpe, dejándolo de nuevo en la estantería en la que se encontraba– Pero ni se te ocurra tocarlo – Volvió a indicar – Quien lo toca… acaba mal.
Suspirando tomó de nuevo una botella y le dio un largo trago, hasta que se aseguró de que esta se encontraba completamente vacía. No solía enseñar aquel manuscrito a muchas personas, pero no creía que la cazadora estuviese mintiéndole, por lo que ocultar algo que podría ser decisivo en la alianza que justo habían formado no le pareció precisamente lo más sensato; No obstante, revelarlo todo, en cierto modo, tampoco era algo digno del mejor de los estrategas.
– ¿Probamos con la mansión o vamos a la tasca? – Preguntó –La experta eres tú.
Por otro lado, no pudo evitar sonreír un poco ante la siguiente pregunta de la joven – Has acertado, soy el único integrante de la compañía. Bueno, el mapache también podría contarse. - Dijo restandole importancia al asunto – De todas formas, Lunargenta no se construyó en… - Antes de que pudiese finalizar lo que tenía que decir Huracán le recordó lo más evidente de todo, lo cual hizo que se callase de inmediato, y de paso, que su rostro se volviese tan blanco como el color de la telarañas que colgaban del techo – Sí, es cierto, una profesional, como no, a los profesionales se les paga, sí… - Eltrant se rascó la nuca nervioso mientras sus ojos buscaban desesperadamente algo de valor en su habitación – En cuanto a eso… verás…
Suspiró aliviado cuando descubrió que al parecer el dinero no era una prioridad para Huracán, lo cual no hacía sino acentuar la cantidad de incógnitas con las que ya trabajaba ¿Por qué iba ella a ayudarle si no iba a ganar nada a cambio?
Tras recobrar mínimamente la compostura que acababa de perder, frunció el ceño, el tono de la chica, que llevaba siendo el mismo desde el momento en el cual pisó el local, cambió. Quizás no de forma abiertamente perceptible, desde fuera, Huracán parecía ser igual de inexpresiva que segundos atrás, pero por la advertencia que acababa de lanzarle, estaba claro que el cáliz de la discusión estaba adquiriendo una tonalidad muy diferente.
– Te escucho… - Indicó Eltrant cruzándose de brazos, dispuesto a oír la explicación que había tras todo aquello.
Aguardó pacientemente y escuchó lo que la muchacha tenía que decir. Según relataba, una vampira suprema, algo de lo que el mercenario nunca había oído hablar, conocía dónde se encontraba Huracán en cualquier momento, de lo cual sacaba partido mandando lacayos tras ella con una insistencia que, por la descripción que la mujer que tenía frente a él daba, era enfermiza.
Tras ello Huracán dio el motivo por el cual estaba allí, no quería unirse, no quería trabajar por dinero para la compañia, quería una alianza. Según contaba, necesitaba ojos en Lunargenta y en Verisar, información sobre la actividad de la llamada Lady Mortagglia y la denominada Hermandad que, como supuso Eltrant, dirigía esta vampiresa.
Cuando la muchacha dejó de hablar y se levantó de la silla, esperando una respuesta, el mercenario hizo lo contrario y se sentó en la suya tras dejar escapar un ligero suspiro.
Acariciándose la barba, pensativo, meditó la proposición que acababa de recibir, no era mal trato desde luego, y ganaba la ayuda de estos “cazadores” a cambio de la suya, si todos en el gremio del que salía Huracán eran, o parecían, la mitad de competentes que ella, merecería la pena tenerlos como aliados.
Dejó salir el aire que quedaba en sus pulmones y se apartó el flequillo de la cara, dejando a un lado que fuese un pacto o no justo, Huracán necesitaba ayuda y aunque la lista de inconvenientes no iba a ser precisamente corta. ¿Enemistarse con una legión de vampiros poderosos? Eso para él era un martes normal.
-Está bien, cuenta con mi ayuda para todo lo que necesites, cazadora – Afirmó sonriendo a la vez que se levantaba y le ofrecía la mano a Huracán para consolidar el trato. – Dices que… Lady… loquesea – Hizo un gesto con la mano cuando se vio incapaz de pronunciar el nombre de la vampiresa – ...La súper vampiro esta… sabe siempre exactamente dónde estás… - Se pasó la mano por la cara, no podía evitar encontrar curioso ese hecho, no era la primera vez que se cruzaba con un vampiro que parecía tener ojos en todas partes. – Hace tiempo me las vi con un grupo de vampiros, esa vez… en Sacrestic…– Negó con la cabeza, sabia muchos detalles de esa historia, pero no recordaba las personas con las que estuvo, no merecía la pena ponerse nostálgico, siempre que lo hacía acababa bebiendo más alcohol que el que su hígado podía procesar – En cualquier caso, creo que tengo algo que te podría ayudar. – Sin tiempo que perder se dirigió hacia la estantería y depositó cuidadosamente el libro de tapa roja en la mesa, frente a Huracán.
-Creo que esto te puede ser útil – Sonrió y abrió el libro, el cual, como de costumbre, no tenía una simple palabra escrita – Cuidado, no lo toques – Advirtió alejándolo un poco más de la cazadora. - En resumen, este libro esta maldito. Intercambia conocimiento infinito sobre lugares a cambio de… - Se quedó en silencio durante unos segundos buscando una forma aproximada de explicar la maldición –…Dejémoslo en que te quita cosas importantes. – En el libro comenzaron a aparecer brillantes letras doradas que, como cada vez que se abría sin ninguna petición en concreto, empezaron a moverse a través de las paginas, chocando unas con otras, bailando en una coreografía que no parecía querer acabarse pronto –…Encuentra dónde se esconde la... Hermandad y te mostraré desde los matones que tengan en el lugar hasta el número de pasadizos que haya, pasando por las armas y habilidades de cada uno. Es el extra que consigues por la alianza… además de bueno, mi ayuda y tal – Eltrant dejo escapar una ligera carcajada y cerró el libro de golpe, dejándolo de nuevo en la estantería en la que se encontraba– Pero ni se te ocurra tocarlo – Volvió a indicar – Quien lo toca… acaba mal.
Suspirando tomó de nuevo una botella y le dio un largo trago, hasta que se aseguró de que esta se encontraba completamente vacía. No solía enseñar aquel manuscrito a muchas personas, pero no creía que la cazadora estuviese mintiéndole, por lo que ocultar algo que podría ser decisivo en la alianza que justo habían formado no le pareció precisamente lo más sensato; No obstante, revelarlo todo, en cierto modo, tampoco era algo digno del mejor de los estrategas.
– ¿Probamos con la mansión o vamos a la tasca? – Preguntó –La experta eres tú.
Eltrant Tale
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Re: Se busca Compañero [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Cuando se confirmaron mis sospechas sobre que el señor Tale era el único miembro de la compañía no pude sino reírme y arrascarme el mentón. Estaba claro que contar con la ayuda de un gremio de cazadores de vampiros había sido una suerte extraordinario para alguien como el mercenario.
Intentó recordar algo relacionado con los vampiros, pero desafortunadamente su cabeza no parecía funcionar tan bien como sus cuerdas vocales. Traspapeló su desordenada mesa y sacó un misterioso y enigmático libro cuya mera presencia ya simplemente parecía emanar terror. Hice el ademán de alejarme ligeramente cuando me dijo que no lo tocara y me mantuve en silencio atendiendo su explicación.
Por lo que había entendido, aquel libro maldito parecía dar respuesta a cualquier cosa que se deseara. La idea de saber absolutamente todo sobre la Hermandad era… tentadora. ¿Y todo a cambio de hacer algo que hacía prácticamente todas las semanas? Aquella era una oferta que no podía rechazar.
-Más te vale que lo que dices sea cierto. – le advertí con escepticismo, pues aquello me parecía demasiado extraño como para ser cierto. No obstante, me levanté levantándome de la mesa manteniéndome considerablemente alejada de aquel libro cuyas páginas no contenían nada escrito.
A continuación me preguntó por donde empezar. En mi vasta experiencia como cazadora, siempre había sido mejor obtener información sobre el enemigo y sus actividades antes que ir directamente ir a su guarida, pues era difícil prevenir qué te podías encontrar. – Iremos al lupanar. –indiqué con confianza, sin darle más explicación, saliendo por la puerta.
No hablé durante el camino. Pese a que era de día, me fijaba constantemente en la gente a nuestro alrededor, sin poder olvidar los acontecimientos de la noche anterior, cuando los vampiros de Mortagglia me atacaron en la posada. Me sentía observada constantemente, aunque era cierto que una mujer de negro con una ballesta del tamaño de la mía cargada a la espalda y dos más pequeñas de mano a cada lado del cinturón, con una daga cargando de mi muslo, no era precisamente algo poco notorio durante el día.
A medida que Eltrant me guiaba a la tasca, situada en uno de los peores barrios de Lunargenta. Un lugar en el que las desigualdades sociales saltaban a la vista. Mendigos, prostitutas, grupos de gentes con aspecto de contrabando… Cercano al barrio del puerto. Un lugar poco agradable para alguien como nosotros.
Ya entrados en la calle en la que se suponía se encontraba al local y, cuando ya veíamos la puerta al fondo, observé en un callejón lateral cómo una mujer sollozaba. Estaba siendo sujeta e inmovilizada por los brazos a la espalda por un “caballero” pasado de peso mientras un segundo hombre, rapado, esmirriado y por supuesto “muy valiente”, le golpeaba la cara con violencia de manera bastante bruta y salvaje.
-Déjame a mí. – le dije a Eltrant, seria. Sin vacilar. Sin dejar de mirar la lamentable escena que estaba teniendo lugar.
-Ahora vas a hacerme lo que yo te diga, zorra. – dijo el hombre, escupiéndole en la cara. La mujer por sus ropajes, no parecía precisamente una prostituta, sino más bien una pobre mujer de la calle, que lloraba desconsolada y sangraba por la boca.
Me acerqué por el frente, sin correr. Simplemente andando a un ritmo acelerado. El que la sujetaba por los brazos estaba de espaldas a mí, mientras el que le gritaba y le pegaba se encontraba frente a Eltrant y a mí. Se quedó mirándome con cierta mirada de desprecio, pero nunca tanto como mis ojos mostraban.
-¿Quién coño sois vosot…? – preguntó, pero ni siquiera me digné a respondí. Desenfundé una de mis ballestas pequeñas, le di la vuelta al hombre que retenía a la mujer y le propiné un fuerte culatazo en la nuca que lo haría caer al suelo inconsciente.
-¡Ash balla ná! – conjuré, estirando el brazo hacia el segundo hombre, el que la maltrataba. El resultado fue una corriente de aire que lo desplazó varios metros en el estrecho callejón, lo suficiente como para alejarlo de la mujer. Ahora, Tale, que imaginaba se encontraría a mi espalda, sabría que además de cazadora de vampiros, era también bruja del viento.
-¡Te voy a descuartizar!. – maljuró levantándose del suelo y sacando un cuchillo, después de haber rodado por el suelo varios metros.
-Cierra los ojos. – le ordené a la mujer sin mirarla, con mi típica voz sin entonación. Era mejor que no viera lo que estaba a punto de acontecer.
Desenfundé mi otra ballesta pequeña. Ahora contaba con una en cada mano. Y esperé a que viniera, lo haría corriendo hacia mí con su cuchillo en alza. Esquivé su tajo con agilidad, le propiné un rodillazo en el estómago y le disparé con el arma derecha un virote que se clavaría en todo su costado, mientras que con la bayoneta de la otra ballesta aprovecharía para rasgarle el muslo, lo que impediría que corriera.
El hombre, al que había dejado en el suelo de un único movimiento, se arrastraba como una serpiente hacia los pies de Eltrant, llegó a poner su mano.
-¡Piedad! ¡Por favor! – suplicó el hombre desde el suelo, mirando a Eltrant. - ¡Tened clemencia!
-Más vale que me seas de utilidad. O te cortaré la lengua. – dije al tipo con desprecio, viendo como la “valentía” que mostraba antes se había esfumado tras toparse conmigo. - ¡Tale! – grité a mi compañero imperativamente, con un tono serio. Para que me atendiera. – Pregunta. Ya. – le ordené, mientras levantaba a la mujer.
Eltrant se movía por aquellos barrios y seguramente sabría a quién buscar o cómo preguntar. Incluso puede que preguntara al tipo. Y por el propio bien del hombre sería mejor que lo entrevistara él a que lo hiciera yo, pues con mi impulsividad podría terminar propinándole severas contusiones como no obtuviera la información que deseaba. Tras aquel encuentro, el mercenario ya sabría que yo no era de las que se andaban con chiquitas. Era una fiel aliada pero siempre y cuando fuera correspondida.
Intentó recordar algo relacionado con los vampiros, pero desafortunadamente su cabeza no parecía funcionar tan bien como sus cuerdas vocales. Traspapeló su desordenada mesa y sacó un misterioso y enigmático libro cuya mera presencia ya simplemente parecía emanar terror. Hice el ademán de alejarme ligeramente cuando me dijo que no lo tocara y me mantuve en silencio atendiendo su explicación.
Por lo que había entendido, aquel libro maldito parecía dar respuesta a cualquier cosa que se deseara. La idea de saber absolutamente todo sobre la Hermandad era… tentadora. ¿Y todo a cambio de hacer algo que hacía prácticamente todas las semanas? Aquella era una oferta que no podía rechazar.
-Más te vale que lo que dices sea cierto. – le advertí con escepticismo, pues aquello me parecía demasiado extraño como para ser cierto. No obstante, me levanté levantándome de la mesa manteniéndome considerablemente alejada de aquel libro cuyas páginas no contenían nada escrito.
A continuación me preguntó por donde empezar. En mi vasta experiencia como cazadora, siempre había sido mejor obtener información sobre el enemigo y sus actividades antes que ir directamente ir a su guarida, pues era difícil prevenir qué te podías encontrar. – Iremos al lupanar. –indiqué con confianza, sin darle más explicación, saliendo por la puerta.
No hablé durante el camino. Pese a que era de día, me fijaba constantemente en la gente a nuestro alrededor, sin poder olvidar los acontecimientos de la noche anterior, cuando los vampiros de Mortagglia me atacaron en la posada. Me sentía observada constantemente, aunque era cierto que una mujer de negro con una ballesta del tamaño de la mía cargada a la espalda y dos más pequeñas de mano a cada lado del cinturón, con una daga cargando de mi muslo, no era precisamente algo poco notorio durante el día.
A medida que Eltrant me guiaba a la tasca, situada en uno de los peores barrios de Lunargenta. Un lugar en el que las desigualdades sociales saltaban a la vista. Mendigos, prostitutas, grupos de gentes con aspecto de contrabando… Cercano al barrio del puerto. Un lugar poco agradable para alguien como nosotros.
Ya entrados en la calle en la que se suponía se encontraba al local y, cuando ya veíamos la puerta al fondo, observé en un callejón lateral cómo una mujer sollozaba. Estaba siendo sujeta e inmovilizada por los brazos a la espalda por un “caballero” pasado de peso mientras un segundo hombre, rapado, esmirriado y por supuesto “muy valiente”, le golpeaba la cara con violencia de manera bastante bruta y salvaje.
-Déjame a mí. – le dije a Eltrant, seria. Sin vacilar. Sin dejar de mirar la lamentable escena que estaba teniendo lugar.
-Ahora vas a hacerme lo que yo te diga, zorra. – dijo el hombre, escupiéndole en la cara. La mujer por sus ropajes, no parecía precisamente una prostituta, sino más bien una pobre mujer de la calle, que lloraba desconsolada y sangraba por la boca.
Me acerqué por el frente, sin correr. Simplemente andando a un ritmo acelerado. El que la sujetaba por los brazos estaba de espaldas a mí, mientras el que le gritaba y le pegaba se encontraba frente a Eltrant y a mí. Se quedó mirándome con cierta mirada de desprecio, pero nunca tanto como mis ojos mostraban.
-¿Quién coño sois vosot…? – preguntó, pero ni siquiera me digné a respondí. Desenfundé una de mis ballestas pequeñas, le di la vuelta al hombre que retenía a la mujer y le propiné un fuerte culatazo en la nuca que lo haría caer al suelo inconsciente.
-¡Ash balla ná! – conjuré, estirando el brazo hacia el segundo hombre, el que la maltrataba. El resultado fue una corriente de aire que lo desplazó varios metros en el estrecho callejón, lo suficiente como para alejarlo de la mujer. Ahora, Tale, que imaginaba se encontraría a mi espalda, sabría que además de cazadora de vampiros, era también bruja del viento.
-¡Te voy a descuartizar!. – maljuró levantándose del suelo y sacando un cuchillo, después de haber rodado por el suelo varios metros.
-Cierra los ojos. – le ordené a la mujer sin mirarla, con mi típica voz sin entonación. Era mejor que no viera lo que estaba a punto de acontecer.
Desenfundé mi otra ballesta pequeña. Ahora contaba con una en cada mano. Y esperé a que viniera, lo haría corriendo hacia mí con su cuchillo en alza. Esquivé su tajo con agilidad, le propiné un rodillazo en el estómago y le disparé con el arma derecha un virote que se clavaría en todo su costado, mientras que con la bayoneta de la otra ballesta aprovecharía para rasgarle el muslo, lo que impediría que corriera.
El hombre, al que había dejado en el suelo de un único movimiento, se arrastraba como una serpiente hacia los pies de Eltrant, llegó a poner su mano.
-¡Piedad! ¡Por favor! – suplicó el hombre desde el suelo, mirando a Eltrant. - ¡Tened clemencia!
-Más vale que me seas de utilidad. O te cortaré la lengua. – dije al tipo con desprecio, viendo como la “valentía” que mostraba antes se había esfumado tras toparse conmigo. - ¡Tale! – grité a mi compañero imperativamente, con un tono serio. Para que me atendiera. – Pregunta. Ya. – le ordené, mientras levantaba a la mujer.
Eltrant se movía por aquellos barrios y seguramente sabría a quién buscar o cómo preguntar. Incluso puede que preguntara al tipo. Y por el propio bien del hombre sería mejor que lo entrevistara él a que lo hiciera yo, pues con mi impulsividad podría terminar propinándole severas contusiones como no obtuviera la información que deseaba. Tras aquel encuentro, el mercenario ya sabría que yo no era de las que se andaban con chiquitas. Era una fiel aliada pero siempre y cuando fuera correspondida.
Anastasia Boisson
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No le sorprendió oír escepticismo en las palabras de la cazadora, no habían sido pocas las veces en las que él mismo había creído estar loco, que todo lo vivido en Isla Tortuga no había sido nada más que un mal sueño probablemente ocasionado por el alcohol o por las muchas heridas que había recibido en la cabeza, no obstante, cada vez que su mente se rendía, cada vez que decidía creer que todo era una invención propia, el tatuaje mágico que tenía en la espalda le devolvía bruscamente a la realidad con una dolorosa sacudida.
– Te garantizo que funcionará – Aseveró sabiendo que, muy a su pesar, no se equivocaba.
Justo tras aquello Huracán respondió, de forma rápida y concisa, la pregunta que le formuló el mercenario. Irían en primer lugar al burdel. – Muy bien – Eltrant asintió conforme con la decisión y salió por la puerta de la oficina tras la chica – Por aquí – indicó a la vez se colocaba en cabeza para guiarla y pasaba por delante de la tasca que tenía adyacente a su oficina. – No está mal – Comentó, tratando de entablar conversación con su nueva aliada – Aunque aguan absolutamente todo, incluso el agua – Sonrió – Tampoco pidas nada para comer. – Ocultando entonces ambas manos en los bolsillos que había a los costados de su capa continuó avanzando, dejando atrás la oficina, quedando custodiada por un mapache y un sinfín de botellas vacías.
Mientras caminaban, completamente en silencio, no pudo evitar notar como su nueva compañera miraba a su alrededor como si fuese una guarda en mitad de su patrulla matinal, investigando con la mirada cada esquina, cada desconocido con el que se cruzaban.
La cazadora pronto atrajo la atención de los no pocos transeúntes con los que se cruzaban, quienes desviaban inmediatamente la mirada cuando sus ojos se cruzaban con los de Huracán. Eltrant no hizo ningún comentario al respecto, era obvio que la muchacha fuese el centro de atención, sobre todo según avanzaban a través de los barrios más empobrecidos, una mujer como la cazadora no era algo muy usual por aquellos lares, mucho menos las armas que esta portaba. En cuanto a él, ser reconocido no era algo que al mercenario le preocupase, siempre había tenido anonimato de su parte, era demasiado insignificante como para ser tomado en cuenta por cualquier organización, fuese a donde fuese, era solo un humano con espada más, un insecto, algo que no daba problemas, y Eltrant estaba encantado con esa primera impresión; nunca le veían venir.
-Estamos llegando – Avisó, aunque no era muy difícil de adivinar, la población de aquel barrio la constituían indigentes, contrabandistas y ratas, y llevaban viéndolos desde hacía un buen rato – Allí es – El mercenario señaló el malogrado portón de madera del edificio que se encontraba al final de la calle, el cual estaba custodiado por un tipo calvo de aspecto fornido.
Se giró hacia Huracán esperando alguna respuesta y, tras recibirla, comenzó a caminar hacia la entrada del local, era curioso, incluso a primera hora de la mañana aquellos barrios apenas tenían luz, era como si hasta el sol hubiese decidido dar la espalda a aquellas personas.
Antes de que alcanzasen el burdel, algo de lo que Eltrant no se percató llegó a oídos de su compañera; En uno de los muchos pasos laterales que llegaban hasta dónde se encontraban, se podía observar a simple vista como dos individuos asaltaban a una mujer que, incapaz de escapar, sollozaba al fondo del callejón.
Frunciendo el ceño el mercenario llevó la mano derecha hasta el pomo de su espada, pese a ello, antes de que llegase a desenvainar Huracán le detuvo revelando que ella se encargaría. Sin soltar la empuñadura de su arma accedió a la petición de pelirroja, aquello le serviría para comprobar si la confianza de la cazadora en si misma estaba justificada, y aunque le costase admitirlo, también sentía cierta curiosidad por ver como se desenvolvía la chica en combate.
Acompañó a Huracán hasta que los asaltantes se percataron de la presencia de los recién llegados, momento en el cual Eltrant se detuvo y su acompañante se acercó a los dos hombres. Antes de que estos pudiesen hacer nada remarcable, atacó.
Todo pasó muy rápido, quizás demasiado como para que Eltrant pudiese captar todo lo que realizó su nueva amiga. De igual manera que si hubiese estado ensayando aquella serie de movimientos durante años, Huracán abatió a los dos hombres en un abrir y cerrar de ojos con una gracilidad felina, no solo eso, también usó del aire a su favor, como había visto hacer a muchos brujos antes que a ella.
Eltrant se cruzó de brazos – Eres una caja de sorpresas, Huracán… Por cierto, un alias muy apropiado - Fue entonces cuando la cazadora le ordenó interrogar al hombre que tenía a sus pies, a lo que respondió simplemente suspirando y agachándose junto al vencido.
– ¿Piedad? – El mercenario sonrió – Que curioso – Comentó a continuación - ¿No eran esas las mismas palabras que esa chica estaba diciendo? – Eltrant tomó una de las manos del hombre, que contemplaba ojiplático al mercenario sin moverse – La piedad es algo que hay que ganarse ¿Sabes? Tú, por ejemplo, no me inspiras nada que me invite a perdonarte, lo más sencillo para mi seria acabar el trabajo que ha comenzado aquí mi amiga y degollarte, porque dime ¿Perdería el mundo algo importante? ¿Quién se preocuparía por ti? ¿Tu amigo? – El castaño señaló al hombre que yacía a pocos metros de dónde se encontraban, sangrando profusamente por la herida que le había ocasionado la bruja en el bajo vientre y volvió a sonreír – No es muy difícil para mí adivinar que trabajas en el burdel que aquí al lado, haciendo quien sabe que maldades a chicas como esa de ahí, así que dime ¿Quién lo dirige y como puedo entrar sin que me vean? – El hombre negó con la cabeza – No, no, yo no, no es verdad, no… - Un sonoro “crack” fue el detonante de un aullido de dolor que inundó el callejón, desgraciadamente para aquel tipo, el grito quedó opacado por la violencia que regía aquel barrio, nadie le escucharía, no más que a los demás al menos, solo era otra victima sin nombre – No me mientas – Dijo ahora en un tono más serio – Te quedan nueve dedos y, desafortunadamente para ti, tengo mucha paciencia – Susurró - Me… me harán… – Igual que antes, otro crujido fue el desencadenante de otro alarido de dolor, este quizá más fuerte que el anterior – No creo que mi amiga tenga tanta paciencia como yo, ¿Quieres que te pregunte ella? – Los ojos del interrogado se clavaron en el rostro de Huracán y cerró los ojos, rindiéndose - El… el edificio adyacente – Musitó sollozando - …está conectado al principal… apenas hay guardas ahí – Eltrant asintió – Me gusta esa respuesta ¿Algo más? – El hombre trago saliva – El… el prostíbulo está controlado por Garra de la Noche, pero no es suyo, todas las semanas llevamos un paquete a la mansión de la colina, la que esta abandonada, y lo dejamos ahí… por favor, no sé nada más – Eltrant frunció el ceño y soltó al hombre, que se sujetó inmediatamente la mano con los dedos rotos con fuerza y se quedó ahí, sin atreverse a levantarse.
Siempre le quedaba cierto malestar después de uno de aquellos interrogatorios, los cuales debido a su linea de trabajo no eran escasos, sobre todo porque era consciente de que, desde que perdió los recuerdos, se habían vuelto ligeramente más agresivos.
– Conozco al tipo del que habla este imbécil – Expuso Eltrant a Huracán suspirando– Garra de la Noche, es un… jefecillo de poca monta de los bajos fondos, un tipo obsesionado con los vampiros… por lo que se dice quiere ser uno de ellos, incluso hay rumores de que se ha afilado los colmillos – Se giró hacia los dos hombres que Huracán había derrotado – No me sorprende que tenga a estos como matones. No creo que sean muy difíciles de controlar – Negó con la cabeza – En cualquier caso, podemos colarnos por la casa de al lado – Añadió a pesar de que era bastante evidente que lo había oído.
- ¿Te encuentras bien? – Preguntó entonces a la chica que Huracán acababa de rescatar, que simplemente desvió un poco la mirada y asintió. – Me alegro.
– Te garantizo que funcionará – Aseveró sabiendo que, muy a su pesar, no se equivocaba.
Justo tras aquello Huracán respondió, de forma rápida y concisa, la pregunta que le formuló el mercenario. Irían en primer lugar al burdel. – Muy bien – Eltrant asintió conforme con la decisión y salió por la puerta de la oficina tras la chica – Por aquí – indicó a la vez se colocaba en cabeza para guiarla y pasaba por delante de la tasca que tenía adyacente a su oficina. – No está mal – Comentó, tratando de entablar conversación con su nueva aliada – Aunque aguan absolutamente todo, incluso el agua – Sonrió – Tampoco pidas nada para comer. – Ocultando entonces ambas manos en los bolsillos que había a los costados de su capa continuó avanzando, dejando atrás la oficina, quedando custodiada por un mapache y un sinfín de botellas vacías.
Mientras caminaban, completamente en silencio, no pudo evitar notar como su nueva compañera miraba a su alrededor como si fuese una guarda en mitad de su patrulla matinal, investigando con la mirada cada esquina, cada desconocido con el que se cruzaban.
La cazadora pronto atrajo la atención de los no pocos transeúntes con los que se cruzaban, quienes desviaban inmediatamente la mirada cuando sus ojos se cruzaban con los de Huracán. Eltrant no hizo ningún comentario al respecto, era obvio que la muchacha fuese el centro de atención, sobre todo según avanzaban a través de los barrios más empobrecidos, una mujer como la cazadora no era algo muy usual por aquellos lares, mucho menos las armas que esta portaba. En cuanto a él, ser reconocido no era algo que al mercenario le preocupase, siempre había tenido anonimato de su parte, era demasiado insignificante como para ser tomado en cuenta por cualquier organización, fuese a donde fuese, era solo un humano con espada más, un insecto, algo que no daba problemas, y Eltrant estaba encantado con esa primera impresión; nunca le veían venir.
-Estamos llegando – Avisó, aunque no era muy difícil de adivinar, la población de aquel barrio la constituían indigentes, contrabandistas y ratas, y llevaban viéndolos desde hacía un buen rato – Allí es – El mercenario señaló el malogrado portón de madera del edificio que se encontraba al final de la calle, el cual estaba custodiado por un tipo calvo de aspecto fornido.
Se giró hacia Huracán esperando alguna respuesta y, tras recibirla, comenzó a caminar hacia la entrada del local, era curioso, incluso a primera hora de la mañana aquellos barrios apenas tenían luz, era como si hasta el sol hubiese decidido dar la espalda a aquellas personas.
Antes de que alcanzasen el burdel, algo de lo que Eltrant no se percató llegó a oídos de su compañera; En uno de los muchos pasos laterales que llegaban hasta dónde se encontraban, se podía observar a simple vista como dos individuos asaltaban a una mujer que, incapaz de escapar, sollozaba al fondo del callejón.
Frunciendo el ceño el mercenario llevó la mano derecha hasta el pomo de su espada, pese a ello, antes de que llegase a desenvainar Huracán le detuvo revelando que ella se encargaría. Sin soltar la empuñadura de su arma accedió a la petición de pelirroja, aquello le serviría para comprobar si la confianza de la cazadora en si misma estaba justificada, y aunque le costase admitirlo, también sentía cierta curiosidad por ver como se desenvolvía la chica en combate.
Acompañó a Huracán hasta que los asaltantes se percataron de la presencia de los recién llegados, momento en el cual Eltrant se detuvo y su acompañante se acercó a los dos hombres. Antes de que estos pudiesen hacer nada remarcable, atacó.
Todo pasó muy rápido, quizás demasiado como para que Eltrant pudiese captar todo lo que realizó su nueva amiga. De igual manera que si hubiese estado ensayando aquella serie de movimientos durante años, Huracán abatió a los dos hombres en un abrir y cerrar de ojos con una gracilidad felina, no solo eso, también usó del aire a su favor, como había visto hacer a muchos brujos antes que a ella.
Eltrant se cruzó de brazos – Eres una caja de sorpresas, Huracán… Por cierto, un alias muy apropiado - Fue entonces cuando la cazadora le ordenó interrogar al hombre que tenía a sus pies, a lo que respondió simplemente suspirando y agachándose junto al vencido.
– ¿Piedad? – El mercenario sonrió – Que curioso – Comentó a continuación - ¿No eran esas las mismas palabras que esa chica estaba diciendo? – Eltrant tomó una de las manos del hombre, que contemplaba ojiplático al mercenario sin moverse – La piedad es algo que hay que ganarse ¿Sabes? Tú, por ejemplo, no me inspiras nada que me invite a perdonarte, lo más sencillo para mi seria acabar el trabajo que ha comenzado aquí mi amiga y degollarte, porque dime ¿Perdería el mundo algo importante? ¿Quién se preocuparía por ti? ¿Tu amigo? – El castaño señaló al hombre que yacía a pocos metros de dónde se encontraban, sangrando profusamente por la herida que le había ocasionado la bruja en el bajo vientre y volvió a sonreír – No es muy difícil para mí adivinar que trabajas en el burdel que aquí al lado, haciendo quien sabe que maldades a chicas como esa de ahí, así que dime ¿Quién lo dirige y como puedo entrar sin que me vean? – El hombre negó con la cabeza – No, no, yo no, no es verdad, no… - Un sonoro “crack” fue el detonante de un aullido de dolor que inundó el callejón, desgraciadamente para aquel tipo, el grito quedó opacado por la violencia que regía aquel barrio, nadie le escucharía, no más que a los demás al menos, solo era otra victima sin nombre – No me mientas – Dijo ahora en un tono más serio – Te quedan nueve dedos y, desafortunadamente para ti, tengo mucha paciencia – Susurró - Me… me harán… – Igual que antes, otro crujido fue el desencadenante de otro alarido de dolor, este quizá más fuerte que el anterior – No creo que mi amiga tenga tanta paciencia como yo, ¿Quieres que te pregunte ella? – Los ojos del interrogado se clavaron en el rostro de Huracán y cerró los ojos, rindiéndose - El… el edificio adyacente – Musitó sollozando - …está conectado al principal… apenas hay guardas ahí – Eltrant asintió – Me gusta esa respuesta ¿Algo más? – El hombre trago saliva – El… el prostíbulo está controlado por Garra de la Noche, pero no es suyo, todas las semanas llevamos un paquete a la mansión de la colina, la que esta abandonada, y lo dejamos ahí… por favor, no sé nada más – Eltrant frunció el ceño y soltó al hombre, que se sujetó inmediatamente la mano con los dedos rotos con fuerza y se quedó ahí, sin atreverse a levantarse.
Siempre le quedaba cierto malestar después de uno de aquellos interrogatorios, los cuales debido a su linea de trabajo no eran escasos, sobre todo porque era consciente de que, desde que perdió los recuerdos, se habían vuelto ligeramente más agresivos.
– Conozco al tipo del que habla este imbécil – Expuso Eltrant a Huracán suspirando– Garra de la Noche, es un… jefecillo de poca monta de los bajos fondos, un tipo obsesionado con los vampiros… por lo que se dice quiere ser uno de ellos, incluso hay rumores de que se ha afilado los colmillos – Se giró hacia los dos hombres que Huracán había derrotado – No me sorprende que tenga a estos como matones. No creo que sean muy difíciles de controlar – Negó con la cabeza – En cualquier caso, podemos colarnos por la casa de al lado – Añadió a pesar de que era bastante evidente que lo había oído.
- ¿Te encuentras bien? – Preguntó entonces a la chica que Huracán acababa de rescatar, que simplemente desvió un poco la mirada y asintió. – Me alegro.
Eltrant Tale
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Re: Se busca Compañero [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Mientras el hombre rapado chillaba como un cerdo cuando iba a ser degollado, Eltrant me felicitó por mi combate. Lo miré sin decirle nada. Ahora había descubierto por qué la gente me llamaba Huracán, alias con el que mi madre me había descrito cuando realicé mi primera corriente de aire. Sin duda, yo me habría hecho llamar Tempestad, o tal vez Ventisca, nombres mucho más asociables a una mujer que el que tenía yo, que era mucho más adecuado para un hombre. Pero aquellos implicaban otros elementos que no tenían únicamente relación con el viento, como sí lo tienen los huracanes.
Disfruté cuando vi a Eltrant partirle el dedo al tipo cuando se negó a colaborar. Tenía que reconocer que el hombre contaba con cierto estilo interesante a la hora de sonsacar información a la gente. Si bien no lo conseguiría en primera instancia, terminaría consiguiéndolo en cuanto el mercenario le propuso negociar conmigo. Aquella idea no pareció agradar al calvo, que nos proporcionó información sobre el prostíbulo cercano, en el que apenas había guardias, y que por lo visto estaba adyacente a un edificio junto al que nos encontrábamos.
Eltrant conocía al hombre del que hablaba, era un humano que quería convertirse en vampiro. ¡Vaya un cretino! ¡Afilarse los colmillos para parecer un vampiro! Habría que quitarle la idea de la cabeza o, directamente, acabar con él. Puede que además supiera algo del vampiro al que estábamos buscando. El mercenario sugirió que accediésemos por la casa del lado, contigua al estrecho callejón en el que nos encontrábamos. Asentí con la cabeza para acceder a su plan y tras comprobar que la joven se encontraba bien, volvimos a la calle principal.
-No te confundas. No somos amigos. – le dije inexpresivamente a Eltrant, sin mirarle, en referencia a lo que le había dicho el matón, caminando a su lado en dirección al edificio acordado. Y es que podía contar mis verdaderos amigos con los dedos de una mano y me sobrarían dos. Elen, Alanna y Mortdecai eran los únicos a los que podía considerar algo semejante. Ni siquiera Jules me había demostrado nada para merecer ser llamado así.
De primeras, la vivienda contigua al prostíbulo tendría un acceso complicado. Entrar por la puerta era demasiado “poco profesional” y evidente, mientras que las ventanas del piso inferior se encontraban rejadas, algo lógico viendo las buenas gentes del barrio en el que se encontraba la casita. Había un pequeño balcón en el segundo piso. – Voy a subir. – dije al mercenario, mirando hacia arriba.
Hacerlo no me resultaría complicado, simplemente tuve que canalizar mis poderes del viento bajo mis pies, dejar que las corrientes de aire que atraía gracias al maná penetraran mis ropajes, flexionar las rodillas, saltar y elevarme como una pluma. No podía realizar grandes saltos con esta habilidad, pero sí algo suficiente como para acceder a un segundo piso.
Ahora habría que ayudar a subir a Eltrant. Afortunadamente para el mercenario, había una pequeña escalera de cuerda recogida que únicamente tuve que soltar para que subiera al primer piso. A modo de escalera de emergencia seguramente. Esperé a que mi compañero llegara hasta allí para acceder al edificio, una pequeña estancia que hacía de comedor con balcón. Todo bastante colocado y ordenado. Desde luego no parecía la guarida de ningún contrabandista, pero por lo visto en algún lugar de aquel sitio tendría que encontrarse un pasadizo secreto hasta el burdel. O eso creía. – ¿Sabes a quién pertenece esta casa? Supongo que el acceso al prostíbulo estará en la parte inferior. – le indiqué a Eltrant en un susurro bajo.
La vivienda parecía vacía, no sería difícil encontrar el lugar que nos conectara con el prostíbulo. Probablemente dadas las horas que eran y el buen día que hacía, una vez en el club poca gente encontraríamos. De manera que tendríamos que sortear menos adversarios para llegar hasta Garra de la Noche, si es que se encontraba ahí, o bien para dar con alguien que supiese algo sobre la mansión de la colina.
-Haces demasiado ruido. – regañé a Eltrant con cara de enfado, quien no me parecía tan sigiloso como yo, que tenía un oído tan fino que podría oír el runrún de una mosca en una pared. – Los vampiros cuentan con oídos muy refinados.
No tardaríamos en encontrar una trampilla en la planta más baja de la vivienda que daría a un sótano oscuro. – Tendremos que ir con luz. No quiero ser pasto de chupasangres. – Le indiqué a Tale para que discurriera una idea para proporcionarnos algo más de visión. Si estábamos buscando a un hombre que negociaba con vampiros, no era buena idea el meterse en un lugar oscuro próximo a sus zonas de actividad. Al ser de día en la calle bien podrían esconderse en aquel subterfugio que teníamos que cruzar para acceder al burdel, que se encontraría también cerrado a aquellas horas de la mañana.
Si bien seguramente hubiese algún rezagado con alguna chica haciéndole las faenas. Si Garra de la Noche controlaba el local, seguramente las propias prostitutas podrían saber algo de él mejor que los propios clientes.
Disfruté cuando vi a Eltrant partirle el dedo al tipo cuando se negó a colaborar. Tenía que reconocer que el hombre contaba con cierto estilo interesante a la hora de sonsacar información a la gente. Si bien no lo conseguiría en primera instancia, terminaría consiguiéndolo en cuanto el mercenario le propuso negociar conmigo. Aquella idea no pareció agradar al calvo, que nos proporcionó información sobre el prostíbulo cercano, en el que apenas había guardias, y que por lo visto estaba adyacente a un edificio junto al que nos encontrábamos.
Eltrant conocía al hombre del que hablaba, era un humano que quería convertirse en vampiro. ¡Vaya un cretino! ¡Afilarse los colmillos para parecer un vampiro! Habría que quitarle la idea de la cabeza o, directamente, acabar con él. Puede que además supiera algo del vampiro al que estábamos buscando. El mercenario sugirió que accediésemos por la casa del lado, contigua al estrecho callejón en el que nos encontrábamos. Asentí con la cabeza para acceder a su plan y tras comprobar que la joven se encontraba bien, volvimos a la calle principal.
-No te confundas. No somos amigos. – le dije inexpresivamente a Eltrant, sin mirarle, en referencia a lo que le había dicho el matón, caminando a su lado en dirección al edificio acordado. Y es que podía contar mis verdaderos amigos con los dedos de una mano y me sobrarían dos. Elen, Alanna y Mortdecai eran los únicos a los que podía considerar algo semejante. Ni siquiera Jules me había demostrado nada para merecer ser llamado así.
De primeras, la vivienda contigua al prostíbulo tendría un acceso complicado. Entrar por la puerta era demasiado “poco profesional” y evidente, mientras que las ventanas del piso inferior se encontraban rejadas, algo lógico viendo las buenas gentes del barrio en el que se encontraba la casita. Había un pequeño balcón en el segundo piso. – Voy a subir. – dije al mercenario, mirando hacia arriba.
Hacerlo no me resultaría complicado, simplemente tuve que canalizar mis poderes del viento bajo mis pies, dejar que las corrientes de aire que atraía gracias al maná penetraran mis ropajes, flexionar las rodillas, saltar y elevarme como una pluma. No podía realizar grandes saltos con esta habilidad, pero sí algo suficiente como para acceder a un segundo piso.
Ahora habría que ayudar a subir a Eltrant. Afortunadamente para el mercenario, había una pequeña escalera de cuerda recogida que únicamente tuve que soltar para que subiera al primer piso. A modo de escalera de emergencia seguramente. Esperé a que mi compañero llegara hasta allí para acceder al edificio, una pequeña estancia que hacía de comedor con balcón. Todo bastante colocado y ordenado. Desde luego no parecía la guarida de ningún contrabandista, pero por lo visto en algún lugar de aquel sitio tendría que encontrarse un pasadizo secreto hasta el burdel. O eso creía. – ¿Sabes a quién pertenece esta casa? Supongo que el acceso al prostíbulo estará en la parte inferior. – le indiqué a Eltrant en un susurro bajo.
La vivienda parecía vacía, no sería difícil encontrar el lugar que nos conectara con el prostíbulo. Probablemente dadas las horas que eran y el buen día que hacía, una vez en el club poca gente encontraríamos. De manera que tendríamos que sortear menos adversarios para llegar hasta Garra de la Noche, si es que se encontraba ahí, o bien para dar con alguien que supiese algo sobre la mansión de la colina.
-Haces demasiado ruido. – regañé a Eltrant con cara de enfado, quien no me parecía tan sigiloso como yo, que tenía un oído tan fino que podría oír el runrún de una mosca en una pared. – Los vampiros cuentan con oídos muy refinados.
No tardaríamos en encontrar una trampilla en la planta más baja de la vivienda que daría a un sótano oscuro. – Tendremos que ir con luz. No quiero ser pasto de chupasangres. – Le indiqué a Tale para que discurriera una idea para proporcionarnos algo más de visión. Si estábamos buscando a un hombre que negociaba con vampiros, no era buena idea el meterse en un lugar oscuro próximo a sus zonas de actividad. Al ser de día en la calle bien podrían esconderse en aquel subterfugio que teníamos que cruzar para acceder al burdel, que se encontraría también cerrado a aquellas horas de la mañana.
Si bien seguramente hubiese algún rezagado con alguna chica haciéndole las faenas. Si Garra de la Noche controlaba el local, seguramente las propias prostitutas podrían saber algo de él mejor que los propios clientes.
Anastasia Boisson
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Re: Se busca Compañero [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Se encogió de hombros cuando salieron del callejón y no añadió nada a las palabras que la bruja acababa de expresar, tenía razón, al fin y al cabo, no podían considerarse amigos, todavía no. Pero eso no significaba que no hubiese servido de nada llamarla así, había conseguido la información que necesitaba, y eso era lo importante, aunque hubiese ofendido de algún modo a la cazadora.
Siguiendo de cerca a la bruja, se acercaron sin llamar la atención hasta el edificio contiguo al burdel, dónde como acababan de averiguar, había una entrada secreta al prostíbulo.
Mientras el mercenario se aseguraba, cruzado de brazos, de que ningún transeúnte les viese allí, la bruja tomó la iniciativa y haciendo uso de sus habilidades se las arregló para elevarse a sí misma hasta el balcón del piso superior, dónde no había verjas que les impidiesen acceder al edificio.
-Debe de estar bien poder hacer esas cosas... – A pesar de haber visto a más de un brujo hacer uso de sus artes con mayor o menor éxito, siempre le sorprendía verlo, por mucho que lo intentase no llegaba a comprender como alguien podía controlar los elementos con tanta facilidad.
Una vez su compañera estuvo arriba y se hubo posado delicadamente sobre el balcón, esta dejó caer una escalerilla de cuerda con la que el castaño pudo subir al segundo piso, dónde Huracán esperaba. – Ni idea – Eltrant negó con la cabeza cuando la cazadora le preguntó sobre el propietario de aquel lugar – Aunque tiene pinta de que no pasa por casa desde hace tiempo – El mercenario pasó un dedo por uno de los muebles del lugar, arrastrando la ligera película de polvo que lo cubría. – Tienes razón, vamos abajo.
Mientras descendían no pudo evitar reparar en el lugar que acababan de allanar, era evidente que aquella residencia no era la típica casa que uno esperaba encontrar junto a un prostíbulo, aunque polvorienta y deshabitada, parecía que alguien cuidaba de ella, puede que no la limpiase muy a menudo, pero a diferencia de los demás edificios de la zona, no iba a derrumbarse por su propio peso.
– No hago tanto ruido – Contestó Eltrant susurrando – Eres tú la que parece que flota– Miró fijamente los pies de la bruja y continuó avanzando lentamente - ¿Es que no pesas nada? – Era muy consciente de que no era la persona más silenciosa que conocía, pero tampoco podía remediarlo en aquel momento, las tablas que conformaban el suelo crujían con cada paso que daba el mercenario, así que no podía sino resignarse a avanzar lo más lentamente que podía tras Huracán.
Después escrutar minuciosamente el piso inferior descubrieron una trampilla oculta bajo una gruesa alfombra de color oscuro, la cual, a falta de otro camino, no podía sino ser la entrada al lupanar que tenían justo al lado. – Luz… sí - El castaño miró a su alrededor en busca de algo que fuese de ayuda, no había mucho entre lo que escoger, la mayor parte de la iluminación de aquella casa era natural, y los candelabros que los habitantes debían de usar al caer la noche estaban anclados a la pared.
Frunciendo el ceño comenzó a indagar en el contenido que tenía en la bolsa de viaje hasta que encontró unos pequeños frasquitos que contenían un líquido traslucido en su interior, si no fuese porque Eltrant recibió aquellas botellas en Térpoli, probablemente habría pensado que no era más que agua.
Agitando con fuerza la mano con la que sujetaba la botella, el líquido de su interior pronto comenzó a brillar con una luz azul pálida, débil, pero capaz de iluminar el sótano al que se iban a adentrar. – No sé exactamente cómo funciona – Dijo a su aliada mientras tiraba de la pesada trampilla, mostrando una gruesa escalera de granito que descendía hacia la oscuridad tras ella– Pero aguantará un par de horas, creo que es alquimia o algo así – La botella era parte del equipo que todos los soldados rasos de Térpoli que participaron en la demolición de la muralla portaban, era el segundo componente del líquido que formó la enorme explosión que abrió finalmente la brecha en la muralla. – Vamos. – Dijo Eltrant descendiendo con el candil improvisado en alto.
El lugar al que descendieron, más que un sótano era un pasillo amplio pasillo con paredes y techos hechos a partir del mismo material que las escaleras, sin candiles, sin ningún punto de referencia, sin nada que sirviese para guiarse en la oscuridad.
Hasta que comenzaron a aparecer las verjas en las paredes.
– Espera – Eltrant se detuvo de golpe obligando a que su compañera hiciese lo mismo e iluminó directamente la cancela con la que se acababan de topar – Ahí dentro hay alguien – Murmuró, depositando el frasco a sus pies, el cual alumbró completamente el interior de lo que era, sin lugar a dudas, una celda.
Una chica joven, no llegaría a la veintena, estaba encadenada a pocos metros de donde se encontraban ellos, Eltrant entornó los ojos, la chica parecía estar inconsciente, o algo peor. Tras mirar fugazmente a Huracán e indicarle con un gesto que tomase la botella y le ayudase, se agachó junto a la cerradura y trató de forzarla en vano hasta que, al quinto intento se giró hacia la cazadora - ¿Alguna idea de como abrir la celda? - Preguntó – Porque vamos a necesitar encontrar la llave si no.
Siguiendo de cerca a la bruja, se acercaron sin llamar la atención hasta el edificio contiguo al burdel, dónde como acababan de averiguar, había una entrada secreta al prostíbulo.
Mientras el mercenario se aseguraba, cruzado de brazos, de que ningún transeúnte les viese allí, la bruja tomó la iniciativa y haciendo uso de sus habilidades se las arregló para elevarse a sí misma hasta el balcón del piso superior, dónde no había verjas que les impidiesen acceder al edificio.
-Debe de estar bien poder hacer esas cosas... – A pesar de haber visto a más de un brujo hacer uso de sus artes con mayor o menor éxito, siempre le sorprendía verlo, por mucho que lo intentase no llegaba a comprender como alguien podía controlar los elementos con tanta facilidad.
Una vez su compañera estuvo arriba y se hubo posado delicadamente sobre el balcón, esta dejó caer una escalerilla de cuerda con la que el castaño pudo subir al segundo piso, dónde Huracán esperaba. – Ni idea – Eltrant negó con la cabeza cuando la cazadora le preguntó sobre el propietario de aquel lugar – Aunque tiene pinta de que no pasa por casa desde hace tiempo – El mercenario pasó un dedo por uno de los muebles del lugar, arrastrando la ligera película de polvo que lo cubría. – Tienes razón, vamos abajo.
Mientras descendían no pudo evitar reparar en el lugar que acababan de allanar, era evidente que aquella residencia no era la típica casa que uno esperaba encontrar junto a un prostíbulo, aunque polvorienta y deshabitada, parecía que alguien cuidaba de ella, puede que no la limpiase muy a menudo, pero a diferencia de los demás edificios de la zona, no iba a derrumbarse por su propio peso.
– No hago tanto ruido – Contestó Eltrant susurrando – Eres tú la que parece que flota– Miró fijamente los pies de la bruja y continuó avanzando lentamente - ¿Es que no pesas nada? – Era muy consciente de que no era la persona más silenciosa que conocía, pero tampoco podía remediarlo en aquel momento, las tablas que conformaban el suelo crujían con cada paso que daba el mercenario, así que no podía sino resignarse a avanzar lo más lentamente que podía tras Huracán.
Después escrutar minuciosamente el piso inferior descubrieron una trampilla oculta bajo una gruesa alfombra de color oscuro, la cual, a falta de otro camino, no podía sino ser la entrada al lupanar que tenían justo al lado. – Luz… sí - El castaño miró a su alrededor en busca de algo que fuese de ayuda, no había mucho entre lo que escoger, la mayor parte de la iluminación de aquella casa era natural, y los candelabros que los habitantes debían de usar al caer la noche estaban anclados a la pared.
Frunciendo el ceño comenzó a indagar en el contenido que tenía en la bolsa de viaje hasta que encontró unos pequeños frasquitos que contenían un líquido traslucido en su interior, si no fuese porque Eltrant recibió aquellas botellas en Térpoli, probablemente habría pensado que no era más que agua.
Agitando con fuerza la mano con la que sujetaba la botella, el líquido de su interior pronto comenzó a brillar con una luz azul pálida, débil, pero capaz de iluminar el sótano al que se iban a adentrar. – No sé exactamente cómo funciona – Dijo a su aliada mientras tiraba de la pesada trampilla, mostrando una gruesa escalera de granito que descendía hacia la oscuridad tras ella– Pero aguantará un par de horas, creo que es alquimia o algo así – La botella era parte del equipo que todos los soldados rasos de Térpoli que participaron en la demolición de la muralla portaban, era el segundo componente del líquido que formó la enorme explosión que abrió finalmente la brecha en la muralla. – Vamos. – Dijo Eltrant descendiendo con el candil improvisado en alto.
El lugar al que descendieron, más que un sótano era un pasillo amplio pasillo con paredes y techos hechos a partir del mismo material que las escaleras, sin candiles, sin ningún punto de referencia, sin nada que sirviese para guiarse en la oscuridad.
Hasta que comenzaron a aparecer las verjas en las paredes.
– Espera – Eltrant se detuvo de golpe obligando a que su compañera hiciese lo mismo e iluminó directamente la cancela con la que se acababan de topar – Ahí dentro hay alguien – Murmuró, depositando el frasco a sus pies, el cual alumbró completamente el interior de lo que era, sin lugar a dudas, una celda.
Una chica joven, no llegaría a la veintena, estaba encadenada a pocos metros de donde se encontraban ellos, Eltrant entornó los ojos, la chica parecía estar inconsciente, o algo peor. Tras mirar fugazmente a Huracán e indicarle con un gesto que tomase la botella y le ayudase, se agachó junto a la cerradura y trató de forzarla en vano hasta que, al quinto intento se giró hacia la cazadora - ¿Alguna idea de como abrir la celda? - Preguntó – Porque vamos a necesitar encontrar la llave si no.
Eltrant Tale
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Re: Se busca Compañero [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Flotar. Así era como llamaba el mercenario a mi habilidad para andar sin hacer ruido. La “dichosa costumbre” de cazar me había obligado a ser una mujer sigilosa, era eso o terminar siendo devorada por el primer vampiro que conociera mi presencia. Desde luego, Eltrant no duraría mucho en esta profesión haciendo tanto ruido al caminar.
Si bien contaba con otras virtudes, como la inventiva e improvisación. Y es que el mercenario creó luz con una especie de lamparita que producía un fulgor cuando era agitada, probablemente mediante alguna reacción química. Ya las conocía. Algunos brujos en las islas ya las utilizaban para alumbrar, pero yo no suelo necesitar luz pues siempre trato de ser discreta y, además, supondría más peso para mi equipo. Mi equipo de combate y mi faltriquera ya eran lo suficientemente pesados como para cargar con más.
Avanzamos por el oscuro pasillo hasta que notamos que había rejas que conformaban celdas, sinceramente prefería no mirar hacia ellas y centrarme en mi objetivo, pero Eltrant me forzó a ello cuando se detuvo de golpe, haciendo que casi me estampara contra él. Advirtió un cuerpo inerte sobre el suelo, encadenado, que era de una joven de larga melena dorada vestida en camisón, inconsciente, reposaba en el suelo inmovilizada por los grilletes.
Eltrant trató de abrir la cerradura pero no lo consiguió. Me preguntó a mí si se me ocurría algo. Me agaché para comprobar el estado de la cerradura. La cadena sobre la que descansaba el candado que mantenía cerrada la puerta parecía bastante oxidada. Saqué mi daga de metal. – Déjame intentarlo. – le dije al mercenario, para comenzar a tratar de cortar la cadena por una de las uniones entre eslabones que parecía desgastada.
Tras varios intentos, finalmente cedería y la cadena cedería junto al candado. La aparté cuidadosamente tratando de no hacer ruido, algo que sería en vano pues al abrir la puerta emitiría un fuerte chirrido fruto de la oxidación y la vejez de la instalación. Una vez en la celda, me acerqué a la joven que permanecía inconsciente y me puse en cuclillas junto a ella, comenzando a examinarla cuidadosamente.
-Marcas de garra en el hombro... – susurré para que mi compañero pudiese escuchar mi diagnóstico. Le eché para atrás a la chica su larga melena rubia. Observé su cuello. – También de colmillos, pero la succión de sangre no ha sido limpia, y le ha desgarrando algunos tendones al morder. El corte y forma de la marca en su piel indican que el autor no tiene experiencia. Los vampiros veteranos después de cientos de año han aprendido a morder sin herir mortalmente a la víctima. Este no. – diagnostiqué. – Estamos hablando de un vampiro joven o inexperto. Lo cual puede ser bueno en un enfrentamiento. – luego eché un vistazo a toda la sala y alrededores. - Parece que estamos en la despensa de algún chupasangres. – le dije al mercenario levantándome y dándome la vuelta.
Fuera como fuera, no podíamos abandonar a aquella chica a su suerte. Había que sacarla allí. Así que repitiendo la operación, conseguí liberarla de los grilletes. Pero la mujer estaba inconsciente y no podría salir por su propio pie.
-Cógela. Ha perdido mucha sangre. Morirá si no hacemos algo. – le indiqué al mercenario, que probablemente tendría bastante más fuerza que yo.
Y me llevé la mano a mi ballesta pesada, la cual bajé por primera vez de mi espalda. Ahora que sabía que aquella era la morada de acechadores, prefería llevarla preparada, y Eltrant difícilmente podría combatir si tenía que transportarla.
Continuamos avanzando por el pasillo. La mayoría de las celdas estaban vacías y en las que había personas, estaban ya en estado de descomposición, como delataba el repugnante hedor que emitían aquellos cuerpos. – Esto es repugnante. – describí, tratando de pasar aquella zona lo más rápido posible.
Terminamos llegando a unas nuevas escaleras que accedían a una trampilla, la cual abrí. Seguramente habríamos llegado al lupanar. Accedimos a una especie de bodega, llena de toneles de madera a cual más grande. Probablemente la despensa de alcohol del local. Pero no estábamos solos. Alguien cantaba una canción, una voz femenina, en un tono tan agudo que ni siquiera escuchó el abrir la puerta.
Llevándome el índice a la boca, indiqué a Eltrant que no hiciera ruido. Cambié las ballestas pesadas por las dos pequeñas de mano, óptimas para corta distancia y traté de rodear los toneles para sorprender por la espalda a la mujer. Gracias a lo cantarina que era sabía perfectamente dónde se encontraba en cada momento.
Miré de reojo por uno de ellos, se encontraba rellenando un pequeño bidón. A decir por los ropajes que llevaba, largos, no parecía una prostituta, sino probablemente la meretriz del burdel, lo que indicaba que necesariamente tenía que conocer lo que se cocía en aquel lugar. ¿Sería una vampiresa?
Me acerqué por su espalda corriendo, sin hacer nada de ruido y le coloqué el punto del virote de una de mis ballestas en la cabeza. – Mueve un dedo y te atravieso el cerebro. Si gritas, será lo último que hagas. – amenacé con mi voz severa. Y es que de haber más gente en el local, podríamos tener problemas. La mujer, que llevaba una copa de vino, la dejó caer por los nervios y no dijo nada, quedando pálida como la nieve, esta parecía más dispuesta a colaborar que el anterior.
De nuevo, dejaría a Eltrant que fuera el que realizara las preguntas, él sabría mejor qué preguntar ya que conocía al tipo que debíamos buscar. Pero no dejaría de apuntar a la mujer a la cabeza, al menos hasta que supiera que era inofensiva. Tenía mucho que explicarnos aquella dama.
Si bien contaba con otras virtudes, como la inventiva e improvisación. Y es que el mercenario creó luz con una especie de lamparita que producía un fulgor cuando era agitada, probablemente mediante alguna reacción química. Ya las conocía. Algunos brujos en las islas ya las utilizaban para alumbrar, pero yo no suelo necesitar luz pues siempre trato de ser discreta y, además, supondría más peso para mi equipo. Mi equipo de combate y mi faltriquera ya eran lo suficientemente pesados como para cargar con más.
Avanzamos por el oscuro pasillo hasta que notamos que había rejas que conformaban celdas, sinceramente prefería no mirar hacia ellas y centrarme en mi objetivo, pero Eltrant me forzó a ello cuando se detuvo de golpe, haciendo que casi me estampara contra él. Advirtió un cuerpo inerte sobre el suelo, encadenado, que era de una joven de larga melena dorada vestida en camisón, inconsciente, reposaba en el suelo inmovilizada por los grilletes.
Eltrant trató de abrir la cerradura pero no lo consiguió. Me preguntó a mí si se me ocurría algo. Me agaché para comprobar el estado de la cerradura. La cadena sobre la que descansaba el candado que mantenía cerrada la puerta parecía bastante oxidada. Saqué mi daga de metal. – Déjame intentarlo. – le dije al mercenario, para comenzar a tratar de cortar la cadena por una de las uniones entre eslabones que parecía desgastada.
Tras varios intentos, finalmente cedería y la cadena cedería junto al candado. La aparté cuidadosamente tratando de no hacer ruido, algo que sería en vano pues al abrir la puerta emitiría un fuerte chirrido fruto de la oxidación y la vejez de la instalación. Una vez en la celda, me acerqué a la joven que permanecía inconsciente y me puse en cuclillas junto a ella, comenzando a examinarla cuidadosamente.
-Marcas de garra en el hombro... – susurré para que mi compañero pudiese escuchar mi diagnóstico. Le eché para atrás a la chica su larga melena rubia. Observé su cuello. – También de colmillos, pero la succión de sangre no ha sido limpia, y le ha desgarrando algunos tendones al morder. El corte y forma de la marca en su piel indican que el autor no tiene experiencia. Los vampiros veteranos después de cientos de año han aprendido a morder sin herir mortalmente a la víctima. Este no. – diagnostiqué. – Estamos hablando de un vampiro joven o inexperto. Lo cual puede ser bueno en un enfrentamiento. – luego eché un vistazo a toda la sala y alrededores. - Parece que estamos en la despensa de algún chupasangres. – le dije al mercenario levantándome y dándome la vuelta.
Fuera como fuera, no podíamos abandonar a aquella chica a su suerte. Había que sacarla allí. Así que repitiendo la operación, conseguí liberarla de los grilletes. Pero la mujer estaba inconsciente y no podría salir por su propio pie.
-Cógela. Ha perdido mucha sangre. Morirá si no hacemos algo. – le indiqué al mercenario, que probablemente tendría bastante más fuerza que yo.
Y me llevé la mano a mi ballesta pesada, la cual bajé por primera vez de mi espalda. Ahora que sabía que aquella era la morada de acechadores, prefería llevarla preparada, y Eltrant difícilmente podría combatir si tenía que transportarla.
Continuamos avanzando por el pasillo. La mayoría de las celdas estaban vacías y en las que había personas, estaban ya en estado de descomposición, como delataba el repugnante hedor que emitían aquellos cuerpos. – Esto es repugnante. – describí, tratando de pasar aquella zona lo más rápido posible.
Terminamos llegando a unas nuevas escaleras que accedían a una trampilla, la cual abrí. Seguramente habríamos llegado al lupanar. Accedimos a una especie de bodega, llena de toneles de madera a cual más grande. Probablemente la despensa de alcohol del local. Pero no estábamos solos. Alguien cantaba una canción, una voz femenina, en un tono tan agudo que ni siquiera escuchó el abrir la puerta.
Llevándome el índice a la boca, indiqué a Eltrant que no hiciera ruido. Cambié las ballestas pesadas por las dos pequeñas de mano, óptimas para corta distancia y traté de rodear los toneles para sorprender por la espalda a la mujer. Gracias a lo cantarina que era sabía perfectamente dónde se encontraba en cada momento.
Miré de reojo por uno de ellos, se encontraba rellenando un pequeño bidón. A decir por los ropajes que llevaba, largos, no parecía una prostituta, sino probablemente la meretriz del burdel, lo que indicaba que necesariamente tenía que conocer lo que se cocía en aquel lugar. ¿Sería una vampiresa?
Me acerqué por su espalda corriendo, sin hacer nada de ruido y le coloqué el punto del virote de una de mis ballestas en la cabeza. – Mueve un dedo y te atravieso el cerebro. Si gritas, será lo último que hagas. – amenacé con mi voz severa. Y es que de haber más gente en el local, podríamos tener problemas. La mujer, que llevaba una copa de vino, la dejó caer por los nervios y no dijo nada, quedando pálida como la nieve, esta parecía más dispuesta a colaborar que el anterior.
De nuevo, dejaría a Eltrant que fuera el que realizara las preguntas, él sabría mejor qué preguntar ya que conocía al tipo que debíamos buscar. Pero no dejaría de apuntar a la mujer a la cabeza, al menos hasta que supiera que era inofensiva. Tenía mucho que explicarnos aquella dama.
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Re: Se busca Compañero [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Bajo la atenta mirada del mercenario la cazadora consiguió abrir la puerta después de cortar con su daga una cadena que claramente había visto mejores días, y si bien lo había hecho de forma sigilosa, ya que las ataduras que sujetaban el candado contra la puerta apenas había susurrado bajo las manos de la cazadora, la puerta de la celda, oxidada y desvencijada, se encargó de estropear todo el silencio que Huracán se había esforzado por mantener.
Fue la bruja la primera que entró en calabozo a auxiliar a la cautiva, Eltrant por su parte aguardó un par de segundos deseando que el estruendo que acababa de recorrer aquel sótano no les hubiese delatado, vigiló el túnel que tenía frente a él por si recibían una inesperada visita.
El rápido análisis que Huracán realizó después de haber examinado de cerca las heridas de la cautiva no hizo sino aseverar la profesión de la bruja, había estudiado a sus presas y era capaz de discernir la habilidad de las mismas simplemente con el rastro que estas dejaban tras de sí, algo que, si bien Eltrant estaba seguro de no querer decir en voz alta, encontraba sorprendente.
Acatando lo que la cazadora le había encomendado se cargó la joven herida a la espalda; Por su aspecto podía aseverar sin temor a equivocarse que la chica había perdido una gran cantidad de sangre, estaba preocupantemente delgada y apenas podía mantenerse en pie, y no podía decir nada que no fuesen palabras inconexas sobre cómo había llegado hasta allí abajo. – Descansa – Susurró Eltrant – Te sacaremos de aquí.
Una vez tuvo a la chica sobre su espalda, Huracán catalogó aquel sótano como “Despensa”, y no se equivocaba, fueron pocas las celdas que se encontraban vacías, predominando por mucho aquellas que tenían cadáveres en un avanzado estado de descomposición en su interior.
Apretó los dientes y siguió a Huracán, ahora armada con la enorme ballesta pesada que cargaba a su espalda, si bien era cierto que el olor se estaba volviendo insoportable, lo peor para él era lo que representaba aquel lugar, un almacén de personas, como si fuesen ganado, listas para ser sacrificadas. – Voy a quemar hasta el último pilar de este sitio– Contestó a Huracán entre dientes, asegurándose de que la chica que tenía a la espalda estaba bien sujeta.
Debía de haberlo esperado, era consciente de lo que sucedía en los barrios más empobrecidos de la ciudad, pero Lunargenta siempre sorprendía, y usualmente era para mal.
No tardaron mucho en descubrir unas escaleras las cuales terminaban en una trampilla similar a la que habían usado para descender hasta aquel allí, con Huracán a la cabeza, pronto se hallaron en lo que aparentaba ser una bodega, con decenas de barriles desperdigados por todas partes.
Una voz tan aguda como irritante fue lo que les recibió, una voz que entonaba una ligera melodía en bucle, siempre el mismo ritmo, siempre la misma entonación, como si de una especie de mantra se tratase.
Eltrant miró a su alrededor, buscando el origen de la canción, abriendo la boca enseguida para informarle de esto a su aliada, pero esta ya se había percatado de la situación pues, llevando el dedo índice hasta los labios le indicó al mercenario que se mantuviese en silencio, para justo después perderse ella sola entre los barriles.
Solo fueron una decena de segundos, quizás menos, pero la voz se acalló de inmediato. Lo siguiente que llegó hasta oídos del mercenario fue el sonido de un objeto de metal chocando contra el suelo.
Depositando delicadamente a la chica con la que cargaba en el suelo tras haber fabricado una almohada improvisada con su capa se acercó hasta el origen de dicho sonido, lugar en el que se encontraría a Huracán apuntando con una de sus ballestas de mano a la cantante.
No era muy difícil adivinar que Huracán decía la verdad, la pelirroja no dudaría en atravesarle la cabeza a la cantante si hacía el más mínimo movimiento, está por otro lado estaba realmente aterrada, miraba fijamente la saeta que aguardaba a ser disparada en el arma de la bruja, deseando que la desconocida que le estaba apuntando no decidiese apretar el gatillo.
-Garra de la Noche – Dijo Eltrant avanzando hasta la muchacha, los ropajes que vestía distaban mucho de ser lo de alguien que trabajase allí, si algo era seguro es que aquella mujer no era de las que vendían su cuerpo por un par de Aeros - ¿Dónde está? – Preguntó de brazos cruzados – El señor está… en su despacho – Respondió con un hilo de voz, sin siquiera mirar al hombre que le estaba interrogando - ¿Y ese despacho está...? – La mujer miró ahora al mercenario, parecía a punto de romper a llorar – Yo… solo quiero irme de aquí… acabo de… - El mercenario negó con la cabeza – Eso no es lo que estoy preguntando, tienes un intento más, solo uno, aprovéchalo – Eltrant clavó sus ojos en los de la mujer, que no tardó en desviar la mirada – En el piso superior, al señor no le gusta salir que le molesten durante el día, así que… – No terminó la frase, la mujer cayó de rodillas ante Huracán y se quedó callada, como si hubiese entrado en una especie de trance se quedó mirando a un punto indeterminado de la pared que estaba justo tras la bruja.
Arqueando una ceja Eltrant se inclinó y chasqueó los dedos frente a los ojos de la mujer repetidas veces, sin obtener ninguna reacción por su parte, por otro lado, respiraba, era evidente que no estaba muerta, ni siquiera inconsciente - ¿Esto es normal? – Se giró hacia la bruja esperando una explicación de por qué aquella chica parecía haberse desactivado y cuando la hubo respondido se aseguró de que la chica que acababan de rescatar estaba en buen estado aún. – Creo que tiene menos fiebre… - Dijo – Pero no soy ningún curandero, así que no sé qué decirte – Añadió.
-Así que en el piso de arriba… - Justo después de aquello se acercó a la única salida del lugar y la entreabrió cuidadosamente, sin hacer el más mínimo ruido, o al menos eso pensaba el mercenario. – Cinco personas – Volvió a cerrar la entrada delicadamente y chasqueó un par de veces más los dedos frente a la mujer en trance obteniendo el mismo resultado que antes – Están jugando a las cartas, por lo que parece no están armados, aunque creo haber visto armas desperdigadas por el suelo. - Eltrant desenvainó su espada y se acercó a la puerta - No creo que podamos sortear a estos. - Frunció el ceño y se atusó la barba, volviendo a abrir la puerta lo justo para ver como los cinco individuos jugaban a las cartas a pocos metros del lugar por el que ellos entrarían.
- Mark, ve a buscarla, ya debería de estar aquí con las bebidas - Uno de los cinco, seguramente el mencionado, se levantó de la mesa - Será la favorita del jefe pero que sepa pueda no hacer lo que le venga en gana, córtala un poco y tráela de vuelta - Todos los presentes estallaron en carcajadas mientras el que estaba de pie tomó un hacha de grandes proporciones y comenzó a andar hacía dónde estaba el mercenario, que cerró inmediatamente y se giró hacia Huracán.
- Escóndete, rápido - Murmuró a la bruja mientras arrastraba a la chica en trance tras unos barriles al mismo tiempo que el pomo de la puerta comenzaba a girar.
Fue la bruja la primera que entró en calabozo a auxiliar a la cautiva, Eltrant por su parte aguardó un par de segundos deseando que el estruendo que acababa de recorrer aquel sótano no les hubiese delatado, vigiló el túnel que tenía frente a él por si recibían una inesperada visita.
El rápido análisis que Huracán realizó después de haber examinado de cerca las heridas de la cautiva no hizo sino aseverar la profesión de la bruja, había estudiado a sus presas y era capaz de discernir la habilidad de las mismas simplemente con el rastro que estas dejaban tras de sí, algo que, si bien Eltrant estaba seguro de no querer decir en voz alta, encontraba sorprendente.
Acatando lo que la cazadora le había encomendado se cargó la joven herida a la espalda; Por su aspecto podía aseverar sin temor a equivocarse que la chica había perdido una gran cantidad de sangre, estaba preocupantemente delgada y apenas podía mantenerse en pie, y no podía decir nada que no fuesen palabras inconexas sobre cómo había llegado hasta allí abajo. – Descansa – Susurró Eltrant – Te sacaremos de aquí.
Una vez tuvo a la chica sobre su espalda, Huracán catalogó aquel sótano como “Despensa”, y no se equivocaba, fueron pocas las celdas que se encontraban vacías, predominando por mucho aquellas que tenían cadáveres en un avanzado estado de descomposición en su interior.
Apretó los dientes y siguió a Huracán, ahora armada con la enorme ballesta pesada que cargaba a su espalda, si bien era cierto que el olor se estaba volviendo insoportable, lo peor para él era lo que representaba aquel lugar, un almacén de personas, como si fuesen ganado, listas para ser sacrificadas. – Voy a quemar hasta el último pilar de este sitio– Contestó a Huracán entre dientes, asegurándose de que la chica que tenía a la espalda estaba bien sujeta.
Debía de haberlo esperado, era consciente de lo que sucedía en los barrios más empobrecidos de la ciudad, pero Lunargenta siempre sorprendía, y usualmente era para mal.
No tardaron mucho en descubrir unas escaleras las cuales terminaban en una trampilla similar a la que habían usado para descender hasta aquel allí, con Huracán a la cabeza, pronto se hallaron en lo que aparentaba ser una bodega, con decenas de barriles desperdigados por todas partes.
Una voz tan aguda como irritante fue lo que les recibió, una voz que entonaba una ligera melodía en bucle, siempre el mismo ritmo, siempre la misma entonación, como si de una especie de mantra se tratase.
Eltrant miró a su alrededor, buscando el origen de la canción, abriendo la boca enseguida para informarle de esto a su aliada, pero esta ya se había percatado de la situación pues, llevando el dedo índice hasta los labios le indicó al mercenario que se mantuviese en silencio, para justo después perderse ella sola entre los barriles.
Solo fueron una decena de segundos, quizás menos, pero la voz se acalló de inmediato. Lo siguiente que llegó hasta oídos del mercenario fue el sonido de un objeto de metal chocando contra el suelo.
Depositando delicadamente a la chica con la que cargaba en el suelo tras haber fabricado una almohada improvisada con su capa se acercó hasta el origen de dicho sonido, lugar en el que se encontraría a Huracán apuntando con una de sus ballestas de mano a la cantante.
No era muy difícil adivinar que Huracán decía la verdad, la pelirroja no dudaría en atravesarle la cabeza a la cantante si hacía el más mínimo movimiento, está por otro lado estaba realmente aterrada, miraba fijamente la saeta que aguardaba a ser disparada en el arma de la bruja, deseando que la desconocida que le estaba apuntando no decidiese apretar el gatillo.
-Garra de la Noche – Dijo Eltrant avanzando hasta la muchacha, los ropajes que vestía distaban mucho de ser lo de alguien que trabajase allí, si algo era seguro es que aquella mujer no era de las que vendían su cuerpo por un par de Aeros - ¿Dónde está? – Preguntó de brazos cruzados – El señor está… en su despacho – Respondió con un hilo de voz, sin siquiera mirar al hombre que le estaba interrogando - ¿Y ese despacho está...? – La mujer miró ahora al mercenario, parecía a punto de romper a llorar – Yo… solo quiero irme de aquí… acabo de… - El mercenario negó con la cabeza – Eso no es lo que estoy preguntando, tienes un intento más, solo uno, aprovéchalo – Eltrant clavó sus ojos en los de la mujer, que no tardó en desviar la mirada – En el piso superior, al señor no le gusta salir que le molesten durante el día, así que… – No terminó la frase, la mujer cayó de rodillas ante Huracán y se quedó callada, como si hubiese entrado en una especie de trance se quedó mirando a un punto indeterminado de la pared que estaba justo tras la bruja.
Arqueando una ceja Eltrant se inclinó y chasqueó los dedos frente a los ojos de la mujer repetidas veces, sin obtener ninguna reacción por su parte, por otro lado, respiraba, era evidente que no estaba muerta, ni siquiera inconsciente - ¿Esto es normal? – Se giró hacia la bruja esperando una explicación de por qué aquella chica parecía haberse desactivado y cuando la hubo respondido se aseguró de que la chica que acababan de rescatar estaba en buen estado aún. – Creo que tiene menos fiebre… - Dijo – Pero no soy ningún curandero, así que no sé qué decirte – Añadió.
-Así que en el piso de arriba… - Justo después de aquello se acercó a la única salida del lugar y la entreabrió cuidadosamente, sin hacer el más mínimo ruido, o al menos eso pensaba el mercenario. – Cinco personas – Volvió a cerrar la entrada delicadamente y chasqueó un par de veces más los dedos frente a la mujer en trance obteniendo el mismo resultado que antes – Están jugando a las cartas, por lo que parece no están armados, aunque creo haber visto armas desperdigadas por el suelo. - Eltrant desenvainó su espada y se acercó a la puerta - No creo que podamos sortear a estos. - Frunció el ceño y se atusó la barba, volviendo a abrir la puerta lo justo para ver como los cinco individuos jugaban a las cartas a pocos metros del lugar por el que ellos entrarían.
- Mark, ve a buscarla, ya debería de estar aquí con las bebidas - Uno de los cinco, seguramente el mencionado, se levantó de la mesa - Será la favorita del jefe pero que sepa pueda no hacer lo que le venga en gana, córtala un poco y tráela de vuelta - Todos los presentes estallaron en carcajadas mientras el que estaba de pie tomó un hacha de grandes proporciones y comenzó a andar hacía dónde estaba el mercenario, que cerró inmediatamente y se giró hacia Huracán.
- Escóndete, rápido - Murmuró a la bruja mientras arrastraba a la chica en trance tras unos barriles al mismo tiempo que el pomo de la puerta comenzaba a girar.
Eltrant Tale
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Re: Se busca Compañero [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Tale realizó las preguntas. Yo mantenía la mirada centrada en ella. La mujer se había mostrado más receptiva a hablar que el anterior tipo. Mi ballesta solía ser un buen método de persuasión, y en esta ocasión no había sido una excepción. No tardó en cantar que Garra de la Noche se encontraba en su despacho, en la parte superior del burdel.
Iba a disponerme a pegarle un culatazo para dejarla inconsciente, pues a estas alturas no me fiaba ya de nada ni de nadie, pero no hizo falta. La mujer cayó redonda por sí misma ante la sorpresa del mercenario y mía. Eltrant me preguntó incrédulo si aquello era normal. -No me lo parece. – le respondí sin dejar de mirar al cuerpo de la mujer. El mercenario también hizo alusión a la fiebre de la mujer. Al igual que él, yo tampoco tenía poderes curativos. Así que poco podría hacer por ella salvo tratar de sacarla de allí y llevarla al hospital.
Pero primero tendríamos que encargarnos de Garra de la Noche. El mercenario abrió sigilosamente la puerta de la bodega, era una especie de salón, y fuera de ésta había varios mercenarios, concretamente cinco, según Eltrant. Según él no estaban armados, iba a echar un vistazo también, pero no me dio tiempo pues sentimos la voz de uno de los hombres, que ordenaba a otro de ellos venir a buscar a la tabernera perdida.
Eltrant me apresuró a esconderme, arrastrando tras unos barriles a la chica del desván, quedando la otra expuesta. Traté de esconderla también. Íbamos a tener problemas casi con toda seguridad pues o no encontrarían a la mujer si la escondíamos, o bien la hallarían inconsciente, y cualquiera de las dos opciones implicaba terminar en un altercado.
No obstante, habría que intentar eliminar sigilosamente a todos cuanto pudiéramos. Hice un gesto de afirmación con la cabeza a mi compañero para que entendiera lo que había dicho y procedí a arrastrar a la mujer y a esconderme. En ese momento traté de esconderme.
-¿Laure? – preguntó el hombre, que pareció escuchar algo. – ¿Estás ahí? – y comenzó a andar sigilosamente por la bodega. Era un hombre rapado, duro y bruto. Un rival difícil en combate cuerpo a cuerpo. Yo trataba de rodear su posición nuevamente para tratar de sorprenderlo. Se dirigía justo a donde había dejado el cuerpo inerte de la mujer. No podía permitir que lo viera y alertara al resto de gente del local. Tal vez eliminándolos de uno en uno podríamos derrotarlos, juntos formaban una coalición considerablemente grande y peligrosa.
Miré a Eltrant desde unos barriles y le hice un gesto con la mano indicándole de que iba a salir a detener al hombre antes de que llegara a la mujer. Me acerqué de nuevo sigilosa por su espalda y me enganché de su cuello con el fin de ahogarlo. Apreté con todas mis fuerzas, pero el tipo era considerablemente grande y fuerte y me desplazó por completo, estampando su espalda, y a mí con ella, contra uno de los barriles de la zona, haciendo que algunos de estos cayeran al suelo y produjeran un enorme estruendo en este.
Desde el suelo, tomé una de mis ballestas y le disparé a la cabeza, cayendo este muerto tras pegar un grito y causar un nuevo estruendo en el suelo debido a su peso. Precisamente eso era lo que pretendía evitar, y por eso mismo no le disparé primero.
El tipo cayó sobre mis piernas y quedé atrapada con una de mis pequeñas ballestas. Tenía que escapar antes de que los otros hombres pasaran por ahí, traté de desplazarme del cuerpo pero ya era tarde. Sentí otros cuatro hombres en la puerta, que probablemente se hubiesen atraídos por el sonido.
-¡Alto, mujer! – me gritaba uno de ellos, apuntándome también con una ballesta. – Levanta las manos.
-¡Ha matado a Mark! ¡Ha matado a Mark! ¡Matadla ahora mismo! – parecía que tenía un problema y de los serios.
-¡Y también a Laure! – gritó otro, aunque si bien la mujer estaba inconsciente, ésta no había fallecido.
-Llamad a Garra de la Noche y a los demás. – vociferó el de la ballesta, y uno de ellos salió corriendo hacia el piso de arriba. – Tú. Tira las armas ahora mismo. – me dijo el hombre.
¿Qué otra opción tenía? Estaba inmovilizada en el suelo y tenía toda las de perder contra un tipo con una ballesta y dos hombres con espada. Tenía siempre el recurso de mis habilidades y poderes mágicos, pero en aquella posición no iba a tener mucha ventaja. De modo que tiré mis armas con resignación y rezaría para que no encontraran a Eltrant.
-Bien, ahora levántate. - Y sin decir nada y con las manos en alto. Así lo hice. El hombre hizo en mi cabeza lo que yo había hecho tantas veces a mis enemigos. Colocarme el virote en la frente. Confiaba en que no tuviera la sangre fría que tenía yo y disparase. Al mínimo error o distracción, seguramente podría liberarme.
-¡Aquí hay alguien más! – gritó uno de los tres hombres que quedaban en la sala. El que portaba la mayor espada. Un enorme mandoble de dos manos. - ¡He escuchado algo! – Lo que me faltaba. Que pillasen también a Eltrant, poco podría ayudarle mientras estaba siendo apuntada por una ballesta.
Iba a disponerme a pegarle un culatazo para dejarla inconsciente, pues a estas alturas no me fiaba ya de nada ni de nadie, pero no hizo falta. La mujer cayó redonda por sí misma ante la sorpresa del mercenario y mía. Eltrant me preguntó incrédulo si aquello era normal. -No me lo parece. – le respondí sin dejar de mirar al cuerpo de la mujer. El mercenario también hizo alusión a la fiebre de la mujer. Al igual que él, yo tampoco tenía poderes curativos. Así que poco podría hacer por ella salvo tratar de sacarla de allí y llevarla al hospital.
Pero primero tendríamos que encargarnos de Garra de la Noche. El mercenario abrió sigilosamente la puerta de la bodega, era una especie de salón, y fuera de ésta había varios mercenarios, concretamente cinco, según Eltrant. Según él no estaban armados, iba a echar un vistazo también, pero no me dio tiempo pues sentimos la voz de uno de los hombres, que ordenaba a otro de ellos venir a buscar a la tabernera perdida.
Eltrant me apresuró a esconderme, arrastrando tras unos barriles a la chica del desván, quedando la otra expuesta. Traté de esconderla también. Íbamos a tener problemas casi con toda seguridad pues o no encontrarían a la mujer si la escondíamos, o bien la hallarían inconsciente, y cualquiera de las dos opciones implicaba terminar en un altercado.
No obstante, habría que intentar eliminar sigilosamente a todos cuanto pudiéramos. Hice un gesto de afirmación con la cabeza a mi compañero para que entendiera lo que había dicho y procedí a arrastrar a la mujer y a esconderme. En ese momento traté de esconderme.
-¿Laure? – preguntó el hombre, que pareció escuchar algo. – ¿Estás ahí? – y comenzó a andar sigilosamente por la bodega. Era un hombre rapado, duro y bruto. Un rival difícil en combate cuerpo a cuerpo. Yo trataba de rodear su posición nuevamente para tratar de sorprenderlo. Se dirigía justo a donde había dejado el cuerpo inerte de la mujer. No podía permitir que lo viera y alertara al resto de gente del local. Tal vez eliminándolos de uno en uno podríamos derrotarlos, juntos formaban una coalición considerablemente grande y peligrosa.
Miré a Eltrant desde unos barriles y le hice un gesto con la mano indicándole de que iba a salir a detener al hombre antes de que llegara a la mujer. Me acerqué de nuevo sigilosa por su espalda y me enganché de su cuello con el fin de ahogarlo. Apreté con todas mis fuerzas, pero el tipo era considerablemente grande y fuerte y me desplazó por completo, estampando su espalda, y a mí con ella, contra uno de los barriles de la zona, haciendo que algunos de estos cayeran al suelo y produjeran un enorme estruendo en este.
Desde el suelo, tomé una de mis ballestas y le disparé a la cabeza, cayendo este muerto tras pegar un grito y causar un nuevo estruendo en el suelo debido a su peso. Precisamente eso era lo que pretendía evitar, y por eso mismo no le disparé primero.
El tipo cayó sobre mis piernas y quedé atrapada con una de mis pequeñas ballestas. Tenía que escapar antes de que los otros hombres pasaran por ahí, traté de desplazarme del cuerpo pero ya era tarde. Sentí otros cuatro hombres en la puerta, que probablemente se hubiesen atraídos por el sonido.
-¡Alto, mujer! – me gritaba uno de ellos, apuntándome también con una ballesta. – Levanta las manos.
-¡Ha matado a Mark! ¡Ha matado a Mark! ¡Matadla ahora mismo! – parecía que tenía un problema y de los serios.
-¡Y también a Laure! – gritó otro, aunque si bien la mujer estaba inconsciente, ésta no había fallecido.
-Llamad a Garra de la Noche y a los demás. – vociferó el de la ballesta, y uno de ellos salió corriendo hacia el piso de arriba. – Tú. Tira las armas ahora mismo. – me dijo el hombre.
¿Qué otra opción tenía? Estaba inmovilizada en el suelo y tenía toda las de perder contra un tipo con una ballesta y dos hombres con espada. Tenía siempre el recurso de mis habilidades y poderes mágicos, pero en aquella posición no iba a tener mucha ventaja. De modo que tiré mis armas con resignación y rezaría para que no encontraran a Eltrant.
-Bien, ahora levántate. - Y sin decir nada y con las manos en alto. Así lo hice. El hombre hizo en mi cabeza lo que yo había hecho tantas veces a mis enemigos. Colocarme el virote en la frente. Confiaba en que no tuviera la sangre fría que tenía yo y disparase. Al mínimo error o distracción, seguramente podría liberarme.
-¡Aquí hay alguien más! – gritó uno de los tres hombres que quedaban en la sala. El que portaba la mayor espada. Un enorme mandoble de dos manos. - ¡He escuchado algo! – Lo que me faltaba. Que pillasen también a Eltrant, poco podría ayudarle mientras estaba siendo apuntada por una ballesta.
Anastasia Boisson
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Re: Se busca Compañero [Interpretativo][Libre][Cerrado]
En la frente de la chica el metal frío y afilado del virote le estaba haciendo un pequeño rasguño en el cual le brotaba un hilillo de sangre. El hombre de la ballesta contemplaba la herida con orgullo. Después de tantas amenazas hechas con su ballesta, lo cierto, es que debería estar cansado de ver siempre lo mismo…. Debería pero no lo estaba. Eso era como si comiera langosta en cada una de sus cenas. ¡Jamás se cansaría!
Otro hombre, el más joven de los tres, se había quedado embobado mirando los pechos que se le marcaban a la chica por debajo de la armadura. Si Garra de la Noche no decía nada al respecto, más tarde cumpliría todas las fantasías que en aquel momento se le pasaban por su ociosa cabeza.
El siguiente, estaba mirando con nerviosismo a su alrededor a la vez que gritaba con toda sus fuerzas para hacer llamar a Garra de la Noche. No le gustaba el manto frío y oscuro que parecía cubrir a la chica. Le daba escalofríos pensar cuántas veces ella hubo matado a alguien y cuántas perdonado la vida. En sus pensamientos, lo primero superaba con creces a lo segundo.
La cuestión es que ninguno de los hombres vio la ayuda que los Dioses habían querido ofrecer a la cazadora. En el cuello de la chica todavía quedaba un arma: un colgante con la punta de una flecha a modo de joya tan afilada como el mejor de los puñales.
* Huracán: Estás en buen aprieto, espero que te ayude lo que he los Dioses han querido ofrecerte. El colgante, por el momento, tan solo lo podrás usar como adorno y, quizás, la punta de flecha para cortar. Pero eso acabará el día que yo te llame. Cuando eso ocurra, deberás participar en una misión que despertará la habilidad escondida del colgante.
* Ambos: Yo me retiro. Solo vine a voluntad de los Dioses para ayudar a una chica en apuros. Continuad con el tema como lo habéis hecho hasta ahora; hacéis un gran trabajo.
Otro hombre, el más joven de los tres, se había quedado embobado mirando los pechos que se le marcaban a la chica por debajo de la armadura. Si Garra de la Noche no decía nada al respecto, más tarde cumpliría todas las fantasías que en aquel momento se le pasaban por su ociosa cabeza.
El siguiente, estaba mirando con nerviosismo a su alrededor a la vez que gritaba con toda sus fuerzas para hacer llamar a Garra de la Noche. No le gustaba el manto frío y oscuro que parecía cubrir a la chica. Le daba escalofríos pensar cuántas veces ella hubo matado a alguien y cuántas perdonado la vida. En sus pensamientos, lo primero superaba con creces a lo segundo.
La cuestión es que ninguno de los hombres vio la ayuda que los Dioses habían querido ofrecer a la cazadora. En el cuello de la chica todavía quedaba un arma: un colgante con la punta de una flecha a modo de joya tan afilada como el mejor de los puñales.
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* Huracán: Estás en buen aprieto, espero que te ayude lo que he los Dioses han querido ofrecerte. El colgante, por el momento, tan solo lo podrás usar como adorno y, quizás, la punta de flecha para cortar. Pero eso acabará el día que yo te llame. Cuando eso ocurra, deberás participar en una misión que despertará la habilidad escondida del colgante.
* Ambos: Yo me retiro. Solo vine a voluntad de los Dioses para ayudar a una chica en apuros. Continuad con el tema como lo habéis hecho hasta ahora; hacéis un gran trabajo.
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Re: Se busca Compañero [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Tomó aire, no había tenido tiempo para reaccionar y había sido Huracán quien lo había acabado pagando, ahora la bruja estaba desarmada y a merced de unos matones que, si bien no parecían ser los más listos del lugar, eran suficientes como para poner en apuros a cualquiera.
Tenía que ayudarla, frunciendo el ceño sujeto su espada con ambas manos y se deslizó entre las sombras, imitando la forma que tenía Huracán de moverse.
- ¡He escuchado algo! – Apretó los dientes y se detuvo en menos de los que dura un pestañeo, era evidente que por mucho que tratase de imitar a su compañera distaba mucho de ser igual de sigiloso que ella, se aferró a su espada con ambas manos y aguardó varios segundos, deseando que el matón que blandía una espada tan grande como la suya decidiese que el sonido que había oído se debía a las ratas que pululaban aquella bodega.
Por otro lado, el tipo que amenazaba de forma más directa a Huracán, el que portaba la ballesta, tenía serios problemas para mantenerse calmado, incluso desde su escondite, Eltrant podía ver con claridad cómo le temblaban los brazos aun cuando trataba de mantener una actitud serena.
-Vamos allá – No tenía muchas más razones para permanecer oculto, y era bastante obvio que de los dos, Huracán era la sigilosa, si quería acabar con aquello iba a tener que ser a su manera, sonrió.
Sin dejar tiempo a ninguno de los presentes para comprender que estaba sucediendo, Eltrant salió de detrás de uno de los barriles y cargó en dirección a los camorristas que rodeaban a Huracán.
El hombre que esgrimía el mandoble trató de segar al mercenario en dos como si se tratase de un simple matojo, sin embargo, Eltrant pudo evitar la hoja del enorme mandoble con rápido salto hacia un lado, momento que aprovechó para lanzar su espada hacía el ballestero con todas sus fuerzas. El arma del castaño cruzó la habitación girando frenéticamente bajo la atónita mirada del individuo que custodiaba a Huracán, que, sin tiempo para reaccionar, recibió un golpe directo de la empuñadura de la espada en la cara.
La sonrisa por haber atraído la atención de los presentes desapareció cuando sintió la punta de un virote incrustarse en su pierna derecha, maldiciendo al ballestero que le había disparado desde el suelo, se agachó con el tiempo justo para no acabar decapitado por los tajos que le lanzaba el bruto del mandoble, los cuales, aunque predecibles y lentos, podían acabar con su existencia con un solo golpe.
Haciendo caso omiso al dolor punzante que sentía en el muslo extrajo la saeta de su muslo con un rápido tirón para, después de evitar por quinta vez consecutiva la muerte segura que era el tipo de espadón, recibir un impacto directo en la espalda de parte del tercer secuaz de Garra que había en la habitación, a quien ni siquiera había percibido hasta ese momento.
- ¡Un momento! ¡Un momento! ¡Esperad! – Exclamó Eltrant jadeando sin dejar de esquivar las espadas de los dos individuos a los que se enfrentaba. - ¡No pidas clemencia! ¡Malnacido! – Contestó uno de sus oponentes enseguida, el fantasma de una sonrisa cruzó el rostro del séptimo de los Tale cuando este vislumbró la ligera apertura que sus palabras habían provocado en su contrincante, instante en el que tomó una de las muchas botellas de había repartidas por el lugar y se la lanzó su rival a la cara, botella que aquel hombre pudo esquivar sin mucha dificultad, no obstante un distante grito de dolor informó al mercenario de que esta había acertado a alguien de forma accidental, probablemente al ballestero.
Maldiciendo a los dioses otra vez, consiguió ladear la cabeza en la justa medida para que la punta del espadón no le atravesase de igual manera que lo habría hecho con un melón maduro, dejando solamente un fino corte en la mejilla del mercenario.
Podía sentir como su corazón bombeaba adrenalina hasta cada centímetro de su cuerpo, Eltrant comprendió que, si seguía con la cabeza sobre sus hombros era porque el barril que había tras él se había encargado de que su oponente no pudiese volver a alzar su arma.
Gota a gota, su capa se empapaba del liquido rojizo que manaba del bidón de madera sobre el que estaba apoyado – Casi – Dijo golpeándole en el cuello con el puño cerrado. El sentimiento de asfixia debió de ser inmediato pues, antes de que Eltrant retirase el puño, aquel lacayo de los vampiros ya se había llevado las manos al cuello, soltando su arma en el proceso.
Tras esto y sacando partido a la indiscutible perdida de equilibrio de su rival, le arrebató la espada con un rápido tirón, derramando el contenido del tonel en la que estaba incrustada por el suelo de la bodega.
-Vaya, no pesa tanto como parece – Dijo ligeramente sorprendido cuando se vio obligado a bloquear al otro matón, que volvió a salir de las sombras como si de un espectro se tratase. Mientras tanto, un golpe seco le indicaba que el propietario de la espada que ahora tenía entre sus manos estaba fuera de combate – La verdad es que vista desde lejos impone un poco más. – Tras empujar a su oponente para alejarlo, sujetó su espada con ambas manos y lanzó un corte en diagonal con todas sus fuerzas.
Este matón, incapaz de huir del alcance del mandoble debido a su tamaño, trató de detener la hoja que Eltrant acababa de robar con su propia espada, pero esta se resquebrajó bajo la fuerza del mandoble, así como su cuerpo, que quedó dividido en dos trozos.
-Al final me quedaré con la espada esta. – Comentó para si mientras, a toda prisa, improvisaba un vendaje en torno la herida de su pierna con la capa, la de la espalda tendría que esperar – Esto va a dejar marca - Suspiró, no es como si le importase demasiado, llegados a este punto si le arrebataban la camiseta parecía un muñeco de trapo de la de veces que le habían cosido, una herida más o una herida menos no era nada.
Dejando descansar la espada sobre su hombro derecho el castaño se giró para buscar a su compañera con la mirada, había acabado con aquellos dos tipos, pero aún quedaba un tercero, por no hablar de los que seguramente venían en camino.
Off: Habilidad de Nivel 3: Hoja Cargada
Tenía que ayudarla, frunciendo el ceño sujeto su espada con ambas manos y se deslizó entre las sombras, imitando la forma que tenía Huracán de moverse.
- ¡He escuchado algo! – Apretó los dientes y se detuvo en menos de los que dura un pestañeo, era evidente que por mucho que tratase de imitar a su compañera distaba mucho de ser igual de sigiloso que ella, se aferró a su espada con ambas manos y aguardó varios segundos, deseando que el matón que blandía una espada tan grande como la suya decidiese que el sonido que había oído se debía a las ratas que pululaban aquella bodega.
Por otro lado, el tipo que amenazaba de forma más directa a Huracán, el que portaba la ballesta, tenía serios problemas para mantenerse calmado, incluso desde su escondite, Eltrant podía ver con claridad cómo le temblaban los brazos aun cuando trataba de mantener una actitud serena.
-Vamos allá – No tenía muchas más razones para permanecer oculto, y era bastante obvio que de los dos, Huracán era la sigilosa, si quería acabar con aquello iba a tener que ser a su manera, sonrió.
Sin dejar tiempo a ninguno de los presentes para comprender que estaba sucediendo, Eltrant salió de detrás de uno de los barriles y cargó en dirección a los camorristas que rodeaban a Huracán.
El hombre que esgrimía el mandoble trató de segar al mercenario en dos como si se tratase de un simple matojo, sin embargo, Eltrant pudo evitar la hoja del enorme mandoble con rápido salto hacia un lado, momento que aprovechó para lanzar su espada hacía el ballestero con todas sus fuerzas. El arma del castaño cruzó la habitación girando frenéticamente bajo la atónita mirada del individuo que custodiaba a Huracán, que, sin tiempo para reaccionar, recibió un golpe directo de la empuñadura de la espada en la cara.
La sonrisa por haber atraído la atención de los presentes desapareció cuando sintió la punta de un virote incrustarse en su pierna derecha, maldiciendo al ballestero que le había disparado desde el suelo, se agachó con el tiempo justo para no acabar decapitado por los tajos que le lanzaba el bruto del mandoble, los cuales, aunque predecibles y lentos, podían acabar con su existencia con un solo golpe.
Haciendo caso omiso al dolor punzante que sentía en el muslo extrajo la saeta de su muslo con un rápido tirón para, después de evitar por quinta vez consecutiva la muerte segura que era el tipo de espadón, recibir un impacto directo en la espalda de parte del tercer secuaz de Garra que había en la habitación, a quien ni siquiera había percibido hasta ese momento.
- ¡Un momento! ¡Un momento! ¡Esperad! – Exclamó Eltrant jadeando sin dejar de esquivar las espadas de los dos individuos a los que se enfrentaba. - ¡No pidas clemencia! ¡Malnacido! – Contestó uno de sus oponentes enseguida, el fantasma de una sonrisa cruzó el rostro del séptimo de los Tale cuando este vislumbró la ligera apertura que sus palabras habían provocado en su contrincante, instante en el que tomó una de las muchas botellas de había repartidas por el lugar y se la lanzó su rival a la cara, botella que aquel hombre pudo esquivar sin mucha dificultad, no obstante un distante grito de dolor informó al mercenario de que esta había acertado a alguien de forma accidental, probablemente al ballestero.
Maldiciendo a los dioses otra vez, consiguió ladear la cabeza en la justa medida para que la punta del espadón no le atravesase de igual manera que lo habría hecho con un melón maduro, dejando solamente un fino corte en la mejilla del mercenario.
Podía sentir como su corazón bombeaba adrenalina hasta cada centímetro de su cuerpo, Eltrant comprendió que, si seguía con la cabeza sobre sus hombros era porque el barril que había tras él se había encargado de que su oponente no pudiese volver a alzar su arma.
Gota a gota, su capa se empapaba del liquido rojizo que manaba del bidón de madera sobre el que estaba apoyado – Casi – Dijo golpeándole en el cuello con el puño cerrado. El sentimiento de asfixia debió de ser inmediato pues, antes de que Eltrant retirase el puño, aquel lacayo de los vampiros ya se había llevado las manos al cuello, soltando su arma en el proceso.
Tras esto y sacando partido a la indiscutible perdida de equilibrio de su rival, le arrebató la espada con un rápido tirón, derramando el contenido del tonel en la que estaba incrustada por el suelo de la bodega.
-Vaya, no pesa tanto como parece – Dijo ligeramente sorprendido cuando se vio obligado a bloquear al otro matón, que volvió a salir de las sombras como si de un espectro se tratase. Mientras tanto, un golpe seco le indicaba que el propietario de la espada que ahora tenía entre sus manos estaba fuera de combate – La verdad es que vista desde lejos impone un poco más. – Tras empujar a su oponente para alejarlo, sujetó su espada con ambas manos y lanzó un corte en diagonal con todas sus fuerzas.
Este matón, incapaz de huir del alcance del mandoble debido a su tamaño, trató de detener la hoja que Eltrant acababa de robar con su propia espada, pero esta se resquebrajó bajo la fuerza del mandoble, así como su cuerpo, que quedó dividido en dos trozos.
-Al final me quedaré con la espada esta. – Comentó para si mientras, a toda prisa, improvisaba un vendaje en torno la herida de su pierna con la capa, la de la espalda tendría que esperar – Esto va a dejar marca - Suspiró, no es como si le importase demasiado, llegados a este punto si le arrebataban la camiseta parecía un muñeco de trapo de la de veces que le habían cosido, una herida más o una herida menos no era nada.
Dejando descansar la espada sobre su hombro derecho el castaño se giró para buscar a su compañera con la mirada, había acabado con aquellos dos tipos, pero aún quedaba un tercero, por no hablar de los que seguramente venían en camino.
Off: Habilidad de Nivel 3: Hoja Cargada
Eltrant Tale
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Re: Se busca Compañero [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Tenía que reconocer que la situación estaba complicada. Eran bastantes y me había caído el tipo de encima. Y alguien me apuntaba a la cabeza como había hecho yo tantas veces con otros. Pero estaba nervioso. Demasiado. Yo, por mi parte, me mantenía calmada. Sabía que Eltrant actuaría y, en ese momento, realizaría los movimientos correspondientes para librarme de ellos. Las ballestas pequeñas del cinturón y mi agilidad deberían bastarme.
El de la ballesta se acercó a mí y me miró de arriba a abajo con una sonrisa. No quiero imaginar qué estaba pensando ese tipo, pero era el que tenía todas las papeletas de tragarse el primer virote. Podía haberlo dejado así, pero no. Tuvo que hacer lo peor que podía hacer. Acercarse a mí y…. pasar su sucia y asquerosa mano por mi cara, y después por mi pelo, y además decir que me iba a hacer algo que prefería no recordar.
Sus palabras o su ballesta era lo que menos me importaba. El verdadero agravante es que nadie tocaba mi rostro, ni mi pelo. Nadie. Tenía un trauma desde pequeña con aquel gesto. Todas las niñas recibían caricias de sus madres, mientras que yo únicamente recibía críticas. Sí. Era de familia rica. Pero eso no quiere decir que no mereciera el cariño que otros padres proferían a sus hijos, y no únicamente entrenar y entrenar. Aquel gesto, aparentemente inocente, tenía un significado más trascendente para mí. Ahora no quería que nadie acariciara mi rostro. Únicamente aquellos
Casi me comí a Neph la noche anterior por haberlo hecho, pero en aquella ocasión, existía el agravante de que además me estaban apuntando con una ballesta. Mi rostro cambió por completo, y mis ojos miraban fijamente al odio. Abiertos como platos.
En ese momento, Eltrant salió de su escondite dispuesto a atacar y se llevó por delante a los dos que tenía enfrente. Que se encararon con él de primeras. No sé como lo haría con ellos. Esto causó una distracción en el tipo de la ballesta que me había acariciado, tiempo suficiente para rodar hacia un lateral.
-¡Ay! ¡La he perdido de vista! – decía el tipo, muy nervioso. - ¡No… No sé donde está! – pero nadie podía ayudarle, pues Eltrant seguramente estaría acabando con ellos. Yo me centré en aquel. Tenía que pagar por lo que había hecho. Le observé temeroso, sin saber donde dirigirse. Primer error. Ponerse nervioso. Segundo error. Desproteger el costado. Nunca puedes quedarte con la espalda descubierta. Tercer error. Acariciarme la cara. Cuarto error. Hacerme enfadar.
-¡Ash balla ná! – Grité desde un costado. Generando una corriente de aire que lo desarmó y lo estampó contra uno de los toneles. Tomé una estaca de madera del suelo y me acerqué a él lentamente. Con mirada de pocos amigos, mientras quedaba sentado contra el barril.
-¡No! ¡Por favor! ¡Piedad! – gritó el tipo, que hacía unos minutos se había mostrado tan prepotente conmigo y, lo que era peor, me había tocado la cara.
-¡No vuelvas a tocarme! – grité dándole un estacazo con todas mis fuerzas en la cara – ¡No vuelvas a tocarme! – repetí, propinándole otro estacazo - ¡Nunca! – Estacazo más fuerte. - ¡Nunca! – otro. - ¡NUNCA! – vociferé a la vez que le daba el más fuerte de los golpes, que terminó por partirle la barra de madera en la cara.
Y no lo haría más. El tipo había muerto ya al segundo golpe. Y me había dado cuenta de ello. A partir del tercero fue un claro ensañamiento, sacando mi fibra psicópata. La cara del hombre quedó para hacer un caldo.
-¡Agh! – grité, tirando la mitad de la estaca que había quedado en mis manos con fuerza contra unos bidones. Miré a Eltrant, que probablemente habría observado la escena, apreté y mostré los dientes, y me quité la sangre que me había salpicado a la cara. – ¡Odio que hagan eso! No lo hagas. ¿Vale?– indiqué a Tale, en referencia a acariciarme la cara, gritando, señalándole con el dedo, todavía enfadada. Ahora mi compañero pensaría que era una psicópata. ¿Y qué más daba? ¿Acaso no lo era? ¡Joder! Si mataba vampiros y me sentía orgullosa. Para currar en aquello ya había que estar mal de la cabeza. – Y gracias, por cierto. - le agradecí, respirando hondo. - Vayamos a por Garra de la Noche y salgamos de aquí. – le dije.
Salí por la puerta, prácticamente abriéndola de mal humor. Tomando la ballesta pesada de mi espalda. Aquella era la sala donde se encontraban los tipos que nos habían encontrado. Ahora no había nadie, únicamente un hombre tratando de bajar de las escaleras desde el piso superior. Probablemente habría oído el jaleo de abajo y trataría de escapar.
-¡Mierda! - gritó el tipo mirándome, y volvió a subir al piso de arriba. Por la cuenta que le traía, pues como hubiese permanecido un segundo más en mi vista ya le habría dejado empalado contra una pared.
-¡Eltrant! - dije a mi compañero. - ¡Alguien trata de huir! ¡Va al piso superior!
El de la ballesta se acercó a mí y me miró de arriba a abajo con una sonrisa. No quiero imaginar qué estaba pensando ese tipo, pero era el que tenía todas las papeletas de tragarse el primer virote. Podía haberlo dejado así, pero no. Tuvo que hacer lo peor que podía hacer. Acercarse a mí y…. pasar su sucia y asquerosa mano por mi cara, y después por mi pelo, y además decir que me iba a hacer algo que prefería no recordar.
Sus palabras o su ballesta era lo que menos me importaba. El verdadero agravante es que nadie tocaba mi rostro, ni mi pelo. Nadie. Tenía un trauma desde pequeña con aquel gesto. Todas las niñas recibían caricias de sus madres, mientras que yo únicamente recibía críticas. Sí. Era de familia rica. Pero eso no quiere decir que no mereciera el cariño que otros padres proferían a sus hijos, y no únicamente entrenar y entrenar. Aquel gesto, aparentemente inocente, tenía un significado más trascendente para mí. Ahora no quería que nadie acariciara mi rostro. Únicamente aquellos
Casi me comí a Neph la noche anterior por haberlo hecho, pero en aquella ocasión, existía el agravante de que además me estaban apuntando con una ballesta. Mi rostro cambió por completo, y mis ojos miraban fijamente al odio. Abiertos como platos.
En ese momento, Eltrant salió de su escondite dispuesto a atacar y se llevó por delante a los dos que tenía enfrente. Que se encararon con él de primeras. No sé como lo haría con ellos. Esto causó una distracción en el tipo de la ballesta que me había acariciado, tiempo suficiente para rodar hacia un lateral.
-¡Ay! ¡La he perdido de vista! – decía el tipo, muy nervioso. - ¡No… No sé donde está! – pero nadie podía ayudarle, pues Eltrant seguramente estaría acabando con ellos. Yo me centré en aquel. Tenía que pagar por lo que había hecho. Le observé temeroso, sin saber donde dirigirse. Primer error. Ponerse nervioso. Segundo error. Desproteger el costado. Nunca puedes quedarte con la espalda descubierta. Tercer error. Acariciarme la cara. Cuarto error. Hacerme enfadar.
-¡Ash balla ná! – Grité desde un costado. Generando una corriente de aire que lo desarmó y lo estampó contra uno de los toneles. Tomé una estaca de madera del suelo y me acerqué a él lentamente. Con mirada de pocos amigos, mientras quedaba sentado contra el barril.
-¡No! ¡Por favor! ¡Piedad! – gritó el tipo, que hacía unos minutos se había mostrado tan prepotente conmigo y, lo que era peor, me había tocado la cara.
-¡No vuelvas a tocarme! – grité dándole un estacazo con todas mis fuerzas en la cara – ¡No vuelvas a tocarme! – repetí, propinándole otro estacazo - ¡Nunca! – Estacazo más fuerte. - ¡Nunca! – otro. - ¡NUNCA! – vociferé a la vez que le daba el más fuerte de los golpes, que terminó por partirle la barra de madera en la cara.
Y no lo haría más. El tipo había muerto ya al segundo golpe. Y me había dado cuenta de ello. A partir del tercero fue un claro ensañamiento, sacando mi fibra psicópata. La cara del hombre quedó para hacer un caldo.
-¡Agh! – grité, tirando la mitad de la estaca que había quedado en mis manos con fuerza contra unos bidones. Miré a Eltrant, que probablemente habría observado la escena, apreté y mostré los dientes, y me quité la sangre que me había salpicado a la cara. – ¡Odio que hagan eso! No lo hagas. ¿Vale?– indiqué a Tale, en referencia a acariciarme la cara, gritando, señalándole con el dedo, todavía enfadada. Ahora mi compañero pensaría que era una psicópata. ¿Y qué más daba? ¿Acaso no lo era? ¡Joder! Si mataba vampiros y me sentía orgullosa. Para currar en aquello ya había que estar mal de la cabeza. – Y gracias, por cierto. - le agradecí, respirando hondo. - Vayamos a por Garra de la Noche y salgamos de aquí. – le dije.
Salí por la puerta, prácticamente abriéndola de mal humor. Tomando la ballesta pesada de mi espalda. Aquella era la sala donde se encontraban los tipos que nos habían encontrado. Ahora no había nadie, únicamente un hombre tratando de bajar de las escaleras desde el piso superior. Probablemente habría oído el jaleo de abajo y trataría de escapar.
-¡Mierda! - gritó el tipo mirándome, y volvió a subir al piso de arriba. Por la cuenta que le traía, pues como hubiese permanecido un segundo más en mi vista ya le habría dejado empalado contra una pared.
-¡Eltrant! - dije a mi compañero. - ¡Alguien trata de huir! ¡Va al piso superior!
Anastasia Boisson
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Re: Se busca Compañero [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Enarcó una ceja, no esperaba esa reacción por parte de Huracán, el cadáver desfigurado del tipo de la ballesta yacía a los pies de la bruja en un estado que, claramente, el mercenario prefería no describir a nadie.
Bajo aquella fachada de seguridad la cazadora también tenía puntos débiles, no es que le extrañase, no conocía a nadie que pudiese presumir de no tenerlos, aunque la mayoría de la gente no aplastaba la cara de quien los encontraba.
– No te preocupes – Dijo Eltrant clavando el mandoble en el suelo y recuperando su propia espada, la cual estaba a escasos centímetros del pobre infeliz al que Huracán había hundido la cara con una estaca – Y no hay de qué - Afirmó dedicándole una sonrisa a la bruja con la esperanza de que esta se tranquilizase un poco.
Antes de abandonar la bodega, miró fugazmente la estaca de madera que su compañera había usado a modo de arma, o al menos, lo que quedaba de ella. La ira descontrolada de la que había hecho gala la pelirroja le recordaba a Dundarak, hacía siglos que no pensaba en aquello, suspiró y cerró los ojos apartando aquello de su cabeza, al fin y al cabo, como todo en él, estaba incompleto.
Sonrió levemente al ver como Huracán abría la puerta de un golpe, la cual quedó desencajada debido a la fuerza de la mujer, al parecer la cazadora había decidido que el sigilo ya no era una opción, se pasó la mano por la barba y sin hacer ningún comentario al respecto la siguió.
Lo primero que encontraron al otro lado de aquella puerta fue a un individuo que, al reparar en los dos intrusos, comenzó a correr escaleras arriba tan rápido que Eltrant apenas pudo vislumbrarle. - ¡Lo veo! – Exclamó el mercenario cuando Huracán mencionó al hombre que acababa de huir, comenzando a correr de inmediato tras él.
Sí había algo de lo que Eltrant no podía presumir era de destreza, sí, era rápido, y estaba bastante seguro de que el tipo al que perseguía no iba a escapar de él, pero mientras el fugitivo evitaba todos los muebles del prostíbulo sorteándolos grácilmente, el mercenario los arrollaba; lo cual hizo que, al final, el perseguido llegase hasta su destino, el final del pasillo de la segunda planta.
- ¿Sin sitios donde esconderte? – El mercenario miró a su alrededor y desenvainó su arma, era un corredor bastante estrecho, con habitaciones a cada lado, el castaño no llegó a contar cuantas había, pero por el número de estas, el prostíbulo era bastante más grande de lo que habían imaginado en un principio. – Eso debería preguntarte yo a ti, querido… - Una voz a su espalda, acaramelada, como si estuviese saboreando aquel momento, resonó en el pasillo – ¡Garra! – El hombre que tenía frente a él miró a la persona que el mercenario tenía a la espalda con ojos expectantes – El señor Tale supongo – Eltrant se giró sobre sí mismo y miró a la mujer que, por algún motivo, conocía su nombre.
La mujer de cabellos oscuros y tez pálida sonrió al ver la expresión que Eltrant tenía en su rostro. Ataviada con un traje del mismo color que su pelo tremendamente ceñido, se adelantó un par de pasos y se cruzó de brazos – Robert, sal por las escaleras de atrás y ve a decirle a Lord Edgar que tengo todo controlado, por favor – Ordenó en un tono suave y calmado, totalmente segura de sí misma, de que controlaba la situación – Sí, Garra – Contestó este antes de perderse por una puerta que tenía directamente a su derecha. - ¿Y bien? – Curioseó la mujer que respondía al nombre de Garra – ¿Impresionado? – Eltrant ignoró al hombre que acababa de marcharse y frunció el ceño, tornándose totalmente en dirección a su inesperada rival - ¿Debería? – Respondió, la mujer dejó escapar una corta carcajada y negó con la cabeza – Los mercenarios como usted, señor Tale, suelen mostrase sorprendidos al ver mi aspecto, veo que es todo un caballero según veo, me gusta – El mencionado apretó los dientes y afianzó ambas manos en torno al pomo de su espada, ¿cómo no se había dado cuenta de que absolutamente todas las ventanas de aquel lugar estaban tapiadas? Por no hablar de que había dejado a Huracán atrás, si de algo estaba seguro es que no iba a ganar ninguna medalla a estratega del año – Lo único que me sorprende es el nombre que has escogido, ¿Garra de la Noche? ¿Es que te has escapado de alguna feria ambulante? – La mujer volvió a reír y haciendo un gesto con la mano le quitó importancia a aquello – Todos tenemos un pasado, no me lo tenga en cuenta, y ese… nombre me bastante más útil de lo que cree – No añadió nada a las palabras de Garra, retrocedió un par de pasos y ojeó levemente la puerta por la que acababa de marcharse el subordinado de la dueña del local – No puedes escapar de mí – Dijo sin perder la sonrisa – Créame, le va a ser mucho más útil unirse a mis ayudantes – El mercenario forzó una sonrisa y dio otro paso hacia atrás – Lo siento, no creo encajar muy bien aquí, demasiada humedad en la mansión, demasiada gente encarcelada en el sótano… – La sonrisa de Garra se ensanchó – Me temo, señor Tale, que no era una sugerencia.
En una centésima de segundo Garra estuvo frente a él, ni siquiera parecía haber tomado impulso para alcanzarle a aquella velocidad, tampoco había visto cuando se había armado con lo que parecía ser una escoba, Eltrant apenas pudo levantar un poco su espada para apaciguar el golpe que sabía a ciencia cierta, iba a recibir.
Atravesó una pared debido al impacto, cubierto de polvo y virutas de madera cayó boca abajo sobre una alfombra que debía de haber sido fabricada hacia mínimo un centenar años; Tosiendo copiosamente se arrastró un poco hasta que sintió como le volteaba y le colocaban boca arriba. – ¿Pensándote mejor mi oferta de trabajo? – Volvió a preguntar Garra, quien teniendo en cuenta su fuerza Eltrant solo pudo interpretar que era una vampiresa - ¿De qué están hechas las paredes aquí? Es alucinante que todo esto no se venga abajo por si solo – Dijo el castaño como toda respuesta, tratando de recuperar el aliento.
La señora de la noche se encogió de hombros ante las palabras del hombre que tenía a sus pies y, sin avisar, le golpeó de nuevo con la espada de madera, atravesando esta vez el suelo y precipitándose al piso inferior.
Con un dolor acuciante en todas sus extremidades no pudo describir exactamente como era la habitación en la que se encontraba, si sabía, sin embargo, que había aterrizado sobre una mesa, y que la había destrozado debido a su peso y a la fuerza del golpe.
El sonido de las altas botas de tacón que vestía Garra indicaron a Eltrant que, aún sumido en una nube de polvo, la vampiresa había descendido hasta dónde estaba él – Puedo seguir así todo el día – El polvo que les rodeaba fue depositándose lentamente y cubriéndolo todo con una fina capa blancuzca, desvelando que se encontraban en una especia de salón algo más amplio que los demás, uno que contaba con un escenario al fondo – Me voy a divertir rompiéndote, los que se resisten al principio luego resultan ser los lacayos más leales ¿Sabes? – Garra caminó lentamente alrededor del mercenario que trataba de levantarse en vano - ¿Por dónde puedo empezar…? – Eltrant se llevó una mano al pecho, no sabía dónde había acabado su espada y por el dolor que sentía en el pecho la plancha de metal oxidado que llevaba oculta bajo sus ropajes no había servido de gran cosa, pero tenía que ganar tiempo de alguna forma, así que, comenzó a reír levemente - ¿Qué te parece tan divertido? – Garra se cruzó de brazos y se acercó al mercenario, curiosa - ¿De verdad te crees que he venido yo solo? – La vampira frunció el ceño - ¿A qué te refieres? Has estado indagando sobre nosotros desde hace días, te he investigado Tale, sé que trabajas solo – Garra sonrió con autosuficiencia y continuó caminando en círculos en torno al mercenario – Pues sí, me acompañan. Un hombre bestia – Mintió, con un poco de suerte Huracán no estaría lejos. Garra se detuvo y miró a Eltrant fijamente – Su parte bestia es un León, alto, capaz de partir a una persona en dos… - Garra parecía realmente interesada en el personaje ficticio que Eltrant estaba inventando, por lo que no podía parar ahora - Yo no soy una persona. – El mercenario se obligó a sonreír – Eso es lo mejor… le encanta matar vampiros – Tosiendo levemente trató de incorporarse, pero Garra le detuvo colocando su espada de madera en el pecho del hombre - ¿Y su nombre es…? – Ignorando aquella pregunta continuó describiendo a su supuesto compañero – Es irónico ¿Verdad? Los cazadores por naturaleza siendo cazados, es interesante de ver… casi poético - ¿¡Cuál es su nombre?! – Alzó la voz, golpeando a su presa en la cara una vez más.
Eltrant escupió la sangre que resbalaba por la comisura de su labio a un lado y miró directamente a Garra - Tormenta... de… ¿Espadas? – Dijo – ¿Su nombre es Tormenta de Espadas? – La vampiresa comenzó a reír a carcajadas – ¿Espera que me crea todo eso? Que ingenuo eres Tale, casi adorable, vas a ser un buen vasallo – El séptimo de los Tale volvió a sonreír – No, verás, cuando me dan repetidas veces en la cabeza tiendo a divagar, las ideas se entremezclan y… - Sin que Garra lo esperase Eltrant se incorporó lo justo para, haciendo uso del cuchillo que siempre llevaba escondido en la bota, apuñalar a la mujer en una pierna. - ¡Tiendo a ser impulsivo! – Exclamó el mercenario antes de que Garra, le apartase a un lado con un fuerte golpe.
-Me gusta que se resistan… - Sentenció Garra mirando con cierta curiosidad la herida que tenía en el muslo.
Bajo aquella fachada de seguridad la cazadora también tenía puntos débiles, no es que le extrañase, no conocía a nadie que pudiese presumir de no tenerlos, aunque la mayoría de la gente no aplastaba la cara de quien los encontraba.
– No te preocupes – Dijo Eltrant clavando el mandoble en el suelo y recuperando su propia espada, la cual estaba a escasos centímetros del pobre infeliz al que Huracán había hundido la cara con una estaca – Y no hay de qué - Afirmó dedicándole una sonrisa a la bruja con la esperanza de que esta se tranquilizase un poco.
Antes de abandonar la bodega, miró fugazmente la estaca de madera que su compañera había usado a modo de arma, o al menos, lo que quedaba de ella. La ira descontrolada de la que había hecho gala la pelirroja le recordaba a Dundarak, hacía siglos que no pensaba en aquello, suspiró y cerró los ojos apartando aquello de su cabeza, al fin y al cabo, como todo en él, estaba incompleto.
Sonrió levemente al ver como Huracán abría la puerta de un golpe, la cual quedó desencajada debido a la fuerza de la mujer, al parecer la cazadora había decidido que el sigilo ya no era una opción, se pasó la mano por la barba y sin hacer ningún comentario al respecto la siguió.
Lo primero que encontraron al otro lado de aquella puerta fue a un individuo que, al reparar en los dos intrusos, comenzó a correr escaleras arriba tan rápido que Eltrant apenas pudo vislumbrarle. - ¡Lo veo! – Exclamó el mercenario cuando Huracán mencionó al hombre que acababa de huir, comenzando a correr de inmediato tras él.
Sí había algo de lo que Eltrant no podía presumir era de destreza, sí, era rápido, y estaba bastante seguro de que el tipo al que perseguía no iba a escapar de él, pero mientras el fugitivo evitaba todos los muebles del prostíbulo sorteándolos grácilmente, el mercenario los arrollaba; lo cual hizo que, al final, el perseguido llegase hasta su destino, el final del pasillo de la segunda planta.
- ¿Sin sitios donde esconderte? – El mercenario miró a su alrededor y desenvainó su arma, era un corredor bastante estrecho, con habitaciones a cada lado, el castaño no llegó a contar cuantas había, pero por el número de estas, el prostíbulo era bastante más grande de lo que habían imaginado en un principio. – Eso debería preguntarte yo a ti, querido… - Una voz a su espalda, acaramelada, como si estuviese saboreando aquel momento, resonó en el pasillo – ¡Garra! – El hombre que tenía frente a él miró a la persona que el mercenario tenía a la espalda con ojos expectantes – El señor Tale supongo – Eltrant se giró sobre sí mismo y miró a la mujer que, por algún motivo, conocía su nombre.
La mujer de cabellos oscuros y tez pálida sonrió al ver la expresión que Eltrant tenía en su rostro. Ataviada con un traje del mismo color que su pelo tremendamente ceñido, se adelantó un par de pasos y se cruzó de brazos – Robert, sal por las escaleras de atrás y ve a decirle a Lord Edgar que tengo todo controlado, por favor – Ordenó en un tono suave y calmado, totalmente segura de sí misma, de que controlaba la situación – Sí, Garra – Contestó este antes de perderse por una puerta que tenía directamente a su derecha. - ¿Y bien? – Curioseó la mujer que respondía al nombre de Garra – ¿Impresionado? – Eltrant ignoró al hombre que acababa de marcharse y frunció el ceño, tornándose totalmente en dirección a su inesperada rival - ¿Debería? – Respondió, la mujer dejó escapar una corta carcajada y negó con la cabeza – Los mercenarios como usted, señor Tale, suelen mostrase sorprendidos al ver mi aspecto, veo que es todo un caballero según veo, me gusta – El mencionado apretó los dientes y afianzó ambas manos en torno al pomo de su espada, ¿cómo no se había dado cuenta de que absolutamente todas las ventanas de aquel lugar estaban tapiadas? Por no hablar de que había dejado a Huracán atrás, si de algo estaba seguro es que no iba a ganar ninguna medalla a estratega del año – Lo único que me sorprende es el nombre que has escogido, ¿Garra de la Noche? ¿Es que te has escapado de alguna feria ambulante? – La mujer volvió a reír y haciendo un gesto con la mano le quitó importancia a aquello – Todos tenemos un pasado, no me lo tenga en cuenta, y ese… nombre me bastante más útil de lo que cree – No añadió nada a las palabras de Garra, retrocedió un par de pasos y ojeó levemente la puerta por la que acababa de marcharse el subordinado de la dueña del local – No puedes escapar de mí – Dijo sin perder la sonrisa – Créame, le va a ser mucho más útil unirse a mis ayudantes – El mercenario forzó una sonrisa y dio otro paso hacia atrás – Lo siento, no creo encajar muy bien aquí, demasiada humedad en la mansión, demasiada gente encarcelada en el sótano… – La sonrisa de Garra se ensanchó – Me temo, señor Tale, que no era una sugerencia.
En una centésima de segundo Garra estuvo frente a él, ni siquiera parecía haber tomado impulso para alcanzarle a aquella velocidad, tampoco había visto cuando se había armado con lo que parecía ser una escoba, Eltrant apenas pudo levantar un poco su espada para apaciguar el golpe que sabía a ciencia cierta, iba a recibir.
Atravesó una pared debido al impacto, cubierto de polvo y virutas de madera cayó boca abajo sobre una alfombra que debía de haber sido fabricada hacia mínimo un centenar años; Tosiendo copiosamente se arrastró un poco hasta que sintió como le volteaba y le colocaban boca arriba. – ¿Pensándote mejor mi oferta de trabajo? – Volvió a preguntar Garra, quien teniendo en cuenta su fuerza Eltrant solo pudo interpretar que era una vampiresa - ¿De qué están hechas las paredes aquí? Es alucinante que todo esto no se venga abajo por si solo – Dijo el castaño como toda respuesta, tratando de recuperar el aliento.
La señora de la noche se encogió de hombros ante las palabras del hombre que tenía a sus pies y, sin avisar, le golpeó de nuevo con la espada de madera, atravesando esta vez el suelo y precipitándose al piso inferior.
Con un dolor acuciante en todas sus extremidades no pudo describir exactamente como era la habitación en la que se encontraba, si sabía, sin embargo, que había aterrizado sobre una mesa, y que la había destrozado debido a su peso y a la fuerza del golpe.
El sonido de las altas botas de tacón que vestía Garra indicaron a Eltrant que, aún sumido en una nube de polvo, la vampiresa había descendido hasta dónde estaba él – Puedo seguir así todo el día – El polvo que les rodeaba fue depositándose lentamente y cubriéndolo todo con una fina capa blancuzca, desvelando que se encontraban en una especia de salón algo más amplio que los demás, uno que contaba con un escenario al fondo – Me voy a divertir rompiéndote, los que se resisten al principio luego resultan ser los lacayos más leales ¿Sabes? – Garra caminó lentamente alrededor del mercenario que trataba de levantarse en vano - ¿Por dónde puedo empezar…? – Eltrant se llevó una mano al pecho, no sabía dónde había acabado su espada y por el dolor que sentía en el pecho la plancha de metal oxidado que llevaba oculta bajo sus ropajes no había servido de gran cosa, pero tenía que ganar tiempo de alguna forma, así que, comenzó a reír levemente - ¿Qué te parece tan divertido? – Garra se cruzó de brazos y se acercó al mercenario, curiosa - ¿De verdad te crees que he venido yo solo? – La vampira frunció el ceño - ¿A qué te refieres? Has estado indagando sobre nosotros desde hace días, te he investigado Tale, sé que trabajas solo – Garra sonrió con autosuficiencia y continuó caminando en círculos en torno al mercenario – Pues sí, me acompañan. Un hombre bestia – Mintió, con un poco de suerte Huracán no estaría lejos. Garra se detuvo y miró a Eltrant fijamente – Su parte bestia es un León, alto, capaz de partir a una persona en dos… - Garra parecía realmente interesada en el personaje ficticio que Eltrant estaba inventando, por lo que no podía parar ahora - Yo no soy una persona. – El mercenario se obligó a sonreír – Eso es lo mejor… le encanta matar vampiros – Tosiendo levemente trató de incorporarse, pero Garra le detuvo colocando su espada de madera en el pecho del hombre - ¿Y su nombre es…? – Ignorando aquella pregunta continuó describiendo a su supuesto compañero – Es irónico ¿Verdad? Los cazadores por naturaleza siendo cazados, es interesante de ver… casi poético - ¿¡Cuál es su nombre?! – Alzó la voz, golpeando a su presa en la cara una vez más.
Eltrant escupió la sangre que resbalaba por la comisura de su labio a un lado y miró directamente a Garra - Tormenta... de… ¿Espadas? – Dijo – ¿Su nombre es Tormenta de Espadas? – La vampiresa comenzó a reír a carcajadas – ¿Espera que me crea todo eso? Que ingenuo eres Tale, casi adorable, vas a ser un buen vasallo – El séptimo de los Tale volvió a sonreír – No, verás, cuando me dan repetidas veces en la cabeza tiendo a divagar, las ideas se entremezclan y… - Sin que Garra lo esperase Eltrant se incorporó lo justo para, haciendo uso del cuchillo que siempre llevaba escondido en la bota, apuñalar a la mujer en una pierna. - ¡Tiendo a ser impulsivo! – Exclamó el mercenario antes de que Garra, le apartase a un lado con un fuerte golpe.
-Me gusta que se resistan… - Sentenció Garra mirando con cierta curiosidad la herida que tenía en el muslo.
Eltrant Tale
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Re: Se busca Compañero [Interpretativo][Libre][Cerrado]
En cuanto el tipo corrió hacia el piso superior, mi compañero Eltrant salió de detrás de mí, me apartó y se lanzó a correr hacia el piso de arriba como un loco. - ¡Espera! – le grité. Pero no pareció hacerme demasiado caso. Iba a correr detrás de él, pero no podía dejar sola a la joven inconsciente con tanto. Solo era uno y desarmado, así que imaginaba que Eltrant no tendría problemas.
Volví a la bodega a por la chica y la observé, parecía haber cobrado la consciencia, algo que no me extrañaba, después del alboroto anterior hasta el cadáver de un sordomudo se habría despertado.
-¿D… Dónde es…? – preguntó ella, con claras dificultades para hablar. La elevé un poco por la cabeza, para que no se obstruyeran sus vías respiratorias.
-Te ayudaré a salir. No hagas esfuerzos. – le indiqué escuetamente, apoyando su cabeza sobre un pequeño barril de la bodega.
Fue en ese momento cuando sentí un fuerte golpe en el piso superior. También oía voces y gente hablar. En el primero en quien pensé fue en Eltrant. ¿Estaría el mercenario en problemas? Tenía que correr a ayudarle. Rápidamente le pedí a la mujer que no saliera de su escondite y me apresuré hacia el piso de arriba. Vi a un tipo correr por el pasillo y salir por una puerta, me planteé ir tras él, pero tras ver a Eltrant ser lanzado con brutalidad preferí acudir en su ayuda.
Desenfundé mi ballesta. Aquel golpe había sido fuerte. Aquella fuerza no era la de un ser humano normal, sino más bien la de un vampiro, o vampiresa, como parecía mostrar la figura que se encontraba de espaldas a mí. Se acercó a Eltrant de nuevo y lo empotró fuertemente contra el suelo, cayendo al piso inferior y ésta saltando tras él.
Fue entonces cuando Tale le contó que no había venido solo. Algo que la vampiresa no parecía creer. Por lo visto, ella era Garra de la Noche, la persona que habíamos venido a buscar. Así que estaba bastante claro lo que había que hacer con ella.
-¿Tormenta de Espadas? – pregunté a la mujer, apuntándole con mi ballesta pesada, interrumpiendo la conversación que mantenía con Eltrant. – No recuerdo que nadie me hubiera llamado así nunca. – comenté con sarcasmo.
Sentí el respigo sobre la pálida piel de la vampiresa cuando presioné la llave rueda de la ballesta, que hizo un chasquido para indicar que el virote estaba en posición de salir despedido. Probablemente tendría que matarla en aquella misma ocasión, pero dado que conocía a Eltrant tal vez el hombre prefería sacarle algo de información a ésta, así que tendría que ser más cortés.
Pero gracias a su endiablada velocidad y con unos reflejos felinos, me golpeó en la mano y me propinó un fuerte puñetazo en el pecho para a continuación tomarme de la chaqueta y tirarme contra Eltrant.
-Vaya… - me dije estirando el cuello, no tenía nada, pero sentía como si me hubiese hecho una contractura.
La vampiresa se acercó andando a una mesa de madera. La levantó con todas sus fuerzas y la lanzó contra nosotros. - ¡Disfrutad de esto! – gritó mientras lanzaba con todas sus fuerzas la mesa.
Rápidamente me concentré, me di la vuelta y observé como el objeto venía volando contra nosotros con muchísima fuerza. Estiré mis dos brazos y me concentré en él. Conseguí detenerlo en el mismísimo aire, antes de que impactara contra nosotros, gracias a mis poderes telequinéticos. – Yo también tengo mis trucos. – le dije. Aquello pareció sorprender a la criatura, que quedó inmóvil cuando le devolví el objeto por la telequinesis con la misma fuerza con la que me lo había enviado. Chocó contra él de pleno. Y acto seguido tomé de nuevo mi ballesta pesada con las dos manos, que había caído en el suelo, y disparé con una precisión exquisita. Todo ello rápidamente y junto a Eltrant.
Un grito de dolor confirmó que le había dado, aunque no lo suficiente para matarla. Herida, pero viva. Concretamente en el abdomen. Justo como la quería. Me levanté y me pasé la mano por el pelo, resoplé.
-Virotes de punta plateada. – le dije, acercándome a ella y cargando una nueva flecha. – Valen un dineral, pero merecen la pena.
-¿Por qué... me atacas? ¿Qué te he hecho?
-¿A mí? - reí - Nada. Sólo que cazo a los de tu especie. - le indiqué - Tu caso es más agravante pues fuiste tú misma quién decidió su destino creyendo que esto te permitiría desarrollar tus sucios negocios con más solvencia. – hice una pausa, y reí, apuntándole con el arma. - ¿Un contrabandista vampiro? No creo que nadie se atreva a negarle algo.
-Maldita… - maljuró chasqueando los dientes. – ¡Soy más fuerte que tú! – y se lanzó a por mí desde su posición en el suelo con un grito gutural y mostrando sus afilados colmillos. Ya había cargado un nuevo virote así que le disparé nuevamente en el abdomen antes de que llegara a mí. El virote la empotró y la dejó empalada contra la pared.
-No lo dudo… - acepté en relación a su comentario sobre que era más fuerte que yo. Mientras recargaba otra punta. – Y por eso llevo las ballestas. – La mujer había quedado semi inconsciente dejando una bonita mancha de sangre en la pared. Aún podía hablar, así que esperaría. - ¿Eltrant? – pregunté a mi compañero, sin dejar de apuntar a la criatura por si quería preguntarle algo o liquidarla él mismo. A fin de cuentas. Era su contrato.
Volví a la bodega a por la chica y la observé, parecía haber cobrado la consciencia, algo que no me extrañaba, después del alboroto anterior hasta el cadáver de un sordomudo se habría despertado.
-¿D… Dónde es…? – preguntó ella, con claras dificultades para hablar. La elevé un poco por la cabeza, para que no se obstruyeran sus vías respiratorias.
-Te ayudaré a salir. No hagas esfuerzos. – le indiqué escuetamente, apoyando su cabeza sobre un pequeño barril de la bodega.
Fue en ese momento cuando sentí un fuerte golpe en el piso superior. También oía voces y gente hablar. En el primero en quien pensé fue en Eltrant. ¿Estaría el mercenario en problemas? Tenía que correr a ayudarle. Rápidamente le pedí a la mujer que no saliera de su escondite y me apresuré hacia el piso de arriba. Vi a un tipo correr por el pasillo y salir por una puerta, me planteé ir tras él, pero tras ver a Eltrant ser lanzado con brutalidad preferí acudir en su ayuda.
Desenfundé mi ballesta. Aquel golpe había sido fuerte. Aquella fuerza no era la de un ser humano normal, sino más bien la de un vampiro, o vampiresa, como parecía mostrar la figura que se encontraba de espaldas a mí. Se acercó a Eltrant de nuevo y lo empotró fuertemente contra el suelo, cayendo al piso inferior y ésta saltando tras él.
Fue entonces cuando Tale le contó que no había venido solo. Algo que la vampiresa no parecía creer. Por lo visto, ella era Garra de la Noche, la persona que habíamos venido a buscar. Así que estaba bastante claro lo que había que hacer con ella.
-¿Tormenta de Espadas? – pregunté a la mujer, apuntándole con mi ballesta pesada, interrumpiendo la conversación que mantenía con Eltrant. – No recuerdo que nadie me hubiera llamado así nunca. – comenté con sarcasmo.
Sentí el respigo sobre la pálida piel de la vampiresa cuando presioné la llave rueda de la ballesta, que hizo un chasquido para indicar que el virote estaba en posición de salir despedido. Probablemente tendría que matarla en aquella misma ocasión, pero dado que conocía a Eltrant tal vez el hombre prefería sacarle algo de información a ésta, así que tendría que ser más cortés.
Pero gracias a su endiablada velocidad y con unos reflejos felinos, me golpeó en la mano y me propinó un fuerte puñetazo en el pecho para a continuación tomarme de la chaqueta y tirarme contra Eltrant.
-Vaya… - me dije estirando el cuello, no tenía nada, pero sentía como si me hubiese hecho una contractura.
La vampiresa se acercó andando a una mesa de madera. La levantó con todas sus fuerzas y la lanzó contra nosotros. - ¡Disfrutad de esto! – gritó mientras lanzaba con todas sus fuerzas la mesa.
Rápidamente me concentré, me di la vuelta y observé como el objeto venía volando contra nosotros con muchísima fuerza. Estiré mis dos brazos y me concentré en él. Conseguí detenerlo en el mismísimo aire, antes de que impactara contra nosotros, gracias a mis poderes telequinéticos. – Yo también tengo mis trucos. – le dije. Aquello pareció sorprender a la criatura, que quedó inmóvil cuando le devolví el objeto por la telequinesis con la misma fuerza con la que me lo había enviado. Chocó contra él de pleno. Y acto seguido tomé de nuevo mi ballesta pesada con las dos manos, que había caído en el suelo, y disparé con una precisión exquisita. Todo ello rápidamente y junto a Eltrant.
Un grito de dolor confirmó que le había dado, aunque no lo suficiente para matarla. Herida, pero viva. Concretamente en el abdomen. Justo como la quería. Me levanté y me pasé la mano por el pelo, resoplé.
-Virotes de punta plateada. – le dije, acercándome a ella y cargando una nueva flecha. – Valen un dineral, pero merecen la pena.
-¿Por qué... me atacas? ¿Qué te he hecho?
-¿A mí? - reí - Nada. Sólo que cazo a los de tu especie. - le indiqué - Tu caso es más agravante pues fuiste tú misma quién decidió su destino creyendo que esto te permitiría desarrollar tus sucios negocios con más solvencia. – hice una pausa, y reí, apuntándole con el arma. - ¿Un contrabandista vampiro? No creo que nadie se atreva a negarle algo.
-Maldita… - maljuró chasqueando los dientes. – ¡Soy más fuerte que tú! – y se lanzó a por mí desde su posición en el suelo con un grito gutural y mostrando sus afilados colmillos. Ya había cargado un nuevo virote así que le disparé nuevamente en el abdomen antes de que llegara a mí. El virote la empotró y la dejó empalada contra la pared.
-No lo dudo… - acepté en relación a su comentario sobre que era más fuerte que yo. Mientras recargaba otra punta. – Y por eso llevo las ballestas. – La mujer había quedado semi inconsciente dejando una bonita mancha de sangre en la pared. Aún podía hablar, así que esperaría. - ¿Eltrant? – pregunté a mi compañero, sin dejar de apuntar a la criatura por si quería preguntarle algo o liquidarla él mismo. A fin de cuentas. Era su contrato.
Anastasia Boisson
Honorable
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Re: Se busca Compañero [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Su compañera había aparecido haciendo honor a su nombre de la forma más literal que podría haberlo hecho, no habían pasado ni segundos desde que la bruja irrumpió en la escena, y después de un intercambio de golpes, mesas y flechas, la vampiresa que respondía al nombre de Garra se encontraba empalada en la pared por los virotes de Huracán.
Sonrió, o al menos lo intentó mientras se levantaba del suelo tosiendo, después de todo había atravesado una pared y el suelo de la segunda planta, y estaba bastante seguro que aquello era algo que los curanderos solían incluir como causa de muerte común. – Gracias, te debo una – Le dijo a la cazadora mientras removía la pesada placa de metal que llevaba bajo la camisa, totalmente doblada a causa de los golpes de garra y se sacudía el polvo que cubría sus ropajes – Y por cosas como esta no me gasto el dinero en armaduras – Dijo acercándose a Garra, que, anclada en la pared, miraba a los dos que tenía frente a él con una mezcla entre odio y, quizás, curiosidad.
Huracán volvía a requerir sus servicios como interrogador, o al menos eso interpretó por la mirada que la bruja le dirigió, se encogió de hombros y asintió, estaba bastante seguro de que en aquel momento Garra temía más a la mujer que a él, y en cierto modo él también lo hacía, el extraño brillo en los ojos de la cazadora no había pasado desapercibido, había disfrutado hasta el último detalle de aquella pelea.
Recuperando su espada que de algún modo había acabado clavada en una viga a pocos metros de la vampiresa, la arrancó de un fuerte tirón y la afianzó en su cinto, dónde siempre solía estar - ¿De verdad crees que voy a contestar a las preguntas de un simple humano? – Garra dejo escapar una carcajada que acabó en un llanto de dolorido, el mercenario sonrió, la flecha que tenía clavada desde luego parecía mantener a ralla a la señora de la noche. – Tienes razón, soy un humano, un granjero que un día se encontró una espada en mitad del bosque – Se llevó las manos hasta la espalda y las entrelazó, mientras rodeaba a la mujer – No somos tan fuertes como vosotros – Miró la placa de metal que había llevado a modo de armadura hasta hacía escasos minutos – Creo que es evidente
– Tampoco podemos manejar los elementos y eso – Miró a Huracán – Algo bastante útil, tengo que admitirlo. – Se acercó a la vampiresa una vez más y giró levemente la flecha que esta tenia clavada, lo que hizo que Garra gritase y tratase de escapar forcejeando con el mercenario, quien se apartó por si esta lo conseguía dejando a su compañera la línea de visión despejada por si se veía obligada a acabar con la prisionera. – Puedes torturarme, ¡No me sacaras nada! ¡Nada! – El mercenario se cruzó de brazos – No planeo torturarte, no es mi estilo, demasiado ruido, demasiado incomodo para ambas partes. Hace tiempo estuve es Sacrestic… ¿Sabes? – Se aclaró la garganta y volvió a aproximarse a Garra – Un contrato como este, cazar a un vampiro, y traerlo a Lunargenta para juzgarlo, simple ¿Verdad? El caso es que este vampiro tenia protección allí, más vampiros – Se atusó la barba y rememoró lo que podía recordar de aquellos acontecimientos.
– Me ahorrare los detalles, la cosa es que, no he podido observar como tienes tapiadas todas las ventanas – Tomando la espada de su cinto clavó su arma en una tabla de las que cubrían el ventanal del lugar e hizo palanca, arrancándola de cuajo, un fino rayo de luz entró en la habitación e iluminó los pies del mercenario – Exactamente igual que la mansión de esta vampira de Sacrestic – Se dirigió hacía Garra, quien tras volver a tratar de escapar varias veces más, se rindió y miró las ventanas con una expresión de derrota en su cara – Lo peor es el olor – Afirmó mientras removía otro tablón, dejando más luz entrar en el lugar – La mayoría de la gente se piensa que os convertís en ceniza o algo así, en un instante, y se acabó – Rio levemente – Pero por los gritos y por el olor a carne quemada, creo que es bastante distinto – Alzó la espada para terminar de abrir la ventana que la vampiresa tenia frente a ella, la que, de darle de lleno, haría que su piel comenzase a hervir – ¡NO! ¡VALE! ¡TU GANAS! ¡PERO ESO NO! – Eltrant bajo su arma y después de sonreír a Huracán se cruzó de brazos – Es bastante obvio que no eres la única que controla esta pequeña empresa que tienes aquí, ¿Con quién más trabajas? - Llevándose la mano hasta el pecho, dónde estaba seguro que había comenzado a aparecer un moratón de un tamaño considerable, esperó la respuesta de la mujer – Edgar – Musitó – La mansión abandonada, ahí llevamos las… entregas. – Eltrant se giró hacia Huracán, estaba bastante seguro que, después de lo que habían visto, ambos podían afirmar a que se refería Garra con “entregas”
Lanzó una última mirada a la vampira, que miraba el rayo de luz que estaba en el suelo con un miedo prácticamente irracional, aunque teniendo en cuenta lo que podía pasar si le tocaba, no le extrañaba que estuviese actuando así.
Suspiró cansado y avanzando hacia la cazadora le dedicó otra sonrisa – Tenía la situación controlada, estaba a punto de pillarla de improviso, ¿No has oído la historia de Tormenta de Espadas? Estaba aterrada - Bromeó mientras movía el brazo derecho para asegurarse de que no estaba roto – En cualquier caso, haz lo que quieras con ella, tú eres la cazadora, por quien me pagan es por Edgar, quizás podríamos entregar este antro a la guardia, asegurarnos de que no lo vuelven a abrir - Se sacudió de nuevo los ropajes, lanzado un fino polvo de color blancuzco al aire – ¡Edgar no es el último! – Exclamó Garra – Él también responde a gente poderosa, ¡Muy poderosa! – El mercenario se encogió de hombros – Lo que tú digas. – Se giró hacía Huracán otra vez – Voy yendo a por la chica herida – Le dio un pequeño toque en el hombro y sonrió, saliendo de la habitación.
Sonrió, o al menos lo intentó mientras se levantaba del suelo tosiendo, después de todo había atravesado una pared y el suelo de la segunda planta, y estaba bastante seguro que aquello era algo que los curanderos solían incluir como causa de muerte común. – Gracias, te debo una – Le dijo a la cazadora mientras removía la pesada placa de metal que llevaba bajo la camisa, totalmente doblada a causa de los golpes de garra y se sacudía el polvo que cubría sus ropajes – Y por cosas como esta no me gasto el dinero en armaduras – Dijo acercándose a Garra, que, anclada en la pared, miraba a los dos que tenía frente a él con una mezcla entre odio y, quizás, curiosidad.
Huracán volvía a requerir sus servicios como interrogador, o al menos eso interpretó por la mirada que la bruja le dirigió, se encogió de hombros y asintió, estaba bastante seguro de que en aquel momento Garra temía más a la mujer que a él, y en cierto modo él también lo hacía, el extraño brillo en los ojos de la cazadora no había pasado desapercibido, había disfrutado hasta el último detalle de aquella pelea.
Recuperando su espada que de algún modo había acabado clavada en una viga a pocos metros de la vampiresa, la arrancó de un fuerte tirón y la afianzó en su cinto, dónde siempre solía estar - ¿De verdad crees que voy a contestar a las preguntas de un simple humano? – Garra dejo escapar una carcajada que acabó en un llanto de dolorido, el mercenario sonrió, la flecha que tenía clavada desde luego parecía mantener a ralla a la señora de la noche. – Tienes razón, soy un humano, un granjero que un día se encontró una espada en mitad del bosque – Se llevó las manos hasta la espalda y las entrelazó, mientras rodeaba a la mujer – No somos tan fuertes como vosotros – Miró la placa de metal que había llevado a modo de armadura hasta hacía escasos minutos – Creo que es evidente
– Tampoco podemos manejar los elementos y eso – Miró a Huracán – Algo bastante útil, tengo que admitirlo. – Se acercó a la vampiresa una vez más y giró levemente la flecha que esta tenia clavada, lo que hizo que Garra gritase y tratase de escapar forcejeando con el mercenario, quien se apartó por si esta lo conseguía dejando a su compañera la línea de visión despejada por si se veía obligada a acabar con la prisionera. – Puedes torturarme, ¡No me sacaras nada! ¡Nada! – El mercenario se cruzó de brazos – No planeo torturarte, no es mi estilo, demasiado ruido, demasiado incomodo para ambas partes. Hace tiempo estuve es Sacrestic… ¿Sabes? – Se aclaró la garganta y volvió a aproximarse a Garra – Un contrato como este, cazar a un vampiro, y traerlo a Lunargenta para juzgarlo, simple ¿Verdad? El caso es que este vampiro tenia protección allí, más vampiros – Se atusó la barba y rememoró lo que podía recordar de aquellos acontecimientos.
– Me ahorrare los detalles, la cosa es que, no he podido observar como tienes tapiadas todas las ventanas – Tomando la espada de su cinto clavó su arma en una tabla de las que cubrían el ventanal del lugar e hizo palanca, arrancándola de cuajo, un fino rayo de luz entró en la habitación e iluminó los pies del mercenario – Exactamente igual que la mansión de esta vampira de Sacrestic – Se dirigió hacía Garra, quien tras volver a tratar de escapar varias veces más, se rindió y miró las ventanas con una expresión de derrota en su cara – Lo peor es el olor – Afirmó mientras removía otro tablón, dejando más luz entrar en el lugar – La mayoría de la gente se piensa que os convertís en ceniza o algo así, en un instante, y se acabó – Rio levemente – Pero por los gritos y por el olor a carne quemada, creo que es bastante distinto – Alzó la espada para terminar de abrir la ventana que la vampiresa tenia frente a ella, la que, de darle de lleno, haría que su piel comenzase a hervir – ¡NO! ¡VALE! ¡TU GANAS! ¡PERO ESO NO! – Eltrant bajo su arma y después de sonreír a Huracán se cruzó de brazos – Es bastante obvio que no eres la única que controla esta pequeña empresa que tienes aquí, ¿Con quién más trabajas? - Llevándose la mano hasta el pecho, dónde estaba seguro que había comenzado a aparecer un moratón de un tamaño considerable, esperó la respuesta de la mujer – Edgar – Musitó – La mansión abandonada, ahí llevamos las… entregas. – Eltrant se giró hacia Huracán, estaba bastante seguro que, después de lo que habían visto, ambos podían afirmar a que se refería Garra con “entregas”
Lanzó una última mirada a la vampira, que miraba el rayo de luz que estaba en el suelo con un miedo prácticamente irracional, aunque teniendo en cuenta lo que podía pasar si le tocaba, no le extrañaba que estuviese actuando así.
Suspiró cansado y avanzando hacia la cazadora le dedicó otra sonrisa – Tenía la situación controlada, estaba a punto de pillarla de improviso, ¿No has oído la historia de Tormenta de Espadas? Estaba aterrada - Bromeó mientras movía el brazo derecho para asegurarse de que no estaba roto – En cualquier caso, haz lo que quieras con ella, tú eres la cazadora, por quien me pagan es por Edgar, quizás podríamos entregar este antro a la guardia, asegurarnos de que no lo vuelven a abrir - Se sacudió de nuevo los ropajes, lanzado un fino polvo de color blancuzco al aire – ¡Edgar no es el último! – Exclamó Garra – Él también responde a gente poderosa, ¡Muy poderosa! – El mercenario se encogió de hombros – Lo que tú digas. – Se giró hacía Huracán otra vez – Voy yendo a por la chica herida – Le dio un pequeño toque en el hombro y sonrió, saliendo de la habitación.
Eltrant Tale
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