[Gremios] [Inf-Lad] Montañas: Sentencia demoníaca en Dundarak
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[Gremios] [Inf-Lad] Montañas: Sentencia demoníaca en Dundarak
Amaterasu reposaba sobre una roca. Observando como el anochecer caía sobre la capital de los dragones. Estiró su brazo para alcanzar uno de los árboles del manzanar, uno verde y floreciente, para tomar uno de sus frutos verdes, aún inmaduros. Arrancó la manzana con delicadeza y esta comenzó a marchitarse con el contacto de su piel, a pudrirse, pero aquello no parecía importarle a la centinela para degustarla.
-¿Por qué hay tanta gente en la calle? – indicó la nigromante y “protectora” del mundo, desde su elevada posición, en un mirador de las montañas, donde veía a lo lejos Dundarak – Aborrezco las multitudes. – comentó incordiada, dándole un nuevo mordisco a la manzana podrida.
-Hay dos ejecuciones en la plaza central. – respondió su acompañante. - ¡Mejor! Más caos que habrá. – comentó entre risas.
-Sólo es un aperitivo de lo que les espera en cuanto el amo retome su poder. – continuó con la broma la centinela de la corona astada. Y se giró para contemplar a su siervo. - ¡Oh! Veo que “lo tenéis” ahí. – miró junto a su acompañante, allí había una enorme caja forjada en hierro que desprendía un calor tremendo. Bufidos coléricos provenían de su interior. – Magnífico ejemplar para mostrarles a esos pueblerinos el verdadero poder de la oscuridad. – comenzó a reírse maléficamente, contemplando la caja y volvió a girarse para mirar a la ciudad de Dundarak. – Permíteme, querido, añadirle mi toque personal.
Amaterasu comenzó a gesticular con sus brazos y pies, en una especie de bella danza que tornó sus ojos, marcas del cuerpo y manos en un tono morado. El suelo comenzó a agitarse levemente, la hierba comenzó a desintegrarse, ¿qué era lo que venía de sus pies?
Venían sonidos guturales.
Elen: Tras tu encuentro con Vladimir, tus viajes terminarán por llevarte al Norte. Estás en búsqueda y captura en Dundarak y lo sabes. El medallón solar comienza a vibrar, cada vez más fuertemente. Notas la presencia de un centinela próximo y decides seguir la intensidad de las vibraciones, que parece que te dirigen a lo alto de un pico en una montaña colindante con Dundarak. Puedes llevar NPC’s si lo deseas.
Informante: Has tomado la bebida que Manuela te ha dado y procedes a beberla. A partir de ahora, tu líder podrá ver si lo desea todo cuanto tú veas. Tu misión es bien sencilla, buscar un sitio desde el que se vea la ciudad por completo y permanecer ahí. Sin embargo, verás a la joven de cabellos cenicientos pasar a tu lado. Despierta tu curiosidad, ¿qué hará allí a esas horas en pleno anochecer? Puedes seguirla desde las sombras, hablarle y ofrecerte a acompañarla o ignorarla y cumplir la misión que Manuela te ha encargado. Si optas por lo último, estarás sol@. Es tu decisión.
-¿Por qué hay tanta gente en la calle? – indicó la nigromante y “protectora” del mundo, desde su elevada posición, en un mirador de las montañas, donde veía a lo lejos Dundarak – Aborrezco las multitudes. – comentó incordiada, dándole un nuevo mordisco a la manzana podrida.
-Hay dos ejecuciones en la plaza central. – respondió su acompañante. - ¡Mejor! Más caos que habrá. – comentó entre risas.
-Sólo es un aperitivo de lo que les espera en cuanto el amo retome su poder. – continuó con la broma la centinela de la corona astada. Y se giró para contemplar a su siervo. - ¡Oh! Veo que “lo tenéis” ahí. – miró junto a su acompañante, allí había una enorme caja forjada en hierro que desprendía un calor tremendo. Bufidos coléricos provenían de su interior. – Magnífico ejemplar para mostrarles a esos pueblerinos el verdadero poder de la oscuridad. – comenzó a reírse maléficamente, contemplando la caja y volvió a girarse para mirar a la ciudad de Dundarak. – Permíteme, querido, añadirle mi toque personal.
Amaterasu comenzó a gesticular con sus brazos y pies, en una especie de bella danza que tornó sus ojos, marcas del cuerpo y manos en un tono morado. El suelo comenzó a agitarse levemente, la hierba comenzó a desintegrarse, ¿qué era lo que venía de sus pies?
Venían sonidos guturales.
- AMATERASU:
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Elen: Tras tu encuentro con Vladimir, tus viajes terminarán por llevarte al Norte. Estás en búsqueda y captura en Dundarak y lo sabes. El medallón solar comienza a vibrar, cada vez más fuertemente. Notas la presencia de un centinela próximo y decides seguir la intensidad de las vibraciones, que parece que te dirigen a lo alto de un pico en una montaña colindante con Dundarak. Puedes llevar NPC’s si lo deseas.
Informante: Has tomado la bebida que Manuela te ha dado y procedes a beberla. A partir de ahora, tu líder podrá ver si lo desea todo cuanto tú veas. Tu misión es bien sencilla, buscar un sitio desde el que se vea la ciudad por completo y permanecer ahí. Sin embargo, verás a la joven de cabellos cenicientos pasar a tu lado. Despierta tu curiosidad, ¿qué hará allí a esas horas en pleno anochecer? Puedes seguirla desde las sombras, hablarle y ofrecerte a acompañarla o ignorarla y cumplir la misión que Manuela te ha encargado. Si optas por lo último, estarás sol@. Es tu decisión.
Ger
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Re: [Gremios] [Inf-Lad] Montañas: Sentencia demoníaca en Dundarak
Por muchas veces que la hechicera visitase el norte nunca conseguía acostumbrarse a la gélida brisa, sus enrojecidas y cortadas mejillas eran prueba de ello, y de que debía buscarse un atuendo más apropiado para aquella región. El grueso abrigo de piel protegía su cuerpo, pero por mucho que tirase del cuello del mismo solo conseguía cubrir a medias sus labios, aunque eso ya era algo que sus pulmones agradecían. - La próxima vez buscaré algo con que taparme el rostro. - pensó para sí, mientras su caballo seguía avanzando a un ritmo ligero, pronto caería la noche y no sería sensato quedarse en mitad de la nada cuando las temperaturas comenzasen a bajar.
El problema era que dadas las circunstancias, y con una recompensa de 5000 aeros por su cabeza, tampoco sería prudente dejarse ver por las aldeas o asentamientos de la zona, mucho menos en la ciudad de los dragones. Aun así la de cabellos cenicientos había decidido acercarse a Dundarak para valorar la situación y buscar un modo de limpiar su nombre y el de Bio, aunque quizá el moreno ya lo hubiese conseguido por su cuenta. Ambos estaban metidos en aquel embrollo por su culpa, y teniendo en cuenta que seguía estando en deuda con el vampiro por haberle entregado no solo el tercer fragmento de Kinvar sino también la pócima de estrellas, lo menos que podía hacer era intentar arreglar las cosas y aclarar que él no pertenecía a la banda de Lazid.
Cierto era que el hombre lagarto y sus hombres los habían ayudado durante el enfrentamiento con la gran encantadora de palacio y sus guardias, pero ya era hora de poner todo en su lugar. Con esa idea, Elen dirigía su montura hacia la imponente ciudad de los dragones, viajando en solitario esta vez, ya que su compañero no estaba preparado aún para volver a aquellas tierras. Los malos recuerdos y el dolor del pasado seguían atormentando a Alister, que se veía incapaz de regresar al que fue su hogar, aquella casa en que su hermana se quitó la vida por culpa de los jinetes. La tensai comprendió que prefiriese quedarse en la gran estepa y esperarla allí, así que tras una breve despedida, y con la mentira de que no se arriesgaría más de lo necesario, emprendió su viaje al norte, sabiendo que de encontrarse nuevamente con Abbey Frost, las cosas podrían ponerse feas.
Sin querer parar a pensar demasiado en aquella posibilidad, la centinela continuó su camino sin detenerse, hasta que de forma repentina, el medallón solar que portaba a buen recaudo bajo la pechera de su armadura, comenzó a vibrar. Un tirón de las riendas fue suficiente para que Sombra cesara en su avance, y mientras la benjamina de los Calhoun se llevaba una mano al pecho, la confusión se reflejó en su rostro. - ¿Qué está pasando? - preguntó a la nada, escrutando con la mirada los alrededores en busca en un posible origen.
Solo podía haber una explicación para tal comportamiento, el colgante estaba percibiendo la presencia de otro artefacto de características similares, lo cual significaba que un centinela rondaba por la zona. - Amaterasu. - susurró, tras descartar la posibilidad de que fuesen Vladimir o Melena Blanca. Su presencia fuera de isla volcánica no auguraba nada bueno, pero suponía una gran oportunidad para Elen, que por fin podría conocer a la más eficaz de sus nuevos hermanos y con suerte, conseguiría convencerla para que se uniese a su causa. Su reciente encuentro con el inmortal quizá le facilitase las cosas, pero no podía dar por hecho que con eso bastaría, tendría que buscar un aliciente para la nigromante, algo que la incitase a combatir contra los Tarmúnil.
¿Poner a prueba su poder? ¿Enfrentarse a unos oponentes que podrían plantearle un reto y darle la diversión que hasta el momento solo había buscado por medio del sufrimiento humano? Puede que eso funcionase, pero sería mejor ir pensando en otras alternativas. La de ojos verdes espoleó a su montura y volvió a ponerse en marcha, guiándose por la intensidad con la que vibraba el medallón, al menos hasta que se encontró lo suficientemente cerca como para percibir el gran flujo de maná que debía pertenecer a Amaterasu.
La nigromante se encontraba en la parte más alta de un pico cercano a la ciudad, ¿qué hacía allí? Eso lo descubriría en breve.
El problema era que dadas las circunstancias, y con una recompensa de 5000 aeros por su cabeza, tampoco sería prudente dejarse ver por las aldeas o asentamientos de la zona, mucho menos en la ciudad de los dragones. Aun así la de cabellos cenicientos había decidido acercarse a Dundarak para valorar la situación y buscar un modo de limpiar su nombre y el de Bio, aunque quizá el moreno ya lo hubiese conseguido por su cuenta. Ambos estaban metidos en aquel embrollo por su culpa, y teniendo en cuenta que seguía estando en deuda con el vampiro por haberle entregado no solo el tercer fragmento de Kinvar sino también la pócima de estrellas, lo menos que podía hacer era intentar arreglar las cosas y aclarar que él no pertenecía a la banda de Lazid.
Cierto era que el hombre lagarto y sus hombres los habían ayudado durante el enfrentamiento con la gran encantadora de palacio y sus guardias, pero ya era hora de poner todo en su lugar. Con esa idea, Elen dirigía su montura hacia la imponente ciudad de los dragones, viajando en solitario esta vez, ya que su compañero no estaba preparado aún para volver a aquellas tierras. Los malos recuerdos y el dolor del pasado seguían atormentando a Alister, que se veía incapaz de regresar al que fue su hogar, aquella casa en que su hermana se quitó la vida por culpa de los jinetes. La tensai comprendió que prefiriese quedarse en la gran estepa y esperarla allí, así que tras una breve despedida, y con la mentira de que no se arriesgaría más de lo necesario, emprendió su viaje al norte, sabiendo que de encontrarse nuevamente con Abbey Frost, las cosas podrían ponerse feas.
Sin querer parar a pensar demasiado en aquella posibilidad, la centinela continuó su camino sin detenerse, hasta que de forma repentina, el medallón solar que portaba a buen recaudo bajo la pechera de su armadura, comenzó a vibrar. Un tirón de las riendas fue suficiente para que Sombra cesara en su avance, y mientras la benjamina de los Calhoun se llevaba una mano al pecho, la confusión se reflejó en su rostro. - ¿Qué está pasando? - preguntó a la nada, escrutando con la mirada los alrededores en busca en un posible origen.
Solo podía haber una explicación para tal comportamiento, el colgante estaba percibiendo la presencia de otro artefacto de características similares, lo cual significaba que un centinela rondaba por la zona. - Amaterasu. - susurró, tras descartar la posibilidad de que fuesen Vladimir o Melena Blanca. Su presencia fuera de isla volcánica no auguraba nada bueno, pero suponía una gran oportunidad para Elen, que por fin podría conocer a la más eficaz de sus nuevos hermanos y con suerte, conseguiría convencerla para que se uniese a su causa. Su reciente encuentro con el inmortal quizá le facilitase las cosas, pero no podía dar por hecho que con eso bastaría, tendría que buscar un aliciente para la nigromante, algo que la incitase a combatir contra los Tarmúnil.
¿Poner a prueba su poder? ¿Enfrentarse a unos oponentes que podrían plantearle un reto y darle la diversión que hasta el momento solo había buscado por medio del sufrimiento humano? Puede que eso funcionase, pero sería mejor ir pensando en otras alternativas. La de ojos verdes espoleó a su montura y volvió a ponerse en marcha, guiándose por la intensidad con la que vibraba el medallón, al menos hasta que se encontró lo suficientemente cerca como para percibir el gran flujo de maná que debía pertenecer a Amaterasu.
La nigromante se encontraba en la parte más alta de un pico cercano a la ciudad, ¿qué hacía allí? Eso lo descubriría en breve.
Elen Calhoun
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Re: [Gremios] [Inf-Lad] Montañas: Sentencia demoníaca en Dundarak
Se suponía que sólo tenía que infiltrarme a la torre de la logia, tomar un cuadro con un retrato horrible y largarme de vuelta a la base para luego seguir feliz con mi vida; se suponía que sería un trabajo tan sencillo que solamente tres informantes bastarían para cumplir con el objetivo de la forma más eficiente posible… Fui un ingenuo al creer en algo tan absurdo como eso.
Bio, Armand y yo entramos en la torre sabiendo que sería difícil pero que aun así podríamos vencer; horas después todavía me encontraba en la helada ciudad de los dragones, escuchando junto con Xana y Ash las palabras de Manuela quien nos entregaba las nuevas instrucciones de la misión que ahora era “rescatar a Bio de su ejecución”, porque alguien dentro de la logia fue capaz de capturar al vampiro y esa persona no dudó en entregarlo a las autoridades de Dundarak; sin duda alguna Manuela no volvería a confiar en nuestras capacidades después de eso.
Finalmente, llegó el momento de comenzar la misión y rescatar a Bio, pero antes Manuela nos dio dos opciones a escoger: ser sus ojos en la montaña o ser su acompañante para rescatar al vampiro -(Por los dioses ¡Sólo dinos qué hacer y empecemos a trabajar!)- Pensé aunque tratando de no perder la paciencia, pues me era difícil estar ahí mientras que Bio era llevado hacia un triste final como si fuese un criminal miserable.
En ese instante, Ash centró su mirada en mí, era como si esperara que fuese yo quien subiera a la montaña, tal vez ella sólo deseaba pasar tiempo con Manuela para ganarse su respeto o quería ser la heroína del vampiro; fuese como fuese, de todas formas no me agradaba la idea de estar al lado de la líder del gremio, así que tomé la poción -Yo lo haré- Dije para luego ingerir el extraño líquido.
Desafortunadamente, sentir la pócima pasar por mi boca hacia mi estómago fue una experiencia espeluznante, su sabor podía clasificarse en una nueva categoría de lo inmundo -(No llores, Rauko, no llores)- Pensé mientras cerraba mis ojos y terminaba de beber aquel repugnante líquido.
Una vez que logré esto último que sin duda sería la parte más difícil de la misión, procedí a dirigirme junto con Xana a la montaña más alta de los alrededores -(Mi aliento apesta a ajo)- No pude evitar pensar eso cuando sentí un ligero hedor que provenía desde mi boca, pero eso era algo que preferiría no mencionar.
La ejecución del vampiro estaba cada vez más cerca y todavía me encontraba camino al mejor punto de la montaña, era difícil llegar a mi destino ya que debía caminar sobre la espesa nieve y en algunos casos era necesario trepar algunas superficies, aunque lo peor era soportar la odiosa temperatura del frío que llegaba hasta lo más profundo de mis huesos para hacerme temblar.
Por otro lado, mis problemas no parecían afectarle tanto a Xana debido a que ella había sido precavida y para la ocasión se cubrió con una vestimenta abrigadora… Muy abrigadora… Demasiado abrigadora. No podía evitar mirar a la elfa y envidiar su cómodo y caloroso ropaje, aunque no mencioné nada al respecto, antes de mostrarme débil preferí mantener mi buena imagen de “chico rudo”.
Finalmente llegamos a una buena posición y nos preparamos para hacer nuestra parte de la misión; me senté con las piernas cruzadas para mirar hacia la ciudad, y tras un par de segundos también me crucé de brazos, pues el frío era peor en ese lugar. Xana por su parte se mantuvo vigilando los alrededores, ella se encargaría de ser mis ojos en la espalda mientras estuviéramos ahí.
Después de unos minutos, repentinamente escuché la voz angustiada de Xana -Rauko, despierta- Dijo mientras me agitaba mis hombros -¿Qué… Qué sucedió?- Pregunté aun sabiendo la indignante respuesta -Te dormiste, creí que habías muerto por el frío- Respondió ahora más calmada.
Transcurrieron otros cuantos minutos y esta vez no perdí contra los deseos de dormir, me sentía tan satisfecho conmigo mismo por eso, no obstante, algo interrumpió mi arduo trabajo -Alguien se acerca- Advirtió la elfa al ver la silueta de una persona que se acercaba desde lejos -Xana, no hagas ruido y sígueme- Susurré para luego ocultarnos en la nieve, en una superficie inclinada con un ángulo perfecto para no ser vistos por el nuevo personaje.
Esperamos pacientemente que aquella persona siguiera su curso y nos dejara en paz -(¿Quién es? ¿Qué hace aquí? ¿Por qué pasea durante el anochecer? ¿Acaso es un vampiro? ¿Debería seguirlo y acabar con mis dudas?)- Mi mente fue invadida por una ola de preguntas cuyas respuestas no lograba descubrir y eso me disgustaba, nada era peor que la incertidumbre.
Finalmente los pasos comenzaron a alejarse como evidencia de que el extraño había seguido su curso, sin embargo, Xana parecía algo preocupada -Rauko…- Dijo sosteniendo su báculo con las dos manos -Deberíamos seguirlo, siento algo…- Hizo una pausa para luego mirar hacia el mismo lugar a donde se dirigía el enigmático personaje -Pero no podemos hacer eso, debo cumplir mi misión- Expliqué tratando de que la elfa recapacitara -No te preocupes, cumple con tu misión y yo iré sola, no me sucederá nada- Dijo confiada, tratando de no preocuparme; luego de decir aquello emprendió su nuevo camino.
Ante eso no pude evitar sentirme frustrado, era mi trabajo mirar la ciudad, pero no podía dejar que Xana anduviera sola por ahí ¿Quién sabe en qué problemas podría meterse? Si le sucedía algo sería mi responsabilidad y no me sentiría bien con eso -No puede ser- Dije resignado para luego seguir a la elfa sin saber a dónde llegaríamos y sin imaginarme cuáles serían las consecuencias de nuestros actos.
Bio, Armand y yo entramos en la torre sabiendo que sería difícil pero que aun así podríamos vencer; horas después todavía me encontraba en la helada ciudad de los dragones, escuchando junto con Xana y Ash las palabras de Manuela quien nos entregaba las nuevas instrucciones de la misión que ahora era “rescatar a Bio de su ejecución”, porque alguien dentro de la logia fue capaz de capturar al vampiro y esa persona no dudó en entregarlo a las autoridades de Dundarak; sin duda alguna Manuela no volvería a confiar en nuestras capacidades después de eso.
Finalmente, llegó el momento de comenzar la misión y rescatar a Bio, pero antes Manuela nos dio dos opciones a escoger: ser sus ojos en la montaña o ser su acompañante para rescatar al vampiro -(Por los dioses ¡Sólo dinos qué hacer y empecemos a trabajar!)- Pensé aunque tratando de no perder la paciencia, pues me era difícil estar ahí mientras que Bio era llevado hacia un triste final como si fuese un criminal miserable.
En ese instante, Ash centró su mirada en mí, era como si esperara que fuese yo quien subiera a la montaña, tal vez ella sólo deseaba pasar tiempo con Manuela para ganarse su respeto o quería ser la heroína del vampiro; fuese como fuese, de todas formas no me agradaba la idea de estar al lado de la líder del gremio, así que tomé la poción -Yo lo haré- Dije para luego ingerir el extraño líquido.
Desafortunadamente, sentir la pócima pasar por mi boca hacia mi estómago fue una experiencia espeluznante, su sabor podía clasificarse en una nueva categoría de lo inmundo -(No llores, Rauko, no llores)- Pensé mientras cerraba mis ojos y terminaba de beber aquel repugnante líquido.
Una vez que logré esto último que sin duda sería la parte más difícil de la misión, procedí a dirigirme junto con Xana a la montaña más alta de los alrededores -(Mi aliento apesta a ajo)- No pude evitar pensar eso cuando sentí un ligero hedor que provenía desde mi boca, pero eso era algo que preferiría no mencionar.
La ejecución del vampiro estaba cada vez más cerca y todavía me encontraba camino al mejor punto de la montaña, era difícil llegar a mi destino ya que debía caminar sobre la espesa nieve y en algunos casos era necesario trepar algunas superficies, aunque lo peor era soportar la odiosa temperatura del frío que llegaba hasta lo más profundo de mis huesos para hacerme temblar.
Por otro lado, mis problemas no parecían afectarle tanto a Xana debido a que ella había sido precavida y para la ocasión se cubrió con una vestimenta abrigadora… Muy abrigadora… Demasiado abrigadora. No podía evitar mirar a la elfa y envidiar su cómodo y caloroso ropaje, aunque no mencioné nada al respecto, antes de mostrarme débil preferí mantener mi buena imagen de “chico rudo”.
Finalmente llegamos a una buena posición y nos preparamos para hacer nuestra parte de la misión; me senté con las piernas cruzadas para mirar hacia la ciudad, y tras un par de segundos también me crucé de brazos, pues el frío era peor en ese lugar. Xana por su parte se mantuvo vigilando los alrededores, ella se encargaría de ser mis ojos en la espalda mientras estuviéramos ahí.
Después de unos minutos, repentinamente escuché la voz angustiada de Xana -Rauko, despierta- Dijo mientras me agitaba mis hombros -¿Qué… Qué sucedió?- Pregunté aun sabiendo la indignante respuesta -Te dormiste, creí que habías muerto por el frío- Respondió ahora más calmada.
Transcurrieron otros cuantos minutos y esta vez no perdí contra los deseos de dormir, me sentía tan satisfecho conmigo mismo por eso, no obstante, algo interrumpió mi arduo trabajo -Alguien se acerca- Advirtió la elfa al ver la silueta de una persona que se acercaba desde lejos -Xana, no hagas ruido y sígueme- Susurré para luego ocultarnos en la nieve, en una superficie inclinada con un ángulo perfecto para no ser vistos por el nuevo personaje.
Esperamos pacientemente que aquella persona siguiera su curso y nos dejara en paz -(¿Quién es? ¿Qué hace aquí? ¿Por qué pasea durante el anochecer? ¿Acaso es un vampiro? ¿Debería seguirlo y acabar con mis dudas?)- Mi mente fue invadida por una ola de preguntas cuyas respuestas no lograba descubrir y eso me disgustaba, nada era peor que la incertidumbre.
Finalmente los pasos comenzaron a alejarse como evidencia de que el extraño había seguido su curso, sin embargo, Xana parecía algo preocupada -Rauko…- Dijo sosteniendo su báculo con las dos manos -Deberíamos seguirlo, siento algo…- Hizo una pausa para luego mirar hacia el mismo lugar a donde se dirigía el enigmático personaje -Pero no podemos hacer eso, debo cumplir mi misión- Expliqué tratando de que la elfa recapacitara -No te preocupes, cumple con tu misión y yo iré sola, no me sucederá nada- Dijo confiada, tratando de no preocuparme; luego de decir aquello emprendió su nuevo camino.
Ante eso no pude evitar sentirme frustrado, era mi trabajo mirar la ciudad, pero no podía dejar que Xana anduviera sola por ahí ¿Quién sabe en qué problemas podría meterse? Si le sucedía algo sería mi responsabilidad y no me sentiría bien con eso -No puede ser- Dije resignado para luego seguir a la elfa sin saber a dónde llegaríamos y sin imaginarme cuáles serían las consecuencias de nuestros actos.
Rauko
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Re: [Gremios] [Inf-Lad] Montañas: Sentencia demoníaca en Dundarak
Xana
La elfa dejó a Rauko algo atrás para perseguir a la mujer de cabellos cenicientos. Escondiéndose detrás de rocas y árboles. Tratando de no ser vista y perseguida de cerca por el elfo. Cuando estuvo lo suficientemente cerca pudo distinguir la figura de Elen a pesar de la oscuridad. – Es ella, Rauko… La chica de los carteles. - Sí. Era la misma de los carteles de se busca de la ciudad. La “peligrosa” miembro de la banda de Lazid. Aunque, al igual que Bio, ¿sería ella culpable directa o estaría involucrada de manera indirecta y sería en realidad inocente como Bio? – Seguramente esté escapando. Debería saber cómo lo ha logrado. – se convenció la elfa risueña, que saldría corriendo tras Elen sin ninguna temeridad. Pero a ella no le importaba, y se presentó de manera educada. Como se tratase en realidad de una asesina a sueldo planeando algún malévolo plan, tendría un serio problema.
-Hola. Perdona que te asalte así pero... Eres la chica de los carteles, ¿no? – dijo con una ligera sonrisilla. - ¿Cómo has escapado de la cárcel? – luego se dio cuenta de que tal vez no se diera cuenta. – Quiero decir, Bio y Lazid, están ahí abajo y van a ser guillotinados si no lo impedimos. Y sin embargo tú… te has librado. ¿Estás huyendo? ¿Tiene Bio alguna opción de escapar también? – le comentó inocentemente la joven, con las manos extendidas y su largo bastón de calavera nigromántico a su espalda. No era su intención ofender a la joven, sino simplemente curiosear sobre cómo había escapado.
Amaterasu
-Disculpa, Amate. – interrumpió su misterioso acompañante, con una sonrisa bajo su capucha - ¿Tú también lo sientes?
-¿Lo dudas? – replicó con rapidez Amaterasu, sin dejar de bailar. – Llevo sintiendo su cercanía desde hace ya un buen rato.
-¿Y crees que ella es más digna que tú de llevarlo? – preguntó, de nuevo con una sonrisa. - ¿No estás preocupada porque no esté en tu posesión?
-¿Debería? – miró con arrogancia a su compañera. – De todas maneras. Pronto va a estarlo.
-¿Se lo arrebatas tú o lo hago yo? – cuestionó el misterioso hombre.
-Déjamelo a mí. - contestó con confianza la nigromante, mirando la ciudad de Dundarak.
-Si insistes… - finalizó con una sonrisa pícara. – No tardes mucho. Te veré en isla volcánica.
Y dicho esto, se fusionó con las sombras y desapareció. Ni Elen ni tampoco Xana ni Rauko conocerían nada de aquel misterioso caballero. Quedando únicamente sobre la cima Amaterasu y un gran ejército de no muertos, a los que rápidamente haría descender. - ¡Avanzad! – gritó y ordenó, comenzando este ejército de no muertos a descender corriendo por el mismo sitio por el que ascendían los tres héroes, sin ningún tipo de orden ni sentido.
En la cima también se encontraba aquella especie de cajón enorme al que pronto la centinela se dirigió. Se escuchaban bufidos en su interior.
-¿Cómo estás, mi pequeño demonio? – preguntó, acariciando la caja, con voz sensual, como si estuviera tratando de tranquilizarlo - ¿Te sientes mal porque te encierro? Ahora vas a ser tú el que monte el “encierro” – rió irónicamente con su juego de palabras y comenzó a abrir la caja lentamente.
Un enorme toro flamígero salió del interior del cajón y comenzó a bajar por donde lo hacían los no muertos. Aquellas criaturas, extremadamente raras, recibían el nombre de zezengorris, y eran mucho más que un simple toro incendiario. Los libros relataban que eran demonios de inmenso poder que anunciaban un mal presagio. Aquellas criaturas únicamente se daban en la isla volcánica, pero Amaterasu y su acompañante decidieron traer este ejemplar hasta Dundarak para desatar el caos en la ciudad. Sólo alguien de muy inmenso poder, podría detener a semejante criatura.
- Demonio Zezengorri:
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- Rastro del fuego visto desde Dundarak:
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Sus altísimas llamas destacaban descendiendo ya en la noche de Dundarak. El demonio se dispuso a descender hacia la ciudad a velocidad de vértigo.
* * * * * * * * * * * *
Consejo: Aunque intento que la historia sea independiente, puede que haya cosas que no entendáis. Si de verdad queréis saber lo que está ocurriendo, recomiendo que os leáis los demás hilos, porque por primera vez todos ellos están relacionados y las consecuencias de uno pasan al otro.
Ambos: Mientras ascendéis, comenzaréis a ver ejércitos de no muertos descender por el camino. Son demasiados y sería mejor que no les hagáis frente, tendréis que esconderos. El ejército desciende hacia Dundarak a un ritmo rápido. Pero lo peor está por llegar… a continuación y cuando el ejército ha pasado por completo, veis la cima de la montaña iluminarse. Sentís un intenso calor y presagiáis que algo está descendiendo a gran velocidad. El zezengorri pasa a vuestro lado, ignorándoos por completo. Pero deja en llamas todo lo que pisa y el camino hasta la cima. Tenéis que continuar el ascenso y detener a Amaterasu antes de que continúe enviando más enemigos sobre Dundarak. Quién sabe si tiene algo más preparado. Lo que sí estaba claro, era que el medallón de Elen vibraba cada vez más fuerte.
Podéis describir al zezengorri y explicároslo uno a otro si consideráis que vuestro personaje tiene conocimientos del mismo. Así al menos sabréis qué poderosa enemiga os espera arriba. Es un animal del bestiario que podéis encontrar [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Rauko, puedes usar a Xana para responder a Elen o para moverla como consideres.
Ger
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Re: [Gremios] [Inf-Lad] Montañas: Sentencia demoníaca en Dundarak
Conforme ascendía por la montaña, la de cabellos cenicientos comenzó a notar una extraña sensación, como si no se encontrase sola en aquel desolado paraje, pero en vez de preocuparse por que hubiese alguien más en los alrededores prefirió mantener su atención en la poderosa energía proveniente de lo más alto. Amaterasu, la más eficiente de sus nuevos hermanos era el origen, por fin tendría ocasión de reunirse con ella, pero a decir verdad no tenía idea de cómo enfocar dicho encuentro. Conseguir que participase en la lucha contra los jinetes oscuros era necesario, pero también resultaría difícil.
Con la cabeza llena de ideas y estrategias a seguir, así como posibles escenarios y resultados, Elen continuó avanzando a buen paso, hasta que una amable vocecilla llamó su atención. Sombra se detuvo al momento, mientras su dueña giraba el rostro para ver a su recién llegada interlocutora, una muchacha de piel blanca, cabellos oscuros e intensa mirada verde. Los dibujos que tenía en la frente, mejillas y barbilla revelaban que se trataba de una elfa, lo que explicaba aquella rara sensación que la tensai comenzó a sentir minutos atrás. De forma automática, gracias al entrenamiento que Yennefer le había dado en Lunargenta, Elen era capaz de percibir los flujos de maná cuando éstos se encontraban cerca de ella, de ese modo se había percatado de la presencia de aquella mujer, pero no solo de ella, había alguien más, alguien a quien aún no había visto.
Sin embargo, las palabras de la elfa pronto se hicieron con toda su atención, en cuanto le preguntó si era la chica de los carteles de recompensa. La tensión se apoderó del cuerpo de la centinela por unos instantes, pero luego comprobó que aquella extraña no parecía interesada en atraparla para cobrar los 5000 aeros que daban por su cabeza sino todo lo contrario, quería saber cómo había logrado escapar de la prisión. Aquella pregunta la dejó un tanto confundida, pero pronto la muchacha arrojó algo más de luz al respecto, al contarle que tanto Bio como Lazid se encontraban en la ciudad de los dragones e iban a ser guillotinados.
Una mezcla entre sorpresa y preocupación se reflejó en su rostro, ¿cómo habían atrapado al vampiro? No había pasado mucho tiempo desde la última vez que se encontraron, pero seguramente su intento de limpiar su nombre había fracasado, quizá la gran encantadora no le hubiese permitido explicarse. Todo era culpa suya, Bio simplemente había decidido ayudarla y ahora estaba a punto de perder la vida, cosa que no podía permitir o recaería sobre su conciencia. - ¿Cómo han podido atrapar a Bio? ¿Cuándo ha ocurrido eso? - preguntó con rapidez, ignorando el hecho de que Lazid también estaba en peligro. El hombre lagarto no le importaba demasiado, era verdaderamente un ladrón y solo había accedido a entregarle el colgante para ahorrarse problemas, sabría buscar un modo de escapar por su cuenta.
Antes de que la elfa pudiese contestarle, unos guturales gruñidos comenzaron a escucharse en la distancia, anunciando la llegada de un mal que pronto se cerniría sobre la hasta ahora tranquila Dundarak. Con un mal presentimiento y un escalofrío recorriéndole la espalda, la de ojos verdes entendió de qué se trataba, y sin perder ni un segundo bajó de su montura, para acto seguido buscar a toda prisa un lugar en que mantenerse oculta tanto ella como su caballo.
Tal como había imaginado, la presencia de Amaterasu en aquellas tierras no iba a traer nada bueno, la hechicera venía para hacer de las suyas y probablemente causar otra multitudinaria batalla como las de Terpoli o Roilkat, valiéndose de sus no muertos. - Vamos, escondeos antes de que lleguen. - instó con voz seria, dejando claro que aunque aún no había tratado con el segundo extraño, sabía perfectamente de su presencia. - Maldita sea, ¿qué hago ahora? - se preguntó a sí misma en un susurro. Lo último que buscaba era enfrentarse a la poderosa nigromante, no se acercaba ni de lejos a su nivel y de entrar en conflicto sin duda perdería, pero tampoco podía permitir que masacrase a los ciudadanos.
Ni siquiera Sammuel y los caballeros dragón podrían hacer frente a una interminable horda de no muertos, quizá los grandes encantadores de palacio pudiesen frenarlos pero eliminarlos resultaría de lo más complicado, sería mejor ir directamente al origen del problema. Apelar a la razón de una mujer que se divertía viendo morir a otros no valdría de nada, entonces, ¿cómo la detendría? No tenía idea, pero algo tendría que buscar de camino a la cima de la montaña, aunque para eso aún tendría que esperar un poco. En cuestión de un par de minutos, los primeros no muertos comenzaron a pasar cerca de donde se encontraba, pero por suerte no la descubrieron y siguieron su camino, avanzando como si de un desfile mortal se tratase.
Amaterasu no había escatimado en número, había tantos como para formar varios ejércitos, pero lo peor aún estaba por venir. Cuando finalmente los no muertos se alejaron de la zona en que se mantenía escondida, la parte más alta de la montaña se iluminó con las llamas de otro ser, un toro tan negro como la noche y con ascuas alrededor de su cuerpo, que pasó a toda velocidad dejando un visible rastro de fuego a su paso. Los ardientes ojos de la bestia estaban puestos en los imponentes muros que rodeaban la ciudad de los dragones, todo el mal se dirigía a Dundarak, y de llegar a ella podrían incluso acabar con cuantos allí se encontraban, pero Elen seguía pensando lo mismo, si Amaterasu los había soltado solo ella podría ordenarles que regresasen o se desvaneciesen, tenía que encontrarla y rápido.
En cuanto el peligro hubo pasado, la benjamina de los Calhoun abandonó su escondite y buscó con la mirada al par de extraños, no solo para comprobar que se encontrasen bien sino para hacerles la pregunta que podría liberarla en parte de la carga que tenía sobre los hombros. - ¿Hay alguien más en Dundarak? ¿tenéis allí a otros que puedan ayudar a Bio? - inquirió, al tiempo que tiraba de las riendas de su caballo y se subía a la silla. - No puedo descender ahora, intentar atravesar esa horda es casi un suicidio, debo hallar a quien los está enviando, una hechicera que se encuentra en lo alto de la montaña. - añadió, revelando parte de la información acerca de su conflictiva “hermana”.
Elen esperaría las respuestas antes de proseguir su camino a toda prisa, siguiendo el rastro de fuego que aquel extraño animal había dejado tras de sí, rastro que sin duda la conduciría hacia la nigromante.
Con la cabeza llena de ideas y estrategias a seguir, así como posibles escenarios y resultados, Elen continuó avanzando a buen paso, hasta que una amable vocecilla llamó su atención. Sombra se detuvo al momento, mientras su dueña giraba el rostro para ver a su recién llegada interlocutora, una muchacha de piel blanca, cabellos oscuros e intensa mirada verde. Los dibujos que tenía en la frente, mejillas y barbilla revelaban que se trataba de una elfa, lo que explicaba aquella rara sensación que la tensai comenzó a sentir minutos atrás. De forma automática, gracias al entrenamiento que Yennefer le había dado en Lunargenta, Elen era capaz de percibir los flujos de maná cuando éstos se encontraban cerca de ella, de ese modo se había percatado de la presencia de aquella mujer, pero no solo de ella, había alguien más, alguien a quien aún no había visto.
Sin embargo, las palabras de la elfa pronto se hicieron con toda su atención, en cuanto le preguntó si era la chica de los carteles de recompensa. La tensión se apoderó del cuerpo de la centinela por unos instantes, pero luego comprobó que aquella extraña no parecía interesada en atraparla para cobrar los 5000 aeros que daban por su cabeza sino todo lo contrario, quería saber cómo había logrado escapar de la prisión. Aquella pregunta la dejó un tanto confundida, pero pronto la muchacha arrojó algo más de luz al respecto, al contarle que tanto Bio como Lazid se encontraban en la ciudad de los dragones e iban a ser guillotinados.
Una mezcla entre sorpresa y preocupación se reflejó en su rostro, ¿cómo habían atrapado al vampiro? No había pasado mucho tiempo desde la última vez que se encontraron, pero seguramente su intento de limpiar su nombre había fracasado, quizá la gran encantadora no le hubiese permitido explicarse. Todo era culpa suya, Bio simplemente había decidido ayudarla y ahora estaba a punto de perder la vida, cosa que no podía permitir o recaería sobre su conciencia. - ¿Cómo han podido atrapar a Bio? ¿Cuándo ha ocurrido eso? - preguntó con rapidez, ignorando el hecho de que Lazid también estaba en peligro. El hombre lagarto no le importaba demasiado, era verdaderamente un ladrón y solo había accedido a entregarle el colgante para ahorrarse problemas, sabría buscar un modo de escapar por su cuenta.
Antes de que la elfa pudiese contestarle, unos guturales gruñidos comenzaron a escucharse en la distancia, anunciando la llegada de un mal que pronto se cerniría sobre la hasta ahora tranquila Dundarak. Con un mal presentimiento y un escalofrío recorriéndole la espalda, la de ojos verdes entendió de qué se trataba, y sin perder ni un segundo bajó de su montura, para acto seguido buscar a toda prisa un lugar en que mantenerse oculta tanto ella como su caballo.
Tal como había imaginado, la presencia de Amaterasu en aquellas tierras no iba a traer nada bueno, la hechicera venía para hacer de las suyas y probablemente causar otra multitudinaria batalla como las de Terpoli o Roilkat, valiéndose de sus no muertos. - Vamos, escondeos antes de que lleguen. - instó con voz seria, dejando claro que aunque aún no había tratado con el segundo extraño, sabía perfectamente de su presencia. - Maldita sea, ¿qué hago ahora? - se preguntó a sí misma en un susurro. Lo último que buscaba era enfrentarse a la poderosa nigromante, no se acercaba ni de lejos a su nivel y de entrar en conflicto sin duda perdería, pero tampoco podía permitir que masacrase a los ciudadanos.
Ni siquiera Sammuel y los caballeros dragón podrían hacer frente a una interminable horda de no muertos, quizá los grandes encantadores de palacio pudiesen frenarlos pero eliminarlos resultaría de lo más complicado, sería mejor ir directamente al origen del problema. Apelar a la razón de una mujer que se divertía viendo morir a otros no valdría de nada, entonces, ¿cómo la detendría? No tenía idea, pero algo tendría que buscar de camino a la cima de la montaña, aunque para eso aún tendría que esperar un poco. En cuestión de un par de minutos, los primeros no muertos comenzaron a pasar cerca de donde se encontraba, pero por suerte no la descubrieron y siguieron su camino, avanzando como si de un desfile mortal se tratase.
Amaterasu no había escatimado en número, había tantos como para formar varios ejércitos, pero lo peor aún estaba por venir. Cuando finalmente los no muertos se alejaron de la zona en que se mantenía escondida, la parte más alta de la montaña se iluminó con las llamas de otro ser, un toro tan negro como la noche y con ascuas alrededor de su cuerpo, que pasó a toda velocidad dejando un visible rastro de fuego a su paso. Los ardientes ojos de la bestia estaban puestos en los imponentes muros que rodeaban la ciudad de los dragones, todo el mal se dirigía a Dundarak, y de llegar a ella podrían incluso acabar con cuantos allí se encontraban, pero Elen seguía pensando lo mismo, si Amaterasu los había soltado solo ella podría ordenarles que regresasen o se desvaneciesen, tenía que encontrarla y rápido.
En cuanto el peligro hubo pasado, la benjamina de los Calhoun abandonó su escondite y buscó con la mirada al par de extraños, no solo para comprobar que se encontrasen bien sino para hacerles la pregunta que podría liberarla en parte de la carga que tenía sobre los hombros. - ¿Hay alguien más en Dundarak? ¿tenéis allí a otros que puedan ayudar a Bio? - inquirió, al tiempo que tiraba de las riendas de su caballo y se subía a la silla. - No puedo descender ahora, intentar atravesar esa horda es casi un suicidio, debo hallar a quien los está enviando, una hechicera que se encuentra en lo alto de la montaña. - añadió, revelando parte de la información acerca de su conflictiva “hermana”.
Elen esperaría las respuestas antes de proseguir su camino a toda prisa, siguiendo el rastro de fuego que aquel extraño animal había dejado tras de sí, rastro que sin duda la conduciría hacia la nigromante.
Elen Calhoun
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Re: [Gremios] [Inf-Lad] Montañas: Sentencia demoníaca en Dundarak
Miré una vez más hacia la ciudad con la esperanza de que el resto de informantes pudieran seguir con la misión sin mi ayuda, esperaba que sin importar las circunstancias Bio fuese liberado de probar el filo de una fría hoja metálica en una cruel escena que disfrutarían la mayor parte de los espectadores.
Una vez preparado, me dispuse a seguir los pasos de Xana quien avanzaba silenciosamente a través del terreno, y al igual que ella, me mantuve desplazándome con el sigilo de una sombra; de esa forma logramos alcanzar al enigmático personaje quien por el momento no parecía notar nuestra presencia.
Finalmente logré esconderme detrás de una roca donde también se encontraba Xana, ahí esperaba entender cuáles eran las intenciones de ella, así que miré con atención a la persona a quien perseguimos y descubrí que se trataba de una mujer, pero lo más interesante fue que al observar su rostro decorado con una cicatriz, pude descubrir… No, nada, todavía no tenía la menor idea de qué quería la elfa.
Estando ahí no pude evitar pensar que estábamos perdiendo nuestro valioso tiempo y eso me resultaba algo desesperante, así que me pareció viable volver a lo que era importante, no obstante, cambié de parecer cuando finalmente Xana reveló un dato importante; mi curiosidad despertó en ese mismo instante, sin embargo debíamos idear la mejor manera de interactuar con aquella mujer ya que 5000 aeros sólo podía significar peligro.
Una vez pensado en algo decidí compartir mi idea -Xana, creo que antes debemos…- Susurré pero antes de terminar la oración descubrí que la elfa ya no se encontraba a mi lado sino al frente de la peligrosa Elen Calhoun -(¡Oh no! ¿Acaso perdió la cabeza?)- Fue lo único que pude pensar al momento ya que lo normal era nunca ser descubierto por la persona a quien sigues en secreto, y mucho menos si esa persona es famosa por ser peligrosa.
Sin importar lo que pasara yo continué escondido tras la roca donde podía escuchar claramente la conversación de las chicas; si Xana necesitaba mi ayuda no dudaría en actuar, pero hasta entonces me mantendría en las sombras, no obstante, algo hizo que me levantara un poco para mirar; al parecer Elen no escapaba de los dragones, en realidad ni siquiera sabía lo que estaba sucediendo en la ciudad, lo cual era decepcionante -Espera…- Contestó Xana quien parecía estar un poco confundida -¿No lo sabías? Bio y…- Antes de que pudiera terminar de expresarse fue interrumpida por algo que provenía desde la cima de la montaña.
Repentinamente todo dio un giro inesperado cuando empezó a escucharse unos escalofriantes sonidos guturales y el aire fue contaminado por una extraña sensación de muerte -(¿Pero qué sucede?)- Me pregunté mientras sentía un mal presentimiento; algo bueno no iba a pasar y lo mejor era estar preparado para lo que sea que fuese a suceder.
En ese mismo instante escuché la voz de Elen quien parecía estar al tanto de mi presencia, pero ¿Cómo lo sabía? ¿Acaso yo era tan mal espía? Aunque quería descubrir las respuestas, eso quedaría para después cuando no estuviéramos en peligro.
Salí de mi escondite para observar al par de chicas y luego fijé mi mirada hacia la cima de la montaña de donde descendía un gran ejército de criaturas que por desgracia se podían considerar “no muertos” -¡Xana, ven!- Grité señalando un árbol que parecía ser el más alto y resistente; huir hacia uno de los lados tal vez tomaría demasiado tiempo, así que lo único en lo que pude pensar fue sólo en escalar.
Fue más complicado de lo que esperaba pero por suerte logré situarme rápidamente en una de las ramas más altas del árbol mientras que la elfa se colocó un poco más al centro, aunque ésta, además de estar asustada como cualquiera, parecía ser la más afectada ya que la oscuridad del pasado del que trataba de escapar todavía la perseguía como una maldición.
Finalmente la multitud de esqueletos y no muertos pasaron debajo de nosotros avanzando hacia la ciudad y afortunadamente ninguno se fijó en otra cosa que no fuese su destino, sin embargo lo peor estaba por venir -¡Rauko, salgamos de aquí!- Gritó Xana completamente angustiada mientras descendía rápidamente.
Era demasiado que procesar y me era difícil asimilar todo lo que sucedía, pero antes de eso quedé atónito al sentir un repentino calor y ver a un temible toro tan oscuro como una sombra pero con un aura incandescente a su alrededor que podría convertir cualquier cosa en cenizas. Aquella intimidante criatura se desplazaba a una gran velocidad con rumbo a la ciudad, y por desgracia me encontraba en medio del camino.
Bajé del árbol lo más rápido posible mientras que la muerte se acercaba en forma de toro y cuando finalmente toqué el suelo me dirigí hacia un lado corriendo con toda la velocidad que podían alcanzar mis piernas potenciadas por la adrenalina y los deseos por sobrevivir -¡¡Corre, Rauko, corre!!- Exclamaba Xana para alentarme en aquel momento decisivo.
Desafortunadamente el toro fue más rápido de lo que esperaba y cuando fue demasiado tarde descubrí que se encontraba apenas a un par de metros de distancia -¡No!- Grité para luego tropezar con mis propias piernas y caer al suelo al tiempo que el flamígero demonio pasaba tan cerca de mí que pude sentir la supremacía de su poder y el gran resplandor de sus llamas me hicieron experimentar un gran ardor en mis ojos.
Una vez que el peligro estuviera lejos, inmediatamente me alejé del rastro de llamas para luego tomar dos bolas de nieve y colocarlas sobre mis ojos que, a pesar de no haber sido alcanzados por el fuego, estaban adoloridos -¿Estás bien?- Escuché la voz de Xana con un evidente tono de preocupación -Sí, estoy bien. Dentro de unos segundos estaré como nuevo- Respondí con confianza para luego colocar mis manos directamente sobre mis ojos y así recuperarme como lo hacen los hijos del bosque.
En ese momento escuché otra voz que dejaría un par de preguntas en el aire y sería Xana quien las respondería -Sí, en este momento están haciendo lo posible para ayudarlo- Indicó la elfa sin dar más detalles de los necesarios. Elen por su parte quería dirigirse a la cima de la montaña para acabar con la raíz del problema, eso significaba que ella sabía quién era el culpable de todo.
Fue entonces cuando no pude evitar levantarme y expresar lo que sentía -No sé qué sucede, pero tú sí tienes idea y yo quiero ayudar- Le dije a Elen con un tono más serio que el de costumbre -Hay toda una ciudad en peligro y no puedo quedarme aquí como si no me importaran todas esas vidas- Indiqué tratando de que se entendieran mis deseos -Así que por favor, déjame ayudarte y te prometo que los salvaremos a todos- Dije con determinación, esperando que mi heroica propuesta fuese aceptada.
Una vez preparado, me dispuse a seguir los pasos de Xana quien avanzaba silenciosamente a través del terreno, y al igual que ella, me mantuve desplazándome con el sigilo de una sombra; de esa forma logramos alcanzar al enigmático personaje quien por el momento no parecía notar nuestra presencia.
Finalmente logré esconderme detrás de una roca donde también se encontraba Xana, ahí esperaba entender cuáles eran las intenciones de ella, así que miré con atención a la persona a quien perseguimos y descubrí que se trataba de una mujer, pero lo más interesante fue que al observar su rostro decorado con una cicatriz, pude descubrir… No, nada, todavía no tenía la menor idea de qué quería la elfa.
Estando ahí no pude evitar pensar que estábamos perdiendo nuestro valioso tiempo y eso me resultaba algo desesperante, así que me pareció viable volver a lo que era importante, no obstante, cambié de parecer cuando finalmente Xana reveló un dato importante; mi curiosidad despertó en ese mismo instante, sin embargo debíamos idear la mejor manera de interactuar con aquella mujer ya que 5000 aeros sólo podía significar peligro.
Una vez pensado en algo decidí compartir mi idea -Xana, creo que antes debemos…- Susurré pero antes de terminar la oración descubrí que la elfa ya no se encontraba a mi lado sino al frente de la peligrosa Elen Calhoun -(¡Oh no! ¿Acaso perdió la cabeza?)- Fue lo único que pude pensar al momento ya que lo normal era nunca ser descubierto por la persona a quien sigues en secreto, y mucho menos si esa persona es famosa por ser peligrosa.
Sin importar lo que pasara yo continué escondido tras la roca donde podía escuchar claramente la conversación de las chicas; si Xana necesitaba mi ayuda no dudaría en actuar, pero hasta entonces me mantendría en las sombras, no obstante, algo hizo que me levantara un poco para mirar; al parecer Elen no escapaba de los dragones, en realidad ni siquiera sabía lo que estaba sucediendo en la ciudad, lo cual era decepcionante -Espera…- Contestó Xana quien parecía estar un poco confundida -¿No lo sabías? Bio y…- Antes de que pudiera terminar de expresarse fue interrumpida por algo que provenía desde la cima de la montaña.
Repentinamente todo dio un giro inesperado cuando empezó a escucharse unos escalofriantes sonidos guturales y el aire fue contaminado por una extraña sensación de muerte -(¿Pero qué sucede?)- Me pregunté mientras sentía un mal presentimiento; algo bueno no iba a pasar y lo mejor era estar preparado para lo que sea que fuese a suceder.
En ese mismo instante escuché la voz de Elen quien parecía estar al tanto de mi presencia, pero ¿Cómo lo sabía? ¿Acaso yo era tan mal espía? Aunque quería descubrir las respuestas, eso quedaría para después cuando no estuviéramos en peligro.
Salí de mi escondite para observar al par de chicas y luego fijé mi mirada hacia la cima de la montaña de donde descendía un gran ejército de criaturas que por desgracia se podían considerar “no muertos” -¡Xana, ven!- Grité señalando un árbol que parecía ser el más alto y resistente; huir hacia uno de los lados tal vez tomaría demasiado tiempo, así que lo único en lo que pude pensar fue sólo en escalar.
Fue más complicado de lo que esperaba pero por suerte logré situarme rápidamente en una de las ramas más altas del árbol mientras que la elfa se colocó un poco más al centro, aunque ésta, además de estar asustada como cualquiera, parecía ser la más afectada ya que la oscuridad del pasado del que trataba de escapar todavía la perseguía como una maldición.
Finalmente la multitud de esqueletos y no muertos pasaron debajo de nosotros avanzando hacia la ciudad y afortunadamente ninguno se fijó en otra cosa que no fuese su destino, sin embargo lo peor estaba por venir -¡Rauko, salgamos de aquí!- Gritó Xana completamente angustiada mientras descendía rápidamente.
Era demasiado que procesar y me era difícil asimilar todo lo que sucedía, pero antes de eso quedé atónito al sentir un repentino calor y ver a un temible toro tan oscuro como una sombra pero con un aura incandescente a su alrededor que podría convertir cualquier cosa en cenizas. Aquella intimidante criatura se desplazaba a una gran velocidad con rumbo a la ciudad, y por desgracia me encontraba en medio del camino.
Bajé del árbol lo más rápido posible mientras que la muerte se acercaba en forma de toro y cuando finalmente toqué el suelo me dirigí hacia un lado corriendo con toda la velocidad que podían alcanzar mis piernas potenciadas por la adrenalina y los deseos por sobrevivir -¡¡Corre, Rauko, corre!!- Exclamaba Xana para alentarme en aquel momento decisivo.
Desafortunadamente el toro fue más rápido de lo que esperaba y cuando fue demasiado tarde descubrí que se encontraba apenas a un par de metros de distancia -¡No!- Grité para luego tropezar con mis propias piernas y caer al suelo al tiempo que el flamígero demonio pasaba tan cerca de mí que pude sentir la supremacía de su poder y el gran resplandor de sus llamas me hicieron experimentar un gran ardor en mis ojos.
Una vez que el peligro estuviera lejos, inmediatamente me alejé del rastro de llamas para luego tomar dos bolas de nieve y colocarlas sobre mis ojos que, a pesar de no haber sido alcanzados por el fuego, estaban adoloridos -¿Estás bien?- Escuché la voz de Xana con un evidente tono de preocupación -Sí, estoy bien. Dentro de unos segundos estaré como nuevo- Respondí con confianza para luego colocar mis manos directamente sobre mis ojos y así recuperarme como lo hacen los hijos del bosque.
En ese momento escuché otra voz que dejaría un par de preguntas en el aire y sería Xana quien las respondería -Sí, en este momento están haciendo lo posible para ayudarlo- Indicó la elfa sin dar más detalles de los necesarios. Elen por su parte quería dirigirse a la cima de la montaña para acabar con la raíz del problema, eso significaba que ella sabía quién era el culpable de todo.
Fue entonces cuando no pude evitar levantarme y expresar lo que sentía -No sé qué sucede, pero tú sí tienes idea y yo quiero ayudar- Le dije a Elen con un tono más serio que el de costumbre -Hay toda una ciudad en peligro y no puedo quedarme aquí como si no me importaran todas esas vidas- Indiqué tratando de que se entendieran mis deseos -Así que por favor, déjame ayudarte y te prometo que los salvaremos a todos- Dije con determinación, esperando que mi heroica propuesta fuese aceptada.
Rauko
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Re: [Gremios] [Inf-Lad] Montañas: Sentencia demoníaca en Dundarak
Ya estaba bien de engendrar no muertos. Un demonio toro y una horda de más de cien insurrectos era suficiente para pasar un buen rato y divertirse con el espectáculo desde lo alto de la ciudad. Se acercó al borde del precipicio, desde donde podía vislumbrar toda la ciudad. Era ya completamente de noche y la brisa de la montaña hacía que su melena se desplazase por completo de lado a lado. Desde allí también veía como la enorme línea de fuego descendía hacia la ciudad. Para ser aún más macabra, comenzó a tararear una conocida canción.
-Watch the flames burn over and over the mountain side. – tarareaba, mientras danzaba al borde del precipicio, observando al toro flamígero incendiar todo. - I see fire inside the mountain. I see fire burning the trees. I see fire and blood in the breeze. And I hope that you remember me.
Mientras todavía seguía cantando, sintió por fin a su espalda a quien llevaba un buen rato esperando. Alguien había llegado hasta aquel pequeño saliente en la montaña a pesar de probablemente haberse encontrado al ejército de no muertos y al demonio toro justo en dirección opuesta. La “revividora”, como se la conocía comúnmente, rió ante este hecho y sin darse la vuelta para recibir a sus nuevos invitados
-Elen, querida. ¿Qué haces aquí? – preguntó de espaldas. – Te dije que te vería en isla volcánica. ¿Crees que este es lugar para tratar "nuestros asuntos"? – le expresó sin darse la vuelta, de momento tranquila. Más de lo que acostumbraba. Esperaba algún comentario por parte de la joven.
La centinela finalmente se giró, mostrando su rostro por primera vez a Elen Calhoun. La tensái podría observar la corona astada sobre su cabeza, objeto equivalente al medallón solar y que funciona como uno de las cuatro reliquias que convertían a sus portadores en centinelas.
-Antes de que empiece el espectáculo en Dundarak, aprovecho para decir que siento el latir de un poderoso objeto mágico en las proximidades. – explicó – Pero lamento decir que el poseedor es indigno del poder que otorga. – dijo sin referirse a nadie en concreto. – Aquel que no se considere merecedor de dicho poder, que dé un paso al frente y me entregue el objeto. – Indicó levantando el índice, sin dejar de caminar y con rostro desafiante, sin referirse a nada en particular ni a ningún objeto en lo personal. Cada cual de los presentes tendría que interpretar aquel comentario. Y es que a la nigromante le gustaba poner a prueba. Sólo los dioses sabían lo que había en la retorcida cabeza de aquella terrible mujer. – Y bien, ¿alguien tiene algo que decir?
Se hizo un silencio durante unos instantes. Aquella mujer imponía demasiado y su mera presencia inspiraba un aura morada con sabor a muerte. ¿Qué era lo que quería la nigromante…? ¿Se refería al medallón solar?
Continuad vuestro ascenso hasta la cima. Cada vez notaréis menos enemigos no muertos hasta que dejarán de aparecer.
Una vez arriba os encontraréis con Amaterasu. Es una mujer bastante… peculiar. Y es increíblemente poderosa. Probablemente uno de los personajes más poderosos de Aerandir. Responded mal y os atacará. Sed cuidadosos con vuestras respuestas. Ninguno de los dos podrá hacer nada contra sus poderes, así que más os vale seguirle el juego ya que no os interesa entrar en combate con ella. No obstante, siempre tenéis la libertad de hacerlo, y si decidís esto, tendréis que lanzar una runa.
Elen: Por fin te ves las caras con la más poderosa de los centinelas. Recuerda las palabras textuales de Tarivius sobre Amaterasu: “Por supuesto, jamás le dediques una mala cara o le lleves la contraria sobre cualquier cosa que haga, aunque sean masacres como la de Térpoli.” Conoces su psicología. Tú decides como actuar, tienes libertad para ello. La manera en la que te desenvuelvas estos hilos afectará drásticamente a tu quest personal con ella.
Rauko: Tú y Xana desde el principio habéis optado por una opción más sigilosa. A ti te doy la opción de presentarte junto a Elen a la nigromante o de ocultarte tras una roca. En cualquier caso, escucharéis las palabras de la nigromante y debéis decidir si actuar o no. Tienes el control total sobre Xana.
-Watch the flames burn over and over the mountain side. – tarareaba, mientras danzaba al borde del precipicio, observando al toro flamígero incendiar todo. - I see fire inside the mountain. I see fire burning the trees. I see fire and blood in the breeze. And I hope that you remember me.
- Canción:
Mientras todavía seguía cantando, sintió por fin a su espalda a quien llevaba un buen rato esperando. Alguien había llegado hasta aquel pequeño saliente en la montaña a pesar de probablemente haberse encontrado al ejército de no muertos y al demonio toro justo en dirección opuesta. La “revividora”, como se la conocía comúnmente, rió ante este hecho y sin darse la vuelta para recibir a sus nuevos invitados
-Elen, querida. ¿Qué haces aquí? – preguntó de espaldas. – Te dije que te vería en isla volcánica. ¿Crees que este es lugar para tratar "nuestros asuntos"? – le expresó sin darse la vuelta, de momento tranquila. Más de lo que acostumbraba. Esperaba algún comentario por parte de la joven.
La centinela finalmente se giró, mostrando su rostro por primera vez a Elen Calhoun. La tensái podría observar la corona astada sobre su cabeza, objeto equivalente al medallón solar y que funciona como uno de las cuatro reliquias que convertían a sus portadores en centinelas.
-Antes de que empiece el espectáculo en Dundarak, aprovecho para decir que siento el latir de un poderoso objeto mágico en las proximidades. – explicó – Pero lamento decir que el poseedor es indigno del poder que otorga. – dijo sin referirse a nadie en concreto. – Aquel que no se considere merecedor de dicho poder, que dé un paso al frente y me entregue el objeto. – Indicó levantando el índice, sin dejar de caminar y con rostro desafiante, sin referirse a nada en particular ni a ningún objeto en lo personal. Cada cual de los presentes tendría que interpretar aquel comentario. Y es que a la nigromante le gustaba poner a prueba. Sólo los dioses sabían lo que había en la retorcida cabeza de aquella terrible mujer. – Y bien, ¿alguien tiene algo que decir?
Se hizo un silencio durante unos instantes. Aquella mujer imponía demasiado y su mera presencia inspiraba un aura morada con sabor a muerte. ¿Qué era lo que quería la nigromante…? ¿Se refería al medallón solar?
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Continuad vuestro ascenso hasta la cima. Cada vez notaréis menos enemigos no muertos hasta que dejarán de aparecer.
Una vez arriba os encontraréis con Amaterasu. Es una mujer bastante… peculiar. Y es increíblemente poderosa. Probablemente uno de los personajes más poderosos de Aerandir. Responded mal y os atacará. Sed cuidadosos con vuestras respuestas. Ninguno de los dos podrá hacer nada contra sus poderes, así que más os vale seguirle el juego ya que no os interesa entrar en combate con ella. No obstante, siempre tenéis la libertad de hacerlo, y si decidís esto, tendréis que lanzar una runa.
Elen: Por fin te ves las caras con la más poderosa de los centinelas. Recuerda las palabras textuales de Tarivius sobre Amaterasu: “Por supuesto, jamás le dediques una mala cara o le lleves la contraria sobre cualquier cosa que haga, aunque sean masacres como la de Térpoli.” Conoces su psicología. Tú decides como actuar, tienes libertad para ello. La manera en la que te desenvuelvas estos hilos afectará drásticamente a tu quest personal con ella.
Rauko: Tú y Xana desde el principio habéis optado por una opción más sigilosa. A ti te doy la opción de presentarte junto a Elen a la nigromante o de ocultarte tras una roca. En cualquier caso, escucharéis las palabras de la nigromante y debéis decidir si actuar o no. Tienes el control total sobre Xana.
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Re: [Gremios] [Inf-Lad] Montañas: Sentencia demoníaca en Dundarak
La elfa no tardó en responder a sus preguntas, asegurando que sí tenían a más aliados en la ciudad de los dragones, y que en aquel mismo momento éstos intentaban ayudar al vampiro a escapar de la soga. Aquellas palabras la tranquilizaron un poco, pero ¿serían capaces de rescatar a Bio estando, como suponía, la gran encantadora de por medio? Sammuel ya se había visto muy comprometido durante el enfrentamiento a las puertas de palacio y probablemente ni él ni sus hombres pudiesen hacer nada al respecto, hecho que complicaría las cosas, sobre todo si Abbey dejaba a los caballeros a la vista de todos, donde no pudiesen actuar sin ser tildados de traidores.
Después de la humillación recibida, la hechicera de rojizos cabellos no dejaría nada al azar, sin duda tendría todo muy bien planeado para cobrar venganza, pero Elen confiaba en que al igual que la vez anterior, no se saliese con la suya. Desviando el rostro hacia un lado, la centinela pudo por fin ver quién era el segundo extraño al que había percibido, un elfo de cabellos muy semejantes a los suyos, al menos en color. A pesar de no entender qué estaba ocurriendo exactamente, ni de dónde habían salido todos aquellos no muertos y el toro flamígero, el joven se ofreció inmediatamente a ayudarla, alegando que no podía quedarse de brazos cruzados mientras un montón de vidas corrían peligro.
La tensai se lo pensó durante unos segundos, ¿sería buena idea llevar consigo a dos completos extraños cuando planeaba encontrarse con Amaterasu? La nigromante no destacaba por ser amable precisamente, ya de por sí a ella la había instado a buscar al inmortal para, palabras textuales, no matarla en cuanto la viese. Podría estarlos exponiendo a un peligro demasiado grande, pero por otro lado, dejar que volviesen a la ciudad cruzando por entre los ejércitos de la centinela del norte o que esperasen allí, expuestos ante otras posibles criaturas, podría llegar a ser igual de arriesgado. Quizá mientras se mantuviesen con ella y no provocasen a la revividora todo marchase bien.
- Podéis acompañarme, pero tened esto en cuenta… la mujer que envía a esos seres no es una hechicera cualquiera, no se os ocurra provocarla ni llevarle la contraria u os matará. - advirtió con tono serio, consciente de que Amaterasu no mostraría piedad alguna con aquellos que osasen desafiarla. Ni siquiera ella se atrevería a hacerlo, pues sabía perfectamente que los poderes de la nigromante eran muy superiores a los suyos y de enfrentarse con ella terminaría corriendo el mismo y fatal destino que cualquier otra persona. Además la necesitaba, era la más efectiva de los cuatro con diferencia, y tras el accidentado camino que había tenido que recorrer para dar con Vladimir, la de ojos verdes esperaba enfocar este segundo encuentro entre centinelas de la forma más pacífica posible.
“Jamás le dediques una mala cara o le lleves la contraria sobre cualquier cosa que haga, aunque sean masacres como la de Terpoli.” Las palabras del anciano Tarivius resonaban en su cabeza, pero a decir verdad, la benjamina de los Calhoun no tenía idea de cómo podría mantener la calma ante una situación así, en la que no solo sus aliados corrían peligro, sino una ciudad entera. ¿Habría alguna forma de convencer a la nigromante de que retirase a su horda? Seguramente no, pero tendría que intentarlo, aunque no sabía cómo. Lo único que Elen tenía a su favor era haber cumplido la petición de la bruja, había dado con el paradero del inmortal después de todo el tiempo que éste llevaba desaparecido, pero quizá ni eso fuese lo suficientemente interesante para distraer a Amaterasu de su objeto de diversión.
- Démonos prisa. - instó, con el oscuro manto de la noche ya sobre su cabeza. Concentrando su eléctrico elemento, la de cabellos cenicientos creó un brillante orbe de energía que flotó hasta situarse por delante de su montura, a modo de luz guía. Una vez hecho esto inició la marcha a paso ligero pero sin dejar demasiado atrás al par de elfos que ahora se habían convertido en sus compañeros, tratando de esquivar la ruta en llamas para no toparse directamente con los no muertos que aún quedaban en el camino. Cuando éstos terminaron de pasar, Elen dirigió a Sombra hacia la senda que había dejado el toro flamígero y se mantuvo cerca de los demás, al menos hasta que atisbó la figura de la poderosa hechicera, danzando al borde del precipicio.
Muchas veces se había preguntado si algún día llegaría a ser tan eficaz como ella, pero la inquietud que cobraba fuerza dentro de su cabeza no era esa, no le preocupaba no lograr un poder equiparable al de Amaterasu, sino corromperse del mismo modo en que ella lo había hecho. La risa de la nigromante fue lo primero que alcanzó a escuchar, antes de que ésta se dirigiese a ella, sin dejar de darle la espalda. - Ese era el plan, pero viendo el despliegue de fuerzas que has desatado aquí comprenderás que no pude resistirme a venir. - respondió la joven con tranquilidad, al tiempo que desmontaba y dejaba su caballo en una posición ligeramente atrasada con respecto a la suya, por seguridad.
Cuando finalmente la nigromante decidió girarse hacia ella, los verdes ojos de la tensai recorrieron el rostro de su “hermana”, para luego centrarse en la corona que portaba sobre su oscura melena. Sin duda imponía respeto, Amaterasu era ese tipo de persona a la que no se te ocurriría tomarle el pelo ni ofenderla, y el flujo de maná que la rodeaba era mucho más grande de lo que hubiese imaginado, pero no solo eso, podía percibir la oscuridad en él. Sin dejar que la benjamina de los Calhoun tuviese tiempo de añadir nada más, Amaterasu volvió a tomar la palabra, ésta vez para desvelar que percibía la presencia de un poderoso objeto en los alrededores, y que su portador no era digno de poseerlo, motivo por el cual exigía que se lo entregasen.
- ¿Pero qué…? - se preguntó interiormente la tensai de aire, pensando que se refería a ella y por tanto, al medallón solar. ¿Indigna de llevarlo? ¿De verdad la consideraba así? Ella había tenido que luchar mucho para obtener su reliquia, y aunque debía admitir que había tenido algo de ayuda, consideraba que eso no quitaba mérito a su esfuerzo. La muerte de Tarivius aún pesaba sobre su consciencia, había sido un gran precio a pagar para conseguir su objetivo y tener la oportunidad de enfrentar a sus mayores demonios, pero el anciano la había elegido por algo, y ella no iba a defraudarle ni mucho menos a rendirse tan pronto.
Sin moverse de su sitio, Elen consideró los posibles motivos de la nigromante para querer hacerse con otra de las cuatro reliquias, pero al no dar con ninguno razonable comenzó a preguntarse si no se estaría refiriendo a sus acompañantes. ¿Portaban algo de valor que pudiese querer? Eso estaba por descubrirse.
Off: Epic like a la versión de I see fire de peter hollens *-*
Después de la humillación recibida, la hechicera de rojizos cabellos no dejaría nada al azar, sin duda tendría todo muy bien planeado para cobrar venganza, pero Elen confiaba en que al igual que la vez anterior, no se saliese con la suya. Desviando el rostro hacia un lado, la centinela pudo por fin ver quién era el segundo extraño al que había percibido, un elfo de cabellos muy semejantes a los suyos, al menos en color. A pesar de no entender qué estaba ocurriendo exactamente, ni de dónde habían salido todos aquellos no muertos y el toro flamígero, el joven se ofreció inmediatamente a ayudarla, alegando que no podía quedarse de brazos cruzados mientras un montón de vidas corrían peligro.
La tensai se lo pensó durante unos segundos, ¿sería buena idea llevar consigo a dos completos extraños cuando planeaba encontrarse con Amaterasu? La nigromante no destacaba por ser amable precisamente, ya de por sí a ella la había instado a buscar al inmortal para, palabras textuales, no matarla en cuanto la viese. Podría estarlos exponiendo a un peligro demasiado grande, pero por otro lado, dejar que volviesen a la ciudad cruzando por entre los ejércitos de la centinela del norte o que esperasen allí, expuestos ante otras posibles criaturas, podría llegar a ser igual de arriesgado. Quizá mientras se mantuviesen con ella y no provocasen a la revividora todo marchase bien.
- Podéis acompañarme, pero tened esto en cuenta… la mujer que envía a esos seres no es una hechicera cualquiera, no se os ocurra provocarla ni llevarle la contraria u os matará. - advirtió con tono serio, consciente de que Amaterasu no mostraría piedad alguna con aquellos que osasen desafiarla. Ni siquiera ella se atrevería a hacerlo, pues sabía perfectamente que los poderes de la nigromante eran muy superiores a los suyos y de enfrentarse con ella terminaría corriendo el mismo y fatal destino que cualquier otra persona. Además la necesitaba, era la más efectiva de los cuatro con diferencia, y tras el accidentado camino que había tenido que recorrer para dar con Vladimir, la de ojos verdes esperaba enfocar este segundo encuentro entre centinelas de la forma más pacífica posible.
“Jamás le dediques una mala cara o le lleves la contraria sobre cualquier cosa que haga, aunque sean masacres como la de Terpoli.” Las palabras del anciano Tarivius resonaban en su cabeza, pero a decir verdad, la benjamina de los Calhoun no tenía idea de cómo podría mantener la calma ante una situación así, en la que no solo sus aliados corrían peligro, sino una ciudad entera. ¿Habría alguna forma de convencer a la nigromante de que retirase a su horda? Seguramente no, pero tendría que intentarlo, aunque no sabía cómo. Lo único que Elen tenía a su favor era haber cumplido la petición de la bruja, había dado con el paradero del inmortal después de todo el tiempo que éste llevaba desaparecido, pero quizá ni eso fuese lo suficientemente interesante para distraer a Amaterasu de su objeto de diversión.
- Démonos prisa. - instó, con el oscuro manto de la noche ya sobre su cabeza. Concentrando su eléctrico elemento, la de cabellos cenicientos creó un brillante orbe de energía que flotó hasta situarse por delante de su montura, a modo de luz guía. Una vez hecho esto inició la marcha a paso ligero pero sin dejar demasiado atrás al par de elfos que ahora se habían convertido en sus compañeros, tratando de esquivar la ruta en llamas para no toparse directamente con los no muertos que aún quedaban en el camino. Cuando éstos terminaron de pasar, Elen dirigió a Sombra hacia la senda que había dejado el toro flamígero y se mantuvo cerca de los demás, al menos hasta que atisbó la figura de la poderosa hechicera, danzando al borde del precipicio.
Muchas veces se había preguntado si algún día llegaría a ser tan eficaz como ella, pero la inquietud que cobraba fuerza dentro de su cabeza no era esa, no le preocupaba no lograr un poder equiparable al de Amaterasu, sino corromperse del mismo modo en que ella lo había hecho. La risa de la nigromante fue lo primero que alcanzó a escuchar, antes de que ésta se dirigiese a ella, sin dejar de darle la espalda. - Ese era el plan, pero viendo el despliegue de fuerzas que has desatado aquí comprenderás que no pude resistirme a venir. - respondió la joven con tranquilidad, al tiempo que desmontaba y dejaba su caballo en una posición ligeramente atrasada con respecto a la suya, por seguridad.
Cuando finalmente la nigromante decidió girarse hacia ella, los verdes ojos de la tensai recorrieron el rostro de su “hermana”, para luego centrarse en la corona que portaba sobre su oscura melena. Sin duda imponía respeto, Amaterasu era ese tipo de persona a la que no se te ocurriría tomarle el pelo ni ofenderla, y el flujo de maná que la rodeaba era mucho más grande de lo que hubiese imaginado, pero no solo eso, podía percibir la oscuridad en él. Sin dejar que la benjamina de los Calhoun tuviese tiempo de añadir nada más, Amaterasu volvió a tomar la palabra, ésta vez para desvelar que percibía la presencia de un poderoso objeto en los alrededores, y que su portador no era digno de poseerlo, motivo por el cual exigía que se lo entregasen.
- ¿Pero qué…? - se preguntó interiormente la tensai de aire, pensando que se refería a ella y por tanto, al medallón solar. ¿Indigna de llevarlo? ¿De verdad la consideraba así? Ella había tenido que luchar mucho para obtener su reliquia, y aunque debía admitir que había tenido algo de ayuda, consideraba que eso no quitaba mérito a su esfuerzo. La muerte de Tarivius aún pesaba sobre su consciencia, había sido un gran precio a pagar para conseguir su objetivo y tener la oportunidad de enfrentar a sus mayores demonios, pero el anciano la había elegido por algo, y ella no iba a defraudarle ni mucho menos a rendirse tan pronto.
Sin moverse de su sitio, Elen consideró los posibles motivos de la nigromante para querer hacerse con otra de las cuatro reliquias, pero al no dar con ninguno razonable comenzó a preguntarse si no se estaría refiriendo a sus acompañantes. ¿Portaban algo de valor que pudiese querer? Eso estaba por descubrirse.
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Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: [Gremios] [Inf-Lad] Montañas: Sentencia demoníaca en Dundarak
Después de que mis palabras fuesen escuchadas, esperaba que la peliblanca se impresionara ante mi noble corazón y mi heroica valentía para enfrentar al mal que amenazaba la ciudad de Dundarak, sin embargo ella se tomó su tiempo pensando antes de responderme -(No puede ser, ella cree que soy un inútil)- Pensé sin hacer más que esperar el fin del incómodo silencio que ahora reinaba en el ambiente.
Finalmente Elen me dejó escuchar su respuesta la cual me pareció algo como “solo me pareces un completo estorbo pero no quiero despreciarte”, aquello me pareció un poco decepcionante, tal vez debí expresarme de otra manera, aunque por lo menos logré conseguir un poco de información sobre los acontecimientos que tenían lugar en aquel momento.
Sabiendo que el responsable de la repentina aparición de un ejército de no muertos se trataba de una mujer, de inmediato comprendí que aquella nigromante poseía un enorme poder con el que fácilmente podría asesinarme, revivirme y volver a asesinarme sin que se le presentara algún problema; aquel detalle causó que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo, pues me gustaba cómo se sentía estar perfectamente vivo y no quería dejar de estarlo.
Desafortunadamente, la situación ameritaba arriesgarse para salvar a los habitantes de Dundarak, y aunque quisiera estar durmiendo cómodamente, gozando de un clima cálido y de un silencio relajante, opté por dejar de lado mis inseguridades para ayudar en lo que fuese necesario -Supongo que no tenemos de otra más que aceptar tus condiciones, así que haremos lo que pides mientras podamos detener la masacre- Dije para luego esperar sus siguientes órdenes.
Al principio me parecía algo absurdo no llevarle la contraria a la nigromante, pero luego lo entendí; no había manera de vencer en un combate, así que la mejor solución sería a través de un diálogo sin conflictos -(Espero que todo esto salga bien)- Pensé para luego iniciar nuestra caminata con la esperanza de lograr mis metas.
Repentinamente, antes de comenzar a movernos vi cómo de la nada apareció un orbe de energía que se colocó delante de nosotros -(¡No puede ser, nos atacan!)- Fue lo único que pensé mientras desenvainaba mi espada y me colocaba en una posición defensiva para enfrentar a la nueva amenaza, sin embargo toda preocupación fue en vano, al parecer el misterioso orbe había sido generado por Elen para que nos sirviera como una luz guía.
Al saber que no estábamos en peligro, guardé mi espada y traté de seguir con mi vida como si no hubiese pasado nada, pues había sido vergonzoso y ese comportamiento sin duda alguna le generaría a la peliblanca cierta desconfianza hacia mí, pero el lado positivo era que por lo menos ella sabría lo eficiente que podía ser mi capacidad de reacción.
Finalmente partimos hacia la cima de la montaña sin que se nos presentara algún problema, sin embargo se nos hacía difícil ignorar la multitud de no muertos que todavía descendían hacia la ciudad de los dragones -(¿De dónde aparecen tantos? ¿Acaso hay un cementerio cerca?)- Traté de buscar las respuestas a mis dudas pero no pude encontrar más que ideas escasas de lógica, debido a mi falta de conocimiento sobre el tema me era imposible saber la verdad.
Dejando esos detalles de lado, decidí centrarme en otras cosas, en la persona responsable del ataque de los no muertos -(¿Por qué hace esto? ¿Qué podría ganar? ¿Lo hace por voluntad propia o es obligada por algún clan?)- Por unos momentos me encontré sumergido en mis pensamientos; solo me percataba de la presencia de Elen quien guiaba mi camino -(Atacar una ciudad solamente le traerá problemas… Y Xana también se verá afectada con todo esto)- Pensé para luego mirar con preocupación a mi compañera cuyo futuro ahora era confuso.
Sin importar cual fuese el rumbo de Dundarak después del ataque, el odio hacia los nigromantes volvería a encenderse de la misma manera que lo había hecho en los corazones de todos aquellos que sufrieron en la batalla por Terpoli, por lo que se volvería inevitable el comienzo de una caza de nigromantes.
Muchos pensamientos pasaron por mi cabeza y por más que intentara justificar las acciones de la nigromante no pude encontrar más que razones para acabar con su vida, pues desde mi perspectiva ya no tenía derecho a ser perdonada; sin embargo no era momento de tomar decisiones precipitadas sin antes hablar con ella.
Después de un rato finalmente nos encontrábamos relativamente cerca de nuestro destino, era momento de prepararse para lo que sea que pudiese suceder -Ya estamos cerca, así que aquí nos separamos- Le Indiqué a Elen mientras me colocaba a su lado pero manteniendo un poco de distancia entre ambos, pues su caballo no parecía muy amigable -Creo que no se me haría sencillo interactuar con una demente, así que para evitar problemas mi compañera y yo nos esconderemos y observaremos desde las sombras, pero saldremos si necesitas nuestra ayuda- Expliqué para que la peliblanca supiera que no me convertiría en un estorbo pero que podía contar conmigo si fuese necesario.
Aunque creí que mi decisión sería la más acertada, Xana no parecía estar de acuerdo -¿Estás seguro?- Preguntó para luego acercarse a mí -Podemos hablar con la nigromante, tal vez puedas convencerla de detener el ataque. Aunque ella parezca una “demente”, tú eres muy bueno con las palabras y podrías hacerle entrar en razón- Explicó esperando con eso darme una alternativa, sin embargo me parecía una idea arriesgada ya que estábamos hablando de una mujer poderosa que no dudaría en asesinarnos si así lo quería.
No era tiempo para seguir hablando, así que debía utilizar la mejor elección de palabras para que al elfa aceptara mi decisión sin oponerse -Puede que tengas razón, pero es arriesgado, así que por ahora nos esconderemos; dependiendo de la actitud de la nigromante decidiremos si hablar con ella o no- La elfa todavía no estaba del todo de acuerdo con mi decisión pero terminó por resignarse para no perder más tiempo valioso. Dicho todo lo que había que decir procedimos a escabullirnos en la oscuridad hasta colocarnos detrás de unas rocas situadas en el mejor lugar para ser espectadores.
Una vez en posición, inmediatamente observé cada detalle del entorno para saber si el terreno era favorable para luchar y cuáles serían las mejores rutas de escape. Mientras tanto Elen llevaba a cabo una conversación con la nigromante, al parecer ambas mujeres ya se conocían desde mucho tiempo y eso llamó mi atención -(¡No puede ser, ambas son amigas de la infancia y planean ofrecerme como sacrificio!)- Entré en pánico, ahora entendía por qué la peliblanca era buscada en Dundarak.
Traté de tranquilizarme y dejar todas las paranoias para después, pero antes de lograrlo la nigromante hizo que la conversación se tornara algo intrigante -(¿Un objeto mágico?)- Me pregunté para luego revisar mis pertenencias.
Examiné mi colgante y éste no era especial así que fue descartado; mi ocarina tampoco era mágica así que tampoco se trataba de este instrumento; por último consideré la posibilidad de que el objeto de gran poder se trataba de la misteriosa pluma verde que todavía guardaba dentro de mi bolsa de aeros, pues ésta mostraba comportamientos extraños como susurrar cada cierto tiempo, pero después de un par de segundos descarté esa idea ya que no me sentía poderoso.
No había duda alguna de que yo no era la persona indigna de poseer un poder, así que fijé mi mirada en la peliblanca y examiné sus pertenencias, aunque no pude identificar lo que era mágico o común y corriente, pero gracias a las palabras de la nigromante comprendí que tal vez no era Elen, de otro modo hubiera quedado claro desde un principio -(Entonces… ¿Se refiere a Xana?)- Pensé para luego mirar desconcertado a la elfa quien al parecer era la protagonista de todo el misterio que se había generado en la escena.
Desafortunadamente Xana tenía sus propios planes y decidió entrar en acción -Lo siento, Rauko, pero detrás de una roca no salvarás a nadie. Debemos tomar riesgos para lograr nuestros objetivos- Susurró la elfa para luego prepararse para salir de nuestro escondite y revelar su presencia.
Finalmente Elen me dejó escuchar su respuesta la cual me pareció algo como “solo me pareces un completo estorbo pero no quiero despreciarte”, aquello me pareció un poco decepcionante, tal vez debí expresarme de otra manera, aunque por lo menos logré conseguir un poco de información sobre los acontecimientos que tenían lugar en aquel momento.
Sabiendo que el responsable de la repentina aparición de un ejército de no muertos se trataba de una mujer, de inmediato comprendí que aquella nigromante poseía un enorme poder con el que fácilmente podría asesinarme, revivirme y volver a asesinarme sin que se le presentara algún problema; aquel detalle causó que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo, pues me gustaba cómo se sentía estar perfectamente vivo y no quería dejar de estarlo.
Desafortunadamente, la situación ameritaba arriesgarse para salvar a los habitantes de Dundarak, y aunque quisiera estar durmiendo cómodamente, gozando de un clima cálido y de un silencio relajante, opté por dejar de lado mis inseguridades para ayudar en lo que fuese necesario -Supongo que no tenemos de otra más que aceptar tus condiciones, así que haremos lo que pides mientras podamos detener la masacre- Dije para luego esperar sus siguientes órdenes.
Al principio me parecía algo absurdo no llevarle la contraria a la nigromante, pero luego lo entendí; no había manera de vencer en un combate, así que la mejor solución sería a través de un diálogo sin conflictos -(Espero que todo esto salga bien)- Pensé para luego iniciar nuestra caminata con la esperanza de lograr mis metas.
Repentinamente, antes de comenzar a movernos vi cómo de la nada apareció un orbe de energía que se colocó delante de nosotros -(¡No puede ser, nos atacan!)- Fue lo único que pensé mientras desenvainaba mi espada y me colocaba en una posición defensiva para enfrentar a la nueva amenaza, sin embargo toda preocupación fue en vano, al parecer el misterioso orbe había sido generado por Elen para que nos sirviera como una luz guía.
Al saber que no estábamos en peligro, guardé mi espada y traté de seguir con mi vida como si no hubiese pasado nada, pues había sido vergonzoso y ese comportamiento sin duda alguna le generaría a la peliblanca cierta desconfianza hacia mí, pero el lado positivo era que por lo menos ella sabría lo eficiente que podía ser mi capacidad de reacción.
Finalmente partimos hacia la cima de la montaña sin que se nos presentara algún problema, sin embargo se nos hacía difícil ignorar la multitud de no muertos que todavía descendían hacia la ciudad de los dragones -(¿De dónde aparecen tantos? ¿Acaso hay un cementerio cerca?)- Traté de buscar las respuestas a mis dudas pero no pude encontrar más que ideas escasas de lógica, debido a mi falta de conocimiento sobre el tema me era imposible saber la verdad.
Dejando esos detalles de lado, decidí centrarme en otras cosas, en la persona responsable del ataque de los no muertos -(¿Por qué hace esto? ¿Qué podría ganar? ¿Lo hace por voluntad propia o es obligada por algún clan?)- Por unos momentos me encontré sumergido en mis pensamientos; solo me percataba de la presencia de Elen quien guiaba mi camino -(Atacar una ciudad solamente le traerá problemas… Y Xana también se verá afectada con todo esto)- Pensé para luego mirar con preocupación a mi compañera cuyo futuro ahora era confuso.
Sin importar cual fuese el rumbo de Dundarak después del ataque, el odio hacia los nigromantes volvería a encenderse de la misma manera que lo había hecho en los corazones de todos aquellos que sufrieron en la batalla por Terpoli, por lo que se volvería inevitable el comienzo de una caza de nigromantes.
Muchos pensamientos pasaron por mi cabeza y por más que intentara justificar las acciones de la nigromante no pude encontrar más que razones para acabar con su vida, pues desde mi perspectiva ya no tenía derecho a ser perdonada; sin embargo no era momento de tomar decisiones precipitadas sin antes hablar con ella.
Después de un rato finalmente nos encontrábamos relativamente cerca de nuestro destino, era momento de prepararse para lo que sea que pudiese suceder -Ya estamos cerca, así que aquí nos separamos- Le Indiqué a Elen mientras me colocaba a su lado pero manteniendo un poco de distancia entre ambos, pues su caballo no parecía muy amigable -Creo que no se me haría sencillo interactuar con una demente, así que para evitar problemas mi compañera y yo nos esconderemos y observaremos desde las sombras, pero saldremos si necesitas nuestra ayuda- Expliqué para que la peliblanca supiera que no me convertiría en un estorbo pero que podía contar conmigo si fuese necesario.
Aunque creí que mi decisión sería la más acertada, Xana no parecía estar de acuerdo -¿Estás seguro?- Preguntó para luego acercarse a mí -Podemos hablar con la nigromante, tal vez puedas convencerla de detener el ataque. Aunque ella parezca una “demente”, tú eres muy bueno con las palabras y podrías hacerle entrar en razón- Explicó esperando con eso darme una alternativa, sin embargo me parecía una idea arriesgada ya que estábamos hablando de una mujer poderosa que no dudaría en asesinarnos si así lo quería.
No era tiempo para seguir hablando, así que debía utilizar la mejor elección de palabras para que al elfa aceptara mi decisión sin oponerse -Puede que tengas razón, pero es arriesgado, así que por ahora nos esconderemos; dependiendo de la actitud de la nigromante decidiremos si hablar con ella o no- La elfa todavía no estaba del todo de acuerdo con mi decisión pero terminó por resignarse para no perder más tiempo valioso. Dicho todo lo que había que decir procedimos a escabullirnos en la oscuridad hasta colocarnos detrás de unas rocas situadas en el mejor lugar para ser espectadores.
Una vez en posición, inmediatamente observé cada detalle del entorno para saber si el terreno era favorable para luchar y cuáles serían las mejores rutas de escape. Mientras tanto Elen llevaba a cabo una conversación con la nigromante, al parecer ambas mujeres ya se conocían desde mucho tiempo y eso llamó mi atención -(¡No puede ser, ambas son amigas de la infancia y planean ofrecerme como sacrificio!)- Entré en pánico, ahora entendía por qué la peliblanca era buscada en Dundarak.
Traté de tranquilizarme y dejar todas las paranoias para después, pero antes de lograrlo la nigromante hizo que la conversación se tornara algo intrigante -(¿Un objeto mágico?)- Me pregunté para luego revisar mis pertenencias.
Examiné mi colgante y éste no era especial así que fue descartado; mi ocarina tampoco era mágica así que tampoco se trataba de este instrumento; por último consideré la posibilidad de que el objeto de gran poder se trataba de la misteriosa pluma verde que todavía guardaba dentro de mi bolsa de aeros, pues ésta mostraba comportamientos extraños como susurrar cada cierto tiempo, pero después de un par de segundos descarté esa idea ya que no me sentía poderoso.
No había duda alguna de que yo no era la persona indigna de poseer un poder, así que fijé mi mirada en la peliblanca y examiné sus pertenencias, aunque no pude identificar lo que era mágico o común y corriente, pero gracias a las palabras de la nigromante comprendí que tal vez no era Elen, de otro modo hubiera quedado claro desde un principio -(Entonces… ¿Se refiere a Xana?)- Pensé para luego mirar desconcertado a la elfa quien al parecer era la protagonista de todo el misterio que se había generado en la escena.
Desafortunadamente Xana tenía sus propios planes y decidió entrar en acción -Lo siento, Rauko, pero detrás de una roca no salvarás a nadie. Debemos tomar riesgos para lograr nuestros objetivos- Susurró la elfa para luego prepararse para salir de nuestro escondite y revelar su presencia.
Rauko
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Re: [Gremios] [Inf-Lad] Montañas: Sentencia demoníaca en Dundarak
Amaterasu quedó a la expectativa de la respuesta de alguno de los presentes. Confiando, por el bien de los jóvenes, que saliesen de su escondrijo. Sabía perfectamente que dos de los presentes se había escondido tras una roca. Ella como nigromante podía detectar la presencia de vida y de muerte, pero especialmente sentía aquel objeto poderoso fruto de su deseo.
-¿Qué pasa, Elen? ¿Te crees digna de llevar el medallón solar? – rió, ella sabía lo que buscaba, pero simplemente trataba de poner a prueba la autoestima de la joven Calhoun. Aguardó unos instantes para meterle mayores dudas y, cuando vio su férreo convencimiento, la tranquilizaría. – Relájate. Has mejorado desde que el viejo senil te regaló el medallón. Has encontrado a mi querido Vladimir. Y debo felicitarte por ello. – comentó.
En ese momento, Xana apareció en escena desde uno de los laterales de la plataforma. Algo temblorosa y sin decir nada. Había abandonado su escondrijo y se prestó a salir al frente. Con cierta cara de timidez dio un paso al frente para colocarse visible ante la centinela, que rápidamente sonrió. Ella justo a ella a quien buscaba. Y suerte tuvo en salir pues, de no haberlo hecho, Amaterasu probablemente se hubiese enfadado mucho.
-Oh, pequeña, ¿Te has dado por aludida? Muy astuta. Y también, muy valiente. – sonrió pícaramente, creando una señal de humo morada que salió de su mano y la envió con un toque sutil hacia Xana a la que enseguida envolvió. Girando alrededor de ella y aprisionándola con fuerza. Impidiéndole el movimiento. Esto hizo gemir a la pobre elfa. – Dime, ¿quién eres? – la nigromante se había fijado en su espalda. Portaba un báculo de calavera, cuyos ojos ahora brillaban. - ¿Y por qué llevas un cetro nigromántico?
-Lo… Lo tomé de mi c-clan. – comentó temerosa, tratando de erguirse para poder respirar de la opresión a la que la sometía aquella sombra. – E…llos. Yo…. Utilizamos la nigro…mancia… pero yo… quiero olvidarla.
-¡¿Tú una nigromante?! – comenzó a reírse a plena carcajada. El comentario parecía haber ofendido a la centinela. – Serías la primera elfa nigromante del mundo. ¿Quieres que te enseñe lo que es una verdadera nigromante? – y acercó su mano a la cara de la elfa, de la que comenzó a salir por ojos y nariz un extraño humo blanquecino, como si estuviese absorbiendo su alma interior. Debilitando a la joven. – Yo soy una nigromante. Tú no eres nada más que una mala imitación de maga oscura sirviéndote de un objeto que tu patético clan me ha robado y que no te pertenece. – comentó arrebatándole el báculo de su espalda. – Lo que no entiendo es como ese incompetente de Melena Blanca te ha permitido salir del bosque con él. Oh, bueno, creo que me he respondido yo misma. – volvió a reír. Sabía que la elfa y Rauko habían tenido contacto con el tercero de los centinelas pues éstos tenían las habilidades para ver lo que hacían los otros. Algo que Elen aún no había aprendido. Comenzó a acercarse a la elfa, a la que había dejado muy debilitada.
-¿Puedes hacer esto, “nigromante”? – se acercó en tono desafiante hasta su rostro. La elfa tenía miedo. Mucho miedo. Aquellas cadenas comenzaron a apretarla con fuerza. Y comenzó a danzar su mano. – Ashena halmá neru tevinare. – conjuró con otra voz distinta a la suya original, oscura y con sus ojos de un color morado. Las marcas de la piel que recorrían su cuerpo se iluminaron del mismo color, pasó su mano por el rostro de la joven elfa. Haciéndole el mero contacto que se formara una cicatriz en la frente en forma de calavera quedó en su frente, como si estuviese grabada a fuego. Gritando esta de dolor y sufrimiento. Cuando cesó el dolor, el humo se disipó y quedó libre de sus ataduras y dejándola caer al suelo. Desde la distancia, se volvió a girar hacia la elfa, ahora en suelo. – Te queda un mes de vida a contar a partir de ya, antes de que repentinamente te explote el corazón, literalmente. Es tu castigo por utilizar objetos que no te corresponden. – sentenció. – Por tomarte las molestias de acercármelo, te diré que sólo conozco un brujo vivo en Beltrexus que, tal vez, sea capaz de quitarlo. – le comentó a modo de pista. Y alzó la voz para mirar a donde se encontraba Rauko escondido. No lo había visto pero podía sentirlo. – Y tú, sal a atender a tu querida antes de que haga lo mismo contigo. – advirtió con rostro frío, mirando las rocas tras las que se escondía el elfo.
No cabía duda de que Amaterasu era toda una señora del terror. Despiadada e inflexible con casi cualquier ser vivo. Sin un atisbo de humanidad o piedad. Vladimir aún podía tener algo de luz debajo, poca, pues no dejaba de ser un sádico. Melena Blanca o Elen, que eran justamente lo contrario a ella.
Se dio la vuelta ignorando al elfo. A menos que se dirigiese a ella. Puso uno de sus brazos en jarra y cambió su vista hacia su “hermana” centinela a la que se acercó y comenzó a girar a su alrededor. Acariciándole por la altura de los hombros con sus largas y violetas uñas. – Y ahora me vas a pedir que detenga el asalto a la ciudad, ¿verdad? – preguntó ella. – Es lo que vendría a pedirme alguien con un corazón tan noble. – dejó de rodearla y con una sonrisa se dirigió al risco, desde allí podía ver la ciudad de Dundarak arder por completo. El caos se estaba desatando en la misma.
-Bien. Ya que estoy contenta por recuperar un objeto perdido, detendré el ataque si me lo pides. Pero tendrás que hacerme un… pequeño favor, cuando nos veamos en isla volcánica. – le dijo. Elen ya sabía por Tarivius que Amaterasu se movía por intereses.
Ante este panorama. En manos de la benjamina de los Calhoun quedaba el salvar o no a la ciudad. Al menos por la vía pacífica que la siempre peligrosa Amaterasu le había propuesto.
Elen: Amaterasu te ha hecho una oferta. Puedes aceptarla o rechazarla. Sea cual sea tu decisión, ahora mismo no te atacará. En tus manos queda salvar Dundarak… con un pequeño precio a pagar dentro de tu misión. Es tu decisión aceptarla o enfrentarte a ella.
Rauko: Has acertado sacando a Xana. La referencia iba por ella y, de no haberlo hecho, su enfado hubiese sido peor y no podríais terminar esto por la vía pacífica. Sin embargo, hay situaciones que tienen un contrapunto, la nigromante ha maldecido a Xana. Liberarla de su maldición será harina de otra misión. Tendrás que velar por la joven elfa, que estará desconsolada por la poca vida que le queda. De momento, se ha “sacrificado” por la ciudad. Amaterasu ni siquiera se fijará en ti. Como hasta ahora, tienes el control de la elfa
-¿Qué pasa, Elen? ¿Te crees digna de llevar el medallón solar? – rió, ella sabía lo que buscaba, pero simplemente trataba de poner a prueba la autoestima de la joven Calhoun. Aguardó unos instantes para meterle mayores dudas y, cuando vio su férreo convencimiento, la tranquilizaría. – Relájate. Has mejorado desde que el viejo senil te regaló el medallón. Has encontrado a mi querido Vladimir. Y debo felicitarte por ello. – comentó.
En ese momento, Xana apareció en escena desde uno de los laterales de la plataforma. Algo temblorosa y sin decir nada. Había abandonado su escondrijo y se prestó a salir al frente. Con cierta cara de timidez dio un paso al frente para colocarse visible ante la centinela, que rápidamente sonrió. Ella justo a ella a quien buscaba. Y suerte tuvo en salir pues, de no haberlo hecho, Amaterasu probablemente se hubiese enfadado mucho.
-Oh, pequeña, ¿Te has dado por aludida? Muy astuta. Y también, muy valiente. – sonrió pícaramente, creando una señal de humo morada que salió de su mano y la envió con un toque sutil hacia Xana a la que enseguida envolvió. Girando alrededor de ella y aprisionándola con fuerza. Impidiéndole el movimiento. Esto hizo gemir a la pobre elfa. – Dime, ¿quién eres? – la nigromante se había fijado en su espalda. Portaba un báculo de calavera, cuyos ojos ahora brillaban. - ¿Y por qué llevas un cetro nigromántico?
-Lo… Lo tomé de mi c-clan. – comentó temerosa, tratando de erguirse para poder respirar de la opresión a la que la sometía aquella sombra. – E…llos. Yo…. Utilizamos la nigro…mancia… pero yo… quiero olvidarla.
-¡¿Tú una nigromante?! – comenzó a reírse a plena carcajada. El comentario parecía haber ofendido a la centinela. – Serías la primera elfa nigromante del mundo. ¿Quieres que te enseñe lo que es una verdadera nigromante? – y acercó su mano a la cara de la elfa, de la que comenzó a salir por ojos y nariz un extraño humo blanquecino, como si estuviese absorbiendo su alma interior. Debilitando a la joven. – Yo soy una nigromante. Tú no eres nada más que una mala imitación de maga oscura sirviéndote de un objeto que tu patético clan me ha robado y que no te pertenece. – comentó arrebatándole el báculo de su espalda. – Lo que no entiendo es como ese incompetente de Melena Blanca te ha permitido salir del bosque con él. Oh, bueno, creo que me he respondido yo misma. – volvió a reír. Sabía que la elfa y Rauko habían tenido contacto con el tercero de los centinelas pues éstos tenían las habilidades para ver lo que hacían los otros. Algo que Elen aún no había aprendido. Comenzó a acercarse a la elfa, a la que había dejado muy debilitada.
-¿Puedes hacer esto, “nigromante”? – se acercó en tono desafiante hasta su rostro. La elfa tenía miedo. Mucho miedo. Aquellas cadenas comenzaron a apretarla con fuerza. Y comenzó a danzar su mano. – Ashena halmá neru tevinare. – conjuró con otra voz distinta a la suya original, oscura y con sus ojos de un color morado. Las marcas de la piel que recorrían su cuerpo se iluminaron del mismo color, pasó su mano por el rostro de la joven elfa. Haciéndole el mero contacto que se formara una cicatriz en la frente en forma de calavera quedó en su frente, como si estuviese grabada a fuego. Gritando esta de dolor y sufrimiento. Cuando cesó el dolor, el humo se disipó y quedó libre de sus ataduras y dejándola caer al suelo. Desde la distancia, se volvió a girar hacia la elfa, ahora en suelo. – Te queda un mes de vida a contar a partir de ya, antes de que repentinamente te explote el corazón, literalmente. Es tu castigo por utilizar objetos que no te corresponden. – sentenció. – Por tomarte las molestias de acercármelo, te diré que sólo conozco un brujo vivo en Beltrexus que, tal vez, sea capaz de quitarlo. – le comentó a modo de pista. Y alzó la voz para mirar a donde se encontraba Rauko escondido. No lo había visto pero podía sentirlo. – Y tú, sal a atender a tu querida antes de que haga lo mismo contigo. – advirtió con rostro frío, mirando las rocas tras las que se escondía el elfo.
- La maldición de Amaterasu:
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No cabía duda de que Amaterasu era toda una señora del terror. Despiadada e inflexible con casi cualquier ser vivo. Sin un atisbo de humanidad o piedad. Vladimir aún podía tener algo de luz debajo, poca, pues no dejaba de ser un sádico. Melena Blanca o Elen, que eran justamente lo contrario a ella.
Se dio la vuelta ignorando al elfo. A menos que se dirigiese a ella. Puso uno de sus brazos en jarra y cambió su vista hacia su “hermana” centinela a la que se acercó y comenzó a girar a su alrededor. Acariciándole por la altura de los hombros con sus largas y violetas uñas. – Y ahora me vas a pedir que detenga el asalto a la ciudad, ¿verdad? – preguntó ella. – Es lo que vendría a pedirme alguien con un corazón tan noble. – dejó de rodearla y con una sonrisa se dirigió al risco, desde allí podía ver la ciudad de Dundarak arder por completo. El caos se estaba desatando en la misma.
-Bien. Ya que estoy contenta por recuperar un objeto perdido, detendré el ataque si me lo pides. Pero tendrás que hacerme un… pequeño favor, cuando nos veamos en isla volcánica. – le dijo. Elen ya sabía por Tarivius que Amaterasu se movía por intereses.
Ante este panorama. En manos de la benjamina de los Calhoun quedaba el salvar o no a la ciudad. Al menos por la vía pacífica que la siempre peligrosa Amaterasu le había propuesto.
* * * * * * * * * *
Elen: Amaterasu te ha hecho una oferta. Puedes aceptarla o rechazarla. Sea cual sea tu decisión, ahora mismo no te atacará. En tus manos queda salvar Dundarak… con un pequeño precio a pagar dentro de tu misión. Es tu decisión aceptarla o enfrentarte a ella.
Rauko: Has acertado sacando a Xana. La referencia iba por ella y, de no haberlo hecho, su enfado hubiese sido peor y no podríais terminar esto por la vía pacífica. Sin embargo, hay situaciones que tienen un contrapunto, la nigromante ha maldecido a Xana. Liberarla de su maldición será harina de otra misión. Tendrás que velar por la joven elfa, que estará desconsolada por la poca vida que le queda. De momento, se ha “sacrificado” por la ciudad. Amaterasu ni siquiera se fijará en ti. Como hasta ahora, tienes el control de la elfa
Ger
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Re: [Gremios] [Inf-Lad] Montañas: Sentencia demoníaca en Dundarak
Mientras el par de elfos se mantenían relativamente a salvo y ocultos tras una roca cercana, Amaterasu intentó hacer dudar a la centinela del sur de su derecho a portar el medallón solar, pero al ver que ésta no se pronunciaba y su convencimiento tampoco disminuía, confirmó las sospechas de la benjamina de los Calhoun, no era ella quien poseía lo que estaba buscando. Además de ello reconoció que había mejorado en los últimos tiempos, sobre todo por haber encontrado a Vladimir, hecho por el que no dudó en felicitarla. Elen tuvo que morderse la lengua al escuchar a la nigromante refiriéndose a Tarivius de forma despectiva, él que se había sacrificado para darle una oportunidad y ni siquiera le tenían el debido respeto.
- No entres en discusión, no podrías vencerla. - se dijo a sí misma, aceptando la cruda realidad, Amaterasu era una hechicera mucho más poderosa y peligrosa que ella. Antes de que la nigromante pudiese seguir hablando, la elfa de cabellos negros abandonó su escondite para dejarse a la vista, y la sonrisa que se dibujó en el rostro de la revividora no dejó lugar a dudas, Xana era quien tenía lo que quería. Elen se preguntó qué podía ser, pero pronto aquella pregunta obtuvo su respuesta, en cuanto un aura violeta envolvió a la elfa aprisionándola y su “hermana” se acercó para interrogarla acerca del báculo que portaba a su espalda.
Hasta el momento la de ojos verdes no se había fijado en aquel objeto, pero su forma de calavera con ojos brillantes dejaba entrever que podría tratarse de un báculo con poderes semejantes a los de Amaterasu, revivir a los muertos. La conversación entre ambas mujeres, teniendo en cuenta la delicada situación de Xana, que seguía sin poder moverse libremente, se tornó tensa, al igual que el cuerpo de la centinela del sur, que no podía contradecir ni provocar a la nigromante, necesitaba llevarse bien con ella. Amaterasu era de los cuatro, la más imprescindible, su efectividad en combate contra los jinetes oscuros la convertía en una pieza importante de cara a la batalla, no podía permitirse perderla, aunque eso la obligase a quedarse mirando como parecía arrebatar la vida lentamente a la elfa, o como se hacía con su báculo por la fuerza.
Las cadenas se cernieron más aún en torno al cuerpo de Xana, y tras conjurar una extraña marca en la frente de la misma, que quedó grabada a fuego y arrancó un grito de la garganta de la elfa, Amaterasu la liberó de la presión, para poco después revelarle que apenas le quedaba un mes de vida. Una maldición, eso era lo que la nigromante le había impuesto, y cuando se cumpliese el plazo el corazón le explotaría dentro del pecho, aunque aún había un rayo de esperanza, un brujo de Beltrexus que quizá fuese capaz de quitársela. Elen se sintió impotente al ver aquello, pero tenía las manos atadas, no podía enfadar a su hermana ni mucho menos echársela de enemiga, pero si veía ya algo de diferencia entre ella y Vladimir, el vampiro aún tenía algo de luz en el fondo, mientras la revividora era solo oscuridad.
Dejando de lado a Xana, Amaterasu se acercó a la tensai y comenzó a rodearla, acariciando con sus uñas los hombros de la joven, que no pudo evitar ponerse aún más tensa. Ella sabía perfectamente el motivo que la había llevado hasta allí, detener el ataque a la ciudad de los dragones, y sorprendentemente, estaba dispuesta a hacerlo gracias al buen humor que se había apoderado de ella tras recuperar el báculo de calavera, aunque por supuesto no sería gratis, la de cabellos cenicientos tendría que hacerle un favor a cambio cuando se volviesen a ver en isla volcánica.
Tarivius ya le había mencionado que la nigromante solo se movía por intereses así que aquello no le extrañó en absoluto, pero deber un favor a alguien tan malvado podía suponer cosas terribles, ¿qué iba a pedirle? Esa era la cuestión. ¿Y si su favor ponía a la tensai en contra de sus principios? Aquello terminaría mal, probablemente de acceder, Elen acabase haciendo algo que no le agradaría, pero era el único modo de salvar Dundarak y a todos sus habitantes. También pesaba el hecho de que estaba en deuda con varias personas que en aquel momento se encontraban en la ciudad, Bio y Sammuel entre otros, no podía permitir que muriesen si en su mano estaba el evitarlo.
- Detén el ataque Amaterasu. - dijo tras pensárselo unos segundos. - Haré lo que me pidas. - añadió, cediendo a las condiciones de la nigromante. Ya solo quedaba esperar a que ésta retirase sus ejércitos de no muertos y al toro flamígero, y en cuanto tanto ella como sus tropas abandonasen la zona, la benjamina de los Calhoun se acercaría al par de elfos para intentar consolar a Xana y darle esperanza, algo que acompañaría ofreciéndose a ayudarlos en la búsqueda del hechicero que su hermana había mencionado.
- No entres en discusión, no podrías vencerla. - se dijo a sí misma, aceptando la cruda realidad, Amaterasu era una hechicera mucho más poderosa y peligrosa que ella. Antes de que la nigromante pudiese seguir hablando, la elfa de cabellos negros abandonó su escondite para dejarse a la vista, y la sonrisa que se dibujó en el rostro de la revividora no dejó lugar a dudas, Xana era quien tenía lo que quería. Elen se preguntó qué podía ser, pero pronto aquella pregunta obtuvo su respuesta, en cuanto un aura violeta envolvió a la elfa aprisionándola y su “hermana” se acercó para interrogarla acerca del báculo que portaba a su espalda.
Hasta el momento la de ojos verdes no se había fijado en aquel objeto, pero su forma de calavera con ojos brillantes dejaba entrever que podría tratarse de un báculo con poderes semejantes a los de Amaterasu, revivir a los muertos. La conversación entre ambas mujeres, teniendo en cuenta la delicada situación de Xana, que seguía sin poder moverse libremente, se tornó tensa, al igual que el cuerpo de la centinela del sur, que no podía contradecir ni provocar a la nigromante, necesitaba llevarse bien con ella. Amaterasu era de los cuatro, la más imprescindible, su efectividad en combate contra los jinetes oscuros la convertía en una pieza importante de cara a la batalla, no podía permitirse perderla, aunque eso la obligase a quedarse mirando como parecía arrebatar la vida lentamente a la elfa, o como se hacía con su báculo por la fuerza.
Las cadenas se cernieron más aún en torno al cuerpo de Xana, y tras conjurar una extraña marca en la frente de la misma, que quedó grabada a fuego y arrancó un grito de la garganta de la elfa, Amaterasu la liberó de la presión, para poco después revelarle que apenas le quedaba un mes de vida. Una maldición, eso era lo que la nigromante le había impuesto, y cuando se cumpliese el plazo el corazón le explotaría dentro del pecho, aunque aún había un rayo de esperanza, un brujo de Beltrexus que quizá fuese capaz de quitársela. Elen se sintió impotente al ver aquello, pero tenía las manos atadas, no podía enfadar a su hermana ni mucho menos echársela de enemiga, pero si veía ya algo de diferencia entre ella y Vladimir, el vampiro aún tenía algo de luz en el fondo, mientras la revividora era solo oscuridad.
Dejando de lado a Xana, Amaterasu se acercó a la tensai y comenzó a rodearla, acariciando con sus uñas los hombros de la joven, que no pudo evitar ponerse aún más tensa. Ella sabía perfectamente el motivo que la había llevado hasta allí, detener el ataque a la ciudad de los dragones, y sorprendentemente, estaba dispuesta a hacerlo gracias al buen humor que se había apoderado de ella tras recuperar el báculo de calavera, aunque por supuesto no sería gratis, la de cabellos cenicientos tendría que hacerle un favor a cambio cuando se volviesen a ver en isla volcánica.
Tarivius ya le había mencionado que la nigromante solo se movía por intereses así que aquello no le extrañó en absoluto, pero deber un favor a alguien tan malvado podía suponer cosas terribles, ¿qué iba a pedirle? Esa era la cuestión. ¿Y si su favor ponía a la tensai en contra de sus principios? Aquello terminaría mal, probablemente de acceder, Elen acabase haciendo algo que no le agradaría, pero era el único modo de salvar Dundarak y a todos sus habitantes. También pesaba el hecho de que estaba en deuda con varias personas que en aquel momento se encontraban en la ciudad, Bio y Sammuel entre otros, no podía permitir que muriesen si en su mano estaba el evitarlo.
- Detén el ataque Amaterasu. - dijo tras pensárselo unos segundos. - Haré lo que me pidas. - añadió, cediendo a las condiciones de la nigromante. Ya solo quedaba esperar a que ésta retirase sus ejércitos de no muertos y al toro flamígero, y en cuanto tanto ella como sus tropas abandonasen la zona, la benjamina de los Calhoun se acercaría al par de elfos para intentar consolar a Xana y darle esperanza, algo que acompañaría ofreciéndose a ayudarlos en la búsqueda del hechicero que su hermana había mencionado.
Elen Calhoun
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Re: [Gremios] [Inf-Lad] Montañas: Sentencia demoníaca en Dundarak
La decisión de Xana me había tomado por sorpresa y no supe cómo reaccionar al escuchar sus palabras, tan solo me mantuve inmóvil mientras contemplaba cómo la intrépida elfa abandonaba nuestro escondite para luego dirigirse hacia la peligrosa nigromante que amenazaba con destruir Dundarak -(No, no, no. Esto no terminará bien)- Inmediatamente mi mente fue invadida por ideas sobre lo que estaba a punto de suceder y no pude pensar en alguna conclusión que no involucrara una tragedia.
Pese a mis intenciones de detener a la elfa, no hice nada para impedir su cometido, solo me convertí en un simple espectador; sin embargo me fue difícil ver a Xana caminar, sus pasos eran algo temblorosos y fue peor cuando se colocó al frente de la nigromante, pues su miedo e inseguridad estaban dibujados en su rostro.
La nigromante no tardó en decir algo respecto a la actitud de la elfa y tras aquello inmediatamente una extraña y espesa niebla de tonos púrpura emergió desde una de sus manos. Ante eso no pude evitar hundirme dentro de la incertidumbre mientras que un mal presentimiento me advertía sobre la desgracia que podría suceder.
Tras un ligero movimiento de la nigromante, la niebla púrpura se desplazó rápidamente por el aire, girando alrededor de Xana como un torbellino para luego convertirse en una prisión de cadenas que limitarían los movimientos de la elfa quien no pudo evitar dejar salir un quejido -No puede ser, la está lastimando y no puedo hacer nada- Murmuré con frustración mientras apretaba mis puños con fuerza tratando de contener mis deseos por entrar en la escena y rescatar a mi compañera.
A pesar de los acontecimientos me mantuve en mi posición sin moverme; aunque quisiera ayudar, me sentía atado a la idea de que en ese instante mi intervención desataría la furia de la nigromante y de ese modo se escribiría el final tanto para mí como para Xana.
Lo siguiente que escuché fue algo bastante revelador, al parecer los poderes nigromantes que poseía la elfa en realidad no eran de ella si no que se los otorgaba el misterioso cetro que portaba. La noticia me había parecido desconcertante, pues con eso comprendí que Xana no había dejado su pasado atrás sino que aún seguía aferrada a aquello que tanto aborrecía; sin embargo no me disgusté en absoluto, esas habilidades habían servido en más de una ocasión para realizar buenas acciones.
Fue entonces cuando el sonido se convirtió en tormento para mis oídos, cuando no pude hacer más que escuchar los fuertes gritos de dolor de Xana quien estaba siendo obligada a probar la agonía a través de torturas que me eran difíciles de comprender -(Esto no puede continuar, debo detener esto de alguna forma, pero… ¿Cómo?)- Pensé mientras me sentaba sobre el suelo y recostaba mi espalda en la roca que me ocultaba -(Vamos, Rauko, piensa, piensa, piensa)- Gracias a la frustración y la impotencia que me invadieron, llevé mis manos a mi cabeza y apreté mis dientes tratando de pensar en la mejor solución.
En esos instantes donde podía escuchar el sufrimiento de la elfa, sentí un nudo en mi garganta y experimenté sensaciones de culpa y remordimiento. Xana estaba ahí por mi culpa; si nunca la hubiera involucrado con el gremio, no estaría siendo torturada; ella era mi responsabilidad y por eso debía protegerla, no dejarla morir de forma miserable por mi impotencia.
Repentinamente los gritos cesaron, el aire descansó de la angustiada voz de Xana, dejando lugar a la incertidumbre que me atormentaría por no saber cuál era el estado de la elfa -(Acaso… Ella…)- Ni siquiera podía pensar que el silencio se debía a una muerte innecesaria, me negaba a aceptar ese hecho.
Afortunadamente los dioses tuvieron misericordia y la nigromante indicó que Xana todavía conservaba su vida. Otra vez sentí la tranquilidad abrazarme y brindarme consuelo; no obstante, una maldición amenazaba la vida de la elfa y si no hacía nada dentro de un mes entonces su vida se desvanecería definitivamente. A pesar de eso, aún había esperanza y su salvación se podría encontrar en Beltrexus, así que todavía podía enmendar mi error de poner a Xana en peligro.
Por otro lado, la nigromante destacó que siempre estuvo al tanto de mi presencia y ahora me ordenaba salir de mi escondite -(No puede ser ¿Por qué siempre me descubren?)- Pensé mientras consideraba la posibilidad de que mi habilidad para moverme sin ser detectado era indignante.
Dejando esos detalles de lado, salí de mi escondite para luego dirigirme rápidamente hasta donde se encontraba Xana reposando sobre el suelo. Al sentarme a su lado, ella giró su cabeza hacia mí para mirarme mientras se exhibía la marca de calavera gradaba en su frente -R-Rauko…- Susurró con una voz entrecortada mientras que sus ojos delataban que comenzarían a llenarse de lágrimas -Tranquila, ahora estoy aquí. Todo va a estar bien- Dije con un tono sereno aunque con un poco de determinación para dar esperanza. Xana se colocó en posición fetal y sujetó una de mis manos con confianza, buscando a través del calor del contacto sentir la fuerza necesaria para no romperse en llantos.
Afortunadamente el sacrificio de Xana no era en vano, había servido para mejorar la actitud de la nigromante y nadie deseaba cambiar eso; para mejorar las cosas, si la peliblanca aceptaba unas condiciones entonces el ataque a Dundarak se detendría, y gracias a los dioses ella aceptó -(Bien, espero que todo esto haya valido la pena o desde ahora en adelante me dedicaré a criar upeleros)- Pensé mientras esperaba que las cosas siguieran por un buen rumbo.
Pese a mis intenciones de detener a la elfa, no hice nada para impedir su cometido, solo me convertí en un simple espectador; sin embargo me fue difícil ver a Xana caminar, sus pasos eran algo temblorosos y fue peor cuando se colocó al frente de la nigromante, pues su miedo e inseguridad estaban dibujados en su rostro.
La nigromante no tardó en decir algo respecto a la actitud de la elfa y tras aquello inmediatamente una extraña y espesa niebla de tonos púrpura emergió desde una de sus manos. Ante eso no pude evitar hundirme dentro de la incertidumbre mientras que un mal presentimiento me advertía sobre la desgracia que podría suceder.
Tras un ligero movimiento de la nigromante, la niebla púrpura se desplazó rápidamente por el aire, girando alrededor de Xana como un torbellino para luego convertirse en una prisión de cadenas que limitarían los movimientos de la elfa quien no pudo evitar dejar salir un quejido -No puede ser, la está lastimando y no puedo hacer nada- Murmuré con frustración mientras apretaba mis puños con fuerza tratando de contener mis deseos por entrar en la escena y rescatar a mi compañera.
A pesar de los acontecimientos me mantuve en mi posición sin moverme; aunque quisiera ayudar, me sentía atado a la idea de que en ese instante mi intervención desataría la furia de la nigromante y de ese modo se escribiría el final tanto para mí como para Xana.
Lo siguiente que escuché fue algo bastante revelador, al parecer los poderes nigromantes que poseía la elfa en realidad no eran de ella si no que se los otorgaba el misterioso cetro que portaba. La noticia me había parecido desconcertante, pues con eso comprendí que Xana no había dejado su pasado atrás sino que aún seguía aferrada a aquello que tanto aborrecía; sin embargo no me disgusté en absoluto, esas habilidades habían servido en más de una ocasión para realizar buenas acciones.
Fue entonces cuando el sonido se convirtió en tormento para mis oídos, cuando no pude hacer más que escuchar los fuertes gritos de dolor de Xana quien estaba siendo obligada a probar la agonía a través de torturas que me eran difíciles de comprender -(Esto no puede continuar, debo detener esto de alguna forma, pero… ¿Cómo?)- Pensé mientras me sentaba sobre el suelo y recostaba mi espalda en la roca que me ocultaba -(Vamos, Rauko, piensa, piensa, piensa)- Gracias a la frustración y la impotencia que me invadieron, llevé mis manos a mi cabeza y apreté mis dientes tratando de pensar en la mejor solución.
En esos instantes donde podía escuchar el sufrimiento de la elfa, sentí un nudo en mi garganta y experimenté sensaciones de culpa y remordimiento. Xana estaba ahí por mi culpa; si nunca la hubiera involucrado con el gremio, no estaría siendo torturada; ella era mi responsabilidad y por eso debía protegerla, no dejarla morir de forma miserable por mi impotencia.
Repentinamente los gritos cesaron, el aire descansó de la angustiada voz de Xana, dejando lugar a la incertidumbre que me atormentaría por no saber cuál era el estado de la elfa -(Acaso… Ella…)- Ni siquiera podía pensar que el silencio se debía a una muerte innecesaria, me negaba a aceptar ese hecho.
Afortunadamente los dioses tuvieron misericordia y la nigromante indicó que Xana todavía conservaba su vida. Otra vez sentí la tranquilidad abrazarme y brindarme consuelo; no obstante, una maldición amenazaba la vida de la elfa y si no hacía nada dentro de un mes entonces su vida se desvanecería definitivamente. A pesar de eso, aún había esperanza y su salvación se podría encontrar en Beltrexus, así que todavía podía enmendar mi error de poner a Xana en peligro.
Por otro lado, la nigromante destacó que siempre estuvo al tanto de mi presencia y ahora me ordenaba salir de mi escondite -(No puede ser ¿Por qué siempre me descubren?)- Pensé mientras consideraba la posibilidad de que mi habilidad para moverme sin ser detectado era indignante.
Dejando esos detalles de lado, salí de mi escondite para luego dirigirme rápidamente hasta donde se encontraba Xana reposando sobre el suelo. Al sentarme a su lado, ella giró su cabeza hacia mí para mirarme mientras se exhibía la marca de calavera gradaba en su frente -R-Rauko…- Susurró con una voz entrecortada mientras que sus ojos delataban que comenzarían a llenarse de lágrimas -Tranquila, ahora estoy aquí. Todo va a estar bien- Dije con un tono sereno aunque con un poco de determinación para dar esperanza. Xana se colocó en posición fetal y sujetó una de mis manos con confianza, buscando a través del calor del contacto sentir la fuerza necesaria para no romperse en llantos.
Afortunadamente el sacrificio de Xana no era en vano, había servido para mejorar la actitud de la nigromante y nadie deseaba cambiar eso; para mejorar las cosas, si la peliblanca aceptaba unas condiciones entonces el ataque a Dundarak se detendría, y gracias a los dioses ella aceptó -(Bien, espero que todo esto haya valido la pena o desde ahora en adelante me dedicaré a criar upeleros)- Pensé mientras esperaba que las cosas siguieran por un buen rumbo.
Rauko
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Re: [Gremios] [Inf-Lad] Montañas: Sentencia demoníaca en Dundarak
Amaterasu masajeaba los hombros de la bruja mientras ésta se pensaba qué hacer. Y sonrió en cuanto Elen aceptó el trato. La joven peliblanca no parecía muy convencida de ello, pero tenía muy en claro sabía que era la única manera que tenía de resolver el conflicto por la vía pacífica. Amaterasu comenzó a desternillarse ante la respuesta de Elen, a la que rápidamente soltó y se puso a su frente.
-¿Harás lo que te pida? ¿Piensas las cosas antes de decirlas? – preguntó con retórica. Caminando hacia el risco. – Cuídate de prometer cosas que tal vez no puedas o no quieras cumplir, querida. ¿Acaso no sabes con quién acabas de cerrar un trato? – le recordó la nigromante. Y es que la petición de Amaterasu probablemente no fuese algo mundano. – Acabas de vender tu alma al diablo. Podría pedirte que asesinaras a todos los niños de un colegio, o que dispersases brotes de peste bubónica por Lunargenta ¿Lo harías? ¿O te pegarías conmigo? – le planteó, dándole algún ejemplo de lo que podría ser su petición. Aunque éstos iban bastante desencaminados de lo que finalmente le pediría. A Amaterasu le gustaba traumatizar a sus víctimas incluso en lo psicológico. Viendo la dificultad de la pregunta que le acababa de realizar, pronto evitaría que ésta respondiera. – Tranquila, nunca te mandaría hacer nada que pudiera realizar yo misma. – explicó con sonrisa.
Aquello dejaba clara una cosa: Si ni siquiera alguien como Amaterasu era capaz de realizar aquella tarea que tenía preparada para Elen, es que las posibilidades de que la benjamina de los Calhoun terminara bien eran muy bajas. Tras decir esto. La nigromante dejó que ésta tomara consciencia del lío en el que se acababa de meter, pero no iba a explicarle nada de la petición allí. Así, desde el borde del precipicio, contempló por última vez como la ciudad ardía y los ecos de muerte, los llantos y los últimos hálitos de vida de la población llegaban hasta aquel saliente tan elevado en la montaña sobre la capital de los dragones. Y se grababan en los oídos de la centinela como una dulce melodía. Cuando cobró consciencia, sin girarse hacia Elen, resopló.
-Soy una mujer de palabra. Voy a cumplir mi parte del trato. – afirmó - Y tú irás a isla volcánica y cumplirás lo que te pida. – comentó, de espaldas a ella. – Si no vas, morirás… - generó incertidumbre, haciendo como que se lo pensaba. – Y aunque vayas, probablemente morirás también. – añadió en alusión al “reto” que le propondría. Luego tendió su mirada hacia Rauko y Xana. La pareja de elfos que permanecía en el suelo. Miró a la elfa. - Ahora verás de lo que es capaz de hacer el cetro en buenas manos.
Y dicho esto y con una sonrisa, tomó el báculo y alzó al cielo sus brazos, que terminaban en unas afiladísimas y largas uñas pintadas de púrpura. Pronunciando unas palabras en una lengua desconocida.
El cielo se cubrió por completo. Nublándose de espesas y oscuras nubes que comenzaron a girar en forma de torbellino sobre la ciudad de Dundarak. En el ojo de aquel remolino comenzaron a producirse rayos y a éste adquirió un color verdoso. Que comenzó a descender sobre la ciudad. El humo verde comenzó a desplegarse y a cubrir por completo la ciudad. Fuera lo que fuera, desde las montañas no parecía algo muy saludable. Sin embargo, Amaterasu aseguraba que aquel sería el fin de todos los males que atacaban la ciudad. La centinela contempló la estampa con una sonrisa y sus ojos tornados en una brillante luz de color púrpura.
Unos minutos después, ya finalizado el ritual, la centinela se dio la vuelta de nuevo, desde el borde del rocoso precipicio. Ignorando por completo a los elfos ciñó su mirada sobre Elen. A la que apuntó desafiante con su báculo. – Ven sólo cuando estés preparada. – se aseguró de advertirle antes de partir. Y su cuerpo se difuminó en humo de color púrpura que siguió una estela entre las montañas. La centinela se dirigía al Norte. Presuntamente, hacia la isla volcánica.
Xana se derrumbó en cuanto Rauko se acercó a ella. Desconsolada y sin saber que hacer. Su valiente actuación había valido para que la nigromante detuviese el ataque, pero el precio a pagar para ella y para Elen había sido muy alto. - ¿Qué haré ahora, Rauko? – sollozaba la joven sobre el pecho del elfo. La pequeña elfina vería fin a su corta vida en un mes si no conseguía que alguien le arrebatase la maldición. Y lejos de su clan, veía en Rauko su único amigo fiable. - Nunca me abandones, por favor. - gemía sin encontrar consuelo. Era muy joven para ser una elfa, y el hecho de saber que iba a fallecer pronto no le bastaba.
Su corazón era tan noble que, lejos de enfadarse, no tenía otra protesta más que el llanto. Si lo que decía Amaterasu era cierto, más de la mitad de la vida que le quedaba la gastaría simplemente en llegar a Beltrexus, y ni siquiera eso le aseguraría seguir con vida.
* * * * * * * *
¡Último turno!
Elen: Has sellado tu pacto con la malvada Amaterasu. Ella ha cumplido su palabra y ha detenido el ataque. Xana podría necesitar tu ayuda. Has dicho que querías ayudarla. Es una buena opción para volver a casa, reposar heridas y descansar. Cuando termines la quest en la que te encuentras, podrás empezar tu búsqueda de la segunda centinela.
Rauko: Consolar a Xana es todo cuanto deberás hacer este turno. Su vida quedará en tus manos. Podrás quitarle la maldición en una misión de gremio. Si queréis ayudaros, podéis abrir un tema libre (vosotros o con más informantes si quieren apuntarse) en el que encontréis a ese alguien que la ayudará. Después ya crearé yo el evento para liberarla de su maldición.
-¿Harás lo que te pida? ¿Piensas las cosas antes de decirlas? – preguntó con retórica. Caminando hacia el risco. – Cuídate de prometer cosas que tal vez no puedas o no quieras cumplir, querida. ¿Acaso no sabes con quién acabas de cerrar un trato? – le recordó la nigromante. Y es que la petición de Amaterasu probablemente no fuese algo mundano. – Acabas de vender tu alma al diablo. Podría pedirte que asesinaras a todos los niños de un colegio, o que dispersases brotes de peste bubónica por Lunargenta ¿Lo harías? ¿O te pegarías conmigo? – le planteó, dándole algún ejemplo de lo que podría ser su petición. Aunque éstos iban bastante desencaminados de lo que finalmente le pediría. A Amaterasu le gustaba traumatizar a sus víctimas incluso en lo psicológico. Viendo la dificultad de la pregunta que le acababa de realizar, pronto evitaría que ésta respondiera. – Tranquila, nunca te mandaría hacer nada que pudiera realizar yo misma. – explicó con sonrisa.
Aquello dejaba clara una cosa: Si ni siquiera alguien como Amaterasu era capaz de realizar aquella tarea que tenía preparada para Elen, es que las posibilidades de que la benjamina de los Calhoun terminara bien eran muy bajas. Tras decir esto. La nigromante dejó que ésta tomara consciencia del lío en el que se acababa de meter, pero no iba a explicarle nada de la petición allí. Así, desde el borde del precipicio, contempló por última vez como la ciudad ardía y los ecos de muerte, los llantos y los últimos hálitos de vida de la población llegaban hasta aquel saliente tan elevado en la montaña sobre la capital de los dragones. Y se grababan en los oídos de la centinela como una dulce melodía. Cuando cobró consciencia, sin girarse hacia Elen, resopló.
-Soy una mujer de palabra. Voy a cumplir mi parte del trato. – afirmó - Y tú irás a isla volcánica y cumplirás lo que te pida. – comentó, de espaldas a ella. – Si no vas, morirás… - generó incertidumbre, haciendo como que se lo pensaba. – Y aunque vayas, probablemente morirás también. – añadió en alusión al “reto” que le propondría. Luego tendió su mirada hacia Rauko y Xana. La pareja de elfos que permanecía en el suelo. Miró a la elfa. - Ahora verás de lo que es capaz de hacer el cetro en buenas manos.
Y dicho esto y con una sonrisa, tomó el báculo y alzó al cielo sus brazos, que terminaban en unas afiladísimas y largas uñas pintadas de púrpura. Pronunciando unas palabras en una lengua desconocida.
El cielo se cubrió por completo. Nublándose de espesas y oscuras nubes que comenzaron a girar en forma de torbellino sobre la ciudad de Dundarak. En el ojo de aquel remolino comenzaron a producirse rayos y a éste adquirió un color verdoso. Que comenzó a descender sobre la ciudad. El humo verde comenzó a desplegarse y a cubrir por completo la ciudad. Fuera lo que fuera, desde las montañas no parecía algo muy saludable. Sin embargo, Amaterasu aseguraba que aquel sería el fin de todos los males que atacaban la ciudad. La centinela contempló la estampa con una sonrisa y sus ojos tornados en una brillante luz de color púrpura.
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Unos minutos después, ya finalizado el ritual, la centinela se dio la vuelta de nuevo, desde el borde del rocoso precipicio. Ignorando por completo a los elfos ciñó su mirada sobre Elen. A la que apuntó desafiante con su báculo. – Ven sólo cuando estés preparada. – se aseguró de advertirle antes de partir. Y su cuerpo se difuminó en humo de color púrpura que siguió una estela entre las montañas. La centinela se dirigía al Norte. Presuntamente, hacia la isla volcánica.
Xana se derrumbó en cuanto Rauko se acercó a ella. Desconsolada y sin saber que hacer. Su valiente actuación había valido para que la nigromante detuviese el ataque, pero el precio a pagar para ella y para Elen había sido muy alto. - ¿Qué haré ahora, Rauko? – sollozaba la joven sobre el pecho del elfo. La pequeña elfina vería fin a su corta vida en un mes si no conseguía que alguien le arrebatase la maldición. Y lejos de su clan, veía en Rauko su único amigo fiable. - Nunca me abandones, por favor. - gemía sin encontrar consuelo. Era muy joven para ser una elfa, y el hecho de saber que iba a fallecer pronto no le bastaba.
Su corazón era tan noble que, lejos de enfadarse, no tenía otra protesta más que el llanto. Si lo que decía Amaterasu era cierto, más de la mitad de la vida que le quedaba la gastaría simplemente en llegar a Beltrexus, y ni siquiera eso le aseguraría seguir con vida.
* * * * * * * *
Elen: Has sellado tu pacto con la malvada Amaterasu. Ella ha cumplido su palabra y ha detenido el ataque. Xana podría necesitar tu ayuda. Has dicho que querías ayudarla. Es una buena opción para volver a casa, reposar heridas y descansar. Cuando termines la quest en la que te encuentras, podrás empezar tu búsqueda de la segunda centinela.
Rauko: Consolar a Xana es todo cuanto deberás hacer este turno. Su vida quedará en tus manos. Podrás quitarle la maldición en una misión de gremio. Si queréis ayudaros, podéis abrir un tema libre (vosotros o con más informantes si quieren apuntarse) en el que encontréis a ese alguien que la ayudará. Después ya crearé yo el evento para liberarla de su maldición.
Ger
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Re: [Gremios] [Inf-Lad] Montañas: Sentencia demoníaca en Dundarak
El contacto de las manos de la nigromante al masajearle los hombros le resultaba incómodo, casi podía percibir la oscuridad que emanaba de ella por todas partes, tan negra como la mismísima noche. Elen desconocía los orígenes de su hermana y las razones que podían haberla llevado hasta aquel punto de corrupción, pero no se podía imaginar a Amaterasu en un escenario como el que Vladimir le había relatado de sí mismo, hastiada de proteger a las personas que no la aceptaban y volviéndose malvada por ello. No, no se parecían tanto como había imaginado en un principio, pero sí compartían una cosa, ambos se habían dejado llevar por las sombras, permitiendo que éstas terminasen por predominar en ellos.
¿Acabaría ella del mismo modo o tendría la fuerza y voluntad suficientes como para mantener a raya la corrupción de las almas de su medallón? Esa era la pregunta que llevaba ya algún tiempo atormentándola, y para la que temía hallar respuesta. Imaginarse convertida en una versión de sí misma con el carácter, frialdad y falta de respeto por la vida ajena de Amaterasu hizo que un escalofrío le recorriese la columna, no podía llegar a ese punto, de ningún modo. - Antes preferiría la muerte. - se dijo mentalmente, y no tenía dudas sobre a quién pedirle que le hiciese tal favor. Para su familia sería muy duro, así que dicha responsabilidad recaería sobre los hombros de Alister, quien ya la había visto perder el control en un par de ocasiones y gracias a los dioses, había logrado detenerla antes de que cometiese un error del que se arrepentiría el resto de su vida.
La maligna risa de la nigromante consiguió sacarla de sus pensamientos, devolviéndola a la realidad, acababa de hacer un pacto con el diablo y tarde o temprano le tocaría cumplir su parte. Amaterasu intentó sembrar la inquietud en su corazón, recalcándole lo que implicaba el trato y mencionando algunos ejemplos de lo que podía pedirle, atrocidades con las que la benjamina de los Calhoun probablemente no pudiese mantener su palabra, pero ¿qué hacer sino? ¿Quedarse allí arriba de brazos cruzados mirando como masacraban a toda una ciudad? No, no podía hacer tal cosa. Por suerte su hermana no tardó en añadir unas palabras, dejando claro que no la enviaría a hacer nada semejante ya que ella misma podía ocuparse de ello, lo que le tenía reservado debía ser algo mucho peor y más peligroso, tanto como para que ni siquiera la poderosa nigromante pudiese hacerlo.
Pero si Amaterasu no era capaz de conseguirlo, siendo la más efectiva de los cuatro centinelas, ¿qué opciones tendría la de cabellos cenicientos? Probablemente muy pocas. Sin saberlo, puede que la bruja hubiese firmado su propia sentencia de muerte con aquel trato. Sin pronunciar ni una palabra al respecto, para no mostrar preocupación ni debilidad, Elen observó cómo su hermana se acercaba al risco para echar un último vistazo al caos que reinaba en Dundarak, tras lo cual volvió a hablar, ésta vez para asegurar que cumpliría su parte del acuerdo y recordar a la joven que se verían en isla volcánica, lugar donde sería Elen quien cumpliese con lo pactado. De no acudir la joven moriría, y aunque se presentase allí también había una alta probabilidad de que ocurriese, como resultado del favor que iba a pedirle.
Dicho esto, Amaterasu dedicó unas palabras a Xana y utilizó el báculo que había arrebatado a la elfa, alzando ambos brazos y pronunciando unas extrañas palabras. El cielo se cubrió de inmediato con unas espesas y oscuras nubes que comenzaron a girar hasta crear un torbellino sobre la ciudad de los dragones, cuyo centro estaba formado por rayos que se tornaron verdes conforme descendían a tierra. Parecía más un ataque que el final de la batalla, y por ello la hechicera avanzó hasta una posición en la que pudiese ver mejor lo que estaba ocurriendo, justo a tiempo de ver como el verdoso humo se extendía por la ciudad, cubriéndola por completo. De haberle dicho que en vez de retirar las tropas estaba extendiendo la peste lo habría creído, pero cuando pudo fijarse mejor en lo que estaba pasando comprendió que la nigromante había cumplido su parte, el humo estaba reduciendo el número de no muertos.
Una vez finalizado el ritual, Amaterasu se volvió hacia los demás y clavó su mirada en la centinela del Sur, apuntándola con el peligroso báculo mientras le lanzaba una advertencia. - Ven sólo cuando estés preparada. - dijo antes de abandonar el lugar, convertida en una estela de humo púrpura que parecía dirigirse al norte. - Nos veremos pronto. - respondió Elen, aunque sin saber si su hermana alcanzaría a escuchar tal respuesta. La bruja tendría que prepararse a conciencia antes de emprender el viaje a isla volcánica, no solo en cuanto a equipamiento sino también a la mejora de sus habilidades, debía entrenar nuevamente y para ello regresaría a Lunargenta, en cuanto hubiese solucionado el problema que aún tenía entre manos.
Confiando en que el resto de ejércitos de la nigromante desapareciesen a la mayor brevedad posible, Elen corrió hacia el par de elfos y colocando una mano en el hombro de Xana, intentó apartarla un poco de su compañero, lo justo para poder examinar la marca que ahora tenía en la frente. - Tranquila, arreglaremos esto. - dijo tratando de sonar amable ante la tristeza y el llanto que se habían apoderado de la elfa. - El peligro ha pasado y con suerte habrán liberado a Bio antes de la ejecución. - añadió con esperanza. - Mi compañero espera en la estepa, podemos llevaros a Beltrexus y buscar al brujo que mencionó Amaterasu antes de que se cumpla el plazo. - continuó, sin saber si su ayuda sería bien recibida, a fin de cuentas fue decisión suya permitir que la acompañasen al encuentro de la nigromante.
¿Acabaría ella del mismo modo o tendría la fuerza y voluntad suficientes como para mantener a raya la corrupción de las almas de su medallón? Esa era la pregunta que llevaba ya algún tiempo atormentándola, y para la que temía hallar respuesta. Imaginarse convertida en una versión de sí misma con el carácter, frialdad y falta de respeto por la vida ajena de Amaterasu hizo que un escalofrío le recorriese la columna, no podía llegar a ese punto, de ningún modo. - Antes preferiría la muerte. - se dijo mentalmente, y no tenía dudas sobre a quién pedirle que le hiciese tal favor. Para su familia sería muy duro, así que dicha responsabilidad recaería sobre los hombros de Alister, quien ya la había visto perder el control en un par de ocasiones y gracias a los dioses, había logrado detenerla antes de que cometiese un error del que se arrepentiría el resto de su vida.
La maligna risa de la nigromante consiguió sacarla de sus pensamientos, devolviéndola a la realidad, acababa de hacer un pacto con el diablo y tarde o temprano le tocaría cumplir su parte. Amaterasu intentó sembrar la inquietud en su corazón, recalcándole lo que implicaba el trato y mencionando algunos ejemplos de lo que podía pedirle, atrocidades con las que la benjamina de los Calhoun probablemente no pudiese mantener su palabra, pero ¿qué hacer sino? ¿Quedarse allí arriba de brazos cruzados mirando como masacraban a toda una ciudad? No, no podía hacer tal cosa. Por suerte su hermana no tardó en añadir unas palabras, dejando claro que no la enviaría a hacer nada semejante ya que ella misma podía ocuparse de ello, lo que le tenía reservado debía ser algo mucho peor y más peligroso, tanto como para que ni siquiera la poderosa nigromante pudiese hacerlo.
Pero si Amaterasu no era capaz de conseguirlo, siendo la más efectiva de los cuatro centinelas, ¿qué opciones tendría la de cabellos cenicientos? Probablemente muy pocas. Sin saberlo, puede que la bruja hubiese firmado su propia sentencia de muerte con aquel trato. Sin pronunciar ni una palabra al respecto, para no mostrar preocupación ni debilidad, Elen observó cómo su hermana se acercaba al risco para echar un último vistazo al caos que reinaba en Dundarak, tras lo cual volvió a hablar, ésta vez para asegurar que cumpliría su parte del acuerdo y recordar a la joven que se verían en isla volcánica, lugar donde sería Elen quien cumpliese con lo pactado. De no acudir la joven moriría, y aunque se presentase allí también había una alta probabilidad de que ocurriese, como resultado del favor que iba a pedirle.
Dicho esto, Amaterasu dedicó unas palabras a Xana y utilizó el báculo que había arrebatado a la elfa, alzando ambos brazos y pronunciando unas extrañas palabras. El cielo se cubrió de inmediato con unas espesas y oscuras nubes que comenzaron a girar hasta crear un torbellino sobre la ciudad de los dragones, cuyo centro estaba formado por rayos que se tornaron verdes conforme descendían a tierra. Parecía más un ataque que el final de la batalla, y por ello la hechicera avanzó hasta una posición en la que pudiese ver mejor lo que estaba ocurriendo, justo a tiempo de ver como el verdoso humo se extendía por la ciudad, cubriéndola por completo. De haberle dicho que en vez de retirar las tropas estaba extendiendo la peste lo habría creído, pero cuando pudo fijarse mejor en lo que estaba pasando comprendió que la nigromante había cumplido su parte, el humo estaba reduciendo el número de no muertos.
Una vez finalizado el ritual, Amaterasu se volvió hacia los demás y clavó su mirada en la centinela del Sur, apuntándola con el peligroso báculo mientras le lanzaba una advertencia. - Ven sólo cuando estés preparada. - dijo antes de abandonar el lugar, convertida en una estela de humo púrpura que parecía dirigirse al norte. - Nos veremos pronto. - respondió Elen, aunque sin saber si su hermana alcanzaría a escuchar tal respuesta. La bruja tendría que prepararse a conciencia antes de emprender el viaje a isla volcánica, no solo en cuanto a equipamiento sino también a la mejora de sus habilidades, debía entrenar nuevamente y para ello regresaría a Lunargenta, en cuanto hubiese solucionado el problema que aún tenía entre manos.
Confiando en que el resto de ejércitos de la nigromante desapareciesen a la mayor brevedad posible, Elen corrió hacia el par de elfos y colocando una mano en el hombro de Xana, intentó apartarla un poco de su compañero, lo justo para poder examinar la marca que ahora tenía en la frente. - Tranquila, arreglaremos esto. - dijo tratando de sonar amable ante la tristeza y el llanto que se habían apoderado de la elfa. - El peligro ha pasado y con suerte habrán liberado a Bio antes de la ejecución. - añadió con esperanza. - Mi compañero espera en la estepa, podemos llevaros a Beltrexus y buscar al brujo que mencionó Amaterasu antes de que se cumpla el plazo. - continuó, sin saber si su ayuda sería bien recibida, a fin de cuentas fue decisión suya permitir que la acompañasen al encuentro de la nigromante.
Elen Calhoun
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Re: [Gremios] [Inf-Lad] Montañas: Sentencia demoníaca en Dundarak
Me hubiese gustado que las cosas hubiesen tomado un camino diferente, uno donde Xana no hubiera tenido que hundirse dentro del miedo y la agonía al ser tratada como un simple ser miserable, o por lo menos uno donde no fuesen acortados sus días como si su vida no valiera absolutamente nada.
Todo hubiera sido diferente si yo nunca hubiera ofrecido mi ayuda a la peliblanca; tal vez eso fue un gesto egoísta de mi parte por intentar hacer algo que estaba fuera de mis posibilidades; pero después de ver las consecuencias que trajeron mis decisiones, desde ese momento en adelante trataría de ser lo más precavido posible para evitar las muertes de mis aliados.
No obstante, no era el mejor momento para lamentarse; Xana había pasado por un momento desagradable y por ello necesitaba de mi ayuda para recuperar la esperanza que la desesperación hizo desaparecer de su corazón. Después de sentirme impotente, ahora no dudaría en hacer lo que pudiera por ella y así enmendar mi error.
Por otro lado, la despiadada nigromante se tornó con un buen humor gracias a los últimos eventos y finalmente decidió detener el ataque hacia Dundarak para acabar con la incesante y cruel batalla que se libraba en aquella ciudad; sin embargo, no le bastó con realizar ese acto de bondad, sino que también quiso hacer una gran demostración de la supremacía de su enorme y oscuro poder con el que era capaz de abrir el mismo cielo.
Al ver lo que sucedía frente a mí simplemente quedé atónito, sintiéndome diminuto e insignificante ante las grandes capacidades de la nigromante; pero lo que más me abrumaba no era otra cosa que la incertidumbre de no saber si realmente los no muertos dejarían de azotar a los habitantes de Dundarak, incluso llegué a pedirle ayuda a los seres divinos a pesar de que yo no tenía mucha fe en ellos -(Por favor, dioses, les ruego que tengan misericordia y eviten una atrocidad)- Fue mi plegaria.
Afortunadamente la nigromante cumplió con su palabra y la paz reinó nuevamente, sin embargo la tristeza por perder amigos en batalla y el miedo por tener que luchar contra seres oscuros todavía se adueñaban de los corazones de algunos y tal vez tomaría mucho tiempo para que los sobrevivientes pudieran recuperarse física y mentalmente. A pesar de eso, había que celebrar que todo el peligro había pasado.
Fue entonces cuando la nigromante, tras pronunciar unas últimas palabras, increíblemente su cuerpo se convirtió en una espesa niebla de tonos púrpura y luego en su nueva forma se dejó llevar hacia el norte hasta desaparecer de la vista de todos los presentes, sin embargo, la figura de su rostro jamás sería borrada de mis recuerdos, no hasta que los dioses la castigaran otorgándole un trágico destino.
Dejando eso de lado, una vez que la nigromante abandonó el lugar, Xana no pudo resistir por más tiempo y las lágrimas que habían sido contenidas comenzaron a brotar y derramarse sobre sus mejillas; perdida dentro de la desesperación, luego realizó una pregunta con la que esperaba obtener una respuesta que le devolviera la fe en que podría tener un mejor futuro.
Por mi parte, todavía sentía un nudo en mi garganta y las pocas probabilidades de conseguir la salvación de la elfa me atormentaba; pero sin importarme en cómo me sentía afectado por lo sucedido, hice lo posible por mostrarme fuerte para poder calmar el alma de la elfa -Descuida, me encargaré de resolver esto; haré todo lo que esté a mi alcance para salvarte- Dije con seriedad y determinación para demostrarle que podía confiar en mí.
Entonces, cuando los labios de Xana pronunciaron sus siguientes palabras que expresaban lo que realmente deseaba en ese momento, por alguna razón, no pude evitar abrazarla lentamente -No lo haré; no me apartaré de tu lado, porque yo no te alejé del bosque para dejarte morir aquí, sino para mostrarte una mejor forma de vivir; por eso, te prometo que arrebataré tu maldición, haré que puedas disfrutar de la vida que mereces- Dicho eso, esperé que a pesar de las circunstancias, ella pudiera recuperar la esperanza de que todo saldría bien de alguna manera.
Poco después la peliblanca se acercó a nosotros para brindarle a la elfa más palabras alentadoras, además de mencionar que seguramente Bio estaría sano y salvo, lo que poco le importaría a Xana ya que ni lo conocía; pero luego dijo que nos ayudaría a buscar al brujo que podía eliminar la maldición; tras escucharla realmente me era difícil entender la razón por la que deseaba ayudarnos.
Fuese como fuese, no dudé en aceptar ya que nada aseguraba que yo solo podría resolver el problema -Gracias, de verdad te lo agradezco- Dije como si me hubiese deslumbrado un rayo de esperanza -Después de esto recompensaré tu generosidad- Indiqué mientras me levantaba y ayudaba a Xana a hacer lo mismo para comenzar con un nuevo viaje donde tendríamos que desafiar al destino.
Todo hubiera sido diferente si yo nunca hubiera ofrecido mi ayuda a la peliblanca; tal vez eso fue un gesto egoísta de mi parte por intentar hacer algo que estaba fuera de mis posibilidades; pero después de ver las consecuencias que trajeron mis decisiones, desde ese momento en adelante trataría de ser lo más precavido posible para evitar las muertes de mis aliados.
No obstante, no era el mejor momento para lamentarse; Xana había pasado por un momento desagradable y por ello necesitaba de mi ayuda para recuperar la esperanza que la desesperación hizo desaparecer de su corazón. Después de sentirme impotente, ahora no dudaría en hacer lo que pudiera por ella y así enmendar mi error.
Por otro lado, la despiadada nigromante se tornó con un buen humor gracias a los últimos eventos y finalmente decidió detener el ataque hacia Dundarak para acabar con la incesante y cruel batalla que se libraba en aquella ciudad; sin embargo, no le bastó con realizar ese acto de bondad, sino que también quiso hacer una gran demostración de la supremacía de su enorme y oscuro poder con el que era capaz de abrir el mismo cielo.
Al ver lo que sucedía frente a mí simplemente quedé atónito, sintiéndome diminuto e insignificante ante las grandes capacidades de la nigromante; pero lo que más me abrumaba no era otra cosa que la incertidumbre de no saber si realmente los no muertos dejarían de azotar a los habitantes de Dundarak, incluso llegué a pedirle ayuda a los seres divinos a pesar de que yo no tenía mucha fe en ellos -(Por favor, dioses, les ruego que tengan misericordia y eviten una atrocidad)- Fue mi plegaria.
Afortunadamente la nigromante cumplió con su palabra y la paz reinó nuevamente, sin embargo la tristeza por perder amigos en batalla y el miedo por tener que luchar contra seres oscuros todavía se adueñaban de los corazones de algunos y tal vez tomaría mucho tiempo para que los sobrevivientes pudieran recuperarse física y mentalmente. A pesar de eso, había que celebrar que todo el peligro había pasado.
Fue entonces cuando la nigromante, tras pronunciar unas últimas palabras, increíblemente su cuerpo se convirtió en una espesa niebla de tonos púrpura y luego en su nueva forma se dejó llevar hacia el norte hasta desaparecer de la vista de todos los presentes, sin embargo, la figura de su rostro jamás sería borrada de mis recuerdos, no hasta que los dioses la castigaran otorgándole un trágico destino.
Dejando eso de lado, una vez que la nigromante abandonó el lugar, Xana no pudo resistir por más tiempo y las lágrimas que habían sido contenidas comenzaron a brotar y derramarse sobre sus mejillas; perdida dentro de la desesperación, luego realizó una pregunta con la que esperaba obtener una respuesta que le devolviera la fe en que podría tener un mejor futuro.
Por mi parte, todavía sentía un nudo en mi garganta y las pocas probabilidades de conseguir la salvación de la elfa me atormentaba; pero sin importarme en cómo me sentía afectado por lo sucedido, hice lo posible por mostrarme fuerte para poder calmar el alma de la elfa -Descuida, me encargaré de resolver esto; haré todo lo que esté a mi alcance para salvarte- Dije con seriedad y determinación para demostrarle que podía confiar en mí.
Entonces, cuando los labios de Xana pronunciaron sus siguientes palabras que expresaban lo que realmente deseaba en ese momento, por alguna razón, no pude evitar abrazarla lentamente -No lo haré; no me apartaré de tu lado, porque yo no te alejé del bosque para dejarte morir aquí, sino para mostrarte una mejor forma de vivir; por eso, te prometo que arrebataré tu maldición, haré que puedas disfrutar de la vida que mereces- Dicho eso, esperé que a pesar de las circunstancias, ella pudiera recuperar la esperanza de que todo saldría bien de alguna manera.
Poco después la peliblanca se acercó a nosotros para brindarle a la elfa más palabras alentadoras, además de mencionar que seguramente Bio estaría sano y salvo, lo que poco le importaría a Xana ya que ni lo conocía; pero luego dijo que nos ayudaría a buscar al brujo que podía eliminar la maldición; tras escucharla realmente me era difícil entender la razón por la que deseaba ayudarnos.
Fuese como fuese, no dudé en aceptar ya que nada aseguraba que yo solo podría resolver el problema -Gracias, de verdad te lo agradezco- Dije como si me hubiese deslumbrado un rayo de esperanza -Después de esto recompensaré tu generosidad- Indiqué mientras me levantaba y ayudaba a Xana a hacer lo mismo para comenzar con un nuevo viaje donde tendríamos que desafiar al destino.
Rauko
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Re: [Gremios] [Inf-Lad] Montañas: Sentencia demoníaca en Dundarak
Misión completada con éxito
Obtenéis:- 15 ptos de experiencia.
- 200 aeros.
- 10 puntos de influencia con Gremio de Informantes. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
- Xana obtiene la maldición: Corazón tenue. El corazón del portador explotará en un mes de vida si no se anula la maldición.
Todo se os ha sumado a vuestro perfil.
Permaneced atentos al subforo de vuestro gremio. Pues pronto (cuando termine el tema de los demás gremios) tendréis nuevas noticias con las misiones de especialización y la maldición de Xana.
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