Amanecer [Guerra de Lunargenta] [Libre 3/3] [Cerrado]
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Amanecer [Guerra de Lunargenta] [Libre 3/3] [Cerrado]
Aún había mucho que aprender.
Contemplé como los primeros rayos de sol iluminaban el campamento con la corona entre mis manos. Aquella forma que había tomado... me encajaba perfectamente. Parecía algún tipo de broma. Una corona... ¿Que significaba aquello? ¿Realmente tenía algún vínculo con el objeto?
No, aquello era innegable. Por mucho que pensase en aquello, no cambiaría la realidad. Debía ser el indicado para aquello. No podría dejar que otro hiciese aquello. Había aceptado el artefacto, y con él, toda la responsabilidad que traía. El peso del mundo.
Era más intimidante de lo que quería admitir. Si fallaba, era posible que todo estuviese perdido. Solo en aquellos instantes de soledad podía admitirlo. Tenía miedo. Miedo a no ser tan fuerte como debía ser. A fallar, y perderlo todo. ¿Y si estaba echando por tierra mi futuro? ¿Cuanto tendría que sacrificar para cumplir mi deber?
Le había prometido una vida tranquila a Syl. Aquello era lo más alejado que se me podía ocurrir. Miré a la tienda de campaña con el sentimiento de culpa en mi garganta.
No podía echarme atrás. No había otra forma de resolver las cosas. Si dejaba el futuro del mundo en manos de otro... No. Era lo mejor. Lo único que podía hacer era continuar sin mirar atrás.
-A mi tampoco me gustaba la corona.- dijo la voz de Melena Blanca. Alcé la mirada. El león se estaba acercando de la misma forma que me había acercado a él días atrás. Parecía más... sano, quizás. Como si hubiese perdido un peso de encima, a pesar de la preocupación que debía sentir. -El anterior portador... no yo, sino Amaterasu... la poseyó durante mucho tiempo. La corrompió por completo.- El veterano suspiró, sentándose delante de mi. -Pareces llevarlo mejor.-
Me quedé en silencio, aún con la mirada fija en el artefacto.
-¿Me pasará a mi también?- pregunté. Conocía la respuesta, o al menos parte de ella. Sin embargo, él también había sido portador de una de las reliquias. Si le había afectado... era difícil de decir. No había perdido la cabeza, al menos.
-Hay formas de evitarlo.- explicó. -El Medallón Solar y el Rubí de Sangre son más peligrosos en ese aspecto. Uno tiene almas extremadamente poderosas, y el otro... demasiadas víctimas inocentes. Es posible que Amaterasu haya corrompido la corona, por lo que tampoco lo tendrás fácil... pero, respondiendo a tu pregunta. -dijo, volviendo al tema principal.- Ten gente a tu alrededor. Amigos, familia. Gente en quien confies y que pueda ayudarte cuando te desvies de tu camino.-
Asentí, pensativo. Tenía aquello. Syl... los Nómadas. Eltrant. Podía depender de ellos. No tenía ninguna duda al respecto.
-¿Que ocurrirá si fallo?- pregunté, superando el nudo de mi garganta. No había nadie más a quien pudiese preguntar. Me gustase o no, estaba de nuevo en el papel de alumno. El león sabía lo que hacía, pero aquello era algo nuevo para mi.
-No te habría dado la corona si creyese que fueses a fallar así como así. Y tu tampoco la habrías aceptado si no te vieses capaz, ¿verdad?- respondió. Resoplé. -Incluso si eso pasase, hay otros Centinelas en los que puedes confiar. En cuanto recupere la Sábana Blanca, será más sencillo.-
-Hmm. Sobre eso.- Era un buen momento para abordar el tema. No tenía ningún problema con Elen... incluso tras ver su estado. Podía ayudarla. Pero... -No estoy en los mejores términos con Huracán, la verdad. Su grupo... esos cazadores de vampiros. Son... básicamente lo contrario a aquello por lo que lucho.- Aquello era decirlo de forma bonita. No había sido tan idiota como para empezar una guerra de forma evidente, pero detestaba la forma en la que actuaban.
El frágil orgullo de la nobleza. La forma en la que actuaban como sis posesiones les definieran, la soberbia, el egoismo y el desprecio ante cualquiera que no fuese como ellos. Como presumían de títulos y riquezas heredadas, por las que jamás habían tenido que sangrar. Y todo aquello basado en odio entre razas.
Pero me gustase o no, esa clase de persona era la que había acabado con Vladimir, y la que el artefacto había aceptado.
-A veces... es necesario. Por el bien de Aerandir. Tu mismo lo dijiste. Incluso si duele...- dijo. -Hace un tiempo tuve que compartir barco con Vladimir mientras íbamos a por Amaterasu. Era una vil sanguijuela que actuaba por su propio beneficio. No merecía ser llamado Centinela. Dudo mucho que Huracán llegue a tales extremos.-
-Supongo.- musité. Si bien tenía mis reservas respecto a la mujer, no creía que la Cazadora fuese a dejar que los Jinetes campasen a sus anchas. Como mínimo, teníamos un objetivo común, y Eltrant confiaba en ella. Podía trabajar con eso. -Haré lo que pueda.-
-No te estoy diciendo que renuncies a tu honor. Jamás diría algo así. Pero no pierdas de vista lo que importa.- continuó.
Un temblor recorrió el campamento. Breve, pero fácil de notar. A los pocos segundos, hubo otro. Y otro. Se repitieron durante un par de minutos, y después, cesaron. Los leónicos empezaron a movilizarse. Melena Blanca gritó órdenes a varios soldados junto a Imargo.
Aquello no había sido un terremoto.
-¿Que demonios ha sido eso?- pregunté.
-Demasiado oportuno. El aquelarre debe haberlo levantado.- dijo el leónico. -¡Imargo, prepara cazadores entre los voluntarios! ¡Tenemos que abatir a esa cosa!-
No hacía falta decir más. Volví a mi tienda de campaña. Syl ya estaba junto a esta, completamente armado y preparado para lo que ocurriese.
-Si no lo supiese de primera mano, juraria que duermes con eso puesto.- gruñí, poniéndome mi armadura.
Contemplé como los primeros rayos de sol iluminaban el campamento con la corona entre mis manos. Aquella forma que había tomado... me encajaba perfectamente. Parecía algún tipo de broma. Una corona... ¿Que significaba aquello? ¿Realmente tenía algún vínculo con el objeto?
No, aquello era innegable. Por mucho que pensase en aquello, no cambiaría la realidad. Debía ser el indicado para aquello. No podría dejar que otro hiciese aquello. Había aceptado el artefacto, y con él, toda la responsabilidad que traía. El peso del mundo.
Era más intimidante de lo que quería admitir. Si fallaba, era posible que todo estuviese perdido. Solo en aquellos instantes de soledad podía admitirlo. Tenía miedo. Miedo a no ser tan fuerte como debía ser. A fallar, y perderlo todo. ¿Y si estaba echando por tierra mi futuro? ¿Cuanto tendría que sacrificar para cumplir mi deber?
Le había prometido una vida tranquila a Syl. Aquello era lo más alejado que se me podía ocurrir. Miré a la tienda de campaña con el sentimiento de culpa en mi garganta.
No podía echarme atrás. No había otra forma de resolver las cosas. Si dejaba el futuro del mundo en manos de otro... No. Era lo mejor. Lo único que podía hacer era continuar sin mirar atrás.
-A mi tampoco me gustaba la corona.- dijo la voz de Melena Blanca. Alcé la mirada. El león se estaba acercando de la misma forma que me había acercado a él días atrás. Parecía más... sano, quizás. Como si hubiese perdido un peso de encima, a pesar de la preocupación que debía sentir. -El anterior portador... no yo, sino Amaterasu... la poseyó durante mucho tiempo. La corrompió por completo.- El veterano suspiró, sentándose delante de mi. -Pareces llevarlo mejor.-
Me quedé en silencio, aún con la mirada fija en el artefacto.
-¿Me pasará a mi también?- pregunté. Conocía la respuesta, o al menos parte de ella. Sin embargo, él también había sido portador de una de las reliquias. Si le había afectado... era difícil de decir. No había perdido la cabeza, al menos.
-Hay formas de evitarlo.- explicó. -El Medallón Solar y el Rubí de Sangre son más peligrosos en ese aspecto. Uno tiene almas extremadamente poderosas, y el otro... demasiadas víctimas inocentes. Es posible que Amaterasu haya corrompido la corona, por lo que tampoco lo tendrás fácil... pero, respondiendo a tu pregunta. -dijo, volviendo al tema principal.- Ten gente a tu alrededor. Amigos, familia. Gente en quien confies y que pueda ayudarte cuando te desvies de tu camino.-
Asentí, pensativo. Tenía aquello. Syl... los Nómadas. Eltrant. Podía depender de ellos. No tenía ninguna duda al respecto.
-¿Que ocurrirá si fallo?- pregunté, superando el nudo de mi garganta. No había nadie más a quien pudiese preguntar. Me gustase o no, estaba de nuevo en el papel de alumno. El león sabía lo que hacía, pero aquello era algo nuevo para mi.
-No te habría dado la corona si creyese que fueses a fallar así como así. Y tu tampoco la habrías aceptado si no te vieses capaz, ¿verdad?- respondió. Resoplé. -Incluso si eso pasase, hay otros Centinelas en los que puedes confiar. En cuanto recupere la Sábana Blanca, será más sencillo.-
-Hmm. Sobre eso.- Era un buen momento para abordar el tema. No tenía ningún problema con Elen... incluso tras ver su estado. Podía ayudarla. Pero... -No estoy en los mejores términos con Huracán, la verdad. Su grupo... esos cazadores de vampiros. Son... básicamente lo contrario a aquello por lo que lucho.- Aquello era decirlo de forma bonita. No había sido tan idiota como para empezar una guerra de forma evidente, pero detestaba la forma en la que actuaban.
El frágil orgullo de la nobleza. La forma en la que actuaban como sis posesiones les definieran, la soberbia, el egoismo y el desprecio ante cualquiera que no fuese como ellos. Como presumían de títulos y riquezas heredadas, por las que jamás habían tenido que sangrar. Y todo aquello basado en odio entre razas.
Pero me gustase o no, esa clase de persona era la que había acabado con Vladimir, y la que el artefacto había aceptado.
-A veces... es necesario. Por el bien de Aerandir. Tu mismo lo dijiste. Incluso si duele...- dijo. -Hace un tiempo tuve que compartir barco con Vladimir mientras íbamos a por Amaterasu. Era una vil sanguijuela que actuaba por su propio beneficio. No merecía ser llamado Centinela. Dudo mucho que Huracán llegue a tales extremos.-
-Supongo.- musité. Si bien tenía mis reservas respecto a la mujer, no creía que la Cazadora fuese a dejar que los Jinetes campasen a sus anchas. Como mínimo, teníamos un objetivo común, y Eltrant confiaba en ella. Podía trabajar con eso. -Haré lo que pueda.-
-No te estoy diciendo que renuncies a tu honor. Jamás diría algo así. Pero no pierdas de vista lo que importa.- continuó.
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Un temblor recorrió el campamento. Breve, pero fácil de notar. A los pocos segundos, hubo otro. Y otro. Se repitieron durante un par de minutos, y después, cesaron. Los leónicos empezaron a movilizarse. Melena Blanca gritó órdenes a varios soldados junto a Imargo.
Aquello no había sido un terremoto.
-¿Que demonios ha sido eso?- pregunté.
-Demasiado oportuno. El aquelarre debe haberlo levantado.- dijo el leónico. -¡Imargo, prepara cazadores entre los voluntarios! ¡Tenemos que abatir a esa cosa!-
No hacía falta decir más. Volví a mi tienda de campaña. Syl ya estaba junto a esta, completamente armado y preparado para lo que ocurriese.
-Si no lo supiese de primera mano, juraria que duermes con eso puesto.- gruñí, poniéndome mi armadura.
Última edición por Asher Daregan el Miér Oct 03 2018, 21:19, editado 1 vez
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: Amanecer [Guerra de Lunargenta] [Libre 3/3] [Cerrado]
Se envolvió la venda en el brazo izquierdo y se dejó caer frente a la polvorienta mesa que yacía centrada en la habitación. Tras cruzar ambos brazos frente a su pecho, Eltrant miró como la vampiresa limpiaba la sangre que resbalaba por la comisura de su labio con la manga de su camisa.
- ¿Qué? – Preguntó Lyn entrecerrando los ojos, imitando a su compañero y cruzándose de brazos frente a él.
- No, nada. – Respondió Eltrant encogiéndose de hombros, sonriendo mordazmente. – … te has quedado por aquí por que tenías hambre. – Afirmó el exmercenario, Lyn ladeó levemente la cabeza y asintió. – Ya veo. – El castaño amplió la sonrisa y lanzó un rápido vistazo a la casa abandonada en la que se había ocultado su amiga a esperar la ya conocida como “La Batalla de Lunargenta”, finalizase.
- ¿Qué… qué insinúas? – Inquirió Lyn ruborizándose un poco, sin cambiar su expresión. - ¡Estoy acostumbrada a unos estándares, Mortal! – Exclamó dando una palmada sobre la mesa, levantando todo el polvo que la cubría en el proceso y cubriéndose del mismo – Solo puedo tomar sangre de mis súbditos, como bien comprenderás. – Indicó levantando el dedo índice de su mano derecha y paseándolo frente a la cara de Eltrant. – Nada de sangre de chusma. – Volvió a sentarse en el taburete que descansaba al otro lado de la mesa.
- Entonces… ¿Mi sangre es de…? –
- ¡Sé lo que he dicho! – Cortó Lyn rápidamente, su rostro había adquirido aún más color. - ¡Dé…déjalo ya! - Lo cierto es que era realmente fácil ver cuando Lyn se ponía nerviosa una vez la conocías lo suficiente, su palidez natural ayudaba bastante a esto.
- Vale, vale. – Sin perder la sonrisa, Eltrant levantó ambas manos de forma conciliadora y dio por finalizado aquel tema de conversación, dejó descansar, después, ambos brazos sobre la mesa y volvió a analizar la casa.
Era una granja, o lo que quedaba de ella al menos, no muy lejos del campamento en el que los leónicos habían decidido establecerse. La habían abandonado hacía bastante, eso era lo que parecía indicar la gruesa capa de polvo que cubría todos y cada uno de los muebles de la vivienda.
Estaba en bastante buen estado para estar abandonada.
- Entonces ahora Asher tiene una corona… – dijo Lyn. – Un Centinela de esos, como Elen. – Eltrant confirmó lo que Lyn acababa de decir con un gesto, tan pronto la encontró le explicó todo lo que había descubierto en las últimas horas, desde que finalizó la batalla.
Y, aunque en un principio le había parecido divertido el imaginarse a Asher con una corona, no tardó demasiado en mostrarse reticente ante a aquello.
– Y Anastasia también… - La vampiresa suspiró, estaba preocupada, se podía ver a simple vista. – No me gusta. – dijo como conclusión a todos sus pensamientos. – Elen está… - Sacudió la cabeza. – Ya te lo he explicado, Mortal. – Aseveró, Eltrant respiró profundamente y apoyó la cabeza sobre sus manos.
El medallón que tenía Elen… Lyn le había contado todo lo que el colgante contenía.
- Sí… - Eltrant se pasó la mano por la barba, pensativo - ¿Crees qué…? – Lyn se encogió de hombros.
- No tengo ni idea, no se más que tú de todo esto. – Aseguró de inmediato, según sacaba un trozo de papel de uno de sus bolsillos y lo colocaba sobre la mesa, justo al lado de un diminuto trozo de carboncillo. – Pero espero que no se parezca al de Elen… - dijo al final, a la vez que comenzaba a garabatear sobre el papel.
Antes de que Eltrant pudiese preguntar a la vampiresa que estaba escribiendo, un temblor sacudió los cimientos de la casa, con fuerza, durante unos segundos estuvo seguro de que la vivienda se desplomaría sobre sus cabezas.
Frunció el ceño.
- Eso no puede ser normal… - Masculló levantándose de su asiento, aun temeroso de que la vivienda se desplomase sobre sus cabezas. Lyn le imitó.
¿Qué podía causar aquello?
Fuese lo que fuese, se había encargado de repetir la acción varias veces, la suficientes como para que todo el polvo que cubría la casa hubiese formado, ahora, una tenue neblina que flotaba por el lugar.
- Voy al campamento, deberían saber que está pasando. – Aseguró Eltrant según comenzaba a ataviarse con las distintas partes de su armadura. – Quédate aquí. – Le indicó, Lyn asintió y se volvió a sentar. - ¿Estarás bien? – La ojiazul volvió a asentir.
- Este sitio no tiene importancia estratégica para nadie. – Aseguró. – No van a visitarme de improviso, no te preocupes. – El exmercenario enarcó una ceja y, con la mano en el pomo de la puerta del dormitorio, se giró hacía su compañera.
- ¿Cómo sabes tú eso? –
- Llevo viva mucho tiempo, Mortal. – Aseguró Lyn, sonriendo. – Sé muchas más cosas de las que te crees. – Sentenció antes de volver, casualmente, al papel que tenía entre sus manos. - Ten cuidado - Fue lo último que Eltrant oyó según abandonaba la estancia.
No tardó demasiado en llegar hasta el campamento, apenas diez minutos. Lyn se lo había dejado bastante claro muchas veces: dejar a Mohr descansando en el Monte de San Pedro no había sido la mejor de sus ideas.
Aun sin bajarse de su montura, examinó la entrada al campamento leónico, parecían estar congregándose por algún motivo, no había que ser un erudito para al adivinar cuál era.
Finalmente, se decidió por desmontar y lo ató a Mohr a uno de los tantos postes que había repartidos por el lugar. Tras esto tomó su equipo de las alforjas del caballo y, a continuación, se encaminó hacia dónde la persona a la que buscaba conversaba con el que el líder de los leónicos.
Melena Blanca, le habían dicho. Era un nombre que había oído varias veces a lo largo de Aerandir. Un centinela, o excentinela; No terminaba de comprender como funcionaba toda aquella cuestión de “guardianes del mundo”.
- Debes odiar tantísimo esa cosa. – Fue lo primero que dijo cuando se acercó a Asher y le dio una palmada en el hombro, sonrió volviendo a mirar la corona, por algún motivo encajaba perfectamente en el lobo. ¿Es que se la habían hecho a medida? – Syl. – dijo al gato como todo saludo, bajando levemente la cabeza al verle.
Ambos estaban ataviados con sus respectivas armaduras y armados, debían de haberse preparado para lidiar con lo que estuviese ocasionando aquellos temblores que, aun de vez en cuando, se producían de forma intermitente.
- Supongo que también habéis oído eso. – Bajó ambas manos hasta su cinturón y ojeó el lugar, algunos soldados se acercaron hasta dónde estaban. - ¿Alguna idea de lo que es? – Inquirió entonces. - ¿Puedo ayudar? – Preguntó al final.
- ¿Qué? – Preguntó Lyn entrecerrando los ojos, imitando a su compañero y cruzándose de brazos frente a él.
- No, nada. – Respondió Eltrant encogiéndose de hombros, sonriendo mordazmente. – … te has quedado por aquí por que tenías hambre. – Afirmó el exmercenario, Lyn ladeó levemente la cabeza y asintió. – Ya veo. – El castaño amplió la sonrisa y lanzó un rápido vistazo a la casa abandonada en la que se había ocultado su amiga a esperar la ya conocida como “La Batalla de Lunargenta”, finalizase.
- ¿Qué… qué insinúas? – Inquirió Lyn ruborizándose un poco, sin cambiar su expresión. - ¡Estoy acostumbrada a unos estándares, Mortal! – Exclamó dando una palmada sobre la mesa, levantando todo el polvo que la cubría en el proceso y cubriéndose del mismo – Solo puedo tomar sangre de mis súbditos, como bien comprenderás. – Indicó levantando el dedo índice de su mano derecha y paseándolo frente a la cara de Eltrant. – Nada de sangre de chusma. – Volvió a sentarse en el taburete que descansaba al otro lado de la mesa.
- Entonces… ¿Mi sangre es de…? –
- ¡Sé lo que he dicho! – Cortó Lyn rápidamente, su rostro había adquirido aún más color. - ¡Dé…déjalo ya! - Lo cierto es que era realmente fácil ver cuando Lyn se ponía nerviosa una vez la conocías lo suficiente, su palidez natural ayudaba bastante a esto.
- Vale, vale. – Sin perder la sonrisa, Eltrant levantó ambas manos de forma conciliadora y dio por finalizado aquel tema de conversación, dejó descansar, después, ambos brazos sobre la mesa y volvió a analizar la casa.
Era una granja, o lo que quedaba de ella al menos, no muy lejos del campamento en el que los leónicos habían decidido establecerse. La habían abandonado hacía bastante, eso era lo que parecía indicar la gruesa capa de polvo que cubría todos y cada uno de los muebles de la vivienda.
Estaba en bastante buen estado para estar abandonada.
- Entonces ahora Asher tiene una corona… – dijo Lyn. – Un Centinela de esos, como Elen. – Eltrant confirmó lo que Lyn acababa de decir con un gesto, tan pronto la encontró le explicó todo lo que había descubierto en las últimas horas, desde que finalizó la batalla.
Y, aunque en un principio le había parecido divertido el imaginarse a Asher con una corona, no tardó demasiado en mostrarse reticente ante a aquello.
– Y Anastasia también… - La vampiresa suspiró, estaba preocupada, se podía ver a simple vista. – No me gusta. – dijo como conclusión a todos sus pensamientos. – Elen está… - Sacudió la cabeza. – Ya te lo he explicado, Mortal. – Aseveró, Eltrant respiró profundamente y apoyó la cabeza sobre sus manos.
El medallón que tenía Elen… Lyn le había contado todo lo que el colgante contenía.
- Sí… - Eltrant se pasó la mano por la barba, pensativo - ¿Crees qué…? – Lyn se encogió de hombros.
- No tengo ni idea, no se más que tú de todo esto. – Aseguró de inmediato, según sacaba un trozo de papel de uno de sus bolsillos y lo colocaba sobre la mesa, justo al lado de un diminuto trozo de carboncillo. – Pero espero que no se parezca al de Elen… - dijo al final, a la vez que comenzaba a garabatear sobre el papel.
Antes de que Eltrant pudiese preguntar a la vampiresa que estaba escribiendo, un temblor sacudió los cimientos de la casa, con fuerza, durante unos segundos estuvo seguro de que la vivienda se desplomaría sobre sus cabezas.
Frunció el ceño.
- Eso no puede ser normal… - Masculló levantándose de su asiento, aun temeroso de que la vivienda se desplomase sobre sus cabezas. Lyn le imitó.
¿Qué podía causar aquello?
Fuese lo que fuese, se había encargado de repetir la acción varias veces, la suficientes como para que todo el polvo que cubría la casa hubiese formado, ahora, una tenue neblina que flotaba por el lugar.
- Voy al campamento, deberían saber que está pasando. – Aseguró Eltrant según comenzaba a ataviarse con las distintas partes de su armadura. – Quédate aquí. – Le indicó, Lyn asintió y se volvió a sentar. - ¿Estarás bien? – La ojiazul volvió a asentir.
- Este sitio no tiene importancia estratégica para nadie. – Aseguró. – No van a visitarme de improviso, no te preocupes. – El exmercenario enarcó una ceja y, con la mano en el pomo de la puerta del dormitorio, se giró hacía su compañera.
- ¿Cómo sabes tú eso? –
- Llevo viva mucho tiempo, Mortal. – Aseguró Lyn, sonriendo. – Sé muchas más cosas de las que te crees. – Sentenció antes de volver, casualmente, al papel que tenía entre sus manos. - Ten cuidado - Fue lo último que Eltrant oyó según abandonaba la estancia.
[…]
No tardó demasiado en llegar hasta el campamento, apenas diez minutos. Lyn se lo había dejado bastante claro muchas veces: dejar a Mohr descansando en el Monte de San Pedro no había sido la mejor de sus ideas.
Aun sin bajarse de su montura, examinó la entrada al campamento leónico, parecían estar congregándose por algún motivo, no había que ser un erudito para al adivinar cuál era.
Finalmente, se decidió por desmontar y lo ató a Mohr a uno de los tantos postes que había repartidos por el lugar. Tras esto tomó su equipo de las alforjas del caballo y, a continuación, se encaminó hacia dónde la persona a la que buscaba conversaba con el que el líder de los leónicos.
Melena Blanca, le habían dicho. Era un nombre que había oído varias veces a lo largo de Aerandir. Un centinela, o excentinela; No terminaba de comprender como funcionaba toda aquella cuestión de “guardianes del mundo”.
- Debes odiar tantísimo esa cosa. – Fue lo primero que dijo cuando se acercó a Asher y le dio una palmada en el hombro, sonrió volviendo a mirar la corona, por algún motivo encajaba perfectamente en el lobo. ¿Es que se la habían hecho a medida? – Syl. – dijo al gato como todo saludo, bajando levemente la cabeza al verle.
Ambos estaban ataviados con sus respectivas armaduras y armados, debían de haberse preparado para lidiar con lo que estuviese ocasionando aquellos temblores que, aun de vez en cuando, se producían de forma intermitente.
- Supongo que también habéis oído eso. – Bajó ambas manos hasta su cinturón y ojeó el lugar, algunos soldados se acercaron hasta dónde estaban. - ¿Alguna idea de lo que es? – Inquirió entonces. - ¿Puedo ayudar? – Preguntó al final.
Eltrant Tale
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Re: Amanecer [Guerra de Lunargenta] [Libre 3/3] [Cerrado]
Las sombras eran su lugar, no los salones de palacio.
El chico se sentó en una piedra para descansar. Los últimos sucesos aún se arremolinaban en su cabeza y costaba darles sentido. ¿Cuánto había pasado desde que se montara sobre aquel dragón?
Respiró profundo. En su mente aún estaba muy fresca la memoria de ahogarse en el mar. Sí, por un momento había muerto, estaba seguro de ello. Había sido rápido, la misma caída le había vaciado los pulmones y luego había tragado agua. No había tardado en perder el conocimiento.
Tosió.
A los hechos posteriores costaba darles un orden cronológico. Había despertado en un barco, le habían secado, arropado, alimentado bien. Había acabado en un salón de palacio con gente que le daba las gracias y le trataba como un héroe. Le habían regalado una vestimenta no sólo muy valiosa, sino cargada de magia, algo que, estaba seguro, no habría podido comprar ni aunque ahorrara toda su vida.
Y las miradas... tantas miradas. Demasiadas. Preguntas, gente que quería escuchar la historia del dragón y lo cierto es que no tenía mucho que decir. Se había subido, había usado algunas ilusiones y había acabado (¿muerto?) en el mar.
Algunas de esas personas se reían disimuladamente cuando tartamudeaba.
... Pero ahora estaba al fin lejos. Había salido de allí con su magia (misteriosamente potenciada por las nuevas vestimentas) y ahora se encontraba cerca de un campamento. Sintió hambre y sed. No sabía cuántos días habían pasado ni cuánto se había alejado, era como si parte del tiempo se le hubiera simplemente borrado de sus recuerdos. Los hechos de palacios bien podían haber ocurrido el día anterior o un mes atrás.
Se puso de pie y caminó hacia las tiendas. Con un movimiento de su mano manipuló el éter que fluía a su alrededor para cambiar el aspecto de sus vestimentas. Entrar a un lugar así luciendo algo tan valioso y poderoso no era una buena idea. Ahora lucía como siempre, con ropas raídas, sucias y de tallas que nunca eran correctas para su tamaño, o bien muy grandes, o bien muy chicas.
Pasó su mano por la tierra y luego por su rostro. No necesitaba ilusiones para lucir sucio. Se aseguró también de que su cabello quedara no sólo empolvado, sino desordenado, en contraste con lo que le habían arreglado en el palacio.
Al llegar, unos soldados le miraron con desconfianza, pero ni siquiera se tomaron la molestia de interrogarle. Era sólo un niño, uno sucio y descuidado. Seguro el hijo de una de las tantas mujeres que acompañaban a los guerreros. Incluso aunque no era de la misma raza que la mayoría, no debía parecer tan raro. No valía la pena perder tiempo en ello.
Su andar era discreto y lento, perfecto para ir monitoreando la que estaba descuidado. No pretendía ponerse a robar para hacerse rico, sino sólo obtener algo de comida. No tardó en encontrar un trozo de pan junto a alguien devoraba un plato caliente. No fue difícil sacarlo sin que el otro se diera cuenta.
Su siguiente objetivo era lo que parecía una cantimplora dejada junto a otros pertrechos, pero no alcanzó a sacarla. Había visto caras conocidas.
Se acercó a ellos de manera sutil, con un andar que parecía descuidado, pero que no hacía ruidos. Los miró desde la espalda, tratando de comprobar si efectivamente eran quienes creía que eran.
–Te v-v-ves... distinto –le dice de pronto a Eltrant, acercándose más–. Algo en tu cara, quizás.
Se encoge de hombros y trata de mostrar una sonrisa amable. No está seguro si lo consigue exitosamente o no. Ese tipo de cosas siempre le han resultado difíciles.
–Hola Asher, Elt –dice luego levantando una de sus manos–. No esperaba enc-c-contrarlos.
El momento habría sido ideal para ponerse al día. Siempre que se encontraba con el humano acababan charlando y ya el sujeto de rasgos caninos había dejado de ser un extraño. Incluso si podía ser intimidante, sabía que era alguien en quien se podía confiar... pero el temblor no permitió darle muchas vueltas a ello.
Sintió su corazón acelerarse.
Era una sensación extraña, algo que no acostumbraba. Era como si algo en su pecho quisiera salir y empujara con fuerza contra su esternón, presionando con tal fuerza que hasta los pulmones retrocedían. Se descubrió a sí mismo abriendo la boca para respirar.
¿Qué le ocurría? sólo había sido un temblor. Cerró sus ojos y vio a Querostraza. Los abrió de inmediato. Los volvió a cerrar y vio el mar, la inmensidad de las aguas rodeándole, entrando por su boca, por su nariz, llenando sus pulmones dolorosamente. Vio la luz perdiéndose en la superficie que se alejaba y las burbujas escapar, como burlándose de que él no flotara como ellas. Abrió los ojos. Se sintió paralizado, con sus músculos demasiado tensos para siquiera moverlos. Un temblor ligero y constante le recorría de pies a cabeza. Una parte suya quería correr, la otra hacerse bolita en el piso y al final ninguna ganaba, sólo se quedaba allí, quieto.
Las personas a su alrededor se movían, algo ocurría. Los ruidos daban a entender que algo grande pasaba. Su mente sólo podía imaginarse una cosa capaz de causar eso.
Querostraza.
Demian
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Re: Amanecer [Guerra de Lunargenta] [Libre 3/3] [Cerrado]
-Al menos no viene con traje a juego.- respondí al ver a Eltrant. Luchar en prendas de roble debía ser realmente incómodo. -Tengo tan poca idea como tú, pero me vas a venir bien...- Le devolví el gesto amistoso con una sonrisa.
Había sido muy oportuno. Igual que cuando fuimos a por esa serpiente gigante. Sin embargo, igual que aquella vez, no fue el único en aparecer. Demian. Aquel chico... esperaba que no estuviese allí para atentar contra Melena Blanca. No, probablemente no. No parecía ser muy amigo del aquelarre, teniendo en cuenta nuestro último encuentro. Apenas tuve tiempo para devolver el saludo antes de que otro temblor, más fuerte que los anteriores, volviese a sacudir el campamento.
-¡Asher! ¡Ven aquí y ayudanos!- gritó el Centinela del Este.
-Demian. Si quieres ayudar, ven con nosotros. Si no, quédate a salvo. Nosotros nos ocuparemos.- aseguré, antes de dar media vuelta y correr hacia el grupo que se estaba formando.
La mayoría de leónicos parecía portar arcos o lanzas, con tan solo unos pocos más llevando espada y escudo. Estaban mucho más organizados que otros grupos similares. Por otra parte, había algunos voluntarios de distintas razas. Aquellos no tenían un armamento ni indumentaria organizada, pero se veían capaces.
-Esos temblores vienen de una criatura. La Tarasca. Es un ser gigantesco al que ya me he enfrentado en el pasado. La última vez, acabó hibernando. Esto fue hace más de diez años.- explicó, lo suficientemente alto como para que todos le oyeran. -El aquelarre debe haberlo despertado. Probablemente, quieran traerlo hasta aquí y esperar que haga su trabajo por ellos.-
-Eh, Elt. Sujeta esto.- susurró Syl, tendiéndole su nueva ballesta al humano. Centré mi atención en el león.
-Tenemos que acabar con esa bestia y recuperar la Sábana. Frendel no se rendirá hasta que le destruyamos por completo.- continuó. -Imargo, quédate con el resto de soldados. Es posible que ataquen mientras estemos fuera.- ordenó. El segundo jefe leónico asintió tras dudar unos instantes. -Asher, ven con nosotros. Consideralo una forma de demostrar lo que eres.-
Esbocé media sonrisa. ¿Demostrarselo a los demás... o a mi mismo?
No dudé en dar un paso al frente.
-Voluntarios, conmigo.- ¿Quien mejor para liderar a un grupo de gente variopinta con distintas habilidades y orígenes? Al fin y al cabo, en eso consistian los Nómadas. Por su parte, Melena Blanca controlaría mejor a sus leónicos.
-¡El objetivo está en el pantano! ¡En marcha!-
No hubo ninguna queja. Los dos grupos empezaron a caminar, lado a lado. No tendríamos tiempo para detenernos y descansar, por lo que era mejor mantenernos a un ritmo continuo.
-Están... manteniendo formación.- musitó Syl. Era curioso ver a hombres bestia con aquella coordinación. Hasta el ejercito Nórgedo era menos ordenado. Tras unos minutos, el gato tendió la mano hacia la ballesta que le había prestado a Eltrant, recuperándola y examinando el canalizador que tenía debajo del arco. Una de las runas se había tornado gris, por lo que debía haber absorbido el éter del metal de su armadura. Asintió, satisfecho. -Gracias.-
-¿No vas a explicárselo?- pregunté, mirando atrás momentaneamente. El felino resopló.
-Lo habrás notado, pero es el resultado de la madera que me diste. Se supone que en cuanto lo... cargue, o algo así, podrá hacer algo interesante.- dijo brevemente.
-Es éter. Tiene que absorber éter de cuatro elementos. Necesita metal, fuego, hielo y electricidad. Tu le has dado metal.- intervení, sumándole a la explicación. -Cuando lo tenga todo, podrá absorber el éter del aire y cristalizarlo con uno de los elementos para crear proyectiles especiales.-
-Aún no sé que diferencia hay entre eso y una flecha encantada.- apuntó Syl.
-¿Que diferencia hay entre un trozo de hierro caliente en el que pone "fuego" y una llama?- respondí, sonriendo.
La diferencia entre los dos grupos empezaba a volverse evidente. Los leónicos seguían imperturbables, apenas hablando en absoluto salvo para responder a las órdenes de su líder. Entre nosotros, un elfo se había unido a la conversación sobre runas. Echaba de menos aquello. Los hombres bestia de allí no entendían la magia en absoluto.
Había sido muy oportuno. Igual que cuando fuimos a por esa serpiente gigante. Sin embargo, igual que aquella vez, no fue el único en aparecer. Demian. Aquel chico... esperaba que no estuviese allí para atentar contra Melena Blanca. No, probablemente no. No parecía ser muy amigo del aquelarre, teniendo en cuenta nuestro último encuentro. Apenas tuve tiempo para devolver el saludo antes de que otro temblor, más fuerte que los anteriores, volviese a sacudir el campamento.
-¡Asher! ¡Ven aquí y ayudanos!- gritó el Centinela del Este.
-Demian. Si quieres ayudar, ven con nosotros. Si no, quédate a salvo. Nosotros nos ocuparemos.- aseguré, antes de dar media vuelta y correr hacia el grupo que se estaba formando.
La mayoría de leónicos parecía portar arcos o lanzas, con tan solo unos pocos más llevando espada y escudo. Estaban mucho más organizados que otros grupos similares. Por otra parte, había algunos voluntarios de distintas razas. Aquellos no tenían un armamento ni indumentaria organizada, pero se veían capaces.
-Esos temblores vienen de una criatura. La Tarasca. Es un ser gigantesco al que ya me he enfrentado en el pasado. La última vez, acabó hibernando. Esto fue hace más de diez años.- explicó, lo suficientemente alto como para que todos le oyeran. -El aquelarre debe haberlo despertado. Probablemente, quieran traerlo hasta aquí y esperar que haga su trabajo por ellos.-
-Eh, Elt. Sujeta esto.- susurró Syl, tendiéndole su nueva ballesta al humano. Centré mi atención en el león.
-Tenemos que acabar con esa bestia y recuperar la Sábana. Frendel no se rendirá hasta que le destruyamos por completo.- continuó. -Imargo, quédate con el resto de soldados. Es posible que ataquen mientras estemos fuera.- ordenó. El segundo jefe leónico asintió tras dudar unos instantes. -Asher, ven con nosotros. Consideralo una forma de demostrar lo que eres.-
Esbocé media sonrisa. ¿Demostrarselo a los demás... o a mi mismo?
No dudé en dar un paso al frente.
-Voluntarios, conmigo.- ¿Quien mejor para liderar a un grupo de gente variopinta con distintas habilidades y orígenes? Al fin y al cabo, en eso consistian los Nómadas. Por su parte, Melena Blanca controlaría mejor a sus leónicos.
-¡El objetivo está en el pantano! ¡En marcha!-
No hubo ninguna queja. Los dos grupos empezaron a caminar, lado a lado. No tendríamos tiempo para detenernos y descansar, por lo que era mejor mantenernos a un ritmo continuo.
-Están... manteniendo formación.- musitó Syl. Era curioso ver a hombres bestia con aquella coordinación. Hasta el ejercito Nórgedo era menos ordenado. Tras unos minutos, el gato tendió la mano hacia la ballesta que le había prestado a Eltrant, recuperándola y examinando el canalizador que tenía debajo del arco. Una de las runas se había tornado gris, por lo que debía haber absorbido el éter del metal de su armadura. Asintió, satisfecho. -Gracias.-
-¿No vas a explicárselo?- pregunté, mirando atrás momentaneamente. El felino resopló.
-Lo habrás notado, pero es el resultado de la madera que me diste. Se supone que en cuanto lo... cargue, o algo así, podrá hacer algo interesante.- dijo brevemente.
-Es éter. Tiene que absorber éter de cuatro elementos. Necesita metal, fuego, hielo y electricidad. Tu le has dado metal.- intervení, sumándole a la explicación. -Cuando lo tenga todo, podrá absorber el éter del aire y cristalizarlo con uno de los elementos para crear proyectiles especiales.-
-Aún no sé que diferencia hay entre eso y una flecha encantada.- apuntó Syl.
-¿Que diferencia hay entre un trozo de hierro caliente en el que pone "fuego" y una llama?- respondí, sonriendo.
La diferencia entre los dos grupos empezaba a volverse evidente. Los leónicos seguían imperturbables, apenas hablando en absoluto salvo para responder a las órdenes de su líder. Entre nosotros, un elfo se había unido a la conversación sobre runas. Echaba de menos aquello. Los hombres bestia de allí no entendían la magia en absoluto.
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Ballesta Elemental: Absorbido elemento metal
Última edición por Asher Daregan el Miér Sep 19 2018, 01:27, editado 1 vez
Asher Daregan
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Re: Amanecer [Guerra de Lunargenta] [Libre 3/3] [Cerrado]
Le sorprendió ver a Demian allí.
El muchacho tenía aspecto de haber visto días mejores, aunque, realmente, estaba exactamente igual que la última vez que se encontró con el joven brujo. Pasándose la mano por la barba sonrió al muchacho.
- Sí, últimamente me lo dicen mucho. – Afirmó riendo en voz baja.
Que Demian le hubiese dicho que parecía algo distinto era, en cierto sentido, algo bueno. Significaba que era más difícil de reconocer a simple vista, que los hombres del Hombre Muerto y la guardia lo tendrían ligeramente más difícil para encontrarle y darle caza.
No hubo tiempo de continuarla conversación, otro temblor, este más intenso que los demás, volvió a sacudir el campamento.
Melena Blanca llamó a Asher enseguida, probablemente para partir con los leónicos y los voluntarios en busca de la criatura, pero Eltrant, aunque se dispuso a seguirle, no pudo evitar notar la extraña reacción que Demian había tenido al sentir la sacudida.
Dejando que el nuevo Centinela se adelantase, Eltrant se agachó frente al brujo.
- ¿Estás bien, Dem? – Frunció ligeramente el ceño, preocupado. El chico estaba pálido, casi parecía que había visto a algo aterrador en un punto indeterminado del lugar al que miraba. – Ya has oído a Asher, puedes quedarte aquí si quieres, no tienes ninguna obligación de venir. – Le dedicó una sonrisa tranquilizadora, o lo intentó al menos. – Nosotros nos ocupamos. – Demian era mucho más que un muchacho común, Eltrant no iba a negar que su ayuda podría venir bien a la hora de lidiar con lo que estuviese sacudiendo el bosque de aquella manera, pero no dejaba de ser un niño, uno que, por lo que el exmercenario veía, estaba asustado.
Volviendo a levantarse, dejando a Demian a solas para que decidiese que hacer, se acercó al grupo de gente que se había reunido alrededor de Melena Blanca justo a tiempo para escuchar el nombre de la bestia a la que iban a matar.
“Tarasca”
No había oído aquel nombre en su vida, pero por lo que decía el león, era un monstruo al que se había enfrentado hacía diez años y no había conseguido matar. Se cruzó de brazos, previendo el tipo de bestia que iban a encarar.
Por los temblores debía de ser incluso más grande que Kagzilla.
Instintivamente se llevó la mano derecha hasta el guantelete mágico que rodeaba la izquierda. Solo con aquella breve explicación lo había comprendido: tenían que matar a aquella cosa.
- ¿Oh? – Eltrant se giró hacía Syl, no lo había oido acercarse siquiera hasta dónde estaba. – Claro - Sonriendo escuetamente aceptó la ballesta que este le ofrecía y, algo confundido, examinó el arma.
Era una ballesta, similar a las que portaba Huracán, no parecía estar cargada en aquel momento. Sonrió al inspeccionar el arma con más detenimiento, reconocía la madera de la que estaba hecha, después de todo, la tabla que parecía haber servido para fabricar el arma había estado tirada en el fondo de su bolsa de viaje durante años.
¿Tan poderosas habían resultado ser las propiedades mágicas de aquel trozo de madera?
Tras apuntar a la distancia, simulando realizar un disparo, se encogió de hombros y colgó la ballesta de la misma correa con la que sujetaba a Olvido. Se veía incapaz de adivinar el por qué Syl le había pedido que la llevase, pero no le importaba hacerlo, no pensaba prácticamente nada.
Melena Blanca, después de dar un escueto discurso y ordenar a su lugarteniente que se quedase cuidando del campamento, no tardó en dividir a los presentes en dos grupos. Nombró a Asher el líder de los soldados voluntarios mientras que él mismo se encargaría de coordinar a sus hombres.
Eltrant no se quejó, parecía ser una buena forma de organizarlo todo.
Cuando se adentraron en el pantano Eltrant buscó a Demian con la mirada, no sabía si el muchacho se había decidido al final por acompañarles, pero no debería de ser muy difícil de vislumbrar entre los presentes.
No llegó a localizar al brujo en aquel momento pues, aproximadamente a mitad de camino, Syl se decidió por recuperar su arma captando de nuevo su atención. Estuvo tentado de preguntar a que se debía todo aquello, Asher, al final, se encargó de que el felino se lo explicase sin necesidad de que lo hiciese.
Syl lo expuso todo de forma breve y concisa, como era habitual en él. A decir verdad, no parecía que el gato tuviese realmente ganas de hablar del tema, así que Eltrant se limitó a atusarse la barba, pensativo, y aguardó a que Asher hiciese su propia aportación al asunto antes de decir nada.
¿Virotes elementales? ¿Cómo su espada?
- …Entiendo. – mintió. – Bueno, vale, no del todo. – Admitió apenas unos segundos después, agachándose a esquivar otra rama que se cruzaba en su camino, dejando escapar una carcajada nerviosa. – De todas formas… me alegro de que la madera te haya sido útil. – Aseveró sin aminorar la marcha.
Los temblores cada vez eran más evidentes para el grupo, se estaban acercando a la criatura.
Sin embargo, antes de alcanzar su destino, el pequeño ejército que los leónicos habían formado se cruzó con algo relativamente inesperado: un grupo de unos cinco hombres corría en dirección contraria a la que ellos marchaban, a toda prisa.
Aparentemente desarmados, los extraños se detuvieron de inmediato al ver a los soldados, con los ojos abiertos de par en par. Entornando los ojos, Eltrant se hizo con Olvido y la dejó descansar sobre su hombro, conocía aquellas vestimentas, las túnicas de color oscuro que compartían con los tipos a los que combatió junto a Elen en Roilkat.
Eran nigromantes del aquelarre.
Uno de ellos cayó de rodillas y comenzó a reír a carcajadas, mostrandose totalmente desquiciado.
- ¡Es incontrolable! – Gritó, fue ese en el momento en el que Eltrant se percató de que todos los nigromantes estaban heridos de alguna forma u otra. - ¡Estáis todos acabados! ¡Muertos! – Continuó riéndose, miró a Melena Blanca. - ¡Y ni siquiera hemos tenido que ir a buscarte! – Apuntó con el báculo que tenía entre sus manos al león, aunque en un principio parecía que iba a hacer algo peligroso, el hombre vomitó una cantidad alarmante de sangre y volvió a sonreír. – Tú solo has venido hasta tu… - dijo antes de desplomarse contra el suelo, sin vida.
Los demás nigromantes no estaban en mejores condiciones que el que había hablado, otro temblor agitó el pantano. ¿Qué era en realidad ese monstruo? El corazón se le aceleró en su pecho, volvió a asirse el guantelete mágico.
Algunos de los nigromantes se levantaron, dispuestos a luchar, otros directamente huyeron en cualquier dirección. Eltrant no necesitó siquiera hacer nada con los que querían pelear, los voluntarios y los leónicos se encargaron de ellos con relativa facilidad pues apenas podían tenerse en pie.
Los que huían, en cambio, sí que podían a llegar a dar algún problema más a la larga.
El muchacho tenía aspecto de haber visto días mejores, aunque, realmente, estaba exactamente igual que la última vez que se encontró con el joven brujo. Pasándose la mano por la barba sonrió al muchacho.
- Sí, últimamente me lo dicen mucho. – Afirmó riendo en voz baja.
Que Demian le hubiese dicho que parecía algo distinto era, en cierto sentido, algo bueno. Significaba que era más difícil de reconocer a simple vista, que los hombres del Hombre Muerto y la guardia lo tendrían ligeramente más difícil para encontrarle y darle caza.
No hubo tiempo de continuarla conversación, otro temblor, este más intenso que los demás, volvió a sacudir el campamento.
Melena Blanca llamó a Asher enseguida, probablemente para partir con los leónicos y los voluntarios en busca de la criatura, pero Eltrant, aunque se dispuso a seguirle, no pudo evitar notar la extraña reacción que Demian había tenido al sentir la sacudida.
Dejando que el nuevo Centinela se adelantase, Eltrant se agachó frente al brujo.
- ¿Estás bien, Dem? – Frunció ligeramente el ceño, preocupado. El chico estaba pálido, casi parecía que había visto a algo aterrador en un punto indeterminado del lugar al que miraba. – Ya has oído a Asher, puedes quedarte aquí si quieres, no tienes ninguna obligación de venir. – Le dedicó una sonrisa tranquilizadora, o lo intentó al menos. – Nosotros nos ocupamos. – Demian era mucho más que un muchacho común, Eltrant no iba a negar que su ayuda podría venir bien a la hora de lidiar con lo que estuviese sacudiendo el bosque de aquella manera, pero no dejaba de ser un niño, uno que, por lo que el exmercenario veía, estaba asustado.
Volviendo a levantarse, dejando a Demian a solas para que decidiese que hacer, se acercó al grupo de gente que se había reunido alrededor de Melena Blanca justo a tiempo para escuchar el nombre de la bestia a la que iban a matar.
“Tarasca”
No había oído aquel nombre en su vida, pero por lo que decía el león, era un monstruo al que se había enfrentado hacía diez años y no había conseguido matar. Se cruzó de brazos, previendo el tipo de bestia que iban a encarar.
Por los temblores debía de ser incluso más grande que Kagzilla.
Instintivamente se llevó la mano derecha hasta el guantelete mágico que rodeaba la izquierda. Solo con aquella breve explicación lo había comprendido: tenían que matar a aquella cosa.
- ¿Oh? – Eltrant se giró hacía Syl, no lo había oido acercarse siquiera hasta dónde estaba. – Claro - Sonriendo escuetamente aceptó la ballesta que este le ofrecía y, algo confundido, examinó el arma.
Era una ballesta, similar a las que portaba Huracán, no parecía estar cargada en aquel momento. Sonrió al inspeccionar el arma con más detenimiento, reconocía la madera de la que estaba hecha, después de todo, la tabla que parecía haber servido para fabricar el arma había estado tirada en el fondo de su bolsa de viaje durante años.
¿Tan poderosas habían resultado ser las propiedades mágicas de aquel trozo de madera?
Tras apuntar a la distancia, simulando realizar un disparo, se encogió de hombros y colgó la ballesta de la misma correa con la que sujetaba a Olvido. Se veía incapaz de adivinar el por qué Syl le había pedido que la llevase, pero no le importaba hacerlo, no pensaba prácticamente nada.
Melena Blanca, después de dar un escueto discurso y ordenar a su lugarteniente que se quedase cuidando del campamento, no tardó en dividir a los presentes en dos grupos. Nombró a Asher el líder de los soldados voluntarios mientras que él mismo se encargaría de coordinar a sus hombres.
Eltrant no se quejó, parecía ser una buena forma de organizarlo todo.
Cuando se adentraron en el pantano Eltrant buscó a Demian con la mirada, no sabía si el muchacho se había decidido al final por acompañarles, pero no debería de ser muy difícil de vislumbrar entre los presentes.
No llegó a localizar al brujo en aquel momento pues, aproximadamente a mitad de camino, Syl se decidió por recuperar su arma captando de nuevo su atención. Estuvo tentado de preguntar a que se debía todo aquello, Asher, al final, se encargó de que el felino se lo explicase sin necesidad de que lo hiciese.
Syl lo expuso todo de forma breve y concisa, como era habitual en él. A decir verdad, no parecía que el gato tuviese realmente ganas de hablar del tema, así que Eltrant se limitó a atusarse la barba, pensativo, y aguardó a que Asher hiciese su propia aportación al asunto antes de decir nada.
¿Virotes elementales? ¿Cómo su espada?
- …Entiendo. – mintió. – Bueno, vale, no del todo. – Admitió apenas unos segundos después, agachándose a esquivar otra rama que se cruzaba en su camino, dejando escapar una carcajada nerviosa. – De todas formas… me alegro de que la madera te haya sido útil. – Aseveró sin aminorar la marcha.
Los temblores cada vez eran más evidentes para el grupo, se estaban acercando a la criatura.
Sin embargo, antes de alcanzar su destino, el pequeño ejército que los leónicos habían formado se cruzó con algo relativamente inesperado: un grupo de unos cinco hombres corría en dirección contraria a la que ellos marchaban, a toda prisa.
Aparentemente desarmados, los extraños se detuvieron de inmediato al ver a los soldados, con los ojos abiertos de par en par. Entornando los ojos, Eltrant se hizo con Olvido y la dejó descansar sobre su hombro, conocía aquellas vestimentas, las túnicas de color oscuro que compartían con los tipos a los que combatió junto a Elen en Roilkat.
Eran nigromantes del aquelarre.
Uno de ellos cayó de rodillas y comenzó a reír a carcajadas, mostrandose totalmente desquiciado.
- ¡Es incontrolable! – Gritó, fue ese en el momento en el que Eltrant se percató de que todos los nigromantes estaban heridos de alguna forma u otra. - ¡Estáis todos acabados! ¡Muertos! – Continuó riéndose, miró a Melena Blanca. - ¡Y ni siquiera hemos tenido que ir a buscarte! – Apuntó con el báculo que tenía entre sus manos al león, aunque en un principio parecía que iba a hacer algo peligroso, el hombre vomitó una cantidad alarmante de sangre y volvió a sonreír. – Tú solo has venido hasta tu… - dijo antes de desplomarse contra el suelo, sin vida.
Los demás nigromantes no estaban en mejores condiciones que el que había hablado, otro temblor agitó el pantano. ¿Qué era en realidad ese monstruo? El corazón se le aceleró en su pecho, volvió a asirse el guantelete mágico.
Algunos de los nigromantes se levantaron, dispuestos a luchar, otros directamente huyeron en cualquier dirección. Eltrant no necesitó siquiera hacer nada con los que querían pelear, los voluntarios y los leónicos se encargaron de ellos con relativa facilidad pues apenas podían tenerse en pie.
Los que huían, en cambio, sí que podían a llegar a dar algún problema más a la larga.
Eltrant Tale
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Re: Amanecer [Guerra de Lunargenta] [Libre 3/3] [Cerrado]
Tanto Asher como Eltrant le dieron la oportunidad de quedarse atrás, de no combatir, lo que sonaba inicialmente como a un desprecio de sus habilidades. El chico estuvo a punto de reclamar, de sacar sus armas y usar un poco de magia para mostrar que no era un indefenso...
Pero no le resultó. Su cuerpo simplemente se negaba a realizar cualquier acción peligrosa, como si una fuerza mayor, misteriosa, le retuviera. Alcanzó a escuchar algo sobre una 'tarasca', pero no pudo prestarle mayor atención.
Quiso contestarles, pero tampoco pudo. Le era muy difícil respirar con normalidad, por lo que entablar una conversación le resultaba imposible.
El grupo avanzó y él se quedó atrás, incapaz de comprender qué le ocurría. Sus piernas no querían moverse, pero no estaba herido, sus pulmones parecían necesitar aire, aún cuando sus vías respiratorias no estaban obstruidas. Se sentó, luego se paró. Estaba inquieto.
Tenía miedo.
No, no era miedo. Había sido entrenado desde pequeño para no tener miedo. El miedo era una debilidad, un obstáculo que no te permitía pensar tranquilo. A él le habían enseñado a ser cuidadoso, precavido, pero no a tener miedo.
Tenía miedo.
Cerró sus ojos y llamó una vez más al éter.
Por algún motivo le era difícil reunir las energías necesarias, como si no fuera sólo su cuerpo el que se negara a obedecer, sino hasta la magia misma le cerrara las puertas. Cerró sus puños, apretó los dientes y llamó con desesperación al flujo de los elementos... luego llamó al vacío.
Una ilusión apareció en su propia mente. Se trataba de un lugar tranquilo, apacible, en una playa de las Islas Illidenses, cerca de lo que fuera su hogar. Allí estaba su maestro. Se sentó a su lado. La brisa marina le daba en el rostro, pero se sentía agradable, limpia, con una salinidad que resultaba extrañamente dulce. El maestro le rodeó con un brazo los hombros y el contacto le daba protección.
* * *
Una flecha pasó rozando la cara del nigromante, realizando un pequeño corte, pero por ahora su vida seguía intacta. Dejó de correr y se giró. Levantó sus manos y una nube de materiales extraños se concentró en ellas. La nube hedía a muerte y, a medida que se arremolinaba, parecía tomar consistencia de carne y sangre en descomposición.
El sujeto dibujó una sonrisa maliciosa en su rostro, con el mentón levantado en señal de seguridad. El hechizo que preparaba le iba a enseñar a esos insolentes el verdadero poder de la muerte, ese que los otros brujos habían decidido abandonar, estúpidamente, tanto tiempo atrás.
–Insolentes, hoy se acab...
El gemido fue extraño, como si de pronto hubieran metido su cabeza en un balde con agua. Cuando bajó la mirada, el intestino delgado se asomaba por la apertura en su costado. Pudo ver la daga seguir su camino, retirarse y entonces la perdió de vista. Poco después sería el turno de su pulmón. Cayó de cara al piso.
La magia en sus manos se diluyó, dejando sólo tras de sí un rastro fétido.
Demian se erguía, sosteniendo una daga ensangrentada. Su respiración estaba agitada, formando un cuadro muy distinto al que tradicionalmente daba tras matar. Otras veces estaba tranquilo, con mirada serena y ausente, ahora sus ojos estaban muy abiertos y puestos completamente en su víctima. Se arrodilló.
La siguiente puñalada se clavó en el cuello, otra en el hombro, otra en un ojo, la siguiente en pleno vientre. Las puñaladas siguieron en intervalos fijos, coordinados con la respiración dificultosa del niño. El nigromante ya estaba muerto, pero Demian no parecía darse cuenta de ello, sólo seguía perforándole sin descanso, una y otra vez, como si eso fuera de alguna manera a calmarle.
No lo hacía. Mientras más atacaba más se agitaba y, aunque era poco evidente a simple vista, sus músculos temblaban.
Demian
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Re: Amanecer [Guerra de Lunargenta] [Libre 3/3] [Cerrado]
-Acierto. Nuca. No se levantará.- dijo Syl, levantándose y recargando su ballesta con otro virote. Incluso sin usar proyectiles elementales, la calidad de ese arma era más que notable. Tenía una precisión y potencia envidiable. Aquello lidiaba con el último nigromante que huía. No podíamos arriesgarnos, después de todo.
-Al menos eso lo confirma. Pero me sorprende que hayan quedado simplemente heridos.- dije simplemente. Si la criatura era tan temible, debía haber destrozado o devorado al resto. -...No os habreís puesto nerviosos con esto, ¿hmm?- pregunté, tratando de ignorar la extraña fijación que Demian había tomado con el cadaver del nigromante. Algunos de los voluntarios observaban con cautela.
No le di demasiada importancia. Mientras no nos atacase, podía ser útil.
-Vamos. Esta cosa ha sido derrotada antes. Lo podemos hacer de nuevo.- dije, reemprendiendo la marcha. Hubo algunos murmullos, pero nadie se opuso en voz alta. Hablaba con seguridad, y no era ninguna fachada. Aquella cosa no podía ser peor que un Jinete... y tampoco sería la primera abominación gigantesca a la que me enfrentaba.
Melena Blanca emitió un gruñido de aprobación. Aun así, parecía algo emocionado. Ansioso, quizás. Continuamos el camino.
Y finalmente, lo vimos, a la distancia.
Aquella criatura... era uno de los seres vivos más enormes que jamás había visto. Tan solo Querostraza parecía superarlo. Y estaba ahí. Era fácilmente visible sobre los árboles, pero parecía no darse cuenta de nuestra presencia. Al menos, por el momento.
Tenia partes de lagarto y caparazón de tortuga. Me recordaba a un híbrido. ¿Sería alguno de los experimentos humanos? ¿Era posible que creciesen hasta tal tamaño? Estábamos lejos del laboratorio de Bosne, pero era posible que se hubiese quedado por la zona en busca de comida.
-...Es posible que las flechas normales no sean suficiente.- musité. Incluso con el breve discurso anterior, estaba algo impresionado. -¿Como vamos a matar a esa cosa?-
-No hace falta. Solo tenemos que herirlo lo suficiente.- respondió Melena Blanca. -No creo que podamos matarlo realmente.-
-Si... no me digas.- Respiré hondo. Íbamos a necesitar un plan. Los soldados parecían algo nerviosos. Algunos "voluntarios" dieron pasos atrás. -Si huis, vais a tener algo peor de lo que preocuparos que la Tarasca.- gruñí. -¿Tiene algún punto débil?-
-La última vez le corté las patas. Parece haberlas regenerado, pero es posible que aún le quede marca. El caparazón es impenetrable. Por suerte, no es muy inteligente.- dijo en voz alta. -...La piel también es muy dura, pero puede ser atravesada. Solo hace falta ponerle empeño.- aseguró.
Me rasqué el cuello, pensando en nuestras posibilidades. Seria muy difícil que las armas convencionales le hiciesen nada. Podía contar con Brillo, el enorme doble hacha de Melena Blanca, el mandoble de Eltrant y la ballesta de Syl, pero el resto de lanzas y arcos no harían mucho a nuestro favor.
Quizás sería mejor dejar que se centrase en algunos y aprovechar mientras tanto. Pero aquella cosa podía aplastarnos fácilmente con un pisotón. Tanto la cola como las garras parecían peligrosas, y, aunque no podía verlas desde allí, el acabar entre sus dientes sería una muerte segura. Tendría que acercarme más para buscar puntos débiles, pero si verdaderamente tenía viejas heridas, sería fácil aprovechar aquello.
-¿Alguna idea?- pregunté. No esperaba oír nada brillante con tan pocos recursos, pero no dolía preguntar.
-Al menos eso lo confirma. Pero me sorprende que hayan quedado simplemente heridos.- dije simplemente. Si la criatura era tan temible, debía haber destrozado o devorado al resto. -...No os habreís puesto nerviosos con esto, ¿hmm?- pregunté, tratando de ignorar la extraña fijación que Demian había tomado con el cadaver del nigromante. Algunos de los voluntarios observaban con cautela.
No le di demasiada importancia. Mientras no nos atacase, podía ser útil.
-Vamos. Esta cosa ha sido derrotada antes. Lo podemos hacer de nuevo.- dije, reemprendiendo la marcha. Hubo algunos murmullos, pero nadie se opuso en voz alta. Hablaba con seguridad, y no era ninguna fachada. Aquella cosa no podía ser peor que un Jinete... y tampoco sería la primera abominación gigantesca a la que me enfrentaba.
Melena Blanca emitió un gruñido de aprobación. Aun así, parecía algo emocionado. Ansioso, quizás. Continuamos el camino.
Y finalmente, lo vimos, a la distancia.
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Aquella criatura... era uno de los seres vivos más enormes que jamás había visto. Tan solo Querostraza parecía superarlo. Y estaba ahí. Era fácilmente visible sobre los árboles, pero parecía no darse cuenta de nuestra presencia. Al menos, por el momento.
Tenia partes de lagarto y caparazón de tortuga. Me recordaba a un híbrido. ¿Sería alguno de los experimentos humanos? ¿Era posible que creciesen hasta tal tamaño? Estábamos lejos del laboratorio de Bosne, pero era posible que se hubiese quedado por la zona en busca de comida.
-...Es posible que las flechas normales no sean suficiente.- musité. Incluso con el breve discurso anterior, estaba algo impresionado. -¿Como vamos a matar a esa cosa?-
-No hace falta. Solo tenemos que herirlo lo suficiente.- respondió Melena Blanca. -No creo que podamos matarlo realmente.-
-Si... no me digas.- Respiré hondo. Íbamos a necesitar un plan. Los soldados parecían algo nerviosos. Algunos "voluntarios" dieron pasos atrás. -Si huis, vais a tener algo peor de lo que preocuparos que la Tarasca.- gruñí. -¿Tiene algún punto débil?-
-La última vez le corté las patas. Parece haberlas regenerado, pero es posible que aún le quede marca. El caparazón es impenetrable. Por suerte, no es muy inteligente.- dijo en voz alta. -...La piel también es muy dura, pero puede ser atravesada. Solo hace falta ponerle empeño.- aseguró.
Me rasqué el cuello, pensando en nuestras posibilidades. Seria muy difícil que las armas convencionales le hiciesen nada. Podía contar con Brillo, el enorme doble hacha de Melena Blanca, el mandoble de Eltrant y la ballesta de Syl, pero el resto de lanzas y arcos no harían mucho a nuestro favor.
Quizás sería mejor dejar que se centrase en algunos y aprovechar mientras tanto. Pero aquella cosa podía aplastarnos fácilmente con un pisotón. Tanto la cola como las garras parecían peligrosas, y, aunque no podía verlas desde allí, el acabar entre sus dientes sería una muerte segura. Tendría que acercarme más para buscar puntos débiles, pero si verdaderamente tenía viejas heridas, sería fácil aprovechar aquello.
-¿Alguna idea?- pregunté. No esperaba oír nada brillante con tan pocos recursos, pero no dolía preguntar.
_______________________________________________
Aquí estamos. La Tarasca es un gigantesco y peligroso Híbrido de 15 metros de altura, mucho peso, y extremadamente letal. Aún no nos ve, por lo que tenemos esta ronda para planificar y demás.
Sugiero utilizar tiradas de runas en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] ya que es un enemigo particularmente dificil de derribar. Con el típico repertorio desde Muy Malas hasta Muy Buenas.
Como ventaja (y para que la batalla no dure mil años), podemos decir que las habilidades u objetos pertinentes pueden mejorar los resultados en una categoría... pero solo si realmente funcionaría. Es decir, cosas que puedan realmente causar daño o ayudar en la acción relevante. Confío en vuestra lógica.
(Pero no tiréis runas si no queréis. No soy vuestra madre, es solo una sugerencia.)
Asher Daregan
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Re: Amanecer [Guerra de Lunargenta] [Libre 3/3] [Cerrado]
Una vez, y otra, y otra más.
Las puñaladas que el pequeño brujo le daba al cadáver no eran metódicas, no se comportaba como el muchacho que apenas dejaba entrever sus sentimientos, era caótico, prácticamente visceral.
Se acercó a él.
- Demian. – No sirvió de nada, parecía estar en una especie de trance. - ¡Demian! – Le sujetó del brazo con el que sujetaba el arma, impidiéndole volver a asestar otro tajo. – Está muerto. – dijo, era una obviedad que el muchacho no parecía terminar de ver, en sí, a Eltrant le sorprendía que el cuerpo del nigromante estuviese siento realmente consistente después de tantos cortes.
El grupo a su alrededor había seguido avanzando a pesar del comportamiento del muchacho, Demian se había decidido ir hasta allí y eso significaba que era otro más, si lo pensaba fríamente, no podían permitirse perder mucho tiempo allí.
- Respira hondo. – Le dijo con suavidad, depositando una de sus manos en el hombro. ¿Cómo podía ayudarle? – Ya ha pasado. ¿No lo ves? – Sonrió, obligó a que el niño se alejase del cadáver tirando con suavidad de su brazo.
No tenía ni idea de que le pasaba, solo sabía que, efectivamente, le sucedía algo.
¿Pero por qué se había decidido, entonces, a ir hasta allí para empezar?
Se quedó callado unos instantes, esperando ver alguna reacción en los ojos del muchacho. ¿Estaba temblando? Eltrant le revolvió el pelo.
- ¿Mejor? - La forma en la que Demian se estaba comportando le recordaba, en parte, a él mismo después de despertarse en mitad de la noche por culpa de las distintas pesadillas que, tiempo atrás, había tenido con Térpoli. - Vamos. – Le dijo ahora, ayudándole a levantarse.
También recordaba que contacto físico le había ayudado mínimamente en esos lejanos momentos en que los recuerdos le abrumaban, se preguntó, por un instante, que podría estar ocasionando aquel comportamiento en el brujo.
Un ligero escalofrío recorrió su espalda, se obligó a apartar aquellos pensamientos de su cabeza y se giró hacía la tropa, que había vuelto a emprender la marcha bajo órdenes de Asher y Melena Blanca.
- Parece que ya estamos cerca… - Le dijo al joven brujo al sentir otro temblor más, este lo suficientemente fuerte como para que las hojas de los arboles circundantes cayesen al suelo con suavidad. – No te alejes. – dijo al niño, comenzando a adelantarse entre los soldados.
Todos se habían detenido de improviso, murmuraban entre ellos, muchos asustados, otros, apenas un par de ellos, parecían entusiasmados por lo que estaban viendo.
Cuando llegó al frente levantó la mirada, no le quedó más remedio. Aquella cosa se alzaba sobre los arboles como si de un castillo viviente se tratase, se movía de forma lenta, sin prisa, como si tuviese todo el tiempo del mundo.
¿Cómo no habían podido verlo hasta aquel momento? ¿Y cómo había estado un monstruo de aquel tamaño hibernando durante diez años sin que nadie le hubiese hecho nada?
Frunció el ceño, Asher y Melena Blanca tenían razón, si aquella cosa había sido derrotada una vez, podía ser derrotada dos. Era grande y lenta, él mejor que nadie sabía el impedimento que era aquello a la hora de pelear.
Avanzó algunos pasos más y llegó hasta dónde estaba Syl.
- ¿Recuerdas cuando yo era lo más peligroso en la vida de Asher? – Preguntó esbozando una sonrisa cansada, aun mirando a la criatura.
No parecía haberles visto, cosa que no era ninguna sorpresa. ¿Se fijaba él acaso en las hormigas que se congregaban a sus pies?
Sujetó su guantelete mágico con fuerza mientras escuchaba al líder leónico describir a la criatura. Un silencio sepulcral se produjo cuando Asher preguntó a los presentes si alguno tenía alguna idea respecto a cómo actuar.
Era una pregunta difícil de responder, por más que miraba a la criatura no terminaba de ver un lugar por claro el que atacar y, aunque eran mucho más numerosos, aquella cosa podía barrerles a todos con el antebrazo de quererlo.
Se atusó la barba, pensativo, según oía a los voluntarios murmurar cada vez más alto. Los leónicos, aun cuando sus rostros reflejaban que no estaban seguros de lo que iban a hacer, se comportaban como lo habían hecho hasta el momento: como un ejército.
- Los ojos. – dijo Eltrant al cabo de un rato, rompiendo el silencio. – Por muy dura que tenga la piel, los ojos siguen siendo blandos. – Afirmó. – Podríamos empezar por ahí, si podemos alcanzarlos de alguna forma, claro. – La pregunta era, por supuesto, ¿Cómo? No es como si él pudiese saltar tan alto.
- ¿Qué te parece? – Preguntó a Asher prácticamente en seguida.
El lobo era el líder de los voluntarios y por muy amigo de él que Eltrant fuese, en realidad el castaño no era sino otro “mercenario” más que se había prestado a acabar con la Tarasca, no podía decidir que hacer o no.
- Si necesitáis alguna distracción… - Se quedó en silencio, estudiando sus posibilidades, volvió a asirse el guantelete de forma instintiva. – Puedo ir a por las piernas. – Después se cruzó de brazos aun pensativo. – Creo… - Miró al ser, calculó mentalmente la fuerza que podría tener este. – Creo que puedo soportarlo. – dijo al final.
También contaban con la ayuda de Demian, si el brujo conseguía recuperar la compostura estaba seguro que sería capaz de idear algo para distraer a aquella cosa, no habían sido pocas las veces que le había visto confundir a sus enemigos con sus trucos.
Se apoyó contra los carcomidos restos de un árbol y dejó que Melena Blanca y Asher debatiesen como actuar. Sorpresivamente, la mayoría de los voluntarios no habían huido, Eltrant había esperado que al menos alguno lo hubiese hecho al ver a aquella cosa desde tan cerca, pero las palabras de Asher parecían haberles convencido para que se quedasen a pelear.
Las puñaladas que el pequeño brujo le daba al cadáver no eran metódicas, no se comportaba como el muchacho que apenas dejaba entrever sus sentimientos, era caótico, prácticamente visceral.
Se acercó a él.
- Demian. – No sirvió de nada, parecía estar en una especie de trance. - ¡Demian! – Le sujetó del brazo con el que sujetaba el arma, impidiéndole volver a asestar otro tajo. – Está muerto. – dijo, era una obviedad que el muchacho no parecía terminar de ver, en sí, a Eltrant le sorprendía que el cuerpo del nigromante estuviese siento realmente consistente después de tantos cortes.
El grupo a su alrededor había seguido avanzando a pesar del comportamiento del muchacho, Demian se había decidido ir hasta allí y eso significaba que era otro más, si lo pensaba fríamente, no podían permitirse perder mucho tiempo allí.
- Respira hondo. – Le dijo con suavidad, depositando una de sus manos en el hombro. ¿Cómo podía ayudarle? – Ya ha pasado. ¿No lo ves? – Sonrió, obligó a que el niño se alejase del cadáver tirando con suavidad de su brazo.
No tenía ni idea de que le pasaba, solo sabía que, efectivamente, le sucedía algo.
¿Pero por qué se había decidido, entonces, a ir hasta allí para empezar?
Se quedó callado unos instantes, esperando ver alguna reacción en los ojos del muchacho. ¿Estaba temblando? Eltrant le revolvió el pelo.
- ¿Mejor? - La forma en la que Demian se estaba comportando le recordaba, en parte, a él mismo después de despertarse en mitad de la noche por culpa de las distintas pesadillas que, tiempo atrás, había tenido con Térpoli. - Vamos. – Le dijo ahora, ayudándole a levantarse.
También recordaba que contacto físico le había ayudado mínimamente en esos lejanos momentos en que los recuerdos le abrumaban, se preguntó, por un instante, que podría estar ocasionando aquel comportamiento en el brujo.
Un ligero escalofrío recorrió su espalda, se obligó a apartar aquellos pensamientos de su cabeza y se giró hacía la tropa, que había vuelto a emprender la marcha bajo órdenes de Asher y Melena Blanca.
- Parece que ya estamos cerca… - Le dijo al joven brujo al sentir otro temblor más, este lo suficientemente fuerte como para que las hojas de los arboles circundantes cayesen al suelo con suavidad. – No te alejes. – dijo al niño, comenzando a adelantarse entre los soldados.
Todos se habían detenido de improviso, murmuraban entre ellos, muchos asustados, otros, apenas un par de ellos, parecían entusiasmados por lo que estaban viendo.
Cuando llegó al frente levantó la mirada, no le quedó más remedio. Aquella cosa se alzaba sobre los arboles como si de un castillo viviente se tratase, se movía de forma lenta, sin prisa, como si tuviese todo el tiempo del mundo.
¿Cómo no habían podido verlo hasta aquel momento? ¿Y cómo había estado un monstruo de aquel tamaño hibernando durante diez años sin que nadie le hubiese hecho nada?
Frunció el ceño, Asher y Melena Blanca tenían razón, si aquella cosa había sido derrotada una vez, podía ser derrotada dos. Era grande y lenta, él mejor que nadie sabía el impedimento que era aquello a la hora de pelear.
Avanzó algunos pasos más y llegó hasta dónde estaba Syl.
- ¿Recuerdas cuando yo era lo más peligroso en la vida de Asher? – Preguntó esbozando una sonrisa cansada, aun mirando a la criatura.
No parecía haberles visto, cosa que no era ninguna sorpresa. ¿Se fijaba él acaso en las hormigas que se congregaban a sus pies?
Sujetó su guantelete mágico con fuerza mientras escuchaba al líder leónico describir a la criatura. Un silencio sepulcral se produjo cuando Asher preguntó a los presentes si alguno tenía alguna idea respecto a cómo actuar.
Era una pregunta difícil de responder, por más que miraba a la criatura no terminaba de ver un lugar por claro el que atacar y, aunque eran mucho más numerosos, aquella cosa podía barrerles a todos con el antebrazo de quererlo.
Se atusó la barba, pensativo, según oía a los voluntarios murmurar cada vez más alto. Los leónicos, aun cuando sus rostros reflejaban que no estaban seguros de lo que iban a hacer, se comportaban como lo habían hecho hasta el momento: como un ejército.
- Los ojos. – dijo Eltrant al cabo de un rato, rompiendo el silencio. – Por muy dura que tenga la piel, los ojos siguen siendo blandos. – Afirmó. – Podríamos empezar por ahí, si podemos alcanzarlos de alguna forma, claro. – La pregunta era, por supuesto, ¿Cómo? No es como si él pudiese saltar tan alto.
- ¿Qué te parece? – Preguntó a Asher prácticamente en seguida.
El lobo era el líder de los voluntarios y por muy amigo de él que Eltrant fuese, en realidad el castaño no era sino otro “mercenario” más que se había prestado a acabar con la Tarasca, no podía decidir que hacer o no.
- Si necesitáis alguna distracción… - Se quedó en silencio, estudiando sus posibilidades, volvió a asirse el guantelete de forma instintiva. – Puedo ir a por las piernas. – Después se cruzó de brazos aun pensativo. – Creo… - Miró al ser, calculó mentalmente la fuerza que podría tener este. – Creo que puedo soportarlo. – dijo al final.
También contaban con la ayuda de Demian, si el brujo conseguía recuperar la compostura estaba seguro que sería capaz de idear algo para distraer a aquella cosa, no habían sido pocas las veces que le había visto confundir a sus enemigos con sus trucos.
Se apoyó contra los carcomidos restos de un árbol y dejó que Melena Blanca y Asher debatiesen como actuar. Sorpresivamente, la mayoría de los voluntarios no habían huido, Eltrant había esperado que al menos alguno lo hubiese hecho al ver a aquella cosa desde tan cerca, pero las palabras de Asher parecían haberles convencido para que se quedasen a pelear.
Eltrant Tale
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Re: Amanecer [Guerra de Lunargenta] [Libre 3/3] [Cerrado]
Las palabras de Eltrant al principio se sintieron lejanas, como un murmullo escondido en una multitud. Le recordó a sus primeros tiempos en Lunargenta, cuando todo parecía un incesante ruido, un zumbido que no dejaba a uno entender lo que decía la persona a su lado.
No fue sino hasta que su brazo fue retenido que realmente se dio cuenta de quién le estaba hablando y por qué. Dejó finalmente de apuñalar al cadáver y escuchó al humano.
De alguna manera, el cuidado que éste puso resultaba más efectivo que la ilusión que había empleado en sí mismo minutos atrás. Demian guardó sus dagas.
–No quiero morir –confesó.
Ni siquiera había sido consciente de ese sentimiento hasta que salió de sus labios. Todo se sentía como algo externo que le ocurría, pero si escuchaba a sus propias palabras todo cobraba sentido. Ser capaz de decir eso se sentía como un enorme alivio.
Al final, todo era muy simple. Aunque odiara admitirlo, tenía miedo y la presencia de otros, de adultos en los que podía confiar, hacía que el miedo retrocediese. Por una vez, debía confiar en los demás y no pretender resolver todo.
Siguió a Eltrant. Aún sentía el miedo recorrer todo su ser, pero recobraba la capacidad de controlar su propia conducta. Asher y un hombre-león que parecía de importancia explicaban el escenario. Demian no quiso detener mucho su mirada en la enorme criatura, sólo hacerlo le recordaba a Querostraza y hacía que las cosas se pusieran peores.
De todo el intercambio, sacó dos cosas en limpio, dos cosas que eran útiles para él. La primera es que la criatura no era muy inteligente, la segunda es que necesitaban una distracción.
Tomó una varita del suelo y buscó un espacio despejado. Con el pie sacó algunas piedras y comenzó a dibujar en el piso. Se trataba de un círculo de magia. Si bien esos círculos de magia no tenían poder en sí mismo, solían ser usados por los hechiceros para ordenar su uso del éter, para poder enfocarse con más claridad y tener un mejor desempeño.
–Si esto va b-b-bien, tendrán una oportunidad para comenzar en ventaja... al menos si esa cosa es c-c-capaz de sentir miedo –dijo al grupo que planificaba.
Una vez terminada su obra, se sentó en el medio, en la posición de la flor de loto. Cerró sus ojos.
El éter parecía fuerte en el área, como si la presencia de tantas almas a punto de enfrentar una posible muerte le atrajera. Pero no podía distraerse, en el mundo necesitaban existir sólo dos cosas, él y la criatura.
El vacío. Nuevamente recurría al vacío, despejando todo de su mente. Se vio a sí mismo en un mundo completamente negro, pero no estaba solo. Allí también había una criatura gigante. Querostraza.
No, limpió sus pensamientos, se sintió temblar más fuerte, pero despejó la imagen. La dragona fue cambiando hasta tomar la forma de la Tarasca.
"Mi miedo es tuyo"
La mente de Demian se vació sobre la de la criatura, las peor y más cruel escena que pudo imaginar el muchacho, alimentada de su propio miedo, era enviada a su enemigo. Imaginó los fantasmas, pero no sólo un grupo, sino que uno en particular destacando. El fantasma de Querostraza atacando a la Tarasca, cayéndole encima, mordiéndole, arrancándole trozos de carne una y otra, y otra vez, partiendo la caparazón como si se tratase de mantequilla, quebrando su columna para que no pudiera moverse.(1)
Levantó sus brazos y tres llamas azules comenzaron a danzar a su alrededor. El éter fluía por su ser y daba su mejor esfuerzo para usar sus hechizos más poderosos en secuencia. Sus ojos brillaban. Enfocó sus manos hacia la enorme bestia.
Las llamas flotaron y encontraron un blanco fácil, adhiriéndose y pegándose al enorme ser. No cubrían zonas muy grandes, pero deberían proveer de puntos de refuerzo para los ataques aliados. Una llama se posó sobre el ojo izquierdo, otra en la garganta y otra al interior de la pata derecha, buscando partes blandas.(2)
Demian no se movió de su posición, estaba completamente concentrado en que sus ilusiones alcanzaran su máximo potencial.
(1) Demian ha usado su habilidad de nivel 4: Valle de los Espíritus, la cual permite aturdir a un enemigo por un turno y luego causarle horribles dolores ilusorios hasta el siguiente turno.
(2) Demian ha usado su habilidad de nivel 5: Ignis Fatuus, la que crea 3 llamas ilusorias, de aspecto fantasmal, que se adhieren al enemigo, causando daño psíquico. Cada vez que alguien ataque al afectado realizarán daño adicional. En otras palabras, aumentan el daño causado por los aliados contra el objetivo.
(*) Voy a lanzar la suerte luego de postear esta respuesta y editar para agregar el link al resultado. La suerte debería determinar qué tan efectiva ha sido la ilusión sobre la Tarasca.
EDITADO: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], así que los resultados de la ilusión no serán del todo satisfactorios. Considerando que la criatura es descrita como poco inteligente, esto no debería implicar que el efecto sea nulo, debería de todas maneras ser afectada por el miedo y dolor, pero lo que haga con eso no va a ser lo esperado.
Demian
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Re: Amanecer [Guerra de Lunargenta] [Libre 3/3] [Cerrado]
-Había pensado lo mismo.- concedí. La propuesta de Eltrant coincidía con mi primer plan. Sin embargo, requeriría algo de preparación. Si bien podía ascender hasta aquella altura, no me quedaría con muchas opciones para aterrizar, y sería un objetivo muy fácil de derribar en el aire. Además, si la criatura giraba la cabeza, me quedaría sin apertura para atacar.
Lo mejor sería utilizar a los arqueros para ello. Syl podía encargarse, pero necesitaría tomar una buena posición antes de disparar. Además, también necesitaría que el monstruo se quedase quieto. No tendría muchas oportunidades para disparar. Al menos, no con virotes que pudiesen cambiar las tornas.
-Tiene los ojos muy separados. Si le herimos uno, tendrá un punto ciego enorme.- observó el gato. -Pero no necesita ver para hacer daño.-
En efecto, cegarlo por completo podía complicarnos más las cosas. Se volvería demasiado impredecible.
-Todos vamos a por sus piernas, Tale. No hace falta que te hagas el héroe.- repliqué.
Fue entonces cuando la Tarasca empezó a agitarse de un modo extraño. Como si algo invisible le hubiese mordido, el monstruo lanzó un coletazo al aire. Los ensordecedores rugidos resonaron por todo el bosque. ¿Había enloquecido? El híbrido giraba y arañaba el aire, mordía a algo que no estaba ahí... y aplastaba todo lo que estaba cerca.
Aquello era justo lo que no necesitábamos. La vista del grupo se centró en el niño que estaba sentado cerca, dentro de un círculo.
-Brujos.- gruñó el león, fulminando al chico con la mirada. El desprecio que sentía por la magia se manifestó de forma casi tangible.
Suspiré. Aquello, por impresionante que fuese, no ayudaba en lo más mínimo. Si acaso, estaba empeorando la situación. Le hice una señal a dos de los voluntarios para que detuviesen a Demian. Si era necesario, que lo arrastrasen de su círculo. No teníamos tiempo para juegos estúpidos, y menos aún para que alguien tomase decisiones así sin preguntarle a nadie.
Repentinamente, la disposición del monstruo cambió, centrándose momentáneamente en los árboles. Alzó la boca, y de repente, exhaló una gigantesca cascada de hielo, dejando una capa de escarcha en una amplia linea a través de la maleza. Afortunadamente, ninguna de nuestras tropas estaba en su camino, pero podíamos ver el enorme muro de hielo que acababa de dejar.
-¿¡Esa cosa escupe HIELO!?- exclamé, incrédulo. ¿Que clase de monstruo era aquel?
-¡No lo hizo la última vez!- respondió Melena Blanca. No importaba. Tendríamos que adaptarnos. -¡Tenemos que atacar antes de que destruya todo el maldito bosque!-
-¡Arqueros, tomad posición! ¡Seguid a Syl!- ordené. Saqué una de las runas eléctricas de mi bolsillo. -Yo me encargo del resto.- dije, aplastando la runa con mi garra metálica y absorbiendo la descarga.[1] Una corriente de rayos empezó a fluir a lo largo de mi armadura, lanzando chispas al aire y acabando en la punta de Brillo.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
-¿Que demonios...? ¿Como estás usando magia?- preguntó el leónico con una nota de desconfianza en su voz. Estaba claro que no le hacía mucha gracia, pero sobre todo, parecía sorprendido. Esbocé media sonrisa mientras cogía la ballesta que me tendía Syl y dejaba que algo de electricidad la rodease, otorgándole el elemento.[2] Después de eso, se la devolví.
-Fácil. Soy Asher Daregan, el Centinela del Norte.- dije como toda explicación. Y entonces, emprendí la carrera. Atravesé los árboles que nos separaban de la bestia, espada en mano. Por primera vez, la vi de cerca.
Por algún motivo, no parecía ser para tanto.
- Música:
La bestia me vio. Pero al lado de las ilusiones que debía estar sufriendo, no debía de ser más que una molestia menor. Iba a demostrarle lo contrario. Salté, atravesando la distancia que me separaba del monstruo en apenas un instante.[3] La pata derecha. Las escamas no eran tan densas allí. El anillo de Brillo iluminó la hoja aún más, reforzando la capa de rayos que la recorría. [4]
Mi espada encontró carne. Una enorme salpicadura de sangre salpicó el suelo, acompañada de un gigantesco rugido de dolor. Le había abierto una herida, pero aquello no era más que el comienzo.
No me detuve. Los movimientos frenéticos de la bestia me alcanzarían si dejaba de moverme. Sus garras golpeaban la tierra, arrancándo árboles del suelo y dejando cicatrices en el suelo. Los leónicos no tardaron en llegar. Moviéndose a una velocidad que no creía posible para su tamaño, Melena Blanca esquivó las garras de la bestia y se lanzó contra la herida. Su enorme hacha doble se hundió en esta, agravándola. Con un grito de guerra, desencajó el arma, salpicando aún más sangre en el suelo.
________________________________________________
La mala suerte de Demian hace que la Tarasca se vuelva más peligrosa. El que sea muy mala suerte (y el hecho de que haya actuado por su cuenta) también hace que un par de voluntarios se acerquen a detenerle y romper su concentración.
He tirado dos runas, ambas buenas. La de defensa ha hecho que nadie sea alcanzado por el aliento helado. Mi ataque, junto al de Melena Blanca, ha provocado heridas medias en una de las patas. Otra runa de ataque Muy Buena en esa zona (o dos buenas) hará que caiga a cuatro patas.
[1] Usadas habilidades: Absorber y Runa Elemental - Descarga
[2] Ballesta Elemental: Absorbido elemento Electricidad
[3] Usada habilidad: Impulso
[4] Usado objeto: Brillo - Potenciar (+35% atributos este turno, reduce enfriamientos en un turno)
Asher Daregan
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Re: Amanecer [Guerra de Lunargenta] [Libre 3/3] [Cerrado]
- ¿Qué? – Abrió los ojos ligeramente sorprendido al oír la réplica de Asher - No, no. No pretendo hacerme el héroe, solo… - La Tarasca rugió con fuerza en aquel momento, Eltrant dejó de hablar y alzó la mirada. - ¿Qué le está…? – Miró tras de sí, Demian había dibujado un circulo en el suelo y estaba haciéndole algo a la criatura que, ahora, comenzaba a comportarse de forma errática, atacando al aire.
Aunque aquella cosa no les hubiese visto directamente no iba pasar mucho tiempo hasta que no lo hiciese, algunos voluntarios comenzaron a desenvainar sus respectivas armas, la criatura, mientras tanto, se encargó de descargar un torrente de hielo sobre el bosque.
- Dioses… - Masculló Eltrant desenvainando a Olvido, notando como el viento que sacudía el bosque se volvía gélido de golpe.
La criatura escondía trucos que ni el mismísimo Melena Blanca había visto cuando lo combatió años atrás. ¿Por qué no le sorprendía? Siempre que las cosas podían salir mal, salían mucho peor.
Tragó saliva y, sin perder de vista a la Tarasca, asió a Olvido con más fuerza. Solo era un monstruo más grande lo normal. Lo único que tenía que hacer era esquivar las zarpas, la cola, el aliento de hielo y sus fauces.
Un día típico en la vida de Eltrant Tale.
Los arqueros siguieron a Syl, los leónicos a Melena Blanca y Asher, por su parte, se cubrió de magia y salió disparado hacía la base de la criatura.
- ¡No, espera! ¿¡Qué hacemos nosotros!? – Los voluntarios y él mismo se quedaron en el lugar en el que estaban, esperando a que alguien les diese una orden coherente sobre cómo lidiar con aquello en aquel instante, sin saber exactamente cómo actuar. - “Yo me encargo del resto” – dijo Eltrant entre dientes, comenzando a correr en la dirección en la que se había marchado el lobo.
La Tarasca seguía combatiendo un enemigo invisible, derribando árboles y arrasando con todo lo que había en su camino, aquello no lo hacía menos peligrosa, pero, dentro de lo malo, era mejor que ser el objetivo principal de sus garras.
- ¡Rodead a esa cosa! – Gritó a los voluntarios, girándose momentáneamente a mirar a los que habían decidido seguirle. - ¡Uníos a los leónicos! ¡Que vaya hacia donde vaya el monstruo encuentre acero! ¡Vamos! – Exclamó, algunos asintieron, preguntándose por qué aquel tipo gritaba ordenes, otros se quedaron contemplando con la mirada perdida como Asher se desvanecía en mitad de la nada y se aparecía justo a tiempo para hacía gruñir a la bestia de dolor, hiriéndola en la pierna con su espada. - Cómo le gusta presumir. – No pudo evitar sonreír al ver esto, tenía que admitir que era realmente impresionante, le daba hasta envidia.
Atravesó los árboles, saltó un riachuelo y se dejó caer por un pequeño terraplén ayudándose con uno de sus guanteletes de metal. Aquella cosa estaba más lejos de lo que parecía debido a su tamaño.
Finalmente llegó hasta dónde Melena Blanca y Asher estaban, comprobó que habían herido a la criatura y que esta, aun cuando todavía atacaba a las ilusiones de Demian, también parecía haberse percatado de los diminutos oponentes que trataban de darle caza.
Volvió a levantar la mirada, la Tarasca abrió sus fauces y dejó escapar una bocanada de aire helado que alcanzó a varios leónicos y voluntarios que pasaban justo por su derecha, congelándolos al instante.
Necesitaba más fuerza para encarar a aquella cosa.
Empuñó a Olvido con aún más fuerza, entre sus manos. Se concentró durante apenas unos segundos, el viento que rodeaba la espada se extendió hasta su cuerpo, sintió su armadura más ligera, el mandoble que tenía entre sus manos se volvió más manejable. [1]
Aquello serviría.
Esprintó hacia los pies de la criatura, justo dónde en aquel momento una combinación de voluntarios más rápidos que él y leónicos atosigaban a la criatura con sus respectivas armas. Algunos de estos salieron despedidos cuando la Tarasca usó su antebrazo para apartarlos de su camino, los esquivó, bajó la espada y continuó corriendo.
Su guantelete comenzó a sisear, a liberar el vapor blanquecino al que ya estaba acostumbrado.
Saltó a un voluntario que se quejaba en el suelo, evitó que otro leónico que la criatura había lanzado por los aires le cayese encima.
No se detuvo, apenas se volvió un instante para comprobar si seguía con vida o no.
A pesar de la evidente desigualdad de condiciones en las que se encontraban, Melena Blanca y Asher estaban haciendo un buen trabajo hostigando a la criatura, tenía claramente la pierna derecha herida, dónde un largo corte se extendía desde la rodilla hasta el pie, uno que no paraba de sangrar.
Ahí es donde tenía que acertar.
Sabía que una vez se acercase no podría alejarse a tiempo para esquivar las garras de la criatura, no le quedaría más remedio que defenderse de un impacto que estaba bastante seguro de recibir. Por eso tenía que hacer que aquel golpe contase.
La criatura se tambaleaba con suavidad, casi como si fuese a caer de rodillas en cualquier momento, quizás por eso fue por lo que pudo evitar que la garra de aquella cosa se cerrase en torno a su cuerpo deslizándose por el suelo.
Frunció el ceño, se levantó lo más rápido que le permitieron sus piernas y, antes de que la Tarasca consiguiese pisarle con la misma facilidad con la que una persona se deshace de un insecto, Eltrant golpeó con toda la fuerza que pudo el tobillo del monstruo, introdujo el puño justo dónde el largo tajo que Asher había hecho terminaba.
Gritando con toda la fuerza que tenía en sus pulmones liberó una gigantesca cantidad de energía en aquel puñetazo, durante unos momentos, Eltrant estuvo seguro que su guantelete izquierdo, oculto en aquel momento en una espesa nube de vapor blanco, había vuelto a estallar. [2]
Pero había sido el tobillo de la Tarasca el que lo había hecho, el pie de la criatura cayó cercenado entre esquirlas de carne y hueso al suelo.
La bestia, inevitablemente, cayó sobre sus cuatro patas rugiendo de dolor.
Como había predicho, Eltrant no tuvo tiempo de alegrarse por haber acertado el golpe, la cola de la Tarasca se encargó de alejarle de un fuerte impacto en el pecho. Eltrant acabó atravesando un par de árboles antes de detenerse por completo en un tercero más grueso.
Quejándose de dolor, el castaño se levantó ayudándose con su espada y, tras limpiarse pobremente la sangre que cubría su armadura, se llevó la mano hasta dónde la coraza ahora estaba completamente deformada.
¿Se había roto algo? Fuese como fuese, el tatuaje arcano se activó inmediatamente acallando tímidamente el dolor.
Volvió a avanzar hacia la Tarasca, todavía no habían terminado.
[1] Habilidad de Olvido: Resolución.
[2] Habilidad de Eltrant Nivel 8: Seísmo.
Off: He sacado runa muy buena en suerte, así que la Tarasca se queda a cuatro patas. :'D
Aunque aquella cosa no les hubiese visto directamente no iba pasar mucho tiempo hasta que no lo hiciese, algunos voluntarios comenzaron a desenvainar sus respectivas armas, la criatura, mientras tanto, se encargó de descargar un torrente de hielo sobre el bosque.
- Dioses… - Masculló Eltrant desenvainando a Olvido, notando como el viento que sacudía el bosque se volvía gélido de golpe.
La criatura escondía trucos que ni el mismísimo Melena Blanca había visto cuando lo combatió años atrás. ¿Por qué no le sorprendía? Siempre que las cosas podían salir mal, salían mucho peor.
Tragó saliva y, sin perder de vista a la Tarasca, asió a Olvido con más fuerza. Solo era un monstruo más grande lo normal. Lo único que tenía que hacer era esquivar las zarpas, la cola, el aliento de hielo y sus fauces.
Un día típico en la vida de Eltrant Tale.
Los arqueros siguieron a Syl, los leónicos a Melena Blanca y Asher, por su parte, se cubrió de magia y salió disparado hacía la base de la criatura.
- ¡No, espera! ¿¡Qué hacemos nosotros!? – Los voluntarios y él mismo se quedaron en el lugar en el que estaban, esperando a que alguien les diese una orden coherente sobre cómo lidiar con aquello en aquel instante, sin saber exactamente cómo actuar. - “Yo me encargo del resto” – dijo Eltrant entre dientes, comenzando a correr en la dirección en la que se había marchado el lobo.
La Tarasca seguía combatiendo un enemigo invisible, derribando árboles y arrasando con todo lo que había en su camino, aquello no lo hacía menos peligrosa, pero, dentro de lo malo, era mejor que ser el objetivo principal de sus garras.
- ¡Rodead a esa cosa! – Gritó a los voluntarios, girándose momentáneamente a mirar a los que habían decidido seguirle. - ¡Uníos a los leónicos! ¡Que vaya hacia donde vaya el monstruo encuentre acero! ¡Vamos! – Exclamó, algunos asintieron, preguntándose por qué aquel tipo gritaba ordenes, otros se quedaron contemplando con la mirada perdida como Asher se desvanecía en mitad de la nada y se aparecía justo a tiempo para hacía gruñir a la bestia de dolor, hiriéndola en la pierna con su espada. - Cómo le gusta presumir. – No pudo evitar sonreír al ver esto, tenía que admitir que era realmente impresionante, le daba hasta envidia.
Atravesó los árboles, saltó un riachuelo y se dejó caer por un pequeño terraplén ayudándose con uno de sus guanteletes de metal. Aquella cosa estaba más lejos de lo que parecía debido a su tamaño.
Finalmente llegó hasta dónde Melena Blanca y Asher estaban, comprobó que habían herido a la criatura y que esta, aun cuando todavía atacaba a las ilusiones de Demian, también parecía haberse percatado de los diminutos oponentes que trataban de darle caza.
Volvió a levantar la mirada, la Tarasca abrió sus fauces y dejó escapar una bocanada de aire helado que alcanzó a varios leónicos y voluntarios que pasaban justo por su derecha, congelándolos al instante.
Necesitaba más fuerza para encarar a aquella cosa.
Empuñó a Olvido con aún más fuerza, entre sus manos. Se concentró durante apenas unos segundos, el viento que rodeaba la espada se extendió hasta su cuerpo, sintió su armadura más ligera, el mandoble que tenía entre sus manos se volvió más manejable. [1]
Aquello serviría.
Esprintó hacia los pies de la criatura, justo dónde en aquel momento una combinación de voluntarios más rápidos que él y leónicos atosigaban a la criatura con sus respectivas armas. Algunos de estos salieron despedidos cuando la Tarasca usó su antebrazo para apartarlos de su camino, los esquivó, bajó la espada y continuó corriendo.
Su guantelete comenzó a sisear, a liberar el vapor blanquecino al que ya estaba acostumbrado.
Saltó a un voluntario que se quejaba en el suelo, evitó que otro leónico que la criatura había lanzado por los aires le cayese encima.
No se detuvo, apenas se volvió un instante para comprobar si seguía con vida o no.
A pesar de la evidente desigualdad de condiciones en las que se encontraban, Melena Blanca y Asher estaban haciendo un buen trabajo hostigando a la criatura, tenía claramente la pierna derecha herida, dónde un largo corte se extendía desde la rodilla hasta el pie, uno que no paraba de sangrar.
Ahí es donde tenía que acertar.
Sabía que una vez se acercase no podría alejarse a tiempo para esquivar las garras de la criatura, no le quedaría más remedio que defenderse de un impacto que estaba bastante seguro de recibir. Por eso tenía que hacer que aquel golpe contase.
La criatura se tambaleaba con suavidad, casi como si fuese a caer de rodillas en cualquier momento, quizás por eso fue por lo que pudo evitar que la garra de aquella cosa se cerrase en torno a su cuerpo deslizándose por el suelo.
Frunció el ceño, se levantó lo más rápido que le permitieron sus piernas y, antes de que la Tarasca consiguiese pisarle con la misma facilidad con la que una persona se deshace de un insecto, Eltrant golpeó con toda la fuerza que pudo el tobillo del monstruo, introdujo el puño justo dónde el largo tajo que Asher había hecho terminaba.
Gritando con toda la fuerza que tenía en sus pulmones liberó una gigantesca cantidad de energía en aquel puñetazo, durante unos momentos, Eltrant estuvo seguro que su guantelete izquierdo, oculto en aquel momento en una espesa nube de vapor blanco, había vuelto a estallar. [2]
Pero había sido el tobillo de la Tarasca el que lo había hecho, el pie de la criatura cayó cercenado entre esquirlas de carne y hueso al suelo.
La bestia, inevitablemente, cayó sobre sus cuatro patas rugiendo de dolor.
Como había predicho, Eltrant no tuvo tiempo de alegrarse por haber acertado el golpe, la cola de la Tarasca se encargó de alejarle de un fuerte impacto en el pecho. Eltrant acabó atravesando un par de árboles antes de detenerse por completo en un tercero más grueso.
Quejándose de dolor, el castaño se levantó ayudándose con su espada y, tras limpiarse pobremente la sangre que cubría su armadura, se llevó la mano hasta dónde la coraza ahora estaba completamente deformada.
¿Se había roto algo? Fuese como fuese, el tatuaje arcano se activó inmediatamente acallando tímidamente el dolor.
Volvió a avanzar hacia la Tarasca, todavía no habían terminado.
_________________________________________________________________
[1] Habilidad de Olvido: Resolución.
[2] Habilidad de Eltrant Nivel 8: Seísmo.
Off: He sacado runa muy buena en suerte, así que la Tarasca se queda a cuatro patas. :'D
Eltrant Tale
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El vacío.
Sólo existían él y la criatura, el resto era una oscuridad absoluta. La bestia se quejaba, rugía, mordía en un intento desesperado de luchar contra la horrenda imagen de las ilusiones... pero debería estar quieta.
Su ilusión no sólo causaba dolor, sino que paralizaba al objetivo, pero esto último no estaba ocurriendo. Sintió un empujón.
Al abrir los ojos un par de sujetos le empujaban fuera del círculo, claramente molestos. Uno de ellos usaba la suficiente fuerza como para dejarle adolorido un brazo. Confundido, el chico buscó apoyo en las personas que conocía, pero ambos se lanzaban en esos momentos al combate.
¿Qué le pasaba a sus ilusiones?
–No molestes, crío, vete de aquí –dijo uno de los sujetos, antes de emprender el camino de vuelta a la línea de combate.
Tenían razón. Desde que había subido a lomos de Querostraza no era el mismo. Su cuerpo y su mente reaccionaban de maneras inusuales, no podía encontrar la concentración adecuada. Algo había sido dañado en su interior.
Se puso de pie, pero no para ir en dirección a la bestia, sino en sentido contrario. Si no podía hacer un uso efectivo de sus habilidades no era nadie. Con miedo no era más que un niño indefenso.
Fue entonces que vio a Eltrant salir literalmente atravesando árboles. Corrió a verle y un enorme rugido hizo temblar el suelo.
Querostraza.
No, era otra bestia la que estaba allí, debía recordarlo.
–¿Estás bien, Elt? –le preguntó al acercarse.
El golpe parecía haber sido muy fuerte, capaz de quebrar a una persona normal en pedazos, pero Eltrant se levantaba para seguir en la batalla. Caminaba hacia la temible bestia con coraje y determinación. Demian sintió vergüenza de haber querido simplemente dar la vuelta.
Desenvainó sus dagas. Si esa cosa no iba a caer presa de sus ilusiones, iba a tener que al menos usar sus ataques.
Eltrant había mencionado antes que los ojos podían ser un buen objetivo y el chico sintió que eso es lo que debía hacer. Los leónicos podían irse a las fauces de Querostraza por lo que a él concernía, pero al menos iba a mostrarle a Eltrant que no se había vuelto un completo inútil.
Cerró sus ojos y nuevamente el mundo se redujo a oscuridad total y dos seres en medio de la nada. Él y la Tarasca. Inicialmente estaban muy lejos el uno del otro, pero en un segundo estaban frente a frente. Abrió los ojos.
Se encontraba ahora allí, frente al ojo. Rápidamente se cogió del párpado, clavando allí una de sus dagas. No esperaba con ello causar daño real, sino que se preparaba con la mano libre para perforar la córnea. Estaba al alcance de su mano.
No respondió.
Su cuerpo se quedó paralizado. Era como estar sobre Querostraza y en su mente apareció la imagen de su caída, de la certeza de su muerte, del rescate en el último momento, cuando sus pulmones luchaban por extraer oxígeno del agua marina. Miró hacia abajo, iba a caer, estaba seguro que iba a caer y ahora no había agua. La bestia había caído, pero su cabeza seguía erguida. Si impactaba el suelo desde esa altura tenía posibilidades reales de salvarse, pero su mente no parecía procesarlo de la misma manera, en su mente se encontraba a cien metros de altura, volando sobre una dragona.
Luego todo ocurrió muy rápido.
En un movimiento, la Tarasca lo sacudió y luego lo encerró entre sus fauces. El chico alcanzó a reaccionar para evitar que su cuerpo fuera partido en dos por los feroces dientes, rodando al interior. La apertura se cerró.
Desesperado, clavó una de sus dagas en la lengua y la otra en las encías, rasgando. Esta vez no iba a por matar, sino por salvar sus propios huesos, clavaba las dagas y rasgaba para no ser tragado vivo.
Las fauces se abrieron y pudo ver luz.
Demian se dejó caer justo en el instante en que un aliento de hielo iba a ser arrojado.
Bueno, la suerte me sigue odiando. Dem definitivamente ha visto tiempos mejores.
Demian
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No estaba acostumbrado al hielo, pero aquello era muy oportuno.
A pesar del frío y la humedad, la formación de escarcha que la Tarrasca había creado podía proporcionarles una posición idonea, dejándoles relativamente cerca del objetivo. Además, el propio hielo servía de cobertura ante cualquier ataque perdido del animal.
Por supuesto, había otro motivo por el que quería estar allí.
Hincó la rodilla en el suelo. Los árboles habían sido derribados, por lo que no obstruirían las flechas. Syl examinó la ballesta. Las runas habían adquirido un azul pálido. [1] Solo necesitaba algo de fuego.
Y de eso tenía de sobra.
El ballestero colocó uno de los virotes encantados en su ballesta. En cuestión de segundos, la runa de fuego del proyectil se apagó, mientras que el azul de las de la ballesta se tornó rojo. [2]Todo el arma se iluminó. Lo tenía. Había recibido los cuatro elementos.
Era hora de ponerlo a prueba.
-Preparaos.- ordenó. Todos los arcos de su espalda se tensaron. Acarició el arma y notó un ligero pinchazo. Su energía estaba decayendo, pero tenía que concentrarse. Una nube de vaho helado escapó de la boca del animal, y una figura cayó de su interior. -Ahora.-
Una multitud de flechas atravesaron el aire, dirigidas hacia la bestia. Pero entre ellas, una era distinta. Una flecha de cristal rojo que, en los breves momentos en los que volaba hacia la criatura, cambió hasta convertirse en una lanza flamigera,[3] hecha de fuego puro.
Y, si bien no acertó en el ojo como había intentado, la boca abierta del monstruo se cubrió de llamas durante un instante. No llegó a exhalar hielo. La sorpresa y el dolor interrumpieron su aliento. Su boca, ahora quemada y herida, impediría que lo volviese a intentar durante al menos unos momentos.
El gato exhaló. De repente, se sentía agotado.
Debería haberme alegrado.
Y, sin embargo, no sonreí cuando Eltrant le arrancó el pie a aquel monstruo. No hubo ninguna sensación reconfortante. ¿Como se había hecho tan fuerte? Aquello estaba muy lejos de los límites humanos. Tenía que ser el guantelete, pero...
No. No era solo eso. Un objeto como ese no le daría tanta fuerza por si solo. Era él quien se había acercado al monstruo. Lo había hecho con su propio mérito. Incluso si no hubiese tenido aquel guantelete, lo habría conseguido de alguna forma. Igual que, tiempo atrás, había conseguido mover aquel bloque de piedra.
Apenas noté como el humano salía volando por el contraataque de la Tarrasca, o como el cuerpo del monstruo impactaba con el sucio suelo a la orilla del pantano. Poco después, una llamarada salió de su boca. Syl debía haber acertado, también.
Apreté el puño. No iba a ser menos.
Envainé a Brillo y empecé a correr, asegurándome de evitar las enormes garras que barrían el suelo. La criatura no sería capaz de ponerse en pie fácilmente. Busqué a Melena Blanca con la mirada. El berserker había hundido su hacha repetidas veces en el cuerpo de la Tarrasca, pero no parecía haber un plan.
Me dirigí hacia la mitad de su torso. Había una hendidura, fruto de los esfuerzos del león. No hacía falta pensar más allá de aquello. Clave mi garra metálica en sus escamas. Rojo. Fuego. [4]
Salí despedido por el impulso, pero no tardé en ponerme en pie. La explosión no había agravado la herida, pero gran parte de las escamas de la zona se habían desprendido. Aquello podía funcionar. Podía ser el siguiente punto débil.
Iba a abrir esa criatura en canal.
A pesar del frío y la humedad, la formación de escarcha que la Tarrasca había creado podía proporcionarles una posición idonea, dejándoles relativamente cerca del objetivo. Además, el propio hielo servía de cobertura ante cualquier ataque perdido del animal.
Por supuesto, había otro motivo por el que quería estar allí.
Hincó la rodilla en el suelo. Los árboles habían sido derribados, por lo que no obstruirían las flechas. Syl examinó la ballesta. Las runas habían adquirido un azul pálido. [1] Solo necesitaba algo de fuego.
Y de eso tenía de sobra.
El ballestero colocó uno de los virotes encantados en su ballesta. En cuestión de segundos, la runa de fuego del proyectil se apagó, mientras que el azul de las de la ballesta se tornó rojo. [2]Todo el arma se iluminó. Lo tenía. Había recibido los cuatro elementos.
Era hora de ponerlo a prueba.
-Preparaos.- ordenó. Todos los arcos de su espalda se tensaron. Acarició el arma y notó un ligero pinchazo. Su energía estaba decayendo, pero tenía que concentrarse. Una nube de vaho helado escapó de la boca del animal, y una figura cayó de su interior. -Ahora.-
Una multitud de flechas atravesaron el aire, dirigidas hacia la bestia. Pero entre ellas, una era distinta. Una flecha de cristal rojo que, en los breves momentos en los que volaba hacia la criatura, cambió hasta convertirse en una lanza flamigera,[3] hecha de fuego puro.
Y, si bien no acertó en el ojo como había intentado, la boca abierta del monstruo se cubrió de llamas durante un instante. No llegó a exhalar hielo. La sorpresa y el dolor interrumpieron su aliento. Su boca, ahora quemada y herida, impediría que lo volviese a intentar durante al menos unos momentos.
El gato exhaló. De repente, se sentía agotado.
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Debería haberme alegrado.
Y, sin embargo, no sonreí cuando Eltrant le arrancó el pie a aquel monstruo. No hubo ninguna sensación reconfortante. ¿Como se había hecho tan fuerte? Aquello estaba muy lejos de los límites humanos. Tenía que ser el guantelete, pero...
No. No era solo eso. Un objeto como ese no le daría tanta fuerza por si solo. Era él quien se había acercado al monstruo. Lo había hecho con su propio mérito. Incluso si no hubiese tenido aquel guantelete, lo habría conseguido de alguna forma. Igual que, tiempo atrás, había conseguido mover aquel bloque de piedra.
Apenas noté como el humano salía volando por el contraataque de la Tarrasca, o como el cuerpo del monstruo impactaba con el sucio suelo a la orilla del pantano. Poco después, una llamarada salió de su boca. Syl debía haber acertado, también.
Apreté el puño. No iba a ser menos.
Envainé a Brillo y empecé a correr, asegurándome de evitar las enormes garras que barrían el suelo. La criatura no sería capaz de ponerse en pie fácilmente. Busqué a Melena Blanca con la mirada. El berserker había hundido su hacha repetidas veces en el cuerpo de la Tarrasca, pero no parecía haber un plan.
Me dirigí hacia la mitad de su torso. Había una hendidura, fruto de los esfuerzos del león. No hacía falta pensar más allá de aquello. Clave mi garra metálica en sus escamas. Rojo. Fuego. [4]
Salí despedido por el impulso, pero no tardé en ponerme en pie. La explosión no había agravado la herida, pero gran parte de las escamas de la zona se habían desprendido. Aquello podía funcionar. Podía ser el siguiente punto débil.
Iba a abrir esa criatura en canal.
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[1] Ballesta Elemental: Adquirido elemento Hielo
[2] Ballesta Elemental: Adquirido elemento Fuego usando un Virote de Fuego. Tarea completada.
[3] Usada habilidad: Impacto Crítico y el objeto Quimera - Fuego
[4] Usada habilidad: Estallido
Runa media... mejorada por una suma de habilidades y objetos. El ataque de Asher no hace daño real, pero crea un punto relativamente débil. El de Syl interrumpe el aliento de hielo durante este turno.
Última edición por Asher Daregan el Sáb Sep 22 2018, 14:02, editado 1 vez
Asher Daregan
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Re: Amanecer [Guerra de Lunargenta] [Libre 3/3] [Cerrado]
Se arrancó el peto deformado de su cuerpo, lo dejó caer a un lado y respiró profundamente.
Era molesto, le costaba respirar con él puesto. El gélido aire que se había apoderado del pantano tampoco le facilitaba demasiado las cosas. Cada vez que aquel ser abría la boca era como ser trasportado hasta Dundarak.
Escuchó la voz de Demian tras él, interesándose por cómo estaba.
Sonrió al muchacho, aliviado al verle de una pieza. ¿No le habían sujetado dos voluntarios por haberse precipitado? Sacudió la cabeza como toda respuesta a su pregunta y se llevó la mano hasta dónde estaba seguro que un oscuro moratón iba a aparecer en unas horas.
- Sobreviviré. – Le dijo, deteniéndose antes de empezar a caminar hacía la Tarasca, analizando desde la distancia como estaba desarrollándose la pelea. – Quédate a mi lado, lo mejor que podemos hacer es seguir abriéndole heridas poco a poco, podríamos… - Pero el muchacho no llegó a responderle, Eltrant estaba bastante seguro de que, para empezar, ni siquiera le llegó a escuchar
Tras desenvainar sus dos dagas Demian se desvaneció de dónde estaba y se apareció justo frente a los ojos de la Tarasca. La cual, ahora, debido a no tener pie derecho, no podía moverse con la misma facilidad que antes.
- ¡¿Es que hoy nadie me hace caso!? – Corrió de nuevo hacía la bestia al ver al muchacho quedarse inmóvil en el aire durante una fracción de segundo. ¿Se había quedado corto? ¿No había alcanzado el ojo? – ¡Demian! - Gritó, sin parar de correr, levantó la mirada, el corazón se le detuvo cuando el niño desapareció entre las fauces de la bestia.
Se paró sobre sus pasos durante apenas unos segundos, frunciendo el ceño, pensando frenéticamente que hacer. ¿Atacaba al cuello? No podía saltar tan alto, era imposible que él consiguiese sacar a Demian de allí.
Afortunadamente para él, los dioses parecieron escuchar sus plegarias a pesar de la abrumadora cantidad de insultos que las acompañaban. El brujo salió despedido de la boca del ser cubierto de sangre que esperaba que no fuese la suya.
Retomó la marcha, podía sentir como Asher y Melena Blanca abrían más heridas en el monstruo.
Tenía que atrapar a Demian.
Otra explosión, y otro aullido de dolor por parte de la monstruosidad a la que se enfrentaban. Una enorme cantidad de fuego brotó de la boca del ser, incapaz de comprender que había hecho eso continuó corriendo.
¿Sería que ahora también lanzaba fuego?
No, no podía ser eso, estaba bramando de dolor. Debía de haber sido uno de los trucos de Asher.
- ¡Demian! – Volvió a gritar, trató de atraer la atención del brujo.
La caída era muy alta y la Tarasca, aun cuando su boca humeaba con suavidad, parecía seguir centrada en el muchacho. Otra explosión más captó su atención, está en el vientre de la bestia, Eltrant apenas tuvo tiempo de comprobar como de grave había sido, pero fue suficiente como para que el monstruo volviese a retorcerse de dolor.
Tenía que alcanzarlo. Aquellos escasos segundos que habían pasado desde que Demian había salido de la boca del monstruo y él había empezado a correr se le estaban haciendo eternos, casi como si la batalla que se estaba produciendo a su alrededor fuese a cámara lenta.
Tenía que alcanzarlo, aquella frase se repetía en su cabeza una y otra vez, aun si su cuerpo se negaba, él no lo haría. [1]
Tenía que alcanzarlo.
- ¡Te tengo! – Consiguió atrapar al niño. - Te tengo. – Repitió en voz algo más baja, rodando por el suelo. No había sido precisamente delicado a la hora de sujetarle, pero se encargó de amortiguar mínimamente la caída del brujo. - ¡Oh, maldi…! – Aquello fue lo único que alcanzó a decir antes de verse obligado a cubrir con su cuerpo a Demian. [2]
La gigantesca zarpa de la Tarasca lanzó ambos por los aires, Eltrant abrazó al muchacho y no lo soltó en ningún momento, le protegió como buenamente pudo. Una vez se detuvieron respiró profundamente, trató de recuperar el aire que aquella cosa le había sacado de un golpe de los pulmones.
Esta vez no había atravesado ningún árbol, ni tampoco acabó especialmente lejos del monstruo. Sí que notó, en cambio, la ausencia de peto metálico con cada golpe que se daba contra el suelo.
Por fortuna, el tatuaje arcano brillaba con fuerza bajo sus ropajes, curando lentamente todas las heridas que se había granjeado hasta el momento.
- De… Demian. – Se incorporó, sacudió la cabeza. Olvido no había acabado especialmente lejos, no dudó en volver a hacerse con ella. – No hay tiempo que perder. – dijo enseguida, ignorando el hecho de que la armadura que cubría su brazo derecho se había doblado lo suficiente como para complicar los distintos movimientos de la extremidad. - ¿Ves aquella herida? – La Tarasca volvió a rugir, parecía estar intentando exhalar hielo sin resultado. Eltrant señaló a la apertura que Asher acababa de abrir en su vientre. – Ábrela aún más. – Le dijo. – Ve, yo me encargo de que la cabeza se centre en mí. – Se deshizo de las correas que sujetaban su guantelete derecho. – ¡Corre! - No sabía si el muchacho le iba a hacer caso o no, en sí, le sorprendería que lo hiciese si tenía en cuenta la racha que llevaba aquel día.
Cargó a Olvido, acumuló el máximo número de viento que pudo en la hoja y miró fijamente a aquel ser.
- ¡Eh tú! - Iba a encargarse de que todos pudiesen asestar sus respectivos golpes sin problemas. - ¡¿Quieres que te arranque otra pata!? – Se preparó para lanzar todo lo que su espada podía proporcionar si aquella cosa decidía ir a por Demian, Asher o Melena Blanca. [3]
- ¡Ven a por mí! -
[1] Hablidad Eltrant Nivel 0: Adrenalina.
[2] Habilidad Eltrant Nivel 1: Salvaguarda.
[3] Habilidad Eltrant Nivel 6: Muro de Acero.
Off: Si la Tarasca decide atacar a alguien que no es Eltrant usará su Habilidad de Nivel 3: Hoja cargada + La segunda Habilidad de Olvido: Cortaviento. como resultado de "Muro de Acero" para impedirlo. Basicamente Olvido libera una media luna de viento como ataque, podeis ponerlo en vuestros posts, atacaría al cuello de la criatura desde dónde está situado.
Si la Tarasca ataca directamente a Eltrant usará su habilidad de nivel 2: Karma. Más la combinación que he descrito antes, podeis describirlo en vuestros post tambien si quereis, si no lo pondre al principio del mio. :'DDD
Y runa media convertida en alta por uso de habis y objetos. ^^
Era molesto, le costaba respirar con él puesto. El gélido aire que se había apoderado del pantano tampoco le facilitaba demasiado las cosas. Cada vez que aquel ser abría la boca era como ser trasportado hasta Dundarak.
Escuchó la voz de Demian tras él, interesándose por cómo estaba.
Sonrió al muchacho, aliviado al verle de una pieza. ¿No le habían sujetado dos voluntarios por haberse precipitado? Sacudió la cabeza como toda respuesta a su pregunta y se llevó la mano hasta dónde estaba seguro que un oscuro moratón iba a aparecer en unas horas.
- Sobreviviré. – Le dijo, deteniéndose antes de empezar a caminar hacía la Tarasca, analizando desde la distancia como estaba desarrollándose la pelea. – Quédate a mi lado, lo mejor que podemos hacer es seguir abriéndole heridas poco a poco, podríamos… - Pero el muchacho no llegó a responderle, Eltrant estaba bastante seguro de que, para empezar, ni siquiera le llegó a escuchar
Tras desenvainar sus dos dagas Demian se desvaneció de dónde estaba y se apareció justo frente a los ojos de la Tarasca. La cual, ahora, debido a no tener pie derecho, no podía moverse con la misma facilidad que antes.
- ¡¿Es que hoy nadie me hace caso!? – Corrió de nuevo hacía la bestia al ver al muchacho quedarse inmóvil en el aire durante una fracción de segundo. ¿Se había quedado corto? ¿No había alcanzado el ojo? – ¡Demian! - Gritó, sin parar de correr, levantó la mirada, el corazón se le detuvo cuando el niño desapareció entre las fauces de la bestia.
Se paró sobre sus pasos durante apenas unos segundos, frunciendo el ceño, pensando frenéticamente que hacer. ¿Atacaba al cuello? No podía saltar tan alto, era imposible que él consiguiese sacar a Demian de allí.
Afortunadamente para él, los dioses parecieron escuchar sus plegarias a pesar de la abrumadora cantidad de insultos que las acompañaban. El brujo salió despedido de la boca del ser cubierto de sangre que esperaba que no fuese la suya.
Retomó la marcha, podía sentir como Asher y Melena Blanca abrían más heridas en el monstruo.
Tenía que atrapar a Demian.
Otra explosión, y otro aullido de dolor por parte de la monstruosidad a la que se enfrentaban. Una enorme cantidad de fuego brotó de la boca del ser, incapaz de comprender que había hecho eso continuó corriendo.
¿Sería que ahora también lanzaba fuego?
No, no podía ser eso, estaba bramando de dolor. Debía de haber sido uno de los trucos de Asher.
- ¡Demian! – Volvió a gritar, trató de atraer la atención del brujo.
La caída era muy alta y la Tarasca, aun cuando su boca humeaba con suavidad, parecía seguir centrada en el muchacho. Otra explosión más captó su atención, está en el vientre de la bestia, Eltrant apenas tuvo tiempo de comprobar como de grave había sido, pero fue suficiente como para que el monstruo volviese a retorcerse de dolor.
Tenía que alcanzarlo. Aquellos escasos segundos que habían pasado desde que Demian había salido de la boca del monstruo y él había empezado a correr se le estaban haciendo eternos, casi como si la batalla que se estaba produciendo a su alrededor fuese a cámara lenta.
Tenía que alcanzarlo, aquella frase se repetía en su cabeza una y otra vez, aun si su cuerpo se negaba, él no lo haría. [1]
Tenía que alcanzarlo.
- ¡Te tengo! – Consiguió atrapar al niño. - Te tengo. – Repitió en voz algo más baja, rodando por el suelo. No había sido precisamente delicado a la hora de sujetarle, pero se encargó de amortiguar mínimamente la caída del brujo. - ¡Oh, maldi…! – Aquello fue lo único que alcanzó a decir antes de verse obligado a cubrir con su cuerpo a Demian. [2]
La gigantesca zarpa de la Tarasca lanzó ambos por los aires, Eltrant abrazó al muchacho y no lo soltó en ningún momento, le protegió como buenamente pudo. Una vez se detuvieron respiró profundamente, trató de recuperar el aire que aquella cosa le había sacado de un golpe de los pulmones.
Esta vez no había atravesado ningún árbol, ni tampoco acabó especialmente lejos del monstruo. Sí que notó, en cambio, la ausencia de peto metálico con cada golpe que se daba contra el suelo.
Por fortuna, el tatuaje arcano brillaba con fuerza bajo sus ropajes, curando lentamente todas las heridas que se había granjeado hasta el momento.
- De… Demian. – Se incorporó, sacudió la cabeza. Olvido no había acabado especialmente lejos, no dudó en volver a hacerse con ella. – No hay tiempo que perder. – dijo enseguida, ignorando el hecho de que la armadura que cubría su brazo derecho se había doblado lo suficiente como para complicar los distintos movimientos de la extremidad. - ¿Ves aquella herida? – La Tarasca volvió a rugir, parecía estar intentando exhalar hielo sin resultado. Eltrant señaló a la apertura que Asher acababa de abrir en su vientre. – Ábrela aún más. – Le dijo. – Ve, yo me encargo de que la cabeza se centre en mí. – Se deshizo de las correas que sujetaban su guantelete derecho. – ¡Corre! - No sabía si el muchacho le iba a hacer caso o no, en sí, le sorprendería que lo hiciese si tenía en cuenta la racha que llevaba aquel día.
Cargó a Olvido, acumuló el máximo número de viento que pudo en la hoja y miró fijamente a aquel ser.
- ¡Eh tú! - Iba a encargarse de que todos pudiesen asestar sus respectivos golpes sin problemas. - ¡¿Quieres que te arranque otra pata!? – Se preparó para lanzar todo lo que su espada podía proporcionar si aquella cosa decidía ir a por Demian, Asher o Melena Blanca. [3]
- ¡Ven a por mí! -
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[1] Hablidad Eltrant Nivel 0: Adrenalina.
[2] Habilidad Eltrant Nivel 1: Salvaguarda.
[3] Habilidad Eltrant Nivel 6: Muro de Acero.
Off: Si la Tarasca decide atacar a alguien que no es Eltrant usará su Habilidad de Nivel 3: Hoja cargada + La segunda Habilidad de Olvido: Cortaviento. como resultado de "Muro de Acero" para impedirlo. Basicamente Olvido libera una media luna de viento como ataque, podeis ponerlo en vuestros posts, atacaría al cuello de la criatura desde dónde está situado.
Si la Tarasca ataca directamente a Eltrant usará su habilidad de nivel 2: Karma. Más la combinación que he descrito antes, podeis describirlo en vuestros post tambien si quereis, si no lo pondre al principio del mio. :'DDD
Y runa media convertida en alta por uso de habis y objetos. ^^
Eltrant Tale
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Re: Amanecer [Guerra de Lunargenta] [Libre 3/3] [Cerrado]
Todo se volvió nuboso. Estaba al mismo tiempo cayendo de las fauces de la Tarasca como cayendo de Querostraza. Todo se repetía y en su mente eran una y la misma cosa. En el momento del golpe se vio a sí mismo golpeando la superficie del mar, en el momento de girar cubierto por Eltrant se vio a sí mismo ahogándose en las frías y saladas aguas.
Cuando volvió a recobrar la lucidez, Eltrant se encontraba dándole algunas instrucciones. Al principio le costó comprender del todo lo que le decía, con su mente aún dando vueltas y una sobredosis de adrenalina recorriendo su ser, pero tampoco era tan complejo. Atacar una herida sonaba comprensible y el chico se puso rápidamente de pie.
Eltrant, por su parte, iniciaba su ataque y Asher parecía haber causado un daño importante. Las cosas parecían estar yendo bien, al punto que daba la impresión que una victoria era inminente. El percatarse de esto le devolvió algo de valor, incluso cuando su cuerpo se tensaba por el exceso de emociones que su mente no lograba controlar, el chico sintió que podía, finalmente, redimirse, hacer algo bien en ese combate.
Esta vez no usaría su magia, esta vez iría junto a Eltrant, como un héroe, armas en alto, gritando con todo el aire de sus pulmones, soltando su rabia, como un guerrero.
Inició la carga a toda velocidad, como si el propio miedo que sintiera antes le diera más impulso.
* * *
Se movieron al mismo tiempo, como si fuera una solo y los otros estuvieran en espejos.
Las unidades Chief, mejoradas en la misteriosa ciudad de Ámbar, eran bios especialmente diseñados para ser en extremo obedientes y eficaces en sus tareas. Sus pensamientos humanos estaban severamente suprimidos y obedecerían las instrucciones hasta el final.
No sólo eso, sino que además eran capaces de ser muy peligrosos.
Uno de ellos, actuando de líder, levantó uno de sus brazos y los otros cuatro se detuvieron al instante. Tenían la posición perfecta para una emboscada y no era casualidad. Habían estado siguiendo al niño por días, pero siempre a una muy prudente distancia. Sabían que Demian había acabado con uno de ellos, pero no sabían cómo. No estaban seguro del potencial de combate del chico, así que esperaban a verlo en acción para tomar una decisión de ataque. Ahora que se encontraba lastimado era la situación perfecta.
El líder indicó con sus dedos en dos direcciones y los otros se movieron al unísono.
* * *
No supo qué vino primero, si la falta de aire, el dolor en el cuello o la brusca frenada a sus movimientos. Quizás todo fue simultáneo.
Demian cayó de espaldas y no sería sino hasta estar completamente tendido que se percataría de qué le había derribado. Se trataba de una cadena. Era larga y flexible, con el peso suficiente para enrollarse firmemente en su cuello, sin llegar a ser tosca. Había sido lanzada por un experto, sin duda, de manera que ahora se encontraba firme, restringiendo la capacidad del chico de respirar.
Trató de girarse, de recobrar una posición de combate, pero un jalón le hizo caer de nuevo.
La falta de aire le despertó nuevamente los recuerdos, su vista se nubló. Estaba bajo el agua, en medio del mar, viendo la luz de la superficie alejarse, sintiendo el frío y el dolor en sus pulmones a medida que se llenaban de líquido, en vez del aire que buscaban.
–Víctor Knoth manda saludos –dice el bio-cibernético que lideraba el grupo, el mismo que sostenía la cadena–. Ésta es su venganza.
Demian siente una segunda cadena golpearle en el pecho y su vista parece despejarse, al menos el dolor le ayuda a despertar. Un nuevo golpe de la cadena le hiere entre el pecho y un hombro. Se gira hacia su atacante.
Eran los modelos Chief, él los conocía. Sabía su origen, sabía por qué estaban allí, o al menos podía sospecharlo, pero no tenía oportunidad de explicarle a los demás.
Los otros cuatro apuntan con ballestas al grupo de leónicos.
–Sólo queremos al niño, déjenlo con nosotros y nadie saldrá herido. Podemos ver que tienen un problema muy grande entre manos, sólo ignórennos y no atacaremos a nadie más.
Ya que la mala suerte persigue al pobre Demian, es momento de cumplir con el castigo impuesto por master Sigel en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. En resumen, había una ciudad subterránea en que Demian y Zero ayudaron a descubrir a quien mantenía aterrorizados y engañados a los habitantes. El sujeto, Víctor Knoth, escapó, llevando consigo sus secuaces, unos bio-cibernéticos denominados Chief. El castigo es que aparecerán en 2 temas, siendo éste uno de ellos.
En este momento buscan la venganza.
Demian
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Re: Amanecer [Guerra de Lunargenta] [Libre 3/3] [Cerrado]
Syl bebió aquel líquido púrpura, vaciando la mitad del frasco. [1] El efecto fue casi instantáneo: el cansancio desapareció por completo, y la subida de energía hizo que le diesen ganas de correr a toda velocidad.
Se contuvo. Aunque su ataque había tenido cierto éxito, la mayoría de flechas estaban simplemente rebotando al impactar contra el caparazón del animal. Quizás fuese ese el motivo por el que Asher dejó a los otros atrás. Si se mantenían a una distancia segura, no morirían.
El gato entrecerró los ojos. Algo se acercaba a lo lejos. ¿Aliados... o enemigos?
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Retrocedí, evitando otro zarpazo. No estaba consiguiendo nada en absoluto. Miré alrededor. Melena Blanca seguía lanzándose contra la criatura, insistiendo con aquel hacha. Había conseguido vencerla antes, y por su persistencia, solo necesitaría tiempo antes de conseguirlo de nuevo. Los soldados no podían hacer más que retroceder y separarse. Sus armas no servirían. Y luego estaba el humano.
Eltrant... estaba provocando al animal. Gritándole, intentando llamar su atención. Dándole un objetivo, a pesar de que se había deshecho de su propia armadura. Gruñí. ¿Que clase de persona era?
No iba a dejar que otros hicieran mi trabajo por mí. Saqué uno de los frascos de mi bolsa y bebí el contenido de un trago. [2] El efecto fue casi instantáneo. Mi cuerpo latió una sola vez. Mis músculos se tensaron. Por algún motivo, todo estaba mucho más claro.
La réplica de Brillo se materializó ante mi. [3] Destello. La luz que emitía era reconfortante, en cierta manera. En cuanto la tomé en mi mano libre, las chispas que bailaban en torno a mi cuerpo se extendieron por la hoja.
La garra de la criatura alcanzó a Eltrant. El humano fue derribado por el impacto, cayendo hacia atrás por el impulso y rodando por el suelo. Pero su determinación no tenía límites. No tardó en levantarse. Y entonces, llegó su contraataque. La hoja de su mandoble creó una media luna de viento, similar a la que podía invocar Brillo. No. Más fuerte aún.
El impacto abrió una nueva herida en la parte quemada de la Tarasca. La criatura rugió. Su sangre salpicaba la tierra.
Esbocé media sonrisa. Por eso estaba ahí. Para hacer lo que otros no podían.
Mi armadura empezó a iluminarse, resplandeciendo en un enorme fulgor. [4] Voluntarios y leónicos me miraron. Esa corona me había elegido por un motivo. Era hora de demostrar por qué. Toqué el artefacto. [5]Estaba resonando por todo mi cuerpo. Junté las dos espadas. El resto fue casi intuitivo.
Mi cuerpo se lanzó a una velocidad increíble. Más de la que podía conseguir con mis runas. Mis manos se mantuvieron firmes. Las espadas se hundieron en la herida recién abierta... y continué, entrando en el cuerpo de la Tarasca, abriendo un túnel de carne y sangre con mis armas. Un instante de oscuridad, y entonces, luz.
La había atravesado por completo. La bestia tenía un nuevo agujero, y una poderosa descarga eléctrica recorría ahora su cuerpo. El rugido que vino después me desorientó durante unos instantes. Estaba empapado de sangre, y el cansancio llegó segundos después. Jadeé pesadamente. El olor era nauseabundo.
La tierra se movió a mi alrededor. La Tarasca se estaba moviendo, una vez más. ¿Acaso no había tenido suficiente? ...No. Su posición había cambiado. Estaba cavando, hundiéndose en el suelo en dirección al pantano. Recordé las palabras de Melena Blanca. No hacía falta matarla.
Caí al suelo, exhausto. Si cerraba los ojos, acabaría durmiendo. La luz de mi equipamiento empezó a apagarse, y la electricidad desapareció.
_______________________________________
Alguien estaba amenazando a sus soldados.
El veterano de guerra desvió su atención de la enorme criatura. ¿Se estaban aprovechando de su situación? ¿Que clase de persona atacaba por la retaguardia en una situación como esa?
Cerró el puño en torno a su arma. Sabía perfectamente que clase de persona.
Los biocibernéticos querían a uno de los voluntarios. El brujo. Si bien había empeorado las cosas con su magia... era un niño aún. Había intentado ayudar. No se merecía morir por ello.
Melena Blanca no lo conocía bien. Y, sin embargo, aquello le enfurecía. Los leónicos protegían a los necesitados. A sus aliados. Se lanzó adelante con la ferocidad que le correspondía. Su hacha aplastó por completo a uno de los cibernéticos. Giró su cuerpo, y con el, su arma. Otro de los hostiles cayó al suelo, con el cuello destrozado.
Los otros comenzaron a disparar.
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Runa buena mejorada a Muy Buena por la absurdamente fuerte combinación de habilidades que acabo de realizar. ¡La Tarasca ha huido!
[1] Objeto Limitado: Elixir revitalizante concentrado
[2] Objeto Limitado: Poción de Fuerza reforzada
[3] Habilidad de Brillo: Runas de los Hombres Bestia - Oshu (Invoca una copia de luz de Brillo)
[4] Habilidad de Santuario: Runa de Ra’lios (Hace que mi armadura resplandezca. Da resistencia eléctrica.)
[5] Habilidad de la Corona Astada (Da un fuerte impulso que causa mucho daño físico y aturde)
Asher Daregan
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Re: Amanecer [Guerra de Lunargenta] [Libre 3/3] [Cerrado]
Rodó, se golpeó en la cabeza. Notó como, a pesar de haber recibido un golpe de lleno, este parecía tener menos fuerza. La Tarasca se estaba cansando.
Jadeó, volvió a incorporarse.
Aquello era justo lo que esperaba, lo que había buscado. Gritando, Eltrant lanzó un tajo directamente frente a él, aparentemente a la nada. Una media luna de viento se materializó frente a sus ojos, sobrevoló la distancia que había entre él y la Tarasca e impactó directamente en la zona que Asher había limpiado de escamas con su magia.
Eltrant sonrió al ver a la bestia rugir de dolor, al ver como más sangre caía al suelo. Respirando con dificultad, clavó una de sus rodillas en la tierra, usó su espada a modo de bastón y, sin levantarse, contempló como Asher comenzaba a brillar de todas las formas posibles.
Su armadura, sus espadas…
El lobo resplandecía con luz propia.
No fue su “impulso” lo que usó, Eltrant estaba seguro de eso. Aun así, fue lo suficientemente poderoso como para atravesar al monstruo como si de una saeta se tratase, desgarró a la Tarasca como si sus escamas fuesen de mero papel.
Sonrió al ver como el animal comenzaba a cavar en el suelo. En cualquier otro momento habría decidido que no la podían dejar huir, que lo mejor que podían hacer era matarla de una vez por toda y acabar con aquel ser antes de que volviese.
Pero no había tiempo para eso.
Demian nunca había llegado a la herida, nunca había llegado a atacar. Algo, o más bien alguien, le había impedido hacerlo. Frunció el ceño, contempló como Asher se desplomaba en el suelo cubierto de sangre. ¿Estaría bien? Estuvo tentado de ir a ayudarle, pero Demian estaba en mayores problemas por el momento.
¿Cibernéticos? Apretó los dientes. ¿Querían solo al niño? ¿Venganza? Tenía que ser una broma.
No iba a permitirlo.
Se levantó.
- El niño está conmigo. – Se arrancó otra parte de la armadura, su brazo izquierdo no se movía exactamente bien. ¿Se lo había roto? Podía mover los dedos, así que descartó aquello. – Soltadle. – Ordenó, no sirvió de gran cosa, aquellos oportunistas no parecían estar dispuestos a obedecerle, entrecerró los ojos.
Melena Blanca ya había tomado una decisión al respecto y había acabado rápidamente con dos de los presentes. Por supuesto, él también tenía que dar su opinión.
Avanzó.
Uno de los recién llegados disparó a Eltrant tan pronto hizo un movimiento. El castaño retrocedió un paso y, apretando los dientes, la arrancó de su cuerpo.
- No has debido hacer eso. –
Cargó contra el cibernético que sujetaba la cadena con la que retenían a Demian, lo lanzó por encima de su espalda antes de que este pudiese hacer nada y, sin detenerse, alcanzó a un segundo y lo derribó. [1]
Una segunda flecha se hundió en su espalda, instantes antes de girarse completamente, comprobó por el sonido agónico que el bio dejó escapar que un soldado leónico había acabado con el ballestero que le había alcanzado.
Maldiciendo en voz baja todo aquello, clavó a Olvido en el cuello del hombre al que tenía en el suelo más cerca de él y, después, se giró hacía el de la cadena, a quien pisó en la muñeca el número suficiente de veces para que soltase su arma entre gritos de dolor.
- Quieto - Y así, acababa de hacer un prisionero. - ¿Estás bien, Dem? – dijo ayudando a levantarse al muchacho. – Haz lo que quieras con él – Le dijo casi en un gruñido debido a la flecha que acababa de arrancarse de la espalda. – Dudo que Melena Blanca sea muy compasivo. - dijo mirando como el león se aseguraba de que los dos cibernéticos a los que había matado estaban, efectivamente, muertos. – Cuando acabes… ven a sentarse conmigo si quieres. – dijo al final.
Suspirando, se acercó después hasta dónde estaba Asher en el suelo.
Los vítores que se producían a su alrededor no eran casuales, habían estado algo apagados debido a la interrupción de los cibernéticos, pero tan pronto habían lidiado con ellos todos comenzaron a celebrar el haber derrotado a la Tarasca.
Clavó su espada en el suelo, a pocos metros del lobo.
- Tienes un aspecto lamentable. – Le dijo cruzado de brazos, bajando la mirada hasta la cara del lobo. Aguardó unos segundos en silencio y, después, comenzó a reírse a sonoras carcajadas, se sentó junto a su amigo, volviendo a maldecir en voz bajas las ultimas heridas que había recibido. - No está nada mal para un primer día de trabajo. – Le dijo según se quitaba el guantelete mágico que rodeaba su brazo izquierdo, siempre oculto bajo el de metal que ya había descartado antes, y lo colocaba a continuación en su cinturón. – Algunos están empezando a llamarte “Relámpago”, a mi me gusta más Brillo. Pero tu espada se llama ya así. – dijo aun sonriente, encogiendose de hombros, agudizando levemente el oído, tratando de captar alguna conversación entre los presentes.
Respiró profundamente, dejó que el tatuaje mágico que ahora brillaba con suavidad, a vista de todos, acallase sus heridas.
- ¿Sabes? – Se llevó una mano hasta la barba, ensanchó la sonrisa. – Me comería una Tarasca. – Siempre que lidiaba con una situación así le entraba un hambre voraz, sin excepción, sobre todo después de que Asher le hiciese el tatuaje rúnico. Miró el pantano que se extendía frente a él. – ¿Por casualidad sabes de un sitio donde podamos cazar alguna? – añadió bromeando, volviendo a reír.
A su alrededor, los leónicos se congregaban en torno a su líder, dispuestos a volver al campamento, los voluntarios habían comenzado una pequeña celebración, curaban a los heridos y, sorpresivamente, lidiaban las bajas que habían tenido.
No demasiadas. Cómo se decía por el lugar en aquel mismo instante:
“Melena Blanca y el nuevo Centinela se habían encargado de atraer la atención del monstruo”.
[1] Habilidad Eltrant Nivel 5: Embestir.
Jadeó, volvió a incorporarse.
Aquello era justo lo que esperaba, lo que había buscado. Gritando, Eltrant lanzó un tajo directamente frente a él, aparentemente a la nada. Una media luna de viento se materializó frente a sus ojos, sobrevoló la distancia que había entre él y la Tarasca e impactó directamente en la zona que Asher había limpiado de escamas con su magia.
Eltrant sonrió al ver a la bestia rugir de dolor, al ver como más sangre caía al suelo. Respirando con dificultad, clavó una de sus rodillas en la tierra, usó su espada a modo de bastón y, sin levantarse, contempló como Asher comenzaba a brillar de todas las formas posibles.
Su armadura, sus espadas…
El lobo resplandecía con luz propia.
No fue su “impulso” lo que usó, Eltrant estaba seguro de eso. Aun así, fue lo suficientemente poderoso como para atravesar al monstruo como si de una saeta se tratase, desgarró a la Tarasca como si sus escamas fuesen de mero papel.
Sonrió al ver como el animal comenzaba a cavar en el suelo. En cualquier otro momento habría decidido que no la podían dejar huir, que lo mejor que podían hacer era matarla de una vez por toda y acabar con aquel ser antes de que volviese.
Pero no había tiempo para eso.
Demian nunca había llegado a la herida, nunca había llegado a atacar. Algo, o más bien alguien, le había impedido hacerlo. Frunció el ceño, contempló como Asher se desplomaba en el suelo cubierto de sangre. ¿Estaría bien? Estuvo tentado de ir a ayudarle, pero Demian estaba en mayores problemas por el momento.
¿Cibernéticos? Apretó los dientes. ¿Querían solo al niño? ¿Venganza? Tenía que ser una broma.
No iba a permitirlo.
Se levantó.
- El niño está conmigo. – Se arrancó otra parte de la armadura, su brazo izquierdo no se movía exactamente bien. ¿Se lo había roto? Podía mover los dedos, así que descartó aquello. – Soltadle. – Ordenó, no sirvió de gran cosa, aquellos oportunistas no parecían estar dispuestos a obedecerle, entrecerró los ojos.
Melena Blanca ya había tomado una decisión al respecto y había acabado rápidamente con dos de los presentes. Por supuesto, él también tenía que dar su opinión.
Avanzó.
Uno de los recién llegados disparó a Eltrant tan pronto hizo un movimiento. El castaño retrocedió un paso y, apretando los dientes, la arrancó de su cuerpo.
- No has debido hacer eso. –
Cargó contra el cibernético que sujetaba la cadena con la que retenían a Demian, lo lanzó por encima de su espalda antes de que este pudiese hacer nada y, sin detenerse, alcanzó a un segundo y lo derribó. [1]
Una segunda flecha se hundió en su espalda, instantes antes de girarse completamente, comprobó por el sonido agónico que el bio dejó escapar que un soldado leónico había acabado con el ballestero que le había alcanzado.
Maldiciendo en voz baja todo aquello, clavó a Olvido en el cuello del hombre al que tenía en el suelo más cerca de él y, después, se giró hacía el de la cadena, a quien pisó en la muñeca el número suficiente de veces para que soltase su arma entre gritos de dolor.
- Quieto - Y así, acababa de hacer un prisionero. - ¿Estás bien, Dem? – dijo ayudando a levantarse al muchacho. – Haz lo que quieras con él – Le dijo casi en un gruñido debido a la flecha que acababa de arrancarse de la espalda. – Dudo que Melena Blanca sea muy compasivo. - dijo mirando como el león se aseguraba de que los dos cibernéticos a los que había matado estaban, efectivamente, muertos. – Cuando acabes… ven a sentarse conmigo si quieres. – dijo al final.
Suspirando, se acercó después hasta dónde estaba Asher en el suelo.
Los vítores que se producían a su alrededor no eran casuales, habían estado algo apagados debido a la interrupción de los cibernéticos, pero tan pronto habían lidiado con ellos todos comenzaron a celebrar el haber derrotado a la Tarasca.
Clavó su espada en el suelo, a pocos metros del lobo.
- Tienes un aspecto lamentable. – Le dijo cruzado de brazos, bajando la mirada hasta la cara del lobo. Aguardó unos segundos en silencio y, después, comenzó a reírse a sonoras carcajadas, se sentó junto a su amigo, volviendo a maldecir en voz bajas las ultimas heridas que había recibido. - No está nada mal para un primer día de trabajo. – Le dijo según se quitaba el guantelete mágico que rodeaba su brazo izquierdo, siempre oculto bajo el de metal que ya había descartado antes, y lo colocaba a continuación en su cinturón. – Algunos están empezando a llamarte “Relámpago”, a mi me gusta más Brillo. Pero tu espada se llama ya así. – dijo aun sonriente, encogiendose de hombros, agudizando levemente el oído, tratando de captar alguna conversación entre los presentes.
Respiró profundamente, dejó que el tatuaje mágico que ahora brillaba con suavidad, a vista de todos, acallase sus heridas.
- ¿Sabes? – Se llevó una mano hasta la barba, ensanchó la sonrisa. – Me comería una Tarasca. – Siempre que lidiaba con una situación así le entraba un hambre voraz, sin excepción, sobre todo después de que Asher le hiciese el tatuaje rúnico. Miró el pantano que se extendía frente a él. – ¿Por casualidad sabes de un sitio donde podamos cazar alguna? – añadió bromeando, volviendo a reír.
A su alrededor, los leónicos se congregaban en torno a su líder, dispuestos a volver al campamento, los voluntarios habían comenzado una pequeña celebración, curaban a los heridos y, sorpresivamente, lidiaban las bajas que habían tenido.
No demasiadas. Cómo se decía por el lugar en aquel mismo instante:
“Melena Blanca y el nuevo Centinela se habían encargado de atraer la atención del monstruo”.
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[1] Habilidad Eltrant Nivel 5: Embestir.
Eltrant Tale
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Re: Amanecer [Guerra de Lunargenta] [Libre 3/3] [Cerrado]
Todo ocurrió muy rápido. Entre su estado mental, la cadena en su cuello y la velocidad de los eventos, Demian apenas alcanzó a empuñar su daga una vez liberado... y ya todo había acabado.
La guardó.
Eltrant había luchado por él, lo mismo que aquel sujeto con cara de león. Se giró hacia la bestia y ésta se encontraba cavando su huída. Buscó hacia los alrededores y ya no había enemigos a los que atacar. Aunque pareciera raro, eso le hizo sentir incómodo.
–Gracias –dijo al mismo tiempo a quienes le habían librado del problema.
Bajó la cabeza. Había sido un completo fracaso, su magia no había resultado como quería, sus ataques no habían causado más que problemas. En silencio, acompañó a Eltrant. Éste le ofreció hacer lo que quisiera con el prisionero.
Se arrodilló frente a él y puso su mano sobre el metálico casco, llamando una vez más al éter para usar su poder.
–Esto va a doler, lo siento –dijo en tono compasivo (algo inusual para el chico).
Como hiciera una vez con el Chief al que había atacado en Ámbar, Demian procedió a causarle dolor mediante sus ilusiones. No se trataba de una venganza, ni de tormento por obtener información. Había pena en su rostro, aunque potencia en su hechizo. Su víctima no gritó, pero era evidente que estaba soportando un castigo tremendo... de pronto algo cambió. Demian cesó su ilusión.
–Yo... esto no... ¿qué ha...? –expresó con esfuerzo.
–Uno de tus am-migos me pidió que lo matara antes de seguir viviendo así –explicó lentamente–. ¿Quieres lo mismo?
–Sí... por favor.
Demian desprendó una placa del pecho del prisionero y buscó con cuidado el lugar del corazón. Depositando su daga allí, le miró una vez más. El cibernético miró de vuelta, con aprobación.
La daga se hundió de manera rápida y precisa. Demian se giró para no ver sus últimos instantes de vida. Se secó las lágrimas del rostro. No estaba seguro de cuándo habían comenzado a caer, si en el momento en que acabó con la vida del cibernético o mucho antes. A juzgar por la sensación tirante de sus mejillas, la respuesta era lo segundo.
–No ha sido venganza –explicó volviendo junto a Eltrant–. No es el p-p-primero que me encuentro. No se qué les hacen, pero sólo desean morir. Hay un tal Victor Knoth que les manda y debe de hacerles... cosas horribles.
Alrededor de ellos los soldados celebraban, alabando especialmente a Asher y Melena Blanca. Sin duda el hombre-bestia se había vuelto un sujeto formidable. Aquella forma de magia que usaba seguía llamándole la atención.
–Siento haber sido un estorbo –le comentó.
Se sentó luego junto a Eltrant y se puso a buscar entre sus cosas. De los bolsillos de sus pertenencias, usualmente ocultos mediante ilusiones, sacó un par de frascos y herramientas. Uno de ellos contenía una pasta a base de hierbas, otro un líquido marrón. Había también unas pinzas y, por supuesto, el escalpelo que en el pasado había usado para matar.
–Tú tampoco tienes buen aspecto –le comentó a Eltrant, aunque sin risa ni burla en el rostro.
Se dispuso entonces a ayudar al resistente guerrero. Sin duda había recibido castigos muy duros durante la pelea, de los cuales los menores eran, aparentemente, los orificios sangrantes donde hubieran entrado las saetas.
–No soy tan b-bueno como Ëarwen, pero te vendría bien un poco de esto –le dice mostrando uno de los frascos. (1)
* * *
–Todo eso ha sido impresionante –le comentó luego a Asher.
Lo cierto es que con todo lo de la cadena se había perdido el momento en que el hombre-perro había hecho su ataque final, pero al menos lo había oído de los otros soldados, que no paraban de comentarlo, además de ver sus efectos posteriores en la huída de la enorme criatura.
–También puedo ay-yudarle con sus heridas –añadió mostrando su kit de primeros auxilios–, si quiere.
(1) Demian ofrece sus servicios de la profesión de Medicina a ambos. Ya dependerá de cada uno si acepta la ayuda. Para ello usa su objeto limitado Kit de Primeros Auxilios.
Demian
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Re: Amanecer [Guerra de Lunargenta] [Libre 3/3] [Cerrado]
No tardé en reconocer los pasos de Eltrant acercándose. No estaba seguro de como explicar todo lo que me pasaba por la cabeza. Simplemente, no había forma bonita de decirlo. Me había sentido amenazado sólo porque el humano había sido capaz de herir a la bestia.
¿Acaso no me bastaría con ser fuerte? ¿Tenía que rebajar a los demás, no dejar que se acercasen a mi nivel? Creía que había dejado atrás aquellos sentimientos infantiles. Eran ridículos.
-Tch... relámpago...- La forma en la que usaba electricidad era algo realmente básico. No era nada comparado a un brujo o un dragón centrado en el mismo elemento, pero eso no lo sabían. -Brillo es más apropiado. Una luz que no quema, ni da calor.- murmuré. No, nadie lo entendería. Aquello podía parecer muy impresionante, pero no era mi propia fuerza.
Quizás por eso no me sentía seguro.
Miré al cielo mientras Demian tendía las heridas de Eltrant.
-Esperaba... haber encontrado una respuesta.- admití, con las orejas aún bajas. La misma pregunta que cualquier persona se habría hecho seguía pendiendo en mi cabeza. -¿Recuerdas cuando nos volvimos a encontrar? ¿Cuando Syl y los demás dijeron que me consideraban un líder?- pregunté, sintiendo cierta vergüenza al respecto.
-No fue tan extraño como esto. Solo estaba haciendo lo que era natural para mi. Nadie más tenía la iniciativa para ello. Así que, si me preguntaba "¿Por qué yo?", era... fácil.- musité. -Pero si lo hago ahora... no hay nada.- La claridad mental que había tenido momentos antes se había desvanecido. Me recosté de nuevo, manchando la hierba con la sangre que me empapaba. -Has visto lo que he hecho. Lo que puedo hacer. Desaparecer en un parpadeo, lanzar fuego de la palma de mis mano, cubrirme de cualquier elemento... podría ganar casi cualquier combate que se me ponga delante. Pero soy débil.-
-Tu le has arrancado el pie a ese bicho, y aun así, te has ocupado de salvar gente. Syl ha mantenido a los arqueros a salvo y también ha hecho mucho daño, sin ayuda. Yo...- cerré los ojos. ¿Por qué no había sido otro? ¿Por qué no era Eltrant el de la corona? -Sólo tenía en mente acabar con esa cosa. No era para salvar a nadie. Ni siquiera era algo como... cumplir mi obligación. Era, simplemente, lo que quería hacer. No hay nada heroico en eso.-
Un frío chorro de agua cayó sobre mi cara, alertándome. Me levanté, mirando alrededor. Syl estaba encima de mi, con una cantimplora en las manos.
-Apestas a alguien que está mirando atrás. Y sangre. Necesitas lavarte.- dijo en un tono completamente neutral. Le fulminé con la mirada. El gato sonrió.
Inspiré hondo y me levanté.
-Creo que necesito un abrazo.- dije. Su rostro cambió al instante.
-No.- Demasiado tarde. Me lancé contra él, rodeándole con fuerza e impidiendo que se alejase. -¡Agh! ¡Estás pegajoso! ¡Quita!- rió, intentando forcejear.
-No, has herido mis sentimientos. Debes arreglarlo.- aseguré, cambiando mi agarre pese a sus quejas. Sonreí. Era difícil sentirme miserable con alguien como Syl cerca. Tras unos segundos, sus brazos cayeron a los lados, casi inertes. Restregué mi cara contra la suya, manchándola en el proceso. -Mucho mejor.-
-Puaj.- se quejó, frotándose el pelaje. -Tienes demasiada energía. Imagino que no necesitas esto.- dijo, pasándome una botella medio vacía. Ah, aquella cosa... Destapé el vial y me bebí el contenido de un trago, notando como el subidón recorría mi cuerpo e, incluso, elevaba mi ánimo. [1]
-Le podría haber puesto algo de fruta para el sabor.- bromeé. -Y vosotros dos, olvidaos de todo lo que he dicho antes.- dije, mirando a Eltrant y a Demian. -Da igual como sea o si es la mejor posibilidad. Soy un Centinela, y no hay vuelta atrás.-
De nada servía cuestionarlo. Solo cambiaría con mi muerte, y eso no llegaría pronto. Además, el quedarme triste y dramático no me pegaba.
[. . .]
-Ah, Demian. Gracias.- dije ante el cumplido. Al parecer, ya había acabado con las heridas de Eltrant. -No te preocupes por mi, no tengo nada serio... pero lo aprecio.- añadí, con un gesto de cabeza.
-Sobre lo que dijiste antes... No dejes que te hunda. No ha sido tu mejor momento. Has cometido errores, no puedo negar eso. Por eso... intenta que no vuelvan a ocurrir. Aprende de esto, y no tendrás que volver a disculparte.- No podía mentir. Era posible que algunos soldados hubiesen muerto debido al estado de la Tarasca. Pero no ayudaría si le presionaba demasiado.
-Eres muy valiente para tu edad, y tus ilusiones son las más eficaces que he visto. Si sigues mejorando, quizás acabes entre los maestros.- concedí. -Pero tienes muchos años para eso. Así que no te apresures.-
Me estiré lánguidamente. Los leónicos parecían estar listos para volver. A pesar de la tristeza que traía perder a un hermano de armas, parecían animados.
Empecé a caminar. Cuanto antes me limpiase, mejor.
¿Acaso no me bastaría con ser fuerte? ¿Tenía que rebajar a los demás, no dejar que se acercasen a mi nivel? Creía que había dejado atrás aquellos sentimientos infantiles. Eran ridículos.
-Tch... relámpago...- La forma en la que usaba electricidad era algo realmente básico. No era nada comparado a un brujo o un dragón centrado en el mismo elemento, pero eso no lo sabían. -Brillo es más apropiado. Una luz que no quema, ni da calor.- murmuré. No, nadie lo entendería. Aquello podía parecer muy impresionante, pero no era mi propia fuerza.
Quizás por eso no me sentía seguro.
Miré al cielo mientras Demian tendía las heridas de Eltrant.
-Esperaba... haber encontrado una respuesta.- admití, con las orejas aún bajas. La misma pregunta que cualquier persona se habría hecho seguía pendiendo en mi cabeza. -¿Recuerdas cuando nos volvimos a encontrar? ¿Cuando Syl y los demás dijeron que me consideraban un líder?- pregunté, sintiendo cierta vergüenza al respecto.
-No fue tan extraño como esto. Solo estaba haciendo lo que era natural para mi. Nadie más tenía la iniciativa para ello. Así que, si me preguntaba "¿Por qué yo?", era... fácil.- musité. -Pero si lo hago ahora... no hay nada.- La claridad mental que había tenido momentos antes se había desvanecido. Me recosté de nuevo, manchando la hierba con la sangre que me empapaba. -Has visto lo que he hecho. Lo que puedo hacer. Desaparecer en un parpadeo, lanzar fuego de la palma de mis mano, cubrirme de cualquier elemento... podría ganar casi cualquier combate que se me ponga delante. Pero soy débil.-
-Tu le has arrancado el pie a ese bicho, y aun así, te has ocupado de salvar gente. Syl ha mantenido a los arqueros a salvo y también ha hecho mucho daño, sin ayuda. Yo...- cerré los ojos. ¿Por qué no había sido otro? ¿Por qué no era Eltrant el de la corona? -Sólo tenía en mente acabar con esa cosa. No era para salvar a nadie. Ni siquiera era algo como... cumplir mi obligación. Era, simplemente, lo que quería hacer. No hay nada heroico en eso.-
Un frío chorro de agua cayó sobre mi cara, alertándome. Me levanté, mirando alrededor. Syl estaba encima de mi, con una cantimplora en las manos.
-Apestas a alguien que está mirando atrás. Y sangre. Necesitas lavarte.- dijo en un tono completamente neutral. Le fulminé con la mirada. El gato sonrió.
Inspiré hondo y me levanté.
-Creo que necesito un abrazo.- dije. Su rostro cambió al instante.
-No.- Demasiado tarde. Me lancé contra él, rodeándole con fuerza e impidiendo que se alejase. -¡Agh! ¡Estás pegajoso! ¡Quita!- rió, intentando forcejear.
-No, has herido mis sentimientos. Debes arreglarlo.- aseguré, cambiando mi agarre pese a sus quejas. Sonreí. Era difícil sentirme miserable con alguien como Syl cerca. Tras unos segundos, sus brazos cayeron a los lados, casi inertes. Restregué mi cara contra la suya, manchándola en el proceso. -Mucho mejor.-
-Puaj.- se quejó, frotándose el pelaje. -Tienes demasiada energía. Imagino que no necesitas esto.- dijo, pasándome una botella medio vacía. Ah, aquella cosa... Destapé el vial y me bebí el contenido de un trago, notando como el subidón recorría mi cuerpo e, incluso, elevaba mi ánimo. [1]
-Le podría haber puesto algo de fruta para el sabor.- bromeé. -Y vosotros dos, olvidaos de todo lo que he dicho antes.- dije, mirando a Eltrant y a Demian. -Da igual como sea o si es la mejor posibilidad. Soy un Centinela, y no hay vuelta atrás.-
De nada servía cuestionarlo. Solo cambiaría con mi muerte, y eso no llegaría pronto. Además, el quedarme triste y dramático no me pegaba.
[. . .]
-Ah, Demian. Gracias.- dije ante el cumplido. Al parecer, ya había acabado con las heridas de Eltrant. -No te preocupes por mi, no tengo nada serio... pero lo aprecio.- añadí, con un gesto de cabeza.
-Sobre lo que dijiste antes... No dejes que te hunda. No ha sido tu mejor momento. Has cometido errores, no puedo negar eso. Por eso... intenta que no vuelvan a ocurrir. Aprende de esto, y no tendrás que volver a disculparte.- No podía mentir. Era posible que algunos soldados hubiesen muerto debido al estado de la Tarasca. Pero no ayudaría si le presionaba demasiado.
-Eres muy valiente para tu edad, y tus ilusiones son las más eficaces que he visto. Si sigues mejorando, quizás acabes entre los maestros.- concedí. -Pero tienes muchos años para eso. Así que no te apresures.-
Me estiré lánguidamente. Los leónicos parecían estar listos para volver. A pesar de la tristeza que traía perder a un hermano de armas, parecían animados.
Empecé a caminar. Cuanto antes me limpiase, mejor.
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[1] Objeto Limitado: Elixir revitalizante concentrado
Asher Daregan
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Re: Amanecer [Guerra de Lunargenta] [Libre 3/3] [Cerrado]
Desvió su atención hasta el joven brujo que, por lo que parecía, había terminado de lidiar con el cibernético al que había “capturado”. Una explicación muy breve del motivo por el que estaban allí precedió a un suave suspiro del exmercenario.
- Victor Knoth… - dijo, repitiendo las palabras del brujo. - ¿Es que no hay nadie mínimamente normal en Aerandir? – Se llevó la mano hasta la cara y, antes de que pudiese decir nada más, Demian se propuso curar sus heridas.
Con una escueta cabezada, permitió al niño que le remendase.
Había decidido no responder a lo que había dicho, al hecho de que se consideraba un estorbo. Quizás había decidido permanecer en silencio por que, simplemente, no tenía forma de hacerle sentir mejor puramente con palabras.
Puede que curar sus heridas le hiciese sentir algo mejor, sentirse más útil.
Gruñó en voz baja, sin alzar demasiado la voz, cuando notó un ya conocido escozor apoderándose de sus heridas. ¿Qué estaba usando? ¿Algún tipo de solución alquímica? Cerró los ojos y se concentró en la inmediata calma que seguía a la aplicación de las distintas medicinas.
Quizás no fuese un elfo, pero no se le daba nada mal.
Fue en ese momento en el que Asher rompió el escueto silencio que había habido entre los tres. Enarcó una ceja, estaba… ¿Triste? No lo comprendía, podía oír con claridad las palabras que salían de la boca del lobo, pero no estaba seguro de que quería decir con ellas.
¿No quería ser centinela? ¿Quería serlo, pero no se veía preparado para ello? ¿Se pensaba que era débil? ¿Se pensaba que había actuado mal con su forma de pelear contra la Tarasca? Se llevó la mano hasta la barba, incapaz de decir nada inmediatamente, sabía que, a sus ojos, las respuestas a todas aquellas preguntas eran:
“Asher, eres un idiota”.
Pero antes de que consiguiese decirle nada Syl apareció y, como por arte de magia, el lobo volvió a recuperar su buen humor y, de hecho, se encargó de indicarle a las dos únicas personas que le habían oído hablar que lo olvidasen.
Frunció disimuladamente el ceño y, tras ver como su amigo se alejaba con el gato, agachó la cabeza, pensativo.
¿Buscaba un motivo por el que él era el indicado para llevar la corona? Podía haber tantas razones por las que Asher había dicho esas palabras antes que, hiciese lo que hiciese Eltrant, podía estar perfectamente malinterpretándolo todo.
Fuese cómo fuese, estaba claro que aquella inquietud no había desaparecido de la cabeza del lobo, lo conocía lo suficiente como para saber que era demasiado terco como para olvidarse de algo así en apenas unos minutos.
Era cierto que cuando estaba con Syl su forma de ser parecía cambiar completamente, pero… no podía evitar preocuparse por él.
Suspiró, daba igual el por qué tuviese la corona o no. La tenía, eso era lo que importaba. Llevaba recibiendo cortes y viendo aldeas en llamas el tiempo suficiente como para saber que muchas de las cosas que pasaban simplemente no tenían razón de ser.
Solo pasaban.
Lo único que les quedaba a ellos era usar lo que tenían de la mejor forma posible. Cosa que, desde su punto de vista, el lobo estaba haciendo bastante bien.
- Asher tiene razón. – Le dijo a Demian una vez se quedaron solos. Al menos el brujo si parecía directo con lo que le preocupaba, lidiar con aquel tipo de emociones era mucho más fácil. – Todavía te queda mucho por delante. – Le dijo revolviéndole el pelo. – Puedes permitirte equivocarte de vez en cuando. – Se levantó y, como buenamente pudo, se ajustó las vendas que el muchacho había usado. – Así que es como se aprende. ¿No? – dijo ofreciéndole una sonrisa. – Si yo no me hubiese equivocado nunca… - Suspiró y, tras negar con la cabeza, se cruzó de brazos, movió el brazo izquierdo con suavidad.
Con la atención que había recibido por parte de Demian y el tatuaje rúnico aquellas heridas estarían curadas en un par de días máximo. No se podía quejar.
- Vamos. – Le dijo al brujo. – Parece que están volviendo al campamento. – Advirtió al ver a todos los voluntarios y leónicos congregarse alrededor de sus líderes.
Envolvió lo que quedaba de su armadura en su capa y la ató a la silla de Mohr, después colocó con cuidado sus espadas sobre el animal, atadas con fuerza en las alforjas.
Atusándose la barba, examinó con cuidado su equipo. Quizás en un día o dos tendría la armadura reparada, quizás tres si no encontraba nada parecido a una forja. Pero en aquel campamento tenían una, podía pedirla prestada.
Cuando se dispuso a subirse sobre su montura volvió a advertir la presencia de Asher. Conversaba con Melena Blanca no muy lejos de dónde se encontraba y, por las expresiones de ambos, parecía importante.
No sabía cuál era exactamente la relación entre ellos dos, pero, como mínimo, se llevaban bien.
Quizás Melena Blanca le ayudase con todas esas dudas que parecía tener acerca de su cargo, no estaba completamente seguro de ello, pero parecía estar comportándose como un “Maestro” para el nuevo Centinela.
Frunció el ceño, iba a tener mucho trabajo por delante si ese era el caso, Asher no era el único con aquel nuevo cargo. ¿Cuántos Centinelas había en aquel momento? Sabía que Huracán y Elen eran las otras dos y por lo que le habían explicado había cuatro.
¿Habría otro nuevo guardián de Aerandir nuevo? Si lo había, desde luego, habían decidido que no él no era lo suficientemente importante como para saber de quien se trataba.
Tras encogerse de hombros, dando por finalizado aquel debate interno, se giró hacía su montura y ató con fuerza las correas que mantenían sujeta la silla. Comenzaba a anochecer, Lyn estaría empezando a preguntarse por qué estaba tardando tanto.
Aunque los temblores habían desaparecido, supuso que eso le adelantaría a la vampiresa que todo había terminado bien.
Antes de subirse, volvió a mirar a Asher una última vez.
No podía evitarlo, lo había pensado bastante durante el viaje de vuelta hasta el campamento, quizás unas palabras no sirviesen de nada, pero tenía otra idea para hacerle sentirse… seguro consigo mismo, con su fuerza al menos.
- ¡Asher! – Se acercó dando una pequeña carrera hasta dónde estaba y, después de saludar educadamente a Melena Blanca, le alejó por unos instantes del león. – Ya sé que has dicho que olvidásemos lo que has dicho antes… - Se llevó la mano hasta la nuca, sacudió la cabeza y sonrió - ¿Sabes de esa granja que hay a unos kilómetros de aquí? Esa que está abandonada. – dijo señalando ambiguamente tras de sí. – Voy a estar con Lyn ahí toda la semana. – Le dijo – Pásate si quieres uno de estos días. – Afirmó a continuación. – Creo que tengo algo que te puede ayudar con… todo lo que has dicho antes. – Le dijo al final, ampliando la sonrisa y dándole una palmada en el brazo. – Y tráete a Syl si quieres. – Añadió según se alejaba de vuelta con su caballo. – Seguro que Lyn se alegra de verle. –
Ahora solo tenía que volver de vuelta a la granja, pero antes, por supuesto, se paró junto a Demian.
- Dem – Detuvo al caballo junto al brujo. - ¿Te encuentras mejor? – Le preguntó reclinándose levemente sobre su montura. – Voy en aquella dirección. – dijo señalando el largo camino que tenía por delante. – Puedo llevarte hasta el cruce, si quieres. – dijo extendiéndole la mano, dispuesto a ayudarle a subirse sobre Mohr si aceptaba.
- Victor Knoth… - dijo, repitiendo las palabras del brujo. - ¿Es que no hay nadie mínimamente normal en Aerandir? – Se llevó la mano hasta la cara y, antes de que pudiese decir nada más, Demian se propuso curar sus heridas.
Con una escueta cabezada, permitió al niño que le remendase.
Había decidido no responder a lo que había dicho, al hecho de que se consideraba un estorbo. Quizás había decidido permanecer en silencio por que, simplemente, no tenía forma de hacerle sentir mejor puramente con palabras.
Puede que curar sus heridas le hiciese sentir algo mejor, sentirse más útil.
Gruñó en voz baja, sin alzar demasiado la voz, cuando notó un ya conocido escozor apoderándose de sus heridas. ¿Qué estaba usando? ¿Algún tipo de solución alquímica? Cerró los ojos y se concentró en la inmediata calma que seguía a la aplicación de las distintas medicinas.
Quizás no fuese un elfo, pero no se le daba nada mal.
Fue en ese momento en el que Asher rompió el escueto silencio que había habido entre los tres. Enarcó una ceja, estaba… ¿Triste? No lo comprendía, podía oír con claridad las palabras que salían de la boca del lobo, pero no estaba seguro de que quería decir con ellas.
¿No quería ser centinela? ¿Quería serlo, pero no se veía preparado para ello? ¿Se pensaba que era débil? ¿Se pensaba que había actuado mal con su forma de pelear contra la Tarasca? Se llevó la mano hasta la barba, incapaz de decir nada inmediatamente, sabía que, a sus ojos, las respuestas a todas aquellas preguntas eran:
“Asher, eres un idiota”.
Pero antes de que consiguiese decirle nada Syl apareció y, como por arte de magia, el lobo volvió a recuperar su buen humor y, de hecho, se encargó de indicarle a las dos únicas personas que le habían oído hablar que lo olvidasen.
Frunció disimuladamente el ceño y, tras ver como su amigo se alejaba con el gato, agachó la cabeza, pensativo.
¿Buscaba un motivo por el que él era el indicado para llevar la corona? Podía haber tantas razones por las que Asher había dicho esas palabras antes que, hiciese lo que hiciese Eltrant, podía estar perfectamente malinterpretándolo todo.
Fuese cómo fuese, estaba claro que aquella inquietud no había desaparecido de la cabeza del lobo, lo conocía lo suficiente como para saber que era demasiado terco como para olvidarse de algo así en apenas unos minutos.
Era cierto que cuando estaba con Syl su forma de ser parecía cambiar completamente, pero… no podía evitar preocuparse por él.
Suspiró, daba igual el por qué tuviese la corona o no. La tenía, eso era lo que importaba. Llevaba recibiendo cortes y viendo aldeas en llamas el tiempo suficiente como para saber que muchas de las cosas que pasaban simplemente no tenían razón de ser.
Solo pasaban.
Lo único que les quedaba a ellos era usar lo que tenían de la mejor forma posible. Cosa que, desde su punto de vista, el lobo estaba haciendo bastante bien.
- Asher tiene razón. – Le dijo a Demian una vez se quedaron solos. Al menos el brujo si parecía directo con lo que le preocupaba, lidiar con aquel tipo de emociones era mucho más fácil. – Todavía te queda mucho por delante. – Le dijo revolviéndole el pelo. – Puedes permitirte equivocarte de vez en cuando. – Se levantó y, como buenamente pudo, se ajustó las vendas que el muchacho había usado. – Así que es como se aprende. ¿No? – dijo ofreciéndole una sonrisa. – Si yo no me hubiese equivocado nunca… - Suspiró y, tras negar con la cabeza, se cruzó de brazos, movió el brazo izquierdo con suavidad.
Con la atención que había recibido por parte de Demian y el tatuaje rúnico aquellas heridas estarían curadas en un par de días máximo. No se podía quejar.
- Vamos. – Le dijo al brujo. – Parece que están volviendo al campamento. – Advirtió al ver a todos los voluntarios y leónicos congregarse alrededor de sus líderes.
[…]
Envolvió lo que quedaba de su armadura en su capa y la ató a la silla de Mohr, después colocó con cuidado sus espadas sobre el animal, atadas con fuerza en las alforjas.
Atusándose la barba, examinó con cuidado su equipo. Quizás en un día o dos tendría la armadura reparada, quizás tres si no encontraba nada parecido a una forja. Pero en aquel campamento tenían una, podía pedirla prestada.
Cuando se dispuso a subirse sobre su montura volvió a advertir la presencia de Asher. Conversaba con Melena Blanca no muy lejos de dónde se encontraba y, por las expresiones de ambos, parecía importante.
No sabía cuál era exactamente la relación entre ellos dos, pero, como mínimo, se llevaban bien.
Quizás Melena Blanca le ayudase con todas esas dudas que parecía tener acerca de su cargo, no estaba completamente seguro de ello, pero parecía estar comportándose como un “Maestro” para el nuevo Centinela.
Frunció el ceño, iba a tener mucho trabajo por delante si ese era el caso, Asher no era el único con aquel nuevo cargo. ¿Cuántos Centinelas había en aquel momento? Sabía que Huracán y Elen eran las otras dos y por lo que le habían explicado había cuatro.
¿Habría otro nuevo guardián de Aerandir nuevo? Si lo había, desde luego, habían decidido que no él no era lo suficientemente importante como para saber de quien se trataba.
Tras encogerse de hombros, dando por finalizado aquel debate interno, se giró hacía su montura y ató con fuerza las correas que mantenían sujeta la silla. Comenzaba a anochecer, Lyn estaría empezando a preguntarse por qué estaba tardando tanto.
Aunque los temblores habían desaparecido, supuso que eso le adelantaría a la vampiresa que todo había terminado bien.
Antes de subirse, volvió a mirar a Asher una última vez.
No podía evitarlo, lo había pensado bastante durante el viaje de vuelta hasta el campamento, quizás unas palabras no sirviesen de nada, pero tenía otra idea para hacerle sentirse… seguro consigo mismo, con su fuerza al menos.
- ¡Asher! – Se acercó dando una pequeña carrera hasta dónde estaba y, después de saludar educadamente a Melena Blanca, le alejó por unos instantes del león. – Ya sé que has dicho que olvidásemos lo que has dicho antes… - Se llevó la mano hasta la nuca, sacudió la cabeza y sonrió - ¿Sabes de esa granja que hay a unos kilómetros de aquí? Esa que está abandonada. – dijo señalando ambiguamente tras de sí. – Voy a estar con Lyn ahí toda la semana. – Le dijo – Pásate si quieres uno de estos días. – Afirmó a continuación. – Creo que tengo algo que te puede ayudar con… todo lo que has dicho antes. – Le dijo al final, ampliando la sonrisa y dándole una palmada en el brazo. – Y tráete a Syl si quieres. – Añadió según se alejaba de vuelta con su caballo. – Seguro que Lyn se alegra de verle. –
Ahora solo tenía que volver de vuelta a la granja, pero antes, por supuesto, se paró junto a Demian.
- Dem – Detuvo al caballo junto al brujo. - ¿Te encuentras mejor? – Le preguntó reclinándose levemente sobre su montura. – Voy en aquella dirección. – dijo señalando el largo camino que tenía por delante. – Puedo llevarte hasta el cruce, si quieres. – dijo extendiéndole la mano, dispuesto a ayudarle a subirse sobre Mohr si aceptaba.
Eltrant Tale
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Re: Amanecer [Guerra de Lunargenta] [Libre 3/3] [Cerrado]
–Mi maestro siempre decía que sólo los tontos hacen las c-c-cosas pensando en ser heroicos. Los listos hacen las cosas bien –le comenta a Asher–... aunque los héroes a veces hacen las cosas bien, y salvar gente puede ser las dos cosas... o ninguna si no te resulta... o un héroe puede ser listo, pero también hay héroes que son tontos... lo importante es que murió. No, espera, no murió... pero ¿se fue?.
Demian acaba revolviéndose los propios cabellos de su cabeza, confundido con la idea que ha tratado de hilar y se le ha hecho un enredo. A veces repetir las frases de su maestro no le vuelven más sabio.
–Y no sé qué es un centinela, pero suena bien. Suena heroico.
Colaborar como médico le dio una oportunidad de al menos hacer algo bien en toda esa jornada. Ciertamente las cosas no habían salido como esperaba y eso le llenaba de preguntas.
No sabía qué le pasaba, pero algo andaba mal. Sabía que aún tenía cosas pendientes por hacer, un grupo de personas que acompañar a Beltrexus, los Gorriones a los que ayudar en una dañada ciudad... pero primero necesitaba solucionar el problema consigo mismo.
Tanto Asher como Eltrant, cada uno a su manera, le dieron ánimos, palabras de comfort basadas en su joven edad. Y eso es justamente lo que no le gustaba, deseaba en ese momento ser grande de una vez. Al mismo tiempo sabía que tenían razón, cada una de sus palabras eran correctas.
–A veces me gustaría ser de los que lanzan bolas de fuego –le dice a Asher–. No puedes cometer m-muchos errores para crear una bola de fuego.
Tan pronto como dice eso se le ocurre al menos una veintena de situaciones en donde una bola de fuego puede acabar dejando las cosas peor, incluyendo incendiar un pueblo, darle a un compañero y quemar tus propias ropas. Suspira.
–¿O saber pelear con espadas? –corrige tímidamente. Pronto se le vienen a la cabeza otra veintena de situaciones en donde una espada puede causar más problemas que ayudar. Se rinda bajando los hombros.
Se dispone a salir en silencio, pero Eltrant le invita a ir con los demás al campamento. El lugar no parece descansar y pronto se realizan todo tipo de movimientos, ya sea para encargarse de los caídos y heridos, como para las acciones más prácticas y logísticas.
Hace lo propio y prepara sus cosas. No es que ande con mucho realmente, básicamente lo que lleva encima, pero viendo que todos hacen lo mismo, decide al menos parecer útil y ocupado. Es en ese momento que Eltrant le realiza un ofrecimiento.
–Sí, todo bien... y me vendría b-b-bien –se mira sus propios pies–. No sé realmente cuánto he caminado, pero siento que mis pies van a arrancarse de mi en cualquier momento.
Vuelve a mirar al suelo. Aún se encuentra con los ánimos bajos por los errores cometidos y, más allá de eso, por su estado emocional y psíquico luego de los eventos en Lunargenta. Entonces escucha un trinar.
Pueden haber miles, millones de gorriones en el mundo, pero Demian puede reconocer el sonido del suyo, de su Chispa, en cualquier lugar. El pequeño pajarillo de alguna manera logra desaparecer y volver a encontrarle cuando quiere. Nunca ha necesitado de una jaula o restricción para él, sabe que siempre volverá a su lado.
La presencia de Chispa tiene un efecto positivo en su persona, como si despertara de pronto de un largo sueño. Siempre ha conseguido animarle, incluso en los momentos más desesperados.
–Señor Asher, puede que un día, cuando todo esto termine, me p-pase por su taller –le dice al peludo guerrero.
En ese instante deshace la ilusión que ha mantenido en su propia persona desde la llegada al campamento, revelando que cuenta con una nueva armadura, cuya apariencia de inmediato deja ver que es más valiosa que la anterior, incluyendo algunos símbolos arcanos que no son sólo decoración.
Sube a la montura de Eltrant mediante un ágil movimiento. Puede que sus ánimos estén bajos, pero sigue siendo la destreza una de sus fortalezas. Desde allí, cierra sus ojos unos instantes y se comunica con el éter que fluye a través del campo. Su magia se siente fuerte.
Vuelve a mirar y su atención se centra en el leónico líder, aquel a quien llaman Melena Blanca. En su rostro se dibuja una pequeña sonrisa, quizás la primera auténtica desde que cayó de la dragona.
–Elt, creo que mejor nos v-vamos pronto –dice con aire de complicidad.
Su magia fluye para realizar el efecto que ha imaginado. Visualiza mentalmente al leónico con pelaje completamente color rosa brillante. Lanza su ilusión.
Demian
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Re: Amanecer [Guerra de Lunargenta] [Libre 3/3] [Cerrado]
El camino de vuelta resultó algo incómodo. A pesar de todo aquello, no me sentía bien recibiendo cumplidos. No en ese momento. Traté de ignorarlos, bajo la preocupada mirada de Syl.
Una vez llegamos al campamento, me limpié como había prometido. Sentía algo raro en mi estómago. Como si faltase algo. Y no era solo comida. No pude evitar preguntarme que clase de efecto tendría aquel artefacto sobre mí. El de Elen parecía haberle afectado mucho más de lo que imaginaba. ¿Que haría yo si me ocurriese algo por el estilo?
Me lavé la cara. No llegaría a eso.
Tras secarme y vestirme, me acerqué a Melena Blanca. Parecía estar tomándose un ligero descanso. Todos nos lo merecíamos después de aquello.
-Buena caza.- dijo el Centinela. -Parece que has causado buena impresión.-
-No era para tanto.- Me encogí de hombros. -Si no estuviese yo, lo habría hecho otro.-
-No he visto a nadie más dispuesto a atravesar una Tarasca.- replicó. -¿Como has... hecho todo eso? ¿Esa magia?-
-No lo controlo más de lo que controlo la corona.- respondí simplemente. -Son runas. Las activo y hacen lo suyo. Puedo crear una explosión, pero no darle forma al fuego o algo así.- Si bien un control mayor me permitiría darle algo más de creatividad, me había manejado bien con lo que tenía. -¿Que tienes contra la magia, de todas formas?-
-Es impredecible.- musitó. -Nunca sabes si un brujo va a desaparecer, o crear hielo, o intentar empalarte con algo. Pelear contra algo así es difícil.- admitió, mirándome con su único ojo.
-Mmh. Para mi, es útil como apoyo. Especialmente contra magos. Nunca se esperan que pueda defenderme...- dije, esbozando media sonrisa. -Tengo formas de inutilizarlos.-
-Entonces debería alegrarme de que me cubras las espaldas, ¿hmm?-
-Haré lo que pueda.- concedí. Si llegábamos a esa situación, tendría que centrarme en cualquier hechicero: absorber su magia y usarla contra él. Si se trataba de magia normal, no tenía ningún problema. Sin embargo, no estaba del todo seguro de si funcionaría contra los Jinetes Oscuros... o incluso contra Frendel.
Se hizo el silencio durante unos momentos.
-¿Te ha despejado algo?- inquirió, referiendose a la Tarasca.
-Puedo matar cosas grandes. Pero no soy el único.- dije, ladeando la cabeza. -No he tenido miedo, pero no he sido el más valiente.- Los leónicos y los voluntarios sabían que probablemente no podrían hacer nada. Y aun así, se lanzaron contra el monstruo. Dieron sus vidas por ello. Yo sabía desde el principio que saldría vivo. -Tampoco he sido el que tenía más voluntad, o el que ha salvado más gente... Tendré que pensarlo más.-
-Estás dudando demasiado. Con que hagas tu trabajo, es suficiente. No puedes hacerlo peor que Amaterasu.- dijo el leonico. Había cierto tono de impaciencia en su voz. Como si esperase que pudiese aceptar algo así y recuperar su capa en cuestión de horas.
Gruñí. No me ayudaría con eso. Tendría que resolverlo por mi cuenta.
Fue entonces cuando Eltrant se acercó a nosotros, dándome una buena excusa para cortar la conversación. Fui con él, escuchando lo que quería decir. ¿Algo que me podía ayudar? Aquello era... muy conveniente. Dudé. ¿Realmente podía entender cual era el problema?
-Me pasaré por allí.- afirmé, aún dudando. Quizás me viniese bien tener su perspectiva. No sabía que más decir. Contaba con que me ayudase, pero tampoco quería darle aquella carga. Después, me dirigí hacia Demian. -No sé si volveré a pasarme por allí... Quizás pueda hacer que me traigan algunas cosas al campamento. Pero deja de llamarme señor.-
Aquello mejoró mi humor. Aún podía mejorar aún más la ballesta de Syl. Y necesitaría más munición. Me vendría bien la práctica.
Tras despedirme de los dos, me dirigí a mi tienda, cansado. Había sido un día largo.
El primero de muchos.
Una vez llegamos al campamento, me limpié como había prometido. Sentía algo raro en mi estómago. Como si faltase algo. Y no era solo comida. No pude evitar preguntarme que clase de efecto tendría aquel artefacto sobre mí. El de Elen parecía haberle afectado mucho más de lo que imaginaba. ¿Que haría yo si me ocurriese algo por el estilo?
Me lavé la cara. No llegaría a eso.
Tras secarme y vestirme, me acerqué a Melena Blanca. Parecía estar tomándose un ligero descanso. Todos nos lo merecíamos después de aquello.
-Buena caza.- dijo el Centinela. -Parece que has causado buena impresión.-
-No era para tanto.- Me encogí de hombros. -Si no estuviese yo, lo habría hecho otro.-
-No he visto a nadie más dispuesto a atravesar una Tarasca.- replicó. -¿Como has... hecho todo eso? ¿Esa magia?-
-No lo controlo más de lo que controlo la corona.- respondí simplemente. -Son runas. Las activo y hacen lo suyo. Puedo crear una explosión, pero no darle forma al fuego o algo así.- Si bien un control mayor me permitiría darle algo más de creatividad, me había manejado bien con lo que tenía. -¿Que tienes contra la magia, de todas formas?-
-Es impredecible.- musitó. -Nunca sabes si un brujo va a desaparecer, o crear hielo, o intentar empalarte con algo. Pelear contra algo así es difícil.- admitió, mirándome con su único ojo.
-Mmh. Para mi, es útil como apoyo. Especialmente contra magos. Nunca se esperan que pueda defenderme...- dije, esbozando media sonrisa. -Tengo formas de inutilizarlos.-
-Entonces debería alegrarme de que me cubras las espaldas, ¿hmm?-
-Haré lo que pueda.- concedí. Si llegábamos a esa situación, tendría que centrarme en cualquier hechicero: absorber su magia y usarla contra él. Si se trataba de magia normal, no tenía ningún problema. Sin embargo, no estaba del todo seguro de si funcionaría contra los Jinetes Oscuros... o incluso contra Frendel.
Se hizo el silencio durante unos momentos.
-¿Te ha despejado algo?- inquirió, referiendose a la Tarasca.
-Puedo matar cosas grandes. Pero no soy el único.- dije, ladeando la cabeza. -No he tenido miedo, pero no he sido el más valiente.- Los leónicos y los voluntarios sabían que probablemente no podrían hacer nada. Y aun así, se lanzaron contra el monstruo. Dieron sus vidas por ello. Yo sabía desde el principio que saldría vivo. -Tampoco he sido el que tenía más voluntad, o el que ha salvado más gente... Tendré que pensarlo más.-
-Estás dudando demasiado. Con que hagas tu trabajo, es suficiente. No puedes hacerlo peor que Amaterasu.- dijo el leonico. Había cierto tono de impaciencia en su voz. Como si esperase que pudiese aceptar algo así y recuperar su capa en cuestión de horas.
Gruñí. No me ayudaría con eso. Tendría que resolverlo por mi cuenta.
Fue entonces cuando Eltrant se acercó a nosotros, dándome una buena excusa para cortar la conversación. Fui con él, escuchando lo que quería decir. ¿Algo que me podía ayudar? Aquello era... muy conveniente. Dudé. ¿Realmente podía entender cual era el problema?
-Me pasaré por allí.- afirmé, aún dudando. Quizás me viniese bien tener su perspectiva. No sabía que más decir. Contaba con que me ayudase, pero tampoco quería darle aquella carga. Después, me dirigí hacia Demian. -No sé si volveré a pasarme por allí... Quizás pueda hacer que me traigan algunas cosas al campamento. Pero deja de llamarme señor.-
Aquello mejoró mi humor. Aún podía mejorar aún más la ballesta de Syl. Y necesitaría más munición. Me vendría bien la práctica.
Tras despedirme de los dos, me dirigí a mi tienda, cansado. Había sido un día largo.
El primero de muchos.
Asher Daregan
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Re: Amanecer [Guerra de Lunargenta] [Libre 3/3] [Cerrado]
No podía hacer mucho más que aquello.
Miró una última vez en la dirección en la que se encontraban Asher y Melena Blanca. Suspiró y, tras darle una última cabezada a la pareja, como despedida, espoleó a Mohr’akdu y se encaminó a la salida del lugar.
Aun cuando en un principio decidió ir a paso lento, las palabras de Demian y la reacción de todos los leónicos de los alrededores le indicaron que debía darse prisa. Frunció el ceño.
Apenas llegó a verlo en la linde de su visión, pero el pelaje de Melena Blanca cambió como por arte de magia a un color rosa brillante, a un color que podría ser visible incluso desde la granja en la que había pasado las últimas semanas.
Sin demorarse demasiado, comprendiendo quien era la causa del repentino cambio del líder leónico, volvió a espolear a Mohr previendo lo que iba a suceder si el joven brujo se quedaba mucho más tiempo allí y abandonó el campamento al trote, sin dejar que nadie les preguntase si sabían algo al respecto.
- Demian… - Se detuvo a las afueras del lugar, en un lugar lo suficientemente apartado como para que las represalias de Melena Blanca no alcanzasen al muchacho y dejó escapar una risotada. – Espero no tener que volver a verle en un tiempo – dijo conduciendo al caballo de vuelta al camino, de nuevo a un paso normal.
Lo había pensado bastante durante todo el camino de vuelta y, realmente, no se le ocurría otra cosa para ayudar a Asher. Una parte de él seguía sin comprender exactamente las palabras del perro, era probable que todo fuese un malentendido o que este, simplemente, hubiese dicho aquello por decir.
Se aclararía todo si decidía ir a la granja. Esperaba que aceptase.
– Esa armadura es nueva. – dijo a Demian, sin apartar los ojos del camino. - ¿La has llevado puesta todo el día? – Si bien Eltrant no se consideraba la persona más perspicaz que conocía, el castaño sí que estaba bastante seguro que los ropajes con los que el brujo había aparecido en el campamento eran de peor calidad, totalmente distintos inclusos. - ¿Te has cambiado al terminar lo de la Tarasca? – Preguntó a continuación, deteniéndose, finalmente, en el cruce en el que iban a separarse.
Respiró profundamente y ayudó al muchacho a que se bajase de la montura. No dudaba en la agilidad de Demian ni le veía incapaz de hacerlo solo, sobre todo después de haberle visto subirse al caballo o saltar frente a la Tarasca.
Pero nunca estaba de más recibir algo de ayuda.
- Yo voy en aquella dirección. – dijo señalando el camino que continuaba en dirección recta y que, en la distancia, se perdía entre un pequeño grupúsculo de árboles. - ¿Vas a estar bien? - dijo Eltrant inclinándose levemente hacia delante, apoyándose con suavidad en la cabeza de Mohr.
Dejar que un niño de su edad vagase solo por los caminos de Aerandir… no era algo que creyese una buena idea. Pero también era cierto que siempre solía olvidar que Demian no era un joven corriente, a pesar de lo que había pasado con la Tarasca se obligó a pensar que el muchacho podía cuidarse por sí mismo.
De hecho, estaba bastante seguro que podría hacerlo. No es como si un monstruo descomunal fuese algo que apareciese en las lindes de los caminos todos los días. Si un grupo de bandidos se cruzaba con el muchacho estos no iban a acabar demasiado bien si le escogían como objetivo.
Rebuscó en las alforjas durante unos instantes hasta que localizó la bolsa raida en la que guardaba la poca comida que le quedaba.
- Cuídate Demian. – Le lanzó la bolsa. – Para el camino. – dijo señalando lo que acababa de darle. – No es mucho, pero supongo que dará hasta que llegues al primer poblado. – Esbozo una sonrisa y se marchó lentamente, dejando al brujo allí.
Se sentía horriblemente cansado. Bostezó, necesitaba un respiro.
Quizás plantase algo en esa granja abandonada.
Miró una última vez en la dirección en la que se encontraban Asher y Melena Blanca. Suspiró y, tras darle una última cabezada a la pareja, como despedida, espoleó a Mohr’akdu y se encaminó a la salida del lugar.
Aun cuando en un principio decidió ir a paso lento, las palabras de Demian y la reacción de todos los leónicos de los alrededores le indicaron que debía darse prisa. Frunció el ceño.
Apenas llegó a verlo en la linde de su visión, pero el pelaje de Melena Blanca cambió como por arte de magia a un color rosa brillante, a un color que podría ser visible incluso desde la granja en la que había pasado las últimas semanas.
Sin demorarse demasiado, comprendiendo quien era la causa del repentino cambio del líder leónico, volvió a espolear a Mohr previendo lo que iba a suceder si el joven brujo se quedaba mucho más tiempo allí y abandonó el campamento al trote, sin dejar que nadie les preguntase si sabían algo al respecto.
- Demian… - Se detuvo a las afueras del lugar, en un lugar lo suficientemente apartado como para que las represalias de Melena Blanca no alcanzasen al muchacho y dejó escapar una risotada. – Espero no tener que volver a verle en un tiempo – dijo conduciendo al caballo de vuelta al camino, de nuevo a un paso normal.
Lo había pensado bastante durante todo el camino de vuelta y, realmente, no se le ocurría otra cosa para ayudar a Asher. Una parte de él seguía sin comprender exactamente las palabras del perro, era probable que todo fuese un malentendido o que este, simplemente, hubiese dicho aquello por decir.
Se aclararía todo si decidía ir a la granja. Esperaba que aceptase.
– Esa armadura es nueva. – dijo a Demian, sin apartar los ojos del camino. - ¿La has llevado puesta todo el día? – Si bien Eltrant no se consideraba la persona más perspicaz que conocía, el castaño sí que estaba bastante seguro que los ropajes con los que el brujo había aparecido en el campamento eran de peor calidad, totalmente distintos inclusos. - ¿Te has cambiado al terminar lo de la Tarasca? – Preguntó a continuación, deteniéndose, finalmente, en el cruce en el que iban a separarse.
Respiró profundamente y ayudó al muchacho a que se bajase de la montura. No dudaba en la agilidad de Demian ni le veía incapaz de hacerlo solo, sobre todo después de haberle visto subirse al caballo o saltar frente a la Tarasca.
Pero nunca estaba de más recibir algo de ayuda.
- Yo voy en aquella dirección. – dijo señalando el camino que continuaba en dirección recta y que, en la distancia, se perdía entre un pequeño grupúsculo de árboles. - ¿Vas a estar bien? - dijo Eltrant inclinándose levemente hacia delante, apoyándose con suavidad en la cabeza de Mohr.
Dejar que un niño de su edad vagase solo por los caminos de Aerandir… no era algo que creyese una buena idea. Pero también era cierto que siempre solía olvidar que Demian no era un joven corriente, a pesar de lo que había pasado con la Tarasca se obligó a pensar que el muchacho podía cuidarse por sí mismo.
De hecho, estaba bastante seguro que podría hacerlo. No es como si un monstruo descomunal fuese algo que apareciese en las lindes de los caminos todos los días. Si un grupo de bandidos se cruzaba con el muchacho estos no iban a acabar demasiado bien si le escogían como objetivo.
Rebuscó en las alforjas durante unos instantes hasta que localizó la bolsa raida en la que guardaba la poca comida que le quedaba.
- Cuídate Demian. – Le lanzó la bolsa. – Para el camino. – dijo señalando lo que acababa de darle. – No es mucho, pero supongo que dará hasta que llegues al primer poblado. – Esbozo una sonrisa y se marchó lentamente, dejando al brujo allí.
Se sentía horriblemente cansado. Bostezó, necesitaba un respiro.
Quizás plantase algo en esa granja abandonada.
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Re: Amanecer [Guerra de Lunargenta] [Libre 3/3] [Cerrado]
–Un centinela, sea lo que sea eso, merece que le llamen señor –agrega dándole una caricia a Chispa, que se ha posado en esos momentos en su hombro–. Si hasta tiene una corona.
En un último gesto, Demian ofrece una sonrisa al cánido compañero. No se trata de una sonrisa linda, ni amable, ni siquiera algo que transmita confianza, es más bien la sonrisa al estilo Demian, forzada, rara, algo chueca... pero el que lo conoce sabe que es realmente de lo mejor que puede ofrecer sin recurrir a ilusiones.
Y hablando de ilusiones...
Más tarde, poco antes de bajar de la montura, Demian haría esa misma sonrisa a Eltrant.
–Sí, me la dieron los amigos del rey cuando m-me caí de un dragón –dice encogiéndose de hombros–. Le podría sacar buen dinero, pero de alguna manera hace que mi magia se s-sienta más fuerte, así que mejor me la dejo.
Con un movimiento de su mano, movilizó el éter para que se impregnara en los tejidos, devolviendo un aspecto raído a sus vestimentas. Nuevamente parecía un simple chico de la calle, un... un gorrión.
Chispa, en su hombro, pareció comprender el pensamiento y contestó con un suave trinar.
–La gente a veces regala cosas buenas cuando casi t-te mueres.
Una vez hubo bajado de la montura, apuntó en dirección a Lunargenta (o al menos hacia donde creía que estaba).
–Creo que voy a volver a la ciudad... hay gente allí que me espera y no sabe que me he ido –se rascó el cuero cabelludo–. Ahora que lo p-pienso, ni siquiera recuerdo por qué me fui, sólo me puse a caminar y acabé peleando con un monstruo gigante.
Se giró, tomó una bocanada de aire y la liberó en algo parecido a un suspiro.
–Esos que q-querían matarme tienen que ver con eso –dijo en un tono más bajo–, me han hecho recordar que aún hay un montón de gente buena para quejarse que necesita llegar al Heks-shold.
Recibió entonces la ración de comida. No sabía realmente cuánto se había alejado de la ciudad, ni siquiera cuánto tiempo había estado fuera. Todos los recuerdos de los últimos días, desde que cayera de Querostraza, de pronto se le antojaban confusos, como velados por un sueño.
–Sobreviviré.
Antes de emprender el camino, se gira nuevamente hacia el caballo y le toca en un muslo. El animal hace un pequeño tiritón por el contacto, pero no hace nada. Parece bastante manso. Hecho esto, realiza una señal de despedida con la mano y comienza a caminar.
A tan sólo unos metros, su cabello adquiere un tono rojizo y sus ropas vuelven a cambiar, luciendo ahora más adineradas, pero con rasgaduras y manchas de sangre. Poco más adelante se aproxima una caravana.
Comienza a caminar con una cojera, cubriendo con su mano la aparente herida en uno de sus brazos. Es hora de ganarse algo más que una simple ración de comida.
En cuanto al caballo... en su muslo ahora iba pegada una ilusión, especialmente diseñada para no ser vista por Eltrant. La ilusión contiene un simple mensaje:
"Regalo abrazos".
Demian
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