Dos Caras [Interpretativo][Prólogo] [Libre]
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Dos Caras [Interpretativo][Prólogo] [Libre]
Cayó de rodillas, respirando acarolado. - ¿Este es tu limite, guarda? – Aquella voz, aquella maldita voz se taladraba en su cabeza como si se la estuviesen cincelando. – Vamos… había oído mejores cosas de ti, Tale – El mencionado sonrió amargamente, limpiándose la sangre que resbalaba por la comisura de su labio en el proceso, muchos cortes, todos pequeñitos, le estaban desgastando, aun con su indumentaria era evidente que estaba en problemas - ¿Ah, sí? – Usando su espada modo de bastón volvió a incorporarse, estiró los brazos e intento aplacar el dolor que sentía en ellos. – No sabía que tuviese admiradores. Menos alguien como tú – El hombre se carcajeó de buena gana – Bueno, no son exactamente admiradores tuyos. Un número inusualmente alto de personas buscan tu cabeza, Tale, diría que es hasta impresionante. – Eltrant preparó su espada y clavó su mirada en el hombre que tenía frente a él – Sí, podría decirse que es una cualidad que tengo. – Tomó aire, le pesaban los brazos, se obligó a ensanchar su sonrisa.
– ¿A qué demonios esperas, Evan? ¿Es que me tienes miedo?
Los aceros que ambos esgrimían volvieron a entrechocar, el sonido del metal inundó en callejón, el silencio de la noche quedó inmediatamente apagado por la danza en la que los dos hombres se fundieron.
- ¡Eres lento Tale! – Bramó el hombre al que había derrotado años atrás - ¡Lento! – Eltrant bloqueó la estocada que le lanzó con el guantelete de metal y embistió con todo su cuerpo, apartando la afilada espada de Evan de cualquier órgano vital a su alcance - ¡No me digas! – Exclamó el guarda acometiendo contra su contrincante, quien no tuvo más remedio que saltar hacia atrás para evitar una muerte segura. - ¿Tú crees?
Maldiciendo su suelte volvió a bloquear el arma de Evan, quien no tardó en contraatacar, y se lo quitó de encima con un rápido movimiento de muñeca. El frenético baile en el que estaban enfrascados no parecía querer acabar pronto, al contrario, ambos combatientes estaban dando lo mejor de sí, querían acabar el uno con el otro, zanjarlo todo de una vez por todas aquella misma noche.
Masculló un par de insultos cuando el metal que blandía Evan pasó peligrosamente cerca de su cuello, los cortes que este realizaban no eran muy profundos, tampoco fuertes, pero eran precisos, lo suficiente como para que estuviese empezando a ser preocupante la cantidad de sangre que estaba perdiendo.
- ¿¡No te sientes vivo hermano?! ¡¿No sientes como tu corazón clama mi cabeza!? – Tronó tratando de rodear a Eltrant, quien, estático dónde estaba, se limitó a girar levemente, anticipando todos y cada uno de los movimientos de su rival - ¡No somos hermanos! – Las armas volvieron a encontrarse, pudo sentir como la suya propia temblaba en sus manos después del impacto, como el filo azulado de su hoja iluminaba el rostro de Evan, prácticamente idéntico al suyo propio, salvo quizás, por algunos mínimos detalles. - ¡Nuestras caras difieren Tale! – Afirmó Evan empujando contra Eltrant, tratando de zafarse del forcejeo - ¡No escapes! – Golpeó a su doble en la cara con el guantelete, desestabilizándolo momentáneamente, haciéndole sangrar por la nariz - ¡Te tengo! – Aquellas palabras carecieron de sentido tan pronto Evan colocó su hoja frente a su cara, deteniendo el metal que Eltrant tenía en las manos y salvando su vida por algunos segundos.
Chasqueando la lengua notó como Evan, tratando de salir de algún modo de aquella encrucijada, lanzaba un tajo, con todas sus fuerzas, hacía la ingle del guarda, esta, no obstante, rebotó contra la armadura del mismo, quien se limitó a agarrarle del cuello con la mano libre, levantandolo varios centimetros del suelo. – He cambiado mucho desde la última vez que nos vimos – Dijo entrecerrando los ojos, la última vez que vio a aquel hombre él no era más que un mercenario con una espada oxidada y, aun así, consiguió frustrar sus planes, consiguió, con ayuda de Alanna, impedir que esclavizara a toda una aldea – Yo también… – Murmuró Evan en un hilo de voz, anhelando el aire que la mano de Eltrant le arrebataba en aquel momento, al mismo tiempo que clavaba un afilado puñal en el costado del guarda.
Liberó a su doble, presa del dolor, el cuchillo había entrado limpiamente a través de las juntas de la coraza y ahora una fina línea carmesí adornaba el metal de su armadura.
– Tú… - maldiciendo el nombre del hombre retrocedió un par de pasos y extrajo el arma de su cuerpo – No es nada personal Tale, en cierto sentido, me caes hasta bien – El fugitivo sonrió, Eltrant no podía ni imaginar lo golpearle que era la cara de aquel hombre en aquel instante, aun cuando compartían rostro – Dime ¿Sigues yendo por ahí con esa muchachita? – Frunció el ceño – Ahora tu también eres guarda, como ella – Evan ensanchó su sonrisa – Supongo que no andará muy lejos ¿No? – Jadeando agitadamente Eltrant volvió a levantarse, un simple corte no era nada que no hubiese recibido con antelación, podía seguir combatiendo.
Alzó su espada, Evan se limitó a dejar escapar una leve risa – No me mires así– Dijo envainando su propia arma, cruzándose de brazos – Te mataría, estaría bien hacerlo – Asintió para sí – Pero… – Esbozó una sonrisa – Es muy divertido verte tratar de atraparme – Dijo comenzando a caminar hacía la oscuridad de la noche – Nos vemos Tale, tengo asuntos de los que ocuparme en tu ciudad. – Antes de que Eltrant pudiese siquiera alcanzarle, Evan se fundió entre las sombras.
- ¡¡Evan!! – Vociferó, dejó caer su espada a un lado y corrió un par de metros, en un inútil esfuerzo por alcanzarle. La boca le sabía a sangre, con cada paso que daba, sus heridas se resentian - ¡¡No puedes huir de mí!! – Añadió a continuación, recibiendo, como única respuesta, un incómodo silencio solo roto por el lejano sonido de las olas en el puerto.
Se le había vuelto a escapar, presionó en su herida con fuerza y se agachó a recoger su arma. Suspiró y gimió dolorido, llevaba meses detrás de aquel hombre, de aquel fugitivo que, por algún motivo, siempre parecía estar un paso por delante de él.
Muy probablemente para cuando localizase que estaba haciendo se habría marchado de la ciudad, no iba a capturarlo aquel día, lanzó varios insultos a los dioses a todos ellos, daba igual si eran elficos o humanos, si era ese dios único que tenían algunos o si el maldito dinero, los odiaba a todos por igual.
Envainó su espada y oteó el callejón, si estaba allí era porque había descubierto que era un punto de recogida de información para Evan, solo tenía que adivinar dónde tenía sus negocios y reducirlos a cenizas uno por uno
Quizás estaba siendo más personal de lo que le habría gustado en un principio, pero aquel hombre se parecía preocupantemente a él, aunque vestía de manera más elegante, tenía infinitamente más dinero y estaba inmiscuido en todo tipo de situaciones de dudosa legalidad. – Voy a destrozar cada negocio que tengas, todos – Dijo en voz alta, deseando, quizás, que le oyese antes de encaminarse a su oficina, dónde parchearse las heridas, iba a ser una noche muy larga. – Y voy a empezar por Lunargenta.
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Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Dos Caras [Interpretativo][Prólogo] [Libre]
Era una mañana triste. Realmente triste. Y parece el principio de una historia típica y recurrente. Pero cuando digo que aquella fue mañana triste, es porque realmente lo fue. Y es que la taberna estaba vacía, y lo comprendí en cuanto el tabernero me hizo saber que los barriles de cerveza, que habían sido enviados cerca de cuatro días atrás, se retrasarían en su llegada nada menos que cuatro días mas. Hasta entonces, la taberna solo ofrecía agua fresca, zumo de naranja y buenos alimentos. Pero yo no frecuentaba las tabernas por los buenos alimentos.
– Lo siento compañero –me había dicho el tabernero–. Siempre puedo ofrecerte buen queso curado.
– Nunca rechazaría un buen pedazo de queso curado. Especialmente si eso que huelo es queso de cabra –hice un gesto exagerado con la nariz–. Pero no estoy de humor. Y la única cosa que podía ayudarme a remediarlo, llegara dentro de dos días.
– Cuatro días –me corrigió.
Solté un gran suspiro de indignación y me marche de la taberna. Las siguientes dos horas las pase recorriendo las calles de Lunargenta, sin un destino en concreto. Tras la visita de mi hermana a Lunargenta, me había quedado completamente solo. Ella había regresado a la pequeña casa de madera del oeste donde solía vivir, y yo me había quedado allí para continuar con mis asuntos. Y aunque todavía no me había decidido a marchar hacia Ulmer, la idea me invadía la mente continuamente. Por eso por lo general quería mantenerme ligeramente ebrio, para poder disfrutar de mi estancia en la ciudad. Al fin y al cabo, era una ciudad grande, y tenia decenas de cosas que ver todavía.
El día después pareció pasar deprisa. Demasiado deprisa. Me mantuve paseando por los puestos de los mercados, y asistiendo a algunos espectáculos callejeros, de mano de varias troupes que habían decidido que era un buen día para ir a la gran ciudad. Y estuve así, sin hacer nada y haciendo mil cosas al mismo tiempo hasta que cayó la noche. A decir verdad, echaba de menos vivir con mi hermana Lilja. La echaba de menos a ella, y la vida que tenia antes. No aquella vida que habíamos tenido antes de «que sucediera todo», sino la que tuvimos después. La pequeña casa de madera, el trabajo como guardia de caravanas. Ahora mismo me sentía en un callejón sin salida. Había dejado de lado todos mis objetivos únicamente por marchar a Ulmer y encontrar a mi madre, y también a aquellas personas que habían arruinado gran parte de los primeros años de nuestras vidas.
Pero no me entendáis mal. Estaba bien, estaba mas que vine. Tenia monedas suficientes como para poder vivir en Lunargenta, en una buena habitación en la mejor posada. También suficiente como para poder comer la mejor carne y beber la mejor cerveza. No tenia de que quejarme, dado que tras años de trabajo tenia suficiente dinero como para emprender una nueva empresa sin preocuparme por el trabajo.
– Otra vez por aquí, desgraciado? –Escuche una voz en la distancia.
Era Sigurd. Era el hombre que me había ayudado en la ultima pelea que había tenido en aquella taberna donde había conocido al rubio Vincent y al autómata. Esta vez, parecía completamente borracho –tal y como lo había conocido–, pero mas hostil que la ultima vez. La ultima vez el había sido quien se había unido a la pelea, una pelea que habíamos desarrollado cerca de quince personas en la taberna, formando un revuelo impresionante, solo interrumpido por el biocibernético. Pero esta vez no era mi amigo, ni mi aliado. Ahora me veía con ojos iracundos, como cuando ves a alguien y sin conocerlo sabes que te disgusta. Obviamente me recordaba, pero no tenia muy claro de que modo.
– Sigurd! Cuanto tiempo. Sigues tan feo como la ultima vez –trate de bromear, mientras me acercaba a el. Pensaba que mostrando un poco de confianza, podría recordar con exactitud la relación amistosa que habíamos tenido aquel día.
Pero permaneció igual de serio, mirándome fijamente. Debo decir que era una noche bonita, hasta que las nubes cubrieron el cielo, y con este a la luna, que continuo brillando entre ellas. Algunas gotas de lluvia comenzaron a caer, tan escasas que era fácil ignorarlas. Estábamos en medio de un callejón, cerca del puerto de Lunargenta; Sigurd seguramente habría pasado las ultimas horas en alguna de las tabernas de mala muerte que había por aquella zona, donde la cerveza era abundante, barata y de mala calidad. Pero era alcohol al fin y al cabo.
– A quien llamas feo? –Dijo, casi con un gruñido. La ultima vez que yo había dicho eso, el se había reído y me había dado unas fuertes palmadas de camaradería en la espalda–. Me acuerdo de ti, y de todo lo que has hiciste aquel día.
– Si. Seguro que tu hija estuvo muy orgullosa tras verte pelear conmigo –le sonreí.
– Mi hija todavía tiene pesadillas con lo que vio aquel día –dijo, de nuevo casi con un gruñido–. Manos cortadas. Lo recuerdas? Manos cortadas.
– Eso fue culpa tuya. No deberías dejar a tu hija pequeña cerca de tabernas. Debería esta en el colegio, como todos los niños.
Casi trate de hablar a la defensiva, tratando de mantener a raya a Sigurd. Pero el simplemente quería pelear, lo veía en sus ojos. Quería generar un conflicto de algún modo. Y lo entendía. Cuando yo bebía tanto como el, me volvía mas hostil y bravucón, y buscaba una razón cualquiera por la que pelearme con el primero que encontrara frente a mi. Pero no seria su juguete aquella noche. No quería pelar con el. Ni tenia nada personal contra el, ni tampoco me sentía tan ebrio como el como para poder disfrutar aquella pelea sin sentido.
Casi como algo un suceso traído convenientemente por el destino, alguien paso frente a nosotros. Corría a toda prisa, con desesperación. Tenia el ceño fruncido y parecía tan centrado en huir de lo que fuera que huyera, que ni se percato de nuestra presencia. Llevo por delante a Sigurd, quien en seguida se giro hacia el, y bramo varios insultos. Luego comenzó a correr torpemente hacia el, olvidándome a mi por completo. No lo alcanzaría, estaba seguro de que no lo haría. Pese a lo fuerte que fuera Sigurd, estaba demasiado borracho como para poder correr mas de veinte metros sin caer contra el suelo y quedarse allí dormido hasta el día siguiente.
Pero la cuestión es que por fortuna me dejo en paz, completamente solo en aquel callejón. Ahora solo había silencio. La mayoría de la gente estaba cenando, o durmiendo, por lo que ya no había la misma fluidez del gentío que se había dado durante el día. Camine unos pasos mas, dirigiéndome hacia el puerto. Y aunque me había deshecho por fin de Sigurd, parecía que no era el único borracho que había por aquella zona. Encontré a un muchacho, un joven de aspecto desaliñado. Con la barba descuidada, y el pelo enmarañado. También me di cuenta de que tenia el brillo en el rostro propio de una cara sudada.
– Parece que hoy todo el mundo bebe sin descanso salvo yo –comente serio, mientras miraba como aquel desconocido se movía iracundo por la calle. Aunque tan pronto como me percate de que tras el había dejado caer un pequeño rastro de sangre, mi mueca se torno a una expresión preocupada–. Compañero –alce la voz–. Estas bien?
– Lo siento compañero –me había dicho el tabernero–. Siempre puedo ofrecerte buen queso curado.
– Nunca rechazaría un buen pedazo de queso curado. Especialmente si eso que huelo es queso de cabra –hice un gesto exagerado con la nariz–. Pero no estoy de humor. Y la única cosa que podía ayudarme a remediarlo, llegara dentro de dos días.
– Cuatro días –me corrigió.
Solté un gran suspiro de indignación y me marche de la taberna. Las siguientes dos horas las pase recorriendo las calles de Lunargenta, sin un destino en concreto. Tras la visita de mi hermana a Lunargenta, me había quedado completamente solo. Ella había regresado a la pequeña casa de madera del oeste donde solía vivir, y yo me había quedado allí para continuar con mis asuntos. Y aunque todavía no me había decidido a marchar hacia Ulmer, la idea me invadía la mente continuamente. Por eso por lo general quería mantenerme ligeramente ebrio, para poder disfrutar de mi estancia en la ciudad. Al fin y al cabo, era una ciudad grande, y tenia decenas de cosas que ver todavía.
El día después pareció pasar deprisa. Demasiado deprisa. Me mantuve paseando por los puestos de los mercados, y asistiendo a algunos espectáculos callejeros, de mano de varias troupes que habían decidido que era un buen día para ir a la gran ciudad. Y estuve así, sin hacer nada y haciendo mil cosas al mismo tiempo hasta que cayó la noche. A decir verdad, echaba de menos vivir con mi hermana Lilja. La echaba de menos a ella, y la vida que tenia antes. No aquella vida que habíamos tenido antes de «que sucediera todo», sino la que tuvimos después. La pequeña casa de madera, el trabajo como guardia de caravanas. Ahora mismo me sentía en un callejón sin salida. Había dejado de lado todos mis objetivos únicamente por marchar a Ulmer y encontrar a mi madre, y también a aquellas personas que habían arruinado gran parte de los primeros años de nuestras vidas.
Pero no me entendáis mal. Estaba bien, estaba mas que vine. Tenia monedas suficientes como para poder vivir en Lunargenta, en una buena habitación en la mejor posada. También suficiente como para poder comer la mejor carne y beber la mejor cerveza. No tenia de que quejarme, dado que tras años de trabajo tenia suficiente dinero como para emprender una nueva empresa sin preocuparme por el trabajo.
– Otra vez por aquí, desgraciado? –Escuche una voz en la distancia.
Era Sigurd. Era el hombre que me había ayudado en la ultima pelea que había tenido en aquella taberna donde había conocido al rubio Vincent y al autómata. Esta vez, parecía completamente borracho –tal y como lo había conocido–, pero mas hostil que la ultima vez. La ultima vez el había sido quien se había unido a la pelea, una pelea que habíamos desarrollado cerca de quince personas en la taberna, formando un revuelo impresionante, solo interrumpido por el biocibernético. Pero esta vez no era mi amigo, ni mi aliado. Ahora me veía con ojos iracundos, como cuando ves a alguien y sin conocerlo sabes que te disgusta. Obviamente me recordaba, pero no tenia muy claro de que modo.
– Sigurd! Cuanto tiempo. Sigues tan feo como la ultima vez –trate de bromear, mientras me acercaba a el. Pensaba que mostrando un poco de confianza, podría recordar con exactitud la relación amistosa que habíamos tenido aquel día.
Pero permaneció igual de serio, mirándome fijamente. Debo decir que era una noche bonita, hasta que las nubes cubrieron el cielo, y con este a la luna, que continuo brillando entre ellas. Algunas gotas de lluvia comenzaron a caer, tan escasas que era fácil ignorarlas. Estábamos en medio de un callejón, cerca del puerto de Lunargenta; Sigurd seguramente habría pasado las ultimas horas en alguna de las tabernas de mala muerte que había por aquella zona, donde la cerveza era abundante, barata y de mala calidad. Pero era alcohol al fin y al cabo.
– A quien llamas feo? –Dijo, casi con un gruñido. La ultima vez que yo había dicho eso, el se había reído y me había dado unas fuertes palmadas de camaradería en la espalda–. Me acuerdo de ti, y de todo lo que has hiciste aquel día.
– Si. Seguro que tu hija estuvo muy orgullosa tras verte pelear conmigo –le sonreí.
– Mi hija todavía tiene pesadillas con lo que vio aquel día –dijo, de nuevo casi con un gruñido–. Manos cortadas. Lo recuerdas? Manos cortadas.
– Eso fue culpa tuya. No deberías dejar a tu hija pequeña cerca de tabernas. Debería esta en el colegio, como todos los niños.
Casi trate de hablar a la defensiva, tratando de mantener a raya a Sigurd. Pero el simplemente quería pelear, lo veía en sus ojos. Quería generar un conflicto de algún modo. Y lo entendía. Cuando yo bebía tanto como el, me volvía mas hostil y bravucón, y buscaba una razón cualquiera por la que pelearme con el primero que encontrara frente a mi. Pero no seria su juguete aquella noche. No quería pelar con el. Ni tenia nada personal contra el, ni tampoco me sentía tan ebrio como el como para poder disfrutar aquella pelea sin sentido.
Casi como algo un suceso traído convenientemente por el destino, alguien paso frente a nosotros. Corría a toda prisa, con desesperación. Tenia el ceño fruncido y parecía tan centrado en huir de lo que fuera que huyera, que ni se percato de nuestra presencia. Llevo por delante a Sigurd, quien en seguida se giro hacia el, y bramo varios insultos. Luego comenzó a correr torpemente hacia el, olvidándome a mi por completo. No lo alcanzaría, estaba seguro de que no lo haría. Pese a lo fuerte que fuera Sigurd, estaba demasiado borracho como para poder correr mas de veinte metros sin caer contra el suelo y quedarse allí dormido hasta el día siguiente.
Pero la cuestión es que por fortuna me dejo en paz, completamente solo en aquel callejón. Ahora solo había silencio. La mayoría de la gente estaba cenando, o durmiendo, por lo que ya no había la misma fluidez del gentío que se había dado durante el día. Camine unos pasos mas, dirigiéndome hacia el puerto. Y aunque me había deshecho por fin de Sigurd, parecía que no era el único borracho que había por aquella zona. Encontré a un muchacho, un joven de aspecto desaliñado. Con la barba descuidada, y el pelo enmarañado. También me di cuenta de que tenia el brillo en el rostro propio de una cara sudada.
– Parece que hoy todo el mundo bebe sin descanso salvo yo –comente serio, mientras miraba como aquel desconocido se movía iracundo por la calle. Aunque tan pronto como me percate de que tras el había dejado caer un pequeño rastro de sangre, mi mueca se torno a una expresión preocupada–. Compañero –alce la voz–. Estas bien?
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: Dos Caras [Interpretativo][Prólogo] [Libre]
-Da pum pum pum puh puh puh me los comeré a todos ñaaaam ñam ñam ñam- los pedacitos de pan aplastados en pelotitas volaban en mis tentáculos por los aires junto al capitán gato- la calamavillosa Ury nos está ganandoooo saquen los cañones de queso- dije cambiando la voz mientras hacía como que una de las bolitas blancas hablara. -Sub capitana nos atacan ¡a babor!- –¡A la orden capitán!- entonces abrí la boca y me comí todos los cañoncitos de queso.
-Se hizo tarde y aún no llega. ¿Quieres algo más de leche?
--Ujum. Pero el señor mapache no huele solo a leche puh puh puh. Ury quiere la leche con gustito como la del señor mapache
El hombre bestia miró para todos lados, había dado en el clavo. -Puh puh puh- sabía que le estaba echando alcohol a su bebida, pero no esperaba que actuase de esa forma. Era tan tierno… Sonreí de oreja a oreja y le tomé de la mano. -¿Es jugo de uvas? Ouuuooo… pero parece que no queda…- puh puh puh jugarle bromas al mapache era la mejor forma de matar la aburrición. El hombre se apuró en agarrarse de la coartada que le había dado para salir bien librado de la situación. Era tan inocente que a Ury le daba ganas de reir.
-En fin ¿no tienes que irte ya? Las niñas pequeñas tienen que ser buenas y no andar por la noche. En las calles está el chupaniños
Me detuve y miré al hombre bestia atentamente mientras pensaba. Le hice una señal para que esperase donde estaba y me fui a un rincón de la oficina, apartándome hasta ponerme al lado de la fragua para entrar en discusión privada y en secreto con el capitán.
-Ese mapache se quiere deshacer de nosotros y cree que somos personas comunes. ¿Le pateamos y atamos mientras esperamos al señor Tale?
-No somos piratas malos. Mejor el truco
-¿Qué truco? […]¿Ese truco?
Me tapé la boca y sonreí traviesa.
Caminamos hasta donde estaba el mapache y crucé mis manitas tras la espalda. Puse cara triste.
-Ury le tiene miedo al chupaniños. El papá de Ury está lejos y Ury necesita hablar con el señor Tale. Pofavocito señor Mapache. ¿Me permite quedarme aquí para que hable con el señor Tale y me acompañe a casita? crucé mis deditos tras la espalda. Estaba diciendo varias mentiritas piadosas, pero era mejor que torturarlo con cosquillas infinitas para que me dejase dormir calientita al lado de la herrería.
Off: Espero que no te moleste que use al señor mapachoso ~-~
-Se hizo tarde y aún no llega. ¿Quieres algo más de leche?
--Ujum. Pero el señor mapache no huele solo a leche puh puh puh. Ury quiere la leche con gustito como la del señor mapache
El hombre bestia miró para todos lados, había dado en el clavo. -Puh puh puh- sabía que le estaba echando alcohol a su bebida, pero no esperaba que actuase de esa forma. Era tan tierno… Sonreí de oreja a oreja y le tomé de la mano. -¿Es jugo de uvas? Ouuuooo… pero parece que no queda…- puh puh puh jugarle bromas al mapache era la mejor forma de matar la aburrición. El hombre se apuró en agarrarse de la coartada que le había dado para salir bien librado de la situación. Era tan inocente que a Ury le daba ganas de reir.
-En fin ¿no tienes que irte ya? Las niñas pequeñas tienen que ser buenas y no andar por la noche. En las calles está el chupaniños
Me detuve y miré al hombre bestia atentamente mientras pensaba. Le hice una señal para que esperase donde estaba y me fui a un rincón de la oficina, apartándome hasta ponerme al lado de la fragua para entrar en discusión privada y en secreto con el capitán.
-Ese mapache se quiere deshacer de nosotros y cree que somos personas comunes. ¿Le pateamos y atamos mientras esperamos al señor Tale?
-No somos piratas malos. Mejor el truco
-¿Qué truco? […]¿Ese truco?
Me tapé la boca y sonreí traviesa.
Caminamos hasta donde estaba el mapache y crucé mis manitas tras la espalda. Puse cara triste.
-Ury le tiene miedo al chupaniños. El papá de Ury está lejos y Ury necesita hablar con el señor Tale. Pofavocito señor Mapache. ¿Me permite quedarme aquí para que hable con el señor Tale y me acompañe a casita? crucé mis deditos tras la espalda. Estaba diciendo varias mentiritas piadosas, pero era mejor que torturarlo con cosquillas infinitas para que me dejase dormir calientita al lado de la herrería.
Off: Espero que no te moleste que use al señor mapachoso ~-~
Ulareena Werner
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Re: Dos Caras [Interpretativo][Prólogo] [Libre]
Tan pronto salió del callejón una voz se interesó por saber cómo estaba, ligeramente sorprendido ante lo poco que había tardado en ser visto, miró hacia abajo y vio el singular rastro de sangre que estaba dejando tras de sí, pasar desapercibido no iba a ser viable, sonrió y suspiró agotado.
No recordaba haber oído nunca la voz del hombre que se le acercó por la espalda, por lo que, en principio, supuso que no era sino un ciudadano que por alguna razón estaba altas horas de la madrugada cerca del puerto. También cabía la posibilidad de que el buen transeúnte fuese un ratero de medio pelo que, amparado por la noche y aprovechando su estado, tratase de robarle, si ese era el caso estaba en un buen aprieto.
– He estado mejor – Dijo girándose a ver al interesado. El rostro de un hombre, con barba poblada, no mucho más joven que él probablemente, le escudriñaba desde la oscuridad. Por su aspecto parecía un mercenario, quizás un aventurero, tenía, en cualquier caso, el perfil del típico hombre que no para nunca más de una semana en un mismo sitio, le recordaba, en cierto sentido, a él mismo antes de entrar en la guardia.
Volvió a mirar hacia abajo, hacía la herida que bloqueaba como buenamente podía con su mano derecha - ¿Estarías dispuesto a ayudar a un desconocido? – Dijo sonriendo levemente antes de que su rostro se encogiese en una mueca dolorida, no conocía de nada a aquel hombre, pero si quisiera los pocos Aeros que llevaba encima ya le habría atacado – Sea como sea… - Se acercó al hombre y, sin dejarle a responder, pasó su brazo izquierdo en torno a su cuello, no era un misterio que podría llegar por su propio pie hasta su oficina, pero ya que aquel hombre se había “ofrecido” no iba a rechazar su ayuda – Hacía allí – Dijo zarandeándole un poco al mismo tiempo que señalaba al final de la calle – Te invitaré a un par de copas por el favor – Añadió según empezaba a andar ayudado por el desconocido. – Gracias. – Dijo como colofón.
Permaneció la mayor parte del camino en silencio, solo dándole al hombre que prestaba su cuerpo como apoyo las indicaciones necesarias para llegar a su herrería – Mi nombre es Eltrant, por cierto – Dijo esbozando una sonrisa, a pocas calles de su local – No te preocupes, ya estamos cerca – Dijo presionando el corte aún con más fuerza – Casi has acabado.
Como el guarda había prometido, la pequeña herrería firmemente ajustada entre una taberna de tamaño desproporcionado y un almacén abandonado no tardó en aparecer frente a los hombres – Aquí es – Liberando al aventurero de su agarre se encaminó a la entrada del local y, tras forcejar varios minutos con la puerta principal de su hogar, maldiciéndola en el camino en un par de ocasiones, consiguió abrirla. – Adelante – Dijo empujándola levemente, dejando paso a su nuevo amigo.
El interior estaba como de costumbre, pobremente ordenado. Una mezcla de papeles referentes a la guardia y herramientas para la forja yacían desperdigadas por doquier, el suave crepitar de la forma, en la que aún quedaban ascuas, era lo único audible en el limitado taller.
- ¡Sam! – Llamó al mapache con el que compartía piso sin obtener respuesta, su visión, no obstante, se posó en la joven de aspecto singular que esperaba a pocos metros de la entrada principal - ¿Qué haces tú…? – Frunció el ceño, no solo se le escapaba Evan sino que ahora una niña con lo que parecían ser tentáculos en la cabeza se había colado en su hogar. – Ahora me lo cuentas… - Dijo levantando la mano, impidiendo a que la muchacha explicase por qué estaba allí a aquellas horas de la noche.
Deshaciéndose de su cinturón, dejó caer tanto la espada como el resto de los utensilios que portaba encima de la mesa que descansaba en el centro de la habitación, junto a un vaso repleto de licor – No recuerdo haberme preparado esto… - Dijo frunciendo el ceño, girándose entonces hacía la muchacha, ¿Había sido ella? ¿Sabía siquiera dónde guardaba él el alcohol? Estaba paranoico, negando con la cabeza señaló la bebida y se giró hacía su otro invitado – Sírvete tú mismo, todas las que quieras. Creo que hay algo de comida en ese armario de ahí – Pudo ver, desde dónde estaba, como Sam asomaba levemente la cabeza desde la habitación contigua y miraba fijamente la copa que acababa de ofrecerle a su invitado, casi con cierta aprensión al ver esto, Eltrant enarcó una ceja – Solo le falta hablar – Susurró quitándose la parte superior de la armadura y, justo después, la camisa manchada de sangre que vestía. - …Otra para tirar – Dijo metiendo los dedos por el desgarro que había hecho Evan con su puñal.
Ignorando momentáneamente lo que ocurría a su alrededor, tomó una de las tantas agujas que usaba para las distintas pieles que trataba en el local y la lanzó directamente a las brasas – Ahora… - Tras asegurarse de que el metal iba adquiriendo un tono anaranjado se giró hacía la joven - ¿Cómo has entrado? – Preguntó en primer lugar, al mismo tiempo que indicaba al aventurero que se sentase - ¿Y qué es lo quieres de mí? – Inquirió a continuación, sacando la aguja del fuego con unas pinzas y atando, cuidadosamente, un cordel al extremo de la misma – Quizás no quieras ver esto – Aseguró al mismo tiempo sucia la herida ayudado por un pequeño espejo que Sam, haciendo gala de una inteligencia asombrosa para un mapache, había dejado junto a él.
Dolía, cada puntada que daba era como apuñalarse a sí mismo con un pequeño cuchillo llameante, controló el dolor como mejor pudo y, finalmente, la herida quedó cerrada, momento en el cual procedió a rodear su vientre con una casa blanquecina.
- Listo… Ya había hecho aquello el suficiente número de veces como para que, aun sin saber gran cosa de medicina, pudiese parchearse a sí mismo con relativa facilidad. Se miró a su mismo en el espejo durante varios segundos. – Cicatrices por todos lados – Murmuró, por lo que sabía había elfos que eran capaces de eliminarlas con sus poderes, pero por otro lado, cada cicatriz era un recordatorio de que debía ser más cauto, de que no era invencible. Estaba bien un toque de atención de vez en cuanto, aunque en su caso, fuese prácticamente todos los días.
- Puedes quedarte aquí a pasar la noche – Dijo al hombre que le había ayudado asintiendo conforme – Todas las botellas de ese mueble de ahí están a tu disposición – Afirmó, no es que tuviese mucho dinero, y tampoco estaban completamente llenas, pero era lo minimo que podía hacer como agradecimiento. Apartando a Evan de su cabeza por unos instantes, acercó una silla a la chica pulpo – Explícamelo mejor, que ahora estoy atento – Sonrió y se rascó la barba, ahora que estaba más seguro de que no se iba a desangrar podía permitirse confiar en la pequeña allanadora - ¿Qué necesitas?
No recordaba haber oído nunca la voz del hombre que se le acercó por la espalda, por lo que, en principio, supuso que no era sino un ciudadano que por alguna razón estaba altas horas de la madrugada cerca del puerto. También cabía la posibilidad de que el buen transeúnte fuese un ratero de medio pelo que, amparado por la noche y aprovechando su estado, tratase de robarle, si ese era el caso estaba en un buen aprieto.
– He estado mejor – Dijo girándose a ver al interesado. El rostro de un hombre, con barba poblada, no mucho más joven que él probablemente, le escudriñaba desde la oscuridad. Por su aspecto parecía un mercenario, quizás un aventurero, tenía, en cualquier caso, el perfil del típico hombre que no para nunca más de una semana en un mismo sitio, le recordaba, en cierto sentido, a él mismo antes de entrar en la guardia.
Volvió a mirar hacia abajo, hacía la herida que bloqueaba como buenamente podía con su mano derecha - ¿Estarías dispuesto a ayudar a un desconocido? – Dijo sonriendo levemente antes de que su rostro se encogiese en una mueca dolorida, no conocía de nada a aquel hombre, pero si quisiera los pocos Aeros que llevaba encima ya le habría atacado – Sea como sea… - Se acercó al hombre y, sin dejarle a responder, pasó su brazo izquierdo en torno a su cuello, no era un misterio que podría llegar por su propio pie hasta su oficina, pero ya que aquel hombre se había “ofrecido” no iba a rechazar su ayuda – Hacía allí – Dijo zarandeándole un poco al mismo tiempo que señalaba al final de la calle – Te invitaré a un par de copas por el favor – Añadió según empezaba a andar ayudado por el desconocido. – Gracias. – Dijo como colofón.
Permaneció la mayor parte del camino en silencio, solo dándole al hombre que prestaba su cuerpo como apoyo las indicaciones necesarias para llegar a su herrería – Mi nombre es Eltrant, por cierto – Dijo esbozando una sonrisa, a pocas calles de su local – No te preocupes, ya estamos cerca – Dijo presionando el corte aún con más fuerza – Casi has acabado.
Como el guarda había prometido, la pequeña herrería firmemente ajustada entre una taberna de tamaño desproporcionado y un almacén abandonado no tardó en aparecer frente a los hombres – Aquí es – Liberando al aventurero de su agarre se encaminó a la entrada del local y, tras forcejar varios minutos con la puerta principal de su hogar, maldiciéndola en el camino en un par de ocasiones, consiguió abrirla. – Adelante – Dijo empujándola levemente, dejando paso a su nuevo amigo.
El interior estaba como de costumbre, pobremente ordenado. Una mezcla de papeles referentes a la guardia y herramientas para la forja yacían desperdigadas por doquier, el suave crepitar de la forma, en la que aún quedaban ascuas, era lo único audible en el limitado taller.
- ¡Sam! – Llamó al mapache con el que compartía piso sin obtener respuesta, su visión, no obstante, se posó en la joven de aspecto singular que esperaba a pocos metros de la entrada principal - ¿Qué haces tú…? – Frunció el ceño, no solo se le escapaba Evan sino que ahora una niña con lo que parecían ser tentáculos en la cabeza se había colado en su hogar. – Ahora me lo cuentas… - Dijo levantando la mano, impidiendo a que la muchacha explicase por qué estaba allí a aquellas horas de la noche.
Deshaciéndose de su cinturón, dejó caer tanto la espada como el resto de los utensilios que portaba encima de la mesa que descansaba en el centro de la habitación, junto a un vaso repleto de licor – No recuerdo haberme preparado esto… - Dijo frunciendo el ceño, girándose entonces hacía la muchacha, ¿Había sido ella? ¿Sabía siquiera dónde guardaba él el alcohol? Estaba paranoico, negando con la cabeza señaló la bebida y se giró hacía su otro invitado – Sírvete tú mismo, todas las que quieras. Creo que hay algo de comida en ese armario de ahí – Pudo ver, desde dónde estaba, como Sam asomaba levemente la cabeza desde la habitación contigua y miraba fijamente la copa que acababa de ofrecerle a su invitado, casi con cierta aprensión al ver esto, Eltrant enarcó una ceja – Solo le falta hablar – Susurró quitándose la parte superior de la armadura y, justo después, la camisa manchada de sangre que vestía. - …Otra para tirar – Dijo metiendo los dedos por el desgarro que había hecho Evan con su puñal.
Ignorando momentáneamente lo que ocurría a su alrededor, tomó una de las tantas agujas que usaba para las distintas pieles que trataba en el local y la lanzó directamente a las brasas – Ahora… - Tras asegurarse de que el metal iba adquiriendo un tono anaranjado se giró hacía la joven - ¿Cómo has entrado? – Preguntó en primer lugar, al mismo tiempo que indicaba al aventurero que se sentase - ¿Y qué es lo quieres de mí? – Inquirió a continuación, sacando la aguja del fuego con unas pinzas y atando, cuidadosamente, un cordel al extremo de la misma – Quizás no quieras ver esto – Aseguró al mismo tiempo sucia la herida ayudado por un pequeño espejo que Sam, haciendo gala de una inteligencia asombrosa para un mapache, había dejado junto a él.
Dolía, cada puntada que daba era como apuñalarse a sí mismo con un pequeño cuchillo llameante, controló el dolor como mejor pudo y, finalmente, la herida quedó cerrada, momento en el cual procedió a rodear su vientre con una casa blanquecina.
- Listo… Ya había hecho aquello el suficiente número de veces como para que, aun sin saber gran cosa de medicina, pudiese parchearse a sí mismo con relativa facilidad. Se miró a su mismo en el espejo durante varios segundos. – Cicatrices por todos lados – Murmuró, por lo que sabía había elfos que eran capaces de eliminarlas con sus poderes, pero por otro lado, cada cicatriz era un recordatorio de que debía ser más cauto, de que no era invencible. Estaba bien un toque de atención de vez en cuanto, aunque en su caso, fuese prácticamente todos los días.
- Puedes quedarte aquí a pasar la noche – Dijo al hombre que le había ayudado asintiendo conforme – Todas las botellas de ese mueble de ahí están a tu disposición – Afirmó, no es que tuviese mucho dinero, y tampoco estaban completamente llenas, pero era lo minimo que podía hacer como agradecimiento. Apartando a Evan de su cabeza por unos instantes, acercó una silla a la chica pulpo – Explícamelo mejor, que ahora estoy atento – Sonrió y se rascó la barba, ahora que estaba más seguro de que no se iba a desangrar podía permitirse confiar en la pequeña allanadora - ¿Qué necesitas?
Eltrant Tale
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Re: Dos Caras [Interpretativo][Prólogo] [Libre]
– Un par de copas? Te acompañare hasta la otra punta de la ciudad si lo requieres –bromee, mientras lo ayudaba a avanzar hacia la dirección que me había señalado.
Aunque al principio le había preguntado por pura preocupación, su humilde compensación por mi desinteresada ayuda me había llamado la atención. No especialmente por el alcohol en si, un par de copas no eran nada. Sino porque «un par de copas» por lo general significaba pasar un buen rato en la taberna, bebiendo y conversando de cualquier cosa. Y pese a que estaba herido y tendría que ocuparse primero de sus heridas, no me disgustaba la idea de tener alguien nuevo con quien beber y compartir una buena charla. Pero ya me estaba adelantando demasiado a los acontecimientos.
Continuamos caminando. Todavía no sabia hacia donde nos dirigíamos. Tal vez el muchacho quería ir a la casa de algún conocido, para poder curar sus heridas. O tal vez deseaba marchar hasta una posada donde pasar la noche y curar el mismo sus propias heridas. Lo cierto es que no tenia ni la menor idea, pero tampoco me importaba demasiado en aquel momento hacia donde quisiera dirigirse. Lo importante era que estaba ayudando a un hombre malherido. De pronto me hizo saber su nombre. Y con ello, me hizo saber también que no quedaba mucho hasta llegar a su objetivo.
– Mi nombre es Friðþjófur. Frith, seguramente te resultara mas sencillo –dije, mientras continuaba acompañando sus pasos–. A donde vas? –No pude evitar preguntar–. Que ha sucedido antes? Un pequeño asalto? Hay bastantes maleantes a estas horas.
Llegamos hasta una pequeña herrería, un almacén y una taberna. Una taberna! Claro, el chico no era idiota. Quería beber algo antes de preocuparse por sus heridas. Al fin y al cabo con el cuerpo bien lleno de aguamiel, cualquier herida dejaba de existir. O por lo menos te hacia olvidar que existía, aminorando el dolor. Sin embargo en cuanto el chico se soltó de mi, se dirigió hacia la herrería. Aquello si que no lo había esperado para nada. La herrería? Para que iría a una herrería un hombre herido? Me encogí de hombros y lo acompañe, acercándome también yo, y siguiendo sus pasos con cautela. Había trabajado dos años atrás en una herrería. No había trabajado forjando armas, armaduras, de aquello se había ocupado Rorick. En cambio, yo me había ocupado de tomar los pedidos, y organizar los envíos. Pero puedo decir que la taberna donde yo había trabajado, estaba diez veces mas ordenada que aquella.
En el interior había alguien mas, una muchacha. La mire con curiosidad, no sabiendo demasiado bien lo que estaba sucediendo, o de que clase de encuentro extraño estaba siendo participe. La pequeña tenia tentáculos, como un pulpo. Era una criatura extraña, pero bastante adorable. Y parecía estar diciendo un montón de palabras aleatorias. Nos adentramos mas en la estancia, y el pareció ignorar a la chica. No la conocía? Era todo tan confuso y aleatorio que no pude evitar mantenerme con una perenne sonrisa.
Mire fijamente el vaso con el alcohol que reposaba sobre la mesa, que el me ofreció. Sin embargo, según dijo, no recordaba haber preparado aquello. Me acerque receloso y tome el vaso, y olí un poco el contenido del vaso. Demasiado alcohol para mi gusto. Me gustaba la cerveza, o un buen destilado en su punto justo. Pero aquello era excesivo.
– Creo que esto estaría bien para desinfectar tu herida, compañero –dije, y volví a dejar reposando el vaso sobre la mesa.
Poco después, el chico tomo una aguja y se dispuso a ocuparse de su herida. Hizo un ademán para que me sentara, mientras se dirigía a la desconocida. Me quede mirándola. Aquella muchacha, de aspecto dulce, y extraña al mismo tiempo. Había visto poco mundo todavía, como para que dejara de sorprenderme encontrarme con una criatura semejante. Aun así, sabia de la existencia de los elfos, y de todas esas criaturas longevas. Y esas otras cuyo nombre no recordaba, que podían haber muerto en su niñez y continuaban durante décadas, siglos incluso, con el mismo aspecto con el que habían muerto. No me fiaba de ninguno de aquellos seres, eran extraños, desconocidos e impredecibles.
Me hizo regresar a la realidad, cuando me indico a un mueble repleto de botellas de alcohol. Eso estaba mucho mejor. Mucho mejor que un licor letal en un vaso que llevaba sobre aquella mesa quien sabe cuanto tiempo; tomando todo el polvo que caía del techo inevitablemente. Me puse en pie y esboce una amplia sonrisa.
– Aceptare ambas ofertas –comente, mientras me acercaba al mueble. Y tome un par de botellas, curioseando de que alcoholes se trataban–. Dado que ni he encontrado una taberna decente, y tampoco tengo ahora mismo un lugar donde este hospedándome de forma estable.
Deje ambas botellas, y continué curioseando entre las demás. Encontré una botella de cerveza afrutada. Aquello debía estar bueno. La abrí y regrese a la mesa, sentándome y oliendo levemente la obertura de la botella. Tenia un aroma dulzón delicioso.
– Espero que no te importe –dado que no encontraba ningún vaso cerca, salvo aquel repleto de liquido desinfectante, di un trago largo a la botella.
Aunque al principio le había preguntado por pura preocupación, su humilde compensación por mi desinteresada ayuda me había llamado la atención. No especialmente por el alcohol en si, un par de copas no eran nada. Sino porque «un par de copas» por lo general significaba pasar un buen rato en la taberna, bebiendo y conversando de cualquier cosa. Y pese a que estaba herido y tendría que ocuparse primero de sus heridas, no me disgustaba la idea de tener alguien nuevo con quien beber y compartir una buena charla. Pero ya me estaba adelantando demasiado a los acontecimientos.
Continuamos caminando. Todavía no sabia hacia donde nos dirigíamos. Tal vez el muchacho quería ir a la casa de algún conocido, para poder curar sus heridas. O tal vez deseaba marchar hasta una posada donde pasar la noche y curar el mismo sus propias heridas. Lo cierto es que no tenia ni la menor idea, pero tampoco me importaba demasiado en aquel momento hacia donde quisiera dirigirse. Lo importante era que estaba ayudando a un hombre malherido. De pronto me hizo saber su nombre. Y con ello, me hizo saber también que no quedaba mucho hasta llegar a su objetivo.
– Mi nombre es Friðþjófur. Frith, seguramente te resultara mas sencillo –dije, mientras continuaba acompañando sus pasos–. A donde vas? –No pude evitar preguntar–. Que ha sucedido antes? Un pequeño asalto? Hay bastantes maleantes a estas horas.
Llegamos hasta una pequeña herrería, un almacén y una taberna. Una taberna! Claro, el chico no era idiota. Quería beber algo antes de preocuparse por sus heridas. Al fin y al cabo con el cuerpo bien lleno de aguamiel, cualquier herida dejaba de existir. O por lo menos te hacia olvidar que existía, aminorando el dolor. Sin embargo en cuanto el chico se soltó de mi, se dirigió hacia la herrería. Aquello si que no lo había esperado para nada. La herrería? Para que iría a una herrería un hombre herido? Me encogí de hombros y lo acompañe, acercándome también yo, y siguiendo sus pasos con cautela. Había trabajado dos años atrás en una herrería. No había trabajado forjando armas, armaduras, de aquello se había ocupado Rorick. En cambio, yo me había ocupado de tomar los pedidos, y organizar los envíos. Pero puedo decir que la taberna donde yo había trabajado, estaba diez veces mas ordenada que aquella.
En el interior había alguien mas, una muchacha. La mire con curiosidad, no sabiendo demasiado bien lo que estaba sucediendo, o de que clase de encuentro extraño estaba siendo participe. La pequeña tenia tentáculos, como un pulpo. Era una criatura extraña, pero bastante adorable. Y parecía estar diciendo un montón de palabras aleatorias. Nos adentramos mas en la estancia, y el pareció ignorar a la chica. No la conocía? Era todo tan confuso y aleatorio que no pude evitar mantenerme con una perenne sonrisa.
Mire fijamente el vaso con el alcohol que reposaba sobre la mesa, que el me ofreció. Sin embargo, según dijo, no recordaba haber preparado aquello. Me acerque receloso y tome el vaso, y olí un poco el contenido del vaso. Demasiado alcohol para mi gusto. Me gustaba la cerveza, o un buen destilado en su punto justo. Pero aquello era excesivo.
– Creo que esto estaría bien para desinfectar tu herida, compañero –dije, y volví a dejar reposando el vaso sobre la mesa.
Poco después, el chico tomo una aguja y se dispuso a ocuparse de su herida. Hizo un ademán para que me sentara, mientras se dirigía a la desconocida. Me quede mirándola. Aquella muchacha, de aspecto dulce, y extraña al mismo tiempo. Había visto poco mundo todavía, como para que dejara de sorprenderme encontrarme con una criatura semejante. Aun así, sabia de la existencia de los elfos, y de todas esas criaturas longevas. Y esas otras cuyo nombre no recordaba, que podían haber muerto en su niñez y continuaban durante décadas, siglos incluso, con el mismo aspecto con el que habían muerto. No me fiaba de ninguno de aquellos seres, eran extraños, desconocidos e impredecibles.
Me hizo regresar a la realidad, cuando me indico a un mueble repleto de botellas de alcohol. Eso estaba mucho mejor. Mucho mejor que un licor letal en un vaso que llevaba sobre aquella mesa quien sabe cuanto tiempo; tomando todo el polvo que caía del techo inevitablemente. Me puse en pie y esboce una amplia sonrisa.
– Aceptare ambas ofertas –comente, mientras me acercaba al mueble. Y tome un par de botellas, curioseando de que alcoholes se trataban–. Dado que ni he encontrado una taberna decente, y tampoco tengo ahora mismo un lugar donde este hospedándome de forma estable.
Deje ambas botellas, y continué curioseando entre las demás. Encontré una botella de cerveza afrutada. Aquello debía estar bueno. La abrí y regrese a la mesa, sentándome y oliendo levemente la obertura de la botella. Tenia un aroma dulzón delicioso.
– Espero que no te importe –dado que no encontraba ningún vaso cerca, salvo aquel repleto de liquido desinfectante, di un trago largo a la botella.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: Dos Caras [Interpretativo][Prólogo] [Libre]
Unas voces detrás de la puerta me despertaron del sueño, me había acostado al costado de la fragua y ahora mi vestido blanco estaba manchado de carbón. Fruncí mis cejas y puse cara de mala. Ese hombre mapache me había vendido humo. Di un vistazo rápido a la estancia, las cosas no estaban como recordaba, probablemente el hombre se había ido dejándome allí solita -Mapache traidor-. Las palabras de Ury se perdieron con los ruidos de la puerta abriéndose. Esperaba que fuese él, pero por las dudas me saqué el guate de mi manita derecha y me preparé para saltar y soltar mi tinta al primer signo de ataque. -Capitán…- empecé a darle una orden a mi peluche, pero él no estaba en el tentáculo de siempre. ¡Qué nervios!
-¡Uaaaa! grité cuando escuché la voz de un hombre llamar a un tal Sam. Cerré mis ojos y salí de donde me encontraba ¡pero no veía nada! Me acordé de abrir mis ojitos y vi a dos hombresotes bien altos. -¡Ury busca al señor Tale! todo salió con demasiada fuerza de mis pulmones. Iba a seguir reportándome y pensaba quejarme porque el señor bestia mapache había desaparecido, pero el que primero había hablado me silenció. Cerré mi boca como si me la hubiesen cosido y los miré con mucha curiosidad. El que había hablado parecía ser el dueño de casa, parecía estar adolorido de algo, después de unos momentos vi la sangre. Me tapé la boca con tentáculos y manitas para ahogar lo que iba a salir de ahí. Miré rápido al otro hombre, estaba muy fuerte, como los marinos del puerto. Ury pensó que era sospechoso, a Ury no le gustó del todo ese hombre y no se molestaría en ocultarlo.
Como todos me ignoraban, comencé a danzar entre los hombres, cuidándome de no molestarles, pero asegurándome de mirarles sin dejar nada para atrás. El cabello del hombre feo era como el de Ury y sus ojos eran del color de las algas marinas. Era la primera vez que veía ese color. Cuando me di cuenta que había mirado por mucho tiempo, le saqué la lengua al hombre y me centré en el herido. -Uaaa… que feo- dije antes de escuchar algo de hablar. Miré hacia donde él tenía sus grandes ojos y vi al señor mapache, pero se veía diferente. Muy diferente a como lo recordaba ¿había sido así todo el tiempo? -Pero si habla…- dije casi sin voz haciendo pucherito con mi labio inferior. Probablemente si decía eso más alto el hombre se reiría de mi pensando que tengo demasiada imaginación, me acariciaría la cabeza y me haría salir. ¡Tenía que ganarme a ese humano! -puh puh puh-
-¡Señor! Ury busca la ayuda del señor Tale para encontrar al Capitán Werner- Le mostré una sonrisa de oreja a oreja, moví mi cabeza para un lado y pestañee un par de veces. -Tengo aeros y…y…y … juuuuummmm… Ury también necesita un lugar donde dormir porque se perdió- miré al hombre grande con los ojos de algas, el señor Tale era mío. Miiiooo. Entrecerré los ojos y volví a mirar al lastimadito. Tapé mis ojitos con mis manitas cuando me advirtió, pero mantuve algunos deditos abiertos para mirar en secreto lo que hacía. Iuuuuggggg Eso se veía muy feo. Cuando el hombre se miró al espejo, realmente me tapé los jojitos, sentí que de pronto hacía mucho calor en la habitación. ¡Era un hombre semi-desnudo! Y Ury no volvió a abrir su boquita ni moverse hasya que el señor le volvió a hablar.
Abrí un ojito y volví a ver la piel del señor -Ummmm…. Ummm…- miré al suelo y encontré a mi peluche muy cerca del mapache. ¡Mapache traidor! Me las pagaría. Se tenía muy callado que podía hablar puh puh puh. Habiendo retribuido a Capitán y abrazándolo fuerte, desaté de su cuello un pañuelito y se lo ofrecí al señor Tale. - Mi nombre es Ulareena Werner. Venía con mi papa en su barco y unos hombres feos y malos separaron a Ury de su papa. De eso hace mucho tiempo. ¿El señor Tale puede ayudar a Ury a encontrar a su papa? Ury no quiere ir a un orfanato- Hice pucherito. No quería mentirle al señor Tale, pero sabía que pertenecía a la guardia (si estaba en la guardia no estaba con el abuelo) pero si le decía que no conocía a papa, el señor querría encerrarme con otros niños sin padre. -Ury se quedará con el señor Tale y le ayudará en toooodo- puse mi mejor cara compradora, pero secretamente me preparaba para salir corriendo si decidía tener ideas raras. -Oh oh oh y Ury no necesita más que una cajita para dormir- los beneficios de ser pequeñita. Miré con malicia al hombre grande puh puh puh
-¡Uaaaa! grité cuando escuché la voz de un hombre llamar a un tal Sam. Cerré mis ojos y salí de donde me encontraba ¡pero no veía nada! Me acordé de abrir mis ojitos y vi a dos hombresotes bien altos. -¡Ury busca al señor Tale! todo salió con demasiada fuerza de mis pulmones. Iba a seguir reportándome y pensaba quejarme porque el señor bestia mapache había desaparecido, pero el que primero había hablado me silenció. Cerré mi boca como si me la hubiesen cosido y los miré con mucha curiosidad. El que había hablado parecía ser el dueño de casa, parecía estar adolorido de algo, después de unos momentos vi la sangre. Me tapé la boca con tentáculos y manitas para ahogar lo que iba a salir de ahí. Miré rápido al otro hombre, estaba muy fuerte, como los marinos del puerto. Ury pensó que era sospechoso, a Ury no le gustó del todo ese hombre y no se molestaría en ocultarlo.
Como todos me ignoraban, comencé a danzar entre los hombres, cuidándome de no molestarles, pero asegurándome de mirarles sin dejar nada para atrás. El cabello del hombre feo era como el de Ury y sus ojos eran del color de las algas marinas. Era la primera vez que veía ese color. Cuando me di cuenta que había mirado por mucho tiempo, le saqué la lengua al hombre y me centré en el herido. -Uaaa… que feo- dije antes de escuchar algo de hablar. Miré hacia donde él tenía sus grandes ojos y vi al señor mapache, pero se veía diferente. Muy diferente a como lo recordaba ¿había sido así todo el tiempo? -Pero si habla…- dije casi sin voz haciendo pucherito con mi labio inferior. Probablemente si decía eso más alto el hombre se reiría de mi pensando que tengo demasiada imaginación, me acariciaría la cabeza y me haría salir. ¡Tenía que ganarme a ese humano! -puh puh puh-
-¡Señor! Ury busca la ayuda del señor Tale para encontrar al Capitán Werner- Le mostré una sonrisa de oreja a oreja, moví mi cabeza para un lado y pestañee un par de veces. -Tengo aeros y…y…y … juuuuummmm… Ury también necesita un lugar donde dormir porque se perdió- miré al hombre grande con los ojos de algas, el señor Tale era mío. Miiiooo. Entrecerré los ojos y volví a mirar al lastimadito. Tapé mis ojitos con mis manitas cuando me advirtió, pero mantuve algunos deditos abiertos para mirar en secreto lo que hacía. Iuuuuggggg Eso se veía muy feo. Cuando el hombre se miró al espejo, realmente me tapé los jojitos, sentí que de pronto hacía mucho calor en la habitación. ¡Era un hombre semi-desnudo! Y Ury no volvió a abrir su boquita ni moverse hasya que el señor le volvió a hablar.
Abrí un ojito y volví a ver la piel del señor -Ummmm…. Ummm…- miré al suelo y encontré a mi peluche muy cerca del mapache. ¡Mapache traidor! Me las pagaría. Se tenía muy callado que podía hablar puh puh puh. Habiendo retribuido a Capitán y abrazándolo fuerte, desaté de su cuello un pañuelito y se lo ofrecí al señor Tale. - Mi nombre es Ulareena Werner. Venía con mi papa en su barco y unos hombres feos y malos separaron a Ury de su papa. De eso hace mucho tiempo. ¿El señor Tale puede ayudar a Ury a encontrar a su papa? Ury no quiere ir a un orfanato- Hice pucherito. No quería mentirle al señor Tale, pero sabía que pertenecía a la guardia (si estaba en la guardia no estaba con el abuelo) pero si le decía que no conocía a papa, el señor querría encerrarme con otros niños sin padre. -Ury se quedará con el señor Tale y le ayudará en toooodo- puse mi mejor cara compradora, pero secretamente me preparaba para salir corriendo si decidía tener ideas raras. -Oh oh oh y Ury no necesita más que una cajita para dormir- los beneficios de ser pequeñita. Miré con malicia al hombre grande puh puh puh
Ulareena Werner
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Re: Dos Caras [Interpretativo][Prólogo] [Libre]
-No me importa, no te preocupes, siéntete en casa – Dijo de buena gana a Frith, el hombre había sido arrastrado hasta allí, lo menos que podía hacer por él era ofrecerle un techo bajo el cual pasar la noche.
Se volvió a enfundar en una de las tantas camisas que rodaban por el lugar mientras escuchaba a la joven pulpo, que al parecer, tenía un problema bastante más grave del que parecía a simple vista – ¿El Capitán Werner? – Frunció el ceño al escuchar el nombre, no conocía exactamente a ese hombre, pero había intercambiado algunas palabras con él. Hacía mucho tiempo de lo acontecido en la llamada “Isla Calipso”, pero fue Werner quien les sacó de allí y quien, también, les arrastró hasta la isla de las mujeres.
Permaneció en silencio mientras Ulareena exponía la razón por la que buscaba al señor Tale en aquel lugar, por la que el apellido Werner había salido a colación. - Ulareena Werner… - Se atusó la barba, jamás se habría imaginado que el pulpo tuviese una hija, no cuando el hombre parecia más enamorado del mar que de cualquier ser vivo existente, pero visto lo visto, parecía ser el caso. La joven sepia buscaba, después de todo, a su padre, quien había desaparecido sin dejar rastro dejándola sola en Aerandir. Suspiró y mirando a Frith, le dio un largo trago a la copa que este había rechazado en un principio – Puedes quedarte aquí el tiempo que necesites, guárdate los Aeros, tú los necesitas más que yo – Dijo al cabo de unos segundos en silencio, ¿Qué iba a hacer si no? ¿Dejarla que se valiese por si misma? Puede que sintiese, muchas veces, tener un corazón de piedra, pero sabía que no era el caso – Esto... yo soy Eltrant – Añadió al instante, al notar como la muchacha seguía buscando encontrarse con “El señor Tale” – Y sí, te voy a ayudar - Cerró los ojos unos instantes - Antes que nada... ¿Puedo saber cómo me has encontrado? – No era lo que se decía alguien famoso, mucho menos entre las personas de menor edad, no dejaba de encontrar curiosa la presencia de la joven en aquel lugar, aun cuando el motivo estuviese justificado no era usual para una niña tratar de contratar a un mercenario.
Levantándose de su asiento estiró los brazos por encima de su cabeza cuan largo era, para enseguida, señalar la puerta que Ury tenía tras ella – Duerme ahí, hay una cama con las mantas azules, úsala – Sonrió, había otro lecho en esa habitación, pero esa ya estaba en uso – Nada de cajas para mi invitada, eso sí, cuidado con el mapache, suele pensar esa le pertenece – No sabía dónde estaría la dueña del segundo catre en aquel momento, probablemente trotando por los tejados de Lunargenta, oteando el horizonte y mirando el espectral brillo de la luna alzarse sobre el castillo del rey. Lo peor que podía haberle pasado a esa chica era recibir el apellido Tale, se llevó la mano hasta la sien y suspiró, en cualquier caso, Ulareena tendría el suficiente espacio aquella noche.
Dicho aquello, se volvió hacía Frith y extendió los brazos unos segundos - ¿No te importa compartir habitación no? – Una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro del guarda. - Ponte comodo, hay espacio de sobra para todos - Sin decir nada más ojeó los distintos papeles amarillentos que había sobre la mesa, más de un centenar de carteles de “Se busca” junto a varios más con un sinfín de letras escritos en ellos – A dormir, Señorita Werner – Dijo con una sonrisa señalando a la puerta del dormitorio – Mañana empezamos la búsqueda de tu padre, va a ser un día largo – Aseguró tomando el montón de papeles entre las manos y golpeando levemente con ellos la mesa, dándole más fuerza a la frase. – Asegúrate de descansar.
Evan llevaría horas fuera de la ciudad, obsesionarse con él no le hacía ningún bien, lo mejor que podía hacer era ocupar su tiempo en algo que pudiese controlar, en algo en lo que trabajar. Ury era perfecta para eso.
- Frith… - En uno de los tantos carteles de se busca se detuvo, allí estaba, Alfred Werner. Temible pirata, buscado por una larga lista de crímenes contra comerciantes. El rostro de un hombre de mediana edad le miraba desde el papel, el de un hombre con facciones extrañas, con una cara que denotaba rasgos animales, concretamente los de un pulpo.
Torció el gesto y, por unos instantes, meditó que exactamente qué hacer, la guardia no iba a proporcionarle ayuda, no para aquello, su emblema agilizaría las cosas a la hora de preguntar a diferentes personas, pero nada más, si alguien en su organización estuviese poniendo un mínimo de empeño en encontrar al pulpo ya se sabría dónde está, probablemente no fuese siquiera un objetivo prioritario. Iba a necesitar muchos favores, muchos - ¿Te importaría quedarte? Me vendría bien una mano extra para esto. Y creo que puedo confiar en ti – Miró al hombre y se encogió de hombros – Por supuesto, te pagaré – Dijo – Después de todo si me ayudas estarás trabajando para la guardia de Lunargenta. – Cerró los ojos y le dio el último trago al vaso – Duerme tu tambien – Alzó los papeles, mostrandoselos a su invitado, aquella pequeña pila que tenía entre las manos hablaba sobre las operaciones del pirata en Verisar, no eran muchas, pero si por algo destacaba Werner era por llamar la atención a donde quiera que fuese. – Voy a tratar de encontrar… no sé… - Sonrió al aventurero – Un sitio por dónde empezar a buscar.
Se volvió a enfundar en una de las tantas camisas que rodaban por el lugar mientras escuchaba a la joven pulpo, que al parecer, tenía un problema bastante más grave del que parecía a simple vista – ¿El Capitán Werner? – Frunció el ceño al escuchar el nombre, no conocía exactamente a ese hombre, pero había intercambiado algunas palabras con él. Hacía mucho tiempo de lo acontecido en la llamada “Isla Calipso”, pero fue Werner quien les sacó de allí y quien, también, les arrastró hasta la isla de las mujeres.
Permaneció en silencio mientras Ulareena exponía la razón por la que buscaba al señor Tale en aquel lugar, por la que el apellido Werner había salido a colación. - Ulareena Werner… - Se atusó la barba, jamás se habría imaginado que el pulpo tuviese una hija, no cuando el hombre parecia más enamorado del mar que de cualquier ser vivo existente, pero visto lo visto, parecía ser el caso. La joven sepia buscaba, después de todo, a su padre, quien había desaparecido sin dejar rastro dejándola sola en Aerandir. Suspiró y mirando a Frith, le dio un largo trago a la copa que este había rechazado en un principio – Puedes quedarte aquí el tiempo que necesites, guárdate los Aeros, tú los necesitas más que yo – Dijo al cabo de unos segundos en silencio, ¿Qué iba a hacer si no? ¿Dejarla que se valiese por si misma? Puede que sintiese, muchas veces, tener un corazón de piedra, pero sabía que no era el caso – Esto... yo soy Eltrant – Añadió al instante, al notar como la muchacha seguía buscando encontrarse con “El señor Tale” – Y sí, te voy a ayudar - Cerró los ojos unos instantes - Antes que nada... ¿Puedo saber cómo me has encontrado? – No era lo que se decía alguien famoso, mucho menos entre las personas de menor edad, no dejaba de encontrar curiosa la presencia de la joven en aquel lugar, aun cuando el motivo estuviese justificado no era usual para una niña tratar de contratar a un mercenario.
Levantándose de su asiento estiró los brazos por encima de su cabeza cuan largo era, para enseguida, señalar la puerta que Ury tenía tras ella – Duerme ahí, hay una cama con las mantas azules, úsala – Sonrió, había otro lecho en esa habitación, pero esa ya estaba en uso – Nada de cajas para mi invitada, eso sí, cuidado con el mapache, suele pensar esa le pertenece – No sabía dónde estaría la dueña del segundo catre en aquel momento, probablemente trotando por los tejados de Lunargenta, oteando el horizonte y mirando el espectral brillo de la luna alzarse sobre el castillo del rey. Lo peor que podía haberle pasado a esa chica era recibir el apellido Tale, se llevó la mano hasta la sien y suspiró, en cualquier caso, Ulareena tendría el suficiente espacio aquella noche.
Dicho aquello, se volvió hacía Frith y extendió los brazos unos segundos - ¿No te importa compartir habitación no? – Una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro del guarda. - Ponte comodo, hay espacio de sobra para todos - Sin decir nada más ojeó los distintos papeles amarillentos que había sobre la mesa, más de un centenar de carteles de “Se busca” junto a varios más con un sinfín de letras escritos en ellos – A dormir, Señorita Werner – Dijo con una sonrisa señalando a la puerta del dormitorio – Mañana empezamos la búsqueda de tu padre, va a ser un día largo – Aseguró tomando el montón de papeles entre las manos y golpeando levemente con ellos la mesa, dándole más fuerza a la frase. – Asegúrate de descansar.
Evan llevaría horas fuera de la ciudad, obsesionarse con él no le hacía ningún bien, lo mejor que podía hacer era ocupar su tiempo en algo que pudiese controlar, en algo en lo que trabajar. Ury era perfecta para eso.
- Frith… - En uno de los tantos carteles de se busca se detuvo, allí estaba, Alfred Werner. Temible pirata, buscado por una larga lista de crímenes contra comerciantes. El rostro de un hombre de mediana edad le miraba desde el papel, el de un hombre con facciones extrañas, con una cara que denotaba rasgos animales, concretamente los de un pulpo.
Torció el gesto y, por unos instantes, meditó que exactamente qué hacer, la guardia no iba a proporcionarle ayuda, no para aquello, su emblema agilizaría las cosas a la hora de preguntar a diferentes personas, pero nada más, si alguien en su organización estuviese poniendo un mínimo de empeño en encontrar al pulpo ya se sabría dónde está, probablemente no fuese siquiera un objetivo prioritario. Iba a necesitar muchos favores, muchos - ¿Te importaría quedarte? Me vendría bien una mano extra para esto. Y creo que puedo confiar en ti – Miró al hombre y se encogió de hombros – Por supuesto, te pagaré – Dijo – Después de todo si me ayudas estarás trabajando para la guardia de Lunargenta. – Cerró los ojos y le dio el último trago al vaso – Duerme tu tambien – Alzó los papeles, mostrandoselos a su invitado, aquella pequeña pila que tenía entre las manos hablaba sobre las operaciones del pirata en Verisar, no eran muchas, pero si por algo destacaba Werner era por llamar la atención a donde quiera que fuese. – Voy a tratar de encontrar… no sé… - Sonrió al aventurero – Un sitio por dónde empezar a buscar.
Eltrant Tale
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Re: Dos Caras [Interpretativo][Prólogo] [Libre]
Frith continuo bebiendo mientras escuchaba a la muchacha hablar a Tale. Escucho su nombre, y trato de repetirlo en su mente, mientras daba un largo trago a una de las botellas. Miraba con seriedad a la muchacha. Había llegado a pensar que de algún modo parecía adorable, pero al mismo tiempo le resultaba extraño que aquella chica hubiera podido entrar en la casa de su inesperado anfitrión. Llego a imaginarse a si mismo hallando en su propio hogar una muchacha como aquella, preguntando por el, pidiendo ayuda para encontrar a cualquier persona aleatoria. Hasta que punto llegaba a sentir tanta confianza por la vida Eltrant como para no alarmarse con aquel encuentro? La pregunta rondaba entre los pensamientos de Frith, hasta que zanjo aquello con que la herida que llevaba consigo probablemente era la responsable de que sus reacciones no hubieran sido probablemente las mas semejantes a las propias de una persona cualquiera.
– No te importa compartir habitación, no? –Pregunto Eltrant a Frith, tomándolo por sorpresa.
– Oh, no, claro que no –respondió Friðþjófur con una amplia sonrisa–. Me das un lecho y buen alcohol solo por acompañarte a tu hogar. Seria un maldito desagradecido si esperara una lujosa habitación cubierta de oro para mi. –Soltó una carcajada y volvió a tomar un trago mas. Luego dejo la botella sobre la mesa y decidió parar por el momento.
Al fin y al cabo, no estaba en su hogar ni mucho menos. Eltrant continuaba siendo un desconocido, y la muchacha pese a su apariencia inofensiva, podría sorprenderlo. Como cualquier otra persona, Frith había aprendido a que ante las situaciones desconocidas e imprevistas era siempre mucho mejor mantenerse sobrio; y trataría de hacerlo en aquella ocasión. Aunque ya era un poco tarde, pues a sus ojos el mundo parecía moverse hacia un lado; había bebido lo suficiente como para que la sensación de que el suelo caía se volviera recurrente de forma indefinida.
Se quedo luego mirando a Eltrant, quien vislumbraba el rostro de aquel a quien la muchacha andaba buscando. Luego se giro nuevamente hacia Frith. Tras la petición de Eltrant, el no hizo mas que asentir levemente. Luego, al percatarse de que no estaba mostrando una aptitud clara, hizo un gesto brusco con su rostro para refrescar sus pensamiento, y poder responder como era debido.
– Si, cuenta con ello –le dijo–. No te preocupes, no es necesario que me pagues por esto. Me agrada poder ayudar cuando tengo la oportunidad de hacerlo.
Aunque realmente, Friðþjófur jamas había oído lo mas mínimo sobre aquel tal Werner. Por lo que consideraba que su ayuda no seria tan eficiente como habría querido ofrecer al joven. Se puso en pie, alejándose unos centímetros de la mesa.
– Descansare, y mañana marchare contigo. Llámame, hay veces que me resulta imposible despertar en el debido momento –sonrió y se dirigió hacia la habitación, donde un lecho lo suficientemente grande para el lo aguardaba.
Se quedo recostado sobre la cama, todavía vestido. Tomo la manta que había por encima del catre y se tapo, aun sin quitarse la vestimenta. Dedico sus últimos pensamientos a su hermana, al pasado y al posible futuro. Pero no tardo demasiados minutos en caer profundamente dormido.
– No te importa compartir habitación, no? –Pregunto Eltrant a Frith, tomándolo por sorpresa.
– Oh, no, claro que no –respondió Friðþjófur con una amplia sonrisa–. Me das un lecho y buen alcohol solo por acompañarte a tu hogar. Seria un maldito desagradecido si esperara una lujosa habitación cubierta de oro para mi. –Soltó una carcajada y volvió a tomar un trago mas. Luego dejo la botella sobre la mesa y decidió parar por el momento.
Al fin y al cabo, no estaba en su hogar ni mucho menos. Eltrant continuaba siendo un desconocido, y la muchacha pese a su apariencia inofensiva, podría sorprenderlo. Como cualquier otra persona, Frith había aprendido a que ante las situaciones desconocidas e imprevistas era siempre mucho mejor mantenerse sobrio; y trataría de hacerlo en aquella ocasión. Aunque ya era un poco tarde, pues a sus ojos el mundo parecía moverse hacia un lado; había bebido lo suficiente como para que la sensación de que el suelo caía se volviera recurrente de forma indefinida.
Se quedo luego mirando a Eltrant, quien vislumbraba el rostro de aquel a quien la muchacha andaba buscando. Luego se giro nuevamente hacia Frith. Tras la petición de Eltrant, el no hizo mas que asentir levemente. Luego, al percatarse de que no estaba mostrando una aptitud clara, hizo un gesto brusco con su rostro para refrescar sus pensamiento, y poder responder como era debido.
– Si, cuenta con ello –le dijo–. No te preocupes, no es necesario que me pagues por esto. Me agrada poder ayudar cuando tengo la oportunidad de hacerlo.
Aunque realmente, Friðþjófur jamas había oído lo mas mínimo sobre aquel tal Werner. Por lo que consideraba que su ayuda no seria tan eficiente como habría querido ofrecer al joven. Se puso en pie, alejándose unos centímetros de la mesa.
– Descansare, y mañana marchare contigo. Llámame, hay veces que me resulta imposible despertar en el debido momento –sonrió y se dirigió hacia la habitación, donde un lecho lo suficientemente grande para el lo aguardaba.
Se quedo recostado sobre la cama, todavía vestido. Tomo la manta que había por encima del catre y se tapo, aun sin quitarse la vestimenta. Dedico sus últimos pensamientos a su hermana, al pasado y al posible futuro. Pero no tardo demasiados minutos en caer profundamente dormido.
OffRoL. Mis mas sinceras disculpas por la tardanza. Mi madre vino a Islandia de visita y estuve atendiéndola durante estas ultimas dos semanas, por lo que me fue imposible pasarme por el foro (sumado con el trabajo y los estudios). Ahora estaré activo nuevamente, un saludo y de nuevo, disculpas.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: Dos Caras [Interpretativo][Prólogo] [Libre]
TEMA PAUSADO
Alanna Delteria
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