Una mirada hacia el futuro [trabajo] [Huracan][Wood][+18]
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Una mirada hacia el futuro [trabajo] [Huracan][Wood][+18]
Off: De verdad siento mucho la extensión T^T cuando terminé me di cuenta. Perdón Huracán, me copé escribiendo y no me di cuenta.
Aclaración: Como se verá en el desarrollo, este hilo se mueve en el futuro, cuando comienza la época de lluvia y los cachorros están alrededor del año de edad.
Aclaración: Como se verá en el desarrollo, este hilo se mueve en el futuro, cuando comienza la época de lluvia y los cachorros están alrededor del año de edad.
Desperté de un sobresalto, como era usual. Desorientada miré hacia ambos lados buscando a mis crías o posibles enemigos. Pestañee un par de veces al reconocer que estaba despierta y que todo estaba bien, recordé que estábamos en Dundarak, en un lugar seguro. -Mawood, al fin. Los mellizos tienen hambre- la voz conocida del pequeñajo era tan molesta como tranquilizante. Me estiré frente a la estufa prendida y abrí las cobijas para que mis dos retoños se metieran a la cama conmigo, cosa que hicieron sin perder tiempo ahora que casi corrían. Si si, ya escuché me metí el índice en el oído para acallar un poco sus regaños.
Black era como el adulto responsable de la familia, sin ser adulto. No sabía cómo se había embarcado conmigo en ese viaje, pero estaba agradecida de ello, y más aún, que no pidiese volver a su casa cada vez que tenía la oportunidad. Estaba por creerme que el mocoso tenía más madera de lobo errante que yo. ¿Tú también quieres entrar? Está rico aquí ofrecí sabiendo que eso realmente haría callar su perorata de… “alimentación balanceada” “responsabilidad” y otras cosas difíciles. -Nop de hecho voy de salida. ¿No recuerdas que hoy es mi primer día en la partida de caza de bisontes? Te lo dije anoche antes de dormir Mawood- terminó su alarde/queja con un suspiro. Como si se creyese el maldito amo -Como sea, la leche tibia está en la olla- y con esas palabras como despedida, nos quedamos solos.
Luego de que la puerta se cerró se hizo un largo silencio. Los tres nos miramos un largo largo laaaargo rato, intercambiando nuestras miradas los unos con los otros. Finalmente, nos pusimos en pie y comenzamos a jugar. Los niños estaban en esa fase de saltar, dar cabezazos a las cosas y reír. Exploraban todo y lo repetían todo. No parecían aprender nada, eso no. Estaba segura de que esa parte la habían heredado totalmente de mí. Cuando se cansaron decidí ir por la leche que estaba en su punto exacto. Con el alimento enfrente, los enanos me dejarían en paz por un par de minutos, tal vez una hora si jugaban con los enseres de la cocina. Aproveché el tiempo para remover la carne de crasgwar en el fuego, llevaba dos días ablandándose, esa noche comeríamos un buen estofado. Asomé la cabeza por la ventana, apenas estaba amaneciendo. Eché un ojo a las reservas de comida, aún teníamos como para una semana –si Black no traía nada a la casa- antes de que tuviera que salir nuevamente a cazar.
Durante las últimas semanas, habíamos subsistido mayoritariamente de mi trabajo como rastreadora para los cazadores locales. Yo encontraba y ellos mataban. Cuanto más grande la pieza, mejor el botín. Durante la última partida, encontramos un cragswar que había perdido contra otro macho, los hombres tomaron la oportunidad y lo convirtieron en sebo, carne, marfil, trompa y cuero. Yo reclamé algo de carne y cambié el metálico que me correspondía para hacer más grande la pieza de cuero. Esta vez sacaría una buena pieza, estaba decidida.
El lugar en el que nos encontrábamos no era más que un pequeño refugio de un solo ambiente, aún en la protección de la ciudad de los dragones, pero lo suficientemente alejado como para tener cierta discreción. ¿Lo bueno? Podía hacer lo que quería. ¿Lo malo? Si no me ponía en marcha, me quedaría sin aeros –o bueno, esa moneda de los “señores” dragones- para pagar el alquiler la siguiente semana. No era como que planeara quedarme allí, pero tampoco quería dejar una mala impresión con la buena mujer que nos recibió un mes atrás, cuando yo estaba con tanta hambre que aún no me explico cómo me mantuve cuerda. Tenemos que hallar un trabajo les dije a los malandrines, mientras me abrigaba para salir al cobertizo, donde había estaqueado el cuero del animal, cortado en anchas y largas tiras rectangulares. Aunque la humedad y el frío no eran lo mejor para que el cuero se secase, había sido una buena idea machacar la sal con el tallo y las raíces de saiiba, una planta que abundaba en las tierras del Norte. Su propiedad principal era la absorción de grasas y nutrientes. Perfecto para la ocasión.
Puse por última la mezcla del lado del carnal del cuero y reacomodé algunas estacas para que estuvieran todas tensas. Con aquello terminado, metí a Joner y Emel en el trineo tirado por Furia y partimos al corazón de la ciudad de los dragones. Compraremos skaghron canturree y obtuve una respuesta casi inmediata de los bultos que casi no se veían bajo las capas de pieles, telas y abrigos. Para cuando volvíamos una suave llovizna comenzaba a cubrir la ciudad con su manto blanquecino. En otra ocasión hubiese puesto pies a tierras para llegar a la casa. Ya iba siendo hora de echar más agua al caldo, pero… en un callejón oscuro, a lo lejos me llamaba. Tal vez su oscuridad, o el ambiente que le rodeaba, quizás los olores que emanaban de ella. –Wip pukpuk- Oh… no mascullé volviendo a la realidad. Esas palabras eran las que usaban los hermanitos para referirse a los golpes. Justamente cuando quería enseñarles que golpear era malo.
Le eché una última mirada a la casa al final del callejón y detuve a Furia antes de salir de la calle principal. Parecía haber un tumulto por algo:
-Tenemos que ir a la guardia
-Quién sabe cuántos más se llevará la semana próxima
-¡A las autoridades no!
Los golpes reemplazaron las palabras. Parecía que no estaban progresando mucho en el tema de la comunicación sin violencia. Suspiré y miré a Emel y Joner. Estaban observándolo todo, no podía dejar pasar esa situación o les estaría enseñando con un muy mal ejemplo –peor del que ya era- Maldita sea, todo por estos mocosos ¿cuándo van a terminar de crecer?me quejé entre dientes, tomando el hacha larga y arrastrándola de canto contra el congelado suelo hasta mi destino. Con una semi transformación que solo incluía mis brazos me metí entre el grupito de no más de diez personas, que comenzaban a llamar la atención. Todo aquél que me veía quedaba callado al instante. Era como magia. Al menos no había perdido mi toque.
Sólo habían tres discutiendo aún, los mismos que había escuchado desde la distancia. Era tenue… muy tenue, pero podía sentir el olor de la casa del callejón en ellos. Eh… disculpen la interrupción, pero les voy a pedir que continúen con esta discusión en un lugar menos… público. Ya saben, cosas de mantener el orden y todo eso sonreí amablemente –aquella simple acción se me estaba haciendo cada día más sencilla-
-¿Eres de la guardia?
-¡Estúpido! Los de la guardia no son hombres bestia- reprochó una mujer
-Sí, ta-ra-do- obviamente que no es de… ¿quién eres?- preguntó un muchacho imberbe
-No te metas, aberración de la naturaleza
Sentí que mi ojito derecho se abría y cerraba solo varias veces. Lo de la aberración de la naturaleza había sido bajo, muy bajo. Un hilo de baba bajó por la comisura de mis labios y volví a sonreír, esta vez disfrutando de antemano el sabor de su sangre dulce entre mis dientes.
-Tranquilos, damas, caballeros, ella es la experta de la que les hablé
-¿La investigadora?
-En efecto
-¿Lo soy?-… me tomó un latido darme cuenta -ah, claro, ¡lo soy lo soy! Fei..Felicia Greenwall- me presenté, devolviendo mis brazos a su forma original. -A su servicio- y con eso, la pequeña multitud se disipó, quedando el caballero y mi persona, observándonos detenidamente.
Off2: Subrayado uso de pasiva curtiduría.Black era como el adulto responsable de la familia, sin ser adulto. No sabía cómo se había embarcado conmigo en ese viaje, pero estaba agradecida de ello, y más aún, que no pidiese volver a su casa cada vez que tenía la oportunidad. Estaba por creerme que el mocoso tenía más madera de lobo errante que yo. ¿Tú también quieres entrar? Está rico aquí ofrecí sabiendo que eso realmente haría callar su perorata de… “alimentación balanceada” “responsabilidad” y otras cosas difíciles. -Nop de hecho voy de salida. ¿No recuerdas que hoy es mi primer día en la partida de caza de bisontes? Te lo dije anoche antes de dormir Mawood- terminó su alarde/queja con un suspiro. Como si se creyese el maldito amo -Como sea, la leche tibia está en la olla- y con esas palabras como despedida, nos quedamos solos.
Luego de que la puerta se cerró se hizo un largo silencio. Los tres nos miramos un largo largo laaaargo rato, intercambiando nuestras miradas los unos con los otros. Finalmente, nos pusimos en pie y comenzamos a jugar. Los niños estaban en esa fase de saltar, dar cabezazos a las cosas y reír. Exploraban todo y lo repetían todo. No parecían aprender nada, eso no. Estaba segura de que esa parte la habían heredado totalmente de mí. Cuando se cansaron decidí ir por la leche que estaba en su punto exacto. Con el alimento enfrente, los enanos me dejarían en paz por un par de minutos, tal vez una hora si jugaban con los enseres de la cocina. Aproveché el tiempo para remover la carne de crasgwar en el fuego, llevaba dos días ablandándose, esa noche comeríamos un buen estofado. Asomé la cabeza por la ventana, apenas estaba amaneciendo. Eché un ojo a las reservas de comida, aún teníamos como para una semana –si Black no traía nada a la casa- antes de que tuviera que salir nuevamente a cazar.
Durante las últimas semanas, habíamos subsistido mayoritariamente de mi trabajo como rastreadora para los cazadores locales. Yo encontraba y ellos mataban. Cuanto más grande la pieza, mejor el botín. Durante la última partida, encontramos un cragswar que había perdido contra otro macho, los hombres tomaron la oportunidad y lo convirtieron en sebo, carne, marfil, trompa y cuero. Yo reclamé algo de carne y cambié el metálico que me correspondía para hacer más grande la pieza de cuero. Esta vez sacaría una buena pieza, estaba decidida.
El lugar en el que nos encontrábamos no era más que un pequeño refugio de un solo ambiente, aún en la protección de la ciudad de los dragones, pero lo suficientemente alejado como para tener cierta discreción. ¿Lo bueno? Podía hacer lo que quería. ¿Lo malo? Si no me ponía en marcha, me quedaría sin aeros –o bueno, esa moneda de los “señores” dragones- para pagar el alquiler la siguiente semana. No era como que planeara quedarme allí, pero tampoco quería dejar una mala impresión con la buena mujer que nos recibió un mes atrás, cuando yo estaba con tanta hambre que aún no me explico cómo me mantuve cuerda. Tenemos que hallar un trabajo les dije a los malandrines, mientras me abrigaba para salir al cobertizo, donde había estaqueado el cuero del animal, cortado en anchas y largas tiras rectangulares. Aunque la humedad y el frío no eran lo mejor para que el cuero se secase, había sido una buena idea machacar la sal con el tallo y las raíces de saiiba, una planta que abundaba en las tierras del Norte. Su propiedad principal era la absorción de grasas y nutrientes. Perfecto para la ocasión.
Puse por última la mezcla del lado del carnal del cuero y reacomodé algunas estacas para que estuvieran todas tensas. Con aquello terminado, metí a Joner y Emel en el trineo tirado por Furia y partimos al corazón de la ciudad de los dragones. Compraremos skaghron canturree y obtuve una respuesta casi inmediata de los bultos que casi no se veían bajo las capas de pieles, telas y abrigos. Para cuando volvíamos una suave llovizna comenzaba a cubrir la ciudad con su manto blanquecino. En otra ocasión hubiese puesto pies a tierras para llegar a la casa. Ya iba siendo hora de echar más agua al caldo, pero… en un callejón oscuro, a lo lejos me llamaba. Tal vez su oscuridad, o el ambiente que le rodeaba, quizás los olores que emanaban de ella. –Wip pukpuk- Oh… no mascullé volviendo a la realidad. Esas palabras eran las que usaban los hermanitos para referirse a los golpes. Justamente cuando quería enseñarles que golpear era malo.
Le eché una última mirada a la casa al final del callejón y detuve a Furia antes de salir de la calle principal. Parecía haber un tumulto por algo:
-Tenemos que ir a la guardia
-Quién sabe cuántos más se llevará la semana próxima
-¡A las autoridades no!
Los golpes reemplazaron las palabras. Parecía que no estaban progresando mucho en el tema de la comunicación sin violencia. Suspiré y miré a Emel y Joner. Estaban observándolo todo, no podía dejar pasar esa situación o les estaría enseñando con un muy mal ejemplo –peor del que ya era- Maldita sea, todo por estos mocosos ¿cuándo van a terminar de crecer?me quejé entre dientes, tomando el hacha larga y arrastrándola de canto contra el congelado suelo hasta mi destino. Con una semi transformación que solo incluía mis brazos me metí entre el grupito de no más de diez personas, que comenzaban a llamar la atención. Todo aquél que me veía quedaba callado al instante. Era como magia. Al menos no había perdido mi toque.
Sólo habían tres discutiendo aún, los mismos que había escuchado desde la distancia. Era tenue… muy tenue, pero podía sentir el olor de la casa del callejón en ellos. Eh… disculpen la interrupción, pero les voy a pedir que continúen con esta discusión en un lugar menos… público. Ya saben, cosas de mantener el orden y todo eso sonreí amablemente –aquella simple acción se me estaba haciendo cada día más sencilla-
-¿Eres de la guardia?
-¡Estúpido! Los de la guardia no son hombres bestia- reprochó una mujer
-Sí, ta-ra-do- obviamente que no es de… ¿quién eres?- preguntó un muchacho imberbe
-No te metas, aberración de la naturaleza
Sentí que mi ojito derecho se abría y cerraba solo varias veces. Lo de la aberración de la naturaleza había sido bajo, muy bajo. Un hilo de baba bajó por la comisura de mis labios y volví a sonreír, esta vez disfrutando de antemano el sabor de su sangre dulce entre mis dientes.
-Tranquilos, damas, caballeros, ella es la experta de la que les hablé
-¿La investigadora?
-En efecto
-¿Lo soy?-… me tomó un latido darme cuenta -ah, claro, ¡lo soy lo soy! Fei..Felicia Greenwall- me presenté, devolviendo mis brazos a su forma original. -A su servicio- y con eso, la pequeña multitud se disipó, quedando el caballero y mi persona, observándonos detenidamente.
- Saiiba:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Pequeña planta que crece bajo la nieve, cuando está en el mejor momento para utilizar sus propiedades florece con un solo bulbo de pétalos rosados, inoloro.
Dependiendo cómo se la trate, con las diferentes partes de la planta se puede:
- machacar el tallo y secarlo para que absorba grasas y nutrientes, no así agua.
- las raíces son nutritivas, comerlas crudas ayuda a cualquier viajero o enfermo. ¡Cuidado, su consumo desmedido puede provocar diarrea!
- Los pétalos de la flor, suelen utilizarse para quitar los malos olores de los alimentos.Son muy populares entre las madres del Norte para hacer que sus hijos no les hagan feos a sus preparaciones
Última edición por Woodpecker el Mar Mar 14 2017, 18:37, editado 1 vez
Woodpecker
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Re: Una mirada hacia el futuro [trabajo] [Huracan][Wood][+18]
Un vampiro impactó fuertamente contra el tocón de aquel árbol partido en una espesura en las afueras de Dundarak. Aquel golpe tenía que haber sido duro para sus huesos, ya que me mostró sus largos y afilados colmillos, como si aquello me fuera aterrar. Sonreí con vacile, relajando mi mano, no volvería a estamparlo contra nada con mis corrientes de aire de no ser estrictamente necesario. Tenía la situación bajo mi control.
El monstruo, porque ahora mismo tenía más aspecto de eso que de ser un atractivo vampiro, emitió un grutural sonido hacia mí, se levantó y se abalanzó con todas sus fuerzas. Con una voltereta lateral, ayudada por el viento y mi forma física, lo esquivé sin mayor dificultad. Tomé mi ballesta pesada con dos manos y lo empalé a la altura del estómago contra el árbol contra el que había ido a parar cuando se dio la vuelta.
-Anastasia Boisson. – escupió sangre al suelo. – No eres mucho mejor que todos los que llevaron tu apellido. – rió queriendo hacerse el fuerte.
-Genética, supongo. – comenté riéndome con pocas palabras, como era costumbre en mí. Y me acerqué a él, mientras recargaba un nuevo virote en mi ballesta pesada. - ¿Dónde está?
-¡Creerás que te lo voy a decir, zorra! ¡Siempre seré fiel a la memoria de Lady Mortagglia! – Tomé una de mis ballestas pequeñas y le disparé a los testículos. El chupasangres gritó más fuerte que nunca, presa del dolor.
-Respuesta incorrecta. – incidí. Apuntándole ahora a la cabeza, pero con la pesada.
-¡Oye, oye! Espera. Hagamos un trato. – comentó, ahora sí, con cara de asustado. – Te diré donde está a cambio de que no me hagas sufrir. – entrecerré los ojos, pensativa.
-Está bien. – respondí con pocas palabras, como era costumbre en mí.
-En una casa en Dundarak, cerca de un callejón en los barrios bajos. Una casa pintada en rojo. En el piso superior. - respondió. – Pero no te será sencillo, ni siquiera para ti, maestra cazadora. – advirtió.
Me quedé pensativa durante unos instantes. Aquel lugar parecía encajar con las pistas que había ido encontrando los días previos, que hacían referencia a una casa roja, aunque nunca conseguía saber si en los alrededores o dentro de la propia Dundarak, o en qué parte de la misma. Cuando me di cuenta de que aquello era cierto, volví a apuntar al exseguidor de mi abuela a la cabeza.
-¡E-Espera! ¡¿Qué haces?! ¡Hicimos un trato! – imploró asustado.
-Y pienso cumplirlo. Acordamos que no te haría sufrir. – respondí seria. – Irá rápido.
-P-Pero… - fue lo último que dijo antes de que un virote tan largo como un antebrazo atravesara su cabeza. Era hora de volver a Dundarak.
Tras reposar en una posada, a la mañana siguiente me puse a buscar la dichosa casa. Si tenía algún tipo de relación con la extinta Hermandad o los vampiros, sería mejor trabajar de día. Me tiré un par de horas preguntando por los barrios bajos, todo el mundo había oído hablar de ella, pero nadie se atrevía a darme mayores explicaciones y preferían ignorarme. Finalmente, un amable caballero dragón se dignó a indicarme la ubicación exacta y me dirigí hacia ella.
Lo primero que vi fue un trineo tirado por una yegua negra, y a continuación noté un pequeño corrillo de gente que salía de aquel callejón. ¿Una pelea? Era muy típico de las grandes ciudades. Cuando toda esa fue abandonando el callejón pude ver, al fondo, la enorme casa roja con su negro tejado de pizarra. Sonreí con satisfacción.
Antes de entrar, comprobé el estado de mi equipo, las ballestas pequeñas estaban correctamente enfundadas en mi cinturón, del que colgaban los orbes explosivos o “bombas”, como los llamaba Sofleheimer, y la enorme ballesta pesada, como siempre, a mi espalda junto con un carcaj repleto de flechas. Aquel armamento, sumado a mi manía de vestir totalmente de negro, solía imponer y espantar bastante a la gente corriente, así que con un poco de suerte ahuyentaría a aquellos dos tipos que aún quedaban en el callejón.
Les eché un vistazo de la que caminaba hacia ellos y la gente abandonaba el callejón el hombre no parecía especialmente espabilado y reía nervioso. Y ella tenía ese toque a medio camino entre la mujer misteriosa y la que se mete en líos. Algo como yo. Era atractiva, para qué negarlo. Pude escuchar parte su conversación mientras la multitud se disolvía, Felicia Greenwall, investigadora, parecía llamarse ella. En cuanto llegué a ellos me detuve sin quitar un ojo a la mansión.
-Este no es lugar para vosotros. Fuera. – les comenté con mi nula capacidad de dar entonación a mis expresiones, sin mirarles, fijándome en la casa. El tipo me miró nervioso, en cuanto me distinguió.
-¡Joder! ¡Pero si eres…! - susurró con cara de miedo, como si ya me conociera. - ¡La… La investigadora! ¡la otra que contraté! ¿Si? – preguntó nervioso, riendo y secándose la frente con un pañuelo.
-No. – contradije, de brazos cruzados, dispuesta a seguir avanzando, pero el hombre me tomó del brazo para detenerme. Lo cual hizo que le enviara una mirada sentenciante. – No toques. ¿Por qué tocas? – pregunté con la voz tan muerta y la mirada tan inexpresiva que el tipo me soltó con miedo.
-Te-Tengo que contaros y pediros algo… – comentó nervioso, y me quedé a ver qué tenía que decir. Si iba a contarme algo sobre la casa a la que los vampiros me dirigieron, tal vez me resultara de utilidad. Pero en cualquier caso, había algo en aquel hombre que no me terminaba de convencer, y así lo expresaba mi rostro.
El monstruo, porque ahora mismo tenía más aspecto de eso que de ser un atractivo vampiro, emitió un grutural sonido hacia mí, se levantó y se abalanzó con todas sus fuerzas. Con una voltereta lateral, ayudada por el viento y mi forma física, lo esquivé sin mayor dificultad. Tomé mi ballesta pesada con dos manos y lo empalé a la altura del estómago contra el árbol contra el que había ido a parar cuando se dio la vuelta.
-Anastasia Boisson. – escupió sangre al suelo. – No eres mucho mejor que todos los que llevaron tu apellido. – rió queriendo hacerse el fuerte.
-Genética, supongo. – comenté riéndome con pocas palabras, como era costumbre en mí. Y me acerqué a él, mientras recargaba un nuevo virote en mi ballesta pesada. - ¿Dónde está?
-¡Creerás que te lo voy a decir, zorra! ¡Siempre seré fiel a la memoria de Lady Mortagglia! – Tomé una de mis ballestas pequeñas y le disparé a los testículos. El chupasangres gritó más fuerte que nunca, presa del dolor.
-Respuesta incorrecta. – incidí. Apuntándole ahora a la cabeza, pero con la pesada.
-¡Oye, oye! Espera. Hagamos un trato. – comentó, ahora sí, con cara de asustado. – Te diré donde está a cambio de que no me hagas sufrir. – entrecerré los ojos, pensativa.
-Está bien. – respondí con pocas palabras, como era costumbre en mí.
-En una casa en Dundarak, cerca de un callejón en los barrios bajos. Una casa pintada en rojo. En el piso superior. - respondió. – Pero no te será sencillo, ni siquiera para ti, maestra cazadora. – advirtió.
Me quedé pensativa durante unos instantes. Aquel lugar parecía encajar con las pistas que había ido encontrando los días previos, que hacían referencia a una casa roja, aunque nunca conseguía saber si en los alrededores o dentro de la propia Dundarak, o en qué parte de la misma. Cuando me di cuenta de que aquello era cierto, volví a apuntar al exseguidor de mi abuela a la cabeza.
-¡E-Espera! ¡¿Qué haces?! ¡Hicimos un trato! – imploró asustado.
-Y pienso cumplirlo. Acordamos que no te haría sufrir. – respondí seria. – Irá rápido.
-P-Pero… - fue lo último que dijo antes de que un virote tan largo como un antebrazo atravesara su cabeza. Era hora de volver a Dundarak.
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Tras reposar en una posada, a la mañana siguiente me puse a buscar la dichosa casa. Si tenía algún tipo de relación con la extinta Hermandad o los vampiros, sería mejor trabajar de día. Me tiré un par de horas preguntando por los barrios bajos, todo el mundo había oído hablar de ella, pero nadie se atrevía a darme mayores explicaciones y preferían ignorarme. Finalmente, un amable caballero dragón se dignó a indicarme la ubicación exacta y me dirigí hacia ella.
Lo primero que vi fue un trineo tirado por una yegua negra, y a continuación noté un pequeño corrillo de gente que salía de aquel callejón. ¿Una pelea? Era muy típico de las grandes ciudades. Cuando toda esa fue abandonando el callejón pude ver, al fondo, la enorme casa roja con su negro tejado de pizarra. Sonreí con satisfacción.
Antes de entrar, comprobé el estado de mi equipo, las ballestas pequeñas estaban correctamente enfundadas en mi cinturón, del que colgaban los orbes explosivos o “bombas”, como los llamaba Sofleheimer, y la enorme ballesta pesada, como siempre, a mi espalda junto con un carcaj repleto de flechas. Aquel armamento, sumado a mi manía de vestir totalmente de negro, solía imponer y espantar bastante a la gente corriente, así que con un poco de suerte ahuyentaría a aquellos dos tipos que aún quedaban en el callejón.
Les eché un vistazo de la que caminaba hacia ellos y la gente abandonaba el callejón el hombre no parecía especialmente espabilado y reía nervioso. Y ella tenía ese toque a medio camino entre la mujer misteriosa y la que se mete en líos. Algo como yo. Era atractiva, para qué negarlo. Pude escuchar parte su conversación mientras la multitud se disolvía, Felicia Greenwall, investigadora, parecía llamarse ella. En cuanto llegué a ellos me detuve sin quitar un ojo a la mansión.
-Este no es lugar para vosotros. Fuera. – les comenté con mi nula capacidad de dar entonación a mis expresiones, sin mirarles, fijándome en la casa. El tipo me miró nervioso, en cuanto me distinguió.
-¡Joder! ¡Pero si eres…! - susurró con cara de miedo, como si ya me conociera. - ¡La… La investigadora! ¡la otra que contraté! ¿Si? – preguntó nervioso, riendo y secándose la frente con un pañuelo.
-No. – contradije, de brazos cruzados, dispuesta a seguir avanzando, pero el hombre me tomó del brazo para detenerme. Lo cual hizo que le enviara una mirada sentenciante. – No toques. ¿Por qué tocas? – pregunté con la voz tan muerta y la mirada tan inexpresiva que el tipo me soltó con miedo.
-Te-Tengo que contaros y pediros algo… – comentó nervioso, y me quedé a ver qué tenía que decir. Si iba a contarme algo sobre la casa a la que los vampiros me dirigieron, tal vez me resultara de utilidad. Pero en cualquier caso, había algo en aquel hombre que no me terminaba de convencer, y así lo expresaba mi rostro.
Anastasia Boisson
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Re: Una mirada hacia el futuro [trabajo] [Huracan][Wood][+18]
Cara a cara el hombre no parecía mucho más que un adinerado comerciante de los buenos barrios. Entendía perfectamente cómo alguien como él podría darse el lujo de contratar a un investigador… o dos como más tarde me enteré; sin embargo, no entendía qué relación podría tener con la gente de ese callejón. Por lo general, la gente como él se mantenía al margen de los negocios turbios y aquella casa roja, por todos los medios, era algo a lo que nadie en su sano juicio querría vincularse motu proprio. Ojos verdes, barba de días en un marco masculino, casi rectangular, pelo crespo y negro. Exhalaba los vahos de un humano por cada poro de su cuerpo. Quería una investigadora? Tendría una.
Muy interesante elección de traje, señor… me aclaré la garganta, era el momento incómodo del día
-Ah ¿le parece?-preguntó con falsa modestia- Algunos creen que es un poco… ya sabe
Asentí, estaba totalmente de acuerdo con todos los otros, es decir… ¿quién iba en su sano juicio con un traje color borravino y pantalones ajustados por la mitad de la calle en pleno día?.
El cuello negro le da el toque, aunque… el sombrero creo que es un poco…
-¿Demasiado? ¿Eso cree?
Casi quería ablandar al hombre para ganar algo de mérito, él probablemente se había inventado eso del investigador, pero ambos podríamos sacar un buen provecho del asunto. Bajo las sutilezas de una cháchara sin sentido, nos estábamos analizando, cada gesto y detalle no pasaba desapercibido a los ojos de dos personas que conocían de un mundo y del otro. Él probablemente era el dueño del lugar y tenía un gran problema como para salir a plena luz del día a detener a su gente. Yo conocía ese tipo de situaciones, primero alquilan al investigador y luego al asesino. Yo estaba apta para los dos trabajos.
Mi mano automáticamente se fue al hacha corta cuando percibí una presencia amenazadora acercándose. Me volví hacia cualquiera fuese la bestia que podría estar al acecho y allí venía ella, cargando como un Hengrauggi salvaje directo hacia nosotros. Más o menos de mi misma edad y altura, pero mejor peinada y vestida. Totalmente no tenía un par de criaturas a las que amantar, eso estaba claro. A su lado me sentía como una escoba usada. Suspiré, estaba claro que necesitaba pararse a mi lado. Relajé mis extremidades sólo para escuchar, como si fuésemos menos que la basura que recoge la escoba usada, que teníamos que largarnos de allí. Me mordí el labio inferior, agraciada y todo, con armas y todo, pero ¿ni siquiera un “buenas tardes”? Negué lentamente con mi cabeza, estaba combatiendo a mis viejos demonios mientras la recién llegada y mi casi posible contratante tenían su pequeño intercambio.
Por la reacción de él, ella era alguien a quien debería de conocer. La olfatee con cierto disimulo, olía a muerte. Era una asesina. “Oh… perfecto” no permitiría que me quitasen el trabajo, absolutamente no.
- Tengo esta casa... ustedes ven- balbuceó señalando lo que ya temía-- Nadie se mete en mis negocios, no me meto en los de nadie. La guardia está al margen de mis transacciones, todos sacan una buena tajada de lo que necesitan-
Oh si, el viejo y conocido lugar intocable, las mismas catacumbas de Lunargenta. Sonreí de lado, ese era el mejor tipo de trabajo, aunque un poco riesgoso, sí. Y surgió un problema. ¿A quién hay que desaparecer? pregunté, intentando parecer inteligente, aunque la recién llegada era casi dolorosamente el arma perfecta, si ese fuese el caso. Ojos avellana que curiosamente, generalmente son cálidos, aunque se trate de bestias asesinas, los de ella eran agudos, fríos, casi punzantes. Su expresión de mujer intocable y ese peinado perfecto. Ah… realmente quería hacer un desastre con ella, todo ese método en sus armas, el orden… apreté los dientes, una mujer que no era normal. Casi quería saltar sobre su cabeza, despeinarla, babearle y tener mucho mucho mucho contacto físico con ella. Tal vez no la habían abrazado lo suficiente cuando era pequeña. Hice una nota mental de apapachar a mis pequeños cuando terminara esa reunión.
Finnick continuaba hablando –…las desapariciones llevan casi un mes. De seguir así se arruinará mi negocio-
Aunque el hombre quisiese inspirar lástima, no lo estaba logrando conmigo, y casi podría apostar que con ella tampoco. Ah… bueno ¿qué hacerle? Estoy dentro y mi nueva colega también. Pero yo adentro, adentro, literalmente. Y la paga tendrá que ser muy jugosa. Pero que muy jugosa, para cada una. Con una comisión por la o las cabezas del o los responsables. Ah, y la comida está dentro del paquete. Supongo que ahí dentro debe de tener algo que sea digerible ¿no es así?
Miré a la chica Vamos… vamos. Podemos cuidarnos las espaldas, puedo serte de ayuda en una cosa o dos y dos cabezas piensan mejor que una. Hagamos esto intenté persuadirle. Le tendí la mano, pero recordé lo del contacto físico unos momentos atrás, por lo que bajé la mano inmediatamente y le sonreí con todos los dientes, una sonrisa tan falsa que probablemente le hubiese dado risa si no fuese tan seca. Soy Felicia Greenwall y tengo un buen olfato para estas cosas. ¿Con quién tengo el placer? pregunté sabiendo que probablemente cada vez le estuviese echando más leña al fuego. Quería ver algo en ese rostro de porcelana, curtido por batallas sin dudas, pero más inexpresivo que el de una muñeca.
Muy interesante elección de traje, señor… me aclaré la garganta, era el momento incómodo del día
-Ah ¿le parece?-preguntó con falsa modestia- Algunos creen que es un poco… ya sabe
Asentí, estaba totalmente de acuerdo con todos los otros, es decir… ¿quién iba en su sano juicio con un traje color borravino y pantalones ajustados por la mitad de la calle en pleno día?.
El cuello negro le da el toque, aunque… el sombrero creo que es un poco…
-¿Demasiado? ¿Eso cree?
Casi quería ablandar al hombre para ganar algo de mérito, él probablemente se había inventado eso del investigador, pero ambos podríamos sacar un buen provecho del asunto. Bajo las sutilezas de una cháchara sin sentido, nos estábamos analizando, cada gesto y detalle no pasaba desapercibido a los ojos de dos personas que conocían de un mundo y del otro. Él probablemente era el dueño del lugar y tenía un gran problema como para salir a plena luz del día a detener a su gente. Yo conocía ese tipo de situaciones, primero alquilan al investigador y luego al asesino. Yo estaba apta para los dos trabajos.
Mi mano automáticamente se fue al hacha corta cuando percibí una presencia amenazadora acercándose. Me volví hacia cualquiera fuese la bestia que podría estar al acecho y allí venía ella, cargando como un Hengrauggi salvaje directo hacia nosotros. Más o menos de mi misma edad y altura, pero mejor peinada y vestida. Totalmente no tenía un par de criaturas a las que amantar, eso estaba claro. A su lado me sentía como una escoba usada. Suspiré, estaba claro que necesitaba pararse a mi lado. Relajé mis extremidades sólo para escuchar, como si fuésemos menos que la basura que recoge la escoba usada, que teníamos que largarnos de allí. Me mordí el labio inferior, agraciada y todo, con armas y todo, pero ¿ni siquiera un “buenas tardes”? Negué lentamente con mi cabeza, estaba combatiendo a mis viejos demonios mientras la recién llegada y mi casi posible contratante tenían su pequeño intercambio.
Por la reacción de él, ella era alguien a quien debería de conocer. La olfatee con cierto disimulo, olía a muerte. Era una asesina. “Oh… perfecto” no permitiría que me quitasen el trabajo, absolutamente no.
- Tengo esta casa... ustedes ven- balbuceó señalando lo que ya temía-- Nadie se mete en mis negocios, no me meto en los de nadie. La guardia está al margen de mis transacciones, todos sacan una buena tajada de lo que necesitan-
Oh si, el viejo y conocido lugar intocable, las mismas catacumbas de Lunargenta. Sonreí de lado, ese era el mejor tipo de trabajo, aunque un poco riesgoso, sí. Y surgió un problema. ¿A quién hay que desaparecer? pregunté, intentando parecer inteligente, aunque la recién llegada era casi dolorosamente el arma perfecta, si ese fuese el caso. Ojos avellana que curiosamente, generalmente son cálidos, aunque se trate de bestias asesinas, los de ella eran agudos, fríos, casi punzantes. Su expresión de mujer intocable y ese peinado perfecto. Ah… realmente quería hacer un desastre con ella, todo ese método en sus armas, el orden… apreté los dientes, una mujer que no era normal. Casi quería saltar sobre su cabeza, despeinarla, babearle y tener mucho mucho mucho contacto físico con ella. Tal vez no la habían abrazado lo suficiente cuando era pequeña. Hice una nota mental de apapachar a mis pequeños cuando terminara esa reunión.
Finnick continuaba hablando –…las desapariciones llevan casi un mes. De seguir así se arruinará mi negocio-
Aunque el hombre quisiese inspirar lástima, no lo estaba logrando conmigo, y casi podría apostar que con ella tampoco. Ah… bueno ¿qué hacerle? Estoy dentro y mi nueva colega también. Pero yo adentro, adentro, literalmente. Y la paga tendrá que ser muy jugosa. Pero que muy jugosa, para cada una. Con una comisión por la o las cabezas del o los responsables. Ah, y la comida está dentro del paquete. Supongo que ahí dentro debe de tener algo que sea digerible ¿no es así?
Miré a la chica Vamos… vamos. Podemos cuidarnos las espaldas, puedo serte de ayuda en una cosa o dos y dos cabezas piensan mejor que una. Hagamos esto intenté persuadirle. Le tendí la mano, pero recordé lo del contacto físico unos momentos atrás, por lo que bajé la mano inmediatamente y le sonreí con todos los dientes, una sonrisa tan falsa que probablemente le hubiese dado risa si no fuese tan seca. Soy Felicia Greenwall y tengo un buen olfato para estas cosas. ¿Con quién tengo el placer? pregunté sabiendo que probablemente cada vez le estuviese echando más leña al fuego. Quería ver algo en ese rostro de porcelana, curtido por batallas sin dudas, pero más inexpresivo que el de una muñeca.
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Re: Una mirada hacia el futuro [trabajo] [Huracan][Wood][+18]
Mientras escuchaba hablar a aquel hombrecillo de brazos cruzados noté como aquella mujer me olfateaba. Puse cara de asco para persuadirla de que me había dado cuenta. Barajé qué clase de criatura podría hacer semejantes costumbres, y hablando tampoco es que pareciera que tuviera muchas luces. ¿Un dragón? ¿Una mujer perro? ¿Los llaman así a los que se convierten en humanos? ¡Oh, no! ¡Ese era el pérfido Asher! A lo que yo me refería era a los licántropos, o tal vez fuese simplemente una humana rematadamente mal de la cabeza. En cualquier caso, no era una vampiresa. Eso sumaba puntos, unos pocos, a su favor.
Le habían robado la mercancía a aquel “pobre” hombre de negocios honrado. Qué típico. Ellos nunca hacían nada. Ellos siempre son los buenos. A aquellas alturas de mi vida no podía sino hacerme la tonta, y por su mirada parecía que hasta mi compañera parecía haberse dado cuenta de aquel hecho. Mi experiencia me decía que cuando alguien robaba algo, era porque ese “algo” era importante, turbio, oscuro. No, Felicia, no íbamos a rescatar el último envío de hortalizas perdido por mucho que te empeñes en querer comer. La gente turbia hace cosas turbias.
Mi silencio bastaría para confirmar que había aceptado el trato. Felicia lo había dicho todo, y aunque poco me importaba lo que le hubiesen robado a aquel tipo, ya que mi objetivo era más bien distinto, nunca estaba de más sacarse unos aeros. El humano nos hizo una reverencia forzada y se fue por el callejón, y yo, que no había descruzado mis brazos en ningún momento, volví a mirar a la chica, que ahora se dirigía a mí. Me sonreía enseñándome los dientes y volvió a presentarse, aunque ya había oído su nombre antes. Hizo un amago de estirar la mano, pero tras ver mi poca iniciativa a devolvérsela y mi fría mirada clavada en sus ojos.
-Huracán, para ti. – le respondí seria. Era extraña. Desaliñada. Hablaba raro. Y encima me daba asco. Demasiado. A aquel cóctel sólo le faltaban unas gotitas de excitación violenta con algún enemigo, para terminar de cubrir mis terribles deseos de encamarme con ella, y aquel ingrediente, lamentablemente para mi orgullo de noble de Beltrexus, era algo que probablemente no faltaría una vez en la casa de aquel tipo. Y no sabía por qué me daba la sensación de que a ella le pasaba algo similar a mí. Estuve varios segundos sin darme cuenta de que me estaba mordiendo el labio para deleite suyo, abstraída en pensamientos e imaginaciones poco honrosas para una señorita como yo. Ladeé la vista cuando me di cuenta de esta circunstancia y sonreí pícaramente hacia un lado antes de volver a mirarla fijamente. - ¿Nos ponemos en marcha? – pregunté, de nuevo seria. Y esperé por si decidía hacer o decir algo antes.
La casa roja del callejón cada vez estaba más cerca, aún así, no sabía cómo de efectiva sería la “investigadora” en combate. No estaba de más advertirla de lo que sabía, no quería que la mataran por no haberla avisado del peligro.
-Deberíamos conocernos mejor…– le dije con primeras, y también con segundas, aunque tal vez fuese demasiado complejo para su cerebro. Sonreí creyendo que burlaba su cuadriculada cabeza, aunque luego volví a mi seriedad habitual para disponerme a contarle lo justo y necesario que necesitaba saber de mí aquella tarde. – Imagino que no querrás entrar a la boca del lobo sin saber quién te cubre las espaldas. – algo que esperaba entendiera. - ¿No eres investigadora, verdad? – le pregunté seria, sin mirarla. Deduje aquello por la estúpida reacción del contratista cuando me vio llegar, y temía que la señorita Greenwall estuviese enfrascada como yo por puro capricho del destino. – El tipo que nos contrató me conocía, pero yo a él no. Y eso me preocupa, la gente que me conoce no es buena gente. Te lo aseguro. – algo que, tristemente, era cierto, acabar con la Hermandad al menos, había reducido notoriamente el número de enemigos. Tampoco quise entrar en detalles y decirle que, probablemente, dentro hubiese chupasangres. No era plan asustarla de primeras. – Además, yo he venido por otros motivos. Asuntos personales. De hecho, lo que ocurra con la mercancía de ese hombre me importa un pimiento. – le informé para decirle que mi prioridad sería más bien otra una vez dentro de la vivienda y que únicamente cumpliría el objetivo acordado si antes hacía lo que debía realizar allí. – Te seré sincera. No tengo nada en contra tuya, pero no me fío un pelo de ti. Así que una vez en combate, mantente alejada si no quieres que… ocurran accidentes. ¿Me explico? – comenté con soberbia y altanería. Y giré la cabeza para recoger mi pelo hacia atrás mientras en una coleta alta. - ¿Algo qué añadir? – pregunté sin mirarla, algo atragantada por la goma que llevaba en la boca mientras me anidaba el peinado.
La puerta a la casa roja estaba, como era de esperar, cerrada. Derribarla sería el primer obstáculo. Y yo no tenía ningún recurso silencioso para ello, así que deslomé la ballesta pesada de mi espalda y miré a Felicia. Tal vez ella tuviese algún recurso más silencioso, o tal vez no.
Le habían robado la mercancía a aquel “pobre” hombre de negocios honrado. Qué típico. Ellos nunca hacían nada. Ellos siempre son los buenos. A aquellas alturas de mi vida no podía sino hacerme la tonta, y por su mirada parecía que hasta mi compañera parecía haberse dado cuenta de aquel hecho. Mi experiencia me decía que cuando alguien robaba algo, era porque ese “algo” era importante, turbio, oscuro. No, Felicia, no íbamos a rescatar el último envío de hortalizas perdido por mucho que te empeñes en querer comer. La gente turbia hace cosas turbias.
Mi silencio bastaría para confirmar que había aceptado el trato. Felicia lo había dicho todo, y aunque poco me importaba lo que le hubiesen robado a aquel tipo, ya que mi objetivo era más bien distinto, nunca estaba de más sacarse unos aeros. El humano nos hizo una reverencia forzada y se fue por el callejón, y yo, que no había descruzado mis brazos en ningún momento, volví a mirar a la chica, que ahora se dirigía a mí. Me sonreía enseñándome los dientes y volvió a presentarse, aunque ya había oído su nombre antes. Hizo un amago de estirar la mano, pero tras ver mi poca iniciativa a devolvérsela y mi fría mirada clavada en sus ojos.
-Huracán, para ti. – le respondí seria. Era extraña. Desaliñada. Hablaba raro. Y encima me daba asco. Demasiado. A aquel cóctel sólo le faltaban unas gotitas de excitación violenta con algún enemigo, para terminar de cubrir mis terribles deseos de encamarme con ella, y aquel ingrediente, lamentablemente para mi orgullo de noble de Beltrexus, era algo que probablemente no faltaría una vez en la casa de aquel tipo. Y no sabía por qué me daba la sensación de que a ella le pasaba algo similar a mí. Estuve varios segundos sin darme cuenta de que me estaba mordiendo el labio para deleite suyo, abstraída en pensamientos e imaginaciones poco honrosas para una señorita como yo. Ladeé la vista cuando me di cuenta de esta circunstancia y sonreí pícaramente hacia un lado antes de volver a mirarla fijamente. - ¿Nos ponemos en marcha? – pregunté, de nuevo seria. Y esperé por si decidía hacer o decir algo antes.
La casa roja del callejón cada vez estaba más cerca, aún así, no sabía cómo de efectiva sería la “investigadora” en combate. No estaba de más advertirla de lo que sabía, no quería que la mataran por no haberla avisado del peligro.
-Deberíamos conocernos mejor…– le dije con primeras, y también con segundas, aunque tal vez fuese demasiado complejo para su cerebro. Sonreí creyendo que burlaba su cuadriculada cabeza, aunque luego volví a mi seriedad habitual para disponerme a contarle lo justo y necesario que necesitaba saber de mí aquella tarde. – Imagino que no querrás entrar a la boca del lobo sin saber quién te cubre las espaldas. – algo que esperaba entendiera. - ¿No eres investigadora, verdad? – le pregunté seria, sin mirarla. Deduje aquello por la estúpida reacción del contratista cuando me vio llegar, y temía que la señorita Greenwall estuviese enfrascada como yo por puro capricho del destino. – El tipo que nos contrató me conocía, pero yo a él no. Y eso me preocupa, la gente que me conoce no es buena gente. Te lo aseguro. – algo que, tristemente, era cierto, acabar con la Hermandad al menos, había reducido notoriamente el número de enemigos. Tampoco quise entrar en detalles y decirle que, probablemente, dentro hubiese chupasangres. No era plan asustarla de primeras. – Además, yo he venido por otros motivos. Asuntos personales. De hecho, lo que ocurra con la mercancía de ese hombre me importa un pimiento. – le informé para decirle que mi prioridad sería más bien otra una vez dentro de la vivienda y que únicamente cumpliría el objetivo acordado si antes hacía lo que debía realizar allí. – Te seré sincera. No tengo nada en contra tuya, pero no me fío un pelo de ti. Así que una vez en combate, mantente alejada si no quieres que… ocurran accidentes. ¿Me explico? – comenté con soberbia y altanería. Y giré la cabeza para recoger mi pelo hacia atrás mientras en una coleta alta. - ¿Algo qué añadir? – pregunté sin mirarla, algo atragantada por la goma que llevaba en la boca mientras me anidaba el peinado.
La puerta a la casa roja estaba, como era de esperar, cerrada. Derribarla sería el primer obstáculo. Y yo no tenía ningún recurso silencioso para ello, así que deslomé la ballesta pesada de mi espalda y miré a Felicia. Tal vez ella tuviese algún recurso más silencioso, o tal vez no.
Anastasia Boisson
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Re: Una mirada hacia el futuro [trabajo] [Huracan][Wood][+18]
Ah… ahí estaba esa actitud prepotente. Conocía bien esa mirada, aquella altanería, la había visto solo en dos razas, tal vez en tres: los dragones, los brujos y los humanos. Estaba tan claro como el agua que ella no era un simple humanillo que iba de aquí para allá, su frialdad estaba muy por encima de la de cualquier habitante normal de Verisar. Podía descartar a los dragones, si bien ellos eran de por allí y fuera la explicación más lógica, ella no tenía ese olor a bestia latente. Era como un sexto sentido, pero todo indicaba que era una de esas… esas criaturas de las Islas. Mientras ella parecía estar feliz, perturbadoramente feliz dado el caso, en su mundo interno, la ojee de arriba abajo. Los brujos no solían tener mucha resistencia, tampoco eran fuertes. Pero esta estaba bien armada y estaba cuanto menos en forma, mucho mejor de cualquier brujo de tres estrellas.
No… esta había sido entrenada. Ya había conocido a otros como ella, pero, o no eran buenos en eso de su “magia” o no podían siquiera levantar algo más pesado que una copa. Este no era el caso. ¿Cómo sería… y lo más importante… cuál sería su elemento?. Ah… el tiempo se había agotado, la princesa del hielo volvía a la vida “¿Princesa del hielo…? Tal vez no sea una mala teoría…” Claro claro acepté rápidamente, dirigiéndome hacia el trineo. Había pensado en volver a la casa, pero el fuego ya se habría apagado y de todas formas no podía dejar solos a Emel y Joner allí, por lo que el plan tendría que incluir a los pequeños monstruos. Black tardaría al menos dos días más en regresar de la partida de caza. Si el caso fuese otro, con Chy a su lado me encontraría fácilmente.
Apuesto a que si respondí a su tentativa, siguiéndole el juego. Quería saber qué tipo de peligro yo representaba para ella y ella para mí. Aquello del lobo me hizo gracia y no pude evitar soltar una risilla mientras negaba con la cabeza. Meh… respondí luego de su intento de conversación que terminó en una amenaza. Para ese momento ya habíamos llegado al trineo y nos dirigíamos lentamente a la casa. Me había estado mordiendo los labios para no responderle todo lo que en otras épocas le hubiese dicho, pero me repetía como un mantra que debía de llevar las cosas por la paz. Además, quería que mis cachorros vieran lo menos posible ese mundo. Estaba contra la espada y la pared y esa insensata no había encontrado una mejor manera de entrar allí que irrumpir de la peor forma.
Dejé la yegua y le chisté a la mujer Tch, tch… ¡tch! Huracán. Es mi turno de hablar antes de ponernos en acción me acerqué a ella lentamente, sin hacer movimientos bruscos, solo quería que se alejara de la puerta. De todos modos, ya tenemos la ayuda del jefe… y sean los que sean tus motivos personales, supongo que si son tan importantes para ti, podrían requerir un poco más de… paciencia –algo en lo que yo era una novata, pero que estaba desarrollando exageradamente rápido- Tienes razón, no soy una investigadora. Ciertamente me dedico a otros… asuntos no pretendía darle los detalles de mi vida a un arma mortal como lo que ella aparentaba, y prefería dejarle con el beneficio de la duda. Si era necesario, de momento jugaría el papel del eslabón más fino de la cadena. Sugiero… entrar esta noche y mezclarnos. Creo que si sueltas un poco ese pelo y escondes esos ojos fier… me aclaré la garganta es decir… puedes pasar como una cliente de clase alta. Vemos los que hay y de paso cobramos por resolver el “misterio”. Claro que era su decisión aceptar o no el trato, pero tampoco le daría mucho tiempo para sopesarlo.
Rápidamente solté a Furia y eché el trineo en un lugar menos llamativo. Me acomodé las hachas y tomé a los niños en cada brazo. Acto seguido le lancé una mirada fulminante a la dama Tampoco te metas en mi camino miré sus ojos, lo más profundo de su iris, estaba segura de que sería muy capaz de separar su cabeza de su cuerpo si la situación me obligaba. Sí, eso podría costarme la vida, pero al menos tenía esa certeza, me la había ganado con la sangre derramada durante toda mi vida. Podría protegerlos, proteger a mis cachorros. Sonreí, una sonrisa amenazante Emel y Joner presenté. La niña estiró su manita para tocar a la desconocida, pero no permití que siquiera estuviese a su alcance.
Toqué la puerta de la casa roja tres veces consecutivas. Podía sentirlo tras de la vieja madera, las vibraciones del movimiento, las preparaciones para la noche, pese al profundo silencio, podía olfatear a las personas más cercanas, hombres, también estaba el olor de las mujeres baratas escaleras arriba. Aire frío, humedad… una habitación cerrada, un sótano un ático… no podía distinguirlo. Alguien se aproximaba. Dejé a los niños en el suelo y rápidamente rasgué mi ropa, dejando mi torso al descubierto. Me tiré en el piso e intenté parecer una mujer que estaba en apuros. En más apuros de los que presentía ya estaba con una bestia furibunda a mis espaldas. Le dirigí una mirada apologética a Huracán y me encogí de hombros. Cuando la puerta cedió comencé a llorar Piedad buen hombre, me han dicho que Finnick necesita… trabajadoras señalé a mis hijos Quiero comenzar ahora.
Todo dependía de ella ahora. Podía entrar como el huracán que se hacía llamar y le ayudaría a darlo vuelta todo. O podía seguir mi idea de intentarlo más tranquilamente. Entrar sigilosamente e investigar hasta la caída de la noche o esperar fuera… o tal vez me sorprendiera. Me gustaban las sorpresas y la improvisación. ¿Qué haría? No podía esperar para conocer el desenlace de sus maquinaciones probablemente perversas.
No… esta había sido entrenada. Ya había conocido a otros como ella, pero, o no eran buenos en eso de su “magia” o no podían siquiera levantar algo más pesado que una copa. Este no era el caso. ¿Cómo sería… y lo más importante… cuál sería su elemento?. Ah… el tiempo se había agotado, la princesa del hielo volvía a la vida “¿Princesa del hielo…? Tal vez no sea una mala teoría…” Claro claro acepté rápidamente, dirigiéndome hacia el trineo. Había pensado en volver a la casa, pero el fuego ya se habría apagado y de todas formas no podía dejar solos a Emel y Joner allí, por lo que el plan tendría que incluir a los pequeños monstruos. Black tardaría al menos dos días más en regresar de la partida de caza. Si el caso fuese otro, con Chy a su lado me encontraría fácilmente.
Apuesto a que si respondí a su tentativa, siguiéndole el juego. Quería saber qué tipo de peligro yo representaba para ella y ella para mí. Aquello del lobo me hizo gracia y no pude evitar soltar una risilla mientras negaba con la cabeza. Meh… respondí luego de su intento de conversación que terminó en una amenaza. Para ese momento ya habíamos llegado al trineo y nos dirigíamos lentamente a la casa. Me había estado mordiendo los labios para no responderle todo lo que en otras épocas le hubiese dicho, pero me repetía como un mantra que debía de llevar las cosas por la paz. Además, quería que mis cachorros vieran lo menos posible ese mundo. Estaba contra la espada y la pared y esa insensata no había encontrado una mejor manera de entrar allí que irrumpir de la peor forma.
Dejé la yegua y le chisté a la mujer Tch, tch… ¡tch! Huracán. Es mi turno de hablar antes de ponernos en acción me acerqué a ella lentamente, sin hacer movimientos bruscos, solo quería que se alejara de la puerta. De todos modos, ya tenemos la ayuda del jefe… y sean los que sean tus motivos personales, supongo que si son tan importantes para ti, podrían requerir un poco más de… paciencia –algo en lo que yo era una novata, pero que estaba desarrollando exageradamente rápido- Tienes razón, no soy una investigadora. Ciertamente me dedico a otros… asuntos no pretendía darle los detalles de mi vida a un arma mortal como lo que ella aparentaba, y prefería dejarle con el beneficio de la duda. Si era necesario, de momento jugaría el papel del eslabón más fino de la cadena. Sugiero… entrar esta noche y mezclarnos. Creo que si sueltas un poco ese pelo y escondes esos ojos fier… me aclaré la garganta es decir… puedes pasar como una cliente de clase alta. Vemos los que hay y de paso cobramos por resolver el “misterio”. Claro que era su decisión aceptar o no el trato, pero tampoco le daría mucho tiempo para sopesarlo.
Rápidamente solté a Furia y eché el trineo en un lugar menos llamativo. Me acomodé las hachas y tomé a los niños en cada brazo. Acto seguido le lancé una mirada fulminante a la dama Tampoco te metas en mi camino miré sus ojos, lo más profundo de su iris, estaba segura de que sería muy capaz de separar su cabeza de su cuerpo si la situación me obligaba. Sí, eso podría costarme la vida, pero al menos tenía esa certeza, me la había ganado con la sangre derramada durante toda mi vida. Podría protegerlos, proteger a mis cachorros. Sonreí, una sonrisa amenazante Emel y Joner presenté. La niña estiró su manita para tocar a la desconocida, pero no permití que siquiera estuviese a su alcance.
Toqué la puerta de la casa roja tres veces consecutivas. Podía sentirlo tras de la vieja madera, las vibraciones del movimiento, las preparaciones para la noche, pese al profundo silencio, podía olfatear a las personas más cercanas, hombres, también estaba el olor de las mujeres baratas escaleras arriba. Aire frío, humedad… una habitación cerrada, un sótano un ático… no podía distinguirlo. Alguien se aproximaba. Dejé a los niños en el suelo y rápidamente rasgué mi ropa, dejando mi torso al descubierto. Me tiré en el piso e intenté parecer una mujer que estaba en apuros. En más apuros de los que presentía ya estaba con una bestia furibunda a mis espaldas. Le dirigí una mirada apologética a Huracán y me encogí de hombros. Cuando la puerta cedió comencé a llorar Piedad buen hombre, me han dicho que Finnick necesita… trabajadoras señalé a mis hijos Quiero comenzar ahora.
Todo dependía de ella ahora. Podía entrar como el huracán que se hacía llamar y le ayudaría a darlo vuelta todo. O podía seguir mi idea de intentarlo más tranquilamente. Entrar sigilosamente e investigar hasta la caída de la noche o esperar fuera… o tal vez me sorprendiera. Me gustaban las sorpresas y la improvisación. ¿Qué haría? No podía esperar para conocer el desenlace de sus maquinaciones probablemente perversas.
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Re: Una mirada hacia el futuro [trabajo] [Huracan][Wood][+18]
Escuché con cara de pocos amigos lo que la susodicha Felicia tenía que decir. La mujer no era partidaria de mi entrada por todo lo alto sino que prefería una opción más pacífica y menos destructiva. No estaba acostumbrada a hacer ese tipo acciones y menos cuando sabía, como era el caso, que había vampiros de por medio. Sugería que me hiciese pasar por cliente de clase alta. ¿Cliente de qué…? ¿Acaso era eso…? ¡Oh! Espero que no. Suspiré. En todo caso, desanudé la coleta que me acaba de hacer y dejé que mi larga melena corriera libremente al viento.
Me presentó también a sus niños, uno de ellos me sacó la lengua y le devolví una mirada igual de vengativa. Odiaba los niños. Esperaba que no decidiesen montar alguna chiquillez típica de los críos. Además, era cuanto menos irresponsable por parte de la madre meterlos en un lugar en los que sabía que iba a haber gresca. Pero no sería yo la que se preocupase por ello.
Y por fin picó a la puerta, ¿y cuál fue la maravillosa idea de la señorita Greenwall? Tirarse al suelo, rodar y comenzar a llorar desesperada. Sin inmutarme y de pie, de brazos cruzados, miré muy seria e incrédula, haciendo gestos de negación con la cabeza, el lamentable espectáculo que mi compañera estaba dando. Y todo para terminar suplicando trabajo al tipo en aquella extraña casa roja. Eres patética, Felicia. Patética. Pensé.
En cualquier caso el tipo nos miró, con una pinta de baboso asqueroso, barba de cinco días totalmente descuidada y sin la mitad de los dientes, y los pocos que le quedaban, amarillentos. - ¿Y tú qué? – me preguntó. Y, como no sabía muy bien qué responder.
-Soy una cliente de clase alta. – respondí tal cual me lo había dicho Felicia, con un toque de improvisación que probablemente hubiese parecido poco creíble incluso para un paleto como aquel hombre que teníamos delante. En cualquier caso, rió como un baboso y aceptó a guiarnos hasta el jefe.
Entonces entramos. Era un burdel. Y uno bastante frecuentado. Había clientes de todas las edades y mujeres de un estilo similar. – Enhorabuena por tu nuevo empleo. – le susurré a Felicia con ironía, pero seria, a su espalda. El hombre nos guió por todo el local hacia el piso superior, justo lo que necesitaba. Allí era donde el vampiro de la noche anterior me había dicho que se encontraba aquello que buscaba.
El edificio, que era de tres plantas, tenía sus paredes cubiertas por moqueta roja pasión. El primer piso vendría a ser como la cantina, el segundo, las habitaciones, mientras que el tercero, al que era imposible acceder tras una puerta con la etiqueta de “Privado”, que imaginaba quedaba para los propios empleados y jefes del local. Fue aquí a donde nuestro guía nos llevó. En cualquier caso, era aquí hasta donde quería llegar, por lo que la idea de Felicia había terminado por ser brillante. Me había ahorrado dos plantas de caos y destrucción y, con un poco de suerte, aquel hombre me llevaría hasta aquello que tanto ansiaba.
Picó en una puerta. – Señor, le traigo a una mujer que quiere un trabajo y a una clienta de las altas esferas. - y nos presentó a un tipo con aspecto de jefe. Probablemente el segundo del tal Finnick. Piel pálida, ojos rojos. A todas pintas un asqueroso chupasangres. ¿Estaría él detrás de las desapariciones que se producían en aquel negocio que, además de lupanar, tenía pinta de ser un alijo de droga? En cualquier caso, me daba la sensación de conocerlo o habérmelo encontrado antes y, sinceramente, creía que también me conocía a mí. Al igual que el tal Finnick también parecía haberlo hecho antes. Aún así, hubo neutralidad por ambas partes.
Dejé que mi compañera fuese la que hablara con aquel tipo y mientras tanto concentré mi mirada en la estancia. Una habitación enorme, decorada en rojo, como todo el lugar, y con un ambiente bastante cargado y hortera. Con demasiados adornos en la madera para mi gusto. También había un escritorio, tras el que se encontraba aquel tipo. Pero aquello no era lo que me importaba. En la mesilla al lado de la cama matrimonial, donde había también un hombre y una mujer más, pude ver el brillo de un intenso rubí. Sí. Allí estaba lo que buscaba: El rubí de mi abuelo, Luc Boisson. Milenario objeto ligado a la historia de mi familia, perdido desde que Mortagglia se lo llevó. Aunque nunca lo encontré en el lugar en el que la derrotamos, los meses siguientes estuve siguiéndole la pista. Y por fin lo había encontrado. Hice una sonrisa ladina por estar tan cerca de mi objetivo. ¡Qué fácil había sido!
No estuve al tanto de la conversación que mantuvieron. Yo sólo quería aquel rubí. Hasta que sentí que la otra mujer, también vampiresa, que acompaña al chupasangres, comenzaba a bajarme la cremallera de la chaqueta. - ¡¿Pero qué demonios?! – dije volviendo a la realidad. El jefe de la zona me estaba empujando ligeramente a… ¡¿La cama?!
-A las nuevas clientas debo entregarles siempre lo más nuevo. – dijo el tipo, susurrándome al oído. Puse cara de repugnancia. ¡Qué asco! Un asqueroso chupasangres tratando de llevarme a su alcoba.
¿Acceder a aquella especie de bacanal o quinteto que parecía entramar o iniciar una batalla? Era el momento de tomar una decisión. Eran tres contra dos, contando con el factor sorpresa. Desde la cama podría robar el rubí fácilmente con mis poderes telequinéticos. Podíamos ceder o iniciar un combate allí mismo, aunque esto probablemente atraería más enemigos por el escándalo. Miré a Felicia con enfado por su "brillante" idea. ¡Desgraciada! A mi manera ya estarían todos muertos, o en ello confiaba, desde la muerte de la Dama me sentía muy poderosa. Esperé una reacción o respuesta por parte de mi compañera. La seguiría tomara la decisión que tomara. En cualquier caso, el rubí era mi prioridad y una vez estuviera en mis manos estaba dispuesta a acabar con aquellos apestosos chupasangres por las malas.
Me presentó también a sus niños, uno de ellos me sacó la lengua y le devolví una mirada igual de vengativa. Odiaba los niños. Esperaba que no decidiesen montar alguna chiquillez típica de los críos. Además, era cuanto menos irresponsable por parte de la madre meterlos en un lugar en los que sabía que iba a haber gresca. Pero no sería yo la que se preocupase por ello.
Y por fin picó a la puerta, ¿y cuál fue la maravillosa idea de la señorita Greenwall? Tirarse al suelo, rodar y comenzar a llorar desesperada. Sin inmutarme y de pie, de brazos cruzados, miré muy seria e incrédula, haciendo gestos de negación con la cabeza, el lamentable espectáculo que mi compañera estaba dando. Y todo para terminar suplicando trabajo al tipo en aquella extraña casa roja. Eres patética, Felicia. Patética. Pensé.
En cualquier caso el tipo nos miró, con una pinta de baboso asqueroso, barba de cinco días totalmente descuidada y sin la mitad de los dientes, y los pocos que le quedaban, amarillentos. - ¿Y tú qué? – me preguntó. Y, como no sabía muy bien qué responder.
-Soy una cliente de clase alta. – respondí tal cual me lo había dicho Felicia, con un toque de improvisación que probablemente hubiese parecido poco creíble incluso para un paleto como aquel hombre que teníamos delante. En cualquier caso, rió como un baboso y aceptó a guiarnos hasta el jefe.
Entonces entramos. Era un burdel. Y uno bastante frecuentado. Había clientes de todas las edades y mujeres de un estilo similar. – Enhorabuena por tu nuevo empleo. – le susurré a Felicia con ironía, pero seria, a su espalda. El hombre nos guió por todo el local hacia el piso superior, justo lo que necesitaba. Allí era donde el vampiro de la noche anterior me había dicho que se encontraba aquello que buscaba.
El edificio, que era de tres plantas, tenía sus paredes cubiertas por moqueta roja pasión. El primer piso vendría a ser como la cantina, el segundo, las habitaciones, mientras que el tercero, al que era imposible acceder tras una puerta con la etiqueta de “Privado”, que imaginaba quedaba para los propios empleados y jefes del local. Fue aquí a donde nuestro guía nos llevó. En cualquier caso, era aquí hasta donde quería llegar, por lo que la idea de Felicia había terminado por ser brillante. Me había ahorrado dos plantas de caos y destrucción y, con un poco de suerte, aquel hombre me llevaría hasta aquello que tanto ansiaba.
Picó en una puerta. – Señor, le traigo a una mujer que quiere un trabajo y a una clienta de las altas esferas. - y nos presentó a un tipo con aspecto de jefe. Probablemente el segundo del tal Finnick. Piel pálida, ojos rojos. A todas pintas un asqueroso chupasangres. ¿Estaría él detrás de las desapariciones que se producían en aquel negocio que, además de lupanar, tenía pinta de ser un alijo de droga? En cualquier caso, me daba la sensación de conocerlo o habérmelo encontrado antes y, sinceramente, creía que también me conocía a mí. Al igual que el tal Finnick también parecía haberlo hecho antes. Aún así, hubo neutralidad por ambas partes.
Dejé que mi compañera fuese la que hablara con aquel tipo y mientras tanto concentré mi mirada en la estancia. Una habitación enorme, decorada en rojo, como todo el lugar, y con un ambiente bastante cargado y hortera. Con demasiados adornos en la madera para mi gusto. También había un escritorio, tras el que se encontraba aquel tipo. Pero aquello no era lo que me importaba. En la mesilla al lado de la cama matrimonial, donde había también un hombre y una mujer más, pude ver el brillo de un intenso rubí. Sí. Allí estaba lo que buscaba: El rubí de mi abuelo, Luc Boisson. Milenario objeto ligado a la historia de mi familia, perdido desde que Mortagglia se lo llevó. Aunque nunca lo encontré en el lugar en el que la derrotamos, los meses siguientes estuve siguiéndole la pista. Y por fin lo había encontrado. Hice una sonrisa ladina por estar tan cerca de mi objetivo. ¡Qué fácil había sido!
No estuve al tanto de la conversación que mantuvieron. Yo sólo quería aquel rubí. Hasta que sentí que la otra mujer, también vampiresa, que acompaña al chupasangres, comenzaba a bajarme la cremallera de la chaqueta. - ¡¿Pero qué demonios?! – dije volviendo a la realidad. El jefe de la zona me estaba empujando ligeramente a… ¡¿La cama?!
-A las nuevas clientas debo entregarles siempre lo más nuevo. – dijo el tipo, susurrándome al oído. Puse cara de repugnancia. ¡Qué asco! Un asqueroso chupasangres tratando de llevarme a su alcoba.
¿Acceder a aquella especie de bacanal o quinteto que parecía entramar o iniciar una batalla? Era el momento de tomar una decisión. Eran tres contra dos, contando con el factor sorpresa. Desde la cama podría robar el rubí fácilmente con mis poderes telequinéticos. Podíamos ceder o iniciar un combate allí mismo, aunque esto probablemente atraería más enemigos por el escándalo. Miré a Felicia con enfado por su "brillante" idea. ¡Desgraciada! A mi manera ya estarían todos muertos, o en ello confiaba, desde la muerte de la Dama me sentía muy poderosa. Esperé una reacción o respuesta por parte de mi compañera. La seguiría tomara la decisión que tomara. En cualquier caso, el rubí era mi prioridad y una vez estuviera en mis manos estaba dispuesta a acabar con aquellos apestosos chupasangres por las malas.
Anastasia Boisson
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Re: Una mirada hacia el futuro [trabajo] [Huracan][Wood][+18]
No estaba segura de que la elección del Huracán me complacía o me dejaba perpleja. Con su mala gana desató una cascada de pelo que le caía con gracia hasta la espalda baja. Por un segundo vi en ella a mi madre. El hombre frente a mí me levantó de un brazo como si yo fuese una meretriz barata. Señaló con su cabeza a Joner y Emel, como si con tocarlos se le pegase la plaga. Me mordí el labio inferior hasta sentir la mezcla salina de sangre, mis hijos eran lo más lindo y puro que pudiera tocar en su puta vida. Recogí a los pequeños, con la razón señalándome que hasta el momento todo estaba yendo por el mejor camino. Ir medio desnuda por un lugar como ese no me generaba nada. Es decir, prefería moverme sin el estorbo de las ropas, pero las normas sociales me lo impedían –al menos cuando estaba con menos pelo- Sólo cubrí con Joner mis atributos porque ese era el personaje que encarnaría. De momento.
Francamente esperaba que nuestro escolta oliera menos a tabaco, alcohol y putrefacción con mugre –si eso era posible- después de haber hablado con Finnick, por algún motivo había imaginado ese estado de lo turbio como un pequeño castillo, con los mismos contenidos que los demás, pero un poco mejor. Como siempre, mis pensamientos habían ido por mal camino. Todo era igual, pisos de madera que cedían ante nuestros pasos, paredes roídas que habían visto los humores de cuanto transeúnte se movía por allí, y con humores, me refería a todo tipo de fluidos. Estaba en una permanente lucha para no arrugar la nariz y comenzar a hacer comentarios fastidiosos. Los pequeños, sentados sobre mis brazos, bien erguidos, lo observaban todo con ojos inteligentes. Tropecé un par de veces con las alfombras viejas de lana, y cada vez que daba un traspié levantaba un hilo de polvo frío, con humedad… humedad con variantes. No fue hasta que terminamos nuestro recorrido frente a una única puerta con el distintivo “Privado” que las piezas se juntaron. Aquello era como un laberinto. Era necesario en el negocio, pero nunca había olfateado algo así. Tenía una mezcla entre curiosidad y desgana. Aquello nos iba a tomar tiempo.
Traspasamos el umbral que separaba el negocio de la oficina. El ambiente estaba considerablemente más cálido, eso me hubiese hecho sentir más a gusto, incluso podía comparar la habitación en la que nos encontrábamos con las de mi siempiterno amor platónico: Igor. La pequeña diferencia, es que frente a nosotros se encontraban tres vampiros. Era la primera vez que los mellizos se enfrentaban a alguien de esa raza, su reacción no me defraudó, pero dada la ocasión no pude hacerles ver mi orgullo. El pequeño Joner arrugó su nariz y miró directamente los ojos fríos del que estaba frente a nosotros, tras el escritorio. Emel produjo un sonido similar al de la primera vez que se había encontrado con una serpiente. Me reí, atrayendo hacia mí la atención del líder. Aparentemente el ojo del Huracán estaba en otra dirección, más cercana a la pareja de blancos desconocidos. Él lo supo instintivamente y yo no lo oculté Los cachorros están aprendiendo a mostrar los dientes ¿verdad que son lindos?
-No eres una simple trabajadora. Y ella… tampoco una clienta normal de las altas esferas. ¿Qué las trae por aquí? Su voz era profunda, con las marcas del tiempo. Podía ver en el fondo de sus ojos cierto nerviosismo, sobre todo en su ir y venir viendo a mi compañera. Realmente era conocida. Un cierto tinte de envidia me atravesó por un momento, luego me di cuenta de que mi trabajo requería anonimato y se me pasó. Estaba feliz de que nadie supiera nada de mí, podría ser mi carta de triunfo.
Ah… esto y aquello. Tuve que decirle a su buen… trabajador que quería formar parte de sus filas en las habitaciones. Usted sabe Le guiñé un ojo y descaradamente moví a Joner para dejar ver piel Pero en realidad ha sido Finnick quién nos ha contratado para que investiguemos las desapariciones. Supongo que no habrá problemas mientras pasemos desapercibidas. Los vampiros eran una cosa turbia, algo que probablemente no debiera de haber existido. Como los licántropos tal vez, pero ellos estaban obligados a ser asesinos si querían mantener su existencia. Muchas veces me daban lástima, claro… hasta que querían usar sus artes contra mí. Los brujos eran dentro de todo predecibles: una descarga eléctrica, algunas ilusiones, intentos de ahogarte, quemarte, aplastarte… pero los vampiros… los vampiros eran cosa seria. Sus artes eran tan oscuras como su alma. Si es que poseían una en la forma que todos conocemos. Tragué saliva, el instinto de protección me jugaba sucio si quería ir por la paz. Aunque podía esconder el temblor de mis músculos preparándose para una transformación, no podía disimular la producción de baba. Sus ojos me atraían.
-Así que conocieron a Finnick. Solamente él podría haber contratado a este… grupo su tono no encajaba con su expresión. Le molestaba que estuviésemos allí. No le gustaba la idea de un licántropo en su habitación-oficina, bueno… eso era predecible, pero ella: Huracán ¿qué tipo de fuerza sería para llamar la atención de un vampiro y ponerle tan nervioso? Jugué con la lastimadura que me había hecho minutos atrás, volviendo a sentir aquél sabor amargo. La negociación no nos tomó mucho tiempo, teníamos dos días y dos noches para encontrar al o los culpables. Las fachadas que dimos serían bajo las que todos nos conocerían. Felicia, una pobre mujer en desgracia de la región Este y “la dama” –que no estaba vestida como una exactamente- tal vez por esa razón, o porque el vampiro quiso aprovecharse de la falta de atención de mi compañera, le hizo esa broma tan pesada. “Son tus manos” pensé con una ceja en alto mientras veía el pequeño intercambio entre los presentes. Por primera vez pude observar bien al otro par de vampiros. Por alguna razón, éstos se veían más salvajes, no como los que había entablado cierta amistad en mi pasado: Paul, Bio… Daracan, sino con sus pieles pétreas y su mirada llena de sangre. No me temblaría el pulso si tuviese que rajar sus pechos con mis colmillos como si fuesen muñecos de trapo; aunque estaba segura de que no me lo harían fácil. ¿Por qué tenía esos pensamientos? Porque había algo que no me cuajaba, pero aún no sabía qué era.
Ah Huracán, querida, las ropas. Los vampiros se refieren a los accesorios. Serás una cliente… fingirás ser una cliente. Supongo que no quieres que te reconozcan ¿o si?. Habíamos llegado lo suficientemente lejos como para que ella complicase las cosas, pero yo siempre estaba dispuesta a una buena escaramuza. La puerta se abrió para dejar pasar al “mozo” que nos había acompañado hasta el lugar. No sabía cuándo le habían llamado o si había permanecido cerca todo el tiempo, pero aguardaba para “escoltarme” hasta un cuarto de servicio.
-Compartirás cuarto con Mimi, Flor, Ámbar y Dalia. Ellas te dirán lo que debes hacer cuando tengas clientes. Por ahora que te preparen- su actitud era indiferente, el tono de negocios hacía que me dieran ganas de reírme. ¿Qué se creía? En mi cabeza no cabía que hubiese cambiado tanto en un par de minutos. Sus ropas eran diferentes, ¿tal vez éste se creía que los trapos hacían al humano? Asentí de todas formas. -Me informaron que te llamas Felicia. Ese no es un buen nombre. Serás Fefe y los niños no deben ser vistos. Si algo pasa, me encargaré de desaparecerlos- sus palabras fueron cronometradas. Estábamos frente a una puerta de la que salían cuatro testigos. Cuatro mujeres que a juzgar por sus pelucas, eran mis nuevas compañeras. Parecían tener algún tipo de discusión. Me costó mucho dejar de ver en rojo y centrarme en la comunicación hablada. Darle una oportunidad más de vivir al hombre que había pensado en amenazar a mis cachorros. En su próxima vida tal vez llegara a tocarles un pelo, porque en esta debería de pasar primero por sobre mis garras…
-Fefe- la voz me devolvió a la realidad. Emel y Joner jugaban con la que luego me enteré se llamaba Mimi, la más joven. Dalia era quien me hablaba, una rubia alta y de hombros anchos. -Tenemos que prepararte. ¿Sabes qué hacer?-
-Claro que sabe qué hacer. ¿Es que no ves las dos pruebas que trae?- intervino graciosamente Flor.
-O tal vez no lo sabe, y por eso tiene las pruebas. Da-ah-- Agregó Ámbar, una pelirroja llena de pecas que se ubicaba en un rincón sombrío.
Creo que me las voy a arreglar… pero un poco de ayuda no me vendría nada mal agregué, intentando ganarme lentamente su confianza. Las dos horas que separaban la tarde del comienzo de las horas laborales pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Los pequeños habían disfrutado viendo a su madre cansarse cambiándose de atuendos y pelucas. Habían olfateado más perfumes que yo en toda mi vida y habían caído rendidos en un rincón dentro de un ropero viejo. El lugar probablemente más seguro en ese pequeño mundo. La hora había llegado.
Francamente esperaba que nuestro escolta oliera menos a tabaco, alcohol y putrefacción con mugre –si eso era posible- después de haber hablado con Finnick, por algún motivo había imaginado ese estado de lo turbio como un pequeño castillo, con los mismos contenidos que los demás, pero un poco mejor. Como siempre, mis pensamientos habían ido por mal camino. Todo era igual, pisos de madera que cedían ante nuestros pasos, paredes roídas que habían visto los humores de cuanto transeúnte se movía por allí, y con humores, me refería a todo tipo de fluidos. Estaba en una permanente lucha para no arrugar la nariz y comenzar a hacer comentarios fastidiosos. Los pequeños, sentados sobre mis brazos, bien erguidos, lo observaban todo con ojos inteligentes. Tropecé un par de veces con las alfombras viejas de lana, y cada vez que daba un traspié levantaba un hilo de polvo frío, con humedad… humedad con variantes. No fue hasta que terminamos nuestro recorrido frente a una única puerta con el distintivo “Privado” que las piezas se juntaron. Aquello era como un laberinto. Era necesario en el negocio, pero nunca había olfateado algo así. Tenía una mezcla entre curiosidad y desgana. Aquello nos iba a tomar tiempo.
Traspasamos el umbral que separaba el negocio de la oficina. El ambiente estaba considerablemente más cálido, eso me hubiese hecho sentir más a gusto, incluso podía comparar la habitación en la que nos encontrábamos con las de mi siempiterno amor platónico: Igor. La pequeña diferencia, es que frente a nosotros se encontraban tres vampiros. Era la primera vez que los mellizos se enfrentaban a alguien de esa raza, su reacción no me defraudó, pero dada la ocasión no pude hacerles ver mi orgullo. El pequeño Joner arrugó su nariz y miró directamente los ojos fríos del que estaba frente a nosotros, tras el escritorio. Emel produjo un sonido similar al de la primera vez que se había encontrado con una serpiente. Me reí, atrayendo hacia mí la atención del líder. Aparentemente el ojo del Huracán estaba en otra dirección, más cercana a la pareja de blancos desconocidos. Él lo supo instintivamente y yo no lo oculté Los cachorros están aprendiendo a mostrar los dientes ¿verdad que son lindos?
-No eres una simple trabajadora. Y ella… tampoco una clienta normal de las altas esferas. ¿Qué las trae por aquí? Su voz era profunda, con las marcas del tiempo. Podía ver en el fondo de sus ojos cierto nerviosismo, sobre todo en su ir y venir viendo a mi compañera. Realmente era conocida. Un cierto tinte de envidia me atravesó por un momento, luego me di cuenta de que mi trabajo requería anonimato y se me pasó. Estaba feliz de que nadie supiera nada de mí, podría ser mi carta de triunfo.
Ah… esto y aquello. Tuve que decirle a su buen… trabajador que quería formar parte de sus filas en las habitaciones. Usted sabe Le guiñé un ojo y descaradamente moví a Joner para dejar ver piel Pero en realidad ha sido Finnick quién nos ha contratado para que investiguemos las desapariciones. Supongo que no habrá problemas mientras pasemos desapercibidas. Los vampiros eran una cosa turbia, algo que probablemente no debiera de haber existido. Como los licántropos tal vez, pero ellos estaban obligados a ser asesinos si querían mantener su existencia. Muchas veces me daban lástima, claro… hasta que querían usar sus artes contra mí. Los brujos eran dentro de todo predecibles: una descarga eléctrica, algunas ilusiones, intentos de ahogarte, quemarte, aplastarte… pero los vampiros… los vampiros eran cosa seria. Sus artes eran tan oscuras como su alma. Si es que poseían una en la forma que todos conocemos. Tragué saliva, el instinto de protección me jugaba sucio si quería ir por la paz. Aunque podía esconder el temblor de mis músculos preparándose para una transformación, no podía disimular la producción de baba. Sus ojos me atraían.
-Así que conocieron a Finnick. Solamente él podría haber contratado a este… grupo su tono no encajaba con su expresión. Le molestaba que estuviésemos allí. No le gustaba la idea de un licántropo en su habitación-oficina, bueno… eso era predecible, pero ella: Huracán ¿qué tipo de fuerza sería para llamar la atención de un vampiro y ponerle tan nervioso? Jugué con la lastimadura que me había hecho minutos atrás, volviendo a sentir aquél sabor amargo. La negociación no nos tomó mucho tiempo, teníamos dos días y dos noches para encontrar al o los culpables. Las fachadas que dimos serían bajo las que todos nos conocerían. Felicia, una pobre mujer en desgracia de la región Este y “la dama” –que no estaba vestida como una exactamente- tal vez por esa razón, o porque el vampiro quiso aprovecharse de la falta de atención de mi compañera, le hizo esa broma tan pesada. “Son tus manos” pensé con una ceja en alto mientras veía el pequeño intercambio entre los presentes. Por primera vez pude observar bien al otro par de vampiros. Por alguna razón, éstos se veían más salvajes, no como los que había entablado cierta amistad en mi pasado: Paul, Bio… Daracan, sino con sus pieles pétreas y su mirada llena de sangre. No me temblaría el pulso si tuviese que rajar sus pechos con mis colmillos como si fuesen muñecos de trapo; aunque estaba segura de que no me lo harían fácil. ¿Por qué tenía esos pensamientos? Porque había algo que no me cuajaba, pero aún no sabía qué era.
Ah Huracán, querida, las ropas. Los vampiros se refieren a los accesorios. Serás una cliente… fingirás ser una cliente. Supongo que no quieres que te reconozcan ¿o si?. Habíamos llegado lo suficientemente lejos como para que ella complicase las cosas, pero yo siempre estaba dispuesta a una buena escaramuza. La puerta se abrió para dejar pasar al “mozo” que nos había acompañado hasta el lugar. No sabía cuándo le habían llamado o si había permanecido cerca todo el tiempo, pero aguardaba para “escoltarme” hasta un cuarto de servicio.
-Compartirás cuarto con Mimi, Flor, Ámbar y Dalia. Ellas te dirán lo que debes hacer cuando tengas clientes. Por ahora que te preparen- su actitud era indiferente, el tono de negocios hacía que me dieran ganas de reírme. ¿Qué se creía? En mi cabeza no cabía que hubiese cambiado tanto en un par de minutos. Sus ropas eran diferentes, ¿tal vez éste se creía que los trapos hacían al humano? Asentí de todas formas. -Me informaron que te llamas Felicia. Ese no es un buen nombre. Serás Fefe y los niños no deben ser vistos. Si algo pasa, me encargaré de desaparecerlos- sus palabras fueron cronometradas. Estábamos frente a una puerta de la que salían cuatro testigos. Cuatro mujeres que a juzgar por sus pelucas, eran mis nuevas compañeras. Parecían tener algún tipo de discusión. Me costó mucho dejar de ver en rojo y centrarme en la comunicación hablada. Darle una oportunidad más de vivir al hombre que había pensado en amenazar a mis cachorros. En su próxima vida tal vez llegara a tocarles un pelo, porque en esta debería de pasar primero por sobre mis garras…
-Fefe- la voz me devolvió a la realidad. Emel y Joner jugaban con la que luego me enteré se llamaba Mimi, la más joven. Dalia era quien me hablaba, una rubia alta y de hombros anchos. -Tenemos que prepararte. ¿Sabes qué hacer?-
-Claro que sabe qué hacer. ¿Es que no ves las dos pruebas que trae?- intervino graciosamente Flor.
-O tal vez no lo sabe, y por eso tiene las pruebas. Da-ah-- Agregó Ámbar, una pelirroja llena de pecas que se ubicaba en un rincón sombrío.
Creo que me las voy a arreglar… pero un poco de ayuda no me vendría nada mal agregué, intentando ganarme lentamente su confianza. Las dos horas que separaban la tarde del comienzo de las horas laborales pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Los pequeños habían disfrutado viendo a su madre cansarse cambiándose de atuendos y pelucas. Habían olfateado más perfumes que yo en toda mi vida y habían caído rendidos en un rincón dentro de un ropero viejo. El lugar probablemente más seguro en ese pequeño mundo. La hora había llegado.
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Re: Una mirada hacia el futuro [trabajo] [Huracan][Wood][+18]
La voz de Felicia dirigiéndose a mí volvió a traerme al mundo cuando todavía seguía buscando la manera de recuperar el rubí. Habló para explicarme que debía fingir ser una cliente. Alcé las cejas con poca convicción pero acataría su plan… por ahora. Al menos hasta que consiguiese la piedra preciosa que con tanta gana había ido a buscar. Lo cierto es que los problemas de las desapariciones y los secuestros no me importaban. No le respondí, ni siquiera la miré.
El desaliñado hombre que cometió el error de casi tocar a sus hijos se llevó a mi compañera a algún lugar, no me importaba, pero yo no quería abandonar esa estancia, no sin el rubí. Y aquel misterioso vampiro que parecía ser el segundo de Finnick, tampoco quería que me fuera. Sí que lo hicieron los dos vampiros semidesnudos que permanecían en la alcoba. Dejándome a solas con el chupasangres. El asqueroso chupasangres que se arrimó desde mi espalda y exhaló aire sobre mi pelo suelto.
-¿Y si esperamos un poco más? Ya tendréis tiempo de ir a investigar, milady. – preguntó. Era repugnante. Trató de quitarme la ropa, pero no se lo permití, rápidamente aparté su mano de mi chaqueta. No pensaba desvestirme. Llevaba todo mi armamento en cinturón y chaqueta, y aguardaba el momento perfecto clavarle un virote en el riñón. – ¿Preferís vestida? No hay problema. – sonrió.
Me dio la vuelta y me empujó contra la cama. Reboté un par de veces y caí de lado. Observando el rubí de mi familia. El ancestral objeto de la familia Boisson. Que tanto había perseguido mi madre. Lo tenía ahí, al alcance de mi mano y no pude quitarle la vista de encima. Tenía miedo que desapareciese de mi vista, nuevamente y… - ¡Ah! – exclamé con dolor.
Cuando me di cuenta tenía al vampiro saltando encima de mí. En mi estómago. Le dejé que se desahogara a su manera entre besos y caricias en el cuello. Pude aprovechar su distracción para estirar el brazo y con mi telequinesis atraer el rubí hacia mí. Justo cuando atrapé este en mi puño colocó su mano sobre mi muñeca y la apretó fuertemente.
-¿Crees que no me di cuenta de que llevas ansiando el rubí desde que entraste por la puerta? - me dijo, tomándome por ambas manos con una fuerza que, por desgracia, era superior a la mía. ¡Qué incordio! ¿Me iba a violar allí mismo? Reí confiada. Mientras me inmovilizaba fuertemente ambas muñecas, me bajó el pantalón hasta la rodilla. ¿Dejar en bragas a una chica? Qué poco caballero. - Nunca creí que podría follarme a la mismísima nieta de la Dama Mortagglia. ¡A Lady Anastasia Boisson, la aniquiladora de vampiros! ¡Finnick sabía que vendrías! Tú y la otra furcia estáis compinchadas. Pero no te preocupes, primero te follaré, y luego te mataré. A ti y a tu compañera.– Volví a suspirar confiada. Aquello no me sorprendía. Ahora entendí por qué Finnick me había reconocido en el callejón y por qué también me dio la impresión de que éste chupasangres también. De saberlo el resto de gentes del local, Felicia podría estar en peligro. Lo que quedaba de su mensaje no me sorprendió, me había ganado una más que merecida reputación entre los chupasangres tras acabar con la Hermandad. Aquel al menos había visto cómo era yo "por dentro". Otros no tenían tanta suerte.
-Eres un triunfador. – le felicité, me tenía cogida por las muñecas pero, ¿creía que eso le bastaría? – Disfruta del polvo. – estaba confiada. Aquello pareció animar al hombre que rápidamente se dispuso a bajarse el pantalón, teniendo que elevarse un poco de encima de mi cuerpo para quitárselo. Entonces aproveché para pegarle un poco genuino rodillazo en sus partes nobles.
El vampiro gritó y destensó sus manos, momento que aproveché para liberarme y hacer descender una de mis manos hasta el cinturón. En un audaz movimiento tomé una de mis ballestas pequeñas y, en un mero instante disparé en sus pálidas partes nobles. Haciéndolo rodar al suelo de dolor. Me erguí con velocidad.
-Has perdido fuelle, campeón. ¿Con "eso" pretendías conquistarme?– dije mirando lo que quedaba de su pequeño soldadito. Sangraba a borbotones y se retorcía de dolor en plenos chillidos. Me subí el pantalón y abroché el botón. Cuando terminé, tomé mi ballesta pesada. – Los que intentan lo mismo que tú terminan llegando a la conclusión de que soy una… – le dejé en ascuas y me mordí el labio. – … Viuda negra. - y, en un rápido tiro en la cabeza terminé con su vida.
Ahora tenía el rubí en mi poder, lo miré un poco por encima y lo guardé en mi bolso. Finnick nos había vendido y mi compañera podía estar en peligro. No parecía una inútil pero tampoco demasiado inteligente como para darse cuenta del engaño, o eso creía. Nada más abrir la puerta y salir al pasillo fue cuando vi a una mujer alta y rubia pasar a mi lado. Dalia, descubriría que se llamaba más adelante.
-¡Mucho tiempo habéis empleado con el jefe! – exclamó con una sonrisa picante.
-Sólo fueron cinco segundos. – le dije seria, siguiéndole el juego, pero con segundas. Su estúpida cabeza no le daría para comprender que ese era el tiempo que me había llevado matarlo. - No entres. Está durmiendo. – sonreí interponiéndome en la puerta. ¿Sabrían las prostitutas del engaño de Finnick? De aquello no podía estar segura. - ¿Dónde está Felicia? - pregunté imponente.
-¿Felicia? ¡Oh! Fefe... - la prostituta dio un prolongado suspiro. - Por aquí. - me indicó, ¿habría averiguado algo por su cuenta mi aparente poco avispada compañera? ¿Dónde demonios se encontraría? En cualquier caso, allí todos podían ser enemigos
*Subrayo la complicación: Eres traicionado por el dueño del local, quien no quiere que luego se sepa que te contrató y la mejor manera de hacerlo es que no vuelvas a hablar… jamás.
El desaliñado hombre que cometió el error de casi tocar a sus hijos se llevó a mi compañera a algún lugar, no me importaba, pero yo no quería abandonar esa estancia, no sin el rubí. Y aquel misterioso vampiro que parecía ser el segundo de Finnick, tampoco quería que me fuera. Sí que lo hicieron los dos vampiros semidesnudos que permanecían en la alcoba. Dejándome a solas con el chupasangres. El asqueroso chupasangres que se arrimó desde mi espalda y exhaló aire sobre mi pelo suelto.
-¿Y si esperamos un poco más? Ya tendréis tiempo de ir a investigar, milady. – preguntó. Era repugnante. Trató de quitarme la ropa, pero no se lo permití, rápidamente aparté su mano de mi chaqueta. No pensaba desvestirme. Llevaba todo mi armamento en cinturón y chaqueta, y aguardaba el momento perfecto clavarle un virote en el riñón. – ¿Preferís vestida? No hay problema. – sonrió.
Me dio la vuelta y me empujó contra la cama. Reboté un par de veces y caí de lado. Observando el rubí de mi familia. El ancestral objeto de la familia Boisson. Que tanto había perseguido mi madre. Lo tenía ahí, al alcance de mi mano y no pude quitarle la vista de encima. Tenía miedo que desapareciese de mi vista, nuevamente y… - ¡Ah! – exclamé con dolor.
Cuando me di cuenta tenía al vampiro saltando encima de mí. En mi estómago. Le dejé que se desahogara a su manera entre besos y caricias en el cuello. Pude aprovechar su distracción para estirar el brazo y con mi telequinesis atraer el rubí hacia mí. Justo cuando atrapé este en mi puño colocó su mano sobre mi muñeca y la apretó fuertemente.
-¿Crees que no me di cuenta de que llevas ansiando el rubí desde que entraste por la puerta? - me dijo, tomándome por ambas manos con una fuerza que, por desgracia, era superior a la mía. ¡Qué incordio! ¿Me iba a violar allí mismo? Reí confiada. Mientras me inmovilizaba fuertemente ambas muñecas, me bajó el pantalón hasta la rodilla. ¿Dejar en bragas a una chica? Qué poco caballero. - Nunca creí que podría follarme a la mismísima nieta de la Dama Mortagglia. ¡A Lady Anastasia Boisson, la aniquiladora de vampiros! ¡Finnick sabía que vendrías! Tú y la otra furcia estáis compinchadas. Pero no te preocupes, primero te follaré, y luego te mataré. A ti y a tu compañera.– Volví a suspirar confiada. Aquello no me sorprendía. Ahora entendí por qué Finnick me había reconocido en el callejón y por qué también me dio la impresión de que éste chupasangres también. De saberlo el resto de gentes del local, Felicia podría estar en peligro. Lo que quedaba de su mensaje no me sorprendió, me había ganado una más que merecida reputación entre los chupasangres tras acabar con la Hermandad. Aquel al menos había visto cómo era yo "por dentro". Otros no tenían tanta suerte.
-Eres un triunfador. – le felicité, me tenía cogida por las muñecas pero, ¿creía que eso le bastaría? – Disfruta del polvo. – estaba confiada. Aquello pareció animar al hombre que rápidamente se dispuso a bajarse el pantalón, teniendo que elevarse un poco de encima de mi cuerpo para quitárselo. Entonces aproveché para pegarle un poco genuino rodillazo en sus partes nobles.
El vampiro gritó y destensó sus manos, momento que aproveché para liberarme y hacer descender una de mis manos hasta el cinturón. En un audaz movimiento tomé una de mis ballestas pequeñas y, en un mero instante disparé en sus pálidas partes nobles. Haciéndolo rodar al suelo de dolor. Me erguí con velocidad.
-Has perdido fuelle, campeón. ¿Con "eso" pretendías conquistarme?– dije mirando lo que quedaba de su pequeño soldadito. Sangraba a borbotones y se retorcía de dolor en plenos chillidos. Me subí el pantalón y abroché el botón. Cuando terminé, tomé mi ballesta pesada. – Los que intentan lo mismo que tú terminan llegando a la conclusión de que soy una… – le dejé en ascuas y me mordí el labio. – … Viuda negra. - y, en un rápido tiro en la cabeza terminé con su vida.
Ahora tenía el rubí en mi poder, lo miré un poco por encima y lo guardé en mi bolso. Finnick nos había vendido y mi compañera podía estar en peligro. No parecía una inútil pero tampoco demasiado inteligente como para darse cuenta del engaño, o eso creía. Nada más abrir la puerta y salir al pasillo fue cuando vi a una mujer alta y rubia pasar a mi lado. Dalia, descubriría que se llamaba más adelante.
-¡Mucho tiempo habéis empleado con el jefe! – exclamó con una sonrisa picante.
-Sólo fueron cinco segundos. – le dije seria, siguiéndole el juego, pero con segundas. Su estúpida cabeza no le daría para comprender que ese era el tiempo que me había llevado matarlo. - No entres. Está durmiendo. – sonreí interponiéndome en la puerta. ¿Sabrían las prostitutas del engaño de Finnick? De aquello no podía estar segura. - ¿Dónde está Felicia? - pregunté imponente.
-¿Felicia? ¡Oh! Fefe... - la prostituta dio un prolongado suspiro. - Por aquí. - me indicó, ¿habría averiguado algo por su cuenta mi aparente poco avispada compañera? ¿Dónde demonios se encontraría? En cualquier caso, allí todos podían ser enemigos
*Subrayo la complicación: Eres traicionado por el dueño del local, quien no quiere que luego se sepa que te contrató y la mejor manera de hacerlo es que no vuelvas a hablar… jamás.
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Re: Una mirada hacia el futuro [trabajo] [Huracan][Wood][+18]
El primer piso… allí me encontraba, con más plumas que tela sobre mi piel. Las chicas se las ingeniaron para cubrir mis cicatrices con lo poco que había de vestuario y el resto con polvos poco menos que mágicos. Yo era toda una neófita con eso del maquillaje, las pelucas y aquello de portar tan pocas ropas. O no llevaba nada, o llevaba todo, pero eso de estar entre medio… me sentía como un pez con patas. Sin embargo, las dotes de la seducción se me daban bastante bien. El caminar moviendo las caderas de un lado al otro, no demasiado obvio, pero tampoco tan sutilmente que los novatos sean incapaces de percibirlo. Los más jóvenes eran la carne más tierna y sabrosa, aunque los que tenían experiencia no podían ser ignorados. Tantos ojos sobre mi piel que brillaba con aceites y adornos…
-Eres el centro de atención- murmuró Mimi, poniéndose en puntitas de pie para acercarse a mi oreja. Cubrió su boca con el abanico que no dejaba de agitar como la cola de un gato enojado. Parecía nerviosa y se lo atribuí a su juventud y tal vez temor por su clientela.
Solo soy carne fresca. Cuando vean lo que oculta esto… probablemente pierdan el interés había señalado todo mi cuerpo y terminé la oración con una risa sin mucha gracia. En realidad en ese día había tenido muchos chistes internos: cuando realmente vieran la bestia peluda que se ocultaba tras la blanca y cálida piel, probablemente más de uno moriría de un ataque al corazón. Los licántropos en las tierras del Norte eran más la excepción que la regla. De todas formas, la pequeña pareció tranquilizarse, agitó su herramienta un par de veces más mientras nos dirigíamos a la barra, siempre entre sonrisas.
-Ese hombre de allí parece que tiene bastante interés en ti-
Hmmm… puede ser, igualmente creo que el que está al lado está mirado demasiado para aquí
-Cierto, pero ese perro ya tiene dueño. Si me disculpas-
Y con aquello, ella se dirigió al par de hombres que recién habían llegado. Les sonrió coqueta y tomó a su preferido del brazo. Probablemente era frecuente de ella, porque sólo bastaron un par de miradas. El que quedaba comenzó a moverse en mi dirección, parando aquí y allá. Apestaba a vampiro. Por un segundo me pregunté si Mimi sabía que a diario trataba con esas bestias y si era consciente que me había despachado uno en mi primera noche. Una voz conocida interrumpió mis cavilaciones.
-Yo me iría ahora, ese no es bueno- Creí que Flor me estaba haciendo una broma, por lo que sonreí, pero ella no me devolvió el gesto. -Te lo advertí- susurró, tomando un par de vasos del mostrador para luego retirarse rápidamente. ¿Me estaba tratando de proteger?...
El vampiro era casi bello. No parecía demasiado avispado. Ojee un par de veces los alrededores, quería investigar más por otras vías, pero Clyde estaba observándolo todo desde una esquina del salón. Raro… otra vez había cambiado de ropa. Un sucio como él… ¿por qué lo habría hecho?. Tuve que seguir al cliente hasta la habitación. No conversaba mucho y parecía nervioso. ¿La primera vez de un vampiro? Hmmm… Daba igual, terminaría rápido con él y buscaría otras pruebas. -Cardenal cardenal- musitaba como en una canción mientras él dirigía por el pasillo, volvió a repetir esas palabras al entrar al cuarto, donde por algún motivo vi al pájaro al que estaba haciendo referencia. “Tan rojo como la sangre” pensé, poniéndome alerta súbitamente. Esas no eran imaginaciones mías, nunca había visto un cardenal, o como fuese que se llamara. Era el vampiro que me lo estaba mostrando. ¿Queriendo? ¿Habría establecido que muchos me llamaban Woodpecker?
Se abrió la camisa de un tirón, arrancando más de un botón en su camino y bajó sus pantalones rápidamente. Estaba listo para la acción, no era especialmente la mejor dote… pero por algún motivo no me causó la repulsión que esperaba. Su “cardenal” cada vez se me hacía más dulce, como el sabor de la sangre de un buen guerrero. Me sentía mansa mientras él avanzaba a mí y me desnudaba –más bien me arrancaba la ropa- Sabía que estaba mal, que había algo que no era correcto, pero estaba perdiéndolo todo, lo único importante en ese momento, era el creciente calor entre mis piernas y la humedad que se volvía lenta e inexorablemente palpable. -Cardenal- canturreó en mi oído cuando entre violenta y apresuradamente me tiraba sobre la cama y se tendía sobre mis piernas entreabiertas. Quería ser capaz de reaccionar, de detenerle, de desmayarle o preguntarle por alguna pista, pero sentía que mi voluntad se había doblegado. -Carde…- nal? terminé de decir la palabra, apoyándome en mis codos para comprobar que realmente había terminado. “…¿En serio?” pensé entre enojada y aliviada, su semilla regaba mis rodillas y bajaba por mis piernas. Aquello era asqueroso.
-Jejeje cardenal- sus palabras entrecortadas, pero ahora vi a un hombre, con su cabeza despellejada. Aspiré todo el aire que pude en mis pulmones. La ilusión se había roto, su voz se había vuelto la de un monstruo. Era un asesino, estaba excitado por lo que le haría a mi cuerpo y no conmigo. Tenía ganas de vomitar, había caído redonda en su trampa. Ahora varias de las piezas encajaban. Era un vampiro con poco de converso, por eso sus ilusiones se filtraban, como sabía eso, las disimuló con un pajarillo. El efecto de su voz… todo tenía sentido. En un rápido movimiento me apretó contra el colchón y quiso clavarme sus colmillos. Estaba claro que iría por mi cuello, era joven y predecible. Apenas si tuve tiempo para controlar mi metamorfosis, concentrándola en mis brazos. Le tomé del pescuezo, con mi diestra, apretándole como para ahorcarlo. El maldito era duro, me clavó sus uñas en la carne, muy cerca de mis clavículas y se quejaba como un cerdo. Con chillidos tan agudos que pondría en alerta a media casa.
Con la mano libre, le di un zarpazo en el pecho, lo bastante profundo como para arrancarle un alarido claro de dolor. Su sangre todo lo impregnaba con ese olor nauseabundo. El vampiro convertido en bestia, se liberó de mi agarre y atinó a escapar, yo no estaba dispuesta a permitírselo tan fácilmente, pero tenía un segundo de desventaja. Retribuí mi cuchillo que permanecía escondido entre los pedazos de ropa y le seguí. Con el impulso casi me doy contra su cuerpo pétreo que había fallado en abrir la puerta. Un segundo, tiempo suficiente para clavarle la daga en el hígado. Con la precisión de un médico, sólo necesité palpar una vez para ensartar el arma en el lugar indicado. El enemigo dio un grito ahogado y sus rodillas se aflojaron. Devolví mis brazos a su forma humana y me hice a un lado para que cayera al suelo, donde me le senté encima y le apuñalé repetidas veces el corazón. La sangre me cubría por completo, estaba caliente, vaporoso el ambiente. Respiraba profundamente, sentía que mi corazón no dejaba de correr. Necesitaba ir por mis cachorros y ver que estuvieran bien.
Cuando me daba la vuelta sobre el inerte, la puerta se abrió, dejando ver la figura de Ámbar, la belleza de crespos cabellos. -Ay ¡no! Nononon- se tomaba la cabeza y negaba enérgicamente con los ojos desorbitados. - Esto no me está pasando a mí. ¡Clayton! Hay que llamar a Clayton. ¿Qué haré ahora? No lo puedo creer…-
-Eres el centro de atención- murmuró Mimi, poniéndose en puntitas de pie para acercarse a mi oreja. Cubrió su boca con el abanico que no dejaba de agitar como la cola de un gato enojado. Parecía nerviosa y se lo atribuí a su juventud y tal vez temor por su clientela.
Solo soy carne fresca. Cuando vean lo que oculta esto… probablemente pierdan el interés había señalado todo mi cuerpo y terminé la oración con una risa sin mucha gracia. En realidad en ese día había tenido muchos chistes internos: cuando realmente vieran la bestia peluda que se ocultaba tras la blanca y cálida piel, probablemente más de uno moriría de un ataque al corazón. Los licántropos en las tierras del Norte eran más la excepción que la regla. De todas formas, la pequeña pareció tranquilizarse, agitó su herramienta un par de veces más mientras nos dirigíamos a la barra, siempre entre sonrisas.
-Ese hombre de allí parece que tiene bastante interés en ti-
Hmmm… puede ser, igualmente creo que el que está al lado está mirado demasiado para aquí
-Cierto, pero ese perro ya tiene dueño. Si me disculpas-
Y con aquello, ella se dirigió al par de hombres que recién habían llegado. Les sonrió coqueta y tomó a su preferido del brazo. Probablemente era frecuente de ella, porque sólo bastaron un par de miradas. El que quedaba comenzó a moverse en mi dirección, parando aquí y allá. Apestaba a vampiro. Por un segundo me pregunté si Mimi sabía que a diario trataba con esas bestias y si era consciente que me había despachado uno en mi primera noche. Una voz conocida interrumpió mis cavilaciones.
-Yo me iría ahora, ese no es bueno- Creí que Flor me estaba haciendo una broma, por lo que sonreí, pero ella no me devolvió el gesto. -Te lo advertí- susurró, tomando un par de vasos del mostrador para luego retirarse rápidamente. ¿Me estaba tratando de proteger?...
El vampiro era casi bello. No parecía demasiado avispado. Ojee un par de veces los alrededores, quería investigar más por otras vías, pero Clyde estaba observándolo todo desde una esquina del salón. Raro… otra vez había cambiado de ropa. Un sucio como él… ¿por qué lo habría hecho?. Tuve que seguir al cliente hasta la habitación. No conversaba mucho y parecía nervioso. ¿La primera vez de un vampiro? Hmmm… Daba igual, terminaría rápido con él y buscaría otras pruebas. -Cardenal cardenal- musitaba como en una canción mientras él dirigía por el pasillo, volvió a repetir esas palabras al entrar al cuarto, donde por algún motivo vi al pájaro al que estaba haciendo referencia. “Tan rojo como la sangre” pensé, poniéndome alerta súbitamente. Esas no eran imaginaciones mías, nunca había visto un cardenal, o como fuese que se llamara. Era el vampiro que me lo estaba mostrando. ¿Queriendo? ¿Habría establecido que muchos me llamaban Woodpecker?
Se abrió la camisa de un tirón, arrancando más de un botón en su camino y bajó sus pantalones rápidamente. Estaba listo para la acción, no era especialmente la mejor dote… pero por algún motivo no me causó la repulsión que esperaba. Su “cardenal” cada vez se me hacía más dulce, como el sabor de la sangre de un buen guerrero. Me sentía mansa mientras él avanzaba a mí y me desnudaba –más bien me arrancaba la ropa- Sabía que estaba mal, que había algo que no era correcto, pero estaba perdiéndolo todo, lo único importante en ese momento, era el creciente calor entre mis piernas y la humedad que se volvía lenta e inexorablemente palpable. -Cardenal- canturreó en mi oído cuando entre violenta y apresuradamente me tiraba sobre la cama y se tendía sobre mis piernas entreabiertas. Quería ser capaz de reaccionar, de detenerle, de desmayarle o preguntarle por alguna pista, pero sentía que mi voluntad se había doblegado. -Carde…- nal? terminé de decir la palabra, apoyándome en mis codos para comprobar que realmente había terminado. “…¿En serio?” pensé entre enojada y aliviada, su semilla regaba mis rodillas y bajaba por mis piernas. Aquello era asqueroso.
-Jejeje cardenal- sus palabras entrecortadas, pero ahora vi a un hombre, con su cabeza despellejada. Aspiré todo el aire que pude en mis pulmones. La ilusión se había roto, su voz se había vuelto la de un monstruo. Era un asesino, estaba excitado por lo que le haría a mi cuerpo y no conmigo. Tenía ganas de vomitar, había caído redonda en su trampa. Ahora varias de las piezas encajaban. Era un vampiro con poco de converso, por eso sus ilusiones se filtraban, como sabía eso, las disimuló con un pajarillo. El efecto de su voz… todo tenía sentido. En un rápido movimiento me apretó contra el colchón y quiso clavarme sus colmillos. Estaba claro que iría por mi cuello, era joven y predecible. Apenas si tuve tiempo para controlar mi metamorfosis, concentrándola en mis brazos. Le tomé del pescuezo, con mi diestra, apretándole como para ahorcarlo. El maldito era duro, me clavó sus uñas en la carne, muy cerca de mis clavículas y se quejaba como un cerdo. Con chillidos tan agudos que pondría en alerta a media casa.
Con la mano libre, le di un zarpazo en el pecho, lo bastante profundo como para arrancarle un alarido claro de dolor. Su sangre todo lo impregnaba con ese olor nauseabundo. El vampiro convertido en bestia, se liberó de mi agarre y atinó a escapar, yo no estaba dispuesta a permitírselo tan fácilmente, pero tenía un segundo de desventaja. Retribuí mi cuchillo que permanecía escondido entre los pedazos de ropa y le seguí. Con el impulso casi me doy contra su cuerpo pétreo que había fallado en abrir la puerta. Un segundo, tiempo suficiente para clavarle la daga en el hígado. Con la precisión de un médico, sólo necesité palpar una vez para ensartar el arma en el lugar indicado. El enemigo dio un grito ahogado y sus rodillas se aflojaron. Devolví mis brazos a su forma humana y me hice a un lado para que cayera al suelo, donde me le senté encima y le apuñalé repetidas veces el corazón. La sangre me cubría por completo, estaba caliente, vaporoso el ambiente. Respiraba profundamente, sentía que mi corazón no dejaba de correr. Necesitaba ir por mis cachorros y ver que estuvieran bien.
Cuando me daba la vuelta sobre el inerte, la puerta se abrió, dejando ver la figura de Ámbar, la belleza de crespos cabellos. -Ay ¡no! Nononon- se tomaba la cabeza y negaba enérgicamente con los ojos desorbitados. - Esto no me está pasando a mí. ¡Clayton! Hay que llamar a Clayton. ¿Qué haré ahora? No lo puedo creer…-
Woodpecker
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Re: Una mirada hacia el futuro [trabajo] [Huracan][Wood][+18]
La prostituta me guió por los estrechos y enrevesados pasillos del burdel. Era un lugar amplio y bastante laberíntico. Tenía que encontrar a la pelopincho antes de que un vampiro se diese el homenaje con ella. No es que su vida me importase mucho, pero no la había advertido de los peligros que sabía que había en el interior de aquel lugar y ni siquiera las inútiles como doña Felicia merecían morir a manos de un chupasangres.
Escuchaba gritos en una de las habitaciones, pero estaba tan lejanas que sólo escuchaba algunas palabras como "¡Ay!" "¡No!" "¡Clayton!" Aquello no me gustaba un pelo. Pero la gente ni siquiera se molestaba en saber si eran fruto del placer simplemente o de un asesinato. Cuando vi que Dalia se dirigía al lugar del que procedían las voces, temí lo peor. Ya me estaba llevando la diestra al cinturón. Tomando una de mis ballestas de mano.
-Está aq… - no la dejé terminar. Aquello era todo cuanto necesitaba saber de la misma. – Entro yo. – Ordené a Dalia de mala manera, apartándola de un fuerte empujón casi estampándola contra la pared. Accedí a la habitación como un torbellino.
Lo primero que vi fue sangre. A Felicia apuñalando a alguien y a la mujer de la puerta gritando histérica por el tal Clayton. No me había visto llegar, pobre infeliz. – Sigue gritando y esparciré tus sesos por toda la habitación. – le respondí con mi más fría, suave e inexpresiva voz. Mi costumbre de no entonar las sílabas solía aterrar a la gente. Y máxime como cuando a aquella prostituta le clavaba además parte de la punta del virote en el cogote. Esto hizo que se escandalizara aún más. Rápidamente se tiró al suelo suplicando por su triste existencia.
-¡Soy inocente! ¡Soy inocente! – suplicaba Ambar desde el suelo. – No me dispare, por favor.
-Eso lo decidiré yo. – contesté sin dejar de apuntarla. Y con mi mano libre tomé la segunda de las ballestas y apunté a la prostituta que me había guiado al pasillo, mirándola. – Tú. Entra. Ahora. – ordené, haciéndole un acompasado gesto con la ballesta para invitarla a obedecerme. Y cuando lo hizo ordené a ambas que se pusieran contra la ventana de la habitación. Cerré entonces la puerta con delicadeza.
Felicia estaba prácticamente desnuda, con los ropajes hechos trizas, ensangrentada y con un vampiro, otro vampiro, muerto. Mi vista se perdió por sus curvas durante unos instantes. No sabía si era el olor a fresa afrodisíaca que emanaba en la estancia o la salvaje escena en sí, pero tenía ganas de desmelenarme allí mismo. En cualquier caso, primero había gente a la que interrogar, y aquellas fulanas no podían ser inocentes. Conocían al subjefe del burdel, que ya había liquidado yo, y por narices tenían que saber algo relacionado con las desapariciones. Más les valía.
-Felicia Greenwall. Estás bien. No apostaba un aero por ti. – nombré apagadamente sin mirar a la de cabellos cenizos, viendo como se había deshecho de la víctima. – Tu querido Finnick nos ha vendido. A su compinche, el vampiro regente del local, el de la otra estancia, ya le he atravesado los testículos con un virote. – comenté. Las prostitutas pusieron cara de asombro. - Esto no es más que un antro al que atraen inocentes. Aquí todo el mundo la chupa muy bien….- esbocé una muy muy ligera sonrisa por lo que acababa de decir, e hice una brevísima pausa forzada. – … pero la arteria carótida, claro. – me fijé en la cara de las meretrices, no quería perderme un segundo de su reacción. – Un bebedero de sangre, ¿me equivoco? – eran mis deducciones, no tenían por qué ser ciertas y tal vez hubiese algo más detrás que se me escapaba por ahora.
Ambar se aferró a la pared, como queriendo introducirse en ella y poder huir así de mi mirada psicópata. Nunca estuve excesivamente bien de la cabeza y cuando me cabreaba, era aún menos coherente. Cada vez empezaba a parecerme más a Belladonna y a la Dama, no en vano, era su descendiente directa.
-¿Sois… sois Lady Boisson? La cazadora de vampiros. Aniquiladora, asesina despiadada de Beltrexus. – Vaya imagen de mí le estaba dando aquella ramera a la señorita Greenwall. No sé por qué me ponían de tan malvada. Aunque tenía que aceptar que para los vampiros era el equivalente a lo que en su día fue Mortagglia al resto de la humanidad. El ciclo de la vida. - La que tantos...
-La misma. Un placer. – La dejé a medias haciendo un elegante gesto cortés e irónico con la cabeza. Ya estaba bien de "cumplidos", y a continuación deposité mi mirada más fría sobre Felicia. Esperaba que ella me dijera qué había descubierto o que sonsacara algo de información a las mismas. Tal vez fuesen culpables, o tal vez no.
Escuchaba gritos en una de las habitaciones, pero estaba tan lejanas que sólo escuchaba algunas palabras como "¡Ay!" "¡No!" "¡Clayton!" Aquello no me gustaba un pelo. Pero la gente ni siquiera se molestaba en saber si eran fruto del placer simplemente o de un asesinato. Cuando vi que Dalia se dirigía al lugar del que procedían las voces, temí lo peor. Ya me estaba llevando la diestra al cinturón. Tomando una de mis ballestas de mano.
-Está aq… - no la dejé terminar. Aquello era todo cuanto necesitaba saber de la misma. – Entro yo. – Ordené a Dalia de mala manera, apartándola de un fuerte empujón casi estampándola contra la pared. Accedí a la habitación como un torbellino.
Lo primero que vi fue sangre. A Felicia apuñalando a alguien y a la mujer de la puerta gritando histérica por el tal Clayton. No me había visto llegar, pobre infeliz. – Sigue gritando y esparciré tus sesos por toda la habitación. – le respondí con mi más fría, suave e inexpresiva voz. Mi costumbre de no entonar las sílabas solía aterrar a la gente. Y máxime como cuando a aquella prostituta le clavaba además parte de la punta del virote en el cogote. Esto hizo que se escandalizara aún más. Rápidamente se tiró al suelo suplicando por su triste existencia.
-¡Soy inocente! ¡Soy inocente! – suplicaba Ambar desde el suelo. – No me dispare, por favor.
-Eso lo decidiré yo. – contesté sin dejar de apuntarla. Y con mi mano libre tomé la segunda de las ballestas y apunté a la prostituta que me había guiado al pasillo, mirándola. – Tú. Entra. Ahora. – ordené, haciéndole un acompasado gesto con la ballesta para invitarla a obedecerme. Y cuando lo hizo ordené a ambas que se pusieran contra la ventana de la habitación. Cerré entonces la puerta con delicadeza.
Felicia estaba prácticamente desnuda, con los ropajes hechos trizas, ensangrentada y con un vampiro, otro vampiro, muerto. Mi vista se perdió por sus curvas durante unos instantes. No sabía si era el olor a fresa afrodisíaca que emanaba en la estancia o la salvaje escena en sí, pero tenía ganas de desmelenarme allí mismo. En cualquier caso, primero había gente a la que interrogar, y aquellas fulanas no podían ser inocentes. Conocían al subjefe del burdel, que ya había liquidado yo, y por narices tenían que saber algo relacionado con las desapariciones. Más les valía.
-Felicia Greenwall. Estás bien. No apostaba un aero por ti. – nombré apagadamente sin mirar a la de cabellos cenizos, viendo como se había deshecho de la víctima. – Tu querido Finnick nos ha vendido. A su compinche, el vampiro regente del local, el de la otra estancia, ya le he atravesado los testículos con un virote. – comenté. Las prostitutas pusieron cara de asombro. - Esto no es más que un antro al que atraen inocentes. Aquí todo el mundo la chupa muy bien….- esbocé una muy muy ligera sonrisa por lo que acababa de decir, e hice una brevísima pausa forzada. – … pero la arteria carótida, claro. – me fijé en la cara de las meretrices, no quería perderme un segundo de su reacción. – Un bebedero de sangre, ¿me equivoco? – eran mis deducciones, no tenían por qué ser ciertas y tal vez hubiese algo más detrás que se me escapaba por ahora.
Ambar se aferró a la pared, como queriendo introducirse en ella y poder huir así de mi mirada psicópata. Nunca estuve excesivamente bien de la cabeza y cuando me cabreaba, era aún menos coherente. Cada vez empezaba a parecerme más a Belladonna y a la Dama, no en vano, era su descendiente directa.
-¿Sois… sois Lady Boisson? La cazadora de vampiros. Aniquiladora, asesina despiadada de Beltrexus. – Vaya imagen de mí le estaba dando aquella ramera a la señorita Greenwall. No sé por qué me ponían de tan malvada. Aunque tenía que aceptar que para los vampiros era el equivalente a lo que en su día fue Mortagglia al resto de la humanidad. El ciclo de la vida. - La que tantos...
-La misma. Un placer. – La dejé a medias haciendo un elegante gesto cortés e irónico con la cabeza. Ya estaba bien de "cumplidos", y a continuación deposité mi mirada más fría sobre Felicia. Esperaba que ella me dijera qué había descubierto o que sonsacara algo de información a las mismas. Tal vez fuesen culpables, o tal vez no.
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Re: Una mirada hacia el futuro [trabajo] [Huracan][Wood][+18]
Ámbar no dejaba de gritar y hacer aspavientos. No tenía idea de qué hacer con ella, quería hacerla callar pero sabía que en ese momento no me veía como una dulce Felicia exactamente. Gracias a la providencia llegó Huracán, como lo que era y puso todo en su lugar en cuestión de nada. Nunca lo hubiese sospechado, pero estaba totalmente alegre de ver a esa bruja allí. Mi compañera tenía un excelente manejo de sus armas y sabía manejar muy bien la situación. Sonreí de oreja a oreja, finalmente le clavaríamos el colmillo a algo jugoso, podía sentirlo. Ah… aquellas palabras tan irónicas y tan frías como una plancha de acero. Estaba esperando algo así desde el mismo momento que traspasó la puerta armada y dispuesta a todo. Le devolví una sonrisa por el cumplido, probablemente le hubiese costado decirlas.
La información que Huracán me estaba dando no coincidía con su expresión facial. Había olfateado que era una sádica asesina, pero… era casi perturbador que lo pusiera de esa forma. No pude más que mirar apologéticamente a las chicas desde mi asiento de primera clase sobre el cadáver del vampiro. Ámbar estaba como ida, sus ojos desorbitados perdidos en la nada. Sólo quedaba Dalia, por lo que clavé mis ojos en ella. Sin embargo las palabras que escuché me hicieron levantar una ceja. Sabía que la mujer era brava… y comenzaba a ver hasta qué punto. Mi expresión se petrificó al recibir la mirada gélida de la cazavampiros. Me llevé el índice y el pulgar al mentón como para empezar a vomitar lo poco que había comenzado a deducir, pero recordé a mis niños y me puse en pie violentamente. Apunté en silencio a la puerta y la abrí sólo para ver a una Flor sorprendida con ambos en sus brazos.
-Estaba preocupada por ti y como ya pasó la hora me atreví a venir con los niños… pero mira cómo te ves. Suponía que te iría bien, pero no que fueses tan eficaz-
Se abrió paso entre mi cuerpo petrificado hasta ponerse al lado de Huracán, su mirada desdeñosa. -Ya está bien, no hace falta asustarlas, hablaré- dejó a Emel y Joner dormidos sobre la cama y le puso una mano en la espalda a Ambar.
-Está bien, Clayton ya viene en camino y me he asegurado que Clyde esté ocupado con las chicas de la otra ala. No te preocupes.-
Un momento, un momento. ¿Clyde y Clayton son dos personas? ¡Por supuesto! Eso explica la diferencia en sus actitudes ah… la iluminación. Estaba teniendo una revelación. Las chicas me ignoraron y Flor comenzó desde el principio.
- Es verdad que aquí se trafica todo, incluso sangre. Pero no solamente es un bebedero. Hay algo más y no he podido poner mi dedo sobre ello. Desde que llegó el…-
-Está muerto, como este otro- interrumpió Dalia para informarle a su amiga
-Jejeje… - parecía que la noticia la había llevado a su mundo feliz
Eh… ¿Flor? me acerqué al grupo y entrecerré los ojos. Pasa algo, pero no sabes qué es. ¿Qué mas? ¿Qué ha cambiado?
-Oh, por supuesto. Han aparecido más vampiros, vampiros que matan a los trabajadores, muchos de nosotros han decidido escapar. Es el caso de Ambar. Había planeado todo con él- señaló al vampiro converso -Solía ser un buen chico, mientras era humano, claro. Probablemente descubrieron que no solo llevaba grano hacia el Sur, sino mujeres también…-
Exhalé y miré a huracán.
A ver si entiendo. Primero, no solo hay desapariciones sino también asesinatos. Segundo, Finnick nos ha traicionado. Tercero, el cliente que acabo de matar, en realidad no era un cliente, sino un hombre que trabajaba aquí porque le lavaron el cerebro. .
Además Clayton y Clyde son dos personas diferentes. Mellizos tal vez. Y asumo que uno es bueno y el otro es malo. Busqué confirmación visual con Dalia y ella asintió.
Si las ayudo no sería como traicionar a Finnick porque en realidad él nos traicionó primero. Esperen… ¿nos traicionó o nos tendió una trampa? Ah… ¡no puede ser! Ya no tendré paga. La realización hizo que golpeara la puerta con toda mi fuerza. Miré a Huracán Esto es tu culpa afirmé abriendo un ojo grande y entrecerrando el otro. Me mordí el labio inferior y me volví hacia Flor.
Ambar se quiere ir, tú eres quien lo sabe todo y lo organiza para las chicas. ¿Qué haces tú Dalia? ¿Y Mimi? pregunté, cerrando en un par de pasos la distancia que me separaba de cada una. -Yo no tengo nada para perder- respondió una.
-Mimi quiere ser una de ellos- sentí que veía en rojo. Los temblores en mi cuerpo se hacían cada vez más fuertes.
Diré esto una sola vez respiraba por la boca, intentaba no perderlo Ambar, ve por todas las que quieran abandonar esta vida. En mi casa hay pieles y cueros de valor. Podrán venderlos y comenzar una modesta vida lejos de aquí. Crucen la llanura nevada, no se detengan en las estepa, caminen y no paren. Manténganse con vida. Esta es tu oportunidad Dalia
-¿Y perderme de lo que se viene?- preguntó sacando pecho.
Miré a Huracán y le sonreí dulcemente mientras daba varios pasos hacia atrás. Entonces llegó, había llegado el momento de dejar al lobo bípedo aparecer. Me aseguré de registrar la expresión de la bruja, no la olvidaría por mucho tiempo.
La información que Huracán me estaba dando no coincidía con su expresión facial. Había olfateado que era una sádica asesina, pero… era casi perturbador que lo pusiera de esa forma. No pude más que mirar apologéticamente a las chicas desde mi asiento de primera clase sobre el cadáver del vampiro. Ámbar estaba como ida, sus ojos desorbitados perdidos en la nada. Sólo quedaba Dalia, por lo que clavé mis ojos en ella. Sin embargo las palabras que escuché me hicieron levantar una ceja. Sabía que la mujer era brava… y comenzaba a ver hasta qué punto. Mi expresión se petrificó al recibir la mirada gélida de la cazavampiros. Me llevé el índice y el pulgar al mentón como para empezar a vomitar lo poco que había comenzado a deducir, pero recordé a mis niños y me puse en pie violentamente. Apunté en silencio a la puerta y la abrí sólo para ver a una Flor sorprendida con ambos en sus brazos.
-Estaba preocupada por ti y como ya pasó la hora me atreví a venir con los niños… pero mira cómo te ves. Suponía que te iría bien, pero no que fueses tan eficaz-
Se abrió paso entre mi cuerpo petrificado hasta ponerse al lado de Huracán, su mirada desdeñosa. -Ya está bien, no hace falta asustarlas, hablaré- dejó a Emel y Joner dormidos sobre la cama y le puso una mano en la espalda a Ambar.
-Está bien, Clayton ya viene en camino y me he asegurado que Clyde esté ocupado con las chicas de la otra ala. No te preocupes.-
Un momento, un momento. ¿Clyde y Clayton son dos personas? ¡Por supuesto! Eso explica la diferencia en sus actitudes ah… la iluminación. Estaba teniendo una revelación. Las chicas me ignoraron y Flor comenzó desde el principio.
- Es verdad que aquí se trafica todo, incluso sangre. Pero no solamente es un bebedero. Hay algo más y no he podido poner mi dedo sobre ello. Desde que llegó el…-
-Está muerto, como este otro- interrumpió Dalia para informarle a su amiga
-Jejeje… - parecía que la noticia la había llevado a su mundo feliz
Eh… ¿Flor? me acerqué al grupo y entrecerré los ojos. Pasa algo, pero no sabes qué es. ¿Qué mas? ¿Qué ha cambiado?
-Oh, por supuesto. Han aparecido más vampiros, vampiros que matan a los trabajadores, muchos de nosotros han decidido escapar. Es el caso de Ambar. Había planeado todo con él- señaló al vampiro converso -Solía ser un buen chico, mientras era humano, claro. Probablemente descubrieron que no solo llevaba grano hacia el Sur, sino mujeres también…-
Exhalé y miré a huracán.
A ver si entiendo. Primero, no solo hay desapariciones sino también asesinatos. Segundo, Finnick nos ha traicionado. Tercero, el cliente que acabo de matar, en realidad no era un cliente, sino un hombre que trabajaba aquí porque le lavaron el cerebro. .
Además Clayton y Clyde son dos personas diferentes. Mellizos tal vez. Y asumo que uno es bueno y el otro es malo. Busqué confirmación visual con Dalia y ella asintió.
Si las ayudo no sería como traicionar a Finnick porque en realidad él nos traicionó primero. Esperen… ¿nos traicionó o nos tendió una trampa? Ah… ¡no puede ser! Ya no tendré paga. La realización hizo que golpeara la puerta con toda mi fuerza. Miré a Huracán Esto es tu culpa afirmé abriendo un ojo grande y entrecerrando el otro. Me mordí el labio inferior y me volví hacia Flor.
Ambar se quiere ir, tú eres quien lo sabe todo y lo organiza para las chicas. ¿Qué haces tú Dalia? ¿Y Mimi? pregunté, cerrando en un par de pasos la distancia que me separaba de cada una. -Yo no tengo nada para perder- respondió una.
-Mimi quiere ser una de ellos- sentí que veía en rojo. Los temblores en mi cuerpo se hacían cada vez más fuertes.
Diré esto una sola vez respiraba por la boca, intentaba no perderlo Ambar, ve por todas las que quieran abandonar esta vida. En mi casa hay pieles y cueros de valor. Podrán venderlos y comenzar una modesta vida lejos de aquí. Crucen la llanura nevada, no se detengan en las estepa, caminen y no paren. Manténganse con vida. Esta es tu oportunidad Dalia
-¿Y perderme de lo que se viene?- preguntó sacando pecho.
Miré a Huracán y le sonreí dulcemente mientras daba varios pasos hacia atrás. Entonces llegó, había llegado el momento de dejar al lobo bípedo aparecer. Me aseguré de registrar la expresión de la bruja, no la olvidaría por mucho tiempo.
Off: Subrayado del resumen de las complicaciones hasta el momento. La última se corresponde con la utilización de la pasiva que aparece en el primer post: curtiduría
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Re: Una mirada hacia el futuro [trabajo] [Huracan][Wood][+18]
Cuando tenía a las tres cobardes contra la ventana, esperando una respuesta, apareció una tercera prostituta con los hijos de Felicia a cuestas. Vaya, tenía tres ballestas contando la pesada, pero no contaba con tres brazos. ¿A qué esperaba, Felicia? Le envié una mirada a mi compañera y torcí mi cabeza seria hacia la recién llegada. ¿Es que no iba a mover un dedo?
La tal Flor, más calmada, me instó a bajar mis armas, iba a explicárnoslo todo. Momento en que sin demasiado convencimiento guardé mis dos armas y me crucé de brazos junto a la puerta de la habitación, que permanecía cerrada. Ninguna iba a salir de allí sin mi consentimiento.
Por lo que relataban, las prostitutas no tenían nada que ver con aquello, ni estaban compinchadas con Finnick, ni tampoco con un tal Clyde, ni con Clayton. Ni tampoco con el chupasangres regente del local que acababa de liquidar para conseguir el rubí. Ellas iban de por libre. Resoplé irónicamente y giré la cabeza varias veces. Intenté ordenar las ideas en mi cabeza. Hasta donde había entendido, el local originariamente no era un bebedero, pero la llegada de los vampiros al local había ocasionado que con el tiempo terminara siéndolo. Comprometiendo no sólo a los clientes, sino también a las prostitutas.
Felicia también sacó sus propias conclusiones. Bastante parecidas a las mías, y a pesar de las traiciones todavía seguía dispuesta a ayudar a las fulanas a cambio de… ¿de qué? No tenían nada que pudieran darnos. Vivían allí sometidas a los vampiros, atrayendo clientes, porque no tenían manera donde ir. Y preferían vivir de rodillas que morir de pie.
-Muy bien. – concluí seria. Apartándome de la pared contra la que me apoyaba. Había estado observadora durante la conversación que mantuvieron. – Buena suerte con esto, Felicia. La necesitarás. – le dije, dispuesta a salir por la puerta. Ya sabía que aquellas mujeres no tenían nada que ver, podía irme en paz.
-¡Espera! ¿Te vas? ¿No vas a ayudarnos? – preguntó Flor. Me detuve justo a la salida de la puerta, ladeé la cabeza un poco, sin llegar a girarme.
-¿Por qué iba a hacerlo? Ya tengo lo que he venido a buscar. – Me giré y mostré el rubí durante un segundo, antes de volver a guardarlo. - Mi contratante me ha traicionado y estará ya muy lejos como para vengarme. Y yo soy una profesional, cobro por mis servicios, y vosotras no tenéis un triste aero que darme. – le pregunté a la tal Flor, acercándome. – Además, ¿jugarme el tipo por unas fulanas a ver si suena la flauta y no deciden venderme? – observé su deplorable aspecto de arriba abajo, con desprecio. – Id a llamar a la hermana Teresa de Vulwulfar. Yo me desentiendo de esto. – y me dispuse a salir por la puerta.
Los tacones de mis botas repiqueteaban a un ritmo acelerado por el estrecho pasillo, mi cabeza no se movía del frente, se elevaba al ritmo de mi andar. Me crucé con un tipo que iba a la habitación, imaginaba que sería Clayton por lo que había dicho Flor.
Ni siquiera le miré. Comencé entonces a divagar, en Aerandir todo el mundo era un héroe bondadoso que quería librar al mundo del mal. Desde la muerte de Mortagglia y la destrucción de la Hermandad llegué a la conclusión de que no volvería a mover un dedo por nadie sin nada a cambio. Mi vida era demasiado valiosa para desperdiciarla en batallas perdidas, como Maestra Cazadora tenía un gremio que cuidar y mi pérdida era demasiado valiosa. Lo único que me motivaba era ver la cabeza del traidor de Finnick rodar, pero ya estaría muy lejos.
Llegué al piso inferior. Entre todo el tumulto había una discusión, un hombre pálido discutía con una prostituta. Por los comentarios de Flor, deduje que sería Mimi. Le estaba pegando muy fuerte, y soltando barbaridades. En principio lo ignoré, me acerqué a la puerta de salida del burdel sin miramientos. Apoyé mi mano sobre el marco de la puerta principal, la que daba a la calle. La abrí ligeramente, pero me quedé escuchando lo que decían, con la cara siempre hacia la puerta.
-¡Te voy a sacar hasta la última gota, puta! – le gritaba, sacudiéndole un fuerte golpe. Escuché el grito de la mujer. El resto de clientes del local reía. - ¡Hasta la última gota de tu sangre! – agaché la cabeza cuando escuché el nuevo llanto de la mujer, suplicando por su vida.
-Oh... vamos, Anastasia… No vuelvas a picar.… - me susurré a mí misma, agachando la cabeza, apoyando mi frente sobre la puerta. La prostituta volvió a gritar de dolor. Cerré los ojos fuertemente, alcé la mirada con frustración – ¡Agh! Está bien. - y golpeé la puerta de madera con mi cabeza, me sentía una imbécil en aquel momento.
Según me giré desde la puerta, desenfundé la ballesta pesada. Con ambas manos apunté, disparé y atravesé a este nuevo chupasangres en un tiro directo a la cabeza. Ante la expectación de los presentes en el local. Volví a guardar mi arma en mi espalda y caminé, moviendo mis caderas elegantemente con toda la tranquilidad del mundo, hacia la prostituta, Mimi, que permanecía todavía asustada por cómo había acabado su agresor.
-¿Bien? – le pregunté cuando llegué a su posición, cruzándome de brazos y mirando hacia ella. Miraba la cabeza ensartada de mi víctima con la boca abierta. - ¿Mmhh? – insistí para llamar su atención, alzando las cejas. Con la misma cara de asombro volvió su cabeza hacia mí y asintió lentamente, muy lentamente, con los ojos y la boca abiertos como platos.
Unos aplausos se escucharon entonces en el salón y la tal Mimi se levantó rápidamente y se escondió detrás de mí, asustada por la posibilidad de que se presentase un nuevo agresor. Pero lejos de parecer alguien peligroso, apareció un tipo rellenito con un bigote bastante curioso y largo. Aplaudía y se reía.
-¡Bravísimo Anastasia, bravísimo! Una chertera frecha per la pícola cabezza dil vampiri. – torcí el rostro, ¿qué idioma hablaba aquel tipo y por qué sabía mi nombre? Aquella lengua tan cantarina que me ofendía. Suspiré y barajé quién podía ser aquel tipo. Acaso era él…
-¿Clyde? – pregunté.
-¡Il mismísimo!
-¿Y Clayton? – insistí. Sin descruzar los brazos.
-Con la tua amica, Felichia. – rió, y comenzó a acercarse hacia mí. ¿Aquel era el amable o el cafre de los dos hermanos como habíamos concluido arriba?
La tal Flor, más calmada, me instó a bajar mis armas, iba a explicárnoslo todo. Momento en que sin demasiado convencimiento guardé mis dos armas y me crucé de brazos junto a la puerta de la habitación, que permanecía cerrada. Ninguna iba a salir de allí sin mi consentimiento.
Por lo que relataban, las prostitutas no tenían nada que ver con aquello, ni estaban compinchadas con Finnick, ni tampoco con un tal Clyde, ni con Clayton. Ni tampoco con el chupasangres regente del local que acababa de liquidar para conseguir el rubí. Ellas iban de por libre. Resoplé irónicamente y giré la cabeza varias veces. Intenté ordenar las ideas en mi cabeza. Hasta donde había entendido, el local originariamente no era un bebedero, pero la llegada de los vampiros al local había ocasionado que con el tiempo terminara siéndolo. Comprometiendo no sólo a los clientes, sino también a las prostitutas.
Felicia también sacó sus propias conclusiones. Bastante parecidas a las mías, y a pesar de las traiciones todavía seguía dispuesta a ayudar a las fulanas a cambio de… ¿de qué? No tenían nada que pudieran darnos. Vivían allí sometidas a los vampiros, atrayendo clientes, porque no tenían manera donde ir. Y preferían vivir de rodillas que morir de pie.
-Muy bien. – concluí seria. Apartándome de la pared contra la que me apoyaba. Había estado observadora durante la conversación que mantuvieron. – Buena suerte con esto, Felicia. La necesitarás. – le dije, dispuesta a salir por la puerta. Ya sabía que aquellas mujeres no tenían nada que ver, podía irme en paz.
-¡Espera! ¿Te vas? ¿No vas a ayudarnos? – preguntó Flor. Me detuve justo a la salida de la puerta, ladeé la cabeza un poco, sin llegar a girarme.
-¿Por qué iba a hacerlo? Ya tengo lo que he venido a buscar. – Me giré y mostré el rubí durante un segundo, antes de volver a guardarlo. - Mi contratante me ha traicionado y estará ya muy lejos como para vengarme. Y yo soy una profesional, cobro por mis servicios, y vosotras no tenéis un triste aero que darme. – le pregunté a la tal Flor, acercándome. – Además, ¿jugarme el tipo por unas fulanas a ver si suena la flauta y no deciden venderme? – observé su deplorable aspecto de arriba abajo, con desprecio. – Id a llamar a la hermana Teresa de Vulwulfar. Yo me desentiendo de esto. – y me dispuse a salir por la puerta.
Los tacones de mis botas repiqueteaban a un ritmo acelerado por el estrecho pasillo, mi cabeza no se movía del frente, se elevaba al ritmo de mi andar. Me crucé con un tipo que iba a la habitación, imaginaba que sería Clayton por lo que había dicho Flor.
Ni siquiera le miré. Comencé entonces a divagar, en Aerandir todo el mundo era un héroe bondadoso que quería librar al mundo del mal. Desde la muerte de Mortagglia y la destrucción de la Hermandad llegué a la conclusión de que no volvería a mover un dedo por nadie sin nada a cambio. Mi vida era demasiado valiosa para desperdiciarla en batallas perdidas, como Maestra Cazadora tenía un gremio que cuidar y mi pérdida era demasiado valiosa. Lo único que me motivaba era ver la cabeza del traidor de Finnick rodar, pero ya estaría muy lejos.
Llegué al piso inferior. Entre todo el tumulto había una discusión, un hombre pálido discutía con una prostituta. Por los comentarios de Flor, deduje que sería Mimi. Le estaba pegando muy fuerte, y soltando barbaridades. En principio lo ignoré, me acerqué a la puerta de salida del burdel sin miramientos. Apoyé mi mano sobre el marco de la puerta principal, la que daba a la calle. La abrí ligeramente, pero me quedé escuchando lo que decían, con la cara siempre hacia la puerta.
-¡Te voy a sacar hasta la última gota, puta! – le gritaba, sacudiéndole un fuerte golpe. Escuché el grito de la mujer. El resto de clientes del local reía. - ¡Hasta la última gota de tu sangre! – agaché la cabeza cuando escuché el nuevo llanto de la mujer, suplicando por su vida.
-Oh... vamos, Anastasia… No vuelvas a picar.… - me susurré a mí misma, agachando la cabeza, apoyando mi frente sobre la puerta. La prostituta volvió a gritar de dolor. Cerré los ojos fuertemente, alcé la mirada con frustración – ¡Agh! Está bien. - y golpeé la puerta de madera con mi cabeza, me sentía una imbécil en aquel momento.
Según me giré desde la puerta, desenfundé la ballesta pesada. Con ambas manos apunté, disparé y atravesé a este nuevo chupasangres en un tiro directo a la cabeza. Ante la expectación de los presentes en el local. Volví a guardar mi arma en mi espalda y caminé, moviendo mis caderas elegantemente con toda la tranquilidad del mundo, hacia la prostituta, Mimi, que permanecía todavía asustada por cómo había acabado su agresor.
-¿Bien? – le pregunté cuando llegué a su posición, cruzándome de brazos y mirando hacia ella. Miraba la cabeza ensartada de mi víctima con la boca abierta. - ¿Mmhh? – insistí para llamar su atención, alzando las cejas. Con la misma cara de asombro volvió su cabeza hacia mí y asintió lentamente, muy lentamente, con los ojos y la boca abiertos como platos.
Unos aplausos se escucharon entonces en el salón y la tal Mimi se levantó rápidamente y se escondió detrás de mí, asustada por la posibilidad de que se presentase un nuevo agresor. Pero lejos de parecer alguien peligroso, apareció un tipo rellenito con un bigote bastante curioso y largo. Aplaudía y se reía.
-¡Bravísimo Anastasia, bravísimo! Una chertera frecha per la pícola cabezza dil vampiri. – torcí el rostro, ¿qué idioma hablaba aquel tipo y por qué sabía mi nombre? Aquella lengua tan cantarina que me ofendía. Suspiré y barajé quién podía ser aquel tipo. Acaso era él…
-¿Clyde? – pregunté.
-¡Il mismísimo!
-¿Y Clayton? – insistí. Sin descruzar los brazos.
-Con la tua amica, Felichia. – rió, y comenzó a acercarse hacia mí. ¿Aquel era el amable o el cafre de los dos hermanos como habíamos concluido arriba?
Anastasia Boisson
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Re: Una mirada hacia el futuro [trabajo] [Huracan][Wood][+18]
Ah… la decepción. Huracán era la mujer número uno truncando una transformación perfecta. Me había dado cuenta que era un pelín borde, pero… no hubiese imaginado que dejaría a las chicas sólo porque no tendría paga ¿es que no era también una mujer? ¿dónde quedaba eso del poder femenino y las cosas rosas? Uff… ¿y todo eso de ser una cazavampiros? Al menos podría ponerle un poco de color al asunto y no irse como quién huye de un niño apestado. Realmente, realmente había querido sorprenderla con la explosión de babas y pelo. Suspiré con profunda decepción mirando la puerta cerrada por donde se había ido. Escuché un golpe seco a mi lado y me puse en guardia sólo para ver a Ambar en el suelo ¡Al fin un poco de emoción! de eso estábamos hablando. Mi ánimo se mejoró notablemente.
-¿Crees que nos reconozca?- Preguntó Dalia, sin atreverse a hacer un movimiento en falso. Flor se encogió de hombros -Probemos- y se acercó a mis hijos en la cama. Moví la cabeza y miré con las orejas en punta, atenta. -¿Sabes quién soy?- preguntó, como si se estuviese escudando en mis crías. Deliberadamente y con un gesto muy marcado subí y bajé la cabeza. -Muy bien, oficialmente me siento como una idiota- Dalia comenzó a reírse a carcajadas -Si todo sale bien, mejor ocupémonos de licántropos, al menos no beben tu sangre- Quise hacer un par de acotaciones antes, pero Flor me impelía a salir.
-Hay tres vampiros más que eran como uña y carne con el vampiro jefe. Una mujer, dos hombres. Los demás son nómadas- Asentí. Me puse en guardia cuando vi a uno de los mellizos acercarse. -Tranquila es Clayton, Clayton, es Fefe. Está de nuestra parte.- El hombre, sin mucho tiempo para hablar sólo se limitó a mirarme de arriba abajo. No quería dejar a mis niños cerca de él -Tranquila, nosotros nos ocuparemos de todo. Tendrán que matarme primero para llegar a tus niños lindos- Algo muy en mi interior me decía que tal vez estuvieran demasiado bien con esa mujer. Ser una meretriz implicaba no tener la posibilidad de formar una familia.
Habiendo retribuido mis hachas, no sabía hacia dónde dirigirme. ¿Arriba? ¿Abajo? ¿recorrer los laberintos que había olfateado hasta el subsuelo? Estaba segura de que ahí debía de haber gato encerrado. Como que me llamaba Wood. Pero escuché el inconfundible sonido de una pelea. No había que ser inteligentes para darse cuenta que el rastro que había dejado Huracán estaba en la misma dirección que el jaleo. Sonreí con mi mejor risa lupina. Realmente era una cazavampiros de corazón, no podía dejar escapar la oportunidad. Tal vez tenía suerte y daba con los vampiros que buscaba. Podía apostar que la hembra era la que estaba en la oficina, probablemente uno de los machos también. El tercero permanecía siendo un misterio.
Cuando llegué a la escalera que daba al primer piso, nuevamente la decepción. No había jaleo, sólo era Huracán al lado de otro vampiro muerto. Nada de peleas taberneras, ruidos, putas gritando, jarras de vino por los aires. Suspiré pesadamente. Había perdido la fe en la humanidad y en el Huracán. Me di la media vuelta como para volver a mis asuntos y dejar a la mujer ser. Tal vez mis sospechas eran infundadas y ni siquiera era una bruja. Refunfuñaba por lo bajo en mi retirada cuando escuché que el regordete afirmó ser Clyde. Pensaba ir a encarar a ese maldito, ¿por qué mentir con su identidad?, pero ser una mujer lobo tiene sus desventajas, y no podía gritar, sino aullar cosas que ella no iba a entender. Tampoco sabía que Felicia en realidad era Wood y que era un licántropo asique quizás hasta intentara atravesar mi hermoso pescuezo con uno de sus amados virotes.
El momento de dudas me puso en una mala posición. Del techo bajaron como sombras dos vampiros. La hembra y el macho, “los lujuriosos” como me gustaba llamarlos. La mujer se sentó sobre mis hombros, cruzando sus piernas en mi pecho, e intentaba mantener mi cabeza levantada. ¿No pensaría morderme…o sí? intenté sacármela de encima con mis garras, pero siempre se las arreglaba para salir bien librada o salvarse del daño mayor. Enfrascada como estaba en la lucha contra la vampira, me di cuenta tarde que el macho venía con una espada a mi cuello, y como si su arma fuese un bastón pretendía darme con toda su fuerza. ¿Pero qué quería ensartarme con el filo de la espada? ¡esa no era forma de manejar ese tipo de armas! La estrategia era más simple de lo que me hubiese imaginado, pero dos contra uno no dejaba de ser una desventaja importante.
Bloquee el golpe del hombre con la espalda de mi hacha corta. El impacto fue tan grande que sentí que se me saldrían los dedos. Mi arma tenía una nueva mella, podría con eso, claro, si salía bien librada de todo eso. La mujer, viendo que el primer ataque había fallado, se soltó de mi cabeza e intentó asfixiarme con sus piernas mientras colgaba con su espalda pegada a la mía. Por si fuera poco, se agarró de mi rabo, ejerciendo presión como para quebrarlo. Aullé de dolor, aturdiendo al macho que estaba peligrosamente cerca. A la hembra logré agarrarle una pierna y mordí como para desgarrar y romper. Ahora era ella la que gritaba y quería liberarse, retorciéndose en mi espalda como una lombriz partida en dos, olvidando rabo y todo lo demás. ¡Já! Tocá que te van a abrir pensé, sintiendo su sangre correr por mis fauces, aquello era nauseabundo, aunque tenía que reconocer que había algo instintivo en el acto.
El macho se acercó entonces furioso por su compañera y comenzó a atacar con una ira ciega, sin importarle las pocas devoluciones que recibía de mí. Se encontraba ido, totalmente perdido. Los gritos de su pareja parecían que le hacían más daño que el dolor de su propia carne. Nos detuvimos cansados, observándonos mutuamente. La hembra había dejado de luchar, notando que cuanto más quieta se estuviese, menos apretaría mis colmillos. El macho me había pichado un hombro y abierto una rajadura de unos veinte centímetros en la pierna opuesta; nada profundo, pero había tanta sangre entre los tres que parecía la escena de un macabro suicidio. Él no se quedaba atrás, había recibido menos daño, con considerablemente menos pérdida de sangre, pero fue el blanco de varios golpes con el revés del hacha, sobre todo uno en medio de la frente –que creo fue el que le hizo detenerse- no me cabía en la cabeza cómo eso no le había dejado inconsciente.
La vampira intentó entonces sacar mi hacha larga de su lugar en mi espalda. Craso error, porque le clavé mis garras en su pierna buena, arrancándole otro alarido. Aquello encendió a su pareja que cargó con todo lo que tenía hacia mí, tacleándome contra la pared con tal impulso de su cuerpo. Se sucedieron varias cosas al mismo tiempo: caí al suelo, la pierna de la hembra hizo “crack”, la vampira quedó en silencio, solté a la mujer y me aparté apenas a tiempo para un golpe fatal del que ella se salvó por los pelos. Si antes el vampiro estaba furioso, ahora no quería saber qué era capaz de hacer.
-¿Crees que nos reconozca?- Preguntó Dalia, sin atreverse a hacer un movimiento en falso. Flor se encogió de hombros -Probemos- y se acercó a mis hijos en la cama. Moví la cabeza y miré con las orejas en punta, atenta. -¿Sabes quién soy?- preguntó, como si se estuviese escudando en mis crías. Deliberadamente y con un gesto muy marcado subí y bajé la cabeza. -Muy bien, oficialmente me siento como una idiota- Dalia comenzó a reírse a carcajadas -Si todo sale bien, mejor ocupémonos de licántropos, al menos no beben tu sangre- Quise hacer un par de acotaciones antes, pero Flor me impelía a salir.
-Hay tres vampiros más que eran como uña y carne con el vampiro jefe. Una mujer, dos hombres. Los demás son nómadas- Asentí. Me puse en guardia cuando vi a uno de los mellizos acercarse. -Tranquila es Clayton, Clayton, es Fefe. Está de nuestra parte.- El hombre, sin mucho tiempo para hablar sólo se limitó a mirarme de arriba abajo. No quería dejar a mis niños cerca de él -Tranquila, nosotros nos ocuparemos de todo. Tendrán que matarme primero para llegar a tus niños lindos- Algo muy en mi interior me decía que tal vez estuvieran demasiado bien con esa mujer. Ser una meretriz implicaba no tener la posibilidad de formar una familia.
Habiendo retribuido mis hachas, no sabía hacia dónde dirigirme. ¿Arriba? ¿Abajo? ¿recorrer los laberintos que había olfateado hasta el subsuelo? Estaba segura de que ahí debía de haber gato encerrado. Como que me llamaba Wood. Pero escuché el inconfundible sonido de una pelea. No había que ser inteligentes para darse cuenta que el rastro que había dejado Huracán estaba en la misma dirección que el jaleo. Sonreí con mi mejor risa lupina. Realmente era una cazavampiros de corazón, no podía dejar escapar la oportunidad. Tal vez tenía suerte y daba con los vampiros que buscaba. Podía apostar que la hembra era la que estaba en la oficina, probablemente uno de los machos también. El tercero permanecía siendo un misterio.
Cuando llegué a la escalera que daba al primer piso, nuevamente la decepción. No había jaleo, sólo era Huracán al lado de otro vampiro muerto. Nada de peleas taberneras, ruidos, putas gritando, jarras de vino por los aires. Suspiré pesadamente. Había perdido la fe en la humanidad y en el Huracán. Me di la media vuelta como para volver a mis asuntos y dejar a la mujer ser. Tal vez mis sospechas eran infundadas y ni siquiera era una bruja. Refunfuñaba por lo bajo en mi retirada cuando escuché que el regordete afirmó ser Clyde. Pensaba ir a encarar a ese maldito, ¿por qué mentir con su identidad?, pero ser una mujer lobo tiene sus desventajas, y no podía gritar, sino aullar cosas que ella no iba a entender. Tampoco sabía que Felicia en realidad era Wood y que era un licántropo asique quizás hasta intentara atravesar mi hermoso pescuezo con uno de sus amados virotes.
El momento de dudas me puso en una mala posición. Del techo bajaron como sombras dos vampiros. La hembra y el macho, “los lujuriosos” como me gustaba llamarlos. La mujer se sentó sobre mis hombros, cruzando sus piernas en mi pecho, e intentaba mantener mi cabeza levantada. ¿No pensaría morderme…o sí? intenté sacármela de encima con mis garras, pero siempre se las arreglaba para salir bien librada o salvarse del daño mayor. Enfrascada como estaba en la lucha contra la vampira, me di cuenta tarde que el macho venía con una espada a mi cuello, y como si su arma fuese un bastón pretendía darme con toda su fuerza. ¿Pero qué quería ensartarme con el filo de la espada? ¡esa no era forma de manejar ese tipo de armas! La estrategia era más simple de lo que me hubiese imaginado, pero dos contra uno no dejaba de ser una desventaja importante.
Bloquee el golpe del hombre con la espalda de mi hacha corta. El impacto fue tan grande que sentí que se me saldrían los dedos. Mi arma tenía una nueva mella, podría con eso, claro, si salía bien librada de todo eso. La mujer, viendo que el primer ataque había fallado, se soltó de mi cabeza e intentó asfixiarme con sus piernas mientras colgaba con su espalda pegada a la mía. Por si fuera poco, se agarró de mi rabo, ejerciendo presión como para quebrarlo. Aullé de dolor, aturdiendo al macho que estaba peligrosamente cerca. A la hembra logré agarrarle una pierna y mordí como para desgarrar y romper. Ahora era ella la que gritaba y quería liberarse, retorciéndose en mi espalda como una lombriz partida en dos, olvidando rabo y todo lo demás. ¡Já! Tocá que te van a abrir pensé, sintiendo su sangre correr por mis fauces, aquello era nauseabundo, aunque tenía que reconocer que había algo instintivo en el acto.
El macho se acercó entonces furioso por su compañera y comenzó a atacar con una ira ciega, sin importarle las pocas devoluciones que recibía de mí. Se encontraba ido, totalmente perdido. Los gritos de su pareja parecían que le hacían más daño que el dolor de su propia carne. Nos detuvimos cansados, observándonos mutuamente. La hembra había dejado de luchar, notando que cuanto más quieta se estuviese, menos apretaría mis colmillos. El macho me había pichado un hombro y abierto una rajadura de unos veinte centímetros en la pierna opuesta; nada profundo, pero había tanta sangre entre los tres que parecía la escena de un macabro suicidio. Él no se quedaba atrás, había recibido menos daño, con considerablemente menos pérdida de sangre, pero fue el blanco de varios golpes con el revés del hacha, sobre todo uno en medio de la frente –que creo fue el que le hizo detenerse- no me cabía en la cabeza cómo eso no le había dejado inconsciente.
La vampira intentó entonces sacar mi hacha larga de su lugar en mi espalda. Craso error, porque le clavé mis garras en su pierna buena, arrancándole otro alarido. Aquello encendió a su pareja que cargó con todo lo que tenía hacia mí, tacleándome contra la pared con tal impulso de su cuerpo. Se sucedieron varias cosas al mismo tiempo: caí al suelo, la pierna de la hembra hizo “crack”, la vampira quedó en silencio, solté a la mujer y me aparté apenas a tiempo para un golpe fatal del que ella se salvó por los pelos. Si antes el vampiro estaba furioso, ahora no quería saber qué era capaz de hacer.
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Re: Una mirada hacia el futuro [trabajo] [Huracan][Wood][+18]
Aquel tipo en tan baja forma y con tan poca personalidad hablaba una especie de acento extraño. ¿Tal vez del sur? Me crucé de brazos esperando a que terminase de explicarse, pero cuanto más escupía por esa boca más me daba la impresión de que estaba tratando de hacerme perder el tiempo, de retenerme allí. Por el rabillo del ojo pude advertir que Felicia había bajado hasta la parte inferior de la posada, y la prostituta a la que acababa de salvar, seguía asustada, señal de que aquel seboso no era trigo limpio. De hecho, que supiera mi nombre al igual que todos los de aquel local me hacía pensar que, por enésima vez, me encontraba en una trampa. Me tomé una pausa de varios segundos antes de volver a hablar, con el ceño igualmente fruncido.
-Tú no eres Clyde. – volví a deducir en voz alta.
Pero no le dio tiempo responder. Un nuevo golpe en el suelo había dado inicio a una nueva pelea, esta vez la de Felicia contra dos nuevos vampiros. ¿Cuántos había en aquel local? ¿Y por qué se empeñaban en hacer las cosas de una manera tan retorcida? ¿No era mejor venir todos a por nosotras? Bueno, eso lo habían intentado muchos, y a poco que conocieran mi arsenal de bombas, sabrían que no era buena idea, para mí, de hecho, era más sencillo si venían muchos.
Ahí descubrí que mi querida compañera era una licántropa. ¿Qué más secretos escondía esa mujer? No me parecía buena idea interrumpir en medio de un combate que parecía tener tan contro… Uf. Esa te ha pasado cerca, loba. Como iba pensando, no, yo tenía que ocuparme de ir pensando en cómo resolver aquel misterio, así que sin moverme de mi posición me fui directamente a por el vendedor de humo. El doble de Clyde, doble en el sentido literal de la palabra, claro. Tomé una de mis ballestas de mano y le apunté directamente a la cabeza. -¿Me puedes explicar qué pasa aquí? – El gordo quedó sin palabras, cortado y con cara de asustado. Seguramente se estuviese haciendo pipí en los pantalones, pero si no comenzaba a hablar pronto quedaría también sin cerebro.
Como las sorpresas habían sido pocas, una pared de madera cerca de donde me encontraba se abrió en un millón de astillas, y un chupasangres me sorprendió por completo, me llevó por delante, me tomó por la chaqueta y me estrelló contra la pared más lejana del local. Despeinada por completo, traté de recomponerme rápidamente y puse mi ballesta pesada en ristre. Me apreté los dientes, no había ni rastro del tipo que me acababa de lanzar por los aires. La figura se materializó a mi lado, me rasgó con sus garras en el brazo, haciéndome perder la ballesta y me golpeó de nuevo, haciéndome caer al suelo.
Cuando levanté el morro del suelo, noté que había dejado un buen lago de sangre en el suelo. El vampiro se puso en cuclillas al lado de mi cara ensangrentada y tomó del suelo mi sangre que ahora teñía el suelo y se la llevó hasta la boca. – Deliciosa. - Comenzó a reír psicóticamente. Era grande. Era muy fuerte. Me recordaba a uno de los dementes chupasangres que servían a la dama. Volví a tratar de reincorporarme para defenderme, pero entonces me enganchó por el cuello y me lanzó contra Felicia, que parecía haber despachado a los suyos. Quedando ambas cabeza con cabeza.
El vampiro brincó sobre ambas, pero se dirigió hacia mí concretamente. - Eres lenta y previsible. Anastasia. Estás vieja. – rió. Aquello me había dolido más que cualquier golpe. ¿Vieja? Que más quisiera yo. Si andaba cerca de la treintena. Aún me quedaban años de guerra.
-¡Ash balla ná! – grité, poniendo mi mano sobre su estómago para generar una corriente de aire que lo haría salir por los aires, hacia el otro lado de la estancia – Solo será un segundo. – pedí dolorida a mi compañera. Al final iba a ser verdad lo de la edad. El físico podía no acompañar, pero la clase y la elegancia. El arte, como decía yo, jamás se perdía. Así que deslomé mi ballesta pesada y apunté directo a su cabeza, pero cuando el vampiro parecía que iba a ser atravesado por un virote, se convirtió en humo y se evaporó, quedando la flecha clavada en la pared del burdel. La gente estaba asustada, el sitio estaba quedando curioso. No en vano me hacía llamar Huracán, aunque al ser más famosa, cada vez menos gente me respetaba como antaño y me llamaba por mi nombre de pila. – Volverá. – avisé a mi compañera brevemente. Recargando un nuevo virote. - ¿Quién es ese? – le pregunté, tal vez ella o alguna de las prostitutas tuviera una mínima idea de que estaba pasando allí. El gordito ya se había ido. Lo único cierto era que el combate estaba lejos de llegar a su fin.
-Tú no eres Clyde. – volví a deducir en voz alta.
Pero no le dio tiempo responder. Un nuevo golpe en el suelo había dado inicio a una nueva pelea, esta vez la de Felicia contra dos nuevos vampiros. ¿Cuántos había en aquel local? ¿Y por qué se empeñaban en hacer las cosas de una manera tan retorcida? ¿No era mejor venir todos a por nosotras? Bueno, eso lo habían intentado muchos, y a poco que conocieran mi arsenal de bombas, sabrían que no era buena idea, para mí, de hecho, era más sencillo si venían muchos.
Ahí descubrí que mi querida compañera era una licántropa. ¿Qué más secretos escondía esa mujer? No me parecía buena idea interrumpir en medio de un combate que parecía tener tan contro… Uf. Esa te ha pasado cerca, loba. Como iba pensando, no, yo tenía que ocuparme de ir pensando en cómo resolver aquel misterio, así que sin moverme de mi posición me fui directamente a por el vendedor de humo. El doble de Clyde, doble en el sentido literal de la palabra, claro. Tomé una de mis ballestas de mano y le apunté directamente a la cabeza. -¿Me puedes explicar qué pasa aquí? – El gordo quedó sin palabras, cortado y con cara de asustado. Seguramente se estuviese haciendo pipí en los pantalones, pero si no comenzaba a hablar pronto quedaría también sin cerebro.
Como las sorpresas habían sido pocas, una pared de madera cerca de donde me encontraba se abrió en un millón de astillas, y un chupasangres me sorprendió por completo, me llevó por delante, me tomó por la chaqueta y me estrelló contra la pared más lejana del local. Despeinada por completo, traté de recomponerme rápidamente y puse mi ballesta pesada en ristre. Me apreté los dientes, no había ni rastro del tipo que me acababa de lanzar por los aires. La figura se materializó a mi lado, me rasgó con sus garras en el brazo, haciéndome perder la ballesta y me golpeó de nuevo, haciéndome caer al suelo.
Cuando levanté el morro del suelo, noté que había dejado un buen lago de sangre en el suelo. El vampiro se puso en cuclillas al lado de mi cara ensangrentada y tomó del suelo mi sangre que ahora teñía el suelo y se la llevó hasta la boca. – Deliciosa. - Comenzó a reír psicóticamente. Era grande. Era muy fuerte. Me recordaba a uno de los dementes chupasangres que servían a la dama. Volví a tratar de reincorporarme para defenderme, pero entonces me enganchó por el cuello y me lanzó contra Felicia, que parecía haber despachado a los suyos. Quedando ambas cabeza con cabeza.
El vampiro brincó sobre ambas, pero se dirigió hacia mí concretamente. - Eres lenta y previsible. Anastasia. Estás vieja. – rió. Aquello me había dolido más que cualquier golpe. ¿Vieja? Que más quisiera yo. Si andaba cerca de la treintena. Aún me quedaban años de guerra.
-¡Ash balla ná! – grité, poniendo mi mano sobre su estómago para generar una corriente de aire que lo haría salir por los aires, hacia el otro lado de la estancia – Solo será un segundo. – pedí dolorida a mi compañera. Al final iba a ser verdad lo de la edad. El físico podía no acompañar, pero la clase y la elegancia. El arte, como decía yo, jamás se perdía. Así que deslomé mi ballesta pesada y apunté directo a su cabeza, pero cuando el vampiro parecía que iba a ser atravesado por un virote, se convirtió en humo y se evaporó, quedando la flecha clavada en la pared del burdel. La gente estaba asustada, el sitio estaba quedando curioso. No en vano me hacía llamar Huracán, aunque al ser más famosa, cada vez menos gente me respetaba como antaño y me llamaba por mi nombre de pila. – Volverá. – avisé a mi compañera brevemente. Recargando un nuevo virote. - ¿Quién es ese? – le pregunté, tal vez ella o alguna de las prostitutas tuviera una mínima idea de que estaba pasando allí. El gordito ya se había ido. Lo único cierto era que el combate estaba lejos de llegar a su fin.
Anastasia Boisson
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Re: Una mirada hacia el futuro [trabajo] [Huracan][Wood][+18]
“¿Por qué?” pensé justo un momento antes de tener que esquivar el ataque del furibundo monstruo. Ahora me sería más sencillo terminar con él ya que estaba enceguecido por su furia, claro, si primero podía encontrar la oportunidad entre tanto ataque que soltaba. Parecía que su velocidad y fuerza habían incrementado desde que su mujer quedó inconsciente. “¿Por qué siempre los peores casos?” ¿no podía haberme tocado una pareja que no estuviese tan unida o algo? Intenté mantener la calma, pero la pierna lastimada estaba bastante hinchada y no se movía tan rápido como debiera. De pronto sentí sangre, un borbollón. No era mía, tampoco de mi enemigo ¿de dónde? pero antes que pudiese hacer algo para confirmar la dirección del nauseabundo olor lo vi. Era Finnick, con la mirada ida y riendo a carcajadas mientras miraba su trabajo sobre la vampira inerte. Le había clavado una estaca de madera en el corazón, a la vieja usanza. La maceta que había usado como herramienta para su cruel cometido estaba a su lado, tirada en el suelo, con mas gracia que la mujer muerta.
“Mierda” pensé luego del alarido del vampiro. Ahora sí que estaba en el horno. Esquivé al chupasangre pero en vez de venir por mí siguió su trayecto directo al hombre que había segado la vida de su hembra. El contratista no hizo por moverse, con sus ojos clavados en la estaca ensangrentada. Parecía haberle salido una joroba en su espalda y sus colores habían desaparecido, como si se hubiesen drenado con cada gota de sangre de la finada. Gruñí y ataqué por la espalda al enemigo, pero él fue más rápido, bloqueando mi ataque con el hacha larga. Sus ojos inyectados de sangre eran el reflejo de la desesperación. Por un momento me vi en ellos. Entonces tuve que tomar la decisión que inconscientemente había rechazado. “Matar”. Pude bloquear con el mango del hacha un par de ataques a mano limpia, pero fue imposible no recibir un puñetazo en mi hocico que no solo me dejó viendo las estrellas, sino que temporalmente causó una hemorragia, perdiendo mi mejor sentido. “Perfecto”.
Más cuando me preparaba para recibir desde el suelo el ataque desalmado del maldito, sentí que una fuerza invisible tiraba de mi hacha con tanta fuerza que de no estar tan aferrada a mi arma me la hubiese quitado. Con ese impulso me puse en pie justo a tiempo para bloquear una estocada, devolver un ataque con el mango del hacha en la boca del estómago y rematar cortándole la cabeza al vampiro que se había doblado sin aire. Cabeza y cuerpo cayeron inertes al mismo tiempo sobre la vieja y sucia alfombra del primer piso. Ahora los lujuriosos estarían juntos en su siguiente vida. Una muerte más a mis espaldas… al menos había sido rápido. Mi técnica como verdugo había mejorado considerablemente. Era la primera vez que separaba de forma tan limpia una cabeza de su cuerpo. Aunque estaba en mi forma bípeda, eso era casi que una trampa técnica. Levanté la vista del suelo y respiré profundamente. De momento había terminado. Miré a Finnick, ese hombre tenía varias cosas que explicarme. ¿Para qué había venido? ¿Estaba loco? Ciertamente se veía como si hubiese perdido la chaveta pero…
“Pero ¿qué demonios?” estaba en el suelo, sobándome la cabeza y totalmente desorientada. A mi lado el Huracán hecha un saco de golpes y sangre. Si hubiese tenido cejas, las hubiese enarcado. No entendía qué hacía ella allí si estaba allá pero no había tiempo que perder. Una sombra apareció sobre nosotras y lo primero que hice fue proteger mi hocino “No de nuevo” fue lo primero que pensé cobardemente. Cualquier otra parte estaba bien, pero no el hocico. Sin embargo, me sorprendí al ver que el vampiro se le iba encima a mi excompañera que seguía siendo compañera. “Wood…”. No había razón. Sabía que terminaría pasando algo así y lo más seguro en ese momento era cuidarle la espalda a la que estaba en mi mismo barco. Después de todo no entendía ni jota. Solo estaban ellos y nosotras. Procuraría, por todos los medios, que el plural se mantuviese.
Pero cuando iba a hacer algo con el enemigo, ¡la bruja usó sus poderes! “Huracán es una bruja, una bruja, lo sabía, jajajaja” pero qué inmadura estaba siendo. ¿Por qué hacía una fiesta por comprobar lo obvio? Estaba claro que lo era y también una enemiga de mis enemigos ¿necesitaba más confirmación?. Observé queda como la señora del viento hacía lo suyo, siguiendo su petición y dándole su espacio. Quería ver lo que era capaz de hacer Anastasia. Ahora las cosas cerraban un poco mejor, Anastasia… estaba segura de haber escuchado un rumor sobre ella en las catacumbas. Era el personaje más famoso que había conocido, claro, sin contar al rey humano feo o mi querida Nana. Tenía que pedirle un autógrafo o algo. No, pensándolo mejor no. Eso alimentaría su lado borde, aunque explicaba en parte por qué era así. Anastasia… un bello nombre. “Ugh… eso dole…¿ra?” el vampiro había desparecido ante nuestros ojos. ¿Sería un ilusionista? Apreté el mango de mi hacha larga, y me puse en pie lentamente, caminando para ponerme espalda con espalda con la ahora pequeña bruja.
-Jajajaja que ¿quién es ese? ¿qué quién es? Pero que linda es nuestra Anastasia… ESE mi querida, es el verdadero tormento de este lugar. Y será mejor que muera o todos estaremos en el más allá antes del amanecer. Que por cierto, está por llegar- Finnick parecía enfermo, sudaba, temblaba. Probablemente había juntado todas sus fuerzas para estar allí. Pero yo no comprendía para qué había vuelto y tampoco quería aventurar ninguna idea más. Siempre había sido mala pensando y hacerlo tanto durante un día ya me estaba dando dolor de cabeza. De pronto escuché un único grito desgarrador escaleras arriba. Conocía esa voz. ¡Demonios! ¡Conocía esa voz! Sin pensarlo corrí escaleras arriba con toda la fuerza que juntaron mis temblorosas piernas “Que no se les acerque… que no les haga daño mis pensamientos eran un ruego silencioso mientras avanzaba por el laberíntico pasillo.
“Mierda” pensé luego del alarido del vampiro. Ahora sí que estaba en el horno. Esquivé al chupasangre pero en vez de venir por mí siguió su trayecto directo al hombre que había segado la vida de su hembra. El contratista no hizo por moverse, con sus ojos clavados en la estaca ensangrentada. Parecía haberle salido una joroba en su espalda y sus colores habían desaparecido, como si se hubiesen drenado con cada gota de sangre de la finada. Gruñí y ataqué por la espalda al enemigo, pero él fue más rápido, bloqueando mi ataque con el hacha larga. Sus ojos inyectados de sangre eran el reflejo de la desesperación. Por un momento me vi en ellos. Entonces tuve que tomar la decisión que inconscientemente había rechazado. “Matar”. Pude bloquear con el mango del hacha un par de ataques a mano limpia, pero fue imposible no recibir un puñetazo en mi hocico que no solo me dejó viendo las estrellas, sino que temporalmente causó una hemorragia, perdiendo mi mejor sentido. “Perfecto”.
Más cuando me preparaba para recibir desde el suelo el ataque desalmado del maldito, sentí que una fuerza invisible tiraba de mi hacha con tanta fuerza que de no estar tan aferrada a mi arma me la hubiese quitado. Con ese impulso me puse en pie justo a tiempo para bloquear una estocada, devolver un ataque con el mango del hacha en la boca del estómago y rematar cortándole la cabeza al vampiro que se había doblado sin aire. Cabeza y cuerpo cayeron inertes al mismo tiempo sobre la vieja y sucia alfombra del primer piso. Ahora los lujuriosos estarían juntos en su siguiente vida. Una muerte más a mis espaldas… al menos había sido rápido. Mi técnica como verdugo había mejorado considerablemente. Era la primera vez que separaba de forma tan limpia una cabeza de su cuerpo. Aunque estaba en mi forma bípeda, eso era casi que una trampa técnica. Levanté la vista del suelo y respiré profundamente. De momento había terminado. Miré a Finnick, ese hombre tenía varias cosas que explicarme. ¿Para qué había venido? ¿Estaba loco? Ciertamente se veía como si hubiese perdido la chaveta pero…
“Pero ¿qué demonios?” estaba en el suelo, sobándome la cabeza y totalmente desorientada. A mi lado el Huracán hecha un saco de golpes y sangre. Si hubiese tenido cejas, las hubiese enarcado. No entendía qué hacía ella allí si estaba allá pero no había tiempo que perder. Una sombra apareció sobre nosotras y lo primero que hice fue proteger mi hocino “No de nuevo” fue lo primero que pensé cobardemente. Cualquier otra parte estaba bien, pero no el hocico. Sin embargo, me sorprendí al ver que el vampiro se le iba encima a mi excompañera que seguía siendo compañera. “Wood…”. No había razón. Sabía que terminaría pasando algo así y lo más seguro en ese momento era cuidarle la espalda a la que estaba en mi mismo barco. Después de todo no entendía ni jota. Solo estaban ellos y nosotras. Procuraría, por todos los medios, que el plural se mantuviese.
Pero cuando iba a hacer algo con el enemigo, ¡la bruja usó sus poderes! “Huracán es una bruja, una bruja, lo sabía, jajajaja” pero qué inmadura estaba siendo. ¿Por qué hacía una fiesta por comprobar lo obvio? Estaba claro que lo era y también una enemiga de mis enemigos ¿necesitaba más confirmación?. Observé queda como la señora del viento hacía lo suyo, siguiendo su petición y dándole su espacio. Quería ver lo que era capaz de hacer Anastasia. Ahora las cosas cerraban un poco mejor, Anastasia… estaba segura de haber escuchado un rumor sobre ella en las catacumbas. Era el personaje más famoso que había conocido, claro, sin contar al rey humano feo o mi querida Nana. Tenía que pedirle un autógrafo o algo. No, pensándolo mejor no. Eso alimentaría su lado borde, aunque explicaba en parte por qué era así. Anastasia… un bello nombre. “Ugh… eso dole…¿ra?” el vampiro había desparecido ante nuestros ojos. ¿Sería un ilusionista? Apreté el mango de mi hacha larga, y me puse en pie lentamente, caminando para ponerme espalda con espalda con la ahora pequeña bruja.
-Jajajaja que ¿quién es ese? ¿qué quién es? Pero que linda es nuestra Anastasia… ESE mi querida, es el verdadero tormento de este lugar. Y será mejor que muera o todos estaremos en el más allá antes del amanecer. Que por cierto, está por llegar- Finnick parecía enfermo, sudaba, temblaba. Probablemente había juntado todas sus fuerzas para estar allí. Pero yo no comprendía para qué había vuelto y tampoco quería aventurar ninguna idea más. Siempre había sido mala pensando y hacerlo tanto durante un día ya me estaba dando dolor de cabeza. De pronto escuché un único grito desgarrador escaleras arriba. Conocía esa voz. ¡Demonios! ¡Conocía esa voz! Sin pensarlo corrí escaleras arriba con toda la fuerza que juntaron mis temblorosas piernas “Que no se les acerque… que no les haga daño mis pensamientos eran un ruego silencioso mientras avanzaba por el laberíntico pasillo.
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Re: Una mirada hacia el futuro [trabajo] [Huracan][Wood][+18]
Destensé los músculos cuando el vampiro desapareció convertido en humo, Felicia estaba en guardia así que tendría protección al menos durante unos segundos. Al otro lado, el traidor de Finnick, que había aparecido en el local, me hablaba para explicarnos quién era el dichoso tipo que me había dado aquella paliza. Escuché lo que dijo, aunque sin mirarle, me encontraba mirando la columna de mi mano, con la que me quité la sangre que me caía por la nariz. No me vendría mal algo de hielo para detener la hemorragia.
¿Así que el verdadero tormento del lugar era aquel vampiro que me conocía? Bien. Al menos no habría más sorpresas aquella noche. Toda la carne estaba puesta en el asador. Una carne que, por cierto, también era la de Finnick, nuestro contratante nos había metido en aquel embrollo. De mi cinturón desenfundé una de mis ballestas pequeñas y le apunté.
-Admiro tu valentía para presentarte aquí. – comenté seria, mirándole por primera vez. Finnick no era un vampiro, o eso creía. No podría evaporarse ni esquivar mi furia convertida en virotes de alta velocidad. Ni siquiera iba a preguntarle por qué nos había traicionado. No me importaba demasiado. Iba a morir igualmente allí mismo.
-¡Espera! ¡Espera! – me pidió, tratando de pedir cordialidad. - ¿No vas a preguntarme por qué os he traicionado? – giré la cabeza hacia un costado y alcé las cejas. Pensándolo mejor, me ahorraría el disparo para dos segundos más tarde.– Mi local lleva infectado por todos esos vampiros años, haciéndolo suyo. Sólo quería alguien que solucionase mi problema y de repente… ¡apareces tú! Je je… – me señaló con ambas manos, riendo nervioso, tratando de suplicar. - ¡Llevan años buscándote! Pensé que llevándote a la trampa me perdonarían la vida. – rió. - ¡Os daré el doble! ¡No! ¡El triple! Si termináis con el jefe. – ofreció.
-¿El triple? ¿Ahora? Valiente gilipollas. – resumí brevemente. Me cansé de escucharle y le disparé a la rodilla, el tipo cayó al suelo con la flecha atravesada, entre llantos y súplicas varias para que perdonase su patética existencia allí mismo, y guardé de nuevo mi arma.
Entonces un grito silenció a todos. Sentí como a mi compañera se le encogía el corazón en un puño, reconocía ese sonido. ¿Uno de sus pequeños en apuros? Era posible. Craso error maternal el dejar a sus pequeños hijos solos en el piso superior en aquel lugar tan perdido. Corrí tras ella, nos perdimos por los laberínticos pasillos del local, las prostitutas llevándose las manos a la boca, como símbolo de desesperación, era un augurio de que nuestro enemigo final se encontraba allí. Así, cuando volvimos a la habitación en la que había dejado a sus hijitos, nos encontramos al mismo chupasangres que había logrado escapar de mis virotes en el piso de abajo. Los tenía sujetos a ambos por los brazos, aunque no les había hecho ni un rasguño por ahora. Parecía estar aguardando a que llegásemos.
Su malévola risa dio que pensar que aquel tipo tenía un malvado plan. Con mi ballesta pesada no dejé de apuntarle, el tipo estaba tranquilo. Era poderoso. A su lado, la última de sus esbirras, una vampiresa joven, pálida como la nieve y de larga melena cana, se encargó de custodiar a sus pequeños mientras él escupía al suelo y se adelantaba.
-Felicia, no tengo nada ni contra ti ni contra tus pequeños. Pero no tienes tacto a la hora de escoger amigos. Tu aliada es una peligrosa asesina que se ha llevado la vida de muchos de los míos. – le propuso. – Si me ayudas a acabar con Anastasia, con el Huracán, tus hijos no sufrirán daños. Tienes mi palabra.
Negué con la cabeza con resignación. La palabra de un vampiro no valía una mierda. Eran chantajistas y manipuladores, y estaba segura de que Felicia lo sabía tan bien como yo. Yo era la primera que defendía que el fin justificaba los medios, pero había barreras que jamás sobrepasaba, como emplear tácticas tan viles y ruines como las de aquel chupasangres, haciéndose valer de dos pequeños cachorros y del instinto maternal de una persona para sus fines propósitos. Sabía que él solo no podía conmigo y se había quedado ya prácticamente sin aliados, y también había advertido la pericia en combate de mi compañera. Un hipotético cambio de bando de mi compañera sería lo único que podría decantar la balanza a su favor. Envié una mirada a mi compañera, buscando por gestos una hipotética compenetración que no podría alcanzar por medio de la palabra, si no queríamos que sus hijos corriesen un trágico destino.
¿Así que el verdadero tormento del lugar era aquel vampiro que me conocía? Bien. Al menos no habría más sorpresas aquella noche. Toda la carne estaba puesta en el asador. Una carne que, por cierto, también era la de Finnick, nuestro contratante nos había metido en aquel embrollo. De mi cinturón desenfundé una de mis ballestas pequeñas y le apunté.
-Admiro tu valentía para presentarte aquí. – comenté seria, mirándole por primera vez. Finnick no era un vampiro, o eso creía. No podría evaporarse ni esquivar mi furia convertida en virotes de alta velocidad. Ni siquiera iba a preguntarle por qué nos había traicionado. No me importaba demasiado. Iba a morir igualmente allí mismo.
-¡Espera! ¡Espera! – me pidió, tratando de pedir cordialidad. - ¿No vas a preguntarme por qué os he traicionado? – giré la cabeza hacia un costado y alcé las cejas. Pensándolo mejor, me ahorraría el disparo para dos segundos más tarde.– Mi local lleva infectado por todos esos vampiros años, haciéndolo suyo. Sólo quería alguien que solucionase mi problema y de repente… ¡apareces tú! Je je… – me señaló con ambas manos, riendo nervioso, tratando de suplicar. - ¡Llevan años buscándote! Pensé que llevándote a la trampa me perdonarían la vida. – rió. - ¡Os daré el doble! ¡No! ¡El triple! Si termináis con el jefe. – ofreció.
-¿El triple? ¿Ahora? Valiente gilipollas. – resumí brevemente. Me cansé de escucharle y le disparé a la rodilla, el tipo cayó al suelo con la flecha atravesada, entre llantos y súplicas varias para que perdonase su patética existencia allí mismo, y guardé de nuevo mi arma.
Entonces un grito silenció a todos. Sentí como a mi compañera se le encogía el corazón en un puño, reconocía ese sonido. ¿Uno de sus pequeños en apuros? Era posible. Craso error maternal el dejar a sus pequeños hijos solos en el piso superior en aquel lugar tan perdido. Corrí tras ella, nos perdimos por los laberínticos pasillos del local, las prostitutas llevándose las manos a la boca, como símbolo de desesperación, era un augurio de que nuestro enemigo final se encontraba allí. Así, cuando volvimos a la habitación en la que había dejado a sus hijitos, nos encontramos al mismo chupasangres que había logrado escapar de mis virotes en el piso de abajo. Los tenía sujetos a ambos por los brazos, aunque no les había hecho ni un rasguño por ahora. Parecía estar aguardando a que llegásemos.
Su malévola risa dio que pensar que aquel tipo tenía un malvado plan. Con mi ballesta pesada no dejé de apuntarle, el tipo estaba tranquilo. Era poderoso. A su lado, la última de sus esbirras, una vampiresa joven, pálida como la nieve y de larga melena cana, se encargó de custodiar a sus pequeños mientras él escupía al suelo y se adelantaba.
-Felicia, no tengo nada ni contra ti ni contra tus pequeños. Pero no tienes tacto a la hora de escoger amigos. Tu aliada es una peligrosa asesina que se ha llevado la vida de muchos de los míos. – le propuso. – Si me ayudas a acabar con Anastasia, con el Huracán, tus hijos no sufrirán daños. Tienes mi palabra.
Negué con la cabeza con resignación. La palabra de un vampiro no valía una mierda. Eran chantajistas y manipuladores, y estaba segura de que Felicia lo sabía tan bien como yo. Yo era la primera que defendía que el fin justificaba los medios, pero había barreras que jamás sobrepasaba, como emplear tácticas tan viles y ruines como las de aquel chupasangres, haciéndose valer de dos pequeños cachorros y del instinto maternal de una persona para sus fines propósitos. Sabía que él solo no podía conmigo y se había quedado ya prácticamente sin aliados, y también había advertido la pericia en combate de mi compañera. Un hipotético cambio de bando de mi compañera sería lo único que podría decantar la balanza a su favor. Envié una mirada a mi compañera, buscando por gestos una hipotética compenetración que no podría alcanzar por medio de la palabra, si no queríamos que sus hijos corriesen un trágico destino.
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Re: Una mirada hacia el futuro [trabajo] [Huracan][Wood][+18]
La vida había perdido su color, quedé estaqueada en el piso, incapaz de caer, incapaz de atacar, incapaz de moverme e incluso incapaz de respirar. Mis niños… mis cachorros, mi vida, en manos de una vampira asquerosa, horrible, la más baja calaña que podría vagar por sobre la tierra. De alguna forma el tiempo se reanudó cuando percibí un pequeño movimiento con mi vista periférica. El Huracán, ah… también estaba allí. Mis ideas comenzaron a moverse, a repasar e intentar comprender lo que el vil vampiro había dicho ¿Entregar a mi compañera por una promesa vacía? de haber podido reír de histeria lo hubiese hecho. Si se atrevían a hacerle daño a alguno de mis cachorros no saldría nadie vivo de esa maldita casa, nadie. Me relamí el hocico y miré a la bruja, estaba segura que en sus ojos estaba la misma idea que pasaba por mi mente pero… ¿cómo actuar?
Fingí sopesarlo, por más que el Huracán intentase darme alguna idea con la mirada estaba ida, desolada. Miré alrededor, Clayton y Ambar habían desaparecido, Flor y Dalia yacían inconscientes tiradas en el piso. Caí de rodillas de perfil al vampiro, que siempre se manteía lejos de cualquier intento de alcance por nuestra parte, de frente a Anastasia. Moví mi cabeza a uno y otro lado, mirando a Emel que aún no había comprendido de qué iba la situación y Joner, que con ojos grandes y sospechosos me observaba inteligentemente. No podía fallarles, no cuando los había traído hasta Dundarak para salvarlos del mismo destino que ahora colgaba sobre sus cuellos en forma de chupasangre. Las manos comenzaron a temblarme, le guiñé un ojo a la bruja y le tiré un gancho directo a su estómago, pero si observaba con atención comprendería que antes de lanzar un ataque movía primero la oreja que estaba del lado que usaría.
Lentamente, muy lentamente nos perfilamos de modo que Huracán pudiese hacer sus cosas de cazavampiro, no me importaba qué, pero contaba con que hiciera algo. En la mitad del acto, después de un golpeteo la ventana se abrió y entró el halcón chillando como si se tratara del depredador más feroz dentro de la estancia. “¿Chy?” me pregunté deteniéndome un momento que pudo haber resultado fatal de haber estado luchando de verdad. Tras de él entró Black, con su rostro sudado, la ropa sucia y mojada, tan blanco del esfuerzo de escalar la pared hasta el segundo piso que parecía que desfallecería en ese mismo instante. Miré al vampiro, parecía sorprendido, pero no para mal, parecía más bien entretenido por el espectáculo que estaba recibiendo.
El niño se tiró dentro de la habitación desde donde se encontraba, nos observó y llamó al halcón que, intentando posarse con los mellizos, se había enfrascado en una pequeña batalla con la alimaña de pelo blanco, ignorando por completo las órdenes del pequeño guerrero -Mawood- murmuró antes de comenzar a convulsionar. Black había venido a mí hacía más de dos años atrás, cuando apenas era un mocoso con falta de dientes, desde entonces había mostrado capacidades superiores para transformarse y, aunque perdía el control en esas contadas ocasiones, era una alimaña de temer. Di un paso hacia atrás, su cuerpecito no estaba hecho para transformarse a tan temprana edad, eso debía de estarle causando bastante malestar, aunque jamás se había quejado en el pasado durante las fortuitas ocasiones.
Era el momento, el vampiro parecía ido mirando a Black sufrir mientras se transformaba lentamente, hice contacto visual con la bruja y le di carta blanca, no tendría un mejor momento que ese. Ignorando momentáneamente el dolor en mi pierna crucé el camino del Huracán para saltar directamente sobre el cuello de la vampiresa desprevenida que ahora saltaba para alcanzar al halcón. Nuestros cuerpos colisionaron produciendo un sonido sordo mientras nos enfrascábamos en una lucha cuerpo a cuerpo en el suelo. Yo intentaba desgarrar su pescuezo, ella buscaba clavar sus garras en mi garganta. ¿Quién ganaría? Eso probablemente dependería de la suerte, la suerte y Black que se había convertido en lobo gris oscuro, flaco y desproporcionado, no era su tamaño lo que intimidaba, sino la forma en la que miraba a todos en la sala. El chico era una bomba de tiempo ¿Contra quién iría?.
Off:Huri, te dejo el manejo de Black, solo no lo mates xD
Fingí sopesarlo, por más que el Huracán intentase darme alguna idea con la mirada estaba ida, desolada. Miré alrededor, Clayton y Ambar habían desaparecido, Flor y Dalia yacían inconscientes tiradas en el piso. Caí de rodillas de perfil al vampiro, que siempre se manteía lejos de cualquier intento de alcance por nuestra parte, de frente a Anastasia. Moví mi cabeza a uno y otro lado, mirando a Emel que aún no había comprendido de qué iba la situación y Joner, que con ojos grandes y sospechosos me observaba inteligentemente. No podía fallarles, no cuando los había traído hasta Dundarak para salvarlos del mismo destino que ahora colgaba sobre sus cuellos en forma de chupasangre. Las manos comenzaron a temblarme, le guiñé un ojo a la bruja y le tiré un gancho directo a su estómago, pero si observaba con atención comprendería que antes de lanzar un ataque movía primero la oreja que estaba del lado que usaría.
Lentamente, muy lentamente nos perfilamos de modo que Huracán pudiese hacer sus cosas de cazavampiro, no me importaba qué, pero contaba con que hiciera algo. En la mitad del acto, después de un golpeteo la ventana se abrió y entró el halcón chillando como si se tratara del depredador más feroz dentro de la estancia. “¿Chy?” me pregunté deteniéndome un momento que pudo haber resultado fatal de haber estado luchando de verdad. Tras de él entró Black, con su rostro sudado, la ropa sucia y mojada, tan blanco del esfuerzo de escalar la pared hasta el segundo piso que parecía que desfallecería en ese mismo instante. Miré al vampiro, parecía sorprendido, pero no para mal, parecía más bien entretenido por el espectáculo que estaba recibiendo.
El niño se tiró dentro de la habitación desde donde se encontraba, nos observó y llamó al halcón que, intentando posarse con los mellizos, se había enfrascado en una pequeña batalla con la alimaña de pelo blanco, ignorando por completo las órdenes del pequeño guerrero -Mawood- murmuró antes de comenzar a convulsionar. Black había venido a mí hacía más de dos años atrás, cuando apenas era un mocoso con falta de dientes, desde entonces había mostrado capacidades superiores para transformarse y, aunque perdía el control en esas contadas ocasiones, era una alimaña de temer. Di un paso hacia atrás, su cuerpecito no estaba hecho para transformarse a tan temprana edad, eso debía de estarle causando bastante malestar, aunque jamás se había quejado en el pasado durante las fortuitas ocasiones.
Era el momento, el vampiro parecía ido mirando a Black sufrir mientras se transformaba lentamente, hice contacto visual con la bruja y le di carta blanca, no tendría un mejor momento que ese. Ignorando momentáneamente el dolor en mi pierna crucé el camino del Huracán para saltar directamente sobre el cuello de la vampiresa desprevenida que ahora saltaba para alcanzar al halcón. Nuestros cuerpos colisionaron produciendo un sonido sordo mientras nos enfrascábamos en una lucha cuerpo a cuerpo en el suelo. Yo intentaba desgarrar su pescuezo, ella buscaba clavar sus garras en mi garganta. ¿Quién ganaría? Eso probablemente dependería de la suerte, la suerte y Black que se había convertido en lobo gris oscuro, flaco y desproporcionado, no era su tamaño lo que intimidaba, sino la forma en la que miraba a todos en la sala. El chico era una bomba de tiempo ¿Contra quién iría?.
Off:Huri, te dejo el manejo de Black, solo no lo mates xD
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Re: Una mirada hacia el futuro [trabajo] [Huracan][Wood][+18]
Aquel lastimoso intento de persuasión por parte del vampiro no parecía haber dado resultado con Felicia, o al menos su rostro de absoluta indiferencia a lo que oía eso me hacía pensar. Al final no iba a resultar tan imbécil como yo creía cuando la conocí en el callejón, y eso me gustaba. Pese a ello, trató de fingir que entraba al trapo al ruin truco de Clyde, y su actuación terminó con un fuerte golpe sobre mi estómago, ahogándome en un afónico grito. Sí. El primero me lo comí. Pero para el segundo ya había descubierto su táctica. La oreja que movía se correspondía con el brazo con el que me atacaría. Así pude defenderme de susgolpes. Yo no tenía tanta habilidad con las orejas, pero me preocupaba más de defenderme que de atizarla.
El baile actuado terminó por perfilar mi posición hacia el chupasangres, teniéndonos frente a frente. Estaba desprevenido observando nuestro combate, así que era el momento de atacar, me llevé la mano a la ballesta diestra. – ¡A un lado! – ordené a mi compañera, que rápidamente dejó de fingir el combate y terminó apartándose. Su cabeza estaba entre el cañón de la misma y la cabeza del otro vampiro, pero el virote fue directo hacia Clyde. Directo a su frente. Con sus reflejos felinos pudo esquivarlo de nuevo igual que ocurrió , pero esta vez terminó clavándose en el hombro. Lo que rápidamente hizo que se apartara, llevándose la mano hasta dicha parte del cuerpo. Con la segunda ballesta, la zurda, el segundo de los virotes fue dirigido hacia la vampiresa que retenía a los retoños de Felicia, haciéndola apartarse de ellos.
Justo en ese momento irrumpió un halcón y tras él otro niño de aspecto desaliñado, ambos pasaron a ser el centro de atención de la abarrotada habitación, en la que nos encontrábamos las dos contratadas, la pareja de vampiros, dos prostitutas inconscientes, el par de infantes y ahora el ave y… ¿El licántropo? ¿Mawood la había llamado?
Miré a Felicia extrañada. - ¿Otra que asegura ser alguien que no es? – pregunté ofendida y con fastidio. Aquello me había sentado mal. Estaba harta de mentiras aquella noche. Al final yo había sido la única que parecía haber mostrado sinceridad en aquel juego en el que todo el mundo entraba con un nombre, y salía con otro.
Por el momento, seguiría luchando de su bando. No me había vendido y eso era una buena señal. El licántropo se lanzó a por el vampiro, pero una de las prostitutas, Mimi, la que había liberado del tipo obeso y maltratador de hacía diez minutos, irrumpió de la puerta para lanzarse a por él, tratando de golpearle con todas sus fuerzas. ¡Otra traidora! Aquel burdel era toda una caja de sorpresas. Aunque de Mimi ya estábamos advertidas, ya que Flor, una de las inconscientes, nos había dicho que esta prostituta quería ser amiga de los vampiros. Y qué mejor manera de hacerse respetar que salvándoles el pellejo de una más que segura muerte. Black una vez transformado, se fue hacia ella, tratando de ayudar a su… ¿madre? No lo sabía. En cualquier caso, se fue a por la prostituta que acababa de llegar.
Por su parte, mi compañera no tardó en lanzarse a por la vampiresa que amenazaba a sus cachorros. Mientras que Clyde se centró en mí. Era su obsesión. Su principal objetivo, e iría a por mí. Mostró sus garras y saltó hacia delante, lo esquivé rodando a un lado y sentí como sus largas uñas chirriaban en la pared, dejando una marca en ésta. Volvió a tratar de ganarme el cuerpo con una rápida cruzada de brazos que logró rasgar mi chaqueta de cuero.
Necesitaba ganar algo de distancia para poder disparar a placer. Una habitación no era el mejor sitio para luchar contra un vampiro y por ello, debía hacer algo. Aquella ventana abierta se conjuraba como mi única vía de escape. - ¡Ash balla ná! – conjuré una fuerte corriente de aire, haciéndole estamparse contra la pared y rápidamente me encaminé hacia la ventana abierta. Así, aprovechándome de mis corrientes de aire, corrí hacia ésta y generé un fuerte tifón sobre mis tobillos, dando un gran salto por la ventana hasta justo el tejado de enfrente. Si tanto me quería, tendría que venir a por mí, y en cuanto saliese por el tragaluz, sería el momento de atravesarle con una flecha. Tomé mi ballesta pesada, y tras cargar un virote y tensar al máxima comencé a apuntar a ésta. – Sal… Vamos. – acariciaba el gatillo nerviosa en varias ocasiones, despeinada y mordiéndome los labios. Ansiosa.
Pero para mi sorpresa no fue él quien salió, sino Mimi, y tenía en su brazo a uno de los cachorros de Mawood. Emel, creo que era. Los vampiros eran rápidos, pero no podía dispararle, necesitaba aquel virote para matar al maldito chupasangres. Seguí apuntando a la ventana, pero al no ver a Felicia salir por tras ella y ante el miedo de que perdiese a uno de sus hijos, la estúpida de Huracán. Sí, la fría y descorazonada Anastasia Boisson, giró su ballesta para apuntar a Mimi mientras saltaba del burdel, atravesándole la cabeza de un virote certero en pleno movimiento. Estaba muerta a tiro de la francotiradora. Pero Emel volaba. El pequeño parecía frágil e iba a darse un fuerte golpe sobre los adoquines si nadie lo impedía, así que con la mano restante concentré todo el poder de mi telequinesis sobre él y lo detuve en el aire. El bebé reía. Parecía divertirse dando vueltas en el aire, suspendido a unos tres metros del suelo. ¡Condenado malnacido! Tendría que posarlo en el suelo.
El único problema fue que, justo en ese momento, Clyde, viendo mi postura indefensa saltó desde el burdel hacia mí con todas sus garras, pilándome desprevenida y rasgándome por completo de un fuerte corte en el estómago. Caí directamente del tejado afortunadamente sobre un carro de paja que había en la calle, pero el chupasangres no tardaría en aprovechar esto para tirarse a por mí. Al menos había conseguido dejar al hijo de Mawood en el suelo, ileso.
-¿Quién te salvará ahora, Anastasia? – gritó Clyde victorioso, desde el tejado del edificio del que había caído, parecía dispuesto a saltar a por mí para darme el golpe definitivo. Ahora era yo quien necesitaba ayuda.
Off: Subrayo segunda complicación: Hay un asesino, pero es una de las mismas chicas (o chicos) que trabajan en el lugar, pillándote por sorpresa.El baile actuado terminó por perfilar mi posición hacia el chupasangres, teniéndonos frente a frente. Estaba desprevenido observando nuestro combate, así que era el momento de atacar, me llevé la mano a la ballesta diestra. – ¡A un lado! – ordené a mi compañera, que rápidamente dejó de fingir el combate y terminó apartándose. Su cabeza estaba entre el cañón de la misma y la cabeza del otro vampiro, pero el virote fue directo hacia Clyde. Directo a su frente. Con sus reflejos felinos pudo esquivarlo de nuevo igual que ocurrió , pero esta vez terminó clavándose en el hombro. Lo que rápidamente hizo que se apartara, llevándose la mano hasta dicha parte del cuerpo. Con la segunda ballesta, la zurda, el segundo de los virotes fue dirigido hacia la vampiresa que retenía a los retoños de Felicia, haciéndola apartarse de ellos.
Justo en ese momento irrumpió un halcón y tras él otro niño de aspecto desaliñado, ambos pasaron a ser el centro de atención de la abarrotada habitación, en la que nos encontrábamos las dos contratadas, la pareja de vampiros, dos prostitutas inconscientes, el par de infantes y ahora el ave y… ¿El licántropo? ¿Mawood la había llamado?
Miré a Felicia extrañada. - ¿Otra que asegura ser alguien que no es? – pregunté ofendida y con fastidio. Aquello me había sentado mal. Estaba harta de mentiras aquella noche. Al final yo había sido la única que parecía haber mostrado sinceridad en aquel juego en el que todo el mundo entraba con un nombre, y salía con otro.
Por el momento, seguiría luchando de su bando. No me había vendido y eso era una buena señal. El licántropo se lanzó a por el vampiro, pero una de las prostitutas, Mimi, la que había liberado del tipo obeso y maltratador de hacía diez minutos, irrumpió de la puerta para lanzarse a por él, tratando de golpearle con todas sus fuerzas. ¡Otra traidora! Aquel burdel era toda una caja de sorpresas. Aunque de Mimi ya estábamos advertidas, ya que Flor, una de las inconscientes, nos había dicho que esta prostituta quería ser amiga de los vampiros. Y qué mejor manera de hacerse respetar que salvándoles el pellejo de una más que segura muerte. Black una vez transformado, se fue hacia ella, tratando de ayudar a su… ¿madre? No lo sabía. En cualquier caso, se fue a por la prostituta que acababa de llegar.
Por su parte, mi compañera no tardó en lanzarse a por la vampiresa que amenazaba a sus cachorros. Mientras que Clyde se centró en mí. Era su obsesión. Su principal objetivo, e iría a por mí. Mostró sus garras y saltó hacia delante, lo esquivé rodando a un lado y sentí como sus largas uñas chirriaban en la pared, dejando una marca en ésta. Volvió a tratar de ganarme el cuerpo con una rápida cruzada de brazos que logró rasgar mi chaqueta de cuero.
Necesitaba ganar algo de distancia para poder disparar a placer. Una habitación no era el mejor sitio para luchar contra un vampiro y por ello, debía hacer algo. Aquella ventana abierta se conjuraba como mi única vía de escape. - ¡Ash balla ná! – conjuré una fuerte corriente de aire, haciéndole estamparse contra la pared y rápidamente me encaminé hacia la ventana abierta. Así, aprovechándome de mis corrientes de aire, corrí hacia ésta y generé un fuerte tifón sobre mis tobillos, dando un gran salto por la ventana hasta justo el tejado de enfrente. Si tanto me quería, tendría que venir a por mí, y en cuanto saliese por el tragaluz, sería el momento de atravesarle con una flecha. Tomé mi ballesta pesada, y tras cargar un virote y tensar al máxima comencé a apuntar a ésta. – Sal… Vamos. – acariciaba el gatillo nerviosa en varias ocasiones, despeinada y mordiéndome los labios. Ansiosa.
Pero para mi sorpresa no fue él quien salió, sino Mimi, y tenía en su brazo a uno de los cachorros de Mawood. Emel, creo que era. Los vampiros eran rápidos, pero no podía dispararle, necesitaba aquel virote para matar al maldito chupasangres. Seguí apuntando a la ventana, pero al no ver a Felicia salir por tras ella y ante el miedo de que perdiese a uno de sus hijos, la estúpida de Huracán. Sí, la fría y descorazonada Anastasia Boisson, giró su ballesta para apuntar a Mimi mientras saltaba del burdel, atravesándole la cabeza de un virote certero en pleno movimiento. Estaba muerta a tiro de la francotiradora. Pero Emel volaba. El pequeño parecía frágil e iba a darse un fuerte golpe sobre los adoquines si nadie lo impedía, así que con la mano restante concentré todo el poder de mi telequinesis sobre él y lo detuve en el aire. El bebé reía. Parecía divertirse dando vueltas en el aire, suspendido a unos tres metros del suelo. ¡Condenado malnacido! Tendría que posarlo en el suelo.
El único problema fue que, justo en ese momento, Clyde, viendo mi postura indefensa saltó desde el burdel hacia mí con todas sus garras, pilándome desprevenida y rasgándome por completo de un fuerte corte en el estómago. Caí directamente del tejado afortunadamente sobre un carro de paja que había en la calle, pero el chupasangres no tardaría en aprovechar esto para tirarse a por mí. Al menos había conseguido dejar al hijo de Mawood en el suelo, ileso.
-¿Quién te salvará ahora, Anastasia? – gritó Clyde victorioso, desde el tejado del edificio del que había caído, parecía dispuesto a saltar a por mí para darme el golpe definitivo. Ahora era yo quien necesitaba ayuda.
Anastasia Boisson
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Re: Una mirada hacia el futuro [trabajo] [Huracan][Wood][+18]
Todo pasó demasiado rápido como para hacer un recuento coherente de los hechos ocurridos aquella noche en la casa del callejón. Black, contra todo pronóstico, se fue sobre Mimi que no tenía idea de cuándo se había metido en la habitación. Tampoco era como que tuviese tiempo para pensarlo exactamente, ya que la vampiresa resultó tener los reflejos de un gato y me estaba haciendo difícil la tarea de acabar con su repugnante vida. Después de rodar por todo el suelo, con sus dedos clavados en mi cuello y mis garras en su carne, logré asfixiarla lo suficiente como para que me soltase. Entonces me percaté que Huracán ya no estaba en la habitación “¿pero qué demonios?” me pregunté, escarranchada como estaba sobre la mujer que en vano luchaba por algo de aire. Estaba tomándome mi tiempo para apagar la llama de su vida, después de todo, ella se había metido con mis cachorros.
¿Mis cachorros? Olfatee el aire alarmada, Joner estaba al lado de Black, picándole con su dedito índice como si corroborara que estaba vivo. Y es que el muchacho había recibido una buena zurra, y ya me imaginaba por qué estaba tan ido: había, tiradas en el suelo, distintas partes de lo que fuera una silla. Probablemente Mimi se la había repartido con saña al chico convertido en lobo, no que ella no me diera pena, probablemente Black le hubiese sacado más de un pedazo, al menos así lo sugería la sangre que no era de él que salía de su boca. Le di una última mirada a la vampiresa antes de verla morir. Sus labios temblaron y sentí como se orinaba. Indefectiblemente había muerto. Ahora podía dedicarme a mis cachorros, y a buscar a Huracán. “Emel ¿dónde estaba Emel?” la sombra del vampiro maldito desapareció de la ventana. En realidad había estado allí todo el tiempo y no me había dado cuenta de su presencia. El muy hijo de perra tenía unas habilidades excelentes, aún no me cabía en la cabeza cómo se había enfrentado y salido con bien de los virotes de mi compañera.
No le hice mayor caso a la sombra hasta que fue demasiado tarde. Los puntos tardaron demasiado en unirse e hilvanar la historia que se había desdoblado frente a mis ojos ciegos por la pasión del momento. Aullé herida de rabia y dolor. Mi Emel, mi cachorra, en manos de un maldito vampiro sicópata que quién sabe qué le haría. Tomé a Joner entre mis brazos y lo apreté contra mi pecho, oliendo su esencia para intentar calmarme, para asegurarme que al menos él estaba bien, que estaba conmigo. Me asomé por la ventana luego de echarle un ojo a Black, estaría bien, ya estaba regresando a su forma humana. Con sorpresa y alegría llegué a tiempo para ver como mi niña era depositada en el suelo sin un rasguño por Huracán. Ladré de felicidad y busqué la forma de bajar rápidamente, pero no podía dejar las cosas así como estaban. No sabía si nos deparaba alguna otra sorpresa. Así que decidí mover un ropero y atrancar la puerta con él. Sin más entrada que la ventana, nadie sería capaz de acercarse a mi Joner o al mocoso lastimado. Eché una última ojeada hacia fuera, antes de salir por la ventana y lo que vi hizo que se me estremeciera la pelambre. Huracán, mi Huracán, a punto de ser ultimada por el maldito vampiro.
Gruñí en un ataque de odio y me lancé por la ventana en caída libre hacia el maldito. Conocía esa sensación, estaba entrando en frenesí, demonios, sabía que era arriesgado, pero ya estaba cansada y mis reflejos comenzaban a traicionarme, sin contar con que la herida de la pierna, el hombro, y los rasguños de la última vampira comenzaban a cobrar factura. Era necesario si quería ser rápida y evitarle un golpe mortal a mi nueva… “demonios… amiga, sí, así es Wood sensiblona”. Podía sentir como me hervía la sangre, el nuevo poder que recorría cada una de mis articulaciones, era como fumar opio con otros preparados alquímicos, una respuesta avasalladora del cuerpo que prácticamente no sentía dolor mientras durara.
El vampiro pareció intuir que le caería encima, porque cerró su boca y se apartó de mi camino, pero pobre… no sabía que se había metido con la asesina equivocada. Con mi fuerza y destreza mejorados, podía seguir sin problemas sus rápidos movimientos. De acuerdo, tengo que aceptar que no era tan rápida como él, pero lo que no tenía de velocidad lo tenía de experiencia. Aunque a duras penas lograba hacer una pirueta que me mantuviera en una sola pieza de los ataques de ese vampiro super desarrollado, mis movimientos no eran en vano. Lentamente, poco a poco, lo acercaba más al rango de la bruja, lo acorralaba y él, por primera vez se encontraba ante un enemigo de similares características a las suyas propias. “Ya no eres tan bravo, hmmm” pensé, descargando un arañazo hacia su pecho, que detuvo con un bastón sacado del mismo aire. Gruñí, aún tenía ases bajo la manga. Pero entonces pareció darse cuenta de que estaba siendo llevado a una trampa e intentó huir. Error, en ese momento atiné a agarrarlo dando un salto hacia él, pero solo logré pillarle una pierna. Esperaba que Anastasia estuviese lista, porque no tendría otra oportunidad como esa. Con la fuerza del impulso lo revolee hacia donde se encontraba la bruja, esperando que lo llenara de esas extrañas flechas suyas en medio del vuelo.
Por mi parte, usé los tejados para ir desacelerando la caída hasta llegar al suelo, donde corrí hacia Emel para tomarla entre mis brazos y apretarla contra mi pecho. Con cierta rabia miraba a los alrededores, buscando al vampiro y la bruja.
¿Mis cachorros? Olfatee el aire alarmada, Joner estaba al lado de Black, picándole con su dedito índice como si corroborara que estaba vivo. Y es que el muchacho había recibido una buena zurra, y ya me imaginaba por qué estaba tan ido: había, tiradas en el suelo, distintas partes de lo que fuera una silla. Probablemente Mimi se la había repartido con saña al chico convertido en lobo, no que ella no me diera pena, probablemente Black le hubiese sacado más de un pedazo, al menos así lo sugería la sangre que no era de él que salía de su boca. Le di una última mirada a la vampiresa antes de verla morir. Sus labios temblaron y sentí como se orinaba. Indefectiblemente había muerto. Ahora podía dedicarme a mis cachorros, y a buscar a Huracán. “Emel ¿dónde estaba Emel?” la sombra del vampiro maldito desapareció de la ventana. En realidad había estado allí todo el tiempo y no me había dado cuenta de su presencia. El muy hijo de perra tenía unas habilidades excelentes, aún no me cabía en la cabeza cómo se había enfrentado y salido con bien de los virotes de mi compañera.
No le hice mayor caso a la sombra hasta que fue demasiado tarde. Los puntos tardaron demasiado en unirse e hilvanar la historia que se había desdoblado frente a mis ojos ciegos por la pasión del momento. Aullé herida de rabia y dolor. Mi Emel, mi cachorra, en manos de un maldito vampiro sicópata que quién sabe qué le haría. Tomé a Joner entre mis brazos y lo apreté contra mi pecho, oliendo su esencia para intentar calmarme, para asegurarme que al menos él estaba bien, que estaba conmigo. Me asomé por la ventana luego de echarle un ojo a Black, estaría bien, ya estaba regresando a su forma humana. Con sorpresa y alegría llegué a tiempo para ver como mi niña era depositada en el suelo sin un rasguño por Huracán. Ladré de felicidad y busqué la forma de bajar rápidamente, pero no podía dejar las cosas así como estaban. No sabía si nos deparaba alguna otra sorpresa. Así que decidí mover un ropero y atrancar la puerta con él. Sin más entrada que la ventana, nadie sería capaz de acercarse a mi Joner o al mocoso lastimado. Eché una última ojeada hacia fuera, antes de salir por la ventana y lo que vi hizo que se me estremeciera la pelambre. Huracán, mi Huracán, a punto de ser ultimada por el maldito vampiro.
Gruñí en un ataque de odio y me lancé por la ventana en caída libre hacia el maldito. Conocía esa sensación, estaba entrando en frenesí, demonios, sabía que era arriesgado, pero ya estaba cansada y mis reflejos comenzaban a traicionarme, sin contar con que la herida de la pierna, el hombro, y los rasguños de la última vampira comenzaban a cobrar factura. Era necesario si quería ser rápida y evitarle un golpe mortal a mi nueva… “demonios… amiga, sí, así es Wood sensiblona”. Podía sentir como me hervía la sangre, el nuevo poder que recorría cada una de mis articulaciones, era como fumar opio con otros preparados alquímicos, una respuesta avasalladora del cuerpo que prácticamente no sentía dolor mientras durara.
El vampiro pareció intuir que le caería encima, porque cerró su boca y se apartó de mi camino, pero pobre… no sabía que se había metido con la asesina equivocada. Con mi fuerza y destreza mejorados, podía seguir sin problemas sus rápidos movimientos. De acuerdo, tengo que aceptar que no era tan rápida como él, pero lo que no tenía de velocidad lo tenía de experiencia. Aunque a duras penas lograba hacer una pirueta que me mantuviera en una sola pieza de los ataques de ese vampiro super desarrollado, mis movimientos no eran en vano. Lentamente, poco a poco, lo acercaba más al rango de la bruja, lo acorralaba y él, por primera vez se encontraba ante un enemigo de similares características a las suyas propias. “Ya no eres tan bravo, hmmm” pensé, descargando un arañazo hacia su pecho, que detuvo con un bastón sacado del mismo aire. Gruñí, aún tenía ases bajo la manga. Pero entonces pareció darse cuenta de que estaba siendo llevado a una trampa e intentó huir. Error, en ese momento atiné a agarrarlo dando un salto hacia él, pero solo logré pillarle una pierna. Esperaba que Anastasia estuviese lista, porque no tendría otra oportunidad como esa. Con la fuerza del impulso lo revolee hacia donde se encontraba la bruja, esperando que lo llenara de esas extrañas flechas suyas en medio del vuelo.
Por mi parte, usé los tejados para ir desacelerando la caída hasta llegar al suelo, donde corrí hacia Emel para tomarla entre mis brazos y apretarla contra mi pecho. Con cierta rabia miraba a los alrededores, buscando al vampiro y la bruja.
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Re: Una mirada hacia el futuro [trabajo] [Huracan][Wood][+18]
Estaba ida. Había sido un golpe intenso contra un carromato lleno de pienso del que las gallinas salieron volando despavoridas. Para cuando dejé de ver estrellas rodando en círculos alrededor de mi cabeza y pude volver a enfocar la imagen, sobre el cielo veía como un fiero chupasangres se abalanzaba contra mí en caída libre.
Uno de mis instintos más primarios hizo que me tapara la cara. Consciente de lo que iba a pasar. Pero cuando sentí un gruñido cercano y un fuerte golpe en el suelo volví a abrir los ojos. Allí estaban ellos, rodando por los tejados. Todo un detalle por parte de Mawood, que ahora se encontraba combatiendo al malvado Clyde. Fue una sensación agradable el no sentir las afiladas garras del vampiro atravesando mi delicada cutis facial. Sin más preámbulos, salté del carro y tomé la ballesta pesada, con tranquilidad me llevé la mano al carcaj y tomé una nueva flecha para recargar la ballesta. Esta arma iba de una en una.
Sin perder un ojo de la escena, me puse a seguirlos desde el suelo. La loba lo estaba acorralando poco a poco, hacía amagos entre enfrentarse a ella y tratar de huir. Pobrecillo, ahora ya no era tan valiente como cuando tenía a los bebés en brazos. ¿Por qué todos los chupasangres eran iguales?
Apunté a su cuerpo. Mi arma era lo suficientemente fuerte como para no necesitar un tiro en la cabeza para matarlo si conseguía asestarle un golpe en una parte vital, y yo era lo suficientemente precisa como para acertar a su corazón. En cuanto trató de huir, estaba acabado. La loba le mordió en la pierna y, ahora, estaba vendido a merced de mi ballesta. Un disparo certero bastó para anclarlo a la pared en el aire. Tras un grito desgarrador, el segundo concluyó su agonía de manera rápida. Directo a la cabeza. Con un tercer virote de la ballesta poderosa lo habría dejado crucificado.
Exhalé aire profundo, me mordí un labio viendo cómo se desangraba por la pared, y tras no parar de moverme sobre la misma posición durante unos segundos, resoplé para apartar el mechón de pelo que ahora me cubría un ojo. Armé de nuevo a mi espalda mi fiel escudera, la ballesta pesada, y me giré hacia Felicia, en cuyos brazos recogía a su pequeña Emel. Todo había acabado.
-Emocionante cacería, señorita desconocida. Supongo que ha llegado la hora de las presentaciones formales. – carraspeé de mala manera, limpiándome el polvo que ensuciaba mi ropa, no me había gustado que escondiese su verdadera identidad, aunque lo cierto era que yo tampoco había dicho lo que iba a hacer, y en un momento incluso me planteé en abandonar la misión. No lo había hecho y, por fin, era la hora de las presentaciones. – Lady Anastasia Boisson de Beltrexus, para los amigos, Huracán, para los que no lo son tanto. – Esconder mi nombre de pila era absurdo pues el vampiro había tenido que revelárselo. - En casi una década como cazadora de vampiros, pocas veces he luchado junto a un licántropo, y menos junto a uno que supiese hacer algo más que molestarme. – era algo soberbia, lo sabía, pero era mi manera de darle las gracias. - ¿Está bien? – pregunté seria, haciendo un gesto con la cabeza hacia Emel. – Un poco irresponsable, desde mi punto de vista. – Opiné. Y es que traer a dos bebés a semejante encuentro era, cuanto menos, una temeridad. De no haber estado los críos, todo hubiese sido bastante más rápido y sencillo. El vampiro no habría tenido siquiera la oportunidad de rematarme.
-¡Por los dioses! ¡Lo habéis consegui…! – Para cuando se dio cuenta, Finnick ya tenía mi ballesta pequeña apuntándole a su entrecejo. - ¡No! ¡No dispares, por favor! Estaba coaccionado por el vampiro. ¡Quería matarte! Pero acabaría conmigo si te delataba.
Qué poco convincente, Finnick. ¿No hubiese sido más sensato haberme avisado? El resultado habría sido el mismo, sólo que no me habría jugado tanto el tipo.
-Tomad el pago, tomadlo, en serio. ¡Y muchas gracias por salvar mi negocio! ¡De verdad! – y sacó varias bolsitas de sus bolsillos. Ah… ¿qué le iba a hacer? Seguro que no me lo volvería encontrar y parecía inofensivo, así que enfundé entonces la ballesta pequeña diestra y de mala manera me acerqué a por la que me correspondía. Aprovechando para pegarle tal rodillazo en los testículos que lo dejaría sin aire durante varios segundos, y puede que sin poder levantarse durante varios días.
-Gilipollas… - concluí muy enfadada, negando con la cabeza y dándome la vuelta, dispuesta a marcharme.
*Off: Con este post concluyo la intervención de Huri en el foro, si quieres escribir tu para cerrarlo o dar tu punto de vista del final adelante. Lo dejo a tu elección ^^. Me ha gustado mucho, he sacado una Huri más madurita después de dar caza la Hermandad, espero que te haya gustado el tema tanto como a mí! Nuestros pjs tienen potencial para muchas más tramas. Así que espero nos veamos en el futuro.
Uno de mis instintos más primarios hizo que me tapara la cara. Consciente de lo que iba a pasar. Pero cuando sentí un gruñido cercano y un fuerte golpe en el suelo volví a abrir los ojos. Allí estaban ellos, rodando por los tejados. Todo un detalle por parte de Mawood, que ahora se encontraba combatiendo al malvado Clyde. Fue una sensación agradable el no sentir las afiladas garras del vampiro atravesando mi delicada cutis facial. Sin más preámbulos, salté del carro y tomé la ballesta pesada, con tranquilidad me llevé la mano al carcaj y tomé una nueva flecha para recargar la ballesta. Esta arma iba de una en una.
Sin perder un ojo de la escena, me puse a seguirlos desde el suelo. La loba lo estaba acorralando poco a poco, hacía amagos entre enfrentarse a ella y tratar de huir. Pobrecillo, ahora ya no era tan valiente como cuando tenía a los bebés en brazos. ¿Por qué todos los chupasangres eran iguales?
Apunté a su cuerpo. Mi arma era lo suficientemente fuerte como para no necesitar un tiro en la cabeza para matarlo si conseguía asestarle un golpe en una parte vital, y yo era lo suficientemente precisa como para acertar a su corazón. En cuanto trató de huir, estaba acabado. La loba le mordió en la pierna y, ahora, estaba vendido a merced de mi ballesta. Un disparo certero bastó para anclarlo a la pared en el aire. Tras un grito desgarrador, el segundo concluyó su agonía de manera rápida. Directo a la cabeza. Con un tercer virote de la ballesta poderosa lo habría dejado crucificado.
Exhalé aire profundo, me mordí un labio viendo cómo se desangraba por la pared, y tras no parar de moverme sobre la misma posición durante unos segundos, resoplé para apartar el mechón de pelo que ahora me cubría un ojo. Armé de nuevo a mi espalda mi fiel escudera, la ballesta pesada, y me giré hacia Felicia, en cuyos brazos recogía a su pequeña Emel. Todo había acabado.
-Emocionante cacería, señorita desconocida. Supongo que ha llegado la hora de las presentaciones formales. – carraspeé de mala manera, limpiándome el polvo que ensuciaba mi ropa, no me había gustado que escondiese su verdadera identidad, aunque lo cierto era que yo tampoco había dicho lo que iba a hacer, y en un momento incluso me planteé en abandonar la misión. No lo había hecho y, por fin, era la hora de las presentaciones. – Lady Anastasia Boisson de Beltrexus, para los amigos, Huracán, para los que no lo son tanto. – Esconder mi nombre de pila era absurdo pues el vampiro había tenido que revelárselo. - En casi una década como cazadora de vampiros, pocas veces he luchado junto a un licántropo, y menos junto a uno que supiese hacer algo más que molestarme. – era algo soberbia, lo sabía, pero era mi manera de darle las gracias. - ¿Está bien? – pregunté seria, haciendo un gesto con la cabeza hacia Emel. – Un poco irresponsable, desde mi punto de vista. – Opiné. Y es que traer a dos bebés a semejante encuentro era, cuanto menos, una temeridad. De no haber estado los críos, todo hubiese sido bastante más rápido y sencillo. El vampiro no habría tenido siquiera la oportunidad de rematarme.
-¡Por los dioses! ¡Lo habéis consegui…! – Para cuando se dio cuenta, Finnick ya tenía mi ballesta pequeña apuntándole a su entrecejo. - ¡No! ¡No dispares, por favor! Estaba coaccionado por el vampiro. ¡Quería matarte! Pero acabaría conmigo si te delataba.
Qué poco convincente, Finnick. ¿No hubiese sido más sensato haberme avisado? El resultado habría sido el mismo, sólo que no me habría jugado tanto el tipo.
-Tomad el pago, tomadlo, en serio. ¡Y muchas gracias por salvar mi negocio! ¡De verdad! – y sacó varias bolsitas de sus bolsillos. Ah… ¿qué le iba a hacer? Seguro que no me lo volvería encontrar y parecía inofensivo, así que enfundé entonces la ballesta pequeña diestra y de mala manera me acerqué a por la que me correspondía. Aprovechando para pegarle tal rodillazo en los testículos que lo dejaría sin aire durante varios segundos, y puede que sin poder levantarse durante varios días.
-Gilipollas… - concluí muy enfadada, negando con la cabeza y dándome la vuelta, dispuesta a marcharme.
*Off: Con este post concluyo la intervención de Huri en el foro, si quieres escribir tu para cerrarlo o dar tu punto de vista del final adelante. Lo dejo a tu elección ^^. Me ha gustado mucho, he sacado una Huri más madurita después de dar caza la Hermandad, espero que te haya gustado el tema tanto como a mí! Nuestros pjs tienen potencial para muchas más tramas. Así que espero nos veamos en el futuro.
Anastasia Boisson
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Re: Una mirada hacia el futuro [trabajo] [Huracan][Wood][+18]
Oh… el fuego de la ira se extinguió ni bien vi al vampiro ensartado contra una pared. Una sonrisa maliciosa brotaba de la comisura de mis labios. Compartir esa noche con Huracán me había hecho rememorar mis años de moza, cuando me llevaba a todos por delante, así como ella era ahora, soberbia y dura. Sí… era una guerrera de armas tomar, golpeada como todas las que vivíamos de esa forma. Esperaba que al igual que yo, se topase con buenas personas que le enseñaran a ser un poco más humana. Mis ojos se volvieron buenos al enfocar a mi hija, le acomodé el pelo a Emel mientras me acercaba a la bruja, estaba herida, y no era muy lindo a la vista. Tenía sangre por todos lados y su ropa estaba bastante mancillada. Cerré los ojos y dejé que mi apariencia humana retornara. Algo bastante loco, estaba amaneciendo, habíamos hecho un buen jaleo, estábamos a mitad de la calle y hacía un frío que se partía, pero igual, Anastasia merecía unas últimas palabras.
En efecto dije, mirando sus ojos, dejé que ella fuese la primera en presentarse, sólo esperaba que no terminara desmayada ahí frente a mí. Después de todo, era una bruja y no estaba muy segura de cuán resistentes podrían llegar a ser frente al daño físico. Feith, Feith Greenwood. De Ulmer, un general en esas tierras, de hecho. Aunque mi nombre de batalla es Wood, para todos le guiñé un ojo. Todo con ella era bastante de un solo lado, “así son las cosas y así tienen que ser” me mordí un labio, intentando no reírme de la situación, era casi verme reflejada en versión bruja varios años atrás. Pero ella tenía más glamour, cuando estuviese más vieja tendría mucho más presencia que yo. Me alegra haber hecho algo que no fuera molestar continué, haciendo fuerza para no carcajearme, el momento no era el indicado. Cambié el peso de Emel y la miré como si fuese la misma luna mientras le respondía a la bruja.
Está mejor que bien, gracias asentí, no podía decir que fue arriesgado traer a los mellizos conmigo Era necesario, estoy… ya que era tiempo de ser sinceras, podía contarle todo a ella, sentía que esa noche nos había unido de más de una manera, pero Finnick, el mentado Finnick, había vuelto –sin el virote de Anastasia- parecía que el muy desgraciado no aprendía “Maldito adulador” pensé centrando toda mi atención en la infante que tenía entre mis brazos y la ventana abierta por donde se asomaba Black con Joner. Me importaba poco lo que estaba diciendo, ya había rebasado los límites de mi ya extendida nueva paciencia de madre lobo. Disfruté cuando vi que Huracán se desquitaba, pero había sido muy caritativa, no era suficiente un puntapié. Consideré que tal vez la hija de Beltrexus estuviese alcanzando sus límites.
Me agaché junto a Finn que se quejaba en el suelo y negué con la cabeza haciendo chasquear mi lengua Upaaa le dije a la beba mientras divergía su atención hacia su hermano, aproveché el momento para rematarlo con mi mejor gancho derecho. Para cuando mi cachorrita volvió a mirar, nuestro empleador del año estaba “dormido”. Ni lo digas… respondí a Anastasia, haciéndole un gesto de despedida con mi cabeza mientras tomaba la pierna herida del inconsciente y lo arrastraba hasta la casa. Esperaba que cuando despertase el dolor no le dejara moverse. No mueras le dije de espaldas a la cazavampiros, sin saber si me había escuchado o no. Finnick me escucharía cuando despertase, teníamos varias cuentas que arreglar.
En efecto dije, mirando sus ojos, dejé que ella fuese la primera en presentarse, sólo esperaba que no terminara desmayada ahí frente a mí. Después de todo, era una bruja y no estaba muy segura de cuán resistentes podrían llegar a ser frente al daño físico. Feith, Feith Greenwood. De Ulmer, un general en esas tierras, de hecho. Aunque mi nombre de batalla es Wood, para todos le guiñé un ojo. Todo con ella era bastante de un solo lado, “así son las cosas y así tienen que ser” me mordí un labio, intentando no reírme de la situación, era casi verme reflejada en versión bruja varios años atrás. Pero ella tenía más glamour, cuando estuviese más vieja tendría mucho más presencia que yo. Me alegra haber hecho algo que no fuera molestar continué, haciendo fuerza para no carcajearme, el momento no era el indicado. Cambié el peso de Emel y la miré como si fuese la misma luna mientras le respondía a la bruja.
Está mejor que bien, gracias asentí, no podía decir que fue arriesgado traer a los mellizos conmigo Era necesario, estoy… ya que era tiempo de ser sinceras, podía contarle todo a ella, sentía que esa noche nos había unido de más de una manera, pero Finnick, el mentado Finnick, había vuelto –sin el virote de Anastasia- parecía que el muy desgraciado no aprendía “Maldito adulador” pensé centrando toda mi atención en la infante que tenía entre mis brazos y la ventana abierta por donde se asomaba Black con Joner. Me importaba poco lo que estaba diciendo, ya había rebasado los límites de mi ya extendida nueva paciencia de madre lobo. Disfruté cuando vi que Huracán se desquitaba, pero había sido muy caritativa, no era suficiente un puntapié. Consideré que tal vez la hija de Beltrexus estuviese alcanzando sus límites.
Me agaché junto a Finn que se quejaba en el suelo y negué con la cabeza haciendo chasquear mi lengua Upaaa le dije a la beba mientras divergía su atención hacia su hermano, aproveché el momento para rematarlo con mi mejor gancho derecho. Para cuando mi cachorrita volvió a mirar, nuestro empleador del año estaba “dormido”. Ni lo digas… respondí a Anastasia, haciéndole un gesto de despedida con mi cabeza mientras tomaba la pierna herida del inconsciente y lo arrastraba hasta la casa. Esperaba que cuando despertase el dolor no le dejara moverse. No mueras le dije de espaldas a la cazavampiros, sin saber si me había escuchado o no. Finnick me escucharía cuando despertase, teníamos varias cuentas que arreglar.
Off: Lo mismo digo, el trabajo fue una pasada! gracias Huri <3
Woodpecker
Honorable
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Re: Una mirada hacia el futuro [trabajo] [Huracan][Wood][+18]
RECOMPENSAS
Una muy buena historia llena de ese toque particular de cada uno de sus personajes que al juntarse le dan dado un aire muy entretenido; la lectura ha sido tan fluída que se terminó en un parpadeo, definitivamente de los mejores trabajos que hemos revisado.
A modo de consejo, Woodpecker, en el primer post usas para un pnj con color que puede resultar difícil de leer, no tiene mayor importancia pero es importante tener en cuenta el contraste de colores para facilitar la lectura, de resto todo ha sido estupendo.
Aplaudimos también el haber usado la profesión en el trabajo, cosa que ya todos han dejado de hacer, no ganas puntos por ello, pero sí materiales para usar en tu taller.
Ambas reciben +20 puntos de experiencia y +400 Aeros.
Woodpecker recibe además 5 materiales de curtiduría.
Los puntos y aeros ya han sido sumados a sus respectivos perfiles.
A modo de consejo, Woodpecker, en el primer post usas para un pnj con color que puede resultar difícil de leer, no tiene mayor importancia pero es importante tener en cuenta el contraste de colores para facilitar la lectura, de resto todo ha sido estupendo.
Aplaudimos también el haber usado la profesión en el trabajo, cosa que ya todos han dejado de hacer, no ganas puntos por ello, pero sí materiales para usar en tu taller.
Ambas reciben +20 puntos de experiencia y +400 Aeros.
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Ansur
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